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Adolfo Soto Sáez Restaurantes y Apartamentos Turísticos Rincones del Vino Ezcaray - Logroño (La Rioja) España 403 ‘Casa de los Merinos’. Capítulo 28 Les voy a contar algo sobre esta casa increíblemente conservada por los familiares de sus primeros dueños, porque así, más o menos, eran todas las demás. Retrocediendo unos siglos podemos escuchar en sus piedras los balidos de mil ovejas mientras esperan que los esquiladores hagan su trabajo. Podemos ver ‘El Rancho’, en el que se recogían las ovejas para el esquileo tan pronto los rebaños regresaban en junio de Extremadura. Aún conservan tijeras de esquilar y un más moderno esquilador de cuchillas. Antes de esquilar las ovejas se ‘apriscaban’, agrupaban, lo más apretadas que podían, para hacerlas sudar, el sudor de agua y grasa empapando la lana permitía que las tijeras cortaban mejor facilitando la labor. Lógicamente la lana cogía más peso y eso hacía la operación más rentable. La lana se ponía en ‘la lanera’, lugar destinado a almacenarla. Casa de los ‘Gil de la Cuesta’ o de ‘los Merinos’. Ranchería en tiempos (En el cementerio el nombre no lo escriben así). Podemos ver la ‘serrería’, lugar en el que se efectuaba la ‘herrada’, marcar las ovejas con el hierro familiar, normalmente con pez o resina tintada. Se conserva perfectamente el ‘abrevadero’ y ‘lavadero’, una especie de bañera en las que se introducían las ovejas, una vez esquiladas, para desparasitarlas y con un palo terminado en horquillo se las metía por unos instantes toda la cabeza. Por doquier, y recientes, las huellas del pasado ganadero y trashumante de Ezcaray. Que fantástico museo de la trashumancia… A la izquierda, junto a la iglesia el traga luz con el nido de cigüeñas de la casa de los Merinos. 2. Yeguas pastando en Ezcaray, en su momento acompañarán a los trashumantes con sus rebaños de ovejas.

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‘Casa de los Merinos’. Capítulo 28 Les voy a contar algo sobre esta casa increíblemente conservada por los familiares de sus primeros

dueños, porque así, más o menos, eran todas las demás. Retrocediendo unos siglos podemos escuchar en sus piedras los balidos de mil ovejas mientras esperan que los esquiladores hagan su trabajo. Podemos ver ‘El Rancho’, en el que se recogían las ovejas para el esquileo tan pronto los rebaños regresaban en junio de Extremadura. Aún conservan tijeras de esquilar y un más moderno esquilador de cuchillas. Antes de esquilar las ovejas se ‘apriscaban’, agrupaban, lo más apretadas que podían, para hacerlas sudar, el sudor de agua y grasa empapando la lana permitía que las tijeras cortaban mejor facilitando la labor. Lógicamente la lana cogía más peso y eso hacía la operación más rentable. La lana se ponía en ‘la lanera’, lugar destinado a almacenarla.

Casa de los ‘Gil de la Cuesta’ o de ‘los Merinos’. Ranchería en tiempos (En el cementerio el nombre no lo escriben así).

Podemos ver la ‘serrería’, lugar en el que se efectuaba la ‘herrada’, marcar las ovejas con el hierro

familiar, normalmente con pez o resina tintada. Se conserva perfectamente el ‘abrevadero’ y ‘lavadero’, una especie de bañera en las que se

introducían las ovejas, una vez esquiladas, para desparasitarlas y con un palo terminado en horquillo se las metía por unos instantes toda la cabeza. Por doquier, y recientes, las huellas del pasado ganadero y trashumante de Ezcaray. Que fantástico museo de la trashumancia…

A la izquierda, junto a la iglesia el traga luz con el nido de cigüeñas de la casa de los Merinos. 2. Yeguas pastando en Ezcaray, en su momento acompañarán a los trashumantes con sus rebaños de ovejas.

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El edificio lo inició un obispo de la provincia en 1750, y antes de acabar la obra la vendió a Francisco de Paula Gil de la Cuesta García de la Barga y Sedano, quien terminó la mansión como en la actualidad puede verse.

Francisco era natural de Barbadillo de Herreros, pueblo que se encuentra al otro lado de ‘La Demanda’ en el camino que tomaban nuestros pastores trashumantes en su ida y regreso de los pastos extremeños.

Hijo de Narciso Gil de la Cuesta, natural de Neila, en cuyo término se encuentra la ‘Laguna Negra’, lugar pintoresco que merece la pena ser conocido. Francisco se casó con Felipa Blanco de la Torre, natural de Pineda de la Sierra, conservándose aún hoy la casa solariega de los Blanco.

1. Cigüeñas comenzando a construir el nido sobre el mirador de la ‘Casa de los Merinos’. 2. Regreso por San Blas al nido terminado. Al fondo San Lorenzo.

Fiscal e hidalgo. Francisco llegó a ser alcalde mayor de Valdelaguna, fiscal general del Concejo de la Mesta,

siendo misión de su cargo promover los intereses de los pueblos, defendiendo sus derechos o exponiendo los agravios. Obtuvo carta ‘executoria de hidalguía’ en la Real Chancillería de Valladolid, en 1831.

En los pastos de Ezcaray. Beeecinas, “Vamos a la cama que hay que descansar, que de noche el lobo nos puede atacar”

Privilegio de Tránsito. Existe aún, en la biblioteca familiar, una copia sellada y firmada de real privilegio por la

cual, el señor rey, Sancho el Bravo, concedió a todo el Concejo, en 1325, “para que quince mil cabezas de ganado, entre ovejuno, cabruno y yeguas, puedan transitar por todos los Reinos y señoríos de España, paciendo las yerbas y bebiendo las aguas, como las propias del dicho rey señor…” Privilegio que se confirma luego por todos los reyes sucesivos, hasta Fernando VII, en 1816.

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Primer mapa pecuario. Por aquellos años se trascribió el primer mapa pecuario, que era un compendio de todas las vías pastoriles por las que debían atravesar los rebaños, con todas sus servidumbres, las cañadas de 90 varas (73,8 m.), los cordeles de 45 varas (36,9 m.) y los caminos reales de 25 (20,5 m.). Todos ellos atravesaban la Península de norte a sur y de este a oeste.

Derecha fondo, impresionante casa de los ‘Gil de la Cuesta’, o de ‘los Merinos’. A la izquierda, en primer plano, el único ‘hórreo riojano’, que queda en Ezcaray. (2) Si se asustan miran en todas las direcciones.

Como estas vías pecuarias pasaban a ser propiedad del Estado, por muchas de ellas se han construido las actuales carreteras, quedando muy reducidas en su anchura, como el Camino Real de las Aldeas de Ezcaray (no Cañada), que de 20,5 m. de anchura que como tal le pertenecían hoy no le quedan ni cuatros metros. Con el paso de los años, unos tras otros fueron adjudicándose unos terrenos, prados, que nunca habían sido suyos.

‘El rebaño’ ‘El Arroyo’

A vivir a Ezcaray. Al ser nombrado visitador principal de ganaderías y cañadas para el distrito de Santo Domingo de la Calzada, Ezcaray, Valgañón, Zorraquín, Ojacastro, Santurde, Santurdejo, Anguta, Gallinero y Pazuengos, siendo su misión que se cumpliese en todo momento el reglamento vigente, eligió Ezcaray como residencia, muriendo en esta Villa en 1849, donde asimismo fue enterrado. ¿Dónde? El actual cementerio es de 1881.

‘Riachuelo’ ‘Camino en el hayedo’

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Los hijos de don Francisco. Francisco de Paula Gil de la Cuesta y Felipa Blanco de la Torre, tuvieron tres hijos: Buenaventura, que heredó la casa de Pineda, Manuel, que se fue a vivir a Neila, muriendo soltero, y Sinforiano, que heredó la casa de Ezcaray y continuó la labor de su padre, reuniendo en aquel momento tres ganaderías familiares.

Camino Real de San Juan, De Posadas a barbadillo de Herreros, hoy plagado de ciervos.

Sinforiano se casó con Doña Eladia Quincoces Ibarra, natural de Briones, por lo que este matrimonio alterno sus estancias entre las dos villas, dedicándose siempre al campo y a la ganadería en las fincas de La Rioja y en las que había adquirido en Cáceres, lugar en el que sus enormes rebaños de ovejas merinas pasaban varios meses al año.

La sierra que atraviesan los trashumantes para ir y volver de Extremadura. Nacimiento del río Oja.

Miles de ovejas merinas. Fue en aquella época cuando la cabaña trashumante riojana adquirió gran importancia, contando Ezcaray con tres ganaderías principales. La del obispo Barroeta, la de los Orduña y la de los Ángel, conservándose en Ezcaray las casas solariegas de estas familias de las que en otro momento les contaré algo.

“La unión hace la fuerza”. Los en principio pequeños riachuelos al unirse se convierten en rápidos arroyos.

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32 días para llegar a Cáceres. Salían los rebaños del valle, con unas 1.000 a 1.200 ovejas, terminando el verano, acompañados por yeguas y mastines. Solían hacerlo alrededor del domingo del Rosario por el Camino Real de las Aldeas.

El mayoral despidiéndose de la familia. El carnero con el “zumbo” encabeza el rebaño. Tardarán 9 meses en volverse a ver.

Tras dormir y descansar en Posadas, al amanecer emprendían el ascenso hasta la Cruz de la Demanda, coronada la sierra, descendían a Barbadillo de Herreros para entrar en la ‘Cañada Real’ y sin dejarla llegar a Valladolid (que se atravesaba por su calle Mayor), Medina del Campo y Salamanca. De esta última ciudad se dirigían a las diferentes dehesas de propiedad o alquiladas por los dueños de los rebaños merinos de Ezcaray en Cáceres o Badajoz.

’Pastando en Ezcaray’ “Ciervos”

Los rebaños que iban hacia La Mancha lo hacían por Segovia y la Granja de San Ildefonso, pasando por Madrid, atravesando la Puerta de Alcalá.

Como vemos, aquellos ondulantes ríos blancos que atravesaban media España eran portaestandartes del nombre de su pueblo de origen “Ezcaray”.

Para llegar a Cáceres tardaban treinta y dos días y treinta y tres a Badajoz.

“En otoño” “Primavera en verde”

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El regreso, ya las ovejas paridas y aligeradas, y los hombres con ganas de ver a sus mujeres o novias, lo hacían en unos 20 a 22 días.

En las dehesas extremeñas el mastín vigilará toda la noche. (2). Las vacas quedaron en Ezcaray.

De 1.000 a 1.200 cabezas por rebaño. Para hacer más manejables los rebaños de ovejas merinas

durante este largo viaje, formaba rebaños de unas mil cabezas del propietario que pagaba a los pastores trashumantes, el resto eran las llamadas ovejas de “excusa”, propiedad de los pastores, a las que se permitía acompañar a las suyas y pastar en las dehesas de Extremadura, aunque al regreso se quedaba el propietario con la lana de “todas” las ovejas propiedad de sus pastores. Una de las muchas maneras que tenían de “tomarles el pelo” además de la lana.

’Decir Beeeee…’

Todo lo hemos contado pero no importa repetirlo. Al frente de cada rebaño iba el mayoral general, su segundo era el mayoral ordinario, seguido de un rabadán, un compañero, un ayudador, un sobrado y un zagal, el chico para ‘todo’. Cada uno desempeñaba una función diferente según sus posiciones; delante, detrás o a los costados del rebaño. Los zagales cuidaban de las yeguas que trasportaban los “hatos” con las mantas y alimentos necesarios. Según esto entre 6 a 7 personas por rebaño.

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Los dueños de los grandes rebaños solían reunirse en grupos y hacían el viaje a caballo en ocho o diez días, para adelantándose a sus rebaños, tener en las dehesas extremeñas todo preparado para la llegada de sus rebaños de ovejas merinas.

1. De camino. 2. En la dehesa de Extremadura.

Para prevenirse de los robos era costumbre coser el dinero en el interior de los collares de algunas ovejas. Porque cuando en principio lo hacían en los de los perros, terminaban los fieles animales degollados.

Las ovejas sueñan con los lejanos pastos y paisajes de Ezcaray que han dejado. J. L. Soto***

1. Palomas torcaces, como las ovejas, volando al sur camino de las dehesas de Extremadura y Portugal. 2. Ciervas en la ‘Demanda’ de Ezcaray. Octubre 2010 (fotos: A. Soto)

También llevaban escopetas de caza, abundante en el camino y dehesas, y de seis a ocho perros mastines

para reunir el ganado y como defensa contra los lobos, numerosos en la sierra de la ‘Demanda’ y otros muchos lugares de España, sin olvido de los ladrones.

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Los hijos de Sinforiano Siete fueron los hijos que tuvo Sinforiano: Julio, Gracia, Sofía, Delfina, Honesta, Paquita y el último,

Victor Gil de la Cuesta Quincoces, que nació y murió en Ezcaray en 1947 (cuando yo tenía un año). Habiendo permanecido soltero, legó la casa a sus sobrinos, quienes la conservan ejemplarmente así como la tradición ganadera familiar con gran sacrificio, incluso económico, limitada en la actualidad a las dehesas de Cáceres.

¡A pastar! El pastor aprovecha para contar las ovejas, de 10 en 10, haciendo una muesca.

Supongo presente en sus mentes el viejo refrán “el que a sus mayores se parece… honra merece”

Además del mayor agradecimiento por mi parte por facilitarme cuantos datos necesité, documentos y libros de valor incalculable en sus vertientes económicas e históricas, para acercarnos un poco más los ezcarayenses a nuestras raíces y cuando y por quién se hicieron estas maravillosas casas-palacios orgullo de nuestro pueblo.

“Sueños de montañero” o “De Ezcaray al Cielo”.

Escudo de armas En el escudo de armas de los, ‘Gil de la Cuesta’ (que aún no se puso en la fachada) se puede leer un

lema que dice: ‘De gentiles traigo el nombre, ya no puedo subir más, porque tengo mi compás con Giles, allá en

el Cielo…’

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‘Las telefonistas’ De chaval mi calle terminaba en la plaza de la ‘Verdura’, más concretamente en el edificio de

teléfonos, en el que de niño, cuando aprendía a montar en bicicleta siempre terminaba de cabeza. La familia que en el vivía eran naturalmente las telefonistas y eran las hijas las que atendían la central de Ezcaray, a las que conocí con sus auriculares y aquella curiosa mesa llena de clavijas con cables colgando que pasaban con una asombrosa habilidad de unos orificios a otros para poner en contacto a la persona que llamaba con el número solicitado. Recuerdo disponían en la misma sala, cuyo balcón daba a mi calle de alguna cabina con su teléfono. Pienso que a través de los auriculares siempre sobre su cabeza se enteraban absolutamente de todo lo que les ocurría a los habitantes de Ezcaray y sus familiares de otros lugares de España y el extranjero.

1. Daniel Galillo en medio de dos de las hermanas que atendían el teléfono. 2. A la derecha otra de las hermanas. De Ino, a la izquierda con paraguas, es la única foto que encontré.

Uno, o el único hermano, le llamaban Manolito, tarde 64 años en enterarme que se llamaba Fortun, lo de Manolito le llamaban porque ese era el nombre de su padre (Manolito y María, la madre). En cuanto a las hermanas eran todas guapas y alguna, como Lola (de la que se enamoró Juan José, hasta el punto de dejar a su mujer e irse con Lola a vivir a San Sebastián), de singular belleza. Las otras hermanas se llamaban; Joaquina (se casó con un fotógrafo gallego que vino a las fiestas de San Lorenzo), Fermina (se casó con un italiano y se fueron a Buenos Aires), Candi (se caso con el contable de la fábrica de Cecilio Valgañón), Ángeles (no se casó), Asun (se casó con un secretario algo mayor que ella) y Marily se hizo monja, dejándolo con los años, sigue siendo una persona maravillosa a la que veo más en Logroño que en Ezcaray.

Es posible que sea la primera vez que unas chicas en Ezcaray se ponen pantalones.

A Manolito le encantaba la fotografía y por su objetivo pasaron todos los habitantes de Ezcaray. Muchas fotos en blanco y negro de este libro se las debemos a él, otras a Fani, el resto a personas no tan conocidas y algunos particulares.

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De Manolito, o Fortun, de pie con gafas junto a Goyo, son, por ahora, las únicas fotos que he conseguido. Sirvan por tanto de homenaje a esta entrañable persona que amaba la fotografía y ejercía su oficio con una sencilla cámara de no elevado precio, que lleva entre sus manos. La ‘Lambreta’ es de Ricardo, “El mediquín”.

A la izquierda de la foto, Pili Pérez del Pozo y su marido, con gafas Fortun (Manolito) junto a Goyo, delante derecha una niña, Justi Gallo y su hermana Carmen. Entre los pequeños la madre de Justi.

Así era la central de teléfonos, más o menos (3).

Cecilio Valgañón y el que será su cuñado Cuezva, delante de la zapatería de los Mendi, “alpargateros”, con dos guapas señoritas, Arita Mendi y la bella Lola (de las telefonistas) (1). (2) Bonita imagen del antiguo Ayuntamiento de Ezcaray, más tarde central de teléfonos en el primer piso con vivienda para la familia que lo atendía y telégrafos en los bajos, del que Pilar Guerra era la telegrafista cuando yo nací. Sobre el tejado los nuevos equipos para “echar el bando” en los cuatro puntos cardinales. Que lejos de la imagen en blanco y negro de los pregoneros. Quizás, no lo se, fuese en su tiempo pregonero Felipe Robredo, si recuerdo a Ciriaco y a Puelles. Era los encargados de pregonar los bandos por las principales esquinas y plazas del pueblo, ordenes de la alcaldía o mil asuntos, desde personas que habían llegado a vender alguna cosa, a pérdidas. Con ánimo de gastar una broma alguien pagó a un pregonero un bando que decía: “Por orden del Sr. Alcalde, se hace saber, que se ha perdido un saco con determinada mercancía. A quien encuentre y entregue el saco, se le dará por el saco, lo que sea menester”.