El Optimismo de Mitre

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El optimismo de Mitre A pesar del optimismo de Mitre que anunciaba el 16 de abril de 1865, “En 24 horas en los carteles, en tres semanas en Corrientes, y en tres meses Asunción”, lo cierto que en ninguno de esos plazos las tropas no estaban no habían salido de Buenos Aires. Recién a fines de mayo y principios del junio, el congreso argentino dictaría las leyes militares para formar el ejército nacional. Estaría formado por 10.000 soldados de línea existentes, algunos “enganchados” y condenados a “servir las armas” la mayor parte, y 15.000 “guardias nacionales”. Tambiésn traerían “mercenarios” de Europa. La Guardia Nacional en realidad estaba compuesta por toda la población comprendida entre los 17 años y los 45 años los casados, y cincuenta los solteros. La totalidad de los 15.000 hombres estaría por “contingentes” provenientes de cada provincia en forma proporcional a su población, y si no encontraran el número suficiente se podría recurrir a los “enganches” mediante paga. El problema se planteó en forma inmediata, porque salvo algunos jóvenes entusiastas liberales de Buenos Aires que se alistaron inmediatamente para luchar contra “el tirano”, o llevados por la atracción del “desfile militar” que Mitre les ofrecía, lo cierto es que no había interés en luchar en una guerra lejana, contra un enemigo que no era tal, sobre todo para las provincias del interior, y no había quien quisiera formar los “contingentes” como voluntarios o enganchados, pagos o nó. El interior se opone a la guerra Los gobiernos del interior, casi todos “mitristas”, tenían dificultades para formar los contingentes, porque los “voluntarios”, al enterarse que la guerra era contra el Paraguay, se escapaban en la primera ocasión de hacerlo. El encargado del “contingente” de Córdoba, Emilio Mitre, el 12 de julio de 1865 escribe que envía “los voluntarios atados codo con codo” y el 2 de julio el amotinamiento del “contingente” de San Luis. Julio Campos, porteño impuesto como gobernador en La Rioja tras el asesinato del Chacho Peñalosa, informa a Mitre el 12 de mayo que “Es muy difícil sacar hombres de la provincia en “contingentes” para el litoral, porque es tal el pánico que les inspira el “contingente” que a la sola noticia que iba a sacarse, se han ganado a las sierra y no será chica la hazaña si consigo que salgan”, y el mismo Campos escribe que “La sola palabra “contingente” basta para introducir la alarma y despoblar pueblos enteros”. Los “voluntarios” de Córdoba y Salta se sublevaron al llegar a Rosario apenas les quitaron las maneas. En Catamarca la gente se niegaa la incorporación. Un testigo calificado, el juez nacional Filemón Posse, explicaba al Ministro de Justicia,

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Resumen

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El optimismo de MitreA pesar del optimismo de Mitre que anunciaba el 16 de abril de 1865, En 24 horas en los carteles, en tres semanas en Corrientes, y en tres meses Asuncin, lo cierto que en ninguno de esos plazos las tropas no estaban no haban salido de Buenos Aires. Recin a fines de mayo y principios del junio, el congreso argentino dictara las leyes militares para formar el ejrcito nacional. Estara formado por 10.000 soldados de lnea existentes, algunos enganchados y condenados a servir las armas la mayor parte, y 15.000 guardias nacionales. Tambisn traeran mercenarios de Europa.La Guardia Nacional en realidad estaba compuesta por toda la poblacin comprendida entre los 17 aos y los 45 aos los casados, y cincuenta los solteros. La totalidad de los 15.000 hombres estara por contingentes provenientes de cada provincia en forma proporcional a su poblacin, y si no encontraran el nmero suficiente se podra recurrir a los enganches mediante paga. El problema se plante en forma inmediata, porque salvo algunos jvenes entusiastas liberales de Buenos Aires que se alistaron inmediatamente para luchar contra el tirano, o llevados por la atraccin del desfile militar que Mitre les ofreca, lo cierto es que no haba inters en luchar en una guerra lejana, contra un enemigo que no era tal, sobre todo para las provincias del interior, y no haba quien quisiera formar los contingentes como voluntarios o enganchados, pagos o n. El interior se opone a la guerraLos gobiernos del interior, casi todos mitristas, tenan dificultades para formar los contingentes, porque los voluntarios, al enterarse que la guerra era contra el Paraguay, se escapaban en la primera ocasin de hacerlo. El encargado del contingente de Crdoba, Emilio Mitre, el 12 de julio de 1865 escribe que enva los voluntarios atados codo con codo y el 2 de julio el amotinamiento del contingente de San Luis. Julio Campos, porteo impuesto como gobernador en La Rioja tras el asesinato del Chacho Pealosa, informa a Mitre el 12 de mayo que Es muy difcil sacar hombres de la provincia en contingentes para el litoral, porque es tal el pnico que les inspira el contingente que a la sola noticia que iba a sacarse, se han ganado a las sierra y no ser chica la hazaa si consigo que salgan, y el mismo Campos escribe que La sola palabra contingente basta para introducir la alarma y despoblar pueblos enteros.Los voluntarios de Crdoba y Salta se sublevaron al llegar a Rosario apenas les quitaron las maneas. En Catamarca la gente se niegaa la incorporacin. Un testigo calificado, el juez nacional Filemn Posse, explicaba al Ministro de Justicia, Eduardo Costa, los procedimientos compulsivos que haba utilizado el gobierno local al expresar que se ponan guardias hasta en las puertas de los templos para tomar a los hombres que iban a misa, sin averiguar si estaban eximidos por la ley. El mismo testigo seala, el estado de desnudez de la tropa, lo cual mova la compasin del vecindario cuando sala a la plaza para recibir instruccin. Ms parecen mendigos que soldados que van a combatir por el honor del pueblo argentino, afirmaba, agregando que tal situacin suscit la piadosa intervencin de la Sociedad San Vicente de Paul que les provey de ropa y comida. Acusaba tambin al gobernador Maubecn de incurrir en una errnea interpretacin del estado de sitio, cuando exiga al vecindario auxilios de hacienda y contribuciones forzosas para costar los gastos de la movilizacin. El gobernador Maubecn, de Catamarca, encarga 200 pares de grillos para el contingente de su provincia. (J.M.Rosa. La guerra de Paraguay, p.223) Jos Aguayo, uno de los oficiales instructores, orden por su cuenta, la aplicacin de la pena de azotes en perjuicio de varios soldados, lo que provoc un proceso ante el Juzgado Federal, que lo inhabilita pro diez aos para desempear oficios pblicos. La sentencia disgust al gobernador Maubecn, quien neg jurisdiccin al magistrado para intervenir a propsito de los castigos impuestos en el cuartel a consecuencia de una sublevacin. El gobernador calificaba de extraa la intervencin de Filemn Posse y afirmaba que esa ingerencia era una forma de apoyo a los opositores sublevados. El pleito sustanciado lleg a la esfera del Ministerio de Justicia y interpelacin al ministro Eduardo Costa por parte del senador catamarqueo Angel Aurelio Navarro.

La negativa a incorporarse no era cobarda. Eran hombres acostumbrados a cientos de combates y batallas. Muchos de ellos a la primera convocatoria, ensillaban su mejor caballo, agarraban cuchillo y lanza, y se iban tras el caudillo que los convocaba, sin preguntar mucho y sin pedir nada a cambio. Pero ahora no los convocaba su jefe natural, sino los porteos, y para pelear en una guerra a la que se oponan. Las dificultades de UrquizaEl mismo Urquiza, a quien sus paisanos lo haban acompaado en Vences, Cepeda y Pavn entre otras, tendra problemas en esta oportunidad. Muchos son convocados con engaos, dicindole que era para combatir contra los porteos y macacos brasileros, pero al enterarse de la verdad se sublevan y desbandan, y algunos jefes se niegan a la maniobra: Usted nos llama para combatir al Paraguay le escribe Ricardo Lpez Jordn- Nunca general; ese es nuestro amigo. Llmenos para pelear a porteos y brasileos. Estamos pronto. Eso son nuestros enemigos. Omos todava los caones de Paysand. Estoy seguro del verdadero sentimiento del pueblo entrerriano (R.L.Cramo. La guerra del Paraguay, p.140)Urquiza se ocupa de la persecucin de quienes resisten a la guerra. El gobernador de Entre Ros, don Jos Dominguez, hace detener en Concordia a don Juan Coronado, ex secretario de Urquiza, acusndole de desacreditar la causa nacional de una manera subversiva (Paran, 9 de mayo de 1865. Original en el Arch. de Entre Ros, Paran). El ministro de Gobierno, doctor Nicanor Molinas, cursa instrucciones a los jefes polticos para que vigilen a los individuos que se ocupan en anarquizar a los ciudadanos que defienden las causa nacional (13 de junio de 1865. Recopilacin de Leyes, Decretos y Acuerdos de la Provincia de Entre Ros, 1821-1873.)Los desbandesUrquiza reuni 8.000 hombres en Cal y acompaado como ayudante Felepe Varela, el 14 de mayo se mueve con la gente al norte. El 21 acampan en Yuquer, a 5 leguas de Concordia, y luego marchan a Basualdo. El 3 de julio Urquiza va a entrevistar a Mitre. Los entrerrianos, que de mala gana hablan obedecido a su general creen en un abandono; como un reguero de plvora corre la noticia por el campamento de Basualdo: "Compaeros: el Capitn General se ha ido a su casa y es necesario que nosotros tambin nos vayamos. No sean tontos; no se dejen engaar, se repetan los convocados (Arch.Uruiza. Chavez Fermin. Vida y muerte de Lpez Jordn). Intilmente los jefes -el general Ricardo Lpez Jordn, los coroneles Manuel Navarro, Domingo Here y Manuel Caravallo- tratan de contener la desbandada. Se oyen gritos "Viva Urquiza y muera Mitre". Imitando el aullido de los zorros, los nogoyaceros y victorianos van dando de carpa en carpa la seal de la desercin y buena parte de las divisiones se desbandan.La noticia llega a Urquiza a la madrugada en la estancia de Gregorio Castro, donde ha hecho noche en su viaje a Concordia. Monta rpidamente, pero su presencia es intil: cerca de 3.000 entrerrianos han dejado el campamento, y los restantes parecen resueltos a imitarlos. Urquiza ordena fusilamientos y proclama que "la patria exige ir a la guerra"; todava su prestigio es grande, pero no detiene el desbande que seguir en las noches siguientes. Hasta el 7 de julio, en que para mantener su vacilante autoridad, licencia todo el campamento. Har una nueva convocatoria en el Yuquer; pero la tarea resulta difcil. Lpez Jordn desde Paran le escribe el 31 de julio "que la gente se reunir donde V. E. ordene, pero no quieren ir para arriba"; el coronel Juan Luis Gonzlez escribe el 19 de setiembre "que si esta marcha no es contra Mitre, ellos (los entrerranos) no salen de sus departamento" (Ibidem) Algunos se han pasado a los Paraguayos entre ellos, desde el principio, Telmo Lpez, hijo de Estanislao Lpez. Despus del desbande de Basualdo, Urquiza rene con esfuerzo en Yuqueri 6.000 hombres: ha recorrido los departamentos y los ha hecho recorrer por gente de su confianza a fin de levantar un contingente entrerriano aceptable. El 8 de noviembre llega con los nuevos voluntarios de infantera, pues ha vendido sus caballos a Brasil, a las mrgenes del arroyo Toledo: la divisin Gualeguaych inicia el desbande en masa, seguida por todas las dems. No han esperado esta vez la ausencia de Urquiza, y nadie, ni el mismo Urquiza en persona, puede impedir la resolucin de "no ir para arriba" y menos de a pie. Esta vez se trata de una rebelin abierta contra toda orden de don Justo, cuya energa de esa noche nada pudo hacer contra la actitud decidida de los soldados antiliberales - dice Fermn Chvez. (Vida y muerte de Lpez Jordn)La furia de Urquiza es tremenda. Ordena el fusilamiento de los desertores que fuesen encontrados. Numerosos entrerrianos, se unen a los paraguayos o cruzan a refugiarse en el territorio oriental. Se ha disuelto el Ejrcito de Vanguardia. Urquiza quedar en su palacio de San Jos; no ha podido cumplir un rol militar en la guerra contra los paraguayos, pero tendr algo con que entretenerse: sus establecimientos proveern la carne consumida durante la guerra por los ejrcitos aliados.La situacin de Urquiza es comprometida. La realidad queda al descubierto despus de los desbandes en que se ve obligado a licenciar las tropas para evitar males mayores. V.E. debe estar persuadido le escribe a Mitre que al tomar tan grave resolucin, sin esperar sus rdenes, es porque no ha podido ser de otro modo, para no esterilizar en la desmoralizacin y el desorden elementos que deben volver a concurrir a la defensa nacional como V.E. debe estar seguro que lo harn, que lo har yo que me he de sacrificar, si es preciso, solo (7 de julio de 1865. Archivo Mitre, II, p. 225) Es la confesin del rotundo fracaso. Gelly y Obes le informa a Mitre de los acontecimientos y ste le responde: Por lo dems, casi estoy conforme con usted en la relativo al concurso material de Entre Ros, sobre todo siendo como es el general Urquiza un factor inerte que de buena fe est dispuesto al bien, pero que no est a la altura de la situacin, no comprende ms las cosas que las vieja que pasaron de moda hace muchos aosdando poca importancia a lo que por ahora diga el general Urquiza, pues con todo est conformeSin embargo, todo se ha de enderezar por la razn o la fuerza (Cuartel General, Concordia, 24 de julio de 1865. Arch.Mitre. III, p. 45 y48.). Mitre y Urquiza, pintados de cuerpo enteroGuerra del Paraguay - Leonardo Castagnino Ah esta pintado Mitre de cuerpo entero: todo se ha de enderezar por la razn o la fuerza. Mitre le reclama la aplicacin de severos castigos a los traidores que se atreven a conspirar contra la nacin contndose entre esos traidores algunos con quienes V.E. parece contar para efectuar su reserva (Uruguayana, 12 de noviembre de 1865. Reservada. Arch.Mitre, II, p. 240).La pualada trapera es evidente. Urquiza no puede negarse porque a la orden se aade la vedada amenaza: Si despus de lo que le he manifestado a V.E. reservadamente, aun se demorasen las medidas dictadas contra esas personas (Ibidem)Luego de sta proclama Urquiza curs rdenes seversimas y autoriz la aplicacin de brbaros castigos a los reticentes. Al general Lpez Jordn le escribi: Hoy se han fusilado tres despus de haber sido sumariados y condenados por consejo ordinario. Quiero que me persiga y remita a este Cuartel General a los oficiales Lara, Retamar y un yerno del Cnl. Gutirrez, instigadores de las deserciones de Toledo (7 de diciembre de 1865, Arch.L.Jordn, Paran). Le recomiendo muy particularmente que, con la mayor reserva, averige quienes fueron los que, en Basualdo y Toledo, imitando el aullido del los perros y los zorros, daban la seal para la desercin y los que sean autores, capturados y remitidos a este Cuartel General (8 de dic. de 1865. Idem). En referencia a estos hechos represivos Urquiza le comunica a Mitre: La medidas tomadas para reprimir las malas pasiones que causaron los desrdenes de Basualdo y Toledo, producen los saludables efectos que deban proponerse (San Jos, 20 de diciembre de 1865. Archivo Mitre, II, p. 252)De ah en ms Urquiza toma precauciones para la leva de soldados, que controla desde su despacho. Crcano nos cuenta cmo, perseverante en su decisin patritica, pudo embarcar desde el puerto de Concepcin del Uruguay, algunos batallones seleccionados. Para evitar sorpresas, desde su despacho de la ciudad dirige la operacin. (Crcano, R. J. Guerra del Paraguay, orgenes y causas)

En determinado momento se presenta un hombre que luego de saludar militarmente, le dice: Mi general, la tropa no quiere embarcarse. La escena es narrada por Ramn J. Crcano: Denme mi lanza, exclama el general. Salta en el primer caballo que halla al salir, y parte a gran carrera en direccin al puertoBlandiendo la lanzaron su brazo fuerte, parece que encabeza una de las cargas irresistibles que tantas veces le dieron la victoria. Llega al puerto, revista a trote largo la tropa formada, laza en mano, mirando fijamente. Detiene su caballo frente al portaln del barco, y se oye su voz arrogante: Comandante! Ordene que se embarquen de uno en fondo. La voz de mando se repite, y la tropa se embarca en silencio. El barco se aleja conduciendo tranquilamente el contingente entrerriano, arrancado por el grito de su caudillo del abismo de su retraimiento (Crcano, R. J. Guerra del Paraguay, orgenes y causas) Esos contingentes despachados para acrecentar los ejrcitos, son aquellos de los que Mitre le acusaba recibo: Lleg ya el comandante Pintos con una parte del contingente que enva V.E. de esa provincia. De conformidad con lo que V.E. me pide, dispongo el regreso de la custodia que trajo el contingente (Mitre a Urquiza. Cuartel General Yatayt, 4 de octubre de 1866. Arch. Mitre, II, p. 269). As es como Mitre y Urquiza, con custodios, grillos y maneas, llevaban a la guerra a miles de hombres que, dispuestos a pelear contra porteos y macacos, no estaban ir para arriba contra sus hermanos paraguayos.Hay tambin un ejercito argentino de vanguardia que se mantuvo en el territorio nacional para sofocar los levantamientos populares de las montoneras que se negaban a participar en la guerra en franca oposicin al gobierno, que los reprimi con el ejercito regular. Para hacerse cargo de afrontar esos levantamientos, Mitre deja el teatro de operaciones y se traslada definitivamente a Buenos Aires. Segn dalgunas opiniones, esta fue sola una excusa para que Mitre, tras una seguidilla de contrastes del ejrcito aliado, cediera el comando en jefe a los brasileos. Segun algunos historiadores, se dio la paradoja, que no nos consta, de que en los enfrentamientos en territorio nacional, hubo mas victimas que en el frente paraguayohttp://www.lagazeta.com.ar/tropas_argentinas.htm

,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,Por Gonzalo Garcia

IntroduccinEn su exilio en Chile y luego de la derrota de la montonera federal que se alz en nombre de la "Unin Americana" contra el mitrismo, mora casi en soledad hace 140 aos el caudillo Felipe Varela.Si bien tuvo una existencia cargada de luchas y actos de herosmos, la vida poltica de Varela encuentra su sentido histrico en su ltima etapa, en la que efectu una oposicin frrea a la Guerra del Paraguay y efectu su alzamiento contra el gobierno de Bartolom Mitre. Varela se diferencia de los otros caudillos federales porque tuvo una lucidez poltica para interpretar, evaluar y comunicar los alcances del movimiento federal, comprendiendo cabalmente del sentido de patria grande y la esencia de una poltica popular. Tambin supo hacer, a la vez, una correcta lectura del carcter oligrquico y pro imperialista del gobierno de Mitre y la oligarqua argentina.El intento revolucionario de Varela es uno de los estertores finales del pas federal, con un programa de lucha americano, digno y nacional que pone al caudillo en el panten de los prceres del campo nacional y popular. La Guerra de la Triple Infamia Internamente para Argentina la guerra contra el Paraguay signific la continuacin necesaria y lgica de la guerra de la oligarqua mitrista contra el Litoral y las provincias interiores. La conflagracin agudiz todas las contradicciones no resueltas a lo que se le sum la impopularidad de la misma. El maestro entrerriano Fermn Chvez comenta que: "la guerra del Paraguay fue impopular en todas las provincias ya que, gestada en gabinetes y trastiendas, se la consider una empresa de Buenos Aires; de los porteos y brasileros. Los propios jefes mitristas dejaron testimonios de lo que ocurra, informando que los voluntarios iban al ejercito atados codo con codo". Una generacin Contra Mitre El cuadro es grave para la Repblica mitrista, la Argentina de 1860 se estaba empezando a parecer a la del ao XX. Los federales se alinean polticamente con los paraguayos, son "paraguayistas". Incluso algunos de sus mejores cuadros se alistan en las filas paraguayas como Telmo Lpez hijo del Brigadier Don Estanislao Lpez, Patriarca de la Confederacin.El gauchaje se niega a ir a pelear contra un pueblo hermano del Paraguay. Los "voluntarios" tienen que ser llevados al frente engrillados. Ni el propio Urquiza, que segua siendo el jefe del Partido Federal, puede garantizar sus entrerrianos, que se desbandan en Arroyo Basualdo. Se forma una corriente de opinin antibelicista. Pensadores y publicistas de la talla de Jos Hernndez, su hermano Rafael, Miguel Navarro Viola, Carlos Guido y Spano y casi toda una generacin de pensadores e intelectuales -llamada la generacin del 60- denuncian en panfletos y diarios el crimen de la guerra contra el pueblo hermano del Paraguay. Pero sta ser la hora brillante de Alberdi que, desde Francia, esclarece en innumerables folletos los intereses especficos de la guerra. Deja escritos notables, categricos, que son devorados por los argentinos de ese tiempo. La oligarqua no perdonar jams tamaa afrenta. Mitre desde su diario "La Nacin" lo llamar "traidor", "sicario" y "renegado". Sarmiento con su impune facilidad para alzar calumnias lo denunciar de "estar a sueldo de Solano Lpez".El conocimiento pblico del "Tratado de la Triple Alianza" y la absurda derrota de Mitre en Curupait fueron dos hechos que funcionaron como detonadores e hicieron estallar revueltas en todo el territorio nacional. La montonera vuelve... es la "hora de los gauchos matreros". Los montoneros se sublevan Motines, sublevaciones, desacatos y chirinadas se suceden por todas partes... Un contingente de riojanos que se dirigan al Paraguay son sublevados por Aurelio Salazar, montonero "histrico", que decide darle pelea a los porteos en los llanos.Los levantamientos se suceden en San Juan, Mendoza y Crdoba, los gauchos se resisten a seguir su camino hacia el Litoral para luego ser embarcados al Paraguay. Los entrerrianos reunidos por segunda vez, vuelven a desertar ahora en Arroyo Toledo. La desercin en masa del gauchaje testimonia la impopularidad del enfrentamiento. El centro del conflicto era el noroeste. Se haba producido un movimiento federal cuyano, un levantamiento que vena combinado con destacadas figuras que se haban refugiado en Chile y ahora volvan a luchar contra el centralismo porteo, entre ellos viene Felipe Varela. Felipe Varela y la unin americana Felipe Varela se diferencia de los otros caudillos federales porque tiene una lucidez poltica para interpretar, evaluar y comunicar los alcances del movimiento. Jos Pablo Feimann, en una de sus obras ms sinceras, "Filosofa y nacin", opina que: "La proclama del 66 y el Manifiesto del 68, constituyen uno de los ms altos momentos del pensamiento argentino".

En sus Manifiestos, Varela deja expuestos los objetivos polticos de la asonada con claridad, sus conceptos ideolgicos, su idea de construccin de una patria soberana liberada de la oligarqua portea y de los brasileros, denuncia la guerra del Paraguay, proclamaba la lealtad a la Constitucin, las autonomas provinciales y requiere una alianza con las provincias del litoral. Pero lo ms interesante y definitivo del movimiento poltico liderado por Felipe Varela fue su americanismo. En 1868, en Bolivia, hace Varela conocer el texto de su Manifiesto que aparece encabezado con una consigna que resume su proyecto poltico: Viva la Unin Americana! Reverdeca la Patria Grande de San Martn y Bolvar, la unidad continental actualizada ahora por el ataque de Francia a Mxico, la agresin espaola en el Per y la invasin de EE.UU. a Santo Domingo. La estampa del caudilloEl historiador revisionista Jos Mara Rosa en un artculo, "El coronel Felipe Varela y el Paraguay" pinta, con su prosa singular, el siguiente retrato del personaje en cuestin: "Es ahora que hace su aparicin en la historia Argentina el coronel Felipe Varela. Alto, enjuto, de mirada penetrante y severa prestancia, Varela conservaba el tipo del antiguo hidalgo castellano, como es comn entre los estancieros del noroeste argentino. Pero este catamarqueo se pareca a Don Quijote en algo ms que la apariencia fsica. Era capaz de dejar todo: la estancia, el ama, la sobrina, los consejos prudentes del cura y razonamientos cuerdos del barbero, para echarse al campo con el lanzn en la mano y el yelmo de Mabrino en la cabeza, por una causa que considerase justa. - Aunque fuera una locura".Esa locura que haca referencia Jos Mara Rosa fue lo que hizo en 1866, frisando en los cincuenta aos, edad de ensueos y caballeras. Pero a diferencia de su tatarabuelo manchego, el Quijote de los Andes no tendra la sola ayuda de su escudero Sancho en la empresa de abatir endriagos y redimir causas nobles, "todo un pueblo lo seguira." Era un estanciero de Guandacol en La Rioja, aunque catamarqueo nacido en Valle Viejo. Haba intervenido en las guerras del Chacho, fue ayudante y edecn del General Urquiza, despus de Pavn recibi las jinetas de Coronel de la Nacin, estuvo en Entre Ros donde pudo comprobar la impopularidad de la guerra con el Paraguay, y estando en Chile en uno de sus exilios se adhiere a la "Unin Americana", posiblemente en la filial de Copiap.Desde Chile y como miembro de la Unin alcanza una visin geopoltica del problema americano. Ha comprendido que "las secciones aisladas de la Amrica sern siempre entidades polticas insignificantes, incapaces de inspirar respeto, en cambio, unidas se bastarn a s mismas para la defensa de la autonoma e independencia". La montonera se alza contra el mitrismoCuando toma conocimiento del Tratado de la Triple Alianza ordena vender su estancia, compra con lo obtenido dos caoncitos, algunas pocas armas, desechos del ejrcito chileno y se lanza a una de las epopeyas ms romnticas que tiene la historia argentina. En el comienzo lo acompaan no ms de cien hombres y una banda de musiqueros chilenos para amenizar el paso de la cordillera.Las fuerzas nacionales intentan cerrarle el paso pero les vence en "Nacimiento". Estamos en diciembre de 1866, la montonera del Varela llega a Jachal, la gente lo recibe con entusiasmo. Los doscientos llegados en diciembre son 4.000 en marzo. La revolucin est en marcha.Los rebeldes derrotan a los ejrcitos mitristas en la "Rinconada del Pocito", en "Portezuelo" y en "Lujn". Toman San Juan y San Luis y amenazan marchar sobre Buenos Aires pero resultan vencidos en "San Ignacio" por las fuerzas tradas del frente paraguayo. Con ste revs y con la derrota de Varela en "Pozo de Bargas", el levantamiento federal qued militarmente sofocado.

Felipe Varela resiste con los 180 sobrevivientes de "Pozo de Vargas" e intenta una guerra de guerrillas sin resultados, lo persiguen implacablemente tres ejrcitos frescos y bien armados venidos del Paraguay. Una muerte en el exilio El Coronel Varela toma entonces el camino de Chile, lo siguen muy pocos hombres que van en busca de la proteccin que da el exilio.Dada la fama del caudillo, el gobierno chileno manda un buque de guerra para desarmar al "ejrcito". Se habrn sorprendido cuando encuentran a Varela enfermo de tuberculosis en estado terminal y dos docenas de gauchos harapientos. Les quitan las mulas y los facones y los tienen detenidos un tiempo. Vista su absoluta falta de peligro, los sueltan.No obstante Sarmiento, ya en la Presidencia, ordena al cnsul que el caudillo sea vigilado. Varela se instala en Copiap, donde morir el 4 de junio de 1870 poco despus de terminada la guerra contra el Paraguay. "Muere en la miseria -informar el embajador Flix Fras al gobierno argentino- legando a su familia que vive en Guandacol, La Rioja, slo sus fatales antecedentes". La eterna resistencia contra la oligarqua No ser sta la ltima montonera, como algunos autores la llaman; durante la presidencia de Sarmiento, se vern nuevamente en escena a los gauchos federales sublevarse en Entre Ros a la orden de Lpez Jordn. El intento revolucionario de Varela es s uno de los estertores finales del pas federal, con un programa de lucha americano, digno y nacional, pero materialmente irrealizable y polticamente impotente. La imposibilidad histrica de sta lucha la encontramos en la impotencia poltica de marchar independientemente de Urquiza. Felipe Varela levantaba entre sus consignas la de "Viva al ilustre General, don Justo Jos de Urquiza", pero Urquiza ya haba defeccionado de la causa nacional, aliado de la oligarqua portea quera que lo dejasen en paz en su provincia. Haba encontrado el negocio de vender vituallas y caballadas al ejrcito brasilero y dejaba hacer contra el Paraguay y contra la mayora del pas de los argentinos del interior federal que todava tenan la ingenua esperanza de un Pronunciamientohttp://www.pensamientonacional.com.ar/contenedor.php?idpg=/varios_escritores/0018_don_felipe_varela_gonzalo_garcia.html,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,El interior se niega a la guerraMuchos federales y hombres del interior se opusieron tenazmente a luchar contra los paraguayos en la guerra de la Triple Alianza, a quienes consideraban hermanos ; al ordenar Urquiza la convocatoria a reclutamiento de voluntarios para la guerra del Paraguay, segn Ramn Crcamo, don Ricardo Lpez Jordn le escribe una breve carta a Urquiza, en la que le dice:Usted nos llama para combatir al Paraguay. Nunca general, ese pueblo es nuestro amigo. Llmenos a pelear a porteos y brasileros. Estamos pronto. Esos son nuestros enemigos. Omos todava los caones de Paysand. Estoy seguro del verdadero sentimiento del pueblo entrerriano (Chvez. Fermn. Vida y muerte de Lpez Jordn.p.133)Muchos se opusieron a esa guerra infame, entre otros el autor del Martin Fierro, Jos Hernndez y Juan Bautista Alberdi, y los voluntarios se revelaban en Entre Ros, Corrientes, Catamarca, San Juan y casi todas las provincias del interior, con la rebelin de batallones enteros, entre otros el conocido "desbande de Basualdo".

Juan Bautista Alberdi mantuvo con Mitre una agria polmica publica en la que entre otras cosas, refirindose al propio Mitre, le enrostr la siguiente frase: Si al menos hubiera yo tomado una escarapela, una espadas, una bandera de otro pas, para hacer oposicin al Gobierno del mo, como en Monte Caseros lo hizo otro Argentino contra Buenos Aires, con la escarapela Oriental, como oficial Oriental, bajo la bandera oriental y alienado con los soldados de brasil.. y opinando luego adems sobre la poltica del mitrismo agrega:Para gobernar a la Repblica Argentina vencida, sometida, enemiga, la alianza del Brasil era una parte esencial de la organizacin Mitre-Sarmiento; para dar a esa alianza de gobierno interior un pretexto internacional, la guerra al Estado Oriental y al Paraguay, viene a ser una necesidad de poltica interior; para justificar una guerra al mejor gobierno que haya tenido el Paraguay, era necesario encontrar abominables y monstruosos esos dos gobiernos; y Lpez y Berro han sido vctimas de la lgica del crimen de sus adversarios. (Juan Bautista Alberdi)"En nombre de la libertad y con pretensiones de servirla, nuestros liberales, Mitre, Sarmiento y Ca., han establecido un despotismo turco en la historia, en la poltica abstracta, en la leyenda, en la biografa de los argentinos. Sobre la revolucin de Mayo, sobre la guerra de la independencia, sobre sus batallas, sobre sus guerras ellos tienen un Alcorn, que es de ley aceptar, creer, profesar, so pena de excomunin por el crimen de barbarie y caudillaje" (Juan Bautista Alberdi. Escritos pstumos. Ensayos sobre la sociedad, los hombres y las cosas de Sudamrica. Buenos Aires. 1899)Ricardo Lpez Jordn R.Lpez JordnLos amigos de Urquiza, leales soldados del federalismo, se movan por principios ideales y estaban en el cauce autntico de la nacionalidad, definid por sus tradiciones, su personalidad histrica y las esencias peculiares de su genio. Ellos advertan lo que tenan de nocivas las ideas liberales, que Mitre y sus adeptos trataban de imprimir sobre el alma nacional, comprendan que su deber los obligaba a expulsar ese cuerpo extrao, para que la Nacin y el pueblo recuperaran el manejo pleno de su autonoma. Para esos hombres, puros e idealistas, el Paraguay era una parte inseparable de su territorio espiritual, los enemigos eran Mitre, el Imperio, el liberalismo, los porteos Tal como el general Ricardo Lpez Jordn se lo dijo a Urquiza, cuando ste orden la movilizacin de las caballeras entrerrianas para ir en apoyo del Brasil y contra el Paraguay:Usted nos llama para combatir a Paraguay le contest . Nunca, General; ese pueblo es nuestro amigo. Llmenos a pelear a porteos y brasileos. Estamos prontos, esos son nuestros enemigos (1). Las desleadades de Urquiza.La realidad es que Urquiza estaba en otra cosa, desde haca mucho tiempo, aunque por razones de seguridad y prestigio se cuidaba de disimularlo. Ya el 29 de agosto de 1864, el doctor Lamas, en carta confidencial al doctor Castellanos, le deca: El general Urquiza est con el general Mitre, es decir, con nosotros (2). Qu mayor prueba de doblez?Es evidente que compromisos secretos lo obligaban a Urquiza a proceder en el sentido en que lo haca. Pero tambin es evidente que las dudas de su alma lo precipitaron en un terrible conflicto interior, a cuyas opuestas incitaciones debemos atribuir su conducta contradictoria. Porque Urquiza apoy la poltica liberal de Buenos Aires, sin atreverse a romper de una beuna vez las ataduras que lo unan a la posicin contraria. De ah los procedimientos tortuosos, la correspondencia comprometedora, las promesas fallidas...Hubo un momento en que pareci entrever la gravedad de los hechos que se haban desencadenado en el Uruguay, y pens en una alianza con el Paraguay para enmendarlos. El delegado oriental en Asuncin, doctor Lapido, gestionaba infructuosamente la alianza del general Lpez, cuando Urquiza segn Crcano se habra resuelto a lanzar todo su peso en la mesa de las negociaciones. El autor le da importancia esa intervencin, y ofrece detalles y correspondencia que lo confirmaran (3)

Justo Jos de Urquiza J.J.de UrquizaLos pasos de la intrigaVale la pena seguirle los pasos a esta intriga. Don Jos de Caminos, fantico federal santafesino, se habra presentado a su to, don Jos Rufo Caminos, cnsul paraguayo en Paran, el 8 de noviembre de 1863 (4), dicindole que le general Urquiza se empeaba en que viajara urgentemente al Paraguay, y haciendo valer toda su influencia ante el seor presidente Lpez, trabaje para que el doctor Lapido establezca y afiance un tratado de alianza defensiva y ofensiva. Que, si esto si hiciera, est Urquiza resulto a ponerse al frente de un gran pronunciamiento, que de por resultado al separacin absoluta de Buenos Aires de las dems provincias, pues agregaba l aborrece y habr de aborrecer siempre a los porteos (5).El cnsul recab de su sobrino prueba escrita de que tal era el pensamiento de Urquiza; por lo cual gestion y obtuvo del general cartas dirigidas a Rufo Caminos y al presidente Lpez, las que llevan las fechas del 13 de julio de 1863. el historiador nombrado las transcribe (6), con la indicacin de ser las mismas inditas, pero siguiendo su hbito sospechoso de ocultar las fuentes, no dice cmo las obtuvo, no dnde se encuentran, aunque Cardozo (7) sita la dirigida a Lpez en el Archivo General de la Nacin, Buenos Aires (8).Lo cierto es que ninguna de esas cartas compromete en lo ms mnimo el pensamiento de Urquiza, desprendindose de ellas que el caudillo entrerriano aprovecha, para un simple contacto epistolar, el viaje que el cnsul se propondra hacer a Asuncin, que es cosa muy distinta de que tal viaje se hiciese a su pedido. La nica referencia a los sucesos que se desarrollaban en el Ro de La Plata, es un prrafo en que Urquiza le dice a Lpez: La Repblica Oriental sufre actualmente los horrores de una guerra intestina que compromete su riqueza y paraliza la rapidez con que marchaba su progreso (9). De guerra intestina calificaba la invasin mistrista-brasilea al Uruguay!Cardozo (10) da importancia a estos hechos y juega con su dialctica a favor de la supuesta intencin de Urquiza, de promover la expulsin definitiva de de Buenos Aires de la unin con las dems provincias, vale decir, la ruptura de la unidad argentina y el retrotraimiento de la a la situacin anterior a 1859 (11) ningn documento, ni hecho alguno, comprueba que tal fuera ni siquiera la remotsima intencin de Urquiza, demasiado empeado, por esos das, en mantener el nivel de componendas y negocios que haba logrado establecer con Mitre. Tan es esto as, que el presidente Lpez, por intermedio de Caminos segn el propio Cardozo le mand a decir que esperaba de l algn acto serio que le hiciera salir de la situacin dudosa en que se haba colocado frente al gobierno del general Mitre (12). Tambin esperaba un acto serio el ilustre general Pealoza, condenando a luchar en soledad tremenda, sosteniendo la terrible agona de las huestes federales, a la espera del cumplimiento de las vagas promesas que le llegaban desde Entre Ros. Al general Pealoza, desengaado y retirado a sus casa de Olta, fueron a matarlo, por orden de Mitre y Sarmiento, el 8 de noviembre de 1863. Su cabeza fue exhibida en una pica como trofeo de la civilizacin contra la barbarie.Los agentes orientales de Asuncin fueron quienes insistieron en animar rumores y versiones que era inminente un pronunciamiento del general Urquiza. El canciller Berges, reciba y ordenaba todas esas informaciones, y le indagaba a su agente confidencial en Buenos Aires: Tiene el Gobierno Oriental algn Agente privad cerca del General Urquiza para arreglar un gran pronunciamiento de las trece Provincias, y separar a Buenos Aires de la Repblica Argentina? (13). Agregaba Berges que no daba mucho crdito a estas noticias, que sin embargo me han llegado por un conducto muy respetable, lo cual comprueba que ese conducto no podra ser el propio General Urquiza, pues en tal caso toda duda hubiera desaparecido. Deduccin sta que queda definitivamente ratificada, en otra posterior, al mismo Egusquiza, en el que le pide: Tampoco deje de avisarme lo que se dice de Entre Ros, el General Urquiza, de Lpez Jordn, y otros jefes notables de esa provincia, pues, por ac llegan algunas bolas con intencin de hacernos creer que se trata de un pronunciamiento contra Buenos Aires (14). Si la versiones procedieran directamente del General Urquiza, a raz de la misin de Rufo Caminos, es concebible que el canciller paraguayo las tratara despectivamente de bolas? El juicio certero de Urquiza lo dio el mismo Berges, en la carta al ya nombrado agente confidencial, cuando le deca: El General Urquiza mira los todos de lejos (15).La opinin de Egusquiza, al responder a la consulta de Berges, del 6 de agosto, tambin era desfavorable. Los antecedentes de Urquiza le deca no son muy propios para inducir a nadie a formar alianzas con l, aun cuando la poltica aconseje mantenerse en buenas relaciones con ese caudillo, la prudencia ordena no depositar en l la menor confianza (16). En cuanto a la opinin de Rufo Caminos, a quien Urquiza le haba encomendado la presunta misin ante el presidente Lpez, no se mantena ni siquiera en los lmites de la compostura, pues le llamaba gaucho entrerriano, nulo e imbcil hasta el infinito (17).Todos cuantos tenan algo que ver con las cuestiones que se debatan en el Ro de La Plata, le desconfiaban a Urquiza. El encargado de negocios del Uruguay en Asuncin, don Federico Brito del Pino, le informaba a su gobierno: El ciudadano de Entre Ros parece que est haciendo de las que acostumbra, es decir, que est traicionando (18), idnticas desconfianzas asaltaban al agente confidencial paraguayo en Montevideo, Brizuela, pona en duda las versiones sobre actitudes decididas de Urquiza, a quien llamaba ese hombre y deca que no depositaba ninguna fe en su poltica ni en sus compromisos (19).Dudas y diatribas cosechaba Urquiza con su poltica esquiva y vacilante. Haca equilibrios entre Mitre y Lpez, y mantena con ambos espinosa correspondencia. Cerraba la puerta a stas o aquellas opiniones, pero se cuidaba de dejar entreabierta la ventana. Cuando se le pedan definiciones precisas, las rehua, y para no disgustar apelaba a pequeas obsequiosidades. En ocasin de un viaje a Asuncin, del ya citado Jos de Caminos, se le encarg que al retorno se viera con Urquiza, para conocer la fotografa dedicada al canciller Berges. ste le escriba a Lpez, al campamento de Cerro Len, informndole: El general Urquiza ha hecho conmigo lo que con el Doctor Carreras, mandndome su retrato (20). Cuando la gravedad de los problemas pona un acre olor a plvora en el ambiente, el general Urquiza dedicaba fotografas...No obstante estas cuidadas especulaciones, Urquiza lleg ms lejos de lo que hubiera deseado y Lpez crey tener su compromiso formal de encabeza el pronunciamiento que el federalismo argentino le reclamaba. El general Resqun, que actu durante toda la guerra al lado de Lpez y desempe como jefe de Estado Mayor de sus ejrcitos, luego se ser hecho prisionero en Cerro Cor, fue trasladado al cuartel general del Comando del ejrcito brasileo, en Humait. En las declaraciones que se le hicieron prestar en este punto, el 20 de marzo de 1870, afirm que Lpez le haba dicho anteriormente que el General Urquiza se haba comprometido a unirse con l para hacer la guerra al Brasil y a la Confederacin Argentina; pero cuando Lpez hizo la protesta el 30 de agosto de 1864, el general Urquiza se apart de l (21). Alberdi afirm categricamente que Lpez tena documentos que le hacan esperar la cooperacin del general Urquiza (22)Es evidente que los clculos de Lpez estaban basados sobre la concurrencia de factores que luego se retrajeron. La piedra liminar en que descansaba su edificio, no era otra que el general Urquiza. Cuado en febrero de 1865, llego a Asuncin el doctor Julio Victorica como enviado confidencial de Urquiza , el presidente Lpez tena ya motivo para sentirse decepcionado de su escurridizo aliado. Sus sistemas de informacin eran tan completos, que segua al pelo los acontecimientos y saba el valor de las lealtades que se le prometan. En este caso del mensajero de Urquiza, estaba enterado, aque el mismo guardara silencio al respecto, que por esos das Urquiza le haca conocer a Mitre las cartas privadas, y en muchos casos reservadas que Lpez le haba remitido. (23) Rsta maniobra confidencial, tan propia de la duplicidad de Urquiza, introduca un elemento de suma consideracin en el dispositivo total de la estrategia paraguaya. Pero Victorica ocult el hecho, ignorando que el presidente Lpez haba tenido, con bastante anticipacin, denuncia del mismo. En efecto; su agente confidencial en Corrientes, don Miguel G. Rojas en carta del 24 de enero, le haba prevenido que el general Urquiza remitir a Mitre todos los documentos oficiales recibidos del Paraguayy quese declarar contra los paraguayos.(24)

El cuadro de la situacin aparecera bastante clarificado. Pero Lpez no tena por qu mostrar sus cartas y simul la mayor credulidad en cuanto se le manifestaba; hizo, inclusive, una elegante diferenciacin entre Urquiza y Mitre. Cuenta Victorica: Conversamos largamente y aunque l reconoca la sinceridad con que el general Urquiza le afirmaba por mi conducto que nada deba temer de la Repblica Argentina si era respetada la neutralidad que se haba impuesto, no le suceda lo mismo respecto del general Mitre que, segn l, ya tena pactada una alianza secreta con el Brasil y no cesaba de provocar de todos modos un rompimiento con el Paraguay.(25)Lpez era un diplomtico finsimo y utilizaba la irona con exquisito refinamiento, Deca creer en la sinceridad de caudillo entrerriano que se aferraba a la tabla salvadora de una inexistente neutralidad, pero al demostrarle al falsedad de este ltimo supuesto desvalorizaba el calificativo de sincero que le haba aplicado. La prueba es que poco despus de la visita de Victorica, le escriba a Cndido Bareiro, a Paris: El caso esta prximo a suceder, y aunque no contamos todava con ningn disidente, porque el general ha faltado a sus espontneos ofrecimientos, si la guerra se hace inevitable con ese pas, contando con la decisin y entusiasmo de mis compatriotas, espero llegar a buen fin. (26)Llegaron las horas decisivas y Urquiza se inclin con todo el peso de su gravitacin y de sus medios hacia el partido de Brasil, que haba llamado odioso, y la causa liberal de Mitre, a la que haba combatido con las armas en al mano. La aparente fusin de esas dos voluntades enterr a lo largo de las oprimidas tierras argentinas, toda esperanza de vindicacin de nuestras tradiciones federales. Las grandes frases reemplazaron a los hechos pequeos; desde Paris Alberdi coment con su rotunda elocuencia: En lugar de unir dos pases, se contentan con unir dos hombres. Esto se ha llamado recoger el fruto de una gran poltica; es decir conseguir que Urquiza deshaga su propia obra, su propio poder, su propia importancia (27)El vendedor de caballosLa historia no comprometida ha tratado de enterrar el misterio de esa terrible experiencia, de ambigedad y defeccin, brindada pro el general Urquiza. Los motivos profundos, es que se estructuran y proyectan en cmaras hermtica a las que no tienen acceso si no los hincados, los hemos estudiado en otro lugar. Pero hubo tambin, al parecer, factores de superficie, enlaces dependientes de intereses materiales. Un hombre que estudi con seriedad y pasin la vida y conflictos de las naciones de la cuenca del Plata, el Mexicano Carlos Pereyra, expres este juicio lapidario: Urquiza, el jefe entrerriano, despus de traicionar la causa de su raza, traicion la causa de sus corruptores, y en vez de peor por stos, ya que no haba peleado por los Paraguayos, esquilm a los brasileos, hacindose vivandero de la expedicin (28). La acusacin es categrica; no deja resquicios para la duda.Los historiadores brasileos no han hecho secreto de estas transgresiones. Cuentan que en los momentos ms dramticos de la guerra oriental, durante el sitio de Paysand, todos esperaban de Urquiza la actitud enrgica que reestableciera los derechos de los pueblos y diera satisfaccin a las demandas de las legiones federales, que estaban listas para la pelea. Haba que neutralizar ese peligro. Con tal objeto, se traslad al palacio de San Jos, residencia de Urquiza, el general de caballera Manuel Osorio. Concert con el viejo caudillo una operacin de venta de 30.000 caballos, a razn de 13 patacones por cabeza, lo que rindi 390.000 patacones (equivalentes a dos millones de francos oro). Un autor brasileo, Pandi Calgeras, luego de dar detalles de la inslita operacin, expresa: O general Osorio, o futuro marqus Derval, conheca-lhe o fraco e deliverou servir dle (29). Y luego, como sntesis del juicio que este acto mereci a la conciencia brasilea, comenta: Nao exista em Urquiza o estfo de un homem de Estado: Nao passava de un condottieri (30).Lo que no trascendi en el momento de la operacin, empez a saberse poco despus, cuando don Mariano Cabal, socio de Urquiza, iba haciendo entrega de las grandes partidas de caballos adquiridas por los brasileos. El cnsul, Rufo Caminos le escriba a Berges: el rengo D. Mariano Cabal, socio que fue del general Urquiza en la compaa de vapores, ha contratado con los Macados entregarles 30.000 caballos a 13 patacones, cuyo negocio se asegura que lo hace con su antedicho socio (31).

La opinin inglesa sobre tan deslucidas actitudes, fue expresada en su momento, por el teniente coronel Thompson, que apenas lleg a Londres, en 1869, seal que Urquiza supo aprovecharse de la ocasin, salvando a su provincia del envo de grandes contingentes, y logrando enriquecerse y enriquecer a su comarca con la proveedura de ganados y caballos para el ejrcito aliado, durante la guerra (32). La certeza britnica, en este sentido, no ha variado un punto, a pesar de los aos transcurridos; Cuninghame Graham, en su libro terminado en Ardoch, en 1933, dice que Urquiza, el strapa de Entre Ros, era el hombre del misterio de esta guerra (33), agregando ms adelante: a travs de toda la guerra, su actitud fue ambigua, pues por una parte reciba mensajes de Lpez, y por otra escriba a Buenos Aires expresando que pronto tendra un ejrcito numeroso listo para entrar en campaa. Al fin no se inclin por ninguno de los contendientes, pero obtuvo sus cifras enormes vendiendo ganado a los aliados (34). No es nada marcial la pintura que, segn vemos, unnimemente se le hace; el feroz guerrero de Vences, Pagolargo, e India Muerta, qued reducido a un vulgar vendedor de caballos!.El palabrero de MitreBartolom Mitre Bartlom MitreCundo la guerra adquiri estado pblico como consecuencia de los episodios de Corrientes, Mitre se apresur a escribirle a Urquiza; le informaba del acto vandlico cometido por el presidente Lpez, al que calificaba de un enemigo tan alevoso como traidor. Deca hacer el debido honor al patriotismo de V.E. y a sus declaraciones en tal sentido, sealndole el puesto que le corresponde en la fila de los leales y valientes argentinos que tienen que vindicar el honor y la dignidad de la Repblica (35). A lo que Urquiza respondi de inmediato, admitiendo que su interlocutor ha hecho justicia a mis antecedentes y a la lealtad de mis declaraciones, sealndome un puesto a su lado para rechazar como se merece la ultrajante ofensa que brbaramente se nos inferido (36). Lo irritante de esta respuesta es que Urquiza traduce la esperanza de que esa guerra, mientras dar gloria a la Repblica, puede dar por resultado seguro extirpar del todo las disensiones polticas que antes han divido al pas (37). Es decir: consagrar el abuso y absorcin de Buenos Aires y extirpar definitivamente a las huestes federales de las provincias, que apuntalaban la dignidad del pas contra la intolerancia y espritu de partido de Mitre y el liberalismo. La definicin que tanto se le haba venido reclamando la produjo Urquiza con una amplitud inesperada; porque no solo se manifest complacido de confundirse con las banderas del mitrismo, sino de renovar glorias comunes con el Imperio. El representante brasileo, doctor Octaviano de Almeida Rosa, le escribi para felicitarlo por la proclama que haba lanzado aos soldados de Caseros, probando as le deca nao so as virtudes cvicas de V.E. como fidelidade de seu coracao a alianza brasileira (38). La pualada trapera, asestada con alevosa, arranc a Urquiza una genuflexin versallesca. Me complace recordar le respondi la gloria que en Caseros adquirieron las armas brasileras y argentinas, cuya alianza sera siempre de honor para ambas, en causa tan justa como aquella (39). Palabras convencionales, sin duda; pero, en este caso, palabras a cambio de caballos, palabras de vivandero, no de general. Forzado por los compromisos tan rudamente remachados, Urquiza orden la movilizacin de las milicias entrerrianas y su concentracin en campamento de Cal. La resistencia popular no se atena y las gentes se niegan a creer en la subordinacin del poderoso caudillo a una poltica que contrara su trayectoria y divisa. As lo afirma el general Wenceslao Paunero al ministro Gelly y Obes: la divisin de la victoria se niega a marchar le dice , y an se cree que tambin la de Gualeguay, y eso es porque an no creen en la actitud decidida, asumida por el general Urquiza (40).La insubordinacin federalUrquiza y sus personeros multiplican su actividad en la misma medida que sienten que una sorda resistencia le est quemando los talones. Se hace notable su empecinamiento en la persecucin de quienes resisten a la guerra. El gobernador de Entre Ros, don Jos Dominguez, hace detener en Concordia a don Juan Coronado, ex secretario de Urquiza, acusndole de desacreditar la causa nacional de una manera subversiva (41). El ministro de Gobierno, doctor Nicanor Molinas, cursa instrucciones a los jefes polticos para que vigilen a los individuos que se ocupan en anarquizar a los ciudadanos que defienden las causa nacional (42)El tres de julio se produce el desbande de Basualdo y el 8 de noviembre ocurre la insubordinacin y desbande de Toledo. Las deserciones se generalizan, la reaccin popular se agudiza, est latente el clima de la rebelin. El coronel Juan Luis Gonzalez le informa a Urquiza que se dice que en Paran, Nogoy y Victoria de jefes para abajo todos estn contra V.E., y si esta marcha no es contra Mitre, que ellos no salen de sus departamentos. (43) La situacin de Urquiza es de sorpresa y desesperacin. Luego del desbande de Basualdo aparecen desautorizadas todas las frases de literatura patritica que estuvo empleando en su correspondencia con el general Mitre. La realidad queda al descubierto; se ve obligado, a licenciar al resto de las tropas para evitar males mayores. V.E. debe estar persuadido le escribe a Mitre que al tomar tan grave resolucin, sin esperar sus rdenes, es porque no ha podido ser de otro modo, para no esterilizar en la desmoralizacin y el desorden elementos que deben volver a concurrir a la defensa nacional como V.E. debe estar seguro que lo harn, que lo har yo que me he de sacrificar, si es preciso, solo (44). Es la confesin de un rotundo fracaso; el peso de su soledad trasciende de sus descorazonadas palabras.Todo el peso del liberalismoGelly y Obes sigue los acontecimientos y le hace llegar sus impresiones a Mitre: ste le responde: Por lo dems, casi estoy conforme con usted en la relativo al concurso material de Entre Ros, sobre todo siendo como es el general Urquiza un factor inerte que de buena fe est dispuesto al bien, pero que no est a la altura de la situacin, no comprende ms las cosas que las vieja que pasaron de moda hace muchos aosdando poca importancia a lo que por ahora diga el general Urquiza, pues con todo est conformeSin embargo, todo se a de enderezar por la razn o la fuerza (45). Por la razn o por la fuerza: Ah esta Mitre de cuerpo entero: En cuanto a Urquiza, humillado y vencido, hay que hacerle sentir todo el peso del liberalismo. Lo primero ha de ser obligarle a castigar a los ltimos fieles que le quedan: a los ms leales soldados de la divisa federal. Mitre le reclama la aplicacin de severos castigos a los traidores que se atreven a conspirar contra la nacin contndose entre esos traidores algunos con quienes V.E. parece contar para efectuar su reserva (46).La estocada es evidente; Urquiza no puede negarse al cumplimiento de las rdenes que se le imparten; porque a la orden se aade la vedada amenaza: Si despus de lo que le he manifestado a V.E. reservadamente, aun se demorasen las medidas dictadas contra esas personas (47) . Horror! y los caballos? Es tan duro el corazn de Mitre que no valora el sacrificio de proveer caballos a cambio de mseros patacones?El aullido de los zorrosTmidamente quiere Urquiza salvar el honor de sus banderas y lanza una proclama a lossoldados de Caseros, atribuyndole haber amortiguado la rudeza del golpe paraguayo, hasta tanto Mitre pudiera concurrir con sus legiones. Por vosotros retrocedi el paraguayo en su primera invasin les dice -; vosotros contribuisteis a que un solo sentimiento de venganza honrosa respondiese en toda la Repblica al afrentoso ultraje que se disfrazaba para especular siniestramente en nuestras antiguas disensiones. A vosotros debi entonces la provincia salvar su territorio de ser el teatro sangriento de la lucha mantenindose en al frontera, mientras se reuni y organiz el grande ejrcito (48).Luego de sta proclama de falsos herosmos, Urquiza curs rdenes seversimas y autoriz la aplicacin de brbaros castigos a los reticentes. Al general Lpez Jordn le escribi:Le recomiendo muy particularmente que, con la mayor reserva, averige quienes fueron los que, en Basualdo y Toledo, imitando el aullido del los perros y los zorros, daban la seal para la desercin y los que sean autores, capturados y remitidos a este Cuartel General (49).

Lo que significaba en la terminologa urquicista, eso de remitir prisioneros al Cuartel General, puede deducirse de esta otra carta dirigida al mismo destinatario: Hoy se han fusilado tres despus de haber sido sumariados y condenados por consejo ordinario. Quiero que me persiga y remita a este Cuartel General a los oficiales Lara, Retamar y un yerno del Cnl. Gutirrez, instigadores de las deserciones de Toledo (50). La ferocidad de la represin produjo, al parecer, los efectos que Mitre se propona. Al menos, as se lo comunicaba el general Urquiza: La medidas tomadas para reprimir las malas pasiones que causaron los desrdenes de Basualdo y Toledo, producen los saludables efectos que deban proponerse (51)No ha de descuidarse Urquiza para lo sucesivo. Rodea de extremas precauciones la leva de soldados, su concentracin en regimientos y su despacho para el frente de la guerra. Su panegirista Crcano nos cuenta cmo, perseverante en su decisin patritica, pudo embarcar desde el puerto de Concepcin del Uruguay, algunos batallanes seleccionados. Para evitar sorpresas, desde su despacho de la ciudad dirige la operacin. En esto aparece un oficial, que luego de saludar militarmente, le dice: Mi general, la tropa no quiere embarcarse. La escena, en la expresiva narracin de Crcano, merece reproducirse. Denme mi lanza, exclama el general. Salta en el primer caballo que halla al salir, y parte a gran carrera en direccin al puertoBlandiendo la lanzaron su brazo fuerte, parece que encabeza una de las cargas irresistibles que tantas veces le dieron la victoria. Llega al puerto, revista a trote largo la tropa formada, laza en mano, mirando fijamente. Detiene su caballo frente al portaln del barco, y se oye su voz arrogante: Comandante! Ordene que se embarquen de uno en fondo. La voz de mando se repite, y la tropa se embarca en silencio. El barco se aleja conduciendo tranquilamente el contingente entrerriano, arrancado por el grito de su caudillo del abismo de su retraimiento (52).Esos contingentes que tranquilamente eran despachados para acrecentar los ejrcitos de la Triple Alianza, deben ser aquellos de que Mitre le acusaba recibo: Lleg ya el comandante Pintos con una parte del contingente que enva V.E. de esa provincia. De conformidad con lo que V.E. me pide, dispongo el regreso de la custodia que trajo el contingente (53). As es como Mitre y Urquiza, contrariando los naturales sentimientos de los pueblos, mandaban nuestros jvenes dignos y patriotas a pelear contra el Paraguay: un pas enigmtico y extrao al que por esos medios - custodias y grillos se proponan abrirlo a las corrientes de la civilizacin.Pero, a la postre, la contribucin de Urquiza, por la quiebra de su prestigio y por la creciente insurreccin popular, qued reducida a esas pequeas remesas bajo custodia, con las que segn Crcano salv la dignidad de su provincia sobre el pantano localista (54).Su capacidad de caudillo qued gravemente lesionada. En un intento por reconquistar la adhesin del gran partido que se opona a la guerra contra el Paraguay enarbol el estandarte de la paz, situndose en esa tierra de nadie en la que se cruzaban los tiros de los bandos. Mitre se encontraba en Yatay-Cor, donde acababa de repulsar la generosa propuesta del mariscal Lpez. Urquiza le escribi al canciller Elizalde: Vuestra excelencia sabe que yo trabaj por conjurar la guerra, tanto porque trabajo para que en ella se salve el honor de nuestra bandera. Bien, yo deseo el triunfo como deseo la pazNo la paz como bandera traidora de oposicin y resistenciala deseo como trmino racional de toda guerraMostrndonos fuertes y serenos en la lucha y conservando la tranquilidad interior se puede llegar a ella salvando con la dignidad del pas los principales intereses de la alianza (55). Era una pstuma tentativa de ecuanimidad que no haba de servirle sino para aumentar las sospechas que a su respecto alimentaban los crculos ms ortodoxos de Buenos Aires.Aunque los abanderados de la causa federal en las provincias, saban muy bien que ya no poda contarse con Urquiza, seguan invocando su nombre para aprovecharle y comprometerle. No consiguieron resultados positivos con ello, pero impidieron la estabilidad de la nueva situacin, al servicio del porteismo, que Urquiza quera crearse. Todas las aspiraciones que alentaba el caudillo entrerriano, se quebraron irremisiblemente en la insinuacin de su complicidad con los levantamientos internos que arreciaron en 1867.El periodistaBartolom Mitre Bartlom MitreLa situacin del pas se volvi muy peligrosa, imponindose el regreso de Mitre y el retiro de tropas de los campos de batalla paraguayos. Los cenculos porteos vibraban contra Urquiza, atribuyndole una influencia que estaba muy lejos de conservar en ese entonces. El diario de Mitre La Nacin Argentina -, refirindose a Entre Ros, escriba: No podemos disimularlo, esta provincia es radicalmente enemiga de la actualidad, no obstante ser una de la que ms ha prosperadoBasualdo y Toledo son dos pruebas recientes, de que Entre Ros no olvida sus odios ni ante las exigencias del honor nacional, ni ante el peligro comnLa prensa de aquella provincia es de tiempo atrs una propaganda rabiosa de odios tan brutales que deshonran al corazn humanoSi se pronunciar por la reaccin tomando parte en la rebelin y en la traicin que ella simbolizan el tiempo lo dir. Por ahora solo sabemos que no podemos contar con su cooperacin. Como todo pueblo que no tiene voluntad propia y depende absolutamente de la voluntad de un hombre, no puede saberse cul ser la actitud de Entre Ros. El general Urquiza lo dir, y si hemos de creer a sus propios intereses a las exigencias del honor y de la gloria y a sus compromisos, como hombre pblico y privado debemos esperar que condenara la reaccin, o que al menos, le negar su cooperacin. No es creble en manera alguna que el general Urquiza quisiera terminar su vida pblica con una traicin a la patria, que lo deshonrara ante la historia (56). El artculo est lleno de implicancias y de sutiles estocadas; bien conocan el palo que tenan entre manos.Los penosos equilibrios de UrquizaUrquiza trat de capitalizar a su favor la oscura conducta de estos aos, exhibiendo como un acto de abnegacin lo que haba hecho en el caso de la guerra contra el Paraguay. En 1868 escriba al doctor Salustiano Savala, declarando: Largamente me esforc con el seor Mitre para evitarla, antes que estallase; le mostr sus inconvenientes, le augur su duracin y las calamidades de que poda ser consecuencia, en una extensa correspondencia que alguna vez ser del dominio pblico, cuando ya no pueda importar sino para la relacin crnica de los sucesos; pero la guerra estall y el Presidente solicit mi concurso, y se lo prest arrastrando forzadamente a un pueblo, para quien era esa lucha terriblemente antiptica. Todo lo que es personal lo expuse, y los hechos probaron que ese esfuerzo era superior a lo que humanamente poda exigirse, si bien bast a contener al enemigo (desconzcanlo la ingratitud y la lealtad) y a dar lugar a que se organizase un ejrcito capaz de empujar la guerra sobre el territorio enemigo. Despus de eso, es esta provincia la que relativamente ha conservado hasta hoy mayor contingente en el ejrcito, hecho cuyo conocimiento sorprender a usted, sin duda, porque se ha hecho empeo en ocultarlo aunque el Presidente me lo acredite en su correspondencia privada (57).Buscando su colocacin ante la historia, Urquiza deformaba los hechos y hasta se atribua el proftico papel de haber vaticinado que la guerra sera difcil y larga. No haba tal, sino exactamente lo contrario; pues en la proclama que lanz inmediatamente de ser investido por Mitre de la comandancia en jefe las fuerzas entrerrianas, anunciaba: Compaeros! Marcho a ponerme a vuestro frente. La Nacin entera est de pie, No tardar en rechazar con bro la torpeza de la afrenta. Una breve campaa, un robusto esfuerzo y grande inmarcesible ser la gloria. (58)Plagiando la fanfarronera de Mitre, prevera un paseo militar y una gloria inmarcesible. Los penosos equilibrios del viejo y gastado caudillo federal, que tanta gloria haba acumulado en los tiempos en que permaneca fiel a la Confederacin Argentina, nos ofrecen una estampa triste de los ltimos aos de su vida. Uno a uno los caudillos del federalismo en tierra adentro, fueron recurriendo a su persona y quedaron varados en la estacada. Urquiza los abandon sistemticamente, los incit a la accin para desautorizarlos luego, y contempl con indiferencia la muerte, la proscripcin o el ensaamiento de que fueron siendo vctimas. El general Pealoza era un ejemplo vivo de esta insensibilidad de roca inmutable, con que lo vio morir, y apenas se sobresalt cuando resonaron las palabras del inmortal Hernndez: El general Urquiza vive an, y el general Urquiza tiene tambin que pagar su cuota de sangre a la ferocidad unitaria, tiene tambin que caer bajo el pual de los asesinos unitarios (59).

Aliento de profeca haba en este vaticinio del autor del Martn Fierro. Su publicacin se hizo en julio de 1869. Urquiza se crea lavado de viejas afrentas, gracias a su dcil sometimiento a las directivas que imparta Buenos Aires. Pero los unitarios, como los llamaba Hernndez, llevaban sus odios hasta la tumba. El caudillo entrerriano segua siendo para ellos, en esas vsperas de su asesinato, el gaucho feroz y la encarnacin de la barbarie. La soberbia del iluminismo porteo no poda conciliarse con al ignorancia de las masas rsticas de la s campaas, de las que Urquiza, a desecho de si mismo, segua siendo emblema y representacin.La doble traicinJustamente por esos das, los sectores ms recalcitrantes del mitrismo, que se agrupaban alrededor de la Imprenta Americana, editaron el libreo del coronel Thompson, en el que este autor deca: Urquiza es el jefe de un fuerte partido poltico en la Repblica, y sobre todo en Buenos Aires (60).Esta errnea ubicacin del caudillo entrerriano indign a los dueos de las luces porteas, que osaron ponerle la siguiente acotacin la pie de pgina: El general Urquiza, no tiene en Buenos Aires el gran partido que le atribuye el autor. La provincia ms adelantada de la Repblica, y que tantos esfuerzos ha hecho por combatir la poltica del caudillaje representado por l, no merece semejante acusacin. Urquiza saca su fuerza de las masas brbaras que en el interior de la Repblica obedecen a los Sa y los Varela. Conocida su historia, sus antecedentes y el color poltico que representa, la generalidad de sus partidarios tiene que estar necesariamente en razn inversa del adelanto poltico de los pueblos (61).Horrible ingratitud! Urquiza traicion a sus amigos para servir a Mitre, pero Mitre abominaba de Urquiza para no traicionar a sus amigos. De los dos, Mitre se senta ms comprometido y era, por lo tanto, ms leal.