Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus...

71
1 Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. El libro presente reproduce, abreviándola, la obra del P. Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M., Historia de San Pascual Bailón, de la Orden de Frailes Menores, Patrono de las Asociaciones Eucarísticas, traducido de la segunda edición francesa por Fr. Samuel Eiján, O. F. M., en Barcelona, TIPOGRAFÍA CATÓLICA, calle del Pino, nº 5, 1906, 265 páginas. Esta edición de 1906 fue publicada con Licencias de la Orden, dadas por Fr. Cælestinus Fraga, Miss. Apost. et Discretus Terræ Sanctæ Censor deputatus, y por Fr. Robertus Razzoli, Custos Terræ Sanctæ. La Licencia del Ordinario era del Vicario General de la Diócesis de Barcelona, +Ricardo, Obispo de Eudoxia, actuando de Secret. Sust. Lic. Manuel Fernández. Venía la obra precedida por una Carta dirigida al autor por el Cardenal Rampolla, Secretario de Estado de S.S. León XIII (Roma, 24 de junio de 1903); por otra Carta, también dirigida al autor, de Mons. Tomás-Luis Heylen, Obispo de Namur y Presidente perpetuo de los Congresos Eucarísticos (Namur, 22 de marzo de 1903); y por un Prólogo del Traductor, Fr. Samuel Eiján, O. F. M. (Jerusalén, 17 de mayo de 1906). Fr. Ignacio Beaufays, O.F.M. Historia de San Pascual Bailón Fundación Gratis Date Pamplona 2001

Transcript of Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus...

Page 1: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

1Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M.

El libro presente reproduce, abreviándola, la obra del P. Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M., Historia deSan Pascual Bailón, de la Orden de Frailes Menores, Patrono de las Asociaciones Eucarísticas,traducido de la segunda edición francesa por Fr. Samuel Eiján, O. F. M., en Barcelona, TIPOGRAFÍACATÓLICA, calle del Pino, nº 5, 1906, 265 páginas.

Esta edición de 1906 fue publicada con Licencias de la Orden, dadas por Fr. Cælestinus Fraga, Miss.Apost. et Discretus Terræ Sanctæ Censor deputatus, y por Fr. Robertus Razzoli, Custos TerræSanctæ. La Licencia del Ordinario era del Vicario General de la Diócesis de Barcelona, +Ricardo,Obispo de Eudoxia, actuando de Secret. Sust. Lic. Manuel Fernández.

Venía la obra precedida por una Carta dirigida al autor por el Cardenal Rampolla, Secretario deEstado de S.S. León XIII (Roma, 24 de junio de 1903); por otra Carta, también dirigida al autor, deMons. Tomás-Luis Heylen, Obispo de Namur y Presidente perpetuo de los Congresos Eucarísticos(Namur, 22 de marzo de 1903); y por un Prólogo del Traductor, Fr. Samuel Eiján, O. F. M. (Jerusalén,17 de mayo de 1906).

Fr. Ignacio Beaufays, O.F.M.Historia de San Pascual BailónFundación Gratis DatePamplona 2001

Page 2: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

2 Historia de S. Pascual Bailón

Introducción

Debemos tener para con Dios corazón de hijo;para con el prójimo, de madre; y para con nos-otros mismos, de juez (San Pascual).

En ciertos lugares se legisla hoy para de-cretar la muerte de una religión que se ca-lifica de contraria a las leyes del progre-so... y a los instintos del placer.

Sus «obras», se dice, vienen a ser unaespeculación ruinosa para la sociedad. Sus«predicaciones» no hacen sino fomentar lasuperstición popular. Su «enseñanza» im-plica una competencia desleal a la enseñan-za del Estado preceptor. Su «contempla-ción» es el desgaste de toda energía, la pa-ralización de toda actividad.

¿De estas diatribas llegará a librarse esa«caridad» que ejerce su benéfica influen-cia al lado de los pobres enfermos, desam-parados por el mundo?... Tal vez, pero acondición de que se haga laica y de que tra-te a los individuos como seres privados derazón.

Tanto el hombre como la mujer sonconsiderados como un capital perdidocuando se consagran a «la vida religiosa»;y no faltan tampoco legisladores que se pro-pongan evitar esta pérdida. Como conse-cuencia de ello, las vírgenes deben conti-nuar en medio de su familia y los clérigosalistarse en el ejército.

A una tal teoría, que se empeñan en lla-mar progresista, nosotros responderemos

con los hechos, mostrándoles a un hombreconsagrado a Dios y transformado por tan-to en bienhechor de la humanidad, es a sa-ber, a un verdadero «progresista», alguienque se esforzó para perfeccionar la condi-ción humana.

La vida de Pascual viene a resumirse enestas tres frases: él tuvo para Dios un cora-zón de hijo; para consigo mismo, un cora-zón de juez; para la humanidad, un corazónde madre.

Pascual practicaba ese desprecio de símismo que sacrifica sin miramiento elegoísmo, fuente de todos los males socia-les. Él estaba animado de ese amor que con-duce junto a la humanidad doliente, que laconsuela, que la alivia, que no permaneceinsensible ante la menor de sus desgracias.

Dios, al tomar dominio de su corazón, nolo confisca sino para que de él redundenbeneficios para los hombres, abriéndole atoda bondad y a toda grandeza e inclinán-dole ante todos los infortunios.

Pascual nos muestra por medio de loshechos, en referencia sobre todo a la Eu-caristía, «su centro y su foco», lo que esrealmente la religión cristiana bien com-prendida y fielmente practicada.

El adorable Misterio no es para nuestroSanto un rito realizado maquinalmente, niun medio para una utilidad vulgar. Pascualacepta el Misterio y sus consecuencias sinrebelarse contra un dogma que está sobreél, que le habla en nombre de Dios. Él sabeque su fe debe inspirar toda su vida, deberegular todas sus acciones e informar to-das sus energías. Él sabe ver a Dios en todoy no ver en todo sino a Dios, y así empren-de una ascensión sublime hacia la perfec-ción, elevando la naturaleza sobre sí mis-ma, sin rebajar nunca lo sobrenatural hastael nivel de la razón.

La Eucaristía, Jesucristo Dios y hombre,presente en medio de nosotros para ense-

Page 3: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

3Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M.

ñarnos, para conducirnos, para aliviarnos,ése es el principio del que fluyen todas lasacciones de su vida.

Pascual ha vivido de su Dios, presente yoculto en este adorable Sacramento. Havivido para su Dios, presente y oculto en laHostia santa, y se ha convertido así el mis-mo en hostia para sus hermanos, por cuyobien trabajó siempre.

Ya he escrito en otra ocasión la vida delSanto. Ahora lo hago de nuevo apoyándo-me en los documentos originales, en losProcesos de canonización, en los testimo-nios de sus contemporáneos, con frecuen-cia conmovedores, siempre veraces y ga-rantizados por el juramento de los testigos.

Las Actas del Proceso forman ocho volúmenesin folio, manuscritos todos y de unas mil páginascada uno. Las declaraciones están escritas casitodas en español, con un extracto de las mismasen latín. En latín están los análisis de los milagrosy las fórmulas de juramento. En italiano se leenalgunas partes del Proceso apostólico.

Las Actas del Proceso se guardan en los ar-chivos de la Procuración de los Franciscanos es-pañoles, en el Convento de Santi Quaranta, Roma(Transtevere).

Yo me he esmerado en seguir con la ma-yor cuidado el orden cronológico tal comose deduce de los testimonios mismos, dela naturaleza de los hechos y de las indica-ciones que nos suministran los dos másantiguos biógrafos del Santo, que son lossiguientes:

1º.– Juan Ximénez, amigo y superior delSanto. Su obra se dedica en parte a consig-nar sus recuerdos personales, en parte areferir las actas del Proceso, y, por último,a transcribir el testimonio de los religio-sos amigos del Bienaventurado.

El autor es fiel bajo el punto de vista his-tórico, si bien no deja de rendir tributo algusto literario de su época, abusando confrecuencia de la retórica y del estilo. Surelato, en vez de mostrarnos al Santo, nos

muestra a veces a su panegirista.La obrita, escrita en 1598, seis años después de

la muerte de San Pascual, está dedicada a FelipeIII, rey de España, y fue impresa en Valencia elaño 1600. Forma parte de la Crónica de Ximénez,y está redactada en lengua española.

Los Bolandistas nos dan la traducción latina dela misma en el tomo IV del Acta Sanctorum maji;los continuadores de Wadingo, en Annalesminorum, tomos XIX y XX; y los autores de lasCroniche di S. Francesco, en esta obra suya,comenzada por Marcos de Lisboa.

El mérito principal del libro de Ximénezes el de habernos conservado los mejoresfragmentos de los escritos del Santo. Di-chos escritos no vienen a ser otra cosa quedos modestos libritos, con sentencias re-cogidas en diversas fuentes, y sazonadascon reflexiones y plegarias personales. Seconservaban, como preciosas reliquias, enel archivo del convento franciscano de El-che, pero no pudieron sobrevivir a la tor-menta revolucionaria de 1835, que destru-yó o dispersó asimismo tantos otros pre-ciosos manuscritos.

A pesar de lo dicho, lo que de ellos hallegado hasta nosotros basta y sobra parareconstruir la doctrina espiritual del San-to, en lo que ésta tiene de original.

2º.– Cristóbal de Arta, religioso espa-ñol, escribió una nueva vida, más completaque la anterior, singularmente por lo querespecta a los milagros. Sus fuentes de in-formación fueron las Actas del Pro-ceso.Tiene un estilo más sencillo que la deXiménez.Compilador escrupuloso, incluyetodos los sucesos y los refiere con exacti-tud, aunque sin poner empeño en hacer re-vivir su héroe. La lectura de esta obra faci-lita la consulta de las Actas del Proceso.

Los Bolandistas atribuyen además a este autorun Supplementum biográfico y la relación denumerosos milagros, que figuran a continuaciónde la traducción de la vida de Ximénez.

La obrita de Arta fue vertida al italiano e

Page 4: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

4 Historia de S. Pascual Bailón

impresa en Venecia por los años de 1673 y1691 con el título: Vita, virtú e miracolidi S.Pasquale Baylon.También se han he-cho más tarde otras ediciones de la misma.

El Geestelickem Palmboom, de Frèmant, reim-preso en el Seraphicusche Palmboom, sigue lasvidas escritas por Ximénez y Arta.

La Auréole séraphique hace un hermoso resu-men de estas mismas vidas, como también lo ha-cen Antonio del Lys en su trabajo reciente: Vie deSaint Pascal, editada en Vanves en 1898 y en1900; el P. Juan-Capistrano Schoof, en el no me-nos reciente: Geschiedenis van den H. PaschalisBaylon, Turnhout, 1899; y la traducción alemanade Antonio del Lys: Leben des U. PaschalisBaylon, 1902.

Por último, el P. Luis-Antonio de Porren-truy ha publicado en París, en la editorialPlon, el año 1899, con el título: SaintPascal Baylon, patron des ouvres eucha-ristiques, una historia escrita según losoriginales del proceso y enriquecida conmuchos artísticos grabados.

Los documentos diplomáticos, talescomo la Bula de canonización y los diver-sos Decretos que la precedieron, me hansido también muy útiles bajo el punto devista de la interpretación que se debe dar aciertos detalles de la vida del Santo.

La presente obrita es, pues, una recom-posición de la que hace años he editado, yaagotada. Me ha parecido indispensablereescribirla, toda vez que, estudiados losdocumentos originales, es decir, las Actasdel Proceso, he podido apreciar la vida yhechos de nuestro Santo con mayor exacti-tud que en sus antiguos biógrafos, únicasfuentes de mi primer estudio.

9 de Marzo de 1903

1

Los primeros años deSan Pascual Bailón

España, a mediados del siglo XVI, acabade poner término a su larga cruzada contralos musulmanes; y enriquecida con un nue-vo mundo, toca al apogeo de su grandeza.«Cuando ella se mueve, solía decirse, Eu-ropa tiembla».

Sus monarcas, dueños de Estados sobrelos cuales «no se pone el sol», tienden aintroducir en ella el centralismo. Y para elloes preciso acabar con los fueros, que eranun legado de las costumbres antiguas, sa-gradas e inviolables. Provincias entonces,que antes habían sido reinos, deseosas deconservar su autonomía, luchan repetidasveces, y no siempre sin éxito, por esta cau-sa.

Con todo, en ninguna parte fue tan viva lalucha como en el Norte, en Vizcaya, Nava-rra y Aragón. Los aragoneses llegaron a in-sultar a los comisarios e inquisi-dores ma-drileños al pie de la ciudadela de Zaragoza,que fue residencia de éstos y les sirvió másde una vez de lugar de refugio. Les recor-daban la fórmula dirigida por los nobles deantaño al que era constituido como nuevojefe: «Cada uno de nosotros vale tantocomo vos, y reunidos todos valemos másque vos».

El estilo de vida que entre ellos se ob-servaba contribuía no poco a vigorizar esteamor a la independencia y esta constanciaen defenderla. Los niños, por ejemplo, erandestinados a conducir los rebaños desde sutierna infancia, y erraban a la ventura, sin

Page 5: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

5Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M.

disfrutar apenas de la dulzura del hogar pa-terno. Más tarde, emprendían largas pere-grinaciones, y recorrían con sus merinos,a semejanza de los árabes, las llanuras deCastilla y de Extre-madura. Pasaban losaños del crecimiento en sus estepas inmen-sas de desairados horizontes, perdidos enmedio de una naturaleza austera y silves-tre, y llegaban así a adquirir un carácter fir-me como el suelo que pisaban, y ásperocomo la brisa que sopla en las montañas.

Aún en la actualidad los campesinos ara-goneses, sobrios y enérgicos, prefieren lacaza a la agricultura, y la existencia nóma-da a la vida sedentaria. Insensibles a la fati-ga y contentos con lo necesario, inclina-dos a la violencia y fogosos por tem-peramento, nadie como ellos para llevar acabo la realización de grandes proyectos ypara desempeñarlos con constancia rayanaen el heroísmo.

Tal es el pueblo en medio del cual tuvo lacuna nuestro Santo. Torre Hermosa, su pa-tria, es una pequeña población reclinada alpie de los montes Ilirianos, que dependía, ala sazón, en lo temporal de Aragón, y en loespiritual de la diócesis de Sigüenza, anejaa Castilla.

«Diríase, observa el antiguo Cronista, que elSeñor quería que nuestro Bienaventurado llegasea ser un sujeto con el que pudieran, a un propiotiempo, vanagloriarse dos reinos».

Sus padres, que eran unos modestos in-quilinos del monasterio cisterciense dePuerto-Regio, se enorgullecían, no obstan-te, de la nobleza de su sangre, ya que nofiguraban en la lista de sus antepasados «nimoros, ni judíos, ni herejes».

Martín Bailón, creyente de buena cepa eíntegro hasta el rigor, habíase unido en se-gundas nupcias con una dulce y piadosa cria-tura, llamada Isabel Jubera. El sentimientocristiano que informaba su alma, le movíaa profesar una veneración sin límites haciael augusto Sacramento de nuestros altares.

Por eso, antes de emprender el viaje de laeternidad, quiso recibir de rodillas el santoViático.

Isabel, por su parte, amaba a los pobres.Y no faltó quien más de una vez dijera aMartín, refiriéndose a ella:

–Concluirá por arruinaros con sus limosnas. Pen-sad, pues, en el porvenir de vuestros hijos.

–No importa, replicaba el buen esposo, la medi-da de trigo que ella dé por amor de Dios nos serápor Dios devuelta más colmada aún y llena hastalos bordes. Y dejaba a su mujer en el ejercicio desu obra caritativa.

Siguiendo esta norma, Bailón y Jubera,no por no ser ricos, llegaron nunca a cono-cer la indigencia. Dios bendijo sus traba-jos e hizo fructificar su unión. Gracias a suhijo, su nombre está destinado a perpetuar-se en la posteridad.

Este hijo, que es su mayor gloria, vió laluz del mundo el 16 de mayo de 1540, díade Pentecostés. Y había de morir tambiénen un día de Pentecostés, el 17 de mayo de1592.

Pues bien, en España, al día de Pentecos-tés se le solía llamar «Pascua florida» o«Pascua de Pentecostés». Y todo niño na-cido en Pascua debía llamarse Pascual: talera entonces la costumbre.

Pascual tuvo por madrina a su propia her-mana Juana, primer fruto del primer matri-monio de Martín Bailón. Y son pocas lasnoticias que han llegado hasta nosotrosacerca de los primeros años de la vida denuestro santo. Sí sabemos que el niño cre-ció al lado de sus hermanitas Ana y Lucía yde su pequeño hermano Juan, vástagos delsegundo matrimonio.

Pascual prefiere, ya desde un principio,la compañía de su madre a toda diversióninfantil. Puesto sobre las rodillas de ésta,o bien sentado junto a ella, se complace enescuchar de sus labios las conmovedorashistorias de Jesús, de María, de los santos

Page 6: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

6 Historia de S. Pascual Bailón

mártires y de los espíritus angélicos. Estemundo de la fe tiene para él un especialatractivo y se ofrece a su imaginación deniño con los más brillantes colores. Susentretenimientos infantiles los constituyenpiadosas imágenes, más bien que los jue-gos bulliciosos de su tierna edad.

«Poned atención, solía decir Isabel, en lo bienque hace mi pequeñuelo la señal de la cruz y en ladevoción con que recita sus oraciones».

Una vez llevado nuestro niño al templo,toda su atención se reconcentra en seguircon ojo atento el curso de las sagradas ce-remonias de los ministros del Señor. ¿Cuá-les fueron entonces sus relaciones para conel Dios de la Eucaristía? He aquí una cosaimposible de averiguar.

Lo que sí resulta indudable es que, a par-tir de aquella época, Pascual se siente atraí-do irresistiblemente hacia la iglesia. ¡Cuán-tas veces, en que le dejaban solo en su casa,huía Pascual, y, volando más bien quecorriendo, se encaminaba al pie del sagra-do Tabernáculo, permaneciendo allí comoabismado en oración ferviente!... Su madre,inquieta por la fuga del niño, le buscaba portodas partes, lo descubría al fin junto al al-tar, y le obligaba a regresar a casa.

Y en vano Isabel, al igual del padre, seesforzaba por retenerle dentro de casa,echando mano ya de las caricias, ya de lasamenazas, pues no había medio alguno deconseguirlo.

Hubo, no obstante, un día en que Pascualpuso término a estas escenas.... el día enque, habiendo llegado a la edad de la razón,se dió cuenta de la obligación que tenía deobedecer a sus padres.

«Profundamente respetuoso para con ellos, sedice, jamás resistió sus órdenes, ni dejó de pres-tarles obediencia».

No tiene nada de extraño, pues, que unniño como Pascual sintiera deseos de abra-

zar la vida religiosa. Estos deseos se pa-tentizan claramente ya a sus siete años deedad. Un testigo ocular refiere esta anéc-dota, entre otros sucesos relativos a su in-fancia:

«Mis padres, que eran muy devotos de SanFrancisco de Asís, me habían consagrado a él.Siendo yo como de ocho años de edad, ostentabaya sobre mi cuerpo el hábito, la capilla y el cordónfranciscano. Era un fraile en miniatura.

«En ocasión en que me hallaba postrado por laenfermedad en el lecho del dolor, vino a visitarmemi pequeño primo Pascual.

«No bien éste penetró en la habitación víó so-bre una silla la religiosa librea, corrió a cogerla yse la puso en un abrir y cerrar de ojos. Una vezvestido, nuestro improvisado fraile principió a con-templarse a sí propio con admiración y a parodiartodas las acciones y actitudes de los reverendosPadres.

«Llegó, luego, el momento de despojarse de sunueva vestimenta. Entonces asaltóle una inmensatristeza, prorrumpió en lágrimas y gemidos, y opu-so una resistencia desesperada... Fué preciso queIsabel interviniese en el litigio. El niño se sometióa la voz de su madre, y llorando como un sinventuray sollozando amargamente fue dejando una a unatodas las piezas de su uniforme, no sin dirigirlesantes una mirada llena de lágrimas y de una santaenvidia.

–No importa, exclamó al fin Pascual, cuandoyo sea grande me haré Religioso. Quiero vestir elhábito de Francisco.

«Estas palabras las repetía desde entonces conmucha frecuencia; así que su hermana Juana ledesignó, a partir de aquel día, con el calificativo defrailecito, cosa que hacía sonreír al Santo,

Más tarde, cuando ésta lo vió convertidoen Religioso franciscano:

«Pascual, mi ahijado, exclamó con muestras deregocijo, se ha portado como hombre de palabra.¡Ah! ¡cuán orgullosa estoy de ello!»

Y no le faltaba, en verdad, razón paraenorgullecerse, ya que estaba persuadida,quizás no sin motivo, de haber contri-buídoen parte a formar su vocación.

Page 7: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

7Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M.

2

El pastorcillo

A los siete años comienza la enseñanzade la vida.

«Hijo mío, dice a Pascual su padre Martín Bailón,es preciso que de hoy en adelante te dediques altrabajo, según lo hacen también tus hermanos ycompañeros. Tú quedas encargado de guardar losrebaños».

Y con aquella voz firme, que hacía tem-blar al niño, el hombre íntegro le inculca elcuidado con que debe procurar que sus re-baños no ocasionen destrozos en las here-dades ajenas.

«Pon grande atención en que tus bestias no cau-sen daño en los campos vecinos. A ti te toca vigi-lar sobre este punto con suma diligencia».

El muchacho escucha estas palabras y sealeja. Días después vuelve deshecho en lá-grimas al lado de su madre y exclama:

«Os pido por favor que no me obliguéis a guar-dar juntamente las cabras y las ovejas; pues aqué-llas son tan tercas, que todos mis esfuerzos resul-tan inútiles al objeto de evitar que vayan a pastaren los campos de los vecinos».

Isabel entonces le quita las cabras, y elniño queda únicamente pastoreando las ove-jas.

Éstas eran mucho más dóciles. «¡San Pe-dro y San Juan nos asistan!» decía Pascualen ademán de castigarlas. Esto solo basta-ba para mantenerlas a raya. Los desperfec-tos por ellas causados resultaban rarísimos,y el pastor podía así vivir más tranquilo.

Con todo, en la vida del pastor no haymucho de apacible. ¡Tenía el Santo unoscompañeros tan poco cuidadosos en susconversaciones, tan propensos a jurar y

perjurar y tan dados a diversiones de malgusto!... Pascual vivía contrariado en me-dio de ellos. «Yo no quiero ir al infierno»,decía, abandonando su compañía.

En vano se burlan éstos de sus escrúpu-los y le tratan de excéntrico y aun quierenobligarle a tomar parte en sus poco lauda-bles diversiones. A despecho de todas susexigencias el niño permanece inflexible. Suobstinación queda al fin victoriosa y loscompañeros le dejan.

Desde entonces Pascual se encamina to-dos los días hacia una pequeña iglesia, muyvenerada en toda la comarca, que estaba de-dicada a la Virgen de la montaña, a NuestraSeñora de la Sierra. Y una vez a la sombradel amado Santuario, su turbación se des-vanece como el humo.

«Mis rebaños, piensa, están mucho mejor vi-viendo yo aislado».

Con frecuencia se le ve en el campo do-bladas las rodillas, juntas las manos y conlos ojos fijos en la venerada capilla, ocu-pado en la oración o bien en cantar unosgozos, hermosos cantos populares, en ho-nor de Jesús y de María.

Llega, no obstante, un momento en quehasta sus mismas ovejas se rebelan contrasus buenos deseos. La hierba escasea enaquel sitio, y es preciso alejarse e ir a otraspartes en busca de pasto. Nuestropastorcillo no por eso abandona del todolas cercanías, y prosigue, frente a la capi-lla, en el ejercicio de sus piadosas prácti-cas.

A pesar de ello el rebaño no se muestrasatisfecho, y le es necesario alejarse más ymás, ya bordeando con él los flancos de lasmontañas en donde entre las rocas crece laretama, ya descendiendo por los verdeantesdeclives en cuyo fondo serpean los arro-yos o los torrentes espumosos, que seprecipitan ruidosos en la época del deshie-lo y de las lluvias.

Page 8: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

8 Historia de S. Pascual Bailón

¿Qué hacer entonces, una vez perdido devista el modesto Santuario?... Pascual di-seña sobre su cayado una cruz, y cuelga bajola cruz una imagen de la Virgen María, quees en adelante para él un objeto sagrado,digno de respeto y de amor. Postrado derodillas ante él, prosigue nuevamente susdevotos ejercicios. Para señalar el tiempofabrícase un diminuto cuadrante solar, ylogra así regular para su servicio las horasdel día.

Cruza, en esta época, por su mente la ideade instruirse.

«Si yo supiera leer, dice, podría rezar el Oficiode la Santísima Virgen y entregarme a la lecturade bellas historias».

Pero ¿de qué medio valerse a este fin?Cierto que estaba próximo el convento endonde los monjes enseñaban a leer; con todono había que pensar en semejante cosa. Supadre había hablado; no tenía, pues, otroremedio que ganarse la vida y guardar elrebaño.

El niño no por eso renuncia a su proyec-to: consigue hacerse con un devocionario,y valiéndose ya del auxilio de un compañe-ro menos ignorante, ya de alguna otra per-sona de buena voluntad, procura le seanexplicadas algunas líneas, las graba en sumemoria y las rumia a solas.

Este sistema era el que observaban losniños judíos del tiempo de Jesús. Se lesenseñaban las palabras, conocidas por elrezo ordinario; y por la pronunciación fa-miliar iban uniendo unos a otros los carac-teres. La costumbre y la adivinación más omenos perspicaz de cada uno completabanla enseñanza de la lectura.

Y después de la lectura, la escritura.Nuestro escolar logro reunir algunos tro-zos de papel y formarse con ellos un cua-derno. Hace las veces de pluma una caña yse provee además de un tintero rudimenta-rio, obteniendo así una escribanía que ofre-

ce muchos puntos de contacto con la de losescritores árabes.

Ayudado así de estos conocimientos ymás aún de las luces de la divina gracia,emplea Pascual una buena parte del tiempoen leer libros piadosos, sobre todo vidasde santos, y en escribir para su uso los pa-sajes que más le agradan.

Para descansar de sus lecturas y de susplegarias, se entretiene en hacer rosarios.Abundaban en los terrenos arenosos y enlos bordes de los estanques los juncos detallos deteriorados y flexibles. Las ovejasno los comían, y de ellos se servía el Santopara hacer los Ave, formando pequeños nu-dos; con otros nudos más gruesos formabalos Pater; luego los sujetaba en forma decorona, y así se proveía de rosarios desti-nados a sus compañeros.

Siempre que encontraba a alguno de és-tos más piadoso y bueno que los demás, leofrecía uno de aquellos rosarios, y le ex-hortaba a rezarlo diariamente, diciéndolecon la convicción más profunda: «estoatraerá sobre ti la felicidad».

Y no dejaba de haber muchos que se de-jaban persuadir de ello. Uno de éstos re-fiere que «todos se creían seguros cuandoestaban cerca del Beato». Y añade:

«Cierto día que nos hallábamos en los al-rededores de Alconchel, sentados junto a dos árbo-les, sobrevino de improviso una ráfaga de vientohuracanado que, pasando como una tromba, arran-có de cuajo ambos árboles. Éstos cayeron al sue-lo, pero a un lado y a otro de la dirección en quenosotros, asustados, emprendíamos la huída. Casipor milagro conseguimos en tal ocasión librarnosde una muerte inminente».

No faltan tampoco en la vida pastoril da-ños y privaciones. Para evitar los primeros,se debe estar alerta a despecho de los fríosvendavales que azotan el rostro, y de losrayos de un sol de fuego que marchitan lahierba y que abrasan como una hoguera.

Page 9: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

9Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M.

Estas incomodidades no tenían eficaciaalguna contra la firmeza de voluntad denuestro pastorcillo, quien ardía en deseosde imitar a los santos y de testimoniar, pormedio del sufrimiento, el amor que profe-saba a Jesucristo.

Así que, no contento aún con estas pena-lidades, se despoja de su calzado y caminacon los pies desnudos por caminos pedre-gosos, para mortificarse a sí mismo con lasheridas que le producen las piedras y lasespinas.

Y cuando alguno le pregunta la causa de talesrigores, responde: «yo quiero ganar el cielo y sa-tisfacer por mis pecados». «Su corazón, observael antiguo biógrafo del santo, estaba ya entoncesesclavizado por el amor a Jesús paciente».

Buscaba al amado de su alma, siguiendolas huellas de los rebaños. Aun durante lanoche, cuando el frío reunía a los pastoresen torno a una gran hoguera, Pas-cual co-rría a ocultarse y a orar a la entrada de unacaverna, malamente cerrada con algunasramas. La débil llama de un fuego, pobre-mente alimentado por sarmientos recogi-dos, le servía con sus rojos destellos, notanto para calentar sus ateridos miembros,sino para leer en su libro del Oficio. ¿Aca-so el amor divino no es un fuego que sealimenta con el ser mismo de aquel a quieninflama?

3

Entre jóvenes

Pascual, ocupado en pastorear las ovejasde sus padres, ha vivido hasta ahora en unacierta independencia, y de ella se ha apro-vechado para dar libre curso a sus aspira-ciones de retiro y de oración.

Ahora, llegado a la adolescencia, cambiapara él la situación, y en vez de guardar suspropios rebaños, se ve bajo ajena tutela yencargado de guardar los rebaños ajenos. Apartir de esta circunstancia, entra de llenoen la corporación de los pastores, y por lomismo debe adaptarse a sus leyes.

Al mayoral, su jefe, le toca reglamentarel empleo del tiempo y asociarle a las ta-reas de uno o más compañeros. Pascual sesomete, pero no sin hacer interiormente undoloroso sacrificio.

La ley de Dios es la única que señala lí-mites a su sumisión. Cierto día el mayoralquiere obligarle a robar uvas.

–No me es lícito robar los bienes ajenos, respon-de el Bienaventurado.

El jefe, no obstante, insiste en su preten-sión, y el niño le dice de nuevo:

–Prefiero verme hecho trizas.El patrón amenaza, pero Pascual no por

eso vuelve atrás en su resolución. Viendoaquél, finalmente, que el Santo no da su bra-zo a torcer, penetra él mismo en la viña ycoge del codiciado fruto; luego ofrece parteal Santo, y quiere obligarle a que lo comaen su compañía.

–Jamás, repuso Pascual, el bien mal adquiridono puede ser de provecho.

Page 10: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

10 Historia de S. Pascual Bailón

Otras veces había de presenciar los alter-cados que entre sí o con su patrón soste-nían los pastores. La dureza nativa de és-tos, reforzada por un sentimiento de honormal entendido, era causa de que los talesse mostrasen implacables en la venganza,al propio tiempo que su desconfiadasusceptibilidad servía de germen funestopara multiplicar las ocasiones. Apenas pa-saba día en que no hubiera entre ellos gra-ves reyertas, que por su crueldad llegabancon frecuencia a los límites del salvajis-mo.

Tales espectáculos helaban de terror altímido muchacho, quien no se sentía dis-puesto por su parte a manejar el estoque oa habérselas a puñetazos con sus rivales.

–Oye, hermano, decía a Juan Aparicio, com-pañero suyo de mayor edad a quien quería por suscualidades como a un hermano,; este oficio depastor no tiene nada de bueno, pues es propenso aoriginar continuas reyertas. Yo no quiero pasar lavida de este modo, y pienso hacerme religioso.

–Hazte, pues, en el monasterio de Huerto, res-pondió Aparicio, que está consagrado a la Santí-sima Virgen, posee recursos abundantes y tieneademás la ventaja de estar en tu país.

–No, respuso Pascual, ese monasterio no meagrada; yo quiero otra cosa...

Y en conversaciones como ésta solía en-tretenerse muchas veces el Santo con suamigo, descubriéndole sus proyectos y ha-ciéndole participante de sus vacilaciones.

Otras veces buscaba distracción en elcanto, acompañándolo a los acordes de surabel, y repitiendo sus gozos predilectos.Pero con todo, su principal agrado consis-tía en retirarse a solas lo más posible y ro-gar a Dios con gran fervor que le hicieraconocer su voluntad.

Un día refirió a su amigo, por quien sa-bemos nosotros todos estos detalles, quese le habían aparecido un religioso y unareligiosa, a los que él no conocía, y cuyoshábitos eran distintos de los de los monjes

del Huerto. Tenían ambos una apariencia degran bondad y le habían dicho mirándolefijamente y con gran ternura:

–Pascual, la vida religiosa es muy agradable aDios.

Esta aparición le había confortado mu-cho, pero al mismo tiempo le había sumer-gido en un mar de confusiones. ¿Cómo darcon dichos religiosos, de los que parecíavalerse el cielo para indicarle la Voluntaddivina?

Poco después le sobrevino una nueva vi-sita. También esta vez se presentaba ante élun monje, vestido con tosco sayal y ceñidopor una cuerda, casi igual al anterior, y quetambién le aseguraba que la vida religiosaera muy agradable a Dios.

Indeciso Pascual resolvió, por último,tomar como modelos a los santos cuyasvidas leía, y cubrir su cuerpo con un hábitosemejante al que había visto en las dos apa-riciones.

Desde entonces se le ve siempre vestidocon túnica cenicienta, ajustada a la cinturapor una gruesa cuerda, y oculta por la capaque lleva de ordinario, y por un sombrerode anchas alas, uniforme típico de los pas-tores españoles.

Sus penitencias eran muy frecuentes, de-seoso, decía, de expiar así los pecados quecometía a cada paso. Cierto día fue sorpren-dido con las disciplinas en la mano por unode sus compañeros.

–¿Para qué son esas nudosas cuerdas?–Éstas, repuso el Santo, para rezar mi rosario;

aquéllas para castigarme por mis pecados.–¿Pecados, tú? ¿Cuáles pueden ser? Dímelo,

te lo ruego.–¡Vaya una pregunta! exclama Pascual fuera

de sí; ¿acaso no hay miradas indiscretas, imagina-ciones peligrosas y movimientos de impaciencia?...

–¿Es que tú, repuso su interlocutor, sientes tam-bién el atractivo de las pasiones?

Page 11: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

11Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M.

Pascual quedó pensativo un momento, y dijoluego con tristeza:

–Oh, ciertamente; sólo que en tales casos mearrojo sobre ramas espinosas, y allí permanezcohasta tanto que el sentimiento del dolor no venceal del placer.

Temeroso Pascual de que la fiebre delvicio llegase a arraigar en su corazón, ro-gaba a Dios y, en medio de sus oraciones,entreveía un lugar de refugio tanto máspróximo a Jesucristo, cuanto más lejano delos peligros del mundo.

«Hay un hecho admirable, declara Aparicio, queseñala el término de nuestras relaciones, no inte-rrumpidas en el curso de casi tres años. No lo hemencionado hasta el presente, porque no sabía sipodría o no ser de utilidad. Constreñido en virtuddel juramento a manifestar a los jueces eclesiásti-cos todo cuanto recuerdo en orden a nuestrasrelaciones, muy lejanas ya a esta fecha [se hizoesta declaración en 1610, dieciocho años despuésde la muerte del Siervo de Dios], voy ahora a re-ferirlo tal como ha pasado».

Y el buen viejo dió así principio a su re-lato:

«Era una ocasión en que pastaban nuestros reba-ños entre Cabra-Fuentes y Cobadilla. Rendido porel cansancio y devorado por la sed, deseaba yobeber agua. Había una fuente en las cercanías,pero estaba a la sazón tan cenagosa, que su soloaspecto causaba náuseas.

–Busquemos agua en otra parte, dije a Pascual,y hartémonos de beber, pues yo no puedo resistirmás tiempo.

«Pascual me miró con compasión y me dijo:–Aguarda aquí, hermano (siempre me llamaba

de este modo), que no te faltará agua fresca.«Y sin esperar mi respuesta, se aparta del ca-

mino, deja a un lado su cayado y su saco de cuero,y puesto de rodillas principia a escarbar en la tie-rra con ambas manos. Luego golpea el suelo consu bastón, y veo manar en el fondo de la cavidadun hilo de agua limpísima.

«Yo miré a Pascual con asombro y temblandode pies a cabeza. Pascual me invita a beber y yoobedezco lleno de respeto y admiración.

–Cuando tengas necesidad de agua, me dijo lue-

go el Santo, golpea la tierra con el cayado y lahallarás.

«Nunca me he atrevido a poner en práctica esteconsejo, pero volviendo mucho después por el mis-mo sitio, dejé colocada allí una cruz en memoriadel prodigio. El manantial se secó después de nues-tra marcha, pero la cruz que allí planté hace dieci-séis años, está en pie todavía».

El extraordinario testigo concluye afir-mando que Pascual era un santo y que debedarse crédito a las palabras en que Pascualafirmaba haber sido favorecido con apari-ciones.

–Yo, por mi parte, no dudé nunca que haya vis-to a santos religiosos que le visitaban.

Así pues, Pascual, ya no piensa sino enllegar a ser como ellos. Y al fin se aleja,cediendo en favor de sus dos hermanas yde un hermano la parte que le correspondeen la modesta herencia paterna.

–Adiós, hermano, me dijo; yo parto para servira Dios.

Pascual tenía entonces unos dieciochoaños de edad.

4

Ejemplar

Pascual dirige sus pasos hacia la alegreMurcia, el país de los jardines, de las férti-les huertas atravesadas por canales y cubier-tas de una vegetación sorprendente.

Va a visitar a su hermana Juana, que viveen Peñas de San Pedro. ¿No es ella su ma-drina para él, como él es para ella desde

Page 12: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

12 Historia de S. Pascual Bailón

hace ya tiempo su frailecito?Una tarde, pues, al decir de Juana y de su

compañera, criada de la casa, ven éstas lle-gar a Pascual. Está extenuado por el can-sancio, a causa del largo camino recorrido.Juana pone todo su empeño en obligarle areparar sus fuerzas, y ordena a Ana que pre-pare para él el mejor lecho en la mejor ha-bitación

¡Juzgábase tan feliz con la llegada de su«pequeño Pascual,» muy desarrollado aho-ra, pero siempre tan modesto y tan bonda-doso! ¡Ah! ¡qué de cosas iba a decirle! Aca-baba de abandonar el país de Torre Hermo-sa para ir en busca de un misterioso desco-nocido... Juana, sin pararse en cumplimien-tos, le habla con amable familiaridad.

Una primera sorpresa viene a aguar susatisfacción. Pascual se niega a gustar todootro alimento que no sea pan y agua. Lapobre muchacha, hondamente conmovida,atribuye la negativa al extremado cansan-cio de Pascual... Luego le conduce a su ha-bitación. Con sumo gusto hubiera pasadotoda la noche conversando con él, peroPascual le dice que ya hablarán largo y ten-dido en la mañana del siguiente día.

Una vez solo cierra la habitación y echamano de las disciplinas. Juana, confusa einquieta como está, no quiere retirarse adescansar con el corazón oprimido por laincertidumbre. Pocos momentos despuésse acerca de nuevo a la habitación... La luzestá aún encendida. Guiada la joven por sucuriosidad, mira hacia dentro a través de lasrendijas de la puerta, y ve que Pascual, ar-mado con una nudosa cuerda se azota cruel-mente

A la mañana siguiente, otra nueva decep-ción la sorprende. Pascual se empeña en noprobar alimento. Y además no hay mediode convencerle de que acepte provi-sionespara el viaje.

«No, Juanita, dice el Santo, basta con que me-

tas en mi calabaza alguna agua fresca. Si sientohambre en el camino, nadie me impide demandarpor limosna un pedazo de pan».

Juana le ve marchar, al fin, con el rostroiluminado por inefable sonrisa. La joven,hondamente conmovida, retorna sollozan-do a su casa. Allí le esperaba una nueva sor-presa: el lecho preparado para Pascual es-taba aún en la misma forma en que lo ha-bían dejado el día anterior.

«¡Es un santo!», exclama la joven, y como ellapiensan todos los de la casa.

Pascual, entonces, procura emplearsecomo pastor, bajo las órdenes de un pro-pietario del reino de Valencia. Albaterra,Orihuela y Monforte le han de ver, durantemuchos años, recorrer sus campiñas alfrente de los rebaños de su señor.

El joven extranjero se captó desde unprincipio la estima de todos. Y lo que másadmiraba a las gentes era su extrema probi-dad. Pascual ponía todo cuidado en mante-ner a raya a sus ovejas, a fin de que no cau-sasen desperfectos en las propiedades par-ticulares. Cuando éstas alguna vez se des-mandaban, en seguida reconocía: «la culpaes mía». Y al momento escribía el nombredel propietario, evaluaba los destrozos cau-sados, y a costa de la paga que recibía en-tregaba al damnificado la cantidad que, a sujuicio, le era debida a título de compensa-ción.

En vano se le decía: «Pascual, tú te arruinas deese modo. ¿No ves que, en resumidas cuentas,llegarás a soltar más dinero del que vale todo elrebaño?»

Pero el Santo replicaba: «Muchos robos peque-ños forman uno grande, y llegan al fin a sumaruna cantidad respetable que hace a uno merece-dor del infierno».

Una vez, en la estación de primavera, in-vaden sus ovejas un plantío de trigo. Pascuallas arroja de allí al instante, pero no se creeen condiciones de apreciar por sí mismoel daño ocasionado. Recurre, pues, a losarbitradores,que eran como los conseje-

Page 13: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

13Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M.

ros de la corporación, y se somete a su fa-llo. Éstos estimaron que debía esperarse,para fallar, el tiempo de la mies. Llegó eltiempo de la mies, y en ninguna parte deaquel campo eran tan hermosas y tan llenaslas espigas como en el sitio en donde ha-bían pastado las ovejas del santo pastor. Tales el testimonio de los testigos oculares.

A pesar de todo Pascual no estaba tran-quilo. De aquí que, aprovechando sus ho-ras libres, acostumbra por aquel entoncesacudir al lado de los segadores para ayu-darles gratuitamente en sus faenas, y satis-facer así por el daño que pretendía habercausado. Durante este tiempo, se alimen-taba por su cuenta, negándose a comer delo que se traía para los trabajadores. «Notengo, decía, derecho alguno para ello».También era en extremo escrupuloso en or-den al empleo de los víveres que le enviabansus amos, hasta el punto de no osar distri-buirlos a los pobres. A éstos los favorecía,pero siempre a cuenta de su peculio.

Como es de suponer, tanta probidad fuecalificada por muchos de exagerada. PeroPascual obraba llanamente siempre que setrataba de bienes ajenos, y no concebía si-quiera que estas cosas pudieran ser tenidascomo escrúpulos. No hacía, pues, caso al-guno de tales críticas. «Más vale pagar aquíque en el infierno», replicaba invariable-mente a sus censores. Y éstos, al fin, en-mudecieron.

Pero no se crea por lo dicho que nuestroSanto llegara a observar para con los de-más el rigor con que se trataba a sí mis-mo. Cuando alguna que otra vez hablaba aotros de sus deberes, lo hacía con tal bon-dad y dulzura, que nadie podría darse jus-tamente por ofendido.

«Me hablaba con frecuencia, dice López, su ma-yoral, sobre los intereses de mi alma, y me excita-ba instantemente a arreglar mi conciencia». «De-bemos estar preparados, decía, porque la muertepuede sorprendernos cuando menos lo pensemos».

Su candoroso acento tenía una fuerza persuasi-va tan eficaz, que uno se sentía emocionado alescucharle. «Verdaderamente, pensaba yo, Pas-cual podría llegar a ser un buen predicador».

«Sólo en una cosa, añade otro de sus compañe-ros, se mostraba intratable: en lo relativo a las cos-tumbres».

Si alguno pronunciaba en su presenciapalabras menos honestas, lo miraba con vis-ta tan amenazadora, con brillo tan feroz enlos ojos, con tal contracción en los labios,con los puños tan nerviosamente alteradosy, en suma, con actitud tan terrible, que na-die hubiera osado proseguir con un tal len-guaje.

Cierto día, un pastor de Albaterra tuvo ladesvergüenza de presentar al Santo una ra-mera. Pascual retrocedió espantado al ver-la, y rugió con energía:

«¡Atrás! ¡si te acercas a mí, os rompo a los dosla crisma a pedradas!...»

Y sabido era que cuando Pascual decía unacosa, no se retractaba nunca. «Cuando digosí, sí; y cuando digo no, no. Sábe-te desdeahora para siempre que yo ni chanceo, nimiento». Tal era su divisa, y no fue necesa-rio que la dijera más veces para que todosla conociesen.

El seductor no volvió a insistir.Y en elloobró cuerdamente, pues se tenía en grandeaprecio la virtud del Santo, y hasta sus pro-pios compañeros admiraban en el fondo delalma su varonil entereza.

Por otra parte, nuestro joven poseía so-bre los otros cierto predominio, y más deuna vez se hizo caso de sus palabras cuan-do, consultando su pequeño calendario, lesanunciaba la proximidad de una fiesta deprecepto o de un día de vigilia obligatoria.

Hubo ocasiones, particularmente cuandohablaba de las verdades eternas, en que laslágrimas llegaban a bañar su rostro que-mado por el sol. Se reconocía que sus pa-labras eran el reflejo de una convicción pro-

Page 14: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

14 Historia de S. Pascual Bailón

funda, y que él no consideraba como algovago la figura de aquel Jesús cuya atraccióny doctrina se esforzaba en describir a losotros.

Pascual estaba, sin duda, en relacionescon algún ser misterioso al cual trataba conintimidad y confianza. Y esto impresionabaa sus compañeros, tanto más cuanto que,austero consigo mismo y enemigo de be-bidas y diversiones, no por eso dejaba deacomodarse en lo demás a sus costumbres.

«Siempre que llegaba algún día de fiesta, nosfelicitaba alegremente y nos estimulaba a entrete-nernos durante las horas libres en recreacionesanimadas... “pero honestas; ¿no os parece?”, aña-día mirándonos con seriedad y al propio tiempocon benevolencia».

Por otra parte, Pascual siempre que veíaa uno afligido, se apresuraba a acercarse aél. Y los consuelos con que procuraba ani-marle le salían de lo íntimo de su alma.

«Pobre hermano mío,exclamaba,; vamos, aní-mate. Ten valor y paciencia, vence sin desmayosesta prueba, que la Virgen Santísima no dejará devenir en nuestra ayuda».

No es, pues, nada extraño que todos leconsiderasen como a un ángel de Dios.

5

Tierra de Promisión a la vista

El ambiente de la época en que vivióPascual tendía a la conquista de la perfec-ción cristiana. Es un tiempo en que Igna-cio de Loyola lanza a sus soldados a las

aventuras y a las conquistas de todo cuantopodía redundar en la mayor gloria de Dios.Es entonces cuando Teresa de Ávila, ena-morada de Dios, sabe que tiene al mundosubyugado a sus pies, y funda aquí y allá con-ventos del Carmelo. Es el tiempo que enPedro de Alcántara, extremadamente peni-tente y dedicado a la contemplación, em-prende la fundación de sus conventos, fu-turos planteles de mártires y de santos.

Los franciscanos discípulos de este últi-mo fueron recibidos con admiración en laregión por donde vagaba Pascual al frentede su rebaño. Iban ellos con los pies des-calzos y con el cuerpo vestido dehumildísimo sayal, se sustentaban con elpan que recogían mendigando de puerta enpuerta, y pasaban largas horas pros-terna-dos ante el altar.

Cerca de Monforte se alzaba un modestosantuario dedicado a Nuestra Señora deLoreto, donde la Reina del cielo se com-placía en prodigar sus favores. El pueblosuplicó a los religiosos recién llegados queestablecieran allí su residencia, para sos-tener el culto. Quería verse ayudado por lacompañía de unos hombres tenidos por san-tos.

También Juana de Portugal, marquesa deElche, los deseaba en sus dominios, y pro-yectaba fundar un convento para aquellosvarones apostólicos al lado de unos admi-rables palmerales.

Pedro de Alcántara, que por aquel enton-ces habitaba en el Pedroso, tiene noticiasde estos piadosos proyectos, y envía allá avarios de sus discípulos, entre ellos a Joséde Cardeneto, modelo de paciencia y de aus-teridad, cuyo último suspiro había de serun cántico de alegría; Bartolomé de SantaAna, delante del cual no tenía reparo SantaTeresa de Jesús en quitarse el velo y mos-trar el rostro al descubierto, pues lo esti-maba «un ángel»; Alfonso de Lirena, hom-

Page 15: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

15Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M.

bre tan intrépido como prudente, que en lasfundaciones de conventos parecía «realizarlo imposible», y Antonio de Segura, famo-so por su altísimo espíritu de oración.

Una vez llegados éstos a su destino, cons-truyeron con la ayuda del pueblo el con-vento de Loreto, cuyos planos habían sidopersonalmente trazados por fray Pedro deAlcántara. Para entrar en las pequeñas cel-das era preciso bajarse, pues el pavimentode las mismas era la desnuda tierra.

Esta fundación fue para Pascual un des-cubrimiento, de tal modo que comenzó afrecuentar la iglesia y a darse a conocer alos religiosos por medio de sus limosnas,y también en el confesonario.

Cada día se veía el pastor más irresis-tiblemente atraído hacia el santuario. En élcomulgaba con frecuencia, sintiéndose en-tonces más feliz que nunca. Cuando allí seentregaba a la oración, le parecía que sualma gozaba, mejor que en parte alguna, deuna íntima unión con Jesucristo. García, supatrón entonces, nos dice:

«Yo le sorprendía diariamente antes del ama-necer, puesto de rodillas en la pradera, con el ros-tro vuelto hacia la capilla de Loreto».

«En esta actitud, añade otro testigo, solía per-manecer inmóvil e insensible lo mismo al vientoque a la lluvia. Muchas veces era preciso que losacudiéramos con violencia para hacerlo volver alas realidades de la vida.

«Dios mismo parecía velar especialmente so-bre su rebaño, porque nunca los lobos, que nosobligaban a nosotros a estar alerta toda la noche,le arrebataron a él oveja alguna.

«Éstas, a su vez, pastando en los mismos para-jes que las nuestras, engrosaban a maravilla y cre-cían sensiblemente».

«Por lo que a mí toca, añade Navarro, su ma-yoral, le permitía a veces asistir a Misa durante lasemana. No podía proporcionarle cosa alguna quefuese tan de su agrado. Pascual se multiplicaba afin de no faltar por ello a ninguna de sus ocupacio-nes, y una vez obtenida la licencia deseada, pare-cía quedar transfigurado en otro hombre.

«Hay una montaña próxima a Elche, desde lacual se divisa toda la población. A esta montañasolía conducir el Santo su rebaño siempre que nopodía proporcionarle pasto en los alrededores dela capilla de Loreto.

«En dicha montaña se le veía permanecer comoen éxtasis durante largas horas, mirando alternati-vamente a Elche y a Loreto.

«Se alejaba con tristeza del templo, y siempreque desde el campo sentía la señal de la campana,anunciando el momento en que el Santo Sacrificiollegaba al acto de la consagración, sereconcentraba en sí mismo para no pensar sino enDios.

«El Santo se hallaba cierto día a alguna distan-cia de nosotros: la naturaleza comenzaba a ani-marse y el sol cubría con su manto de luz la pra-dera, humedecida aún por el rocío.

«Pascual oraba puesto de rodillas y con lasmanos juntas. Se oye en este momento el sonidode la campana, y el joven exhala un grito: “¡Mi-rad! ¡Allá, allá!”, dice, indicando con el dedo elcielo. Sus ojos ven una estrella en el firmamen-to... Luego la nube se rasga y Pascual contempla,como si estuviera delante del altar, una hostia pues-ta sobre un cáliz, y circuída por un coro de ánge-les que la adoran.

«Aunque lleno el joven de temor en un princi-pio, no tarda mucho en dejarse llevar de sus trans-portes de alegría: “Jesús, Jesús se encuentra allí!”exclama hondamente conmovido.

«Nuestros ojos buscan entonces la dirección queél indica, pero no descubren otra cosa que la azulinmensidad de los cielos. Y sin embargo el Beatotenía razón. Para él todo era visible, porque erapuro y santo... en tanto que nuestra vista, cegadapor los pecados, no alcanzaba a ver cosa alguna.

«¡Ah! termina Navarro, me portaría comocristiano pérfido, si no diera fe al testimonio dePascual. Estoy segurísimo que veía el SantísimoSacramento. Pero ¿qué tiene esto de extraño? ¡Loamaba tanto!»

Oigamos ahora la propuesta que MartínGarcía, su patrono, hizo cierto día al santopastor:

«Hijo mío, ya ves que Dios no me ha dado hijos;pero yo te quiero mucho y mi esposa te ama conno menor ternura... Pascual, ¡consiente en ser te-nido por hijo nuestro! Desde hoy vivirás a nuestro

Page 16: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

16 Historia de S. Pascual Bailón

lado, y nosotros te buscaremos una compañeradigna de tu virtud.

«Rico y sin trabajo, vivirás bajo nuestro techo ypodrás dedicarte a la oración en la medida de tusdeseos y frecuentar cuanto gustes la iglesia».

Martín acariciaba este proyecto de mu-cho tiempo atrás; pero el Padre San Fran-cisco, dice la antigua Crónica, se había an-ticipado a él en adoptarle por hijo.

«Mi amo, replicó Pascual todo confuso, ¡québueno sois! Ciertamente que yo no soy digno deun tal favor... Aparte de esto, me es imposibleaceptarlo, porque estoy resuelto a hacerme reli-gioso... Si yo tuviera riquezas, las abandonaría. ¡Tanlejos estoy de buscarlas! ¡Oh, sí! Desde ahoraprometo entrar en el convento».

Y dichas estas palabras, el joven se dioprisa en llamar a las puertas del conventode Loreto.

6

El ideal deSan Francisco de Asís

Jesucristo, hermanos míos, quiere que yo ven-za al mundo por la abnegación y la pobreza, afin de que pueda así conquistar para Él las al-mas (S. Francisco de Asís).

El 2 de febrero de 1564, fiesta de la Pu-rificación de María, recibe nuestro Santoel hábito religioso, y con él el nombre deFray Pascual.

Los superiores, que conocían de muchotiempo atrás al piadoso pastor y apreciabanen alto grado sus virtudes, no hubieran te-nido inconveniente en prepararle para el

sacerdocio. Pero la humildad de Pascual, aejemplo de la de San Francisco de Asís, lehace retroceder ante la sola idea de ser sa-cerdote. Su única ambición es ser «la es-coba de la casa de Dios».

Los superiores no se atreven a insistir ensus pretensiones, y el Santo ingresa en lahumilde condición de hermano lego, con-dición que ya no cambiará hasta la muerte.

Libre, entretanto, del cuidado de las co-sas temporales, pone todo su empeño enconsagrarse enteramente a las de Dios. Susolicitud por adquirir un pleno conocimien-to de las obligaciones de su estado, y suadmirable puntualidad en la observancia detodas las reglas, hacen de él desde un prin-cipio en un religioso modelo. Nada para élmás agradable que las rígidas leyes impues-tas por San Pedro de Alcántara a sus discí-pulos.

Por lo demás, ¿no eran para él menosseveras la mayor parte de estas leyes quelas que él a sí mismo se había impuesto yque había cumplido durante muchos años?¿Qué tenía de extraordinario para nuestroSanto andar descalzo, dormir sobre el durosuelo y ayunar y disciplinarse con frecuen-cia?

Y además, ¿cómo no sentirse dichosocon la posesión de esa estricta pobreza, queno admite más que lo necesario, y con esadependencia inmediata de los bienhecho-res y del síndico, es decir, de la personasecular encargada de disponer de las limos-nas hechas a los religiosos? ¡Ah! ¡Ésta era,sin duda alguna, la vida religiosa con quePascual había soñado!

Cuantos tuvieron la dicha de conocer anuestro Santo están acordes en testimoniarla asiduidad con que éste estudiaba, medi-taba y se esforzaba por descubrir el alto sig-nificado de la pobreza, fijándose en todaslas explicaciones que de ella le hacían, ydistinguiéndola con su predilección duran-

Page 17: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

17Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M.

te toda la vida.¡Le parecía tan bella esta pobreza que San

Francisco de Asís había aprendido del Hijode Dios y dado por consigna a su Orden!Pascual descubría en esta virtud el elemen-to inspirador que informa la mayor partede los preceptos de la Regla.

La Orden de Frailes Menores, diversa de lade los Capuchinos que, con otras constituciones,observaban la misma Regla, y de la de los Conven-tuales, que obtuvieron de los Papas la dispensade muchos preceptos, comprendía, bajo la obe-diencia de un mismo General (anteriormente a labula de León XIII Felicitate quadam, del 4 deOctubre de 1897), las ramas siguientes:

los Observantes, que constituían, según LeónX, el tronco de la Orden y tenían el derecho deelegir, de acuerdo con las otras ramas, al sucesorde San Francisco;

los Alcantarinos o Descalzos, establecidosprincipalmente en España e Italia;

los Reformados, reconocidos en 1532 por Cle-mente VII,

y los Recolectos, que formaban, a partir de 1590,una custodia especial y que florecieron sobre todoen nuestras regiones.

Estas reformas, según Clemente VII (In su-prema) «querían observar la Regla con más rigoraún», pero sin pretender en manera alguna sepa-rarse del cuerpo de la Observancia, en la cual laOrden entera guarda la práctica de la Regla, queen ella se observaba fielmente, según testimoniode Inocencio XI (Sollicitudo pastoralis). Su gé-nero de vida era, en general, más riguroso y con-templativo que el de los primeros.

Los Observantes en el siglo XV habían «vivifi-cado en todo el mundo el cuerpo de la Orden, lan-guideciente y casi muerto» (León X, Ite et vos) acausa de las muchas mitigaciones, solicitadas porgran parte de los religiosos e introducidas poco apoco en el organismo de la Orden.

Actualmente León XIII, suprimiendo estas ra-mas que ya no tenían razón de ser, ha unificado enmayor grado la Orden de los Frailes Menores,que cuenta casi siete siglos de existencia y que noha dejado de dar a la Iglesia multitud de Santos yde varones eminentes.

En un principio, guiado el Poverello delamor a la pobreza, imponía el despego delos bienes terrenos, obligaba a los noviciosa repartir su fortuna entre los pobres, pro-hibía a la Orden inmiscuirse en el repartode la misma, prescribía el uso de hábitosviles y remendados, vedaba el uso de lascosas superfluas, del dinero y del calzado,e inculcaba el trabajo, como medio de sub-sistencia, y en caso de necesidad el «recur-so a la mesa del Señor», por medio de unahumilde mendicidad.

Las exhortaciones y consejos que da SanFrancisco no sólo en la Regla, sino tam-bién en su Testamento, que viene a sercomo un elocuente comentario de la ante-rior, se representaban a los ojos de Pascualcomo otras tantas consecuencias lógicasdel género de vida impuesto.

Despreciarse a sí mismo y no juzgar malde los otros «vestidos con hábitos lu-josos», considerarse en la condición de«peregrinos y exiliados en este mundo», tra-tar a todos con cortesía, mansedumbre ycaridad; no irritarse en vista de las mise-rias y pecados ajenos; huir de todo orgulloy de toda ostentación; ser paciente en losinfortunios y en las enfermedades; no an-dar buscando privilegios y exenciones...todo esto se desprendía con claridad paten-te de los principios antes expuestos.

Pascual no tarda en entenderlo, graciasal buen sentido práctico y a la perspicaciaprofunda que lo caracterizan. Este plan deperfección resplandece a sus ojos en todasu maravillosa unidad, y su maestro de novi-cios no puede menos de describir con ad-miración el modo como nuestro Santo ma-nifiesta, ya desde un principio, en sus ac-ciones, una asombrosa constancia y unanormalidad de carácter que no sufrían ja-más ningún eclipse.

El fervor constituye su estado habitual:los ejercicios más penosos le parecen losmás propios para él. En efecto, Pascual, si-

Page 18: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

18 Historia de S. Pascual Bailón

guiendo a San Pedro de Alcántara y a susdiscípulos, está firmemente resuelto a imi-tar a San Francisco.Y como San Francisco,él ante todo quiere tener «el espíritu delSeñor y su santa actividad, orar siempre concorazón puro». A este ideal, es decir, a amara Jesucristo, debía subordinarse todo lo de-más.

Y puesto que Jesucristo habita entre no-sotros en la Eucaristía, amar la Eucaristíaviene a ser para Pascual el centro de la per-fección. ¿Acaso San Francisco no solía pa-sar largas horas de meditación ante esteMisterio de amor y lo recibía en su pechocon la piedad de un ángel?

Francisco se había reservado para sí la predi-cación en Francia, porque en Francia «se venera-ban los Santos Misterios». Y en una carta dirigidaal clero de todo el mundo, había recomendado sehiciese con suma reverencia la celebración y ad-ministración de la Eucaristía.

Tendido sobre su lecho de muerte había confe-sado que veneraba a los sacerdotes, aun a los queeran malos, «porque ellos consagran el Cuerpo delSeñor». Escribiendo una circular seráfica, estimu-laba sus religiosos a que profesaran un amortiernísimo a este augusto Sacramento.

A Santa Clara y a sus hijas les animaba a queconfeccionasen manteles para los altares; y pedíalimosnas a los ricos para adornar las iglesias po-bres. Hacía por sí mismo las hostias y preparabacon sus manos el pan del Sacrificio. Iba, con unaescoba al hombro, a barrer las iglesias, supliendoasí la negligencia de los que tenían el deber dehacerlo. A sus exhortaciones se debe la introduc-ción del uso de los sagrarios, que sustituyeron alas palomas suspendidas en las que se conserva-ba antes el Santísimo.

En fin, su última voluntad había sido que susreligiosos venerasen la Eucaristía y la custodiasenen «sitios preciosos». ¡Tal fue el deseo supremode aquel enamorado de la pobreza!

San Francisco, en una palabra, había ele-gido al Santísimo Sacramento, según frasede uno de sus contemporáneos, «por almade su Orden e inspirador de la heroica po-breza de los Menores».

Pascual, reflexionando sobre las palabrasy los hechos del santo Fundador, llegó aadquirir el pleno conocimiento de esta ver-dad ya en los inicios de su vida monás-tica.Su mayor gloria consiste principalmente enhaberla comprendido y en haberla observa-do prácticamente.

Desde este momento él encontrará en laEucaristía un estímulo irresistible a la prác-tica de las más admirables virtudes, olvi-dándose completamente de sí mismo enobsequio de su Amado. Y, como merecidacompensación, él hallará en la Euca-ristíael premio de sus incesantes sacrificios y lasuprema felicidad de su vida.

He aquí cómo nos describe con entusias-mo esta última Ximénez, el que fue su no-vicio, amigo y superior:

«Nunca pensaba en satisfacer el menor capri-cho. Siempre ponía estudio en mortificarse a símismo. Yo he visto brillar en él la humildad, laobediencia, la mortificación, la castidad, la piedad,la dulzura, la modestia y, en suma, todas las virtu-des; y no puedo decir a ciencia cierta en cual deellas llevaba la ventaja a las demás.

«Si me pongo a considerar su pobreza, laencuentro perfecta; si su caridad, la veo brillarcomo el sol; su humildad parecía no tener límites,su mortificación sobrepujaba a cuanto puede hu-manamente soportarse...»

¿Cómo explicar un tal género de vida?Ximénez nos lo explica en seguida:

«Él pasaba todo el tiempo posible en adoraciónante el Santísimo Sacramento. Al pie del ta-bernáculo se le hallaba desde después de maitineshasta la hora de las Misas: ¡estaba armándose parala jornada! Al pie del tabernáculo se le sorprendíaal anochecer: ¡estaba descansando de sus fati-gas!...»

Page 19: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

19Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M.

7

La vida religiosa

No queramos regalos, hijas. Bien estamosaquí; todo es una noche la mala posada (SantaTeresa de Ávila, Camino 40,9).

Fray Pascual era de mediana estatura, debuena presencia y de rostro gracioso y ama-ble, aunque no expansivo.

Tenía en su frente algunas arrugas y unprincipio de calvicie. Sus ojos azules, pe-queños, brillantes, estaban protegidos porpestañas y cejas negras. La nariz y la bocaeran regulares. Se veía bajo sus labios y dederecha a izquierda, una cicatriz que le dabala apariencia de estar siempre sonriendo.Completaban su fisonomía su color more-no, su barba rala y sus pómulos salientes.

Un año después de la toma de hábito hacePascual la profesión, y se une a Jesu-cristopor indisolubles vínculos sagrados.

Los estatutos de los Alcantarinos exigíanque nuestro Santo pasara en formación,ocho años, bajo la dependencia de un maes-tro de novicios, a ser posible en el mismoconvento y ocupado en los oficios priva-dos de la Comunidad. Este lapso de tiempoes el que se designaba con el nombre deaños de Bendición. Las diversas reseñasque poseemos relativas a la vida religiosadel Santo nos permiten fijar aproximada-mente su cronología exacta.

Pascual vive en Loreto hasta 1573, y alfinal de este período pasa algún tiempo enElche y Villena. Hacia 1573 es destinado aValencia, donde se estaba fundando un con-vento. Los cinco años siguientes los pasa

yendo de un convento a otro: Vi-llena, El-che, Jumilla, Ayora, Valencia y Já-tiva. Y porúltimo, en 1589, es destinado a Villarreal,en donde permanece hasta su muerte, en1592.

Sus ocupaciones fueron casi idénticas entodas partes: unas veces tenía a su car-goel refectorio y la portería: otras echabamano de su alforja y se iba a pedir limosnapor los pueblos de la comarca. Y en todocaso, jamás se negaba a ayudar a a todoscuantos solicitaban el concurso de sus bue-nos oficios.

Así, pues, la urdimbre de su existenciase desarrolla bajo un plan monótono, queno se ve animado de ordinario con peripe-cias dramáticas. Su historia personal pro-funda es la toma de posesión de su almapor el Amor divino; una toma de posesióncada día más perfecta, hasta que, consuma-da la conquista, es introducida en la victo-ria suprema del paraíso.

El Santo va elevándose más y más haciaDios; y al mismo tiempo y en la mismamedida, va acrecentándose su acción bien-hechora hacia todo lo que le rodea. A me-dida que su naturaleza se debilita, la graciase transparenta más en él, y atrae más a losotros hombres hacia el Dios de la Eucaris-tía.

Sigamos el vuelo de esta ascensión espi-ritual, al menos en cuanto nos sea posible.Las acciones de Pascual pueden parecer confrecuencia insignificantes, no lo dudamos;y es posible que el mundo las desprecie.Pero, no, nada hay de vulgar en las vidas delos Santos. El amor divino todo lo enno-blece en ellos y lo dignifica.

La primera luz de la mañana sorprende anuestro Bienaventurado en la iglesia, pues-to de rodillas ante el altar: allí está el divi-no Maestro hablando al corazón de su hijo...Y éste, a ejemplo de la Magdalena, escuchadócil y absorto sus enseñanzas... Luego, de-

Page 20: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

20 Historia de S. Pascual Bailón

jando en suspenso por un momento su con-templación, va a despertar a sus hermanos,llama de puerta en puerta, y repite una y otravez:

«¡Alabado sea el dulcísimo nombre del buenJesús!

«¡A Prima, hermanos míos, a Prima! ¡A cantaralabanzas a Dios y a su Madre Santísima!»

Llega la hora de celebrar el Santo Sacri-ficio. Pascual ayuda a cuantas Misas le per-miten sus ocupaciones. ¡Con qué devociónse dedica a servir en el altar a los ministrosdel Santuario! El ardor de su rostro revelalas ocultas llamas de amor que le devoranpor dentro.

Este amor crece y llega como a transfi-gurarle en el momento de la sagrada comu-nión, que tiene lugar ordinariamente en laprimera Misa. Sus ojos entonces despidenfuego, de su pecho brotan suspiros que nopuede reprimir, sus manos unidas se alzana la altura del rostro, y todo anhelante y co-mo sumido en éxtasis recibe a Dios en sucorazón...

Después, cual hombre que no perteneceya a la tierra, pierde el sentimiento de cuan-to le rodea y prosigue maquinalmente susfunciones, sin darse apenas cuenta de nada...Este espectáculo se repite varias veces porsemana, es decir, siempre que el Santo seacerca a la sagrada comu-nión.

Bien pronto sus transportes misteriososllaman la atención del pueblo, y la gentecomienza a juntarse cerca del altar para pre-senciarlos.

«¡Es un santo!» dice la admirada multitud. Ysus hermanos agregaban: «a ese paso, no tardaráen hacer milagros».

Y milagros hacía ya el Santo... milagrosde paciencia y de resignación. ¡Pobre por-tero! Subiendo y bajando sin cesar es-caleras, yendo de la calle a las celdas y delas celdas a la calle, de la iglesia al huerto ydel huerto a la iglesia, así pasa todo el día

sin que, a pesar de ello, se manifieste ja-más en su rostro el menor signo de im-paciencia.

Cuando se encuentra con alguno al paso,le mira con amable sonrisa y le dirige porlo bajo una buena palabra, que es de ordina-rio una jaculatoria, una chispa que salta dela hoguera de su corazón:

«¡Qué bueno es Dios!»... «¡Todo lo que de Elproviene es bueno!»... «¡Amemos mucho a Je-sús!»... «¡Qué hermoso debe ser el cielo!»

Y sigue su camino, dejando a su interlo-cutor conmovido y edificado.

Veamos ahora cuál es su comportamien-to para con los huéspedes. A veces eran és-tos numerosos, llegaban a horas desusadasy se mostraban exigentes, después de loscontratiempos sufridos durante el viaje. Espreciso recibirlos, atenderlos, cuidarlos, ymás que todo hacerles compañía, escuchan-do el relato de sus fatigas o la descripciónatropellada y enfática de sus peripecias, aveces poco interesantes. Pascual se aveníaa ello de modo admirable y como si todofuera para él la cosa más natural del mun-do.

¿Y cuando se trataba de auxiliar a los po-bres? ¡Ah, los pobres!... hubieran sido paraél ocupación más que suficiente para todoel santo día, si no tuviera que atender tam-bién otras cosas.

Se hace preciso dejarlos para preparar elrefectorio. No bien entraba en esta ofici-na, se postraba ante una pequeña imagen deMaría, oraba por breves instantes, y luegodisponía todo lo necesario para cada unode los religiosos. Como recuerdo de supasada vida pastoril, observaba la costum-bre de amenizar sus quehaceres con el can-to. Modulaba a media voz gozos popularesen honor de Jesús, de María y de los San-tos. Con estas canciones adquiría nuevo áni-mo para no rendirse a las fatigas de su ofi-cio. Éste era el único entretenimiento quese permitía Pascual.

Page 21: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

21Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M.

Después de haber comido malamente yservido a los pobres, se iba al huerto, su-friendo a veces el calor de la hora. Y cuan-do ya al fin del día el silencio dominaba loscampos, iluminados por la luna, se in-ternaba el Siervo de Dios por ellos, cami-nando al compás de sus cantos: «¡Bende-cid a Dios, fuegos y calores!»

A veces su naturaleza desfallecía bajo lafuerza del Amor divino. Había obtenidoPascual licencia de sus superiores para irsea la iglesia en el tiempo de la recreación. Yun día de mucho frío, el padre Guardián dis-pone que se haga la recreación en la coci-na. Llaman a Pascual para que acuda a ella.Viene al instante y se sienta junto al fue-go...

Llegado allí, suspira desde lo más pro-fundo, su mirada vaga sin fijarse en nadaconcreto. Un pensamiento embarga total-mente su espíritu. Se levanta de pronto, ycediendo a una fuerza irresistible, corre apostrarse ante el sagrario... Los religiosostratan inútilmente de hacerle volver. Peroen cuanto dejan de sujetarle, se les escapade nuevo hacia su centro de atracción.

El Guardián entonces le dice sencilla-mente: «Bien, fray Pascual. ¡Haz lo quequieras!». Al oir esto, el Santo obedece ycae en tierra sin sentido... Los religiososle llevan a la celda, y una vez allí, Pascualabre los ojos, como si despertara de un sue-ño profundo.

Cierto religioso, que ya otras veces lehabía sorprendido en flagrante delito dearrobamiento, le pregunta qué le sucede:

«Os pido por favor, replica el Santo, todo con-fuso, que no os dejéis seducir por las aparienciasen cuanto habéis visto. Dios se porta conmigo asemejanza de un padre con un mal hijo: me prodi-ga caricias y dulzuras para obligarme así a mejo-rar de vida...»

7

Pidiendo limosna

Sirviendo a Dios en la pobreza y en la abne-gación, vayan con confianza a pedir limosna(Regla de San Francisco de Asís).

Las virtudes de Pascual, ocultas hastaahora entre los muros del claustro, debíanesparcir también al exterior su fragancia, yal igual que lo hicieran antes San Franciscoy su compañero, marcha Pascual, siguien-do la voz de los Prelados, a predicar con laelocuencia de sus ejemplos, más bien quecon la de las palabras.

El Santo se aleja cantando, con la alforjade limosnero al hombro. Va de un lugar aotro, rendido bajo el peso de las limosnasy con los pies doloridos, y camina sin des-canso, indiferente a los ardores del sol o alas heladas ráfagas del viento. Aspe, Ayorte,Elda, Novelda y Alicante le vieron muchasveces atravesar sus calles.

Su primer cuidado al llegar a una parro-quia era dirigirse a la iglesia, acercarse loposible al sagrario y orar por largo tiempo.Luego entraba en el presbiterio, se arrodi-llaba ante el párroco o su coadjutor, y, des-pués de besarles la mano, les pedía humil-demente licencia para mendigar por la pa-rroquia.

Los sacerdotes solían entretenerle a sulado para conversar con él, pero el Santohablaba poco; y en lo poco que hablaba, suconversación iba siempre dirigida a Dios o

Page 22: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

22 Historia de S. Pascual Bailón

al Santísimo Sacramento.Rarísima vez aceptaba la invitación de

sentarse a la mesa de algún bienhechor.«Prefiero comer en el campo», respondíaalegremente. Y siempre que querían obli-garle a dormir dentro de una casa, contes-taba:

–Evitaos esa molestia; yo he sido antes un po-bre pastor, y tengo gusto en dormir al descubierto.

Durante la noche su mirada se perdía através del firmamento estrellado, y contem-plaba con los ojos de la fe la belleza de lapatria celeste, en donde, peregrino de estemundo, era esperado por su Padre.

Los paisanos no tardaron en reconoceren él uno de los grandes servidores del Al-tísimo. Sus austeridades fueron muy pron-to conocidas. ¿De qué se alimenta? De cor-tezas de pan, mojadas en agua, y de frutasinservibles. ¡Y cómo desafía el cansancio!¡Qué manera de afrontar con paciencia lostrabajos!

Sus más sencillas palabras despiden unaroma de piedad que reconforta el espíritu.A él acuden en busca de consolación y deconsejo. Esperan su llegada con impacien-cia. Y aun mucho tiempo después de su sa-lida de la población, nadie se ocupa de otracosa que del santo Hermano, sobre todo enlos corrillos que se forman al anochecer.

Sus oraciones, se dice, atraen sobre no-sotros las bendiciones del Altísimo. Susconsejos nos hacen felices. Y los niñosagregan: también cuenta muy hermosas his-torias.

Escenas hay en su vida de limosnero queevocan la mente los episodios de las Flo-recillas:

«Alabemos a Dios, decía un día San Franciscoa Fr. Maseo, por el gran tesoro que poseemos, yque no es otro que Dios mismo, de quien hemosde gozar».

Y ambos arrojaban sobre una piedra algunosmendrugos de pan recogidos de limosna, y bebían,

en la palma de la mano, del agua del torrente.Uno de los compañeros de nuestro San-

to en el oficio de limosnero, refiere a estepropósito lo siguiente:

«Nos dirigíamos de uno a otro pueblo. Duranteel trayecto Pascual se dedicaba a hablar de Dioscon indecible ternura, a recitar piadosamente elOficio de la Virgen o bien a meditar en los miste-rios de la vida de Jesucristo.

«Al hacer alto en cualquier lugar, su primer cui-dado era rezar la estación al Santísimo Sacramen-to. Comíamos a la sombra de un árbol, y Pas-cual,previsor como él solo, buscaba en la alforja lo másapetitoso que llevaba y lo ponía en nuestras ma-nos.

«Esto es para vos, añadía con graciosa sonrisa,comedlo, que bien merecido lo tenéis».

En lo que nunca pensaba era en su propiaconveniencia. Se ingeniaba de maravillapara aliviar a su compañero lo más posiblede las molestias del viaje, rodeándolo detoda clase de cuidados y tomando sobre síla más pesada labor y el peor trabajo.

En cierta ocasión se había recogido una cuesta-ción de aceite, mayor que de ordinario, y el Santovolvía al convento abrumado con el peso de dosenormes recipientes. Compadecidos de él dos bue-nos aldeanos, le dijeron: «Pero, Fray Pascual, ¿porqué no te vales de un jumento para llevar el acei-te?»

Los ojos del Santo brillaron entonces con pica-resca malicia, y en sus labios se formó una sonri-sa significativa: «¿Un jumento? respondió; estábien; ¿pero seréis capaces de encontrar uno me-jor que yo?»

Su deseo de favorecer a los pobres leobligaba a ir recogiendo por el camino lossarmientos desechados, y cuando tenía bas-tantes para formar un haz con todos ellos,lo entregaba gustoso al indigente que lesalía al paso.

Otras veces dejaba la leña recogida encasa del que le daba hospitalidad, diciendoalegremente: «Ésta es mi moneda».

También solía cortar de los árboles lasramas secas que encontraba casualmente,

Page 23: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

23Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M.

para ofrecerlas luego a personas nece-sitadas que conocía. Y cuando alguno le dis-pensaba cualquier beneficio, su reconoci-miento parecía no tener límites.

«Ten confianza, Tajarino, dice a un buen hom-bre que le acompañaba para las cuestaciones yque sufría de asma; ten confianza, que Dios teayudará». Y pone luego la mano sobre el pechodel paciente, exclamando: «Ea, vayamos más apri-sa». Con solo esto el enfermo se siente aliviado yen disposición de seguir adelante.

Al regresar Tajarino a su casa, ve con dolorque uno de sus hijos está a punto de exhalar elúltimo suspiro. Ante peligro tan inminente se daprisa en llamar al Bienaventurado. La aflicción delos padres del moribundo conmueve profundamenteal Santo, quien llorando, dice con voz quejosa: «¡Se-ñor Jesús, él me ha ayudado, por amor vuestro, ahacer la cuestación. No le neguéis vos ahora vues-tra ayuda en tan doloroso momento!»

No había aún terminado Pascual esta plegariay ya la crisis estaba vencida. Los padres, dos ve-ces felices, se apresuran a estrechar contra sucorazón al hijo enfermo, y se complacen luego enpublicar el poder maravilloso del santo Hermano.

Con todo, no era tan maravilloso estepoder sobre los cuerpos cuanto sobre loscorazones de los hombres. No había lugarpor donde pasase en el que no animara alpueblo a acercarse con devoción y frecuen-cia a los Santos Sacramentos, a evitar lasocasiones de pecado, y sobre todo a recon-ciliarse con los enemigos.

Para estas cosas estaba el Santo adorna-do, según testimonio de cuantos le cono-cieron, de un don que puede muy bien cali-ficarse de prodigioso. Sus palabras conmo-vían profundamente y vencían a los másobstinados pecadores. He aquí un ejemplocurioso del que nos da cuenta un rico se-ñor de Monforte:

«Era yo niño por aquel entonces. Una tardetrajeron a nuestra casa el cadáver de mi padreque había sido asesinado a puñaladas. Todos sa-bían quiénes eran los culpables, pero la carenciade pruebas no permitía obrar libremente a la justi-cia.

«En tales circunstancias, mi madre, mi herma-no mayor y yo juramos vengar el crimen. Yoconsideraba como un deber sagrado dar muerteal asesino; así que pasaba un día y otro día tra-mando proyectos de venganza.

«Cuanto mayor era el tiempo en que me veíaobligado a comprimir el fuego que me devoraba,tanto éste era más ardiente. ¡Ah! ¡qué terrible ibaa ser mi venganza! Y ésta prometía ser muchomás terrible aún desde el instante en que mi ma-dre y mi hermano, cediendo a las instancias de suconfesor y de nuestros amigos, se decidieran are-tractar su juramento... ¡Yo, yo era el único queperseveraba fiel a la memoria de mi padre!

«Un tal pensamiento redoblaba mis fuerzas. Asíque a la edad de diecisiete años era yo el terror demis enemigos. Yo sabía esto y lo sabían tambiéncuantos me rodeaban, temiendo siempre llegarael momento. Pero yo no me daba prisa, porqueestaba resuelto a llevar a cabo una venganza com-pleta, atroz, inexorable... Los religiosos de Loreto,las personas influyentes de Mon-forte y otras más,se habían tomado a pecho mi conversión. Sinembargo, sus reflexiones no hacían otra cosa queexasperarme más y más. Hasta llegué al extremode amenazarles también a ellos.

«Se representaba al vivo una tarde, era un Vier-nes Santo, la escena del Descendimiento de laCruz, según acostumbraba a hacerse. El puebloen masa asistía a la ceremonia, y yo, por no sermenos que los demás, formé parte en la proce-sión. Mis amigos, los monjes y otras personas fue-ron rodeándome disimuladamente, pero en talmodo, que en el momento del sermón me vi comoaprisionado en medio de un círculo infranqueable.No tuve, pues, más remedio que prestar oídos a laelocuencia del predicador, quien puso término asu discurso con una vibrante peroración en la queme excitaba a perdonar a mi enemigo en recuer-do de la Pasión de Cristo.

«En un principio lo escuché impasible, mas alfin su retórica me puso furioso.

–¡Callad de una vez! grité. ¡Yo estoy en la re-solución de antes! ¡Es inútil cuanto digáis! ¡Noperdonaré nunca!

«En aquel preciso instante siento que una manome coge por un brazo. ¿Cómo salí de aquel sitio?No lo sé... Pascual estaba delante de mí.

–Hijo mío, exclamó con un acento que no pue-do olvidar, al propio tiempo que me miraba con

Page 24: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

24 Historia de S. Pascual Bailón

ojos afables y tristísimos, hijo mío; ¡se ve que nohas presenciado la Pasión de Jesús!

«Y continuó, después de hacer una pausa:–¡Perdona, hijo mío, por el amor de Jesús cru-

cificado!...«Estas palabras, pronunciadas con acento lasti-

mero, aquellos ojos tan humildes como expresivosclavados en mí, aquella fisonomía luminosa, transfi-gurada por un reflejo celeste... me cautivaron. Sub-yugado, enternecido, sollozante, dije entonces conlabios trémulos por la emoción:

–Sí, padre mío, yo perdono por el amor de Dios.«... La multitud estaba atenta, muda, ansiosa,

sin atreverse apenas a respirar.–Hermanos ¡perdona!, exclamó Pascual.«La gente respiró satisfecha al oír estas pala-

bras. Luego prorrumpió en un clamor frenético,clamor en que se veían confundidas alabanzas,bendiciones, sollozos... Yo lloraba también. Lágri-mas de fuego brotaban de mis ojos, yendo a caersobre la mano del Santo, que continuaba estre-chándome entre sus brazos... Mientras tanto elodio se derretía en mi pecho, como se derrite elhielo al ser herido por los dardos del sol.

«Al fin, me daba por vencido... y no he vueltoya a sentirme víctima de deseos de venganza».

Tal era la obra de Pascual en sus salidasdel convento: hacer bien a los demás, con-ducir a Jesucristo las almas extraviadas, ysuspirar, como el ave por su nido, por vol-ver cuanto antes al convento, para que asíno llegaran hasta él los aplausos del mun-do.

Su primer cuidado al llegar de afuera, erair a postrarse a los pies del superior pararecibir de rodillas su bendición pater-nal ycon ella el permiso de irse a la iglesia. Unavez allí, se entregaba por largas horas alejercicio de la oración; y el gozo que enorar experimentaba, le daba a conocer cla-ramente qué bueno y agradable es habitaren la casa del Señor.

En estas ocasiones venía a inquietarle unpensamiento muy natural en él:

«¡Qué dichoso sería yo si pudiera no apartarme

nunca de aquí, o si me fuera dado, cuando menos,vivir lejos del mundo y de los tráfagos del siglo,consagrado enteramente al Amado de mi alma yen Él pensando de continuo!...»

Había cerca de Loreto una gruta, en la quesolían pasar algunos religiosos una semanade retiro, sin dejar por eso de asistir al Ofi-cio divino en el coro y a la Misa conven-tual. Esta gruta acababa entonces de serabandonada por un religioso que se dedica-ba a la predicación, en consecuencia a unadura prueba que había sufrido. Le parecía,en efecto, que los infernales espíritus tra-taban de destruir su mo-rada, dejándole aél sepultado entre los escombros. Así que,en tan apurado trance, ni siquiera se habíaacordado de recoger sus libros. El Guar-dián llamó a Pascual para que fuera a bus-carlos.

«Fuí contentísimo, decía el Santo hablando deesto con un novicio, pues así podría disfrutar a migusto de las delicias de la vida eremítica.

«Ante todo me dediqué por algún tiempo a laoración; luego me entregué al descanso con pro-pósito de levantarme a media noche para discipli-narme y volver de nuevo a la oración. Me dormí,acariciando en la mente tan hermosos proyectos,y desperté... cuando el sol inundaba ya la grutacon sus fulgores.

«Todo confuso me levanté más que de prisa, yvolví a hacer los oficios que me tenía encomenda-dos la obediencia, toda vez que lo sucedido vino ademostrarme que mis deseos eran una ilusión ynada más».

Page 25: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

25Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M.

9

Grandes penas

Sé paciente en la tribulación, porque en elfuego se prueba el oro y se purifica la plata (Ecle11,4-5).

No falta quien estima que las mortifi-caciones voluntarias llevan en sí cierta gra-tificación, pues han sido buscadas por quienlas hace. Pero esto no puede decirse deaquellas penalidades que provienen de otrascausas. Así, pues, la conformidad en sopor-tar estas últimas, es la que nos da la normaprincipal para apreciar la santidad de unapersona.

Pascual, no menos que los otros santos,debía purificarse en este fuego, que su con-temporáneo San Juan de la Cruz llama no-che obscura. Momentos hubo en su vidaen que el cielo le parecía de plomo, en quela duda se esforzaba por adquirir el domi-nio de su corazón, y en que su energía pa-recía derramarse, como se derrama el lí-quido al romperse el vaso que lo contiene.

Toda su vida era entonces juzgada por élcomo una serie de incoherencias. El re-cuerdo del pasado lo desanimaba, y su co-razón parecía como romperse de remordi-miento a la vista de crímenes hasta enton-ces ignorados. El porvenir se le represen-taba más tenebroso todavía, como si el Se-ñor lo fuera a dejar abandonado a sus fuer-zas.

El presente era también para él un enig-ma indescifrable. Su corazón se veía com-batido por dos sentimientos opuestos. Deun lado, la fiebre de la lujuria, del odio y

del orgullo estremecía su carne desgastadapor los ayunos. De otro, sentíase atraídopor irresistible impulso hacia ese Dios enel que pensaba encontrar el reposo. Ensuma, mientras el espíritu corría, comociervo sediento, a embriagarse con la pu-reza de los ángeles, el cuerpo parecía re-volcarse en un cenagal de torpezas y de en-gaños. ¿Cómo, entonces, librarse de aquelcuerpo de muerte? Porque, en realidad deverdad, Pascual preferiría a una tal situa-ción, la destrucción y aun el aniqui-lamiento de su ser.

Cierto día, rendido o debilitado por la lu-cha, cae como caen los vencidos de la vida,arrojado como los últimos restos de un grannaufragio en una playa inhóspita... La copade la tribulación rebasa los bordes. Pedrode Sena, su provincial, entra en ese momen-to en la celda del Santo.

–¡Oh Padre! gime Pascual, ¡todo es inútil! Yono puedo más. ¡Si me fuera dado dejar de exis-tir!... ¡He sufrido ya tanto! ...

Y su cabeza cae pesadamente sobre supecho, como la de un hombre en el momen-to de expirar. Pedro se inclina sobre estaalma angustiada y le habla. Y el pobre des-esperado le refiere pausadamente, con pa-labras entrecortadas por los sollozos, su la-mentable historia.

Gracias a ello la paz renace en su alma,el dolor que atenazaba su corazón se miti-ga casi insensiblemente, y se va haciendoluz entre las sombras densas de antes. Nues-tro Santo es ahora un convaleciente que as-pira el perfume de los campos, es como unhombre que despierta de un pesado sueño,que toca con inquietud cuanto le rodea, yque ve por fin desvanecerse sus terroresante el testimonio elocuente de la simplerealidad. Pascual renace a nueva vida, dis-puesto a sostener nuevos combates.

En otra ocasión el común enemigo ob-tiene permiso para maltratar al Santo.

Page 26: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

26 Historia de S. Pascual Bailón

–¡Qué enfermedades! murmuran los médicosexaminándolo; no hay duda de que confundennuestras previsiones, se resisten a nuestros cálcu-los y burlan nuestros remedios... Cualquiera diríaque ello es cosa del diablo.

También se oyen a veces en su celda rui-dos extraños, o bien golpes y lamentos. Seoye de repente un grito agudísimo durantela noche. Los religiosos corren solícitos ala habitación de Pascual. El Santo confusoresponde: «estaría soñando» o bien: «mehe sentido víctima de extraños dolores».

Y los despide como si nada hubiera pasa-do; pero a la mañana siguiente, según testi-monio de los testigos, vésele en el co-rocon el cuerpo magullado y maltrecho.

Lo único que de sus labios pudo sabersecon respecto a tal género de tribulaciones,acerca de las cuales observaba Pascual unriguroso secreto, es lo siguiente:

–Nunca son tan terribles los asaltos... comocuando medito en la Pasión y en el amor de Jesu-cristo Sacramentado.

Y pronunciadas apenas estas palabras en-mudece, como temeroso de haber dicho yademasiado.

En cuanto hasta aquí llevamos dicho, ser-vía de consuelo a Pascual la solicitud y afec-to de los superiores, quienes en las luchascon el demonio le habían ayudado con susconsejos y sostenido con sus exhortacio-nes. Con todo llega un momento en que has-ta esto va a faltarle. En efecto, en 1573 fun-daron los superiores un convento de estu-dios en Valencia. Había necesidad de en-viar a él Hermanos legos, y se ponía mu-cho cuidado en que éstos fuesen escogi-dos entre los más edificantes. En tales con-diciones, eligieron a Pascual.

Estaba allí de Guardián un austero ancia-no, religioso de rostro marcado por el su-frimiento y de dura mirada. Ya sea por in-advertencia, o bien por prevención, lo ciertoes que dicho superior no tarda en tomar alnuevo subordinado por blanco de su inflexi-

ble rigidez.Un día le manda sin más ni más en pleno refecto-

rio que salga a decir la culpa. Puesto ya el Santode rodillas en medio de los admirados religiosos, elGuardián comienza a descargar sobre él todo untorrente de injurias:

–¡Sois un hipócrita y un presuntuoso! ¡Ah! ¡voscreéis estar en posesión de un tesoro! ¡Abrid lasmanos y contempladlas llenas de cieno! ¡Estadatento!...

Terminada la filípica y en medio de un gran si-lencio, Pascual se arrastra andando a gatas hastael sitio del superior, estrecha los pies de éste entresus manos con muestras de respeto y de ternura,y los besa luego una y otra vez...

Poco después siente tocar la campana de la por-tería y corre a abrir la puerta, en donde permane-ce bastante tiempo ocupado en atender a los quellamaban.

–¡Ah!, piensa entre tanto un religioso, el pobrefraile está a lo que parece muy confuso por losucedido y no tiene valor para volver al refecto-rio. Sin duda está haciendo tiempo para recupe-rarse antes de entrar de nuevo.

Y guiado por esta idea se apresura a buscar alSanto.

–Tened paciencia, Fr. Pascual, le dice con dul-zura.

–¡Paciencia! ¿por qué causa? responde el Bien-aventurado.

–Pues por la injusta reprimenda que recibisteis.–Estad seguro, Hermano, replica el humilde re-

ligioso, que el Espíritu Santo es quien ha habladopor su boca.

En otra ocasión en que tuvo lugar una es-cena parecida, respondió a los que intenta-ban consolarle:

–No me han entristecido poco ni mucho las pa-labras del Padre Guardián. Muy al contrario, mejuzgo tan feliz de este modo, que quisiera recibircada día un tal consuelo. ¡Ojalá Dios le inspire elque así lo haga!

Dichas escenas se repetían con harta fre-cuencia. Hoy al Guardián le servía de pre-texto un vaso roto, mañana un poco de aceitevertido, y un día después otra falta tan fútil

Page 27: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

27Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M.

como las anteriores. Cualquier cosa basta-ba para mortificar a Fray Pascual con re-prensiones irrazonables.

Y junto a las reprensiones iban las culpaspúblicas, las penitencias de todo género, lasflagelaciones crueles, las humillaciones,los reproches insultantes y todas las veja-ciones posibles, que llovían sin cesar so-bre nuestro Santo.

El Guardián, dicen los testimonios, se ensaña-ba en él con verdadera ferocidad.

No faltaron tampoco religiosos que,alentados a ello por la conducta del supe-rior, tuvieran a gala procurar a Pascual des-precios y disgustos sin cuento. Nunca lesfaltaban pretextos, pues detrás de estas co-sas andaba una mal velada envidia.

Con todo, Pascual nunca se daba por agra-viado, y correspondía siempre a todos losdesprecios con inequívocas muestras decariño. En estos casos, alega uno de los tes-tigos, tenía presentes las virtudes que ador-naban a sus perseguidores, y con ellas ha-cía un manto en el que ocultaba todos susdefectos.

–Por lo que a mí toca, decía Pascual, conozcoque no tengo de religioso más que el hábito. Hedelinquido y me he hecho digno, por tanto, de losúltimos castigos. Venguen en mí las criaturas losultrajes que yo hice al Criador, que con esto medarán una prueba más de que me aprecian.

Así como las medallas brillan tanto máscuanto más se frotan, así logra Pascual ad-quirir un nuevo lustre por medio de la per-secución y del sufrimiento.

El Provincial, Pedro de Sena, llega al fina tener noticias de todo lo que pasa, y enconsecuencia Pascual es obligado a acudira la presencia del superior. Éste desea sa-ber las cosas de los propios labios del San-to; pero Fray Pascual no le da de ninguno lamenor queja.

–En vista de lo que sucede, decide el Provin-cial, juzgo que no es conveniente para vos regre-sar a ese convento. Vuestra vida es allá demasia-

do incómoda. ¿Queréis que os envíe a otro con-vento?

–¡Ah, Padre mío! responde el Santo como aver-gonzado, no hay necesidad de que sepáis para ellomi voluntad; yo estoy para todo en manos de laobediencia. ¡Haga vuestra caridad lo que mejor leparezca! Para mí es igual continuar allí o ir a otraparte.

–Pero ¿y vuestro Guardián?, dice, interrum-piéndole el Provincial.

–No, responde con convicción el Bienaventura-do; yo sé por experiencia que nada se gana concambiar de superiores. A un Guardián difícil desobrellevar sucede otro más llevadero, en tantoque si uno busca cambiar de puesto, suele ir confrecuencia de mal en peor.

Y Pascual sigue en Valencia por espaciode tres años, ocupado, como antes, en losoficios de la portería y del refectorio. Sugénero de vida continúa siendo el mismode antes, con la única diferencia de que, apartir de este suceso, acostumbra pasar máslargas horas en oración ante el SantísimoSacramento.

10

Historia de una vocación

Era por los años de 1575. El P. Francis-co Ximénez era por entonces Provincial yestaba al frente de los conventos alcan-tarinos del reino de Valencia.

Asuntos de familia le habían llamado aJerez de la Frontera, donde había nacido.

Page 28: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

28 Historia de S. Pascual Bailón

Un hermano de Ximénez, residente en elPerú, no escribía de algún tiempo atrás, ysu cuñada vivía cargada de muchos hijos yvíctima de dificultades de todo género.

Pues bien, a raíz de la partida de Ximé-nez sobrevinieron en la Provincia muchosasuntos de importancia, y el superior queocupaba accidentalmente su puesto carecíade atribuciones para resolverlas, debiendopor lo mismo atenerse en todo a las órde-nes del Provincial.

En tal estado de cosas, el superiorcomisiona al Siervo de Dios para poner aXiménez al corriente de todo. Pascual obe-dece sin poner dificultades, y hace el viajesegún su costumbre, a pie y descalzo, men-digando de puerta en puerta el alimento ypasando la noche a cielo abierto.

A su regreso trae en su compañía al pe-queño sobrino del Provincial, llamado JuanXiménez, que fue después religioso fran-ciscano y biógrafo del Santo. Los dos hi-cieron juntos un viaje de cien leguas, viajedel que tenemos la noticia siguiente debidaal mismo Juan.

«Tenía yo, a la sazón, nos dice, como unos cator-ce años, y solía frecuentar el convento de Jerez.Los religiosos me trataban con tanta amabi-lidad,que hasta llegaban a permitirme asistir al coro ycantar con ellos.

«Cierto día en que me hallaba en el Oficio deTercia, vi entrar en la iglesia, en el momento enque iba a darse principio a la Misa, a un hombrevestido con remendada túnica, pero tan estrecha,que más bien que túnica parecía un saco. No lle-vaba ni sandalias, ni manto. Después de signarsedevotamente, vino a arrodillarse a un rincón delcoro, besó la tierra, unió las manos y se abismó enla oración.

«Un religioso le invita a ocupar una de las sillasy él accede y se porta durante toda la ceremoniacon tal piedad y recogimiento, que yo, a despechode mi edad poco dispuesta a admirar tales es-pectáculos, me sentí profundamente emocionado.Era este tal el Siervo de Dios a quien yo veía en-tonces por vez primera. La impresión que me pro-dujo no puede nunca borrarse en mi memoria.

«Una vez terminada la Misa, entra en el con-vento, habla con mi tío, y sale luego a visitar aalgunos bienhechores que deseaban hablarle y quele habían sido indicados por el superior. Entre otrosfue también a visitarnos a nosotros, en cuya casase habían ya engrandecido y celebrado más deuna vez sus virtudes, puesto que mi tío lo tenía enmucho aprecio y solía hacer de él grandes elo-gios.

«Y de hecho, él hablaba con tanta modestia ycircunspección, y parecía tan bueno y tan amable,que yo, fascinado, no podía apartar de él mis ojos.De súbito el varón de Dios clava en mí una mi-rada escrutadora, y dice, volviéndose a mi madre:

–Entregadme este muchacho por el amor deJesús y de San Francisco.

«Estas palabras fueron derechas a lacerar elcorazón de mi pobre madre. ¡Ah! yo era su pri-mogénito; ella tenía puestas en mí sus esperanzaspara el porvenir. La familia se opondría a ello. Yono estaba en disposición de hacer los estudios; eraaún muy joven para pensar en tal cosa. Y además¡debía marchar tan lejos!... No, mi madre no po-día consentirlo en manera alguna.

«Con todo, el Bienaventurado orilla con tantahabilidad todas estas dificultades, que al fin mimadre exclama con voz entrecortada por los so-llozos:

–Llevadlo, puesto que tal es la voluntad de Dios,pero que no sepa nada la familia, porque lo impe-diría a todo trance...

«Pascual, a su vez, promete velar siempre pormí:

–Yo le atenderé, dice, con la solicitud de unamadre.

«Y esta promesa no fue en sus labios una pro-mesa vacía de sentido. Tendido en su lecho demuerte y entre los estertores de la agonía, quiereque los presentes me atestigüen lo bien que él ha-bía satisfecho esta deuda. Por otra parte, todoslos episodios desarrollados durante nuestro viajebastan para demostrarlo bien a las claras».

Juan Ximénez, a su vez, no se mostrabadisgustado por la partida. La perspectiva deun largo viaje tenía para él sus atractivos,el guía era de su agrado, y dada su edad, nose preocupaba lo más mínimo por lo que elporvenir pudiera traerle.

Montaba Ximénez una pequeña mula an-

Page 29: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

29Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M.

daluza, muy robusta y briosa, que, a pesarde los esfuerzos del jinete, trotaba de con-tinuo, formando con los cascabeles que laadornaban un sonido muy agradable para elmuchacho. Así que Pascual, para no perderde vista a su protegido, no tenía más reme-dio que seguir la marcha del bruto; y estomuchas veces por caminos sembrados depiedrecitas y en forma de pendiente, bajoel peso del cansancio y de los ardores delsol... En resumen, el viaje era para nuestroSanto un sacrificio continuo.

Juan, adivinando la fatiga del Religioso,se empeña en hacerle subir a la cabalgadu-ra:

–Hermano, le dice, vayamos a caballo, tú unpoco y yo otro poco.

–No, no, mi pequeño, responde el Santo, déjateestar, que yo voy a pie mucho mejor.

«Todas cuantas instancias le hice, escribe Xi-ménez, fueron inútiles. Lo único que conseguí deél, contra mi deseo, fue que se quitara el manto,que le habían dado en Jerez, y que se sirviera deél para hacerme un asiento...

La madre de Ximenez había proporcio-nado a su hijo dinero y provisiones para elviaje, pero Pascual no consintió en que elniño le pagara cosa alguna. Mendigaba supan y se resistía a gustar las provisiones desu acompañante. Hubo, sin embargo, unaexcepción: Juan arrojó al camino, como in-servible, parte de su vianda, aquella que,gastada por el calor, se hallaba en mal esta-do. El Bienaventurado se apresuró a reco-gerla, y con ella se alimentó durante algu-nos días.

«Caminábamos de ordinario a un mismo paso,pero algún tanto separados. Pascual ocupaba eltiempo en rezar o en cantar gozos al SantísimoSacramento. Sus cantos y su voz me causabanagrado, y yo le hacía repetir los que me parecíanmás hermosos, sin que nunca el Santo se negara amis súplicas. De vez en cuando se aproximaba amí, e inspeccionaba los aparejos:

–¿Vas bien así, mi querido Juan? ¿Sientes can-sancio? me decía. Vamos, ten ánimo, que descan-

sarás dentro de poco. ¿No ves? Estamos ya cer-ca de una posada.

«¡Las posadas! Los famosos albergues. Suelenestar rodeados por un huerto, en el que crecen alpie de los árboles los dorados melones y las rojassandías. En el centro está la noria, recuerdo deltiempo de los moros, con su vieja rueda de sacaragua, puesta en movimiento por un mulo. El alber-gue es un cobertizo sostenido por pilares de pie-dra: a lo largo de las paredes toda una hilera decaballos, jumentos y mulos; junto a la puerta ca-rretas y fardos. En el fondo, en una sala oscura,llamea el fuego de la hospitalidad. A la luz de estefuego se cocina, se come, se fuma, se canta, sediscute, se grita y, a ser posible, se duerme.

«Cada uno se acomoda por la noche lo mejorque puede. Éste se encarama sobre un carro, elotro tiende su capa y se acuesta encima de ella, yel de más allá se arrolla en una manta y se tira enun rincón a la buena de Dios. Sería demasiadopretender mayores comodidades en una posada.

«Pascual escoge un rincón para mí e improvisauna camilla, lo menos dura posible, poniendo enello todos los recursos de su habilidad. Luego mecubre con su manto y queda de guarda a mi ladohasta que se persuade de que estoy dormido. Aloírme roncar, se aleja.

«Yo tuve curiosidad por saber qué es lo que ibaa hacer a aquellas horas, y, restregándome los ojos,le vi separarse a corta distancia, arrodillarse comoen el coro de Jerez y orar... ¡Dios mío, por cuantotiempo! ... Y lo que hacía entonces, lo hacía siem-pre, lo mismo en las posadas que en las granjas:orar por espacio de muchas horas y dormir lomenos posible.

«A veces el exceso del calor nos obligaba a ca-minar de noche. Entonces Pascual no se separa-ba de mí un momento, me hablaba de muchas co-sas buenas y desvanecía mis aprensiones.

«Cuando tropieza en el camino con algún viaje-ro, esfuérzase por colmarlo de favores. Cierto díahallamos a un hidalgo quien nos refiere toda unahistoria de bandidos, que me es muy interesante yque aquél relata con gran prolijidad de de-talles.El Santo tomó pie en el percance para reco-mendarle la devoción a la Santísima Virgen y lanecesidad de vivir santamente. Y habló con talconvicción, que yo me sentí cambiado en otro hom-bre, y formé propósitos de hacer una confesióngeneral de toda mi vida,

Page 30: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

30 Historia de S. Pascual Bailón

«Otro día tocó la suerte a un pobre joven quien,con los vestidos hechos girones, el rostro cubiertode lágrimas y el cuerpo lleno de mordeduras deperros, se acercó a pedirnos limosna. Su portedaba a conocer bien a las claras que no había na-cido en la miseria, y después he llegado a saberque pertenecía a una de las principales familias.

«Dicho joven había abandonado, en un momen-to de obcecación, el hogar paterno, a fin de poderasí entregarse más libremente a los placeres. Luegonos refirió sus amarguras, su miseria, su cruel in-fortunio... ¡toda una historia tan larga y tan tris-te!... Pascual lo consoló y le habló con inefablebondad, animándolo a que volviera al lado de supadre, a que le pidiera perdón por su pasada con-ducta, y a que se portara en adelante como buenhijo y buen cristiano. A medida que hablaba elSanto, el pobre joven sentía renacer en su ánimola esperanza.

«Un compañero de viaje, que era Hermanocoadjutor de la Compañía de Jesús, unióse enton-ces a nosotros y principió, a su vez, a hablar al hijopródigo. Éste, al fin, se dejó convencer y prometióregresar a la casa paterna. ¡Había sufrido ya tan-to! ...

«Más tarde tuve noticia de que el joven habíaseguido las exhortaciones de ambos, y que su situa-ción era ya muy diversa. Él mismo vino en perso-na a Valencia, para dar las gracias a sus caritati-vos consejeros. Pascual no habitaba ya allí: asíque el joven sólo pudo hablar con el Hermanojesuíta, el cual se apresuró a comunicar al Santolas buenas noticias de la conversión de su protegi-do.

«Así atravesamos toda Andalucía, en la que vanalternando con las rientes colinas, ligeramenteondulantes y cubiertas de olivares, las polvorien-tas llanuras y las sedientas torrenteras.

«Granada aparece a nuestros ojos. En el hori-zonte se columbran los picos dorados de SierraNevada. Sobre un fondo que se asemeja a un marde verdura, surge una masa compacta de torres ycúpulas deslumbrantes a la luz del sol, en mediode blancos muros, perforados por ventanas oji-vales. Se dice por allá: “cuando Dios quiere bien aalguno, lo lleva a vivir a Granada”.

«A la entrada de la larga avenida de los álamos,se ve una capilla edificada por Fernando el Cató-lico, que trae a la memoria el 2 de enero de 1492.En dicho día, el Cardenal Pedro de Mendoza, co-locado al frente de los asaltantes, clavaba a las

tres de la tarde el signo de la Cruz en la más altade las torres de la Alhambra. Con esto dábase porconquistado el último refugio de los moros, y porasegurado en España el principio de la unidad ca-tólica. Aun hoy día suele acudirse a la susodichacapilla para rezar ciertas plegarias indulgen-ciadasy para decir por la mañana, cual lo hace todo cris-tiano, la oración de la cruzada.

«Nosotros pudimos hacer nuestras devocionesante el sepulcro de los mártires franciscanos Juande Cetina y Pedro de Dueñas, martirizados tiem-po hace por Mahomed-a-Bembalua, y visitar laantigua fortaleza de los sarracenos, transformadaen convento de los Frailes Menores. Pascual, enesta ocasión, me dijo que procurara hacerme conun libro escrito por fray Luis de Granada, que sellama: La Guía de Pecadores.

–Léelo, mi pequeño, agregó, pues es muy her-moso y te será de provecho.

«No bien salimos del convento, nos hallamoscon un alguacil, que interceptándonos el paso ytomando al Santo por un vagabundo, lo colma deinsultos y hace ademán de arrestarlo.

–Pero, si es un religioso... ¡un religioso tan bue-no!, grité yo entonces. Examina, al menos, sus pa-peles.

«El desconfiado oficial lee detenidamente la obe-diencia de los superiores de la Orden, que era elpasaporte del Santo, se la devuelve sin decir pala-bra y se aleja al momento. A todo esto Pascualcontinuaba sonriendo con dulzura, sin que dejarasalir de sus labios una sola queja o injuria. Estaactitud me impresionó vivamente.

«En otra ocasión, luego que salimos de Huéscar,se halló el Santo tan violentamente indispuesto, quese creyó a punto de irse al otro mundo. Pero im-placable siempre consigo mismo, prosiguió a pe-sar de ello caminando y haciendo esfuerzos pordisimular sus dolores...¡De qué diverso modo obra-ba yo cuando era yo el que sufría!

«Nos hallábamos una vez distantes de Calas-parra como unas cuatro leguas. Hacía un calortórrido; las hojas se desprendían marchitas de lasramas; los pájaros volaban a flor de tierra y seagazapaban, con la cabeza bajo el ala, en los hue-cos de los árboles y de las rocas, y el terrible sola-zo nos hería de lado. Alrededor de nosotrosdilatábase la llanura desierta y gris barrida con furiapor el huracán. Yo creía que me asfixiaba: mi gar-ganta parecía de fuego. Entonces exclamé:

Page 31: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

31Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M.

–¡Agua, agua! ¡Me muero!...«El buen Hermano, sin cuidarse para nada de

su propio cansancio, corre a derecha e izquierda,en busca de un poco de agua... ¡Todo inútil!

–Animo, muchacho, me dice, que yo daré conella. Ten paciencia, que pronto será tu sed satisfe-cha...

«Al fin logra descubrir algunos juncos.–Mastícalos, me dice; de este modo desapare-

cerá tu sed.«Yo obedecí. Ayudado y sostenido por él, pude

llegar junto a un arroyuelo.–Come antes un bocado de pan, y después be-

berás, porque si no, puede hacerte daño.«Poco después llegábamos a la población. Al

día siguiente por la mañana nos dirigimos haciaJumilla. Desgraciadamente nos desorientamos enla marcha, y nos encontramos de pronto frente aun foso muy largo y lleno de agua enlodada.Pascual tuvo que pasar el foso por encima de untronco medio podrido. En el momento en que lle-gaba al medio, el tronco y él se cayeron al foso,dando volteretas. Tan cómica fue esta escena, queyo solté una estrepitosa carcajada... El Santo en-tonces, sin acordarse de reñirme, se limpia y enju-ga lo mejor que puede, y celebra en tanto con chis-tes su poca suerte.

«Algún tiempo más tarde subíamos a pie por lacuesta que conduce al convento. Esta cuesta eratan pendiente que parecía estar cortada a pico, yyo no tenía ya fuerzas para proseguir adelante.

–Vamos, mi pequeño, yo te llevaré sobre misespaldas, exclamó Pascual de improviso.

. «Pero yo tuve vergüenza de mí mismo y res-pondí:

–No, no, iré por mis pies.«Y cogido al brazo del Santo llegué a la cum-

bre.«Así, pues, Pascual se portó conmigo como una

verdadera madre, pensando a todo, rodeándomede cuantas facilidades pueden imaginarse, y favo-reciéndome con su cariñoso trato. Se comprende,desde luego, que no es posible lleguen nunca aborrarse de mi memoria tan gratos recuerdos. Aél debo yo la gracia de haber llegado a ser religio-so».

11

A través de Francia

El Capítulo de la Orden celebrado enRoma en 1571 había elegido para el cargode Ministro General al P. Cristóbal deCheffontaines. En ese tiempo Francia es-taba en situación de revuelta, y el nuevoGeneral consigue llegar a París en 1576.

El Provincial de Valencia, por su parte,necesitaba enviar al P. Cristóbal cartas deimportancia. Pero ¿cómo hacerlo, en elestado en que se hallaba Francia? El país,sobre todo en el centro y en el norte, eravíctima de las guerras de religión. Habíansido violados los sepulcros, destruídas lasiglesias, dispersadas las reliquias, profana-das las Hostias, y asesinados muchos sa-cerdotes y seglares. Más de doscientosfranciscanos habían perecido en las revuel-tas. Así, pues, un religioso que atravesaraFrancia se exponía a una muerte probable.

Con todo, el envío de las cartas no podíaretardarse. Ante un tal estado de cosas, Juande Moya, guardián del convento deAlmansa, llama a su presencia al Bienaven-turado.

–Fray Pascual, le dice, es necesario que estascartas lleguen a manos de nuestro Padre General,que se encuentra en París. Pero para llevárselashay que atravesar un país infestado por loshugonotes. Muchos de nuestros Hermanos han su-cumbido ya víctimas de su furor... ¿Os encontráiscon fuerzas para abordar esta empresa?

El Santo oye con recogimiento la voz delsuperior y con toda alegría responde:

–Iré, con el mérito de la santa obediencia.

Page 32: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

32 Historia de S. Pascual Bailón

Pascual acaba de entrever allá, a lo lejos,la corona del martirio. Y como ante-riormente había salido para Jerez, sale denuevo ahora sin otro equipaje, al decir delos antiguos relatos, que «su abnegación ysu pobreza».

Larga es la ruta que que ha de andarPascual hasta llegar a los Pirineos; pero noimporta, pues aún camina por país amigo.La rica y fértil Cataluña no niega al pobrede Dios un pedazo de pan con que alimen-tarse cada día. Pero a medida que sale deEspaña, el aspecto del país va siendo diver-so. Se suceden las grandes montañas, y seabren a sus pies las negras gargantas y elsordo murmullo de los torrentes. El Santodebió pasar por el puerto del Oo que faldeael Monte Maldito, y luego se dirige por elsur de Bagnères de Luchon para llegar aTolosa. Extenuado por el cansancio, llamaa la puerta del gran convento franciscanode Tolosa y solicita se le conceda hospita-lidad. Allí se le recibe como a un hermano.El Santo declara el objeto de su viaje, y losreligiosos se quedan asustados.

–¿Pero es que no conoce vuestro superior lospeligros del viaje?... Aquí mismo, dentro de la ciu-dad, los calvinistas han saqueado muchas casas.Millares de hombres han sucumbido combatiendocon los herejes. Partidas armadas recorren el país,llevándolo todo a sangre y fuego. Predicadores ysínodos legalizan estas violencias, y la autoridadreal concede amnistía a los culpables. Todo el te-rritorio, desde aquí hasta París, arde en el fuegode la hostilidad y de la persecución.

Los franciscanos de Tolosa deliberan lar-go tiempo sobre si les será lícito consentirque el Santo prosiga su viaje. Los parece-res son contrarios y nada se resuelve. Alfin, se halla una solución: Pascual irá a Pa-rís, puesto que así lo quiere a toda costa,pero a condición de que vaya disfrazado.Pascual rechaza una tal propuesta, y prosi-gue su viaje en la misma forma en que lo haprincipiado. Piensa conseguir la palma delmartirio, y cree que así llegará a ver reali-zado más fácilmente su ideal.

Cruza las pequeñas poblaciones y atraesobre sí las miradas curiosas de los habi-tantes. Los muchachos le hacen escolta, yno faltan quienes le toman por un pobre de-mente al ver su porte afable y resignado, suvestido humilde y sus pies desnudos. Enotras partes es recibido a gritos y saludadocon salvas de pedradas. En algunas se voci-fera contra el papista, que logra evadirse,no sin dificultad, a las iras del populacho.

Pascual, al llegar a Orleans, se ve rodea-do por una turba de hugonotes:

–¿Crees tú, le gritan, que Cristo se halla real-mente en la Hostia de los sacerdotes papistas?

–Sí, lo creo con toda mi alma.–¡Insensato! le gritan.Y arrojan sobre él toda la granizada de

objeciones sofísticas que estaban entoncesde moda contra de la presencia real de Je-sús en el Sacramento. El Santo, iluminadopor el Altísimo y valiéndose del poco fran-cés que había aprendido durante el viaje, res-ponde a sus sarcasmos con una vigorosaprofesión de fe.

¿No había dicho el Salvador a sus discí-pulos: «cuando os halléis en presencia devuestros verdugos, el Espíritu Santo habla-rá por vuestra boca y Yo os daré una sabidu-ría a la cual nadie podrá contradecir?»... Losreformados se vieron confundidos con eldiscurso del pobre fraile. Pero no por esodesisten de sus propósitos y se arrojan con-tra Pascual.

–¡Ah, canalla de español, que quieres darnoslecciones, ahora vas a morir a pedradas como unperro!

En medio de brutales blasfemias, lanzansobre él una lluvia de piedras. El Santo, aco-metido por todas partes, se desploma entierra bañado en su propia sangre. Su caídaes celebrada con carcajadas de odio y gri-tos estruendosos de victoria:

–¡He ahí uno que enmudece para siempre!Y, dándole por muerto, los asesinos se

Page 33: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

33Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M.

alejan. Poco después vuelve en sí el Santo.El dolor atenaza y tortura todos los miem-bros de su cuerpo. Sus espaldas, sobre todo,están destrozadas, y la herida que se ve enellas no dejará ya de propor-cionarle dolo-res durante el resto de su vida. «Es una fi-neza que recibí en Orleans», solía decir des-pués alegremente.

En estado tan lastimoso, el pobre frailese arrastra como puede hasta una próximavivienda. Llama a la puerta y ve compare-cer ante sí a una buena mujer.

–¡Ah, mi Reverendo, cómo os han puesto! gi-mió ésta, apresurándose a atenderle con esmeroy a mitigar sus dolores.

–¡Ah, qué buenos católicos hay en aquel país!¡Qué corazones tan generosos! exclamaba el Santoal describir de regreso a la patria su viaje por Fran-cia.

Por lo demás era Pascual extremadamen-te reservado, y ni aun hoy conoceríamos lospocos datos que sabemos de este viaje, siel Santo no se hubiera visto obligado a ma-nifestarlos, cediendo a las reiteradas ins-tancias de Juan de Moya.

Otro día, obligado el Siervo de Dios porel hambre, se decide a llamar a las puertasde un vecino palacio, coronado portorrecillas y enclavado en el centro de unespléndido parque. Los domésticos le per-miten la entrada y avisan a su señor. Dichoseñor, que era calvinista y enemigo juradode los católicos, se hallaba entonces co-miendo con los suyos. Cuando vió a Pascual,pálido y maltrecho, y puso los ojos en sumiserable sayal, le gritó:

–¡Vive Dios, bien se ve que eres un espía espa-ñol; así que pagarás cara tu audacia! ¡Verás quélimosna vamos a darte! ¡Ten un poco de pacien-cia! ... Ante todo debo atender a mi salud. Peroluego, añadió con brutal regocijo, atenderé a la tuya.Después de comer serás ahorcado.

Pascual se reconcentra en sí mismo,pone su suerte en manos de Dios y se dis-pone a morir... El calvinista, por su parte,

no acaba nunca de concluir la comida, de-seoso de prolongar la agonía del pobre frai-le, que sigue mudo e inmóvil en presenciadel malvado.

Mientras tanto, la señora de la casa, decorazón compasivo, no puede ver por mástiempo este juego bárbaro. Y aprovechán-dose del estado de embriaguez de su mari-do, se ingenia para poner a Pascual fueradel alcance de sus iras. Los criados, obe-deciendo sus órdenes, lo conducen afuera.Se ve privado así, una vez más, de la coronadel martirio.

En otra ocasión fue rodeado por el re-vuelto populacho. Trataba éste de jugarleuna mala partida, cuando aparece de impro-viso un hombre y lo libra de manos de susagresores. Su libertador lo encierra en unacuadra de cerdos, coreado por los aplausosde la multitud. Abandonado así en prisióntan infecta, Pascual espera la muerte de unmomento a otro... Llega con esto el alba yal propio tiempo su extraño libertador,quien le entrega un pedazo de pan y le dicecon tono áspero:

–Huíd cuanto antes y no volváis a aparecer porestas tierras.

En otra ocasión, una mujer de calidad seesfuerza por convertirle. Para ello echamano ante todo de los favores; luego des-ciende a las lisonjas, y dice al Santo:

–Creedme, no hay mejor cosa que el que oshagáis reformado como yo me he hecho.

Al oír esto el Siervo de Dios estalla enindignación:

–¡Reformado yo! Pero ¿no veis que soy reli-gioso de San Francisco de Asís?...»

Y dichas estas palabras se da a la fuga.Añadamos a estos relatos un último epi-

sodio que agrega Ximénez, como referidopor el mismo Santo.

Caminaba Pascual con su acostumbradarecogimiento en la oración, cuando cierto

Page 34: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

34 Historia de S. Pascual Bailón

caballero se detiene delante de él, con lalanza colocada en actitud de acometerle.

–¡Monje! le dice, ¿Dios está en el cielo?»El fraile responde sin vacilaciones:–Sí, está en el cielo».El caballero, al oír esta respuesta, vuelve gru-

pas y parte al galope.Pascual, desconcertado, queda envuelto en con-

fusiones... Luego se siente iluminado por una idea:–¡Ay! lamenta, ¡ahora comprendo! Yo debiera

de haber añadido: “y en el Santísimo Sacramentodel altar”. ¡Entonces me hubiera atravesado consu lanza y yo sería mártir, por haber muerto endefensa del Sacramento del amor! ... ¡Infeliz demí, que no me he hecho digno de una tal gracia!

Y se pone a llorar abundantes lágrimas...Pascual, a su salida para París, tenía los

cabellos negros, y cuando regresa al con-vento los tiene ya blancos. ¡Ha envejecidoen pocos meses!

12

Prolongado martirio

Cuando uno se busca a sí mismo, por eso solose aparta de la senda del amor divino (Imita-ción de Cristo)

Ya que los hombres no han proporciona-do a Pascual el martirio, él mismo se inge-niará en dárselo a sí mismo. Convirtiendosu corazón en juez, se dedicará a mortifi-car su cuerpo, ya subyugado, con crueldadimplacable.

La observancia de la vida común podráhacerle sufrir, pero él sujetará a ella todas

sus acciones, a fin de no quebrantarla, ne-gándose al alivio de toda dispensa.

Pascual se veía obligado a cada instante asalir de la meditación para acudir a la por-tería, reclamado por su oficio. En atencióna esto, el Guardián llama a nuestro Santo, yle dice:

–Hermano, os dispenso de hacer la meditaciónen el coro. De hoy en adelante oraréis en la porte-ría; esto basta.

Pascual se postra a los pies del superior,y le dice:

–¡Tenga vuestra caridad compasión de mí!Mientras permanezco en la portería no estoy encomunidad. Os ruego que no me privéis de orarcon los demás frailes.

El Guardián no insiste, y nuestro Santo,siempre que llaman a la puerta, sale del corosobre las puntas de los pies y entra luegodel mismo modo, a fin de no turbar el re-cogimiento de los otros. No bien se arro-dilla suena otra vez la campanilla. Pascualvuelve a bajar de nuevo, interrumpiendo asísus diálogos con el Señor.

La enfermedad arruinaba su organismo,la fiebre lo consumía, grandes dolores ator-mentaban su cuerpo. A pesar de todo, elSanto iba a los actos de comunidad, vaci-lante, apoyándose en las paredes, dete-niéndose a cada paso para tomar aliento oincluso a gatas, cuando de otro modo no leera posible. Y si algunos, compadeciéndo-se de él, intentaban prestarle ayuda, les de-cía:

–¡Ah, no, hermanos míos! Permitidme por gra-cia que sufra algo por mi Dios.

Pero era realmente tan lastimoso el es-pectáculo que ofrecía el Siervo del Señoral arrastrarse hacia el coro... Se le condu-ce, por fin, a la enfermería; y enfermo ytodo como está, observa en lo que le es dadoel horario de la vida común, y aun desde sulecho asiste en espíritu a todos los ejerci-cios de comunidad.

Page 35: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

35Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M.

Su celda era la peor de todas. Durantemucho tiempo no tuvo otra que una cavidaddel campanario de Almansa, cavidad estre-cha en la que no había ni puerta ni ventana.Tenía una tabla por lecho, por coberturasunos trapos despreciables, y junto a esapobreza solamente un crucifijo, una peque-ña imagen de la Santísima Virgen, un tinte-ro, una pluma y algún trozo de papel. Taleseran los objetos que adornaban su habita-ción.

–La superfluidad de cosas en la celda, solíadecir, sirve de impedimento al espíritu para dirigir-se hacia Dios.

Su sayal era un saco estrecho, cubiertode remiendos diferentes, cosidos al efectocon pedazos de hilo. Si se le hacía algunaobservación sobre el corte poco graciosode esta indumentaria de arlequín, replicabasonriendo:

–¿Qué le vamos a hacer? ¡Tengo una configu-ración tan poco garbosa!

–Sigamos la moda de la pobreza, respondió cier-to día a su Guardián, el cual se empeñaba en darleun nuevo hábito. Estoy muy contento con el viejo.

Sus vestidos interiores habían cambiadoenteramente de aspecto gracias a sus mu-chos remiendos, que les daban variedad yconsistencia. Venían a hacer de ellos unaverdadera armadura. Los lavaba semanal-mente muy de mañana y los recogía inme-diatamente, para no arriesgarse a perder elmérito de su mortificación, dejando que sesecasen en lugar público.

Habiendo sufrido una herida en uno delos pies, fue obligado por el superior a lle-var sandalias. El Santo se limitó a ponerseuna en el pie enfermo.

–Pero ¿y el otro?–El otro goza de buena salud, y no conviene

medir por un mismo nivel a los sanos y a los en-fermos.

Tal era su extrema pobreza, en la que soloadmitía una excepción, y ésta era cuando

se preparaba la iglesia para la exposiciónsolemne del Santísimo.

–Hay que hermosearla lo mejor posible, repe-tía Pascual.

–No tenemos velas, objeta el Guardián, y elHermano cuestador califica de exagerada todaprovidencia a este objeto, porque, a su juicio, estáen oposición con la pobreza.

–Pues dejadme obrar a mí, insiste el Santo. Yoiré a pedir limosna y diré: “Dadme alguna cosa: espara honrar a Jesús Sacramentado”. Veréis comonadie me niega su óbolo.

Pero qué diversa es su conducta cuandose trata de mendigar para sí mismo. Estan-do de viaje se contenta con poquísimo. Ydentro del convento juzga cosa exquisita loque los otros ni hubieran querido probar.El pan duro, las frutas averiadas, los restossobrantes de la víspera, o bien lo que deja-ban de comer los pobres, eran de ordinariosu alimento. Se sirve de una servilleta vie-ja, a la que acompaña un cubierto roto y unvasito inservible.

Un día el Guardián obsequia a este incan-sable ayunador con un plato de pescadofresco. Los religiosos que están en el re-fectorio se avisan sonriendo unos a otros,y se vuelven hacia el Santo todas las mira-das. Llega, en tanto, el servidor con el ob-sequio, y le dice ceremoniosamente:

–Fray Pascual, de parte del Padre Guardián.El Santo se pone a comerlo con muestras de

regocijo.–Pero ¿y vuestro ayuno?, objeta el servidor.–Mi devoción privada, responde Pascual, no

pone límites a la obediencia. Y prosigue comiendoel pescado.

El Santo, por lo demás, se valía de milingeniosidades para hacer pasar inadverti-das sus mortificaciones. Cuando estaba ala mesa dejaba que las legumbres se en-friasen antes de gustarlas. Si por orden delos superiores se veía constreñido a tomarla vianda, empleaba el tiempo en partirla

Page 36: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

36 Historia de S. Pascual Bailón

con toda pausa, y poniendo aparte los hue-sos, hacía creer que se había comido lo de-más. En realidad la parte mejor y más con-siderable iba siempre destinada a los po-bres.

En cuanto al ayuno, ni los trabajos másrudos ni las más grandes molestias del via-je, no parecieron nunca a sus ojos motivosuficiente para dispensarse de él. Y si al-guien osaba hacerle alusiones sobre el par-ticular, el Santo se contentaba con respon-derle:

–Observad la Regla, que ella os salvará.Oculto bajo la túnica y disimulándolo lo

más posible, llevaba siempre sobre la pielalgún instrumento de penitencia, que solíaconsistir en una gruesa cadena ajustada a lacintura, o en un áspero cilicio, o en una es-pecie de camisa de tela grosera, erizada depuntas de agujas y de clavos, o bien en dosplacas de hierro unidas entre sí por juncosespinosos, en forma de escapulario. Tam-poco en ciertas ocasiones se privaba de bra-zaletes mortificantes o de cadenitas y dis-ciplinas.

Después de la muerte del Santo se des-cubrió en su celda todo un arsenal de estosobjetos, que podrían servir muy bien paracomprobar la exactitud de aquellas palabrasde la Bula de Inocencio XII, Rationicongruit:

«Ha marchado durante todo el tiempo de su vidapor el áspero y penoso camino de la penitencia, yse ha esforzado en arrebatar con santa violenciael reino de los cielos».

Su cuerpo, verdaderamente, estaba redu-cido a servidumbre. A este extremo habíavenido llevado por la violencia del amordivino, que aumentaba en su corazón a me-dida que iban pasando los días de su exis-tencia.

Y es que mal puede vivirse con vida deamor, sin vivir al propio tiempo con vida dedolor.

13

El corazón de un Santo

El prójimo es el medio que Dios nos ha dadopara poder apreciar el amor que a Dios tene-mos (Santa Catalina de Sena).

Nadie puede amar tanto a los hombrescomo los santos, porque nadie hay que amea Dios en la medida en que ellos lo aman. Yno deja de ser realmente maravilloso el quelos santos, no obstante tratarse con tantorigor a sí mismos, agoten los recursos desu inmensa caridad siempre que se trata deservir a los prójimos.

San Pascual, que amaba a Dios como aPadre suyo, no podía tener para con sussemejantes otro corazón que el de una ma-dre.

«Siempre que lo veíamos triste, alega Ximénez,nos decíamos a nosotros mismos: no hay duda quePascual acaba de oír de labios de cualquier infelizla relación de las desdichas de que es víctima».

¡Y son tantos los infortunios que nos afli-gen en este valle de lágrimas! ¡Hay en éltantas penas que combatir, tantas heridasque curar, tantos obstáculos que remover!

«¡Pobres hermanos míos!, se lamentabaPascual al verse ante algunos religiosos enfermos–el régimen conventual es demasiado penoso paraellos». Y en seguida: «venid, les decía al oído,acompañando sus palabras con una sonrisa, venidal refectorio», y les indicaba luego una hora a pro-pósito.

Aun en tiempo de ayuno riguroso llevabasu afecto por los frailes enfermos hasta elextremo de prepararles discretamente en

Page 37: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

37Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M.

algún rincón de la cocina una ligera cola-ción. Luego, pretextando alguna ocupaciónurgente, los dejaba solos sin en-tretenersea cerrar la puerta del refectorio... Porque¿qué ganaba con hacerles salir los coloresal rostro, publicando así su debilidad cor-pórea, como si ésta no les hiciera ya sufrirbastante por sí misma?

«Predicaba yo la Cuaresma, nos dice Ximénez,en tiempo en que Pascual era refitolero. Ciertodía en que me vió pasar cerca del refectorio llegósea mí y me detuvo cariñosamente. “¡Cuánto os fa-tigáis!” exclamó; “es preciso atenderos; se-guidme,que tengo reservado algo para vos”; y me ofreceun panecillo blanco, diciéndome insistentemente ycasi con voz suplicante: “Tomadlo, que bien mere-cido lo tenéis por vuestros trabajos”».

Si veía a cualquier religioso atareado conalguna penosa ocupación, le decía sonrien-do: «permitidme que os ayude»; y quitán-dole la azada de las manos se ponía a traba-jar con ahínco en tanto sus deberes no lellamaban a otra parte.

Estando en medio de los pobres parecíahallarse como en su elemento. «Ellos, ase-guraba, me recuerdan la vida de otro tiem-po». Diríase que no podía vivir sin su com-pañía. En cierta ocasión, hablaba el Santocon un amigo suyo, al cual exponía la penaque sentía a causa de haber sido cambiadode convento:

«Hacéos cargo que, estando aquí nosotros muyseparados del camino ordinario, apenas si nos esdado recibir visitas de pobres. ¡Vienen aquí tanpocas veces!»

Pero no tardó felizmente el Santo en ha-llarse otra vez en medio de estos sus ami-gos. Entonces, desde muy de mañana noparecía preocuparse más que por ellos. Erapreciso alimentarlos a todos, y su número,por lo demás, iba aumentando de día en día.Les pasaba aviso cuando los encontraba enlos caminos, así que nunca le faltaban clien-tes.

«¡Vamos, Fr. Juan, apresurémonos a prepararla sopa, y que Dios nos ayude! Ya lo veis, nada ha

sobrado hoy de la comida. ¡Ah! tal vez no ha bas-tado a los religiosos lo que les hemos guisado, por-que la limosna de ayer fue muy escasa... Ponga-mos pronto la marmita al fuego».

Y a medida que hierve el agua, va el Santo arro-jando dentro de la marmita migas de pan, un puñadode sal, un tantico de aceite... «¿Para qué sirve tanpoca cosa?», le dice confuso el cocinero.

«¿No hemos hecho cuanto estaba de nuestraparte?, replica Pascual. Ahora toca a Dios hacerel resto». Y la sopa, al decir de un testigo, resultóaquel día sumamente apetitosa.

Tal era Pascual cuando estaban de pormedio los pobres, aun siendo tan rigurosopara consigo mismo. A ellos iba a dar siem-pre cuanto caía en sus manos. Un día el San-to se dirigió al limosnero, y le dijo:

«Tened la bondad de ir al pueblo a mendigarpan con destino a los religiosos, pues no hay bas-tante para el mediodía».

Causaron extrañeza al interlocutor estaspalabras, ya que el día anterior había traídoprovisión abundante. Así que respondió:

«Tal vez sea cierto que habéis distribuído cuan-to teníais. Con todo, bueno será que vayamos amirar antes».

Y llevando tras de sí al Santo, registra portodas partes y da al fin con un canasto llenode panes y puesto aparte para los pobres.Lleno entonces de indignación carga conel cesto, lleva a remolque al Siervo de Dios,y se dirige a la presencia del Superior.

«Ved, le dijo fuera de sí, ved lo que está hacien-do Pascual. Cuanto nosotros mendigamos con tan-to trabajo, lo distribuye luego él sin miramiento al-guno. ¿Está esto bien hecho? ¿Es justo que él des-empeñe, a cuenta de nuestros sudores, el papel decaritativo? ¿Y qué opinión formarán los bienhecho-res si tienen noticia de tan locas prodigalidades?»

El Guardián escucha con calma y casisonriente. Pascual, por su parte, guarda laactitud de un culpable cogido en flagrantedelito: sus labios permanecen mudos. Lue-go que el acusador termina su discurso, elGuardián le aconseja que modere su impa-ciencia. Y añade con acento irónico:

Page 38: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

38 Historia de S. Pascual Bailón

«Y bien, ¿qué queréis que haga? Fray Pascuales un santo, y con tales sujetos no siempre puedeuno obrar a medida de sus deseos».

Aterrado con una tal respuesta, el Siervode Dios echa mano del cesto y huye apre-suradamente.

«Yo le seguí confuso, agitado, lleno de ansie-dad, dice el testigo, y vi que Pascual ponía a cadareligioso su porción, después de lo cual aun tuvopan en abundancia para sus pobres».

Otro fraile quiso reprenderlo por las bue-nas.

«Os pido por gracia, Fr. Pascual, le dijo, quemoderéis vuestras generosidades, pues con no pocotrabajo podemos hallar lo bastante para nosotrosmismos. [Era en tiempo de carestía].

–Confía en Dios, respondió el Santo, que yo teaseguro que cada pedazo de pan que sale de aquí,nos franqueará a la vez dos puertas por las cualesentrarán las limosnas en esta casa».

Y de hecho, nunca permitió el Señor quese sufriera hambre en los conventos en quehabitaba Pascual.

Por otra parte, nuestro Santo era unprovisor tan solícito, como sumamentedelicado. El atendía a todo, lo mismo alalma que al cuerpo, y aun puede decirse queno se descuidaba de satisfacer hasta las mis-mas susceptibilidades del amor propio.

Su primer cuidado lo ponía en hacer orara los pobres. Rezaba él mismo de rodillasy en voz alta en medio de ellos algunas ora-ciones, a las que los pobres solían respon-der en coro. Luego les servía la comida, lle-nando sus escudillas, llamando por su pro-pio nombre a cada uno de los que iban deordinario, y dirigiéndoles siempre algunapalabra cariñosa relativa a los modestos ne-gocios en que se ocupaban. Nunca se mo-lestaba con sus groserías ni con sus capri-chos, y ni aun sus propios vicios le servíande óbice para que aminorase su caridad paracon ellos.

«Hermano, le dijo una vez el Superior, veo quese abusa de vuestra bondad. Algunos hay entre

vuestros pobres que no trabajan y que se aprove-chan de vuestros favores para poder entregarse ala ociosidad. Y no faltan tampoco varios que me-jor harían en irse al hospital que en arrastrarse decontinuo por las calles. Estos abusos son culpavuestra, así que os aconsejo que antes de dar mi-réis a quien dais.

–Padre mío, respondió el Santo, las limosnas quehago las hago por Dios. ¡Si yo rehusara dar a al-guno lo que pide, me expondría a tratar de estemodo a Jesucristo!...»

¿Cómo replicar a tales razonamientos?A pesar de todo, Pascual tenía también

sus predilectos. A este número pertenecíanlos estudiantes pobres que cursaban en loscolegios y en las universidades.

«Debemos interesarnos tanto más por sus es-tudios, alegaba el Santo, cuanto que la mayor par-te de ellos cursan la carrera eclesiástica. Deseanser sacerdotes de Jesucristo y es preciso ayudar-los».

Después de los estudiantes, prefería a lospobres vergonzantes, a quienes trataba contodo género de atenciones.

–Para ellos, decía, es la pobreza mucho másdolorosa que para ningún otro.

De aquí el que Pascual se desvelara enayudar a un anciano que había decaído desu brillante posición. Para él reservaba par-te de la comida que le pasaban en el refec-torio, le hablaba con respeto y le obe-de-cía como pudiera hacerlo un criado. El an-ciano noble, en medio de su infortunio, sehacía, siquiera fuese por un instante, la ilu-sión de ser todavía un gran señor. Y Pascualsentía complacencia en ver que su protegi-do llegaba por este medio a experimentaralgún consuelo...

A los vergonzantes sucedían los lisiados,los cojos y los deformes de toda clase. ¿Porventura no eran éstos los miembros pacien-tes de Jesucristo? ¿Y no eran tanto más dig-nos de compasión cuanto que unían a estosmales el de la indigencia?

Y así por este estilo solía nuestro Santo

Page 39: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

39Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M.

hallar siempre una razón que justificara suspreferencias y sus atenciones, que a veceseran calificadas por los otros como «faltasimperdonables». Dios Nuestro Señor secomplacía, a su vez, en mostrar con hechosprodigiosos qué agradable le era esta inago-table caridad de su fiel siervo.

Cultivaba Pascual un plantío de hierbasmedicinales con destino a los enfermos. Ytambién tenía otro de legumbres, que re-servaba para la ayuda de sus pobres. Un día,había distribuído muchas hojas de bledo. Alanochecer, volviendo el síndico al conven-to, tropezó con una caterva de muchachosque solicitaban se les diese también a ellosde aquellas hojas. El buen Santo, todo in-quieto, no sabía qué resolución adoptar.«Veremos», concluyó por último.

Marcha luego al jardín, en compañía delsíndico, y logra recoger algunas hojas quepor casualidad había allí todavía. Hace conellas un ramillete y corre a entregarlo a lospequeños solicitantes. El huerto quedabacon esto completamente despojado.

«A la mañana siguiente, agrega el síndico, mehallé a la puerta del convento, en el momento deentrar en él, con otro nuevo grupo. “Es inútil, dije,que pidáis más hojas, porque se han concluído.Ayer recogió las últimas estando yo presente”

«Entretanto llega Pascual a abrir la puerta, pres-ta oídos a la súplica y se encamina al huerto. Yosigo tras él. ¡Cosa extraña! El huerto había cam-biado de aspecto. Los tallos de los bledos estabande nuevo florecientes, deleitando la vista con sufrondosa vegetación. “¡Ved qué bueno es nuestroDios!, me dice Pascual sonriendo. Él ha hechonacer más durante la noche, movido sin duda acompasión hacia los pobres enfermos”.

El síndico apenas daba crédito al testimonio desus ojos: “¡Ah, hermano!, exclama. Yo creo quevos habéis pasado en oración toda la noche, a finde obtener un tal prodigio”».

El humilde Santo no responde a esta pre-gunta, pretextando que tiene prisa por lle-var las hojas.

Había, sin embargo, ocasiones en que nole era dado satisfacer las demandas que sele dirigían. ¿Cómo salir entonces del paso?Pues... yendo al jardín y reuniendo algunasflores, con las que formaba un ramillete queentregaba luego con amabilidad al solici-tante. Lo mismo hacía Santa Catalina deSena, a la que el Santo profesaba gran de-voción: enviaba flores a algunas personasen señal de afecto.

Verdaderamente, cuando reina en un almael amor de Dios, purifica y ennoblece elamor del hombre, hasta hacerle dar prue-bas del mismo por medio de signos tan ex-presivos.

Con todo, este amor hacia los pobres noestaba exento de molestias. Habiéndosesabido en el pueblo que había dentro delconvento un pozo de agua muy fresca, nofaltaron muchas personas que comenzarona solicitar se les diera de aquella agua. Apartir de este momento se inició una pro-cesión continua de mujeres y niños queacudían con cántaros y jarros a las puertasdel convento. Y entonces comenzó tambiénpara Pascual el trabajo de recibirlos y dehacer el oficio de aguador, oficio al que sededicaba con su acostumbrada be-nevolencia. Y esto exigía un continuo ir yvenir, y depósitos de agua preparados de an-temano, al objeto de satisfacer todas las de-mandas.

–A Jesús es a quien hago esta caridad, pensabaPascual, y Jesús ha prometido recompensarla. Asíque en esta obra ponía todo su empeño.

El Siervo de Dios amaba también a losniños, como Jesús los había amado.

«Lo recuerdo como si hubiera sucedido haceun momento, alega a este propósito uno de los testi-gos. Tales y tantas cosas se decían de Fr. Pascual,que me entraron ganas de conocerle. Tenía yo poraquel entonces como unos siete años. Nuestra casaestaba a respetable distancia del convento. Un díaconvine en ir a verle juntamente con otros trescompañeros de mi edad, y nos pusimos por fin encamino.

Page 40: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

40 Historia de S. Pascual Bailón

«“¡Está muy bien!”, exclamó Fr. Pascual, quienparecía esperar nuestra llegada. Y nos hizo luegocaricias tan afectuosas y nos contó tan hermosashistorias, que nos alejamos admirados, no sin lle-varnos para el camino una modesta merienda.

–“¿Volveremos de nuevo ¿no os parece?” Y enefecto, desde aquel día acudimos con frecuenciaa visitarlo».

El Santo gozaba de gran reputación en elmundo infantil; así que jamás escaseabanlas visitas de los niños. Pascual tenía paratodos y cada uno de ellos una sonrisa, unafruta, una flor o cualquier otra fruslería.Tampoco faltaba nunca para ellos una pre-ciosa historia, que no olvidarían nunca, ycuya conclusión le inculcaba la necesidadde ser buenos cristianos para ser felices.

–“¿Por qué os entretenéis tanto tiempo con lospequeños?”, preguntó a Pascual el religioso de cuyotestimonio nos valemos en este caso. “Nada mássencillo, respondió el Santo,: porque veo en los pe-queños al Niño Jesús, y en las pequeñas a la niñaMaría”».

14

De un convento a otro

Pascual veía a Dios por todas partes y entodas partes lo tenía presente. Bien pudie-ra llamarse a sí mismo, como antiguamenteIgnacio de Antioquía, Teóforo, que signifi-ca, portador de Dios.

Dulce cautivo de Jesucristo, caminabapor todas partes animando a los hombres aamar a su Dueño soberano, y atrayendo so-bre ellos las divinas bendiciones.

Fué su vida un verdadero apostolado. Uno

tras otro recorrió todos los conventos dela provincia, antes de llegar a convertirseen apóstol y bienhechor de Villa-rreal, tér-mino de su peregrinación por el mundo.

Almansa, convento de noviciado, lo re-clama para maestro de novicios, después deadmirarle por largo tiempo como modelode todas las virtudes. ¿Quién, mejor que él,para iniciar a los novicios en los secretosde la perfección franciscana? Pascual se veobligado por la obediencia a aceptar el car-go. Y confundido entre «sus discípulos»,cualquiera hubiera podido tomarle por unode ellos. Con éstos se ve tanto en el trabajocomo en la oración, en el tiempo de la prue-ba igual que en el de la alegría.

Enemigo decidido de la tristeza, busca laraíz de donde ésta proviene para arrancarlaen seguida.

–Son los escrúpulos, decía, lo que pudiera lla-marse los gusanos de la conciencia; pues turban,enervan, apartan de Dios y originan toda clase dedesórdenes.

A un novicio que para mayor seguridadde conciencia solía repetir a solas las ho-ras del Oficio canónico le dice severamen-te:

–Guardaos de continuar haciéndolo, porque contal procedimiento, lejos de honrar a Dios, os lan-záis entre las redes del demonio.

A otro que se figuraba que conseguiría laperfección practicando penitencias inmo-deradas le ordena:

–Cesad en vuestras penitencias, pues arruina-rán vuestra salud sin provecho para vuestra alma.Día llegará en que seréis, por culpa vuestra, unacarga para la comunidad: entonces tendréis nece-sidad de dispensas, y las buscaréis, no tanto pornecesidad como por costumbre.

«¿Es esto portarse como pobre?», le dicea un novicio que ha vertido en el suelo elaceite por falta de cuidado.

«¡He ahí un verdadero hijo de San Fran-cisco!», exclama señalando a otro que re-

Page 41: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

41Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M.

mienda cuidadosamente su miserable hábi-to.

La confianza que Pascual inspiraba erailimitada, y todos le hablaban sin rodeos.Nadie para él tenía secretos. El Santo, porsu parte, se valía de ella para dar a cada unolos consejos que más le convenían, con-forme a su estado de ánimo.

–Vosotros debéis ser las madres de vuestrospadres, decía a los Hermanos legos. Debéis ser-virlos con amor y respeto, pues son sacerdotesdel Señor.

–Vosotros, clérigos, estáis obligados a estudiarvuestra Regla con toda diligencia y a conocer lalegislación que nos rige, la jurisprudencia que nosguía y el espíritu que nos informa.

No contento con esto, él mismo habíaescrito de su propio puño la Regla y aque-llos comentarios de la misma que gozabande una mayor autoridad, como los de SanBuenaventura y de San Bernardino de Siena,así como también las bulas pontificias deNicolás III y de Clemente V.

–Haced vosotros lo mismo, solía repetirles, yestudiad las tradiciones de nuestra Orden.

Comenzaban en esos años a extendersepor España los Capuchinos, rama vigorosadel árbol de la Orden Seráfica, atrayendo asu seno una multitud de almas sedientas deperfección.

–Vosotros, discípulos míos, exclamaba a estepropósito el Santo, observad vuestra Regla, perono de cualquier modo, sino en toda su integridad,tal como ella es en sí; que haciéndolo de este modopodéis estar tranquilos, pues tendréis un lugarencumbrado en el paraíso.

–¡Que ruegue por vosotros!... Pues bien, sí, ro-guemos diciendo de rodillas: “Señor, concededlesla gracia de observar bien su Regla”.

Tal era la plegaria que solía hacer asímis-mo por todos los religiosos que se enco-mendaban a sus oraciones.

–Cuando pedís a Dios alguna cosa, no sois vos-otros, sino que es Dios quien os mueve a hacerlo:sin su gracia vosotros no podríais pedirla. Y cuan-do Dios os inspira que se la pidáis, señal es que

quiere oíros. Siempre que oréis, pues, apartad losojos de vuestra miseria y tened solo presente labondad de Dios. Acudid a los pies de Jesús Sa-cramentado con la confianza con que acude unhijo a su padre, y pedidle todo, sí, todo, en la segu-ridad de que todo os será concedido.

Tales son sus doctrinas en el noviciado.De los novicios que él forma se ha dichodespués: «Todas las provincias de la Ordentienen puestos en ellos sus ojos y los con-sideran como modelos».

Del convento de Almansa fue destinadoPascual al de Villena.

–Es muy justo que me hagan salir de aquí, co-mentó Pascual al abandonar Almansa, porquedemasiado larga ha sido ya esta permanencia paraun miserable como yo.

«¡Qué tesoro tenemos!, decía en Villena Fr. Pas-tor. Yo llegué hondamente afligido al convento des-pués de haber visitado a mi familia. El Santo vinoa mi presencia: leyó como en un libro los secretosde mi corazón, y antes de que yo despegara loslabios, me descubrió la causa de mi tristeza. Todolo sabía, hasta en sus detalles más insignificantes.Después de haber sondeado la dolencia, esparciósobre mis heridas un bálsamo refrigerante. Yo salíde su presencia inundado de dulce consolación».

Los Superiores habían agotado la efica-cia de sus recursos sobre Fr. Olarto; perosin poder en modo alguno disipar su triste-za. Llegó entonces Pascual, y la melanco-lía del religioso se deshizo, a la manera quese deshacen las neblinas del campo cuandosale el sol.

Al abrir un día la puerta se encontróPascual de manos a boca con una pobremujer, muy devota de la Orden, que era víc-tima de agudas dolencias. El Santo puso lasmanos sobre su cabeza, diciendo:

–Id a pedir a Nuestro Señor que os conceda lasalud.

La mujer entra en el templo, y apenas sepostra para adorar al Santísimo Sacramen-to, se siente libre de la enfermedad que laaquejaba.

Page 42: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

42 Historia de S. Pascual Bailón

Esta solicitud y esta generosidad eran,digámoslo así, las notas características delmédico del convento, como se llamaba aSan Pascual. Los elogios de que se le hacíaobjeto crecían a medida de los favores quedispensaba. Pero el Santo respondía a losreligiosos que le alababan por el beneficiootorgado a aquella bienhechora:

–Dios la recompensará y le dará un hijo, quellegará a ser un santo religioso de nuestra Orden.

Y tal como lo dijo, así sucedió en efecto.Había en aquella comunidad un Padre que

no podía predicar sin hacer grandes esfuer-zos. Tanto empeño ponía en preparar sussermones, que apenas si le quedaba tiempopara asistir a los divinos Oficios. A pesarde ello el éxito no correspondía a sus em-peños, contra todo lo que él deseaba. Lefaltaba el entusiasmo oratorio. Descorazo-nado por sus fracasos, decidió abandonarel ministerio de la palabra: «No vuelvo apredicar».

–No digáis eso, replica el Santo. Lo que sí de-béis hacer es anteponer la oración al estudio. Notengáis por fin de vuestras predicaciones el deluciros, sino el de convertir las almas, y veréis comolas cosas cambian de aspecto.

El predicador siguió el consejo al pie dela letra, y llegó a ser bien pronto reputadopor apóstol.

Del convento de Villena fue Pascual alde Elche. ¡Qué satisfacción la de sus anti-guos compañeros al volver a verle! Anto-nio Fuentes, uno de ellos, nos habla así desus relaciones con el Santo, al que confia-ba todos sus secretos:

«Estaba yo ligado por antigua amistad con uncompañero, el cual no tardó, al fin, en romper con-migo: el pobre hombre no podía ver a los religio-sos, y temiendo hallarlos en mi compañía, no que-ría volver a poner los pies en mi casa.

–Tranquilizaos, Antonio, me respondió el Santo,que no os faltará la amistad de vuestro antiguocompañero, el cual no tardará, a su vez, en ser

también amigo nuestro».

Pocos días después los hechos vinierona confirmar la profecía de Pascual. Pero loque más le agradaba a Antonio era conver-sar con el Santo sobre temas espirituales.Sus diálogos con Pascual causaban granprovecho a su alma, y las horas que pasabaa su lado transcurrían para él como si fue-ran momentos.

Cuando se predicaba en la iglesia, Anto-nio, después de asistir al sermón, iba enbusca de Pascual, y hacía que le hablasesobre el mismo tema desarrollado por elpredicador. Y el Santo le hablaba de lo mis-mo, pero mucho mejor que el propio pre-dicador.

Desgraciadamente la dicha de Antonio fuede corta duración. Pascual cayó enfermo,y hubo de ser enviado al convento deJumilla. En el tiempo en que él llegó, losreligiosos se veían sumidos en lamentablepenuria.

–Hermano, dijo el Guardián al Santo, a vos tocaescribir al Provincial, poniéndole al corriente denuestra apurada situación. Es preciso que él tomecartas en el asunto.

El Santo se retira a su celda, llevando unpliego de papel... pero el tiempo pasa y élno concluye nunca de escribir. El Guardián,al fin, se decide a ir en su busca, y lo en-cuentra de rodillas en su celda, con el cru-cifijo en las manos y el papel delante. Es-taba pidiendo a Dios que le inspirase lo quedebía hacer. Y muy bien debió de inspirarleentonces el Señor, a juzgar por los efectos,pues el Guardián no se vió ya obligado porsegunda vez a recomendarle los interesestemporales de la Comunidad.

El convento, edificado sobre una altura,estaba rodeado de un bosque, que confina-ba con otros de los alrededores. Era un si-tio delicioso, un verdadero paraíso. Pascualse encaminaba a este bosque con frecuen-cia, a fin de vigorizar entre sus árboles sus

Page 43: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

43Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M.

fuerzas, que iban lentamente disminuyen-do.

Cuando le parecía hallarse solo, daba li-bre curso al ardor de su alma, cada día másabrasada por el fuego del amor divino. Susbrazos se agitaban como intentando sus-traerle a alguna dulce violencia: su rostrodespedía una claridad sobrenatural, y losque medio ocultos le observaban, percibíanclaramente palabras de suavidad inefable.

–¡Qué bueno eres para mí, mi amor crucifica-do! ¡Ah! ¡yo te amo! ¡te amo!...

Los religiosos, admirados de su vida, pen-saron con justicia que hombre tan unido conDios como Pascual no podría menos de ser,en caso de verse elegido para ello, un su-perior excelente. Y tanto trabajaron a esteobjeto, que al fin consiguieron fuese nom-brado para ocupar dicho puesto.

Pascual, tan extremadamente rigurosopara consigo mismo, fue todo amor para consus súbditos. Era el primero en acudir a to-dos los ejercicios y el último en descansarde ellos. Advertía, sí, los defectos que no-taba en los otros, pero con tacto y deli-cadeza tan exquisitos, que los obligabaamigablemente a enmendarse.

–Padre mío, dijo en cierta ocasión al Maestrode estudiantes, no es en los demás en quienes debe-mos ejercer las prácticas de un santo rigor. Sedmás humano y más paternal para con esos hijos.No les hagáis odiosa la vida del claustro con vues-tras intempestivas reprensiones y con vuestros ri-gores exagerados.

No tardaron las molestias de su oficio ysu celo sin límites en quebrantar su saludlastimosamente. Así que, pasados algunosmeses, fue enviado a Ayora con el fin derestablecerse. Allí estuvo un tiempo muybreve, pues poco después lo hallamos yaen Valencia.

15

Sabiduría espiritual

Yo te alabo, Padre, porque ocultaste estascosas a los sabios y prudentes y las revelaste alos pequeños (Lc 10,21)

Estaba escrito que Valencia debía ser paraPascual un lugar de prueba. La primera vezhabía hallado allí un superior intratable; yahora se encuentra con un antiguo conoci-do, con Juan Ximénez.

Pero ¡qué cambiado!... No era ya Juan elmuchacho que catorce años antes había traí-do de Andalucía, y a quien tenía entoncesque atender con una solicitud de madre. No;ahora es ya un sacerdote joven, lleno de vi-gor y energía, de corazón generoso y dealma de fuego, sobre el que se abrigan gran-des esperanzas.

Se ha afiliado a la Orden seráfica despuésde algunos años de preparación, ha sido lue-go uno de los novicios formados enAlmansa por nuestro Santo, y desempeñahoy día el cargo de brillante profesor. Juanha estudiado en las obras de los grandesmaestros de teología, ha asimilado sus Su-mas, y es actualmente a su vez un maestroprestigioso. Sus jóvenes hermanos en reli-gión se inspiran en sus doctas enseñanzas,y su colega, el P. Rodríguez, rivaliza con élen celo por los estudios.

Nuestro buen Pascual se encuentra, pues,en medio de un círculo de vida intelectual.Bien pronto el mismo Santo llega a adver-tirlo. Todos, es cierto, y Ximé-nez el pri-mero, le quieren mucho; pero el amor hace

Page 44: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

44 Historia de S. Pascual Bailón

exigentes a los que aman.En efecto, era sabido, por los elogios que

se le prodigaban, que Pascual gozaba deldon de oración y de la intimidad con Dios,y que estaba adornado con luz de conoci-mientos sobrenaturales. El P. Adán, antiguoprofesor de la Provincia y defi-nidor, estoes, consejero del Provincial, le propuso aPascual cuestiones dificilísimas sobre cier-tos textos obscuros de la Biblia. A todasellas había respondido el Santo con mara-villosa lucidez de espíritu. De aquí el quese le tuviese como adornado con el don deciencia infusa. De este modo, lo que hastaentonces era una sospecha, no tardó en ver-se confirmado por la realidad.

Pascual había vuelto a desempeñar losoficios de portero y refitolero. Ximéneziba a buscarlo a la oficina y se ponía a con-versar con él sobre asuntos propios de lacátedra. El Santo respondía a las cuestio-nes y manifestaba su opinión con el mayoraplomo. Ignoraba, es cierto, las fórmulas ysutilezas escolásticas, pero para todo dabacon alguna expresión adecuada y acordesiempre con el buen sentido. Su interlocu-tor quiso dar un paso más y le propusoobjeciones.

«Yo, refiere, le argüí con sofismas de doble sen-tido, vestidos con apariencias de silogismos sóli-dos y que procuraba, además, vigorizar por mediode explicaciones saturadas de erudición.

«Con todo, Pascual descubrió tan acertadamenteel artificio, y desvaneció con respuestas tan cer-teras la futileza de mis razones, que me dejó asom-brado... Mis discípulos me llamaban maestro, ysin embargo, yo hubiera podido ser discípulo delSanto, en la seguridad de que con esto ganaríamucho en ciencia».

También el P. Manuel Rodríguez se pro-puso, a su vez, sondear los tesoros de sa-ber que adornaban a Pascual. Hallándoseambos cierto día en presencia del Guardián,hizo girar insensiblemente la con-versaciónsobre Dios y sus perfecciones, sobre laSantísima Trinidad y sobre la Encarnación

del Verbo, tocando de paso con suma habi-lidad los puntos más obscuros del dogmacristiano, los problemas más arduos de lateología.

Pascual sigue sin esfuerzo el hilo de laargumentación y responde, en pocas pala-bras, a sus preguntas. El P. Rodríguez, comoasombrado de sus réplicas, dice inclinán-dose hacia el Guardián:

–Este hombre tiene la ciencia infusa: sabe mu-cho más y mejor que nosotros... No tendría nece-sidad de hacer nuevos estudios para que pudieraser ordenado de sacerdote y encargado de la pre-dicación. Estoy seguro que haría prodigios.

Otras veces versaba el examen sobre lateología mística y sobre la naturaleza de lascomunicaciones íntimas entre Dios y lasalmas. En un tal asunto era la palabra delSanto de grande autoridad, toda vez que,hablando por propia experiencia, dejabamuy atrás todo cuanto puede decirse en loslibros.

También, en ocasiones dadas, se le pro-pusieron dudas en orden a algunos textosobscuros del Antiguo y del Nuevo Testa-mento. En tales casos y siempre que la oca-sión era propicia, aducía nuestro Santo,como si conociese sus obras de muy anti-guo, a los Padres de la Iglesia y a los gran-des doctores católicos, concluyendo siem-pre por dar una explicación plenamenteconvincente.

¿Por qué la Escritura, le preguntan, lla-ma insensatos a los herejes, no obstante quese cuentan entre éstos muchos sabios? Y elSanto responde:

–Porque su falta de fe arguye en ellos una pro-funda ignorancia. Ellos creen que la razón puedeenseñar lo contrario a la revelación, y que Diospuede decir que sí por medio de la fe, y que no pormedio de la naturaleza. Y los que de tal modo pien-san no merecen otro nombre que el de insensatos.

La respuesta, como se ve, no está fuerade propósito. Por otra parte, sus escritos,o sea los apuntes que ha ido haciendo du-

Page 45: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

45Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M.

rante el curso de su vida religiosa, atesti-guan más de una vez que a una admirablesencillez de expresión unía Pascual unagran profundidad de conceptos. Y es quenuestro Bienaventurado pertenecía al nú-mero de aquellos hombres que ven a Diosporque tienen pura la conciencia.

La unción del Espíritu Santo le habíapuesto en íntimo contacto con la verdad.De aquí que realizase con tal éxito sus prue-bas académicas, que dejaba confundidos asus propios examinadores. Ino-cencio XIII,resumiendo el examen de los teólogos con-sultores de la causa de cano-nización de SanPascual y las declaraciones de los nume-rosos testigos, dice:

«No puede, en efecto, desconocerse que el Al-tísimo ha revelado al Bienaventurado los tesorosdel conocimiento y sabiduría divinas en una tal abun-dancia, que obligan a uno a reconocerle comoadornado con el don de la ciencia infusa».

Lo que los profesores hacían con respec-to a la sabiduría del Siervo de Dios, lo ha-cían, a su vez, los estudiantes en orden asus acciones, aun las más insignificantes,convirtiéndole así en blanco de un es-pionaje casi continuo. Si Pascual se dedi-caba a repartir la comida a los pobres, allíestaban los estudiantes, ocultos, para no servistos, detrás de las persianas, a fin de ob-servarle y de edificarse ante el espec-táculode su caridad inagotable. Si estaba ocupadoen el refectorio, inventaban pretextos paraentrar y saber qué es lo que hacía, yendoluego a analizar las acciones del Santo consus comentarios.

En una ocasión le vieron a través de lasrendijas de la puerta mientras ejecutaba antela imagen de la Santísima Virgen la danzade los gitanos. Tal era el medio que le su-gería su candorosa simplicidad para recrearlas miradas de su Reina Soberana. De estemodo imitaba a Santa Teresa, que se entre-tenía los días de fiesta en tocar la flauta yel tamboril, y a San Francisco de Asís, que

echaba mano, a guisa de violín, de dos tro-zos de madera para hacer sonar así la ideamusical de su imaginación exuberante. Lagracia, en efecto, no anula en los Santos losimpulsos de la naturaleza, sino tan soloaquello que es obstáculo para perfeccionar-la.

Mucho más que hubieran podido aún des-cubrir en fray Pascual los religiosos deValencia, si éste no hubiera recibido poraquel entonces la orden de marchar a Játiva.Allí se encaminó en cuanto fue des-tinado,pero no pudo habituarse al clima. Casi todoel tiempo que allí pasó estuvo aquejado porfiebres intermitentes, que debilitaban en ex-tremo su robusta complexión.

Hallándose ya el Santo muy desmejora-do de salud, acertó a pasar por allí el P.Ximénez, que se dirigía a Villarreal. El jo-ven profesor aprovechaba el tiempo de va-caciones para ir a predicar en dicha villa laCuaresma. ¡Qué satisfacción la de los dosamigos al volver a encontrarse de nuevo! Yqué pena sintió Ximénez al darse cuenta delas dolencias de Pascual. Poco despuésXiménez solicita al Provincial que obliguea cambiar de convento a su querido enfer-mo. Accede el Provincial a sus ruegos, peroel Guardián, en cambio, se resiste adesprenderse de su tesoro. El profesor hade poner en juego toda su dialéctica y a ago-tar los recursos de su elocuencia para obli-garlo, y le dice entre otras cosas:

–Bien conocido os es el amor que inflama aPascual por la Virgen Inmaculada. Estando, pues,el convento de Villarreal dedicado a María, es in-dudable que Pascual tendrá sumo gusto en viviren él. No hay remedio: es preciso que venga con-migo.

En efecto, Dios quería que Pascual se en-caminase a Villarreal, al monasterio dedi-cado a Nuestra Señora del Rosario, a fin deque, como la había comenzado, pusiera tam-bién término a su carrera gloriosa en unacasa consagrada a la Madre de Cristo. Alfin Ximénez consiguió ganar la causa, y tuvo

Page 46: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

46 Historia de S. Pascual Bailón

la satisfacción de llevarse en su compañíaa su santo amigo.

Éste, a despecho de todas las súplicas, noconsintió en hacer el camino a caballo, noobstante que, enfermo como estaba y sien-do malísima la ruta que conducía aVillarreal, no pudiera escudar su repulsa nicon los preceptos de la Regla, ni con elejemplo de San Francisco... El Guardián,por su parte, no se sentía con valor paraimponer su voluntad al Santo, y éste, insen-sible a las instancias de sus hermanos, sedispone a hacer a pie el camino.

«Luego que nos pusimos en marcha, agrega Xi-ménez, y en ocasión en que subíamos por la colinade Enovas, vimos a un religioso de otra Orden,que iba delante de nosotros con una alforja al hom-bro.

«Pascual, no bien lo divisó echóse a correr, yquitándole la alforja cargó con ella sobre sus es-paldas. Pero yo intervine y le quité la carga. En-tonces el Santo se dirigió al religioso para que sela devolviese, y tantas fueron sus súplicas, que ob-tuvo al fin su consentimiento para aliviarle, por lomenos, del peso de su manta de viaje».

Nada era para él tan agradable como ser-vir al prójimo. Saliendo de Alcira vieron losdos caminantes a un borrico que estaba ato-llado en un pantano. El muchacho que loguiaba hacía supremos esfuerzos por sacar-lo de allí, y lloraba a más no poder ante lainutilidad de sus intentos. El Santo, al pun-to, consideró como de su incumbencia ayu-dar al muchacho. Se acercó al enfangadoanimal, lo alivió de su carga y de sus arreos,y tirando luego por la brida e imponiéndo-se a fuerza de gritos, no tardó en sacarlodel lodazal. Seguidamente puso los apare-jos y la carga, y siguió camino adelante muycontento por la buena obra que acababa dehacer.

Poco después descubrían ya el panoramade Villarreal, villa verdaderamente regia,con su palacio magnífico, con sus sus ba-luartes y grandes calles, y con el panoramaazulado del Mediterráneo. El convento

franciscano de Nuestra Señora del Rosariosurgía en el lado de la población que mirahacia Barcelona.

La vista del convento hizo saltar de gozoel corazón de Pascual. Se consideraba di-choso, como antiguamente en Loreto, consola la idea de habitar en un convento dedi-cado a María. En este convento pondrá finel Siervo de Dios al curso de su peregrina-ción por este valle de lágrimas.

16

Apóstol y bienhechorde Villarreal

–Ya llegamos al convento de Nuestra Señoradel Rosario!, decía Pascual a su compañero... ¿Sa-béis qué cosa es el Rosario? Los Ave son rosasblancas ofrecidas a María Inmaculada; los Paterson rosas purpuradas con la sangre de Jesús. Sí,el Rosario es una corona de rosas; es el salteriode María; son cincuenta cánticos en su honor, unmemorial de los misterios de Jesús y de la Virgen,y un medio de ganar muchas indulgencias en su-fragio de las almas del purgatorio.

–Cuando no podáis disponer de tiempo suficientepara rezar el Rosario, decid en vez de los Ave:¡Bendito seáis, amabilísimo y dulcísimo Jesús! yen vez de los Pater, la salutación angélica.Creedme, nada agrada tanto a Dios y a su Santísi-ma Madre como el ejercicio de esta hermosa prác-tica».

Y decía estas palabras entusiasmado. ElSanto amaba a Jesucristo y no hallaba feli-cidad sino al pie del sagrario, y amaba, ade-más, con amor ferviente a María y a las al-mas del purgatorio.

Page 47: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

47Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M.

Pascual recurría a la Santísima Virgen afin de obtener por su mediación la graciade prepararse dignamente para recibirla sa-grada comunión. Tenía compuesta en ho-nor de este misterio una plegaria con pro-pósito de rezarla en su lecho de muerte, yno pasaba nunca por delante de su imagen,sin hacerle una profunda reverencia. Susfiestas, sobre todo, eran para él objeto deextraordinaria alegría, una alegría que sehacía máxima en el día en que la Orden, fiela sus tradiciones, solemnizaba el misteriode la Inmaculada Concepción de María.

–Venid, decía a los que encontraba en el claus-tro. ¿No es cierto que creéis en Dios? Repetid,pues, conmigo: ¡Bendita, alabada y glorificada seala Inmaculada Concepción de esta amabilísima einfantil María!

Cuando pronunciaba el nombre de la Vir-gen sentíase embargado de una dulzura in-efable. Nadie pudo olvidar por mucho tiem-po su sermón de Navidad, predicado en pre-sencia de los religiosos y de algunas per-sonas de confianza. Era éste como un cua-dro de escenas vivientes descritas en éxta-sis. Diríase que el mundo sobrenatural, des-corriendo a sus ojos el velo del misterio,se mostraba a sus ojos animado y tangibleen toda su inefable realidad.

Por lo que hace a las almas del purgato-rio, el Santo avisó en más de una ocasión alas familias de algunas de ellas para que lasauxiliasen con sus oraciones. Hubo casosincluso en que se apresuró a consolar a losque lloraban la muerte de una persona que-rida con la noticia cierta de la felicidad deque gozaba ya ésta en el eterno descansode los justos.

El alma de Pascual iba apartándose pro-gresivamente de la tierra a medida que ade-lantaban los años. El consideraba a Cristocomo su vida, y a la muerte como una ga-nancia. Enseñaba en cierta ocasión el Guar-dián de Villarreal a sus religiosos un méto-do de hacer oración, diciéndoles:

–Considerad, por ejemplo, en el primer Paterlas heridas causadas por la corona de espinas;pasad luego al segundo, representándoos otra lla-ga del Salvador, y recorred así todos los demás.

–¡Imposible! interrumpe Pascual fuera de sí.¡No puede salirse de una llaga de Jesús despuésde haber entrado una vez en ella! ...

Yo moraré para siempre en la llaga delSagrado Corazón, había dicho San Buena-ventura. San Francisco de Asís, según re-fiere Gregorio IX en uno de sus sermones,fue visto como habitando también en tandulce retiro (Analecta Franciscana,Quaracchi, t.I, p.251). Así, pues, el Biena-venturado, al pronunciar aquellas palabrasaludidas, estaba de lleno en el espíritu de latradición seráfica, cuyo glorioso Fundadorhabía de ser dado como guía celestial a laSanta Margarita María de Alacoque por elmismo Jesucristo, el 4 de octubre de 1688.

Unido así Pascual a Jesucristo, participaal propio tiempo de su acción bienhecho-ra; y hace, como El, milagros, ya sanandolos cuerpos, ya convirtiendo las almas. Losúltimos años de su vida vienen a resumirseen esta sola frase: Pascual es el bienhechory apóstol de Villarreal.

Los necesitados acuden siempre a él.Cuando ellos no vienen, el Santo va en subusca. Asedian los pobres el convento de-mandando pan, y el Siervo de Dios se loreparte con largueza.

–Esto va siendo demasiado, Hermano, le habíadicho el Guardián. Los bienhechores no se privandel alimento por satisfacer vuestras prodigalida-des. Dad a la hora de comer y basta».

El Bienaventurado se echa a llorar:–¡Oh, Padre mío!, exclama, no me mandéis eso.

Mi corazón se parte de angustia cuando tengo quedespedirlos con las manos vacías. Yo mismo iré, silo consentís, a pedir de puerta en puerta para ellos.Padre mío, ellos, a cambio de la limosna que lesdamos, nos traen el cielo en recompensa.

–Bien, Hermano, concluye el Guardián conmo-vido, ¡dadlo todo! ¡dad siempre que queráis!

Page 48: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

48 Historia de S. Pascual Bailón

Hubo, no obstante, algunos, lo mismoentre los que frecuentaban la capilla queentre los bienhechores, que estuvieron apunto de retirar a los religiosos sus limos-nas. Isabel Xea, muy devota y muy genero-sa, sentía especial predilección por «su pre-dicador», el P. Pedro, a causa de la elocuen-cia que lo distinguía y del gran fruto queproducía en las almas. El P. Pedro se pusoenfermo, y todos los cuidados que se ledispensaron no fueron bastantemente po-derosos para evitar que su enfermedad sefuera agravando de manera alarmante. Serezaban novenas y no-venas, se ofrecíanMisas y Misas, a fin de obligar al cielo aque le devolviese la salud. La pobre Isabelno se daba, a este objeto, un punto de repo-so.

–A pesar de todo, le dijo Pascual, el P. Pedro novolverá a subir al púlpito.

–¡Ay! ¿qué desgracia pronosticáis? Pero no, voshabláis por hablar, y nada más.

Pascual no insistió. Con todo, ya antesde esto había advertido al predicador quedentro de cuatro meses moriría en Valen-cia.

–Ahora, le dijo, es tiempo de que os preparéislo mejor posible para subir derecho al paraíso.

Pero no siempre viene sola una desgra-cia. Isabel que había lamentado la pérdidade «su predicador», tuvo que lamentar almismo tiempo otra muy sensible tambiénpara ella: la del resultado del capítulo...Cada capítulo que se celebra trae cambiosinesperados.

–Está una acostumbrada, decía nuestra Isabel,al modo de ser de las cosas, cuando llega el capí-tulo y lo pone todo en danza: confesores, predica-dores, superiores... ¡Todo desaparece! En cam-bio se nos mandan otros nuevos personajes, algu-nos de los cuales no tienen nada de simpáticos,como por ejemplo este nuevo Padre Guardián.

Y cediendo al peso de estas impresiones,la buena mujer había tomado una gran re-solución:

–La de no volver a pisar la capilla de NuestraSeñora del Rosario, ni dar limosna alguna alcuestador. Así aprenderán, pensaba, a no estarsiempre jugando con los bienhechores.

Iba Isabel revolviendo en su magín estosproyectos, que a nadie aun había confiado,cuando se encuentra casualmente conPascual.

–Sin duda, mi buena hermana, le dice el Santo,observaréis para el porvenir la misma conductaque hasta ahora, ¿no es verdad?

Formulada así, sin preámbulos, la pregun-ta, no obtiene Pascual respuesta alguna. Isa-bel pasa adelante, llena de confusión al verdescubierto su secreto. Se apacigua prontola tormenta, y con la tormenta desaparecetambién la resolución de la piadosa bien-hechora.

–Estos frailes nos arruinan con tantas cuestacio-nes, decía otra mujer apellidada Pallares. Yo nun-ca les doy nada, porque su sola presencia meenfurece. Pascual, sobre todo, me es sumamenteantipático.

Pascual, sin embargo, llama repetidas ve-ces a la puerta de su casa. ¿Qué le importaa él oír denuestos, con tal de recoger li-mosnas para sus pobres? De este modo, alpropio tiempo que limosnas para ellos, lo-graba ganar méritos para su alma.

Cierto día que por allí pasaba, notó quela casa de Pallares estaba puesta en movi-miento. El niño de Isabel Pallares, aprove-chándose de la ausencia de su madre, sehabía puesto a andar para ir a jugar afueracon otros muchachos. Pero lo hizo con tanpoca suerte que, cayendo por la escalera,se había hendido el cráneo, y gemía agoni-zante sobre su blanca cuna manchada desangre.

–Hermano, exclamó la mujer al ver a Pascual,haz que sane y que viva al menos por un año, por-que si no mi marido se pondrá furioso y me castiga-rá con la muerte como a mujer abandonada e im-prudente...

El Santo se postra de rodillas al pie delenfermo, en cuyo rostro se nota ya la pali-

Page 49: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

49Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M.

dez cadavérica, y se abisma en la oración...Apenas el Siervo de Dios comienza su ple-garia, el niño abre los ojos, sonríe a su ma-dre y se levanta sano y salvo.

El niño murió un año después, pero Isa-bel se contaba ya en el número de los bien-hechores de los pobres en favor de los cua-les mendigaba Pascual. Y éste, a su vez, leestaba agradecido, y más de una vez libró alos miembros de su familia de agudas do-lencias.

El corazón del Bienaventurado daba tam-bién acogida favorable a los ecos de angus-tia de los enfermos.

«¡Cuántas veces no le he sorprendido llorandoa la cabecera de su lecho de dolor!, nos dice sucompañero Fr. Camacho. Y es que la vista de lossufrimientos ajenos hacía saltar las lágrimas desus ojos».

Unas veces animaba a los enfermos a queorasen con él, diciéndoles:

–Tengamos confianza y roguemos: Dios es nues-tro Padre.

Estas palabras, según todos sabían ya, erancomo el anuncio de la curación. Otras losexhortaba a la paciencia, a la conformidadcon la voluntad divina, y a pensar en el cie-lo y en la eternidad.

–No hay remedio, decíase en tales casos, he-mos perdido el último resquicio de esperanza. Ylos preparaba a bien morir.

–¿Qué es lo que tiene vuestra pobre niña?, in-terrogaba el Santo, a una excelente paisana de laafueras de la población. La madre, por toda res-puesta, se acerca a la enfermita, tendida de ma-nera lastimosa en un ángulo de la habitación, lequita los vendajes que le rodeaban el cuello y mues-tra al Santo sus horribles úlceras.

–Y en el mismo estado que su cuello, agrega,tiene desde hace años todo el cuerpo.

Pascual, hondamente emocionado, toca con susmanos el cuello de la niña, diciendo:

–Verdaderamente, es preciso pedir al buen Diosque le devuelva la salud.

La inocente niña se siente al punto aliviada deimproviso. Tres días después ni aun las señales le

quedaban ya de un mal calificado por todos comoincurable.

En otra ocasión hizo desaparecer la gan-grena por medio de la señal de la cruz y dela invocación de los nombres de Jesús y deMaría.

«No morirá vuestro hijo», declara a unosafligidos padres que, deshechos en lágri-mas, le describen la enfermedad de su pe-queñuelo, desahuciado por la ciencia. Po-cos días más tarde, restablecimiento com-pleto.

–Hermano, pedid por mi desgraciado hijo. Mi-radlo, está a punto de exhalar el último suspiro,suplica una madre desolada.

–Confianza, hermana mía, yo rogaré por vos. Yla madre no tarda en ver satisfechos sus deseos.

–Ayudadme, pues podéis hacerlo, le dice unamadre al tiempo de presentarle una hija suya.Vaperdiendo la vista y no hay medio de impedirlo.

El buen Santo atrae hacia sí a la enfermita: «Ha-ced, exclama, la señal de la cruz sobre vuestrosojos, pronunciando los nombres de Jesús y deMaría». La niña obedece y se encuentra sana alpunto, sin necesidad de médico.

Uno de los Religiosos le suplica que lehaga sobre su boca enferma el signo denuestra Redención.

–Hacedlo vos mismo, pero con fe, respondeconfuso el Santo.

Y el dolor de muelas desaparece al ins-tante

También había ocasiones en que Pascualdaba a conocer a algunos la proximidad desu muerte. Un día aconseja a uno de susamigos, que se creía en período de francaconvalecencia, que reciba sin dilación losúltimos Sacramentos. El enfermo no quie-re darle crédito. La mujer de éste y la cu-ñada recriminan vivamente al Santo por ser«un profeta de mal augurio y un villano igno-rante educado en medio de las cabras».

Luego desátanse en un torrente de inju-rias. Pascual se retira humildemente. Perolas dos mujeres, no satisfechas aún con sus

Page 50: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

50 Historia de S. Pascual Bailón

insultos, acuden a acusarlo ante el Guardiándel convento. Éste, después de prestar oídoa sus lamentos, les aconseja que no echenen saco roto la amonestación del Siervo deDios. Y apenas vuelven a casa, ven que elenfermo solicita por sí mismo le sea ad-ministrada la Ex-tremaunción. Entonces ysólo entonces se resolvieron éstas a acudiren busca de un sacerdote. El pobre enfer-mo murió aquella misma tarde.

Pascual había asegurado a su alma las di-chas del eterno reposo. Y esto era, sin duda,lo que ante todo y sobre todo procurabaPascual: la salvación de las almas.

Trabajaban cerca del convento unos obre-ros franceses, y Pascual tomó a pechos suinstrucción religiosa con gran paciencia ycon celo sin límites.

El hacía cordones para los Terciarios, yestimulaba a todos los buenos cristianos aalistarse en la milicia de la Tercera Ordende San Francisco.

–Éste es, solía decir, un medio seguro de alcan-zar la salvación.

La Tercera Orden Franciscana, fundada, aldecir de Tomás de Celano, de San Buenaventura,de Julián de Spira y de otros de la época, por SanFrancisco de Asís, es una numerosa asociación,dividida en congregaciones o fraternidades loca-les, cuyos miembros se comprometen a vivir cris-tianamente y a trabajar porque reine en todas par-tes el espíritu cristiano, en las instituciones y enlas costumbres. Los hermanos de la Tercera Or-den llevan, como distintivos de su afiliación a laOrden Seráfica, el cordón y el escapulario. LeónXIII la ha recomendado en ocasiones diversas,como eficacísimo remedio social.

Cuando llegaba a sus oídos el sonido dela campana que convocaba a los fieles alsermón, sentíase inundado de gozo y seponía a orar a fin de que Dios iluminase conla luz de la gracia al predicador y a los fie-les. A veces se aventuraba hasta a sugerirfelices ideas al sacerdote que iba a predi-car.

Más aún, él mismo venía a ser un predi-cador asiduo, que no perdía ninguna oca-sión para animar a los otros a obrar el bien.

–Dejaos de juegos, decía a unos, porque perde-réis lastimosamente vuestra fortuna y vuestraalma.

–Perdonad a vuestros enemigos cuantos ardéisen deseos de venganza, y reconciliaos con ellospor amor a Jesucristo.

–Jóvenes, dedicaos a la oración. Huíd de loscompañeros perversos y de las ocasiones peligro-sas, y seréis castos.

–Y vosotros, los que estáis ya con un pie en lasepultura, tened paciencia en vuestras enfermeda-des y sed para con los demás otros tantos mode-los de virtud.

Estas cortas exhortaciones, pronunciadascomo de paso por nuestro Santo, con aque-lla amable sonrisa que animaba siempre surostro, iban de ordinario derechas al cora-zón y producían siempre efecto, aun cuan-do fueran contrarias a la voluntad de losoyentes. No hubo uno siquiera que se re-sistiese al influjo de su maravillosa efica-cia.

Luego iba a pasar el Santo largas horasen oración ante la Hostia sacrosanta. Allícompletaba la obra comenzada por mediode sus consejos y de sus prodigios. Puestode rodillas, se le veía allí, enlazadas lasmanos, fijos los ojos en su Dios, encendi-do el rostro en el fuego de un resplandorceleste, y apartado de la tierra por la con-templación y por el éxtasis ...

–¿Cuándo te dignarás, Amado de mi alma, in-troducirme en la casa de mi Padre celestial?

Page 51: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

51Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M.

17

Acercándose al cielo

Había pasado el invierno y la primaveraderramaba fecundidad y alegría por todaspartes. La «pequeña Venecia», como le de-cían a Villarreal, estaba llena del perfumede flor de naranjo, y la brisa marina atenua-ba el ardor de un sol de fuego que se alzabasobre el horizonte. Los ángeles, en tanto,tejen en el cielo una corona de flores. Unaspocas faltan todavía para coronar al bien-aventurado Pascual.

Son días pascuales, en los que la Iglesia,vestida con las galas de las grandes solem-nidades, canta con alegría el Alelluya a suEsposo celeste. Sus últimas notas, este año,van a acompañar al cielo a nuestro Santo. YDios, según se cree, le había revelado laproximidad de su última hora.

El 7 de mayo, día de la Ascensión, estan-do Pascual ayudando a Misa, se le iluminael rostro de improviso y siente en sus oí-dos palabras misteriosas que le exta-sían...Por la tarde del mismo día, va el Santo alenfermero y le dice:

–Fray Alonso, ¿quieres lavarme los pies?El enfermero se sorprende ante tal demanda,

pues jamás Pascual había aceptado hasta enton-ces semejantes servicios.

–Yo puedo enfermar, Hermano, le dice Pascual.Y si enfermo, tendrán que administrarme los San-tos Óleos. Así que conviene que mis pies esténmuy limpios.

Llegaron el viernes, el sábado, el domin-go, y la alegría de las fiestas iba en aumen-to. El domingo visitó el Santo a todos losbienhechores del convento. Y nun-ca tuvo

una apariencia tan angélica como en esaocasión. Al despedirse de una enferma, ledijo:

–Adiós, hermana mía, disponéos conveniente-mente, porque muy pronto debemos emprenderambos un gran viaje.

La mujer falleció aquella misma sema-na. Ese mismo domingo por la tarde el Santose vió afectado de una fuerte calentura,agravada por el dolor de un puntopleurético. Con todo, Pascual disimula detal modo que ni se llega a sospechar queestá indispuesto.

A la mañana del día siguiente tocan a laprimera Misa y Pascual no aparece por par-te alguna. Un religioso va a la habitacióndel Santo:

–Vamos pronto, que ya es hora de abrir la igle-sia.

–Ahí están las llaves, responde el Siervo de Dios,llevadlas y abrid. Yo no puedo moverme; estoymuy enfermo.

Se avisó inmediatamente al Guardián ycorrieron a buscar al médico. La primeradisposición de éste fue ordenar que el San-to se despojase de su grosera túnica y sevistiera con ropa de fino lienzo. Hecho locual, se le obligó a acostarse en una buenacama. Pascual siente en el alma esta dispo-sición, pero no le queda otro remedio quesometerse a ella.

–Os pido por favor, dijo entonces el Santo, quecoloquéis el hábito a los pies del lecho, a fin deque no lo pierdan de vista mis ojos.

Se le concede este consuelo, y el hábitoqueda a su lado. A todo esto la enfermedadva en aumento, como también la pacienciadel Santo en soportarla. Los dolores sonagudísimos, de manera que apenas si le per-mitían articular palabra e incluso respirar.

Pascual, sin embargo, no exhala un gemi-do, ni deja traslucir en el rostro señal algu-na de su sufrimiento. Los religiosos se es-fuerzan en estar junto a él, sea para sorpren-

Page 52: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

52 Historia de S. Pascual Bailón

der nuevas virtudes que admirar, sea paraservirle solícitos. Hasta el mismo médico,hondamente emocionado en vista de la con-formidad del enfermo, no resiste al deseode traer allí a su hijo, a quien presenta alSanto, diciéndole:

–Hermano, bendecid a mi muchacho.Pascual pone sobre la cabeza del niño su débil

mano y exclama:–¡Que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo te

bendigan, creatura de Dios, y hagan de ti un ami-go de los pobres!

Así, pues, los pobres eran los que ocupa-ban sus últimos pensamientos. No había yaduda alguna sobre el desenlace de la enfer-medad. El médico se decide a comunicár-selo amigablemente:

–Vuestra enfermedad, hermano, podrá tal vezabriros las puertas del paraíso.

–¡Oh, gracias! murmura Pascual. ¡Qué nuevatan feliz me anunciáis! Mucho tiempo hace ya quesuspiro por el paraíso... ¿Y cuándo llegará el mo-mento?

–Viviréis probablemente hasta el viernes.–No, querido amigo, responde sonriendo el en-

fermo, no estáis en lo cierto... No será antes delsábado... o más tarde aún... cuando a Dios le plaz-ca.

No bien se divulga por la población latriste noticia, multitud de personas solici-tan licencia para poder hacerle una últimavisita. Aquello fue una procesión no inte-rrumpida. Las gentes entraban y caían derodillas junto al lecho. En tan humilde ac-titud y embargadas de profunda emoción,contemplaban aquel pecho que se movíacon respiración sibilante, aquellos labiosconsumidos por la fiebre, aquellas faccio-nes, siempre tranquilas, alteradas por elsufrimiento.

–Hermano, le decían, ¿no tenéis algún consejopara mí? ¿no me haréis la promesa de que os acor-daréis de mí ante el Señor?

El Santo abría entonces los ojos, sonreía contrabajo y replicaba con voz desfallecida:

–Servid a Dios de todo corazón... Amad muchoa los queridos pobres... Tened una gran devociónal Santísimo Sacramento... No os olvidéis de laSantísima Virgen... Sed fieles a la observancia devuestra Regla, y no dudéis que, haciéndolo así,tendréis por premio el paraíso.

Para todos tenía el Santo una palabra dealiento y un consejo apropiado a su estadorespectivo.

–Más quisiera deciros todavía, agregaba, perono me es posible proseguir hablando...

Cuando percibía junto a sí los lamentosde alguno, le trazaba con dificultad el sig-no de la cruz sobre la frente, diciendo:

–¡Que Jesús os bendiga!Hecho este supremo esfuerzo volvía a

cerrar los ojos. El P. Diego Castellio, aquien Pascual había predicho un año antessu elección para definidor del nuevo Pro-vincial, el P. Juan Ximénez, se disponía poraquellos días a marchar a Valencia.

–No saldréis, le dijo el Santo, porque no os seráposible.

Y de hecho el P. Diego se vió precisado acontinuar en Villarreal a causa de una in-disposición inesperada. En cuanto al P.Ximénez, que se hallaba visitando los con-ventos de su nueva Provincia, sentía viva-mente Pascual no poder volver a verle an-tes de abandonar la tierra.

–Vosotros, hermanos míos, decía a los religio-sos, os encargaréis de recordarle que yo le he con-ducido de Jerez al convento ¿no es verdad?

El enfermero, deseando saber en qué díadejaría de existir, le dijo:

–Fr. Pascual, avisadme a tiempo cuando lleguela hora de vestiros el santo hábito, pues convieneque muráis con él.

–Así lo haré, respondió el Siervo de Dios. Aho-ra id a avisar al Padre Guardián, pues deseo ha-blarle.

Luego que llegó éste, le presentó Pascualalgunas cuentas indulgenciadas que conser-vaba en una cajita de madera:

Page 53: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

53Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M.

–Bien pronto me será imposible advertir a vues-tra caridad cuáles sean las indulgencias aplicadasa cada una.

Seguidamente le explica las indulgenciascon que estaban enriquecidas, y concluye,por fin, solicitando le sean administradoslos últimos Sacramentos. Con una humil-dad que hizo llorar a todos los presentes,les pidió entonces perdón por la poco edi-ficante conducta que había observado en laOrden y por los escándalos que les habíadado... Después, se recon-centró en sí mis-mo y se dispuso para recibir a Dios en sucorazón.

En el momento de recibir el sagrado Viá-tico, se levantó de su lecho de moribundoy recibió por última vez la Hostia sagrada...Luego se dejó caer de nuevo, embargada elalma en éxtasis. Su rostro aparece transfi-gurado y radiante de felicidad... Los reli-giosos permanecen silenciosos, dejándoledisfrutar de su gozo, hasta que Pascual depronto, como despertando de un sueño, ex-clama anhelante:

–La extremaunción., Y vuelve a suplicar:¡Concededme mi hábito... y la gracia de ser se-pultado entre mis Hermanos!... Y dejadme ahoraa solas con Jesucristo, porque debo prepararmepara comparecer en su presencia.

Así pasó Pascual la noche del sábado, sinsalir de su silencio sino para pedir le die-sen un poco de agua: «¡Tengo sed!»

Quisieron los religiosos varias veces ate-nuar en lo posible los ardores que le con-sumían dándole algunos refrescos. Pero elSanto les contestaba siempre, cada vez convoz más débil:

–No os toméis esa molestia... No hay necesi-dad de ello.

Sus ojos apenas se apartaban un momen-to del Crucifijo y de la imagen de Ma-ría.Sus labios se movían en silencio.

Llegó la mañana del domingo. Pascualseñaló con la mano su hábito y murmuró:

–Ayudadme... por caridad, ayudadme.Pero los religiosos, creyéndole a punto

de expirar y temiendo se les quedara muer-to entre las manos, hacían como que no leentendían. Con todo, Pascual insistía decontinuo, mirándoles con ojos suplicantes,y los religiosos se retiraban, tur-bados poruna emoción que les partía el alma.

Pascual mira a su alrededor... y se ve solo.Reúne entonces, en un supremo esfuerzo,las pocas fuerzas que le quedaban y logracoger su pobre túnica... Pero al querer pa-sarla por la cabeza para vestirla, nota queno tiene energías bastantes para ello. Llegaentonces el enfermero y le ayuda con todaclase de cuidados a cubrirse con su tanamado sayal...

Cuando volvieron de nuevo los religio-sos, se lamentó el Santo con voz apenasaudible:

–Jesús murió sobre la cruz... San Francisco so-bre la desnuda tierra... ¡Tendedme también a mípor tierra!... ¡Oh, hacedlo, por piedad! ...

Le es negado este consuelo.–¡Jesús! ¡Jesús! grita luego de improviso, esfor-

zándose por hacer la señal de la cruz... Allí, allí...Y señala con la mano y con la vista, primero el

pie de la cama, luego toda la habitación... Sus ojosdesmesuradamente abiertos parecían contemplaruna visión terrorífica... Su cuerpo temblaba comohoja sacudida por el viento:

–¡El agua bendita! ¡Rociad con agua bendita...la habitación! ¡Rociadlo todo!

Fué éste un momento aterrador de angus-tia. Los presentes estaban espantados, por-que entendían que sufría Pascual un formi-dable asalto... Fué, sí, un momento, pero unmomento que les pareció un siglo. Luegorenació de nuevo la serenidad y la calma.

–¿Han tocado a la Misa conventual? interrogóel Santo con apagado acento.

–No todavía, le respondieron.Y un poco después:–¿Y ahora?

Page 54: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

54 Historia de S. Pascual Bailón

–Sí, acaban de tocar, dijo el enfermero.Al oír estas palabras, expresa su rostro

de moribundo un gran gozo, y estrecha con-tra su corazón el crucifijo y el rosario. Elmovimiento de sus labios muestra que estáorando...

La campana de la iglesia anuncia, por fin,el momento de la elevación. Pascual dejaentonces escapar de sus labios, con su son-risa última, las palabras: «Jesús, Jesús». Ysu cabeza se inclina exánime sobre el pe-cho...

Moría nuestro Santo el domingo de Pen-tecostés, 17 de mayo de 1592, a eso de lasdiez y media de la mañana. Pascual contabaa la sazón cincuenta y dos años de edad,veintiocho de los cuales constituyen el cír-culo de su vida religiosa.

Fray Pascual, hombre de gran fuerza devoluntad, tuvo de ordinario buena salud, aexcepción de los cinco últimos años de suexistencia, que fueron para él un prolonga-do y cruel martirio. I.a muerte no alteró susfacciones, ni con ella perdieron flexibili-dad sus miembros.

Dos personas que no le conocieron nun-ca y que moraban, por aquel entonces, enlugares diversos, atestiguaron después queel día y hora de su muerte habían visto alSanto elevarse a los cielos sobre una ca-rroza de fuego.

18

Vida íntima

Nada nos muestra mejor al Santo en suvida íntima, nada nos descubre tan perfec-tamente el misterio de su vida, ni nos per-mite conocerlo con mayor exactitud, comolos propios escritos que de él conservamos.En un conjunto de breves frases encontra-mos la verdadera fisonomía moral del Sier-vo de Díos. Podremos así conocer cómoentendía el Santo la vida espiritual, y elpuesto que en ésta daba a la divina Eu-caristía.

*Pascual se asemeja por su modo de pen-

sar a los grandes místicos de su tiempo,tales como Santa Teresa, San Juan de la Cruzy San Pedro de Alcántara. Para nuestro San-to el fin del hombre es, como para aqué-llos, la plena unión con Dios, fuente detoda felicidad, unión a cuyo logro consa-gra él todos sus esfuerzos durante el cursode su vida.

Al objeto de alcanzarla, debe el alma re-correr un «camino áspero», al que llama la«cuesta del Carmelo», o bien la «nocheobscura». Sus etapas vienen a ser «lugaresen los que se reposa un instante para repa-rar las fuerzas y proseguir la marcha».

*El punto de partida de este camino con-

siste en«despojarse de toda cosa terrena y reducir a

servidumbre el propio cuerpo. Los ayunos y lasvigilias son necesarios. Todo el que se echa a dor-mir o se carga de provisiones no se halla en dispo-sición de hacer el viaje. Es también indispensable,

Page 55: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

55Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M.

al efecto, la medida de la mortificación. No puedellevarse uno sino lo absolutamente imprescindible,como no puede tampoco detenerse más tiempoque el preciso para tomar aliento. La penitenciano tiene otros límites que los que le señala la leyde Dios».

*Una vez puesta el alma en camino, nece-

sita dos cosas: conocerse a sí misma y co-nocer a Nuestro Señor Jesucristo. Peropara ver ambas claramente, es necesaria

«una operación laboriosa del espíritu en buscade una verdad oculta», no menos que la «conside-ración atenta de las Santas Escrituras».

El alma conoce, gracias a estas consideracio-nes, «su pequeñez, su miseria, su nada. Arrancade raíz el amor propio y concibe de sí misma unhorror grandísimo».

*Como consecuencia de ello, «siente sed

de desprecios, de aflicciones y de desaires,desea ser pisoteada y tenida en ningún apre-cio». Es el «sufrir y ser despreciado porTi» de San Juan de la Cruz.

«Sabe el alma que es merecedora por sus pe-cados de estos ultrajes y aflicciones. De aquí elque, al recibirlos, sienta en ello regocijo a causade que así se le hace justicia».

Buscar este regocijo y embriagarse deoprobios y de dolores, parecía a nuestroSanto la cosa más natural del mundo. SantaTeresa decía: «o padecer o morir».

*Quiere el alma entonces asemejarse en

todo a Jesucristo. Al recorrer las Escritu-ras,

«la luz de lo que han dicho los Padres y los es-critores, representándose como si entonces pasa-ran ante sus ojos los misterios del nacimiento, dela vida, pasión y muerte de Jesucristo, el alma seenamora de Él y quiere hacérsele en todo seme-jante. He aquí en lo que consiste el ejercicio detodas las virtudes».

Este camino no puede recorrerlo el almasino en «largos años», llegando por fin al

término de esta primera etapa:«la unión de la inteligencia y de la voluntad con

Dios Nuestro Señor. Ella se ve y se estima en loque Dios la ve y la estima. Ella quiere para sí mis-ma lo que Dios juzga que más le conviene. Deaquí la paz de que goza».

*A partir de entonces, el alma «ve a Dios

en las criaturas».Las personas y los sucesos aparecen a sus ojos

como otros tantos «emisarios de Dios, que ellaacepta en la misma forma en que Dios los man-da».

Guíada por esta verdad vuelve el alma acontinuar su camino. Desde este punto «ilu-mínala una dulce claridad». La marcha, contodo, continúa siendo «difícil y laboriosa»:

Para proseguirla hay necesidad «de tiempo yde vigorosos esfuerzos. Si bien este camino no laconduce al término del viaje, la aproxima, sin em-bargo, a él y la coloca en una nueva etapa queserá la última».

*Todo lo ve como don de Dios:El alma, entonces, «interrogando a su propia ex-

periencia y a la autoridad de las Escrituras, ponesu consideración en los beneficios de Dios». Y envista de estos beneficios, «deplora los pasadosextravíos, demanda perdón por ellos y da graciasal Señor».

Entretanto reconoce que Él es el «soberano due-ño de cuanto existe, el autor de todo bien», mien-tras que ella «se hace apta, merced a estos bene-ficios, para servirle y agradarle».

Piensa también en «su creación». Por Dios «fuesacada de la nada». ¿Con qué fin? «Con el de quele ame por toda una eternidad. ¡Ella, pues, estabaeternamente presente a Él como ser predilecto!... »

«Padre mío, exclama el alma por su parte, túestabas enamorado de mí: ¡de ti proviene mi glo-ria y mi esperanza! ¡Con qué amor tan fiel y tanprofundo debo yo amarte!...»

El alma se engolfa en la consideración de «losdones con que la adorna su Soberano: una inteli-gencia para conocerle, una memoria para acor-darse de Él y un cuerpo para servirle». De aquídeduce que «ella se debe toda a Él».

Page 56: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

56 Historia de S. Pascual Bailón

El alma conoce cómo Dios «la ha colmado degracias». «En vista de los méritos de Jesucristo,Él le ha dado al Espíritu Santo, privilegio de amor,signo de adopción, anillo de esponsales. Este Espí-ritu le comunica sus dones y sus frutos. Obra deeste dador divino son las santas inspiraciones dela gracia y la eficacia inefable de los Sacramen-tos. ¡Demos gracias a Dios por este su don inena-rrable!»

Su experiencia, a la vez, le hace ver «la perseve-rancia con que, sin desalientos, la ha buscado Dios,cómo la ha perseguido como a oveja errante, devol-viéndola luego y colocándola en su redil. ¡Gracias,Pastor amabilísimo, por las advertencias que mehas hecho, ya en el fondo de mi corazón, ya porboca de las criaturas!»

*El alma se siente «justificada».Una dulce confianza, fundada en la bondad de

«Dios, que es autor de los pensamientos y de lasacciones», le dice que «su voluntad ha cambiado.Ella ama ahora aquello mismo de que antes huía.Y exclama con San Francisco: “¡La amargura seha convertido en dulzura!”»

El alma prueba diariamente que «Dios lagobierna».

«Ella por sí misma es pobre y desnuda de todobien. Gracias al Señor se ve rica, se alimenta asaciedad y se fortifica y se alegra».

*El alma presiente los fulgores de su fu-

tura la glorificación.«Sus delicias sobrepujan a cuanto puede huma-

namente concebirse. Ella va muy pronto a descu-brir con sus ojos la hermosura suprema de su Re-dentor, va a verlo rodeado de toda su gloria en loscielos».

Una tal perspectiva la enardece, así quellega a exclamar fuera de sí:

«¡Oh bondad suprema! ¡Oh eternidad profun-da! ¡Oh majestad impenetrable! ¡Oh amor todofuego! ¡Oh huésped suave! ¡Oh dulzura exquisi-ta! ¡Oh rey de la gloria! Tú bastas para hacermefeliz, tú redimes sobreabundantemente, tú enseñascon sabiduría, tú guardas con solicitud. ¿Cómopodré yo corresponder a tus favores? ... »

«Y el alma lo recibe todo de la casa de Dios

como un presente por el cual da gracias. Y entraen el goce de esta dulce quietud, que es como elfundamento de su vida, posee esta sabiduría ocul-ta que juzga a lo divino de todas las cosas, y gustalas delicias que se sienten en el servicio de Dios».

He aquí lo que constituye como un lugarde descanso en el que se toman fuerzas pararecorrer la última etapa. Hasta este puntoha sido conducida el alma por la oración,

«fuente de toda justicia, alma de toda virtud, ali-mento de su hambre y sostén de su vida. La ora-ción fue para ella lo que son para una ciudad losmuros almenados y las torres; lo que para el cuer-po humano los nervios de los que recibe con-sistencia y movimiento. Prudencia, fortaleza, bon-dad, paciencia, igualdad de carácter, todo, en unapalabra, lo debe a esta santa oración».

«Conversando con Dios, el alma, antes peca-dora, ha alcanzado la sabiduría».

*Le falta ya tan sólo recorrer la última eta-

pa, es decir, «entrar en la intimidad conDios».

«Para ello no hay necesidad de tiempo: bastaun instante. Desaparece el trabajo, porque lo su-ple la ciencia infusa. Todo se reduce al ejerciciode aspiración. Es este estado un fuego que consu-me, alimentado de continuo por fervientes deseosde amor; fuego divino encendido en el alma amantepor la bondad divina y acrecentado por medio deuna apacible contemplación. Su término es el cie-lo».

El alma, que antes era «esclava» y «discípula»,es ahora «la esposa que se deleita en admirar lasperfecciones de aquel Dios con el cual está uni-da»... «¡Su Esposo es para ella el principio, el medioy el fin de todas las cosas!»

Él es la belleza que se refleja en la belle-za de todas las criaturas, lo mismo en loscuerpos que en los espíritus: la belleza quetransporta de júbilo a los ángeles. Él es lamajestad que adoran temblando las celes-tiales milicias, siempre sumisas a sus órde-nes. Él, en suma, es el amor. Y este amor esel manantial de todo bien. Es por su natura-leza fuego que quema, que inflama, que ilu-mina. Siendo Dios amor, crea, enriquece,ilustra, enciende el amor y concede la cal-

Page 57: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

57Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M.

ma de una libertad inexpugnable. Él es laactividad fecunda en la calma inmutable.

El alma lo ama y con esto está satisfe-cha. Lo posee y posee en Él todas las co-sas. La posesión de este tesoro la enajenaen santos transportes de gozo:

«¡Amor, tú eres mío! ¡Qué dicha para mí elposeerte! ¡Vida, tú eres mi vida! ¡Fin venturoso,yo te entreveo! ¡Oh Dios, mi felicidad y mi con-tento!»

*Ante el alma se desarrollan los benefi-

cios de Dios, el amor de Jesucristo y la su-prema perfección del Esposo; y entona elcántico de acción de gracias. Sus ojosdescubren esta sabiduría divina que la habuscado y que la conduce al término, y nocesa de prodigarle alabanzas.

Contempla la majestad incomparable desu Señor, y lo adora con la frente en el pol-vo. Se siente aprisionada con lazos de amory rodeada de un círculo de fuego celeste, ydice a su Dios:

«Tú solo me bastas. Que nada venga ya adistraerme. El mundo no existe para mí. Tú eresmi padre, mi esposo, mi familia. ¡Tú mi anhelo, túmi amor, tú mi fe!»...

Suplica aún, es cierto, pero a fin de satis-facer los deseos que tiene Dios de otor-garle sus gracias. Pide con amor y por amor:pide a Dios, a Dios únicamente... Y Dios, asu vez, tiene puestos sobre ella sus ojos yescucha, para colmarlos, los deseos de sucorazón. La oración es para ella como unaprenda de amor que se le exige para mante-ner la unión. ¡Dios sabe qué útil es al almasu presencia y cuánto le perjudicaría su au-sencia, aunque tan sólo durara un momen-to!...

*Su oración es entonces una verdadera

«contemplación». Muerta el alma para lascosas de este mundo, disfruta de los bene-ficios de la paz y de la dulzura interior, be-neficios a los que nada logra igualar y que

sólo en el cielo pueden gozarse más plena-mente.

El alma espera tranquila. Cuando Jesúsle diga: «Venid», el alma tenderá sus alas yemprenderá el vuelo. El camino lo ha re-corrido ya. Ha llegado al puerto. Sus ojosdescubren la patria.

*Los breves escritos y las plegarias del

Santo nos muestran perfectamente el lugarprincipal que ocupa la Eucaristía en esteviaje del alma hacia el reino eterno. La Eu-caristía es un «Sacramento de amor».

«A su caridad infinita y al amor ardiente quenos profesa, debemos el que Jesús, Hijo de Diosvivo, haya dado a los hombres su Cuerpo y suSangre en comida y bebida divinas, durante la tar-de misma que precedió al día de su muerte».

Pascual juzgaba necesaria la confesiónsacramental a fin de comulgar dignamen-te; así que la hacía preceder a todas y cadauna de sus comuniones.

Los días que comulga se nota en él unmayor recogimiento y un más profundo si-lencio, «porque no está bien divulgar el se-creto del Rey».

En presencia de Jesús que va a visitarlo,se considera a sí mismo como el «enfer-mo delante de su médico», como «Zaqueo,el publicano, frente a su huésped», como«el Centurión hacia el que se dirige Cris-to». Su conciencia le dice que él es lo queuna «casa que necesita limpieza», lo que un«hombre acometido por todas partes y pri-vado de defensa», lo que un pecador «abru-mado de crímenes y que necesita le seanéstos perdonados». Por eso, la considera-ción de su propia miseria le anonada.

«¿Quién soy yo ¡oh Dios grande y poderoso!para que tú te acerques a visitarme?»... «¿Quiénes el hombre ¡oh Padre de misericordias! para quetú le hagas descansar en tu propio corazón? Nobien es sacado de la nada, lo haces rey y lo colo-cas en un paraíso delicioso. Una vez redimido lepreparas un festín, y en este festín ¡te ofreces a Ti

Page 58: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

58 Historia de S. Pascual Bailón

mismo! ¡Oh Dios! ¡Cuánta condescendencia!¡Cuánta liberalidad, en permitir que encierre enmí corazón a Ti, que eres infinito!...»

Y lleno de reconocimiento exclama:«¡Oh buen Jesús! yo te ofrezco mi pobre alma,

mi tibio corazón... ¡Yo, que he pecado! te suplicoablandes mi pecho endurecido y hagas brotar mislágrimas. ¡Que éstas laven las manchas de mialma!

«Mi vida no es otra cosa que una larga cadenade faltas, pero tú puedes perdonarme porque eresbueno y misericordioso. Perdón ¡oh amable Se-ñor! pues estoy pesaroso de haberte ofendido yestoy resuelto a servirte en adelante con fidelidadinviolable...»

*La Eucaristía es el confidente de Pascual

durante la primera etapa del viaje.«Yo soy lo que el pequeño Benjamín sentado a

la mesa de su poderoso hermano José.«Os pido por favor que me tratéis como a uno

de vuestros amigos. Yo estoy enfermo ¡curadme!Estoy pobre ¡enriquecedme!

«Aumentad en mí la fe, el amor y las fuerzas,para que os sirva, para que pase mi vida alabán-doos, ¡para que llegue a poseeros en la gloria!»

La Escritura y su propia experiencia ledemuestran asímismo la grandeza de la Eu-caristía. Las sagradas páginas le dan a co-nocer su historia, y la experiencia le sumi-nistra las fórmulas de sus plegarias.

*En la segunda etapa se le representa la

Eucaristía como la obra de Dios más ex-celente. Para recibirla dignamente, invocaen su ayuda a la Santísima Trinídad.

«Jesús, por quien suspira mi corazón, yo te es-toy preparando la ciudad de Dios, obra grande entretodas. ¡Padre celestial, ayudadme!

«Yo te estoy construyendo un templo consagradoa tu gloria. ¡Hijo de Dios, sabiduría eterna,inspiradme!

«Yo voy a recibir a la santidad por esencia. ¡Es-píritu Santo, amor del Padre y del Hijo, sed parami corazón una llama que ilumina, un fuego quepurifica, un soplo que alienta!»

La Eucaristía era para nuestro Santo elmanantial de todos los bienes. Él, al re-cibirla, se considera a los ojos de Dios conderecho al «perdón y a la vida». En ella ha-llará su fe una «armadura», su experienciauna «garantía», su voluntad una «boca».

La Eucaristía le hará perseverar «firme en elbien», «despreciador de las vanidades», «indemneen los asaltos de la concupiscencia», y será paraél un «freno» y una «reforma completa».

«Sed para mí un aumento de caridad, ¡que elfuego sea más ardiente!; de humildad, ¡que mipequeñez sea más profunda!; de paz, ¡que mi re-poso sea más completo!; y de toda virtud, ¡que yocrezca sin cesar y que persevere en el bien hastael fin!»

*Durante la última etapa, asímismo, la

Eucaristía es para él causa de toda dul-zura y de toda alegría.

«Tus mismos labios ¡oh Jesús! lo han dicho: “Yosoy el Pan de vida que descendió del cielo; quienme come vivirá siempre”.

«¡Oh Pan, que eres la santidad misma, da a mipaladar la gracia de gustar de ti únicamente! ¡Con-cédeme que todo, fuera de ti, me sea insípido!

«¡Oh Pan, que eres la misma dulzura! En ti es-tán encerradas todas las delicias y todos los sabo-res. Tú eres un aroma siempre embriagador. ¡Re-cibirte a Ti es deleitarse en la abundancia!

«¡Oh Pan, que eres el cielo mismo trasladado ami corazón, haz que mi alma, rica en poseerte, seembriague con los placeres de los elegidos!...

«Yo te poseo como dentro de un velo. ¡Cuántotarda en rasgarse a mis ojos ese velo, para quepueda yo contemplarte al descubierto, a Ti, res-plandor vivífico y eterno!... ¿Llegará pronto a lu-cir el día claro de tu luminosa presencia?...»

Sucede con frecuencia que la etapa últi-ma del camino de la perfección, no obs-tante ser la última, no por eso deja de seretapa. El camino no es el término; la patriaestá ante sus ojos, pero él no está todavíaen ella. Así, pues, gime conmovido:

«¡Oh santa Hostia! ratifica entre uno y otro unaunión indisoluble, ¡sé como un nudo que me sujetea ti para siempre!

Page 59: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

59Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M.

«Yo estoy unido a Ti. Haz que el pecado noproyecte nunca sobre mi felicidad su sombra si-niestra; que me haga insensible al mundo y a susseducciones, que mi carne sea santa y sumisa,¡que, en una palabra, mi triunfo sea completo!»...

Y seguro luego de que ha sido favorable-mente acogida su oración, prorrumpe con-movido en acciones de gracias:

«Gracias te sean dadas ¡oh eterno Padre! queme has dado en la Hostia a tu Hijo, mi consuelo ymi libertad.

«Gracias te sean dadas ¡oh Redentor mío! queme haces rico con tu propia riqueza, la de tu Cuer-po y de tu Sangre.

«Gracias te sean dadas ¡oh Espíritu Santo, queeres todo amor! Merced al divino Huésped la ca-ridad se desborda en mi corazón. ¡Que los ánge-les del cielo, que las criaturas todas del universo,se unan a mí para cantar tus alabanzas!»

Tal es la plenitud de la gloria que comien-za ya en la gracia.

*De lo dicho se desprende que la Euca-

ristía era el centro y el hogar encendidode la vida interior de Pascual. Ese amortan ardiente que sentía por la Eucaristía eslo que, según todos los testigos, le obliga-ba a pasar todo el tiempo de que disponía alpie de los altares. En la Eucaristía hallabaluz, fuerza y consuelo.

«Sus meditaciones sobre el festín eucarístico,observa León XIII, le hicieron capaz hasta de es-cribir libros piadosos, de defender valerosamentela fe y de salir victorioso de grandes tribulaciones.El afectuoso ardor de su piedad misma se prolon-gó más allá del término de su vida mortal»(Providentissimus).

¿Dónde hallar, pues, un mejor Patronopara las Asociaciones eucarísticas?

19

Milagros despuésde la muerte

La gloria de los elegidos de Dios, ya seaen la tierra, ya en el cielo, no comienza sinodespués de la muerte.

«Diríase, observa Montalembert, que el Altísi-mo se propone, con solicitud paternal, proteger lahumildad de sus Siervos con las sombras del olvi-do o de las contradicciones de este mundo, en tan-to no son sus despojos mortales los únicos quepueden convertirse en objeto de peligrosos home-najes» (Histoire de Sainte Elisabeth de Hongrie,cp. XXX).

No bien Pascual entra en el gozo de suSeñor, su cuerpo comienza a ser objeto deveneración para cuantos anteriormente lehabían conocido. Las gentes se disputan lasuerte de apropiarse alguno de los objetosque pertenecieron al Santo. Unos penetranen su pobre habitación, en donde se halla-ban solamente una imagen de papel, algu-nas sandalias que había arreglado para usode la Comunidad y varios trapos viejos.Otros acuden a rodear su cadáver para ve-nerarlo y para tocar al mismo sus rosariosy otros objetos de piedad.

Fue preciso dejar expuesto en la iglesiael cuerpo del Santo para que no quedasendefraudados los deseos de la mucha genteque afluía a visitarlo. Durante esos días DiosNuestro Señor se digna honrar la memoriade su Siervo con admirables prodigios. Delrostro de Pascual mana un su-dor maravi-lloso que no cesa de fluír a pesar de serrepetidas veces enjugado con un lienzo.Muchas fueron las milagrosas curacionesobtenidas mediante el uso de este licor su-

Page 60: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

60 Historia de S. Pascual Bailón

til y perfumado.La noticia de un tal prodigio atrae a la

iglesia multitud inmensa de personas. To-dos quieren apreciarlo por sí mismos y pug-nan por acercarse al santo cuerpo. En-trelos concurrentes está uno llamado Bautis-ta Cebollín, natural de Castellón de la Pla-na, lisiado de ambas piernas. Apoyado ésteen sus muletas, consigue, con no po-co tra-bajo, abrirse paso hasta cerca del cadáver,y se inclina respetuosamente para besar lamano del Santo... cuando de improvisosiente un ligero estremecimiento en todosu cuerpo, y viendo que podía estar en piesin apoyo alguno, grita con indescriptibleemoción: «¡Milagro! ¡Milagro! ¡Estoy cu-rado!»

El grito causa impresión profunda en laconcurrencia, la cual, aterrada por el con-tacto de lo sobrenatural, permanece por uninstante muda de estupor, pero que luego, asemejanza de un mar agitado, se precipitacon formidable empuje en la dirección dedonde ha salido el grito.

Allí está aún Cebollín, puesto en pie y sinel menor vestigio de su pasada enfermedad,tenida por incurable. Profundamente agra-decido a la clemencia de su bienhechor, saleal fin de la iglesia, proclamando el milagroy recorre sin la menor fatiga la población,invitando a los necesitados y a los enfer-mos a que no desperdicien la coyuntura deir a buscar junto al santo cuerpo remediopara sus males.

Este milagro fue reconocido en el proceso debeatificación, y es mencionado en la Bula deInocencio XII, Rationi.

Poco después se agolpan a las puertas deltemplo multitud de desgraciados que acu-den a los pies del cadáver del Santo al ob-jeto de impetrar la salud. Y las plegarias demuchos de éstos fueron favorablementeacogidas.

La Sagrada Congregación de Ritos reconoció

como auténticas cinco curaciones obradas por elcontacto del cuerpo del Santo en los tres días enque estuvo éste expuesto en la iglesia; pero noemitió su juicio sobre el carácter de otros sucesosreferidos por los antiguos historiadores.

El pueblo unía con las suyas las súplicasy lágrimas de los enfermos que suplicabancuración. Y los religiosos, profundamenteconmovidos a la vista de un tal espectácu-lo, no pensaron en darle sepultura; cosa que,por lo demás, era casi im-posible, dado elconcurso del pueblo que acudía a venerarlo.Al anochecer consiguieron, por fin, los re-ligiosos cerrar las puertas del templo yacercarse al santo cuerpo, para dar cursolibre a su devoción.

Llegó con esto la mañana del día segun-do de Pentecostés, y pronto la iglesia vol-vió a verse invadida por multitud fervorosay recogida. Se cantó a eso de las diez la Misade Requiem. Durante la celebración delSanto Sacrificio se acercó al catafalco unafamilia de Castellón de la Plana, alentadapor la curación milagrosa de su vecino Bau-tista. El padre y la madre conducían a lospies del Santo a su hija Catalina Simonis,que padecía, de muchos años atrás, tumo-res malignos en la frente, en los brazos yen los pies. Todos los esfuerzos de los ci-rujanos solo habían conseguido aumentarlos sufrimientos de la niña, cuyo cuerpo es-taba ya lleno de incurables úlceras.

El padre de la niña ruega al Santo en altavoz y con toda confianza que se compadez-ca de la suerte de su hija. La madre, en tan-to, aplica a las llagas de la paciente un lien-zo humedecido en el sudor que mana delrostro de Pascual.

Al llegar al momento de la consagracióny de la elevación de la sagrada Hostia, elpadre de la niña, exclama levantándose derepente y con el rostro demudado por laemoción: «¡Ánimo! ¡Milagro! ¡Milagro!¡Fray Pascual abre los ojos!»

Los circunstantes, con estupor fácil de

Page 61: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

61Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M.

comprender, vuelven entonces la vista ha-cia el cadáver. Cuando la elevación del cá-liz, ven que el Santo abre de nuevo los ojos,los fija en el altar y vuelve a cerrarlos cuan-do el sacerdote coloca sobre el altar el cá-liz que contenía la Sangre preciosa de Je-sucristo.

En este mismo instante obtiene su cura-ción la pequeña Catalina, sin que quede ensu cuerpo señal alguna de sus horribles lla-gas.

Este milagro, atestiguado por numerosísimaspersonas, fue reconocido en el proceso de beatifi-cación y mencionado por Inocencio XII en la BulaRationi. Y León XIII, a su vez, hace alusión almismo por estas palabras: «Jacens in feretro, adduplicem sacrarum specierum elevationem, bisoculos dicitur reserasse». (Providentissimus, 28-XI-1897). El P. Cristóbal de Arta lo refiere contodo lujo de detalles (Vita, l.II, cp. II).

¡Así manifestaba el humilde Pascual,veinticuatro horas después de su muerte, ladevoción que había profesado al augustoSacramento por medio de un prodigio, cuyaveracidad Dios garantizaba con una curaciónmilagrosa!

Otros sucesos de esta índole, y no me-nos formidables, sucedieron en ese mismodía, atestiguando siempre la santidad emi-nente del Siervo de Dios (Cft. Bolan-dis-tas, tom. IV Sanct., maji, Vita B. Paschalis,cp. XII).

Todos estos prodigios suscitaron unenorme entusiasmo en el pueblo y tambiénen otros religiosos de otros conventos. Enel tercer día después de Pentecostés sepensó en dar sepultura a los restos de frayPascual, pero era tal la multitud que llena-ba la iglesia que no había modo de cumplireste deber. El padre Guardián se vió, pues,obligado a reclamar la ayuda del comandan-te de la plaza, que acudió con los soldadosde la guarnición. La mu-chedumbre fue eva-cuada de la iglesia a la fuerza. Las puertasse cerraron y los religiosos, tomando el

santo cuerpo, lo co-locaron en un ataud demadera, recu-briéndolo con cal viva paraacelerar su consunción.

Cerrado el féretro, fue colocado en unnicho abierto en el muro, debajo de una ima-gen de María, ante la cual solía orar el San-to con mucha frecuencia. Una vez termina-do el sepelio abrióse de nuevo al público lapuerta del templo. La multitud llenó de nue-vo la iglesia inmediatamente, y al ver quese la había privado del cuerpo del Santo,intentó destruir su sepulcro, cosa que sinduda hubiera hecho a no habérselo impedi-do los soldados.

Sin embargo, una nueva curación realiza-da ante el sepulcro apaciguó la excitaciónde los espíritus. Nos referimos a la cura-ción de una pobre mujer llamada CatalinaSolá, que estaba lisiada a consecuencia deuna grave caída. Con esta curación les ha-cía conocer el Santo que no olvidaba a supueblo. Y de hecho el Siervo de Dios con-tinuó testimoniando la eficacia de su pro-tección para con los habitantes de Villarrealy para con todos aquellos que confiadamen-te le invocaban.

Multitud de prodigios, reconocidos casitodos en los procesos de beatificación ycanonización, y entre los cuales figuranmuchas resurrecciones de muertos, vinie-ron después a confirmar a los ojos del mun-do la santidad de Pascual y la gloria de quegozaba el Santo en el reino de Dios.

Ocho meses después de la muerte delBienaventurado llegaba a Villarreal el pro-vincial, P. Juan Ximénez, quien ordenó seabriera en su presencia el sepulcro del Sier-vo de Dios. Se abrió el féretro, salió de élun suave perfume y pudo verse el cuerpodel Santo completamente intacto. Tuvo estolugar durante la noche, en presencia delGuardián y de dos religiosos del convento.Una vez practicado dicho reconocimiento,el Provincial dispuso que se dejara el ataúd

Page 62: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

62 Historia de S. Pascual Bailón

en el lugar que antes ocupaba y que se ce-rrase de nuevo el sepulcro (P. Ximénez,Crónica cp.LXV).

El cadáver fue exhumado una vez más en1594, en presencia del P. Diego, provincial,y a petición de los religiosos de Villarreal,que deseaban verlo por vez postrera. Losvestidos estaban, a la sazón, reducidos a pol-vo, pero el cuerpo no presentaba aún señalalguna de descomposición.

Poco tiempo después llevóse a cabo unanueva inspección del cadáver, el cual con-tinuaba intacto, si bien se notó que, debidoa una piedad indiscreta, había sido forzadala cerradura del féretro por la parte a quedaban los pies, al objeto de robar al cuerpoalgunas reliquias. Esto nos da a conocer lacausa de que hayan podido llegar a diver-sos lugares muchas reliquias del Santo.

Por último, el comisario apostólico, Ge-senio Casanova, obispo de Segorbe, abrióel 23 de julio de 1611 el féretro en presen-cia del P. Ximénez, procurador de la causa,del párroco de Villarreal, de las autorida-des civiles y de varios médicos y personasde distinción. El Obispo promulga la penade excomunión reservada al Soberano Pon-tífice contra los que se atrevan a apoderar-se de cualquier reliquia. El santo cuerpoaparece bien conservado y sin señal algunade descomposición, y de él se desprendeun suave olor que fue sentido por todos lospresentes.

La memoria de este justo era un perfumesuave, símbolo del buen olor de sus virtu-des. Los cuatro médicos y cirujanos pre-sentes escribieron, bajo la fe del juramen-to, el acta auténtica de este reconocimiento.Atestiguaron que no podía atribuírse a cau-sa alguna natural tan admirable conserva-ción, y redactaron en tal sentido una decla-ración, que firmaron después, y que fueademás confirmada por el Obispo y los de-más testigos, y se halla inserta en los lega-jos de la causa.

A todo esto los milagros iban en aumen-to, y se realizaban innumerables curacio-nes, ya junto al sepulcro mismo, ya pormedio de las reliquias del Santo. Grande-mente impresionados los hijos de San Fran-cisco y las autoridades eclesiásticas a lavista de estas manifestaciones sobrenatu-rales, resolvieron en seguida iniciar los tra-bajos para procurar la canonización delSiervo de Dios.

20

Los golpes de San Pascual

Por los años de 1609 habitaba en el con-vento de Villarreal un sobrino de nuestroSanto, llamado Fr. Diego Bailón. El jovenreligioso, de una gran inocencia de costum-bres y de gran virtud, estaba encargado deloficio de limosnero. Al volver de sus excur-siones, solía este religioso pedir la bendi-ción del Padre Guardián, e iba a orar anteel sepulcro de su glorioso tío. Una vez allíle daba cuenta, con ingenua confianza, delos incidentes de su viaje, le recomendabaa los bienhechores y le exponía sus sufri-mientos.

No bien terminaba la relación de susaflicciones sentía en la caja sepulcral uncierto ruido, cual si el Santo acabara demoverse en el féretro. Otras veces llega-ban a sus oídos suaves golpes, y entonces

Page 63: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

63Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M.

sentía en su corazón un gran consuelo. Lossuperiores, al conocer estos sucesos, com-probaron por sí mismos la veracidad de loreferido.

A partir de aquella época se repitió el pro-digio con frecuencia, hasta tal punto que elP. Cristóbal de Arta, procurador de la cau-sa, pudo reunir más de cincuenta ejemplos,sucedidos por aquel entonces y todos ellosplenamente comprobados (Vita l.II, cp.XV).

Transcribiremos aquí algunos de ellos.Durante el asedio de Pontarchi, se oyeronligeros golpes, salidos del féretro, queanunciaron la brillante victoria obtenidasobre las tropas francesas por las tropasespañolas. En 1640 se oyeron a lo largo dequince días golpes formidables, con los queanunciaba el Santo la rebelión de Portugalcontra España.

Diego Candel, carmelita descalzo, eramuy devoto del Santo, pero no se atrevía ahablar desde el púlpito sobre «los golpesde San Pascual», como ya entonces se lesllamaba. Habiendo acudido cierto día a laiglesia de Villarreal, se puso a suplicar alSanto tuviera a bien disipar sus dudas, y sin-tió luego resonar tres golpes. El religioso,no obstante, prolongó su oración, y el San-to correspondió otra vez con tres nuevosgolpes, los que, seguidos por último deotros tres, concluyeron por desvanecer parasiempre sus vacilaciones.

La noticia de semejantes prodigios hizoque dos Padres jesuitas decidieran estudiarla cuestión sobre el terreno. Fuéronse a vi-sitar la capilla en donde descansaba el san-to cuerpo, y una vez allí pusiéronse a dis-cutir acaloradamente acerca de la imposi-bilidad del prodigio. Una piadosa mujer queles oía, dirigió interiormente al Santo estaplegaria: «Mi querido Santo, es preciso quedeis un golpe formidable con que tapar laboca a estos Padres». No había aún termi-nado la buena mujer esta súplica, cuando

las santas reliquias hicieron resonar un gol-pe violentísimo. La mujer entonces, acer-cándose a los Religiosos les dijo la plega-ria que acababa de hacer, y éstos, confusos,cayeron de rodillas ante el glorioso sepul-cro, y dieron gracias al Santo por habersedignado realizar en su presencia tan admi-rable prodigio.

Muchas otras fueron aún las circunstan-cias en que se repitieron estos golpes.Muchas fueron, también, las personas deconsideración que pudieron presenciarparecidos prodigios, como el arzobispo dePatermo, Pedro de Aragón, y el virrey deSicilia. Fenómenos semejantes se repitie-ron, de igual modo, en las imágenes y reli-quias del Santo que recibían culto en diver-sos lugares. Numerosas personas que, enmedio de sus aflicciones, recurrían a im-plorar su protección, fueron favorecidascon estos golpes, en prueba de haber sidoatendidas favorablemente sus plegarias.

De este mismo prodigio fueron testigos,en 1669, muchos Obispos reunidos en pre-sencia del Virrey, en ocasión en que se tra-taba de la canonización del Santo. El Arzo-bispo de Valencia y los otros Prelados en-viaron a la Sagrada Congregación de Ritosuna relación circunstanciada de los men-cionados sucesos.

«Un tal prodigio, agrega Cristóbal de Arta, esen la actualidad tan frecuente en el reino de Va-lencia, que llega ya a reputarse la cosa más natu-ral del mundo» (Vita l.II, cp.XV). Este fenómenomaravilloso tuvo muchas veces por objeto reavi-var la devoción hacia el Santísimo Sacramento delaltar, y era conseguido por medio de alabanzas ala Eucaristía. Así, pues, Pascual velaba, aun des-pués de su muerte, por el culto de Jesús en el Sa-cramento, por el consuelo de los afligidos y por elbien de las almas.

Page 64: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

64 Historia de S. Pascual Bailón

21

Gloria póstuma

Los habitantes y las autoridades deVillarreal, conmovidos ante la multitud deprodigios que se obtenían por intercesióndel Bienaventurado Pascual, enviaron ennoviembre de 1592 al Obispo de Tortosauna diputación para suplicarle abriese unainformación jurídica acerca de las virtudesy milagros del Siervo de Dios, fray Pascual.El Prelado accedió gustoso y de-signó a unoficial suyo y al Prior de los dominicos deCastellón, para que diesen comienzo a lasinformaciones.

Estos debían interrogar a los testigos y notarcuidadosamente sus declaraciones, después deexigir de los mismos el juramento de que dirían entodo la verdad. Un notario consignaba por escritoestas declaraciones, que debían luego ser remiti-das secretamente al Obispo.

Los comisarios diocesanos convocaron a todaslas personas que habían conocido al Santo o quehabían recibido sus favores. Después de haberjurado éstas decir en todo la verdad, declararoncuanto sabían sobre el Siervo de Dios.

Muchos de los testigos eran pastores yaldeanos que conocieran a Pascual en sujuventud, y no pocos religiosos que le ha-bían tenido por compañero en el convento.En esta ocasión fue cuando hicieron sus de-claraciones, con varios otros, Juan Aparicioy García, de los cuales hemos hablado enel curso de esta historia. Este procesodiocesano preparatorio terminó en agostode 1594. El P. Ximénez se valió para su cró-nica de estas declaraciones, además de susrecuerdos personales.

La Sagrada Congregración de Ritos, ha-biendo conocido estos documentos, dele-gó en 1611 al obispo de Segorbe, para ins-truir un nuevo proceso sobre fray Pas-cual,esta vez en nombre de la Iglesia romana ycomo delegado de la Sede Apostólica.

En esta ocasión hicieron sus segundasdeclaraciones Aparicio y varios otros quevivían aún, y que habían conocido personal-mente al Santo. El P. Cristóbal de Arta,postulador de la causa, registró muchas deestas informaciones y ciento setenta y cin-co milagros obrados por mediación de SanPascual. Entre todos estos milagros hay unoque merece ser consignado particularmen-te.

Un hombre de Valencia acababa de asistir alsermón en la iglesia de los franciscanos de la Ri-bera. Cuando regresó a su casa, refirió a su fami-lia lo que acababa de oír sobre las virtudes y mila-gros del Santo, y la animó a que eligiese a éste porpatrono. Durante la noche enfermó repentinamentey murió. Su mujer, loca de dolor, cayó de rodillas ydijo al Santo:

–Mi buen Santo, haced que mi marido vuelva ala vida, a fin de que pueda recibir los últimos Sa-cramentos, y tener así una muerte digna de unbuen cristiano. Ahora precisamente se está traba-jando por vuestra canonización, y es preciso quehagáis este milagro, si queréis que se os tribute elhonor de los altares.

Entre tanto los médicos llamados a toda prisahabían certificado su muerte, que atribuían a unaapoplejía fulminante. La mujer no por eso pierdelas esperanzas, y coloca sobre el rostro del cadá-ver un pequeño trozo de lana que había perteneci-do a la túnica del Bienaventurado.

En aquel preciso momento abre los ojos el difuntoexclamando: «¡Jesús! ¡Jesús! ¡Yo estaba muer-to!... ¿Cómo es que he vuelto a la vida?...» Pocosmomentos después la casa se llena de gente, yson los médicos los primeros en proclamar el mi-lagro. Con todo, el buen hombre se resiste a le-vantarse, y pide una y otra vez le sean administra-dos los últimos Sacramentos. Se accede a sus de-seos, y en la noche siguiente entrega de nuevo elespíritu al Señor. Su mujer lloraba, diciéndose:

–Si hubiera pedido la vida para mi marido, yono dudo que el buen Santo me la hubiera alcanza-

Page 65: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

65Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M.

do.El P. Cristóbal de Arta relata con ésta

otras doce resurrecciones, casi todas deniños (Vita l.III, cp.I). Fray Pascual, aundespués de su muerte, procuraba para susdevotos la gracia de morir reconciliadoscon Dios y fortificados con el santo Viáti-co.

La relación de éste y de otros milagrosfue enviada a Roma, acompañada de las sú-plicas de Felipe III, rey de España y tercia-rio franciscano. La jerarquía eclesiásticade España y la Orden de Frailes Menoresunieron sus súplicas a las del rey para ob-tener la beatificación del Siervo de Dios.

Paulo V acogió su demanda y la sometióa la Congregación de Ritos. Los Cardenalesexaminaron los documentos y se inició elproceso romano definitivo, que terminófelizmente. Y así, el 29 de octubre de 1618el Papa Paulo V firmó el decreto de beati-ficación In sede principis por el que sedaba a Pascual el título de Bienaventura-do y se permitía rezar el Oficio y celebrarla Misa en su honor.

Esta facultad, restringida en un principio al rei-no de Valencia, fue ampliada en favor de todos losfranciscanos y del clero de Villarreal y de TorreHermosa respectivamente, en virtud del decretoAlias pro parte del 10 de febrero de 1620.

Un año más tarde muere Paulo V, y susucesor Gregorio XV ordena a la Congre-gación de Ritos, que dé dictamen acerca dela heroicidad de las virtudes y de la au-tenticidad de los milagros atribuídos a Pas-cual Bailón. Los Cardenales, reunidos entres sesiones, declararon que se podía pro-ceder a la canonización del Bienaventura-do Pascual, cuya fiesta había sido señaladaya por Paulo V para el 17 de mayo, día ani-versario de su muerte. Por distintas razo-nes, sin embargo, la causa del Beato Pascualexperimenta ciertos retrasos en su proce-so.

Finalmente, cumplidas todas las exigen-cias canónicas, el 16 de octubre de 1690,Alejandro III procede a la canonización so-lemne, declarando que

«el Bienaventurado Pascual es Santo, y que laIglesia celebrará su fiesta, según el rito de Confe-sores, el 17 de mayo, día en que descansó en elSeñor».

Su sucesor, Inocencio XII publicó en1691 la bula de canonización Rationi con-gruit. Así, pues, un siglo después de sumuerte Pascual era honrado por la Iglesiacon el más alto título que puede recibir uncristiano: el de Santo.

La Santa Sede concedió indulgencia plenaria atodos los fieles que en el día de la fiesta del Santovisiten una iglesia franciscana.

El culto de San Pascual se propagó muyrápidamente. Los numerosos favores obte-nidos por su intercesión, en especial parala sanación de graves enfermedades, con-tribuyeron a aumentar la confianza que enél tenían los pueblos. Se venera hoy su se-pulcro en la iglesia del convento deVillarreal.

León XIII honró de nuevo de modo ex-celso a San Pascual, nombrándole el 28 denoviembre de 1897 «Patrono particular delos Congresos eucarísticos y de todas lasAsociaciones que tienen por objeto la di-vina Eucaristía, que hayan sido ins-tituídashasta el presente o que en adelante se insti-tuyan» (Providentissimus).

Page 66: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

66 Historia de S. Pascual Bailón

22

Sepulcro de San Pascual

Nota de la Fundación GRATIS DATELos datos que siguen resumen la información

que puede hallarse en http://members.es.tripod.de/San_Pascual/historia.htm.

Los Religiosos Descalzos, Franciscanosreformados por San Pedro de Alcántara, deahí llamados también alcantarinos, llega-ron a Villarreal en 1577 con el fin de fun-dar un convento. De la ermita de NuestraSeñora de Gracia, donde moraban, se tras-ladaron en 1578 a la ermita de Nuestra Se-ñora del Rosario, extramuros, donde seconstruyó el convento alcan-tarino. En élvivió sus últimos años fray Pascual Bailón.

Tras la santa muerte de fray Pascual y subeatificación, se dedicó en 1680 al Sepul-cro que guardaba su cuerpo incorrupto unahermosa capilla, que el rey Carlos II, al añosiguiente, hizo del Patronato Real.

A raíz de la exclaustración de 1835, losalcantarinos tuvieron que abandonar el con-vento. En 1836 lo ocuparon las religiosasClarisas, procedentes de su monasterio deCastellón. Estas monjas de vidacontemplativa siguen hoy custodiando elSepulcro y velando el Santísimo Sacramen-to, expuesto permanentemente en el altarmayor del Santuario.

En 1899, habiendo sido San Pascual de-clarado Patrono universal de las Asociacio-nes eucarísticas, una peregrinación nacio-nal, presidida por el Rey, acudió a venerar

sus sagrados restos.Al inicio de la Guerra Civil, en 1936, fue

profanado el Sepulcro e incendiados y des-truidos la Capilla Real, el Templo primiti-vo y el cuerpo incorrupto de San Pascual.En 1942 se inició la reconstrucción delTemplo Votivo Eucarístico Internacional deSan Pascual, erigido junto a los restos delantiguo Monasterio con la idea de restituirla Real Capilla y el Sepulcro, para que allípudieran venerarse los restos recuperadosdel Santo, el cráneo y parte de sus huesos.El Templo fue consa-grado en 1974.

El 17 de mayo de 1992, IV centenario dela muerte de San Pascual, el Rey don JuanCarlos inauguró la Real Capilla y presidióel traslado de los restos del Santo a su nue-vo Sepulcro. Los escudos de Carlos II yJuan Carlos I, en la predela, simbolizan elPatronato Real.

En el centro de la Capilla destaca un sarcófago,de granito oscuro, sobre el que descansa la ima-gen yacente de San Pascual, de plata, inspiradaen su cuerpo incorrupto. Detrás se halla la celdadonde murió. Un retablo de 14 metros de alturacontiene cincuenta figuras, esculpidas en alto re-lieve, que representan escenas y personajes rela-cionados con San Pascual y la Eucaristía.

Debajo, en el altar, está el Cartapacio, manus-crito del Santo. Enfrente del retablo, un bajorrelie-ve eucarístico de bronce sobredorado, adorna eltrasagrario. Los espacios laterales, en forma deábside semicircular, se ornamentan con otros seisrelieves, a modo de friso, que narran detalles de lavida y prodigios de San Pascual.

En la planta baja de la Real Capilla se conser-va el Pozo de San Pascual, Pouet del Sant, cuyasaguas son muy apreciadas por los fieles devotos.

En 1997, primer centenario del nombra-miento de San Pascual como Patrono de to-dos las Asociaciones eucarísticas, se lle-varon a cabo diversas iniciativas. En sep-tiembre, se celebró en Villarreal el Con-greso Eucarístico Nacional de España. Y alos lados de la basílica de San Pascual seelevaron dos campanarios gemelos de unos

Page 67: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

67Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M.

50 metros de altura, en donde quedó insta-lada la campana de volteo mayor del mun-do y también el carillón más grande de Es-paña. Estas obras se han llevado a cabo ensu mayoría por aportaciones populares.

San Pascual, Patrono de lasAsociaciones eucarísticas

LEÓN XIII, PAPA

Documento Pontificio que nombra a SanPascual Bailón Patrono de los Congre-sos Eucarísticos y de todas las Asocia-ciones Eucarísticas.

Para perpetua memoria

La Providencia de Dios (ProvidentissimusDeus) excelsa, que dispone las cosas de un modoa la vez fuerte y suave, atendió a su Iglesia demanera tan particular que, precisamente cuandolas circunstancias se muestran menos favorables,le ofrece motivos de consuelo suscitados de lamisma dureza de los tiempos.

Esto, que se ha visto con frecuencia en otrasedades, puede apreciarse sobre todo en las actua-les circunstancias de la sociedad religiosa y civil,en las que, levantándose los enemigos de la tran-quilidad pública con creciente insolencia, y procu-rando con ataques diarios y fortísimos destruir lafe de Cristo y aún toda la sociedad, quiso la Bon-dad divina oponer a estas perturbaciones lospreclaros trabajos de la piedad cristiana.

Lo cual ciertamente manifiestan la devoción alSagrado Corazón, difundida por todas partes, elcelo que en todo el mundo se despliega en acre-centar el culto de la Virgen María, los honores

que se concedieron al ínclito Esposo de la mismaMadre de Dios, y las sociedades católicas de va-rias clases fundadas para la defensa incondicionalde la fe y para otras muchas finalidades, que pro-mueven la gloria de Dios y fomentan la caridad,ya ejercitándolas, o bien implantándoles donde noexisten.

Mas si bien todo esto impresione gratísima-men-te Nuestro ánimo, creemos, sin embargo, que elcompendio de todas las bondades del Señor estáen el aumento de la devoción entre los fieles haciael Sacramento de la Eucaristía, después de losCongresos grandiosos habidos por esta época so-bre este asunto. Porque nada juzgamos más efi-caz, según ya en otras ocasiones hemos declara-do, para estimular los ánimos de los católicos, ya ala confesión valerosa de la fe, ya a la práctica delas virtudes dignas del cristiano, como el fomentare ilustrar la devoción del pueblo en orden a aque-lla inefable prenda de amor que es vínculo de pazy de unidad.

Siendo, pues, digno este importantísimo asuntode nuestras mayores atenciones, así como fre-cuentemente hemos alabado los Congresos Euca-rísticos, así ahora, estimulados por la esperanzade más abundantes frutos, hemos determinadoasignar a aquellos un Patrono celestial de entrelos bienaventurados que con más vehemente afec-to se abrasaron en el amor hacia el santísimo Cuer-po de Cristo.

Ahora bien, entre aquellos cuyo piadoso afectohacia tan excelso misterio de fe se manifestó másencendido, ocupa un lugar preeminente SanPascual Bailón. Quien poseyendo un espíritu gran-demente inclinado a las cosas celestiales, habién-dose ocupado con vida purísima durante su ado-lescencia en el pastoreo de rebaños, y abrazadoun género de vida más austero en la Orden deMenores de la más estrecha Observancia, mere-ció en la contemplación del sagrado banquete re-cibir tal ciencia que, siendo rudo y sin estudio al-guno, pudo responder a cuestiones dificilísimassobre la fe y aun escribir libros piadosos. Además,entre los herejes sufrió muchas y graves persecu-ciones, y émulo del mártir Tarsicio, vióse expues-to frecuentemente a dar su vida por confesar pú-blica y manifiestamente la verdad de la Eucaris-tía. El amor a ésta parece haberlo conservado aúndespués de muerto, toda vez que tendido en el fé-retro dícese haber abierto los ojos por dos veces ala doble elevación de las sagradas especies.

Page 68: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

68 Historia de S. Pascual Bailón

Es, pues, manifiesto que no puede asignarse otroPatrono mejor que él a los Congresos católicos deque hablamos. Por lo cual, así como hemos enco-mendado a Santo Tomás de Aquino la juventudestudiosa, a San Vicente de Paul las asociacionesde caridad, a San Camilo de Lelis y a San Juan deDios los enfermos y cuantos se consagran a suauxilio, por igual razón, como cosa excelente y go-zosa y que redunda en bien de la cristiandad, envirtud de las presentes, con nuestra suprema au-toridad,declaramos y constituimos a San PascualBailón peculiar Patrono celestial de losCongresos Eucarísticos, así como tambiénde todas las Asociaciones Eucarísticas exis-tentes o que en lo sucesivo se instituyan.

Y esperamos confiadamente como fruto de losejemplos y del patrocinio del mismo Santo, quemuchos cristianos consagren cada día su espíritu,sus decisiones y su amor a Cristo Salvador, princi-pio sumo y santísimo de toda salud.

...Dado en Roma, en San Pedro, bajo el anillo del

Pescador, el día 28 de noviembre de 1897, añovigésimo de Nuestro Pontificado.

Bibliografía

En el Convento de San Pascual Baylón,Monjas Clarisas, 12540 Villarreal (Cas-tellón), se pueden obtener las obras siguien-tes:

Opúsculos de San Pascual Bailón, Vila-real2000, 280 pgs.

El cartapacio de San Pascual Baylón,Villarreal 1995, 83 pgs.

RAMBLA, Pascual, OFM, San PascualBaylón, Villarreal 1995, 278 pgs.

DE SALES FERRI CHULIO, Andrés, Icono-grafía popular de San Pascual Baylón,Villarreal 1992, 157 pgs.

Novena de San Pascual, 40 pgs.

En http://members.es.tripod.de/San_Pascual/bibliografia.htm, se ofrece la si-guiente bibliografía:

ABADÍA, Francisco: Oración gratulatoria enla solemne acción de gracias que dedico a Diosy a San Pascual Baylon. Don Thomas Azpuru,Arzobispo de Valencia, en reconocimiento delreparo de su quebrantada salud / dixola en elCon-vento de Nuestro Padre San Francisco de Za-ragoza, el día 17 de mayo de 1771. Fr., Zaragoza:Francisco Moreno, 1771, 36 p.; 4º.

ARRATÍBEL, JUAN S. S. S., San PascualBailón, en Año Cristiano, Tomo II, Madrid, Ed.Católica (BAC 184), 1959, pp. 400-406.

BEATIFICACIONES Beati Paschalis Baylonex Discalceatis Ordinis Minorum Regularis Ob-servantiæ Provinciæ S. Ioannis Baptistæ RegniValentiæ, Romæ: ex typographia Camaræ Apos-tolicæ, 1618, 1 h.; Fol.

BEAUFAYS, P. Fr. Ignacio, O. F. M., Historiade San Pascual Bailón, de la Orden de FrailesMenores, Patrono de las Asociaciones Eucarís-ticas, traducido de la segunda edición francesapor Fr. Samuel Eiján, O. F. M., en Barcelona, Ti-pografía Católica, calle del Pino, nº 5, 1906, 265páginas.

BLANCO UNZUÉ, Mª Pilar – ROY SORIA,Antonio – GRACIA BLANCO, Marta – MAR-TÍN CASTILLA, Rafael: «Hallazgos musicalesen el archivo parroquial», Ador, 2, La Almunia deDoña Godina: Centro de Estudios Almunienses,pp. 243-275. Estudio de un manuscrito, fechadoen 1884, y que contiene los gozos que se cantabana San Pascual Bailón.

CARCELLER FERRER, Bautista: Cordonetsde Sant Pasqual: 50 artículos sobre el Santode la Eucaristía, Castellón: Diputació de Castelló:Servei de Publicacions, 1998, 151 p.: il.; 24 cm.

CASTELLANOS DE LOSADA, BasilioSebastián: Vida del glorioso San Pascual Bailón:publicada en la Biografía Eclesiástica Completapor el director de la misma, Madrid: [s.n.], 1863,

Page 69: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

69Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M.

52 p.; 23 cm. Imp. de Alejandro Gómez Fuente-nebro.

COMPENDIO de la vida y novenario de S.Pascual Baylon: según se practica en el RealConvento de San Diego, Franciscos Descal-zos, extramuros de la ciudad de Murcia / escri-to por un religioso del mismo convento, [Murcia]:en la imprenta de la Viuda de Teruel, 1793, 44 p.;8º.

EXTENSIO solemnizationi Festi Beati Pas-chalis Baylon Discelceatorum Provinciæ S.Ioannis Ordinis Minorum Regularis Observatiæpro universis Religiosis utriusque sexus eiusdemOrdinis in Hispaniæ regnis utriusque CoronæCastellæ Aragoniæ: «pro cuncto Clero Oppidisubi dicti Beati Corpus requiescit» natus fuit,Romæ: ex typographia Cameræ Apostolicæ, 1620,1 h. pleg.; Fol.

FERNÁNDEZ, Antonio Pablo: El ángel legoy pastor, San Pascual Baylón. Comedia en tresactos, en verso (manuscrito) [s.a.]

FERNÁNDEZ, Antonio Pablo: Comedia famo-sa. El ángel lego y pastor, San Pasqual Baylón.Madrid: Antonio Sanz, en la Plazuela de la callede la Paz, 1745, 40 p.; 20,5 cm.

FERRI CHULIO, Andrés de Sales: Iconogra-fía Popular de San Pascual Bailón, Villarreal:Caja Rural Católico Agraria, 1992, 157 p.: il.; 29,5cm.

FITA, Pascual: Sermón del glorioso San Pas-qual Bailón, que en la solemne fiestaque anual-mente le consagra su ilustre Cofra-día / dixo en el convento de San Juan de la Ribe-ra, extramuros de esta ciudad, el Sr. Dr. D..., eldía 22 de mayo de 1809, Valencia: Joseph Estevan,1809.

GONZÁLEZ LUDEA, Pedro: Herman Coheny San Pascual Bailón y Jubera, Barcelona: LaAdoración Nocturna, 1905, 30 p.: il.; 15 cm. Im-prenta La Hormiga de Oro.

GOZOS al glorioso San Pascual Bailón, Va-lencia: Lib. Vda. de R. Ortega, [s.a.], [1] h.: il.; 32cm.

IOSEPH DE IESUS: Cielos de fiesta, Mvsasde Pascva, en fiestas reales, qve a S. Pas-cval coronan svs mas finos, y cordialissimos de-votos, los mvy esclarecidos hijos de la ciudadde Valencia, que con la magestad de la masluzida pompa, echó su gran devocion el resto,en la Fiestas de la canonizacion de San

Pascval Baylon. Retrátalas en mal formados ras-gos, en el visto lienço de los cielos, el tosco pincelde la menos discreta pluma del Padre, Valencia:Francisco Mestre, 1692.

LÓPEZ MELÚS, Rafael María: San PascualBailón, Sevilla, Ed. Apostolado Mariano, Col. Pie-dad Infantil, 28; 24 p.: il.

LORTE Y ESCARTÍN, Jerónimo: Los dosmejores corderos de la grey serafica S. Iuande Capistrano y S. Pasqual Baylon: Oracionpane-girica, encomiastica o demostrativas delas he-roycas virtudes y enminentes perfeccio-nes que les merecieron su canonización / pro-clamada por el R. P. Fr. Zaragoza: Pascual Bue-no, 1692, [4], 40 p.; 4º.

MEREGA, Rómulo: Pentagios celebres en lasdivinas letras, su misterioso epílogo S. PasqualBaylon: oracion panegirica: que miercoles a26 de setiembre de 1691 en Alcudia a festeja-do la canonizacion de S. Pasqual Baylon en elConvento de Santa Barbara / dixo Fr. del RealOrden de N.S. de la Merced, Valencia: FranciscoMestre, 1691, [10], 24 p.; 4º.

MISSAS. Paschalis Baylon Confessoris,Romæ: typis Reu. Cam. Apost., 1694, [2] p.; Fol.

NOVENA al Santo del Sacramento SanPascual Bailon: segun se practicaba en el Con-vento de San Diego de esta ciudad, Murcia:[s.n.], [s.a.], 15 p.: il.; 16 cm. Imp. de Pedro Belda.Pedro Belda imprimió en Murcia entre los años1857 y 1894.

NOVENA de San Pascual Bailon, Madrid: Li-brería Católica de D. Gregorio del Amo, 1900, 40p.; 15 cm.

OCA, Diego de: Del Beato Pasqual Baylon /dixola el Padre Fray Francisco Descalço; el Se-ñor Don Francisco Escoria y Ladron la da a la estampa, Valencia : Geronimo Vilagrasa, 1668, [8],49 p.; 4ª.

PANES, Antonio: Vida del beato fray PascualBaylon, religioso de la Regular Observanciade San Francisco / escrita por fray Valencia: encasa de los hered. de Crysostomo Garriz, por Ber-nardo Nogues, 1655, [16], 520, [30] p.; 4º.

PORRENTRUY, L. A. de: Saint Pascual Bay-lon, Patron des Ouvres eucharistiques, Paris,1899.

RAMBLA, Padre Pascual, o.f.m.: San PascualBailón. Ediciones «Provincia Fransciscana de

Page 70: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

70 Historia de S. Pascual Bailón

Cataluña». Barcelona, 1979.RAMÍREZ, Pedro: Novena de San Pasqual

Baylon, por antonomasia Santo del Sacramento/ coordinada y dispuesta por F. de Religiosos Me-nores Descalzos, Murcia: en la imprenta de PhelipeTeruel, vive en la Lenceria, 1763.

RELACION svmaria veridica del solemnissi-mo aplavso, y trofeo glorioso, con que la Sa-cras Religiones, del Serafin humano Francis-co, el Fenix abrasado Augustino, y del Padrede pobres San Juan de Dios, y Coronada Villa deMadrid, celebraron la fiesta de laCanonizacion de los Santos San Juan deCapistrano, Defensor del Santissimo Nombrede Jesvs, açote de los Hebreos, terror delos Hereges, Capitan Protector de las ArmasCatholicas contra las Othomanas, Hijo delfecundissimo Padre de Santos Francisco: deSan Juan de Sahagun, Luzero de Salaman-ca,Hijo del Sol de la Iglesia Augustino; del Pa-triarca San Juan de Dios, y del admirable SanPasqual Baylon, tambien Hijo del SerafínFrancisco en la mas estrecha Observancia deSan Pedro de Alcantara, hecha por la Santi-dad de Alexandro VIII el año passado de 1690en 17 de Octubre; el día 20 de Mayo deste añode 1691, [s.l.]: [s.i.], [s.a.], 4 h.; 21,5 cm.

RELACION muy pvntual, y veridica de lo queocurrió en Madrid el dia veinte de Mayo de1691 en la celebracion de la Canonizacion delos Santos, San Lorenço Justiniano, San JuanCapistra-no, San Juan de Sahagun, San Juande Dios, y San Pasqual Baylón. Publicada Sá-bado a 26 de Mayo de 1691], Madrid:[Sebastian de Armenda-riz. En la Imp. de Anto-nio Román, [s.a.], 12 p.

RODRÍGUEZ SÁNCHEZ, Fernando: El fanalde Torrehermosa. Vida de San Pascual Bailón.

SALMERÓN, Pascual: Vida, virtudes y ma-ravillas del Santo del Sacramento, San Pas-cual Baylón / escritas en resumen y compendiopor ..., Madrid: Alfonso López, [1785], XVI + 306p.; 20 cm.

SALMERÓN, Pascual: Vida, virtudes y ma-ravillas del santo del sacramento S. PascualBailon / escritas en resumen y compendio por Fr.... religioso descalzo de N.P.S., Valencia: LibreriaEspañola y Extrangera de Juan Mariana, 1858 (nue-va ed. corr. y aum.), 278, [4] p., [1] h. de grab.; 20cm.

SALMERÓN, Pasqual: Novena al Santo delSacramento S. Pasqual Baylon y cartamisericor-diosa / por Fr. ... de Religiosos Fran-ciscanos Descalzos, Murcia: en casa de Francis-co Fache, en la Traperia, [s.a.].

SALMERÓN, Pascual: Novena al Santo delSacramento, San Pasqual Baylon, [s.i.: s.l.],[s.a.], 63 p.; 8 cm.

San Pascual Bailón; La torre de la colegiade Santa María; La flor del espino, en Noticiay antología de poetas bilbilitanos, Zaragoza,1969, pp. 178-183.

SAN PASCUAL, VILA-REAL Y LA FILATELIA.Varios autores: Los orígenes del correo: desdela protohistoria hasta la fundación de Villarreal/ Antoni Pitarch Font. El correo de las villas rea-les valencianas en la época foral: Villarreal(1348-1720) / Vicente Gil Vicent. Prefilatelia:Vila-real 1717 a 1850 / Guillermo Álvarez Ru-bio. Se funda una asociación / Manuel GarcíaVilanova. San Pascual, ayer / Carlos SarthouCarreres. El sepulcro de San Pascual. El Zarrónde San Pascual / Salus-Fernando López Orba.La Real Capilla de San Pascual, hoy / Josep-Miquel Francés. Museo de San Pascual / Anto-nio Losas. Ciudad de San Pascual en Filipinas/ Salvador Carracedo Benet. Eucaristía / Salva-dor Carracedo Benet. Corpus Chisti. El SantoGrial. La Adoración Nocturna. Los CongresosEucarísticos. Los Congresos Eucarísticos In-ternacionales celebrados en España. Los Con-gresos Eucarísticos españoles Nacionales y Lo-cales. Los Congresos Eucarísticos Nacionalesy Lo-cales en el mundo. Relación de sellos es-pañoles y ex colonias con el tema: La Eucaris-tía. Rústica, 162 p.: il. bl. y n. y col. Publicación:1997 Dimensiones: 17 x 24 cm. ISBN:8488331320.

SÁNCHEZ DEL CASTELLAR Y ARBUS-TANTE, Manuel de: El Samuel de la ley de Gra-cia de la Religion Serafica en su descalza fa-milia S. Pascual Baylon: sermon primero quedomingo a 23 de setiembre en la iglesia de Al-cudia, en las celebres fiestas por sudeseada canonización / predico Fr. de la Ordende Nuestra Señora de la Merced; dedicale IsidoroColomines, Valencia: Francisco Mestre, 1691, [8],23 p.; 4º.

STANIFORTH, O.: The Saint of theEucharist, Londres, 1908.

Page 71: Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M. 1 - fundación GRATIS DATE · insensible ante la menor de sus desgracias. Dios, al tomar dominio de su corazón, no lo confisca sino para que de él

71Fr. Ignacio Beaufays, O. F. M.

TALENS, Juan Bautista: Vida admirable delglorioso S. Pasqual Bailón, Hijo de la Provin-cia de San Juan Bautista de Religiosos Des-calzos de la Regular, i masestrecha Observancia de N.P.S. Francisco enel Reino de Valencia. Dispuesta por el P. Fr.,Valencia: Benito Monfort, 1761, 20 h., 420 p.; 20cm.

VIDA de San Pascual Bailón.Costeada porun devoto, Madrid: [s.n.], 1896.

VIDA y novena de San Pascual Bailon,Castellón: [s.n.], 1898, 40 p.; 15 cm. Imp. del Dia-rio de la Plana a c. de Eduardo Climent.

XIMÉNEZ, Juan: Chronica del B. Fray Pas-qval Baylon de la Orden del P. S.Francisco, hijo de la Prouincia de S. IuanBaptista de los frayles descalços del Reynode Valencia, Valencia: Iuan Crysostomo Garriz,junto al molino de Rouella, 1601, 8 h. + 652 p. + 22h.; 15 cm.

Indice

Introducción, 2. 1. Los primeros años de San PascualBailón, 4. 2. El pastorcillo, 7. 3. Entre jóvenes, 9. 4. Ejemplar, 11. 5. Tierra de Promisión a la vista, 14. 6. El ideal de San Francisco de Asís, 16. 7. La vida religiosa, 19. 8. Pidiendo limosna, 21. 9. Grandes penas, 25.10. Historia de una vocación, 27.11. A través de Francia, 31.12. Prolongado martirio, 34.13. El corazón de un santo, 36.14. De un convento a otro, 40.15. Sabiduría espiritual, 43.16. Apóstol y bienhechor de Villareal, 46.17. Acercándose al cielo, 51.18. Vida íntima, 54.19. Milagros después de la muerte, 59.20. Los golpes de San Pascual, 62.21. Gloria póstuma, 64.22. Sepulcro de San Pascual, 66.23. San Pascual, patrono de las Asociacio-nes eucarísticas, 67.Bibliografía, 68.Índice, 71.