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CuPAUAM 28-29, 2002-2003, pp. 127-143 El trofeo y los rituales de victoria como símbolos del poder en el mundo helenístico*. María del Mar Gabaldón Martínez Instituto de Humanidades Ángel Ayala, Universidad San Pablo CEU. A Pedro Pablo in memoriam Resumen En el mundo griego el lenguaje vinculado a la victoria militar se transformó en el siglo IV a. C. En la Grecia arcai- ca y clásica la victoria solía ser presentada mayoritariamente como algo transitorio e impersonal, ligado sobre todo a la figura del ciudadano guerrero y de la polis en general. En cambio, en el mundo helenístico su conmemoración se convirtió en algo más duradero, normalmente personalizado en la figura del dirigente vencedor, y en un importante instrumento de propaganda. La difusión entre la población de la victorias militares y su transformación en expresión de poder era llevada a cabo a través de una serie de mecanismos que incluían la construcción de monumentos conmemorativos, la cele- bración de rituales (consagración de las armas y de otras ofrendas en los santuarios, las procesiones triunfales, sacri- ficios a los dioses, etc.) y, por último, la creación de una ideología vinculada a la victoria a través de canales de pro- paganda como la literatura o las acuñaciones de monedas con la imagen del vencedor. Palabras clave: Mundo helenístico, victoria, trofeos, monumentos conmemorativos, procesiones triunfales. Abstract There was a change along the Fourth Century B.C. in the way the vocabulary linked to military victory was used in the Greek world. In Archaic and Classical Greece victory was commonly presented as something transitory and not related to any individual. In fact, military victory was considered to be something about the polis and the citizen-warrior taken as general principles. However, in the Hellenistic world the commemoration of victories developed into some- thing more permanent being identified with the figure of the triumphant ruler and so becoming a key political propa- ganda instrument. The diffusion of this propaganda about military victories and its transformation into an image of power was perfor- med through a number of mechanisms that included the building of commemoration monuments, the celebration of rituals (consecration of arms and other offerings, sacrifices to gods…) and the development of an ideology of victory in literature and coinage. Keywords: Hellenistic world, victory, trophies, commemoration monuments, triumphal processions. Dejar testimonio y memoria de la victoria, como instrumento de propaganda y de poder, tras la batalla ganada ha sido una constante en la historia de la guerra. En uno de sus trabajos más recientes, el pro- fesor Tonio Hölscher 1 ha señalado que las victo- rias militares son por lo general acontecimientos de corta duración, y para que estas hazañas en el * Trabajo realizado en el marco del Proyecto BHA 2001–0187 “ La imagen de las armas en la Iberia pre- rromana”. 1 Hölscher, T. (2003): “Images of war in Greece and Rome: between military practicee, public memory, and cultural symbolism”, Journal of Roman Studies, 92, 1-17.

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CuPAUAM 28-29, 2002-2003, pp. 127-143

El trofeo y los rituales de victoria como símbolos del poder en elmundo helenístico*.

María del Mar Gabaldón Martínez

Instituto de Humanidades Ángel Ayala, Universidad San Pablo CEU.

A Pedro Pabloin memoriam

ResumenEn el mundo griego el lenguaje vinculado a la victoria militar se transformó en el siglo IV a. C. En la Grecia arcai-

ca y clásica la victoria solía ser presentada mayoritariamente como algo transitorio e impersonal, ligado sobre todo ala figura del ciudadano guerrero y de la polis en general. En cambio, en el mundo helenístico su conmemoración seconvirtió en algo más duradero, normalmente personalizado en la figura del dirigente vencedor, y en un importanteinstrumento de propaganda.

La difusión entre la población de la victorias militares y su transformación en expresión de poder era llevada acabo a través de una serie de mecanismos que incluían la construcción de monumentos conmemorativos, la cele-bración de rituales (consagración de las armas y de otras ofrendas en los santuarios, las procesiones triunfales, sacri-ficios a los dioses, etc.) y, por último, la creación de una ideología vinculada a la victoria a través de canales de pro-paganda como la literatura o las acuñaciones de monedas con la imagen del vencedor.Palabras clave: Mundo helenístico, victoria, trofeos, monumentos conmemorativos, procesiones triunfales.

AbstractThere was a change along the Fourth Century B.C. in the way the vocabulary linked to military victory was used

in the Greek world. In Archaic and Classical Greece victory was commonly presented as something transitory and notrelated to any individual. In fact, military victory was considered to be something about the polis and the citizen-warriortaken as general principles. However, in the Hellenistic world the commemoration of victories developed into some-thing more permanent being identified with the figure of the triumphant ruler and so becoming a key political propa-ganda instrument.

The diffusion of this propaganda about military victories and its transformation into an image of power was perfor-med through a number of mechanisms that included the building of commemoration monuments, the celebration ofrituals (consecration of arms and other offerings, sacrifices to gods…) and the development of an ideology of victoryin literature and coinage.Keywords: Hellenistic world, victory, trophies, commemoration monuments, triumphal processions.

Dejar testimonio y memoria de la victoria,como instrumento de propaganda y de poder,tras la batalla ganada ha sido una constante en lahistoria de la guerra.

En uno de sus trabajos más recientes, el pro-fesor Tonio Hölscher1 ha señalado que las victo-rias militares son por lo general acontecimientosde corta duración, y para que estas hazañas en el

* Trabajo realizado en el marco del Proyecto BHA2001–0187 “ La imagen de las armas en la Iberia pre-rromana”.

1 Hölscher, T. (2003): “Images of war in Greece andRome: between military practicee, public memory, andcultural symbolism”, Journal of Roman Studies, 92, 1-17.

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campo de batalla lleguen a ser expresión depoder tienen que ampliar su marco espacial ytemporal, siendo difundidas a través de la crea-ción de monumentos que las conmemoran, de lacelebración de ceremonias públicas y de la crea-ción de una ideología unida a la victoria.

Este lenguaje vinculado al éxito militar setransformó con el comienzo el período helenísti-co (quizá algo antes). Ya que mientras en laGrecia clásica, y sobre todo en la arcaica, la vic-toria solía ser presentada mayoritariamentecomo algo transitorio e impersonal, ligado sobretodo a la figura del guerrero y de la polis en gene-ral, en el mundo helenístico su conmemoraciónse convirtió en algo más duradero, normalmentepersonalizado en la figura del dirigente vence-dor, y en un claro instrumento de propaganda.

Esta transformación iba de la mano del nuevoorden político, pero también estaba relacionadacon los cambios producidos en el modo deentender y hacer la guerra que se estaban llevan-do a cabo desde el siglo IV a. C.

Como escribió hace algunos años J. J. Pollit(1998, 49), en época helenística el culto al gober-nante sirvió como base y justificación de granparte del nuevo orden político del período, y sehizo claramente imperativo persuadir a los súb-ditos de los distintos reyes para que aceptaran yrespetaran la institución. De este modo las artesvisuales, en las que se incluyen los monumentoserigidos para conmemorar las victorias militares,se convirtieron en el medio idóneo para ganaresa aceptación y respeto y para dar a conocer lapolítica y los logros del gobernante.

Ahora bien, esto no quiere decir que en lasépocas precedentes la presentación de la victoria

no fuera utilizada para transmitir mensajes políti-cos. Basta con recordar los numerosos monu-mentos que conmemoraban victorias militaresen los santuarios o el recuerdo duradero que qui-sieron dejar los atenienses tras derrotar a los per-sas, algo que podía verse en algunas de las esce-nas de la Estoa Pintada del ágora de Atenas2 o enel trofeo de mármol blanco construido en la lla-nura de Maratón3. Asimismo, las numerosasarmas procedentes del botín, que sobre todo, enépoca tardoarcaica, adornaban los pórticos ymuros de los templos de muchos santuarios grie-gos4, no sólo eran manifestaciones de piedad reli-giosa, también contenían un mensaje político,que destacaba el poder de la polis vencedora5.

Sin embargo, aunque en algunos monumen-tos de victoria de época clásica se podían incluirretratos de generales o sus nombres como es elcaso del monumento dedicado en Delfos por losespartanos para conmemorar su victoria frente alos atenienses en Egospótamos en el 405 a. C., enel que figuraban las estatuas de Lisandro y demuchos de los participantes en aquella batalla6,normalmente se trataba de monumentos imper-sonales que daban relieve a los acontecimientosy a las ciudades implicadas en ellos, pero queapenas resaltaban personalidades concretas. Así,en las inscripciones que llevaban algunas de lasarmas halladas en los santuarios solía especificar-se el nombre de la población vencedora y de lavencida u otras circunstancias relacionadas consu captura, y en contadas ocasiones se indicabael nombre de una persona concreta. Dos excep-ciones son por ejemplo, los cascos ofrecidos porHierón de Siracusa tras la victoria de Cumassobre los etruscos (474 a. C.)7 o el ejemplar corin-tio que al parecer fue dedicado al dios de

2 Sobre la Estoa Pintada (Stoa Poikile) vid. Pausanias I, 15,1-4.

Tras la Batalla de Maratón se construyeron varios monu-mentos que evocaban la victoria en los que aparecíanlos vencedores junto a los dioses y héroes legendarios,como es el caso de la basa de un monumento dedica-do en Delfos que contenía estatuas de Apolo, Atenea yonce héroes (los llamados héroes epónimos) junto aMilcíades (Pausanias, X, 10, 1).

3 Sobre el trofeo de mármol blanco de Maratón vid.Pausanias I, 32, 5; también es mencionado porAristófanes en Los Caballeros, 1334 y por Platón enMenexenus, 240D y 245A.

Los restos del monumento fueron hallados en Maratónen la década de los sesenta del siglo pasado(Vanderpool, 1966). Se trataría de una columna jónicacoronada por una estatua, quizá una Niké o un tro-paion.

4 Sobre la dedicación de armas en los santuarios griegos

y en otros ámbitos del Mediterráneo vid. GabaldónMartínez, M. M. (2003): Ritos de armas en la Edad delHierro. Lugares de culto y armamento en el ámbito circunme-diterráneo. Tesis Doctoral defendida en la UniversidadAutónoma de Madrid.

5 Para exhibir las glorias militares, las armas no sólo erancolocadas en los edificios sagrados, también se mostra-ban en los pórticos de las ágoras de las ciudades, comoen la Estoa Pintada o el Pórtico de Zeus Eleutereo enAtenas o en el Pórtico Oeste del santuario de Delfosdonde se colocaron las armas que los etolios tomaronde los gálatas (Amandry, 1978).

6 Pausanias (X, 9, 7-10) describe este monumento enu-merando los nombres de todos aquellos que figuran enel mismo, los cuales participaron con Lisandro enEgospótamos.

Sobre esta cuestión véase Rice, 1993, 226-227.7 Sobre los cascos dedicados en Olimpia por Hierón de

Siracusa vid. Meiggs y Lewis, 1988, 62, 29 (22).

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Olimpia por Milcíades, posiblemente después deMaratón, o quizá antes8.

Y es que las celebraciones de victoria de lasépocas arcaica y clásica enfatizaban, más que lapropia victoria militar, el triunfo de la polis y elvalor de sus ciudadanos como guerreros, mien-tras que las conmemoraciones helenísticas otor-gaban la gloria al gobernante, como jefe victo-rioso, el cual aparecía dentro de una iconografíabelicista como un guerrero en acción, en prime-ra línea de combate

9.

En el período helenístico la difusión entre lapoblación de la victorias militares era llevada acabo mediante la construcción de monumentosconmemorativos, la celebración de rituales

colectivos, que incluyen la consagración de lasarmas y de otras ofrendas

10en los santuarios, las

procesiones triunfales y los sacrificios a los dio-ses, y, por último, la creación de una ideologíavinculada a la victoria a través de canales de pro-paganda como la literatura o las acuñacionesmonetales con la imagen del vencedor.

La construcción de monumentos conmemo-rativos y la ofrenda de armas en los lugares deculto serán los aspectos que se trataran en estetrabajo con más detalle.

Los monumentos eran obras arquitectónicaso escultóricas conmemorativas, que podían sererigidos en lugares de especial significado, yafuera en o junto al campo de batalla, donde selevantaban los trofeos o tumbas colectivas enhonor a los caídos; en los espacios fronterizos, ysobre todo en los santuarios y en el centro políti-co, en la ciudad, donde la victoria tendría máseco y podía llegar a un mayor número de pobla-ción.

El sentido etimológico de la palabra “monu-mento” deriva del verbo latino monere, hacersaber, recordar. Y esto es lo que se pretendía conlos monumentos de victoria: proclamarla yrecordarla; que se convirtiese en un aconteci-miento duradero, y cuya sola visión legitimara,solidificara y extendiera el poder de los dirigen-tes.

Levantar monumentos conmemorativos en ellugar donde se había desarrollado la contiendaaportaba no sólo una evocación de la victoria,sino también de la batalla, convirtiendo el lugardonde se había desarrollado el enfrentamientoen una suerte de espacio sagrado11.

Para los griegos de época clásica el levantarel trofeo en el campo de batalla suponía no sóloun símbolo tangible de la victoria, sino tambiénun rito religioso bien establecido vinculado conla guerra agonal hoplita12.

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Fig. 1. Detalle de la pélice del Museo de Boston(“Pintor del Trofeo”, siglo V a. C.), en el que una Niké

construye el tropaion. Fuente: Janssen, 1957.

8 Este yelmo corintio es una ofrenda individual deMilcíades, hecha probablemente antes de la batalla deMaratón, cuando el estratego ateniense era tirano deQuersoneso ( Jacquemin, 1999, 144, n. 20).

9 Comenzando con la figura de Alejandro, que apareceen las escenas de batalla en primera línea de combate(mosaico de la “batalla de Iso”).

10 Como las ofrendas de barcos o de proas, que tienen sutrasunto en algunos monumentos conmemorativos depiedra que representan barcos (Rice, 1993, 242-247).

11 De hecho, la llanura de Maratón donde tuvo lugar laconocida batalla frente a los persas y en la que se cons-truyeron un monumento conmemorativo (un trofeo de

mármol) y un túmulo (soros), donde fueron enterradoslos ciento noventa y dos atenienses caídos en el enfren-tamiento, se convirtió en una especie de lugar sagradoal que acudían los habitantes de Maratón varias centu-rias después de la batalla. En tiempos de Pausanias (I,32, 3-4) todavía pervivían estos monumentos y el cultoheroico junto a la tumba.

12 La bibliografía sobre el trofeo griego es muy extensa;vid. una revisión de la misma en Gabaldón, 1997;Gabaldón, 1999. En último lugar está el trabajo de M.Betalli (e. p.), y para su vinculación con la guerra ago-nal hoplita véase el sugerente trabajo de Peter Krentz(2002).

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En la antigua Grecia existían dos tipos de tro-feo. El trofeo de armas, el tronco de árbol conropaje y armamento, que le dan un aparienciahumana (fig. 1), y que es sin duda el tropaion grie-go por excelencia, cuyo origen debe remontarseal menos a la primera mitad del siglo V a. C., yel trofeo, que puede denominarse “permanente”,construido en piedra o bronce, que suele estardecorado con representaciones de armas enemi-gas, victorias o trofeos. Los restos más antiguosde este tipo de tropaia pertenecen a las construc-ciones conmemorativas que se erigieron durantelas Guerras Persas, como el ya mencionado tro-feo de mármol de Maratón13.

Las diferencias entre ambos tipos de trofeosconstruidos en el campo de batalla nos dan unaclave para entender las diferencias en la formade conmemorar la victoria en época clásica y enel periodo helenístico.

El trofeo construido con armas era básica-mente una dedicación a uno o varios dioses,especialmente a Zeus Tropaios14 a quien se le atri-buía la victoria; estaba protegido por una sancióndivina y se respetaba, incluso siendo construidoen territorio enemigo. Desde el punto de vistajurídico la costumbre del trofeo era el límite,tanto geográfico como simbólico, que los vence-dores imponían a los vencidos prohibiéndoles irmás allá de él bajo pena de incurrir en el pecadode hybris (Fernández Nieto, 1975, 111)15. Además,no podía haber victoria sin trofeo, ni trofeo sinvictoria. En ocasiones, cuando el hecho de la vic-toria no era claro, o ambos contendientes lareclamaban se podían levantar dos tropaia, comoen Mantinea, donde tanto tebanos como lacede-monios, levantaron un trofeo por cada lado por-que ambos se consideraban vencedores16.

El tropaion de la guerra de hoplitas no era unmonumento conmemorativo; era la marca de lavictoria, aunque de forma transitoria, ya que alestar construido en un armazón de madera, conarmas y ropajes no podría durar eternamente,algo que no ocurriría con los trofeos pétreos cuyofin era perpetuar la evocación de la victoria y conello el de la batalla y el de los vencedores. Esto

puede explicar que el primer monumento de estetipo fuera probablemente el de Maratón. Aquellabatalla supuso la primera gran victoria sobre lospersas y puso de relieve el poder de Atenas.Sobre aquella llanura, los atenienses levantaronun trofeo formado por una columna jónica coro-nada por la estatua de una Niké o un tropaion, yun túmulo funerario donde fueron enterrados loscaídos en el enfrentamiento. Aquellos monu-mentos se habían construido para que las gene-raciones sucesivas conservasen la memoria deaquella victoria. Su fin era perdurar.

Como ya se ha señalado, los trofeos construi-dos con armas eran una forma de dedicación;una panoplia enemiga, ofrecida a la divinidad, aligual que las armas procedentes de los despojosdedicadas en los santuarios. Con la construcciónde monumentos permanentes el sentido del tro-feo, como ofrenda, pasa a un segundo lugar,mientras que su significado, como monumentoconmemorativo y expresión de poder, se colocaen un primer plano.

Es muy probable que el paso de un tipo de

Fig. 2. Victoria inscribiendo sobre un clipeus junto a untrofeo de armas de la Columna Trajana. Copia del

Museo de la Civilización Romana. Foto: DAI Roma,neg. 31.356.

13 Vid. Pausanias I, 32, 5 (Maratón); I, 36, 1 (Salamina);IX, 2, 6 (Platea). Sobre los trofeos de las Guerras Persasvid. Wallace, 1969; West, 1969.

14 El nombre de Zeus Tropaios aparece, quizá por prime-ra vez, en las inscripciones de Maratón y Salamina (IGII2 1028, 1006), lo cual puede indicar que el culto deZeus Tropaios pudo comenzar en el Ática tras lasGuerras Persas.

15 En el apartado VIII de su libro, Z. Gansiniec hace una

revisión de las normas jurídicas relacionadas con el tro-feo (su carácter sacro, su inmunidad, derechos de erec-ción, protestas por su levantamiento, etc.).

16 En consecuencia, en la Hélade hubo aún mayor indecisión yconfusión después de la batalla que antes ( Jenofonte,Helénicas VII, 5, 26, trad. Guntiñas Tuñón). Sobre labatalla indecisa entre Mantinea y Tegea (423-422 a. C.)y el levantamiento de dos trofeos, vide tambiénTucídides, IV, 134, 1-2.

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guerra de corte agonístico (la imperante en épocaclásica), definida por una serie de formalidades yrituales, basada en batallas fijadas en espacio ytiempo, a otra más extensa, con más efectivos,aunque no exenta, por supuesto, de componen-tes religiosos y rituales, influyó sin duda en laconcepción del tropaion. El trofeo construido conlas armas del adversario tenía, como ya se haseñalado, un carácter no permanente, como asíeran esas breves batallas de hoplitas entre poleis.El tropaion se construía tras terminar la contienday todo volvía a la normalidad. Ambas comuni-dades podían volver a enfrentarse en una nuevabatalla y un trofeo volvía a ser levantado. El tro-feo no debía ser destruido dada su naturalezasagrada pero con el tiempo acabaría cayéndose;por tanto, tenía un carácter transitorio como lasvictorias de las batallas de hoplitas. Sin embargo,un trofeo permanente, como los construidos traslas guerras persas, no sólo conmemoraba y otor-gaba eternidad a una batalla decisiva, especial-mente frente a pueblos no griegos, también seconvirtió en una forma de simbolizar las victoriasde los largos enfrentamientos, que excedían elconcepto de polis, los cuales fueron característi-cos en el mundo griego a partir del siglo IV a. C.En este cambio el espíritu del agón hoplita fuesiendo sustituido poco a poco por el hegemóni-co; y un monumento permanente levantado enun lugar destacado se convirtió así en una de lasmejores formas de conmemorar una victoria“total”, no transitoria.

Por supuesto, el trofeo en época helenísticasiguió siendo un destacado símbolo de victoria.Por ejemplo, en la segunda mitad del siglo III a.C. una ley ateniense premiaba con privilegios aaquellos que hubiesen levantado un trofeo( Janssen, 1957, 244: Betelli, e. p.). Lo que ocurrióes que cambió de forma y de sentido; se convir-tió en un motivo más personalizado destinado aconmemorar el poder del gobernante, algo queheredará Roma. Ya no es tanto una forma dededicación u ofrenda, es fundamentalmente un

monumento conmemorativo, lo cual, explica,por otro lado, que el trofeo, como tronco deárbol vestido con una panoplia se convierta másbien en un elemento iconográfico relacionadocon la simbología de la victoria y el triunfo, sien-do este motivo uno de los más característicos delarte triunfal helenístico e imperial, que apareceen no pocos soportes (fig. 2)17.

Las fuentes escritas mencionan algunos de lostrofeos construidos por los reyes helenísticos,especialmente los seleúcidas, como los dos cons-truidos por Numenio, general de Antíoco III18

tras una doble victoria, en tierra y mar, sobre lospersas, o el erigido por Antíoco VII Sidetes trasderrotar a los partos, el cual es mencionado porFlavio Josefo19.

Otro ejemplo puede ser el monumento levan-tado en Veria, en Macedonia, decorado con escu-dos hoplitas y macedónicos, que fue construidopara conmemorar la victoria de Pirro sobreDemetrio I Poliorcetes, y su proclamación comorey de Macedonia en el año 287 a. C. (Markle,1994; Markle, 199920).

Sin embargo, no parece que los primerossoberanos macedonios tuvieran por costumbreconstruir trofeos en el campo de batalla. Al pare-cer, Alejandro no erigió ningún trofeo de armaspara celebrar sus victorias militares; y respecto aFilipo II sólo existen dos testimonios recogidospor Diodoro de Sicilia21.

Según una leyenda recogida por Pausanias(IX, 40, 7-9), un león llegado del Olimpo destru-yó un trofeo erigido por Carano, el legendariofundador de la casa real macedonia22, por lotanto construir un trofeo era considerado por losmacedonios un especie de tabú (Diodoro, XVIII,15). Resulta, por tanto, curioso que algunosmonumentos con leones fueron asociados tantoen época clásica como helenística con la conme-moración de la victoria y de la guerra, especial-mente como cenotafios o tumbas de los caídos.Ejemplos de estos monumentos, son el majestuo-

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17 Para el trofeo romano véase el trabajo clásico dePicard, 1957.

18 Vid. Plinio, N. H. VI, 15219 Josefo, XIII, 250.20 Contra la reconstrucción del monumento propuesta

por M. M. Markle véase Polito, 1998, 81, 99, n.60.21 Diodoro menciona los trofeos levantados por Filipo

tras una batalla frente a los ilirios (XVI, 4, 7) y despuésde Queronea (XVI, 86, 6). Sobre los trofeos macedo-nios véase Betalli e. p.

22 Los macedonios dicen que Carano, rey de Macedonia, venció

en batalla a Ciseo, que era jefe en una región vecina. EsteCarano levantó un trofeo siguiendo las leyes de los argivos porsu victoria, pero dicen que un león vino del Olimpo y derri-bando el trofeo éste desapareció (...). Con una reflexión:Carano no había tenido una buena política al llegar a unaenemistad irreconciliable con los bárbaros que vivían alrede-dor, y se estableció que no debía levantar trofeos ni el propioCarano ni los que iban a reinar después en Macedonia, si esque algún día debían atraerse la amistad de sus vecinos. Loque digo lo confirma también Alejandro, que no levantó trofe-os ni por su victoria sobre Darío ni por sus victorias de laIndia. (Pausanias IX, 40, 8, trad. M. C. Herrero).

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so león de mármol de Queronea, que recuerda ellugar donde fueron enterrados los tebanos caídosfrente a los macedonios de Filipo en el 338 a. C.,el monumento funerario de Anfípolis coronadopor un león23, o la tumba de Cnido (fig. 3), cons-truida en un promontorio probablemente paraconmemorar una batalla naval ocurrida en algúnmomento de finales del siglo IV o principios delsiguiente (Rice, 1993, 249-251).

Desde luego, los monumentos construidos enel campo de batalla, ya fueran trofeos o tumbas,tenían un claro valor psicológico, como recuer-dos duraderos de las batallas y sus victorias, perotambién como señalizadores de lugares especia-les, colocados en terrenos bien visibles. Al igualque los monumentos de victoria romanos cons-truidos en zonas fronterizas o junto a importantesvías de comunicación, como los identificados enel Pirineo Oriental, construidos en un terrenolimítrofe entre la Citerior y la Narbonense paraconmemorar las victorias de Pompeyo sobregalos e hispanos.24 Se trata sin duda de monu-mentos conmemorativos, pero no son auténticos

trofeos erigidos en el campo debatalla. Se levantaron pararecordar una victoria, comoexpresión de poder y comohitos, en un emplazamiento queserviría para visualizar una deli-mitación provincial, lo cual lesañadiría un destacado valor ide-ológico. Algo parecido ocurríacon el gran trofeo de Augustoen los Alpes, levantado paracelebrar la pacificación de todoel arco alpino, situado en unespacio dominante, punto depaso obligado de una importan-te vía de comunicación25.

Evidentemente estos monu-mentos destinados a celebrar lavictoria en espacios geográficoscon cierta carga simbólica,como podía ser el lugar delenfrentamiento bélico y losterritorios fronterizos se conver-tían también en instrumentospolíticos como hitos de un espa-cio controlado, pero también

como manifestaciones de la extensión del poder.Con todo, la escenificación de las victorias

militares a través de los monumentos tendríaseguramente una mayor audiencia en los lugaresde culto, especialmente en los santuarios panhe-lénicos, como Olimpia o Delfos, y en las ciuda-des. Ambos espacios, tanto el lugar de cultocomo la ciudad, se convirtieron en escenariosprivilegiados en los que el gobernante podíacomunicar su poder, político, militar y económi-co, embelleciéndolos con monumentos, gracias ala capacidad de crear y de transformar que va dela mano del poder político, pero también graciasa las victorias obtenidas en el campo de batalla.

Desde luego, William Kendrik Pritchett (1971,100) no exageraba cuando escribió que sin lasguerras, pocos de los templos y monumentos deGrecia habrían sido construidos.

Dentro de estas obras que recordaban la vic-toria en los centros políticos y religiosos, hay queseñalar en primer lugar el “Monumento delGránico”, probablemente la obra más destacada

Fig. 3. Hipotética reconstrucción de la tumba de Cnido (según R. P. Pullan)coronada con un león, levantada en un promontorio probablemente para

conmemorar una batalla naval. Fuente: Rice, 1993.

23 Para el monumento de Anfípolis véase Roger, 1939;Broneer, 1941; Rice, 1993, 248-249.

24 Sobre la identificación de estos trofeos véase Castellvíet alii, 1995.

25 De igual modo, el trofeo de Adamclisi, que conme-moraba la victoria del emperador Trajano sobre losdacios, fue también construido sobre cierta altura juntoa un nudo viario.

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del arte triunfal de la Antigüedad26. Este grupoescultórico creado por Lisipo en Dión, el centrosagrado de los macedonios, en memoria de losque murieron en la primera gran victoria deAlejandro sobre los persas, estaba formada porvarias estatuas de infantes y jinetes de bronce,entre las cuales había seguramente un retrato delpropio Alejandro. Como muchas de las obras deLisipo, el monumento ejerció una enormeinfluencia para el período helenístico. En pala-bras de Pollit (1998, 85), “su historicidad tocó lafibra del individualismo helenístico; su aparenterealismo bélico conmovió la mentalidad teatralde la época; y la imagen triunfante de Alejandroevocaría la fortuna irresistible del rey y hablaríade así a la obsesión helenística por Tykhe”.

Seguramente se erigieron muchos otrosmonumentos de este tipo en las ciudades y san-tuarios del mundo griego. Pausanias describevarias dedicaciones en el santuario de Olimpiaen recuerdo de hazañas militares relacionadascon Seleuco27, Demetrio Poliorcetes28 yAntígono29.

Pero, los más claros sucesores del tipo demonumento real conmemorativo iniciado por elde la batalla del río Gránico fueron sin duda losgrandes grupos atálidas construidos en Pérgamo,que conmemoraban las victorias sobre los gála-tas.

Todas estas obras de arte se convirtieron nosólo en símbolos de victoria, sino en claras mani-festaciones del poder y carisma de los soberanoshelenísticos, que enriquecían sus ciudades yespacios de culto gracias a sus logros militares.

Por lo tanto, no es de extrañar que muchos deestos monumentos y otras obras artísticas fueranobjeto de los saqueos de los generales romanosvictoriosos en suelo griego y fueran exhibidoscon gran pompa como botín de guerra en losdesfiles triunfales por las calles de Roma

30.

Así, tras la conquista final de Macedonia,Cecilio Metelo celebró en el año 146 a. C. sutriunfo, trayendo consigo el monumento de vic-

toria más importante del Helenismo, el conjuntoescultórico de la batalla del Gránico de Lisipo,que fue colocado en el llamado Pórtico Metelo31,en el Campo de Marte, convirtiéndose de algúnmodo, y paradójicamente, en el monumento queconmemoraba la victoria definitiva de Metelosobre los macedonios.

Años antes, en la procesión triunfal decretadaen homenaje a Emilio Paulo en el año 167 a. C.desfilaron numerosos tesoros artísticos proceden-tes de Macedonia. Según relata Plutarco32, estacelebración duró tres días: el primer día fue apenassuficiente para ver las estatuas que se habían traído, ylas pinturas y las imágenes colosales, todo ello llevadoen 250 carros tirados por yuntas. En el segundo díapasaron en muchos carros las armas más hermo-sas y acabadas de los macedonios y las vasijas deplata.

Además de exhibir los despojos y su éxitomilitar sobre Macedonia en su desfile triunfal, ala manera romana, Emilio Paulo, siguiendo laestela de los gobernantes helenísticos, quiso dejartambién en un santuario griego un recuerdoduradero de su victoria. De este modo, ordenóque se construyera en Delfos un monumentodedicado a la conmemoración de su propia per-sona y de la victoria romana de Pidna (168 a. C.)en la que derrotó al último rey de Macedonia33.Como señalan Plutarco34 y los datos arqueológi-cos, se trataba de un pedestal, que en origendebía estar coronado con una imagen del propiorey Perseo, y en el que finalmente se colocó laestatua ecuestre de Paulo. La parte superior esta-ba decorada con un friso con escenas de la bata-lla en la que los combatientes se pueden identifi-car por sus armamento como romanos y mace-donios, y en la base de este pedestal podía leerseuna inscripción: “L. Emilio, hijo de Lucio [lo eri-gió con los despojos que] tomó del rey Perseo yde los macedonios”

De este modo, Emilio Paulo aparecía enRoma como un vir triumphalis, un imperator, y enel santuario de Delfos, como un jefe victorioso,

CuPAUAM 28-29, 2002-2003 El trofeo y los rituales de victoria… 133

26 Sobre el monumento y su composición vid. Arriano I,16, 4; Plutarco, Alejandro XVI; Veleyo Patérculo, I, 11,34. Vid. un estudio sobre el monumento en Calcani,1989. Véase también Olaguer-Feliú, 2000, 102-103.

27 Pausanias VI, 11, 1.28 Pausanias VI, 15, 7.29 Pausanias VI, 16, 2.30 Estos monumentos dejaron sin duda no sólo recuer-

dos duraderos de las victorias romanas en suelo helenoy un modo de enfatizar el poder del vencedor, sinotambién un medio de difusión de la cultura y el arte

griegos, algo que quedó magistralmente expresado enlas palabras del poeta Horacio (Ep II, 1, 156): Graeciacapta ferum victorem cepit et artis / intulit agresti Latio.

31 Para el Pórtico Metelo vid. Pietilä-Castrén, 1987, 130-132.

32 Plutarco, Emilio Paulo XXXII-XXXIII.33 Para el monumento de Emilio Paulo en Delfos vid.

Plutarco, Emilio Paulo XXVIII; Polibio XXX, 10, 2;Livio XLV, 27, 7.

34 Emilio Paulo XXVIII.

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134 María del Mar Gabaldón Martínez CuPAUAM 28-29, 2002-2003

dejando el recuerdo petrificado de su victoria enun monumento personalizado, convirtiéndose enun héroe, al igual que lo habían hecho los sobe-ranos helenísticos, empezando por AlejandroMagno.

Sin duda los imperatores romanos en su deseode dejar recuerdos duraderos de sus victorias yde reafirmar y extender el poder de Roma, altiempo que proclamar su carisma contaban conel ejemplo de los soberanos helenísticos y de losrituales griegos, ya fuera mediante la ofrenda dearmas y monumentos en los lugares de culto o laconstrucción de trofeos en el campo de batalla.

Así, en Delos, al sur del pilar de Antíoco, unabase de piedra representaba el amontonamientode escudos macedónicos que un general romanohabía tomado en Grecia y dedicaba al diosApolo35. También el general romano Mumioofreció en el santuario de Olimpia veintiún escu-dos dorados36, y el carismático Sila mandó erigir

un trofeo, al modo helenístico, en las cercaníasde Queronea para conmemorar su victoria sobreel ejército de Mitríades en el año 86 a. C.37

(Camp et alii, 1992). Sin duda otra forma de celebrar la victoria y

convertirla en expresión de poder consistía enhonrar a los dioses y agradecer su ayuda hacién-doles partícipes del botín, llenando sus santua-rios de ofrendas.

Y es que si la guerra victoriosa era condiciónde poder y de prestigio, también era proveedo-ra del botín (con su valor económico, simbólicoy religioso). Como ya se ha visto, el vencedor lle-vaba a las divinidades las primicias de su botín,materializadas en monumentos conmemorati-vos38, y en la dedicación de las armas y otrosobjetos en los lugares de culto, especialmente enlos grandes santuarios panhelénicos. Esta prácti-ca fue muy frecuente en los periodos arcaico yclásico, aunque no tanto en época helenística.

Fig. 4. Friso de armas amontonadas del recinto porticado del santuario de Atenea Polias de Pérgamo. Foto:Pergamonmusem, Berlín.

35 Préaux, 1984, 17.36 Pausanias V, 10, 5. 37 Esta campaña fue descrita por Plutarco (Sila XIX, 9-

10), y el viajero Pausanias (IX, 40, 7) menciona los dostrofeos “permanentes” que los romanos levantaron enaquel lugar. Es posible que uno de estos trofeos hayasido identificado recientemente (Camp et alii, 1992), lo

cual ha sido puesto en duda por C. S. Mackay (2000,168-177).

38 Como señala C. Préaux (1984, 17): “había un botín decarácter particular: las estatuas sagradas, robadasmucho tiempo antes por algún enemigo y que se ibana recuperar. Era el objetivo de la expedición deAlejandro, y fue también el de Ptolomeo Evergetes I ensu campaña contra el Seleúcida”.

Page 9: El trofeo y los rituales de victoria como símbolos del ...

Las armas en tanto que instrumentos de com-bate, están ligadas también a la celebración de lavictoria, sobre todo las armas capturadas en elcampo de batalla, ya que se identifican con elenemigo y simbolizan su derrota.

Por lo tanto, los despojos enemigos tomabanparte de los desfiles triunfales y de otras celebra-ciones; el tropaion originario se vestía con arma-mento enemigo, muchos monumentos que cele-braban éxitos militares se adornaban con relie-ves de armas amontonadas que representabanlas capturadas al enemigo, como las de los frisosde recinto porticado del santuario de AteneaPolias de Pérgamo, en los que aparecen despojosde los gálatas mezclados con armas griegas, con-memorando de este modo no sólo una victoria,sino las glorias militares, en general, de los atáli-das sobre otros soberanos helenísticos y sobre losceltas (fig. 4). Esta representación de las armasamontonadas del vencido o spolia se convertirá,junto con la imagen del trofeo, en una de losmotivos iconográficos más frecuentes del arte

triunfal helenístico y romano39.De todos modos, las armas esculpidas en los

monumentos, ya fueran tumbas o monumentosconmemorativos no siempre tenían que serrepresentaciones del armamento enemigo o tro-feos. Seguramente, en el caso de algunas tumbasy monumentos de victoria helenísticos decora-dos, sobre todo, con la alternancia de corazas yescudos, habría que hablar más que de las armasdel enemigo o trofeos, de las armas propias o demotivos simbólicos, quizá de carácter apotropai-co. Como puede ser el caso del monumento deDión, que alterna escudos hoplitas con corazasde tipo anatómico y coselete (Fig. 5). Se trata dearmas macedónicas que pueden fecharse entrefinales del siglo IV y principios del III.Posiblemente, y como ha señalado EugenioPolito (1998, 83) no representan las armas ene-migas, sino las propias macedonias, que inserta-das en un monumento público simbolizarían ladignidad y el poder militar macedonio.

CuPAUAM 28-29, 2002-2003 El trofeo y los rituales de victoria… 135

Fig. 5. Detalle del Monumento de los Escudos de Dión (Macedonia). Fuente: Polito, 1998.

39 Sobre los frisos de armas en la Antigüedad clásicavéase el excelente trabajo de Eugenio Polito (1998):Fulgentibus Armis. Introduzione allo studio dei fregi d´armiantichi. Roma.

En el mundo romano los frisos decorados con spolia cons-tituyen uno de los motivos más frecuentes en la orna-mentación de cierto tipo de monumentos honoríficoscomo los arcos de triunfo, las columnas, los mausoleos,

etc. Aparece, por ejemplo, en el arco de Orange (Amyet alii, 1962), en la base de la Columna Trajana, en ladecoración escultórica del Foro de Trajano (Ungaro yMessa, 1989), en las pilastras del Armilustrum delAventino de la galería de los Uffizi, en el teatro roma-no de Mérida (Salcedo, 1983), etc.

Para más ejemplos vide Polito, 1998.

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136 María del Mar Gabaldón Martínez CuPAUAM 28-29, 2002-2003

Lo mismo puede decirse de algunas de lasarmas que decoran el monumento númida deChimtou, “Simitthu” (Túnez), construido porMicipsa a mediados del siglo II a. C., convertidodespués en un templo del dios Saturno. Comootros monumentos helenísticos el edificio estádecorado con alternancia de corazas y escudos(fig. 6) que no representan armas enemigas nitrofeos, sino armamento decorado con elemen-tos simbólicos vinculados quizá con alguna divi-nidad40.

Pero volviendo a la relación del armamentocon los ritos de victoria. En el mundo griego ladedicación del armamento y su exhibición en lossantuarios era una manifestación de piedad, perotambién un símbolo de la victoria con efecto pro-pagandístico.

La mayoría de las piezas del equipo militarprocedentes de los lugares de culto fueron dedi-cadas a lo largo de los períodos arcaico y clásico,

especialmente entre comienzos del siglo VI a. C.y la primera mitad del V41.

las armas consagradas en los santuarios eneste período eran sobre todo armas capturadasen el campo de batalla. Las piezas del equipomilitar personal podían ser dedicadas ocasional-mente a las divinidades, aunque no fue un hechohabitual hasta fechas posteriores.

Esta práctica de dedicar el armamento delenemigo comenzó a declinar en el siglo V a. C.Así, por ejemplo, en el santuario de Posidón enIstmia tras el incendio que destruyó el temploarcaico en una fecha aproximada al 460 a. C. yano volvieron a dedicarse más armas, al menos,no en la mismas cantidades42.

Algo similar ocurrió en Olimpia y Delfos,donde la cantidad de armas, datadas en el sigloV, especialmente en su segunda mitad, es bas-tante menor que la de los dos siglos precedentes.De hecho, muy pocas armas procedentes del san-tuario de Olimpia pueden ser fechadas más alládel 430 a. C., y en Delfos, tras la ofrenda de losdespojos enviados por Tegea y Mantinea en el423 a. C. apenas hay armas procedentes delcampo de batalla.

La disminución de armas en los santuarios noparece deberse a razones económicas, ya queprecisamente en el siglo V a. C. tanto el creci-miento de la población como el económico esta-ban en alza más que en retroceso (Snodgrass,1989-1990, 289).

Es posible que esta disminución de armas delbotín en los lugares de culto pudiera estar, enparte, relacionada con el surgimiento de un sen-timiento panhelénico que hacía que resultasepoco digno llevar a los grandes santuarios lasarmas de griegos capturadas en el campo debatalla por otros griegos. Esto pudo contribuir aque el número de armas ofrecido en los santua-rios disminuyera43, lo cual nos recuerda el lamen-to de Plutarco44, sacerdote en Delfos, y de

Fig. 6. Escudo decorado con un gran ojo apotropaicodel monumento de Djebel Chimtou (Túnez). Fuente:

Polito, 1998.

40 García-Bellido, 1998. Sobre el significado de las armasesculpidas del monumento de Chemtou vid. Polito,1998, 86-89.

41 Sobre esta cuestión véase Gabaldón, 1997; Gabaldón,2003.

42 Para la presencia de armas en el santuario de Poseidónen Istmia vid. Jackson, 1992.

43 Teoría apuntada por A. Jackson (1992), seguida por P.Krentz (2002, 35). Para este último el hecho de que seprodujera este cambio y disminuyesen las ofrendas dearmas en los santuarios era una regla más del agónhoplita, que según este autor fue inventado en el siglo

V a. C. y no en el VII a. C.44 Esos monumentos en los que el dios está rodeado por

todas partes de primicias y diezmos, que son producto dematanzas, de guerras y de saqueos, y ese templo lleno dedespojos y botines tomados a los griegos, ¿podemos vertodo eso sin indignarnos?. ¿Cómo podemos no apiadar-nos de los helenos cuando leemos en bellas ofrendas ins-cripciones tan vergonzosas como éstas: “Brasidas y losacantos con los despojos de los atenienses, “Los atenien-ses con los despojos de los corintios”,“Los focenses conlos despojos de los tesalios”. (Plutarco, Sobre los oráculosde la Pitia, cap. 15).

Page 11: El trofeo y los rituales de victoria como símbolos del ...

Platón45 al ver en los santuarios las armas de losgriegos tomadas por otros griegos.

Lo cierto es que, en general, a partir del sigloV a. C. la presencia de armas y de otros objetosva siendo menor tras la “generosidad” del perío-do arcaico, y no sólo en los santuarios panhelé-nicos sino también en los centros de culto loca-les.

Por otra parte, a partir de los siglos IV y IIIaparecen en algunos santuarios regulaciones yleyes sagradas que van a prohibir la entrada dearmas procedentes del botín. De igual modo,existen datos que indican que muchos santuariosgriegos no permitían que se llevaran objetos dehierro -incluyendo las armas- al interior de surecinto46.

Lo que ocurre es que a partir del siglo V a. C.,y sobre todo de la centuria siguiente, se dedicanmás auténticos monumentos que las propiasarmas. Se ofrecen ahora más edificios y escultu-ras, que son también ofrendas guerreras puestoque fueron costeadas con parte de las gananciasdel botín.

De algún modo se pretende una perpetuidad,algo que esta relacionado con los cambios que elmundo griego estaba experimentado que afecta-ban al sistema breve y ritualizado del agón hopli-ta..

Por supuesto, estas transformaciones no signi-fican en absoluto que la guerra se separase susaspectos rituales y que no se ofreciesen másarmas en los santuarios ni se levantasen másauténticos trofeos construidos con los despojosde los enemigos. El equipo militar siguió consa-grándose a los dioses, aunque en cantidadesmenores, tanto despojos como especialmenteofrendas de las armas propias, como se puedecomprobar en varios de los poemas helenísticosde la Antología Palatina (vid. Tabla I).

En efecto, las armas siguen llevándose a lossantuarios como ofrendas durante el períodoHelenístico. Tras las batallas, se seguía honrandoa los dioses, ya fuese con la ofrenda de armas o,

sobre todo, con monumentos costeados conparte del botín, y se exhibía en los recintos sagra-dos todo aquello que simbolizase el triunfo y lavictoria. De esta manera, Alejandro Magno, trasla batalla del Gránico no sólo ordenó que selevantaran estatuas a los caídos, también envió aAtenas trescientas escudos (o panoplias), algunosde los cuales fueron colgados para su exhibiciónen el Partenón47.

En el primer cuarto del siglo III a. C. Pirroofreció en el santuario de Atenea Itonia, entreFeres y Larisa, los escudos de los gálatas y los delos macedonios en Dodona tras derrotar al ejér-cito de Antígono Gonatas48.

Tras expulsar a los gálatas de Delfos en el año280 a. C. los etolios dedicaron escudos de oro enel santuario, los cuales podían verse todavía entiempos de Pausanias49 colgados en la parte tra-sera e izquierda del arquitrabe del templo deApolo.

De igual modo, hacia el 211 a. C., Filipo Vofreció en el santuario de Atenea en Lindo diezescudos, diez espadas y diez cascos procedentesde los despojos de sus enemigos (Pritchett, 1979,245).

Las armas enemigas se colgaban para su exhi-bición no sólo en las columnas muros de los tem-plos, también en las estoas de los centros políti-cos. Por ejemplo, en Pérgamo, además de los gru-pos escultóricos ya mencionados se exhibían,como símbolo de la victoria, los despojos de losgálatas en los nichos de dos grandes pórticos de laacrópolis de aquella ciudad. Por otro lado, segúnPolibio (V, 8, 8-9), cuando Filipo V marchó sobreTermo en el año 218 pudo ver quince mil piezasde armamento ornando las estoas de la ciudadetolia. Estas armas estarían en buen estado pues-to que los soldados de Filipo cambiaron susarmas por las que estaban en los pórticos y des-truyeron el resto.

Hasta ahora se han mencionado algunosejemplos de la dedicación de armas enemigas enel período Helenístico50, pero las fuentes literariasseñalan también las ofrendas de las armas perso-

CuPAUAM 28-29, 2002-2003 El trofeo y los rituales de victoria… 137

45 Ni tampoco llevaremos a los templos las armas de loscaídos, como si fuesen ofrendas, y mucho menos las delos griegos, por poco que nos importe el mostrarnosbenévolos con el resto de Grecia. Más bien debemostemer el contaminar los templos al llevar allí los des-pojos de familiares nuestros, a no ser que el dios dis-ponga lo contrario. (Platón, República V, 470a).

46 F. Sokolowski, Lois Sacrées des Cités Grecques, nº 68,124; F. Sokolowski, Lois Sacrées des Cités Grecques, suppl.nº 33, 59, 60; Vid. también Plutarco, Moralia 274B-C y

819E; Plutarco, Arato XXI. 47 Vid. Plutarco, Alejandro XVI,17; Arriano, Anabásis I,

16, 7.48 Leónidas, Antología Palatina VI, 130. Pausanias (I, 13,

2-3) menciona también estas ofrendas que el rey delÉpiro dedica a Atenea y a Zeus tras derrotar al mace-donio Antígono (274-273 a. C.).

49 Pausanias X, 19, 4.50 Más referencias en Launey, 1987, 906-911.

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138 María del Mar Gabaldón Martínez CuPAUAM 28-29, 2002-2003

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ala

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servidumbre

traan./PeroapoyndoseyaenlospilaresdeltemplodeZeus,/lastimoso

bot

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macedonio

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AquellaqueintrpretefueradeEnialioydeIrene,/aquellaquecantabacon

brbaros

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salpinge

de

bronce

aAtenea

ofrend

Ferenico

/al

decir

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batallas

yaltares.

Yo,salpinge,queelgritocrueldelaguerraentonaba/yentiemposdepaz

cant

dulces

himnos,

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,Ferenico,

ensilencio

mi

boca

sonora,

/como

un

don

que

consagras

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virgen

Trit

nide.

Noesabsurdoesteemblemaquepusoensuescudoelvaliente/luchador

Hilo,

crete,

que

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de

Polito

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ala

Gorgo

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,la

que

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piedra

aloshombrestransforma,/ytrespiernasconellaquealenemigodicen:/T,

queblandestulanzaantem,nomemiresyhuye/contrespiernasdelante

de

este

veloz

atleta

Quintalesarmasrecinconquistadasenesta/encinacolg?

Dequin

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rico

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Trea

llena

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/de

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argivos

restamos./

Mira

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loscuerpos

ca

dos,

no

sea

que

quede

/alguienvivoque

aEsparta

de

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gloria./Tu

marcha

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la

victoriapregonaesteescudo/propiodelosLaconesylasangredeOtradas;/y

suestertoraqu

alladoseescucha.Rechaza,/Zeusabuelo,eltrofeodeuna

falsa

victoria.

Aqu

estoy

bajo

el

techo

de

Palas,

guerrera

valiente,

/el

escudo

que

en

su

hombromortalllevaraantao/Timanor;muchasvecesdepolvomncheme

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patro

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Autor

Texto

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aPalatina

Fecha

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dedicadas

Dedicante

Divinidad

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CuPAUAM 28-29, 2002-2003 El trofeo y los rituales de victoria… 139

SiaceptaselarmaqueArqustrato,Heracles,teofrenda/podr

envejecer,

oyendohimnosycoros,/apoyadaenalgnrelucientepilardetuatrio./Basta

ya

Enialio

con

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contienda

odiosa.

Este

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comodones

de

Pr

maco

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Febo;

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combate.

Aqu

estoy

de

laguerraapartado

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espaldaselpechodemidueo./Dardostiradosdelejosypiedrasterribles

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la

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el

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Clito.

Qudate,escudobrillante,eneltemplodivino/comoofrendaguerrerapara

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Letoa

/deAlejandro,

que

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cenefa.

Soy

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fue

al

rubioApolo

ofrecido/

porAlejandro,

el

hijo

de

Fileo;

gastada

/por

la

guerra

est

yami

cenefa,

gastadomi

vientre,/pero

brilla

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gloria

que

adquir

combatiendo/

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hroecampe

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me

ofrenda

yno

habiendoderrotas

/conocido

jam

sdesde

que

me

forjaron.

-MnadebravadeEnialio,

quinvinoaofrecerte,/velozlanza,aladiosa

queconvocaelcombate?/-Meniofue,cuyamanoenvanguardialanzbame

rauda

/porque

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llanura.

Era,

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destino

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/deAres

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rtemis,

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DesustristesespaldaslasarmastiraronlosBretios,/heridosporlasmanos

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140 María del Mar Gabaldón Martínez CuPAUAM 28-29, 2002-2003

nales en los santuarios. La Antología Palatina (vid. Tabla I) recoge una

serie de poemas en los que el armamento perso-nal es dedicado tras cumplir su vigencia.

De este modo, en un epigrama de Mnasalceses un escudo el que habla:

Soy un escudo que fue al rubio Apolo ofrecido/por Alejandro, el hijo de Fileo;/ gastada por la guerraestá ya mi cenefa, gastado mi vientre,/pero brilla la glo-ria que adquirí combatiendo /junto al héroe campeónque me ofrenda y no habiendo derrotas /conocido jamásdesde que me forjaron51.

La consagración de las armas propias con laindicación del nombre del dedicante era sinduda un gesto propagandístico.

De Alejandro se decía que había ofrecido sucoraza y su lanza en el santuario de Asclepio enGortina de Arcadia52, y que, en su viaje a Ilio,consagró a Atenea su armadura y tomó prestadasde su santuario armas que databan de los tiem-

pos de la Guerra de Troya53. Aquí, Alejandro espresentado como un personaje singular, el cualno sólo tiene la potestad para utilizar las armasmíticas de los que combatieron en Troya, sinoque además, al igual que aquellos héroes, consa-gra sus armas en los lugares de culto, las cualesquedarán allí para ser admiradas por las genera-ciones sucesivas como si se tratase de reliquias, aligual que las armas de los héroes, como la lanzade Aquiles que según Pausanias se guardaba enel santuario de Atenea en Faselis54 o la espada dePélope custodiada en el tesoro de los sicionios enOlimpia55.

De igual manera, como señalan las fuentesescritas, en la Roma republicana los generalesromanos también solían llevar parte de los des-pojos al interior de la ciudad, con los que orna-ban no sólo los templos, sino también otros luga-res públicos y sus propias casas (Wiseman,1987)56.

Fig. 7. Gran lienzo que el pintor del barroco francés Charles Le Brun (1619-1690) pintó para Luis XIV. Representa laentrada triunfal de Alejandro en una fastuosa Babilonia, reflejando la gloria militar y las virtudes del monarca macedo-

nio. Museo del Louvre.

51 Trad. M. Fernández-Galiano.52 Pausanias, VIII, 28, 1.53 Arriano, Anábasis I, 11,7-854 Pausanias, III, 3, 8.55 Pausanias, VI, 19, 6.56 Por ejemplo, Livio, X, 7, 9: (...) Domus spoliis hostium

adfixis insignes inter alias.

Vide también Polibio VI, 39, 10 y Livio, XXIII, 23, 6.Seguramente, la propia casa de Augusto tenía armas enla puerta de entrada. Vid. Ovidio Tristes III, 1, 33 ss:Singula dum miror video fulgentibus armis / conpiscuos pos-tes tectaque digna deo.

Colocar las armas en la domus era un privilegio (Livio, X,7, 9).

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Del mismo modo otros pueblos itálicos, comolos samnitas, como analiza el profesor GianlucaTagliamonte en este mismo volumen, llevaban,como lo hacían los griegos, las armas propias ylas capturadas al enemigo a sus lugares de cultomás destacados, como el santuario dePietrabbondante (Isernia).

También, en el ámbito ibérico, se han halladoalgunas armas ofensivas de hierro en el santuariodel Cerro de los Santos (Albacete), que, pese a supésima conservación, pueden ser interpretadascomo ofrendas a la divinidad o divinidades dellugar en relación con algún acontecimiento mili-tar57.

Finalmente, además de la construcción de losmonumentos conmemorativos y de la dedica-ción de armas a los dioses, otro de los mecanis-mos que convertían la victoria en imagen delpoder, consistía en la celebración de ritualespúblicos, que incluían los sacrificios a los dioses,que empezaban en el mismo campo de batalla(antes y después del inicio de las hostilidades), ylas procesiones triunfales.

Los ritos que tenían lugar tras el enfrenta-miento bélico estaban dotados de un especialsentido religioso y propagandístico. Sin duda, lasceremonias públicas que celebraban victoriasmilitares, muchas de ellas con gran impacto escé-nico, dieron a los reyes helenísticos nuevas opor-tunidades de aparecer ante un público másamplio y consolidar su poder. El efecto, aunquetransitorio, entre la población era importante yaque esta o parte de ella podía participar directa-mente en muchos de estos festejos. Además, laritualidad y teatralidad de muchos de estos desfi-les triunfales lograrían que la celebración de lavictoria, permaneciera en la retina del público yconvirtiera a los jefes victoriosos en una especiede dioses (fig. 7).

Los grandes desfiles de los reyes helenísticos,relacionados con otras ceremonias religiosas,como la espectacular procesión en Alejandría dePtolomeo II Filadelfo (c. 271/270 a. C.), descritapor Ateneo58, o la enorme procesión al santuariode Apolo en Dafne organizada por Antíoco IVEpifanes entre el 166 y 165 a. C., que fue costea-

da con parte del botín de su guerra contraEgipto59, eran indudables muestras de propagan-da militar60.

Lo mismo ocurría con la celebración delTriunfo romano61 o con la ceremonia y desfile delos Spolia Opima, que culminaba con la consagra-ción de los mejores despojos en el templo deJúpiter Feretrio62.

Algo similar puede verse también en las esce-nas del retorno del guerrero, frecuentes en laslastras pintas de las tumbas de Paestum del sigloIV a. C., en las que el guerrero itálico regresa conlos spolia del enemigo ensartados en su lanzacomo si fueran trofeos, seguido de varios prisio-neros de guerra63.

En todos estos casos estos desfiles y rituales secelebraban fundamentalmente el hecho de la vic-toria y se manifestaba el poder del dirigente ojefe victorioso.

Sin embargo, como ha señalado acertada-mente el profesor Hölscher (2003, 14), en épocaarcaica y clásica, los rituales se centraban sobretodo en la figura del guerrero, más que en su pro-pia victoria. El foco de atención no se poníantanto en la gloria de la victoria como en el valordel guerrero. De hecho en las imágenes de losvasos pintados el tema más recurrente es la par-tida del joven guerrero a la batalla o armándosepara la misma y no el regreso victorioso64.Además, en las épocas arcaica y clásica apenashabía monumentos conmemorativos personali-zados, el trofeo originario era una dedicaciónanónima a la divinidad y no una exaltación dura-dera de la victoria. Sin embargo, los soberanoshelenísticos querían y necesitaban que sus victo-rias tuvieran una imagen duradera como unmecanismo más para consolidar su poder políti-co, en el marco de una “realeza triunfal” que legi-timaba su poder.

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57 En último lugar, Sánchez, 2002, 247-249. 58 Sobre la procesión de Ptolomeo Filadelfo véase un

estudio muy completo en Rice, 1983.59 Vid. Polibio, XXX, 25-26. 60 Otro ejemplo es el de la entrada de Demetrio I en

Atenas con ocasión de los misterios eleusinos. Allí fuerecibido por coros que cantaban en su honor y fue con-siderado casi como un dios. Vid. Rice, 1983.

61 Vid. Versnel, 1970; McCormick, 1986; Pietilä-Castrén,1987.

62 Para el tema de los spolia opima véase por ejemplo eltrabajo de H. Flower (2000).

63 Para las lastras pintadas de las tumbas de Paestum vid.Pontrandolfo y Rouveret, 1992.

64 Como aparece en las lastras pintadas de Paestum.

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