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Seminário Internacional Fazendo Gênero 11 & 13th Women’s Worlds Congress (Anais Eletrônicos),
Florianópolis, 2017, ISSN 2179-510X
ENTRE LO PRODUCTIVO Y LO REPRODUCTIVO. UN ANÁLISIS ETNOGRÁFICO DEL
TRABAJO DE MUJERES EN COOPERATIVAS Y PROGRAMAS SOCIALES
Florencia D. Pacífico1
Resumen: En esta ponencia se presentarán avances de mi investigación doctoral en curso orientada a
analizar las prácticas cotidianas de mujeres que integran cooperativas de trabajo en el marco del
Programa de Ingreso Social con Trabajo (2009). En esta ponencia, indagaré acerca de cómo se
redefinen los límites entre lo productivo y lo reproductivo en el trabajo de las cooperativas. Por un
lado, se analizarán los modos en que las posibilidades de asistir a actividades del programa implicó
negociar tiempos y formas del cuidado infantil. Por otro lado, reflexionaré acerca del modo en que
las tareas realizadas por las cooperativas suponen repensar las definiciones en torno a lo
“productivo”. Tomaremos el caso de una cooperativa que integra la Confederación de Trabajadores
de la Economía Popular en el distrito bonaerense de Pilar, Argentina. La misma se dedica a la
construcción de vivienda y el desarrollo de huertas en las casas de sus integrantes. Definir estas
tareas como trabajo, implica reivindicar el carácter productivo de tareas realizadas “en las casas” y
orientadas a satisfacer necesidades de familias y vecinos. Se retomarán aportes que señalaron a la
interdependencia como condición de la vida humana (Pérez Orozco, 2014), y una perspectiva
ampliada de los cuidados.
Palabras Clave: cuidado, cooperativas, trabajo reproductivo, economia feminista, políticas sociales
Introducción
En esta ponencia presentaré avances de mi investigación doctoral en curso orientada a analizar las
experiencias cotidianas de mujeres que participan en cooperativas de trabajo conformadas en el marco
de programas sociales. Mis reflexiones se inscriben en una línea de investigación más amplia que ha
venido analizando prácticas colectivas de producción de bienes, servicios y cuidados desarrolladas por
sectores populares en articulación con formas de gobierno. Partiendo de un enfoque etnográfico
colaborativo, desde el equipo de investigación que integro se desarrollaron una serie de reflexiones en
torno a los modos en que sectores subalternos llevan adelante prácticas colectivas orientadas a la
producción y reproducción de la vida.2
Aportando a estos interrogantes, mi investigación para la tesis doctoral se ha centrado en el
análisis de las experiencias de mujeres de sectores populares que participan en programas sociales,
atendiendo tanto a las actividades promovidas por estas políticas- la contraprestación en actividades
laborales y educativas-, como a un conjunto más amplio de situaciones de la vida cotidiana-
participación en organizaciones políticas, realización del trabajo doméstico y de cuidado, entre otros.
Entre los años 2003 y 2015 se pusieron en marcha en la Argentina, un conjunto de políticas sociales
1 CONICET- Instituto de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras, UBA. Buenos Aires, Argentina. 2 Proyectos UBACyT Programación 2014-2017: “Etnografía de procesos de organización colectiva del trabajo en
sectores subalternos: entre lógicas racionales, prácticas creativas y dinámicas políticas” y PICT 0659-2015. “Prácticas
políticas colectivas, modos de gobierno y vida cotidiana: etnografía de la producción de bienes, servicios y cuidados en
sectores subalternos”. Ambos están dirigidos por la Dra. María Inés Fernández Álvarez están radicados en el Instituto de
Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras, UBA.
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que buscaron promover la “inclusión social” orientándose hacia la generación de empleo a partir del
trabajo asociativo (Hopp, 2013) y el fomento de la economía social (Hintze, 2007; Massetti, 2011).
Como parte de este proceso, se diseñaron e implementaron distintos programas sociales que
estimularon la conformación de cooperativas de trabajo, otorgando créditos y subsidios a sus
integrantes. Entre estas políticas se destacaron las iniciativas del Ministerio de Desarrollo Social de la
Nación- MDSN- tales como el programa Manos a La Obra (2003) y el programa de Ingreso Social con
Trabajo (en adelante PRIST) en sus líneas “Argentina Trabaja” (2009) y “Ellas Hacen” (2013).3
Estos programas han sido diseñados desde el estado nacional e implementados a través de entes
ejecutores locales entre los que se encontraron los gobiernos municipales, organismos
descentralizados del Ministerio y movimientos y organizaciones sociales. En la actualidad y luego del
cambio de signo político en la gestión del Estado nacional, se han desarrollado una serie de procesos
de movilización y demanda en torno al futuro de estos programas sociales, en los cuales las mujeres
han tenido participación creciente.4
Desde noviembre de 2014, he venido acompañando las prácticas cotidianas de mujeres que
participan en cooperativas de trabajo impulsadas por el PRIST y pertenecientes a sus dos líneas de
intervención (Argentina Trabaja y Ellas Hacen). Durante el trabajo de campo realizado, observé que
las posibilidades de asistir a actividades de formación, jornadas laborales o incluso espacios de
militancia política, implicaban la necesidad de negociar tiempos dedicados al cuidado infantil, una
cuestión que ya había sido resaltada por otros estudios que indagaron acerca de la participación de
mujeres en procesos de organización colectiva (Fernández Álvarez, 2006, Fernández Álvarez y
Partenio, 2013; Espinosa, 2013). En numerosas oportunidades, los horarios de las capacitaciones o
jornadas laborales promovidas por el programa, se adaptaban a los tiempos de la salida y entrada de
las instituciones educativas a las que asistían sus hijos/as. En otros casos, ellas asistían junto a sus
hijos e hijas a las jornadas laborales o dejaban a sus hijos menores a cargo de los mayores. Como ha
sido señalado al respecto de diversos programas sociales, éstos muchas veces se diseñan desde una
lógica que naturaliza la asociación entre mujer y cuidados, incurriendo en una sobrecarga de trabajo
para las “beneficiarias” (Molyneux, 2007; Pautassi, 2013; Zibecchi, 2013; Anzorena, 2013, 2015;
Rodriguez Gusta, 2013; De Sena, 2014).
Los modos en que se resolvía el cuidado de los niños/as constituyeron así un eje de singular
importancia en el análisis de la participación de mujeres en espacios de formación, trabajo y
3 Específicamente, el programa Ellas Hacen, ha sido dirigido exclusivamente a mujeres que se encuentren
“desocupadas”, tengan tres o más hijos menores de edad a cargo y/o sufran “violencia de género”. 4 Los movimientos sociales que forman parte de su gestión cotidiana han llevado adelante periódicamente reclamos por
mejoras en las condiciones de la política, tales como aumentos en los ingresos monetarios, la ampliación de la cobertura,
el suministro de materiales e insumos para llevar adelante obras y mercadería para gestionar merenderos y comedores
infantiles en los barrios de los/as cooperativistas.
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militancia. En otro trabajo (Fernández Álvarez y Pacífico, 2016), hemos destacando la necesidad de ir
más allá del modelo de familia nuclear para pensar estas prácticas de cuidado. Recuperando aquellos
aportes de la economía feminista que han destacado a la interdependencia como condición general de
la vida humana (Del Río y Pérez Orozco, 2004; Pérez Orozco, 2014), sostuvimos que la centralidad de
una serie de prácticas colectivos de cuidado evidenciaba los limites de pensar en términos dicotómicos
la relación entre trabajo productivo/reproductivo o ámbito público/ privado. En esta oportunidad, me
propongo movilizar esta misma perspectiva para analizar el modo en que se define el carácter
“productivo” del trabajo de una cooperativa impulsada por el Programa “Argentina Trabaja”. Me
centraré en el caso de Juntos Podemos, una cooperativa de la zona Noroeste del Gran Buenos Aires
que se dedica a realizar tareas de refacción de viviendas, poner en marcha huertas comunitarias y
sostener un merendero al cual asisten los niños/as de sus barrios. Partiendo de reconstrucciones
etnográficas, sostengo que para muchos de sus integrantes el trabajo realizado adquiere importancia en
tanto se orienta hacia la resolución de necesidades de gran importancia para las vidas propias y de sus
vecinos, resaltando la relevancia de construir acciones por y para el barrio cuyos resultados puedan ser
durables por fuera de la jornada laboral. La ponencia se estructura en dos apartados y las reflexiones
finales. En el primer apartado, analizo el modo en que se define el carácter productivo de las
actividades realizadas por la cooperativa, recuperando los aportes que desde el feminismo han
contribuido a analizar la economía más allá del sujeto masculino, autosuficiente y anclado en el
mercado (Pérez Orozco, 2014).Sostendré que mediante una diversidad de proyectos que se crean y
recrean cotidianamente, la cooperativa procura construir “mejoras en las vidas”, proyectando y
diputando bienestares (Fernández Álvarez, 2016). En el segundo apartado, presentaré algunas
reflexiones preliminares acerca de los modos en que la reivindicación del carácter “productivo” del
trabajo de la cooperativa, puede ser pensada como un modo de responder críticamente a
construcciones estigmatizantes presentes en el sentido común acerca de quienes reciben ingresos
monetarios por parte del estado. Por último, me detendré en algunas líneas de análisis sobre las cuales
continuar indagando al respecto de cómo se organizan y distribuyen los trabajos entre hombres y
mujeres de la cooperativa, considerando tanto lo que sucede durante las jornadas de trabajo como en la
organización de la vida familiar.
Nosotros tuvimos que inventar nuestro propio trabajo
Conocí a Silvia en junio de 2016, por medio de mi directora que se encontraba realizando un
trabajo de investigación colaborativa con la Rama de Trabajadores de los Espacios públicos de la
Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP).Ella es la presidenta de Juntos
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Podemos, una cooperativa del Programa Argentina Trabaja que pertenece a la Confederación de
Trabajadores de la Economía Popular (CTEP). Además, Silvia es vendedora ambulante en el
ferrocarril desde muy temprana edad y referente de la agrupación “Vendedores Unidos del Tren San
Martín”, perteneciente a la Rama de Trabajadores de los Espacios Públicos de la CTEP. Está en
pareja desde hace 14 años junto al Narigón, con quien comparte la participación en la cooperativa
Juntos Podemos, el trabajo como vendedores y su involucramiento en la CTEP.
Fue a partir de ella que fui conociendo el trabajo cotidiano y la construcción política de la
cooperativa Juntos Podemos. Desde hace un año, comencé a acompañar algunas de sus actividades
cotidianas. Silvia es quien promueve buena parte de los proyectos que suelen desarrollar y quien se
ocupa de motorizar espacios internos de formación y reuniones periódicas. Ella se define como una
militante peronista y, ligada al Movimiento Evita desde que éste se formó en el 2006, ya había
participado anteriormente del Movimiento de Trabajadores Desocupados.5 Los comienzos de su
militancia se remontan a su adolescencia, cuando junto a su madre formaron parte de un proceso
organizativo en el barrio que habitaban. En ese entonces, realizaron actividades solidarias y
festivales en centros de jubilados y Silvia fue participando de interacciones con el gobierno
municipal, en pos de demandar recursos que eran necesarios en su barrio. Esta primer experiencia de
participación en un proceso organizativo barrial, puso a Silvia en contacto con referentes del Partido
Justicialista de la zona y fomentó su interés por la militancia política.
“Nosotros tuvimos que inventar nuestro propio trabajo”, me dijo una de las primeras veces
que conversamos sobre su proyecto de refaccionar y construir viviendas. En sintonía con los planteos
y reivindicaciones que sostiene la CTEP, el uso de la palabra “inventar” supone asumirse como
parte de esos sectores que siendo excluidos del mercado laboral, sobreviven gracias a su “enorme
creatividad” que les permite “inventarse el trabajo” (Pérsico y Grabois, 2014). La CTEP se define a
sí misma como la organización gremial de aquellos/as trabajadores/as, que crean su propio trabajo
definidos como trabajadores/as de la economía popular.6 Entre las reivindicaciones más importantes
esta confederación se encuentra la equiparación de derechos de estos trabajadores con aquellos que
se desempeñan en el ámbito formal o se encuentran bajo relación de dependencia.
5 El Movimiento Evita es una organización política y social de alcance nacional que se formó en el año 2002, en un contexto de crisis social y económica en el país. La creación del movimiento surge a partir de la división de una corriente incluida en el Movimiento de Trabajadores Desocupados. El trabajo territorial del Movimiento Evita se organiza a través de los diferentes distritos y en relación a áreas de trabajo que toman la forma de frentes y secretarias, tales como el frente de mujeres, la campaña nacional contra la violencia institucional, la juventud peronista, entre otras. 6 Desde el planteo de la CTEP, la economía popular está compuesta por una amplia variedad de actividades realizadas
por diversos actores tales como cartoneros, vendedores ambulantes, cuidacoches, feriantes motoqueros, entre otros e
incluyendo también a aquellas personas que realizan trabajo doméstico- sea o no remunerado- y a integrantes de
cooperativas formadas en el marco de programas sociales.
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En el día a día, la cooperativa “Juntos Podemos”, “inventa su trabajo” poniendo en marcha
una diversidad de proyectos que son definidos por ella y otros de sus compañeros como
“productivos”. A menudo, los distintos proyectos surgen de la voluntad de responder a necesidades
de ellos mismos y de sus vecinos, destacando que para ellos/as la cooperativa debe servir para
“construir con el barrio”. Refaccionar y construir viviendas constituye el proyecto principal de la
cooperativa en la actualidad. Adicionalmente, sus integrantes ponen en marcha huertas comunitarias
en las casas de algunos de sus integrantes, con el objetivo de obtener alimentos sanos y con bajo
costo. Dos veces por semana, sostienen un merendero en la casa de una vecina del barrio,
gestionando parte de la ayuda alimentaria que el MDS otorga a través de la CTEP. La cooperativa la
integran, además de Silvia otras seis mujeres y siete hombres de en promedio 35 años de edad. La
mayor parte de ellos/as participan del Programa Argentina Trabaja desde que fue implementado en el
año 2009.
Entre viajes y colectivos y caminatas por el barrio, fui pudiendo conocer algunos aspectos de
la historia de la cooperativa. De forma recurrente, se evocaban la imágenes de un pasado en el cual
se habían dedicado a “barrer las veredas del barrio”, tarea que describían como menos satisfactoria y
“menos productiva”. Varias veces me relataron con emoción cómo llegaron a construir la primer
vivienda, resaltando que esa tarea les daba mucho más gusto que otras realizadas anteriormente. Fue
a través de una trabajadora social que ejercía sus funciones en la sala de primeros auxilios de su
barrio que les llegó la propuesta de colaborar en la construcción de la vivienda de una señora mayor
habitante de una casilla precaria. Ella había obtenido un subsidio habitacional con el cual comprar
materiales pero que no alcanzaba para la mano de obra. “Terminamos de construir su casa un 31 de
diciembre, para que empiece año nuevo con casa nueva. La viejita estaba re agradecida y nosotros
felices”, me dijo Silvia con una amplia sonrisa y brillo en los ojos. A partir de esa experiencia
inicial, los/as integrantes de Juntos Podemos se fueron especializando en el rubro de construcción.
Algunos de ellos contaban con antecedentes de trabajo como ayudantes de albañiles y fueron
trasmitiéndole al resto sus conocimientos. Si bien las posibilidades de realizar su trabajo encontraban
habitualmente los límites de la disponibilidad de materiales para las obras; la construcción y
refacción de viviendas pasó a ser la tarea más común de la cooperativa. Se trataba de un trabajo que
tenía para ellos/as relevancia en tanto les permitía orientarse hacia satisfacer necesidades cotidianas
de ellos mismos y de sus vecinos, “mejorando” las vidas.
Afirmando que se trataba de acciones “más productivas”, Silvia sostenía un modo de definir
“lo productivo” que sobrepasaba las definiciones construidas desde la lógica del programa estatal.
Un intercambio entre ella y un funcionario resulta esclarecedor al respecto de este asunto. A
mediados del año 2016, a menos de un año de la asunción de la Alianza Cambiemos en la gestión del
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estado nacional y en medio de un clima de incertidumbre acerca de la continuidad de los programas
estatales con el nuevo gobierno, las cooperativas fueron convocadas a una jornada de “actualización
de datos”. En esa jornada, quienes asistieron fueron advertidos acerca de la importancia de que
pusieran en marcha proyectos productivos, lo cual eventualmente se podría convertir en una
condición para continuar en el Programa. En diálogo con el agente estatal que se estaba ocupando de
realizarles la encuesta de “actualización de datos”, Silvia comentó los proyectos que llevaban
adelante desde su cooperativa. Habló de la refacción de viviendas y de las huertas comunitarias. “A
nosotros lo que nos gustaría es que nos den capacitación en compost orgánico, para poder hacer una
producción agro ecológica” dijo. El funcionario estatal se mostró interesado en este punto y agregó
que las verduras orgánicas podían ser comercializadas con facilidad ya que se estaban vendiendo a
precios muy elevados en los countries de Pilar. Silvia me relató ese intercambio sin disimular
indignación. “¿Por qué tiene que ser para los ricos? ¿Por qué la gente pobre no puede comer verdura
de buena calidad, sin pesticidas? Todo me lo quería llevar para el lado de venderlo, de hacer plata, y
yo quiero que hagamos para la gente del barrio”.
El funcionario estatal priorizaba la ejecución de proyectos cuyos productos pudieran venderse
a un buen precio y en este sentido sugería como posibles consumidores a personas de altos ingresos
residentes en los countries de la zona. En contraste con esta definición, las prácticas cotidianas de la
cooperativa interpelaban la categoría de producción y ampliaban sus límites, incorporando la
importancia poder hacer un trabajo que sea con y para el barrio y que sea durable más allá del tiempo
de la jornada laboral. Barrer la vereda no era algo tan “productivo” como construir casas ya que los
resultados solían borrarse con facilidad. Llevar adelante huertas familiares o comunitarias constituía
algo “productivo” en tanto permitía trasmitirle un conocimiento al vecino y favorecer el consumo de
productos de mejor calidad. Implicaba colaborar en la organización del barrio, y perseguía el fin
último de ir involucrando a los vecinos en algunas de las luchas de la organización. La cooperativa
reclamaba en sus acciones la consideración de una serie de prácticas -el mantenimiento de las
viviendas y la producción de alimentos para el consumo familiar, entre otros- como relevantes y
hasta “productivas”. De esta manera se desafiaba la habitual oposición entre aquellas acciones
orientadas hacia la “producción”, en tanto implicasen la generación de bienes y servicios a ser
intercambiados en el mercado y las que perseguían como fin la reproducción de la vida, definidas
habitualmente como trabajo “doméstico” o “reproductivo”.
Desde el feminismo se han realizado interesantes aportes que contribuyeron a problematizar
aquellas visiones duales y jerárquicas de la economía, visibilizando la relación entre los trabajos
domésticos y familiares y aquellos orientados hacia el mercado (Carrasco, 2012) y problematizando
estereotipos de género que suelen derivar de estas oposiciones (Jubeto Ruiz y Larrañaga Sarregui,
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2012). Estas miradas han puesto en el centro del análisis a las formas en que las sociedades resuelven
el sostenimiento de la vida humana (Carrasco, 2003), proponiendo ubicar al proceso de reproducción
social en relación con el de producción (Picchio, 2005). Partiendo de la afirmación que la vida
humana- siempre vulnerable y precaria- se sostiene gracias a redes de interdependencia (Yayo
Herrero, 2013), estas miradas invitan a pensar a la economía más allá del sujeto masculino,
autosuficiente y centrado en el mercado (Pérez Orozco, 2014). Específicamente, Pérez Orozco
plantea la necesidad de visibilizar la amplitud de procesos y trabajos que son necesarios para
mantener la vida, desbordando modelos binaristas. La oposición entre trabajo productivo y
reproductivo, trae consigo la jerarquización de aquellas actividades asociadas a lo masculino, el
espacio público y la remuneración. Ubicar al sostenimiento de la vida en el centro del análisis,
permite poner en suspenso estas oposiciones jerárquicas, para poner en práctica una mirada trasversal
que permita observar la “interacción dinámica entre ambas esferas y su entretejido” (2014:47). Esta
mirada reconoce que las fronteras entre el mundo del trabajo y otras actividades vitales no son nada
evidentes y tienden a ser cada vez más difusas.
Las prácticas cotidianas de la cooperativa en análisis ponen de manifiesto la necesidad de
desarrollar arreglos colectivos para “mejorar” las vidas y satisfacer necesidades propias y ajenas. En
este sentido, la “invención” del trabajo de la cooperativa y el señalamiento del carácter productivo
del mismo, supone mucho más que construir alternativas laborales o resolver problemas concretos.
Sus actividades resultan una interesante oportunidad para repensar los límites de la categoría
producción, en tanto reivindican la invención de trabajo- productivo- como un conjunto de acciones
que son realizadas en los hogares y que tienen como fin último no solo resolver necesidades, sino
también mejorar las condiciones de vida. Lo que se llevan adelante no son solamente un conjunto de
acciones específicas que componen el “objeto social” o “proyecto productivo” de la cooperativa,
como podría leerse desde la lógica estatal. En el día a día, se construye un estado de atención hacia
las necesidades de quienes participan de la cooperativa y sus vecinos. En el ir y venir de proyectos e
ideas, se buscan mejoras concretas, como el consumo de alimentos de calidad, o el acceso a
viviendas más dignas pero también se “inventan” nuevas modalidades para satisfacer necesidades
futuras. Se trata de un trabajo que muchas veces es realizado en las casas y cuya productividad reside
en la posibilidad de mejorar vidas. Al decir de Pérez Orozco (2014), esta construcción pone en
evidencia la necesidad de pensar a la economía más allá del ideal de autosuficiencia impuesto por el
mercado, atendiendo a las redes de interdependencia que hacen posible sostener la vida. Las acciones
cotidianas de Juntos Podemos constituyen formas colectivas de resolver la interdependencia. En unir
y venir de proyectos que se diversifican cotidianamente, sus acciones dan cuenta de la porosidad de
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las fronteras entre aquello que es considerado trabajo y las prácticas orientadas hacia la satisfacción
de las necesidades vitales.
Estas prácticas de invención del trabajo, que procuran no sólo garantizar la supervivencia,
sino “mejorar” las vidas, pueden ser pensadas, siguiendo a Fernández Álvarez (2017), como modos
de proyectar y disputar bienestares. En su análisis de la construcción de demandas por derechos para
los trabajadores de la economía popular llevada adelante desde la CTEP, la autora se ha detenido en
analizar los modos en que durante este proceso de construir reivindicaciones, se interpelan los
sentidos sociales e históricos del trabajo asalariado. A partir de una investigación etnográfica
colaborativa con la Rama de Trabajadores del Espacio Público dentro de la confederación, la autora
señala que durante este proceso de construcción de demandas- como el acceso a mejores condiciones
de trabajo y a una vida digna- implica por un lado afirmar “el derecho al trabajo” y al mismo tiempo
remarcar el carácter excepcional del trabajo asalariado en la actualidad. De este modo, la
construcción política de la CTEP invita a pensar formas alternativas de construcción de bienestares
que contemplen a aquellos sectores de la población que fueron expulsados del mercado de trabajo.
En estos procesos, dice la autora, “el trabajo asalariado (estable y protegido) opera menos como
“paraíso perdido” al que retornar y más como un horizonte desde el que disputar derechos”
(2017:19). Estos planteos proponen una interesante clave analítica para pensar también las prácticas
de la cooperativa Juntos Podemos. Mediante una multiplicidad de acciones y “proyectos” se
persigue el horizonte de alcanzar bienestares para quienes habitan los barrios de los/as
cooperativistas, en un contexto en el cual el mercado de trabajo no ofrece alternativas para reproducir
la vida y los ingresos monetarios provistos por los programas sociales no alcanzan para cubrir todas
las necesidades. Retomando los aportes de la autora, podemos decir que la construcción cotidiana de
aquellos que participan de Juntos Podemos se orienta no sólo hacia cubrir necesidades insatisfechas,
sino que implica además la proyección y disputa de bienestares. Las prácticas analizadas invitan a
pensar a los procesos de construcción de bienestares en tanto horizontes que se construyen día a día y
que se van ampliando e incorporando elementos nuevos, como el consumo de productos
agroecológicos o el acceso a muebles. El carácter productivo de las actividades realizadas es
entonces construido a partir de estas posibilidades de “mejorar” las vidas y crear bienestares.
¡Dicen que somos vagos!
Un día de febrero de 2017, regresábamos junto a tres integrantes de la cooperativa de una
jornada de trabajo. Los hijos de dos de ellas viajaban haciendo equilibro entre el manubrio y el
asiento trasero de una bicicleta. Era una tarde muy calurosa y luego de trabajar durante unas ocho
horas construyendo una habitación nueva para los hijos más chicos de un integrante de la
cooperativa, nos habíamos apurado a salir antes de que se largase una inminente tormenta de verano.
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Durante la jornada de construcción, las chicas habían participado revocando y pegando ladrillos,
humedeciendo y preparando materiales. Además, con una de ellas nos habíamos ocupado también de
preparar el almuerzo: una ensalada de papa, huevo y pollo. Los hombres de la cooperativa y Silvia,
la presidenta, que tenía hijos/as más grandes, se habían quedado un rato más, tomando unos mates y
distendiéndose luego de la jornada de trabajo. El temor a una inminente tormenta de verano y la
necesidad de regresar al hogar donde esperaban hijos/as y trabajos domésticos pendientes, nos
hicieron acelerar la partida. El calor había sido intenso y estábamos cansadas. Mientras
comentábamos qué haríamos para aliviar el desgaste del cuerpo luego de la intensa jornada de
trabajo, una de las chicas comentó con indignación “y pensar que dicen que somos vagos”. Otra de
las chicas, le respondió que en ocho años que llevaba en la cooperativa, “siempre había trabajado”.
Por último, ella valoró positivamente el trabajo en la cooperativa, resaltando que era especialmente
bueno para las mujeres porque trabajaban pocas horas y les permitía “estar en casa con los chicos”.
Este intercambio luego de la jornada laboral condensa algunos aspectos sobre los que me gustaría
seguir indagando en futuros trabajos. Las cooperativas del Argentina Trabaja enfrentaron muchas
veces la estigmatización de la opinión pública y valoraciones tensionadas por parte de sus vecinos
(Maneiro, 2015; Nardin, 2015; Hopp, 2016; Pérez Butti y Barbetti, 2016). En los discursos de
políticos y periodistas se ha asociado frecuentemente al “Argentina Trabaja” a la imagen de “vagos”
que “no quieren trabajar” o “les pagan por no hacer nada”. Frente a estas críticas que circulan desde
el sentido común y la opinión pública, las cooperativas formadas en el marco de estos programas
estatales suelen dedicar grandes esfuerzos en “mostrar el trabajo” realizado y reclamar para sí
mismos una imagen asociada a la voluntad de trabajo. En el caso que analizo en estas páginas,
afirmarse como una cooperativa cuyo accionar se orienta hacia conseguir “mejoras en las vidas” de
los vecinos; puede ser pensado como un modo de responder a aquellos discursos que estigmatizan a
quienes reciben asistencia del Estado. Resulta de sumo interés continuar indagando en torno al modo
en que “inventarse el trabajo”, supone también negociar y disputar imágenes morales, como las de
voluntad de trabajo, responsabilidad y compromiso.
Este análisis puede ser profundizado mediante el abordaje de las implicancias que estas imágenes
morales poseen para hombres y mujeres. La valorización positiva del trabajo en la cooperativa como
“bueno para las mujeres” invita a posar la atención sobre todo el tiempo de trabajo y el esfuerzo que
ellas realizan por fuera de la jornada laboral ocupándose del cuidado de los hijos/as. Así, responder
críticamente a “aquellos que dicen que somos vagos” implica por un lado mostrar el trabajo realizado
durante las horas de la jornada laboral de la cooperativa- destacando la relevancia de aquellas
acciones destinadas a “mejorar las vidas” de sí mismos y de los vecinos- y también resaltar la
importancia de los trabajos vinculados al cuidado, realizados casi a tiempo completo y
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frecuentemente feminizados. Las formas en que se resuelven los cuidados tienen implicancias
significativas para el logro de la equidad de género (Esquivel, Faur y Jelin, 2012) y suelen estar
atravesadas por profundas marcas de clase. Las mujeres de sectores populares están particularmente
afectadas por estas desigualdades, debido a la insuficiencia en la provisión pública del cuidado y a
las dificultades para acceder a estos servicios a través del mercado (Faur, 2012; Pautassi, 2013). La
asociación de aquellos que están inscriptos en programas sociales con imágenes morales negativas-
como la falta de “voluntad de trabajo”- no contempla las formas de intensificación y sobre carga de
trabajo (Anzorena, 2013; Rodriguez Gusta, 2012) que inciden específicamente sobre las mujeres de
sectores populares.
A modo de cierre
En esta ponencia, me propuse abordar los modos en que la categoría de producción es interpelada
a través de las prácticas cotidianas de hombres y mujeres que integran una cooperativa impulsada por
un programa social. Mi análisis retoma los aportes de aquellos análisis que resaltaron la porosidad de
los límites entre lo productivo y lo reproductivo (poner citas).La experiencia de la cooperativa Juntos
Podemos pone en evidencia el modo en que la puesta en marcha de un proyecto- “productivo”-
supone necesariamente la realización de actividades orientadas hacia el cuidado de la vida. Para
avanzar hacia el sostenimiento de relaciones de género más igualitarias, es necesario profundizar en
el análisis del modo en que se distribuyen los trabajos entre hombres y mujeres, contemplando tanto
las actividades realizadas durante las jornadas laborales como fuera de ellas. En el caso que vengo
analizando, eran mayormente las mujeres quienes debían acudir a jornadas de trabajo junto a sus
hijos/as o aprovechar el horario de almuerzo para ir a retirarlos/las del colegio. Como ha sido
sugerido en otros trabajos, el mapeo de las actividades que los y las integrantes de un espacio
colectivo realizan fuera del trabajo resulta de suma importancia para avanzar hacia la
problematización colectiva del acceso a información relativa a la organización social del cuidado
(Partenio, 2016). La forma en que se organizan y distribuyen tareas durante el trabajo cotidiano de
las cooperativas resulta otro aspecto de especial importancia para seguir indagando. Si bien el
“proyecto productivo” de Juntos Podemos implica de modo recurrente que mujeres y hombres se
involucren en oficios considerados tradicionalmente masculinos- como la construcción-; existen
otras tareas- como cocinar o servir la merienda a los niños y niñas- que son mayormente realizadas
por mujeres. Continuar indagando en torno a cómo se distribuyen los trabajos entre hombres y
mujeres y cómo se resuelven las necesidades de interdependencia hace posible repensar los
supuestos familistas que se encuentran en la base de la formulación de los programas sociales e
interpelar la definición de lo “productivo” como aquello desvinculado del cuidado que suele mediar
las interacciones con funcionarios estatales.
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Referências
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Between productive and reproductive. An ethnographic analysis of women's work in
cooperatives and social programs
Astract: This paper will present advances from my ongoing doctoral research aimed at analyzing the
daily practices of women who integrate labor cooperatives within the framework of the Social Work
Income Program (2009). In this paper, I will inquire about how the boundaries between the
productive and the reproductive in the work of the cooperatives are redefined. On the one hand, it
will analyze the ways in which the possibilities of attending program activities involved negotiating
times and forms of child care. On the other hand, I will reflect on the way in which the tasks carried
out by the cooperatives involve rethinking the definitions around the "productive". We will take the
case of a cooperative that integrates the Confederation of Workers of the Popular Economy in the
Buenos Aires district of Pila, Argentina. The same one is dedicated to the construction of house and
the development of orchards in the houses of its members. Defining these tasks as work involves
claiming the productive character of tasks carried out "in the houses" and oriented to meet the needs
of families and neighbors. We will return contributions that pointed to interdependence as a
condition of human life (Pérez Orozco, 2016), and an extended perspective of care.
Keywords: care, cooperatives, reproductive work, feminist economy, social politics