Foro RosacruzInvierno 2012

El hallazgo del Santo Grialde Edward Coley Brune-Jones (1833–1898)

Obra de Tapicería (1891-94) ,Museo y Galería de Arte de Birmingham

Publicación trimestral reservada para los miembros de la A.M.O.R.C.

Fragmento de Perceval o el cuento del grial

Viven de una Piedra de noble y extraordinaria calidad. Si todavía te es desconocido su nombre ahora te lo diré: Se llama Lapis Exilis o sea la Piedra del Exilio de lo que está muy lejos. Fuera de los límites y fronteras. Como tal debéis de buscarla en las lejanas cordilleras y quebradas. Ante su poder todo se abrasa y fuerzas y luces trasuntan de su cuerpo mientras se escuchan vo-ces y sonidos. Su fuego quema y el ave Fénix en cenizas queda por la piedra convertido, para luego, rejuveneci-do, se levante de las ascuas. El fénix sacude su plumaje increíble y recobra tal esplendor en sus colores que se muestra más hermoso que antes. Puede el hombre estar muy enfermo mas no morirá jamás el día en que sus ojos contemplen esa piedra y tampoco en los siete días siguientes.Quienes son llamados para el servicio del Grial, escu-chad como se conocen sus nombres. En torno de la Pie-dra Sagrada aparece una inscripción con el nombre de aquéllos, y de su estirpe, a quienes se concede el viaje bienaventurado, a las montañas y a los valles solitarios, ya sean tiernas doncellas o donceles. Las letras no se pueden borrar, pero una vez leído el nombre, esa apa-rición se pierde al instante. Llegaron ahí siendo niños todos lo que ahora son adultos.¡Bienaventurada la madre que dio a luz la criatura esco-gida para el servicio del Grial!

Crétien de Troyes (?1135- ?1190)

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El Grial

espejo del UnIverso

Copa, el espejo del universo, pertenecía a Kay Khosrou. Él podía leer ahí todo lo que desea-ra, contemplar las cosas ocultas y conocer, las cosas manifestadas. Se dice que la copa se en-

contraba en un estuche amarrado por diez lazos. Cuando Kay Khosrou quiso ver un día las cosas ocultas, deshizo los lazos. Cuando todos fueron desechos, la copa se hizo invisi-ble. Cuando le fue restituida su función al estuche, la copa se hizo nuevamente visible.” Los textos del antiguo Irán (Shâ-Nâmeh, Avesta) evocan en efecto la posesión de una copa por el rey Kay Khosrou, último soberano de la dinastía Ka-yanides. Soravardhi, místico Shiite iraniano del siglo XII al XIII, hace referencia a esta copa identificable con el Grial.

Existen varias maneras mitológicas de relatar la crea-ción del mundo. Una de ella consiste en concebir al Crea-dor como un divino alfarero que modela el mundo a partir de una materia prima, o materia primordial, que se podría comparar con la arcilla. El Verbo Divino se desarrolla en la masa, y su Voluntad la pliega para que dé forma a las ideas contenidas en potencia en el pensamiento divino.

Otra versión manifiesta una sutil diferencia, y es ahí donde interviene el concepto de “espejo del universo”. Ésta se apoya fundamentalmente en la idea que el universo con-siste principalmente en un acto de conocimiento.

Antes del tiempo, el Uno era libre absolutamente y sin dimensión. En este contexto, Él no podía conocerse a sí mis-mo. En Él existía, no obstante, desde toda la eternidad el

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deseo de conocerse. Por lo tanto, su primera voluntad fue de emanar de Él mismo una dimensión femenina de su ser, un espejo en el cual Él podría contemplarse. Se trata de la tesis del filósofo alemán Jacobo Boehme. Este espejo estaba formado de una materia, o elemento santo, que tenía una particularidad doble. Extremamente rígido en sustancia, ab-solutamente flexible en función; el símbolo del espejo: de vidrio rígido, tiene la particularidad de reflejar o de dar cuer-po a todas las imágenes proyectadas en él. Con Boehme, este espejo se llama “Sofía”, y el hombre y el universo es la imagen perfecta que Dios proyecta en él.

De hecho, el Cósmico podría considerarse a través de este simbolismo del espejo, que pone de relieve la Imagina-ción divina, como instrumento de la Creación. En esta repre-sentación sólo el Uno y el espejo permanecen coeternos. Por su parte, la Creación toma la forma de una imagen pasajera, evanescente de lo que el Uno contiene en potencia positiva y que el espejo manifiesta como potencial negativo.

Este símbolo se une a la que fue llamada “filosofía de la luz” de los antiguos zoroastrianos. Lo que recibe el espejo es una Luz Primordial que sin ella sería invisible. Lo que refleja toma la forma de imágenes perceptibles. De esta manera, incluso la materia puede ser concebida como la luz reflejada. La potencia que permite el paso de una luz invisible a una luz tangible, que se convierte en la Creación, es el famoso espejo del universo, el Grial, que podría abrir muchas pers-pectivas de reflexión, incluyendo las del mundo científico. –TyF/URCI

Medita en la mañana, en la tarde y en la noche antes de irte a la cama. Verás que todo irá colocándose en su lugar y tus más profundas oraciones serán contestadas.

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la alquimia

y los cUatro prIncIpIos

a alquimia nació en los santuarios del antiguo egipto. Los alquimistas griegos y árabes fue-ron los que la trasmitieron a Occidente. Según la definición clásica, consiste en convertir me-

tales groseros en plata o en oro. Para lograrlo, el alquimista debe descubrir la Piedra Filosofal que, solo ella, puede rea-lizar esta transmutación. El conjunto de las operaciones se llama “Gran Obra”. Según Calid, “La alquimia es el Arte de las artes, es la Ciencia por excelencia”. Sin embargo, sigue siendo en muchos aspectos misteriosa e inaccesible al pro-fano. Ciertamente, la alquimia es el arte de la transmutación de los metales, pero su objetivo verdadero no es la obten-ción del oro. En efecto, el alquimista es un verdadero mís-tico, y la alquimia operativa no es sino el aspecto exotérico que encubre la verdadera alquimia: la alquimia espiritual. Para convencerse de esto, es suficiente con escuchar a An-gelus Silesius, místico del siglo XVII: “El plomo se cambia en oro, la casualidad se disipa, cuando, con Dios, yo soy cambiado por Dios en Dios... es el corazón que se cambia en el oro más fino; la tintura es el Cristo o la gracia divina.” Siendo así, cabe agregar esta advertencia extractada de las “Bodas alquímicas de Christian Rosenkreutz”: “Examínate a ti mismo. Si tú no te has purificado asiduamente, las Bodas te harán daño. ¡Ay de aquél que se rezaga allá, aquél que sea muy superficial se abstenga.”

Los antiguos alquimistas aspiraban a la Iluminación. Para ello, seguían una disciplina rigurosa con el fin de purifi-carse y liberarse de este mundo de ilusión. En consecuencia, el hombre es la materia de la Gran Obra alquímica, y el

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Arte Real de los alquimistas rosacruces conduce a la reinte-gración del hombre en su plenitud espiritual. En todo caso, uno de los objetivos más importantes de nuestra Orden es la regeneración de sus adeptos y la reforma de la humanidad. Con toda certeza, la alquimia espiritual permite la moviliza-ción de la formidable capacidad de transformación que está dentro de nosotros y que forma parte de nuestra herencia divina.

Acerca de la Gran Obra, el orden y el número de las operaciones difieren según los autores y los tratados. Natu-ralmente, es esencial considerar esas diferentes etapas como otras tantas realizaciones de consciencia en el sendero del “Conócete a ti mismo”. Aquí también, hay que cuidarse de intelectualizar o de especular, sino al contrario transponer, meditar, interiorizar, para finalmente restituir al mundo la luz recibida. Dicho en otras palabras, es necesario aplicar la célebre formula “solve e coagula” que, aplicada a nivel místico, significa “purifica y realiza”.

La alquimia sólo puede comprenderse por el ejercicio de la inteligencia del corazón. En consecuencia, la comprensión de los símbolos del arte hermético necesitan haber recurrido a la inteligencia intuitiva. Para ellos, la Piedra Filosofal no re-presenta solamente el medio de trasmutar los metales en oro, el elixir de larga vida, sino también el acceso a la Sabiduría universal, la realización del Cristo Interno, el descubrimiento del Yo. En otras palabras, encontrar la Piedra Filosofal para los Iniciados es alcanzar la Iluminación. Para ello, Basile Va-lentin nos recuerda la conducta a seguir: “Brevemente, si tú quieres buscar nuestra Piedra, está sin pecado, persevera en la virtud, que tu espíritu sea iluminado por la luz, el amor y la verdad. Toma la resolución, después de haber adquirido el don divino que tú deseas, de tender la mano a los pobres embrollados, ayudar y sacar a flote a los que están en el

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infortunio.” Igualmente, este pasaje del tratado de alquimia titulado la “Turba de los Filósofos” es más que edificante: “No podrán llegar a su objetivo sin iluminación y sin haber tenido el valor de esperar, pues quien no tenga paciencia no entrará en este Arte.”

La Rosacruz y el sello de Salomón son los más bellos emblemas de la alquimia trascendental. En efecto, los bra-zos de la cruz representan los cuatro elementos que se re-únen en el centro de la rosa, expresión de la Quintaesencia y de la realización de la Gran Obra por la regeneración y la Iluminación. Paralelamente, el sello de Salomón reúne los cuatro elementos en el hexagrama y encarna así la totalidad de las fuerzas universales. Es interesante meditar sobre la relación entre esos dos importantes símbolos del misticismo y la Piedra Filosofal con referencia al punto de vista de Pe-trus Bonus: “Al igual que el Gran Universo fue formado por cuatro elementos perecederos y un elemento imperecedero llamado Quintaesencia, así por el mismo poder divino de nuestro arte, los cuatro elementos están indisolublemente unidos por el vínculo imperecedero de la Quintaesencia y forman la Piedra.”

Por lo tanto, es apropiado interesarse más particular-mente en esos cuatro elementos alquímicos, llamados “prin-cipios” en la Orden. Primeramente, es conveniente precisar que se trata de causas, que no hay que confundir con sus efectos o sus manifestaciones naturales. Para el alquimista, todo líquido es agua, todo solido es tierra, todo vapor es aire y toda liberación de calor es fuego. Por eso, cada principio puede ser unido a un estado de la materia, es decir, sólido, gaseoso, líquido o ígneo. Además, está caracterizado por dos cualidades primordiales como lo frío y lo seco para la tierra, el calor y la humedad para el aire, lo frío y la humedad para el agua, y el calor y lo seco para el fuego. Desde un punto

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de vista rosacruz, la vida existe gracias a la asociación armo-niosa de esos cuatro principios. Michael Maier insiste sobre la indivisibilidad de los cuatro elementos en la Gran Obra: “El aire alimenta el fuego, como el agua alimenta la tierra, ya que el fuego vive del aire y el aire vive del agua, y el agua de la tierra...”

Existen numerosas correspondencias establecidas por diferentes ramas de la Tradición, ya que todo procede de los cuatro principios. De esta manera, en el hombre, la carne simboliza la tierra; el aliento vital, el aire; los líquidos orgá-nicos, el agua; y la energía interna, fuente del calor y del movimiento, el fuego. Igualmente, nuestro planeta tiene un núcleo ígneo, una masa sólida, una superficie líquida y una atmósfera de aire. Por otra parte, cada sentido puede vin-cularse a un elemento, como el tacto a la tierra, el olfato al aire, el gusto al agua y la vista al fuego. Por otra parte, la clasificación de los temperamentos hace que corresponda la tierra con el bilioso, el aire con el linfático, el agua con el sanguíneo y el fuego con el nervioso. En relación con la as-trología tradicional, asocia la tierra a la materialidad, al aire a la intelectualidad, al agua a la sensibilidad y la emotividad, y el fuego a la pasión y al entusiasmo. Igualmente, a través de los signos del zodiaco, se puede ligar la tierra al invierno, el aire al otoño, el agua a la primavera y el fuego al verano.

En última instancia, los cuatro principios en sus diversas combinaciones y sus relaciones muestran la diversidad infi-nita de la Creación, sabiendo que en el universo “Nada se pierde, nada se crea, todo se transforma”. –ECR

Divide tu piedra en cuatro elementos y reúnelos en uno, y tendrás la totalidad del Magisterio”.

Hermes Trismegisto

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confIabIlIdad en nUestros sentIdos

uchas veces usamos la expresión “ver es creer”, y esto es indicativo que gradual-mente estamos desarrollando la tendencia a confiar más en la evidencia de nuestros

sentidos físicos y nuestra interpretación del mundo en el que vivimos. Si usamos la frase “ver es creer” entonces implica que la evidencia que “vemos” es sólida. Hasta cierto punto esto es verdad, pero la verdad se ha estirado demasiado lejos. Existe un conocimiento que no puede ser confirmado por los sentidos físicos.

No podemos experimentar el fundamento del conoci-miento de otro individuo. Tampoco podemos experimen-tar las experiencias de los demás. Ellos pueden explicar-las, pero esto no garantiza que alguien las creerá. Quizás se pueda pensar que es producto de su imaginación.

Sabemos que no todo lo que vemos es consistente con lo que actualmente existe. Los sentidos físicos no son perfectos, son canales por medio de los cuales interac-tuamos con el mundo externo para adquirir ciertas expe-riencias y conocimiento. Son herramientas y, como tales, tienen sus limitaciones.

Nuestra última fuente de conocimiento no se obtiene a través de nuestros canales físicos. Debemos aprender a comprobar la confiabilidad de nuestros sentidos por medio de nuestro discernimiento, y eso requiere expe-riencia. Debemos desarrollar un sentido más agudo. Este sentido es la intuición. Ésta nos relaciona con la fuente del conocimiento al cual podemos acudir con más segu-ridad.

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Clasificamos los objetos de acuerdo a nuestra per-cepción. Es un hábito para nosotros ver y llegar a una conclusión, pero cuando nuestra percepción falla en darnos un análisis o trasmitir el carácter verdadero del objeto percibido, entonces experimentamos una ilusión porque no interpretamos los datos de nuestros sentidos correctamente. La alucinación, por otra parte, es la per-cepción de la que no hay una base para su existencia. Es una pura proyección de imaginación. Si pensamos que vemos algo que no existe, estamos simplemente proyec-tando nuestra imaginación fuera de nosotros mismos y experimentándolo como si fuera percibido por nuestros sentidos físicos.

La interrogante que los rosacruces se plantean es: “¿Cómo podemos distinguir entre ilusiones, alucinacio-nes y experiencias psíquicas? En realidad, no hay ningún fundamento de comprobación física que distinga entre una experiencia psíquica y una alucinación. Esta com-probación viene a través de nuestra experiencia. Una experiencia psíquica es completa e impresionable. Una alucinación es generalmente vaga e indeterminable. Una experiencia psíquica creará un sentido de convicción, paz y felicidad, y trasmitirá información que será aumenta-da por nuestra experiencia. Una alucinación, en cambio, quedará siendo como un evento imaginario asilado en sí mismo y sin significado.

En otras palabras, una experiencia psíquica crece en significado, mientras una alucinación sigue siendo lo mis-mo. Los estudiantes rosacruces pueden aprender a evaluar esos fenómenos que se clasifican dentro del campo de las experiencias psíquicas por el hecho de su persistencia, su precisión y su significado que pueden tener para ellos mis-mos en relación con su propia experiencia. –ECR

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el lIbre albedrío

¿realmente el hombre es lIbre de elegIr?

ebido a su filosofía, los rosacruces no son fa-talistas. Dicho en otras palabras, no piensan que todo lo que le sucede a los hombres, ya sea a nivel individual o colectivo, está con-

dicionado únicamente a la Voluntad Divina. Admitir eso sería creer que todos somos unas marionetas en las manos de Dios y que Él nos manipula constantemente, según su humor, incluso su fantasía. Además de que es fatalista, esta concepción de las cosas es antropomórfica y muestra una nociva concepción de las relaciones que existen entre el hombre y la Divinidad. Como se refleja en la vida diaria, cada día nos enfrentamos a la toma de decisiones, ya sea en nuestra vida familiar, social, profesional u otra.

En muchas áreas, las decisiones que tomamos son las que determinan nuestra existencia, y en parte la de los otros. En lo absoluto, es por lo tanto verdad que tenemos el libre albedrío, es decir la facultad de pensar, de decir y de hacer libremente lo que queremos. Precisamente en este nivel es que intervienen las nociones de bien y de mal, ya que nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras acciones pueden ser positivas o negativas, según nuestro estado de ánimo, en el sentido más místico de esta expre-sión. En el primer caso, el karma que resulta de ello es en sí mismo positivo y se refleja en alegrías y satisfacciones di-versas; en el segundo, es negativo y da lugar a situaciones más o menos dolorosas y estresantes.

Si es innegable que el hombre posee el libre albedrío, es verdad que la aplicación de éste es limitado, y esto es

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por diferentes factores. En primer lugar, no podemos vi-vir sin comer, beber y dormir, ya que nuestro cuerpo está sometido a leyes naturales. Ciertamente somos libres de violarlas, pero entonces es nuestra propia vida la que su-frirá las consecuencias. En segundo lugar, el país en el que vivimos está regido por leyes que constituyen los límites de nuestra libertad de acción, límites que son en principio para armonizar las relaciones sociales. Por otra parte, su situación política, económica y otras tienen una incidencia directa sobre nuestra existencia. En efecto, las condiciones de vida no son las mismas en un país pobre o en vías de desarrollo que en un país rico.

En tercer lugar, la familia a la cual pertenecemos ge-nera necesariamente restricciones que hay que aceptar en el interés de todos sus miembros. Por ejemplo, el hecho de estar casado, de tener hijos, etc., conlleva obligaciones y deberes que reducen el campo de nuestro libre albedrío. Finalmente, nuestra vida presente está condicionada en parte por el karma que resulta de nuestra encarnación an-terior, de manera que tenemos limitaciones de todo tipo ligados a un lejano pasado. Por lo tanto, vemos que todo individuo tiene efectivamente el libre albedrío, pero lo apli-ca en un contexto más o menos limitado, según el país en el que vive, su medio social, su situación familiar, el karma que es propio, y el destino que él mismo se forjó.

No podemos evocar la noción de libre albedrío sin hablar de otra noción que le está ligada: la de libertad. Desde un punto de vista rosacruz, el libre albedrío es de origen divino. Para ser más preciso, es una de las facultades principales que Dios otorgó al hombre desde sus orígenes, para que pueda evolucionar espiritualmente bajo el efecto de sus propias decisiones y del karma que resulte de ello. En cuanto a la libertad, se trata más bien de un derecho

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social que los hombres se otorgan o no mutuamente. Esto significa que se puede privar a un ser humano de su liber-tad, pero no de su libre albedrío, en este sentido, incluso encarcelado, él podrá y deberá tomar decisiones de pen-samientos, de palabras y de acciones. Ciertamente, esas elecciones serán más limitadas que si estuviera libre, pero, no obstante, existirán y condicionarán sus reacciones y con frecuencia incluso su futuro.

Visto desde este ángulo, podemos decir que la más grande libertad de la que puede gozar un individuo es la que le permite aplicar sin restricciones su libre albedrío, es-tando entendido que él mismo debe hacerlo respetando la libertad del prójimo. Desafortunadamente, se comprueba que millones de hombres y de mujeres a través del mundo no se benefician de éste, especialmente en los países go-bernados por regímenes totalitarios. Aquéllos que aplican o favorecen dichos sistemas no solamente atentan contra la dignidad humana, sino que se oponen igualmente a las leyes divinas. Tarde o temprano, sufrirán las consecuencias y tendrán ellos mismos la suerte de todos a los que les pri-varon injusta y arbitrariamente de la libertad. –ECR

Todo lo que para nosotros constituye el pasado, el presente y el futuro nos es dado en un bloque. Cada observador, a medida que pasa su tiempo, descubre, por así decirlo, nuevas rebanadas de espacio-tiempo las cuales le aparecen como tiempos sucesivos del mundo material a pesar de que, en realidad, el armado de los eventos que componen el espacio-tiempo exis-ten antes que su conocimiento de ellos.

Louis de Broglie (premio Nobel de física, 1929)

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los sUeños

¿Qué sueños son una forma de conocimiento, y cómo se relacionan con nuestra naturaleza profunda?

l estudio de los sueños forma parte integrante de un grado de las enseñanzas martinistas. En efecto, el conocimientos de los elementos más importantes acerca de los sueños es esencial

para los místicos. En todo tiempo, las tentativas para des-cifrar los símbolos transmitidos a través de los sueños han sido objeto de las investigaciones de los filósofos y de los espiritualistas.

El gran filósofo y psicólogo del siglo pasado, Carl Gus-tav Jung (1875-1961), dedicó su vida al estudio de la parte inconsciente de la naturaleza humana. En su obra, “El hom-bre y sus símbolos”, escrito para explicar al público lo que fue su contribución más importante para el conocimiento de la mente humana, y cuyas últimas notas fueron escritas sólo algunos días antes de su muerte, Carl Gustav Jung insiste sobre un hecho importante: el hombre no puede realizarse si no tiene un buen conocimiento de su vida inconsciente, por medio de sus sueños y de sus símbolos.

En la perspectiva de su pensamiento y la de sus discípu-los, que concuerda con el camino de los místicos, el sueño es considerado como una comunicación directa, personal y lle-na de significado, dirigida al soñador. Esta comunicación se efectúa por medio de símbolos que son conocidos por toda la humanidad, pero que solamente pueden interpretarse con la ayuda de un código individual.

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Los símbolos y los arquetipos son el lenguaje del in-consciente, el cual se manifiesta a nosotros principalmente a través de los sueños. El inconsciente nos guía en la edifi-cación de los elementos de nuestra personalidad profunda. Igualmente nos esclarece sobre la orientación de nuestro ca-mino hacia nuevas perspectivas de vida que forman parte de los objetivos de nuestra encarnación. También a veces hace las veces de sustituto de los enlaces que pudieran ser necesarios establecer con los planos superiores.

Para alcanzar sus objetivos, entonces, el inconscien-te nos envía las comunicaciones o los mensajes directos y personales a través de los sueños. Su objetivo es hacernos tomar consciencia de un estado, de una necesidad, o de un proceso vital en relación con nuestro estado fisiológico, mental, psicológico, emocional o espiritual. Es el conjunto de esos diferentes estados o condiciones, en los que el in-consciente observa constantemente, lo que explica las dife-rentes categorías o clases de sueños, que experimentamos cuando dormimos, esto es, los sueños compensatorios, an-ticipatorios, reductores, reactivos, curativos, incubadores e iniciáticos. –ECR

Hay sueños cuya estructura dramática lleva al paroxismo afectivo, paroxismo tan perfectamente realizado en el sueño que el durmiente se ve forzado a despertar por las emociones desencadenadas. Los sueños no sólo sirven para proteger el dormir. Sirven también, a veces, para interrumpirlo, cuando su función lo requiere. Por ejemplo, cuando tiene una impor-tancia vital para la orientación de la conciencia”.

Carl Gustav Jung “El hombre hacia el descubrimiento de su alma”

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experImentando la UnIcIdad

¿Puede alternar la autoconsciencia para entrar en la Consciencia Cósmica? Si es así, ¿podemos estar seguros, es decir, conscientes de que estamos en la unidad con la Consciencia Cósmica?

ógicamente, una forma de autoconsciencia debe persistir si tenemos que darnos cuenta de nuestra existencia personal, mientras se está experimentando la Consciencia Cósmi-

ca. En otras palabras, si el ser estuviera completamente sumergido en otro estado de consciencia, no sabría que está experimentando otro estado diferente. Solamente sa-bemos la diferencia de algo a través de la comparación con otra cosa.

Se dice con frecuencia que durante esta experiencia el ser se sumerge en la Consciencia Cósmica o Consciencia universal. Se menciona también que si eso es necesario, el ser, como lo conocemos, no se percibe en ese momento. Esto implica que la concientización de la existencia física, nuestra consciencia objetiva común está sometida, es decir, esencialmente perdemos la individualidad de su existencia mortal en ese momento. El estado dominante del estado de consciencia, entonces, es una percepción de la realidad infinita, como un estado sin forma para nuestros sentidos receptores. Por lo tanto, durante el periodo en el que ex-perimentamos la Consciencia Cósmica no hay consciencia del tiempo ni del espacio.

Esta Unicidad no puede describirse adecuadamente. Ninguna explicación podría ser aceptada por todas las per-sonas que han sido tan afortunadas para tener tal expe-

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riencia. Cada persona, cuando regresa al estado objetivo de la mente, explicará su experiencia de manera diferente. Algunos objetivarán su experiencia de lo que sintieron vie-ron o escucharon, esto es, recurrirán a la comparación con colores, sonidos, música, o cierto sentimiento de éxtasis. Debemos recordar que en ese estado de unicidad, la per-sona está en un estado dimensional diferente, simplemente no hay nada perceptible que pueda verdaderamente repre-sentarlo. Como dijimos, principalmente es cuando se regre-sa a la objetividad que se recurre a las cualidades sensitivas conocidas para tratar de formar una imagen que trasmita lo que se experimentó.

Veamos una analogía para aclarar más este punto. A un compositor le sería extremadamente difícil trasmitir en palabras a la consciencia del auditorio las impresiones que tuvo de su composición musical. Interna y psíquicamente, puede escuchar su composición, pero exponerla verbal-mente a otra persona sería complicado que la entendie-ra de igual manera. Esto se debe a que una facultad de nuestros sentidos es incapaz de relacionar completamente la experiencia por medio de otra facultad. Así también, la Consciencia Cósmica se ha explicado inadecuadamente a otros, usualmente en palabras de los efectos subsecuentes que el individuo experimentó.

En el momento en que las personas están teniendo la experiencia cósmica de la unicidad, saben que la están teniendo. Por “saben” queremos decir que aunque el ser se encuentra en un estado diferente de consciencia durante la experiencia, no obstante, tiene la percepción de ésta y que está experimentando un estado trascendental de conscien-cia al mismo tiempo. Epicuro, un antiguo filósofo griego, dijo: “En donde estamos, la muerte aún no está; y cuando la muerte llega, ahí ya no estamos.” Podemos tomarnos la

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libertad de parafrasear esta cita como sigue: “En donde la consciencia está, el ser está; y en donde la consciencia no está, el ser no está.” Simplemente, ya que estamos cons-cientes de la unicidad, se da a entender que no hemos per-dido completamente la consciencia de uno mismo, aunque el ser no se perciba como lo es comúnmente.

Se debe recordar que la consciencia no está fragmen-tada, que es una corriente continua de responsividad que fluye a través de los sistemas nerviosos, el cerebro y las cé-lulas del organismo humano. Sin embargo, la consciencia tiene grados de sensibilidad. Por ejemplo, hay octavas de la escala musical, que son diferentes en su manifestación, no obstante, todas están relacionadas como el sonido, cada octava respondiendo a vibraciones de diferentes frecuen-cias. Al igual que las diferentes octavas de la escala mu-sical son de varios niveles o tonos (velocidad vibratoria), así la consciencia, en sus diferentes niveles de sensibilidad, responde a diferentes fenómenos. Por ejemplo, tenemos diferentes estados de consciencia, las llamadas objetiva, subjetiva, preconsciente e inconsciente, este último es un término general que colectivamente abarca todas las otras formas de consciencia que tenemos que todavía no han sido definidas y clasificadas.

Aprendemos a movernos a lo largo de la corriente de la consciencia, pasando de un nivel a otro. Mientras lee esto, está en el estado de la consciencia objetiva; está centrando su atención en las impresiones del sentido de la vista. Si, por ejemplo, deja a un lado este artículo del Foro y recurre a su memoria para recordar lo que ha leído, entrando en el estado de introspección, entonces está realmente en lo que se designa como fase subconsciente de la consciencia. Cuando soñamos, nuestras impresiones son principalmen-te de esos niveles más profundos de la consciencia llama-

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do subconsciente. Podemos, por consiguiente, mediante la práctica de algunas técnicas rosacruces muy conocidas como la meditación, contemplación y proyección, causar que la consciencia revele fenómenos que son inusuales, y, no obstante, más reveladores que los niveles de conscien-cia que únicamente responden a los sentidos receptores. –ECR

¿Por qué tengo tanta dificultad en visualizar algo?

Con toda seguridad, está centrada en el aspecto visual de la técnica rosacruz de visualización. Recuerde que la verdadera visualización mística se trata de poner todo su ser en la situación y no solamente el sentido de la vista. Empiece por “sentir” lo que quiere visualizar, oler la atmósfera, escuchar los sonidos, y finalmente vaya a la visión. –ECR

Aquéllos que buscan la verdad únicamente a través del intelecto y el estudio sólo se alejan y se alejan de ella. No sino hasta que tus pensamientos cesan todas sus ataduras aquí y allá, no sino hasta que abandonas todos los pensamientos de búsqueda de algo, no sino hasta que tu mente permanece inmóvil como un madero o una piedra, entonces encontrarás el verdadero camino a la Puerta.

Huang-Po / Obaku

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