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FRAGO, EL / 317 La villa de El Frago pertenece a la comarca de las Cinco Villas, ubicada en su parte más occi- dental. Su caserío está situado en un enclave privilegiado, en la orilla izquierda del río Arba de Biel, dominando este valle y el barranco de Cervera, a una altitud de 629 metros. Dista de Zaragoza 79,5 km y para llegar hasta allí deberemos encaminarnos en primer lugar a la autovía A-23 en dirección a Huesca. Tomaremos la salida 527, a la altura de Zuera, girando a la dere- cha para incorporarnos a la carretera A-1103 (también aparece como A-124), con dirección a Ejea de los Caballeros. Seguiremos por esta carretera, pasando por Las Pedrosas, Sierra de Luna y Luna, hasta girar a la derecha por el desvío que indica El Frago, para atravesar el puente sobre el Arba de Biel. El último tramo, unos escasos 3 km, se realiza por la carretera CV-106. La presencia humana en estas tierras está atestiguada desde época prehistórica, aunque la primera mención documental directa data del siglo XI, durante la conquista cristiana llevada a cabo por Sancho Ramírez. Es concretamente en el año 1068 cuando aparece citado por primera vez, en un documento conservado en el cartulario del monasterio de San Juan de la Peña, por el que este monarca dio a San Esteban de Orastre (en la sierra de Santo Domingo e integrada entre las posesiones de San Juan de la Peña) las décimas de Biel junto con una serie de concesiones, entre las que figura illo molendino de illo Frago. En un escrito posterior se indica que el mismo rey construyó un palacio en este lugar, lo que puede considerarse como su fun- FRAGO, EL Vista panorámica de El Frago

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La villa de El Frago pertenece a la comarca de las Cinco Villas, ubicada en su parte más occi-dental. Su caserío está situado en un enclave privilegiado, en la orilla izquierda del río Arba de Biel, dominando este valle y el barranco de Cervera, a una altitud de 629 metros. Dista de Zaragoza 79,5 km y para llegar hasta allí deberemos encaminarnos en primer lugar a la autovía A-23 en dirección a Huesca. Tomaremos la salida 527, a la altura de Zuera, girando a la dere-cha para incorporarnos a la carretera A-1103 (también aparece como A-124), con dirección a Ejea de los Caballeros. Seguiremos por esta carretera, pasando por Las Pedrosas, Sierra de Luna y Luna, hasta girar a la derecha por el desvío que indica El Frago, para atravesar el puente sobre el Arba de Biel. El último tramo, unos escasos 3 km, se realiza por la carretera CV-106.

La presencia humana en estas tierras está atestiguada desde época prehistórica, aunque la primera mención documental directa data del siglo xi, durante la conquista cristiana llevada a cabo por Sancho Ramírez. Es concretamente en el año 1068 cuando aparece citado por primera vez, en un documento conservado en el cartulario del monasterio de San Juan de la Peña, por el que este monarca dio a San Esteban de Orastre (en la sierra de Santo Domingo e integrada entre las posesiones de San Juan de la Peña) las décimas de Biel junto con una serie de concesiones, entre las que figura illo molendino de illo Frago. En un escrito posterior se indica que el mismo rey construyó un palacio en este lugar, lo que puede considerarse como su fun-

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Vista panorámica de El Frago

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dación y una primera población. En un documento recogido por Ubieto como falso, fechado en agosto de 1095, se señala que Pedro I donó la iglesia de El Frago a dicho monasterio. Fue el monarca Alfonso I el Batallador quien dio el definitivo empuje a dicho poblamiento, en lo que Berraondo denomina una segunda repoblación, a la que se hace referencia en un docu-mento fechado por Lacarra en 1115 o 1116. En él, bajo el título “Memoria de la donación que Alfonso I de Aragón hizo a Giraldo, monje de San Ruf de Francia, de un lugar desierto llamado Frago, donde estuvo el palacio del rey Sancho en Arba de Biel”, se narra la curiosa historia de la fundación del lugar, en la que el monarca, por la salvación de su alma y de sus antepasados, construyó una iglesia “en el lugar desierto llamado El Frago”, en el que anteriormente su padre había edificado un palacio, y la donó al monje Guiraldo para que allí morase como ermitaño. Éste, abrumado por lo inhóspito de la comarca en donde en aquellos tiempos eran frecuentes los lobos, otras fieras y los malos hombres, pidió ayuda a los monjes de la iglesia de San Martín de Biel, en donde se refugió. Estos monjes poco a poco se ocuparon de la repoblación de El Frago durante siete años, poniendo en marcha cultivos y estableciendo habitantes. El monarca mandó al eremita que regresara a El Frago y éste, viendo pacificada y habitada la zona, pactó con el abad de Biel ocuparse de nuevo de la iglesia de El Frago, cediendo a San Martín de Biel todos los derechos de la iglesia de San Nicolás. Para que pudiera establecerse de nuevo, el abad le entregó una mula, un vestido nuevo y 700 sueldos jaqueses. En 1115, Alfonso I el Batallador otorgó fueros a sus pobladores. Por este mismo documento concedía los diezmos y primicias de El Frago a San Juan de la Peña, al pertenecer la iglesia de San Nicolás a este monasterio. En 1284, Pedro III cedió al infante Alfonso todas las posesiones de la reina Constanza en Aragón, entre ellas las situadas en El Frago. Más adelante, en un documento fechado el 8 de octubre de 1320, Jaime II lo donó a un particular. En 1441, Alfonso V concedió privilegio a este lugar. El 28 de diciembre de 1444 el arzobispo de Zaragoza Dalmau de Mur compró a Jaime Martínez de Luna y a su mujer Sancha de Guzmán la baronía de Biel, que incluía la población de El Frago. A lo largo de la época medieval, tras la conquista cristiana, se produce el asentamiento de una importante comunidad hebrea, expulsada finalmente en 1492. A falta de noticias más antiguas, ofrecemos la del fogaje de 1495, en la que se contabilizaron 24 fuegos.

La villa de El Frago, al conservar en perfecto estado la mayor parte de su antiguo caserío, forma un bello conjunto arquitectónico medieval que todavía mantiene entre sus empinadas calles los restos de su judería. Como testigos de este barrio existen dos sillares en una fachada de la calle Mayor, uno procedente de la tumba del rabí Yom Tob, hijo del rabí Yishaq, y otro correspondiente al rabí Hayyim. En cuanto al arte románico podemos encontrar importantes ejemplos en la iglesia parroquial de San Nicolás de Bari y en la ermita de San Miguel, dentro de la propia localidad, que desarrollaremos a continuación. En sus alrededores existen dos ermitas, también románicas, que son prueba de la importancia medieval de este enclave. Son las de San Miguel de Cheulas, de la que tan sólo quedan sus ruinas, y la de Santa Ana, una sencilla construcción que podemos encontrar en lo alto de una colina a 1 km del núcleo urbano. Existe cierta controversia en la datación de este pequeño edificio, ya que Abbad sitúa su construcción a finales del siglo xii, mientras que otros autores como Almería la retrasan hasta el siglo xvi, aunque sin negar su inspiración románica.

Iglesia de San Nicolás

En la parte más elevada de El Frago, en una zona conocida como el Fosal, se levanta la iglesia parro-quial de San Nicolás de Bari. Forma parte de un con-

junto fortificado al que se accede por una portada abierta

en arco de medio punto, en el lado sur. Su enclave da pis-tas sobre su función defensiva, idea reforzada, en palabras de Guitart, por las saeteras abiertas en la parte alta de la nave y del ábside. No es extraño encontrar este conjunto

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en esta población, ya que El Frago fue una avanzada de Biel hacia el Sur, siguiendo el camino natural formado por el valle del río Arba.

La fábrica original románica fue reformada a lo largo de la primera mitad del siglo xvi, al igual que otras muchas de este territorio comarcal. A los pies se añadió una torre, en el lado norte una capilla lateral y en el lado sur otra capilla y el espacio de la sacristía. En el interior, a los pies, se realizó un coro alto sobre vigas de madera reforzadas por arcos diafragma. Tanto las capillas laterales citadas como la sacristía se cubrieron con bóvedas de crucería estrellada. La torre tiene una planta cuadrada y dos alturas en su alzado, con campanario en el cuerpo superior, en el que abren tres vanos. La remata un chapitel de sección piramidal con crestería de tipo goticista. Este edificio fue declarado Bien de Interés Cultural, en la categoría de Monumento, por el Gobierno de Aragón, según el decreto 280/2001 de 6 de noviembre.

La planta, románica, es de forma rectangular, ligera-mente irregular. Presenta nave única dividida en cuatro

tramos rematados por un ábside semicircular orientado al Este. Tiene una longitud que alcanza los 30 m y una anchura de 6,90 m en la nave. Dispone de dos accesos que se sitúan a los pies y en el segundo tramo del muro sur. Bajo la cabecera existe una cripta con las mismas dimensiones que ésta, gracias a la cual se niveló el terreno previamente a la construcción de la iglesia superior, opti-mizando de esta manera el espacio disponible. La planta de la cripta se desarrolla en dos tramos, uno rectangular y otro semicircular. Se accede a ella mediante unas escaleras por una puerta central. En el interior del templo parroquial domina la severidad arquitectónica, a lo que contribuye la escueta iluminación del conjunto a través tan sólo de tres ventanas: una centrada en el ábside, tras el retablo, otra a los pies, sobre el coro alto, ligeramente descentrada hacia el Sur, y la última en el primer tramo del lado sur. El hecho de que tanto la puerta como la ventana del hastial estén descentradas permite aventurar la preexistencia de la torre aneja, que sólo tiene como elemento a señalar una puerta sencilla de medio punto, cegada en su cara meridional. En

Exterior

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Ábside

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Planta

Alzado sur

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Sección longitudinal

Sección transversal

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el espacio de la cripta se abre otro vano, tan sólo observa-ble desde el exterior, ya que al interior queda oculto por el retablo barroco del Santo Cristo.

El conjunto está realizado con buena piedra sillar aunque tan sólo se aprecia en los muros exteriores, ya que el interior está completamente enlucido y pintado. En la cripta ocurre lo mismo, salvo por el zócalo que recorre el perímetro bajo de sus muros. Se registran numerosas mar-cas de cantero en los sillares exteriores. Debido a la cripta, el presbiterio y el cilindro absidal se encuentran elevados a un nivel superior con respecto a la nave. Los sistemas de cubrición usados son la bóveda de cañón apuntado sobre arcos fajones para los tres tramos de la nave y el presbiterio, y la bóveda de horno apuntada para el ábside. Esta última se refuerza con dos nervios con baquetón, que confluyen en el arco de embocadura y apean en columnas ocultas tras el retablo mayor. El diseño de la cabecera constituye, por tanto, una simplificación de las grandes cabeceras nervadas tardorrománicas tan habituales en las Cinco Villas (Ejea, Luna, El Bayo, etc.). La cripta, a su vez, también está cubierta por bóveda de cañón para el tramo rectangular y de cuarto de esfera para el ábside, nacien-do ambas desde el zócalo que rodea su perímetro. Los elementos sustentantes usados en la iglesia son columnas adosadas a los muros, rematadas en capiteles decorados a base de hojas.

La cabecera, de sección semicircular, está dividida en tres lienzos por las columnas que sostienen a los nervios que refuerzan la bóveda de horno usada en la cubrición. Los nervios confluyen en lo alto de la bóveda en una clave con la cabeza de un animal esculpida, de ojos saltones y gran hocico, tan sólo identificable con algún ser fantástico. Según Almería, los capiteles de las columnas del ábside que quedan ocultas tras el retablo tienen decoración escultórica; el septentrional con temática vegetal y, el meridional figurado, mostrando dos aves con los cuellos entrelazados y picoteándose las patas (tema habitual en Cinco Villas derivado de un modelo pamplonés y lege-rense que halló eco en Sos). El arco fajón que realiza la transición entre el tramo de bóveda de cuarto de esfera y el de cañón del presbiterio es ligeramente más ancho que el resto y apea en dobles columnas adosadas, con capite-les decorados a base de motivos vegetales del románico tardío: hojas grandes unidas por combados y con volutas en sus ángulos. A la altura de los cimacios, una imposta moldurada con baquetón horizontal bajo recorre todo el perímetro interior del edificio.

Al exterior las columnas interiores, tanto de la cabece-ra como de la nave, tienen su proyección en contrafuertes notablemente anchos que recorren en altura todo el alza-

do. En el entronque del cilindro absidal con el presbiterio se disponen sendas columnas de capiteles lisos, adosadas a los contrafuertes que refuerzan esta zona. El perímetro exterior de la cabecera está recorrido por una imposta de moldura doble a la altura de la base de la ventana central del ábside, que se detiene en los tramos de la nave del muro norte pero que continúa por toda la superficie del muro sur, enmarcando incluso la portada oeste. La interrupción de la moldura en la fachada septentrional coincide con un corte de obra manifiesto en la falta de trabazón de las hila-das. La ventana del ábside tiene una configuración exterior en aspillera, con las aristas achaflanadas y con el dintel de una pieza en la que se ha vaciado el arco de medio punto. La proyección hacia el interior queda oculta tras el retablo central, al igual que la del pequeño vano de la cripta, en este caso adintelado en la actualidad, si bien quedan vesti-gios para pensar que en origen también remataba en medio punto. Carece de cornisa y modillones, porque los muros se ven elevados varias hiladas por encima del remate de los contrafuertes, probablemente con intencionalidad militar.

Los arcos fajones apean sobre columnas adosadas al muro con capiteles lisos o pobremente decorados (a base de motivos vegetales muy esquematizados como hojas grandes lisas rematadas en volutas y bolas, o crecientes volteados), de canon poco esbelto. Al exterior, en el primer tramo del muro sur, sobre la imposta que recorre esta parte del perímetro del edificio, abre un vano de medio punto con abocinamiento interior y exterior. La composición de la ventana es igual a ambos lados, aunque al interior se encuentra parcialmente oculta tras los arcos que sostienen el coro alto de los pies. Sobre el vano se dispone una arquivolta lisa que apea en columnillas de fuste cilíndrico, con capiteles lisos y basas con dos toros y una escocia. La portada de los pies, en la parte meridional del muro hastial, tiene una anchura de 2,95 m, con una luz de 1,08 m en su vano. Se compone de dos arquivoltas de medio punto colocadas en gradación, lisa la exterior y con baquetón simple la interior. Cobijan un tímpano semi-circular, sostenido por ménsulas de triple bocel, que está decorado por un crismón sostenido por dos ángeles. El crismón es circular, trinitario, de seis brazos, con enmar-que en aro y con las letras griegas alfa y omega permuta-das, la segunda de ellas en forma de flor de lis. La S del brazo inferior aparece invertida. Los ángeles que lo sostie-nen visten túnicas y aparecen en genuflexión, adaptando así sus figuras y alas al espacio semicircular. La arquivolta interior apoya en columnas de fuste cilíndrico, rematadas en capiteles decorados a base de esquemáticas palmas de múltiples nervios y piñas o frutos en sus ángulos, mientras que la exterior lo hace en jambas rectas. En uno de los

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sillares de la jamba norte existe una inscripción que no ha sido transcrita íntegramente. Una chambrana con doble bocel enmarca el conjunto.

La portada sur, en resalte con respecto al muro para disponer de profundidad suficiente, se configura por cinco arquivoltas y chambrana decorada con flores de cuatro pétalos, sobre la que se dispone un pequeño alero sus-tentado por diez canecillos lisos. Las arquivoltas apean en ocho columnas cilíndricas, cuatro a cada lado, con capiteles historiados, y dos montantes rectos. Por encima de los capiteles se dispone una imposta que ha perdido la mayor parte de su decoración a base de un módulo repe-tido de hojas y frutos. La anchura total de esta portada, ligeramente acortada en su lado este por el volumen de la capilla lateral añadida en el siglo xvi, es de 5,50 m, con una luz de 1,62 m en su vano. Las arquivoltas, desde el exterior hacia el interior, presentan diversos motivos esculpidos. La exterior, más ancha que las demás, es totalmente lisa. La siguiente hacia el interior presenta un toro con dos escocias a cada lado. La tercera incluye un toro ligera-mente mayor que el anterior, con cinta en zigzag que recorre toda su parte interna. La siguiente arquivolta es exactamente igual que la segunda comentada. Finalmente, la interna más cercana al tímpano es la que confiere a esta portada su mayor valía, por el interés iconográfico del calendario esculpido en ella. Sobre el sentido de lectura de este calendario parece que los expertos no se ponen de acuerdo, lo que unido al deterioro de algunas de sus esce-nas no ayuda a clarificar este aspecto. Los últimos estudios parecen decantarse por una lectura de derecha a izquierda, en donde los meses, de enero a diciembre, seguirían el sentido contrario a las agujas del reloj y, por consiguien-te, el mismo recorrido que el ciclo solar. En cada una de las doce dovelas de esta arquivolta se distribuye una ale-goría de cada mes del año, mostrando las escenas de los trabajos agrícolas y acciones más características de cada uno de ellos. Las escenas de las tres dovelas inferiores de cada lado (enero, febrero, marzo, octubre, noviembre y diciembre) alinean sus personajes en sentido longitudinal, mientras que las seis superiores siguen la dirección radial. Conforme a estas pautas de lectura e interpretación nos encontramos con las siguientes escenas: en la primera dovela del lado este aparece un hombre con un haz de leña a sus espaldas que viste ropas de abrigo; en la siguien-te, correspondiente al mes de febrero, encontramos otra figura encapuchada, con ropas de abrigo y sentada ante el fuego. Según Gómez de Valenzuela el sayo con capucha que usa es idéntico al que llevan los pastores del capitel que representa el nacimiento de Cristo en el monasterio de San Juan de la Peña; en el tercer capitel, correspon-

diente a marzo, el hombre está podando vides y ya viste sayo corto y abarcas; el cuarto capitel muestra la figura de una mujer portando un ramo en forma de flor de lis en su mano derecha, con el brazo extendido, que parece aludir a la primavera. En los ropajes de esta figura, Gómez de Valenzuela también observa similitudes con las figuras femeninas del claustro de San Juan de la Peña; el siguiente capitel representa el mes de mayo y, aunque dudoso por su deterioro, parece verse una escena de cetrería en la que el cazador sostiene con su mano derecha un ave rapaz; en las dos siguientes dovelas, correspondientes a junio y a julio, se identifican trabajos de siega en los que el labrador parece blandir una hoz; el mes de agosto está representa-do por la escena de la trilla con mayal; la novena dovela, correspondiente a septiembre, está bastante deteriorada por la erosión, por lo que ha sido interpretada de diversas maneras. En todo caso parece que se trata de un hombre vareando un árbol, sin quedar claro si su intención es reco-ger sus frutos o alimentar a los cerdos con bellotas; en la dovela correspondiente a octubre se alude a la vendimia y posterior trasiego, mediante una escena en donde el campesino, todavía vestido con ropajes cortos, vierte el contenido de una vasija en una cuba asentada en el suelo; la undécima dovela representa el mes de noviembre con la matanza del cerdo, lo que coincide con la festividad de San Martín, el día 11 de dicho mes. De nuevo Gómez de Valenzuela ve similitudes entre esta composición y la de Caín y Abel en el claustro de San Juan de la Peña; finalmente, en la última dovela, el mes de diciembre se identifica una mesa con mantel de lino sobre la que se disponen los alimentos a modo de premio y descanso tras el tiempo de trabajo. De esta forma se cierra el ciclo, coin-cidiendo con la celebración de la Navidad, algo que otros autores como Aísa relacionan también con esta escena. Asimismo, Guarc interpreta esta escena como un hombre descansando sobre una cama. Esta variación en la inter-pretación de ciertas escenas se debe principalmente a la erosión de algunas de las dovelas, que lleva a identificarlas de diferentes formas. La utilizada en este estudio basa su interpretación en otros calendarios coetáneos de España, como el de la portada de Ripoll, en Girona (con el que incluso coincide en el sentido de lectura), el de la arqui-volta de Beleña de Sorbe, en Guadalajara, y las pinturas de San Isidoro de León. Para Gómez de Valenzuela, este tipo de representaciones, dentro del arte románico, suelen transmitir la idea de ciclo presidido por Cristo, símbolo del geocentrismo tan acorde con la mentalidad de la alta Edad Media. Al estar situada esta serie en la fachada meri-dional de la iglesia, el año comienza en el mismo lugar que el día: a la derecha, es decir, al Este, por donde sale el sol.

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Portada sur

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De esta forma el ritmo anual coincide con el ritmo solar, en una perfecta combinación del tema representado con el correr cotidiano del tiempo, que subraya el fluir de los meses con Cristo como centro. Algunos autores rechazan este simbolismo religioso, indicando que se tratan de sim-ples almanaques en donde se dispone un tema profano sin más, pero en el caso de El Frago se aprecia claramente que el tema pagano del ciclo anual se encuentra cristianizado y cargado de simbolismo religioso por la Iglesia, reforza-do todavía más con la representación de la epifanía del tímpano. Dicho tímpano apoya sobre dos ménsulas en las que se adivina el tema habitual del hombre enfrentado a una cabeza de monstruo. Hoy en día, presentan un grave deterioro por lo que su interpretación es bastante confusa, sobre todo en el caso de la del lado occidental. Sobre ellas se desarrolla la escena de la epifanía comentada, en la que se ve a los reyes entregando a Jesús, sentado en las rodillas de su madre, los obsequios que traen desde Oriente, mien-tras José dormita o medita, sentado en el lado derecho de la escena, ajeno al acontecimiento. Dicho relieve es muy similar al de San Miguel de Biota, entre otras cosas en la idéntica posición de los personajes (entre los que destaca la prosternación del primer rey, postura que ha sido pues-ta en relación con la proskynesis bizantina), siendo ambos

herederos del modelo del tímpano de la iglesia de Santia-go de Agüero. Las arquivoltas de la portada apean en ocho columnas provistas de capiteles figurados, algunos de ellos muy desgastados por la erosión. Comenzando por el lado oeste, en el capitel exterior podemos ver un personaje sometiendo a un águila, interpretado también como un arquero disparando contra una arpía. En el siguiente apa-rece una contorsionista ante el tañedor de un arpa, como en Biota y Ejea, y en los dos siguientes dos guerreros sobre sus cabalgaduras en acción de acometerse. En el lado este, siguiendo el mismo orden de exterior a interior, aparecen dos grifos enfrentados en el primero, un cantero tallando un sillar en el segundo, una bailarina contorsionada ante un músico que toca un albogue, en el tercero y una escena religiosa de dudosa identificación con tres figuras, una de ellas un ángel, en el más cercano a la puerta, que para Giménez Aísa representaría la Anunciación.

El conjunto de ambas portadas es atribuible al maestro de Agüero, también conocido como taller de San Juan de la Peña, entendiendo como tal la escuela de escultores que recorrieron esta zona aragonesa de Cinco Villas durante los años finales del siglo xii y los primeros del xiii y extendie-ron en numerosas localidades una manera de trabajar y un repertorio temático muy caracterizados, que tienen en el

Detalle de la portada occidental

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Portada sur. Capiteles del lado derecho

Portada sur. Capiteles del lado izquierdo

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Portada sur. Tímpano y arquivolta

Portada sur. Detalle de la arquivolta Portada sur. Capitel con músico y danzarina

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Interior. Detalle de la bóveda del ábside

Interior

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claustro de dicho monasterio una de sus producciones más relevantes. Se encuentran numerosos ejemplos similares en la zona, tanto en arquitectura como en escultura, que han podido servir de modelo o haber recibido influencia del edificio que nos ocupa. A las ya citadas habría que añadir la cripta de la iglesia de Santiago en Luna, que es idéntica a ésta. En cuanto a la decoración escultórica, hay que volver a hacer referencia a la iglesia de Agüero. También existen tímpanos similares al de la portada occidental de El Frago en San Felices en Uncastillo y en San Salvador de Ejea de los Caballeros (todos ellos hacen evolucionar los modelos de San Pedro el Viejo de Huesca). En lo referente a temas concretos de la arquivolta interior de la portada sur, varios motivos se relacionan con el arte borgoñón del segundo tercio del siglo xii, caso del encapuchado junto al fuego o el que transporta un haz de leña, este último similar al del mes de noviembre en el calendario de San Lázaro de Autun. Estas influencias son visibles también en relieves que este taller dejó en la portada de Santa María la Real en Sangüesa, quizá derivadas de su contacto con el escultor Leodegario. Por otro lado, el tema del festín y los perso-najes sentados a la mesa están en otras iglesias del norte de Francia, como Chartres.

Dentro de la iglesia, bajo el coro alto de los pies, se conserva una pila bautismal románica. Se trata de una gran copa vaciada en una sola pieza de piedra, lisa y de forma semiesférica. Mediante una sencilla basa apoya en un doble pedestal circular, también de piedra, muy similar al de la pila bautismal de la ermita de la Virgen de Cabañas en la Almunia de Doña Godina. En la sacristía de la iglesia se guarda una talla de madera policromada gótica de la Vir-gen sedente con el Niño sentado en su rodilla izquierda.

No existe documento alguno que sirva para conocer la fecha de consagración de esta iglesia, pero gracias a las semejanzas arquitectónicas y escultóricas comentadas se puede proponer una fecha aproximada. Tomando como referencia la escena de la epifanía esculpida en el tímpano de la portada sur y su similitud con la realizada previa-mente en la iglesia de Agüero y después en San Miguel de Biota, se puede datar esta obra en torno al año 1190, algo en lo que coinciden la mayoría de los expertos. Algunos de ellos, como Gómez de Valenzuela amplían la horquilla temporal hasta la segunda mitad del siglo xii o se deciden por los años 1170-1180, como Castiñeiras; Almería la retrasa hasta los primeros años del siglo xiii, por su simili-tud con las iglesias ejeanas.

Este edificio se encuentra situado en la carretera de acceso a la localidad, una vez cruzado el río Arba de Biel. Se trata de una pequeña construcción de

origen románico a la que en algún momento posterior se le añadió un coro alto en el tramo de los pies, del que quedan algunos indicios de su existencia, como algunos mechinales que sustentarían su solera. Ha sido restaurado recientemente por la Diputación Provincial de Zaragoza, entre 2002 y 2004.

Consta de una nave rectangular dividida en tres tramos, rematada en testero recto orientado al Este. Cuenta con una longitud de 15,50 m y una anchura de 6 m en la nave y de 5,15 m en el tramo de la cabecera. El volumen del cuerpo de la nave es más ancho y alto que el tramo de la cabecera, tanto en el exterior como en el interior. Tan solo existe un acceso, ubicado en el segundo tramo del lado sur, y tres vanos de iluminación, uno en el muro este, otro en el muro sur de la cabecera y otro en el hastial.

El aparejo usado en todo el conjunto es la piedra sillar, estructurada en hiladas de unos 24-26 cm, sobre las que abundan las marcas de cantería. La ermita está cubierta mediante bóveda de cañón apuntada sobre arcos fajones

que apean en columnas de fuste cilíndrico adosadas al muro, terminadas en capiteles lisos. Una imposta lisa recorre, a la altura de sus cimacios, los muros norte y sur. Los vanos comentados abren en aspillera al exterior y con derrame al interior. Este derrame forma sendos arcos de medio punto para las ventanas del eje longitudinal, mien-tras que en el caso de la del lado sur de la cabecera lo hace de forma adintelada. Existe otro vano de medio punto rebajado en el muro norte de la cabecera, con un hueco proyectado en el interior del muro. En la parte baja de los muros norte y sur de la cabecera se dispone un banco de piedra, ocupando toda la longitud de dicho tramo. En el exterior, los muros, tanto de la nave como de la cabecera, se coronan mediante dos aleros de escaso vuelo sustenta-dos por canecillos lisos, de los cuales sólo son originales los del tramo de la cabecera. Éstos dan paso a dos tipos de cubierta en la parte exterior, una compuesta por una serie de losas pétreas sobrepuestas en la cabecera, y otra fruto de la última restauración, a base de teja, ambas a dos vertientes.

La portada, situada en el muro sur del segundo tramo, abre en arco de medio punto, formado por cuatro arqui-

Ermita de San Miguel

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Tímpano de la portada

Exterior

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voltas lisas y una chambrana exterior sin decoración. La anchura de esta portada alcanza los 4,40 m, y la luz de su vano los 1,38 m. De las cuatro arquivoltas, tan solo la pri-mera y la tercera, desde el interior, presentan en su arista un baquetón enmarcado por dos escocias, mientras que las otras dos se componen de dovelas lisas. En esquema general y detalles se aprecia su inspiración en la de San Miguel de Cheulas.

Las arquivoltas baquetonadas apean sobre capiteles bastante deteriorados (dos a cada lado, por tanto) que han perdido sus fustes cilíndricos, mientras que las arquivoltas lisas descansan sobre jambas rectas. Los capiteles exterio-res son lisos (lo que entra en contradicción con lo afirma-do por Abbad, quien describió que la portada contenía tres capiteles decorados con hojas y uno de ellos con entre-lazo; quizá confundió en sus notas San Miguel con San Miguel de Cheulas). Respecto a los capiteles interiores, el oriental está decorado con un motivo de entrelazo muy torpe y el occidental con una sencilla decoración vegetal que ha perdido gran parte de su superficie. Es evidente que simplifican los motivos desarrollados en Cheulas. Por encima de los capiteles existe una imposta lisa, que se prolonga por todo el muro sur del cuerpo de la nave, dete-

niéndose en el tramo de la cabecera y en el muro de los pies. Dos ménsulas con estrías verticales sustentan la pieza más importante de este edificio, el tímpano, que presenta un crismón sobre un fondo liso. Se trata de un crismón circular, trinitario, de seis brazos, con aro muy resaltado con respecto al fondo del tímpano y con las letras griegas alfa y omega permutadas, con la particularidad de que la primera de ellas presenta forma cuadrada, y la segunda forma de flor de lis. Se trata de una pieza bastante sobria y sin adornos.

En el exterior, junto a la entrada, quedan fragmentos de dos losas pétreas pertenecientes a algún enterramiento, y en el interior, bajo el banco del muro sur de la cabecera, se aprecia otra sobresaliendo la mitad de su superficie. A falta de elementos escultóricos de calidad, carecemos de argumentos definitivos para datar el edificio. El apun-tamiento de las bóvedas evidencia su carácter tardorro-mánico, y la forma de las letras del crismón lo relaciona con otros de Cinco Villas. La portada está evidentemente inspirada en la de San Miguel de Cheulas, por lo que ha de ser posterior y no realizada por los mismos canteros. Cabe proponer que se construyera a comienzos del siglo xiii por maestros de carácter rural.

Interior

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Situada al norte de el frago, es de difícil acceso por lo oculta que se encuentra. Se puede llegar a ella por el antiguo camino de Biel, una pista que parte desde

las afueras del pueblo remontando el curso del río Arba de Biel por su margen izquierda. Tras unos dos kilómetros aproximadamente de recorrido, divisaremos un campo de cultivo a la derecha del camino. Desde aquí es necesario seguir a pie, bordeando el campo y subiendo al cerro que queda al Norte, siguiendo unos mojones de piedras que nos guiarán hasta las ruinas de la ermita. Antes de comen-zar este camino, se recomienda avistarla primero desde la carretera A-1103 que une El Frago y Biel, para ubicar su posición, ya que desde el camino antes citado no es visible debido a la frondosidad de la vegetación. Una vez pasado el punto kilométrico 22 de esta carretera, veremos las rui-nas en lo alto del cerro que se levanta al otro lado del río.

La ermita, hoy en un estado de ruina avanzada, fue la antigua iglesia parroquial de una aldea medieval conocida

como Cheulas. Probablemente quedaría despoblada en la propia Edad Media ya que no aparece en el censo reali-zado en 1495. Su nombre es fruto de una transformación oral progresiva, ya que en diversos documentos medieva-les aparece como Cheblas, Acheblas, Alcheblas e incluso Alqueblis. Ubieto no menciona tenentes propios de su castillo, posiblemente porque dependió de los titulares de Biel. La zona del valle del Arba de Biel fue conquistada por el navarro Sancho Garcés I, en 921, aunque perdida al final del siglo x por las algaradas de Almanzor. La nueva conquista cristiana fue realizada por Sancho el Mayor y en Biel se citan tenentes desde 1042. Pero no será hasta el reinado del aragonés Sancho Ramírez cuando empiecen a aparecer documentalmente tanto El Frago como Cheulas. La primera cita documental que hace referencia a esta aldea figura en un documento, fechado en 1073, en el que se realiza el inventario de las fincas de Biel que poseía la iglesia de San Esteban de Orastre. En él aparece citada

Ermita de San Miguel de Cheulas

Detalle del interior

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Sancti Stephani de Alcheblas, lo que, según Berraondo, indica una advocación distinta a la que ha llegado a nuestros días. En otro documento, fechado en enero de 1094, se hace de nuevo referencia a un campo de frutales situado en Alcheblas. En la narración de la repoblación de El Frago, noticia ya reseñada en la introducción, fechada por Laca-rra en 1115-1116, se hace referencia a este despoblado medieval concluyendo de la siguiente forma: “Y de esto son sabedores todos los vecinos de El Frago, de Alcheblas y de Biel, que esto vieron y oyeron”. En el testamento de Pedro Garcez, perteneciente al cartulario de Santa María de Uncastillo, fechado el 31 de diciembre de 1158, se menciona como testigo a un Enneco Lopiz, de Algeblas. Otra referencia del año 1271 cita que Acheblas tributaba, junto a Artieda, por una caballería, y que pertenecía a Fernando Sánchez, mayordomo de Aragón. Berraondo recoge una noticia de Zurita, en la que se indica que Pedro III (1276-1285) donó el castillo y villa de Acheblas a Blas Ximeno de Ayerbe, nutricio o cuidador, del infante Alfon-so. No se tiene ninguna referencia de la configuración de este castillo, que Berraondo supone como torreón y cuyos restos aún se conservan cercanos a la ermita. Finalmente, en el año 1300, Ledesma menciona a un Martín Cheulas.

Del edificio original tan sólo quedan en pie parte de los muros norte y oeste, junto con el trazado semicircular del ábside, bastante enterrado debido a la elevación del terreno producida por la acumulación de sedimentos y vegetación. La ermita de San Miguel de Cheulas tendría en origen planta de nave única rectangular, dividida en tres tramos, y cabecera compuesta por un tramo de pres-biterio y ábside semicircular orientado al Este. La longitud aproximada de la nave ronda los 13,20 m y la anchura los 6 m. El acceso se realizaba por la puerta, todavía en pie, del muro oeste. Tan sólo queda una ventana en el conjunto de las ruinas, que abre sobre la puerta.

Se trata de un edificio construido por completo en sillería, con hiladas de entre 24 y 30 cm de grosor. Los sillares de piedra que aún conserva su alzado muestran algunas marcas de cantería en forma de A, Z, + y tres rayas paralelas. Aunque tan sólo se conservan los arranques de la cubrición, los restos del muro oeste nos permiten saber que se trataba de una bóveda de cañón ligeramente apuntado, reforzada mediante arcos fajones que apeaban en columnas adosadas a los muros laterales. Cabe suponer que el ábside haría lo propio mediante una bóveda de hor-no, posiblemente más baja que la de la nave, ya que la luz del arco triunfal se adivina menor que la de los arcos fajo-nes, dato deducible gracias a la pervivencia del retranqueo de la embocadura entre nave y presbiterio. A media altura del muro norte, en el tramo del presbiterio, se aprecia el

nacimiento de una moldura que recorrería el perímetro interno del cilindro absidal. Sobre la portada, en lo alto del muro oeste, se dispone un vano de medio punto del que sólo se conserva el derrame hacia el interior. Parece ser que en tiempos de Abbad estaría decorado al exterior por ovos, ya que así lo describe este autor. En el muro norte se conserva una arquería ciega que es similar a la de la iglesia de San Gil en Luna, concretamente se conservan tres arcos de medio punto, uno en cada tramo de la nave. Estos arcos apean sobre jambas rectas rematadas por una imposta lisa en su parte superior, que continúa rodeando el fuste de las columnas adosadas de la nave. Por encima de esta arcada ciega se dispone otra imposta sin decoración que recorre la parte interior del muro norte, a la altura de los cimacios de los capiteles que sustentan los fajones, separando la bóveda de los lienzos verticales. De estos capiteles sólo se conserva el correspondiente al apeo norte del segundo arco fajón, que presenta una decoración con motivos vege-tales a base de palmetas esquemáticas, influenciadas ya por la arquitectura del Císter. Al exterior, de nuevo en el lado norte, perviven una serie de canecillos lisos que deberían sustentar un alero que se ha perdido.

La portada abre mediante cuatro arquivoltas de medio punto, en gradación, sobre las que se dispone un guarda-polvo decorado con un relieve de puntas de diamante. Tiene una anchura de 5,75 m, con una luz de 1,57 m. La configuración de esta portada es muy semejante a la de la ermita de San Miguel de El Frago. Al igual que en ella, de las cuatro arquivoltas, tan sólo la interior y la intermedia presentan en su arista un baquetón enmarcado por dos escocias, mientras que las otras dos se componen de dove-las lisas. Las arquivoltas baquetonadas apean sobre cuatro capiteles que han perdido sus fustes cilíndricos, mientras que las otras dos hacen lo propio sobre jambas rectas. El capitel exterior del lado oeste presenta una decoración a base de palmetas enmarcadas en formas ovaladas, al igual que el interior, con la diferencia de que éste presenta piñas en sus ángulos y una cinta en zigzag en su parte superior, similar a la tercera arquivolta de la portada sur de San Nicolás de Bari en El Frago, ya comentada. El capi-tel exterior del lado oriental presenta una decoración de entrelazos vegetales y palmetas invertidas, y el interior tan sólo entrelazos geométricos de patrones cruciformes. Su sencillez hace pensar en los motivos decorativos habitua-les en los cenobios cistercienses de la época. La semejanza con la ermita de San Miguel (siendo Cheulas anterior y de mejor calidad, por supuesto) sigue haciéndose patente en el tímpano, apeado sobre modillones con las tres estrías verticales ya comentadas en el anterior edificio, fracturado lateralmente por una grieta que parte la pieza verticalmen-

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Detalle del interior

Portada

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te. Presenta centrado un crismón trinitario de seis brazos y travesaño central horizontal, con aro de enmarque y cruz en el vano de la p. En este caso, a diferencia de su homóloga en El Frago, las letras alfa y omega no aparecen permutadas.

La construcción de la ermita de San Miguel de Cheulas se situaría en los últimos años del siglo xii o en los primeros del xiii, en fechas cercanas a la construcción de la iglesia parroquial de San Nicolás y anteriores a la ermita de San Miguel, ya reseñadas en este estudio.

Texto y fotos: JAN

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Capiteles de la portadas