El negocio de la guerra

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    Edicin:

    Editorial Txalaparta s.l.

    Navaz y Vides 1-2

    Apdo. 78

    31300 Tafalla

    NAFARROA

    Tfno. 948 703934

    Fax 948 704072

    [email protected]

    http://www.txalaparta.com

    Primera edicin

    Berln, 2003

    Primera edicin de TxalapartaTafalla, octubre de 2005

    Copyright

    Txalaparta para la presente edicin

    Dario Azzellini

    Fotocomposicin

    Nabarreria gestin editorial

    Impresin

    Grficas Lizarra

    I.S.B.N.

    84-8136-314-6

    Depsito legal

    NA-1345-05

    Ttulo: El negocio de la guerra

    Ttulo original: Das Unternehmen Krieg

    Autor: Dario Azzellini

    Recopilacin: Dario Azzellini y Boris Kanzleiter

    Portada y diseo coleccin: Esteban Montorio

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    Las formas de conduccin de las guerras estncambiando. Al lado de los ejrcitos estatales surgencada vez ms compaas militares privadas (en inglsPrivate Military Contractors, PMC), paramilitares, Seo-res de la Guerra, ejrcitos privados y mercenarios comonuevos actores de guerra. Actualmente, las guerras sellevan a cabo con menor frecuencia entre Estados nacio-

    nales,

    y con mayor frecuencia en el interior de stos en-tre tropas regulares e irregulares y, en todos los casos,contra la poblacin civil. Mientras a lo largo de muchotiempo estos fenmenos fueron ignorados, ltimamentese han hecho visibles con mayor fuerza. Bajo la denomi-nacin de nuevas guerras se da origen incluso a un tr-mino particular para el debate en las ciencias sociales yen los mass media. Generalmente, se considera a la cre-

    ciente aparicin de empresas privadas de violenciacomo sntoma del debilitamiento del Estado, caos, yanarqua; as como una prdida del monopolio de laviolencia estatal en Estados fallidos frente a los cua-les Occidente se encuentra ms o menos impotente.

    Prlogo a la presente edicin

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    Con este trabajo queremos analizar estos fenme-nos desde otra perspectiva. Queremos demostrar cmoes precisamente la globalizacin del capitalismo neoli-

    beral impulsada por Occidente la que est llevando anuevas guerras en las periferias de este sistema.

    Esto no slo en un sentido abstracto, ya que la cre-ciente crisis de la deuda produce fragmentaciones so-ciales que se manifiestan en estallidos violentos, en lascuales los Seores de la Guerra compiten por la gestinde la ayuda humanitaria, los recursos naturales o el con-trol del narcotrfico en las ruinas estatales que dejantras de s los programas del Banco Mundial.

    Mediante este estudio pretendemos demostrar queel uso de violencia privatizada como sntoma inherentedel supuesto debilitamiento del Estado, est siendoimpulsado en gran medida por Occidente. Esto quedaparticularmente patente en el desarrollo que presenta elejrcito estadounidense, el cual crea en su mismo seno

    elementos de privatizacin que integran la conduccinde guerras a la economa de mercado. Las llamadas com-paas militares privadas generalmente fundadas porantiguos soldados de carrera asumen hoy ya no slo laconstruccin de campamentos militares, sino cada vezms (tambin) misiones de combate. Ha transcurrido yamucho tiempo desde que la declaracin de la indepen-dencia de Estados Unidos calific el uso de mercenarios

    por el rey de Inglaterra como totalmente indigno de unanacin civilizada. En la actualidad se privatizan inclusolas misiones de las Naciones Unidas.

    Analizando las nuevas guerras en Latinoamrica, fri-ca, los Balcanes y Asia, no encontramos ningn tipo deanarqua, estallidos de violencia irracionales y con-flictos tnicos, como se sugiere en innumerables mediosde comunicacin. Hemos llegado ms bien a descifrar

    un nuevo orden de guerra, donde los actores militaresprivados de los Estados y las elites son usados para ase-gurar su dominio. Tal como hemos venido investigandodesde hace unos aos, en casos concretos esos actorespueden ser paramilitares para la lucha contrainsurgente

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    croata y permitieron que ste realizara una de las mayo-res limpiezas tnicas de la guerra de Yugoslavia, tie-nen poco en comn con los narcotraficantes en el Kosovo

    o Macedonia. stos libran batallas competitivas bajo laapariencia de representantes armados de grupos tni-cos, hasta ser integrados por parte de la comunidad in-ternacional, bajo un control de protectorado en lasfunciones gubernamentales. De all que el anlisis de ca-sos especficos sirva para la diferenciacin entre ellos y,al mismo tiempo, sea requisito indispensable para gene-ralizaciones.

    En un texto introductorio, Thomas Seibert critica aldiscurso mismo sobre las nuevas guerras. Seibert afir-ma por una parte que los diversos fenmenos atribuidosa las nuevas guerras como, por ejemplo, el surgimientode ejrcitos no estatales, no son tan novedosos aunques se estn transformando. Por otra parte, el autor tam-bin asevera que con el cambio del contexto global des-

    de finales de los ochenta, se forman estructuras socialesy polticas que promueven la expansin de las econo-mas de guerra. Bajo esta perspectiva, formas de trans-formacin de la conduccin de guerras en una parte dela economa de mercado, el creciente surgimiento deparamilitares, ejrcitos de mercenarios y de compaasmilitares privadas, representan una consecuencia direc-ta del capitalismo neoliberal.

    En un texto relativo a Colombia, Dario Azzellini sea-la de forma detallada cmo se crearon grupos parami-litares por parte de las elites locales y se contrataroncompaas militares privadas, todo ello bajo auspicio fi-nanciero y poltico proveniente principalmente de Esta-dos Unidos. En Colombia son asesinadas anualmente pormotivos polticos ms personas que durante los 16 aos

    de la dictadura de Pinochet en Chile. Las vctimas songeneralmente sindicalistas, activistas de los derechoshumanos o miembros de movimientos campesinos,quienes son calificados por los paramilitares como sim-patizantes de la guerrilla.

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    Un modelo parecido al colombiano ha sido descu-bierto por el especialista en Kurdistn y Turqua, KnutRauchfuss. l mismo explica cmo una alianza entre po-

    lticos, militares y narcomafia dirige la paramilitarizacindel conflicto kurdo en Turqua, y cmo existen al mismotiempo nexos que llevan hacia Alemania.

    En otra parte del libro referente a Mxico, Dario Azze-llini estudia cmo la paramilitarizacin ms all del usode tropas en la lucha contrainsurgente, ha sido transfor-mada en nuevas formas de organizacin social, las cualesincluyen comunidades rurales enteras. Este modelo seobserva tambin en la guerra en Guatemala, analizada eneste mismo trabajo por Matilde Gonzles y Stefanie Kron.Estas autoras se concentran en la relacin existente entreparamilitarismo, violencia y gnero. Durante los aosochenta, el conflicto con la guerrilla en este pequeo pascentroamericano dej un saldo de decenas de miles devctimas, y an aos despus de su fin contina existien-do en las comunidades un cierto orden de gnero produ-cido por violaciones masivas.

    Boris Kanzleiter parte de los ejemplos de Serbia, Bos-nia Herzegovina y Kosovo para analizar cmo se ocasiona-ron diferencias tnicas durante la guerra de Yugoslaviacomo resultado del paramilitarismo. Los paramilitaresformados desde los aparatos de seguridad de Estados lle-varon a cabo campaas de robo y despojo contra la pobla-

    cin civil, que se vio obligada a posicionarse dentro delmites tnicos. Al mismo tiempo, los paramilitares setransformaron a travs de una especie de acumulacinoriginaria en protagonistas del proceso de privatizacinya que posean un buen capital y pudieron establecercomplejos criminales-institucionales que actan msall del trmino de la guerra.

    En una entrevista realizada por Boris Kanzleiter, el

    especialista Matin Baraki explica cmo en Afganistnpor medio de la guerra contra el terror, se impuso unareorganizacin del sistema de los Seores de la Guerratras la cada de los talibanes. Dicho sistema reubic alpas en el primer lugar de la produccin internacional de

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    herona desde el ao 2002. Matin Baraki afirma que tan-to las posibilidades de emancipacin poltica y socialcomo las capacidades de articulacin de la oposicin

    fueron obstruidas por la institucin de los Seores de laGuerra convertidos en pilares de la administracin in-ternacional.

    Henri Myrttinen evidencia cmo la violencia en In-donesia, generalmente reseada en los medios comoconflictos tnicos y religiosos, se suscribe de mane-ra clara a intereses de poder econmico y habitualmen-te es dirigida o aprovechada por el Estado. Las racesdel conflicto y la manera como l mismo se ha llevado acabo datan de los aos de la dictadura de Suharto y conello representan una vieja nueva guerra.

    Boris Kanzleiter y Dario Azzellini realizan en dos ca-ptulos unos apuntes generales sobre compaas milita-res privadas (CMPs), fenmeno hasta ahora bastantedesconocido pero que adquiere una importancia cada

    vez mayor. stas representan la forma moderna de losmercenarios, y desempean un importante papel encada uno de los ejemplos regionales descritos. Las CMPsfundadas a menudo por antiguos militares de alto ran-go reclutan personal cualificado y lo ofrecen como servi-cio a misiones blicas para asesoramiento militar, laboresde reconocimiento e inteligencia y formacin militar.Dieter Drssel en otro captulo describir el funciona-

    miento de la CMP DynCorp, la cual no slo realiza activi-dades en los Balcanes, Afganistn, Iraq y Colombia, sinoque tambin ejerce labores de seguridad externalizadasen el aparato estatal de Estados Unidos.

    El especialista en frica, Bjrn Aust, analizar por suparte la economa de la guerra del Congo que se ha con-vertido desde mediados de los aos noventa, en la cau-sa de la primera guerra mundial del frica. Despus

    de los fracasados intentos de un desarrollo recuperadory casi totalmente olvidado por la opinin pblica occi-dental incluyendo a sus representantes crticos, en elcorazn del frica se extiende en la actualidad una eco-noma de libre mercado radical y desregulada. En esta

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    economa, aparatos militares, milicias y paramilitares li-bran batallas armadas compitiendo por la explotacinde materias primas que son exportadas por compaas

    transnacionales hacia Europa, Japn o Estados Unidos.Lisa Rimli llega a una conclusin similar en una aporta-cin a este estudio, refirindose a la economa de guerraen Angola, que encuentra incluso continuacin despusde la firma de un acuerdo de paz. La autora observacmo las convenciones de las Naciones Unidas y la Or-ganizacin de la Unidad Africana (OUA) para la proscrip-cin de actividades de mercenarios acepta de manera

    implcita el uso de mercenarios por parte de gobiernosreconocidos.

    En un ltimo captulo Dario Azzellini presentar elcaso de Iraq, donde nos encontramos ya con que unade cada ocho personas trabajando en tareas militares o deseguridad que en un contexto de guerra tambin sonmilitares es un empleado de una CMP.

    Cuando este libro fue publicado en Alemania, en ju-nio del 2003, el tema de las compaas militares priva-das era casi una novedad que haba sido ignorada ydescuidada durante mucho tiempo. Slo despus de losataques de milicianos iraques en Fallujah el 31 de mar-zo de 2004 empezaron a ser publicadas ms informacio-nes al respecto. A pesar de que en un primer momento setrat de convencer al mundo de que los estadouniden-

    ses asesinados eran civiles, con el paso del tiempo nose pudo ocultar que stos eran empleados de la compa-a militar privada Blackwater USA. Aunque supuesta-mente son civiles y no militares, los empleados de esetipo de compaas asumen plenamente tareas militares.En el caso de la Blackwater los empleados como gue-rreros privados personal militar altamente cualificado yentrenado, asumen hasta tareas de ms riesgo que el

    ejrcito mismo. En Iraq, por ejemplo, estaban encarga-dos de llevar a cabo los combates detrs de las lneasenemigas, es decir, se introducan sin ser observados ala ciudad de Fallujah para llevar a cabo acciones milita-res, cuando sta estaba controlada por fuerzas rebeldes

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    iraques. Naturalmente este trabajo altamente peligrosofue muy bien pagado (hasta 1.500 dlares al da). Inclusoexisten varias fotos que muestran a los empleados civi-

    les de Blackwater USA en Iraq con armas de guerra ac-tuando sin uniforme y disparando desde los tejadosjunto a soldados estadounidenses. Ejrcitos privados,expertos militares e informticos al servicio de las tro-pas estadounidenses, radares del ejrcito de EstadosUnidos manejados por compaas privadas, aparecencomo elementos de ciencia ficcin. Sin embargo, la rea-lidad a veces va ms all y es ms es ms increble que

    cualquier pelcula de este gnero. El negocio mundialde las compaas militares privadas alcanza, segn esti-maciones, unos 200 millardos de dlares anuales.

    La presente edicin del libro llega a nuestras manoscon diversas modificaciones respecto a la edicin ale-mana, as como tambin a ediciones en otros pases (Ve-nezuela, Cono Sur). Por un lado, esta edicin no incluyeun captulo sobre las empresas de seguridad y vigilanciaen Alemania. Por el otro lado, incluye un captulo sobreIraq que por razones evidentes no poda estar incluidoen la edicin alemana dado que la invasin de Iraq em-pez cuando el libro lleg a la imprenta. Del mismomodo, el captulo sobre las diferentes clasificaciones deCMPs es totalmente nuevo. Adems, esta edicin cuen-ta con captulos actualizados y ampliados como los refe-rentes a Colombia y Mxico.

    Con la basta informacin que presenta esta recopila-cin, reunida por expertas y expertos en los diferentescontextos especficos, no queremos atemorizar ni hacerperder esperanzas a nadie. Al contrario, estamos con-vencidos de que es necesario conocer adecuadamenteel funcionamiento y los actores del nuevo orden de gue-rra para poder oponerse a l. Nos parece particularmen-

    te importante reconocer que los lmites entre guerra ypaz se desdibujan cada vez ms. Tal como lo muestranlas lneas de desarrollo presentadas en este libro, losbombardeos de Bagdad o los de Belgrado no constitu-yen en absoluto la corta interrupcin de una paz imagi-

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    nada, donde la guerra aparece slo como un estado deexcepcin. En realidad lo que hoy se expande por regio-nes cada vez ms amplias del globo es un estado de

    guerra permanente de diferente intensidad que necesi-ta respuestas mucho ms complejas que la simple de-manda de un cese a los bombardeos. Lo que requiere lasituacin actual es una crtica estructural a la guerra,como un nuevo orden de expresin de las tendenciasactuales de desarrollo del capitalismo.

    Los autores, agosto 2005

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    Para el ao 2002, el barmetro de conflicto quepublica anualmente el Instituto de Investigacin sobreConflictos Internacionales de Heidelberg (Alemania) diocuenta de 43 conflictos polticos o sociales conducidosmilitarmente, de los cuales 13 son calificados como gue-rras con extensin territorial. Sin embargo, realmenteuna de ellas, igual que en el ao anterior, se llev a cabo

    entre Estados soberanos: la guerra de Estados Unidos ysus aliados contra Afganistn.6 No obstante, mirandocon ms detalle, slo en el sentido formal de la palabrase puede considerar esta guerra como clsica, es de-cir, entendida como una guerra interestatal, ya que lamisma no se conduce en contra del ejrcito regular deun Estado, sino contra los Seores de la Guerra taliba-nes y la red de Al Qaeda, e incluso con la ayuda de otros

    Seores de la Guerra. Adems, la guerra en Afganistnforma parte de la Operacin Libertad Duradera (Opera-

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    El nuevo orden de la guerra

    El capitalismo global ysu salvaje cara oculta

    Thomas Seibert

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    6. Referencia: www.hiik.de

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    tion Enduring Freedom) que no tiene lmites temporales niterritoriales y que lucha contra una serie indefinida deposibles enemigos. Esta operacin alcanz su apogeo

    ms reciente con el asalto a Iraq durante la primaveradel ao 2003, en clara violacin de los principios del De-recho Internacional pblico, y que, evidentemente, nopuede considerarse como una guerra en el sentido clsi-co de la palabra.

    Cambio en los paradigmas del orden de la guerra

    Esta afirmacin parece comprobar el discurso iniciadopor autores como Franois Jean, Jean-Christophe Rufin,Michel Ignatief, Mary Kaldor, Herfried Munkler y ErhardEppler entre otros, segn el cual el lugar de las viejasguerras conducidas por Estados nacionales soberanos yreguladas por el Derecho Internacional pblico estsiendo ocupado por las nuevas guerras, que son con-ducidas por diversos actores muchas veces no estatales

    y sin ningn tipo de regulacin legal.4 Aunque este dis-curso apunta a modificaciones histricas indiscutibles, noanaliza aquello que desea explicar,5 lo que puede serapreciado incluso desde el concepto de la guerra sobreel que se sustenta. Esto se debe a que la diferencia en-tre las guerras nuevas o pos clsicas por una parte, ylas viejas o clsicas por la otra, se reduce al mismo ni-vel de la diferencia entre guerras correctas e incorrec-

    tas en un cambio normativo. As, el discurso de lasnuevas guerras legitimiza las guerras correctas que

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    4. Franois Jean, Jean-Christophe Rufin, konomie der Brgerkriege, Munich, 1995;Mary Kaldor, Neue und alte Kriege. Organisierte Gewalt im Zeitalter der Globalisierung, Francoforteen el Meno; Michel Ignatief, Die Zivilisierung des Krieges, Hamburgo, 2000; Herfried Mnkler,Die neuen Kriege, Reinbek, 2002; Erhard Eppler, Vom Gewaltmonopol zum Gewaltmark? Die Pri-vatisierung und Kommerzialisierung der Gewalt, Francoforte en el Meno, 2002; Ulrich K. Preuss,Krieg, Verbrechen, Blasphemie. Zum Wandel der bewaffneten Gewalt, Berln, 2002.

    5. El presente ensayo critica el concepto de las nuevas guerras desde una pers-pectiva materialista histrica, que coloca a las guerras y al orden de las mismas en el con-texto de la reproduccin del dominio capitalista. Se abren accesos a este tipo deperspectivas, por una parte con Michael Hardt / Toni Negri, Imperio El nuevo orden mundial,Buenos Aires, 2002; y por otra con Robert KurtzWeltordnungskrieg. Das Ende der Souvernittund die. Wandlungen des Imperialismus im Zeitalter der Globalisierung, Bad Honnef, 2003.

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    son reguladas por el Derecho Internacional pblico yconducidas por estados nacionales soberanos como ul-tima ratio del intento de eliminar de la faz de la tierra el

    horror causado por las guerras incorrectas.El argumento central para ello radica en su clasifica-

    cin de guerras de desintegracin del Estado, comoconsecuencia del fracaso de una estatalidad robusta.6La pacificacin slo podra alcanzarse entonces median-te el restablecimiento de un monopolio de poder esta-tal, si es necesario por la va de una intervencin militar yla implantacin de una estructura de protectorado. Preci-samente para eso, los Estados dominantes del sistemamundial capitalista ya se auto-apoderaron (y es aqudonde se evidencian los intereses polticos que rigen eldiscurso), intentando ejercer un dominio sobre la incon-trolada y quizs incontrolable violencia en las periferiasdesde la segunda Guerra del Golfo a travs de una seriede guerras de ordenamiento mundial (R. Kurz).

    Aqu tambin se trata, aparte del clculo dirigido ha-cia el control y la limitacin, del acceso a los recursos ylas fuerzas laborales, cuyo aprovechamiento todavadespierta un inters especfico.

    En contra de la diferenciacin entre viejas y nue-vas guerras, tan manejable como conforme al Estado,antes de nada se puede constatar que la construccinde una sucesin lineal de rdenes de guerra histricos,

    desde los ejrcitos nmadas de la Edad Media hasta losejrcitos regulares del Estado nacional moderno, ideali-za la realidad desde siempre.7Ya en tiempos anterio-res, las guerras eran simultneamente ms y diferentesa supuestos conflictos armados regulados por el DerechoInternacional pblico entre los ejrcitos regulares de Es-tados separados territorialmente y siguiendo clculosracionales. Para empezar, los ejrcitos regulares no pue-

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    6. Herfried Mnkler en entrevista con Eberhard Sens, Lettre International14, Winter2002,. p. 14ss.

    7. Phase 2 berlin, Wer vom Kriege fr sich redet, sollte vom Krieg an sich schweigen.En: Phase 2 Nro. 07/03, p. 14ss.

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    den ser concebidos en su gnesis histrica como una ins-titucin del Estado nacional moderno, pues constituyenuno de los elementos de los cuales el Estado se origina

    en primera instancia. Incluso ms adelante, las guerrasconducidas por este tipo de ejrcitos no podan ser ana-lizadas sobre la base del clculo racional de la soberanaen guerra. En este sentido, ya Marx haca referencia alhecho de que la funcin de la guerra en el capitalismo noslo se reduce a la conquista o a la usurpacin de territo-rios extranjeros y de sus mercados, sus materias primas ysu fuerza laboral, sino tambin comprende precisamen-

    te la destruccin sistemtica y a menudo involuntaria decapital, con la cual de hecho se resolvieron las crisis desobreproduccin.

    Por ello, los fenmenos atribuidos a las nuevas gue-rras pueden ser observados incluso en la mayor partede las viejas guerras: el desacato a las diferencias en-tre combatientes y civiles y la amplia destruccin de lainfraestructura econmica, la cooperacin de actores es-

    tatales y no estatales, asimetras extremas entre las par-tes en guerra, la accin en espacios desestatalizados, ladesaparicin de los lmites de toda codificacin jurdicay poltica, y la sobredeterminacin a travs de etnicis-mo, racismo o fundamentalismo. Esto es vlido tam-bin, y particularmente, para las dos Guerras Mundiales,especficamente en la guerra de conquista nacional-socialista. En ella, el antisemitismo eliminatorio del im-

    perio nacionalsocialista redujo en forma masiva losclculos racionales planteados. La diferencia entre lasviejas y las nuevas guerras tampoco se puede soste-ner respecto a las guerras de liberacin anti y post-colo-niales, en las cuales se encuentran tambin todos losfenmenos que, en primera instancia, deberan funda-mentar la diferencia.

    Las guerras calientes en la Guerra Fra y Mayo del 68

    En el discurso de las nuevas guerras, el fin de laconfrontacin de bloques termina la transicin que vade las guerras clsicas a las posclsicas. Sin embargo, en

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    realidad con la ruptura de cambio de poca de 1989 ter-mina, ante todo, una guerra que no fue ni clsica ni pos-clsica: la Guerra Fra entre Estados Unidos, la Unin

    Sovitica y sus aliados. Empezando inmediatamentecon el fin de la Segunda Guerra mundial, subordin lacompetencia multipolar de diferentes estados naciona-les, hasta entonces medida tambin militarmente, a unacompetencia bipolar a escala mundial entre dos blo-ques de Estados dominados uno por Estados Unidos yel otro por la URSS. Con ello, las guerras clsicas interes-tatales se haban imposibilitado de facto, tanto dentro de

    los bloques como entre ellos; y en lo sucesivo se limita-ron a aquellos Estados que no pertenecan a ninguno delos bloques. Zonas de influencia nacional-estatal o inte-rs de ocupacin, colonializacin o expansin ya no erantanto el objeto de la competencia, ms bien lo eran lasmismas formas de reproduccin capitalista que haba enambos bloques: la pax americana con su capitalismo mo-nopolista o la pax sovitica con su capitalismo monopo-lista de Estado, que eran rdenes de paz y de guerra almismo tiempo.

    Mientras no se tratase de remanentes conflictos colo-niales (como por ejemplo, la guerra franco-argelina o lafranco-vietnamita, o las guerras de Portugal en Angola,Guinea y Mozambique), los conflictos armados durante lapoca de la competencia de sistemas estaban dirigidos

    ante todo hacia la (re)integracin o la expansin de am-bos bloques. Se trataba de guerras hacia adentro(Hungra 1956, la Repblica Socialista Checoslovaca 1968,diversas intervenciones estadounidenses principalmen-te en Amrica Latina), o como guerras de suplentesconducidas por movimientos guerrilleros anti o poscolo-nialistas. Si el bloque dominado por los soviticos hizode la guerrilla un elemento funcional, el Occidente se

    apoy en las dictaduras coloniales y poscoloniales que laguerrilla combata, y en una contraguerrilla a menudo for-mada por mercenarios, cuyo proceder ya desde enton-ces se asimilaba al de los movimientos rebeldes delas nuevas guerras.

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    Y aunque tanto la guerrilla como la contraguerrilla, ascomo los regmenes establecidos por ambas, dependanestructuralmente de la alimentacin de los bloques que

    haba tras ellos, las guerras que conducan no cumplanen su funcionalidad para la confrontacin de bloques.

    En cualquier lugar donde tanto las revueltas propul-sadas militarmente por la guerrilla, como los gobiernosque las originaban, superaban la propia instrumentaliza-cin e iban ms all, se abrieron posibilidades para elestablecimiento de una fuerza que se liberase de la lgi-ca de la competencia de sistemas y fuese por lo menostendencialmente antagnica a la reproduccin del domi-nio capitalista (bien sea monoplico o de Estado). Y enlos casos en los cuales las tendencias que no haban de-sarrollado todava su potencialidad fallaban frente a laprepotencia de la confrontacin entre bloques, se lesimpona la reproduccin del capitalismo, que pasabapor encima de ellas, no slo en el marco de la confronta-cin de bloques, si no tambin por medio de ella.

    Naturalmente, lo anterior era vlido tambin en elinterior de cada uno de los bloques, donde la GuerraFra se utiliz para solidificar la hegemona ideolgica yla reintegracin de mbitos opositores al sistema res-pectivo.

    Durante los aos sesenta, sin embargo, la funcionali-dad de la competencia de sistemas para la reproduccin

    del dominio capitalista fue disminuyendo continuamen-te. Entraron en crisis no slo formas singulares de regu-lacin y de representacin del socialismo real o bien dela democracia liberal, sino las mismas formaciones de so-cializacin fordista, fundamentadas en la produccinindustrial a gran escala, base de ambos sistemas. Al vis-lumbrarse alrededor de mayo de 1968 la posibilidad deun reforzamiento y una penetracin mutua de las gue-

    rras de liberacin anti y poscoloniales con el surgimien-to vertiginoso de revueltas sociales y culturales en lospases occidentales y orientales, la continuidad del do-minio capitalista monoplico o de Estado estaba bajoserios riesgos.

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    El capital occidental respondi a la continua agudi-zacin de las crisis con una transformacin de sus formasde socializacin, que estuvo apoyada en la utilizacin

    sistemtica de fuerzas productivas de tecnologa de in-formacin. Al mismo tiempo, la intensificacin de lacompetencia de sistemas promovida ante todo por elcomplejo militar-industrial de Estados Unidos y acom-paada por un rearme masivo aument la presin sobreel bloque sovitico, y llev finalmente a la bancarrotade los pases capitalistas de Estado, fortalecida tam-bin por el xodo masivo, un movimiento migratorioque cont millones de personas. Al derrocamiento desus aliados en el Oriente de Europa le sigui la disolu-cin de la URSS, el desplome de los Estados en vas dedesarrollo que dependan de ella en el Sur global y laderrota total de los ltimos movimientos de emancipa-cin anti o poscolonial. La Guerra Fra haba terminado,y las guerras calientes que se haban llevado a cabo

    bajo sus condiciones empezaron a convertirse en otras,nuevas guerras: guerras cuyo contexto lo forma actual-mente el capitalismo posfordista transformado.

    La transicin posfordista y el Nuevo Orden Mundial

    A principio de la dcada de los noventa, los pasesantes dominados por el bloque sovitico y los Estadosdel Sur en vas de desarrollo que seguan su modelofueron incorporados por primera vez a un capitalismorealmente extendido a un nivel global, en el cual las co-rrientes de finanzas, mercancas y saberes tienden a es-tar libres de todas las limitaciones de los Estadosnacionales y, a su vez, son sujetas a la regulacin de unared de instituciones supranacionales (OTAN, OCDE,FMI, Banco Mundial). Con la creacin de cadenas mun-

    diales de valor se lleg a una reestructuracin global dela divisin del trabajo, en la que el sector primario de laagricultura y la obtencin de materias primas, y el sectorsecundario de la produccin industrial fordista, que has-ta ahora haba sido el sector lder, cayeron bajo el domi-

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    nio del sector terciario de los servicios inmateriales(en el sentido ms amplio de la palabra).8

    Con la desvalorizacin sistemtica de la fuerza labo-ral en la agricultura, la obtencin de materias primas eindustrial, que acompaa al fenmeno antes expuesto,se ech abajo el mito del desarrollo recuperador, queya era obsoleto desde el principio de la crisis de la deu-da a comienzos de los aos ochenta. ste haba prome-tido a los pases con un sistema capitalista de Estadodel segundo mundo adelantar, y a los pases en desa-rrollo del Tercer Mundo la futura incorporacin al fordis-mo del Primer Mundo capitalista monoplico.

    De hecho, la inclusin en el sistema mundial posfor-dista excluy sistemticamente de cualquier perspectivade desarrollo a una poblacin sobrante que se cuentapor millones y crece diariamente. Al cabo de pocos aosse lleg a la amplia pauperizacin de sociedades com-pletas tanto en el Sur como en el Este, a la desintegra-

    cin de su sistema poltico y econmico y a una migracinmasiva de aproximadamente 150 millones de personas(3% de la poblacin mundial y 30 millones ms que en1990).9 Segn estimaciones de la Cumbre Social de Gine-bra de la Naciones Unidas del ao 2000, ms de 1,2 mi-llardos de personas deben sobrevivir con menos de undlar al da. El poder adquisitivo de un sueldo promedioen Amrica Latina ha llegado a ser hoy 27% menor queen 1980, mientras que el 40% del producto social brutose concentra en manos del 1% de la poblacin, con ten-dencia a un aumento drstico.

    En parte, la situacin en frica y Asia es hasta msdramtica. En total, la participacin del 20% ms pobrede la poblacin mundial en la produccin, inversiones

    24

    8. En aras de evitar un recurrente malentendido, quiero aclarar especficamenteque el dominio del sector terciario determinado por el posfordismo es cualitativo y nocuantitativo: mientras el alcance del trabajo material (en la produccin de bienes y laobtencin de materias primas) ejecutado en el sector primario y secundario excede to-dava el trabajo inmaterial (en la prestacin de servicios) del sector terciario, este lti-mo, sin embargo, construye el marco en el cual el primero se da y es aprovechado.

    9. World Migration Report 2000, www.iom.int

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    extranjeras, exportacin y comunicacin se coloca deba-jo del 1%, mientras que la participacin del 20% ms ricode la poblacin mundial se encuentra entre el 70% y el

    90%. El 70% de las inversiones a nivel global y el comer-cio mundial son controlados por las 200 compaas trans-nacionales ms grandes. Este desarrollo encuentra suconcrecin estadstica final en el promedio de la expec-tativa de vida: mientras ha aumentado en los 31 pasesms ricos del mundo entre 1975 y 1997, ha disminuido en18 pases del mundo durante el mismo perodo, espec-ficamente en 10 pases de frica y 8 pases de la antigua

    Unin Sovitica o de Europa del Este. Los ejemplos msdrsticos se encuentran en frica donde el promedio deexpectativa de vida decay en Botswana de 52 a 47, enZimbabwe de 51 a 44 y en Zambia de 47 a 40 aos.10

    La asimetra en la estructura de poder global se regu-la ante todo a travs del endeudamiento de los pasesen desarrollo con respecto a actores estatales o no esta-tales del Norte. Tambin aqu la dinmica de la pauperi-zacin se puede comprobar estadsticamente: mientrasla deuda total de los pases en va de desarrollo del Surse situaba bajo los 100 millardos de dlares para el ao1970, para 1998 haba aumentado a 2.465 millardos dedlares. Considerando que slo el servicio de la deudageneralmente devora entre un 30% y un 50% de su presu-puesto de Estado, los pases en desarrollo dependencontinuamente de nuevos crditos, si desean mantenerun mnimo de soberana en actuacin y planificacin. Sinembargo, el bloque dominante de Estados y el FondoMonetario Internacional controlado por el mismo, condi-cionan los nuevos crditos a programas de ajuste es-tructural que obligan a los Estados en desarrollo aldesmantelamiento progresivo de sus estructuras de es-

    25

    10. El dramtico descenso en la expectativa de vida en el Sur africano se debe engran parte a la propagacin del SIDA, que slo puede ser analizada indirectamente comoresultado de la globalizacin del posfordismo. A pesar de esta relevante salvedad, las ci-fras siguen siendo claras; a lo que habra que agregar adems, que se ha registrado unadisminucin semejante del promedio de la expectativa de vida en los barrios de lasgrandes ciudades de Estados Unidos.

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    tado social, ya marginales de todas maneras, y al mismotiempo, a la venta de los mejores sectores de sus econo-mas nacionales a las compaas transnacionales.

    En el marco de la divisin del trabajo globalizada yposfordista, la desvalorizacin o la subvaluacin siste-mtica de la fuerza laboral alcanza finalmente tambinlas metrpolis del Norte. Con ello, la diferencia entremetrpolis y periferias se desprende tendencialmentede la escisin territorial Norte-Sur o Este-Oeste, y se re-produce en forma desterritorializada entre los Estados y,

    dentro de ellos, entre las regiones estatales y supraesta-tales, entre la ciudad y el campo, en las ciudades mis-mas y finalmente entre los mismos individuos: en unapartheid social y mundial, que es a la vez menos claro yms pronunciado que nunca. El Cuarto Mundo de los to-talmente marginados, una frontera que se encuentra encualquiera de las regiones mundiales, sin embargo norepresenta algo exterior al capitalismo global sino que

    es, en efecto, su otro lado brbaro. Al mismo tiempo esel espacio que hay que entender como territorial sola-mente en forma limitada en el cual realmente se puedehablar de nuevas guerras.

    Economa de la guerra social

    Debido a que el derrumbe de los pases en vas de

    desarrollo en ningn otro lugar del mundo ha sido tandrstico como en frica, la situacin de sus pases sirvecomo referencia central del discurso de las nuevas gue-rras y del periodismo vinculado al mismo. Los mediosde comunicacin masiva informan una y otra vez sobreinmensas limpiezas tnicas y masacres aparentementesin motivos u objetivos en el marco de innumerablesconflictos como en Angola, Etiopa, Eritrea, el Congo,Ruanda, Somalia, Sudn y Sierra Leona.

    Estos hechos se explican con un modelo de anlisisetnicista e incluso racista ampliamente difundido , segnel cual diferentes grupos tnicos no podan unos con

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    otros dentro de la estrechez de un mismo Estado nacio-nal, y por ello tarde o temprano deberan enfrentarse.

    En realidad, la crisis africana no result de una vio-lencia etnicista llegando a una explosin casi natural ydel desmoronamiento del Estado causado por la mis-ma: ambos fenmenos son, en s mismos, ms bien con-secuencias de la historia particular de la descolonizacinde frica, que nunca pudo cumplir en la realidad con suorientacin ideolgica de desarrollo recuperador. Porello, los pases en desarrollo de frica en ningn momentoalcanzaron la soberana de los pases latinoamerica-nos. Por ejemplo, el ejrcito y la Polica desde un princi-pio eran su esencia, y sus cuerpos oficiales procedan engran parte de los aparatos coloniales de poder.

    Alcanzada una independencia formal, la poltica delas elites estatales apunt hacia la apropiacin privadade los ingresos de la economa de exportacin. Tambinlograban ganancias extra a travs del aprovechamiento

    metdico de las rivalidades estratgicas de la confronta-cin de bloques; los recursos as conseguidos beneficia-ban a sus cuentas privadas y al aparato militar y de laPolica. Para crear un mnimo de legitimacin poltica,establecieron un sistema clientelista basado en la per-tenencia a clanes. Dado que casi no se implantaronotras instituciones estatales, las estructuras locales de lasociedad de clanes se mantenan como el nico recurso

    fiable de confianza, justicia y seguridad social. En la me-dida que el Estado africano en desarrollo se mantuvoenfrente de la poblacin propia como un partido que ac-tuara slo segn los intereses particulares de las elites,que casi no poda sustentar en una lealtad de las masasestablecida por instituciones del Estado social y de lasociedad civil.

    Con el fin de la confrontacin entre bloques y con la

    reestructuracin posfordista de la divisin global deltrabajo, este modelo de desarrollo se desplom en smismo. En la lucha por los recursos restantes de sus pa-ses econmicamente destruidos, las elites dominantesse dividieron y tomaron a los propios pueblos como re-

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    henes y a la vez como infantera de su competencia porla supervivencia. Cuando el Estado en desarrollo, enbancarrota, suspende el pago de sueldos a los militares

    y la Polica, las tropas se abastecen merodeando a la po-blacin por medio de ataques, mientras algunos Seo-res de la Guerra establecen en sus regiones, en parte demanera abierta, regmenes de produccin esclavista.Debido a que en muchos pases africanos ms de la mi-tad de los jvenes no tienen sustento, ni las tropas regu-lares ni las irregulares necesitan preocuparse por laafluencia, el servicio en el ejrcito o en las bandas de los

    Seores de la Guerra constituye la nica fuente de in-gresos para gran parte de la poblacin masculina, inde-pendientemente de si el sustento proviene del pago desueldo o directamente del robo. Entre estos frentes msque complejos, los ejrcitos privados de mercenariospasan a desempear un papel cada vez ms importantecomo un bando que opera por su propia cuenta.

    Con la destruccin progresiva de las condicionesprevias a la guerra, la usurpacin rapaz de los medios desupervivencia, y con ello la de las mujeres, se convierteen la base de la reproduccin social. Sin embargo, estosignifica que en muchas sociedades africanas, la guerraya no es una interrupcin irregular de la reproduccinms o menos pacfica de la vida social, sino que se haconvertido ms bien en un economa regulada segnsus propias leyes y orientada hacia su propia reproduc-cin. A pesar de todas las diferencias a menudo rele-vantes entre los casos singulares, las economas de laguerra social son la verdad material de las nuevas gue-rras tambin en Asia y Amrica Latina, en los Estadosen transformacin que una vez estuvieron dominadospor el bloque sovitico y por ltimo, pero no en menorgrado de importancia en las regiones en derrumba-miento de las metrpolis.

    Su dinmica no est siempre determinada por en-frentamientos militares manifiestos; en muchos casos suforma violenta se mantiene en el nivel de bandas o desistemas de gngsteres. Aqu se encuentran tambin en-

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    laces con la economa del crimen organizado y, natural-mente, con las diversas expresiones de la economa in-formal y de la economa de migracin. El hecho de que

    estas economas no constituyan una excepcin al capita-lismo actual, que no estn fuera de l sino que repre-senten su lado brbaro se concreta en sus innumerablesnexos con la economa mundial regular, y representa unavariacin del hecho vlido para el capitalismo en general,de una combinacin histricamente variante en formacontinua de formas de produccin capitalistas y no capi-talistas.

    El monopolio de poder imperial

    Mientras el posfordismo del Sur globalizado culminaen las economas de la guerra social, el del Norte globali-zado culmina en la actual Operacin Libertad Duradera,llevada a cabo actualmente en Iraq. La interpretacin ge-neralizada de todos los bandos por medio de ideologas

    racistas, nacionalistas, etnicistas o incluso fundamenta-listas, no resulta tanto de lazos tnicos o religiosos ob-soletos, si no ms bien de la desvalorizacin profundade ideologas socialistas en su sentido ms amplio y dela debilidad simultnea de las ideologas liberales ydemocrticas en la transicin del fordismo al posfordis-mo. Los desplazamientos del campo ideolgico reflejanel fin del mito del desarrollo recuperador y, al mismo

    tiempo, la disolucin de los compromisos de clases me-tropolitanos.

    Por lo tanto, los Estados del Norte actan como po-deres hegemnicos ms que dominantes del sistemamundial: si la hegemona est basada en una lealtad demasas construida a travs de la integracin ideolgica,la dominacin se fundamenta slo en la superioridadviolenta, actualmente en la cualidad de ser invencibles,estructural de Estados Unidos.

    A esto equivale que el proyecto ideolgico de lospoderes dominantes del posfordismo mire exclusiva-mente y de forma inmediata a la implantacin e imposi-

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    cin de un monopolio imperial de violencia, es decir, unmonopolio de violencia que recurre a un amplio ordenmundial. Este sistema est basado ante todo en los es-

    cenarios amenazantes de la prevencin de crisis, delmanagement de conflicto y del antiterrorismo; y ya casinada en las promesas de desarrollo, progreso y partici-pacin.

    La Carta de este monopolio de violencia se encuen-tra en el nuevo concepto estratgico que fue elevadopor la OTAN a estatuto de la Alianza, con motivo de su

    quincuagsimo aniversario en abril de 1999. En este con-cepto, los poderes dominantes parten de riesgos milita-res y no militares muy diversos, que proceden dediversas direcciones y a menudo son difciles de prever.

    A stos pertenecen la incertidumbre y la inestabili-dad en la regin euro atlntica y sus aledaos, y la posi-bilidad de que se produzcan en la periferia de la Alianzacrisis regionales (...). Las rivalidades tnicas y religiosas,

    los conflictos territoriales, la insuficiencia o el fracaso delos esfuerzos de reforma, los abusos contra los derechoshumanos y la disolucin de Estados (...). Los intereses deseguridad de la Alianza pueden verse afectados por ries-gos distintos de carcter ms general, en particular poractos de terrorismo, de sabotaje o de delincuencia orga-nizada y por la perturbacin del flujo de recursos vitales.

    Asimismo, pueden plantear problemas para la seguri-dad y la estabilidad que afecten a la Alianza los grandesmovimientos incontrolados de poblacin, en particularlos resultantes de los conflictos armados. En consecuen-cia, este escenario global amenazante demanda capaci-dades militares eficaces en todas las circunstanciasprevisibles.11 Con ello, el artculo 5 del Tratado del Atln-tico Norte que limitaba la Alianza a la asistencia recpro-ca en el caso de un ataque militar en contra de una de las

    30

    11. El concepto estratgico de la OTAN, aprobado por los Jefes de Estado y de Go-bierno que participaron en la reunin del Consejo del Atlntico Norte celebrada en

    Washington los das 23 y 24 de abril de 1999, www.mde.es/mde/docs/tratados/concepto.pdf.

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    partes que conforman la Alianza es nulo. Actualmente,las llamadas non-article 5 missions (Misiones no artculo 5)tienen el mismo rango que las misiones para la defensa

    de la alianza, eso explcitamente tambin sin el apoyo dela ONU o la OSCE.

    As como esta amplia auto habilitacin no puede serinterpretada en base a su propia explicacin como undeber de intervencin humanitaria en nombre de losderechos humanos, tampoco puede ser analizada sola-mente siguiendo la teora clsica del imperialismo.

    La Operacin Libertad Duradera sigue como objetivogua primario, aunque no como fin nico, a un imperia-lismo exclusionista de la seguridad. Su misin est re-sumida por Robert Kurz de la manera siguiente: No semira a la conquista y la incorporacin para aduearse deciertos recursos (mucho menos humanos). Por el contra-rio, la orientacin estratgica est dirigida a mantener a

    distancia del sistema la enorme y amenazante masifica-cin de suprfluos en las periferias. Las catstrofescausadas por la misma economa universal de mercadodeben permanecer fuera. Desde este punto de vista,las corrientes de refugiados tienen que ser detenidas an-tes de las fronteras orientales, y las regiones de derrum-be pacificadas en un nivel de miseria.

    El objetivo implcito slo puede consistir en una je-

    rarqua de exclusin escalonada por continentes, que seextiende desde unos pocos pases asociados a la OTAN yla Unin Europea (del tipo de Hungra), pasando por uncinturn de Estados strapas y de fachada (del tipo deCroacia), llegando hasta protectorados o homelands to-talmente dependientes, administrados por organizacio-nes internacionales o guerras de bandas (por ejemplo,Kosovo); que a su vez conforman una jerarqua de pau-perizacin.12

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    12. Robert Kurz, Jungle World 19 / 1999.

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    A eso corresponde en seguida la forma ms policacaque clsica militar de las guerras de ordenamiento mun-dial que siguieron a la Segunda Guerra del Golfo (1991)

    hasta la emprendida Tercera Guerra del Golfo, que sellevaron a cabo ms bien siguiendo el ejemplo de unblitz, con el cual la Polica reordena un barrio domina-do por gnsteres.

    En una accin de este tipo no se trata de limpiar parasiempre la zona afectada de los gnsteres, con el fin dellevar a sus habitantes orden, seguridad y civilidad a lar-

    go plazo. El objetivo consiste, ante todo, en contener a lapoblacin pauperizada en sus propios barrios, o sea elaislamiento territorial de las zonas residenciales de laclase media y alta visto en el nivel mundial de las re-giones mundiales todava prsperas. Al mismo tiempo,se trata de aclarar de forma manifiesta, quin es un ciu-dadano decente y quin un villano, as cmo determinarlos lmites entre lo que ser tolerado y lo que no.

    Que como consecuencia de las guerras extremada-mente asimtricas la figura de los Seores de la Guerrase haya intensificado y que stos estn directamentevinculados con el control imperial (como ha sucedidorecientemente en Afganistn) no constituye una contra-diccin a lo anteriormente dicho: el monopolio imperialde la violencia sigue con el modelo de la funcionaliza-cin de la contraguerrilla en uso en las guerras de su-

    plentes.Lo mismo pasa en la paramilitarizacin intencional

    de los conflictos sociales como es el caso de Colombia,donde los para que actan como Seores de la Guerradebieron, antes que todo, ser construidos por las eliteslocales y nacionales en cooperacin con Estados Unidos,para poder manejar la rebelin social. La continuidad in-

    controlable en el tiempo, en casos particulares incluso elaumento de la pauperizacin, la privacin de derechos yla violencia extrema son conscientemente aceptadosporque se trata cada vez menos de eliminar en formaplanificada el subdesarrollo, si no principalmente del

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    control de una poblacin excedente, a la cual el siste-ma mundial ya no le tiene nada ms que ofrecer.

    Los Planes Marshall, que fueron creados igualmentepara frica, los Balcanes o el Mediano y Cercano Oriente,tambin estn determinados por clculos econmicosconcretos. Sin embargo, estos clculos siguen solamentea los imperativos de aprovechamiento de un capital des-territorializado, que ya no puede frenar la dinmica pos-fordista de pauperizacin y exclusin, pues tiene a stacomo precondicin estructural.

    Ahora bien, la geopoltica global est ciertamenteamenazada por escisiones internas, debido a las cualesse desmorona la unidad imperial de los poderes domi-nantes en una trada conformada por Estados Unidos, laUnin Europea y Japn. Aunque Estados metrpolis de-penden uno del otro para asegurar el dominio que slopueden imponer en conjunto, su interdependencia noanula su competencia interna. Pero ya no puede ser ana-

    lizada slo como una competencia inter-imperialista,sino al mismo tiempo y ms especficamente como unacompetencia en el imperio. Si el primer concepto definelas relaciones entre los diferentes aliados, en el ltimose disputa la forma de la implantacin, imposicin y eje-cucin del mismo monopolio imperial de violencia.

    La discusin es slo alrededor de si este tipo de in-

    tervenciones deben ser aprobadas multilateralmente osi tambin pueden ser implementadas unilateralmentepor el lder, Estados Unidos, sin la aprobacin de losaliados. Y tambin est en discusin hasta qu punto yqu elites rabes son integradas en la estructura impe-rial, y cmo deber ser enfrentado el peligro objetivo deuna revuelta panarbica-islamista de masas, que creceren la medida que se les escape de las manos a estas eli-

    tes. Dejando por un lado los sucesos catastrficos posi-bles en cualquier momento por ejemplo una guerradentro del imperio, todo indica que la administracinde Bush fracasar a pesar de su superioridad militar; yque Estados Unidos y la Unin Europea acordarn una

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    poltica que cumpla ms con las exigencias estructuralesdel imperio conjunto.

    Los lmites del imperio

    Previo a la incursin de la maquinaria militar anglo-americana en Iraq se sucedieron protestas antiblicas enformas y dimensiones nunca antes vistas, donde partici-paron ms de once millones de personas slo durante elda de accin a nivel mundial (15 de febrero de 2003).Con ello pudo comprobarse, una vez ms, que la oposi-

    cin creciente desde mediados de los aos noventa con-tra el posfordismo global no pudo ser doblegada por lademostracin de poder imperial, que se haba converti-do en violencia material en el inmenso despliegue detropas en el golfo. En cuanto la movilizacin para el DaGlobal Antiguerra tuvo sus orgenes en el Foro Social Eu-ropeo realizado en Florencia en noviembre de 2002, laalianza all iniciada del llamado movimiento crtico a la

    globalizacin con el movimiento pacifista se manifestrealmente como una fuerza social de relevancia mundial.En este contexto, los y las manifestantes del 15 de febre-ro utilizaron el poder del que hoy disponen de ser el pri-mer movimiento social de la historia que no tiene en laforma poltica de la Internacional su fin, sino su punto departida.

    A pesar de ello, el movimiento de los movimien-

    tos est muy lejos de poder cuestionar materialmenteel orden mundial dominante. Esto se debe por un ladoa que est enfrentado a una formacin del capitalismo,que surgi de una amplia deslegitimacin de todas lasfuerzas de oposicin anticapitalistas previas a ella y, porlo tanto, se ha fundamentado ideolgicamente desdesus inicios sobre el mito de un fin de la historia. El mo-vimiento crtico a la globalizacin est esbozado en con-

    secuencia por una extraa prdida de experiencia, luegode que es familiar con la propia historia slo segn la in-terpretacin de los supuestos vencedores. stos apro-vechan la ventaja en la lucha ideolgica confrontando deimprovisto el autoproclamado fin de la historia al

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    choque de las civilizaciones, apoyndose justo en lascondiciones que ellos mismos crearon.13

    En una forma ideolgicamente transformada, ambasmetforas, sin embargo, contienen el segundo y decisi-vo problema del movimiento antiblico crtico a la glo-balizacin. Este problema consiste en que la oposicincontra la violenta multiplicacin y fragmentacin delsistema mundial slo podr convertirse en una lucha deliberacin universal cuando sta sea apoyada tambin yespecialmente por la poblacin sobrante pauperiza-da, que lucha dentro de las economas de la guerra so-cial por su mera supervivencia. Por ello, la Internacionalque se est creando actualmente encuentra su piedrade toque en la capacidad de poner en comunicacinsubjetividades polticas, que se forman dentro de reali-dades de vida extremadamente diferentes e inclusotendencialmente opuestas. Sern las resistencias delSur global (como ya lo ha ejemplificado la irrompible au-tonoma de la migracin) que determinan en mayor me-

    dida los objetivos y las formas de la lucha. La tarea paralos movimientos sociales y las izquierdas polticas enlos Estados de la trada consiste en romper el consensoracista de las metrpolis que fue reforzado con el discur-so de las nuevas guerras, segn el cual el Norte globaldebe ocuparse de la implementacin de la democracia,los derechos humanos y el civismo. La descolonizacines y seguir siendo una condicin estructural previa a

    toda emancipacin.

    35

    13. La obra de Francis Fukuyama El fin de la Historia y el ltimo hombre (Mxico, 1992)exprime la autoestima de los vencedores frente al derrumbe de las izquierdas polticasdel siglo XX; Samuel P. Huntington, El choque de civilizaciones y la reconfiguracin del orden mun-dial(Barcelona 1997) marca la lnea cmo este fin debe mantenerse en pie en contra deellos, que no lo quieren aceptar. Ambos libros delimitan el horizonte ideolgico del pos-fordismo y forman as con o sin proponrselo el subtexto del discurso de las nuevasguerras.

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    El surgimiento de actores no estatales armados y lacreciente externalizacin de tareas estatales militares yrepresivas a empresarios de violencia privados es casisiempre considerado como debilitamiento del Estado.Colombia es una muestra ejemplar de que ste no debeser necesariamente el caso. La imposicin de los intere-ses estatales y del capital privado es transferida en forma

    controlada a las Corporaciones Militares Privadas (CMP) ya los paramilitares. Con ello no podra calificarse de nin-guna manera a Colombia como un Estado fallido.

    El pas de cuarenta millones de personas fue consi-derado durante dcadas como consejo confidencialpara inversiones que traeran ganancias, y ha tenido lastasas de crecimiento ms altas del continente latinoa-mericano hasta 1998. Colombia es rica en recursos natu-

    rales como petrleo, carbn, oro, esmeraldas, agua ybiodiversidad (hoy en da interesante en el mbito delaprovechamiento biotecnolgico). Cuatrocientas de lasquinientas empresas estadounidenses ms grandes haninvertido en este pas. A esto se agrega el narcotrfico,

    II

    Colombia

    Laboratorio experimental parael manejo privado de la guerra

    Dario Azzellini

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    el factor de crecimiento ms dinmico.14 Los grandesbancos perciben ganancias del lavado de dinero, y losconsorcios qumicos ganan de los productos base para

    la produccin de cocana.Luego de una recesin entre 1998-1999 sigui rpida-

    mente la recuperacin. Una fuerte desvalorizacin delpeso, la liberalizacin del tipo de cambio, un duro pro-grama de austeridad y el ataque frontal a la legislacinlaboral permitieron un nuevo aumento de las exportacio-nes en un 13% en el ao 2000. El nuevo presidente lvaro

    Uribe Vlez intensific la orientacin neoliberal y as elNew York Times destac a Colombia a principios del ao2003 como uno de los seis mercados emergentes msinteresantes a nivel mundial. Sin embargo, esta polticaprecisa tambin una intensificacin de la guerra.

    Colombia constituye desde hace 20 aos un laborato-rio para la conduccin privatizada de la guerra. Poltica,ejrcito, Polica, narcotrfico, ganaderos, paramilitares,ejrcito estadounidense, la agencia antidrogas nortea-mericana DEA, compaas transnacionales y CMP coope-ran en constelaciones cambiantes para imponer susintereses comunes en contra de las organizaciones cam-pesinas, sindicatos, movimientos sociales y, ante todo,contra los continuamente crecientes movimientos insur-gentes armados.15 La guerra se dirige en su mayor parte

    en contra de la poblacin. Segn la organizacin para losderechos humanos Codhes, 412.553 personas (20% msque en el ao 2001) fueron desplazadas en Colombia du-rante el ao 2002.16

    38

    14. Constituye, segn la mayora de las estimaciones, alrededor del 6% del Produc-to Interno Bruto (PIB) y un porcentaje igualmente alto de la ocupacin. Mucho menosque en Bolivia o Per, aunque la riqueza acaparada durante los aos se sita alrededor

    del 40% del patrimonio total en Colombia.15. Las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) como la guerrilla

    ms grande tiene alrededor de 20.000 combatientes armados, el ELN (Ejrcito de Libe-racin Nacional), que es ms pequeo, tiene cerca de 12.000. A ellos se agregan algunaspequeas agrupaciones con pocos centenares de armados.

    16. El Tiempo, 28 de abril de 2003.

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    En total se calculan ms de 2,5 millones de desplaza-dos dentro del pas. En el ao 2002 se registraron 544 ma-sacres con 2.447 muertos, 4.512 asesinatos polticos, 744

    desaparecidos y 734 arrestos arbitrarios.17 No obstante, lamayor parte de la responsabilidad con respecto a las gra-ves violaciones de los derechos humanos ya no se adju-dica (como se haca an en los aos ochenta) al ejrcito ylos rganos de represin estatal, sino a los paramilitares.

    En Colombia hay guerra desde hace ms de cienaos. Desde los aos sesenta, sta se disputa entre lasguerrillas y los aparatos de poder de las elites, y ha sidoparticularmente intensiva en los ltimos 12 aos, en losque se ha internacionalizado el conflicto.

    Ms all del Plan Colombia18 y otras medidas, desdeel 2000 se inyectaron en el pas ms de 2,5 millardos dedlares en apoyo militar estadounidense para la presun-ta lucha contra el narcotrfico. Asimismo, las fuerzas decombate de Estados Unidos asumen un papel cada vez

    ms activo in situ. Exploradores Awacs (Sistema Aero-transportado de Alerta y Control Tempranos) de la Fuer-za Area estadounidense y estaciones de radar de dichopas en Colombia que deberan servir para luchar con-tra el narcotrfico transmiten informaciones sobre mo-vimientos de la guerrilla desde marzo de 1999. Desdefinales de 2001, el control se utiliza de manera oficialpara la lucha contra el terror. Al mismo tiempo, se anu-

    l la restriccin de la utilizacin de material blico esta-dounidense en la lucha contra el narcotrfico. Desdeentonces se pueden encontrar instructores del ejrcitode Estados Unidos cada vez con mayor frecuencia. Aesto se agrega unas 14 CMP, como mnimo, comisionadaspor el Pentgono y por empresas privadas.

    39

    17. CPDH (Comit Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos), DcimoForo Nacional de Derechos Humanos. Poltica de guerra al banquillo, Voz, Nro. 2185, 12al 18 de marzo de 2003.

    18. Un plan de ms de 7,5 millones de dlares decretado a comienzos del ao 2000por el gobierno de Pastrana, 90% del cual consiste en ayuda militar o policaca. Colombiapretenda reunir una gran parte por s sola, y obtener otros fondos procedentes de pa-ses de la UE, ante todo para presuntos componentes sociales.

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    Corporaciones militares privadas

    El sector de los servicios de seguridad privados en Co-

    lombia debe contar aproximadamente19

    con 160.000 em-pleados Estas empresas estn cada vez ms integradas enlas operaciones de guerra. Entre ellas se encuentran tam-bin empresas internacionales como las britnicas ControlRisk (consultas de prevencin de riesgos, ex militares parala conduccin de negociaciones, intentos de liberacin ensecuestros) y Global Risk (entrenamiento para liberacinde rehenes, guardaespaldas, control tcnico y armado).

    En el mbito militar altamente calificado se encuentranempleados extranjeros in situ de las empresas Bell Heli-copter Textron Inc., as como Sikorski Aircraft Corp (ambasde helicpteros de combate) y Lockheed-Martin (avionesmilitares). Estas empresas brindan apoyo al ejrcito en elcuidado, mantenimiento y manejo de las herramientasadquiridas.

    Los empleados de las CMP ejercen de igual forma

    funciones de instructores, expertos en control, pilotos ygrupos especiales para la Polica y los militares colom-bianos; y trabajan tambin para la DEA, los servicios se-cretos estadounidenses. En general se trata de antiguosmiembros de unidades elite de Estados Unidos y ex mi-litares de otros pases, veteranos de guerra o militaresactivos norteamericanos que asumen misiones tempo-ralmente limitadas durante sus vacaciones.

    La utilizacin de CMP ofrece numerosas ventajas. Yaque stas son delegadas y financiadas generalmente enforma directa desde Estados Unidos (por el Pentgono olos servicios secretos), instituciones gubernamentalescolombianas declaran no estar informadas sobre sus ac-tividades. Por otra parte, Estados Unidos tiene accesodirecto a la zona de operaciones por medio de las CMP.A su vez, las instancias de control y una crtica opinin

    pblica son mantenidas a distancia tanto en Colombia,

    40

    19. Restrepo Escobar, Orland, Auge del negocio legal e ilegal de la seguridad pri-vada en Colombia, El Tiempo, 15 de julio de 2002.

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    como en Estados Unidos. De ese modo se puede eludirel tope establecido por el Congreso de Estados Unidospara las fuerzas de accin en Colombia que anterior-

    mente estaba en 400 civiles y 400 militares, cantidadque aument el 9 de octubre de 2004 a 600 y 800, ya quelas CMP sencillamente contratan personal provenientede otros pases.20 Algunos analistas calculaban ya haceunos aos que la cantidad de empleados extranjeros delas CMP en Colombia es ms de 1.000.21 Actualmenteson alrededor de 2.000.

    California Microwave Inc.

    La California Microwave Inc. ofrece servicios milita-res y de espionaje en el mbito de la telecomunicaciny el control areo. Constituye una filial de la NorthropGrumman Inc. que dirige cinco estaciones de radar parael control del espacio areo con una cantidad descono-cida de empleados de Estados Unidos en el oriente y el

    sur de Colombia.El 13 de febrero de 2003, unidades de las FARC de-

    rribaron una avioneta Cessna 208 en el departamentode Florencia, regin de Caquet, que realiz vuelos deinspeccin en la zona de la guerrilla para dar cuenta alos militares de los movimientos y paradero del Frente15 de las FARC y sus comandantes. A la tripulacin per-

    teneca un miembro colombiano del servicio secreto ycuatro empleados estadounidenses de la CMP Califor-nia Microwave Inc., reclutados por la Oficina de Adminis-tracin Regional (Office of Regional Administration) dela Embajada de Estados Unidos en Bogot, una direc-cin fingida de la CIA. Tanto el colombiano como uno delos norteamericanos fueron encontrados asesinados, los

    41

    20. El tope mximo de los militares de Estados Unidos ha sido aumentado a 500 enmayo de 2004, mientras se est discutiendo eliminar totalmente el tope mximo de civi-les contratados por CMP.

    21. Flrez, Sandra Bibiana, Mercenarios en Colombia: una guerra ajena, en ProcesoNro. 1291, 29 de julio de 2001.

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    tres norteamericanos restantes se encuentran en manosde las FARC.

    En vista de lo anterior, el gobierno estadounidenseenvi 50 soldados elite a Colombia que deben prestarapoyo en la investigacin y logstica al ejrcito colom-biano en la bsqueda de los secuestrados y sus se-cuestradores. Ante la interpelacin delWashington Posten cuanto a su posible participacin en las acciones deliberacin, un portavoz del Ministerio de Relaciones Ex-teriores contest: tendramos la capacidad de hacer-lo. Eso rompera el lmite del congreso, que incluyeque las tropas estadounidenses no deben participar enoperaciones militares.

    Con el envo se transgredi de igual forma el topeantes mencionado. Aunque segn las declaraciones deGeorge Bush en total son slo realmente 208, el mismo

    Washington Post habla de 411 soldados norteamericanos.22Sin embargo, hasta finales de octubre de 2004 el gobier-

    no de Estados Unidos no tena ninguna pista de los pri-sioneros.

    DynCorp23

    La CMP con ms personal en la guerra colombiana esla DynCorp, que tambin participa en las fumigacionesde cultivos de droga. Para ello tienen a su disposicin 88

    helicpteros y avionetas del gobierno estadounidense.La misma empresa estadounidense oculta la cifra totalde sus empleados en el pas. Otras fuentes mencionan lacifra de 100 hasta 355, de los cuales menos que un tercioseran ciudadanos norteamericanos. Un ex empleadodeclar: cuando yo trabajaba all, nuestra cifra aument

    42

    22. La cantidad total es probablemente mucho mayor. As, desde enero de 2003existen de manera oficial 70 soldados norteamericanos de los Green Berrets en la reginpetrolera de Arauca. No obstante, segn lo expresado por Jaime Caicedo (presidente delPC colombiano) en entrevista personal de fecha abril de 2003, se contabilizaron unos 400soldados norteamericanos uniformados en el lugar.

    23. Como referencia, vase el artculo de D. Drssel incluido en este libro.

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    de 120 a 450.24 Los ingresos de la DynCorp aumentaronde 6,6 millones de dlares en 1996 a 30-40 millonesanuales a partir del 1999. Desde 1991, la empresa ha ob-

    tenido ms de 300 millones de dlares en el marco de lacampaa militar de Estados Unidos contra el narcotrfi-co en Latinoamrica.

    La sede principal de las operaciones andinas de laDynCorp se encuentra en la Patrick Air Force Base (basede la fuerza area Patrick) en Florida. All se pone a prue-ba a aquellos aspirantes que se hayan presentado porlos anuncios en la prensa y se distribuye el programa Co-lar (Colombian Army o Ejrcito Colombiano) y Helas(Helicopter Assimilation-UH-IN o Asimilacin de Heli-cpteros UH-IN). No son pocos los que se postulan; des-pus de todo, un piloto en la guerra de Colombia ganaentre 75.000 y 90.000 dlares anuales.25

    La sede principal de la DynCorp en Colombia se en-cuentra en el aeropuerto El Dorado de Bogot, otras

    ocho bases militares hacen las veces de Puntos Opera-tivos de Proteccin Delantera (FOL en ingls). Segn elcontrato, la DynCorp emplaza pilotos y mecnicos, y lle-va a cabo entrenamiento de pilotos, vuelos de inspec-cin y transporte de tropas para la destruccin de reasde cultivo y laboratorios de droga. Miembros de la Dyn-Corp se hallan en los aviones de inspeccin OV-10 D(Broncos) en Colombia, vuelan las aeronaves de fumiga-

    cin T-65 y acompaan las operaciones mixtas con la Po-lica colombiana con grupos especiales en helicpteros.Estos Grupos de Bsqueda y Rescate (Search and Res-cue Teams, SAR) estn compuestos a menudo por exsoldados de elite del ejrcito estadounidense y se lesencomienda la evacuacin de personal militar en situa-ciones de peligro, oficialmente slo en la guerra anti-droga. No obstante, un veterano de la DynCorp inform

    que son empleados de igual forma en misiones de com-

    43

    24. Vest, Jasn, States Outsources Secret War, en The Nation, 4 de junio de 2002.

    25. En EE UU en los riegos en la agricultura ganan slo 40.000 dlares.

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    bate contra la guerrilla.26 Un piloto de nacionalidad pe-ruana de la DynCorp declar: Yo fui mercenario en Co-lombia, porque era un trabajo a sueldo, para librar una

    guerra que no es ma (...). Se trataba de una operacintpica militar (...) normalmente nos contratan para opera-ciones comerciales, pero cuando trabajamos para elejrcito de Colombia, la cosa es otra.27

    En las fumigaciones de cultivos de droga los lmitescon las operaciones militares son mas bien fluidos. Paraproteccin, se dispara la zona con ametralladoras desde

    el helicptero en avanzadas que, acto seguido, acompa-an a las misiones con piezas armadas de artillera,28 yaque la guerrilla busca proteger a los pequeos agriculto-res de coca de las fumigaciones, pues stas son parte dela guerra. Las fumigaciones destruyen todo tipo de culti-vos y causan daos severos y enfermedades, llegandohasta la muerte de campesinos y su ganado. Incluso sefumigaron regiones sin cultivos de coca.

    La DynCorp niega una participacin en operacionesde combate, pese a que sta se hizo evidente cuando,el 18 de febrero de 2001, las FARC derribaron a balazosun helicptero de la Polica que acompaaba a una fu-migacin en Caquet, al Suroeste de Colombia. Des-pus de un aterrizaje de emergencia, un grupo SAR de laDynCorp evacu al piloto y a sus acompaantes. Loscuatro salvadores estadounidenses armados con ame-

    tralladoras M-16 libraron combates con la guerrilla, yotros dos helicpteros con personal estadounidensedieron fuego de cobertura. El piloto de la DynCorp eva-cuado del helicptero de la Polica derribado que tam-poco era colombiano y otro miembro de la tripulacinusaron pistolas y un lanzagranadas. Por lo menos ochoevacuaciones calientes fueron supuestamente efec-tuadas por los grupos SAR en los ltimos seis aos.

    44

    26. Jason 2002.

    27. Flrez 2001.

    28. dem.

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    Violencia privatizada al servicio de las compaastransnacionales

    Ya que las Compaas Transnacionales (CTNs) nece-sitan seguridad de inversin, stas trabajan (en situa-ciones de guerra) en conjunto con las Fuerzas Armadaspara proteger sus plantas e intervenir directamente en laguerra. Adems, la utilizacin de grupos paramilitares alservicio de intereses capitalistas particulares es tambincomn en Colombia. Ms de 2.000 sindicalistas han sidoasesinados durante los ltimos 15 aos. El jefe paramili-tar Carlos Castao admite francamente: Asesinamos alos sindicalistas porque no dejan trabajar a la gente.

    El primer caso conocido es el de la participacin dela empresa petrolera Texaco en la organizacin de gru-pos paramilitares en la zona de Puerto Boyac a partir de1983. Las empresas bananeras multinacionales en la re-gin de Urab lograron acabar con todo el trabajo sindicalen las plantaciones asesinando a ms de 400 sindicalis-

    tas por medio de paramilitares entre fines de los ochentahasta mediados de los noventa. A principio de la dcadade los noventa, los sindicatos acusaron a la CTN suizaNestl de haberse servido de paramilitares para liquidara sus representantes en las negociaciones por el contra-to colectivo. La misma acusacin fue levantada tambinen contra de Drummond Coal (la ms grande compaaminera activa en el pas) que en el ao 2003 export 14

    millones de toneladas de carbn.29

    Se acusa a la multi-nacional estadounidense de haber suministrado dinero,vveres, combustible, armamento y tierras para cuartelesa los paramilitares de las AUC (Autodefensas Unidas deColombia). A cambio de ello, la AUC ejerce una violenciaextrema, tortura y asesina a sindicalistas para evitar questos operen en estas empresas.30 El 14 de abril de2003 se admiti una demanda presentada por la Funda-

    45

    29. Colombia es el cuarto exportador mundial de carbn y exporta entre 30 a 40 mi-llones de toneladas anuales, con un valor total de 990 millones de dlares en el ao 2002.

    30. En una carta del senador estadounidense Patrick Leahy al secretario general dejusticia John Ashcroft en marzo de 2003.

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    cin Internacional para los Derechos Laborales (Interna-tional Labour Rights Foundation) en nombre del sindicato demineros y familiares de los asesinados ante una corte la-boral en Alabama, Estados Unidos. La corte se refiri alos paramilitares como actores estatales.31

    Oxy, AirScan y el ejrcito de Estados Unidos

    Siendo el quinto proveedor de petrleo ms grandede Estados Unidos, Colombia adquiere un papel impor-

    tante en la poltica exterior de Washington. La corpora-cin privada estadounidense de servicios secretosStratfor afirm a fines de 2002 que la mayor prioridadpara el gobierno de Bush es la proteccin de las regio-nes petroleras de Colombia (...) y la seguridad de otrasregiones rurales en donde se presuma la existencia deyacimientos de crudo, para que as las empresas esta-dounidenses puedan iniciar sus perforaciones de explo-

    racin bajo condiciones seguras.32

    Un 20% del petrleo colombiano es extrado en elcampo petrolero Cao Limn ubicado en el departamen-to de Arauca, al nororiente en la frontera con Venezuela, yes bombeado a travs de un oleoducto cientos de kil-metros hacia el puerto caribeo de Coveas. La mitad deesta cantidad va hacia Estados Unidos. Las empresas que

    manejan los pozos y el oleoducto son la multinacional es-tadounidense Oxy y la colombiana Ecopetrol. All se en-cuentra tambin el territorio reconocido de los indgenasUWa que se han resistido durante una dcada a las per-foraciones exploradoras de la Oxy, quien los oprime pormedio del ejrcito colombiano y los paramilitares.

    46

    31. La demanda es por conspiracin con paramilitares relativa al asesinato enmarzo de 2001 del presidente y el vicepresidente del sindicato, y seis meses despusdel nuevo presidente.

    32. El petrleo es el principal objetivo de Estados Unidos en Colombia, segnagencia de informacin en El Tiempo, 30 de octubre de 2002.

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    Debido a que el oleoducto durante los ltimos aosha sido saboteado por medio de cientos de atentadosde la guerrilla, el gobierno estadounidense concedi 88

    millones de dlares para su proteccin militar en el ao2003: ms helicpteros de guerra para la XIII Brigada delejrcito, construcciones de bnkeres y la capacitacinde tropas colombianas por parte del ejrcito de EstadosUnidos. Para el ao 2004 se tienen previstos 110 millo-nes de dlares en apoyo militar para la proteccin. Unasubvencin de casi tres dlares por cada barril de petr-leo-Oxy.

    La vigilancia de los campos de extraccin y del oleo-ducto le corresponde a la CMP AirScan de Florida. Susequipos de trabajo vuelan Cessnas 337 (Skymaster) concmaras de vigilancia de video y de infrarrojo, e informanal ejrcito sobre presencia y movimientos guerrilleros. Pi-lotos que han trabajado en eso informan que han opera-do frecuentemente como apoyo secreto a las patrullasantiguerrilla y han seleccionado objetivos militares, inclu-so celebraban muertes si un piloto de la aviacin militarvolaba exitosamente una unidad de la guerrilla.33 El 18de diciembre de 1998, varios helicpteros de la aviacincolombiana atacaron a presuntas unidades de las FARC,ubicadas en Santo Domingo a unos 50 kilmetros de dis-tancia del oleoducto. Dieciocho habitantes del pueblo,entre ellos siete nios, murieron bajo el fuego de lasametralladoras o fueron acribillados por las bombas-raci-mo. El ejercit responsabiliz a las FARC por este hecho.

    En mayo de 2000, una investigacin del FBI confirmla utilizacin de una bomba racimo estadounidense y latripulacin del helicptero fue inculpada por mltipleasesinato. El piloto colombiano y su copiloto reconocie-ron haber lanzado las bombas, sin embargo, los objeti-vos habran sido establecidos por AirScan.34

    47

    33. Miller, Y. Christian A Colombian Village Caught in a Cross-Fire, en Los AngelesTimes, 17 de marzo de 2002.

    34. Penhaul, Karl Colombia: Americans Blamed in Raid, en San Francisco Chronicle,15 de julio de 2001.

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    A causa de que en el video de la misin faltaba lapista sonora y los paramilitares asesinaron al testigo msimportante (que estaba dispuesto a declarar en contra

    del ejrcito), las investigaciones casi no avanzaron. E in-cluso cuando el diario colombiano El Tiempo public el 25de enero de 2003 una trascripcin de la reaparecida ban-da sonora que ratificaba las declaraciones de los pilotoscolombianos, no se interrog ni a los tres pilotos esta-dounidenses ni a los empleados de AirScan.

    La Oxy apoy la operacin de manera decisiva en lamedida en que facilit el transporte de tropas, la coo-peracin en la planificacin y el combustible para laaviacin colombiana, e inclusive para la tripulacin delhelicptero inculpada en el bombardeo.35 Los avionesde AirScan y los helicpteros de combate despegan yaterrizan en el campo petrolero de Cao Limn. All seencuentra tambin la base de accin equipada tcnica-mente por la Oxy, en la cual los pilotos de la AirScan enla respectiva maana mostraron a los militares la graba-

    cin en video del primer vuelo de reconocimiento.36

    Tambin en otras ocasiones el apoyo de la Oxy alejrcito result generoso. La Oxy y sus filiales pusieron adisposicin de la XVIII Brigada militar helicpteros parael transporte de tropas, combustible, uniformes, autos ymotocicletas. Esa brigada es tristemente clebre porajusticiamientos extralegales, graves violaciones de losderechos humanos e indolencia con respecto a los para-militares.

    La Oxy financia incluso un mejor abastecimiento dela unidad para reforzar la moral de la tropa. Tambin di-nero en efectivo, casi 150.000 dlares anuales, en total unapoyo de ms de 750.000 dlares al ao. No obstante, laOxy declara que en el momento del bombardeo no te-na nexos contractuales con los pilotos o el avin. Esto

    es cierto en el sentido formal, pues aunque Oxy financia

    48

    35. Miller, 2002.

    36. dem.

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    el avin Skymaster, la CMP ya no lo costea directamente.Ahora la compaa asociada Ecopetrol paga a la aviacinmilitar colombiana, que a su vez cancela a AirScan.37

    British Petroleum y DSL

    La British Petroleum (BP) explota los campos petro-leros de Cusiana en el oriente de Colombia, y tiene par-ticipacin determinante en el consorcio Ocensa quemaneja el oleoducto de 800 kilmetros de largo que vadesde Cusiana hasta el puerto de Coveas. La BP y

    Ocensa comisionaron a comienzos de los aos noventala Defense System Colombia (DSC - Sistema de defensaColombia), una empresa hija de la britnica DefenseSystem Ltd (DSL), con la seguridad de los campos deextraccin y del oleoducto durante la construccin yposterior a ella. La BP se preocupaba tanto por los aten-tados del ELN como tambin por la central obrera iz-quierdista y fuerte Unin Sindical Obrera (USO).

    Para el DSC, el ex oficial del servicio secreto britni-co Roger Brown, asumi el lineamiento de las medidasde seguridad. Brown adquiri en 1997 armas para elejrcito financiadas por Ocensa a travs de la empre-sa de seguridad israel Silver Shadow, que tambin par-ticip en la elaboracin del concepto de seguridad. Setrat de equipo sofisticado para la guerra antiguerrilla,entre otros tecnologa de vigilancia y vehculos areosno tripulados para inspeccin. Aparte de lo anterior, seentrenaron unidades policacas y del ejrcito en tcticasde la lucha contrainsurgente y guerra psicolgica.

    Amnista Internacional manifiesta lo siguiente: Loque es especialmente alarmante es que DSC/Ocensahaya comprado material militar para la XIV Brigada delejrcito colombiano, que tiene un historial atroz de vio-

    laciones de derechos humanos. En ese momento habauna investigacin en contra de la brigada del ejrcito

    49

    37. Penhaul, 2001.

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    por complicidad en una masacre de 15 civiles y conexio-nes con los paramilitares. Amnista tambin calificcomo preocupante la relacin con empresas de seguri-

    dad israeles, dado que en el pasado esas empresashan proporcionado mercenarios de nacionalidad israel,britnica y alemana para adiestrar a organizaciones pa-ramilitares que actan bajo el control de la XIV Brigada.Los mismos paramilitares eran responsables ya durantela construccin del oleoducto de la muerte de 140 per-sonas slo en la regin alrededor de Segovia. Este he-cho afect principalmente a activistas de organizacionessociales, polticas y sindicales, as como tambin a comi-t local para los derechos humanos en su conjunto.

    Amnista tiene una explicacin para eso, pues la es-trategia para la seguridad del DSC se apoya en infor-mantes muy bien pagados cuya misin es reunir deforma encubierta informacin secreta sobre las activi-dades de la poblacin local de las comunidades por las

    que pasa el oleoducto e identificar a posibles subversi-vos dentro de esa comunidades, afirm Amnista Inter-nacional. An ms preocupante es que esta informacinsecreta es, segn informes, trasmitida despus porOcensa a los militares colombianos que, junto con susaliados paramilitares, han elegido frecuentemente a losconsiderados subversivos como vctimas de ejecucinextrajudicial y desaparicin.38

    Cuando el negocio de las armas sali a la luz pblicaen 1997, la Ocensa no extendi el contrato con el DSC, yBrown tuvo que renunciar a su cargo en la DSC. Sin em-bargo, en su lugar lleg el general colombiano inactivoHernn Guzmn Rodrguez, que supuestamente fue res-ponsable de un grupo paramilitar que perpetr 149 ase-sinatos entre 1987 y 1990. Asimismo, la BP extendi el

    contrato con el DSC.

    50

    38. Amnesty International, Amnesty International Renews calls to Oil Companiesoperating in Colombia to respect human rights, AI Index: AMR 23/79/98, 19 de octubrede 1998.

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    En octubre de 1998 el Parlamento de la UE aprobuna resolucin en la que se condenaba el financiamien-to de escuadrones de la muerte por parte de la BP. El

    sindicato USO, que es regularmente objetivo de asesi-natos paramilitares y de acusaciones jurdicas, sigue de-nunciando acciones de espionaje en su contra.

    Coca-Cola y las AUC

    En Coca Cola una y otra vez durante los ltimosaos ha habido abusos contra trabajadores organizados

    sindicalmente. Los mtodos van desde intimidaciones,secuestros y torturas hasta la muerte. En una celebracindonde haba mucho alcohol en 1996, Mario Mosquera,gerente de la empresa Panamco (la embotelladora co-lombiana de la Coca Cola) en Carepa anunci a voz engrito que acabara con el sindicato con ayuda de los pa-ramilitares. Desde entonces se han asesinado en Carepaa varios activistas sindicales y los paramilitares se movi-

    lizan sin ser molestados por las reas de la empresa,39segn las afirmaciones de un activista del Sindicato Na-cional de Trabajadores de la Industria de Alimentos, Si-naltrainal.

    Asimismo, los paramilitares de la AUC entran y salende la empresa embotelladora de Panamco en Bancaber-meja, y dejan cartas amenazadoras a sindicalistas acti-vos. Esto sucede bajo el encubrimiento de la gerencia

    local. Cuando la AUC protest en el ao 2001 contra ladesmilitarizacin de la regin y las conversaciones conel ELN por medio de bloqueos de carreteras, Coca Colasuministr las bebidas a los manifestantes.

    Con ayuda de los paramilitares se agilizaron tambinlos procesos de desregulacin, como describe en formaimpresionante un miembro de Sinaltrainal: A princi-

    pios de los aos noventa trabajaban en las sucursales de

    51

    39. Azzellini, Dario, Kolumbien: 150 Dollar Monatslohn statt 600, Interview mit einemCoca Cola Gewerkschafter, Mai 2002, http://www.labournet.de/internationales/co/cc-dario.html.

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    la Coca Cola de Colombia ms de 10.000 trabajadoresaproximadamente, todos disponan de contratos ilimita-dos y de un ingreso promedio de 600 a 700 dlares. Ac-

    tualmente, luego de una reestructuracin fundamentalde la empresa, slo unos 2.500 trabajadores mantienencontratos con Coca Cola y apenas 500 de esos contratosson fijos, los 7.500 restantes son empleados por las filia-les. Su ingreso mensual promedio es de slo unos 150dlares. Las anteriormente buenas condiciones labora-les de Coca Cola en comparacin con otras empresas co-lombianas, en slo 10 aos cambiaron todas a peor. Paraimponer esto debi ser desmantelado el movimientosindicalista, entre otros, que combata esas condicionesy la reestructuracin planteada. Durante dos huelgas en1995 y 1996 fueron asesinados siete de nuestros lderessindicales de la Coca Cola en Colombia, ms de 50 de-bieron abandonar sus regiones y ms de 6.000 de los10.000 empleados totales han sido intercambiados en eltranscurso de la dcada pasada. El nmero de nuestrosmiembros en Coca Cola disminuy de los 2.500 anterio-res a unos 500.40

    El 31 de agosto de 2002, fue asesinado un sindicalis-ta de la Coca Cola: Adolfo de Jess Mnera Lpez vice-presidente de la Central Unitaria de Trabajadores deColombia (CUT) en la regin del Atlntico y que ejercafunciones de suplencia en Sinaltrainal. Durante aos,

    fue vejado y amenazado. En 1997, el ejrcito derrib sucasa, tuvo que huir y fue despedido por no presentarsea su lugar de trabajo. Tras un procedimiento judicial convarias instancias, el Tribunal Supremo de Justicia se pro-nunci por un deber de readmisin. Diez das despusMnera fue asesinado a tiros por los paramilitares.

    El 30 de marzo de 2003 fue admitida una demandade Sinaltrainal contra la empresa embotelladora latinoa-mericana Panamericana Beverages Inc. y la colombiana

    52

    40. Azzellini, 2002.

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    Panamco y Bebidas y Alimentos ante una corte federalestadounidense en Miami. El sindicato quiere ahora ex-tender la demanda a la empresa madre Coca Cola. sta

    y sus empresas embotelladoras, segn la demanda, uti-lizan grupos paramilitares para evitar el trabajo sindicaly desmantelar los sindicatos.

    Paracos, mercenarios y empresas de armas

    Entre los paramilitares se encuentran igualmente nu-merosas conexiones con empresas de mercenarios y de

    armas. En abril de 2002 se conoci que GIR S.A, una em-presa filial de la estatal Israel Military Industries Ltd.(IMI) con sede en Guatemala, haba proporcionado 3.117fusiles de asalto AK-47 (Kalashnikov) y 2,5 millones decartuchos a los paramilitares a fines de 2001.41

    Ya en 1988 la IMI haba suministrado 500 fusiles auto-mticos al cartel de Medelln, que entonces participaba

    en la construccin de grupos paramilitares. El papel cen-tral lo desempeaba el mercenario israel y comerciantede armas Yair Klein (y su empresa Spearhead Ltd.),quien form tambin a la contra nicaragense en Hondu-ras en los aos ochenta. Klein, reservista del ejrcito is-rael, fue condenado en Israel por exportacin ilegal dearmas hacia Colombia en 1991. Klein lleg a este pas en1986 por iniciativa de la asociacin empresarial Uniban

    (Unin de Bananeros). Segn la fiscala colombiana Uni-ban contact con Ytzhak Maerot Shoshani, que vendaarmas al Ministerio de la Defensa colombiano como re-presentante de una empresa israel de armamento.Shoshani se puso en contacto con Yair Klein, que entr aColombia con ayuda estatal y su paso de frontera no fueregistrado en el aeropuerto. Klein form entre otros alos paramilitares que cometieron varias masacres en

    plantaciones de bananos en marzo de 1988. Un testigo

    53

    41. Tercero, Eduardo Marenco, Militares incas en radar antiterrorista de EstadosUnidos, en La Prensa, Managua, 23 de enero de 2003.

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    declar que los mercenarios alrededor de Klein habanrecibido por parte de Uniban y algunos narcotraficantes800.000 dlares por su trabajo.

    Paramilitares como brazo armado de las elites

    Los paramilitares estn organizados a nivel nacionalen su mayora en la organizacin central AUC y compren-den ms de 13.000 armados. Este ejrcito ilegal, cuyos ycuyas combatientes cobran un salario mensual de en-sueo para Colombia, 500 dlares, es financiado en un

    70% por el narcotrfico,42 y a ello se agregan pagos de di-versas compaas. El objetivo primario de los paramili-tares es la destruccin fsica de cualquier oposicin. Asla Unin Patritica (alianza electoral socialista fundadacon la participacin del Partido Comunista) perdi encasi 13 aos unos 4.000 miembros o asesinados por losparamilitares.

    Los paramilitares evitan combates directos con laguerrilla. Sus ataques son dirigidos principalmente a ci-viles desarmados, campesinos, sindicalistas, activistasde los derechos humanos, miembros de partidos y orga-nizaciones de izquierda, en fin, todas las iniciativas deautoorganizacin y bajo el concepto sintomtico de lim-pieza social