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Tul. RIBOT LAS Enfermedades de la voluntad TRADUCCIÓN ESPASOLA DE RICARDO RUBIO MADRID LIBRERÍA DE VICTORIANO SUÁREZ 48 - PRECIADOS - 48 1899

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Tul. RIBOT

LAS

Enfermedades

de la voluntadTRADUCCIÓN ESPASOLA

DE

RICARDO RUBIO

MADRID

LIBRERÍA DE VICTORIANO SUÁREZ

48 - PRECIADOS - 481899

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LAS ENFERMEDADES

DE LA VOLUNTAD

INTRODUCCIÓN-

Durante estos últimos años, muchos autores,sobre todo en el extranjero, han expuesto alpormenor algunas partes de la psicología, se-gún el principio de la evolución. Me ha pareci-do que se sacaría algún provecho de tratar es-tas cuestiones con el mismo espíritu, pero bajootra forma: la de la disolución.

Me propongo, pues, en este trabajo ensayarcon respecto á la voluntad lo que hice prece-dentemente á propósito de la memoria; estudiarsus anomalías y sacar de tal estudio conclusio-nes sobre su estado normal. Por muchos con-ceptos, la cuestión es más difícil; el término vo-luntad designa una cosa más vaga que el tér-mino memoria. Que se considere la memoriacomo una función, una propiedad ó una facul-

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1ENFEB ED s,DES DE LA VOLUNTAD

tad, siempre resulta una manera de ser estable,una disposición psíquica sobre la que todo elinundo se entiende. La voluntad, por el con-trario, se resuelve en voliciones, cada una delas cuales es un momento, una forma instablede la actividad, una resultante, que varía ámerced de las causas que la producen.

Aparte de esta primera dificultad, hay otraque puede parecer todavía más grande, perode la cual no dudamos en desembarazarnos sen-cillamente. ¿Se puede estudiar la patología dela voluntad sin tocar el intrincado problemadel libre albedrío?—Esta- abstención nos pare-ce posible y hasta necesaria. Se nos impone, nopor timidez, sino por razón de método. Comotoda ciencia experimental, la psicología debeabstenerse rigurosamente de toda investigaciónrelativa á las causas primarias. El problemadel libre albedrío es de este orden. Uno de losgrandes servicios de la crítica de Kant y de losque le han continuado, ha sido demostrar que elproblema de la libertad se reduce á saber si esposible emanciparse de la cadena de efectos ycausas para fijar un comienzo absoluto. Estepoder «que atrae, suspende ó separa», como lodefine un contemporáneo que lo ha estudiadoá fondo (1), no puede ser afirmado sino á con-dición de entrar en la metafísica.

Renouvier, Essai de critique générale, 2e édition. 1,6540 39.

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INTRODUCCIÓN 3

Aquí, nada de esto tenemos que intentar.Nuestro único objeto es la experiencia interna;sus límites son nuestros límites. Tomamos lasvoliciones á título de hechos, con sus causasinmediatas, es decir, los motivos que las pro-ducen, sin investigar si estas causas suponenotras causas hasta el infinito, ó si van acompa-ñadas de cierta espontaneidad. La cuestión seencuentra así puesta bajo una forma igualmen-te aceptable para los deterministas y para susadversarios, conciliable con una y otra hipó-tesis. Además, esperamos dirigir nuestras in-\-estigaciones de tal manera, que la ausencia detoda solución sobre este punto no se eche nuncade menos.

Trataré de demostrar, al término de este es-tudio, que en todo acto voluntario hay dos ele-mentos bien distintos: el estado de conciencia,el «yo quiero», que expresa una situación, peroque no tiene por sí mismo ninguna eficacia; yun mecanismo psicofisiológico muy complejo,en el que únicamente reside el poder de obraró de impedirnos obrar.

Como esta conclusión general no puede sermás que el resultado de conclusiones parcialesaportadas por la patología, evitaré provisio-nalmente en esta introducción todo punto devista sistemático; me limitaré á estudiar la vo-1 untad en su doble mecanismo de impulsión ysuspensión y en su fuente el carácter indivi-

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dual, omitiendo todos los pormenores que noimporten á nuestro propósito (1).

El principio fundamental que domina lapsicología de la voluntad, bajo su forma impul-siva, en el estado sano como en el morboso, esque todo estado de conciencia tiene siempre una,tendencia á expresarse, á traducirse por un mo-vimiento, por un acto. Este principio no es más.que un caso particular, propio de la psicología,de esta ley fundamental: que el reflejo es el tipoúnico de toda acción nerviosa, de toda vida derelación. Propiamente hablando, la actividaden el animal no es un comienzo, sino un fin; nouna causa, sino un resultado; no un principio,sino una continuación. Aquí está el punto esen-cial, que no hay que perder jamás de vista, elúnico que explica la fisiología y la patología dela voluntad: porque este impulso del estado deconciencia á traducirse en un acto psicológicaó fisiológico, consciente ó inconsciente, es elhecho simple á que se reducen las combina-ciones y complicaciones de la actividad volun-taria más elevada.

(1) Se encontrará en el reciente libro de Sclmeider Der mensek-liche Wille vom Stanpundkte der neueren Entwiekelungstheorie%Berlín, 1882, una buena monografía de la voluntad, en el estado normaly desde el punto cte vista de la evolución. Sentimos no haber tenido cono-cimiento de ella hasta que nuestro trabajo estaba casi terminado.

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INTRODUCCIÓN

El recién nacido no es más que «un ser es-pinal», como lo ha definido Virchow. Su activi-dad es puramente refleja; se manifiesta por talprofusión de movimientos, que el trabajo de laeducación debe consistir durante mucho tiem-po en suprimir ó en restringir el mayor núme-ro de ellos. Esta difusión de los reflejos que tie-ne su razón en relaciones anatómicas, traduceen toda su sencillez la trasformación de las ex-citaciones en movimientos. Que éstos sean cons -cientes ó que despierten un rudimento de con-ciencia, en ningún caso representan una activi-dad voluntaria; no expresan propiamente másque la actividadde la especie, lo que se ha ad-quirido, organizado y fijado por la herencia,pero esos son los materiales con que ha deconstruirse la voluntad.

El deseo señala una etapa ascendente delestado reflejo al estado voluntario. Entendemospor deseo las formas más elementales de la vi-da afectiva, las únicas que pueden producirse,hasta que nace la inteligencia. Fisiológicamen-te, no difieren de los reflejos de orden complejo.Psicológicamente, difieren de éstos por el esta-do de conciencia, frecuentemente muy intenso,que los acompaña. Su tendencia á traducirseen actos es inmediata é irresistible, como la delos reflejos. En el estado natural y mientras semantiene puro de toda alianza, el deseo tiendeá satisfacerse inmediatamente; tal es su ley,

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inscrita en el organismo. Los niños y los salva-jes nos ofrecen excelentes ejemplos. En el adul-to, el deseo no se presenta ya en su estado na-tural; la educación, el hábito, la reflexión, lomutilan ó refrenan. Pero, con frecuencia, reca-ba sus derechos, y la historia nos enseña cómoen los déspotas, que en su propia opinión y enla de los demás están por cima de toda ley, losconserva siempre.

La patología nos hará ver que esta forma deactividad aumenta cuando la voluntad se debi-lita y persiste cuando ésta desaparece. Señala,.sin embargo, un progreso sobre el primer perío-do, porque acusa un comienzo de individuali-dad. Sobre el fondo común de la actividad es-pecífica, los deseos dibujan vagamente el carác-ter individual; reflejan la manera de reaccionarde un organismo determinado.

En cuanto una suma suficiente de experien-cia permite que nazca la inteligencia, se pro-duce una nueva forma de actividad, á la queconviene el epíteto de ideo-motriz, puesto quelas ideas son causa de movimientos. Tiene ade-más la ventaja de señalar su parentesco con losreflejos, de que no es sino- un perfecciona-miento.

¿Cómo puede una idea producir un movi-miento? lié aquí una cuestión que embarazaríagrandemente á la psicología antigua, pero queaparece sencilla cuando se consideran los he-

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INTRODUCCIÓN 7

chos en su verdadera naturaleza. Es hoy unaverdad corriente en la fisiología cerebral que labase anatómica de nuestros estados mentalescomprende á la vez elementos motores y ele-mentos sensitivos. No insistiré sobre una cues-tión que ha sido tratada al por menor en otraparte (1), y que supondría una digresión. Recor-dare únicamente que nuestras percepciones, enparticular las más importantes, las de la vistay el tacto, implican, á título de elementos inte-grantes, movimientos del ojo y de los miem-bros; y que si cuando vemos realmente un ob-jeto, el movimiento es un elemento esencial,debe representar el mismo papel cuando ve-mos el objeto idealmente. Las imágenes y lasideas, aun abstractas, suponen un substratoanatómico, en el que los movimientos están re-presentados en alguna medida.

Es cierto que, concretando la cuestión, po-dría decirse que es preciso distinguir dos espe-cies de elementos motores; los que sirven paraconstituir un estado de conciencia y los quesirven para traducirlo: los unos intrínsecos, losotros extrínsecos. La idea de una bola, porejemplo, es la resultante de impresiones de su-perficies y de adaptación musculares particula-res; pero estas últimas son el resultado de la sen-sibilidad muscular y, por este título, son sensa-

(1) lievue philosophique, Octubre 1879, p. 371 y siguientes.

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ciones de movimiento, más bien que movimien-tos propiamente dichos: son elementos consti-tutivos de nuestra idea, más bien que una ma-nera de traducirla al exterior.

De todos modos, esta relación estrecha esta-blecida por la fisiología entre la idea y el movi-miento nos deja entrever cómo la una produceel otro. En realidad, una idea no produce un mo-vimiento; sería una cosa maravillosa, este cam-bio total y repentino de función. Que una idea,tal como los espiritualistas la definen, produjesesúbitamente un juego de músculos, sería nadamenos que un milagro. No es el estado de con-ciencia, como tal, sino el estado fisiológico co-rrespondiente, el que se trasforma en acto. Yaún más; la relación no es entre un fenómenopsíquico y un movimiento, sino entre dos esta-dos de la misma naturaleza, entre dos estadosfisiológicos, entre dos grupos de elementos ner-viosos, uno sensitivo y otro motor. Si nos obsti-namos en hacer de la conciencia una causa, todoqueda oscuro; si se la considera como el ele-mento que acompaña á un proceso nervioso, elcual es el fenómeno esencial, todo se pone enclaro y las dificultades ficticias desaparecen.

Esto admitido, podemos clasificar, grossomodo, las ideas en tres grupos, según que :sutendencia á trasformarse en acto es fuerte, mo-derada ó débil y hasta, en cierto sentido. nula.

1." El primer grupo comprende los esta-

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INTRODUCCIÓN 9

dos intelectuales, extremadamente intensos (lasideas fijas pueden servir de tipo). Pasan al actocon una fatalidad, una rapidez, casi iguales álas de los reflejos. Son las ideas «que nos con-mueven». La antigua psicología, afirmando unhecho de experiencia vulgar, decía en su len-guaje que la inteligencia no obra sobre la vo-luntad, sino por intermedio de la sensibilidad.Dejando á un lado estas entidades, esto signifi-ca que el estado nervioso que corresponde áuna idea se traduce tanto mejor en movimiento,si va acompañado de aquellos otros estados ner-viosos (cualesquiera, que sean) que correspon-den á sentimientos.

Hecha esta traducción, se comprende porqué, en el caso actual, estarnos tan cerca de lafase precedente, por qué la acción nerviosa esmás enérgica, obra sobre más elementos.

La mayor parte de las pasiones, desde quetraspasan el nivel del puro apetito, entran eneste grupo como principios de acción; toda ladiferencia no es más que de grado, según que,en el complejo así formado, los elementos afec-tivos predominen, ó inversamente (1).

(1) La independencia relativa de la idea y del sentimiento como causasde movimiento está claramente determinada por ciertos casos patológicos.I,a idea de un movimiento es por sí sola incapaz de producirlo; pero l si laemoción se añade, el movimiento se produce. Un hombre afectado de pará-lisis no puede con ningún esfuerzo de voluntad mover el brazo; mientrasque se le verá agitarse violentamente bajo el influjo de una emoción van-sada por la. llegada de un amigo. En los rasos de reblandecindMo de

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ENFERMEDADES DE LA VOLUNTAD

2." El segundo grupo es el más importantepara nosotros. Representa la actividad razona-ble, la voluntad en el sentido corriente de lapalabra. La concepción va seguida de un acto,después de una deliberación, corta ó larga. Si sereflexiona en ello se encontrará que la mayorparte de nuestras acciones se refierená este tipo;deducción hecha de las formas precitadas y delos hábitos. Que yo me levante para asomarmeal balcón, ó que me afilie en la milicia para lle-gar á ser un día general, no hay más que unadiferencia en más ó en menos; una volición muycompleja y á largo plazo, como la última, quedebe resolverse en una serie de voliciones sim-ples, sucesivamente adaptadas á tiempos y lu-gares.—En este grupo la tendencia al acto no

es ni instantánea ni violenta. El estado afectivoconcomitante es moderado. Muchas"de las ac-ciones que forman la trama ordinaria de nues-tra vida, van acompañadas en su origen de unsentimiento de placer,de curiosidad, etc. Des-pués, el sentimiento primitivo se debilita, peroel lazo entre la idea y el acto queda estableci-do; cuando aquélla nace, éste la sigue.

3.° Con las ideas abstractas, la tendencia almovimiento alcanza su mínimum. Siendo es-tas ideas representaciones de representaciones,

médula espinal con parálisis, una emoción, una pregunta dirigida al en-fermo, puede [causar movimientos violentos en 'los miembros inferioressobre los que no tiene acción su voluntad.

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INTRODUCCIÓN 11

puros esquemas, extractos fijados por su signo,el elemento motor se empobrece en la mismamedida que el elemento representativo. Si seconsideran todas las formas de actividad, queacabamos de indicar, como complicaciones su-cesivas del reflejo simple, puede decirse que lasideas abstractas son una ramificación colateral,débilmente ingerta al tronco principal, y quese ha desarrollado á su manera. La tendenciamotriz se reduce á esa palabra interior, por dé-bil que sea, que las acompaña, ó al despertarde cualquier otro estado de conciencia. Porque,del mismo modo que en fisiología el períodocentrífugo de un reflejo no conduce siempre á.un movimiento, que también á la secreción deuna glándula ó á una acción trófica, así en psi-cología un estado de conciencia no terminasiempre en un movimiento, sino en la reproduc-ción de otros estados de conciencia, según re-produzcan el mecanismo bien conocido de la.asociación.

La oposición, tan frecuentemente observadaentre los espíritus especulativos, que viven enlas abstracciones, y las gentes prácticas, no esmás que la expresión visible y palpable de lasdiferencias psicológicas, que acabamos de se-ñalar. Recordemos también, á título de aclara-ción, otras verdades triviales: la diferencia en-tre conocer el bien y practicarlo, ver lo absur-do de una creencia y abandonarla, condenar

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una pasión y sacrificarla. Todo esto se explicapor la tendencia motora, extremadamente dé-bil, de la idea reducida á sí misma. Ignoramoslas condiciones anatómicas y fisiológicas nece-sarias para el nacimiento de una idea abstracta;pero podernos afirmar sin temor, que en cuantoesa idea llega á ser motivo de acción, se le agre-gan otros elementos; es lo que sucede con losque «se consagran á una idea». Los sentimien-tos son los únicos que gobiernan al hombre.

II

Ateniéndonos á lo que precede, la actividadvoluntaria nos aparece como un momento enesa evolución ascendente que va del reflejo sim-ple, cuya tendencia al movimiento es irresisti-ble, á la idea abstracta, cuya tendencia al actoes mínima. No puede fijarse rigurosamente niel comienzo ni el fin, siendo como es casi insen-sible la transición de una forma á otra.

De todo propósito, y por razones de claridad,no hemos examinado el problema en toda sucomplejidad. Hasta hemos eliminado uno delos elementos esenciales, característicos de lavoluntad. Tal como se la ha considerado hastaaquí, podría definirse: un acto consciente, másó menos deliberado, en vista de un fin, sencilloó complejo, próximo ó lejano. Así parecen con-eebirla autores contemporáneos, como Mauds-

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INTRODUCCIÓN 13

ley y Lewes, cuando la definen «la excitacióncausada por ideas» (impulse by ideas), ó bien«la reacción motora de los sentimientos y delas ideas». Así comprendida, la volición sería.simplemente un laisser (aire. Pero la voliciónes otra cosa. Tiene además un poder de suspen-sión, ó, para hablar el lenguaje de la fisiología,.un poder de inhibición.

Para la psicología fundada sólo en la obser-vación interna, esta distinción entre permitir éimpedir tiene poca importancia; mas para la.psicología que pide al mecanismo fisiológicoalguna ilustración sobre las operaciones del es-píritu—y que tiene á la acción refleja por eltipo de toda actividad,—aquella distinción es.capital.

La doctrina corriente admite que la volun-tad es un fíat, al que los músculos obedecen nose sabe cómo. En esta hipótesis, importa pocoque el fíat mande un movimiento ó una deten-ción. Pero si se admite, con todos los fisiólogoscontemporáneos, que el reflejo es el tipo y labase de toda acción, y si, por consiguiente, nohá lugar á investigar por qué un estado de con-ciencia se trasforma en movimiento—puestoque esta es la ley—es preciso explicar por quéno se transforma. Desgraciadamente, la fisiolo-gía está llena de oscuridad y de indecisiones so-bre este punto.

El caso más sencillo del fenómeno de suspen-

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Sión ó de inhibición consiste en la detenciónde los movimientos del corazón por la excita-ción del pneumo-gástrico. Se sabe que el cora-zón (independientemente de los ganglios intra-cardiacos) está inervado por filamentos que vie-nen del gran simpático, que aceleran sus lati-dos, y por filamentos del nervio vago. La sec-ción de este último aumenta los movimientos;la excitación del extremo central, por el contra-rio, los suspende por más ó menos tiempo. Es,pues, un nervio de detención y la inhibición esconsiderada generalmente como resultado deuna interferencia. La actividad refleja de loscentros cardiacos se hace más lenta ó se suspen-de por las excitaciones que vienen del bulbo.En otros términos, la acción motora del pneu-mo-gástrico se traduce en los centros cardiacospor actividad y produce una detención. Todoesto no tiene un alcance psicológico inmediato;pero hé aqui lo que más nos interesa.

Es un hecho bien conocido que la excitabi-lidad refleja de la médula aumenta cuando sesustrae de la acción del cerebro. El estado delos animales decapitados ofrece de ello pruebasexcelentes. Sin recurrir á esos casos extremos,se sabe que los reflejos son más intensos duran-te el sueño que en el estado de vigilia. Para ex-plicar este hecho, algunos autores han admiti-

,do en el cerebro centros de suspensión. Setsche-now los colocaba en los tálamos ópticos y la re-

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INTRODUCCIÓN 15

gión de los tubérculos cu_adrigéminos. Se apo-yaba en el hecho de que, excitando por mediosquímicos, ó por otra clase de medios, las partesprecitadas, producía una depresión de los refle-jos.—Goltz coloca estos centros de suspensiónen el cerebro propiamente dicho.

Estas hipótesis y otras análogas (1) han sidomuy criticadas, y muchos fisiólogos admitensimplemente que, en el estado normal, las ex-citaciones se reparten á la vez en el cerebro poruna vía ascendente y en la médula por una víatrasversa; que, por el contrario, en los casosen que el cerebro no puede entrar en juego,como las excitaciones no encuentran abiertamás que una sola vía, resulta una especie deacumulación, cuyo efecto es una excitabilidadrefleja exagerada.

En estos últimos tiempos, Ferrier (2), colo-cándose en un punto de vista cuya importanciapsicológica es evidente, ha admitido la existen-cia, en los lóbulos frontales, de centros mode-radores, que 'serían el factor esencial de la aten-ción.

Sin entrar en más pormenores, se ve que,para explicar el mecanismo de la inhibición, no

(1) Para la historia completa la cuestión, se puede consultar Eck-hard, Physiologie des Riiekenmarks en la Physiologie de Hermann,vol. ll, 2. a parte, pág. 33 y siguientes. En ella se encontrarán los experi-mentos y las interpretaciones de Setschenow, Goltz, Schiff, Herzen, Cyon,etc., etc.

(2) Ferrier, Les fonct¿ons dcc cerveau, pág. 103, 101,

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hay ninguna doctrina clara y universalmenteaceptada, como para los reflejos. Unos admitenque la suspensión viene de dos tendencias con-trarias que se contrarrestan y anulan. Otrosadmiten centros de suspensión (y aun nervios desuspensión) capaces de detener una acción tras-mitida, en lugar de reforzarla. Hay ademásotras muchas hipótesis, que es inútil mencio-nar (1). Dado este estado de ignorancia, exami-nemos corno mejor podamos la cuestión.

En toda suspensión voluntaria hay que con-siderar dos cosas: el mecanismo que la produ-ce, del que acabamos de hablar; y el estado deconciencia que la acompaña, del que hablare-mos ahora.

Ante todo, hay casos en que no es necesa-rio explicarse la suspensión, aquellos en quela incitación voluntaria cesa por sí misma;cuando arrojamos á un lado, por ejemplo, el li-bro que decididamente nos aburre.

Otros casos parecen explicarse por una delas hipótesis precitadas. Contenemos volunta-riamente la risa, el bostezo, la tos, algunos mo-vimientos apasionados, poniendo en acción, álo que parece, los músculos antagónicos.

Para los casos en que se ignora cómo la sus-pensión se produce, en que el mecanismo fisio-

(1) Véase Wundt, Mechanik de y Nerven; Lewes, Physical Basisof Migad, p. 300-301.

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lógico nos es desconocido, la psicología puranos enseña aún alguna cosa. Tomemos un ejem-plo bien común: un acceso de cólera dominadopor la voluntad. Para no exagerar el poder vo-luntario, notemos desde luego que tal dominoestá bien lejos de ser la regla general. Algunosindividuos parecen incapaces de conseguirlo.Otros lo alcanzan muy desigualmente; su po-der de suspensión varía á merced del momentoy de las circunstancias. Bien pocos son siempredueños de sí mismos.

Es preciso para que la suspensión se produz-ca una primera condición: el tiempo. Si la in-citación es tan violenta que pasa inmediata-mente al acto, todo está concluido; cualquiertontería que haya de seguirse es demasiado tar-de para evitarla. Si se llena la condición deltiempo, si el estado de conciencia suscita esta-dos antagónicos, si estos son suficientementeestables, la suspención tiene lugar. El nuevoestado de conciencia tiende á suprimir el an-terior y, debilitando la causa, suprime losefectos.

Es de una importancia capital para la pato-logía de la voluntad la investigación del fenó-meno fisiológico que se produce en semejantecaso. No puede dudarse de que la cantidad deinflujo nervioso (cualquiera que sea la opiniónque se tenga sobre su naturaleza) varia de unindividuo á otro, y de un momento á otro en un

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mismo individuo. No puede dudarse tampoco deque en un momento dado, en un individuo cual-quiera, la cantidad disponible puede ser distri-buida de una manera variable. Claro está queen el matemático que especula y en el hombreque satisface una pasión física la cantidad deinflujo nervioso no se gasta de la misma mane-ra y que una forma de gasto impide la otra, nGpudiendo emplearse el capital disponible en dosfines á la vez.

«Vernos, dice un fisiólogo (1), que la excita-bilidad de ciertos centros nerviosos se atenúaal ponerse en actividad algunos otros, si las ex-citaciones que sufren estos últimos tienen ciertaintensidad; tal es el hecho. Si consideramos elfuncionamiento normal del sistema nervioso,observamos que existe un equilibrio necesarioentre los diferentes aparatos de este sistema.Sabemos que tal equilibrio puede rompersepor el predominio anormal de ciertos centros,los cuales parece que desvían, en provecho pro-pio, una gran parte de la actividad nerviosa;entonces el funcionamiento de los demás cen-tros aparece perturbado Hay leyes genera-les que presiden á la repartición de la actividadnerviosa en los diferentes puntos del sistema,como hay leyes mecánicas que gobiernan lacirculación de la sangre en el sistema vascular;

(1) Frack l Dice. encycl. des seiencies médicales, art. NERVEUX7pág. 572.

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INTRODUCCIÓN 19

si sobreviene una gran perturbación en un de-partamento vascular importante, no puede me-nos de sentirse el efecto en todos los demáspuntos del sistema. Notamos estas leyes de hi-drodinamia porque el fluido en circulación noses accesible y porque conocemos las propieda-des de los vasos que lo contienen, los efectos dela elasticidad, los de la contracción muscular,etc. Pero las leyes de la repartición de la acti-vidad nerviosa, de esa especie de circulación delo que se ha llamado el fluido nervioso, ¿quiénlas conoce? Se ven los efecto-s de las rupturas deequilibrio de la actidad nerviosa; pero son estasperturbaciones tan variables, que se escapanaún á toda tentativa de teoría. No podemoshacer más que notar su producción teniendo encuenta las condiciones que la acompañan».

Si aplicamos estas consideraciones genera-les á nuestro caso particular ¿qué vemos? Elestado de conciencia primitivo (cólera) ha evo-cado estados antagónicos, que varían necesaria-mente de un hombre á otro: la idea del deber,el temor de Dios, de la opinión, de las leyes, delas funestas consecuencias, etc. Así se produceun segundo centro de acción, es decir, en tér-minos fisiológicos, una derivación del aflujonervioso, un empobrecimiento del primer esta-do en provecho del segundo. Esta derivación¿es suficiente para restablecer el equilibrio? Elresultado solamente puede dar la respuesta.

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. Pero, cuando la suspensión se produce, nun-ca es más que relativa, y su único resultado elde terminar en una menor acción. Lo que quedade la impulsión primitiva se gasta como es po-sible, por gestos medio contenidos, por pertur-baciones en las vísceras, ó por alguna deriva-ción artificial, como la de aquel soldado que,al ir á ser fusilado, mascaba una bala parano gritar. Hay muy pocos lo suficientementebien dotados por la naturaleza y acostumbra-dos por el hábito para reducir los reflejos á mo-vimientos imperceptibles.

Esta derivación del influjo nervioso no es,pues, un hecho primitivo, sino un estado deformación secundaria, constituido á expensasdel primero por medio de una asociación.

Debemos hacer notar también que, ademásde estos dos centros de acción antagónicos, hayotras causas que tienden á debilitar directa-mente los impulsos primitivos.

Aquí tenemos que examinar la dificultadmás de cerca, porque la coexistencia de estosdos estados de conciencia contrarios (1), sufi-ciente para producir la indecisión, la incerti-dumbre, la inacción, no lo es para producir unasuspensión voluntaria, en el sentido real de lapalabra, un «yo no quiero» . Hace falta otracondición. Esta se encuentra en un elemento

(1) Bien entendido, que no los separamos de sus condiciones fisiológi-cas, que son el elemento principal.

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afectivo de la más alta importancia, del queaún no hemos dicho nada. Los sentimientos noson todos estimulantes para la acción. Muchostienen un carácter deprimente. El terror puedeconsiderarse corno el tipo extremo de éstos; ensu más alto grado, anonada.Un hombre brusca-mente impresionado por un gran dolor es inca-paz de toda reacción voluntaria ó reflejo. Laanemia cerebral, la paralización del corazón,que á veces acarrea la muerte por síncope, elsudor con enfriamiento de la piel, el relaja-miento de los esfínteres: todo indica que la ex-citabilidad de los centros musculares, vaso-motores, secretores, etc., se suspende momen-táneamente. Tal caso es extremo; pero nos lodemuestra con un gran aumento. Por bajo deesto, tenernos todos los grados posibles de te-mor con todos los grados correspondientes dedepresión.

Descendamos de este maximum al temormoderado; el efecto deprimente disminuye, perosin cambiar de naturaleza. Ahora ¿cómo se con-tienen los movimientos de cólera en el niño?Por las amenazas y las reprimendas; es decir,por la producción de un nuevo estado de con-ciencia de carácter deprimente, propio paraparalizar la acción. «Una niña de tres años ymedio, dice M. B. Pérez, comprende por la ex-presión de la fisonomía, por el tono de la voz,que se le riñe: entonces frunce el ceño, sus

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labios se crispan convulsivamente, «pone ho-cico», se humedecen sus ojos y está á pun-to de llorar (1) » . El nuevo estado tiende ásuplantar al otro, no solamente por su propiafuerza, sino por la debilitación que infrinje alsér entero.

Si, á pesar de las amenazas repetidas, la sus-pensión no se produce, el niño no es, ó apenas eseducable en esta relación. Si se produce, resul-ta de ello, en virtud de una ley bien conocida,que tiende á establecerse una asociación entrelos dos estados; el primero despierta el segun-do—su correctivo—y, por hábito, la suspensiónse hace cada vez más fácil y rápida. En los queson dueños de sí mismos, tal dominio se pro-duce con aquella seguridad que es la marca detodo hábito perfecto. Claro está, por lo demás,que el temperamento y el carácter importanaquí más que la educación.

No es, pues, sorprendente que una tempes-tad ceda ante frialdad de ideas, ante estados deconciencia, cuya tendencia motora es bastantedébil; es que hay detrás una fuerza acumulada,latente, inconsciente, como acabamos de ver.

Para comprender este aparente milagro, noes necsario observar el adulto educado, reflexi-vo, sino el niño. En este (el salvaje, el hombremal educado ó ineducable se le parecen) la ten-

(1) pyehologie de l'enfant, p. 33.

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INTRODUCCIÓN

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dencia al acto es inmediata. La obra de la edu-cación consiste justamente en suscitar estos es-tados antagónicos: hay que entender por edu-cación lo mismo la que el niño debe á su propiaexperiencia que la que recibe de otro.

Creo, por lo demás, inútil demostrar quetodos los sentimientos que producen una sus-pensión; temor ó respeto á las personas, á las le-yes, á los usos, á Dios, han sido en su origen, ycontinúan siempre siendo, estados deprimentes,que tienden á disminuir la acción.

En suma, el fenómeno de suspensión puedeexplicarse, de un modo suficiente á nuestro in-tento, por un análisis de las condiciones psico-lógicas en que se produce, cualquiera que seala opinión que se tenga sobre el mecanismofisiológico. Sin duda sería mejor ver más claro,tener una idea más neta del modus operandi,por el cual dos excitaciones casi simultáneas seneutralizan. Si esta cuestión tan oscura se resol-viese, nuestra concepción de la voluntad cornopoder inhibitorio se haría más precisa, quizássería otra. Es preciso resignarse á esperar; en-contraremos, por lo demás, bajo otras formas,este difícil problema.

III

Hemos considerado hasta aquí la actividadvoluntaria bajo una forma exclusivamente ana-

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2 f ENFERMEDADES DE LA VOLUNTAD

1 tica , que no puede dar una idea exacta de ella,ni mostrarla en su totalidad. No es ni una sim-ple trasformación de cualesquiera estados deconciencia en movimiento, ni un simple poderde retención: es la reacción propia de un in-dividuo. No hay que insistir sobre este pun-to, sobre el cual la patología es incompren-sible.

Los movimientos voluntarios tienen por pri-mer carácter ser adaptados; pero esta es unaseñal común á la inmensa mayoría de los mo-vimientos fisiológicos; la diferencia no es másque de grado.

Dejando aparte los movimientos de ordenpatológico (convulsiones, corea, epilepsia, etc.)que se producen bajo la forma de una descargaviolenta y desordenada, la adaptación se en-cuentra de lo más bajo á lo más alto.

Los reflejos ordinarios son reacciones de lamédula espinal, adaptadas á condiciones muygenerales y, por tanto, muy sencillas, unifor-mes, invariables de un individuo á otro (excep-to en casos excepcionales). Tienen un carácterespecífico.

Otro grupo de los reflejos representa lasreacciones de la base y de la parte media delencéfalo—bulbo, cuerpos estriados, tálamos óp-ticos.--Estas reacciones están también adaptadas

condiciones generales poco variables, pero deun orden mucho más complejo: es la actividad

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INTRODUCCIÓN 25

«sensitivo-motora» de ciertos autores. Tanto separecen de un individuo á otro en la mismaespecie que tienen un carácter todavía más es-pecífico que individual.

Los reflejos cerebrales, sobre todo los máselevados, consisten en una reacción adaptadaá condiciones muy complejas, muy variables,muy inestables, que difieren de un individuo áotro y de un instante á otro en el mismo irsdividuo. Son las reacciones ideo-motrices, las vo-liciones. Por perfecta que sea, esta adaptaciónno es, sin embargo, lo que nos importa. No esmás que un efecto, cuya causa no es la voliciónsino la actividad intelectual. Siendo la inteli-gencia una correspondencia, un ajuste continuode relaciones internas á relaciones externas, ybajo su más alta forma, un ajuste perfectamentecoordinado, la coordinación de estos estados deconciencia implica la de los movimientos quelos expresan. Desde que se elije un fin, ésteobra á la manera de lo que los metafísicos lla-man una causa final: lleva consigo la elecciónde los medios propios para conseguirlo. Laadaptación es, pues, un resultado del mecanis-mo de la inteligencia; no tenemos que detener-nos en él.

Pero lo que nos interesa es la elección, esapreferencia afirmada, después de una compara-ción más ó menos larga de los motivos. Ella esla que expresa la reacción individual, diferen-

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26 ENFERMEDADES DE LA VOLUNTAD

te de las reacciones específicas, y, corno vere-mos, en la patología, ya inferior, ya superior áestas.

¿Qué es la elección? Considerada en su for-ma,- no es más que . una afirmación práctica,un juicio que se ejecuta. Nótese bien; del ladofisiológico y exterior, nada distingue un mo-vimiento voluntario de un movimiento in-voluntario; el .mecanismo es el mismo, que yoguiñe un ojo por acción refleja ó de intentopara advertir á un cómplice (1). Del lado psi-cológico é interno nada distingue el juicio enel sentido lógico de la palabra, es decir, unaafirmación teórica,. de la volición, sino en queésta se traduce por un acto, siendo así un juiciopuesto en ejecución.

Pero, ¿qué es, considerada en su fondo y noya en su forma? Insistamos sobre este puntofundamental y tratemos .de aclararlo. Descen-diendo á algunos hechos biológicos muy senci-llos, veremos quizá mejor en qué consiste unaelección.

Para no perderme en lejanas analogías, no,diré nada de la ..afinidad física, (por ejemplodel imán por el hierro). En el reino vegetal re-

(1) Se distinguen en fisiología los músculos voluntarios, de los músculos-involuntarios, pero haciendo notar que esta distinción no tiene nada .deabsoluta. Hay personas, como el fisiólgo E. F. Weber, que pueden á vo-luntad detener los movimientos de su corazón; otros, como Fontana, pro-ducir una contracción del iris, etc Un movimiento es voluntario cuando ácontinuación de ensayos afortunados y repetidos está ligado á un estadade conciencia y bajo sus órdenes.

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INTRODUCCIÓN

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cordaré solamente que las plantas insectívoras,como la dionea, escogen con exclusión de los.otros, ciertos cuerpos que se les pone en contac-to. La ameba escoge igualmente ciertos frag-mentos orgánicos de que se alimenta. Estos he-chos son indiscutibles: la interpretación esdificil.

Se explican, en general, por una relaciónde composición molecular entre el que escogey el que es escogido. Sin duda aquí la elec-ción se ejerce en un campo muy restringido;pero este caso es solo el de su forma másgrosera, casi física. El nacimiento y el des-arrollo de un sistema nervioso, cada vez más.complejo, trasforma esta afinidad ciega en unatendencia consciente, después en varias ten-dencias contradictorias, una de las cuales pre-domina—la que representa el maximum de afi-nidad (el perro que duda entre mucho.> manja-res y acaba por elegir uno). Pero en todas partes.la elección expresa la naturaleza del individuoen un momento dado, en circunstancias dadasy en un grado dado; es decir, que cuanto más.débil es la afinidad, menos marcada es la pre-ferencia.' Podemos, pues, afirmar que la elección, sea.

que resulte de una tendencia, de varias tendencias, de una sensación presente, de imágenesrecordadas, de ideas complejas, de cálculoscomplicados y proyectados en el porvenir, está

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28 ENFHINIEDADES DE LA VOLUNTAD

siempre fundada sobre una afinidad, una ana-logía de naturaleza, una adaptación. Esto escierto en el animal inferior ó superior y en elhombre, para el vicio ó la virtud, la ciencia, elplacer ó la ambición. Para referirnos al hom-bre, dos ó varios estados de conciencia surgená título de fines posibles de acción: después delas oscilaciones el uno es preferido, elegido.¿Porqué, sino porque entre este estado y lasuma de los estados conscientes, subconscientesé inconscientes (puramente fisiológicos) queconstituyen en este momento la persona, el yo,hay conveniencia, analogía de naturaleza, afi-nidad? Es la única explicación posible de laelección, á menos de admitir que no tiene causa.Se me propone matar á un amigo; esta tenden-cia es rechazada con horror, excluída; es decir,que está en contradicción con todas mis ten-dencias y sentimientos, que no hay ningunaasociación posible entre aquella y estos y quepor tanto es aniquilada.

En el criminal, por el contrario, entre larepresentación del asesinato y los sentimientosde odio ó de avaricia, se establece un lazo deconveniencia, es decir, de analogía; es, por con-siguiente, escogido, afirmado como si debieraser. Considerada como estado de conciencia, lavolición no es, pues, nada más que una afirma-.ción (ó una negación). Es análoga al j

guicio, con

esta diferencia: que el uno expresa una relación

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de conveniencia (ó de inconveniencia) entreideas; la otra las mismas relaciones entre ten-dencias: que el uno es un reposo para el espíri-tu, la otra una etapa hacia la acción; que eluno es una adquisición, la otra una enajena-ción, porque la inteligencia es un ahorro y lavoluntad un gasto. Pero la volición, por simisma, á título de estado de conciencia, no tienemás eficacia para producir un acto que el juicio,para producir la verdad. La eficacia viene deotra parte. Insistiremos, á la conclusión, sobreeste punto muy importante (1).

La razón última de la elección está pues, enel carácter, es decir, en lo que constituye la.marca propia del individuo, en el sentido psico-lógico, y le diferencia de todos los demás indi-viduos de su especie.

El carácter ó--para emplear un términomás general—la persona, el yo, que es para.nosotros una causa, ¿es á su vez un efecto? Sinduda; pero no tenernos que ocuparnos aquí delas causas que lo producen. La ciencia del ca-rácter, que Stuart Mili reclamaba, hace más de

(1) Acabamos de expresar bajo otra forma este hecho evidente: que laelección va siempre en el sentido del mayor placer. Todo animal, dotado.ó privado de razón, sano ó enfermo, no puede querer más que lo que leparece, en el momento actual, su mayor bien ó su menor mal. El hombremismo que prefiere la muerte á la deshonra 6 á la apostasía, elige el par-tido filenos desagradable. El carácter individual y el desarrollo de la razónhacen que la elección, ya suba muy alto, ya caiga muy bajo; pero siempretiende a lo que agrada iWs. Lo contrario es imposible. Es esto una verdadpsicológica tan clara que los antiguos la habían ya convertido en axioma,.y ha sido preciso volúmenes de metafísica para oscurecerla.

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30 ENFERMEDADES DE LA. VOLUNTAD

cuarenta años, bajo el nombre de etología, noestá hecha, ni, á lo que parece, cerca de hacer-se. Si lo estuviera habría que aceptar sus resul-tados, sin intentar una excursión en sus domi-nios; porque remontar siempre de efectos ácausas por una progresión sin fin, seria seguirlas desviaciones de la metafísica. Además, encuanto al objeto que nos ocupa, es el carácterun dato último, una verdadera causa, por másque sea también un efecto para otro orden deinvestigaciones. Notemos de paso, y sólo á tí-tulo de observación, que el 'carácter—esto es, elyo, en tanto que reobra—es un producto suma-mente complejo, formado por la experiencia,la herencia y las circunstancias fisiológicas an-teriores y posteriores al nacimiento. Se puedetambién afirmar sin temeridad, que lo que leconstituye son más bien estados afectivos, unamanera propia de sentir, más bien que una ac-tividad intelectual. Esta manera general de sen-tir, este tono permanente del organismo, es elprimero y verdadero motor. Si éste falta, elhombre ya no puede querer; así nos lo demos-trará la patología. Por ser este estado funda-mental, según la constitución de los individuos,estable ó inseguro, continuo ó variable, enérgi-co ó débil, es por lo que hay tres tipos princi-pales de voluntad—firme, débil, intermitentecon todos los grados y matices que estos tiposllevan consigo. Pero repitámoslo una vez más:

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31INTRODUCCIÓN

estas diferencias provienen del carácter del in-di viduo, que depende de su constitución pro-pia: nada hay que buscar fuera de él.

Estamos, pues, completamente de acuerdocon los que niegan que el predominio de unmotivo explique por sí solo la volición. El mo-tivo preponderante no es más que una porciónde la causa, y siempre la más débil, aunque lamás visible; y no tiene eficacia sino en tanto queestá elegido, es decir, que entra á titulo de par-te integrante en la suma de los estados queconstituyen el yo en un momento dado, y quesu tendencia al acto se agregue al grupo detendencias que provienen del carácter para for-mar unidad con ellas.

Para nada es, pues, necesario hacer del youna entidad ó colocarle en una región trascen-dente para reconocerle una causalidad propia.Esto es un hecho de experiencia muy sencillo,muy claro; lo contrario no se comprende.

Fisiológicamente, significa esto que el actovoluntario se diferencia, así del reflejo simple,en el cual una sola impresión está seguida de unconjunto de contracciones, como de las formasmás complejas, en que una sola impresión vaseguida de un conjunto de contracciones; y quees el resultado de la organización nerviosa en-tera, que refleja por sí misma la naturaleza detodo el organismo y reobra en consecuencia.

Psicológicamente significa esto que el acto

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32 ENFERMEDADES DE LA VOLUNTAD

voluntario, bajo su forma completa, no es lasimple trasformación de un estado de concien-cia en movimiento, sino que supone la partici-pación de todo ese grupo de estados conscien-tes, ó subconscientes, que constituyen el yo enun momento dado.

Tenemos, pues, fundamento para definir lavoluntad como una reacción individual y paratenerla por lo que hay en nosotros de más ínti-mo. El yo aunque un efecto, es una causa. Loes en el sentido más riguroso, de forma que sa-tisface todas las exigencias.

En resumen, hemos visto que, desde el re-flejo más bajo hasta la voluntad más alta, es in-sensible la transición y que es imposible decirexactamente el momento en que comienza lavolición propia, es decir, la reacción personal.De un extremo á otro de la serie la diferenciase reduce á dos puntos: de un lado, una extrema sencillez, del otro, una extrema compleji-dad,--de un lado, una reacción siempre la mis-ma en todos los individuos de una misma espe-cie; del otro, una reacción que varía según elindividuo, esto es, según un organismo particu-lar limitado en el tiempo y en el espacio. Sen-cillez y permanencia, complejidad y cambiovan á la par.

Es claro que, desde el punto de vista de laevolución, todas las reacciones han sido en suorigen individuales. Se han hecho orgánicas,

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específicas, mediante repeticiones sin númeroen el individuo y la raza. El origen de la vo-luntad está en la propiedad que tiene la mate-ria viva de reobrar; su fin está en la propiedadque tiene la materia viva de habituarse, y estaactividad involuntaria, fijada para siempre, esla que sirve de soporte y de instrumento á laactividad individual.

Pero, en los animales superiores, el legadohereditario, los azares del nacimiento y la adap-tación continua á condiciones que varían á cadainstante, no permiten á la reacción individualfijarse ni tomar una misma forma en todos losindividuos. La complejidad de su medio es unasalvaguardia contra el automatismo.

Terminamos aquí estos preliminares recor-dando que su único objeto era el de preparará la patología que vamos ahora á estudiar.

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CAPÍTULO PRIMERO

DEBILITACIÓN- DE LA VOLUNTAD

1.—La falta de impulso.

Acabamos de ver que el término voluntaddesigna actos bastante diferentes en cuanto álas condiciones de su génesis, pero que todostienen el carácter común de ser, bajo cualquierforma y en cualquier grado, una reacción delindividuo. Sin insistir sobre este análisis, obser-vemos, por razones de claridad y de precisión,los dos caracteres exteriores en que se conoce lavolición verdadera: en que es un estado defini-tivo; y en que se traduce por un acto.

La irresolución, que es un comienzo de esta-do morboso, tiene causas interiores que la pa-tología nos hará comprender: proviene de la,debilidad de las incitaciones ó de su acción di.-

111(1'11. De los caracteres irresolutos, algunosla menor parte—lo son por riqueza de ideas.

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ENFEBAIEDik DES DE LA VOLUNTAD

La comparación de los motivos, los razona-mientos, el calculo de las consue uencias,eons_tituven un estado cerebral extraordinariamen-te complejo, en que deshacen las tendencias.al acto. Pero esta riqueza de ideas no es porsi sola una causa suficiente de la irresolución;no es más que una causa auxiliar. La ver-dadera causa, aquí, como en todas partes, está,en el carácter.

En los irresolutos, pobres de ideas, esto seve mejor. Si obran, es siempre en el sentidode la menor acción ó de la más débil resistencia. La deliberación da lugar difícilmente á una,elección, la elección más difícilmente á unacto.

La volición, por el contrario, es un estadodefinitivo, que cierra el debate. Por ella entraen el yo un nuevo estado de conciencia—el mo-tivo elegido--á título de parte integrante, conexclusión de los demás estados. El yo está asíconstituído de una manera fija. En las natura-lezas variables, este definitivo es siempre pro-visional, es decir, que el yo que quiere es uncompuesto tan inestable, que al surgir el más«insignificante estado de conciencia, le modifica,le hace distinto. El compuesto formado en cada.instante no tiene ninguna fuerza de resistencia.en el instante que sigue.

En esta suma de estados conscientes é in-conscientes que, en cada momento representan

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CAPITULO I

37

las causas de la volición, la parte del carácter.individual es un mínimum, la parte de las cir-cunstancias exteriores un máximum. Volvernosá caer en esa forma inferior de la voluntad, es-tudiada más arriba, que consiste en un «laisserfaire » .

No hay que olvidar jamás tampoco, que que-rer es hacer, que la volición es un paso al acto.Reducir, como se ha hecho algunas veces, lavoluntad á la simple resolución, es decir, á laafirmación teórica de que se hará tal cosa, escontentarse con una abstracción. La elecciónno es más que un momento en el proceso volu-tivo. Si no se traduce en'acto, inmediatamenteó en tiempo útil, no hay en ella nada que ladistinga de una operación lógica del espíritu.Se parece á esas leyes escritas que no se apli-can nunca.

Hechas estas observaciones, entremos enla patología. Dividiremos las enfermedadesde la voluntad en dos grandes clases, segúnque producen la debilidad ó la abolición de lamisma.

Las debilidades de la voluntad constituyenla parte más importante de su patología; mues-tran el mecanismo falseado. Las dividiremos endos grupos:

Debilidades por falta de impulso;2." Debilidades por exceso de impulso;3." En razón de su importancia, examinare-

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38 ENID EIIINIEDADE-; DE LA VOLUNTAD

DIOS aparte las debilidades de la atención vo-luntaria.

4." Por último, bajo el título «Reinado delos caprichos», estudiaremos un estado particu-lar en el que la voluntad no logra nunca cons-tituirse ó no lo hace más que por accidente.

El primer grupo contiene hechos de un ca-rácter sencillo, claro y cuyo examen es instruc-tivo. En el estado normal se encuentra un bos-quejo de ellos en los caracteres flojos que tienennecesidad, para actuar, de otra voluntad que sesobreponga á la suya; pero la enfermedad va á.mostrarnos este estado con un prodigioso au-mento.

Guislain ha descrito en términos generalesesa debilidad, que los médicos designan bajo elnombre de abulia. «Los enfermos saben quererinteriormente, mentalmente, según las exigen-cias de la razón. Pueden experimentar el deseode hacer; pero son impotentes para hacer con-venientemente. Hay en el fondo de su entendi-miento una imposibilidad. Querrían trabajary no pueden Su voluntad no puede fran-quear ciertos límites; se diría que esta fuerza deacción sufre una suspensión: el yo quiero no setrasforma en voluntad impulsiva, en determi-nación activa. Algunos enfermos se asombran

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CAPÍTULO I

39

ellos mismos de la impotencia de que está afec-tada su voluntad Cuando se les abandona ásí mismos pasan días enteros en la cama ó enuna butaca. Cuando se les habla y se les excita,se expresan convenientemente, aunque de unamanera breve: juzgan bastante bien de lascosas (1).»

Corno los enfermos en que está intacta la in-teligencia son los más interesantes, sólo citare-mos casos de este género. Una de las más anti-guas observaciones, y la más conocida, se debeá Esquirol.

«Un magistrado muy distinguido por su sa-ber y el poder de su palabra fué atacado, á consecuencia de disgustos, de un acceso de mono-manía Ha recobrado el uso perfecto de surazón; pero no quiere volver á la sociedad, aun-que reconoce que no hace bien, ni ocuparse de.sus asuntos, aun cuando confiesa que se re-sienten del abandono. Su conversación es tanrazonable como escogida. Si se le habla de via-jar ó de cuidar sus asuntos, responde: sé quedebería hacerlo y que no lo puedo hacer. Vues-tros consejos son buenos, quisiera seguirlos, mehabéis convencido, pero haced de modo quepueda querer, con ese querer que determina yejecuta. La verdad es, 'me decía un día, que no

(1) Guislain, LeÇons orales sur les phrenopathíes, t. 1, i-)gs. 479,6 y 25(1. Vélse también Griesinger, Trnik, walarlies

1,4but 4G; Leubuscher, ZeUseltrift fiir Psychialrie, 1817.

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ENFEBNIEDADES DE LA VOLUNTAD

gteno voluntad más que para no querer, por-queL yo tengo mi razón entera, sé lo que debohacer, pero la fuerza me abandona cuando de-bería obrar (1)».

El médico inglés Bennett refiere el caso deun hombre «que frecuentemente no podía eje-cutar lo que deseaba. A menudo intentaba des-nudarse y pasaban dos horas antes de poder sa-carse la levita; todas sus facultades mentales,salvo la volición, eran perfectas. Un día pidió unvaso de agua; se le presentaron en una bande-ja, pero no podía cogerlo por más que lo desea-ba, y tuvo al criado de pie, delante de él, unamedia hora, antes de poder sobreponerse á talestado. Le parecía, dijo, que otra persona habíatornado posesión de su voluntad (2).»

Un autor que hay que citar siempre paralos hechos (le psicología morbosa, Th. de Quin-cey, nos ha descrito, de experiencia personal,esta parálisis de la voluntad. La observaciónes tanto más preciosa cuanto que es debida áun espíritu sutil, á un escritor delicado.

Por el abuso prolongado del opio tuvo queabandonar los estudios, que en otro tiempo per-seguía con gran interés. Se apartaba de elloscon un sentimiento de impotencia y de debili-dad infantil, con una angustia tanto más vivacuanto que recordaba el tiempo en que les con-

, (1 ) Esquirol, 1, 420.( c2) Bennett, ap. Carpenter, Mental Physiology, pág. 385.

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CAPÍTULO I 4 1sagraba, horas deliciosas. Una obra sin termi-nar, en la que había puesto lo mejor de su in-teligencia, no le parecía ya más que una tumbade esperanzas extinguidas, de esfuerzos frus-trados, de materiales inútiles, de cimientospuestos á un edificio que no se construiríajamás. En «este estado de debilidad volitiva,pero no intelectual», se dedicó á la economíapolitica, estudio para el que, en otra época,se había encontrado excepcionalmente apto .Después de haber descubierto muchos erroresen las doctrinas corrientes, encontró en el tra-tado de Ricardo, una satisfacción para su sedintelectual, y un placer, una actividad, desco-nocida para él hacía mucho tiempo. Pensandoque algunas verdades importantes se habían,sin embargo, escapado al ojo escrutador de Ri-cardo, concibió el proyecto de una Introduccióná todo sistema futuro de economía política. Sehicieron contratos para imprimir y publicaresta obra, que se anunció dos veces. Pero teníaque escribir un prefacio y una dedicatoria áRicardo, y se encontró completamente incapazde hacerlo; los contratos fueron rescindidos yla obra quedó sobre la mesa.

«Este estado de entorpecimiento intelectuallo he experimentado más ó menos durante loscuatro años que he pasado bajo el influjo de loseneantaanientos circeos del opio. Era tal, que1odría decirse en verdad que he vivido en esta-

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ENFERMEDADES DE LA VOLUNTAD

do de sueño. Raramente he podido echar sobremí el compromiso de escribir una carta; una.respuesta de pocas palabras era todo lo que po-día hacer en último extremo, y á veces cuandola carta que debía contestar llevaba sobre mimesa semanas y hasta meses. Sin el auxilio

de M ninguna nota se habría tomado sobrelos recibos pagados ó por pagar. Toda mi eco-nomía doméstica, á pes tr de mi economía polí-tica, cayó en una confu ;ión inexplicable. Hayun punto en el que no 1 asistiré, y del que todoaficionado al opio tendrá finalmente la expe-riencia: la opresión y el tormento que causaneste sentimiento de incapacidad y de debilidad,esta negligencia y esas perpetuas dilacionesen los deberes de cada día, esos remordimien-tos amargos que nacen de la reflexión. El to-mador de opio no pierde, ni su sentido moral, nisus aspiraciones; anhela y desea tan vivamentecomo siempre, ejecutar lo que cree posible, loque sien e que el deber le exige, pero su apren-sión intelectual excede infinitamente á su poder,no solamente de ejecutar, sino aun de intentar.Está bajo el peso de un incubo, de una pesadi-lla; ve todo lo que desearía hacer, como unhombre clavado en el lecho por la languidezmortal de una enfermedad deprimente, que seviese forzado á ser testigo de una injuria ó deun ultraje inferido á cualquier persona de su ca-riño; maldice el sortilegio que le encadena y le

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CAPITULO I 43

impide el movimiento; se desembarazaría de suvida si pudiese solamente levantarse y andar;pero es impotente corno un niño, y no puede nisiquiera ensayar á ponerse en pie» (1).

Terminaré con una última observación unpoco larga—la más larga que conozco, pero quepresentará la enfermedad bajo todos sus aspec-tos. Está referida por Billod en los Anales mé-dico-psicológicos.

Se trata de un hombre de sesenta y cinco,años, « de constitución fuerte, temperamentolinfático, inteligencia desenvuelta, sobre todopara los negocios, sensibilidad mediocre.» Muyprendado de su profesión de notario no se deci-dió á vender su notaría sino al cabo de largasindecisiones. A consecuencia de esto cayó enun estado de profunda melancolía, rechazandolos alimentos, creyéndose arruinado y llevandosu desesperación hasta una tentativa de sui-cidio.

No omito en lo siguiente, más que algunospormenores puramente médicos ó sin interéspara nosotros, y dejo hablar al observador:

«La facultad que nos ha parecido más espe-cialmente alterada es la voluntad El enfer-mo acusa una imposibilidad frecuente de que-rer ejecutar ciertos actos, aun cuando tiene eldeseo de hacerlo y aun cuando su juicio sano,

(1) Tn. de Quinecy, Confessions, etc., páginas 186 y 188.

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ENFERMEDADES DE LA VOLUNTAD

por una, sagaz deliberación le haga ver la opor-tunidad y a veces hasta la necesidad »

Llevaron al enfermo al hospital de Ivry, yse decidió que emprendería con 31. Billod elviaje á Italia.

«Citando se le anunció su próxima partida:-no podr( , hacerlo jamás, dijo: y sin embargo,esto me fastidia.» La víspera declaró de nuevoque no podría jamas». El día mismo se levan-

tó :"t, las seis de la manana para ir á hacer estadeclaración á 31. 31... Esperábamos, pues, cier-ta resistencia; pero cuando me presenté, no hizo

menor oposición; solamente, como sentía suvoluntad pronta á escapársele: «¿dónde está elcoche, dijo, que me apresure á montar?»

Sería ocioso pasear con nosotros al lectory hacerle asistir á todos los fenómenos que4 )ireci(") el enfermo durante este viaje. Tales fe-nómenos pueden muy bien resumirse en tres ócuatro principales, que daré corno criterio detodos los demás

»El primero se presentó en Marsella. El en-t'erial ► tenía que otorgar, antes de embarcarse,un poder autorizando á su mujer para venderuna casa. I,o redactó él mismo, lo copió en pa-pel timbrado y se preparaba á firmarlo. cuan-do surgi6 un obst(tculo con que estábamos bienlejos de contar. Después de haber escrito sunombre le ftli', imposible rubricar. En vano lu-cha el enfermo contra esta dificultad. Cien

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CAPÍTULO 1

45

veces lo menos hace ejecutar á su nano porencima del papel los movimientos necesariospara la rúbrica, lo que prueba bien que el obs-táculo no está en la mano; cien veces la vo-luntad rebelde no puede ordenar á los dedosque apliquen la pluma sobre el papel. M. P...suda la gota gorda, se levanta impaciente,patea el suelo, vuelve á sentarse y hace nuevastentativas; la pluma se niega siempre á apli-carse sobre el papel. ¿,Se negará por esto queM. P... tenía el más vivo deseo de acabar sufirma y que comprendía la importancia de esteacto? ¿Se negará la integridad del órgano en-cargado de ejecutar la rúbrica? El agente pa-rece tan sano como el instrumento; pero elprimero no puede aplicarse sobre el segundo.En la voluntad está evidentemente la falta..Esta lucha duró tres cuartos de hora; esta su-cesión de esfuerzos alcanzó por fin el resultadodel que yo ya desesperaba; la rúbrica fué muyimperfecta, pero se ejecutó. Fuí testigo de esta.lucha; torné en ella el más vivo interés y de-claro que es imposible comprobar más mani-fiestamente una imposibilidad de querer, á pe-sar del deseo (1).

»Observé algunos días después una imposi-bilidad del mismo género. Se trataba de salirun rato después de comer. M. P... tenía el más.

(1) Trascribo literalmente esta observación, sin prejuzgar nada subrela doctrina psicológica del autor.

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46 ENFERMEDADES DE LX VOLUNTAD

vivo deseo de hacerlo; habría querido, dijo,tener una idea de la fisonomía de la ciudad.Durante cinco días seguidos, se ponía de pie,tornaba el sombrero y se disponía á salir; pero;vana esperanza!, su voluntad no podía orde-nar á sus piernas que se pusieran en marchapara llevarle á la calle. «Soy evidentementemi propio prisionero, decía el enfermo; no esusted el que me impide salir; no son mis pier-nas las que se oponen á ello: ¿qué es, pues,entonces? 11. P... se quejaba así de no poderqq,3rrY á pesar de sus deseos. Por último, al cabode cinco días, haciendo un último esfuerzo, con-

salir; volvió á entrar cinco minutosdespués, anhelante y sudando como si hubiesecorrido muchos kilómetros y muy asombrado(', 1 mismo de lo que acababa de hacer.

»Los ejemplos de esta imposibilidad se re-producen á cada instante. El enfermo deseabair al teatro y no podía querer ir; estaba en lamesa al lado de compañeros amables y hubieraquerido tomar Darte en la conversación, perosiempre le perseguía la misma impotencia. Esverdad que frecuentemente tal impotencia noexistía, por decirlo así, más que en apariencia;el enfermo temía no poder, v, sin embargo, loconseguía añil más frecuentemente de lo que seesperaba; pero á menudo también sus aprensio-nes eran legítimas».

Al cabo de seis días pasados en Marsella,

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CAPÍTULO 1 47

enfermo y médico se embarcaron para Nápoles,«pero no sin un trabajo inaudito». Durante esosseis días, «el enfermo expresó formalmente sunegativa á embarcarse y el deseo de volver áParís, asustándose por anticipado con la ideade encontrarse con su voluntad enferma en unpaís extranjero, y declarando que sería precisoamarrarle para llevarlo. El día de la partidano se decidió á salir del hotel hasta que mecreyó decidido á emplear un aparato de fuerza;en cuanto salió del hotel, se plantó en la calle,donde habría permanecido, indudablemente,sin la intervención de cuatro marineros, que notuvieron, por lo demás, que hacer más que pre-sentarse....»

«Otra circunstancia tiende aún á hacer re-saltar más la lesión de la voluntad. Llegamosá Roma el día mismo de la elección de Pío IX.Mi enfermo Me dijo: hé aquí una circunstanciaque llamaría feliz si yo no estuviese enfermo.Quisiera poder asistir ala coronación, pero nosé si podré: ensayaré». Llegado el día, el en-fermo se levantó á las cinco, sacó su frac, seafeitó, etc., etc., y me dijo: «ya véis cuantohago, no sé todavía 9i podré». En fin, á la horade la ceremonia hizo un gran esfuerzo y consi-guió á duras penas bajar. Pero diez días des-pués, con motivo de la fiesta de San Pedro, losmismos preparativos, los mismos esfuerzos, nodieron resultado. «Ya véis, dijo el enfermo, que

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4 S ENFERMEDADES DE LA VOLUNTAD

siempre siendo mi prisionero. NO es el de_,„¿ lo que me falta, puesto que me estoy pre-parando hace tres horas; me he vestido, me he

hy puesto los guantes y- no puedova , H lir aquí». En efecto, le fui imposible

la ceremonia. Yo había insistido mu-ello, pero no creí deber obligarle.

Terminan"' este relato, ya muy largo, coni nu l observación.; y es, que los movimientosinstintivos de la naturaleza de los que se esca-pan :t la voluntad propiamente dicha, no en-eontraban obstáculos en nuestro enfermo comolos ( l ite se pueden llamar ordenados. Así es quecuando al llegar á Lyon, á la vuelta, nuestro( . ot . he atropelló á una mujer, que habían derri-bado los caballos, mi enfermo recobró toda suenería, y sin esperar á que parase el cocheevitó á ui lado su manta, abrió la portezuela yLijó el primero al lado de la mujer.»

El autor añade que el viaje no tuvo lat que él se prometía; que el enfermo se en-

contraba mejor, sin embargo, en el coche, sobretodo cuando el movimiento era duro y malo el(' :11n ino y, qtw en fin, volvió al lado de su fami-li:t próximamente en el mismo estado de enfer-medad (I).

Los casos precitados representan un grupo

{t) llilforl. Anuales médico-psycholoqiques, toro* 1, páginay si wtientes. El autor cita otros hechos de . carácter mucho menos claro,que nu re producimos . (Véanse páginas 184, 319 y siguientes).

s 11!7

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CAPÍTULO 1 /19

bien definido. Resultan de ellos algunos .hechosmuy claros y algunas inducciones muy pro-bables. fié aquí primero los hechos:

1.° El sistema muscular y los órganos delmovimiento permanecen intactos. Por este ladoningún impedimento. La actividad automática,la que constituye la rutina de la vida, persiste.

2.° La inteligencia es perfecta', nada, almenos, autoriza para decir que ha -ya sufrido lamenor debilitación. El fin es claramente concebido, los medios también, pero el paso al actoes imposible.

Tenemos aquí, pues, una enfermedad de lavoluntad, en el sentido más riguroso. Observe-mos de paso que la enfermedad constituye paranosotros una experiencia curiosa. Crea condi-ciones excepcionales, irrealizables por ningúnotro medio: escinde el hombre, anula la reac-ción individual y respeta lo demás; nos produ-ce, en la medida de lo posible, un ser reducidoá inteligencia pura.

¿De dónde viene esta impotencia de la vo-luntad? Aquí comienzan las inducciones. Nohay más que dos hipótesis posibles sobre sucausa inmediata: consiste en una debilitación óbien de los centros motores (1), ó bien de lasincitaciones que éstos reciben.

(1) Observemos que se trata del estado no de los órganos motores, sinode bis centPos, cuaiquiera que sea, por lo demás, la opinión que se leopsobre su naturaleza y su loralizaeión.

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50 ENFERMEDADES DE LA VOLUNTAD

Examinemos ambas hipótesis, comenzandopl)r la segunda, que me parece la más vero-símil.

Esquirol nos ha conservado la notable res-puesta que le dió un enfermo después de su cu-ración. «Esta falta de actividad provenía deque mis sensaciones eran demasiado débilespara ejercer influjo sobre mi voluntad». Elmismo autor ha notado también el profundo(.¡Anbio que sus enfermos experimentan en elsentimiento general de la vida. «Mi existencia,le escribe uno de ellos, es incompleta; me que-dan las funciones, los actos de la vida ordina-ria, pero en cada uno de ellos falta alguna cosa,

saber: la senación que le es propia y la satis-pp . ciói que le sigue... Cada uno de mis senti-do.,;, ('.ada parte de mí mismo está, por decirloasí, separada de mí y no puede procurarmeninguna sensación.» Un psicólogo ¿expresaríankjor en qué punto está alterada 'la vida afee-i i en lo que tiene de más general?—Billodl'Hiere el caso de una joven italiana, «de unaedw . aei(')n brillante», que se volvió loca por

t •avie,dades amorosas, y curó; pero para caeren la más profunda apatía Razona sensa--Lamente sobre todos los asuntos; pero no tienevoluntad propia, ni fuerza de querer, ni de

amor, ni aun conciencia de lo que le sucede, delo que siente ó de lo que hace.. Asegura que seencuentra en el estado de una persona que no

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cA p rruLo 1

51

está ni muerta ni viva, que vive en un sueñocontinuo, á la que los objetos aparecen comoenvueltos en una nube, á la que las personas leparece que se mueven como sombras y que laspalabras vienen de un mundo lej ino» (1).

Si, corno más tarde tendremos ocasión dever extensamente, el acto voluntario está com-puesto de, dos elementos bien distintos (un esta-do de conciencia totalmente impotente parahacer ó para impedir la acción, y otros estadosorgánicos, únicos que tienen este poder), hayque admitir que ambos fenómenos, de ordi-nario simultáneos, porque son efectos de unamisma causa, están aquí disociados. La impo-tencia para la acción es un hecho. La intensidaddel estado de conciencia (que, en todo caso, esintermitente) ¿es un hecho? Entonces seria pre-ciso admitir que las condiciones necesarias ysuficientes se vuelven á encontrar, pero sólopara este caso. ¿Es una ilusión? Me inclino á.suponerlo. El vehemente deseo de acción quealgunos de estos enfermos creen experimentarme parece una simple ilusión de su conciencia.La intensidad del deseo es una cosa comple-tamente relativa. En ese estado de apatía gene-ral, el impulso que les parece vivo está, dehecho, por bajo de la intensidad media; y de.aquí la inacción. Estudiando el estado de la vo-

(1) Annales ntMico7psychologigues, loc. cit., p. 184.

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ENFERMEDADES DE L.A. VOLUNTAD

luntad en el sonambulismo, veremos más ade_jam t ( que ciertos sujetos están persuadidos deque sOlo depende de ellos la acción; pero que

luego la experiencia les .obliga a confesar que

se ll'an equivocado y que su conciencia les en-gaiy, completamente (1).

por ( ' l contrario, cuando una excitación esmuy- violenta, brusca, inesperada, es decir, quereune todas las condiciones de intensidad, lonE't free tiente es que pase á la acción. Ya hemosvisto antes que un enfermo encontró energíapara salvar a una mujer atropellada.

Todos pueden, por lo demás, representarseestado de abulia; porque no hay nadie que

ita \—ei pasado horas de aplanamiento, en quelod:Ls las incitaciones exteriores ó interiores,spitsaciones ó ideas, quedan sin acción, nosipjan fríos. Esto es un bosquejo de la «abu-lia, . -No Irty más que la diferencia del más almynos y de una situación pasajera á un estadocr6nico.

Si c esto)ee s to)s ettlermos no pueden querer, es quetodos los proyectos que conciben no despiertanen ellos más que deseos débiles, insuficientespara llevarlos á la acción. Me expreso así paraconformarme con el lenguaje corriente; porque-no es la debilidad de los deseos, á título de-simples estados psíquicos, la que produce la.

(1) Véase el capítulo V.

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CAPÍTULO I 53

inacción. Esto es razonar sobre apariencias.Como hemos visto antes, todo estado del siste-ma nervioso, correspondiente á una sensaciónó á una idea, se traduce tanto mejor en movi-miento si va acompañado de aquellos otros es-tados nerviosos, cualesquiera que sean, quecorrespondan á sentimientos. De la debilidadde estos estados es de lo que resulta la abulia,no de la debilidad de los deseos, que no es másque un signo.

La causa es, pues, una insensibilidad rela-tiva, una debilitación general de la sensibili-dad; lo que está atacado es la vida afectiva, laposibilidad de emocionarse. Tal estado mor-boso mismo ¿de dónde procede? Este es un pro-blema de orden principalmente fisiológico. A

BO dudar, hay en estos enfermos una depresiónnotable de las acciones vitales. Puede ésta al-,canzar un grado tal, que todas las facultadesestén afectadas y que el individuo llegue á seruna cosa inerte. Es el estado que los médicosdesignan con los nombres de melancolía, lipe-mania, estupor, cuyos síntomas físicos son elretardo de la circulación, la disminución de latemperatura del cuerpo, la inmovilidad casicompleta. Estos casos extremos exceden denuestro asunto; pero nos revelan las causas 1'11-

timas de las impotencias de la voluntad. Todadepresión en el tonus vital, ligera ó profunda,fugitiva ó durable, tiene su efecto. La volun-

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5 f ENIEBAII:DADLS LE LA VOLUNTAD

tad se parece tan poco á una facultad que reinecomo dueña, que depende á cada momento delas causas más mezquinas y más ocultas; esta'á merced de ellas. Y, sin embargo, como tiene.su origen en las acciones biológicas que se rea-lizan en la intimidad más profunda de nuestrostejidos, se ve cuán verdad es decir que nosotrosmismos somos la voluntad.

Puede' arriesgarse otra hipótesis y buscarla explicación de la abulia en el orden de las-manifestaciones motoras. Entre la resoluciónque se traduce por un «yo quiero», y que esun acto puramente mental, y la ejecución de losmovimientos queridos, que es un acto pura-mente fisico, hay una etapa intermedia que es(1 despertamiento y la excitación de las imáge-nes motoras. Todos nuestros movimientos, eje-cutados primero á la ventura, dejan tras sí hue-llas, residuos, que constituyen una memoriamotora, gracias á la que, después de un perío-do de tanteos y de aprendizaje, la voluntad,dueña de su instrumento, no tiene más que ha-blar para ser obedecida. ¿No podríamos supo-ner (pie estas imágenes motoras se han altera-do ó perdido y que, en consecuencia, la solu-ción queda suspendida en el vacío é impotentePera pasar al acto? Por especiosa que sea estahipótesis, no es aceptable. Equivaldría á decirque esas enfermedades de la voluntad son en-fermedades de la memoria; pero la abulia no es

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CAPITULO 1 55

una amnesia. El agráfico que, por pérdida delas imágenes motoras, no sabe escribir, difieretotalmente del enfermo de Billod que, en elmomento en que vence su abulia, escribe comotodo el mundo.

Sería más admisible referir la abulia á lasparálisis psíquicas estudiadas por Reynolds,Charcot y otros autores. En los casos de estegénero el enfermo está paralítico porque se creeparalítico. Toda la terapéutica consiste en des-terrar de su espíritu esa imagen debilitante. Encuanto se crea capaz de acción, obra (1). Detodos modos, esto ¿no nos lleva de nuevo á laprimera hipótesis? Porque la idea de una impo-tencia motora ¿cómo puede influir sino por elestado de depresión que la acompaña, es decir,por una debilitación de la excitación?

El lector elegirá entre las dos hipótesis queacabamos de exponer: nuestras preferenciasestán por la primera (2).

(1) Estas parálisis psíquicas pueden producirse por sugestión, en es-tado de hipnotismo. Pueden paralizarse los órganos de la palabra, un bra-zo, una pierna, etc. Una afirmación las crea; la afirmación contraria las.destruye.

(2) Para el estudio muy al pormenor de un caso de abulia (enferme-dad de la duda) véase el trabajo de M. Pierre Janet, Revue philosophi-que, Marzo y Abril, 1891. El autor lo exp l ica por una «disgregaciónpsíquica.»

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5f; ENFERMEDADES DE LA. VOLUNTAD

II

P.,1 segundo grupo se parece al primero porefectos (debilidad de la voluntad), por las

causas (influjos deprimen tes). La única diferen-

cia estriba, en que la incitación á obrar no está,,\:tin,Ii ► a. El primer grupó presenta causas

vals (le inacción, el segundo causas negati-as. La susiwnsión resulta de un antagonismo.

En todas las observaciones que siguen, la(b . bi ['dad voluntaria procede de un sentimien-to de temor, sin motivo razonable, que varíaIlesde la simple ansiedad hasta la angustia y elil'IT()1' que deja estúpido. La inteligencia pare-

intacta en ciertos casos, debilitada en otros.í aly . unos casos ofrecen un carácter indecisoes difícil decir si denotan una enfermedadla voluntad solamente (1).I observación siguiente marca la transi-

Hi'ffl de un grupo al otro; á decir verdad, per-iHlece a los (los.

l'II hombre de treinta años se encuentra11 wzdado en motines, que le producen un granespanto. Después, aun cuando conserva su per-recia lucidez de espíritu, administra muy bien

iortnna y dirige un comercio importante,(, 11 Bueno serl't hacer notar de una vez para siempre que, no estudian-

do aquí lilas que los desórdenes exclusivamente propios de la voluntad,tenemos que eliminar los casos en que la actividad afectadaestápsíquicaen totalidad y aquellos en que los desórdenes de la voluntad no son sinopl efecto y: traducción del delirio intelectual.

dl

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CAPÍTULO I

57

«no puede estar solo, ni en la calle, ni en sucuarto: va siempre acompañado. Cuando estáfuera le sería imposible volver solo á su domi-cilio. Si sale solo, lo que es muy raro, se plantapronto en medio de la calle, y allí permanece-ría indiferente, sin ir atrás ni adelante, si nole recogieran. Parece tener una voluntad; peroes la de las gentes que le rodean. Cuando sequiere vencer esta resistencia del enfermo, leda un síncope» (1).

Muchos alienistas han descrito recientemen-te bajo los nombres de horror del espacio, mie-do de las plazas (Platzangst), agarofobia, unaansiedad extraña que paraliza la voluntad, ycontra la cual es impotente para reobrar elindividuo; y no lo consigue, sino por caminosextraviados.ii

Una observación de Westphal puede servirde tipo. Un viajero robusto, perfectamente sanode espíritu, que no presenta ninguna perturba-ción de la motilidad, se encuentra, presa de unsentimiento de angustia, á la vista de una plaza6 de un espacio algo extenso. Si ha de atra-vesar una de las grandes plazas de Berlín, tie-ne la sensación de que esta distancia es de mu-chas millas y que jamás podrá llegar al otrolado. Esta angustia disminuye ó desaparece sida la vuelta á la plaza siguiendo las casas, ó si

(1) loc. cit., p. 191.

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58 ENFERMEDADES DE L1 VOLUNTAD

va acompañado, ó hasta simplemente si se apo-ya en su bastón.

Carpenter refiere, según Bennett (1), unit«parálisis de la voluntad», que me parece delmismo género. «Cuando cierto individuo se.paseaba por la calle y llegaba á algún puntode interrupción en la fila de casas, no podía.avanzar; su voluntad devenía súbitamente in-activa. El encuentro de una plaza le paraba.infaliblemente. Atravesar una calle era tam-bién una cosa muy difícil, y cuando pasaba elumbral (le una puerta para entrar ó salir, separaba siempre durante algunos minutos.»

Otros individuos, no se sienten tranquilosen medio del campo, sino caminando á lo largode los setos ó al abrigo de los árboles. Se po-drían multiplicar los ejemplos, pero sin prove-cho, porque el hecho fundamental sigue siendoel mismo (2).

Las discusiones médicas sobre esta formamorbosa no importan aquí. El hecho psicoló-gico se reduce á un sentimiento de terror, comotantos otros que pueden citarse, y es indiferen-

(1) Loe. cit., p. 385.(2) Para mayor pormenor véase: Westplial, Are7iiv. fiir Psychia

tris, lomo lll (dos artículos); Cordes, Legrand du Saulle, Annalesmédico-psychologiques, p. 405, 1876, con discusión sobre este asunto;Ritti. Dietionnaire eneyelopédique des sciences médicales, art. LOCU-RA CON CONCIENCIA; Maudsley, Pathologie de l'esp • it, trad., pi.-gina 339 y siguientes.

cI

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CAPÍTULO I

59

te que este sentimiento sea pueril y quimérico,en cuanto á sus causas; nosotros sólo tenemos.que comprobar su efecto, que es el de cohibirla volición. Pero debemos preguntarnos si esteinflujo depresivo paraliza solamente la impul-sión voluntaria, intacta por sí misma, ó si tam-bién debilita el poder de reacción individual.La segunda hipótesis se impone; porqué cornono es insuperable el sentimiento del miedo (es-tos enfermos lo prueban en ciertos casos), hayque admitir que el poder de reacción del indi-viduo ha descendido del nivel común; de modoque la detención resulta de dos causas que ac-túan en el mismo sentido.

Se ignoran, desgraciadamente, las condicio-nes fisiológicas de esta debilitación. Se hanhecho muchas conjeturas. Cordes, atacado élmismo de esta enfermedad, la considera «cornouna parálisis funcional, sintomática de ciertas,modificaciones de los focos centrales moto-res, y capaz de hacer nacer en nosotros impre-siones.

En este concepto, una impresión de miedo se-ría la qut diese origen á la parálisis pasajera;efecto casi nulo si sólo la imaginación entra enjuego; pero que llega al más alto grado, por laadición de las circunstancias que le rodean.»La causa primitiva sería, pues, «un agotamien-to parésico del sistema nervioso motor, de esa,porción del cerebro que preside, no solamente ti,

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LNFEHMEDADES DE LA VOLUNTAD

la locomoción, sino también á la sensibilidadmuscular.»

Esta explicación, si estuviese bien compro-bada. tendría una gran importancia para pues-tro objeto. Demostraría que la impotencia de lavol un t:H I depende de una impotencia de los cen-tros motores, lo que tendría la ventaja de dar;'t nuestras investigaciones una base fisiológicas E' Pero sería prematuro sacar de aquíconclusiones, que estarán más en su lugar altin de nuestro trabajo.

N( ► hablaré detenidamente del estado men-tal. llamado locura de la duda ó manía de es-cudriñar (Grübelsucht). Representa la formapatológica del carácter irresoluto, corno la abu-lia la del carácter apático. Es un estado de in-deeisión constante por los motivos más vanos,con impotencia de llegar á un resultado defi-nitivo.

La indecisión existe primero en el orden pu-ramente intelectual. Son interrogaciones sin finpie el enrermo se hace á sí mismo. Torno el

i;igniente ejemplo de Legrand du Saulle. «Unamujer muy inteligente no puede salir'á la callesin preguntarse: ¿Se caerá alguno á mis piesdesde un balcón? ¿Será un hombre, ó una mu-jer'? Plsta persona ¿se herirá, ó se matará? Si sehiere, ¿será en la cabeza, ó en las piernas? ¿Ha-brá sangre en la acera? Si se mata, ¿cómo losabré? ¿Deberé pedir socorro, ó huir, ó rezar

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CAPÍTULO I 61

una oración? ¿Se me acusará de ser la causa detal desastre? ¿Se reconocerá mi inocencia?, etc.,etc.» Estas interrogaciones continúan sin fin;.y existe un gran número de casos análogos,consignados en estudios especiales (1).

Si todo se limitase á esta «rumia psicológi-ca», como la llama el autor citado, nada ten-dríamos que decir; pero esta perplejidad mor-bosa de la inteligencia se traduce en los actos.El enfermo no se atreve á hacer nada sin infi-nitas precauciones. Si escribe una carta, lavuelve á leer muchas veces, temiendo haberolvidado una palabra ó haber cometido una fal-ta de ortografía. Si cierra un mueble, comprue-ba repetidamente el éxito de la operación. Lomismo si cierra su cuarto; comprobación repe-tida de haber cerrado, de la presencia de lallave en su bolsillo, etc.

Bajo una forma más grave el enfermo, pro-sa de un terror pueril á la suciedad, ó á uncontacto malsano, no se atreve á tocar la mo-neda, los tiradores de las puertas, etc. (2), lafalleba de las ventanas, y vive en estas perpe-

(1) Consultar en particular: Legrand du Saulle, La folie (la do Itte,avec claire du toucher, 1875; Griesinger, Arcliiv. fiir Psychiatrie,1869; Berger, 1876; Ritti, Dictionn. encyclop., loc. cit.

(2) Se encontrarán, sobre este punto, datos curiosos y en gran númeroen Legrand du Saulle, op cit., y en Baillarger, Anuales 7n(Uico-p.s.y--choGogiquest, 1866, p. 93.

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62 ENFERMEDADES DE LA VOLUNTAD

Cuas aprensiones. Tal sucedía con el pertiguerode una catedral, de que habla More!, que du-rante veinte años, atormentado por temoresabsurdos, no se atrevía á tocar á su alabar-da, se hacía reflexiones, se reñía y triunfaba desí mismo, pero por un sacrificio, que temía nopoder repetir al día siguiente (1).

Esta enfermedad de la voluntad resulta, enparte, de la debilidad del carácter, en parte, delestado intelectual. Es natural que este flujo deideas vanas se traduzca por actos vanos, noadaptados á la realidad; pero la impotencia dela reacción individual juega un gran papel.Así, encontramos una depresión del tono vital.1,0 que lo prueba, son las causas de ese estadomorboso (neuropatías hereditarias, enfermeda-(les debilitantes); son las crisis y el síncope queel esfuerzo para la acción pueden producir; sonlas formas extremas de la enfermedad en quet , os desgraciados, devorados p gr indecisionesjiu tregua, no escriben, no escuchan, no hablan,« sino que se hablan á sí mismos á media voz,despuís en voz baja, y algunos concluyen pormover simplemente los labios expresando susideas por una especie de musitación».

Para terminar, observemos los casos en quela debilitaci ón de la voluntad confina con el.anonadamiento. Cuando un estado de concien-

(1) A pehives p; aérales de mé lecine, 1866.

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CAPITULO T 63

cia permanente y que se impone, va acompa-ñado de un sentimiento de terror intenso, seproduce una parada casi absoluta y el enfermoparece estúpido, sin sedo. Tal es el caso, refe-rido por Esquirol, de un joven que parecía idio-ta, al que había que vestir, acostar, dar de co-mer, y que, después de su curación, confesó queuna voz interior le decía: «No te muevas ómueres» (1).

Guislain refiere también un hecho curioso,pero en el que la ausencia de documentos psi-cológicos deja en cierta confusión y solo per-mite una interpretación equívoca. «Cierta se-ñorita, cortejada por un joven, fué atacada deuna enajenación mental, cuya verdadera causase ignoraba, y cuyo rasgo distintivo era unafuerte oposición de carácter que no tardó entrasformarse en un mutismo morboso. Duran-te doce años no respondió más que dos veces álas preguntas: la primera bajo el influjo de pa-labras imperativas de su padre; la segunda ásu entrada en nuestro establecimiento. En am-bos casos fué de un laconismo extraño, sor-prendente» .

Durante dos meses Guislain se entregó á re-petidas tentativas para conseguir la curación.«Mis esfuerzos fueron vanos y mis exhortacio-nes perdidas. Persistí, y no tardé en comprobar

(1) Esquirol, tomo II, p. 287.

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64 ENFERMEDADES DE LA VOLUNTAD

un cambio en la fisonomía, una expresión n'As.inteligente en los ojos; un poco más tarde, perosólo de tiempo en tiempo, frases, explicacionesclaras, categóricas, interrumpidas por largos.intervalos de silencio; porque la enferma mos-traba una extrema repugnancia á ceder á misindicaciones Podía observarse bien que suamor propio estaba satisfecho del triunfo ob-tenido sobre sí misma. En sus respuestas ja-nli'is s(i notó la menor idea delirante; su cuaje-wn . iOn era exclusivamente una enfermedad dela voluntad impulsiva. De repente una especie(le vergüenza retenía á la enferma, á la que yacomenzaba á considerar, como decididamente,e ni valeciente. Durante dos, tres días dejl') dehablar, después, gracias á nuevas solicitacio-nes, vol vio la palabra, hasta que al fin espon-táneamente tomó parte en las conversacionesq ie se entablaban á su alrededor Esta c u-raei:)n es una de las más asombrosas que hevisto en níi vida» (1). El autor añade que elrestablecimiento fué completo y duradero.

Este estado de inercia morbosa, de que estipo la abulia, en que el «yo quiero» no vanunva seguido de acción, muestra hasta quéplinto la volición, á título de estado de concien-cia, y el poder eficaz de obrar, son cosas distin-tas. Sin insistir sobre este punto por el momen-

(1) Guilain, Op. cip., tomo 11, páginas 227 y 228.

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CAPITULO Y 65

to, detengámonos sobre ese hecho del esfuerzo,capital en la psicología de la voluntad, y queaqu í falta.

El sentimiento del esfuerzo 'muscular hasido estudiado por M. James (1) deuna manera tan profunda y rigurosa, que nohay ya que insistir en ello, y que basta recor-dar brevemente sus conclusiones. Este fisiólogoha demostrado que el sentimiento de la ener-gía muscular desplegada en un acto cualquieraes «una sensación afrente, compleja, que vienede músculos contraídos, de ligamentos tensos,de articulaciones comprimidas, de fijar el pe-cho, de cerrar la glotis, de fruncir las cejas,de apretar las mandíbulas, etc.» Ha discutidopaso á paso, apoyándose en la experiencia, laopinión que hace de ello una sensación eferente,ligada á la descarga motora, coincidiendo conla corriente de salida de la energía nerviosa.Ha mostrado claramente, después de Ferrier yotros, que en los casos de parálisis, si se con-serva el sentimiento del esfuerzo, aun cuandono se puede en ningún grado mover el miem-bro paralizado, es porque las condiciones de laconciencia del esfuerzo continúan existiendo yel enfermo mueve el miembro ó el órgano dellado opuesto.

Pero M. James distingue con razón el es-

(1) The feeli,ng of effort. in-t.°, Boston, 1880.

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66 ENFEIIMEDADES DE LA VOLUNTAD

w rzo rolitico, el cual no implica en muchosen.o, nin rr i'm movimiento inmediato O nada

T'e Hila energía muscular extremadamen-D , dad. Tal es, para usar uno de sus ejemplos,

G : I su del hombre que, después de una largaindceisión. tomó el partido de echar arsénico

el vaso de su mujer para envenenarla. Todon i undo conoce, además, de propia experiencia

(liste estado de lucha en que el esfuerzo es todoAluí nos separamos con sentimiento

d41 autor, que coloca este esfuerzo en una re-- iOn aparte, supra-sensible. A nosotros nos pa-r 4

'1 • que no difiere del otro sino en un punto: sus( . 0n(liciones fisiológicas están mal conocidas yno pueden aventurarse más que hipótesis.

Hav dos tipos de este esfuerzo volitivo: uno,i lie consiste en suspender los movimientos del

in tinto, de la pasión, del hábito; otro, en sobre-; )Verse a la pereza, á la dejadez, á la timidez;el lino es un esfuerzo de resultado negativo, el()Iro de resultado positivo; el uno produce unasuspensión, el otro una impulsión. Estos dos¡pus pueden referirse á una fórmula única;

hay est .uerzo cuando la volición sigue la líneade la máxima resistencia. Este esfuerzo voliti-vo no se verifica, nunca cuando la impulsiónla suspensión) y la elección coinciden, cuandonuestras tendencias naturales y el «yo quiero»van en el mismo sentido; en términos más cla-ros, cuando lo que es inmediatamente agrada-

I N

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CAPÍTULO I 67

ble al individuo y lo que elige _son la mismacosa. Tiene lugar siempre que dos grupos (letendencias antagónicas luchan para suplantar-se recíprocamente. En efecto, todo el mundo losabe, esta lucha existe entre las tendencias in-feriores cuya adaptación es limitada y las ten-dencias superiores, cuya adaptación es comple-ja. Las primeras son siempre más fuertes pornaturaleza; las segundas lo son algunas vecespor artificio. Las unas representan una potenciaingénita en el organismo, las otras una adqui-sición de fecha reciente.

¿Cómo, pues, éstas pueden triunfar á veces?Porque el «yo quiero» es un apoyo en su favor.No, bien entendido, á título de simple estadode conciencia, sino porque bajo esta volición,que es un efecto, hay causas conocidas, semi-conocidas y desconocidas, que hemos resumidofrecuentemente en una expresión: el carácterindividual. Todas estas pequeñas causas ac-tuantes, que resumen el individuo físico y psí-quico, no son abstracciones. Son procesos fisio-lógicos ó psicológicos; suponen un trabajo

,en los centros nerviosos, cualquiera que ellos:sean. ¿Seria temerario sostener que el sen-timiento del esfuerzo volitivo es también unefecto de esos procesos fisiológicos? No puedeobjetársenos con la impotencia actual para de-terminar su mecanismo. Este punto es tantomás oscuro, cuanto que el mecanismo debe di-

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(38 ENFERMEDADES DE LA VOLUNTAD

ferir seu1tá que se trate de producir un impul-so O un:L parada; tampoco el sentimiento delesruerzo volitivo es idéntico en ambos casos.

La lucha interior va acompaáada de un sen-timiento de fatiga frecuentemente intenso. Auncliaildo nos sepa demasiado sobre la natura-leza y las causas de este estado, se admite en

que, aun en el esfuerzo muscular, elasiento de la fatiga está, en los centros nervio-sos que ordenan la contracción, no en los mús-culos: que hay un agotamiento nervioso, no un:L"'I)tamiento muscular. En las contraccionesreflejas no se percibe la fatiga. En los histéri-ew, se ve que las contracturas persisten casiindefinidamente, sin que el paciente note elmenor sentimiento de cansancio; el esfuerzovol unkrio es, pues, el que fatiga, y no la con-tracción del mUsculo (1).

Salvo nuestra ignorancia, no tenemos, pues,.a l alguna para atribuir al esfuerzo volitivo

uu caracter aparte. En todos los casos en queeste esfuerzo debe producirse, los elementosner-viosos;,son capaces de proporcionar un anillen-lo de trabajo durante un tiempo dado? O bien,sea por naturaleza, ó por falta de educaciónde ejercicio, ¿se agotan deprisa y son incapa-ces de recobrar nuevas fuerzas? ¿Tienen, sí ónO, una cantidad suficiente de fuerza disponi

s-

-(1) 1;ichet, Physiologie cies nerfs et des ~eles p. 477-490.—

1 chula, Elude psychophysique p. 951de psychophysique, 1. 1. 9

siguientes en los Elénzent

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CAPITULO 1 69

ble almacenada? El problema de la acción, enel sentido de la mayor resistencia, se reduceaquí á sus últimos términos. Es ese trabajooculto, casi desconocido, que se traduce por elsentimiento del esfuerzo volitivo. El sentimien-to del esfuerzo, bajo todas sus formas, es, pues,un estado subjetivo que corresponde á ciertosfenómenos realizados en los centros nerviososy en otras partes del organismo, pero que seasemejan tan poco como las sensaciones de so-nido y de luz se asemejan á su causa objetiva.Para ser capaz de grandes esfuerzos muscula-res es preciso que los centros nerviosos adapta-dos se encuentren en estado de producir untrabajo considerable y prolongado; lo que de-pende de su naturaleza y de su rapidez parareparar pérdidas. Para producir un gran es-fuerzo moral ó intelectual es preciso, del mismomodo, que los centros nerviosos adaptados (cua-lesquiera que sean, y nuestra ignorancia, eneste respecto. es casi completa) se hallen en es-tado de producir un trabajo intenso y repetido,en lugar de agotarse en breve plazo y sin reani-mación. La posibilidad del esfuerzo es, pues,en último análisis, un don natural.

Tomemos, para evitar vaguedades, el ejem-plo de un hombre vicioso. Si nunca en su vida,por sí mismo ó por jinfluo de los demás, ha ex-p primentado alguna veleidad de conversión(suponiendo que este caso se encuentre), es que

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ENFI RMEDADES DE LA 1 OLUNTAD

los elementos morales, con las condiciones fisio-lógicas correspondientes, le faltan por completo.Si en una circunstancia cualquiera surge en élla idea de corregirse, notemos desde luego queeste fenómeno es involuntario; pero supone lapreexistencia y la entrada en actividad de cier-tos elementos psico-fisiológicos. Tal propósito,es aceptado, afirmado como debiendo hacerse,querido; si la resolución no dura, es que el in-dividuo es incapaz de esfuerzo, es que no hayen su organización la posibilidad del trabajorepetido de que hemos hablado: si dura, es quese mantiene por el esfuerzo, por ese trabajo in-terior que produce la suspensión de los estadóscontrarios. Todo órgano se desarrolla por elejercicio; aquí, del mismo modo, la repeticiónse va haciendo más fácil. Pero si no está dado,por 1.i naturaleza un primer elemento, y con éliun;L energía potencial, nada se consigue. Eldogma teológico de la gracia, á titulo de dongrat Hito, nos parece, pules, fundado sobre unaPsicología mucho más exacta que la opinióncontraria (1), y se ve cuán fácil es hacerle su-frir 111111 trasformación fisiológica.

Volviendo a los casos morbosos que nos ocu-pan, habría una imposibilidad de esfuerzo, tem-poral, accidental, pero que se extiende á casitoda la organización.

( I) La doctrina de la gracia se ern uentra \ a entre los Indos, notable-mente en la Rita yavad XJ, 53. Véase Barth, Les reli,qions. ded'Imle, p. 18 y 136.

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CAPIT UL O II

DEBILITACIÓN DE LA VOLUNTAD

H. Exceso de impulso.

Acabamos de ver casos en que, siendo nor-mal la adaptación intelectual, es decir, la co-rrespondencia entre el sér inteligente y el me-dio, el impulso á obrar es nulo, muy débil ó almenos insuficiente. En términos fisiológicos,las acciones cerebrales, que son la base de laactividad intelectual (concepción de un fin yde los medios, elección, etc.), permanecen in-tactas; pero les faltan esos estados concomitan-tes que son los equivalentes fisiológicos de lossentimientos y cuya ausencia lleva consigo lafalta de acción.

Vamos á ver casos contrarios, en ciertomodo, á los anteriores. La adaptación intelcc-

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ENFEBNIEDADES DE LA VOLUNTAD

lila1 es mu y débil ó por lo menos muy inesta-.,bip; lo, motivos razonables no tienen fuerzapara obrar ó impedir; los impulsos de ordeninferior [ fanal" lo que pierden los de orden su-j , T ior . La voluntad, es decir, la actividad ra-7 , )nnble desaparece, y el individuo vuelve á

,(s eh (sl reino (le los Ltstintos. No hay ejem-1 qu puedan enseñarnos mejor que la vo-Hiluad. un su verdadero sentido, es el corona-d Hutu, el (ultimo tCrmino de una evolución, el

Hulta(lo de gran i.n_mero de tendencias disci-i ilina(1:K ,,egnn un orden gerárquico; que es la

pycip más perfecta de este g. nero que seIHma la actividad; de modo que el estudio quen á continuación podría llamarse: «Cómo se

smpobrece y se deshace la voluntad.»l':\.iminemos los hechos. Los dividiremos

r •H dos 1;Tupos: 1. n , los que, siendo apenas cons-cien! es es que lo son), denotan una ausencia!1 s ( l ite una debilidad de la voluntad; 2.°, los1,ts van acompañados de una plena conciencia

Ilisro, en los (lile la voluntad sucumbe despuésuna lucha nrís ó menos larga, ó no se salva

Ro Por un auxilio extraño.

1. En el primer caso, «el impulso puede sers inconsciente, seguido de una ejecu-ción inmediata, hasta sin que el entendimientollay:1 tenido tiempo de darse cuenta de ello...El neto tiene entonces todos los caracteres de

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CAPITI: LO I: 73

un fenómeno puramente reflejo, que se producefatalmente, sin connivencia alguna de la vo-luntad; es una verdadera convulsión que nodifiere de la convulsión ordinaria sino en quela primera consiste en movimientos asociadosy combinados en vista de un resultado dado.Tal es el caso de aquella mujer que, sentada enel banco de un jardín, en un profundo estadode tristeza sin motivo, de repente se levanta, setira á un foso lleno de agua como para ahogar-se, y que, después de salvada y de volver á unalucidez perfecta, declara á los pocos días queno tiene conciencia alguna de haberse queridosuicidar, ni recuerdo alguno de aquella ten-tativa» (1).

En los epilépticos, las impulsiones de es-te género son tan frecuentes que podrían lle-narse páginas. Los histéricos también daríaninnumerables ejemplos de esto; tienen una ten-dencia desenfrenada á la satisfacción inmedia-ta de sus caprichos ó de sus deseos.

Otras impulsiones tienen efectos menos gra-ves, pero denotan el mismo estado psíquico.« En ciertos enfermos, la sobreexcitación de lasfuerzas motrices es tal que andan horas enterassin detenerse, sin mirar á su alrededor, comoaparatos mecánicos á que se da cuerda» .—Una marquesa, de e spíritu muy distinguido,

•(1) l'oville, N ouveau dixtionnaire Médec ine, art. Locura, 1). 312.

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7 '1 ENFERMEDADES DE LA V01,ENTAD

!ice Bi1l()(1. en medio de una conversación.«corta una frase (que vuelve a tomar ensegui-da) para ¿lirio ir a cualquiera de la sociedad unepíteto inconveniente tl obsceno. La emisión deesta palabra va uiipaiiada de rubor, de unaire entrecortado Y confuso, y la palabra estz'tdicha con un tono seco, y como una Hecha quese escapa , . Una anciana histérica, mu y inteli----ente V 1 (leida, experimenta en ciertos monten-

1os el deseo de ir a, vocifi rar en un sitio solita-rio; e\ bala sus quejas, sus recriminacionescontra sii familia y la gente que la rodea. Sabeperreetamente que hace mal en divulgar enalta voz ciertos secretos; pero, como ella dice.

necesario que hable y satisfaga sus renco-res), ( I ).

Es te último caso nos encamina a las impul-;ion( irresistibles con conciencia. Limitando--1Di ,, los al) tenores que podríamos multiplicar( . ( ► 1 1 pr ► fiisi:;n, vemos al individuo reducido al

bajo grado) de la actividad, al de los purosreiiv.jo,.LosIte tos son inconscientes(no delibera-

( 10 ) 1. uwilo), inmediatos, irresistibles, deHa ¿Ida piaeiOn poco comi deja é invariabl e. Des-

(le el plun(> de vistade la fisiología y de la psico-L)gía, e[ ser humano, en estas condiciones, escomparable un animal decapitado, ó, por lomenos, privado de sus lóbulos cerebrales. Gene-

(1) 11i110(1, loe. cit., 193 y sig.

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CAPÍTULO II 75

Talmente se admite que el cerebro puede do-minar los reflejos por la razón siguiente: la ex-citación, partiendo de un punto del cuerpo, sedivide al llegar á la médula y sigue dos cami-nos: es trasmitida al centro reflejo por vía.trasversal; al cerebro por vía longitudinal yascendente. Ofreciendo' la vía trasversal másresistencia, la trasmisión en este sentido exigeuna duración bastante larga (experimento deRosenthal); por el contrario, la trasmisión á lolargo es mucho más rápida. La acción suspen-siva del cerebro tiene, pues, tiempo de produ-cirse y de moderar los reflejos. En los casos an-tes citados, estando sin acción el cerebro, la ac-tividad no pasa de su grado inferior, y, falta desus condiciones necesarias y suficientes, la voli-ción no se produce.

II. Los hechos del segundo grupo merecenser estudiados más extensamente; explican elabatimiento de la voluntad ó los medios artifi-ciales que lo_ mantienen. Aqui, el enfermo tieneConciencia plena de su situación; siente que u°es dueño de sí .mismo, que está dominado poruna fuerza interior, invencible, llevado á, co-meter actos que reprueba. La inteligencia que-da suficientemente sana, el delirio no existemás que en los actos.

La forma más sencil 1 L es la de las ideasfijas con obsesión. Tal individuo no puede sus-

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ENFERMEDADE S DE LA VOLUNTAD

t ra q . ,,e al deseo de contar, sin fin ni descanso,t odo lo que ve y toca, todas las palabras que

(") que ove, todas las letras de un libro, etc.(arirmoninnia). Tiene conciencia de lo absurdo

este trabajo; pero es preciso que cuente. Talotro -tiene la obsesión irresistible de saber ellionilyre de todos los desconocidos que encuentra

las calles U en viaje (onomatomanía de Char-,. .d V _Ah , -nan). En vano trata de desechar esta11\-t-,ti( ,-ación pueril, es preciso que los conozca.

Est:ts observaciones y sus analogas, queiti). tienen al menos una ventaja. Como pro-

-1q1, , n de estados intelectuales, de puras ideaslo de necesidades 6 sentimientos), su satis-cción no ofrece peligro. Todo esto, aun en ac-

-ió», permanece teórico, especulativo.No pasa lo mismo en las impulsiones irresis-

des, de origen afectivo, nacidas de deseos yle instintos, de que vamos á hablar.

l a.n un libro (le Marc hoy algo olvidado (1),'I I colitran't una gran colección de hechos, de105 cseritores posteriores se han aprove-

, •liado con frecuencia. Citemos algunos.Una señora, atacada á veces de impulsos ho-

mR ' id", pedía que la sujetaran con una cami-sn de fuerza, y despues indicaba el momentocI1 que todo peligro había pasado, y en que po-d ía recobrar la libertad de sus movimientos..

( I ) -nt' la folie considérée dans ses Tapports avec les questionsmedieo -judíciai pey,2, vol. in 8.° f'arís, 18t0.

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CAPÍTULO II

77

Ull químico, atormentado asimismo por deseoshomicidas, se hacía atar los dos pulgares conuna cinta, y encontraba en este sencillo obs-táculo el medio de resistir á la tentación. nacriada, de una conducta irreprochable, supli-caba á su señora que la dejara marchar, por-que al ver desnudo al niño de que cuidaba, eralpresa del deseo de destriparlo.

Otra mujer, de gran cultura intelectual yllena de afecto para sus . padres, «se pone á gol-pearlos á pesar suyo, y pide que vengan en su.auxilio y que la sujeten á un sillón.»

Un melancólico, atormentado con la ideadel suicidio, se levanta por la noche v va á lla-mar á la puerta de su hermano, gritándole:«Ven pronto, el suicidio me persigue; dentrode poco no podré resistir ya» (1).

Calmeil, en su Tratado de las enfermedades.inflamatorias del cerebro, refiere el caso siguien-te, de que ha sido testigo, y que trasladaré in-tegro porque me dispensa de citar muchosotros.

«Habiendo perdido Glénadel á su padre ensu niñez, fue; educado por su madre, que leadoraba. A los dieciséis años su carácter, jui-cioso y prudente hasta entonces, cambió. Sehizo sombrío y taciturno. Acosado á pregun-tas por su madre, se decidió al fin á una confe-sión:-Os debo todo, le dijo; os quiero con toda.

(1) Guislain, Obra citada, 479.

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"2"5 ENFERMEDADES DE LA VOLUNTAD

mi alma; sin embargo, hace algunos días que,a ria idea incesante me impulsoá mataros.1mpe-djd que, vencido al fin, pueda ocurrir una des-crrieia tan grande: permitidme sentar plaza.A pesar de apremiantes instancias, fué inque-brantable en su resolución: partió, y fué sol_¡lado. Sin embargo, una voluntad secreta leimpelía ; 1L d(_!sertar, para ir á su país y matar,t su madre. Al terminar el servicio la idea era

(11 fuerte como el primer día. Se reengachó. Elinto homicida, persistía, pero aceptando el

{: tinbiu por otra, víctima. Ya no sueña con ma-i:Ir á su madre: la espantosa impulsión le desig-iia de día y de noche á su cuñada. Para resistir

esta segunda impulsión se condenó á un des-1 ierro prepetuo.

Poco después llega al regimiento un com-patriota suyo y Glénadel le confin su pena:Tranquilizate,--le dijo el otro,—el crimen esimposible, tu cuñada aca -ba de morir. Al oirestas palabras Glénadel se levanta como uncautivo libertado, le embarga la alegría, partep:ixa su tierra, donde no había vuelto desdesu infancia. Al llegar ve á su cuñada viva, daun grito y la impulsión terrible se apodera de( , 1 nuevamente.»

« Aquella misma noche, se hizo atar por suhermano•-----Coge una cuerda fuerte, átame comoun lobo en la troje y ve á avisar á M. Cal-men.....» Obtuvo de él su admisión en un asilo

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CAPÍTULO II 79

de locos. La víspera de su entrada escribió aldirector del establecimiento: «Señor, quiero en-trar en vuestra casa; me conduciré en ellacomo en el regimiento. Me creerán curado; enalgunos momentos fingiré estarlo. No me creáisnunca; no debo salir jamás, bajo ningún pretex-to. Cuando yo solicite mi salida doblad la vigi-lancia; no usaré de esta libertad más que paracometer un crimen que horroriza.»

No hay que pensar que este ejemplo sea úni-co ni aun raro; entre los locos se encuentran mu-chos casos de individuos que, atormentados deldeseo de matar á personas que les son queridas,huyen á un asilo para constituirse en presos.

Los impulsos irresistibles, y sin embargoconscientes, á robar, incendiar, destruirse porexcesos alcohólicos, entran en la misma cate-goría (1). Maudsley en su Patología del espíritu(cap. VII, págs. 330 y siguientes) ha recogidouna colección tal de ejemplos, que lo mejor esrecomendar la obra á nuestros lectores.

Todas estas tendencias fatales, clasificadasbajo los nombres de dipsomanía, kleptomania,piromanía, erotomanía, monomanía homiciday suicidio, no son ya consideradas hoy comoformas morbosas distintas, sino como las diver-sas manifestaciones de una sola y única causa:la degeneración, es decir, la inestabilidad é in-

(i) Véase Trélat, Folie lucirle. Maudsley, crime et hr fol;eparí., pág. 188.

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SO FERMEDXDES DE LA V OLUNTAD

coordinación psicológicas. -Nada 1411 'tS frecuenteque ( ' 1 cambio de 1111 impulso á otro, del homi-cidio en suicidio ó viceversa. Un notable caso,Citado por MoreI (Enferoiedades me'ntales,na -PO), es el de un (1euenerado que, alterna'-ti-' :miente, se ve impulsado al suicidio, al liomi-ejdif ), los excesos sexuales, al alcoholismo v

lis tentativas incendiarias. Sería curioso para1,,i(.610..» saber por qué una sola causa se

ma il iHesta por tan distintos efectos, aquí de1 111 i ncylo y allí de otro; por qué el epiléptico esnu'Is bien ladrón, el imbécil incendiario, etc.Parece que la razón última de estas diversida-d(•s encuentra en la idiosincrasia del dege-nerado, en su constitución física y mental (1).No importa aquí la solución de este problema:basta fijar que todos los impulsivos tienen losmIsmos caracteres: son conscientes, incoordi-n:1110s, incapaces de lucha.

II

1 [a y que notar ante todo que existe unatransición casi insensible entre el estado sano yestas formas patológicas. Las personas más ra-zonables tienen el cerebro lleno de impulsioneslocas; pero estos estados de conciencia repenti-nos é inestables quedan sin efecto, no pasan á

(t) Véase soluc este punto Simio, Maladies mentales, traducciónfume., tomo II, pítg. 423.

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CAPÍTULO II

81

la acción porque fuerzas contrarias, el hábitogeneral del espíritu, las destruyen; porque en-tre ese estado aislado y sus contrarios es tal ladesproporción que ni siquiera hay lucha.

En otros casos, á que de ordinario se dapoca importancia, hay actos muy extraños,aunque en sí no tengan nada de reprensible nide peligrosos; pueden constituir una especie detic, de capricho, de manía si se emplea esta pa-labra en su sentido usual y vulgar.

«Otras veces, sin llegar á ser los actos muycomprometedores, son ya más graves: con-sisten en destruir, golpear sin motivo un ob-jeto inanimado, en romper los vestidos. Obser-vamos en este momento una joven que se cometoda su ropa. Se cita el ejemplo de un aficiona-do que, encontrándose en un museo delante deun cuadro caro, siente un deseo instintivo deromper la tela. A menudo estas impulsionespasan inadvertidas y no tienen más confidenteque la conciencia que las experimenta» (1).

Ciertas ideas fijas, de naturaleza fútil óirrazonables, se imponen al espíritu que lasjuzga absurdas, aunque sin poder impedir quese traduzcan en acciones. En un trabajo deWestphal se encontrarán hechos curiosos deeste género. Por ejemplo: á un hombre le per-sigue la idea de que podría confiar al papel la

(1) obra cit., p. 341.

fi

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82 ENFERMEDADES DE LA VOLUNTAD

confesión de que él es el autor de un crimencualquiera y perder ese papel: en consecuenciaconser va cuidadosamente todos los papeles queencuentra, recoge los recortes que ve por lacalle, se asegura de que no tienen nada escrito,se los lleva á su casa y los colecciona. Tiene,por lo demás, plena conciencia de la puerilidadde tal idea, que le persigue á todas horas; nocree en ella, y no puede, sin embargo, des-e 'lib rara zar se de ella (1).

Entre lus actos más pueriles y los más peli-grosos no hay más que una diferencia de can-tidad; lo que unos nos ofrecen en pequeño, losotros lo muestran agrandado. Tratemos de en-tender el mecanismo de esta desorganizaciónde la voluntad.

En el estado anormal hay un fin escogido,afirmulo, realizado: es decir, que los elementosdel yo, en totalidad ó en mayoría, concurrenal fin: los estados de conciencia (sentimientos,ideas con sus tendencias motrices), y los movi-mientos de nuestros miembros forman un con-sensus y convergen al fin con más ó menos es-t uerzo, por un mecanismo complejo, compues-to á la vez de

(1) Westphal, Ueber Zwarigsvorsiellungen, Berlin,1877. Se puedenotar que en algunos casos el terror de producir una acción conduce ine-vitahlemeode á ella; efectos de vértigo, gentes que se tiran á la calle pormiedo de c:Ier á ella, que sc hieren por miedo á herirse, etc. Todos estos

hechos se explican por la naturaleza de la representación.

impulsos y paradas.

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CAPÍTULO II

83

Tal es la voluntad en su forma más acabada,típica; pero esto no es un producto natural; esel resultado del arte, de la educación, de la ex-periencia. Es un edificio construido pieza porpieza. La observación objetiva y subjetiva de-muestra que cada forma de la actividad volun-taria es fruto de una conquista. La naturalezasolo proporciona los materiales, algunos movi-mientos simples en el orden fisiológico, algu-nas asociaciones simples en el orden psicológi-co. Es necesario que, con ayuda de estas adap-taciones simples y casi invariables, se formenadaptaciones cada vez más complejas y varia-bles. Es preciso, por ejemplo, que el niño ad-quiera poder sobre sus piernas, sus brazos, ytodas las partes movibles de su cuerpo, á fuerzade tanteos y de ensayos, combinando los mo-vimientos apropiados y suprimiendo los movi-mientos inútiles. Es preciso que los grupossimples así formados se combinen en gruposcomplejos, éstos en grupos aún más complejosy así sucesivamente. En el orden psicológicoes necesaria una operación análoga. Nada com-plejo se adquiere de repente.

Pero, claro es, que en el edificio así cons-truido, poco á poco, sólo son estables los mate-riales primitivos, y á medida que la compleji-dad aumenta, decrece la estabilidad. Las ac-ciones más sencillas son las más estables—porrazones anatómicas, porque son congénitas,

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84

ENFERMEDADES DE LA VOLUNTAD

inscritas en el organismo; por razones fisioló-gicas, porque están perpetuamente repetidas enla experiencia del individuo y, si se quierehacer intervenir la herencia, que abre un cam-po ilimitado, en las experiencias sin número' dela especie y de las especies (1).

En suma, lo que es sorprendente es que lavoluntad, la actividad de orden complejo y su-perior pueda llegar á ser dominadora. Las.causas que la elevan y la mantienen en esterawro son las mismas que en el hombre educa-do elevan y mantienen la inteligencia por enci-ma de las sensaciones y de los instintos: tor-nando la humanidad en conjunto, los hechosprueban que el dominio de uno es tan precariocomo el del otro. El gran desarrollo de la masacerebral en el hombre civilizado y el influjo dela educaciOn y de los hábitos que ella impone

\plican como, á pesar de tantos motivos con-t r los, la actividad razonable queda á menudo

(1) 1 .1andli el poder voluntario Constituid() según une ciertos estadosde conciencia obedecen á ciertos grullos de movimientos, se puede citar, átí/ de caso pa lológico, el hecho citado por Jlescliede ((:'ill'esPifildenz1:1;111, 1".; II) de un hombre «se encontraba en esta sinular condi-ción, (n i e cuando (piala hacer una cosa su ya (5 relativa á los demás, él, ámás bien ,lis ninsculos, hacían precisamente lo contrario. Quería mirar ha-cia I;t derecha: sus ojos se volvían á la izquierda; y esta anomalía se exten-día á sus demás movimientos. Era una simple contradicción del movimien-to, pero sin 1 1 '1 1 )11'i n desarre l.do mental, y que difiere de los movimientos in-voluntarios en esto: que no producía jamás un movimiento, sino cuandoquería, pero /pie este movimiento era siempre el contrario del que quería.»

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CAPITULO 11

85

Los hechos patológicos que preceden mues-tran bien que la voluntad no es una entidadque reina por derecho de naturaleza, á vecesdesobedecida, sino una resultante siempre in-estable, siempre pronta á descomponerse y, ensuma, un accidente feliz. Estos hechos, que soninnumerables, representan un estado, que lomismo puede decirse una dislocación de la vo-luntad, que una forma retrógrada de la acti-vidad.

Si consideramos los casos de impulsionesirresistibles con plena conciencia, veremos queesta subordinación jerárquica de las tendencias(que es la voluntad), se divide en dos ramas: alconsensus, único que la constituye, se ha susti-tuído una lucha entre dos grupos de tendenciascontrarias y casi iguales, de suerte, que puededecirse que está dislocada (1).

Si consideramos la voluntad, no como untodo constituido, sino corno el punto culminan-te de una evolución, diremos que las formasinferiores de la actividad le arrastran y la, ac-tividad humana retrocede. Notemos, por otraparte, que el término «inferiores» no implica

(1) Podría demostrarse, si fuera este el momento, cómo la unidad delyo es frágil y necesita garantía. En estos casos de lucha, ¿cuál es el ver-dadero yo, el que obra ó el que resiste? Si no se escoge, hay en él, dos..Si se escoge, hay que confesar que el grupo preferido representa el yo, conigual título que en política una pequeña mayoría obtenida con muchotrabajo representa al Estado. Pero estas cuestiones no pueden tratarso¡le paso, y espero consagrarles más tarde una monografía.

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811 ENFERMEDADES DE LA VOLUNTAD

preocupación ninguna de moral. Es una infe-rioridad de naturaleza, porque es evidente queuna actividad que se gasta por entero en satis-facer una idea fija ó una impulsión ciega, espor naturaleza limitada, adaptada sólo al pre-sente y á un pequeño número de circunstan-cias, mientras que la actividad razonable ex-cede del presente y está adaptada á un nú-mero grande de circunstancias.

Hay que admitir, aunque choque el len-guaje, que la voluntad, como la inteligencia,tiene sus idiotas y sus genios; con todos los gra-dos intermedios posibles. Desde este punto devista, los casos citados en el primer grupo (im-pulsiones sin conciencia), representan el idio-tismo de la voluntad, ó más bien su demencia;y los del segundo grupo, ciertos casos de debi-lidad voluntaria, análogos á los de las debilida-des intelectuales.

Prosiguiendo nuestro estudio, hay que pa-sa • del análisis de los hechos á la determinaciónde su causa. j'uede decirse á qué condicionesesta unida esta debilidad de la actividad supe-rior? Desde luego, debe uno preguntarse si sudegeneración es un efecto del predominio de losreflejos, ó si, por el contrario, es la causa, óen otros términos, si la debilidad de la volun-tad es el hecho primitivo ó el secundario. Estacuestión no admite respuesta general. La ob-servación muestra que ambos casos se encuera--

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CAPÍTULO 11

87

trae, y por consiguiente, no puede darse sinouna respuesta particular para un caso parti-cular cuyas circunstancias son bien conocidas.Es indudable que á menudo la impulsión irre-sistible es el origo mali; constituye un esta-do patológico permanente. Entonces se produceen el orden psicológico un fenómeno análogo ála hipertrofia de un órgano ó al incrementoexagerado de un tejido en una parte del cuer-po, como sucede, por ejemplo, en la formaciónde ciertos cánceres. En los dos casos, físico ypsíquico, este desorden local se trasmite á todoel organismo.

Los casos en que la actividad voluntariaestá afectada directamente, no por rechazo,son los más interesantes para nosotros. ¿Quéocurre entonces? es el poder de coordinación elque está atacado, ó el poder de suspensión, óambos? Punto oscuro es este, sobre el que nohay más que conjeturas.

Para buscar alguna luz, veamos dos gruposnuevos de hechos: las debilidades artificiales 6momentáneas por intoxicación, y las crónicas,por lesión cerebral.

Todo el mundo sabe que la embriaguez porlos licores alcohólicos, el haschich, el opio, des-pués de un primer período de sobrexcitación,lleva consigo una debilidad notable de la vo-luntad. El individuo tiene más ó menos con-ciencia de ello; los demás lo ven mejor. Bien

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88 ENFERMEDADES DE IA VOLUNTAD

pronto, sobre todo bajo el influjo del alcohol,las impulsiones se exageran. Las extravagan-cias, violencias ó crímenes cometidos en eseestado son infinitos.—El mecanismo de la inva-sión de la embriaguez está muy discutido. Seadmite, en general, que empieza por el cere-bro, después obra en la médula y el bulbo, ypor fin, en el gran simpático. Se produce unembotamiento intelectual, es decir, que los esta-dos de conciencia son vagos, mal definidos,poco intensos: la actividad lisio-psicológica delcerebro ha disminuido. Esta debilidad atacaiambién el poder motor. Obersteiner ha demos-trado experimentalmente, que bajo el influjodel alcohol, se reacciona menos deprisa aun-que parezca lo contrario (1).

Lo que está atacado no es sólo la ideación,sino la actividad ideo motriz. Al propio tiempo,el poder de coordinación llega á ser nulo ó efí-mero v sin energía. Consistiendo la coordina-ción a la vez en hacer converger ciertas impul-siones hacia un fin y en detener las impulsionesinútiles ó contrarias, como los reflejos son exa-erados ó violentos, es preciso convenir en que

el poder de suspensión (cualquiera que sea su

Bectin, Enero 1879. Un gran número de experimentos se han he-

c!c) con este objete, resultando que concuerdan: Exner en Pfidger's Ar-eh ie., 1873 Dictl y Vintschgau. 1877) y un importante trabajo de

hecho en el laboratorio psico-fisico de Wundt y publicado enlas Philosophisehe Studien, p. 573 y siguientes.

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CAPÍTULO 11

89

naturaleza y su organismo) está lesionado, per-judicado, y que su papel en la constitución yel sostenimiento de la actividad voluntaria escapital.

La patología cerebral nos da, en apoyo deéstos, otros hechos que demuestran en el indi-viduo un cambio brusco y estable.

Ferrier y otros autores, citan casos en que lalesión de las circunvoluciones frontales (en par-ticular la primera y la segunda) llevan consigouna pérdida casi total de la voluntad; reduceel sér al automatismo, por lo menos á ese esta-do en que la actividad instintiva refleja, reinacasi exclusivamente sin suspensión posible.

Un niño fue herido con un cuchillo en el ló-bulo frontal. Diez y ocho años después se leadvertía una salud física buena, «pero el heridoes incapaz de ocupaciones que exijan un tra-bajo mental. Es irritable, sobre todo, cuandoha bebido , ó ha sufrido alguna excitaciónanormal.»

Un enfermo de Lépine, afectado de un abce-.so en el lóbulo frontal derecho, «se hallaba enestado de estupidez ; parecía comprender loque se le decía, pero apenas se le podía hacerpronunciar una palabra. Si se le daba la ordense sentaba; levantándole, solo podía dar al-gunos pasos sin ayuda.»

Otro que sufrió un golpe violento que ledestruyó la mayor parte de la primera y se-

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90 ENFERMEDADES DE LA VOLUNTAD

(runfla circunvolución frontal «había perdido-la voluntad. Comprendía, hacía lo que se lemandaba, pero de un modo automático y mecá-nico.»

AIlichos casos análogos á los citados se hanrecogido, pero el más importante para nosotroses el del «cantero americano». Una barra dehierro lanzada por una mina le atravesó elcráneo) lesionando sólo la región pre-frontal.Curó y sobrevivió doce años y medio á este ac-cidente; pero hé aquí lo que se ha observado enel estado mental del paciente después de su cu-ración. «Los patronos, que le considerabancomo uno de sus mejores y más hábiles jefes delos trabajos antes de su accidente, le encontra-ron cambiado de tal modo, que no pudieron con-fiarle de nuevo su antiguo puesto. El equili-brio, el balance entre sus facultades intelec-ti tales y sus tendencias instintivas parecía estardestruido. Es nervioso, irrespetuoso, á menudoJura del modo más grosero; cosas, que no esta-ban en sus costumbres. Apenas si es cumplidacon sus iguales; soporta con impaciencia lacontradicción , no escucha los consejos cuandoson contrarios á sus ideas. En ciertos momen-tos tiene una obstinación excesiva, aunque escaprichoso é indeciso. Hace planes para el por-venir, que abandona en seguida para adoptarotros. Es un niño por la inteligencia y por lasmanilestaciones intelectuales, un hombre por

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CAPÍTULO II

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las pasiones y los instintos. Antes de su acciden-te, aunque no había recibido educación escolar,.tenía el espíritu bien equilibrado y se le consi-deraba corno un hombre hábil, penetrante, muyenérgico y tenaz en la ejecución de sus planes..Respecto á esto, ha cambiado tanto, que sus...amigos dicen que no le reconocen ya» (1).

Este caso es muy marcado. Se ve en él debi-litarse la voluntad en la misma medida en que-la actividad inferior se afirma. Es además un.experimento porque se trata de un cambio brus-co, producido por un accidente en circunstan-cias bien determinadas.

Es lástima no tener más 'observaciones de-este género, porque sería dar un gran paso enla interpretación de las enfermedades de la vo-luntad..Desgraciadamente, los trabajos hechoscon tanto ardor sobre las localizaciones cere-brales se han limitado á las regiones motricesy sensitivas, que, sabido es, dejan á un lado lamayor parte de la región frontal. Haría falta .asimismo un examen crítico de hechos contra-rios, casos en q ue no parezca haberse produci-do ninguna debilidad de la voluntad. Hecho •

(1) Para estos hechos y otros, véase Ferrier, De la localisation des?halad res eérébrales, trad. de Va,rigny, pág. 43-56, y C. de Boyer,.laudes elinir: Ices sur les lésions corticales des hémisphéres c(jré-I, •aux (1819), págs, 48, 55, 56 y 71. En la mitad de los casos (de 9.3) detumores, heridas, abcesos, de los lóbulos frontales, AIlen Star ha sacadocomo únicos síntomas: cambio de carácter, imposibilidad de gobernarw,.p(rdida de la facultad de atenciOu. Brain, núm. pag. 570.

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92 ENFERMEDADES DE LA VOLUNTAD

este trabajo, la tesis de Ferrier--que en los ló-bulos frontales existen centros de suspensiónpara las operaciones intelectuales—tomaría másconsistencia y proporcionaría una base sólidaá la determinación de las causas. En el estadoactual no se podría salir del dominio de lasconjeturas.

Comparando la abulia y los impulsos irre-sistibles se notará que la voluntad falta, porconsecuencias de condiciones en todo contrarias.En un caso, la inteligencia está intacta, faltael impulso, en el otro faltan el poder de coordi-nación y suspensión, la impulsión se gasta porcompleto en provecho del automatismo.

11J

II

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CAPÍTULO III

DEBILITAMIENTO DE LA ATENCIÓN VOLUNTARIA.

Vamos á estudiar ahora debilitamientos dela voluntad de otro carácter menos llamativo,los de la atención voluntaria. No difieren pornaturaleza de los del último grupo, consistien-do, como ellos, en un debilitamiento del poderde dirección y de adaptación. Es una disminu-ción de la voluntad en el sentido más estricto,más concreto, más limitado, indiscutible hastapara los que se encierran obstinadamente en laobservación interior.

Antes de ocuparnos de la debilidad adquiri-da, examinemos la debilidad congénita de laatención voluntaria. Dejemos aparte los espíri-tus limitados ó mediocres, en los que la volun-tad, los sentimientos y la inteligencia están alunísono de debilidad. Es más curioso observarun gran espíritu, un hombre dotado de una altainteligencia, de una viva facultad de sentir,pero en el que falte el poder director, de suerte

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94 ENFERMEDADES DE Lk VOLUNTAD

que el contraste entre el pensar y el querer seacompleto. Tenemos de ello un ejemplo en Cole-ridge.

«Ningi'm hombre de su tiempo, ni quizás detiempo alguno, dice Carpenter (1), ha reunidoen más alto grado que Coleridge la potencia derazonamiento del filósofo, la imaginación delpoeta y la inspiración del vidente. Nadie qui-zás en la anterior generación ha producidoimpresión más viva sobre los espíritus entrega-los z't las más altas especulaciones. Y, sin em-

baruo, no hay probablemente persona que, es-lanjo dotada de tan relevantes talentos, hayasacado de ellos tan poco partido por el gran11(Tecto de su carácter, la falta de voluntad paraaprovechar tantos dones naturales, hasta elpunto de que, flotando siempre en su espíritunumerosos y gigantescos proyectos, no ensayónunca formalmente la ejecución de uno sólo.Así, desde el comienzo de su carrera encon-tró un editor generoso que le prometió treintaguineas por algunos poemas que había recita-do, haci611dole el pago íntegro al recibir el ma-nuscrito. Coleridge prefirió ir todas las sema-nas á mendigar de la manera más humillantela suma prometida, para atender á sus diariasnecesidades, sin entregar una sola línea del poe-ma, que con haberlo escrito le habría sacado de

(1) Mental physiolog y, p. 260 y siguientes.

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CAPITULO III 95

tales apuros. El hábito que adquirió desde tem-prano, y del que jamás se emancipó, de acudirá los estimulantes nerviosos (alcohol, opio), de-bilitó aún más su poder voluntario, de modoque llegó á ser preciso gobernarlo».

La composición de su fragmento poéticoKubla-Khan, que ha contado en su Biografíaliteraria, es un ejemplo típico de acción mentalautomática. Se durmió leyendo. Al despertartuvo la sensación de que había compuesto algoasí como doscientos ó trescientos versos, y queno tenía que hacer más que escribirlos. «Lasimágenes nacían como realidades, con las ex-presiones correspondientes , sin ninguna sensa-ción ó conciencia de esfuerzo». El conjunto deeste singular fragmento, tal como existe, com-prende cincuenta y cuatro líneas, que fueronescritas con la mayor rapidez que pudo dará la pluma; pero habiéndole interrumpido paraun asunto, una persona que le entretuvo cer-ca de una hora, Coleridge, con gran sorpresa ymortificación propias, se encontró con que «auncuando tuviese aún un vago y oscuro recuerdodel conjunto general de su visión, á excepciónde ocho ó diez versos sueltos, todo el resto habíadesaparecido completamente».

Las referencias de sus contemporáneos sobresu conversación inagotable, su hábito de soñaren voz alta, su perfecto olvido de los interlo-cutores, dejan la impresión de una inteligencia

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96 ENFERMEDADES DE LA VOLUNTAD

exuberante, entregada á un automatismo sinfreno. Las anécdotas curiosas ó burlonas sonabundantísimas. No citaré ninguna; prefierodejar á un maestro el cuidado de pintar alhombre.

«La figura de Coleridge y su exterior, porlo demás bueno y amable, tenía algo de flojo yd( , irresoluto, expresando la debilidad con lapos ibilidad de la fuerza. Oscilaba sobre laspiernas, dobladas las rodillas, en una actitudencorvada. En su modo de andar había algo decon tuso de irregular, y cuando se paseaba en

avenida de su jardín, no se decidía á seguirla de las orillas, yendo haciendo eses de la

una a la otra.»Nada más abundante que su conversación,

;s iempre en forma de monólogo, sin consentiriliterrupciOn alguna, ni aun respetuosa, y apar-ta IP 10 inmediatamente toda adición ó anotaciónex_- tralla , aun los más sinceros deseos de aclara-4,•ión, como superfluidades que jamás debieronpr( tic irse. Ademas, su conversación no se des-lizaba en un sentido, como un río, sino en todossent id" en corrientes inextricables ó en remo-linos cuino los de un lago ó los del mar; terri-blemente desprovista de objeto definido, y aunFrecuentemente de inteligibilidad lógica; lo quehabía que hacer ó que creer se negaba obsti-na( lamente á salir de aquella oleada de pala-bras;- modo que con la mayor frecuencia os

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CAPÍTULO 11I

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sentíais lógicamente perdido, engolfado y ápunto de ahogaros por aquella marea de frasesingeniosas, desbordándose sin límite como parasumergir al mundo.

»Comenzaba de cualquier modo. Le poníaisuna cuestión, ó le hacíais una observación su-gestiva. En lugar de responder, comenzaba poracumular un aparato formidable de vejigasnatatorias lógicas , de preservativos trascen-dentales, de otros artefactos de precaución y detrasporte. Quizás al fin sucumbía á tanto peso;pero bien pronto se encontraba solicitado pornueva caza que seguir de un lado á otro, poruna nueva persecución, y de carrera en carreraá través del mundo, indeciso de la caza que co-gería y de si la cogería. Su conversación se ca-racterizaba como él mismo, por la irresolución;no podía plegarse á condiciones, á abstenciones,á su objeto definido; vagaba á su monte, haciendo del auditorio, con sus deseos y sus hu-mildes aspiraciones, un botador puramente pa-sivo.

Orillantes islotes embalsamados, soleadosy benditos islotes de la inteligencia!: yo los lievisto salir de la niebla, pero siempre raros ypara englobarse inmediatamente en el elementogeneral.

»Tenia siempre frases elocuentes, artística-mente expresivas; rara vez le faltaba el tono deuna simpatía noble, aunque extrañamente il u-

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ENFERMEDADES DE LA VOLUNTAD

minada; pero en general, esta conversaciónobjeto, hecha de nubes, sentada sobre nubes,vagando sin ley razonable, no podía llamarseexcelente, sino sólo sorprendente; recordaba laexpresión amarga de Hazlitt; excelente habla-dor, en verdad, si se le deja no partir de nin-guna premisa para no llegar á ninguna conclu-sión (1)».

Descendamos ahora á los vulgares ejemplosde debilitamiento adquirido de la atención vo-luntaria. Se presenta en dos formas:

A. La primera está caracterizada por unaactividad intelectual exagerada , una super-abundancia de estados de conciencia, una pro-ducción anormal de sentimientos y de ideas enun tiempo dado. Hemos hecho ya mención deella á propósito de la embriaguez alcohólica.Esta exuberancia cerebral se manifiesta aúnmás exageradamente en la embriaguez, más in-teligente, del haschisch y del opio. El indivi-duo siente desbordarse flujo incoercible desus ideas, y el lenguaje no els bastante rápidopara traducir la velocidad del pensamiento;pero al mismo tiempo el poder de dirigir lasideas se hace cada vez más débil, los momentosI(icidos cada vez más cortos (2). Tal estado de

(1) Carlyle, The 1-»*le of Sterling, cap. VIII.(2) N'orean, haehieh el mentale, p. f0. Richet,

1,es poisons de r intelligenee, p. 71.

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CAPITULO in 99

exuberancia psíquica, cualquiera que sea lacausa (fiebre, anemia cerebral, emoción), con-duce siempre al mismo resultado.

Entre tal estado y la atención hay, pues, unantagonismo completo; el uno excluye á la otra.Esto no es más que un caso particular de laexageración de los reflejos; solamente que aquíse trata de los reflejos psíquicos; en otros tér-minos, todo estado de conciencia actual tiendeá resolverse, y no puede hacerlo más que dedos maneras: produciendo un movimiento, unacto, ó bien despertando otros estados de con-ciencia según las leyes de la asociación. Esteúltimo caso es un reflejo de un orden más com-plicado, un reflejo psíquico, pero no es más,como el otro, que una forma de automa-tismo.

13. La segunda forma nos conduce al tipode la abulia; consiste en una disminución pro-gresiva del poder director y en una imposibili-dad final del esfuerzo de la inteligencia.

«En el período inicial de ciertas enfermeda-des del cerebro y del espíritu, el enfermo sequeja de incapacidad para gobernar y dirigirla facult:I d de la atención. Encuentra que le esimposible, sin un esfuerzo manifiesto y penoso,‹lunplir su trabajo mental acostumbrado, leer ócomprender el contenido de una carta, de un pe-riódico y aun una ó dos páginas de algún librofavorito; el espíritu cae en nn esta/lo de vacila-

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I 00 ENFERMEDADES DI, LA VOLUNTAD

ción, incapaz de continuidad en el pensamiento.»Consciente de esta debilitación de energía,

el enfermo intenta recuperarla; toma un libro,resuelto a no ceder á las sensaciones de incapa,-eidad intelectual, de languidez psíquica, de de-bi l idad cerebral; pero frecuentemente descubreque ha perdido todo poder de equilibrio men-t,t 1, de concentración y de coordinación de susideas. En sus tentativas por comprender el sen-tido de lo que tiene bajo los ojos, lee y vuelve

leer con resolución, con una apariencia deenergía victoriosa ciertos pasajes llamativos,pen) sin ser capaz de sorprender un conjuntoi ideas muy sencillas, ó de proseguir con éxi-to un razonamiento elemental. Esta tentativa,.sobre todo si es sostenida, hace converger la.atención sobre un punto, acrece con frecuenciala confusión del espíritu y produce una sensa-ciOn física de laxitud cerebral y de cefalal-gia (I)».

Muchos enfermos de parálisis general, des-pu(is de haber atravesado el período de sobreac-ti \ idad intelectual, el de los proyectos gigan-tescos, de las compras inmoderadas, de los via-jes sin motivo, de la locuacidad incesante, enque la voluntad esta dominada por los reflejos,llegan al período en que queda impotente por

(1. '1 Forb es 1\ in O the obseure Disecases of the Brin, etc.,'piigitnt 9.16.

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CAPÍTULO HI

101

atonía; el esfuerzo no dura más que un mo-mento, hasta que esa pasividad siempre cre-ciente concluye en la demencia (1).

El lector ve, sin comentarios, que las enfer-medades de la atención voluntaria son reducti-bles á los tipos ya estudiados. Es, pues, másfructuoso, sin multiplicar los ejemplos, buscarlo que ese estado del espíritu, que se llama laatención, puede indicarnos sobre la naturalezade la voluntad y sugerirnos para las conclu-siones de este trabajo.

No tengo que estudiar ahora la atención, porinteresante y mal conocida que sea. La cues-tión no puede tomarse aquí más que de soslayo,es decir, en cuanto que toca á la voluntad. Re-duciré mis conclusiones sobre este punto á lasproposiciones siguientes:

1. a La atención voluntaria, cuyas maravi-llas se celebran de ordinario, no es más que unaimitación artificial, inestable y precaria de laatención espontánea.

(1) Entre tales enfermos, algunos, bastante raros, atraviesan un pe-ríodo de lucha que demuestra bien en qué medida la voluntad es directoray cómo concluye, por sucumbir. e'l- o he visto en Bid4re, dice Billod (lococitato), á un paralítico general, cuyo delirio de grandezas era lo másacentuado posible, escaparse, irse con los pies descalzos, con una llu-via torrencial y de noche desde Biatre á Batignolles. El enfermo perma-neció un año entero entre los suyos, luchando con toda su voluntad contrael delirio intelectual, sintiendo muy bien que á la primera idea falsa levolverían á Bicetre. Allá volvió sin embargo. — Ile encontrado otros mu-alis ejemplos de esta integridad de la voluntad conservada mucho tientoi;t1 paralíticos generales.

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102 ENFEBM ED.; DES DE LA VOLUNTAD

2. a Esta sola es natural y eficaz.3. a Depende, en cuanto á su origen y á su

duración, de ciertos estados afectivos, de la pre-sencia de sentimientos agradables ó desagrada-bles; en una palabra, es sensitiva en su origen,.lo que la asemeja á los reflejos.

Las anciones de suspensión parece que.representan un papel importante, pero mal co-nocido en el mecanismo de la atención.

Para justificar estas proposiciones será bue-no examinar, ante todo, la atención espontáneatomándola bajo sus más diversas formas. Elanimal en acecho, esperando su presa, el niñaque contempla con ardor algún espectáculo tri-vial, el asesino que espera á su víctima en elrineém de un bosque (aquí la imagen reemplazala percepción del objeto real), el poeta poseídapor una visión interior, el matemático que per--sigue la solución de un problema (1), todos pre-sentan esencialmente los mismos caracteres ex-ternos é internos.

El estado de atención intensa y espontáneayo lo definiría de buen grado, corno Sergi, di-ciendo que es una diferenciación de la percep-ción, que produce mayor energía psíquicaen ciertos centros nerviosos con una especie decatalepsia temporal de los otros centros (2)•

0) Bien entendido que no se trata más que de aquellos que son poe--14(s ó matemáticos Por naturaleza, no por educación.

(2) «El proceso tan complejo de la atención se determina por las..

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CAPITULO II'

103

Pero no tengo que estudiar la atención en símisma; lo que nos importa es determinar su ori-gen, su causa.

Claro es que, en los estados arriba enumera-dos y sus análogos, la verdadera causa es unestado afectivo, un sentimiento de placer, deamor, de odio, de curiosidad; en una palabra,un estado más ó menos complejo, agradable,desagradable ó mixto. Porque la presa, el es-pectáculo, la idea de la víctima, el problema,producen en el animal, el niño, el asesino, elmatemático, una emoción intensa y suficiente-mente durable, es por lo que están atentos.Quitad la emoción, y todo desaparece. Mientrasaquélla dura, dura la atención. Todo se des-envuelve, pues, aquí, á la manera de esos refle-jos que parecen continuos, porque una excita-ción, sin cesar repetida y siempre la misma, les

mismas condiciones anátomo-fisiológicas de los órganos encefálicos que se.presentan más sencillas, en la excitación sensitiva. Estas condiciones de-penden del proceso continuo de diferenciación que sufren los elementos,nerviosos. Hemos visto va un primer proceso de diferenciación en el pasode la onda (nerviosa) difusa á la onda restringida, es decir, en el paso de lasensación á la percepción distinta; lo que implica una localización cerebral.Lo que llamamos atención es un proceso de diferenciación todavía mayor:la onda excitadora se hace más restringida y más intensa, más localizada ymás directa; por consecuencia, el fenómeno entero toma una forma clara ydistinta. (Sergi, Teoria fisiologica della percezione, cap. XII, p. 216.Además de este sustancial capítulo, podrá consultarse sobre la atención,estudiada desde el punto de vista de la nueva psicología: Lewes, Problemsof Ife and Mind., 3.' serie, p. 184; Maudsley, Ph,ysiol. de l'espra,traducción fduicesa, p. 45'7; Wundt. Grundziige der Psycho-Logic, 2." ed., p. 391; Ferrier, Les fonctions dzc cerveau, párrafo 102).

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ENFERMEDADES DE LA VOLUNTAD

mantiene hasta el momento en que el agota-miento nervioso se produce.

;Se quiere la comprobación? Observemosque los niños, las mujeres, y en general los es-píritus ligeros, no son capaces de atención sinodurante un tiempo muy 'corto; porque las cosasno despiertan en ellos más que sentimientos su-perficiales é instables; que son completamentedesatentos para las cuestiones elevadas, com-plejas, profundas, porque les dejan fríos; queson, por el contrario, atentos á las cosas fútiles,porque les interesan. Podría recordar además,que el orador y el escritor mantienen la aten-ión de un público dirigiéndose á sus senti-

mientos (encanto, terror, etc.). Se puede volverrevolver la cuestión en todos sentidos; la

misma conclusión se impone, y no insistiría so-bre un hecho tan evidente, si los autores quehan estudiado la atención no hubiesen olvida-do, á mi parecer, ese influjo capital.

En este sentido puede decirse que la aten-cion espontánea da un máximum de efecto conun mínimum de esfuerzo; mientras que la aten-ción voluntaria da un mínimum de efecto conun máximum de esfuerzo, y que esa oposiciónes tanto más radical cuanto más espontánea esla una y más voluntaria la otra. En su más altogrado la atención voluntaria es un estado arti-ficial en el que, mediante el auxilio de senti-mientos ficticios, mantenemos con gran trabajo

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CAPÍTULO 111 1 05

ciertos estados de conciencia que tienden á des-vanecerse (por ejemplo, cuando seguimos, porcortesía, una conversación enojosa). En un casolo que determina esta especialización de la con-ciencia, es toda nuestra individualidad; en elsegundo es sólo una porción extremadamentedébil y restringida de la misma.

Muchas cuestiones surgirían aquí; pero, lorepito, no tengo que estudiar la • atención en símisma. Voy sencillamente á demostrar (lo queespero, no dejará ninguna duda), que es, en SU

origen, de la misma naturaleza de los reflej,)s,que en su forma espontánea tiene regularidad ypoder de acción; que bajo su forma voluntaria,es bastante menos regular y poderosa: pero que,en ambos casos, una excitación sensitiva la cau-sa, la sostiene y la regula.

Se ve una vez más que lo voluntario se hacecon lo involuntario, se apoya sobre él, saca deél su fuerza y es en comparación muy frágil,La educación de la atención no consiste, en defi-nitiva, más que en suscitar y en desenvolverestos sentimientos ficticios y en procurar ha-cerlos estables por la repetición; pero cornono hay creación ex nihilo, necesita una basenatural, por pequeña que sea. Para concluirsobre este punto, confieso que acepto por micuenta la paradoja tan frecuentemente comba-tida de Belvecio «que todas las diferencias in-telectuales entre los hombres no vienen más

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I06 ENFERMEDADES DE LA VOLUNTAD

que de la atención», con la reserva de que se tra-ta de la atención espontánea solamente; peroentonces todo se reduce á decir que las diferen-cias entre los hombres son innatas y naturales.

Después de haber demostrado cómo se pre-duce la atención, falta buscar cómo se mantiene. La dificultad estriba sólo en la atenciónvoluntaria. liemos visto, en efecto, que el sos-tenimiento de l'a atención espontánea se explicapor sí mismo. Es continua, porque la excita-ción que la causa es continua. Por el contrario,cuanto más voluntaria es la atención, requiereniás esfuerzo y es más inestable. Ambos casosse reducen á una lucha entre estados de con-ciencia. En el primer caso, un estado de con-ciencia (o mejor dicho un grupo de estados) esde tal manera intenso, que no hay contra él lu-cha posible, y se impone á viva fuerza. En elsegundo caso, el grupo no tiene por sí mismointensidad suficiente para imponerse; no llegamás que por una fuerza adicional, que es la in-tervención de la voluntad.

¿Por qué mecanismo obra? Parece que espor una suspensión de movimientos. Volvemosasí al problema de la inhibición, más oscuroaquí que en cualquiera otro caso. Veamos loque se puede suponer acerca de esto. Primera-mente, no es apenas necesario recordar que elcerebro es un órgano motor, es decir, que ungran número de sus elementos están consagra-

1;1

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CAPÍTULO III 107

dos á producir movimiento, y que no hay unsolo estado de conciencia que no contenga enun grado cualquiera elementos motores. Se si-gue de aquí que todo estado de atención impli-ca la existencia de estos elementos. «En los mo-vimientos de nuestros miembros y de nuestrocuerpo, tenemos el sentimiento muy claro deuna operación (1). Lo tenemos en un grado me-nor, si se trata de las adaptaciones delicadasde nuestros ojos, de nuestros oídos, etc. Solopor inducción lo reconocernos en la adaptación,aún más delicada de la atención y de la com-prensión, que son también, y sin metáfora, ac-tos del espíritu. Las combinaciones intelec-tuales más puras implican movimientos (con lossentimientos concomitantes) tan indispensable-mente como la combinación de los músculospara manipular. El sentimiento de esfuerzo ó dereposo que sentimos cuando buscarnos ó encon-tramos un camino á través de una masa de ideasoscuras y enrevesadas, no es más que una .for-ma debilitada del sentimiento que tenemos albuscar ó encontrar nuestro camino en un bos-que espeso y sombrío».

Recordemos aún que todo estado de concien-cia, sobre todo cuando es muy intenso, tiende árealizarse en acto, á traducirse en movimien-tos, y que desde que entra en su fase motora

(1) Le rey , 1). • oblems of life and M rail, 3." serie, p. 397,.

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108 ENFERMEDADES DE LA VOLUNTAD

pierde su intensidad, empieza á declinar y tien-de á desaparecer de la conciencia. Pero un es-tado de conciencia actual tiene otra manera degastarse; la de trasmitir su tensión á otrosestados, según el mecanismo de la asociación.Esto es, si se quiere, un gasto interno en lugarde un gasto externo. De todos modos, la asocia-ción que parte del estado presente no se efectúaJi pis que de una sola manera. En la atención es-pont: linea, ciertas asociaciones prevalecen solasy por sí mismas, por su propia intensidad. Ensu atención voluntaria (la reflexión representala forma más elevada), tenernos conciencia deuna irradiación en diversos sentidos. Todavíamejor; en los casos en que cuesta mucho trabajo(,star atentos, las asociaciones que prevalecenwim las que no queremos, es decir, que no estánescogidas , afirmadas como debiendo mante-nerse.

¿Por qué medio, pues, están mantenidas lasmas débiles? Para representarnos, en la medidade lo posible, lo que pasa en semejante caso,consideremos hechos análogos, pero de un ordenmás palpable. Observemos un hombre queaprende á tocar un instrumento, á manejaruna herramienta, ó, mejor todavía, un niñoque aprende á escribir. Al principio ejecuáun gran n(tmero (le movimientos completa-mente inútiles; mueve su lengua, su cabeza, sucara, sus piernas, poco á poco aprende á man-

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CAI ÍTEM) nr 1 09

tener sus órganos sujetos y á limitarse :1 los.movimientos necesarios de la mano y de losojos.

En la atención voluntaria, las cosas pasande una manera análoga. Las asociaciones quese difunden en todos sentidos son comparablesá estos movimientos inútiles. El problema, enun caso como en otro, consiste en sustituiruna difusión limitada, restringida, por una di-fusión ilimitada. Para esto suprimimos las aso-ciaciones inútiles á nuestro objeto. Hablandocon propiedad, no suprimimos estados de con-ciencia, pero impedirnos que sobrevivan des-pertando estados análogos y que proliferen á suvoluntad. Se sabe además que esta tentativa escon frecuencia impotente, siempre enojosa, yen ciertos casos incesantemente repetida. Almismo tiempo que nosotros impedimos esta di-fusión en todos sentidos, la fuerza nerviosa dis-ponible se economiza en provecho nuestro.Disminuir la difusión inútil, es aumentar laconcentración útil.

Tal es la idea que se puede formar de estefenómeno oscuro, cuando se trata de penetraren su mecanismo, en lugar de recurrir á unapretendida «facultad» de atención que no ex-plica nada. Se debe, por lo demás, reconocercon Terrier «que el fundamento fisiológico so-bre el cual descansa este criterio de la idea-ción, es una cuestión muy delicada y apena

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1 I O E.•FEHMEDADES DE LA VOLUNTAD

susceptible de una demostración experimen-tal (1)». Agreguemos que lo que, precede no pre-tende ser más que una aproximación, no unaexplicación.

(1) Para un estudio más detallado de esta cuestión, aconsejamos nues-

tra 1),9zrhologie l'attention.E

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CAPITULO IV

REINADO DE LOS CAPRICHOS

Querer, es escoger para obrar; tal es paranosotros la fórmula de la voluntad normal.Las anomalías estudiadas hasta aquí se reducená dos grandes grupos: la impulsión falta, y ninguna tendencia á obrar se produce (abulia); laimpulsión muy rápida ó muy intensa impide la,elección. Antes de examinar los casos de ani-quilamiento de la voluntad, es decir, aquellosdonde no hay elección ni actos, estudiemos untipo de carácter en el cual la , voluntad no seconstituye, ó no lo hace más que bajo una formaoscilante, inestable y sin eficacia. El mejorejemplo que se puede dar de ello, es el carácterhistérico. Hablando con propiedad, encontra-mos aquí menos un desorden que un estado cons-titucional. El impulso irresistible simple es comouna enfermedad aguda; los impulsos permanen-tes invencibles se asemejan á una enfermedad

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112 ENFERAII DADES DE LA VOLUNTAD

crOnica, el carácter histérico es una diátesis. Esun estado en que las condiciones de existenciade la voluntad faltan casi siempre.

Tomo del retrato que el Dr. Huchard ha tra-zado recientemente del carácter de las histéri-cas, los rasgos que se relacionan con nuestroobjeto.

Un primer rasgo de su carácter es la movi-lidad. Pasan de un día, de una hora, de un mi-nuto á otro con una increible rapidez; de la ale-gría á la tristeza, de la risa al llanto; versáti-les, fantásticas ó caprichosas, hablan en ciertosmomentos con una locuacidad asombrosa, mien-tras que en otros llegan á ser sombrías y taci-turnas, guardan un mutismo absoluto ó quedansumidas en un estado de somnolencia ó de de-presiOn mental; tienen entonces un sentimiento,vago, indefinible de tristeza, con sensación deopresi(')n en la garganta, de bola ascendente,de opresión epigástrica; rompen en sollozos, óvan á ocultar sus lágrimas en la soledad, quereclaman y que buscan; otras veces, al contra-rio, se ríen de una manera inmoderada, sin mo-tivo serio. Se conducen, dice Ch. Richet, comolos niños, á los que se hace reir á carcajadascuando tienen todavía sobre la mejilla las lá-grimas que acababan de derramar.

»Su carácter cambia como las vistas de unkaleidóscopo, lo que ha hecho decir con razón áSydenham que lo que tienen de más constante

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CA PITULO Iv 113

es su inconstancia. Ayer estaban alegres, ama-.bles y graciosas; hoy están de mal humor, sus-ceptibles, irascibles, enfadándose por todo, pe-sadas y gruñonas por capricho, descontentas desu suerte; nada les interesa, todo las fastidia.Sienten una antipatía muy grande hacia unapersona que antes amaban y estimaban, ó porel contrario, demuestran una simpatía incomprensible hacia otra: persiguen también con suodio á ciertas personas y con tanto encarniza-miento corno empeño habían puesto antes enrodearlas de afección...

»Otras veces su sensibilidad se exalta por losmotivos más fátiles, cuando apenas se conmue-ve por las más grandes emociones; quedan casiindiferentes, impasibles, aun al anuncio de unaverdadera desgracia, y vierten abundantes lá-grimas, se abandonan á la más profunda deses-peración por una sencilla palabra mal interpre-tada, y trasforman en ofensa la más ligerabroma. Esta clase de ataxia moral se observaaun para-sus más queridos intereses: una mues-tra la indiferencia más completa para el des-arreglo de su marido, otra queda impasible anteel peligro que amenaza su fortuna. Tan prontotranquilas corno acaloradas, dice Moreau, (deTours), bienhechoras y crueles, impresionablescon exceso, raramente dueñas de su primer mo-vimiento, incapaces de resistir á impulsos de lamás opuesta naturaleza, presentan una falta de

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II I ENVERYIEDADES DE LA VOLUNTAD

equilibrio entre las facultades morales superio_res, la voluntad, la conciencia, y las facultadesinferiores, instintos, pasiones y deseos.

„Esta excesiva movilidad en su estado deespíritu y sus disposiciones afectivas, esta ins-tabilidad de su carácter, esta falta de fijeza,esta ausencia de determinación en sus ideas yen sus voliciones, explican la imposibilidad en( l ile se encuentran de conservar largo tiempo suatención sobre una lectura, un estudio ó un tra-bajo cualquiera.

»Todos estos cambios se reproducen con lamayor rapidez. En ellas los impulsos no están,camilo en los epilépticos, privados absolutamen-te de intervención de la inteligencia; pero vanr:tpidamente seguidos del acto. Esto es lo queexplica esos movimientos súbitos de cólera é in-dignación, esos entusiasmos irreflexivos, esosenloquecimientos de desesperación, esas explo-siones de alegría loca, esos grandes esfuerzosde afección, esos enternecimientos rápidoseso , bruscos arrebatos durante los cuales obrancomo 'linos mal criados, patalean, rompen losmuebles, sienten una necesidad irresistible depegar.

»Las Histéricas se agitan gobernadas por laspasiones. Todas las diversas modalidades desu carácter, de su estado mental, pueden casiresumirse en estas palabras: ellas no saben, nopueden, no quieren querer. Por esto es, en efec-

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CA P1TU IV 115

io, por lo que su voluntad es siempre oscilantey desmayada; por esto es por lo que se ven siem-pre , en equilibrio inestable; por esto es por loque giran al menor viento, corno la veleta so-bre nuestros techos; por todas estas razones espor lo que las histéricas tienen esa movilidad,,esa inconstancia y esa mutabilidad en sus de-seos, en sus ideas y en sus afecciones (1)».

Este retrato tan completo nos permite abre-viar los comentarios. Ha puesto ante los ojosdel lectoi' ese estado de incoordinación, de rup-tura de equilibrio, de anarquía, de «ataxia mo-ral»; pero nos queda por justificar nuestra aser-ción del principio: que hay aquí una impo-tencia constitucional de la voluntad; que nopuede ésta nacer, porque faltan sus condicio-nes de existencia. Por razones de claridad, an-ticiparé algo de lo que he de exponer conmás detalles y pruebas en las conclusiones deesta obre.

Si observamos una persona adulta, dotadade una regular voluntad, notaremos que su. ac-tividad (es decir, su poder de producir ac-tos), forma en junto como tres pisos; en el másbajo los actos automáticos, reflejos simples ócompuestos, hábitos; encima, los actos produ-- cidos por los sentimientos, las emociones y laspasiones; más alto, los actos razonables. Este

(1) Axenfeld y lluchard, Traité des névroses, 2." edición, 1883, pá-gina 9:18-971.

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116 ENFERMEDADES DE LA VOLUNTAD

último piso supone los otros dos, descansa so-bre ellos y, por consiguiente, de ellos depende,aunque él les da la coordinación y la unidad.,Los caracteres caprichosos cuyo tipo es la his-térica, no tienen más que las dos formas infe-riores; la tercera está como atrofiada. Por na-turaleza, salvo raras excepciones, la actividadrazonable es siempre la menos fuerte. No pre-domina sino á condición de que las ideas des-pierten ciertos sentimientos que son, más bienque las ideas, á propósito para traducirse en ac-tos. Hemos visto que cuanto más abstractas sonlas ideas, sus tendencias motoras son mas débi-les. En las histéricas, las ideas reguladoras nonacen, ó quedan en un estado inerte. Por quedarciertas nociones de orden racional (utilidad,conveniencia. deber, etc.). en estado de concep-ciones simples, es por lo que no son senidas porel individuo, no producen en él ningún eco afec-tivo, no entran en su sustancia, sino que que-dan como un cuerpo extraño; por esto no tienenacción, y, en la práctica, como sino existiesen.El poder de acción del individuo está trancadaé incompleto. La tendencia de los sentimientosy de las pasiones á convertirse en actos es do-blemente fuerte: por sí misma y porque no haynada sobre ella que la encauce y haga con-trapeso; y como es un carácter de los sentimien-tos el marchar rectos al objeto, como los refle-jos, el hacer su adaptación en un solo sentido,

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CAPÍTULO IV

117

unilateral (al contrario de la adaptación racio-nal, que es multilateral), los deseos, nacidosrápidamente, é inmediatamente satisfechos, de-jan el sitio libre para otros, análogos ú opues-tos, según el grado de las variaciones perpe-tuas del individuo. No hay más que caprichos,

1 11 lo más veleidades, un esbozo informe de voli-ción (1).

Este hecho de que el deseo vaya en una soladirección y tienda á gastarse sin retardo, noexplica, sin embargo, la inestabilidad de la his-térica ni su ausencia de voluntad. Si un deseosiempre satisfecho renace siempre, hay estabi-lidad. El predominio de la vida afectiva no ex-cluye necesariamente la voluntad: una pasiónintensa, estable, consentida, es la base de todaslas voluntades enérgicas. Se la encuentra en losgrandes ambiciosos, en el mártir inquebranta-ble en su fe, en el Piel-Roja, burlándose de susenemigos en medio de los tormentos. Hace faltabuscar más profundamente la causa de esta in-estabilidad en la histérica, y esta causa no pue-de ser más que un estado de la individualidad;es decir, en resumen, de la organización. Te-nernos por una voluntad firme aquella cuyo fin,cualquiera que sea su naturaleza, es fijo. Quelas circunstancias cambian, los medios cam-

(1) Notemos al paso cómo es necesario en psicología atender á la gra-dación ascendente de los fenómenos. La volición no es un estado neto ylietermin.ado, que existe ó no existe; tiene sus esbozos y ensayos.

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1 1 8 1: N I, M DA DES DE LA YOLUNTAD

bian, se establecen adaptaciones sucesivas alnuevo medio; pero el centro hacia el cual todoconverge no cambia. Su estabilidad traduce lapermanencia, del carácter en el individuo. Si elmismo fin sigue preferido, aceptado, es, que enel fondo, el individuo sigue siendo el mismo.Supongamos, por el contrario, un organismo.de funciones inestables, cuya unidad—que. noes mas que un consensus—está sin cesar deshe-cha y rehecha sobre un nuevo plan, siguiendo.la variación brusca de las funciones que la com-ponen; claro está que en semejante caso la elec-ción apenas puede aparecer, no puede durar, y.no hay más que veleidades y caprichos. Esto eslo que acontece en la histérica. La inestabilidades un hecho. Su causa más probable está en losdesórdenes funcionales. La anestesia de, los sen-tidos especiales ó de la sensibilidad general, lashiperestesias, los desórdenes de la motilidad,.contracciones, convulsiones, parálisis, las per-turbaciones de las funciones orgánicas, vaso-motoras, secretoras, etc., que se suceden, 4coexisten, tienen el organismo en perpetuo es-tado de equilibrio inestable (1), y el carácter,que no es más que la expresión psíquica del or-ganismo, varía lo mismo. Un carácter establesobre bases tan variables, sería un_ milagro.Encontramos aquí, pues, la verdadera causa de

(1) Para el pormenor de los hechos, véase la obra citada, p. 987-1°13»

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CAPÍTULO IV

119

la impotencia de la voluntad, y esta impoten-cia es, como hemos dicho, constitucional.

Hechos en apariencia contradictorios afir-man esta tesis. Las histéricas están algunas ve-ces poseídas por una idea fija, invencible. Launa se niega á comer, otra á hablar, otra ámirar, porque el trabajo de la digestión, el ejer-cicio de la voz ó de la visión determinarían,piensan ellas, un dolor. Más frecuentementeaún se encuentra ese género de parálisis, queha sido llamado «psíquico» ó «ideal». La histé-rica se queda acostada semanas, meses, y aunaños, creyéndose incapaz de permanecer de pieó de andar. Una sacudida moral ó simplementela influencia de una persona que adquiere suconfianza ó que ejerce gran autoridad, producela curación. Una empieza á andar con la noticiade un incendio, otra se levanta y va al encuen-tro de un hermano ausente desde bacía tiempo,otra se decide á, comer por temor al médico.Briquet, en su Tratado del histerismo, presentamuchos casos de mujeres que él ha curado, ins-pirándoles la fe en su curación. Se podría men-cionar gran número de estas curaciones, llama-das milagrosas, que han despertado la curiosi-dad pública desde la época del diácono Párishasta nuestros días.

Las causas fisiológicas de estas parálisis sonmuy discutidas. En el orden psicológico, com-probamos la existencia de una idea fija, cuyo

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120 ENFERMEDADES DE LA VOLUNTAD

resultado es una suspensión. Corno una idea noexiste por sí misma, y sin ciertas condicionescerebrales, corno no es más que parte de untodo psico-fisiológico — la parte consciente —es preciso admitir qne responde á un estadoanormal del organismo, quizás de los centrosmotores , y que tiene allí su origen. Sea lo quequiera, esto no es, como ciertos médicos hansostenido con insistencia, una «exaltación» dela voluntad; es, al contrario, su ausencia. Vol-vemos á encontrar un tipo morbosoya estudiadoy que no difiere de las impulsiones irresistiblesmás que en la forma; es inhibitorio. Pero nohay contra la idea fija ninguna reacción que'venga directamente del individuo. Es un in-flujo extraño el que se impone y produce unestado de conciencia contrario, con los senti-mientos y estados fisiológicos concomitantes.Resulta de aqui un impulso poderoso á la ac-ción, que suprime y reemplaza el estado de sus-pensión; pero esto apenas es una volición; todolo más tina volición con auxilio de otro.

Este grupo de hechos nos conduce, pues, ála misma conclusión: impotencia de la concien-cia para constituirse (I).

(1) Para los hechos, consáltese Briquet, Traité de l'histérie, X;Axenield et Ilunchard, loe. cit., p. 967-1012; Cruveilhier, Anatomie pa-iholoy ique, lis-. \1'V, p. 4.; Macario, Anea. médico-psychol, vol. III, pá-gina, 62; Ch. Ilichet, lievue des Deux-Mondes, 15 Enero 1880; P. Ili-dler, .Etudes eliniques sur l'histé •o-épilepsie, etc. 3." p. di. II y lasIlotas históricas.

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CAPITULO V

ANIQUILAMIENTO DE LA VOLUNTAD

Los casos de aniquilamiento de la voluntad,cuyo estudio vamos á emprender, son aquellosen que no hay ni elección ni actos. Cuando laactividad psíquica está, ó parece estar, com-pletamente suspendida, como en el sueño pro-fundo, la anestesia provocada, el coma y losestados análogos, es la vuelta á la vida vegeta-tiva: no vamos á decir nada de ello; la vo-luntad desaparece, porque todo desaparece.Aquí, de lo que se trata es de casos en que per-siste una forma de actividad mental, sin quehaya posibilidad de elección seguida de acto.Este aniquilamiento de la voluntad se encuen-tra en el éxtasis y el sonambulismo.

Se han distinguido diversas clases de éxta-sis: profano, místico, morboso, fisiológico, ea-

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122

ENFERMEDADES DE LA VOLUNTAD

taléptico, sonambúlico, etc. Estas distincionesno importan aquí; el estado mental, en el fon-do, es siempre el mismo. La mayor parte de losestáticos llegan á serlo naturalmente, por unefecto de su constitución. Otros secundan lanaturaleza por procedimientos artificiales. Laliteratura religiosa y filosófica del Oriente, dela India en particular, abunda en documentos,con los cuales se ha podido establecer una espe-cie de manual operatorio para llegar al éxtasis.Estarse quieto, mirar fijamente al cielo ó á unobjeto luminoso, ó á la punta de la nariz, ó alombligo (como los monjes del Mont-Athos, lla-mados onfalópsicos), repetir continuamente elmonosílabo Oron (Brahma) representándose elSér Supremo; «retener el aliento», es decir, mo-derar la respiración; «no inquietarse ni deltiempo ni del lugar»: tales son los medios que«hacen semejarse á la luz apacible de una lám-para colocada en un lugar donde no sopla elViento (I)».

(1) Boyai)ad- ifita, lectura 6."—Los doctores budhistas admiten cua-tro grados en la contemplación que conduce al nirvana terrestre.

El primer grado es el sentimiento íntimo de dicha, que nace en el alma ,

del asceta cuando cree haber llegado á distinguir la naturaleza de las eo7

sas. El yogui se ve entonces libre de todo deseo distinto del nirvana; enton-ces juzga y raciocina todavía; pero ha franqueado todas las condiciones del

pecado y del vicio.

En el segundo grado, el vicio y el pecado no le manchan; pero ademásha puesto á un lado el juicio y el raciocinio; su inteligencia no se fija , más

que sobre el nirvana, sólo siente el placer de la atisfacción interior, sinjuzgarlo ni aun comprenderlo.

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CAPÍTULO y 123

Logrado esto, el estático ofrece ciertos caracteres físicos: ya inmóvil y mudo, ya tradu-ciendo la visión de que está poseído en palabras,cantos, actitudes. Raramente se mueve. Su fiso-nomía es expresiva; pero sus ojos, aun abiertos,no ven. Yo oye los sonidos; salvo, en cier-tos casos, la voz de algunas personas. La sen-sibilidad general está apagada; no siente nin-gún contacto; ni el pinchazo ni la quemaduradespiertan el dolor.

Lo que siente interiormente el extático, sóloél puede decirlo, y si no conservase al desper-tar idea de ello, los demás tendrían que redu-cirse á conjeturas. Sus narraciones y sus es-critos muestran, en medio de las diferenciasde razas, de creencias, de espíritu, de tiempo yde lugar, una notable conformidad. Su estadomental se reduce á una idea-imagen óque sirve de centro á un grupo único, que ocu-pa toda la conciencia y se mantiene en ella conextrema intensidad. Muchos místicos han des-

En el tercer grado, el placer de la satisfacción ha desaparecido; el sabioha caído en la indiferencia, para la dicha, uno experimentaba todavía suin-teligencia. Todo el placer que le queda es un vago sentimiento del bienes-tar físico, del que está inundado todo su cuerpo; tiene aún una concienciaconfusa de sí mismo.

En fin, en el cuarto grado, el yogui no goza ya este sentimiento delhienestar físico, por vago que sea; ha perdido también toda memoria, yaun el sentimiento de su indiferencia. Libre de todo placer y de todo dolor,lle-a á la impasitililad, tan próxima al nirvana corno puede serlo durantec.sta Saint-Hilaire, Le Bouddha et su ) .eligiom, p. 136,137).

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12í LMTIIMFDADES DE 1,1 VOLUNTAD

erito este estado con una gran delicadeza, sobretodo Santa Teresa. Extracto, pues, algunos pa-sajes de su autobiografía, para ofrecer al lectorun. a descripción auténtica del éxtasis.

«Para unirse á Dios, hay cuatro grados «deoración», que ella compara á cuatro maneras,cada vez más fáciles, de regar un jardín; «úcon sacar el agua de un pozo, que es á nuestrogran trabajo; ú con noria y arcaduz, que sesaca con un torno... que es á menos trabajo queestotro, y sácase más agua; ú de un río ó arro-yo, esto se riega mijor, que queda mas harta latierra de agua, y no se ha menester regar taná menudo, y es á menos trabajo mucho del hor-telano: ú con llover mucho, que lo riega el Se-ñor sin trabajo ninguno nuestro, y es muy sincomparación mijor, que todo lo que queda di-cho.» (Capitulo XI).

En los dos primeros grados no hay todavíamás que ensayos de éxtasis que la Santa anotade pasada. Algunas veces en medio de una lec-tura, fué sorprendida de pronto por el senti-

miento de la presencia de Dios. Le era absoluta-mente imposible dudar que no estuviese dentro

de ella ó que ella no estuviese enteramente

sumergida en él. Esto no era una visión. Sus-

pende su alma de tal manera, que parece estartoda ella fuera de sí misma. La voluntad ama,la in gnwia le parecía casi perdida, el enten-dimiento no obraba; sin embargo, no se pierde.

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CAPÍTULO V 125

En un grado más alto que no es «ni un éxtasis,ni un sueño espiritual», «sola la voluntad seocupa de manera que sin saber cómo se cativa,solo da consentimiento para que la encarceleDios, como quien bien sabe ser cativo de quienama. . Las otras dos potencias ayudan á la vo-luntad para que vaya haciéndose habil para.gozar de tanto bien; puesto que algunas veces,aun estando unida la voluntad, acaece desayu-dar harto; mas entonces no haga caso dellos,sino estese en su gozo y quietud. Porque si lasquiere recoger, ella y ellas se perderan, que sonentonces como unas palomas, que no se conten-tan con el cebo que les da el dueño del palomar,sin trabajarlo ellas, y van á buscar de comerpor otras partes, y hállanlo tan mal que se tor-nan...» Y luego dice: «Y ansi me parece esgrandísima ventaja cuando lo escribo estar enella (la oracion), porque veo claro, no soy yoquien lo dice, que ni lo ordeno con el entendi-miento, ni sé despues cómo lo acerté á decir:esto me acaece muchas veces.»

En el tercer grado, hé aquí el éxtasis: «Esun sueño de las potencias (facultades), que nidel todo se pierden, ni entienden como obran...Es como uno que está con la candela en lamano, que le falta poco para morir muerte quela desea. Está gozando en aquel agonía con elmayor deleite que se puede decir: no me pareceque es otra cosa, sino un morir casi del todo,

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1126ENFERMEDADES DE LA VOLUNTAD

tu ,i, t , las cosas del mundo, y estar gozando de

Dios. Vo no otros témenos como lo decir, nicomo lo declarar, ni entonces sabe el alma quéi h wer; porque ni sabe si hable, ni si calle, ni si•ia, ni si llore. Es un glorioso desatino, una ce-

1( ,,,tial locura adonde se deprende la verdadera,abidi tría y es deleitosisinia manera de gozar elalma... Estando ansi el alma buscando á Dios,siente con un deleite grandísimo y suave, casidesfallecer toda con una manera de desmayo,que le va faltando el huelgo y todas las fuerzastemporales; de manera que, si no es con muchapena, no puede aun menear las manos; los ojosse le cierran sin quererlos cerrar; y si los tieneabiertos no ve casi nada; ni si lee acierta á de-( . ir letra, ni casi atina á conocerla bien; ve quehay letra, mas como el entendimiento no ayu-da, no sabe leer, aunque quiera; oye, mas noentiende lo que oye. Ansi que de los sentidos no'se aprovecha nada... Hablar es por demás queno atina á formar palabra, ni hay fuerza yaque atinase para poderla pronunciar; porquetoda la fuerza exterior se pierde, y se aumenta( ,n las del alma, para mejor poder gozar de sugloria... Verdad es que á los principios pasa entan breve tiempo, (al menos á mi así me acon-tecía), que en estas señales exteriores, ni en lafalta (le los sentidos, no se da tanto á entender...Y nótese esto, que á mi parecer, por largo quesea el espacio de estar el alma en esta suspen-

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CAPÍTULO V

1'27

.sion de todas las potencias, es bien breve; cuan-do estuviese media hora es muy mucho: yonunca, á mi parecer, estuve tanto. Verdad es,que se puede mal sentir lo que se está, pues nose siente; mas digo que de una vez es muy pocoespacio sin tornar alguna potencia en sí. Lavoluntad es la que mantiene la tela, mas lasotras dos potencias presto tornan á importunar;como la voluntad está queda, tórnalas á sus-pender, y están otro poco y tornan á Vivir. Enesto pueden pasar algunas horas de oracion, yse pasan... _Mas este estar perdidas del todo, ysin ninguna imaginación en nada (que á mi en-tender tambien se pierde del todo), digo que esbreve espacio; aunque no tan del todo tornanen sí, que no puedan estar algunas horas comodesatinadas, tornando de poco en poco á coger-las Dios consigo... Quien lo hubiere probadoentenderá algo de esto, porque no se puede de-cir más claro, por ser tan oscuro lo que allípasa. Solo podré decir que se representa estarjunto con Dios, y queda una certidumbre queen ninguna manera se puede dejar de creer.Aquí faltan todas las potencias, y se suspendende manera que en ninguna manera (como hedicho), se entiende que obran... Ansi que á estamariposilla importuna de la memoria, aquí sequeman las alas; ya no puede más bullir. Lavoluntad debe estar bien ocupada en amar, masno entiende como ama; el entendimiento, si en-

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128 ENFERMEDADES DE LA VOLUNTAT)

tiende, no se entiende como entiende, al menosno puede comprender nada de lo que entien-de» (1).

No seguiré á Santa Teresa en su descripcióndel «arrobamiento » (cap. XX), «ese águila di-vina que con una impetuosidad súbita os cogey os arrebata. » Bastan estos trozos, y si se leencon atención no se vacilará en atribuirles todoel valor de una buena observación psicoló-gica (2).

Examinando los reldos detallados de otrosextáticos (que no puedo trasladar aquí), en-cuentro que debemos para nuestro estudio, es-tablecer dos categorías.

En la primera, la motilidad persiste en cier -to grado. La extática sigue en su evolución, yreproduce con movimientos apropiados, la Pa-

(1) La vida de la Santa Madre Teresa de Jesús, escrita porella misma. Comp. también Plotin, Enneades, VI; Tauler, Institutioncliptienne, cap. XII, XXVII, XXXV.

(2) Santa Teresa describe así su estado físico durante su «arrobamien-

to»: «Digo que muchas veces me parecía me dejaba el cuerpo tan ligero

que tod la pesadumbre dél me quitaba, y algunas era tanto que casi 11(}

entendía poner los piés en el suelo. Pues cuando está en el arrobamiento

el cuerpo queda corno muerto, sin poder nada de sí muchas veces, y como

le toma se queda siempre, si sentado, si las manos abiertas, si cerradas._Porque, aunque pocas veces se pierde el sentido, algunas me ha acaecido ámí perderle del todo, pocas y poco rato; mas lo ordinario es, que se turba,

y aunque no puede hacer nada de sí cuanto á lo exterior, no deja de en-tender y oir como cosa de lejos. No digo que entiende y oye, cuando estáen lo subido de él... (La vida de la Santa Madre Teresa de Jesús,escrita por ella misma.—lliblioteca de Autores Españoles, t. 53.—Ma-drid, Riba.deneyra, 186:1.)

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CAPÍTULO Y 1 9

sión, la Natividad ó algún otro drama religio-so. Es una serie de imágenes muy intensa, quetiene un punto de partida invariable, y un en-cadenamiento invariable, que se repite en cadaacceso con un perfecto automatismo. De elloson ejemplos bien conocidos María de -Moerl yLuisa Lateau.

La otra categoría es la del éxtasis en reposo.La idea sola reina; de ordinario abstracta ó me_tatísica: Dios para Santa Teresa y Plotin, me-jor aún el nirvana de los budistas. Los movi-mientos quedan suprimidos: no se siente más«que un resto de agitación interior.»

Notemos de pasada cómo concuerda esto conlo que se ha dicho anteriormente: que con lasideas abstractas la tendencia al movimiento es-tá en su mínimum; que siendo estas ideas re-presentaciones de representaciones, puros es-quemas, el elemento motor se debilita en la mis-ma medida que el elemento representativo.

Pero en uno como en otro caso, el estadomental del éxtasis es una infracción completa álas leyes del mecanismo normal de la concien-cia. Esta no existe más que á condición de uncambio perpetuo; es esencialmente discontinua.Una conciencia homogénea y continua es unimposible. El éxtasis realiza en lo posible estacontinuidad. Pero Santa Teresa nos lo acaba dedecir: ó la conciencia desaparece, ó el entendimipnto y la memoria (es decir, la discontinui-

9

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1 30 ENFERMEDADES DE LA VOLUNTAD

dad) despiertan por momentos y vuelve á apa-•ecer la conciencia.

Esta anomalía psicológica se complica conotra. Todo estado de conciencia tiende á gastar-se en razOn misma de su intensidad. En el éxta-sis más alto, el gasto es nulo del todo ó casi nuloy la intensidad intelectual se mantiene, gracias

la ausencia de esta fase motriz. El cerebro,Organo á la vez intelectual y motor en estadonormal, cesa de ser motor. Además, en el ordenintelectual, los estados de conciencia hetero-g(1, neos y múltiples que constituyen la vida or-dinaria han desaparecido. Las sensaciones que-dan suprimidas, y con ellas las asociaciones quesuscitan. Una representación única la absorbetodo. Si se compara la actividad psíquica nor-mal con un capital en circulación, modificadosin cesar por los ingresos y los gastos, se puededecir que aquí el capital está todo en junto;la difusión se convierte en concentración, loextensivo se transforma en intensivo. No es deextrañar, pues, que, en este estado de eretismointelectual, la extática parezca transfigurada,por cima de sí misma. Es cierto que las visio-nes de la grosera campesina de Sanderet, queveía una Virgen toda de oro en un paraíso deplata, no se parecen en nada absolutamente álas de una Santa Teresa ó de un Plotin; perocada inteligencia en el momento del éxtasis dasu máximum.

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CAPÍTULO V 131

¿Es acaso necesario, ahora, investigar porqué en este estado no hay ni elección ni actos?¿Cómo podría haber elección, si ésta supone laexistencia de ese todo complejo que se llama elyo, y que ha desaparecido; si, estando reducidala personalidad á lana idea ó á una visión úni-ca, no hay estado que pueda ser elegido, es de-cir, incorporado al todo con exclusión de losdemás; si, en una palabra, no hay nadie quepueda elegir, nada que pueda ser elegido? Tan-to valdría suponer una elección sin electores nicandidatos.

La acción también queda agotada en sufuente, anulada. No subsisten de ella más quelas formas elementales (movimientos respirato-rios, etc.), sin los cuales sería imposible la vidaorgánica. Encontrarnos aquí un caso curioso decorrelación ó de antagonismo psicológico; todolo que gana una función, lo pierde la otra; todolo que gana el pensamiento, lo pierde el movi-miento. Desde este punto de vista, el éxtasis eslo contrario de los estados en que triunfa lamovilidad, tales como la epilepsia, la corea, lasconvulsiones. En éstos, máximum de movi-mientos con mínimum de conciencia; en aquél,intensidad de conciencia con mínimum de mo-vimiento. hay, en cada momento, más queun cierto capital nervioso y psíquico disponi-ble; si una función lo acapara, es en detrimen-to de las demás. El acaparamiento, en un sen-

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1 32 ENFL11MEDADES DE LA VOLUNTAD

tido ó en otro, depende de la naturaleza del in-dividuo.

Después de haber estudiado la anulación dela voluntad en su forma más elevada, notemosque en la contemplación, en la reflexión pro-funda se encuentran formas mitigadas y decre-cientes de esta anulación. La ineptitud de losespíritus contemplativos para la acción tienerazones fisiológicas y psicológicas, cuya expli-cación nos ha dado el éxtasis.

II

Sería tan interesante para el psicólogo comopara el fisiólogo saber lo que produce la aboli-ción de la conciencia en el sonambulismo natu-ral ó provocado y de qué condiciones orgáni-cas resulta éste. A pesar de los trabajos perse-< q iidos con ardor durante estos últimos años,no existen acerca de este punto más que teorías,y se puede escoger entre muchas hipótesis.Unos, como Schneider y Berger, lo considerancomo resultado de la « atención expectante»,que produce una contracción unilateral y anor-mal de la conciencia. Preyer ve en él un casoparticular de su teoría del sueño. Otros, comoRumpf, admiten cambios reflejos en la circula-ción cerebral, fenómenos de hiperemia y deanemia en la superficie de los hemisferios cere-brales. Heidenhain que combate esta última

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CAPITULO V 133

teoría, explica el hipnotismo por un acto de sus-pensión. Se produciría por una suspensión deactividad de las células, nerviosas corticales,quizá por cambio de disposición molecular; deesta manera, el movimiento funcional de la sus-tancia, gris quedaría interrumpido. Esta últimahipótesis es h que parece reunir más partida-rios. Como no es, al menos desde el punto devista psicológico, más que una simple afirma-ción de hecho, podemos atenernos á ella.

Sería inútil describir un estado descrito tan-tas veces y con tanto cuidado.Notemossolamen-te que los términos sonambulismo, hipnotismoy sus análogos no designan un estado idénticoen todos y en todas partes (1). Este estado va-ría en el mismo individuo desde el simple ador-mecimiento hasta el estupor profundo; y de unindividuo á otro según la constitución, el há-bito, las condiciones patológicas, etc. Así, pues,sería ilegítimo afirmar que hay siempre anu-lación del poder voluntario. Vamos á ver quehay casos muy dudosos.

Tomemos primero el hipnotismo bajo laforma que muchos autores han llamado letár-gica. La inercia mental es absoluta; la concien-cia queda abolida; los reflejos son exagerados,exageración que va siempre á la par de la de-bilitación de la actividad superior. A la voz del

(1) Véanse en epeci,d, los artículos de M. C11. Itichet en la Revuephilosophique de Octubre y de Noviembre de 1880 y de Marzo de 1883

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134 ENFERMEDADES DE LA VOLUNTÁD

operador, el hipnotizado se levanta, anda , sesienta, ve á ausentes, viaja, describe paisajes,

-No tiene otra voluntad que la del operador.fié aquí lo que esto significa, en términos másprecisos: En el campo vacío de la concien-cia se suscita un estado, y, como todo estado deconciencia tiende á pasar al acto—inmediata-mente ó después de haber despertado asocia-ciones—el acto se produce. Este no es más queun caso de una ley bien conocida que en el or-den psicológico es la análoga del reflejo en elfisiológico: y el paso al acto es aquí tanto másfácil cuanto que no hay nada que lo dificulte,ni poder de suspensión, ni estado antagónico,pues la idea sugerida es la única que reina en_la conciencia dormida. Hechos en apariencia.más extraños se explican del mismo modo. Sabido es, que colocando los miembros del hipno-t izado en determinadas posturas, se despiertanen él los sentimientos de orgullo, de terror, dehumildad, de piedad; que si se le disponen para.trepar, intenta hacerlo; que si se le pone en la.mano algún instrumento de su trabajo usual,trabaja. Claro es que la posición impuesta á los.miembros despierta en los centros cerebrales losestados de conciencia correspondientes, á los.cuales están asociados por numerosas repeticio-nes. Una vez despertada la idea, está en lasmismas condiciones que la nacida de una ordenó sugestión directa del operador. Todos estos

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casos son, pues, reduc tibies á una misma fór-mula: el hipnotizado es un autómata al que sehace funcionar según la naturaleza de su orga-nización. Hay anulación absoluta de la volun-tad, pues la personalidad consciente queda re-ducida á un solo y único estado, que no es esco-gido ni rechazado, sino sufrido, impuesto.

En el sonambulismo natural, el automatis-mo es espontáneo, es decir, que tiene por ante-cedente algún estado cerebral, que tiene á suvez por antecedente alguna excitación particu-lar en el organismo. Aquí, muchas veces elautomatismo es de un orden superior; lit seriede los estados suscitados es larga y cada tér-mino de la serie es complejo. Se puede darcorno tipo de ella al cantante, cuya historia hacontado Mesnet: si se le presenta un bastón, lotoma por un fusil, y resucitan sus recuerdosmilitares; carga el arma, se tumba en el suelo,apunta con cuidado y dispara. Si se le pre-senta un rollo de papel, los recuerdos de suoficio actual resucitan, lo desarrolla y canta átoda voz (1). Pero la repetición invariable delos mismos actos, en el mismo orden, en cadaacceso, da á todos estos hechos un carácter muyclaro de automatismo, del cual toda voluntadqueda excluída.

(1) De l'antoffica?:sme de la nlémoire et de. souvertir (lavs le so-nahtbalisrne patliologique. París 1871. Véase también P. Richer, oh. cit.,p. 391 y siguientes.

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Hay, sin embargo, casos equívocos. Bur-dach nos habla de una «oda muy hermosa»,compuesta en estado de sonambulismo. Se hacitado muchas veces la historia de aquel curap ie, componiendo un sermón, corregía y reto-caba sus frases, cambiaba el lugar de los epíte-tos. Otra persona intenta suicidarse varias ve-ces y en cada acceso emplea medios nuevos.Los hechos de este género son tan numerososque, aun concediendo su parte á la credulidadv L la exageración, no es posible desentender-se de ellos.

Podría decirse que semejantes actos suponenuna comparación, seguida de una elección, deuna preferencia; y esto es lo que se llama unavolición. Existirá, en este caso, un poder vo-luntario, es decir, una reacción propia del in-dividuo,—sordo, oscuro, limitado, pero activo.

Se puede sostener también que el automatis-mo basta por sí sólo. ¿No es una verdad recono-cida que, en estado normal, es á menudo auto-mático y que no por esto vale menos? Lo quelos poetas llaman inspiración, ¿no es un tra-bajo cerebral, involuntario, casi inconsciente,o que, por lo menos, no llega á la concienciamás que bajo la forma de resultados? Relee-mos lo escrito por nosotros, y nuestras co-rrecciones son muchas veces espontáneas, esdecir, que el movimiento del pensamiento traeuna zu,ociación nueva de palabras y de ideas

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que se sustituye inmediatamente á la otra.Es, pues, posible que el individuo, como sérque escoge y prefiere, no intervenga en ellopara nada. Sutilizando más, se puede sostenerque todos estos casos no son rigurosamentecomparables; que, si para componer una odabasta el automatismo, no basta para corregir-la; que en este último caso hay una elección,tan rápida, tan insignificante como se la quierasuponer. En lugar de un cero de voluntad,tendríamos un mínimum de voluntad. Esta opi-nión puede referirse á la primera, ó no está se-parada de ella, más que por una media tinta,

El lector elegirá entre estas dos interpreta-ciones. Pasemos á casos en que los datos sonmás claros.

Hay en los hipnotizados numerosos ejemplosde resistencia. Una orden no es obedecida, unasugestión no se impone de golpe. Los magneti-zadores del siglo pasado recomendaban al ope-rador el tono de autoridad, al operado la fe, laconfianza que produce el consentimiento y ex-cluye la resistencia.

Durante el estado de sonambulismo, B...ejecuta inmediatamente que se le ordenan, cier-tos actos, pero se niega á otros. Con la mayorfrecuencia no quiere leer, estando seguros Uque ve, á pesar de la oclusión aparente de lospárpados... Colocando las manos de B... en laactitud de la oración, ésta se impone á su espi

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ritu. A las preguntas responde que reza á laVirgen Santa; pero que no la ve. En tanto quelas manos permanecen en la misma posición,continúa su oración y no disimula su desagradosi se trata de distraerla. Cambiando de posturalas manos, la oración cesa en seguida. Por fa-tal que sea la plegaria, en este caso es razonada.eli cierto modo, pues la enferma resiste á las.distracciones y es capaz de sostener una discu-sión con el que viene á interrumpirla» (1).

Uno de los casos de NI. Ch. Richet, que sinninguna dificultad se deja metamorfosear en.oficial, en marinero, etc., se resiste, por el con-trario, con lágrimas, á ser cambiado en sacer-dote; lo cual explican suficientemente el carác-ter, las costumores del sujeto y el medio en queha vivido.

Se encuentran, pues, casos en que coexistendos estados; uno por una influencia del exte-rior, el otro por una influencia del interior. Co-nocemos el poder automático del primero. Aquíun estado contrario le contiene; existe algunacosa que se parece á un poder de suspensión. Pe-ro este poder es tan débil que cede de ordinarioá, ataques repetidos, tan vago que no se puede-determinar su naturaleza. ¿No es más que unestad() de antagonista conciencia, suscitado porla misma sugestión, de modo que todo se redu-

(1) P. Rieher, Elude sur l'hystéro-épilepsie, p. 426427.

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eiria á la coexistencia de dos estados contrarios?¿Es más complicado y hay que admitir que re-presenta la suma de las tendencias que existentodavía en el individuo y algunos r 'stos de !oque constituye su carácter? Si se acepta la teo-ría de Heidenhain, se tendrá, en el estado llamado letárgico, una suspensión completa de la.actividad funcional; la orden ó la sugestiónpondrán en juego un número infinitamente res-tringido de elementos nerviosos, en la capa cor-tical; por último, en el estado de resistenciasurgirán de su sueño algunos de estos elemen-tos, que en el estado normal forman la base psi-cológica y fisiológica del individuo, y son laexpresión sintética de su organismo. Hay queconfesar que, aun admitiendo esta segunda hi-pótesis, lo que quedaría del poder voluntario,de la posibilidad para el individuo de reaccio-nar sobre su naturaleza, sería un embrión, unpoder tan desprovisto de eficacia, que apenas sele podría llamar una voluntad.

'Notemos además que si es dificil para el ob-servador adivinar qué poder de reacción per-siste en la persona que resiste, ésta es todavíapeor juez de ello:

«Un análisis atento de los fenómenos, tal co-mo pueden hacerlo'hombres instruidos é inte-ligentes que han consentido en someterse á laacción del magnetismo, muestra cuán difícil esaun al sujeto dormido el darse cuenta de que

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no simula. Para hacer estas observaciones noes preciso que el sueño sea muy profundo... Enel período del letargo se conserva la conciencia,y sin embargo, hay un comienzo de automatis-mo muy manifiesto.

»Un médico de Breslau había afirmado áN. Heidenhain que el magnetismo no le haríaninguna impresión; pero después que estuvoaletargado, no pudo pronunciar una sola pala-bra. Despierto, declaró que había podido ha-blar muy bien y que si no había dicho nadaera porque no había querido. Nuevo letargo me-diante algunos pases: nueva impotencia de lapalabra. Se le despierta otra vez y se ve forza-do á reconocer que, si no hablaba, era porqueno podía hablar.

Uno de mis amigos, estando sólo aletargado,y no completamente dormido, ha estudiadoeste fenómeno de la impotencia coincidiendocon la ilusión del poder. Cuando yo le indicoun movimiento, lo ejecuta siempre aun cuandoantes de estar magnetizado estaba perfectamen-te decidido á resistirme. Esto es lo que más lecuesta comprender al despertar. «Ciertamente,me dice, yo podría resistir; pero no tengo vo-luntad para hacerlo». También á veces estátentado de creer 'que él finge. «Cuando estoyaletargado, me dice, finjo el automatismo, aun-que me parece que podría hacer lo contrario.Yo llego con la firme voluntad de no fingir, y á

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mi pesar, desde que comienza el sueño me pa-.. rece que finjo». Se comprenderá que este géne-

ro de fingimiento de un fenómeno se confundeabsolutamente con la realidad de este fenóme-no. El automatismo está probado por el solohecho de que personas de buena fe no puedenobrar sino como autómatas. Poco importa quecrean poder resistir. No resisten. lié aquí el he-cho que debe tomarse en consideración, y nola ilusión que se forman de su poder de resis-tencia, al decir de ellos (1)».

Sin embargo, este poder de resistencia, pordébil que 'sea, no es igual á cero; es una últimasupervivencia de la reacción individual, extra-ordinariamente empobrecida; está en el umbraldel aniquilamiento, pero sin pasarlo. La ilusiónde este débil poder de suspensión debe respon-der á algún estado fisiológico igualmente pre-cario.

En suma, el estado de sonambulismo natu-ral provocado, puede considerarse á justo tí-tulo como un aniquilamiento de la voluntad.Los casos de excepción son raros, oscuros;aportan, sin embargo, su parte de enseñanza.Muestran una vez más que la volición no esuna cantidad invariable, sino que decrece has-ta el punto de que se puede sostener igualmen-te q ue existe y que no existe.

(1) Ch. Itichei, art. citado, p. 348 -349.

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_Mencionaré de paso un hecho que apenasentra en la patología de la voluntad, pero quese presta á reflexión. Se puede dar á ciertos su-jetos hipnotizados la orden de ejecutar un actomás tarde, en un momento determinado deldía, ó aun en fecha más lejana (á los ocho ódiez días). Vueltos en sí ejecutan esta orden ála hora señalada en el día fijado, declarando deordinario «que no saben por qué». En algunoscasos más curiosos, estas personas dan razonesfútiles para explicar su conducta, para justificareste acto que no procede de su espontaneidad,sino que se les ha impuesto sin que ellos losepan.

«Nuestra ilusión del libre albedrío , diceSpinosa, no es más que la ignorancia de los mo-tivos que nos hacen obrar». Este hecho y susanálogos, ¿no vienen en su apoyo?» (1).

(1) El estado de la voluntad en los hipnotizados, ha dado lugar en estos

últimos i iempos á discusiones muy vivas y de una gran importancia prác-

tica. Acabamos de ver que es fácil durante el hipnotismo mandar á ciertos

sujetos actos que deberán cumplir á una fecha dada. Olvido completo delmandato al despertar, y (á lo que parece), hasta el momento del cumpli-

miento. El hipnotizado, ¿no puede así llegar á ser un instrumento pasivo

en manos del operador, por aniquilamiento de la voluntad?Se han sostenido dos opiniones contrarias.

Para la Escuela de Nancy (Liébault, Beaunis, Bernheim, Liégeois), la

confiscación de la voluntad es completa, y toda resistencia á los mandatoses vencida á la larga en la persona francamente sugestionable que se haceasí «perinde ac cadaver».

La Escuela de París (Charcot, Brouardel, etc.), rechaza esta tesis abso-luta, «que• no se apoya más que sobre crímenes de laboratorio» (es decir,ficticios, simulados, ejecutados por condescendencia). Sostiene que la resis-

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CAPITULO V

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tencia es posible; muy débil cuando el acto mandado es una futilidad, au-mentaría en proporción de la gravedad del acto sugerido. Esta resistenciase manifestaría de muchas maneras: resistencia á despertarse si no se re-voca la orden, sueño ó crisis en el momento de la ejecución, etc. «El hip-

notizado no ejecuta más que lo que quiere ejecutar». Para esta discusiónconsúltese á Beaunis, Le sonambulisme provoqué; Bernheim, De lasuggestion, etc.; Liégeois, De la suggestion et du sonambulisme; Pi-

tres, Des suggestions hypnoti,ques; GilIes de la Tourette, L'hipnotis-me et les états analogues.

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CAPITULO VI

CONCLUSIÓN

Después de haber examinado los diversostipos morbosos, 'veamos si se puede descubriruna ley que resuma la patología de la voluntady arroje alguna luz sobre su estado normal.

La volición solo existe á título de hecho, esdecir, es una elección seguida de actos. Paraque se produzca son necesarias ciertas condi-ciones. Una falta de impulso ó de suspensión,una exageración de la actividad automática, deuna tendencia, de un deseo, de una idea fija,la anulan durante un instante, una hora, undía, un período de la vida. La reunión de es-tas - condiciones, necesarias y suficientes, pue-de llamarse voluntad. Por lo que toca á, las vo-liciones, es una causa, aunque ella misma sea

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í6 ENFERMEDADES DE LA VOLUNTAD

una suma de efectos, una resultante que varíacon sus elementos; la patología nos lo ha de-mostrado.

Estos elementos, que indico brevemente, son:1. 0 Las tendencias á la acción (ó á la suspen-

sión) que resultan de las circunstancias, delmedio, de los consejos, de la educación; en unapalabra, todas las que son efectos de causas ex-teriores.

2.° El carácter, elemento principal, efecto(le causas interiores, y que no es una entidad,sino la resultante de esa miríada de estados yde tendencias infinitamente pequeños, de todoslos elementos anatómicos que constituyen uncierto organismo; en términos más breves, elcarácter es para nosotros la expresión psicoló-gica de un cierto cuerpo organizado, que sacade sí mismo su propio color, su tono particu-lar y su permanencia relativa. Esta es la baseúltima sobre que descansa la posibilidad delquerer, lo que le hace enérgico, blando, inter-mitente, trivial, extraordinario.

Ahora, si consideramos la voluntad no yaen sus elementos constituyentes, sino en los mo-mentos que recorre para constituirse, vemosque la volición es el último términd de una evo-lución progresiva, cuyo reflejo simple es el pri-mer escalón: es la forma más alta de la activi-dad, entendida siempre en el sentido preciso depoder de producir actos, de poder de reacción.

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CAPÍTULO VI 1 17

Tiene por base un legado de generacionessin número, registrado en el organismo: es laactividad automática primitiva de coordinaciónsimple, casi invariable, inconsciente, aunquehaya debido, en lo lejano de los siglos, seracompañada de un rudimento de concienciaque se ha separado de ella á medida que la coor-dinación, haciéndose más perfecta, se ha orga-nizado en la especie.

Sobre esta base se apoya la actividad cons-ciente ó individual de los apetitos, deseos, sen-timientos, pasiones, de coordinación más com-pleja y mucho menos estable.

Más arriba, la actividad ideo-motriz, que, ensus manifestaciones extremas alcanza una coor-dinación á la vez firme y muy complicada, esla volición completa.

Se puede, pues, decir que tiene por condi-ción fundamental una coordinación jerárquica,es decir, que no basta que los reflejos sean coor-dinados con los reflejos, los deseos con los de-seos, las tendencias racionales con las tenden-icias racionales; sino que es necesaria una coor-dinación entre estos diferentes grupos, una coor-dinación con subordinación tal, que todo con-verja hacia un punto único; el fin que hay quealcanzar. Que el lector recuerde los casos mor-bosos estudiados anteriormente, en particularlos impulsos irresistibles, que por sí solos repre-sentan la patología de la voluntad casi comple-

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ta, y reconocerá que todos se reducen á esta fór-mla: ausencia de coordinación jerárquica, ac-

ción independiente, irregular, aislada, anár-quica.

Si consideramos, pues, la voluntad, sea ensus elementos constituyentes, sea en las fasessucesivas de su génesis (y los dos aspectos soninseparables), vemos que la volición, su últimoresultado, no es un acontecimiento que no sesabe de dónde proviene, sino que echa sus raí-ces en lo más profundo del individuo, y másallá del individuo en la especie y las especies.No viene de arriba, sino de abajo; es una subli-mación de los elementos inferiores. Yo compa-raría la volición, una vez afirmada, á lo quese llama en arquitectura una clave de bóveda.A esta piedra la bóveda debe, más que su soli-dez, su existencia; pero esta piedra no saca supotencia más que de las otras que la sostienen,y la aprietan, como á su vez ella las empuja ylas afirma.

Estos preliminares, muy abreviados, eranindispensables para comprender la ley que rige'la disolución de la voluntad; porque si las con-sideraciones que preceden son justas, como la.disolución sigue siempre el orden inverso de laevolución, se sigue que las manifestaciones vo-luntarias más complicadas deben desaparecerantes que las más sencillas, las más sencillasantes que el automatismo. Para dar al enuncia-

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CAPÍTULO VI I S 9

do de la ley su forma exacta, tratando la voli-ción, no como un acontecimiento singular, sinocomo la más alta manifestación de la actividad,diremos: La disolución sigue una marcha regre-siva de lo más voluntario y de lo más complejoá lo menos voluntario y á lo más sencillo, es de-cir, al automatismo.

Se trata ahora de ver que esta ley está com-probada por los hechos. No tenemos más queelegirlos.

En 1868, Hughlings Jackson, estudiando.ciertos desórdenes del sistema nervioso, hizonotar, creo que el primero, «que los movimien-tos y las facultades más voluntarias y más es-peciales se resienten las primeras y más quelas otras (1)». Este «principio de disolución óde reducción á un estado más automático»,fue establecido por él, como correlativo de lasdoctrinas de Herbert Spencer sobre la evolucióndel sistema nervioso. Toma un caso de los mássencillos, la hemiplegia común por lesión delcuerpo estriado. Un coágulo sanguíneo nos sir-ve para hacer la experiencia. Vemos que elpaciente, cuya cara, lengua, brazo y pierna es-tán paralizados, ha perdido los movimientosmás automáticos. «El estudio de los casos dehemiplegia nos muestra, que las partes exter-nas que sufren más son las que, hablando psi-

(1) Cl¿nieal and physiological Researches 071 the nervous S1/8—,P M. Londres, en 8. n , 1875.

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ENFEHMEDADES DE LA VOLUNTAD

cológicamente, dependen más directamentede la voluntad; y, fisiológicamente hablandoimplican el mayor número de movimientos di:ferentes, producidos con el mayor número deintervalos diferentes», en lugar de ser simultá-neos como los movimientos automáticos. Si lalesión es más grave, y si alcanza, no sólo las.partes más voluntarias del cuerpo (cara, bra-zos, piernas), sino las que son menos volunta-rias (pérdida de ciertos movimientos de los ojos,.y de la cabeza y de un lado del pecho', se en-cuentra que las partes más voluntarias estánmucho más paralizadas que las otras.

Ferrier, de igual modo, hace notar (1) quela destrucción general de la región motora, enla corteza del cerebro, como la del cuerpo es-triado, produce «las mismas perturbaciones re-lativas de los diferentes movimientos, siendolos más afectados y paralizidPs los que estánmás bajo la influencia de la voluntad, por lomenos después que ha pasado el primer choque.La parálisis facial reside, sobre todo, en la re-gión facial inferior, acentuándose sobre los mo-vimientos más independientes, no siendo másque ligeramente afectados el frontal y losmúsculos orbiculares. Los movimientos de lapierna se afectan menos que los del brazo, los(lel brazo menos que los de la mano.»

et ) F errier, De la localisation des maladies cérébrales, trad_nane., p. 142.

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CAPÍTULO vr 151

El mismo autor, estableciendo una distin-ción entre las diferentes clases de movimientosy sus. centros respectivos, «los que implican laconciencia y que llamaremos voluntarios en elsentido estricto de, la palabra,» (los- centros cor-ticales superiores) y los «que son descritos co-mo automáticos, instintivos, incluyendo lasadaptaciones motoras del equilibrio y de lacoordinación motora, la expresión, instintiva delas emociones, y que están organizados de unmodo más ó menos completo en los centros sub-yacentes de la conciencia», afirma que estosúltimos tienen una independencia relativa quellega al máximum en los vertebrados inferiores(rana, paloma), al mínimum, en -el mono y elhombre. «Me atreví á predecir, añade, que enlos animales cuyas facultades motoras no pare-cían sufrir mucho de una lesión destructiva delos centros nerviosos, debían estar paralizadoslos movimientos que implican la conciencia(movimientos voluntarios) y que no estabanautomáticamente organizados. Esto es lo quehan confirmado ampliamente las investigacio-nes de Goltz. Ha demostrado que aunque la patadel perro no esté definitivamente paralítica, entanto que es órgano de locomoción, por unalesión de la corteza, lo está, en tanto que sirvede mano y está empleada corno tal (1). Esta últi-

(1) Ferrier, p. 36 y 37. En el experimento de Goltz, si la lesión está eael cerebro izquierdo, en todo movimiento en que el perro tiene costunt-

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ma experiencia es para nosotros del mayor finte-rés; nos muestra que en un mismo órgano adap-tado á la vez á la locomoción y á la prehensión,la una persiste, aunque alterada, mientras quela otra, más delicada, desaparece.

La instabilidad de la acción Voluntaria,compleja, superior (todo es uno), con respectoá la acción automática, simple, inferior, semuestra aún bajo una forma progresiva en laparálisis general de los locos. «Las primerasimperfecciones de la movilidad, dice Foville,las que se traducen por un defecto, que apenasse indica, en la armonía de las contraccionesmusculares, son tanto más apreciables cuantomás se relacionan con movimientos delicados,que exigen una precisión y una perfeccióngrandes en su ejecución. No es, pues, de extra-ñar que se traduzcan al principio en las ope-raciones musculares tan delicadas que concu-rren á la fonación». Se sabe que la torpezade la palabra es uno de los primeros síntomasde esta enfermedad. Tan débil al principio que8610 un oido ejercitado es capaz de notarla,la perturbación de la pronunciación aumenta

bre de servirse de la pata anterior á modo de mano, olvida el uso de la

pata derecha. Así es que sujetará un hueso sólo con la pata anterior iz-quierda; esta pata es la que empleará para escarbar el suelo ó tocar laherida. Si se ha enseñado al animal á dar la pata cuando se le mande,después de la .mutilación, no dará más que la pata izquierda, mientras que

conservará su pata derecha como clavada al suelo. (Goltz, ap.i.;neyel. des seienees médicales, art. Nerveux).

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CAPITULO VI 1 53

progresiva nwnte y da lugar á un tartamudeo

»Los músculos que contribuyen á la articu-lación han perdido toda su armonía de acción;ya no pueden contraerse sino con esfuerzo; lapalabra se ha hecho incomprensible.

»En los miembros, las lesiones de la movi-lidad no afectan al principio más que á los mo-vimientos que exigen más minucia y precisión.El enfermo puede hacer grandes marchas yservirse de sus brazos para ejercicios que nopiden más que movimientos de conjunto; perono puede ejecutar pequeñas operaciones delica-das con los dedos, sin temblar un poco y sin po-nerse á ello varias veces; se observa esto si sele manda recoger del suelo un alfiler ó darcuerda á su reloj, etc. Los artesanos habituadospor su oficio á trabajos de precisión, se im-posibilitan mucho antes que los empleados entrabajos groseros. Cuando se trata de escribir,se tiene la pluma con una indecisión que se tra-duce por una irregularidad más ó menos pro-nunciada de los caracteres trazados. Cuantomás avanza la enfermedad en su marcha, mástemblorosa y desfigurada sale la escritura; demodo que comparando una serie de cartas es-critas en épocas diferentes se pueden seguir losprogresos sucesivos ue la afección, hasta que elenfermo llega á ser incapaz de escribir.

›fillás tarde, la indecin de los miembros

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154 ENFERMEDADES DE LA VOLUNTAD

superiores existe aún en /los movimientos deconjunto; el temblor, el debilitamiento impidenal enfermo llevar directamente sus alimentos ála boca, sacar el pañuelo, volverlo á meter, etc.

»En los miembros inferiores, la progresiónes análoga; al principio, los enfermos paralíti-cos marchan con vigor, yendo derechos haciaadelante; pero si se trata de ir á la izquierdala derecha, y sobre todo, girar sobre sí mismospara volver sobre sus pasos, se hace patentela duda y la falta de precisión. Después, aunmarchando delante de ellos, avanzan con unpaso pesado, mal coordinado. NIls tarde, en fin,los cuesta trabajo dar algunos pasos (l),

Recordemos otra vez las perturbaciones dela movilidad que suceden al abuso del alcohol.

El temblor es uno de los fenómenos más pre-coces. «Las manos son las primeras partes afec-tadas, después los brazos, las piernas, la lenguay los labios. A medida que crece, el temblor secomplica en general con otro desorden másgrave: el debilitamiento muscular. Afecta alprincipio á los miembros superiores; este es uncarácter casi constante; los dedos se hacen in-hábiles, torpes; la mano aprieta mal los objetosy los deja escapar. Después esta debilidad ganael antebrazo y el brazo; el enfermo no puedeentonces servirse de sus miembros superiores

Foville, Dictionnaire de médecine, etc., art. Paralyio générale,p. 97-99.

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CAPITULO VI 155

más que de . un modo muy incompleto; llega áno poder comer solo. Más tarde estos fenómenosse extienden á los miembros inferiores; la esta-ción se hace difícil; la marcha incierta, titu-beante; después todo esto va creciendo. Los.músculos de la espalda se afectan, á su vez... yel desdichado paralítico se ve obligado á guar-dar cama» (1).

Podríamos añadir además lo que pasa enlas convulsiones, la corea, etc. Esta marcha,que no tiene para el médico más que un interésclínico, tiene para nosotros un interés psicoló-gico. Estos hechos de experiencia diaria, esperoque bastarán para producir la convicción, parademostrar que la ley de disolución sigue unamarcha de lo complejo á lo sencillo, de lo vo-luntario á lo automático, que el último términode evolución es el primero de la disolución. Nohemos estudiado hasta aquí, es verdad, más queuna desorganización de los movimientos; perolos que tratan la psicología como ciencia natu-ral no encontrarán nada que decir. Como lavolición no es para nosotros una entidad impe-rativa que reina en un mundo aparte y distintode sus actos, sino la expresión última de unacoordinación jerárquica, y como cada movi-miento ó grupo de movimientos está represen-tado en los centros nerviosos, claro es que concada grupo paralizado desaparece un elemento

( 1 ) Fournier, art. Aloolisme, p. 631 ► 7 1;37.

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de la coordinación. Si la disolución es progre-siva, la coordinación sin cesar empobrecida decualquier elemento, irá siempre reduciéndose; ycomo la experiencia demuestra que la desapari-ción está en razón directa de su complejidad y desu delicadeza, nuestra tesis está comprobada.

Podernos, por otra parte, fijar más esta com-probación de nuestra ley recordando lo que su-cede en las enfermedades del lenguaje, y aquípenetramos en el mecanismo íntimo del espíri-tu. No insistiré sobre un asunto, que ya he tra-tado ampliamente (1). He tratado de demostrarque muchos casos de afasia resultan de unaamnesia motora, es decir, de un olvido de loselementos motores de los movimientos queconstituyen el lenguaje articulado. Recordaréque Trousseau había ya notado que «la afasiaes siempre reductible á una pérdida de la me-moria, sea de los signos vocales, sea de los me-dios por los cuales se articulan las palabras; queW. Ogle distingue también dos memorias ver-bales: una primera, reconocida por todo el mun-do, gracias á la cual tenernos conciencia de lapalabra, y una segunda, con que la expresa-rnos». Este olvido de los movimientos, auncuando constituye ante todo una enfermedad dela memoria, nos revela también un debilita-miento del poder motor, un desorden de la coor-

1 ) Les Maladies (le la Mémoire, p. 119 y siguientes.

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CAPÍTULO vI 157

dinación voluntaria. El enfermo quiere expre-sarse; su volición no sale al exterior ó se tradu-ce incompletamente, es decir, que la. suma delas tendencias coordinadas que en el momentoactual constituyen el individuo en tanto quequiere expresarse, está parcialmente impedidade pasar al acto; y la experiencia nos enseñaque esta impotencia de expresión afecta al prin-cipio á las palabras, es decir, al lenguaje racio-nal; en seguida á las frases exclamativas, lasinterjecciones, lo que Max Müller designa conel nombre de lenguaje emocional; por último,en casos muy raros, á los gestos. La disoluciónva, pues, también aquí de lo más complejo á lomenos complejo y á lo sencillo, de lo volunta-rio á lo semi-voluntario y á lo automático, quees casi siempre respetado.

Podemos penetrar todavía más en la .vidapuramente psíquica; pero ya aquí todo se hacevago, flotante. Como no podemos unir cada vo-lición á un grupo de' movimientos de los órga-nos vocales, locomotores ó prehensores,‘ anda-mos á tientas. Sin embargo, es imposible no no-tar que la forma más alta de la volición,atención voluntaria, es entre todas la más raray la más inestable. Si en lugar de considerarla atención voluntaria (1) á la manera del psi-

(1) No se trata, entiéndase bien, de la atención involuntaria, que esnatural, espontánea; por otra parte, :ya nos hemos explicado anteriormentesobre este punto (V. p. 101 y siguientes}.

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158 ENFERMEDADES DE LA VOLUNTAD

cólogo que se estudia á sí mismo y no sale desu propio interior, la consideramos en la masade los seres humanos sanos y adultos, para de-terminar poco más ó menos qué lugar tiene en.su vida mental, veremos qué pocas veces seproduce y por qué corta duración. Si se pudie-ra en la humanidad, tomada en conjunto, du-

rante un periodo de tiempo dado, compararla suma de los actos producidos por la atenciónvoluntaria y la suma de los actos producidossin ella, la relación sería casi de cero al infini-to. Por la misma razón de su superioridad denaturaleza y de su extrema complejidad es unestado, una coordinación (1) que puede raravez nacer y que apenas nacida está ya en vía-de disolución.

Para atenernos á los hechos positivos, ¿noes muy conocido que la imposibilidad de unaatención sostenida es uno de los primeros sín-tomas de debilitamiento del espíritu, sea tem-poral, como en la fiebre, sea permanente, como

en la locura? La forma más alta de coordina-ción es, pues, la más. inestable, aun en el ordenpuramente psicológico.

Esta ley de disolución, ¿qué es, por otra par-te, sino un caso de esta gran ley biológica ya

en De igual modo que los grupos de movimientos simples deben estarorganizados y coordinados para permitir esta coordinación superior de que

nacen los movimientos delicados y complejos, los grupos de estados de con-ciencia simples deben estar organizados, asociados y coordinados, parapermitir esa coordinación superior, que es la atención.

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CAPITULO VI

159

señalada á propósito de la memoria? Las fun-ciones últimamente nacidas son las primeras endegenerar. En el individuo, la coordinaciónautomática precede á. la coordinación nacida delos deseos y de las pasiones, que precede á suvez á la coordinación voluntaria, cuyas formasmás sencillas preceden á las más complejas. Enel desarrollo de las especies (si se admite la teo-ría de la evolución), durante siglos existieronsolas las formas inferiores de la actividad; des-pués, con la complejidad creciente de las coor-dinaciones, llegó un tiempo en que existió lavoluntad. La vuelta al reinado de los impulsos,aunque le acompañen algunas brillantes cuali-dades de espíritu, es, pues, en sí misma, unaregresión. Bajo este aspecto, el pasaje siguien-te de Herbert Spencer nos servirá de resumeny de conclusión sobre este punto. «En las per-sonas afectadas de perturbaciones nerviosascrónicas, cuya sangre empobrecida y agota-da no basta ya á mantener la actividad necesa-ria de las trasformaciones moleculares .... lairascibilidad es para todo el mundo fácilmen-te observable; y la irascibilidad implica unainactividad relativa de los elementos superio-res. Se produce cuando una descarga repentina,trasmitida por un sufrimiento ó una contrarie-dad á los plexos que ajustan la conducta en lasacciones penosas ó desagradables, no va acom-pañada de una descarga que llegue á esos pie-

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160 ENFERMEDADES DE LA VOLUNTAD

xos en que la acción es adaptada á un gran nú-mero de circunstancias en lugar de estarlo áuna sola. Que la producción insuficiente delaflujo nervioso explica la pérdida del equili-brio en las emociones, es un corolario de loque ya se ha dicho. Los plexos que coordinanlas actividades defensivas y destructivas, y enlos cuales tienen su sitio los sentimientos simul-táneos de antagonismo y de cólera, son una he-rencia de todas las razas de seres anteriores, yestán, por consiguiente, bien organizados, tanbien organizados que el niño en brazos de sumadre nos los muestra ya en acción. Pero losplexos que uniendo y coordinando gran varie-dad de plexos inferiores, adaptan la conductaen una gran variedad de exigencias exteriores,se han desarrollado mucho más tarde, tanto queademás de ser externos y complejos, están for-mados de canales mucho menos permeables.Por consiguiente, cuando el sistema nerviosono está en toda su plenitud, estos aparatos lle-gados los l'iltimos y los más elevados de todos,son los primeros en que la actividad falta. Enlugar de entrar en acción instantáneamente, susefectos, si son apreciables, llegan demasiado,tarde para luchar contra los de los aparatos su-bordinados (1).

(1) lle,rbert Spencer, PrinCipes de psychologie, tomo I, p.

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CAPÍTULO VI

161

11

Después de haber seguido paso á paso la di-solución de la voluntad, el resultado fundamen-tal que nos ha parecido deducirse es que estáen coordinación variable en complexidad yen grados; que esta coordinación es la con-dición de existencia de toda volución, y queseg(in que esté total ó parcialmente destruidaaquélla, la volición está aniquilada ó mutilada.Sobre este resultado es sobre el que queremosinsistir, limitándonos á breves indicaciones so-bre algunos puntos, no siendo nuestro objeto es-cribir una monografía de la voluntad.

1. Examinemos primeramente las condicio-nes materiales de esta coordinación. La volun-tad, que en algunos privilegiados alcanza unpoder tan extraordinario y hace tan grandescosas, tiene un origen muy humilde. Se encuen-tra en esa, propiedad biológica inherente á todamateria viva, que se llama la irritabilidad,es decir, la reacción contra las fuerzas exterio-res. La irritabilidad, forma fisiológica de la leyde inercia, es en cierto modo un estado de in--diferenciación primordial de que saldn'tn, pordi ferenciación ulterior, la sensibilidad propia-mente dicha y la movilidad, esas dos grandesfiases de la vida psíquica.

1 I

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162 ENFEIIMEDADI S DE LA VOLUNTAD

Becordeinos que la movilidad (que sólo nosinteresa aquí) se manifiesta, aun en el reino ve-fetal, bajo formas diversas: por los movimientosde ciertos esporos de la sensitiva, de la dionea,de muchas otras plantas á que Darwin ha con-sagrado una obra muy conocida. La masa pro-toplásmica, de apariencia homogénea, que com-pone por si sola ciertos seres rudimentarios,está dotada de movilidad. Las amebas y el gló-bulo blanco de la sangre, con ayuda de las ex-pansiones que emiten, caminan poco á poco. Es-tos hechos, que se encontrarán descritos conabundancia en las obras especiales, nos mues-tran que la movilidad aparece mucho antes quelos músculos y que el sistema nervioso por rudimentarios que sean.

No hay para qué seguir la evolución de estosdos aparatos de perfeccionamiento á través dela serie animal. Notemos solamente que los tra-bajos sobre la localización de los centros moto-res, tan importantes para el mecanismo de lavoluntad, han conducido á algunos sabios á es-tudiar el estado de estos centros en los reciénnacidos. Esta investigación, seguida con grancuidado por Soltmann en 1875, ha dado los si-guientes resultados: en los conejos y los perrosno existe, inmediatamente después del naci-miento, ningún punto de la corteza cerebralcuya irritación por la electricidad sea capaz dedeterminar movimiento. Sólo en el décimo día

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CAPITULO y l 163

vs cuando se desarrollan los centros de losmiembros anteriores. En el décimotercero apa-recen los de los miembros posteriores. En eldécimosexto, estos centros aparecen ya biendistintos entre sí y de los de la cara. De estosresultados se puede sacar la conclusión de quela ausencia de dirección motora voluntaria coin-cide con la ausencia de órganos apropiados; yque á medida que el animal va siendo más due-ño de sus movimientos, los centros cerebrales enque se hace la elaboración voluntaria adquierenuna independencia más manifiesta» (1).

Flechsig y Parrot han estudiado el desarro-llo del encéfalo en el feto y en el niño. Resultade las investigaciones del último (2), que si sesigue el desarrollo de la sustancia blanca de unhemisferio entero, se la ve elevarse sucesiva-mente desde el pedúnculo al tálamo óptico, des-pués á la cápsula interna, al centro hemisféri-co y por último alcanzar á la cubierta cerebral.Las partes cuyo desarrollo es más lento, tienentambién el destino funcional más elevado.

Terminado el período de formación, el me-canismo de la acción voluntaria aparece cons-tituido corno sigue: la incitación parte de lasregiones llamadas motoras de la capa cortica'(región parieto-frontal), sigue el fascículo pira-

(1) Dictionnaire encycl. des sciences médicales Fraw.ois-Franek,art. NERVEUX, p." 585.

(2) Archives de physiologie, 1879, p. 505-520.

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EN! MINI EDADES DE LA VOLUNTAD

llamado voluntario p( r algunos autores.Este fascículo, que consiste en la agrupaciónde todas las fibras que nacen de las circunvo-luciones motrices, desciende á través del cen-tro oval, forma una pequeña parte de la cápsu-la interna, que, como es sabido, penetra en elcuerpo estriado «como una cuña en un trozo deina' h Este fascículo sigue el pedánculo ce-rebral y el bulbo, donde sufre una decusaciónmas O menos completa, y pasa al lado opuestode la médula espinal, constituyendo así unagran comi-atra entre las circunvoluciones mo-toras y la sustancia gris de la médula, de don-de salen Lis nervios motores (1). Este groseroesquema da alguna idea de la complejidad delos elementos requeridos para la acción volun-taria y de la solidaridad íntima que los une.

l'ay, desgraciadamente, divergencias de in-terpretación sobre la naturaleza real de los cen-tros cerebrales de donde parte la incitación.Para Ferrier y muchos otros, son estos centrosmotores, en el sentido estricto, es decir, que enellos y por ellos comienza el movimiento.Schiff, Ilitzig y YotImagel, Clia,r1ton Bastian,Munk han (lado otras interpretaciones que noson ni tan probables ni tan claras. Se reducen,sin embargo, en total, á considerar que estos

(1) (Eu111011[11, Anatomie des centres nerVeUX 7 - trad. Reller.—Bris-atut, De la COntraeture permanente (les hémiplégi (pies, 1880, p. 9

y siguiente:

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CAPÍTULO VI 165

centros son más bien de «naturaleza sensitiva»,quedando restituído al cuerpo estriado el oficiomotor propiamente dicho. Las fibras nerviosasque descienden desde la superficie cortical alcuerpo estriado en los animales superiores yen el hombre, serian por su naturaleza estric-tamente comparables á las fibras que unen lacélula «sensitiva» con la célula «motora» en unmecanismo ordinario de acción refleja (1). Enotros términos, existirían en la corteza cerebral«regiones circunscritas cuya excitación expe-rimental produce en el lado opuesto del cuerpomovimientos determin- dos, localizados. Estospuntos parece que deben ser más bien conside-rados como centros de asociación voluntaria quecomo centros motores propiamente dichos. Se-rían el asiento de incitaciones á los movimien-tos voluntarios, y no verdaderos puntos de par-tida del movimiento. Se podría asimilarlos me-jor á los órganos sensibles periféricos que á losaparatos motores de los cuernos anteriores dela médula.. Estos centros serían, pues, psico-motores, porque mandan con su acción coMple-tamente psíquica sobre verdaderos aparatosmotores... Creemos que los diferentes puntosindicados corno centros motores de los miem-bros, de la cara, etc., corresponden á los apa-ratos que reciben y trasformr.n en incitación

en Chad ton Ilastian, Le cerveatc, organe de lo pemsée, tomo ¡1,v. 198.

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166

ENFERMEDADES DE LA VOLUNTAD

voluntaria las sensaciones de origen periférico.Serían centros volitivos y no verdaderos cen-tros motores (1).»

A pesar de esta cuestión pendiente, cuya so-lución interesa á la psicología por lo menos tan-to corno á la fisiología; á pesar de los disenti-mientos de pormenor que hemos pasado por al-to, especialmente las incertidumbres acerca delpapel del cerebelo, se puede decir con CharitonBastian que, si desde el tiempo de Hume nohemos averiguado, en el sentido completo de lapalabra, por qué medios los movimientos denuestro cuerpo ejecutan las órdenes de la vo-luntad, al menos hemos aprendido- algo acercade las partes principalmente interesadas, y, porconsiguiente, acerca del camino que siguen lasexcitaciones voluntarias.

II. Examinando la cuestión por su lado psi-c,ológico, la coordinación voluntaria revistetantas formas y es susceptible de tantos grados,que es preciso limitarse á notar sus principalesetapas. Sería natural comenzar por la inferior;pero creo útil, por razones de claridad, seguirel orden inverso.

La coordinación más perfecta es la de las,voluntades superiores, de los grandes activos,.sea cualquiera el orden de su actividad: César,

(1) Franeois Franck, loc. cit., p. 577-578.

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cA p íJruLo VI

167

ó Miguel Angel, ó San Vicente de Paul. Se re-sume en pocas palabras: unidad, estabilidad,potencia. La unidad exterior de su vida está enla unidad de su fin, siempre perseguido, crean-do, según las circunstancias, coordinaciones yadaptaciones nuevas. Pero esta unidad exteriorno es á su vez más que la expresión de una, uni-dad interna: la de su carácter. Por seguir sien-do los mismos es por lo que su fin sigue siendotambién el mismo. Su fondo es una pasión po-tente, inextinguible, que pone las ideas á suservicio. Esta pasión, son ellos, es la expresiónpsíquica de su constitución, tal como la natu-raleza la ha hecho. ¡Y cómo queda en la som-bra, ineficaz, estéril, olvidado, semejante á unavegetación parásita, todo lo que se sale de estacoordinación! Ofrecen el tipo de una vida siem-pre de acuerdo consigo misma, porque en ellostodo conspira, converge y consiente. Aun en la.vida ordinaria, se encuentran de estos caracte-res, que no hacen hablar de ellos, porque les hafaltado la elevación del fin, las circunstancias,y, sobre todo, la potencia de la pasión: no hanconservado de ella más que la estabilidad. Bajoforma distinta, los grandes estóicos, Epicteto,.Traseas (no hablo de su Sabio, que no es másque un ideal abstrato), han realizado este tiposuperior de voluntad en su forma negativa,—la contención,—conforme á la máxima de laEscuela: «Sustine et abstine».

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ENFElt N'EDADES DE LA VOLUNTAD

Por bajo de esta coordinación perfecta, exis-ten las vidas sujetas á intermitencias, cuyocentro de gravedad, ordinariamente estable,oscila, sin embargo, de cierto en cierto tiem-po. Un grupo de tendencias forma una sece-sión temporal de acción limitada que expresa,mientras existen y obran aquéllas, un lado delcarácter. Estos individuos no tienen, ni para sini para los demás, la unidad de las grandes vo-1 untarles; y cuanto más frecuentes y de natu-raleza más compleja son estas infracciones á lacoordinación perfecta, más disminuye la poten-cia voluntaria. Todos estos grados se encuen-tran en la realidad.

Descendiendo siempre, llegamos á esas vi-das por partida doble, en las que dos tenden-cias contrarias ó simplemente diversas predo-minan alternativamente. Hay en el individuodos centros de gravedad alternantes, dos pun-tos de convergencia para coordinaciones suce-si vamente preponderantes, pero parciales. Bienconsiderado, quizá sea este el tipo más comúnsi se mira alrededor de sí, y si se consulta á losP oetas y á los moralistas de todos los tiem-pos, que repiten á porfía que hay dos hombresen nosotros. El número de estas coordinacionessucesivas puede ser todavía mayor; pero seríaocioso seguir este análisis.

Un paso más, y entramos en la patología.Recordemos los impulsos bruscos, irresistibles,

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CAPITULO VI 169

que tienen á cada instante la voluntad amena-zada; es una tendencia hipertrofiada que rompesin cesar el equilibrio, á la cual su intensidadno le permite coordinarse con las demás: salede filas, ordena en vez de subordinarse. Des-pués, cuando estos impulsos no son ya un acci-dente, sino una costumbre, no un lado del ca-rácter, sino el carácter mismo, no hay ya másque coordinaciones intermitentes: la excepciónes la voluntad.

Mas abajo todavía, se convierte en un sim-ple accidente. En la sucesión indefinida de losimpulsos que varían de un minuto á otro, ape-nas si de tarde en tarde encuentra condicionesde existencia una volición precaria. No hay yamás que caprichos. El carácter histérico nosha dado el tipo de esta incoordinación perfecta.liénos, pues, en el otro extremo.

Por bajo de esto no hay ya enfermedades dela voluntad, sino una suspensión del desarro-llo que la impide aparecer. Tal es el estadode los idiotas y de los débiles de espíritu. Di-remos aquí algunas palabras acerca de ellos,para completar nuestro estudio patológico.

«En el idiotismo profundo, dice Griesinger,los esfuerzos y las determinaciones son siem-pre instintivos; son provocados, sobre todo, porla necesidad de alimento; lo más frecuente esque afecten carácter de actos reflejos de loscuales el individuo apenas tiene conciencia_

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170 ENFERMEDADES DE LA VOLUNTAD

Ciertas ideas sencillas pueden todavía provocaresfuerzos y movimientos, por ejemplo, jugarcon pedacitos de papel... Sin hablar de los queestán sumidos en el más profundo idiotismo,cabe preguntarse: ¿Hay en ellos algo que re-presente la voluntad? ¿Qué es lo que puede que-rer en ellos?

«En muchos idiotas de esta última clase, la.única cosa que parece poner un poco su espíri-tu en movimiento . es el deseo de comer. Losidiotas más profundos no manifiestan esta ne-cesidad más que por agitación y gruñidos.Aquellos en que la degeneración es menos pro-funda, mueven un poco los labios y las manos,(') bien lloran: así es como expresan que quie-ren comer...

«En el idiotismo ligero, el fondo del carác-ter es la inconstancia y embotamiento del senti-miento y la debilidad de la voluntad. El humorde estos individuos depende de lo que les rodeay de los tratamientos de que son objeto: dócilesy obedientes cuando se tiene cuidado de ellos,malos ó maliciosos cuando se les maltrata (1).»

(1) Griesinger, Traité des maladies mentales, trad. francesa,.

p. 433, 434. Para un estudio completo de la cuestión, consúltese la obrareciente del P. Sollier: Psycholoqie de l'idiot et de l'imbécile. Se verá

que en ellos no puede constituirse la voluntad porque faltan sus condicio,

nes de existencia. La atrofia de las facultades intelectuales y afectivas haceimposible la aparición de la actividad voluntaria; lo que prueba una vezmás que no es .una facultad primordial sino un estad© adquirido, complejo,.'resultado de una evolución. Esos débiles de espíritu no pueden pasar del

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CAPÍTULO VI

171

Antes de acabar este asunto, haremos toda-vía notar que si la voluntad es una coordina-ción, es decir, una suma de relaciones, puedepredecirse á priori que se producirá mucho másraras veces que las formas más sencillas de acti-vidad, porque un estado complejo tiene muchas..menos probabilidades de producirse y de durarque un estado más s'encillo. En realidad, asísuceden las cosas. Si se cuenta en cada vidahumana lo que debe inscribirse á cargo del au-tomatismo, del hábito, de las pasiones, y, sobretodo, de la imitación, se verá que el número delos actos puramente voluntarios, en el sentidoestricto de la palabra, es bien pequeño. Para lamayoría de los hombres, basta la imitación; secontentan -con lo que ha sido voluntad en otrosy, así como piensan con las ideas de todo elmundo, obran con la volundad de todo el mun-do. Cogida entre los hábitos que la mutilan óla destruyen, la voluntad es, según antes diji-mos, un accidente afortunado.

Por último; ¿será necesario hacer notarcuán semejante es esta coordinación de comple-jidad creciente de las tendencias que forma losgrados de la voluntad, á la coordinación decomplejidad creciente de las percepciones y delas imágenes, que constituye los diversos gra-dos de la inteligencia, teniendo una por base y

período de los reflejos afectivos é intelectuales; el mundo de la voluntad estina tierra prometida en que no entrarán jamás.

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172 ENFERMEDADES DE LA VOLUNTAD

condición fundamental, el carácter, la otra porbase y condición fundamental «las formas delpensamiento » , siendo ambas una adaptaciónmás ó menos completa del sér á su medio, enel orden de la acción ó en el orden del conoci-miento?

Ahora estamos ya preparados para la con-clusión general de este trabajo, indicada mu-chas veces de pasada. Iluminará, creo yo, conuna luz retrospectiva, el camino recorrido. lié-la aquí:

La volición es un estado de conciencia finalque resulta de la coordinación más ó menoscompleja de un grupo de estados, conscientes,subconscientes o inconscien tes (puramente fisio-lógicos) que todos reunidos se traducen en unaacción ó en una suspensión. La coordinacióntiene por factor principal el carácter, que no esmás que la expresión psíquica de un organis-mo individual. El carácter es el que da á lacoordinación la unidad,—no la unidad abstrac-ta de un punto matemático, sino la unidad con-creta de un consensus. El acto por el cual estacoordinación se hace y se afirma es la elecciónfundada sobre una afinidad de naturaleza.

La volición que algunos psicólogos tan ámenudo han observado, analizado, comenta-do, no es para nosotros más que un simple es-tado de conciencia. No es más que un efecto

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CAPÍTULO vr 173

de ese trabajo psico-fisiológico, tantas veces,descrito, del cual sólo entra una parte en la.conciencia bajo la forma de una delibera-ción. Además, no es causa de nada. Los actos ymovimientos que la siguen resultan directa-mente de las tendencias, sentimientos, imáge-nes é ideas que han acabado por coordinarsebajo la forma de una elección. De este grupoes de donde viene toda la eficacia.

En otros términos—y para no dejar ninglnequivoco,—el trabajo psico-fisiológico de la de-liberación termina„por una parte, en un estadode conciencia, la volición, y, por otra, en unconjuntó de movimientos ó de suspensiones. El«yo quiero» denota una situación, no la constitu-

ye. Lo compararía yo con el veredicto de un ju-rado que puede ser resultado de una instruc-ción criminal muy larga, de debates muy apa-sionados, que será seguido de consecuenciasgraves que se extenderán en un largo porvenir,pero que es un efecto sin ser una causa, 110 sien-do en derecho más que una simple afirma-ción.

Si nos obstinamos en hacer de la voluntaduna facultad, una entidad, todo se vuelve oscu-ridad, dificultad, contradicción. Quedamos co-gidos en la trampa de una cuestión mal puesta.Si se aceptan, por el contrario, los hechos comoson, nos desembarazamos, por lo menos, de lasdiíicultadths ficticias. No hay que preguntar-

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174

ENFERMEDADE9 DE LA VOLUNTAD

se, según llame y tantos otros, cómo un «yoquiero» puede hacer mover mis -miembros. Esun misterio que no hay para qué esclarecer,puesto que no existe, puesto que la volición noes causa en ningún modo. En la tendencia na-tural de los sentimientos y de las imágenes átraducirse en movimientos, es donde debe bus-c:)rsul el secreto de los actos producidos. No en-contramos aquí más que un caso sumamentecomplicado de la ley de los reflejos, en el cual,entre el período llamado de excitación y el pe-ríodo motor, aparece un hecho psíquico capital—la volición—demostrando que el primer pe-ríodo acaba y que comienza el segundo.

Nótese también cómo se explica ahora sin'dificultad esa enfermedad rara que se llama laabulia, y con ella las formas análogas estudia-das más arriba (1) y hasta esa simple debilidadde la voluntad, apenas morbosa, tan frecuente,sin embargo, en las gentes que dicen querer yno ejecutan. Es que el organismo individual,fuente de donde todo sale, tenía que producirdos efectos y sólo produce uno: el estado deconciencia, la elección, la afirmación; pero lastendencias motoras son demasiado débiles paratraducirse en actos.11ay coordinación suficiente

',é impulso insuficiente. En los actos irresisti-bles, por el contrario, lo que se exagera es el

•(1) V. el capítulo T.°

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CAPITULO VI

175

impulso, y la coordinación la que desaparece.Debemos así á la patología dos resultados

principales: uno, que el «yo quiero» está en símismo desprovisto de toda eficacia para la ac-

,ción; otro, que la voluntad en el hombre razona-ble es una coordinaciói sumamente compleja éinestable, frágil por su misma superioridad,porque es «la fuerza de orden más elevado quela naturaleza ha producido hasta ahora, la úl-tima inflorescencia consumada de todas susobras maravillosas (1).»

(I) Maudsley, Physiologie de l'esprit, trad. Hersen, pág. 429.

FIN

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,..

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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN

Páginas.

Posición del problema. — De la voluntadcomo poder impulsivo.—De la voluntadcomo poder de inhibición.—Papel del ca-rácter individual.—De la elección: su na-turaleza ... 1-33

CAPÍTULO PRIMERO

DEBILITAMIENTO DE LA VOLUNTAD

1.—La falta de impulso.

División de las enfermedades de la volun-tad.—De la abulia ó impotencia para que-rer: ejemplo de Th. de Quincey.—Casos ci-•

4*

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178

INDIC1

Páginas.

tados por Billod.—Causas probables deeste estado.—Dos hipótesis: debilidad delos impulsos, alteración de las imágenesmotrices; analogía con las parálisis psíqui-cas.—Estados análogos: agorafobia: locurade la duda; casos que confinan con la anu-lación de la voluntad.—Impotencia delesfuerzo. Sus dos formas. ¿Dónde está suorigen? 35-70

CAPÍTULO II

DEBILITAMIENTO DE LA VOLUNTAD

11.—El exceso de impulso.

Los impulsos súbitos é inconscientes.—Losimpulsos irresistibles con conciencia.Transición insensible del estado sano almorboso: las ideas fijas.—Dislocación de lavoluntad.---Sus causas probables.—Debili-tamientos por intoxicación, por lesión ce-rebral 71-92

CAPÍTULO III

DEBILITAMIENTO DE LA ATENCIÓN

VOLUNUARIA

Potencia intelectual é impotencia volunta-ria.--Coleridge: su retrato por Carlyle.—

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INDICE 179

Páginas.

Dos formas de debilitación.—Naturalezade la atención.--,Tiene su origen en lossentimientos.—Cómo se mantiene. 93-110

CAPITULO IV

REINADO DE LOS CAPRICHOS

Impotencia de la voluntad para constituirse:ausencia de sus condiciones de existen-cia. --El carácter histérico. —1)e dóndeprocede la instabilidad. 111-120

CAPÍTULO V

ANIQUILAMIENTO DE LA VOLUNTAD

Dos estados de aniquilamiento.— El éxta-sis. Su descripción por Santa Teresa.—Anomalía de este estado mental.—El so-nambulismo: casos de aniquilamiento abso-luto.—Casos dudosos. Ejemplos de resis-tencia.—Ilusión del poder voluntario enalgunos hipnotizados. 121-143

CONCLUSIÓN

La voluntad es el último término de unaevolución progresiva, cuyo primer térmi-no es el reflejo simple.—Es una coordina-

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1

180

ÍNDICE

Páginas

ción gerárquica.—Ley de disolución de lavoluntad: su marcha.—Comprobación porlos hechos patológicos.—Condiciones ma-teriales de la coordinación voluntaria. Sudesarrollo fisiológico. Su desarrollo psico-lógico. Formas principales de esta coordi-nación.—La voluntad en los idiotas. La vo-luntad es el resultado de una coordinacióny de una evolución.—Conclusión general:La volición es un simple estado de con-ciencia que no tiene por si mismo ningunaeficacia para producir un movimiento óuna suspensión . 145-175

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