Franquismo, latifundistas y obras hidráulicas en Andalucía ...

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l golpe de Estado de julio de 1936 no sólo tenía como objetivo destruir el orden cons- titucional vigente, sino también el de hacer desaparecer a to- dos aquellos que pensaban en cual- quier cambio social. Tanto el tímido camino emprendido por los gobier- nos republicanos, como el más radi- cal que preconizaba un amplio sector del mundo obrero. De hecho, el fra- caso de la rebelión dio paso a un pro- ceso revolucionario. A medida que ciudades y pueblos fueron conquista- dos por los golpistas lo mejor que le podía suceder a los vencidos era ser encarcelados, escapar a las “sacas” y, una vez superada la condena o con- denas a muerte impuestas por el con- sejo de guerra correspondiente, con- vertirse en un preso que “redimiría” su pena en cualquiera de las miles de obras públicas, y privadas, que re- construían un país destruido. Para sobrevivir tenían que con- vertirse en esclavos. Además, los vencedores también buscaron su hu- millación moral. Su utilización como trabajadores forzados les liberaría de “su miseria moral”. No eran sino una horda de asesinos y forajidos a los que se debía desinfectar de la propa- ganda “satánica” que les había em- brutecido y así poder despertarles el instinto religioso y honrado de sus antepasados. El pacto de silencio y olvido so- bre el que se ha levantado el actual régimen democrático ha arrojado al vertedero de la historia a los miles de hombres y mujeres que sacrificaron sus vidas. Todavía hoy, los escasos supervivientes ven cómo las autori- dades les niegan el reconocimiento. Las mismas autoridades que alzan la voz reclamando el pago de indemni- zaciones al Estado y empresas ale- manas por los esclavos españoles en los campos de concentración nazi. En abril de 1939 no llegó la paz. El propio general Franco se encargó de recordarlo: “¡Españoles alerta! España sigue en guerra contra todo enemigo del interior y exterior”. Co- menzaban los años de la victoria so- 16 CUADERNOS PARA EL DIÁLOGO • octubre/noviembre 2006 • Nº 14 El pacto de silencio y olvido sobre el que se ha levantado el actual régimen democrático en España ha arrojado al ver tedero de la historia a los miles de hombres y mujeres que sacrificaron sus vidas E Franquismo, latifundistas y obras hidráulicas en Andalucía: El Canal de los Presos Reclusos rojos en las obras del Canal del Bajo Gualquivir, el Canal de los Presos. Soñaron con la libertad y los convirtieron en esclavos José Luis Gutiérrez Molina 16-23 JLGutierrez 14 30/10/06 14:44 Página 2

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l golpe de Estado dejulio de 1936 no sólotenía como objetivodestruir el orden cons-titucional vigente, sino

también el de hacer desaparecer a to-dos aquellos que pensaban en cual-quier cambio social. Tanto el tímidocamino emprendido por los gobier-nos republicanos, como el más radi-cal que preconizaba un amplio sectordel mundo obrero. De hecho, el fra-caso de la rebelión dio paso a un pro-ceso revolucionario. A medida queciudades y pueblos fueron conquista-dos por los golpistas lo mejor que lepodía suceder a los vencidos era serencarcelados, escapar a las “sacas” y,una vez superada la condena o con-denas a muerte impuestas por el con-sejo de guerra correspondiente, con-vertirse en un preso que “redimiría”su pena en cualquiera de las miles deobras públicas, y privadas, que re-construían un país destruido.

Para sobrevivir tenían que con-vertirse en esclavos. Además, losvencedores también buscaron su hu-millación moral. Su utilización comotrabajadores forzados les liberaría de“su miseria moral”. No eran sino unahorda de asesinos y forajidos a los

que se debía desinfectar de la propa-ganda “satánica” que les había em-brutecido y así poder despertarles elinstinto religioso y honrado de susantepasados.

El pacto de silencio y olvido so-bre el que se ha levantado el actualrégimen democrático ha arrojado alvertedero de la historia a los miles dehombres y mujeres que sacrificaronsus vidas. Todavía hoy, los escasossupervivientes ven cómo las autori-

dades les niegan el reconocimiento.Las mismas autoridades que alzan lavoz reclamando el pago de indemni-zaciones al Estado y empresas ale-manas por los esclavos españoles enlos campos de concentración nazi.

En abril de 1939 no llegó la paz.El propio general Franco se encargóde recordarlo: “¡Españoles alerta!España sigue en guerra contra todoenemigo del interior y exterior”. Co-menzaban los años de la victoria so-

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El pacto de silencio y olvido sobre el que se ha levantado el actual régimen democrático en Españaha arrojado al vertedero de la historia a los miles de hombres y mujeres que sacrificaron sus vidas

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Franquismo, latifundistas y obras hidráulicasen Andalucía: El Canal de los Presos

Reclusos rojos en las obras del Canal del Bajo Gualquivir, el Canal de los Presos.

Soñaron con la libertady los convirtieron en esclavos

José Luis Gutiérrez Molina

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bre la que se levantó la dictadurafranquista. Sus cimientos fueron loscentenares de miles de muertos, deexiliados, de presos de la “otra” Es-paña y los materiales con los que seconstruyó los de la represión, el ren-cor, la corrupción y la destrucción detodo lo que se opusiera a los valoresdel nacional catolicismo. El modelolo proporcionó el patrón castrense.Si guerreros fueron quienes habíanencabezado la sublevación, ellostambién acaudillarían la “nueva” Na-ción. España iba a convertirse un in-menso cuartel y el texto de los pan-fletos que la aviación franquista ha-bía lanzado sobre las líneas enemi-gas, “¡Esclavos de Negrín, rendíos!”,no iba a quedar en mera retórica.

De hecho no lo había sido nunca.En las zonas en las que la subleva-ción triunfó, como las comarcas oc-cidentales de Andalucía, prisioneros

y presos fueron ya utilizados en tra-bajos de fortificaciones militares,obras públicas y, previa autorizaciónde la autoridad competente –la mili-tar, por supuesto–, en empresas ycampos privados. Entre 1936 y 1939se fue estructurando en Andalucía elrégimen esclavista. Así Sevilla se viorodeada de una tupida corona de es-pinas de campos de concentración ytrabajo. Sus beneficiaros fueron, en-tre otros, terratenientes y altos bur-gueses agrarios, instigadores del san-griento conflicto. Una de esas obrasfue la del Canal del Bajo Guadalqui-vir, el Canal de los Presos.

La construcción de esta impor-tante obra de infraestructura hidráu-lica nos muestra algunas de las másimportantes características de los tra-bajos forzados franquistas. En pri-mer lugar se efectuó para beneficiara un grupo social implicado en el

golpe de Estado. También, en segun-do lugar, fue la expresión de un sis-tema de explotación económica ypolítica que iba más allá de una co-yuntura específica para convertirseen uno de los pilares del régimenfranquista. Finalmente, en tercer lu-gar, que el organismo que lo realizó,el Servicio de Colonias Penitencia-rias Militarizadas (SCPM), fue ex-presión del perfeccionismo al quellegó el sistema y de la propia evolu-ción de la dictadura.

■ Señorito empresario

En su novela ‘Por el río abajo’, Al-fonso Grosso y Armando López Sali-nas rememoran como, cuando pasa-ba el tren por las cercanías de uno delos campos donde estaban los traba-jadores del canal, oyeron a un viaje-ro decir: “Miren cómo trabajan los

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Sevilla se rodeó de una corona de espinas de campos de concentración y trabajo. Sus beneficiarios, terratenientes y burgueses.

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rojillos. Así aprenderán a no insultara los señores”. El Canal de los Presosno era la primera obra hidráulica enla que se utilizaron a los presos enAndalucía. En noviembre de 1937unos doscientos cincuenta detenidosgubernativos fueron enviados a lasobras del canal del Viar, también enla provincia de Sevilla. No era casua-lidad. Eran las que más interesabantanto a las autoridades del nuevo ré-gimen, como a los latifundistasandaluces que lo apoyaban.

Desde principios de siglo lossectores más avanzados de lasociedad española propugnabanla puesta en marcha de ampliaszonas de regadío como la mejorfórmula para sacar al país de susecular retraso. En 1939, la es-tructura de la propiedad y lossistemas de trabajo y produc-ción agraria en Andalucía nosólo eran injustos sino que ibandejando de ser rentables.

El régimen de terror fran-quista había devuelto la seguri-dad a la alta burguesía andaluzaque participaba con especial de-dicación en la eliminación desus adversarios.

La campiña andaluza volvióa ser feudo de los “señoritos”que retomaron los viejos usosrepresivos de una mano de obramal pagada y cultivos de subsis-tencias, como el cereal y las le-guminosas. Una década despuésde terminado el conflicto, a co-mienzos de los años cincuenta,el valor real de los salarios era toda-vía la mitad de los que se recibía en1933. Los latifundistas andaluces ha-bían continuado ganando y mucho.Sin embargo, también sabían que sise irrigaba el campo los beneficiosaumentarían. Incluso las mentes máspreclaras comprendían que una polí-tica hidráulica agraria ayudaría a de-sactivar el polvorín social de la re-gión. Pero para ello había que cons-

truir pantanos, infraestructuras deriegos y zonas de colonización. Esdecir, realizar enormes inversiones.

Hasta 1939 los intentos de poneren riego grandes zonas chocaron conla oposición de los propietarios queno estaban dispuestos a asumir loscostos. Un proyecto como el Canaldel Bajo Guadalquivir, que se re-montaba hasta comienzos del sigloXIX, continuaba siendo eso, un sue-

ño. Sin embargo, tras la victoria, losvencedores iban a contar con un ejér-cito de presos que podían convertirseen los trabajadores que ejecutaranesas obras al menor precio posible,sino gratis total. Por fin encontrabanel momento oportuno para afrontarunas obras que les iban a proporcio-nar fabulosos beneficios. Aunque tu-vieran que compartirlos con los au-ténticos dueños de la situación: el

Ejército. El control militar era abso-luto, como lo ejemplifica que fueranlas Auditorías de Guerra las que seencargaron de comandar la depura-ción de los vencidos. Como tambiénque estuvieran bajo control directode la Presidencia de Gobierno la ma-yor parte de los organismos que dise-ñaron la política económica nacionalhasta bien entrada la década de loscincuenta. Carburantes, productos

industriales, transportes, tasas yprecios los regulaban entidadesdependientes de ella. Como elInstituto Nacional de Industria(INI), la locomotora económicafranquista. Todos fueron liqui-dados a fines de los años cin-cuenta, cuando lo exigió la rein-corporación del país a los cir-cuitos estatales capitalistas.

El SCPM fue un ente queaunó en su seno todas las carac-terísticas del régimen franquis-ta. Dependía de Presidencia deGobierno y tenía una estructuray un funcionamiento militar. ElPatronato para la Redención dePenas por el Trabajo (PRPT) leproporcionó el mayor númerode trabajadores durante años. ElMinisterio del Ejército facilitólos mandos y las unidades detropa que desempeñaron las je-faturas administrativa y técnicay las tareas de escolta y vigilan-cia de los campos.

“Empresa temporal de tra-bajo franquista” ha denominadoel escritor Isaías Lafuente al

PRPT, el organismo que gestionó lostrabajos forzados de los presos polí-ticos españoles. Supuestamente fueel propio Franco quien ideó el siste-ma, otra genialidad del “César visio-nario” del escritor José María Pe-mán. La realidad es más prosaica. Sujustificación ideológica la proporcio-nó el sacerdote jesuita, fundador delInstituto Católico de Artes e Indus-trias (ICAI), Juan Antonio Pérez del

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Amplias zonas de regadío en un régimen de terror.

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Pulgar y quien lo puso en marcha fueel coronel Máximo Cuervo Radigales,director General de Prisiones y autordel mejor anuncio publicitario delorganismo al asegurar que funciona-ba con la disciplina de un cuartel, laseriedad de un banco y la caridad deun convento. Ambos crearon el fi-chero fisiotécnico, la bolsa de traba-jo en la que estaban la práctica tota-lidad de los penados recluidos en lasprisiones, el instrumento que permi-tió proporcionar al Estado y a lasempresas privadas los trabajadoresque necesitaran.

Nació militarizado para vigilar alos penados que trabajarían en luga-res alejados de los establecimientospenitenciarios. La consecuencia fueel paisaje de sus agrupaciones: cam-pos militarizados, distribución de lospresos en batallones, vigilancia ex-terna e interna a cargo de funciona-rios de prisiones y unidades militaresy parafernalia nacional–católica conprofusa exhibición de cánticos y ce-

remonias patrióticas y religiosas quellegaban al esperpento. En fechas tanseñaladas como la Semana Santa ca-mionetas llenas de sacerdotes llega-ban a los campos para confesar a lospresos que esperaban formados y vi-gilados para impe-dir que eludieranlimpiar su con-ciencia. Los privi-legios del SCPMfueron expresióndel papel que sereservaba el Esta-do como instru-mento de la políti-ca industrial y delgrandísimo nego-cio. Aunque el lu-cro no fue su única finalidad. Tanto omás importante fue la de, sino conse-guir la reeducación de los penadosen los principios del régimen, al me-nos interiorizarles el suficiente mie-do, vigilarlos permanentemente ymantener el estigma que les marcaría

para el resto de sus vidas como mal-hechores y presos.

Su puesta en marcha se efectuódurante el otoño de 1939 y el invier-no de 1940. En esas fechas echó aandar su 1ª Agrupación: la instalada

en la localidad se-villana de DosHermanas pararealizar la cons-trucción de un ca-nal de riego que150 kilómetros delongitud, el Canalde los Presos. Sufuncionamientoeconómico se ba-só en el porcenta-je del 16 por cien-

to que cargaba en el precio de ejecu-ción material de las obras. Un bene-ficio inalterable Si por cualquier ra-zón, como aumento del precio de losmateriales, se producía una desvia-ción presupuestaria se realizaba un“reformado de precios”. El SCPM

El lucro no fue su únicafinalidad. Tanto o másimportante, mantener elmiedo y el estigma queles iba a marcar parael resto de sus vidas

Campos militarizados, distribución en batallones, vigilancia de funcionarios y militares y la parafernalia nacional–católica.

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nunca podía perder. Su organigramareproducía el de una unidad militar.Un jefe, un coronel de ingenieros,que contaba con una plana mayorsubdividida en dos secciones: servi-cios técnicos e intendencia. Por lanaturaleza de los trabajos que realizóla parte técnica la ocuparon jefes yoficiales del cuerpo de ingenieros.Similar diseño se aplicó en las agru-paciones que fueron consideradascomo unidades de obra. La vigilan-cia exterior de los campos y la de lostajos la realizó primero el Ejército y,después, la Guardia Civil. El interiordel campamento estuvo a cargo defuncionarios de prisiones, ya que losesclavos no dejaban de ser penados.Una vigilancia que se mantuvo cons-tante tanto para evitar las fugas o lasactividades políticas.

■ Derrota del nazismo

Pero también existió una estructuraparalela formada por los propios pre-sos. Fueron penados los que cubrieronprácticamente todas las necesidadesde ejecución de las obras y de funcio-namiento interno de los campamentos.Presos fueron los listeros que anota-ban los destajos; los escribientes quellevaban al día la administración; losauxiliares técnicos de las obras que, enocasiones, fueron sus verdaderos di-rectores; los médicos, enfermeros ypracticantes que atendieron a los lesio-nados y enfermos; los sastres y zapa-teros que recosieron una y otra vez laropa vieja de los voluntarios italianosque vestían; los barberos; los ranche-ros; los encargados del economato ylos mecánicos que mantuvieron el pre-cario parque de automóviles y los ser-vicios de agua y electricidad. ElSCPM llegó a contar con ocho agru-paciones que intervinieron, además deen el Canal de los Presos, en la cons-trucción de los canales de Montijo enBadajoz, del Alberche y Real Acequiadel Jarama en Cáceres y Toledo, de la

Academia de Infantería de Toledo, delos riegos de los Monegros y del fe-rrocarril de Andorra en Teruel y Léri-da. Incluso, en 1945, se pensó destinarsus unidades a la fortificación de losPirineos cuando la derrota del nazis-mo había despertado ilusiones de unapronta caída del régimen franquista.

En sus dos décadas de existenciapasó por diversos momentos que sepueden dividir en tres etapas. La pri-mera (1939-1943) fue durante la quemayor hincapié se hizo en la “reedu-

cación del rojo” y los años de mayordureza en las condiciones de vida, enel trato que recibían y en la conside-ración que tenían los penados. A par-tir de 1943 comenzaron a faltar pe-nados. Fue en este momento cuandose quiso aprovechar el desamparo enel que estaban quienes quedaban enlibertad para seguir utilizándolosmediante el paternalista recurso deproporcionarles trabajo en las mis-

mas obras. En muchos casos, la úni-ca posibilidad que tenían para salirde su ostracismo. El SCPM comen-zaba a convertirse en un organismoejecutor de obras que el Estado con-siderara de interés nacional.

La segunda etapa (1943-1956) lapodemos denominar como la de “laempresa constructora SCPM”. Du-rante ella funcionó como un negocioprivado. Si le faltó personal militar,lo sustituyó por civil, buscó su auto-financiación y se acogió a las orde-

nanzas laborales del sector. Las auto-ridades franquistas no pensaban des-prenderse de un buen negocio. ElSCPM contaba, además de sus privi-legios y material, con un personalexperimentado. En 1946 sus trabaja-dores eran 1.200 penados y, al me-nos, 600 contratados. Diez años mástarde, en 1957, los penados eran 4 y2440 los libres. La última etapa fuela del debate sobre su liquidación o

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transformación en una empresa deconstrucción filial del INI. El nuevodel papel de España en el contextointernacional y el cambio de susorientaciones económicas habían co-menzado con la firma del Concorda-to con el Estado Vaticano en 1953 ysu admisión, dos años más tarde, enla ONU. Fueron los años de losacuerdos con los Estados Unidos acambio de la cesión de bases aéreasy navales. Una reincorporación alconcierto internacional que obligó al

régimen a repintar su fachada. Entrelas manchas vergonzosas que teníanque desaparecer estaba el SCPM. Unorganismo que recordaba sus peoresaspectos: militarismo, campos deconcentración y trabajos forzados.

A mediados de 1956 el Consejode Ministros creó una comisión enlas que se discutió qué hacer con unorganismo que había manifestadosobradamente su eficacia pero que

había perdido parte de su finalidadinicial y daba una mala imagen. Con-vertirlo en una constructora no repre-sentaba ningún problema porquedesde hacía años ya lo era. Final-mente, en noviembre de 1957, el Go-bierno pidió al INI que estudiara laposibilidad de convertir al SCPM enuna constructora filial. Durante losmeses siguientes se libró una silen-ciosa batalla entre los sectores emer-gentes del franquismo que habíanentrado en el Gobierno en febrero, ylos que representaban la vieja políti-ca autárquica. Triunfaron los prime-ros. En el mes de junio de 1960 sedecidió su supresión.

Atrás quedaban dos décadas du-rante las que la regeneración moral delvencido, la humillación y persecuciónde los recalcitrantes estuvo acompaña-da por su más brutal explotación eco-nómica en beneficio de los grandes te-rratenientes. Hasta el punto de que elcampo andaluz registró la aparición deun fenómeno inédito en Europa y con-trario a la preten-dida finalidad desu aparición: el“latifundio de re-gadío”.

La construc-ción del Canaldel Bajo Gua-dalquivir era unviejo proyectohidráulico deprincipios delsiglo XIX, obradel ingeniero Agustín de Larramen-di. En él aparecen ya dos de las ide-as presentes cuando se construyócasi un siglo y medio después: quedebía ser para regadío y financiadopor el Estado. Aunque recibió mu-chos elogios quedó en el limbo delos justos. Dos décadas más tarde,entre 1842 y 1844, otro ingeniero,José García Otero, redactó un nuevoproyecto que reafirmó la prioridaddel riego sobre la navegación. Am-

bos proyectos definieron el trayectodel que sería más tarde el Canal delValle Inferior que riega las vegas si-tuadas aguas arriba de Sevilla. Has-ta 1906 no se pensó en poner a irri-gar las vegas y marismas aguas aba-jo a la ciudad. Fueron dos ingenie-ros ingleses, Buckley y Brown, quie-nes redactaron una memoria paraponer en riego las tierras situadasen la margen izquierda del río des-de Lora hasta las marismas de ladesembocadura. Con sus más denoventa mil hectáreas en riego que-daba conformado el esquema de loque hoy en día constituye el Canaldel Bajo Guadalquivir. Una obra demás de 150 kilómetros fabricada enhormigón.

La construcción comenzó reduci-da a la zona comprendida entre Pe-ñaflor y Sevilla. Un grupo de impor-tantes propietarios, constituidos enSindicato de Regantes, encabezadospor Francisco Sánchez-Dalp Calongeafrontaron la construcción de un ca-

nal, la presa de deri-vación de Peñaflor yel pantano de la Bra-ña. Aunque estabaprevisto que lasobras duraran nueveaños, no terminaronhasta comienzos de1933. Una obra quequedó finalmenteidentificada comoCanal del Valle Infe-rior. Faltaba la inter-

vención en las marismas de la mar-gen izquierda entre las localidadessevillanas de Los Palacios y Lebrijay las gaditanas de Trebujena y Sanlú-car de Barrameda. El proyecto lo re-dactó el ingeniero Manuel Comingesen 1933 dentro del Plan Nacional deObras Hidráulicas previsto por elGobierno republicano. Estudio en elque se basa la actual configuraciónde los riegos del Bajo Guadalquivir.El golpe de Estado de julio de 1936

La humillación delvencido y la persecuciónde los recalcitrantesestuvo acompañadapor su más brutalexplotación económica

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y la guerra paralizaron cualquier ac-tuación. Se reactivó, terminado elconflicto, en el contexto del Plan Na-cional de Obras Públicas del minis-tro Alfonso Peña Boeuf. Entre lasconstrucciones previstas estaba elCanal del Bajo Guadalquivir, decla-rado de “interés nacional”. El inge-niero Carlos Conradi Alonso recibióla orden de poner al día el antepro-yecto de Cominges.

■ El Campamento

A fines de abril de 1939 los sevillanosse desayunaron con la fotografía delos generales Francisco Franco, Gon-zalo Queipo de Llano y Fidel DávilaArrondo, ministro de Defensa Nacio-nal, visitando las explotaciones agrí-colas existentes en la Isla del Guadal-quivir. Un mes después, Queipo sereunió en el Ayuntamiento sevillano,presidido por Joaquín Benjumea Bu-rín, futuro ministrode Agricultura, conla Comunidad deRegantes del ValleInferior para estu-diar las obras deencauzamiento delrío Guadiamar y ladesecación de lamarisma. Se dijoque las autoridadesestaban dispuestasa dar todas las faci-lidades y, por primera vez, se habló dela instalación de un campo de concen-tración para afrontar las obras.

Durante el verano, antes de la des-titución de Queipo al frente de la Se-gunda Región Militar, las visitas deministros y las giras preparadas por lasautoridades locales por el río se suce-dieron. Primero fue la del ministro deObras Públicas, Alfonso Peña Boell,que recorrió la ría en barco, y unos dí-as después llegó Francisco Gómez-Jor-dana Sousa, conde de Jordana y mi-nistro de Asuntos Exteriores, que ase-

guró, en nombre de Franco, que losplanes de regadío en Andalucía iban acomenzar de inmediato con el concur-so de los presos. En diciembre, Conra-di tuvo elaborado su estudio. El canalnacía en la presa de Peñaflor, recorría158 kilómetros, por la margen izquier-da del río, y moría en el caño de Tre-bujena, en la provincia de Cádiz.

El segundo tramo, el central, es enel que más trabajaron los presos. Tieneuna longitud de 82 kilómetros y suconstrucción se extendió entre 1940 y1962. Cruza los términos municipalesde Carmona, Villanueva del Río, LaRinconada, Sevilla, Alcalá de Guadai-ra, Dos Hermanas y Los Palacios. Enél se efectuaron las más importantesobras de fábrica: los acueductos sobreel río Corbones y los arroyos Culebras,Bodegón de las Cañas, Almonza y SanJuan. Además del acueducto sifón delrío Guadaira. Aunque las tierras no re-cibieron agua hasta casi tres décadas

más tarde del co-mienzo de lasobras, en 1967.Fueron unas milhectáreas que en1977 eran más de25.000.

Desde mayo de1939, las autorida-des militares bus-caron el emplaza-miento adecuadopara el campo de

concentración donde alojar los presos.Se pensó situarlo en las inmediacionesde donde tendrían lugar los primerostrabajos. Estos iban a ser la construc-ción de un sifón para salvar el arroyodel Copero.

Así que en la dehesa de La Cor-chuela se levantó el campo que prontosería conocido en los alrededores co-mo ‘El Campamento’. En realidad noera más que un conjunto de tiendas decampaña. En diciembre de 1939 llega-ron los primeros penados y, en marzode 1940, la Confederación Hidrográfi-

ca del Guadalquivir y el SCPM firma-ron el convenio de construcción. Erael comienzo de una larga relación.Además del Canal del Bajo Guadal-quivir y de sus obras anexas de la redviaria y de acequias, el SCPM trabajó,entre otras, en la puesta en riego delSalado de Morón, en el pantano de To-rre del Águila, en el canal del Viar y enla fábrica de cementos de Villanueva

del Río y Minas que surtió de materia-les a todas estas obras. Para el Institu-to Nacional de Colonización lo hizoen los poblados de Mudapelo, lasobras de defensa de Sevilla y El Puer-to de Santa María y en las marismasde Lebrija, Jerez y Sanlúcar de Barra-meda.

Hasta junio de 1958, los penadosdel SCPM trabajaron en casi todos lostramos y obras accesorias del canal.Prácticamente todas las grandes obrasde fábrica las hicieron ellos en durascondiciones. Tanto por la carencia de

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El canal nacía en lapresa de Peñaflor,recorría 158 kilómetros,por la margen izquierdadel río, y moría en elcaño de Trebujena

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medios técnicos, que se suplían con lafuerza de sangre, de hombres y bes-tias, como por el propio régimen devida de una unidad militarizada. Ade-más de las dificultades de aprovisio-namiento y energía frecuentes en lapostguerra. A medida que los trabajosse fueron alejando de La Corchuela seabrieron otros campamentos y desta-camentos cercanos a ellos. En 1945,

eran ya tres los que funcionaban. Aloriginario, se le habían sumado los deEl Arenoso, en el término de Los Pa-lacios, y Los Merinales, en Dos Her-manas.

Cuando el canal entró en funciona-miento, las inversiones que había rea-lizado el Ministerio de Obras Públicasascendían a 2.783,7 millones de pese-tas. Una ingente obra que fue la másimportante que realizó el SCPM. Losbeneficios de tan magna obra, y la po-lítica hidráulica que subyace tras ella,es puesta hoy día en cuestión por los

expertos. Sin embargo, de lo que nocabe duda es que la vida social y eco-nómica de los municipios que atravie-sa, sobre todo los de Dos Hermanas yLos Palacios, se transformó radical-mente tras su entrada en funciona-miento. En realidad no se hizo sinoaplicar los planes diseñados durante laSegunda República, estableciendo enparcelas de regadío a una serie de co-

lonos asentados en los llamados pue-blos de colonización. Política que sir-vió además para fijar a un porcentajede población que, desde la década delos cincuenta, comenzó a abandonarmasivamente el mundo rural.

En diciembre de 1958 unas inten-sas lluvias inundaron parte de Sevillay de diversos pueblos cercanos. Losafectados fueron alojados, entre otroslugares, en unos almacenes de SanJuan de Aznalfarache. Las condicio-nes higiénicas eran tan deleznablesque, al poco tiempo, se presentaron

casos de tifus y difteria. El Ayunta-miento de Sevilla decidió proporcio-nar a las 64 familias avecindadas en laciudad unas viviendas. Tal denomina-ción reciben en la documentación losdiez metros cuadrados que albergabandos habitaciones, un comedor y unacocina que, justificaba el informe,siempre serían mejor que la choza, oel puente, en los que vivían con ante-rioridad.

La construcción, presupuestada enalgo más de doscientas mil pesetas, seefectuó en la llamada Huerta del Car-men por el SCPM, a quien se le adju-dicó de forma directa en julio de 1959y terminó en septiembre.

De esta forma terminaba la inter-vención en Sevilla de uno de los orga-nismos de los que se sirvió el fran-quismo para explotar económica y so-cialmente a los vencidos en 1936. Másde dos décadas habían pasado desde lavictoria. Los miles de penados que ha-bían sufrido en los campamentos sevi-llanos del SCPM eran, en su gran ma-yoría, campesinos.

La conflictividad rural había sidouno de los elementos fundamentalesde la sublevación y la represión dequienes habían participado en ella, dequienes habían pensado en un mundodistinto al de la sumisión y el vasalla-je en el que vivían, se convirtió en unade las señas de identidad del franquis-mo en Andalucía.

Las clases dominantes agrarias uti-lizaron la represión no sólo para do-blegar a los campesinos y sus organi-zaciones, sino también para, mediantesu esclavitud, realizar las obras de in-fraestructura hidráulica cuya parteproporcional del costo siempre se ha-bían mostrado remisas a desembolsar.Continuaban siendo los amos. ■

José Luis Gutiérrez Molina es historiadory miembro del equipo de investigacióndel proyecto Recuperando la Memoria

de la Historia Social de Andalucía‘El canal de los presos’

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