Escritos Sobre Teorías Políticas

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  ESCRITOS SOBRE TEORÍAS POLÍTICAS

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Esta es la tercera entrega de trabajos personales de algunos de losmiembros del Grupo de Estudios en Ciencia Política y AdministraciónPública (Gecipap) de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín

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  • ESCRITOS SOBRE TEORAS POLTICAS

  • GRUPO DE ESTUDIOS EN CIENCIA POLTICA Y ADMINISTRACIN PBLICA

    ESCRITOS SOBRE TEORAS POLTICAS

    Compilador: Gustavo Adolfo Molina P.

    UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA SEDE MEDELLIN

    FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS Y ECONOMICASDEPARTAMENTO DE CIENCIA POLITICA

    MEDELLIN, 2015

  • Grupo de Estudios en Ciencia PolticaPrimera edicin: enero de 2015Impreso y hecho en Colombia porLanlo, impresores de libros,[email protected] Lpez Arismendi, tel.: 3116146243, Medelln.

  • 5CONTENIDO

    PG.

    PRESENTACIN, por Gustavo Adolfo Molina P. 9

    HANNAH ARENDT: LA POLITICA COMO ELEMENTO FUNDAMENTAL Y HORIZONTE TICO DE LA CONDICION HUMANA. 13Anglica Mara Ortiz Maya Una mirada a la condicin humana 14 La accin, condicin humana para la existencia de la poltica. 16 Separacin de la poltica y el gobierno 17 La poltica como horizonte de perfectibilidad de la sociedad. 19 Bibliografa 21

    LAS IDEAS FUNDAMENTALES DE JOHN RAWLS Y ALGUNOS ASPECTOS DE LA CRTICA DE CHANTAL MOUFFE. 23

    Kevin Fernando Henao Martnez Idea organizadora central 28 La idea de una sociedad bien ordenada 30 La estructura bsica de la sociedad 30 La posicin original 31 Personas libres e iguales 32 La justificacin publica 33 Mouffe y el foco de la crtica a Rawls 34 Bibliografa 37

  • 6HEGEMONIA Y PLURALISMO: EL SOCIALISMOSIN GARANTIAS DE ERNESTO LACLAU YCHANTAL MOUFFE. 39

    Elizabeth Echavarra Taborda Bibliografa 53

    LEGITIMIDAD; LEGALIDAD Y EXCEPCIONALIDAD:REALISMO POLITICO DE SCHMITT APLICADOEN COLOMBIA (2002 - 2010) 57

    Hugo Alejandro lvarez Hernndez Sobre el autor: Carl Schmitt 57 Sobre el contexto histrico 59 Sobre legalidad y legitimidad 62 Sobre el sistema de legalidad y el estado 64 Sobre el estado y el concepto de ley 67 Sobre el legislador en razn de la necesidad 69 Sobre el concepto de legitimidad, legalidad y excepcin en Colombia: Gobierno de lvaro Uribe Vlez 2002 - 2010 70 Bibliografa 82

    EN TORNO A LA POLITICA Y LA GUERRA: REFLEXION A PARTIR DE LA OBRA: DE LA GUERRA DE CARL VON CLAUSEWITZ. 83

    Juan David Vallejo Prez Naturaleza de la guerra: Formas y medios empleados 91 Marco terico y metodolgico para el estudio de la guerra 96 La guerra: estrategia y tctica 98 Confusiones tericas 99 Bibliografa 103

    ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE: LA PAZ PERPETUA DE IMMANUEL KANT. 105

    Gustavo Adolfo Molina Pelez

  • 7 Datos mnimos sobre el autor y su obra 105 Contexto poltico de la obra: La paz perpetua 107 Estructura de la obra: La paz perpetua 109 Algunas reflexiones sobre La paz perpetua 110 Algunos elementos destacados 119 Precisiones finales 120 Bibliografa 121

  • 9PRESENTACIN

    Esta es la tercera entrega de trabajos personales de algunos de los miembros del Grupo de Estudios en Ciencia Poltica y Administracin Pblica (Gecipap) de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Me-delln.

    Hemos decidido titular la publicacin con el nombre de Escritos sobre Teoras Polticas, debido a la existencia de una lnea de investi-gacin en nuestro grupo que corresponde con su nombre, lnea a la que le hemos agregado el nombre de Pensamiento Administrativo Pblico, definiendo entonces la tercera lnea como: Teoras polticas y Pensa-miento Administrativo Pblico. Las otras dos lneas de investigacin son: a) Ciencia Poltica, Administracin Pblica, Gestin Pblica y Polticas Pblicas y b) Poltica y Ordenamiento Territorial.

    En el ao 2008, nuestro grupo public el texto de compilacin ti-tulado: Escritos sobre Administracin Pblica y en el ao 2011, pu-blic el texto de compilacin titulado: Escritos sobre Administracin Local y Regional.

    Al presentar ahora est tercera compilacin, nos acompaa la idea de hacer ms integral la propuesta acadmica temtica del grupo, bajo el criterio de vincular la teora con la prctica. Al hablar de prctica nos referimos a investigaciones aplicadas que hemos concluido en los aos, 2008, 2012 y 2014, a saber: a) Descentralizacin poltica y Gestin pblica en los municipios del sur del rea Metropolitana del Valle de Aburra 2004-2007, b) Administracin pblica y procesos de interna-cionalizacin de ciudades. Medelln 1998-2010, c) Ciencia Poltica y Administracin Pblica: Relaciones y complementariedades (propuesta de creacin de una red de investigacin interinstitucional con operativi-dad en Medelln y Antioquia).

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    Para la realizacin de esta compilacin, se elabor inicialmente una Propuesta de Ejercicio Acadmico, en la que se plantean algunas de las siguientes directrices:

    Propuesta de realizacin de ejercicio acadmico: los miembros del grupo (es una actividad de libre aceptacin) deben elegir un autor y un texto para ser estudiado y analizado, con el fin de construir un docu-mento colectivo, que signifique un aporte a la lnea de investigacin en teoras polticas y que se componga de varios textos individuales.

    Cada miembro del grupo deber avocarse a la siguiente tarea: ela-borar un texto personal que contenga los elementos que a continuacin se mencionan:

    a) Una extensin entre 12 y 20 pginas; b) Unos datos mnimos y breves sobre el autor elegido, que den cuenta de aspectos a resaltar sobre su vida; c) Una contextualizacin breve de la poca en la que fue escrita la obra, tanto en el campo histrico, como en el econmico y el poltico; d) Un resumen de las ideas centrales del contenido de la obra; e) Una interpretacin personal sobre dicho contenido; e) Bibliografa.

    Ms adelante, en las discusiones sobre los avances de elaboracin de texto, se acord que no necesariamente todos los autores tenan que ceirse a estas directrices y se opt por dejar abierta la posibilidad de que algunos o varios se decidieran por escribir sus trabajos siguiendo otras presentaciones, considerando que no todas las obras elegidas tie-nen una misma estructura.

    El grupo posee un blog, al que se puede acceder digitando Gecipap en Google.

    Desde el grupo se ha venido impulsando la creacin de una red de investigacin en ciencia poltica y administracin pblica y se cuenta ya con una pgina web, a la que se puede acceder digitando Redcipap en Google.

    Las direcciones electrnicas son:

    Blog del grupo: http://gecipap.blogspot.com/

    Pgina Web de la red: www.redcipap.ning.com/

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    Gustavo Adolfo Molina Pelez

    Director del Grupo en Estudios en Ciencia Poltica y Administra-cin Pblica

    Profesor del Departamento de Ciencia Poltica.Universidad Nacional de Colombia, Sede Medelln

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    HANNAH ARENDT: LA POLTICA COMO ELEMENTO FUNDAMENTAL Y HORIZONTE

    TICO DE LA CONDICIN HUMANA

    Anglica Mara Ortiz MayaPolitloga de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Medelln.

    Aquellos de nosotros que se han aventurado en la vida pblica con sus discursos y escritos, no lo han hecho por sentir un placer

    genuino en la escena pblica y no esperaban ni aspiraban de hecho recibir el sello de la aprobacin pblica (); estos esfuerzos estaban ms bien guiados por su esperanza de preservar un mnimo de huma-nidad en un mundo que se haba vuelto inhumano y, al mismo tiempo,

    por la voluntad de resistir en lo posible, cada uno a su manera, la extraa irrealidad de esta carencia de mundo.

    Hannah Arendt

    Hannah Arendt fue una pensadora del siglo XX, que vivi entre 1906 y 1975. Nacida en Alemania y de origen judo, fue perseguida por el nacionalsocialismo y posteriormente nacionalizada en Estados Uni-dos. Aunque tuvo una importante formacin filosfica, no se identifica-ba como tal: en una entrevista televisada, realizada en 1964 por Gnther Gaus, Arendt declar lo siguiente No pertenezco al gremio de los fil-sofos. Mi profesin, si cabe hablar de tal cosa, es la teora poltica (). Tampoco creo que me hayan aceptado en el gremio de los filsofos (Gaus, 1999) Esta identificacin estaba impulsada por su percepcin de que la filosofa siempre le haba dado un lugar secundario a los asuntos polticos, que para ella eran primordiales para la comprensin de los asuntos humanos.

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    Entre sus principales obras acerca de la poltica estn: Los orge-nes del totalitarismo (1951), La condicin humana (1958), Eichmann en Jerusalem, un informe sobre la banalidad del mal (1963) Sobre la Revolucin (1963) y Qu es la poltica?, obra pstuma publicada en 1993. En todos estos puede encontrarse una preocupacin fundamental por dar una explicacin a las formas de organizacin social no polticas como los regmenes totalitarios y las atrocidades que de estos se deriva-ron. Lo que da cuenta de un sentido de responsabilidad y compromiso con lo humano que la Hannah Arendt le atribuye a la teora poltica.

    La pertinencia de repasar a los pensadores de la poltica es encon-trar herramientas, que a pesar de las constantes y aceleradas transfor-maciones del mundo, nos sirvan para comprender aspectos de la reali-dad y formular estrategias para incidir en esta. El siguiente trabajo es entonces una recuperacin de algunas de las propuestas presentadas por Hannah Arendt en La condicin humana, principalmente las que sirven de base para sus planteamientos generales sobre la modernidad y la po-ltica, con las que se busca dar lugar a la reflexin sobre la necesidad de recuperar la dignidad que la poltica, como esfera humana, ha perdido en nuestros das.

    UNA MIRADA A LA CONDICIN HUMANA

    Muchas teoras polticas estn basadas en alguna concepcin de la naturaleza humana. Sin embargo, Arendt parte del supuesto de que la naturaleza humana es inaprehensible para un ser humano ya que cuando se trata de responder Qu es un humano? se terminara o bien descri-biendo rasgos que se comparten con las dems especies animales o un modelo idealizado de superhumano y ambas posibilidades son deshu-manizantes. Por esta razn, presenta una posibilidad alternativa: la for-mulacin y descripcin de la condicin humana, que parte de la idea de que no importa lo que hagan, los hombres siempre son seres condicio-nados. La condicin humana, entonces, comprende todas las cosas que entran en contacto con los hombres, pues se convierten de inmediato en una condicin de su existencia.

    La vida humana se diferencia de la naturaleza o vida biolgica por su finitud. Los animales son miembros indiferenciados de una especie, que, a partir de la procreacin, es inmortal, haciendo de la naturaleza

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    un ciclo de infinitud. Mientras que los seres humanos, por su condicin de ser distintos y nicos, son mortales. Conforman una vida individual, que constituye una historia reconocible desde el nacimiento hasta la muerte. Esta es la ms bsica condicin humana. Por esta razn el hom-bre no se relaciona con la naturaleza en s, ya que esta lo devolvera al crculo del movimiento biolgico, sino que crea artificiosamente a partir de esta el mundo. El mundo est conformado por los objetos que el hombre produce y que son ms permanentes que su propia vida in-dividual, por eso es objetivo y sirve para contrarrestar la subjetividad humana, pues le permiten al hombre establecer su unicidad e identidad.

    La objetividad del mundo su carcter de objeto o cosa y la condicin humana se complementan mutuamente; debido a que la existencia humana es pura existencia condicionada, sera imposi-ble sin cosas, y estas formaran un montn de artculos no relacio-nados, un no-mundo si no fueran las condiciones de la existencia humana. (Arendt, 1993, pg. 23).

    La relacin del hombre con el mundo que lo condiciona puede dar-se de varias formas, entre las que se distinguen dos grandes posibilida-des: la contemplacin y la actividad. Estas han sido valoradas de formas diferentes a lo largo de la historia, que hasta la poca moderna puso a la primera por encima de la segunda. La razn es que se consideraba a la verdad como revelacin que solo se daba en estado de inactividad y a la belleza como el sentido ltimo de la existencia humana. A partir de la modernidad esta jerarqua se invierte, pues se parte de la premisa de que el hombre solo tiene la capacidad de conocer lo que hace. La obra se centra entonces en la actividad o vita activa, en la que pueden diferenciarse tres grupos de actividades humanas: la labor, el trabajo y la accin. Aunque en esta poca se le da mayor valoracin al trabajo o la fabricacin, pues se considera que es la fuente de todos los valores deseables; la autora pone mayor nfasis en la accin por ser la base para la poltica.

    Para definir la labor y el trabajo, Arendt comienza resaltando que nunca haba existido una distincin clara entre estos conceptos (se dife-renciaba entre labor productiva e improductiva, trabajo experto e inex-perto, trabajo manual e intelectual). La labor es la actividad corres-pondiente al proceso biolgico del ser humano, es decir, todo aquello

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    que es necesario para la supervivencia, por lo que solo termina cuando termina la propia vida. Se caracteriza por no dejar ningn resultado ms que la preservacin de la vida, esta es una condicin que no nos separa del mundo natural por lo que puede llamarse a quien labora animal laborans. El trabajo o la fabricacin consiste en tomar los materiales de la naturaleza y volverlos objetos del mundo, convierte al hombre en homo faber, lo humaniza. El trabajo tiene como principal caracterstica la potencial multiplicacin de un modelo, mientras que la labor se caracteriza por la repeticin; sin embargo, en la modernidad la mayor parte del trabajo se realiza en forma de labor. La labor produce bienes de consumo que mantienen la vida, mientras que el trabajo produce objetos de uso que constituyen el mundo.

    La accin, condicin humana para la existencia de la poltica

    La accin no est impulsada por la necesidad, como la labor, ni por la utilidad como el trabajo. La accin se conforma de la palabra y el acto, que crean la identidad particular del individuo y lo insertan en el mundo humano. Si la accin como comienzo corresponde al hecho de nacer, si es la realizacin de la condicin humana de la natalidad, entonces el discurso corresponde al hecho de la distincin y es la reali-zacin de la condicin humana de la pluralidad, es decir, de vivir como ser distinto y nico entre iguales. (Arendt, 1993, pg. 202). La accin implica la posibilidad del individuo de tomar una iniciativa, de poner algo en movimiento, por lo que es ilimitada e impredecible.

    Cuando los seres humanos se agrupan a travs del discurso y los actos, cobra existencia el espacio de aparicin, este es el lugar donde los hombres aparecen ante los otros como humanos, es decir, como algo ms que seres vivos. Este, por tanto, no es un espacio fsico y desapare-ce cada vez que los hombres se dispersan o dejan de actuar en comn. El espacio de aparicin o espacio pblico, es la base para la confor-macin de la espera pblica y de la poltica en general. El poder es un resultado del espacio de aparicin, por lo que siempre es una potencia-lidad y depende de que el pueblo se mantenga unido.

    Ante la inestabilidad del espacio de aparicin y de la accin misma, Arendt reivindica el valor poltico de la promesa, que confiere la posi-bilidad de crear un mundo poltico comn que vincula a los hombres y

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    los proyecta como sociedad en el tiempo. (Figueroa, 2014, pg. 139).El espacio pblico y por tanto, la poltica, aceptan la falibilidad como parte de la condicin humana y por lo tanto excluye la posibilidad de discursos y proyectos absolutos. La poltica es una alternativa al uso de la fuerza y a la violencia.

    As, la calidad de ese espacio () es esencialmente una tarea po-ltica de fomento de la participacin ciudadana, de las acciones y discursos a travs de los cuales los individuos se habilitan como agentes polticos efectivos: agentes que se hacen cargo y toman en sus manos la institucin misma de la sociedad. A travs del poder de actuar mancomunadamente los hombres configuran un mundo comn en el que se originan los bienes, las instituciones y signifi-cados que le otorgan a la convivencia de una colectividad su justi-ficacin y dignidad, la posibilidad de articular una cierta identidad sujeta a duracin y proyeccin. (Figueroa, 2014, pg. 139).

    La existencia del poder efectivo, depende de la realidad del espa-cio de aparicin. Esto se hace evidente en las democracias modernas procedimentales, en las que, aunque formalmente el poder reside en el pueblo, si este no tiene ms espacio pblico que las urnas y su accin se limita al voto, nunca podr ejercer este poder.

    Separacin de la poltica y el gobierno

    Es importante tener en cuenta, en este punto, que esta formulacin de la poltica basada en la vivencia de la pluralidad a travs del discur-so y de la accin, est contrapuesta a la idea del orden y la estabilidad como fundamentos deseables para la organizacin humana. La poltica es frgil, debe construirse constantemente y por eso mismo, es impre-decible. Quiz nada en nuestra historia ha tenido tan corta vida como la confianza en el poder, ni nada ms duradero que la desconfianza pla-tnica y cristiana sobre el esplendor que acompaa al espacio de apa-ricin, ni nada finalmente en la poca moderna ms comn que la conviccin de que el poder corrompe. (Arendt, 1993, pg. 227). De hecho, numerosas formulaciones tericas y experiencias prcticas han buscado suprimir la pluralidad y por tanto, la poltica, de los asuntos humanos y las formas de organizacin social.

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    En La condicin humana Hannah Arendt presenta dos pistas claves que ilustran cmo se ha transitado este camino: la primera es la trans-formacin semntica del verbo actuar en el griego y el latn y la segunda es la aparicin de la esfera social en la modernidad.

    Con respecto a la primera, tanto en el griego como en el latn, el verbo actuar est compuesto por dos palabras diferentes e interrelacio-nadas, en el primero son: archein comenzar, guiar, gobernar y pra-ttein atravesar, realizar, acabar y en el segundo agere poner en movimiento, guiar y gerere llevar. La accin queda dividida en dos partes, una inicial en la que acta una sola persona que comienza y una final en la que intervienen ms personas para llevarla a trmino. En ambos casos la palabra que designaba la segunda parte de la accin pas a representar la accin en general y la que se refera a la primera parte de la accin, comenz a querer decir gobernar o guiar. (Arendt, 1993, pg. 213). Esto tuvo como consecuencia la separacin de las par-tes de la accin y quienes la llevan a cabo. De manera que quien funga como principiante o gua pasara a ser el gobernante que no acta, sino que da rdenes a quienes son capaces de ejecutarlas. La poltica deja de ser actuacin y se convierte en gobierno y ejecucin.

    En la segunda vemos cmo la antigua dicotoma griega entre esfera pblica y privada es reemplazada por la contraposicin entre la esfera social y la esfera ntima. La esfera pblica era aquella donde se pre-sentaba la poltica a partir de la libertad, es decir, la ausencia de nece-sidades y la privada es en donde los hombres vivan juntos impulsados por dar trmite a sus necesidades y exigencias. En la esfera social, el espacio pblico se pone al servicio de suplir las necesidades privadas y el espacio privado es reemplazado por la intimidad. La sociedad iguala a sus miembros, pues los hace actuar como una gran familia en busca de un mismo inters. En esta, las condiciones humanas de la diferencia y la distincin, pasan a ser asuntos privados de cada individuo, que no deben afectar a la colectividad. Polticamente, quiere decir que cuanto mayor sea la poblacin en un determinado cuerpo poltico mayor po-sibilidad tendr lo social frente a lo poltico de constituir la esfera p-blica. (Arendt, 1993, pg. 53). Esta esfera se cristaliza en la figura del Estado nacin y la forma de gobierno burocrtica. Es por esto que en la modernidad se juzgan como ociosos e intiles la accin y el discurso, es decir, la poltica.

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    Ya en Platn y Aristteles se encuentra planteada la nocin de la separacin entre poltica y gobierno, cuando proponen que los hombres solo pueden vivir juntos cuando hay gobernantes y gobernados. Es de-cir, cuando el espacio de lo pblico se convierte en una extrapolacin del espacio domstico, y los asuntos que conciernen a la colectividad son administrados por el gobernante como lo hara el patriarca con los asuntos familiares. Esto, segn la autora, no muestra el desprecio hacia los hombres por parte de los poderosos, sino la sospecha que despierta la accin en la determinacin de los destinos comunes y la bsqueda por sustituirla y erradicarla de los asuntos humanos. Se reemplaza el ac-tuar por el hacer y la poltica se vuelve instrumental, es decir, se reduce a los medios para alcanzar determinados fines.

    El resultado de todo esto es el debilitamiento de la esfera poltica. La poltica comienza a tener una connotacin negativa, frente a la pre-tendida neutralidad y eficiencia de la administracin. Los gobernantes quieren alejarse cada vez ms de la figura del poltico y acercarse a la del experto. Las formas de vida propician la atomizacin de los indi-viduos dentro de la sociedad y su consecuente impotencia, es decir su carencia de poder. Estas caractersticas propias de la modernidad son el caldo de cultivo de los totalitarismos.

    Por otro lado, la autora seala que al entender las organizaciones polticas como una familia con una gran administracin domstica, el pensamiento cientfico que corresponde para su anlisis ya no es la ciencia poltica, sino la economa nacional o economa social. (Arendt, 1993, pg. 42). Es decir, que aceptando este estado de cosas, estara de ms la reflexin acerca de los asuntos polticos, siendo necesario solo el estudio de aspectos tcnicos de la economa y la administracin.

    La poltica como horizonte de perfectibilidad de la sociedad

    Arendt entiende el poder como la capacidad de concertar y lograr objetivos comunes. A diferencia de muchas teoras polticas para Han-nah Arendt el poder no es la instrumentalizacin de la voluntad ajena para conseguir fines propios, sino ms bien la formacin de una vo-luntad comn. Su idea de poder no se concentra en la dominacin y la obediencia, sino en dar curso a la convivencia humana asumiendo la

  • pluralidad. El poder no puede poseerse, este es una potencialidad y es independiente de los factores materiales, ya sea el nmero o los medios.

    El poder solo es realidad donde palabra y acto no se han se-parado, donde las palabras no estn vacas y los hechos no son brutales, donde las palabras no se emplean para velar intenciones sino para descubrir realidades, y los actos no se usan para violar y destruir sino para establecer relaciones y crear nuevas realida-des. (Arendt, 1993, pg. 223).

    Esta no es una visin de la poltica basada en una descripcin em-prica de la realidad, pero tampoco es ingenua, como muchas veces se la ha calificado. Consiste en la postulacin de la poltica como un pro-yecto normativo, plantendola como un horizonte ticamente deseable frente a las otras posibilidades de organizacin humana, que pueden ser deshumanizantes y conducir a atrocidades como las del totalitarismo.

    Lo ms importante de la formulacin terica de la poltica en Aren-dt es su posicionamiento de esta como la esfera de lo humano en que se construyen las condiciones para la continuidad y el perfeccionamiento de las sociedades. Es una defensa de la poltica como algo diferente a la dominacin, la violencia y el uso de la fuerza. La violencia es capaz de destruir al poder, pero nunca puede convertirse en su sustituto (Arendt, 1993, pg. 225) Un punto fundamental es que la poltica, como elemen-to de la condicin humana, es un artificio en el que se materializan la responsabilidad y aspiraciones de los seres humanos con su futuro. Es pues una construccin que debe preservarse a travs de la educacin y el ejercicio de lo pblico.

    En el corazn de la poltica, entendida de esta manera, se re-querira necesariamente de una disposicin al compromiso. Una disposicin que no es natural, no est ah ya instalada en nosotros, sino que requiere ser generada, suscitada y cultivada. Arendt vio esto y lo asoci con la educacin, afirmando que en ello esta ten-dra su sentido poltico fundamental para el desarrollo y manten-cin de la comunidad poltica: La educacin es el punto en el que decidimos si amamos el mundo lo bastante como para asumir una responsabilidad por l y as salvarlo de la ruina. (Arendt 1996, 208). (Figueroa, 2014, pg. 137).

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    La condicin humana puede entenderse como una caja de herramien-tas para combatir la despolitizacin, que resulta del individualismo y la atomizacin propios de la modernidad, de la paulatina desaparicin de la vida comunitaria, del espacio pblico y el correspondiente crecimien-to del desprestigio y los prejuicios negativos acerca de la poltica que amenazan con su desaparicin. En general, Hannah Arendt parece querer hacer manifiesto que ms all de las formalidades y los procedimientos, las condiciones de posibilidad para una sociedad democrtica y pluralis-ta, deben construirse y defenderse constantemente de fuerzas que buscan minimizar la poltica para facilitar la consecucin de sus intereses.

    La traduccin prctica hoy, de tales fuerzas, se verifica de mlti-ples modos, desde el avance de una globalizacin econmica que debilita el poder y la existencia efectiva de la esfera pblica pol-tica, hasta un sujeto socialmente estimulado para el individualis-mo y la indiferencia poltica, paradjicamente socializado para la desocializacin, promovido y considerado casi nicamente como productor y consumidor. (Figueroa, 2014, pg. 146).

    Es entonces una invitacin para devolverle su lugar a la poltica como elemento humanizador y horizonte de perfectibilidad de la sociedad. Res-tituir la dignidad que ha perdido en un momento histrico donde se usa el trmino politizado para denotar que algo corresponde a intereses parti-culares o que est siendo manipulado en favor de estos. Donde lo pblico solo tiene importancia en la medida en la que toque los intereses privados de los individuos, que cada vez se relacionan menos entre s. Resignificar la poltica como la responsabilidad de constituir un mundo comn, es decir un proyecto de futuro compartido con los dems, en el que todos debemos participar segn nuestras posibilidades.

    BIBLIOGRAFA

    Arendt, H. (1990). Hombres en tiempos de oscuridad. Barcelona: Ge- disa Editorial.Arendt, H. (1993). La condicin humana. Barcelona: Paids.Figueroa, M. (2014). Poder y ciudadana. Estudios sobre Hobbes,Fou- cault, Habermas y Arendt. Santiago de Chile: RIL Editores.Gaus, G. (1999). Entrevista con Hannah Arendt. Revista de Occidente N. 220.

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    LAS IDEAS FUNDAMENTALES DE JOHN RAWLS Y ALGUNOS ASPECTOS DE LA

    CRTICA DE CHANTAL MOUFFE

    Kevin Fernando Henao [email protected]

    Martha Nussbaum lo recuerda como uno de los filsofos de la pol-tica ms importantes del siglo pasado1 . Su obra, tal vez sin pretender la fama que acapar desde la publicacin de Teora de la justicia (1979), es calificada no solo como la continuacin de las ideas polticas del liberalismo, sino como aquella que permiti el retorno del estudio siste-mtico de la poltica desde la lupa filosfica2.

    Pretendemos aqu ofrecer un recorrido breve por algunos de los aspectos ms importantes de la obra de John Bordley Rawls, especfica-mente los que ha dado en llamar sus ideas fundamentales, revisadas en La justicia como equidad. Una reformulacin. (2002). Tambin preten-

    1. John Rawls, quien muri a los 81 aos de edad [] fue el filsofo poltico ms distinguido del siglo XX. Su nombre no es familiar por fuera de las fronteras de la filosofa acadmica, debido en parte a su aversin a la publicidad. Sin embargo, en un alto grado es gracias a Rawls que la filosofa ha continuado animando la poltica. Ingres a los anales de la historia de la filosofa junto a John Locke, John Stuart Mill, Henry Sidwick e Immanuel Kant. (Nussbaum, 2002: 24).

    2. [] el Positivismo Lgico haba convencido a la gente de que haba solo dos cosas que tienen sentido hacer en la filosofa: la investigacin emprica y el anlisis conceptual. La ciencia hizo la primera, mientras que la filosofa se ocup del segundo. De este modo, la filosofa poltica y moral se convirti en el mero anlisis de concep-tos morales y polticos y de cmo el lenguaje los expresa. (Ibid., 24).

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    demos tratar, con la misma brevedad, la postura crtica que al respecto ofrece Chantal Mouffe.

    No es de extraar la naturaleza repetitiva de algunas de las ideas de Rawls, contenidas y expuestas, incluso de forma exactamente igual, en varias de sus principales publicaciones. Teora de la justicia (1979), Li-beralismo poltico (1993), El derecho de gentes (1999) y Justicia como equidad, una reformulacin (2002) son ejemplo de ello. Fue la rplica a sus contradictores a travs de la escritura, de hecho, un aspecto incesan-te de su construccin terica; mantuvo discusiones con interlocutores de todas las orillas, desde liberales y conservadores hasta anarquistas y socialistas. Es bajo esta lgica y con base en el inters de revisar lo que el autor denomin errores argumentativos de Teora de la justicia (Rawls, 2002: 14) que se publica Justicia como equidad. Una reformu-lacin, texto cuyas ideas ya alimentaban las clases de filosofa poltica que dict en Harvard.

    La revisin hecha puede resumirse en tres puntos. Primero, los dos principios de justicia clsicos utilizados en Teora de la justicia sufren modificaciones en su formulacin y contenido. Segundo, hay cambios en el modo en que estos principios son defendidos desde el concepto de la posicin original. Tercero, la justicia como equidad ha de entenderse ya no como una visin moral comprehensiva sino como una concepcin exclusivamente poltica de la justicia. (Ibd., 18-19).

    En la primera parte del libro, titulada Ideas Fundamentales, Rawls introduce las ideas sobre las que versar su construccin terica: la so-ciedad como un sistema equitativo de cooperacin, una sociedad bien ordenada, la estructura bsica, la idea de la posicin original, las per-sonas entendidas como libres e iguales y la justificacin pblica. stas son el esqueleto sobre el cual descansa y se desarrolla a cabalidad su teora de la justicia.

    Pueden ser entendidas estas ideas fundamentales, particularmente, como supuestos tericos. Intuitivas, segn el autor (Ibd., 28), trazan la ruta de reflexin filosfica y delimitan la elucubracin, esto es, le otorgan su posibilidad de existencia y definen el punto de llegada de las posibilidades investigativas. Se plantea un ejercicio de fuerte contenido normativo, una teora ideal cuya dimensin realista radica en el sen-tido de posibilidad que brindara de una eventual perfeccin democr-

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    tica (Ibd., 36). Es decir, el ejercicio de pensamiento que Rawls plantea no obstante las limitaciones impuestas por los supuestos contenidos en la primera parte del libro, tendra efectos prcticos. Los mismos expuestos en Cuatro papeles que cumple la filosofa poltica (Ibd., 23), introducidos en el primer captulo y en estrecha relacin con la posibi-lidad de una gua para pensar en una teora no ideal (). (Ibd., 37).

    Uno de esos papeles es el de fijar la atencin sobre asuntos profun-damente disputados y verificar si puede descubrirse una base subya-cente de acuerdo filosfico y moral. (Ibd., 23). Este papel prctico del discernir filosfico en torno a lo poltico buscara tener un efecto con-creto sobre cuestiones que son objeto de discusin en contextos parti-culares. La teora de la justicia de Rawls es, precisamente, el resultado de un esfuerzo sistemtico por aportar desde la perspectiva de la justicia y sus principios constitutivos a la construccin de lo que en el marco de lo planteado correspondera a un orden social justo; el mismo que se espera tramite de una forma deseable la condicin conflictiva de las democracias modernas, derivada del encuentro a veces irreconciliable entre visiones comprehensivas diferentes.

    En virtud de esta tarea, la cuestin central de la cual Rawls se va a ocupar en su obra es la justicia. Su presupuesto organizador tal vez el ms importante es el de la cooperacin social. Dado el hecho de que la investigacin se limita en principio a una teora ideal de la demo-cracia, se parte de que los individuos cooperan para producir mayores beneficios sociales y econmicos. Este proceso cooperativo se realiza de modos especficos a travs de instituciones polticas y sociales cuyo funcionamiento establecera pautas para la divisin del producto de la cooperacin social. En este punto se halla la cuestin problemtica que va a transversalizar el problema de la justicia: el hecho de que los in-dividuos cooperen implica beneficios econmicos y sociales que deben ser divididos y que son mayores a los esperados en un escenario de aislamiento social. La divisin de las ventajas de la cooperacin debe darse, entonces, en el marco de unos principios que permitan un orden social satisfactorio, en otras palabras y como se explica en Teora de la justicia, que sea justo:

    La Justicia es la primera virtud de las instituciones sociales, como la verdad lo es de los sistemas de pensamiento. Una teora,

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    por muy atractiva, elocuente y concisa que sea, tiene que ser re-chazada o revisada si no es verdadera; de igual modo, no importa que las leyes e instituciones estn ordenadas y sean eficientes: si son injustas han de ser reformadas o abolidas. (Rawls, 1995: 17).

    El modo especfico en que las instituciones polticas y sociales se articularan y asignaran derechos y deberes, as como la manera en que regularan la divisin de los beneficios de la cooperacin es lo que se denomina como la estructura bsica de la sociedad, otra de las ideas fundamentales de la teora. La justificacin de la cooperacin a travs de un entramado institucional estara dada, entonces, por la posibilidad de una divisin justa de los beneficios. As, regular la coexistencia hu-mana a travs de instituciones polticas y sociales tendra sentido solo en la medida en que el engranaje de la estructura bsica de la sociedad estuviera efectivamente regulado por una concepcin pblica de justi-cia. Sera intil, por lo tanto, una estructura bsica que no permitiera una distribucin equitativa en los trminos acordados multilateralmente por los miembros de la sociedad.

    Ahora bien, con el fin de garantizar un orden social no solo justo sino tambin perdurable, es necesario establecer unos principios, a ma-nera de reglas de juego, que permitan el mantenimiento de lo que Rawls denomin justicia de trasfondo. (2002: 82). Dichos principios seran el resultado de un acuerdo entre personas libres e iguales, pues la coo-peracin social no surgira espontneamente sino que sera el resultado de un acuerdo.

    Este planteamiento se define en trminos de una perspectiva con-tempornea del contrato social. Habiendo tres elementos bsicos com-partidos por las diferentes visiones modernas del contrato (estado de naturaleza, contrato y sociedad civil), la lgica implcita en la adap-tacin rawlsiana mantiene el orden que no los motivos que rige el paso de un estado al otro a travs de un pacto: Mi objetivo es pre-sentar una concepcin de la justicia que generalice y lleve a un nivel superior de abstraccin la conocida teora del contrato social tal como se encuentra, digamos, en Locke, Rousseau y Kant. (Rawls, 1995: 24). Sin embargo, estos componentes nucleares de la corriente contractual tienen su propia versin. De hecho, el tradicional estado de naturaleza es ocupado por la idea de la posicin original, un experimento mental

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    a travs del cual se pretende abstraer las circunstancias particulares de cada individuo y as evitar elijan principios de justicia con base en al-gn inters privado. Es decir, este acuerdo debe establecer una concep-cin pblica no particular de justicia en trminos de un consenso respecto a unos trminos equitativos para la cooperacin social3 .

    La cuestin de la aceptabilidad de la concepcin de justicia elegida depende, sin embargo, del consenso que al respecto tengan personas libres e iguales. Es posible, entonces, que una sociedad alcance un acuerdo sobre los trminos de una concepcin poltica de la justicia? De alcanzarlo, cules seran las instituciones y medios ms efectivos para que esta concepcin regule a la sociedad brindando justicia de trasfon-do? Es evidente que el mecanismo de la posicin original es un recurso metodolgico, no un hecho histrico verificable. Su importancia para responder estas preguntas radica en que arroja luz sobre qu podran acordar o qu acordaran las partes (Rawls, 2002: 41) en un escena-rio hipottico de negociacin en el que ningn individuo intercedera por intereses particulares al no conocer sus condiciones de existencia poltica, social y econmica. En este sentido, cree Rawls que en una eventual posicin original los individuos escogeran los dos principios de justicia de su teora con base en la regla maximin, un clculo que pretende elegir, de entre los peores resultados de las alternativas posi-bles, el mejor 4.

    3. Segn Rawls, los principios de justicia producto del acuerdo entre personas libres e iguales, basados en lo que consideran su recproca ventaja o su bien (2002: 39) () definen los derechos y deberes bsicos que deben asignar las principales instituciones polticas y sociales, regulan la divisin de los beneficios que surgen de la cooperacin social y distribuyen las cargas necesarias para sostenerla. (Ibd., 30). En otras palabras, definen los trminos equitativos de la cooperacin social a travs del tiempo.

    4. Rawls disea dos principios de justicia que se espera puedan regular de forma efectiva a la estructura bsica de la sociedad: a) Cada persona tiene el mismo derecho irrevocable a un esquema plenamente adecuado de libertades bsicas iguales que sea compatible con un esquema similar de libertades para todos; y b) las desigualdades sociales y econmicas tienen que satisfacer dos condiciones: en primer lugar, tienen que estar vinculadas a cargos y posiciones abiertos a todos en condiciones de igualdad equitativa de oportunidades; y, en segundo lugar, las desigualdades deben redundar en un mayor beneficio de los miembros menos aventajados de la sociedad (el principio de diferencia). (Ibd., 73).

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    De los dos principios puede decirse, a grandes rasgos, que intentan remediar la tensin histrica entre las demandas de libertad e igualdad. En el mismo modo en que otorgan libertades bsicas iguales a los indi-viduos, procuran que la desigualdad econmica, en este caso admisible, redunde en beneficio de los menos aventajados de la sociedad (Ibd., 73). Thomas Nagel lleva esta reflexin a una dimensin ms concreta:

    En resumen, lo que Rawls ha hecho es combinar los fuertes prin-cipios de igualdad social y econmica asociados al socialismo europeo, con los igualmente fuertes principios de tolerancia plu-ralista y libertad personal asociados al liberalismo americano, y lo ha hecho en una teora que los remonta a una base comn5. (2003: 63).

    A continuacin explicaremos brevemente en qu consiste cada una de las ideas fundamentales enunciadas por Rawls para pasar, luego, a la crtica que realiza Mouffe.

    IDEA ORGANIZADORA CENTRAL

    La sociedad entendida como un sistema de cooperacin a travs del tiempo es lo que Rawls ha denominado idea organizadora central del desarrollo de una concepcin poltica de la justicia para un rgimen democrtico. (Rawls, 2002: 28). Es organizadora y central pues con ella no solo comienza el autor la exposicin de las nociones fundamen-tales de la investigacin, sino que en relacin con las otras cinco es de una importancia fundante: es la idea dentro de la cual las dems ideas bsicas estn sistemticamente relacionadas. (Rawls, 2011: 39). Impli-ca dos cosas. La primera y ms intuitiva, que para que exista coopera-cin deben existir sujetos que cooperen. De all surge la nocin funda-mental de ciudadanos libres e iguales. La otra implicacin, aunque no tan obvia no menos importante, reside en la idea de una sociedad bien

    5. In brief, what Rawls has done is to combine the very strong principles of social and economic equality associated with European socialism with the equally strong principles of pluralistic toleration and personal freedom associated with Ame-rican liberalism, and he has done so in a theory that traces them to a common founda-tion. Traduccin propia.

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    ordenada, consistente, como lo hemos sealado, en un orden social efectivamente regulado por una concepcin poltica de la justicia.

    La idea de la sociedad como un sistema equitativo de cooperacin es importante, pues supone para una democracia que el orden social no es el resultado de determinismos divinos o de condiciones naturales, sino que es producto de un acuerdo sobre cuestiones fundamentales entre ciudadanos libres e iguales. Segn Rawls, esta idea comporta tres caractersticas:

    1) La cooperacin social se da en el marco de procedimientos con-sensuados y pblicamente reconocidos; no es, por lo tanto, actividad socialmente coordinada (cuyo funcionamiento podra estar mediado por una autoridad central absoluta).

    2) Existen unos trminos equitativos que guan la cooperacin so-cial y que son reconocidos recprocamente por los individuos.

    3) Que el acuerdo que regula la cooperacin sea razonable no significa que no sea racional. De hecho los individuos, no obstante el consenso en torno a los trminos equitativos, mantienen sus intereses privados. (2002: 29).

    Los trminos equitativos de la cooperacin introducidos en el se-gundo rasgo son imprescindibles para el mantenimiento de la coope-racin social, pues su reconocimiento pblico es la expresin de una ciudadana que es particular a sujetos que en su condicin de libres e iguales pueden deliberar en torno a la concepcin de justicia que mejor regulara a la estructura bsica de la sociedad. Para que se cum-plan estas condiciones de cooperacin los ciudadanos deben proponer y reconocer recprocamente los principios que especificaran los trminos equitativos del consenso social. Dice Rawls que Estos principios de-finen los derechos y deberes bsicos que deben asignar las principales instituciones polticas y sociales, regulan la divisin de los beneficios que surgen de la cooperacin social y distribuyen las cargas necesarias para sostenerla. (Ibd., 30). En otras palabras, establecen las reglas que todos deben acatar multilateralmente para que los principios de la con-cepcin poltica de justicia permitan una distribucin equitativa de los beneficios de la cooperacin.

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    LA IDEA DE UNA SOCIEDAD BIEN ORDENADA

    Subsidiaria de la idea organizadora central, consiste en una socie-dad que es regulada de manera efectiva por una concepcin poltica de justicia. Para que esto ocurra, quienes cooperan, es decir los ciudada-nos, deben compartir y aceptar una misma concepcin de justicia (por ello no solo es poltica sino tambin pblica). Compartir y aceptar dicha concepcin permite a los individuos comprender que el orden social es el resultado de un acuerdo y que, por lo tanto, tienen la capacidad de actuar segn lo exige su posicin en la sociedad como ciudadanos con derechos y deberes, de acuerdo a los principios elegidos. Es importante, tambin, que la estructura bsica de la sociedad refleje un andamiaje institucional justo que permita justicia de trasfondo. (Ibd., 31-32).

    LA ESTRUCTURA BSICA DE LA SOCIEDAD

    La estructura bsica de la sociedad se refiere al marco social de trasfondo en el que tienen cabida las actividades de los individuos; es el esqueleto institucional que permite la existencia de la cooperacin en tanto una concepcin poltica de lo justo la regula:

    Es el modo en que las principales instituciones polticas y socia-les de la sociedad encajan en un sistema de cooperacin social, y el modo en que asignan derechos y deberes bsicos y regulan la divisin de las ventajas que surgen de la cooperacin social a lo largo del tiempo. (Ibd., 33).

    Esta idea es fundamental porque define el objeto sobre el cual des-cansa el inters investigativo de Rawls en La justicia como equidad. Una reformulacin. Ms que ser entendida como cosa, la estructura bsica de la sociedad es una aproximacin conceptual al trasfondo so-cial en el que ocurre la interaccin entre individuos, que se concretiza adems de en otras en la constitucin poltica con una judicatura independiente, las formas legalmente reconocidas de propiedad y la es-tructura de la economa (). (dem).

    No solo la estructura bsica de la sociedad es objeto de la justi-cia, lo son tambin las asociaciones y grupos contenidos en aqulla, as como las sociedades en el contexto internacional. Para el caso de la es-

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    tructura bsica interesa, sin embargo, la denominada justicia domstica.(2002: 35). Queda excluida del estudio la justicia local, cuyos princi-pios regulan a las asociaciones e instituciones (iglesias, centros educa-tivos, etc.) y la justicia global, que sera el resultado de una regulacin internacional6 . No obstante, afirma Rawls que la justicia domstica es el punto de partida para el desarrollo de los otros dos niveles de justicia. Particularmente, implica la constriccin no la determinacin de los principios de justicia local.

    LA POSICIN ORIGINAL

    En este punto es necesario hacer referencia a los trminos equita-tivos de cooperacin, mencionados ya al dar cuenta de la necesidad de que sean reconocidos recprocamente por ciudadanos conscientes de su condicin de libres e iguales. Sabemos que debe haber un acuerdo sobre ellos, no obstante, si se espera elegir una concepcin de justicia enten-dida como equidad, cmo podra alcanzarse un acuerdo aceptable en trminos de justicia? Si suponemos que el acuerdo sobre los trminos de cooperacin se da entre ciudadanos libres e iguales, partcipes de la cooperacin y basados en lo que consideran su recproca ventaja o bien (Ibd., 39) asumimos de manera implcita que estos trminos no son determinados en referencia a dogmas u rdenes divinos. Por lo tanto, el acuerdo debe ser tal que garantice a travs de este mecanismo re-presentativo la participacin de cada ciudadano de manera equitativa. Rawls propone la idea de una posicin original en la que se hace una abstraccin de las contingencias de cada participante del acuerdo, lo que eventualmente eliminara las posiciones ventajosas y desventajosas de los unos y los otros. Como ya se indic, este experimento constituye lo que para la teora moderna del contrato es el estado de naturaleza. As como ste, no debe asumirse como un hecho histrico o ser considerado posible, es un recurso metodolgico del que se echa mano para intentar determinar los principios de la justicia. Para el autor, el ejercicio hipo-ttico es vlido porque:

    6. La cuestin de la justicia entre naciones es abordada por Rawls en: El derecho de gentes, Barcelona, Paids, 2001.

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    Modela lo que consideramos aqu y ahora como condicio-nes equitativas bajo las cuales los representantes de los ciudada-nos, concebidos simplemente como personas libres e iguales, han de acordar los trminos equitativos de la cooperacin por los que deber regularse la estructura bsica. En segundo lugar, modela lo que consideramos aqu y ahora como restricciones acep-tables sobre las razones que servirn de base a las partes, situadas en condiciones equitativas, para poder cabalmente proponer cier-tos principios de justicia poltica y rechazar otros. (Ibd., 42).

    PERSONAS LIBRES E IGUALES

    La concepcin de persona, de Rawls, no es metafsica o psicol-gica. Por el contrario, es una concepcin meramente poltica. Para el autor, los ciudadanos tienen dos facultades morales fundamentales:

    1) Ya mencionada al definir las caractersticas de la sociedad bien ordenada, consiste en que poseen un sentido efectivo de la justicia, y pueden, por lo tanto, actuar y cumplir con su papel dentro de la coope-racin, de acuerdo a l (son razonables).

    2) A pesar de que mantienen un acuerdo sobre la concepcin pol-tica de la justicia, conservan concepciones del bien particulares que son interpretadas por doctrinas religiosas, filosficas, o morales compre-hensivas y que tienen cabida dentro de la cooperacin en la medida en que son razonables (son racionales). (Ibd., 43).

    La cuestin de la tensin entre las ideas de libertad e igualdad im-plcita en la discusin sobre la democracia moderna no pretende ser resuelta por Rawls en su definicin poltica de persona pues, como lo hemos visto, los ciudadanos son libres, primero, en la medida en que poseen concepciones del bien privadas (segunda facultad moral). Pue-den revisarlas y cambiarlas sin perjudicar su identidad pblica o legal; y segundo, en el sentido de que se entienden como fuentes auto-auten-tificatorias de exigencias vlidas, esto es, que pueden interceder institu-cionalmente por sus concepciones del bien. Esta segunda dimensin de la condicin de libertad de las personas es, tal vez, un rasgo definitorio del carcter participativo de la cooperacin. En este sentido, la concep-cin de la justicia, al ser meramente poltica, no rechazara las concep-

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    ciones comprehensivas razonables de los individuos, por el contrario, les permitira cambiarlas o validarlas ante las instituciones de la estruc-tura bsica. Son iguales las personas, por otro lado, en el sentido de que poseen las mismas facultades morales que les permiten participar de la cooperacin social a travs del tiempo como ciudadanos, no viene al caso la igualdad econmica que ser discutida en torno a la formulacin de los dos principios de justicia.

    LA JUSTIFICACIN PBLICA

    Como ha sido sealado, se espera que la existencia de una concep-cin poltica de justicia no menoscabe las creencias personales de cada individuo, por el contrario, debe establecer los medios para que, si son razonables, subsistan en virtud del hecho del pluralismo.

    La justificacin pblica es necesaria como idea fundamental dentro del sistema de cooperacin, pues en la medida en que establece un vn-culo entre las doctrinas comprehensivas de cada sujeto y la concepcin poltica de justicia, permite la existencia de sta. El escenario ideal de cooperacin es aquel en el que cada doctrina religiosa, filosfica o mo-ral razonable, comprende y asume como suya a la concepcin poltica de la justicia:

    La justificacin pblica se da cuando todos los miembros ra-zonables de la sociedad poltica llevan a cabo una justificacin de la concepcin poltica compartida incorporndola en sus di-ferentes concepciones comprehensivas razonables. En este caso, los ciudadanos razonables se tienen mutuamente en cuenta como defensores de doctrinas comprehensivas razonables que apoyan dicha concepcin poltica y este mutuo tenerse en cuenta infor-ma la calidad moral de la cultura pblica de la sociedad poltica. Un punto crucial aqu es que si bien la justificacin pblica de la concepcin poltica por la sociedad poltica depende de doctri-nas comprehensivas razonables, esta justificacin lo es slo de un modo indirecto. Esto es, los contenidos explcitos de estas doctri-nas no tienen ningn papel normativo en la justificacin pblica; los ciudadanos no atienden al contenido de las doctrinas de los dems, y as permanecen dentro de los lmites de lo poltico. Ms

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    bien tienen en cuenta y dan cierto peso slo al hecho la exis-tencia del consenso entrecruzado mismo. (Habermas; Rawls, 1998, 92-93).

    El hecho de que las doctrinas comprehensivas no mantengan un papel normativo dentro de la concepcin poltica permite hablar de un consenso entrecruzado, pues supone la reflexin razonada de los juicios de los individuos y su adecuacin a la concepcin poltica de la justicia. En este sentido, se alimenta la idea de la justificacin pblica desde lo razonable y racional.

    MOUFFE Y EL FOCO DE LA CRTICA A RAWLS

    Chantal Mouffe hace una crtica de las teoras de la democracia deli-berativa, cuyas principales vertientes, afirma, adquieren forma en la ver-sin habermasiana y rawlsiana del consenso social (2003: 98). Pretende ir en contra del esencialismo que aboga por definir al orden social como el producto de unos sujetos y situaciones polticas predeterminadas. Di-ferente de esto, plantea de la mano del concepto derridiano de exterior constitutivo que la dinmica de conflicto social se articula en una rela-cin nosotros/ellos a partir de la cual se establecen las identidades pol-ticas colectivas que posibilitan la existencia de lo poltico, contrario al panorama de reflexin del liberalismo que presupone, per se, la existen-cia de unas condiciones polticas dadas. Esto es importante pues no solo establece un precedente respecto de la tradicin liberal, sino que hace una crtica al supuesto marxista de que son las condiciones econmicas obje-tivas de una sociedad las que determinan su dinmica poltica.

    El hecho de que sea lo poltico el exterior constitutivo de la dinmi-ca social y no lo econmico caso marxista, ni la preexistencia de las condiciones objetivas de ser caso liberal significa que lo social es determinado en la dinmica conflictiva que subyace a la interaccin entre personas. Por ello el enfoque racionalista de Rawls, va a afirmar la autora, no resuelve la tensin constitutiva de la democracia liberal que surge del encuentro entre derechos individuales y libertades, por un lado, y reivindicaciones igualitaristas y de participacin popular, por el otro. (Ibd., 25). Entretanto, para Mouffe la democracia moderna es el ejercicio de la regla democrtica, esto es, del principio de la soberana popular, en el marco simblico del discurso liberal. Por consiguiente,

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    es crucial comprender que, con la democracia moderna, hemos de en-carar una nueva forma poltica de sociedad cuya especificidad emana de la articulacin entre dos tradiciones diferentes. (Ibd., 20). Por un lado, la tradicin democrtica y su viejo principio de que el poder debe ser ejercido por el pueblo; por el otro, la tradicin liberal con su enrgico nfasis en el valor de la libertad individual y los derechos humanos.(Ibd.). Mientras los reclamos de la tradicin democrtica implican rei-vindicaciones de tipo igualitario, las exigencias liberales abogan por el reconocimiento del individuo y su proteccin como minora ms vul-nerable7. El foco de la crtica de Mouffe a Rawls reside en esta tensin que ste pretende resolver a travs de la regulacin social que supone la formulacin de sus dos principios de justicia. Es una discusin, final-mente, entre aquellos que optan por el establecimiento y proteccin de un compendio de libertades bsicas individuales, y aquellos que pre-fieren una redistribucin de la produccin econmica de la sociedad. Sin embargo, Mouffe argumenta que la tensin no es resuelta en este punto acoge el argumento crtico de Habermas, pues Rawls da pre-lacin al componente liberal en tanto subordina la soberana demo-crtica a los derechos liberales porque considera la autonoma pblica como un medio para autorizar la autonoma privada. (Ibd., 106). Esta lectura de Rawls puede hacerse, tambin, en trminos de la prelacin del principio de libertades bsicas iguales sobre el segundo principio:

    El primer principio es previo al segundo; asimismo, en el segun-do principio, la igualdad equitativa de oportunidades es previa al principio de diferencia. Esta prioridad significa que, al aplicar un principio (o al ponerlo a prueba en casos difciles), asumimos que los principios previos estn plenamente satisfechos. (Rawls, 2002: 73).

    7. Para Habermas, el problema no es cuestin de una concepcin particular de justicia sino de procedimiento, es decir, la solucin viene dada a partir del reconoci-miento de la legitimidad, producto de la cooriginalidad de los derechos del individuo y la participacin democrtica. Al respecto, Mouffe sigue el planteamiento crtico de Charles Larmore cuando afirma que el filsofo no concilia las dos tradiciones en tensin: Habermas, por su parte, privilegia el aspecto democrtico, dado que sostiene que la importancia de los derechos individuales reside en el hecho de que hacen posi-ble el autogobierno democrtico. (Mouffe, 2003: 106).

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    Sin embargo, Los principios de justicia de Rawls y su configuracin en trminos de la prelacin del primero respecto del segundo puede ser entendida, ms que como la continuacin del nfasis de la tradicin liberal sobre la democrtica, como una prelacin metodolgica: () La prioridad de la libertad significa que el primer principio de la justi-cia asigna a las libertades bsicas, incluidas en una lista, una situacin especial. (Rawls, 2011: 274). Lo que puede entenderse bajo la premisa de que sin derechos y libertades bsicas iguales no es posible la conse-cucin de los presupuestos democrticos de equidad.

    Francisco Corts ahonda sobre esta crtica; plantea que a pesar de que Rawls se distancia de Hobbes y Locke, quienes justifican por dere-cho natural las posesiones desiguales de los individuos (Corts, 1997: 78), al dar prioridad al principio de las libertades bsicas en su asegu-ramiento por parte del Estado, el norteamericano instaura el mismo for-malismo en igualdad de derechos que se observa en sus antecesores, en detrimento del segundo principio. Por tanto, la fundacin del Estado () se limita a cubrir los derechos y libertades bsicos de ciudadana y no puede ocuparse de los principios que comprenden las desigualdades sociales y econmicas.. Lo que termina, aparentemente, disolviendo el intento de Rawls por conciliar la tendencia liberal con la igualitarista.

    Otra cuestin importante de la crtica de Mouffe reside en el hecho mismo de la definicin de lo poltico que tendra Rawls. Como lo he-mos visto, para ste la cuestin del antagonismo debe ser resuelta en aras de garantizar un orden social cooperativo. Esto es el resultado de un acuerdo sobre cuestiones fundamentales que implica la adecuacin de la concepcin poltica de justicia a las concepciones privadas de cada ciudadano. Esta divisin pblico/privada de la interaccin restringira lo poltico al mbito pblico, que se supone desde Rawls excluye las visiones comprehensivas de cada individuo y se ubica como escenario por excelencia para el consenso. Esto es problemtico para Mouffe, pues implicara un intento por conjurar el conflicto que, siguiendo el orden argumentativo de la autora, sera condicin de existencia para un proyecto de democracia radical. (Mouffe, 2003: 37). En tanto lo poltico se define como la dimensin de antagonismo que es inherente a las relaciones humanas, antagonismo que puede adoptar muchas for-mas y surgir en distintos tipos de relaciones sociales (2003: pg. 114); la poltica, por otro lado, designa el conjunto de prcticas, discursos

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    e instituciones que tratan de establecer un cierto orden y organizar la coexistencia humana en condiciones que son siempre potencialmente conflictivas porque se ven afectadas por la dimensin de lo poltico (dem). En este sentido, se da cuenta del hecho de que la poltica, como manifestacin de los hombres en el normal desarrollo de sus capaci-dades de interaccin social, caracteriza a las sociedades democrticas como sujetas al conflicto. No obstante, este reconocimiento de la po-ltica como factor fundante del orden social conflictivo, no es enten-dido de manera peyorativa por Mouffe. Por el contrario, en l se basa para mantener su crtica al enfoque deliberativo de la democracia, que asume al antagonismo en el mbito de lo pblico como una condicin indeseable que amenaza la cooperacin social, relegndolo al mbito de lo privado. Lo que en trminos de Rawls se entendera como libera-lismo poltico, diferenciado de las visiones comprehensivas del bien de cada individuo y que tienen lugar en el mbito privado de interaccin, para Mouffe sera una visin comprehensiva ms de la poltica. Es de-cir, si Rawls plantea que es posible eliminar el conflicto a travs de un consenso traslapado que evite que la concepcin pblica de la justicia entre en conflicto con las visiones morales y filosficas del bien de cada individuo; Mouffe cree que es un esfuerzo vano pues en ltimo trmino, segn argumenta, no se elimina el conflicto sino que se le relega al m-bito privado obviando, por as decirlo, el carcter poltico de la poltica.

    BIBLIOGRAFA

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    Nagel, Thomas, (2003), Rawls and Liberalism: Cambridge Companion to Rawls, New York: Cambridge University Press.

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    Nussbaum, Martha (2004), Hacer que la filosofa se ocupe de la po-ltica, Cuadernos Filosfico-Literarios, Edicin conmemorativa: John B. Rawls, El hombre y su legado intelectual, Manizales, No. 16-17, 2004, pp. 23-26.

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    Rawls, John, (2011), Liberalismo Poltico, Mxico D. F. Fondo de Cul-tura Econmica.

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    HEGEMONA Y PLURALISMO: EL SOCIALISMO SIN GARANTAS DE

    ERNESTO LACLAU Y CHANTAL MOUFFEHEGEMONA Y ESTRATEGIA SOCIALISTA

    (1985)

    Elizabeth Echavarra Taborda

    Yo nunca he sido un marxista total, alguien que busca en el marxismo un hogar, una visin completa y armoniosa del mundo (...). Los juegos de lenguaje que yo he jugado con el marxismo han

    sido siempre ms complicados, y siempre han tratado de articular el marxismo con algo distinto.

    (Ernesto Laclau, 1993).

    Hablar de Ernesto Laclau (Buenos Aires, 6 de octubre de 1935 - Sevilla, 13 de abril de 2014) y de Chantal Mouffe (Charleroi, Blgica, 1943) es, necesariamente, hablar de contemporaneidad. Habiendo naci-do ambos tericos polticos ad portas del inicio de la ltima mitad del siglo XX y, en ese sentido, habiendo estado inmersos durante la tota-lidad de sus existencias en las convulsas dinmicas que marcaron ese periodo histrico y que se extienden hasta nuestros das, no es casual que el trmino que mejor exprese el espritu de su obra y trayectoria sea el prefijo post-. Pioneros de la corriente terico-poltica denominada post-marxismo reconocimiento que se les atribuye desde la publica-cin, en 1985, de su obra conjunta Hegemona y estrategia socialista, la cual este escrito se propone abordar, e influenciados, entre otros,

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    por pensadores post-fundacionales, post-modernos y post-estructuralis-tas, en su quehacer filosfico y poltico se ven reflejados, confrontados y debatidos nada ms y nada menos que los desafos e inquietudes que trajo consigo el derrumbamiento del paradigma ilustrado propio de la modernidad, el cual vena consolidndose desde finales del siglo XVIII como reemplazo de los anteriores valores medievales, tena a la razn y el progreso como sus principales pilares y cuya validez empez a ser seriamente puesta en duda en un proceso que an hoy contina, y que fue madurando a lo largo del trance comprendido entre el fin de la Pri-mera Guerra Mundial y la cada del Muro de Berln.

    Estudiar la obra de esta pareja de tericos tiene, podemos afirmar, una vigencia innegable, como veremos, sus rigurosos anlisis y pro-vocadoras crticas, al igual que su compromiso con el pensamiento democrtico y de izquierda y su incansable activismo, han tenido una indiscutible trascendencia en la importante tarea de construir horizontes nuevos que permitan pensar la poltica y la realidad social como espa-cios radicalmente plurales y de confrontacin en un momento histrico en el que, frente a niveles cada vez mayores de fragmentacin y com-plejidad, el disenso y el antagonismo son considerados con frecuencia apenas como las imperfecciones de un sistema que debe propender por la instauracin de consensos cada vez ms amplios, definitivos y, paradjica pero irremediablemente, excluyentes.

    Antes de entrar en materia, sirva adems este texto para rendir un homenaje pstumo a Ernesto Laclau, quien fue responsable, al lado de su compaera y esposa Chantal Mouffe, de sentar las bases de lo que es hoy, en sus propias palabras, un post-marxismo sin excusas.

    Hegemona y Estrategia Socialista sale a la luz a finales de los aos ochenta; sus autores, dos acadmicos de izquierda con una trayecto-ria ya para entonces bastante consolidada y comprometidos con causas polticas claras, se proponen en esta, la que llegara a ser la obra fun-dacional del post-marxismo, releer la teora marxista a la luz de los problemas contemporneos (Laclau & Mouffe, 2010, p. 9), tarea que para ellos implic, necesariamente, deconstruir las categoras clsicas de esa tradicin intelectual.

    No se trataba de una tarea sencilla, sin embargo, Laclau y Mouffe no podan estar ms autorizados para acometer un empeo tal. Habien-

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    do militado activamente para entonces ya por varias dcadas en diver-sos movimientos feministas y de izquierda y habiendo sido como lo eran lectores rigurosos de la obra tanto de los clsicos del marxismo (Luxemburgo, Kautsky, Bernstein, Trotsky, Lenin, y los mismos Marx y Engels, por supuesto) como de los que eran para entonces los ms actuales tericos de esa corriente intelectual (Althusser, Gramsci y la Escuela de Frankfurt), afirmaron en su momento que el origen del pro-yecto que llegara a materializarse en la obra de la que hablamos fue el alcance, tras aos de estudio y activismo, de una realizacin preocu-pante: en la mitad de los aos setenta, la teorizacin marxista haba llegado, claramente, a un punto muerto, al modo de ver de ambos; la razn de ese estancamiento yaca en la existencia de una hiato creciente entre las realidades del capitalismo contemporneo y lo que el marxis-mo poda legtimamente subsumir bajo sus propias categoras (p. 8).

    Lo que Laclau y Mouffe haban identificado en su anlisis era, en otras palabras, la existencia de una crisis de dimensiones alarmantes, la ms grave con la que se hubieran enfrentado hasta entonces el marxismo y la izquierda en general en tanto que alternativa poltica y filosfica. El advenimiento de la era post-industrial que implic el declinamiento de los horizontes que solan estructurar lo que haba sido el discurso de izquierda hasta ese momento, esto es, el comunismo sovitico y el estado de bienes-tar occidental (Etchegaray, 2011), haba dejado a los intelectuales marxistas perplejos, inmviles y con un muy limitado margen de actuacin.

    La situacin era, por decir lo menos, preocupante: por un lado, el aparato conceptual marxista pareca corresponderse cada vez menos con la realidad categoras fundamentales como la de clase social, por ejemplo, empezaban a ser objeto de cuestionamientos de todo tipo que sealaban desde su obsolescencia (Gorz, 1981; Offe, 1992), hasta su carcter parcial (Elster, 1986) y, en ltimas, su absoluta inadecuacin respecto a las complejas dinmicas de las sociedades de fin de siglo (Canzos Lpez, 1989), y por otro, su proyecto poltico asociado per-da legitimidad a un ritmo acelerado a medida que se creaban las con-diciones que desembocaran en la disolucin del Estado sovitico y la derrota del bloque comunista.

    Ahora bien, a lo largo de las ltimas dcadas del siglo XX, el marxismo, en tanto que doctrina poltica e intelectual, no fue el nico

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    discurso cuyos cimientos se vieron sacudidos, conforme la sociedad occidental en su conjunto asista a un cambio epocal de grandes dimen-siones, una generalidad de esquemas y verdades propias de un momen-to anterior fueron confrontadas por oleadas de escepticismo. Se trataba de la entrada en escena de un nuevo horizonte de sentido: la llamada post-modernidad. Si bien la crisis del pensamiento marxista identifica-da por Laclau y Mouffe, resulta de la combinacin de una multiplicidad de factores (polticos, econmicos, ideolgicos, etc.), puede entenderse tambin como una consecuencia, predecible hasta cierto punto por lo dems, de este trance paradigmtico. Veamos cmo ambos aconteci-mientos se entrelazaron.

    Los aos setenta fueron, sin duda, el punto crtico en el que lle-g para quedarse el concepto de post-modernidad. Si entendemos por aquel lo que Jean-Franois Lyotard defini, simplificando al mximo, como una incredulidad con respecto a los metarrelatos (1989, p. 10), y al hablar de metarrelato o gran narrativa, hacemos referencia a aque-llos discursos que se pretenden absolutos, capaces de subsumir en s toda contingencia ejemplos por excelencia son, entre otros, el raciona-lismo ilustrado y la teora hegeliana de la historia, es sencillo identifi-car uno de los ms centrales elementos de la crisis de la que hablamos. El marxismo, como un paradigma que, en su versin ms ortodoxa y fiel a sus races modernas, se considera a s mismo un constructo om-nicomprensivo y universal, ya en las ltimas dcadas del siglo XX, no poda ser sino rechazado en sus premisas ms deterministas conforme se iban desmoronando los fundamentos en apariencia slidos (Critchley & Marchart, 2008, p. 78) que haban soportado la estructura de las so-ciedades occidentales hasta entonces.

    En un contexto de fuertes escepticismos y en el que una especie de desencanto se instalaba con fuerza en las mentes de los ciudadanos de occidente, el marxismo se alzaba pues como un monigote pesado y desfasado que se hunda bajo los fracasos acumulados del llamado so-cialismo realmente existente mientras la ortodoxia, por su parte, negaba rotundamente la existencia de una crisis e insista en la vigencia de las categoras clsicas. Los recin entrados en escena filsofos post-moder-nos, de otro lado, predicaban el fin de las certezas y las seguridades de antao, al igual que el fin de las luchas polticas, las cuales deban ceder el puesto a reivindicaciones culturalistas de tipo individual. Laclau y

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    Mouffe llegan entonces para rechazar por igual en su obra ambos extre-mos, de acuerdo a Fair, para ellos:

    La solucin no consiste () ni en la defensa del puro universa-lismo de la modernidad, ni en la defensa del puro particularismo de las filosofas post-modernas. De lo que se trata, ms bien, es de reconocer la necesidad de apelar a principios universalizantes desde la propia particularidad. (2010, p. 246).

    Ese doble rechazo es, de hecho, uno de los rasgos ms caractersti-cos de su post-marxismo. Yendo ms all de los anacrnicos debates (re-forma vs. revolucin o universalismo vs. particularismo) que aun hoy ocupan a otros tericos, e integrando elementos de la obra de autores tan diversos como Saussure, Levi-Strauss y Althusser (estructuralistas), Foucault, Barthes y Lacan (post-estructuralistas), Derrida (deconstruc-tivista), Lyotard, Baudrillard y Deleuze (post-modernistas), proponen lecturas novedosas de esos debates y afirman que, si bien es necesario superar el esencialismo econmico y el determinismo histrico que ha-cen del marxismo clsico un discurso desfasado, esta tradicin no debe ser, sin embargo, desechada. Los autores se embarcan, en respuesta a esas consideraciones, en una tarea de actualizacin que busca permitir al marxismo ser de nuevo un marco vlido de anlisis de la realidad contempornea. Lo que proponen es, en ltimas, la reapropiacin de una tradicin intelectual [que busca] ir ms all de esta ltima. (Laclau & Mouffe, 2010, pp. 9, 10).

    El contenido de Hegemona y estrategia socialista se divide en cuatro captulos. Los dos primeros se ocupan de recorrer, de manera progresiva y cronolgica, el proceso que permiti la emergencia, a lo largo de los siglos XIX y XX, de una categora conceptual clave: la he-gemona, mientras que en los dos ltimos, se detallan las consecuencias que esa emergencia trajo al paradigma marxista y las posibilidades que la misma ofrece a la izquierda contempornea en relacin con otras tradiciones intelectuales y polticas como la democrtica y la liberal.

    Como primera medida, y antes de adentrarnos en el contenido del texto, ser clave hacer una primera salvedad: el concepto de hegemona construido por Laclau y Mouffe a lo largo de su obra, es uno muy dis-tinto de aquel tradicionalmente usado como sinnimo de () formas sedimentadas del orden poltico, de la supresin de la diferencia y de

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    la perdurabilidad del poder () establecido. (Howarth, 2008, p. 317). Aqu, al hablar de hegemona y prcticas hegemnicas, se hace referen-cia a una nueva lgica que considera lo poltico un espacio de acuerdos precarios en constante negociacin, que empez a ser utilizada, cada vez con ms frecuencia y con distintos alcances, para hacer frente a los retos que el llamado desarrollo desigual y combinado condicin histrica de las luchas sociales de nuestro tiempo (Laclau & Mouffe, 2010, p. 93), trajo al marxismo durante el siglo XX.

    En trminos estrictos y en el marco del paradigma marxista ms ortodoxo, el desarrollo histrico se considera un proceso racional y pro-gresivo, poco susceptible a intervenciones deliberadas o regulaciones conscientes, cuyo desenvolvimiento est determinado por una serie de leyes necesarias, las cuales encuentran su sentido y origen en la estruc-tura econmica. De acuerdo a esta lgica esencialista e histricamente determinista, las identidades e intereses de los sujetos sociales se pensa-ban elementos dados de antemano derivados de una realidad fundamen-tal: el lugar que tales sujetos ocupasen en la cadena productiva. Para la clase obrera industrial sujeto histrico por excelencia del marxismo clsico, esos intereses eran por naturaleza revolucionarios y su uni-dad identitaria se consideraba un hecho.

    A mediados del siglo XX, sin embargo, estos supuestos se corres-pondan cada vez menos con una realidad en la cual la fragmentacin y divisin de lo que debieran ser clases unificadas en una misma iden-tidad y luchas, eran la norma. Es en ese contexto que, de acuerdo a los autores, la socialdemocracia rusa se encarga de introducir por primera vez el trmino hegemona a la manera de una intervencin contingente requerida por la crisis o el colapso de lo que hubiera sido un desarrollo histrico normal. (Laclau & Mouffe, 2010, pp. 31, 79).

    Laclau y Mouffe hacen, a partir de ese punto de inflexin, un re-cuento pormenorizado del arduo camino que recorri el trmino en su evolucin, a travs del uso que le dieron las distintas corrientes marxis-tas de mediados de siglo (ortodoxia, revisionismo, sindicalismo revolu-cionario, etc.), recuento que es a la vez, la historia de cmo la categora de necesidad histrica, tan cara a la tradicin clsica, fue perdiendo res-paldo y legitimidad frente al avance imbatible de una nueva lgica ms inestable e impredecible, proceso marcado por la presencia constante

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    de lo que en la obra se tiene a bien llamar un doble vaco, o dualismo, que estara presente en el marxismo desde el momento mismo en que fueron formuladas sus premisas bsicas. Este consiste en la yuxtaposi-cin de una historia concebida como racional y objetiva resultante de las contradicciones entre fuerzas productivas y relaciones de produc-cin y otra historia dominada por la negatividad y la contingencia de la llamada lucha de clases. (Laclau, 1993, p. 192).

    Esta ambigedad fue, de acuerdo a Laclau y Mouffe, un hueso duro de roer que trunc por largo tiempo el total desarrollo de las poten-cialidades del concepto. La forma en que distintas clases y sujetos so-ciales se asociaban unos con otros para llevar a cabo tareas de ndole diversa, articulndose hegemnicamente un ejemplo de este tipo de articulacin es la demanda de libertades y derechos democrticos (con-siderados de origen burgus) por parte de las clases trabajadoras, se consideraba un mero desviamiento temporal del desarrollo histrico es-perado lo cual implicaba un soslayamiento sistemtico de la naturaleza especfica del vnculo hegemnico.

    Las relaciones hegemnicas eran pues consideradas mero suple-mento ocasional de las deterministas dinmicas de clase, elemento que se repite, afirman Laclau y Mouffe, en la obra de intelectuales tan dis-miles como Luxemburgo, Sorel, e incluso el mismo Gramsci, quien, sin embargo, es considerado por los autores como quien estuvo ms cerca de reconocer en plenitud el carcter estructural (no anecdtico) de los vnculos hegemnicos en la poltica.

    Los conceptos gramscianos de bloque histrico, lucha cultural y voluntad colectiva hacen evidente a los autores que, para el terico ita-liano, el funcionamiento de lo poltico requiere de intervenciones deli-beradas y que la unidad de un conjunto de sectores no es un dato: es un proyecto de construccin poltica (Laclau & Mouffe, 2010, p. 97), en Gramsci, finalmente:

    La especificidad relacional del vnculo hegemnico ya no es es-camoteada, sino que pasa a ser plenamente visible y teorizada. Una serie nueva de relaciones entre los grupos, que escapan a su ubicacin estructural en el sistema evolutivo y relacional econo-micista, es definida conceptualmente, a la vez que se seala el te-rreno preciso de su constitucin, que es el de la ideologa (p. 101).

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    Gramsci se apunta, sin embargo, en la obra, no puede desprenderse por completo del esencialismo ortodoxo, y contina haciendo referencia en ltimas al plano econmico para justificar el papel privilegiado que otorga a la clase obrera como sujeto fundamental y principio unificante de toda formacin hegemnica. Laclau y Mouffe afirman partir de esas bases puestas por el italiano para avanzar en la tarea de ir ms all, supe-rando cualquier rezago economicista y afirmando el carcter primario y constitutivo de las dinmicas hegemnicas. (Laclau, 1993, p. 192).

    Los autores pasan a construir entonces su muy particular concepto de hegemona introduciendo el concepto de relacin equivalencial; este tipo de relacin se establece entre sujetos diversos que pueden tener intereses muy distintos, en ocasiones incluso contradictorios, pero que logran articularse unos con otros en torno a ciertos significantes clave y ven modificadas sus identidades en ese proceso, el cual funciona de acuerdo a lgicas precarias de antagonismo y negociacin dentro de estructuras sociales relacionales, no estticas. Hegemona significa para los autores la representacin, por parte de un sector social particular, de una imposible totalidad con la cual es inconmensurable (Laclau, 2002) o, en palabras de Howarth, la manera en que un significante particular () se vaca de su sentido particular y llega a representar la plenitud ausente de un orden simblico. (2008, p. 325).

    Para avanzar en la construccin de tal concepto, deben echar mano a una serie de conceptos novedosos trados de otras disciplinas, siendo uno de los ms importantes el de sutura, trmino usado en psicoanli-sis para designar la produccin del sujeto [a partir] de la no-correspon-dencia entre el sujeto y el Otro lo simblico que impide el cierre de este ltimo como presencia plena. La sutura hegemnica se definir pues, al igual que el yo, como una divisin [que] une al mismo tiem-po (Laclau & Mouffe, 2010, p. 77). As, posiciones poco cercanas, o incluso irreconciliables, pueden establecer entre s relaciones de equi-valencia que, trasformando las identidades de los involucrados, suturan (siempre de manera incompleta) la opacidad y fragmentacin de lo so-cial en un sujeto colectivo dado, envuelto en una cierta lucha o reivin-dicacin cuya identidad supera la naturaleza de sus partes constitutivas.

    Esta conceptualizacin conserva pues algo del origen etimolgico del vocablo hegemona que deriva, de acuerdo a Gruppi (1978, p. 7),

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    del griego eghesthai, que significa conducir, ser gua, ser jefe; o tal vez del verbo eghemoneno, que significa guiar, preceder, con-ducir, y del cual deriva estar al frente, comandar, gobernar ya que el sujeto hegemonizado es quien integra en s y comanda a una multiplicidad de otros actores, sin embargo, al mismo tiempo, se aleja de las aristas esencialistas del concepto construido por los intelectuales de la Segunda Internacional quienes hacan de la hegemona un recurso excepcional, una mera anormalidad en el proceso de emancipacin que deba ser necesariamente liderado por la clase obrera; el concepto no solo es ahora omnipresente, sino tambin condicin de existencia de las luchas democrticas: Las tensiones inherentes al concepto de hegemo-na son tambin inherentes a toda prctica poltica o, ms estrictamente, a toda prctica social. (Laclau & Mouffe, 2010, p. 127).

    En suma, a lo largo de estos primeros captulos, los autores se en-cargan de hacer evidente que, si bien el marxismo vena reconociendo que la vocacin socialista de la clase obrera no surga de manera es-pontnea (y planteaban que era necesario que esta fuera despertada a travs de acciones polticas), sin embargo, tard en darse cuenta de que no se trataba de hacer evidente un dato (que la clase obrera es so-cialista) sino de construir esa identidad a partir de elementos dismiles. El recorrido que hacen muestra cmo, a travs de los aos y las obras de diversos intelectuales, la hegemona como lgica de articulacin y contingencia, logra finalmente implantarse en la identidad misma de los sujetos al profundizarse la fragmentacin y hacerse evidente el carcter no neutral de la evolucin de las relaciones de produccin.

    Teniendo como punto de partida las anteriores consideraciones so-bre la fragmentacin y opacidad de lo social e integrando elementos de la teora del discurso, los autores abren la ltima mitad de la obra con la siguiente afirmacin: la sociedad es un constructo imposible. El concepto de sobredeterminacin que es la presencia de unos obje-tos en otros que impide fijar su identidad (Laclau & Mouffe, 2010, p. 142), extrado tambin del psicoanlisis y usado por primera vez por Louis Althusser en La revolucin terica de Marx (1985), se introduce en el tercer captulo para hacer evidente que la sociedad y los agentes sociales careceran de una esencia ltima, y que sus regularidades con-sistiran tan slo en las formas relativas y precarias de fijacin que han acompaado a la instauracin de un cierto orden (Laclau & Mouffe,

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    2010, p. 134). No hay pues nada en lo social que no est sobredetermi-nado, lo cual quiere decir que este campo se constituye como un orden simblico que nunca podr ser completamente cerrado o suturado. Esa naturaleza abierta es clave para los autores ya que ella es la que permite el establecimiento de prcticas articuladoras, las cuales intentan fijar un sentido ltimo que permanece inalcanzable y, de acuerdo a ello, lo social slo existira como esfuerzo por producirse a s mismo, permane-ciendo, sin embargo, como un objeto imposible.

    Este discurso, en su lucha por darse un sentido ltimo, consigue, de cualquier modo de manera precaria, estructurarse en torno a lo que Laclau y Mouffe llaman, con Lacan, puntos nodales, una serie de sig-nificantes privilegiados que tienen la capacidad de fijar parcialmente el sentido de la cadena discursiva; as, la prctica de la articulacin consiste en la construccin de puntos nodales y el carcter parcial de la fijacin que ellos consiguen procede de la apertura de lo social.

    La obra se ocupa tambin de las categoras de sujeto y antagonis-mo. Respecto a la primera, se afirma que esta se encuentra asimilada dentro del mismo carcter polismico, ambiguo e incompleto que la sobredeterminacin acuerda a toda identidad discursiva, con ello, los autores se distancian de manera crtica de las corrientes empiristas y racionalistas que tienen al sujeto por un agente racional y transparente, dotado de unidad y homogeneidad en sus posiciones. De acuerdo a lo anterior, se deduce adicionalmente que el sujeto no puede ser conside-rado fuente objetiva de sentido de las dinmicas sociales, puesto que este est inmerso en aquellas: La subjetividad del agente est pene-trada por la misma precariedad y ausencia de sutura que cualquier otro punto de la totalidad discursiva de la que es parte (pp. 163, 164).

    Su concepto de antagonismo, ahora bien, parte de las mismas con-sideraciones y, en ese sentido, no hace referencia a contradicciones u oposiciones objetivas basadas en identidades plenas que se contraponen objetivamente. Los antagonismos son ms bien para ellos, los encarga-dos de establecer los lmites de la sociedad, la imposibilidad de esta ltima de constituirse plenamente (p. 169). Es entonces la sobredeter-minacin de las identidades antagnicas (la presencia del Otro en m) lo que impide a las mismas, por igual, conseguir esa constitucin plena.

    Estos antagonismos, apuntan Laclau y Mouffe, pueden ser de dos tipos: populares y democrticos. Cuando dos bandos se enfrentan de

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    manera absoluta a partir de una poltica de fronteras propia del siglo XIX, hablamos de un antagonismo popular en el que ningn elemen-to de un sistema de equivalencias entra en otras relaciones que las de oposicin con los elementos del otro sistema (p. 173). De otro lado, antagonismos localizados, que no dividen a la sociedad exactamente en dos bandos con nada en comn, sino en una multiplicidad de posiciones opuestas (feminismo, anti-racismo, etc.), son llamados democrticos y considerados propios del capitalismo maduro.

    El establecimiento de fronteras entre articulaciones discursivas, sean estas de tipo popular o democrtico, es condicin necesaria del paradigma hegemnico y, en ese sentido, lo social se considerar un espacio caracterizado por una pluralidad irreductible, sin un centro o principio unitario estable. La pluralidad es pues uno de los principales puntos de partida del anlisis de los autores del cual se deriva que las identidades transformadoras (hablamos por ejemplo de los sujetos fe-ministas o ambientalistas), no son estructuras inmviles y que su exis-tencia no est asegurada para siempre, las condiciones de su emergen-cia pueden ser subvertidas en cualquier momento y en eso consiste ese pluralismo radical de lo social.

    Se pueden adelantar en este punto dos conclusiones:

    1. Ninguna lgica hegemnica puede dar cuenta de la totalidad de lo social y constituir su centro, ya que en tal caso se habra producido una nueva sutura y el concepto mismo de hegemona se habra autoeliminado.

    2. La formacin hegemnica no puede ser reconducida a la lgica espe-cfica de una fuerza social nica (p. 186).

    Acercndose ya al cierre de la obra, afirman que, si bien, el proble-ma del poder no puede plantearse como una bsqueda del sujeto llama-do a ser el centro de la formacin hegemnica (ya que, por definicin, ese centro es una ilusin) no debe tampoco pensarse que la solucin es el pluralismo absoluto, o la difusin total del poder en el seno de lo social, ya que ello vaciara de cualquier sentido y hara implosionar el campo de lo social.

    Su objetivo es, finalmente, proponer un marco en el cual socialis-mo y democracia, dos categoras que han fracasado sistemticamen-

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    te en el empeo de relacionarse orgnicamente, puedan dejar de ser trminos mutuamente excluyentes. Para poner en cuestin la supuesta imposibilidad de establecer una correspondencia entre ideales socialis-tas y valores democrticos, los autores empiezan trazando una lnea de continuidad entre el imaginario jacobino que opona pueblo y antiguo rgimen y el antagonismo marxista que opone radicalmente proletaria-do y burguesa, oposiciones que se originan en un nico momento de ruptura y que suponen un nico espacio de constitucin de lo poltico,

    El rechazo de los puntos privilegiados de ruptura y de la confluen-cia de las luchas en un espacio poltico unificado, y la aceptacin, por el contrario, de la pluralidad e indeterminacin de lo social, nos parecen ser las dos bases fundamentales a partir de las cuales un nuevo imaginario poltico puede ser construido (p. 194),

    afirman. El terreno histrico en que ese nuevo imaginario habra de emerger es lo que tienen a bien llamar el campo de la revolucin de-mocrtica, trmino que hace referencia al establecimiento de las bases del discurso democrtico occidental a partir de la Revolucin Francesa y la Declaracin de los Derechos del Hombre, hecho que facilit, de acuerdo a los autores, la transformacin de muchas relaciones antes consideradas de mera subordinacin en relaciones de opresin, al ha-cerse evidente la naturaleza ilegtima y antinatural de las mismas.

    En la actualidad son cada vez ms diversos y numerosos los cam-pos que albergan la conflictividad social; esto encuentra su explicacin, se apunta, en el avance de la revolucin democrtica. La proliferacin de nuevos movimientos sociales (urbanos, ecolgicos, antiautoritarios, antiinstitucionales, feministas, antirracistas, de minoras tnicas, regio-nales o sexuales) tendra su origen en las mismas demandas deriva-das del discurso de la revolucin democrtica, extendindose, como elemento novedoso, a campos cada vez ms diversos en respuesta al avance y transformacin de las relaciones de produccin capitalista y de las formas de intervencin del Estado en las vidas de los ciudadanos.

    No es posible, afirman los autores,

    comprender