Gramática Lingüística: Percepción, Lenguaje y Lenguas
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MÁSTER EN CIENCIA DEL LENGUAJE Y LINGÜÍSTICA HISPÁNICA
GRAMÁTICA LINGÜÍSTICA
Profesor: Manuel Pruñonosa Tomás
Alumna: Paloma Losada Romero
PERCEPCIÓN, LENGUAJE Y
LENGUAS
2
Resumen- abstract
El presente trabajo ofrece un acercamiento a los principios de la lingüística
perceptiva y al análisis que esta hace de las estructuras gramaticales básicas del español.
Esta corriente concibe el lenguaje como uno más de los medios por los que el ser
humano construye representaciones a partir los datos que le llegan del exterior,
integrando así en la Lingüística conceptos y métodos de otras disciplinas, en el marco
de una visión global y unitaria del pensamiento humano. En el ámbito español, el
profesor Ángel López García, de la Universidad de Valencia, ha demostrado la
capacidad explicativa de este modelo desarrollando un completo análisis de la gramática
española a todos los niveles, modelo que aquí utilizaremos solamente para ilustrar los
principios fundamentales de su metodología y la visión que la sustenta.
Introducción
A lo largo del siglo XX, los estudios lingüísticos estuvieron dominados por
enfoques formalistas, centrados en el estudio de la lengua como sistema de signos, y
que prescindía de sus relaciones con cualquier realidad que se considerara ajena al
código en sí. Una línea de investigación inaugurada en Europa por Ferdinand de
Saussure, especialmente con su idea del signo lingüístico como una asociación arbitraria
entre el significado y el significante. Es cierto que en su desarrollo, algunas escuelas,
como el Círculo Lingüístico de Praga o la Escuela de Tubinga, empezaron a percibir la
necesidad de recuperar el estudio del significado, pero priorizaron la dimensión social o
comunicativa del signo lingüístico (otro de los principios fundamentales saussureanos)
sobre los aspectos cognitivos.
La otra gran corriente de estudios lingüísticos del pasado siglo, el generativismo,
mantuvo esa línea formalista, centrada en la gramática y que dejaba fuera a la
semántica, aunque introdujo una dimensión mentalista que muy posiblemente abrió la
puerta al desarrollo de la lingüística cognitiva, a partir de los años 80. No en vano,
algunos de los principales impulsores de esta corriente (George Lakoff, Charles
Filmore, Ronald Langacker, Leonard Talmy…) surgieron de las filas generativas
3
Así pues, después de un siglo de estudios formalistas, probablemente necesarios
para delimitar el objeto de estudio de la lingüística y dotarla de instrumentos científicos
de análisis, empieza a hacerse necesario resituar el estudio del lenguaje en el contexto
más amplio de la cognición humana. Y la cognición tiene su punto de partida en la
percepción, en el procesamiento de la información que, desde el entorno, le llega a un
organismo a través de los sentidos. Las bases físicas, espaciales, de todo proceso
cognitivo está muy presentes en varios conceptos muy extendidos entre los lingüistas
cognitivos: conceptos como la Metáfora Conceptual, la corporeización o embodiment,
los esquemas de imagen… explican los significados lingüísticos como procesos
generados a partir de percepciones físicas mediante diversas reglas asociativas.1
En España, la línea de trabajo desarrollada por el profesor Ángel López García en
la Universidad de Valencia propone una explicación de los fenómenos lingüísticos en
relación a la percepción humana, encarando el lenguaje como uno más de los sentidos
que permiten que nos hagamos una representación del mundo que nos rodea. Para que
nuestro cerebro capte una situación exterior (por ejemplo, la lluvia), el ser humano
puede utilizar la vista (mirando por la ventana), el tacto (la sensación de las gotas sobre
la piel), el oído (el sonido del agua cayendo), pero también el lenguaje (alguien dice
Llueve). Esta idea es, además, coherente con la teoría de la evolución, que deja ver una
jerarquía en el uso de los sentidos: si los animales inferiores solo se sirven del tacto, el
gusto y el olfato, los superiores utilizan, junto a esos tres, los sentidos de la distancia
(vista y oído); cabe pensar que el ser humano añada a estos el lenguaje, como un paso
más en su evolución. De hecho, recientemente se han descubierto ciertas conexiones
entre las bases cerebrales de la visión (el córtex visual) y del lenguaje (áreas de Broca y
Wernicke) que aportan una justificación biológica a las semejanzas que, como veremos,
se pueden observar en el funcionamiento de ambos sentidos.2
Ahora bien, considerar el lenguaje como una forma de cognición o percepción del
mundo no implica recuperar la idea de que las categorías o funciones lingüísticas
1 Ibarretxe Antuñano, I. y Valenzuela, J. (2012): Lingüística cognitiva: origen, principios y tendencias.
En Ibarretxe-Antuñano, I. y J. Valenzuela (coords.): Lingüística Cognitiva. Barcelona, Anthropos. 2 López García, Á.: Gramática cognitiva para profesores de español L2 (Arco Libros, Madrid, 2005), cap
1. También en La gramática liminar un cuarto de siglo después, por el mismo autor, en su página
personal. Un buen resumen de la propuesta de López García se puede ver también en la conferencia ¿Fue
el lenguaje una emergencia neuronal?, para los XVIII Encuentros de Filosofía de la fundación Gustavo
Bueno (disponible en el canal que la fundación mantiene en Youtube).
4
reflejen fenómenos del mundo. Es evidente que esto no es así: la realidad a la que se
refiere la palabra blanca en la pared blanca no es diferente a la que subyace tras la
expresión la blancura de la pared. Lo que cambia es la manera en la que el hablante
refleja, se “representa”, una misma realidad. Pero esto no es exclusivo del lenguaje. En
realidad, al “ver” una escena o un objeto siempre hay algún tipo de interpretación por
parte del sujeto, porque el cerebro tiene que organizar una serie de estímulos visuales
que se descomponen y recomponen en su paso por la retina, el nervio óptico y el córtex
visual, y que interpreta conforme a determinadas leyes. Algo aparentemente tan natural
como el reconocimiento de objetos, tanto lingüístico como de otro tipo, requiere un
proceso de selección fenomenológica que organice datos sensoriales en ocasiones
dispersos: las imágenes que llegan a mi cerebro de un perro visto de frente, de perfil, de
cerca o de lejos, poco tienen en común, y sin embargo mi cerebro integra esas imágenes
diferentes entre sí, las organiza, percibiéndolas como diferentes manifestaciones de un
mismo “objeto” o “fenómeno”. En el extremo contrario, los numerosísimos ejemplos de
ilusiones ópticas muestran hasta qué punto nuestro cerebro puede modificar las
sensaciones para construir una representación del mundo determinada. En el ámbito
lingüístico, un proceso similar nos permite, por ejemplo, utilizar una misma palabra
para designar objetos que, aunque tengan rasgos en común, también tienen rasgos
diferentes que nuestra percepción obvia. Toda percepción, visual, lingüística o de otro
tipo, es pues un proceso intencional: el organismo siempre impone una organización a
los datos que recibe, a través de los sentidos, de su entorno.
En la tradición fenomenológica, lo que percibimos es lo único real, y no podemos
separar los datos de la percepción de los mismos, porque no podemos conocer la
realidad fuera de esa organización que nuestra percepción les impone3. Naturalmente,
esto afecta al lenguaje como sistema de percepción, pero también a la reflexión
lingüística misma, en la que el lenguaje es el objeto o fenómeno, y como tal inseparable
de la manera en la que el analista lo percibe4. Por ello, Ángel López propone aplicar a la
Lingüística un método tomado de una rama de las matemáticas, la topología, que se
ocupa de la descripción de espacios. Para ordenar estos espacios, se introduce una
3 López García, Á.: El contraste de lenguas desde el método cognitivo-topológico (no publicado)
4 Esto les ocurre a todos los objetos, pero que en el caso de la reflexión lingüística se ve incrementado por
el hecho de que el mismo lenguaje analizado es el que se utiliza para analizarlo.
5
topología, un criterio clasificador que agrupa a los elementos en un conjunto que es a la
vez cerrado (si se toman como referencia los elementos descritos) y abierto, si se toman
como referencia los descriptores. Como el conjunto es abierto y cerrado a la vez,
podemos estudiarlo de una u otra manera simplemente cambiando el centro de atención.
Esta idea permite integrar las aparentes diferencias entre escuelas lingüísticas, que
serían el resultado de priorizar los datos (como en el estructuralismo) o la conciencia de
los datos (como en el generativismo). Por ejemplo, la diferencia sujeto/predicado para
los estructuralistas de definiría por la oposición, por el contraste entre ambos en una
lengua particular. Para el generativismo, existe una conciencia lingüística en la que
están esos conceptos, que en cada lengua se manifiestan con valores diferentes (por
ejemplo la concordancia, el orden, la rección…).5
La generación del significado lingüístico
Como puede suponerse, la lingüística cognitiva implica una ruptura con la
tradicional separación de niveles (semántico-sintáctico-pragmático), derivada del
principio de arbitrariedad del signo lingüístico, ya que los significados gramaticales no
serían independientes de los demás, sino que esos planos serían simultáneos y
relacionados entre ellos. Si las estructuras lingüísticas tienen su origen en la cognición y
esta, a su vez, en la percepción, los significados gramaticales deben entenderse como
una proyección o conceptualización de categorías no exclusivamente lingüísticas6.
Ahora bien, ¿cómo se generan esos significados abstractos a partir de las percepciones?
Para explicar el paso de las percepciones primitivas a los papeles propiamente
lingüísticos, Ángel López recurre a dos conceptos, pregnancia y saliencia,
desarrollados por el matemático René Thom: las saliencias son formas individuadas,
mientras que las pregnancias son acciones propagativas emitidas por unas saliencias y
que recaen en otras, induciendo en ellas determinadas transformaciones formales
5 Esta pluralidad de enfoques y su importancia como principio de la Gramática Liminar (“ley de la
relatividad explicativa”) aparecen explicados en el artículo de Ángel López García: La gramática liminar
un cuarto de siglo después, en su página personal, y en su artículo: Lingüística topológica y percepción
visual. Versus. Quaderni di Studio semiotici, 65/66, 1993). Resulta también muy clarificador el trabajo de
Veyrat Rigat, Montserrat. “Una clasificación perceptiva de la categoría verbo”. ELUA. Estudios de
Lingüística. Anexo 2. Universidad de Alicante (2004). 6 Huelva Unternbäumen, E.: Esquemas imaginísticos y la base perceptiva de la gramática. Hacia una (re-
) lectura fenomenológica Lingüistica (Madrid), v. 26, p. 55-77, 2011.
6
(efectos figurativos), de manera que la forma saliente investida por una pregnancia
puede volver a emitir esta pregnancia bajo una fuente diferente.
Un ejemplo del funcionamiento de estos conceptos sería la generación de esquemas
actanciales. El papel de los actantes como organizadores de los aconteceres expresados
en la oración no es algo nuevo en las teorías sintácticas, siendo Tesnière (quien equiparó
la oración con una escena teatral), y Fillmore (con su “teoría de los casos”, según la cual
los sintagmas desempeñan en la oración papeles similares a los de sus referentes en el
mundo real), los ejemplos más destacados. Por otra parte, ciertas investigaciones
prueban, por ejemplo, que la vida social de los primates exige el reconocimiento de
papeles similares a los actantes, lo que nos permite deducir que, para los homínidos, los
actantes pudieron ser primitivos semánticos, papeles que se transmitieron a las
generaciones siguientes con el fin de transmitir a las crías conceptos como
“depredadores”, “presas”, “instrumentos”, etc. Ángel López propone que los actantes
son formas “salientes” que llamaron la atención de nuestros antecesores en situaciones
de peligro o necesidad (un depredador, una presa, un palo para cazarla…). Luego se
dieron cuenta de que esos actantes estaban organizados en sistemas, de modo que se
generaron esquemas actanciales (pregnancias) que podían proyectarse sobre nuevos
elementos salientes produciendo en ellos efectos figurativos que explican los diferentes
esquemas gramaticales7.
Con la formación de palabras ocurre algo parecido: la necesidad cognitiva o
expresiva (por ejemplo agentividad) alcanza a una forma saliente y, según la naturaleza
de la forma que encuentre (sustantivo “escáner” o verbo “escanear”) produce un efecto
figurativo (“escanista” en el primer caso o “escaneador” en el segundo). Esta visión
explica, así, la aparente irregularidad de la derivación: podemos establecer tendencias
de formación, dependiendo de la palabra sobre la que se proyecte la necesidad, pero no
reglas estrictas. Ese mismo proceso sería aplicable también a la flexión, pero, en este
caso, la saliencia tiene un “preprograma” que determina las posibilidades de actuación
de la pregnancia a las categorías flexivas implicadas. Así, la morfología derivativa iría
de las pregnancias (que son fuerzas o corrientes que pueden mezclarse) a las saliencias,
por eso es más variable, mientras que la morfología flexiva va de las saliencias
7 López García, Á.: Una caracterización cognitiva de la actancia, en Enrique Serra y Gerd Wojtaj:
Cognición y percepción lingüísticas (Valencia/Leipzig, 2004)
7
(elementos o constantes que no pueden mezclarse ni renunciar a su identidad) a las
pregnancias8.
La percepción lingüística de los elementos. Figura y fondo.
Si partimos de la idea de que el lenguaje es un sentido, un instrumento para la
percepción del mundo, los conceptos y leyes que rigen la percepción visual también
serían aplicables al estudio de las lenguas: cada lengua utilizaría de modo diferente las
reglas universales de la percepción, que fueron establecidas por la escuela de la Gestalt
a principios del siglo XX. Esta escuela ya estaba presente en algunos conceptos del
estructuralismo (la diferencia saussureana entre forma y materia, las estructuras
temáticas de la Escuela de Praga…) y del generativismo (la descripción de los
significados en escuelas como la teoría de los casos, por ejemplo). (Ángel López, 1993)
Los psicólogos de la Gestalt demostraron que la percepción es resultado de la
interacción entre los datos del entorno y una serie de principios activos en la mente que
imponen una organización a esos estímulos, sistematizando los mecanismos concretos
que fundamentan la concepción representacional-intencional de la percepción de la que
hablábamos al comienzo de este trabajo. Partiendo de los conceptos y principios
manejados por esta escuela, el profesor Ángel López desarrolla una propuesta
explicativa de las categorías y funciones gramaticales del español9.
Los mecanismos que organizan la percepción según la Teoría de la Gestalt operan
en torno a la diferencia FIGURA/fondo: para percibir algo, los seres humanos
necesitamos destacar ese algo, convertirlo en figura, relegando lo que le rodea a la
categoría de fondo. La figura tiene que ser, por definición, única, mientras que el fondo
es plural, y también opcional. Ahora bien, la percepción de un objeto como figura no es
totalmente libre, hay elementos que se adecúan mejor a ser percibidos como uno u otro,
aunque siempre hay circunstancias que permiten alterar una situación prototípica para
percibir como figura algo que en principio tendría las características más adecuadas para
8 López García Á. (2002): «La formación de palabras como proceso cognitivo». En Joaquín García-
Medall, ed.: Aspectos de morfología derivativa del español. Lugo: Tris Tram. 79-93 9 El análisis de la oración que se resume a continuación está tomada del artículo de Ángel López García,
Categorías y funciones en la percepción de la oración, en Fco. Hernández Paricio, ed: Perspectivas sobre
la oración. Univ. de Zaragoza, 1994, así como del libro de 2005 referenciado en la nota 2, salvo las
menciones ocasionales expresamente citadas.
8
ser fondo y viceversa10
. Esta idea también puede aplicarse a conceptos gramaticales. Por
ejemplo, frente al adjetivo, el sustantivo funciona como una figura (y, por tanto única y
obligatoria), mientras que el adjetivo sitúa la realidad designada como fondo (y por
tanto, opcional y plural). Un concepto como blanco es normalmente el fondo de algo
que se percibe como figura, y que se expresa por un sustantivo (pared blanca); pero,
igual que en las imágenes ambiguas de la Gestalt, puedo alterar la percepción y
convertir en figura la cualidad que comparten varios objetos, resultando el sustantivo
blancura.
Ahora bien, el sustantivo no siempre puede designar la percepción de algo como
objeto independiente: se limita a denotarlo, que no es más que una forma de cognición.
Para designar, para convertir esa cognición en referencia, necesita aislar al objeto,
delimitarlo con una frontera que lo diferencia de los demás, a modo de las líneas que
bordean los dibujos. Dentro de la frase nominal, esa función la desempeñan los
determinantes, que permiten aislar completamente la percepción del objeto. A su vez, el
adjetivo puede ser complementado por un preposicional (por ejemplo, los diputados
favorables al proyecto), que funciona como una frontera adicional. (López García, Á.
2005, cap. 4-5).
La percepción lingüística de las escenas. La oración.
Tanto en la percepción lingüística como en la visual, no percibimos los objetos de
forma aislada. Si las palabras nos permiten percibir lingüísticamente los objetos del
mundo como figuras o fondos, la oración permite hacer lo propio con los “aconteceres”,
reproducir o imaginar una escena de la realidad. En la teoría gestáltica, una escena es un
conjunto de objetos y personas y relaciones entre ellos. En el plano lingüístico, eso se
refleja en la estructura sujeto-predicado, en la que el sujeto sería la figura, el verbo la
frontera y los objetos el fondo.
Según la teoría de la Gestalt, las escenas se organizan conforme a una serie de
leyes, entre las que destacan: la ley de la proximidad (por la que el ser humano tiende a
agrupar preferentemente elementos que están cercanos); la ley de la semejanza,
(tendencia a agrupar los elementos similares); la ley de la clausura (tendencia a percibir
10
López García, Á.: El contraste de lenguas desde el punto de vista topológico (no publicado)
9
figuras que conformen un espacio cerrado) y la ley de la buena forma (tendencia a
agrupar los estímulos conforme a pautas externas que se adquieren en la comunidad).
En su artículo Tres dominios cognitivos y un solo sistema de leyes (Revista argentina de
Lingüística. 16, 2004) el profesor Ángel López establece una correspondencia entre
estas leyes perceptivas y los principales universales lingüísticos a nivel gramatical
(concordancia, rección, orden, determinación contextual), referencial (persona/cosa,
espacio, tiempo, cualidad-cantidad) y discursivo (presuposiciones, implicaciones,
determinación contextual, redundancia). Centrándonos en el orden gramatical, que es el
que nos ocupa, la concordancia sería una manifestación de la ley de semejanza; la
rección, de la ley de clausura; el orden, la presuposición mutua, de la ley de proximidad;
y la importancia dada por el hablante (tematización), de la ley de la buena forma.
Así, en un ejemplo como la relación sujeto-predicado (López García, Á. 1993), si
hay refuerzo entre las reglas (como ocurre en los casos prototípicos) el sujeto será el
elemento que concuerda con el verbo (concordancia-semejanza); el que forma una
unidad con él, porque se presuponen mutuamente (rección-clausura); aquello de lo que
habla el verbo (proximidad-tematicidad); y el foco, lo importante, de la oración (buena
forma). Es evidente que en el habla real estas condiciones no coinciden en todos los
casos, pero esto no es extraño a ningún fenómeno lingüístico. De hecho, uno de los
principios de la gramática cognitiva es el concepto de prototipo: las categorías
lingüísticas nunca son conjuntos perfectamente delimitados, sino entidades graduales,
un continuum en el que algunos elementos (los prototipos) comparten las condiciones
características, pero que integra también otros que se alejan progresivamente de ellos11
.
La perspectiva topológica permite también explicar estas gradaciones en función de la
caracterización que en cada caso se seleccione para el conjunto (Veyrat Rigat, M. 2004).
Un concepto que, por otra parte, podemos complementar con las alteraciones
perceptivas reconocidas por la Gestalt, de las que ya hemos hablado, y que pueden
aplicarse también al funcionamiento de las funciones y categorías sintácticas: por
ejemplo, en un caso como el anterior, si queremos resaltar al objeto directo (Esa
situación nunca la había vivido), estaremos aplicando algunas de estas leyes para
convertirlo en figura o acercarlo a ella: por un lado, se situará al comienzo de la frase
(alterando el orden). Pero además, normalmente aparecerá un pronombre átono, que
11
Ibarretxe Antuñano, I. y Valenzuela, J (op. cit. 2012)
10
según el profesor Ángel López establecería una especie de “conjugación objetiva”, por
la que el elemento resaltado adquiere una propiedad de la figura prototípica. Otro
ejemplo, aún más claro, de alteración perceptiva sería la voz pasiva, que convierte en
figura al objeto directo aplicándole las propiedades del sujeto mientras que el verbo de
la activa se convierte en un adjetivo-fondo, cercado por una nueva frontera que en este
caso sería el complemento preposicional (agente).
Estas alteraciones explican, además, las diferencias entre las lenguas. En el ejemplo
anterior, para establecer la diferencia sujeto-predicado, hay lenguas que privilegian el
orden (inglés) otras la concordancia (español), otras la carácter de agente (vasco) y otras
el foco (japonés). Las diferencias en la manera de destacar algo como figura en las
diferentes lenguas explican también ciertas particularidades de cada una, como por
ejemplo la facilidad con la que se omite el sujeto en castellano (que sigue destacándose
aunque no esté porque la concordancia no desaparece) o la necesidad de alterar el orden
de elementos en las interrogativas en inglés (ya que la figura se cuestiona).
Finalmente, el esquema gestáltico permite integrar también la diferencia (que en
algunos casos y para algunas escuelas se ha convertido en oposición) entre categorías y
funciones. En la percepción visual, si bien la figura está determinada por razones de
encuadre, iluminación y posición, existen también cualidades intrínsecas a ella (por
ejemplo, el hecho de ser una persona) que facilitan que la percibamos como figura. En
el plano lingüístico, las funciones serían papeles dentro de la escena o del marco,
mientras que las categorías son clases de palabras que las hacen especialmente indicadas
para desempeñar determinado papel. La diferencia entre funciones y categorías es, ella
también, una diferencia perceptiva, y dependiendo del elemento al que otorguemos la
calidad de figura haremos una u otra descripción gramatical. En el caso anterior, la
categoría adscrita a la posición de figura primaria de la escena, como ya se ha dicho, es
el sustantivo, y por eso la de sujeto es su función más característica.
Naturalmente, las alteraciones que permiten asignar papeles perceptivos diferentes
al prototipo también afectan a las categorías, pero de un modo diferente: la gradación
funcional y la categorial se diferencian en que funcionan en sentidos opuestos, ya que
convertir una de ellas en figura supone relegar la otra a la calidad de fondo. Así, vemos
que las funciones altas no se desplazan nunca hacia las bajas, mientras al contrario sí es
11
posible (como hemos visto en los ejemplos de conversión del objeto directo en figura,
mientras que el sujeto no puede convertirse en fondo). En las categorías ocurre lo
contrario: cada una puede ocupar posiciones menos relevantes desde el punto de vista
perceptivo, pero nunca posiciones superiores. Así, el sustantivo puede desplazarse a
posiciones gestálticas inferiores, que en este caso serían objeto directo, oblicuo o
circunstancial, aunque no de frontera (ya que las fronteras no son intercambiables con
figuras ni con fondos). Sin embargo, la de sujeto es su función propia, por eso en esta
función no va nunca acompañada de índices funcionales en la misma oración (no
podemos decir *María ella vino, pero sí A María la vi).
Hemos visto hasta ahora cómo los principios de la teoría gestáltica de la percepción
pueden explicar los mecanismos gramaticales que permiten la caracterización
lingüística del papel “figura”, ejemplo que nos ha servido también para establecer los
principios reguladores del funcionamiento de las funciones y las categorías en general.
Veamos ahora como se percibe el resto de la escena oracional. Para ello, hay que tener
en cuenta que tanto las funciones como las categorías están jerarquizadas: en español,
partiendo de la sustitución pronominal, se comprueba que, en la tercera persona (la
propiamente pronominal), el sujeto se sustituye por un pronombre que diferencia
género (él-ella), número (él-ellos) y animación (él-ello); el objeto directo se sustituye
por un elemento que diferencia género y número (lo-la-los-las); finalmente, el objeto
indirecto se sustituye por un elemento que solo diferencia número (le-les). Estas
diferencias manifiestan una progresión en la “distancia cognitiva”, por la que el
hablante, al diferenciar más o menos cada uno de los elementos que conforman el
fondo, los sitúa paralelamente más o menos cerca de su foco de interés.
Los objetos se sitúan lingüísticamente como fondo de la escena primaria
otorgándoles las propiedades contrarias a la figura: no concuerdan, van detrás del verbo
y prefieren ser pacientes. Para Ángel López, la función “objeto” integra tanto el objeto
directo de las estructuras predicativas como el atributo de las copulativas o
semicopulativas. Las diferencias entre ellas se derivan del hecho de que cada una está
realizada por categorías diferentes. El objeto directo se refiere a un número limitado de
objetos (los designados por la categoría del sustantivo): así, en la oración Escribí un
libro, “libro” remite a cualquier objeto designado por esta palabra, todos ellos
masculinos y singulares, y por ello se sustituye por un pronombre que diferencia género
12
y número, categorías compartidas por todos los objetos que pueden ser designados por
él. Por su parte, el atributo puede aplicarse a un número ilimitado de elementos (todos
los que participan de la misma cualidad), pero éstos no comparten género y número: en
una oración como la casa es grande, “grande” podría aplicarse a diversos objetos,
femeninos, masculinos, singulares o plurales, y por ello el pronombre que sustituye al
atributo tiene que ser invariable. Además, este pronombre comparte con el sujeto la
imposibilidad de coincidir con el adjetivo al que sustituye en la misma oración, rasgo
que también lo diferencia del objeto directo (El libro lo escribió, pero no *Roja lo es).
Esto nos indica que el atributo es un fondo especial, perceptivamente destacado (Ángel
López llega a hablar de pseudofigura), lo cual se manifiesta en la posibilidad de asumir
algunos rasgos de la figura-sujeto (concretamente, la concordancia y la no coincidencia
con el pronombre que le sustituye).
Como vemos, la categoría adscrita al valor perceptivo “fondo”, el adjetivo, tiene un
funcionamiento diferente en la frase (donde tiene todas las características propias del
fondo, como hemos visto al hablar de la frase nominal) y en la oración (donde adquiere
algunos rasgos que le aproximan a la figura). Por otra parte, el adjetivo puede
proyectarse hacia posiciones perceptivas menos relevantes, como la de objeto oblicuo
(presume de valiente) o de circunstancial (le escuchaban atentos).
La función predicativo, desempeñada por el verbo, se corresponde con la categoría
perceptiva frontera: un elemento unidimensional, composicional y distinto de las
figuras y de los fondos (como las líneas del borde en los dibujos). En ese sentido, sitúa
al sujeto de una determinada manera con respecto a los objetos (nuevamente, igual que
las formas que delimitan los dibujos sobre un fondo), y añade dinamismo a esta
relación, con respecto tanto a la duración (acciones que implican duración indefinida,
como creer, frente a otros con un sentido puntual, como saltar), como a la “textura”,
que opone verbos con un significado muy vago (ser, estar, tener), que necesitan ser
completados por un fondo tanto más amplio cuanto menor sea su carga significativa, a
verbos con significados más detallados (como crecer, atornillar).
Como frontera, el verbo tiene un papel dominante que se proyecta tanto a la
izquierda como a la derecha, pudiendo ocupar el lugar de sujeto/sustantivo (infinitivo),
13
objeto directo/adjetivo (participio), objeto oblicuo/preposicional (en perífrasis), o objeto
circunstancial/adverbio (gerundio).
Además de los conceptos ya explicados (figura-frontera-fondo, escena), hay que
tener en cuenta también que los esquemas gestálticos pueden integrarse en otros
esquemas gestálticos: al conjunto figura-fondo que constituye la escena, puede
añadírsele un marco, que a su vez puede constar de una figura secundaria y de un fondo
secundario. Estos papeles estarían desempeñados en la oración, respectivamente, por el
objeto oblicuo (que integra al complemento indirecto y de régimen de otras gramáticas)
y por el objeto circunstancial.
El objeto oblicuo es un complemento exigido obligatoriamente por el verbo, y se
corresponde a la figura secundaria del marco oracional. A diferencia del sujeto, que,
aunque siempre existe, puede no manifestarse, el objeto oblicuo, de existir, se
manifiesta necesariamente (confío en ello). Por su parte, el llamado objeto indirecto es
un caso especial de objeto oblicuo: comparte con él la sustitución por a+pronombre,
pero además puede sustituirse también por el pronombre átono le-s. Es un caso similar
al de los objetos, que pueden manifestar algún rasgo de la categoría superior (sujeto),
sin llegar a serlo. Aquí, el objeto indirecto sería un objeto oblicuo (figura del marco)
con cierta tendencia a ocupar el fondo de la escena, pero sin llegar a ello.
La categoría asociada a esta función es lo que Ángel López llama “preposicional”.
Para este autor, las preposiciones no se pueden considerar una clase de palabras, ya que
no son autónomas: el conjunto formado por la preposición y el elemento al que se
antepone forma una categoría propia, que ocupa preferentemente la posición de figura
secundaria del marco oracional (objeto oblicuo), pudiendo ocupar también la única
posición inferior a ella en la jerarquía de categorías: la de objeto circunstancial.
Este último, el objeto circunstancial, como fondo absoluto, es siempre opcional y
plural, lo que le permite combinarse con otros objetos circunstanciales en la misma
oración. Al igual que vimos con las funciones superiores, hay objetos circunstanciales
que se aproximan al objeto oblicuo, en la medida en que son opcionales pero
recuperables desde el contexto (hablar de, llegar de…). Por su parte, la categoría
adscrita al objeto circunstancial, cuya posición prioritaria sería la de fondo secundario
14
del marco oracional, es el adverbio. Como fondo absoluto, no puede desplazarse más
que a usos externos a la oración en sí y próximos a la enunciación.
La percepción lingüística del mundo y de la situación. Enunciación y enunciado.
Si la percepción es resultado de una organización impuesta por el sujeto sobre los
objetos y escenas percibidas, la posición del individuo ante estos juega un papel crucial,
tal y como han señalado siempre los defensores de la fenomenología. En el plano
lingüístico, el propio acto de la percepción (la enunciación) se concibe nuevamente en
términos de FIGURA/fondo, siendo la figura el yo, la frontera el tú y el fondo la tercera
persona (él/ella). La enunciación de una oración funciona como un “foco”: proyecta
siempre en el enunciado una “sombra” que se manifiesta especialmente a través de los
morfemas de número y persona del verbo y de los pronombres personales.
Pero la presencia de la captación en los enunciados no se limita a estas categorías.
El Yo se proyecta al exterior en un sentido aún más amplio, en base a una serie de
parámetros coincidentes con los relativos-interrogativos. No en vano éstos son
prácticamente los mismos en todas las lenguas, y se refieren a tres dimensiones: el
vector de Identificación Egocéntrica, que diferencia personas (¿quién?), cosas (¿qué?), y
cualidades (¿cómo?) según su cercanía o similitud al hablante; los circunstantes o
escalares, que incluyen el espacio (¿dónde?) y el tiempo (¿cuándo?) y las magnitudes o
cuantores, cantidad (¿cuánto?) y discriminación (¿cuál?)12
. Cabe recordar aquí que estos
ejes también se relacionan con las leyes de la percepción: el eje de la egolatría
diferencia sus posiciones según su cercanía al hablante (ley de proximidad, ya que
sentimos más próximas a nosotros a las personas que a las cosas o a las cualidades); el
eje del espacio representa un mundo referencial acotado por los límites del cuerpo
envuelto (ley de clausura); el eje del tiempo supone un proceso en el que se mantienen
unas propiedades y se diferencian otras (ley de semejanza); los cuantores, por su parte,
dependen a menudo de condiciones culturales (ley de la buena forma).13
Estos últimos, los cuantores, afectan preferentemente, en el ámbito lingüístico, a los
aspectos simbólicos y que afectan al enunciado. Los ejes, escalares o vectores, por su
12
López García, Á.: Gramática cognitiva para profesores de español L2, cap. 5 (p. 119-120) 13
López García, Á.: Tres dominios cognitivos y un solo sistema de leyes (Revista argentina de
Lingüística. 16, 2004)
15
parte, afectan tanto al enunciado como a la enunciación14
. Y es que, al ser universales
perceptivos, estos parámetros permiten relacionar el mensaje construido
lingüísticamente (lo dicho, los enunciados) con la situación (el decir, la enunciación),
porque también la comunicación se percibe o representa como una acción en la existen
un agente (emisor), un paciente (receptor) y unas circunstancias temporales y locales.
Esa misma universalidad hace que muchas cuestiones particulares de las lenguas puedan
ser explicadas en base a variables relacionadas con ellos: las clases y subclases de
palabras y la organización de categorías dentro de ellas, la morfología flexiva y
derivativa, las diferencias particulares entre lenguas en la designación... Muchos de los
matices particulares de cada lengua y de las diferencias entre lenguas tienen que ver con
el establecimiento de un enfrentamiento entre dos de estas dimensiones (generalmente
espacio/tiempo, cantidad /cualidad, animado /inanimado) o de un enfrentamiento de
partes dentro de esas dimensiones: tiempo diferenciado (comienzo, final…), cualidad
positiva/negativa, espacio exterior/interior, concreto/abstracto (dentro de lo inanimado),
físico/ psíquico (dentro de lo animado), etc.15
Veamos algunos ejemplos destacados en
el ámbito de la gramática española.
Hemos hablado ya del papel de los determinantes como “frontera” que aísla al
sustantivo-figura y le permiten designar objetos, aislando completamente su percepción.
Pues bien, esos determinantes también “anclan” al objeto en la situación comunicativa
estableciendo determinadas coordenadas relacionadas con los parámetros que hemos
mencionado: los artículos (el, un, artículo 0, lo), suponen la selección en un conjunto o
bien la referencia a algo conocido previamente (parámetro temporal). Los demostrativos
orientan al sustantivo según su distancia hacia el hablante (parámetro local, espacial).
Los posesivos lo orientan hacia las personas del diálogo (vector introspectivo de
cercanía al hablante). Los indefinidos y los numerales, obviamente, suponen una
manifestación de los parámetros de pluralidad (cantidad) o discriminación (cualidad).
Finalmente, los relativos se orientan al mismo tiempo hacia lo dicho (mediante la
referencia a algo ya mencionado) y el decir (López García, A. 2005, caps.4-5).
Si los nombres utilizan los determinantes para realizar ese anclaje en relación a
los objetos, los verbos utilizan las tres categorías de aspecto, tiempo y modo, que no le
14
López García, Ángel (2002): op. cit., nota 9. 15
Ángel López García: El contraste de lenguas desde el método cognitivo-topológico (no publicado)
16
afectan solo a él, sino a toda la oración, permitiendo el “anclaje” de la escena oracional
completa. Vemos así que el tiempo relaciona la escena oracional con el momento de
habla, no sólo en cuanto a las posibilidades temporales básicas (pasado, presente,
futuro), sino también introduciendo en ellos índices secundarios (en referencia a otro
tiempo mencionado), o bien especificando la distancia con respecto al momento de
habla, lo que se consigue al enfocar la acción como un movimiento (la analogía visual
sería un péndulo) hacia o desde la enunciación. El aspecto también introduce índices
secundarios de referencia que significan terminación con respecto a alguno de esos
tiempos básicos, orientando la oración tanto en relación a la enunciación como al
enunciado (al que remite el tiempo básico con respecto al cual se sitúa). Finalmente, el
modo en español depende del enfoque, que puede estar centrado en una de las tres
personas participantes en el discurso: el yo (subjuntivo); el tú (imperativo); la tercera
persona (indicativo), orientando la escena en función del vector de egocentrismo.
(López García, A. 2005, cap. 6)
Estas tres categorías, que organizan el paradigma verbal del español, pueden
también expresarse o diversificarse, introduciendo matices más particulares a través de
otros mecanismos, como el léxico (verbos que implican una determinada duración, por
ejemplo) o las perífrasis aspectuales y modales. Naturalmente, una vez más lenguas
diferentes pueden expresar estos parámetros mediante medios diferentes.
Conclusiones
Evidentemente, el potencial explicativo de una gramática basada en la percepción
no se agota en los ejemplos expuestos hasta aquí. Conceptos como los que hemos
esbozado (la perspectiva topológica, la diferencia figura-fondo, las leyes de la
percepción, los parámetros de proyección del yo) pueden explicar desde
particularidades gramaticales que aquí hemos omitido hasta estructuras superiores como
la oración compuesta o las secuencias conversacionales, y también son susceptibles de
aplicarse a fenómenos fónicos, semánticos, léxicos…
Por otra parte, este análisis permite integrar aportaciones de otras escuelas,
dándoles una nueva orientación que supera el formalismo anterior, muchas veces
abocado a centrarse en el estudio interno de cada lengua. Conectar la gramática con la
manera en la que el ser humano, todos los seres humanos, nos representamos el mundo,
17
permite, por el contrario, establecer puentes con el funcionamiento de la mente humana
en general, situar el análisis gramatical de cada lengua en relación a principios
aplicables al lenguaje como capacidad universal, y establecer relaciones entre
fenómenos gramaticales de diferentes lenguas, por alejadas que éstas estén, ya que cada
una no hace sino aplicar de forma diferente representaciones que son, en el fondo,
comunes a toda la especie, lo cual hace que este análisis resulte especialmente útil para
la enseñanza y aprendizaje de lenguas extranjeras.
18
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perceptiva de la gramática. Hacia una (re-)lectura fenomenológica”. Rev. Lingüística
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