El Lugar de Los Padres en El Psicoanálisis de Niños (Sigal de Rosenberg) Pp. 19-49

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    EL LUGAR DE LOS PADRESEN EL PSICOANÁLISIS DE NIÑO S

    N M R ÍS I G L D E R O S E N B E R G om pil dor

    SILVIB L E I C H M RÍ

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    La constitución

    del sujetoy el lugar de los padresen el psicoanálisis de niños

    A N A M A R ÍA S IG A L D E R O S E N B E R G

    Hans dice: "Por qué no pasas el dedo ahí?"Mamá: "Porque es una porquería"

    Hans: "¿Qué es? ¿Una porquería? Y, ¿por qué?"Mamá: "Porque es indecente"Hans (riendo): "¡Pero gusta "*

    "L o que cuenta en un camino, lo que cuenta en una línea,nunca es ni el principio ni el fin; siempre es el medio".

    C . P A R N E T

    L i t d i t t tít l

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    lugar de analistas. Estamos demandados por los adultos aresolver situaciones, síntomas, angustias que en muchasocasiones, preocupan más a los profesores, a los padres, alos médicos de lo que realmente preocupan al niño. A l mismotiempo, si no abrimos un espacio de escucha para los adul-tos, el análisis del niño se torna imposible. Esto nos confron-ta con dos problemas fundamentales: el de la demanda(¿quién demanda análisis?) y el del síntoma. Tomaré funda-mentalmente la segunda vertiente, ya que frecuentementeel síntoma implica a los otros.

    La Formación Subjetiva y la Historia Patógena.E l Lugar d e l Síntoma

    L os niños acostumbran hacer síntomas en aquellos luga-res que resultan insoportables para sus padres.Frecuentemente los síntomas están dirigidos a ellos, porque

    es la manera de hacerse oír. El síntoma aparece en sustitu-ción de un deseo reprimido y puede ser utilizado inconscien-temente por los padres para pedir análisis. También puedeaparecer en el lugar de algo que quedó bloqueado en el des-envolvimiento de sus relaciones inconscientes con sus pro-pios padres. Los hijos, en muchos momentos, reactualizanconflictos reprimidos de sus padres pero, al mismo tiempo,el síntoma es una solución de compromiso entre la realiza-ción del deseo inconsciente y lo insoportable que es para elyo tolerar esta realización. En el caso del niño, la realiza-ción del deseo inconsciente que pulsa por satifascerse está

    bloqueada por un yo que intenta satisfacer el deseo de lospadres. Frente a la pérdida del amor, el niño se reprime parasatisfacer al otro.

    L a metapsicología se complica. Existe, en el caso de lainfancia, una sobreposición o superposición, entre la diná-mica psíquica del niño y la de sus progenitores. Dicho deotra forma, se confunde, por momentos, en la formación deosta subjetividad el deseo inconsciente del infans con el desus padres; el S uperyó de uno con el de otro, la función yoica

    de la madre con las posibilidades del niño, perdiéndose así,una clara definición entre el adentro y el afuera. Esto haceque en muchos momentos nos preguntemos: ¿D e qué deseose trata; el Superyó de quién está en acción? ¿Estamos fren-te a una instancia interna que impone la represión o de unainstancia externa que imprime una prohibición? ¿Se trata

    del Superyó del niño o del paterno que actúa por identifica-ción? Lo que estoy queriendo resaltar es que, en este psi-quismo en formación, los determinantes de orden interno oexterno, o sea, tanto aquellos propios de la constitución delpsiquismo cuanto los del mundo deseante del otro, están per-manentemente, como ya lo he dicho, mostrándonos espejis-mos, proponiéndonos trampas.

    Como analistas, nos proponemos mantenernos en unlugar que permita servir a las transferencias de las pulsio-nes del pasado para permitir que resurja lo reprimido, quees lo que está causando los problemas actuales. Recordemostambién que, como analistas de niños, no sólo estamos alservicio de la transferencia, sino que también, somos testi-monios de todo aquello que aparece y que marca la psiquede sujetos en formación. Presenciamos la aparición de aque-llos elementos que aún no tuvieron curso en su desenvolvi-miento. Esta doble inserción nos remite a la vieja discusiónde las controversials donde A na Freud y Melanie Klein dis-cuten al respecto de la transferencia y la experiencia actualen la infancia1.

    Esta tarea de sostener la transferencia, trabajar lo repri-mido y, al mismo tiempo, acompañar el surgimiento de laformación de esta subjetividad, nos obliga a una reflexiónconstante y a la búsqueda de nuevas teorizaciones y nuevoscaminos clínicos.

    Otra cuestión que me gustaría tratar, porque despiertapolémica entre los psicoanalistas de niños, se refiere al lugarque la teoría del desarrollo ocupa en el psicoanálisis y que, ami entender, nos remite a la cuestión de: co n niños o de niños.

    Pienso que todos concordamos que lo que interesa al psi-coanálisis es lo infantil o, para ser más precisa, lo sexual

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    L o infantil se refiere al inconsciente y, en cuanto tal, esatemporal. Pero, si este inconsciente es igual tanto para elniño cuanto para el adulto: ¿por qué aceptar cambios técni-cos en el análisis con niños? Esta es una pregunta que amenudo

    se hacen algunos analistas de niños. Es aquí dondela teoría del síntoma, del conflicto y de la función de Yo ven-drá en nuestro auxilio.

    El inconsciente es atemporal pero el Yo, tanto en su cons-titución como en su función, no lo es. Me estoy refiriendo eneste caso al Yo en cuanto campo de conciencia y a la relaciónde éste con el sistema preconciente/conciente, especialmen-te a la estrecha relación que ésta guarda con la percepcióny el movimiento.

    Debemos decir sin embargo, que sí hace diferencia laaparición de un síntoma en un niño que tenga ocho años u

    ocho meses. Por ejemplo, la incontinencia esfinteriana no cons-tituye síntoma hasta determinada edad. Se espera que unniño no controle a los ocho meses, entonces si los padres nostraen esto como síntoma, esto es evidentemente un síntomade ellos, de sus exigencias, de sus problemas con la analidad.Por lo tanto, es importante saber la edad de un niño parasaber si una queja se constituye o no en síntoma. Si un niñotiene dificultades para escribir a los tres años, jamás enca-raremos esto como un síntoma, pensaremos más en que es loque la madre le pide a ese niño y no en la dificultad del niño.Esto nos hará pensar que existe un conflicto desplazado deesa madre y que nos está hablando de su imposibilidad. Lafalta de motricidad fina en los niños de esta edad es espera-da, por lo tanto, que no escriba, no constituye un síntoma.

    Fácilmente se interpretan como síntomas, manifestacio-nes que son relativas a la conducta, porque se olvida quepara que se constituya como tal, debe aparecer el conflictoentre instancias. Es siempre una satisfacción pulsional norealizada debido al proceso de represión, lo que tiene conse-cuencias sobre la realidad y a su vez, influye sobre el sínto-

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    ma. Un psicoanalista que trabaja con niños y que no tengaun profundo conocimiento de la psicología evolutiva, correel riesgo de cometer serios errores en su comprensión clíni-ca, aunque su trabajo concierna a las fantasías, al imagina-rio, a lo simbólico, valiéndose de la transferencia como méto-do de conocimiento del inconsciente. No investigamos un

    inconsciente en abstracto. Investigamos el inconsciente enun sujeto singular, en relación a su neurosis, una vez esta-blecido el conflicto psíquico que da origen al síntoma.

    El niño crea, al mismo tiempo, la historia de su neurosis yla de su constitución subjetiva. En ambas juega un papel fun-damental, lo que le llega del campo del otro como la RepresiónPrimaria, los Fantasmas Originarios y la Represión Secundaria.Es por esto que pienso que no podemos pensar en términos deun límite dentro/fuera y si trabajar permanentemente la dia-léctica de lo inter/intra-subjetiva, tanto en la formación de lasubjetividad como en la formación de síntomas. Entiendo que

    es este el momento actual del psicoanálisis.El Lugar de la Teoría

    Freud abre el camino para que se desarrollen diferenteslecturas. Esto da origen a teorías tan opuestas, como lo son lade Melanie Klein y la de Lacan que, cada uno haciendo su lec-tura, han originado clínicas tan diversas. Para definir el lugarde los padres en el tratamiento psicoanalítico de niños, tantocomo en la formación de su subjetividad, los conceptos teóri-co/clínicos empleados serán determinantes. Es por esto quepara entrar en nuestra problemática, fue necesario enunciaralgunos conceptos de Freud en relación al conflicto y será pre-ciso aún, desenvolver otros conceptos teóricos. Para hablar declínica y de la forma en la cual los padres entran en el trata-miento, es necesario hablar de teoría. No es que la teoría secoloque entre el paciente y el analista, por el contrario, la teo-ría se debe olvidar en el encuentro clínico. Sin embargo, si lapráctica no es referida a un nivel teórico, el analista acaba prio-rizando la intuición y no puede reflexionar sobre su trabajo.

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    En verdad no existe diferencia entre teoría y práctica: ambasestán soldadas. El ejercicio de la clínica permite impulsar lateoría y ésta, a su vez, determina el enriquecimiento de la clí-nica. En las palabras de Laplanche, deberíamos referirnos ala teorética, que es el lugar donde la teoría se hace clínica.

    A diferencia del adulto, el niño es una cría que depende,por largos años, de cuidados especiales, tanto en relación asus necesidades materiales, como en la dependencia de amor.Esto lo lleva a someterse y adecuarse a los deseos y presio-nes del otro. No es posible omitir el papel de los adultos enel transcurso del proceso de una cura, ya que éstos no entransólo en el nivel del mundo fantasmático, el respeto de loshorarios, la interrupción del tratamiento o la mudanza delanalista. La cura de un adulto representa una diferenciafundamental: el tratamiento se va a garantizar a través deltrabajo en el campo de sus fantasmas.

    N o obstante, en el análisis de un niño debemos pregun-tarnos cómo entran los fantasmas parentales en la conduc-ción de esta cura y cómo trabajar con las resistencias y losconflictos de los padres que muchas veces son las causan-tes de la interrupción del tratamiento. El desplazamientode los síntomas parentales actuados en los niños no puedenser interpretados a éstos, sino a los padres. En caso contra-rio, aparecen en los niños serias dificultades en la transfe-rencia. Si el analista no está atento a esta escucha y se niegaa abrir un espacio para que el inconsciente de los padressea oído, se corre el riesgo de quedar sordo al habla del niño.

    Escuchar el inconsciente significa también permitir unare-simbolización del lugar que el niño y el síntoma ocupanen la historia de los padres y en la subjetividad del niño. Enel curso de un tratamiento, podemos ver como un niño sedebate, por momentos, para salir de un cierto lugar que lefue destinado y vemos también como el tratamiento se para-liza y el niño deja de asociar cuando aparece la amenaza deproducir algún cambio que funcione como ataque a suspadres.

    Recuerdo, en ese sentido, el caso de Adriana, una niña

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    de nueve años que sufría de serias dificultades de aprendi-zaje. Era hija de una madre separada que no podía saber alrespecto de su propia sexualidad. Adriana, en su ignoran-cia, le garantiza a la madre ese desconocimiento. Cuando,como resultado del análisis, Adriana comienza a aprender,la mamá se enferma. La niña deja de frecuentar el serviciodonde se trataba, deja de ir a la escuela y reaparecen susdificultades de aprendizaje. Al volver al tratamiento ya noquiere más hablar conmigo, le pregunto por qué y ella res-ponde que no quiere saber de qué se trata. Le pregunto: ¿D equé se trata quién? , ya que cuando alguien se trata, es por-que está enfermo. Lo que era difícil saber era de qué sufríala madre verdaderamente y cuál era el origen de su enferme-dad. Le sugiero que quizás, ella tiene dificultad de hablarconmigo sobre lo que ocurre a su madre, pero que sería buenosi se lo pudiese preguntar a ella. Acepta mi sugestión y marcoun encuentro con las dos porque me parece que es el momen-

    to para que conversen. La primera pregunta que Adriana lehace a su madre es ¿Por qué nunca tuviste novio despuésqu e papá te abandonó?

    La madre le dice que ella no puede saber de eso y es apartir de aquí, que se proponen una serie de encuentros enlos cuales se habla de lo que Adriana puede saber y tambiénde lo que la madre no sabe de sí misma.

    Estos encuentros acaban con un pedido de análisis de lamadre que se enfrenta con sus propias dificultades de ordenpsíquico, ya no más desplazadas al cuerpo. Adriana, a su vez,se permite pensar qué le pasó a ella con la salida de su papá

    y comienza a saber de los conflictos de su sexualidad. Entiendoque si eso no se hubiese procesado conjuntamente, el análi-sis de Adriana correría peligro, ya que el tiempo que hubié-semos necesitado para abordar estas cuestiones hubiese sidomucho mayor y quizás, no hubiese sido posible superar lasresistencias que la amenazaban constantemente. Espero quehaya quedado claro que el síndrome de Adriana, imposibili-dad de saber, se constituye en función de su propio imagina-rio y de acuerdo con sus series complementarias.

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    S in embargo, hay un punto en el cual su Edipo se anudacon el de su madre. Quiero resaltar que una de mis ideascentrales es que el inconsciente materno le presta pedazosde representación, partes de fantasmas, palabras oídas quele permiten estructurar las representaciones que irán a for-mar su propio imaginario. E l niño estructura su propio mundopsíquico apropiándose y transformando lo que la madre leimprime como seducción imaginaria. N o es el análisis de lamadre de Adriana lo que resolverá el síntoma de la niña, esnecesario que esto se procese en el análisis del niño, si bienla falta de intervención precisa a nivel de l fantasma de losadultos, puede ser el motivo de la interrupción de la cura.E l análisis de cada una de ellas no impide que se aprovechela riqueza de un espacio de entrecruzamiento de las dos sub-jetividades que se hace presente en la transferencia frentea una escucha analítica.

    Quién sabe este fragmento clínico les diga algo más defi-nido de mi propuesta. E l tratamiento es del niño, es con élcon quien fundamentalmente trabajamos. N o obstante, sonlos padres, o uno de ellos, los que pueden entrar en el exac-to momento en que, debido al peso que lo ínter-subjetivotiene en la formación de l síntoma o en la estructuración dela neurosis, se hace necesario que algo también se modifi-que en el inconsciente de los progenitores o en su relación.A l incluirlos en la sesión, se piensa en introducir un efectoanalítico que permite la continuación del análisis del niño.

    Una clínica en movimiento

    E n relación al tema que nos preocupa, podría reconocertres momentos definidos en mi clínica con niños.

    E n un primer momento así como todos los analistas demi generación en Argentina, tuve un a formación kleiniana.En esa época, los padres eran mantenidos lejos del trata-miento. S e consideraban los encuentros con ellos como unainvasión al espacio psíquico del niño, pues estaría con estoaumentando las ansiedades paranoides y se estaba violan-

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    do la Ley de la abstinencia que se le pide a cualquier ana-lista. También en esa época, se ponían candados para cerrarlas cajas de juegos, negando e l aspecto simbólico y garanti-/ando que la inviolabilidad del material dependía de un real,como si el sigilo, o la violación del mismo, no dependiese delinundo fantasmático. L o que quiero decir con esto, a la luzd( las nuevas teorizaciones, es que el hecho de encontrarseo n o, en realidad, con esos padres, no impide que se trabajecon los productos de l inconsciente. Candado mediante, elniño puede creer qu e otros jugaron con su caja, aunque nohayamos conversado con sus padres, el niño puede estarseguro de que esto ocurrió.

    E n aquella época, todo era del orden del mundo interno,por lo tanto, la realidad y los padres no contaban, a no sercuando se trataba de la cuestión del dinero, donde no se veíanproblemas de encontrarse para discutir los honorarios. Sepensaba que analizando al niño y produciendo cambios en

    él, toda la constelación familiar se revertiría. Se recomen-daba un encuentro con los padres una vez por año y, siendomenos ortodoxos, dos. Se negaban las transferencias de lospadres con el analista y se instauraba una lucha entre lospadres y el analista, cuando ellos querían saber o participarde lo que ocurría en el tratamiento de sus hijos.

    En un segundo momento se me impuso una preocupacióncon la multiplicidad de transferencias que circulan en el espa-cio clínico del tratamiento. Percibí que éstas tenían una impor-tancia fundamental en la conducción del análisis. Es aquídonde se inicia lo que llamo segundo momento: los padrescomienzan a tener entrevistas más frecuentes, en vista a laapertura de un espacio de interpretación de este interjuegotransferencial, fundamental en la conducción de la cura. Yano me proponía interpretar a los padres en aquello que afec-taba directamente, sus relaciones inconscientes con los niños.Encontraba a los padres con la finalidad de trabajar sus resis-tencias, dificultades para pagar los honorarios, celos en rela-ción al analista, faltas reiteradas, atrasos, en fin, todo lo quetuviese que ver con el tratamiento. D e ninguna manera, en

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    esa época, ellos entraban como parte de la cadena interpre-tativa en la cual su inconsciente estuviese relacionado al sín-toma del niño. Esto marca una posición diferente a lo que seráadoptada en lo que llamaré tercer momento.

    En esa época, cuestioné seriamente algunas propuestasde la teoría kleiniana. El estudio de Lacan, Laplanche,Mannoni, Fiera Aulagnier, Winnicott y otros autores, comen-zaron a darme respuestas que la teoría kleiniana no me pro-porcionaban. Sin embargo, ninguna teoría respondía en sutotalidad a los desafíos que la clínica de niños me proponía.

    Una cosa se hizo evidente: las diferentes modalidadestécnicas correspondían y corresponden a las formas por lasque se comprenden la formación de la subjetividad. Cadateoría proporciona un modelo de trabajo que se desprendede la forma en que se entienda la manera de devenir suje-to. Esto nos remite a la vieja discusión de que no existe unateoría de la técnica. Es por esto que la conceptualización teó-

    rica es la que va a respaldar, guiar o estar por detrás de laforma en que cada psicoanalista realice la clínica. Eleccionestales como número de frecuencia de las sesiones, trabajar ono con los padres, interpretar, cortar, usar tiempo lógico oanalizar la transferencia no depende de ninguna receta deuna teoría de la técnica, y si de la conceptualización teóri-ca, concepción de aparato psíquico, pulsión, transferencia,que sostiene nuestro quehacer.

    Comprendí entonces, que en cada una de esas teoríassubyacía una concepción de subjetividad. Podríamos decirque en Melanie Klein al principio era la fantasía, en Winnicott

    la función materna y en Lacan, el Otro.Del Sujeto Constituido a la Constitución del Sujeto

    Me parece interesante esbozar dos teorías sobre la forma-ción del sujeto para llegar a la cuestión clínica que nos intere-sa. Llamaré a este recorrido Del sujeto constituido a la consti-tución del sujeto, para resumir así los dos polos de la cuestión.D e Melanie Klein a Lacan, recorremos un continuo que colo- 8

    cu a cada uno de ellos en el polo opuesto. Me interesaría tra-I u r otras teorías intermedias pero como este espacio es brevepura desarrollar esta extensa teoría, opto entonces por abor-dar los dos polos opuestos, presentando algunos eslabones quenos permitirán apropiarnos de los aspectos intermediarios yque servirán para fundamentar mi posición en relación a lospadres, el tratamiento y la formación de la subjetividad.

    Una espiral dialéctica

    L a teoría kleiniana nos presenta un aparato psíquico cons-Utuido. Inconciente desde los orígenes. Este inconciente sobre > cual teoriza, es formado por fantasías que no son nada másque los representantes mentales de los instintos —instintosde vida y de muerte—, marcados por lo innato, biológicamen-te determinados. Se trata de un inconciente que trae conjun-tamente un Yo incipiente que es producto de las primeras

    identificaciones proyectivas o introyectivas, articulador demecanismos defensivos como la disociación, la proyección, lanegación y la omnipotencia que se ponen enjuego frente a laangustia del bebé y que emergen como producto del miedo alaniquilamiento. La angustia lidera el proceso y es el motordel desenvolvimiento psíquico. Ella amenaza el pequeño serdesde sus comienzos y va constituyendo una tópica donde Yo,Superyó y Ello se organizan desde un principio. Es por estoque digo D el sujeto constituido . Me refiero a esta tópicadefendida por Melanie Klein, que nos presenta un sujeto fun-cionando en su subjetividad y con un aparato psíquico, aun-que rudimentario, funcionando desde los orígenes, a partirde un interjuego de proyecciones e introyecciones y, confor-mando de este modo, la constitución del aparato psíquico. N o hay impulso, ni necesidad o respuesta instintiva que nosea vivida como fantasía inconciente dice Susan Isaacs. Lafantasía es (en primera instancia) el corolario mental, el repre-sentante psíquico del instinto . La s fantasías son el conteni-do primario de los procesos mentales inconcientes (...). Va afinalizar diciendo que las palabras introducen un elemento

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    extraño a la fantasía y pertenece a fases ulteriores del des-arrollo y al pre-conciente. Esto está citado en el texto Naturaleza y Función de la F antasía 2', donde el lenguaje espuesto como algo extraño al inconciente.

    Veamos pues lo que nos dice Lacan en el Texto Posicióndel Inconciente presentado en el Congreso de Bonneval (reto-mada de 1960 a 1964). Se refiere al lenguaje como constitu-yendo lo inconciente con sus leyes. Afirma que la presenciadel inconciente, por situar-se en el lugar del Otro, debe serbuscada en todo discurso, en su enunciación, pero rechazaque el sujeto del deseo se sepa efecto de palabra, lo que éles, por no ser otra cosa, sino el deseo del Otro.

    Mannoni nos dice, continuando esta línea, que son laspalabras y no los hechos, los que producen las marcas psí-quicas. Será fácil entonces imaginar, ya en este momento,qué implicancias pueden tener estas divergencias en rela-ción a la práctica clínica. En tanto uno encuentra el lengua-je como extraño al inconciente, el otro dice que ésta es la con-dición de su constitución.

    Continuando con Melanie Klein veremos que el trabajo clí-nico se dirigirá, fundamentalmente, a los contenidos de la fan-tasía. El lenguaje será la forma a través de la cual se expresa-rá la fantasía. Entonces, no es para el lapsus, el acto fallido oel relato del sueño al que el analista volverá su escucha, sinopara el contenido fantasmático de aquello que se está expre-sando. Lo que un analista kleiniano tratará de ver en un sueño,es lo que está representando en esa escena fantasmática, inde-pendientemente de la forma en que el relato sea hecho.

    Citaré un ejemplo que aparece en uno de los trabajos deMelanie Klein. Trátase de un párrafo extraído de la tercerasesión del caso Richard, que se encuentra en Psicoanálisisde un Niño 3: Melanie Klein interpreta qu e Bobby es él: esel que quiere se r independiente y tener una m ujer e hijos, por-qu e de esta manera, no sentiría frustración, odio ni culpa.

    Richard se refiere entonces al día más feliz de l año: fueun día en el cual estuvo patinando en trineo en la nieve. Endicha ocasión, unos amigos qu e estaban co n ellos se dieron

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    un golpe tal que el marido se hizo un corte en la nariz y sumujer se le cayó encima. También Richard se cayó del trineo,¡ r o no se hizo daño y todo resultó muy divertido.

    Melanie Klein sugiere que la pareja accidentada repre-sentaba a sus padres. Justo al terminar ella d e interpretarlos impulsos hostiles q ue siente hacia éstos, particularmen-te en cuanto a sus relaciones sexuales. El ha recordado elaccidente y lo ha hecho as í porque éste representa dicha vidasexual. P or ello se siente culpable de él, aunque no resulta-m grave después de todo. E l hombre con la nariz herida quele hizo divertirse representa el genital de l papá, dañado ta lcomo desea verlo. Sin embargo, al no pasar nada grave,Richard puede divertirse y ahora siente que fue u n día feliz .

    Vemos a Melanie Klein atribuyéndole significado a laspalabras de Richard; ella traduce el lenguaje del inconcien-te. El mundo fantasmático del niño es proyectado en un movi-miento centrífugo, tiñiendo la realidad, recubriendo el obje-to con fantasías resultantes del juego de la pulsión de viday de muerte, proceso éste que determinará la constelacióndel Edipo precoz. El equilibrio y la fuerza de estos instintosson dados por condiciones constitucionales del sujeto frenteal mundo. El sujeto biológico está en continuidad directa conel sujeto de la fantasía.

    Esta biologización e innatismo al que apela la teoría klei-niana, así como su modalidad interpretativa de atribuciónde sentidos, me lleva a buscar, en otros sistemas de pensa-miento, respuestas más satisfactorias. La riqueza kleinia-na es un arma valiosísima para comprender el mundo ima-

    ginario del niño, pero no agota y, por momentos, distorsio-na, la complejidad de la clínica. Hay un uso que puede serhecho de algunos conceptos teóricos, pero sólo trabajando enel interior de la teoría tanto como los entrecruzamientosentre ellas es que podemos ir aproximándonos a las respues-tas que ningún sistema como un todo nos ofrece.

    Retornando a las cuestiones kleinianas, nos pregunta-mos cómo incluir, según esta teoría, la historia del sujeto.Cómo opera en la formación de la fantasía el mundo psíqui-

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    co donde el niño se encuentra incluido. ¿Los fantasmas delos padres producen algún efecto en la producción de la nuevasubjetividad? Quizás, a través de la biologización, MelanieKlein propone una salida para el impasse que la teoría freu-diana nos coloca en relación a la problemática de la repre-sión primaria y de las fantasías originarias, filogenética-mente heredadas. ¿De qué modo la función materna operaen el mundo fantasmático del niño?

    Sabemos que Melanie Klein habla de Instinct o esque-mas de acción preformados biológicamente y no pone el acen-to en el concepto de pulsión (trieb). El objeto de la pulsiónkleiniana es un objeto fijo —el pecho— y no un objeto con-tingente como el objeto de pulsión requiere. Al colocar todoel peso de la constitución subjetiva en el polo intra-psíquicoy en lo innato, está privándose de la posibilidad de compren-der el papel del Otro en la fundación del inconciente y en laestructuración de la fantasía.

    Es a partir de aquí que podríamos entender cuál es elpapel que juegan los padres a lo largo de un análisis klei-niano, si la fantasía es resultado de una concepción endo-biológica. ¿Para qué entonces, proponer el encuentro del niñocon los padres que posibilitaría que el paciente reconozca, através del discurso de éstos, los restos sobre los cuales arti-culó sus fantasmas? También sería inútil querer que lospadres encuentren su propia historia proyectada en el dis-curso verbal o lúdico del niño.

    Partiendo ahora para el polo opuesto, haré algunas refle-xiones sobre el pensamiento de los autores que tienen una larga

    trayectoria en el análisis de niños, basándome en la teoría laca-niana, tales como: Mannoni, Dolto y Rosine Lefort. Estamosfrente a otra concepción sobre la formación del sujeto. El acen-to está colocado, por estos autores, en el polo Ínter-subjetivo.La fundación de la subjetividad adviene del campo del Otro. Loque trataré de demostrar, adelantando más mi posición, es queexiste en la formación del sujeto procesos de fundación queadvienen del campo del Otro entrelazados y anudados con pro-cesos que recorren formaciones intra-psíquicas.

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    Fiera Aulagnier tiene un trabajo consistente donde busca,a partir de su alejamiento en relación a ciertas ideas de Lacan,encontrarlos elementos intra-psíquicos que tienen importan-cia en la formación de la subjetividad. Es en el desenvolvimien-to del concepto de "Originario" donde ella explica esta cone-xión. Este concepto será retomado oportunamente en este texto.

    )tro espiral dialéctico

    Tomando como punto de partida que la formación de lasubjetividad deviene del campo del otro, tenemos tanto aMannoni como a Dolto sustentando una posición que colocael síntoma del niño como un desplazamiento de los conflic-tos de sexualidad en los padres. Es en este discurso sobre lasexualidad de los padres que se encontrará la respuestadeterminante del síntoma del niño. La pregunta que estosuscita es que, siendo así, de qué modo la fantasía del niñoadquiere características de singularidad.

    Para Mannoni, es el discurso de la madre el que da larazón del inconciente del niño y ofrece una respuesta para lacomprensión del síntoma. El infans viene a ocupar un lugarque ya está marcado por el deseo del Otro, lugar de aquelloque completa la madre en su deseo narcisista. Es así que elbebé se aliena en la imagen de un Otro, su demanda pasa aser ser deseado por el Otro o tener e l deseo del Otro como s udeseó . Esto instala una relación dual, especular, imaginaria(Lacan la describe como la fase del espejo), donde el niño sufreuna dependencia total en su demanda por el amor de la madre.El niño está fascinado, capturado por esta mirada, con lamadre se identifica y por ella se aliena. La interdicción pater-na y la entrada en el lenguaje es lo que va a permitir al niñosalir del lugar de quien es hablado por la madre y así poderdesalienarse de esa demanda. Pero, como decíamos, en esteprimer momento él está alienado: él es el deseo de la madre.La madre crea la demanda en el niño y éste insiste en res-ponder a esta solicitación. La entrada del padre va a destruireste lugar imaginario donde el niño es el falo de la madre,

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    permitiéndole al infans salir de ese lugar mortífero (de serpara siempre el deseo del deseo de la madre) para poder cons-tituirse, es esta forma, en un sujeto deseante.

    A diferencia de lo que señalé en relación a Melanie Klein,cuando marqué un inconciente desde los orígenes, ahoraestamos hablando de un advenir sujeto, un poder ser dese-ante. Recordemos que Lacan dice que la condición de un suje-to depende del lugar que tiene en el otro y que es allí arti-culado como un discurso. Freud trató de definir la sintaxisde este discurso que, en momentos privilegiados sueños,lapsus, chistes) nos llegan del inconciente.

    Acompañando este breve recorrido, vemos, con claridad,como el sujeto a devenir está marcado por la subjetividad:es a partir del lugar que ocupa en el deseo de la madre deseoestructurado en función de la historia materna) y de la formaque el padre puede ejercer la doble castración tanto en lamadre como en el niño, que este sujeto se podrá constituir.Lacan insiste en que el significante, produciéndose en ellugar del Otro, hace surgir al objeto del ser, que todavía notiene palabra, al precio de ser coagulado. El otro es para elsujeto, lugar de su causa significante.

    S i en la teoría kleiniana no había espacio para el deseode los padres en el proceso de formación del sujeto del deseo,no consigo ver aquí, que lugar le resta a este sujeto que vaa devenir, para definir la singularidad de su historia.

    Estamos frente a un impasse de la teoría. De la mismamanera que la teoría kleiniana colocaba un obstáculo fren-te a las cuestiones que señalé cuál era el deseo de la madre,cuál el espacio en relación al que adviene el sujeto o aun,que influencia tienen ese deseo y ese espacio en la forma-ción de l mundo fantasmático del niño), ahora nos encontra-mos en la situación inversa, donde la constitución de l suje-to deseante dependa totalmente del deseo materno y de laposibilidad o imposibilidad del padre de ejercer la doble cas-tración. En este caso, la escena edípica estaría inscripta pre-viamente en la estructura.

    Sabemos cuáles marcas vienen del Otro pero, mi pregun-

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    ta es sobre las marcas que vienen desde el lugar del sujeto,si entre el discurso deseo de la madre) y la representacióninconciente del niño) hay pura continuidad o una simpleinteriorización. Esta última es una cuestión tomada deI-aplanche que, a partir de su ruptura con Lacan, comienzaa cuestionar la legalidad de l discurso materno en la funda-ción de l inconciente del niño.K l espacio de la clínica o el interjuego de los helicoides

    Es necesario trabajar estas teorías internamente parapoder percibir, como ya lo hacen otros autores, que en ambasencontramos interesantes aportes que pueden ser compren-didos a la luz de nuevas inter-relaciones teóricas. Según meparece, ésto no representa una postura ecléctica y sí la posi-bilidad de superar dogmatismos sin elegir ningún maestroque se sitúe en el lugar de la verdad absoluta.

    Las espirales se cruzan

    Laplanche, en el Coloquio de Bonneval de 1959, comien-/a a marcar sus diferencias en relación a Lacan y al respec-to de la concepción estructuralista de l inconciente estruc-turado como lenguaje donde e l inconciente aparece comopura legalidad o combinatoria de significantes), propone unnuevo concepto: metábola . Para él existen entrecruzamien-t.os en el proceso de constitución de l aparato psíquico que

    son el resultado de los factores que surgen de lo intrapsí-(|uico y de lo que al niño le viene del campo del O/otro. E linconciente es el resultado de un extraño metabolismo, qu eimplica la descomposición y la recomposición. E l deseo dela madre incide en el campo del niño de l mismo modo que n rayo de luz incide en el agua: éste al incidir en un medionuevo, sufre una refracción y se m odifica. Para Laplanche,lo que va a fundar la base del inconciente es un resto nometabolizado. Siendo así, no habría continuidad o pura lega-lidad de l discurso materno pero sí un proceso que se produ-

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    ce en un medio que deja marcas tanto en el psiquismo comoen el cuerpo del niño.

    Dice L aplanche en su texto El inconciente y el ello *: eldeseo de la madre está presente en la manera en que se ocupadel niño; pero este deseo no está allí develado, sino vehicu li-zado y oculto a la vez en los cuidados, las maniobras, lasatenciones, las actitudes. D e manera más esquemática, estásimbolizado por el pecho, o al menos será retomado en elinconciente en la forma de cierto número de elementos repre-sentativos, como lo es el pecho. Pueden ver ustedes en quésentido es demasiado fácil y se va demasiado rápido cuan-do se dice que el inconciente es el discurso del otro . El incon-ciente de l niño no es directamente el discurso del otro, ni tam-poco el deseo del otro. Entre el compo rtamiento significante,cargado de sexualidad (lo que se pretende olvidar), entre estecomportamiento-discurso-deseo de la madre y la representa-ción inconciente de l sujeto, no hay c ontinuidad ni tampocopura y simple interiorización; el niño no interioriza e l deseode la madre. El no conoce e l fantasma materno, (...) el niñono se desliza del mismo modo en el fantasma parental. Entreestos do s fenómenos de sentido (empleo aquí el término ensu acepción más amplia) qu e son, por un lado, el comporta-miento significativo del adulto y especialmente de la madre,y el inconciente en vías de c onstitución, de l niño, hay unmomento esencial que se debe llamar de descualificación .El inconciente no es el discurso-deseo del otro, es el resulta-do de un metabolismo extraño que, como todo metabolismo,lleva consigo decomposición y recomposición; y no por nadahablamos aquí, frecuentemente, de incorporación, porque laincorporación se asemeja a su modelo metabólico más de loqu e piensa habitualmente. En la incorporación existe, delmismo modo, esta decomposición-recomposición. (...) El men-saje descualificado no vehiculiza nada, salvo s u energía .Esta energía será incorporada ligándose a nuevas represen-taciones/cosas, haciendo explotar la estructura de significa-ción codificada que existe en el adulto y demoliéndola paracomponer nuevos fantasmas.

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    ( om prendiendo de esta manera el fenómeno, veríamosque la energía descualificada que penetra en el su jeto, some-I leudólo a una excitación momentánea y no elaborada, es aM U ve/, la que propiciará elaboraciones y simbolizacionesI >interiores.

    Si se rompe la dicotomía endógena/exógena en la consti-I ución de la subjetividad y en la constitución neurótica, tam-I M Ó I I se debe acabar esta dicotomía estricta que se perfila eni l espacio de la cura, entre un "dentro" de la relación con elnmo y un "fuera" de la relación con los padres. Excelentesoportunidades son perdidas por no permitirse que ciertosliuitasmas sean recuperados y elaborados en el espacio tran-M i c io n a lsiguiendo la referencia winn icottiana, que la trans-ferencia nos ofrece.

    Otra tentativa importante hecha en el sentido de enten-der la constitución de la subjetividad como resultado de unproceso comp lejo que se estructura a partir de ese interjue-K O intra e Ínter-subjetivo es hecho por Fiera A ulagnier enH U libro La Violencia de la Interpretación . De la mismamanera que Lacan trae una nueva topología en relación alo Imaginario, lo S imbólico y lo R eal, Fiera Aulagnier abreuna nueva tópica, refiriéndose a lo Originario, Primario ySecundario. Lo O riginario corresponde a aquello que la psi-que toma prestado del modelo corporal, aquello que elladenomina pictograma y que ya constituiría un nivel de repre-sentación. En ese nivel encontramos un modelo de repre-sentación que aún no es significante y que deviene de unmodelo corporal que deja trazos en la psique. El pictogma hace una referencia a aquello que está representado.N o representa directamente, pero hace una alusión: asícomo el ideograma en la escritura oriental, contiene en sítrazos referentes a lo representado. El pictograma montaun originario que será aquello que la psique toma del mode-lo del cuerpo.

    Creo que esta posición recupera lo que Melanie Kleincoloca en relación a la fantasía como representación mentalde los instintos, por ejemplo, el modelo de chupar y escup

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    Continuando aún con Fiera Aulagnier, a lo Originario sele adhiere la prótesis del discurso materno. Este último haceparte de lo Secundario que al funcionar como una prótesispara el niño, — ya que ésta será hablada por la madre: Tútienes hambre , tú tienes frío — ejerce una violencia colocán-dole palabras que serán utilizadas por el niño en su procesode estructuración. Sin esta violencia primaria que funcionacomo andamio, no habrá posibilidad de formación subjetiva.

    A este originario del niño se le acopla como prótesis y nocomo continuidad, el discurso de la madre que es del ordende lo secundario, posibilitando así que se origine lo prima-rio. Este último será del orden de la fantasía, no tratándo-se más del orden de lo pictogramático y sin pertenecer aún,al orden de lo enunciado, como lo sería el discurso, elemen-to propio de lo Secundario.

    Estas ideas que vengo desarrollando me llevan cada vezmás a pensar que la madre pone en juego una sexualidadque introduce al bebé en su mundo sexualizado. Cuandoescribo su mundo sexualizado , me refiero tanto al de lamadre cuanto al del niño. Entiendo que entre ambos se creaun espacio erógeno compartido donde el infans metabolizay se apropia de aquello que la madre le deja como marca.Quiero resaltar a su vez, que también el niño deja una marcaen la sexualidad materna; el niño comienza a responder asu madre desde su propio fantasma que se va creando ytransformando. El niño tiene un papel pasivo apenas en losprimeros momentos. Después él seduce a su madre, porqueya no es sólo el falo que la completa. El niño representa parasu madre algo más que un brillo fálico: es una posesión espe-cial de su relación con un hombre, es la constatación de queno se trata de una creación partenogenética. Es aquello quepuede procrear apenas por el hecho de ser mujer, es algo quela reasegura y la marca en su diferencia sexual. Es tambiénel "algo más" de la condición femenina, no en cuanto reali-dad, mas sí como simple posibilidad.

    La madre sexualiza su hijo tanto como éste sexualiza asu madre. El pecho no es sólo un órgano de amamantamien-

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    ln , M i n o una zona erógena privilegiada. La forma en que será11 l inconciente e s productivo. Comienza aquí una nueva his-I n r i a para ambos, donde este encuentro no sólo resignifica,M I D O también significa.

    llc-encontrando el lugar

    Retomando la cuestión del lugar de los padres en el tra-ía miento, cuestión ésta que me llevó a teorizar sobre la for-mación de la subjetividad y del síntoma en el niño, vuelvoal tercer momento, o momento actual de mi clínica, dondemu propongo trabajar y hacer trabajar al paciente, sobre sudiscurso; discurso en donde las leyes de la condensación y eldesplazamiento expresan de la misma manera que en el sín-loma, los fantasmas que articulan el deseo. Complejo mundopsíquico que incluye al Otro en el sí mismo y que me llevapermanentemente a preguntar quién está hablando y dóndese origina este discurso.

    Dentro de esta propuesta, la idea es trabajar con el niño. espacio de la cura es del niño, pero en él pueden circular,sin reglas fijas, otros discursos que ayuden al paciente aencontrar caminos perdidos o a salir de momentos de para-lización, en los cuales entró porque perdió pedazos de su his-toria como sujeto deseante, pedazos éstos que permanecie-ron atados al discurso de alguno de sus padres.

    Esto no significa que todo síntoma sea un desplazamien-to de los conflictos parentales, mas delimita cuál es el espa-cio del niño en el tratamiento. Creo que existe un espacioque le es propio y en el cual se debe trabajar. El niño, entransferencia, puede rehacer la historia de su deseo y abo-lir las representaciones que se desplazan en los síntomas.Es en este campo que debemos trabajar. En determinados

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    momentos del proceso de cura, podemos encontrar una rocaque no es necesariamente la roca de la castración del niñoy si la castración o el Edipo de los padres que se actualizanen el propio niño. Esto impide, por una u otra razón, que eltratamiento avance. El niño repite y resiste. Los padres inte-rrumpen el tratamiento.

    Propongo, en ese sentido, escuchar al niño y su incon-ciente como siendo el sujeto del discurso y no como siendohablado por el Otro. E l síntoma no se origina siempre en eldiscurso de los padres, hay momentos en los cuales, por másque el niño elabore una fantasía, no le es posible salir de undeterminado lugar. Suele acontecer que este cambio sea unaamenaza grande por temor a la pérdida del amor maternoo por miedo a que algo catastrófico pueda ocurrir. Esto loinmoviliza en su posición sintomática.

    S i, en algún momento, percibimos que el niño en su para-lización no le es posible producir nuevas asociaciones, nodebemos insistir con la interpretación. Debemos preguntar-no s quién está hablando, dónde se origina este discurso yqué está ocurriendo que no puede ser procesado en el niño.

    E s preciso que los padres acepten los cambios de los niñospara que éstos puedan abandonar sus síntomas. Sin embar-go, si este cambio los amenaza en exceso, ellos no permitiránel progreso de la cura. Una posición diferente puede amena-zar severamente a cada uno de ellos en particular o a su rela-ción. Melanie Klein nos decía que ciertos cambios en el niñoproducían mudanzas en su medio. Ocurre que, en muchoscasos, esto no es así: a veces sobreestimamos la posibilidadque el resultado de este análisis pueda tener en su medio.

    Es por esto que sugerimos que cuando se crea necesario,se hagan intervenciones que permitan a los padres confron-tarse con sus deseos y represiones. Aveces juntos, otras sepa-rados, con el niño o sin él. No tenemos reglas, como nuncalas tenemos en el psicoanálisis. ¿Sabemos acaso, anticipa-damente, cuándo debemos interpretar en una sesión?Tampoco sabemos así, de forma programada, cuándo es nece-sario incluir otro discurso en el espacio de la cura de un niño.

    4

    Ksto irá surgiendo como consecuencia de una afinada escu- .>Hm analítica.

    Recuerdo el tratamiento de una niña, Paula, que frenten un comentario mío, respecto a la relación de su madre conM U padre, en relación a su posición, toma el teléfono duran-te la sesión, llama a su madre y dice que la analista queríaHaber lo que ella pensaba de su papá. L e muestro que ellaestaba trayendo a la madre a la sesión y que quizás queríahacerle algunas preguntas, en este espacio donde ella puedepensar y posicionarse de otro modo. L e sugiero que invite asu madre en las próximas sesiones. Se abre así un espacioque durará varios encuentros, en los cuales, ambas traba-ja n su relación con los hombres y la rivalidad que las enfren-ta . La madre necesitaba de la presencia de la analista paraenfrentarse y trabajar el miedo que la rivalidad de su hijale despertaba, porque ella, madre, había sido una hija muycompetitiva que acabó sometiéndose pasivamente a su madre,por miedo a ser destruida en la confrontación edipíca. A lanalista le fue posible escuchar que la niña recesitaba de lamadre en ese espacio. En la medida en que, en estos encuen-tros, pudieron ir elaborando parte de sus historias anuda-das, fue surgiendo en Paula el deseo de encontrarse con supadre, sin la presencia de la madre, aunque autorizada porella. Hasta este momento, este encuentro le provocaba unterror, que aparecía en sus sueños, como pesadillas y terro-res nocturnos. La entrada de estos padres por separado, ensu espacio analítico, las elaboraciones de la madre en rela-ción a su propia historia, el encuentro con su padre y el tra-bajo hecho entre ellos que les permitió, al mismo tiempoque incluir, excluir la niña de la pareja) facilitó la continua-ción de l análisis y permitió nuevas asociaciones que conti-nuaron, durante mucho tiempo, en un espacio individual.

    Cuando, por algún motivo, se encuentra en el análisis deun niño, una imposibilidad que es producto del desplaza-miento del síntoma de los padres, se debe trabajar con éstos,dentro del análisis del niño. No porque no sea posible tra-bajar con los padres simbólicos, o del fantasma, sino porque

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    en el encuentro, el discurso de ellos le permite encontrar res-tos tomados del imaginario de sus padres que fueron utili-zados para montar su propio fantasma.

    N o se puede mandar a los padres a analizarse como con-dición del análisis del niño; si estos precisan de análisis, lopercibirán y lo demandarán a partir de un proceso que se

    dispare en el

    proceso de

    tratamiento del

    niño.Por lo tanto, en este tercer momento, yo trabajo con elniño mientras sea posible pero, cuando, por algún motivoesto se torna imposible y, en mi experiencia clínica esto esmuy frecuente, trato de encontrar donde está el polo de impo-sibilidad. Independientemente del que sea, trato de incluir-lo en el tratamiento. Durante el desarrollo de un análisis,diversos polos de resistencia se pueden formar.

    Por más que se trate de alejar a los padres, la transfe-rencia de ellos opera y tiene que ser procesada en el trata-miento y no fuera de él. No me estoy refiriendo simplemen-te a la resistencia paterna o materna, sino también a la rela-ción que ese hijo con la sexualidad y el Edipo de los padres.

    En muchos casos, la interrupción brusca de un trata-miento ocurre por el desconocimiento que el analista tienede los efectos imaginarios que surgen en los padres, comoresultado del trabajo hecho con el niño.

    Nuestra propuesta de trabajo debe estar clara desde elinicio del contrato. Los padres deben saber que al llevar unhijo a análisis, están asumiendo un compromiso vital. Sineste compromiso y si ellos no se sienten implicados, es difí-cil que el análisis del niño ocurra.

    La introducción de los padres no está relacionada con elpedido de una ayuda educativa, con la intervención de lospadres a nivel de la realidad, aunque, eventualmente, apa-rezcan intervenciones en ese sentido. Los incluiremos paraoírles el discurso con una escucha analítica, para buscar ytratar, a través de ese discurso, el lugar que el niño ocupaen el mundo fantasmático de ellos. El analista no se ocupade la madre del niño como un educador. El psicoanálisis noes una experiencia educativa.

    4

    lis importante recordar que un niño se entrega a un pro-ceso analítico apenas cuando está seguro de que éste servi-n'i a sus intereses y no al de los adultos. Estos deben estardispuestos a participar y modificarse.

    E s solamente una escucha analítica minuciosa la que nospodrá decir cuál es el rumbo a ser tomado en un análisis.

    Para finalizar, relataré un fragmento de un caso clínicoque acompañé en supervisión 5, para mostrar la secuenciaH C ̂ uida en ese tratamiento. E ra el caso de una niña de diezunos, oriunda de R ío de Janeiro, que se había mudado a S anI 'ablo, cuatro meses antes de su primera consulta. L a quejado la madre era la agresividad de la niña con ellos y sus her-manas. Además de eso, fuertes síntomas fóbicos le impedí-an salir de casa e ir a la escuela. Se despertaba todas lasnoches e iba al cuarto de la madre y de su nuevo marido, conquién tenía una hostilidad muy marcada.

    La niña es la hija mayor de una pareja que se había sepa-rado tres años antes. Según dice la madre, el padre de Ligiaera muy cerrado, hubo épocas en que tomaba en exceso y siem-pre tuvieron una relación conyugal difícil. L a madre, despuésde su separación, comienza a salir con otro hombre (su actualmarido), situación que acentúa las crisis de celos y depresiónde su ex-marido. Al final de ese año, resuelven vivir juntos.Pocos meses después, el padre de Ligia se suicida hablandopor teléfono con su ex-mujer. Ruth, con su nuevo marido, semudan a San Pablo. Poco después de llegar, los síntomas deLigia se agravan, impidiéndole salir de su casa.

    Ya en las primeras entrevistas, la pareja dice que no

    entiende lo que ocurre. Para ellos está todo bien. Viven enuna bonita casa, están felices y lo único que perturba su feli-cidad, es la infelicidad de Ligia. La pérdida del padre, de laciudad natal, la casa y los amigos debían ser olvidados. Ligia,con sus síntomas, es la única de la casa que no los olvida nipermite que sean olvidados. Su síntoma aparece como ungrito que denuncia lo que no puede ser dicho; denuncia consus miedos la presencia de los fantasmas y muertos que pue-blan sus sueños, mientras todos tratan de olvidarlos. La

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    pareja no les había contado a las niñas que el padre se habíasuicidado; se les había dicho que limpiando un arma, un tiroescapó y provocó su muerte.

    En el análisis, Ligia no habla de los peligros y los mie-dos. Juega poco y sabe que su silencio permite que se cons-truya esta nueva familia. Al mismo tiempo, no quiere queesto ocurra, entonces ataca con sus síntomas esta "nueva

    felicidad" y mantiene viva la memoria del padre. El análi-sis no evoluciona, muchas cosas no pueden ser dichas ni pen-sadas por ella. Entendemos en el proceso de la cura que, siesa pareja no se dispone a trabajar con la culpa y la nega-ción que el suicidio les impuso, Ligia no podrá avanzar enel tratamiento, porque amenaza gravemente a su familia.

    Comienzan a realizarse encuentros con Ruth y Carlospara ver que es lo que puede ser dicho entre ellos. Sabíamostambién que allí existían muchos silencios y que había comen-zado un clima de hostilidad entre ellos, en relación a la con-ducta a ser tomada con Ligia. ¿Por qué no encaminar unaterapia de pareja? Porque en ningún momento hubo deman-da. No es posible mandarlos a un análisis por la niña pero,al traer a la niña al tratamiento, es a esta analista a la queestán manifestando el deseo de que se trate aquello que"impide la felicidad de esta nueva familia". El síntoma de laniña es a la vez, un síntoma familiar. Si bien ellos quierenque sea tratado en la hija, que es el portavoz, no podemoshacer una alianza con ellos. Desde que consultan, saben queestán implicados en la cura.

    ¿Por qué es Ligia la que hace el síntoma?Eso tiene que ver con su historia, con sus series comple-

    mentarias, con su represiones y desplazamientos. Esos fan-tasmas serán analizados con ella, pero ya que el suicidio des-encadena un proceso, tenemos que ayudarla a juntar esehecho con su historia que comenzó mucho antes de la sepa-ración y la muerte del padre. ¿Por qué no se puede avanzaren la búsqueda de los determinantes inconcientes? Porqueno se puede nombrar esta muerte.

    La analista resuelve trabajar algunas sesiones con la44

    pareja. Ligia, en sus sesiones, dibuja historietas donde apa-rece un ángel que no puede tener nombre. Se propone enton-ces, una sesión conjunta. El análisis con la pareja habíaavanzado lo suficiente como para pensar que ellos acepta-rían que se comenzase a hablar de lo innombrable. Mientrastanto, Ligia insistía y resistía con su ángel. La sesión con-junta ocurre pero, para sorpresa de la analista, la mismaso desenvuelve sin grandes elaboraciones. En el momentofinal, cuando todos ya están de pie para salir y se está mar-cando una fecha para un futuro encuentro, Ligia dice: Queno sea el 15 de setiembre, que yo no voy a venir . Esto causósorpresa porque este encuentro estaba aconteciendo acomienzos de junio. La analista pregunta por qué ella nopodría venir en esa fecha y la niña dice que ese día era elaniversario de su padre y ella quiere ir a Río a llevarle flo-res al cementerio. Se produce, en ese momento, un silenciode terror. Ruth la mira con ojos de miedo y reprobación; laescena se congela por un instante. Carlos dice que esto esuna estupidez, que los muertos ya están muertos y que nonecesitan flores.

    La analista da por terminada la sesión y resuelve pedirun nuevo encuentro para el día siguiente. Vemos aquí quela niña consiguió reintroducir la memoria del muerto en lapareja y, con esto, los obliga a pensar su relación. Ella veníapeleando mucho con el padrastro a punto de no hablarse porbastante tiempo.

    En la sesión siguiente, Ruth y Carlos discuten muchosobre si la niña debe o no viajar a Río de Janeiro. La madre

    parece dividida. La pelea de Ligia y Carlos se desplaza ahorahacia Ruth y Carlos. Ligia interviene y dice que si ellos nola quieren llevar, ella le pide al chofer que la lleve. El padremuerto reaparece en la escena: de él se puede hablar, por élse puede pelear. Ligia continúa sus sesiones dibujando elángel y colocándole palabras. Se pregunta sobre la locura yla muerte. Más adelante pide que le cuenten los detalles dela muerte de su padre. Era evidente que, desde el principio,ella sospechaba el suicidio. Pero aun, en este momento del

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    análisis, ella aparece como un ángel y como los ángeles, sesiente asexuada.

    Los síntomas pararon pero el tratamiento recién comen-zaba. El ángel del dibujo debería devenir hombre-muertopara que Ligia deje de ser ángel y se pueda ver mujer. Esteproceso continuó en su análisis, revisando sus procesosidentifícatorios, desarmando sus fantasmas y recompo-niendo su historia en la transferencia, sin que sea nece-saria la inclusión de la palabra materna para que se puedaresimbolizar.

    Fue la aparición del ángel sin nombre y sin palabras, lacompulsión a repetir, lo que coagula el análisis en un ins-tante. A pesar de ser nombrado e interpretado por la analis-ta, la niña se veía impedida de hacer nuevas asociaciones.Esto llevó a la analista a pensar que ese conflicto que para-lizaba el análisis tenía otro polo que debería ser incluido enla sesión, para que éste pudiese tener continuidad. Ruthpudo analizar el miedo a ser abandonada por Carlos y acu-

    sada por sus hijas de la muerte de Juan. C omo se puede per-cibir, también en mi relato, apareció por primera vez y demanera inconciente en el texto, el nombre del padre. El estámuerto, pero su nombre no.

    Fue mi intención con este trabajo circular del polo teóri-co al clínico en una constante espiral. Fue también mi inten-ción, proponer problemas e insinuar lecturas, para que cadauno pueda hacer su propio proceso. No quise ofrecer una lec-tura cómoda, donde todo está desarrollado. Es una tentati-va de sugerir líneas de cruzamiento y de confrontación paradespertar la búsqueda de nuevas respuestas.

    Traté de demostrar una clínica y un recorrido teórico enpermanente movimiento, porque creo que nosotros tambiénestamos deviniendo analistas a cada momento, en cada paso,frente a cada paciente, con nuestra subjetividad siempre enmovimiento.

    El ser-analista nunca está acabado.Este es un trabajo de apertura en medio del camino.

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