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243 Volumen 63 Número 713-714 eca Estudios Centroamericanos El conocimiento y la investigación histórica en El Salvador Entrevista con Sajid Herrera Marchelly Funes y Silvia Gutiérrez* “Hay diversas formas de interpretar en un país la actividad histórica”, dice Sajid Herrera, cate- drático e investigador del Departamento de Fi- losofía de la UCA, y autor, entre otros trabajos, de “La educación de primeras letras en el San Salvador y Sonsonate borbónicos, 1750-1808”. Miembro de la Academia Española de Historia desde el año 2000 y Doctor en Historia de Amé- rica por la Universidad Pablo de Olavide (Espa- ña), Herrera explica, en la siguiente entrevista, la importancia de la historia y del conocimiento histórico en El Salvador. Además, comenta algu- nos de los problemas, tareas pendientes y papel de los historiadores en la sociedad. ¿Qué se entiende por conocimiento histórico y por investigación histórica? ¿Cómo se ha concretado la investigación histórica en el país? En la actualidad, hay diversas formas de interpretar la actividad histórica en el país, que van desde las formas oficiales hasta las populares. La historia oficial es la que ha tenido mucha presencia por el impacto de los medios de comunicación o por el mismo sis- tema educativo nacional. En ella, además de mostrarnos la versión del más fuerte, los otros, es decir, la ciudadanía, los distintos actores so- ciales y políticos, o son invisibles o son simples espectadores del curso de los acontecimientos. Acontecimientos que son llevados a cabo por los grandes personajes o héroes míticos nacio- nales. Por su lado, los relatos se convertirían en formas populares que trasmiten registros del pasado. Muchas de ellas pueden estar tamiza- das por las historias oficiales. Hoy en día va tomando una posición bas- tante notoria la historia académica, revitalizan- do así una rica discusión sobre temas políticos, económicos y sociales. El Salvador era el único país centroamericano que no tenía carrera de Historia desde hacía muchas décadas hasta la creación de las licenciaturas en Historia, a inicios de esta centuria, en las universidades Tecnológica y de El Salvador. Honduras, Nica- ragua, Costa Rica y Guatemala, por su parte, y cada uno en distintos niveles, han logrado una tradición historiográfica bastante impor- tante que se evidencia en las producciones e investigaciones. El país, en cambio, todavía Entrevista * Analistas del Centro de Información, Documentación y Apoyo a la Investigación (CIDAI), UCA.

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Entrevista a Sajid Herrera

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  • 243El conocimiento y la investigacin histrica en El Salvador

    Volumen 63 Nmero 713-714 eca Estudios Centroamericanos

    El conocimiento y la investigacin histrica en

    El Salvador

    Entrevista con Sajid HerreraMarchelly Funes y Silvia Gutirrez*

    Hay diversas formas de interpretar en un pas la actividad histrica, dice Sajid Herrera, cate-drtico e investigador del Departamento de Fi-losofa de la UCA, y autor, entre otros trabajos, de La educacin de primeras letras en el San Salvador y Sonsonate borbnicos, 1750-1808. Miembro de la Academia Espaola de Historia desde el ao 2000 y Doctor en Historia de Am-rica por la Universidad Pablo de Olavide (Espa-a), Herrera explica, en la siguiente entrevista, la importancia de la historia y del conocimiento histrico en El Salvador. Adems, comenta algu-nos de los problemas, tareas pendientes y papel de los historiadores en la sociedad.

    Qu se entiende por conocimiento histrico y por investigacin histrica? Cmo se ha concretado la investigacin histrica en el pas?

    En la actualidad, hay diversas formas de interpretar la actividad histrica en el pas, que van desde las formas oficiales hasta las populares. La historia oficial es la que ha tenido mucha presencia por el impacto de los medios de comunicacin o por el mismo sis-tema educativo nacional. En ella, adems de mostrarnos la versin del ms fuerte, los otros, es decir, la ciudadana, los distintos actores so-ciales y polticos, o son invisibles o son simples espectadores del curso de los acontecimientos. Acontecimientos que son llevados a cabo por los grandes personajes o hroes mticos nacio-nales. Por su lado, los relatos se convertiran en formas populares que trasmiten registros del pasado. Muchas de ellas pueden estar tamiza-das por las historias oficiales.

    Hoy en da va tomando una posicin bas-tante notoria la historia acadmica, revitalizan-do as una rica discusin sobre temas polticos, econmicos y sociales. El Salvador era el nico pas centroamericano que no tena carrera de Historia desde haca muchas dcadas hasta la creacin de las licenciaturas en Historia, a inicios de esta centuria, en las universidades Tecnolgica y de El Salvador. Honduras, Nica-ragua, Costa Rica y Guatemala, por su parte, y cada uno en distintos niveles, han logrado una tradicin historiogrfica bastante impor-tante que se evidencia en las producciones e investigaciones. El pas, en cambio, todava

    Entrevista

    * Analistas del Centro de Informacin, Documentacin y Apoyo a la Investigacin (CIDAI), UCA.

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    est rezagado. El lugar que ocupan la historia positivista y la oficial sigue siendo importante. Una historia que se ha ocupado de hroes tales como Jos Matas Delgado, Gerardo Ba-rrios, Francisco Menndez, Toms Regalado, Maximiliano Hernndez Martnez, etctera, sin contar con el anlisis del contexto en el que estos individuos estuvieron inmersos.

    Sin embargo, con la interpretacin acad-mica se ha logrado una comprensin distinta no solo de la historia misma, sino tambin del enfrentamiento que debe tener el historiador con las fuentes. Francisco Gavidia, en su momento, a finales del siglo XIX y principios del XX, utiliz fuentes primarias para hacer historia; lo mismo hizo Miguel ngel Garca en sus estudios. Pero una cosa es utilizar fuen-tes primarias: manuscritos, impresos, fuentes periodsticas, orales, etc., como mera acumu-lacin de datos, y otra es hacer de ellas un ins-trumento de anlisis en el cual sean criticadas a partir del supuesto de que ellas no lo dicen todo o estn condicionadas por una variedad de factores. Si bien es cierto que la fuente pri-maria nos da una informacin relevante para la investigacin histrica, no por eso debemos tener una actitud acrtica hacia ella; no debe-mos creer todo lo que nos dice, porque ob-viamente la fuente primaria escrita, no escrita, colonial, republicana o del siglo XX siempre ha pasado por un tamiz, por la perspectiva de las subjetividades y circunstancias. En ese sentido, el historiador deber contrastarla con otras fuentes. Eso es lo que aporta la visin acad-mica. Hacer historia de manera acadmica no significa reducir el quehacer histrico a mero dilogo de caf, a academicismo. Ms bien se trata de incidir a travs de la investigacin en los procesos sociales y polticos del pas para que no estemos condenados a repetir los mis-mos errores del pasado.

    Volviendo al punto inicial, hay varias for-mas, entonces, de entender la historia en el pas. En primer lugar, est la historia oficial, narrada principalmente desde los centros de poder; la historia positivista, que ha reducido al pasado a un recuento acumulativo de he-chos, datos y hazaas sin ningn anlisis; la historia popular; las historias de resistencia,

    que nacieron para enfrentarse a las versiones oficiales y a la acadmica. Las historias de resistencia, por darles un nombre, aunque no s si sea el ms feliz, fueron esencialmente crticas; entendieron el pasado desde una pers-pectiva marxista, tal como lo hicieron autores de la talla de Rafael Menjvar y Roque Dalton. Si se revisa el libro El Salvador. Monografa, Dalton muchas veces cae en una historia po-sitivista, se queda mucho en los hechos, pero tambin hay una crtica al modo de entender oficialmente el pasado.

    El libro de Dalton es un buen ejemplo de cmo entender la historia salvadorea desde una perspectiva dialctica, de lucha de clases, de resaltar el papel de los grupos subalternos, indgenas, campesinos, obreros; grupos que en la historia oficial y positivista quedan en segundo plano o invisibilizados. Tarea en la cual puede ubicarse a investigadores extranje-ros como Thomas Anderson y Alastair White, entre otros, aunque ellos procedan de la aca-demia estadounidense.

    Desde cundo cobra importancia la historia como disciplina acadmica en El Salvador?

    Para que la historia acadmica haya venido cimentndose en el pas ocurrieron dos cosas. Primero, la salida de algunos profesores a Estados Unidos y a Europa con el objetivo de realizar estudios de postgrado. Ello contribuy a que en El Salvador en los aos setenta, ochenta y noventa se comenzara a elaborar investigacin histrica de manera distinta. Hay una nueva perspectiva porque estos acadmi-cos aprehenden las tradiciones historiogrficas que se estn discutiendo en el extranjero. La compenetracin con esas discusiones les per-mite entender el pasado salvadoreo desde una perspectiva distinta, y desde ah comienza una historia acadmica renovada en el pas, al menos en el siglo XX. Por ejemplo, Hctor Lindo, con su tesis sobre la economa en El Salvador en el siglo XIX, marc un hito en la forma de entender los procesos econmicos en el pas durante la centuria decimonnica, las formas laborales, la educacin y la formacin

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    del Estado. O el caso de Rodolfo Cardenal y la interpretacin que hace de la historia del poder de la Iglesia en el siglo XIX y en las primeras tres dcadas del XX. Cardenal intent enten-der la relacin Iglesia-Estado en un proceso de secularizacin y modernizacin creciente.

    El segundo momento estara marcado por la creacin de las dos escuelas de Historia en el pas. Primero, la escuela de la Universidad Tecnolgica, que solo gradu una promocin y fue cerrada; y, en segundo lugar, la escuela de Historia de la Universidad de El Salvador, que an contina activa. Ambas no solo han contribuido con la formacin de muchos jve-nes historiadores, sino a la construccin de un crculo de acadmicos que estn interpretando, cada uno desde sus investigaciones personales, la historia del pas. De hecho, la comunidad de reflexin histrica haba sido anterior con el Seminario Permanen-te de Investigaciones Histricas que funcion durante algunos aos en el Archivo General de la Nacin. Comunidad que supo crear un espacio de dilogo e intercam-bio muy fructfero.

    Cul es la agenda pendiente de la investigacin histrica?

    Se puede hablar de agendas colectivas, nacionales y personales; cada historiador tendr su propia agenda, sus propias lneas de investigacin: lo que considera importante no solo como investigador, sino desde y para el lugar en donde trabaja, o desde y para el pas mismo. Luego, las agendas colectivas, las agendas de las escuelas de Historia, que giran sobre temas muy especficos. Pero tambin hay una agenda nacional: lo que El Salvador demanda que se investigue. Es algo as como una exigencia moral. Y sta la tenemos pen-diente. Ahora bien, las tres son importantes porque al hablar solo de una agenda nacional estaramos coartando los intereses particulares de cada investigador.

    Cul debera de ser el aporte de estas tres agendas para la sociedad salvadorea?

    Pedirle un aporte inmediatamente prctico a la historia sera como pedirle peras al olmo; la disciplina histrica, como otras disciplinas humanistas o de las ciencias sociales, no tiene una incidencia prctica inmediata. Puede ser que en la mayora de los casos su influencia se quede nicamente en el mbito de la dis-cusin acadmica; sin embargo, ya ese es un buen paso logrado. En qu sentido? No por el hecho de quedarse en el mbito acadmico las investigaciones histricas pierden relevancia para la sociedad, porque estos anlisis pueden ser utilizados luego por estudios multidisci-

    plinarios, o pueden ser retomados por agencias gubernamentales, ONG, etc. Por ejemplo, Flacso y otras instituciones publica-ron hace poco el denomi-nado mapa de la pobreza del pas; cada ao, el PNUD realiza su investi-gacin sobre el desarrollo

    humano. Estudios como estos demandaran del anlisis histrico, pues debemos entender que el problema de la pobreza no es un fen-meno reciente.

    Resulta imprescindible el rastreo del pasado para no analizar aspectos como el desarrollo humano desde una ptica inmediatista o coyuntural. Ese rastreo ayudara de alguna forma a entenderlo estructuralmente, pues permitira ver sus continuidades y rupturas, las variaciones de los discursos a su favor, las medidas adoptadas anteriormente para su for-talecimiento, y hacernos las preguntas siguen siendo vlidas ahora?, hasta qu punto se siguen ensayando soluciones a problemas que ya se haban realizado antes y que no tuvieron ningn efecto?, se sigue invirtiendo tiempo y dinero en instituciones que al final no darn ninguna solucin? En ese sentido, la investi-gacin histrica estara dando un aporte, si se quiere, prctico.

    Nadie se pregunta qu puede decir la historia respecto a la

    violencia o la migracin. En gran medida, la culpa la ha tenido la

    forma de hacer historia en este pas.

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    Dentro de la agenda nacional, qu papel debera de jugar la historia o la investigacin histrica?

    La historia debera estar muy vinculada al presente, sin caer tampoco en el presentismo o el coyunturalismo, ya que estos dos fen-menos, hasta cierto punto, podran desvirtuar el quehacer histrico. Sin embargo, la agenda nacional debera responder a muchos de los problemas sociales por los que atraviesa el pas: la migracin, la violencia, el rgimen de partidos polticos, la economa, la pobreza y el desarrollo social; es decir, la agenda nacional se vuelve una agenda bastante amplia de te-mas y de tpicos a tocar. Uno puede decir pero de esos fenmenos da cuenta la jurisprudencia, la sociologa, la econo-ma, la psicologa social, entre otras disciplinas; son ellas las que tendran ms autoridad para hablar de ellos. Pero nadie se pregunta qu puede decir la historia respecto a la violencia o la migracin. En gran medida, la culpa la ha tenido la forma de hacer historia en este pas. Se ha credo que nicamente le interesan a este saber hazaas de hroes nacionales, sus biografas y la memorizacin estril de datos, fechas y lugares.

    En esos dos temas especficos, la migracin y la violencia, la historia tendra mucho que decir, tendra mucho que aportar para dar pistas; por ejemplo, el saber histrico puede y debe preguntarse por las transformaciones temporales y espaciales de la violencia no solo en el siglo XX o en un perodo de l, sino en los siglos anteriores. Por qu, desde cundo y en qu medida los habitantes de este territorio han utilizado mecanismos de fuerza para solucionar sus problemas o imponer sus voluntades? La historia permitira introducir nuevos elementos para ampliar el debate, para ampliar la discusin y mejorar el entendimien-to de estos problemas nacionales.

    Dicho lo anterior, cul debera de ser el papel del historiador?

    El de interrogar al pasado y el dejarse in-terrogar por l. Pero tambin en El Salvador hara falta hacer una metahistoria; no solo realizar historia poltica, econmica o cultural, sino adems una reflexin sobre la disciplina misma, un anlisis introspectivo. Una autorre-flexin. A la historia acadmica, por ser una disciplina relativamente nueva en el pas, le compete, y la sociedad lo demanda. Ms all del anlisis de los problemas del pasado, se

    trata de ver cules son los enfoques que debemos tomar en cuenta para rea-lizar la mirada al pasado, cules deben ser los mar-cos tericos, cules son los grandes problemas que nos estn marcando, y a partir de ah podra-mos ir enlazando el pasa-do con el presente.

    Qu tipos de investigacin histrica se han hecho en el pas?

    Los tipos de investigacin histrica elabora-dos en el pas han partido de las concepciones de historia que he mencionado al inicio. En la actualidad, hay instituciones, como el Museo de la Palabra y la Imagen, que han realizado esfuerzos para hacer investigacin no nece-sariamente escrita, sino de carcter visual. Esta forma interesante de hacer historia se ha basado en fuentes orales, es decir, en la entre-vista. Lo importante de las fuentes orales, con todo lo problemtico que ellas entraan, como sucede igualmente con las fuentes escritas, es que han permitido un mayor acercamiento a las voces de los invisibilizados: campesinos, indgenas, mujeres, ancianos, etc.

    Qu implica que la historia de El Salvador tenga un enfoque crtico?

    Alguien que est inmerso en la investiga-cin histrica debe tener presentes algunos ele-mentos. Primero, el uso de fuentes; segundo, el

    Las revisiones sobre el pasado son igualmente vlidas y

    necesarias para la disciplina que se ocupa del pasado mismo. Sin

    embargo, no es una preocupacin por lo pretrito lo que guiar esta

    reflexin, sino la preocupacin por el presente.

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    distanciamiento con ellas; tercero, la interpre-tacin; cuarto, buscar un buen marco terico, apoyarse con bibliografa, estar al tanto de los debates historiogrficos, de modelos historio-grficos y de los debates de otras disciplinas de las ciencias sociales: sociologa, ciencias polticas, economa, para tener armas tericas y poder interpretar el documento.

    La investigacin histrica requerir el tra-tamiento de fuentes. La fotografa y aquellos que vivieron experiencias pasadas que esta-mos interesados en investigar se convierten en fuentes indispensables, al igual que los archivos eclesisticos, municipales, nacionales, judiciales o del Ministerio de Relaciones Exte-riores. Las fuentes son para los historiadores una especie de obsesin. As como el filsofo no puede hacer filosofa sin una reflexin, el historiador muy difcilmente har historia crtica sin un enfrentamiento con la fuente. Es la manera de interrogar al pasado y, por otro lado, dejarse interrogar por l.

    El tratamiento de las fuentes debe ser crtico. Ello significar una seleccin rigurosa de las mismas, una seleccin previa de los archivos, de los centros documentales donde se quiere trabajar. Pero tambin significar un distanciamiento con la fuente. El historiador debe tener un distanciamiento crtico con la fuente al grado que le permita gozar de autonoma y de ese modo poder contrastar-la con otras narrativas de la poca, incluso anteriores o posteriores a ella. Por ejemplo, sin un distanciamiento crtico con el Diario Oficial como fuente primaria terminaramos adoptando como totalmente vlido el discurso gubernamental de una poca determinada. Si en el siglo XIX el discurso oficial deca que en El Salvador todos los municipios contaban con sus escuelas pblicas, se vuelve necesario contrastar ese discurso, esa informacin oficial con otras fuentes previas o posteriores.

    La criticidad es sinnimo de distanciamien-to, de escepticismo metodolgico. Cada quien hablar desde una perspectiva o circunstancia peculiar. Sin embargo, el investigador-historia-dor deber confrontar, deber visualizar otras perspectivas de anlisis que tambin se dieron

    en el perodo de estudio. La interpretacin de la fuente es muy importante. Si la fuente no se interpreta, se reduce a mero hecho y la in-vestigacin queda como mera recopilacin de datos. El Diccionario histrico enciclopdico de la Repblica de El Salvador, de Miguel ngel Garca, no tuvo, por supuesto, esta perspectiva de interpretacin de las fuentes. Igual la obra de Francisco Monterrey. El Diccionario de Garca comprende cerca de treinta tomos que recopilan cuanto documento estaba referido a El Salvador, desde la Colonia hasta la poca de redaccin del Diccionario. Estas recopila-ciones son importantes porque hicieron una sistematizacin de la informacin que resulta fundamental para los investigadores. A pesar de su importancia, el trabajo histrico no se debe reducir a eso.

    La historia es algo ms que recoleccin de informacin, es discusin terica sobre hechos del pasado, ese es el papel del historiador; de lo contrario se cae en la mera ancdota. Hay que decirlo: en cada septiembre, cuando los programas de televisin invitan a los historia-dores a que hablen sobre la Independencia es porque desgraciadamente se tiene la imagen que la tarea del historiador consiste en trans-mitir al pblico las hazaas de hroes naciona-les en forma anecdtica. Eso, entre otras cosas, ha llevado a los cientistas sociales a creer que el saber histrico no puede entrar en un di-logo con sus disciplinas en torno a temas de relevancia nacional. Mientras en el pas no se vea la importancia de la historia se le seguir entendiendo como un saber que habita en el cajn de los recuerdos.

    Por otra parte, se deben buscar marcos tericos. Hacer historia poltica, de las ideas, jurdica, econmica, etc., implicar dialogar con las tradiciones sociolgicas o de la poli-tologa, por citar dos ejemplos; implicar en-tenderse con las ciencias sociales y humanas en general, buena bibliografa que permita tratar e interpretar adecuadamente las fuentes. Tambin se hace necesario un saber histrico comprometido con la realidad del pas. Ha habido debates al interior de la disciplina filosfica, en la literatura o en las ciencias po-lticas sobre su compromiso con el pas. Pero

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    hace falta al interior de la disciplina histrica un debate ms intenso y fructfero al respecto. Quizs habra que preguntarse con quin ha estado comprometido el saber histrico en las generaciones anteriores. Las revisiones sobre el pasado son igualmente vlidas y necesarias para la disciplina que se ocupa del pasado mismo. Sin embargo, no es una preocupacin por lo pretrito lo que guiar esta reflexin, sino la preocupacin por el presente.

    Hablbamos de grandes formas de en-tender la historia. En ese sentido, qu diferencias marcan a cada una de estas formas de entender o de hacer historia?

    Aunque la historia acadmica comparte el carcter de criticidad con la historia de re-sistencia, hay entre ellas diferencias. Si ambas apuestan por la interpre-tacin en lugar de la con-templacin de los hechos o de la recoleccin de datos, la primera no tiene por qu utilizar necesaria-mente la interpretacin marxista. Entonces, los enfoques interpretativos cambian. Y estn abiertos a una serie de tradiciones historiogrficas: Escuela de los Annales, Nueva Historia Cultural, etc.

    Por otro lado, la historia acadmica tam-poco debe atenerse a lo econmico como el momento determinante por excelencia, tal como lo manifiesta la historia de resistencias. Para esta ltima el nfasis est en la estructura econmica como factor determinante de todas las posibilidades histricas del pas; la estruc-tura econmica es el factor movilizador de las masas para alzarse contra un rgimen poltico en un momento especfico. La historia acad-mica crtica, que es a la que debemos apuntar, no debe manejar esa visin de la estructura econmica, es decir, entendindola como la instancia nica de movilidad de los actores sociales, sino que debera tomar en cuenta una

    pluralidad de instancias. Lo social, en deter-minados momentos histricos, tambin fue un factor desencadenador de luchas sociales, de construcciones institucionales; al igual que lo cultural y lo poltico. Deber entonces conside-rar que estos mbitos no se hallan separados y que en determinados momentos adquieren una especie de dominancia unos con respecto a los otros.

    Ahora, las diferencias de esta historia aca-dmica con las otras son evidentes. La historia oficial no necesariamente ser crtica; en todo caso utilizar la crtica frente a los argumentos en su contra. Lo que tratar la historia oficial ser demostrar que es la perspectiva guber-namental, o la de un grupo en el poder, la vlida. Su versin ser la que se impondr,

    sus hechos son los que importarn, su relato es el que lograr tener un punto de dominancia sobre todos los dems relatos, su voz es la que tendr poder por encima de las otras voces. En cambio, la historia aca-dmica deber rehuir a la perspectiva de impo-sicin de una sola voz, sobre todo si es la de la

    historia oficial. Frente a la historia positivista-anecdtica, la historia acadmica deber ana-lizar las construcciones que aqulla hace de una serie de mrtires, prceres, hroes, como un fenmeno cotidiano utilizado por los inte-lectuales desde el siglo XIX para fundamentar a los Estados-nacin. Deber discutir hasta qu punto esas construcciones nacionales han reforzado y continan reforzando el poder y la dominacin de unos sobre otros. Si bien las versiones positivistas y liberales contribuyeron en su momento a la cohesin nacional con sus narrativas, la historia acadmica deber preguntarse cul fue el precio que se pag para ello, quines quedaron excluidos de dicha cohesin y qu tipo de nacionalismo y nacin se pretendi construir.

    El mundo universitario no comparte unnimemente la

    idea de acoger en sus recintos a las Ciencias Sociales y

    Humansticas. Historia, literatura, filosofa son saberes ausentes no solo como carreras, sino como formas de entender y afrontar

    la realidad.

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    Cul ha sido, en el pas, la forma de historia predominante en las ltimas dcadas?

    La historia oficial y la positivista. En el nivel escolar, la materia de Historia ha tenido muchos avatares porque hubo momentos en los cuales se insert de manera autnoma dentro de programas de estudio y luego des-aparece para insertarse dentro del programa de Ciencias Sociales. De cualquier forma, durante mucho tiempo, ha predominado la historia oficial, la narrativa laudatoria y mtica de grandes hroes. Pero sobre todo, y tan gra-ve como lo anterior, una visin memorstica de la historia.

    A pesar de lo anterior, hubo un gran re-corte, un punto de inflexin muy fuerte con la creacin de dos libros de texto para bachillera-to que conocimos popularmente como el libro azul y el libro rojo: Historia de El Salvador, Tomos I y II. Aunque ya dejaron de utilizarse en el sistema educativo. Estos libros fueron elaborados por historiadores extranjeros y nacionales que proceden del mundo acadmi-co. Si los revisamos y comparamos con otros libros de estudios sociales utilizados en el sis-tema escolar, notamos una enorme diferencia: encontramos anlisis de aplicacin, mltiples versiones de los actores sociales que se pueden contrastar con los hechos. Encontramos la pre-sencia no solo de lderes polticos, eclesisticos e intelectuales, sino que tambin aparecen sectores que haban estado invisibilizados en la narrativa histrica tradicional, y esto marca un punto de inflexin. Se atiende al papel que juegan los campesinos, los indgenas, el papel de la mujer y la vida cotidiana, un aspecto muchas veces olvidado y que puede parecer irrelevante para muchos cientistas sociales porque no atiende a las verdaderas estructuras de poder.

    Est bien que se analicen las estructuras de poder, pero a la par de ellas tambin hay una historia de los individuos, de los actores sociales, de la gente comn, que se lleva a cabo paralela y cotidianamente: su vida, pen-samiento, costumbres, sus jornadas laborales, etc. Tan importante es la historia de las lites

    como la de la gente comn. Si atendemos a esta ltima, dndole el peso que se merece, nos llevara a interpretaciones sobre aspectos sumamente relevantes: la pobreza, los ritmos de trabajo, las estrategias de negociacin y lucha de los sectores trabajadores con sus patronos, la religiosidad popular y sus enfren-tamientos con la religiosidad oficial, los roles desempeados por las mujeres en este pas y sus luchas reivindicativas, entre muchos aspec-tos. Esperaramos que la configuracin de los estudios sociales en este pas tome en cuenta los nuevos enfoques historiogrficos; esto implicara y exigir de parte de aquellos que hacen historia una participacin ms activa para que estas formas de leer el pasado sean reconocidas como aportes para aunar esfuer-zos en la comprensin de nosotros mismos. De lo contrario, los estudios sociales seguirn siempre centrados en el caudillismo, las lites, los grandes hroes, olvidando otras facetas y procesos importantes.

    Lastimosamente, el mundo universitario no comparte unnimemente la idea de acoger en sus recintos a las Ciencias Sociales y Humans-ticas. Historia, literatura, filosofa son saberes ausentes no solo como carreras, sino como formas de entender y afrontar la realidad. El conocimiento de la historia nacional y regional debera de ser una especie de eje transversal. No se trata de abrir materias de historia. Al menos no necesariamente. De lo que se trata es de crear una sensibilidad y cultura histri-cas: en qu espacio se encuentra cada cual, en qu tiempos vive y qu vectores temporales han forjado sus circunstancias? El profesio-nal debe tener una especie de sensibilidad histrica; debe ubicarse en las coordenadas espaciales y temporales de su poca. Si revi-samos el pensamiento de los intelectuales que reflexionaron sobre la misin y la identidad de la universidad en nuestro pas, nos daremos cuenta de que est muy presente la idea de la historicidad de lo humano como aspecto fundamental en la formacin de profesionales. Para ellos, la universidad no deba convertirse en una fbrica de ttulos ni en una especie de laboratorio productor de ciencia positiva, sino ms bien en un caldo de cultivo humanstico;

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    ese caldo permitira al futuro profesional ad-quirir una sensibilidad social e histrica.

    Cules seran, en una apretada sntesis, los momentos histricos ms importan-tes del pas en el siglo XX?

    Es muy difcil hacer una demarcacin de la historia del pas que sea universalmente acep-tada; lo que podra es sealar algunos puntos de inflexin que me parecen relevantes, pero que debern ser sometidos a discusin. Pues lo que resulta relevante para m, probablemen-te no lo ser para otro. Es ms, en todo caso, la expresin los momentos histricos ms importantes puede tener sus trampas porque puedo tomar, como lo har en esta entrevista, por el tiempo y el espacio, los perodos que ms conocemos, obvian-do otros procesos que estn subterrneos, en parte porque no se han estudiado todava lo su-ficiente. Procesos que no responden a cronologas convencionales y cuyos desarrollos se yuxtapo-nen o traslapan con otros acontecimientos anteriores y posteriores. Esas son las dificultades de hablar de los momen-tos histricos ms importantes.

    En el siglo XX, el proceso de 1920 a 1932 es bastante importante. Muchas veces se ha querido ver aislado, pero lo que sucede en el 32, la masacre, la matanza, no se entiende si no se toman en cuenta los procesos fraguados dcadas antes, como el agotamiento y crisis del proyecto de modernidad decimonnico, ni tampoco sus resultados posteriores. Desgra-ciadamente, el 32, como se le conoce, y la guerra civil de los aos ochenta son prctica-mente los dos nicos momentos del siglo XX en el que aparecen en la escena socio-poltica narrada por los cientistas sociales, y entre ellos los historiadores, los indgenas, las mujeres, los campesinos y obreros. Creo que debemos revisar este punto por su peligro.

    Un segundo momento en el siglo XX seran los regmenes militares, y aun ah sealara una

    serie de subdivisiones, porque dentro de estos se dan enormes diferencias, como por ejem-plo entre el rgimen del general Maximiliano Hernndez Martnez y el rgimen del coronel scar Osorio. Dentro de esos casi 50 aos de gobiernos militares ocurrieron procesos bas-tante interesantes, ambiguos pero interesantes. Por un lado, se constitucionaliza la autonoma de la UES, universidad pblica por excelencia; por otro, se reconocen los derechos civiles y polticos de la mujer. Aparte, se dan procesos de modernizacin que avalan la sindicaliza-cin, en los cuales el Estado subvenciona a los agricultores a travs de crditos, construccin de viviendas populares, etc. A la par de esto encontramos una enorme represin poltica y social, un cierre de los mecanismos de dilogo, una persecucin al pluralismo poltico, asesi-

    natos, exilios, cierres de peridicos, intervencin en la Universidad, etc. Ya hay importantes estudios sobre el autoritarismo y la modernidad en estos aos, como ha denomi-nado a su obra Roberto Turcios. Sin embargo,

    queda como agenda pendiente analizar de manera particular el rol que desempearon los sindicatos, los partidos polticos, las asociacio-nes civiles, las Iglesias...

    Otro momento interesante en el siglo XX sera el de los aos cincuenta y sesenta, cuya perspectiva es ms regional que nacional. Se tratara, una vez ms, de nuevos intentos por buscar la unidad centroamericana a travs, entre otros aspectos, del Mercado Comn Centroamericano. La injerencia de Estados Unidos, el contexto mundial de la Guerra Fra, los proyectos frustrados de reforma agraria, el fracaso del Mercado Comn por la guerra con Honduras, la conflictividad social y la represin militar... marcaran estos aos. Los antecedentes inmediatos de la guerra y la guerra misma son sin duda otro momento importante y aleccionador del siglo XX. El acuerdo de Chapultepec, as como el proceso de pacificacin y democratizacin del pas, vendra siendo otra etapa. Pero, como comen-

    Si bien es cierto que el pasado nos afecta y condiciona,

    tambin es cierto que en cada poca y etapa que vivimos hay experiencias nuevas. No hay

    entonces determinismos lineales.

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    taba, estos momentos necesitaran de una discusin y revisin. Quizs categoras como las de larga y corta duracin nos sean muy tiles para afrontar metodolgicamente estas temporalidades. Adems, es el investigador el que decidir qu perodo va a estudiar y cmo va a justificar o racionalizar ese perodo. Esto es parte del rico juego de inventar y de crear que permite el saber histrico. No se trata de inventar en el sentido de fantasear o recrear falseando los datos, sino de discutir, jugar con hiptesis y probabilidades, de problematizar los hechos del pasado.

    En trminos de tiempo (aos, dcadas, etc.), cmo se rige la historia de El Salvador? Tiene su propio tiempo?

    Esas temporalidades no son necesariamen-te de calendario. Por ejemplo, en trminos de anlisis en El Salvador, el siglo XIX no comenz necesariamente el 1 de enero de 1801 ni finaliz el 31 de diciem-bre de 1900; ms bien, en trminos analticos y no de calendario, el siglo XIX sera interpretado como una temporalidad que responde a ciertos acontecimientos que se constituyeron en pun-tos de inflexin. Para algunas interpretaciones, los procesos de independencia marcaran el inicio del siglo; para otras, en cambio, desde las reformas borbnicas de finales del siglo XVIII, porque ah se pusieron los cimientos del proceso de modernizacin de lo que ser este pas y de Amrica Latina en general. Ciertas semillas del reformismo borbnico, perdn por la metfora muy metafsica y biologicista, podrn ver sus frutos a finales del XIX con las llamadas reformas liberales. Como se ve, entonces, el siglo XIX es analizado, desde la anterior perspectiva, a partir de una forma re-creativa de interpretar el pasado.

    El factor cronolgico es importante obvia-mente, pero no es el nico porque los proce-sos, muchas veces, no sintonizan con los aos calendario; a veces ciertos procesos polticos,

    sociales y/o econmicos llegan a momentos muy tenues, en donde no sabemos si en rea-lidad estn desapareciendo, si estn llegando a una matizacin o recomposicin, o se est gestando un nuevo proceso. Se trata de mo-mentos muy claroscuros. Entonces, establecer recortes peridicos resulta bastante peligroso y complejo; por eso el recorte temporal debe ser muy cuidadoso y atender a muchas variables.

    Cmo marcan el presente salvadoreo los procesos ms significativos del recin finalizado siglo XX?

    El presente que vivimos fue posibilitado, con todos sus desaciertos y aciertos, por un contrato por el que las dos fuerzas beligerantes durante la guerra civil acordaron finalizar la guerra. Ni nos hallamos determinados exclu-sivamente por el pasado a tal punto que el nico factor que atiende el pas se reduce a las demandas de los lisiados de guerra; ni tampo-

    co estamos atrapados por el presente de modo que la problemtica nacional se enfila nada ms a re-solver los altos precios del petrleo. Si bien es cierto que el pasado nos afecta y condiciona, tambin es cierto que en cada poca

    y etapa que vivimos hay experiencias nuevas. No hay entonces determinismos lineales. Si nos preguntamos por qu ocurri la guerra civil, en tanto es un pasado reciente que nos sigue afectando, las causas resultan ser va-riadas. La historia oficial deca, y a veces lo vuelve a sealar como si no quisiese aprender del pasado, que la guerra civil ocurri por la injerencia del imperialismo sovitico en la d-cada de los sesenta, setenta. Pero una historia ms acadmica nos advierte que las causas eran de carcter estructural y que en gran parte se vinieron gestando a lo largo de los 50 aos de regmenes militares, de un estilo y modelo econmico que ya estaba desgastado, de un cierre de puertas a la sociedad civil para poder dialogar, para poder expresar su plura-lidad ideolgica y poltica. Mucho de lo que vivimos ahora ha sido mediatizado por esas variables del pasado.

    El Salvador no solo experimenta el fenmeno de la migracin

    humana, sino que experimenta continuamente el fenmeno de la migracin de su memoria. No queremos enfrentarnos con ella.

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    El pasado incide en nosotros, pero como es un perodo aejo, fcilmente perdemos de vista la perspectiva histrica, porque a veces es muy difcil pensar sobre los tiempos lejanos. Tendemos a ser muy presentistas, siempre a vivir el momento; pero al tomar esta actitud, muchas veces rompemos el cordn umbilical. Es ah donde perdemos de vista cules son aquellos factores y variables del pasado que nos siguen posibilitando o imposibilitando nuestra experiencia vital, nuestra forma de vida. En este pas, una forma muy concreta de verlo es a travs de nuestra memoria his-trica. A ella la hemos venido desterrando continuamente; esto lo podemos observar, por ejemplo, en la pobre cultura de prevencin de desastres que se ha cimentado. Somos un pas altamente ssmico, con vulnerabilidad ante las fuerzas naturales. Y hemos perdido de vista que tales fenmenos naturales nos han venido acompaando desde hace siglos.

    La geohistoria nos ensea cmo los que nos precedieron aprendieron a convivir con las distintas fuerzas que los condicionaron: fen-menos naturales, fuerzas sociales, etc. Nosotros hemos olvidado que, desde el siglo XVI, es decir, desde cuando se lleva un registro, ocu-rren experiencias telricas cada 15 20 aos aproximadamente. Aun as, la cultura de pre-vencin es mnima. Qu nos indica eso? Que poco hemos aprendido de nuestro pasado, y de esa forma seguiremos conviviendo con la naturaleza de una manera todava rudimen-taria, como lo hicieron nuestros antepasados; pero ellos lo hicieron de esta forma porque no tenan medios tecnolgicos, comunicativos ni jurdicos para reglamentar, por ejemplo, dnde construir o cmo hacerlo de forma ms segu-ra. Hoy tenemos esos medios y no hacemos uso de ellos; seguimos enfrentndonos a esas fuerzas naturales muy rudimentariamente. Esa es otra forma de ver cmo el pasado puede incidir de una manera trgica en el presente; es una forma de no querer entender que en este pas se hace necesario un reordenamiento territorial, aplicar una normativa para evitar la construccin en sitios que son muy vulne-rables, tanto por movimientos telricos como por inundaciones.

    Este pas no solo exporta salvadoreos, sino tambin exporta continuamente su me-moria; no solo experimenta el fenmeno de la migracin humana, sino que experimenta continuamente el fenmeno de la migracin de su memoria. No queremos enfrentarnos con ella. A algunos les provoca pnico, porque de alguna forma significa una deslegitimacin de las instituciones que resguardan sus privi-legios; para otros, puede poner en peligro sus intereses econmicos; y para muchos desafa un modo de vivir centrado en un coyuntura-lismo y un presentismo. Pero sea el caso que fuere, vivimos continuamente con ese destierro de nuestro pasado; en nuestra experiencia vital colectiva debemos de reconciliarnos con el pasado. El salvadoreo no ha encontrado esa reconciliacin todava.

    Qu se podra hacer o proponer para que la memoria histrica no migre?

    Acabo de decir que no nos habamos reconciliado con nuestra memoria histrica; esto significa que constantemente estamos deportando facetas de ella. No creo que quedemos desnudos de memoria histrica, pero continuamente estamos deportndola. No hemos llegado a esa reconciliacin y eso implica que nosotros nos podemos quedar desnudos de historicidad. Ah estara una de las agendas importantes del historiador, una de las necesidades que ciertos sectores esta-ran demandando al quehacer histrico. No me atrevera a decir que el historiador es el garante del pasado, como el filsofo alemn Martin Heidegger deca que el hombre es el pastor del ser, porque estara reduciendo el pasado a la exclusividad del historiador. De ser as, el historiador se convertira en una especie de morada o pastor del pasado.

    Pensamos que vivimos en un pas homog-neo, pero no es as. En ese sentido, al historia-dor le compete, y la sociedad lo demanda, una nueva forma de hacer historia, de analizarla y de acercarse a esta memoria no solo para pro-tegerla, sobre todo a partir de la oralidad y de los documentos, sino tambin para hablar de ella y dar cuenta de ella. El pasado no es un

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    patrimonio del historiador. El historiador no es el pastor del pasado en el sentido de que el pasado no es patrimonio del historiador; el pasado es patrimonio de todos y cada uno de nosotros. Lo que le compete al historiador es interpretar ese pasado, enfrentarse con las fuentes de l, y dar cuenta de las mltiples voces, los mltiples protagonistas y de los mltiples procesos.

    Por ltimo, qu perspectivas vislumbra para la investigacin histrica en El Salvador?

    Si ha habido formas distintas de hacer historia en este pas es porque este saber ha venido configurndose a s mismo, buscando las mejores herramientas para aproximarse al pasado. El problema es que en esa bsqueda las proclividades a legitimar situaciones de poder y exclusin han sido frecuentes. De cualquier forma, el reto para la investigacin se presenta hoy muy desafiante. Ninguna in-vestigacin realizada hasta el momento, lejos de lo que pudiera pensarse, ha agotado la lectura de nuestro pasado. Historiadores como Rodolfo Barn Castro hicieron avances muy interesantes en los aos cuarenta, cincuenta. Sus estudios sobre la poblacin de El Salva-dor, por muy superados que puedan parecer ahora sus mtodos de anlisis, marcaron un

    gran avance en su momento. Sin embargo, no est dicha la ltima palabra. Nos queda ahora dialogar con su propuesta y profundizarla. Las fuentes parroquiales o de archivos eclesisti-cos, como las visitas pastorales efectuadas por los obispos y arzobispos desde el siglo XVI, que no fueron consultadas por Barn Castro se convierten en documentacin privilegiada para entender los ritmos de crecimiento y disminucin poblacional, enfermedades, ac-tividades laborales, composiciones tnicas y familiares, migraciones...

    La carrera de Historia de la UES deber constituirse en una especie de recinto de re-novacin del saber e investigacin histrica. La publicacin de artculos, tesis, libros, la discusin de avances de investigacin, la re-cuperacin y organizacin de archivos locales y bibliotecas pblicas o privadas debern ser algunos de sus objetivos, as como de todos aquellos que se dedican a esta disciplina y que no son parte de la UES. Se deber mostrar el cambio de enfoque y de metodologas con respecto a cmo se haca anteriormente. All est entonces el reto, pero tambin all estara la toma de conciencia de la modestia intelec-tual del investigador con respecto al pasado. ste, como deca Marc Bloch, no siempre se dejar ver, ser un tirano, pues en ocasiones nos mostrar lo que l quiera.