FINAL DE LA HISTORIASusana y Santiago empezaron a gritar desesperadamente pidiendo ayuda, pero como todos los empleados se haban ido nadie les escuchaba. Ya era casi de noche y ambos estaban muy cansados por lo cual se quedaron dormidos.Al da siguiente no soportaron estar ms ah y empezaron a empujar y chancar las paredes del ascensor. Santiago dio un fuerte puetazo a la parte superior y se dio cuenta que haba una tapa y empez a empujar ms fuerte. Despus de muchos golpes y con las manos rojas y ensangrentadas logro sacar la tapa y subi pero no se dio cuenta de que haba un fierro salido y se cort parte del pecho. Susana al darse cuenta de eso subi apresurada a auxiliar a Santiago .La herida no era muy profunda pero de ella sala mucha sangre, por lo cual rompi parte de la camisa de Santiago y cubri la herida con un fuerte nudo. Ambos tenan q subir la escalera para llegar al ltimo piso y poder salir. Santiago apenas pudo levantarse y se dio cuenta que no lo podra lograr. Entonces le dijo a Susana que saliera ella y llamara a una ambulancia. Susana no quera dejarlo solo pero Santiago insisti y as lo hizo. Susana se apur y logro salir. Fue a buscar su celular pero estaba dentro del coche y estaba cerrado. Susana estaba desesperada y fue corriendo a la casa de un vecino al cual le pidi ayuda y cayo desmayada. Despus de media hora vino la ambulancia y se llevaron a ambos al hospital. Santiago fue internado inmediatamente y Susana tambin, pues estaba muy devil y deshidratada. Susana se recuper despus de pocos das pero Santiago tena que estar en observacin por un mes, entonces Susana decidi quedarse con l. Entonces lo que Julin encontr en el ascensor fue manchas de sangre.

Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no s!Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,la resaca de todo lo sufridose empozara en el alma... Yo no s!

Son pocos; pero son... Abren zanjas oscurasen el rostro ms fiero y en el lomo ms fuerte.Sern tal vez los potros de brbaros Atilas;o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las cadas hondas de los Cristos del almade alguna fe adorable que el Destino blasfema.Esos golpes sangrientos son las crepitacionesde algn pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... Pobre... pobre! Vuelve los ojos, comocuando por sobre el hombro nos llama una palmada;vuelve los ojos locos, y todo lo vividose empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no s!