Entrevistas realizadas por Érika Valencia-Perdomo y Óscar Perdomo León entre los años 2011 y el...

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1 ENTREVISTAS Érika Valencia-Perdomo y Óscar Perdomo León

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Entrevistas realizadas entre los años 2011 y el 2012 por Érika Valencia-

Perdomo y Óscar Perdomo León a:

ÁLVAR CASTILLO

MANUEL SORTO

RICARDO LINDO

CARLOS ROMERO CÁRCAMO

ELENA SALAMANCA

GUADALUPE CASTELLANOS

Textos escritos por Érika Valencia-Perdomo y Óscar Perdomo León, excepto

cuando se indique lo contrario.

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ÁLVAR CASTILLO: “YO TENGO EN SENSUNTEPEQUE ENTERRADO EL OMBLIGO”.

“Aún sigo enamorándome por los oidos; me sorprenden las obras clásicas de siempre (y algunas novedades),

disfruto tanto de la música de concierto como de la música popular, sigo levantándome todas las mañanas con

ganas de ser el niño músico que soñé.”

Álvar Castillo.

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Álvar Castillo, sobrino del gran profesor sensuntepecano don Chepito Castillo, es

un músico que con su obra ha sabido llevar el nombre de Sensuntepeque a todo el

mundo. Su composición más conocida es la “Canasúnganana”, sin embargo su

trabajo se extiende mucho más de lo que imaginamos.

Álvar recuerda con mucho cariño sus años vividos en Sensuntepeque y por lo

mismo alguna vez compuso una canción dedicada a dicha ciudad, que se llama “Yo

tengo en Sensunte“, en donde dice que aunque en su pasaporte diga que nació

en Sonsonate, para él su ombligo está enterrado en Sensuntepeque.

Nosotros -Érika y Óscar- creadores y administradores de MÁS ALLÁ DE LOS 400

CERROS, nos contactamos vía internet con Álvar, con el fin de poderles presentar

un poco sobre su vida y sus experiencias, el resultado de nuestra entrevista

cibernética nos dejó con una grata impresión y sobrepasó nuestras espectativas. Y

como hay mucho de qué hablar sobre él y son muchas sus composiciones, los discos

y los grupos musicales (comoYolocamba I Ta, American Brass o Exceso de

Equipaje, por ejemplo) en los que ha participado, el espacio destinado para Álvar

Castillo será presentado en tres partes.

Actualmente Álvar vive en Hiroshima, Japón -la ciudad que saltó a la fama debido

a que durante la Segunda Guerra Mundial el gobierno de los Estados Unidos de

América lanzó ahí la primera bomba atómica, de las dos que dejó caer en Japón-.

Álvar Castillo tocando los teclados con la American Brass en El Salvador, en 1977.

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Empezaremos la primera entrega con una entrevista que Álvar Castillo concedió en

exclusiva a los miembros de LA ESQUINA DE ÉRIKA Y ÓSCAR

Érika y Óscar: ¿En qué fecha, ciudad y barrio de naciste?

Álvar: 11 de febrero 1960. Nací en la ciudad de Sonsonate, no sé en cual barrio. Mi

vida en Sensuntepeque comenzó a los 4 años. Mi bisabuela Carmen, mi

abuela Paquita y después mi madre Marina Castillo son mis raíces

sensuntepecanas. Yo viví en “Sensunte” hasta los 15 años, después me mudé a San

salvador a estudiar el bachillerato en artes en el CENAR. En 1980 salí del país y

regresé en 1990. En 1998 regrese a vivir a México, y desde 2006 vivo en Hiroshima.

Ciudad de Hiroshima, Japón.

Érika y Óscar: ¿Cuándo o a qué edad sentiste el llamado de la música?

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Álvar: Mi decisión de ser músico la tomé después de aprenderme los primeros tres

acordes de guitarra en el seminario para menores Pío XII en San Vicente, en donde

estuve internado un año, creo que cuando tenía 10 años de edad; siempre la música

fue lo más importante para mí, siempre canté, hasta el cansancio. Fue muy

importante para mí el viejo cine de “Sensunte”: ponían en sus parlantes algunos

boleros antes de la iniciar la película, era mágico escuchar esa música desde la casa

de mi tía Deysi iniciando la noche, la banda del Segundo Regimiento, las

marimbas, la música de la iglesia… En “Sensunte” aprendí a escuchar con atención.

Luego vino la radio y la música popular de mi generación. Mi primer trabajo como

músico fue en el conjunto de “Sensunte”: “Seres de barro”, de Calín Orellana, si

no me equivoco.

Érika y Óscar:¿Hubo algún profesor que te inspirara o del que tengás algún

recuerdo?

Álvar: De “Sensunte”: Evelio Echeverría me motivó a ir a estudiar música a San

Salvador, (cuando fuimos “Robert”), sin sus palabras maravillosas no hubiera

tenido el valor de dar ese gran salto al vacío, que es cambiar “Sensunte” por la

capital.

Érika y Óscar: ¿Algún compañero de “Sensunte” del que tengás buenos

recuerdos?

Álvar: Los recuerdo a todos. Mi mejor amigo siempre fue Fredy Meléndez, mi

vecino, hablábamos mucho, sobre el futuro, soñábamos con un mundo mejor,

pasamos mil experiencias juntos. A él lo desaparecieron en la guerra, aún no se

bien cómo pasó; por su influencia fue que entré a la militancia política. Mi otro

gran amigo es Buddy Berciano, con él fue más la onda de la bohemia, las novias, la

alegría. Fredy y Buddy eran mayores que yo. De mi misma edad recuerdo con

cariño a Emerson Rodríguez, a Tatani (que no me acuerdo como se llama) hermano

de Buddy. Recuerdo también a Alonzo Cañas, Al Ruco, Boris Ábrego, Ana María

Sorto, Olga, Arely, y por supuesto a mi primera novia Dorita Arévalo.

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Álvar tocando con Yolocamba I Ta en un programa de televisión en Holanda.

Érika y Óscar: ¿Cómo fue lo de la fundación de Exceso de Equipaje?

Álvar: Paulino y Piquín, estaban ensayando, no recuerdo si me llamaron o yo fui

de metido. Ya habíamos tocado juntos en Yolocamba ITa, así que creo que

espontáneamente fue nuevamente agradable trabajar juntos, sacamos nuestras

nuevas y viejas canciones, nuestros sueños de trovadores. Incluso yo compuse una

canción con el nombre del grupo para convencerlos de que era una buena poética

ese aparente nombre chistoso de Exceso de Equipaje.

Érika y Óscar: ¿Por qué te fuiste de El Salvador?

Álvar: La primera vez en el ochenta, orientado por nuestro partido, fui a cumplir

una gira por España con “La Rana” (Roberto Franco) quien también murió en la

guerra; luego de Europa me mandaron a México, en México me “orientaron” que lo

mejor era que me incorporara a Yolocamba: Juan Chacón que era secretario de

Bloque Popular Revolucionario, y que estaba de paso en México, con sus palabras

sencillas, me motivo a incorporarme al grupo salvadoreño que yo más admiraba.

En el 82 rompí mi militancia política y regresé a lo mío, la música.

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La segunda vez a finales de los noventa, pensé que era momento de terminar mi

licenciatura en composición inconclusa en México y buscar un ambiente más

musical.

Érika y Óscar: ¿Desde hace cuánto tiempo no venís a Sensuntepeque?

Álvar: Desde el siglo pasado, creo que desde 1997, aunque la última vez que estuve

en El Salvador fue en el 2000, sólo vine a la boda, que se llevó a cabo en Apaneca,

de mi amigo Rafael Ancheta (primera trompeta de la sinfónica de la UNAM en

México).

Érika y Óscar: ¿Vive alguien de tu familia aquí en Sensuntepeque?

Álvar: Mi tía Lolita y mi prima Melba.

Érika y Óscar: Decí tres cosas buenas de Sensuntepeque y tres cosas malas.

Álvar: Buenas: el queso duro, los ríos que recuerdo y algunas navidades en casa de

mi tío Chepe, bailando.

Malas: la desigualdad, las cuestas empinadas y alguna señorita (de aquel tiempo)

que no quiso ser mi novia.

Érika y Óscar: ¿Estás casado y tenés hijos?

Álvar: Estoy casado con Miwa Kubota y tenemos una hija: Nemi, de 9 años recién

cumplidos.

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Álvar Castillo con su esposa, hija y demás familia de Japón.

Érika y Óscar: ¿Hablás bien el japonés?

Álvar: Soy bastante malo para cualquier idioma y con el japonés ni se diga; como

decíamos en “Sensunte”: soy bastante “TATARATA” para el japonés.

Érika y Óscar: ¿Qué nos podés contar de Hiroshima?

Álvar: Hiroshima es una ciudad moderna, después de la bomba se han esmerado

por reconstruir su ciudad, hay viejos tranvías y modernos trenes, hay muchos

parques y ríos que atraviesan la ciudad. Yo vivo a 20 minutos en coche del centro, y

lo que más me gusta es que mi hija va caminando desde la casa a la escuela, regresa

sola y hay un ambiente de seguridad.

Érika y Óscar: ¿Cuántas composiciones propias tenés?

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Álvar: De música de concierto más de 30 obras, la mayoría inéditas; de canciones

creo que más de las que me pueda acordar.

Érika y Óscar: Sake o Pilsener?

Álvar: A mí me gustaba tomar Ron, casi nunca tomé cerveza, pero las vueltas de la

vida, hoy tomo cerveza japonesa, más bien ya tomo muy poco, prefiero tomarme un

buen vino, pero ya prendidos que le dicen, le entramos parejo a todo.

Érika y Óscar: ¿Cuántos discos has publicado?

Álvar: He participado en muchos discos, por ejemplo: Yolocamba Ita, Exceso de

Equipaje, Súper Combo 12, Lorena Cuerno, Payín Moreno, Tato Henríquez, Saúl

López y algunos más que ahora no recuerdo. A mi nombre tengo 4 discos: Fijate

que bonito que grabé en El Salvador, en México Loroco y Son Golosos y en

estos días ha salido mi primer disco en Japón con mi banda de Salsa El combo de

la paz.

EL COMBO DE LA PAZ, uno de los grupos musicales en donde toca Álvar en la ciudad de Hiroshima.

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Érika y Óscar: ¿Cuál es tu música favorita, el jazz, la cumbia, etc.?

Álvar: La buena música, ya sea una sonata o una cumbia, escucho mucha música

clásica, opera, Jazz y Salsa que le dicen a la música antillana. Por supuesto Jazz

Latino.

Érika y Óscar: ¿Qué instrumentos tocás además del piano?

Álvar: Charrangueo la guitarra y canto mis rolas, toco algo el piano nada más.

Érika y Óscar: ¿Tenés contacto con algún otro salvadoreño que viva allá?

Álvar: En Hiroshima solo vive una salvadoreña y casi nunca nos vemos. De

paisanos estoy escaso por acá.

Érika y Óscar: ¿Qué diferencias hallás entre la gente común y corriente del Japón

y la de El Salvador?

Álvar: El amor, el odio, la sencillez, la pedantería, lo humano es exactamente

igual, lo que cambia son las ropas, las comidas, las costumbres, cambian como

crearon y resolvieron los mismos problemas de siempre.

Érika y Óscar: ¿Qué harías si estuvieras viviendo en Sensuntepeque?

Álvar: Creo que en Hiroshima estoy haciendo lo mismo que haría si estuviera en

“Sensunte”.

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ÁLVAR CASTILLO: “COMPONER Y ESTUDIAR MÚSICA ES MI NATURALEZA”.

Álvar tocando el piano con el cuarteto de Latin Jazz.

Nosotros queríamos escribir sobre Álvar Castillo (conocido por sus viejos amigos de Sensuntepeque como

Otto); pero nos gustó mucho la manera tan transparente y sincera como él mismo narra su vida y

experiencia musical -que es su esencia- que decidimos publicar de forma textual sus propias palabras , las

de su RELATO AUTOBIOGRÁFICO-MUSICAL.

También es interesante leer las CONCLUSIONES Y REFLEXIONES que Álvar escribió cuando el 21 de

noviembre de 2002, en Xalapa, Veracruz, México, presentó su examen para graduarse como licenciado en

composición, porque nos revelan a un músico que muestra su amor por su arte y que ha meditado mucho

sobre la música.

Érika Valencia-Perdomo

Óscar Perdomo León

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Álvar, de camisa roja, en un Espacial de Latin Jazz.

RELATO AUTOBIOGRÁFICO-MUSICAL

Mis primeros estudios musicales los realicé en el Centro Nacional de Artes

(CENAR), en la ciudad de San Salvador, de donde egresé como Bachiller en Artes

(1976 -1978), equivalente a un nivel propedéutico.

Años después viajé a México y me inscribí en la Escuela Nacional de Música de la

UNAM, estudiando el nivel propedéutico (1984 -1986) bajo la guía del maestro

Juan Antonio Rosado. Mis estudios de licenciatura los inicié en 1987, también con

el maestro Juan Antonio Rosado y los concluí en 2001, bajo la orientación del

maestro Federico Ibarra.

En la canción popular nació mi inclinación por la música. Inventar canciones en mi

primera juventud me llevó a plantearme la posibilidad de estudiar música. En esta

etapa el desconocimiento de la música de concierto era absoluto y mis aspiraciones

eran sencillamente hacer canciones.

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Álvar, el primero de izquierda a derecha, de la fila de atrás, en sus días con el Super Combo 12, en El Salvador.

Yo ya tenía una experiencia empírica dentro de la música, hábito que nutrí

paralelamente a mi formación académica, antes de estudiar solfeo, armonía,

análisis, etc., lo que generalmente se enseña en las escuelas de música “clásica” en

Latinoamérica.

La escuela significó para mí, la posibilidad de resolver las limitaciones propias de

mi técnica empírica; hacer música sin un canon tan rígido como es la escritura y

lectura musical (sea de técnicas expandidas o el inicial solfeo) me distanció de creer

que leer y escribir música es hacer música.

Todas las historias euro-centristas del niño genio, la familia musical o la vocación

autodidacta están muy lejos de mi experiencia. En los años de mi infancia, lo más

cercano a la música de concierto que escuché, fueron las interpretaciones de la

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banda militar de mi ciudad natal, piezas de marimba y música campesina. La radio

era el medio de comunicación por excelencia, y el único, para poder escuchar algo

diferente.

Álvar, de camisa blanca, tocando los teclados, con el Combo de la Paz, Fukuoka, Japón.

Con muchas canciones de mi autoría y el deseo de ser canta-autor, viajé a la capital

salvadoreña, San Salvador, he ingresé al Centro Nacional de Artes –CENAR-, la

primera escuela a la que tuve acceso. Ahí escuché a Bach, Beethoven, Chopin y

otros más, y me fui involucrando con esa “nueva” música. Por falta de cupo no pude

estudiar la guitarra, que era mi propósito, así que concluí mis estudios tocando el

piano bajo la guía de la maestra japonesa Michiko Masaki.

En esos años, me involucré con la canción política, revolucionaria. Lo que cantaba

era subversivo. El Salvador se debatió en una cruenta guerra que duró 12 años y la

represión fue tan brutal, que tuve que salir del país. Después de muchos viajes por

América y Europa, y con la ruptura de la militancia política, opté por tener como

residencia permanente la ciudad de México y por segunda vez estaba listo para

estudiar música.

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Uno de los mitos más conocidos acerca de “cuándo y cómo” se debe estudiar la

música, me orilló a elegir la composición. A mis 23 años era un “anciano” para

retomar mi propósito de ser guitarrista, ni soñar con plantearme una carrera de

instrumentista, “demasiado viejo”. En cambio la carrera de composición, que no

tiene límite de edad para ingresar, era ideal para mi caso.

El Combo Hotel Price.

Como estudiante en la Escuela Nacional de Música, y establecido en la ciudad de

México, estuve en dos mundos: la academia, con los conciertos, los clásicos, las

vanguardias musicales, el arte por el arte, la opera, etc, y el otro, el de ganarme la

vida acompañando cantantes de música popular, tocando en bares con grupos de

salsa, jazz, o canto nuevo. En los dos mundos existían las descalificaciones, era

intolerable para unos, la música de Messiaen, Lavista o Bartók, como para los

otros, una canción de Silvio Rodríguez, una salsa de Rubén Blades o un jazz de

Charlie Parker.

La música popular era mi trabajo, y la música que estudiaba en la escuela era como

un ideal, creo que por esta razón eso no generó en mí ningún conflicto.

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Como una especie de satélite “lunar” he girado alrededor de esos dos mundos y de

tanto orbitarlos, desde mi perspectiva, solo veo uno.

En clase de historia del arte con el maestro Francisco Martínez Galnares, sus

preguntas: “¿De dónde viene la música?”, “¿Quién la inventó?”, “¿Por qué quieren

ser músicos?”, me envolvieron en un silencio.

Para ayudarnos a encontrar respuestas, el maestro Galnares nos remitió al pasado,

como era su costumbre:

“En la cultura Judeo – cristiana, los músicos son los hijos del asesino Caín”. En la

mitología griega, el origen de la música, lo relató de la siguiente manera: “Para

consolar al desdichado Orfeo, de la pérdida de su amada, Apolo (que parece fue el

que la mató), inventa la música y en forma de lira se la regala al pobre mortal, para

que le sirva de consuelo”.

Haya sido un regalo de los dioses como premio de consolación, o herencia genética

de la raza de Caín, desde niño, cantar y escuchar música, fue mi actividad más

importante. Cuando tuve que tomar la decisión de lo que haría en la vida, ya estaba

haciendo música.

De todas las circunstancias que me rodearon para poder ejercer la composición, la

definitiva, fue hacer mis canciones sin pensar en el “cómo”. Así sucedió y no creo

que por mérito propio. Después vino la escuela, maravilloso privilegio que amplio

mis horizontes. Por muchas razones decidí estudiar música: para tocar mejor la

guitarra y después el piano, estudiar canto, competir y ser mejor músico.

Componer e imaginar música es mi naturaleza.

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Afiche de una presentación, en las primeras semanas de diciembre de 2010, en Japón, del trío de jazz de Álvar

Castillo.

CONCLUSIONES Y REFLEXIONES

(Escrito, como ya habíamos apuntado, cuando iba a rendir su examen para optar a la licenciatura en composición,

en Xalapa, Veracruz, en noviembre de 2002.)

Existe un largo camino entre el cantautor que soñé ser y el estudiante de

composición que hoy presenta su examen profesional.

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También hay un buen trecho entre el estudiante de composición y el ejercicio de la

composición, que en mi caso ya lleva algunos años.

El concentrarme en esta síntesis de mis estudios, es un primer gran logro, ya que el

intentar hacer memoria y poner en orden mis sonidos y mis ideas, me he

reencontrado y despedido de todo lo que me ha formado.

En relación con el repertorio que presento en este recital, he intentado que este sea

un reflejo de esas experiencias. Si consigo que en la música se perciban todas esas

mutaciones, me dará una alegría parecida a la que sentiré si logro aprobar este

examen.

Creo que estas 6 piezas están muy relacionadas con las palabras desde la poesía, la

canción popular y el teatro. Están escritas en notación tradicional y existe en ellas

una búsqueda de la originalidad, o más bien singularidad, que ha evolucionado

desde mis intentos con los lenguajes y luego las formas, para volver a la intuición, a

mi inicial manera de imaginar la música, ahora más fortalecida con mi experiencia

académica.

La naturaleza del aprendizaje de la composición también es materia prima de este

escrito, por eso he relatado, cómo recuerdo hoy la manera en que trabajaba mis

composiciones en cada etapa, por eso titulé cada etapa con la idea sobre la cual

giraban mi esfuerzo, mi estética, mis logros y limitaciones. Soy totalmente lo

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contrario del estudiante ideal: me he retrasado 15 años en terminar la carrera, he

aprobado muchas materias en extraordinarios por al artículo 19, etc.

La experiencia en la formación académica de cada estudiante es única, por más que

las fallas sean las mismas. Mi reflexión sobre este tema es: por dotar de técnicas y

herramientas para la composición, se mecaniza, se estandariza, se mediatiza, lo que

también debería ser un ejercicio de la imaginación. De nada me sirve que la sonata

sea sonata, o que lo atonal suene atonal, si no tengo nada personal que agregar a lo

que los grandes maestros ya hicieron con eso. Precisamente eso es lo esencial, lo

que nadie puede enseñarme, lo que solamente existe dentro de mí o donde sea, y no

es una técnica ni una herramienta. Si se cree que la imaginación es algo personal y

que la escuela no tiene nada ver con ese proceso, es precisamente la raíz del

problema. De otra suerte, la experiencia de asistir a la escuela me ha enriquecido,

ampliado mis mundos musicales, enseñándome a cuestionarlos, precisamente este

escrito es hijo de esta práctica.

Creo que lo que más evidencia la música que presento en este examen, es que

apenas estoy iniciando mi camino dentro la música de concierto. Actualmente me

veo igual que hace 25 años cuando partí con mis canciones a San Salvador a querer

ser cantautor. Hoy con las piezas que presento en este examen y las demás

composiciones que he logrado organizar en estos años, parto hacia querer ser un

compositor.

Para finalizar quiero manifestar mi eterno agradecimiento a mis maestros: Juan

Antonio Rosado y Federico Ibarra por haberme permitido ser su peor alumno.

También a los maestros Eloy Cruz y Leonardo Coral por asesorarme en este

examen profesional.

Textos:

Álvar Castillo

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ÁLVAR CASTILLO: “NO SÉ QUÉ SIGNIFICA CANASÚNGANANA. ¿SERÁ INVENTO DE MI ABUELA

PACA?”.

Ya hemos visto, en la segunda parte dedicada a Álvar Castillo, que es licenciado en composición y que ha

incursionado en múltiples ramas de la música, como la cumbia, el jazz, la canción popular y la música académica.

Desde 2006 radica en la ciudad de Hiroshima tocando Latín Jazz con diferentes músicos japoneses, Música Latina

con la banda de Salsa “El combo de la Paz” y que le dedica tiempo a la composición de música académica. Además

da clases particulares de música.

Los estudios que Álvar ha tenido, para ser más específicos, son los siguientes:

Bachiller en Artes. (Cenar, San Salvador 1978) Maestra de Piano: Michiko Masaki.

Licenciado en Composición (Escuela Nacional de Música de la UNAM Mexico, 2002). Maestros: Juan Antonio

Rosado y Federico Ibarra.

Taller de Jazz de la univercidad Veracruzana (Xalapa, Veracruz. Mexico, 2005). Maestro: Alejandro Corona.

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En esta tercera parte conoceremos, a través de sus propias palabras, la historia de cómo

compuso su famosa canción “Canasúnganana”. También tendremos la oportunidad de leer

parte de la discografía y la producción musical original de Álvar Castillo. Además, al final,

podrán escuchar la composición de Álvar dedicada a la ciudad de los 400 cerros: “Yo tengo en

Sensunte” y por supuesto la canción consentida de los salvadoreños: la “Canasúnganana”.

Érika Valencia-Perdomo

Óscar Perdomo León

Teatro de Sensuntepeque.

Fotografía de Óscar Perdomo León.

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CANASÚNGANANA

Esta canción nació en Europa, creo que en Holanda, en 1980 o quizá en el ´81.

Recién había leído “Cuscatlán típico” de María de Barata y tocaba esos días con

Yolocamba I Ta.

Yo tenía la necesidad de hacer “canciones salvadoreñas” por eso leí ese libro y

muchos más; escuchaba todo lo que podía ayudarme a resolver esa necesidad:

Paquito Palavicini, los cumpas, El silencio, el torito pinto, Pancho Lara, las

cumbias, la Fiebre Amarilla, etc. Todo lo que dice ser música salvadoreña.

Para mí era doloroso alternar en el escenario con los grandes de la canción

latinoamericana y sólo hacer pura propaganda política, eso sí, el más sincero de los

panfletos: estábamos en guerra. Pero mi corazón me pedía más.

Hoy entiendo lo que los grandes maestros dicen sobre la creación, uno es

simplemente una antena, un medio, de tanto buscar una melodía que me hiciera

sentir salvadoreño, sólo me faltaba ver hacia mí mismo, que le dicen. Cuando

recordé esa canción de cuna que cantaba mi abuela Paca, para dormir a Lisette mi

prima, ya sólo faltó contar quién era mi abuela. Creo que nunca me la cantó a

mí ninguna vez, pero para eso es el arte, para hacer realidad los sueños.

No sé qué significa “Canasúnganana”, ni sus orígenes. ¿Será invento de mi abuela?

Se la canté a mi hija y sí funciona su poder para dormir.

Álvar Castillo

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Trío de Jazz

DISCOGRAFÍA Y COMPOSICIONES ORIGINALES

Grabaciones:

-Fijate que bonito (San Salvador 1993)

(“En este disco el bajo lo tocó Mario Edgardo Romero Cárcamo y los coros y algunas percusiones

menores las interpretó Carlos Alberto Romero Cárcamo. Salvador Téllez era mi gran aliado en este

disco, tocábamos juntos en El Súper Combo 12, el me ayudó mucho para esta grabación”.)

-Loroco (Xalapa Veracruz 2005)

-Son Golosos (Xalapa Veracruz 2005)

-El combo de la Paz (Hiroshima 2010)

Años Ochentas

1- ISHTO para oboe

2- Suite No. 1 para piano

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3- Trío para flauta, clarinete y fagot

4- Dos canciones para voz femenina y piano

(Garabato y Caleidoscopio)

5- Nueve pequeñas piezas modales para piano

6- Dúo para Flauta y Clarinete

7- Dúo para Cellos

8- Cinco Cambios para piano

9-. Cinco Cambios para cuarteto de Flauta, Clarinete, Viola y Cello

Trío de Latin Jazz, en Hiroshima.

Años Noventas

10- Quinteto de Alientos No.1 (Sueño de noche de verano)

11- Canción “Canasunganana” para Coro

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12- Suite No. 2 para piano (Romántica)

13- Suite No. 3 para piano (Barroca)

14- Nueve pequeños Canones y una fuga para piano

15- Siete pequeñas piezas Bitonales para piano

16- Dos pequeñas piezas Atonales para piano

17- Ocho pequeñas piezas Seriales para piano

Conciertos:

Ishto para oboe solo (Escuela Nacional de Música, Mexico 1986)

Trío para flauta, clarinete y fagot (VII Foro de compositores de Centroamerica y El Caribe. San

Salvador 1995)

9 piezas modales (II Festival Centroamericano de Piano, San Salvador, 1996)

I. 24 Preludios para piano (selección)

2. Trío para flauta, clarinete y fagot

3. Tres canciones para voz femenina y piano

4. Cuarteto de cuerdas No 0

5. Quinteto de alientos “Sueño de noche de verano”

6. “Un hombre es un hombre”. Para trompeta y percusiones

(Examen profecional Escuela Nacional de Música, Mexico, 2002)

Quinteto de alientos No. 2 (Universidad Veracruzana, Xalapa, 2005)

Trío para trompeta, trombón y piano (Escuela Nacional de Música, Mexico, 2006)

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Rumba Plan U

Música para Teatro

Los Hombres del chamelecon (Teatro Nacional, San Salvador, 1991)

Tierra de cenizas y esperanzas (España, Brasil, Guatemala, El salvador 1992)

El Rey que no reía (San Salvador, 1993)

Sócrates lite (San Salvador, 1994)

Orquesta de señoritas (San Salvador, 1995)

Los perros (San Salvador, 1996)

Sueño de noche de verano (San Salvador, 1997)

El Lazarillo de Tormes (San Salvador, 1998)

Un hombre es un hombre (Mexico, 2001)

A continuación podrán escuchar la composición de Álvar Castillo “Yo tengo en

Sensunte”; de esta grabación él nos escribió lo siguiente: “La cantamos en el teatro

nacional, quizá en 1997, con Lil América y Ligia Morales, y mi querido Benjamín

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“Minchito” López Garay (en la guitarra) que en paz descanse. Perdón por el

cantante que soy yo, pero soy el compositor, ni modo.”

“Yo tengo en Sensunte”

http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=G3P9T4BQ8Yw

Y para finalizar, he aquí la famosa “Canasúnganana“. Esta grabación que

escucharán a continuación Álvar la incluyó en su álbum “Fijate que bonito”.

“Canasúnganana“

http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=hPq4j4LlPC8

Edición de textos y videos:

Érika Valencia-Perdomo

Óscar Perdomo León

Fotografías proporcionadas amablemente por Álvar Castillo.

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MANUEL SORTO, cine, danza, pintura y escritura de un sensuntepecano.

Manuel Sorto es un hijo de la ciudad de Sensuntepeque que ha dedicado su vida al arte. Cuando

vivió en nuestro país hizo varios trabajos cinematográficos, de múltiples formas: como director,

guionista, ingeniero de sonido y editor. Publicó libros de poesía y escribió también en periódicos.

Publicó además una novela. Dio clases en el CENAR. También participó como actor de cine y

teatro. Realizó diseño de escenarios. Expuso sus dibujos y pinturas en la Sala Nacional de

Exposiciones “Salarrué”. Hizo crítica de cine y de teatro. Diseñó portadas e ilustraciones de una

efímera pero famosa revista poética.

Desde hace muchos años vive en el extranjero, en donde continúa haciendo arte. Estas pocas líneas

nos alcanzan sólo para tener un pequeño acercamiento al trabajo artístico de Manuel Sorto, el cual

mostraremos en tres entregas.

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Los miembros de LA ESQUINA DE ÉRIKA Y ÓSCAR le hicimos una entrevista en línea y esto que

sigue fue lo que obtuvimos. Agradecemos sinceramente a Manuel su amabilidad de tomarse el

tiempo para atendernos.

Érika Valencia-Perdomo

Óscar Perdomo León

Érika y Óscar: ¿En qué fecha y en qué lugar naciste?

Manuel Sorto: El 25 de noviembre a las 4 de la tarde. Dicen que llegando estaba

cuando sonó la hora en la iglesia. Mi partera fue la Niña Pilar Rosales.

Nací en la Avenida Cabañas número 6, en la casa contigua a la de don Alejandro

González. Allí sí está enterrado mi ombligo. En realidad. Lo digo después de leer la

entrevista a ÁLVAR CASTILLO.

Érika y Óscar: ¿Dónde viviste tu niñez y adolescencia?

Manuel Sorto: La niñez en «Sensunte», ahí hice hasta mi Primer Curso de

Secundaria. Creo que nos fuimos a San Salvado cuando yo tenía entre 12 y 13 años.

Érika y Óscar: ¿En qué otros lugares has vivido y dónde vivís ahora?

Manuel Sorto: Si hablan de países, un año en México, entre el ´71 y el ´72, en

Guatemala en 1973, luego de nuevo en México, de 1980 a 1987, y luego en Francia,

en el País Vasco Francés. Es lo que en Europa se parece más a El Salvador. El

terreno es quebrado. El mar está a 15 minutos y a 40 uno ya está ascendiendo los

Pirineos.

Érika y Óscar: ¿Nos podrías decir el nombre de tus padres y demás familia?

Manuel Sorto: Mi padre es Manuel Antonio Sorto Larreynaga. Mi madre María

Inés Moreno Navarrete. Mi hermana, Ana Cristina Sorto.

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Pero tengo más familia, cuando mi padre se casó con mi madre ya era viudo y tenía

dos hijos de su primer matrimonio. Sus nombres: José Dolores Sorto y María Ester

Sorto.

Pero también de mi padre tenía otros 4 hijos fuera de matrimonio y todos

engendrados antes de su primera boda. Yo solo conozco a 3: Orlando, profesor de

Primaria que vivía o vive en Rojas, camino a Victoria. Beto (no recuerdo si Alberto

o Roberto), talabartero que ya murió, hace tiempo. Samuel, quien es joyero y vive

en San Salvador. La cuarta es una mujer: Gregoria. Yo no la conocí, sólo a sus hijos

(sobrinos míos y que tenían más o menos mi edad e incluso uno que era mayor que

yo, Miguel Pérez). De lo que entiendo. Gregoria es la mayor.

Manuel Antonio Sorto Larreynaga, padre de Manuel Sorto.

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Érika y Óscar: ¿Estás casado? Y si lo estás ¿cómo se llama tu esposa? ¿Tenés

hijos?

Manuel Sorto: Estuve casado. Tengo un hijo: Camilo Sorto-Cazaux, tiene 24 años

y a veces colabora con ContraPunto. Su madre se llama Pantxika Cazaux.

Érika y Óscar: ¿Por qué te fuiste de Sensuntepeque?

Manuel Sorto: Mis padres se separaron cuando yo tenía 10 años. Luego mi

madre decidió trasladarse a San Salvador, a buscar trabajo. O quizás huyendo de

los fantasmas.

María Inés sostiene a Camilo, madre e hijo, respectivamente, de Manuel Sorto.

Érika y Óscar: ¿A qué personas recordás de Sensuntepeque?

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Manuel Sorto: A muchas. Sobre todo maestros y amigos, y algunos personajes.

En este blog, MÁS ALLÁ DE LOS 400 CERROS, vi hace poco a la Niña Maurita

Echeverría (yo la llamé siempre así), ella fue mi maestra de Geografía en

Secundaria; maestra excelente, no permitía ninguna indisciplina. Entre los

maestros recuerdo sobre todo a Don Marco Tulio Orellana. Él es mi formador. Él

fue quien remarcó y me alentó a desarrollar mis “talentos”. El teatro, y sobre todo,

el dibujo. Me ponía a dibujar en la pizarra, copiando de los libros, por ejemplo: el

esqueleto, el sistema digestivo, los músculos, los próceres para las fiestas patrias,

etc. De paso, para Semana Santa me ganaba un dinerito haciendo alfombras con sal

de colores, a pedido, con sal de colores. Si tenías alfombra enfrente de la casa, eso

obligaba a la figura o figuras cargadas a posarse sobre la alfombra de tu casa

durante algunos momentos. Don Marco Tulio Orellana fue mi maestro en Cuarto y

Sexto Grado, primero en la Escuela Fermín Velasco y luego en la Sotero Laínez. En

la Fermín Velasco para una “velada” me permitió hacer mis primeros pininos en el

“teatro”. Me inventé “un número”, en el que yo hacía a la vez el dentista y el

paciente. Yo escribí los diálogos y realicé “la utilería”: una muela enorme con sus

raíces construído con “papier mâche”. Perece que gustó mucho. De Don Marco

Tulio recuerdo su humanismo, su sentido y conocimiento de la historia, sus pláticas

sobre la injusticia, su espíritu crítico y sano. Uno de los hombres más honorables

que haya dado Sensuntepeque. Murió, según supe, de las consecuencias de los

golpes (¿torturas?) después que fue capturado para la huelgas de ANDES de los

años ´70s. Tuve buenos profesores, en Historia y Literatura a Mercedes Cañas, era

excelente. Al “Ticher” Fernández, con quien fabriqué mi primer “proyector de

cine”: una caja de cartón, un foco y un par de lentes. Recuerdo a Trinidad Velasco.

Otro maestro importante y de prestigio en Sensuntepeque, pero de quien nunca fui

alumno fue Don Chepe Castillo, tío de Alvar. También yo la gozaba mucho con el

Profesor Miranda, que daba inglés, francés, y entrenaba los equipos de fut. Luego

están los amigos, Arturo Espínola, Arturo Aguilar, Mario Cromeyer, Gladys Padilla

y Alfredo Saravia, Nito López… Carlos Simó… Mario Amaya, Gladis Morales,

Marlene Velasco, Jorge López, Selvy Ponce, Ana Delmy Amaya, que escribe

poesía… Lita y Silvia Anaya… René Chacón… Adrián Velasco, Luis Hernández…

Para la platicada, los mejores eran Arturo Espínola (Catuyo), e Israel Saravia. Para

estudiar, Ángel Chávez, que ya murió. La lista puede ser larga, porque además

están los primos, como Gandolfo y Abdón Sorto, Armando Moreno y los tíos y los

que vivieron en «Sensunte» sin haber nacido ahí… Miguel Mayorga y El Pachuco de

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San Isidro, Daniel Aguilar de San Miguel, Mariano Munguía Payés, Juan Pineda de

Berlín, Fermín Azmitia… Recuerdo también a personajes magníficos como

Zangolote, Tarzán, El Loco Tincho, Matute Pintor… Jerónimo Canales, el

sorbetero… Me llevaría mucho tiempo hablar o describir a todos estos personajes…

María Inés Moreno Navarrete, madre de Manuel Sorto.

Érika y Óscar: ¿Mantenés contacto con personas de “Sensunte”?

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Manuel Sorto: Cuando voy a El Salvador a quien casi siempre veo es a Israel

Saravia, quien tiene una tienda en el Mercado de Artesanías, en San Salvador. La

última vez solo pudimos hablarnos por teléfono, pero mi hijo fue a verlo… Me

gustaría poder volver a ver a Arturo Espínola, conversar con él era maravilloso, a

veces lo hacíamos bien entrada la madrugada.

Érika y Óscar: Hablanos un poco de tu obra cinematográfica.

Manuel Sorto: Es difícil ser juez y parte. Se hizo lo que se pudo, la guerra se nos

vino encima y todo fue más difícil y casi imposible… La obra cinematográfica es

poca, pero le dio un lugar a El Salvador en la Historia del Cine, que antes no tenía.

Acumuló premios importantes por todo el planeta…

Érika y Óscar: ¿Vivís del cine?

Manuel Sorto: No exactamente. Es que la pregunta de ustedes es complicada. He

vivido de varias cosas. Hasta el 87 en México si viví del cine. Como técnico sobre

todo, Editor o Ingeniero de Sonido, pero también como Asistente de Dirección o

Coordinando Producción. Aquí en Francia, muy poco. Ya hace 4 años, Costa Gavras

denunciaba que entre el 60 y el 70 % de técnicos y artistas del cine francés estaban

desempleados… ya antes de la crísis tan famosa en la que estamos. En verdad

nunca pretendí vivir del cine ni de nada. Son oficios o profesiones que me han

encontrado en su camino y yo en el mío. Alguien me vio y pensó que yo podía hacer

teatro. Luego alguien me vio actuar y creyó que yo podía ser profesor de teatro.

Alguien me vio y creyó que yo podía trabajar en cine. Alguien leyó unos poemas

míos y los publicó. Y así. Yo nos andaba buscando, pero esas gentes de alguna

manera definieron mis caminos en las diversas artes. Mi primer trabajo que me

permitió un salario fijo fue como profesor de teatro en 1970. No fue sino hasta 1976

y que me quedé sin trabajo, que acepté una oferta como Asistente de Editor en una

productora de “spots” comerciales para la televisión. Yo detestaba (y detesto) la

publicidad, pero ya debía dos meses de casa. Los últimos 10 años aquí, he vivido

sobre todo, por increíble que parezca, del trabajo con una Compañía de Danza.

Experiencia que en El Salvador solo la había visto de lejos.

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Arriba: Víctor Moreno. Abajo: María Santos Navarrete. Ambos abuelos maternos de Manuel Sorto.

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Érika y Óscar: ¿Cómo se llama la compañía de danza en donde trabajás. ¿Qué

hacés exactamente ahí, en esa compañía, cuál es tu rol?

Manuel Sorto: La compañía se llama Androphyne. ¿Y qué es lo que hago?

Bueno, se inventaron para mí la función de Meteur en Réflexion. No hago nada

preciso y tengo libertad para opinar sobre todo. O sea, yo acompaño todo el trabajo

de montaje (el último duró tres meses), los hago reflexionar sobre todo lo que

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hacen a medida que la pieza se va creando y va agarrando forma: la coreografía, los

textos, el video, los decorados, el vestuario, la iluminación. Su último montaje

incluía todo ello: teatro, música en vivo, danza, artes marciales, video, e incluso se

transmitía en directo usando cámaras miniatura que portaban los bailarines y

actores o que estaban ubicadas, por ejemplo, en los camerinos o en una guitarra y

las señales eran enviadas por monitores que eran desplazados sobre escena. Los

Coreógrafos de Androphyne (son una pareja) no quieren que haya Puesta en

escena; le apuestan más a la obra colectiva. Lo mismo habíamos buscado con el

teatro en El Salvador, con Maíz, grupo de Investigación Expresiva. Por eso lo de

que Androphyne creara el concepto de Mise en Réflexion para definir mi “status”,

mi rol. Es un término que no existe en el mundo de la danza.

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MANUEL SORTO: “MI PADRE ME QUERÍA MILITAR Y ABOGADO”.

Manuel Sorto.

Foto: Cristina Zaldua. Le Journal du Pays Basque.

Presentamos la segunda parte de la entrevista realizada por los miembros de LA

ESQUINA DE ÉRIKA Y ÓSCAR a Manuel Sorto.

Érika Valencia-Perdomo

Óscar Perdomo León

***

Érika y Óscar: Leímos un artículo tuyo en ContraPunto, La Historia de un

Huérfano [El cine salvadoreño] , sobre tu experiencia al ver a Alejandro

Cotto filmando una película en Sensuntepeque. ¿Qué nos podés contar sobre eso?

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Manuel Sorto: Lo único que puedo contar lo escribí en uno de esos textos. Ahí

están mis recuerdos de cómo se pasó. Por supuesto que nunca me imaginé, que

luego, ya adulto, conocería a Alejandro y que llegaríamos a ser amigos. Allá por

1978 o 79, me llamó para trabajar con él en unos cortos sobre El Salvador que

financió una cerveza salvadoreña y que produjo una agencia de publicidad. Ahí

nació una amistad que luego nos serviría mucho para realizar la película

de Guillermo Escalón sobre Alejandro en 1991. Hasta hoy somos buenos amigos.

Alejandro Cotto (cineasta salvadoreño) y Manuel Sorto. Fotografía tomada por Guillermo

Escalón.

Yo tuve la suerte de asistir al rodaje de una de las secuencias de El Rostro: la del

combate en el tiangue de Sensuntepeque (lugar de los innumerables cerros,

siguiendo el sentido del náhuatl de Pedro Geoffroy Rivas). Yo era un niño y cinéfilo

a morir (me lograba meter en el Cine Cabañas hasta a las no aptas para menores,

aunque mis primeras películas las vi al aire libre en un patio de la farmacia de Don

Federico Chacón y donde cada quien llevaba su silla) y hasta había construido mi

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“proyector” con una caja de cartón y proyectaba en el zaguán de la casa e intenté

cobrar a centavo la entrada.

***

Alguien pasó gritando por la puerta que en el tiangue el Loco Tincho estaba

haciendo una película. El Loco Tincho era uno de los personajes más populares de

Sensunte, como Zangolote o Tarzán, y yo salí corriendo, pero no para ver al Loco

Tincho sino que para ver como se hacía la película. Al llegar al tiangue pude

contemplar el rodaje. Para el niño que era en 1959, fue impresionante. Como había

una multitud (pleno día de mercado caballar y vacuno) no recuerdo como hice para

ver, pero debí haberme encaramado en un palo o en un caballo para poder observar

la imágen que retengo: en el centro de un círculo de mirones, el Loco tincho se

batía con alguien a cuchillo o guarisama entre la polvareda levantada por los

movimientos de ambos contendientes. Cuando yo me centré sobre el Loco Tincho,

este sudaba y se defendía o atacaba con mirada de todo por la muerte o todo por la

vida. A la derecha vi un aparato que me pareció enorme y uno o dos o tres señores

detrás o al lado de la cámara. Uno de ellos, Alejandro me imagino, hacía gestos,

indicándole al Tincho con sus ademanes lo que Tincho debía representar.

Con El Rostro, el cine documental salvadoreño por primera vez participa en un

festival internacional de cine, en el de Berlín (RFA). Cierto que no obtiene ningún

premio aparte del ser seleccionado, pero como se reza en los juegos olímpicos “lo

importante no es ganar sino competir”. Y al menos El Salvador, por primera

vez, había tenido con qué participar.

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Ex esposa de Manuel Sorto: Pantxika Cazaux, a quien UCA editores le publicó a principios de los noventas su

novela Ojo de Venado.

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“Esta foto de mi mamá es una de mis preferidas. Está discutiendo con el Poeta Alfonso

Kijadurías y su esposa en su casa, en Cuernavaca, México, 1986.”

Érika y Óscar: En Cine Apolo, programa que pasan en el Canal 10 de televisión,

vimos unos de tus primeros trabajos cinematográficos. ¿Qué cosas recordás de la

esa película? ¿Adónde podemos ver tus películas?

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Manuel Sorto: Te refieres a La Zona Intertidal. La única película de ficción

que realizamos Guillermo Escalón y yo. Fue producida por El Taller de los Vagos.

El tema es el asesinato político. El asesinato de un profesor, como tantos que

fueron asesinados a fines de los setentas por los escuadrones de la muerte. Lo

importante era lograr filmarla sin que hubiera problemas, ya que teníamos que

viajar con el equipo hasta la playa.

Érika y Óscar: Manuel, en 1982, en la ponencia impartida por Paul Leduc sobre

Dramaturgia y autocrítica, en el Seminario de Cine Latinoamericano y Dramaturgia

del IV Festival de Nuevo Cine Latinoamericano, en La Habana, él se refiere a vos, a

Escalón y a Cero a la Izquierda, en términos muy elogiosos, y lo citamos de manera

textual:

“(…) La vocación del NCL ha sido (o querido ser) la de un cine no individualista,

un cine de expresión social, un cine de comunicación popular, un cine de equipo.

Esto se ha dicho (y se ha intentado) muchas veces. Y sin embargo en muy pocos

casos ha logrado realmente insertarse en lo popular. Sanjinés en Bolivia y Cero a la

Izquierda en El Salvador, aparecen como las excepciones que confirman la regla, y

no en balde: el movimiento obrero boliviano y el pueblo armado en El Salvador los

sustentan. (…)

“(…) la Zona Intertidal (…) Sorto y Escalón con enorme inteligencia y visión

cinematográfica inventan una narrativa en la que la película puede existir en

condiciones de guerra. Inventan una narrativa que permite a un equipo de 2,

dirigir, actuar, fotografiar, y editar la película. Inventan una narrativa a partir de

imágenes neutras y sin diálogo, que pueden ser procesadas en cualquier

laboratorio, así esté militarizado, sin sospecha alguna de lo que se trama. Inventan

incluso, cabe decir, una cinematografía nacional a partir de lo que la condiciona. De

las condiciones en las que y por las que nace. (…)”

¿Qué anécdotas recordás de esa película en particular?

Manuel Sorto: Anécdotas hay algunas. Para filmarla sin problemas, dibujé un

falso “story board” publicitario para Tick-Tack o el whisky Duncan, no recuerdo,

cuya fábrica era de la familia de Guillermo Escalón, el co-realizador y camarógrafo.

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Así evitamos problemas en los retenes en la ida a la playa. Se filmó en la playa de

La Leona, porque era una playa pequeña, arrinconada y poco visitada. Esa película

está llena de pequeñas cosas. A nivel técnico, por ejemplo, para lograr la unidad en

los azules, Guillermo eliminó el filtro 85. Lo más difícil a filmar fue la escena del

encuentro y el “diálogo” entre el “caracolito” con el Profesor. Sobre todo la toma

donde el “ermitaño” (así creo que llaman a esos “caracoles”, porque cambian de

“casa”, de concha, a medida que crecen) se da vuelta y regresa para ver de nuevo al

Profesor. A Lynn, mi compañera de la época, se le ocurrió, desde fuera de cámara,

golpear la maleta de aluminio de la cámara mientras el ermitaño pasaba enfrente

de mi rostro. Ya con esa estratagema no costó mucho, dos o tres tomas. Pero esa

película también tiene anécdotas de otro tipo, como por ejemplo, que la camioneta

Cherokee que se utilizó, y que era el vehículo “clásico” que utilizaban los

Escuadrones de la Muerte, nos la consiguió Armando Herrera, mi editor y Director

de la Editorial Universitaria (y que murió el año pasado) era una camioneta de la

Rectoría de la Universidad Nacional. Luego, quien la maneja, aunque no se ve, es

Baltazar Polío, el realizador de Topiltzin.

¿Y sobre dónde verlas en El Salvador?

Pues seguimos sin una Cinemateca. Sé que el MUPI tiene tres de ellas

numeradas:Morazán, Los Primeros Frutos (La Decisión de Vencer) y La

Zona Intertidal. Fueron ellos los que le proporcionaron la copia de La Zona

Intertidal a Jorge Dalton para Cine Apolo. Podés hablarle a Tania Preza o a

Santiago. En otros países están en varias Cinematecas.

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Arriba: portada del libro que se editó con las notas de Manuel Sorto que incluye poemas y prosa que “cuenta las

aventuras prohibidas y no públicas del montaje de El espectáculo donde usted es el héroe de la Compañía de

Danza Androphyne”. Abajo: contraportada del mismo libro.

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FOTOS CON ALGUNOS AMIGOS: ÁLVAR CASTILLO, ISRAEL SARAVIA, OLGA SALARRUÉ , CLAUDIA ALWOOD Y LA

ESCULTORA VERÓNICA VIDES.

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Israel Saravia y Manuel Sorto. Foto: Veronique Martin.

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De izq. a derecha. Atrás: Claudia Alwood y Olga Salarrué. Adelante: Verónica Vides y Manuel Sorto. Foto de

Ricardo Humano.

Érika y Óscar: ¿Cómo ves a El Salvador social y políticamente?

Manuel Sorto: Paloma esta pregunta. Se necesita mucho tiempo para ello y no lo

tengo. Lo importante es que al fin, por lo menos se haya logrado la Alternancia

Política. Casi 20 años después de una guerra civil y casi 80 después de un genocidio

como el de 1932. Nunca hubo Alternancia Política en toda la Historia de la

República. Y no hubo el estallido de violencia que la derecha profetizaba se daría en

caso de que ganara el FMLN y la izquierda. Eso ya es bastante. Cuidemos la

libertad política que tenemos y desde ahí colaboremos, activa y críticamente, de

forma positiva para lograr superar la miseria de siglos. “Todos los nunca se llegan”,

decía Fabio Castillo: se lo escuché en un mitin precisamente en «Sensunte» cuando

yo estaba cipote y desde entonces se me quedó grabado en la memoria. Vamos a ver

al final de este mandato hasta donde los logros del presente gobierno. De todas

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maneras, la alternancia política es el primer paso hacia una democratización del

país.

Érika y Óscar: ¿Qué dificultades presenta el hacer cine en El Salvador?

Manuel Sorto: Todas.

RETRATO DE FAMILIA. De izq. a derecha. Entre paréstesis aparece la familiaridad con Manuel

Sorto. De pie: María Inés Moreno Navarrete (madre), Manuel Sorto, Camilo Sorto-Cazaux

(hijo) y Carlos José Peraza Sorto (sobrino). Sentadas: Ana Cristina Sorto (hermana) y Carla

Peraza Sorto (sobrina). Fotografía tomada por Carlos Mata Gavidia.

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Camilo Sorto-Cazaux junto a su padre, Manuel Sorto.

Érika y Óscar: ¿Has visto las películas salvadoreñas “Uno, la historia de un gol”,

“Sobreviviendo Guazapa” y “Cinema Libertad”? ¿Qué pensás de ellas?

Manuel Sorto: No he visto ninguna.

Mi hijo vio Cinema Libertad en Toronto y dice que está bien. Es más, creo que dijo

que “muy bien”. Y sobre cine, sabe de lo que habla.

Érika y Óscar: Tres cosas buenas y tres cosas malas de Sensuntepeque.

Manuel Sorto:Ese es el tipo de pregunta que no me gustan. Y puedo hablar de

Sensuntepeque de hace 50 o 40 años. El de ahora, lo desconozco. Pero veamos.

Su clima era bueno, fresco en relación a San Salvador. No sé si sigue siéndolo.

Me encantaban sus calles, sobre todo cuando eran empedradas: o siempre subís o

siempre bajás.

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Al menos en mi niñez y juventud, Sensuntepeque tenía misterio. En la noche,

caminar cuando no había nadie, era caminar el misterio.

La carreta chillona… el cura sin cabeza…

Si no han subido al Cerro Grande, se los recomiendo. Ahí estuvo la ciudad en la

época precolombina. Otro lugar donde me gustaba pasar las tardes era el Parque

Cabañas. No sé cómo se mantiene… el camino de colores que lo circunda, creo que

arcilla de colores y su cueva que atraviesa el cerro. Tronalagua, Guacotecti… La

cosas malas, prefiero no recordarlas.

Érika y Óscar: ¿Cuándo fue la última vez que viniste a Sensuntepeque y a El

Salvador?

Manuel Sorto: Poco después de finalizada la guerra, en 1993. Ya para entonces

estaban tirando la casa donde nací. Me dijeron que la había comprado la Niña

Mercedes Cañas, la que fue mi profesora de Literatura. No pude entrar ya que ella

no estaba. Yo andaba con mi hijo, e íbamos para que conociera a mi padre. Fuimos

con Joaquín Domínguez Parada, que en un tiempo había trabajado en «Sensunte».

Tomé una fotos cuyo rollo sin revelar se perdió en el aeropuerto de Nueva York.

En El Salvador estuve por última vez hace poco, a fines del 2009, desde mediados

de noviembre hasta mediados de febrero del 2010. También estuvo Camilo.

Érika y Óscar: ¿Comida favorita?

Manuel Sorto: Las pupusas.

Érika y Óscar: ¿Qué último libro has leído? ¿Quiénes son tus tres escritores

favoritos?

Tres salvadoreños que vos admirés y por qué.

Manuel Sorto: Y vuelven las tres cosas… En primer lugar a mi madre y a mi

padre. A mi madre por su coraje y por aguantar a todos mis amigos. A mi padre

por su capacidad de que, siendo de un orígen campesino, pudo enfrentarse a las

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ciudades sin quebrarse, aunque casi nunca vivió en San Salvador. También por el

respeto que siempre tuvo para mis actividades “artísticas”, aunque no estuviera de

acuerdo. Imagínense que me quería militar y abogado.

A Roque Dalton, por toda su vida y obra, incluídas sus parrandas. A Salarrué,

por su generosidad y sobre todo por su humildad. Uno se le podía acercar con gran

tranquilidad. A Claudia Lars por su sabiduría, su honestidad. No tenía pelos en la

lengua. Recuerdo que allá por 1971, asesinaron a un sobrino de ella en la carretera

Panamericana. Ella declaró a la prensa que esperaba que el gobierno no dijera esa

vez que ese también había sido un asesinato de la izquierda. A Roque no lo conocí;

conozco a su familia, Juan José, Jorge, Aída. Incluso conocí a su madre y a Roque

hijo, el hijo mayor que murió combatiendo en la guerra. A Apolinario Serrano,

el dirigente campesino de FECCAS, asesinado en 1979. A Enrique Álvarez

Córdova, el millonario asesinado, creo que en 1980 y que fue el primer presidente

del FDR. Con excepción de Dalton, a todos pude conocerlos.

Miguel Mármol es otro tipo increíble.

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Manuel Sorto y Claudia Lars, en 1971. Fotografía tomada por R.

Monterrosa.

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Érika y Óscar: ¿Qué música escuchás?

Manuel Sorto: Me da casi igual, siempre que no estorbe o me dañe los oídos. Y

depende también del momento. No importa la época ni el género. Solo soy exigente

cuando contiene palabras. Tengo muchos amigos músicos, y entre los artistas son

de los con que mejor me entiendo. Para bailar prefiero la Salsa. Detesto la Cumbia,

por ejemplo. Y me encanta el silencio. La música es como las palabras: si lo que

hablamos o tocamos no es mejor que el silencio, pues más vale no hacer ruido. Y a

veces prefiero el silencio.

Érika y Óscar: ¿Cerveza o vino?

Manuel Sorto: Vino para comer y cerveza para pasar el rato. Pero eso del comer

con vino comenzó en México. En El Salvador no tenemos una cultura del vino. Aquí

en Francia forma parte de la identidad, estás obligado a aprender a conocerlos.

Érika y Óscar: ¿No extrañás el mango verde con alguashte y el atol shuco?

Manuel Sorto: Claro que sí. Y los frijoles monos que ya ni hay. Y la yuca con

pepescas (que también parece que ya no hay, pepesquitas) y todo lo del maíz. Y

hasta el maicillo: los alborotos por ejemplo.

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Espectáculo de Androphyne : Pierre-Johann Suc y Magalí Pobel, danzan sobre el agua. Foto:

Guy Delahaye.

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Androphyne: Eddy Crampes y Jean Michel Noêl, de El espectáculo donde usted es el héroe. Foto: Guy Delahaye.

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Androphyne: Eric Bernard, de El espectáculo donde usted es el héroe. Foto: Guy Delahaye.

http://www.androphyne.com/

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Manuel Sorto maquillándose para la presentación de la obra de teatro ”El retablo del flautista” de Jordi Teixidor,

con el grupo GARA y su Pipa de Agua, en Guatemala, en el año de 1973. Fotografía tomada por Guillermo Escalón.

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Érika y Óscar: Sabemos que en 1968 Ana Rosa Ochoa, exiliada hondureña,

antigua secretaria de Alberto Masferrer y propietaria de la Librería Claridad te

propuso para interpretar Clov en Final de Partida de Samuel Becketh al director del

Grupo Escena Futura, José Luis Valle. ¿Qué recordás de esa experiencia?

Manuel Sorto: Por una cosa es quizás la experiencia más importante de mi vida:

esa propuesta de la Niña Rosita definiría el curso de toda mi existencia. Ello me

llevó a penetrar y habitar en este zoológico que es el universo del arte y las letras.

Yo estudiaba mi último año de bachillerato en el colegio Salvadoreño Alemán y

durante las vacaciones trabajaba con mi padre en los buses y me ganaba un

dinerito con lo que me compraba libros en su librería. Yo puedo pasarme de la

música pero no de la lectura. Un día me dijo: fíjese que tengo un amigo que está

montando una pieza de teatro y creo que usted es el actor que anda buscando para

un personaje. ¿A usted no le gusta el teatro? ¿No le interesaría? La Niña Rosita

tenía los ojos azul celeste y ya llenos de cataratas, y a pesar de su edad, debía andar

por los 80, su piel era rosadita y suave, como la de un recién nacido. Sucede con

algunas personas. Por ella supe que el programa del presidente Araujo en 1931 para

su gobierno era El mínimum Vital de Masferrer. Eso me aclaró el porqué del golpe

de estado de Martínez y el genocidio en 1932. Don Alberto no se murió de viejo ni

de ninguna enfermedad, me dijo un día: se murió de pura tristeza, por la matanza,

solo, allá en Honduras. Luego pude escuchar o leer de alguien ese mismo

comentario. La muerte de tristeza de Alberto Masferrer. Con la Niña Rosita

comenzó mi educación literaria nacional contemporánea, por ejemplo yo había

leído a Alfredo Espino, A Napoleón Rodríguez Ruiz, a Salarrué, a Claudia Lars… los

clásicos, digamos, pero muy poco de los contemporáneos, por ejemplo a Roque

Dalton, a Álvaro Menen Desleal, a Cea, Argueta, o Quijada, a Geoffroy Rivas, a

Escobar Velado. Y fueron autores que encontré en su librería. Aunque ese

desconocimiento creo que no era solo un problema mío. Con ella comenzó también

de alguna manera mi educación política, con el esclarecimiento o cierta explicación

del porqué de algunos de los hechos que componen nuestra historia. Y con su

propuesta de actuar en una pieza de teatro iba a comenzar mi educación artística y

penetrar en un mundo que solo conocía por lecturas. Hasta entonces yo conocía

sobre todo a los autores clásicos griegos, los que conocía por la Niña Mercedes

Cañas en Sensunte. Por otra parte, en una pequeña biblioteca que se creó en

Sensunte con libros viejos, conocí a algunos franceses como Balzac, Dumas, Zola, el

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Rojo y Negro de Sthendal, algo de Salgari… Me quemaba las pestañas bajo un

foquito de 25 watts en esa biblioteca. Esa biblioteca me ayudó mucho. Luego, más a

fondo, un poco de todo con Don Alfredo Betancourt, a quien tuve la suerte que

fuera mi profesor en el Salvadoreño Alemán, quien por esos días me había invitado

y llevado a una reunión del Ateneo de El Salvador, donde él era un miembro muy

importante, y eso a pesar que una vez me puso cero por ofrecer libros del

colombiano Vargas Vila para una biblioteca del colegio que quería fundar. Luego,

haciendo memoria, es como si todo se conjurara en ese año del 68, para llevarme a

tomar el camino o los caminos que tomé. Bueno, yo le dije que me gustaba el

teatro, pero que solo había “actuado” en veladas y clausuras de la escuela allá en

Sensunte, y que nunca había visto una pieza de teatro. ¿Pero le interesaría? me

repitió. Y le dije que sí, que podíamos probar. Yo hasta entonces no sabía lo que iba

a hacer con mi vida después del bachillerato y mi padre dejaba caer de vez en

cuando que entrara a la Universidad y estudiara derecho, ya que no había querido

probar en la Escuela Militar después del Plan Básico. Porque mi padre me había

dicho una vez algo como así: Miré, primero, después del Tercer Curso entra a la

Escuela Militar y después, estudia Derecho. Con eso se tienen las dos armas para

poder llegar hasta Presidente: los militares tienen las armas pero necesitan las

leyes y los abogados controlan las leyes, pero no tienen las armas. El razonamiento

de mi padre a principios de los sesentas no carecía completamente de sentido, tenía

su lógica desde 1932. El problema era que a mí no me gustaban los uniformes ni las

marchas ni los himnos, ni los códigos penales civiles, militares o religiosos. Y

tampoco me gustaban los presidentes, desde que había nacido eran militares. Y así

duró hasta 1979. Terrible, y patético. Como los capataces en la haciendas. Total que

la Niña Rosita arregló una reunión con José Luis Valle para que me conociera. La

cita fue por la mañana en los locales de la antigua Escuela de Artes Plásticas, creo

que así se llamaba, en el mismo edificio donde estaba el Ateneo y adonde me había

llevado don Alfredo Betancourt. José Luis era un hombre joven, flaco y alto, de

traje pero sin corbata. Me dijo que me haría una prueba y que haríamos una

improvisación. Y planteó los elementos. Estamos en Estados Unidos, me dijo. Yo

soy el dueño de una tienda donde no se admiten ni perros ni negros. Usted viene a

hacer una compra, y usted es negro. Y comenzamos. No recuerdo cuanto duró la

improvisación. Una discusión acalorada y de todos los tonos y en la que me divertí

tanto y me sentí tan bien como solo me había sentido en la clausura de la escuela

Fermín Velasco con mi número del dentista. Creo que cuando José Luis ordenó

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parar fue porque ya no aguantaba la risa. Estaba contento. Todo había sido

coherente y me dijo que yo había defendido hasta el final mi personaje. Yo, sobre

todo, me había divertido. José Luis había encontrado el actor para su pieza y yo

había encontrado una llave importante: el placer de eso que llaman arte: el placer

que se obtiene cuando uno siente que eso se ha sucedido. José Luis me entregó el

libreto y me pidió que lo leyera tranquilo y nos dimos una nueva cita. Se trataba de

Final de Partida, nada menos que de Samuel Beckett, esa bestia del teatro

contemporáneo, clasificado como teatro del absurdo. Beckett todavía no era Premio

Nobel y yo nunca había lo había oído mencionar. Yo era apenas un recién bajado de

«Sensunte» y sin ninguna orientación de lectura que no fueran las que establecían

los programas escolares. Y de la época, se pueden imaginar. Yo leí la pieza. Y no

entendí nada. Nada que ver con las cosas “clásicas” que yo había leído. Habían dos

personajes centrales: uno, ciego y en una silla de ruedas, Hamm, y otro, Clov, que

se desplazaba con dificultad y parecía tener ladillas porque se rascaba

constantemente las ingles y en un momento se bajaba el pantalón y se rociaba un

producto. Clov hacía lo que le pedía Hamm. Yo no sabía que en alemán Hamm

significa martillo, y Clov, clavo. José Luis me lo dijo en la siguiente reunión, que ya

fue “ensayo”. Con lo del martillo y el clavo todo se volvió más claro. También había

sobre la escena dos tachos de basura en donde estaban otros dos personajes que

asomaban las cabezas de vez en cuando para hablar y que adiviné eran los padres

de Hamm y que parecían morir en un momento dado, ya que no volvían a asomar

sus cabezas. Aparte de eso, no entendí absolutamente nada. Cuando nos reunimos

de nuevo, avergonzado, le dije bien claro a José Luis que no entendía mayor cosa.

José Luis sonrió. Es normal, me dijo.

Mucho después de terminadas las presentaciones, recuerdo que un día en la

Avenida España, me crucé con alguien que desde la acera de enfrente me gritó:

¡Hey! ¿Y qué, ya te curaste de las ladillas?

Con Final de Partida arrancó todo. Ahí me vio actuar Norman Douglas, actor

fetiche de Edmundo Barbero en el Teatro Universitario, que cuando decidió

lanzarse como director, me llamó para fundar lo que sería El Taller de los Vagos en

la Universidad Nacional. Trabajando con el Taller de los Vagos en la Universidad,

nos conocimos con los poetas Roberto Monterrosa y Eduardo Sancho, quienes me

reclutaron para La Masacuata y publicaron mis primeros poemas. También

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durante las presentaciones de El Taller de los Vagos en el Teatro de Cámara, hoy

Roque Dalton, me conoció Roberto Salomón, que luego me llamaría como profesor

para la fundación del CENAR y el Bachillerato en Artes, y así se fue encadenando

todo. Y ya no pude zafarme de ese torbellino. E increíblemente todo comenzó por

esa simple propuesta de Ana Rosa Ochoa, la fiel Secretaria de Don Alberto

Masferrer. En ese año de 1968 que no solo definió el rumbo de mi vida, también fue

el año de una revolución político-cultural casi planetaria.

Viejo final de partida perdida, dice Hamm en uno de sus diálogos.

Y cuando Clov, espiando con su catalejo, le dice que hay alguien en la playa, Hamm

le pregunta que qué hace. Y Clov le responde: Llora.

Ah, entonces vive, resume Hamm.

No tienen nada de absurdas sus palabras.

Ochoa, en vasco, significa lobo.

Aquí en Eukal Herria, el País Vasco, vine a darme cuenta.

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MANUEL SORTO: “LA MASACUATA FUE MI GRUPO LITERARIO.”

Manuel Sorto. Foto: Marie Helene Daubagna.

Aquí les traemos, amables lectores, la tercera y última entrega de la

entrevista a este polifacético artista salvadoreño, Manuel Sorto.

En esta publicación encontrarán algunas fotografías “históricas”, por

los personajes que aparecen con Manuel y algunas son inéditas, hasta

ahora, como por ejemplo la de La Masacuata o la donde Manuel está

con Miguel Mármol, Armando Herrera y Baltazar Polío. Además nos

gustaría decir que en las entregas anteriores había también otras

fotos similares y por primera vez publicadas, como en la que Manuel

aparece junto a la gran poeta Claudia Lars, por mencionar alguna.

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Queremos asimismo decir públicamente a Manuel Sorto que le estamos

eternamente agradecidos por la colaboración, el tiempo y la amabilidad

que nos brindó.

Gracias por todo, Manuel.

Érika Valencia-Perdomo

Óscar Perdomo León

Manuel Sorto, a la edad de más o menos 3 años, junto a su madre, María Inés Moreno

Navarrete.

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Érika y Óscar: Si se diera la oportunidad ¿regresarías a El Salvador?

Manuel Sorto: Claro que sí. Creo que puedo ser más útil allá que aquí.

Érika y Óscar: Y en 1980, cuando te avisaron que tu vida estaba en peligro y te

tuviste que ir al exilio, ¿cómo viviste esos momentos y por qué te fuiste

precisamente a México?

Manuel Sorto: No recuerdo como los viví. Todo fue muy rápido. Y había que ser

eficaz. Uno se había acostumbrado a convivir con el terror, el terrorismo de estado.

Salías hacia el trabajo y no sabías si regresarías a tu casa. Antes de dormirte, no

sabías si amanecerías en tu cama. El músico Carlos Aragón, Tamba, el creador de

El Planeta de los Cerdos, y que era Jefe de las Fuerzas Especiales de las FPL, llegó a

avisarme que sus servicios de inteligencia sabían que la “animala” venía por mí.

Que debía irme inmediatamente, mínimo a México, que pronto se fundaría el FDR

y que era una estructura para gente como yo. Que debía irme a buscar unos billetes

de avión para Lynn y para mí, e irnos, ¡pero ya! Que le avisara a Guillermo Escalón

y a Marie Noëlle Fontan, su mujer y su hijo Sebastián. Recuerdo que recalcó lo de

Sebastián. Además, Marie Noëlle estaba en cinta como de siete meses. Alba Marina

nacería en México. Había que pensar, tomar decisiones y actuar. En cuestión de

horas. Cada segundo contaba. Pasamos con Lynn donde Guillermo a avisarle.

Luego nos fuimos a una agencia de viajes donde conseguimos lugar para el día

siguiente. Por ese tiempo yo trabajaba con Actoteatro, con quienes trabajaba en Las

Brujas de Salem de Arthur Miller y que dirigía Roberto Salomón. Yo interpretaba

Próctor, un personaje que amaba mucho. Así que al regreso de la agencia de viajes

pasé a Actoteatro y me enteré que había sido cateado, solo encontré a Naara

Salomón, la mujer de Roberto, y le avisé que me iba. Eran días terribles. Roberto

Castellanos (primo de Horacio) y su mujer Annette, danesa, venían de ser

asesinados. Recuerdo que Guillermo montó “guardia” junto a sus féretros en el

Auditorio de Derecho de la Universidad Nacional. A la señora que trabajaba con

nosotros dos o tres día por semana, su marido, un obrero textil, estaba

desaparecido desde hacía unos días. Le dejamos lo que pudimos como adelanto,

dos o tres meses de salario, y ella me ayudó a limpiar y llevar a la basura lo que no

podíamos quemar, libros o documentos que podrían ser comprometedores para

quien fuera. Le hablé a Cristy, mi hermana, y Carlos Peraza, su marido, el músico,

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para que pasaran por mi casa al día siguiente, antes de irme. Armamos una valija

para cada uno y nos fuimos. A ella le dejamos las llaves de la casa y las llaves del

carro de Lynn. Mi hermana se encargaría de mis cosas y de entregar las llaves a la

propietaria. Me faltaba corregir las últimas galeras de “Operación Amor” que ya

estaba en prensa, pero ni modo. Así se va, no es grave, me dijo Armando Herrera

por teléfono. Me fui a México no sólo porque lo sugiriera (o lo ordenara) Carlos

(Tamba) Aragón, también porque había vivido ahí entre 1971 y 1972 y tenía

algunos conocidos. Y porque rodando “Las Historias Prohibidas de Pulgarcito”,

había conocido a Paul Leduc y otros cineastas mexicanos. Por otra parte era el país

más cercano donde podía encontrar equipo para editar el material que habíamos

filmado entre 1979 y los inicios del ´80. De ahí salieron “La Zona Intertidal”,

“Morazán” y “Una canción”, un corto documental poco conocido.

Érika y Óscar: En 1971 publicaste “Las cabezas infinitas, Selección de 7 jóvenes

poetas” (Ricardo Lindo, Roberto Monterrosa, Mauricio

Marquina, Ricardo Castrorrivas, Eduardo Sancho, Ricardo

Humano y Manuel Sorto). Ed. Dirección General de Publicaciones, Ministerio

de Educación. El Salvador. Y en 1980 publicaste “Operación Amor” (Novela Corta).

Ed. Universitaria. El Salvador. Aunque esos dos libros son dos géneros literarios

distintos y están separados por la distancia del tiempo, además que uno es colectivo

y el otro está hecho en solitario ¿qué encontrás de común entre ellos? ¿Hay alguna

línea esencial que seguís en cuanto a literatura?

Manuel Sorto: No creo que tengan nada que ver. Pero la verdad es que nunca me

lo he pensado. Y en todo caso no es a mí a quien correspondería hacerlo.

No tengo línea de ningún tipo. Si todavía no sé quién soy yo mismo. A veces no

entiendo si soy un autor o un personaje de una trama aún desconocida.

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Érika y Óscar: Manuel, sos un hombre de muchas facetas. De todas las cosas

¿cuál es la que más te apasiona?

Manuel Sorto: Escribo y dibujo sobre todo, porque para hacerlo no necesito a

nadie, son oficios de solitario. El trabajo en equipo es siempre más complejo. Hago

cine y teatro u otro tipo de espectáculo viviente, cuando puedo, cuando me dejan,

cuando me llaman y me atrae el proyecto, y cuando se reúnen las condiciones. El

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teatro y el cine, como artes colectivas, es más difícil, y requieren infraestructura.

Me apasiona todo lo que hago. Y sólo por una gran necesidad económica hago

trabajos que no me gustan. Y eso ha sido muy raro en mi vida. Si puedo los evito. El

trabajo para mí debe también producir el placer de vivir. Si no, es un calvario, como

se dice. Para mí trabajar significa hacer cosas que sean útiles y les dan placer o

ayuden o sirvan también a los demás, no sólo para ganarme un salario. Los

mexicanos usan para hacer esa diferencia la palabra “chambear” y no trabajar. Es

como el “bosser”, de los franceses.

Dibujo a plumilla. 12 por 17 ctms. 1976. Por esa época Manuel Sorto firmaba Egedor.

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Homenaje a un volcán, de Manuel Sorto. Pastel.

Érika y Óscar: Diste un gran salto creativo cuando te fuiste a México. ¿Creés que

acá alguien puede hacer ese salto sin salir del país, aun hoy con la era del Internet?

Manuel Sorto: Vamos a ver. Esta pregunta es complicada. Al menos para mí. Me

cuestiona por muchos lados. Contiene muchas cosas. Puedo hablar desde mi

experiencia, y para el arte no hay reglas fijas. Lo de afuera ha sido una

consecuencia o prolongación de lo que hice en mi país. Por ello no estoy de acuerdo

a cien por ciento con esa afirmación. Tampoco digo que estar afuera no me haya

servido. He ganado mucha experiencia sobre todo. Mis horizontes son

enormemente más amplios. He trabajado en las artes colectivas con profesionales

de un calibre que en El Salvador no tenemos, ni soñando. Y no quiero decir que no

haya talento: tenemos genios incluso, pero el confinamiento y las limitaciones

locales anulan. Y la falta de medios y apoyo, e infraestructura. Lo que les quiero

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decir, es que creo que mi obra real o esencialmente creativa no se desarrolló más

afuera. Es más, creo que de alguna manera, se ha ido como bloqueando o

posponiendo, sobre todo aquí en Francia. Porque en México, pues somos el mismo

maíz. La misma cultura mesoamericana. La misma lengua castellana que es la

mayoritaria. Francia es otro cantar. Una amiga guatemalteca dijo un día: “es que en

Francia y en Europa en general, están más deshumanizados”. La cita textual está

en Ojo de Venado, la novela de Pantxika Cazaux. Y aquí, tanto en teatro como en

cine u otras artes colectivas, las gentes preparadas y competentes, a nivel técnico y

artístico, hay a montones. Son innumerables. Y además está lo de la lengua. Todas

mis películas han sido obra colectiva y sólo se editaron en México debido a las

circunstancias, por motivos fuera de la voluntad. Creo que por un lado era más

creativo cuando estaba en mi país. Afuera y yendo cada 4 años, apenas sirve “para

tocar base”, como una vez dijo Rafael Menjívar Ochoa sobre mis idas a El salvador.

La experiencia es la que se acrecentó o enriqueció. Afuera siempre es más difícil,

sobre todo cuando venimos de países como los nuestros, sin tradición, y con muy

pocos autores que hayan tenido un reconocimiento internacional, que hayan

marcado las artes o la literatura, y las ciencias, y todo. Pero salir es importante. La

óptica es más vasta. Se te abren tus horizontes mentales. Yo viví en México un poco

entre 1971 y 72 y fue la por primera vez que me pagaron por escribir. Pero también

lo que sucede es que ahí adentro y sin salir, nuestros parámetros culturales son más

estrechos, aún ahora, y a pesar de Internet. La estrechez en el pensamiento

también provoca cosas, que más parecen de cuento o de pesadilla. Para dar

ejemplos recientes, ya de estos días y con el nuevo gobierno, leí que al historiador

Carlos Cañas Dinarte lo publicaron sin su permiso, y parece que, según la nota,

hasta su nombre eliminaron. También el otro día René Lovo decía en ContraPunto

que hay un montón de espectáculos teatrales que no hayan donde presentarse.

¡Que el alquiler del teatro nacional cuesta 150 dólares! Es deprimente. Y René

insinuaba que algo similar está pasando con todas las ramas del arte. Otro ejemplo,

en agosto del 2010, en una entrevista también en ContraPunto, Andrés Guttfreund

hablaba de “no canibalizar el cine salvadoreño”, y al mismo tiempo se le dejaba ir

con patada y mordida a Arturo Menéndez, el realizador de Cinema Libertad. No

tenemos derecho de tratar así públicamente a un realizador salvadoreño con

talento, que se inicia, y que además despega muy bien, no tenemos derecho,

seamos quienes seamos y sea el que sea en el pasado nuestro reconocimiento

internacional. Con el agravante de que Cinema Libertad es un esfuerzo 100 %

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salvadoreño. Viniendo de alguien de la edad y la supuesta capacidad y experiencia

de Andrés, me parece no sólo excesivo e inadecuado, es antipedagógico. Y

contradictorio. Está alimentando el “canibalismo” que “propone” evitar. Es

mezquino, y bajero. Y todo forma parte de ese estrecho mundo nuestro. Hasta le

permite cosas como esa a Andrés, que se ha educado y vive en Estados Unidos. Nos

devoramos entre nosotros. Y lo poco que tenemos no lo valoramos o lo mal

aprovechamos. Ya desde los días de las elecciones señalé en ContraPunto una

mínima cadena de infraestructura existente creada en la administración Béneke a

principios de los años setentas, y que ha estado subutilizada, como entre otras, la

red de las Casas de la Cultura y el Centro Nacional de Artes. Y eso es sólo un

ejemplo. El Salvador es un país de sordos. Y a veces de mudos. De nada sirve

pensar ni decir lo que se piensa. Todo cae al vacío y lo que te ganas son enemigos.

No nos escuchamos. Estamos sordos. Y la lista es larga. El arte y la cultura no

tienen mayores apoyos. No le interesa ni a la derecha ni a la

izquierda. El FMLN nunca tuvo ni tiene proyecto cultural ni artístico. Si las

mismas organizaciones a duras penas llegaron a unirse y por necesidades de la

guerra. A los artistas se nos veía como productores o vehículos de sus aparatos de

propaganda, salvo raras excepciones personales. Estábamos en guerra y podría

comprenderse. Carlos Aragón, Tamba, un día que me visitó, recuerdo que me dijo:

“yo ya no soy un músico, primo, ni un poeta: ya sólo soy un guerrero”. Pero la

guerra ya terminó. Se supone. Ni la derecha ni la izquierda nunca se han

preocupado de un proyecto cultural nacional con seriedad y como parte importante

del país. Siempre las prioridades son otras, no la cultura. Y somos uno de los países

culturalmente más violentos del mundo. Porque el asesinato y la traición y la

violencia que recorren toda nuestra historia, de izquierda y derecha, como una

enfermedad nacional, es también un signo cultural, y constante. Sin embargo, la

cultura no es una prioridad. Salvo raras excepciones como la antes mencionada, en

la que aunque sea a medias se creó un mínimo de infraestructura cultural con

racionalidad y coherencia pero que también se quedó a medio camino y de lo que

sólo quedan cadáveres exquisitos, como ya dije una vez. Hablo con propiedad,

porque yo participé en esa reforma. Si uno no sale de El Salvador, por mucho

Internet, no se abrirán mucho más tus horizontes. Conocer otras culturas es

importante, si no, te faltan parámetros reales para ubicarte y seguimos creyendo en

lo que nuestra corta imaginación e información nos permite o deforma. Pero esas

tenemos. Tampoco importamos arte para verlo. ¿Que no tenemos dinero? Pues

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para empezar, para eso existen los acuerdos culturales entre los diferentes países.

Ricos y/o pobres. Y los sistemas de intercambio cultural. Pero no los utilizamos, o

los mal utilizamos. Nos falta imaginación, y voluntad política. Sobre esto se puede

hablar o escribir mucho, pero no sirve de nada. Todo, lo poco que tenemos, lo

hacen y se debe sobre todo a los propios actores culturales y artísticos, y

generalmente, están solos. Solitititos. Solititos. A ver cuando el Estado se convierte

en un aliado de la cultura y del arte.

Les dije que su pregunta era complicada.

El final está comprendido en el comienzo, dice Hamm en Final de Partida.

Manuel Sorto. Foto de Marie Helene Daubagna.

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Érika y Óscar: Manuel, nos gustaría que nos hablaras de cuando colaboraste

con Horacio Castellanos Moya, Roger Lindo, Miguel Huezo

Mixco y Roberto Rodríguez en la revista El Papo, Cosa Poética, en donde

hiciste portadas e ilustraciones para la revista e hiciste crítica de cine. ¿Cómo fue

esa experiencia de trabajar junto a esos destacados escritores?

Manuel Sorto: Pues yo me divertí colaborándoles. Les hice una portada y un par

de ilustraciones. Y les conseguí cosas de otros dibujantes. Y lo hice con placer. Para

mí, sin el aspecto lúdico, el arte y la literatura serían imposibles y no tendrían

sentido. Ellos eran un poco más jóvenes que yo. Y en esa época, unos eran más

jóvenes que los otros. Y unos tenían más experiencia que los otros. Ellos lograron

sacar más números de esa revista que nosotros con La Masacuata. Yo tengo la 7.

Por entonces solo éramos unos muchachones, como ahora. Con Horacio volvimos a

trabajar juntos en México, editamos un libro colectivo:”Arme y desarme”; se

tradujo al inglés como ”Mirrors of war”, la traducción es del canadiense Keith

Ellis y se editó a la vez en Nueva York, Londres y Toronto. Aparte de Castellanos

Moya y yo, son coautores, Gabriela Yanes y Lynn Sorto. También sacamos una

revista, “Palo de Fuego, cosa centroamericana”, junto con Luis Melgar

Brizuela, Pantxika Cazaux y Luis Barquera. Lo de cosa es un homenaje al

subtítulo de ”El Papo: cosa poética”. Creo que a mi se me ocurrió eso de ”la cosa”

como un homenaje a esa revista. Horacio Castellanos Moya es ahora nuestro

narrador más reconocido en la cancha internacional. Con Roberto Rodríguez

Rojas compartimos experiencias como 12 o 13 años después, a principios de los

años 90, en París. El punto de fusión era el poeta Armijo, en su casa y en la de su

hermano William. A Mr. Roger en México, durante la guerra, en una de sus

pasadas, lo llevamos hasta a bailar y lo rociamos de mezcal y de tequila.

Hermanitos. Después de la guerra, nos vemos cuando podemos, o cuando nos

cruzamos. Y ahora, hasta cuando queremos, somos privilegiados:

“teletransportación skype”.

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Portada elaborada en 1977 por Manuel Sorto para la revista EL PAPO, COSA POÉTICA, la cual editaban Miguel

Huezo Mixco, Horacio Castellanos Moya, Roger Lindo y Roberto Rodríguez Rojas.

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Feto astral Siglo XXI. Dibujo a plumilla de Manuel Sorto, 1974, en La Cebolla Púrpura, Diario El Mundo. 1975.

Érika y Óscar: Sabemos que mantenés amistad con el poeta Kijadurías, Premio

Nacional de Cultura 2009. ¿Cómo se conocieron? ¿Qué nos podrías contar sobre el

lado humano de él?

Manuel Sorto: Debe haber sido en la Universidad de El Salvador. Creo que yo

trabajaba en el Taller de los Vagos y él en la Editorial Universitaria. Pero puede

haber sido más tarde, por 1970. Puede haber sido también una vez que visitamos a

Pedro Geoffroy Rivas. No lo tengo muy claro.

Es uno de los hombres más sabios, humildes y buenos que conozco. Sino el más.

Kijadurías es un santo. Una mezcla de Lao-Tsé, Salomón y Omar Khayam. Un

sabio.

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La actriz cubana Mirta Ibarra y Manuel Sorto. En Biarritz, 1992.

Érika y Óscar: ¿Cómo fue que conociste a Miguel Mármol, el que fue por

tantos años una leyenda viviente?

Manuel Sorto: Me lo presentó Armando Herrera a fines de 1978 0 principios de

1979. Yo casi me fui de espaldas. Ahí tenía a Miguel Mármol, en carne y hueso. Yo

creí que alucinaba. Estábamos con Baltazar Polío. Desde entonces nos vimos con

regularidad, hasta que yo salí del país, pero mantuvimos correspondencia. Luego

cuando yo caía por Cuba, por lo de los festivales o por cosas de escritores, a veces él

andaba por ahí y siempre nos veíamos. Publiqué un par de anécdotas sobre él en

ContraPunto. Filmamos a Miguel, primero con Baltazar, pero sin sonido

sincrónico. Luego con Guillermo, ya en regla. No sé dónde andan esos materiales.

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De izq. a der. Armando Herrera, Manuel Sorto, Miguel Mármol y Baltazar Polío. Están en el

Lago de Ilopango en 1978, en el lugar exacto (según Miguel) donde se fundó el Partido

Comunista Salvadoreño. (La foto es de Raúl Cabrol, economista argentino, fue profesor de

Economía de la Universidad Nacional. Armando Herrera, quien murió el año pasado,fue

Director de la Editorial Universitaria y editor de “El Huevo” y “Operación Amor” de Manuel

Sorto.)

Érika y Óscar: ¿Y sobre Armando Herrera qué nos podés contar?

Manuel Sorto: Armando Herrera era un Armador. Armando Herrera siempre

andaba armando relaciones. Bien fiel a su nombre. Jajá. Y de esas relaciones

siempre se lograban cosas. Nunca se perdía nada. A mí durante mucho tiempo,

mínimo, todo 1979, me sacó el jugo como crítico de cine cuando dirigía El

Universitario, el periódico oficial de la U. Él dirigía la Editorial Universitaria. Sin

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embargo, Armando nunca habló de trabajo político. Jajajá. Era un motor

incansable. Valiosísimo. Tanto con Miguel como con Armando nunca me sentí que

estaba hablando con gente del Partido Comunista Salvadoreño. Ellos buscaban

siempre adjuntar, sumar, acumular fuerzas. Y todo por medio de proyectos que se

volvían conjuntos. Políticos serios. Y a ninguno se le ocurrió reclutarme nunca, y

mucho menos darme línea. Tenían bien claro lo que es la libertad para el trabajo

creativo. Hasta nos consiguió la Cherokee para “La Zona Intertidal”. Jajá. Y hasta

su muerte mantuvo una columna diaria en el Co-Latino. Su esposa, Norma, fue

asesinada por los escuadrones de la muerte. También Armando Herrera fue el

primer editor de Horacio Castellanos Moya, le publicó su antología de poesía La

Margarita Emocionante, de los que editaban El Papo.

Sí, Armando Herrera fue un Gran Armador.

Guardo una foto que tomó Armando Herrera para una exposición de Carlos Mejía,

donde éste integró poemas míos en sus cuadros.

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De izq. a derecha: Manuel Sorto, Carlos Mejía e Inti Yabi (hijo de Carlos).

Érika y Óscar: Uno de los poetas más reconocidos y respetados en El Salvador

es Rafael Mendoza. ¿Cuál ha sido tu relación con él? ¿Qué pensás de su obra

poética?

Manuel Sorto: Fue el primero que escribió sobre mi trabajo como actor de teatro

y como poeta en la prensa escrita. En El Mundo. Recuerdo muy bien su artículo. Se

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titulaba “Sorto y otros fenómenos”. Otros es la lectura al revés de mi apellido. Me

gustó la puntada, aparte de que no me lo esperaba, el artículo. Decía que tenía una

cara de muerto. Ha sido una relación de buenos amigos desde que nos conocimos.

Él ya era Rafael Mendoza cuando yo apenas estaba bajando de “Sensunte”. En mis

inicios fue paciente conmigo, leía mis cosas, y me orientaba cuando lo estimaba

prudente. Una vez me regañó por el cómo yo hablaba de Ionesco en un texto. Y por

supuesto mi texto terminó en la basura. Tenía razón. Fue hace muchísimos años,

cuando él y Roberto Monterrosa trabajaban en el Diario El Independiente de Jorge

Pinto. Tanto El Independiente como La Crónica, fueron reventados por el

terrorismo de estado. Es alguien a quien quiero y respeto mucho. Alguien muy

honesto. Hemos tenido muchas aventuras, a cual más jugosa.

Sobre lo de su obra, pues, Uno: no soy crítico de poesía. No tengo la competencia.

He sido crítico de teatro y cine, tanto en El Salvador como en México, pero eso es

otra cosa. Y puedo seguir haciéndolo, tengo las herramientas. Pero no para la

crítica de poesía. Y tampoco quiero, ni me interesa. Dos: yo no opino en público de

la obra de mis amigos poetas: eso se habla directamente entre nosotros. A menos

que uno quiera lanzar o darle un espaldarazo a alguien. O lo contrario. Pero Rafael

Mendoza no necesita espaldarazos de nadie. Para darte un ejemplo, cuando aún no

éramos amigos, recuerdo que la primera vez que lo vi fue en la presentación de su

libro “Confesiones a Marcia”, la hizo Claudia Lars en el Auditorio de Derecho de la

Universidad Nacional. ¡Vaya! La amistad es independiente de la obra, y viceversa.

Esa es una regla de amistad. Igual me pasa con los signos ideológicos.

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De izq. a derecha: Manuel Sorto, Kijadaurías, Ricardo Humano y Rafael Mendoza (el

viejo).

Érika y Óscar: El pintor, poeta y editor Ricardo Humano, ha sido conservador

de la obra de Salarrué desde después de su muerte y dirigiendo la Fundación CASA

DE SALARRUÉ (hasta que hace poco que se la pasó al MUPI para su cuidado).

¿Cuál ha sido tu relación con él, qué nos podés contar sobre él?

Manuel Sorto: Una relación rarísima. A Ricardo Aguilar alguna gente de la

izquierda lo colorea de derecha, y algunos de derecha de estar “muy a la izquierda”.

Yo creo que se divierte provocando a los que se rizan de izquierdas y a los que se

rizan de derechas. Ricardo es sobre todo un cristiano empedernido, en el sentido

crístico. Esotérico. Respecto a la política es un escéptico. Roberto Armijo le confió

en París en 1997, antes de morir, su libro inédito “El pastor de las equivocaciones”,

un título maravilloso y que creo nos resume a muchos, y Ricardo hizo una sencilla y

hermosa edición con su sello “El venado blanco”, con ilustraciones de Verónica

Vides. Ricardo conoció a Roque Dalton, de lo que sé, es que se los presentó Manlio

Argueta, a él y a Rolando Costa. Creo que era cuando querían ingresar en el Partido

Comunista. Jajá. Con Ricardo, Aguilar y Humano, me ha pasado una cosa muy

peculiar: hemos llorado juntos en tres ciudades tan distantes como México, Sevilla

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y París. Pero llorar de alegría, a carcajadas, ante las situaciones por las que

pasábamos. En México, un día, hambrientos, entre los dos sólo reuníamos dinero

para tres taquitos de canasta, los más baratos. Nos tocó taquito y medio a cada uno.

Mientras los comíamos, viéndonos a los ojos, comenzamos a carcajearnos y a

llorar, a carcajadas. Y hasta por teléfono nos ha pasado, él en Mejicanos y yo en

Bayona, la noche del 15 de marzo del 2009, hace 2 años, mientras él me describía

las lágrimas de alegría de la gente en Mejicanos cuando triunfó el FMLN. Todo un

record sobre lloradas.

Manuel Sorto. Retrato de Françoise Bèséme.

Érika y Óscar: ¿Qué nos podés contar de tus días con el grupo literario «La

Masacuata»?

Manuel Sorto: «La Masacuata» fue mi grupo literario. El de mi “generación”

literaria. La Masacuata se organizaba en Brigadas: San Vicente, Usulután, San

Salvador… Yo incluso intenté una base en Sensuntepeque con teatro, pero sólo

tuvimos dos reuniones, yo iba en los fines de semana. No se consiguió local estable.

Contrariamente a los otros grupos literarios, «La Masacuata» nació en la provincia,

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en San Vicente, y no en la capital, y logró sobrevivir aún después de la entrada en la

clandestinidad en 1971 de varios de sus miembros, que son fundadores de la

guerrilla. Otra “novedad” de «La Masacuata» es que era un grupo no sólo literario,

«La Masacuata» integraba también pintores como Roberto Huezo, Roberto

Galicia y Pedro Portillo y el ceramista y pintorCarlos Mejía. En una entrevista

reciente Miguel Antonio Bonilla lo menciona. Y la revista de Brigadas La

Masacuata se editaba en San Vicente y no en San Salvador; se lograron editar 5 ó 6

números y se imprimía en la imprenta de la Editorial Ramírez. A «La Masacuata»

“le tocó” el nacimiento de la lucha armada. Eduardo Sancho es uno de los

fundadores de la guerrilla, no sólo de «La Masacuata». En el último número que

salió entraron entre los responsables Alfonso Kijadurías, Rolando

Costa y Ricardo Humano. Jajá. A falta de los que ya andaban clandestinos. De

«La Masacuata», los que sobrevivimos a la guerra no hemos vuelto a producir, a

escribir, o al menos a publicar con el mismo ritmo.

LA MASACUATA. De izq. a derecha: Eduardo Sancho, Roberto Monterrosa, Carlos Eduardo Rico, Rigoberto

Góngora, Manuel Sorto y Luis Felipe Minhero (faltan Alfonso Hernández y Salvador Silis). Foto tomada por:

Roberto Salomón. 1970.

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El poeta Alfonso Hernández (Comandante Sebastián, caído en combate en 1988) con Manuel Sorto (a la derecha),

en su casa, en Tlalpan, México. 1986.

Érika y Óscar: ¿Qué último libro has leído? ¿Quiénes son tus tres escritores

favoritos?

Manuel Sorto: Profundidades de Henning Mankell. Lo terminé anoche. Estoy

atrasado con las novedades. Un libro terrible.

Jodido seleccionar tres escritores, es imposible, pero entre mis favoritos

latinoamericanos siempre estarán García Márquez, Juan Rulfo, Fuentes, Oneti,

Conti, Carpentier, Rama, Cortázar… la obra corta de Roberto Bolaño. Lo poco que

conozco de Castellanos Moya. Pero son varios y de diferentes lenguas y

nacionalidades. José Saramago es enorme. Este tipo de preguntas no me gustan.

Siempre queda uno de los preferidos afuera.

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Érika y Óscar: Algunos de los premios que has ganado en cine, siendo miembro

delColectivo Cero a la Izquierda son, por mencionar algunos, el Primer

Premio Coralen el II Festival de Nuevo Cine Latinoamericano, La Habana, Cuba,

con el cortometraje “Morazán”; también el Premio a una Cinematografía

Naciente en el Festival de Leipzig, R.D. Alemania; tus películas “La Zona

Intertidal” y “Morazán” fueron seleccionadas para La Quincena de los

realizadores en el Festival de Cannes, Francia; con “La Zona

Interdidal” obtuviste Mikeldi de Plata en el Festival de Cortometraje y Cine

Documental de Bilbao, España, y Segundo Premio en el Festival de

Oberhaunsen (RFA); con “Los primeros frutos (la decisión de

vencer)” obtuvisteLa Paloma de Oro en el Festival de Leipzig, R.D. Alemania y

el Gran Premio Coral en el III Festival de Nuevo Cine Latinoamericano, La

Habana, Cuba.

¿Cuál de todos estos reconocimientos y galardones guardás con más cariño en tu

corazón y por qué?

Manuel Sorto: Todos. Fue interesante que en Leipzig, en 1980, el premio fuera

para “Una Cinematografía Naciente”. Al siguiente año, en 1981, obtuvimos la

Paloma de Oro. O sea, que a Leipzig no le fallamos ni le quedamos mal. No

olvidemos que Leipzig es una ciudad estudiantil, y donde prácticamente comenzó

la caída del muro de Berlín.

(Nota: los amables lectores pueden hallar información sobre los premios que

hemos mencionado en los siguientes enlaces:

http://www.habanafilmfestival.com/noticias/index.php?newsid=361

http://www.zinebi.com/zinebi53inscrip/docs/palmares_historico.pdf)

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Samuel Fuller y Manuel Sorto, en el Festival de Cine e Historia de Pessac. 1992.

Érika y Óscar: Manuel, incursionaste en la literatura infantil y en 1979 dirigiste la

obra “El caso de la muñeca abandonada” de Alfonso Sastre, con «El Taller de Las

Cipotas», del Colegio Sagrado Corazón de San Salvador, con la coordinación de

Carmen Elena Echeverria. ¿Qué recordás de esa experiencia?

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Manuel Sorto: Bella experiencia: se montó sólo con mujeres. Todas alumnas del

colegio El Sagrado Corazón. La idea de llamarme fue de Carmen Elena Echeverría

cuando ella trabajaba ahí. Es la única vez que he trabajado sólo con mujeres. Es

maravilloso. Por eso el grupo se llamó «El Taller de las Cipotas». Me pasaron dos

cosas curiosas con esa pieza: terminé el trabajo pero no pude verla para su estreno,

ya que tuve que irme del país. Pero me quedó un juego de fotos de los ensayos. Ya

aquí, un día que visité a Alfonso Sastre, le di el juego de fotos que tenía sobre el

montaje, y no guardé copia. Alfonso está bastante enfermo y afectado desde la

muerte de su compañera, Eva Forest, la autora de Operación Ogro (que era el

nombre del operativo de ETA que ejecutó a Carrero Blanco, el Jefe de Gobierno de

Franco). Un día de estos, ya hoy con la numerización, trataré de lograr una copia de

esas fotos que están en sus archivos. Ellos viven aquí al ladito, en Ondarribia

(Fuenterrabía) en el País Vasco Español que le dicen. Alfonso trabajó esa pieza para

niños a partir de El Círculo de tiza Caucasiano de Bertolt Brecht.

Érika y Óscar: ¿Por qué creés que pocos escritores se ocupan de trabajar en

literatura infantil?

Me imagino que porque no es fácil. Pero también porque no se fomenta y porque

no tenemos editoriales que se preocupen del género. La Secretaría de Cultura por

ejemplo, podría crear un certamen anual de Literatura infantil. O alguna

universidad. Las mismas Casas de la Cultura en sus localidades. Es importante. Y si

no aparece nada de calidad suficiente, pues se declara desierto, acumulando “el

bote”. Es ridículo que no haya nada; incluso a niveles económicos: el mercado de

los niños es eterno, pero lo llenamos de estupideces embrutecedoras. A veces esos

juguetes son más peligrosos que muchas otras cosas. Armando Herrera, siendo

director de la Editorial Universitaria, publicó en 1979 El Huevo, con texto

de Lynn Geary e ilustraciones mías (Lynn era mi compañera en esos años y lo

firmó Sorto). La edición quedó muy bien, y Armando Herrera la realizó ¡con los

sobrantes de los diferentes papeles que las distintas autoridades usaban para sus

tarjetas de visita! ¡Genial! Como resultado, las páginas tienen diferentes texturas, lo

cual, con un formato cuadrado y grande, más las acuarelas, se logró un bello objeto

y muy original. Otro ejemplo de ingenio: Roberto Monterrosa, cuando dirigía la

Dirección de Publicaciones en 1970 y ´71, hizo algo parecido creando la

Colección Tekij, de pequeño formato (en la que aparecieron, entre otros, “Las

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Cabezas Infinitas”, y “Memorias Lunares” de Mauricio Marquina), con los

sobrantes de papel de las otras colecciones. Monterrosa también hizo una bella

edición tipo Juvenil de Oyarkandal. Falta imaginación. Nos faltan muchas cosas.

A esto se le podría aplicar lo mismo que Paul Leduc dijo sobre La zona

Intertidal, respecto a crear con y a pesar de los condicionamientos que

supuestamente nos limitan.

Érika y Óscar: Manuel, sabemos que vos, junto a Guillermo Escalón y Paul Leduc

filmaron en San Salvador la masacre del 22 de enero de 1980. ¿Cómo recordás esos

momentos? ¿Cuándo volviste a ver lo que habías filmado qué pensaste, qué

sentiste?

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Manuel Sorto: Fue para Las Historias prohibidas de Pulgarcito, la película

es de Paul Leduc y fue filmada entre noviembre de 1979 y enero de 1980. “Ahí se

quemó Manuel Sorto” o algo así, escribe Sancho/Cienfuegos en su libro “Crónica

entre los Espejos” (2002). Ver lo filmado no fue mayor problema. Lo duro fue

vivirlo, sin parar de filmar, y salir vivo. Gracias sobre todo, en el equipo que yo iba,

a la sangre fría de Leduc, y que yo conocía la zona donde quedamos atrapados. El

equipo de Guillermo logró refugiarse en la Iglesia del Rosario. Fue a llamado del

poeta Eduardo Sancho (Comandante Fermán Cienfuegos, en ese contexto), que

trabajamos en ella. Ahí conocí a Leduc. Sancho y Fermán le pidió expresamente a

Leduc, que para la edición, el tiempo de presencia de cada una de las cinco

organizaciones político-militares se repartiera por igual. Técnicamente fue difícil

para Leduc. La produjo el FAPU. La del 22 de enero de 1980 es la mayor

manifestación en la historia de El Salvador. Ahí el pueblo se manifestó con todas

sus fuerzas a pesar de las diferencias. Recuerdo algunas de las demandas

campesinas: una cucharada más de frijoles en la comida, por ejemplo. Todas las

posibilidades de diálogo con los gobiernos estaban cerradas desde hacía mucho. La

masacre del 22 de enero no hizo más que confirmarlo. Fue salvaje. Completamente

irracional. A mediados de año se lograría la Unidad, y se crearía el FMLN. El

asesinato de Monseñor Romero fue la gota que desbordó el tarro. Después fue la

guerra abierta. Algunos apuntes sobre ello, muy pocos, se los envié a Eduardo

Sancho y Fermán para un libro que prepara. Es muy duro describir eso. Lo siento.

Se cree que unas 250,000 personas se encontraban en la manifestación del 22 de enero de 1980, en San Salvador.

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Eduardo Sancho (Fermán Cienfuegos) y Manuel Sorto, después de la guerra, en el 2001, en casa de la madre de

Sorto.

Sorto en Amsterdam, en 1982, durante el homenaje a los periodistas y cineastas holandeses asesinados en

El Salvador. Foto y texto: Maya Pejic.

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Érika y Óscar: En la guerra civil recién pasada que tuvo El Salvador, la violencia

que se desató de uno y otro lado, es decir, de la izquierda y la derecha, tenía un

ideal, un sentido ideológico si se quiere. Pero la actual violencia que vive nuestro

país, que destruye a las familias y corrompe a la sociedad, el único ideal que tiene

es el odio, el dinero y las drogas. No tiene una respuesta fácil la siguiente pregunta,

pero… ¿qué futuro le ves a El Salvador?

Manuel Sorto: No tengo idea. En parte, como siempre, va a depender de todos

nosotros. Pero también se gana o se pierde tiempo con las decisiones acertadas o

no de los Poderes. El problema parece ser más bien regional. Rubén Aguilar, un

amigo mexicano, por ejemplo, está publicando tanto en México como en

ContraPunto ciertos artículos sobre la si o no legalización de la droga como un

medio de combate o solución frente al narcotráfico. Como se hace con el alcohol,

droga también, y más peligrosa, por ejemplo, que el canabis.

Érika y Óscar: ¿Qué mensaje le enviás a los jóvenes salvadoreños?

Manuel Sorto: NO CLAUDIQUEN NUNCA. NO SE RINDAN NUNCA. SE TRATA

DE EDUCARSE, NO DE DOMESTICARSE. ¡FÁJENSE POR SUS SUEÑOS! Y

RÍAN. RÍANSE MUCHO. ES BUENA MEDICINA PARA TODO.

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Manuel Sorto, en su balcón. Foto tomada por Julien Lacoste.

Érika y Óscar: Nos despedimos aquí, Manuel, y gracias nuevamente por

habernos concedido esta entrevista. ¿Algún comentario final?

Manuel Sorto: Pues se me olvidó mencionar a un amigo, que me enseñó nada

menos que a manejar, a conducir, en la camioneta de mi papá. Hacíamos Victoria-

Sensunte-Victoria después de terminado el viaje comercial. E íbamos al cine, por

supuesto. Carlos Valladares era su nombre. Hijo del Negro Jorge. Magnífico

amigo. De esos del alma. No lo he vuelto a ver. También se me olvidó decir

que Ana Rosa Ochoa publicó un libro, mucho antes de que yo la conociera:

“Perdigones quemados”. Su título es claro. También entre mis amigos olvidé

mencionar a Carlos Mayorga. Y sobre todo, se me olvidó decir, que el hijo de la

Niña Pilar Rosales, mi partera, fue el poeta Armengol Rosales, era profesor.

Recuerdo haber leído un poema suyo que él me mostró cuando yo era niño.

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Hablaba de caballos «encarrerados» y desbocados. Recuerdo una explosión de

imágenes. Publiqué algo sobre él hace mucho tiempo. Algo que le gustó mucho a la

actriz Gilda Lewin. Creo que lo publicó Jaime Suarez Quemain o Rolando Elías. Me

imagino que su obra se perdió.

Y soy yo el que les estoy agradecido por la mayoría de sus preguntas, jajajá, y por el

trabajo que realizan con Más allá de los 400 cerros. Sensuntepeque se los

merece. Quiero decir: la ciudad a ustedes, no sólo por la labor como médicos. Pero

también ustedes se merecen a Sensuntepeque. Qué bueno que «Sensunte» tenga su

Voz. A ver cuando nos conocemos personalmente.

Hasta siempre.

Fotografía de la manifestación de San Salvador del 22 de enero de 1980 extraída de El Mundo.es:

http://www.elmundo.es/america/blogs/cronicascentroamerica/2011/01/22/apuntes-sobre-la-masacre-del-22-de-enero.html

Algunos artículos escritos por Manuel Sorto los pueden leer siguiendo estos enlaces:

Miguel y Roque: Realidad y Ficción

La última novia de Miguelito Mármol

Mi primo Abdón y el poeta Armijo

Artículo relacionado a Manuel Sorto:

“Roberto Bolaño en El Salvador. Supremo jardín de la guerra florida”, escrito por Miguel Huezo

Mixco: http://www.fronterad.com/?q=node/3001&page=0,0

Fotografías proporcionadas amablemente por Manuel Sorto.

Algunas fuentes sobre la filmografía de Manuel Sorto:

http://movies.yahoo.com/movie/contributor/1809632012

Artículos interesantes relacionados con Manuel Sorto:

Manuel Sorto. Profesión: salvadoreño

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RICARDO LINDO: “VARIAS VECES MORIMOS EN LA VIDA”.

Ricardo Lindo, salvadoreño, poeta, crítico, narrador, dramaturgo, investigador histórico,

novelista y pintor, nos ha hecho el honor de atendernos en una muy breve entrevista. Actualmente

trabaja como Investigador Cultural en SECULTURA. Ha vivido gran parte de su vida en el

extranjero; pero durante los años más aciagos de la guerra civil no quiso vivir lejos de su país. No se

puede dejar de mencionar, además, que es hijo de otro de los grandes escritores de El

Salvador: Hugo Lindo.

En LA ESQUINA DE ÉRIKA Y ÓSCAR nos sentimos muy emocionados y agradecidos por sus

respuestas, que son en realidad unas narraciones llenas de sinceridad y sentimiento.

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Ricardo: muchas gracias por haber respondido con esa profundidad y apreciamos mucho que hayás

abierto una de las puertas de la intimidad de tu familia.

DOS PREGUNTAS PARA RICARDO LINDO

Érika y Óscar: ¿Qué significó para vos cambiar de domicilio y país en más de una

ocasión durante tu infancia y tu juventud?

Ricardo Lindo: En 1953 preparaban mis padres las maletas para el viaje a Chile.

Yo tenía cinco años. Vivíamos con mis abuelos paternos en una pequeña casa en la

colonia Centroamérica. Mi hermana Irma Ruth, tenía dos o tres años y se ponía su

abriguito rojo, tomaba la cartera de nuestra madre y declaraba: “¡Me voy para

Chile!”, y salía a dar una vuelta al patio. Hasta que al fin, nos fuimos para Chile.

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Íbamos dichosos aunque yo vomitaba a cada tumbo del avión en los bolsones de

aire (no era la técnica tan perfeccionada como ahora), y mi madre, con un niño de

menos de un año en brazos (mi hermano Héctor, el historiador), y debiendo vigilar

a los otros cuatro (Irma Ruth corría con su cartera por el pasillo declarando que se

iba para Chile), quizás no fuera tan feliz…

En Panamá debimos esperar unos días para el cambio de avión. Nos alojamos en

casa de una hermana de mi abuelo Óscar Lindo nacido en Panamá, Colombia,

como dice su pasaporte que aún conservo. Cuando él nació el canal era una idea…

De su hermana, tía Laura, sabíamos porque de vez en cuando nos enviaba dulces de

miel en forma de animalitos. Era casada con un señor muy rico y bondadoso y nos

recibieron encantados. No tenían hijos. Habían tenido una hija que padeció una

extraña enfermedad: sus músculos se fueron debilitando y una fortuna en

tratamientos no sirvió de nada. Cuando la enfermedad llegó a los párpados quedó

ciega. Cuando llegó al corazón no pudo más jugar en su rueda de caballitos en el

jardín, que nos maravilló. Otra cosa extraordinaria de esa casa era que en los

cuartos de arriba la ropa sucia se arrojaba por un tobogán al lavadero. Y llegó el

momento del gran viaje y la despedida y la aventura. Nos íbamos a alojar en

Santiago en un hotel, que era como un montón de casas unas encima de otra. Me

las imaginaba haciendo un difícil equilibrio sobre sus picudos techos y me

decepcionó ver que no era así, pero descubrimos ahí otro juguete extraordinario, el

ascensor. Y sólo a los días caímos en cuenta del abismo: no volveríamos a ver a los

abuelos en muchos años. Varias veces morimos en la vida. Fue la primera vez que

morí.

Vivimos en Chile seis años. Cuando se supo de nuestro viaje fuimos héroes en

nuestros colegios. Chile era entonces un país de una gran clase media rayana en la

pobreza, muy pocos compañeros se habían montado a un avión y acababa de salir

una novedad que estaba en boca de todos, el jet. Y nosotros nos contaríamos entre

los privilegiados que viajarían en esa ave mítica. Pero esta vez la salida fue más

difícil. Yo tenía once años, una “novia” que era una verdadera princesita de cuento

y entrañables amigos. Ahorré cuatro domingos de dinero de bolsillo para regalarle

a mi novia un broche de bisutería y por años intercambié correspondencia con

Sergio Trabucco. Ahora es mi amigo en Facebook.

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Dos años vivimos en Colombia y regresamos a El Salvador como quien vuelve a la

tierra prometida. Yo me quedé cuatro años y después fui a estudiar a España. Era la

primera vez que viajaba solo y lloré casi hasta llegar a México. Viví en Madrid

cuatro años. La noche antes de dejar Madrid para irme a vivir a París sonó en la

radio una canción que no escuchaba desde mi infancia: “Mi banderita chilena,

banderita tricolooor…” De tanto cambio me quedó la inseguridad que aún no logro

superar del todo. Y hubo otros y otras viajes hasta que regresé a El Salvador con la

cabeza perturbada a ver los inicios de la guerra. Los amigos de Francia me

invitaron a regresar pero ya no quise. Tenía, al fin, una patria. Un amigo me dice

que esto suena muy patriotero, pero él no ha sido extranjero nunca.

Ricardo Lindo

Érika y Óscar: Ricardo, ¿qué significó para vos vivir en la casa de Colombia que

se suponía estaba embrujada?

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Ricardo Lindo: Mi padre fue nombrado Embajador de El Salvador en Colombia

en 1958. Había ostentado el mismo cargo en Chile los años anteriores. Cuando

llegamos a Chile, éramos cinco hermanos. Cuando salimos, seis, tres niños y tres

niñas. Después se coló otro que no alcanza a ser parte de esta historia. Yo tenía

once años y estábamos ilusionados: al fin íbamos a conocer la televisión. Un amigo

colombiano en Chile le había prestado a mi padre una casa en Bogotá para

mientras alquilaba otra. Y ahí estaba el mítico aparato, ese prodigio en blanco y gris

con la imagen temblona o rayada, esa pantalla que nos hipnotizó como a un

visitante de Venecia el Gran Canal, como a un arqueólogo la tumba de un faraón,

como a un físico el hallazgo de una puerta a una dimensión desconocida. Y ahí

tuvimos el primer contacto con los espíritus. En un programa convivía una joven

pareja muerta con una joven pareja viva y los vivos oían las voces de los muertos

creyendo ser la de su cónyuge, lo cual daba lugar a los más divertidos enredos. No

paramos de ver ese programa semana tras semana y otro tanto hacían, creo, todos

esos niños colombianos que ahora son viejos. Siempre era motivo de

conversaciones en los colegios al día siguiente. Pero en la mansión alquilada, que

debió servir a la par de casa familiar y de oficina, nos esperaba un fantasma más

serio.

El señor que la hizo construir, rico y barroco, la pidió con sala de billar, con

biblioteca y comedor de maderas labradas en los muros, con hermosos balcones,

con un vitral de motivos tropicales en desacorde con Bogotá, lluviosa ciudad gris en

las alturas de los Andes, y tras ese vitral estaba una salita familiar que era más bien

una especie de invernadero, con techo y paredes de vidrio, que daba al jardín. El

granizo de invierno dejaba blanco el techo en esa ciudad donde nunca, sin

embargo, nevaba. Dejo a su imaginación los cortinajes y las lámparas colgantes, un

delirio antañón y un tanto sombrío. Era en Chapineros, barrio elegante y

extramuros, y por los balcones se miraba el campo verdecido y selvático meciendo

sus vegetaciones colgantes entre la bruma. Durante el verano, a la caída de la noche

solíamos juntarnos en el balcón del cuarto de mis padres a contemplar las

tormentas eléctricas, espectáculos formidables de rayos, estremeciendo el cielo sin

dejar caer una gota… Bogotá tenía lo que los fantasmas llaman buen tiempo, según

entiendo, y estoy de acuerdo con ellos: amo las melancólicas lluvias y las nieblas y

también la radiante locura de los rayos. Pero iba al dueño de casa que murió a poco

de terminada y decidió, al parecer, permanecer en ella de algún modo. La presencia

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de esa extraño habitante hizo que se abaratara el costo de la casa y pudo así

alquilarla un diplomático de un país pobretón. En aquel tiempo al menos,

un embajador salvadoreño, sobre todo con familia grande, debía aparentar

grandezas y vivir en medio de las limitaciones. Afortunadamente el whisky sin

impuestos de la franquicia diplomática ayudaba a lo primero, mientras mi madre

iba de la máquina de coser (“los niños necesitan…”), a la de escribir, a pasar en

limpio los textos de su marido escritor.

Nunca supe de la historia del propietario muerto más que lo dicho pero, por alguna

razón que se me escapa no ocupó la habitación principal sino una menor, que me

fue asignada. Una noche oí pasos en la escalera y mi puerta se abrió. Pensé que mi

padre llegaba a comprobar si ya estaba dormido, pero abrí los ojos y no había

nadie.

Yo no solía dormir con la puerta cerrada. Dije que un embajador salvadoreño no

manejaba mucho dinero. También es cierto que no tenía mucho qué hacer. Por eso

mi padre convirtió sus embajadas en empresas culturales, participando en

congresos literarios, dando a conocer la obra de Salarrué, la de Claudia, la de

Gavidia… y por eso la casa estaba con frecuencia llena de escritores que hasta

entrada la noche leían y comentaban sus obras y desplegaban su ingenio y su

sentido del humor. En Chile adquirí la costumbre de refugiarme en la oscuridad en

un rellano de la escalera para escucharlos. Antes de que le llegara su hora me

acompañaba a veces mi amigo Sergio Trabucco, hoy cineasta distinguido, ex

director del Festival de Viña del Mar, quien por cierto alude a esos espionajes en

sus memorias. En Colombia alcanzaba a escuchar las conversaciones desde mi

cuarto, razón por la cual no cerraba mi puerta. Una noche oí un estrépito, como

una cristalería quebrándose durante minutos, pero estaba muy cansado para

intentar averiguar de qué se trataba. Pregunté al día siguiente. No había

pasado nada.

El 58 ó el 59 la reunión de las Academias de la Lengua Española tuvo lugar en

Bogotá. Mi padre formaba parte de la Academia Salvadoreña y asistió en esa

calidad, pero además llegaron de El Salvador el filósofo Julio Fausto Fernández y el

escritor Ricardo Trigueros de León. Ambos eran amigos de Hugo Lindo y debí

cederles mi cuarto para mientras. Una noche Ricardo, cansado, llegó antes y se

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acostó. Poco después oyó pasos en la escalera. Pensó que se trataba del filósofo. La

puerta se abrió y no vio a nadie. Hubo que explicarles lo que ocurría.

Tampoco debían extrañarse si, ya tarde en la noche y la casa cerrada y a oscuras,

escuchaban las bolas entrechocándose en el salón del billar.

Regresamos a El Salvador el ´60 y aquí termina mi historia. Ojalá el fantasma se

haya llevado tan bien con los inquilinos siguientes como con nosotros, ojalá lo

hayan dejado jugar en paz sus bromas inocentes y no lo hayan hostigado con

exorcismos y cosas por el estilo.

Entrevista realizada por:

Érika Valencia-Perdomo

Óscar Perdomo León

Fotografías:

Óscar Perdomo León

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CARLOS ROMERO CÁRCAMO: “Me gustan los artistas que son congruentes con la realidad”.

Carlos Alberto Romero Cárcamo es un músico salvadoreño muy destacado, multifacético

musicalmente hablando, ejecutante muy efectivo de varios instrumentos y de varios ritmos y

géneros. Habiendo tocado en numerosos grupos musicales tiene mucha experiencia en este campo

del arte.

Agradecemos sinceramente la fineza de Carlos por habernos concedido amablemente esta

entrevista.

Érika Valencia-Perdomo y Óscar Perdomo León

Carlos Alberto Romero Cárcamo

Érika y Óscar: ¿Dónde naciste?

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Carlos Romero: Aunque nací en Ahuachapán, soy de Atiquizaya, mis 3 primeros

años los viví en mi Atiquizaya querida.

Érika y Óscar: ¿Qué anécdota recordás de tu infancia?

Carlos Romero: Recuerdo de mi infancia cuando con mis amigos Óscar y Mario

Roberto Perdomo, íbamos a mil lugares dentro y fuera de nuestra Atiquizaya.

Recuerdo una vez, por ejemplo, nos metimos a una cueva donde habían 1000

murciélagos, y salimos de ella todos asustados y aturdidos, éramos unos niños…

Érika y Óscar: ¿Sentís de vez en cuando nostalgia por Atiquizaya?

Carlos Romero: Si, a menudo… aunque trato de ir seguido.

Carlos durante su niñez en Atiquizaya. En esta fotografía se encuentran, entre otros, parados

de izquierda a derecha: Abelardo Figueroa, Mario Roberto Perdomo y Carlos Romero Cárcamo.

Acurrucado, entre Mario Roberto y Carlos, se encuentra Mario Edgardo Romero Cárcamo.

Fotografía gracias a la cortesía de Abelardo Figueroa.

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Érika y Óscar: Sabemos que sos Licenciado en Sociología. Y sabemos que hiciste

también estudios musicales. ¿Cómo llegaste a la música?

Carlos Romero: Yo llegué a la música de forma natural, de manera espontánea.

Érika y Óscar: ¿Cuáles son tus artistas preferidos?

Carlos Romero: Los que son congruentes con la realidad o los que son

estéticamente depurados.

Érika y Óscar: A través de tu vida has formado parte de varios grupos musicales

¿Podrías mencionar algunos de ellos y podrías decirnos qué significaron para vos?

Carlos Romero: El primer grupo del que formé parte fue Smoke, era un grupo de

rock, significó el inicio de la creatividad, fue a finales de los años setenta. De ahí he

estado en muchos grupos musicales, pero en los años 90 con mi hermano mayor

tuvimos una orquesta de salsa, Cosecha Latina, significó bastante para mí, fue

donde yo empecé a escribir música de manera profesional.

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Smoke en 1980. Al fondo podemos ver a Carlos Romero Cárcamo cantando y tocando la batería. Al

frente, de izquierda a derecha: Óscar Perdomo León (bajo), Mario Edgardo Romero Cárcamo

(guitarra eléctrica) y Walter Cárcamo (guitarra acústica; ya fallecido). Fotografía proporcionada por

la familia Romero-Cárcamo.

Érika y Óscar: ¿Cuáles son tus instrumentos musicales favoritos?

Carlos Romero: El instrumento que más me gusta es el piano, lo digo por su

función y porque en él puedes ver la armonía de manera global. Me gusta además

la marimba y el vibráfono, y me gustan los tambores en general…

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Carlos Romero Cárcamo tocando el vibráfono.

Érika y Óscar: Siendo compositor, ¿has contabilizado tus creaciones? ¿Cuántas

de ellas has grabado?

Carlos Romero: No soy compositor, soy arreglista, la verdad no he contabilizado

ese trabajo.

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Proyecto Acústico. De izquierda a derecha: Juan Carlos Romero Cárcamo (bajo), Neto Buitrago

(tumbadoras y batería), Mario Edgardo Romero Cárcamo (guitarra), Chepito Paiz (batería y

tumbadoras), Chamba Elías (guitarra) y Carlos Alberto Romero Cárcamo (vibráfono, teclados y

dirección musical).

Érika y Óscar: ¿Qué nos podés decir de Proyecto Acústico?

Carlos Romero: Proyecto Acústico es un grupo de amigos que amamos el jazz, y

he tratado de enfocarlo al jazz latino. En la actualidad estamos grabando nuestro

primer CD con 9 temas originales de Mario Romero, Chamba Elías, y míos, es el

grupo en definitiva con el que mejor me siento como músico.

Érika y Óscar: ¿Hay en El Salvador un público educado para escuchar jazz?

Carlos Romero: Si, pero acá en nuestro país es más reducido que en otros

lugares…

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Érika y Óscar: ¿Estás de acuerdo con que en El Salvador hay de algún modo un

estancamiento musical? ¿Es importante que hubiera aquí en el país un

conservatorio de música?

Carlos Romero: Claro, es importantísimo, hace años cerraron el Bachillerato en

Artes y el actual Gobierno no hace nada para reactivarlo, mucho menos para tener

un Conservatorio. Lo que existe es una escuela libre, Proarte y el Cenar creo que

van a la vanguardia en ello.

Érika y Óscar: ¿Cómo ves el futuro musical de El Salvador? ¿Creés que hay

suficientes espacios para que los músicos puedan proyectarse?

Carlos Romero: Espacios hay, y bastantes, lo que no hay son condiciones, el

artista no tiene apoyo.

Érika y Óscar: ¿Cómo ves la situación socio-política de El Salvador? ¿Pensás que

El Salvador algunas va salir del subdesarrollo?

Carlos Romero: Complicada, más aun cuando no tengo suficientes señales de

parte de este gobierno para salir de la crisis.

Érika y Óscar:¿Estás leyendo algún libro?

Carlos Romero: Gajes del Oficio de Leo Brouwer.

Érika y Óscar: ¿Qué escritor te ha impactado en especial?

Carlos Romero: Muchos… no les puedo especificar…

Érika y Óscar: ¿Cuántos hijos tenés? ¿Alguno de ellos ha heredado tu amor por

la música?

Carlos Romero: Tengo 2 hijos, a los dos les gusta la música, uno toca percusión y

el otro violín.

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Érika y Óscar: Sabemos que tenés dos hermanos músicos muy talentosos, Mario

y Juan Carlos. ¿Qué nos podrías contar sobre ellos?

Carlos Romero: No pude haber tenido mejores hermanos. Mi hermano mayor es

mi mayor consejero, en lo musical y en lo personal; mi hermano menor es el bajista

con el que más me gusta tocar, de él admiro su sencillez.

ooo

Fotografías tomadas por Óscar Perdomo León; excepto a donde está indicado de diferente

manera.

Artículos relacionados:

Entrevista a Carlos Romero en 30 minutos de Jazz.

ZUNCA, una búsqueda de la raíz latinoamericana.

PROYECTO ACÚSTICO, Jazz en El Salvador. Fotorreportaje.

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ELENA SALAMANCA: “Soy lectora de poesía, no soy poeta”.

Este día tenemos en LA ESQUINA el placer de presentar a ustedes a una escritora joven de El

Salvador:Elena Salamanca, a quien agradecemos sinceramente su buena voluntad de atender a

nuestras preguntas.

(Al final de esta entrevista podrán encontrar algunos enlaces que los llevarán a conocer un poco de

lo escrito por Elena; así como un par de artículos referentes a su obra.)

Érika Valencia-Perdomo y Óscar Perdomo León

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1-Érika y Óscar: Elena, ¿qué edad tiene? ¿Adónde nació y cuáles fueron sus

primeros descubrimientos que usted recuerda, como niña?

Elena: Nací en el Hospital Ginecológico de San Salvador en 1982, aunque en un

par de años no pienso recordar mi año de nacimiento.

Mis primeros descubrimientos, o lo que recuerdo, son: Ver el movimiento de la

mano que forma la O -porque escribía garabatos desde antes de ir al kínder-, las

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formas de los hormigueros (pero no las que parecen volcanes, sino unas que son

como varios huevitos de tierra unos sobre otros hasta hacer torres), el sabor del

aguacate.

Ya estando un poquito mayor, de cuatro a cinco años, recuerdo la emoción que me

daba ver a mi mamá llevarme cajas y cajas con libros: cuentos, enciclopedias,

diccionarios. Era la misma emoción que me daba ver y abrir las cajas con mis

Barbies nuevas. Todavía recuerdo los ruidos particulares de cada caja –Barbie o

libro- al abrirse, y el olor. Y de esos libros, recuerdo dos imágenes que me

golpearon inexplicablemente: eran dos pinturas a las que yo ni podía leer el

nombre aún: Desnudo bajando la escalera, de Duchamp, y el Imperio de las luces,

de Magritte.

Esos primeros encuentros, esos primeros golpes emotivos, van haciendo lo que será

uno.

2-Érika y Óscar: ¿Por qué la poesía? ¿Cuál es el imán que tiene la poesía para

usted?

Elena: Soy lectora de poesía, no soy poeta. La poesía me comunica claridad,

claridad relacionada a la clarividencia en el sentido de la vida.

Me ayuda a entender la vida de la misma manera que me ayuda a entenderla el

estudio de la Historia o escuchar hablar a los niños y formular sus primeras ideas y

pronunciar sus primeras palabras. De hecho, este último ejemplo es un acto

poético.

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“La Cebolla Púrpura. Homenaje a…” (1)

3-Érika y Óscar: ¿Cuál fue el premio que ha ganado recientemente en poesía y

qué significó para usted?

Elena: La editorial Equizzero hizo una convocatoria para publicar a mujeres

centroamericanas. El premio era la publicación de un libro. Yo tenía unos textos

que quería sacar este año en respuesta a lo absurdo de ciertas celebraciones o

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posturas sobre la patria, así que el premio ha sido mi oportunidad de publicarlas y

leerlas. Sobre ese mismo texto, llamado Landsmoder, hice una acción poética en

una plaza pública en octubre, apoyada por el Centro Cultural de España. Puede

verla, sin editar, acá:

http://www.youtube.com/watch?v=JJu8bdwqap4&feature=youtu.be

4-Érika y Óscar: ¿Quién es su poeta o sus poetas favoritos y por qué?

Elena: No tengo poetas favoritos, pero me gustan poemas de Octavio Paz, Derek

Walcott, Carilda Oliver Labra, Marosa de Giorgio o de Mahmud Darwish, Rimbaud

o Baudelaire. Muchas gentes.

Mi escritor favorito es Salarrué.

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Casi abrazando al maestro

5-Érika y Óscar: ¿Qué opina de la obra poética de Roque Dalton?

Elena: Debido a que no soy fan de Roque Dalton, cada vez que opino sobre su obra

me meto en un lío. Creo que esta misma respuesta puede llevarme a uno.

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Reconozco que me gustan mucho, y sé de memoria incluso, algunos de sus poemas.

También uso el Poema de amor para explicar la migración en el siglo XX en mis

clases de Historia.

6-Érika y Óscar: ¿Qué opinión tiene de la nueva generación de poetas que ha

surgido en El Salvador?

Elena: Hay mucha gente escribiendo, poesía, narrativa y hasta ensayo, y eso es

muy emocionante. Por supuesto no los he leído a todos y no me gustan todos.

Tengo varios favoritos; y de esos a algunos no les conozco y a otros no les

simpatizo, pero no importa.

7-Érika y Óscar: A Salarrué y a Claudia Lars nosotros los tenemos en un pedestal

en nuestros corazones. ¿Pero cree que los jóvenes de hoy están conscientes del gran

legado cultural de esos dos grandes escritores?

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Elena: Yo creo que puede haber un gran problema con la mitificación de los

autores, con “tenerlos en un pedestal”, como ustedes expresan.

Claudia Lars y Salarrué son fenómenos literarios irrepetibles, sobre todo Salarrué,

pero, debido a los programas de estudio, se han convertido en escritores conocidos

superficialmente. Hace poco veía un programa televisivo sobre Claudia Lars y

pocas de las fuentes consultadas podían hablar con propiedad sobre ella. Los

hemos reducido a los autores de Cuentos de barro, de Estrellas en el pozo o Tierra

de Infancia y no ha habido –salvo, por supuesto, los magníficos estudios de Rafael

Lara Martínez y Ricardo Roque Baldovinos sobre Salarrué y de Carmen González

Huguet sobre Claudia Lars- una investigación crítica sobre su obra. Incluso de su

relación de pareja, no hay nada escrito.

Creo que si no optamos por la desmitificación y la difusión amplia y crítica de sus

obras no lograremos que las nuevas generaciones estén conscientes o al menos

conozcan del legado de estos autores fundacionales.

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8-Érika y Óscar: ¿Tuvo usted algún maestro de literatura en especial que

recuerde con cariño?

Elena: A Francisco Andrés Escobar en la UCA, pero no era de literatura, era de

redacción y ya después, con los años, de la vida.

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9-Érika y Óscar: ¿Cuántos libros ha publicado?

Elena: Dos libros (uno de cuento y uno híbrido) en El Salvador y una plaquete con

cuento en México. El libro con Equizzero saldrá en 2012 y también tiene que salir

uno de cuentos en la Colección Revuelta.

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EL ÚLTIMO VIERNES

12-Érika y Óscar: ¿Cómo ve la actual situación político-social de El Salvador?

Elena: Uy, eso amerita un ensayo.

Mi relación con el país se ha vuelto cada vez más pesimista. Siento que estoy en una

nación que mata constantemente el futuro, y aunque yo ya le gané al país –según

investigaciones, la edad perfecta para morir asesinado en El Salvador es a los 25

años-, no veo mayor esperanza de desarrollo para las nuevas generaciones: la

educación no nos llevará a la movilidad social como sucedió con las generaciones

anteriores, y llevamos años de fugas de salvadoreños que prefieren arriesgar la vida

en el camino a Estados Unidos que seguir aquí.

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En el aspecto político no veo ninguna opción que me llene, no veo construcción de

ciudadanía y veo –me incluyo- mucha apatía a la incursión de la vida política, al

menos de la única que comprendemos y nos han enseñado, que es la partidista o la

electoral.

10- Érika y Óscar: ¿Qué libro está leyendo al momento?

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Elena: Los detectives salvajes en literatura; y La arquitectura histórica del poder.

Naciones, nacionalismos y estados en América Latina en los siglos XVIII, XIX y

XX, en Historia.

14-Érika y Óscar: ¿Qué escritor le ha impactado en especial?

Elena: Salarrué. Toda la vida, toda mi vida.

Tampoco olvido a Marguerite Duras en El amante de la China del Norte, Fernando

del Paso en los monólogos de Carlota en Noticias del Imperio, Marjorie Kellogg

en Tell me that you love me, Junie Moon, Octavio Paz en Piedra de sol, Dimitri

Merejkowski en Leonardo Da Vinci, el romance de vida, y Ricardo Lindo en XXX.

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11-Érika y Óscar: ¿Cómo cree que se puede crear sensibilidad hacia la literatura

en los jóvenes?

Elena: Supongo que cambiando los planes de estudio de Lenguaje y literatura,

para comenzar en la educación. Y en la casa comprándoles libros o leyéndoles

desde chiquitos.

También habría que ver que el paradigma literario de nuestra época no es el mismo

de ahora: los textos están en todos los escenarios de la vida y sobre todo en las

redes sociales, habría que ver que el texto es más allá que un libro de mil páginas.

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12-Érika y Óscar: La actual situación de violencia que enfrenta día a día El

Salvador tendrá un impacto en la literatura salvadoreña con seguridad. ¿Pero cómo

están en este momento los jóvenes escritores enfrentando esa cruda realidad a

través de su arte, con indiferencia o con preocupación?

Elena: No sé cómo lo enfrentan los demás. Yo escribo para no volverme loca.

Tengo esa suerte.

13- Érika y Óscar: ¿Qué significa para usted el blog LAS GUELTAS?

Elena: El blog era un sitio al que llegaba a reír o a hablar sola. Ya casi no posteo

pero me dejó varios amigos que conservo hasta ahora y que conocí por sus blogs

primero y después en persona. Dios los cría y Blogger los junta.

-ooo-

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Enlaces interesantes:

LA LOCURA. Un cuento de Elena Salamanca. Publicado en CARÁTULA. Revista cultural

centraoamericana.

LA FAMILIA O EL OLVIDO. Escrito por Elena Salamanca.

EL PRIMER VIERNES DE ELENA SALAMANCA. Escrito por María Tenorio.

TRES CUENTISTAS SALVADOREÑAS. Jacinta Escudos, Claudia Hernández y Elena Salamanca.

Escrito por Tania Pelitez Vela.

Fotografías extraídas de la cuenta de facebook de Elena Salamanca (gracias a su gentil permiso).

LAS GÜELTAS. Blog de Elena Salamanca.

(1) ”La Cebolla Púrpura. Homenaje a…”, palabras escritas por Elena Salamanca. Un dibujo de

1975 que apareció en La Cebolla Púrpura lo pueden hallar en una entrevista realizada

a Manuel Sorto, dando un clic aquí.

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GUADALUPE CASTELLANOS: “Creo que la solución a todo problema social, político o económico en cualquier

latitud del planeta, es la educación.”

Este día tenemos el privilegio de tener en LA ESQUINA a la escritora de cuentos

infantiles Guadalupe Castellanos, quien nació en San Salvador, El Salvador, en 1966. Estudió

parvularia en la Universidad Católica de Chile. En 1991 se graduó de Licenciada en Ciencias de la

Educación por la Universidad Evangélica de El Salvador. Su primer cuento infantil «La historia sin

fin de Alissa, una lata de soda», lo publicó en el año 2010.

En la actualidad se desempeña como maestra de parvularia en San Salvador. Ha sido designada,

por el Plan Nacional de Lectura de la Biblioteca Nacional, como la escritora del mes, para

este próximo mes de junio. Tiene además un blog: Todo continúa…

Y un nuevo libro publicado…

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1-Érika y Óscar: ¿Hubo alguna persona que fuera importante para que

adquirieras tu gusto por la lectura?

Guadalupe: Sin duda alguna mi padre, él era un hombre que leía mucho, su

ejemplo influyó en mí y siempre me alentó a mantener cerca de mí un libro.

2-Érika y Óscar: ¿Desde cuándo escribís?

Guadalupe: Desde muy pequeña. Tengo varios escritos guardados en mis gavetas

que muestran las diferentes etapas de mi vida. En realidad escribir siempre ha sido

importante para mí y una forma de desahogarme.

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3-Érika y Óscar: Guadalupe, ¿por qué te interesa la literatura infantil?

Guadalupe: La literatura infantil es uno de los rubros más difíciles de escribir y es

el comienzo de un buen lector. Si deseamos que las personas lean, debemos

comenzar por inculcar ese buen hábito en los niños. Una de mis metas es promover

el amor por la lectura por medio de historias novedosas y del interés de los niños

salvadoreños.

4-Érika y Óscar: Sabemos, Guadalupe, que acabás de publicar un libro. ¿Nos

podrías hablar sobre él?

Guadalupe: Es mi segundo libro infantil publicado, se llama «El Abrazo Infinito»

y está dirigido a niños de parvularia, aunque me he dado cuenta que el mensaje

llega fuertemente a los adultos porque toca un tema bastante olvidado como es el

de abrazar a nuestros seres queridos cuando están con nosotros.

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5-Érika y Óscar: ¿Hay en El Salvador otros escritores que cultiven la literatura

infantil?

Guadalupe: Cuando yo era estudiante en la universidad tuve el privilegio de

conocer a Corina Bruni, ella junto a Sara Palma de Jule y Maura Echeverría han

sido grandes exponentes de la literatura infantil después de Claudia Lars y

Salarrué.

En esta época podemos hablar de Jorge Galán, Mario Noel Rodríguez y Jorgelina

Cerritos, sin embargo todos ellos han cultivado el género de la poesía infantil, lo

mío es la narrativa.

Soy una mujer salvadoreña escribiendo para los niños salvadoreños con lenguaje

sencillo y temas del interés de ellos. Me inspiran escritores como Eric Carle, Alma

Flor Ada y René Laínez Colato. Este último es un escritor salvadoreño muy exitoso

en Estados Unidos.

Este 21 de abril, la biblioteca Nacional por medio de su programa Plan Nacional de

Lectura llevará a cabo el primer taller de escritores de literatura infantil

salvadoreña. Algunos de los escritores invitados son:

* CORINA BRUNI

*ERNESTO PANAMÁ

*KARLA RAMÍREZ

*MAURA ECHEVERRÍA

*IVETTE LORENA JUÁREZ

*MARÍA ALICIA INTERIANO DE BARRIENTOS

*AÍDA FLORES ESCALANTE

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En el hospital de niños “Benjamín Bloom”.

6-Érika y Óscar: ¿Cómo surgió la idea de ir al hospital Bloom a obsequiar tus

libros? ¿Alguna empresa lo patrocinó?

Guadalupe: Es la primera vez que lo hago, nadie me lo patrocinó, la idea surgió

cuando vi unas publicaciones de la fundación “La Niñez Primero” y decidí

contactarlos para regalar mis dos libros publicados.

Yo no sabía a qué servicio del hospital me iban a enviar esa mañana y para mi

sorpresa me enviaron a oncología. En esa misma época mi padre estaba padeciendo

de cáncer por lo que la experiencia fue muy sanadora para mí y me hizo ver mi vida

con otra perspectiva. En realidad la idea fue dar un poco de lo que Dios me da y

espero poder seguir haciéndolo.

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7-Érika y Óscar: ¿Quiénes son tus escritores favoritos y por qué?

Guadalupe: No creo tener escritores favoritos, es decir leo mucho y por épocas he

tenido mis favoritos. Recuerdo bien cuando en la universidad esperaba con ansias

las nuevas publicaciones de Gabriel García Márquez o de Isabel Allende. También

tuve mis épocas de autoconocimiento en donde los libros de Walter Riso o Pilar

Sordo eran mi deleite. En estos momentos acabo de terminar de leer las obras del

escritor salvadoreño Armando Molina y su estilo me ha llevado a comenzar a leer

el “El extranjero” de Albert Camus.

Pablo Neruda, Mario Benedetti, Gustavo Adolfo Bécquer y Vicente Huidobro tienen

mi especial admiración en el género de la poesía.

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Como pueden ver no hay favorito porque son escritores de diferentes épocas con

estilos completamente distintos.

En un taller de lectura, con niños.

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En librería La Casita, promocionando su primer libro.

8-Érika y Óscar: ¿Cómo ves el panorama de la literatura nacional?

Guadalupe: Interesante, me parece que se le está dando mucha importancia por

medio de diferentes instancias gubernamentales y privadas. Es necesario apreciar y

cultivar los valores nacionales y cultivar al mismo tiempo el nacimiento de nuevos

escritores por medio de talleres y programas educativos.

9-Érika y Óscar: ¿Cómo ves la situación política y económica de El Salvador?

Guadalupe: No suelo dar mi opinión en estos aspectos, más bien me reservo mis

pensamientos. Creo que la solución a todo problema social, político o económico en

cualquier latitud del planeta, es la educación, y es por eso que les escribo a las

nuevas generaciones intentando crear un cambio de actitud ante temas

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importantes y olvidados, como por ejemplo mi primer cuento que está dirigido

específicamente a mantener limpio muestro medio ambiente. La política se la dejo

a los políticos.

Con sus dos hijos.

10- Érika y Óscar: ¿Te gustaría mandar algún mensaje a los jóvenes que sienten

y a los que no sienten amor por la literatura?

María Guadalupe: A los jóvenes que sienten amor por la literatura les aconsejo

llevar siempre el entusiasmo por los libros a todos sus amigos, para que los jóvenes

que no sienten amor por la literatura se contagien. Leer abre las puertas de la

imaginación, nos mantiene ágiles de mente y nos permite aprender infinidad de

cosas nuevas.

Page 147: Entrevistas realizadas por Érika Valencia-Perdomo y Óscar Perdomo León entre los años 2011 y el 2012

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Todas las entrevistas fueron realizadas por Érika Valencia-Perdomo y Óscar

Perdomo León.