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NUEVAS REFLEXIONES SOBRE EL RECONOCIMIENTO Nancy Fraser

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NUEVAS REFLEXIONES

SOBRE EL RECONOCIMIENTO

Nancy Fraser

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Nancy FraserNace en Baltimore, 20 May 1947Es Filósofa, Socióloga, Profesora, Escritora y Feminista

Nancy Fraser es una intelectual feminista estadounidense, profesora de ciencias políticas y sociales en la New School University for Social Research de Nueva York, un centro de investigación destacado por su carácter progresista -new left 1 -, recibiendo desde su apertura a destacados pacifistas, exiliados europeos y pensadores críticos norteamericanos. Allí centra su investigación de teoría social y política, teoría feminista, y pensamiento contemporáneo francés y alemán.

(1) La “Nueva Izquierda”. término usado principalmente en el Reino Unido y Estados Unidos en referencia a los activistas, educadores, agitadores y otros en los años 1960 y 1970 que trataban de poner en práctica una amplia gama de reformas, en contraste con los primeros movimientos de izquierda o marxista que había adoptado un enfoque más vanguardista a la justicia social y se centró principalmente en la sindicalización laboral y las cuestiones de clase social.

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• La teoría social de Fraser se basa en una redefinición del concepto de justicia, ya que a su parecer, concentrarse únicamente en la distribución de recursos es insuficiente e inadecuado para abarcar la totalidad de las relaciones y hechos sociales que se articulan en las sociedades del capitalismo tardío.

• Su nueva conceptualización se basa en un constructo tridimensional que aboga por la distribución, reconocimiento y representación, es decir, es pertinente y necesario preguntarse por quiénes son los principales implicados en las nuevas problemáticas que sacuden al mundo en un escenario posmoderno: nuevos ajustes económicos estructurales, demandas campesinas, inmigración, calentamiento global, desempleo, matrimonio homosexual.

• Para buscar una solución, Fraser cree necesario tratar estas problemáticas bajo su nuevo concepto de justicia tridimensional, preguntándose:

¿quiénes son los verdaderos interesados? ¿Qué asuntos son nacionales, locales, regionales y globales? ¿quiénes deben decidir estas cuestiones y mediante qué procedimientos?

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LIBROS

• Unruly Practices: Power, Discourse, and Gender in Contemporary Social Theory (1989)

• Justice Interruptus: Critical Reflections on the "Postsocialist" Condition (1997)

• The Radical Imagination: Between Redistribution and Recognition (2003)

• Redistribution or Recognition? A Political-Philosophical Exchange (co-authored with Axel Honneth, 2003)

• Scales of Justice: Reimagining Political Space in a Globalizing World (2008)

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NUEVAS REFLEXIONESSOBRE EL RECONOCIMIENTO

Durante las décadas de 1970 y 1980, las luchas a favor del «reconocimiento de la diferencia» parecían estar cargadas con la promesa de la emancipación. Muchas de las personas que se agruparon en torno a las banderas de la sexualidad, el género, la etnicidad y la «raza» no sólo aspiraban a afirmar identidades hasta el momento negadas, sino a incorporar, además, una dimensión lateral más rica a las batallas en torno a la redistribución de la riqueza y del poder.

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Las reivindicaciones a favor del reconocimiento de la diferencia impulsan en la actualidad muchos de los conflictos sociales en el mundo, desde las campañas en pro de la soberanía nacional y la autonomía subnacional, a las batallas en torno al multiculturalismo, pasando por los movimientos nuevamente en alza en favor de los derechos humanos, que aspiran a promover tanto el respeto universal por la humanidad común como la consideración hacia la especificidad cultural.

¿Por qué en la actualidad, tras la caída del comunismo de corte soviético y la aceleración de la globalización, son tantos los conflictos que adquieren esta forma?

¿Por qué son tantos los movimientos que expresan sus reivindicaciones mediante el lenguaje del reconocimiento?

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• Se ha dado un declive de las reivindicaciones en pos de una redistribución igualitaria, no es que los movimientos que exigían enérgicamente un reparto equitativo de los recursos y de la riqueza hayan desaparecido totalmente. Pero, la continua ofensiva retórica neoliberal contra el igualitarismo, la ausencia de cualquier modelo creíble de «socialismo factible» y las dudas generalizadas sobre la viabilidad de la socialdemocracia basada en el Estado keynesiano2 frente a la globalización, su papel se ha visto reducido en gran medida.

• Primero, el desplazamiento desde la redistribución hacia el reconocimiento se produce a pesar (o a causa) de una aceleración de la globalización económica, periodo donde el capitalismo se expande agresivamente y que está exacerbando de forma radical la desigualdad económica.

• Los planteamientos a favor del reconocimiento están sirviendo más para marginar, eclipsar y desplazar las luchas en favor de la redistribución que para completarlas, complejizarlas y enriquecerlas → el problema del desplazamiento.

(2) El estado de bienestar, o Keynesiano, postula fundamentalmente que el estado debe intervenir activamente en la economía y la sociedad, con vistas a complementar el funcionamiento del mercado, garantizando un mínimo de bienestar básico a toda la sociedad.

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• En segundo lugar, las luchas en favor del reconocimiento hoy se producen en un momento de una tremenda y creciente interacción transcultural, en el que la migración en aumento y los flujos mediáticos globales están tornando más híbridas y plurales las expresiones culturales.

• Los rumbos que toman dichas luchas a menudo no contribuyen a promover la interacción respetuosa en el seno de contextos cada vez más multiculturales, sino a simplificar y reificar3 de manera drástica las identidades de grupo. Promueven el separatismo, la intolerancia, el chovinismo, el patriarcado y el autoritarismo. A esta cuestión se refiere como → el problema de la reificación.

• Ambos problemas –el desplazamiento y la reificación– son extremadamente serios: en la medida que la política del reconocimiento desplaza a la política de la redistribución, puede promover, la desigualdad económica; en la medida en que reifica las identidades de grupo, corre el riesgo de aprobar la violación de los derechos humanos y congelar los mismos antagonismos que trata de mediar.

(3) Reificación se refiere a la cosificación (consideración de una persona como una cosa) de las relaciones sociales.

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[1] la redistribución (igualitarias) hacen referencia a situaciones de explotación. [2] el reconocimiento (de las diferencias) hacen referencia a la dominación cultural y simbólica.

Según Fraser, asistimos a la suplantación del primer lugar de la disputa política, que había sido de [1], por [2].

[1] Injusticias socioeconómicas: explotación, marginalización económica, pobreza. Los teóricos de la igualdad han analizado su naturaleza: K. Marx, J. Rawls, A. Sen, R. Dowrkin.

[2] Injusticias de carácter simbólico o cultural: los teóricos que las han analizado parten de la idea de que la identidad personal es deudora del reconocimiento y la aprobación de los demás: Ch. Taylor, A. Honneth, I. M. Young, P. J. Wiliams.

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¿Qué relación se da entre [1] y [2]?

•La lucha por el RECONOCIMIENTO llama la atención sobre la especificidad de algún grupo o minoría y afirma su valor.

•La lucha por la REDISTRIBUCIÓN quiere abolir el orden de cosas que genera la especificidad grupal de los desfavorecidos económicos.Es decir: el RECONOCIMIENTO → promover la diferenciación. la REDISTRIBUCIÓN → minarla, socavarla.

Los dos tipos de lucha y de reivindicación mantienen una tensión entre sí. Las personas que son objeto de [1] y de [2] necesitan al mismo tiempo ambas formas de reivindicación y lucha: necesitan a la vez proclamar y negar su especificidad.

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• Muchas personas se han lavado las manos con respecto a la «política de la identidad» o han propuesto abandonar totalmente las luchas culturales.

• Para algunas, esto puede significar volver a conceder prioridad a la clase social por encima del género, la sexualidad, la «raza» y la etnicidad.

• Para otras esto puede significar rechazar sin más todas las reivindicaciones «minoritarias» e insistir en la asimilación con respecto a las normas mayoritarias en nombre del laicismo, el universalismo o el republicanismo.

• La cultura, por otro lado, constituye un terreno de lucha legítimo, incluso necesario, un ámbito en el que se asienta la injusticia por derecho propio y en el

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Ejemplo: Los colectivos “bivalentes” que están en un punto intermedio de la tabla y que precisarían tanto de redistribución como de reconocimiento, y por lo tanto, paradójicamente, de que su diferencia se promueva y apoye, como de que se disuelva. El caso de las mujeres y el de las etnias (“razas”) oprimidas son paradigmáticos de estos colectivos bivalentes.

Clase social Mujeres y "razas" Minorías sexuales

explotada oprimidas marginadas

REDISTRIBUCIÓN RECONOCIMIENTO

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En este Modelo la Identidad se construye de manera dialógica (idea hegeliana4), a través de un proceso de reconocimiento mutuo. El reconocimiento designa una relación recíproca ideal entre sujetos, según la cual cada uno contempla al otro simultáneamente como a un igual y como a alguien distinto de sí mismo.

Esta relación es constitutiva de la subjetividad: se llega a ser un sujeto individual únicamente cuando se reconoce y se es reconocido por otro sujeto. El reconocimiento de los otros, por lo tanto, es esencial para el desarrollo del sentido de sí.

No ser reconocido o ser «reconocido inadecuadamente» supone sufrir simultáneamente una distorsión en la relación que uno mantiene consigo mismo y un daño inflingido en contra de la propia identidad.

(4) El hegelianismo es el sistema filosófico fundado por Georg Wilhelm Friedrich Hegel, según el cual «lo absoluto», que también llama «idea», se manifiesta evolutivamente bajo las formas de naturaleza y de espíritu.

El Modelo de la Identidad

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Los defensores del modelo de la identidad transponen el esquema del reconocimiento hegeliano al terreno cultural y político. Sostienen que pertenecer a un grupo infravalorado por la cultura dominante equivale a sufrir una falta de reconocimiento, a sufrir una distorsión en la relación que uno mantiene consigo mismo.sentido de sí.

Desde esta perspectiva, la política del reconocimiento aspira a remediar el propio trastorno interior, oponiéndose a la imagen degradada del grupo que sustenta la cultura dominante.

Propone: rechazar tales imágenes en favor de nuevas autorrepresentaciones, librándose de las identidades negativas interiorizadas y agrupándose colectivamente con el fin de producir una cultura autoafirmativa que, en el ámbito público, logre alcanzar el respeto y el aprecio de la sociedad en su conjunto.

El resultado: es el «reconocimiento» una relación no distorsionada con uno mismo.

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El desplazamiento de la redistribución

El Modelo de la Identidad, aborda la falta de reconocimiento como una ofensa cultural independiente: muchos de sus defensores simplemente ignoran la injusticia distributiva por completo, centrándose exclusivamente en iniciativas encaminadas a transformar la cultura; otros, por el contrario, consideran la gravedad de la distribución desigual y les gustaría realmente remediarla.

• Ambas corrientes terminan desplazando las reivindicaciones redistributivas. La primera corriente considera la falta de reconocimiento como un problema de desprecio cultural. Las raíces de la injusticia se sitúan en las representaciones degradantes; pero no se considera que éstas tengan una base social.

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• Ejemplo: No logran comprender, los lazos entre las normas androcéntricas que infravaloran las actividades codificadas como «femeninas» y los bajos salarios de las trabajadoras. Pasan por alto los lazos institucionalizados que se dan en los sistemas de bienestar social entre, las normas heterosexistas que deslegitiman la homosexualidad y la negación de recursos y beneficios a gays y lesbianas.

• Ocultando dichas conexiones despojan a la falta de reconocimiento de sus cimientos socioestructurales, equiparándola a una identidad distorsionada distorsionada.

• Una vez que la política del reconocimiento se ha visto así reducida a la política de la identidad, la política de la redistribución queda desplazada.

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La segunda corriente de la política de la identidad no se limita a ignorar la distribución desigual de este modo. Advierte que las injusticias culturales a menudo están vinculadas con injusticias económicas; sin embargo, no alcanza a comprender el carácter que las vincula.

Los defensores de esta perspectiva, suponen que la distribución desigual es meramente un efecto secundario de la falta de reconocimiento. Por lo tanto las desigualdades económicas son simples expresiones de jerarquías culturales; en este sentido, la opresión de clase es un efecto superestructural de la desvalorización cultural de la identidad proletaria (del «clasismo»).

Toda distribución desigual puede ser indirectamente solucionada mediante una política de reconocimiento: revalorizar las identidades equivale simultáneamente a atacar las causas profundas de la desigualdad económica; no hace falta una política redistributiva específica.

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Ambas formas de injusticia podrían ser remediadas de un golpe, y una política del reconocimiento que remediara con éxito la falta de reconocimiento se enfrentaría asimismo a la distribución desigual.

Sin embargo, la idea de una sociedad puramente «cultural» sin relaciones económicas, se aleja bastante de la realidad actual, en la que la mercantilización en buena medida se ha hecho dominante en todas las sociedades, desligando, al menos parcialmente, los mecanismos económicos de distribución de los modelos culturales de valor y prestigio.

En estas condiciones, la idea de que se puede poner remedio a toda distribución desigual mediante una política de reconocimiento resulta profundamente engañosa: en lo único en que puede acabar este planteamiento es en el desplazamiento de las luchas a favor de la justicia económica.

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La reificación de la identidad

El desplazamiento no es el único problema; el modelo del reconocimiento de la política de la identidad tiende, a reificar la identidad. Al insistir en la necesidad de articular y expresar una identidad colectiva auténtica, autoafirmativa y autogenerada, ejerce una presión moral sobre los miembros individuales con el fin de que estos se ajusten a la cultura de un grupo determinado.

La disidencia cultural y la experimentación son desalentadas (o equiparadas, con la deslealtad). El efecto general es el de imponer una identidad de grupo única y drásticamente simplificada que niega la complejidad de las vidas de las personas, la multiplicidad de sus identificaciones y de las fuerzas entrecruzadas que operan en sus diversas afiliaciones.

El Modelo de la Identidad se convierte en un vehículo de la falta de reconocimiento: al reificar la identidad de grupo acaba ocultando la política de la identificación cultural, las luchas dentro del grupo por alcanzar la autoridad y el poder para representarlo. Este enfoque enmascara el poder de las fracciones dominantes y refuerza la dominación intragrupal.

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El Modelo de la Identidad, por lo tanto, se inclina con demasiada facilidad hacia formas represivas de comunitarismo, favoreciendo el conformismo, la intolerancia y el patriarcado.

El modelo de la identidad tiende a negar sus propias premisas hegelianas...comienza asumiendo que la identidad es dialógica y construida por medio de la interacción con otro sujeto, acaba valorando el monologuismo y dando por supuesto que las gentes que son inadecuadamente reconocidas pueden y deben construir su identidad por sí solas..., que un grupo tiene derecho a ser comprendido únicamente en sus propios términos, que nadie está justificado en ningún caso para contemplar a otro sujeto desde una perspectiva exterior o disentir de la interpretación que otro realiza de sí mismo.

Por lo tanto, el reconocimiento del modelo de la identidad es profundamente inadecuado. Este modelo resulta teóricamente deficiente, políticamente problemático; equipara la política del reconocimiento con la política de la identidad y, como consecuencia alienta tanto la reificación de las identidades de grupo como el desplazamiento de la política redistributiva.

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La falta de reconocimiento como subordinaciónde status Fraser propone, un enfoque alternativo que consiste en tratar el reconocimiento como una cuestión de status social. Desde esta perspectiva, lo que precisa de reconocimiento no es la identidad específica de grupo, sino el status de los miembros individuales de un grupo como plenos participantes en la interacción social.

Donde la falta de reconocimiento, por lo tanto, no significa desprecio y deformación de la identidad de grupo, sino subordinación social, en tanto que imposibilidad de participar como igual en la vida social.

Para remediar esta injusticia sigue siendo necesaria una política de reconocimiento; pero de acuerdo con el «Modelo del status», ésta deja de reducirse a una cuestión de identidad; implica, una política que aspire a superar la subordinación reestableciendo a la parte no reconocida como miembro pleno de la sociedad, capaz de participar a la par con el resto.

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Considerar el reconocimiento como una cuestión de status significa examinar los modelos de valor cultural institucionalizados en la medida en que afectan a la posición relativa de los actores sociales.

En dichos modelos los actores si son tratados como iguales, son capaces de participar a la par unos con otros en la vida social, entonces podremos hablar de reconocimiento recíproco e igualdad de status.

Pero si dichos modelos conforman a actores como inferiores, excluidos, o simplemente invisibles, entonces podremos hablar de falta de reconocimiento y subordinación de status. En este caso, la falta de reconocimiento constituye una relación institucionalizada de subordinación social.

No ser reconocido, no equivale simplemente a ser considerado como alguien criticable, despreciable o a ser infravalorado a través de las actitudes, creencias o representaciones de otros. Equivale, a no ver reconocido el status de participante de pleno derecho en la interacción social como una consecuencia de los modelos de valor cultural institucionalizados que construyen a una persona como comparativamente indigna de respeto o estima.

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De acuerdo con el modelo del status, la falta de reconocimiento es perpetrada, por medio del funcionamiento de las instituciones sociales que regulan la interacción de acuerdo con normas culturales que impiden la igualdad.

Ejemplos: las leyes matrimoniales que excluyen a las parejas del mismo sexo al considerarlas ilegítimas y perversas, las políticas de bienestar social que estigmatizan a las madres solteras considerándolas como oportunistas sexualmente irresponsables y las prácticas policiales tales como los «archivos raciales», que asocian a las personas racializadas con la criminalidad.

En cada caso la interacción es regulada por un modelo de valor cultural institucionalizado que constituye a ciertas categorías de actores sociales como normativas y a otras como deficientes o inferiores: lo «hetero» es normal, lo «gay», perverso; «los hogares con un varón al frente» son correctos; «los hogares con una mujer al frente», no; las personas «blancas» son decentes; las «negras», peligrosas.

El resultado consiste en negar a algunos miembros de la sociedad el status de plenos participantes en la interacción, capaces de participar en pie de igualdad con el resto.

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El Modelo del status no se decanta a priori en favor de ningún tipo específico de solución a la falta de reconocimiento; permite distintas posibilidades, dependiendo precisamente de lo que los grupos subordinados necesiten para poder participar en igualdad de condiciones en la vida social.

Ejemplo: desprenderse de diferenciaciones adscritas o construidas; o que se tome en consideración lo que continúa estando insuficientemente reconocido; o precisarán desplazar el foco de atención hacia los grupos dominantes o favorecidos, exponiendo la diferenciación.

En cada caso, el modelo del status confecciona la solución en función de las condiciones, concretas que impiden la igualdad. A diferencia del modelo de la identidad, no privilegia a priori los enfoques que valorizan la especificidad de grupo.

Con el Modelo del Status, la política del reconocimiento no se detiene en la identidad, sino que aspira a generar soluciones institucionales que pongan remedio a ofensas institucionalizadas. Se aspira a superar la subordinación de status transformando los valores que regulan la interacción, e instaurando nuevos modelos de valor que promuevan la participación igualitaria en la vida social.

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Abordando la distribución desigual

Otra diferencia fundamental entre el modelo del status y el de la identidad, es que en el modelo del status, los patrones de valor cultural institucionalizados no constituyen los únicos obstáculos que impiden la participación igualitaria sino que también es impedida cuando algunos actores carecen de los recursos necesarios para participar como iguales con respecto a otros. (una forma de subordinación e injusticia social).

A diferencia del modelo de la identidad, de acuerdo con el modelo del status, la

justicia social abarca dos dimensiones analíticamente diferenciadas:

1. una dimensión de reconocimiento, que se refiere a los efectos de las significaciones y las normas institucionalizadas sobre las posiciones relativas de los actores sociales, y

2. una dimensión distributiva que se refiere a la asignación de los recursos disponibles a los mismos.

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Cada una de estas dimensiones está asociada con formas analíticamente diferentes de injusticia. La injusticia asociada a la dimensión de reconocimiento es, la falta de reconocimiento. Por el contrario, la injusticia correspondiente a la dimensión distributiva es la distribución desigual, según la cual, las estructuras económicas, los regímenes de propiedad y los mercados de trabajo privan a los actores de los recursos necesarios para una participación plena.

Por último, a cada dimensión le corresponde una forma analíticamente diferente de subordinación: a la dimensión de reconocimiento, tal y como he explicado, le corresponde una subordinación en el status fundada sobre modelos de valor cultural institucionalizados; a la dimensión distributiva, por contra, le corresponde una subordinación económica, fundada sobre rasgos estructurales del sistema económico. En general, el modelo del status sitúa el problema del reconocimiento dentro de un marco social más amplio. Las sociedades se conforman como campos complejos que incluyen formas culturales, además de formas económicas de ordenación social.

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“En todas las sociedades, estas dos formas de ordenación están imbricadas”.

En condiciones capitalistas, ninguna se reduce por completo a la otra. La dimensión económica se desliga relativamente de la dimensión cultural, en la medida en que los ámbitos mercantilizados, en los que predomina la acción estratégica, se diferencian de los no mercantilizados, en los que predomina la interacción regulada por el valor.

Resultado: una desvinculación parcial de la distribución económica con respecto a las estructuras de prestigio. Donde los modelos de valor cultural no dictan las asignaciones económicas en sentido estricto (en contra de la teoría culturalista de la sociedad); las desigualdades económicas de clase no reflejan simplemente las jerarquías de status; lo que sucede, en realidad, es que la distribución desigual se desliga parcialmente de la falta de reconocimiento.

De acuerdo con el modelo del status, no todas las injusticias distributivas pueden remediarse únicamente mediante el reconocimiento. Es necesaria también una política redistributiva.

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A diferencia del modelo de la identidad, el modelo del status considera la falta de reconocimiento en el contexto de una comprensión más amplia de la sociedad contemporánea. La subordinación de status no puede entenderse al margen de las condiciones económicas, del mismo modo que el reconocimiento no puede abstraerse de la distribución. Considerando únicamente ambas dimensiones simultáneamente es posible determinar qué es lo que impide la participación igualitaria en un caso determinado; poniendo a prueba las imbricaciones complejas entre status y clase económica se puede determinar cuál es el mejor modo de remediar la injusticia.

El modelo del status, por lo tanto, opera en contra de las tendencias que desplazan las luchas a favor de la redistribución. Al rechazar la idea de que la falta de reconocimiento es un daño cultural independiente, entiende que la subordinación de status a menudo está vinculada a la injusticia distributiva. Sin embargo, evita limitar la complejidad de estos vínculos: al considerar que no todas las injusticias económicas pueden ser superadas únicamente mediante el reconocimiento, aboga por un enfoque que integra explícitamente las reivindicaciones de reconocimiento y las redistributivas y, por lo tanto, mitiga el problema del desplazamiento.

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El Modelo del Status evita, asimismo, reificar las identidades de grupo; lo que precisa de reconocimiento no es la identidad específica de grupo, sino el status de los individuos en tanto plenos participantes en la interacción social.

Esta orientación ofrece varias ventajas: 1. Evita hipostasiar la cultura y sustituir la transformación social por la ingeniería

identitaria (al centrarse sobre los efectos de las normas institucionalizadas sobre las capacidades de interactuar).

2. Evita esencializar las configuraciones actuales y extinguir la posibilidad de la transformación histórica (al no privilegiar las soluciones a la falta de reconocimiento que valorizan las identidades de grupo existentes).

3. Evita el monologuismo autoritario de la política de la autenticidad y al separatismo y los enclaves de grupo (al hacer de la participación igualitaria un estándar normativo, el modelo del status somete las reivindicaciones a favor del reconocimiento a procesos democráticos de argumentación pública).

En este sentido, lejos de alentar el comunitarismo represivo, el modelo del status milita en su contra.

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ConclusiónA las luchas a favor del reconocimiento en su aspiración a oponerse a las representaciones culturales degradantes de los grupos subordinados, abstraen la falta de reconocimiento de su matriz institucional y rompen su vinculación con la economía política y, en la medida en que proponen identidades colectivas «auténticas», sirven más para reforzar el separatismo, el conformismo y la intolerancia que para promover la interacción entre diferencias. Los efectos tienden a ser doblemente desacertados: en muchos casos, las luchas a favor del reconocimiento desplazan a las luchas en pos de la justicia económica al tiempo que fomentan formas represivas de comunitarismo.

La solución no pasa por rechazar la política del reconocimiento. Esto supondría condenar a millones de personas a sufrir graves injusticias que sólo pueden ser remediadas mediante algún tipo de reconocimiento.

Lo que hace falta, por el contrario, es una política del reconocimiento alternativa, una política no identitaria que pueda poner remedio a la falta de reconocimiento sin fomentar el desplazamiento y la reificación. Entonces el modelo del status proporciona las bases para llevarla a cabo. Entendiendo el reconocimiento como una cuestión de status, y examinando su relación con la clase económica, se pueden dar pasos, si no para solucionar totalmente el desplazamiento de las luchas por la redistribución, sí para mitigarlo; y evitando el modelo de la identidad, se puede comenzar a reducir, si no a disipar totalmente, la peligrosa tendencia a reificar las identidades colectivas.

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• La distinción Afirmación vs Transformación puede aplicarse a las luchas redistributivas, y así tenemos: a) las políticas del estado liberal de bienestar que buscan corregir los efectos injustos de un determinado sistema económico, pero dejando intacta la estructura político-económica que los genera. b) el socialismo, que busca corregir los efectos actuando sobre la estructura económica que los genera.

(1) Estado liberal de bienestar: (2) Socialismo: profunda re-estructuraciónreubicaciones superficiales de los bienes de las relaciones de producción. Puedeexistentes entre los grupos sociales. ayudar a remediar algunas formas dePuede generar misrecognition. misrecognition.

(3) Multiculturalismo: reorganización (4) Deconstrucción: profunda re-estructuraciónsuperficial de las entidades de los grupos de las relaciones de reconocimiento. existentes.Mantiene las diferencias entre Desestabiliza las diferencias entre los grupos. los grupos.

AFIRMACIÓN TRANSFORMACIÓN

REDISTRIBUCIÓN

RECONOCIMIENTO

En general:

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• En los casos de los colectivos considerados como bivalentes definidos por el género y las razas inferiorizadas, el escenario que según Nancy Fraser mejor responde al dilema Redistribución / Reconocimiento es la redistribución en lo económico (o sea el socialismo) combinado con deconstrucción en la cultura.

(1) Acción positiva: (2) Feminismo socialista o social - demócrata Asegurar la incorporación de las mujeres

al mercado laboral sin cuestionarlo ni pretender cambiar su naturaleza.

(3) Feminismo cultural: (4) Feminismo deconstructivista: Revalorización de la feminidad sin tocar la Desmantelar el androcentrismo diluyendo

dicotomía masculino / femenino. la dicotomía entre géneros.

PROBLEMÁTICA CONSISTENTECOMBINACIÓN

AFIRMACIÓN TRANSFORMACIÓN

REDISTRIBUCIÓN

RECONOCIMIENTO

Con respecto al

género:

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Para que este escenario sea psicológica y políticamente factible es necesario que todas las personas vayan diluyendo poco a poco sus lazos de adhesión a las

vigentes versiones construidas culturalmente de sus identidades e intereses.

FIN

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Escuela de Frankfurt

• Se conoce como Escuela Frankfurt a un grupo de investigadores que adherían a las teorías de Hegel, Marx y Freud y cuyo centro estaba constituido en el Instituto de Investigación Social, inaugurado en 1924 en Fráncfort del Meno.

• También se les considera representantes de la teoría crítica que allí se fundó. El núcleo de la teoría crítica de la escuela de Fráncfort es la discusión crítico ideológica de las condiciones sociales e históricas en las que ocurre la construcción de teoría y la (así mediada) crítica de esas condiciones sociales. La relación resulta de la pretensión de conceptualizar teóricamente la totalidad de las condiciones sociales y la necesidad de su cambio. En la concepción de la escuela de Fráncfort la teoría se entiende como una forma de la práctica.

• La denominación teoría crítica se remonta al título del ensayo programático Teoría tradicional y teoría crítica (Traditionelle und kritische Theorie) de Max Horkheimer del año 1937. Se considera la obra principal de esta escuela la colección de ensayos Dialéctica de la ilustración (Dialektik der Aufklärung), compilada y editada conjuntamente por Horkheimer y Theodor W. Adorno entre 1944 y 1947.