EL TONTO DE LA COLINA

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EL TONTO DE LA COLINA JUAN MANUEL OCHOA TORRES SOCIEDAD MEXICANA DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA, A. C.

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Si desea sorprenderse al descubrir el extraordinario potencial que subyace en todo ser humano, y si además, le gustaría hacerlo de una forma amena y clara, será imprescindible la lectura del presente libro. También le ayudará a comprender mejor el verdadero origen de muchos de los conflictos que ahora mismo le parecen inexplicables. Por ello, nos atrevemos a asegurarle que, la percepción que tiene sobre ciertos asuntos clave, será diferente después de haber disfrutado de cada una de sus páginas.

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JUAN MANUEL OCHOA TORRES

SOCIEDAD MEXICANA DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA, A. C.

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ACERCA DEL AUTOR

JUAN MANUEL OCHOA TORRES es miembrode la SOCIEDAD MEXICANA DE GEOGRAFÍA YESTADÍSTICA, A.C. que es la sociedad científicay cultural más antigua del continente americano,al haber sido fundada en el año de 1833 por elentonces Presidente de México don ValentínGómez Farías.

El autor forma parte del Consejo AcadémicoNacional de dicha institución, al fungir como Pre-sidente de una de sus Academias, y ha escritouna gran cantidad de libros sociales, económi-cos, cívicos, ecológicos, demográficos, históri-cos y de análisis diversos; algunos de los cua-les han sido traducidos al idioma inglés.

www.juanmanuelochoat.blogspot.mx/

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JUAN MANUEL OCHOA TORRES

SOCIEDAD MEXICANA DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA, A. C.

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Título original en español: “El tonto de la colina”

PRIMERA EDICIÓN: ENERO DEL 2014

ISBN: 978-607-7944-04-1

Número de registro: 03-2013-100909381300-01

Copyright © Juan Manuel Ochoa Torres

Correspondencia con el autor:

Juan Manuel Ochoa Torres: [email protected]/

SOCIEDAD MEXICANA DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA, A.C.Justo Sierra 19 Centro Histórico

Teléfonos (52) (55) 5542 73 41 y 5522 [email protected]

http://smge-mexico.blogspot.com

México 06020, D.F.MEXICO

Impreso y hecho en los Talleres deCACTUS DISPLAYS, S. A. de C. V.

044 55 1953 [email protected]

Tipografía y formación:Luis Tovar Carrillo

[email protected]

Portada: Ana Sofía Ochoa Ricoux y Luis Tovar Carrillo

Prohibida la reproducción total o parcial de este librosin autorización de los autores.

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ÍNDICE

PÁGINACAPÍTULO I .............................................................. 5CRUCE DE CAMINOS

UN EXTRAÑO ENTRA EN ESCENA

CAPÍTULO II ............................................................. 15PERSPECTIVAS DIFERENTES

“EL ENCINAL”

CAPÍTULO III ............................................................. 23EL ENCUENTRO

CAPÍTULO IV ............................................................ 39UN DIÁLOGO DIFERENTE

CAPÍTULO V ............................................................. 57¿VISIÓN OPUESTA?

CAPÍTULO VI ............................................................ 75AMPLIACIÓN DEL DIÁLOGO

CAPÍTULO VII ............................................................ 95UNA PERSPECTIVA MÁS

CAPÍTULO VIII ........................................................... 115UN REGRESO CONTROVERSIAL

CAPÍTULO IX ............................................................ 145AUMENTAN LAS DIVERGENCIAS

CAPÍTULO X ............................................................. 181A LA NOCHE SIGUE EL DÍA

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CAPÍTULO ICRUCE DE CAMINOS

Pocas veces recapacitamos que cada persona trae con-sigo toda una historia de vivencias, aspiraciones, erro-res, preocupaciones y sueños.

Y por poner un ejemplo, en una gran ciudad, cual-quier día por la mañana, no nos detenemos a pensarque esa dama que camina presurosa hacia su trabajo,va completamente inmersa en una gran cantidad deasuntos laborales y personales que debe atender a lolargo del día.

Tampoco nos preocuparemos gran cosa por este otrocaballero que nerviosamente mira a menudo su reloj,así como temiendo que el tiempo le vaya a jugar unamala pasada.

E incluso, si alguien cree que este ensimismamientohumano afecta sólo a las personas que habitan en lasgrandes urbes, se equivoca, porque ya sea en ciudadesgrandes o pequeñas, en áreas urbanas o rurales, encasa grande o pequeña, en el interior de cada persona,entrarán en acción una intrincada serie de elementosque conformarán su propio y particular pensamiento.

Para corroborar este fenómeno, lo invito a que hacien-do uso de ese poder mágico instalado deliberadamen-te en nuestra propia mente, y mejor conocido comonuestra imaginación, en un santiamén nos traslademosprimero a un pequeño poblado del estado de Michoa-cán, en México, donde cualquier día por la mañana, atan sólo una cuadra de la plaza principal, dentro deese ir y venir de muchas personas, también descubra-

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mos cómo se conjuga ese submundo que subyace en elinterior de cada hombre o mujer.

Siendo así que detrás de esas palabras amables de DonJosé, estaba su gran preocupación por vender todossus tamales y atole. Y uno de los propósitos de DoñaMaría, era deshacerse de la fruta que tenía expuesta,porque bien sabía que si no lograba su propósito, granparte de ella se maduraría muy rápido y menos podríavenderla.

Doña Margarita por su parte, calculaba con la preci-sión de un eficiente contador, cómo optimizar su pre-supuesto, a fin de poder surtir a toda su familia em-pleando la más reducida cantidad de dinero.

El Notario Don Fidel iba con paso presuroso a su ofici-na, como intuyendo la solución para la escritura públi-ca que firmarían varias personas en pocos minutos más,y algo similar le sucedía al licenciado Luis Fernando.

Pero toda esta retahíla de asuntos de los habitantes deeste hermoso poblado michoacano parecía quedarsemuy atrás ante las angustias que creía vivir una damallamada Doña Soledad, mejor conocida como DoñaChole. Si cada persona hacía malabares internos paraconjugar sus propias aspiraciones, dudas y supuestospropósitos, no había quien igualase el espíritu atribu-lado de esta inquieta dama.

Y así como la naturaleza a veces combina caprichosa-mente colores oscuros con brillantes, o el canto de unave con el suave caer del agua, en la casa de DoñaChole también habían realizado combinaciones extra-ñas y contrastantes: Recientemente se había quedadoviuda su hermana Natalia, y se había ido a vivir a sucasa.

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Doña Chole era un volcán a punto de estallar, peroNatalia era un lago plácido que sólo observa compla-ciente y tolerante el paso de las aves y el lento transcu-rrir de las nubes en el cielo.

El espectáculo que día tras día se escenificaba en esacasa, era sólo contemplado por algunos testigos silen-ciosos: unos antiguos muebles, una gran fuente de can-tera rodeada por muchas macetas con todo tipo de plan-tas, y un rayo de sol que de forma tímida, así comopidiendo permiso para entrar, comenzaba a intro-ducirse por el patio. Los únicos que se atrevían a rom-per el silencio, eran una gran cantidad de pájaros queestaban dentro de muchas jaulas fijadas en los murosde esa peculiar residencia.

Todos estos testigos contemplaban cómo, mientrasDoña Chole corría de un lado hacia otro acomodandocosas que acababa de traer del mercado, Doña Nataliaen silencio contribuía al reacomodo de ciertas cosas,preparándose para el ya inminente desayuno.

Y así como las aves intuyen con mucha anticipación lastormentas, en su interior Natalia presentía, por el an-dar apresurado de su hermana Chole, que en ese pre-ciso momento, su inquieta mente estaba siendo vícti-ma de muchos pensamientos encontrados, y que estabaa punto de externarlos.

Y aunque Natalia parecía distante, bien sabía el prin-cipal motivo de preocupación de su hermana: Su hijoÁlvaro. Le constaba que a pesar de sus ruegos, no ha-bía querido Álvaro dejar un singular trabajo que teníacerca de Tingüindín, con un tal Don Alonso.

—La verdad no me cabe en la cabeza, —mencionó DoñaChole— cómo Alvarito todavía quiere quedarse allá con

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el viejo loco ese, cuando le han ofrecido un trabajoimportante en Morelia… A veces creo que Álvaro tam-bién ya se volvió loco como el infeliz ese con quientrabaja.

Si otra hubiera sido la acompañante de Doña Chole,ante semejantes afirmaciones, no hubiera podido evi-tar alarmarse en grado extremo, pero Natalia teníatoda la vida de conocer a su hermana, y permanecíacallada e imperturbable disfrutando de su desayuno.

—Hace algunos años, —continúa Doña Chole— porandarme creyendo de mis amigos y de ti, pensé queesa tontería de Álvaro se le pasaría en unos meses,pero ahora está peor, cada día parece que ese viejotiene más influencia en él… ¡Habrase visto!

—Pero Chole, —objeta Natalia— Álvaro está muy conten-to en ese trabajo, incluso ya ves que hasta nos vino apresentar a su novia Esther, y tienen planes de casarse.

—¡Eso es justamente lo que me preocupa más! —Con-testa Chole— ahora que ya se encontró en Zamora a lailusa esa, que hasta acepta irse a soterrar también alrancho ese, menos va a querer venirse… Ya hasta diceque el viejo loco ese le dará una casa ahí.

—¿Ya probaste el camote tatemado y la calabaza? Es-tán buenísimos…

—¡No me cambies la conversación! —Casi grita DoñaChole— lo que me interesa es Álvaro, no el mugre de-sayuno…

—No vaya a ser Chole, que nos estemos preocupandosin razón. Yo recuerdo que mi difunto esposo decíaque algunas décadas atrás, el flujo de profesionistas

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era hacia la capital y las grandes ciudades, pero queparecía haberse invertido esa tendencia, y que ahoralas oportunidades se podían dar en las ciudades me-dianas y chicas.

—¡Justamente!... Ciudades medianas y chicas, pero yocreo que tu esposo nunca pensó que Álvaro se iba aquerer soterrar en un vil rancho como ese… ¡Y ya nime digas que me calme, porque me da coraje contigo,que no le das importancia a eso!

UN EXTRAÑOENTRA EN ESCENA

Decíamos que así como detrás de toda persona hayuna historia y motivaciones diferentes, tal vez nos que-damos cortos si no añadimos un elemento más: Al des-tino como que además le gusta entremezclar muchosdiferentes elementos entre sí, y observar pacientementeel resultado que ello produce.

Y la verdad, Doña Chole jamás se imaginó, que ese aveces veleidoso y desconcertante dedo del destino, es-taba tejiendo una invisible red alrededor de ellos. Ypara introducirlos dentro de esa telaraña, se valdríaprecisamente de sus propias aspiraciones personales.

Por ello, en esos precisos momentos, el Licenciado Gus-tavo Mora, comisionado especial de un importante mi-nisterio forestal, estaba rondando la zona, acompaña-do por el Ingeniero agrónomo Miguel Sánchez, quienhabía sido su amigo desde la juventud.

Ambos iban en la parte de atrás de una gran camione-ta de tres asientos, y a juzgar por tantas llamadas en-trantes y salientes, más que un medio de transporte,parecían ir en una oficina móvil.

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Y una vez terminada su última llamada, dice con vozsonora el licenciado Mora: Pronto presentará un parti-do de oposición ante el Congreso un nuevo proyectoforestal, y tengo el encargo del Señor Secretario deprofundizar mucho en el tema. Por lo tanto, queríahablar contigo Miguel, para que me platicaras tus ex-periencias en ese sentido, porque nuestro partido ne-cesita estar preparado para debatir bien todo eso.

—La verdad, —continúa— es superurgente hacer algoefectivo en materia forestal, hemos estado perdiendobosques a una velocidad de miedo: 400 mil hectáreasanuales de acuerdo a algunas fuentes, y otros dicenque hasta más… ¡Imagínate! Estamos hablando de másde mil hectáreas al día…

—Pues sí, —responde el ingeniero— es cierto, pero esohará que la capacidad de respuesta de la sociedad seponga a la altura del problema, ¿no?

—Así debería ser, mi estimado Miguel, pero por la for-ma como se maneja la política en nuestro país, el go-bierno no debe plantear broncas, sino soluciones y, ade-más, soluciones que no parezcan difíciles, porque sino, simplemente no se ganan ni elecciones ni respaldopopular…

Y prosigue el licenciado ante la mirada expectante de suamigo Miguel: ¿qué porcentaje de la votación crees quehubiéramos tenido en las últimas elecciones, si hubiéra-mos planteado las verdaderas broncas a que nos enfren-tamos? Si así ya viste cómo nos fue, que ganamos porpocos puntos, porque algunos de la oposición ofrecían deplano puros sueños, y eso encandiló a muchos.

—Yo creo, —objeta el ingeniero— que es perfectamen-te posible hacer planteamientos objetivos de los pro-

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blemas a la ciudadanía, si tratamos a la sociedad comoniños, reaccionarán como niños.

—Mucha gente sí, pero la mayoría se irán por lo fácil,por el que ofrezca las cosas más “atractivas”, y paraqué te cuento en la bronca en que vuelven a meter alpaís, como de hecho nos pasó hace algunas décadas.

—O sea, estás diciendo que hay que presentar una si-tuación irreal y optimista para ganar una elección, yasí poder lograr el apoyo popular, ¿no?

—Lo que digo es que en cuestiones políticas se debenpresentar las cosas de forma que no suene a que serequiere un esfuerzo grande, porque la gente no vota-rá por eso, y se irá por lo que parezca más bonito,aunque luego se los lleven al baile. Por lo tanto, setienen que plantear las cosas de cierta manera, eso espolítica, y no sólo en este país, sino en todo el mundo.

—Yo creo que eso es más bien un mal uso de la políti-ca, acuérdate de aquella frase de Simón Bolívar quenos repetía tanto el maestro de Historia: “La rectitud,es la mejor política”, se tienen que decir las cosas talcual. Pero hay que saberlas decir e instrumentar, y teaseguro que la gente responde.

Ante esas decididas objeciones que anteponía su ami-go Miguel, el licenciado intuye que no llegarían a nin-gún lado con esa discusión, por lo que valiéndose de suvasta experiencia, con mucha sutileza cambia el senti-do de la conversación:

—Eso es precisamente lo que ahora queremos, aterri-zar bien las soluciones, y allí en eso tú me vas a ayu-dar. Y en la cuestión política, créeme que trataremosde hacer bien las cosas.

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—Está bien Gustavo, yo con mucho gusto te platicomis experiencias en la cuestión forestal, y ya ustedeslo plantearán como gusten, no te preocupes. Pero an-tes de seguir adelante, te comento que cuando me lla-maste y supe que venías, te traje por este camino por-que quiero que platiquemos con una persona que andapor acá y tiene un rancho que funciona más o menosbien, pero vamos tratando de ver si quiere conversarcon nosotros, porque es un tipo bastante especial, comoque no le gusta ni siquiera platicar con la gente.

—¡Ah caramba! ¿Y ese tipo de dónde salió? Si ni siquierale gusta plantear sus ideas, me suena medio raro, ¿no?

—Mira, no me mal interpretes, sólo es un sujeto bas-tante especial, pero no creas que está tan fuera defoco. Fue Notario, es muy preparado y estuvo un mon-tón de años en la ciudad de México, lo que pasa es queahora que ya es mayor, se vino para acá y tiene unrancho que funciona bien, y creo que si logramos plati-car con él, podría darnos algunas ideas para lo quebuscas, la cosa es que consigamos que nos reciba.

—Bueno, si crees que sería interesante, adelante… pero,¿cómo le piensas hacer para que platiquemos con él?

—A mí me gustaba ir a su rancho a platicar con él,hasta que un día de plano ya no quiso verme, está comoen otro mundo… pero no te vayas con la finta, pareceun poco extraño, pero no anda tan perdido, en muchascosas tiene razón…

—Se me hace, —objeta Gustavo— que nomás vamos aperder el tiempo…

—Yo sé lo que te digo, muchas ideas te van a parecerimpracticables, pero total, tomamos lo de bueno quenos diga. Será cosa de unas horas.

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—Bueno, si quieres… vamos pues…

—Mira, hay un joven que trabaja con él, que se llamaÁlvaro, y sucede que a través de él, podremos platicarcon Don Alonso. Así se llama.

—Y a propósito, —continúa el ingeniero Miguel— mira,ya vamos llegando al poblado donde vive su mamá,que es muy mi amiga, vamos a ver si de pura casuali-dad Álvaro anduviera por aquí.

El ingeniero se dirige a Juan el chofer, y le dice: Antesde que llegues al puente ese, das vuelta a la izquierday te vas derecho hasta la plaza, y ahí te digo dondeestá la casa de Doña Chole, creo que a ella sí la encon-traremos ahí.

—Y a propósito Gustavo, si quieres comprar algo depan para que lleves a México, aquí venden unos panesque se caen de buenos, los cuecen en unos hornos es-peciales, y te pueden llegar bien hasta tu regreso.¿Cómo ves?

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CAPÍTULO IIPERSPECTIVAS DIFERENTES

Cuando por cualquier circunstancia se cruzan dos co-rrientes de agua, se sabe que una de las dos influirámás sobre la otra. Y cosa curiosa, también sabemosque no es tanto el flujo más rápido y sonoro el queprevalece, sino que más bien, la corriente que parecemás mansa, al ser la que posee el mayor caudal defondo, será la que determina el rumbo.

Y en esas reuniones donde el a veces incomprensiblededo del destino acomodaba de forma extraña ciertoseventos para esos días, a simple vista no reflejaba laverdadera fuerza interna de cada uno, dado que, asícomo los ríos vistos desde la superficie no acostum-bran revelar su verdadero contenido, en el interactuarhumano sucederá algo similar, no es posible evaluar elverdadero potencial de alguien, sino hasta el momentoen que su pensamiento es debidamente expresado.

Sin embargo, cuando no es posible realizar un mejoranálisis, algo es mejor que nada, o al menos, por elmomento. Analicemos, por tanto, los sucesos que co-menzaban a llevarse a cabo en ese hermoso pobladomichoacano.

Y así veremos cómo Doña Chole y su hermana Natalia,sin tener la más remota idea de la mayoría de aconte-cimientos que se entretejían a su alrededor, continua-ban dialogando mientras terminaban su desayuno. Porsu parte, el licenciado Mora y el ingeniero Sánchez,una vez que han realizado algunas compras, están apunto de tocar a la puerta de una antigua casa, ubica-da casi a un costado de la plaza principal.

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Una vez que escucha el sonido de la puerta, DoñaChole, antes de abrir, mira discretamente por la rendi-ja de la ventana de su sala, y cree reconocer al inge-niero Miguel, por lo que presurosa se dirige a abrirle.

—¡Don Miguel, bienvenido! ¿A qué se debe el honorde su visita? Llegan a perfecto tiempo para desayunar,pásenle, están en su casa…

—Doña Chole, —dice el ingeniero, mientras le da unabrazo— permítame que le presente al licenciadoMora…

Con la hospitalidad típica de la provincia mexicana, ycon el objeto de poder platicar mejor mientras les ofrecealgo, Doña Chole confiadamente los guía hasta la mesadel comedor, al tiempo que Natalia, después de la pre-sentación de rigor, se convierte discretamente en laanfitriona, para darle tiempo a su hermana para quedialogue bien con sus inesperados visitantes.

—¡Qué gustazo que nos visiten, aquí tienen su casa! Ledice Doña Chole mientras les pasa una abundante ra-ción de platillos de la región, mismos que afortunada-mente tenía disponibles…

—Gracias Doña Chole, solamente tomaré estas doscorundas con un poquito de frijoles, porque ya había-mos comido algo, pero la verdad son irresistibles paramí. ¡Pruébalas Gustavo! Son una especie de tamalesde por acá… No sé si los comiste cuando estuvimos enla preparatoria en Zamora, y si no te gustan, pruebaestos uchepos, que están hechos de elote…

Mientras el licenciado Mora se retira momentáneamen-te al patio a contestar una llamada telefónica, DoñaChole le dice al ingeniero:

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—¡Ya casi no viene por acá ingeniero! ¿Anda supervi-sando algún rancho, o qué lo trae por estos rumbos?

—La verdad es que el licenciado Mora, a quien conoz-co desde que estábamos en la prepa en Zamora, ahoratiene un puesto importantísimo en la ciudad de Méxi-co, y quiere conocer más de proyectos forestales, y que-remos visitar otra vez “El Encinal” de Don Alonso, ypensé que tal vez su hijo Álvaro andaría por aquí…

—¡Qué más quisiera! Lo que pasa es que este diantrede muchacho tiene totalmente sorbido el cerebro enese mugre rancho con el viejo loco ese, y muy de vezen cuando me viene a ver…

Natalia, mientras acerca algunas cosas a la mesa, guar-da un prudente silencio, aunque no comparte la visiónde su hermana…

—Siendo franca —prosigue Doña Chole— no me gustanada ese trabajo para Alvarito. Se me puede volverloco como el tipo ese. Además, casi no sale de allá.

El licenciado, una vez que ha terminado su llamada,se sienta guardando un discreto silencio, aunque, porlas expresiones de la señora Chole, cada vez está másconvencido de que no tiene caso visitar ese rancho,donde se encuentra ese al parecer tan extraño sujeto,sin embargo, la confianza que tenía en su amigo Mi-guel, le hace persistir en esa ya proyectada visita.

—Pues ahora mismo vamos a Tingüindín, —dice el inge-niero— si quiere le digo algo a Álvaro, porque queremosconversar un poco con Don Alonso, a ver si quiere…

—Pues qué le puedo decir, Usted ya sabe cómo son lascosas ahí… Capaz que ni los recibe…

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El licenciado Mora, sin externarlo a nadie, cada vezestaba más intrigado, ¿qué clase de tipo es ese tan raro?Pero bueno, se conformaba, lo tomaremos como algoanecdótico y fuera de lo común, y, además, —pensa-ba— sólo perderemos un poco de tiempo, al cabo conmis teléfonos, sigo al pendiente de cosas, como si estu-viera en mi oficina…

Mientras el ingeniero Sánchez, ajeno al extrañamientoy creciente escepticismo de su amigo Gustavo, conti-nuaba dirigiéndose a Doña Chole:

—Pues sí, lo peor que puede pasar es que no nos reci-ba… pero con suerte Álvaro nos ayuda…

—Bueno, eso sí, seguro que Álvaro les ayudará, y, porcierto, llévenle unas cosas que dejó acá cuando vino,por favor…

—¿Qué le parece la comida y las cosas por aquí licenciado?

—¡Ah, todo muy bueno, señora! Pero lo que más megusta es la gente, que es muy amable… es cierto queha habido algunos problemas en la región, pero confíoque sean pasajeros…

Y así pasaron un rato más conversando, y cuando yalos acompañaban a la puerta, Doña Chole discretamen-te retiene un poco al ingeniero Miguel y le dice:

—A ver si pudiera convencer a Álvaro que nada másestá perdiendo su tiempo ahí, ¿no? ¡Imagínese nadamás! Tanto estudio para venir a soterrarse en un vilrancho, con un viejo loco como ese…

El ingeniero, extrañado ante semejante petición, no puedesino asentir mientras se despiden todos amigablemente.

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“EL ENCINAL”

En breves minutos, ya iban en esa gran camioneta rum-bo a Tingüindín, por lo que el ingeniero le explica aJuan, el chofer, que van a pasar por Zamora, y luegodirigirse hacia el sur.

Y le dice el licenciado Mora:

—Ya ni me acuerdo, ¿Qué tan lejos está Tingüindín deZamora?

—Está como a 25 minutos, ¿no conoces por ahí?

—No, acuérdate, cuando estábamos en la prepa, nohabía carretera pavimentada para esa zona.

—¡Tienes razón! Y ahora que estoy pensando, —dice elingeniero— que eso de que hasta hace relativamentepoco tiempo, no hubiera habido carretera pavimenta-da hacia allá, hizo que se quedara con costumbres ytradiciones de mucho más atrás, ¿no?

Cuando pasaban por un costado de Zamora por el li-bramiento hacia el sur, el licenciado dice sumamenteescandalizado:

—¡Mira nada más hasta donde ha crecido la manchaurbana! ¿Te acuerdas cuando estábamos en la prepa?Todo esto eran campos de cultivo…

—A ver, dime, ¿cuántas hectáreas tiene el valle?

—No sé exactamente, creo que son como 17 mil…

—Pues una parte muy importante del valle, ya estáinvadido de casas, y eso ha disminuido el potencialagrícola de forma increíble…

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—Pues lo mismo está pasando por todo el territorionacional… ¿no?

—Es cierto, pero eso de que suceda por todos lados nome consuela, sino al revés…

No obstante, a medida que se iban acercando a Tin-güindín, la vegetación iba cambiando, y la densidadde árboles de alrededor se iba concentrando cada vezmás. Eso hizo que el licenciado Mora, no acostumbra-do a estar en esas zonas, comenzara a disfrutar delpaisaje…

—Oye Miguel, por cierto, —dice el licenciado— cuan-do le conté a mi esposa Alejandra hace un rato queíbamos a Tingüindín, creyó que estaba bromeando. Quécrees, no conocía ese nombre… de casualidad, ¿sabesde dónde salió…?

—Bueno, lo que pasa es que se trata de un poblado deorigen prehispánico, y no culpo a Alejandra por no sa-ber ese nombre. Nosotros porque ya estamos acostum-brados…

Pasan unos segundos, y el licenciado añade:

—Por cierto Miguel, ahora estoy pensando que todoslos nombres purépechas tienen un significado especialde acuerdo a las características del lugar, como el lagoese donde íbamos cuando estábamos en la prepa, quese llama Camécuaro, o la caída de agua aquella queestá cerca de Uruapan, que se llama Tzaráracua, nomásde curiosidad, ¿sabes que significa Tingüindín?

—Creo que sí. Hace tiempo, cuando miraba el escudode ahí, como tenía unas campanas, pensé que su signi-ficado era “lugar de campanas”, pero, después leí que

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el nombre es una castellanización del término Purépecha“Tzingüitzuri”, que quiere decir “lugar de adoración”.

—¡Válgame Dios! ¡Mira nada más por dónde me traes!

—Te confieso Miguel, que después de estar oyendo aDoña Chole, con todo lo que decía de ese señor, ya niquería venir…

—Bueno, —dice Miguel— lo que pasa es que DoñaChole le tiene muy mala voluntad a Don Alonso, aun-que, tampoco te esperes una cosa del otro mundo, lacuestión es que quiera platicar con nosotros… Pero tedescribo más o menos como es ese señor…

—Me da la impresión —continúa Miguel— que tieneunas ideas que no encajan muy bien con algunos, y poreso decidió apartarse para acá. Es… cómo te diré…digamos, como muy idealista, no sé si demasiado, perohay veces que creo que es él el que está bien, y que losdemás somos los que necesitamos tener una visión pa-recida, te confieso que no sé.

—Pero entonces, —lo iba a interrumpir el licenciado—¿Tú crees que…?

—Permíteme… vamos a ver qué nos dice, y de ahí to-mamos —o tomas— lo que creas que te sirva, ¿cómoves?

Se le queda mirando el licenciado con ojos de extrañe-za, al tiempo que le contesta:

—Vamos pues, qué crees, ya hasta curiosidad me dio…

Ya casi llegamos Juan, le dice el ingeniero al chofer—tan pronto pasemos esa colina de la izquierda, el pri-

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mer camino que veas, te metes por ahí, pero despacio,porque es de pura terracería.

Tan pronto como han entrado al camino de terraceríacompletamente rodeado de árboles, sintiendo el licen-ciado Mora extrañeza de estar en esa situación, cuan-do hacía apenas dos días estaba en la gran ciudad deMéxico en un mundo completamente diferente, comoque su estado de ánimo se comienza a transformar, yse le ocurre hacerle una broma a Miguel como acos-tumbraban en tiempos de sus ya lejanos años de prepa:

—A ver si no estamos buscando al “tonto de la colina”,como aquella canción de los años de prepa…

Pero esa broma no le hace la menor gracia a Miguel,por lo que ni siquiera se digna contestarle, a lo que ellicenciado añade:

—No te creas hombre, vamos pues a ver a tu amigo…

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CAPÍTULO IIIEL ENCUENTRO

A pesar de encontrarse en un camino rodeado de árbo-les, en el horizonte, —por el lado del oriente— se apre-ciaban unas nubes más oscuras, y los oriundos de estoslugares ya saben que cuando eso ocurre, es signo casiinequívoco de que pronto habrá lluvia.

Pero como dice el refrán, “el que no sabe, es como elque no ve”, y una vez que han llegado a la puerta deacceso del rancho, donde se apreciaba con letras gran-des “El Encinal”, el licenciado Mora desciende presu-roso de la camioneta para dar un vistazo previo, segui-do por el ingeniero.

Era tanto lo que el licenciado había escuchado de esesingular sujeto, que, a pesar de su vasta experienciaen diferentes ámbitos, sentía bastante curiosidad porconocerlo. Y de alguna forma intuía que sí iban a serrecibidos.

No obstante, ambos inesperados visitantes parecíanignorar que la inminencia de la lluvia parecía comoquerer anticiparles, aunque de forma muy discreta ycasi podríamos decir hasta educada, que podrían ver-se envueltos ellos también en unas ideas y conceptosque tal vez no esperaban.

Pero así como la naturaleza no acostumbra tomarse lamolestia de avisar a los no preparados sobre sus pla-nes, incluso en ocasiones sólo se manifiesta de formaabrupta, el a veces incomprensible devenir de los acon-tecimientos diarios tampoco se anuncia, y simplemen-te nos los coloca sobre la mesa.

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Y ese lento e imperceptible deslizarse de las nubes deloriente en su propia dirección, aparte de poner de re-lieve la diversidad de fuerzas silenciosas que operan anuestro derredor, parecía un invisible preludio de algono esperado por ellos.

Entre tanto, como una prueba palpable de que ante unmismo escenario, siempre existirán muchas perspectivas,el licenciado Mora y su acompañante, el ingeniero Mi-guel, se sienten como trasladados a otro mundo paralelo,donde se entremezclaban el incomparable paisaje verde,el casi imperceptible sonido de las hojas de los árboles,movidas por una tenue brisa, y todo ello envueltomágicamente en un purísimo aroma a hierba.

Ello hizo que, si bien antes venían en gran charla, sinponerse de acuerdo, ahora permanecen en silencio, asícomo permitiendo que fuera el turno de la propia na-turaleza quien se expresara, aunque ella lo hacía de supropia y peculiar manera.

Pero de pronto el ingeniero vuelve a la realidad, por-que sabe bien que iban con un determinado propósito,y comienza a cuestionarse más sobre la forma de ha-cerlo, porque por las condiciones particulares del lu-gar, no podía, sin avisar, simplemente abrir la puerta eintroducirse dentro.

Sin embargo, el destino a menudo sorprende facilitan-do las cosas. A escasos 100 metros, se encuentra Joa-quín, un trabajador que limpiaba cuidadosamente lamaleza de unos árboles de aguacate, y una vez que seaproxima sorprendido con esa gran camioneta, reco-noce de inmediato al agrónomo.

—¡Ingeniero Sánchez! ¡Soy Joaquín! ¿Se acuerda? ¿Quéanda haciendo por acá? ¿Quiere pasar?

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La verdad Miguel no recordaba el nombre de este tra-bajador, pero por lo visto Joaquín sí, ya que había sidoprecisamente él quien, en ese mismo rancho y por en-comienda de don Alonso, le había estado ayudandomientras preparaban unos viveros y realizaban unosinjertos…

—¡Hola Joaquín! ¿Cómo estás?

En eso Joaquín recuerda de improviso las instruccio-nes dadas por su hermano Benjamín, quien era el ma-yordomo, en el sentido de que no se le permitiera elpaso absolutamente a nadie, porque a don Alonso nole gustaba…

Pero, —se decía Joaquín a sí mismo— el ingeniero noes un extraño, sino que a menudo nos ayuda con co-sas… no obstante, de forma previsora le llama por ra-dio a su hermano Benjamín, poniéndole al tanto… yprudentemente le pasa el auricular al ingeniero, altiempo que lo saluda de forma muy cordial.

—Oye Benja, ¿cómo estás? ¿Está contigo Álvaro? Nece-sito hablar con él, porque quiero platicar algo con donAlonso…

—¡Ah caramba! Déjame le llamo… mire, mejor le lla-maremos de regreso en un momento…

No habían pasado sino unos segundos, cuando suenael radio.

—¡Hola ingeniero! ¿Qué lo trae por acá?

Mientras el licenciado conversa algo con Joaquín, Mi-guel se retira unos metros para hablar más confiada-mente con Álvaro…

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—Lo que pasa es que necesito platicar algo con donAlonso, está conmigo un señor de México, tiene unpuesto muy importante, y andan sondeando la cosa dela reforestación, tú sabes que eso es crucial para elpaís, y quiere platicar algo sobre eso, por si se le pue-den aportar algunas ideas al plan ese. Creo, mi estima-do Álvaro, que es algo demasiado importante, vale lapena…

Se queda pensando unos segundos Álvaro, y sabe quesi el ingeniero juzgaba eso como algo importante, esque lo era, y le dice:

—Usted sabe cómo son las cosas acá, pero, por lo queme dice, déjeme tratar… normalmente le diría que no,pero ese tema le interesa sobremanera a don Alonso…aunque quien sabe, déjeme tratar… ahorita le vuelvoa llamar…

No habían pasado sino unos minutos, cuando el radiodel ingeniero vuelve a sonar…

—Está bien, los va a recibir, voy por Ustedes…

En menos de lo que pensaban, ya se están saludandoÁlvaro y esos dos visitantes, mientras Juan introducela camioneta, colocándola bajo unos árboles de la en-trada...

—Si no les importa, —les comenta Álvaro— dejamos lacamioneta aquí y nos vamos caminando, porque ahori-ta que tenemos más tiempo, que no es temporada decosecha ni de nada, andamos aprovechando para me-ter más conductos subterráneos de agua, por lo quehay unas cepas abiertas en el camino, ¿les parece? Yademás, así damos tiempo a que venga don Alonso,que andaba del otro lado…

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—¡Claro! Con gusto…

Y así se van caminando los tres por un camino rodeadode largas hileras de árboles de aguacate a ambos lados,cada árbol con varios goteros que les proveen de agua deforma constante. En eso Álvaro, al ver las gotitas quecaen de forma intermitente, le llama a Benjamín:

—Oye Benja, dile a Amarildo que le apague al riego,me late que hoy sí nos llueve, para no desperdiciaragua.

Cuando el licenciado observa esos pequeños goteros yla impecable organización que tenían, se da cuenta deinmediato de que ni siquiera en ranchos que habíaconocido en Estados Unidos, había visto tal nivel detecnificación en ese cultivo.

—¡Qué rancho tan bien organizado! —Menciona el li-cenciado—. Con razón Michoacán es el primer produc-tor nacional y mundial de aguacate…

—Es como todo, —menciona Álvaro— es cuestión deorganización y trabajo…

—Oye Álvaro, —dice el ingeniero— pasamos a saludara tu mamá, y por cierto te mandó unas cosas, antes deirnos te las doy… Pero te comento, siento que a ellacomo que no le gusta tanto que estés trabajando acá,sólo te la paso al costo… Pero tú sabes mejor lo que teconviene.

—Gracias ingeniero, no se preocupe, —lo dice sin elmás mínimo enfado— lo que pasa es que mi mamádesde siempre ha tenido la idea, de que estar en unrancho es como hace tiempo, cuando estar así signifi-caba una especie de aislamiento, pero qué cree, ahora

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con la intercomunicación, eso lo podemos convertir enuna gran ventaja…

—¿Cómo está eso?

—Ya le he explicado a mi mamá, pero como que nocapta bien el cambio que han dado las cosas. Cadapersona que sabe que viene para acá, le dice que tratede convencerme que me salga de aquí, incluso, añade,hace algún tiempo —y lo comenta como algo anecdóti-co— hizo lo mismo con otro visitante. Pero de verdadni se preocupe, no se lo tomo a mal, sé que lo hace conbuena intención, pero le reitero, las cosas no son asícomo ella se imagina, incluso creo que es al revés…

—Qué bueno que lo ves así, Álvaro…

—Por supuesto, —dice sin inmutarse Álvaro— mire,desde el punto de vista profesional, ni se imagina enlas que andamos, exportamos aguacate en envase almenudeo, con etiquetado y normas específicas paracada país de destino, con el objeto de optimizar loscanales de distribución y comercialización y evitar in-termediarios innecesarios, tanto nacionales como ex-tranjeros, y varias veces al año salgo del país para ha-cer más clientes.

—Incluso casi acabo de regresar de la Feria de Coloniaen Alemania, que es el evento alimenticio más impor-tante del mundo, ya conseguí nuevos clientes.

—Y mire Usted, —les sigue diciendo casi emociona-do— con diferentes apoyos, hemos abierto líneas decrédito a nuestros clientes del extranjero para que noscompren más; por eso, con un muy bajo nivel de en-deudamiento y con mucho esfuerzo hemos mejoradola inversión y la calidad a un nivel que ni se imagina, y

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todo eso es muy bueno para el país, porque traemosdinero fresco.

—Y eso sin considerar, —añade— que estamos proyec-tando una buena imagen hacia el exterior, con un pro-ducto, calidad y entregas con los más rigurosos están-dares internacionales.

El licenciado está asombrado ante el nivel de organi-zación que ve a su alrededor, pero lo que más le sor-prende es el enfoque de este joven profesionista, porlo que más bien opta por escuchar.

—Y en el aspecto cultural, —prosigue Álvaro— la cosaestá todavía mejor, ya que con el advenimiento de lascomputadoras e Internet, esto convierte el momentoactual en una especie de parteaguas, mucho mayor alde la invención de la imprenta, como bien dice donAlonso…

—¡Ah! ¿Eso dice?

—Sí, aunque también afirma que eso establecerá unaespecie de diferencia entre las personas, porque mien-tras unos aprovecharán esa nueva ventana hacia unocéano de información para aprender y desarrollarsea niveles inimaginados, en cambio a otros, sólo les daráun buen pretexto para perder su tiempo en diversio-nes y tonterías.

—Y todo va a depender —dice— de algo muy sencillo…

—De la disponibilidad de tiempo, sumado a la deci-sión personal de usarlo bien. Le comento esto, ingenie-ro, espero no aburrirlo, a raíz de la observación queme hace del temor de mi mamá respecto a mi perma-nencia en este rancho.

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—Por supuesto que no nos aburres, —interviene el li-cenciado— prosigue…

—¡Ah! Les decía, mientras que unos sacarán infinidad delibros, datos y cosas valiosísimas de Internet, y con ello sedesarrollarán de forma extraordinaria, a otros les podríaservir de freno, porque sólo perderán su tiempo…

A lo que le dice el ingeniero:

—¿Y tú en lo personal, cómo andas en eso, tienes compu-tadora e Internet aquí?

—¡Claro! No sólo tengo comunicación con clientes detodo el mundo desde aquí, sino que tengo acceso acualquier libro o documento importante con un tecla-zo… y lo que les va a faltar a la mayoría es tiempo,pero qué cree, —dice muy convencido Álvaro— aquí eslo que nos sobra, así que, si a eso lo conjugamos conganas de aprovecharlo, estamos en una mucho mejorposición que los que estén en grandes ciudades.

Se dan una mirada rápida el licenciado Mora y el inge-niero, pareciendo que con la rapidez de un relámpago,reconocieron ambos la razón que tenía Álvaro con eseenfoque…

—¿Y tú, lees libros aquí?

—¡Por supuesto! Leo cuando menos tres por mes. Peroel que me gana es don Alonso, él lee como cuatro ocinco… bueno, dependiendo del tamaño…

—¡Ah caramba! ¿Don Alonso lee libros todavía? —Dicesorprendido Miguel— Me habías dicho que andabamedio mal de los ojos, ¿no?

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—Justamente, ahora con las computadoras, ni siquieranecesita leerlos, un amigo que tiene en Tingüindín quese llama Luis Tovar, le instaló un programa que le leeen voz alta los libros. Sí puede leer, pero le cuesta unpoco de trabajo, pero leídos en voz alta, avanza unabarbaridad.

—Nada más para que tengan una idea, —prosigueÁlvaro emocionado— un libro de las dimensiones de laBiblia de Jerusalén, con sus 66 libros y poco más de800 mil palabras, puede ser leído en 74 horas y media,de principio a fin. Se lo digo porque se la acabo dedescargar antier, y me acuerdo de esos datos.

En eso menciona el licenciado Mora:

—¿Cómo que la “Biblia de Jerusalén”, pues qué hayvarias, o qué?

—No es que haya varias, lo que pasa es que aunque esla misma, proceden principalmente de dos fuentes, unanos viene de Jerusalén, y otra de Alejandría, y en losprimeros años de historia cristiana, como la Biblia deAlejandría estaba en griego, se les hizo más fácil deusar esa por el idioma, porque la de Jerusalén estabaen Arameo y Hebreo.

—Pero, —añade Álvaro— la Biblia de Alejandría, comoprocedía de grupos israelitas dispersos desde antes deCristo, mismos que hablaban griego, esa versión, llama-da la Septuaginta, contaba con varios libros añadidos dehistoria y filosofía, como el libro de Tobías, Macabeos,Sabiduría, Eclesiástico y otros, pero esos nunca fueronconsiderados por los rabinos como libros sagrados, si gus-tan le pueden preguntar a uno y verán…

Y cuando Álvaro observa los grandes ojos de sorpresade ambos, les dice en tono tranquilizador:

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—Pero no se inquieten, no quiere decir que se trate dedos Biblias diferentes, es la misma, sólo que una, laque procedía de Alejandría, cuenta con varios librosañadidos, pero ellos nada quitan o añaden al conteni-do cristiano.

—Sólo les comento que ese texto es el que usan loscatólicos, pero los verdaderos eruditos, maestros e his-toriadores del pueblo hebreo, no estaban en la llama-da dispersión de Alejandría, sino en Jerusalén, y ahíestuvieron hasta la destrucción de esa ciudad en elaño 70 después de Cristo.

—Es más, —continúa— tanto los rabinos como los exper-tos cristianos de todos los tiempos, reconocieron esto queles digo, como es el caso de Jerónimo de Estridón, tam-bién conocido por otros bajo el nombre de San Jerónimo,quien hasta expresó una importante advertencia en estesentido en diversos prólogos de una de sus obras, la lla-mada “Vulgata Latina”, terminada en el siglo V.

—Pero bueno, ya nos desviamos del tema, lo que lesquería ponderar a manera de ejemplo, es el extraordi-nario potencial de lectura que una persona cualquieratiene, con sólo escuchar libros por Internet. Y aquí lotrascendental es que ese mismo potencial individual,se puede reflejar a nivel colectivo, porque, como dicedon Alonso, ¿Qué es cualquier Nación sino una simplesuma de todas las individualidades que la conforman?

Les citaba el ejemplo de la Biblia, porque es un librogrande, y un libro de esas dimensiones puede ser per-fectamente escuchado en 75 horas, ¿se imaginan elpotencial de crecimiento que una persona tiene?

Y mientras ellos iban completamente ensimismados enesa peculiar conversación, misma que derivó en eso

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por el cuestionamiento que se le hizo a Álvaro, el inge-niero Miguel no estaba tan sorprendido por el diálogoy el maravilloso entorno, dado que, de alguna forma,ya había estado muchas veces ahí.

Pero para el licenciado Mora, era otra cosa. Sentía quehabía abierto una puerta a una dimensión que ni sabíaque existía, y estaba muy complacido por ello.

Pero sucedió lo de siempre. Cuando por alguna razónnos distraemos, y nos olvidamos que la naturaleza con-tinuará haciendo su labor de forma silenciosa, a menu-do parece como querer despertarnos de golpe. Siendoasí que las nubes que hacía poco rato estaban en eloriente, y de alguna forma permanecían ajenas porcompleto a la plática de estos tres singulares caballe-ros, de forma callada ya se habían colocado sobre ellos.

Por tanto, comienzan a caer primero unas pocas gotas,al tiempo que se sentía una suave brisa, por lo queÁlvaro, conocedor de las cosas por ahí, sugiere se refu-gien en una pequeña casita de paja que estaba a pocadistancia.

Apenas acababan de guarecerse, cuando una fuertelluvia se generaliza, por lo que el licenciado Mora ledice al ingeniero:

—Como que llueve más por acá, ¿no?

—Un poco más, pero no tanto, aquí caen como 1,100 milí-metros al año en promedio. Aunque los patrones tradicio-nales de precipitación, desgraciadamente, se han altera-do en diferentes partes del país, debido precisamente ala deforestación, por eso, cuando me hablaste del interésque había del gobierno sobre la cuestión forestal, dejétodos mis pendientes y me vine volado.

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—Gracias, Miguel, —le dice Gustavo…

—Pues ahora que lo dicen, —interviene Álvaro— haymuchas personas que aseguran que estos cambiosclimáticos no deben alarmarnos, porque en otros pe-ríodos de la historia ya habían ocurrido, pero creo quese equivocan, porque podría ser preludio de algo muygrave…

—¿Por qué? Contesta el licenciado Mora gratamentesorprendido por el interés e involucramiento sobre eltema de Álvaro…

—Porque entre otros errores, no interrelacionan unoshechos con otros. Por ejemplo, no es lo mismo que esoscambios hayan ocurrido hace veinte o treinta mil años,cuando en el planeta había como un millón de habi-tantes, donde quizá con 800 o 1,000 toneladas diariasde alimento podríamos salir adelante, a que ahora re-quiramos más de 6 millones de toneladas al día…

—Y si se modifica el clima, —asegura Álvaro— se alte-ran las cosechas, y no se imagina la mayoría de la gen-te en la que nos metemos…

Mientras repiqueteaba la lluvia en el techo de la casi-ta, el licenciado Mora se da cuenta de que la situaciónen ese rancho no iba a ser algo como para tomarlo a laligera, y decide llamar a su secretaria para pedirle queno le pase llamadas por el resto del día…

Álvaro a su vez le llama a Benjamín, para decirle quetendrán que esperar un poco, debido a la lluvia, paraque le diga a don Alonso.

—¡Ah, no se preocupe! —Le contesta Benjamín—. A élle pasó lo mismo, se tuvo que esperar en otro lado porlo mismo, hay que esperar tantito.

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Y el licenciado, cada vez más interesado en la plática,le dice a Álvaro:

—¿Han podido seguir el comportamiento de las cose-chas o producción de alimentos en el mundo porInternet?

—¡Claro! ¿Y sabe qué? Uno de los mejores indicadores,aunque no el único, es en cuanto a los niveles de precios.¿Por qué de los precios? Porque Ustedes lo saben, su fija-ción es consecuencia principalmente del punto de inter-sección entre la curva de “oferta” con el de la “demanda”…

—Y mire Usted, en los últimos 10 años, de acuerdo auna forma de medición que tiene la Organización delas Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricul-tura, donde evalúan los precios de los cereales, lác-teos, carne y otros, los precios internacionales se hanmás que duplicado…

—Ustedes saben bien que, —prosigue Álvaro, comobuen economista que era— en condiciones normales,cuando un precio sube o baja, es porque se alteraronlas curvas de oferta o demanda, o ambas. Y esa subidaen los precios internacionales de alimentos, fue deri-vada de dos factores combinados:

Irregularidades en la “oferta” por las pérdidas en cose-chas en varias partes del mundo, derivadas del cambioclimático, y al mismo tiempo un aumento en la “deman-da”, ya que en los últimos 10 años, tuvimos 830 millonesmás de habitantes en el planeta... o sea, un incrementoen una sola década, equivalente a casi todos los habitan-tes de un continente completo como América…

Paralelamente a este diálogo, mientras disminuía laintensidad de la lluvia, la naturaleza, que de alguna

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forma los envolvía, a manera de compensación invisi-ble y no solicitada, considerando el aparente contra-tiempo de la lluvia, así como queriendo disculparsepor el riego que se vio obligada a hacer sobre todo elcampo, les obsequió un aroma a tierra mojada que leshizo a todos olvidar a tal grado ese pequeño inconve-niente, que hasta disfrutaban de su estancia en eseimprovisado aunque oportuno refugio.

El licenciado, por su parte, sin mencionarlo, cada vezestaba más sorprendido no sólo de la organización yfuncionamiento impecable del rancho, sino sobre todode la perspectiva y análisis que Álvaro les había he-cho, misma que sus ocupaciones en México no le ha-bían permitido ver tan claro. Y pensaba para sí: Creoque no andan tan perdidos estos camaradas, con razónMiguel me insistía tanto en venir acá…

En eso Álvaro voltea discretamente con el ingenieroSánchez, y le dice así como queriendo justificarse:

—Mi mamá cree que desperdicio el tiempo, y yo consi-dero exactamente lo contrario, donde lo aprovecho pararealmente vivir y aprender en todos sentidos, es acá…

—No te preocupes más por eso Álvaro, creo que tienesrazón, yo sólo te pasé el encargo —le contesta— tú hazlo que consideres correcto…

En eso observan que la lluvia se ha quitado por com-pleto, por lo que después de esperar varios minutosmás, por si acaso, continúan su camino.

En pocos minutos, —de hecho ya estaban cerca— lle-gan hasta donde estaba la casa, donde se suponía quese iban a encontrar, pero ahí les dicen que todavía nollega, seguramente por la lluvia, por lo que Álvaro lessugiere ir a su encuentro… a lo que acceden gustosos…

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—¡Ah! Se me olvidaba decirles, —advierte Álvaro alacompañarlos— a don Alonso le gusta platicar mien-tras camina, ¿les importa si cuando platiquemos segui-mos caminando? Porque qué creen, que luego le gustaponer ejemplos sobre lo que habla, conforme vamosviendo lo de alrededor. ¿Les parece?

—¡Por supuesto que no hay problema! Adelante.

No habían pasado sino unos minutos más, cuando porun costado del camino, ven por entre los árboles a unapersona con la vista baja, totalmente ensimismada ensus pensamientos. Parecía que su mente estaba muylejos… al menos en apariencia, cualquiera hubiera pen-sado que hacía por completo caso omiso de absoluta-mente todo lo que le rodeaba, ya fueran pájaros, vien-to, árboles o personas.

Nunca se hubiera imaginado el licenciado Mora queera don Alonso, a no ser por la mirada hacia él quedirigían tanto Álvaro como el ingeniero… por ello, de-dujo que tenía frente a sí a quien buscaban.

La primera impresión del licenciado, no hizo más queaumentar su extrañeza a grado sumo, y de alguna for-ma entendió de golpe la impresión que de él tenía DoñaChole; sin embargo, desde hacía mucho tiempo él secuidaba mucho de no anticipar juicios, y siempre teníamuy presente aquella frase de un sabio griego: “Ha-bla, para que yo te vea”, por ello siempre aguardabaantes de emitir cualquier tipo de juicio.

En eso, Álvaro, como ya lo conocía muy bien, y sabía ala perfección el grado de abstracción a que a vecesllegaba, a manera de aviso le dice:

—¡Don Alonso, ya andamos por aquí!

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—¡Ah, qué tal! Bienvenidos al rancho, siéntanse en sucasa… —mientras se dirige hacia ellos.

Y el licenciado Mora, a pesar de su gran experienciaen el trato humano, no puede evitar sentir una ciertaintimidación ante la mirada directa e inquisitiva deDon Alonso, que parecía como querer adivinar hastalo más recóndito de sus pensamientos. Pero en gene-ral, de forma amigable quedan debidamente presen-tados, al tiempo que Álvaro propone si dan un recorri-do por todo el rancho para que puedan platicar bien, alo que todos aceptan…

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CAPÍTULO IVUN DIÁLOGO DIFERENTE

Una vez que siguiendo la sugerencia de don Alonso,han comenzado a caminar, dirigiéndose primero haciala parte más alta del rancho, que es el sitio desde don-de se distribuye el agua, este singular grupo de cuatropersonas se va desplazando de forma lenta aunqueconstante por un camino con una muy suave pendien-te ascendente, flanqueados a ambos lados por una grancantidad de árboles de aguacate.

En eso ven a un costado del camino a Benjamín elmayordomo, rodeado de un nutrido grupo de trabaja-dores que muy atareados realizan diversas labores. Perosus ocupaciones no les impiden que casi al unísono,como si se hubieran puesto de acuerdo, voltearan to-dos ellos con curiosidad a observar a esos dos visitan-tes, y una vez que siguen su camino, continúan con susocupaciones.

No obstante, a quienes daba la impresión de no impor-tarles en lo más mínimo esos dos visitantes, era a todoslos demás componentes de ese tan especial entorno.Los árboles parecían más bien ocupados en hacer pa-tente un espontáneo aunque invisible agradecimientopor la reciente lluvia, perfumando el ambiente con unincomparable aroma campirano, y permitiendo dócil-mente que esa gran cantidad de gotas de agua queaún permanecían en sus ramas y hojas, se fueran desli-zando lentamente al suelo, en un pausado y casi rítmi-co goteo.

Los pájaros también estaban concentrados en lo suyo,que era cantar. Y, al menos en apariencia, con ello da-

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ban la impresión de proclamar ante el viento, que esereciente y sorpresivo incremento en la humedad, lejosde incomodarles, contribuiría a garantizarles su sus-tento.

El viento a su vez, de alguna forma participaba en esamaravillosa y casi mágica sinfonía, como sintiéndoseobligado a no dejar de aportar también lo suyo. Portanto, una suave brisa no sólo diseminaba el aromaemitido por árboles y hierba, sino que efectivamentecooperaba a que, moviendo tenuemente ramas y ho-jas, pudiesen desprenderse del agua excedente, trasla-dándola al suelo.

Cada quien a lo suyo, parecía ser la regla de oro noescrita aunque siempre respetada por la naturalezadesde siempre. De manera misteriosa e incomprensi-ble ante el mirar profano, partes grandes y pequeñasde la creación, supieron todo el tiempo, que no eranecesario grabar en bronce este axioma, por tanto, sinnecesidad de ninguna ley escrita, todos parecían se-guir fielmente las líneas de una invisible partitura.

Y precisamente por eso, aquellos dos visitantes, el li-cenciado Mora y su amigo Miguel, también sentían quetenían un objetivo preciso: Conocer la opinión de eseextraño personaje, mismo que, aun considerándolo untanto excéntrico, estimaban que tal vez podría contri-buir a enriquecer o mejorar de alguna forma ese an-siado proyecto forestal.

Pero el licenciado Mora se sentía un tanto indeciso so-bre la mejor forma de iniciar el diálogo, y sólo discu-rre, al menos en principio y a manera de preludio, feli-citar a don Alonso por la impecable organización delrancho, por ello expresa:

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—Esa idea de instalar el riego por goteo, me parece ge-nial, porque economiza el agua de manera formidable…

—No sólo economiza el agua, —responde a su vez donAlonso— tiene diversas ventajas invaluables, una esque nos permite distribuir el riego de manera más uni-forme en una superficie irregular, con diferentesaltitudes, y quiero resaltar que, eso es especialmenteimportante en países como el nuestro, que tiene ungran porcentaje de tierras con cierta inclinación delsuelo, para lo cual está que ni mandado hacer este tipode riego, otra ventaja es que casi triplica la productivi-dad por árbol…

Al decir esto se detiene, voltea y lo mira fijamente, ycon voz pausada aunque firme le dice:

—Es exactamente lo mismo que podríamos hacer ennuestra sociedad, si proveemos a cada persona con losmedios necesarios para su desarrollo, el potencial so-cial y económico derivado sería exponencial, recibien-do todos en conjunto sus beneficios, pero así como va-mos, nuestra comunidad parece más bien como algunosde esos campos que vemos en las carreteras, que casinos matan de tristeza con solo mirarlos…

—La productividad que inducimos en ese árbol queestá ahí, —señala don Alonso uno de ellos— no sólo lesirve al propio árbol, sino que mejora el fruto que apor-tamos al mercado, derrama bienestar sobre todo el ran-cho, y qué cree, al mejorarse la economía de la planta-ción, ese árbol, sin saberlo, contribuye a garantizar supropio bienestar, ya que al estar el conjunto en mejo-res condiciones, cuidaremos mejor de él.

—Como puede ver, mi estimado señor licenciado, —añade don Alonso— todo está perfectamente inter-co-

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nectado en el mundo. Pero el gran problema, no radicaen cuanto a la validez de esta infalible ley de lainterrelación social, sino en que la inmensa mayoría nisiquiera se percata de que todo funciona de esa forma…

Para Álvaro y el ingeniero Miguel, el escuchar este par-ticular enfoque, no representaba sorpresa alguna, yaestaban acostumbrados a ello, pero el licenciado Mora,se queda pensativo observando con cierta expresiónde asombro a don Alonso.

Ante ello, don Alonso, queriendo facilitarle las cosas allicenciado, le dice con voz tranquila:

—Siéntase en confianza licenciado, me dijo Álvaro queestaban preparando una especie de proyecto forestal,y que le gustaría platicar con su servidor... cuéntenosmás sobre ese proyecto…

—Bueno, lo que pasa es que entre varios partidos seestá afinando un nuevo proyecto que pretende resol-ver de forma decisiva la grave deforestación que enfren-ta el país, y como pronto se discutirá en las Cámaras,necesitamos estar muy bien documentados. Queremoshacer de lado cualquier interés de partido, y sólo in-tentamos sacar algo efectivo, porque la situación estágrave, estamos perdiendo cientos de miles de hectá-reas de bosque por año.

—La situación está mucho peor de lo que Usted se ima-gina —le contesta don Alonso— y si me lo permite, levoy a decir por qué. Aunque, para no extenderme de-masiado y entre tantos inconvenientes, creo que sólole voy a mencionar pocos, porque si no, no acabo…

—Primero, la deforestación afecta directamente el ci-clo normal de lluvia. Usted ya sabe cómo opera la na-

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turaleza para traernos agua: Evapora el agua del marmediante los rayos del sol, esa humedad se condensa acierta altura formando nubes, el viento nos las trae, yconjugándose una serie de cosas, entre ellas la electri-cidad, esa agua nos llega hasta acá, y sin ella, no hace-mos nada…

—Le aseguro, —prosigue— el mejor grupo de científi-cos del mundo, no podría ni de lejos acercarse a esemaravilloso proceso, ni en cuanto a su costo, eficienciao lo que sea…

—Sin embargo, por diversas razones, muchas de ellasni siquiera bien conocidas todavía, el árbol y la vegeta-ción desempeñan un papel crucial en ello. Si no hayvegetación, el ciclo no funciona como debe.

—No le diré algo que no sepa, pero en las partes don-de hay menos árboles, como en diversas regiones delnorte del país, tenemos precipitaciones insignificantes,como de sólo 100 o 200 milímetros anuales, y en cam-bio, en el sur, donde afortunadamente contamos conmayor densidad forestal, como ciertos lugares deTabasco, Veracruz y Chiapas, tenemos una precipita-ción de cerca de 2,000 milímetros al año, o incluso másen algunas áreas.

—Otro de los efectos negativos, —entre muchos— dedestruir árboles, es que se produce una mucha menorcaptación de agua de lluvia hacia el subsuelo, ya que,en una zona deforestada, el agua se desliza rápida-mente sobre la superficie, y de ribete, ocasiona proble-mas de inundaciones en las partes bajas.

—Incluso, dado que por lo regular, casi lo mismo queun árbol se eleva hacia arriba con su tronco y ramas,es parecido a lo que penetra hacia abajo a través de la

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raíz, al haber sido privada una superficie del “amarre”que producen las raíces, se llegan a presentar deslaveso desgajamientos de ciertas áreas, y aunque algunosconsideran eso como imprevisible, se pudo perfecta-mente haber evitado, de haber tenido la precauciónde cuidar la cuestión forestal.

—No faltan algunos otros que llegan a suponer que, alcortar un árbol, permanece la raigambre en el suelo,pero sucede que al carecer esos restos vegetales devida, al paso de los años se van degradando hasta de-jar por completo de cumplir la función citada.

—Y eso aparte, como decía, de la gravísima erosiónque provoca, ya que al correr el agua rápidamente,desgasta o acaba con la capa vegetal aprovechable,además de afectar gravemente los mantos subterrá-neos de agua, lo que entre otras cosas hace que lospozos para fines urbanos, agrícolas o industriales —que todavía se permiten, porque cada vez se restrin-gen más— año tras año se tengan que perforar a másprofundidad.

Por si fuera poco, al disminuir en el globo la superfi-cie forestal, baja también la capacidad de hacer fren-te a la astronómica cantidad de bióxido de carbonoque en forma creciente se está lanzando a la atmós-fera, lo que contribuirá al calentamiento global, loque alterará los patrones normales del clima, pudién-dose presentar alternativamente grandes sequías conanormales perturbaciones meteorológicas con dema-siada lluvia, por la elevación de la temperatura delocéano.

Y lo que sin duda afecta a las buenas cosechas, entreotras cosas, es la irregularidad en el comportamientodel clima.

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—De forma muy somera le menciono esos nefastos efec-tos comprobados, entre muchos otros, que la defores-tación genera… Porque si le sigo comentando de máscosas, créame que no acabamos…

—Qué bueno que lo visualiza así, don Alonso, —le diceen tono confirmatorio el licenciado— la cosa está delos diablos, y muchas decisiones se toman desde la ca-pital, donde no se ven de primera mano este tipo decosas. De ahí que haya venido hasta acá con Ustedes ycon mi amigo Miguel para conversar sobre eso…

—¡Por supuesto! Estamos a la orden, —complementaMiguel—, pero efectivamente, así es la cosa como handicho…

Una vez que han pasado unos segundos, dada la grancantidad de ideas que parecieran fluir constantemen-te por la inquieta mente de don Alonso, con un dejo depreocupación, les añade:

—Y me han de perdonar Ustedes, nuestros estimadosvisitantes, que por supuesto son bienvenidos, peromuchas veces llego a pensar que las cosas van a irmucho más lejos. Así se lo he comentado a Álvaro aquípresente, que la lista de consecuencias ni siquiera seconoce a cabalidad, como lo ya citado, sino que nos vaa pegar de muchas otras formas…

En eso interviene Álvaro:

—¡Cuénteles don Alonso, sobre lo que me decía elotro día!

—Así es, don Alonso, —dice Miguel— díganos sus ideas,al cabo es una plática nada más…

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—Obviamente no es algo comprobado, o al menos queyo sepa, pero, hace unos días estaba pensando en esto:Se hizo una importante y concienzuda investigaciónsobre el daño a la capa de ozono de ciertos químicos, yqué bueno, pero, sin ser su servidor físico o químico,considero que en el eventual deterioro de dicha capa,no sólo debemos considerar lo que la daña, sino tam-bién lo que evita que se regenere adecuadamente, afin de que se mantenga a niveles convenientes…

—Y una de las maneras como se forma el ozono esmediante la acción fotoquímica de los rayos ultravioletasobre la atmósfera, que transforma el oxígeno en ozo-no, pero también interviene en su formación la electri-cidad.

—Estaba pensando que tal vez ahí también desempe-ñan un rol clave los árboles. Se lo comento con muchogusto, pero acuérdense que no es más que una posibi-lidad, y como tal hay que tomarla. Incluso, desconozcosi se hayan realizado investigaciones en ese sentido…

—Miren Ustedes, si asumimos que la cuestión forestalestá vinculada estrechamente tanto con los ciclos delluvia como con la nubosidad, eso va a repercutir hastaen el ozono. ¿Por qué?

——Porque hemos comprobado en multitud de casosen el mundo, que, a mayor densidad forestal, mejoranlos ciclos de lluvia, y ello sucede así porque seincrementa la nubosidad, la cual está íntimamente re-lacionada con la cantidad de relámpagos, factor quetambién influye, al menos en parte, en la regeneraciónde la capa de ozono.

—Han de recordar que incluso el término “ozono” pro-viene del vocablo griego “olor”, ya que desde la anti-

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güedad, percibían una especie de hedor posterior a lacaída de un rayo, lo cual se explica porque la electrici-dad produce ozono. Pero creo que más que el genera-do aquí en las capas inferiores, cuenta más el de nive-les superiores, ya que ahí se puede conservar mejor,sin transformarse de nuevo en oxígeno…

—Hace unas semanas, con la ayuda de Álvaro, nos pu-simos a investigar en la red, la cantidad de relámpagospor segundo en el planeta. Pero lo que principalmenteme llamó la atención, fue que, en las áreas del mundocon mayor densidad forestal, como en el Amazonas, esjustamente donde ocurre la mayoría de las descargaseléctricas.

—Tratamos, —continúa don Alonso con voz pausada— deaveriguar si acaso había habido disminución en cuanto alnúmero de relámpagos por segundo en el mundo en lasúltimas décadas, que es precisamente cuando la mayordeforestación se ha dado, pero no encontramos nada.

—Me da la impresión, —prosigue— que no hay regis-tros al respecto, y ello tal vez se deba a algo muy sim-ple: Estamos hablando de algo mucho muy reciente,que ha podido ser cuantificable gracias a la colocaciónde satélites meteorológicos, ya que quizá, en el año1970, por decir, ni idea se tenía de la cantidad de re-lámpagos por segundo que había en el globo.

—Y por ello, sólo podemos especular; lo que sí les pue-do asegurar, es que todas las personas de mi edad,claramente recordarán que hace muchas décadas seescuchaba un mucho mayor número de descargas eléc-tricas en los cielos. Y conste, no quiero decir que ahorano ocurran, pero hay menos…

—No podemos dejar de considerar señores, —añade—que esta posible vinculación entre cantidad de árbo-

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les, nubosidad, lluvia, relámpagos y ozono, es sólo unaposibilidad, y ya les tocará a los científicos decirnosmás al respecto.

—Lo que sí les puedo asegurar, —les dice don Alonsomientras se detiene un poco mirando directamente alos ojos al licenciado— es que, con el daño comproba-ble en este momento a la naturaleza por causa de ladeforestación, no necesitamos de ninguna especulación,como esta que les acabo de hacer, nada más con lodemostrable ya tenemos más que suficiente para dar-nos cuenta de que la situación está de los diablos, comoUstedes mismos dijeron…

—Desgraciadamente, —contesta el licenciado— más omenos así están las cosas, y es por eso que andamospor aquí, y ahora la cuestión es, ¿qué hacemos?...

—Con el debido respeto señor licenciado, antes de lle-gar a ese punto, hay otra cosa que debemos analizarprimero: ¿Por qué están pasando las cosas así? Acuér-dese de aquel sabio refrán: “El buen médico no es aquelque ataca el síntoma, sino el que busca la causa básicaque lo provoca, para corregirla”. ¿No le parece?

—Bueno, pues es cierto…

De pronto el licenciado se percata de que, si para losdemás no fue sorpresivo el cambio del entorno, para élsí. Al ir completamente inmersos en esa plática, no sedio cuenta que todo ese maravilloso ambiente se habíatransformado, por lo que en vez de estar rodeados delargas hileras de árboles de aguacate, ahora tenían otrotipo de testigos silenciosos en su diálogo: una gran can-tidad de pinos, encinos y nogales.

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A lo lejos y en una parte un poco más baja, el licencia-do vislumbra algo que parecía una pequeña presa, loque llama inmediatamente su atención…

—Don Alonso disculpe, —le dice— esa presita que estáahí, ¿Ustedes la hicieron?

—Lo primero que hicimos cuando se compró este pre-dio a los señores Oceguera hace ya algún tiempo, fuehacer un levantamiento topográfico, para ver cómo,con algunos arreglos, podíamos aprovechar los escu-rrimientos pluviales, porque consideramos que, si con-tábamos con un poco más de mil milímetros anualesde lluvia por metro cuadrado, aún descontando un por-centaje por evaporación y otro por absorción del suelo,podíamos capturar ahí una cierta cantidad, y sí nosfuncionó…

—Colocamos justamente ahí en la base de esa presita,—aquí les llamamos “ollas de agua”— unas capas decierto material especial para minimizar la absorcióndel subsuelo, y actualmente, de la totalidad del aguaque usamos, una parte proviene de ahí, otra de un ríoque viene del cerro de Patamban, y el resto de un pozoprofundo que tenemos…

—Qué bueno que cuentan con agua…

—Bueno, ese pozo lo hicimos hace ya tiempo, ahora yaquedaron prohibidos, y nos tuvimos que ir hasta los300 metros de profundidad, porque como les decía, elnivel de agua subterránea cada año parece ir bajando,ya que van paralelos: Al disminuir el área forestal, bajaigualmente la disponibilidad de agua del subsuelo…

—Lo que sí le aseguro, —enfatiza don Alonso— es que,por un lado, nosotros cubrimos toda el área de árboles,

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y lo más importante, devolvemos al suelo toda el aguaque tomamos, después de haberla aprovechado de for-ma excepcional. El deterioro de los mantos subterrá-neos no deriva de unidades altamente productivas comoésta y otras de la región, como las de los señoresOceguera, Dodoli, Sahagún, Izarrarás y otros, sino dela criminal tala ilegal que se realiza no sólo en esteestado, sino en todo el país.

—Bueno, —expresa el ingeniero Sánchez— no necesitadecirnos eso, es obvio que el daño ecológico no provie-ne de ranchos como éste,…

—Como puede ver licenciado, —continúa don Alonso—y como le consta al ingeniero Miguel, por eso cuida-mos tanto el agua, aunque tampoco podríamos come-ter el grandísimo error de no dársela en cantidad sufi-ciente a nuestros árboles, porque nosotros mismos noscolocaríamos la soga al cuello, por eso consideramosque nuestro principal acierto fue la instalación del rie-go por goteo.

—Perdón que le insista, pero hablando de lo que a Us-ted le interesa señor licenciado, ese sistema está queni mandado hacer para el país, incluso no sólo en pro-yectos frutícolas sino hasta en algunos forestales, de-pendiendo del suelo, clima, costo de la tierra y lluvia;porque hay que tomar muy en cuenta que un porcen-taje importante de la superficie aprovechable del país,tiene cierto grado de inclinación, lo que hace impracti-cable el riego por gravedad.

—Le aseguro que podemos convertirnos en producto-res de primera línea de ciertas oleaginosas como lasalmendras, macadamias e infinidad de frutas, inclusocomo le reitero, hasta en algunos proyectos forestales,si son bien manejados y debidamente asesorados.

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—Por cierto Gustavo, —interviene el ingeniero— ¿sa-bías que casi todas las almendras consumidas en nues-tro país son importadas?

—Pero don Alonso, —aduce el licenciado— este pro-yecto Usted lo pudo hacer porque contaba con los me-dios, pero el campo está empobrecido…

—La cosa es exactamente al revés, está empobrecidoporque no le hemos dado atención a lo esencial que sedebe cuidar, no sólo en la cuestión agropecuaria, sinoen todo: la productividad y la competitividad. Ése es elelemento número uno, y además, normalmente estetipo de proyectos, se tienen necesariamente que vincu-lar con otra cosa, para hacerlo sustentable en sus pri-meras etapas…

—Mire Usted, —prosigue— le pongo el ejemplo de va-rios de nuestros vecinos, que tienen ahora unos ran-chos altamente productivos también, sus dueños, losdoctores Alberto y Prisciliano, ejercieron la medicinapor muchos años en Zamora, pero estuvieron invirtiendosus ahorros aquí, obviamente bien asesorados, y aho-ra, tienen unos ranchos con un nivel de eficiencia queno lo verá ni en Israel. Pero esas cosas no vienen solas,hay que echarle ganas por muchos años.

Entonces, a manera de pausa, se detiene don Alonso yles dice:

—Los voy a interrumpir un momento, ya que andamospor aquí, voy rápidamente a ver algo ahí, vengo endiez minutos, no me tardo….

—¿Voy con Usted, don Alonso? —Dice Álvaro.

—No me tardo nada, le quiero recomendar algo a donChema ahí abajo, mejor acompaña a los señores mien-tras regreso…

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En ese breve período de espera, se da cuenta el licen-ciado que si para Álvaro y el ingeniero, el estar inmer-sos en ese casi mágico escenario era algo cotidiano yhasta normal, para él significaba haber sido traslada-do a una especie de dimensión paralela, misma que nose comprende a plenitud sino hasta que se vive, aun-que fuera por unas horas.

Lo que también le sorprendía bastante, —aunque no loexpresara abiertamente— era una inquietante preguntasin respuesta que se hacía a sí mismo: ¿cómo era posi-ble, que a pesar de estar en el más completo campo,incluso habiéndose temporalmente aislado de la co-municación, pudiera estar viendo las cosas bajo esaperspectiva?

En eso su pensamiento es interrumpido por una obser-vación del ingeniero Miguel:

—Te decía Gustavo, ¿sabías que casi todas las almen-dras consumidas en el país vienen de importación? Yno pierdas de vista que en este rancho específico, esta-mos hablando de un solo cultivo especial, aguacate,cuyo mercado ya prácticamente está cubierto con laproducción del Estado, pero yo que conozco del ramo,te digo, no tienes idea del potencial que hay para infi-nidad de oleaginosas, frutas y muchas otras cosas.

—Me decías de las almendras, —contesta Gustavo—¿dónde se pueden cultivar?

—Ese cultivo, sorprendentemente, no requiere de grancalidad de suelo, sólo que es muy vulnerable al frío,pero tenemos miles y miles de espacios por las costas,donde con la debida asesoría, se pueden reunir las con-diciones idóneas, además, ahí hay más posibilidadesde agua. Incluso, como bien decía don Alonso, se pue-

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de vincular con otra actividad productiva como la tu-rística.

—No se te vaya a olvidar, —interviene Álvaro— queesto que ven aquí, no es la norma en el campo mexica-no, sino la excepción, aquí hemos contado con estudiodel cultivo, análisis del mercado y lo más importante,mucha dedicación al asunto.

Es cierto, —prosigue Álvaro— que hay muchos ranchosque trabajan muy bien, o incluso hasta mejor que aquí,pero en la inmensa mayoría, desgraciadamente, eso noocurre, sobre todo en el minifundio, donde, salvo susmuy honrosas excepciones, los convirtieron en algo tanimproductivo que, muy a menudo no les alcanza nipara el autoconsumo.

—Y como decía don Alonso, —continúa Álvaro— si no secuida la productividad, estamos fritos. Les cito un ejem-plo, el caso del maíz, para que vean el alcance de losbuenos o malos manejos y cómo se refleja en la producti-vidad: El rendimiento promedio anda cercano a las trestoneladas por hectárea, y por decir, en los Estados Uni-dos es como el triple, o sea cercano a nueve.

—Pero observen la reacción de algunos productoresnacionales de bajos rendimientos: se sienten defrau-dados y perplejos ante los menores precios de ventadel maíz del mercado internacional, sin recapacitar queno es lo mismo prorratear su costo por hectárea entretres míseras toneladas —como sucede aquí— que divi-dir ese costo entre nueve. Eso hace, que en el extranje-ro, aún con un precio de venta más reducido, haganese cultivo redituable.

—Es cierto, en el extranjero invierten un poco más porhectárea, pero su mayor productividad les compensacon creces, al punto de hacerlos competitivos.

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—Para completar el cuadro, muchos de esos productoresnacionales no competitivos, son prácticamente engaña-dos por algunos líderes, que les dicen que están siendovíctimas del libre comercio, pero la verdad es que, con osin intercambio comercial, una productividad así de baja,no sólo los perjudica a ellos, sino a todos.

—Por supuesto que hay ranchos efectivos en el paísque incluso superan con mucho el promedio de tonela-das por hectárea de los Estados Unidos, pero la mayo-ría no llega ni a la tercera parte de allá. Nomás lescuento que si tuviéramos una productividad de sólocinco toneladas por hectárea, o sea un poco más de lamitad del rendimiento promedio del vecino del norte,no sólo seríamos autosuficientes en maíz, sino hasta loexportaríamos.

En eso viene ya de regreso don Alonso, acompañadopor una persona de mayor edad que él, que se llamadon Chema, y al tiempo que se lo presenta, les comen-ta que es el padre de Benjamín el mayordomo…

—Ahí te encargo eso Chema, —le dice don Alonso cuan-do se retira este señor— cualquier cosa me dices a mí,a Álvaro o a Benja, nos vemos…

—¿Cómo andan de hambre señores? —Les dice a losvisitantes— ¿Quieren comer con nosotros para queplatiquemos mejor?

Se miran todos al tiempo que el licenciado hace unarápida evaluación sobre la hora que es, y como cadavez está más interesado en intercambiar ideas con donAlonso, por lo que de inmediato juzga pertinente alar-gar lo más posible su estancia en ese sitio, a pesar deintuir que quizá la comida ahí estaría muy lejos de seruna maravilla.

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—Si nos invita don Alonso, aceptamos, para poder pla-ticar más… Es muy interesante conversar con Usted…

—¿Quieren comer aquí o nos vamos a la casa?

Ahora es el ingeniero Miguel quien interviene, esti-mando que si comen ahí mismo, tendrán más oportu-nidad de conversar ampliamente, lo cual de hecho erasu propósito, por lo que agrega:

—Si quiere comemos aquí, junto a la presita esa…

—Aceptado…

—En eso Álvaro hace arreglos para que una personaen la casa prepare algo de comida, un atado de leña,un comal y agua suficiente.

—Nada más que aquí vamos a comer en el suelo, ahídonde está esa hierba ¿no les importa?

—Por supuesto que no…

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CAPÍTULO V¿VISIÓN OPUESTA?

Mientras Álvaro se había ido a la casa del rancho atraer las provisiones, el resto del grupo comenzó a des-cender lentamente hacia la presa, e iban caminandoadelante don Alonso y don Chema conversando sobrediversos asuntos, y detrás, a cierta distancia, iban Mi-guel y Gustavo.

El licenciado Gustavo, aunque de forma casi imper-ceptible para él, había sido influenciado por ese tanespecial lugar donde ahora se encontraban, lo que pro-vocó en él una especie de cambio inesperado en suestado de ánimo, ello hizo que, haciendo completamen-te de lado las naturales tensiones de su actividad en lacapital, y evocando aquella actitud bromista de su yalejana juventud, le dice a su amigo:

—¿Me puedes decir Miguel qué diablos vamos a comeraquí?

Ello hizo que a su vez Miguel, que ya lo conocía per-fectamente, le contestara de forma similar.

—Con una vez que comas en el campo lo de acá, no teva a pasar nada, ¿venimos a lo que venimos, no?

—Cuando le cuente a Alejandra —añade Gustavo— adónde me trajiste a comer, o sea a la mitad de la nada,no me lo va a creer…

—Sí, ya sabes, a mí me echas la culpa de todo lo quepase…

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—Oye Miguel, ya hablando en serio, este señor, ahídonde lo ves, sabe lo que está diciendo, ¿eh?

—Te dije, pero espérate, se me hace que todavía noempieza, aunque tampoco te vayas con la finta, luegosale con infinidad de cosas que ni te imaginas, te su-giero, hay que dejar que nos diga toda su idea, y yaluego tú tomarás lo que te sirva, ¿cómo ves?

—De acuerdo…

Una vez que han llegado todos a la presita esa rodea-da de diferentes tipos de árboles, como para el licen-ciado era la primera vez que estaba ahí, se siente lite-ralmente impactado por la belleza del lugar.

En cierto sentido, podríamos decir que cae víctima deun sentimiento muy curioso, y así como a los pájarosen el momento del amanecer, les resultaría algo muysuperior a sus fuerzas el poder permanecer pasivos oen silencio ante el maravilloso espectáculo del nuevodía, también Gustavo, sin estar plenamente consciente élmismo, se siente obligado a seguir aquel entendible im-pulso humano de pretender atrapar entorno y tiempo.

Es indispensable, pensaba, —sacando de su bolsillo unaminúscula cámara— capturar ese único momento.Como si posible fuera, que esa invisible rueda del tiempodetuviera su inexorable giro. Y no se daba cuenta, o almenos así lo parecía, que así como el agua se nos esca-pa de las manos, tiempo y espacio también siguen sucurso, como yendo detrás de un objetivo oculto.

Pero Gustavo no comprende eso. Y continúa en ese suafán profano, y mientras perseguía su vano intento,inesperadamente se encuentra con otro obstáculo: Don-dequiera que volteaba parecía tener frente a sí unapostal de cuento.

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Y al final cree haber resuelto su dilema, soñando conhaber sido capaz de atrapar tiempo y momento, median-te una gran diversidad de tomas. Sin embargo, el viento ylos demás testigos mudos que presenciaban ese afán hu-mano, guardan un muy prudente y oportuno silencio.

Con toda intención y de forma discreta permitían, queGustavo creyera haber triunfado en esa vana tentati-va. Sabiendo perfectamente que no era posible captu-rar su esencia, y que la libertad, belleza y atributosque la naturaleza les donaba, no podían ser atrapadospor esa minúscula camarita.

En eso su amigo Miguel le regresa a este mundo, empleandopara ello una sencilla frase, expresada con voz queda:

—Espérate a que venga Álvaro y tomas también a todoel grupo.

—Por supuesto, pero quería ganar algo de tiempo.

De pronto don Alonso, dándose perfecta cuenta de queel licenciado había quedado gratamente impresionadopor ese tan especial ambiente, dado que a él a su vezle había sucedido lo mismo, lo que de hecho, fue unade las razones que motivó su permanencia en ese sitio,con su característica voz pausada le dice:

—Uno de los retos de todo ser humano, es que todo lobueno o malo que acontezca a nuestro alrededor, nonos haga perder la más íntima convicción que muevenuestro ser interno, y que es lo que le da sentido yfuerza a nuestra vida.

—Acuérdese mi estimado licenciado, —prosigue— so-mos como extranjeros aquí, y así debemos proceder yvivir siempre…

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Estas sencillas y sorpresivas frases, hicieron recapaci-tar a Gustavo, que ese singular personaje que teníafrente a sí, poseía una perspectiva de las cosas comple-tamente diferente, pero ese pensamiento le condujo aotro aún más inquietante, aunque se lo guardaba parasí mismo: ¿podrá alguien así aportar algo aplicable a laproblemática que nos envuelve?

Y mientras cavilaba en esa idea, ven que regresa Álvaroacompañado de la señora Ofelia, esposa de Benjamín,quien le ayudaba con varias cosas, y de forma volunta-ria y amable se había ofrecido a auxiliarles en la pre-paración de la comida. Esta dama había tenido el cui-dado de traer unas mantas plastificadas para que sepudiesen acomodar bien en la hierba.

No recordaba Doña Ofelia, que ahí había unos restosde un árbol que había sido víctima de un rayo, cuyaspartes aprovechables las habían adaptado a manerade prácticos asientos. Por tanto se acomodan en ellos,y, por un costado, con la valiosa y diligente ayuda dedoña Ofelia, las viandas comienzan a ser debidamentepreparadas.

Y aunque el aroma que despedía la comida era agra-dable, el licenciado Gustavo no se atrevía a preguntarsobre el contenido. Pero en pocos minutos, Ofelia lepresenta un plato a don Alonso, a quien ella admirabay le tenía un gran respeto.

Don Alonso declina, y pide se lo pasen primero al li-cenciado, a la vez que le explica el contenido:

—Por favor licenciado, espero le guste, no son más quetortillas con frijoles, un guiso a base de mole que hicie-ron allá abajo, romeritos y nopales.

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Y una vez que todos tienen su plato, comienzan a inge-rir los alimentos.

Tan pronto como el licenciado prueba un bocado, ex-presa:

—De una cosa estoy seguro, en mi vida había comidoun taco como este, no sé si sean las tortillas, los frijoles,o el toque de doña Ofelia, pero qué barbaridad, estánexquisitos…

Miguel, sabiendo que su amigo no estaba acostumbra-do a la comida de campo, nada más sonríe con donAlonso. Y después de un rato de esa original aunqueimprovisada comida, se encuentran todos bastante sa-tisfechos, agradeciendo sinceramente a doña Ofelia suinvaluable apoyo.

—Me siento como en otro mundo señores, —les dice ellicenciado— creo que ya estoy comprendiendo por quéestán acá…

—Si les parece bien, —menciona el ingeniero Miguel—volvamos al tema de hace rato, porque mi amigo Gusta-vo está muy interesado en conocer su opinión don Alonso,sobre este gran problema forestal que tenemos…

—Pues sí que es un gran problema, que en realidadnos preocupa a todos en mayor o menor medida, —responde don Alonso— lo que pasa es que cada quien,está inmerso en infinidad de cosas, y todos estamoscomo a la expectativa de ver quién hace o discurrealgo…

—Antes de otra cosa, les agradezco que tomen encuenta mis puntos de vista, y con mucho gusto se losplanteo, no sin antes pedirles que lo tomen como lo

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que es, sólo una opinión que, como todas, debemoscomparar y evaluar.

Y ya sintiéndose don Alonso más en confianza, actitudque también comparten sus invitados, les dice:

—Todos los problemas que vemos en el mundo que nosrodea, son una especie como de consecuencia de unagrande o pequeña combinación de factores negativos,y esta opinión que me piden, la tengo muy a la mano,porque esta problemática yo mismo me la he hecho amí mismo en multitud de ocasiones, incluso se lo heexternado a Álvaro aquí presente…

—Así es, don Alonso, —confirma Álvaro.

—Hace un rato les mencionaba sobre los efectos deri-vados de la deforestación, y les comenté sólo dos deellos, si me lo permiten, y ante la imposibilidad deextenderme demasiado, ahora les mencionaré sobresólo tres de los elementos que considero son las causas—entre otras— que nos llevaron a lo que hoy vemos.

—Al final, les pido que me expongan su opinión, por-que yo también estoy interesado en lo personal en pro-fundizar y conocer más de este tipo de cosas, ya quetodos aprendemos de todos.

—El primer elemento que ha incidido negativamenteen gran medida sobre los problemas que tenemos, yno sólo en nuestro país, sino en gran parte del mundo,es la cuestión demográfica.

Cuando escucharon del tema, se quedan sus dos visi-tantes un poco desconcertados, sobre todo Miguel, ydon Alonso, al notar su expresión, con un ademán consu mano, les da a entender que se le permita explayar-se un poco en su idea.

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—Todos los problemas que existen en el mundo, tie-nen su origen en una especie como de desfasamientoentre la velocidad en que operan los factores que in-tervienen en un cierto proceso. Y trataré de ponerlesun ejemplo: Yo puedo pregonar y asegurar que “la co-mida” no sólo es buena, sino incluso indispensable parala vida, —y señala las viandas sobrantes que ya se lle-vaba doña Ofelia— es lógico que todos coincidiremosen que así es, ¿verdad?

No obstante, si Ustedes o su servidor, consumimos eldoble de la cantidad normal que debemos, les aseguroque en pocos días acabaremos en un hospital, o peor,sin importar que, en efecto, el acto de comer, sea in-trínsecamente bueno e incluso, indispensable para lavida.

—¿Por qué puede ocurrir este problema en ocasiones?Muy sencillo, cuando la velocidad de ingestión del ali-mento, es superior a la capacidad de absorción y asi-milación del mismo, a partir de ese momento, es cuan-do sobreviene el conflicto, que será tan agudo a comose presente el desfasamiento mencionado.

Dirigiéndose hacia Miguel, quien mostró más escepti-cismo al escuchar del tema, y le dice:

—¿Podría Usted, señor ingeniero, volver a ingerir lamisma cantidad de alimentos que acaba de consumirahora?

El ingeniero sonríe ante esa ocurrencia…

—Pues es más o menos lo que pasa en el mundo, —aunque casi de forma invisible— miren Ustedes: A partirde mediados del siglo XX, se realizó una serie de trans-formaciones en cuestiones médicas, alimenticias e hi-

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giénicas, que consiguieron, afortunadamente, que laaltísima tasa de mortalidad infantil disminuyera de for-ma impactante…

—Hace varios siglos, de acuerdo a algunos investigado-res, de todos los partos que una mujer tenía durante suvida, sobrevivía una minoría de sus hijos, en cambio,en el momento actual, por fortuna, la situación cambióde golpe, y logran sobrevivir más de 9 de cada 10 niñosen el mundo.

—Sin embargo, esta intervención humana en el asun-to, hizo que la planeación demográfica se convirtieraen una necesidad imperiosa, porque de otro modo,observen Ustedes lo que pasa:

—Al elevarse la tasa de crecimiento demográfico, —como decía, gracias a la medicina— se acortó el perío-do de duplicación poblacional, y eso hace que lossatisfactores necesarios no puedan proveerse a la velo-cidad requerida, a eso me refiero con el “desfasa-miento” de velocidades citado, el cual es una de lascausas básicas de infinidad de problemas en todos losórdenes.

—Nuestro país, —continúa don Alonso— a pesar de lagran migración hacia el vecino del norte, dobló su po-blación en tan sólo 35 años, y eso que a la mayoría nole dice gran cosa, en términos prácticos, significa quedebimos haber sido capaces de haber construido elequivalente a otro país completo en ese mismo lapso,aparte de solucionar los déficits acumulados por déca-das o siglos, y además, reponer parte de la infraestruc-tura que al paso de los años se va haciendo obsoleta.

El licenciado se queda un tanto sorprendido ante eseplanteamiento, y aunque si bien no del todo convenci-

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do, manifiesta interés en conocer más del tema, por loque pregunta:

—¿Y qué pasa, cuando no se consigue doblar la infra-estructura a la velocidad requerida?

—Pues sucedería exactamente lo que ahora vemos.Nuestro país y cualquiera en esas condiciones, tendríadéficits en vivienda, al no haber podido doblarla a lavelocidad necesaria, déficits en agua potable, insufi-ciencias en drenaje, empleos, educación, energía, áreasde vialidad urbana, carreteras, servicios de salud, pro-ducción de alimentos, áreas cultivables, reservas fores-tales y en una palabra, tendremos más o menos la si-tuación que prevalece en todo país con un parecidoperfil sociodemográfico.

Se quedan todos unos segundos en silencio, mientrasse miran unos a otros. Por lo que el licenciado añade:

—Nomás de curiosidad don Alonso, si nuestro país seduplicó en esos pocos años, el resto del mundo, ¿enqué lapso lo hizo?

—En poco más de 40 años, pero acuérdese Usted, quedentro de eso que denominamos como “resto del mun-do” se encuentra integrado el segmento consideradocomo “desarrollado”, y ellos crecen a un ritmo más lento.

—Yo creía —afirma Miguel— que el grupo desarrolla-do no crecía en términos poblacionales.

—Claro que crece, ha proliferado mucho ese mito, por-que dentro de los países desarrollados, hay algunos queno crecen, como Alemania y otros, pero el conjunto delos países desarrollados, también crece, aunque comoles digo, a una velocidad manejable. Y mezclados to-

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dos los del “resto del mundo”, —desarrollados y subde-sarrollados— se doblaron en poco más de 40 años.

—Y eso, en términos concretos, —prosigue don Alonso—significa que el mundo debió haber sido capaz de ha-ber creado absolutamente toda la infraestructura quese logró hacer en toda la historia, también en pocomás de 40 años, y eso, lógicamente no iba a ser posiblehacerlo, y en gran parte ello nos condujo precisamenteal punto donde nos encontramos ahora, con todas lascarencias actuales…

—Pero yo he leído, —replica el licenciado— que la tasade crecimiento poblacional ha disminuido, y Usted lomira bajo otro enfoque…

—Lo que pasa, —dice con voz tranquila don Alonso—es que la metodología para realizar ese cálculo, no esla más apropiada para cuestiones demográficas, esaforma de evaluación me parece más adecuada paracuestiones económicas, como la medición del productointerno bruto, ya que están relacionando el crecimien-to poblacional anual a una cifra que crece año trasaño, y eso, nos da un engañoso “porcentaje” cada vezmás bajo.

—Y la cuestión demográfica, —afirma don Alonso— sedebe asociar más bien con factores fijos, como el aguadisponible, superficie cultivable, espacio, reservas fo-restales e infinidad de recursos naturales no renova-bles, mismos que parecen ir disminuyendo en cuanto asu disponibilidad por habitante.

—¿Nos lo puede explicar con un ejemplo? —dice el li-cenciado cada vez más intrigado.

—Por supuesto. Miren Ustedes, a principios del sigloXX, el mundo crecía en alrededor de 8 millones por

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año en todo el planeta, pero observen, ya para el año1940, anualmente crecíamos como en 20 millones, en1980, en 77 millones, y para el año 2010 en 83.

—Entonces me dirá Usted, —continúa— ¿cómo se diceque la tasa va disminuyendo? Pues sí, en sentido es-tricto es cierto, pero no se menciona que se calculasobre una cantidad global cada vez más elevada, loque produce ese tranquilizador efecto, pero el proble-ma ahí está presente.

Y viendo el interés despertado, sobre todo en el licen-ciado, don Alonso, les pregunta si desean que se expla-ye un poquito más en el tema.

—Creo que es muy interesante conocer algo más, sigusta, adelante.

—Ustedes tuvieron la culpa por andarme preguntandocosas, —les dice con buen ánimo— pero miren, si al-guien se pregunta: ¿De dónde nace la necesidad deestabilizar la población? Haciendo uso de su pacienciay unos pocos minutos más, se lo digo.

—La naturaleza, mis queridos amigos, tiene tanto queenseñarnos, que ni nos imaginamos, el problema está enque muchas veces no nos fijamos bien. Si observamos elejemplo de un árbol frutal, notaremos que tiene dos fa-ses que están, por así decirlo, contrapuestas entre sí, unaes la fase del crecimiento, y otra la fructificación.

—Ahora le pregunto a Miguel que sabe del tema, o aÁlvaro: ¿Conocen Ustedes un árbol que pueda fructifi-car al tiempo que crece? Por lo regular, no ocurre así,sino que esa segunda e importantísima fase de su exis-tencia, la fructificación, sobreviene cuando estabilizasu crecimiento.

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—¿Por qué ocurre así? —Prosigue— la razón es senci-lla: Al estabilizar su crecimiento, su fuerza vital la re-orienta de otra forma, lo que obviamente se proyecta-rá en la verdadera “fructificación”.

—Ahora les hago una analogía con la sociedad huma-na, y para exponerlo mejor, me voy a permitir em-plear una anécdota: Cuando estaba en la ciudad deMéxico, en una sociedad científica y cultural a la quepertenezco, alguien ponderó la cantidad de científicosy personas muy destacadas que el mundo ha dado,pero ello me hizo reflexionar en otro enfoque:

—Más que pensar en lo que hemos hecho, debemosrecapacitar en lo que no pudimos hacer, porque, elmayor desatino que el mundo ha hecho, —y hemosincurrido en muchos— fue haber permitido que la in-mensa mayoría de los seres humanos que nos han acom-pañado en el mundo, regresaran a la tierra —humana-mente hablando— con todas sus potencialidades inex-plotadas.

Todos permanecen en silencio mientras don Alonsoprosigue completamente convencido de su mensaje:

—En ese limitado grupo de personas que sí pudierondesarrollar sus potencialidades, mis estimados amigos,circunstancialmente se reunieron en ellos un conjuntode elementos, tales como adecuado ambiente familiar,educación, alimentación, actitud apropiada y otros as-pectos, pero, les pregunto, ¿qué le hubiera pasado aun Einstein o a un Newton sin buena educación o ali-mentación?

—¿Saben qué? Podrían haber sido campesinos, o vayanUstedes a saber. Yo mismo pude haber sido como unode estos compañeros que estaban ahí trabajando con

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Benjamín, de no haber tenido oportunidad de prepa-rarme. No sucedió así, como les digo, porque, circuns-tancialmente, pude contar con los elementos necesa-rios. ¿Qué importancia tiene esto con lo que les decíahace un momento?

—Cuando se da un cambio en el perfil sociodemográficoen cualquier país del mundo, la necesidad de canaliza-ción de recursos se transforma por completo, y se pue-den disponer de más medios hacia otros elementos fun-damentales, como es la educación y la investigación, yjustamente de ahí sobreviene una de las coyunturasde la transformación social.

—Incluso les pongo un ejemplo: En el momento actual,un poco menos de una quinta parte pertenece al “mun-do desarrollado”, y justamente de ahí proceden la ma-yoría de los científicos, libros publicados, inventos einfinidad de cosas. Obviamente hay otros elementosque también se deben mejorar en ellos, pero lo quequiero resaltar, es que el desarrollo humano propicia-do en cada hombre y mujer de esos lugares, es muysuperior, y eso se puede cuantificar perfectamente.

—Aunque también reconozco que les falta a ellos evolu-cionar más en otros sentidos. En una ocasión platicabacon un catedrático que venía de Europa, y recuerdo bienque me decía: “Lo que Ustedes necesitan es educar a sugente, y con eso se arregla todo”, recuerdo que esa re-flexión me pareció una solución muy simplista y pococonocedora de nuestra problemática en conjunto, y ledije, ¿cómo vamos a tener recursos suficientes para edu-car a todos, si los medios de que disponemos no nos alcanzanni siquiera para las necesidades más elementales?

Le dije, no es lo mismo poder canalizar los recursossuficientes para un país europeo que por decir, —por

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su diferente dinámica poblacional— tiene una necesi-dad anual de 20 o 30 mil viviendas, a un país como elnuestro, que entre infinidad de cuestiones cruciales eineludibles, requiere canalizar recursos para más de600 mil viviendas anuales, las cuales ni siquiera se al-canzan a hacer.

—Todo ello produce el resultado en conjunto citado,donde, como mencionaba, ni siquiera se alcanza a du-plicar la infraestructura básica en el cortísimo lapso deduplicación poblacional, y consecuentemente, muchomenos se lograrán canalizar los recursos suficientes enmateria educacional o de investigación necesarios parapoder sacar el extraordinario potencial de cada serhumano.

—Y ello sucede así por algo aparentemente simple: Nose le está dando la importancia que tiene el “desfa-samiento en las velocidades” de dos de los factores queinteractúan en un cierto proceso. En este caso, el cre-cimiento poblacional con la capacidad de proveer loselementos necesarios para ellos.

—Pero… —objeta el ingeniero, quien no está totalmen-te convencido de lo expuesto— Usted sabe muy bienla trascendencia de la educación, ¿cómo puede alguienpreponderar cualquier otra cosa antes que eso? Inclu-so, he escuchado que las personas ya educadas, en ge-neral, ya planean mejor su familia… ¿no será mejoreducar que planear la población?

—Nadie discute la trascendental importancia de la cues-tión educativa, y mucho menos alguien como su servi-dor, de hecho les aseguro que esa es ni más ni menosque la llave para el verdadero recurso del hombre, quees su intelecto, pero, en la práctica observen lo quesucede, e incluso se lo voy a exponer con otro ejemplo:

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—Si Juan Pérez anda en la calle y no ha comido, ydispone sólo de 50 pesos, ¿Qué creen Ustedes que seva a comprar, algo para saciar su hambre, o un libro?Es muy probable que Juan sepa la importancia del co-nocimiento, pero creo que se decidirá por lo más ur-gente en ese momento.

—El país, señores, —continúa— no es sino la suma detodos los Juanes y Juanitas que lo conformamos, y sitanto el gobierno como la ciudadanía tenemos necesi-dades urgentes y apremiantes de agua, alimentación,empleos, energía, policía y multitud de cosas más, con-sidero que se irán sobre lo más apremiante, a pesar deque también creo que difícilmente encontraremos al-guien que no pondere la extraordinaria importanciadel aspecto educativo.

—Incluso, voy más allá, —insiste don Alonso— hacealgunas décadas, hubo una tendencia de varios gruposinternacionales que decían algo similar, que “más queplanear, había que educar”, y esa postura quedó bienplasmada por ejemplo en la “Conferencia Internacio-nal para la Planeación y el Desarrollo” celebrada en ElCairo en el año 1994, ¿y saben que pasó?

—Eso precisamente que les comento, que no se alcan-zó a educar a la velocidad requerida, y la mayoría depaíses del planeta —con alto crecimiento demográfi-co— le tuvo que dar prioridad a lo urgente, antes quelo relevante, y era lógico esperar eso.

—Estoy completamente convencido de su buena vo-luntad señor ingeniero, pero fíjese Usted que en elaño 1994, cuando se expuso esa política en la Confe-rencia de El Cairo, crecía el mundo anualmente enpoco menos de 80 millones anuales, y ahora crecemosen 83, o sea, todo quedó en muy buenas intenciones.

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Por eso la mayoría de expertos en la materia del plane-ta, ahora coinciden en que son necesarias las dos co-sas: Planeación y Educación.

En eso el licenciado Mora, apreciando una cierta di-vergencia de enfoque en la materia entre don Alonso ysu amigo Miguel, con el objeto de evitar que de algunaforma se fuera a polarizar el diálogo, interviene conotra pregunta:

—Don Alonso, —dice el licenciado— vamos a suponerque el elemento demográfico afecte de esa manera lacuestión socioeconómica, pero, ¿cómo repercutiría esoque dice en la cuestión forestal?

—Desafortunadamente, —responde Don Alonso— esose refleja en todo. Veámoslo primero sobre la crecien-te necesidad de madera. Por un momento les pido quepensemos en la cantidad de artículos de madera utili-zados en cada casa, entre sillas, mesas, camas, closets,puertas, etcétera; ahora pensemos nada más en la cim-bra que en promedio se requiere para cada casa, ymultipliquémoslo por la cantidad de viviendas nuevasrequeridas por año, aparte de las ya existentes…

—Ahora hagamos un ligero cálculo en cuanto al papelde todo tipo que se requiere por día, higiénico, paraperiódicos y revistas, el de uso en oficinas, trámites,envolturas e infinidad de cosas más, y nos vamos a darcuenta de que estamos hablando de cifras astronómicas,lo que nos hace pensar, que aparte de voltear hacia latala ilegal, donde debemos poner atención también eshacia el consumo que la sociedad hace, ya que, por lascondiciones mencionadas, requerimos de varias dece-nas de miles de metros cúbicos de madera al día.

—Así que por favor díganme —enfatiza— ¿de dóndevamos a sacar esa madera? Afortunadamente parte deella nos llega de importación, justamente de países que

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algunos dicen que “casi no crecen”, porque de los que“sí crecen”, están destrozando a pasos agigantados susrecursos maderables.

—Pero tome en cuenta —interviene nuevamente Mi-guel— que los países desarrollados son los que máscontaminan y consumen más energía por habitante.

—Eso es otra cosa, en cuanto al consumo de energía porhabitante sí, —responde don Alonso— pero ese consumono será privativo sólo de esos países desarrollados, sinoque ése será precisamente uno de los problemas en laspróximas décadas en todo el mundo, que a medida quecada país vaya elevando su desarrollo, irá elevando elempleo de energía por persona, vean lo que acaba depasar en China, ahora que se está desarrollando.

—Pero continuando sobre el daño al bosque derivadodel crecimiento demográfico, les decía, aparte del des-proporcionado crecimiento del consumo de made-rables, paralelamente, se disminuye cada vez más elpromedio de tierra cultivable por campesino, lo queprovoca que, unos emigren, otros busquen cultivosilícitos más “rentables” como las drogas, unos más bus-can nuevos “espacios cultivables”, y la mejor idea quese les ocurre es desmontar o incendiar intencionalmenteciertas partes para disponer de alguna superficie.

—En eso viene don Chema, a quien le habían pedidoque les ayudara con la instalación de ciertos registros,y tenía varias dudas.

—Si gusta, —ofrece Álvaro— yo voy, don Alonso…

—Vamos los dos, porque quiero ver una cosa. Discúl-penos unos minutos.

—Por favor, adelante…

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En eso Gustavo le comenta a su amigo Miguel:

—Te pido un favor mi estimado Miguel, tú mismo medijiste hace un rato, que dejemos que este señor nosexponga primero su punto de vista, así que te sugieroque lo dejemos que acabe, y ya luego le comentamoslo que quieras…

—Claro, pero acuérdate que él mismo nos ofreció quesi no estábamos de acuerdo, que le dijéramos…

—Por supuesto, pero vamos dejando que exponga bienlo que piensa sobre el asunto, y además, creo que noanda tan perdido, ya al final vemos…

No habían pasado sino unos pocos minutos, cuandoven a cierta distancia que ya vienen ambos de regreso,y en eso le dice Gustavo a Miguel:

—Mira nada más en lo que convirtieron este terreno,¿te imaginas el potencial que tenemos en el país?

—Por supuesto, pero se me hace que te está gustandoel campo más que a mí. Pero te comento algo, muchagente no recapacita que estas cosas no caen solas, ve elcuidado que ponen en cada detalle, se me hace que enese cuadrito de madera que están haciendo ahí, van allevar un registro diario de temperatura, lluvia, por-que vi un pluviómetro, monitoreo del nivel de la presita,y me pareció ver un aparato para medir la humedaddel suelo. Estos camaradas saben del asunto.

—Te estoy diciendo, —argumenta Gustavo— tambiénen lo que nos acaba de decir, te digo que más o menospor ahí anda la cosa. Por eso déjalo que acabe…

—En eso no estoy muy convencido, pero te voy a hacercaso, y al final le diré mi punto de vista, al cabo élmismo nos lo dijo.

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CAPÍTULO VIAMPLIACIÓN DEL DIÁLOGO

En unos pocos minutos, ya se encuentran de nuevo donAlonso y Álvaro dentro del grupo, todos de excelenteánimo.

Y el ingeniero le hace una observación a don Alonso:

—Me pareció ver un aparato para medir la humedaddel suelo. Esa medida es excelente.

—Bueno, precisamente, pretendemos no decidir sólo porlas apariencias, sino poder conocer con la mayor certi-dumbre posible, en qué momento se requiere más hume-dad, y cuándo podría ser excesiva. Usted lo sabe a laperfección, que cualquier árbol bien hidratado, se puededefender mejor de muchas cosas, incluso le ayuda hastaen casos de fríos extremos; aunque tampoco es buenoque tengamos demasiada humedad, ya que entre otrosinconvenientes, nos haría desperdiciar agua y energía.

—Y otra cosa que considero que nos ha ayudado mu-cho, —continúa don Alonso— es lo que una vezplaticamos con Usted, el estar realizando periódica-mente análisis del suelo en diversas partes del rancho,para detectar —a tiempo— si el suelo tiene todos lostrece nutrientes en las proporciones apropiadas, tantolos elementos mayores como los menores.

—Estoy seguro, —continúa— debe haber conocido mul-titud de casos, donde la productividad se les vino aba-jo por falta de alguno o varios de ellos, y quién mejorque Usted sabe que eso puede y debe ser prevenible.Cuando eso es detectado hasta la cosecha, ya es tarde.

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—Totalmente de acuerdo, —responde el ingeniero— nocrea que no se lo digo a los agricultores, el problema esque no todos me hacen tanto caso como aquí, con Us-tedes y otros de la región.

—No cabe duda, —interviene el licenciado Mora— cuan-do las cosas se hacen bien, resultan bien. Con razóntienen tan alta productividad.

—Otra de las recomendaciones que me permitiría ha-cer, —añade don Alonso con su característica buenadisponibilidad— es que siempre hay que tratar de ade-lantarse a los problemas, como adoptando una especiede criterio preventivo. Así hemos tratado de procederaquí, y eso ha sido uno de los factores que nos ha he-cho salir adelante.

—Y hablando de prevenir, —menciona el licenciado—ya nos hizo la primera propuesta para el proyecto enque ahora trabajaremos, ¿quisiera continuar platicán-donos sobre otra sugerencia?

—No me gusta contradecir, señor licenciado, pero an-tes de continuar, me gustaría platicarles rápido sobrela forma de instrumentar una posible solución en loque les decía de la cuestión poblacional, ¿le parece?

—Tiene razón, adelante.

—La inmensa mayoría de nuestros conciudadanos, —les dice don Alonso— no percibe a cabalidad la grancantidad de efectos de lo que les decía hace un mo-mento. Incluso, algunos grupos demasiado conserva-dores, que supuestamente deberían estar más prepa-rados, hasta se podrían oponer.

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—Lo que hay en el fondo, en uno y otro caso, es que hafaltado un adecuado análisis de esta situación, y detodas sus implicaciones.

—Por ello, para poder conseguir una eventual estabili-zación demográfica, lo que sin duda alargaría el perío-do de duplicación poblacional, y que a su vez produci-ría una drástica disminución de infinidad de carencias,y entre otras cosas, se reflejaría en una elevación delnivel de desarrollo humano en todos sentidos, se re-quiere de algo más o menos simple de llevar a cabo:

—Se debe hacer extensiva esta problemática en térmi-nos sencillos a toda la sociedad, porque una eventualmejoría en este sentido, no puede sobrevenir por laconclusión de un grupo de expertos, eso sólo se puedelograr mediante la suma de decisiones responsablesde las millones de parejas que conforman un país, ypara ello, se requiere exponer esto de forma entendible,a nivel masivo.

—Fíjense Ustedes que la gran mayoría es susceptiblede actuar de manera responsable, a condición de quehayan podido ser convencidos del porqué. Y eso sepuede conseguir de una forma relativamente fácil: Plan-teando esta situación de manera objetiva y clara.

—Por tanto, mi sugerencia es, en ese punto en particu-lar, que de forma muy entendible, esta situación seabra hacia toda nuestra sociedad, porque como decía,una eventual disminución en el crecimiento poblacional,no podrá producirse sino como consecuencia de unamayor conciencia y responsabilidad social, y es preci-samente ahí donde hay que actuar.

—Incluso, —advierte— va a haber personas o gruposque de principio, se van a oponer de forma tajante,

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aunque representarán una minoría. Pero esa oposiciónno será producto de algo racional, sino como conse-cuencia de un prejuicio o fanatismo, pero al tratarse eltema de manera abierta, al exponerse las razones deuna y otra parte, prevalecerá lo mejor para todos. A lalarga, ganan la razón y el sentido común.

—Como prueba de ello, les cito unos casos de la histo-ria. Cuando algunos grupos liberales expusieron la ne-cesidad de que, por decir, prevaleciera la democraciapor encima de la monarquía, la igualdad sobre la su-premacía de género o de raza, cuando este tema setenía como una especie de tabú, subsistía el prejuicio,pero al abrirse el tema a todo el espectro social, seimpuso la razón, y hoy en día, aunque aún haya algu-nos pocos radicales, difícilmente encontraremos quiendefienda la monarquía absoluta, supremacía de raza,o del hombre sobre la mujer.

—Pero reitero, —menciona don Alonso— ¿cuándo secayeron esos mitos? Hasta el momento que se abrió eltema hacia la discusión y el análisis entre todos. Por-que cuando se queda un asunto restringido a un redu-cido grupúsculo, la situación se limita de manera ex-traordinaria, y eso arrastra a todos a errores monu-mentales.

—Ahora que dice de objeciones, —interviene el inge-niero— en lo personal, como que no estoy totalmenteconvencido, pero si gusta al final le digo por qué pien-so diferente.

—Por supuesto, —contesta don Alonso— observen Us-tedes, no encontraremos tema en el mundo, donde nohaya diferentes perspectivas, por eso, no es sino me-diante el diálogo y exposición de razones de una y otraparte, como ganamos todos.

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—Sintetizando, —reitera don Alonso— sobre este tema,mi sugerencia es, hacer extensiva esta problemáticahacia toda la comunidad, ya que aparte de lo enrique-cedor de la interacción de ideas, cuando hay un pro-blema de todos, se debe resolver entre todos, de formavoluntaria y consciente.

Sólo el licenciado Mora se percata de que el ingenierohubiera preferido plantear desde ya sus objeciones, porlo que de forma silenciosa, mediante un muy sutil crucede miradas, aprecia que le permita a don Alonso conti-nuar con toda su idea. Por tanto, el licenciado agrega:

—Correcto, ya nos quedó clara su opinión sobre unaposible solución en ese punto. ¿Nos platica ahora so-bre otra sugerencia?

—Con gusto. Pero antes les diré que esta segunda ob-servación, estoy seguro que de principio les puede pa-recer como no muy relevante con el tema que hoy nosinteresa más, pero veo que a nivel masivo, —con susmuy honrosas excepciones— andamos medio fallos eneso, por tanto les pido de su paciencia, y al final lesdiré la repercusión que tiene en todo, y cómo se refle-ja también en la cuestión forestal.

—Me gustaría comenzar este tema con una anécdota.Cuando estaba su servidor en la Universidad, hacecomo ochocientos años —dice de broma don Alonso—entre otras materias, tenía una denominada “Sociolo-gía”. Y el maestro, quien era un muy distinguido inves-tigador, en una clase exponía sobre los distintos tiposde “intereses” entre los seres humanos.

—De acuerdo a estos sociólogos, —nos decía ese maes-tro— hay dos clases de intereses entre los seres huma-nos, unos son los intereses “racionales”, que se les lla-

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ma así porque son los que van paralelos, o sea, donde elbien del uno, es el bien del otro, como pueden ser los deun padre y su hijo, o los de un esposo y su esposa.

—Y también, —decía muy convencido ese catedrático,repitiendo la opinión de esos expertos— tendremosotros intereses que estarán opuestos, a los que deno-minaremos “irracionales”, donde englobaremos todotipo de interés donde el bien del uno, vaya en perjui-cio del otro. Citaba como ejemplo el caso de un patróny un obrero, donde el patrón pretenderá obtener ma-yor cantidad de trabajo con una menor remuneración,y el obrero, buscaría exactamente lo contrario, así comootros casos parecidos.

—Y como había oportunidad de disentir, —continúadon Alonso— le objeté: Esa afirmación está mal hecha.

—¿Ese postulado está mal hecho? —Me contestó sor-prendido el maestro— ¿Y por qué supones semejantecosa? Leyéndome la lista de autores que respaldabanesa tesis.

—Porque —le contesté— todos los intereses del ser hu-mano sobre la tierra, son intereses “racionales”, y vanparalelos siempre, usando esa misma terminología, loque pasa es que, esa supuesta “irracionalidad” u oposi-ción, se da sólo en apariencia, de forma superficial ymuy a corto plazo, ya que a la larga, le reitero, todoslos intereses en una familia, país o incluso el mundo,van juntos y de la mano unos y otros.

—Les confieso que al principio le pareció a mi queridomaestro eso una completa herejía, pero al final, —pro-sigue don Alonso— le expuse infinidad de ejemplosque corroboraban mi tesis, y para no hacerles larga lahistoria, el maestro quedó convencido, y como cosa

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curiosa les cuento, que en ese semestre, hasta me exentóde la prueba final con muy buena nota.

—Les decía hace un momento que esta particular ópticasociológica les podría parecer como algo intrascendentey sin mayor relevancia, pero, si profundizamos un poqui-to, nos convenceremos de que tiene una repercusión bár-bara, como pocas cosas en nuestra sociedad.

—Si me lo permiten, se lo expongo a través de ejem-plos. Primero se lo planteo haciendo una analogía conel cuerpo humano. Miren, las células de todo organis-mo, sean de un músculo o cualquier tejido, no están enoposición con las de ninguna otra parte de ese cuerpo.Serán diferentes unas de otras, incluso, podrán recibiralgunas un mayor aporte de oxígeno y nutrientes, peroles aseguro que siempre, el bien o el mal de unas, iráen beneficio o perjuicio del resto.

—Cuando por alguna circunstancia —sostiene donAlonso ante la mirada expectante de todos— llegara aprevalecer la tesis falsa de la “lucha” o “enfrentamien-to” celular, arguyendo supuestas desigualdades en elnivel de recepción de oxígeno, nutrientes o diferentes“características” celulares, hasta la sobrevivencia delorganismo estaría en riesgo, pudiendo llegar a la mis-ma muerte.

—Ahora les voy a plantear varios ejemplos dentro delentorno social, para que vean a lo que me refiero.

—Si un político del más alto nivel realiza una laboratinada, honesta y eficiente durante el período para elque fue elegido, el beneficio que genere se proyectaráen el corto y mediano plazo sobre la comunidad, perohay quienes no vislumbran que ese beneficio, en unainfalible e invisible acción de regreso, también le be-

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neficiará a sí mismo y a su familia, ya que todos ellosestán integrados en ese mismo país, que será más prós-pero y tendrá mayores oportunidades de desarrollo.

—O sea, observen, —asegura muy convencido donAlonso— a toda acción social, siempre corresponde unadeterminada reacción, pero lo que muchos no ven, esque el bien o mal generado, se regresa a favor o encontra del propio emisor del acto.

—Ahora —dice— analicemos el caso opuesto, vamos asuponer que ese político, poseyendo una visión socialpor completo miope y retrógrada, asume, que existeuna especie de disociación entre “su interés” y el detoda la colectividad, por tanto, sintiéndose el más as-tuto de los mortales y con una evidente falta de ética,no sólo realiza una gestión mediocre, sino dispone deforma incorrecta de algunos fondos públicos.

—Sin importar tanto su peculiar perspectiva, —prosi-gue con su voz pausada— ese mal proceder, no sóloafectará en mayor o menor medida a sus gobernados,sino qué creen, su mala gestión se le regresará a símismo, familia y descendientes, ya que, aparte de lasresponsabilidades civiles en que incurrió, o incluso, sies descubierto o no, el daño causado lo alcanzará a él ytoda su casa presente y futura, al estar todos integra-dos en una comunidad ahora más limitada, en virtudde esa fallida gestión política.

Los tres restantes miembros del grupo, como si se hu-bieran puesto de acuerdo, permanecían muy atentosescuchando esta casi entusiasta plática de don Alonso,incluso, daba la impresión de que ese tácito acuerdode este pequeño grupo, se había extendido hacia losdemás testigos de ese espléndido escenario.

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Siendo así que el canto de algunos pájaros, el leve so-nido de las hojas de los árboles por causa de esa brisa,y el casi imperceptible golpeteo de las pequeñas olasde la presa, eran expresados ante el ambiente en tandiscreta forma, que casi podríamos suponer que, lejosde interrumpir la plática, más bien parecían haberseconvencido de mostrarse respetuosos todos de ese cu-rioso diálogo.

Pero quien parecía no poder contenerse era don Alonso,estaba a tal grado convencido de su tesis, que hacien-do de momento de lado el tan especial espectáculoque les rodeaba, prosigue con sus singulares ejemplos:

—Analicemos ahora, —continúa muy convencido— elcaso de un maestro de escuela. Un buen profesor comoson la mayoría, con el hecho de realizar bien su labor,no sólo está asegurando su puesto al realizar bien sucometido, sino coadyuvando a un mejor y más próspe-ro país, lo que, aunque no hubiera sido su objetivo pri-mario, de alguna forma contribuirá a hacer más sólidosu propio futuro, ya que si la comunidad en que él vivees más próspera y desarrollada, se está ayudando a símismo y a sus allegados.

—Ahora supongamos que existe un mal profesor, elcual, por alguna extraña circunstancia, no ha entendi-do ese invisible vínculo entre “sus intereses” y el bien-estar común, y por tanto, decide perjudicar a la comu-nidad mediante “presiones” y bloqueos de calles yavenidas, ¿qué está provocando, no sólo sobre los de-más, sino sobre él mismo?

—Independientemente de que él se dé cuenta o no,sucederá lo siguiente: No sólo está proyectando un pé-simo ejemplo en alumnos y otros grupos sociales, sinoestá dañando la imagen de su país y gremio, lo que a

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su vez, le dañará a él mismo. ¿Por qué? Está reducien-do el potencial de su comunidad, de la que él formaparte, lo que sin duda lo afectará de diferentes mane-ras a él en lo personal y a sus familiares y amigos, nosólo en el momento actual, sino que ese efecto durarápor muchos años. ¿Les parece increíble, no? Pero asísucede tal cual.

—Y qué creen, que lo peor de todo, es que ese maestroen particular, ni siquiera se da cuenta de esa inter-relación que existe en toda sociedad.

—Si no les aburro, ¿Les puedo contar otro caso? —Lesdice don Alonso.

—Adelante…

—Si tenemos a un buen plomero, por mencionar unoficio, y esta persona siempre realiza su trabajo de for-ma eficiente, ¿podrá su actuar repercutir sobre él mis-mo de forma directa o indirecta?

—Por supuesto, —les dice— primero, y de forma direc-ta, su actuación hará que aumente su cartera de clien-tes y su prestigio personal, y, de manera indirecta, —aunque imperceptible— estará coadyuvando con sulabor, aunque sea en un minúsculo porcentaje, al bien-estar y productividad total de la comunidad a la quepertenece, lo que de forma casi invisible, le estará fa-voreciendo a él también.

—Ahora imaginémonos hipotéticamente el caso con-trario. Si una persona no realiza bien su trabajo, e in-cluso, se lo planteo peor, vamos a suponer que llega alextremo de cometer asaltos, ya que siente que “descu-brió” —en su ceguera— que esa actuación delictivaconstituye una vía más fácil y rápida de obtener recur-

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sos. ¿Cómo se le regresará su peculiar actuación haciasí mismo?

—Con su proceder delictivo, no sólo pone en riesgo suvida, sino que está debilitando a la comunidad de laque él forma parte, está dañando la imagen de su país,lo que reducirá en alguna proporción hasta el turismo, loque disminuirá las posibilidades de trabajo de él, desus familiares y amigos, aparte de infinidad de cosasmás que demostrarían que toda acción, no sólo afectaa nuestro entorno, sino que se nos regresa de muy di-versas maneras siempre.

—Acciones positivas y negativas pasan millones por día,¿les puedo citar otra? —Pregunta don Alonso.

—Adelante…

—Vamos a imaginarnos a un conductor irresponsable,a quien cada día sus familiares y amigos le habían in-sistido que no manejara bajo los efectos del alcohol,pero él, arguye que “los accidentes le pueden sucedera cualquiera”, y que además, “su auto está asegurado”,y cosas por el estilo.

—Un buen día, —o mal día, como ya lo convirtió él,dice bromeando— un poco antes del amanecer, sale deuna fiesta y atropella a una dama privándola de lavida. Esa persona era enfermera y además era madresoltera. El conductor se considera un tanto desligadoal hecho, y también, con la pobre percepción socialcon que cuenta, se manifiesta confiado, tanto por laacción legal de sus abogados, como por el seguro conque cuenta la empresa.

—Ni siquiera se percata, o al menos así aparenta, —aunsuponiendo que lograra salir bien librado ante la ley—

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que el daño que provocó, en su momento se le regresa-rá a sí mismo. ¿Por qué? Haciendo de lado considera-ciones de índole moral, primero, restó fuerza laboral ala totalidad de que dispone su país, al eliminar a unser humano que hubiera podido realizar muchas ac-ciones positivas, y aparte, al privar a dos niños peque-ños de su sustento, ahora crecerán de una manera aúnmás disfuncional, y su actuación futura, dejará muchoque desear, lo que dañará a todos, incluyendo a eseconductor.

—Así les podría hacer una interminable lista de accio-nes en absolutamente todos los ámbitos de la esferahumana, demostrándoles cómo, toda forma de actuarbuena o mala, siempre tendrá sus inevitables conse-cuencias positivas o negativas, primero hacia los de-más, pero más tarde, y casi siempre de forma invisible,hacia cada uno.

—El problema señores, no sería tanto demostrar la in-falibilidad de esta ley de la acción y reacción social, nisiquiera en probar cómo todos los intereses del ser hu-mano sobre el planeta corren paralelos, lo angustiantees que, la inmensa mayoría ni siquiera tiene la másremota idea de cómo opera esta inevitable interacciónentre quienes conformamos una sociedad.

—Incluso no sólo opera esto a nivel país, sino se extien-de a toda la comunidad mundial. Si una Nación gene-ra de alguna forma bienestar sobre otra, ese beneficiolos convertirá después en mejores clientes o proveedo-res de cierto bien o servicio, lo que les beneficiaría aambos de muchas formas.

—Por eso comprenderán por qué, cuando estaba en laUniversidad y escuché sobre aquella tesis sociológicaque asumía la existencia de ciertos intereses “raciona-

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les” y otros “irracionales”, no compartí esa visión, por-que consideraba, y cada día me convenzo más, de quetodos los intereses del ser humano sobre el planeta,son intereses racionales y están completa e inexorable-mente interrelacionados.

—El gran problema, créanme, —insiste— está en queesta mecánica social invisible no sea palpable ante to-dos, y eso constituye una limitante extraordinaria, yaque, sumados todos los procederes humanos, produceel actual estado de cosas del país y mundo.

—Sin embargo, si hasta ahora ha sucedido así, o sea,que la mayoría no comprenda los alcances de su ac-tuar, no quiere decir que así deba seguir siendo, y unaperspectiva sociológica real, puede y debe ser proyec-tada ante todos, si queremos ver sus efectos.

En eso se produce otra pequeña pausa, al quedarse untanto pensativos todos. Pero ese breve silencio no duramucho, porque don Alonso, pareciendo no poder evi-tar exponer su idea, y dando la impresión de que lahabía analizado bajo varias perspectivas, prosigue:

—Me voy a adelantar un poco señores, porque estoyseguro de que aunque estarán convencidos de la im-portancia del tema, también tendrán dos preguntas.¿Cómo repercute esto en todo, incluyendo en la pro-blemática forestal que hoy tenemos? Y la otra, ¿quésolución se le puede dar para cambiar eso?

—En cuanto a los efectos negativos de la prevalenciade una primitiva percepción social de muchos, dondede forma miope y superficial, se asume que existe unaespecie de desvinculación entre el actuar individual yun determinado resultado total, créanme, mientras semantenga esa anacrónica visión social, el verdadero

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desarrollo no vendrá, y los resultados repercutirán so-bre todos.

—Les decía que el resultado total de un país, no es sinola suma de las actuaciones de todo hombre y mujerque lo conformamos, pero, si la mayoría no tiene unaidea clara de los alcances de la aparentemente insigni-ficante consecuencia de su propio actuar sobre todo elconjunto, los resultados serán el panorama social quenos rodea.

—A mucha gente le parecerá increíble la gran reper-cusión de algo en apariencia intrascendente como loque he mencionado, pero en la vida cotidiana, ello haráque se proyecte en todos los ámbitos de la actuaciónhumana, dentro de los cuales, también estará la cues-tión forestal, que ahora nos preocupa.

—La actuación de una persona sobre su sociedad, escomo el caso de una minúscula célula sobre un orga-nismo. La actuación fallida o exitosa de cada célula,repercutirá en el organismo en alguna proporción, yen cierto momento, le perjudicará o beneficiará tam-bién a sí misma, al formar parte de ese todo.

—Veámoslo de forma un poco más práctica: Si una co-munidad cualquiera, no cuenta con una visión socialavanzada, esa actitud se proyectará en calles sucias,violencia, impuntualidad, calidad insuficiente en bie-nes y servicios, falta de probidad, disfunción familiar einfinidad de actitudes que limitarán el resultado total.

—Y no sólo eso, sino que ello hará que la comunidadtenga que gastar en exceso en los efectos de ese con-junto de acciones inadecuadas, pero ese gasto “de más”en tales renglones, se deberá gastar “de menos” en otrascuestiones clave, como la cuestión forestal.

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—Eso aparte de que, a título personal, también influ-ye. Cuando alguien carece de una visión social correc-ta, si por decir, hace una simple fogata en un bosque,podría no tener el cuidado adecuado, al no percibirque si se produce un incendio, en realidad se está per-judicando también a sí mismo. Y así se podrían men-cionar miles y miles de casos.

En eso el licenciado, vivamente interesado también poresa cuestión, le manifiesta:

—Es totalmente cierto, pero, ¿qué podríamos hacer paracambiar eso?

—Esa misma pregunta, me la hizo una persona que enese momento era Secretario de Educación Pública,cuando su servidor estaba en la ciudad de México, yles voy a decir lo mismo que le dije:

—Hay que cambiar el enfoque de la asignatura de Ci-vismo, haciendo palpable la trascendencia de esta si-tuación, de tal forma que los libros de esa materia,dejen clara la idea de que el resultado total del país,no es sino la suma de las actuaciones de todos y cadauno de los que conformamos el país, y cómo, el actuarindividual, se nos revertirá después a cada uno.

—Quien en ese momento eran el señor Secretario y unSubsecretario de Educación Pública con quienes dialo-gué a mediados de la década de los noventa, fueronmucho muy receptivos a esta idea, y previo análisis,dieron instrucciones para que se realizaran los cam-bios propuestos, pero sólo se lograron en una formamuy limitada, porque a las personas encargadas delmaterial educativo de esa época, no les agradó muchoesa propuesta, e incluso hasta me acusaron de quererinstaurar una “sociedad explotadora”.

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—¿Una sociedad explotadora?

—Así dijeron. Incluso en una junta que tuvimos dondetraté de convencerlos, el abogado Fernando Pineda queme acompañaba, me insistió mucho que no permitieraque desecharan el material educativo propuesto, perola editorial donde yo estaba en ese tiempo, no quisoentrar en controversia con la Secretaría de EducaciónPública, por lo que se aprobaron otros textos que sólose aproximaban a la problemática que les acabo demencionar.

—Les soy franco, —enfatiza don Alonso— no sé si novislumbraron el significado y alcances de esa tesis, odeliberadamente la querían echar abajo. Pero hastame acusaron de poner ejemplos “antropomórficos” —osea como la interrelación que existe entre la actuaciónde una pequeña célula, y cómo su acción se proyectaen todo el cuerpo— y dijeron que “eso los alumnos nolo entenderían”. Por supuesto que los alumnos lo hu-bieran asimilado a la perfección.

Pregunta el licenciado Mora sorprendido:

—¿Por qué podrían querer echar abajo algo como loque propuso? Está más claro que el agua el favorableresultado que produciría.

—Así es en efecto, pero, lo que pasa es que hay unastesis que hablan de una especie de “lucha de clases” yotras cosas que, desde mi punto de vista, están malfundamentadas. Y sorprendentemente, aún hay algu-nos grupos que defienden eso, y consideraron que loque proponía, se oponía a sus ideas.

—Pero ahora que Usted, señor licenciado, —insiste—me dice que hay interés genuino por mejorar la situa-

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ción, con toda franqueza le planteo mi punto de vista,al tiempo que le aseguro: Mientras no se haga sentir acada alumno y futuro conciudadano, acerca de la grantrascendencia de toda acción, primero sobre los de-más, y luego sobre cada uno, no se avanzará gran cosa.

—Y voy aún más allá. Los países desarrollados del mun-do, no crean Ustedes que alcanzaron esa posición porposeer grandes recursos naturales, economía sólida, o porcualquier otra circunstancia, sino la cosa fue al revés, lle-garon a ese nivel porque la inmensa mayoría de los hom-bres y mujeres que los conforman, adquirieron esa apa-rentemente irrelevante percepción social.

A todo ello, el licenciado afirma:

—En lo fundamental, estoy por completo de acuerdocon Usted, lo que pasa es que eso me da a entenderque la vulnerable situación que ahora tenemos, no seresolverá en el corto plazo.

—Por supuesto que no, —contesta de inmediato donAlonso— pero acuérdese de aquel sabio refrán de lagente de campo: “Mientras más nos tardemos en sem-brar, más nos tardaremos en cosechar”.

—Fíjese nada más, ya pronto habrán pasado dos déca-das de la frustrante experiencia que les platiqué, y sihubiéramos logrado transmitir bien esa crucial idea dela interrelación humana a todo el alumnado que en-tonces tenía 12 años, ya estaríamos en pleno procesode cambio. Muchas generaciones de estudiantes hu-bieran visto las cosas bajo una perspectiva más avan-zada. Pero podríamos empezar ahora.

—Y además, no crea Usted que esta es una especie de“opción” más, le aseguro que no hay otra vía de desa-

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rrollo. Mientras no transmitamos esa visión social, nollegaremos a ningún lado.

—No permita tampoco señor licenciado, —casi le rue-ga don Alonso— que por el hecho de no lograr tenerresultados en el corto plazo, o sea, en el breve períodode una administración, no se le asigne la importanciadebida. Acuérdese de aquel importante señalamientomuy bien descrito por La Bruyère: “He aquí un erroren política, pensar sólo en sí, y en el presente”.

—Por lo que más quiera, —casi parece rogar— trate deconvencer a alguien en el Gobierno actual, para queprocedan como estadistas y no como políticos. Ahoramismo ha venido a mi mente aquella frase: “El políticopiensa en la próxima elección, pero el estadista piensaen la próxima generación”.

Mientras todo este diálogo se llevaba a cabo, en esetan especial ambiente que les rodeaba, parecía ocurrirun hecho insólito: El canto de los pájaros, esa suavebrisa que parecía apenas tocar hierbas y hojas, así comoel golpeteo de las olas, daban la impresión de habersepuesto de acuerdo para mostrar cierto respeto por loque ahí se decía, y el particular sonido que cada unode ellos emitía, era producido en forma muy discreta,así como queriendo no interferir en tal reunión.

Aunque bien a bien no tenemos la certeza, si el entor-no actuaba de esa forma por respeto o desconcierto, yaque, si esos por ahora tan sumisos testigos que los ro-deaban, pudiesen también opinar, quizá podrían pro-nunciar un juicio muy severo.

Además, si a eso le añadimos que, es conveniente am-pliar el concierto de opiniones para alcanzar, —huma-namente hablando— una verdad superior, quizá nosconvendría imaginarnos una hipotética opinión del en-torno, y sobre todo, recordando aquella voz del poeta:

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“En este mundo traidor, / Nada es verdad ni es mentira, /Todo depende del color, / Del cristal con que se mira”.

No podemos dejar de considerar tampoco, qué coloresy cristales pueden ser más divergentes que las tonali-dades de un espontáneo arco iris, como aquellos quecalladamente se encienden al final de una tormenta.Por tanto, a manera de travieso experimento, démoslevoz, al menos por un momento, a aquellos que hoy nosacompañan en este castigado planeta.

Es muy probable que, los demás integrantes de esepor el momento quieto escenario, realizaran su análi-sis bajo otra sorprendente óptica: Quizá dirían que losmiembros de ese pintoresco grupo, a pesar de estarrodeados de ese casi místico ambiente, sin importarque se sintiesen poseedores de una porción de ese pá-lido reflejo del conocimiento Universal, que lleva pornombre ciencia humana, y haciendo también de ladoqué buena voluntad tenían, podrían ser juzgados bajouna sentencia dura:

¿Qué vano intento es ése, —nos dirían a grandes voces—de querer arreglar las cosas, bajo su mano profana, cuan-do fue el mismo humano, el que lo descompuso todo?

¿Acaso no fue su actitud vana, la que puso la naturale-za toda, bajo un enorme riesgo, cual si fuera frágil bar-ca, al borde de catarata?

¿No se dan cuenta del riesgo, que no sólo corren Uste-des, sino que arrastran en su locura, a la naturalezatoda? ¿No han escuchado acaso, el estruendoso sonido,del agua cuando desciende, desde aquella gran altura,y cómo sin querer se estrella, con fuerza contra la roca?

Ustedes que se envanecen, que presumen mucho sa-ber, confiando en su vana ciencia… ¿No ven que encuestión de horas, cambian sus conclusiones, como las

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flores del campo, se mudan de sus vestidos? ¿No hanvisto la triste vereda, que a su paso van dejando?

¿Por qué presumen poder ver, si ni siquiera vislum-bran, el desastre de su andar, y el daño que van cau-sando?

¿Por qué pretenden no ver, que por seguir su camino,están poniendo en gran riesgo, el gran proyecto delmundo?

Eso que están proponiendo, como un gran descubri-miento… ¿No es acaso lo mismo, que desde el mismoprincipio, se les dijo que siguieran? ¿No es el hombrecon su malicia, quien lo bueno torna en malo, y suactuar se le regresa, cual piedra que va hacia arriba?

¿Por qué dicen que no ven, que el origen del proble-ma, y la solución del mismo, no está en sus invencio-nes, ni en fabricar aparatos, sino en armonizar su mun-do? Por más que su voz eleven, si no unen voluntades,si no conjuntan esfuerzos, el mundo y lo que hoy admi-ran, se les caerá de las manos.

Pero tal posibilidad de juicio, al menos por el momen-to, no debe de preocuparnos, porque cada grande ypequeña cosa, sin importar su tamaño, ya sean gran-des estrellas, esas minúsculas abejas, o aquellas pe-queñas flores, sólo seguirán su curso, y sus originalesdiseños.

Así que, si de la naturaleza esa enseñanza tenemos,hagamos también lo propio, y con algo más de pa-ciencia, escuchemos lo que nos digan, este grupo depersonas.

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CAPÍTULO VII UNA PERSPECTIVA MÁS

En esa irrepetible tarde del rancho “El Encinal”, el des-tino había procedido una vez más de una forma untanto caprichosa, lo cual se notaba por la forma deacomodar las cosas: Realizó una muy curiosa combina-ción, y dentro del marco de un escenario como de fá-bula, ubicó un grupo de personas con perspectivas ymotivaciones muy diferentes, si bien unidos ante unproblema común.

Aunque por otro lado, tampoco podemos dejar de re-conocer, que ese a veces sorprendente dedo del desti-no, al actuar así, entremezclando intereses muy diver-sos, no estaba sino siendo congruente con otros de susprocederes, ya que, esa costumbre de combinar ele-mentos diferentes, parecía ser un recurso muy utiliza-do por la naturaleza:

Como prueba de ello, solamente basta mirar hacia arri-ba, y veremos que las nubes, ignorando por completolos humanos pareceres, sólo se deslizan lenta y silen-ciosamente a lo largo del cielo, como yendo detrás deuna dirección desconocida. Y para corroborar esa di-vergencia de actuaciones, por otro lado, dentro delmismo escenario, veremos que el sol, sin permitirse así mismo la más leve distracción o duda, sigue con pre-cisión cronométrica una determinada ruta, sin impor-tar quien hable o permanezca quieto.

Ello nos hace caer en cuenta de que las diferencias deenfoque del grupo mencionado, son perfectamenteentendibles, y sólo parecen refrendar el estilo particu-lar de esa magistral aunque invisible partitura.

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Así veremos el interactuar de diferentes perspectivas:El licenciado, a pesar de estar impresionado por eseescenario digno de una postal de colección, es lo sufi-cientemente perspicaz como para darse cuenta de que,ese era un diálogo diferente, del cual se podrían tomaralgunas cosas valiosas.

Y si bien por momentos permanecía en silencio, lo ha-cía de manera deliberada, porque deseaba que donAlonso se explayara bien, y también, ideaba la mejorforma de poder transmitir lo que estimara de mayorinterés.

Algo muy diferente ocurría con el ingeniero, ya que ni eldiálogo que ahí se llevaba a cabo, ni el entorno que lesrodeaba, parecía ser particularmente importante. Quizáello se debía a que, por un lado, ya estaba acostumbradoa conversaciones similares con ese singular personaje, ypor otro, su trabajo como agrónomo, le obligaba a perma-necer a menudo en ambientes parecidos.

Álvaro se había quedado un tanto sorprendido, al cono-cer esa otra faceta de don Alonso, ya que nunca se hubie-ra imaginado, que años atrás, había realizado ese infruc-tuoso intento para mejorar más los libros de Civismo.

Además, no había visualizado el extraordinario alcan-ce que podría significar para todos, el hecho de poseeralgo que no sólo era un enfoque sociológico diferente,sino más bien, esa original perspectiva, aparte denovedosa, era quizá el único camino que los humanosdebimos haber tenido desde siempre, ya que compren-dió de inmediato que eso, nos hubiera conducido aotro panorama completamente diferente.

Seguro hubiera preferido Álvaro saber mucho más deltema, pero de forma prudente consideró que era pre-

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ferible por el momento no ahondar en el asunto, con elpropósito de que hubiera más intercambio de ideascon esos dos visitantes, ya que, —pensaba— aquí loque nos sobra es tiempo, y ya tendré oportunidad deconversar al respecto.

Pero el caso particular de don Alonso era otra historia.Era tal la cantidad de cosas que fluían de su mente,que tanto Álvaro como el ingeniero comprendieron másla razón de su abstracción en sus largas caminatas porel rancho: Iba cavilando con tal nivel de ensimisma-miento, que casi nada lo habría distraído.

Siendo así que, en un momento como el presente, cuan-do circunstancialmente se le inquiere sobre este tipode cosas, parecía ser una llave de agua a la cual se leacababa de girar la perilla.

—¿No se nos han aburrido señores? —Les dice donAlonso— ¿Quieren que les platique sobre una tercerasugerencia que les puedo hacer, del problema que hoynos preocupa?

—Pues la verdad sí, —responde el licenciado— antesde irnos de este lugar maravilloso, por supuesto nosgustaría escuchar otro de sus puntos de vista sobre laproblemática forestal.

—¿Prefieren que vayamos a otra parte del rancho, ocontinuamos aquí mismo?

—Por mí, prefiero permanecer aquí, no creo que en-contremos otro lugar como éste. —Y dice volteando alos demás— ¿Les parece bien?

—Claro, aquí está más que perfecto.

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—La otra idea para mejorar lo que hoy nos preocupa,—comienza a decir don Alonso— es también sencilla,aunque no menos importante. Sin embargo, si me lopermiten, me gustaría describirles antes el contexto,para ponderar los antecedentes que impulsaron a al-gunos políticos a cometer varios de los errores que serealizaron. Pero no se asusten, lo haré de forma muchomuy sintetizada.

—En los últimos siglos, hubo algunas tesis socioeconó-micas aparentemente bien intencionadas, que preten-diendo beneficiar a las mayorías, ocasionaron más dañoque beneficio.

—Algunos pensadores, como Carlos Marx y un ciertogrupo que lo siguió, elaboraron una serie de postula-dos que desde el principio estuvieron mal fundamen-tados, pero lograron convencer a muchos, dado queestaban envueltos con el ropaje de un aparentementeprofundo sentido social.

—Estos caballeros, entre otras muchas cosas que dije-ron, consideraron que había que buscar la igualdadentre los seres humanos como uno de los objetivos bá-sicos, pero esas en apariencia loables intenciones,trastocaron la estructura económica a tal grado, queprácticamente todos los países que siguieron esos pos-tulados, cayeron en tal desastre, que dieron marchaatrás de forma radical.

—Otros líderes que aún no lo han hecho así, no ha sidotanto por un mero convencimiento ideológico, sino porconveniencia política, para tratar de justificar su per-manencia en el poder, por los beneficios inherentesque obtienen.

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—Pero disculpe, —interviene el ingeniero— ¿la búsque-da de la igualdad es algo perfectamente válido y de-seable, no?

—Por supuesto, pero no así. Porque de esa forma sólose consigue descomponer todo. No se debe buscar laigualdad como un objetivo primario, sino más bien, elabatimiento de las diferencias en cuanto al acceso aciertos satisfactores sociales, se debe ir logrando comouna mera consecuencia, u objetivo secundario, productode una actividad económica exitosa, armónica y bienplaneada.

—Les puedo asegurar que quien busque la igualdadasí, como un objetivo primordial, ocasionará un dañofenomenal. No obstante, no debemos culpar a los quevislumbraron la problemática social de esa forma tansuperficial, lo que pasó es que no analizaron bien lascosas.

—Entre otros muchos errores, asumieron que el siste-ma de libre empresa, o “capitalismo”, como le llama-ron, era una especie de invención artificiosa de unospara aprovecharse de otros, pero la verdad era otramuy diferente.

—Miren Ustedes, cuando en el siglo XVIII algunos pen-sadores como Adam Smith y otros, describieron el sis-tema de mercado, no lo estaban “inventando”, comoingenuamente supusieron algunos, sino sólo describien-do su funcionamiento. Es perfectamente demostrableque ese sistema ha existido desde la aparición de lacivilización humana, desde hace muchos miles de años.

—Les pongo un ejemplo, —les sigue comentando donAlonso— remontémonos 40 siglos atrás, cuando un pas-tor, vamos a inventarle un nombre, digamos que se

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llamaba Simón, cuidaba sus ovejas en un perdido montede Mesopotamia, en lugar de estar en una taberna consus amigos…

—Les cuento que Simón no procedía así porque hubie-ra sido particularmente responsable, o porque desea-ba aportar carne, piel y lana al mercado para que nohubiese escasez, lo que pasó fue algo muy simple:Simón buscaba obtener una “utilidad”, y movido porese estímulo, sin darse cuenta, contribuía de forma in-visible a sumar su modesta producción al gran total debienes y servicios producidos, sin los cuales la sobre-vivencia misma de su sociedad se hubiera visto daña-da de forma fenomenal.

—¿Por qué pasan las cosas así? ¿No será más bien, quequienes buscan una utilidad o beneficio, están persi-guiendo un objetivo “egoísta”, como de forma superfi-cial aseguraron algunos? Bajo un análisis un poco porencima, podría parecerlo, pero examinando el procesomás a fondo, veremos que la realidad es otra:

—La naturaleza, en una forma increíblemente sabia,todos los procesos que consideró vitales, los dotó de uncierto estímulo “primario”, para que, quien lo siguiese,generase otro efecto “secundario”, que es el verdade-ramente importante, porque cumple otros determina-dos e importantes objetivos.

—Por decir, —prosigue don Alonso— hace 10,000 años,no hubo una especie de concilio o congreso mundialentre los jefes de tribus, que buscase encontrar la for-ma de impulsar la procreación para garantizar la per-manencia de la raza humana. Esa hipotética junta, lesaseguro que nunca se celebró, ni se pudo haber reali-zado por muy diferentes razones. ¿Qué sucedió en sulugar?

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—La naturaleza, en una forma mucho más inteligente,colocó un cierto estímulo “primario” —el impulsosexual— y al seguirlo, se produjo otro objetivo “secun-dario” que fue el verdaderamente trascendental: Lacontinuación de la especie. Sin la consecución de eseinvisible objetivo secundario e invisible, créanme, nadaen la naturaleza hubiera funcionado.

—Un comentario al margen: Es lógico que en las eta-pas avanzadas del desarrollo humano, intervengan otrotipo de valores superiores en la toma de decisiones, loque quiero hacer notar, es cómo se dotó a absoluta-mente todo de un cierto estímulo, —objetivo prima-rio— y al seguirlo, se genera otro efecto secundarioque es mucho más importante, pero cosa curiosa, en lamayoría de las veces, ni siquiera es perceptible.

En eso don Alonso voltea hacia unos árboles que esta-ban a su derecha, y al tiempo que los señala con sumano, les dice:

—¿Saben por qué esos árboles crecen?

Permanecen pensativos todos, recapacitando en quenunca se habían hecho tal pregunta…

—Se desarrollan precisamente así porque van detrás deun cierto estímulo u objetivo primario, que es, contar conmás radiación solar, para poder realizar mejor su laborde fotosíntesis. Pero lo magistral de quien los hizo, es quesin darse cuenta, y como algo en apariencia colateral o“secundario”, están generando infinidad de beneficios alecosistema, como ya hemos mencionado, o sea, eso esjustamente lo que buscaba la naturaleza.

—Incluso, ya que cito los árboles, observen cómo, cuan-do hay un cierto grupo de ellos relativamente cerca

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unos de otros, —aunque no demasiado, porque eso noles ayudaría— parecen crecer más alto todos, ¿sabenpor qué sucede así? Porque van compitiendo entre ellos,como queriendo llegar más arriba para captar más ra-diación solar.

—Pero regresemos al ejemplo humano, volvamos anuestro imaginario amigo don Simón, pastor de hacecuatro mil años. Les puedo asegurar que él procedíade forma laboriosa, porque a manera de incentivo, per-seguía un cierto beneficio o “utilidad”, por llamarle dealguna forma, lo cual se convertía en su objetivo o estí-mulo primario, pero, observen cómo, sin siquiera dar-se cuenta, estaba cumpliendo otros objetivos colatera-les e invisibles, entre ellos, contribuía a aportar carne,piel y lana al mercado.

—Y qué creen, la totalidad de bienes y servicios disponi-bles, ya desde aquellos años y antes, la conformaron to-dos los que procedieron como Simón, si no hubiera sidoasí, el mercado casi no habría tenido nada, y al ser losbienes escasos, los precios se hubieran ido a los cielos, opeor, lo que derivaría en una catástrofe generalizada.

—Otro beneficio invisible que don Simón realizó, —ojo,sin haberse dado cuenta— fue que, al haber cuidadoque sus “costos” no excedieran a sus “ingresos”, —condición para obtener su deseado “beneficio” o “uti-lidad”— contribuyó de manera imperceptible, —aun-que limitada al ámbito de su propio actuar— a quela comunidad en que vive, hubiera podido optimizarel empleo de la totalidad de los recursos disponibles,ya que, como todos los factores de la producción sonlimitados, de no haber actuado esa “mano invisible”también en eso, el daño social total hubiera adquiri-do proporciones de desastre.

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El resto del grupo permanece en silencio escuchando esepeculiar análisis de don Alonso, el cual les parece muyinteresante, estimando que no lo habían visto de esa for-ma. En eso el licenciado le hace una observación:

—En lo personal considero que así es como dice, pero,yo tenía un amigo en la Universidad, que me decíaque el sistema de mercado no debería operar, ya queno era “perfecto”. ¿Qué opina de eso?

—Perfecto no hay nada —responde— ni siquiera elmatrimonio o cualquier cosa que venga a nuestra mente.Pero eso no significa tampoco que debamos eliminar lo“no perfecto”... Toda la esfera de la actuación humanaes imperfecta, y por eso existen leyes laborales, mer-cantiles, familiares, sanitarias, fiscales, penales, de trán-sito y muchas otras; justamente para circunscribir esaimperfecta actuación humana, tratando de orientarlaal beneficio común.

—Es cierto, —responde el licenciado.

—Pero, —continúa don Alonso— regresando a la actua-ción humana en el contexto económico, y volviendo alos móviles que incidían en la conducta de aquel pas-tor de hace 40 siglos. A manera de un travieso experi-mento, imagínense por un momento, que todos losSimones de aquellos años, no hubieran sentido la casiimperiosa necesidad de cuidar sus “costos”, ¿saben quehubiera ocurrido?

—Como un país no es sino la suma de los Simones,Juanes, Pedros, Sofías, Carolinas y todos los que lo com-ponen, créanme que si la naturaleza, en esa forma taninteligente, no hubiera colocado ese invisible mecanis-mo para que cada persona cuidase sus “propios costos”—al condicionar su cuidado a la obtención de un “be-

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neficio”— eso aparentemente tan simple, hubiera oca-sionado tal desperdicio de recursos a nivel masivo, quela economía de ese lugar se hubiera prácticamentearruinado.

—Eso es, estimados señores, ni más ni menos, lo quepasa cuando se mueven las cosas sin entenderlas bien,aún con la mejor de las intenciones. ¿Por qué les platicotodo esto? Miren Ustedes, una alteración en estas mo-tivaciones que incentivan la productividad, se han vis-to alteradas en algún sentido en el campo, enseguidales diré por qué.

—¡Ah! Y no sólo eso, sino que este elemento que les hecomentado, hay que interrelacionarlo con otra pers-pectiva que algunos no tienen del todo clara. Les cuen-to a qué me refiero:

—Les decía que si una persona, con un ligero conoci-miento del tema, pretende buscar la igualdad como unprimer objetivo, puede causar más mal que bien, poruna razón muy sencilla, no sólo en economía, sino enprácticamente todo lo que nos rodea, que creen, lascosas funcionan en base a aparentes “desigualdades”.

—No podría realizarse ningún tipo de actividad, nadaabsolutamente, de no existir esas aparentes desigual-dades. Les pongo un ejemplo un tanto chusco: No po-dría operar ni siquiera el inodoro de sus casas cuandolo accionaran. Ahora sí funciona, porque hay una des-igualdad o diferencial entre la presión atmosférica deldepósito del agua, con respecto a la parte inferior, perosi fueran “iguales”, simplemente no funciona.

—Pero, —les dice de broma— no se asusten, seguiránfuncionando, no ha intervenido ahí ningún persegui-dor de igualdades.

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Todos sonríen ante tal ocurrencia. Mientras prosiguedon Alonso muy convencido con su idea:

—¿Saben cómo se llenó esa presa que tenemos enfren-te? Por una interminable serie de diferenciales o des-igualdades en multitud de cosas. Primero, el calor delsol sobre la superficie del océano, provocó diferencia-les entre la temperatura del agua sobre la de capassuperiores, lo que hizo que cierta cantidad de ella as-cendiera mediante la evaporación.

—Cuando se estabilizaron las presiones a determinadaaltitud, el agua se aglutinó en nubes, y otro tipo dediferencias entre las temperaturas de la superficie dela tierra, junto con otras divergencias físicas, deriva-ron en la formación de los vientos, parte de los cualestrajo unas nubes hasta acá.

—Otras desigualdades de diversos tipos, combinadascon la acción de la electricidad, que a su vez se formópor causas parecidas, hizo que la lluvia cayera en estaárea, y las diferencias de nivel en la topografía delsuelo, de las presiones atmosféricas y otras, hicieronque el agua descendiera por esta ladera y llegara has-ta este punto. Una serie de desigualdades más, lleva-rán esta agua hasta el pie de los árboles, y otras haránque penetre hasta la raíz.

—Nada más les digo que absolutamente todo en la na-turaleza e incluso en el Universo funciona así, por esasaparentes desigualdades. Si en alguna parte de la Crea-ción apareciera un iluso o despistado que, tratando deobtener simpatías de forma fácil, consiguiese eliminarlas “disparidades” o diferencias, automáticamente searruina todo de golpe. Hasta los astros se mueven enlos cielos por lo mismo.

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—Entonces, —objeta el ingeniero— a ver si le voy en-tendiendo, ¿está Usted ponderando las desigualdadessociales?

—De ninguna manera, es obvio que cualquier personacon sentido común y un mínimo de responsabilidadsocial y humana, quiere, o queremos, más correcta-mente dicho, que no existan desigualdades, lo que pre-tendo decir es que primero debemos entender cómofuncionan las cosas, para no buscar la igualdad por símisma.

—Esa sociedad más igualitaria debe sobrevenir comouna especie de consecuencia del desempeño de unacierta actividad, o incremento en su productividad, paraque coadyuvemos a que tengamos todos una mejor co-munidad para un beneficio común.

—Lo ideal es tender hacia un sistema de igualdad deoportunidades, donde sea más bien el propio desem-peño de cada ser humano, el que determine el creci-miento personal. Lo que por supuesto debemos salva-guardar es que nuestros conciudadanos cuenten conadecuados niveles de educación y demás condicionantessociales.

—Si procedemos de forma tal, que no se estimule laproductividad, esfuerzo y desarrollo personal, en lu-gar de hacer un bien a la persona y la comunidad, seles perjudicará en una forma que no se imaginan.

—¿Por qué les platico todo esto? Porque la visión o elenfoque erróneo de algunos políticos en nuestro país yotros, los ha llevado a adoptar prácticas que no hancontribuido a acabar la pobreza, sino que más bien lahan perpetuado.

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—Algunos políticos —no todos— han manejado la po-breza, como si fuera un mal en sí mismo, cuando estelastimoso problema social, no es sino una consecuen-cia de otras cosas. Es el resultado de una combinaciónde factores que a menudo hemos descuidado.

—Es una derivación lógica e inevitable de falta de edu-cación apropiada, empleo justo, y de planeación fami-liar en ocasiones; junto con inadecuados hábitos de vida,disfunción familiar, a veces políticas gubernamentaleserráticas y otras cosas más. Para empeorar el asunto,casi como regla, se combinan en mayor o menor medi-da varios de estos elementos para formar una altamenteinjusta y explosiva mezcolanza.

—Pero volviendo al tema que hoy nos ocupa don Alonso,—interviene el licenciado, así como temiendo que laplática se fuera en otra dirección— ¿qué tiene que vereso con la deforestación?

—Bueno, —contesta con su voz pausada— para allá iba,esto que les he platicado era el preámbulo o el antece-dente. Lo que pasa es que cuando se posee un enfoquecomo el que acabo de mencionar, se pretende solucio-nar la desigualdad social proporcionando subsidios ydádivas de forma permanente, lo que sólo contribuiráa perpetuarla.

—Don Alonso, —objeta ahora el ingeniero— en mi tra-bajo como agrónomo, he visto que una serie de progra-mas de apoyo del gobierno ayudan mucho a la gentedel campo.

—No me vayan a malinterpretar por favor, —contestadon Alonso— no pretendo de ninguna manera que nose apoye a campesinos, sino incluso al contrario, por-que voy más allá: Sería sano apoyarlos en una forma

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más decidida, pero con un enfoque que estimule laproducción. A mí me gusta emplear mucho los ejem-plos, y si me lo permiten, les citaré uno.

—¿Te acuerdas Álvaro de aquel señor Juan, que unavez nos ayudó con trabajos de albañilería?

—Me acuerdo muy bien de él.

—Cuando vino, —les dice don Alonso— le pregunté so-bre su actividad en la región, y me dice que él se dedi-caba “al campo”, y que sembraba una pequeña super-ficie de maíz. Le insistí sobre la razón por la cual noestaba atendiendo bien su parcela, ya que si no estabaal pendiente de ella, no iba a producirle gran cosa, a loque me contesta:

—Bueno, lo que pasa, —me dijo muy convencido— esque yo tengo otro tipo de “cosecha”.

—¿Otro tipo de cosecha? Le dije sorprendido, temien-do que se fuera a dedicar a alguna actividad ilícita.

—Sí, lo que pasa es que mi cosecha no es lo que produzcade maíz, sino lo que me dé el Gobierno por sembrar.

—Ese particular enfoque, —continúa don Alonso— apa-rentemente inofensivo e incluso con cierta pretensiónde que el Gobierno se convierta en una especie degran benefactor del campesinado, es el que daña laproductividad agrícola y forestal, por eso me atrevíaburrirlos con el antecedente ideológico de esta formade proceder.

—No puedo negar que hay situaciones muy específi-cas, bajo circunstancias muy particulares donde oca-sionalmente se debe apoyar a ciertos grupos, sobre todo

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en casos de calamidades. Pero, proceder así como norma,o peor aún, con fines electorales como hacen otros, esperjudicial hasta para los mismos receptores de ayuda.

—Como un botón de muestra, observemos lo que suce-dió en el ejemplo que me tocó ver y que les platicaba.Juan continuará recibiendo su apoyo, independiente-mente de que su nivel de productividad se mantengamuy debajo de su verdadero potencial.

—Pero, ¿saben una cosa? La culpa no será de él, por-que Juan y cualquiera haría casi lo mismo, el proble-ma se originó realmente desde el momento en que sediseñó la mecánica de ese apoyo, lo cual es típico deaquellos que tienen la mentalidad superficial que lescitaba hace rato, de personas que anhelan convertirseen grandes benefactores sociales, mismos que no ata-can las causas básicas del problema, sino el síntoma omanifestación externa, lo que contribuye mucho a per-petuar la situación.

—Lo que hay que dejar muy claro, es que nuestra gen-te, —enfatiza don Alonso— en la inmensa mayoría, esbuena, capaz y trabajadora. Incluso, —dice dirigiéndo-se al ingeniero— necesitaría estar loco para decir queno se les ayude, se les debe apoyar incluso más, casipodríamos decir que al nivel de otros países que sonnuestros socios comerciales, para poder alcanzar nive-les productivos mucho más altos, que disminuyan ladependencia en muchas cosas como el maíz.

—Pero eso jamás podríamos verlo bajo el enfoque ac-tual. Los apoyos no deben estar sujetos a consideracio-nes políticas o a preferencias electorales, o incluso in-fluidas por “presiones” de grupos, sino más biencondicionados a la productividad y resultados indivi-dualizados.

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—Ahora bien, —subraya— el diseño específico de unproyecto en ese sentido no debe ser resultado de laacción o idea de una sola persona, sino de un panel deverdaderos expertos en el ramo, que dejen de lado elaspecto político y otros intereses.

—Les aseguro que en nuestro país, existen verdaderosprofesionales agropecuarios que están a la altura delos mejores del mundo, mi única súplica para ellos se-ría que se quiten el ropaje paternalista, y en su lugar,busquen mayores apoyos al campesinado, pero en basea la productividad y esfuerzo personalizado.

—Por eso me atreví a aburrirlos con los antecedentesde hace minutos, miren Ustedes, si hubiéramos des-aparecido los estímulos naturales que motivaron a losmillones de Simones que hubo en los siglos anteriores,no sólo hubiéramos limitado la productividad de nues-tro hipotético amigo don Simón y similares, sino hubié-ramos perjudicado de paso a los consumidores tam-bién, y muchas cosas más.

—Créanme, si con la debida asesoría de expertos, lo-gramos reorientar esos apoyos gubernamentales, y seotorgan fundamentalmente en base a resultados, nospodemos llevar una muy grata sorpresa.

—Y entonces sí, —les asegura— en la cuestión forestal,la industria verde podría alcanzar su verdadero poten-cial, dado que es altamente rentable, pero en este mo-mento está muy subutilizada.

—Se puede mejorar la situación agropecuaria en mu-chos sentidos, facilitando y simplificando medios definanciamiento que ya existen, y otros que se puedencrear, ampliar estímulos fiscales hacia ese renglón, pro-porcionar apoyo técnico y mejores variedades para

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siembra, orientación sobre sistemas de riego adecua-dos a cada caso y otras cosas; pero siempre, —eso sí—manteniendo un criterio que busque premiar el esfuer-zo, trabajo y la mayor productividad demostrada.

—Algunas de esas cosas —añade el ingeniero— ya sehacen.

—Es cierto, pero hay que mejorarlas mucho más, y apar-te, hacer saber a todos, los mecanismos y estímulospara apoyar la industria verde, y créanme, con unaorientación diferente en base a la productividad, losresultados podrían ser sorprendentes.

—Les advierto algo, esta modificación que les propon-go, a más de alguno le podría parecer como algo in-trascendente, pero les pido que lo transmitan más ade-lante, porque estoy seguro que de aprobarla e instru-mentarla bien, influirá de forma determinante paratransformar la baja productividad que ahora se tieneen algunos renglones. Este al parecer inofensivo cam-bio de enfoque, se puede convertir en una de las cla-ves para la transformación que queremos.

—Esas son, estimados señores, —manifiesta don Alonsoa manera de conclusión— las tres sugerencias que mepermitiría hacerles, y con ellas creo que podemos me-jorar bastante la situación forestal —y agrícola— quenos preocupa.

—Pues sin duda son aportaciones interesantes, —con-testa el licenciado— con razón mi amigo Miguel teníainterés que viniéramos aquí a conversar con Usted.

—Le aseguro —continúa el licenciado— que voy a trans-mitirlas más adelante, y confiemos que si no todo, granparte se pueda implementar. Pero vamos a ver, lopondremos en la mesa y será analizado seriamente.

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Y una vez que se preparaban para dejar el lugar, nin-guno de los presentes se percató que algo curioso ocu-rre en el estado de ánimo del licenciado Mora. Pero laverdad, ello era totalmente entendible: En un muy bre-ve espacio de tiempo, había transitado por un enormecontraste, había pasado no sólo del ajetreo propio dela gran ciudad, sino lo que es peor, del árido y traicio-nero sendero de la política, al franco e interesante diá-logo, aunado al remanso y tranquilidad que sólo unlugar como ese le pudo proporcionar.

De alguna forma el licenciado intuía que esa casi má-gica tarde, contrariamente a lo que pensó al principio,para él había significado un extraordinario oasis den-tro de sus conflictivas actividades. Pero eso estaba apunto de terminar, ya que el sol, como era previsible,había seguido su inamovible itinerario, actuando im-perturbable y ajeno ante los aconteceres terrenales.

Daba la impresión de que el astro rey, con esa displi-cente y férrea conducta, estaba más bien concentradoen cumplir su ruta y tiempos programados, que en cual-quier otra cuestión profana. Esa imperturbable actua-ción solar, los ojos humanos la percibían en una levedisminución en la luminosidad del día.

Si el entorno pudiera externar opinión alguna, segura-mente lo interpretaría como un sutil recordatorio deque los tiempos y las horas, debían ser respetados deforma precisa y clara.

Es probable que eso también influyera en esa íntimapercepción del licenciado Gustavo, ya que mientrasrecogían los pocos enseres que aún estaban alrededor,de forma callada presentía que difícilmente podría te-ner oportunidad de repetir una tarde como esa.

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Pero muy poco o nada podía hacer al respecto. En otrasocasiones, cuando había querido conservar un ciertomomento, tomaba fotografías, pero en este caso, se dijoa sí mismo, ya tenía suficientes, por tanto, sólo le que-daba un último aunque frágil recurso: Recorrer con sumirada todo alrededor, así como tratando, si posiblefuera, ya no tanto de guardar, sino casi grabar en sumemoria, ese impresionante sitio.

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CAPÍTULO VIIIUN REGRESO CONTROVERSIAL

Con ese mismo proceder tan discreto y callado que porlo regular tiene la naturaleza para hacer respetar tiem-pos y espacios, se estaba procediendo una vez más.Aunque en esta ocasión, era al sol a quien le tocabahacer un ligero señalamiento, y así como si estuvierahaciendo uso de una invisible pero efectiva batuta, através de una leve disminución de la luminosidad, in-dicaba, con cierta dosis de diplomacia, la proximidaddel término de eso que llamamos día.

Por ello, no sólo los humanos, sino los animales y hastalas plantas, de forma inconsciente, percibían que eseinamovible itinerario había sido establecido para serrespetado. Sin embargo, algunos elementos de la crea-ción, no sólo se limitaban a acatar fielmente ritmos yhoras, sino daban la impresión de que casi lo festeja-ban, cual si fuera la más espléndida de las fiestas.

A ellos les daba enteramente lo mismo, que ante elprofano y displicente mirar humano, muchas maravi-llas naturales pasaran por completo desapercibidas. Yasí como no queriendo incurrir en lo mismo, cada ma-ñana era recibida con efusivos cánticos de bienvenidade infinidad de pájaros, sin necesidad de un acuerdooculto o sugerencia alguna, y algo parecido ocurríacuando el día sigilosamente parecía escabullirse de laescena, ya que ese proceder se repetía.

Ello explica por qué, en el cumplimiento de ese miste-rioso protocolo, —o quizá sólo un espontáneo acto deagradecimiento— cuando faltaba poco para que el solcalladamente se escabullese de la escena, grandes can-

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tidades de pájaros, como obedientes al más exacto delos relojes, se congregaban en los árboles de más espe-so follaje, al tiempo que entonaban una sinfonía queno requería de partitura alguna.

Siendo así que al ir caminando de regreso ese pequeñogrupo, primero hacia la casa del rancho, parecía queuna multitud de cantos de pájaros, no sólo dirigían esesu especial agradecimiento hacia algo o alguien en elUniverso, sino que también daba la impresión de queacompañaban a estas cuatro personas, como si desea-sen despedirlos por su visita a ese sitio.

Pero eso no hacía sino aumentar la nostalgia del licencia-do, a quien unas pocas horas de aislamiento en ese casimágico santuario natural, habían bastado para darse cuen-ta de la extraordinaria transformación que podríamoshacer con la muy a menudo olvidada naturaleza.

Y con el ánimo de querer aprovechar esos últimos mo-mentos, le dice el licenciado Gustavo a don Alonso:

—Quedamos muy agradecidos por su tiempo y suge-rencias don Alonso, y cumpliré mi promesa, de plan-tear estas y otras opiniones que he recibido de perso-nas de buena intención como Usted.

—Confiemos —le contesta— que algo se pueda hacer.Y ni me lo agradezca, nosotros somos los agradecidospor habernos acompañado y escucharnos, porque apar-te, creo que no sólo nosotros, sino cada ciudadano tie-ne opiniones que deben ser consideradas.

—Hay algo que no acabo de comprender, —añade ellicenciado— no entiendo por qué algunos grupos obje-taron las propuestas que hizo para mejorar los textosde Civismo.

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—No puedo dejar de reconocerle su excelente disponi-bilidad —enfatiza don Alonso— de los entonces Secre-tario y Subsecretario de Educación Pública de finalesde los años noventa, pero donde pareció haberse en-frentado con una cerrazón completa fue en otras áreas.Sin embargo, considero que aún lo que nos parece másincomprensible, tiene también su explicación, lo quepasa es que muchas veces no la vemos.

—Les platico en pocas palabras lo que creo que suce-dió: Esas tesis socioeconómicas que les decía hace rato,creen a pie juntillas en eso de la “lucha de clases”, enuna especie de enfrentamiento social. Y de hecho, ellospueden creer lo que quieran, pero lo malo es cuandotratan de imponer su criterio sobre cualquier otra cosa.Esas tesis no sólo están basadas en conjeturas e in-exactitudes graves, sino que están obsoletas por inser-vibles, pero aún hay un pequeño aunque radicalizadogrupo que sigue con eso.

—¿Cómo está eso? No entiendo.

—Es increíble, —prosigue don Alonso— pero así es.Miren Ustedes, recordemos que cuando este señorMarx sacó sus teorías, aunque muchos no se fijaronbien en eso, con esa interpretación tan suya de la his-toria, juzgó que para la evolución social, debía darse loque llamó la “dialéctica de la lucha de clases”.

—Y cuando surge alguien que habla de otra cosa, de unaespecie como de integración y complementariedad paralograr el desarrollo en todos sentidos, automáticamente,aunque “bajo la mesa” se choca de frente con sus tesis enel terreno ideológico o sociológico.

—Conste, estamos hablando de grupos muy reducidos,pero muy radicalizados, los cuales aún se mueven en

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algunos sectores, incluyendo áreas limitadas del ma-gisterio, porque aclaro, la inmensa mayoría de perso-nas en este gremio, son elementos valiosísimos, y es-tán convencidos de la gran trascendencia de su labor.

—Me da la impresión, —interviene el ingeniero— queUsted ha analizado también ese fenómeno del socialis-mo, ¿no?

—Bueno, —contesta don Alonso— lo que pasa es queyo mismo, en mi remota juventud, fui un socialista con-vencido, incluso en cierto momento pensé en irme aestudiar a una Universidad de Rusia.

—¡Ah caramba! Nunca me hubiera imaginado eso, —diceel licenciado— y luego, ¿qué pasó?

—Me empecé a dar cuenta de que esas tesis no esta-ban bien elaboradas. Pero cosa curiosa, la duda mehizo profundizar más en el asunto.

—Fíjense que la mayoría de las personas que conocendel tema, han estudiado dos de las obras de Marx, unallamada “El manifiesto comunista”, y la otra es “El Ca-pital”. Y mi decepción comenzó al analizar otras obrasde él.

—Tengo identificadas cuando menos diecinueve obrasde este señor de los años 1837 a 1880, así como seismás que hizo con Federico Engels, algunas publicadaspóstumamente, como la segunda y tercera parte de “ElCapital”.

—Y si como decíamos, muchos se concentran en esasdos obras, se están perdiendo de conocer el pensamien-to completo de este señor, y tiene otras facetas que esimprescindible conocer.

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—El problema, es que les puede pasar, —asegura—como a mí, que descubran que ese tipo de considera-ciones no estaban bien estructuradas, por más que, deforma superficial, parezcan tener un profundo sentidosocial, como yo mismo pensé tenía.

—Entre otras cosas, descubrirán que a este señor queaunque por algunos fue considerado como el mismísimo“padre de los trabajadores”, no le simpatizaba el tra-bajo en lo más mínimo, y esto, no es una mera suposi-ción, sino fue expresado por él mismo y con sus pro-pias palabras.

—Si alguien se toma la molestia de leer una de susobras llamada “Manuscritos económicos y filosóficos”del año 1844, descubrirá su muy peculiar opinión res-pecto del trabajo. Hago la aclaración de que esta obra,no la conocieron muchos de sus primeros seguidorescomo Lenin, porque no fue publicada sino hasta el añode 1932, aunque de todos modos, casi no fue conocida.

En eso don Alonso se detiene, como recordando algo,lo que hace que se detengan los demás.

—Oye Álvaro, —le dice— me estoy acordando que hacepoco te mandé ese texto por Internet, ¿de casualidad,no lo traes en ese aparatito que traes en el cinto?

—A ver, —contesta Álvaro— ahorita mismo le digo…

—Ese pensamiento señores, —aclara don Alonso— estátotalmente obsoleto, pero se lo cuento como un datocurioso, ojalá que nuestro buen amigo Álvaro lo traigapor ahí…

—Aquí está don Alonso, —comenta Álvaro— lo guardéporque recuerdo que me recomendó que lo leyera, y laverdad, se me había olvidado.

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—A ver si encuentras un parrafito que te subrayé, alcabo es corto.

—¡Aquí está! ¿Se lo leo?

—Por favor…

Dice a la letra Álvaro:

—”¿En qué consiste, entonces, la enajenación del tra-bajo? Primeramente, en que el trabajo es externo altrabajador, es decir, no pertenece a su ser; en que ensu trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se nie-ga; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrollauna libre energía física y espiritual, sino que mortificasu cuerpo y arruina su espíritu.”

—”Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera deltrabajo, y en el trabajo fuera de sí. Está en lo suyocuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo.Su trabajo es, así, no voluntario, sino forzado, trabajoforzado. Por eso no es la satisfacción de una necesidad,sino solamente un medio para satisfacer las necesida-des fuera del trabajo.”

—”Su carácter extraño se evidencia claramente en elhecho de que tan pronto como no existe una coacciónfísica o de cualquier otro tipo se huye del trabajo comode la peste. El trabajo externo, el trabajo en que elhombre se enajena, es un trabajo de autosacrificio, deascetismo.”

—¡Ah caray! —Dice el licenciado— entonces para esteseñor el trabajo era como perjudicial o enajenante, ¿no?

—De hecho así lo está manifestando él mismo, con esasmismas palabras, como un elemento enajenante. Y no

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se limita a etiquetar así a esta trascendental parte dela vida humana y la sociedad, sino que también catalo-ga como “enajenantes”, cuestiones como la Filosofía, aDios y al Estado.

—No obstante, —expresa don Alonso— para darnoscabal cuenta de la magnitud de esos desatinos, y paraver cómo estaba de plano hilando en el aire, veamossomeramente a lo que nos condujo eso ya en la prácti-ca. Al aterrizar estas tesis, ¿Qué sucedió en lo relativoa la liberación de la “enajenación del Estado”?

—Cuando sustituyeron al “patrón”, no encontraron otrafórmula más viable para el funcionamiento prácticode una entidad económica que ésta: Que fueran admi-nistradas por el Estado, y eso los condujo exactamenteal punto opuesto a donde pretendían llegar, a la buro-cracia de las burocracias, donde todos se convierten enburócratas o empleados de un súper—Estado torpe eineficiente, manejado por una minoría, los cuales, paracolmo, tendrán que restringir drásticamente las liber-tades, para garantizar su permanencia en el poder.

—Vean que gran paradoja: Huyendo de esa imaginariaenajenación del Estado, cayeron en una auténtica y ver-dadera enajenación. Pero el problema comienza en esepunto, porque eso trae consecuencias serias, entre otras,la productividad se desploma de inmediato, lo que haceque el nivel de vida descienda verticalmente, con el agra-vante, como decíamos, que ya no hay libertad.

—No entiendo, —manifiesta el licenciado— ¿Qué nohubo personas que expusieran esto en su momento antetodos?

—Claro que las hubo y muchos desde el mismo princi-pio, pero esos postulados, resultaron especialmente ten-

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tadores para algunos, y no fue sino la misma fuerza delos hechos, lo que, después de décadas, les hizo volvera la realidad.

—Pero en algunos pocos sitios, en su mayoría en paísessubdesarrollados, —que no han vivido eso— sorpren-dentemente, algunos todavía encuentran viable estetipo de ideologías.

—Por eso, volviendo a su pregunta, —menciona donAlonso— verán Ustedes por qué, sin buscarlo, existeun enfrentamiento ideológico entre la idea de la inte-gración social propuesta, con la tesis de la “lucha”, elenfrentamiento o el divisionismo bajo cualquier pre-texto.

—Y de una forma un tanto solapada, —porque ya nisiquiera se atreven a ostentarse como “marxistas”, porel descrédito del término— siguen tratando de fomen-tar el divisionismo social, sea en razón de cuestionesaparentes o fabricadas.

—Así verán Ustedes cómo se ha pretendido fomentarel divisionismo social, sea en razón de los “usos y cos-tumbres”, de supuestas diferencias en el color de lapiel, de idioma, religión, o cualquier cosa que parezcacreíble.

—El problema para ellos, —sostiene don Alonso— esque la realidad, la Ciencia y la Historia no están de sulado. Y a manera de prueba ante quienes fomentan eldivisionismo, fundamentándose en supuestas “diferen-cias” de color de la piel o étnicas, les comento quegracias a los recientes descubrimientos del mapa delgenoma humano, se ha podido demostrar de forma in-controvertible, que todos los humanos del planeta, des-cendemos del mismo ancestro genético.

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—Les cuento algo que sospecharon algunos a lo largode la Historia, como fue el caso de Aristóteles, Her-nando de Soto y muchos otros: Estimaron que todas lascaracterísticas externas de los seres humanos, no sonmás que consecuencias del clima, alimentación, hábi-tos de vida y otros condicionantes circunstanciales.

—Pues bien, esa “sospecha”, gracias a las investigacio-nes y descubrimientos mencionados del mapa delgenoma humano, se han convertido en una verdad irre-futable e incontrovertible desde el punto de vista cien-tífico.

—O sea, de una vez por todas debemos abrir los ojos ydarnos cuenta de que somos miembros de un mismoequipo que se llama raza humana. Ya que lo que antesera una sospecha de unos pocos, ahora se ha converti-do en una certeza para todos.

—Aunque en realidad, más que una postura más evo-lucionada, podríamos decir que es una posición másreal, y, no sólo eso, son tan grandes los retos ecológicos,educacionales, alimenticios y otros a que nos enfrenta-mos, que sólo con una perspectiva integrista es comopodremos salir plenamente victoriosos.

—¿Qué nos puede importar más? Volviendo al caso queles citaba, ¿Defender un “catecismo” social de alguienque la verdad, estaba hilando en el aire? ¿O el verdaderobienestar y desarrollo de todos los seres humanos?

—Créanme caballeros, no es que tengamos varias op-ciones o alternativas en cuanto a la visión social, sólohay una ruta, y esa es la de la integración auténticapara propiciar el verdadero desarrollo. Mi único temores que no nos podemos tardar demasiado en encontrarese camino, porque en este preciso momento, las ne-

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cesidades están creciendo más rápido que las capaci-dades de hacerles frente, y los problemas se están ha-ciendo cada vez más grandes.

En eso se quedan todos callados, reflexionando en esasingular postura que nunca esperaron encontrar justa-mente en la “mitad de la nada”, como llegó a expresar-le un poco de broma el licenciado a su amigo Miguel.

No cabe duda, —reflexionaba el licenciado— una ideacomo esa en el campo sociológico, podría transformarinfinidad de cosas, pero, —se contestaba sólo para símismo— ¿Cómo instrumentar eso desde el punto devista político? ¿Qué reacción podría tener en otros gru-pos y partidos? Esas ideas son demasiado arriesgadas—concluye— y su costo podría ser impredecible.

—Eso, —continuaba meditando el licenciado— mejorni lo planteo, eso que lo digan otros, si llego con estasideas a la ciudad de México, me van a juzgar de loco oiluso. En el fondo, —reconocía— creo que tiene razóneste hombre, pero eso no es viable expresarlo desdeuna tribuna política, eso pertenece al ámbito de la Aca-demia o la investigación social.

En eso don Alonso le hace una observación a Álvaro:

—Está soplando de pronto aire del norte, aunque enesta época del año, no creo que nos vaya a caer unahelada, pero mira, como que hasta el cielo se quieredespejar de nubes.

—Es cierto don Alonso, pero yo también creo que nohelará, además estamos preparados, todo está perfec-tamente irrigado, eso les ayudará algo a defenderse, sise nos viene el frío, pero ahorita voy a monitorear lostermómetros.

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El ingeniero, por su parte traía otra cuestión en mente.Como la casa del rancho estaba ya a la vista, lo quecasi seguro fuera el punto de despedida, desde hacíaun buen rato tenía algunas serias dudas sobre la cues-tión poblacional, y la verdad, no las había externadoantes, porque su amigo Gustavo se lo había pedido,pero como parecía que ya se habían desahogado todoslos puntos, consideró que era el momento oportuno.

—Oiga don Alonso, —dice por tanto el ingeniero— fíjeseque tengo algunas dudas en la cuestión poblacional queplaticaba Usted al principio. ¿Se las puedo comentar?

—Claro, por supuesto.

Ante la mirada expectante y sorprendida del licencia-do Gustavo y de Álvaro, el ingeniero comienza con laexposición de sus dudas:

—Usted nos comentó hace ya un buen rato, algo quese me quedó muy grabado, o no sé si lo capté mal. Nosdijo que la planeación familiar se había convertido enalgo así como imprescindible, a fin de poder alcanzaruna sociedad mejor. ¿Estoy en lo cierto?

—Está Usted en lo cierto ingeniero, —contesta donAlonso con su típica voz pausada— desde mi particularpunto de vista, considero que la planeación demográ-fica será una especie de necesidad para poder accesara una sociedad mejor. Y como les decía hace un rato,aunque ya ha disminuido la tasa de crecimientopoblacional en nuestro país y el mundo, todavía debebajar un poco más, porque en varias áreas rurales delpaís y otros sitios, aún es elevada.

—Qué cree, tengo mis dudas en eso. Asisto regular-mente a unos cursos de Biblia, y hace poco conversa-

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mos del tema, y nos explicó el sacerdote que dirigeeso, que lo que dice Usted no es posible, porque laplaneación familiar empleando medios artificiales, estáprohibida por la Iglesia Católica.

—¿Y les dijo por qué está prohibida?

—Claro, nos explicó que se prohibía porque involucrabaun elemento artificial, y que el acto sexual siempredebía estar abierto a la procreación.

—Mire Usted ingeniero, sin el ánimo de ofender a na-die, le voy a ampliar un poco más mi punto de vista: Laverdad es que “artificial” es casi todo lo que nos rodea,los teléfonos, automóviles, aviones, anteojos, casas, ra-dios, tractores, electricidad, transporte, bueno, todo esartificial.

—Aparte, se la pongo peor: El elemento que justamen-te disparó el crecimiento poblacional en el siglo XX,—qué cree— fue un elemento por completo “artificial”:Los avances médicos, que entre otras muchas cosaspermitieron la utilización de los antibióticos. O sea, elhaber empleado estos artificiales avances, —por fortu-na— provocó que la altísima mortalidad infantil quehubo en toda la historia humana, y que evitó que enlos siglos anteriores la población creciera demasiadorápido, pero, al introducirse este nuevo elemento, semodificó el panorama por completo.

—Dicho de otra forma, al entrar en juego ese “artifi-cial” aunque trascendental avance médico, hizo quepara balancear o equilibrar el crecimiento poblacional,la planeación se convirtiera en algo imprescindible. Sino procedemos así, alterando artificialmente sólo unode los lados de la balanza y no el otro, la poblacióncrecerá —como ya nos pasó— a una velocidad vertigi-

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nosa, lo que provocará, el crecimiento de más socieda-des caóticas con graves carencias, y se ponen en serioriesgo muchas cosas en el planeta.

—Pues sí don Alonso, pero eso está en contra de lavida, y ese elemento debe estar por encima de todo lodemás.

—Le reitero con todo respeto, lo que está en contra dela vida, es propiciar el advenimiento de una sociedadconflictiva, porque como les comentaba al principio, sipor causa de una alta tasa de crecimiento, la duplica-ción poblacional sobreviene en un período muy corto,como en ese mismo lapso no se alcanzarán a duplicarlos satisfactores, en cualquier parte del mundo surgirálo que hoy tenemos, independientemente del partidoque gobierne.

—Lo que pasa don Alonso es que hay personas muyalarmistas. Mire, a mediados de los años setenta, cuan-do el país tenía como 56 millones se asustó al entonces,presidente de México, y se le dijo que si no se planea-ba la población, para el año 2000 íbamos a ser más de120 millones, y resultaron puras mentiras, porque enesos años de fin de milenio, apenas íbamos llegando alos 100 millones. ¿Ve como hacen mal sus cálculos, ysólo asustan a la gente?

—Pero ingeniero, no es que los cálculos de los demó-grafos hayan estado mal hechos, por supuesto que hu-biéramos llegado a esa cifra, y quizá hasta más, deno haberse instrumentado campañas en ese sentido.

—Y, —añade don Alonso— la ya de por sí conflictivasituación actual, sería muchísimo peor, estaríamos comoen algunos sitios de Centroamérica. Porque vea, enaquellos lugares donde las campañas no lograron el

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alcance que aquí se tuvo: Tendríamos los niveles deviolencia que ahí se padecen, con casi el triple de ho-micidios que aquí, —proporcionalmente hablando—junto con un gravísimo deterioro social.

—Observe ingeniero el contraste, ahora que hablamosde Centroamérica, en los países donde no sobrevinoese caos, fue en lugares como Costa Rica, porque ahí sífuncionaron mejor esas campañas, factor que les ayu-dó mucho a subir el nivel de escolaridad, y lo invito aanalizar la diferente situación que ahí tienen.

El licenciado y Álvaro se quedaron impávidos ante lasinesperadas afirmaciones del ingeniero. Al principio,el licenciado Gustavo pensó en intervenir, porque elgiro que tomaba esa polémica le daba un poco de penacon don Alonso, pero enseguida cambió de idea, consi-derando que ambos tenían la capacidad sobrada paradefender sus respectivas aunque controversiales pos-turas, y de ello hasta podría aprender algo más, por loque opta por mantener un prudente silencio.

—Esos que impiden la vida, —asegura el ingeniero—son como los abortistas, los cuales están incurriendoen asesinatos…

—No ingeniero, —argumenta don Alonso— la cosa noes así. El aborto, desde mi particular punto de vista,ciertamente constituye un acto criminal, porque ahí síse está privando de la vida a un ser humano, pero enel caso de la prevención, la situación es otra, y le voy adecir por qué:

—Las células del organismo que sólo tienen la mitadde los cromosomas, son dos, el espermatozoide mascu-lino y el óvulo femenino, y justamente, a partir queambos elementos se integran o complementan, eso ya

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es otra cosa, y le reitero, es un proceso que, ahí sí, nodebe ser interrumpido.

—Pero don Alonso…

—Permítame nada más que termine mi idea, y en se-guida me dice lo que piensa.

—No podemos dejar de considerar tampoco, —prosi-gue don Alonso— que lo que impulsa a muchas ma-dres desesperadas a irse por la puerta falsa del aborto,que insisto, eso sí es un acto reprobable, es la posibili-dad de enfrentarse a un hijo no deseado, lo cual esconsecuencia, en la mayoría de los casos, de la falta deinformación y planeación familiar.

—Y aquí viene la gran paradoja, —enfatiza don Alon-so— los causantes indirectos de los cientos de miles deabortos clandestinos anuales en nuestro país y millo-nes en el mundo, en gran parte son imputables a los“defensores de la vida”, porque al oponerse a la difu-sión de ideas relativas a la planeación familiar, y a lautilización de métodos que consideran “artificiales”,influyen de manera poderosa en el crecimiento de estetipo de actos indebidos.

—No quiero crear polémica don Alonso, —sostiene asu vez el ingeniero— pero yo siempre estaré en defen-sa de la vida.

—Bueno, los que impulsamos la paternidad responsa-ble, no es que estemos en contra de la vida, sino alcontrario. La vida humana es tan valiosa, que hay quedarle la importancia debida, y crearles a todos los ni-ños que vengan al mundo, las posibilidades de unavida digna y plena.

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—¿Tiene Usted una idea señor ingeniero, de la canti-dad de niños muertos en los países con más alto creci-miento poblacional, donde las condiciones están muylejos de ser las ideales?

—Bueno no la sé, pero me imagino que han de sermuchos.

—En estos momentos, son alrededor de seis millonesde niños muertos por año. Situación completamentecontrastante con el segmento del mundo que es consi-derado como desarrollado, donde la población crece aun ritmo estable.

—Usted me podrá decir muchas cosas don Alonso, peroyo conozco varios países del mundo, que tienen muchapoblación, y están muy bien.

—Necesitamos, ingeniero, hacer una muy importanteseparación. Una cosa es alta densidad de población, lacual no es peligrosa en absoluto, como la que tienenJapón y varios lugares; y otra situación completamentediferente es tener una tasa alta de crecimiento pobla-cional, y la perjudicial es la segunda, porque se lleva acabo la duplicación, como le decía, en lapsos muy cor-tos, y al no conseguir doblar los satisfactores a ese rit-mo, sobrevienen injusticias y problemas muy graves.

—Además, don Alonso, me estoy acordando de otro in-conveniente a lo que Usted sugiere, si se planea lapoblación: El país “envejece”. ¿Qué me dice de eso?

—Fíjese Usted que las personas que se oponen a laplaneación demográfica, han optado por no enfrentar-se a los argumentos como los que le he comentado, yen su lugar, de forma subliminal, tratan de difundir

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otras ideas con un enfoque muy peculiar, logrando efec-tivamente confundir a muchos. Una de ellas, es la delsupuesto “envejecimiento poblacional”. Si me lo permi-te, le voy a contar lo que pienso en ese sentido:

—La “edad mediana de la población”, es decir, una espe-cie como de “promedio” de edades entre todos los habi-tantes de un país, lo deseable y lógico, sería que, en unasociedad estable, —como a la larga debemos ubicarnostodos— es que se sitúe dicha “edad promedio” alrededorde la mitad de la “expectativa de vida”, y si un país, pordecir, tiene una expectativa de vida de 82 años, lo normalsería que la edad mediana estuviese cercana a los 41años. De tal modo que la mitad tendría menos de esacifra, y la otra mitad estaría por encima.

—Eso, mi estimado ingeniero, sería algo completamentenormal o lógico. Pero lo curioso es como lo manejanalgunos, observe:

—De acuerdo al último censo poblacional, de esos quese hacen cada 10 años, la edad mediana en nuestropaís, era de 26 años, y de acuerdo a otras fuentes, de27. Pero como una década más atrás, ese “promedio”fue de 24 años, se apresuraron a señalar con grandestitulares —presentándolo como algo negativo— que elpaís está “envejeciendo”, cuando la verdad, apenas nosestamos acercando a lo deseable.

—A mí esos argumentos como que no me convencenmucho don Alonso, pero en cambio, lo que me suenalógico, es que cuando el promedio de edad se eleva,aumenta el porcentaje de personas dependientes oancianas. Y eso no me lo podrá negar Usted.

—Ha de decir ingeniero, —dice don Alonso sonrien-do— que le estoy contradiciendo en todo, pero mire:

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Cuando se eleva la edad mediana, aunque evidente-mente aumenta el número de personas del segmentode más de 65 años, el porcentaje total de personas “de-pendientes” disminuye, porque acuérdese, que el por-centaje total “dependiente” de un país, no sólo estáconformado por las personas de más de 65 años, sinotambién por los de 0 a 15 años.

—Y le pongo casos concretos: Si observamos los paíseso continentes con más población “dependiente”, des-cubriremos que, sorprendentemente, son aquellos quetienen la población más “joven”.

—Vea Usted —continúa— lo que pasa por decir en Áfri-ca, que es el continente con el promedio de edad másbajo, o sea, donde su población es la más “joven” delplaneta, ya que su promedio de edad apenas sobrepa-sa los 20 años:

—Ciertamente ellos tienen sólo un 4 por ciento quesobrepasa los 65 años, pero qué cree, tienen un 41 porciento de 0 a 15 años, lo que hace que pase exactamen-te lo contrario a lo que suponen los impulsores de latesis del “envejecimiento”, ya que los hechos nos mues-tran, que donde hay una población más joven, aumen-ta el porcentaje de “dependencia”.

—Ahora, —señala don Alonso— observe Usted lo quesucede en el continente donde la edad mediana es lamás alta del mundo, que es Europa, ya que su prome-dio de edad está cercano a los 40 años. Si bien es ciertoque tienen un mayor porcentaje de población de másde 65 años: 16 por ciento; de las edades de 0 a 15 años,tienen otro 16 por ciento, lo que hace que el total “de-pendiente” de Europa, esté cercano al 32 por ciento.

—Compare ingeniero, un porcentaje dependiente enÁfrica de un 45 por ciento, contra un 32 por ciento en

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Europa. No sé cómo lo pueda interpretar Usted, peroyo considero que la misma Aritmética nos está indi-cando que lo deseable es lo que sugiero: Ubicarnosdentro de un crecimiento estable.

—Y regresando a su duda ingeniero, no es suficientesólo darnos cuenta que sucede exactamente lo contra-rio a lo que algunos temen, lo realmente relevante delasunto, no se limita a meros porcentajes estadísticos,sino que eso permite, ya en la práctica, emplear mu-chos más recursos en educación, investigación, vivien-da, servicios médicos, infraestructura e infinidad decosas necesarias.

—Además ingeniero, —añade don Alonso así como re-cordando otro dato— ahora viene a mi mente que enrealidad me estoy quedando corto en esta apreciación,porque estamos cometiendo un error al considerar comonecesariamente “dependiente” a todo el segmentomayor de 65 años.

—¿Pero cómo que no? La edad no perdona don Alonso…

—Cierto, pero se lo voy a plantear bajo dos ópticas.Primero le cuento sobre el ejemplo de algo que nospasó aquí mismo, y luego, si me lo permite, se lo ex-pongo bajo un enfoque estadístico.

—En el caso del ejemplo de lo que nos pasó aquí… ¿Teacuerdas Álvaro cuando tuvimos un problema con la redde distribución del agua, en aquella área de detrás deesa lomita, donde no se lograba la presión necesaria?

—¡Ah! Sí me acuerdo, pero eso ya lo resolvimos.

—Sí claro, ya lo resolvimos, pero lo que quiero esplaticarle al ingeniero Miguel, cómo lo solucionamos.

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Mire Ingeniero, llamamos a dos especialistas para cono-cer y evaluar sus sugerencias. Uno era el ingeniero Juan,quien tenía como 30 años, y el otro era el ingeniero DonJacobo, que en ese momento tenía como 75 años.

—El ingeniero Juan, nos proponía una solución com-pletamente complicada, que casi implicaba levantar lared existente y colocar otra nueva. En cambio el inge-niero Jacobo, de mucha mayor experiencia, en cosa deminutos nos dio la solución apropiada, con menos deuna décima parte del costo de la otra. Y no es que Juanno haya sido capaz, pero Jacobo tenía la experienciade toda una vida, y la solución que nos propuso resultóser la más rápida y efectiva.

—Pero ¿sabe qué es lo que ahora me llama la atención?Que Jacobo, estadísticamente hablando, ya está ubica-do dentro del sector “dependiente”, y créame, no seimagina el valor de la experiencia que tiene, porqueya nos ha ayudado en otras cosas. ¿Estás de acuerdo,Álvaro?

—Completamente, lástima que no lo conoce el inge-niero Miguel, pero luego de repente nos visita, a ver sicoinciden, y se lo presentamos.

—Pues sí, —arguye el ingeniero— pero insisto, los añospesan.

—Incluso, —reitera don Alonso— qué cree, yo mismoya estoy considerado dentro de ese segmento, y creoque todavía tengo mucho que hacer por ahí… Pero deacuerdo a eso que dice, ya estoy dentro del sector “de-pendiente”.

—Ahora se lo planteo —continúa don Alonso— desdeuna perspectiva meramente estadística:

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—Cuando se estableció como “límite” fatídico de de-pendencia esa edad, la expectativa de vida estaba másabajo, y qué cree que pasó, al paso de los años, afortu-nadamente, dicha expectativa de vida se fue aumen-tando, pero, la “edad de la ancianidad” o incluso, la dela jubilación, en unos países no la movieron, y en otros,no la fueron ajustando de forma proporcional a la ele-vación en la “expectativa de vida”.

—Bueno, aquí en nuestro país sí se hicieron algunosajustes en ese sentido.

—Algunos ajustes, Usted lo ha dicho, pero no de formaproporcional a como se elevó la expectativa de vida, ysobre todo, no en todos los sectores, porque aún haygrupos, como los empleados públicos, que por diferen-tes razones, se dejó casi la misma edad jubilatoria. Si-tuación que no aconteció además en todos los países.Aparte, sólo le estoy comentando esto, a raíz de losargumentos que expone, para que vea que hay ciertainexactitud en cuanto a la percepción del “límite dedependencia”.

—Ya que eso, señor ingeniero, hace que se proyecte lafalsa impresión de que ese segmento de “ancianidad”,esté creciendo de manera anormal, cuando lo que fal-tó fue, el haber ido ajustando oportunamente ese lími-te de edad, de acuerdo a un cambiante perfil socio-demográfico. Eso tiene infinidad de consecuencias, unade ellas, cada día irá habiendo más personas que pa-sen más tiempo jubiladas, que lo que permanecierontrabajando.

—¿Se da Usted cuenta, ingeniero, de los alcances deese descuido?

—Bueno, sí…

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—Le pido que analicemos un poco más las consecuen-cias: No sólo desde la perspectiva estadística nos dauna visión a todas luces inexacta, al producirse esafalsa impresión que le digo, de un “creciente segmentode ancianos”, eso sería lo de menos, lo más grave es losiguiente:

—Al haber erróneamente dejado casi “inmóvil” —o noajustado lo suficiente en otros países— la edad jubila-toria, por un lado se está desperdiciando un impor-tantísimo porcentaje de la población, justamente enuna de las etapas más valiosas, cuando han acumuladomás experiencia y todavía tienen un enorme poten-cial, —como en el caso de don Jacobo— y además, lacarga agregada por concepto de pensiones, se conver-tirá en algo insostenible, se lo puedo asegurar.

—A más de alguno, señor ingeniero, le parecerá increí-ble que haya sucedido todo lo citado por un descuidoque parece intrascendente, pero, analizando las cosasun poco más, veremos que ese ajuste era imprescindi-ble… Y el hecho de no haber desplazado paulatina yproporcionalmente la edad de la “ancianidad”, reper-cute en infinidad de cosas.

—O sea —agrega don Alonso— concluyendo, los alcan-ces de eso aparentemente tan simple, son de tres ti-pos: uno, de orden estadístico, que es el menos grave,aunque también relevante; dos, se desperdicia tonta-mente un gigantesco potencial humano con todavíamucha capacidad y con una muy valiosa experienciaacumulada; y tres, la carga por pensiones se convertiráen impagable. Y todo por la falta de ajuste oportuno.

—Aunque, el error no fue tanto desde un punto de vis-ta demográfico, y aparte, una corrección —estadís-ticamente hablando— de este tipo, no es viable reali-

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zarla de forma unilateral por un solo país, porque elacopio de datos a nivel internacional, se genera deacuerdo a determinados parámetros estandarizados demanera global. El ajuste estadístico pertinente debeprovenir de un organismo mundial.

—Pero don Alonso, —interviene el licenciado, si bien unpoco callado, pero muy atento con el tema— ¿Por quédice que el error no fue principalmente demográfico?

—El error, o descuido, como quieran llamarle, —con-testa— fue desde el punto de vista político, ya que enel pasado muchos gobiernos del mundo, estoy seguroque se dieron perfecta cuenta —tenían asesores capa-ces— de la paulatina aunque imperceptible variaciónen el perfil sociodemográfico, lo que obligaba a ir rea-lizando los ajustes mencionados, pero, seguro no qui-sieron afrontar su costo político, y prefirieron dejárse-lo al siguiente, y así sucesivamente.

—Pero —prosigue— no se puede estar pasando la pelo-tita indefinidamente, estamos próximos al punto dequiebre, y aunque estas cosas casi ni se mencionan, esun asunto al que habrá que hacerle frente, si se difieremás, la bola de nieve seguirá creciendo.

—Eso es —dice don Alonso— lo que considero que estápasando.

Aunque había tratado de permanecer un poco al margenen ese punto, el licenciado se da perfecta cuenta de quedon Alonso estaba lo suficientemente involucrado en eltema, y los argumentos de su amigo Miguel no estabanbien estructurados, por lo que expresa:

— Miguel, disculpa, —le dice— creo que don Alonsotiene razón. Y además, si nos esperamos un poco más,se nos va a hacer de noche.

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—Está bien Gustavo, de acuerdo, —contesta el inge-niero— nada más dígame don Alonso, a ver, ¿qué haríaUsted respecto a eso del “envejecimiento”?

—Qué cree ingeniero, no sirvo para cuestiones políti-cas, pero la solución, no sólo en ese tema sino en cual-quiera, será decir las cosas tal cual, se tienen que ha-cer los ajustes pertinentes. Hay que ir elevando deforma proporcional la “edad de la ancianidad”, prime-ro, para que refleje la realidad, y lo mismo con la edadjubilatoria, conforme a como se elevó la expectativade vida, no le veo otra alternativa.

—Difícilmente —interviene el licenciado— el gobiernode un país cualquiera, querrá hacerle frente a unamedida como esa, porque como dice, su solo anunciotenderá a disminuir la aceptación popular.

—Difiero un poco, —dice don Alonso— todo dependecómo se plantea el asunto. No podemos señores seguirtratando a la población como si fueran menores de edad,la ciudadanía reacciona de forma responsable cuandose ha sabido generar la confianza y se le exponen lascosas tal cual, por tanto, soy partidario de que se debeplantear en forma abierta que si no se procede así, lasituación se convertirá en insostenible, exponiendo elpanorama completo.

—¡Ay don Alonso! —Exclama el licenciado— Acuérdeseque en el mosaico político, hay algunos que no jueganlimpio, y sólo les interesa ganar la elección, aunquesea prometiendo cosas que saben bien que no son via-bles, y mucha gente no bien informada, se va a ir de-trás de eso.

—No desconozco ese fenómeno, pero es el riesgo enuna democracia. De ahí la gran importancia de tener

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la habilidad política suficiente para plantear las cosasde forma clara y convincente, para incentivar que laciudadanía apoye lo sustentable, haciéndoles ver a to-dos que una sociedad próspera, se revertirá a favor detodos, y al contrario.

—Justamente por eso les decía —asegura sonriendo donAlonso— que no sirvo para político, porque consideroque las opciones se deben poner sobre la mesa y quela población decida mediante el voto. Si soslayamos elproblema, si se sigue la ruta fácil, que es quedarsecallados, o peor aún, prometiendo cosas irrealizablescomo hacen los demagogos y populistas, la sociedad sedará cuenta en su momento, y ese costo político queno querían pagar, los golpeará mucho más fuerte.

—Ahora soy yo el que contradice don Alonso, —intervie-ne el ingeniero— cada vez hay más personas que sufrenlas consecuencias de padecimientos crónico—degene-rativos, tales como diabetes, hipertensión arterial, cardio-patías, ceguera diabética, daños renales y multitud decosas, ¿cómo se puede ni siquiera pensar en sugerir quese ajuste la edad jubilatoria de esa forma, si la salud seestá quebrantando cada día más?

—Es cierto lo que dice, aunque eso tiene otro origen ysoluciones que también hay que afrontar antes que seademasiado tarde. Se ha permitido indebidamente desdehace décadas, que muchos “industriales” del alimento ybebida, con el objetivo encubierto de incrementar susventas y utilidades, endulcen casi todo lo que hacen, y sibien lograron su propósito, saturaron a la ciudadanía deuna muy elevada cantidad de azúcares y harinas refina-das, lo que está creando otra pavorosa bomba de tiempo.

—Pero insisto, eso es otro problema con otras causas ysoluciones. Les comento, cuando tuve el gran honor de

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formar parte del Consejo Académico Nacional de unamuy prestigiosa sociedad científica y cultural en la ciu-dad de México, hice señalamientos importantes en esesentido, mismos que fueron publicados.

—Sin embargo, es tal el poder de la publicidad y capa-cidad disuasiva que llegan a adquirir los productoresdel alimento basura, —con el propio dinero de los con-sumidores— que con la fuerza de una aplanadora, sepasaron por encima de todo argumento médico y cien-tífico que se expuso.

Mientras dialogan detenidos a escasos cien metros dela casa, y sólo Benjamín los miraba con extrañeza a lolejos, el ingeniero parece reconocer que los argumen-tos demográficos que don Alonso comentaba, eran só-lidos, por lo que, de alguna forma insistiendo en sutesis, decide modificar su planteamiento:

—No me negará Usted don Alonso, que siempre debe-mos ser respetuosos de una cierta autoridad, y en estecaso, el sacerdote Francisco, que es quien dirige el gru-po Bíblico al que pertenezco, es quien nos ha dicho loque le he comentado, y creo que hay que respetar suautoridad, ¿no?

—Es bueno, señor ingeniero, que sea respetuoso, —afirma sin inmutarse— pero recordemos que absoluta-mente todos los seres humanos, todos, sin excepciónalguna, estamos sujetos a errores, y en este caso quie-nes sostienen la tesis que Usted dijo, se están equivo-cando, y eso trae consecuencias graves sobre todos.

—Tal vez por eso, —prosigue don Alonso— y eso lo pue-de Usted cotejar en el Evangelio de San Mateo en elCapítulo 23º versículo 9º, el mismísimo Señor Jesu-cristo nos advierte sobre no preponderar a nadie sobre

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la tierra por encima de los demás. Usted está tomandocursos de Biblia, le pido que lea lo que le señalo, eincluso coméntelo con ese sacerdote Francisco. O siprefiere, invítelo a que dialogue conmigo, junto conUsted.

—Y además, como el movimiento Cristiano no nació ayer,sino que tiene alrededor de 20 siglos, convendría analizarlo que ha sucedido a lo largo de la Historia. ¿Qué hapasado? ¿Nunca se han equivocado, como para que po-damos confiar ciegamente en ellos?

—La verdad, no sólo la Iglesia Católica, sino cualquiercongregación, podría incurrir en fallas, dado que losseres humanos estamos sujetos a ello. El único que nose equivoca es Dios, y de ahí la importancia de seguirsu palabra.

—Y como ya se tienen que ir, —les dice don Alonso—para que al menos salgan a la carretera con luz de día,rápidamente les cuento sólo dos casos curiosos que noshablan de esto que les comento:

—Cuando se inventó el pararrayos en el siglo XVIII, nofaltaron algunos clérigos que aseguraron que ese in-vento era algo “artificial” que interfería abiertamentecon la voluntad de Dios, ya que, dijeron, si él queríaque le cayera un rayo a determinada persona o cosa,ese entonces novedoso artilugio lo impediría, y eso seoponía al Creador.

—A pesar de cierta oposición, muchos pararrayos fue-ron instalados. En eso ocurre una inundación en Lis-boa, y no faltaron quienes señalaron que eso era uncastigo directo de parte de Dios, por haber instaladopararrayos.

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—No obstante, hace poco, cayó un rayo en el Vaticano,cuya cúpula afortunadamente tenía un pararrayos. Sino hubiera contado con él, lo más probable es que conla fuerza de la descarga eléctrica, se cae la cúpula.

—Vean este otro caso, —añade— cuando se inventó laanestesia, misma que se comenzó a utilizar primero enodontología, y más tarde se desplazó su uso hacia lasmujeres en trabajo de parto, no faltaron aquellos queseñalaron que eso estaba prohibido por Dios.

—¡Ah caray! ¿Y eso por qué?

—Dijeron algunos que en el Libro del Génesis, al prin-cipio de la Biblia, Dios le dijo a Eva: “Parirás a tus hijoscon dolor”, y que por lo tanto, la anestesia estaba pro-hibida. Pero en eso, la reina Victoria de Inglaterra ibaa tener uno más de sus hijos, e hizo caso omiso de esasobservaciones, indicando a los doctores que la emplea-sen con ella. A partir de entonces, los clérigos que seoponían no hicieron más objeciones.

—Esto no significa ningún ataque contra Iglesia algu-na, sólo le digo a Usted señor ingeniero, que segura-mente por eso, sabedor de esa facilidad para equivo-carnos, el propio Señor Jesucristo nos señaló que nopreponderáramos a nadie por encima de los demás.

En eso interviene el licenciado, quien considera queno sólo la postura de su amigo Miguel era muy frágil,sino que, en realidad, apenas alcanzaban a llegar conluz del día a la camioneta.

—Don Alonso —dice el licenciado— quedamos infini-tamente agradecidos por este día tan agradable e inte-resante, pero el tiempo se nos vino encima.

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—Como les decía, yo soy el agradecido, ha sido un gus-to conversar con Ustedes, e ingeniero Miguel, disculpepor tener un punto de vista diferente, pero es lo quepienso, y siendo fiel a mi convicción, se lo tuve queexponer tal cual.

—No hay problema don Alonso. Cada uno hicimos lopropio.

Le da Don Alonso un abrazo a cada uno al tiempo quele pide a Álvaro:

—Mi querido amigo Álvaro, ¿puedes acompañarlos ala camioneta? Ya no está ahí Joaquín, y lo más seguroes que la puerta esté cerrada, y por favor, llévate unalinterna por si te agarra la noche al regreso.

—Claro que sí don Alonso.

—Hasta luego señores, y gracias. Que lleguen con bien.

—Gracias a Usted y a Álvaro por su tiempo y compa-ñía. ¡Ah! Y le dice a doña Ofelia que su comida estuvoextraordinaria.

—Yo le diré…

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CAPÍTULO IXAUMENTAN LAS DIVERGENCIAS

En realidad, no habían transcurrido tantas horas des-de que estos dos inesperados visitantes habían llegadoal rancho “El Encinal”, cuando ya estaban próximos asalir de él.

Para el ingeniero Miguel, a raíz de una diferencia deopinión que había tenido con don Alonso, la cual leproducía cierto malestar, casi veía con agrado su sali-da de ahí, y la verdad, —pensaba— nunca se hubieraimaginado llegar a tener semejante divergencia conél, ya que siempre lo había considerado muy equili-brado en sus juicios.

En contraste, en el caso del licenciado Mora la situa-ción era otra, ya que, hasta lamentaba tener que dejarese sitio, y él mismo no se explicaba si ello se debía alo intenso de la plática, la singular personalidad dedon Alonso, o el haber estado inmersos por varias ho-ras en ese casi mágico ambiente, pero Gustavo tenía lasensación de que una parte de él se iba a quedar enese lugar.

Y casi parecía que el entorno conspiraba para acen-tuar esa sensación, ya que, la naturaleza, en una espe-cie de invisible aunque inofensiva travesura, por unlado, valiéndose de un simple cambio en la direccióndel viento, había recorrido todo aquel algodonado ta-pete blanco que ocultaba la bóveda celeste, dejandoun esplendoroso cielo completamente despejado, mis-mo que, con el correr de los minutos, y conforme el díase escapaba, su color se iba cambiando por un azulcada vez más intenso.

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Por si fuera poco, una gran cantidad de pájaros que sehabía congregado en los árboles grandes del camino,consideró que el cambio en la dirección del viento, nosólo no representaba impedimento alguno para conti-nuar su fiesta, sino más bien al contrario, porque esti-maron que si la naturaleza tomaba esa decisión, razo-nes de sobra tendría, por tanto, sentían que sólo teníanuna opción viable: Su festejo debía realizarse con másfuerza.

Y si quizá a los integrantes de una sinfónica, les hubie-ra producido cierto desánimo el emitir su música anteun auditorio casi vacío, a los pájaros, el hecho de quesólo tres pensativas personas escuchasen sus melodías,les tenía completamente sin cuidado. Podría no habernadie, y de todos modos, sus alegres cantos hubieransido igualmente lanzados hacia los cuatro vientos.

Y en cuanto a la actitud indiferente de los pájaros antela a veces desconcertante conducta de las personas, talvez sólo se habían vuelto más tolerantes, y ya se ha-bían acostumbrado a que, los casi siempre vanos afa-nes humanos, irían y vendrían como fugaz paso delviento, para después volver a situarse en el mismo pun-to donde antes se encontraban; por tanto, lo mejor eraignorarlos.

No obstante, si para los demás integrantes de la natu-raleza, los mundanos afanes no significaban cosa algu-na, como una mera observación curiosa, podríamosadentrarnos un poco en el diálogo que se desarrollabaentre esas tres personas:

—No cabe duda Miguel, —expresa muy convencido ellicenciado— que ha resultado interesante el haber ve-nido aquí, y siéndote franco, al principio pensé quesólo íbamos a perder el tiempo. Lo que la verdad aún

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no encuentro, es la forma de incorporar todo lo quehablamos en un reporte compacto y no tedioso, y ade-más, peor te la cuento, te confieso que no sé hasta quépunto esto pueda ser realizable dentro del ámbito dela política.

—Pues en mi caso, —añade Miguel— en eso de la de-mografía, no creas que me quedé muy convencido. Sigoteniendo mis dudas.

Gustavo y Álvaro se miran entre sí con expresión deextrañeza, a lo que expresa el licenciado en tono con-secuente:

—Miguel, si en las otras opiniones que nos dijo, no séhasta que punto puedan ser aplicables, en lo que res-pecta a la demografía, este señor tiene razón, si noarreglamos eso, nada de lo demás podrá solucionarse,yo sé lo que te digo…

—Tal vez, —contesta Miguel— pero es que hay otrascosas que importan más.

—¿Cuál es su principal duda? —Interviene Álvaro.

—Mi desacuerdo deriva —contesta rápido— del enfoqueque le da al asunto. Vean nada más, y a manera deejemplo, dice que el crecimiento poblacional de Euro-pa es razonable, cuando creo que por eso están elloscon tanto problema en este momento…

—Me parece ingeniero, —afirma a su vez Álvaro— queeso no es así. Los problemas de Europa tienen otrosorígenes, mire Usted, dado que los que estamos acácontamos con más tiempo, hemos platicado mucho condon Alonso al respecto, y si gusta, le puedo comentaralgo de eso…

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—¡Ah caramba! —Añade el licenciado— ¿Y por qué sehan metido en eso?

—Porque —añade— de la Sociedad científica y culturala la que pertenece don Alonso, como él formó partedel Consejo Académico Nacional, su sucesor en el pues-to le habla seguido por teléfono, y como hay datos yprogramas de Internet que él no maneja, me pide quele ayude, y luego comentamos mucho al respecto.

El licenciado, —sin decirlo— cada vez está más con-vencido de que, con el avance de las comunicaciones,como comentaron al principio, la difusión del conoci-miento e informática se ha transformado de forma in-creíble, ya que ahora, desde todos los rincones, quiencuente con los medios, y sobre todo, con el ánimo deconocer más cosas, lo puede hacer perfectamente. Porlo que, aprovechando Gustavo el poco tiempo que quedapara llegar a la camioneta, le dice a Álvaro:

—A ver Álvaro, ¿Qué piensas de lo que hoy se vive enEuropa?

—En mi opinión, eso es producto de una diversidad defactores, y aunque ya no tenemos mucho tiempo, de for-ma breve podría platicarles al menos algunos de ellos.

—Primero, —afirma— está el elemento poblacional,pero no como considera el ingeniero, que el crecimien-to demográfico estable de allá les está afectando, sino…

—¡Ah! —Interrumpe el ingeniero— ¡Por supuesto que asíes! Hay países como Alemania y otros que ni crecen…

—Permítame ingeniero, la cosa no es así, mire, es cier-to que dentro de Europa hay algunos que no crecen,

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pero, en conjunto, la Comunidad Europea tiene como 5.5millones de nacimientos y alrededor de 5 millones dedefunciones anuales, o sea, sí crecen como en medio mi-llón por año. Pero el problema no proviene de eso.

—El problema es al contrario, incluso permítame, —diceÁlvaro al tiempo que se detiene un momento consultan-do un aparato electrónico que trae al cinto déjeme abrirunos datos que traigo aquí, un segundo…

Se quedan el licenciado y Miguel observando los avan-ces de la tecnología, mientras esperan un poco…

—¡Aquí está! —dice Álvaro— Miren Ustedes, si bienEuropa cuenta con una población que crece de formaestable, está junto al continente con la tasa más eleva-da de crecimiento demográfico del mundo, que es Áfri-ca, donde, cada año, —según datos del año 2011— tie-nen alrededor de 40 millones de nacimientos y 13millones de defunciones, o sea, crecen en 27 millonesanualmente, y un porcentaje de ellos, no cuantificable,está cruzando el Mediterráneo de forma creciente, alno encontrar oportunidades en sus países, por las razo-nes que ya señaló hace rato don Alonso.

—En Asia, déjeme ver, —dice Álvaro— tienen como 76millones de nacimientos y 30 millones de defunciones,o sea un crecimiento neto anual de 46 millones, y uncierto porcentaje, aunque mucho menor que el de Áfri-ca, se pasa para allá, por ese enorme diferencial en losniveles de vida entre ellos.

—Pero dentro de ese segmento poblacional agregado,muchos ni siquiera integrados a la fuerza laboral deesa región, demanda infinidad de servicios educativos,médicos y otros, los cuales representan un importantecosto para la Comunidad Europea.

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—Eso, aparte de todo, está cambiando lenta pero inexo-rablemente la composición étnica de esa región, peroeso es lo de menos, porque a fin de cuentas, todos de-bemos considerarnos como miembros del mismo equi-po, no obstante, para efecto de este análisis, les estácreando un conflicto coyuntural innegable. Pero conti-núo con lo que considero son otros elementos que tie-nen en contra:

—La integración europea, no se hizo de la mejor formaposible, ya que como bien describió una importantedama de la política alemana: “Comenzamos a hacer lacasa por el tejado”. Y ahora, se encuentran con políti-cas económicas y sociales diferentes, lo que ocasionaconflictos regionales que repercuten sobre los demás,y en el mejor de los casos, les costará mucho trabajointegrarse de verdad mediante normas comunes, y con-fío que logren conseguirlo.

—Otro problema —añade Álvaro— Hay países dentrode la Comunidad donde, como decíamos hace rato, queno ajustaron la “edad jubilatoria al mismo porcentaje acomo se fue desplazando hacia arriba la expectativade vida, y ahora se enfrentan a cifras astronómicas porconcepto de pensiones, lo cual, de no hacer los ajustespertinentes, se convertirá en algo inmanejable, expe-riencia de la que debemos aprender nosotros.

—Por si fuera poco, hay países europeos que sorpren-dentemente, tienen todavía un cierto porcentaje de sueconomía manejada por empresas estatales, y cuandoesas entidades no hacen asociaciones exitosas con em-presas privadas, como su nivel de eficiencia es másbajo, ello resta vigor a su economía, para luego reper-cutir sobre toda la zona de influencia.

—Y otra cosa, —prosigue Álvaro— para colmo, el nivelde su moneda lo siento un poco elevado, factor que

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contribuye a “abaratar” las importaciones del exteriorhacia ellos, y a encarecer sus exportaciones, elementosque no sólo drenan sus recursos económicos hacia afue-ra, sino aumentan el desempleo interno.

—Por eso comprenderán —continúa— por qué otrospaíses altamente exportadores, se preocupan más cuan-do su moneda “sube” que cuando “baja”, ya que se danperfecta cuenta de que les resta competitividad.

—No creí, —dice el licenciado Gustavo— que el nivelde una moneda influyera tanto.

—Claro que influye y mucho. Les pongo un ejemplomuy simple. En uno de mis viajes para promover laventa de aguacate, traté de comprar una gorra en unaeropuerto alemán, pero no lo hice, porque me costa-ba cerca de setecientos pesos, en cambio, una similarla adquirí en un país del Sudeste de Asia en el equiva-lente a poco más de cien pesos.

—En ello —prosigue— influyen por supuesto muchascosas, incluyendo hasta la política tributaria y otros ele-mentos, pero uno de ellos, es el valor de la propia mo-neda, y siento que la de la Comunidad Europea estáun poco elevada, y eso no les ayuda tampoco.

Hay infinidad de cosas más —dice Álvaro— que losestá limitando, pero lo que Usted dice ingeniero, se lodigo con todo respeto, no los limita para nada, incluso,un crecimiento poblacional estable, se debe convertira mediano plazo en una realidad de todos los paísesdel mundo, lo cual traerá aparejado una importanteelevación en los índices de desarrollo humano.

El ingeniero, se queda pensativo y añade:

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—No estoy de acuerdo Álvaro, a mí me dijeron —afir-ma Miguel— que cuando en un país se baja el númerode hijos por mujer de 2.1, la población decrece…

—Eso se pensó hace algún tiempo, pero los hechos pro-baron que no sucede así. Vea el caso de la ComunidadEuropea, con un número de hijos mucho menor de loque dice, de 1.6 en promedio, crecen en cerca de me-dio millón por año, e incluso, se la pongo peor, en Chi-na, con un promedio de sólo 1.5 hijos por mujer, ytambién continúan creciendo en alrededor de 7 millo-nes por año, pero le aclaro algo, con menos hijos pormujer en China que en Europa, crecen más, porquetanto su pirámide poblacional como el número total dehabitantes, son muy diferentes.

—Además, —añade Álvaro— no sé el verdadero origende su preocupación, porque mire, si en cierto momen-to futuro, en el remoto caso que se estimara que lapoblación debería aumentarse, con unas poquitas dé-cimas de punto del número de hijos por mujer, comoya ha sucedido en ciertos períodos, como después deguerras, la situación se revierte, pero en el momentoactual, nos enfrentamos a retos que ponen al planetaen riesgo, y sólo así podríamos salir adelante, créame.

—Se la pongo todavía peor ingeniero, —enfatiza Álva-ro— aún en el remoto caso, que no lo creo viable, deque lográramos estabilizar la población mundial en los7 mil millones, aún así tendríamos problemas, ya queen el equilibrio ecológico, estamos cerca del límite envarios sentidos.

—¿Pero por qué? —replica Miguel—. Si el mayor creci-miento poblacional se lleva a cabo en regiones dondela necesidad energética es más reducida. No me ven-gas con más de tus historias.

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—Pero ingeniero, —contesta Álvaro— considere que esoes algo coyuntural o pasajero, ya que ese menor consu-mo energético por habitante es más reducido sólo porel momento, y no quiere decir que un conciudadanonuestro del centro de África contamine menos porquesea más responsable que alguien por decir de Europa,lo que pasa es que, por ahora, los africanos y otros, nocuentan con muchos automóviles, electrodomésticos einfinidad de cosas. Pero, su aspiración legítima es con-tar con todo eso, cosa que sucederá en la medida quevaya aumentando su ingreso.

—Para ejemplificarlo mejor ingeniero, se lo planteo conotro caso. En el año 2010 había alrededor de 14 auto-móviles por cada 100 habitantes en promedio en elplaneta. Pero mientras que hay países que tienen de80 a 90 autos por cada 100 habitantes, —los más desa-rrollados— sin embargo, hay otros donde el promedioes ínfimo.

—Pero ello no sucede así porque sean más ecológicos,sino porque —por el momento— no lo pueden hacer, vealo que pasó en China, una vez que subieron su nivel devida, muchos cambiaron su bicicleta por un auto, y ahoraes el país con más automóviles del planeta, y de seguirsedesarrollando como van, el número de automóviles, nadamás en esa Nación, será inimaginable.

—Por eso ingeniero, donde algunos analistas se con-funden, es cuando no interrelacionan factores cambian-tes. Le voy a hacer primero una pregunta, como unmero ejercicio mental, vamos a asumir, —cosa que nolo creo factible— que lográramos estabilizar la pobla-ción en los 7 mil millones, y ahora, supongamos que, amedida que vaya creciendo el nivel de ingreso econó-mico mundial, el promedio de autos por cada 100 ha-bitantes se eleve, digamos a 40, ¿Podríamos tener una

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idea de la energía requerida para moverlos, la contami-nación generada y las carreteras necesarias para ellos?

—Ahora ingeniero, —prosigue Álvaro— continuando coneste ejercicio mental, vamos a imaginarnos estos doselementos cambiantes interactuando de forma conjun-ta: Supongamos que la población no se estabiliza enlos 7 mil millones actuales, —que es lo más probable—y al mismo tiempo, el número de automóviles por cada100 habitantes se sigue elevando, —que sería lo lógi-co— ¿Podríamos darnos cuenta de lo que eso significa?

—Bueno, pero hay formas ecológicas de producir energía.

—Yo confío que se vaya produciendo un cambio, peroacuérdese que aún hasta para producir esos aditamen-tos ecológicos se consume energía también, y no essólo lo requerido para los autos, sino para todos losdemás elementos de la vida moderna, a los cuales ab-solutamente todo conciudadano nuestro del planeta tie-ne el legítimo derecho de aspirar.

—Además ingeniero, le reitero, no pueden crecer losproblemas más rápido que las capacidades de resol-verlos, acuérdese que la mayoría de conflictos nacende eso. Si en cierto momento, fuéramos lo suficiente-mente efectivos para solucionar los monumentales re-tos a que nos enfrentamos, como le decía, con un muyleve incremento en el crecimiento poblacional, se arre-gla. Pero hacerlo al revés, —como sugiere Usted— esponer en riesgo la estabilidad del planeta, y eso es unairresponsabilidad grave.

—¿Eso te convence más, Miguel? —Le dice el licenciado.

—Pues algo, pero no olviden que cada nuevo habitantedel mundo, si bien tiene una boca, también tiene dosbrazos para trabajar…

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—Totalmente de acuerdo, —contesta Álvaro— perono olvide que cualquier cosa “buena” que se imagi-ne, si ella sobreviene a una velocidad mayor a ladeseable, se transforma de algo “bueno” en “malo”.Y en el aspecto poblacional, créame, es donde me-nos debemos equivocarnos, porque va de por mediola vida humana.

Y mientras se queda pensativo el ingeniero, añadeÁlvaro:

—Mire ingeniero, para que se dé una idea más com-pleta de lo que significaría continuar como vamos aho-ra, le comento: En una ocasión, con un programa quetengo, le hice a don Alonso una proyección matemáti-ca al año 2200, sobre el número total de habitantesque podríamos ser para esa fecha, con exactamentelos mismos porcentajes del año 2010: Una tasa de cre-cimiento de 1.2 por ciento, y un promedio mundial dehijos por mujer de 2.5, ¿Sabe Usted cuántos seríamospara el año 2200, si continuáramos creciendo igual?

—No me salgas con más de tus historias Álvaro, yasabes que el ritmo de crecimiento va a bajar en lassiguientes décadas…

—Bueno, precisamente, bajaría, porque se asume quemás y más personas se convencerán de lo que ahora ledigo, pero si no, si la mayoría pensara como Usted, nobajaría.

—Pero le decía ingeniero, de acuerdo a esa proyecciónmatemática, si continuáramos el mismo ritmo de cre-cimiento del año 2010, pasaríamos de cerca de 7 milmillones, a 66 mil millones al año 2200. Obviamente elequilibrio del planeta se rompería totalmente muchoantes, en pocas décadas.

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—Por eso, —continúa Álvaro— y perdóneme que lo con-tradiga, la duda no es tanto en el sentido de si se debeplanear la población o no, sino más bien, la interro-gante es si esta ocurre cuando todavía estemos a tiem-po de hacerlo.

—La mejor forma de cuidar la vida, como bien diceUsted ingeniero y el sacerdote Francisco, es propician-do el advenimiento de sociedades armónicas, que ofrez-can por siglos —hasta que Dios disponga— que todoslos seres humanos que nos acompañen en el planeta,puedan contar con los satisfactores no sólo para unavida digna, sino para sacar a flote todas sus potenciali-dades, lo demás son palabras sin sustento que se llevael viento, y hasta contraproducentes para la vida delplaneta y sus habitantes.

En eso ven la camioneta con Juan ahí parado esperán-dolos, por lo que el licenciado, al percibir que su ahorainterlocutor también tenía una idea muy clara de va-rias cosas, trata de aprovechar su tiempo hasta el últi-mo minuto, y le dice:

—Pues creo, —dice resignado el licenciado— que el díase nos escapó de las manos, ya por último, y sólo parami curiosidad personal, Ustedes que tienen ideas tanparticulares, dime, en la forma más concisa que pue-das, ahora que hablabas de Europa, ¿qué cree donAlonso o tú que se podría hacer ahí para mejorar unpoco las cosas?

—Como le he comentado, esa conflictiva situación esproducto de varios factores combinados, pero de acuer-do a su pregunta, me referiré sólo a la economía.

—Don Alonso dice —y creo que con razón— que entodas las épocas de la historia, aunque los humanos

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nos hayamos sentido en la misma cúspide del conoci-miento, la verdad es que siempre, y ahora mismo esta-mos casi en pañales en todas las ciencias, incluyendopor supuesto la Economía.

—Y es imprescindible, —sostiene Álvaro— y coincidocon él, avanzar muchísimo más, cosa que sólo lograre-mos precisamente cuando se consiga incrementar bas-tante más el nivel educativo generalizado, para que lacapacidad de investigación se desarrolle como se debe,ya que sólo así sacaremos a flote el extraordinario po-tencial humano, el cual ahora mismo y desde siempre,se ha tirado a la basura.

—Como mencionó hace rato don Alonso, las personasque en la historia han podido sacar a flote parte de sucapacidad, es un porcentaje insignificante, lo cual cons-tituye el mayor error o crimen cometido por la razahumana.

—Y a manera de ejemplo, en Economía, por su limita-do avance o evolución, se está limitando el potencial,poniendo al ser humano al servicio de una economíaque no ha evolucionado lo suficiente. Lo que deberíaser, es que la Economía esté al servicio de las necesi-dades humanas insatisfechas, porque créanme, en lamedida que ellas existan, se dé un raquítico desarrolloo haya desempleo, la Economía no está cumpliendobien su labor.

—Y según tú, ¿qué se podría hacer?

—Debe irse canalizando o ajustando la inversión pú-blica en esa dirección, primero para satisfacer dichascarencias, y luego para hacer que toda la poblacióntenga trabajo digno y medios de subsistencia.

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—¿A qué te refieres mi buen Álvaro? —Dice el licen-ciado intrigado— Eso me suena como aquello que ha-blaba uno de los economistas llamado Keynes, que ci-taba la importancia de lograr, entre otras cosas, el “plenoempleo”.

—Ya que Usted mismo cita ese economista, —comple-menta Álvaro— si me lo permite, le describo lo que ami juicio sucedió:

—Ese economista fue bueno, entre otros que hubo comoAdam Smith, David Ricardo y varios más, lamentable-mente, en Latinoamérica Keynes adquirió mala fama,dado que muchas de sus teorías fueron aplicadas de for-ma desastrosa, debido a la ideología particular de quie-nes la implementaron.

—A ver, explícanos eso.

—Pretendieron —añade Álvaro— valerse de esas tesiseconómicas para hacer una especie de amalgama conunas teorías que se ha probado en el mundo que nofuncionan. Podríamos decir que fue una de las peoresaplicaciones posibles que se pudieron haber dado.

—¿Y por qué sabes tú de eso?

—Bueno, no sé si le había dicho, pero mi carrera uni-versitaria fue precisamente de licenciado en Econo-mía… Y continúa:

—Y como le decía, lo que hicieron algunas naciones,principalmente en Latinoamérica, incluyendo por des-gracia la mexicana del año 1970 a 1982, fue precisa-mente eso, incrementaron el intervencionismo estatalen la economía, para luego aumentar el gasto públicoa través del renglón estatizado, pero qué creen, hasta

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ese gigantesco error cometido, nos ofrece una extraor-dinaria enseñanza para evaluar lo que se hizo mal ybien.

—Esa experiencia estatista, —agrega— combinada conun pretendido incremento de la “demanda” medianteun pésimo uso del Keynesianismo, fue uno de las me-jores recetas del fracaso. ¿Por qué? La empresa “públi-ca” ha demostrado ser ineficiente e incapaz de reem-bolsar al erario o a la sociedad ni siquiera el montoequivalente a lo invertido en ella, y, en el caso mexica-no, de haber continuado por esa vía, hubiéramos sidoconducidos a un desastre de dimensiones colosales.

—Afortunadamente, a partir del año 1982, dentro delmismo equipo gobernante, aún poseyendo una ideolo-gía similar a la de los artífices del desastre, una vezque se dieron cuenta de los elevadísimos niveles deendeudamiento interno y externo para apuntalar a un“sector público” deficitario, inflación desbordada,devaluaciones y otros problemas, decidieron modificarel rumbo.

—Ante esos innegables resultados, se dieron cuenta deque esas tesis eran inservibles, y aún ante al riesgo deenfrentar a grupos radicales dentro del mismo parti-do, —muchos de los cuales incluso se separaron delgrupo político y fundaron otro— decidieron rectificarde forma drástica el camino.

—Pero dicho cambio no se podía realizar de golpe, setuvo que llevar a cabo de forma gradual, y no fue sinohasta principios de los años noventa, cuando se estabaterminando el intervencionismo estatal en México.

—Les platico todo esto señores, porque como les decía,aquí tenemos una experiencia valiosísima de la cual

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debemos aprender tanto lo malo como lo bueno, paraevitar caer en situaciones similares. Y una de las con-clusiones sería que no podemos caer en el extremo deque el Estado no participe en la inversión pública, perotampoco intervenir de forma desastrosa como se hizoen el período señalado.

—Álvaro, —dice el licenciado— Nos hablabas de la par-te buena de esa experiencia, ¿cuál fue?

—La parte buena de esas décadas, fue que, un pocoantes de 1970, se produjo un destacadísimo desarrolloeconómico en México, que fue reconocido mundialmen-te: Tuvimos por muchos años un crecimiento económi-co sostenido del siete por ciento, una inflación menora la de nuestros socios comerciales, casi nulo endeuda-miento y una divisa sólida. Por eso en el medio financierointernacional, se hablaba del “milagro mexicano”.

—Y entonces, —replica el licenciado— no entiendo, ¿porqué se cambió eso?

—Por un simple error de diagnóstico de parte de ladirección política de esos años, así de simple. Evalua-ron —muy a la ligera, e influidos también por su parti-cular ideología— que como a pesar de ese ejemplarcrecimiento económico, seguía habiendo sectores muymarginados, pensaron que lo que estaba mal, —segúnellos— era “el sistema económico”, ya que afirmaronque “ya estaba obsoleto”, y lo sustituyeron por lo queles comento. Fue un desastre total.

—¿Y por qué crees tú que a pesar de ese ejemplardesarrollo económico de antes de 1970, continuabahabiendo sectores muy marginados?

—Por lo mismo que hemos hablado, si ahora la tasa decrecimiento poblacional es todavía un poco alta, en

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aquellos años era altísima, nos doblábamos en perío-dos como de 25 años, teníamos un ritmo de crecimien-to demográfico similar al que existe hoy en día en al-gunos lugares de África, y créanme, ninguna economíadel planeta podrá doblar sus satisfactores a esa veloci-dad, y reitero, a partir de 1970, se hizo un diagnósticosuperficial y erróneo sobre las verdaderas causas delrezago social.

—Por eso —prosigue Álvaro— bien dijo Don AntonioOrtiz Mena después del año 1982: “Si hubiéramos con-tinuado con el crecimiento que traíamos antes de 1970,aparece el petróleo, y bajamos la tasa de crecimientopoblacional, México hubiera pasado de país subdesa-rrollado a país desarrollado”. Coincido por completocon esa afirmación hecha por este distinguidísimo fun-cionario público, que fue conocido por don Alonso.

—Y, —continúa— no crean que sólo perdimos esos doceaños, sino que nos afectó en más del doble la secuelanegativa, porque quedó una astronómica deuda, elintervencionismo estatal, inflación, devaluaciones, fugade capitales y otras cosas que no pudimos solucionaren pocos años.

—Pero —sigue diciendo Álvaro— no me quiero alejarde su pregunta licenciado, sólo les platiqué de estaexperiencia porque Usted mismo citó el “Keynesia-nismo” presentándolo como algo negativo. Lo dañi-no no fueron las tesis de Keynes, sino su pésima apli-cación asociada con políticas de intervencionismoestatal.

—Pero de todos modos, —afirma Álvaro— esas dos po-líticas económicas descritas, la de éxito y la de fracaso,conllevan una moraleja: Esa abismal diferencia derivade algo aparentemente muy simple: La cuestión no es

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si el Estado interviene con inversión o no, sino másbien la clave está en la forma como lo hace.

—Miren, —sostiene Álvaro— La principal característi-ca de la canalización de recursos antes de 1970, fueque se hacía a través de inversión directa hacia la pro-ducción, y después de esa fecha, se canalizó una ex-traordinaria cantidad de recursos a través de empresasestatales, para supuestamente estimular la “demanda”.

—Ello explica por qué los resultados fueron como delblanco al negro, antes de 1970, hubo orden, estabili-dad y crecimiento, y después de ese año sobrevino elcaos, endeudamiento, inflación, devaluación y hastacomenzaba a haber desabasto de ciertos productos. Yahí están los hechos que lo corroboran.

—Usted tuvo la culpa licenciado —les dice de bromaÁlvaro— de que le contara todo este asunto, pero vie-ne muy al caso respecto a lo que me ha preguntadosobre mi opinión de lo que se podría hacer en Europa.

—Pensé —le dice también de broma el licenciado— quete me habías ido por otro lado.

—Se lo platiqué —dice Álvaro— porque viene al caso.

—No te aburro tanto Álvaro, y nada más para mi cu-riosidad personal, ¿cómo se te ocurre que se puedencanalizar recursos públicos en una economía deprimi-da como la de Europa u otra similar?

—Se debe actuar siempre —recalca Álvaro— en fun-ción a varios elementos fundamentales: Primero, ubi-cando las propias necesidades sociales, aparte, debegarantizarse de alguna forma que esa erogación vaya a

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ser utilizada en el renglón asignado, y con plena posi-bilidad de su recuperación.

—Además, esa inversión agregada debe redundar, encierto momento posterior, en un incremento igual osuperior en el renglón de bienes y servicios. De esaforma, se garantiza que la estabilidad se mantengaparalela al crecimiento, y aparte, se estará tendiendohacia una situación de “pleno empleo”.

—Créanme, —insiste Álvaro— cuando no se puedenconseguir cuando menos estos elementos, la Economíano está cumpliendo bien su cometido.

—En cambio, cuando la intervención del Estado se da deforma atinada, se cumplen, entre otros, estos dos objeti-vos básicos: Uno, se está buscando satisfacer una ciertanecesidad social, y dos, se está tendiendo hacia una situa-ción con un bajo índice de desempleo, ya que esa es laúnica forma de que una sociedad alcance toda su fuerza,pero, bajo una situación de estabilidad plena.

—No suena mal, pero a ver, aterrízame esa idea deforma práctica, o ponme un ejemplo como acostum-bras, ¿qué harías por decir si quisieras estimular unaeconomía deprimida, pero de forma completamentesana, aplicable al caso de Europa o algún otro?

—En el caso específico de Europa, —afirma Álvaro—dejaron engordar mucho los otros problemas que lesmencionaba y varios más, y no se puede actuar sola-mente en el renglón económico de forma aislada, hayque tratar de mejorar las otras cosas al mismo tiempo.

—No obstante, —continúa— vamos a hacer momentá-neamente de lado los otros elementos, sólo para finesejemplificativos. Hace rato les decía que la Economíamoderna debe servir al hombre y no al revés.

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—Por tanto, —continúa muy convencido Álvaro— unode los primeros pasos sería detectar una determinadanecesidad social, para luego, buscar satisfacerla a tra-vés de una atinada inversión en el ramo que proceda,operando como una especie de “banca de segundo piso”y a través del sistema bancario tradicional, con el obje-to de que se garantice cada peso gastado, pero ade-más, insisto, condicionado a lo que les acabo de decir,que se genere un incremento consecuente en el ren-glón de bienes y servicios.

—Y una vez que se detecta una necesidad legítima,por ahí se canalizan recursos, y como Usted me pre-gunta sobre un ejemplo concreto, le menciono uno: Laindustria verde. Está probado que en ese ramo vamospor completo en reversa en la mayor parte del plane-ta, se están destruyendo bosques a una determinadavelocidad, casi cuantificable por cada minuto que pasa.

—Vean por ejemplo lo que está sucediendo en estemomento específico en muchas partes: Se tiene gentedesempleada, y paralelamente, existen necesidadesinsatisfechas, como esa que menciono, de la industriaverde y otras. Creo señores, que ahí la Economía noestá cumpliendo bien su labor.

—¿Saben por qué se lo digo? La inversión en los bos-ques, la producción de madera y celulosa, cuando sonbien manejadas y de forma ecológicamente responsa-ble, se convierten en una excelente opción rentable yamiga del medio ambiente. Les cito el caso de los Esta-dos Unidos y Canadá: Estos dos países producen comoel 50 por ciento de la pulpa de madera del planeta, y apesar de ello, como ese recurso está bien manejadoahí, sus bosques siguen creciendo.

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Observemos cómo, a pesar de participar en esa formatan importante en la producción maderable del mun-do, cada año sus bosques crecen más.

—Para ilustrar mejor esto que le digo, les pongo un caso anivel pequeño, aunque válido, porque una Nación no essino una suma de todas las individualidades: En una oca-sión, —para fomentar la reforestación— preparamos des-de aquí, con el apoyo de expertos, un estudio piloto deinversión forestal sobre una superficie de 100 hectáreas,sembradas de árboles para obtener madera en cierto tiem-po, y demostramos que era una excelente inversión, a lavez benéfica para el medio ambiente.

—Sea en el caso de Europa o de cualquier parte, si elEstado no asume un rol más participativo ante unanecesidad específica y clara, como ésta de la industriaverde, —y otras— y hacen caso omiso de las grandescantidades de desempleados, les saldrá peor, ya queles voy a decir lo que sucederá:

—Continuarán teniendo grandes cantidades de perso-nas sin trabajo, pagándoles seguros de desempleo, —siexiste ese esquema en su país— en lugar de tener a lamayoría trabajando en actividades productivas. El ca-mino fácil de un Estado es cruzarse de brazos, peropor lo regular, eso resulta contraproducente.

—O sea licenciado, todo tiene que ir en función a unanecesidad humana legítima y viable, y sobre una basede realismo económico para garantizar la estabilidadfinanciera. Dicho de otra forma, que lo que el Estadoinvierta, se proyecte después en algo real y tangible, yderive en un aumento de “bienes y servicios”, ya quecon ello se puede conseguir solventar un problema, ala vez tratando de mantener a la mayoría trabajando yproduciendo.

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—Todavía visto bajo otra perspectiva licenciado, el pro-blema no es si se gasta o no un recurso, sino todo de-pende del “cómo” se gaste, o más correctamente dicho,en cómo se invierte. Y si cierta erogación de parte delEstado trae como consecuencia un aumento igual osuperior a lo erogado en la producción de bienes yservicios, le aseguro, la economía se mantiene perfec-tamente sana y creciendo.

—Haciéndole de “abogado del diablo” Álvaro, creo quetu enfoque se olvida del gasto “social”, elemento clavede todo Estado moderno.

—¡Ah bueno, por supuesto! Estas condiciones que lemenciono como indispensables, sólo se refieren a lasinversiones agregadas empleadas como “aceleradores”de la economía. Las demás partidas del presupuesto,tales como erogaciones en renglones sociales de unEstado moderno, eso es otra cosa que ni siquiera hetocado, porque eso se ejerce de manera tradicional,nada más cuidando ahí el equilibrio entre ingresos yegresos.

—Ya me dejaste pensativo Álvaro, la verdad, no soyeconomista y desconozco si tienes razón o no, lo que sísé, es que me suena interesante.

En eso, mientras dan unos pasos más, permaneciendoun poco pensativo el licenciado, añade:

—Se me viene algo a la mente, vamos a decir Álvaro,que esa estrategia o política monetaria que dices, sehiciera y digamos que funcionara. Pero dejando volarmi imaginación, tú dices que la Economía se debe orien-tar por las necesidades sociales. Sin embargo, si seestabilizan las variables como sugieres, entre ellas lapoblacional, al paso de las décadas, eso que ahora se

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nos presenta como necesidades urgentes, se van a irresolviendo, y de acuerdo a lo que propones, llegadoese momento, ¿hacia dónde se enfocaría la inversión?

—En esa nos viéramos licenciado, —sostiene Álvaro—pero en ese hipotético momento, ni se preocupe, por-que un verdadero estadista de inmediato reorientaríala Economía hacia el más grande valor de todos: El serhumano como persona y buscando sacar a flote susgrandes potencialidades, y eso no es una utopía, mireUsted:

—Ya que hablamos de suposiciones, —afirma Álvaro—y como dice Usted mismo, vamos a decir que logramosllegar a un punto donde las necesidades se han logra-do resolver, en ese momento será casi una necesidadreorientar la inversión hacia ese principal valor de lanaturaleza, que es el hombre mismo. Y procediendoasí, incrementando sustancialmente el nivel de educa-ción e investigación, se elevará la capacidad humana auna escala inimaginable.

Y continúa Álvaro:

—Creo que se lo planteo mejor con un ejemplo: ¿Seacuerda cuando don Alonso nos dijo que debíamosaprender el proceder de los árboles, los cuales tienendos fases contrapuestas?

—La verdad Álvaro, ni me acuerdo tanto de eso, peroa ver, explícamelo ahora tú, para ver a qué te refieresexactamente.

—Un árbol, por lo regular, —y señala uno Álvaro— tie-ne dos etapas que, aunque importantes ambas, no sepueden presentar al mismo tiempo. Primero es la del“crecimiento” y luego la de “fructificación”, y no puede

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sobrevenir la segunda, hasta que se estabiliza la pri-mera.

—Observe, —prosigue Álvaro— si creciera de forma ili-mitada, por una larga serie de imposibilidades físicas paraello, el propio árbol en cierto momento sentirá que debeestabilizar su desarrollo, y será precisamente ahí, cuandosobrevendrá su siguiente fase: La fructificación, y aconte-ce así, porque su energía vital, será canalizada ahora ha-cia esa trascendental segunda etapa, la cual constituye elprincipal objetivo de su existencia.

—Algo parecido —dice Álvaro— ocurre en nuestro mun-do. La principal fuerza de la humanidad, en el pasadose ha orientado, aparte de otras barbaridades como lasguerras, a pretender solventar, sin siquiera conseguir-lo bien, infinidad de carencias, pero, en la medida enque se vayan solucionando, se podría dirigir nuestrafuerza vital hacia el elemento conocido más valioso,que es el ser humano. Y ese será el principal y verda-dero cambio de la civilización.

—¿Y cómo sucedería eso concretamente?

—Eso ya lo irán implementando las personas de esaépoca. Lo único que le aseguro, es que para esa si-guiente fase, se requiere de la estabilización en el cre-cimiento, junto con el atinado manejo del gobierno ysociedad de las otras cosas, para ir solventando infini-dad de retos que hoy nos afligen, lo que sigue, vendráen automático, no sé si lo veremos nosotros, pero notengo la menor duda que así será.

¡Ay Álvaro! De verdad no sabes cómo lamento que eldía se haya acabado.

En eso llegan por fin a la camioneta, ante la miradaexpectante de Juan el chofer.

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—¡Qué tal Juan! —Le dice el licenciado— ¿No te aburriste?

—Siempre vengo preparado con cosas que leer, y apar-te, me fui a caminar por aquí cerca, está muy bonitoeste lugar. Lo único malo es que me duele un poco elestómago…

—¡Ah caramba! ¿Y eso por qué?

—Sucede que comí doble, Joaquín por un lado me trajocomida, y luego Álvaro, como no sabía, me la mandótambién por otro, y la verdad, debí haberla guardado,pero como estaba todo tan bueno, me comí todo…

Le dice Álvaro de broma a Miguel:

—¿Ya ve ingeniero, lo que le decía?

—Se queda Miguel sorprendido, sin saber a qué se re-fería eso…

—Acuérdese, lo que le comenté, —le dice Álvaro son-riendo— cualquier cosa, por más “buena” o hasta exce-lente que sea, si se excede la capacidad de manejarla,se transforma en un problema…

—Ya vas a comenzar con tus ejemplitos tontos, —res-ponde el ingeniero— pero ni creas que me convences.

En ese momento, cuando el licenciado voltea hacia elcielo, observa que se estaba llenando de infinidad deestrellas, y no se explica de dónde salieron tantas, yaprovecha para despedirse, antes que Miguel y Álvarocomiencen con otra discusión, por lo que interviene:

—Bueno Álvaro, pues ahora sí ya nos vamos, y créemeque quedamos muy agradecidos por su tiempo, pláticay compañía.

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—Encantados de haber tenido un día diferente graciasa su visita… ¡Ah! Y ojalá le pueda servir al menos algode lo que platicamos, porque hay tanto que se puede yse debe hacer…

—Lo transmitiremos…

Se despiden todos de forma muy amigable, y una vez quese retiran, Álvaro procede a cerrar la puerta de nuevo, yse regresa lentamente hacia a la casa del rancho.

No puede evitar sentirse un poco sorprendido Álvaro,ya que siente que ha sobrevenido un muy marcadocontraste en todo: Así como a esa esplendorosa tardehabía dado lugar a la oscuridad de la noche, de mane-ra parecida, una vez que se han retirado esos inespe-rados visitantes, ese diálogo intenso ha sido sustituidopor un gran silencio.

Hasta los pájaros contribuían a esa inesperada quie-tud, aunque Álvaro bien sabía que no procedían así deforma intencional, sino como obedientes seguidores deun misterioso protocolo, en el cual seguramente se in-dicaba, que una vez que el sol se iba, debían permane-cer callados. Sólo emitía un muy leve sonido esa débilbrisa que apenas toca las hojas y hierba, acompañadapor el canto de algunos entusiasmados grillos.

Aunque pensándolo bien, —recapacita mientras cami-na— creo que ni falta hace sonido alguno. Porque eseimpactante cielo azul profundo tachonado de estrellasparece acompañarlo, ya que casi siente que caminanjunto con él. Del mismo modo, el viento que apenas lotoca, le trae un aroma a hierba que no tiene paralelocon nada que recuerde…

En su lento andar disfrutando ese excepcional momento,va recordando también la diversidad de temas que toca-

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ron, y viene a su mente aquello que una vez le dijo donAlonso: Por algo Dios nos dotó a todos de perspectivasdiferentes, para que comparándolas, podamos accesar auna verdad superior, dentro de un contexto humano.

Pero hay algunas posiciones, —se decía a sí mismo—que de plano no aceptan comparar su particular ver-dad con la de otros. En fin, por algo son las cosas así, nihablar, y seguramente cada parte del mundo que nosrodea, es importante.

De pronto se detiene para observar de nuevo el cielo,sólo enmarcado levemente por el contorno de los árbo-les, y se pregunta a sí mismo: Si por una especie detravieso experimento, se le diera voz a todos esos testi-gos mudos que nos acompañan en el mundo, ¿qué di-rían de la actuación de los humanos? ¿Cómo juzgaríannuestras acciones?

Es cierto —se dice— ese solo pensamiento es un com-pleto disparate, estamos rodeados de cosas inanima-das, sin embargo, lo malo sería que, de poder hacerlo,su opinión no nos gustaría en absoluto. Pero aquí enesta noche, de manera excepcional, supongamos queesos que nos acompañan, pudieran expresarse de al-guna forma, ¿qué nos dirían? Su silencio actual, ¿seríade aprobación, prudencia, o acaso de vergüenza?

Por ello se justifica confiado Álvaro: Si la naturaleza eneste día, a todos ha sorprendido, con esa serie de cam-bios, permitamos ser contagiados, de su pasajera locu-ra, y con prudencia dejemos, que todos esos testigos,que en el mundo nos padecen, sólo hoy adquieran voz:

El mundo entero comprenderá, cuánta razón nos asis-te, cuando por completo ignoramos, los humanos des-atinos…

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Vean lo que hacen en sus locuras: a sí mismos se lla-man sabios, hasta dicen ser “homo sapiens”, y estánpor completo perdidos…

No perciben en su extravío, que por salirse de ruta,pusieron en riesgo al mundo, y a todas sus maravi-llas…

El camino que seguimos, en silencio y obedientes, se-ría también el de ellos, si olvidaran su arrogancia…

¿Cómo actúan esos que en sus locuras, a sí mismos sellaman sabios?

Unos dicen unas cosas, y los demás lo contrario, y mien-tras el mundo gime, padeciendo sus creaturas…

¡Oh, si tan sólo regresaran!, A la ruta que desde siem-pre, les fue muy bien señalada, tratándose como her-manos…

Si voltean hacia el cielo, reconociendo a quién los hizo,y siguiendo sus enseñanzas, ¡El llanto se iría del mun-do!

¡Olviden que el día de hoy hablamos!, que no consteen los libros santos, que sin permiso opinamos, y nues-tro silencio rompimos…

Las piedras querían hablar, y decirles sus verdades,pero queremos ser obedientes, y por eso se lo impedi-mos…

Queremos ser obedientes, a lo que al principio se nosdijo: Que cuando veamos desatinos, sólo miremos, ycallemos…

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Permanece un poco en silencio Álvaro, mientras vis-lumbra el contorno de los árboles, volteando tambiénarriba, donde parecen mirarlo todas esas estrellas, sin-tiendo en su rostro esa suave brisa que apenas lo toca,escuchando el tenaz canto de algunos grillos, y recapa-cita: Creo que es mejor que no nos digan nada, quepermanezcan en silencio, porque su sentencia, aun-que quizá justa, sería decepcionante.

En eso llega a la casa, y decide acudir a un lugar don-de se ingieren los alimentos, para tomar algo antes deretirarse a su cuarto, cuando viene rápidamente Ben-jamín y su hermano Joaquín a decirle:

—¿Qué le pasó a don Alonso?

—¿Por qué me dices eso? ¿Qué te dijo, o qué?

—Justamente, —dice Benjamín— casi ni quería hablarcon nadie, ni siquiera quiso probar nada y ya se subiómuy pensativo a su cuarto. Fíjate que he notado quecuando alguien viene como esos señores de hoy, a ve-ces le pasa eso.

—¿Para qué los dejaste entrar Joaquín? —Le recriminaBenjamín a su hermano.

—Yo por eso les pregunté primero, —replica— y Uste-des me dijeron que pasaran…

—No se preocupen tampoco tanto, —interviene Álvaro—lo que pasa es que don Alonso aunque no lo manifies-ta, rápidamente percibe a los demás, y cuando ve algonegativo, como que le molesta un poco, pero eso no esculpa de nadie, por favor ni se me preocupen, subo aver si puedo hablar algo con él. De verdad quédensetranquilos, que pasen buena noche y que descansen.

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Álvaro sube rápidamente al cuarto de don Alonso, yantes de tocar a la puerta, alcanza a percibir el sonidode la ópera “Nabuco”, pero eso no le tranquiliza sinoal contrario, porque recuerda que en ocasiones simila-res, hizo lo mismo.

Una vez que le permite el acceso, aprecia Álvaro deinmediato que don Alonso estaba muy preocupado, yle dice:

—¿Qué le pareció la visita de hoy?

—Son buenas personas, —manifiesta al tiempo que dis-minuye aún más el volumen de su ópera— pero creoque no harán nada de lo que comentamos.

—¿Por qué lo considera así?

—El licenciado, a pesar de que me parece bien inten-cionado, las personas que reciban ese informe, tendránotra perspectiva. Primero, no encontrarán la manerade manejar eso de forma políticamente redituable, porlo que lo más probable es que lo soslayen o dejen delado, y aparte, si consideran que podrían incurrir enalgún tipo de riesgo, menos todavía.

—Por otro lado Álvaro, aparte de que según ellos pue-dan considerar que podrían incurrir en un riesgo polí-tico, probablemente percibirán que los eventuales re-sultados positivos, no se reflejarán en el corto plazo, osea, dicho de otro modo, en el término de la presenteadministración, y eso influirá aún más para que no leden la importancia requerida.

—Te comento, eso, —añade— a pesar de que me pare-ce que hay buena intención y capacidad de parte deesta administración, pero creo que el asunto se puede

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quedar en los mandos intermedios, y acuérdate quepara colmo, hay ciertos grupos políticos contrarios que seopondrán sistemáticamente a casi cualquier cosa quese proponga.

—Aparte de todo, no creas que esa actitud inadecuadade muchos, queda circunscrita al ámbito de la política,sino que se extiende a toda forma de actuar de la esfe-ra humana. Una manera de proceder muy común, estratar de imponer nuestro particular punto de vista,creyendo que vislumbramos mejor el verdadero alcan-ce de las cosas, y tratamos de torcerlas en una deter-minada dirección, acorde a nuestra propia convenien-cia o parecer.

—Como prueba de ello, —prosigue— verás lo que pa-sará sobre el tema demográfico: Hay sectores, comolos grupos ultraconservadores de extrema derecha, quede forma solapada se opondrán en automático a todoaquello que parezca planeación poblacional, y eso serámuy grave, ya lo verás. Porque si no se disminuye másla tasa de crecimiento poblacional a niveles razona-bles, los problemas que hoy tenemos, serán apenas elpreludio de cosas mucho más conflictivas.

—Y además Álvaro, no creas que esa situación proble-mática es privativa de nuestro país, se extiende a casitres cuartas partes del mundo, casi coincidente con elporcentaje considerado como subdesarrollado, y justa-mente, lo que hace más peligroso a un problema, escuando no se le identifica como tal…

—Y como les comenté hace un rato: Por la particularmetodología empleada en la medición demográfica, elcrecimiento anual se le asocia con una base que cadadía crece más, lo que produce la falsa impresión deque, en términos porcentuales, tenemos una tasa real

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“descendente”, quedando convencida la mayoría de queeso es un problema ya superado.

—Me quedé pensando sobre ello, —continúa donAlonso— y estoy seguro de que cuando el licenciado,aún con una excelente intención, exponga el asuntoante otras personas, simplemente, le mostrarán los por-centajes “descendentes” que te digo, y no lo verán conla óptica que hemos citado. Por tanto, como Gustavono deseará entrar en conflicto con sus superiores, elasunto se archivará.

—Por eso Álvaro, ¿sabes una cosa? No me preocupantanto los problemas expuestos en sí mismos, sino másbien la actitud que muchos asumen ante ellos. Es cier-to, hay personas que se dan perfecta cuenta de mu-chas cosas, pero la inmensa mayoría está en otros me-nesteres.

—Pero bueno, —contesta Álvaro— aunque tiene razón,no debe preocuparse demasiado tampoco… Oiga, porcierto, —dice tratando de desviar deliberadamente suatención hacia otra cosa— En ocasiones he notado queescucha la ópera esa de “Nabuco”, que por cierto estámuy buena, ¿hay algo de particular en ella?

—No sé, mi estimado Álvaro, —le dice— si conoces elcontexto en que ella se desarrolla. Pero te la describo…

—Claro… —asiente rápido— en su propósito de dis-traerlo.

—Esa ópera, trata sobre una tragedia del pueblo deIsrael, cuando, varios siglos antes de Cristo, habiendosido destruido Jerusalén, a muchos de sus habitantesse les llevó cautivos a Babilonia, y obviamente, —se-gún el autor de la ópera— están ahí añorando tiempos

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pasados. Observa esta parte de ella donde, en español,dice así:

“¡Oh, patria mía, tan hermosa y perdida! ¡Oh recuerdoamado fatal! Arpa de oro de los vates fatídicos, ¿porqué ahora permaneces silenciosa colgada del sauce?”…

—Y sinceramente te lo digo Álvaro, el arpa de oro delmundo, también ha permanecido desde siempre en si-lencio colgada inútilmente de un árbol, cuando podríaestar entonando extraordinarias melodías de amor, pazy concordia para todos, pero la ceguera humana lo haimpedido.

—Porque mira, —prosigue— hay veces que escucho esaópera porque hago una especie de analogía. El pueblode Israel, cada vez que se salía del camino, le aconte-cía una tragedia, como eso que les pasó de la cautivi-dad en Babilonia. Y ¿sabes una cosa? El arpa de orodel mundo, con toda razón ha permanecido inmóvil ysilenciosa durante todos los siglos, y qué crees, ni sesabe de su existencia, porque asumimos una actitudque no permite que nuestros ojos vean.

—Siempre he creído Álvaro, que el ser humano fuediseñado de otra forma, para que fuéramos inocentescomo niños, y que simplemente siguiéramos una de-terminada ruta ya establecida, porque la capacidadhumana es muy limitada, y no alcanzamos a ver clara-mente el verdadero alcance y consecuencia de nues-tras acciones…

—Y fíjate, —le dice— ¿te digo qué es lo peor?

—¿Qué, don Alonso?

—Que creemos que vemos, sin poder hacerlo. Imagí-nate una persona que carece de la vista, y no puede o

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quiere reconocerlo, ¿qué le pasaría? Su vida estaríallena de tropezones leves y graves. Si volteamos haciaatrás en la historia, no hay siglo donde no esté lleno deerrores de todo tipo.

—Y ahora te pregunto, ¿cómo me pides tú que no mepreocupe, cuando vemos de forma palpable, que si bienmuchas cosas podrían arreglarse, hay unos que no po-nen suficiente empeño en ello, y otros, de plano trata-rán de impedirlo?

—¿Cómo puede alguien no preocuparse, cuando vemosque la ceguera humana, provoca miseria física y hu-mana, desolación y el mundo muere de frío?

Se queda Álvaro sin poder articular palabra, recono-ciendo cuánta razón tenía, y sin saber qué contestarle,por lo que sólo atina a decir:

—Don Alonso, —dice con voz queda— mañana seráotro día, y como Usted mismo me ha dicho, a cadanoche le sigue un día, y a cada tempestad le sobreven-drá la calma. Siempre hay solución para todo, mañanaseguimos platicando de eso.

—Está bien Álvaro, nos vemos mañana y platicamos,pero no puedo dejar de pensar, ¡qué diferentes podríanser las cosas! En fin…

En eso se despiden, y Álvaro se retira también a suhabitación, profundamente inquieto, no tanto por la casinula expectativa que también tenía, sino por la preocu-pación que apreciaba en don Alonso.

Mala combinación en una persona, —se decía a sí mis-mo Álvaro mientras se dirige a su cuarto— cuando seconjuga por un lado mucha percepción de los proble-

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mas, junto con cierto conocimiento sobre las causasque los producen. Alguien así se da perfecta cuenta delos errores y cómo se incurre en ellos, sintiéndose im-posibilitado para corregirlos.

Con razón —continúa meditando al introducirse en supropio cuarto— bien dijo el gran Rey Salomón: “A ma-yor conocimiento, mayor es el afán”, ya que, en la me-dida en que una persona tenga mayor nivel de con-ciencia sobre lo que le rodea, se va a preocupar másante los problemas, y peor aún, cuando esa mayor per-cepción, le hace caer en cuenta que no podrá hacergran cosa.

Pero bueno, ni hablar, —se dice resignado— voy a tra-tar de no caer yo también en lo mismo, y como le decíaa don Alonso: Mañana será otro día, ni hablar…

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CAPÍTULO XA LA NOCHE SIGUE EL DÍA

Después de haberse quedado leyendo Álvaro hasta muytarde para disipar su inquietud, se despierta sobresal-tado mucho antes de que amanezca, deseando ir a con-versar de nuevo con don Alonso sobre muchas cosasque quedaron pendientes…

De pronto, recuerda que muy a menudo, a don Alonsole gustaba ir a esperar el día en una pequeña colinacercana a la casa, conocida como “el cerrito”, y ahí sesentaba en la parte oriental de la misma. Y en ese díaen particular, tenía la certeza Álvaro de que, por eldesasosiego que había percibido en él la noche ante-rior, seguramente estaría ahí casi tan puntual como elmismo aparecer de un nuevo día.

Aparte de todo, —se decía mientras se vestía— contoda razón a don Alonso le gustaba ver ese inigualableespectáculo del amanecer cuanta vez podía, ya que encada uno de ellos, parecía que la naturaleza se esforza-ba por proporcionarnos un regalo muy especial.

Una vez que se ha colocado también su jorongo enci-ma para protegerse del frío matinal, y al ir saliendo dela casa y como es costumbre en todas aquellas perso-nas que están en contacto con el campo, voltea haciael cielo para ver si las cosas en cuanto al clima habíancambiado, y aprecia que todo sigue más o menos igual,sólo continuaba soplando un débil viento del norte, aun-que el termómetro no había descendido demasiado.

No obstante, ello hacía que no hubiera ni la más insig-nificante nube en el cielo, y lo único que aprecia, es

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que ese esplendoroso tapete de estrellas, sin que nadielo hubiera tocado, se había recorrido perfectamenteacomodado en dirección al poniente.

Cuánta razón tenía Benjamín, —pensaba— cuando meenseñó a conocer la hora, sólo viendo la posición de lasestrellas. La naturaleza —reconocía también— ahí estápara enseñarnos cosas, sólo le falta hablar, aunque,como anoche consideró también, sería mejor que no lohiciera.

Al ir caminando hacia esa pequeña colina conocidacomo “el cerrito”, sintiendo en el rostro esa débil aun-que agradable brisa, observa cómo la luna está ahoracolocada al oriente, sólo iluminada en la parte inferiorcon Venus a un lado. Pero esa parcial iluminación denuestro satélite natural, hacía que asemejase una me-dia lunita con sus cuernos hacia arriba, lo cual echó avolar su imaginación también en ese breve trayecto:

Con toda razón, —meditaba— allá en la antigüedad,los primeros observadores del cielo, al no estar cons-cientes de que la luna y las estrellas están en dos pla-nos muy diferentes, y entre muchos otros factores, nues-tra distancia entre ellos es abismal, ya que la lunaestá a pocas centenas de miles de kilómetros, y encambio, las estrellas están a años luz, eso hace que,desde la superficial mirada humana, al moverse enla bóveda celeste a velocidades distintas, se generauna interesantísima ilusión óptica, digna de llamarla atención:

El movimiento “retrogrado” de 45 minutos diarios denuestro satélite con respecto a la bóveda celeste, hizoque muchos pueblos antiguos, tuviesen la “clara” idea

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de que los astros estaban “surgiendo” de la luna, cuan-do lo que sucedía en realidad, era que sólo estabanocultos por ella.

En ese momento recuerda Álvaro lo que en una oca-sión le dijo don Alonso: Que muchos pueblos paga-nos de la antigüedad, bajo la denominación de Isis,Diana, Artemisa y otras, consideraron a la luna nosólo como una deidad, sino como la misma “madrede los dioses”, ya que, visualmente hablando, en rea-lidad, aquellas civilizaciones tuvieron la clara per-cepción de que muchos astros, que a su vez conside-raron también dioses, “nacían” o procedían de estenuestro satélite.

Con razón, —caía en cuenta— la mayoría de las esta-tuas de estas diosas paganas, al haber sido asociabascon la luna, y ya firmemente establecida esa creencia,fue considerada como la “madre de los dioses”, o la“reina del cielo”, colocando a sus plantas una medialunita con sus cuernitos hacia arriba.

—Y qué cosa tan curiosa, —continuaba pensando mien-tras llegaba— creo que la mayoría de personas y hastaalgunos líderes religiosos, en su afán de querer hacerlas cosas a su peculiar manera, fomentando el culto aciertas imágenes que siguen arrastrando aquella simbo-logía de la antigüedad, ni se imaginan su verdaderaprocedencia.

En eso llega a la pequeña colina esa, pero como llegópor un costado, ya conoce la vereda para situarse aloriente de la misma, que es donde se presentaba unavista privilegiada hacia la salida del sol, que es dondeesperaba encontrar a don Alonso.

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Y tan pronto da vuelta a una gran piedra, se presentaante sus ojos un espectáculo único, ve a don Alonsocon los brazos levantados, seguramente haciendo unaoración ante Dios.

Ello lo hace detenerse de inmediato, porque lo quemenos hubiera querido, era interrumpir ese especialmomento. Él ya sabía que don Alonso era un hombrecon muy firmes convicciones hacia Dios, y seguramen-te quiso aprovechar ese inigualable momento, creyen-do que estaba solo, para dirigirse hacia él.

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Por tanto, decide esperar un rato, y retrocede de for-ma discreta, aprovechando para disfrutar él por su partede ese bello espectáculo del cielo, sabiendo que unavez que fuera apareciendo muy puntual el sol, podríaplaticar ahí con don Alonso.

Para no regresarse a la casa, se sienta y recarga al piede un árbol, disfrutando de todo, incluyendo un aromaa hierba que nada hubiera podido igualarlo.

Sin embargo, como la noche anterior había tenido undescanso muy irregular, el sueño lo vence y, sin habér-selo propuesto, se queda dormido ahí mismo.

No sabe cuánto tiempo transcurrió, pero la incipienteluminosidad del nuevo día, y el entusiasta canto de lospájaros, hace que se despierte sorprendido, ya que noesperaba que pasase tanto tiempo.

Acude presuroso al sitio que conoce, y don Alonso yano se encontraba en ese lugar. Al voltear hacia el piso,ve que olvidó una libreta abierta donde había escritoalgo, y como sabe que de repente escribe cosas, y hadecidido irlas guardando, ya que incluso cuenta con laanuencia para hacerlo.

Por tanto, observa esa libreta abierta, y puede leer loque ahí está escrito:

El verdadero pintor.

Si juzgamos por lo que vemos, seguro nos equivoca-mos, porque en el mundo existen cosas, que ni de lejospercibimos…

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Hay un pintor que hace cosas, que debieran asombrar-nos, pero como cada día las vemos, tal vez nos acos-tumbramos…

Otros pintores del mundo, creen que pintar es ir copian-do, cosas que otros ya hicieron, y eso ya los hizo artistas…

Sólo el verdadero pintor, es quien hizo vida y lienzo, esquien dibujó las estrellas, y las puso a dar de vueltas…

Sólo el verdadero pintor, sabe hacer cosas tan bellas,buscando también transformar, y dar el don de la vida…

Saca vida del mismo polvo, cambia la faz de las cosas,y en un mismo día cambia ropajes, transformando suscolores…

Por eso el azul que ahora vemos, todo repleto de estrellas,en un rato lo irá aclarando, y a los astros ocultando…

Y todo eso porque él espera, que te tomes de su mano,que ayudes siempre al hermano, y así te integres allienzo…

Tan pronto lo lee, se trae todo el cuaderno, para en unrato pedirle su anuencia para también guardarlo.

Se dirige rápido a donde se están reuniendo los traba-jadores, lugar donde Benjamín asigna las labores deldía, confiando poder encontrarse con él ahí.

De pronto lo ve a lo lejos, con su ya conocido jorongo yla vista hacia el suelo, completamente ensimismadoen infinidad de cosas, y como su paso era quedo, enpocos minutos lo alcanza, y, confiando que su estadode ánimo en ese nuevo día ya fuera diferente, le dice:

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—¡Hola don Alonso muy buenos días!

—¡Mi estimado Álvaro muy buen día! ¿Cómo estás?

—Don Alonso, —le dice mostrándole el cuaderno quese encontró en “el cerrito”— Me encontré este cuader-no ahí en el suelo de “el cerrito”, ¿puedo guardarlo?

—Claro, ¿y para qué lo quieres guardar?

—Es que me permití verlo, y ahí hay unas líneas escri-tas por Usted, y le prometí a sus hijos que cuando vie-ra notas así suyas, que se las iba a guardar. Y añade:

—¿Le digo una cosa don Alonso? Podría hacer más no-tas de esas, podría hacer unos poemas o algo así…

—¡Uh! No tiene caso, el poema ya está hecho. El pro-blema es que no lo vemos.

—¿El poema ya está hecho? ¿Hizo algo que no conozca?

—No, no lo hice yo, y no me refiero a eso. El verdaderopoema ya está hecho, y más bien debemos pensar enno descomponerlo.

Se queda Álvaro desconcertado, y don Alonso añade:

—El poema verdadero ya está en todo, pero ni siquieralo vemos. Está en la risa de un niño, en un árbol, unamanecer, las estrellas del cielo, esa flor que está ahí—y la señala— en el viento, incluso, qué crees, hastaen los aparentes problemas hay enseñanzas y cosasque admirar. Pero no lo vemos. Y añade:

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—El reto es descubrir eso y cuidarlo.

En ese momento, Álvaro se da cuenta de que volvió aser el de siempre, y ya su estado de ánimo era afortu-nadamente diferente al del día anterior, por lo queaprovecha y le dice:

—Ahora ya más en calma, ¿qué piensa de la visita deayer?

—¡Ah, para que veas! El tonto de mí ya estaba sacandoconclusiones también tontas.

—¿A qué se refiere?

—Mira, cuando vemos la necedad y la miopía que depronto aparece en todos, incluyéndome a mí, nos po-nemos a hacer juicios y muy a menudo nos equivoca-mos por completo.

—Ayer, —prosigue— me quedé muy preocupado, pen-sando, en mi pobre y superficial juicio, que las cosas fun-cionaban, sociológicamente hablando, de manera errática,y la verdad, hoy me vine temprano a meditar al “cerrito”,justo ahí donde te encontraste la libreta, y gracias a Dios,ahora veo las cosas de otra manera muy diferente.

—¿Y cómo las ve ahora don Alonso?

—El hecho de que las cosas funcionen así, aparente-mente de forma errática, —entre muchos otros facto-res y cosas que ni siquiera entendemos— no es queestén mal, sino que es una manifestación de la enormesabiduría y bondad de quien hizo todo.

—Observa, —continúa— una vez que los humanos, que-riéndonos pasar de listos, nos fuimos por otra ruta, el

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Señor, en lugar de destruir todo lo hecho, y quizá ha-cerlo de nuevo, —como podríamos haber procedido túo yo— reacomoda las cosas con un propósito que lamayoría ni entendemos, transformándolo en un enor-me campo de prueba, para separar trigo de paja.

—¡Ah, maravillosa sabiduría de quien hizo todo! Crée-me, mi buen Álvaro, que mientras más le pienso, másme sorprendo de lo que vemos. ¡Y tonto de mí que nisiquiera lo veía! ¡Qué barbaridad!

Álvaro decide deliberadamente no decirle nada, paradejar que siga comentando su siempre singular pers-pectiva:

—Es cierto, Álvaro, hay y seguirá habiendo personasque sigan otras cosas, pero, afortunadamente, se nosjuzgará a todos con un juicio individualizado. Y la obli-gación nuestra no es juzgar, porque ni vemos nada, nisomos capaces de interpretar el más leve actuar desemejante alguno, más bien, debemos enfocarnos enhacer lo que debemos.

—Y antes que nada, los humanos debemos tener con-fianza, en que quien hizo todo, regenerará las cosas dela mejor manera y en el momento que quiera. ¿Nosvamos a convertir en jueces? Mal haríamos, la sola ideame parece un disparate.

—Bien suponía yo don Alonso, que un nuevo día, nosiba a dar una renovada y mejor perspectiva de todo,no sabe el gusto que me da escuchar eso, y coincidoplenamente.

—Y ya por último —añade Álvaro— ¿Cree que se haráalgo de lo que platicamos ayer?

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JUAN M. OCHOA T.

—No creo que hagan absolutamente nada por las razo-nes que te expuse —responde— y ojalá me equivoque.Pero eso pasa completamente a segundo término, mira,hay un escritor norteamericano que una vez leí, quedijo: “Haz lo mejor que puedas cada día, y deja el re-sultado a Dios”.

—Si lo hacen o lo dejan de hacer, o por qué si o no, esoya es un asunto fuera de nuestra competencia. Ya cum-plimos con exponerlo.

—Te cuento, —reitera— por muchos años estuve di-ciendo cosas similares en la Sociedad que te platiqué,lo dije por todos los medios que pude, en el radio, tele-visión, libros… Hubiera querido hacer mucho más, perono me fue posible. Pero tampoco me puedo angustiar,como te digo, hay que tener confianza en quien mane-ja todo, él sí sabe hacer las cosas, que no lo entenda-mos, es otro asunto. Los demás, ¿sabes qué? Los demássomos unos tontitos, y yo el primero de ellos.

En eso viene Amarildo de la casa a avisarle:

—Don Alonso, le acaba de llamar su amigo el historia-dor Antonio Muñiz, que si puede venir otra vez a plati-car con Usted.

—¡Por supuesto! ¿Dónde está ahora?

—Está en Zamora, y me pregunta si podemos recoger-lo allí. Y por cierto, yo tengo que ir ahí este fin desemana para ver a mi novia Ana Bertha, si gusta me lotraigo.

—¡Buena idea! —contesta don Alonso— Y si gustasÁlvaro, dale una visitada a tu novia Esther, porque sino te ve, —le dice de broma— va a querer matarme a

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EL TONTO DE LA COLINA

mí, ¡ah! y me la saludas también. Y de regreso se traena mi amigo Antonio y su esposa, seguro me traen li-bros interesantes.

—Voy a dar una vuelta a la parte de arriba Álvaro, siquieres nada más, antes de irte hoy sábado, ponte deacuerdo con Benjamín como se va a organizar lo de lafertilizada la semana próxima, y ahorita nos vemos paradesayunar.

Y así ven alejarse a don Alonso con su característicoandar pausado, que se va pensando en quién sabe quécosas.

Casi hasta parece que el viento y el entorno están deacuerdo con él y lo acompañan, aunque su voto de silen-cio les impide expresar opinión alguna.

Más, si pudiesen hacerlo, o al menos en términoscomprensibles, quizá podrían decirnos algo como esto:

Cuánta razón teníamos, seguro nos dirían los vientos,vean si nos vimos sabias, también nos dirían las aguas,cuando guardamos silencio…

Cuando se cumplan los tiempos, y esas aguas desbor-dadas, que a su paso todo dañan, en su momento pre-ciso, regresarán a sus cauces…

Y dichosos serán aquellos, que quedaron bien planta-dos, a orillas de los ríos, siempre contarán con hojas,fructificando bien y a tiempo…

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DEDICATORIA:

Este libro está dedicado a esa pequeña ogran parte de don Alonso que todos en

alguna medida llevamos, misma que poruna diversidad de causas, no puede

salir a flote.

AGRADECIMIENTO:

No hubiera podido llegar este libro hasta sus manos,sin la acuciosa revisión del historiador don Antonio Muñiz Pajín,

ilustración de portada de Ana Sofía Ochoa Ricoux,análisis económico de Griselda Samaniego Barrón,

y el trabajo de tipografía y formación de Luis Tovar Carrillo.

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Este libro se terminó de imprimiren el mes de enero de 2014

en los talleres deCactus Displays, S. A. de C. V.

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La SOCIEDAD MEXICANA DE GEOGRAFÍAY ESTADÍSTICA, A.C. fue fundada en el añode 1833, por Don Valentín Gómez Farías.

Ha contado entre sus miembros a muchos delos más distinguidos intelectuales, científicosy políticos de México, entre ellos AndrésQuintana Roo, Mariano Otero, MelchorOcampo, José María la Fragua, ManuelOrozco y Berra, Miguel Lerdo de Tejada,Leopoldo Río de la Loza, Ignacio Ramírez (ElNigromante), Gabino Barreda, SantosDegollado, Justo Sierra, Joaquín GarcíaIcazbalceta, Luis Bolland Kumackl, VicenteRiva Palacio, Félix Palavicini, Miguel Schultz,Guillermo Prieto, Antonio Caso, Emilio PortesGil, Jesús Silva Herzog, Jesús Reyes Heroles,Daniel Cosío Villegas, Jaime Torres Bodet,Julio Zamora Bátiz, Ignacio Chávez, MiguelAlemán Valdés, José Clemente Orozco,Alfonso Reyes, Adolfo Ruiz Cortines, AdolfoLópez Mateos y una gran cantidad de distin-guidos personajes, en virtud de lo cual, a estaBenemérita Institución se le considera comoprecursora de la Independencia cultural de laNación.

Su fundador, el Médico don Valentín GómezFarías, siendo Presidente Interino de laRepública Mexicana, dedicaba parte de sutiempo libre a atender a las víctimas de unaepidemia de cólera que azotaba la ciudad deMéxico.

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Si desea sorprenderse al descubrirel extraordinario potencial que subyaceen todo ser humano, y si además, le gustaríahacerlo de una forma amena y clara, seráimprescindible la lectura del presente libro.

También le ayudará a comprender mejorel verdadero origen de muchos de losconflictos que ahora mismo le pareceninexplicables.

Por ello, nos atrevemos a asegurarle que,la percepción que tiene sobre ciertosasuntos clave, será diferente después dehaber disfrutado de cada una de suspáginas.

SOCIEDAD MEXICANA DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA, A. C.

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