El Oro Brilla en la MIna 23/02/2011

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EL MUNDO. MIÉRCOLES 23 DE FEBRERO DE 2011 DEPORTES 45 JORDIRIBALA YGU E / SantAdrià No para ni aunque las cicatrices giman. Gervasio Deferr pasó ha- ce un mes a la reserva de los me- jores del deporte español. A pe- sar de las lesiones que le han apartado de los Juegos de Lon- dres, el dolor no le ha despegado del tapiz, donde empezó hace más de dos décadas a dar pirue- tas en un pequeño gimnasio de Premià de Mar en el que halló cobijo a una hiperactividad ade- rezada de inconformismo. El tres veces medallista olímpi- co domó el talento que le borbo- teaba cuando era el hijo de una pareja argentina que huyó de la dictadura militar y ahora rastrea la misma rebeldía y las mismas ganas de divertirse con la gimna- sia en La Mina, el epicentro del extrarradio más humilde de Bar- celona. «¿Verdad que mola? Pues llevamos cuatro meses», suelta Deferr con orgullo durante uno de los escasos parones que se concede en el club que lleva su nombre y que ha creado junto a otros jóvenes ex profesionales en el lustroso pabellón del barrio de Sant Adrià de Besòs. En el gimnasio, brincan una veintena de niños a ritmo endia- blado. Ninguno desentona y unos cuantos se marcan una combina- ción de acrobacias con desparpa- jo. «No lo hagáis tan rápido, que me dé tiempo a ayudaros», atem- pera a un par de chicas Gervi, co- mo le conocen en el barrio, el mismo mote con que se abrió hueco en los podios. Un margen de 10 años El medalla de oro en Sidney y Atenas acude la tarde de los jue- ves a La Mina, donde las sesiones las dirigen otros dos ex miem- bros de la selección española, Saúl Cofiño y Susana García. Se dan un margen de una década para que el club arraigue. «Nun- ca se sabe si se necesitarán seis o 13 años; no sabemos cuándo puede surgir alguien», dice De- ferr, que compagina el trabajo con la cantera que desea forjar en las afueras de Barcelona con los entrenamientos en el Centro de Alto Rendimiento de Sant Cu- gat, donde se pule a los atletas. Por el momento, dos jóvenes gimnastas con futuro, Thais Es- colar y Cristina Minorescu, son los primeros fichajes del equipo. El ex deportista conoce bien a algunas de las personas que se desviven por deshacerse de la fa- ma de territorio comanche que el arrabal se granjeó cuando des- puntó una ristra de ilustres de los bajos fondos barceloneses. Deferr se unió al particular reto que los vecinos disputan a través de sus amigos del club de lucha de La Mina –una fábrica de campeones de España– y no es extraño verle compadreando en el bar del cen- tro cultural gitano de un barrio que idolatra a Camarón con una escultura acicalada con claveles. «Aquí la gente lleva toda la vi- da peleando para mejor ar e ir con la cabeza bien alta», elogia el ex campeón. Deferr confía en que la dosis de madurez, sacrifi- cio y pundonor de quien llegue a convertirse en su sucesor pueda inocularse en una barriada que se ha visto abandonada a la mar- ginalidad durante años. «Los más pequeños no han vi- vido lo mismo que sus padres, pero se nota que tienen mentali- dad de lucha y que lo llevan en los genes», observa el ex gimnas- ta, admirado por el respeto que los niños profesan por cada ejer- cicio y por la cifra de solicitudes para ingresar en el club, inclui- das las de menores que viven fuera de La Mina: «Ha sido una sorpresa para todos, porque esta- mos cerca de los 50 alumnos y no pensábamos que pasáramos de más de 20. A algunos padres les pedimos que esperen un poco an- tes de apuntar a los hijos». Deferr caus a admiración. Cuando entra en la sala, se levan- ta un pequeño revuelo. Los chi- cos se abalanzan sobre él, le re- quieren a todo momento, gatea y se abre de piernas, anima al reza- gado y premia con un «muy bien» al que atiende la lección. Se le ve ilusionado con la suda- dera de preparador. «Venga, ya, sin miedo... No, más alto... No, muy atrás... Va, que te ayu do». Cuandono se da po r satis- fec ho, Ger vi se pone com o eje mp lo y clava un mortal de espaldas sin despeinarse. Las pequeñas y aven- tajadas pupilas se quedan boquia- biertas y aplauden al maestro. «Los 45 chicos que tenemos me recuerdan a cuando era pequeño; la calidad ya se verá, pero entre- nan con intensidad y son inquie- tos», analiza Deferr, que ejerce de líder sencillo y de colega con mando en plaza. Corre de un la- do a otro para corregir posturas, pone paz y provoca risas cuando toca: es puro nervio criando car- ne que crece sobre el potro y las paralelas. «El primer día nos sorprendió verle, pero es muy cercano y cari- ñoso con todos y, aunque los ni- ños le han visto en la tele y en in- ternet, es uno más para ellos», cuenta Cristina, la madre de Éric, uno de los aprendices de los ex olímpicos que han recalado en el gimnasio de La Mina. Deferr es insistente. Tanto, que a veces in- cluso se olvida del daño que ha terminado al fin por apearle de la competición. «El otro día en Sant Cugat no visualizaban el ejercicio que pedía y me tiré media hora saltando para que lo comprendie- ran. Luego noté el dolor y me re- cordó por qué me he tenido que retirar», confiesa sin perder para nada la sonrisa. Mientras habla, no pierde de vista a los cachorros. «Saúl, míra- me a éstos», le ruega a Cofiño an- tes de reflexionar sobre los reve- ses que el deporte esconde: «Aprendes de ellos. Lo que no te mata te hace más fuerte. No eli- minaría nada de lo malo de mi carrera, ni las derrotas, ni cuan- do estuve solo, ni el positivo por dopaje, porque fue entonces cuando me di cuenta de quién es- taba de verdad a mi l ado». Tam- bién en la adversidad crecen los ganadores. Gerva sioDeferr instru yea tresjóvenesalumnas,en el gimnas io de LaMina. /QUIQUE GARCÍA Tr es vece s medal lista olímpico , las lesiones le han apart ado final mente de lo s Juegos de Londres «A quí la gente lleva toda la vida pel eando par a me jo rar e ir c on la cabeza bien alta », aseg ura Su escuela se ha revelado como todo un éxito: ya cuenta con casi 50 alumnos El oro brilla en La Mina Recién retirado, el ex gimn asta Gerv asio Deferr busca nuev os talentos junto a ot ros ex olí mpicos en el cin tur ón metro poli tano de Bar celo na Impreso por Miquel Peinador Bayà. Propiedad de Unidad Editorial. Prohibida su reproducción.

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EL MUNDO. MIÉRCOLES 23 DE FEBRERO DE 2011

DEPORTES45

JORDIRIBALAYGUE / SantAdrià

No para ni aunque las cicatricesgiman. Gervasio Deferr pasó ha-ce un mes a la reserva de los me-jores del deporte español. A pe-sar de las lesiones que le hanapartado de los Juegos de Lon-dres, el dolor no le ha despegadodel tapiz, donde empezó hacemás de dos décadas a dar pirue-tas en un pequeño gimnasio dePremià de Mar en el que hallócobijo a una hiperactividad ade-rezada de inconformismo.

El tres veces medallista olímpi-co domó el talento que le borbo-teaba cuando era el hijo de unapareja argentina que huyó de ladictadura militar y ahora rastreala misma rebeldía y las mismasganas de divertirse con la gimna-sia en La Mina, el epicentro delextrarradio más humilde de Bar-celona. «¿Verdad que mola? Puesllevamos cuatro meses», sueltaDeferr con orgullo durante unode los escasos parones que seconcede en el club que lleva sunombre y que ha creado junto aotros jóvenes ex profesionales enel lustroso pabellón del barrio deSant Adrià de Besòs.

En el gimnasio, brincan unaveintena de niños a ritmo endia-blado. Ninguno desentona y unoscuantos se marcan una combina-ción de acrobacias con desparpa-jo. «No lo hagáis tan rápido, queme dé tiempo a ayudaros», atem-pera a un par de chicas Gervi, co-mo le conocen en el barrio, elmismo mote con que se abrióhueco en los podios.

Un margen de 10 añosEl medalla de oro en Sidney yAtenas acude la tarde de los jue-ves a La Mina, donde las sesioneslas dirigen otros dos ex miem-bros de la selección española,Saúl Cofiño y Susana García. Sedan un margen de una décadapara que el club arraigue. «Nun-ca se sabe si se necesitarán seis o13 años; no sabemos cuándopuede surgir alguien», dice De-ferr, que compagina el trabajocon la cantera que desea forjaren las afueras de Barcelona conlos entrenamientos en el Centrode Alto Rendimiento de Sant Cu-gat, donde se pule a los atletas.Por el momento, dos jóvenesgimnastas con futuro, Thais Es-colar y Cristina Minorescu, sonlos primeros fichajes del equipo.

El ex deportista conoce bien aalgunas de las personas que sedesviven por deshacerse de la fa-ma de territorio comanche que elarrabal se granjeó cuando des-

puntó una ristra de ilustres de losbajos fondos barceloneses. Deferrse unió al particular reto que losvecinos disputan a través de susamigos del club de lucha de LaMina –una fábrica de campeonesde España– y no es extraño verle

compadreando en el bar del cen-tro cultural gitano de un barrioque idolatra a Camarón con unaescultura acicalada con claveles.

«Aquí la gente lleva toda la vi-da peleando para mejorar e ircon la cabeza bien alta», elogia elex campeón. Deferr confía enque la dosis de madurez, sacrifi-cio y pundonor de quien llegue aconvertirse en su sucesor puedainocularse en una barriada quese ha visto abandonada a la mar-ginalidad durante años.

«Los más pequeños no han vi-vido lo mismo que sus padres,pero se nota que tienen mentali-dad de lucha y que lo llevan enlos genes», observa el ex gimnas-ta, admirado por el respeto quelos niños profesan por cada ejer-cicio y por la cifra de solicitudespara ingresar en el club, inclui-

das las de menores que vivenfuera de La Mina: «Ha sido unasorpresa para todos, porque esta-mos cerca de los 50 alumnos y nopensábamos que pasáramos demás de 20. A algunos padres lespedimos que esperen un poco an-tes de apuntar a los hijos».

Deferr causa admiración.Cuando entra en la sala, se levan-ta un pequeño revuelo. Los chi-cos se abalanzan sobre él, le re-quieren a todo momento, gatea yse abre de piernas, anima al reza-gado y premia con un «muybien» al que atiende la lección.Se le ve ilusionado con la suda-dera de preparador.

«Venga, ya, sin miedo... No, másalto... No, muy atrás... Va, que teayudo». Cuandono se da por satis-

fecho, Gervi se pone como ejemploy clava un mortal de espaldas sindespeinarse. Las pequeñas y aven-tajadas pupilas se quedan boquia-biertas y aplauden al maestro.

«Los 45 chicos que tenemos merecuerdan a cuando era pequeño;

la calidad ya se verá, pero entre-nan con intensidad y son inquie-tos», analiza Deferr, que ejercede líder sencillo y de colega conmando en plaza. Corre de un la-do a otro para corregir posturas,pone paz y provoca risas cuandotoca: es puro nervio criando car-

ne que crece sobre el potro y lasparalelas.«El primer día nos sorprendió

verle, pero es muy cercano y cari-ñoso con todos y, aunque los ni-ños le han visto en la tele y en in-ternet, es uno más para ellos»,

cuenta Cristina, la madre de Éric,uno de los aprendices de los exolímpicos que han recalado en elgimnasio de La Mina. Deferr esinsistente. Tanto, que a veces in-cluso se olvida del daño que haterminado al fin por apearle de lacompetición. «El otro día en Sant

Cugat no visualizaban el ejercicioque pedía y me tiré media horasaltando para que lo comprendie-ran. Luego noté el dolor y me re-cordó por qué me he tenido queretirar», confiesa sin perder paranada la sonrisa.

Mientras habla, no pierde devista a los cachorros. «Saúl, míra-me a éstos», le ruega a Cofiño an-tes de reflexionar sobre los reve-ses que el deporte esconde:«Aprendes de ellos. Lo que no temata te hace más fuerte. No eli-minaría nada de lo malo de mi

carrera, ni las derrotas, ni cuan-do estuve solo, ni el positivo pordopaje, porque fue entoncescuando me di cuenta de quién es-taba de verdad a mi l ado». Tam-bién en la adversidad crecen losganadores.

GervasioDeferr instruyea tresjóvenesalumnas,en elgimnasio de LaMina. /QUIQUE GARCÍA

Tres veces medallistaolímpico, las lesiones lehan apartado finalmentede los Juegos de Londres

«Aquí la gente lleva todala vida peleando paramejorar e ir con la cabezabien alta», asegura

Su escuela se harevelado como todoun éxito: ya cuentacon casi 50 alumnos

El oro brilla

en La MinaRecién retirado, el ex gimnasta Gervasio Deferr

busca nuevos talentos junto a otros ex olímpicosen el cinturón metropolitano de Barcelona

Impreso por Miquel Peinador Bayà. Propiedad de Unidad Editorial. Prohibida su reproducción.