EL MINISTERIO DE LA COMUNIÓN - litpress.org

14
Serie de Ministerios Collegeville EL MINISTERIO DE LA COMUNIÓN Segunda edición Michael Kwatera, O.S.B. Traducido por Marina Herrera, Ph.D. y S. Renée Domeier, O.S.B. LITURGICAL PRESS Collegeville, Minnesota www.litpress.org

Transcript of EL MINISTERIO DE LA COMUNIÓN - litpress.org

Segunda edición
Traducido por Marina Herrera, Ph.D. y S. Renée Domeier, O.S.B.
LITURGICAL PRESS Collegeville, Minnesota
www.litpress.org
Dedicado a los ministros especiales de la Sagrada Comunión quienes sirven en la Iglesia de
la Diócesis de St. Cloud, Minnesota
Título original The Ministry of Communion, second edition, © 2004 de la Order of Saint Benedict, Collegeville, Minnesota.
Diseño hecho por Joachim Rhoades, O.S.B. y Ann Blattner. Las imágenes por W. P. Wittman Photography Limited.
Las citas bíblicas en español están tomadas de La Biblia de Nuestro Pueblo, Prota- sio Gómez, 15-28027 Madrid: E-mail [email protected] y están usadas con la debida autorización de los dueños de derechos de reproducción. Todos los de- rechos reservados. Ninguna parte de La Biblia Latinoamérica puede ser reproducida de ninguna manera sin antes obtener permiso escrito de los dueños de los dere- chos de reproducción.
Las citas del BCL Newsletter XXXVIII, ©2002, Conferencia de los Obispos Católi- cos de los Estados Unidos, Washington, D.C., son utilizadas con la debida autorización de los dueños de derechos de reproducción. Todos los derechos reservados. Ninguna parte del BCL Newsletter puede ser reproducida de nin- guna manera sin antes obtener permiso escrito de los dueños de los derechos de reproducción.
© 2007 a favor de la Order of Saint Benedict, Collegeville, Minnesota. Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida de ningún modo, sea por impresión, microfilm, microficha, grabación mecánica, fotocopia, traducción, ni por cualquier otro modo conocido o todavía no cono- cido, por ninguna razón, sin antes obtener el permiso escrito de Liturgical Press, Saint John’s Abbey, P.O. Box 7500, Collegeville, Minnesota 56321-7500, al menos que sean citas breves en reseñas. Impreso en los Estados Unidos de América.
1 2 3 4 5 6 7 8
Library of Congress Cataloging-in-Publication Data
Kwatera, Michael. [Ministry of Communion. Spanish] El ministerio de la Comunión / Michael Kwatera ; traducido por Marina Herrera y S. Renee Domeier. — 2. ed. p. cm. — (Serie de ministerios Collegeville) Includes bibliographical references. ISBN-13: 978-0-8146-3181-2 ISBN-10: 0-8146-3181-9 1. Lord’s Supper—Catholic Church. I. Title.
BX2235.K8518 2007 264'.02036—dc22 2007024050
Contenido
Introducción v
1. Ser y dar el Cuerpo de Cristo: Una vida de ministerio 1
2. Ser y dar el Cuerpo de Cristo: Sugerencias prácticas 7
El ministerio de la Comunión dentro de la asamblea 9 Compartiendo el pan 14 Compartiendo el cáliz 16
El ministerio de la Comunión para los enfermos y confinados 21
3. Servicios de la Comunión dirigidos por los laicos 26
4. La búsqueda del ministro eucarístico perfecto 34
Notas 38
Acto de dedicación personal para los ministros especiales de la Sagrada Comunión 40
v
Introducción
Se ofrece este folleto a las personas que han sido identificadas con varios títulos: “ministros especiales de la Sagrada Comu- nión,” “ministros de la Eucaristía,” “ministros de la Comunión.” Estas personas, sin importar sus títulos, se han convertido en una parte indispensable del ministerio de la Comunión en las parroquias, los hospitales y las comunidades religiosas.
Usted ha aceptado compartir este ministerio. No importa donde ejerza este ministerio, usted no es simplemente un dis- tribuidor de la Comunión (¡Un distribuidor es parte del sistema eléctrico del motor de un automóvil o un estudiante de mer- cados!) sino que es un ministro de la Comunión, un título que lo identifica claramente como una persona que sirve al pueblo de Dios.
El Papa Pablo VI explicó la necesidad de este ministerio en su documento, Las Instrucciones para facilitar el sacramento de la Comunión eucarística en circunstancias especiales (1973), cuando describió que la falta de clérigos suficientes para compartir la Comunión podría ocurrir:
Durante la Misa, a causa del tamaño de la congregación o quizás debido a una particular dificultad por la que pueda estar pasando el celebrante; o cuando es difícil de llevar la Eucaristía, especialmente el Viático, a los lugares donde encontremos a los enfermos en peligro de muerte; o cuando el gran número de en- fermos, particularmente en los hospitales y otras instituciones semejantes, requiere muchos ministros.1
vi El Ministerio de la Comunión
Refiriéndose a este tipo de circunstancia, el Papa Pablo VI au- torizó el uso de ministros especiales para compartir el Cuerpo y la Sangre de Cristo con sus hermanos y hermanas feligreses en la asamblea y con los que están confinados en sus hogares, para que nadie “sea privado de esta ayuda y consuelo sacramental.”2
El exhorto del Papa Pío X a la frecuente y temprana recep- ción de la Comunión (1905, 1910) ha tenido como resultado un número sin precedente de cristianos que reciben la Comunión en cada Misa. Los ministros especiales de la Comunión ofrecen un servicio de mucho valor en los lugares donde “el número de fieles que solicitan la Sagrada Comunión es tanto que prolon- garía excesivamente la celebración de la Misa o la distribución de la Eucaristía fuera de la Misa, si no ayudaran al celebrante a compartirla.”3 Como ministro especial de la Sagrada Comu- nión, usted ayuda a asegurar que el rito de la Comunión de la celebración eucarística, a pesar de su importancia, no sea des- proporcionadamente largo en relación a las otras partes de la Misa. Su ministerio también hace posible que su comunidad participe en una ceremonia eucarística y comparta la Comunión cuando, debido a la falta de un sacerdote, no hay Misa.
En el pasado, la escasez de sacerdotes, diáconos y acólitos tenía como consecuencia que muchos enfermos y los que esta- ban confinados en sus casas se vieran privados de la Eucaristía por largos períodos de tiempo. Hoy día, por medio del minis- terio que provee usted, ellos pueden recibir a su Salvador en la Comunión con más frecuencia.
En el año 1978, los obispos de los Estados Unidos resolvieron extender permiso para que la congregación recibiera el pan y el vino en la misa del domingo y días de fiesta. Esta práctica fue recibida con mucho agrado y ha aumentado, y seguirá au- mentando, la necesidad de ministros especiales para compartir la Comunión. En estos momentos, es probable que aquí en los Estados Unidos, haya más comulgantes que reciben la Eucaris- tía de las manos de un ministro especial que de un sacerdote. ¡Esta deseable e importante función del laico en el ministerio de la Comunión es permanente!
Su ministerio complementa y extiende el ministerio de los sacerdotes. Pero su ministerio no es solamente el del “asistente
Introducción vii
oficial” del clero sino que es una manera especial de ejercer la vocación sacerdotal que recibió con el bautismo. Usted está entre sus hermano(a)s-fieles como alguien que sirve; no puede olvidarse de su unidad con ello(a)s ni de su unidad con el sacerdote-celebrante mientras él sirve a la asamblea en su acto de culto. Usted tiene también un ministerio frente a sus colegas, los demás ministros litúrgicos: debe compartir con ello(a)s la alegría y fuerza que su servicio le brinda para edificarlo(a)s en el amor. Espero que este librito le ayude a profundizar la alegría y renovar su fortaleza en el ministerio de la Comunión.
Mis comentarios y sugerencias se basan en la excelente obra, Touchstones for Liturgical Ministers, que fue publicada conjun- tamente por La Conferencia Litúrgica y la Federación de las Comisiones Litúrgicas Diocesana (1978).
Michael Kwatera, O.S.B.
Solemnidad del Sagrado Cuerpo y Sangre de Cristo 13 de junio del 2004
1
1
Ser y dar el Cuerpo de Cristo Una vida de ministerio
Es como en un cuerpo: tenemos muchos miembros, no todos con la misma función; así aunque somos muchos, formamos con Cristo un solo cuerpo y estamos unidos unos a otros como parte de un mismo cuerpo. (Rom 12:4-5).
Pensamos fácilmente en el pan y el vino de la Eucaristía como algo sagrado, algo lleno de la vida de Dios y así es como debe ser. La Eucaristía es el Cuerpo y la Sangre de
Jesucristo, el Hijo de Dios. Pero a pesar de esto, en la Eucaristía, Dios Padre prefiere empezar con algo que viene de nosotros, con algo que es humano. Dios Padre empieza con alimentos humanos, pan y vino, y permite que ellos se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de su Hijo por medio del poder del Espíritu Santo. Dios nos deja empezar con nuestro pan—símbolo de todo lo que nutre nuestra vida humana—y con nuestro vino—símbolo de todo lo que alegra y entristece a nuestra vida humana—y nos deja com- partir las alegrías y las penas de su Hijo mientras comemos y bebemos en memoria de El. El pan y el vino que colocamos en el altar, dones humanos de muy poco valor material, tienen que ser transformados por el Espíritu de Dios para convertirse en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Entonces, nosotros comulgamos de estos pobres dones humanos transformados en el don más pre- cioso que hay del amor de Dios: el Hijo amado de Dios.
2 El Ministerio de la Comunión
En la Eucaristía, Dios empieza con lo humano, el pan y el vino en el altar y el pan y el vino de nuestras vidas humanas, y los transforma en algo que va más allá de lo humano, en lo divino. Pero los cambios no terminan con esto: al recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo, ¡nosotros llegamos a ser lo que recibimos! San Agustín, obispo de Hipo, África del Norte, en el siglo quinto, predicaba con frecuencia sobre esta maravilla y lo repetía cada año a los nuevos bautizados durante la Pascua Gloriosa: “Por- que el Señor sufrió por nosotros, El nos dejó en este sacramento su propio Cuerpo y Sangre, los cuales El hizo igual que a noso- tros. Nosotros hemos llegado a ser su Cuerpo, y por su miseri- cordia nosotros somos lo que recibimos.”4 Al convertirnos en miembros del Cuerpo de Cristo por medio del Bautismo toma- mos nuestro lugar en el círculo íntimo de los que adoran a Dios, ese círculo familiar que vislumbramos en una carta imaginaria de San Lucas en el libro escrito por Roger Lloyd: Las Cartas de Lucas, el Médico. Allí Lucas describe una celebración de la Euca- ristía a un amigo curioso:
Si mira de paso a los feligreses le parecerán extremadamente ordinarios y hasta mediocres. Pero eso sería así porque está ob-
servándolos críticamente desde afuera. Nadie puede entender lo que significa para nosotros a menos que uno mismo sea parte integral de la experiencia, que uno esté dentro del círculo y comparta en la experiencia profunda de lo que es rendir culto a nuestro Señor Jesucristo.5
Al igual que San Lucas y San Pablo, San Agustín creía que al compartir la Eucaristía somos transformados. San Agustín repetía esta creencia a menudo para que su congregación no se olvidara que al recibir el Cuerpo de Cristo ellos verdadera- mente se convertían en el Cuerpo de Cristo. “¡Fíjense en lo que han recibido!” les decía. “Al igual que ustedes ven como el pan se convierte en una sola masa, así espero que ustedes sean un solo Cuerpo amándose unos a otros, teniendo la misma fe, la misma esperanza, así como la misma caridad sin divisiones.”6 Esta es la gran dignidad y la responsabilidad de los que com- partimos el Cuerpo y la Sangre de Cristo: nuestras vidas tienen que confirmar que el Cuerpo de Cristo es uno en la fe, la espe- ranza y la caridad, aunque tiene muchos miembros. Y en caso de que aún quedaran en la congregación de San Agustín personas que no lograran comprender esta idea, él hizo una declaración que puede sorprendernos por su sencilla verdad: “Allí están ustedes en la mesa y allí están ustedes en el cáliz.”7 Nosotros, aunque somos muchos, somos miembros del mismo Cuerpo de Cristo; somos uno con Cristo, nuestra Cabeza, a través de la Eu- caristía. Por medio de los dones humanos del pan y del vino y de nuestras propias vidas, y por medio del don divino del Hijo amado del Padre, llegamos a ser lo que recibimos en la Eucaris- tía: el Cuerpo de Cristo. Esta maravillosa transformación es lo que Cesáreo Gabaráin, compositor de la canción, “Una Espiga,” nos invita a celebrar:
Comulgamos la misma comunión, somos trigo del mismo sembrador, un molino la vida nos tritura con dolor, Dios nos hace Eucaristía en el amor. Como granos que han hecho el mismo pan, como notas que tejen un cantar, como gotas de agua que se funden en el mar, los cristianos un cuerpo formarán.8
Ser y dar el Cuerpo de Cristo: Una vida de ministerio 3
4 El Ministerio de la Comunión
Los ministros especiales de la Sagrada Comunión tienen otra dignidad y una responsabilidad más: tienen que convertirse en lo que dan. Tienen que llegar a ser y vivir como el Cuerpo de Cristo que dan a sus hermanos y hermanas. Dentro de ustedes, como en el pan y el vino de la Eucaristía, Dios Padre empieza con lo humano y entonces saca de ello algo que va más allá de lo humano. Dios Padre le ha dado la oportunidad de participar en un minis- terio que nosotros, los seres humanos, nunca podríamos merecer ni tampoco nos atreveríamos a pedirle para nosotros mismos. La llamada a servir es tan inesperada y tan inmerecida como la del joven en la multiplicación de los panes y los peces (Juan 6:1-15). Cuando Jesús quiso dar de comer a la gran muchedumbre ham- brienta que le escuchaba, El no le pidió a su Padre que creara panes y peces del aire. Podía haber hecho eso pero no lo hizo; Jesús empezó ese gran milagro con los panes y los peces proveí- dos por un joven. ¡Qué alegría y qué sorpresa debía haber sen- tido ese joven al saber que Jesús había elegido usar sus panes y peces en un milagro tan grande! El muchacho y la multitud que habían compartido el almuerzo se dieron cuenta de que a Dios le gusta empezar con lo humano cuando actúa para los hombres y con ellos. Dios empieza con lo humano, con nosotros mismos, para llevarnos a posibilidades más allá de las humanas. Eso es lo que Jesús hizo para la multitud hambrienta sobre la colina en Galilea; eso es lo que Jesús hace por nosotros, los que aceptamos la lla- mada de Dios a servir, y por los que nosotros servimos.
Por medio de su servicio humilde como ministro de la Co- munión, Dios lo une a otros miembros del Cuerpo de Cristo y en realidad los convierte a todos en ese Cuerpo. Pero Dios no hace esto sin lo humano; ¡Dios ama lo humano demasiado para ignorarlo! Las cualidades humanas, personales e interiores de un ministro especial pueden construir o destruir el Cuerpo de Cristo, ese templo de Dios en el Espíritu compuesto de nuestros hermanos y hermanas en Cristo. El “Rito de comisión para los ministros especiales de la Sagrada Comunión” contiene pala- bras que merecen repetirse con frecuencia: “En este ministe- rio, ustedes tienen que ser ejemplo de vida cristiana en fe y en obras; tienen que hacer el esfuerzo de crecer en la santidad por medio de este sacramento de unidad y de amor. Recuerden que,
aunque somos muchos, somos un solo cuerpo porque compar- timos el mismo pan y el mismo cáliz.”9
Debe existir una unidad esencial entre su vida dentro y fuera de la liturgia como dice el especialista litúrgico, Aidan Kavanagh: “La meta común de los diversos ministerios litúrgicos no es una ceremonia sino una vida comunitaria en unión fiel con todo el pueblo de Dios y con todas las cosas sagradas. Por esta razón no se debe ver a los ministros litúrgicos haciendo cosas dentro de la liturgia que no se les ve haciendo fuera de ella.”10
O sea, su servicio como ministro dentro de la liturgia debe hacer visible la misma fe y el mismo amor que manifiesta fuera de la liturgia. Entregarse generosamente, como se entregó Cristo hasta la muerte, tiene que caracterizar su vida interior igual que exterior, dentro y fuera de la liturgia. San Agustín, les exhortaba a sus oyentes a entregarse de este modo cuando alababa a San Lorenzo, diácono y mártir, que administraba el cáliz de la San- gre de Cristo: “Al igual que él había participado en el don de si mismo en la mesa del Señor, él se preparó a ofrecer ese don. En su vida él amó a Cristo y en su muerte él siguió sus pasos.”11 De igual manera, su amor por Cristo presente en la Eucaristía y en su pueblo hará que el pan y el vino que ofrece a otros sean signos auténticos del amor sacrificado de Cristo y del suyo. El pan y el vino que usted les sirve a otros serán señales visibles del amor que mana del corazón de Cristo y del suyo.
“Entonces, si quiere comprender el cuerpo de Cristo,” dice San Agustín, “hay que recordar lo que dice el Apóstol en 1 Cor 12:27: ‘Ustedes son el cuerpo de Cristo, y cada uno en particu- lar es parte de él.’ Entonces, si ustedes son el cuerpo de Cristo y miembros de él, es su propio misterio lo que se está presentando en el altar del Señor; es su propio misterio lo que reciben. . . . Dicen ‘Amén’ a lo que son, y al decir ‘Amén’ lo confirman porque oyen las palabras, ‘el cuerpo de Cristo,’ y responden ‘Amén.’ Que sean, entonces, miembros del cuerpo de Cristo para que su ‘Amén’ sea auténtico.”12 Como ministerios espe- ciales de la Eucaristía, se unen con sus hermanos y hermanas al decir “Amén” a Cristo cuando lo reciban en la Eucaristía; tam- bién ustedes guían a sus hermanos y hermanas, por medio del “Amén,” a hacer un acto de fe personal en Cristo presente en la
Ser y dar el Cuerpo de Cristo: Una vida de ministerio 5
6 El Ministerio de la Comunión
Eucaristía y en ellos mismos. Deje que su “Amén” aceptando ser miembro del Cuerpo de Cristo sea verdadero, para que de esta forma pueda ayudar a que el “Amén” de los otros, acep- tando ser miembros del Cuerpo de Cristo también, sea autén- tico y verdadero. Los obispos de los Estados Unidos nos llaman a este verdadero “Amén” en su publicación Compromiso Cris- tiano: los ministerios litúrgicos, “Para mostrar maneras diferen- tes de vivir la vida de fe inaugurada en el bautismo . . . tienen que tener una fe renovada en vista de la nueva responsabilidad que la comunidad le da al individuo. Estos momentos de dedi- cación personal exigen reflexión, oración y discernimiento para que cada decisión en adelante sea tomada como una respuesta sincera a la llamada de Dios.”13