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muestra el lado ironico del fútbol peruano.

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SEXO DROGAS

ALCOHOL DINERO

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CUCHIO!

TE METO

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CUCHIO!

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FUERA!

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FUERA!DE AQUI !

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CAGON EL FÚTBOL NO ES POLLADA EL FUTBOL ES PASIÓN

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AMPAY FUISTE

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FUISTE

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I

DOLO

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DEBA

RRO

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ku

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kin

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LA GORDITAQUE LINDO LA

TRATAN

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futbolEs algo que esta en el corazon de tofos

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En el Perú, el último partido de fútbol lo jugó la selección perua-na de 1982. Desde entonces, los futbolistas peruanos practican una rara variante de ese deporte que incluye vedettes y cerveza. Los hinchas, que son masas de gente que cantan durante todo el tiempo y no ven los partidos, celebran esas ocasiones raras en que un jugador anota un gol y aplauden cuando el autor del tanto le regala su camiseta a la bailarina de turno. Luego, si su equipo pierde, despotrican contra los futbolistas y los ponen bajo amenaza. Les exigen que dejen de ir a fiestas hasta altas horas de

la madrugada mientras que esos humildes obreros del balón ha-cen cálculos: “Dos golcitos más y me venden a Europa”, piensan. Igual, así vivan en el viejo continente solo podrán ver los partidos de fútbol en el estadio porque ellos participan en otro deporte. Si hubiera mundiales de ‘julbo’ seguro que son fijos.

Pero el ‘julbo’ peruano tiene carácter de religión y sus liturgias se hacen en todas partes. Se juega en la calle, en la canchita pi-tuca de grass, en la esquina, en el patio de la casa, en la cárcel, en el cementerio o en la sala, donde los improvisados jugadores destrozan todo a su paso. Ellos, como no son profesionales, le

dicen ‘pichanga’ y es, en realidad, una excusa para emular a sus ídolos: se juntan con las flacas, beben unos tragos, se ponen apo-dos ridículos. Lo que sucede después de una de esas pichangas, casi siempre en un bar de mala muerte, es una borrachera en la que participan mujeres y se fuman cigarrillos. Para ellos, que son los mismos que alientan a los profesionales en los estadios, el ‘julbo’, la ‘pichanga’ es una religión que tiene su momento más importante después de que todos han terminado sudando la ca-miseta y la hostia se convierte en canchita y el vino, en chela.

Así quieren ser iguales que sus ídolos, máximos representantes de ese deporte olvidado. Kukiín Flores, que salió desnudo a la calle diciendo que había visto un fantasma luego de tomar ron, José Carranza, que le dicen ‘Puma’ porque pateaba a sus rivales y porque todo lo que dice parece el gruñido de un animal. O Claudio Pizarro, que prefiere ir a los caballos que a entrenar. Ese es el ‘julbo’, un deporte ejemplar que rompe esquemas y que siempre va mostrando nuevas caras, que serán las futuras estrellas del deporte nacional.

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