(El Siglo Mecanico 02) Clementine - Cherie Priest

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Cherie Priest triunfó con la serie ‘El siglo mecánico’. Clementine es el segundo volumen, precedido por el premiado Boneshaker. La mezcla de géneros y la calidad de su prosa la acercan a Bacigalupi, por sus asolados futuros alternativos, o al trepidante Westerfeld.La popularidad de Maria Isabella Boyd como espía confederada la inhabilita para desempeñar semejante labor, por lo que empieza a trabajar, muy a su pesar, para la agencia nacional de detectives Pinkerton de Chicago.La nave Clementine, un dirigible de transporte federal con un cargamento altamente secreto, debe llegar sin demora a su destino, pero está siendo salvajemente acosada.Su incansable perseguidor es el pirata aéreo Croggon Hainey, un esclavo fugitivo buscado por las autoridades desde hace quince años. El deber de Maria es atraparlo, pero cuando fuerzas ajenas conspiran contra ambos, deciden arriesgarse y formar una alianza... Alguien, en algún lugar, va a lamentar el día en que se cruzó con ellos.

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  • Annotation

    La popularidad de Maria IsabellaBoyd como espa confederada lainhabilita para desempear semejantelabor, por lo que empieza a trabajar,muy a su pesar, para la agencia nacionalde detectives Pinkerton de Chicago.

    La nave Clementine, un dirigible detransporte federal con un cargamentoaltamente secreto, debe llegar sindemora a su destino, pero est siendosalvajemente acosada.

    Su incansable perseguidor es elpirata areo Croggon Hainey, un esclavofugitivo buscado por las autoridadesdesde hace quince aos. El deber de

  • Maria es atraparlo, pero cuando fuerzasajenas conspiran contra ambos, decidenarriesgarse y formar una alianzaAlguien, en algn lugar, va a lamentar elda en que se cruz con ellos.

  • Cherie PriestClementine

    oOoTtulo Original: Clementine

    Traduccin: Laura Rodrguez Gmez 2010, Cherie Priest

    2013, La factora de ideasISBN: 9788490181621

    oOo

  • 1

    Capitn CroggonBeauregard Hainey

    Croggon Hainey sobrevol las montaasRocosas con un dirigible prestado y sinnombre durante seis das, hasta quefinalmente la nave dej atrs las ltimascrestas recortadas y mesetas cubiertasde nieve al otro extremo de Denver.Haba hecho este recorrido decenas deveces antes, con mal y buen tiempo, concargamento de contrabando y con

  • pasajeros. Y en este viaje en particular,un viento a favor haca avanzar la navecon suavidad.

    Pero la velocidad que lo llevabadesde el noroeste del Pacfico,sobrevolando las montaas hacia lasplanicies, no mejor el humor delcapitn.

    Con los puos cerrados y apretadossobre las rodillas, refunfu:

    Ya deberamos haberlosalcanzado. Deberamos estar justo sobreellos.

    La brisa nos mueve a ambos replic el primer oficial, y se encogide hombros. Se ajust los anteojos paraprotegerse del reflejo del sol en lasnubes y aadi: Pero los

  • alcanzaremos en cualquier momento.Hainey se revolvi en el asiento

    del capitn, concebido para un hombremucho ms pequeo. Se quit elsombrero y se masaje las sienes, comosi as fuese a sentirse ms despierto oconcentrado.

    Tendrn que atracar pronto. Nisiquiera se hicieron con un tanque enterode hidrgeno en Grand Junction.Simeon? Se dirigi al primer oficial,que estaba igual de apretujado en unasiento junto a l.

    S seor?Tienen que parar en Topeka,

    verdad? No hay ningn otro sitio queconozcas adonde pudiesen ir ellos... onosotros?

  • No que yo sepa, pero hacebastante que no vengo por aqu. QuizBrink pueda ayudarlo contest,aunque no pareca muy preocupado. Porencima del hombro pregunt: Cmovamos de combustible?

    Lamar apart a un lado de la bocael tabaco que mascaba para poderhablar:

    Vamos bien. Llegaremos msall de Topeka, si eso es lo que quiereor. El ingeniero mir hacia la puertade la sala de mquinas, pese a que nopoda ver del todo bien los tanquesdesde donde estaba sentado. Quizincluso hasta Misuri.

    El capitn no rebosaba alegraprecisamente, pero por un momento su

  • voz pareci menos infeliz.Podramos llegar hasta Kansas

    City?Podramos, pero no apostara la

    nave. Lamar dio forma a la lasca detabaco apretando los labios.

    Simeon llev la mano a la palancadel propulsor y con el codo toc un granpomo de cristal.

    Bueno, yo quiz s apostara estanave dijo, pero no insisti en suqueja. Todo el mundo ya saba que elnavo sin nombre, que haba sidofabricado para hombres pequeos ycargamento ligero, no era la navepreferida de nadie. Y nadie querainsinuar, ni siquiera en broma, que noiban a hacer lo que fuese para recuperar

  • la nave preferida del capitn.Hainey se levant del asiento del

    capitn. Al hacerlo le crujieron lasrodillas y se agach para no golpearsela cabeza contra la campana de cristalque lo separaba del cielo. Se apoy enella con una mano y mir a lo lejos,luego hacia el suelo y despus hacia elcielo hasta donde le alcanzaba la vista,pero lo que vio no le dijo nada que nosupiese ya.

    Su nave, su verdadera nave, la quehaba robado justo haca ocho aos, noestaba por ninguna parte.

    Le preguntaba a todo el mundo y anadie en particular Adnde crees quese la han llevado?, pero como habahecho esa pregunta cientos de veces

  • durante la ltima semana, ya saba queno poda esperar obtener una respuestatil. Poda especular, s, pero ninguna desus especulaciones le daba esperanzas.

    Felton Brink, ese ladrn pelirrojo,se haba llevado la nave de Hainey, laCuervo Libre, y volaba hacia el este conella. Todo eso era evidente.

    Durante su persecucin, CroggonHainey sali del puerto de la ciudad deSeattle, en el Pacfico, atraves Idaho yTwin Falls hasta llegar a Wyoming,donde estuvo a punto de atrapar a Brinken Rock Springs. Luego habancambiado el rumbo hacia el sur y unpoco hacia el oeste, en direccin a SaltLake City, a continuacin hacia el este,atravesando Colorado, y ahora el rastro

  • los haca atravesar Kansas a ambos.Llevaban rumbo hacia el este. A

    excepcin de ese breve desvo, siempreiban hacia el este.

    Y no importaba demasiado si laCuervo Libre viraba hacia el norte ohacia el sur al otro extremo del roMisisipi. En cualquiera de las orillas alcapitn lo esperaban problemas, y losaba.

    La lnea Mason Dixon significabapoco para l. Cualquiera de los ladosque separaba implicaba su captura y,probablemente, un pelotn defusilamiento o la soga, aunque enigualdad de circunstancias habrapreferido ser castigado por la Unin.Los estados del sur en general (y

  • Georgia en particular) ya le haban dadomucho. Las rayas abultadas de colorrosa que tena en la espalda y la marca afuego que le haban hecho en el hombroya eran suficientes recuerdos de unavida de esclavitud y no pensaba aadirms a la coleccin.

    Y por mucho que dijese en voz altaNo me importa adnde lleven mi naveporque mi plan es recuperarla, para susadentros rezaba por que fuese hacia elnorte. En la Unin solo era un pirata ynicamente le dispararan si lo vean. Enlos Estados Confederados era todo eso yun fugitivo que deban capturar.

    No era justo. No tena ningunaintencin de volver al otro lado del ro,al menos durante varios aos... o por lo

  • menos hasta que la guerra hubieseterminado. Y tampoco era justo que unsucio ladrn (un conspirador tan jovenque podra ser su hijo) se hubiesefugado con una nave que l habahurtado y personalizado.

    Hainey esperaba que valiese lapena lo que le estaban pagando a FeltonBrink, porque cuando lo atrapase noquedaran suficientes restos paraenterrar del ladrn de pelo rojo.

    Sopl viento de cola y la nave sinnombre se desvi ligeramente de surumbo. Otra, procedente del propulsorapropiado, compens la anterior ymantuvo la nave en su ruta y, sobre lalnea recta y continua que formaba elhorizonte de la pradera, Croggon vio por

  • el rabillo del ojo un punto negro queparpadeaba.

    Se levant y se puso recto,demasiado rpido. Se golpe la oscura ypelada cabeza con la parte inferior deltecho demasiado bajo de la cabina, ysolt una palabrota y luego seal algo.

    Hombres dijo. Nunca losllamaba chicos. All, en el suelo.Lo veis? Es eso lo que yo creo que es?

    Simeon se inclin hacia delante consu languidez habitual. Entrecerr losojos tras las gafas y dijo:

    Es un barco. Est encallado.Ya veo que es un barco. Lo que

    no consigo ver es si es mi barco o no.Dame el catalejo orden. Extendi elbrazo hacia Simeon, pero fue Lamar

  • quien le entreg el instrumento y sequed junto a la ventanilla.

    Hainey extendi el tubo telescpicoy lo coloc a la altura del ojo derecho.Tena por costumbre apoyar el pulgar enla cicatriz que divida ese lado de sucara desde la comisura de los labioshasta la oreja. Cerr el ojo izquierdo.Examin y seal la zona en la que seencontraba el punto alejado, y entoncesdeclar con su voz fuerte, grave yestruendosa:

    Ah est.Lamar coloc las manos sobre las

    cejas para cubrirse los ojos a modo devisera.

    Est seguro?Por supuesto que estoy seguro.

  • A qu distancia? preguntSimeon, y se situ cerca de las palancasy los mandos importantes y los botonespertinentes, preparndose para elaumento sbito de velocidad que Haineyestaba a punto de ordenarle.

    A poco ms de tres kilmetrosconjetur el capitn. Y cielodespejado, no podemos contar con lameteorologa. Cerr el telescopio,devolvindolo as a su tamao reducido,y lo guard en el bolsillo frontal delpecho.

    Lamar sacudi la cabeza sindiscutir, pero pensando en ello.

    Se han estado moviendo muydespacio. No me extraa que hayantenido que parar aqu.

  • Simeon se apart los anteojos y selos puso sobre la cabeza; la correapresionaba los mechones enredados desu cabello, torpemente entrenzado.

    Nunca han alcanzado unavelocidad digna de la nave dijo, y suacento isleo transform sus palabras enuna acusacin.

    Hainey lo saba y era algo que lepreocupaba, pero as poda ganarterreno de verdad. La nave CuervoLibre, que Brink haba rebautizado comoClementine, haba sido en su da undirigible de guerra confederado capazde alcanzar velocidades vertiginosascuando se pilotaba de manera correcta.Sin embargo la nave haba estadovolando como si estuviese lisiada y eso

  • solo poda significar dos cosas: o bienhaba sufrido una avera importante obien iba tan cargada que apenas podamantener una buena altitud de crucero.

    Su autntico y legtimo capitnesperaba que fuese lo ltimo, pero sabaque su robo haba sido unacontecimiento violento y no tena ni lamenor idea de lo que transportaba. Eradifcil no temerse lo peor.

    Lo nico que haba evitado queHainey no la hubiese recuperado ya erauna importante distancia de ventaja, yahora estaba all, tras haberse arrastradoa s misma por los cielos, renqueandoms que navegando, y en ese momentoestaba parada a una distancia corta ynotoria.

  • Simeon dijo, y no tuvo queterminar la frase.

    El jamaicano ya estaba accionandolas vlvulas de descarga de combustibley accionando los interruptores paraencender los propulsores. Quincesegundos para disparar anunci, lo quesignificaba que los tres hombres tenanese tiempo para agarrarse antes de quela sacudida de los depsitos de refuerzoaccionados por vapor disparasen eldirigible hacia delante.

    Lamar introdujo su delgado yoscuro cuerpo en una hendidura quehaba en la pared desde donde tenafcil acceso a la sala de mquinas.Hainey volvi a ocupar el asiento delcapitn y se ajust el arns sobre el

  • pecho. Simeon utiliz sus ltimos cincosegundos para encender uno de loscigarrillos liados a mano que guardabaen una caja que tena atornillada sobrela consola de la nave.

    Al terminar el tiempo indicado, lanave sin nombre sali disparada con unruido seco del depsito de hidrgenoque haca que se sostuviese en el aire ysaltando hacia delante y hacia atrshasta que el depsito y los motoreslograron cierto ritmo y la nave empez amoverse con suavidad y a adquirirvelocidad. A Hainey no le gustabamucho esta nave provisional, pero tenaque reconocer que era lo suficientementerpida y ligera como para remontar elvuelo cuando era necesario.

  • Qu vamos a...? dijo Lamardesde su asiento de la pared, luego tragsaliva y volvi a empezar. Quharemos cuando los atrapemos?

    El capitn fingi no haberle dadomuchas vueltas y declar:

    Vamos a matar a esos hijos deputa y a recuperar nuestra nave. Peroiba a ser ms complicado que eso y nosaba con certeza lo que se encontraracuando los barcos y sus tripulacionestuviesen una oportunidad de enfrentarse.

    Haba estado sopesando los pros,los contras y las posibilidades desdeque zarparon de Seattle.

    La Cuervo Libre estaba muyreforzada, aunque tambin contaba conuna gran potencia para contrarrestar el

  • peso de su blindaje. Era una bestia demquina, pero si Hainey habaaprendido algo despus de seguir aaquel pjaro durante miles dekilmetros, era que la tripulacin deBrink todava no era consciente de lapoderosa capacidad de la Cuervo Libre.La nave apenas consegua mantener unvuelo estable. Daba unas sacudidas queen alguna ocasin incluso lleg aderribar algn rbol con el que se top.

    La nave sin nombre quetransportaba a Hainey y a los dosmiembros de la tripulacin msimportantes para l no era rival para laCuervo Libre, y eso no era ningnsecreto. Adems, el capitn tenamotivos para creer que la tripulacin de

  • Brink superaba en nmero a la suya entres o cuatro hombres, o quiz ms.

    Mirando atrs, le habra sido mejorcomprar una nave de reemplazo msgrande y reunir a una tripulacin msnumerosa. Pero en ese momento lavelocidad era una prioridad msapremiante y, de todos modos, si sehubiese pasado toda la tarde comprandoel vehculo de persecucin perfectonunca estaran tan cerca como lo estabanahora de atrapar a Brink.

    Lamar refunfu algo desde lapuerta de la sala de mquinas.

    Cmo dices? preguntHainey.

    He dicho que estaba pensandoque quiz deberamos haber trado a una

  • o dos personas ms.Y el capitn repuso:Claro, pero dnde los

    habramos metido?Cierto, seor.Simeon, que despegaba los ojos del

    creciente punto negro que era la CuervoLibre, dijo:

    Est pensando que ojal noshubisemos trado al chino ese, Fang,por lo menos. Es posible que el capitnCly le permitiese unirse a nosotros si selo pidiese con educacin.

    Hainey ya saba todo eso, pero lonico que respondi fue:

    Nosotros tres seremossuficientes para recuperar nuestraaeronave. Fang es bueno en lo que hace

  • asinti. Es un buen hombre paratener a bordo, eso est claro. Perotenemos la Rattler. Lamar, por qu note desatas y compruebas que est listapara usar?

    S, seor obedeci elingeniero. Se desabroch el cinturn yse balance para mantener el equilibrio.Luego se agarr a la puerta de la sala demquinas para ayudarse a entrar en ella.La nave sin nombre tena una bodega decarga pequea, pero estaba ubicada bajola cabina y Hainey haba insistido enguardar la Rattler en un sitio de mejoracceso.

    Estamos a menos de doskilmetros anunci Simeon sinalterarse.

  • Lamar! Sube esa cosa acubierta! orden Hainey.

    El aludido se pele con un cajn demadera empujndola por el sueloinclinado.

    Aqu est, seor.Muy bien le dijo Hainey.

    Vuelve a tu asiento. Este aterrizajepodra ser un poco accidentado leadvirti, y luego se desat l.

    Seor?Ya me has odo. Tengo que dejar

    esto listo y funcionando antes deaterrizar gru. Y mientras el navosin nombre avanzaba, Hainey abri latapa del cajn. Apart un recubrimientode serrn y de virutas de pino yfinalmente descubri un arma de seis

  • caones. Sus partes de latn despedanbrillos blancos y amarillos con el solvespertino, y su manivela de aceroproduca leves destellos desde el fondode la caja. La Rattler era un monstruo, lahermana pequea de la ametralladoraGatling que ya era una habitual de laguerra del este. Y aunque estabadiseada para ser transportada sobre elhombro de un soldado, hacan falta unhombro y un soldado excepcionalmentefuertes para levantarla y disparar.

    Lamar era un hombre menudo, nopesara ms de sesenta y tres kilos niempapado y con los bolsillos cargadosde piedras. Simeon era alto y demasiadofornido para describirlo como enjuto y,aunque podra levantar el arma, lo ms

  • probable es que no pudiese dispararlasolo, es decir, girar la manivela con unamano mientras con la otra mantena enequilibrio aquella cosa.

    As que su uso recaa en el capitn.Croggon Hainey no tena la altura

    de su primer oficial, pero tena unaespalda como un armario y unoshombros tan robustos como parasostener la pesada arma y tan fuertescomo para mantenerla en equilibrio.Apuntaba mejor con una segundapersona detrs de l que sostuviese elarma o girase la manivela, y cuando elarma estaba operativa, apenas podamaniobrar aparte de avanzar en lnearecta; pero, sobre todo a ciertadistancia, la Rattler lo converta en un

  • ejrcito de un solo hombre.Y por la experiencia de Hainey, en

    muchas ocasiones ni siquiera necesitabadispararla. La mayora de los hombresya levantaban las manos al ver aquellagigantesca arma.

    El capitn le dio la vuelta a laametralladora y abri una caja que habadentro del cajn de madera, de ella sacuna bandolera de municin. La dejcolgando del brazo mientras abra elmecanismo de carga del arma. Las balasrebotaban entre s produciendo unsonido fuerte, resonando como perlas dehierro forjado en un collar, y tambingolpeteaban el cajn mientras Haineytrabajaba.

    Ochocientos metros dijo

  • Simeon. Y se estn soltando de... loque parece uno de esos muellesporttiles. Algo como lo que tieneBainbridge, en el oeste.

    Hainey coloc la municin en susitio y volvi a poner en posicinvertical la Rattler.

    Un muelle porttil en unallanura? Eso es absurdo observ,aunque ya lo haba escuchado antes.Haca ya mucho tiempo que haballegado a este lejano este, eso era todo,y no se daba cuenta de lo comunes quese estaban volviendo. Se puso de pie sinlevantar la cabeza y dej el armaapoyada dentro del cajn, lista paracogerla en cualquier momento.

    Simeon asinti y dijo:

  • O una genialidad. Por aqu nohay mucho trfico. Quiz sea mejor traertu gas a los dirigibles si estos no van ati.

    Pero as al aire libre? Haineyse ajust el cinturn de seguridad sobreel abrigo y retom su puesto en la silladel capitn. Es una buena manera deexponerse a que te roben o de que terecluten a la fuerza murmur.

    Ahora poda verla a travs de laparte frontal, mucho mejor sin el cristal,desde luego... El punto negro ahora yaera algo ms que un punto, era ms comouna silueta recortada. Y tambin podaver el muelle porttil, operado por locoso por genios. Era una cosa como detubos con la misma forma que la

  • estructura de una casa, sujeta entre doscarros. Debajo de los toldos de loscarros Hainey supona que habrageneradores de hidrgeno forrados concobre y llenos de cido sulfrico yvirutas metlicas en ebullicin. Elhidrgeno era fcil de fabricar... y fcilde repartir con un margen de beneficiocapitalista dadas las prisas y a laubicacin.

    Haba cuatro caballos enganchadosa cada carro y tenan conductorespreparados para tirar de las bridas ysalir corriendo ante la mnima seal depeligro.

    Tendremos que tener cuidadocon esos advirti Simeon.Deberamos permitirles sacar la Cuervo

  • Libre del muelle y empezar a moverse.No podemos arriesgarnos con la Rattler,no estando tan cerca del muelle. Unabala perdida y todo volar en pedazos,incluidos nosotros.

    Lo s, lo s dijo el capitn. Ylo saba, pero no soportaba dejar quedespegase la Cuervo Libre sabiendo queestaba a punto de huir, que estaba muycerca y que poda fallar de todas formas.De repente se le ocurri un plan y loescupi mientras todava le pareca unabuena idea.

    Nos elevaremos por debajo deellos y desplegaremos nuestros ganchos.Acoplaremos esta nave a nuestro pjaro,invertiremos los propulsores y tiraremosde ella hasta hacer descender ambas

  • naves.Quieres que choquemos contra

    ellos? inquiri Lamar con vozchillona. No creo que la nave puedasoportarlo.

    Yo tampoco, pero la CuervoLibre s que puede y es la nica naveque me preocupa. Si nos vamos los dosal suelo, podremos darles una paliza aBrink y a sus chicos, pelear hombrecontra hombre.

    O de hombre a Rattler aadiSimeon riendo.

    Lo que sea. Los sacaremos denuestro puente, recuperaremos nuestropjaro y punto y final. Se apresur aterminar de hablar porque el barco sinnombre estaba acercndose en posicin

  • y altura a la Cuervo Libre y no cabaduda de que Felton Brink era muyconsciente de que Croggon Hainey seacercaba y que no estara nada contento.

    La media sonrisa de Simeon sedesvaneci. Hizo una sugerencia quepronunci como una pregunta.

    No deberamos cortar lospropulsores? A esta velocidad vamos aembestirlos.

    Entonces, embistmoslos dijoHainey. Mi pjaro puede soportarlo.Prepara los ganchos, oficial. Notendremos mucho tiempo paradispararles. Los atraparemos cuandoreboten.

    Lamar contuvo una respuesta ypronunci otra.

  • Quiere golpearlos y luegoagarrarlos en el rebote?

    Algo as, s. Y poneos elcinturn si todava no lo tenis puesto.Algo a bordo de este pjaro tambin seva a romper. Enganch las piernas enla parte inferior de la consola, coloclos pies contra los timones y se neg aalcanzar el freno.

    En esos ltimos segundos, mientrasel dirigible bajaba en picado, su capitnprovisional observ cmo su propianave temblaba en el aire, luchando paraalcanzar las nubes. Observ desdearriba las planicies y vio que las manosaterrorizadas de los trabajadores de lafbrica de gas porttil empezaban arecogerla. Desengancharon las

  • estructuras y azuzaron a los caballospara que se moviesen incluso antes desujetar las riendas; y Hainey lo entenda:ningn hombre en su sano juicio querraestar junto a tanques de hidrgeno enmedio de un tiroteo.

    Estaban tan cerca que Hainey podaver las bocas de los caballosmordisqueando los frenos y la tensin ensus grupas al tirar para mover loscarros. Poda ver las rayas, pintadas condemasiada prisa en el lateral de suantigua nave, que cubran las letrasplateadas que decan Cuervo Libre.

    Lo que haba hecho Brink eraridculo, ms que ponerle una nariz o unbigote de pega a la fotografa delpresidente de Estados Unidos. Ningn

  • pirata del aire de ningn puerto ni deninguna costa habra confundido eldirigible de guerra reutilizado conningn otro navo.

    Seor... comenz Simeon,pero no tena palabras con las quecontinuar la frase.

    Esperad les espet Hainey asu primer oficial y al ingeniero. Pis lospedales para girar la nave y esta girlentamente, cambiando de posicin en elaire y deslizndose lateralmente casidebajo de la Cuervo Libre, hasta que losganchos de despliegue frontalesapuntaron al nico lugar en el que nohaba blindaje. Entonces orden:Disparad los ganchos!

    Simeon no hizo preguntas. Tir de

  • la palanca de la consola y un ruidosordo y fuerte anunci que los ganchoshaban sido lanzados. El estruendosibilante de los dispositivos hidrulicosinvadi la cabina, pero no fue ni lamitad de intenso que el golpe seco ychirriante de los ganchos al alcanzar sudestino.

    Apagad los propulsores yreplegad! grit Hainey. Replegad,replegad, replegad!

    Simeon desbloque la manivela deavance y la gir lo ms rpido que pudo.Su codo se mova como los pistones deun tren hasta que el cambio de posicinde la nave sin nombre se convirti enalgo ms que un encorvamiento... era unladeo y una inclinacin firme y decidida.

  • Hecho, seor dijo resoplandoy luego dando un grito ahogado desorpresa cuando su codo se vio obligadoa detenerse. Eso es lo mximo quepodemos acercarlos.

    Es suficiente exclam Hainey,y deba de serlo porque la nave sinnombre se balanceaba hacia los ladospor debajo de la Cuervo Libre.

    El propulsor izquierdo de laCuervo Libre se encendi contra elcasco de la nave sin nombre a la alturadel compartimento de carga, dondeabras un trozo de pintura desconchada,poniendo a prueba y combando el metal.El motor mordisqueaba con fuerza lostrozos sin importancia del buqueasegurado, pero las naves estaban

  • unidas como abejorros aparendose yahora solo se podan mover juntos.

    Las hlices de Hainey se habanparado en el momento de la colisin, yla inercia empujaba a los barcos juntosen una danza que formaba una ampliaarcada alejndose de los muellesprovisionales. Al estar unidas de esemodo, las embarcaciones formaron unamedia espiral gigante y terrible hastaque los propulsores del lado derecho dela Cuervo Libre resonaron con unaexplosin a plena potencia que sacudia ambas naves y que tens el giro hastaque las naves acabaron girando juntas amil pies de altura sobre la llanura.

    Los tripulantes de la nave sinnombre se aferraron a cualquier cosa

  • slida que encontraron y Simeon hastacerr los ojos. Y dijo:

    Seor, no s si puedo...S puedes le asegur Hainey

    . Agrrate y aguanta. Vamos haciaabajo.

    Hacia abajo? preguntLamar, como si decirlo en alto pudiesecambiar la respuesta.

    Hacia abajo afirm el capitn. Pero esto es un maldito tiovivo. Es...agrrate. Dios mo, agrrate.

    El paisaje giraba en el cristalfrontal; primero las praderas marrones,luego el intenso cielo blanco y azul, lalnea del horizonte, que saltaba demanera alarmante, y al fin de nuevo elsuelo, que se acercaba demasiado

  • rpido.En los terribles segundos que

    separaron los giros, la cada y lacolisin, Hainey pudo ver, de manerafugaz, una esquinita del panel frontal dela Cuervo Libre y a travs del cristalconsigui ver el terror sobre la cubiertade su amada nave... y le agrad. Intentcontar para sacarle provecho a aquellosfrenticos momentos; vio al capitnpelirrojo y a un hombre con melena quepodra ser un indio. Vio a un hombre concasco, o eso le pareci. Y por unmomento crey ver a un segundo hombrecon melena, pero debi de equivocarse.

    El suelo ascenda con rapidez y lanave sin nombre se precipitaba al vacohasta que no pudieron ver nada ms por

  • el cristal frontal. Hainey se cubri lacabeza con las manos y Simeon apoylos pies en la consola, consiguiendo asbloquear las piernas y esconder lacabeza.

    Entonces, un ruido de cosasestallando, destrozando todo a su paso,lleg acompaado por una sensacin detirn.

    Qu ha sido eso?! chillLamar.

    Nadie lo saba, por lo que nadierespondi... no hasta que una segundasacudida liber a la nave sin nombre dela Cuervo Libre, hacindola salirdespedida.

    Los cables! vocifer Haineyllamando la atencin sobre el problema

  • como si fuera demasiado tarde parahacer algo al respecto. Propulsores,aerofreno, encended todo ya! Golpelos botones para volver a activar lospropulsores e intent orientarse parapoder controlar la nave, pero esta nollevaba peso y volaba como si acabasede salir de una centrifugadora y noestuviera cayendo, pero estabandestinados a caer.

    Los propulsores cobraron vida yHainey los orient hacia el suelo.

    Entonces, Simeon dijo:Tenemos que volver a

    levantarnos. Tenemos que ganar altura.Estoy en ello! vocifer

    Hainey.Pero los propulsores no bastaban

  • para luchar contra la fuerza de lagravedad y el par de torsin de loscables rotos de los ganchos, por lo quela espiral descendente finaliz con unavance ensordecedor por la pradera quehizo temblar a los tres hombres hasta eltutano. La nave qued destrozada alcontacto con el suelo y la tripulacin sesacudi en sus asientos; el polvo y latierra entraron en los motores, en labodega de carga y en el puente; y, unminuto ms tarde, el barco sin nombre sedetuvo mientras el famoso Clementineavanzaba con torpeza por el cielo haciaKansas City.

  • 2

    Maria Isabella Boyd Maria Isabella Boyd nunca haba tenidoun trabajo como este, aunque se intentconvencer de que el trabajo de detectiveno era tan distinto al de espa. Era todoms de lo mismo, no? Pasarinformacin de la gente que la ocultabaa la gente que la deseaba. Era unaespecie de trabajo arriesgado demensajero, pero estaba realmentedesesperada. Tena casi cuarenta aos ydos maridos a sus espaldas (uno muerto

  • y otro del que se haba divorciado), y laConfederacin haba rechazado susofrecimientos de servicios. Veinte aosde provechosos robos de secretos lahaban convertido en una mujerimportante, demasiado conocida paraseguir realizando trabajos de espionaje;y su posterior carrera artstica no habafavorecido su anonimato. De hecho, unode sus maridos era un marine de laUnin, e incluso su viejo amigo, elgeneral Jackson, le haba confesado quesus lealtades parecan cuestionables.

    La acusacin le dola. El haberconsumido su herencia de viuda y lainfidelidad de su segundo esposotambin. La retirada silenciosa de supensin militar era una humillacin ms

  • y las perspectivas profesionales parauna mujer de su edad eran pocas y en sumayora desagradables.

    As que cuando la agencia nacionalde detectives Pinkerton de Chicago lehizo una oferta, Maria se mostragradecida, aunque tampoco leemocionaba demasiado tener quemudarse a orillas del lago Mchigan.

    Pero tener dinero en Chicago eramejor que ser pobre en Virginia. Aceptel puesto, se llev las pocaspertenencias que consideraba tanimportantes como para meter en unpequeo apartamento sobre unalavandera y se present ante AllanPinkerton en su oficina de madera ycristal, situada en la parte este de la

  • ciudad.El anciano escocs la mir cuando

    carraspe para anunciar que estaba en lapuerta. Los ojos de la mujer estaban a lamisma altura que la ventana de vidriopintado que indicaba su nombre y cargo.Mantuvo la mano suspendida sobre elpomo hasta que l le dijo:

    Entre, seora... bueno, hoy en daya no estoy seguro de lo que es.Cuntos apellidos ha llevado?

    Solo tres dijo ella. Incluidoel de mi padre... con el que nac. Si ledesconcierta tanto, llmeme seoritaBoyd y no se preocupe por el resto. Nome llame Belle.

    Solo tres y nadie la llama Belle.Puedo vivir con eso, a menos que haya

  • venido buscando otro anillo.Es una oferta? pregunt ella.Ni en sueos. Antes dormira

    con un saco lleno de serpientes.Entonces, lo tachar de mi lista.Pinkerton dej la pluma a un lado y

    junt los dedos bajo las chuletasregordetas y angulares que enmarcabansu mandbula como un halo resbaladizo.Tena unas cejas salvajes y muyvoluminosas y sus mejillas estabansurcadas por lneas de expresin, cosaque a Maria le pareci muy extraa. Nopoda llegar a imaginar que el adusto eincisivo hombre que estaba sentado alotro lado del escritorio hubieseesbozado alguna vez una sonrisa.

    Seor Pinkerton empez a

  • decir.S, as es como me va a llamar.

    Me alegro de que hayamos solucionadoeso. Hay algunas cosas ms de las quetenemos que hablar, no cree?

    Creo que quiz...Bien. Me alegra que estemos de

    acuerdo. Y creo que tambin podemosestar de acuerdo en que lascircunstancias pueden resultar realmenteextraas; me refiero al hecho de estarambos bajo el mismo techo sin queninguno de nosotros est espiando anadie. Dicho esto, de espa a espa, escurioso, e incluso me atrevera a admitirque es un honor verla aqu.

    Estoy segura. Y aunquetodava no la haba invitado a tomar

  • asiento, Maria se coloc los faldones yse sent de todas formas. El tamao desu vestido provoc que la operacinfuese un poco ruidosa, pero no pididisculpas y l no dej de hablar.

    Hay dos cosas que quiero dejarclaras antes de hablar de su trabajoaqu: una, yo no espo para los chicos deazul; y dos, t no espas para los chicosde gris. Yo estoy seguro de estas doscosas, pero sospecho que usted no ypens que quiz se lo preguntara, asque se me ocurri decrselo para zanjarel tema. Ya no ando metido en esostinglados, ni volver a estarlo nunca. Yusted no anda metida en esos tinglados,Dios lo sabe o, de lo contrario, noestara sentada ante m. Si los rebeldes

  • le hubiesen propuesto cualquier tipo detrabajo, lo habra aceptado mil vecesantes de venir aqu; y apuesto el cuellopor eso.

    Ella no quera decirlo, pero lohizo.

    Tiene razn. Al cien por cien. Ycomo usted quiere ser tan sincero acercade eso, s, estoy aqu porque no tengoningn otro sitio adonde ir. Si eso lecomplace, le ruego que se lo guardepara usted. Si se trata de algnespectculo ridculo, una obra de teatrode orgullo masculino que le excita alpensar en verme rebajndome, entoncesse lo puede meter por el culo y volvera Virginia ahora mismo, si le parecebien.

  • Su fuerte acento no perda el ritmo.No pienso meterme nada por el

    culo dijo l. Y usted no se va aninguna parte. No le hubiese pedido queviniese si no creyese que vale la pena, yno voy a presumir de usted como sifuese una mueca en una caja. Ha venidoa trabajar y eso es lo que va a hacer.Solo quiero que quede claro entrenosotros la mecnica de todo esto. Enesta oficina trabajamos mucho para laUnin, nos guste o no, y no nos suelegustar.

    Y por qu? pregunt ella, ylo pregunt rpido.

    Bueno, quiz no lo ha odo oquiz no saba que a m no me gustaba,pero la Unin nos desbarat un trabajo.

  • Estbamos vigilando a Lincoln y estababien. Nadie lo mat, aunque lointentaron un par de tipos. Pero estemaldito y estpido Servicio Secretoaleg prioridad y ah tiene, ahora estherido para siempre y ya no ostenta sucargo. Grant no quiso que volvisemos,por lo que no me importa decirle que sevayan al infierno. Pero resulta que paganmuy bien y a veces trabajamos paraellos, en su mayora se trata deconflictos laborales, revueltas contra elreclutamiento obligatorio y cosas as. Ynecesito saber que puede dejar a un ladosu sensibilidad.

    Est cuestionando mi capacidadcomo profesional.

    Maldita sea, pues claro que lo

  • estoy haciendo. Y conteste sin rodeos,podra suponer esto un problema?

    Maria lo mir y, al cruzar laspiernas, la tela del vestido emiti unsonoro frufr.

    No me hace gracia, creo que esbastante evidente. Con honestidad, noquiero estar aqu; y no quiero trabajarpara la Unin ni por asomo. Pero le dilos mejores aos de mi vida a laConfederacin y luego se deshicieron dem cuando les pareci que quiz no eratan sincera como para tenerloscontentos.

    l dijo:Est hablando de su muchacho

    de la Unin. Apuesto a que el viejoStonewall y el apreciado seor Davis le

  • enviaron un maravilloso juego de cafde porcelana como regalo de boda.

    Ella hizo caso omiso de la pulla ydijo:

    Mi marido se llamaba Samuel yera un buen hombre, independientementedel bando en el que estuviese. En ambasfacciones hay hombres buenos conrazones para luchar.

    S, y tambin hombres malos,pero le tomar la palabra por sucarcter. Mire, seorita Boyd, s que esbuena... S lo que es capaz de hacer, ys que ha sido un dolor de cabeza paralos chicos de azul y quiz le tranquilicesaber que he tenido que soportar algunaschorradas por traerla aqu.

    Chorradas? pregunt ella

  • arqueando una ceja.Chorradas repiti l. De las

    poco amistosas, pero esta es mioperacin, as que la dirijo como quieroy traigo a quien me da la gana a miempresa. Pero le cuento lo de laschorradas para que se prepare paraorlas, porque le prometo que ocurrir.Muchos de los hombres que hay aqu noson la clase de personas propensas aprestar lealtad profunda a cualquierequipo, faccin, pas o empresa, sinoque trabajan por dinero y el resto se latrae floja.

    Son mercenarios.l asinti, mostrndose de acuerdo.S. En cierto modo. Y a la

    mayora de esos tipos no les importa

  • quin es usted ni lo que hizo antes devenir aqu. Ellos entienden que acojo adescarriados porque son con los que unopuede contar en la mayora de lasocasiones.

    Ella dijo:Por lo menos si les da de comer.S. Me alegro de que nos

    entendamos. Y entender a la mayorparte de mis hombres muy bien. Perotengo un puado de personas que creenque soy tonto, aunque no se atreven adecrmelo a la cara. Piensan que estsaqu para darme una pualada por laespalda, para sabotear la agencia, o paracausar problemas. Eso se debe en partea que son unos hijos de putasospechosos, y en parte a que no saben

  • cmo ha llegado usted aqu. No les hehablado de su situacin, porque no esasunto de nadie, solo suyo. Puedecompartir todo lo que quiera oguardrselo para s.

    Se lo agradezco dijo conhonestidad. Usted ha sido ms quejusto. Me veo casi tentada a decir que hasido amable.

    Y eso no es algo que escuchetodos los das. No vaya dicindolo porah o arruinar mi reputacin. Y nosuponga que estoy haciendo esto paraser agradable. No me favorecer enabsoluto tener a un equipo de personasque no se respetan los unos a los otros, ytal vez no la respeten si creen que estaqu porque corren tiempos difciles. Le

  • darn ms cancha si piensan que hicecampaa para traerla aqu, y eso podraponerla en una situacin de igualdadante ellos, o al menos la mximaigualdad que podra tener en unahabitacin llena de hombres. No lamir directamente al pecho, pero hizo unmovimiento con los ojos con el que ellaentendi lo que haba evitado hacer.

    Maria no se puso tensa ni se irrit.Se reclin unos centmetros, con lo quecambi el ngulo de su escote de unamanera que le pareca efectiva pero nodemasiado evidente. Luego dijo:

    S lo que est sugiriendo y nome gusta. Por si sirve de algo, nunca hesido la puta que me consideraban, peroel Seor reparte dones y el mo nunca ha

  • sido mi cara.l respondi con un tono montono

    que sugera que se estaba equivocandocon l, que a l le daba igual:

    Tampoco se trata de lo que haydebajo de la ropa, sino de lo que tieneentre las orejas.

    Es usted un caballero por decireso.

    Si no lo dijese sera un idiota argument. Usted es una mujercompetente, seorita Boyd, y valoro lacompetencia como pocas cosas. Confoen que solucionar cualquier problemaque surja con sus compaeros de lamanera que mejor le parezca, y confoen que har un esfuerzo de buena fe paraminimizar los trastornos.

  • Puede confiar en m al cien porcien con respecto a eso confirm.

    Excelente. Entonces supongo quees hora de hablar de su primera misin.

    Estuvo a punto de decir Ya?,pero lo que pronunci fue Tanpronto?, que no era muy diferente, ydese que se le hubiese ocurrido otracosa.

    Preferira tomarse unos das,acostumbrarse a la oficina, y conocer asus compaeros de trabajo?

    No estara mal.Y l le espet:Tampoco estara mal comerse un

    filete de cinco centmetros de grosor,pero a da de hoy toda la carne se lesenva a los soldados y aprender a vivir

  • sin ella. As que usted tambinaprender a sobrevivir sin ningntiempo de adaptacin. Tenemos parausted un escritorio que no necesitar yuna cuenta de la compaa con dineroque s necesitar. Espero que todava nohaya deshecho las maletas porque lavamos a enviar de viaje.

    De acuerdo. Vale. Y, no, todavano he deshecho las maletas. Puedo saliren una hora si fuese necesario. Dgamelo que necesita y adnde quiere quevaya.

    Ese es el espritu y esto es lo quehay: tenemos un problema con dosdirigibles que van camino del estesobrevolando las montaas Rocosas. Laprimera es una nave de transporte

  • llamada Clementine. Por lo que tengoentendido, o por lo que quiero creer,Clementine pasa las fronterastransportando comida y mercanca, peroestuvo haciendo algn trabajo en lacosta oeste. Ahora ha puesto rumbo acasa y el Gobierno no quiere que sufradaos.

    Y la segunda nave? preguntMaria.

    La segunda nave est tratando deinfringirle daos. No s por qu y, si laUnin lo sabe, nadie est dispuesto ahablar de ello. Cogi un trozo depapel que contena un telegrama. Nole voy a mentir. Esto huele raro.

    Ella frunci el ceo.Entonces... no lo entiendo. Esta

  • segunda nave est persiguiendo a laprimera? Acorralndola? Intentandoderribarla?

    Algo por el estilo. Sea lo quesea lo que est haciendo, el oficial queest esperando la vuelta al servicio desu Clementine no quiere que la persigan,que traten de acorralarla, que lahostiguen ni que tenga ningn otroobstculo en su viaje de regreso. Y partedel malestar de la Unin se debe a unrumor. Djeme que le haga una pregunta,seorita Boyd. Le suena el nombre delfugitivo y criminal Croggon BeauregardHainey?

    Ella conoca el nombre, pero nosaba mucho acerca de la persona encuestin y as se lo transmiti.

  • Es un fugitivo negro, no? Unode los locos de Macon? O me equivocode tipo?

    Allan Pinkerton asinti con lacabeza y dijo:

    As es. Croggon fue uno de losdoce que mont un desagradable y granespectculo para fugarse de la crcel enel ao sesenta y cuatro. Entonces era unhombre joven, estpido y salvaje. Ahoraes ms viejo, pero sigue siendo salvaje,aunque no estpido, se lo advierto.

    Entonces, no s si atreverme apreguntarle qu tiene que ver con estasdos naves, pero lo har de todos modos.

    Creemos que pilota el segundodirigible le explic Pinkerton con unamueca pensativa. No lo sabemos a

  • ciencia cierta, pero eso es lo que piensala Unin, as que estamos obligados atrabajar en ello.

    Maria hizo una mueca reflexivacomo la del viejo escocs y le pregunt:

    Y qu pasa si l es el piloto?Le parece extrao? Por lo general, losesclavos fugitivos tienden a trabajar conla Unin, no contra ella.

    Este no la corrigi. Hastadonde sabemos, no trabaja con nadie, ytanto a la Unin como a los rebeldes lesencantara echarle el lazo. Hainey tienefama de traficar con armas de fuego,robar piezas y maquinaria de guerra yDios sabe qu ms por todos lados. Ycuando se queda sin efectivo, no le haceascos a atracar un banco para llenar sus

  • arcas.Bsicamente me est diciendo

    que es un pirata.Bsicamente es una evaluacin

    justa. Dobl la hoja de telegramaentre dos dedos y le dio un golpecitocontra el escritorio. Y sean cualessean los estragos que haya causado alsalir de Georgia, ha hecho cosassimilares en Illinois, Indiana, Ohio yPensilvania.

    Lugares en los que, en teora, losnegros no son esclavos y donde podratener la libertad de acudir a un banco infiri ella. Puede moverse con mslibertad por el norte, por lo que tienems libertad para causar problemas.

    Ya va comprendiendo la esencia

  • de la situacin. Y seguro que ahoraestar preguntndose, igual que yo, qudemonios har este hombre persiguiendoa una nave de la que debera huir sifuese sensato porque, como hemencionado antes, a pesar de susmuchos defectos, Hainey tiene muchosentido comn. No s por qu lapersigue, pero supongo que tiene algoque ver con el cargamento de laClementine, al menos es lo que se meocurre en este momento.

    Maria quera saber algo:Qu cree que transporta la

    aeronave en realidad?Lo he preguntado dijo. Abri

    el telegrama, lo examin y ley laspartes importantes en voz alta: Carga

  • humanitaria con destino a Louisville,Kentucky, sanatorio.

    Y se lo cree?Me creo lo que me dicen que me

    crea solt con voz ronca, pero sindemasiado entusiasmo. Y usted puedecreer lo que quiera, pero esta es lahistoria oficial y se pegan a ella comouna mosca a un montn de mierda.

    Ella permaneci sentada ensilencio y, para su sorpresa, AllanPinkerton hizo lo mismo.

    Finalmente dijo:Tiene razn. Esto apesta.De nuevo me refiero al montn

    de mierda, s. Pero su trabajo noconsiste en ahondar en los detalles, niaveriguar lo que transporta la

  • Clementine; su trabajo ni siquieraconsiste en capturar y detener a CroggonBeauregard Hainey ni llevarlo ante lajusticia, sino en asegurarse de que nadamoleste a la Clementine y que entreguesu carga en Louisville sin incidentes.

    Cmo voy a hacer eso sindetener a Croggon Hainey?

    Ah... Con su sonrisa msamplia y honesta, casi siniestra, contest: Eso es cosa suya. Me da igual cmolo haga. No me importa a quin tengaque disparar, seducir o volver loco y nome importa lo que averige ni cmo loaverige.

    Se inclin hacia delante, apart eltelegrama a un lado y coloc las manosformando un pequeo tejado que

  • apuntaba a su barbilla entrecana.Y una cosa ms, seorita Boyd.

    En caso de que cogiese o detuviese alcapitn de esta tediosa nave, y siresultase ser el famoso CroggonBeauregard Hainey, no me importa loque haga con l.

    Yo... Cmo dice? balbuceella.

    Escuche, la Unin lo quiereatrapar, pero no es una prioridad. Msbien quieren que se vaya. Los rebeldess tienen gran inters en atraparlo, porprincipios, para que sirva de ejemplo almenos.

    Me est diciendo que si loatrapo debo mandarlo de vuelta aGeorgia?

  • No neg con la cabeza. Leestoy diciendo que si quiere, puedehacerlo. Lo que va a bordo de laClementine es ms importante para losyanquis que capturar y darle sumerecido a un ladrn de bancos...

    Es ms bien un pirata, pens queestbamos de acuerdo en eso.

    Es muy extrao dijo Pinkerton. Es un hombre malo y deberanahorcarlo en alguna parte, pero eso noforma parte de nuestra misin. Y si ustedpiensa que se puede anotar algunospuntos con sus viejos compaeros deDanville, entonces, si puede cogerlo, leinvitamos a hacerlo.

    Una vez ms ella se qued ensilencio, sin saber cunto deba tomarse

  • al pie de la letra y cmo deberaresponder. Cuando habl de nuevo, dijo:

    No consiguen dejarme sinpalabras a menudo, seor, pero ustedcasi lo ha conseguido hoy.

    Por qu? Solo le estoypermitiendo lo mismo que les permito atodos mis hombres. Haga lo que creaconveniente y hgalo bien. Y si seencuentra en una situacin en la quepuede ganar algo extra para usted, noestar vigilndola y no la detendr. Si lehace feliz y es fcil, recupere algo de lacredibilidad que ha perdido con losrebeldes. Cuantos ms contactosamistosos tenga, ms til me ser en elfuturo.

    Es muy amable por su parte tener

  • en cuenta eso dijo con cautela.Y l respondi:No pretendo ser en absoluto

    amable. Es algo prctico y egosta y nopienso disculparme por ello.

    Ni debera hacerlo. Y aprecio elvoto de confianza, si es que se trata deeso.

    Hizo un gesto desdeoso con lamano y dijo:

    Yo aprecio que lo aprecie y todaesa cortesa recproca que la gente se veobligada a intercambiar. Pero por ahoraencontrar una carpeta sobre la ltimamesa de la izquierda en la que hallartodo lo que necesita saber sobre laClementine, la nave que la persigue ytodo el mundo que va en ambas.

  • En serio? pregunt.No, en serio no. Lo que contiene

    la carpeta no le dir mucho ms de loque ya le he contado yo aqu, pero vercmo funciona el dinero y le dar piepara empezar. Me mantendr informadode cada avance, lo har con prontitud yno dejar pasar ms de setenta y doshoras sin informar, ya que de locontrario supondr que la han matado.Por favor, evite que la maten, ya que mecausara muchas molestias y angustia. Laintegracin de un nuevo agente es cara ytrabajosa. No me gustara tener quesustituirla antes de haberle sacadoprovecho. Preprese para salir encuarenta y cinco minutos.

    Hizo una pausa para tomar aliento.

  • Ella aprovech la oportunidad paralevantarse y decir:

    Gracias, seor, lo tendr encuenta. Tiene mi palabra de que hartodo lo posible por evitar que me maten,aunque mi primera misin me ponga enel camino de un delincuente habitual y sutripulacin de piratas del aire sedientosde sangre.

    El rostro de Pinkerton adopt unaexpresin que estaba a medio caminoentre una sonrisa y un gesto burln. Yentonces dijo:

    Espero que no creyese que le ibaa pedir que se quedase sentada y actuasede mujer florero.

    Ella estaba a punto de salir de laoficina, pero dud, con una mano

  • apoyada en el respaldo de la silla. Segir hacia la puerta y luego cambi deopinin:

    Seor Pinkerton, durante losltimos veinticinco aos he arriesgadomi vida para pasar informacin a travsde campos de batalla. He roto y robadocosas y he pasado por prisin ms vecesque por el altar. He disparado y matadoa seis hombres y solo en tres de esasocasiones podra haber alegado defensapropia. Me han pedido que hiciesemuchas cosas desagradables, peligrosasy moralmente indefendibles durante esetiempo y las he hecho sin quejarmeporque hago lo que tengo que hacercuando hay que hacerlo. Pero hay unacosa que nunca me han pedido que haga,

  • y eso es porque, con toda seguridad,fracasara.

    Y de qu se trata? preguntl.

    Nunca me han pedido que mequede sentada y sea una mujer florero.

    Y antes de que l pudieseresponder, Maria sali de la oficina ygir hacia un lado agitando sus faldonesal atravesar el umbral.

    Ms all de la puerta, la empresafuncionaba en medio de un caoscontrolado. Un hombre que escriba amquina levant la mirada y no la aparthasta que Maria lo mir fijamente alpasar junto a l. Otros dos hombrescharlaban en voz baja sobre un puadode papeles y se callaron al verla pasar.

  • Ella les mostr una sonrisa rpida yseca en la que no dejaba entrever losdientes. Uno de los hombres inclin susombrero a modo de saludo.

    El otro no.Ella tom nota, supuso lo que poda

    esperar de cada uno de ellos en elfuturo, y se dirigi hacia el lugar que lehaba designado Allan Pinkerton.

    La ltima mesa a la izquierdaestaba vaca y desnuda a excepcin dela carpeta prometida. Por suerte, parecamuy llena... Hasta que Maria la abri yse dio cuenta de que casi todo esegrosor provena de un sobre lleno decrujientes billetes de la Unin.Acompaando al sobre haba una notaque explicaba cmo registrar sus gastos

  • y cmo informar de los mismos, ascomo un pequeo fajo de telegramasunidos mediante un clip a un escuetoresumen de lo que Allan Pinkerton lehaba contado ya. Y entonces encontr elresto de los detalles sobre su primeramisin, escritos con sumo cuidado amquina en una hoja aparte.

    Separ la silla de madera y sesent para leer, ignorando por uninstante la orden inicial de Pinkerton deemprender el camino en cuarenta y cincominutos. Era mejor que estuviese bienpreparada y llegase un poco tarde quecomportarse de manera demasiadoansiosa y estar mal informada.

    Maria extrajo a cuentagotas losdatos restantes del pequeo fajo de

  • papeles. La Clementine vena de SanFrancisco, donde haba sido sometida auna reconstruccin del casco tras sufrirdaos en una batalla, dado que era unantiguo dirigible de guerra ahoraretirado. En el viaje del barco hacia eleste trasladaba medicinas, ropa de camay alimentos enlatados a un sanatoriosituado a las afueras de Louisville; y allla nave sera asignada a un tenientecoronel (en teora uno que comparta laideologa de la Unin) conocido comoOssian Steen. Una vez que la Clementinellegase sana y salva a manos de estehombre, Maria debera regresar aChicago.

    Poco se saba de la nave que lapersegua. La describieron como una

  • nave ms pequea, ligeramente cargaday quiz ligeramente armada. Esta navedesconocida haba llevado a cabo almenos dos intentos de ataque contra laClementine. El ms reciente habaderivado en una colisin a las afueras deTopeka, Kansas, pero no haban halladolos restos de la nave no identificada.Sospechaban que haba retomado elvuelo y que persegua de nuevo a laClementine.

    En el fondo de la carpeta, Mariaencontr un billete que le garantizabauna plaza a bordo de un dirigiblellamado Luna Mae, que la llevara desdeChicago hasta Topeka, donde el pirataCroggon Beauregard Hainey y sutripulacin haban sido vistos por un

  • informante de Pinkerton; habansorprendido al fugitivo haciendo untrueque en una fbrica de gas paraconseguir piezas y combustible.

    Justo cuando Maria estaba a puntode cerrar la carpeta, Allan Pinkerton seacerc a su mesa con otro telegrama.

    Acaba de llegar anunci, y lepuso el papel en la mano. Sutransporte sale en treinta minutos. Hayun autobs fuera que la llevar almuelle. Tendr que cambiar el billetecuando llegue all.

    S, seor dijo ella, y baj lamirada hacia el papel. De repente cayen la cuenta: Espere, seor, cambiarel billete? Pero l ya se habaescabullido a otro departamento, as que

  • ley el nuevo telegrama:

    hainey se aproxima a kansas citystop nave daada pero sigue volandohacia el este siguiendo ms o menosrutas de autobs stop interceptar enjefferson city stop cuidado con rattlerstop ver a algernon rice, 7855 callecherry stop

    Maria recogi la carpeta y lospapeles y se guard el dinero en losbolsillos ms profundos del vestido.Agarr la gran bolsa de viaje que casisiempre portaba consigo (una damasiempre tiene que estar preparada y, detodos modos, una nunca sabe qu peligrole puede esperar al doblar una esquina)y revis un bolso ms pequeo que

  • llevaba para comprobar que dentro tenalo esencial.

    Estaba todo lo preparada que iba aestar.

    Cuidado con la Rattler. Unaserpiente de cascabel?1 Qu demoniossignifica eso? se pregunt en voz alta,pero no haba nadie cerca pararesponderle, y fuera haba un cocheesperndola para llevarla al muelle depasajeros.

  • 3

    Capitn CroggonBeauregard Hainey

    Croggon Hainey, el primer oficialSimeon Powell y el ingeniero LamarBailey se dieron por vencidos con lanave no identificada en algn lugarsobre Bonner Springs, Misuri. El humohaba llenado la cabina hasta tal puntoque ya no podan seguir ignorndolo, ymantener la altura se haba convertidoen una batalla perdida en aquella nave

  • averiada, destrozada y que casi eraimposible hacer volar. Aterrizaron eldirigible al oeste de Kansas City y loabandonaron all a su suerte.

    Los tres hombres arrastrarondurante veinticuatro kilmetros de tierratan rida y plana, como si hubiese sidoextendida con el rodillo de un panadero,los objetos de valor que sobrevivieron.Lamar iba cargado de municiones, armaspequeas y dos odres de agua mediovacos. Simeon llevaba un rollo demapas y una gran cantimplora, ademsde dos fardos de lona repletos deefectos personales, entre ellos tabaco,ropa, unas pocas provisiones secas yuna carta que siempre llevaba pero casinunca lea. El capitn llevaba su propia

  • bolsa y sus armas favoritas, un fajo debilletes en la rionera y una mirada alrojo vivo que podra atravesar a uncaballo.

    La Rattler estaba en su cajn, queHainey sostena con el brazo derecho ySimeon con el izquierdo. Se movamucho hacia delante y atrs y golpeaba alos hombres en las pantorrillas yrodillas cuando no coordinaban el paso.

    Simeon le pregunt:A qu distancia creis que

    estamos?Y Lamar respondi:De Bonner Springs? A siete u

    ocho kilmetros.El capitn agreg entre dientes:No llegaremos antes de que

  • anochezca, pero deberamos poderconseguir un carro, un carruaje, unvagn, o alguna maldita otra cosa.

    Y una copa aadi Simeon.No. Nada de beber.

    Conseguiremos un medio de transporte,volveremos a la carretera y seguiremoshasta Kansas City antes de intentarconciliar el sueo dijo Hainey. Laspausas entre sus palabras secorrespondan con el balanceo de laRattler. Y de una manera u otra,conseguiremos otro dirigible en KansasCity prometi.

    El viejo Barebones todava tedebe un favor? gru Simeon cuandola caja cruji al contacto con su rtula.

    Barebones me debe un favor

  • hasta que se muera. Seis u ochokilmetros, t crees? le pregunt alingeniero sin mirarlo.

    Por lo menos admiti Lamar,que no pareca ms contento que losdems. Aunque es un milagro que nosacercsemos tanto antes de que el pjaropasase a mejor vida. Habra jurado quenunca conseguiramos volver a hacerlovolar, pero me ha dejado por mentiroso.Le dio una patada al suelo y cambide postura para cargar el peso sobre elotro hombro durante un rato. Nuncapens que volvera a volar aadi.

    El capitn saba lo que estabainsinuando Lamar, pero estabademasiado distrado o demasiadocansado como para complacer a nadie, y

  • no respondi. Solo apret la mandbulay mir la larga sombra con extremidadesalargadas que caminaba con pesadezante l y se pregunt si se le caera elbrazo antes de llegar a Bonner Springs.

    Sin embargo, Simeon le dio unapalmada en la espalda al ingeniero conel brazo que tena libre y le dijo:

    Por eso te tenemos con nosotros.No hay otros cinco tipos de

    ningn color, en ningn estado oterritorio que pudiesen volver a hacerlavolar con solo un juego de llavesinglesas y un martillo, pero yo loconsegu, no es cierto?

    Claro que s reconociSimeon. Hiciste un buen trabajo.

    Habra sido mejor si los parches

  • hubiesen aguantado otros ochokilmetros protest Hainey.

    Lamar entrecerr los ojos, perosolo habl para decir:

    Para empezar, habra sidotodava mejor si no hubisemos chocadocon nadie en nuestro camino haciaKansas.

    El capitn abri las ventanas de lanariz y, aunque la cercana de la nochehaba refrescado el ambiente en lallanura, una gota de sudor le baj por lacicatriz de la mejilla.

    Siete u ocho kilmetros suspir.

    Simeon dijo:Y luego un poco de comida. Si

    no paramos a comer, voy a morir de

  • hambre antes de que podamos conseguirotra nave.

    Y yo.Vale. Hainey sacudi la

    cabeza y el sudor cay en el polvo.Pero comeremos de camino. Cuandolleguemos a Bonner, cunto faltar parala gran ciudad? T qu crees? La hesobrevolado otras veces, pero nunca lahe recorrido a pie. Unos treintakilmetros, tal vez?

    Lamar neg con la cabeza y dijo:No tanto. Quiz veinticuatro o

    veinticinco. Podemos hacerlo fcilmenteen un par de horas si conseguimosbuenos caballos que tiren de nosotros.Si jugamos bien nuestras cartas quizpodamos estar en cama a medianoche.

  • Medianoche gru el capitn,y aadi: Espera. Hizo una brevepausa. El otro brazo sugiri aSimeon, quien asinti y obedeci.

    Se intercambiaron la posicin ySimeon dijo:

    Me gustara mucho. Podradormir una semana seguida.

    Pues no lo vas a hacer.Lo sabemos dijo Lamar con

    tono de queja, pero la mirada delcapitn hizo que se guardase para s elresto.

    El sol se puso a sus espaldas, y elmundo se volvi dorado. El cielo tenaun color amarillo intenso, que luegopas a marrn claro, y antes de que sepusiese de color azul marino, el capitn

  • se detuvo para sacar un farol de subolsa. Lo encendi y se turnaron parasostenerlo con los dientes y con laspuntas de los dedos. Cuando el ltimode los rayos de color rosa hubodescendido ms all de la lnea delhorizonte, el solitario farol rode a lostres hombres de piel oscura con unaendeble burbuja de color blanco.

    A medida que caminaban, loscoyotes aullaban de un lado a otro.

    Las culebras silbaban y sedispersaban, serpenteando en la noche yalejndose de las fuertes pisadas de loscargados viajeros. Y mientras latripulacin caminaba pesadamente porlos surcos de las ruedas que pasaban porun camino rural, a veces oan sobre sus

  • cabezas el ruido burln de un dirigibleque pasaba a toda velocidad, ensilencio, buscando un lugar paraaterrizar y pasar la noche.

    A las nueve llegaron a los confinesdel pueblo y a las diez ya habancomprado un pequeo y destartaladocarruaje que era casi demasiado viejopara rodar, y haban conseguidomediante trueque dos caballos para tirarde l. Las monturas eran solo algo msjvenes que el propio carruaje, peroestaban bien alimentadas y descansadas,y se movan a un ritmo losuficientemente rpido para que los treshombres llegasen a Kansas City a lasdoce y media de la noche.

    Hainey guiaba los caballos. Simeon

  • estaba sentado a su lado fumando. Lamarse qued dentro de la cabina con laRattler y las provisiones, donde lehabra encantado echarse una siesta deno ser por los botes persistentes y lassacudidas provocadas por las gastadasruedas del carruaje.

    Aunque todava les dolan laespalda y los brazos de ir tan cargados,la tripulacin se sinti reconfortada alver las lmparas de gas y advertir lapresencia de los trabajadores de losestablecimientos, que transportabanmercancas y que maldecan sin parar alos jugadores y a los borrachos. Lapradera era un lugar solitario para treshombres demasiado cansados parahablar (e incluso para pelearse), y la

  • ciudad no les hara sentir mucho mejor,pero al menos conseguiran algunossuministros y entrar en calor.

    Se adentraron en el corazn dellugar guardando silencio, aunquellamaban la atencin de algn que otrocurioso. Al igual que en todas partes, enel oeste haba lugares donde loshombres negros libres no podanencontrar refugio; pero del mismo modo,como en todas partes, hay lugares dondelos hombres tiles de todo tipo siempreson bien recibidos.

    En el distrito central, donde habamenos farolas y estaban ms separadas,abundaban los salones y los transentesms peculiares. Los indios caminabanenvueltos en mantas de vivos colores y,

  • a travs de la ventana del hotel Oriental,Hainey vio a un grupo de chinos jugandocon fichas en una mesa de pquer. En laesquina, un par de mujeres quemurmuraban enmudecieron cuando seacerc el viejo carruaje, pero no eradifcil adivinar de qu estaban hablando.Incluso Simeon estaba demasiadocansado como para mirarlas dos veces.

    Hainey, Simeon y Lamar guiaban alos caballos por las calles de tierramarcadas por las ruedas dejando atrsprostitutas, jugadores de cartas,vaqueros y bailarinas que llegaban tardeal cabar.

    Y, por fin, cuando el caminopareca que iba a terminar de repente,llegaron a la manzana donde Halliway

  • Barebones Coxey regentaba unalicorera al por mayor en la parte traserade un hotel. Tambin venda tabaco delque el Gobierno no tena constancia yque nunca podra gravar con impuestos,as como armas de guerra a un pas obien azul o bien gris, de donde viniesela mejor oferta. De vez en cuandotambin traficaba con sustanciasilegales, que fue como haba conocido aCroggon Hainey.

    Una mujer blanca y rechonchaabri la puerta lateral del hotelHalliway. Llevaba un pauelo en lacabeza y un cuchillo de trinchar en lamano.

    Qu? dijo, y luego limpi elcuchillo con el delantal.

  • Hainey contest con la mismabrevedad.

    Barebones.Ella lo mir de arriba abajo e hizo

    lo mismo con los otros dos hombres.No dijo.El capitn se inclin hacia delante

    y baj la cabeza para ponerla a la mismaaltura que la de la mujer. Tuvo cuidadocon el cuchillo, pero no le preocupabademasiado.

    Dgale que Crog est aqu parapedirle que le devuelva de formaamistosa y con prontitud un viejo favor.Dgale que Crog esperar en elvestbulo con sus amigos.

    La mujer se lo pens un momento ysacudi la cabeza.

  • No. Se lo dir a Barebones peroaqu no aceptamos negros. Esperenfuera.

    l meti el pie entre la puerta y elmarco antes de que ella pudiese cerrarlay le dijo:

    Ya s lo que pone en su cartel ys lo que dice su jefe. Y no es aplicableni a m ni a mis amigos. Vaya apreguntarle, ya ver.

    Ir a preguntarle y usted esperaraqu insisti. O si lo prefierepueden montar un escndalo y yo puedogritar y el nico lugar al que irn estanoche es a la celda de una crcel, oquiz les pongan una soga al cuello. Osgustara eso, muchachos? Sus cejasformaron una pequea y dura lnea en la

  • frente y apret la mano con la queagarraba el cuchillo de trinchar.

    Hainey hizo unos cuantos clculosmentales, tratando de hallar el valor y elcoste de presentarse en la entrada de lapuerta lateral del hotel Halliway. Enotras circunstancias, en otro estado ytras una noche de descanso podra haberconsiderado dejar el pie en la puerta,pero estaba cansado, hambriento ymagullado a causa de la colisin y delduro viaje. Adems, no estaba solo ytena que pensar en el bienestar de susotros dos hombres.

    O esto es lo que se dijo mientrasacallaba el insulto y la ira y retiraba elpie de la jamba de la puerta para que lamujer del pauelo y del cuerpo de sapo

  • pudiese cerrarla. Entonces dijo en vozalta:

    No tenemos por qu aguantaresto protest con aire furioso, sinmostrar el control que pretenda.Entonces aadi: Lo nico que hacees aumentar su deuda. Si no le puededecir a la bruja que tiene en la cocinaque respete a sus invitados, deberapagar por ello. Lo aadir a lo que medebe de algn modo.

    Pero ninguno de los hombres de sutripulacin respondi, ni siquiera parasealar que Barebones ya le deba alcapitn la vida.

    Permanecieron en la entradadurante otros cinco minutos, frotndoselos hombros doloridos y cerrndose las

  • chaquetas. Simeon jugaba con la bolsade tabaco en el bolsillo y la estabasacando para liarse un cigarrillo cuandose abri de nuevo la puerta lateral. Lamadera hinchada por el fro se atasc enel marco y al liberarse produjo un fuertechasquido que asust a los hombres queestaban en la escalera y anunci al quehaba tras la puerta.

    Halliway Coxey Barebones era unhombre bajito pero muy ancho. El pocopelo que an conservaba era blanco ytena la misma textura que el algodnmojado, y lo que le quedaba de vista sefiltraba a travs de un par de gafas demontura metlica y cuadrada. Tena lasmanos y los pies grandes para unhombre de su discreto tamao, la nariz

  • abultada y permanentemente colorada yllevaba el chaleco estirado al mximo, apunto de estallar.

    Abri los brazos y los levant enseal de saludo, pero el gesto daba aentender, en cierto modo, que estabasiendo amenazado.

    Hainey, viejo hijo de perra.Qu os ha trado a ti y a tus chicos aMisuri?

    El capitn esboz una sonrisa tansincera como el cordial saludo deHalliway, y le dijo:

    Un trozo de chatarra a gasdestrozado y estrellado al que nunca nosmolestamos en ponerle nombre.

    Se estrecharon la mano yBarebones se apart hacia un lado para

  • dejarlos pasar, un gesto que apenasliber espacio en la puerta y en elpasillo de la cocina. Los tres hombresentraron y siguieron a su anfitrin,dejando atrs los mostradoresmanchados de carne y a la maleducadacocinera, que les frunci el ceo.Hainey contuvo el impulso dedevolverle el gesto.

    Barebones los condujo hacia unpasillo recubierto de paneles de maderay una mugrienta alfombra y de nuevollegaron a las profundidades del hotel,donde una puerta sin cartel daba a unabodega repleta de barriles, cajas y quedespeda el hedor vaporoso y metlicopropio de un alambique. Charlaron todoel tiempo en un intento transparente pero

  • fallido de simular cordialidad.Ha pasado mucho tiempo,

    verdad? Dios mo del amor hermoso,nuestros caminos no se cruzan desde...bueno, casi desde hace un ao. No nosvemos desde Reno, y eso fue, s, enAccin de Gracias del ao pasado. Casiestamos en la misma fecha otra vez,verdad? Quiero decir que no faltamucho. Unas semanas. Que me maten sino pens que Jake Ganny nos iba a hacervolar por los aires. Si alguna vez existiun hombre con menor conocimiento dela ciencia, del fuego o de por qu no hayque disparar en un lugar donde hayacerca etanol y un grupo de tanques deacero con hidrgeno, nunca lo heconocido.

  • Menudo apuro pasamos asinti Hainey, corts, y con un poco deimpaciencia mientras vea caminar alhombre gordo arrastrndose ymovindose de un lado a otro.

    Un gran apuro, s seor. Pero enpeores situaciones nos hemosencontrado, verdad? Peores de largo,es cierto. Es cierto repiti para s, yahog parcialmente un silbido. Y estodo un placer verte aqu, aunque deboconfesar que no recuerdo el nombre denadie a excepcin el tuyo, Crog. Seal a uno de sus lados y dijo: Teres Simon, verdad? Y Lamar?

    Has acertado con Lamar respondi Hainey en nombre de losdems. El otro es Simeon. Parece que

  • tus negocios han dado sus frutos desdela ltima vez que estuve aqu.

    Ah! Pues s convinoBarebones. Ha pasado ms de un aodesde la ltima vez que viniste a KansasCity.

    Por lo menos.S, me han ido bien las cosas.

    Los negocios estn en auge, como ocurresiempre con los negocios en tiempos deguerra y dolor. El etanol se mueve comoun rayo, y perdn por la metfora, y eltabaco apenas permanece en losalmacenes. De Virginia a Kentucky, loscampos escasean y los cultivos merman.Ahora mismo tenemos que importardesde ms al sur, tan al sur como locultiven. Y los dulces aadi.

  • Dime cmo va el negocio de los dulcesque me traes desde el norte, en lastierras occidentales.

    Hainey se encogi de hombros ydijo:

    El gas se est moviendo bien. Porque eso es por lo que estabapreguntando Barebones en realidad, porun gas denso y txico encontrado en laciudad portuaria amurallada de Seattle.El gas era mortal en s mismo, perocuando se transformaba en pasta opolvo, se converta en una drogaexcitante y muy adictiva. Es fcil derecoger pero difcil de procesar. Ese esel gran problema que tiene. No haysuficientes qumicos para que lo cocineny le saquen el jugo lo suficientemente

  • rpido.Eso podra cambiar muy pronto.Eso crees? se interes

    Hainey.He odo cosas dijo Barebones

    . La gente ha estado preguntando;quieren saber dnde conseguir la drogay cmo producirla. Cuantos ms clientesla quieren, ms sube su precio y mstenemos que encontrar. He odo hablarde qumicos que se mudan al oestepensando en conquistar aquella pequeaciudad arruinada y asumir la destilacinde gas por s mismos.

    El capitn esboz una sonrisasincera y dijo:

    Les animo a que lo intenten, perocreo que se van a sorprender con lo que

  • van a encontrar.Qu significa eso? pregunt

    Barebones.Nada, excepto que yo no lo

    recomendara explic Hainey.Pero he odo que la ciudad est

    abandonada. Seguro que algunas deestas personas podrn encontrar unamanera de cosechar lo que necesitan.

    Has odo mal le asegur elcapitn. No est abandonada y a lagente que vive all no le gustan mucholos visitantes. As que si tpersonalmente has enviado a alguien aloeste para buscar eso y te importa algola salud de esa persona, te recomiendoque le enves un telegrama pidindoleque lo reconsidere.

  • El dueo del hotel hizo un gesto denerviosismo pero no confirm nidesminti nada.

    Bueno, entonces te agradezco elconsejo. Supongo que ser cierto, no?T pasas mucho tiempo por all.

    S, yo paso mucho tiempo porall, claro. Y no te digo esto porque mepreocupe que t o tus hombres memolestis. No soy qumico y no tengointereses que necesite proteger. Solo teestoy diciendo, en un amistosointercambio de informacin, que hay unabuena razn por la que solo un puadode personas conseguirn el gas. Es lonico que estoy diciendo.

    Halliway pidi silencio con ungesto y dijo:

  • Te escucho, te escucho. Y desdeluego seguir tu consejo y lo transmitir.Confo en ti, ms o menos.

    Y yo te lo agradezco, ms omenos.

    Estaban parados ante un par depuertas dobles.

    Por aqu, caballeros indicBarebones. Abri una de las puertas y lasostuvo. Entonces vieron una sala dejuegos medio llena de hombres quejugaban a las cartas sentados alrededorde mesas cubiertas de fieltro. Cadagrupo tena sus botellas de alcohol ypilas de fichas rojas, blancas y azulesformaban montculos, o bien estabansujetas entre los dedos de los jugadores,detrs de las cartas.

  • La mayora de los hombreslevantaron la mirada y la mantuvieron,sorprendidos y algunos incluso molestosal ver a los recin llegados. Treshombres que estaban sentados en laparte posterior colocaron las cartassobre la mesa y recogieron sus cosas.

    Compaeros... dijo Halliway. Compaeros, venid conmigo poraqu. En la parte de atrs hay un sitiodonde podremos hablar.

    El capitn, Simeon, y Lamarcaminaron rodeando las mesas,dejndolas atrs como si se tratase delos engranajes de un reloj, manteniendolas trayectorias circulares para esquivarlas sillas y los jugadores quemurmuraban en voz baja.

  • Al pasar por su lado, un hombreelev el tono de voz y solt:

    No saba que el suyo era de esetipo de locales, Barebones. Es queahora deja entrar a cualquiera?

    A lo que Halliway BarebonesCoxey replic:

    Cllate, Reese. Son amigosmos. Y cuando estuvieron donde nopoda orles, aadi: Y si tienes algnproblema con eso te puedes llevar tusnegocios a otro lugar. Pero fue unadefensa dbil, dicha de formaapresurada y por encima del hombro.Aqu atrs, compaeros.

    Simeon le susurr a Lamar:Donde nadie nos pueda ver.

    Qu te apuestas?

  • No pienso aceptar esa apuesta.Si Halliway los oy, no reaccion.

    Se limit a conducirlos a una zona deoficinas repleta del suelo al techo dearmarios, cajones y restos de vidrio quepertenecieron a una destilera. Lahabitacin ola a serrn y a grano malfiltrado, pero era espaciosa, tena sillaspara todos y un escritorio en el queBarebones podra apoyar el traseromientras hablaba y escuchaba.

    Al cerrar la puerta, un panelsituado bajo el armario ms cercanorevel un pequeo mueble bar y unmontn de vasos.

    Puedo ofreceros un trago, hijos?Simeon y Lamar aceptaron de buen

    grado, pero Hainey intervino:

  • No, y puedes seguir llamndonoscompaeros si no te importa. No mellevas ni diez aos, viejo, y no soy hijotuyo.

    Por un momento el hotelero pareciconfundido y entonces algo hizo clic yreplic:

    Tienes razn. Por supuesto,tienes razn. No quera decir eso... Noquera decir nada con eso. Solo osestaba ofreciendo un trago.

    El capitn saba que era cierto,pero no lo quera reconocer, por lo quese limit a asentir:

    Te lo agradezco, pero sigo sinnecesitar beber todava.

    Necesitas otra cosa.Necesitamos un dirigible. Como

  • te dije antes, el pjaro que nos trajohasta aqu cay al suelo. Sufrimos unacolisin grave dijo sealando con elpulgar a Lamar. Pero este hombreconsigui recomponerla lo suficientecomo para que aguantase hasta aqu yahora tenemos que seguir avanzando yno tenemos ninguna nave que nostransporte.

    Barebones se sirvi tres dedos deun licor color cereza que contena unabotella sin etiqueta. Bebi un trago, seapoy de lado en la mesa y dijo:

    No es fcil lo que pides. Aqutenemos muelles, a poco ms de mediokilmetro de la frontera sureste de laciudad, pero no conozco a nadie quequiera vender una nave. Supongo que

  • tendrs dinero.Como siempre dijo Hainey sin

    tener que entrar en detalles. Podemospagar, y pagar mucho si es necesario.

    El hotelero lo mir con perspicaciadesde detrs de sus gafas cuadradas:

    Casi ests insinuando que eldinero no es ningn problema.

    No estoy insinuando eso niremotamente lo corrigi el capitn.Y esto no tiene que ver con elcontrabando de dinero, de armas defuego ni nada similar. Es algo personal,y estoy dispuesto a gastar lo que seanecesario para llevarlo a cabo, pero nopienso dejar que nadie se aproveche denosotros porque tengamos necesidades ymedios.

  • Oh, no, claro. Por supuesto queno. Me has entendido mal dijoBarebones, pero Hainey no crea quefuese as.

    Te he entendido perfectamente yquiero asegurarme de que t tambin meentiendes. Necesitamos una aeronave, yeso es todo. Danos una ydesapareceremos de tu vista en cuantoamanezca.

    Pero no tengo ninguna nave quedaros. Maldita sea, ahora mismo nisiquiera tengo una para venderos, y esoes mucho decir. Me has pillado entre eltrfico de armas a Mxico y elcontrabando de tabaco a Canad, y no esque no quiera ayudarte, pero no tengoninguno de mis barcos aqu. Si no me

  • crees, comprueba los muelles, ya sabesdnde estn, y ya sabes dnde guardomis pjaros. Si tuviera alguno queprestarte, te entregara gustoso en el actolas escrituras. Pero permteme que tepregunte una cosa: qu diablos le pasa tu Cuervo?

    El capitn hizo una mueca y frunciel ceo, y despus de vacilar unmomento le dijo la verdad.

    Me lo robaron. Un ladrnpelirrojo llamado Felton Brink, y no mepreguntes por qu aadi deinmediato. Si lo supiera me sera msfcil perseguirlo. Supongo que no lohabrs visto por aqu, no? Lo habrasreconocido. Tiene una cabeza queparece una hoguera y va pilotando mi

  • nave, que reconoceras al instante, lo s,pero ahora la llaman la Clementine.

    No dijo Barebones con airepensativo. No he odo nada sobre eso,ya que de saberlo me habra sorprendidomenos al verte aqu. Pero si preguntaspor los muelles, quiz oigas algo msalentador.

    El capitn se encogi de hombroscon un gesto que se acercaba ms a laresignacin que a la decepcin.

    No me extraa dijo.Repostaron a las afueras de Topeka yprobablemente puedan continuarvolando durante ms de trescientoskilmetros. No s si Brink sabe que yotengo contactos en Kansas City, pero loque s s es que est siguiendo las

  • carreteras rurales y las rutas areas en lamedida de lo posible.

    Y sabes adnde se dirigen?No tengo ni la menor idea dijo

    Hainey. Si lo hubiese sabido, habraintentado colarme por debajo de l yadelantarme. Pero robar mi buque deguerra fue algo muy injusto. Fue injustoy estpido, maldita sea.

    Espero que lo pague y que lopague como merece gru Halliwaydespus de dar otro trago de alcohol.Si ese pobre tonto supiese a quin se loestaba robando... Pareca nervioso denuevo y Hainey lo not. Interponerseen tu camino no es sano para ningnhombre, eh?

    En absoluto. Pero t lo sabes

  • mejor que nadie, verdad?Lo he visto en accin dijo

    Barebones. S, seor. Pero nunca mehe interpuesto en tu camino y noempezar a hacerlo ahora, lo cual nocambia el hecho de que no tenga ningnpjaro que prestarte. Aunque... dijojugando con la esquina de las gafas.

    Aunque qu? insisti Hainey.Pens lo que estaba a punto de

    decir y cuando hubo ordenado suspensamientos, dijo:

    Aunque..., y esto es confidencial,me entendis, verdad?

    Perfectamente.El hotelero baj la voz para

    imprimirle un matiz ms dramtico a laconversacin. De todas formas, aunque

  • alguien pudiese orlos, al capitn no leimportara lo ms mnimo.

    Refrscame la memoria. TuCuervo Libre era un buque de guerraque... digamos... que adquiriste de losrebeldes, es correcto, no?

    As es.Bueno, digamos, solo de manera

    hipottica, que he odo que una nave dela Unin atrac en los muelles deKansas City para arreglar un indicador yque creo que lo van a reparar en algnmomento entre maana o pasadomaana. Va de camino a Nueva Yorkpara recibir unos retoques en susdefensas; creo que le van a colocar unamagnfica torreta esfrica. Aqu tucolega... dijo sealando a Lamar.

  • Consigui levantar una nave estrellada?Claro que s respondi Lamar.Entonces creo que podra

    arreglar un indicador de una vlvula endiez minutos. Tal vez, y solo tal vez,incluso podra arreglarlo en otro lugar,si a ti y a tus chicos os apetece llevarlade paseo.

    Croggon Hainey no estaba del todoseguro de qu pensar sobre lasugerencia, pero no era tan mala y no ladescart de inmediato.

    No es una mala idea sentencimientras se pellizcaba la barbilla, dondeno tena barba de tres das que acariciarpensativo. Cmo se llama estepjaro de la Unin?

    Por lo que he odo, lo llaman

  • Valkiria.

  • 4

    Maria Isabella Boyd El muelle de pasajeros de Chicagoestaba situado ms all de los mataderosy Maria pudo olerlos cuando el carruajepas a su lado a toda velocidad en sucamino hacia el muelle semipermanentey los dirigibles que esperaban allamarrados. No demasiado nerviosa perotampoco muy contenta, observaba por laventana la ciudad de ladrillos rojos, suscalles y aceras grises debido al hollnde mil hornos, y sus carreteras

  • irregulares llenas de baches sin arreglar.Una sacudida especialmente fuerteamenaz con descolocarle el sombrero,as que se lo asegur bien.

    Ley una y otra vez la informacinque contena el sobre. Toquete elbillete y frot con el pulgar la palabraTopeka, consciente de que tendra quehacer nuevos planes y preguntndosecmo iba a llevarlos a cabo.

    Maria nunca haba volado endirigible, pero no pensaba reconocerlo,y estaba preparada para averiguar losdetalles sobre la marcha. No era novataen el arte de la improvisacin; no lehabra molestado lo ms mnimo si esteno fuese su primer caso y si no tuviesetantas preguntas.

  • Quiz debera sentirse halagada encierto modo por que Pinkerton la hicieseempezar con un asunto tan turbio eincierto. O quiz debera sentirseinsultada y preguntarse si le habraasignado una misin similar a cualquierade sus agentes masculinos y si tambinhabra tenido la misma falta deinformacin.

    Aquello no le daba buena espina.Pero no poda permitirse ser

    quisquillosa. As que, cuando elcarruaje la dej ante una verja, le pagal conductor, se remang los faldones ycamin con decisin hacia un cartelpintado que deca: Billetes. Aunlevantando el vestido, el mugrientofango impregn la tela y le embarr las

  • botas de cuero. Ella lo ignor, esperdetrs de otro hombre que haba en lacola y se acerc al tipo de cara estrechaque haba tras un mostrador y le dijo:

    Seor, le ruego que me ayude,por favor. Tengo un billete para Topeka,pero necesito cambiarlo por uno paraJefferson City.

    Ahora? pregunt l sininmutarse y sin mostrar ningn inters.Se retir el monculo del ojo y lo frotcontra el chaleco a rayas rojas yblancas.

    Posea un instinto especial parareconocer a este tipo de hombres. Era deesos bastante fciles de manejar usandolas tcticas adecuadas. El vendedor debilletes posea unas extremidades

  • delgadas y un carcter avinagrado, leentusiasmaba en demasa su minsculapizca de autoridad y tena toda la pintade ir a causarle problemas... y ella losaba antes de explicarle sucontratiempo.

    As es. Y creo que la nave condestino a Jefferson City parte en breve.

    El hombre mir una hoja de papelque haba en un tabln situado a suizquierda y dijo:

    Dentro de seis minutos. Pero nodebera haber comprado un billete aTopeka si quera ir a Jefferson City. Noes fcil hacer cambios. Hablabadespacio, como si no tuviese intencinde complacerla, y su bordera eranatural, ya que era bsicamente dbil... y

  • no conseguiran moverlo si no eraamenazndolo con usar la fuerza.

    Todava no estaba preparada pararecurrir a una fuerza superior a las tretasfemeninas, pero vea que pronto lanecesitara.

    Yo no compr el billete ledijo. Fue mi jefe quien lo hizo. Leinvito a llamarlo si tiene cualquierproblema para aceptar mi solicitud que,considero y creo sinceramente que ustedtambin lo considera, es bastanterazonable.

    Habra sido ms razonable si,para empezar, le hubiese comprado elbillete correcto.

    Ella hablaba rpido, con firmeza, ycon el tipo de nfasis que no dejaba

  • tiempo para andarse con zalameras. Elvendedor de billetes no se dio cuentaporque era un poco duro de mollera,pero era su advertencia final.

    Entonces podemos estar deacuerdo en algo. Pero la situacin hacambiado y ahora tengo que cambiar elbillete y le estara agradecidsima siaceptase este billete y me diese otro ensustitucin del mismo.

    l se inclin hacia delante paraaveriguar si haba alguien a su alrededora quien se pudiese dirigir. Al no ver anadie, se puso recto y remarc suexpresin ceuda y petulante.

    Tendr que rellenar unformulario. Maria mir el reloj quehaba sobre la mesa, pero antes de poder

  • decir una sola palabra de protesta, elvendedor aadi: Faltan cuatrominutos. Ser mejor que escriba rpido.

    Antes de que dijese la ltimaslaba, la paciencia de Maria se agot yagarr al hombre por la camisa y loacerc a ella. Lo sujet con firmeza,mirndolo a los ojos y le dijo:

    Entonces parece que no tengotiempo para ser agradable. Preferiraserlo, crame... soy especialista en ello,pero el tiempo es oro, por lo que tendrque perdonarme si recurro a algo msbajo.

    Nervioso, se inclin hacia atrspara intentar zafarse de ella, pero Mariaclav los pies en el barro mediocongelado. Como pudo comprobar el

  • vendedor de billetes, la mujer era msfuerte de lo que pareca.

    Oh, no, no haga eso. Ahoramtame en el dirigible que va aJefferson City o llamar a mi jefe ydejar que los chicos de Pinkerton leexpliquen cmo debe tratar a una damaen apuros.

    Pi... Pinkerton?As es. Soy su espa ms nueva,

    ms mala y mejor vestida, y necesito ir aJefferson City y usted, seor, estobstaculizando mi misin. Lo solt deun empujn que lo envi contra suasiento, donde su espalda huesuda choccontra la silla de forma muydesagradable. Ya he consumido tresminutos?

  • No respondi ltartamudeando.

    Y cunto me llevar encontrarel barco que me llevar a JeffersonCity?

    Quiz... un minuto o dos.Entonces, ms le vale darse

    prisa y cambiarme el billete antes deque vuelva a subirme al carruaje,regrese a la oficina y le explique alseor Pinkerton por qu perd el barcoque tanto le interesaba que cogiese. La mujer plant ambas manos en losbordes del mostrador y lo observmientras esperaba.

    Sin dejar de mirar a la iracundamujer surea que estaba a la distancianecesaria para arrancarle los ojos, el

  • vendedor cogi el billete a Topeka, lometi en un cajn y cogi un trozo depapel que le garantizara un pasaje abordo de un barco llamado CherokeeRose.

    Maria lo tom, le dio las graciascon sequedad, y se fue corriendo haciala plataforma donde atracaban losbarcos para la subida de los pasajeros.En el billete figuraba que el CherokeeRose se encontraba en el muelle nmerotres, al que Maria lleg justo cuando unhombre uniformado estaba cerrando labarrera plegable. Entonces la mujer sellev la mano al pecho fingiendo estarsin aliento y a punto de llorar.

    El hombre aventajaba en edad aMaria, la suficiente como para ser su

  • padre, si no su abuelo; y su uniforme,planchado con mucho esmero, encajabaa la perfeccin con su pose militar, sinninguna pelusa ni botones malabotonados. Maria no saba si losdirigibles funcionaban igual que lostrenes, pero estaba preparada paraadivinar que el benemrito caballero erael piloto.

    Oh, seor! exclam ella consu mejor y ms dulce acento de clasealta. Espero no llegar demasiadotarde! dijo entregndole el billete.

    l esboz una sonrisa enmarcadapor unas blanqusimas patillas y abri lapuertecilla para dejarla pasar.

    En absoluto, seora. Solo estcubierto la mitad del pasaje, y me llena

  • de gozo el esperar por una dama.Ella bati las pestaas y le prodig

    la ms hermosa de sus sonrisas al darlelas gracias:

    No puedo expresar lo mucho queaprecio su amabilidad.

    No es ninguna molestia leasegur y, tomando su minscula manoenguantada, la acompa hasta lasescalerillas que conducan al interior dela Cherokee Rose. Ser su capitn enel viaje a Jefferson City.

    El capitn? repiti ella, comosi fuese lo ms impresionante que jamshubiese escuchado decir a un hombre.Qu maravilla! Debe de ser un trabajoincreblemente difcil el que ustedrealiza, mover una mquina de este

  • tamao y complejidad por los aires.A lo que l respondi:Bueno, a veces es complicado,

    pero puedo prometerle que noencontraremos muchos problemas decamino a Misuri le asegur al cederleel paso. Es una ruta tranquila quesuelen ignorar los piratas y demasiadoalta para que los indios nos prestenatencin. Hace buen tiempo y el vientoes favorable. La dejaremos sana y salvaen su destino en unas veinte horas a losumo.

    Veinte horas? Maria entr enel barco. A su derecha la esperabamedia docena de filas de asientosatornillados al suelo. Los asientosestaban profusamente acolchados, pero

  • se haban desgastado por las esquinas, ysolo la mitad de ellos estaban ocupados.

    Es una maravilla de la ciencia,seor.

    Lo es asinti l mientras lesoltaba la mano. Son cuatrocientosochenta y dos kilmetros y, si el tiempono nos lo impide, mantendremos unavelocidad ms o menos constante deveintisiete kilmetros por hora.Bienvenida a bordo del Cherokee Rose,seorita...

    Boyd dijo ella. SeoritaBoyd, capitn...

    l le hizo una reverencia con lagorra.

    Seymour Oliver, a su servicio.Puedo ayudarle a guardar su equipaje?

  • Muchas gracias, seor. Leentreg la enorme bolsa de viaje y seaferr a la ms pequea, que contenalas instrucciones de Pinkerton.

    El capitn meti el equipaje en unhueco del compartimento de estiba y loasegur con una red de lana que ajusten las esquinas.

    Elija entre los asientosdisponibles y, por favor, pngasecmoda. En la cocina encontrarrefrigerios. Est justo a su izquierda,tras pasar la puerta redonda con losremaches. Hay unos pequeos aseos enla parte posterior de la nave y losasientos se reclinan moviendo lapalanca que est en el reposabrazos. Ysi necesita cualquier otra cosa no dude

  • en asomar la cabeza por la cortina paradecrmelo.

    El capitn Seymour Oliver se retirtras mirar dos o tres veces atrs y,cuando se hubo marchado, Mariaescogi un asiento en la parte del fondo,en una fila que estaba vaca.

    El asiento era tan cmodo comocaba esperar de una mquina que habasido fabricada para transportar personasde un lugar a otro con eficiencia.Aunque estaba acolchado, tena unmontn de bultos; y aunque tenamuchsimo espacio para estirar laspiernas, no poda levantar los brazospara estirarlos sin que sus nudilloschocasen con un panel metlico quehaban colocado sobre su cabeza. No

  • era un hotel volante, pero podrasobrevivir a casi cualquier cosa duranteveinte horas.

    Cerr los ojos, apoy la cabeza enel borde del asiento, coloc la bolsams pequea y su contenido informativosobre su regazo y la cubri con lasmanos.

    El capitn anunci a travs del tuboacstico que estaban listos para zarpar yle pidi a todo el mundo que utilizasenlas correas de sujecin que estabanincrustadas en los asientos que tenandelante. Maria abri un ojo, vio un lazode cuero y enroll los dedos en laagarradera; pero no fue tan necesariocomo esperaba.

    El Cherokee Rose solo se

  • estremeci ligeramente al zarpar,dejando atrs un muelle apenas con ungrito ahogado y un bamboleo. Lasensacin de ascender formaba ondas enel estmago de Maria. El hecho de estarsiendo mecida, aunque fuese consuavidad, desde un pndulo, la hizodesear tener algo ms rgido a lo queagarrarse, pero ni se inmut y no intentbuscar una barra ni un cinturn. En lugarde eso, volvi a recostar la cabeza (denuevo con los ojos cerrados) y rez parapoder dormir un poco cuando el sol sepusiese y la cabina, de manerainevitable, se oscureciese.

    Le resultaba curioso cmo letemblaba la tripa y cmo le silbaban y leestallaban los odos. Ya haba volado en

  • un globo aerosttico, pero no se parecaen nada al Cherokee Rose. No habahidrgeno, ni hlices ni fuertes silbidosde vapor a presin abrindose paso porlas tuberas. Bajo sus pies detect lapercusin vibrante de las tuberas quediscurran bajo el suelo; poda sentir lascosquillas y el calor a travs de susbotas heladas. Desliz los dedos de lospies hacia abajo y dej que el bamboleola relajase, la hipnotizase o ladistrajese, lo que fuese; y cinco minutosms tarde la nave estaba volando trashaber coronado los rboles y las msaltas estructuras ignfugas y uniformesde ladrillo que rodeaban los astilleros.

    Una buena interpretacin,seorita Belle.

  • Maria parpade lentamente. Por laventana redonda situada a su derechapudo ver las puntas de los tejados quequedaban bajo la nave y el aleteo oscuroy disperso de los pjaros cuyo vuelo s