Estrategia e intervención versus no-intervención]

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Estrategia e intervención versus no-intervención: ¿ Un asunto de teoría? Harold A. Goolishian - Harlene Anderson

No todo lo que cuenta puede ser contado y no todo lo que se puede contar cuenta. Einstein

La cuestión de si la intervención y la estrategia son componentes importantes de la tera-pia competente se describe y se relaciona con las suposiciones metafóricas de la teoría subyacente. La escucha pasiva y las interpretaciones expertas son consecuencias de la

teoría psicodinámica. La manipulación activa de la estructura social y la intervención estratégica dentro del feedback se describen como consecuencias de las suposiciones

mecanicistas de la teoría estructural y cibernética. La participación conversacional y la no-intervención se describen como consecuencias necesarias de los abordajes hermenéuticos y lingüísticos a la terapia. Se concluye que diferentes suposiciones teóricas dan como

resultado diferentes conclusiones con respecto a la naturaleza de la terapia y los problemas humanos. Desde esta perspectiva, la cuestión de la intervención versus la no intervención es más una cuestión de la teoría sostenida que una pregunta a ser contestada en términos

de lo que está "bien" o lo que es "adecuado" hacer o no hacer. Un debate histórico que continúa

Si la estrategia y la intervención iniciada por el terapeuta tienen un lugar "adecuado" en

la terapia o no, ha sido un tema de discusión para la comunidad terapéutica familiar durante

mucho tiempo. La cuestión ha generado un enardecido debate y ha tenido un considerable efecto emocional. Una breve revisión de la bibliografía indica claramente que el diálogo temprano e intenso concerniente a los roles de la estrategia, el poder y la intervención

versus la no-intervención como componentes de la práctica clínica ha estado con nosotros desde el comienzo del campo. El debate continúa hasta hoy.

Por ejemplo, Constantine, en su análisis sobre un artículo de Gerald Erickson, afirmó: ...la propuesta de Erickson de desechar la teoría de sistemas por un nuevo paradigma para la terapia familiar no es nada nuevo. Los terapeutas familiares han estado haciéndolo

prácticamente cada año desde que estoy en el campo. El campo parece estar impulsado a abandonar viejos modelos y abrazar nuevos, normalmente antes de que el antiguo paradig-ma pueda ser probado, elaborado y refinado.

Constantine continuaba diciendo que no existe una "ciencia común" (en el sentido kuh-

niano [1962]) en el campo familiar, sino "una revolución [teórica] perpetua".

Aparentemente pensó que el artículo de Erickson era sólo otro “fatigado" intento de deshacerse de la teoría de sistemas. Constantine comparó esta "revolución perpetua", esta "enfermedad", a una falta de "método y significado". Suponemos que lo que Constantine

quería indicar era que a las ideas de Erickson les faltaba rigor y metodología. Por lo tanto, Erickson corría el riesgo de hacer caer a la terapia familiar en el abismo del solipsismo y el nihilismo. Constantine lamentaba las "zonas de guerra teóricas" que hay en la disciplina.

Describía a los terapeutas familiares como "cachivacheros" invadiendo la física y la biología la, la termodinámica o la filosofía, "tomando prestadas brillantes chucherías de teoría" y "almacenando nuevos modelos sin comprenderlos demasiado". Hay una omisión notoria en

su lista de "campos invadidos". No menciona la cibernética o la teoría general de sistemas

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en los campos que han sido invadidos. Aparentemente, para Constantine, la teoría de sistemas había precedido a los intentos de comprender la terapia familiar o, tal vez, había

dado a luz a la terapia familiar. Estos comentarios de Constantine parecen palabras fuertes en contraste con los vientos

leves de cambio sugeridos en el artículo de Erickson. Después de todo, Erickson, como

otros, sólo habla sugerido que la teoría cibernética de sistemas y sus implicaciones en las intervenciones podrían ser un abordaje demasiado limitante y tecnocrático para tratar los problemas humanos a los que nos enfrentamos en la terapia.

Un debate similar tuvo lugar en 1982, acerca de la publicación de un artículo de Keeney y Sprenkle, "Epistemología ecosistémica: Implicaciones críticas para la estética de la terapia

familiar". En este artículo los autores deploraban la fuerte obsesión con la técnica que tiñe el campo de la terapia familiar. Sugerían que la pragmática sin la estética sólo llevaría a un "falso sentido de rectitud en el trabajo".

Keeney y Sprenkle mencionan a Whitaker y su frustración y desesperación con los estu-diantes que traducen su "estética" y las descripciones metafóricas de su terapia, en una tecnocracia pragmática. Whitaker, dicen ellos, alega que los estudiantes emplean técnicas,

tales como fingir impotencia, simplemente por el efecto como intervención. Keeney y Sprenkle prosiguen describiendo el estado del campo y los fuertes intentos de reducir el arte terapéutico a una serie de técnicas empaquetadas que puedan ser enseñadas y evaluadas

explícitamente. Este articulo suscitó gritos de indignación de parte de varias personas prominentes en el campo que defendían la posición estratégica en contra del ataque no-intervencionista, no-estratégico y no-sistémico.

Carne, Dener y Ransom les respondieron a Keeney y Sprenkle diciendo: "Esperamos con mucha ambivalencia la resolución en el pensamiento que traerá el nuevo esclarecimiento" "Ambivalentes", dicen estos autores, "porque la revolución relegará nuestras ideas a la Edad

Media". Se dice que los rumores de cambios epistemológicos ponen a los terapeutas a la defensiva. Coyne et al. describen al "teórico de moda" como a alguien que juega endemoniadamente con nuestros miedos, al evocar repetidamente la palabra

"epistemología". Wilder también censuró a Keeney y Sprenkle. Los increpó por ignorar el hecho de que los abordajes a la terapia consagrados y breves, estructurales, estratégicos,

interaccionales y dedicados a la resolución de problemas, han liderado el camino hacia el destronamiento de las monádicas mistificaciones del psicoanálisis.

La respuesta de Watzlawick desafió a Keeney y Sprenkle por negar el hecho de que los

pacientes vienen a pedir ayuda. Los terapeutas ejercitamos poder (léase intervención), un poder que nos infieren nuestros clientes. Se refirió al terror y al horror existentes en el mundo y se preguntó cómo podría el esteta explicar la perversidad mundial. Watzlawick uti-

lizó frases tales como "terapia romántica" y "ese gran pensador de sistemas en el espacio planetario", para ridiculizar la impresión que él tenía de la ligereza enorme e impracticable que le había dado el artículo. Casi llega a increpar a Keeney y Sprenkle por ser "del tipo

gurú visionario". El debate continúa. Otros terapeutas han manifestado su preferencia por la no-interven-

ción. Hoffman habla de su cambio al construccionismo social y de cómo este punto de vista,

asociado a una sensibilidad hacia temas de género, la ha llevado a ser más colaboradora y desencubierta, menos trágica e instrumental. Atkinson y Heath describieron su cambio en epistemología personal desde una posición estratégica determinante de un resultado

planeado de antemano, a una donde se arriesgan a no intervenir en ningún resultado específico de su trabajo. Este cambio, alegan, les ha permitido desarrollar estrategias prag-

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máticas conscientes inspiradas por una sabiduría sistémica que evita el dilema del poder y el control. Este artículo fue una respuesta aparente a uno de Golann que parece sostener que

los teóricos de terapia familiar de segundo orden están extraviados, o ciegos, para pensar que no ejercitan poder y control en sus intervenciones. Anderson y Goolishian respondieron a Atkinson y a Heath afirmando que para lograr los encomiables objetivos de estos autores

haría falta más que un cambio en epistemología personal. Requeriría alejarse del paradigma cibernético base y la metáfora-maquinaria de la terapia familiar además de abandonar centrarse en la "epistemología". Goolishian y Anderson sugieren un cambio hacia una

posición inspirada por la hermenéutica, la semántica y la narrativa, para llevar a cabo esta tarea.

Algunos orígenes del conflicto

Los argumentos relativos a la estrategia y la intervención iniciada por el terapeuta llevados a cabo en las últimas dos décadas, tienen una historia de casi cincuenta años. Tal vez sus comienzos pueden ser encontrados en el rumbo tomado durante las Conferencias

Macy (1946-1953). Los participantes de esta conferencia se encontraron divididos en lo que ha sido definido (Heims, 30) como un abordaje analógico versus uno digital, para la comprensión del cerebro y la conducta. El modelo digital y computadora del funcionamiento

del cerebro sostenido por McCulloch y Pitts fue el que prevaleció (Heims, 30). Coulter resumió este desarrollo: "El advenimiento de la cibernética trajo consigo la idea del cerebro como una computadora" McCulloch resumió bien su posición cuando afirmó:

Algo importante para la cibernética fue su asentamiento en lo concreto... Para mí, probó que el cerebro no segregaba pensamientos

de la manera en que el hígado segrega bilis, sino que computaba pensamientos de la forma en que las máquinas computadoras calculan números.

El modelo computador y electrónico parecía ser la metáfora fundadora y central del

pensamiento cibernético. Los defensores de los modelos alternativos y analógicos de la conducta humana en estas conferencias pronto se convirtieron en una minada silenciosa. Muchos abandonaron (Heims, 30). Como una vez lo indicó Nyce, las Conferencias Macy de-

mostraron que la manera en que llegamos a considerar "mente y máquina", representa la victoria de una analogía rival, la digital, sobre otra, la analógica y holística. Los "perdedores", por un tiempo, fueron olvidados o se perdieron. Heims (30) describió el

proceso ocurrido en las Conferencias Macy como una falsa rotulación. Fue una falsa rotulación resultante del clima predominante en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial. Lo describió como una inclinación hacia el reduccionismo y una incapacidad

general de definir cuestiones existenciales en términos diferentes a los matemáticos y mecánicos, y a los sistemas lógicos russellianos.

La aplicación del modelo computador al estudio de la psicoterapia preocupó a Bateson

durante mucho tiempo. Bateson había explorado junto a Norbert Weiner el uso posible de las comunicaciones paradójicas como una manera de destrabar una máquina trabada (el esquizofrénico), cuya parte trabada era tal que generaba sus propias paradojas. En una

carta (22 de setiembre de 1952, citada en Heims, [30]), Bateson recordaba que Weiner le había sugerido una vez que una central telefónica podría llamarse esquizofrénica si tomara

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los números mencionados en la conversación entre los abonados, por los números que son los nombres de los abonados. Se ha dicho que la idea del doble vínculo nado de la

pregunta: "¿Cómo le enseñaría a una central telefónica a cometer ese error?". Este fue el modelo fundamental de la base paradójica y de doble vínculo para entender la esquizofrenia.

A pesar de la intensa fascinación temprana de Bateson con los modelos de la computadora de las Conferencias Macy, como una herramienta para comprender y tratar problemas humanos, y a pesar de sus pensamientos tempranas con respecto a seleccionar y

aplicar paradojas del tipo russelliano a clientes humanos, Bateson cambió. Fue claro con respecto a su horror por el poder y la intervención en su prólogo a Doble vínculo:

No importa cuán bien intencionado sea el impulso de curar, la idea de curar siempre impone la idea de poder oo. Estábamos

inevitablemente condenados a la estupidez... Estaba aburrido y disgustado con la obsesión de mis colegas con el poder... (p. xii).

Haley, a diferencia de Bateson, definió el poder como algo central a todas las relaciones humanas. Esto incluía el uso del poder por el terapeuta para intervenir, estrategizar y dirigir el resultado de la terapia en cualquier otra forma.

Bateson pensaba diferente:

Haley se desliza con demasiada ligereza sobre verdaderas diferencias

epistemológicas entre él y yo. Como lo entendí yo, él creía en la metáfora del "poder" en las relaciones humanas. Yo creía entonces - y hoy lo creo aún más vehementemente- que el mito del poder

siempre corrompe porque siempre propone una epistemología falsa (aunque convencional). Creo que todas las metáforas como esas, derivadas del pleroma y aplicadas a la creatura, son antiheurísticas.

Están tanteando en la dirección equivocada y la discusión no es menos equivocada o menos socialmente patogénica porque la

mitología asociada es en parte auto-validatoria entre aquellos que creen en ella y actúan sobre ella (12, p. 106).

De la manera en que comprendemos el uso de Bateson de "pleroma" y "creatura", se refería a las diferencias entre un mundo mecánico de cosas que se impactan entre sí, y causas (pleroma), y un mundo semejante a la mente y el significado (creatura).

Interpretamos ese lenguaje como una indicación de los continuos y difíciles intentos de Bateson de alejarse de la metáfora cibernética y computadora-máquina de las Conferencias Macy, hacia un mundo de lenguaje y significados humanos.

Haley se explayó sobre sus opiniones concernientes a sus diferencias con Bateson en una entrevista:

A Bateson no le gustaba el poder. Ni siquiera le gustaba la palabra... Tomaba algo que yo decía y lo convertía en un asunto relacionado al poder, cuando yo no lo había dicho para nada en ese sentido. Era

demasiado sensible al tema en general. [Tenía un conflicto con] cualquiera que dijese: "Vaya cambiar a esta persona". Si decían:

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"Ofreceré algunas ideas a esta persona, y si cambia es asunto suyo", entonces Gregory no tendría problemas con ellos... Pero si asumían

responsabilidad por cambiar a la gente, entonces tendrían problemas con él... Cualquier influencia fuera del alcance de la persona es odiosa para él. Y cualquier manipulación directa [también] está fuera

de la cuestión. Algún tiempo más tarde, Rabkin concluyó que el tema del poder, el control y la

intervención era el "centro epistemológico de la terapia familiar". El tema ha estado en el campo desde que el grupo MRI original adoptó el énfasis levemente en la intervención de

Jackson en una terapia basada en la teoría de la comunicación. A medida que el grupo MRI evolucionó, estuvo cada vez más influido por la teoría y la práctica eriksoniana y las limita-ciones de la desviación positiva amplificando el feedback. Cada vez más definían a la terapia

como requiriendo estrategización e intervención activa en los circuitos de feedback, de parte del terapeuta. Bateson continuó con sus objeciones a estos conceptos de poder, control, estrategización e intervención.

Tomando una postura similar a la de Rabkin, Dell ha recordado a los terapeutas que el problema era irreconciliable hace 30 años y continúa siéndolo hoy. Estamos de acuerdo: el debate parece inconmensurable. Nosotros agregaríamos, sin embargo, que el debate ha

estado siempre encuadrado dentro del contexto y del lenguaje de la metáfora cibernética. Un problema tan resistente a la solución o a la resolución a través de la vida entera de un campo, representa para nosotros más que un desacuerdo menor con respecto a la

interpretación correcta de la teoría. En nuestra opinión, los terapeutas deben observar la historia del desarrollo del paradigma de la terapia familiar para descubrir las raíces de una anomalía tan trascendental. Anomalía está utilizado aquí en el sentido kuhniano como

ímpetu para el cambio paradigmático. Haley describe tres estadios principales en el desarrollo del paradigma de la terapia

familiar desde los años 50 hasta comienzos de los 80. El primer estadio lo describe como un

período en el cual se pensaba que los síntomas de una persona sólo involucraban a esa persona. A una persona se la podía cambiar hablándole. De acuerdo a Haley, este estadio

terminó en 1957. Podría llamársele el período psicodinámico. El segundo estadio, marcado por los terapeutas, concentrándose en la manera en la que se comunicaba la gente, comenzó a fines de los años 50 y podría ser re-denominado período de procesamiento de

información o de teoría de la comunicación. El tercer estadio de Haley ocurrió en los años 70, cuando fue "reconocido" que las secuencias en la organización determinaban formas de comunicarse y comportarse. A diferencia de Haley, consideramos este tercer estadio sólo

como una variación del período estructural-estratégico, tal vez embellecido por la adición de las técnicas eriksonianas.

Estamos de acuerdo con la sugerencia de Haley de que durante esos años ocurrieron

grandes cambios. También enfatizamos los significantes efectos que han tenido estos cambios en nuestra teoría y nuestra práctica. Han impactado lo que los terapeutas piensan que es la terapia y cuáles son sus roles. Sin embargo, a diferencia de Watzlawick y Coyne et

al. no creemos que términos como "epistemología" y "estética" hayan sido los mistificantes y ofuscantes términos que oscurecieron esos cambios. Creemos que la significación de los cambios teóricos ha sido enmascarada por las mistificantes conjeturas del vocabulario

teórico genérico de la teoría de sistemas familiares y el vocabulario relacionado tal como "disfunción familiar", 'funcionalidad del síntoma", "límites", "intervenciones", "preguntas

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circulares" y "sistémico". Este lenguaje y estos conceptos se utilizan tan vagamente que es imposible determinar lo que se está diciendo. Estos términos se están volviendo

inadecuados para definir nuestro trabajo, y hacen que sean difíciles de comprender los grandes cambios en la teoría y en la práctica que han tenido lugar durante las últimas décadas.

Estamos de acuerdo con Haley. Es importante buscar las diferencias entre los puntos de vista y las definiciones teóricas de nuestros rótulos y nuestro lenguaje. No existe otra mane-ra de comprender el atolladero en el que nos adentramos cuando pensamos en términos

como "poder", “estrategia" e "intervención versus no-intervención". En cierta forma las pre-guntas acerca de estas cuestiones se formulan de manera tal que fuerzan a los terapeutas a

pensar en términos de "hacer algo" versus "no hacer nada" y esto fuerza una dicotomía que rápidamente se convierte en improductiva. Este es un problema mucho más básico que una cuestión de "hacer" versus "no hacer". Este debate refleja una diferencia teórica

fundamental en cómo entienden los terapeutas el proceso de la terapia y el rol del terapeuta. También representa grandes diferencias en cómo los terapeutas definen o identifican, y con quién trabajan, los problemas sobre los que hay que trabajar, y qué es

considerado como resultado adecuado. Estas diferencias teóricas influyen considera-blemente el problema de la estrategia y la intervención versus la no-intervención, inclu-yendo si esto es realmente un problema.

Mundos posibles, acciones posibles: la intervención como un requerimiento de la teoría

Nuestras teorías determinan en gran parte la naturaleza del mundo que puede ser

conocido. Esto también es verdad en la terapia. Los sistemas humanos con los que tratamos

están, en gran manera, constituidos por el lenguaje de nuestra comprensión psicológica. El lenguaje descriptivo y las narrativas teóricas que sostienen los terapeutas, permiten, delimitan o limitan las acciones terapéuticas. Estos sistemas de comprensión teórica

socialmente construidos, y cómo los utilizamos en la terapia, son más que "diferentes perspectivas del mismo elefante" o diferentes perspectivas de alguna "naturaleza humana

fundamental". Nuestras teorías no son descripciones dadas por diferentes ciegos aferrándose a piezas de una única y más grande "realidad elefante". Los diversos self, personas y sistemas que nosotros como terapeutas describimos y con los cuales

trabajamos, son mucho más que mapas cognitivos alternativos que reflejan desde diferentes lentes y diferentes perspectivas.

Estos mundos psicológicos no son simplemente lentes diferentes que dan diferentes

perspectivas del mismo mundo, sino que son inconmensurablemente diferentes mundos de acción y existencia. Por ejemplo, en un dominio afín, Bertrand Russell comentó una vez:

...todos los animales que han sido cuidadosamente observados se han comportado de manera tal que confirman la filosofía en la que creía el observador antes de comenzar sus observaciones. Aun más,

todos exhibían las características nacionales del observador. Los animales estudiados por los norteamericanos corren frenéticamente, con un increíble despliegue de ajetreo y vigor y

finalmente ejecutan el resultado deseado por azar. Los animales observados por alemanes se sientan quietos y piensan, hasta que

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finalmente deducen la solución desde su conciencia interior.

El lenguaje y el vocabulario de nuestras teorías están basados en una práctica social continua y cambiante. Estos lenguajes y vocabularios en realidad constituyen los dilemas y, en constelaciones narrativas, son los pueblos y los sistemas humanos que pueden ser

posibles en nuestros diversos mundos psicológicos. Estos diversos selves, estos diferentes sistemas humanos, requieren una terapia diferente para muy diferentes tipos de problemas humanos. Nuestras teorías generan muy diferentes terapeutas que ven gente muy diferente

por razones muy diferentes. Un biólogo con descripciones de genes egoístas y otros tipos de genes "motivados"

inadvertidamente inventa un self que es simplemente un vehículo para que los genes puedan moverse en el mundo y conozcan otros genes. Si la terapia fuese requerida en este "mundo de genes", consistiría en asistir este "proceso de conocimiento de genes" a través

de actividades tales como infusiones genéticas o apareamientos obligatorios. En el lenguaje biológico Y psicológico de la autopoiesis, el self parece más formado por las metáforas de la supervivencia de la célula nutritiva. En esta versión "nutritiva" de las personas, la terapia se

convierte en la provisión del nutriente necesario para la supervivencia, el amor. En el conductismo puro, el self que emerge es descripto más acertadamente como un

conjunto de "reflejos de conducta desconectados" esperando pacientemente hasta conectarse con el estímulo externo apropiado. La terapia, en este mundo, se reduce a la provisión por parte del terapeuta de los estimulas correctos (contingencias) para que la

persona se conecte y por lo tanto cambie. El concepto de la intervención era rara vez utilizado como concepto terapéutico antes

del advenimiento de la terapia familiar. El interés de los terapeutas familiares de convertirse

en habilidosos estrategas e intervencionistas fue, de alguna forma, influido por la introducción de la terapia familiar estructural y las terapias sistémicas basadas en los conceptos de la cibernética. En estas teorías, las familias eran conceptualizadas como

teniendo roles y estructuras sociales homeostáticas y difíciles de cambiar. El concepto cibernética de la familia era de un establishment social imperiosamente regido por los

caprichos de un feedback no-idiomático y automático. Esta metáfora transformó a la familia en entidades poderosas y difíciles de cambiar.

El terapeuta, como el experimentador de Russell, está embebido en una teoría y en una

cultura. Para el terapeuta orientado cibernética y sistémicamente esta cultura está caracterizada por el poder y la tecnocracia. La cultura cibernética requirió una comprensión de la terapia como poder e intervención para poder sobreponerse al poder cibernética de la

familia. Fue necesario que el terapeuta literalmente entrase e interviniese con la familia para modificar la estructura o modificar el feedback.

En la teoría familiar cibernética las personas que emergen parecen ser la expresión de

cualquier feedback requerido para la continuación de la homeostasis del sistema, o del no-cambio del sistema. El self cibernético es un self tipo máquina en apariencia, que automáticamente responde al feedback que es asimismo automático debido a la naturaleza

mecánica y electrónica del sistema. Por otra parte, el self pintado por el punto de vista constructivista radical, es un self

que, con un estilo solitario, inventa la realidad dentro de una cabeza solitaria y delimitada

que no puede penetrar el afuera. Esta invención de la realidad solitaria y centrada en la persona es el resultado de un continuo, y a menudo doloroso, choque con lo que sea que

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hay allí afuera. El self constructivista es una mente única confrontando y construyendo las inmutables e impenetrables profundidades de la realidad. Lo que esto sea (la realidad)

nunca podrá conocerse. Sólo puede ser cognitivamente construida e internamente representada a través del lenguaje y la imagen. Este self constructivista puede ser descripto como un depósito de mapas y lentes.

El dilema del aislamiento cognitivo del self constructivista ha sido descripto por Hoffman como gente en batiesferas tratando de conectarse, pero incapaces de hacerlo. La terapia dentro de esta visión requiere la corrección de los mapas cognitivos que determinan la

conducta. El terapeuta provee experiencias de vida, historias e hipótesis más adecuadas, para que el cliente se zambulla. Una terapia de este tipo sería probablemente similar a

aquella de la temprana terapia de los constructos de Kelly. Todos estos puntos de vista tienen algo en común. Todos requieren, por virtud de las

personas y problemas que construyen, la activa intervención del terapeuta. Sólo difieren en

el objetivo (persona y contenido) y en el método de intervención (proceso).

La influencia que emerge de las teorías construccionistas

Recientemente, han emergido nuevos puntos de vista de terapia que capacitan al terapeuta a describir diferentes familias, diferentes terapeutas y diferentes terapias. Estos puntos de

vista parecen conducir a un nuevo estadio del desarrollo en el siempre cambiante mundo de la terapia. En este estadio del desarrollo, el pensamiento del terapeuta está basado en las nociones intersubjetivas de la construcción social y la hermenéutica, a diferencia de los

conceptos subjetivistas de las posiciones constructivistas y cognitivas de la cibernética de segundo orden. Las implicaciones para la terapia de esta posición construccionista social están emergiendo ahora y prometen redefinir y disolver los dilemas implícitos en nuestro

mundo teórico actual. Prometen abrir nuevas direcciones en la teoría y en la práctica. Esta posición que evoluciona pone énfasis central en el rol del lenguaje y del diálogo en

la construcción social del significado. En sentido hermenéutico, los humanos construyen los

mundos que construyen porque participan en el lenguaje, en las prácticas sociales, en las instituciones y en otras formas de acción simbólica. Estas acciones sociales presuponen,

exigen y garantizan las mismas construcciones del mundo y del self que son comunes a esa participación.

Emergentes

Los constructos y las distinciones, típicas del pensamiento estructural y cibernético, se

reemplazan con la co-construcción y la acción del lenguaje como base de la narrativa, el relato y la terapia. La mente se caracteriza como intersubjetiva. El espacio mental es propuesto como un espacio público; público a través de la maraña del diálogo y del

lenguaje. La terapia ahora se caracteriza como una conversación, un hablar uno con el otro. El self que emerge en el punto de vista construccionista social es un self que existe sólo dentro y a través de la coherencia que construimos a través de las cambiantes telarañas de

significado y las narrativas en primera persona que abarcan nuestras vidas en nuestras cambiantes conversaciones entre nosotros.

En este mundo hermenéutico, el self es un asunto lingüístico constantemente

cambiante, no una propiedad psicológica fija. La comprensión y el significado son culturales, públicos e intersubjetivos. Todo ser está siendo continuamente interpretado. El solipsismo

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nunca es un problema en este punto de vista hermenéutico del self pues no hay hechos no condicionados o no construidos a los cuales un conocedor aislado tenga acceso único,

privilegiado o representacional. El pensar, por necesidad, sé convierte en una acción social. Las descripciones del self, de los sistemas humanos, no pueden ser privadas o tener un significado privado. El self siempre está evolucionando desde el espacio público del diálogo.

La terapia, dentro de este modelo construccionista social, se transforma en una acción conversacional co-participante. El énfasis se coloca en hacer algo "con" y hablar "con" a diferencia de hacer algo "a". El cambio no se define en términos de estructura social. El

cambio se define como cambio de narrativa, de relato y de significado.

Sistemas de terapia como sistemas de significado

Persiguiendo este mundo teórico emergente del construccionismo social y hermenéutica,

los terapeutas están desarrollando diversas ideas que trasladan nuestra comprensión y nuestras explicaciones de la terapia al terreno de cambiar sistemas de significado que existen en los caprichos del discurso, del lenguaje y de la conversación. Esta posición

conduce a una comprensión de los problemas humanos, de la terapia y del cambio, que no requiere de los dominios epistemológicos de la estructura social y de la biología. Por el contrario, este punto de vista anida en los dominios de la hermenéutica, la semántica y la

narrativa. En escritos anteriores se describieron estas ideas acerca de sistemas de significado bajo el rótulo de "sistemas determinados por el problema" y "sistemas de organización de problemas y de disolución de problemas". Estas descripciones eran intentos

tempranos de indicar la naturaleza lingüística y dialógica de la terapia y los sistemas de terapia, y como alternativas a las teorías estructurales y cibernéticas de los modelos corrientes. Quisieron hacer resaltar las implicaciones de las teorías cibernéticas y

estructurales que arbitrariamente predefinían la unidad de tratamiento y las intervenciones estratégicas obligatorias. Estos conceptos también fueron un intento de desafiar la noción de '1amilia" como constituida por los conceptos normativos de las teorías estructural y

cibernética que enlazan firmemente a la terapia con conceptos de enfermedad y patología, o con problemas (diagnosis) externos al diálogo terapéutico.

Este punto de vista en desarrollo de la terapia, descansa firmemente en los conceptos de la construcción social y dialogal de la realidad y en el rol de la conversación y del diálogo en este proceso. La terapia, en este sentido hermenéutico, se convierte en la reescritura de

la historia y de la autobiografía a través de la mutua co-creación conversacional de nuevas historias. Estas historias nuevas son las historias "aún no contadas". El punto de vista construccionista social y hermenéutico no define a la terapia como la corrección y la edición

de las narrativas de los clientes, sino como un proceso para crear nuevas "aún no contadas" narrativas personales. Estas narrativas de identidad, estas historias "aún no contadas" conversacionalmente construidas, abren nuevas direcciones para el significado. Esta terapia

requiere que el terapeuta ajuste continuamente su comprensión a la de su/s cliente/s. El terapeuta siempre está en proceso de comprensión y, por lo tanto, siempre está cambiando. El proceso de la terapia basado en esta postura hermenéutica lleva consigo lo que llamamos

una conversación terapéutica. La conversación terapéutica se refiere a una tentativa en la cual hay una mutua búsqueda de la comprensión y exploración a través del diálogo, alrededor de los siempre cambiantes "problemas". La terapia, y por lo tanto la conversación

terapéutica, acarrea un proceso de "allí juntos". Las personas hablan la una "con" la otra, a diferencia de la una "a" la otra. La conversación terapéutica es un proceso a través del cual

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el terapeuta y el cliente participan en el co-desarrollo de nuevos significados, nuevas realidades y nuevas narrativas.

El rol del terapeuta, su pericia y su énfasis en este proceso conversacional, es desarrollar un espacio conversacional abierto y facilitar un proceso dialogal emergente en el cual "lo nuevo" puede ocurrir. El énfasis, para el terapeuta, no está puesto en producir un

cambio, sino en abrir un espacio para la conversación. El cambio en la terapia está representado por la creación dialógica de nueva narrativa. Es decir, a medida que evoluciona el diálogo, se crea mutuamente una nueva narrativa, los relatos "aún no conta-

dos". El cambio en el relato y en la narrativa propia es, por lo tanto, una consecuencia inhe-rente del diálogo continuo y abierto.

Para lograr este tipo especial de conversación terapéutica, para abrir nuevos caminos al diálogo acerca de lo que preocupa o alarma al cliente, se requiere que el terapeuta adopte lo que hemos llamado una posición de no-saber. La posición de no-saber requiere de una

actitud general o postura en la cual las acciones del terapeuta comunican un abundante y genuino interés en la realidad del cliente y en la evolucionante narrativa de éste. Es decir, las acciones y actitudes del terapeuta expresan la necesidad de saber más acerca de lo que

se acaba de decir, en vez de transmitir comprensiones, opiniones y expectativas preconcebidas sobre el cliente, el problema, o qué es lo que debe cambiar. El terapeuta se posiciona de tal manera que siempre está en estado de ser informado por e lilas cliente/s. El

terapeuta está siempre en camino de co-comprender con los clientes, pero nunca comprende.

Al no-saber, el terapeuta adopta una postura interpretativa que descansa en el continuo

análisis de la experiencia como está ocurriendo en el contexto dialógico local. Por lo tanto, el terapeuta no domina al cliente o al sujeto con su experto conocimiento psicológico, no más que hasta donde es conducido por, o aprende de, la pericia del cliente. La tarea del

terapeuta, por lo tanto, no es la de analizar sino la de intentar comprender, comprender desde la perspectiva en constante cambio de la experiencia de vida del cliente. Esto es contrastante con las preguntas de los terapeutas guiadas desde un método o de una pre-

comprensión teórica del cambio, de la salud normativa o de las necesidades de intervención. El objeto de la intervención hermenéutica es dejar que los fenómenos conduzcan, no

conducir los fenómenos. Por ello la terapia desde este punto de vista teórico no requiere conceptos de estrategia ni de intervención.

Conclusión

Así como han cambiado las teorías de la terapia con el tiempo, también lo han hecho las

descripciones del rol del terapeuta y de la pericia de éste. Los puntos de vista psicodinámicos de los problemas humanos y de la terapia se relacionaban con conceptos de discernimiento de fantasías infantiles reprimidas. Esto requería que los terapeutas

estuvieran en contacto con sus propios inconscientes y fueran capaces de una escucha pasiva y no-interventiva. El cambio hacia las teorías estructural y cibernética cambió la visión del terapeuta y el proceso de la terapia. Los problemas comenzaban a verse como

reflejos de modelos repetitivos de estructura familiar y reacción. Este punto de vista cibernético y mecánico necesitaba una terapia que fuera activa e

intrusiva. Para poder interrumpir poderosos y automáticos circuitos cerrados de reacción y

modificar la estructura social impactada, los terapeutas debían convertirse en maestros técnicos de la intervención terapéutica. El punto de vista cibernético describió una terapia

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que necesitó de una ideología y unos equipos terapéuticos poderosos, precisos y agudos, para poder sobrepasar el poder automático y mecánico del sistema familiar.

A medida que las teorías de la terapia se están inspirando más en conceptos de los dominios de la semántica y del lenguaje, los puntos de vista de la necesidad del poder están cambiando. La terapia es vista ahora como una conversación, no una intervención. El foco

de la terapia está cada vez más en la base argumental de la vida humana y de la construcción social del significado. Dentro de estos parámetros, la pericia del terapeuta ya no es más aquella del habilidoso técnico interviniendo poderosamente en el sistema de

feedback familiar. El terapeuta no necesita ser un actor profesional que representa un papel prescripto y teóricamente determinado. El terapeuta puede ser ahora un personaje "real" y

"vivo" en la narrativa y la acción que se despliegan. Desde la perspectiva del construccionismo social y la hermenéutica, el terapeuta es ahora un co-participante conver-sacional en la creación social y dialógica de nuevo significado, nueva narrativa y nueva

práctica social. Sin duda, este debate continuará. Las posiciones ahora están bien establecidas. Como

sugirió Rabkin, los problemas están en el centro epistemológico del campo. Sin embargo,

gastar nuestra energía en continuar con la imposible tarea de determinar la validez de cualesquiera de las posiciones, ya no es de crucial importancia. Es hora de mirar a las in-quietudes acerca del poder, la estrategia y la intervención versus la no-intervención como

reflexiones de posiciones teóricas más que como actividades necesarias o innecesarias de los terapeutas. Este cambio tendrá implicaciones de largo alcance para nuestra profesión en la investigación, la enseñanza y la práctica. La pregunta no es si la terapia requiere de

poder, estrategia, intervención o no-intervención. La indagación más útil es cuál es el punto de vista teórico de un terapeuta, y en qué forma este punto de vista teórico impacta al mundo socialmente construido en el cual ambos, el terapeuta y el cliente, viven y trabajan.

La prueba de cualquier teoría no reside en su "validez". La prueba final de cualquier teoría reside en las direcciones para la práctica social, incluyendo la terapia, que el núcleo metafórico de la teoría abra o cierre.

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