EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN (1)

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EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN Felipe Fernández Ramos (pp. 263-270) INTRODUCCIÓN Al pasar de los evangelios sinópticos al de Juan recibimos la impresión de desembarcar en un mundo nuevo. Es como si, al desembarcar, nos encontrásemos con una montaña altísima, serena y majestuosa, cuya cumbre no alcanzamos a ver. De pronto "alguien" baja de aquella altitud inaccesible, se coloca en medio de nosotros y comienza a describirnos sus bellezas. Surge entonces la pregunta inevitable, al par que temerosa, sobre los posibles caminos de acceso a la montaña. Entonces, el "escalador" descendido, sentado en medio de nosotros, comienza a contarnos cosas asombrosas. No podéis alcanzar a ver toda la montaña: A Dios nadie le vio jamás (Jn 1,18). Quiso, sin embargo, que los hombres supiesen de él y, para ello, les envió a su Hijo: Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su propio Hijo (Jn 3,16). La ascensión a la montaña se hace tentadora. ¿Por dónde se sube? Yo soy el camino (Jn 14,6a). Hay muchos caminos, pero, para llegar hasta arriba, sólo hay uno: Yo soy... La tentación de la montaría incluye ahora también el camino. Ya de antemano sabemos que tiene que ser duro y escarpado. ¿Vale la pena el esfuerzo? ¡Claro! Nos lleva a la montaña: Nadie llega al Padre sino por mí... Yo soy la puerta (Jn 14,6b; 10,7). Nos regala la vida verdadera que únicamente allí se vive en plenitud, libre de contaminación y de muerte: Yo soy la resurrección y la vida (Jn 11,25). Nos sustenta en el esfuerzo ascensional: Yo soy el pan verdadero (Jn 6,35ss). Nos refresca con el único agua que salta hasta la vida eterna (Jn 4,14). Nos decidimos a subir. La escalada tienen garantizado el éxito: Yo voy delante para evitar la dispersión y el peligro, como el pastor (Jn 10,11; 12,32). Vosotros debéis permanecer unidos entre vosotros y conmigo, como los sarmientos con la vid (Jn 15,1-7). Y llegaremos. Claro que llegaremos: El que cree ha pasado de la muerte a la vida (Jn 5,24). Hemos llegado. Así son las alturas y profundidades en que se mueve y nos envuelve el cuarto evangelio. Como el águila que se nos pierde de vista en las alturas y se lanza de improviso en picado hasta el abismo. Nuestros ojos la siguen extasiados, participando en su vuelo impresionante. Nada tiene de particular que, desde antiguo, este evangelio haya sido llamado "espiritual". Sólo el Espíritu es

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Resumen y características del evangelio de San Juan

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EVANGELIO SEGÚN SAN JUANFelipe Fernández Ramos

(pp. 263-270)INTRODUCCIÓN

Al pasar de los evangelios sinópticos al de Juan recibimos la impresión de desembarcar en un mundo nuevo. Es como si, al desembarcar, nos encontrásemos con una montaña altísima, serena y majestuosa, cuya cumbre no alcanzamos a ver. De pronto "alguien" baja de aquella altitud inaccesible, se coloca en medio de nosotros y comienza a describirnos sus bellezas. Surge entonces la pregunta inevitable, al par que temerosa, sobre los posibles caminos de acceso a la montaña. Entonces, el "escalador" descendido, sentado en medio de nosotros, comienza a contarnos cosas asombrosas. No podéis alcanzar a ver toda la montaña: A Dios nadie le vio jamás (Jn 1,18).

Quiso, sin embargo, que los hombres supiesen de él y, para ello, les envió a su Hijo: Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su propio Hijo (Jn 3,16). La ascensión a la montaña se hace tentadora. ¿Por dónde se sube? Yo soy el camino (Jn 14,6a). Hay muchos caminos, pero, para llegar hasta arriba, sólo hay uno: Yo soy... La tentación de la montaría incluye ahora también el camino. Ya de antemano sabemos que tiene que ser duro y escarpado. ¿Vale la pena el esfuerzo? ¡Claro! Nos lleva a la montaña: Nadie llega al Padre sino por mí... Yo soy la puerta (Jn 14,6b; 10,7). Nos regala la vida verdadera que únicamente allí se vive en plenitud, libre de contaminación y de muerte: Yo soy la resurrección y la vida (Jn 11,25). Nos sustenta en el esfuerzo ascensional: Yo soy el pan verdadero (Jn 6,35ss). Nos refresca con el único agua que salta hasta la vida eterna (Jn 4,14). Nos decidimos a subir. La escalada tienen garantizado el éxito: Yo voy delante para evitar la dispersión y el peligro, como el pastor (Jn 10,11; 12,32). Vosotros debéis permanecer unidos entre vosotros y conmigo, como los sarmientos con la vid (Jn 15,1-7). Y llegaremos. Claro que llegaremos: El que cree ha pasado de la muerte a la vida (Jn 5,24). Hemos llegado.Así son las alturas y profundidades en que se mueve y nos envuelve el cuarto evangelio. Como el águila que se nos pierde de vista en las alturas y se lanza de improviso en picado hasta el abismo. Nuestros ojos la siguen extasiados, participando en su vuelo impresionante. Nada tiene de particular que, desde antiguo, este evangelio haya sido llamado "espiritual". Sólo el Espíritu es capaz de moverse con tanta soltura en medio de tan grandes misterios. Moverse y hacer que nos movamos.Tiene algo en contra suya este libro maravilloso y único desde muchos aspectos: ser demasiado claro, hablar en directo, rehuir en lo posible el lenguaje indirecto. Al hablar como nosotros: la verdad os hará libres (Jn 8,32), Yo he venido para dar testimonio de la verdad (Jn 18,37), Yo he vencido al mundo (Jn 16,33), Yo soy de arriba, vosotros de abajo (Jn 3,31s), La vida eterna consiste en que te conozcan... (Jn 17,3), Yo tengo otro alimento... (Jn 4,32) podemos caer en la tentación de obligarle a decir con ese lenguaje tan directo lo que nosotros pensamos cuando lo utilizamos. Sería empobrecerlo. Nuestro esfuerzo debe ir encaminado a captar las profundidades de sus secretos a través de la impresionante sencillez de su decir.

1. JUAN Y LOS SINÓPTICOS

En la comparación entre Juan y los sinópticos, lo primero que debe afirmarse es que Juan pertenece, lo mismo que los sinópticos, al género literario "evangelio": describe la actuación de Jesús desde sus contactos con el Bautista hasta su muerte y resurrección. Contiene igualmente información sobre sus milagros y actividad doctrinal. A pesar de este cuadro general coincidente, se hace necesaria una revisión más detallada, gracias a la cual aparecerá con claridad la gran novedad de Juan frente a los sinópticos. Esto puede apreciarse desde distintos ángulos:

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-En las narraciones comunes, por ejemplo la vocación de los discípulos o la purificación del templo, Juan introduce variantes y enfoques importantes.

-Hay temas importantes que narran los sinópticos y omite Juan: el evangelio de la infancia, discurso o sermón de la montaña, las grandes parábolas, expulsiones de demonios...

-Juan aporta un material desconocido por los sinópticos: los episodios de Nicodemo, la samaritana, el paralítico de la piscina, el ciego de nacimiento, la resurrección de Lázaro, las alegorías del pastor y la vid...

-En relación con la forma literaria, el material sinóptico está compuesto -si prescindimos de los relatos de la pasión- por narraciones aisladas, sentencias breves o grupos de sentencias, que han sido ordenadas y sistematizadas por los evangelistas. En Juan predominan los discursos temáticos. Presenta, además, temas nuevos y utiliza un vocabulario y unas técnicas nuevas.

-La gran movilidad de Jesús en el aspecto cronológico y geográfico, que autoriza a seguir pensando en los tres años de vida pública: varios viajes de Judea a Galilea, tres celebraciones de la pascua... Así se rompe el esquema férreo de los sinópticos: Galilea y Jerusalén con un único viaje que une ambos escenarios y que permitiría reducir el ministerio público de Jesús a unos cuantos meses, pues en ellos sólo se habla de una pascua.

-La relación concreta de Juan con cada uno de los sinópticos es una cuestión muy compleja. Por lo que se refiere a Marcos estaría justificada desde la secuencia que comprende la multiplicación de los panes, la marcha sobre las aguas, vuelta a la otra orilla, petición de señales, confesión de Pedro (Jn 6; Mc 6,34-8,29). Estas coincidencias se explicarían suficientemente desde la tradición común de la Iglesia. La relación de Juan con Mateo se establece, a veces, sobre bases tan poco sólidas que no vale la pena ni hablar de ellas. Las coincidencias con Lucas son las más numerosas: muchas afinidades en los relatos de la pasión, la triple declaración de inocencia que Pilato hace de Jesús, las hermanas Marta y María... La relación es de clara dependencia, pero ésta ha podido realizarse a través de una fuente que .ambos pudieron utilizar independientemente.

A modo de conclusión, digamos que Juan no ha escrito para completar a los sinópticos (teoría complementaria), á los que supondría conocidos por sus lectores; ni para interpretarlos, teniendo en cuenta la dificultad de los mismos (teoría de la interpretación): ni, menos aún, para suplantarlos por una presentación más actualizada del mensaje evangélico (teoría de la suplantación). Tanto Juan como los sinópticos son absolutamente válidos, cada cual como representantes de una tradición respectiva. Debe hablarse de la tradición sinóptica y de la joánica como de dos realidades independientes. Hay que afirmar que Juan, independientemente de los sinópticos, ha construido un tipo nuevo de "evangelio", análogo al sinóptico y distinto de él.

2. AMBIENTE RELIGIOSO Y CULTURAL

¿Qué mundo, qué mentalidad, qué filosofía de la vida tiene delante el evangelio de Juan? Las hipótesis al respecto son múltiples:

-Algunos autores siguen pensando en el mundo judío. En el evangelio se habla de las fiestas judías: son conocidas las costumbres judías; son familiares los problemas que planteaba el descanso sabático; la presencia del Antiguo Testamento es notable... La influencia del mundo judío en este evangelio es innegable, pero resulta insuficiente para explicar sus peculiaridades.

-Muchos estudiosos del evangelio de Juan afirman la necesidad de contar con el mundo griego o el mundo de la filosofía helenista. Dicha influencia es innegable. La presencia del término "logos" bastaría para justificarlo.

-El inundo de la gnosis. Se trata de una corriente filosófico-religiosa preocupada por la salvación del hombre. Esta salvación sólo puede lograrse mediante la gnosis o conocimiento

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revelado. Esta corriente se diversificó en distintas tendencias; gnosis mandea o mandeismo, de la que queda actualmente algún vestigio en Irak; la gnosis cristiana, representada en las "odas de Salomón" y en el "evangelio de la verdad". Las dos clases de gnosis coinciden con el evangelio de Juan en muchas cosas, en la concepción dualista del mundo; expresiones como ser de la verdad, de la luz. etc.

-Los escritos herméticos o hermetismo, procedentes del mundo greco-romano. También insisten en el conocimiento revelado, en la inmortalidad y en la vida verdadera.

-La última moda fue Qumrán. Los paralelismos son clarísimos. Baste recordar el subtítulo de su libro principal: “Guerra de los hijos de la luz con los hijos de las tinieblas”. No obstante Qumrán no es el suelo materno donde nació el evangelio de Juan,

Como conclusión digamos lo siguiente: No puede negarse la presencia e influencia del Antiguo Testamento y del judaísmo rabínico en el cuarto evangelio. Las semejanzas innegables con otros mundos religioso-culturales deben explicarse desde un fondo cultural común.

Junto a las grandes semejanzas con el mundo judío y con la mentalidad griega, las diferencias frente a ellos resultan llamativas. Para el mundo judío era inevitable el escándalo del ahora; lo que ellos esperaban para el futuro, lo presenta el evangelio de Juan como siendo ya realidad actual: la aparición del Mesías, el juicio, la resurrección, la vida verdadera, el nuevo éxodo, el nuevo nacimiento. Para el lector de mentalidad griega era igualmente inevitable el escándalo de la carne, que Dios irrumpiese en este mundo material, humano y malo por definición, era impensable. Para dicha mentalidad era inadmisible que la palabra se hiciese carne.

Este reto, lanzado a los dos mundos religioso-culturales de la época, debe ser puesto de relieve para no dejarnos seducir fácilmente por las semejanzas que suelen aducirse, con toda razón, entre dichos mundos y el cuarto evangelio.

3. LA COMUNIDAD JOÁNICA

Al hablar de la comunidad joánica nos referimos a todos aquellos grupos de cristianos que veían reflejada su fe en el cuarto evangelio. No es fácil reconstruir su imagen, puesto que el único punto sólido de referencia lo constituye el evangelio y, en parte, también las cartas de Juan.Muy probablemente dicha comunidad surge en el norte de Palestina al margen del judaísmo oficial; se halla en contacto con el judaísmo heterodoxo y participa con él de las influencias procedentes del mundo griego y, en concreto, de las corrientes gnósticas. Al igual que el mencionado judaísmo heterodoxo, es también víctima de las invectivas y ataques de los representantes de la ortodoxia oficial judía.La comunidad joánica nace como consecuencia del contacto con el movimiento cristiano. Se interesa por Jesús en quien llega a descubrir al profeta esperado para el fin de los tiempos, al estilo de Moisés. Fueron los primeros pasos de este grupo de cristianos que se caracteriza por una "simpatía" hacia Jesús y el movimiento que había surgido en torno a su persona. Los simpatizantes no pueden llamarse todavía cristianos. Su fe inicial, incipiente pero insuficiente –Jesús era el Mesías profético (Dt 18,15ss); no de origen divino, sino sencillamente un hombre enviado por Dios, el hijo de José de Nazaret (Jn l,45s; 6,42)–, no les llevó a ninguna clase de colisión ni conflicto alguno con el judaísmo oficial. Al fin y al cabo, aquel nuevo movimiento encajaba dentro de la multitud de sectas y grupos religiosos existentes dentro del judaísmo y,

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por tanto, no era en modo alguno preocupante. La figura de Jesús no había sido valorada en toda su dimensión. Era necesario poner en primer plano su divinidad: Jesús es el Hijo de Dios. Este nuevo planteamiento originó serios problemas a dos niveles. Dentro de la comunidad inicial muchos de sus miembros se negaron a dar el paso requerido. Entonces se produjo el primer desgarrón o ruptura dentro de la comunidad. Un buen número abandonó aquel entusiasmo inicial y aquella fe incipiente. Tenemos indicios suficientes de ello en Jn 6,60ss y en los caps. 7 y 8. Fuera de la comunidad, en relación con el judaísmo oficial, aquella nueva fe, que hasta entonces había resultado inofensiva, se hacía intolerable, incompatible con un verdadero monoteísmo, el dogma principal del Antiguo Testamento. Es entonces cuando se toman medidas contra los que profesan dicha fe, se les excluye de la sinagoga (Jn 9,22; 12,42; 16,2). Incluso podían ser perseguidos hasta la muerte (Jn 10,28s; 15,18; 16,2). Esto produjo nuevos desgarramientos, con la consiguiente disminución de la comunidad.

La aceptación de Jesús como el Hijo de Dios fue la ocasión para que muchos pensasen que no podía ser hombre verdadero. El mundo de Dios es tan distinto y está tan distante del mundo del hombre que no podía ni pensarse siquiera que pudiese entrar en contacto con él. Así se manifestaban algunas corrientes filosófico-religiosas de la época, como la gnosis. Por esta causa se produjo una nueva ruptura en la comunidad joánica. De ella nos informa la primera carta (1 Jn 2,19).

4. COMPOSICIÓN DEL CUARTO EVANGELIO

Este evangelio presenta una unidad y cohesión internas mucho más fuertes que los sinópticos. Este hecho, sin embargo, no quiere decir que la obra haya sido compuesta de una única vez y por un único autor. Tenemos claros signos de que existió un proceso de "composición". Por destacar lo más sobresaliente: Jn 14,31 tiene su continuación lógica en Jn 18,1. Esto quiere decir que entre ambos textos se ha abierto un espacio para colocar Jn 15-17. El orden natural de Jn 4-7 sería el siguiente: 4.6.5.7, problema que ya se vio desde antiguo. Jn 21 es una clara adición al evangelio ya terminado, como nos consta, entre otras razones, por el final original, que tenemos en Jn 20,30s. Esto quiere decir que ha habido varias manos que han trabajado en la obra.

La cuestión es sumamente compleja. El planteamiento que nos parece más cercano a lo ocurrido distinguiría tres momentos fundamentales en su composición: la existencia de un primer 'escrito, el evangelio original, muy parecido a los sinópticos, y que constaría de una serie de hechos y dichos de Jesús. Dicho escrito le presentaría como un Mesías profético, al estilo de Moisés (Dt 18,15s); sería el hijo de José, de Nazaret (Jn 1,45s; 6,42), sin pretensiones divinas en relación con su persona.

Este primer escrito fue elaborado profundamente por el evangelista. A él se le deben los grandes discursos y discusiones. Todo aquello que presenta a Jesús como el Revelador, el enviado del Padre, el Hijo del hombre... Además, los hechos narrados por el evangelio original fueron reelaborados por el evangelista en esta dirección. Sirviéndose, naturalmente, de las enseñanzas de Jesús y de sus hechos como base de su reflexión. La respuesta adecuada a este Jesús es la fe y el amor. Esta presentación tan "elevada" creó graves problemas, tanto a nivel interno, dentro de la vida de la comunidad, como en el nivel externo, en su relación con los dirigentes judíos.

Las circunstancias histórico-culturales hicieron necesaria la intervención de un redactor final, que debió poner los puntos sobre las íes en una serie de cuestiones, como la plena realidad de la encarnación, el realismo de la eucaristía y de la muerte de Cristo, la respuesta concreta del creyente frente al odio del mundo, etc.

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5. CARACTERÍSTICAS Y CLAVES DE LECTURA

El evangelio de Juan es un escrito doctrinal en forma de evangelio. Su intención primera es la enseñanza, no la narración. Esta se halla en función de aquella; es su vehículo, el vestido del cuerpo doctrinal. Esto significa que el interés principal de la obra es el teológico, no el histórico. En él los milagros son signos; los discursos, más que discursos de Jesús, son discursos sobre Jesús. Su interés es siempre cristológico; las discusiones no versan sobre los problemas del tiempo dé Jesús': la ley, el sábado, los alimentos puros e impuros... sino sobre las pretensiones de Jesús de ser el enviado del Padre...; son discusiones sobre Jesús; la doctrina no tiene como centro de gravedad el reino de Dios, sino otras categorías que expresan la misma realidad: verdad, vida, luz, mundo de arriba...

También los recursos literarios tienen sus propios caminos: el evangelista recurre a la incomprensión, como método pedagógico para suscitar ulteriores explicaciones por parte de Jesús; intencionadamente deja imprecisas las escenas: ¿que fue de Nicodemo o de la samaritana o de los griegos que querían ver a Jesús? De este modo las saca del terreno de lo anecdótico y las traslada al campo de lo teológico y representativo. A veces las palabras o frases tienen doble o múltiple sentido, buscado por el evangelista, porque uno aclara y completa al otro. En la mención y descripción de las personas, muy frecuentemente, lo que se busca es su representatividad o funcionalidad por encima de su realidad estrictamente personal.

6. TENDENCIAS SUBYACENTES

Para la comprensión de una obra es importante conocer sus tendencias y preocupaciones. En la nuestra descubrimos las siguientes:

-Tendencia antibautista: Los discípulos de Juan el Bautista habían sobrevalorado la figura de su maestro diciendo de él que era todo aquello que nuestro evangelio le niega: No era la luz, ni el Mesías, ni Elías, ni el profeta, ni el esposo, ni había hecho signo alguno... (Jn 1,6-8.15; l,19ss; 3,27-30; 5,33-35; 10,41). El evangelista pone los puntos sobre las íes: el Bautista fue el precursor de Jesús y, sobre todo, su testigo cualificado.

-Tendencia antignóstica: La gnosis defendía la incomunicabilidad del mundo de arriba, el de Dios, con el de abajo, el del hombre. Para esta mentalidad la afirmación cristiana: Jesús es el Hijo de Dios, implicaba la negación de la verdadera encarnación, de la muerte y de la eucaristía. Para los gnósticos, Jesús, a lo sumo, había sido el "médium" del que se sirvió el Cristo celeste para comunicar al hombre el conocimiento revelado o la gnosis salvadora. El Cristo celeste había "utilizado" a Jesús desde el bautismo hasta la pasión en que le abandonó. Frente a esta tendencia nuestro evangelio insiste, más que ningún otro documento del Nuevo Testamento, en los tres puntos principales que los gnósticos hacen incompatibles con la fe cristiana: la encarnación (Jn 1.14), la muerte (Jn 19,17-41) y la eucaristía (Jn 6,5 lb-58).

-Tendencia antijudía: Esta tendencia se manifiesta en las discusiones de Jesús con los judíos, que negaban lo que Jesús afirmaba de sí mismo. El mejor ejemplo lo tenernos en los capítulos 7 y 8. En las decisiones, decreto de excomunión lanzado por los judíos contra los cristianos (Jn 9,22; 12,42; 16,2). En el distanciamiento que supone la forma de hablar del evangelista: la fiesta "judía" de la pascua (Jn 6,4; 12,1; 13,1), que ha sido sustituida por la pascua cristiana. En las imágenes y expresiones que presentan a la Iglesia como el nuevo Israel (vid y sarmientos, pastor y rebaño, hijos de DIOS... apropiándose de esté modo algo que los judíos creían poseer en exclusiva). En la presentación que hace de los enemigos de Jesús que no son los escribas y fariseos, sino los judíos: los dirigentes judíos, no el pueblo judío.

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-Tendencia antieclesiástica: No hablamos de una tendencia antieclesial, sino antieclesiástica. Esta se halla subyacente en relación con una concepción mágica sobre los sacramentos. Nótese que, en los tres textos aceptados unánimemente como sacramentales: el relativo al bautismo (Jn 3,3.5), a la eucaristía (Jn 6,51b-58) y a los dos juntos (Jn 19,34), el evangelista, en todo el contexto, acentúa la necesidad de la fe hasta tal extremo que deja entender con claridad suficiente que el sacramento sin la fe no es nada. Naturalmente que el evangelista acepta los sacramentos, pero manifiesta serias reservas frente al modo como estaban siendo celebrados. Las mismas reservas manifiesta frente al concepto de "discípulo". Ya entonces existía la tendencia a identificar a los discípulos con los Doce. A estos les menciona nuestro evangelio únicamente dos veces (Jn 6,67 y 20,24).

7. ESTRUCTURA Y CONTENIDO

En el evangelio de Juan se nos presenta a Jesús como el Hijo del Padre que, arrancándose de su más íntima unión con él, aterriza en nuestra historia y comparte nuestra naturaleza humana. Comunica a los hombres los secretos y la vida misma de Dios y retorna después, a través de su pasión–glorificación, a su punto de origen. Este esquema general se desarrolla en dos grandes partes: I. Manifestación al mundo mediante la narración de hechos y palabras que le acreditan como el Enviado (Jn 2,1-12,50). II. Revelación más particular a los suyos, que culmina en la pasión-resurrección (Jn 13,1-20,31).

La primera gran parte es conocida como el "libro de los signos". En ella se nos narran los siete milagros-signos, elegidos por el evangelista de entre otros muchos posibles. Ellos constituyen, a su vez, la base para la subdivisión en siete secciones, cada una de las cuales desarrolla una tesis o pensamiento fundamental. Su estructura se ordena sobre la base de uno o dos signos a los que se añade uno o dos discursos. Estos interpretan todo el alcance de aquellos y, a su vez, encuentran en ellos la base sólida que evita la consideración del evangelio como una mera ideología.

La segunda parte se conoce como el "libro de la pasión o de la gloria". En este evangelio, la gloria comienza en la despedida de Jesús y culmina en la resurrección o retornó del resucitado al Padre. La gloria se manifiesta tanto en los discursos de despedida (Jn 13-17) como en el relato propiamente dicho de la pasión (Jn 18-20).

Esta estructura general se halla precedida de la presentación del protagonista –Cristo, palabra eterna de Dios– mediante el célebre prólogo (Jn 1,1-18) y el testimonio que dan de él el Bautista y los discípulos (Jn 1,19-51); y va seguida de un epílogo que describe la tarea de la Iglesia en el mundo después de la partida de Jesús (Jn 21).

8. SÍNTESIS TEOLÓGICA

Esta comunidad, lo mismo que el evangelio en el que cristaliza su fe, es la más "espiritual", es decir, aquella en la que más fuertemente sopló el Espíritu. Esto la llevó a descubrir la más alta cristología; a no entenderse como comunidad sino desde ella. De ahí que, incluso las grandes imágenes de la Iglesia: la del pastor o la de la vid, sean primariamente cristológicas. La presencia del Espíritu llevó también a esta comunidad a deducir todas las conclusiones ético-morales derivadas de una imagen de Cristo captada desde la iluminación intensa del Paráclito; a centrar su respuesta a la acción salvadora de Dios en la fe y en el amor: a censurar con una ironía tan fina como implacable a todos aquellos que no eran coherentes con la confesión de su fe, como era el caso de los cristianos "vergonzantes" (Jn 12,42).

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Una comunidad inquebrantablemente fiel a su fe cristiana. Con la entereza necesaria para no claudicar en lo esencial; dispuesta a soportar divisiones, rupturas, deserciones, persecuciones, excomuniones... Con la convicción de que nadie, ninguna autoridad, por influyente y poderosa que fuese, podía arrebatar a las ovejas del poder salvador de Cristo y de su Padre (Jn 10,28s). Es la comunidad más "espiritual" y, por ello, la que tiene clavadas más profundamente sus raíces en el contexto histórico-social que le tocó vivir.

El evangelio de Juan comienza afirmando la invisibilidad de Dios (Jn 1,18 véase 1 Jn 4,12). Siendo esto así ¿cómo podemos saber que existe, cuál es su naturaleza singular y su posible relación con el hombre? Sencillamente porque "alguien", que le conoce muy bien, nos lo ha manifestado (Jn 1.18). Los hechos y dichos de Jesús son los hechos y dichos de Dios. Sólo partiendo de esta convicción es comprensible el evangelio. Jesús es el mejor exégeta, el intérprete más cualificado de Dios. Para que esto haya podido realizarse tuvo que abrirse el cielo (Jn 1,51). Sólo así, teniendo encuenta la mentalidad antigua, podía tener lugar la manifestación de Dios. La imagen utilizada, teniendo como punto de referencia a Gn 28,12, quiere significar que Dios se hizo presente en Jesús; el Hijo del hombre, el mundo de arriba, ha irrumpido en el de abajo. Notemos que el significado específico de esta figura, el Hijo del hombre, en el evangelio de Juan es el mediador entre Dios y los hombres.

El "Dios mitente", el que envía a su Hijo al mundo por el amor que le tiene para comunicarle la vida (Jn 3,16), es la característica más acusada del Dios del evangelio de Juan. Y Jesús se autocomprende como aquel que ha sido enviado por el Padre (Jn 16,28). Jesús es el enviado del Padre, el Enviado, sin más. De un forma u otra este pensamiento se afirma 37 veces en nuestro evangelio: Jesús cumple la voluntad del que le ha enviado, su alimento es hacer la .voluntad del que le ha enviado, Dios quiere que el hombre acepte, mediante la fe, a aquel que él ha enviado...

El Enviado es la palabra de Dios, la Palabra. La expresión del ser y del actuar de Dios. El es el revelador del Padre, el Revelador, sin más. Aunque el título no le es dado explícitamente a Jesús es el que mejor sintetiza su esencia más pura. La importancia de Jesús en cuanto Palabra la pone de manifiesto la frase siguiente: El Padre y yo somos uno (Jn 10,30; 17,22).

Jesús en cuanto Hijo, Enviado y Revelador, mantiene una doble relación con el Padre: relación de igualdad, el Hijo de Dios, que se encarnó en Jesús de Nazaret, vive desde siempre con Dios. En el principio existía la Palabra. .. y la Palabra era Dios (Jn 1,1). Para completar el misterio es necesario destacar igualmente la relación de sumisión. Esta relación se subraya siempre que se habla de la unión del Hijo con el Padre: la unión manifiesta la obediencia del hombre Jesús de Nazaret a Dios.

La síntesis teológoca quedaría incompleta sin una referencia al Paráclito que, a pesar de estar presente en Jesús desde el principio, se hace singularmente presente, "comienza a existir", a partir de su glorificación (Jn 7,37-39), a partir de la muerte de Jesús. El Paráclito es el sustituto y el continuador de Jesús. Las distintas afirmaciones sobre el Paráclito le presentan como "otro" Jesús (Jn 14,16-17); como el "maestro" que nos introduce en el misterio de Jesús (Jn 14,25-26); como el "testigo" de Jesús en el proceso de la fe (Jn 15,26-27); como el "juez" de los que rechazaron a Jesús y el "iluminador de la verdad plena" (Jn 16,5-11; 12-15). (Véanse los comentarios correspondientes a estos pasajes).

9. LA CUESTIÓN DEL AUTOR

Las características literarias y teológicas del cuarto evangelio y el análisis interno de la obra nos dicen que su autor no ha podido ser Juan el Zebedeo, como ha afirmado la tradición desde Ireneo, en el año 180. Más aún, creemos que su autor no pertenece al círculo de los Doce.

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Debemos tener en cuenta al respecto los rasgos de "composición", las distintas manos que han trabajado en esta obra, las elaboraciones, las distintas ediciones, etc.; todo ello supone un planteamiento distinto al tradicional. Por otra parte, el mundo "nuevo" en el que nos introduce este evangelio: ideología, lenguaje, mentalidad, cristología..., no es el de un pescador de Galilea, por mucho que le haya promocionado la vida. En cuanto a la forma de hablar de Jesús y su peculiar enfoque de los problemas, es algo que no debe explicarse afirmando que Jesús, en este evangelio, hablaba para personas doctas, y en los sinópticos para la gente sencilla. La hipótesis no es seria. Jesús hablaba siempre igual. El que habla de forma distinta es el evangelista.

El autor no refleja únicamente experiencias personales; ha utilizado fuentes -la de los "signos" es admitida casi unánimemente por los estudiosos del evangelio-, lo cual no es compatible con un testigo ocular. Los Doce tienen escasísima importancia en este evangelio, y cuando aparecen, nos encontramos con una especie de aerolitos procedentes del mundo sinóptico (Jn 6,67-70; 20,24). Entre los íntimos de Jesús figuraban otras personas que no pertenecían al círculo de los Doce, como José de Arimatea, Nicodemo, los que habían creído en él de entre los magistrados, etc. (Jn 12,42).

En cuanto a la identificación del discípulo amado, que no es Juan el Zebedeo ni ninguno de los Doce, como ya hemos dicho, existen varias y serias hipótesis. La que presenta como candidato firme a Lázaro se apoya en los argumentos siguientes: sólo de él se dice que le amaba Jesús (Jn 11,3); a él conviene como a nadie el rumor sobre aquel discípulo que no moriría (Jn 21,23); el discípulo amado sólo aparece en escena después de la resurrección de Lázaro: la primera vez es en la última cena.

Ante la falta de argumentos definitivos en este terreno, nosotros preferimos hablar de un autor anónimo. Como ya hemos dicho, Jesús tenía otros amigos fuera del círculo de los Doce. Entre ellos habría que buscar a esta personalidad extraordinaria que intimó con Jesús más que ningún otro y captó toda la dimensión y significado de su persona de forma tan singular.