Esos Valores que nos unen
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ESENCIAL Nº 1
ESOS VALORES QUE NOS UNEN
Francesc Torralba Roselló
Aldeas infantiles SOS
1
ÍNDICE
I. Para empezar...
1. ¿A quién va destinado?
2. ¿De qué va este libro?
3. Como se ha escrito este libro
4. ¿Cómo se puede leer?
5. ¿Para qué sirve?
6. ¿Qué tiene que ver la ética con Aldeas infantiles SOS?
II. ¿Qué significa ser profesional?
1. Ser profesional en Aldeas infantiles SOS
2. Vocación y profesión
3. Ser persona y ser profesional
4. Una profesión con rostro
5. Convicción y responsabilidad
Cuadro 1: Prácticas y hábitos
Cuadro 2: Ser profesional
III. ¿Dónde estoy? ¿Hay alguien más?
1. ¿Qué es una organización?
2. La peculiaridad de Aldeas infantiles SOS
3. Acción y contemplación
4. Un estilo de vida
5. Un compromiso personal
Cuadro 3: Trabajar en una organización
IV. ¿Valores?¿Qué hacer con ellos?
1. ¿Qué son los valores?
2. Valores e identidad
3. ¿Y los contravalores? ¿Qué son?
4. El proceso de valorar
5. ¿Se puede educar en valores?
6. ¿Cómo se transmiten los valores en familia?
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Cuadro 4: La persona en su camino hacia la virtud
Cuadro 5: Educar en valores
V. Los valores en Aldeas infantiles SOS
1. ¿Se pueden aprender los valores?
2. ¿Qué valores debemos transmitir?
3. Tipos de valores
4. Valores y organización
5. Sociedad y organización
6. Administración y gestión
Cuadro 6: Condicionamientos sociológicos de la educación familiar
Cuadro 7: Fuentes y procesos de la educación moral
VI. ¿De qué estamos hablando?
1. Léxico básico de Aldeas infantiles SOS
2. Ser persona
3. Ser madre SOS
4. Vivir en un hogar SOS
5. Vivir en una aldea SOS
Cuadro 8: La persona y su circunstancia
VII. Más ideas-clave
1. La tarea de cuidar
2. Cuidar de la organización
3. Educación familiar
4. Intimidad
5. Decálogo para un buen servicio
VIII. ¿Cómo actuar en el día a día?
1. Criterios de acción
2. La no maleficencia
3. La voluntad de bien
4. La autonomía del otro
5. La práctica de la justicia
3
6. El respeto a la integridad
7. Velar por la vulnerabilidad del otro
IX. ¡Atrévete a dialogar!
1. ¿Qué es el diálogo?
2. Condiciones para un óptimo diálogo
3. El diálogo interdisciplinar
4. El clima de la organización
X. Valores fundamentales de la organización
1. La familia SOS
2. La fe
3. Calidad
4. Respeto
5. Responsabilidad
6. Solidaridad
7. Honestidad
XI. Valores de la familia SOS
1. Hospitalidad
2. Confianza
3. Fidelidad
4. Paciencia
5. Trascendencia
6. Humildad
7. Prudencia
8. Humor
9. Veracidad
XII. Dilemas éticos en la familia SOS
1. La tensión entre focalización y distribución
2. La tensión entre autonomía y heteronomía
3. La tensión entre exterioridad e interioridad
4. La corresponsabilidad en la toma de decisiones
4
5. El equilibrio entre el cuidado de sí y el cuidado del otro
6. El encuentro entre la familia biológica y la familia SOS
7. La tensión entre intimidad e interdisciplinariedad
8. La contraposición entre motivación y desilusión
ANEXO: Código Deontológico de Aldeas Infantiles SOS.
Bibliografía
5
Con gran alegría y profunda satisfacción contemplo el nacimiento de este libro
del que ya su mismo título es muy sugerente “Esos Valores que nos Unen”.
En Aldeas Infantiles SOS, desde sus comienzos en España, se
impulsaron unos principios que ya fueron publicados en el primer número de la
revista Aldeas y que fueron nuestros primeros cimientos, que ya la
configuraban como “una agrupación de personas que tienen una concepción
trascendente de la condición humana y se esfuerzan en conseguir para el
hombre una vida más justa”.
A medida que la Organización ha ido creciendo, se ha ido haciendo
necesario profundizar más en nuestra razón de ser y establecer unos valores
que dieran coherencia a todo el trabajo, lo que se ha ido realizando y
complementando a lo largo del tiempo.
Como dice el autor “ la participación ha sido clave en este libro”; se han
tenido en cuenta todos los documentos previos, se ha establecido un diálogo
con muchas personas de la Asociación y finalmente se ha estudiado todo el
trabajo que sobre valores ya se había realizado internamente.
Este libro pretende ser una herramienta inestimable para dar sentido a
nuestro trabajo con la infancia y la juventud, él nos lleva a profundizar en lo que
realmente somos y pretendemos, y en momentos de duda, en momentos
difíciles, podemos encontrar en él la fuerza para superarnos, para seguir
dándole contenido a nuestra vida. Sin duda también supone que podemos
dialogar con otros miembros de la Organización que sin duda vivirán estos
valores y podemos encontrar en ellos estímulo suficiente para seguir
incansablemente ilusionados.
El autor con gran acierto nos lleva de la mano a penetrar en el mundo de
nuestros valores por eso dedica los primeros capítulos a explicarnos cómo se
puede leer, para qué sirve, qué significa ser profesional, qué hacer con los
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valores y sugiere unas ideas clave para prepararnos a entender la
trascendencia de los que después explica.
Hasta en el mundo empresarial estamos asistiendo ahora al momento de
los valores. Muchas empresas apuestan por la ética, disponen de
documentación de programas de formación para el cultivo de valores y algunas
tienen sus propios departamentos para los asuntos éticos. Si ya las empresas
mercantiles apuestan por los valores, como no vamos a apostar las ONGs en
las que el colectivo humano es tan importante.
Hay personas en el mundo que conciben el trabajo únicamente como
medio de conseguir una remuneración, pero hay otras que lo conciben como un
aporte de sus propios valores y de su trabajo a la sociedad para mejorarla;
después como contraprestación ésta tiene que compensarlas con una
remuneración, para que lleven una vida digna. Por supuesto que en las ONGs
este segundo enfoque de la vida es el que debe imponerse. A lo largo de
muchas intervenciones en mi tiempo de Presidente de esta Asociación he
insistido que todos los que la integramos debemos sentirnos realizados al
aportar lo mejor de nosotros a la sociedad, para que ésta cada día sea más
justa y más humana. A medida que todos y cada uno de los miembros de la
Organización tengan una vida rica en valores, la Organización será más fuerte,
más estable y realizará mucho mejor su cometido.
Ya no sólo hemos abierto nuevos campos de actuación en el trabajo con
los niños y jóvenes, con muchos dispositivos, sino que también hemos querido
ser solidarios con los niños y jóvenes más vulnerables de Latinoamérica,
financiando allí nuevas Aldeas Infantiles SOS con el respaldo de nuestra
Organización Internacional. Este crecimiento externo tenemos que basarlo en
un profundo crecimiento interior si no queremos perder de vista nuestra razón
de ser, nuestra filosofía, nuestros principios y nuestra metodología. El activismo
y el exceso de burocracia, así como la complacencia con el consumismo puede
ahogar los valores y hacernos caer en una decadencia inaceptable. Como bien
dice el autor, “Cuando una Organización pierde de vista sus ideales, sus
horizontes, ha muerto como Organización”.
Últimamente estamos insistiendo en la calidad de nuestro trabajo y cada
día encontramos métodos y formas para que esta calidad en el trabajo y en los
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resultados sea mayor, pero sin nuestro profundo convencimiento de que
tenemos la obligación ineludible de enriquecernos interiormente cada día más,
esto no sería posible.
Por todo ello hay que recibir con inmensa alegría el que este libro haya
visto la luz, que sin duda nos ayudará a dar sentido a nuestra vida y a nuestro
trabajo. Este libro, de una riqueza formidable, nos servirá de guía, de reflexión
y de apoyo a todos, y como no de referencia para debatir su contenido
colectivamente.
JUAN B. BELDA BECERRA
Presidente de Aldeas Infantiles SOS de España
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I. PARA EMPEZAR...
1. ¿A quién va destinado?
Este libro está destinado, fundamentalmente, a todos los profesionales de
Aldeas Infantiles SOS, aunque también puede ser útil a personas que trabajen
en el mundo de las ONG’S y, especialmente, a los agentes educativos y
sanitarios que intervengan en el ámbito de la infancia y de la juventud.
El campo de profesionales que interviene en el seno de Aldeas Infantiles
SOS es plural y su modo de acción en el seno de la organización difiere
sustancialmente, sin embargo, todos están unidos por un mismo proyecto y
persiguen colectivamente una misma finalidad, a saber, el cuidado y la
promoción de los niños vulnerables.
El buen funcionamiento de una organización requiere de la distribución de roles y de funciones distintas entre las personas que intervienen en su estructura, pero también requiere de la adecuada
coordinación y unión entre los miembros que forman parte de ella. No todos
están preparados para desarrollar la misma función, ni tienen los mismos
dones. Por ello, es necesario diversificar las funciones y distribuirlas según las
capacidades y voluntades de las personas. Si no hay pluralidad difícilmente
puede existir una organización, pero tampoco podría existir si no hubiera un
poso compartido, unos elementos comunes.
En el seno de la Aldeas infantiles SOS se comparten unos principios y unos valores que dan sentido y razón de ser a la organización. Es
esencial, como veremos posteriormente, compartir unos determinados valores,
unos mínimos morales que deben ser respetados en el seno de toda la
organización y en los distintos niveles de intervención. Aclarar estos valores,
potenciarlos y desarrollar una pedagogía multidireccional de la misma no es
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tarea fácil, pero resulta básico para comprender qué es la organización, adónde
va y de dónde viene.
Intervenir en una organización sin ánimo de lucro, de carácter
marcadamente social y educativo en el sector de la infancia, como es el caso
de Aldeas infantiles SOS, requiere de unas condiciones y de unos parámetros
que se deben tener en cuenta para mantener la excelencia en la intervención y
una óptima imagen en el conjunto de la sociedad. Y ello depende de todos los
miembros que intervienen en ella, absolutamente de todos, desde los que
tienen más responsabilidad hasta los que, aparentemente, tienen menos.
Como en todo proyecto colectivo, la buena fisiología de una ONG depende de todos los factores (tanto humanos como no humanos) que la integran. Por ello, el texto que presentamos no sólo puede ser útil a quienes
intervienen en la atención directa a niños y adolescentes (la madre SOS, la tía
SOS, el pedagogo, el educador, el director...), sino también a los agentes
administrativos, burocráticos y gestores que hacen posible la construcción y el
desarrollo de la organización.
La primera regla de oro que se debe contemplar en el seno de una
organización como Aldeas infantiles SOS es que todos los agentes que
intervienen en ella, tanto los que están a primera línea de acción como los que
trabajan de un modo indirecto para el bien de esa acción, son necesarios y, por
ello, debe reconocerse su labor y su trabajo. Cada cual, a su modo, y desde su
enclave profesional vela para un desarrollo óptimo del conjunto.
Una última consideración sobre la dinámica de una organización. El
desarrollo óptimo de una organización está muy relacionado con el equilibrio
entre el pasado y el futuro. La memoria debe estar muy presente en el ejercicio
de la actividad, pero no como lastre, sino de un modo creativo. Aldeas infantiles
SOS está abierta a grandes transformaciones de futuro, pero sólo podrá
afrontar con dignidad y seriedad dichas transformaciones si se mantiene fiel a
su pasado y lo reinventa a la luz de las necesidades actuales.
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2. ¿De qué va este libro?
Este libro trata de valores institucionales, aunque, desde un punto de vista
formal, no es un libro de ética. Reconocer los valores que hay en una
organización y compartirlos de un modo colectivo es esencial para el buen
desarrollo de la misma. En los cimientos de Aldeas infantiles SOS hay unos determinados valores que se deben expresar y concretar porque son, en el
fondo, la razón de ser de la misma organización. La cohesión del proyecto
depende, en parte, de estos valores compartidos y de la capacidad de trabajar
y de comprenderse mutuamente.
Partimos de la tesis que una organización no es un ensamblaje casual de
personas y de cosas, sino un conjunto de seres humanos que persiguen
colectivamente un determinado ideal. Atender a niños sin hogar es el objetivo
fundamental de Aldeas infantiles SOS y, aunque en algunos momentos, el
profesional que trabaja en un determinado espacio laboral puede perder la
visión de conjunto, este objetivo sigue siendo el rasgo esencial de la
organización. No es posible intervenir, de un modo excelente, en el sector de la
infancia sin la práctica de determinados valores. Tratar con personas no es
tratar con cosas y es fundamental preservar unos mínimos éticos. En el caso
del niño, esta cautela ética todavía es más necesaria, tratándose de un sujeto
vulnerable e indefenso. Al fin y al cabo, en el ejercicio de los valores nos
jugamos el prestigio, la solidez y el fuste de la propia organización.
Lo que nos proponemos, pues, en este libro que tienes en tus manos, es
pensar los valores que se deben compartir en el seno de la organización. Se
trata de explorar esos valores que dan sentido a la labor colectiva y de
reflexionar en torno a ellos y en torno a los problemas de aplicación en el seno
de la vida cotidiana. Es necesario distinguir entre lo ideal y lo real. Los valores son, en cierto sentido, horizontes de referencia, modelos de conducta, pero
la realidad no siempre se amolda a estos valores referenciales.
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La reflexión colectiva sobre los valores puede ayudar a practicar mejor la
intervención, a alcanzar cotas de excelencia más elevadas a sabiendas que
siempre existe una diferencia entre lo real y lo ideal. Cuando una organización
pierde de vista sus ideales, sus horizontes, ha muerto como organización y
todavía más si se trata de una organización como Aldeas infantiles SOS que,
en su misma esencia, busca transformar la realidad de muchos niños y
alcanzar, de este modo, una sociedad más justa y solidaria.
Este libro trata, además, de los valores institucionales, de aquellos que se
comparten en el seno de Aldeas infantiles SOS, se refiere también a los valores
profesionales, es decir, a ese conjunto de pautas que se deben tener en cuenta
en el ejercicio óptimo de la profesión. En el seno de Aldeas infantiles SOS
trabajan profesionales de distinta formación y orientación que velan, cada cual
desde su lugar, por una excelente profesionalidad.
La profesionalidad, como veremos posteriormente, no depende sólo de los
conocimientos técnicos o científicos, sino también y, de un modo especial, del
saber hacer, es decir, del talante de la persona. La profesionalidad implica un compromiso vital con determinados valores, exige el respeto a
determinados derechos y el cumplimiento de determinados deberes. En el seno
de Aldeas infantiles SOS nos proponemos investigar qué valores son básicos
en nuestra profesionalidad y también qué derechos debemos respetar y qué
deberes no podemos dejar de cumplir.
La ética que orienta la intervención de cualquier profesional está orientada
hacia el bien. El bien o la felicidad es lo que constituye el fin último de la ética y
por eso mismo siempre debe estar presente en la intervención profesional. El
bien se concretará en valores y normas que serán metas del trayecto
profesional. La voluntad de bien se presupone en el ejercicio profesional, pero
los modos de realizar ese bien y de concretarlo en la vida de cada día requiere
de un discernimiento, de la elaboración de un juicio. Por eso, nos proponemos
aquí, ofrecer unos criterios de análisis con el fin de mejorar nuestra acción y
alcanzar unos mejores niveles de competencia profesional.
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Debemos mantenernos vigilantes contra la creencia de que no tenemos necesidad de mejorar. Toda organización puede mejorar, pero para
ello debe hacer autoanálisis y ser capaz de reconocer sus puntos flacos y sus
puntos fuertes. Los organizaciones cambian con el tiempo, transforman sus
estructuras y sus modos de intervenir. El mundo de las ONG’s no es estático,
sino que está completamente impregnado por los cambios sociales,
económicos y políticos que se viven en la sociedad. Reflexionar sobre los
valores, sobre los deberes profesionales nos mantiene vigilantes contra la
creencia de que ya hemos alcanzado el máximo nivel de perfección.
El autoconocimiento sin la voluntad de escuchar a otros conduce a vivir como quien se cree que ya ha alcanzado la perfección. Por ello es
necesario en este análisis de los valores, escuchar a todos los que intervienen
en el seno de la organización, pues todo el mundo puede aportar su grado de
arena en la construcción de una organización mejor, capaz de dar respuesta
efectiva y positiva a los múltiples problemas que plantea la sociedad.
Por todo lo que llevamos dicho, creemos que no debe extrañar nada que la
reflexión ética se haya instalado en el seno de diferentes organizaciones.
Circunstancia bien comprensible con sólo pensar en la misma forma cómo está
hecha la moral. La urgencia y la inmediatez de la cotidianidad nos obliga a
deliberar cómo poder hacer la mejor elección entre los criterios que tenemos a
mano.
El gran enemigo de las ONG’s es el activismo y la dificultad de crear
espacios para la reflexión, el diálogo y la promoción de los valores propios. Y
sin embargo resulta evidente que muchos problemas de orden cotidiano, de
mala comunicación o bien de cruce de competencias, se deben, en parte, a un
déficit de valores en el seno de la organización. Los valores no son algo
decorativo en la vida de la organización, sino que, en cierto modo, pueden
considerarse el alma de la organización. Están ocultos, no son visibles, no se
detectan empíricamente y, sin embargo, constituyen el motor de la práctica
profesional y la fuerza motriz de la organización.
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Debemos hacer un esfuerzo, en Aldeas infantiles SOS, para comprender
la lógica del obrar y de la acción que caracterizan a este ser que es la persona
en su ámbito profesional. Más aún si tenemos en cuenta que la misma
intervención social es una toma de postura ética a favor de un sentido de la
existencia humana. Nuestra acción en el ámbito de la infancia tiene grandes
virtudes y, en muchos aspectos, es ejemplar, pero para mantener este nivel de calidad y de excelencia es esencial pensar con antelación a la acción, pensar qué hacemos, por qué hacemos lo que hacemos y cómo hacemos lo que tenemos encomendado.
Todas la personas que articulan su oficio de ser hombre o mujer alrededor
de la educación y de la intervención social deben plantearse cuáles son los
criterios a seguir en su obrar cotidiano y en las actitudes con las que encaran
su trabajo. Ser madre SOS, como veremos posteriormente, no es algo
accidental en la vida de la mujer que toma esta decisión. Por ello, es básico
pensar los criterios de esta acción y las formas más óptimas de llevar a cabo su
labor.
Debemos tener en cuenta que el trabajo del interventor social (pedagogo,
trabajador social...) reviste unas características complejas y diferenciales.
Educar, al fin y al cabo, es formar, cultivar, dar forma a algo que no la tenía. No
debemos olvidar que el profesional de Aldeas infantiles SOS se puede
encontrar y se encuentra, de hecho, en situaciones difíciles en las cuales muy
fácilmente puede perder de vista su función y su razón de ser. Al fin y al cabo,
también es vulnerable y es necesario ayudarle, desde el seno de la
organización a llevar a cabo, de un modo óptimo, su tarea. En algunos casos,
la extrema fragilidad y vulnerabilidad de la persona de la que debe cuidar será
el motivo de su desorientación. Fragilidad que muy fácilmente puede
convertirse en supeditación y subordinación.
La ética se puede definir como un saber práctico, en el que tan
importante es la experiencia de las acciones de la vida como el haber adquirido
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una razón práctica y deliberadora. La ética tiene por objeto la acción sometida
la razón. O, mejor dicho, la ética no vela tanto por la acción sino por lo que
debemos divisar antes de decidirnos por una u otra acción. Tiene por objeto
estudiar las reglas que pueden conducirnos en nuestro caminar o sea,
probando su fundamentación.
El profesional de Aldeas infantiles SOS puede decir: yo actúo de esta
manera, trabajo de esta manera, porque tengo razones éticas para hacerlo. De
eso vamos a tratar en este libro, a saber, de las razones que fundamentan la
acción y el sentido posible de su labor. Una acción laboral que consiste
eminentemente en caminar al lado de aquellos que no pueden hacerlo, de
momento, por sí solos.
En este sentido, podemos decir que la ética no nos recuerda qué debemos
hacer, sino qué condiciones hacen falta para realizar nuestra acción de un
modo óptimo. La ética entendida como razón práctica es razonar por qué nos
hemos movido por un tipo de norma o juicio y no por otro. Nos proporciona criterios para juzgar nuestra vida junto a la de los demás. Toda actividad
exige una justificación racional.
Este libro se refiere, pues, a valores, a prácticas y criterios y, pretende ser
un manual de los valores fundamentales en el seno de Aldeas infantiles SOS.
Partimos de la idea que es básico crear un sistema de valores donde la justicia,
la solidaridad, la libertad y la gratuidad, se conviertan en principios activos de
relación, organización y convivencia humanas. El eje de la reconstrucción de
todo lo que supone ser hombre y ser mujer, pasa por la humanización de la
vida social, del trabajo, del conocimiento, de la ciencia y de la técnica. Y para
conseguir esta humanización, debemos educar en los valores también en el
seno de las organizaciones.
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3. Cómo se ha escrito este libro
La participación ha sido clave en la elaboración de este libro que tienes en
tus manos. De hecho, el libro no hubiera sido posible sin la intervención
generosa y anónima de muchas personas que trabajan en Aldeas infantiles
SOS y que gracias a sus palabras y a sus consideraciones espontáneas sobre
la organización, he podido perfilar los valores intrínsecos de la organización,
sus dilemas éticos y sus luces y sombras.
Se ha escrito pues, de un modo, narrativo y progresivo. El primer paso para
su elaboración ha consistido en la inmersión en el seno de la organización,
tratando de ver, in situ, la realidad de la misma en distintas zonas de la
geografía de nuestro país. A partir del diálogo con los profesionales que
intervienen en ella, he ido descubriendo algunos de los valores latentes en el
seno de la organización y he tratado de expresarlos. Igualmente, se ha
consultado el material previo que se había realizado sobre este particular,
especialmente el programa de educación en valores y los principios
fundamentales de la organización. Todo ello ha sido clave para poder formarse
una idea de lo que es la organización en el presente y de los valores que
existen en ella.
La dificultad de investigar los valores radica en que los valores no son algo
cuantitativo que pueda calibrarse de un modo matemático. Los valores están
en nosotros, no los tenemos como quien tiene una propiedad inmobiliaria. Sin
embargo, he detectado en el seno de la organización algunos valores
compartidos, no sólo en la palabras de los profesionales que han sido
consultados, sino en sus silencios, en sus gestos y en su entusiasmo. El libro
que tienes en tus manos nace de estos diálogos, de estos encuentros con los
profesionales de Aldeas infantiles SOS. Al fin y al cabo, ellos son los
verdaderos protagonistas del texto. Mi tarea ha consistido en ordenar el
material, sistematizarlo y presentarlo de un modo pedagógico.
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4. ¿Cómo se puede leer?
La primera reacción que puede generarte la visión de este libro es fácil de
comprender. -¡No tengo tiempo para leerlo!- puedes exclamar y, seguramente,
con razón. Se trata de un libro que, aunque puede ser leído de un tirón, pienso
que es más adecuado leerlo paulatinamente, siguiendo distintas fases. Está
pensado para profesionales que no disponen del tiempo que desearían para la
lectura y, aunque el libro sea grueso, no debe asustarte, porque tiene partes
muy claramente divididas.
Está organizado en doce capítulos independientes entre sí. Cada capítulo
está integrado, a su vez, por epígrafes, lo que permite la discusión y el diálogo
entre los distintos lectores. Para sacar el máximo jugo de la lectura de este libro
y para que realmente cumpla su propósito, se debe analizar cada capítulo
teniendo en cuenta la realidad. El contraste entre lo que se afirma de un modo
ideal y lo que es la realidad nunca debe perderse de referencia, pues sólo de
esta manera puede mejorar la acción y el ritmo total de la organización.
De hecho, el libro permite una triple lectura. En primer lugar, una lectura
honda que consiste en la lectura atenta de cada uno de sus capítulos y su
discusión ulterior. Esta lectura es la más deseable y es la que puede tener
efectos reales en la vida práctica en la organización. Luego está la lectura
rápida que presta atención fundamentalmente en las negrillas. En cada
capítulo, he destacado algunas frases que son el núcleo teórico que puede
servir de pretexto en la discusión.
Finalmente, puede todavía desarrollarse una tercera lectura, la más
acelerada que consistiría en observar los mapas conceptuales que se adjuntan
al final de cada capítulo. Estos mapas conceptuales requieren de una
explicación para su buena comprensión, pero en ellos se pueden intuir los ejes
centrales de la exposición.
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5. ¿Para qué sirve?
La reflexión compartida y crítica sobre los valores en el seno de nuestra organización es extraordinariamente útil para aunar esfuerzos y mejorar la calidad de la intervención no sólo a título individual, sino a título
colectivo.
Reflexionar sobre los valores compartidos en el seno de la organización:
a. Fomenta la capacidad de observar en profundidad la organización y la
realidad que la rodea, hecho que ayuda a identificar la información
relevante para determinar las características básicas de una situación
determinada.
b. Ayuda a comprender los fenómenos de la vida cotidiana, a familiarizarse
con la necesidad de actuar en situaciones complejas que requieren la
realización de interpretaciones sobre situaciones distintas a las cotidianas y
a sensibilizarse hacia la diversidad de contextos y diferencias personales.
c. Facilita el ejercicio para simplificar las descripciones de la realidad,
competencia que permite definir concretamente la situación problemática
sobre la que hay que operar.
d. Entrena en los procesos de toma de decisiones en los que es necesario
considerar las posibles alternativas de acción y llevar a cabo la selección
progresiva hasta llegar a aquélla que, siendo coherente con los principios
establecidos, comporte el menor número de riesgos.
e. Favorece la implicación de las personas en el propio trabajo, convirtiéndolas
en participantes activos del propio aprendizaje, facilitando la exposición de
opiniones, actitudes y valores.
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f. Proporciona experiencias de trabajo cooperativo de manera que se
acostumbra a las personas a considerar e interesarse por distintas
perspectivas y puntos de vista; a tratar de entender los planteamientos de
otros; a compartir conocimientos, a desarrollar estrategias de análisis
compartidos; a estar abierto a nuevos planteamientos y a comprender en la
práctica que los fenómenos de la vida cotidiana son realidades
tremendamente ricas y complejas, cuyo conocimiento exige el estudio y la
reflexión contrastada y compartida.
La formación de los colaboradores es esencial para el buen
funcionamiento de una organización. La formación técnica y profesional, por
una parte y la formación humanística y ética, por otra, han de correr
paralelas y ello exige en ocasiones que el balance se incline hacia el primer
aspecto y, en ocasiones, habrá que hacer especial énfasis en el segundo,
en una actualización de los conocimientos que hagan posible la correcta
asistencia integral de las personas que se atienden. Este libro puede
considerarse un instrumento de formación humanística y ética para los
colaboradores de Aldeas infantiles SOS.
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6. ¿Qué tiene que ver la ética con Aldeas infantiles SOS?
La ética tiene que ver con la vida cotidiana de las personas, por ello no
puede estar reservada a unas cuantas acciones de gran significado. Todo acto
humano es, de hecho, un acto moral. El modo de hablar, el tiempo que
gastamos, los planes que hacemos, las relaciones que cultivamos, los
proyectos que hacemos, las relaciones que establecemos, todo forma parte de
la vida moral de la persona.
La ética no es primariamente el estudio de acciones graves, sino el estudio del vivir humano, por ello tiene un especial sentido el binomio entre
ética y aldea, porque la aldea y especialmente el hogar es el lugar donde
transcurre la vida de la organización y la ética es, precisamente, la reflexión
sobre la vida.
Hemos dicho más arriba que todos los actos humanos son actos morales.
Significa que cualquier acto, comportamiento o modo de proceder, entra dentro
del campo de la ética. Los modos de enseñar, de predicar, de hablar, de cuidar,
de limpiar o de conducir, por ejemplo, forman parte del estudio de la ética.
Sabemos, por ejemplo, que el modo que tenemos de hablar con nuestros hijos,
con nuestros mayores, con nuestros empleados, con nuestros superiores, con
nuestros vecinos o cónyuges puede mejorar (o empeorar) su vida. La reflexión ética nos faculta para pensar críticamente nuestros modos de obrar en la vida cotidiana, por ello es tan esencial el vínculo entre la ética y la
organización.
La vida humana de cada día se complica por la variedad de relaciones,
tareas y circunstancias. La madre SOS, por ejemplo, a lo largo de su jornada,
debe actuar en múltiples direcciones. Para manejarse en medio de esta
intrincada selva, desarrolla prácticas. Una práctica es una actividad regular que
nos configura de tal modo que desarrollamos disposiciones para actuar de una
forma particular. La prácticas conforman hábitos. La reflexión en torno al valor
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de estos hábitos, al ejercicio de los mismos y a su oportunidad cae dentro el
ámbito de la ética.
Para adaptarnos a las exigencias de la vida, adoptamos ciertas prácticas.
Estas prácticas regulares se convierten en hábitos, que a su vez, llegan a
arraigarse profundamente en nuestra vida y a constituir dimensiones propias de
nosotros mismos. Estos hábitos nos hacen lo que somos. Sin embargo, ciertas
prácticas nos afectan más profundamente que otras. Dos de estas prácticas
tienen que ver con el estado de vida y la ocupación.
En el seno de Aldeas infantiles SOS es esencial reflexionar en torno a los
hábitos personales y colectivos, pues la implicación existencial es muy notable
y las consecuencias que pueden tener en otras personas debe contemplarse
seriamente. Debemos tener en cuenta que los hábitos que vamos adquiriendo
a lo largo de la vida profesional nos ayudan a desarrollar ciertas funciones
claves. Es esencial, sin embargo, distinguir entre los buenos hábitos y los
malos hábitos en el seno de una organización.
Los hábitos positivos son los que promueven la capacidad de llevar a cabo
acciones que benefician a uno mismo, a su crecimiento y a la mejora de su
entorno. Estos hábitos promueven conductas y sentimientos de satisfacción,
bienestar y alegría. Contrariamente, los hábitos negativos son aquellos que dan
lugar a una vida problemática, debido a la disminución de habilidades para el
mantenimiento de uno mismo, para el desarrollo de formas de vida
constructivas y saludables y para el crecimiento como personas. Estos hábitos
promueven comportamientos destructivos y conductas y sentimientos de
depresión, ira, ansiedad y culpa.
Los hábitos positivos son los que nos ayudan a entender el mundo que nos
rodea, organizando la compleja trama de estímulos que el entorno nos
proporciona, ofreciendo, así, claridad y consistencia. Esto nos ayuda a
funcionar tanto en el mundo como en nuestras relaciones. Mediante estos
estereotipos y predisposiciones de respuesta podemos actuar con más rapidez.
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No obstante, existe una contrapartida: en la medida en la que nuestros
estereotipos no son adecuados, o que nuestras actitudes estén injustificadas,
actuaremos de forma inadecuada o impropia.
También son positivos los hábitos que ayudan a las personas a proteger su
autoestima o autoimagen ante los posibles conflictos internos o externos. De
igual modo lo son los que maximizan los esfuerzos y minimizan la probabilidad
de recibir penalizaciones. De esta forma predisponemos a la persona hacia
aquellos objetos que le resultan recompensadores, al mismo tiempo que
posibilitan la satisfacción de sus necesidades, o consigue sus objetivos.
Los buenos hábitos ayudan a las personas a expresar sus valores
fundamentales. Esta expresión implica una gratificación, porque ayuda a la
realización de la identidad personal y sirve como vehículo para la
autosatisfacción. Por todo lo que se ha dicho, parece evidente que nuestros
hábitos influyen decisivamente en nuestra conducta.
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II. ¿QUÉ SIGNIFICA SER PROFESIONAL?
1. Ser profesional en Aldeas infantiles SOS
La profesión se puede definir como una actividad ocupacional en la que se hace un servicio específico a la sociedad, a través del cual se
obtiene el medio de vida. También podemos decir que la profesión es una
actividad concreta orientada a un fin concreto, o sea, el ejercicio de una
facultad humana hacia unos objetivos determinados y específicos. De hecho,
las profesiones surgen, a lo largo de la historia, como medios para satisfacer
las necesidades propias del ser humano. El hombre necesita siempre de los demás para vivir y para realizarse. Es también en esta tesitura donde se
deberá enmarcar el papel de la ética profesional.
Al profesional que interviene en el seno de Aldeas infantiles SOS se le exige
la competencia necesaria para hacer del otro (el niño) una persona que pueda
vivir con toda la dignidad que, como tal, se merece. El destinatario principal del
profesional de Aldeas infantiles SOS es el niño y su desarrollo integral. Esto
significa que toda la tarea profesional e institucional debe orientarse a este fin,
lo que implica que el perfil del profesional debe amoldarse a los objetivos de la organización y no la organización a los intereses del profesional.
Sólo cuando el profesional asume plenamente, en el seno de su acción
individual, el objetivo final de la organización, presta un servicio positivo a la
misma y, consiguientemente, al conjunto de la sociedad. De aquí que el bien
del profesional y el bien de la sociedad vayan mutuamente compenetrados.
Sólo desde esta complementariedad, se puede entender y justificar la dignidad
del profesional.
Ser profesional en el seno de una organización como Aldeas infantiles SOS
tiene unas connotaciones peculiares. No sólo porque se trata de una
organización no gubernamental, no sólo porque su espacio de intervención sea
el sector de la infancia, sino por el modo de intervenir en este escenario. En el
23
profesional de Aldeas infantiles SOS, especialmente el que está en la primera
línea de intervención, se le exige una implicación personal, existencial y
emotiva que trasciende lo que se denomina habitualmente implicación
profesional.
Ser profesional en Aldeas infantiles SOS implica un cierto grado de
convicción y de responsabilidad. Como veremos después, las convicciones son
necesarias para desarrollar eficazmente una labor encomendada, pero también
lo es, y mucho, la responsabilidad. La frontera entre lo personal y lo profesional
resulta muy difícil de precisar en los profesionales de primera línea de
intervención, pues su trabajo ocupa gran parte de su vida y su vida se identifica
mucho con su labor profesional.
Aunque es necesario gozar de determinados tiempos libres, el hecho es
que en Aldeas infantiles SOS la implicación profesional trasciende, en muchos casos, otras formas de implicación profesional. Hay un plus de
implicación que hace del profesional de Aldeas infantiles SOS un profesional
singular que pone en la tarea que desempeña no sólo parte de su tiempo, sino
que se entrega personalmente y existencialmente a su labor. Esto es altamente
positivo, pero plantea dificultades que se deberán soslayar en la vida práctica.
24
2. Vocación y profesión
Toda organización pretende responder a un campo de necesidades.
Desde Aldeas infantiles SOS se pretende paliar las necesidades afectivas, sociales, culturales, económicas, morales y religiosas de los niños que,
por las circunstancias que fueren, no gozan de un hogar y de una familia para
poder desarrollarse de una manera óptima. El impulso de esta respuesta
personal y organizativa se genera por motivación de tipo vocacional. En esta
respuesta se une capacidad y deseo (aptitud y voluntad) de trabajar para paliar
las necesidades del niño, ayudándole a desarrollar todas sus potencialidades.
En el seno de una aldea se convierten los problemas del niño en
problemas propios de la aldea y se viven sus aspiraciones como las propias
aspiraciones. La aldea es el lugar fronterizo entre el hogar (microcosmos) y el
mundo (macrocosmos). Como después indicaremos, la solidaridad debe presidir la vida en el hogar y en la aldea. Asumir los problemas del otro como
problemas propios es el germen de toda práctica solidaria.
Como se desprende de la lectura de los principios y fundamentos de Aldeas
infantiles SOS, la finalidad de la organización consiste, precisamente, en
responder a un conjunto de necesidades, en propiciar para cada niño en
situación vulnerable un hogar digno y un entorno normalizado, donde pueda
ejercer sus derechos y deberes como cualquier otro ciudadano.
Vocación es llamada. En el caso de la Aldeas infantiles SOS, la llamada
viene del niño, del niño vulnerable que requiere de una acción responsable,
eficaz y competente. Existe una íntima relación entre vocación y organización.
La escucha es el requisito previo para la vocación, pues si no hay escucha no
se percibe la llamada y tampoco se detecta, por consiguiente, la necesidad del
otro. Sólo el que escucha puede tener vocación, porque sólo él puede ser receptivo a la llamada.
25
La vocación en la organización Aldeas infantiles SOS arranca de una
llamada: la llamada del niño vulnerable y frente a esta llamada se practica una
respuesta (responsabilidad) no sólo individual, sino colectiva que puede ser
más o menos eficaz, pero que trata de paliar la necesidad detectada.
Precisamente, la ética de la organización tiene mucho que ver con el valor de
esta respuesta y los cauces de su articulación. Decimos que una organización
goza de una buena salud ética cuando su respuesta está a la altura de sus
necesidades.
Para ejercer determinadas profesiones, se requiere de una cierta llamada,
es decir, de una cierta inclinación hacia un determinado ámbito cultural o
problema social. La sola vocación no garantiza, ni mucho menos, una labor adecuada, pero la mera profesionalidad ejercida sin convicción, sin inclinación,
puede convertirse en una acción mecánica y estereotipada. La buena praxis
profesional requiere de vocación y de profesionalidad y ambas deben ir
íntimamente unidas. Sólo podrá responderse eficazmente a la demanda del
niño vulnerable si hay profesionalidad y una buena dosis de ética en el seno de
la organización.
El óptimo ejercicio de la profesión en el seno de Aldeas infantiles SOS requiere de una cierta vocación, no en el sentido religioso o esencialista del
término, pero sí que se requiere una fuerte inclinación a trabajar con los niños y al servicio de su cuidado y de su promoción integral. Se trata de
una intervención que implica vitalmente mucho y puede, incluso, desgastar
gravemente a la persona que la desarrolla si no se cuida lo suficientemente
tanto desde el punto de vista emotivo como psicológico y personal.
26
3. Ser persona y ser profesional
La ética personal puede entenderse como el sistema de valores que tiene un
ser humano en tanto que ser individual y único. Todo ser humano, de un modo
explícito o implícito, participa de unos determinados valores, jerarquiza unas
determinadas actitudes y, a partir de esta jerarquización, analiza sus acciones y
toma decisiones a lo largo de su vida.
El sistema personal de valores puede transformarse a lo largo de la
biografía, pues inciden muchos factores que pueden alterar no sólo
accidentalmente sino significativamente el modo de obrar y de pensar. La ética
personal, pues, se mueve en el ámbito de la privacidad y de la vida del entorno
más íntimo.
Precisamente porque el ser humano es un ser social, sus valores pueden
entrar en colisión con los valores de otros seres humanos, de sus familiares, de
sus amigos, de sus colegas y, de este modo, pueden aparecer conflictos y
tensiones en la esfera relacional.
Lo que se le exige al profesional de una organización no es que
abandone su ética personal para ejercer exclusivamente los principios
recogidos en el código deontológico, sino que sea capaz de distinguir el ámbito privado del ámbito profesional y que, en tanto que actor dentro del
mundo social, se rija por unas normas y unos criterios debidamente
consensuados por el conjunto de la profesión de la que hace gala.
La ética profesional, también denominada ética colectiva, se refiere al
conjunto de criterios y normas que deben regular la práctica profesional. La
profesionalidad, como se ha señalado anteriormente, exige la práctica ética,
pues no sólo se refiere a los aspectos científicos o técnicos, sino
fundamentalmente al modus operandi de cada persona. Decimos, por ejemplo,
de alguien que es un buen profesional cuando, además de conocer a fondo su
27
disciplina, respeta los derechos fundamentales de su destinatario, de sus
colegas de profesión y las reglas y principios que rigen la institución donde
actúa.
El ejercicio de la ética profesional no sólo incluye el cumplimiento del código
deontológico, sino la práctica de determinadas virtudes. La esfera de la ética
personal y de la ética profesional pueden entrar en conflicto cuando, por
ejemplo, el profesional cree que no debe actuar en tanto que persona pero se
ve obligado a hacerlo en tanto que profesional. La persona es anterior a la
profesión y, por lo tanto, la esfera de la ética personal es anterior a la esfera de
la ética profesional.
En el seno de Aldeas infantiles SOS, la diferencia entre la ética personal y la
ética profesional es difícil de deslindar, pues la implicación profesional en la
organización es de carácter vital y global. Sin embargo, es básico distinguir la persona de la profesión. Hay que respetar la autonomía de cada persona, sus valores y sus modos de actuar y de pensar, pero en tanto que profesional debe adaptarse a una reglas compartidas por todos. La
organización sólo puede existir como tal, cuando los profesionales asumen
personalmente determinadas reglas de juego. En este particular se juega su
misma profesionalidad y no sólo esto sino también la imagen exterior de la
organización.
En casos de tensión entre la ética personal (los propios valores) y la ética
profesional (los valores de la profesión), es necesario dialogar con los
directamente implicados y buscar soluciones mixtas. Nunca se debe olvidar, sin embargo, que el profesional antes de ser profesional es persona y que
por encima de todo debe respetarse su conciencia.
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4. Una profesión con rostro
La tarea de cuidar y de educar requieren, ineludiblemente, el contacto, el
rostro-a-rostro, la proximidad espacio temporal, en definitiva, el tacto. Grosso
modo, se pueden distinguir dos tipos de profesiones: las que requieren
ineludiblemente la presencia humana y las que pueden desarrollarse de un
modo maquinal, donde lo humano es accidental o epidérmico.
La labor que se desarrolla en el seno de la Aldeas infantiles SOS requiere de un modo necesario, la presencia de personas, formadas y sensibilizadas, con capacidad de acción y responsabilidad. Una profesión
con rostro es una profesión humana en todos los sentidos, no sólo porque el
que la ejerce debe ser una persona humana, sino porque el destinatario de la
mismo es también una persona.
En la sociedad de la tecnología abundan profesiones donde la presencia
humana es accidental o irrelevante. En determinadas organizaciones lucrativas
de tipo industrial, la presencia humana ha descendido aceleradamente en los
últimos lustros. En Aldeas infantiles SOS, sin embargo, el factor humano es
básico. Las personas son necesarias e ineludibles, pues sólo las personas son
capaces de amar, cuidar y acompañar a un ser humano frágil.
El objetivo final de Aldeas infantiles SOS es que el niño vulnerable se
convierta en un ciudadano libre y responsable, pero ello implica una enorme y
prolongada tarea donde intervienen distintos agentes, pero donde el factor
principal es, en primer lugar, la madre SOS y el equipo, en segundo lugar, el
clima del hogar y, en tercer lugar, la atmósfera de la aldea. Sólo un profesional
con rostro puede ayudar a otro ser humano a encontrar el sentido de su
existencia y la razón de vivir. Ello requiere, como veremos más adelante, del
ejercicio del diálogo, de la práctica de la ternura, de la proximidad, no sólo
exige contigüidad espacio- temporal, sino de la capacidad de ponerse en la piel
del otro y de la voluntad de sanarle, de promocionarle.
29
5. Convicción y responsabilidad
En una de las entrevistas que tuve ocasión de realizar a propósito de la
elaboración de este libro, una madre SOS me comunicó que para realizar
adecuadamente este trabajo se requieren convicciones, pero también
responsabilidad.
Un convicción es una realidad que tenemos muy arraigada en nuestro
interior y que no estamos dispuestos a cuestionarla y a ponerla entre
paréntesis. Las convicciones, de hecho, no las tenemos, como quien tiene una
cosa en su mano, sino que las convicciones forman parte de nuestra identidad,
de nuestra personalidad moral y constituyen una dimensión esencial de nuestra
vida. Al fin y al cabo, las convicciones son como motores de nuestro obrar,
porque orientan nuestros pasos hacia una determinada dirección. Para trabajar
coherentemente en Aldeas infantiles SOS se quiere un cierto nivel de
convicciones que, en cada persona, como es evidente, adquiere una forma
distinta, dada su sensibilidad y su modo de ser.
Pero, cualquier lector puede preguntarse con razón, ¿A qué convicciones
se está refiriendo? Podría formularse la respuesta de un modo genérico: a la convicción de que la realidad de algunos niños puede mejorarse y debe ser mejorada. Si no se parte de esta convicción, difícilmente se podrá
intervenir adecuadamente en el seno de la organización, porque el objetivo
último de la misma es velar para una calidad de vida en el niño desamparado.
Ser sensible a los problemas de la infancia, tener la convicción de que es
necesario hacer algo e implicarse para paliar el sufrimiento y el dolor de tantos
seres vulnerables es algo esencial en el profesional de Aldeas infantiles SOS.
Sin embargo, para ejercer bien la propia profesión en el seno de una
organización como Aldeas infantiles SOS no basta con convicciones de tipo
moral o solidario, sino que además se debe exigir responsabilidad, es decir,
capacidad de responder de los propios actos y de las propias decisiones. Cada
profesional, en su ejercicio profesional, es responsable de una determinada
30
parcela de la organización y tiene que dar cuenta de ella en el conjunto. Si su
acción falla, si su intervención es inadecuada ello repercute negativamente en
el todo de la organización y hace mermar el objetivo que comunitariamente se
persigue. Ser responsable en la organización significa asumir las propias tareas
de un modo riguroso, considerar seriamente lo que tenemos entre manos, vivir
con la idea que nuestra intervención, aunque aparentemente puede resultar
insignificante, es básica para la construcción de la organización y para la
edificación de una sociedad mejor.
No basta, pues, con las convicciones, sino que se requiere, además,
responsabilidad. La madre SOS y su equipo no sólo es responsable de una
parcela, sino de un ser humano vulnerable que requiere atención, cuidados y
educación. Su responsabilidad es personal. Por ello es necesario reconocer su
labor y estimarla mucho en el seno de la organización. Ella resulta ser la base,
el puntal de todo el sistema metodológico de Aldeas infantiles SOS.
31
Cuadro 1: Prácticas y hábitos
Háb. positivos Hábi. negativos Ética Identidad del profesional
De entendimiento Autodefensiva Utilitaria Expresión de valores Reforzadora
funciones
Cognitivo
Afectivo Conductual
component Hábitos
Prácticas
Destinatario VIDA PROFESIONAL Agente
ORGANIZACIÓN
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Cuadro 2: Se
Ética de laresponsabilidad
Institucional Social
compromiso
implica
SER PROFE
SER PER
r profesional
Deberes Derechos
Competencia Técnica Ética
Dimensión
Ética de la convicción
SIONAL
SONA
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III. ¿DÓNDE ESTOY?¿HAY ALGUIEN MÁS?
1. ¿Qué es una organización?
Las organizaciones están al servicio de un bien, no son un fin en si mismas. Se proponen transformar una determinada zona de la realidad
mediante el trabajo organizado de los distintos agentes que intervienen en ella.
En una organización es fundamental no perder de vista el sentido final de la
acción, es decir, el para qué de la misma. Debemos cuidar de las organizaciones para que realmente sean un medio eficaz para alcanzar sus objetivos.
La organización es, además, un factor de socialización, una estructura supraindividual que da forma a sus miembros con un orden simbólico
determinado. Sin instituciones no habría personas y esto debido a que el ser
humano al nacer se encuentra absolutamente falto de puntos de referencia. De
ahí la importancia de las organizaciones en la construcción de la persona.
El trabajo de las organizaciones consiste en acumular sentidos y ponerlos a
disposición del individuo, tanto para sus acciones en situaciones particulares
como para toda su conducta a lo largo de la vida. El agente que interviene en el
seno de una organización debe tener en cuenta este aspecto, porque el profesional no trabaja en el vacío sino que su obrar tiene una orientación estrictamente conectada a su localización y a su ubicación institucional. Esto quiere decir que hay que ver la organización como una comunidad donde
el individuo debe ser acogido y reconocido, desde donde podremos luchar
contra la siempre amenazante desestructuración.
La organización tiene como principal misión la actualización del sentido que
necesita el hombre para poder aproximarse en la búsqueda de una vida
completa y virtuosa haciendo de esta tierra un hogar para vivir.
34
En este sentido, no debemos olvidar que a menudo las organizaciones se
desentienden de los contenidos a interpretar, centrándose en los elementos ya
interpretados. Es esencial reinterpretar constantemente la realidad y no
quedarse en lecturas ya hechas, porque entonces la organización como tal
pierde vitalidad, pierde sentido en el conjunto de un mundo dinámico y
fluctuante. Toda organización, pero especialmente en el ámbito de la infancia,
debería contener algo así como un departamento de ética y de prospectiva
donde se analicen los dilemas y retos de la organización y los posibles
escenarios de futuro.
Se puede afirmar también que las organizaciones son sistemas de
comunicación, sistemas de acogida, donde lo humano tiene que desarrollar un
papel prioritario. En el caso, de Aldeas infantiles SOS esta comprensión de la
organización es básica. Aldeas infantiles SOS como tal es un sistema de comunicación, pues el núcleo central es el hogar y el hogar es el lugar
privilegiado de la comunicación interpersonal, de la apertura franca y honesta al
otro. Además, Aldeas infantiles SOS es un sistema de acogida, porque su
finalidad esencial es acoger a niños vulnerables de la sociedad para
convertirles en ciudadanos libres, responsables y cívicos. Esta tarea de acoger,
de dejar espacio y de dar tiempo está en la base de Aldeas infantiles SOS y es
lo que la convierte en una organización fundamentalmente solidaria. De la excelencia de esta acogida depende la excelencia de la misma organización.
Las funciones profesionales están ligadas, a menudo, a las expectativas
institucionales y al ejercicio profesional. Estas funciones incorporan tanto
valores como obligaciones. Las funciones interiorizan convenciones,
costumbres, procedimientos de enseñanza, de atención social y sanitaria. Cada
cuerpo organizado tiene una historia que mantiene una tradición y requiere que
los profesionales cultiven ciertos valores. Estas normas y valores incorporan
criterios de mérito y distinción profesional, y la posesión de estos valores
dispone a la persona a actuar de acuerdo con los objetivos de la profesión.
35
Los valores en la práctica son rasgos habituales del carácter que facultan al
ser humano para actuar de acuerdo con objetivos loables y con expectativas
asociadas al papel de las organizaciones. Los valores en la práctica deben
distinguirse de habilidades técnicas relacionadas con la función desarrollada.
De todo lo dicho en este capítulo se desprende que la organización Aldeas infantiles SOS es una red de personas y es una red de sentido.
Fundamentalmente, un red de personas que vinculadas unas con otras
constituyen una comunidad no sólo de tipo técnico, sino de tipo ético, pues los
lazos que unen a estas personas también se mueve en el ámbito de los valores
y no sólo en el ámbito de los intereses.
Además, se trata de una red de sentido, porque a través de esta
intervención colectiva, de tantos agentes implicados, Aldeas infantiles SOS se propone dar sentido a la realidad social, se propone, con el trabajo,
transformar la realidad que nos rodea para bien, es decir, para mejorarla. El
sentido último de la organización es el bien que, en el caso de Aldeas infantiles
SOS, se concreta en el bien de la infancia. Toda organización debe estar muy
atenta a su finalidad, es decir, al sentido hacia el cual se orienta, de otro modo
puede perder el norte y dejar de tener valor.
36
2. La peculiaridad de Aldeas infantiles SOS
Tal como se ha sugerido más arriba, la peculiaridad de Aldeas infantiles SOS en el conjunto del sector de la infancia reside fundamentalmente en el método de intervención y en la filosofía de la organización que avala el citado
método. Como se sabe, el sector de la infancia es un sector compartido por
otras ONG’s, pero el modo de intervenir en ella desde Aldeas infantiles SOS es
especialmente original, no sólo en el ámbito teórico, sino en el ámbito práctico.
Al fin y al cabo, donde se pone de relieve el auténtico valor de un método
y de una filosofía organizacional es en su aplicación práctica. Sólo el contraste
con la realidad garantiza el éxito real de un determinado constructo teórico. La
originalidad de Aldeas infantiles SOS ha sido puesta en práctica en distintos
territorios en muchos países del mundo. A raíz de esta experiencia, se puede
hablar, con razón, de un modelo consolidado, aunque, como todo modelo,
requiere siempre de apertura a nuevas formas metodológicas y a correcciones
internas de cara a su óptimo desarrollo.
El centro de gravedad de Aldea infantiles SOS es el bien de la persona del niño, el sujeto más vulnerable de todos. Este fin también lo
comparten otras ONG’s, pero no el valor que se otorga a la familia como
elemento esencial de la intervención. En la filosofía de Aldeas infantiles SOS,
la família resulta ser el espacio privilegiado de acogida, el lugar de transformación de la realidad del niño. En la organización, la familia no es
algo accidental, sino su eje fundamental. Todo en el conjunto de la
organización va orientado a promocionar y sostener eficazmente la estructura
familiar y, en especial, el eje central de dicha estructura que es la persona de la
madre SOS.
En Aldeas infantiles SOS, se parte de la tesis que el lugar más idóneo para el desarrollo integral del ser humano es la familia, el hogar. Sin
embargo, muchos niños, por la circunstancia que sea, no gozan de un espacio
íntimo y privado para desarrollarse y ello repercute negativamente en su
37
desarrollo personal. Para paliar esta situación, en Aldeas infantiles SOS se
reconstruye a la familia de un modo artificial, pero respetando en lo posible la
familia biológica. Se trata de emular, en la medida de lo posible, un espacio
familiar ideal, un lugar de encuentro íntimo y de mutuo respeto.
En Aldeas infantiles SOS lo peculiar es, pues, la reconstrucción del
modelo familiar como núcleo de acción sobre el niño. Quizás por ello, el cultivo
y el desarrollo de la afectividad es esencial en este modelo. En esta
reconstrucción, la madre SOS es el eje de la estructura familiar y ella tiene
como finalidad esencial cuidar de los niños con ternura y fidelidad. Para llevar a
cabo de un modo óptimo esta función es necesario reflexionar en torno a los
distintos modelos de maternidad y de familia y optar, desde un claro
compromiso de la organización, por el modelo que sea más positivo para la
persona. No se trata, simplemente, de reproducir el propio modelo familiar, sino
de llevar a cabo aquél que se considera más óptimo desde todos los puntos de
vista.
En el sustrato de dicha filosofía, se asume la tesis de que todo ser
humano para poder gozar de un pleno desarrollo de sus facultades debe
resolver sus necesidades afectivas. Debe ser reconocido como tal y necesita
ser amado. No hay educación integral sin amor. Por ello, a pesar de las
múltiples críticas que ha sufrido la estructura familiar en los últimos lustros,
desde Aldeas infantiles SOS se concibe que el mejor espacio para el
crecimiento del niño sigue siendo la estructura familiar.
El ser humano es una estructura relacional y requiere de un ámbito privado para desarrollarse como tal. El hogar cumple esta función. Resulta
ser el lugar de la relación originaria y el lugar de la intimidad compartida. En
Aldeas infantiles SOS, la defensa de este lugar no es un lujo, sino la misma
esencia de la organización.
38
3. Acción y contemplación
En el desarrollo de la vida humana pueden distinguirse tres actividades
diferentes: la contemplación, la acción y la producción. La primera se refiere a
la capacidad de pensar y de reflexionar sobre el mundo, la segunda se refiere a
la vida activa y la tercera a la capacidad de producir entidades nuevas.
Una ONG es, fundamentalmente, un ámbito de acción. Se actúa en una
determinada dirección y son muchos los actores implicados. También en
Aldeas infantiles SOS lo que une a los distintos agentes que intervienen en ella
es, precisamente, la acción, pero no cualquier acción, sino la que se define
como solidaria. El vínculo de unión en Aldeas infantiles SOS es la acción a favor de la infancia, pero toda acción, para ser realizada debidamente, requiere de una previa y continuada contemplación.
Sólo el actor que es capaz de ser espectador de sí mismo, aprende a
superar sus fallos y sus precariedades. Cuando uno se observa, puede
reconocer sus errores y puede mirar de corregirlos. Lo mismo ocurre en el
plano de una organización. Cuando en una organización es posible contemplar
detenidamente su marcha, hallar espacios para vislumbrar sus puntos flacos,
entonces se pueden tomar decisiones en una línea positiva.
En una ONG es fundamental la acción, pues es su razón de ser, pero
también lo es la contemplación colectiva. Se trata de actuar, pero también de
pensar las razones de la acción y los modos de desarrollarla. Cuando
pensamos nuestra acción, la sometemos a crítica y podemos mejorarla en el
futuro. Los dos enemigos fundamentales de una ONG son, por un lado, el
estatismo y, por el otro, el activismo. El estatismo se produce cuando en ella se
sufre una ausencia de acción, debido a un exceso de burocracia. El activismo,
en el otro extremo, es también un gran enemigo y se produce cuando se actúa
por actuar, pero no por una razón determinada.
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En el seno de Aldeas infantiles SOS no se debe actuar arbitrariamente, sino a la luz de unas razones explicativas de dicha acción. La
acción en el campo de la infancia vulnerable también debe ser pensada. Desde Aldeas infantiles SOS, se intenta articular una armónica complementariedad entre la acción y el pensamiento.
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4. Un estilo de vida
En una de las entrevistas que tuve con una tía SOS, me dio a entender que
intervenir en Aldeas infantiles SOS no puede considerarse una mera actividad laboral, sino fundamentalmente, un estilo de vida. El grado de
implicación personal y emotivo es muy intenso y, por ello, no puede calificarse
meramente de actividad laboral, sino de un estilo de vida, de un modo de
existir, porque el hecho de intervenir en Aldeas Infantiles SOS altera significativamente la vida. También es verdad que en el seno de la
organización existen grados y roles de distinta implicación (no es lo mismo
trabajar en administración central que en una aldea), pero el profesional de
primera línea de intervención, el que vive y trabaja en una aldea, cuando ejerce
su profesión, está aprendiendo a vivir un estilo determinado de vida.
No es fácil describir al pormenor este estilo de vida que caracteriza la
intervención en Aldeas infantiles SOS. En primer lugar, se trata de una forma de vivir donde la actitud de servicio se presupone necesariamente. Sin la
voluntad de servir difícilmente se puede ejercer durante largo tiempo la función
de madre o de tía SOS. El estilo de vida en Aldeas infantiles SOS implica
integralmente a la persona, porque no sólo afecta durante unas franjas de
tiempo, sino gran parte del tiempo de que uno dispone.
El ser madre SOS es algo que, de un modo u otro, afecta a lo más hondo
de la persona, pues uno descubre que están implicados otros seres humanos
que son vulnerables. En el ejercicio de la profesión, no sólo se comparte mucho
tiempo vital, sino también el mismo hogar y el hogar, tal y como veremos, es el
núcleo de la intimidad personal. Esto significa que para realizar bien la función
en Aldeas infantiles SOS, hay que estar dispuesto a compartir no sólo lo que uno tiene o puede, sino, fundamentalmente, lo que uno es.
La madre SOS, por ejemplo, no sólo pone a disposición del niño, lo que
sabe o lo que tiene, sino su misma identidad. La identificación con el rol es muy
41
intensa y por ello no se puede calificar de mero trabajo, sino de un estilo de
vida.
Uno de los factores negativos que puede provocar esta plena identificación
con el rol es la pérdida de privacidad. Por ello es esencial, respetar unos
tiempos libres y unos espacios autónomos para la madre SOS, pues de otro
modo puede quedar completamente involucrada en su papel. Estos espacios y
tiempos de descanso son básicos para su recuperación personal y para el
cultivo de sí misma y la organización debe facilitarlos y promoverlos.
El ejercicio de cuidar y de educar en el seno de Aldeas infantiles SOS exige
una profunda implicación existencial. El profesional de primera línea de
intervención tiene que creerse el papel que desempeña, pues el niño acogido
tiene derecho a tener una madre que, realmente, se crea su papel. Sólo así
podrá educársele de un modo afectivo e integral.
42
5. Un compromiso personal
Cuando uno interviene profesionalmente en el seno de una organización,
sea de carácter solidario o no, adquiere un compromiso frente a la citada
organización y también frente a la sociedad globalmente considerada. Sólo el
ser humano es capaz de compromisos, pues sólo él es capaz de construir su
vida desde la perspectiva de la libertad personal. Los grados de compromiso en el seno de una organización difieren sustancialmente de un agente a
otro, pero, sin compromiso personal es imposible actuar positivamente.
La intervención en Aldeas infantiles SOS también admite grados de
compromiso muy distintos. En la primera línea de intervención, el compromiso personal es muy exigente, pues se le exige a la persona una
predisposición que no siempre tiene. Tiene que estar predispuesto a dar su
tiempo al otro y a dejarle espacio para crecer. Dar tiempo y dar espacios,
tareas difíciles de llevar a cabo.
Además el ejercicio del rol (madre SOS, pedagogo, tía SOS, director...)
implica de un modo vital y se producen formas de encariñamiento y
dependencia afectiva. Eso, en parte, es positivo, porque en el seno de la familia el cariño y el afecto es nuclear, sin embargo puede plantear
problemas en los momentos de ruptura o de fractura de la familia SOS.
Por consiguiente, es esencial elaborar estrategias de duelo en el seno de la
organización, pues la ruptura de un vínculo afectivo genera sufrimiento. Se
podría afirmar que el vínculo que el profesional de primera línea de intervención
establece con sus destinatarios no es un vínculo meramente contractual, sino
un compromiso personal que trasciende lo laboral, pues ese compromiso le
afecta personalmente, familiarmente, socialmente y emotivamente. Ejercer el rol de madre no es algo extrínseco en una mujer, sino algo muy arraigado a
su ser. Quizá por ese motivo, el fracaso se vive de un modo mucho más
dramático y requiere de una profunda intervención psicológica.
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VALORES SOCIALES
Cuadro 3: Trabajar en una organización
Sociedad
VALORES INSTITUCIONALES Organización
VALORES PROPIOS Aldea
VALORES FAMILIARES Hogar
VALORES PERSONALES
DestinatarioProfesionales
44
IV. ¿VALORES? ¿QUÉ HACER CON ELLOS?
1. ¿Qué son los valores?
Existen valores y hechos. Los hechos son descriptivos, perceptivos y
objetivos. Por ejemplo, un billete. Los valores, por el contrario, son estimativos;
por ejemplo, el valor económico –mil pesetas- del billete de papel.
Un valor no es una simple palabra sino el resultado de tres componentes; un objeto que se desea, un sujeto que escoge y un contexto social en el que se inscribe dicha actividad. Un valor, por otro
lado, no es una simple referencia, sino una preferencia que se supone
justificada, aunque por lo general supone la combinación de diversos criterios.
El concepto de valor consiste en un conjunto interiorizado de principios nacidos
de experiencias analizadas en función de su moralidad.
El valor es algo adquirido hasta el punto de convertirse en un hábito, algo
querido voluntariamente y que acaba siendo, a la vez, objeto de deseo. Es un
elemento deseable, matizado por la experiencia individual. Es algo real,
racional y asimilable. Los valores son permanentes y fijos, aunque en cada
época se da una mayor preferencia de unos sobre otros, pero
independientemente de la jerarquización que se les atribuya, su significado es
siempre el mismo.
La justicia, por ejemplo, es siempre dar a cada cual lo que le corresponde,
pese a que se vulnere ocasionalmente o se mantenga una disposición
despreciativa hacia ella. Los valores son deseables. Si no los estimásemos,
sino nos moviesen nuestras fibras más íntimas, no valdría toda la inteligencia
del mundo. Los valores son, además, asimilados por la integración equilibrada
de nuestro mundo mental.
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Los valores son, además, inagotables. Quiere decir esto que son válidos
para todos y que conservan su magnitud siendo indiferente el número de
personas que los acojan.
Los valores son necesarios según apreciamos experimentalmente en
nuestra vida cotidiana y profesional, para crecer en nuestro desarrollo y para
elevar el grado de convivencia a unos baremos verdaderamente humanos, que
nos hagan superar las circunstancias adversas que origina la sociedad en la
que nos movemos.
Para que un valor sea integrado por el sujeto es preciso que llegue a
reconocerlo como tal valor, a seleccionarlo, a elegirlo, a actuarlo y habituarse a
esta actuación. De la misma manera que los valores se han de enseñar
siempre, y nos hemos de formar continuamente, la educación en valores se ha de producir en todo lugar, también en el seno de una ONG.
Los valores son de muy variada índole y, por tanto, requieren una
jerarquización. Lo que verdaderamente importa es la calidad y no la cantidad, por lo que habrán de localizarse perfectamente aquellos valores que
más nos pueden interesar en el ámbito de la aldea.
Uno o dos valores no hacen a una persona virtuosa. Sin embargo, algunos
valores son más centrales que otros en orden a caracterizar a una persona
virtuosa. No podemos valorar cada una de las muchas virtudes que son
importantes para el profesional virtuoso, pero sí podemos aislar y analizar
algunos valores esenciales. Puede que no sean las virtudes cardinales, pero
son ampliamente reconocidas en la ética profesional y especialmente en el
ámbito sociosanitario.
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2. Valores e identidad
Los valores forman parte de la identidad de una persona y de una organización. A veces imaginamos que lo que define a una persona o a una
organización son los rasgos externos y, sin embargo, esto es falso. Antes lo
hemos dicho: el factor humano es básico en Aldeas infantiles SOS, pero lo que
define la excelencia del factor humano es, precisamente, el conjunto de valores
que tiene. Lo que define a una organización es su modo de ser y esto se
relaciona estrechamente con los valores que tiene.
De hecho, nos comportamos de una determinada forma porque existen
unos valores que orientan y guían nuestras acciones. Ante una situación
injusta, podemos optar por quedarnos de brazos cruzados o podemos pasar a
la acción porque nos sentimos solidarios. En el seno de una organización
solidaria se presuponen una serie de valores altruistas que son su motor o
energía. Sin embargo es esencial determinarlos y compartirlos colectivamente.
Los valores no existen de forma aislada, sino jerárquicamente ensamblados en la unidad de cada persona y de cada grupo. De forma aislada
podríamos decir que todos nos gustan. Sin embargo, en la práctica elegimos y
preferimos algunos y, con nuestra forma de vivir, establecemos cuáles son
nuestros verdaderos valores. En el seno de una organización hay siempre una
pirámide valores que puede ser explícita o no serlo, pero desde ahí se toman
las direcciones y se actúa hacia una determinada dirección.
Con frecuencia no coinciden los valores que proclamamos como nuestros, con los que realmente vivimos. Es lo que llamamos diferencia
entre las creencias de valores que mantenemos y los valores realmente
vividos. La discrepancia o disociación entre los valores concebidos que
interiorizamos y la vivencia real, es en buena parte la causante de muchos
desequilibrios y problemas no sólo en la estructura de la personalidad, sino
también de las organizaciones.
47
Los valores que tiene una organización no se descubren en la teoría, sino en la vida práctica. Cuando uno observa los modos de interacción
personal en su seno y las formas de actuar que acontecen en ella, descubre los
valores que se viven en ella. Los valores dan identidad a una organización y
sólo es posible definir, con propiedad, la identidad de una organización a partir
de sus valores invisibles. Al fin y al cabo, lo que nos define no es,
precisamente, lo visible, sino lo más invisible. Los valores se visibilizan en el
ejercicio práctico, es decir, en la acción, pero no son realidades empíricas, no
son hechos.
48
3. ¿Y los contravalores? ¿Qué son?
En el desarrollo de toda organización existen actitudes o formas de
intervenir que obstaculizan leve o gravemente el cumplimiento de sus fines.
Los valores son, como hemos dicho, horizontes de referencia que cuando son compartidos por los miembros de una organización facilitan la intervención y además contribuyen a la excelencia y a la calidad del producto
final. Por otro lado, los contravalores son obstáculos, actitudes hostiles o
negativas que generan disfunción en el seno de una organización.
Desde este punto de vista, llamamos contravalores a todo cuanto se opone al crecimiento armonioso de la personalidad y por extensión de un grupo humano. Todos somos libres de vivir según nuestros valores, o por el
contrario, nuestros contravalores. A menudo la sociedad nos propone más
posibilidades de desarrollar los contravalores que los valores. Demasiado a
menudo nos dejamos atrapar por estas propuestas que la sociedad de
consumo nos hace y pensamos que la felicidad y el goce nos llenan desde el
exterior.
Sólo la persona autónoma valora críticamente sus propios valores y los valores y contravalores que surgen en su entorno. Desde la autonomía
somos capaces de interrogarnos, de contrastar, de elegir y aceptar la
orientación de la vida a partir del propio sistema de valores. Pero con la
capacidad de corregir nuestras elecciones, constatamos que no siempre lo que
se había elegido es garantía de autorrealización, ni resulta útil para los demás.
Es esencial determinar colectivamente los contravalores de la organización y
tratar de reducirlos. En el marco de una sesión compartida con miembros de
Aldeas infantiles SOS afloraron una serie de actitudes negativas que deberían
ser superadas para el buen funcionamiento de la organización. Estos
contravalores son los siguientes: a) la rumorología, b) la opacidad
comunicativa, c) el individualismo en la acción. En distintos grados, estas
actitudes negativas pueden existir en el seno de una organización y es esencial
plantearse el origen de su aparición y los métodos de superación.
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4. El proceso de valorar
Los valores son dinámicos, están ligados al desarrollo de la personalidad y muy influidos por los procesos de socialización.
Conseguimos madurar en los valores mediante el proceso de valoración. El
proceso de valorar algo varía a lo largo de nuestra vida, pues lo que nos parece
ser un valor fundamental en la adolescencia no necesariamente lo es la
madurez o en la vejez. El descubrimiento de los valores se realiza mediante
experiencias significativas y a través de personas que las hacen visibles con
sus actos.
Podríamos decir que los valores se contagian, ya que son captados más
fácilmente allá donde la vida de las personas manifiesta coherencia entre el
pensar y el hacer, el hacer y el comunicar. El proceso de valoración radica en
la relación. Los valores nos llegan por vía relacional, es decir, por medio de los
otros, si bien es imprescindible una predisposición personal abierta. A lo largo
de la vida humana, el sujeto establece muchas y variadas relaciones con
determinados objetos, pero estas relaciones resultan mucho más
predominantes en lo que se refiere a las relaciones con las personas.
Es esencial en el seno de una organización como Aldeas infantiles SOS aprender el proceso de valorar desde el punto de vista grupal. Generalmente, el proceso de valoración se da a título individual y de un modo
asistemático y espontáneo, sin embargo es preferible para la buena marcha de
la organización la debida valoración corresponsable. Toda valoración grupal
requiere tiempo, diálogo y unos mínimos criterios compartidos a partir de los
cuales se efectúa la citada valoración.
En Aldeas infantiles SOS se aprecia muy notablemente el acto de valorar y se considera que el equipo debe ejercer esta función, pues sólo
desde el conocimiento real de la situación, puede valorarse lo que debe
hacerse.
50
5. ¿Se puede educar en valores?
La acción educativa es un factor clave en Aldeas infantiles SOS. Aunque
propiamente se trata de una organización del denominado tercer sector, la
educación es preferencial en ella y de un modo especial la educación en
valores. En Aldeas infantiles SOS se acogen a niños para ser, posteriormente,
educados y transformados en ciudadanos.
Educar es una acción intencionada que se realiza para ayudar a otro ser humano a sacar fuera de sí lo mejor de él mismo. Educar en los valores no significa imponer, sino más bien proponer, mostrar diferentes
caminos y opciones para que cada uno vea cuáles son los mejores para él a
título personal. Educar es, en este sentido, ayudar a desarrollar la capacidad de elección. Los valores, tal y como se ha dicho anteriormente, no se
enseñan, sino que se viven.
Educar en los valores significa liberar las fuerzas existentes en la persona,
despertar su capacidad de elegir libremente opciones. Requiere de un
ambiente donde la persona pueda expresarse tal como es, donde se sepa
acogida por lo que es, no por lo que hace o deja de hacer. En definitiva, educar
es ayudarle a descubrir los valores que vive, a analizarlos, a criticarlos, a
contrastarlos hasta que lleguen a ser verdaderamente suyos.
La educación en valores favorece el desarrollo del pensamiento, la capacidad para el análisis crítico y, al mismo tiempo, la afectividad.
Nuestras decisiones y acciones no están guiadas exclusivamente por la mente,
sino también ponemos el corazón en lo que hacemos.
Hablamos de valores cuando hacemos referencia a pensamientos o ideas
que conducen a la persona a actuar y a relacionarse con los demás. Han sido
asumidos por la voluntad propia y constituyen una pauta que orienta la vida del
individuo dando sentido a cualquier decisión.
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Según esto, los valores deben ser la base sobre la que se constituirá la personalidad del niño, llegando él a organizarlos y estructurarlos según sus
prioridades, con lo que cada individuo, a partir de una cierta edad, determinará
su propia escala. Cuando hablamos de valores, pues, hacemos referencia a
aquellas ideas, innegociables, que constituyen la base por la que la persona
actuará autónomamente, ante cualquier situación, de forma positiva, adecuada
y válida.
El ser humano es un ser perfectible a todo lo largo de la existencia. La
adquisición de un sistema de valores completo y ético, no se alcanza
generalmente hasta después de la adolescencia y con dificultades, pues hace
falta trabajar sobre uno mismo, desarrollar capacidades, dominar habilidades
intelectivas y tener el valor de decidirse por uno u otro valor cuando se
presentan varios, igualmente buenos, igualmente provechosos y entran en
confrontación.
El ser humano, por ser inteligente, es capaz de valorar las cosas y guiarse
por lo que tienen de ideal. De esta forma, desarrolla unas actitudes o modos de
ser ante los valores. Su conducta se define por el conjunto de actitudes, que se
convierten en hábitos, y que constituyen la virtud.
Al hablar de transmisión de valores, y por lo tanto de la adquisición se
pueden comentar dos vías:
a. La vía implícita que se cumple en aquellos valores que forman parte de la
atmósfera social en la vivimos, una especie de agenda oculta al decir de los
psicólogos.
b. La vía explícita es el sistema manifiesto de transmisión de valores. Todas
la familias, religiones, partidos políticos, asociaciones presentan
preferencias axiológicas claras.
52
Para llevar a buen término una educación en valores hay que descubrir los valores latentes en una persona o en una organización. La
captación de un valor parte de un proceso de percepción. La percepción del
sentido o significado requiere una capacidad de lectura de la realidad y del
propio interior. Las situaciones que vivimos en la sociedad o en la organización
son signos a los que hay que dar respuesta y esta respuesta surge de dentro.
Cuando una persona descubre un valor, se adhiere al mismo, lo hace suyo y
éste, pasa a formar parte de su experiencia personal. Desde este instante
encuentra en el valor alguna de las razones de su existencia y, por tanto, se
compromete a actuar de acuerdo con sus directrices. El valor vivido se
transmite, se comunica a los demás, porque lo que hemos descubierto como
algo bueno para nosotros, lo queremos también para los demás. Cuando
comunicamos valores, nos comunicamos nosotros mismos, compartimos una
parte de nuestra identidad personal.
La tarea de educar en valores en el seno de una organización como Aldeas infantiles SOS consiste, especialmente, en desvelar , suscitar, sugerir, verbalizar, contagiar los valores se entienden y se viven de forma relacional, en una constante y fecunda tensión creadora entre las realidades
subjetivas y objetivas.
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6. ¿Cómo se transmiten los valores en la familia?
El centro de gravedad de la organización Aldeas infantiles SOS radica en la estructura familiar. La familia infantiles SOS es la encargada de educar y de transmitir valores. Hay un modo espontáneo de transmitir
valores consistente en crear un clima adecuado para que los padres
comuniquen a los niños el conjunto de ideas y creencias que forman el bagaje
culturalmente aceptado como paquete ético sobre el que construir todos los
elementos que se han expuesto.
La madre SOS junto con el equipo es el principal agente transmisor de valores. La madre SOS realiza esta tarea mediante la función narrativa
consistente en contar cosas, vehículo mediante el cual los niños van recibiendo
los materiales con que construirán su bagaje de referencias para edificar toda
una vida. Ese contar cosas o función narrativa es algo que hay que fomentar en
el seno de la organización.
Para poder transmitir valores hay que estar junto a las nuevas generaciones. Nunca dejará de insistirse suficientemente en la necesidad de
que la madre SOS aparezca ante los niños como modelo de identificación
situándose siempre en la posición que haga posible que vean en ella tanto los
aspectos positivos como los limitantes que están presentes en su personalidad
total.
La madre SOS y el equipo tienen que fomentar una adecuada adhesión al
sistema de valores que considera necesario para la estructuración coherente y
progresiva del grupo familiar del que son responsables. En la transmisión de una jerarquía de valores ha de distinguirse lo que es esencial y accidental en función de variables culturales. Desde Aldeas infantiles SOS se acepta un
pluralismo de enfoques en los cuadros de referencia. La labor de la madre SOS
y el equipo es la de fomentar el intercambio de valores procedentes de otros
contextos educativos o culturales.
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Cuadro 4: La persona en
-se compro
-valora
-jerarquiza
LIBRE fundamento
de los valores
PERSONA Individuo racional
COSAPortador
valor
INTELIGENTE
LA PERSONA EN SU
su camino hacia la virtud
=VIRTUD se perfeccionacomo hombre
HÁBITOS operativos en conformidadcon los valores
mete
ACTITUDESS es de es
CAMINO HACIA LA VIRTUD
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Cuadro 5: Educar en valores
RESPONSABILIDAD
PARTICIPACIÓN
ORGANIZATIVAS
GRUPALES
INDIVIDUALES
DINÁMICAS
PAUTAS EDUCATIVAS
RESPETO
SOBREPROTECCIÓN EXIGENCIA
AUTORIDAD AFECTIVIDAD
CRITERIOS EDUCATIVOS
VALORES
EDUCAR EN VALORES
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V. LOS VALORES EN ALDEAS INFANTILES SOS
1. ¿Se pueden aprender los valores?
Los valores se adquieren por medio de su práctica. Al ejercitar las tareas
propias, enseñamos a los niños a ser justos, a tratar a los demás como ellos
quisieran ser tratados, a incluir y a no excluir, a dedicar tiempo a las amistades,
y a estar disponibles para los que nos quieren o nos necesitan. Al poner en
práctica la justicia, por ejemplo, les mostramos que toda persona tiene valor en
sí misma.
Al ejercitar la fidelidad, les enseñamos que las relaciones humanas merecen
la pena. Al practicar la autoestima personal, también nuestros hijos se sienten
queridos y llenos de posibilidades. Gracias a la solicitud amorosa y al cuidado,
los hijos se sienten queridos y llenos de posibilidades
A través de la educación en valores ayudamos a los niños a que entiendan que los sentimientos que experimentan nacen dentro de ellos y
que su mundo interior es tan espacioso como el océano, que sus emociones
positivas les permiten sentirse esperanzados, felices y soñadores y las
negativas les deprimen, asustan o les hacen sentir necesitados de protección.
Mediante la transmisión de valores, ayudamos a los niños a que entiendan que hay un mundo interior, también hay un exterior. Y que deben
aprender a manejarse en éste último en su condición de miembros únicos y
nuevos de él, aunque siempre partiendo de su propia experiencia interior. Les
ayudamos a entender que así como a uno le lleva tiempo comprender a su
hermanos, a su amigo o compañero de clase, lleva su tiempo conocerse a uno
mismo.
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2. ¿Qué valores debemos transmitir?
En toda organización se detecta la necesidad de reducir a algunos valores fundamentales el conjunto de opciones, para que de este modo se pueda construir un bagaje esencial sobre el que poner todo el esfuerzo. La
tarea de discernir los valores que deben ser transmitidos en la organización
afecta al conjunto de la misma y ello significa que atañe a todos los agentes
que intervienen en ella, cada cual según su responsabilidad y su faceta. Es esencial programar qué valores van a ser transmitidos y en qué dirección.
De lo que se trata, en el fondo, es de fijar una familia de valores y
transmitirla en el seno de la organización. Pero, ¿qué es una familia de
valores? Es un conjunto de valores que guardan un estrecho parentesco
entre sí y que se organizan en función de un núcleo central. En el ámbito de
Aldeas infantiles SOS, existe una familia de valores que, posteriormente,
detallaremos. Esta familia de valores es, precisamente, la que debe ser
transmitida, pero no sólo entre el profesional y el niño, sino también entre los
distintos profesionales y entre todos los cuerpos que entran en interacción en el
seno de la organización. La familia de valores es el mejor legado de una
organización y debe ser vivida en múltiples direcciones.
En algunos casos, puede aparecer un conflicto de valores, pues no
siempre es armónica la relación que se da en el seno de una familia de valores.
Entonces es necesario dialogar y hallar soluciones consensuadas en el seno
del equipo. Un ejemplo de conflicto, por ejemplo, puede darse entre el valor
responsabilidad y el valor respeto. Por un lado la madre SOS debe ser responsable de sus niños, pero por otro lado, debe respetar su libertad y su
capacidad para hacer actividades de un modo autónomo. En algunos
momentos no resulta nada fácil discernir la tensión entre responsabilidad y
respeto. Cuando ocurran dificultades de este tipo, es esencial el diálogo y la
discusión en el seno del equipo y aclarar conjuntamente cuál es el valor
prioritario en aquella determinada situación.
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2. Tipos de valores
Grosso modo, se pueden distinguir cinco tipos de valores:
a. Los valores individuales que son los que afectan a la vida privada del
sujeto, a su forma de reaccionar ante cualquier situación en la que pueda
hallarse.
b. Los valores sociales que son los que afectan a las relaciones de unas
personas con otras y a las situaciones en que se interactúa.
c. Los valores técnicos que afectan a la relación del sujeto con las cosas y a
la significación que éstas cobran en la vida de los sujetos.
d. Los valores trascendentes que afectan a la relación del sujeto con una
realidad superior en la que cree, a la que ama.
e. Los valores de la organización que afectan a la relación del sujeto con
otros sujetos en el seno de una organización.
El profesional, en tanto que miembro de una organización, debe respetar y
cuidar los valores de la organización, sin embargo ello no significa ni mucho
menos el desdén a otro tipos de valores. En tanto que persona, tiene unos
valores individuales y, en tanto que miembro de una sociedad, vive un
determinado conjunto de valores sociales que deben contemplar.
Cada profesional debe hallar un punto de equilibrio entre sus valores
personales y los valores de la organización. En algunos momentos puede
existir tensión, especialmente cuando el grado de identificación con el proyecto
de la organización y su familia de valores es escaso. Sin embargo, cuando
existe un conocimiento previo de la misma y una asunción de sus ideales,
resulta mucho más fácil evitar tensiones de tipo valórico.
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En Aldeas infantiles SOS se respetan los valores individuales de
cada profesional y se consideran que este conjunto de valores puede ser
altamente positivo, como contribución, a la construcción de los valores de la
organización. Al fin y al cabo los valores de la organización no se crean por
generación espontánea, sino a través de la intervención de cada uno de los
agentes que interviene en ella. Desde esta perspectiva, es esencial la tarea de
armonizar los valores individuales y los valores organizacionales y no plantear
este binomio en términos de disputa, sino en términos de sinergia. Se debe
aprovechar el capital humano de cada ser humano para enriquecer, de este
modo, los valores de la organización.
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4. Valores y organización
Por todo lo dicho hasta ahora, se detecta una clara relación entre valores y
organización. La organización no es un todo abstracto e impersonal, sino una
red de personas que se comunican entre sí y comparten una familia de valores. Lo que permite el buen desarrollo de una organización es,
precisamente, la óptima comunicación y la cohesión de los valores que se
viven en ella.
La razón de ser de Aldeas infantiles SOS es el bien de la persona del niño. Nunca debe perderse de vista este horizonte. Se trata de una
organización solidaria, de una comunidad benevolente, sin voluntad de lucro.
La organización no debe considerarse como el medium neutral donde
interviene el profesional, sino como un ámbito físico y axiológico donde se
desarrolla el tarea de educar y cuidar. En este sentido, puede considerarse como un sistema microsocial que, como todo sistema constituido por
personas, genera dificultades.
La ética de la organización consiste en el conjunto de principios
normativos de carácter general fundamentales en el seno de una organización.
No es la suma de las creencias personales de los agentes que intervienen
en ella, sino el marco general, la configuración moral que se desprende de su
ideario. Cada profesional tiene, como es natural y se ha señalado antes, sus
creencias personales y además difieren unas de otras porque los agentes que
intervienen en el seno de una institución pueden provenir, por lo general, de
ámbitos y mundos axiológicos, culturales, religiosos y simbólicos distintos o,
mejor dicho, no necesariamente idénticos entre sí.
La ética organizacional se funda en un conjunto de obligaciones que
trasciende las creencias individuales y que los agentes deben respetar y
considerar. No debe identificarse con el conjunto de reglas de carácter legal
que regulan internamente la organización en cuestión. Tampoco debe
interpretarse como un cuerpo rígido de normas y de principios que definen las
61
directrices de un colectivo humano. En una sociedad plural, toda organización debe integrar elementos nuevos, pero también tiene que definirse y expresarse como es en su misma identidad y explicitar sus valores.
No debe considerarse la ética de la organización como un conjunto rígido de principios que hay que aplicar de un modo uniforme en el seno de
una organización, sino más bien como una declaración pública en la que la
organización como agente moral ofrece su poso axiológico, es decir, su
identidad moral, su sistema de valores implícito; factores que, como es
evidente, se traducen en distintas prácticas y concreciones.
La ética organizacional constituye un ámbito de reflexión escasamente
explorado y, sin embargo, para comprender la posición de la organización que
lo acoge respecto de un determinado problema o conflicto moral, es necesario
introducirse en la ética de dicha organización y comprenderla como un agente
moral.
Los valores no sólo son esenciales en las denominadas organizaciones de
ayuda, como por ejemplo, en Aldeas infantiles SOS, sino también en las
organizaciones con ánimo de lucro. En determinados estudios se ha puesto de
relieve que las empresas de mayor productividad de la industria
norteamericana tenían los principales valores:
a. Haber apostado por la acción
b. Escuchar a los clientes
c. Favorecer la autonomía y el espíritu innovador
d. Asentar la productividad en función de la motivación personal
En el seno de Aldeas infantiles SOS, se consideran que la preferencia por determinados valores (responsabilidad, hospitalidad, trascendencia, respeto y solidaridad) puede favorecer intensamente el funcionamiento de la organización en varias dimensiones:
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a. En la calidad de la intervención
b. En la competencia profesional
c. En ofrecer un mejor servicio social
d. En disponer de herramientas para resolución de dilemas reales
e. En recuperar el sentido de la acción
f. En la humanización de la asistencia
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5. Sociedad y organización
Una de las características de nuestra sociedad es la pluralidad; cabría
decir que la época de imposición de una cultura sobre otra está tocando a su
fin. Hace tiempo que en muchas de nuestras obras se están poniendo en
funcionamiento formas de gestión, de dirección, de trabajo asistencial que
tratan de agrupar e integrar esta realidad multicultural.
Urge que sigamos avanzando en esta línea, que todos nos comprometamos
en este proyecto de aunar esfuerzos y culturas. Hemos de ser capaces de
integrar los elementos culturales conjuntos en nuestros centros. Todo proyecto
de convergencia conlleva aunar: los valores jamás se consiguen por
imposición. Probablemente sea necesario establecer unos mínimos que no se
pueden modificar; pero a partir de ahí, se ha de trabajar por lograr una cultura
con unos valores específicos, promovidos y asumidos por todos.
En la medida en que los colaboradores de una organización dispongan de
espacios para expresar sus criterios, sus valores, en esa medida se estarán
comprometiendo en la consecución de un proyecto compartido. También es
necesario que se puedan sentir responsables sobre temas, áreas, espacios en
los que asumen la delegación.
De hecho, las actuales investigaciones en las ciencias administrativas han
descubierto la importancia que tiene para las organizaciones, el desarrollo de
una cultura organizacional coherente con su misión y sus valores. Para lograr
una cultura propia en Aldeas infantiles SOS, será necesario ir creando formas
específicas de actuación en los momentos difíciles y tensos que se puedan
producir en las relaciones laborales, también en el conflicto puede haber una
forma propia de trabajar la solución.
¿Qué relación existe en los valores de la organización y los valores de la
sociedad? ¿Cómo se conjugan la ética organizacional y la ética civil?
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La ética civil se refiere al sistema de valores vigentes en el seno de una sociedad concreta en un espacio y en un tiempo determinados. La
moralidad pública es el conjunto de valores del conjunto social que se
transforman significativamente a lo largo del tiempo por factores muy diversos.
La ética civil en el conjunto de una sociedad plural e intercultural
representa el espacio de convergencia, el lugar de encuentro axiológico entre
los distintos miembros de la comunidad. La ética organizacional y la ética civil
no siempre coinciden, pues las instituciones, aunque brotan de la sociedad y,
en cierto sentido, son como microcosmos sociales, tienen una finalidad
transformadora, ello significa que, desde ellas, se ponen "entre paréntesis"
algunos de los valores vigentes en la sociedad.
Las organizaciones deben ser muy receptivas al sistema de valores sociales para poder comprender adecuadamente a su destinatario, su modo
de sentir, de pensar y de actuar. A pesar de ello, las organizaciones deben ser
coherentes con su propio ideario y por ello tienen que ser agentes morales en
el sentido más propio del término.
Una aldea no es un lugar cerrado, sino un espacio abierto a la sociedad
y al mundo entero. Los niños que viven en las aldeas establecen un relación constante e inmediata con su sociedad y esto es altamente positivo
porque favorece su adaptación social y su comprensión del medio donde viven.
Algunos de los valores que reciben de su contacto con la sociedad son
altamente positivos y es fundamental reforzarlos en la aldea, pero otros valores
no son precisamente positivos para su desarrollo y es esencial reducirlos o
superarlos a través de la intervención.
Pongamos un ejemplo. La sensibilidad ecológica que se respira socialmente
es muy positiva para el desarrollo moral del niño, porque de este modo toma
consciencia del valor del medio ambiente, pero la violencia o la
hipercompetitividad que el niño puede ver en la sociedad que le rodea no es
positiva para su desarrollo moral. En el seno de la aldea se debe llevar a
65
cabo esta labor de discernimiento de los valores sociales. Aldeas infantiles
SOS es una organización arraigada a la sociedad, pero no debe sumarse,
acríticamente a los valores sociales, sino que debe ser capaz de transformarlos
a través de la educación.
En una entrevista, una madre SOS se lamentaba del efecto que producía la
influencia de la madre biológica sobre sus destinatarios. Los criterios
educativos y los valores que se transmiten no siempre coinciden entre la madre
SOS y la madre biológica. En algunos casos se da una cierta tensión. A pesar
de ello, la madre SOS debe seguir haciendo su labor educativo de un modo
coherente con los valores de la organización y tiene que transmitirle los hábitos
que considera positivos al niño que está bajo su responsabilidad. No hay que
descartar, por otro lado, la tarea educativa que se puede realizar con la madre
biológica en el caso que la requiera y esté dispuesta a recibirla.
66
6. Administración y gestión
En el desarrollo de una organización, la administración de las personas y la gestión del trabajo juega un papel fundamental. También en
el modo de gestionar y de administrar los asuntos que inciden en la vida de una
organización se ponen de manifiesto los valores básicos de la misma. Los
valores de una organización no se ponen de relieve sólo en las prácticas hacia
fuera, sino también en las prácticas hacia adentro. En este punto, más de una
organización puede caer en una grave contradicción. Éticamente no es
aceptable el doble juego. Los valores institucionales deben vivirse hacia fuera y hacia adentro.
Debemos reconocer que hay modos distintos de gestionar la labor y que no
todos son igualmente efectivos y dignos de la persona. El trato con la administración debe regularse por los mismos principios éticos con que se regula el trato con el usuario. El bien del usuario tiene que ser el objetivo
máximo de Aldeas Infantiles SOS, pero para alcanzar este fin es necesario que
el profesional que intervenga en la organización, indistintamente de su lugar de
acción, se sienta reconocido y respetado en un puesto.
Los profesionales de la administración no son profesionales de segunda,
sino agentes activos en el seno de la organización que velan para el óptimo
desarrollo de la misma. Toda organización genera su propia burocracia y es
necesario limitarla todo lo que sea posible, pero aunque lo burocrático, por lo
general, desagrada y agota, no se debe confundir a la persona que gestiona y
administra papeles, con el hecho de la burocracia. Es completamente indispensable que el profesional de administración y de servicios interiorice el proyecto global, viva con pleno sentido su labor individual enmarcándola en una obra colectiva. La labor de administrar y de gestionar
puede llegar a ser muy rutinaria, pero no por ello carece de valor, sino que es
uno de los cimientos de la organización.
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Para el buen funcionamiento de una organización, se requieren
profesionales que cuiden las dimensiones estructurales de la misma, que
hagan posible el trabajo de otros profesionales que intervengan en primera
línea. Aunque en alguna ocasión, podamos tener la impresión de que esta
actividad dificulta el desarrollo directo con el usuario, el hecho es que la tarea
de administrar y de gestionar es necesaria para una marcha ordenada de toda
la institución. Se deben hallar, eso sí, formas ágiles y correctas de gestionar, se
deben adaptar los roles profesionales a los cambios de escenario y sobre todo,
se tiene que gestionar desde los valores y no a pesar de los valores, pero la
administración y la gestión no pueden dejar de tener un papel relevante en la
vida de una ONG como Aldeas Infantiles SOS.
La relación con el usuario se tiene que cuidar al máximo, pero también la
relación con los profesionales que administran y gestionan la actividad de toda
la organización. En muchas ocasiones se subestima la labor de estos
profesionales que desarrollan su actividad en los servicios centrales y, sin
embargo, su labor tiene un sentido básico y sin ella la organización como tal
dejaría de existir. Eso no significa que no haya que vigilar constantemente de
no caer en el centralismo.
Se debe, pues, cuidar no sólo al destinatario, sino a la misma organización y eso se consigue motivando y valorando a los profesionales que intervienen en ella, a todos los profesionales, a los que
están en primera línea de acción y a los que gestionan y administran la
actividad de otros.
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Cuadro 6: Condicionamientos sociológicos de la educación familiar
69
Normas educativas Intervenciones educativas Ambiente familiar educativo
Circunstancias familiares Cultura familiar Sistema de valores Medios educativos Orientación familiar
Cultura ambiental Subcultura del grupo social Medios de comunicación Instituciones socioeducativas
EDUCACIÓN FAMILIARFAMÍLIA SOCIEDAD
Condicionamientos sociológicos de la educación familiar
Cuadro 7: Fuentes y pr
Razón: es la guía
(conciencia)
Voluntad: es la decisión
(responsabilidad)
Sentimiento: es el motor
(inclinación)
ocesos de motivación
normas
autodeterminación
impulso
Conducta moral
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VI. ¿DE QUÉ ESTAMOS HABLANDO?
1. Léxico básico de Aldeas infantiles SOS
La cohesión de una organización depende de múltiples factores, pero para
ello tiene una especial incidencia el lenguaje que se utiliza en el seno de la
misma. Es fundamental elaborar una gramática compartida, un lenguaje transversal que permita la comprensión mutua y la plenitud del diálogo.
Aldeas infantiles SOS es un organización compleja que está dotada de
una pluralidad de agentes y que opera en distintos lugares del mundo. El
crecimiento exponencial que ha realizado en los últimos años es positivo,
porque indica la buena aceptación social que tiene su labor, pero, por otro lado,
exige a sus máximos responsables la tarea de construir un lenguaje común, un
proyecto común que sea significativo para todos los que intervienen en ella,
tanto los que acaban de empezar, como los que llevan operando en ella desde
el principio.
Cuando una organización crece de un modo tan exponencial, puede perder
el sentido original y la razón de ser y convertirse, consiguientemente, en una
gran estructura donde el grado de identificación de los agentes con el proyecto
original es muy escaso. Para evitar este problema que, de hecho, sufren
grandes ONG’s, se impone la tarea de buscar estrategias de cohesión interna
para fijar un sistema de valores compartido para todos.
Para establecer líneas de cohesión, no basta con compartir una misma
familia de valores (los denominados valores de la organización), sino que
además debemos aprender un léxico compartido. En Aldeas infantiles SOS subyace una filosofía propia que se expresa en un conjunto de términos que hacen de la organización un referente singular en el mundo de la infancia. Sin embargo, este vocabulario esencial puede haber perdido su
sentido original y es necesario recuperarlo y pensar el valor de cada uno de sus
términos.
72
2. Ser persona
La palabra persona es básica en el lenguaje de Aldeas infantiles SOS, pues el factor humano es el eje central de la organización. Eso significa
que la persona, en cuanto tal, ocupa el lugar preferencial, no sólo porque el
destinatarios de la organización son personas, sino porque el motor mismo de
la organización lo conforman personas.
Desde la filosofía de Aldeas infantiles SOS, la persona es una realidad que nunca puede ser reducida a objeto, a cosa, sino que debe ser tratada
con respeto y con suma atención. Se le reconoce una intrínseca dignidad en la
misma línea de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre (1948).
Desde esta perspectiva, la persona es considerada como un sujeto de
derechos y de deberes, capaz de actuar libre y responsablemente. También el
niño, en la medida de sus posibilidades, es capaz de actuar de este modo y se
debe respetar su libertad potencial y educarla de un modo positivo.
Desde la filosofía de Aldeas infantiles SOS, la persona es un ser individual, único, singular, no es algo, sino alguien que puede tener nombres y apellidos. Es el punto de partida de toda experiencia ética
entendida como aquella conducta sostenida por el reconocimiento del otro.
Esto significa que el trato con la persona debe ser singular y humano y que
debe favorecer lo más intensamente una atención personalizada. Los
problemas no deben resolverse en abstracto y de un modo impersonal, sino
considerando el bien de cada persona individual.
La finalidad central de toda la organización, de sus órganos de
administración y de todas las estrategias económicas que desarrollen es, al fin
y al cabo, el bien de la persona, es decir, su felicidad. La organización está al servicio de la persona, puesto que ella es su fin. No se debe perder de vista
el valor instrumental de la organización y el valor finalístico de la persona y ello
significa que debemos ser suficientemente ágiles para cambiar estrategias si
consideramos que no son útiles para alcanzar el fin que se persigue.
73
3. Ser Madre SOS
En los principios y fundamentos de Aldeas infantiles SOS se define a la madre SOS como el núcleo afectivo y punto de referencia permanente que proporciona al niño amor, cuidado y ternura. La mutua confianza que se
establece entre el niño y la madre restablece los vínculos humanos que
cimientan una labor educativa hecha realidad en una pedagogía de la vida
cotidiana.
Ser madre SOS implica adquirir un compromiso de crecimiento personal, con la esperanza de poder hacer las cosas lo mejor que se pueda,
ya que se trata de una tarea de elevada complejidad a la cual invariablemente
se llega sin la preparación suficiente. De allí que sea tan importante al referirse
a la educación de los niños, aludir también a la educación de los adultos que
les rodean.
La maternidad supone un aprendizaje que se va realizando sobre la
marcha, por descubrimiento. Ello no es de extrañar ya que así es como se
aprende: haciendo algo que no se sabe hacer para aprender a hacerlo. En
muchos momentos, y en particular en el tema de las habilidades sociales, la madre SOS se enfrenta a situaciones completamente nuevas para ella.
La madre SOS resulta ser, para el niño, el modelo a seguir. Para poder
crecer es necesario fortalecer su imagen. El niño quiere ser como ella o bien
siente ser parte de ella; por tanto, cuanto más importante sea, mejor. Los niños
idealizan a su madre, viendo en ella no sólo las virtudes que tienen, sino
también las que no posee.
En el plano de la condición humana, el hecho de ser madre trasciende la
dimensión biológica, por ello tiene sentido la adopción y el ser madre SOS. Se
trata, en primer lugar, de un compromiso y, en segundo lugar, de una
responsabilidad. Los hijos no se tienen, como quien tiene un objeto, pues
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no son propiedad de nadie, ni siquiera de sus padres biológicos, sino que son sujetos de derechos y de deberes
En el plano de la condición humana, el ejercicio de la maternidad tiene un acento ineludiblemente ético y esto significa que trasciende lo biológico.
El cuidado familiar al niño está íntimamente relacionado con este concepto
ético de maternidad. En el fondo, la tarea de cuidar a un niño es un modo de
ejercer la maternidad, un pretexto para desarrollar éticamente lo que significa
ser madre en el mundo.
La relación con el niño acogido debe ser una relación presidida por la responsabilidad y por el respeto a su libertad potencial. Ni las categorías
del poder, ni las del saber pueden indicar la relación con el niño. Ni la noción de
causa ni la de propiedad permiten aprehender el hecho de la maternidad. La
filiación es una relación con alguien ajeno en la que el ser ajeno es
radicalmente otro.
El niño acogido no es un evento cualquiera que me pasa, como por
ejemplo mi tristeza, mis infortunios o mi sufrimiento. Es un yo, es una persona. La maternidad es, en cierto modo, una empatía mediante la cual la madre se pone en el lugar del niño. Esa es la dificultad: aceptar al niño
que llega como un don, renunciar a ejercer con él nuestro deseo de dominio,
despojarse, en cierto modo, de la propia función generadora sin con ello
renunciar a la influencia ni tratar de abolir una filiación sin la cual él no podría
conquistar su identidad. Hay que renunciar a ser la causa del otro sin renunciar
a ser su madre, sin reducir el poder educador a una ridícula gimnasia no
directiva. El asunto, como se ve, no es nada fácil.
El niño es, ante todo, un ser humano, único e irrepetible, dotado de
unas dimensiones y el deber fundamental del equipo es velar por él,
acompañarle a desarrollarse integralmente. Esto significa reconocerle como
hijo, como un sujeto de derechos y de deberes. El niño acogido en Aldeas
infantiles SOS es un sujeto de derechos y de deberes y, en la medida de sus
75
posibilidades, debe ayudarse al niño a descubrir estos derechos y a tener
conciencia de ellos.
Es esencial a la madre SOS tener que reconocer a su niño. Es evidente
que esto no debe entenderse en un sentido jurídico. Se trata de un tipo de
reconocimiento infinitamente más íntimo y más profundo, y está ligado a la
acción más concreta y vital. Un hombre que de hecho se desinterese por su
hijo se comporta como si no le reconociera. Cuando ocurre esto, tendemos a
decir que no le reconoce y que en estas condiciones fracasa la paternidad
misma, como mínimo concebida en un sentido humano.
La misión de una madre SOS es grande, porque está acogiendo un nuevo invitado al mundo, que no sabe nada, pero que trae con él un potencial. La madre SOS necesitará mucho valor para no interferir, para abrir
al niño las puertas a lo desconocido para que pueda explorarlo. No sabe lo que
hay en su interior. Nadie lo sabe. Por ello, no le inculcará el miedo a la
oscuridad, el miedo al fracaso o a lo desconocido. Le prestara ayuda.
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4. Vivir en un hogar SOS
En los principios y fundamentos de Aldeas Infantiles SOS, se define el hogar SOS como el primer núcleo de aprendizaje social, el centro de lo cotidiano. En él se reciben los valores culturales y las fuerzas creadoras de la
sociabilidad. El niño encuentra en su espacio la satisfacción de sus
necesidades tanto sociales como personales que garantizan los derechos
recogidos en la Convención de los Derechos del Niño (1989).
Es el hogar donde el niño aprende a valorarse a sí mismo, a convivir, a conocer de posibilidades y frustraciones. También allí entra en
conocimiento de los conflictos, así como de las diferentes formas de resolución
a las que recurren habitualmente sus padres. Toma ejemplo de cómo hacerle
frente a las frustraciones, viendo como reacciona su madre ante ellas. Allí
aprende a aceptar y a valorar las diferencias.
El hogar es el espacio de la confidencialidad, el ámbito donde es posible compartir lo que uno siente y lo que uno es en su autenticidad. Se
debe favorecer al máximo la vida íntima de la persona, pues es clave para su
desarrollo integral.
El hogar es un lugar recogido respecto del mundo, pero no aislado del mundo. Puede definirse como una microred de comunicación, porque en él
interactúan distintos agentes que se comunican estados de ánimos, formas de
ver la cosas y proyectos de vida. Como tal, requiere de la presencialidad de la
madre SOS y del afecto de ella. El nexo de unión radica, precisamente, en el
afecto que es capaz de dar la madre SOS y los distintos agentes que
intervienen con ella.
Precisamente porque el hogar es un espacio confidencial e íntimo, se debe
respetar la libertad expresiva de cada miembro que habita en él y también las
distintas formas de organizar la vida, siempre y cuando no afecten
negativamente al conjunto de la convivencia del hogar. La diferencia
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intergeneracional en el seno del hogar SOS es altamente positiva para la
educación, porque hace posible el trasvase de experiencias y visiones de la
vida entre distintas generaciones.
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5. Vivir en una aldea SOS
La aldea se puede definir como una comunidad educativa abierta al entorno que agrupa a los distintos hogares SOS y espacios comunes. Es
el puente de integración social que promueve el desarrollo integral del niño,
desde un espíritu de tolerancia que recoge los valores y la cultura de la
sociedad que le rodea.
Una aldea no puede ser definida como una simple yuxtaposición de casas
que casualmente comparten un mismo espacio físico. Lo más fundamental de
la aldea no es, precisamente, el espacio físico, sino lo invisible que hay en ella,
a saber, la familia de valores que se comparte. Lo que hace que una aldea sea, propiamente aldea, es el sentimiento de comunidad, el nexo afectivo y cordial entre los distintos hogares que se encuentran en ella. La
organización se estructura a partir de aldeas, de pequeños pueblos que tienen
una cierta autonomía funcional y donde es necesaria la interrelación entre los
distintos hogares y la potenciación de ciertos valores comunes.
Por todo ello, se debe definir la aldea como un entorno físico, pero sobre todo como un entorno afectivo, pues lo esencial de ella es la red de
comunicación y de mutuo entendimiento entre los distintos hogares. Es
esencial hallar pretextos para el encuentro entre los distintos hogares que se
dan en ella y convertir, de este modo, la aldea en un auténtico espacio de
convivencia y de comunicación interna.
La aldea es, además, el lugar de contacto con la sociedad, el punto de
apertura a la realidad social circundante. En este sentido, puede caracterizarse
como un espacio fronterizo. El hogar forma parte de la aldea y la aldea se
arraiga en un determinado entorno social. Para facilitar esta relación con el
entorno, es esencial la actitud de apertura y buena predisposición a colaborar
en lo que atañe a dicha comunidad. De este modo se facilita el proceso de
socialización del niño.
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Finalmente, la aldea es un espacio para cultivar los valores propios de la
organización. Es el terreno de la complicidad entre los profesionales y debe
regularse por los principios y directrices de la organización.
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Cuadro 8: La persona humana y su circunstancia
VALORES
CRITERIOS
PERSONALIDAD
COMPORTAMIENTO
ACTIVIDADES
RELACIÓN
TRABAJO
ESTILO
VIDA
PERSONA
NECESIDADES
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VII. MÁS IDEAS-CLAVE
1. La tarea de cuidar
Aldeas infantiles SOS es una organización solidaria donde se lleva a cabo una triple acción: la acogida, el cuidado y la educación. Empecemos
por la más fundamental: la tarea de cuidar.
Cuidar a un ser humano vulnerable significa, por de pronto, estar-con-él, compartir sus penas y sus alegrías, sus angustias y sus expectativas, en
definitiva, no abandonarle a la soledad. En un sentido más hondo, más radical,
cuidar del alguien es dejarle ser, es ayudarle a ser, preservar su identidad, su
modo de ejercer el arduo oficio de ser persona. Pero para dejarle ser, es
fundamental no dejarle solo, no abandonarle a los peligros y a las dificultades
que, fácilmente, podrían enajenarle y convertirle en quien no es.
Dejar ser al otro no es lo mismo que dejarle a su suerte, no tiene nada que
ver con la pasividad o con la indiferencia frente al otro, sino más bien lo
contrario, se relaciona con la vigilancia, con la observación discreta y atenta.
En cierto sentido, cuidar es velar, pero no en el sentido fiscalizador, sino el
sentido de preocupación.
Dejar que el otro sea no es ser indiferente al otro, pues para el indiferente
da igual que el otro sea o deje de ser, que exista o no exista, que esté bien o
que esté mal, que esté sano o que esté enfermo; no le lleva ningún quebradero
de cabeza la existencia ajena. Mientras que, por otro lado, cuidar es, en su misma esencia, pre-ocuparse y ocuparse del otro y esta preocupación nada
tiene que ver con la pasividad, sino con la activa dedicación al otro, a su ser.
Cuidar a un ser humano es, pues, velar para que pueda ser y ello conlleva
esfuerzo y dedicación, pues el mero estar aquí, el tener una entidad
determinada, ser alguien en el mundo, requiere la satisfacción de unas
determinadas necesidades vitales que si no se resuelven, difícilmente puede
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existirse humanamente. Dejar que el otro sea significa velar por su
alimentación, por su temperatura, velar por sus constantes vitales, velar por su
descanso, en definitiva, por su salud corporal y espiritual. Cuidar es velar y
quien cuida auténticamente, vela de día y vela de noche, está atento a las
necesidades ajenas, tiene la mirada puesta en el otro, no para espiarle, sino
para que pueda ser, para que pueda desarrollarse.
La madre SOS tiene como finalidad cuidar de un conjunto de niños.
Este cuidar es un velar continuo, de día y de noche. El objetivo de este
cuidar es que el niño alcance progresivamente cotas de autonomía en su existir
personal. Dejar que el otro sea no tiene nada que ver, pues, con la pasividad,
sino más bien con la actividad, aunque en el cuidar esta actividad debe ser
discreta, debe ser prudente para preservar siempre el ser del otro. En el
ejercicio óptimo del cuidar, el sujeto cuidado no se percata de la necesidad que
tiene del otro para subsistir, porque su modo de actuar se desenvuelve con tal
discreción, que no se siente en deuda con nadie.
El niño no se da cuenta, por lo general, que su vida depende totalmente
de los cuidados continuos de su madre. Ello supone un arduo esfuerzo por
parte de la madre y, sin embargo, el niño no siempre se percata de ello. Es fundamental ejercer los cuidados desde la discreción, desde la cautela, lo
que supone introducir formas de ayuda y canales adecuados para cuidar al
mismo cuidador.
Si cuidar es dejar que el otro sea, resulta fundamental, reconocer, en primer
lugar, la existencia del otro, es decir, tener la experiencia que hay otros seres
humanos en el mundo aparte de mi persona, otros seres humanos que tienen
su derecho a ser, que tienen su derecho a existir humanamente y que ello sólo
es posible si se ejercen los cuidados necesarios. El reconocimiento del otro
constituye, pues, la condición de posibilidad misma del cuidar. Todo ser humano requiere cuidados, pero cuanto más vulnerable sea su existencia,
tanta más dedicación y atención requiere para que pueda ser, para que pueda
seguir siendo.
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Conservar el ser no es tarea fácil, implica esfuerzo, dedicación, atención y,
ante todo, comprensión de las necesidades ajenas. El cuidar es fundamental,
pues, para que un ser humano pueda desarrollarse, no de cualquier forma, ni a
cualquier precio, sino de una determinada manera, con una determinada
calidad de existencia.
a. Cuidar es dejar que el otro sea él mismo
Segunda formulación: Cuidar a otro ser humano es dejar que el otro sea él mismo. No consiste, simplemente en dejar que sea, en tolerar que exista,
sino en velar para que sea él mismo, para que pueda expresar su singularidad
en el mundo. Cuidar de un niño vulnerable es ayudarle a ser a sí mismo y, esto
significa, protegerle de formas de vida y de modos de existencia que puedan
anular su identidad, su singularidad. El hogar es el lugar adecuado para cuidar
a un ser humano vulnerable y ayudarle a ser él mismo.
Cuidar de alguien es, pues, velar para que sea él mismo y no otro, es
preservarle de las múltiples y posibles enajenaciones del mundo moderno. El
ejercicio de cuidar nada tiene que ver, a priori, con la tarea de cambiar o de
transformar substancialmente a alguien. Cambiar a alguien no es cuidarle,
porque el cuidado se desenvuelve respetando la singularidad ajena y no
transformándola en otra cosa que no es.
Desde esta perspectiva, el ejercicio de cuidar se relaciona directamente con la idea de la autenticidad. Ser auténtico significa ser uno mismo, significa
expresar en el plano de la exterioridad cotidiana lo que uno es y lo que uno
siente en su interior. Respetar la autenticidad del otro es el requisito
fundamental para cuidarle. El otro es distinto, siempre es distinto de lo que uno
piensa de él o querría que fuese, pero cuidarle no significa convertirle en
alguien similar al cuidador, sino en desarrollar y potenciar lo que él es en sí
mismo.
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Cuidar de un niño es, por supuesto, dejar que sea, es decir, no coartar su
existencia, su libre modo de ser, pero no sólo consiste en dejar que sea, sino
en velar para que sea él mismo y precisamente por ello la educación tiene
mucho de socrático, pues consiste en sacar a flote lo que uno es en su interior,
dar forma a lo que está oculto. Cuando la educación se convierte en un
proceso de proyección sistemática de los padres en el hijo o en un intento
continuo de cambiar substancialmente al educando en otra cosa, entonces no
se le educa, se le adoctrina.
Cuidar a un ser humano es, pues, respetar su autenticidad y el respeto
de esta autenticidad se relaciona, también, con el respeto a su autonomía
moral, aunque la autonomía moral es un concepto ético y la autenticidad es un
concepto de tipo existencial-metafísico. Cuidar de alguien es velar por su
autonomía moral y eso implica respetar su propia legalidad interna, es decir, el
modo que tiene cada cual de comprender las cosas y los actos humanos. Cada
ser humano tiene su mundo axiológico, su universo de sentido que ha
confeccionado con múltiples materiales externos.
Cuidarle significa preservar su integridad, es decir, ayudarle a ser
auténticamente él mismo. Ser auténtico significa ser uno mismo y esto exige un
alto grado de coherencia y de madurez. El ser uno mismo implica
autoconocimiento y una cierta continuidad lógica en el tiempo. Ser autónomo,
es decir, regularse por la propia ley moral, pensar por uno mismo los actos que
se deben hacer y hacerlo responsablemente no es tarea fácil. Mucho más fácil
resulta dejarse llevar, abdicar de responsabilidades y ser heterónomo.
El arte de cuidar tiene como finalidad ayudar al sujeto cuidado a ganar
cotas de autonomía, de independencia moral, física y espiritual y, en el mejor
de los casos, cotas de autenticidad. La madre que cuida adecuadamente a su
hijo debe tener presente el siguiente imperativo moral: “¡Ante todo, sé tu
mismo!”. Cuidar de alguien consiste en ayudarle a descubrir la tarea de ser
auténtico, de ser autónomo que nada tiene que ver con ser un individuo
autosuficiente o aislado socialmente.
85
b. Dejar que el otro sea lo que está llamado a ser
Recapitulemos y exploremos un tramo más. Cuidar a un ser humano es
dejarle ser, pero dejarle ser lo que él es y no otra cosa. Sin embargo el ser humano es un ser proyectivo, es decir, una realidad inacabada que tiende
hacia horizontes futuros que sólo puede realizar con el esfuerzo, el trabajo y la
dedicación. El niño, por ejemplo, es niño ahora y aquí, porque alcanza la
perfección del ser niño, pero es un hombre en potencia. El ser humano no está
acabado desde que nace, sino que es una tensión que se orienta hacia lo que
no es ahora y aquí.
El hombre no puede cumplir las decisiones de su libertad sino en su relación
al mundo y a los otros seres. Está llamado a desarrollar su aspiración
fundamental, a ser más sí mismo en su acción en el mundo. A la ilimitada
aspiración de su espíritu corresponden las ilimitadas posibilidades del mundo.
Transformando el mundo, el hombre se perfecciona a sí mismo, crece en
autoconciencia y libertad, viene a ser más sí mismo. La tarea de transformar el
mundo se le impone con la misma responsabilidad absoluta de hacerse a sí
mismo; es una misión que le interpela en su libertad y no un mero resultado de
su instinto de conservación o de progreso.
La perfección del hombre consiste, precisamente, en llegar a ser lo que está
llamado a ser. Esto significa que es fundamental, en primer lugar, reconocer
esta llamada, esta vocación existencial y, posteriormente, poner todos los
medios necesarios, interiores y exteriores, para dar cuerpo a esta llamada, es
decir, para convertirla en acto. Esta tarea de reconocimiento y de trabajo
ulterior tiene mucho que ver con la praxis de los cuidados.
El cuidar no sólo es fundamental para que el ser humano pueda subsistir en
el ser, para que pueda ser auténticamente lo que es, sino para que pueda
alcanzar cotas de perfección. Realizarse plenamente, alcanzar el horizonte que
uno se ha propuesto no es tarea fácil e implica el ejercicio del cuidar. El
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deportista de élite que pretende alcanzar una determinada marca durante el
curso de un año, sabe que alcanzar dicho reto constituye un arduo trabajo que
requiere el cuidado de sí, el velar por la alimentación, por el entrenamiento, por
el descanso y por las constantes vitales. Nada fácil, por supuesto.
Cuidar de un niño es dejar que sea lo que está llamado a ser. En el plano
educativo, esta fórmula es esencial y pone de relieve los falsos modos de
comprender la acción educativa. No sirve planear un esquema previo para el
educando, no sirve montarle un plan de vida y de profesión. Esto no es
educarle. Educarle es dejar que sea lo que está llamado a ser y este dejar que
sea lo que está llamado a ser tampoco debe comprenderse en sentido pasivo,
sino en sentido activo. El cuidador debe ayudar al niño a realizar este viaje
interior, este recorrido por el propio mundo con el fin de aclararse a sí mismo.
c. Procurar por el otro
Cuidar de un ser humano es procurar por él, es decir, es una acción
constructiva cuyo fin es asegurar que el sujeto cuidado tenga lo necesario e
indispensable para poder ser (primera formulación), para que pueda ser él
mismo (segunda formulación), para que pueda alcanzar su perfección
existencial (tercera formulación).
En las sociedades humanas, el ejercicio del cuidar se desarrolla, por lo
general, en el seno de las organizaciones, sean de orden natural o sean de
orden artificial. El ejercicio del cuidar es, por ejemplo, fundamental en el seno
de la institución básica de la sociedad, a saber, de la familia. Los padres tienen
cura de sus hijos, cuando procuran por ellos, cuando les abastecen y tratan de
asegurarles su existencia.
El procurar por es, por lo tanto, una actividad social que requiere la
interacción personal, es decir la relación de un ser humano con otro. El ser
humano no es un individuo aislado en el conjunto del mundo, sino un ser
radicalmente social y abierto a su prójimo, establece vínculos, crea sociedades
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y comunidades de vida. El cuidar a otro ser humano es una forma de
interacción, un modo de ejercer la interpersonalidad del ser humano.
La existencia del hombre no se agota en su conciencia y en su relación al
mundo. En su misma estructura fundamental de espíritu encarnado, cada
hombre está llamado a la comunión interpersonal con los otros hombres. La
dimensión comunitaria de la existencia humana es tan primordial como su
dimensión personal. El hombre no puede avanzar hacia su creciente plenitud
personal sino dándose a los otros y recibiendo de ellos.
El yo y el tú en su mutua relación buscan la participación común en el
nosotros. Cada hombre representa para los demás una exigencia absoluta de
respeto; no puede ser rebajado al nivel de lo útil para los intereses de los otros.
El yo y el tú participan en el mismo valor absoluto de su ser personal, común y
trascendente a todos.
El cuidar es una forma de interacción interpersonal donde el otro no sólo
es respetado en tanto que otro, sino que, además, el cuidador vela para que el
otro sea auténticamente él mismo. Por ello el cuidar, en la medida, en que
favorece al otro y vela por el otro, puede calificarse, con razón, de una forma de
interrelación interpersonal de carácter moral.
Cuidar a un ser humano no consiste en sustituirle, en anularle o en
ocupar su lugar. Cada cual tiene su espacio natural y su lugar de desarrollo y el
ejercicio de cuidar no puede significar jamás la reducción del otro a la nada,
sino la promoción del otro, de su autonomía moral y, en último término, de su
autenticidad.
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2. Cuidar de la organización
Toda organización es una realidad vulnerable, es decir, puede desaparecer
en el seno de la sociedad si deja de tener sentido. Aldeas infantiles SOS nace
para responder a una necesidad y el sentido de su existencia es paliar esta
necesidad.
Una ONG, considerada en sí misma, es un bien social, pues a través de ella
se intenta desarrollar una labor positiva para el conjunto de la comunidad. Es
evidente que toda organización, también Aldeas infantiles SOS, puede
optimizar mejor sus funciones y mejorar su calidad de intervención, pero en
cuanto tal, como organización al servicio de la infancia es ya un bien a
preservar y a conservar. Además de ello, una ONG es un bien para las
personas que intervienen en ella. A través de su intervención individual, los
colaboradores establecen vínculos de amistad y de afecto, se encuentran y
participan en un proyecto común y ello enriquece positivamente a cada
persona. Toda organización es, al fin y al cabo, una red de personas que
persiguen unos fines compartidos. A partir de este encuentro humano en el
seno de la organización, se generan vínculos interpersonales de extraordinario
valor para la persona individual, vínculos que pueden trascender el marco
estrictamente profesional y laboral.
Una ONG es, además, un lugar de transmisión. En ella se crea una cultura y
se transmiten unos valores que alimentan a las nuevas incorporaciones y las
enriquece como personas. Esta transmisión que se establece entre los
miembros históricos y los miembros nuevos es esencial para mantener la
cohesión interna y el ideal de la misma organización.
Igualmente, una ONG de carácter social y filántropo como Aldeas infantiles
SOS se podría definir como la encarnación histórica de un ideal. De hecho, es
la expresión de una finalidad, de una intención que toma forma gracias a la
intervención callada y constante de un grupo humano. En este sentido una
ONG humanitaria como Aldeas Infantiles SOS puede definirse como la
89
manifestación visible de la fe en el hombre y de la confianza en una sociedad
más justa y pacífica. Por todo ello es esencial cuidar a la organización y
protegerla de sus posibles debilidades tanto internas como externas.
Como se ha dicho más arriba, la educación de los hijos constituye un deber
de los padres. Precisamente porque hay padres que, por las razones que fuere,
no ejercen este deber, Aldeas infantiles SOS, como organización, trata de
llenar este hueco a través de su sistema de intervención reconstruyendo
artificialmente el espacio familiar. La organización no dispone de los niños
acogidos ni pretende marcarles su vida, pero sí se debe enseñarles a vivir.
Si la organización es vulnerable, significa que debe ser cuidada y de un
modo especial el factor humano, porque es el alma de la organización, su
fuerza motriz y su razón de ser. Cuidar el factor humano significa velar por el
desarrollo pleno de las facultades de los colaboradores, por el reconocimiento
de su labor y por la formación permanente. También es indispensable velar al
máximo para dar tiempo y sosiego al profesional con el fin de que pueda
desarrollar su tarea laboral sin tensiones.
Pero cuidar de la organización también significa velar por el conjunto de
misma, tanto en el sentido de la estrategia de futuro, como de las
infraestructuras. Si Aldeas infantiles SOS, como se ha dicho, es una red de
personas implicada en un mismo proyecto, cuidar de esta red y de los nudos de
este red es un deber para el mantenimiento y el desarrollo de la organización.
También hay que cuidar a la organización para que no pierda de vista su autonomía, sus fines fundacionales y esto significa que se debe cuidar la
memoria y recordar los orígenes para que los nuevos profesionales conecten
con el espíritu y el fin de la misma.
Se debe cuidar el pasado de la organización, su memoria, pues el
conocimiento de la historia de la organización nos permite no caer en errores
ya conocidos. El cuidado de la historia es básico para no perder el sentido de la
identidad, pero además también hay que cuidar el futuro de la organización, es
90
decir, es necesario anticipar los escenarios que se vislumbran y adoptar
estrategias para enfrentarse sólidamente a ellos.
Cuidar de la organización significa también actualizarla y pensar estrategias
para mejorar su calidad y su competitividad. La memoria no debe convertirse
en un obstáculo para enfrentarse a los retos de futuro, sino al contrario. Debe
funcionar como una guía para orientar el rumbo de la organización hacia el
futuro. Debemos tomar conciencia que la organización es vulnerable y que su existencia depende de cada uno de nuestro movimientos individuales y
esto nos exige ser responsables en el desarrollo de los mismos.
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3. Educación familiar
La tarea educativa, tal y como se ha dicho con anterioridad, es básica en
Aldeas infantiles SOS. La familia SOS es el centro de gravedad de esta tarea educativa. Sabemos que no es posible educar desde la neutralidad. Es
necesario elegir, asumir decisiones, tomar partido. Así, cada familia educa a
partir de su proyecto educativo, manifiesto o implícito, que se hace presente en
la cotidianidad de la vida familiar. En Aldeas infantiles SOS, se considera
necesario explicitar el proyecto educativo y alentar a todos los profesionales
implicados en él a llevarlo a buen término. Se trata de una labor de grupo, no
de una tarea individual.
Por tanto, toda propuesta educativa familiar, institucional toma partido por
un modelo de hombre, de sociedad. De allí la importancia que dichas
definiciones sean el resultado de un proceso consciente y responsable. Si toda
propuesta educativa supone definiciones éticas, que orientan las vivencias
familiares, hablar de educación en valores resulta un pleonasmo.
La educación abarca todas las dimensiones de la vida en familia, aún
aquéllas que en primera instancia pudieran considerarse como poco
significativas. Al igual que acontece en la institución escolar, es posible hablar
un currículum oculto en la familia, que comprende al conjunto de situaciones
que forman parte de la dinámica cotidiana y que no son conscientemente
identificadas como espacios educativos relevantes.
Toda familia, así como toda institución educativa, tiene una posición respecto
lo que es la educación y, a través de su dinámica interna, opta por un proyecto
educativo determinado. Por tanto, educar implica, en este caso como en tantos
otros, hacer frente a situaciones problemáticas en las que es necesario valorar
las diversas posibilidades, definirse y hacerse cargo de dicha actuación. La
educación es, en este sentido, crisis, expresión que, en su origen etimológico,
significa decidir.
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Desde Aldeas infantiles SOS se considera que la educación que se practica en el seno de la familia SOS es: a. En primer lugar, fundamental, porque determina en el individuo los
procesos de su construcción personal y de su adaptación a la sociedad. Todo
lo demás que vaya añadiendo la educación es simple aditamento, cuyo éxito
dependerá de la buena disposición de la base primera.
b. informal. La familia SOS es una institución educativa, cuya educación en
valores se desarrolla a lo largo del tiempo y no de un modo formalmente
estructurado. A través de la vida y de las circunstancias que se viven, se educa
informalmente en valores.
c. global. Los influjos educativos familiares son enormemente complejos, y
en todas direcciones. De modo que si los hijos se identifican con la madre
SOS, también ocurre que ésta se identifica con los niños, y de aquí que
muchos de ellas, por ejemplo, no puedan ser objetivos al juzgar los problemas
de sus destinatarios.
d. es perentoria e inevitable. Pesa sobre la familia SOS y de un modo
inevitable las cuestiones más problemáticas y más trascendentales de la
educación, como son la transmisión de valores, la formación de actitudes
cívicas y políticas, los ideales de vida y la orientación profesional. En esos
sentidos la familia SOS actuará marcadamente, como punto de referencia ya
positivo ya negativo.
e. es soberana. A pesar de los múltiples influjos, la madre SOS y el equipo
goza de unos privilegios de elección que no los tiene nadie, ni siquiera el
Estado, y que sólo deben ser limitados por la libertad que corresponde a los
propios niños, ya que, de hecho, los agentes responsables pueden y deben
decidir muchas cosas de la personalidad de éstos.
93
f. es permanente. Comienza en el primer día de vida de una persona y
termina en el último: a lo largo de este camino la interacción educativa que
establece la propia dinámica familiar, sobre sus diversos miembros, es
inevitable y continua. En la familia SOS, todos los miembros aprenden de
todos, cada día, a menos que uno se niegue, la familia resulta ser una escuela
de autoperfeccionamiento.
g. profunda, pues toca el fondo de la persona, no sólo en sus aspectos
psicológicos, sino también humanos. En particular, por ella el individuo accede
a las normas básicas de comportamiento, que le permitirán no sólo adaptarse a
la vida en común, sino también acceder a los máximos niveles de la dignidad
humana. En el seno de la familia SOS, el niño aprende a tener en cuenta a los
demás, a reprimir sus deseos e impulsos ante las exigencias de la vida en
común, a inclinarse ante una regla y a someterse a una disciplina libremente
consentida.
h. exige realismo y sentido común.
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4. Intimidad
La palabra intimidad ocupa un lugar especial en el vocabulario de la
organización Aldeas infantiles SOS, pues la intervención que se efectúa en
ella debe contemplar, escrupulosamente, el derecho a la intimidad del niño y del mismo profesional que le atiende.
Establecer el concepto de intimidad es tarea difícil, pero necesaria,
especialmente en una organización como Aldeas infantiles SOS, donde el
respeto a la intimidad del otro y de uno mismo debe ser la clave de acción. La intimidad es, ante todo, vida interior, relación intra-personal o intradiálogo, re-flexión sobre los propios sentimientos y también
autonarración y autointerpretación, contarse a sí mismo la propia vida y
subjetividad, sintiéndolas como tales.
Nada acerca de lo íntimo es comprobable, la intimidad puede inferirse a
través de lo que digo o hago, pero jamás se tiene acceso directo a ella por su
intrínseca inobservabilidad. Usamos la palabra intimidad para referirnos a lo
inaccesible del sujeto, incluso a lo indecible, pero también, en ocasiones, para
el ámbito privado, y desde luego para la relación secreta habida entre dos,
como es la relación amorosa o la confidencialidad.
La intimidad es una especie de territorio que existe sin ocupar espacio
debido a que en el universo de la vida personal, expuesta a los saqueos, se ha
aislado un fragmento al que se otorga condición de recinto, una sede cerrada
donde lo que allí se alberga adquiere tanto por la condición de su cierre como
por la resistencia con que se protege, una categoría moral. La intimidad es
aquella zona en que la persona, en el fondo desprendida de casi todo, y del
mismo deseo de vivir, se ha refugiado, llevando su pensamiento al límite de
afirmar que cuando la interioridad llega a su cima se puede hablar de intimidad
ya que sin intimidad no hay vida propiamente humana, ni creación intelectual ni
artística. La intimidad es la forma suprema de convivencia.
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Se pueden distinguir varias formas de intimidad:
a. la intimidad interpersonal
b. la intimidad interpersonal como privacidad compartida
c. la intimidad intrapersonal en el ámbito estricto de lo íntimo.
Cada una se diferencia de las restantes por alguna de las causas
siguientes: por los contenidos, por el escenario o por el ámbito en que se
desarrolla y ejercita.
a. Intimidad interpersonal
El contenido está constituido por el distanciamiento, la territorialidad. Se
refiere a ciertas normas y no pocas costumbres aceptadas por todos que
marcan unos límites que se reserva la persona y a los cuales sólo pueden
acceder aquellos a quienes se les da una autorización o permiso.
El escenario y los personajes tienen un carácter público; se actúa de cara a
alguien, aunque existen normas establecidas que tienen, igualmente, unos
límites más o menos acordados. No todo puede verse ni todo puede ser visto
por todos. El ámbito de los público que puede contemplarse aquí queda
reducido por la distancia de la relación interpersonal.
En Aldeas infantiles SOS, el respeto a la intimidad del niño es esencial. Su espacio, su habitación es un espacio íntimo y, siempre que no afecte
negativamente al conjunto del hogar, se le debe dejar personalizar. La
intimidad interpersonal se expresa en la distancia que debemos mantener con
respecto al otro. Suele determinarse por la distancia ideal la que marca el brazo
que se alarga y puede llegar a tocar al otro. La que tengo con una persona con
quien hablo en el trabajo, la que se mantiene al saludar a una persona.
La intimidad interpersonal, sin embargo, es un fenómeno que depende en
gran medida de factores culturales y raciales. Cada pueblo tiene su distancia y
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hay que respetarla y mantenerla. El espacio propio es una defensa de posibles
intrusiones de las que aparecen en la discusión de un negocio. Todo ello
configura una distancia de guardia que viene marcada por objetos
distanciadores que nunca se discuten.
b. Intimidad como privacidad compartida
El contenido de esta forma de intimidad consiste en que lo mío lo comparto
con otro bien sea por amistad, familiaridad o vínculo amoroso. Las
confidencias, los secretos familiares o de pareja llevan a un tipo de
comunicación en el que juega un papel destacar un lenguaje más confidencial,
propio y hasta exclusivo en forma de argot. Aquí se transmite información que
debe mantenerse secreta y pasa a ser una parte integrante de esas reglas
familiares.
El hogar SOS es el escenario de la privacidad compartida. En él los
personajes forman un mundo más reducido. Es el ámbito del repliegue de la
vida pública y suele estar reglado desde fuera hasta algunos límites. En Aldeas
infantiles SOS, cada hogar SOS tiene su intimidad compartida y, por ello, no
debe considerarse un espacio público.
c. Intimidad intrapersonal
El contenido de esta forma de intimidad lo da todo aquello que permanece
oculto, oscuro y hasta desconocido para mí de mi mismo yo. Son esas capas
que se construyen con mis propios secretos, deseos, pensamientos,
sentimientos, afectos, preferencias y hostilidades sin olvidar el complejo mundo
de vivencias inexplicables. Es mi agenda secreta, secreta hasta para mí
mismo.
El escenario y los personajes quedan reducidos a la más estricta
desnudez: estoy yo solo. El ámbito es lo más íntimo de la persona: esa agenda
secreta o ese congelador donde se retiene información oculta que no conviene
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airear porque puede amenazarse la identidad como reducto de resistencias que
salvaguardan la intimidad del yo.
Hay una intimidad propia del niño que debe ser salvaguardada: la
intimidad y el aislamiento que precisa para desarrollar sus juegos de fantasía,
su conquista de la realidad, su despliegue de potencialidades en las formas en
que vaya presentándose a lo largo de la infancia. Nunca debe ser perturbado el mundo del juego infantil, sus elaboraciones de ensueño y fantasía, su
modo de integrar los aprendizajes, su elección de modelos y objetos de
identificación.
En cualquier etapa del ser humano, el espacio físico es necesario para
garantizar una vida privada. El descubrimiento de la propia intimidad necesita
un territorio donde el sujeto pueda ensimismarse o pasmarse ante sí mismo y
descubrirse en toda su profundidad. Ese espacio no debe ser traspasado por
nadie que no tenga permiso. Cada miembro de la familia SOS debe tener su propio espacio donde poder aislarse y recogerse, si lo desea, por lo que
supone un pecado psicológico la familia que ha sido descrita como familia de
puertas abiertas donde no haya fronteras de ningún tipo, donde no es posible la
intimidad para nada.
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5. Decálogo para un buen servicio
He aquí un decálogo para establecer una buena relación entre el equipo y
los niños acogidos en Aldeas infantiles SOS:
1. Respetad a los niños y tratarlos como personas con iguales derechos. En la
medida en que se desarrolle una relación basada en el respeto mutuo, se
establecerá mayor confianza.
2. Tenéis que concentraros en el comportamiento positivo del niño, tomad nota
de los esfuerzos, contribuciones y de cualquier acto de cooperación y
hacerle saber vuestro reconocimiento.
3. Debéis aceptar al niño tal como es, dejando a un lado las expectativas. Su
aceptación ayudará al niño a sentirse a gusto consigo mismo y a lograr lo
que se propone.
4. Desarrollad normas y expectativas razonables. Es muy importante la
coherencia. Los niños aprenden más de lo que hacen los adultos que de lo
que dicen.
5. Dad a conocer claramente vuestros valores y creencias pero no tratéis de
imponerlas sermoneando y obligando. Los valores se captan, no se
enseñan.
6. Ayudad al niño a ser responsable dándole responsabilidad y esperando un
comportamiento responsable.
7. Tened el coraje de ser imperfectos. Es necesario reconocer los propios
límites y no exigir más de lo que se puede dar. Hay que estimular al niño a
que tenga el coraje de ser imperfecto y a aprender a vivir con sus
limitaciones.
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8. Escuchad con cuidado lo que dice el niño. Tratad de comprender sus
sentimientos y emociones no solamente en lo que dice sino también en lo
que no dice.
9. Tomad a los niños en serio. Interesaros por las cosas que son importantes
para ellos.
10. Dad a los niños lo mejor de vosotros mismos.
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VIII. ¿CÓMO ACTUAR EN EL DÍA A DÍA?
1. Criterios de acción
Toda organización, para su buen funcionamiento, requiere de unos criterios de gestión de recursos humanos y de recursos técnicos. Los
criterios que tratamos de expresar, a continuación, son propios de la ética de
las organizaciones y deben estar especialmente presentes en una organización
como Aldeas infantiles SOS. Al fin y al cabo, los criterios compartidos son útiles
para iluminar situaciones difíciles que plantea la vida de cada día.
Los criterios son puntos de partida compartidos, principios de análisis de la realidad que permiten una interpretación plural en cada caso. Lo que
sí es necesario es saber cuáles son los criterios éticos vigentes en el seno de
una organización, pues sólo de esta manera puedo enjuiciar correctamente el
sentido y el contenido de mi labor. Estos criterios no sólo tienen valor en la
relación entre el profesional y el niño, sino también en el marco de las
relaciones interprofesionales y deberíamos tenerlos en cuenta también en el
ámbito de relaciones de los socios de la organización.
Exponemos, a continuación, un cuadro de criterios éticos que se deben armonizar correctamente con los criterios personales de cada profesional y con las presiones de carácter social o económico que tenga la
organización. Por lo tanto, no debe considerarse de un modo excluyente, sino
más bien incluyente, es decir, en relación con otros criterios personales y
sociales.
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2. La no maleficencia
Ante todo, no cometer mal: he aquí el criterio de no maleficencia.
Cualquier programa o proyecto que se pretenda llevar a cabo en el seno de la
organización Aldeas infantiles SOS debe evitar generar un mal a su
destinatario, sea la persona del niño o del profesional. Esto significa que, antes
de llevar a cabo cualquier proyecto, de la naturaleza que fuere, es necesario
pensar qué consecuencias de tipo negativo puede tener para terceras personas
y, en el caso que se detectara posibles daños, entonces es pertinente no
llevarlo a cabo.
La no maleficencia nos obliga a no hacer daño intencionalmente. Este
principio está íntimamente relacionado con la máxima primum non nocere. Al
haber muchos tipos de daño, el principio de no maleficencia da lugar a una
serie de reglas morales específicas:
a. No matarás
b. No causarás dolor o harás sufrir a otros
c. No incapacitarás a otros
d. No ofenderás
e. No privarás a los demás de los bienes de la vida
El criterio de la no maleficencia obliga a no infligir daño y a no someter a los demás riesgos. Se puede causar un daño o someter a otra
persona a un riesgo sin malicia ni intencionalidad, y el agente causante del
daño puede no ser moral o legalmente responsable del daño. En algunos
casos, el agente es casualmente responsable del daño. En el marco de la
atención al niño, se debe respetar siempre su integridad física y moral y
cualquier sistema o método educativo debe ubicarse en el marco de la no
maleficencia.
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3. La voluntad de bien
La voluntad de bien en el seno de una organización solidaria como Aldeas infantiles SOS se presupone, pero no por ello debe ser silenciada,
sino todo lo contrario.
Entendemos voluntad de bien, en el sentido más amplio del término, esa acción que incluya todo tipo de acción que pretenda beneficiar a otras personas. La voluntad de bien se refiere a una acción realizada en
beneficio de otros, la benevolencia se refiere al rasgo del carácter o a la virtud
de estar dispuesto a actuar en beneficio de otros.
Las reglas de la voluntad de bien se pueden expresar de este modo:
a. Proteger y defender los derechos de otros.
b. Prevenir que suceda algún daño a otros
c. Suprimir las condiciones que puedan producir perjuicio a otros.
d. Ayudar a las personas con discapacidades
e. Rescatar a las personas en peligro.
Se puede distinguir entre la voluntad de bien general y la específica. La
segunda se dirige a grupos específicos, como los niños, los amigos, los
pacientes, mientras que la beneficencia general se dirige a todas las personas,
más allá de estas relaciones especiales.
El término riesgo se refiere a un posible perjuicio futuro, en el que el
perjuicio se define como un revés a los intereses en la vida, en la salud y en el
bienestar. El riesgo debe distinguirse de la incertidumbre, aunque ambos
asumen una falta de conocimiento o capacidad de predicción de
acontecimientos futuros. El riesgo se refiere a la probabilidad y magnitud de un
obstáculo a los propios intereses. La incertidumbre, por el contrario, se refiere a
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la falta de conocimiento o capacidad de predicción debido a una evidencia
insuficiente.
El profesional de Aldeas infantiles SOS debe ser beneficente, pero también
benevolente. La benevolencia se parece a lo amistoso, pero no es ciertamente
amistad; pues se da incluso hacia personas desconocidas y pasa inadvertida,
pero la amistad no. Tampoco es afecto, porque no tiene la intensidad ni el
deseo que acompaña al afecto.
La benevolencia, como su nombre indica, puede definirse como el deseo de bien para todos, como la voluntad de bien referida a cualquier ser humano. La benevolencia es amistad inactiva, pues cuando es prolongada
y alcanza familiaridad se convierte en amistad, pero no en amistad que existe
por interés o por placer, porque tampoco la benevolencia radica en estas
cosas. A la madre SOS se le presupone la benevolencia, es decir, el deseo
de bien aunque, evidentemente, la noción de bien, como veremos
posteriormente, puede someterse a distintas interpretaciones.
La beneficencia no debe identificarse sin más con la benevolencia. Ser
beneficente significa hacer el bien al otro, tratar de hacerle un bien realmente y
prácticamente a través de una determinada intervención. La benevolencia se
mueve, en cambio, en el plano de la voluntad, del deseo, mientras que la
beneficencia se mueve en el plano de la acción. No siempre lo que queremos
hacer resulta como lo habíamos imaginado.
La benevolencia, querer el bien del amigo; la benedicencia, decir bien de él;
la beneficencia, hacer el bien con él y para él; la benefidencia, hacerle partícipe
de alguna confidencia, comunicándole confiadamente algo de uno mismo
mediante palabras o acciones, de modo que sólo para él sea; la cooperación,
procurar por el logro de un bien objetivo, un bien para todos o para muchos.
No siempre es fácil discernir cuál es el bien del niño. En algunas ocasiones
no se sabe exactamente qué es lo que más le conviene para su desarrollo
104
integral. En estos casos, es esencial encontrar espacios de diálogo con otros
miembros del equipo.
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4. La autonomía del otro
Se entiende por autonomía la regulación personal de uno mismo, libre, sin interferencias externas que pretendan controlar, y sin limitaciones
personales, como por ejemplo, una comprensión inadecuada, que impidan
hacer una elección.
Una persona autónoma actúa libremente de acuerdo con un plan elegido, de
la misma manera que un gobierno independiente maneja sus territorios y
establece sus políticas de acción. Sin embargo, una persona con déficit de
autonomía, o es controlada por otros al menos en algún aspecto de su vida, o
es incapaz de reflexionar y actuar en función de sus propios deseos y planes.
Las personas institucionalizadas tienen, por lo general, menos autonomía.
Ser autónomo no es lo mismo que ser respetado como agente autónomo.
Respetar a un agente autónomo implica, como mínimo, asumir su derecho a tener opiniones propias, a elegir y a realizar acciones basadas en sus valores como en sus creencias personales. Este respeto debe ser
activo, y no simplemente una actitud. Implica no sólo la obligación de no
intervenir en los asuntos de otras personas, sino también la de asegurar las
condiciones necesarias para que su elección sea autónoma, mitigando los
miedos y todas aquellas circunstancias que puedan dificultar o impedir la
autonomía del acto. Se debe respetar la autonomía en un sentido relativo y
corresponsable, es decir, que no pueda dañar ni a personas ni a la misma
organización.
El respeto, desde este punto de vista, supone permitir que las personas
actúen autónomamente, mientras que no respetar la autonomía consiste en
ignorar, contravenir o disminuir la autonomía de éstas, negando la existencia
de una mínima igualdad entre ellas.
El criterio de respeto a la autonomía puede formularse negativamente: las acciones autónomas no deben ser controladas ni limitadas por otros. Esto
106
significa que debemos respetar los puntos de vista y derechos del resto de las
personas, siempre que sus ideas y acciones no supongan un grave perjuicio
para otros.
La voluntariedad es clave para el desarrollo de la autonomía. La
voluntariedad es la comprensión adecuada, la ausencia de compulsión
psicológica y la carencia de limitaciones externas. Existen distintos
procedimientos que pueden vulnerar esta voluntariedad de la persona:
a. La persuasión consiste en convencer a alguien de algo mediante
argumentos y razones.
b. La manipulación consiste en conseguir que alguien haga lo que el
manipulador quiere a través de medios que no son persuasivos ni
coactivos.
La idea de autonomía se relaciona estrechamente con la idea de competencia. Competencia significa la habilidad para realizar una tarea.
Muchas personas no son competentes en un momento de su vida para hacer
algo determinado, pero sí lo son en otro momento. El hecho de que una
persona esté más o menos capacitada para realizar una determinada tarea
depende del nivel de sus habilidades. El rango de habilidades es un todo
continuo que va desde la maestría total, pasando por una serie de niveles
intermedios, hasta la ineptitud total.
Hay distintos niveles de incompetencia:
a. Incapacidad para expresar o comunicar una preferencia o elección
b. Incapacidad para comprender una situación y sus consecuencias.
c. Incapacidad para entender información relevante
d. Incapacidad parar dar razones.
e. Incapacidad parar ofrecer una razón racional
f. Incapacidad parar ofrecer razones de riesgo o beneficio
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g. Incapacidad parar tomar una decisión razonable.
En Aldeas infantiles SOS, el respeto a la autonomía debe aplicarse en cuatro ámbitos:
a. Se debe respetar y potenciar la autonomía del niño
b. Se debe atender a la autonomía del profesional en el ejercicio de su
intervención
c. Se debe respetar la autonomía de cada hogar
d. Se debe respetar la individualidad de cada aldea
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5. La práctica de la justicia
El término justicia se refiere a la distribución igual, equitativa y apropiada en la sociedad, determinada por normas justificadas que
estructuran los términos de la cooperación social. También se utiliza para
referirse a la distribución de todos los derechos civiles y políticos, tales como el
derecho al voto y a la libertad de expresión. Los problemas de justicia
distributiva surgen bajo condiciones de escasez y de competición.
La justicia es el principio del orden y de la armonía que expresa sólo la
exigencia de que suceda lo que éticamente debe suceder. Podría
comprenderse el valor de la justicia como el impulso natural que inclina a la
voluntad a entregar a otro lo que en derecho le pertenece.
Justicia es, pues, ese orden en que puede existir el hombre como persona; en que puede formar su juicio sobre sí mismo y sobre el mundo,
tener una convicción que nadie le pueda atacar; ser señor de su decisión y
actuar conforme a su propio criterio. Justicia es esa ordenación de la
existencia en que el hombre puede obtener participación en el mundo y realizar
una obra; entrar, con los demás hombres, en la relación de la amistad, de la
comunidad de trabajo, del amor y de la fecundidad, tal como lo requiera el juicio
de su conciencia. El orden que lo garantiza sería la justicia.
La práctica de la justicia nos instala en nuestro estado ideal: el de fidelidad a
nuestro modo de ser, que es la concordia, la participación en la tarea común de
realizar nuestra vocación y misión. La justicia es una actitud inspirada en el amor y el respeto. Cada persona necesita unas posibilidades determinadas para realizar su proyecto peculiar de vida. Ser justo es colaborar a que disponga de ellas. Al hacerlo, nos comportamos de modo
equitativo, no sencillamente igualitario, ya que no todos reclaman lo mismo.
La justicia es indispensable para la vida social porque encierra un valor
decisivo: la unidad y solidaridad. El que actúa por convicción interna en virtud
109
de este principio se comporta equitativamente, concede a cada uno lo
necesario aunque la ley escrita no lo ordene. La justicia es, por esencia,
desinteresada y altruista.
El profesional de Aldeas infantiles SOS ejerce su acción desde el criterio de la justicia cuando actúa de igual manera con los desconocidos y con los conocidos, con los íntimos y con los que no lo son, pero, en
cada caso, como es adecuado. Justicia es ese orden en que puede existir el
hombre como persona, en que puede formar su juicio sobre sí mismo y sobre el
mundo, tener una convicción que nadie pueda atacarle; ser señor de su
decisión y actuar conforme con la existencia en que el hombre puede obtener
participación en el mundo y realizar una obra; entrar con los demás hombres en
la relación de amistad, de la comunidad de trabajo, del amor y de la
fecundidad, tal como lo requiere el juicio de consciencia.
La justicia es, en último término, un ejercicio de sabiduría práctica, una
vía recta para actuar en circunstancias difíciles y además impredecibles y de
actuar a la vista de un determinado fin que es el bien de la persona particular
enferma. La búsqueda de la mejor opción, la decisión correcta, no puede estar
fundada solamente en un sistema de reglas, sino que requiere la recta razón, el
juicio adecuado y ello implica virtud.
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6. El respeto a la integridad
El término integridad no se refiere exclusivamente a un término descriptivo,
sino que se trata de un término prescriptivo, porque exige respeto y atención
por parte de la persona que contempla la entidad íntegra. Lo que tiene
integridad requiere ser tratado con respeto, pues se trata de algo intacto, es
decir, de algo que no puede tocarse a no ser que exista una razón de peso
para que pueda ser tocado.
La integridad incluye la totalidad fisiológica, psicológica y espiritual del individuo. Esto exige, por parte del profesional una actitud de respeto, no sólo
en lo que respecta a la integridad fisiológica sino también a los otros niveles de
integridad que posee el ser humano. El niño, en tanto que ser humano, es una
realidad íntegra y esto significa que, de entrada, es una unidad intacta, una
armonía global.
En el debate en torno a la integridad, es fundamental darse cuenta que el
sentido de integridad corporal de un ser humano está muy relacionado con su
fondo cultural y con su universo simbólico. Dicho con un ejemplo, el sentido de
integridad corporal que tiene un ser humano de cultura islámica es distinto del
sentido de integridad de un ser humano de cultura occidental, moderna y
secularizada.
La integridad tiene dos sentidos en la ética de la organización. Uno se
refiere a la integridad de la persona; el otro, a ser una persona de integridad.
En el primer caso, la integridad es un derecho que corresponde a cada ser
humano, sencillamente en virtud de ser humano. En el segundo caso, es una
virtud, un hábito adquirido por la práctica constante de nuestra relación con los
demás. La integridad pertenece a todas las personas como seres humanos,
pero no todos son personas de integridad. La integridad moral de Aldeas infantiles SOS depende, directamente, de la integridad moral de los agentes que intervienen en ella.
111
Por integridad de la persona se entiende la correcta ordenación de las
partes del todo; el equilibrio y la armonía entre las diversas dimensiones de la
existencia humana necesarias para el buen funcionamiento de todo el
organismo humano. La integridad de una persona se expresa en una relación
equilibrada entre los elementos corporales, psicosociales e intelectuales de su
vida, cuando ningún elemento está desproporcionado en relación con los
demás.
Desde esta perspectiva, la integridad es un asunto de existencia. Es un
atributo de todos los seres humanos, en pleno uso de sus facultades o no,
adultos o niños, conscientes o inconscientes. No admite grados, ni puede
perderse. La integridad no es algo que tenemos, es parte de nuestro ser como
humanos. No puede transferirse a nadie. Violar nuestra integridad es violar
todo nuestro ser como criaturas humanas.
La integridad de la persona puede comprenderse también como sinónimo
de salud. Como se ha dicho en los capítulos anteriores, la enfermedad es igual
a des-integración, a ruptura de la unidad de la persona. Esta ruptura puede
ocurrir en una o más de tres esferas, cada una de las cuales tiene sus propias
implicaciones éticas, corporales, psicológicas y axiológicas.
La integridad de la persona es una expresión que tiene una doble vertiente,
a saber, antropológica y ética. Decir de la persona que tiene integridad significa
afirmar que la integridad forma parte de sus atributos esenciales y ello quiere
decir que se trata de una totalidad orgánica. Esto exige, por parte del cuidador
una actitud de respeto y de atención.
Sin embargo, la expresión persona de integridad se trata de una expresión
eminentemente ética que tiene mucho que ver con el modus facendi de dicha
persona, con su obrar y sus decisiones a lo largo de la vida. No toda persona,
ni toda organización puede calificarse moralmente de íntegra. La integridad
moral requiere, ante todo, coherencia y transparencia entre el pensar y el obrar.
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En el marco actual donde emergen de un modo espontáneo tantas ONG’s es esencial no perder de vista la integridad, pues es la auténtica
garantía de excelencia y de competencia en el futuro.
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7. Velar por el otro vulnerable
Ser vulnerable es ser finito, es estar expuesto a la erosión, es estar
expuesto a la herida y al ultraje, a la enfermedad, al sufrimiento y a la muerte.
Todo lo que es, dentro de las coordenadas espacio temporales, es vulnerable,
porque todo está sujeto al pasar del tiempo y a su inexorable erosión. La idea
de la vulnerabilidad nos recuerda que tenemos que vivir con la mortalidad, y
que debemos cuidar al otro como sujeto frágil.
La interpretación de la existencia humana, tanto en su dimensión interior,
como en su relación al mundo, no puede prescindir del acontecimiento final,
inevitable e irrepetible, que se llama muerte. Es la muerte la que de modo
concreto pone al hombre ante la pregunta última sobre sí mismo.
Se pueden distinguir, por lo menos, los siguientes sentidos de
vulnerabilidad:
a) sentido ontológico que se refiere a la contingencia de todo lo real,
b) sentido fenomenológico que se refiere a la idea de receptividad personal
c) sentido natural que se refiere a la fragilidad del ser natural, de la
naturaleza,
d) sentido médico que se refiere a la fragilidad de la vida del paciente,
e) sentido cultural que se refiere a la fragilidad de las tradiciones o
costumbres sociales y
f) sentido social que se refiere a la vulnerabilidad de determinados grupos
de la sociedad.
Desde una perspectiva social y económica, la idea de vulnerabilidad no
equivale simplemente a pobreza y a marginación, ya que las situaciones
concretas de vulnerabilidad son consecuencia de un conjunto de aspectos
relacionados con las estructuras sociales, económicas, políticas. Desde este
enfoque, la vulnerabilidad podría ser considerada en sí misma como una
medida de bienestar humano integrante de los riesgos medioambientales,
114
económicos y políticos añadida a una amplia gama de circunstancias
perjudiciales.
Todas las personas son vulnerables, aunque su nivel de vulnerabilidad
difiere según su estructura causal, su evolución y la gravedad o probabilidad de
las consecuencias de una catástrofe. La vulnerabilidad está ligada a los efectos
de un daño más que a su origen inicial. La vulnerabilidad está en relación con
el individuo y su interacción con las estructuras de tipo familiar, comunitario,
social y global.
El niño que se acoge en Aldeas infantiles SOS es un ser vulnerable, tanto en el sentido social, como cultural, económico y educativo.
El ejercicio de cuidar a un niño tiene como horizonte de plenitud velar por su
vulnerabilidad y ayudarle a conquistar cotas de autonomía personal en las
distintas dimensiones de su ser. Para ello es fundamental ser receptivo a su
llamada y tratar de acompañarle en el desarrollo de sus potencialidades que
por motivo de la enfermedad que padece sufren una grave alteración.
115
IX. ¡ATRÉVETE A DIALOGAR!
1. ¿Qué es el diálogo?
La persona es un ser relacional. En la medida en que entramos en
contacto con los demás nos vamos consolidando como personas. Cuando
logramos que ese contacto se convierta en encuentro es cuando estamos
alcanzando la plenitud en nuestra dimensión relacional. De ahí la importancia
del encuentro, del escuchar, del aceptar, del acoger, de saber canalizar los
aspectos positivos y negativos que están presentes en toda persona que vive y
se siente necesitado de los demás.
La resolución de conflictos de valores en el seno de la estructura de una
organización requiere de la práctica del diálogo, pero no hay posible diálogo si
no hay un uso adecuado de la palabra y del silencio.
El diálogo es una modalidad específica de la palabra. El diálogo es el
medio más habitual para la comunicación de los saberes, solución de
problemas, para la construcción de la propia identidad. Es un instrumento
recíproco, porque al menos intervienen dos personas, que se comunican y
activan la racionalidad, que se convierte en fuente de verdad.
El diálogo sólo existe, cuando el silencio le acompaña y se aprovecha para
ponerse en la situación de quien en ese momento hace uso de la palabra. El diálogo en el seno de la familia SOS tiene una doble finalidad: el encuentro con el otro y el encuentro con la verdad. En el diálogo familiar, el
otro es un miembro del hogar. El otro puede ser el hijo, la madre o el hermano.
El diálogo familiar cumple misiones diversas. Unas veces, su función es
relajadora, en un ambiente distendido, en horas de descanso tras una jornada
agotadora.
116
Para que el diálogo familiar sea estimulador y contribuya al encuentro de la verdad requiere también de la vivienda envuelta de paz. El doble
encuentro con el otro y con la verdad garantiza la salud mental, porque en el
diálogo familiar se descargan las personas de sus tensiones, se enriquecen
con la alegría y los éxitos de los demás, hallan gozo en el obsequio de mutua
ternura y reponen sus fuerzas, que habían consumido en el trabajo y en la
lucha.
Hablar de diálogo es oponerse contundentemente a todo dogmatismo
pues en él se presupone la integridad y la dignidad del otro, de quien no es yo.
El diálogo es una forma de comunicación existencial entre el yo y el tú.
Equivale al respeto y a la comprensión, al contrario del pseudodiálogo donde
las dos partes han decidido ya no escuchar sino sólo proferir palabras,
entretenerse en la más banal de las charlas.
En Aldeas infantiles SOS, reivindicamos el diálogo como forma de entendimiento en el seno de una organización . Se tiene que comprender
como aquel espacio moral de donde podrá brotar la verdadera relación
personal fruto de la participación, tanto por parte del interventor social como de
la persona que tiene delante suyo. Sólo desde la práctica de la recepción y de
la escucha es posible la articulación del diálogo. En el diálogo se presupone
una cierta simpatía y la voluntad de hacerme cargo del otro.
117
2. Condiciones para un óptimo del diálogo
En múltiples ocasiones, el diálogo en el seno de la organización fracasa
porque no se dan las condiciones óptimas para una realización del mismo.
Desde Aldeas infantiles SOS, se considera que el diálogo debe ser el modo
habitual de resolver los problemas y de construir los proyectos de futuro para la
misma organización. Desde este punto de vista, deben preocupar las
condiciones de un auténtico diálogo y se debe velar al máximo para que estas
condiciones puedan darse.
El respeto y la libertad son dos condiciones básicas de cualquier diálogo y
ambas se manifiestan de tres formas: dejando libertad al interlocutor para que
hable, sin cortarle la conversación y dejando que termine de exponer su
pensamiento, dejando libertad para que pueda expresarse a su antojo, sin que
quien le escucha frunza el ceño, porque se secaría el intercambio. Hay que
dejar la libertad para que quien habla tome conciencia de lo que realmente
siente, lo que contribuye a que se conozca mejor a sí mismo.
Es esencial que la persona exprese su situación, sus inquietudes, sus
temores, sus miedos y que pueda sentir en nosotros un eco de confianza y
serenidad, tanto en los momentos de alegría, como en las situaciones más
difíciles.
En el diálogo familiar, es muy importante que el niño capte que sus
manifestaciones no caen en saco roto, que son acogidas, consideradas,
tenidas en cuenta. Está diciendo lo único que se siente capaz de decir en ese
momento; incluso, es muy probable, que nos esté revelando su interior.
118
3. El diálogo interdisciplinar
El diálogo interdisciplinar en el seno de la Aldeas infantiles SOS es imprescindible. La atención integral del niño resulta más óptima si un conjunto
de personas competentes en sus respectivos ámbitos se concentran en la
formación del dicho niño.
La interdisciplinariedad contempla aquello que nos hace valorarla muy
positivamente, la aportación común de diversas ciencias, técnicas, profesiones
o puntos de vista, y esto para conseguir un objetivo común. Con el diálogo
interdisciplinar se quiere superar el trabajo por disciplinas separadas, el
conocimiento fragmentado y aislado del contexto.
En Aldeas infantiles SOS se valora el esfuerzo coordinado y cooperativo
para comprender la responsabilidad de los resultados, pero el éxito del equipo
interdisciplinar exige de sus componentes el no tener la necesidad de
conservar sus respectivos territorios. En la interdisciplinariedad todos los
miembros se convierten en escalones interdependientes para maximizar el
potencial de trabajo. Esto lo hace también más rentable en políticas
económicas de coste limitado.
Con el diálogo interdisciplinar se puede evitar solapamientos, repeticiones de
actuaciones y, por lo tanto, se puede ser más eficaz funcionalmente, pero
también se puede evitar la consideraciones de que algunas profesiones son
más importantes que otras. El diálogo interdisciplinar supone la transferencia
de conocimientos y esta transferencia transforma cada una de las disciplinas,
creándose, de este modo, un discurso nuevo.
Desde Aldeas infantiles SOS, se considera que el trabajo interdisciplinar es
el más eficaz por:
119
a. El enfoque global de la atención al niño
b. El concurso de distintas disciplinas que exploran dimensiones también
distintas del niño
c. La forma de intervención que aúna objetivos, evita repeticiones inútiles y
maximiza los esfuerzos de todos los componentes del equipo.
Para llevar a buen término este diálogo interdisciplinar en el seno de
Aldeas infantiles SOS, se requiere una formación continuada que conste de los
siguientes objetivos:
a. Adquirir habilidad para la comunicación
b. Desarrollar la cooperación desde la colaboración
c. Aprender técnicas de organización del trabajo, con la clarificación de los
objetivos y las etapas para conseguirlos
d. Formación en dinámica de grupos
e. La gestión del equipo.
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4. El clima de la organización
Nunca es bastante cuando se trata de subrayar la importancia del ambiente, del clima, en el buen desarrollo de una organización. Nos
referimos a los estilos de interacción entre sus miembros, la forma en que se
enfrentan y resuelven los conflictos; la seguridad que transmiten los padres; el
respeto entre los integrantes de la familia. Este ambiente en la familia SOS es
importantísimo porque deja huella tanto en el presente como en el futuro.
El clima de la familia SOS se ve constituido tanto por momentos que son portadores de alegría y felicidad como por los que suponen preocupación y dolor. A los acontecimientos gratos hay que darles su lugar:
destacarlos y festejarlos. Por el contrario, cuando surgen problemas es
importante descubrirlos, tratarlos, diagnosticarlos y darles una respuesta
adecuada que tienda, en la medida de lo posible, a solucionarlos o bien a
reducir sus potenciales efectos negativos.
De ahí que sea tan importante aceptar en su real dimensión la presencia de
un problema dado. Ni minimizarlo, ni magnificarlo. Saber que está ahí y que
cuanto antes nos ocupemos de él, más posibilidades existen de encontrar una
respuesta adecuada. Una vez más acotemos que esto se dice fácil, pero que
resulta muy difícil de llevar a la práctica, entre otras cosas, por la natural
respuesta de negación que nos acompaña en diversos momentos de la vida.
La defensa de los derechos y la asunción de los deberes de los colaboradores es esencial para mantener y avivar el clima de la organización. La satisfacción personal, el gozo por la tarea bien realizada, el
descanso que se obtiene al ver que los objetivos se están logrando; en suma,
la serenidad, la paz interior que inunda a la persona cuando se siente ubicada
en su profesión, en su obra; que desde ahí y junto con los compañeros está
contribuyendo a la construcción de nuestro mundo, a una mejor asistencia, a
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unos mejores servicios sociales, son realidades que deben potenciarse en el
seno de la organización de Aldeas infantiles SOS.
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X. VALORES DE LA ORGANIZACIÓN
El objetivo que nos proponemos en este capítulo consiste en tratar de
delimitar, en primer lugar, aquellos valores que pueden considerarse básicos
en la organización, y, en segundo lugar, del proceso educativo.
Estos valores deben constituir el elemento activo que posibilite que el
individuo pueda orientar su vida y tomar unas decisiones personales de
acuerdo con su escala de valores coherente y válida, no sometida a modas,
presiones o a criterios ajenos a lo que debe ser considerado realmente como
valor. Entre los valores fundamentales de la organización, consideramos los
siguientes:
1. La familia SOS
2. Fe
3. Calidad
4. Respeto
5. Responsabilidad
6. Solidaridad
7. Honestidad
Entre los valores de corte educativo que debemos transmitir en el seno de
la vida de la familia SOS, especialmente en la relación con los niños, destacan
los siguientes:
1. Hospitalidad
2. Confianza
3. Fidelidad
4. Paciencia
5. Trascendencia
6. Humildad
7. Prudencia
8. Humor
9. Veracidad
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1. La familia SOS
La familia es la institución primaria de relación humana con múltiples
implicaciones. En cuanto tal, está sometida a variación continua, debido al
influjo que sobre ella ejercen las transformaciones sociales. Para conseguir su
finalidad humanizadora precisa realizar un permanente ajuste de su estructura
y de sus funciones en relación con las variaciones sociales e históricas.
Desde la filosofía que subyace en Aldeas infantiles SOS, la familia es el ámbito adecuado para la conformación de la persona humana. Esta
función personalizadora se realiza a través de los siguientes dinamismos:
a. Propiciando la personalidad integral del ser humano. El clima de
confianza, de intimidad, de respeto y libertad, todo ello converge en la
configuración de una personalidad moral madura.
b. Abriendo los cauces para el desarrollo de la genuina relación interpersonal
mediante la cual se consigue la estabilidad afectiva.
La familia SOS es escuela de socialización, pues en ella coinciden
distintas generaciones y se ayudan mutuamente a lograr una mayor sabiduría.
La familia SOS, junto con la escuela, es el lugar humano donde se transmiten
los valores convertidos en proyectos de vida. La familia SOS debe implicarse
en la vida de la escuela, pues la escuela representa la segunda esfera más
importante en la educación del niño y se deben analizar los puntos de
encuentro entre ambas esferas.
La familia SOS, como la familia tradicional, se define fundamentalmente por la relación interpersonal. Las relaciones interpersonales en la familia
hacen de ella una comunidad de personas. Su primer cometido es el vivir
fielmente la realidad de la comunión con el empeño constante de desarrollar
una auténtica comunidad de personas.
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El centro de gravedad de la familia SOS es una íntima comunidad de vida y de amor. La finalidad es edificadora, mediante actitudes de gratuidad,
de permanente reconciliación, de respeto y de promoción de la singularidad
personal.
La familia SOS debe ser democrática, igualitaria, corresponsable, por
ello es fundamental potenciar formas de participación efectiva en la vida
familiar. La comunión de personas dentro del hogar SOS y su conciencia de
solidaridad con el conjunto de la sociedad constituyen la base elemental de la
organización. Estos dos valores forman el núcleo del ethos familiar.
La familia SOS es una institución transmisora de valores. No sólo es
una institución afectada por el cambio de valores sociales, sino que es un
ámbito remodelador y transmisor de esos mismos valores.
La familia SOS es un instrumento de comunicación entre el individuo y la
organización en un sentido internacional. Cada familia SOS forma parte del gran proyecto internacional de Aldeas Infantiles SOS y aporta su singularidad en el conjunto. Cada familia SOS forma parte de una aldea SOS
y cada aldea SOS se inscribe en el proyecto global de la organización y se
somete a los mismos fines. Existe, pues, en este sentido, una familia
internacional que alberga en un seno la multiplicidad y variedad de núcleos
vivos de la organización.
La familia SOS no sólo practica una solidaridad hacia adentro, referida a los
niños que alberga en su seno, sino que también practica una solidaridad hacia
fuera, en la medida en que abre sus fronteras a ámbitos donde se hace
completamente necesaria la presencia de la organización dada la
vulnerabilidad en la que se hallan muchas personas.
La vocación de la organización no es local, sino todo lo contrario, tiene un
alcance de carácter internacional y pretende hacerse presente ahí donde las
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necesidades la requieran. La familia SOS, por lo tanto, es además de un lugar
de acogida, una célula viva del gran organismo internacional de Aldeas
Infantiles SOS. Entres las distintas aldeas SOS que configuran la gran familia internacional debe presidir, en todo momento, un clima de colaboración recíproca y de solidaridad.
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2. La fe
La fe constituye un valor esencial en la pirámide de valores institucionales de Aldeas infantiles SOS. Se trata de un valor de origen
religioso que tiene múltiples consecuencias en la vida de la organización. Para
llevar a cabo la labor que se propone la organización es realmente necesario
que sus colaboradores tengan fe en su acción, es decir, tengan confianza en el
trabajo que llevan entre manos y en su capacidad para transformar la realidad
que les rodea.
La tarea de cuidar es imprescindible para cimentar una transformación en el
sujeto vulnerable. Para ello es necesario tener fe en el niño que se atiende,
confiar en él. Sólo el profesional que cree que puede transformar una
determinada situación se implica para conseguirlo. La ausencia de fe imposibilita la vida en común, la práctica de la amistad y la existencia de una
organización. Para llevar a buen término la tarea de asistir a un niño
desamparado en el mundo se requiere fe, es decir, confianza y ello se
relaciona estrechamente con el valor de la tenacidad y del coraje.
En primer lugar, hay que tener fe en el niño, en sus posibilidades para crecer
y desarrollarse de un modo integral. La fe se relaciona con la posibilidad.
Tener fe en el niño acogido significa creer que tiene posibilidades, que puede
alcanzar objetivos que ahora, en el presente actual, todavía no domina. En
segundo lugar, es esencial que la organización tenga fe en sus profesionales,
que confíe en su capacidad para desarrollar de un modo óptimo sus funciones.
En un clima de desconfianza y de escepticismo es imposible trabajar con
comodidad. Pero los colaboradores deben tener fe también en la organización
y en su capacidad para solventar las no pocas dificultades del presente y del
futuro. Por ello es tan necesario el cultivo de este valor y la transmisión del
mismo a través del tejido humano de la organización.
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3. Calidad
La calidad de una organización se manifiesta en el modo que tiene de intervenir sobre un determinado sector. Uno se da cuenta que hay distintos
modos de intervenir, pero no todos son igualmente excelentes. La calidad se
relaciona íntimamente con la excelencia, con la voluntad de hacer las cosas
bien a través de la coordinación de los distintos agentes que intervienen.
En Aldeas Infantiles SOS, el valor calidad ocupa un lugar prioritario. La
calidad de una organización cuyo fin es la promoción de personas vulnerables
tiene mucho que ver con el factor humano. La primera garantía de la calidad
institucional son las personas y los valores de estas personas. También
depende, evidentemente, del elemento estructural, de los espacios, de las
infraestructuras, pero la calidad se expresa de un modo patente en el trato que
se dispensa a los usuarios de la misma organización. No se trata pues, de
hacer muchas cosas, sino de hacer las necesarias y de hacerlas bien, velando
por los detalles y por los matices. Entre cantidad y calidad, se debe priorizar la
calidad.
La calidad en una organización depende estrechamente de los niveles de comunicación entre los agentes que intervienen. Si se da una buena
relación entre los distintos profesionales y son capaces de actuar de un modo
conjunto y coordinado, la calidad resultante del producto será muy superior a si
cada cual actúa libremente y de un modo estrictamente individual.
La transparencia, la complicidad y el buen clima son factores determinantes de la calidad institucional. También es necesario considerar
el factor formación. Para poder desarrollar de un modo excelente la
intervención, es necesario conocer a fondo al destinatario y a su entorno y eso
exige, por parte de los profesionales, una formación continua y la capacidad de
resituarse en cada nuevo escenario.
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4. Respeto
Respeto es un valor que identificamos con cortesía, consideración, atención. El respeto se manifiesta hacia alguien y hacia algo, siendo este
alguien nosotros mismos y los demás, y este algo nuestro mundo circundante.
La palabra respeto señala el camino a la comprensión.
Respetar es comprender al otro desde su punto de vista y dejarlo crecer poniendo los medios para que realice por sí mismo y en su manera de ser. El respeto es una actitud, una manera de ser y de vivir que nos hace
solidarios. La persona respetuosa fomenta la acogida, la estima de forma
generosa y sincera.
El respeto debe encadenar una serie de cualidades y de actitudes, propias
de una persona educada. La persona educada es la que se respeta a sí misma
y la que respeta a los demás. Este trato en la relación cuida las formas y no
vulnera la dignidad ni la autoestima del otro. Las palabras claras, cálida y
directas nos animan mutuamente.
Pero el respeto también puede tomar una forma cotidiana. Todo auténtico
valor, en efecto, se extiende a través de muchos niveles y grados, porque es
una posición del hombre vivo. Por eso el respeto puede y debe aparecer también en lo cotidiano, y entonces se llama atención, cuidado. Atención
es lo más elemental que ha de darse para que los hombres se den cuenta del
hecho de que el otro es hombre y tiene libertad y responsabilidad. Atención
significaría que se tome en serio la convicción del otro.
Atención es lo que requiere la esfera privada del otro; es decir, ese dominio
en que está consigo mismo o en que vive con los ojos que están vinculados a
él, familia o amigos, algo que hoy se olvida cada vez más. La atención es
necesaria dondequiera que se trate de algo humano. El respeto, por el
contrario, se despierta ante lo grande, la gran personalidad y la gran creación.
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El respeto a nuestro mundo circundante supone mirar a las personas no
como medios útiles que están a nuestro servicio para conseguir nuestro fines,
sino como entidades que deben ser cuidadas y organizadas de la mejor
manera.
La práctica del respeto en el seno de la organización debe ser un principio
básico, pero no siempre se da una reciprocidad entre el profesional y su
destinatario. El profesional debe respetar a los niños, pero los niños también
deben aprender a respetar al profesional. Muchas veces esta relación de
reciprocidad no se da por causa de una carencia educativa básica en la figura
del niño. Esto puede llevar al profesional a ser irrespetuoso con aquél que
practica la falta de respeto, pero debe evitar esta tendencia. Precisamente
existe profesionalidad, en sentido propio, cuando el agente es capaz de
superar la falta de respeto del otro y obrar con ecuanimidad. Tarea difícil, no
cabe duda.
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5. Responsabilidad
La palabra responsabilidad, etimológicamente, expresa con claridad el
significado del concepto. Es responsable aquel que responde. El ser humano, a
diferencia de cualquier otro ser, puede hablar, explicar y justificar los actos que
ha realizado con libertad, puede dar razón de ellos. El ser humano es
responsable porque es libre, y a su vez, la libertad humana se fundamenta en
la responsabilidad.
Responsabilidad, dicho muy sencillamente, es la obligación de responder de algo. Aparentemente, esta aseveración resulta muy simple, pero si nos
detenemos a pensar ya no lo es tanto, puesto que se advierten unos elementos
constitutivos que habremos de analizar. La responsabilidad implica: un
interpelado, ya que la apelación, obligación a responder no surge del vacío; un
interpelante, ante el que se responde; una tarea que es la misión de responder
y una estructura en la que realizarse todo lo anterior.
La responsabilidad es, por tanto, partiendo de este análisis, el ejercicio de un diálogo, llevado a cabo dentro de la existencia y valiéndose de la misma.
Pero el diálogo tiene como exigencia primordial el ser coherente, lo que
significa que a una interpelación determinada hay que dar una respuesta
acorde con la misma.
No hay responsabilidad auténtica sin libertad. El individuo tiene que ser
libre para asumir el compromiso y, por lo mismo, tiene que reconocerse con
capacidad para dicha asunción y consiguiente respuesta. Si no ya libertad no
se puede hablar de responsabilidad, por lo que hay que concluir que una
persona es responsable cuando tiene plena conciencia de sí y se posee a sí
misma.
Todos hemos sido llamados a la vida y para responder a ella se nos ha
dotado de habilidades y talentos que hemos de usar si queremos
considerarnos y que nos consideren responsables.
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Ser responsable significa responder a la llamada de los valores que piden
ser realizados, responder de las consecuencias de tal respuesta. Ser responsable en Aldeas infantiles SOS es responder con la acción a los valores de la organización. Ambas formas de respuesta implican sensibilidad
para los valores: la capacidad de descubrir y reconocer la fecundidad que
tienen para nuestra vida al ofrecernos posibilidades de auténtico desarrollo
personal.
La responsabilidad presenta una condición relacional: entra siempre en
juego un valor que insta a ser asumido y realizado y un ser humano que
responde de forma positiva a tal llamada. Ser responsable es tomar las riendas de nuestra vida y responder de la marcha de la misma, de su sentido o su sinsentido, de sus logros y de sus fallos.
¿Qué significa responder responsablemente?
Una respuesta es una reacción a un estímulo exterior. Pero la respuesta responsable no es espontánea e incontrolada, sino que surge de un juicio valorativo, quien es capaz de dar respuesta, es aquel que no permanece
indiferente, aquel que no queda insensible y paralizado ante las injusticias y las
incoherencias del mundo, aquel quien, ante las debilidades y las necesidades,
se da rápidamente para intentar equilibrar el desorden.
La respuesta responsable se da especialmente ante las necesidades de las
otras personas; éste es el sentido de la mano tendida en actitud de ayuda
dirigida a aquel que, en compañía, podrá superar su mal momento. La
respuesta, pues, es la materialización de la apertura del propio yo. Lo es en la
comunicación y en la comprensión de las situaciones y vivencias de aquellos
con los que puedo entrar en diálogo y colaboración.
No somos seres aislados que empiezan y terminan en sí mismos, sino que
vivimos en constante interrelación. La acción o no-acción de uno, repercute en
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los demás, y esto es así para todos, aun para aquellos que viven en soledad. Si
uno elude su responsabilidad será otro quien tenga que realizar su tarea o ésta
quedará sin realizar. En ambos casos cometerá una injusticia porque, o bien
sobrecargará a otro con un trabajo extra, o privará a algo o a alguien de lo que
le corresponde.
La responsabilidad humana es de dos tipos, de tal manera que el fenómeno
de dar cuenta o rendir cuentas tiene dos formas, una primaria o ética, que
consiste en el hecho de dar uno cuenta ante sí mismo o darse cuenta a sí
mismo, y otra secundaria o jurídica, que consiste en el hecho de pedir cuentas,
por tanto, que los demás le pidan a uno cuentas de lo que ha hecho o hace.
Ser responsable no se reduce a cumplir los deberes. Es una actitud de
constante disposición a responder positivamente a la apelación de los valores,
por exigente que sea.
La responsabilidad en la familia SOS radica en la respuesta de afecto, sinceridad, compromiso y amor entre sus miembros que proporcionan la fuerza ante las dificultades. La responsabilidad familiar se da en la
corresponsabilidad en las tareas domésticas, en los proyectos y empresas
comunes, y allí donde se comparten los sentimientos y los problemas de cada
uno de sus componentes. La familia SOS, siendo responsable, no permanece
cerrada en sí misma, sino que está abierta al vecindario, a la ciudad y a las
realidades que la circundan.
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6. Solidaridad
La palabra solidaridad designa una realidad firme, sólida, potente y
valiosa lograda mediante el ensamblaje de distintos seres. Tal ensamblaje
constituye una estructura y ésta es fuente de solidez, dinamismo y levedad.
Esta vinculación se lleva a cabo cuando las diferentes personas se unen a
unos mismos valores. Para ser solidaria, cada persona debe hacerse cargo por
su cuenta de la riqueza que encierran los valores y asumirlos. Los valores no
se imponen, atraen y piden ser realizados.
La solidaridad se manifiesta en el testimonio de adhesión, debido a la
esperanza de que es posible salvar el valor amenazado. La solidaridad implica
generosidad, desprendimiento, espíritu de cooperación y de participación. Al
ser solidarios creamos un campo de juego común, un ámbito de libertad, de
intercambio, comprensión, sentido, entusiasmo.
La solidaridad es ejercicio de comunicación de los bienes espirituales
aún más que comunicación de bienes materiales. El valor de la solidaridad es
una exigencia directa de la fraternidad humana. La solidaridad se manifiesta,
en primer lugar, en la distribución de bienes y la remuneración del trabajo. Los
problemas socioeconómicos sólo pueden ser resueltos con la ayuda de todas
las formas de solidaridad.
Toda organización, toda obra, corre el riesgo de cerrarse en sí misma y
entrar en una dinámica de justificación de su existencia al margen de la
realidad. No es extraño encontrar entidades que, en este aislamiento, acaben
proyectando una obra que ya no es necesaria o que nadie la demanda. La
razón de la acción en el seno de Aldeas infantiles SOS está en el servicio que
presta, y por ende, ha de estar abierta al cambio y a la evolución para ser
actuales en su servicio.
El origen de esta organización está en la solidaridad, en la generosa
colaboración de múltiples personas, para que la organización cumpla su
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misión. Ha llegado el momento de darle una dimensión más universal a nuestra
solidaridad. En nuestro mundo las desigualdades se van acentuando y las
diferencias son cada vez mayores; esta dimensión social de la organización
podría encontrar y, de hecho, encuentra, un espacio actual en la colaboración
entre centros o entre países en el sector de la infancia.
Los socios, padrinos y donantes canalizan su solidaridad a través de la
organización. En gran medida ellos hacen posible el proyecto de Aldeas
Infantiles SOS. Forman parte de la gran familia SOS. Desde este punto de
vista, la organización puede definirse como un lugar de ejercitación de la
solidaridad, no sólo por parte de los profesionales que hacen de ella su
motivación esencial, sino también por parte de la sociedad civil que encuentra
en ella un modo para canalizar de manera constante y seria sus impulsos
altruistas.
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7. Honestidad La honestidad o honradez consiste en la transparencia, en obrar
conforme a los principios generales de la ética que han de regular la vida
humana y, en especial, respecto a los propios valores, asumidos como norma
reguladora del proyecto vital que nos hemos marcado.
El primer paso que debemos dar es ser honestos con nosotros mismos y, sin
perder de vista lo que queremos hacer de nuestra vida, proporcionarnos ese
modelo ético al que amoldarnos, ese faro guía que nos ilumine, y al que
volvernos mientras estamos inmersos en los problemas del cotidiano vivir.
La honestidad exige una actitud de libertad. Tenemos que despojarnos
de prejuicios, liberar nuestra mente de estereotipos para posesionarnos de la
realidad tal como es, no como nos la quieren presentar. Se requiere también
una actitud de apertura hacia la realidad para ganar en perspectiva y claridad,
con el fin de que se nos revele en toda su dimensión, y poder, así emitir los
juicios valorativos pertinentes. Se requiere, al final, una actitud de receptividad
para acoger aquellos valores que juzgamos los mejores para construir ese
modelo que nos hemos marcado en nuestra mente y que queremos ver
realizado a lo largo del tiempo.
Es honesto el que, conforme con sus ideas, con sus valores libremente
elegidos, amorosamente acogidos, firmemente defendidos, se modela a sí
mismo, laborando en la doble vertiente: pensarse, diseñarse y luego trabajar
sobre sí mismo para darse forma, según el modelo proyectado. Es honesto el que reconoce sinceramente el conflicto de valores, cuando éste se
produce; el que en su interior se debate sabiendo que la coherencia no es
siempre perfecta, pero que puede acercarse lo más posible a ella, sobre todo si
se aleja de los juicios convencionales y pone todo su empeño en buscar su
verdad. Es honesto el que toma sus decisiones, el que obra siguiendo los
dictados de su conciencia aun en temas en los que nadie puede garantizarle
seguridad, pero a los que da las soluciones que cree más justas.
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Es honesto el que en situaciones de vital importancia, en las que puede
haber confrontación de valores, no pierde de vista la ética y obra de forma
autónoma, asumiendo en todo momento la responsabilidad de sus actos,
sabiendo lo que es, sabiendo lo que quiere hacer y queriendo lo que hace, ya
que para alcanzar la madurez personal es preciso tener conciencia de sí mismo
y capacidad de regularse a sí mismo, es decir, es preciso saber de sí y ser
dueño de sí.
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XI. VALORES DE LA FAMILIA SOS
1. Hospitalidad
¿Por qué es tan importante la hospitalidad en Aldeas infantiles SOS? Lo es
porque el valor de la hospitalidad reconoce el estado vulnerable del otro.
Cuando somos hospitalarios reconocemos que nuestro huésped carece precisamente de lo que nosotros en ese momento le podemos ofrecer: una casa, un techo, una habitación, una cama, esto es, un lugar donde ser
recibido. También le podemos ofrecer compañía, compañía humana, una
comunidad, una cama, precisamente lo que, en su condición de vulnerable le
falta. Lo que nosotros tenemos es precisamente aquello de lo que él carece.
Lo que tenemos es, en sí mismo, un regalo que se nos ha dado. Tenemos
un lugar para estar y compañía humana porque, a nuestra vez, los hemos
recibido, también nosotros podemos encontrar fácilmente sin ellos. La
hospitalidad es, por tanto, un reconocimiento de lo que se nos ha dado y que
podemos dar como regalo. Pero la hospitalidad es, sobre todo, atención
humana. No se trata sólo de un deber, sino de un valor. A diferencia del deber,
el valor es nuestra propia recompensa. Muchos de nosotros podemos ser
anfitriones atareados. No obstante, conocemos la diferencia entre hospedar por
deber y hospedar por placer. Sólo lo segundo beneficia tanto al huésped como
al anfitrión.
En Aldeas infantiles SOS, la hospitalidad es un valor axial. La
organización constituye el momento en el que la hospitalidad individual se
convierte en estructural. Ya no es sólo la persona llamada a ser hospitalaria, ni
tampoco el hogar SOS con gestos individuales, sino toda la comunidad se debe
hacer una organización que acoge.
La organización enteramente considerada tiene que convertirse en un icono
de todo organismo dedicado enteramente a acoger al otro en estado de
necesidad y a darle todo lo que necesita, no solamente una hospitalidad
momentánea, sino un sistema de coordenadas biográficas en el pueda volver a
vivir.
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2. Confianza
La confianza es la creencia convencida en la habilidad y el carácter de otra persona y un modo de fiarse de ésta. La confianza conlleva una
convicción de que el otro actuará con los motivos correctos de acuerdo con las
normas éticas.
La confianza constituye también un valor central del profesional, pues sin confianza difícilmente puede haber relación entre él y su destinatario.
El agente debe hacerse digno de confianza o, dicho de otro modo, el niño debe
tener razones para confiar en él, para ponerse en sus manos, para poner la
vida a su disposición. La confianza sólo puede depositarse desde la integridad
y la coherencia de los actos.
La confianza se relaciona estrechamente con la confidencialidad. La
confidencialidad comprende tres valores íntimamente relacionados: la
intimidad, el secreto y la confianza. El respeto a las personas exige el respeto a
la intimidad del niño, es decir, a aquella esfera particular en que uno mismo se
despliega ante sí, se reconoce, afirma y vincula a la propia identidad. El respeto
a la intimidad de cada uno posibilita la convivencia social en la pluralidad de
individuos. El velo del secreto tutela el mutuo respeto y abre camino a la
confianza, vía de acceso a lo más íntimo del otro.
Respeto mutuo y confianza abre la puerta al derecho de comunicar los propios secretos con la garantía de que no serán desvelados. En esto
consiste la obligación del secreto profesional en el que se da por supuesto y
permanece implícito el compromiso de no divulgar lo conocido en el ejercicio de
la profesión. La obligación del secreto coexiste con el deber de desvelarlo
cuando no hay otra manera de evitar el daño injusto de otra persona y o de la
sociedad, por ejemplo para evitar el contagio y otro mal que amenace a la
colectividad.
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3. Fidelidad
El valor de la fidelidad se manifiesta en el hecho de mantener la palabra dada, el compromiso adquirido, el hecho de preservar incondicionalmente. Significa no sólo tener claro el compromiso personal con
los demás, sino también querer respetarlo, llevándolo a cabo sin engaños, sin
justificaciones para no cumplir lo pactado. Se manifiesta una lealtad.
Intentar aprender la fidelidad no es empresa nada fácil. Los compromisos
nos parecen arduos. Como los niños, nos molestan las desigualdades,
desconfiamos del dar y recibir, disfrutamos con el control, nos gusta contar lo
que les damos a los demás para asegurar que vamos a recibir, por lo menos,
tanto como damos, nos gusta hacer cosas juntos siempre y cuando sea lo que
nos apetece a nosotros. A menudo, compartimos nuestra vida con los amigos,
por decirlo en una palabra, de mala gana.
Poner la fidelidad en el centro de la vida nos invita a involucrarnos en
ejercicios y prácticas concretas que nos capaciten para entender y vivir mejor.
Para tal fin, puede que necesitemos hacer más llamadas por teléfono, escribir
más cartas, cocinar alguna vez más para los otros, dar más paseos, pasar un
poco más de tiempo con un amigo.
La fidelidad es la respuesta adecuada a una promesa. Prometer es una
actividad propia de la persona, pues sólo ella es capaz de proyectar el futuro.
Promete hoy para cumplir en adelante, en momentos en los que puede tener
sentimientos distintos a los actuales. El acto de prometer implica soberanía de
espíritu, capacidad de sobrevalorar el tiempo y el espacio y actuar con
independencia de los cambios que uno pueda experimentar.
Ser fiel es realizar esta labor creadora; no se reduce a aguantar. La
fidelidad es una actividad creativa, que contribuye eficazmente a conferir a la
persona humana un carácter de autenticidad. Al cumplir una promesa, se crea
140
un vínculo estable entre el que promete y el destinatario de la promesa. Es un
vínculo dinámico, un campo de juego, de intercambio enriquecedor.
La fidelidad no se reduce a un mero resistir el paso del tiempo. No es
cuestión de tiempo sino de calidad de la unión. No cabe identificar tampoco la
fidelidad con la intransigencia y el afán de dominio. La fidelidad es inspirada, impulsada y sostenida por el amor a lo valioso. El valor atrae y suscita
afecto porque nos da posibilidades para vivir en plenitud.
Al crear tales relaciones, el hombre afirma su personalidad, le confiere
madurez, adquiere identidad personal. Esta firmeza y constancia en el
mantener los vínculos, las obligaciones, suscita confianza, insta a crear
encuentros nuevos y solidificar los ya iniciados.
La fidelidad supone el ejercicio de la memoria, entendida como facultad creadora. Recordar es volver a pasar por el corazón, traer de nuevo a
la existencia. Ser fiel implica recordar lo prometido y cumplirlo, creando así un
vínculo estable con el destinatario de la promesa. Ser fiel es un acto de re-
creación de la realidad. Cuando promete crear algo valioso y cumple la
promesa, el ser humano logra una cota suprema de dignidad.
Se puede describir la fidelidad como una fuerza que supera el tiempo, es
decir, la transformación y la pérdida, pero no como la dureza de la piedra, en
firmeza fija, sino creciendo y creando de modo vivo. La fidelidad significa que
uno mantenga su palabra y tome sobre sí las pérdidas que él, en caso
contrario, exigiría también del otro. La fuerza con lo que se mantiene lo
afirmado, incluso a través de tiempos y situaciones en que los motivos
palidecen o parecen inseguros, es fidelidad.
Con la fidelidad se superan transformaciones, daños y peligros. No por
una fuerza de obstinación correspondiente a un carácter. Esto puede ser así, y
feliz quien la posee, pero la fidelidad es algo más que esto, algo diferente, a
saber: la firmeza resultante de que el hombre haya tomado algo en su
141
responsabilidad y lo sustente. Supera las mutabilidades, daños y amenazas de
la vida, partiendo de la fuerza de la conciencia. En una persona así se puede
confiar, se siente que en él hay un punto que está más allá del temor y la
debilidad, desde el cual se renueva constantemente su posición.
¿Cuál es, pues, el sentido de este valor? Puede describirse como una fuerza
que supera el tiempo, es decir, la transformación y la pérdida, pero no como la
dureza de la piedra, en firmeza, sino creciendo y creando de modo vivo. La
fidelidad significa que uno mantenga su palabra y tome sobre sí las pérdidas
que él, en caso contrario, exigiría también al otro. No por una fuerza de
obstinación correspondiente a un carácter. La fidelidad no es exactamente
esto, sino la firmeza resultante de que el hombre haya tomado algo en su
responsabilidad y lo sustente.
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4. Paciencia
En una de las entrevistas que tuve con una madre SOS me sugirió que
tuviera en cuenta que uno de los valores fundamentales que se requiere para
ejercer la labor de educar en el seno de una familia SOS es la paciencia.
La circunstancia en que vivimos nos está impuesta: nacemos dentro de ella.
Los acontecimientos de la historia marchan sin que podamos cambiar en ellos
nada esencial, y cada cual ha de notar sus efectos. Día tras día nos sale al
encuentro, en forma personal, lo que acontece históricamente. Podemos
defendernos, podemos arreglar muchas cosas conforme a nuestra voluntad; en
el fondo hemos de aceptar lo que viene y lo que nos es dado.
Comprenderlo y conducirnos conforme a ello es paciencia. Quien no quiere,
está en perpetuo conflicto con su propia existencia. También debemos tener
paciencia con las personas con quienes estamos vinculados. Sean los padres,
o cónyuges, o hijos o amigos o compañeros de trabajo lo que sea: la vida
paciente empieza aceptando al hombre como es.
No es posible ninguna paciencia sin comprensión. Paciencia es sabiduría, comprensión de lo que significa; tengo esto, y nada más, soy así y
no de otro modo; la persona con la que estoy vinculado es así y no como todos
los demás. Cierto que me gustaría que fuera de otro modo, que también se
podría cambiar mucho con tenaz esfuerzo; pero, en principio, las cosas están
como están, y tengo que aceptarlo. Sabiduría es comprensión del modo como
tiene lugar la realización; de cómo un pensamiento se hace real en la
existencia partiendo de la imaginación; de qué lenguaje es proceso y que
fácilmente se engaña uno a sí mismo y se va de la mano.
La paciencia comporta fuerza, mucha fuerza. Sólo el hombre fuerte
puede aplicar una paciencia viva, recibir en sí, una y otra vez, lo que es;
empezar de nuevo. La paciencia sin fuerza es mera pasividad, superficial
intolerancia, habituamento a ser cosa. El amor forma parte de la auténtica
143
paciencia. La paciencia viva es la persona entera, que está en tensión entre lo
que querría tener y lo que tiene; lo que desea ser y lo que realmente es.
El soportar esa tensión, el concentrarse siempre de nuevo en la posibilidad
de cada hora, eso es paciencia. Así, se puede decir que la paciencia es la
persona en devenir que se entiende adecuadamente. También sólo en la mano
de la paciencia prospera la persona que nos está confiada. Una madre SOS
que no tenga paciencia en ese sentido no hará más que daño a sus respectivos
niños. El educador que no toma con paciencia a los que se le confían les
asustará y les quitará la sinceridad.
144
5. Trascendencia
La trascendencia es también uno de los valores clave de Aldeas infantiles
SOS y está contemplado como tal entre los principios fundacionales. El valor
de la trascendencia, de origen religioso, es un rasgo que combina una actitud de atención activa al bienestar del otro con una conciencia imaginativa y una respuesta emocional de simpatía, ternura e inquietud ante la desgracia y el sufrimiento de otra persona.
La trascendencia presupone la simpatía, tiene sus afinidades con la
misericordia y se expresa en acciones que intentan aliviar la desgracia o el
sufrimiento ajeno. A diferencia de la integridad, que se centra interiormente en
uno mismo, la trascendencia se dirige hacia fuera, hacia los demás. No se
limita necesariamente al dolor, al sufrimiento, la incapacidad y aflicción, sino
también al gozo y a la alegría.
La auténtica trascendencia es, simplemente, sentir con otro. No es
necesariamente hacer algo. Que tengamos que hacer algo o no, pertenece a la
justicia, a la fidelidad y a la autoestima. Pero la trascendencia es dejar que, con
naturalidad, tengamos los mismos sentimientos que el necesitado. Es un
sentimiento y, por tanto, anterior a cualquier decisión sobre la acción. Es la
capacidad para sintonizar con el otro; reconocer su situación tal cual es. Somos
verdaderamente trascendentes cuando dejamos que la situación del otro entre
en nuestro propio torrente sanguíneo. Derribamos las defensas adquiridas y
nos permitimos sentir lo que cualquier ser humano normal siente cuando
encuentra a otro necesitado.
La trascendencia implica necesariamente acción. La trascendencia,
pues, nos permite sentir como propios los sufrimientos de otro. Quizás no
seamos capaces de aliviar su dolor o quizás, por alguna razón, no debamos ser
quienes lo mitiguen. En cualquier caso, lo que tengamos que hacer será
consecuencia de lo que sentimos. La trascendencia es, primero, constatar que
145
otro está sufriendo y dejar, a renglón seguido, que el dolor de esa persona
penetre en nosotros.
La trascendencia tiene, ineludiblemente, una orientación singular y personal. No es un sentimiento de carácter universal o abstracto, sino concreto
y singular. La trascendencia es una experiencia subjetiva, personal e
intransferible y es requerida en el profesional para que lleve a cabo su
intervención.
El valor de la trascendencia no puede describirse exclusivamente, sin
embargo, como un sentimiento. Es evidente que hay sentimiento, pero es más
que sentimiento. Debe definirse como hábito que perfecciona a la persona que
lo cultiva, pero también, por extensión, a la comunidad en general.
La práctica de la trascendencia nos hace más humanos, más personas;
en definitiva, nos permite desarrollar de un modo excelente el oficio de ser
persona. La trascendencia desborda hacia una disposición a ayudar, a
hacer algún sacrificio por el otro. Nadie puede ayudar a otro sin entrar con toda
su persona en la situación dolorosa, sin asumir el riesgo de quedar dañado,
herido o, incluso, destruido a raíz de ello.
La trascendencia entraña una comprensión del sufrimiento que experimenta
otra persona. Cuando nosotros hemos sufrido, a veces somos más capaces de
comprender este hecho en los demás. La trascendencia nos ayuda, por tanto, a
darnos cuenta que los otros vulnerables no nos son ajenos. Siguen siendo una
parte integrante de la familia humana. Son vitales para nuestro propio
crecimiento espiritual.
146
6. Humildad
La humildad se relaciona con la aceptación de uno mismo. Se puede
definir como la aceptación de la situación vital donde uno se halla. Cierto que
esto puede cambiar mucho, mejorar mucho y adaptarse más a los propios
deseos; tanto más cuanto más decidido es ese deseo y más firme la mano que
trata de realizarlo; pero, en el fondo, sigue en marcha el arranque dado en los
primeros años y determina lo posterior.
La humildad reconoce la verdad sobre mí. No se trata de mentir o negar
sino, más bien, de la capacidad para determinar si lo que otros dicen acerca de
mí mismo es verdadero o no. Como valor, la humildad está a mitad de camino
entre dos vicios. Está entre el orgullo, que hace que me vea más grande de lo
que en realidad soy, y la autocompasión, que me minusvalora.
La autoestima no es la humildad, sino la virtud que hace posible la
humildad. Si la humildad consiste en cómo interactuamos con otros, la
autoestima tiene que ver con cómo vivimos con nosotros mismos. Si la
humildad perfecciona el modo de nuestra presencia ante los demás, la
autoestima perfecciona el modo en que nos vemos a nosotros mismos. La
humildad versa sobre el discurso público, la autoestima se refiere al diálogo
interno.
El hombre no se agota en lo que es y en lo que hay a su alrededor. Puede
tomar distancia respecto a sí mismo y reflexionar sobre sí; puede juzgarse a sí
mismo; puede ir con sus deseos más allá de lo que es, llegando a lo que
querría o debería ser; incluso puede elevarse fantaseando hasta lo imposible.
Así se produce una tensión entre ser y deseo, que puede convertirse en
principio de crecimiento en cuanto que quien se esfuerza pone en su
imaginación una imagen de sí mismo que luego trata de alcanzar con lo que
realmente es. Pero también de esa tensión puede surgir una perniciosa
división, una huida ante la propia realidad, una existencia en fantasía, que vive
147
pasando de largo ante las posibilidades dadas y ante los peligros que
amenazan.
También debo aceptar la época histórica en que vivo y que ha entrado en mí
y sigue entrando: sus acontecimientos, sus situaciones, sus posibilidades y
límites. Todo eso tengo que empezar por aceptarlo antes de poder cambiar
algo de ello.
La humildad o la aceptación de uno mismo significa estar de acuerdo con el existir en general. Esta afirmación suena extraña mientras a uno le va
bien. Entonces uno va viviendo en su propio ser y hacer sin pensarlo más. Pero
llegan horas de desdicha, de fracaso, de hastío; entonces se abre una grieta
entre mí y yo mismo. En efecto, yo no me he puesto ante la posibilidad de mi
propia existencia y he decidido que quiero ser, sino que se me ha puesto en el
ser, he surgido de la vida de mis padres, de la vida de mis antepasados, de las
situaciones del tiempo.
148
7. Prudencia
El valor de la prudencia se apoya en una penetración sensible que implica
un juicio y una comprensión agudos, y da como resultado una acción decisiva.
El discernimiento incluye la habilidad para realizar juicios y alcanzar decisiones
sin estar indebidamente influenciado por consideraciones, temores o apegos
personales extraños. Una persona prudente sabe qué fines deben ser elegidos y conoce cómo realizarlos en circunstancias concretas. El
discernimiento se manifiesta a menudo a través de una respuesta creativa al
afrontar responsabilidades.
La capacidad de saber qué necesita hacerse por lo niños, comprender cómo
hacerlo y luego actuar con respuestas sensibles y solícitas son cualidades
morales del carácter, y no meramente formas de inteligencias práctica y de
juicio. A veces, las mismas formas de cuidado revelan una nueva percepción
de discernimiento sobre lo que está en juego, lo que cuenta más, y lo que tiene
que hacerse.
La prudencia nos invita a decir lo que pensamos; de ahí que
necesitemos cambiar no sólo nuestras palabras sino también nuestros
pensamientos. La prudencia, de ordinario, nos enseña a superar las reacciones de escasa calidad. Nos ayuda a adquirir hábitos útiles para
considerar y tratar a nuestras compañeras como iguales. Nos lleva a reflexionar
por qué hemos tenido una perspectiva tan injusta y nos pide desarrollar, de
pensamiento y palabra, una visión más completa. La prudencia como
planificación, por tanto, impulsa hacia la autotransformación interior.
Con la prudencia se planifican las situaciones que pueden cambiarnos.
Volviéndose hacia el futuro para cambiar al agente, la prudencia reconoce que
los problemas de la vida no estriban tanto en que el mundo sea injusto o infiel,
sino más bien en que nosotros somos los injustos e infieles. Si soy prudente,
intentaré crear situaciones donde pueda empezar a adquirir los hábitos para
actuar más justa y fielmente.
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La prudencia requiere no sólo conocer al retoño y proporcionarle nuevas
oportunidades que le sean apropiadas: también exige encontrar el medio entre
los extremos. La madre SOS aprende esto a base de experiencia. Sabe, por
ejemplo, que debe estar atenta a su vástago siempre y, a la vez, no protegerle
demasiado; debe mostrarle un gran amor, pero sin exagerar, porque si no, lo
haría demasiado dependiente. Con todo, debe estar seguro de que el niño se
siente realmente querido. ¿Qué dosis de afecto es la adecuada? Crecer en
prudencia es saber responder con aplomo a estos interrogantes.
A medida que el niño va desarrollándose, la madre SOS aprende también
gradualmente que no debe permitirle jugar con la puerta, los enchufes o los
objetos con punta, so pena de arriesgarse a un descalabro, y que no debe
pasarse ni de áspera ni de complaciente. En esta situación, ¿cómo compaginar
la firmeza con la tolerancia?
Ésta es una de las muchas preguntas que la madre SOS se hace con
angustia. Las responden adecuada o prudentemente cuando atinan con el
término medio, con ese difícil equilibrio. No hay ningún secreto que desvelar si
uno trata de conciliar demasiado rigor y demasiada indulgencia, solicitud y
despreocupación. Los padres acaban siendo expertos gracias a la dura escuela
de la experiencia y de la reflexión.
Para progresar, por tanto, se debe proceder con nosotros mismos al igual
que lo hacen los padres con sus hijos: apreciando nuestra irrepetibilidad,
anticipando los problemas y comportándonos con paciencia pero sin
desfallecer, porque es casi interminable el viaje que tenemos por delante
cuando tratamos de vivir valores.
El agente de Aldeas infantiles SOS debe ser prudente en el juicio y en la toma de decisiones que afectan al niño. No debe dejarse presionar por
factores externos, ni por miedos o tensiones de orden emocional.
150
La prudencia es un valor de carácter intelectual que permite a la persona calibrar los pros y los contras de una decisión y contemplar las
consecuencias de una y otra decisión antes de que realmente se produzcan.
Este valor es fundamental en la práctica de los juicios en el seno de la
organización.
La prudencia se refiere a cosas humanas y a lo que es objeto de deliberación. Existe una íntima relación entre la buena decisión y la práctica
de la deliberación; e, igualmente, una íntima relación entre la prudencia y la
buena deliberación. La función del prudente consiste sobre todo en deliberar
rectamente y nadie delibera sobre lo que no puede ser de otra manera ni sobre
lo que no tiene fin.
La prudencia se refiere, pues, a un bien práctico. El que delibera
correctamente, se ha dicho anteriormente, es el que es capaz de poner la mira
razonablemente en lo práctico y mejor para el hombre. La prudencia tampoco
está limitada a lo universal, sino que debe conocer también lo particular, porque
es práctica y la acción tiene que ver con lo particular.
.
151
8. Humor
Uno de los valores más educativos en el seno de Aldeas infantiles SOS es el sentido del humor.
Los seres humanos somos vulnerables. No tenemos la piel de rinoceronte.
Nos servimos de una serie de mecanismos para autoprotegernos, para evitar
ser heridos, molestados, perturbados, sacudidos por los demás. Pero cuando
nos reímos de nosotros mismos, estamos como en casa con nosotros mismos
y con aquellos con quienes reímos. Juntos, nos sentimos a gusto
mostrándonos abiertamente como seres humanos vulnerables.
El buen humor consiste en que cada uno celebre su vulnerabilidad, y
normalmente eso sólo lo hacemos con aquellos con quienes sentimos que
podemos hacerlo. El buen humor depende de la familiaridad. Sin familiaridad
perdemos el buen humor. El humor pone en juego la creatividad humana ante
las dificultades.
El humor logra este mismo ambiente creativo cuando un familiar hace una observación ingeniosa para aligerar una situación tensa. Esa
consideración hace despegar a la familia y, sin embargo, no la hace perder
contacto con el suelo. El humor nos permite distanciarnos de una situación
determinada y adoptar una perspectiva diferente. El humor nos ayuda a
afrontar la adversidad
El humor nos ayuda a no eludir lo que debemos afrontar, al tiempo que nos
recuerda que somos humanos y que tenemos capacidad para disfrutar. La
tensión se eleva, las expectativas son evidentes, se requiere seriedad, y de
repente rompemos a reír como si estuviéramos en segundo curso de primaria.
La carcajada es la forma que tenemos de descargar la tensión. El humor es un
ejercicio que cultivamos para hacer soportables y llevaderas las situaciones en
que nos encontramos. El humor nos ayuda a acceder a lo difícil.
152
9. Veracidad
Ser veraz significa ante todo que quien habla diga lo que es, tal como él lo ve y lo entiende. Es decir, que cuanto lleva en sí lo ponga también en
palabras. Eso, en ciertas circunstancias puede ser difícil, puede causar enojo,
daño y peligro; pero la conciencia nos recuerda que la verdad obliga, que es
algo incondicionado, que tiene supremacía. Debes decirla en absoluto,
sencillamente, a no ser que la situación te recomiende callar o que puedas
eludir una pregunta de modo decente.
La veracidad significa que la persona tenga el sentimiento involuntario de que la verdad ha de decirse, sin más. Naturalmente, subrayándolo una
vez más, en el supuesto previo de que el otro tenga derecho a ser informado.
Si no, entonces es cosa de la experiencia vital y de la prudencia encontrar la
forma adecuada de no decir.
El valor de la veracidad significa que se diga la verdad, y no sólo una vez,
sino una vez y otra, de tal modo que se produzca así una actitud permanente.
Ésta aporta algo claro y firme al hombre entero, a su ser y su actuación. Y la
verdad no sólo dice, sino que también actúa; pues también se puede mentir
con acciones, actitudes y gestos, si parecen expresar algo que no es.
Una verdad dicha en mal momento o de mala manera puede también
confundir a una persona de tal modo que le costará trabajo enderezarse otra
vez. Esta veracidad no sería viva, sino unilateral, perjudicial, incluso
destructora. La verdad no se dice en el espacio vacío, sino hacia otro, pero eso
el que habla debe sentir también lo que causa con eso. Así, hay dos
elementos que han de añadirse a la voluntad de verdad para que se produzca
plena verdad: la precaución respecto a quien oye y el valor cuando el decirla es
difícil. Pero a ello ha de añadirse algo más: así, por ejemplo, la experiencia de
la vida y la comprensión de sus caminos. La verdad da al hombre firmeza y
solidez. Falta le hacen, pues la vida no es sólo amiga, sino también enemiga.
153
El respeto a la verdad es básico en la vida de una organización. Desde
todas las perspectivas éticas, el profesional está obligado a decir la verdad a su
destinatario, pero a decirla según la capacidad de comprensión de éste y
teniendo en cuenta sus derechos fundamentales. La mentira es una forma de perder la confianza y en último término el respeto del niño. Decir la verdad
cuando la verdad no es agradable no resulta nada fácil, pero esta tarea es
consustancial al ejercicio profesional y es una virtud que debe cultivar para
convertir su praxis en excelente.
Hay dos elementos que pueden añadirse a la voluntad de verdad para que
se produzca plena verdad: la precaución respecto a quien oye y el valor cuando
decirla es difícil.
La persona veraz es aquélla que, cuando nada de esto está en juego (los
contratos, la justicia), es verdadero en sus palabras y en su vida, simplemente
porque tiene tal carácter. Tal hombre parecería ser un hombre íntegro. Pues el
que ama la verdad y la dice cuando da lo mismo decirla o no, la dirá aún más
cuando no da lo mismo, pues evitará la falsedad como algo vergonzoso, una
cosa que evitaba por sí mismo. Tal hombre merece ser alabado. Y se inclina,
más bien, a atenuar la verdad, lo cual parece de mejor gusto, porque las
exageraciones son odiosas.
La honestidad, que se relaciona íntimamente con la veracidad, es una virtud
personal que no sólo debe atribuirse al profesional, sino a cualquier profesión.
Ser honesto con uno mismo y con el destinatario es la garantía de una buena relación. Ser honesto significa ser transparente, ser claro y no andar con rodeos; es decir, decir las cosas como son y no esconder información por razones extraprofesionales. Donde hay coherencia entre la
palabra y el gesto, hay honestidad.
154
XII. DILEMAS ÉTICOS EN LA FAMILIA SOS
A continuación, tratamos de plantear de un modo sistemático algunas
tensiones del ejercicio del cuidar en el seno de la familia SOS.
1. La tensión entre focalización y distribución
El ejercicio del cuidado requiere, como es evidente, de recursos humanos y
técnicos. Para cuidar a un ser humano se requiere tiempo, espacio y
disposición anímica, pero además unos determinados requisitos de orden
técnico o material que no dependen exclusivamente de la buena voluntad o del
savoir faire del cuidador, sino de aspectos económicos, sociales y políticos
Una política responsable es una política que vela, desde sus máximos
órganos competentes, para el desarrollo y la protección de los grupos
vulnerables de la sociedad. El cuidado familiar pues, depende, aunque no de
un modo determinista, de la esfera social, política y económica, y ello se debe
considerar muy seriamente cuando se analizan los desafíos éticos del cuidado
familiar.
El cuidado de un niño en el seno de la familia SOS requiere tiempo, requiere
atención y unos determinados elementos de carácter material y educativo. Un
primer dilema ético que se plantea es la distribución equitativa del tiempo y la
dedicación a cada niño en el seno del hogar.
Resulta evidente que el ejercicio del cuidar es enormemente complejo y la
que distribución del afecto, de la atención, de los recursos y del tiempo es
limitada, pues ningún agente, ni la madre SOS, ni la tía SOS, ni el pedagogo,
dispone de recursos ilimitados, ni de un tiempo indefinido para ejercer este
cuidado. En su labor cotidiana debe resolver situaciones familiares de un modo
inmediato y ello significa que no puede someterse constantemente a un cálculo
de su tiempo y de la distribución del mismo. Se puede producir una tensión
155
ética en lo que respecta a la distribución, ya sea de tiempo, ya sea de recursos
y eso puede conllevar una cierta tensión en el seno de la familia.
Para tratar de iluminar este dilema ético, resulta fundamental considerar
aquí el principio de justicia como punto de partida. La justicia distributiva se
refiere a esa virtud que consiste en dar a cada cual según su naturaleza, según
sus necesidades y eso no significa ni mucho menos dar a todos lo mismo. Se
deben conjugar equilibradamente los derechos de todos los miembros de la
familia y se debe alcanzar un equilibrio entre la asistencia personal y singular
por un lado, y los intereses mayoritarios, por otro lado. El ejercicio equilibrado
de la justicia distributiva es algo que atañe directamente a la madre SOS y al
equipo, pero también afecta, en un plano administrativo, a los máximos
dirigentes de la organización, en la medida que tienen competencias para
distribuir recursos humanos y técnicos en las distintas aldeas.
156
2. La tensión entre autonomía y heteronomía
Una segunda tensión fácil de vislumbrar en el cuidado familiar es la tensión
entre autonomía y heteronomía. El concepto de autonomía no es un concepto
estático, sino un concepto dinámico y narrativo y ello significa que nadie es
completamente autónomo ni absolutamente heterónomo, sino que el grado de
autonomía tiene mucho que ver con las circunstancias biográficas, de poderes
y los saberes de una persona.
Esto significa que, en términos generales, todo ser humano tiene ciertas
cotas de autonomía, pero también padece ciertas dependencias o
heteronomías y ello aunque estuviere perfectamente sano y capaz. Todo ser
humano, en tanto que animal afectivo, necesita ser amado para su pleno
desarrollo. La heteronomía afectiva es constitutiva del ser humano.
Uno de los dilemas éticos más difíciles de discernir en el seno del cuidado
familiar consiste en calibrar el grado de autonomía psíquica, ética y social que
tiene cada miembro de la familia SOS y precisar los márgenes de su
responsabilidad. Esta delimitación no es nada fácil y además depende de
factores ambientales. Por ello no puede ser analizada in abstracto sino a partir
de la situación concreta y de la actividad concreta que se proponga realizar el
sujeto en cuestión. Se debería comprender la autonomía referida al acto y no al
ser de la persona. Nadie es, completamente hablando, autónomo, pero somos
capaces de determinados actos autónomos.
El velar por la autonomía de la persona es fundamental en el ejercicio del cuidar y, además, es un deber profesional, pero también una
responsabilidad íntimamente relacionada con el ejercicio de la maternidad. El
objetivo último de la educación es la autonomía del niño, su formación integral,
su pleno desarrollo en todos los sentidos.
157
El proteccionismo paternalista, el exceso de celo, la falsa tipificación
marcada por prejuicios históricos, puede obstaculizar enormemente el desarrollo de la autonomía del niño.
158
3. La tensión entre exterioridad e interioridad
El ser humano es una unidad integrada de exterioridad e interioridad y el
ejercicio del cuidar requiere atención a las dos esferas de la condición humana:
el adentro y el afuera. No basta con tener cuidado de la corporeidad, del
equilibrio somático y velar por el bienestar físico de la persona, sino que se
debe velar también por la dimensión interior, por sus pensamientos, sus
sentimientos, sus recuerdos, sus anticipaciones, en el fondo, por lo invisible de
ella. El cuidar requiere esta doble orientación, porque el ser humano no puede
reducirse a mera exterioridad, tampoco a mera interioridad, sino que resulta ser
un tenso equilibrio entre ambas dimensiones.
El cuidado de la exterioridad y la atención a la corporeidad requiere unos
determinados conocimientos de orden somático, fisiológico y médico, pero el
cuidado de la interioridad resulta mucho más complejo del otro, pues resulta
ser muy difícil abordar su mundo interior y conocer lo que realmente piensa,
siente o desea.
El tercer dilema ético que se puede plantear en la familia SOS es la
cuestión del respeto a la intimidad del otro. El derecho a la intimidad es un
derecho básico e ineludible y está contemplado en todos los códigos
deontológicos de las profesiones asistenciales. Todo ser humano tiene derecho
a vivir su intimidad, a no ser vulnerado ni exhibido, a gozar de una cierta
privacidad. Las barreras de lo privado e íntimo no son estáticas en la condición
humana, pues el sentido de lo propio es muy distinto en un ser humano u otro y
ello sólo puede aclararse con el trato y el diálogo.
En el niño, el sentido de lo propio, de lo íntimo, de lo que no puede ser exhibido puede permanecer en un estado de desconocimiento. A pesar de
este desconocimiento, el respeto a la intimidad ajena es fundamental, máxime
cuando se trata de un ser vulnerable que no tiene conciencia de la misma o
que la tiene en un estado muy precario. No puede ser exhibido, ni expuesto
como si de una cosa u objeto se tratara, pero por otro lado es muy difícil
159
delimitar lo que le pertenece a él y sólo a él. Ayudarle a descubrir la virtud del
pudor, que es la virtud de lo propio, de lo íntimo y enseñarle a preservarse de
las invasiones externas, significa cuidarle y velar por su autonomía y su
integridad personal.
160
4. La corresponsabilidad en la toma de decisiones
En el seno de la familia SOS, es constante la toma de decisiones en lo que
se refiere a los proyectos inmediatos y a largo plazo. Vivir es optar, es decidir y en el seno de la familia SOS el eje central del decidir recae, por de pronto, en la madre SOS, aunque esta responsabilidad debe ser participada
en la medida de lo posible, por el equipo y los niños que sean capaces de ello.
La cuestión de la toma de decisiones se relaciona intrínsecamente con la
autonomía. Cuando uno es un agente autónomo, está capacitado para tomar
decisiones, mientras que cuando uno carece de dicha autonomía, entonces
extrañamente puede participar responsablemente en un proceso de toma de
decisiones. En la toma de decisiones familiares, el niño no puede quedar por
principio al margen y se le debe invitar a participar siempre en la medida de sus
posibilidades y de su capacidad de comprensión. En el caso que no pueda
participar, entonces el resto de los familiares deben pensar lo mejor para él
desde el punto de vista integral.
Esta labor de substitución no resulta nada fácil, pues, en último término, el
pensar de cada cual es libre y singular y decidir por el otro o ponerse en la
cabeza del otro no resulta nada fácil. El desarrollo de la autonomía prestada
puede conllevar varios problemas éticos sobre todo cuando no hay unanimidad
entre los miembros responsables de familia SOS. La delimitación del primus
inter pares no es nada fácil, sobre todo cuando el desacuerdo. En este caso, la
capacidad argumentativa, la búsqueda de razones en pro del Bien común,
parece ser el criterio más justo frente a actitudes que se imponen por poder.
161
5. El equilibrio entre el cuidado de sí y el cuidado del otro
El ejercicio óptimo del cuidado de otro requiere el cuidado de sí, pues el
cuidador, en tanto que persona, es vulnerable y para ejercer bien su labor
necesita ser cuidado y ser atendido. La mutua complementariedad entre el cuidado del otro y el cuidado de sí es básica para el desarrollo del cuidado del niño.
El camino hacia la plenitud pasa por el cuidado de sí y el conocimiento de
uno mismo. Quien se cuida de sí mismo, no sólo en el plano corporal, sino
también en el plano espiritual, psicológico, social, religioso y político, puede
alcanzar la felicidad. En la cultura occidental el eje central de la ética es el
cuidado del otro, pues el otro, especialmente si es vulnerable, tiene un lugar
central en esta cosmosivión.
En el ejercicio cotidiano del cuidar, ambas dimensiones no deben
contemplarse como antitéticas, sino como necesarias y, además,
complementarias. El cuidado de sí no debe interpretarse en sentido
egocéntrico, sino como punto de partida de la responsabilidad, de la tolerancia
y de la solidaridad. El cuidado de sí no significa el abandono del otro, sino que
implica también el cuidado del otro, como el cuidado del otro implica,
necesariamente, el cuidado de sí.
Una ciudad en la que todo el mundo se cuidara de sí sería una ciudad que
iría bien y que encontraría en ella el principio ético de su permanencia. Pero no
creo que se pueda decir que el hombre griego que se cuidad de sí deba en
primer lugar cuidarse de los otros. No se trata de anteponer el cuidado de los
otros al cuidado de sí; el cuidado de sí es éticamente lo primordial, en la
medida en que la relación consigo mismo es la primera.
Quien cuida de sí hasta el punto de saber exactamente cuáles son sus
deberes como señor de la casa, como esposo o como padre, llegará a tener
con su mujer y sus hijos la relación debida.
162
En la atención al niño vulnerable, el equilibrio entre el cuidado de sí y el
cuidado del otro puede tambalearse fácilmente hacia un extremo u otro.
Cuando el cuidador deja de pensar en sí mismo y sólo piensa en el otro y en su
desarrollo, de un modo constante y continuado, puede llegar a sufrir un grave
desgaste personal y cuando esto ocurre ya no cuida adecuadamente. Pero por
otro lado, si sólo piensa en el cuidado de sí mismo y se olvida del otro-
vulnerable, cae en el egocentrismo y tampoco puede cuidar, porque el cuidar
requiere la apertura extática a la alteridad del otro.
En definitiva, el desarrollo del cuidado familiar, es fundamental responsabilizarse de él, velar por su autonomía, ayudarle a vivir su interioridad, singularizar la asistencia, pero ello sólo puede articularse de un modo correcto, si el cuidador se cuida de sí mismo y encuentra espacios para ello y esto debe comprenderse no como una concesión, sino como una necesidad humana.
163
6. La tensión entre intimidad e interdisciplinariedad
Una de las tensiones más evidentes en el ejercicio de la práctica
profesional dentro de Aldeas Infantiles SOS radica la confrontación entre la
intimidad personal del niño y el trabajo interdisciplinar.
Como se ha puesto de manifiesto en el capítulo dedicado a la intimidad,
uno de los derechos fundamentales del niño es el respeto a su privacidad
personal y a su espacio íntimo. La persona, para su desarrollo y madurez,
necesita de un ámbito de intimidad y la familia responde, por lo general, a
esta necesidad. La familia SOS pretende, también, dar respuesta la
necesidad de intimidad del niño. Sin embargo el ejercicio interdisciplinar de
la intervención puede dañar gravemente esta intimidad, sino se maneja la
información con debida cautela y prudencia.
Para poder atender y cuidar adecuadamente a niño es fundamental conocerle a fondo y establecer con él un puente de diálogo sincero y estable. La madre SOS es la figura más relevante en este contacto con el
niño, pero ella comparte esta asistencia con un equipo profesional que
también colabora con ella en la búsqueda del máximo bien para el niño.
Es esencial que la madre SOS respete la confidencialidad y la intimidad del niño, pero también es básico que comparta la información que tiene con el equipo para poder discernir la mejor intervención en cada caso. No se debe extralimitar en la información, sino
sólo comunicar lo realmente necesario para el bien del niño. El análisis de
los límites entre lo que se debe comunicar y lo que no se debe comunicar a
los otros profesionales constituye un dilema ético que es muy constante en
la vida de Aldeas Infantiles SOS y que requiere por parte de los agentes,
tacto y el valor de la discreción.
164
7. La contraposición entre motivación y desilusión
Uno de los dilemas más visibles en el seno de una ONG, como por
ejemplo Aldeas Infantiles SOS, se funda en la contraposición entre la
motivación profesional por un lado y la desilusión por otro lado.
Para poder intervenir activamente en el seno de una organización se requiere una motivación y una cierta confianza por parte de los responsables de la misma. Puede suceder que en el decurso del tiempo
esa ilusión y motivación inicial sufran una pérdida de intensidad ya sea por
las dificultades reales que conlleva la tarea profesional o por problemas de
orden relacional, social o económico. En cualquier caso, la desilusión, la
sensación de fracaso e inclusive el desaliento no son extraños en el seno de
las organizaciones y tampoco lo son en las ONG’S. Frente ello ese
necesario reinventar la ilusión inicial y encontrar formas para motivar e
incentivar a los profesionales que intervienen.
La tensión entre motivación y desilusión no es ajena a Aldeas Infantiles
SOS. Frente a este dilema ético, se debe preparar, con antelación, a los
profesionales para que asuman esta posibilidad y para que puedan salir
satisfactoriamente de este atolladero. Por ello, se requiere una gran dosis de
imaginación y de proyección. La formulación de nuevos proyectos en el seno de la organización y el cambio de roles y de funciones de sus interventores pueden ser estrategias de motivación en el seno de una organización. No se debe olvidar la formación continuada de los miembros
de la organización y tampoco la comunicación de la filosofía que alimenta la
acción, pues muchas veces la desilusión responde a una pérdida de sentido
de la propia acción y ello exige una transmisión renovada de la filosofía de
fondo que mueve a los profesionales a actuar en una determinada dirección.
Para poder combatir la desilusión se debe ejercer un cuidado del
profesional y ello significa que la organización tiene que convertirse
necesariamente en una estructura de acogida y de promoción personal en
todos los sentidos.
165
8. El encuentro entre la familia biológica y la familia SOS
Una de las situaciones dilemáticas que puede existir en el seno de la
organización se puede producir cuando entran en relación la familia biológica
del niño y su familia SOS. En más de una entrevista que he sostenido con
profesionales de la organización, se ha narrado este encuentro en términos
conflictivos y no debería ser así de ninguna manera.
La organización está al servicio del desarrollo y del cuidado del niño,
pero tiene que establecer una relación fluida, comunicativa y respetuosa con la
familia biológica del niño en el caso que existiera y se conociera. Algunas
veces se plantea la relación en términos negativos, como si de un
confrontación se tratara para conseguir el tutelaje del niño en cuestión. Es
evidente que la función de la organización es atender a esos niños que por las
razones que fueran no tienen la posibilidad de desarrollarse equilibradamente
dentro de un entorno familiar. Este hecho no debe ser pretexto para evitar el
contacto con la familia biológica en el caso que esta fuera legalmente posible,
sino al contrario.
La madre SOS debe procurar elaborar una imagen adecuada de la familia biológica del niño y mostrar siempre una actitud de respeto hacia sus
progenitores. Es evidente que entre la madre SOS y el niño se crea un vínculo
afectivo muy profundo y muy sólido y además es bueno que sea así, pero el
niño no pertenece, de hecho, ni a la madre SOS ni tampoco a la madre
biológica, sino que es un sujeto de derechos que debe desarrollar su vida de un
modo responsable y maduro. El niño no es propiedad ni de sus padres, ni de la organización, sino que es el sujeto de atención.
Para mirar de solventar las tensiones que pueda generar este encuentro, es
básico crear vínculos de afecto y de reconocimiento, desarrollar una práctica
educativa no sólo con el niño que es, al fin y al cabo, el destinatario principal,
sino también respecto de la familia biológica. La madre biológica debe ver en la organización un sustento y un apoyo fundamental para el desarrollo total
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de su hijo y jamás debe contemplarla bajo la forma de rival o de enemiga. Para
ello es necesario crear un clima de apertura y de recepción, evitar postura
fiscalizadoras y asumir el grado de responsabilidad que todos tenemos para
construir una sociedad más justa.
Frente a estos dilemas planteados y otros que aparecen en la práctica de la vida cotidiana en Aldeas infantiles SOS es esencial formar a los profesionales para la resolución de los mismos. Esta resolución requiere
a. Capacidad y competencia profesional para comprender el problema
planteado.
b. Haber reflexionado sobre la propia actitud ética y un mínimo de
fundamentación racional de la misma. Aquí debe distinguirse entre el
hecho en sí mismo (actitud coherente en la vida entre el ser y el actuar) y
la posibilidad de conceptualización.
Esta metodología para la resolución de dilemas requiere de un clima de
diálogo que no excluye la confrontación.
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CÓDIGO DEONTOLÓGICO DE ALDEAS INFANTILES SOS
Introducción La acreditada trascendencia social de Aldeas Infantiles SOS, unida a la importancia de las funciones que los profesionales que trabajan en la misma tienen encomendadas, hacen necesaria la redacción de unas reglas deontológicas destinadas a garantizar la buena ejecución por parte de los profesionales que trabajan en la institución de su noble misión en beneficio de la infancia. El objetivo fundamental de este código consiste en exponer, de un modo sintético, los principios de actuación y los valores básicos que se deben considerar en el seno de Aldeas Infantiles SOS. La cohesión y la excelencia de la organización dependen, en buena medida, de la observación y del respeto a los siguientes artículos. Este Código Deontológico se funda en la letra y en el espíritu de la Declaración Universal de los derechos del hombre (1948) y en la Declaración Universal de los derechos del niño (1989).
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a. El Profesional y los niños y jóvenes
1. Deberá velar escrupulosamente para que su acción sea beneficiosa para los niños y jóvenes. Jamás podrá recurrir a formas de acción violentas ni física, ni psíquica, ni moralmente.
2. Deberá potenciar y preservar, en el grado máximo posible, la
autonomía. Tendrá que evitar tanto formas de acción paternalistas como una excesiva concesión a la autonomía personal.
3. Deberá tratar con justicia a los niños y jóvenes sin caer en ninguna
forma de discriminación.
4. Deberá preservar la privacidad de los niños y jóvenes, y guardar secretamente la información que se le haya comunicado de un modo confidencial.
b. Relaciones entre los profesionales
5. Las relaciones entre los profesionales tienen que estar presididas por la ayuda mutua y el espíritu de colaboración.
6. Se evitará cualquier forma de discriminación entre los
profesionales y cada cual será reconocido por su labor en el seno de la organización.
7. Entre los profesionales debe respetarse la autonomía ajena,
siempre en un marco de lealtad institucional y servicio al bien común.
8. En el seno de la organización se tratará de potenciar y fortalecer el
trabajo interdisciplinar siempre en beneficio de los niños y jóvenes.
9. Los profesionales deben mantener una relación de transparencia y
de buena armonía entre sí y comunicarse toda la información necesaria para el desarrollo óptimo de sus tareas.
10. El profesional tratará de buscar, en todo momento, la excelencia
de su intervención y establecerá puentes de comunicación para alcanzar este fin.
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11. Tanto como trabajador como profesional será competente, pero no competitivo. La competencia engrandece y suma esfuerzos, la competitividad los resta, disminuye y los echa a perder.
c. Relaciones con la organización
12. La organización estará siempre al servicio de los niños y jóvenes, tratando de buscar siempre su bienestar integral y su promoción personal.
13. El profesional reconocerá los principios de actuación de la
organización y los observará escrupulosamente en el desarrollo de su actividad en el seno de la misma.
14. La organización deberá velar por la formación continua de sus
profesionales y capacitarles para una óptima realización de sus tareas, exigiéndoles dedicación, responsabilidad y rigor educativo, instándoles a un desarrollo progresivo de la conciencia social.
15. La organización reconocerá justamente la labor de los
profesionales y evitará caer en formas de discriminación respecto a los mismos.
16. La política de imagen de la organización respetará los Derechos
del niño (1989) y velará por una imagen real y digna de la organización.
17. Aceptará los encargos de la Organización como una exigencia de
mayor responsabilidad y servicio. El cargo le ha de posibilitar una mayor eficacia en la intervención educativa “del día a día” y propiciarle una visión más completa de los problemas.
d. Relaciones con otras organizaciones
18. Respetará a los padres biológicos, y será solidario con el amor que sienten los hijos hacia ellos. Utilizará la comprensión y la persuasión como únicas armas que generan cambio.
19. En la relación entre la organización y otras entidades públicas o
privadas, del mismo sector o de otro sector, se velará por la buena comunicación y la solidaridad.
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20. La organización debe expresar su singularidad y su autonomía en el espacio público, sin privación de la misma por parte de entidades superiores.
21. En la relación con otras entidades, debe prevalecer siempre el
interés del niño y el joven que es el que da sentida y razón de ser a la organización.
Nota.-En la confección de este Código Deontológico han participado, además
del autor del Libro, muchas personas que trabajan en Aldeas Infantiles SOS
de España.
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