El Museo de La Vanguardia Po a Gorelik1

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Brasília El museo de la vanguardia, 1950 y 1960 Adrián Gorelik Capítulo 4 de Adrián Gorelik, Das vanguardas a Brasília. Cultura urbana e arquitetura na America Latina, Editora da UFMG, Belo Horizonte, 2005. “Brasília merece respeto. Es preciso acabar con ese juego de ‘gusto-no gusto’, y con esa manía intelectual de hacer frases peyorativas. Lo que es preciso ahora es comprenderla.” Lúcio Costa 1 “Quienes hacen la apología de ciertos tipos de arte suelen decir que, si los comprendiéramos, también nos gustarían. Pienso que, en términos generales, la secuencia se da en forma inversa. Si primero no nos gusta un juego, un estilo, un género o un medio, difícilmente seremos capaces de captar sus convenciones como para conseguir discriminar y comprender.” Ernst Gombrich 2 Comprender Brasília Hemos llegado al final del siglo XX y Brasília, que pronto cumplirá cincuenta años, sigue siendo su ciudad más moderna; tan moderna, que el trazado fundacional (el llamado Plano Piloto) ha sido declarado “patrimonio histórico de la humanidad”, para que su carácter moderno sea preservado del paso del tiempo. En efecto, Brasília no es sólo la ciudad más moderna del siglo XX sino, fundamentalmente, es un museo de la modernidad, en una época en que el mero paso del tiempo, lo actual, no es moderno y lo moderno debe ser preservado. No es un juego de palabras ni una frase peyorativa; estas notas parten de una profunda coincidencia con la cita de Costa: es hora de comprender Brasília. Y que podamos verla ahora como parte de una “historia de la modernidad” es uno de los elementos que debe ser incorporado en su comprensión. En verdad, Brasília fue vista como un capítulo cerrado demasiado pronto. Nació en 1956-57 como un monumento de la modernidad occidental, destinada a marcar los rumbos nuevos en la concepción cultural de la ciudad en el mundo y a consolidar el lugar de privilegio que la arquitectura brasileña había ganado en las dos décadas anteriores en el panorama internacional. 3 Pero cuando todavía no estaba terminada su construcción (con el fondo de los ecos de los aplausos rezagados) ya era el perro muerto de un “estilo” que había errado en todo. O, peor, que había “acertado” en todo, ya que los comentaristas comenzaron a descubrir que su marca de agua debía verse en la segregación social brasileña y, más en general, en la reconstrucción capitalista de posguerra. Así que en su caída, Brasília arrastrará consigo no sólo una idea de ciudad, sino toda la arquitectura brasileña, que no volvió a recuperar un rol protagónico

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Braslia

BrasliaEl museo de la vanguardia, 1950 y 1960Adrin GorelikCaptulo 4 de Adrin Gorelik, Das vanguardas a Braslia. Cultura urbana e arquitetura na America Latina, Editora da UFMG, Belo Horizonte, 2005.Braslia merece respeto. Es preciso acabar con ese juego de gusto-no gusto, y con esa mana intelectual de hacer frases peyorativas. Lo que es preciso ahora es comprenderla.Lcio Costa 1Quienes hacen la apologa de ciertos tipos de arte suelen decir que, si los comprendiramos, tambin nos gustaran. Pienso que, en trminos generales, la secuencia se da en forma inversa. Si primero no nos gusta un juego, un estilo, un gnero o un medio, difcilmente seremos capaces de captar sus convenciones como para conseguir discriminar y comprender.Ernst Gombrich 2Comprender BrasliaHemos llegado al final del siglo XX y Braslia, que pronto cumplir cincuenta aos, sigue siendo su ciudad ms moderna; tan moderna, que el trazado fundacional (el llamado Plano Piloto) ha sido declarado patrimonio histrico de la humanidad, para que su carcter moderno sea preservado del paso del tiempo. En efecto, Braslia no es slo la ciudad ms moderna del siglo XX sino, fundamentalmente, es un museo de la modernidad, en una poca en que el mero paso del tiempo, lo actual, no es moderno y lo moderno debe ser preservado. No es un juego de palabras ni una frase peyorativa; estas notas parten de una profunda coincidencia con la cita de Costa: es hora de comprender Braslia. Y que podamos verla ahora como parte de una historia de la modernidad es uno de los elementos que debe ser incorporado en su comprensin.En verdad, Braslia fue vista como un captulo cerrado demasiado pronto. Naci en 1956-57 como un monumento de la modernidad occidental, destinada a marcar los rumbos nuevos en la concepcin cultural de la ciudad en el mundo y a consolidar el lugar de privilegio que la arquitectura brasilea haba ganado en las dos dcadas anteriores en el panorama internacional. 3 Pero cuando todava no estaba terminada su construccin (con el fondo de los ecos de los aplausos rezagados) ya era el perro muerto de un estilo que haba errado en todo. O, peor, que haba acertado en todo, ya que los comentaristas comenzaron a descubrir que su marca de agua deba verse en la segregacin social brasilea y, ms en general, en la reconstruccin capitalista de posguerra. As que en su cada, Braslia arrastrar consigo no slo una idea de ciudad, sino toda la arquitectura brasilea, que no volvi a recuperar un rol protagnico pese a seguir produciendo algunas arquitecturas de gran calidad, como las de Lina Bo, Vilanova Artigas o Paulo Mendes, e intensos fenmenos urbanos, como las decenas de ciudades nuevas que se han creado desde entonces en el Amazonas.Una posicin clsica en el mbito latinoamericano para interpretar este suceso crtico ha sido sealar la veleidad de la crtica occidental, que no habra comprendido la cultura brasilea y, tanto al levantar su arquitectura como al condenarla, siempre habra actuado por motivos equivocados. Cabe aclarar, desde ya, que esta posicin ha encontrado siempre una contraparte reafirmatoria en opiniones de la crtica central que efectivamente han consignado que los brasileos nunca habran entendido a fondo la modernidad, y por eso quisieron aplicarla en un pas no preparado para ella. Una posicin ms interesante debera ver las causas internas del fenmeno Braslia (y, con l, del fenmeno Brasil en la arquitectura moderna), pero incorporando como parte indistinguible de l su suerte crtica. Es decir, viendo la ciudad y sus crticas como parte de una misma coyuntura: la de los agudos dilemas del modernismo occidental en la posguerra, del cual Braslia es, a la vez, un ejemplo de mxima intensidad y su punto de clivaje; un banco de pruebas rpidamente descartado y un papel de tornasol que explica la prueba y su descarte.Como ha escrito Duarte da Silva, el anlisis de la construccin de Braslia ha sido comprometido por el juicio sobre la segregacin espacial. 4 As fue. Y podramos agregar a coro, como en una letana: tambin fue comprometido por el juicio sobre el autoritarismo planificador y el juicio consiguiente sobre el estado desarrollista y su utopismo modernizador; y por el juicio sobre la divisin de funciones y el juicio consiguiente sobre la ausencia de las cualidades urbanas tradicionales (la calle, en primer lugar); y por el juicio sobre la abstraccin y el anonimato y el juicio no consiguiente sobre el exceso de representatividad (es decir, por el juicio sobre la monumentalidad y el barroquismo espectacular de la arquitectura de Niemeyer, que entonces pareca equivaler a brasilea, sin ms); y as siguiendo. Todos esos juicios han empaado precisamente nuestro juicio para comprender Braslia. Entonces, comprenderla ahora supone incorporar esas crticas, no tanto porque se acepten sin ms sus argumentos su sumatoria podra configurar, ms que una lista coherente de cargos, una enciclopedia borgeana, sino porque dicen mucho de la capacidad de Braslia para generarlos y, sobre todo, permitiran entender la peculiar coyuntura (no slo brasilea) de su realizacin y opacamiento.En este sentido, Braslia debe ser comprendida como encrucijada particularsima, como punto de llegada en algunos casos de consumacin, en otros de quiebre de una multitud de historias diferentes, que pueden reunirse en varios grandes haces. Braslia, como capital interior, consuma una serie de mitologas de largo arraigo en Brasil, desde la aventura de la frontera, la Marcha hacia el oeste, hasta el rol simblico de la unificacin de litoral y serto, planteada desde temprano como cuestin decisiva de la constitucin de la nacin. Como nuevo centro geopoltico equidistante de los poderes constituidos, cierra la ambicin de integracin territorial estatal comenzado en 1930 con el debilitamiento de los poderes regionales de la Republica Velha. Y en tanto esa bsqueda de integracin recibi, desde su mismo inicio, aportes fundamentales de la capacidad simblica de la arquitectura, Braslia cierra tambin el excepcional ciclo de la entente arquitectura/Estado en la construccin del Brasil moderno. Asimismo, Braslia cierra el ciclo de voluntarismo constructivista estatal en Latinoamrica, que va de la construcccin de los estados en el siglo XIX al desarrollismo en la dcada de 1950. Y finalmente, Braslia cierra toda una lnea de figuraciones de ciudad ideal en occidente que encarn en un sector del urbanismo modernista, un captulo completo de lo que podra llamarse el tardomodernismo en un sentido cultural ms amplio; aunque, como vamos a ver, ese tardomodernismo est lejos de la representacin pardica a la que nos ha habituado la crtica esttica, y tambin para ello Braslia sea un ejemplo fundamental.En cada una de las complejas historias que se entrelazan en estos grandes haces podran extractarse fragmentos para una comprensin del fenmeno Braslia, su ascenso y su cada, pero tambin su obstinada continuidad: a veces cuesta recordar que Braslia es tambin una ciudad, que ha seguido construyendo, bastante exitosamente, una peculiar forma de vida. Peculiar, porque se trata de una ciudad especial (por su trazado, por su arquitectura, por su funcin poltica, por su emplazamiento), pero tambin por la incidencia explcita en su realizacin cotidiana de todo el paquete de representaciones precedente, como una prueba extrema de que la ciudad y sus representaciones se producen mutuamente. Por todo esto creo, por fin, que Braslia debe ser comprendida como uno de los momentos ms densos de la cultura moderna. Y aqu me permito contradecir la cita inicial de Costa con la de Gombrich para incorporar en el juicio la cuestin del gusto: no puedo desprender de mi bsqueda de comprensin el impacto que me produjo el conocimiento directo de Braslia, una de las experiencias estticas y culturales ms intensas que todava pueda proporcionar una obra de arquitectura y urbanismo. Si uno de los aportes recientes de los mejores trabajos crticos ha sido, como en el caso mencionado de Duarte da Silva, desprender la aventura fundacional de Braslia del opacamiento del juicio sociolgico posterior, tambin debe ser reintroducida la aventura esttica que perdura. Es que Braslia merece, adems de respeto, una reconsideracin de los propios supuestos del gusto y quizs esto haya sido de mayor importancia que lo que habitualmente se advierte desde los cuales su anlisis tambin fue comprometido.Museo de la modernidadLa primera sensacin de museo que transmite Braslia surge de la notable autoconciencia que revelan todas y cada una de las construcciones acerca de la epopeya que protagonizan. Cada edificio importante de Braslia naci consciente de su historia y la ha seguido relatando, como se puede ver en los accesos de muchos edificios (la mayor parte, de Niemeyer), en los cuales se exponen los bocetos originales, las orgullosas naraciones de s mismos, los rastros materiales y literarios de la epopeya de la que esas construcciones fueron actores y encarnaciones al mismo tiempo. No slo los edificios, el mismo plano de la ciudad, con su tambin autoconsciente capacidad simblica que ha tenido la virtud de conseguir, a travs de la pura radicalidad esttica asociada a la mitologa poltica, una identificacin ciudadana que las ciudades suelen lograr a travs de una largusima sedimentacin histrico-cultural. Incluso en comparacin con el selecto grupo de ciudades mticas como Pars, Londres, Venecia, Nueva York, Braslia ha logrado resultados llamativos. Aquellas ciudades prestigiosas han convertido a lo largo del tiempo la densa capa de representaciones sobre ellas en una parte consciente y fundamental de su encanto, hacindolas presente a cada paso, en plaquetas que distinguen sitios que remiten a libros que hablaron de ellos (o que los usaron de escenario para sus historias, o que fundamentaron en ellos sus mitos), en postales, en conos: son ciudades que se han vuelto discurso de s mismas y que descubren cada vez la mgica multiplicacin de esa potencia autogenerada (que, por aadidura, ha tendido crecientemente a convertir las representaciones identificatorias en merchandising urbano). Pues bien, creo que, desde este punto de vista, Braslia ha tenido el notable mrito de producir ab initio un efecto anlogo, logrando reemplazar la densidad cultural de las capas histricas de discursos con la radicalidad instantanesta del voluntarismo proyectual vuelto forma. Creo que se es uno de los principales roles que cumplen los carteles con el plano urbano que, con funcin de orientacin, multiplican por los lugares pblicos de Braslia el fabuloso avin-cruz trazado por Costa: esos carteles no sirven tanto para orientar al turista como para hacer presente a cada paso el orgullo sobre la contundencia y la claridad de su forma. Los planos nos dicen esta ciudad tiene una forma, y en esa forma radica buena parte de la identificacin esttica y, a travs de ella, cultural y ciudadana. Hay un ejemplo fundacional de esta autoconciencia. Cuando recin comenzaban las obras para la nueva ciudad, en 1956, Niemeyer proyect e hizo construir en diez das una residencia provisoria para el presidente Kubitschek a varios kilmetros del sitio designado para implantar el Plano Piloto. La casa deba servir para que el presidente atendiera los asuntos de gobierno en cada una de las visitas que haca a la ciudad, visitas cuya frecuencia formaba parte de la campaa publicitaria oficial sobre la inflexible decisin poltica de la construccin y la consiguiente mudanza de la capital en la que, al comienzo, pocos crean. El pequeo edificio, llamado Catetinho en alusin cariosa al Catete, el palacio presidencial carioca, es una feliz conjuncin de criterios modernos y tradicionales, en una de esas operaciones arquitectnicas que comenzaron a ser prototpicas desde los aos cuarenta en Latinoamrica: la apropiacin de elementos tradicional-populares a partir de los parmetros de buen gusto modernista. As, una elegante tira de una sola agua sobre pilotis, con una amplia galera a todo lo largo y una escalera exterior, se resuelve en materiales pobres, madera y chapa. La combinacin, lograda en la propia imagen del edificio, de valores tales como espritu pionero, adecuacin cultural y ecolgica, austeridad republicana, es insuperable. Y las ancdotas sobre la reaccin favorable de los mandatarios o intelectuales extranjeros que visitaban al presidente en su residencia precaria, incontables: como siempre en Brasil, la capacidad comunicativa de la arquitectura moderna rindi dividendos polticos inmediatos. Pero lo curioso es que, una vez concluida la residencia presidencial definitiva en 1958, el palacio de Alvorada, lo que hubiera cabido esperar en cualquier epopeya constructiva, esto es, el acto solemne de demolicin de todos aquellos rastros de la provisoriedad que sirvieron en el camino de la realizacin, no ocurri. Por el contrario, en otro acto solemne se declar al Catetinho patrimonio histrico nacional y hoy puede visitarse como museo de s mismo, es decir, como una arquitectura capaz de expresar la esencia poltica y cultural de la epopeya de Braslia. Y es en este sentido profundo que las arquitecturas de Braslia son monumentales: porque, como los verdaderos monumentos, hacen presente materialmente el acontecimiento y la voluntad que las produjo, representaciones acabadas de una modernidad que supo ser esttica, poltica y cultural. El propio acierto diagramtico del plano de Costa y el talento inventivo de Niemeyer tantas veces criticado como indicio de su superficialidad arquitectnica contribuyen en esta direccin monumental. Se sabe, por ejemplo, que las tan originales columnas del palacio de Alvorada se han vuelto una marca caracterstica de la singularidad cultural brasilea, incorporadas masivamente en el imaginario popular en todo Brasil, ya sea como cono de Braslia en carteles publicitarios (formales o improvisados en pequeas tiendas), o como cono ms general de una voluntad de modernidad nacional-folklrica en modestas arquitecturas populares. En polmica con la opinin de Marshall Berman sobre la inhumanidad del monumentalismo de la capital (formulada, en gesto caractersitico, cuando todava no haba abandonado el aeropuerto), Lina Bo Bardi haba indicado la necesidad de advertir, en la generalizacin de las columnas como estilema nacional-popular, el suceso cultural de un estilo Braslia. En efecto, pero creo que tambin eso es indicio de la capacidad de Niemeyer como productor de smbolos grficos: ms an que como form giver, como icon giver. Y debe insistirse en sealar que esta caracterstica fue anterior a la hoy tan en boga logotipizacin de la ciudad y la arquitectura con fines publicitarios, una vez que las ciudades o los arquitectos pueden mostrarse como marcas de prestigio. Creo que esa eficacia comunicativa debera ser una de las vas principales de comprensin del fenmeno Braslia y de su especfico lugar en la modernidad occidental; es una eficacia que incluso naci antes de Braslia, con la arquitectura moderna brasilea, est directamente vinculada con su autoconciencia monumental y nos deja, por definicin, a las puertas del museo de la modernidad. De hecho, esa actitud museificadora slo recientemente se ha asociado a las obras modernistas; el caso ms habitual en las epopeyas de construccin modernista fue exactamente el contrario. Por ejemplo, las Siedlungen alemanas estaban hasta hace muy poco en deplorables condiciones, producto de medio siglo de uso como viviendas populares o de clase media baja; recin en las ltimas dcadas comenzaron a ser restauradas con subsidios estatales y a convertirse en santuario turstico de la modernidad esttica. Su funcin original pretendi ser la de mero vehculo de la modernizacin de los hbitos de vida para adecuar las pautas culturales y el mundo material a las condiciones de un mundo moderno cuya lgica profunda las vanguardias crean haber finalmente comprendido. Su epopeya fue construir el Neue Welt, y por eso se autorrepresentaban (y la sociedad las acompaaba en esa representacin, an cuando eso supona su rechazo) como el reemplazo definitivo de los valores estticos por las metas tcnicas, sociales o funcionales. Slo bastante tiempo despus, y slo en el interior de la cultura artstica y arquitectnica, se comenz a analizar y comprender (para celebrarla o criticarla) la compleja suma de supuestos puramente estticos y simblicos que anidaban detrs de las hiptesis funcionalistas o civilizatorias; y slo bastante despus, todava, comenz su reconversin museogrfica. Hubo algunos pocos casos de reinvindicacin temprana de las caractersticas especficamente estticas de estos productos modernistas, pero fueron ms bien excepcionales y restringidos y, en general, estuvo vinculada al fenmeno de readaptacin de la finalidad original por obra de una poltica del buen gusto de sectores medios altos progresistas. Uno de los casos ms patentes de una obra moderna que, como tal, se consumi en su funcin modernizadora sin dar tiempo a la revaloracin esttica, es el de la ciudad de Tel Aviv. Proyectada de acuerdo a un masterplan de Patrick Geddes en los aos diez, su arquitectura fue edificada mayoritariamente dos dcadas despus, en pleno pionerismo sionista, por arquitectos judos centroeuropeos emigrados. Formados en el espritu bauhausiano, haban encontrado en la tierra prometida un lugar de realizacin de los sueos vanguardistas, de modo tal que la ciudad se convirti rpidamente en la principal exposicin mundial de arquitectura moderna construida. As se us y se transform silenciosamente durante ms de medio siglo, y recin hace muy pocos aos un fotgrafo organiz una muestra que permiti descubrir los restos de esa epopeya en las ruinas y las mutaciones de una arquitectura que jams haba sido valorizada en s misma, ni por sus usuarios ni por el estado. La muestra fotogrfica una maravillosa estetizacin de esa arqueologa de la modernidad en que se convirti Tel Aviv dio la vuelta al mundo llamando la atencin sobre la necesidad de su salvataje y preservacin como documento y obra de arte.Pues bien, por el contrario, Braslia naci reclamndose obra de arte tanto como de urbanismo y, en funcin de ello, monumento de la modernidad, lo que supuso en sus creadores y en sus usuarios una actitud distanciada con respecto de lo moderno, una reutilizacin consciente y, por ende, potenciada de algunas de las valencias de lo moderno convertidas en motores de la comunicacin y en objetos de veneracin museogrfica. Se trata de una actitud ya tempranamente desarrollada por Lcio Costa en su reinvindicacin del rol de la historia para la construccin de una modernidad nacional. Como se sabe, Costa integr activamente el Servicio de Patrimonio Histrico y Artstico Nacional (SPHAN) desde su creacin, simultnea con el surgimiento de la arquitectura moderna brasilea. La negacin de la historia en el Bauhaus, la tradicin de lo nuevo vinculada en la arquitectura con el culto del mtodo emprico y el mundo tecnolgico, estaba conducida a producir, como seal Manfredo Tafuri, objetos artsticos que slo pueden vivir en el presente. 5 Desde este punto de vista, la experiencia del modernismo brasileo en su versin cannica podra aparecer como una completa inversin: el fin del objeto artstico habra sido, en este caso, producir simultneamente un futuro y una tradicin. Por eso puede decirse que la arquitectura brasilea es antivanguardista: porque el problema que tena para resolver era la ausencia de historia, no su exceso. La necesidad del modernismo brasileo es encontrar un lugar en la historia para el presente, y, paradjicamente, eso lo coloca entre los primeros que acuden a la figuracin modernista con sentido histrico distanciado; es decir, entre los primeros que eligen la figuracin modernista como un estilo histrico para componer con l resoluciones formales, tipolgicas y funcionales dirigidas a una voluntad diferente: por ejemplo, la produccin de un orden capaz de encarnar y simbolizar el poder modernizador del estado nacional.Estado y modernismo en Brasil: una vanguardia del ordenSi aceptamos entonces que la autoconciencia de Braslia se remonta al propio momento fundacional de la arquitectura moderna brasilea, debe aclararse que ste no es el momento de inicio de construcciones de apelacin vanguardista en Brasil. Como se sabe, las primeras arquitecturas modernistas en Brasil fueron producidas en So Paulo por Gregori Warchavchik, Flvio de Carvalho y Rino Levi desde finales de los aos veinte. A Warchavchik llama Lcio Costa a Rio de Janeiro en 1930 cuando acepta dirigir la Escuela de Bellas Artes y decide acercarse a la figuracin modernista; y en la primera mitad de la dcada del treinta se produce un verdadero estallido de diferentes tipos de experimentacin con arquitecturas de punta de inspiracin y motivaciones mtliples: el joven Luiz Nunes en Recife, Affonso Reidy en la Prefectura de Rio, las escuelas de Anixio Teixeira tambin en Rio, el propio Costa en su sociedad con Warchavchik, etc. Pero hay una verdad en la afirmacin carioca tantas veces discutida con argumentos ciertamente de mayor precisin histrica de que la arquitectura moderna brasilea naci con el proyecto del Ministerio de Educacin en Rio en 1936: lo que naci en Rio, bajo el comando de Lcio Costa, fue un eficaz dispositivo de produccin simblica que hara clebre en los aos cuarenta y cincuenta un movimiento, el nico lo suficientemente homogneo para aspirar al nombre de arquitectura moderna brasilea. 6El Ministerio de Educacin supone un parteaguas porque clausura un perodo de intensa experimentacin vanguardista conformando el modelo cannico capaz de albergar y homogeneizar cualquier otro tipo de bsqueda. Hay una serie de elementos que lo vuelven un sello nacional: la colaboracin entre arquitectos y artistas, la apropiacin levemente distorsionada (folklorizante; clasicizante; en otra escala) de motivos de la figuracin modernista internacional, la relacin de los arquitectos con el Estado como promotor de programas nuevos y de su nueva figuracin. El Estado de aspiraciones nacionalistas surgido de la Revolucin de 1930 y ratificado con la proclamacin del Estado Novo por el mismo Getlio Vargas en 1937, encontrar en la arquitectura la respuesta a sus requerimientos representativos y un vehculo extraordinario de unificacin simblica nacional. Como Vargas, Juscelino Kubitschek, el presidente que veinte aos despus cierra el ciclo con la construccin de Braslia, siempre tuvo claro ese rol de la arquitectura: Desde temprano comprend que la arquitectura moderna era para Brasil ms que una tendencia esttica, y sobre todo ms que la proyeccin de un movimiento universal en el seno de nuestra cultura. En verdad (...) ella se proyecta como vigorosa fuerza de afirmacin cultural... 7Si desde 1930 la modernidad comienza a ser un valor poltico, el Estado buscar que una arquitectura de prestigio lo identifique y en esa bsqueda se producir una ligazn muy ntima entre poltico y arquitecto; ntima y directa, a la manera del mecenazgo tradicional, ya que es una relacin que para ser eficaz necesita preservar el carcter de artista del arquitecto (ntese la diferencia con el modelo mexicano de reclutamiento estatal de las vanguardias en los aos veinte y treinta, que va a tender a convertir al arquitecto en un funcionario tcnico). As se realizaron los principales hitos con que la arquitectura brasilea iba a producir su reconocimiento internacional entre el Ministerio y Braslia. En casi todos ellos es posible encontrar un grupo pequeo de protagonistas, como un album de familia de la arquitectura moderna brasilea: Rodrigo Mello Franco de Andrade, jefe del Gabinete del Ministro de Educacin de Vargas, propone para la direccin de la Escuela de Bellas Artes en 1930 a Costa y cinco aos despus le sugiere al nuevo ministro, Gustavo Capanema, que rechace los resultados del concurso pblico del Ministerio y llame a Costa para realizar una nueva propuesta. Capanema, por su parte, es quien sugiere a Kubitschek hacia 1940, cuando era Prefecto de Belo Horizonte, el nombre del jovencsimo Niemeyer ya destacado en el equipo del Ministerio y presentado por Costa como el facttum del resonante xito del Pabelln neoyorquino para realizar el complejo de Pampulha. A partir de all Niemeyer ya acompaara a Kubitschek como sello artstico en cada uno de sus peldaos polticos: gobernador de Minas Gerais y, finalmente, presidente. Y a Rodrigo Mello Franco de Andrade lo volveremos a encontrar como director (creador) del SPHAN con Costa, firmando con Kubitschek y Niemeyer la conversin en patrimonio histrico nacional del Catetinho.Si bien de todo ese momento de esplendor de la arquitectura moderna brasilea lo que ha quedado resaltado de modo ms vivo es el fuerte protagonismo de Niemeyer, lo que debera verse por detrs de sus formas arquitectnicas ingeniosas y sorprendentes, como el bajo continuo que sostiene la meloda, es el dispositivo cultural de ms vasto alcance organizado por Costa. Como se dijo ms arriba, desde el comienzo qued claro que Costa proces toda la renovacin desde una profunda ambicin de continuidad, desde una bsqueda orientada a producir un nuevo equilibrio. 8 Por eso la referencia obligada en el panorama internacional es Le Corbusier: porque entre todos los referentes es l quien ofrece un modelo de orden. A diferencia de los combates tpicos por la renovacin esttica, el interrogante principal de Costa es siempre por qu medio se podra llegar mejor y de modo ms eficaz a una representacin homognea del Brasil moderno. Desde ese punto de vista va a discutir la idea de que el barroco del Aleijadinho pudiera ser una referencia para la arquitectura moderna brasilea, mostrando su limitacin regional frente a la arquitectura residencial colonial ms extendida y en esta hiptesis se sostienen las fantsticas obras de los aos cuarenta, en las que Costa combina composiciones clasicistas y resoluciones desenfadadamente modernistas dentro de estructuras muy simples, que se apoyan en tipologas y materiales tradicionales.

Aqu puede puntualizarse la principal diferencia entre este modernismo y el regionalismo de Gilberto Freyre, ms atento a las huellas de la diversidad en la produccin de un imaginario nacional; pero esa diferencia debe entenderse en el interior del mismo debate sobre el mejor camino (en el sentido de ms eficaz) de representar / construir la nacin. Por eso, Costa va a buscar presentar la nueva arquitectura no como una alternativa, sino como la conclusin sintetizadora y superadora de todas las bsquedas de los aos veinte, las del modernismo, las del regionalismo y las del neocolonial, materializando de este modo en la arquitectura la aspiracin de los jvenes intelectuales, compartida a partir del 30 por el Estado: la produccin de una lengua nacional.As, entre los aos treinta y los cincuenta, la vanguardia arquitectnica va a saber producir los smbolos de ese voluntarismo constructivista estatal, y el Estado va a saber potenciarla como la clave modernizadora de su ambicin por una cultura, una sociedad y una economa nacionales. La arquitectura moderna, como en casi ningn otro lugar del mundo, se constituy en Brasil en una usina de figuras a las que el Estado pudo acudir para producir el imaginario de la modernizacin territorial y urbana que estaba afrontando como desafo contemporneo: la conformacin de sistemas econmicos nacionales integrados, como parte de los nuevos roles pblicos que emergen con la reestructuracin del sistema econmico internacional post-treinta. Las figuraciones de esa modernizacin fueron llenadas por las formas modernistas gracias a su apelacin simultnea a la tradicin que deba fundamentarlas; ese marco de ambigedad culturalista es el territorio comn en el que Estado y vanguardia se construyeron mutuamente. Y por eso el ciclo se cie tan perfectamente entre el nacionalismo sustitutivo de los treinta y el nacionalismo desarrollista de los cincuenta, llegando a la produccin del mito de origen y futuro por excelencia de Brasil: Braslia. No slo de Brasil: si por lo menos desde Euclides da Cunha la esperanza de integracin del Brasil moderno haba radicado en la fusin de litoral y serto, la movilizacin de todo Brasil que produjo la construccin de la nueva capital gener a nivel nacional una mstica de trincheras de resonancia continental. La funcin integradora y el valor simblico de Braslia lograron convertirse, durante los aos en que dur la confianza desarrollista, en uno de los principales anticipos de que Latinoamrica, en trminos de Jorge Enrique Hardoy, estaba avanzando hacia sus propias fronteras: para la ideologa planificadora, Braslia era la demostracin de que el subcontinente estaba llegando a la mayora de edad, proponindose cada vez metas ms ambiciosas y cumplindolas. 9 El nuevo plano nacional de caminos que result de la mudanza, con la carretera Braslia-Belem como eptome de su epopeya poltica, tcnica y geogrfica, era un manifiesto continental de esa vocacin nacional-estatal-desarrollista, tan cristalina como las lneas en cruz del Plano Piloto de Costa: una nueva fundacin.Mrio Pedrosa explicaba Braslia (y el modernismo brasileo) a travs de la boutade de que Brasil estaba condenado al moderno; s, pero ms que explicar el destino vanguardista de Braslia, esa boutade debera servir para entender que las representaciones de esa condena de pas jven produjeron en la arquitectura un fenmeno bastante particular. En principio, produjeron lo contrario del modernismo de la modernizacin del vanguardismo artstico brasileo: la necesidad de arraigar la voluntad modernizadora del Estado en una sobreactuacin culturalista de orden e historia. 10 Tal fue el programa de Braslia y as fue el xito instantneo y por eso legtimo de los bocetos de Costa para el Plano Piloto: nadie podra haber responder mejor a ese programa porque l mismo lo haba insertado como matriz fundacional de la arquitectura moderna brasilea desde veinte aos atrs. As, Braslia realiza a la perfeccin la divisin de funciones en que nace la escuela carioca: Lcio Costa hace explcito con la confeccin del plano su rol de organizador, y en ese sentido aparece como el idelogo de la entente arquitectura-Estado; Oscar Niemeyer es el diseador de conos arquitectnicos. Pues bien, la peculiar combinacin entre modernizacin y culturalismo nacionalista es lo que cement la arquitectura moderna y el Estado en el ciclo de apogeo de la arquitectura moderna brasilea y eso es lo que termin con Braslia: la firme certeza de un movimiento nacional. A partir de Braslia ha habido en Brasil arquitectos buenos y malos, obras interesantes o no, ms o menos como en otros pases con buena arquitectura, pero no ha habido ms una arquitectura moderna brasilea como expresin cultural de una voluntad nacionalista producida por el Estado y asumida como propia por la sociedad. Es ms: podra decirse que el fin de ese aura estatal-nacional es lo que ha permitido que despus de Braslia se pudieran apreciar mejor aquellas expresiones que durante ese ciclo no cuadraron con la voluntad hegemnica y, viceversa, tambin ese final ha opacado la obra posterior de quienes siguieron produciendo como si nada hubiera cambiado (especialmente Niemeyer).

La hiptesis del fracasoA partir de esta lectura del ciclo de la arquitectura moderna brasilea y de la comprensin de su peculiar versin de la figuracin y la retrica modernistas, creo que puede apreciarse lo poco afortunadas de las versiones que ubicaron a Braslia, por tanto tiempo, como un mero producto CIAM / Carta de Atenas, la realizacin tarda, desplazada, de los postulados del Movimiento moderno ortodoxo. Esto es lo que continan haciendo quienes se horrorizan por ver en Braslia la realizacin monstruosa de los sueos de la razn modernista, tanto como quienes se lamentan por ver en ella el fracaso de las ambiciones reformadoras y progresistas del programa moderno. Aunque parezca paradjico, no es infrecuente que las lneas argumentales de la realizacin y del fracaso aparezcan mezcladas en los argumentos contra Braslia. Pero en pocos casos se despliegan tanto, y con tanta inconsciencia sobre las aporas a las que lleva esa mezcla, como en el conocido estudio de James Holston. 11La operacin de Holston es curiosa. El libro parece ignorar que la vinculacin de Braslia con la tradicin de los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna ha sido una constante de los crticos desde el propio origen de la ciudad y hoy es completamente convencional. Lo cierto es que, gracias a ese punto de partida, el libro puede organizar prcticamente su primera mitad como la develacin de un misterio: detrs de los discursos poticos y las referencias mitolgicas de Lcio Costa habra anidado, como proyecto oculto, la ideologa modernista del modelo CIAM / constructivismo sovitico. Para Holston, las referencias a la historia que obsesionan a Costa no suponen ninguna complicacin respecto de lo que el propio Holston cree que es el modernismo; son apenas modos de contrabandear (...) los objetivos revolucionarios del plano y de sus urbanistas al proponer una ciudad especficamente modernista para Brasil. A partir de esa operacin de desmitificacin, Holston entonces se dedica a probar que las premisas de esa ideologa eran imposibles e indeseables en Brasil, mostrando un desfasaje doble: entre lo que esa ideologa propone y la sociedad real; y entre los ideales de los propios discursos de los urbanistas y los resultados implcitos en sus instrumentos urbansticos. 12Es evidente que, para producir este desvelamiento, hace falta una acumulacin de simplificaciones sobre la utopa modernista y sobre la misma Braslia. Sobre la primera, valga como ejemplo el uso que se hace en el libro de la nocin de extraamiento: Holston confunde las hiptesis de un sector de las vanguardias cuando critican la ciudad existente con las hiptesis de las propuestas urbansticas ex novo como Braslia, y esa confusin le lleva a postular que la utopa de ciudad modernista busca desfamiliarizar a los habitantes. 13 En verdad, lo que propone el extraamiento en el arte de vanguardia (e insisto, slo en algunas de sus expresiones) es hacer presente en la obra el shock que resulta del intercambio rpido e ininterrumpido de los estmulos externos, tpico de la situacin metropolitana tal cual la teoriz Georg Simmel; la vanguardia busca el extraamiento con el objetivo de despertar al habitante de la actitud blas a la que es reducido por su incapacidad de asumir la productividad de ese shock (el refugio blas es uno de los sntomas de la tragedia de la modernidad, para Simmel pero tambin para Benjamin: el desbalance entre la cada vez mayor cultura objetiva acumulada en la metrpoli y la cada vez menor cultura subjetiva que porta cada individuo). Por el contrario, Braslia (y aqu s, en tanto ciudad modernista) no busca el extraamiento: supone estar creando las bases de la verdadera naturalidad que en la metrpoli catica se ha perdido. El extraamiento del arte se refuncionaliza en el urbanismo y la arquitectura como la instancia crtica que permite advertir aquella prdida, pero para producir el deseo de la nueva ciudad orgnica. Esto simplemente significa hacerse cargo de las diferencias entre las ambiciones crticas y corrosivas del arte de vanguardia y la voluntad constructiva de la arquitectura y el urbanismo modernista, cuyo propsito es crear los nuevos mitos para la nueva comunidad finalmente reencontrada.Pero lo ms interesante de analizar a partir del libro de Holston es una cuestin que lo excede a l y al balance puntual que podamos hacer sobre el funcionamiento actual de Braslia: qu significa fracaso? Acaso que despus de la construccin de Braslia sus habitantes no constituyeron esa comunidad feliz, una sociedad liberada, o siquiera igualitaria? Cuando a fines del siglo XIX se funda Belo Horizonte, la ciudad represent la materializacin de los sueos de convertir al pas en una Repblica, pero hoy a nadie se le ocurrira culpar a las diagonales del plano de de la ciudad del poco republicanismo del Brasil contemporneo. Es cierto que el discurso modernista, como culminacin de una ambicin ilustrada, articul por primera vez de modo indeleble su proyecto de ciudad con el proyecto de una sociedad liberada, prometiendo arribar desde el primero a la segunda. Desde este punto de vista cabra, s, hablar fracaso, desde la propia lgica de lo que el modernismo propuso; pero, justamente, slo desde su propia lgica. Terminado el siglo XX, ese discurso modernista ya debera verse en perspectiva histrica: se lo debe comprender y deconstruir, se deben analizar sus consecuencias y sus variaciones (heroicas, ingenuas o cnicas), pero no se puede permanecer dentro de sus propias convenciones para, con un pase mgico, descubrir su fracaso y denunciarlo: pasen y vean, el modernismo no mejor el mundo.Por supuesto, nada de lo anterior supone sostener que, en trminos urbansticos y sociales, Braslia funcione a la perfeccin. Hay una cantidad de crticas slidas y muy buenos estudios que han buscado ajustar las cuentas con la ciudad y sus modelos, en una lnea de anlisis que no es el objeto central de este trabajo. 14 Pero textos como el de Holston, instalados con comodidad en los malos entendidos ya habituales sobre Braslia, no consiguen ni una crtica urbanstica ni, lo que supuestamente es su propsito, comprenderla como un fenmeno de la modernidad occidental. Para cualquiera de esos dos casos, el punto de partida no debera eludir al menos las siguientes comprobaciones bsicas. En primer lugar, la necesidad de someter a revisin la crtica ya muy tradicional (y nacida tambin de las canteras del modernismo) a la divisin de funciones y a la consiguiente muerte de la calle. Para ello, hay que advertir que la divisin de funciones atravesaba sin oposicin, a mediados del siglo XX, las ms dismiles propuestas urbansticas, como un sentido comn tcnico anlogo al que un siglo atrs recomendaba diagonales. Conviene recordar que el famoso libro de Jane Jacobs (Vida y muerte de las grandes ciudades) que reivindicaba la calle y la densidad de la vida urbana es de 1961 y que su crtica no iba dirigida tanto (o tan slo) contra el urbanismo progresista en que se instala Braslia (para Holston, la lnea de la utopa modernista), sino contra el urbanismo culturalista de la ciudad jardn, de fuerte impacto en Norteamrica a travs de la prdica organicista y descentralizadora de Lewis Mumford, y que presidi el conjunto de las operaciones de mayor suceso urbanstico en la inmediata posguerra: las New Towns inglesas (operaciones contra las que se recorta Braslia). Asimismo, la recuperacin de la calle en clave histrica y poltica aparecer con Giancarlo De Carlo en la experiencia de Urbino a partir de 1964. Por el contrario, la confrontacin que hace Holston entre el Plano Piloto y la riqueza de la vida en la calle tradicional tiene dos limitaciones: es anacrnico cuando la referencia es a las ciudades histricas brasileas, y populista cuando la referencia es a la cidade livre, la calle de barracas provisorias que aloj a los trabajadores en el inicio de la construccin de la capital y que luego se convirti en la primera ciudad satlite. En el primer caso, el problema de la ausencia de la nocin de espacio pblico en el modernismo es suficientemente complejo (y en algunos casos, dramtico) como para resolverlo comparando una calle de Brasilia con otra de Ouro Preto. En el segundo caso, ya Bruno Zevi, crtico radical del proyecto de Costa, adverta contra los peligros de la seduccin populista de la imagen de las barracas como ciudad verdadera, donde pulsa la vida, frente a la ciudad artificial, seduccin tpica en los primeros comentaristas y que no se haca cargo del problema de una creacin ex novo. 15 Pero, adems, Holston no ve que el intento del Plano Piloto es, tanto a travs del nfasis en el carcter representativo del eje monumental como en la definicin de las comunidades vecinales de las superquadras, una recuperacin de la vida urbana en polmica con el funcionalismo estricto de los primeros modelos CIAM.En segundo lugar, debera contemplarse el peculiar problema que supone el carcter simblico de una capital (excepto que se diga que no debe crearse jams una nueva capital). La funcin simblica de Braslia difcilmente se pudiera tener en cuenta desde los planteos organicistas, y aqu se nota la polmica del Plano Piloto de Costa con esa lnea maestra de la urbanstica modernista que mencionamos, el organicismo anglosajn que en el debate de posguerra estaba deviniendo hegemnico. Vale la pena, en este sentido, compararlo con el proyecto de Plano Piloto que presentaron al concurso los hermanos Roberto, el proyecto ms celebrado por los crticos del primer premio, porque frente a las vaguedades poticas de Costa, desplegaba un programa analtico extremadamente detallado, en la lnea del urbanismo cientfico inaugurado por Patrick Geddes y convertido en manual por el Plan de Londres de Patrick Abercrombrie en los aos cuarenta. Los hermanos Roberto partieron de la premisa New Town de que una ciudad ptima no debe concentrar una poblacin elevada; pero como el programa del concurso postulaba 500.000 habitantes, propusieron una especie de organismo polinuclear, con clulas autosuficientes de 72.000 habitantes cada una, articuladas entre s, incapaces de producir el sentido de lo pblico que se demanda de una capital nacional.En tercer lugar, debera revisarse la identificacin automtica de las superquadras, la base del nuevo modo de organizacin residencial, con la indiferenciacin anmica. Holston repropone todas las diatribas que formul contra los conjuntos habitacionales el arco postmodernista norteamericano que se despliega entre Charles Jencks y Tom Wolfe: bsicamente, el arco que se tensa entre las crticas progresistas contra el anonimato y las crticas conservadoras contra el modelo colectivista. 16 Pero lo primero que una crtica reflexiva debera advertir es que Braslia no tuvo su Pruitt Igoe, aquel conjunto de Arata Isozaki que se dinamit en los Estados Unidos por los niveles de deterioro social y que volvi clebre Jencks, fechando en la explosin la partida de defuncin del modernismo. Es decir, no hubo en Braslia necesidad de dinamitar ninguna superquadra porque se han convertido en lugares de altsima calidad de vida con un desarrollado sentido de pertenencia; como pocos lugares en el mundo, en Braslia debera comenzarse un estudio al revs, preguntndose por las razones del xito de las premisas modernistas de la vivienda colectiva. Evidentemente, algunas respuestas a esta cuestin se vinculan con la eficacia de las representaciones (el orgullo de ser brasiliense, es decir, de vivir en una ciudad moderna, ha producido una mstica que defiende a ultranza sus peculiaridades, en primer lugar, la superquadra), y otras con la peculiar homogeneidad social de los habitantes del Plano Piloto. Pero esto ya nos vincula con el ltimo punto de condena que debiera revisar un examen crtico: la segregacin espacial.Como se sabe, Braslia fue proyectada para medio milln de habitantes, pero esa cantidad se excedi muy pronto; a inicios de la dcada de 1990 el complejo metropolitano-regional haba llegado a casi dos millones, de los cuales las tres cuartas partes se concentran en las ciudades satlite que debieron formarse por fuera del Plano Piloto original. Como sealamos al principio, ste fue el gran tema de la crtica sociolgica en los aos sesenta y setenta; es evidente que el programa del concurso del Plano Piloto no previ el crecimiento de la ciudad (crecimiento esperable, ya que por la dinmica econmica que supona su construccin estaba destinada a convertirse en poderoso imn para la mano de obra migrante de todo el interior) y, en consecuencia, no determin la necesidad de un plano regional que racionalizara ese crecimiento y extendiera los beneficios de la urbanizacin sobre el territorio. La radicacin de los trabajadores con sus familias en primer lugar, y de una gran cantidad de nuevos migrantes luego, fue producto de luchas sociales intensas por la consolidacin de los campamentos de trabajo y de los asentamientos precarios que la autoridad de la capital buscaba reprimir y eliminar. Y, de hecho, Braslia se convirti en un verdadero laboratorio (por la velocidad del fenmeno) de las luchas urbanas y la conformacin metropolitana. Pero una vez deslindado el terreno en que esto debe ser estudiado (y toda la literatura sociolgica que se ha desarrollado al respecto en Brasil es un punto de partida insoslayable para ello), no puede menos que advertirse hoy, a dcadas de esas luchas, que las respuestas que se fueron dando en su marco, la radicacin de las diferentes ciudades satlite en los alrededores del Plano Piloto, dieron como resultado, a pesar de todo, un proceso de metropolizacin ms ordenado territorialmente que en el resto de las grandes metrpolis brasileas, y tambin hbitats populares semi-planificados de mayor calidad relativa, especialmente si pensamos en las favelas de Rio de Janeiro y So Paulo.Costa y Niemeyer desarrollaron, a lo largo de estos cincuenta aos, un arsenal de respuestas a la hiptesis del fracaso que conviene revisar no para acordar con ellos, sino ms bien para notar el juego de espejos que se produca en torno a esa acusacin. Ellos, por lo general, respondieron a travs del recurso ingenioso (pero tramposo) de reunir las voces crticas como un paquete indiferenciado del que provenan, entonces, opiniones de las ms diversas, de modo que podan mostrar las contradicciones en que incurra la oposicin a su ciudad. As, se quejaban de que, al mismo tiempo, les sealaban que haba fallado una utopa porque Braslia haba reproducido el dualismo de la sociedad brasilea y les criticaban la escasa relacin de la nueva capital con la realidad brasilea. Y contestaban, entre ingenuos y cnicos, si acaso ese mismo dualismo no remita justamente a esa realidad. Costa siempre jug este papel ms del lado de la ingenuidad, manteniendo su perfil de humanista lcido y bienintencionado. Niemeyer, en cambio, tal vez porque su identidad comunista pareca darle inmunidad respecto de cualquier duda sobre su compromiso social, supo cultivar alternativamente el recurso al idealismo traicionado o al realismo cnico en la tpica variante vanguardista. 17Pero, desde el punto de vista que ac tratamos de desarrollar, es claro que ambos fueron conscientes de que sus arquitecturas trabajaban sobre un conjunto de variables de composicin, funcin y modos de vida traducidos en smbolos, a los que ya no se les deba solicitar la adecuacin a ninguna clase de valor que no fuera su propia representatividad (y en eso s fue un xito Braslia). Construan moderno, y les respondan a los que criticaban que lo que construan no cumpla con los postulados sociales del moderno: pero ustedes realmente creyeron que eso era posible en la sociedad brasilea? Mientras a los que los criticaban por cumplir con esos postulados, les decan: y qu otra cosa podemos hacer en un pas como Brasil, condenado al moderno? Supieron darle forma arquitectnica a una ilusin de largo arraigo en el modernismo brasileo (tanto de izquierda como de derecha), la de capitalizar las ventajas del atraso y las ventajas de lo moderno. 18 En todos los casos sealaron una distancia crtica con el deber ser de la arquitectura que el Movimiento moderno haba cristalizado; presentaron una idea de la arquitectura que no responde mecnicamente a necesidades sociales o econmicas, sino que se autonomiza en una pura celebracin de sus propios recursos. Una distancia que la crtica ha ubicado en aos ms recientes, como una de las actitudes de la rebelin postmodernista. Lejos de sostener que Braslia fue postmoderna avant la lettre, su ejemplo debera servir para mostrar la poca capacidad explicativa de ese trmino y la necesidad, desde su puesta en cuestin, de ponderar algunas peculiaridades de los debates arquitectnicos y estticos de los aos 50, ya no bajo la generalizada idea (coherente con la nocin de posmodernismo) de que fueron los aos de consolidacin gris del tardomodernismo.La hiptesis de la traicinPara eso es interesante retroceder a las crticas contemporneas del fenmeno Brasil, y ver que entonces predominaron aquellas que en sus arquitecturas y discursos no vean la realizacin, sino la defeccin del proyecto moderno.La primera crtica que marca el inicio del cambio de clima respecto del suceso Brasil es algo anterior a Braslia, y adelanta una parte importante de los argumentos posteriores. Se trata del famoso affaire Max Bill: el artista suizo, invitado a la Segunda Bienal de Arte de So Paulo en 1953, que alerta con espanto sobre el rumbo que estaba tomando la arquitectura brasilea. Bill discute desde una posicin que, frente a la conversin de la arquitectura moderna en estilo, busca revitalizar los postulados heroicos en su versin dura, radical, alemana. Desde all percibe con claridad la distancia con que la arquitectura moderna brasilea asume el valor simblico de lo moderno como cantera de formas, dando por tierra con todo sentido de la responsabilidad, destruyendo todo vnculo moral de la arquitectura. Si en muchas partes del mundo la arquitectura moderna ha revertido de la mano de Le Corbusier dice Bill, responsabilizando en primer lugar a su bte noire predilecta, en un nuevo academicismo, en Brasil este fenmeno sera ms grave todava por las necesidades sociales insatisfechas a cuyo servicio debera obrar la arquitectura. Es la lnea de las crticas a la exuberancia formal de Niemeyer, a su sentido de lo monumental, que va a ser caracterstica de ah en ms, y que muestra cmo su arquitectura se vinculaba a comienzos de los aos cincuenta con el giro expresivo-brutalista de Le Corbusier, en contra del funcionalismo duro y puro. En Brasil, Max Bill contrastar este formalismo decadente con una arquitectura tambin expresiva, tambin de clara matriz corbusierana, pero que, incluso por el tema, haba mantenido aferrado el discurso moral de la arquitectura moderna: el conjunto Pedregulho en Rio, realizado por Affonso Reidy en 1950, que va a funcionar como la contracara social en todo el proceso contra la arquitectura moderna brasilea.La posicin de Bill es completamente coherente con los postulados del arte concreto, la internacional artstica dominante en los aos cincuenta tambin en Brasil, y en todo caso sorprende que buena parte de los artistas concretos brasileos, especialmente los poetas, no lo hubieran advertido o, si lo hicieron, priorizaran una defensa nacionalista de la arquitectura moderna brasilea maniera Niemeyer, el arte local de mayor repercusin internacional. Y lo mismo podra decirse de la relacin de los artistas concretos con los resultados del concurso del Plano Piloto: es obvio que la apuesta a la Gran Forma del plano de Costa est mucho ms lejos de los postulados del concretismo que una propuesta como la de Rino Levi, con sus enormes conjuntos habitacionales como livianas estructuras laminares homogneas y su plano como la realizacin ms refinada de la idea de ciudad como mquina de habitar. En el plano de Levi se mezcla un realismo vanguardista que remite a las propuestas objetivistas de Hilberseimer con un imaginario visual futurista, que parece acompaar el desarrollo del metabolismo japons. Sin embargo, los artistas concretos prefirieron ver en el plano ganador de Braslia un manifiesto concreto y una gua de accin para su propio arte. 19 En verdad, la posicin de los artistas concretos resulta bastante caracterstica, ya que la arquitectura moderna brasilea, en tanto encarnacin material del Estado-nacin, se haba caracterizado por y haba dependido de convocar a la unanimidad. Sin embargo, se debe notar que entre la visita de Max Bill y Braslia no todos mantuvieron las viejas fidelidades, ofreciendo otro indicio, esta vez interno, de que el ciclo cannico se estaba agotando.ste es el caso de la revista Hbitat, creada en 1951 por Lina Bo Bardi en relacin con la poltica cultural del Museo de Arte Moderno de So Paulo, a la bsqueda de una va alternativa al modelo cannico a travs del concretismo y de la vinculacin, en nuevas claves, de lo moderno con lo popular (priorizando ahora los lazos con la cultura afrobrasilea que la llevaran ms tarde a Lina Bo a su productivo encuentro con Bahia). Hbitat va a seguir las posiciones de Bill con inocultable simpata (Lina Bo, en una breve presentacin del texto de polmico de Bill, se refera con irona a que sus dichos se hubieran convertido en una cuestin de honra nacional); va a criticar la destemplada propaganda internacional que vena recibiendo la arquitectura moderna brasilea y, ms an, como contracara propositiva, va a publicar durante 1956, el ao del concurso de Braslia, una serie de biografas de los pioneros de la renovacin arquitectnica brasilea que constituye sin duda el primer intento de relato contracannico. La serie de artculos se titula Individualidades en la historia de la actual arquitectura en el Brasil y su secuencia arma una manifiesta inversin de las prioridades establecidas: I. Gregori Wachawchik; II. Affonso Reidy; III. Rino Levi; IV. M.M.M. Roberto; V. Lcio Costa; VI. Roberto Burle Marx. No slo no figura Niemeyer; Costa, anteltimo en la secuencia, es presentado apenas como una figura de catalizacin, como medio, muy poco consciente entre otras cosas por su dandismo de nio bien, de las condiciones que bullan en 1930 en Ro. 20 En esta serie de artculos, muy poco revisados como serie por la historiografa brasilea, siempre se destac la tpica confrontacin acerca del origen de la arquitectura moderna brasilea entre So Paulo y Rio, sin advertir el escndalo y el desafo que supona en 1956 (durante la apoteosis de la hegemona de Niemeyer) el armado de esta lnea contramtica sobre el conjunto de la secuencia histrica de la arquitectura brasilea. La autora de los artculos es de Geraldo Ferraz, encargado de arquitectura de Hbitat y compleja figura de la historia de las vanguardias brasileas: miembro del movimiento antropofgico (fue uno de los editores de la Revista de Antropofagia) y de la renovacin paulista de los aos cincuenta, compaero de Pag (primera pareja de Oswald de Andrade, artista y agitadora multifactica, militante trotskysta) tambin en su radicalismo poltico, lo que permite entender que el disgusto con Niemeyer multiplicase los flancos (nuevamente, como en el caso de Hannes Meyer con Juan OGorman en Mxico, nos encontramos con una polmica interna a las lneas polticas de la izquierda organizando universos confrontados en la arquitectura; nuevamente, como en aquel caso, los datos que aparecen con total brutalidad en las fuentes y en los testimonos de los protagonistas, no han sido procesados por interpretaciones de la historiografa arquitectnica de ambos pases, como si la poltica fuese el lmite de lo nombrable).En relacin con Braslia, Hbitat va a ser muy crtica con el llamado a concurso y extremadamente reticente con sus resultados. Enfatizar el nico voto disidente dentro del Jurado: todo un escndalo, ya que se trataba del representante de la Asociacin de Arquitectos que protestaba por el poco tiempo de estudio con que el Jurado haba tomado su decisin. Y har un punto de la difusin de los proyectos no ganadores, especialmente el de Levi (tal vez esta sea la ciudad del siglo XXI, editorializa la revista), mostrando una coherencia que no tuvo el resto de la renovacin concreta. Va a haber otras voces de la arquitectura que, con mayor o menor intensidad y coherencia, tambin reaccionen contra Braslia (la revista Brasil - Arquitetura Contempornea, por ejemplo, dirigida por Mindlin y Vital Brazil), especialmente buscando contrarrestar la eficacia y la hegemona de la usina publicitaria Niemeyer-Kubitschek, manifestada en la cultura arquitectnica por el doble oficialismo de la revista Mdulo (poltico y arquitectnico). Eficacia expandida al terreno de la cultura masiva, pero contrastando ya con el hecho, patente en el mbito arquitectnico, de que el consenso dominante durante los aos dorados se haba quebrado, y que el dispositivo de la arquitectura moderna brasilea haba dejado de funcionar.Tardomodernismo?Si volvemos a la repercusin internacional de Braslia, como punto de llegada de la repercusin de la arquitectura moderna brasilea, podremos notar la multiplicidad de las posiciones en juego en el escenario de los aos cincuenta, la completa ausencia de estabilidad en los postulados del modernismo. Otro antagonista ya mencionado de Braslia, Bruno Zevi, lo expresaba al aclarar que sus crticas a Braslia no estaban dirigidas a sus proyectistas, ya que los defectos de la ciudad los excedan: reflejan las carencias, los problemas irresueltos, las lagunas de nuestra cultura urbanstica y arquitectnica. 21 Estaba tan claro en los aos cincuenta, entonces, qu ciudad era diseable, como parecen suponerlo quienes encuentran en ese perodo la mera cristalizacin del fenmeno modernista en tardomodernismo? En los ltimos aos, como derivado secundario del debate modernismo/postmodernismo, se ha impuesto la imagen de los aos cincuenta como los aos de la consolidacin pacfica y autoconformista de un modernismo devenido norma desde el comando de posguerra norteamericano: el International Style en arquitectura, el expresionismo abstracto en pintura, el serialismo en msica, las teoras de Theodor Adorno y Clement Greemberg como marco de una nueva autonoma artstica. 22 En efecto, toda la intensa revisin realizada en las ltimas dcadas ha dejado intacto ese paisaje. La revisin postmodernista lo dej intacto porque su objetivo era ratificar el sentido compacto de una rebelin a posteriori del tardomodernismo, que habra nacido en los aos sesenta, con el pop y la neovanguardia americana. La revisin modernista crtica, a su vez, lo dej intacto porque se propuso desarmar el proceso de cristalizacin y homogenizacin de las versiones cannicas del modernismo, deconstruir su relato interesado sobre la renovacin lingstica, para reconstruir, a priori del tardomodernismo, la multiplicidad y la riqueza de las vanguardias clsicas. Es decir, sea porque se vio en los aos cincuenta el punto de llegada de toda la tradicin modernista contra la que deba producirse una rebelin in toto, sea porque se vio en ellos la consagracin de un relato reductivo que compona una tradicin mediante la mutilacin de una multiplicidad que deba ser recuperada, en todos los casos se consolid un juicio unnime que preserv la imagen unidimensional del tardomodernismo.En realidad, las mejores historias de la arquitectura que se han construido al margen de los relatos cannicos las de Manfredo Tafuri o Kenneth Frampton, o anlisis ms especficos de los aos cincuenta como el clsico de Reyner Banham muestran un panorama bastante diferente, que tal vez sirva para imaginar complicaciones anlogas en el resto de las artes. Simplificando mucho, podra enumerarse del siguiente modo lo que nos muestran estos anlisis: a) la construccin del relato cannico del Movimiento moderno comienza ya en la dcada del treinta; b) esa construccin se hace posible, en parte, porque los principales experimentos vanguardistas han mostrado sus lmites o su consumacin en la figura del Plan; c) pero el relato exitista y de enorme eficacia de un Movimiento moderno que se autopercibe como punto de llegada, es slo una cara del agotamiento del ciclo abierto por las vanguardias; la otra cara aflora en cuanto se analiza al conjunto de la produccin arquitectnica y urbana de la misma dcada del treinta, y buena parte de las reflexiones contemporneas a ella, y se percibe un generalizado sentimiento de crisis que alimenta un nuevo ciclo de bsquedas, asordinadas al comienzo por el clima de inestabilidad y guerra aunque tambin alimentadas por l, exasperadas luego frente a la puesta a prueba de la reconstruccin de posguerra. 23Por eso, que en los aos cuarenta el caso Brasil debiera ser colocado en el rubro absurdo de los episodios nacionales junto con Finlandia revela la crisis de las clasificaciones cannicas que ya no podan dar cuenta de la multiplicidad de experiencias que se salan de sus moldes esto lo explicara en 1951 el mismo Henry-Russell Hitchcock, autocriticndose por su frmula de 1932 estilo internacional. 24 Por aadidura, se entiende que el relato cannico no pudiera asumir (sin destruirse completamente) que justo en el carcter nacional de la arquitectura moderna brasilea resida su cantera de respuestas a la nueva situacin. Otras de las respuestas que se intentaron entonces son muy conocidas, y de un recuento apenas sumario emerge con claridad que es ya imposible recomponer una totalidad coherente Arquitectura moderna: el giro regionalista de Le Corbusier a partir de 1930; el giro nacionalista de Hannes Meyer desde su experiencia en la URSS; la radicalizacin de las vertientes msticas en el sector de la Bauhaus que se instala en los aos treinta en California; el giro monumentalista, teorizado por Giedion, Sert y Lger en 1943 (cuando escriben sus Nine points on Monumentally); las propias polmicas internas en los CIAM, que luego del comps de espera de la guerra se convierten en una cmara de agitacin del malestar de las nuevas generaciones. La variedad de nuevos slogans de la generacin de posguerra muestra la pluralidad de las lneas de bsqueda y su completa incompatibilidad: replantear el compromiso poltico-social de la arquitectura; recuperar las valencias vanguardistas domesticadas; identificar las lneas de continuidad del modernismo con el clasicismo; entre muchas otras. En todos los casos, reproponiendo el lugar de la historia en el proyecto; investigando la expresividad de los materiales tradicionales es decir, rompiendo con la identificacin moderna entre material, progreso tcnico y espritu del tiempo; prestando atencin a las tradiciones locales, a los factores psicolgicos en polmica con la pura racionalidad funcionalista, etc., etc.Todo esto debera ser bien conocido; sin embargo... Si se considera que la Unidad de Habitacin de Marsella de Le Corbusier es de 1947, y que en 1956, junto con el concurso de Braslia, se est construyendo en Miln la Torre Velasca, de Belgioioso, Peressutti y Rogers, con su remisin nostlgica (y neorrealista) a la historia, y se est diseando en Londres la Casa del futuro, de Alison y Peter Smithson, inspirada en el imaginario de los automviles norteamericanos en una especie de celebracin consumista de un nuevo vernculo industrial popular; si slo se consideran esos hechos aislados, podr verse la extrema complejidad del momento. Y podr verse lo absurdo que sera hablar, para los casos de Miln y de Londres, de antecedentes del historicismo y del pop, ya que de lo que se trata es de discutir la idea de compartimentos estancos correlativos en una lnea de progreso pre-post, para ver el clima continuo e inestable de experimentacin en que el agotamiento de las vas seguidas por las vanguardias dejan al conjunto de la cultura artstica y arquitectnica durante la mayor parte de este siglo. 25Hecho todos esos deslindes, descubrimos sorprendidos que la simplificacin reductiva del recetario International Style que caracterizara al tardomodernismo como fenmeno de la cultura arquitectnica ocupa casi exclusivamente la fraccin de la arquitectura de las corporaciones, caracterstica de la expansin econmica norteamericana de posguerra. Por supuesto, podr discutirse largamente si en esta expansin hubo o no responsabilidad del modernismo arquitectnico en sus apuestas iniciales a la racionalizacin y la serie. Lo que no puede discutirse es que la cultura arquitectnica haba abandonado haca tiempo aquel recetario, visto como una de las ms graves expresiones de la crisis. En todo caso, si la masividad de ese International Style expresa un predominio creciente, a partir de la posguerra, de la razn econmica sobre la cultura arquitectnica, no parece que en trminos de produccin masiva las cosas hayan cambiado mucho desde entonces como para instalarnos confiados en alguna certidumbre post.Gustar BrasliaTodos estos datos conocidos permiten recolocar el perodo y entender as que, desde sus mismos comienzos en la dcada del treinta, la arquitectura moderna brasilea no signific la aplicacin desplazada en el tiempo y el espacio de un canon establecido por fuera de ella, sino una de las lneas de bsqueda contemporneas a la crisis del modernismo. Como vimos, esa lnea estuvo marcada por las necesidades de representacin simblica del Estado y por la produccin de una tradicin nacional que la agenda original del relato cannico no incorporaba. Algunas explicaciones de Braslia surgen de la historia interna de esas bsquedas; otras, de su relacin intensa y polmica con las otras bsquedas internacionales que le fueron contemporneas. Para no insistir con las ms obvias discusiones que plantea Braslia con el funcionalismo por una parte y con el pintoresquismo New Town por la otra, conviene ver tambin las fuertes diferencias del esquema de Costa con la grilla corbusierana para Chandigarh (la otra capital construida en los aos cincuenta en el tercer mundo), o la mayor elaboracin del problema de la vecindad en las superquadras frente a la recurrencia a la disposicin libre de tiras residenciales en el parque que se realiza en el Hansaviertel de Berln en 1957.26Vale la pena enfatizar aqu cul es el sentido del orden en el esquema de Braslia, ya que a l se someten todos los instrumentos de la urbanstica modernista (la divisin de funciones, especialmente) que parece compartir con una propuesta como la del conjunto de Berln: ya no es el orden de la Nueva Objetividad, que buscaba una ciudad adecuada a la moderna produccin socializada; ni el orden de la planificacin burocrtica de la posguerra, que ha convertido los dispositivos de las vanguardias en tcnica neutra del buen funcionamiento de la ciudad capitalista. El de Braslia es un orden que articula sentido histrico y valencias mitolgicas, representacin potenciada de la modernidad como valor de integracin colectiva, y monumentalidad como autoconciencia de la epopeya arquitectnica, poltica y cultural, para simbolizar la voluntad estatal de desarrollo e integracin nacional.La identificacin del caso Braslia en tal panorama debera servir, entonces, para reconsiderar algunos aspectos de su (mala) suerte crtica. Incluso puede entenderse por qu uno de sus aspectos principales, que al comienzo fue visto como un logro, rpidamente se le volvi en contra: la realizacin ex novo de una ciudad completa. En un marco tal de inestabilidad como el que reconocimos en el perodo, de prueba y error, la realizacin de una ciudad completa no poda sino correr el riesgo del anacronismo inmediato, de la cristalizacin de frmulas, de la rpida rigidez. El esquema del Hansaviertel, mucho ms pobre, puede quedar como una nota inofensiva dentro del Tiergarten, incluso como un (relativamente) pequeo monumento de ciertos esquemas del modernismo que hoy no se seguiran; pero, qu se hace con toda una ciudad?En verdad, el desajuste principal estuvo vinculado con el cambio de juicio sobre aquello que haba hecho posible no slo Braslia, sino todo el ciclo de la arquitectura moderna brasilea: las necesidades monumentalistas de un Estado nacional-desarrollista, que en la posguerra europea no podan escapar a la caracterizacin de autoritarismo. Pasados los primeros momentos de euforia crtica (finalmente, construir una ciudad completa pareca un sueo del modernismo), comenz a aparecer claro que la construccin de una ciudad por razones y decisin exclusivamente polticas ya resultaba completamente inasimilable. Y esto era as tanto desde una perspectiva de realismo capitalista como desde una perspectiva de izquierda: en ambos casos, las razones polticas para el desarrollo de la ciudad eran despreciadas como enfermas, frente a las nicas razones sanas, las econmicas y sociales. En defintiva, en el momento mismo en que Brasil demostraba que haba sido capaz, finalmente, de construir su capital, esa propia construccin no haca ahora sino confirmar la imagen ya consolidada de los pases latinoamericanos como sitios de dictaduras excntricas capaces, entre otras cosas, de la locura de levantar una ciudad en el deserto. Una imagen que la relacin Niemeyer-Kubitschek, por cierto, potenciaba al infinito; y es llamativo la cantidad de veces que las crticas europeas se ven en la necesidad de aclarar que Kubitschek es un presidente democrtico. Esta lista de cargos fue desarrollada con gran coherencia por Bruno Zevi en el filo de las dcadas de 1950 y 1960, al punto de que el golpe militar de 1964 pudo ser ledo simplemente como una confirmacin: la profeca autocumplida de una ciudad burocrtica, autoritaria y kafkiana, alejada tanto de la realidad de su pueblo como de la dinmica verdadera de la economa.Es evidente que, como ya se apunt, desde entonces han cambiado mucho los juicios sobre ese perodo del modernismo, de cuya vertiente humanista Zevi era todava un combatiente. Nuestros comentarios para entender esos aos se apoyaron en textos fundamentales de la historiografa arquitectnica, como los mencionados de Tafuri y Frampton, y por eso vale la pena sealar, para finalizar, que lamentablemente es imposible encontrar en esos mismos textos una opinin sobre Braslia que no repita ms o menos literalmente, con el mismo estilo de repudio, los cargos que ya Zevi haba enumerado. Se trata de una repeticin que contradice los propios logros de esos textos en haber sabido historizar y cuestionar para el caso de la arquitectura europea y norteamericana incluso ese estilo de repudio como marca de los conflictos (y los lmites) de la poca. Podra suponerse que ese esfuerzo agot la posibilidad de interesarse por la experiencia brasilea con la misma frescura y el mismo espritu desmistificador que dedicaron al resto; o, al menos, la posibilidad de mantener la coherencia con el indudable cambio general de los parmetros del gusto que ellos mismos exhiben frente a los que eran aceptables en los aos cincuenta. En efecto, despus de que Aldo Rossi rompiera con la idea ms extendida en el sentido comn del siglo XX, de que las imgenes urbanas deban ser pintorescas, buclicas y domsticas, y nos familiarizara tanto con la arquitectura revolucionaria francesa, como con el monumentalismo clasicista, la metafsica chirichiana o el modernismo fascista; despus de que el problema de la autonoma de la forma, las cuestiones de la identidad y la representatividad, y la importancia del sentido de lo pblico se colocaran en el centro; despus de todo ello deberan haberse abierto posibilidades impensables hasta entonces en la cultura arquitectnica para una nueva admiracin de las cualidades plsticas y simblicas del eje monumental de Braslia, del surrealismo expresivo de las cpulas del Congreso, de sus magnficos juegos volumtricos, de la apuesta radical de las superquadras. En fin, para apreciar Braslia como un monumento de la voluntad constructiva de la modernidad, encarnada en toda Latinoamrica por el Estado (un estado que hoy slo es posible encontrar en monumentos histricos), en un pas que supo generar en la estela de esa voluntad uno de los movimientos de arquitectura ms originales del siglo XX.

Notas:

1. Lcio Costa. Registro de uma vivncia, Empresa das Artes, Sao Paulo, 1995, pg. 323.

2. Citado en David Watkin, Moral y arquitectura, Tusquets, Barcelona, 1981, pg. 17.

3. En 1956 se forma la NOVACAP, con direccin de Israel Pinheiro y direccin arquitectnica de Oscar Niemeyer, y se comienzan a realizar las obras de preparacin del terreno y algunos proyectos arquitectnicos; en septiembre de 1956 se llama a concurso del Plano Piloto y la decisin del jurado se conoce en marzo de 1957, cuando comienza el trazado de acuerdo a las indicaciones del proyecto de Lcio Costa, el ganador.

4. Luz Srgio Duarte da Silva, A construo de Braslia. Modernidade e periferia, Editora UFG,Goinia, 1997. Se trata de un muy interesante intento por comprender el sentido simblico del momento de construccin de Braslia.

5. Manfredo Tafuri, Teoras e historia de la arquitectura (1968), Laia, Barcelona, 1977, pg. 70-71.

6. Ver la Introduccin en este mismo libro: Nostalgia y Plan: el Estado como vanguardia.

7. Juscelino Kubitschek, entrevista en la revista Modulo N 4, Rio de Janeiro, mayo de 1956.

8. Cfr. Razes da Nova Arquitectura, citado in extenso en la Introduccin

9. Jorge E. Hardoy, "El rol de la urbanizacin en la modernizacin de Amrica Latina" (Cornell University, 1965), en Las ciudades en Amrica Latina, Paids, Buenos Aires, 1972, p. 44.

10. Mrio Pedrosa ha usado en diferentes lugares esa expresin, por ejemplo, en Reflexes em torno da nova Capital, Brasil, Arquitetura Contempornea N 10, 1957, reproducido en Dos murais de Portinari aos espaos de Braslia, Perspectiva, So Paulo, 1981; ver tambin Otlia Arantes, Mrio Pedrosa. Itinerrio crtico, Scritta, So Paulo, 1991. La caracterizacin del modernismo artstico brasileo como modernismo de la modernizacin corresponde a Jos Guilherme Merquior, El otro occidente, en Felipe Arocena y Eduardo de Len (orgs.), El complejo de Prspero, Vintn, Montevideo, 1993.

11. James Holston, The Modernist City. An Anthropological Critique of Braslia, The University of Chicago Press, 1989.

12. Cito de la traduccin brasilea: A cidade modernista. Uma crtica de Braslia e sua utopia, Companhia Das Letras, So Paulo, 1993, pg. 82. Sigo la argumentacin de los captulos 2, Utopa arquitetonica, y 3, As intenes ocultas do projeto.

13. Idem, pp. 60-62.

14. Ver, por ejemplo, el reciente balance en Benamy Turkienicz y Carlos Eduardo Comas, Braslia. Historia y anlisis (1957 hasta la actualidad), en Arquitectura panamericana N 1, FPAA, Santiago de Chile, dic. 1992; o el nmero especial que edit la revista paulista AU en su nmero 2, de abril de 1985, para los 25 aos de Braslia.

15. Inchiesta su Brasilia. Sei ? sulla nuova capitale sudamericana, Larchitettura. Cronache e Storia N 51, Miln, enero de 1960.

16. Cfr. Charles Jencks, The Language of Post-Modern Architecture, Rizzoli, Nueva York, 1977; y Tom Wolfe, From Bauhaus to Our House, Farrar, Straus and Giroux, Nueva York, 1981.

17. Sobre estas oscilaciones, ver Miguel Alves Pereira, Arquitetura, texto e contexto. O discurso de Oscar Niemeyer, Editora UNB, Braslia, 1997.

18. Ver Luiz Werneck Vianna, Ventajas de lo moderno, ventajas del atraso, en El complejo de Prspero, cit.

19. Sobre las relaciones de los artistas concretos con el tema urbano, ver Gonzalo Aguilar, El laberinto transparente. La poesa concreta brasilea en la ciudad, Block N 4, UTDT, Buenos Aires, 1999. Como ejemplo de la actitud de los poetas concretos, vase la siguiente afirmacin de Haroldo de Campos poniendo la arquitectura como ejemplo de la independencia artstica de Brasil ganada en la posguerra: De la importacin (de arte) se pasa a la produccin y de esta se transita naturalmente a la exportacin. Es lo que sucedi con la arquitectura brasilea en nuestra poca, con condiciones de posibilidad para construir no slo los edificios que se quisiera, sino toda una nueva capital, y capaz por eso mismo de tratar sobradoramente a un Max Bill como arquitecto-amador, cuando ste (sin el mismo bagaje de proyectos ejecutados) le puso reparos a la funcionalidad, en A poesia concreta e a realidade nacional, en Tendncia n 4, 1962 (reproducido en Arte em revista N 1, So Paulo, enero-marzo 1979).

20. Hbitat haba republicado en su N 12 (septiembre 1953) la entrevista que Bill haba dado a Manchette, generadora del escndalo, y luego public en su N 14 (enero-febrero 1954) la conferencia completa que Bill haba dictado en la Facultad de Arquitectura en junio; all Lina Bo Bardi da la posicin editorial. Sobre las crticas al suceso internacional de la arquitectura brasilea, ver en Hbitat N 43 (julio-agosto 1957), el comentario de Geraldo Ferraz al libro de Henrique Mindlin, Modern Architecture in Brazil (1956), con crticas mordaces al libro que haba iniciado la serie de la crtica internacional, Brazil Builds, de Philip Goodwin (vase, al respecto, Carlos Martins, Hay algo de irracional... Apuntes sobre la historiografa de la arquitectura brasilea, y Jorge Francisco Liernur,The South American Way. El milagro brasileo, los Estados Unidos y la Segunda Guerra Mundial (1939-1943), ambos en Block N 4, op. cit.). Y la serie de biografas, tambin de Geraldo Ferraz, aparecen en los nmeros 28 (marzo 1956), 29 (abril 1956), 30 (mayo 1956), 31 (junio 1956), 35 (octubre 1956) y 36 (noviembre 1956), respectivamente.

21. Cfr. Zevi, Inchiesta su Brasilia. Sei ? sulla nuova capitale sudamericana, cit.

22. Ver, por ejemplo, Andreas Huyssen, Gua del postmodernismo (1984), Punto de Vista N 29, Buenos Aires, abril-julio de 1987.

23. Ver las historias generales de Manfredo Tafuri y Francesco Dal Co, Arquitectura contempornea, Aguilar, Madrid, 1978, y de Kenneth Frampton, Historia crtica de la arquitectura moderna, Gili, Barcelona, 1981. Debe aclararse, para no producir una nueva versin edulcorada de las intenciones de la arquitectura de posguerra, que, especialmente en el caso de Tafuri, el autor de las versiones ms sofisticadas, esa certidumbre de la cultura arquitectnica sobre la crisis no elimina el dato bsico que es su imposibilidad estructural (o su superficialidad, condenada a meros juegos de lenguaje) una vez que el capitalismo ha realizado en el Plan las anticipaciones de las vanguardias; pero ms all de que Tafuri analice los intentos de la cultura arquitectnica como ms o menos patticos (incluso cuando son correctos), lo cierto es que de su visin del ciclo que se abre en la posguerra emerge un panorama de agitacin cultural constante que expulsa toda nocin simplificadora del tardomodernismo.

24. Ver Henry-Russell Hitchcock, The International Style: Twenty Years Affter, publicado en Architectural Record en 1951, citado por Mara Teresa Muoz en el Prlogo a la edicin espaola de Hitchcock y Johnson, El estilo internacional: arquitectura desde 1922 (1932), Coleccin de Arquitectura, Murcia, 1984.

25. Sobre el proyecto de los Smithson, y sobre el clima pop de las exposiciones que realizaron en Londres entre 1953 y 1956 con el fotgrafo Nigel Henderson y el escultor Edoardo Paolozzi, ver Reyner Banhham, El brutalismo en arquitectura, Gili, Barcelona, 1967.

26. El Hansaviertel es un conjunto residencial en el Tiergarten de Berln, sobre la base de un plan general de Bartning y la colaboracin de Bakema y Sharoun, y con edificios de Gropius, Aalto, Niemeyer, entre otros, que se inaugur en la exposicin Interbau 1957, junto con la vecina Unidad de Habitacin Typ Berlin de Le Corbusier.