Glavich - LAS CIENCIAS SOCIALES ENTRE LA ARMONÍA Y EL CONFLICTO

30
LAS CIENCIAS SOCIALES: ENTRE LA ARMONÍA Y EL CONFLICTO Eduardo E. Glavich * Aquellas que llamamos leyes de la naturaleza no son otra cosa que una especie de conclusión derivada de la razón con respecto a lo que se debe hacer o evitar”. [Las peores calamidades que sufre la humanidad serían eliminadas] ... si se conociesen con igual certeza las reglas de las acciones humanas como se conocen las de las dimensiones en las figuras. Thomas Hobbes, De Cive. ... después de su victoria sobre el feudalismo, el espíritu crítico de la burguesía se convierte, de un interés general en otro particular, y de una reacción práctica en otra contemplativa ... Max Horkheimer, Montaigne y la función del escepticismo. I. Introducción. Acuerdos y desacuerdos Entre los historiadores y filósofos de las ciencias existe cierto consenso en reconocer que, entre los siglos XVI y XVII, se produjo uno de los principales procesos que definieron la Edad Moderna. Desde la publicación -en 1543- de la obra de Nicolás Copérnico Sobre la revolución de las órbitas celestes, hasta la primera edición -en 1687- de los Principios matemáticos de la filosofía natural de Isaac Newton, se desarrolló lo que se ha dado en llamar la revolución científica, 1 es decir, se produjo el surgimiento de la nueva física, la física matemática. 1

Transcript of Glavich - LAS CIENCIAS SOCIALES ENTRE LA ARMONÍA Y EL CONFLICTO

Page 1: Glavich - LAS CIENCIAS SOCIALES ENTRE LA ARMONÍA Y EL CONFLICTO

LAS CIENCIAS SOCIALES: ENTRE LA ARMONÍA Y EL CONFLICTO

Eduardo E. Glavich*

Aquellas que llamamos leyes de la naturaleza no son otra cosa que una especie de conclusión derivada de la razón con respecto a lo que se debe hacer o evitar”.

[Las peores calamidades que sufre la humanidad serían eliminadas] ... si se conociesen con igual certeza las reglas de las acciones humanas como se conocen las de las dimensiones en las figuras.Thomas Hobbes, De Cive.

... después de su victoria sobre el feudalismo, el espíritu crítico de la burguesía se convierte, de un interés general en otro particular, y de una reacción práctica en otra contemplativa ...Max Horkheimer, Montaigne y la función del escepticismo.

I. Introducción. Acuerdos y desacuerdos

Entre los historiadores y filósofos de las ciencias existe cierto consenso en reconocer que, entre los siglos XVI y XVII, se produjo uno de los principales procesos que definieron la Edad Moderna. Desde la publicación -en 1543- de la obra de Nicolás Copérnico Sobre la revolución de las órbitas celestes, hasta la primera edición -en 1687- de los Principios matemáticos de la filosofía natural de Isaac Newton, se desarrolló lo que se ha dado en llamar la revolución científica,1 es decir, se produjo el surgimiento de la nueva física, la física matemática.Pero la revolución científica no sólo afectó a esta ciencia sino que se extendió al conocimiento científico en su conjunto. El ascenso de la física matemática a la categoría de ciencia -tal como hoy puede entenderse el término- aparece relacionado a una transformación en la manera de mirar y de interrogar la naturaleza; algunos autores hablan de una ‘revolución mental’ -una ruptura en el plano del pensamiento- ligada, a su vez, a una transformación radical del aspecto de las cosas: los objetos estudiados son observados a partir de aquí únicamente en sus variables cuantitativas, suprimiéndose los aspectos cualitativos, es decir, aquello que no se puede medir. La nueva ciencia ‘produce’ (y es ‘producida’ por) una transformación del

1

Page 2: Glavich - LAS CIENCIAS SOCIALES ENTRE LA ARMONÍA Y EL CONFLICTO

interés cognitivo, del objeto y del método respecto de la filosofía natural vigente desde Aristóteles.2 La matemática y la física comienzan a moverse en un mismo nivel, conjugándose de esta manera la observación y la experimentación con la matematización del universo.3 Este proceso de ‘cientifización’ (con grandes éxitos teóricos y prácticos) se correspondió, a su vez, con un replanteo en la gnoseología —teoría del conocimiento—, es decir, un replanteo de las fuentes, de los métodos y de los límites del conocimiento mismo, que penduló entre una re-fundamentación empírico-lógica del conocimiento (de la que luego hablaremos) y una negación del mismo, con el término medio de la ‘delimitación crítica’ kantiana. La revolución científica trascenderá el campo de las ciencias naturales y tendrá consecuencias profundas y prolongadas en otros dominios, por ejemplo, en el de las ciencias sociales.Hemos afirmado que este proceso de transformación producido en las ciencias naturales -paralelo al desmoronamiento político y económico del feudalismo, bajo la expansión (ideológica y territorial) del capitalismo y la consolidación del nuevo poder burgués- es reconocido casi sin controversias por distintos autores.Por otra parte, también existe acuerdo en que ‘la revolución’ en las ciencias sociales, el surgimiento de las ciencias de la cultura o las ciencias del espíritu —aunque pueda remontarse al Renacimiento con Maquiavelo y aun antes con Platón y Aristóteles— debe ser fechada en los siglos XVIII y XIX; porque el estudio científico de este nuevo campo de hechos -los problemas sociales y humanos— aparece como un fenómeno estrechamente vinculado a las alternativas del desarrollo de la moderna sociedad industrial.Tampoco existen demasiadas controversias en cuanto a que las ciencias sociales surgieron paralelamente a los Estados modernos centralizados, a los también modernos movimientos revolucionarios, y a las nuevas formas de organización del poder que se articularon en torno a las relaciones sociales consolidadas con la expansión del modo de producción capitalista. En dicho contexto, la filosofía política y la economía política —las humanidades precursoras de las ciencias sociales— se apoyaron en las ideas de El contrato social y de Mercado que “hicieron” del hombre un sujeto libre tanto para comprar y vender como para acordar el cuerpo de leyes que debe regir el funcionamiento de la sociedad.De esta manera, se acepta que las ciencias sociales llevan el sello de la modernidad y que nacieron bajo el influjo de las nuevas clases surgidas con los grandes cambios que afectaron la estructura social europea, fundamentalmente en los siglos XVIII y XIX.4

Los acuerdos entre los historiadores y filósofos de las ciencias continúan cuando se afirma que el triunfo del capitalismo sobre el feudalismo, de la burguesía sobre la nobleza, tuvo un pilar fundamental en el desarrollo científico y tecnológico. El ‘nuevo poder’ se afirmó en el pensamiento de la ciencia moderna, que le proporcionaba —además de otra manera de mirar el mundo— un instrumento imprescindible para dominar y manipular la naturaleza, es decir, para transformar el mundo. Las nuevas formas de

2

Page 3: Glavich - LAS CIENCIAS SOCIALES ENTRE LA ARMONÍA Y EL CONFLICTO

producción necesitaban un conocimiento no contemplativo de la naturaleza, esto es, una aplicación técnica de los resultados de la ciencia. Comenzaba así a desarrollarse la unión entre ciencia, tecnología y producción tan necesaria para la consolidación del orden social emergente. Pero el mismo no sólo necesitó el dominio sobre la naturaleza sino que también requirió una técnica de manipulación social tan eficiente, en lo posible, como la que había logrado en el ámbito del mundo natural. Las ciencias sociales complementaron, de esta manera, el programa que las ciencias naturales “habían emprendido” con tanto éxito, convirtiéndose en un instrumento de control político y social.5 Ambos campos científicos contribuyeron, como instrumentos teóricos y prácticos, al logro de los objetivos de la moderna sociedad industrial, y a la consolidación de “la ideología del progreso ilimitado” basada en el necesario y a la vez deseable despliegue de todas las fuerzas motoras del nuevo modo de producción.Así como la revolución en las ciencias naturales produjo una ruptura con la tradición aristotélico-ptolemaica y con la autoridad religiosa, a partir de la cual se desarrolló la ciencia moderna, las ciencias sociales por su parte -influidas por la filosofía racionalista y de la Ilustración- también tuvieron que experimentar una ruptura con las concepciones teológicas y las filosofías escolásticas que estaban muy ligadas al régimen feudal en decadencia. El ‘mismo espíritu’ que rompía con las rígidas formas del feudalismo y de la Iglesia produjo también una ruptura con la tradición esclavista y conservadora del mundo clásico, es decir, el nuevo punto de mira pretendió desafiar a muerte a ‘toda’ la metafísica occidental. Este movimiento general se basó en la confianza creciente en poder lograr una re-fundamentación positiva (empírica) y racional (lógica) de cualquier tipo de saber, en oposición a la tradición especulativa del pensamiento escolástico.Sin embargo, los mencionados acuerdos entre los historiadores y filósofos de las ciencias comienzan a no ser tales cuando nos apartamos del simple rechazo teórico de las deformaciones cognoscitivas derivadas de la religión y la metafísica, y queremos darle contenido a la aceptación formal de la relación entre el saber y el poder.Si analizamos las numerosas revueltas que se produjeron, a mediados del siglo XVII, en Inglaterra, Francia, los Países Bajos, Portugal y otros sitios, no quedan dudas de que existía una crisis sociopolítica generalizada del orden feudal, simultánea con el proceso de transformación de las ciencias naturales -con el proceso de la revolución científica- 6.Pero, cuando se intenta conectar ambos fenómenos, es decir, las revoluciones científica y política, de manera tal que el impulso básico para el desarrollo del conocimiento científico sea visto como una necesidad del incesante despliegue de las fuerzas motoras del nuevo modo de producción o más precisamente, como una necesidad de la burguesía7 que, como clase en ascenso, intenta consolidar su poder,

3

Page 4: Glavich - LAS CIENCIAS SOCIALES ENTRE LA ARMONÍA Y EL CONFLICTO

los mencionados acuerdos se convierten en irreconciliables enfrentamientos.Cuando se asocia el surgimiento y desarrollo del conocimiento científico al marco de las nuevas relaciones sociales de producción, es decir, cuando se intenta realizar un análisis de la relación ya no entre el saber y el poder ‘a secas’ sino entre el saber y las clases sociales, termina definitivamente cualquier tipo de acuerdo. Las divergencias se profundizan si se considera que, tanto la producción de ciencias naturales y de conocimientos técnicos como la producción de formas especiales de conocimiento social son parte de la sociedad industrial moderna, y que, como tales, deben analizarse en el contexto de las relaciones sociales capitalistas que reemplazaron a las viejas formas feudales de organización social.Llegados a este punto, si enfocamos ahora nuestro análisis en las ciencias sociales, los desacuerdos pueden remitirse a qué respuestas se dan a una serie de preguntas, tales como ¿las ciencias sociales están necesariamente comprometidas con el interés de una clase o grupo social? ¿Pueden las ciencias sociales eliminar el punto de vista ideológico, los supuestos sociopolíticos y los juicios de valor? ¿El ‘exitoso’ modelo de las ciencias naturales puede trasladarse al campo de las ciencias humanas?, en definitiva ¿cuáles son las condiciones de posibilidad de un conocimiento objetivo -si es que puede haberlo- en las ciencias sociales? (Conviene aclarar que preguntas como éstas pueden hacerse también en las ciencias naturales).Algunas respuestas a estas cuestiones están ligadas a dos de las grandes concepciones de la sociedad: el positivismo y el marxismo. Y esto no es una casualidad. Las ciencias sociales se consolidaron8

durante el siglo XIX -cuando la primera Revolución Industrial estaba prácticamente terminada- y emergieron bajo el signo de las nuevas clases: la burguesía y el proletariado.En dicho contexto, el positivismo, por un lado, considera el conocimiento de la vida social del hombre -conocimiento liberado de la especulación metafísica a través de una fundamentación lógica y empírica- como destinado a la preservación y al mejoramiento armonioso y continuo del organismo social. Por otro lado y en oposición, el marxismo considera necesario llevar a cabo una ruptura, una acción transformadora de la sociedad. Éste propone sustituir la filosofía especulativa y la autoridad religiosa, en el campo de las ciencias sociales, por un análisis científico -crítico- de la moderna sociedad industrial juntamente con el ejercicio de una praxis que modifique radicalmente el orden socieconómico establecido. Aquél pretende reemplazar las formas de pensamiento tradicional por una práctica positivista de la ciencia social que logre un conocimiento objetivo, neutral y libre de valores, llevada a cabo por las élites académicas9 y confiando en el desenvolvimiento, sin contradicciones, de la racionalidad como sustento del progreso ilimitado de la sociedad.Uno elabora una teoría armonicista de la sociedad; el otro una teoría del conflicto social.

4

Page 5: Glavich - LAS CIENCIAS SOCIALES ENTRE LA ARMONÍA Y EL CONFLICTO

Los interrogantes planteados y las respuestas que dan las concepciones de la sociedad recién mencionadas se ubican en el centro del debate epistemológico contemporáneo sobre el origen, el desarrollo y la estructura de las ciencias sociales.

II. La concepción positivista como teoría armonicista de la sociedad

... nuestro principal objetivo es extender el racionalismo científico a la conducta humana.Émile Durkheim, Las reglas del método sociológico.

La reflexión filosófica acerca de los problemas sociales y humanos puede remontarse a los pensadores griegos. Para Aristóteles, la ética y la política, es decir, el saber práctico, se diferencian de las demás ciencias -el saber teorético- tanto por su contenido -las acciones humanas- como por su fin -saber para ‘hacer bien algo’-, es decir, para poner un orden racional en la conducta humana. Ética y política deben tener en cuenta lo particular, lo contingente y lo cambiante, en una especie de ‘empirismo’ que considere las opiniones de los hombres más experimentados y sabios para inferir dialécticamente la verdad, sin pretender reglas universalmente válidas, como sí lo exigía el ideal platónico del conocimiento.Podría afirmarse que hasta el siglo XVIII la mayoría de los teóricos de la sociedad no se apartaron demasiado de dicho marco conceptual para analizar los fenómenos humanos y sociales, pues sus investigaciones giraban en torno al bienestar público y a las condiciones morales de la vida buena.Sólo con el ‘exitoso’ proceso de transformación acontecido en las ciencias naturales a partir del siglo XVI (que hemos descripto someramente), y su extensión a otros campos, comenzó a difundirse la idea de que el conocimiento de la vida social podía someterse a los mismos criterios probativos que las ciencias naturales, prescindiendo de valores para descubrir las regularidades que se ocultan en el flujo de los datos de la experiencia social. Ya en el siglo XVIII, la Revolución Industrial comenzó a socavar con mayor profundidad los fundamentos del orden social establecido y, con ello, la ontología cristiana y la ética griega. No se hicieron esperar, entonces, las reflexiones sobre cómo había que reconstruir, más bien reemplazar, el orden social destruido y, a su vez, solucionar los problemas sociales que generaba el proceso revolucionario. Tampoco demoraron demasiado las teorizaciones sobre cómo legitimar el nuevo orden social. Fueron muchos los filósofos que colaboraron con este viraje del pensamiento que las nuevas condiciones históricas ‘exigían’. Casi todos, impresionados por los éxitos de las ciencias naturales, intentaron investigar sistemáticamente los problemas sociales basados en el modelo empírico-demostrativo de la ‘nueva física’.Es así como la idea de leyes naturales de la vida social debe entenderse en el contexto del combate intelectual que libraba la

5

Page 6: Glavich - LAS CIENCIAS SOCIALES ENTRE LA ARMONÍA Y EL CONFLICTO

burguesía contra el orden feudal absolutista. Tanto el derecho natural como la ciencia natural de la sociedad fueron portadores de una crítica utópico-revolucionaria ligada al siglo XVIII y a la filosofía de las luces, de la que el positivismo contemporáneo pretende ser, como veremos, un legítimo descendiente.Condorcet (1743-1794), un enciclopedista que contribuyó mucho a la formación de la corriente positivista, afirmaba que el conjunto de los fenómenos sociales está sometido a “leyes generales, necesarias y constantes” similares a las que se imponen en la naturaleza. Si se aplica el método empírico-demostrativo se puede seguir en las ciencias sociales “una marcha casi tan segura como aquella de las ciencias naturales”, y progresar en una ciencia natural de la sociedad que se aproxime al “andar de las ciencias físicas que el interés y las pasiones no pueden interrumpir”.10 Puede verse en Condorcet cómo se intenta, por un lado, alcanzar el ideal de una ciencia social neutral, libre de intereses y pasiones, utilizando sólo la experiencia y el cálculo, y, por otro, cómo el ‘naciente cientificismo positivista’ arremete contra la ideología tradicional del Antiguo Régimen sustentada en el oscurantismo y en los argumentos de autoridad: el conocimiento social debe emanciparse de los ‘intereses y las pasiones’ de cuño clerical y/o aristocrático.Un discípulo de Condorcet, Saint-Simon (1760-1825), sostiene que la ciencia del hombre debe devenir positiva -él fue el primero en emplear el término- utilizando los métodos de las ciencias naturales: afirma que “... hasta el momento el método de las ciencias de observación no ha sido introducido en las cuestiones políticas; cada uno ha mantenido su forma de ver, de razonar, de juzgar y de allí viene la imprecisión de las soluciones y la poca generalidad de los resultados. El tiempo de la ciencia madura ha llegado; ha terminado la infancia de la misma...”.11 El problema que plantea muy claramente Saint-Simon, al igual que Condorcet, de que las ciencias sociales deben plegarse al método científico natural si quieren alcanzar la madurez científica, es retomado con fuerza, como veremos, por los posteriores autores positivistas del siglo XX, sobre todo por los empiristas lógicos del denominado Círculo de Viena (véase nota 24). Por otra parte, Saint-Simon pasó de un apoyo a la burguesía a un acercamiento a la que él consideraba la clase social más pobre y numerosa -el proletariado-, situándose entre los autores del llamado “socialismo utópico”. En ambos ‘momentos’, insiste en la necesidad de un cambio de régimen que ya no está en condiciones orgánicas para justificar el reino de la opresión, con lo que puede verse el carácter crítico-revolucionario que tenían, en el siglo XVIII, los ‘precursores político-epistemológicos’ del positivismo.La filosofía de las luces insistía en recurrir a los hechos porque de esa manera atacaba (epistemológica y políticamente) las concepciones metafísicas y religiosas vigentes, afirmando, además, que la razón podía regir el mundo y que los hombres podían alterar las formas políticas y sociales de vida actuando en base a su conocimiento y a sus capacidades ya liberadas de la autoridad de los dogmas. Se estaba, en definitiva, contra el sistema absolutista dominante,

6

Page 7: Glavich - LAS CIENCIAS SOCIALES ENTRE LA ARMONÍA Y EL CONFLICTO

exigiéndole al antiguo tradicionalismo justificación lógica y empírica, es decir científica, de las definiciones que el mismo daba de la realidad social. Sin embargo -ya ocurrida la Revolución Francesa, consolidado el capitalismo, en pleno proceso de organización de los Estados modernos, y con la emergencia de incipientes movimientos revolucionarios proletarios-, otro filósofo francés, A. Comte (1798-1857), discípulo de Condorcet y de Saint-Simon, rompe con esta visión excesivamente crítica y negativa de sus maestros, produciendo la transmutación de la visión positiva del mundo en ideología.12 Convirtió la concepción revolucionaria de los primeros * Gran parte de este trabajo es el resultado del intercambio de ideas con María Gabriela Murias quien, además, me ha sugerido algunas lecturas que me fueron de mucha utilidad.Agradezco, también, la lectura crítica de mis compañeras y compañeros de cátedra, especialmente a N. T. Guiber, H. A. Palma, R. R. Ibáñez, A. R. Bonnet y M. R. Lorenzo.

Notas y Referencias Bibliográficas:

1 Mucho se ha escrito sobre la revolución científica. Sólo como guía para futuras lecturas cito el libro de I. B. Cohen, Revolución en la ciencia, Barcelona, Gedisa, 1989, principalmente los caps. 5 a 10. Además, puede consultarse la extensa y completa bibliografía que se cita al final del mencionado libro.2 La crítica al pensamiento escolástico, en especial la preocupación por la estructura del conocimiento humano, puede verse muy claramente en dos obras filosóficas de la época: el Novum Organum (1620) de Francis Bacon (1561-1626) y el Discurso del método (1637) de René Descartes (1596-1650). En estas obras se aprecia el intento por establecer una nueva ‘metodología científica’ que permitiera el avance ininterrumpido y seguro de la razón y la libre observación del sujeto contra la autoridad de los dogmas de la tradición escolástica.3 Dice Galileo (1564-1642), en un conocidísimo pasaje de Il Saggiatore (El Ensayador —162—-): “La filosofía está escrita en ese grandísimo libro que tenemos abierto ante los ojos, quiero decir, el universo, pero no se puede entender si antes no se aprende a entender la lengua, a conocer los caracteres en los que está escrito. Está escrito en lengua matemática y sus caracteres son triángulos, círculos y otras figuras geométricas, sin los cuales es imposible entender ni una palabra; sin ellos es como girar vanamente en un oscuro laberinto”, G. Galilei, El ensayador, Madrid, Madrid, Aguilar, 1981, traducción de J. M. Revuelta. 4 Véase Eliseo Verón, El surgimiento de las ciencias sociales,, Buenos Aires, CEAL, 1969. E.J. Hobsbawn, En torno a los orígenes de la revolución industrial, Buenos Aires, Siglo XXI, 1972; Las revoluciones burguesas, Madrid, Guadarrama, 1964; La era del capitalismo, Madrid, Guadarrama, 1977. P. Anderson, El Estado absolutista, México, Siglo XXI, 1982. En este caso la bibliografía que puede consultarse es también muy extensa. 5 Véase Michel Focault, Vigilar y castigar, México, Siglo XXI, 1987; La verdad y las formas jurídicas, México, Gedisa, 1986. Puede verse el desarrollo de este enfoque en el trabajo de M. Lasala y E. Caruso en este mismo libro.6 Véase I.B. Cohen, ob. cit., p. 83.7 Al respecto dicen Marx y Engels en el Manifiesto del Partido Comunista: “La burguesía no puede existir sino a condición de revolucionar incesantemente los instrumentos de producción y, por consiguiente, las relaciones de producción, y con ello todas las relaciones sociales”.8 Véase E. Verón, ob. cit., pp. 1 y 2.9 Para el tema de la ‘organización académica del conocimiento social’ se puede consultar, entre otros, el libro de M. Shaw, El marxismo y las ciencias sociales. Las raíces del conocimiento social, México, Nueva Imagen, 1978, caps. II y III.

7

Page 8: Glavich - LAS CIENCIAS SOCIALES ENTRE LA ARMONÍA Y EL CONFLICTO

positivistas en un sistema conceptual y axiológico tendiente a la defensa del orden establecido. Herbert Marcuse afirma, al respecto, que la filosofía positiva de Comte se orientó a la conformación de una teoría social que contrarrestara las tendencias ‘negativas’ (críticas) del racionalismo: “... la nueva sociología se limitará a los hechos del orden social existente y, aunque sin rechazar la necesidad de la corrección y el mejoramiento, excluirá todo impulso que tienda a derrocar o a negar este orden. Como resultado de esto, el interés conceptual de la sociología positiva será apologético y justificador”.13

Por ello, con Comte lo que aparecía como el optimismo generoso del Siglo de las Luces se transforma en la ‘búsqueda’ de la estabilidad social. Si el siglo XVIII fue un siglo de grandes transformaciones asociadas a la Revolución Francesa y a la independencia de Estados Unidos, un siglo revolucionario, el siglo XIX debía ser el del ‘orden y el progreso’, definido como el orden positivo que preserve y mejore el organismo social contra todos los “prejuicios revolucionarios”. Los enemigos de Comte son tanto los filósofos del Antiguo Régimen como los de la Revolución (inglesa y francesa). Para él, el tiempo no debe destinarse ni a la oración ni a la crítica, sino que debe ser utilizado en su totalidad en la producción.Lo paradójico es que Comte utiliza para su provecho la misma idea que había servido a Condorcet y Saint-Simon para atacar las ideologías tradicionales: el principio metodológico de una ciencia natural de la sociedad. La ciencia de la sociedad —a la que Comte llama sugerentemente ‘física social’ y que luego se llamará sociología— pertenece al sistema de las ciencias naturales, con lo cual se plantea la homogeneidad epistemológica entre las ciencias sociales y las ciencias naturales y, en última instancia, la identidad de la

10 Condorcet, Esquisse d’un tableau historique des progres de l’esprit humain, citado en M. Lowy,¿Qué es la sociología del conocimiento?, México, Fontamara, 1986, pp. 16 y 17. 11 Saint-Simon, “De la réorganisation de la société européenne”, citado en M. Lowy, ob. cit., p. 18.12 El concepto de ideología merece una aclaración: Destutt de Tracy (1754-1836) publicó un tratado llamado Eléments d’idéologie donde presentaba una nueva ciencia, la ‘ciencia de las ideas’, que iba a ser una ciencia positiva que “no aludiría a nada dudoso o desconocido” y que se inscribiría en la perspectiva metodológica de corte empirista y científico-naturalista. Para los idéologues -como se llamó al grupo de Destutt de Tracy- el término ideología tenía un sentido positivo ya que, en la misma línea de la filosofía de la Ilustración, rechazaba las supersticiones eclesiásticas del antiguo régimen. Pero, cuando Napoleón polemizó con los idéologues acusándolos de filósofos sin sentido práctico, fuera del mundo y ajenos a la realidad, la ideología comenzó a ser considerada como algo negativo. Con esta nueva significación ingresó en el vocabulario corriente de la primera mitad del siglo XIX. Es así como tanto el positivismo como el marxismo (con las diferencias que especificaremos más adelante) toman la ideología como ‘algo patológico’, como un discurso defectuoso, doctrinario, dogmático, falso e irracional, que conduce a deformaciones cognoscitivas. Por ello, uno y otro intentan colocarse por encima y aparte de la ideología, como también intentaron separarse de la religión y la metafísica tradicionales.Para un análisis detallado se puede consultar, entre muchos otros, el libro de Alvin W. Gouldner, La dialéctica de la ideología y de la tecnología, Madrid, Alianza, 1978.13 H. Marcuse, Razón y revolución, Madrid, Alianza, 1972, p. 332.

8

Page 9: Glavich - LAS CIENCIAS SOCIALES ENTRE LA ARMONÍA Y EL CONFLICTO

naturaleza y la sociedad. Dice Comte que “... sin admirar ni maldecir los hechos políticos, viéndolos esencialmente como los simples sujetos de observación de cualquier otra ciencia, la física social considera cada fenómeno bajo el doble punto de vista elemental de su armonía con los fenómenos existentes y su encadenamiento con el estado anterior y el posterior del desarrollo humano”.14 El estado de las cosas existentes es, para el discurso positivista comteano, un estado natural, necesario, inevitable y regido por leyes invariables.De esta manera, el positivismo se transformó en un discurso que intentó una apología ideológica de la moderna sociedad industrial, presentando como leyes científicas, es decir, universales, necesarias y objetivas, las exigencias socioeconómicas y políticas del nuevo orden social. Comte proclama que la visión positivista “tiende poderosamente, por su propia naturaleza, a la consolidación del orden público, mediante el desarrollo de una sabia resignación... Evidentemente, no puede darse una verdadera resignación, o sea, una disposición permanente para soportar -con mucha constancia y sin ninguna esperanza de recibir alguna compensación- los males inevitables que rigen todos los diversos géneros de fenómenos naturales gracias a un profundo sentimiento de comprensión de las leyes inevitables. Es, pues, exclusivamente a la filosofía positiva que se debe una tal disposición y en relación con cualquier sujeto al cual se la aplique y, por consiguiente, en referencia también a los males políticos”.15

Estuvo y está en los fundamentos de la concepción positivista de la sociedad, que sólo la ciencia fundada en la observación de los hechos es capaz de persuadir a los hombres razonables, inspirar aprobación y movilizar el consenso, anulando la anarquía producto de la ‘libertad de conciencia’. De esta manera, el conocimiento de las ciencias sociales se busca en pro del consenso social y del orden social. El ‘puritanismo del conocimiento’ (tal como Theodor Adorno denominaba a esta visión) toma ‘lo que es’ como lo ‘naturalmente sano’. La realidad social existente sólo necesita ser afinada mediante la nueva ciencia social positiva.Podemos, ahora enumerar los principios fundamentales sobre los cuales se apoya el positivismo (como concepción de la sociedad) para responder las preguntas que nos hicimos anteriormente sobre el carácter de las ciencias sociales.En primer lugar, para el positivismo la sociedad está regida por leyes naturales, independientes de la voluntad humana, invariables y que ponen de manifiesto una armonía natural en la vida social. En segundo lugar, los fenómenos sociales se deben observar y explicar causalmente, es decir, con independencia de los juicios de valor ideológicos, de los prejuicios y preconceptos, lográndose así la misma neutralidad y objetividad que tienen las ciencias de la naturaleza. Por último, el naturalismo positivista asegura la asimilación epistemológica de la sociedad a la naturaleza, es decir, la

14 A. Comte, Cours de philosophie positive, citado en M. Lowy, ob. cit., p. 22.15 A. Comte, Cours de philosophie positive, citado en M. Lowy, ob. cit., p. 23.

9

Page 10: Glavich - LAS CIENCIAS SOCIALES ENTRE LA ARMONÍA Y EL CONFLICTO

unidad metodológica de todos los campos científicos, la ‘ciencia unificada’.Este conjunto de ideas, fundamentalmente el postulado de una ciencia social axiológicamente neutral, tuvo una marcada influencia en los científicos sociales del siglo XIX y del siglo XX.Autores como A. Comte, H. Spencer (1820-1903), É. Durkheim (1858-1917), M. Weber (1864-1920), T. Parsons (1902-1979), entre otros y a pesar de sus diferencias, hacen del estudio de las ciencias sociales, en especial de la sociología, una reflexión acerca del orden social o del ‘consensus’, según los casos. Conforman de esta manera un cuerpo teórico no totalmente uniforme pero que deriva en la defensa de una teoría armonicista de la sociedad caracterizada por los principios ‘positivistas’ de estabilidad, equilibrio, funcionalidad y acuerdo.Guía a estos científicos sociales la imagen que tienen de la sociedad según el grupo social al cual pertenecen o ‘defienden’. Los que detentan el poder político, económico y social tienden a creer que la sociedad es justa, que está bien estructurada, que la gente vive feliz, que no existen tensiones y que si hay problemas los mismos se deben a pequeños desajustes parciales o a trastornos individuales. Por ello, la concepción positivista (más adelante aclararemos en qué se diferencia M. Weber) tiene una actitud conformista y conservadora, por lo que considera que el conflicto y la ruptura significan la destrucción de la sociedad. Parece obvio, entonces, que las clases que detentan el poder y ‘la mayoría de los científicos sociales académicos’ no tengan una muy buena imagen de las revoluciones.16

Es así como puede verse que Émile Durkheim continúa, metodológicamente, la visión positivista de Comte en el plano de las ciencias sociales. En el prefacio de su libro Las reglas del método sociológico puede leerse: “Nuestro método no tiene, pues, nada de revolucionario. En cierto sentido es hasta esencialmente conservador, pues, considera los hechos sociales como cosas, cuya naturaleza, por flexible y maleable que sea, no es, sin embargo, modificable a voluntad”.17 Aquí aparece el concepto central de una ciencia social positiva, es decir, la ley social natural, neutral, libre de prejuicios y no sujeta a modificaciones subjetivas. Pero lo que servía en el siglo XVIII como instrumento revolucionario, como instrumento de ruptura, ahora es utilizado con otra función social: la justificación cientificista del orden social establecido. Dice Durkheim: “... si nada favorece o desfavorece indebidamente a los que se disputan un puesto en el mercado, es inevitable que sean sólo los más aptos en cada tipo de actividad los que despunten ... Se diría que esto no es ni mucho ni demasiado como para contentar a los hombres, pues siempre hay algunos cuyos deseos sobrepasan a sus facultades. Esto es verdad, pero se trata sólo de casos excepcionales y, se puede decir, mórbidos. Normalmente el hombre encuentra felicidad

16 Puede verse el libro de I.B. Cohen que hemos citado, especialmente los caps. 4, 12 y 23. 17 É. Durkheim, Las reglas del método sociológico, México, Premiá, 1991, p. 8.

10

Page 11: Glavich - LAS CIENCIAS SOCIALES ENTRE LA ARMONÍA Y EL CONFLICTO

cumpliendo con las necesidades de su propia naturaleza, o sea que sus necesidades están y van de acuerdo con sus medios. Es así como en el organismo cada órgano no reclama sino una cantidad de alimentos proporcional a su propia dignidad”.18

Se conjugan en este pasaje el paradigma ‘organicista’ y cierto modelo de ‘darwinismo social’ que tanta influencia tuvieron en las ciencias sociales hacia el final del siglo XIX y en el siglo XX.19 Desde dicha conjunción, el conflicto aparece como un producto anormal que deriva de la no correspondencia entre la desigualdad natural y la desigualdad social; de existir dicha correspondencia los individuos se relacionarían de acuerdo con el concepto de solidaridad orgánica.Para que no queden dudas del carácter profundamente conservador y opuesto a cualquier tipo de modificación de la estructura social y política de la sociología positiva de Durkheim, que continúa la línea metodológica del positivismo comteano y establece una ‘inocente’ demarcación científica, lo citamos nuevamente: “La sociología así entendida no será ni individualista, ni comunista, ni socialista... Por principio, ignora estas teorías a las que no podría reconocer valor científico, puesto que ellas tienden directamente no a expresar los hechos, sino a transformarlos”.20

El conocimiento científico de la realidad social es, para uno de los ‘padres fundadores’ de la sociología, aquello que puede expresar los ‘hechos puros’, aquello que, lejos de la “tempestad revolucionaria” que perturba los espíritus, permite “mantener la sangre fría y la serenidad, sin las cuales no existen los científicos”.Por su parte, otro de los ‘autores clásicos’ de la sociología, Max Weber, intenta superar tanto el tratamiento metafísico tradicional como la visión positivista de los fenómenos sociales. Para él, el estudio científico de lo social tiene como objetivo el análisis y la comprensión de las regularidades de hecho que se pueden observar en la acción social, y cómo se conectan causalmente distintos tipos de acción. Weber intenta, de esta manera, conjugar la explicación causal con la comprensión. Esta última remite al papel que juegan los valores en el conocimiento, es decir, a un alejamiento del positivismo dado que existe una selección subjetiva del campo de investigación que recorta ciertos sectores de la realidad social y les otorga significación. Dice Weber -influido por el historicismo alemán de fines del siglo XIX y principios del XX, que debatía la validez y la objetividad del conocimiento histórico social frente al de las ciencias naturales-: “No existe ningún análisis científico directo de la vida cultural o [...] de los fenómenos sociales que pudiera ser independiente de los puntos de vista especiales y ‘unilaterales’, gracias a los cuales esas manifestaciones se dejan (implícita o explícitamente, consciente o inconscientemente) seleccionar como objetos de investigación, analizar y organizar en vista de la exposición”.21 Por ello, Weber no puede ser considerado como un

18 É. Durkheim, La división du travail social, citado en M. Lowy, ob. cit., p. 25.19 Consúltese el trabajo de N.T. Guiber y H.A. Palma en este mismo libro.20 É. Durkheim, Las reglas del método sociológico, cit., p. 114.21 M. Weber, Essais sur la Théorie de la Science, citado en M. Lowy, ob. cit., p. 31.

11

Page 12: Glavich - LAS CIENCIAS SOCIALES ENTRE LA ARMONÍA Y EL CONFLICTO

auténtico positivista puesto que en su concepción los ‘valores del investigador’ tienen injerencia en el estudio científico de los problemas sociales.Sin embargo, comparte con la visión positivista la idea de la neutralidad valorativa de las ciencias sociales. Puesto que, a partir de la selección subjetiva de los problemas, es posible poner en evidencia las relaciones causales entre los fenómenos, es decir, estructurar un estudio objetivo de los mismos. Como los hechos no se deducen de los valores, aun partiendo de un objeto y de interrogantes definidos desde un punto de vista valorativo, las respuestas pueden y deben prescindir estrictamente de cuestiones axiológicas. Existe una combinación de subjetividad en la selección de los problemas y objetividad en el estudio de las relaciones entre los fenómenos, pero queda claro que Weber comparte la idea de la objetividad científica de las ciencias sociales, esto es, la posibilidad de llegar a resultados científicos axiológicamente neutros: “... en la esfera de las ciencias sociales, una demostración científica metódicamente correcta, que pretende haber llegado a su objetivo, debe poder ser reconocida como exacta igualmente por un chino ...” aunque éste no comparta nuestros valores éticos y culturales.22 Es precisamente esta referencia weberiana de que los condicionamientos son de tipo ético, cultural y religioso lo que separa, en el punto que nos importa, a Weber de Marx, ya que éste, como veremos, señala que el condicionamiento es material.Al igual que Durkheim, Weber pertenece —a su manera— al grupo de científicos sociales que consideran el problema de la armonía social, el problema del orden, como algo primordial para el estudio de la acción social. Cuanto mayor es la legitimidad de la autoridad existen más posibilidades de que los actores sociales dirijan sus acciones con relación al orden establecido, sin generar ningún conflicto con el mismo. En este sentido, Weber considera que el ‘orden ideal’ es el que se fundamenta en una autoridad racional y legal, en la fuerza impersonal del derecho y en la clasificación profesional de los funcionarios, es decir, el orden que posee fundamento racional, legal y burocrático. Weber identifica dicho orden con el capitalismo moderno-racional: la organización racional del trabajo, la racionalidad capitalista y la idea del cálculo racional como adecuación de medios a fines. Desde esta perspectiva, el desarrollo del hombre está guiado por una creciente racionalidad en su relación con el mundo. Y es esta racionalidad la que orienta a los actores a reconocer y aceptar sin conflictos la existencia de un orden legítimo que otorga validez a las regularidades que se presentan en la vida social. Por ello, la adhesión, el consenso social, se logra y se reproduce por la aceptación de una legalidad estatuida positivamente, es decir, por la aceptación de un sistema de normas que aparece como obligatorio o como modelo de comportamiento.

22 Véase M. Weber, ob. cit., p. 34. Allí también puede leerse: “La confusión permanente entre discusión científica de hechos y razonamiento axiológico es una de las particularidades más frecuentes y más nefastas en los trabajos de nuestra especialidad”.

12

Page 13: Glavich - LAS CIENCIAS SOCIALES ENTRE LA ARMONÍA Y EL CONFLICTO

Finalmente, un epistemólogo muy importante —Karl Popper (1902-1994)— aportó una nueva perspectiva en la problemática de la concepción de la sociedad de origen positivista. El análisis de las ciencias sociales que este autor realiza debe relacionarse necesariamente con las posiciones del ‘Círculo de Viena para la comprensión científica del mundo’23 que, como ya dijimos, pretende erigirse como un legítimo descendiente —en este siglo— de la visión positivista, especialmente la de raíz comteana. El neopositivismo (o empirismo lógico) del Círculo de Viena24 aspiró a constituir una ‘filosofía científica’ que se opusiera a cualquier tipo de ‘filosofía especulativa’, con el propósito de construir, tal como su propio nombre lo indicaba, una concepción científica del mundo. Persiguió la unidad de la ciencia, que consistía más precisamente en la reducción de las ciencias sociales a las ciencias naturales tanto en el aspecto legal (leyes científicas) y terminológico como en lo que respecta al método: los términos, las leyes y el método de las ciencias naturales deben transportarse al dominio de las ciencias sociales.La relación de Popper con las posiciones del neopositivismo es tensa, con acercamientos y discrepancias. La unidad de las ciencias, fundamentalmente en el plano metodológico, es, justamente, uno de los principales puntos de tensión.Sabido es que Popper acepta, al igual que Weber (contrariamente a Comte, Durkheim y sus seguidores), que una ciencia no es simplemente un conjunto de ‘hechos puros’ ya que no es posible evitar la ‘carga teórica previa’ con la cual se observan y se ‘coleccionan’ los hechos; son inevitables las presuposiciones, las conjeturas, los puntos de vista preestablecidos. Por otra parte, Popper no acepta que la objetividad científica dependa exclusivamente de la capacidad individual de los científicos para despojarse de sus intereses y pasiones. Por ello, el carácter objetivo de una teoría debe entenderse como la intersubjetividad del método científico, que no es otra cosa que el conocido criterio de ‘falsabilidad’ de las teorías, es decir, la posibilidad de someterlas ‘públicamente’ a una contrastación empírica.Popper escribe en La sociedad abierta y sus enemigos -donde identifica la ‘sociedad abierta (racional)’ con el capitalismo industrial avanzado- que la objetividad científica individual es imposible “... no solamente en las ciencias sociales o en las políticas, donde los

23 Véase R. Gómez, Neoliberalismo y seudociencia, Buenos Aires, Lugar, 1995, especialmente los caps. V y VI.24 Este círculo comenzó a funcionar en 1929 cuando se realizó un Congreso para la Epistemología de las Ciencias Exactas juntamente con un Congreso de Matemáticos y Físicos Alemanes en Praga. A partir de ese momento integraron el Círculo, o entablaron algún tipo de relación con él, filósofos y científicos naturales y sociales de renombre: M. Schlick, R. Carnap, O. Neurath, H. Hahn, R. von Mises, K. Gödel, E. Schrödinger, J. Schumpeter, H. Kelsen, E. Silzel, C. Hempel, E. Nagel, W. van Quine, A. Tarski, A. J. Ayer, entre muchos otros. Debido al crecimiento ‘interdisciplinario’ del Círculo se convocó, en 1934, a un Congreso para la Ciencia Unificada donde se propuso el nombre de ‘empirismo lógico’ para el mismo que fue adoptado sobre todo en Estados Unidos a donde emigraron muchos de sus integrantes y de grupos afines.

13

Page 14: Glavich - LAS CIENCIAS SOCIALES ENTRE LA ARMONÍA Y EL CONFLICTO

intereses de clase, o bien otros motivos ocultos similares, pueden jugar algún papel, sino que también y en el mismo grado sucede con las ciencias naturales”.25

Por un lado, critica la posibilidad de una objetividad individual, pero, por otro, continúa con la tradición positivista de no distinguir la objetividad de las ciencias sociales respecto de las ciencias naturales. Lo cual se explica por la intención de Popper de querer reducir el papel de las ideologías y los puntos de vista de clase a meros problemas ‘psicológicos’ del científico individual (los ‘prejuicios’ de los ‘enemigos de la sociedad abierta’). Éstos se pueden corregir o eliminar mediante la aplicación de ‘su método’ a cualquier tipo de saber, y lograr una objetividad que, en última instancia, consiste en la cooperación de varios científicos a través de los laboratorios, las publicaciones y los congresos científicos: el reaseguro científico se logra mediante una objetividad social e institucionalmente organizada. A pesar de sostener que el método de las ciencias sociales consiste también en conjeturas y refutaciones, es decir que en las ciencias sociales se puede operar con el ‘método institucional’, Popper insiste con el viejo problema positivista del retraso de las ciencias sociales respecto de las naturales: “Es verdad que las ciencias sociales todavía no han llegado a tener plenamente esta publicidad del método. Ello se debe en parte a la influencia destructora de comprensión de Aristóteles y Hegel [...] Pero la razón no es el interés de clase y el remedio no es una síntesis hegeliana, ni el autoanálisis”.26 Más allá de la ‘bárbara’ referencia a Aristóteles y a Hegel, conviene detenerse en la ‘razón’ y el ‘remedio’.Al igual que los autores que hemos citado hasta el momento —dentro de la concepción positivista— Popper no sólo se preocupa por el problema epistemológico de las ciencias sociales, sino que también se interesa por el problema de la armonía social, el problema del orden social existente y ‘sus enemigos’.En un trabajo cuyo título es “Razón o revolución” -muy sugerente y en clara alusión a la Escuela de Frankfurt y, en especial, al libro de H. Marcuse Razón y revolución—, Popper plantea un ‘gradualismo sociológico’ opuesto a cualquier visión que sugiera la existencia de conflictos, de rupturas, de cambios bruscos y radicales. Toda revolución que pretenda transformar las estructuras políticas, sociales y económicas es necesariamente irracional. Por ello, deben eliminarse todos los ‘prejuicios revolucionarios’ que pongan en peligro la ‘sociedad abierta-racional’, que él identifica con la sociedad liberal angloamericana. Lo que Popper postula, con tanto énfasis, como racional en el plano epistemológico —la revolución permanente en la ciencia— es enérgicamente rechazado como irracional en el plano social —la revolución política—.Es Popper otro de los teóricos armonicistas de la sociedad, un defensor del orden social existente que intenta, con pretendidos

25 K. Popper, La sociedad abierta y sus enemigos, citado en M. Lowy, ob. cit., p. 46.26 K. Popper, “La lógica de las ciencias sociales”, citado en M. Lowy, ob. cit ., pp. 48 y 49.

14

Page 15: Glavich - LAS CIENCIAS SOCIALES ENTRE LA ARMONÍA Y EL CONFLICTO

argumentos científico-pluralistas de ‘probada neutralidad valorativa’, legitimar racionalmente el mundo en el cual vivimos como el mejor de los mundos posibles.La razón de ser de la concepción positivista de la sociedad, que acabamos de analizar a través de algunos de sus autores más representativos, es la de legitimar el orden social capitalista, presentándolo -al igual que a sí misma- como racional, neutral, objetivo y libre de valores. La función racional y liberadora que encarnó el ‘precursor’ positivismo utópico-revolucionario del siglo XVIII dejó su lugar, a partir del siglo XIX, a otro positivismo que pasó de ser crítico de la ideología del Antiguo Régimen a ser representante de la ideología legitimadora de la moderna sociedad industrial.De la contemplación a la actividad transformadora y de ésta nuevamente a la contemplación. Si representamos con Galileo la revolución científica acaecida en las ciencias naturales, el positivismo del siglo XIX bien puede representar la revolución ideológica en las ciencias sociales. En la perspectiva positivista, el método científico no sólo aportará un instrumento para el dominio de la naturaleza sino que también servirá para legitimar racionalmente las relaciones sociales que sustentan y reproducen el statu quo. Así, el estudio científico de los fenómenos humanos y sociales tenderá, en la teoría armonicista de la sociedad, a convalidar las regularidades sociales en un contexto de estabilidad, equilibrio, funcionalidad y acuerdo: una armonía que garantice el funcionamiento de la ‘sociedad abierta’ y la evolución de la misma según las leyes generales, necesarias e invariables del orden establecido.27

III. La concepción marxista como teoría del conflicto social

Así, hubo historia, pero dejó de existir.Karl Marx, Miseria de la filosofía.

Ya hemos dicho (véase nota 12) que tanto el positivismo como el marxismo contraponen el nuevo y moderno modo de pensamiento -la ciencia- a la religión y la metafísica tradicionales. Ambos se presentan como teorías de la sociedad que buscan, como en cualquier campo científico, descubrir las leyes que rigen los fenómenos sociales. Pero, para la concepción positivista de la sociedad, el problema epistemológico se ‘resuelve’ en el fundamento exclusivamente empírico y lógico del conocimiento, es decir, en la objetividad científica sin interferencia de los valores. En cambio, para la concepción marxista de la sociedad la problemática epistemológica se ‘resuelve’ en el análisis del carácter de clase que tiene el conocimiento científico. Es así como se propone analizar de

27 Véase G. Gutiérrez, Ciencia, cultura y dependencia, Buenos Aires, Guadalupe, 1973, pp. 43-48.

15

Page 16: Glavich - LAS CIENCIAS SOCIALES ENTRE LA ARMONÍA Y EL CONFLICTO

qué manera las teorías de la sociedad son deformadas ideológicamente por los intereses de los grupos sociales que intentan legitimar y conservar el orden social establecido.Como concepción de la sociedad, el marxismo representa una ‘utopía’ transformadora, es decir, una teoría crítica de la moderna sociedad industrial: una teoría del conflicto social caracterizada por conceptos tales como historicidad, crisis y coacción. Se diferencia de otras teorías del conflicto (anarquistas, foucaultianas, etc.) en que el énfasis está puesto en el conflicto social, en el conflicto entre clases con intereses materiales opuestos e irreconciliables, así como también en que el análisis marxista de la sociedad pretende ser global, totalizador y no fragmentado o micro.Con la expansión del industrialismo, el análisis científico que realiza Marx se contrapone a la idea positivista-armonicista del progreso social ilimitado en virtud de las contradicciones (los conflictos) que la propia sociedad moderna genera. Estas contradicciones son irresolubles dentro del mismo capitalismo por lo que al análisis crítico de la sociedad así organizada debe sumársele una acción transformadora de la misma. Desde esta perspectiva, el conflicto no es valorado como cataclismático (apocalíptico) ni como irracional, sino como un instrumento de mejora de la humanidad para llegar a una sociedad más justa y más racional.En el pensamiento marxista las ciencias sociales son formas de conocimiento que se corresponden con las relaciones sociales de producción y, como tales, son cuestionadas junto a éstas. He aquí el problema fundamental de la relación entre el conocimiento científico social y las clases sociales.El positivismo, como vimos, pretende ignorar cualquier condicionamiento histórico-social del conocimiento y así lograr una objetividad libre de cualquier perspectiva globalmente condicionada. En cambio, para el marxismo, la verdad objetiva acerca de los problemas sociales no puede concebirse como una imagen refleja de la realidad, sino como ligada, necesariamente, a una de las grandes concepciones de la sociedad. En palabras de Pierre Bourdieu, la objetividad de las ciencias sociales está sujeta “a las categorías no pensadas del pensamiento, que delimitan lo pensable y predeterminan al pensamiento”.28

Tomando una metáfora de Michael Lowy -a quien hemos seguido en este trabajo-, la verdad objetiva sobre la sociedad debe ser considerada como un paisaje pintado por un artista (el científico social); según dónde éste se ubique, podrá tener o no una visión más amplia y extensa (‘más verdadera’) de cómo se presenta la realidad social. En otras palabras, el punto de vista de clase desde el cual se mira condiciona el grado de objetividad que se puede llegar a alcanzar en el estudio de la sociedad. Esto nos conduce a la relación entre ciencia e ideología y, consecuentemente, a lo que puede llamarse, en la perspectiva marxista, autonomía relativa de la ciencia. A partir de este marco conceptual se pueden comenzar a esbozar las respuestas que esta concepción da a las preguntas que 28 P. Bourdieu, Leçon sur la leçon, citado en M. Lowy, ob. cit., p. 12.

16

Page 17: Glavich - LAS CIENCIAS SOCIALES ENTRE LA ARMONÍA Y EL CONFLICTO

formulamos en el punto I, ya respondidas -desde la concepción positivista- en el punto II.Para Karl Marx (1818-1883) la ideología es una forma de falsa conciencia que está determinada por los intereses de clase. La ideología representa el conjunto de puntos de vista especulativos que los hombres se forman por medio de la moral, la metafísica, la religión y las doctrinas políticas y económicas. Escriben Marx y Engels (1820-1895): “Los hombres son los productores de sus representaciones, de sus ideas, etc., pero los hombres reales y actuantes, tal y como se hallan condicionados por un determinado desarrollo de sus fuerzas productivas ...”, lo que les permite afirmar que “no es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia”.29

De esta manera, las concepciones de la sociedad se corresponden con los intereses materiales que tienen los grupos sociales y con la situación que ellos ocupan en la pirámide social. Pero, este ‘horizonte intelectual’, desde el cual se piensa en general y se hace ciencia en particular, no es una indicación definitoria de la no objetividad de tal o cual investigación. El concepto de ideología no tiene nada que ver con la falsedad deliberada o la imposibilidad de conocimiento sino más bien con los límites que un determinado punto de vista impone a la comprensión científica de la vida social. Marx plantea que una determinada teoría sobre algún tópico social (por ejemplo, la economía política) puede estar basada en un punto de vista burgués y, sin embargo, producir un importante aporte al desarrollo del conocimiento científico. Así como también un punto de partida según los intereses del proletariado puede derivar en la más terrible de las falsificaciones científicas.30 El condicionamiento de clase no es la única determinación de las ciencias sociales y no implica, irreversiblemente, verdad o falsedad por el sólo hecho de estar ubicado en un determinado lugar del mirador o de la pirámide social. Como se ve, esto abre la puerta a la mencionada idea de la autonomía relativa de la ciencia, es decir, convoca a profundizar el análisis de la relación entre el conocimiento científico social y los puntos de vista de clase, como también a analizar el grado de objetividad que se puede alcanzar según el punto de partida que se adopte. El marxismo trata de evitar tanto el ‘reduccionismo ideológico’ que no puede ver los enfrentamientos teóricos y científicos sino en términos del interés de los grupos en pugna, como el ‘neutralismo positivista’ que demarca (separa) completamente el

29 K. Marx, K. y F. Engels, La ideología alemana, Buenos Aires, Pueblos Unidos-Cartago, 1985, p. 26.30 Tal es el caso de la ideología estalinista, en la ex URSS, que pretendía separar la ciencia burguesa de la ciencia proletaria, en una especie de positivismo al revés, ‘politizando’ las ciencias de la naturaleza como el positivismo ‘naturalizó’ las ciencias sociales. El caso más patético fue el del ‘biólogo’ Lyssenko y sus seguidores, apoyados por el Partido Comunista de la Unión Soviética, que consideraron a la genética moderna como un nuevo argumento que la ciencia burguesa daba al clericalismo. Recién en 1964 la genética mendeliana fue rehabilitada en la URSS, con las consecuencias de los veinticinco de años de ‘atraso científico’.

17

Page 18: Glavich - LAS CIENCIAS SOCIALES ENTRE LA ARMONÍA Y EL CONFLICTO

estudio científico de la realidad social de los conflictos político-ideológicos.Marx, justamente, pone en relación las investigaciones sociales y los enfrentamientos sociales, erigiéndose en uno de los principales teóricos del conflicto social y de la crisis: afirma que “en la medida en que es burguesa, esto es, en la medida en que se considera el orden capitalista no como fase de desarrollo históricamente transitoria, sino, a la inversa, como figura absoluta y definitiva de la producción social, la economía política sólo puede seguir siendo una ciencia mientras la lucha de clases se mantenga latente o se manifieste tan sólo episódicamente”, pero, cuando esta lucha reviste formas más acentuadas y amenazadoras, “las campanas [tocan] a muerto por la economía burguesa científica. Ya no se trata de si este o aquel teorema [es] verdadero, sino de si al capital le [resulta] útil o perjudicial, cómodo o incómodo, de si [contraviene] o no las ordenanzas policiales. Los espadachines a sueldo [sustituyen] a la investigación desinteresada, y la mala conciencia y las ruines intenciones de la apologética [ocupan] el sitial de la investigación científica sin prejuicios”.31

A partir de una toma de posición (cualquiera sea esta), existe —como dice Bourdieu— un entrecruzamiento de las ‘cegueras’ y las ‘lucideces’ que regulan la totalidad de las luchas sociales en pro de la verdad.Por otra parte, la conciencia que los hombres se forman de los hechos de la vida social no necesariamente coincide con ‘la realidad’. Lo que supuestamente son ‘hechos sociales puros’ -la experiencia social inmediata- puede ser visto como lo aparente, lo ilusorio, detrás de lo cual se encuentran los determinantes reales de la acción social.La visión marxista parte así, metodológicamente, de la necesidad de diferenciar entre lo aparente y lo real, buscando una explicación objetiva de ‘lo social’ desde el punto de vista del proletariado.Según Marx, la moderna sociedad industrial no es una figura absoluta y definitiva de la producción social ni el punto culminante de la racionalidad occidental. El orden capitalista es tan históricamente transitorio como lo fueron el esclavismo y el feudalismo. El mismo se basa en ciertas relaciones sociales que estructuran el funcionamiento de la sociedad. Ésta “ ... no consiste en individuos, sino que expresa la suma de las relaciones y las condiciones en las que esos individuos se encuentran recíprocamente situados”.32 Y estas relaciones y condiciones se generan en la esfera de la producción material donde, básicamente, las relaciones sociales de producción y de intercambio aparecen como realizándose entre individuos formalmente iguales, pero que, para el marxismo, ocultan relaciones de dominación y de explotación. Además, dichas relaciones son tan transitorias como las anteriores formas de dominación, por lo que su estudio -que es el

31 K. Marx, El Capital. Crítica de la economía política, México, Siglo XXI, 1987, pp. 13 y 14 (“Epílogo a la segunda edición”).32 K. Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (borrador) 1857-1858, México, Siglo XXI, 1971, T. I, pp. 204.

18

Page 19: Glavich - LAS CIENCIAS SOCIALES ENTRE LA ARMONÍA Y EL CONFLICTO

estudio de la vida social- debe realizarse desde una perspectiva histórica y política.A partir de aquí, la clave de la segunda concepción de la sociedad que estamos considerando se encuentra en la aceptación del conflicto, dada la existencia de intereses contradictorios entre las grupos sociales que participan en el proceso productivo. El problema de quién posee la propiedad y el control de los medios de producción y cómo se distribuye el excedente socialmente producido remite al enfrentamiento entre las clases. La que ejerce, en un momento dado, el poder material, también ejerce el poder ‘espiritual’, el poder político. Marx afirma al respecto que “... la lucha de clase contra clase es una lucha política [...] pues el poder político es precisamente la expresión oficial del antagonismo de clase dentro de la sociedad civil [...] el antagonismo entre el proletariado y la burguesía ...”.33

Esta lucha política entre grupos con intereses contrapuestos ‘hace’ que la concepción marxista analice la sociedad de acuerdo con la teoría del conflicto social, y ‘obliga’, además, a realizar el estudio de las relaciones sociales desde alguno de los puntos de vista antagónicos.Según esta visión, el punto de partida ‘epistemológicamente privilegiado’ para el conocimiento científico de la realidad social es el punto de vista del proletariado. Porque, en cada época, la clase revolucionaria es la que representa el máximo de conocimiento posible; este privilegio lo tuvo anteriormente, como hemos visto, la burguesía revolucionaria -con la filosofía de las luces, la economía política clásica, etc.- que terminó con el orden feudal y ‘su ciencia’. Así como la burguesía había percibido y develado el carácter histórico y transitorio del sistema feudal, en la concepción marxista de la sociedad, es el proletariado el que percibe y denuncia la historicidad del orden burgués. Ésta es una apuesta histórica sobre el papel emancipador del proletariado, pero, al mismo tiempo, es una ‘deducción’ de la condición objetiva de éste en la sociedad capitalista: una organización social estructurada en la oposición entre el ‘trabajo’ y el ‘capital’ .Insistimos en que tomar el punto de vista del proletariado, como el que ofrece la mejor posibilidad de objetividad del conocimiento social, no es condición suficiente para obtener resultados científicos relativamente más verdaderos. Nuevamente tenemos el problema de la articulación entre el condicionamiento social del pensamiento y la autonomía relativa de la ciencia, entre la adhesión ideológica y la perspicacia científica.Para Marx, el punto de vista de clase y la concepción de la sociedad correspondiente, determinan un horizonte intelectual: el máximo de conocimiento posible a partir de esta perspectiva. A diferencia del positivismo, no puede existir una ‘visión del paisaje’, una visión de los fenómenos sociales, que no se ubique en algún lugar del ‘observatorio’ o ‘mirador’, es decir, no puede haber una visión neutral. Tampoco los límites estructurales del horizonte dependen de la buena o mala voluntad individual del observador, del científico, 33 K. Marx, La miseria de la filosofía, Buenos Aires, Signos, 1970, p. 158 a 160.

19

Page 20: Glavich - LAS CIENCIAS SOCIALES ENTRE LA ARMONÍA Y EL CONFLICTO

sino más bien de la ‘posición objetiva’ que el mismo ocupa. Además, el punto de vista ‘elegido’ sólo ofrece la posibilidad, también ‘objetiva’, de una vista de una parte determinada del paisaje, con lo cual ‘el comienzo’ debe ser acompañado con una ‘forma de mirar’ y un ‘arte para pintar’, es decir, con una capacidad para ‘hacer ciencia’. Y de ninguna manera el punto de vista privilegiado resulta de un ecléctico justo medio entre los niveles superiores e inferiores del ‘observatorio’.Suponiendo la búsqueda del conocimiento como fin en sí, es decir, una intención de verdad que rechace finalidades extracientíficas, y suponiendo, además, la confrontación pública de las interpretaciones científicas, la autonomía relativa de las ciencias sociales -según la concepción marxista de la sociedad- tiene el siguiente significado: una vez escogido el lugar desde donde mirar, el valor científico de un estudio acerca de los problemas sociales puede variar en función de una multiplicidad de factores que son independientes de las clases sociales. Esta independencia no es total, como pretende el positivismo, sino relativa, ya que el horizonte de visibilidad es, en última instancia, decisivo para la constitución del campo cognoscitivo.Esta autonomía relativa explicita, por un lado, que existe un cierto nivel de continuidad en la producción del conocimiento científico social (una especie de ‘historia interna’ de la ciencia) y, por otro, que no se puede reducir la verdad a la panacea exclusiva de una clase. Las ciencias sociales recorren también un camino entre continuidades y rupturas. Además plantea que la ciencia que se articula desde el punto de vista del proletariado debe ser capaz de integrar, sin recurrir al eclecticismo, las ‘verdades parciales’ de los otros puntos de vista.En fin, la concepción marxista de la sociedad, que hemos analizado en este apartado, considera que el punto de vista potencialmente más crítico y que ofrece las mayores posibilidades de objetividad en el campo de las ciencias sociales es el del proletariado. Dicha potencialidad debe complementarse con el interés ‘desprejuiciado’ en querer saber y en conocer la verdad, y con la capacidad que se tenga para producirla. No existe objetividad absoluta separada de cualquier condicionamiento político-ideológico, pero sí es posible lograr una objetividad relativa comenzando por mirar desde un lugar privilegiado a partir del cual se puede hacer o no ‘buena’ ciencia.Por otro lado, esta concepción, como teoría del conflicto social, parte de que la sociedad es un conjunto formado por clases sociales con fines e intereses antagónicos. Éstos provocan, entre los ‘polos opuestos’, enfrentamientos irreconciliables. Los grupos sociales en pugna encaran los conflictos en función de su experiencia, de su situación social, de sus deseos, aspiraciones y temores. Pero también lo hacen con el conocimiento que pueden tener, con la posibilidad de poner de manifiesto (o bien ocultar) la realidad objetiva, con lo cual el ‘conocimiento de la verdad’ puede convertirse en un poderoso instrumento en la lucha de clases.

20

Page 21: Glavich - LAS CIENCIAS SOCIALES ENTRE LA ARMONÍA Y EL CONFLICTO

El proceso de investigación de las ciencias sociales se distingue, para el marxismo, del de las ciencias naturales, no sólo en lo estrictamente metodológico sino también en el nivel de los modelos teóricos, en las técnicas de investigación y/o análisis y, sobre todo, en el plano de la relación con las clases sociales.Es en este último punto donde el marxismo se erige como un representante teórico de la ‘clase más pobre y numerosa’ (como la llamaba Saint-Simon), e intenta construir, desde allí, nuevos nexos entre la teoría y la praxis, donde la razón científica pueda operar como apoyo al punto de partida clasista en la construcción de una sociedad más justa.

IV. Palabras finales

La formación del modelo científico-natural de objetividad de la mano de la física matemática produjo una fuerte ruptura con la cosmología del orden feudal al punto de que algunos ‘filósofos’ fueron reprimidos con prisión, como en el caso de Galileo, con la autocensura, como en el de Descartes, o directamente con la muerte, como G. Bruno (1548-1600) que fue quemado en la hoguera. El conocimiento de la naturaleza conllevaba necesariamente el enfrentamiento ideológico y político con el orden establecido. Pero, cuando se resolvió el combate intelectual que libraba la burguesía -a través de la filosofía de las luces- contra la nobleza, el clero y sus ‘prejuicios’ escolásticos, el modelo de una ciencia natural libre de juicios de valor y de presuposiciones ideológicas pareció consolidarse definitivamente. Se podría decir que los ‘científicos revolucionarios’ triunfaron sobre los ‘conservadores’ y produjeron el cambio de ‘paradigma’ (la revolución científica), y la consiguiente expansión del mismo a otros campos.A pesar de las innumerables discusiones epistemológicas que pueden esgrimirse, la neutralidad valorativa de las ciencias naturales puede aceptarse fundamentalmente en un aspecto cuantitativo, y con ciertas limitaciones, puesto que las condiciones históricas, sociales y culturales, los intereses y las pasiones, influyen en la selección del objeto de investigación y en la aplicación técnica de los descubrimientos científicos. Sin embargo -según nuestra opinión, sin duda cuestionable—34 los mencionados condicionamientos no ponen en entredicho la ‘verdad objetiva’, la imparcialidad de los resultados de las investigaciones.35 Estas pueden estar financiadas por la Fundación Rockefeller o por la Academia de Ciencias de Moscú, orientadas hacia la disminución del esfuerzo físico de los trabajadores o para el perfeccionamiento del armamento atómico o

34 Véase F.G. Schuster, “Los límites de la objetividad en las ciencias sociales”, en R. Gaeta, y N. Robles, Nociones de epistemología, Buenos Aires, EUDEBA, 1986.35 Desde otro marco de análisis, Michel Foucault afirma, en su libro Vigilar y castigar: “La gran investigación que ha dado lugar a las ciencias de la naturaleza se ha separado de su modelo político-jurídico; el examen (la práctica científica social) en cambio sigue inserto en la tecnología disciplinaria”.

21

Page 22: Glavich - LAS CIENCIAS SOCIALES ENTRE LA ARMONÍA Y EL CONFLICTO

la construcción de shoppings, y sin embargo arribar a conocimientos objetivos, imparciales.En cuanto a las ciencias sociales, analizadas en este trabajo, la concepción positivista de la sociedad extiende el modelo científico-natural de objetividad a dicho campo, identificando las leyes naturales y las leyes sociales según la ‘remanente’ idea de la unidad metodológica de las ciencias: el proyecto de la ciencia unificada. Los fenómenos sociales pueden considerarse como cosas, como ‘hechos puros’ que permiten ser aprehendidos y expresados de manera objetiva y que no pueden ser modificados por la acción de los hombres. Se pretende separar así a las mismísimas ciencias sociales de sus condiciones histórico-políticas de producción. Y, con ello, se intenta convertirlas en teorías armonicistas de la sociedad que legitimen como natural un orden económico, social y político determinado.En cambio, desde la concepción marxista, la objetividad de las ciencias sociales no puede constituirse según el estrecho marco del modelo científico-natural positivista. Los fenómenos sociales y humanos son producidos y reproducidos por la intervención de los hombres puesto que, a diferencia con la naturaleza, la historia sí la ‘hacemos nosotros’. El conocimiento científico de la realidad social está necesariamente condicionado por una concepción de la sociedad que, implícita o explícitamente, cumple una función rectora en el proceso de la producción científica. La relación dialéctica ‘objetividad-punto de vista de clase’ en las ciencias sociales no se resuelve anulando la influencia de los intereses y las pasiones, como hace el positivismo, pero tampoco ‘ideologizando’ (en términos de clases sociales) todo tipo de conocimiento hasta negarle al mismo cualquier posibilidad de objetividad.El marxismo considera que el desarrollo del conocimiento científico social está ligado a la situación sociopolítica, a los intereses materiales y al papel histórico de las clases sociales en conflicto. En un momento la burguesía tuvo un papel revolucionario frente al orden feudal y a ‘su ciencia’. Pero una vez en el poder y, ante la amenaza que representa el proletariado como clase opuesta a sus intereses, se transformó en conservadora y comenzó a perder su objetividad, su ‘honestidad científica’. Hubo historia, pero dejó de existir. Así se abrieron paso las teorías armonicistas de la sociedad que, como hemos dicho, pretenden presentar a las instituciones de la moderna sociedad industrial como naturales y eternas.Frente a ellas, el marxismo, como concepción materialista de la sociedad, parte necesariamente del conflicto social derivado de la contradicción fundamental del orden social existente, esto es, del antagonismo entre el ‘trabajo’ y el ‘capital’, entre el proletariado y la burguesía. El marxismo, partiendo desde el punto de vista del proletariado, percibe, analiza y denuncia el carácter histórico y transitorio del capitalismo. Hubo historia y habrá historia.

22

Page 23: Glavich - LAS CIENCIAS SOCIALES ENTRE LA ARMONÍA Y EL CONFLICTO

23