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Función y alcance del sueño en el auto de Calderón: La cena del rey

Ea/tasar (1634) Frarn;oise Gilbert

UNIVERSITÉ DE TOULOUSE - LE MIRAIL

A PESAR DEL GRAN INTERÉS crítico suscitado por la noción de sueño en la obra calderoniana, pocos trabajos se dedican al estudio específico del tema en el género sacramental, y ninguno, que yo sepa, en el auto muy comentado de La cena del rey Ea/tasar ( 1634 ). En el marco más global de un trabajo a largo plazo, he escogido interesarme aquí por la noción de sueño precisamente en esto auto porque permite ampliar y quizá reorientar la interpretación de la obra que proporciona Parker1 en un capítulo de su excelente estudio del drama alegórico de Calderón.

El argumento de La cena del rey Ea/tasar se desarrolla en tomo al famoso episodio sacado del quinto libro de Daniel2 en el que el rey babilónico Baltasar, hijo de Nabucodono-sor, organiza un banquete durante el que profana los vasos sagrados del templo de Jerusalén robados por su padre en el momento del saqueo de la ciudad. Según el texto bíblico, aparece entonces una mano que escribe en la pared unas palabras que los sabios de la corte no saben leer (Dn V, 1-8). Daniel, después de reprochar al rey su impiedad y su orgullo, lee e interpreta estas palabras (Dn V, 9-29), y sus predicciones sobre la muerte del rey se realizan (Dn V, 17-28).

Según Parker, Calderón elabora su drama alegórico en tomo a la alternativa ética que se ofrece a Baltasar: puede seguir viviendo una vida desordenada e idolátrica, de la que son emblemáticos los personajes alegóricos de Idolatría, Vanidad, y del loco Pensamiento del rey, o bien puede someterse a las leyes de Dios, representadas por el personaje de Daniel~uyo nombre significa «Juicio de Dios», y que el crítico interpreta como la conciencia de Baltasar-y de la alegoría de la Muerte. Lo que se juega en el auto se fundamenta en la etimología atribuida al nombre del rey, o sea «tesoro escondido», y en la interpretación que Daniel hace de este nombre3 (<<Ea/tasar quiere decir/ tesoro escondido, y yo /sé que en los

1 Véase A. A. Parker, The allegorical drama o/Calderón, Oxford, 1968, cap. IlI, pp. 156-196.

2 Véase Dn V. 3 Véase también La cena del rey Baltasar, en Calderón de la Barca: Autos Sacramentales,

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hombres las almas/ tesoro escondido son./ Ganarle quiero ... » Dan.-vv. 754-758). La «lid crueh>4 por ganar el alma del rey constituye entonces el conflicto del drama: es el enfrenta-miento de la conciencia con el pensamiento desordenado. Esta lucha entre fuerzas morales opuestas estructura el auto según las tres etapas siguientes, definidas por Parker: después de un intento previo de Daniel de convencer al Pensamiento de Baltasar de la superioridad de la ley divina, la primera fase de la lucha emprendida por el profeta consiste en recordar al rey la dependencia del hombre frente a Dios. Luego, Daniel utiliza la idea de la muerte, cuya alegoría sale al escenario, para que Baltasar tome conciencia de la futilidad de su poder temporal. La tercera fase somete al rey al desengaño cuando comprueba en sueño la poca realidad de su gloria, pero contraatacan Idolatría y Vanidad preparando un banquete que celebra los placeres de este mundo. Durante la cena, Baltasar profana los vasos del templo, y aparecen entonces los dedos que escriben en la pared la sentencia de Dios, explicitada por Daniel y ejecutada por la Muerte.

Lo que me interesa de momento es estudiar cómo y por qué la tercera fase del conflicto entre conciencia y pensamiento desordenado se desarrolla precisamente durante el sueño de Baltasar. Cabe establecer primero las circunstancias y la índole de este sueño: después de la intervención de Muerte para recordarle su humana condición, el rey se olvida de ella gracias a los esfuerzos de V anidad e Idolatría para alabar sus sentidos y distraerlo de sus pensamien-tos sombríos. Le dan aire y le cantan canciones anunciadoras de lo que verá entre sueños (Ya Ea/tasar es deidad,/ pues le rinde en este día/ estatuas la Idolatría,/ y templos la Vanidad. Vani.- vv. 970-973), creando entonces circunstancias favorables para que se duerma Baltasar. En esto sale otra vez Muerte que piensa hacerse más presente en el pensamiento del rey durante su sueño, y hace que se quede dormido como bajo el efecto de una droga:

Pues ya mi sombra le asombra, a ver si puede mi sombra lo que mi voz no ha podido. Con el opio y el beleño de los montes de la luna entorpece a la fortuna mi imagen pálida el sueño.

tomo I, ed. A. Valbuena Prat, Madrid, Espasa Calpe, 1957, p. 9, vv. 162-163: «ldo.-Baltasar generoso/ gran rey de Babilonia poderoso, /cuyo sagrado nombre, /porque al olvido, porque al tiempo asombre,/ el hebreo sentido/ le traduce tesar, que escondido/ está». Según Valbuena Prat, op. cit., en la nota de la p. 9, «el nombre de Baltasar, según los textos cuneiformes Bel-sarussur, significa: «[El dios] Bel protegerá al rey» (Vigouroux, Dictionnaire de la Bible)». Por su parte, Dominique Reyre, en Lo hebreo en los autos de Calderón, Kassel, ed. Reichenberger-Pamplona, Universidad de Navarra, 1998, p. 207, recuerda la glosa de Arías Montano: <<Baltassar: Abscondite thesaurizans sive in malleatore, ve! oculte portans angustiam», <que atesora a escondidas o de manera culpable o bien que lleva angustias>, y deduce que la etimología dada por Calderón es una «glosa por traducción y juego de palabras».

4 !bid., p. 6, v. 79.

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FUNCIÓN Y ALCANCE DEL SUEÑO

Sea de su vida dueño (en que se acuerde de mí) un letargo, un frenesí,

(Quédase dormido BALTAZAR) una imagen, un veneno, un horror de horrores lleno.

(Muerte-vv. 981-992)

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De momento, el sueño de Baltasar no es sino el acto de dormir, estado físico provocado para crear una pasividad del rey, y que funciona en virtud de la equivalencia establecida por el texto entre sueño y muerte. Gracias a este estado, pueden volver a actuar las diferentes fuerzas ya presentes en las fases anteriores del conflicto, y aun con una eficacia acrecida. Así, el propósito inicial de recordar al rey su condición mortal rápidamente crece en violencia, y, al final de su parlamento, Muerte quiere aprovechar su sueño para matarlo (y pues Baltasar durmió/ duerma, a nunca despertar, /sueño eterno Baltasar /de cuerpo y alma. Muer.-vv. l 054-1057), y Daniel tiene que interponerse. ¿Pero a qué se debe atribuir esta intensificación de la lucha durante el sueño del rey? De momento, contentémonos con recordar que las fases precedentes del conflicto acudían a argumentos morales (superioridad de las leyes divinas y dependencia del hombre frente a Dios, idea de la muerte) expuestos en el marco concreto de la vida consciente de Baltasar, y entre los que tenía que escoger. Ahora, parece que está abandonando el terreno de la conciencia moral, y que el sueño, creando gracias a la equivalencia simbólica sueño/muerte un espacio en el que se materializa el contacto entre vida y muerte, lo introduce en esferas sobrenaturales.

Por su parte, V anidad e Idolatría también piensan sacar un provecho del estado de sueño del rey:

IDOL. - ¿Parece que duerme? VANI.- Sí. IDOL. - Pues entre sueños espero,

porque al despertar se halle ufano, representalle un aplauso lisonjero. (Vase)

V ANI. - Y o significarle quiero dónde el vuelo ha de llegar de mi deidad singular. (Vase) (vv. 993-997)

Surge aquí un nuevo espacio semántico en el que se «representan» y <<significan» cosas, y la definición del sueño se vuelve la de <suceso, o especies, que en sueños se representa, en la imaginacióm5

• No sólo duerme Baltasar, sino que presencia entre sueños lo anticipado ya

5 Diccionario de Autoridades, Real Academia Española, edición facsímil, Madrid, Gredos,

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por la canción de V anidad e Idolatría, en un espacio que se materializa en el escenario cuando una acotación señala que se abre una apariencia a un lado, y parece una estatua de color de bronce, a caballo, y la Idolatría teniéndola del freno; y al otro lado, sobre una torre, aparece la Vanidad, con muchas plumas, y un instrumento en la mano (v. 1073). El sueño se vuelve entonces aquí el espacio que permite abrirle al rey una puerta ilusoria hacia lo sobrenatural, gracias a la que intensifican su ataque Idolatría y Vanidad:

IDOL. - Y o, la sacra Idolatría, Deidad que del sol desciendo, a consagrarte esta estatua, del supremo alcázar vengo, porque tenga adoración hoy tu imagen en el suelo.

V ANI. - Y o, la humana Vanidad, [ ... ] para colocar la estatua, este imaginado templo te dedico, que de pluma he fabricado en el viento. (vv. 1083-1096)

Contrariamente a lo que afirma Parker, cuando considera que «los personajes todos representan aspectos del espíritu de Baltasar, objetos de su pensamiento y motivos directos de su voluntad»6, me parece que la idolatría del rey ya no es una «mera autoadoración, consecuencia directa de su vanidad\>, sino que al ofrecerle la posibilidad de hacerse adorar como una divinidad, alza el conflicto a un nivel teológico. Además, a partir de ahora remiten indirectamente las palabras de V anidad e Idolatría a un episodio anterior del libro de Daniel8

,

en el que Nabucodonosor cometió un acto de idolatría casi similar, haciendo elevar una estatua de oro en la llanura de Dura y obligando a que todos la adoren. Conste que Calderón modifica el episodio en el sentido de una autodeificación de Nabucodonosor que no aparece en el libro bíblico aludido; pero de todos modos, la alusión a su comportamiento idolátrico confirma el nuevo enfoque del drama hacia una perspectiva más bien teológica, que se refuerza cuando Estatua toma la palabra. En efecto, con su intervención, lo que hasta ahora no era sino un vago recuerdo de un episodio de la vida de Nabucodonosor se complementa con una referencia explícita a un sueño profético que tuvo el padre de Baltasar en otro

1990, tomo III, p. 177, <sueñ0>. 6 Véase A. Parker, op. cit., p. 164. 7 Véase A. Parker, op. cit., p. 168. 8 Véase Dn III: Los tres jóvenes hebreos amigos de Daniel se negaron a adorar la gran

estatua de la llanura de Dura que el rey a mandado adorar so pena de muerte, y entonces son echados en la hoguera (1-23). Ellos cantan en la hoguera (24-90), y el rey comprueba que están vivos, y acompañados de un ángel,

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FUNCIÓN Y ALCANCE DEL SUEÑO

episodio9:

Y o soy la estatua que vió Nabuco, hecha de diversos metales, con pies de barro, mas quien una piedra luego deshizo, piedra caída del monte del Testamento. No la adoración divina tiranices a los cielos, que yo por verme adorar de tres jóvenes hebreos, el horno de Babilonia encendí, donde su esfuerzo al fuego se acrisoló, y no se deshizo al fuego. (Est.-vv. 1152-1165)

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Aunque, para servir su propósito, Calderón mezcle aquí dos episodios distintos de la vida de Nabucodonosor, lo importante es que la referencia a un sueño profético dentro del marco del sueño del propio Baltasar refuerza su definición como espacio de la comunicación sobrenatural, y aun sagrada, ya que, en el caso de Nabucodonosor, era el mismo Dios el que le inspiraba su sueño para comunicarle un mensaje, revelado luego por Daniel, y que se interpreta como el anuncio de redención mesiánica.

Se plantea ahora la cuestión de la función del sueño en la organización global del auto: ¿por qué aparece precisamente en la penúltima fase de la «lid cruel» este espacio intermedia-rio del sueño que, además de intensificar el conflicto, lo reorienta hacia una perspectiva más bien teológica? Para entenderlo, cabe observar que, como en el caso de Daniel que se interponía ante la combatividad de Muerte, decuplada por el estado de sueño de Baltasar, Estatua traiciona las potencias que la suscitaron: «[. . .] contra la idolatría/ áspid de metal me vuelvo, /porque como el áspid, yo/ muera a mi mismo veneno; (Est.-vv. 1144-114 7)». Eso provoca el desengaño de Baltasar, y la idolatría del rey se ve desacreditada: (<<Los dioses que adoras son/ de humanas materias hechos; /bronce adoras en Moloc, ... » Est. -vv. 68-70).

O sea que, en el marco del sueño, las fuerzas que, en una perspectiva moral, mantenían un combate común (Daniel y Muerte, dos formas del <Juicio de Dios>, y Vanidad et Idolatría con su artificio, Estatua, alegorías del desorden moral) acaban por neutralizarse a partir del

9 Véase Dn II: Nabucodonosor tiene un sueño que nadie entre los sabios puede relatar ni explicar (1-13 ). Daniel, por sus oraciones, obtiene de Dios el relato y la interpretación del sueño (14-23). Lo revela al rey: es la visión de una estatua de cuatro metales simbólicos, destruida por una piedra que se vuelve una montaña (24-25). El rey, muy conmovido, proclama Dios el Dios de los Dioses, y eleva a Daniel a un alto cargo (46-49).

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momento en que se hace posible, gracias a la creación de un espacio adecuado, una intervención divina directa. El paso de una lucha ética a una lucha teológica, que se produce en este espacio de contacto sobrenatural entre esfera humana y esfera divina, prepara y posibilita entonces la comunicación directa entre Dios y el hombre, que se materializa en la fase final del auto, durante el banquete: la mano de Dios (v. 1463) escribe en un papel la sentencia de muerte de Baltasar, que nadie sabe interpretar. Las palabras de Idolatría ante este prodigio final confirman la comunidad de índole entre los dos fenómenos sobrenaturales: (Daniel, un hebreo que ha sido /quien interpretó los sueños /del árbol y de la estatua, /lo dirá. Idol.-vv. 1451-1454). Sueño y prodigio ambos relevan de la comunicación con Dios, y necesitan un intérprete calificado: el personaje de Daniel ya pierde su aspecto moral de voz de la conciencia del rey, para cumplir totalmente con su papel teológico de <Juicio de Dios>. Y más allá del castigo de Baltasar por haber profanado los vasos del templo en una especie de parodia de sacrificio de la misa10

, el mensaje que viene a revelar es el de la redención eucarística:

... descubra [ ... ] esta mesa transformada en pan y vino; estupendo milagro de Dios, en quien cifró el mayor Sacramento. (Dan.-vv. 1555-1560)

El análisis del sueño nos permite entonces descubrir cómo, a diferencia de lo que opina Parker, cuando afirma que lo que estructura el auto es <<Ull sistema coherente, que es el análisis teorético de la índole del desorden moral» 11

, La cena de Baltasar no es una obra de carácter puramente ético, sino que se orienta progresivamente hacia el debate teológico hasta desembocar muy lógicamente en la tradicional celebración eucarística. La función del sueño en el desarrollo del auto es pues precisamente la de posibilitar el paso del nivel moral al nivel teológico gracias a sus características como espacio de comunicación sobrenatural, y hacer que el motivo eucarístico no aparezca sólo como antítesis moral del sacrílego banquete final, sino como el apoteosis de una revelación construida a lo largo del drama.

10 Véase A. Parker, op. cit., pp. 188-189. 11 Véase A. Parker, op. cit., pp. 190-191.

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