GLI Ull CAPELLÁN ^ E despertal r II aáiática · manas- de existencia verdaderamente anárquica,...

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/ FONS \ D ENTRO de unos pocos días nacerá el nuevo año. Sona- r á u n a campanada, aullará una sirena, vibrará un acorde que ha de marcar un fin y un comienzo. V todos los hombres, en la soledad de un cuarto des- nudo o en la algazara de una noche festiva, en la celda del condenado o en la mansión lu- josa, enterrarán una esperanza y alumbrarán otra. El proceso es eterno y ha de seguir siéndolo. «Ha muerto 1951. ¡Viva 1952!« Hay un instante en que se mira hacia atrás, contem- plando doce largos meses de mi- helos, y otro, inmediato, en que la vista va hacia adelante, a la búsqueda de doce meses — no ya largos —, con nuevas ilusiones. Tal es la campanada de media- noche en el 31 de diciembre: un mismo anhelo que se aleja para resurgir enseguida. V no hay en ello ingenuidad. No es la infantil confianza en el poder mágico de la campana- da lo que impulsa al hombre a sonreír. Bien sabe que no hay milagros de calendario, ni naci- miento de divinos o humanos re- dentores, ni ocultas virtudes de un minuto que comienza en un año y termina en otro. En nada de eso se cree, y menos en un paraíso pre-fabricado, a fecha fi- j a y h o r a cronometrada. Sin embargo, espera algo de esa medianoche. Tomo lo esperó hace cinco, veinte, cincuenta años. Espera un futuro que no sea tierra conocida, gastada v yerma. Y el nuevo año puede ser ¿por qué no? — el que lleve en si esa fecundidad. Detrás de la campanada, en sus últimos ecos, quizás aparezca el germen: no de un niño-dios, sino de un niño-hombre. Todos, absolutamente todos - y él, nosotros y ellos lle- vamos esa ansia de panoramas, y de cumbres, y de conquistas, y de hallazgos. La igualdad de lo-, , hombres es completa ante la am- bición de embellecer la vida: y si los caminos son diferentes, opuestos, hay en ellos un recón- dito anhelo de superar el año ido. l'obre coincidencia, cierto es, pe- ro que supone al lin una misma disconformidad con doce meses muertos. De ahí que esa medianoche, conclusión de un viaje e inicio de otro, haya en todos los hom- bres un idéntico instante se- creto casi siempre, como la belle- za suele serlo — de intima ele- vación. Algo así como una comu- nión, más honda que cualquier rito deísta, con el destino de una humanidad que aspira a otra hu- manidad. Igualdad ante la am- bición y ante la esperanza. No podrá esperarse mucho — lo sabemos — de esa pasajera iden- tificación. Pero ello no quita que equivalga, de por sí, a u n a evi- dencia de la semejanza humana en lo más hondo —, pese a oposiciones de intereses y a pug- nas antagónicas. El hombre, en último análisis, es siempre her- mano del hombre. Y por eso, por creer en los pro- fundos lazos que unen a una so- ciedad artificialmente dividida, repetiremos también, en inmenso coro, al sonar la campana de medianoche: «Ha muerto 1951. ¡Viva 1952!» ótjQcun& de \GLI ROUTE, hebdomadaire de La (J'.Z.Q.jg. en Cftanee Ano Vil Precio 15 francos N' «Jueves 27 de Diciembre de 1951 tjbiceeei&n pata La (íatteáptindencia .- Administración Redacción M. Boticario - 4, rué Belfort, Toulouse - R- Mejías Peña r ?aca qit(s¿ (únicamente). (pabla Qienaig-eá C.C. Postal N- 1328-79 Toulouse (Hte-Gne) PRECIO DE LAS SUSCRIPCIONES: 3 meses: 195 frs. 6 meses: 390 frs. 1 año: 780 frs. RUTA EL HUMANISMO NO HA MUE-RTC H EMOS mencionado ya, en otros números de RUTA, la encuesta que un semanario francés independiente lleva a cabo, en el ambicioso intento de reflejar — muy a grandes rasgos, es ló- gico — las inquietudes de la juventud contemporánea. Y si es cierto que ha de ser casi imposible encerrar en los limites de un trabajo periodístico la tan contradictoria y confusa conciencia d e u n a ge- neración que surge, no es menos cierto que la empresa es incitante, Veamos, hoy, algunos fragmentos de las respuestas dadas por varios estudiantes de la Escuela Normal Superior. Ull CAPELLÁN II «El maqumismo no destruye A hu- manismo; al contrario, le confiere un (arácti r de necesidad más agudo que nunca. Pensadores como Valery, Key- serling o Bernanos han sabido ver que i-l progreso, que en ciertos aspectos fa- vorece el funcionamiento y el perfeccio- namiento de la vida, ejerce al contra- Una SUGERENCIA QUE MERECE acagidu antuáia&ta L artículo del compañero Cris Carees, que he leído en él último número de RUTA, merece comentario y amplia difusión entre los jóvenes liber- tarios. La sugerencia que se nos somete—y qu >, al parecer, ha surgido !c la asamblea de upa Federación Local de la F.I.J.L.— es digna de una aco- gida entusiasta. De aní este breve comentario que hoy redacto, con la espe- ranza de que «entre todos, aportando iniciativas <¡ttt> enriquezcan la idea ini- cial, llevemos a cabo tan magnifica obra». Se trata de organizar, durante de- gerencia. Un tema para discutir en las terminado período del verano, una con- Federaciones Locales, analizando aí- centración en la colonia de Aymare. Es pecios, previendo inconvenientes, coro- decir, una amplia y fraternal reunión que abriría diversas posibilidades de ac tividad, todas ellas de sumo interés ; provecho para la militancia fui El año pasado algo—apenas un mínimo n moslo—en ese sentido: varios compa Mario MONDRAGON plelando la idea. Y entre todos los dic- támenes que se hagan, tendernos pre- parado t-1 camino del éxito. TIMIOfllM I Se ha abierto otra suscripción para levantar un monumento al que fué obispo de Teruel, el agustino Polanco podenco, diríamos nosotros«asesi- nado por hordas salvajes". La suma re- caudada, con donativos de casi todos los prelados de España, gobernadores, Ayuntamientos y Diputaciones, te clora ya a 200.000 pesetas. Juan Pueblo, a falta de pan, admirará nhras de arte (?)... -o- Otra de las cosas que está de moda en Franquüandia, es la imposición de condecoraciones a granel. Entre los agraciadospalabra tinta derivada de congraciarse—figuran tres diplomáti- cos colombianos: Efraín Casas, ministro consejero de Embajada, y Guillermo Hernández de Alba, historiador y diplo- mático, recibieron la Encomienda con placa da la Orden de Alfonso X el sa- bio; y Eduardo Carranza, primer secre- ta) io de Embajada, la Encomienda de la citada Orden—.sin placa. Por muchas órdenes, encomiendas y condecoraciones que reparta el caudi- llejo, ninguna de ellas tendrá el l ojo» de la que el pueblo le impondrá en su día. Porque ésa sí que llevará placa, i í>/i lápida y lodo. VENTILADOR. rio, en el orden mental, un papel des- pótico sobre la libertad del hombre, suscitando así un estado de desequili- brio al que sólo el humanismo puede poner término...» Más vale ceder un poco a la insta- bilidad, que dejarse embrutecer por la fuerza de la tradición. Hay en el pen- samiento moderno una virtud, una fuer- za de complejidad que garantiza su mé- rito. Se equivocan los críticos tradieio- nalistas que afirman el infantilismo de la conciencia contemporánea. Sin duda, en la multiplicidad de búsquedas, no se llega -siempre a conclusiones valederas: hay excesos, errores... Pero, cuando los pensadores modernos se emplean a fondo, testimonian una invencible liber- tad que depasa todas las formas ¿Me- nores...» <'E1 respeto a cada ser, el valor de E L a i cada individuo, tal es el objetivo fun- de RUTA, merece comentario y amplia difusión entre los jóvenes liber. damental de nuestra misión de educa- !-_•„ i . .___._ . i u„ _ ÍA„ dores. Durante los ocho o diez años que los niños están en las aulas, codo a codo, deberemos buscar la ocasión para establecer, entre ellos, una socie- dad de semejantes, donde cada una con- sienta a reconocer en el otro un idén- tico yo, aunque sean diferentes, en el futuro, sus vidas, sus ocupaciones o actividades profesionales. Todas las ma- terias de enseñanza que permiten ese desdoblamiento y esa multiplicación del respeto humano, deben ser imperiosa- mente salvaguardadas. En tal sentido, el humanismo es necesario. > la c/isis por la que atraviesa—según se dice actual- En marcha, pues. Y que los escépti- i mente—solo será pasajera. Bien lejos ñeros respondieron al llamamiento que eos—si los hay—sonrían con ironía. ' está d. haber exhalado el último sus- fuera hecho por el Secretariado ínter- Quien ríe- último, ríe mejor... I piro continental de la C.N.T., y aprovecha- - ron sus vacaciones para colaborar en los trabajos de la admirable colectivi- dad de Aymare. Y es justamente ese bello gesto el que debemos multiplicar el año en- trante, dándole una amplitud y un ca- rácter homogéneo <( >ue permitirá re- forzar la obra. ¿En qué forma? Coor- dinando esas colaboracinoes individua- les, creando un clima de entusiasmo, de simpatía, de identificación con la labor a realizar. Veámoslo con más detenimiento. Sin pecar de optimistas, podemos preveer que buen número de jóvenes se senti- rán atraídos por esas «vacaciones de libre esfuerzo», si ven también en ellas una posibilidad de vivir dos o tres se- manas- de existencia verdaderamente anárquica, junto a compañeros y com- pañeras de toda Francia. Con la opor- tunidad, además—y aquí radica, a mi entender, el mayor valor de la suge- rencia comentada—, de llevar a cabo unas jornadas de estudio y discusión (¿y porqué no de arte?) entre todc-s los jó- venes allí reunidos. ¡Ya lo creo que la iniciativa es di- gna de estudio! Seria una bella manera de demostrar con actos nuestras inquie- tudes; saliendo de nuestras pequeñas órbitas individuales, de nuestros peque- ños mundos demasiado estrechos, > dando vida a lo que hoy es solamente ideal. Conocimiento mutuo—muchachos de Toulouse, del Ariége, de Lyon, de Pa- rís, de los cuatro rincones de Francia, codo a codo, en fraternal sociedad—, ayuda efectiva a los compañeros de Aymare, y cordiales debates sobre mil temas de interés ideológico y cultural. Y quizas con conferencias, charlas > breves cursos a cargo de compañeros aptos—ya que ningún libertario, seguro estoy, se negaría a prestar su concurso a esa obra tan simpática y hermosa. De sobra que hará falta precisar muchos detalles, pero creo firmemente que todos ellos podrán superarse. Lo esencial es que todos los que militamos en la F.I.J.L., todos, nos fijemos el ob- jetivo de dar cuerpo y vida a la su- Reminiscencias y escozores P ENSÁBAMOS que ya Frasquisto p 0 r ¿T áTX. A T I A % había renunciado a sus antiguos *_ ^ * ~^ m * ^ * L / m "- y sueños de formar el azul, pero andábamos «aunque el lobo se pon cordero...» imperio equivocados: partes del cuartel general del Führer. ga !a p:el de vibrantes artículos que insultaban a to- que das las democracias o cosa que tuviara Ciertos articulejos que hemos tenido un ligero olorcillo a ello. ocasión de leer estos días, impresos en España, nos hacen recordar aquellos tiempos de euforia en que el Eje es taba en su apogeo: cuando aparecían i^^e^^hjcos bien de cas en la prensa franquista, junto a los En aquellos días, Franco reclamaba todo el imperio de los Austrias, y como punto de partida Gibraltar. Grupos de HAY FRAILES CON SUERTE pululaban por las calles de las ciuda- des españolas—y eso lo ha visto quien esto escribe—, reclamando a grandes gritos el codiciado peñón. Todo aquél que estaba considerado como desa- fecto al fascinazismo no podía tener ni siquiera un aparato de radio, porque el día menos pensado subían los ener- gúmenos y lo echaban por el balcón, con la excusa de que se escuchaban los partes de guerra aliados; y el dueño no podía ni chistar, ya que a la menor protesta era salvajemente apaleado y conducido a la cárcel por insulto a la i autoridad... Pasó el tiempo—que borra a veces Conferencia estudiantil Ha tenido lugar, en la ciudad de Nancy, una conferencia europea dt tudiantes, a ¡a que han asistido repre- sentantes de diversos países (España, di- gámoslo de paso, no estaba presentí i. Estas delegaciones representaban or- ganizaciones estudiantiles que forma- han parte antes de la Unión Internacio- nal de Estudiantes, con sede en Praga, y de la que salieron cuando, en 1949, los yugoeslavos fueron expulsados. Se ha estudiado la posibilidad de crear una nueva internacional estudian- til, frente a la ya existente de tipo co- munista. El comité antifascista de la juventud soviética, manifestó que había recibido la invitación demasiado tarde, por lo i .<(/ no tuvo tiempo material pora de- cidir si debía o no presentarse en la conferencia. Aunque la verdad es que nunca' mostró disposición alguna para enviar delegación a diclw reunión. Lo probable es que surja ahora una nueva internacional etturUqr¡*Ü, alistada en la corriente occid, actuaba 'P a M gemela de la ace-jI)nidades car( otra, en el fotido 7 y su verbo ante pi „ consignas de luc ,. , , . a c,"*—, •>.» •*»•>••*• w,»«w los dos bloques. * alha ) ad o con los o I ¡icia¡¡ de] matrimonio.. H.dolf Goethe, ex-pastor protestante, demasiadas cosas—y el hundimiento ha sido ordenado sacerdote católico la de ] E j e n 0 j mp i d ] a supervivencia de M mana pasada por el obispo de Mayen- F ranco . Iberia parecía ignorada, v za.J>ero lo curioso' de esta conversión Frasquito se dejaba ignorar por conve- es que el mencionado Goethe—que i n ¡ erlc ¡ a; eJ aturdimiento que le causó la nada tiene que ver con su ilustre ho- caída de ] b urr0 fue pasando, hasta co- mónimo, aclaremos—, estaba casado... y \ brar de nuevo bríos. El desacuerdo de unos y la indiferencia de otros le dieron tiempo de reponerse y, a falta de otro imperio, continuó el ya fundado en la desolación y martirologio del pueblo es- pañol. Y hoy, creyéndose sin duda con tantos derechos como un Mossadegh o un rey Faruk, pide la restitución de Gibraltar a España. Entre otras cosas, leemos én «A.B.C.». «Como con espinas en los piesdecía el mismo Felipe Vhabremos de andar los españoles, mientras Gibraltar conti- núe en poder de Inglaterra. Y es una manera de andarconcluye genial- mente el periquito Jorge Vigon—verda- deramente fastidiosa...». A nosotros, los que no queremos que exista lo tuyo y lo mío, sino lo de todos, ni nos va ni nos viene—aunque estaría- mos lejos de envidiar a los habitantes de Gibraltar, si pasaran a depender de Franco—, pero registramos el hecho re- cordando al mismo tiempo a todas las democracias d e 1 bloque occidental aquel viejo proverbio español que en- cierra bastante sabiduría: «Cría cuer- vos...». Tenemos a la vista el repor- taje que un plumífero barcelo- nés ha tenido la genial idea de hacer al capellán de la Cár- cel Modelo, el ilustre Bienve- nido Lahoz. Pasemos por alto todo comentario en torno a la ironía del nombre — ¿bien ve- nido o bien devuelto? — y va- yamos a las declaraciones del patriarcal capellán. «—Padre, ¿usted ha asistido en el transcurso de su misión i muchas ejecuciones? »—A unas cien...» Y el fraile se queda tan tran- quilo, como si los cien cadáve- res fueran gajes del oficio y significaran un mero trámite burocrático que se cumple gui- ñando un ojo... Pero hay más: «—'¿Usted ha vuelto al orden a algún malvado? »—El Señor me ha concedido casos consoladores. »—¿Los vnelve a ver fuera de la cárcel? »—Con mucha frecuencia; es una de las satisfacciones más grandes del capellán, que la amistad que contrajo en la cárcel se mantenga viva des- pués que ha salido—» ...¿Amistad, o deseo de des- nucar capellanes? Porque eso de que un preso de la Cárcel Modelo (?) descubra en el frai- le de turno un hermano del alma, es cuento para párvulos que estudien catecismo. ¿A nos- otros con ésas? Que el aludido capellán tenga sus amiguitos, vaya y pase; pero que reclute otros nuevos en sus jiras turís- ticas por las mazmorras... ¡hombre, que ya está bien! Y para terminar ,una confe- sión intima del pío Bienveni- do: <(—¿Cuál es el ambiente más grato para las actividades de ustedes? »—El Barrio Chino...» " ¡Qué jovial franqueza! ¿Con que los pudorosos padres mer- cedarios se complacen en tan impuras relaciones? Reveren- do Bienvenido, muy humana es tu vocación para consolar y redimir prostitutas; tan huma- na, que nos ruborizamos y po- nemos punto final... ^ El despertar aáiática E L aplastamiento militar del Japón ha puesto fuera de combate, por el mo- mento, al principal enemigo que tenían en Asia las grandes potencias europeas y los EE. VU. La rivalidad entre yanquis y nipones, especial- mente, tenía que degenerar, a la corta o a la largái, en choque armado. Desde que los navios del comodoro Parry, bajo la amenaza de sus cañones, obligaron al Japón a que abriera sus puertos al comercio con los países de Oc- cidente, los nipones han realizado grandes progresos en todas las actividades que han sido patrimonio casi exclusivo de la raza. blanca. En muchos aspectos, su capacidad inventiva y su habilidad técnica, han superado a los de los Esta- dos Unidos, nación creadora y dinámica por excelencia. La brutalidad yanqui irrumpió en <la vida arcaica y tradicional del viejo Japón con exigencias mer- cantílistas que, más tarde, trastornarían las cmdíciones de existencia en el im- perio del Sol Naciente. El alumno forzado a recibir unas enseñanzas ha sido con el tiempo el terror del maestro. El «dumping» japonés ha sido la pesadilla de gobernantes y capitalistas de las demás naciones. La sobriedad del obrero japonéspodríamos decir, su mayor explotaciónpermitía a los capitalistas ni- pones invadir los mercados con productos vendidos a un precio inferior del que podían ofrecer los fabricantes de los demás países. Sin la defensa de las ba- rreras aduaneras, las mercancías japonesas hubieran invadido todos los merca- dos del mundo. La gran burguesía nipona se mostró tan ávida como la de los otros países. Su insaciable voracidad debía de ser mirada con malos ojos por el capitalismo americano. Su hundimiento militar permitió a ios países asiáticos recobrar la relativa libertad de que gozaban o volver al mismo orden de cosas que existía antes de desencadenarse las hostilidades. Pero la ocupación nipona ha dejado rastro en esos países y ha despertado energías que la presencia del dominador blanco había impedido que se manifestaran. El ataque de Pearl Harbour y el hundi- miento del «Príncipe de Gales» y del «Repulse» en la bahía de Singapur, fue- ron terribles para el prestigio de los blancos. Según la expresión china, «han perdido la cara». Ante millones de asiáticos, la supuesta invencibilidad de los blancos quedaba muy mal parada. Hiindido el Japón, frente al capitalismo occidental, se levanta China, el coloso que alguien dijo que no convenía despertar. Después del fracaso de la Comuna de Cantón, cuyo verdugo máximo fué el propio Tchang-Kai-Sheh, el comunismo chino arrastró durante muchos años una vida lánguida. Sólo la inmensidad territorial de China, su estructura semi- feudal y la carencia de comunicaciones, permitieron a hombres como Mao-Tse- Toung escapar a los rigores represivos del Kuomintang, y esperar el momento oportuno para expulsar de la China continental a Tchang-Kai-Shek y su ca- marilla. El triunfo de los comunistas chinos se interpreta de diferentes formas en Occidente. Hay quienes consideran a Mao como -un comunista heteredoxo, como un Tito de Extremo Oriente. Sin prejuzgar sobre el futuro de China, no cabe duda que en la actualidad este país da la sensación de liaber acabado con las discordias internas, que era la principal causa de ilidad. Se ha hablado de guerrillas nacionalistas existentes en ciertas regiones. tales guerrillas exis- ten, hasta ahora parece que no han causado grandes inquietudes a Mao y a sus partidarios. Los abusos y crueldades de Tchang-Kai-Chek han sido demasiado grandes para que su nombre pueda servir de bandera para- fomentar nuevas rebeliones. Si durante la guerra encarnaba, en cierto modo, el espíritu dei'resistencia contra el invasor, expulsado éste, su conducta antipopular y reaccionaria le hizo per- der las simpatías y el apoyo de la gran mayoría del pueblo chino. Ante tai si- tuación, el triunfo de Mao-Tse-Toung no tiene nada de sorprendente. China es hoy el país hacia el cual convergen las miradas de los pueblos asiáticos que luchan por liberarse de >la Hítela extranjera. Cada día llegan hasta nosotros los ecos de una lucha que tiene por escenario todas las latitudes del continente asiático. Su resultado será el final de la dominación imperialista, simbolizada para los amarillos en la raza Manta. C. PARRA. CÚmió ®Í HA¥ID&D »W^WV^^MAA^^ LOCURA DE INVIERNO El general Karl Koller, que fué el úl- timo jefe de Estado Mayor de la Luft- waffe, figura entre las ocho personalida- des que, habiendo presentado candida- tura al puesto de jefe de policía de .Mu- nich, han sido aceptadas en principio, para su examen, por el municipio de la ciudad. ¿Renacimiento del nazismo? Nada de e\o: porque sólo renace aquello que ha muerto. Y el nazismo, en cambio, no ha sido nunca enterrado. Tomen nota los jóvenes alemanes. ¡Y ojalá sepan comprenderlo! E STABA loco. Resplandecíale la luz negra de la locura en el eje de su cerebro y alrededor del mis- mo giraba turbulenta, macilenta y triste su cabeza. Durante el verano, cuando el alba levantábase tibia de su lecho de som- bras y al cutis terso y fino de la playas trigueñas salíanle erupciones de bañis- tas jocosos, entonces era casi impercep- tible su locura. Serenábase con una fru- tas, unas legumbres y hasta con unos vasos de agua, pero si el invierno de- jaba entrever su simiesca figura tras las empenumbradas esquinas, se ponía en movimiento aquel germen maldito que no le dejaba nunca completamente y las crisis de locura tomaban caracteres marcadísimos. Salía de la fábrica cuando ya el sol había ido a pasar una noche de juerga a otros barrios, y apelotonándose como podía entre los pliegues de un gabán... ¿De un gabán?... Bueno, había sido un gabán veinte años antes; ahora ya no era más que un conjunto de deshila- cliados retales... apelotonándose, repito, seguirá estándolo, por autorización es- pecial del Papa, a pesar de s"s hábi- tos. «La decisión adoptada por el Santo Padredice el boletín Fe y Vida, de la diócesis de Mayenzaes excepcional, y ha sido acordada accediendo a un pe- dido especial de los obispos alemán^ Aclaremos, también, que la medida tune precedentes. En el siglo XVIH, cuando ia Iglesia rumana se incorporó al catolicismo, el 95 por dentoide sus sacerdotes eran casados; y ello no fué inconveniente para que vistieran los liáhitos de Roma, conservando el dere- cho a seguir conviviendo con sus res- pectivas descendientes de Eva. Por nuestra parte, registramos la de- cisión papal sin conmovernos. Pero más de un fraile católico-apostólico-romano. tn su fuero íntimo, sentirá una profunda amargura por la medida, pensando que el destino de Rudolf Goethe es más agradable que el suyo. Consuélense los piadosos sacerdotes, y recurran a los ya clásicos medios para gozar, sin compromiso, las satánicas de- ID! IB NO HAY OTRO MEDIO El doctor Robert Oppenheimer .iue, dicho sea de paso, se encuentra actualmente en París — es uno de los principales técnicos que, en Estados Unidos, llevan a cabo las misteriosas investigaciones sobre energía nuclear. Cierta vez, una comisión del Con- greso americano le solicitó un extenso informe sobre distintos aspectos de los experimentos realizados. Y al ter- minar su exposición, uno de los par- lamentarios le preguntó: —¿Existe en la actualidad, según la ciencia, algún medio de defensa con- tra la bomba atómica? Hubo un?, breve pausa, y luego Op- penheimer repuso con firmeza: —Si. Existe un medio. Otro silencio, esta vez imponente y «I cargado de interrogantes. Al ver que el sabio no continuaba, uno de I06 miembros de la comisión, haciéndose portavoz de la impaciencia general, inquirió entonces: —¿Y cuál es ese medio? La respuesta de Oppenheimer fué inmediata, tajante: —¡La paz! DESVALORIZACION DE CRISTO Salvador Dalí ha expuesto reciente- mente varias de sus obras en Ingla- terra. Por un cuadro que representa a Jesús crucificado, el pintor ha pe- dido nada menos que quince millones. Enterado del exorbitante precio, André Bretón tuvo una frase lapida- ria: —¡Cómo aumenta todo! Hoy, quin- ce millones. Y pensar que antes Je- sús se vendía por treinta dineros... \ por Francisco Frak embestía a las sombras sin miedo, pare- ciendo más bien que su gusto era bus- carlas en lugar de huirlas como'hacían los demás viandantes, y así, siendo apercibido más que visto, llegaba a su casa. Dejaba el frío de la calle por el frío de su habitación. Ya allí, ni hablar solía. Sumergíase en las olas que cu- brían su destartalado catre y escondía como los náufragos no socorridos su cabeza entre las telas, lleno de miedo, al ¡jar que se iniciaba un titiritesco mo- vimiento de mar agitada en las viejas mantas. A veces ni cenaba; otras ni si- quiera comía y con los ojos abiertos de par en par, donde podía verse la dan- zarina de su locura dándole brincos en las niñas, repartía de nuevo a su fá- brica y de nuevo también, durante va- rias horas, mantenía en equilibrio sobre sus hombros aquella cabeza que pare- c a un giróscopo de pelo canoso y an- gulosas livideces. No hablaba. Se estre- mecía. Vivía de e;o... de tiritar, de es- tremecerse... Si hubiese dejado de ha- cer una de esas cosas, hubieran dicho que estaba muerto. Esa era su vida. Ni córner ni dormir... Nada. Siempre frió. Frío por dentro y por fuera. Pero por encima, descollando sobre tanta miseria, el horno inmenso de su cerebro se calentaba en su rodar sobre el eje de una idea fija, que le atrave- saba de una parte a otra la caja cra- neana. Un eje metálico. ¿De oro? O de (Pasa a la página 3.) vwWyvvww^wyWiV» El placer de volar Según el «Daily Telegraph», la avia- ción de los países satélites de la U. R. S. S. sé ha duplicado en el transcurso del año que termina. Ellos contarían unos 2.200 aparatosentre cazas, avio- nes de combate y de entrenamientoy varios tipos de aparatos a -reacción. Churchill masticará nerviosamente sv cigarro al leer las cifraso al haberlas leído, ya que la cosa no será nueva para él. Las democracias populares no pierden el tiempo, indudablemente; y ya es sabido que, en cuestiones de avia- ción sobre todo, el que no corre vuela...

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/ F O N S \

D E N T R O d e u n o s pocos d í a s n a c e r á el n u e v o a ñ o . S o n a ­r á u n a c a m p a n a d a , a u l l a r á

u n a s i r e n a , v i b r a r á u n a c o r d e q u e h a d e m a r c a r u n fin y u n c o m i e n z o . V t o d o s los h o m b r e s , en l a s o l e d a d d e u n c u a r t o d e s ­n u d o o e n l a a l g a z a r a d e u n a n o c h e f e s t i v a , e n la c e l d a d e l c o n d e n a d o o en la m a n s i ó n lu ­j o sa , e n t e r r a r á n u n a e s p e r a n z a y a l u m b r a r á n o t r a .

El p r o c e s o es e t e r n o y h a d e s e g u i r s i é n d o l o . « H a m u e r t o 1951. ¡Viva 1952!« H a y u n i n s t a n t e e n que se m i r a h a c i a a t r á s , c o n t e m ­p l a n d o d o c e l a r g o s m e s e s d e mi-he lo s , y o t r o , i n m e d i a t o , e n q u e la v i s t a v a h a c i a a d e l a n t e , a l a b ú s q u e d a d e d o c e m e s e s — n o y a l a r g o s —, c o n n u e v a s i l u s i o n e s . T a l es l a c a m p a n a d a d e m e d i a ­n o c h e e n el 31 d e d i c i e m b r e : u n m i s m o a n h e l o q u e s e a l e j a p a r a r e s u r g i r e n s e g u i d a .

V n o h a y e n e l lo i n g e n u i d a d . N o e s l a i n f a n t i l c o n f i a n z a e n el p o d e r m á g i c o d e l a c a m p a n a ­d a lo q u e i m p u l s a a l h o m b r e a s o n r e í r . B i e n s a b e q u e n o h a y m i l a g r o s d e c a l e n d a r i o , n i n a c i ­m i e n t o d e d i v i n o s o h u m a n o s re ­d e n t o r e s , n i o c u l t a s v i r t u d e s d e un m i n u t o que c o m i e n z a e n u n a ñ o y t e r m i n a e n o t r o . E n n a d a de eso se c r e e , y m e n o s e n u n p a r a í s o p r e - f a b r i c a d o , a f e c h a fi­j a y h o r a c r o n o m e t r a d a .

S i n e m b a r g o , e s p e r a a l g o d e esa m e d i a n o c h e . T o m o lo e s p e r ó h a c e c i n c o , v e i n t e , c i n c u e n t a a ñ o s . E s p e r a u n f u t u r o q u e n o s e a t i e r r a c o n o c i d a , g a s t a d a v y e r m a . Y el n u e v o a ñ o p u e d e s e r

¿ p o r q u é n o ? — el q u e l leve e n si e s a f e c u n d i d a d . D e t r á s d e la c a m p a n a d a , e n s u s ú l t i m o s ecos, q u i z á s a p a r e z c a el g e r m e n : n o d e u n n i ñ o - d i o s , s i n o d e u n n i ñ o - h o m b r e .

T o d o s , a b s o l u t a m e n t e t o d o s -t ú y él, n o s o t r o s y e l l o s — l le­v a m o s e s a a n s i a de p a n o r a m a s , y d e c u m b r e s , y d e c o n q u i s t a s , y d e h a l l a z g o s . L a i g u a l d a d d e lo-, , h o m b r e s e s c o m p l e t a a n t e l a a m ­b ic ión d e e m b e l l e c e r l a v ida : y si los c a m i n o s s o n d i f e r e n t e s , o p u e s t o s , h a y e n e l los u n r e c ó n ­d i t o a n h e l o d e s u p e r a r el a ñ o ido . l ' o b r e c o i n c i d e n c i a , c i e r t o es , p e ­r o q u e s u p o n e a l l in u n a m i s m a d i s c o n f o r m i d a d con doce m e s e s m u e r t o s .

De a h í q u e e s a m e d i a n o c h e , c o n c l u s i ó n d e u n v ia je e i n i c i o d e o t r o , h a y a e n t o d o s los h o m ­

b r e s u n i d é n t i c o i n s t a n t e — se­c r e t o c a s i s i e m p r e , c o m o la be l le ­z a s u e l e s e r l o — d e i n t i m a e le­v a c i ó n . Algo as í c o m o u n a c o m u ­n i ó n , m á s h o n d a q u e c u a l q u i e r r i t o d e í s t a , c o n el d e s t i n o d e u n a h u m a n i d a d q u e a s p i r a a o t r a h u ­m a n i d a d . I g u a l d a d a n t e l a a m ­b i c ión y a n t e l a e s p e r a n z a .

N o p o d r á e s p e r a r s e m u c h o — lo s a b e m o s — d e e s a p a s a j e r a i d e n ­t i f i cac ión . P e r o e l lo n o q u i t a q u e e q u i v a l g a , d e p o r sí, a u n a evi­d e n c i a d e l a s e m e j a n z a h u m a n a — e n lo m á s h o n d o —, pese a o p o s i c i o n e s d e i n t e r e s e s y a p u g ­n a s a n t a g ó n i c a s . El h o m b r e , e n ú l t i m o a n á l i s i s , es s i e m p r e h e r ­m a n o de l h o m b r e .

Y p o r e so , p o r c r e e r e n los p ro ­f u n d o s l a zos q u e u n e n a u n a so­c i e d a d a r t i f i c i a l m e n t e d i v i d i d a , r e p e t i r e m o s t a m b i é n , e n i n m e n s o c o r o , a l s o n a r l a c a m p a n a d e m e d i a n o c h e : « H a m u e r t o 1951. ¡Viva 1952!»

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R O U T E , h e b d o m a d a i r e de La (J'.Z.Q.jg. en Cftanee

Ano V i l Precio 1 5 francos N' «Jueves 2 7 d e D i c i e m b r e d e 1951

tjbiceeei&n pata La (íatteáptindencia .-A d m i n i s t r a c i ó n R e d a c c i ó n M. Boticar io - 4 , r u é Belfort, Toulouse - R- Mejías Peña

r?aca qit(s¿ (únicamente). (pabla Qienaig-eá C.C. P o s t a l N- 1 3 2 8 - 7 9 T o u l o u s e (Hte-Gne)

PRECIO DE LAS SUSCRIPCIONES: 3 meses: 195 frs. 6 meses: 390 frs. 1 año: 780 frs.

RUTA

EL H U M A N I S M O NO HA MUE-RTC H E M O S m e n c i o n a d o ya , e n o t r o s n ú m e r o s d e R U T A , l a e n c u e s t a

q u e u n s e m a n a r i o f r a n c é s i n d e p e n d i e n t e l l e v a a c a b o , e n el a m b i c i o s o i n t e n t o d e r e f l e j a r — m u y a g r a n d e s r a s g o s , es ló­

g i c o — l a s i n q u i e t u d e s d e l a j u v e n t u d c o n t e m p o r á n e a . Y si es c i e r t o q u e h a d e s e r cas i i m p o s i b l e e n c e r r a r e n los l i m i t e s d e u n t r a b a j o p e r i o d í s t i c o l a t a n c o n t r a d i c t o r i a y c o n f u s a c o n c i e n c i a d e u n a ge­n e r a c i ó n q u e s u r g e , n o es m e n o s c i e r t o q u e l a e m p r e s a es i n c i t a n t e , V e a m o s , h o y , a l g u n o s f r a g m e n t o s d e l a s r e s p u e s t a s d a d a s po r v a r i o s e s t u d i a n t e s d e l a E s c u e l a N o r m a l S u p e r i o r .

Ull CAPELLÁN II

«El maqumismo no destruye A hu­manismo; al contrario, le confiere un (arácti r de necesidad más agudo que nunca. Pensadores como Valery, Key-serling o Bernanos han sabido ver que i-l progreso, que en ciertos aspectos fa­vorece el funcionamiento y el perfeccio­namiento de la vida, ejerce al contra-

Una SUGERENCIA QUE MERECE

acagidu antuáia&ta L artículo del compañero Cris Carees, que he leído en él último número

de RUTA, merece comentario y amplia difusión entre los jóvenes liber­tarios. La sugerencia que se nos somete—y qu >, al parecer, ha surgido

!c la asamblea de upa Federación Local de la F.I.J.L.— es digna de una aco­gida entusiasta. De aní este breve comentario que hoy redacto, con la espe­ranza de que «entre todos, aportando iniciativas <¡ttt> enriquezcan la idea ini­cial, llevemos a cabo tan magnifica obra».

Se trata de organizar, durante de- gerencia. Un tema para discutir en las terminado período del verano, una con- Federaciones Locales, analizando aí-centración en la colonia de Aymare. Es pecios, previendo inconvenientes, coro-decir, una amplia y fraternal reunión que abriría diversas posibilidades de ac tividad, todas ellas de sumo interés ; provecho para la militancia fui

El año pasado algo—apenas un mínimo n moslo—en ese sentido: varios compa

Mario MONDRAGON plelando la idea. Y entre todos los dic­támenes que se hagan, tendernos pre­parado t-1 camino del éxito.

TIMIOfllM I

Se ha abierto otra suscripción para levantar un monumento al que fué obispo de Teruel, el agustino Polanco —podenco, diríamos nosotros— «asesi-nado por hordas salvajes". La suma re­caudada, con donativos de casi todos los prelados de España, gobernadores, Ayuntamientos y Diputaciones, te clora ya a 200.000 pesetas.

Juan Pueblo, a falta de pan, admirará nhras de arte (?)...

-o-Otra de las cosas que está de moda

en Franquüandia, es la imposición de condecoraciones a granel. Entre los agraciados—palabra tinta derivada de congraciarse—figuran tres diplomáti­cos colombianos: Efraín Casas, ministro consejero de Embajada, y Guillermo Hernández de Alba, historiador y diplo­mático, recibieron la Encomienda con placa da la Orden de Alfonso X el sa­bio; y Eduardo Carranza, primer secre­ta) io de Embajada, la Encomienda de la citada Orden—.sin placa.

Por muchas órdenes, encomiendas y condecoraciones que reparta el caudi-llejo, ninguna de ellas tendrá el l ojo» de la que el pueblo le impondrá en su día. Porque ésa sí que llevará placa, i í>/i lápida y lodo.

VENTILADOR.

rio, en el orden mental, un papel des­pótico sobre la libertad del hombre, suscitando así un estado de desequili­brio al que sólo el humanismo puede poner término...»

Más vale ceder un poco a la insta­bilidad, que dejarse embrutecer por la fuerza de la tradición. Hay en el pen­samiento moderno una virtud, una fuer­za de complejidad que garantiza su mé­rito. Se equivocan los críticos tradieio-nalistas que afirman el infantilismo de la conciencia contemporánea. Sin duda, en la multiplicidad de búsquedas, no se llega -siempre a conclusiones valederas: hay excesos, errores... Pero, cuando los pensadores modernos se emplean a fondo, testimonian una invencible liber­tad que depasa todas las formas ¿Me­nores...»

<'E1 respeto a cada ser, el valor de

EL a i cada individuo, tal es el objetivo fun­

de RUTA, merece comentario y amplia difusión entre los jóvenes liber. damental de nuestra misión de educa-!-_•„ i . .___._ . i u„ _ ÍA„ dores. Durante los ocho o diez años

que los niños están en las aulas, codo a codo, deberemos buscar la ocasión para establecer, entre ellos, una socie­dad de semejantes, donde cada una con­sienta a reconocer en el otro un idén­tico yo, aunque sean diferentes, en el futuro, sus vidas, sus ocupaciones o actividades profesionales. Todas las ma­terias de enseñanza que permiten ese desdoblamiento y esa multiplicación del respeto humano, deben ser imperiosa­mente salvaguardadas. En tal sentido, el humanismo es necesario. > la c/isis por la que atraviesa—según se dice actual-

En marcha, pues. Y que los escépti- i mente—solo será pasajera. Bien lejos ñeros respondieron al llamamiento que eos—si los hay—sonrían con ironía. ' está d. haber exhalado el último sus-fuera hecho por el Secretariado ínter- Quien ríe- último, ríe mejor... I piro continental de la C.N.T., y aprovecha- -ron sus vacaciones para colaborar en los trabajos de la admirable colectivi­dad de Aymare.

Y es justamente ese bello gesto el que debemos multiplicar el año en­trante, dándole una amplitud y un ca­rácter homogéneo <(>ue permitirá re­forzar la obra. ¿En qué forma? Coor­dinando esas colaboracinoes individua­les, creando un clima de entusiasmo, de simpatía, de identificación con la labor a realizar.

Veámoslo con más detenimiento. Sin pecar de optimistas, podemos preveer que buen número de jóvenes se senti­rán atraídos por esas «vacaciones de libre esfuerzo», si ven también en ellas una posibilidad de vivir dos o tres se­manas- de existencia verdaderamente anárquica, junto a compañeros y com­pañeras de toda Francia. Con la opor­tunidad, además—y aquí radica, a mi entender, el mayor valor de la suge­rencia comentada—, de llevar a cabo unas jornadas de estudio y discusión (¿y porqué no de arte?) entre todc-s los jó­venes allí reunidos.

¡Ya lo creo que la iniciativa es di­gna de estudio! Seria una bella manera de demostrar con actos nuestras inquie­tudes; saliendo de nuestras pequeñas órbitas individuales, de nuestros peque­ños mundos demasiado estrechos, > dando vida a lo que hoy es solamente ideal.

Conocimiento mutuo—muchachos de Toulouse, del Ariége, de Lyon, de Pa­rís, de los cuatro rincones de Francia, codo a codo, en fraternal sociedad—, ayuda efectiva a los compañeros de Aymare, y cordiales debates sobre mil temas de interés ideológico y cultural. Y quizas con conferencias, charlas > breves cursos a cargo de compañeros aptos—ya que ningún libertario, seguro estoy, se negaría a prestar su concurso a esa obra tan simpática y hermosa.

De sobra sé que hará falta precisar muchos detalles, pero creo firmemente que todos ellos podrán superarse. Lo esencial es que todos los que militamos en la F.I.J.L., todos, nos fijemos el ob­jetivo de dar cuerpo y vida a la su-

Reminiscencias y escozores

PENSÁBAMOS que ya Frasquisto p 0 r ¿T áTX. A T I A % había renunciado a sus antiguos *_ ^ * ~^m * ^ * L / m " - y

sueños de formar el azul, pero andábamos «aunque el lobo se pon cordero...»

imperio equivocados: partes del cuartel general del Führer.

ga !a p:el de vibrantes artículos que insultaban a to­que das las democracias o cosa que tuviara

Ciertos articulejos que hemos tenido u n ligero olorcillo a ello. ocasión de leer estos días, impresos en España, nos hacen recordar aquellos tiempos de euforia en que el Eje es taba en su apogeo: cuando aparecían i ^ ^ e ^ ^ h j c o s b i e n d e c a s

en la prensa franquista, junto a los

En aquellos días, Franco reclamaba todo el imperio de los Austrias, y como punto de partida Gibraltar. Grupos de

HAY FRAILES CON SUERTE

pululaban por las calles de las ciuda­des españolas—y eso lo ha visto quien esto escribe—, reclamando a grandes gritos el codiciado peñón. Todo aquél que estaba considerado como desa­fecto al fascinazismo no podía tener ni siquiera un aparato de radio, porque el día menos pensado subían los ener­gúmenos y lo echaban por el balcón, con la excusa de que se escuchaban los partes de guerra aliados; y el dueño no podía ni chistar, ya que a la menor protesta era salvajemente apaleado y conducido a la cárcel por insulto a la

i autoridad...

Pasó el tiempo—que borra a veces

Conferencia estudiantil Ha tenido lugar, en la ciudad de

Nancy, una conferencia europea dt tudiantes, a ¡a que han asistido repre­sentantes de diversos países (España, di­gámoslo de paso, no estaba presentí i.

Estas delegaciones representaban or­ganizaciones estudiantiles que forma-han parte antes de la Unión Internacio­nal de Estudiantes, con sede en Praga, y de la que salieron cuando, en 1949, los yugoeslavos fueron expulsados.

Se ha estudiado la posibilidad de crear una nueva internacional estudian­til, frente a la ya existente de tipo co­munista.

El comité antifascista de la juventud soviética, manifestó que había recibido la invitación demasiado tarde, por lo i .<(/ no tuvo tiempo material pora de­cidir si debía o no presentarse en la conferencia. Aunque la verdad es que nunca' mostró disposición alguna para enviar delegación a diclw reunión.

Lo probable es que surja ahora una nueva internacional etturUqr¡*Ü, alistada en la corriente occid, actuaba 'P a M

gemela de la ace-jI)nidades c a r (

otra, en el fotido 7 y su verbo ante pi „ consignas de luc ,. , , . a c,"*—, •>.» •*»•>••*• w,»«w los dos bloques. * a l h a ) a d o con los o I ¡icia¡¡ de] matrimonio..

H.dolf Goethe, ex-pastor protestante, d e m as i adas cosas—y el hundimiento ha sido ordenado sacerdote católico la d e ] E j e n 0 j m p i d i ó ] a supervivencia de M mana pasada por el obispo de Mayen- F r a n c o . Iberia parecía ignorada, v za.J>ero lo curioso' de esta conversión Frasquito se dejaba ignorar por conve-es que el mencionado Goethe—que i n ¡ e r l c ¡ a ; eJ aturdimiento que le causó la nada tiene que ver con su ilustre ho- c a í d a d e ] b u r r 0 fue pasando, hasta co-mónimo, aclaremos—, estaba casado... y \ b r a r d e n u e v o bríos. El desacuerdo de

unos y la indiferencia de otros le dieron tiempo de reponerse y, a falta de otro imperio, continuó el ya fundado en la desolación y martirologio del pueblo es­pañol. Y hoy, creyéndose sin duda con tantos derechos como un Mossadegh o un rey Faruk, pide la restitución de Gibraltar a España. Entre otras cosas, leemos én «A.B.C.».

«Como con espinas en los pies—decía el mismo Felipe V—habremos de andar los españoles, mientras Gibraltar conti­núe en poder de Inglaterra. Y es una manera de andar— concluye genial­mente el periquito Jorge Vigon—verda­deramente fastidiosa...».

A nosotros, los que no queremos que exista lo tuyo y lo mío, sino lo de todos, ni nos va ni nos viene—aunque estaría­mos lejos de envidiar a los habitantes de Gibraltar, si pasaran a depender de Franco—, pero registramos el hecho re­cordando al mismo tiempo a todas las democracias d e 1 bloque occidental aquel viejo proverbio español que en­cierra bastante sabiduría: «Cría cuer­vos...».

T e n e m o s a l a v i s t a el r e p o r ­t a j e q u e u n p l u m í f e r o b a r c e l o ­n é s h a t e n i d o l a g e n i a l i d e a d e h a c e r a l c a p e l l á n d e l a C á r ­cel Mode lo , el i l u s t r e B i e n v e ­n i d o L a h o z . P a s e m o s p o r a l t o t o d o c o m e n t a r i o e n t o r n o a l a i r o n í a d e l n o m b r e — ¿ b i e n ve­n i d o o b i e n d e v u e l t o ? — y v a ­y a m o s a l a s d e c l a r a c i o n e s d e l p a t r i a r c a l c a p e l l á n .

« — P a d r e , ¿ u s t e d h a a s i s t i d o e n el t r a n s c u r s o d e s u m i s i ó n i m u c h a s e j e c u c i o n e s ?

»—A u n a s cien.. .»

Y el f r a i l e se q u e d a t a n t r a n ­qui lo , c o m o si los c i en c a d á v e ­r e s f u e r a n g a j e s d e l oficio y s i g n i f i c a r a n u n m e r o t r á m i t e b u r o c r á t i c o q u e se c u m p l e gu i ­ñ a n d o u n ojo... P e r o h a y m á s :

«—'¿Usted h a v u e l t o a l o r d e n a a l g ú n m a l v a d o ?

»—El S e ñ o r m e h a c o n c e d i d o c a s o s c o n s o l a d o r e s .

»—¿Los v n e l v e a ver f u e r a d e la c á r c e l ?

»—Con m u c h a f r e c u e n c i a ; es u n a d e l a s s a t i s f a c c i o n e s m á s g r a n d e s d e l c a p e l l á n , q u e l a a m i s t a d q u e c o n t r a j o e n l a c á r c e l se m a n t e n g a v iva d e s ­p u é s q u e h a sal ido—»

. . . ¿ A m i s t a d , o d e s e o d e d e s ­n u c a r c a p e l l a n e s ? P o r q u e eso d e q u e u n p r e s o d e l a C á r c e l M o d e l o (?) d e s c u b r a e n el f r a i ­le d e t u r n o u n h e r m a n o d e l a l m a , es c u e n t o p a r a p á r v u l o s que e s t u d i e n c a t e c i s m o . ¿ A n o s ­o t r o s c o n é s a s ? Q u e el a l u d i d o c a p e l l á n t e n g a s u s a m i g u i t o s , v a y a y p a s e ; p e r o q u e r e c l u t e o t r o s n u e v o s e n s u s j i r a s t u r í s ­t i c a s p o r l a s m a z m o r r a s . . . ¡ h o m b r e , q u e y a e s t á b i e n !

Y p a r a t e r m i n a r , u n a c o n f e ­s ión i n t i m a de l p ío B i e n v e n i ­d o :

<(—¿Cuál es el a m b i e n t e m á s g r a t o p a r a l a s a c t i v i d a d e s d e u s t e d e s ?

»—El B a r r i o Chino . . .» " ¡ Q u é j o v i a l f r a n q u e z a ! ¿ C o n q u e los p u d o r o s o s p a d r e s m e r -c e d a r i o s se c o m p l a c e n e n t a n i m p u r a s r e l a c i o n e s ? R e v e r e n ­d o B i e n v e n i d o , m u y h u m a n a es t u v o c a c i ó n p a r a c o n s o l a r y r e d i m i r p r o s t i t u t a s ; t a n h u m a ­n a , q u e n o s r u b o r i z a m o s y p o ­n e m o s p u n t o final...

^ El despertar aáiática

E L aplastamiento militar del Japón ha puesto fuera de combate, por el mo­mento, al principal enemigo que tenían en Asia las grandes potencias europeas y los EE. VU. La rivalidad entre yanquis y nipones, especial­

mente, tenía que degenerar, a la corta o a la largái, en choque armado. Desde que los navios del comodoro Parry, bajo la amenaza de sus cañones,

obligaron al Japón a que abriera sus puertos al comercio con los países de Oc­cidente, los nipones han realizado grandes progresos en todas las actividades que han sido patrimonio casi exclusivo de la raza. blanca. En muchos aspectos, su capacidad inventiva y su habilidad técnica, han superado a los de los Esta­dos Unidos, nación creadora y dinámica por excelencia. La brutalidad yanqui irrumpió en <la vida arcaica y tradicional del viejo Japón con exigencias mer-cantílistas que, más tarde, trastornarían las cmdíciones de existencia en el im­perio del Sol Naciente. El alumno forzado a recibir unas enseñanzas ha sido con el tiempo el terror del maestro. El «dumping» japonés ha sido la pesadilla de gobernantes y capitalistas de las demás naciones. La sobriedad del obrero japonés—podríamos decir, su mayor explotación—permitía a los capitalistas ni­pones invadir los mercados con productos vendidos a un precio inferior del que podían ofrecer los fabricantes de los demás países. Sin la defensa de las ba­rreras aduaneras, las mercancías japonesas hubieran invadido todos los merca­dos del mundo. La gran burguesía nipona se mostró tan ávida como la de los otros países. Su insaciable voracidad debía de ser mirada con malos ojos por el capitalismo americano.

Su hundimiento militar permitió a ios países asiáticos recobrar la relativa libertad de que gozaban o volver al mismo orden de cosas que existía antes de desencadenarse las hostilidades. Pero la ocupación nipona ha dejado rastro en esos países y ha despertado energías que la presencia del dominador blanco había impedido que se manifestaran. El ataque de Pearl Harbour y el hundi­miento del «Príncipe de Gales» y del «Repulse» en la bahía de Singapur, fue­ron terribles para el prestigio de los blancos. Según la expresión china, «han perdido la cara». Ante millones de asiáticos, la supuesta invencibilidad de los blancos quedaba muy mal parada.

Hiindido el Japón, frente al capitalismo occidental, se levanta China, el coloso que alguien dijo que no convenía despertar.

Después del fracaso de la Comuna de Cantón, cuyo verdugo máximo fué el propio Tchang-Kai-Sheh, el comunismo chino arrastró durante muchos años una vida lánguida. Sólo la inmensidad territorial de China, su estructura semi-feudal y la carencia de comunicaciones, permitieron a hombres como Mao-Tse-Toung escapar a los rigores represivos del Kuomintang, y esperar el momento oportuno para expulsar de la China continental a Tchang-Kai-Shek y su ca­marilla.

El triunfo de los comunistas chinos se interpreta de diferentes formas en Occidente. Hay quienes consideran a Mao como -un comunista heteredoxo, como un Tito de Extremo Oriente. Sin prejuzgar sobre el futuro de China, no cabe duda que en la actualidad este país da la sensación de liaber acabado con las discordias internas, que era la principal causa de ilidad. Se ha hablado de guerrillas nacionalistas existentes en ciertas regiones. Sí tales guerrillas exis­ten, hasta ahora parece que no han causado grandes inquietudes a Mao y a sus partidarios.

Los abusos y crueldades de Tchang-Kai-Chek han sido demasiado grandes para que su nombre pueda servir de bandera para- fomentar nuevas rebeliones. Si durante la guerra encarnaba, en cierto modo, el espíritu dei'resistencia contra el invasor, expulsado éste, su conducta antipopular y reaccionaria le hizo per­der las simpatías y el apoyo de la gran mayoría del pueblo chino. Ante tai si­tuación, el triunfo de Mao-Tse-Toung no tiene nada de sorprendente.

China es hoy el país hacia el cual convergen las miradas de los pueblos asiáticos que luchan por liberarse de >la Hítela extranjera. Cada día llegan hasta nosotros los ecos de una lucha que tiene por escenario todas las latitudes del continente asiático. Su resultado será el final de la dominación imperialista, simbolizada para los amarillos en la raza Manta.

C. PARRA.

CÚmió ®Í HA¥ID&D » W ^ W V ^ ^ M A A ^ ^

LOCURA DE INVIERNO

El general Karl Koller, que fué el úl­timo jefe de Estado Mayor de la Luft-waffe, figura entre las ocho personalida­des que, habiendo presentado candida­tura al puesto de jefe de policía de .Mu­nich, han sido aceptadas en principio, para su examen, por el municipio de la ciudad.

¿Renacimiento del nazismo? Nada de e\o: porque sólo renace aquello que ha muerto. Y el nazismo, en cambio, no ha sido nunca enterrado.

Tomen nota los jóvenes alemanes. ¡Y ojalá sepan comprenderlo!

E STABA loco. Resplandecíale la luz negra de la locura en el eje de su cerebro y alrededor del mis­

mo giraba turbulenta, macilenta y triste su cabeza.

Durante el verano, cuando el alba levantábase tibia de su lecho de som­bras y al cutis terso y fino de la playas trigueñas salíanle erupciones de bañis­tas jocosos, entonces era casi impercep­tible su locura. Serenábase con una fru­tas, unas legumbres y hasta con unos vasos de agua, pero si el invierno de­jaba entrever su simiesca figura tras las empenumbradas esquinas, se ponía en movimiento aquel germen maldito que no le dejaba nunca completamente y las crisis de locura tomaban caracteres marcadísimos.

Salía de la fábrica cuando ya el sol había ido a pasar una noche de juerga a otros barrios, y apelotonándose como podía entre los pliegues de un gabán... ¿De un gabán?... Bueno, había sido un gabán veinte años antes; ahora ya no era más que un conjunto de deshila­cliados retales... apelotonándose, repito,

seguirá estándolo, por autorización es­pecial del Papa, a pesar de s"s hábi­tos.

«La decisión adoptada por el Santo Padre—dice el boletín Fe y Vida, de la diócesis de Mayenza—es excepcional, y ha sido acordada accediendo a un pe­dido especial de los obispos alemán^

Aclaremos, también, que la medida tune precedentes. En el siglo XVIH, cuando ia Iglesia rumana se incorporó al catolicismo, el 95 por dentoide sus sacerdotes eran casados; y ello no fué inconveniente para que vistieran los liáhitos de Roma, conservando el dere­cho a seguir conviviendo con sus res­pectivas descendientes de Eva.

Por nuestra parte, registramos la de­cisión papal sin conmovernos. Pero más de un fraile católico-apostólico-romano. tn su fuero íntimo, sentirá una profunda amargura por la medida, pensando que el destino de Rudolf Goethe es más agradable que el suyo.

Consuélense los piadosos sacerdotes, y recurran a los ya clásicos medios para gozar, sin compromiso, las satánicas de-

ID! IB NO HAY OTRO MEDIO

El doctor Robert Oppenheimer — .iue, dicho sea de paso, se encuent ra actualmente en París — es uno de los principales técnicos que, en Estados Unidos, llevan a cabo las misteriosas investigaciones sobre energía nuclear.

Cierta vez, una comisión del Con­greso americano le solicitó un extenso informe sobre distintos aspectos de los experimentos realizados. Y al ter­minar su exposición, uno de los par­lamentar ios le preguntó:

—¿Existe en la actual idad, según la ciencia, a lgún medio de defensa con­tra la bomba atómica?

Hubo un?, breve pausa, y luego Op­penheimer repuso con firmeza:

—Si. Existe un medio. Otro silencio, esta vez imponente y

«I cargado de in terrogantes . Al ver que el sabio no cont inuaba, uno de I06 miembros de la comisión, haciéndose portavoz de la impaciencia general, inquirió entonces:

—¿Y cuál es ese medio? La respuesta de Oppenheimer fué

inmediata, t a jan te : —¡La paz!

DESVALORIZACION DE CRISTO

Salvador Dalí h a expuesto reciente­mente varias de sus obras en Ingla­te r ra . Por un cuadro que representa a Jesús crucificado, el p in tor h a pe­dido nada menos que quince millones.

Enterado del exorbitante precio, André Bretón tuvo una frase lapida­ria:

—¡Cómo aumenta todo! Hoy, quin­ce millones. Y pensar que an tes Je­sús se vendía por t re inta dineros...

\

por Francisco Frak embestía a las sombras sin miedo, pare­ciendo más bien que su gusto era bus­carlas en lugar de huirlas como'hacían los demás viandantes, y así, siendo apercibido más que visto, llegaba a su casa. Dejaba el frío de la calle por el frío de su habitación. Ya allí, ni hablar solía. Sumergíase en las olas que cu­brían su destartalado catre y escondía como los náufragos no socorridos su cabeza entre las telas, lleno de miedo, al ¡jar que se iniciaba un titiritesco mo­vimiento de mar agitada en las viejas mantas. A veces ni cenaba; otras ni si­quiera comía y con los ojos abiertos de par en par, donde podía verse la dan­zarina de su locura dándole brincos en las niñas, repartía de nuevo a su fá­brica y de nuevo también, durante va­rias horas, mantenía en equilibrio sobre sus hombros aquella cabeza que pare-c a un giróscopo de pelo canoso y an­gulosas livideces. No hablaba. Se estre­mecía. Vivía de e;o... de tiritar, de es­tremecerse... Si hubiese dejado de ha­cer una de esas cosas, hubieran dicho que estaba muerto. Esa era su vida. Ni córner ni dormir... Nada. Siempre frió. Frío por dentro y por fuera.

Pero por encima, descollando sobre tanta miseria, el horno inmenso de su cerebro se calentaba en su rodar sobre el eje d e una idea fija, que le atrave­saba de una parte a otra la caja cra­neana. Un eje metálico. ¿De oro? O de

(Pasa a la página 3.) v w W y v v w w ^ w y W i V »

El placer de volar Según el «Daily Telegraph», la avia­

ción de los países satélites de la U. R. S. S. sé ha duplicado en el transcurso del año que termina. Ellos contarían unos 2.200 aparatos—entre cazas, avio­nes de combate y de entrenamiento—y varios tipos de aparatos a -reacción.

Churchill masticará nerviosamente sv cigarro al leer las cifras—o al haberlas leído, ya que la cosa no será nueva para él. Las democracias populares no pierden el tiempo, indudablemente; y ya es sabido que, en cuestiones de avia­ción sobre todo, el que no corre vuela...

RUTA

R¥ POESÍA MODERNA

DILIGENCIO DE (QRNIONf)

D i l i g e n c i a d e C a r m o n a , l a q u e p o r la vega p a s a s c a m i n i t o d e S e v i l l a con s i e t e m u í a s c a s t a ñ a s : c r u z a p r o n t o los p a l m a r e s , n o h a g a s a l t o e n l a s p o s a d a s , m i r a q u e t u s h u e l l a s h u e l l a n s i e t e l a d r o n e s d e f a m a . D i l i g e n c i a d e C a r m o n a , la de l a s m u í a s c a s t a ñ a s .

I I

R e m o l i n o e n el c a m i n o . •Siete b a n d o l e r o s b a j a n d e los A l c o r e s de l Viso c o n s u s h e m b r a s a l a s a n c a s . C a t i t e s , r o j o s p a ñ u e l o s , p a t i l l a s d e b o c a d e h a c h a . E l l a s , n a v a j a e n l a l iga ; e l los , l a f a c a e n la fa ja ; e l l a s , l a A r a b i a e n los ojos ; e l los , el a l m a a l a e s p a l d a . P o r los A l c o r e s d e l Viso s i e t e b a n d o l e r o s b a j a n .

I I I S i e t e c a b a l l o s c a r e t o s , s i e t e r e t a c o s d e p l a t a ,

P o r F E R N A N D O V I L L A L O N

s i e t e c h u p a s d e c a i r e l e s , s i e t e m a n t a s j e r e z a n a s . S i e t e p e n s a m i e n t o s p u e s t o s e n s i e t e l o c u r a s b l a n c a s . T r a g a b u c h e s , J u a n R e p i s o , S a t a n á s y M a l a - F a c h a , J o s é C a n d i ó y el C e n c e r r o y el c a p i t á n , L u i s d e V a r g a s , de a q u e l l o s m á s n a t u r a l e s d e l a v e g a d e G r a n a d a . S i e t e c a b a l l o s c a r e t o s los S i e t e N i ñ o s l l e v a b a n .

I V

— E c h a v i n o , m o n t a ñ é s , q u e lo p a g a L u i s d e V a r g a s , el q u e a los p o b r e s s o c o r r e y a los r i c o s a v a s a l l a . Ve y d i l e a los m i l i c i a n o s q u e l a p o s t a e s t á r o b a d a y v a m o s c o n n u e s t r a s n o v i a s h a c i a Ec i ja , la l l a n a . E c h a v i n o , m o n t a ñ é s , q u e lo p a g a Lu i s d e V a r g a s , el q u e a los p o b r e s s o c o r r e y a los r i cos a v a s a l l a .

(En nuestra incursión por la poesía de la época moderna, henos aquí con un romance que pareciera surgido de tiempos lejanos. La evocación de Les Siete Niños de Ecija que ofrece Vlllalón, responde fielmente a una línsa poemática de o t ras edades; pero elllo — bueno es decirlo — no quita encanto a esa r ima pura , fresca y cantar ína) .

a ALBANO ROSELL

PAISAJE MARINO U NA ligera marejada movió insi­

nuantemente ¿1 frágil barquichue-lo que nos condujo, a través del

puerto, hasta el portalón y escalinata riel fuerte. Hacía ya unos años que la fortaleza marítima de San Juan de Ulúa M ofreciera a mi vista, pero había de ser hasta hoy, cuando al visitar su in­terior, me revelara su imponente estruc­tura.

Construida sobre un brazo de tierra que se interna en el mar, y atravesada por una red de canales de agua salada, la maciza concepción arquitectónica de los españoles se nos mostró en todo su trágico esplendor. Eia una historia en donde se mezclaban las diversas tona­lidades del espíritu humano, creando una sinfonía de gloria y sangre, con lo­dos sus contradictorios resultados. Ib-ahí el primer bastión, del primer gran puerto americano y del primer ayunta­miento del Nuevo Mundo, en tierra fir­me. Nueva York no p a s a b a en nacer; pasarían muchos, muchísimos años pa­ra que se mencionara, en nombre ho­landés, la Babel de Hierro.

San Juan de Ulúa conoció bajeles de todas las naciones del mundo, habién­dose mostrado, también, ante sus al­menas, los piratas más temibles del Gol­fo que asolaron, entre otras muchas, a la dulce Campeche y a la importante Veracruz.

Tras penetrar en el tastillo, San Juan de Ulúa nos revela los otrora secretos <!<• la fortaleza. Una serie de mazmo­rras sin luz, las más de ellas, y dentro de las cuales penetra, sin recato, el sa­litre en forma de verdosa levadura, ominoso preludio de una muerte segu­ra, si el encierro de algún infeliz se. prolongara. He visto los barrotes car­comidos por la sal marina. Era tomo si una lija de poder sobrehumano de-dicárase a destruir el efímero poderío de los hombres. He contemplado la Celda del Diablo, horrible habitación sin más luz que una abertura engañosa de dos centímetros de ancho, que da la sensación de una posible y segura fuga, cuando la realidad es otra.

Con el característico gracejo jarocho, que todo lo alegra, haciendo informal hasta la misma muerte, nos ha sido mostrada la celda en donde estuvo pre-(0 el famoso bandido mexicano, prota­gonista de muchas variadas andanzas: Chucho el Roto. La leyenda lo ha vuel­to personaje inasequible, pero la histo. ría nos dice que un hombre corporizó

nombre y sufrió aquí, en este hue­co, negro agujero en el grueso del muro.

También estuvo aquí don Benito Juá­rez, el gran indio de la faz impasible; hemos reconstruido, en la imaginación, su salida hacia Galveston y Nueva Or-leáns, donde pasara los amargos días d •! destierro. El temple sin igual de aquel hombre, también conoció el dolor por la lejanía de la tierra querida, a la que posteriormente ofrecería sus mejores energías.

No sólo la sombra de Juárez, sino un cortejo de rememoranzas han asaltado nuestra mente; muchos hombres, vícti­mas de la intolerancia—recordamos—tu­vieron su última visión de la vida, pa

Por A. HERNÁNDEZ

ra ellos asez ingrata, entre estos muros; algunos contemplaron el vuelo del al-batros antes de expirar; otros recorda­ron la sentencia que compara al hom­bre con el lobo; los más, sufrieron la nostalgia de la ausencia de los seres queridos... San» Juan de Ulúa sirvió de ergástula, descendiendo, del heroico desempeño de guardián, a prisión po­lítica. Fué una avanzada hacia el mar y la muerte.

Una placa consigna la rendición del fuerte, último reducto de los españoles en 1825, ante las fuerzas mexicanas del general Miguel Barragán. Nacía una na­ción. San Juan de Ulúa, construida pa­ra navegar contra los siglos, siguió sien­do la avanzada de México y vio crecer allí, enfrente, el puerto que protege: Veracruz. Puerto de libertad e inquie­tudes, donde el jarocho deja oír su son y la Bamba desgrana sus notas rítmi­cas, bajo la lejana pero poderosa mi­rada del Pico de Orizaba, el venerable Citlaltepetl de los indios.

Observamos el tráfico marítimo.- Dos barcos de gran calado. Uno italiano, el otro ,inglés. El «Cita de Villa Reggio y el «Port Richelieu». Ambos cargan azúcar para sus respectivas tierras, azo­tadas por el hambre y por la inconfor­midad social que se revela en el pulso de la historia contemporánea. El hom bre navega entre dictaduras y sólo de­sea una cosa: ser libre.

Más barcos: dos listos a zarpar. ¿A dónele irán...? Otro nos muestra su si­lueta gallarda, al acercarse, a toda má­quina, hacia el puerto. Bella escena és­ta de la llegada de un barco a puerto. La tierra es cuna del hombre y el hom. bre siempre vuelve a ella. Los rapsodas del mar siempre piensan en su puerto lejano, añorando el verlo, aun cuando su intrépido dinamismo los lance a nuevas aventuras náuticas.

Desde la atalaya del fuerte, robusta torre de fortaleza, hemos columbrado, en su indefinible belleza, todo el puer­to de Veracruz; y, al vernos otra vez azotados por el aire libre del mar libre, hemos respirado, satisfechos de poder apartar de nuestra mente el embrujo de tiempos pasados y de no haber sido víctimas del pretorianismo de otras épo­cas y de las presentes, donde, en al­gunas partes del mundo, la dignidad de la Humanidad ha quedado relegada a la tumba o la prisión. Una gráfica expresión del odio a la libertad, feliz-int nte acabada por estos lares, acaba­mos de verla.

San Juan de Ulúa es un tranquilo castillo, donde las horas transcurren mansamente, entre muros de historia y salitre. El mar, viejo sabio, de barbas azul-verdosas, sigue lamiendo la estruc­tura de la fortaleza, con intenciones aviesas.

Méjico, 1951.

Journal imprimé sur les presses de la SOCIETE GENÉRALE D'IMPRESSION (Coopérative Ouvrlére de Production) Slége social : 26, rué Buffon, Toulouse Atetiers 61, rué des Araldonnlets

E L I N F A L T A B L E P R E Á M B U L O

LÓGICO era que el artículo del compañero Albano Ro-sell, publicado en RUTA de la pasada semana, des­pertara en mí un marcado interés. Había, cuando me­

nos, dos razones para ello: en primer lugar, el hecho de que el mismo hiciera alusión a mi rene» taje sobre el Grupo Iberia—trabajo éste que vio la luz hace ya tiempo en las columnas de RUTA—; y además, el señalamiento d • va­rias premisas para la actividad teatral, premisas que a mi juicio pecan de estrechez y falsean en consecuencia la su­prema finalidad del arte.

Heme aquí, pues, ante la obligación—íntima, bien enten­dido, y nada desagradable—de responder a mi contrin­cante. No por el prurito de defender a capa y espada un viejo reportaje, y menos con la intención de convertirme en portavoz oficial de determinado Grupo Artístico. Nada de eso: simplemente, animado por el deseo de contradecir lo que me parece una crítica errónea, y tratando al mis­mo tiempo de precisar mi actitud en lo que al teatro se refiere.

Veamos si lo logro; y en caso negativo, perdónenme Ro-sell, Talia y el lector la tentativa.

E L T E A T R O S O C I A L

El artículo del compañero Rosoli es, en líneas gen rales. una entusiasta apología del teatro social. ¿Pero en qué sentido interpretar este último calificativo, tan manoseado y explotado con distintas intenciones? Aclaremos, pues, para evitar confusiones: al hablar Rosell de teatro social, se refiere al teatro de lucha, de enseñanza, favorecedor de nuestros ideales y beneficioso para la propia doctrin i. Es decir, teatro que debe servir de complemento al pros-Ü-tismo anarquista.

Y allí nace, justamente, mi desacuerdo mayor con el ci­tado artículo. Agregar calificativos al arte es cosa qu_- se me ha antojado siempre innecesaria; o el arte es social, o no es arte. (Algo' parecido—y me salgo del tema—a ha­blar de «amor libre»: o el amor es libre, o no es imor;. Sobran las etiquetas y las .divisiones arbitrarias, tan arbi­trarias como el simplismo marxista que propugna un arte proletario trente a un arte burgués. Y sobra tamb :én el sectario afán de convertir el teatro en un mitin escenifi­cado.

Háblese de buen teatro, y todo estará dicho. Buen teatro que, si bien tiene el natural derecho de sustentar ("sis sociológicas (Ibsen, Sudermann), psicológicas (Lenormand), filosóficas (Sartre), políticas (Camus), religiosas (Claudel, Gabriel Marcel)... tiene también, con idéntica justicia, la máxima libertad para conformarse con un mensaje pura­mente estético—motivo suficiente, ya lo veremos después—, para merecer el nombre de arte.

La creación artística supera la importancia de un «im­ple complemento para el proselitismo. ¿No nos indigna­mos diariamente, acaso, cuando vemos a la Unión Sovié­tica trazando directivas y normas partidistas para la no­vela, la pintura y la música? ¿Por qué incurrir en un error que reprochamos agriamente al adversario? ¿Por que as­pirar a un arte encadenado a las necesidades de la lu­cha, limitado a ser mera arma ofensiva en el combate social?

El camino es peligroso y conduciría—la experiencia de Rusia es evidente!—a una agonía paulatina del arte. Com­prendo y aplaudo al compañero Rosell cuando se eleva contra el teatro ramplón y cursi—actitud que, ciertamente, nadie puede dejar de compartir—, pero me separo de él cuando defiende, como único recurso para combatir la me­diocridad, el pretendido teatro «de producciones beneficio­sas para el Ideal». No creo que la solución preconizada ofrezca perspectivas alentadoras: podrá darnos un teatro de idéntico eco que el folleto, c>l panfleto y la arenga de barricada, pero no un teatro digno del hombre.

C O N S E C U E N C I A S D E LA R I G I D E Z

O R T O D O X A

Profundicemos aún el punto. Si la tesis que mantiene una pieza teatral es su única medida de valor—y esto es io que Implícitamente dice Albano Rosell—, nos veríamos obligados a condenar infinidad de obras por el solo «de­lito» de no ofrecer consignas de combate. Y más de una pieza de Shakespeare tendría qué figurar en ese extraño índice libertario... Como, por otra parte, habría qut dar visto bueno a todos los engendros teatrales, habidos y por haber, salidos de plumas ortodoxamente anarquistas...

Evitemos el sectarismo, y no confundamos la escena con una asamblea sindical. Sobra en aquélla el carnet, co­mo .obraría en ésta la declamación. Busquemos en el tea­tro una emoción auténticamente humana, sin exigirle fun­ciones extrañas a su órbita; pidámosle lo que al arte co­rresponde, sin la absurda ambición de que nos ofrezca so­luciones concretas, al alcance de la mano, para resolver problemas de estructura social

Si se renuncia al teatro que no posee tesis de lucha,

renuncíese también a la pintura de paisajes; y renuncíese a todas las actividades artísticas de contenido exclusiva­mente estético, ya que en nada refuerzan nuestro proseli-lismo. Quede sólo el arma, la obsesión de golpear al ene­migo, mutilando al hombre y cayendo en un estrecho uti­litarismo de fanáticos... Tal será la consecuencia lógica de una concepción que no admite diferencias entre el teatro y un pliego de reivindicaciones sindicales.

EL A R T E P O R LA V I D A

El teatro—mejor dicho, el arte en general—no pu .de minimizarse con un objetivo fragmentario y parcial. La ficción artística no cobra vida para hacemos más bue­nos, ni más rebeldes, ni más católicos, ni más sabios, ni más ateos, ni más psicólogos. Ninguna de esas misiones es la suya, aunque tirios y troyanos se hayan empeñado y se empeñen todavía en convencernos de una determinada función didáctica.

¿Pero significa esto—como deduce el compañero Rosell— que nos conformamos con «el teatro por el teatro» y el «arte por el arte»? No y no. Ni explotación proselitista ni estetismo puro. Demos al arte una función más amplia que la propaganda, más amplia también que el monólogo es­téril. Y hablemos entonces, no ya de «el teatro por el teatro . sino de el teatro por el hombre y el teatro por la vida.

Las exageraciones del proselitismo—sea éste del color que sea... incluido el nuestro—, conducen por fuerza al misino callejón en que desembocan las exageraciones del estetismo autosuficiente. Mientras las unas abogan por un teatro con idéntica función que la octavilla de propaganda, las otras lo desean vacío y encerrado en un frío mundo subjetivo. Y el resultado no difiere: en aras del proseli­tismo, el arte va hacia la muerte; y en aras del estetismo, nace ya muerto.

Debe haber—y¡ hay—una posición justa en contraposi­ción a las anteriores. Frente a una y otra—frente a la de­cadencia por subestimación y la decadencia por aisla­miento—existe la concepción del arte EN FUNCIÓN DEL MENSAJE QUE LOGRA APORTAR AL HOMBRE. Pero no al hombre clasificado y dividido en categorías, no il hombre-rebelde, ni al hombre-creyente, ni al hombre-pro­letario, ni al hombre-explotador, sino a aquél íntegramente, absolutamente HOMBRE.

Afirmar la realidad de lo humano, tal es la única misión del teatro.

¿Que para ello puede recurrirse a la tesis social? Indu­dablemente; pero sin que la misma sea imprescindible. Y —lo que es más—sin que pueda aspirar a servir de me­dida valorativa. No ha de surgir el arte por un milagro mitinesco de hábil propaganda, ni en virtud de un sermón —religioso o revolucionario, laico o panteísta—al terminar cada acto.

Teatro que hable al hombre—sea cual sea su credo—, sin limitar su eco a una sola categoría humana. El progra­ma es simple y bien amplio.

EL H O M B R E V LA O B R A

Un último aspecto del artículo que contesto: aquél en que el compañero Rosell afirma, refiriéndose a Benavente, que dicho autor «está desconceptuado en su moral, y me­rece que sólo se ocupen de él los falangistas, reacciona-nos... etc.»

La cuestión es delicada pero no quiero eludirla. ¿Por qué confundir a Benavente-hombre con la obra de Benavente-creador? Si el autor de «Los intereses creados» es un fe­lón, tomo atertadamente escribe Rosell, ¿querrá esto decir que todas sus piezas merecen el olvido y el desprecio? No ine lo parece. La obra de arte, cuando es auténtica, ad­quiere vida independiente y no necesita- certificados de honradez paternal para seguir existiendo.

Si Benavente es homosexual, también lo fueron Qscaí Wilde y André Gide. Y ello no disminuye el valor de la Balada de lleading ni de Los monederos falsos. Disminuye, sí, el valor de Gide y Wilde en tanto que hombres; y lo mismo ocurre con Benavente. Pero las obras que crea­ron no han perdido por ello su puesto en la posteridad.

Si es cierto que sólo los reaccionarios pueden hoy aplau­dir a Benavente, no es menos cierto que todos los hom­bres podemos admirar su teatro—no todo, lo sabemos, pe­ro sí una buena parte—. Y admirándolo, no transigimos con la felonía de un hombre que se ha mostrado inferior a su obra, ni nos dejamos cautivar—como lo cree Rosell—por los imponentes laureles del Premio Nobel. Una y olra tosa son ajenas a nuestro juicio: sabemos mirar sin el lente del fanatismo.

Y P O R F I N EL E P I L O G O Pluma y espacio vuelan; basta ya, pues, para alivio

del paciente lector. Mi turno ha termniado y vaya a otros la palabra: a lodo aquél que quiera discurrir sobre el te­ma.- aunque sea para darme palmetazos.

LUIS ZURBARAN.

IOS C R » » Í S MAESTROS: RIJBENS

N ACIÓ Pedro Pablo Rúbeas el 29 de junio de 1577, mas no se sabe a punto fijo cual fuera su

patria: mientras unos aseveran que fué Sieguen (Westfalia), otros pretenden que fué Ambereh y otros, en fin, que Colonia.

Tratándose de un pintor tan fecundo como ha sido Rubens, es lógico que su obra sea heterogénea; y sin embargo, no hay quizás un cuadro que pueda ser considerado como inferior. Asi te comprende cómo pudo ejercer tanta in­fluencia sobre svs discípulos, hasta el punto que éstos no lograron sacudir su tutela moral: y de ello tuco la culpa ei mismo Rubens, porque elevándolos a la categoría de colaboradores suyos, con el único fin de producir más y ga­nar más (conocido es el afán que tuvo siempre por el dinero), aquéllos tenían forzosamente que imitarle, con perjui­cio de sus naturales disposiciones.

Cuando no trata de asuntos mitológi­cos, religiosos o políticos, su fuente de inspiración es la naturaleza, sea el pai­saje o la fisonomía humana, siendo siempre el mismo gran maestro. En Otoño en el Castillo de Stein, cuadro que está hoy en la National Gallery, te muestra un artista consumado del pai­saje—io q-ue viene a problar cuan fal­sa es la aserción de que el paisaje no tenia importancia para los antiguos. V además de dicho cuadro, pintó Rubens tres más del mismo género, correspon­diente a las otras tres estaciones.

En cuanto a sus retratos, quizás los mi /unce sean los que se encuentran hoy en el museo del Prado, que fueron he­chos cuando vi segundo viaje n Es­paña: en ellos no habrá dejado Veláz-quez de tener cierta influencia, pues son muchos más sobrios, tanto de di­bujo como de colorido, y participan de la serenidad de los retratos del gran maestro español, con quien Rubens tuto siempre gran amistad y fué su compa­ñero de excursiones artísticas por Es­paña.

En los grandes cuadros de Rubens, nos sorprende su exhuberancia en la composición, su grand habilidad, la fa­cilidad con que supo vencer inmensas dificultades de colorido, mientras sus retratos, mucho más sobrios, nos con­mueven sobre todo por su gran expre­sión, porque son más humanos.

Por otra parte, en sus grandes ¡•'las hay demasiada uniformidad, pues sen­tía de la misma manera la mitología, ti cristianismo o los asuntos históricos: todo lo siente de igual modo, grande, ampuloso, y todo está hecho con igual pisa, ya que lo principal para Rubens era servir los encargos y cobrar pronto. Pero no ocurre lo mismo con los retra­tos do sus amigos, de su familia o de diversos personajes; hay en ellos algo más íntimo, mayor comunión entre el artista y el modelo, y mayor esm",:>. Sus retratos tienen delicadezas de colo­rido que no existen en ninguna de sus grandes telas.

La obra de Rubens es considerable: mil quinientos cuadros suyos han •••ido grabados—algunos de ellos por él mis­mo—, pues1 la venta de estas tiradas le producía mucho dinero: tanto, que la venta fué prohibida en Francia vor la concurrencia que hacía a la industria nacional y por das enormes sumas de dinero que sacaba del reino». En todos los museos de Europa hay obras suyis, y sólo el de Munich tiene noventa y cinco.

Mucho se ha hablado de las singula­ridades de Rubens. Infinidad de anéc­dotas corren sobre su persona, y bien vale citar una de ellas. Estaba ¿i pin­tor en Londres, por cuenta de Fe­lipe IV, cuando un día •un personaje im­portante de la corte entró en sus 'inlii lociones y le halló pintando.

«—¡Ahí—dijo el cortesano—. Cow que el embajador de Su Majesdatl Ca­tólica se entretiene pintando...

Y Rubens le contestó: «—No. Es el pintor Rubens quien se

entretiene haciendo de embajador...

El «CINE-AMATEUR ))

He leído, estes días, una novela cor­ta de G r a h a m Greenc. Y nada menos que una novela policiaca: con asesi­natos , con tiros, con traidores. Pero todo ello ahí está lo curioso — no impide que Greene demuestre su ta lento de ar t i s ta .

* Y es que el tema no define la no­

vela. Influye en ella, sí, pero no se basta a sí mismo. Pasa con el autor lo mismo que con un buen concer­t ista: no es lo in terpre tado, sino el ta lento para interpretar le , lo que cuenta.

* Si algo nuevo trajo nuestro siglo

a la concepción novelística, h a sido la muerte del argumento. La t r a m a h a pasado a ser mera excusa pa ra decir algo; y de la forma en que se diga depende todo: aunque no haya argumento , o lo haya en demasía.

De ahí que las novelas policíacas de Greene pertenezcan a la buena lite­r a tu ra , pese a asesinatos, tiros y trai­dores. Hay algo por encima de todo elo; y ese algo establece la diferencia entre a r te y vulgaridad.

* Hasta un «gángster» tiene psicolo­

gía propia , y el solo símbolo de la pistola — o de la risa cínica — no basta para explicarla. El «gángster» es u n hombre, nos guste o no nos guste; un hombre que, por el hecho

de serlo, supone un misterio a des­cubrir. *

La mirada de Graham Greene es más profunda, más certera que la miopía de la típica novela de aven­turas . Porque G r a h a m sabe que, si el crimen no puede dar base a una obra, el problema del criminal sí lo puede. $

¿Conclusiones? Sólo una: todo ca­be en la novela, todo, cuando se tie­ne la maestr ía de ahondar bajo la su­perficie. YO.

CONCURSO JUVENIL J E CIENTOS Habiendo llegado a esta Redacción car tas de distintos lectores, pi­

diéndonos prolongáramos el plazo para la presentación de trabajos destinados al CONCURSO JUVENIL DE CUENTOS, hemos decidido fi­jar una nueva fecha tope pa ra la recepción de los mismos. Hasta el 20 de enero, pues, tendrán tiempo nuestros amigos para hacer-r.r- llegar los cuentos que serán sometidos al jurado (integrado, como ya dijéramos, por los compañeros J u a n Ferrer, José Peirats y el secre­ta r io de Cultura y Propaganda del C. N. de la F.I .J .L.

Recordamos que los trabajos no deberán exceder el límite de dos mil pa labras . Toda la correspondencia se dirigirá a: Redacción de RUTA (Concurso Juvenil de Cuentos), 4, rué Belfort, TOULOUSE.

El tema es libre, y los autores de los tres mejores cuentos recibirán selectos lotes de libros, donados al efecto por el Servicio de Librería de la F.I .J .L.

Al trabajo todos, demostrando que los jóvenes exilados aman la l i te ra tura .

E L público—el gran público—no se interesa por el «cine» amateur, a pesar de que los Cine-Clubs y

las Salas de-Ensayo abundan—incluso en las pequeñas ciudades provincianas—, y así, se pierde lo mejor del séptimo arte.

El «cine», como el teatro, no puede abordarse con espíritu dilettante.

Es demasiado íntimo; demasiado con­siderable la parte de sí mismo que hay que sacrificar a la creación, para po­derlo hacer por sinple distracción.

El «cine», no es una evasión; es una exploración, una búsqueda hacia den­tro. Y ésta, sólo puede llevarla a cabo un cine desligado de las necesidades prácticas del comercio, de las concesio­nes al gusto y a la moral de la hora.

Henri Jeanson decía recientemente: «Los moralistas son todos profesionales; los solos inmoralistas, son amateurs... Y es que no hay cineasta sincero que no haya ido al cine-amateur, en busca de la forma. Tanto es así, que las me­jores realizaciones de este arte son cin­tas amateurs, que, por humorada de unos productores, no muy celosos de sus beneficios, han sido lanzadas al mer­cado... Cuando no ha sido el camelo del realizador—como es el caso de Or-son Welles, que ha arruinado varios pro­ductores.

Por lo económico de la realización, tanto como por su independencia ante la censura, el cine-amateur es el útil ideal para los que quieran osar, en el séptimo arte.

El arte—-todo arte— es el proceso in­tuitivo de una duda, y se resuelve—al contrario de la lógica—en proposicio­nes.

Por eso el cine-amateur no afirma nada; si no es la inquietud del hombre \ el derecho, la legitimidad de tal inquie­tud... Expone ésta, la hace carne, inte­ligencia consciente. Incita a pensar; propone. •

Se habla frecuentemente de las con­tradicciones que hay en una creación determinada. En el cine-amateur, las contradÍMigSkvson una toma de con-ciencjfl B^stá en perpetua inves-

n el camino del ab-a, a la que no pue-verdad no menos

probable. Este arte trata de extraer de ellas la sola verdad posible. Que no es la Gran Verdad».

• El lenguaje cinematográfico es obra (le los amateurs:

Amateurs Chaplin, Stroheim, \ Stern-berg, Poudowkine y Eisenstein, Buñuel ) Rene Clair, que lian enfocado el ' ine desde un ángulo crítico: como proceso.

I.as cinematecas—hoy frecuentadas casi exclusivamente por iniciados—no sen visitadas por un público nutrido, como lo es una biblioteca, un museo, o una exposición artística; los films no son degustados como un buen libro.

Les Cine-Clubs. Cinematecas y Sa­las de Enesyo, son al cine lo que ¡as bibliotecas a la literatura, o los museos y exposiciones a las artes plásticas. Se va al cine sin discernimiento, por ir, y M dejan de lado todos estos lugares que por la selección, por la presenta­ción de las obras, ayudan poderosa­mente a la comprensión de este nuevo lenguaje que cada día afirma su pre­ponderancia, frente a otras formas del arte, gracias sobre todo a su facultad de síntesis.

Decir: cine-amateur, es decir: incoo. lormidad, reheldía consciente, sentido crítico. Inquietud, en fin. Y ésta debe ser nuestra finalidad fundamenta!... Tiempo nos quedará para ser «sensa­tos»; ya que como dijo Alain: «Los que a los veinte años no han sido anarquis­tas, a los treinta no sirven ni para bom­beros».

El cine-amateur es una actividad a la que no podemos sentirnos ajenos.

J. T.

N O T A D E LA R E D A C C I Ó N

Habiéndonos llegado a última hora el trabajo del compañero R. Llop, (fue concluye el comentario sobre la con­ferencia de André Chamson referente a «La novela moderna», nos ha sido im­posible publicarlo, como era nuestro <li seo, cu el presente número, La se­mana próxima, pues, aparecerá dicha colaboración en estas columnas.

RUTA

Q?(&miaá óeléetíeatá +*>+++++*>++++++*>+++++*+++++<*

Ensayo sobre la moral A lo dilecto compañera Olga

Señale. Con ternura paternal.

A. C.

D K la Naturaleza toda, de todos los hechos, de todas las cosas, se des­prende una especie de perfume

que, sin darnos cuenta, nos sentimos atraídos por él, y a veces, subyugados con fuerza irresistible.

Este perfume es la Filosofía Natural. Como todas las tuerzas que actúan

FESTIVALES E N T O U L O U S E

El s á b a d o 12 (noche) y el do ­m i n g o 13 de enero (tarde), e n la s a l a del c ine «Espoir»

G R A N F E S T I V A L P R O - R U T A a c a r g o de los Grupos «Juve­ni l» e «Iberia» de Toulouse . E s t o s cuadros ar t í s t i cos , e n u n a d m i r a b l e es fuerzo co lec t ivo , p o n d r á n e n e scena , por pr ime­ra en F r a n c i a , la a d a p t a c i ó n t ea tra l de la f a m o s a n o v e l a de Ale jandro Pérez Lugin «LA CASA DE LA T R O Y A » c o m e d i a e n 3 ac tos , de a m b i e n ­te co lor ido y ági l , que por su g r a n n ú m e r o de p e r s o n a j e s y sus d i f icul tades de presenta ­c i ó n e i n t e r p r e t a c i ó n , h a exi­g ido u n a p r o l o n g a d a labor de e s tud io por p a r t e d e los in te ­g r a n t e s de los Grupos ((Ibe­ria» y «Juveni l» .

E s p e c t á c u l o de u n val ios í s i ­m o interés , que n i n g ú n e x i l a d o deberá dejar d e presenc iar . N o olvidar:

S Á B A D O 12 (noche) y

D O M I N G O 13 de enero (tarde).

V é a n s e p r o g r a m a s .

EN P E R P I G N A N

El m a r t e s 1' de enero , a las 15 h o r a s , el G r u p o escénico «Tal ia» , r e p r e s e n t a r á , a bene­ficio d e S.I.A., la c o m e d i a en un a c t o

«LA C A S A D E L O S M I L A G R O S »

i n t e r p r e t a d a por A n g u s t i a s , N a t i v i d a d M a r t i n , Mar ía Ló­pez, F r a n c i s c o Mac iá , Eula l io Es teban y N a r d o G a m e r o . Di­rector, F r a n c i s c o Maciá . Apun­tador , F r a n c i s c o Soler.

H a b r á t a m b i é n P O E S Í A S Y C A N C I O N E S

por Cervel ló , C a p d e v ü a , Doz, Olua y F r a n c i s c o Sa la .

I n t e r v e n d r á t a m b i é n la « M U R G A T R I P A R T I T A »

c o n Luis (n iño) , R a m ó n M a t e u y Eulal io E s t e b a n . La e n t r a d a será por r igurosa i n v i t a c i ó n , d e b i e n d o so l i c i tar é s t a s en el

C o n t i n e n t a l - B a r . El d o m i n g o 30 d e d ic i embre ,

a las 18 h o r a s , e n e l C o n t i n e n ­ta l -Bar , se ce lebrará u n a

G R A N T Ó M B O L A p a t r o c i n a d a por S.I.A. a bene­

ficio de los e n f e r m o s .

lar. De aquí la variedad inmensa, y sobre nuestros sentidos, cada ser inter­preta la Filosofía de su manera particu-siempre en evolución y cambio, de las doctrinas filosóficas y las escuelas.

Quien desee profundizar en este in­teresantísimo orden de conocimientos y estima como finalidad la moral, estudia la ética, que es la parte de la filosofía que estudia la moral, la cual es la cien­cia que enseña las reglas a seguir para hacer el bien y evitar el mal. Su origen se halla en la palabra latina «Moralís» que significa «Costumbres», así, es la ciencia que estudia las costumbres con objeto de mejorarlas, y por tanto, la moralidad es la relación de la conduc­ta de las personas con la moral.

— o —

Toda la obra humana en absoluto, es­tá relacionada con la moral: las cien­cias, las artes, las letras, el trabajo, to­do se refiere, en definitiva, a la moral, si bien, por desgracia, todavía existen alüunos aspectos que se oponen a ella, los cuales se denominan desmoralizado­res.

Hablar de autores respecto a la mo­ral es hablar del universo y de la eter­nidad. Ya hemos dicho que toda la obra humana, en absoluto, está relacionada con ella. Y tanto los que han escrito libros ex­clusivamente sobre este tema infinito, como los libros de los filósofos, científi­cos, artísticos, literarios, legislativos, re­ligiosos, etc., directa o indirectamente, tratan de moral.

Solamente Kropotkin, en su «Etica», cita 250 autores; es incontable el núme­ro inmenso de autores citados por Sa­muel Smiles en los ocho tomos que constituyen su portentosa obra de mo­ral. Y Balmes, y cuantos directa o in­directamente tocan este tema.

Pero el autor que más profundiza en el interesante punto del origen y sig­nificado de la moral, es Deshumbert, en su admirable libro «Moral Universal fundada en las leyes dé la Naturalezas, cu el cual estudia la obra de muchos autores y hace resaltar la suya con un vigor y una realidad lógica absoluta.

No es solo Deshumbert, sino la ma­yoría de los tratadistas reconocen el hecho de que la naturaleza es la maes­tra suprema de moral y que la sabidu­ría popular es la que condensa mayor cantidad de doctrina en este sentido. Podría decirse que en el cerebro y en el corazón de los pueblos radica toda la moral existente hasta este momen­to, lo cual implica decir que la moral evoluciona con la vida, y por tanto, la Humanidad no la verá jamás cristali­zada en una expresión determinada, con­creta e invariable.

Ante la magnitud del tema que ho< ocupa, muchos quedan perplejos y va­cilantes, creyendo que no podrán ejer­citar la moral en su vida corriente \ aún concebirla en el grado necesario de su eficiencia.

Para estas personas existe un medio de comprensión y de entrenamiento-Ios proverbios. Esas sentencias breves que son verdaderos comprimidos de sa­biduría, y muchas de ellas resúmenes justos de moral. Los más grandes auto­res los emplean; bien directamente, bien de modo indirecto, haciéndolos de­cir a los personajes simbólicos de sus obras.

Ciertos proverbios pertenecen a la sabiduría popular, pero otros han sido frutos de los ingenios privilegiados con objeto de acrecentar esa sabiduría po­pular, dignificarla, aguzarla, ampliarla y generalizarla, que es uno de los prin­cipales objetivos de la moral. Quien más sepa que más diga. Lo esencial es realizar el bien, directa o indirecta-ini nte; echar simientes fecundas en el surco colectivo de la Humanidad, para que ésta recoja los frutos del pesamien-lo, que forje su moral, y la cristalice

en hechos prácticos, de provecho gene ral y permanente.

Una de las simientes intelectuales más conocidas es: «No hagas a los de­más lo que no quieras que te hagan a tí». Sin embargo, dice Kropotkin que esta regla no es por sí sola la expresión íntegra de la moral, pues si bien nos fijamos, es tan sólo la expresión de la justicia y de la igualdad de derechos. Ella no basta para satisfacer la con­ciencia íntegra de la moral. Hay algo mis: lo que los hombres llaman mag­nanimidad, resignación o espíritu de sacrificio. Es decir, una elasticidad de sentimientos que conducen al hombre bueno a sufrir en mayor grado por los demás que por sí mismo. Una organi­zación moral sobre estos principios ha­ría una humanidad feliz y dichosa.

— o —

Como ejemplo del admirable medio de «La moral por axiomas», reprodu­cimos los que consideramos más ade­cuados:

«La potencia que anima el universo nos da el ejemplo... Ella no se detiene, jamás se fatiga y su tarea no tiene fin. La piquería dosis de energía que nos­otros disponemos, partícula individua­lizada de la energía universal, debe se­guir las mismas leyes. La actividad es la vida del agente moral.»

«Si se te ocurre desconfiar de la hu­manidad, acuérdate de los hombres d bien de todos los tiempos.

-Piensa en tí lo menos posible \ en los demás constantemente.»

\ o pienses en el bien solamente: eje­cútalo.» «Piensa, no solamente por pen­sar, sino para obrar.»

«El trabajo es doblemente moral, por­que trabajando se es útil a sí mismo y a los demás.»

— o —

Y finalizamos con una expresión de RUTA y de sus páginas recogida, que es realmente definitiva en cuanto a su esencia moral.

«Si queremos favorecer la evolución de la especie, debemos ensanchar nues­tro corazón de modo que en su ampli­tud inmensa hallen cabida todos los se­res del universo.»

Por la condensación, copias y original

ALBERTO CARSI.

S. I. A. Acaba de aparecer el calendario

S.I.A. 1952, al precio de 90 franca ejemplar.

Un prodigio artístico y un obje­tivo solidario.

Para pedidos, al COMITÉ NA­CIONAL DE S.I.A., 50, Allées lean ¡aurés. TOULOUSE.

L (Viene de la página 1)

papel. Igual daba. Frío también. Todo era frío: las palabras de su mujer, frías; las sonrisas de sus hijos..., pero si sus hijos ya no tenían sonrisas. Al menos él no las veía... Loco... Contemplar las sombras. Ver los pálidos rayos del sol iluminando farolillos venecianos en los cristales de escarcha. Y ver a sus hijos allí, bajo los farolillos. Obligados acto­res de una fiesta no deseada. Y fría. Más que helada. Fría.

Así vivía. O mejor, así moría. Por­que eso no era vivir; era morir aun­que muy lentamente.

Y el día de Navidad... También aquel día había permanecido unas cuintas horas en las amplias naves de la fá­brica. Más que ningún otro, estaba aquel día su rostro ^pálido, sus miem­bros temblorosos y la armadura ósea de su esqueleto hubiérase dicho bastones de hielo amarillo. Cuando salió, en­fundó sus manos en los grasientos bol­sillos del ex gabán y comenzó su diario camino de la amargura hacia el calva­rio de su casa. Las tiendas estaban más iluminadas que nunca. En los escapara­tes un tierno dios celulósico estaba ro­deado de animales que lo contempla­ban amorosamente. La gente pasaba go­zosa, y las risas cascabeleras de los ni­ños tintineábanle en los oídos que ha­bían perdido la memoria de tales soni­dos. Al pasar delante de un gran esta­blecimiento,' vio al «patrón» que, car­gado de paquetes, los iba introduciendo en su coche. No le había conocido. ¿Cómo había de conocerle si él era -clámente un árbol más en el bosque de su explotación, que proporcionábale el dinero para pagar aquellos paquetes, aquel auto, aquella mujer rubia y aquel gabán. Y no dijo nada. Aligeró el paso y rápidamente llegó a su casa.

Los chiquillos se acostaron pronto y quedó a solas con su mujer, rumiando tristemente la frugal comida y mascan­do el freno de su paternidad impotente. Por momentos se le iluminaban los ojos. Ninguno de los dos hablaba de acos­tarse. Hubiese sido imposible dormir cuando los chiquillos no habían te­nido, no ya lo accesorio, pero ni si­quiera lo imprescindible; y siguieron t n silencio, contemplando como los ágiles dedos de ella le fabricaban unos calce­tines para sustituir los puestos. Tenía frío en los huesos y le quemaba la ca­beza. Sin decir nada se levantó, cogió el gran cuchillo que había en la mesa y se dispuso a salir, sordo a las súplicas de su mujer.

Ya en la calle, el viento gélido le díó una gran bofetada que amorató sus mejillas. Y echó a correr. Corría como un loco. Eso. Como un loco. Unos beo­dos atiborrados de vino le saludaron al pasar con un estentóreo «¡Eh, tío bue­no... que se <le cae la faja1 Y él siguió corriendo sin hacerles caso.

En una calle, molestóle la carcajada insolente de un farol que lo recubrió completamente. Irritado, con un casco de botella que por allí se encontraba, la hizo callar. Las sombras acudieron veloces.

Atravesó el muro de hierro forjado y

no se oyó el aullido de los mastines. ¡Hasta los perros, señor, tenían su No­chebuena! Allí, en el primer piso, tras los visillos de gasa, se trasparentaba una débil luz y se adivinaban la mesa bien surtida y los espíritus despreocupa­dos. No se acordaban de él. cCómo iban a acordarse, si ni siquiera 'e ha­bían conocido en la calle? Apretó con fuerza el cuchillo y se dispuso a esca­lar la pared por la cañería de desagüe. Subía lentamente, muy lentamente. Ahora ya no corría. El loco se había cabado. Su voluntad de no estar loco,

habíale bastado para que la locura huyese. Ya no tenía frío. Ya no volve­ría más a estar loco. ¡Ah! Si lo hubiese sabido antes, no habría arrastrado su locura tanto tiempo. Ya casi llegaba a la ventana... ya casi le parecía escuchar la risa de los niños... y de pronto se oyó un golpe sordo... después nada... y luego empezó a caer la nieve en grue­sos copos.

Cuando a la mañana siguiente lo en­contraron, tenía los ojos tapados por la venda helada y blanquísima. Al retirar­la ya no se veía en ellos la ninfa de la locura dando saltos en sus niñas. Cual nuevo quijote habíase vuelto cuerdo para morir.

Por la boca, primero de los que ha­bían de venir, entrábale la nieve como un gusano blanducho...

Francisco FRAK.

NDA DE "SOLÍ ii

PARA 1952

Pedirla a

24, rae Sainh-Marthe PARÍS -X')

C o m e n z a m o s h o y — y ta l vez n o s p a s e m o s de la c u e n t a — u n a n u e v a secc ión. '¿Será é s t a b ien o m a l acog ida? Var ias veces n o s he­m o s f o r m u l a d o la pregunta . . . y n o s la s e g u i m o s f o r m u l a n d o al es­cribir e s ta s l íneas . P e r o a u n asi , en la duda, h e m o s cre ído út i l e m ­prender la carrera. Y aquí e s t a m o s a n t e ti, l ec tor d e R U T A , a la espera d e tu fal lo: p a r a c o n t i n u a r , o para vo lver al p u n t o d e part ida .

S e m a n a tras s e m a n a , p l a n t e a r e m o s p r e g u n t a s d e d i f e r e n t e Ín­dole; sobre mi l cosas , desde lo n i m i o a lo t r a s c e n d e n t e . Y n u e s t r o s a m i g o s — o e n e m i g o s , que la cur ios idad n o t i e n e b a n d e r a — s e r á n los e n c a r g a d o s d e buscar la respues ta ; u n a vez h a l l a d a é s t a , o s in haberse h a l l a d o , podrá leerse la so luc ión correc ta a l pie de la sec­c ión. Ú n i c a c o n d i c i ó n para lograrlo: m i r a r R U T A al r e v é s (o co lo ­carse el l ector p ies e n a l to: a g u s t o de cada uno) .

¿Que la idea n o es or ig ina l? Y a lo s a b e m o s . Pero c o m o n o só lo lo n u e v o es d i g n o de i n t e n t a r s e , a c e p t a m o s el p lag io . Lo que n o quiere decir, c laro es tá , que el lector a c e p t e n u e s t r a aceptac ión. . .

1." ¿ D ó n d e se e n c u e n t r a B a r a t a ­ría?

E n Áf r i ca O c c i d e n t a l E n el Q u i j o t e E n el O c é a n o Pacifico-E n l a s i s l a s C a n a r i a s E n S i c i l i a

2." ¿Quién escr ib ió la frase: «El corazón t i e n e r a z o n e s que la razón no comprende» .

M i g u e l de U n a m u n o S é n e c a Q u e vedo R u d y a r d K i p l i n g P a s c a l

3. ¿ D ó n d e m u r i ó N a p o l e ó n ?

E n G i b r a l t a r E n e l P a l a c i o d e V e r s á t i l e s

ftA rao ;IM auaoros

OTRO FESTIVAL

En la isla de Elba En la isla de Santa Elena En la batalla de Waterloo

4.' ¿Quién escribió «Gargantúa y Pantagruel»?

Rabelais Boccacio Goethe Concha Espina André Gide

5. ¿Qué es un salisipán?

Planta ecuatoriana Dialecto italiano Embarcación filipina Himno indio Instrumento 'quirúrgico

6. ¿Cuál de estas obras escribió Dostoiewsky?

La guerra y la paz Les vagabundos El ahorcado El jugador Almas muertas

7. ¿A orillas de qué rio se en­cuentra la ciudad de Ro­ma?

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RUTA» por un periodo de (1)

enviando la cantidad de (2)

Fecha

GIROS : Pablo BENAIGES, C C . P . 1328-79, 4. rué Belfort, TOULOU­SE (Haute-Garonne).

(1) Trimestre , semestre o ario. — (2) 195 Ir., 390 fr.; 780 i r .

He aquí un festival hilvanado, cosi­do y planchado por el Grupo artístico Cultura Popular, de Burdeos, en el cé­lebre local del Cine Eldorado, situado en una «rué» del Barrio Español. Hay que distinguir, señor; hay que distin­guir, que todavía hay clases.

¿Y qué obra han representado <stos muchachos aficionados al arte de Talía? <Un caradura», de Adolfo Torrado, me­lodrama cómico, según el texto de los microspópicos carteles.

Bernarda, una lavandera del Manza nares, que llega a ser marquesa por su físico y otras casillas, se encarnó admi­rablemente en la compañera F. Moni-senv: empaque y reminiscencia «jabo-nil».

La compañerita González, en el de Encarnación, no se aparta ni un milí­metro del carácter pintado por el autor.

Agripina: una criadita al servicio de Bernarda, conquista el cocinero y guiñ-. el ojo al señorito. Muy bien logrado por la compañerita A. Montseny.

Feliciana: la mujer del constructor y vendedor de Toribios y otros juguetitos, madre de dos gemelos y éstos base de la trama, la está dando mucha vida v color la compañera Sarrate, sin net rol­dad de esforzarse.

Cuca, Piluca y Marinea: tres joven-zudas a lo moderno, que están por los huesos «dorados» del pariente, interpre­tadas por Aroma, Libertad y Sólita res­pectivamente: mucha soltura, picardía, zalamería y «bestialidad».

Melchor, «Un caradura», el fabri­cante y vendedor de juguetes en cues­

tión, padre de los dos mellizos y vende­dor de uno de ellos a la marquesa, lo interpreta limpiamente Jo-Gar.

José Luis: el «hijo de la marquesa», engreído y soberbio, pero bondadoso, le está haciendo bueno el amigo González. Le está dando acción y movimiento con la mayor naturalidad del mundo.

Lacalle: el administrador poco escru­puloso de la señora marquesa, la está dando cada timo que asusta, el compa-ñerete Prat.

Eduardo: uno de los parientes de «sangre azul», lo interpreta dignamente Lar, que es de sangre roja.

Nemesio, copartícipe de la «suerte» de Melchor, y un notario con barba de chivo, ajustados en el compañero Gue­vara.

Pelayo: otro pariente nobiliario. Mejor que ayer, Mari.

Baltasar: criado con librea y otros pe­los «carrillescos», lo vive con todo es­plendor el amigazo Rodríguez. Asi­mismo Gaspar, el recién llegado a las ta­blas, compañerín Diaz.

Samuel: un judío muy judio, lo está haciendo muy bien Santiago, el tras­punte, que esta vez da la cara al pú­blico.

Y vamos a ver si «matamos» al úl­timo de los 19 personajes, o sea Acisclo, que es el aprendiz que tiene Melchor en su taller: vivo, suelto y resuelto, di­charachero... Así nos lo está dando a conocer este galancito en ciernes, que se llama Roberto.

A. R.

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(entre de Redassemenr PROFESSIONNEL Y.M.C.A.

TOULOUSE

La Dirección del centro Y.M.C. A. de Toulouse, se complace en notificar a los refugiados españo­les que el próximo mes de enero se abre en dicho Centro una nue­va sesión para las especialidades siguientes: sastrería, zapatería, si­llería-cestería y tapicería.

Se recuerda al propio tiempo que el ingreso está reservado a los mu­tilados, inválidos y enfermos sus­ceptibles de reeducación profesio­nal. Para las solicitudes de ingre­so o cualquier otro informe diri­girse a la Dirección de Centro Y. M.C.A., Cité de la Cépiére, Route de Lombez, Toulouse (H.-G.).

S E aproximaban las fiestas de Nuestra Señora di la Merced, carcelera honoraria de las prisiones de España. Los reclusos de la Prisión Provincial de

Carabanchel sabíamos que se acercaba el «gran día», más que por la lecha en rojo del almanaque, porque se nos sometía a mayores privaciones, a una más es­trecha disciplina y a humillaciones más refinadas.

Desde el toque de diana al de retreta, se empalma­ban de tal manera las formaciones a pie firme en él patio central de la prisión, que nos sentíamos agotados j < aferraos, hasta el punto de que eran muchos los re­clusos que antes de ser arriada la bandera sufrían des­vanecimientos y había que sacarlos de la formación.

Una verdadera fiebre higienista se había apoderado, de pronto, de la Dirección del establecimiento, hacién­dole recordar que los dormitorios eran cuadras y los escuálidos cuerpos de los reclusos, vivero de parásitos. Y el agua escatimada hasta entonces, inundaba ahora las amplios corredores y las estrechas y largas naves de la prisión, en constante frote de pavimentos, retretes, la­vabos, rejas, barandillas, etc. Las duchas, dormidas du­rante largos meses, despertaban antes del alba para rociar, generosas, con agua helada, los cuerpos ateridos y esqueléticos de los reclusos, mientras en la cámara de desinfección se apilaban los petates mugrientos y los \ estídos haraposos de tantos infelices.

La disciplina se había hecho más rigurosa y el rancho más incomestible. Los castigos menudeaban por faltas levísimas, y las calderas nos aportaban a la hora de comer una inmunda bazofia, todavía más inmunda que de ordinario, a base de algarrobillas duras y amargas sobrenadando en un caldo negro y repelente, sin grasa ni aderezo alguno.

Igualmente tenían lugar en la capilla de la prisión los ensayos de canciones religiosas, en los que los com­ponentes del coro, todos ellos presos comunes y falan­gistas, se sustraían de esta forma a la dureza del baldeo general y al suplicio de las formaciones interminables.

Todo lo que acaecía eran simplemente preparativos de fiesta mayor, de un día extraordinario que había que ganar con la fatiga y el hambre de muchos días de tormento.

He aquí por qué no podía pasarnos desapercibida la proximidad de Nuestra Señora de la Merced, carcelera mayor de Franquilandia.

— o —

Cuidas de tujer „ d& lm, C R I S T O B I T A Don Juan, el capellán de la prisión, era un cura

amanerado, de aventajada talla, frisando en la cincuen­tena, de poblada cabellera grisonante peinada con es­mero, recia contextura y anchas facciones, con ojos ex­presivos en los que asomaba un fondo de malicia y orgullo irreprimibles; frente despejada y espesas cejas grises, que cuando se fruncían daban a su rostro una expresión extraña de ferocidad, desconcertante en un hombre corrientemente afable, amanerado y redicho.

Entre los presos le llamábamos Cristobita, quizá por su extremado atildamiento en el vestir, en el hablar y en esa manía suya de iniciar cualquier diálogo en tonos enfáticos y altisonantes como si perorase constante­mente desde el pulpito, matizando cada frase y hasta cada palabra, con una mímica exagerada en la que to­maban parte todos los músculos de su cara, las cejas y, sobre todo, sus manos. ¡Ah, sus manos! Aún parece que las veo, anchas, robustas, extenderse o crisparse al exliemo de dos brazos largos que batían el aire in­cesantemente como las aspas de un molino loco, seña­lando objetos invisibles con la suficiencia forzada de un orador sagrado o de un cómico malo.

Cristobita era notable, no sólo por su facundia ora­toria y la extraordinaria movilidad de sus brazos y manos, sino también por el corte aristocrático de su sotana impecable y bien entallada y de su teja y man­teo que rara vez se ponía, para lucir mejor la gallar­día de un cuerpo bien nutrido y de una cabellera bien peinada.

Su contacto diario con la miseria ambiente le dejaba insensible, y se veía en él cierta repugnancia a acer­carse a los presos más miserables y desharrapados. Or­gulloso y vano—con esa vanidad que en las mujeres lla­mamos coquetería—, dejaba los menudos menesteres de su misión dentro de la cárcel en manos de otro cura más humilde, aunque no menos hipócrita. Cristobita sólo actuaba en los aniversarios y en las grandes so­lemnidades carcelarias, donde podía lucir su mímica y su verbo ante presos y autoridades y donde, vestido y alhajado con los ornamentos litúrgicos más costosos,

podía deslumhrar a propios y extraños con la arrogan­cia de su figura procer.

Aparte de esto, nada se le podía reprochar a Cris­tobita. Si no «consolaba» a los tristes, tampoco enfa­daba con su presencia a los que harto teníamos con aguantar al Peones, a la Marquesema. al Manorrota > a! resto de oficiales y guardianes más o menos salvajes que nos humillaban y torturaban constantemente con su trato inhumano.

Nosotros quedábamos tranquilos y él satisfacía su orgullo.

— o —

El «día grande» había llegado. Lo anunciaba una diana florearla en la que Currito, el corneta de la pri-

VAIÜKIO sión, y otros dos más, arraneaban a los instrumentos fiorituras y cadencias cuarteleras de sonoridades ale­gres.

El día se abría paso entre los últimos celajes de la noche, y una raya nítida y rosada que se iba ensan­chando en el horizonte, anunciaba una jornada solea­da y apacible de otoño madrileño.

El recuento fué hecho sumariamente por oficiales en­domingados, con suavidad y despreocupación inhabitua­les. Las rejas de los dormitorios fueron abiertas y— ¡cosa extraña!—se pudo circular libremente por todas las galerías y hasta bajar y subir al patio ante la indi­ferencia de los funcionarios, atentos sólo a las órdenes del director y a ultimar los detalles de la fiesta.

El desayuno, que corrientemente era un agua negra algo dulce, a la que irónicamente llamábamos café, había sido sustituido por un café «de verdad», mezcla­do con leche, bien azucarado, con acompañamiento de un bollito como extra.

El patio central respiraba fiesta por los cuatro cos­tados.

En el centro se había instalado un soberbio altar en­cima de una plataforma, a la que se accedía por una escalinata de madera recubierta de alfombras y a cu-vos evtremos una profusión de macetas, ramajes y ador­nos, daban al conjunto un aspecto verbenero. En la cúspide se había colocado una imagen de Nuestra Se­ñora de la Merced, grande y repintada.

Frente al altar se alzaba una tribuna con grandes cortinajes y un telón de fondo (un soberbio tapiz) de­corado con el águila y las flechas del escudo falan­gista. Un gran retrato del «caudillo», colgado sobre la tribuna, ocupaba un lugar preferente. A lo largo de los muros, en toda la extensión del patio, lucía una pro­fusión de banderas y gallardetes del Movimiento, y los altavoces de la rotonda no cesaban de gritar músicas y canciones de moda.

Se había desembarazado el patío de las cosas que pu­dieran desmerecer a la vista de los visitantes que se esperaban, y la sala de baños (cerrada durante todo el año), con su pequeña piscina y sus modernos lavabos, abría de par en par sus puertas, no para aseo de los reclusos, sino para ofrecer a los visitantes un aspecto del confort y abundancia de agua (?) de que disfru­tábamos*

Los reclusos más «presentables» habían sido vestidos con flamantes «monos azules» y alpargatas nuevas; y los que por su aspecto físico denunciaban la tragedia real en que vivíamos, habían sido recluidos en la sép­tima galería, lejos de miradas indiscretas. Todo había sido previsto, hasta el menor detalle.

Por las ventanas de las cocinas salía un tufillo ape­titoso de carne frita y guisado nutritivo, que nos tor­naba impacientes de la hora de la comida.

— o — La animación era extraordinaria. En la tribuna, ade­

más de las jerarquías militares y civiles y de las auto­ridades de la prisión, con uniformes y condecoracio­nes deslumbrantes, se encontraban igualmente numero­sas señoras y señoritas que, aunque adivinábamos en ellas su desprecio hacia nosotros, no por eso atraían

menos, con sus redondeces provocativas, miradas vo­races.

Formados en filas regulares, con las que ocupábamos más de la mitad del patio, oíamos—como el que oye llover—la misa que se celebraba; y percibíamos el pe­netrante olor al incienso que se quemaba sin tasa, sin que por ello dejásemos de olfatear ese otro incienso más sustancioso que exhalaban las ventanas de las co­cinas.

La misa tocaba a su fin. Cristobita, más repeinado y más vanidoso que nunca, con su roquete blanco y el semblante respirando satisfacción y orgullo, había adoptado una pose interesante al pie del altar y junto a una mesita vestida de morado con sabanilla blanca.

Su verbo, manso al principio, casi susurrante, iba subiendo el diapasón de voz hasta adquirir tonalidades estudiadas y netedad precisa. El mismo se desbordaba en su afán de destacar sus habilidades de orador en­trenado y dilecto. En su exordio no encontraba obs­táculos ni barreras infranqueables. En su bracear in­cesante, en el señalar preciso de sus manos y de su índice, tan pronto dirigía éste hacia las nubes para indicarnos la morada de un Dios patriarcal y barbudo, como lo apuntaba, con la misma energía al suelo, para mostrarnos las miserias de la tierra. Al cabo de una hora de infatigable bracear y decir, había llegado a la parte final del discurso:

—Y para terminar, hermanos, mirad bien a Nuestra Madre Excelsa de la Merced. (Y al decir esto se vuel­ve hacia la imagen, señalándola con el dedo en- un ges. to teatral). ¡Miradla bien! ¿Quién se opone al reinado de tan Divina Señora? ¿Quién se alza frente a ella con los poderes infernales de su rebeldía contra Dios?... ¡Frente a ella está Lucifer! (Se vuelve y señala enfren­te, sin reparar que su dedo apunta exactamente hacia el retrato monumental de Franco). ¡Miradlo bien! ¡Lu­cifer, que con halago satánico quiere llevar al mundo a la perdición eterna! Pero está escrito: ¡Sus poderes no prevalecerán!...

Su dedo señalaba siempre la imagen del «caudillo», y sus ojos, vueltos hacia nosotros, arrojaban chispas in­fernales, mientras sus cejas se fruncían, dando a su rostro ese aspecto de ferocidad desconcertante que lo transfiguraba...

... Era la única vez que Cristobita nos había conven­cido.

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@.zÁMÍ@a de £!@mdmá

TURISTAS dentro y fuera de España SE ha dicho y escrito bastante en la prensa lil>eral y muy particular­

mente en la libertaria, sobre el desarrollo del turismo en España durante los meses del verano último. También las emisoras y vo­

ceros franquistas, al unísono con ciertos rotativos de derechas en el extran­jero, han propagado las numerosas visitas que ha tenido la Península Ibé­rica.

Naturalmente, las impresiones dadas, por quienes han obser. ado i y venir de personas, han sido tan variadas como distintas son las preocu­paciones de quienes las dieron. Por ejemplo: las agencias de turismo de España y del extranjero, se han dedicado exclusivamente a propagar las bellezas naturales del país con vistas a conseguir el mayor número de via­jeros y por lo tanto de beneficios financieros. Las más influenciadas y so­metidas a las instituciones oficiales del Estado franquista, han procurado, incluso, no mezclar ningún tono político, en principio, a la propaganda turística. No ha sido igual, sin embargo, la tónica de las emisoras de la España actual, ni la labor hecha por corrientes políticas en el exterior, de marcado acento franquista, de la cual me ocuparé después; es decir, de los últimas, puesto que en cuanto a las primeros, es de conocimiento general la gala sostenida con un orgullo de impotentes al verse visitados, queriendo blasonar de que allí, se recibieron bien y salieron satisfechos, quienes cruzaron la frontera.

Otros comentarios, más auténticos y sin tanto ruido a propaganda baja, sino clara, concisa y serenamente, han afirmado y puesto en evidencia lo que con la más mala intención y descaro se trataba de ocultar al tu­rista. En los semanarios londinenses «Tribune», «New Statain and Na-tion», y otros de amplia y buena divulgación, bien acogida entre il pú­blico de habla inglesa, se han ofrecido reportajes de la \ ida social y mi­serable del pueblo español, en donde no han faltado los detalles más im­portantes de la tragedia popular para hacer frente a la existencia: estado económico del país, condición moral, física y material de la clase obrera, situación del grado democrático en la vida política, ele.

En otras publicaciones, en libros y en revistas gráficas, quienes logra­ron adentrarse en Ja España—oculta a los ojos de quienes buscan sólo el sol y los bailes alegres—, comprobaron y ofrecieron los rasgos auten­tices y tristes de los niños desamparados, sucios y eufertmos, las madres

por GERMEN-y esposas con sus cestas en el brazo, vendiendo en calles y lugares cén­tricos mercancías inasequibles en las tiendas, sólo para vivir y poder dar de comer a los suyos. Un reportaje gráfico en este sentido se dio en el se­manario Picture Post y otro muy parecido, al mismo tiempo que se com­paraba con otras fotografías de la clase privilegiada, aparee ó con ante­rioridad en lllustratí'd, al cual dirigió la emisora franquista serios repro­ches e insultos en una de sus emisiones nocturnas.

Por nuestra parte, hemos mencionado esta molesta cuestión del turis­mo en España, en diversas ocasiones, y mientras subsista esa marcada ten­dencia a presentar el reverso de la medalla, nos afanaremos . n criticar­la con conocimiento de causa, que es como entendemos se enjuician las cosas. Afortunadamente, estas personas, las que van a España y regresan con i xpresión acentuada de alegría, sólo nos saben decir de colores v so­lemnidades. Digo afortunadamente, porque su propia impresión, tanto per­sonal, como la que nos traen, son un fiel reflejo de la mentalidad que usan. Nos hablan de «togos», de «gitagas», y de los buenos platos que comieron en los hoteles más lujosos. Quince días en el Sardinero, o re­corriendo museos y centros religiosos, en coche privado o en autocares, con «cicerones» y toda clase de atenciones, no es conocer la España que, en realidad, sufre y lucha con una estoícidad sin ejemplo en ninguna otra parte.

Han sido numerosos los turistas que han cruzado los Pirineos este año que termina; unos fueron con ganas de conocer España, desafortuna­damente en mala época, puesto que se quedaron sin conocer aquellos re­lieves populares que acentuaban el espíritu noble y alegre de los espa­ñoles, unas veces con más preocupaciones que otras, pero siempre joviales; otros han regresado sin dar juicio alguno de lo que vieron, constándonos fueron algunos escritores que pudieron usar su pluma al servicio de la verdad, sobre todo ingleses. Unos pocos, no perdieron el tiempo para pro pagar la tragedia interna de la Península Ibérica; los hemos leído con interés, con mucho interés, cuando nos han dicho lo que vieron y escu charon allí. Otros pocos, han sido osados, exageradamente osados, porque Vieron solo el lujo de la clase privilegiada, fueron pasto de ese medio ambiente aristócrata y nos hablaron de España, .sin escrúpulo alguno y sin que su encendida conciencia católica fuera ahogada por el remordimiento. ¡Pobre religión cristiana convertida en cueva de fariseos y de tunantes! ¡Menudo ejemplo para la obra de proselitismo, dan esas personas!

El doctor Halliday Sotherland ha sido uno de los agraciados en ser turista en España. Había contribuido con un libro (SpOnith Journey, en 194&) y a la sazón fué recibido por Franco, lo que equivale a dejar sen­tado sus simpatías por el régimen. Ahora su labor ha sido una serie de artículos en el semanario católico inglés The Universe, bajo el título de

Spain To-day». Aparte de calificar que "allí no existe el telón de acero-, porque él, amigo de los franquistas, no fué molestado, ni pensó tampoco en que el i pañol, selecciona minuciosamente a los que di BJWI ir a España en calidad de turistas especiales, alega en la primera parte <1 su artículo, la necesidad de que se desarrolle el intercambio del turismo. Aboga por que vayan los obreros ingleses a España y vengan los espa­ñoles a Inglaterra. Claro que. al desconocer las condiciones económicas de los trabajadores españoles, así como los obstáculos que encuentran si reclaman una salida temporal de España, le hace hablar más d • lo pon­derado y comedido para un escritor al servicio del Franquismo, (ionio (I hombre aparenta desconocer las dificultades esenciales para que una fa­milia salga de fronteras hacia afuera, a menos que no tengan toda clase de recursos, con evidenciar su torpeza y darnos por enterado de su «se­rie» nos conformamos. Sin embargo, lo más denigrante y fuera clt toda lógica es que el mismo "generalísimo» mantenga esa propia opinión. Sí, amigo lector, Franco le dijo que «le gustaría se realizaran estas visitas reciprocamente entre todas las clases, especialmente entre los obreros ma­níales de ambos pai

Se nos convencerá fácilmente de que las fronteras están abiertas y se le dispensarán toda clase de atención—por aquello de que regresan con miel en los labios—a quienes vayan; pero nos quedamos con el conven­cimiento también de que, de España, a menos que no sea con mucho sa­crificio o con medios económicos, no sale nadie. ¡Si lo sabremos nosotros!

SUMARIO: Nace una «vedette» en EE. UU. - La grandeza no está en Hiroshima.- La policía no tiene fronteras.- Seguro de vida y catolicismo.-Rebaja en Berlín.~Se asesina en cada página.

I

LA p r e n s a e s t a d o u n i d e n s e h a e n c o n t r a d o u n a n u e v a «vedette» , d i g n a d e figurar e n l a pri­m e r a p á g i n a d e todos los ro ta t ivos . Pero

Hol lywood n o h a t e n i d o n a d a que ver en el descu­br imiento: ni H o l l y w o o d ni B r o a d w a y .

¿De qué se t r a t a e n t o n c e s ? De a l g o que h a he­c h o p a s a r a s e g u n d o p l a n o la guerra d e Corea, la conferenc ia de l d e s a r m e e n París , la unifica­c ión europea , l a s e x p e r i e n c i a s a t ó m i c a s d e N e v a ­da: l o s e s c á n d a l o s fiscales que r e c i e n t e m e n t e se h a n d e s c u b i e r t o e n Y a n q u i l a n d i a .

D e s p u é s de l a s i rregular idades s e n s a c i o n a l e s que d u r a n t e los ú l t i m o s m e s e s se h i c i e r a n públi­c a s e n E s t a d o U n i d o s ( e scánda los del «c inco por c iento» , d e «las neveras» , de los «abr igos d e vi-són» , de «los impues tos» ) , ia corrupc ión d e lo-func ionar ios federa les es el t e m a de m o d a p a r a la prensa y l a s d i s c u s i o n e s ca l le jeras . Y la not i ­cia de que el juez M u r p h y — s e g ú n se dice , u n o de los m a g i s t r a d o s m á s a u s t e r o s del pa í s — h a a c e p ­tado el o f r e c i m i e n t o de T r u m a n p a r a d ir ig ir la i n v e s t i g a c i ó n e n t o r n o a las i rregular idades , v i ene a dar m á s i m p o r t a n c i a al prob lema.

D e s d e h a c e d o s s e m a n a s , los per iódicos amer i ­c a n o s ded ican e n o r m e e spac io a l a cues t ión . El m i n i s t r o a d j u n t o de Jus t i c ia , L á m a r Caudle , ha t e n i d o que d imi t i r—al parecer , pres ionado por el propio T r u m a n . Y n o ser ia dif íc i l que Mac G r a t h , t i tu lar del m i s m o m i n i s t e r i o , lo i m i t a r a a breve plazo, d a n d o asi s a t i s f a c c i ó n a b u e n a parte d e la o p i n i ó n públ ica , que lo a c u s a d e haber « c e r r a d o los o jos» a n t e las i n m o r a l i d a d e s .

H a s t a la F . B . I — l o s t a n c o n o c i d o s a g e n t e s fe­dera les—se h a n mov i l i zado y p r e p a r a n u n a ofen­siva. Aunque quizás é s t a tropiece con m á s de u n a dif icultad, ya que e s t a r í a n c o m p r o m e t i d a s e n el «affa ire» var ias p e r s o n a l i d a d e s públ icas d e re­n o m b r e , p e r t e n e c i e n t e s al par t ido d e m ó c r a t a . Y a la a d m i n i s t r a c i ó n g u b e r n e m e n t a l n o h a d e in te ­resar le u n d e s p r e s t i g i o públ ico en v í s p e r a s de e l ecc iones .

¿ L i m p i e z a c o m p l e t a o barr ido e spec tacu lar? Y a lo veremos. . . si es que a l g o n o s d e j a n ver los re ­p r e s e n t a n t e s d e u n a d e m o c r a c i a que t i e n e pudor v irg ina l . A u n q u e h a y a perdido la v i rg in idad h a c e y a t iempo. . .

II Si b ien es c i er to que n u e s t r o F O T O M O N T A J E

INTERNACIONAL, e n f o c a casi s i e m p r e aquel lo que fuerza a u n a a c t i t u d d e cr i t i ca—desgrac iada­m e n t e , pocas n o t i c i a s d e n u e s t r a é p o c a i n v i t a n al e log io o a la s i m p l e b e n e v o l e n c i a —, t a m b i é n es verdad que n o s c o m p l a c e m o s en h a c e r re ferenc ia a t o d o l o que d i g n i f i c a l a ac tua l idad . Y hoy , por for tuna — n o l l e g a m o s a dec ir «por casua l idad» — p o d e m o s l i c i t a m e n t e s e n t i r o p t i m i s m o .

Las ú n i c a s v í c t i m a s d e la c i e n c i a c o n t e m p o r á ­n e a n o son , l e c t o r e scépt i co , l o s h o m b r e s que h a n m u e r t o e n H i r o s h i m a . H a y seres que h a n d a d o y d a n su v ida — a n ó n i m a m e n t e , a veces — c o n el ob­je to d e q u e l a c i e n c i a sa lve la d e s u s s e m e j a n t e s . Y ta l es el c a s o del doc tor i t a l i a n o G i o v a n n i P a u -le t ta , m é d i c o b i e n conoc ido e n los m e d i o s c ient í ­ficos europeos , que a c a b a d e m o r i r después de h a ­berse i n y e c t a d o , a t í t u l o d e exper i enc ia , lo que creyó ser u n r e m e d i o eficaz c o n t r a la «pará l i s i s in fant i l » .

D irec tor d e u n laborator io d e p r o d u c t o s f a r m a ­céut i cos , P a u l e t t a t rabajaba d e s d e h a c e a ñ o s en la búsqueda d e un suero que fuera c a p a z d e curar l a terr ible e n f e r m e d a d . Y c u a n d o creyó h a b e r l o h a l l a d o , q u i s o ser él el p r i m e r o en e x p e r i m e n t a r s u s e f ec tos , i n o c u l á n d o s e p r e v i a m e n t e el v irus d e la po lyomie l i t i s . Con el r e s u l t a d o de m o r i r a los pocos d í a s , y a que el p r e t e n d i d o r e m e d i o le provocó u n g r a v í s i m o t r a s t o r n o genera l .

U n caso tr i s te , es c i er to , pero Heno de granúeza . Más i m p o n e n t e que m u c h o s h e r o í s m o s d e opere ta y que t o d a s l a s v a l e n t í a s a l a b a d a s a d iar io por los pro fe s iona l e s del e logio . »

I I I Hay d e s c u b r i m i e n t o s que d a n risa y que pro­

ducen , a l m i s m o t i e m p o , i n d i g n a c i ó n . El que co­m e n t a m o s es u n o de el los: la o p i n i ó n públ ica i ta­l i a n a a c a b a d e «descubrir» que la piolicia tor tura a los deten idos . . .

.•.Candidez o h i p o c r e s í a ? Valdr ía la p e n a d i scu­tir el caso . Lo c ier to es que el s u c e s o h a s ido b ien s imple: el obrero Lione l lo Egidi fué a c u s a d o pol­la pol ic ía d e h a b e r a s e s i n a d o a c u c h i l l a d a s una n i ñ a d e doce a ñ o s . El d e t e n i d o reconoc ió el h e ­cho , firmando l a c o r r e s p o n d i e n t e d e c l a r a c i ó n ; pe­ro poco m á s tarde , f r e n t e al juez, p r o c l a m ó su inocencia, , a s e g u r a n d o que las t o r t u r a s que se le inf l ig ieron por par te de los a g e n t e s po l i c ia les , lo

o b l i g a r o n a firmar la d e c l a r a c i ó n que se redactó . El h e c h o h a s ido a m p l i a m e n e t c o m e n t a d o por

la prensa , p r e s e n t á n d o l o c o m o a l g o sorprendente y e x t r a o r d i n a r i o . Y eso , en b u e n r o m a n c e , equi­vale a descubr ir A m é r i c a q u i n i e n t o s a ñ o s después de Colón.. . Porque ¿es acaso la p r i m e r a vez que se c o m e t e u n a m o n s t r u o s i d a d parec ida? ¿O se cree t o d a v í a que só lo los r e g í m e n e s d i c t a t o r i a l e s recurren a l a s tor turas c o m o m é t o d o n o r m a l d e i n v e s t i g a c i ó n ?

Aquí y a l lá , s ea cual sea la e t iqueta y el color del s i s t e m a g u b e r n a m e n t a l , s ea cual sea el cód igo pena l , s e a cua l s e a l a d e v o c i ó n por la d e m o c r a ­cia, la pol ic ía es s i e m p r e un cuerpo de terror m á s o m e n o s l ega l izado . Y n o c u e n t a el h o m b r e para e l la , ni el d e r e c h o de l e g i t i m a d e f e n s a , ni el de­ber d e respe tar al ind iv iduo .

IV Los b u e n o s ca tó l i cos n o ' t e n d r á n m á s r e m e d i o

que suscribir un seguro de v ida. Porque el d i c t a ­dor de l para í so ce le s t ia l e s t á d e m o s t r a n d o , d e s d e h a c e a l g ú n t i e m p o , u n a c o m p l e t a n e g l i g e n c i a e n lo que a sus fieles s e refiere; y a f a l t a de a y u d a d i v i n a , la t a n h u m a n a a y u d a de l a s c o m p a ñ í a s d e s e g u r o s p a r e c e i m p r e s c i n d i b l e .

H a c e var ias s e m a n a s h i c i m o s a lus ión a u n mor­tal a c c i d e n t e sufr ido por var ios peregr inos ecua­t o r i a n o s . Y h o y es el t e c h o d e u n a ig le s ia — Esta­d o d e Guar ico , V e n e z u e l a — que se h a d e s m o r o ­n a d o sobre los a s i s t e n t e s a l a m i s a habi tua l ; con el a g r a v a n t e de que las v i c t i m a s h a n s ido n i ñ o s , en su mayor ía , que f o r m a b a n p a r t e del coro.

U n a t r a g e d i a do lorosa , que parece u n a d r a m á ­t i c a ironía . S i e t e pequeños que n o v o l v e r á n a en­tonar c a n t o s l i túrg icos , que n o v o l v e r á n a son­reír a h u r t a d i l l a s d u r a n t e la misa . Y que d e j a r á n un vac io en los c o r a z o n e s de var ias m a d r e s , va­c ío que n o a l c a n z a r á a c o l m a r el fr ío c o n s u e l o d e u n sacerdote .

N o s c o m p l a c e m o s a h o r a en dar u n a b u e n a no ­t ic ia , p a r a probar que la c a r e s t í a de l a v ida n o es u n f e n ó m e n o s g e n e r a l en t o d a Europa. ¿Que au­m e n t a n a d iar io los ar t í cu los de pr imera neces i ­dad en la m a y o r í a de pa í ses occ identa l e s? Es cier­to. P e r o n o ocurre l o m i s m o en A l e m a n i a de l Es te , d o n d e d i c h o s ar t í cu los d i s m i n u y e n c o n t i n u a m e n ­te su precio.

V e a m o s el h e c h o . U n a c a s a ed i tora de B e r l í n —pared Inter ior d e l a c o r t i n a de h i e r r o — h a a n u n ­c iado , c o n b o m b o s y p la t i l lo s , que l a s obras comi-p le tas d e l g e n e r a l í s i m o S t a l i n c o s t a r á n única­m e n t e 76 m a r c o s en lugar de 97. Y e s a d e c i s i ó n n a c e e n el d e s e o d e pos ib i l i tar a los c i u d a d a n o s t e u t o n e s la adquis ic ión «de un m a g n i f i c o rega lo de a ñ o nuevo , a l a l c a n c e d e t o d a la poblac ión» .

Q u i z á s los e t e r n o s d i s i d e n t e s — t r o t z k i s t a s , tru-m a n i s t a s , t i t i s t a s , a n a r c o f a s c i s t a s y o t r o s v i les r e p t i l e s — p o n d r á n e n d u d a el h e c h o d e que l a s obras c o m p l e t a s d e S t a l i n s e a n ar t í cu los d e pri­m e r a n e c e s i d a d . Pero eso n o h a de ser o b s t á c u l o p a r a que el m a g n o a c o n t e c i m i e n t o sea f e s t e jado por t o d o s los a m a n t e s d e l a cu l tura , l a c h e k a y el k o n f o r m i s m o .

¿Los ber l ineses n o pueden c o m p r a r p a t a t a s ? Pero pueden, en c a m b i o , adquirir un o r t o d o x o pan espir i tual .

VI Ha t e n i d o lugar r e c i e n t e m e n t e , en los loca les

de la L i g a de E n s e ñ a n z a f rancesa , u n a expos i c ión sobre obras y p u b l i c a c i o n e s d e s t i n a d a s a la i n f a n ­cia. En la secc ión c o n s a g r a d a a l c ine , se p r o y e c t ó u n p e q u e ñ o film d e s t i n a d o a d e n u n c i a r el c a r á c ­ter n o c i v o de c i e r t a prensa in fant i l ; el t i tu lo de la pe l í cu la—elocuente d e por s i—era «Se a s e s i n a en c a d a p á g i n a » .

La a p o l o g í a del c r i m e n , de l r a c i s m o , del a l co ­h o l i s m o , de la v io lenc ia e n t o d a s sus e x t e r i o r i z a -c iones , de la idolatr ía al poder autor i tar io , de l s a ­d i s m o , a p a r e c e n en el film c o m o rasgos t íp i cos d e m u c h í s i m a s publ i cac iones d e s t i n a d a s a la i n f a n ­cia. E n e l las se h a c e u n a i n c o n s c i e n t e p r o p a g a n ­da por todos los bajos i n s t i n t o s de l h o m b r e , fa l ­s e a n d o l a e d u c a c i ó n d e los n i ñ o s y a d m i n i s t r a n d o verdaderas d o s i s de terror a b s u r d o y perjudic ia l p a r a la f o r m a c i ó n d e los futuros h o m b r e s .

N o q u e r e m o s repet ir lo t a n t a s veces d i c h o des ­de e s t a s m i s m a s c o l u m n a s . B a s t e recordar , c o m o coro lar io a la e x p o s i c i ó n a ludida , que a c a d a ins­t a n t e del presente , a n t e n u e s t r o s ojos , h a y inf ini ­dad d e n i ñ o s que se e n v e n e n a n con u n a l i t era­tura mórbida , m o n s t r u o s a , m i e n t r a s pred icamos idea les d e paz, d e b o n d a d y d e jus t ic ia .

«Se a s e s i n a en cada página». . . Y se a s e s i n a el futuro, el g e r m e n d e lo que h a b r í a d e ser un m u n d o mejor .

CARTAS PE ITALIA W ^ ^ ^ W V W W W i

Polca productora de hambre U N organismo gubernamental eco­

nómico, establecía ha un par de años, como consecuencia de una

encuesta sobre la situación económica Italiana, la necesidad de 60 mil liras mensuales de salario, para la seguridad de la familia «tipo», lo que componía, según el organismo en cuestión, el mí­nimo vital.

No obstante, la misma comisión gu­bernamental que documentaba sobre el precario estado de la clase productora italiana (el trabajador- percibe, como promedio, 28 mil liras mensuales, sien­do tan sólo en España donde se vive en peor condición) no tomó medida algu­na para hacer frente a la situación trá­gica, cada día agravada por el continuo aumento del costo de la vida, que siempre supera, de mucho, los esquelé­ticos y raquíticos aumentos del salario de los obreros. A lo que viene a jun-

Por ALDO VINAZZA tarse, como colofón de la situación, la continua mengua de los artículos y el constante licénciamiento o despido de obreros, efectuados por la burguesía italiana con el fin de destrozar y obs­taculizar la unión de los trabajadores. Esto, que forma parte del programa de actuación de la burguesía, se efectúa mientra se busca el sometimiento total a los designios del imperialismo ame­ricano.

El aumento de producción bélica, al que tanto se inclina la actuación del gobierno, es la sola medida tendente a minimizar los efectos del paro forzoso. Sola medida, contraproducente por los resultados adquiridos, tomada por el go­bierno, con el fin de desembarazarse de los trabajadores hambrientos que empie­zan a significar una constante y cada día mayor amenaza. El problema del paro forzoso fué causa de dar mayor incremento a la emigración. Dirigiendo, de los dos millones de paradas, muchos obreros a Francia, Bélgica, Gran Bre­taña y países ele América, para aumen­tar la producción de carbón y de hierro en tales naciones.

No queremos hablar de las miserias de los emigrantes italianos en Sur-Amé­rica (condiciones bestiales y tratos bes­tiales, faltos de habitación, pésimas condiciones higiénicas y de alimenta­ción, etc.) porque la voz de miles de repatriados del infierno brasileño, vene­zolano y argentino, han llegado a oídos del mundo entero.

No obstante, la acción gubernamen­tal se limitó, no demasiado felizmente, en el esfuerzo de convencer al traba­jador de la necesidad de dar al pro­grama de rearme un carácter de «efi­ciencia por parte del pueblo italiano, dispuesto a ayudar al bloque occiden­tal, como le correspondía; con la desin­teresada actuación y esfuerzo del pue­blo».

Un proletariado consciente de sus de­beres, no arrastrado por credos políti­cos ni capillas de partido, aconsejado por sus organizaciones sindicales, hu­biese podido hacer firme oposición a los planes del gobierno. Empero, el tra­bajador, engañado, sorprendido en su buena fé por las fraseologías pseudo-

revolucionarias de sus dirigentes, cayó en el engaño pacifista y nacionalisia. Cayó bajo los complejos planes de los imperialistas orientales por obra y ac­ción de sus sucursales que, tras haber tendido la red, se sirven de los traba­jadores dirigiéndoles hacia caminos tor­tuosos, acciones nefastas y erróneas, ha-riéndoles atacar inútilmente objetivos inexistentes, y, hasta en ocasiones, de carácter reaccionario. Y se permite, lo permiten los seguidores, que los falsos pastores del socialismo, en nombre de los derechos del proletariado, se pon­gan a discutir—como si no fuera obra de la burguesía—de negocios, de econo. mia y hacienda con los patronos, para encontrar una solución a la crisis que, en suma, ha sido y es producto de ñ< misma burguesía. Tratos y componen­das con patronos y ministerios, en nom­bre del proletariado y a espaldas de los intereses verdaderos de éste.

En vez de buscar un arreglo ten­dente a nivelar los salarios con el costo real de la vida, teniendo en cuenta los vertiginosos aumentos de los productos de primera necesidad (en pocos meses el costo real de la vida ha aumentado el 13 pour ciento), a lo que vendrá a su­marse un aumento, para el año nuevo, del 25 por ciento, a renovar en la mis­ma forma a partir de enero del año 53. Aumento que agravará aún más las ¡jo­cas posibilidades de adquisición de las masas. Las tasas o impuestos guberna­mentales se verán aumentadas en un mínimo del 50 por ciento y un máximo del 200 por ciento; y, como es natu­ral, este aumento deberá ser pagado también por los trabajadores, puesto que los patronos, negociantes y comer­ciantes les harán frente apretando más las clavijas a los obreros.

Y todo para el rearme. Para hacer frente a las necesidades que ha creado el aluvión, el gobierno hará un emprés­tito, colaborando a aumentar más aún la deuda pública (girando actualmente sobre los mil millones de liras). Para hacer frente a lo cual, el gobierno es­tablecerá nuevos impuestos, nuevas res­tricciones a tenor de lo que lo son ya las de los trabajadores. Para lo cual se justificará con las 200 liras al día que perciben los desocupados...

Este estado de cosas durará hasta que los trabajadores dejen de seguir sus dirigentes, con el «bluff» de la polí­tica productivista, colaboracionista y «pacifista» burguesa. La experiencia nos enseña que sólo una lucha, diente por diente, contra la burguesía, ha per­mitido a los trabajadores conquistar un mejor nivel de vida y un poco de liber­tad. Esta es la sola senda que debe se­guir el trabajador italiano.

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ERRATAS

En la última «Carta de Italia», se han deslizado algunas erratas que tene­mos especial interés en precisar. Al re­ferirse a las pérdidas causadas por tas inundaciones, en Calabria, Sicilia y Cerdeña, debía decir «16 mil millones. 15 mil millones y 4 mil millones de liras», respectivamente, y no 16 millo­nes, 15 millones y 4 millones.

/Avance o retroceso? ¿

I 15.000 DETENCIONES! HE AQUÍ LA LECCIÓN

T ENÍAMOS U¡ seguridad de que /« deteiu ion de Rudolf Stansky. gx secretario gt neral del P. C. checo­

eslovaco—ya lo habíamos anunciado— ilia a desencadenar una fuert • depu­ración en el seno del partido. Pero ni por ufl momento, pese al conocimiento que tenemos de los medios expedito os litado* por el stalin-fascisnw y de lo que para ellos significan la libertad y la vi­da humana; a pesar de todas nuestras afirmaciones, no pudimos imaginar que ¡a represión iba a alcanzar la cifra con­

seguida: 15.000 detenciones hun tido operadas por ese motivo, entre las que se encuentran un buen número de per­sonalidades 'comunistas», entre ellas, Gemindor, ex secretario adjunto del P. C.

Igualmente el tribunal militar de Szezecin, en Polonia, ha condenado a muerte a Tadenz Cimbel, más cuatro de sus «cómplices», a penas que osci­lan entre los ocho y quince años de prisión, acusados de «agentes del ser­vicio lecreto americano».

Hemos afirmado más de una vez el carácter imperialista del régimen sovié­tico; la analogía de sus procedimientos con el fascismo; la similitud expansio-nitta del ejército bolchevique, con no

importa qué otro, 710 al servicio del pueblo, sino de la nueva casta impe­rante, ascendida al calor de la revolu­ción, sostenida por la sangre de la cla­se trabajadora y afianzada por el tenor; hemos querido hacer resaltar que los intereses de un partido son, en todos los casos, contrapuestos a los del pueblo, a los de la humanidad. Hemos querido llevar al cotazón del pueblo la verdad que se 'le ocultai, el conocimiento de tos males <jue le acecham

«¡Demagogia, calumnias, palabras!', se nos ha gritado, y a ese fanatismo desencadenado, no han sido, no son pa­labras, sino hechos, los que conscien­temente le ofrecemos: hechos bárbaros y sanguina) ios que, ciertamente, nos

horripilan, ofreciéndonos la imagen real de la tortuosa conciencia de sus eje-cutores, como de sus defensores en el mundo entero. Candidatos futuro» a la suerte que el Kremlin reserva hoy a tu «hombre de confianza»: Slansky.

No podemos, por su ruindad, menos que. despreciarles. Aunque, mañana, como en el caso presente, dando al ol­vido las ofensas, habremos de compa­decerlos, de hacer su defensa si es pre­ciso en nombre de un humanismo e/ue poseemos y qve ellos no supieron, o en nombre de mezquinos intereses y bas­tardas pasiones, no quisieron conocer. Por encima de nuestras diferencias ideo­lógicas, estas víctimas del «comunismo», pese a saber cuál hubiera sido su re­

acción en el caso contrario, son hoy, para nosotros, hombres, hermanos en la humanidad, carne propicia a un impe­rialismo fanático e inmisericorde, ebrio en la sangrienta orgía que detencadi -na. Por encima del hombre y del pue­blo, tenemos nuestra vista pendiente de los hombres y de los pueblos; de la humanidad. Para nosotros no existe Ru­sia, Norteamérica o Checoeslovaquia, es el universo que. cuenta, uno y múl­tiple, excelso y eterno, y es en él, allí donde existe una ví< lima, el lugar en el que se encontrará nuestra oposición, nuestra repulsa; de ahí nuestra acerba critica, no al pueblo, sino al sistema ruso, que está convirtiendo tanto a sus hombres como a los que se hallan en­cuadrados bajo su órbita, en un dolo­roso detritus, arrojado por un furioso vendaval de pasiones a los bordes de un áipero camino en el que le acecha la degradaciém y la muerte.

FRANCISCO OLAYA.

TODOS los que conocieron el Japón de la pre-guerra, y han tenido oportunidad de visitarlo última­

mente, son unánimes en sus declaracio­nes: el país se ha transformado por com­pleto.

Y es que el Japón, a pesar de su «modernización» asombrosa en el siglo pasado y en la primera mitad del pre­sente, había conservado buena parte 1' su ayer tradicional. Importó de Occi­dente sus ciencias, sus técnicas, sus métodos industriales; pero guardó siem­pre, con cierta fiereza, sus costumbres y sus hábitos mentales. Incluso el ja­ponés más evolucionado, al corriente de los últimos descubrimientos y hallaz­gos europeos, seguía siendo un ser muy diferente al occidental.

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La derrota sufrida en la pasada gue­rra, la presencia de tropas de raza Man­ca en su territorio—por primera \ ez en la historia japonesa—, provocó una transformación que afectó profundamen­te mentalidad y costumbres; transforma­ción que sólo hoy puede calibrarse en toda su amplitud.

Hubo indudablemente—y ésta es la opinión de todos los observadores más o menos objetivos—un algo roto, o trastrocado, en el alma japonesa. La creencia fanática en la invencibilidad del Japón debió por fuerza esfumarse y, al mismo tiempo, diversas ideas que constituían la estructura mental del pueblo han sido también cambiadas.

Por primera vez, se constata un cier­to nihilismo, una especie de abulia en los nipones. El clásico «complejo de derrota», acompañado esta vez de una desoladora falta de confianza para su­perar el trance.

Pero también aparece un cambio no­torio, que transforma fundamentalmente las relaciones entre individuos. Esta; si hacen menos formalistas, sobre todo en lo que se refiere al roce entre los dos sexos. Las mujeres, hasta ahora, habían ocupado siempre un sector aparte en la vida japonesa; toda su conducta estaba organizada sobre preceptos y usos muy estrictos. Reglas compensadas, para los hombres, por la institución de las «geishas»...

Y aquí viene nuestra pregunta de ' ti­tulo: ¿avance o retroceso? Porque esa liberación en las relaciones sexuales está lejos de ser una consecuencia de procesos racionales que hayan determi­nado a hombre y mujer a emanciparse de los prejuicios. Es más bien un triun­fo del instinto animal, casi una ola de sexualidad que se ha desatado robre el territorio. ¿Supone esto, pues, t;n.i evo­lución o una involución?

La literatura erótica, casi desconocida antes en el Japón, inunda hoy el país. Las tevistas pornográficas tienen un vasto público, aun entre gente madura de viejas generaciones. Existe una ge neral curiosidad sobre, todos ios proble­mas sexuales, pero se los enfoca desde un punto de vista ordinario y—ésa es la palabra—bestial.

Los japoneses han copiado de raí ocupantes las costumbres más abyectas. Es decir, han caído de un prejuicio— la coacción tradicional—en otro tan ab­surdo: la psicosis erótica.

La ola de sexualidad, como antes la calificamos, se manifiesta con las formas más diversas. Los espectáculos porno­gráficos están de moda, contando con una asistencia que se recluta entre te­das las clases y todas las edades. Y se nota un infantilismo, una .norbosa cu­riosidad, en unos y otros, que descu­bren de repente un «fruto prohibido» y quieren saciarse de inmediato.

El Japón, después de haber estado aprisionado entre las redes de una es­trecha y ridicula moral sexual, ha pa­sado bruscamente a un estado caótico en que el instinto no se detiene a 1I1 nada. El contacto con las tropas ame­ricanas de ocupación—bien conocemos las costumbres salvajes de una solda­desca en territorio ajeno—ha acentuad:) los contornos de ese cambio repentino, desvirtuado y falseado.

En resumen, un país que ha salido de una cárcel convencional para meter­se en otra: la de la animalidad más ba­ja. Consecuencias de una guerra que no ha sabido dar la paz, y de unas «avanzadas» democráticas que siguen la tradición de las hordas de Atila.

F. T. H.

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