ENSAYO, EN LAS MANOS DE DIOS

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PRIMER ACTO: El testimonio de Hekamiah (Dios que rige el universo) en el ensayo del Coro de Arcángeles Principales.  Cuando Yeiayel entro a toda prisa al salón de ensayos un extraño sentimiento se apoderó de los arcángeles que a esa hora preparábamos un nuevo cántico para ministrarlo en la reunión solemne que el Alto y Sublime tendría con sus siete Principales Consejeros. Algo muy grave dijo Yeiayel al oído de nuestro director del coro que éste de repente dio un sobresalto e interrumpiendo el ensayo exclamando a gran voz: ¡Ha llegado la hora…. Se ha cumplido el tiempo …  el plan del prevaricador ya está en marcha!. Con voz temblorosa dijo Hekamiah nuestro director del coro ¿sienten esa extraña sensación?;… “si” respondimos todos los que nos hallábamos en el coro, simultáneamente fuimos presas de extrañas impresiones nunca antes sufridas en el reino del Altísimo. Seguidamente la agonía se apoderó de todos los que nos acompañaban en el Coro Arcangélico que ensayábamos para nuestra presentación en honor al que está sentado en el Trono. Como es obvio detuvimos el ensayo. Todos entendimos que algo insólito había sucedido en algún lugar de la creación, pero no nos podíamos explicar qué era aquello. Replicó Yeiayel acérquense y les explicaré lo que ha sucedido: Últimamente los Ancianos Vigilantes hemos visto signos en los cielos nunca antes conocidos por criatura alguna, … prosiguió … Hoy nos han llegado informes que en un  pequeño punto del espacio infinito, en una de aquellas galaxias sin importancia de un lugar remoto de ese mar de estrellas luminosas de la creación de Dios…, en eso que más que un planeta parece un pequeño átomo … una partícula de materia intrascendente, hubo un cataclismo de dimensiones universales. Jamás imaginamos que los fenómenos vistos provocarían tal catástrofe. Las miradas de todos los Arcángeles contemplaban las señalas en el firmamento dorado, nadie podía imaginar que los fenómenos vistos por ellos provenían de ese lugar remoto e insignificante llamado Tierra. Los astros dejaron de dar su resplandor; las luminarias se apagaron, todos los cielos se conmovieron y ese hermoso mar de cristal que atravesaba la gran ciudad de Dios por momentos se tiño de color rojo sangre  ¡¡…y ellos no sabían porque!! ... ese lugar llegará a ser conocido por los habitantes de los Lugares Celestiales como “el planeta tierra, un lugar oscuro, carente de luz propia y habitado por extraños seres de limitada inteligencia y de original aspecto”. ¡Ha sonado la Alarma!En ese momento se produce un gran movimiento de carros alados, un sin número de ellos se dieron cita, y algo así como ruedas cristalinas que giran sobre sus ejes dando vueltas vertiginosamente sin detenerse les rodeaba a uno y otro lado provocaban un fuego envolvente que daba la impresión que todos los cielos serían incendiados por esa gloriosa presencia que habitaba en las esferas. Todos los ejércitos celestiales están acuartelados, millares de millares de columnas de guerreros se preparan para la guerra, se ven a los principales arcángeles surcar los cielos en sus carros encendidos como en fuego y sus legiones les acompañan, grandes contingentes de guerreros han sido alistados. Hace ya muchos eones de tiempos que no se veía un movimiento de tropas tan multitudinario; todo parece que una nueva guerra se avecina,  ¡¡... y ellos no saben porque!!  ¿Que es lo que ha provocado tal conmoción celestial? ¿Que designio desconocido ha logrado provocar tal expectación guerrera? El más grande magnicidio conocido jamás, la más terrible de las rebeliones ni comparadas con la de aquel tenebroso personaje de todos conocidos por esos lados y que un día fue un poderoso arcángel llamado Luz-Bel acaparó tanta conmoción. Y es que la traición abominable se ha vuelto a repetir potenciada hasta el máximo por la maldad y el odio de esa raza de seres inferiores que se han atrevido a crucificar al enviado del Altísimo.  En todos los dominios del reino hay un ambiente extraño que envuelve de nostalgia y desazón a aquellos seres gloriosos.

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 Se ha sabido que han llegado algunos mensajeros que han vuelto de la tierra en misiones secretas y que fueron testigos oculares de los extraños acontecimientos ocurridos y que en momentos darán un informe completo de los hechos. Según lo que han contado en esas incursiones al planeta se encontraron con aquellos antiguos seres malvados del reino de las tinieblas que sembraron iniquidad entre todas las estrellas de Dios en los tiempos sin memoria de la eternidad pasada….. Ahí estaban aquellos espíritus rebeldes que pactaron traición; demonios de todo tipo se dieron cita en aquel lugar terrestre llamado “Gólgota”; … pero lo que más les llamó la atención a aquellos mensajeros de luz fue ver a ese personaje que un día fue llamado la perfección de Dios, “Luz-Bel” en persona envuelto con las mismas sombras como ropas ocultando su presencia siempre vil y traicionera. ¡Ha!, además estaban también esos seres de vida inferior conocidos como “Los Adanes” asociados en oscuras contrataciones con ese siniestro personaje. La pregunta que se hacían estos mensajeros es ¿Qué hacían estos dos reinos unidos haciendo alianzas? ¿Qué viles propósitos planeaban una ves más contra el Trono de Dios? Ellos no lo saben, pero están a punto de ser los testigos oculares del acontecimiento más importante que introducirá en la eternidad marcará la eternidad en un antes y un después.  SEGUNDO ACTO: Los mensajeros se presentan ante el trono  El Supremo esta en su trono, los siete Principales Consejeros los 24 Ancianos Vigilantes y toda la corte le acompaña, los ángeles ha sido convocado, su número era millones de millones, ellos vienen para oír los alarmantes informes de los mensajeros que viajando a la velocidad del pensamiento como rayos que surgen impredecibles surcando los cielos traen los informes de los últimos acontecimientos acaecidos en la tierra. Se presentan ante el Supremo; vienen desolados, impactado por lo que han visto; el Supremo les anima a hablar de las cosas que han sido testigos. Ellos se preparan para hacerlo pero una sensación fría y extraña les ha invadido completamente enmudeciéndolos al punto de no poder sacar palabras. El ambiente esta en tal expectante silencio que hasta se podría oír el aleteo de un pequeño querubín surcando el aire, … pero los testigos están tan estremecidos por lo que deben relatar que no logran hilvanar los pensamientos con claridad (aunque en sus mentes reviven una y otra vez los hechos por ellos observados provocando en ellos una terrible sensación de tortura y dolor indecible). … Por fin después de muchos intentos uno de ellos abre el vademécum de Los Registros Recientes, éste contiene cada detalle e impresiones personales de lo que vieron y oyeron en aquellas incursiones en misiones especiales a la tierra; …….entonces con su voz entrecortada dice: “Gran Rey Supremo… Hermandad toda, debo informarles con gran pesar lo que hemos visto con nuestros ojos; y siendo testigos de los hechos que han sucedido en la galaxia llamada ...............  más allá del círculo de Orión, en ese pequeño planeta tierra habitado por los adanes. Es algo terrible:¡¡Han crucificado al Señor de la gloria”!! Aquellas palabras fueron como la sorpresiva explosión de mil galaxias que sobresalto a todos, la noticia retumbó como la descarga expansiva de siete mil soles sobre la superficie de cada centímetro cuadrado en el reino de los cielos. Esa noticia sí que caló hondo en aquel ambiente cargado de temor y reverencia. Aquellas palabras fueron devastadoras y como que rasgaron el espeso ambiente de aquel silencio santo. A la vez que los mensajeros hablaban, algo así como una pantalla gigante se extendió en el firmamento, como un enorme lienzo por donde las palabras de los testigos eran reproducidas en imágenes reviviendo cada detalle de las cosas relatadas. De ahí en adelante los relatos abundan en terribles cuadros vívidos de la cruel pasión y muerte del Primogénito Hijo de Dios.  

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El mensajero prosiguió entonces con su lapidario informe y las imágenes en el cielo aparecían en consecución a sus palabras: “Los despreciables” (que es la forma en que los ángeles llaman a los de la raza humana) lo han flagelado, vimos a nuestro Señor sin la hermosura por todos conocida, depreciado y desechado entre los hombres; las multitudes reunidas para contemplar aquel espectáculo de humillación divina vociferaban con furia goleándole, escupiéndole y gritando “fuera con ese,… matadle”, así gritaban los salvajes pidiendo que se les diera en recompensa al malhechor antes que al Santo”. Los informantes prosiguen en su relato: “Era tan terrible lo que le hicieron a nuestro Amado que en ese momento el sol se oscureció y la luna no dio su resplandor, densas tinieblas cayeron pesadamente sobre la tierra; esto enardeció aun más a los “despreciables” y más le azotaban y más le golpeaban, … luego lo llevaron por la vía dolorosa (una vieja calle de piedras por donde suelen conducir a sus sentenciados a muerte); el firmamento oscurecido por las densas nubes que por instantes era  iluminando por rayos que caían en aquel negro momento, y un frío intenso que calaba profundo a los humanos y a nosotros por igual se mezclaban con aquella espantosa escena de burlas vulgares y cantos invisibles de victoria tenebrosa. Prosiguió el ser angélico:“Le vimos semi desnudo cargando un pesado madero, lo trataron como desechado entre los hombres, vimos su semblante desfigurado por los golpes y el dolor, le vimos como raíz de tierra seca, sin parecer ni hermosura … y no sabemos porque es que… nosotros también ... como que escondimos de él el rostro”. Ya a estas alturas del informe la indignación y el dolor invadieron a cada uno de los asistentes. Cada palabra mezcladas con las imágenes del relato atravesaban a los convocados como si fueran cuchillos clavados en sus propios corazones ...se podía oír el sollozo de mil lamentos llenando el ambiente. Una emoción desconocida por todos ellos comenzó a sacudir sus entrañas, como que algo palpitaba aceleradamente dentro de ellos, como que sus gargantas se secaban y los ojos se les humedecían. Sí…, por primera ves los ángeles lloraban; gotas como de un líquido extraño corrían por sus rostros con todas las emociones encontradas que estas aguas saladas traen al corazón desconsolado. Eran lágrimas que surcaban sus mejillas. Ellos lloran al ver el dolor silencioso del que estaba sentado en el Trono escuchando los relatos de la humillación de su Hijo amado, y lloran también por la suerte corrida por Aquel que se humilló hasta la muerte y muerte de cruz en obediencia al Padre. Exclamó uno de los mensajeros con el rostro bañado en lágrimas absolutamente compungido al punto de casi explotar su corazón por la desazón de lo que tenía que decir: “Es que además de todo eso, ¡OH Altísimo!, y ¡Hermandad!; escuchen, ... no siendo suficiente ya todo aquello: los salvajes tomaron sus manos y sus pies y las atravesaron con gruesos clavos sujetando su cuerpo santo al madero de la cruz”. Por último, otro de los testigos dirigiéndose al que estaba sentado en el Trono dijo:“Es que nunca olvidaremos aquellas últimas palabras que salieron de sus labios y que aun resuenan incomprensibles en nuestros oídos cuando dijo: “¡Padre! (dijo en voz alta como exclamando para que el cielo escuchase), ¡¡perdónales, porque no saben lo que hacen!!”… y habiendo dicho esto expiró”. Gran Padre Eterno… mis compañeros y yo aun no entendemos sus perturbadoras palabras ni la paz que su alma irradiaba aún en esos momentos tan terribles, no entendemos porque es que angustiado él y afligido, como cordero fue llevado al matadero, y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció y no abrió su boca. No alcanzamos a comprender porqué fue cortado de la tierra de los vivientes y su generación ¿quién la contará? Gran Padre Eterno, por favor, una ves más lo pedimos, estamos absolutamente desconcertados ¿Qué le han hecho a nuestro Señor?; ¿donde le han puesto?; ¿porque es que su aspecto era semejante a la de aquellos seres despreciables?  Ya han pasado tres días terrestres de estos acontecimientos fatales y aun no sabemos que ha sido del Príncipe de Paz; necesitamos conocer la verdad. Después del relato de estos episodios el peso de todas las miradas se pusieron en el que estaba sentado en el Trono. Toda la Hermandad de seres celestiales pedía venganza, se oía el clamor de guerra una vez

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más después de tanto tiempo; sonaban las trompetas en los aires celestes convocando a los guerreros. Los ejércitos estaban alineados, los carros de guerra en sus lugares, los principales príncipes ya estaban al frente de las tropas. Los motivos sobraban, solo faltaba la orden real y esa estirpe odiosa de seres despreciables sería aniquilada, dejarían de existir de un soplo y no habría más memoria de ellos, serían extirpados del conocimiento y del recuerdo de todos como quién corta maleza para ser quemada, como quién se frota las manaos para desprenderse de algún elemento molesto. Solo merecían el juicio y el castigo por tal atrevimiento. El que estaba sentado en el trono conmovido por los relatos se pone de pié; tal parece que va a dar la orden de avanzada; por lo menos es lo que todos los ejércitos celestiales esperan que haga El Bendito y Supremo Dios Todo Poderoso. Él, entonces, alza sus brazos para hablar a la multitud que espera sus sabias palabras; en ese momento se ven rayos brillantes que salían de sus manos, Su rostro emite relámpagos que alumbran las moradas eternas y sus fuertes pies como de bronce bruñido se hacen sentir fuertes cuando pisa sobre la loza de oro macizo que sostiene su Trono; en ese momento un rocío refrescante de gotas de arco iris multicolores caen sobre toda la multitud como diciéndoles, “Tengan paz, El Señor esta en su Trono, no será conmovido”. La desazón y la amargura reinante hasta hace unos instantes se desvanecen como si nada. Todas las miríadas de la Gran Hermandad angelical y seres vivientes le contemplan. Cuando habla, su voz es como el estruendo de muchas aguas que cubren como olas a la asamblea reunida. El Supremo comienza diciendo: “Les hablaré del Heredero y del misterio escondido en Él, les declararé los secretos del plan concebido desde tiempos eternos, el misterio que se ha mantenido oculto desde siglos y edades, aguardando ser revelado hasta el tiempo señalado por el eterno Consejo. Él es el designio de redención, el que era y que es; y que estuvo muerto pero he aquí que ahora vive para que todas las cosas sean reunidas en Él, así las que están en los cielos como las que están en la tierra, visibles e invisibles, sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades y hacer de Él el primogénito de los muertos, para que en todo tenga la preeminencia, y por medio de Él reconciliar consigo todas las cosas, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz”. Luego; a vista de todos los presentes, de Él salió algo así como Espíritu Eterno y una explosión de colores inimaginables saltaron  a la vista de todos.  arpas y coros celestiales cantaban alabanzas al que vive por los siglos de los siglos. Humo, fuego y resplandor de gloria se tomaron el lugar; … luego la Forma Santa  se elevó sobre todos y girando como un torbellino de aguas cristalinas desapareció, salió  buscando algo y desapareció delante de todos ... Esa misteriosa desaparición tendrá su explicación en los acontecimientos que desatarán la ola de avivamiento divino que trastocará toda la creación de Dios ... pero eso está por suceder más adelante. TERCER ACTO: Algo Extraño Esta Ocurriendo En ese Aposento Alto Ciento veinte hombres y mujeres están congregados en algún lugar de la ciudad llamada Jerusalén en un aposento alto. Ellos no están allí porque no tienen otro lugar don de ir. Están allí simplemente porque ese lugar es muy especial para ellos; están allí porque ése fue el último lugar donde vieron reír a su maestro; están allí porque en ese lugar le escucharon cantar himnos al Padre por última ves; están allí porque en ese lugar comieron junto al maestro la última cena; están allí porque el maestro les dijo: quedaos en Jerusalén hasta que seáis investidos de poder de lo alto. ¿Dónde más podían estar? Ellos están expectantes; algunos de los apóstoles principales como Pedro y Juan dicen que le han visto resucitado; también algunas de las mujeres que le servían declaran que se les apareció dando pruebas de su resurrección gloriosa. Y aquí están apretujados en ese aposento alto; esperando la promesa.  Ellos han orado; ellos han repasado una y otra ves las instrucciones recibidas del Cristo resucitado. Algunos están cansados de esperar; ya han pasado semanas en oración y ruegos y parece que otra vez nada fuera de lo normal sucederá ese día. Otros están cuestionando el testimonio de los que aseguran haberle visto resucitado; hay algunos que encuentran que Pedro no debería estar con ellos ¿acaso no le negó tres veces consecutivas la noche en

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que el maestro fue entregado?. El argumento es que si él negó al Maestro, porque no lo haría también con ellos en caso que las autoridades descubrieran ese lugar secreto de reunión?. Hay otros que ya piensan en claudicar y volverse a su aldea, extrañan tanto a sus seres queridos; y hace tanto tiempo que no los ven. Claro también estaban los de fe inquebrantable; esos que le vieron resucitado, uno de ellos llamado Tomás una y otra ves dirige la palabra a la pequeña multitud persuadiéndolos a perseverar en la espera. Mientras aún está exhortándolos, algo extraño comienza a envolver el ambiente ... de repente se oye venir del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba ... Cada uno de los ciento veinte reunidos en ese aposento alto se llenan de un temor reverente; es que delante de sus ojos comienza a dibujarse de la nada algo así como la aparición de una  Forma Santa  que llenó toda la casa donde estaban sentados ... y como que pequeñas bolas de fuego saliendo de esa extraña Forma Santa comienzan a flotar en el espacio y literalmente penetrar sus cuerpos y asentarse en el interior de cada uno de ellos. Eso sucede en un espacio de tiempo que nadie puede medir. La sensación de éxtasis provocado por esa experiencia personal es indescriptible. Ya no hay más dudas en ellos; toda enemistas es absorbida por ese poder divino, el temor a las represalias se ha esfumado; un nuevo amor se ha apoderado de sus corazones; es como si una luz interior les enseñara los misterios del Padre y una nueva fuerza y poder los ha llenado de valentía.  Mientras los ciento veinte tratan de mantenerse en pié producto de esa llenura de poder, el efecto de ese estruendo santo es sentido por toda la ciudad que agolpándose en torno al aposento alto, epicentro de esa extraña manifestación sobrenatural, interrogan a esos ciento veinte que como borrachos intentan explicar lo sucedido. ¿Pero cómo explicar lo inexplicable? ¿Cómo expresar con palabras humanas lo que ni en lenguas angelicales puedes darlas a entender? Nada de lo que ha sucedido ese día tiene lógica. Esos ciento veinte dicen que el Espíritu Santo ha descendido a sus vidas; y que eso explicaría su extraño comportamiento; aunque más bien parece que estaban ebrios. Aunque uno de ellos; el que perece ser el líder de todos llamado Pedro ha dicho algunas cosas que dejaron a toda la multitud con la sangre congelada en las venas cuando citó a uno de los profetas: Más esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, derramará de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; Vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños; y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán. Tal vez sí Dios descendió sobre el mundo; tal vez sí esa Forma Santa como ellos la llaman ha venido a nosotros, y nosotros no lo hemos querido reconocer; al fin y al cabo; el testimonio de ese hombre llamado Pedro argumentó diciendo que la única razón para que el Espíritu Santo viniera sobre toda carne era la resurrección y exaltación de aquel carpintero que todos en Israel conocimos como Jesús de Nazaret   y a quién crucificamos sin compasión. Ahora entiendo las palabras de Pedro el apóstol cuando dijo: A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Así, que exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha dado esto que vosotros veis y oís.  En el mismo instante en que el Padre le decía al Hijo: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies En ese mismo instante el Hijo recibía la facultad de derramar el Espíritu Santo en todo aquel que confiesa que Jesús es el Señor y sus ojos son iluminados sobre la gloriosa verdad de su resurrección y entronización gloriosa.  

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¿De que estoy hablando?. Del día en que Jesucristo fue exaltado como Señor.  CUARTO ACTO: En la Corte Celestial: En la sala principal del palacio real hay un personaje imponente, majestuoso; toda la habitación esta llena de una luz azul fosforescente que irradia desde este ser e impregna todas las cosas dándoles una aureola celestial. El personaje sentado en su trono esta en una actitud de profunda meditación. Es que y han pasado cerca de treinta y tres años desde que el Hijo Amado se fue de su lado cumpliendo las instrucciones precisas de Su Padre.  Es el momento precioso cuando el Padre en el cielo está esperando la hora en que su Hijo deje la tierra para estar nuevamente con él y gozar de aquella gloria que tuvieron en común antes que el mundo fuese. ¡¡Pero ya han pasado 50 días desde su resurrección y la hora se aproxima!! El Padre está expectante, se pasea de un lado a otro esperando el reencuentro con su Amado Hijo. Un ángel mensajero vuela por los cielos trayendo las buenas nuevas a gran voz: “Se asoma en el horizonte celeste algo así como una compañía de carros de fuego que cabalgan sobre las nubes; y en medio de ellos se puede ver el aspecto de uno como del Hijo del Hombre envuelto en un resplandor refulgente que ilumina el firmamento”. El mensajero celestial proclama a voces en los aires: ¡¡Cantad a Dios cantad, cantadle salmos a su nombre; Exaltad al que cabalga sobre los cielos. JAH es su nombre, alegraos delante de él!!Salmos  68.4 El Padre dice: “Esa es la nube de gloria que trae por fin a mi Amado Hijo, es el retorno de mi bienamado”. Por todo el cielo se corre la voz: “Ya viene, él ya viene, es el Hijo que ya viene en camino”. Las noticias de este acontecimiento corren como un rayo por todo el reino celestial; se oyen trompetas que anuncian la llegada del Hijo triunfante, y que una compañía enorme de ángeles le acompañan en cortejo triunfal, vienen vitoreando su nombre. El Padre da la orden a toda la corte real; nadie debe faltar a la convocatoria del Rey del universo; consejeros, ángeles y seres vivientes deben vestirse de sus ropas reales para recibir en el salón de honor al Hijo resucitado que viene con su cortejo triunfal. Allí están los arcángeles mayores y a la cabeza esta Miguel, uno de los principales príncipes en el reino celestial, y más atrás Gabriel el anunciador, han venido los serafines y querubines, se ven ángeles y seres celestiales de todas las especies y formas resplandeciendo en sus gloriosas vestimentas celestiales.  Los coros alados cantan preludios, como anticipando la gloria que se vivirá momentos más adelante. A la entrada del palacio.Los Ángeles escoltas cantan a las puertas de palacio: “Alzad o puertas vuestras cabezas, y alzaos vosotras puertas eternas y entrará el Rey de gloria”. Desde dentro la guardia real pregunta: “¿Quien es ese Rey de gloria?” Y desde afuera millares y millares de ángeles responden a una en un coro que estremece todos los cielos: “Jehová el fuerte y valiente; Jehová el poderoso en batalla.Jehová de los ejércitos. Él es el Rey de la Gloria”.Salmo 24.7-10  

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Cuando el Hijo se presenta ante la corte celestial; delante del Padre se hace un profundo silencio; un silencio que parece eterno. El Padre mira al Hijo, el Hijo mira al Padre; no se han visto por largos treinta y tres años, treinta y tres años que fueron parte de la eternidad. El Padre frente al Hijo lo contempla: Ahí esta Él, externamente ya no es el mismo, en su rostro se ven las marcas de uno que ha sufrido el castigo de la incomprensión y la intolerancia. Hay cicatrices en su frente, sus manos y sus pies están horadadas por clavos, su cuerpo entero delata las evidencias de la tortura y el sufrimiento. Pero en Él no hay queja ni dolor. El Hijo le dice: “Padre he acabado la obra que me diste; ahora el mundo te conoce, yo les he dado tu palabra a los hombres que del mundo me diste”. El Padre abraza al Hijo y sabe que ha llegado el momento de la ceremonia de la coronación como la máxima autoridad en el cielo y en la tierra. Es la coronación del Rey de reyes y Señor de señores, es el momento que recibirá el trono, la autoridad, los honores; y todos los que están en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra se postrarán a sus pies. Y el Padre con Su corazón hinchado de amor, y con su voz conmovida por ese momento tan solemne dice a todos: "Miren este es mi Hijo Amado en quién tengo complacencia, alábenlo en el cielo y la creación cante a su nombre; toda rodilla se doble delante de Él, porque desde ahora en adelante yo le doy un nombre nuevo; para que en el Nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y bajo la tierra, y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor ". Y Ahora Hijo mío yo declaro: “Pídeme y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuyo los confines de la tierra”. ¡¡Alégrense los cielos, gócese la tierra  y digan en las naciones Jesús reina!!