Entrenamiento de la ADM/flexibilidad: definición y contextualización · 2020. 5. 30. · La...

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Entrenamiento de la ADM/flexibilidad: definición y contextualización En la bibliografía entorno al entrenamiento de esta capacidad condicional encontramos cierta confusión terminológica (con utilización de distintos términos utilizados como sinónimos o bien intercambiados en cuanto a la aplicación conceptual), por tanto consideramos interesante realizar, inicialmente, un esfuerzo (dentro del mismo objetivo del presente artículo) por aunar, consensuar y acotar dichos aspectos. Quizás la propuesta de este grupo no sea la mejor, ni la más acertada, pero a partir de ello se podrían desarrollar nuevas propuestas en la búsqueda de un adecuado manejo de dicha componente o variable del entrenamiento. Inicialmente, encontramos en la bibliografía muchas y variadas definiciones del término y concepto de “flexibilidad”. A continuación exponemos algunas sobre las que poder realizar una reflexión (a la que animamos): “La flexibilidad es la habilidad para aumentar la extensión de un movimiento en una articulación determinada”. Muska Mosston (1968) “La flexibilidad es la capacidad de un individuo para realizar mayor o menor recorrido de las articulaciones. Es un producto de la elasticidad muscular y la movilidad articular”. Jorge de Hegedüs (1983) “La flexibilidad es la capacidad de ejecutar movimientos voluntarios con mayor amplitud en determinadas articulaciones. No debe considerarse como una capacidad puramente motriz-condicional, sino que también está impregnada en gran medida por condiciones motrices y coordinativas”. Manfred Grosser (1985) “La movilidad es la capacidad de ejecutar movimientos con amplitud”. Jurgen Schmidt (1986) “La movilidad es la capacidad y la cualidad que el deportista tiene para ejecutar movimientos de gran amplitud por si mismo o bajo la influencia de fuerzas externas. Sinónimos de movilidad son: flexibilidad, agilidad, movilidad articular (concerniente a la articulación) y capacidad de extensión (concerniente a los músculos, tendones, ligamentos y cápsulas articulares)”. Jurgen Weineck (1988) “La flexibilidad ha sido definida indistintamente como movilización, libertad de movimientos o, técnicamente, como la amplitud de movimientos (ADM) obtenible en una articulación o conjunto de articulaciones”. Michael J. Alter (1991) “Capacidad de extensión máxima de un movimiento en una articulación determinada”. Jordi Porta (1996) “La flexibilidad se refiere a la amplitud de movimiento (ROM: range of movement) de una articulación específica respecto a un grado concreto de libertad”. Mel Siff y Juri Verkhoschansky (2000) Etimológicamente el término flexibilidad proviene del latín “bilix” que significa “capacidad” y “flectere” cuyo significado es “curvar”. (Porta, 1996) Dicho término flexibilidad, va parejo a los conceptos de movilidad máxima en una articulación, esto es a la amplitud de movimientos (ADM).

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  • Entrenamiento de la ADM/flexibilidad: definición y contextualización

    En la bibliografía entorno al entrenamiento de esta capacidad condicional encontramos

    cierta confusión terminológica (con utilización de distintos términos utilizados como

    sinónimos o bien intercambiados en cuanto a la aplicación conceptual), por tanto

    consideramos interesante realizar, inicialmente, un esfuerzo (dentro del mismo objetivo

    del presente artículo) por aunar, consensuar y acotar dichos aspectos. Quizás la

    propuesta de este grupo no sea la mejor, ni la más acertada, pero a partir de ello se

    podrían desarrollar nuevas propuestas en la búsqueda de un adecuado manejo de dicha

    componente o variable del entrenamiento.

    Inicialmente, encontramos en la bibliografía muchas y variadas definiciones del

    término y concepto de “flexibilidad”. A continuación exponemos algunas sobre las que

    poder realizar una reflexión (a la que animamos):

    • “La flexibilidad es la habilidad para aumentar la extensión de un movimiento en una

    articulación determinada”. Muska Mosston (1968)

    • “La flexibilidad es la capacidad de un individuo para realizar mayor o menor recorrido

    de las articulaciones. Es un producto de la elasticidad muscular y la movilidad

    articular”. Jorge de Hegedüs (1983)

    • “La flexibilidad es la capacidad de ejecutar movimientos voluntarios con mayor

    amplitud en determinadas articulaciones. No debe considerarse como una

    capacidad puramente motriz-condicional, sino que también está impregnada en

    gran medida por condiciones motrices y coordinativas”. Manfred Grosser (1985)

    • “La movilidad es la capacidad de ejecutar movimientos con amplitud”. Jurgen Schmidt

    (1986)

    • “La movilidad es la capacidad y la cualidad que el deportista tiene para ejecutar

    movimientos de gran amplitud por si mismo o bajo la influencia de fuerzas

    externas. Sinónimos de movilidad son: flexibilidad, agilidad, movilidad articular

    (concerniente a la articulación) y capacidad de extensión (concerniente a los

    músculos, tendones, ligamentos y cápsulas articulares)”. Jurgen Weineck (1988)

    • “La flexibilidad ha sido definida indistintamente como movilización, libertad de

    movimientos o, técnicamente, como la amplitud de movimientos (ADM) obtenible

    en una articulación o conjunto de articulaciones”. Michael J. Alter (1991)

    • “Capacidad de extensión máxima de un movimiento en una articulación determinada”.

    Jordi Porta (1996)

    • “La flexibilidad se refiere a la amplitud de movimiento (ROM: range of movement) de

    una articulación específica respecto a un grado concreto de libertad”. Mel Siff y

    Juri Verkhoschansky (2000)

    Etimológicamente el término flexibilidad proviene del latín “bilix” que significa

    “capacidad” y “flectere” cuyo significado es “curvar”. (Porta, 1996)

    Dicho término flexibilidad, va parejo a los conceptos de movilidad máxima en una

    articulación, esto es a la amplitud de movimientos (ADM).

  • Tras este análisis quizás sería necesario buscar acotar, definir de una manera más

    precisa y ajustada a la información existente actualmente y aplicada al contexto de los

    programas de acondicionamiento físico saludable.

    Así podríamos definir la amplitud de movimientos (ADM) como la valoración

    cuantitativa del arco de movimiento articular (específico), determinada al realizar un

    movimiento independientemente de la velocidad de ejecución (Moras, 2007; Heredia et

    al., 2011). Como bien expone el Profesor Moras (2007) los límites “normales” de dicha

    ADM han sido descritos por la anatomía funcional (Kapandji, 1983; Alter, 1990; Reese y

    Bandy, 2002; Borms y Van Roy, 2001)

    Por otro lado la flexibilidad podríamos entenderla como la capacidad de desplazar

    una articulación o serie de articulaciones a través de una ADM completa, sin restricciones

    ni dolor. Incluso podríamos considerar que para contemplar un mínimo de flexibilidad

    pueda ajustarse a una ADM específica que garantice una óptima función articular y

    funcional (Alter, 1988; Artheim y Prentice, 1993; Couch 1982; Jensen y Fisher, 1979;

    Rasch, 1989; Moras, 2007; Heredia et al., 2011)

    Algunos autores (Panjabi y White, 2001) entienden el concepto de flexibilidad como

    sinónimo de complianza y antagónico de stiffness (rigidez muscular). Como veremos, el

    concepto de elasticidad y stiffnes, aunque interrelacionados, no pueden ser

    intercambiados, dado que el concepto de elasticidad representa una propiedad del

    material y la segunda incluye la estructura (volumen y medidas) (Moras, 2007)

    Stifness y complianza

    Importante cara al almacenamiento de la energía elástica y su reutilización. Sería el

    grado de deformación de los componentes elásticos depende de la dureza o rigidez

    muscular (STIFNESS), como capacidad de oposición al estiramiento que puede

    desarrollar un músculo. Todos los músculos no presentan la misma stiffness.

    La complianza, como propiedad contraria, es la facilidad con que puede estirarse

    un músculo, que influiría directamente en la capacidad de almacenamiento y reutilización de la energía elástica (Tous, 1999).

    Movilidad articular

    Podríamos definir movilidad como la posibilidad de movimiento de las articulaciones.

    Dichas características se refieren a las posibilidades de amplitud de movimientos que se

    pueden generar en las mismas. Dichas articulaciones, son los centros del movimiento

    del cuerpo que hacen que dicho cuerpo tenga una mayor resistencia a las posibles

    presiones o tracciones que se hagan sobre él. Por tanto la movilidad de una articulación

    dependerá de la configuración anatómica de la misma.

    En general, se trataría de precisar el tipo de movilidad y dar una horquilla de amplitud

    angular. Esta amplitud representa el máximo obtenible con la articulación en movilidad

    pasiva (la activa siempre es más limitada) (Dufour y Pillu, 2006). Es fundamental conocer

    este aspecto para determinar no solo la posibilidad de situaciones de hipermovilidad,

  • sino para establecer límites o zonas de ROM (rango de movimiento) que pudieran

    generar conflictos en la capacidad de soportar determinados tipos de tensiones

    (zonas de conflicto articular) incrementándose con ello el potencial riesgo lesivo

    a corto, medio y largo plazo.

    Dentro de la movilidad excesiva, se pueden diferenciar entre hipermovilidad e

    inestabilidad articular. En biomecánica clínica la hipermovilidad constituye una situación

    en la que el arco de movimiento fisiológico es más grande del normal, pero sin que esto

    suponga la existencia de movimientos nuevos que no tendrían que darse. En cambio,

    hablaremos de inestabilidad cuando precisamente aparecen movimientos que no

    deberían darse o que normalmente la persona que manipula no debería percibir durante

    la exploración.

    La estabilidad es tanto antinómica como complementaria de la movilidad. Antinómica

    porque, en general, las situaciones estáticas se consideran más estables que las

    dinámicas. Se olvida que cuando un sistema es inestable, solo la movilidad permite

    controlar el desequilibrio y adaptarse al comportamiento estabilizador (Dufour y Pillu,

    2006).

    Hay que tener cuidado con el sentido que se le da al término de estabilidad. A menudo,

    este término se utiliza sin precisar su naturaleza, lo que lleva a confusiones de

    comprensión.

    Estiramiento

    A la variación que sufre el músculo por la aplicación de una fuerza de tracción, la

    llamamos estiramiento. Este estiramiento va a ser directamente proporcional a la

    fuerza que lo produce. Los tejidos responderán de forma variable siguiendo el trazado

    de una curva tensión/deformación, en la cual se observa que la aplicación de una fuerza

    de tracción genera una deformación determinada; pero, cesando dicha fuerza, el cuerpo

    recupera su longitud de reposo, constituyendo la llamada región elástica o zona de

    deformación elástica. Si sometemos al músculo a una fuerza de mayor calibre, que

    llegara a sobrepasar su límite de elasticidad, veríamos que el tejido no recupera su

    longitud inicial al cesar el estímulo de tracción. Estaríamos en la llamada zona de

    deformación plástica del tejido. Si a partir de aquí se aumenta todavía más el estímulo

    de tracción, podríamos alcanzar el punto de ruptura. Respecto al término de ADM se

    debe diferenciar del de “estiramiento” ya que, como bien expone Moras (2007) algunos

    sujetos presentan una óptima ADM y no suelen estirar y otros siempre estiran y poseen

    una deficitaria ADM (Shrier, 2002; 2004).

    Elasticidad

    Dicho término debería diferenciarse del de “flexibilidad” (Alter, 1990; Moras, 2007).

    Entendemos la elasticidad, como la capacidad que posee un tejido para recuperar su

    forma original tras haber sido deformado por un estímulo de tracción, debiéndose de

    diferenciar, pues, claramente de la capacidad de elongación. Cuanto mayor es la

    capacidad elástica de un tejido, mayor fuerza debe ser aplicada para producir un cierto

    grado de estiramiento. En ocasiones un gran desarrollo de ADM en una articulación

    determinada puede conllevar cierta pérdida de elasticidad y, en algún caso, se origen de

    una inestabilidad (Moras, 2007; Balaftsalis, 1982; Corbin y Noble, 1980).

    La viscoelasticidad, es la capacidad del músculo de deformarse en función de la carga

    aplicada y el tiempo en que se aplica. Ejemplo: una cuchara de plástico, si aplicamos la

    fuerza de manera brusca para doblarla se romperá, sin embargo si aplicamos la fuerza

    lentamente la estructura se doblará antes de romperse. En un material elástico toda la

    energía es almacenada y empleada en volver a su forma original cuando cesa la

  • deformación, pero en un material viscoelástico parte de la energía acumulada se disipa

    en forma de calor (García Manso, 1988 y Tous Fajardo, 1999)

    En lo referente a poder entender, de manera muy básica, el comportamiento elástico

    del músculo, imaginemos y comparemos dicho músculo con una goma elástica (quizás

    una comparación excesivamente simplista).

    Figura 1. Típica curva de carga (superior) y descarga (inferior) de los test de tensión

    de los ligamentos de la rodilla. Las dos curvas no lineales forman

    un bucle de histéresis. El área entre las curvas, llamada área de histéresis, representa

    la energía perdida dentro del tejido (Nordin y Frankel, 1989)

    En una primera fase de estiramiento se sigue una curva exponencial en la relación

    fuerza de tensión-elongación.

    Al cesar la fuerza deformante la goma sigue el mismo camino que a la ida. En cambio,

    el músculo presenta el llamado fenómeno de la histéresis elástica o viscoelasticidad que

    consiste en una amortiguación de la velocidad de retorno, almacenando una energía

    potencial que favorecerá la posterior contracción (capacidad elástica muscular).

    Hasta aquí, podríamos considerar el concepto de ADM desde un punto de vista

    integrador, por un lado de la movilidad articular, de la elongación muscular y de la fuerza.

    2. La ADM/flexibilidad en los programas de acondicionamiento físico

    saludable (PAFS)

    La inclusión de programas de flexibilidad o amplitud de movimiento (ADM), como

    objetivo dentro de los programas de actividad física saludable (AFS), ha venido siendo

    considerada desde las siguientes perspectivas (Heredia et al., 2011):

    • En relación a la mejora del rango de movimiento (ROM) y funcionalidad articular, a fin

    de evitar la pérdida de ADM y la disminución de la habilidad de la persona para

    realizar las tareas cotidianas como consecuencia de la edad (anquilosis).

    • Como factor preventivo de desequilibrios-desajustes neuromusculares y de posibles

    repercusiones lesivas sobre el sistema neuromuscular. A este respecto, se debe

    considerar la adecuada evaluación y prescripción a fin de de asegurar las

    adecuadas adaptaciones saludables, en musculatura relacionada con mayores

    requerimientos de reajuste, como consecuencia de propiciar una cierta inhibición

    refleja mediada por los mecanorreceptores del tendón y disminución de la tensión

    viscoelástica, que permite una relajación transitoria del complejo actina-miosina

    y un cambio, a más largo plazo, en la matriz extracelular envolvente. • Como herramienta útil para el tratamiento y recuperación de lesiones.

    • Como componente para el mantenimiento y la mejora del estado global de la salud

  • física.

    Diversos autores, han revisado la extensa literatura publicada desde 1950 (Thacker

    et al. 2004; Zebas y cols., 1985; Sáinz, 2008). En dichas revisiones se concluye que el

    estiramiento mejorará la extensibilidad muscular y el ROM articular, observándose dichas

    mejoras en cualquier músculo que haya sido entrenado en flexibilidad. De forma

    añadida, fue documentado que dichas mejoras podrían mantenerse durante varias

    semanas. No obstante, el principio de reversibilidad, también resulta aplicable al

    entrenamiento de flexibilidad, entendiéndose por tanto, que en periodo de no

    entrenamiento, las adaptaciones obtenidas por el entrenamiento se disiparán

    paulatinamente.

    Con respecto a la prevención de lesiones, no existe un consenso científico al

    respecto. Por un lado, existen revisiones de meta-análisis que no encuentran evidencia

    suficiente para sugerir el carácter profiláctico de los estiramientos previos a la realización

    de ejercicio físico (Thacker et al, 2004; Small y McNaughton, 2008). Por otro lado, ha

    sido sugerido que la realización de estiramientos previos (15 minutos antes) al ejercicio

    físico puede resultar un elemento profiláctico (Woods et al., 2007). Existen trabajos

    científicos con una posición intermedia (Witvrouw et al., 2004). Estos autores relativizan

    el potencial profiláctico de los estiramientos al ejercicio físico siguiente. En actividades

    donde exista una mayor demanda de la unidad músculo-tendón, como almacenamiento

    de energía elástica-, es decir, en esfuerzos con repetidos ciclos estiramiento-

    acortamiento (CEA), como por ejemplo saltos. En este tipo de actividades los

    estiramientos previos pueden liderar un incremento de la complianza y con ello, una

    reducción del riesgo de lesión ante este tipo de esfuerzo. Las actividades que no

    requieran de esta demanda, por ejemplo caminar, pedalear, nadar, no parece existir

    relación positiva. No obstante, todos los autores están de acuerdo en la necesidad de

    seguir investigando sobre este tópico con el fin de obtener un consenso concluyente.

    Para finalizar este punto, debe ser matizado que principalmente, el riesgo de lesiones

    podrá verse reducido mediante los programas de flexibilidad, principalmente entre

    personas que posean flexibilidad muy limitada (anquilosis) (Jones & Knapik, 1999).

    Figura 2. Posibles efectos de los estiramientos sobre la prevención de lesiones

    (extraído de Mc McHugh y Cosgrave, 2010)

    Llegados a este momento, debe conocerse que, todo programa de entrenamiento

    debe estar diseñado y planificado. En el caso del entrenamiento de la flexibilidad, dicho

    diseño y planificación deben estar orientados a mantener unos valores aceptables y

    funcionales de amplitud de movimiento (ADM).

  • Las metodologías y recomendaciones más extendidas al respecto, son fruto de la

    observación en las respuestas viscoelásticas del músculo al estímulo del estiramiento.

    En esta apartado, cabe reseñar, que pese a conocer la plasticidad en la geometría

    muscular, muy estudiados los cambios que el entrenamiento de fuerza puede generar

    sobre la misma- estamos de acuerdo con Blazevich (2006) sobre la evidente carencia de

    estudios descriptivos sobre las modificaciones morfológicas como el ángulo de

    penneación de los fascículos tras periodos de entrenamiento de flexibilidad. En nuestra

    labor de recopilación, hemos encontrado escasa investigación que intente aproximar la

    relación entre el estiramiento pasivo y las adaptaciones en las fibras musculares. (De

    Deyne, 2001). Puesto que resulta un tema muy específico, y no es abarcable en este

    apartado, y el texto es de gran interés, instamos al lector interesado en profundizar

    sobre este tópico a la lectura del artículo original (De Deyne, 2001; De Deyne et al.,

    1999).

    Figura 3. Posibles efectos de los estiramientos sobre la fuerza/potencia. (extraído de

    Mc McHugh y Cosgrave, 2010)

    Todo el concepto global del entrenamiento de flexibilidad puede basarse en la “Teoría

    del Estrés Físico” (Mueller y Malut, 2002). En términos generales, esta teoría entiende

    que el ejercicio físico genera estrés físico-mecánico (fuerza aplicada sobre un tejido

    biológico) al cual, el tejido biológico deberá adaptarse. Estos autores han desarrollado

    esta teoría en 12 principios, no obstante en este apartado serán citados aquellos que

    fundamenten el entrenamiento de la flexibilidad:

    • Los tejidos biológicos se acomodan (adaptan) al estrés físico, pudiendo generar

    modificaciones estructurales y funcionales con el fin de asumir mejor la carga.

    • El nivel de estrés físico-mecánico que excede los niveles habituales o de

    mantenimiento generará una respuesta adaptativa, incrementando la resistencia

    y/o tolerancia del tejido para la próxima demanda.

    • La intensidad del estrés físico-mecánico depende de diferentes variables intrínsecas a

    la naturaleza del estímulo.

    • El estrés físico-mecánico óptimo es variable entre individuos, dependiendo en gran

    medida a la historia de los individuos a la exposición del estrés y predisposición

  • genética principalmente.

    • Tras la exposición al estrés físico-mecánico, se requiere de tiempo para la recuperación

    y con ella, la adaptación al estímulo impuesto.

    Expuestos estos principios, a continuación se debe dar paso al desarrollo de los

    criterios para el adecuado diseño de un programa de entrenamiento de flexibilidad. En

    primer lugar, serán desarrollados los criterios básicos para el diseño de un programa de

    flexibilidad en el contexto de los programas de acondicionamiento físico saludable.

    Como en cualquier entrenamiento para el desarrollo de otra cualidad –aptitud

    neuromuscular o aptitud cardiovascular por ejemplo- se requiere de un proceso para

    obtener mejoras significativas. En este sentido, incluso entre deportistas, como

    lanzadores de béisbol, que requieren de un elevado grado de flexibilidad para la

    articulación gleno-humeral –para reducir el riesgo de lesión generado por las elevadas

    deceleraciones- no se registran incrementos con repercusión clínico-funcional, en el

    rango de movimiento (ROM) tras una exposición de una sesión de entrenamiento de

    flexibilidad (Laudner et al., 2008).

    Ha sido sugerido que el incremento de la flexibilidad durante un entrenamiento

    prolongado es el resultado, principalmente, de una reducción en el stiffness pasivo de la

    unidad músculo-tendón. Los cambios positivos desencadenados por los entrenamiento

    de flexibilidad envuelven adaptaciones mecánicas seguidas de adaptaciones neuronales

    –resultando un proceso de adaptación inverso al que ocurre ante el entrenamiento de

    fuerza- La temporalización de estos fenómenos adaptativos y el grado de contribución

    sobre los niveles de flexibilidad permanecen desconocidos (Guissard y Duchateau, 2006).

    Esta laguna de conocimiento puede derivarse por los diferentes tejidos y su tiempo de

    adaptación envueltos en el programa de entrenamiento de flexibilidad. Debe ser

    recordado que el entrenamiento de flexibilidad envuelve la elasticidad de las fascias,

    tendones, ligamentos, cartílagos, cápsulas articulares y músculos, principalmente.

    Para finalizar este apartado, debe ser alertado, que las consideraciones en el diseño

    de programas para el desarrollo de la flexibilidad que ha sido presentado anteriormente

    esta orientado para personas sanas. Por lo tanto, en personas que puedan presentar

    alguna patología con reducción de la flexibilidad debería incrementarse algunas de las

    variables como pudieran ser el tiempo y/o las repeticiones (Shirier y Gossal, 2000; Shrier,

    2002).

    1. Planificación y programación del entrenamiento de la ADM/Flexibilidad

    en programas de acondicionamiento físico saludable

    A la hora de abordar los procesos de planificación, programación, periodización,

    prescripción y por consiguiente la elección de la dosis adecuada de ejercicio para mejora

    o mantenimiento de una ADM saludable, debemos considerar lo ya expuesto en otros

    textos (Heredia et al., 2012) respecto a la necesidad de establecer y estructurar procesos

    de forma adecuada y otorgar el adecuado valor a la unidad de entrenamiento (la cual

    debe proporcionar un estímulo adecuado que supere el umbral mínimo de adaptación –

    UMAS-).

    De esta manera, el objetivo en todo programa de acondicionamiento físico saludable

    será determinar unas umbrales mínimos y máximos de adaptación (UMAS), en cada una

    de las variables y de esta manera que el técnico pueda manejar las mismas dentro de

    estas zonas, siendo necesario para ello, además, definir adecuadamente cada una de

    estas variables o componentes de la dosis de entrenamiento.

    Al referirnos al entrenamiento de la flexibilidad/ADM encontramos algunos problemas

    (en relación a otras áreas mucho más desarrolladas como el entrenamiento del fitness

    cardiorrespiratorio o neuromuscular) puesto que en la literatura no solo se puede

    encontrar una menor y menos intensa labor investigadora, sino una mayor falta de

    definición en cada una de las variables.

  • El proceso de planificación y programación (Heredia et al., 2012) en el caso de la

    ADM/flexibilidad requiere una especial atención, fundamentalmente debido a que será

    necesario determinar inicialmente los requerimientos a nivel de esta capacidad para

    poder establecer los objetivos sobre los que operar. En este caso la valoración previa a

    fin de determinar los niveles de ADM óptima (que como ha quedado expuesto

    inicialmente no debe confundirse con máxima) que garantice una adecuada salud,

    integridad y funcionalidad articular es el elemento clave para poder diseñar un proceso

    adecuado entorno al entrenamiento de esta capacidad.

    Hemos de considerar que nuestro sistema neuromuscular ha sufrido adaptaciones

    específicas que ha conferido una serie de características variables a los distintos grupos

    musculares en función de su localización y función. El conocimiento de este aspecto es

    fundamental para poder abordar la evaluación individual y desarrollar los criterios para

    la prescripción de ejercicios de fortalecimiento-estiramiento.

    Así pues debemos entender que las características de la estructura muscular variará

    de manera general (en función de su localización y función dotándole de una serie de

    características histoquímicas, etc...) pero también de manera específica, como respuesta

    adaptativa a largo plazo ante estímulos variables (patológicos, ergonómicos,

    emocionales, etc...) y debido a dicha posibilidad de variación intersujetos,

    distinguiremos, inicialmente, entre (Chaitow y DeLuny, 2007):

    • Músculos con predominancia postural/tónica (P-postural): Debido a su estado

    de tensión permanente, tienden a acortarse (Werkele, 1988). Los músculos que

    presentan la tendencia hacia la inhibición/debilidad se hacen incapaces de ejercer

    adecuadamente el papel de estabilización y ante la falta de acondicionamiento

    tienden a distenderse e inhibirse siendo causa importante de desequilibrios y

    disfunciones. Será necesario asegurar un adecuado y saludable incremento

    de su capacidad de ADM.

    • Músculos con predominancia Fásica/motora (F-fásica): Por otro lado tenemos

    un grupo de músculos que en ausencia de un entrenamiento, esfuerzo y actividad

    regular, disminuyen su fuerza y tonicidad con la edad, siendo además en

    ocasiones inhibidos o limitados (en cuanto a prestación) por vía refleja por el

    acortamiento de la musculatura tónico-postural antagonista. Son aquellos

    músculos que cumplen fundamentalmente con una función motriz (de

    movimiento). Por tanto, dicha musculatura en personas sedentarios o tras un

    período de inactividad responden con un debilitamiento y consecuentemente,

    serán músculos que debemos tender a fortalecer.

    Al instaurarse en el sistema musculoesquelético cambios adaptativos y al progresar

    la descompensación hacia grados de funcionamiento inevitablemente más

  • comprometidos, las modificaciones estructurales se hacen evidentes. Al mismo tiempo

    que grandes cambios compensatorios se manifiestan como distorsión estructural, se

    observan influencias locales en los tejidos blandos y en las estaciones de información

    neural situadas dentro de ellos, sobre todo en propioceptores y nociceptores (Chaitow y

    DeLuny, 2007).

    Así pues, como consecuencia de la imposición de tensiones sostenidas o agudas, el

    sistema musculoesquelético pasa por una adaptación y surgen reacciones disfuncionales

    en cadena. Cabe señalar, en relación a esta cuestión que, aunque debamos siempre

    considerar al cuerpo como un todo, no obstante, el enfoque evaluativo, en muchas

    ocasiones debe seguir siendo local.

    Cuando se desarrolla una reacción en cadena en que algunos músculos se acortan y

    otros se inhiben, pueden aparecer patrones de desequilibrio predecibles. Así a

    partir de investigadores como Vladimir Janda (1982) se han detallado dos de estos

    patrones, denominados síndromes cruzados superior e inferior, en los que

    determinados músculos se acortan en respuesta al estrés (de diferente tipo),

    produciendo patrones posturales y de uso aberrantes, fácilmente reconocibles (Chaitow

    y DeLuny, 2007).

    Y, a partir de dicha clasificación, será necesario evaluar posibles respuestas

    adaptativas o patológicas que varíen algunas de estas características (incluyendo la

    exclusión de posibles patrones de desequilibrio predecibles). Así por ejemplo,

    algunos autores (Chaitow y DeLuny, 2007) indican que es posible aprender a guiar, en

    un espacio corto de tiempo (aproximadamente no más de 10-15 minutos) una secuencia

    de evaluación donde podría identificarse todos estos factores de relación entre

    restricción-normalidad.

    Con frecuencia la observación puede proporcionar evidencias de un desequilibrio que

    involucra a patrones cruzados de debilidad y acortamiento. Para evaluar el desequilibrio

    neuro-muscular puede emplearse una cantidad de exámenes: inspección postural,

    pruebas de longitud muscular, patrones de movimiento y tiempos de resistencia interna

    (incluyendo la valoración postural), lo cual hace recomendable y necesario para la labor

    del Técnico en Acondicionamiento físico saludable el conocer y ser capaz de aplicar este

    tipo de valoraciones y pruebas.

    En lo referente a la posible respuesta adaptativa en la función de la estructura

    neuromuscular, será fundamental hacer un análisis atendiendo a las posibles

    adaptaciones crónicas por las actividades de la vida diaria (AVD) y laboral (AVDL) del

    propio sujeto.

    Por ejemplo en las respuestas adaptativas en función P-tónica, aquellas personas que

    pasan muchas horas de pie (por su actividad laboral), y más todavía si deben inclinar el

    cuerpo y/o movilizar cargas (agravado todo por una mala higiene postural) suelen

    presentar una hipertonificación de la musculatura del plano profundo, los músculos más

    próximos a la columna. Consecuentemente suelen presentar acortamiento muscular,

    reflejo álgico y modificación de la disposición normal de las curvas naturales de su

    columna. En tal caso sería bastante lógico reducir la dosis de entrenamiento de la fuerza

    para dicha musculatura (agravando dicho problema) y más adecuado la prescripción e

    implementación de un programa de ejercicios de estiramiento adecuados en este caso

    (completando el programa con una mayor dosis para potenciar aquellos grupos

    musculares en acciones menos solicitadas).

    A este respecto (y sin entrar por no ser objetivo del presente artículo) debemos

    considerar igualmente, no sólo la necesidad de estirar dicha musculatura, sino también

    el plantearnos qué tipo de metodología (en cuanto a los diferentes ROM -rangos de

    movimiento-) estamos utilizando a la hora de trabajar en la sala de pesas en ejercicios

    contra resistencias (Heredia et al., 2012).

    De esta manera, en el entrenamiento contra resistencias, deberá garantizarse el

  • realizarlos con un rango de movimiento (ROM) completo/funcional (Beedle, Jessee y

    Stone, 1991) sin que pueda llegar a comprometer la integridad de los elementos pasivos

    articulares (Colado y Chulvi, 2008). De forma añadida, si se enfatiza la fase excéntrica

    otorgándole mayor duración a esta fase, se pueden obtener resultados sobre la

    flexibilidad similar a los obtenidos al entrenamiento de estiramientos estáticos. Autores

    como Nelson y Bandy (2004) muestran en sus investigaciones como se obtuvieron

    mejoras muy similares sobre la flexibilidad de los flexores de rodilla tras comparar una

    intervención basada en los estiramientos pasivos (consistía en mantener 30 segundos el

    estiramientos y repetirlo 4 veces) (mejoras de 12.04º) frente a los 12,79º mejorados en

    el grupo que realizaba ejercicio excéntrico (tendido supino, extensión de cadera con la

    pierna extendida, resistida con banda elástica).

    Figura 2. Aplicaciones metodológicas en el entrenamiento de la ADM/flexibilidad

    (Heredia et al., 2011)

    2. Periodización y prescripción del entrenamiento de la ADM/Flexibilidad

    en programas de acondicionamiento físico saludable

    Tal como ha sido expuesto en otros artículos (Heredia et al., 2012), atenderemos a

    desarrollar los criterios para poder operar sobre el proceso de periodización

    (manipulando las variables de frecuencia, volumen, intensidad y densidad de

    entrenamiento) y prescripción (mediante la definición de la metodología y selección de

    los ejercicios a aplicar) que definirán la dosis de entrenamiento en un proceso

    adecuadamente organizado (planificación y programación) en estructuras operativas de

    corta duración.

    En el caso del entrenamiento de ADM/flexibilidad en los programas de

    acondicionamiento físico saludable, como ha sido comentado antes, existe una menor y

    más limitada cantidad de publicaciones debido a una menor atención e importancia

    (posiblemente también fruto de la “dificultad” para poder integrar el entrenamiento de

    este capacidad en un programa global –los “estiramientos” parecían dirigidos

    únicamente a ser “algo” utilizado en la fase de preparación o recuperación de la sesión

    o entre ejercicios con diferentes objetivos más o menos “secundarios”). Quizás, y este

    es uno de los objetivos del presente artículo, debemos considerar que trabajamos con

    ADM´s durante todo nuestro entrenamiento que conllevarán adaptaciones estructurales

    y funcionales tanto en dicha ADM como en la ADM máxima lo que confiere una cierta

    “ampliación” en los conceptos y en lo que hasta ahora implicaba el “estiramiento” (quizás

    no el mejor término) no solo como método de entrenamiento, sino como necesidad para

    la salud e integridad osteo-articular y músculo-ligamentosa.

    La dosis de Entrenamiento (DEn) vendrá definida por una serie de componentes que

    deben ser controlados en su justa medida e ir siendo modificados en adecuada

    combinación (garantizar adecuadas progresiones) para garantizar permanentes

  • adaptaciones saludables. Así entre estas componentes consideramos (Heredia et al.,

    2012): 1 Frecuencia (FEn)

    2 Volumen (VEn)

    3 Intensidad (IEn)

    4 Densidad (Den)

    5 Metodología (MEn)

    6 Selección de Ejercicios (SEEn)

    A este respecto, y como ha sido comentado anteriormente, han sido desarrolladas las

    principales variables manipulables en un programa de entrenamiento para la flexibilidad

    a continuación (ver tablas 1, 2 y 3) , en los que se puede observar cierta falta de

    consenso y unanimidad de criterios (se utiliza distinta terminología en relación a las

    variables, la definición y forma de control de las mismas, así como a la cantidad de las

    mismas que se definen para establecer los criterios mínimos para la prescripción). Tabla 1. Recomendaciones para el desarrollo de la flexibilidad. Tomado de ACSM 1998.

    Tabla 2. Recomendaciones para el desarrollo de la flexibilidad, posicionamiento de

    President’s Council on Physical Fitness and Sport Research Digest (Knudson et al.,

    2000).

    Tabla 3. Recomendaciones para el diseño de un programa de entrenamiento de

    flexibilidad (Heyward, 2008)

    A continuación expondremos nuestra propuesta para definir las variables o

  • componentes de la dosis, en este caso, respecto al entrenamiento de la

    ADM/flexibilidad en programas de acondicionamiento físico saludable:

    Frecuencia (Fen)

    La frecuencia alude a la repetición sistemática del estímulo –en este caso del estrés

    físico-mecánico derivado del entrenamiento de flexibilidad-. Esta variable suele ser

    cuantificada mediante el número de días por semana que se repite el estímulo

    (entrenamiento).

    Obviamente la frecuencia variará atendiendo al objetivo pretendido con el programa

    de entrenamiento. De esta manera se hace necesaria una adecuada valoración para

    garantizar el óptimo entrenamiento y selección de frecuencia atendiendo al estado

    neuromuscular (restricciones, acortamientos, etc.) de cada sujeto.

    La frecuencia mínima recomendada parece estar en una media de dos-tres sesiones

    semanales. Aunque algunos autores parecen aconsejar la utilización diaria de ejercicios

    para mejorar la ADM/flexibilidad (Sainz de Baranda et al., 2004; Sainz de Baranda, 2002;

    Rodríguez, 1998; Andújar y cols., 1996; Anderson y Burke, 1991; Andujar). Desde esta

    perspectiva, apoyando lo expuesto por la magnífica profesora Dra. Sainz, nosotros no

    creemos exista ninguna contraindicación para aplicar tal frecuencia diaria (considerando

    que el entrenamiento de la ADM va más allá de la mera aplicación de estiramientos y

    que la aplicación de técnicas para la mejora de dicha ADM implicará únicamente a

    aquellas articulaciones o grupos musculares que lo requieran de manera específica bien

    por cuestiones deficitarias, profilácticas o de rendimiento).

    Volumen (Ven)

    El volumen de entrenamiento, tradicionalmente ha sido concebido desde un mero

    control del número de repeticiones o tiempo de exposición al estiramiento. Desde

    nuestra propuesta pretendemos ampliar y definir aún más dicho componente en el

    intento de controlar en la medida dicha variable y sus posibles modificaciones en la

    búsqueda de la respuesta adecuada (adaptación). Así el componente de Ven debería

    contemplar los aspectos cuantitativos referidos al número de ejercicios por sesión en

    relación a los músculos, grupos musculares o núcleos articulares (según metodología

    aplicada) principalmente involucrados en el estímulo, el número de repeticiones de cada

    ejercicio (sobre mismo grupo muscular o núcleo articular) y completar (aunque esta

    variable definirá más concretamente a la intensidad y siempre y cuando la metodología

    utilice esa forma de control) con el tiempo de exposición al estímulo por repetición.

    El número de ejercicios dependerá de los requerimientos individuales (normalmente

    establecidos en base a una valoración previa, análisis de la actividad y objetivos del

    sujeto, ello es importante frente a la posición de “estirar todos los grupos musculares”,

    quizás tan poco apropiado como utópico dada la “limitación” en el parámetro de

    frecuencia y volumen de entrenamiento para los sujetos que se implican en programas

    de acondicionamiento físico saludable: fitness) y se contabilizarán aquellos que sean

    realizados con la suficiente intensidad para influir directa o indirectamente en algunos

    de los objetivos (en este caso no se incluirán aquellos que puedan realizarse en la fase

    de preparación al ejercicio FPE, sino solo aquellos aplicados intrasesión o en la fase de

    recuperación post-ejercicio FRPE con la metodología apropiada). Como se ha

    referenciado en algunas recomendaciones (Heyward, 2008) pudiera ser necesario aplicar

    un volumen mínimo por ejercicio de entre 45 y 120 segundos.

    Intensidad

    Esta variable normalmente debe considerarse desde la perspectiva de controlar la

    magnitud con que el estímulo influye a nivel estructural y neuro-fisiológico en la

    búsqueda de adaptaciones óptimas en relación a la capacidad de respuesta-adaptación

    individual.

  • Así una propuesta para su definición podría basarse en el control del tiempo de

    exposición por repetición (o número repeticiones según la metodología) en relación a la

    incidencia en zona de ROM (y la “tensión” que se relaciona con dicha zona de

    entrenamiento, así como con la zona de “endfeel”) y la metodología empleada.

    Respecto a la cantidad de repeticiones en la aplicación de los ejercicios las

    recomendaciones parecen dirigirse hacia la realización de 3-5 repeticiones por núcleo

    articular o grupo muscular seleccionado (Evetovich et al., 2003; Davis et al., 2005).

    El parámetro de tiempo es uno de los más estudiados a fin de determinar las franjas

    óptimas de duración de los mismos (Sainz y cols., 2008). Debe ponerse de relieve que,

    la amplitud de movimiento (ADM) o rango de movimiento (ROM) está influenciado por

    la tolerancia al estiramiento de cada practicante –cantidad de fuerza que se resiste al

    estiramiento que una persona puede soportar antes de llegar al dolor- y su percepción

    de estiramiento y dolor (Shrier & Gossal, 2000)

    Algunas revisiones (Behm y Chaouachi, 2011; McHug y Cosgrave, 2010) muestran

    que la prescripción de intensidad del entrenamiento de la ADM/flexibilidad se ha

    realizado utilizando escalas de percepción de esfuerzo. Así por ejemplo, Colegio

    Americano del Medicina Deportiva (ACSM, 2005) recomienda la realización de ejercicios

    de flexibilidad estática llegando a una posición de ligero disconfort. Manteniendo la

    filosofía de la percepción de esfuerzo debe destacarse la escala PERFLEX recientemente

    diseñada y validada (Dantas, Salomao, Vale, Achour-Júnior, Simao y Figueiredo, 2008).

    El volumen deberá ser diferente según los grupos musculares y técnicas empleadas

    (Moras, 2007), considerando las distintas variables (ángulos de penneación, estado de

    la musculatura, requerimientos específicos, etc…) por lo que se hace necesario intentar

    atender a la evidencia que nos muestran las publicaciones actualmente a fin de

    determinar los volúmenes mínimos y óptimos para el entrenamiento.

    En relación al tiempo de mantenimiento de un ejercicio pasivo-estático, aunque parece

    no existir un gran consenso al respecto, se podría concluir que a la luz de la información

    existente actualmente, la recomendación final parece indicar el tiempo de 15-30 (siendo

    la duración más recomendad por los diversos autores) a 60 segundos por ejercicio,

    pudiendo progresar en dicho aspecto en relación a la intervención sobre distintas franjas

    etarias, pese a que parece ser que la dosis mínima de 30 segundos pudiera ser suficiente

    para garantizar óptimas adaptaciones. (Ayala et al., 2012; Ogura et al., 2007; Young et

    al., 2006; Davis et al., 2005; Rusell y Bandy, 2004; Abel y Pirrwitz, 2003; Peres et al.,

    2002; Draper, 2002; Feland et al., 200; Bandy et al., 1998; Bandy e Irion en 1994).

    De igual forma la utilización de técnicas pasivas con heteromanipulación y resistencia

    propia (por ejemplo PNF), se atenderán a similares criterios pero con los criterios

    específicos determinados por la técnica utilizada, la cual deberá ser adecuadamente

    escogida y aplicada. Generalmente suelen utilizarse tiempos breves de contracción (5-

    20 segundos), no obstante, muchos autores suelen utilizar tiempos de entre 7 y 10

    segundos (Norris, 1994; Allerheiligen, 1994; McAtee, 1993; Anderson y Burke, 1991;

  • Etnyre y Abraham, 1986)

    En el caso de los ejercicios de estiramiento realizados en la FPE se aconsejas las

    técnicas activas y dinámicas, siempre dirigidas y considerando el objetivo de la parte

    principal en la unidad de entrenamiento, no superando el volumen total de 2 minutos y

    un tiempo en cada estímulo de estiramiento de entre 5 a 15 segundos, no

    recomendándose un volumen superior a 60 ciclos por grupo muscular dividido en series

    de 15-20 repeticiones (Ayala et al., 2012). De igual forma utilizando estiramientos

    pasivos-estáticos con tiempos de entre 6 y 15-30 segundos no parecen existir deterioros

    en el rendimiento neuromuscular (Young, 2007; Murphy et al., 2010; Benm y Chaouachi,

    2011), aunque algunos trabajos sí que parecen mostrar dichas interferencias ulteriores

    tras aplicaciones de estiramientos con esta metodología a partir de los 20 segundos

    (Knudson, 2010; Magnusson et al., 2000; Magnusson et al., 1995).

    Densidad (Den)

    Respecto a la densidad, debe entenderse como la relación entre la duración del

    estímulo y la de la recuperación (pausa entre ejercicios). En el caso del entrenamiento

    de la ADM/flexibilidad no existe un nivel suficiente de investigación que nos lleve a poder

    exponer unos criterios mínimos para dicho apartado. En cualquier caso entendemos que

    por el contexto y la metodología de su aplicación al densidad deberá ser alta (es decir

    recuperaciones inferiores a un minuto).

    Metodología (Men)

    Los aspectos relacionados con el componente de metodología del entrenamiento hace

    referencia a la definición de los aspectos procedimentales (número de núcleos

    articulares, grupos musculares objetivo de cada ejercicio y técnica utilizada para la

    estimulación). Se pueden encontrar un resumen de las técnicas más extendidas en el

    entrenamiento de la flexibilidad en la tabla 4 (Heredia et al., 2011)

    Tabla 4. Aspectos metodológicos en función del carácter de los procedimientos y

    técnicas empleadas en el entrenamiento de la ADM/flexibilidad

    A la luz de la información actual parece ser que la recomendaciones en programas de

    acondicionamiento físico para la mejora de la ADM/flexibilidad se centran, actualmente,

    principalmente en técnicas estáticas (pasivas, activas y resistidas) y técnicas PHRP (tipo

    FNP) (ACSM, 2010; Heyward, 2008; Davis et al., 2005; Knudson et al., 2000; Magnunsson, 1996)

    Selección de ejercicios (Sej)

    Los factores relacionados con la selección de ejercicios para el entrenamiento de la

    ADM/flexibilidad estará condicionado por tres variables fundamentales (Heredia et al.,

    2011), obviamente desarrollar con toda su amplitud este apartado supera, con mucho,

  • las pretensiones del presente artículo:

    • Seguridad: los ejercicios deben ser seleccionados en base a criterios que supongan

    minimizar el posible efecto negativo de determinadas acciones articulares en

    relación a la capacidad estructural para soportar determinado tipo de estrés.

    • Eficacia: alude a la posibilidad de mejora que puede desencadenar un ejercicio, la

    cual está en directa relación con la especificidad del mismo en relación a los

    objetivos del programa y capacidad individual.

    • Funcionalidad: el entrenamiento de la ADM/flexibilidad forma parte de un programa

    integral en el que cada una de las partes se integra e interrelaciona con el resto

    y viene condicionada y orientada por las actividades de la vida diaria y vida diaria

    laboral del sujeto (de forma que debemos considerar la misma para prevenir y

    compensar las repercusiones de éstas y potenciar el rendimiento en las mismas).

    Tabla 5. Ejemplo de programa de entrenamiento (mesociclo 4 semanas) con el

    desarrollo exclusivo de la periodización para la mejora de la

    ADM/flexibilidad (el resto de componentes será desarrollado atendiendo a los criterios

    establecidos en otros artículos (Heredia et al., 2012)

    Ejemplo de prescripción de ejercicio para programa de acondicionamiento

    físico en sujeto tras sesión de ciclo-indoor

    Tabla 6. Ejemplo de prescripción de ejercicio para programa de acondicionamiento

    físico en practicante ciclo-indoor

    • Volumen total= 6 ejercicios/ 2 ejercicios para 3 grupos musculares (aquellos que

    han sido determinados como prioritarios para dicha intervención/ 90” de

    exposición por grupo muscular (Total sesión: 12´ tiempo de exposición estímulo

    9´+ Rec total: 3´)

    • Intensidad= 90” de exposición en zona por grupo muscular en zona de ROM de

    moderada tensión.

    • Densidad: Recuperación de 30” inter-ejercicios

  • • Metodología: Estático-pasivo

    • Selección ejercicios: 2 ejercicios para musculatura cinturón escapular (abd y

    rotadores internos), 2 ejercicios para musculatura flexora coxo-femoral y 2

    ejercicios para musculatura isquiosural.

    Para finalizar este apartado, debe ser alertado, que las consideraciones en el diseño

    de programas para el desarrollo de la flexibilidad que ha sido presentado anteriormente

    están orientadas para personas sanas. Por lo tanto, en personas que puedan presentar

    alguna patología con reducción de la flexibilidad debería incrementarse algunas de las

    variables como pudieran ser el tiempo y/o las repeticiones (Shirier y Gossal, 2000; Shrier,

    2002).

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