El soldadito de plomo.

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Desde la ADAMPI-Aragón queremos compartir con todos vosotros esta versión de “El Soldadito de Plomo”, llevada a cabo por Cristina de la Fuente e ilustrada por Pepa Sastre, a quienes agradecemos enormemente su trabajo.

Con este conocidísimo relato, queremos mostrar a los niños que si abren bien los ojos, tal vez encuentren a su alrededor otros “Soldaditos” que como el del cuento, sólo aspiran a ser uno más entre todos sus amigos y a poder jugar y crecer como cualquier niño de su edad.

¡Esperamos que os guste!

EL SOLDADITO DE PLOMO

Había una vez un jugueteroque fabricó un ejército desoldaditos de plomo, muyderechos y elegantes. Cadauno llevaba un fusil alhombro, una chaqueta roja,pantalones azules y unsombrero con una insigniadorada al frente. Aljuguetero no le alcanzó elplomo para el últimosoldadito y lo tuvo que dejarsin una pierna.

Pronto, los soldaditos seencontraban en la vitrinade una tienda de juguetes.Un señor los compró pararegalárselos a su hijo porsu cumpleaños. Cuandoel niño abrió la caja, enpresencia de sushermanos, el soldadito sinpierna le llamó mucho laatención.

El Soldadito se encontró depronto frente a un castillo decartón con cisnes flotando a sualrededor en un lago deespejos.

Frente a la entrada había unapreciosa Bailarina de Papel.Llevaba una falda rosada de tul.La bailarina tenía los brazosalzados y una pierna levantadahacia atrás, de tal manera queno se le alcanzaba a ver.-¡Qué hermosa es!- Pensó el Soldadito.

Esa noche, cuando ya todos en la casa se habían ido a dormir, los juguetes comenzaron a divertirse. Los demás juguetes bailaban ycorrían por todas partes.

Los únicos juguetes que no se movían eran el Soldadito dePlomo y la hermosa Bailarina de Papel. Inmóviles, se miraban eluno al otro. De repente, dieron las doce de la noche.La tapa de la caja de sorpresas se abrió y de ellasaltó un Duende con expresión malvada.El Duende estaba enamorado de la Bailarina yno soportaba que el Soldadito y la Bailarina se gustaran así quele dijo:

-¿Tú qué miras, soldado? -gritó.El Soldadito siguió con la mirada fija al frente.

-Está bien. Ya verás lo que te pasará mañana-anunció el Duende.

A la mañana siguiente, el niño jugó un rato consu Soldadito de Plomo y luego lo puso en el borde de la ventana,que estaba abierta.

A lo mejor fue el viento,o quizás fue el Duende Malo… lo cierto es que el Soldadito de Plomo se cayó a la calle.

El niño corrió hacia la ventana,pero desde el tercer piso no se alcanzaba a ver nada.

Tuvo que aceptar que había perdido a suSoldadito.

Afuera, unos niños de la calle jugaban bajo la lluvia.Fueron ellos quienes encontraron al Soldadito de Plomo cabeza abajo.

-¡Hagámosle un barco de papel!-gritó uno de los chicos.

Llovía tan fuerte que se había formado un pequeño río por los bordes de las calles.Los chicos hicieron un barcocon un viejo periódico,metieron al Soldadito allíy lo pusieron a navegar.

El Soldadito de Plomo permanecía erguido mientras elbarquito de papel se dejaba llevar por la corriente.Pronto se metió en una alcantarilla y por allí siguió navegando.

-¿A dónde iré a parar?- pensó el Soldadito.

El barco de papel siguiónavegando por la alcantarillahasta que llegó al canal. Pero, ya estaba tan mojadoque no pudo seguir a flotey empezó a naufragar.Por fin, el papel se deshizocompletamente y el erguidoSoldadito de Plomo sehundió en el agua. Justoantes de llegar al fondo, un pez gordo se lo tragó.

-¡Qué oscuro está aquí dentro!- dijo el Soldadito de Plomo-¡Mucho más oscuro que en la caja de juguetes!

El pez, con el Soldadito en el estómago,nadó por todo el canal hasta llegar al mar.El Soldadito de Plomo extrañaba la habitación de los niños,los juguetes, el castillo de cartón y extrañaba sobre todoa la hermosa Bailarina.

-Creo que no los volveré a ver nunca más-suspiró con tristeza.

El Soldadito de Plomo no tenía la menoridea de dónde se hallaba. Sin embargo,la suerte quiso que unos pescadores pasaranpor allí y atraparan al pez con su red.

El barco de pesca regresó a la ciudad con su cargamento.Al poco tiempo, el pescado fresco ya estaba en el mercado;justo donde hacía las compras la madre del niño.Después de mirar la selección de pescados, se decidió por el más grande: el que tenía al Soldadito de Plomo adentro.

-¡Qué buen pescado! -exclamó la madre.

- Aquí hay algo duro…-murmuró.

Luego, llena de sorpresa, sacó al Soldadito de Plomo.

La madre lo reconoció de inmediato.

-¡Es el Soldadito que se le cayó al niño por la ventana!

-exclamó.

El niño se puso muy feliz cuando supo quesu Soldadito de Plomo había aparecido.

El Soldadito se dio cuenta

de que estaba de nuevo

en casa.

En la mesa vio

los mismos juguetes

de siempre, y también el

castillo con

el lago de espejos.

Al frente estaba la Bailarina.

Ella lo miraba

también.

De repente, el hermano del niño agarró al Soldadito de Plomo diciendo:

-Este soldado no sirve para nada. Sólo tiene una pierna.Además, apesta a pescado-.

Todos vieron aterrados cómo elmuchachoarrojaba alSoldadito de Plomoal fuegode la chimenea.

La Bailarina se lanzó para intentar salvarle.

Y el niño, asustado, gritó:-¿Cómo que no vale para nada?¡Es mi favorito!¡Es el más valiente e intrépido de todos!Se cayó por la ventana, llegó hasta el mar yha sabido volver él solo-.

Entonces cogió unas pinzas de asar la carne

y consiguió sacarles del fuego.

Con el calor de las llamas

el Soldadito de Plomo y la Bailarina

quedaron unidos para siempre en forma de corazón

y fueron muy felices juntos.