Feria zafra '14
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Tiranía animal
Apropiación distópica de ‘Rebelión en la Granja’ de
George Orwell
Víctor Charneco Sáez, escritor y periodista,
autor de “Devuélveme a las once menos cuarto” y “Duelos”
www.victorcharneco.com
@victorcharneco
Tiranía Animal | Víctor Charneco
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1.
- La distribución de individuos se hará según nuestro criterio. Seremos los cerdos los
que decidamos quiénes van a cada región y con qué misión específica se desplazan
hasta allí. No toleraremos ninguna injerencia por parte de otro animal en este
proceso. Y mucho menos de los humanos, claro está.
El gruñido de Napoleón resuena en la Nave de Subastas, reverberando en sus paredes y
adquiriendo un cierto tono metálico, marcial. Está situado en el centro del espacio
dedicado a la exhibición de ejemplares, pero nadie se atrevería a levantar su número y
pujar por él. El líder va dirigiendo la mirada hacia los distintos sectores del graderío,
deteniéndola en sus hermanos, en los representantes de las ovejas, aves y burros y, con
una sorna especial, en la comisión de personas al cargo de la FIG.
- No tengo que explicarles –les dice en tono amonestatorio- su posición meramente
ornamental en este proceso. Ustedes no son animales en sentido estricto, no
entienden de animales y, por tanto, no pueden tomar decisiones sobre los animales.
Así será a partir de ahora por el bien de todos.
El murmullo de aprobación de los miembros de las diferentes especies se acrecienta hasta
construirse en una ovación. Napoleón dibuja un gesto de complacencia que interrumpe un
par de segundos más tarde para ordenar un nuevo silencio expectante.
- No deben preocuparse, no obstante –continúa su alocución a los hombres-, por las
repercusiones de este cambio de papeles: pondremos todo de nuestra parte para
que sus congéneres, y especialmente los miembros de los medios de comunicación,
no perciban estos nuevos roles. Su posición dominante dentro de la raza humana
no se verá comprometida por nuestro ejercicio del poder.
2.
La umbría ha comenzado a extenderse por los pabellones del Recinto Ferial, cediendo el
protagonismo a las luces de colores y despeñando a la masa festiva en las experiencias
propias del deleite dionisíaco anual. En el despacho de la Gerencia de la FIG, sin embargo,
no parece que haya un ambiente propicio a la risa; sentados en torno a una mesa oval, los
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principales mandatarios están reunidos con el burro Benjamín, portavoz destacado de la
clase intelectual dentro del orden animal de la naturaleza.
- No les engaño –su rebuzno, bien timbrado, exquisito en su pronunciación del
lenguaje humano, se desliza con elegancia entre los presentes-, hay poco que alegar
frente a las instrucciones de Napoleón. Nadie alzará la voz contra su voluntad:
tiene dominadas a todas las especies con representación aquí...
- ¿Y qué podemos hacer entonces? –quien ha interrumpido es el Director de
Comunicación, no tan preocupado por la pérdida de poder agropecuario como por
los efectos de imagen que esta circunstancia pueda tener.
- Seguirles el juego. Obedecer aunque les resulte extraño. Los cerdos son animales
nobles, cumplirán con su palabra y no revelarán lo que está sucediendo. Más allá de
la Feria, su mando seguirá siendo el mismo; piénsenlo, no ceden tanto, apenas son
unos pocos días de mercado de ganado dentro de un mundo en donde la tecnología
se está haciendo con el control de sus vidas...
- Ya, pero ni siquiera se trata de eso. Es una cuestión mucho más profunda, ¿cómo
demonios vamos a otorgar el control de algo a... a unos... a unos cerdos? No es
lógico –la nueva voz pertenece a un dirigente político; en sus expresiones se percibe
la presencia de un miedo diferente, más cerebral e intenso-.
- También para los burros supuso un choque racional muy traumático asumir el
ascenso de Napoleón y los suyos al gobierno, pero contaron en su momento con el
apoyo de los perros, y ahora han sido capaces de generar unas normas de
comportamiento con las que el resto de la cabaña animal está de acuerdo. O lo
estaba al principio; desde su modificación hay muchas más dudas, aunque la fuerza
intimidatoria de los canes vuelve la disidencia una aventura suicida.
- ¿Normas? ¿De qué normas hablas? –la palabra ahora en posesión de un ganadero,
incómodo en su silla, agitado, probablemente con el latido siniestro de lo que este
cambio de paradigma puede suponer para su negocio.
- Los Siete Mandamientos –replica Benjamín-, una autorregulación de la Granja
Manor que tuvo algo de positivo en su origen por la defensa de los animales y la
creación de un estatus igualitario entre nosotros, y que posteriormente ha ido
mutando y desvirtuándose en su fundamento primero. La ambición de poder de los
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cerdos ha logrado evolucionar nuestro sistema organizativo hacia una forma de
tiranía animal en la que una única regla es aplicada según su criterio.
- ¿Y qué dice esa norma? –se atropellan los hombres para conocer la exigua
regulación por cuya actuación se sienten ahora amenazados.
- Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros –
concluye el burro con un largo, melódico y triste suspiro-.
3.
Cae la tarde de un lunes extraño cuando Marcelino ve abandonar el Ferial al último camión;
apoyado en una columna de ladrillos, trata de entender la secuencia de una semana
definitivamente incomprensible. Jamás en sus años de trabajo como mozo en las Naves de
Exposición había visto una Feria de San Miguel tan silenciosa, los responsables parecían
rendir pleitesía a las bestias y las subastas se regían por criterios imposibles de asimilar: tan
pronto un lote excepcional quedaba desierto y regresaba a su finca de origen, como otro de
discutible calidad cruzaba la Península en busca de pastos frescos.
‘Ha sido triste -piensa para sí-, como si estuviéramos organizando la última edición y ya
nunca más fuéramos a llenar estos pabellones con gorrinos, ovejas y vacas’. Mientras
reflexiona, la gorra algo ladeada sobre la cabeza y las botas camperas llenas de barro y
briznas sucias de paja, un cerdo cruza por detrás de él, deteniéndose, al igual que la
persona, a contemplar la salida de ese vehículo cargado de compañeros de especie
embarcados en una misión tan ambiciosa como sencilla: dominar a los humanos.
4.
Dos décadas después, el fenómeno será estudiado como una consecuencia de la
simultaneidad de dos circunstancias excepcionales: la manipulación genética de las especies,
dirán, produjo el alumbramiento de crías inteligentes, con capacidad para razonar y
verbalizar sus pensamientos. Una atroz sequía, concluirán, hizo el resto, dejando al alcance
de esos animales el gobierno de la Tierra.
Lo único cierto es que la hambruna diezmó a la población, creando desesperación en los
ciudadanos y llevándoles a confiarse a quien pudiera asegurarles el sustento. Fueron los
cerdos quienes lo lograron y se alzaron con el poder, controlando a la Humanidad por la
debilidad de su alimentación. El plan de Napoleón, contará el cronista Benjamín, fue tan
perfecto que apenas fue necesaria la utilización de alguna violencia residual.