El Lenguaje Del Amor

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1 EL LENGUAJE DEL AMOR PREÁMBULO La más odiosa de las penas del hombre es tener conocimiento de muchas cosas y no poseer ninguna. Heródoto 9.16.5 Amor, “noble sentimiento provocado por la belleza interior”, “vivencia sustentada en el respeto mutuo”, “experiencia integradora que da sentido a la vida”, “energía positiva que nos ilumina el camino”, “fuente de autorrealización, armonía con el mundo, plenitud, felicidad”… Hubo un tiempo en que el hombre miraba a la Naturaleza sin la esperanza de redimirla, sin miedo a aceptar sus caras más siniestras y despiadadas: las de los dioses. Dioses que no son buenos ni prometen salvación alguna. Dioses profundamente envidiosos, que se regocijan con el sufrimiento de los mortales. Y hay uno que extiende su poder incluso a los demás dioses. Es el más hermoso, el más placentero, es tierno, agridulce, embustero, enajenador, feroz, doloroso, abrasador, funesto, irresistible, invencible. Es Amor, el más poderoso de todos los dioses. En esos atributos hunden sus raíces la simbología y la terminología actualmente asociadas al Amor: la rosa, las alas, el flechazo, la conquista, la pasión, la locura, el desengaño, el fuego, la muerte. Para el hombre moderno, dominado por la idealización, se trata sólo de metáforas muertas… hasta que descubre que no lo son.

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El lenguaje -articulado, gestual e iconográfico- del que nos servimos para hablar del amor ofrece la clave para comprender la verdadera naturaleza de este sentimiento universal. La poesía lírica grecolatina, por una parte, y el arte clásico grecorromano y neoclásico principalmente, por otra, explotan de manera tenaz ese lenguaje no sólo a modo de convención artística, sino como expresión genuina y sincera de la experiencia vital de los autores que los cultivaron. No importa el lugar, la época o la lengua en que escribieron, su tendencia sexual, el género literario que eligieron o la ocasión para la que reservaron sus obras: todos ellos hablan con una sola voz, porque, como dijo Virgilio, el amor es el mismo para todos (amor omnibus idem: Geórgicas 3.244).

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EL LENGUAJE DEL AMOR

PREÁMBULO

La más odiosa de las penas del hombre es tener conocimiento de muchas cosas y no poseer ninguna.

Heródoto 9.16.5

Amor, “noble sentimiento provocado por la belleza interior”, “vivencia

sustentada en el respeto mutuo”, “experiencia integradora que da sentido a la

vida”, “energía positiva que nos ilumina el camino”, “fuente de autorrealización,

armonía con el mundo, plenitud, felicidad”…

Hubo un tiempo en que el hombre miraba a la Naturaleza sin la esperanza de

redimirla, sin miedo a aceptar sus caras más siniestras y despiadadas: las de los

dioses. Dioses que no son buenos ni prometen salvación alguna. Dioses

profundamente envidiosos, que se regocijan con el sufrimiento de los mortales. Y

hay uno que extiende su poder incluso a los demás dioses. Es el más hermoso, el

más placentero, es tierno, agridulce, embustero, enajenador, feroz, doloroso,

abrasador, funesto, irresistible, invencible. Es Amor, el más poderoso de todos los

dioses.

En esos atributos hunden sus raíces la simbología y la terminología

actualmente asociadas al Amor: la rosa, las alas, el flechazo, la conquista, la pasión,

la locura, el desengaño, el fuego, la muerte. Para el hombre moderno, dominado

por la idealización, se trata sólo de metáforas muertas… hasta que descubre que

no lo son.

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Amor, de dual naturaleza, que posees las llaves de todo, de la bóveda

celeste, de la tierra y de cuanto alberga el mar de estruendosas olas.

Porque tú solo dominas el timón de todo ello.

Himno Órfico a Eros

Grande es, niño, tu soberanía, y poderosa en extremo. ¿Es acaso tuyo el mundo entero?

Ovidio, Amores 1.1.13, 15

Léame la doncella encendida a la vista de su prometido y el muchacho inexperto, tocado por un amor desconocido. Y que alguno de los jóvenes, herido por el mismo arco por el que yo lo estoy ahora, reconozca unas señales que participan de su ardor, y absorto largo rato, diga: “¿qué delator informó a ese poeta que ha escrito mis aventuras?”

Ovidio, Op. cit. 2.1.5 ss

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LA ROSA

Para los antiguos, el Amor no guarda relación con las virtudes del alma: entra

por los ojos, de forma instantánea. Es deseo sexual, atracción por un cuerpo bello.

Y dado que la belleza se deteriora con el paso del tiempo, ha de ser un cuerpo

joven. Por eso el Amor es representado como un joven, incluso como un niño. Y

por eso se asocia con las flores, especialmente con la más bella, la rosa, que pronto

se marchita.

Ayer vi a la joven paseándose por aquel pórtico. Como me gustó, enseguida se lo hice saber y solicité sus favores; pero ella, en respuesta, escribió con mano temblorosa: “No es posible”.

Ovidio, Op. cit. 2.2.3-5

Cualquier cosa que haga, a dondequiera que mueva sus pasos, la arregla en secreto y la sigue el Decoro. Si desata su pelo, le quedan bien los cabellos sueltos; si lo recoge, con los cabellos recogidos es digna de veneración.

Tibulo, Elegías 3.8.7-10

No sabes lo que es ver a la amada: es un placer aún mayor que el propio acto, pues los ojos, al reflejarse mutuamente, modelan, como en un espejo, las imágenes de los cuerpos, y la destilación de la belleza, al fluir a través de los ojos hasta el alma, alcanza una determinada unión a distancia.

Aquiles Tacio, Leucipa y Clitofonte 1.9.4-7

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La belleza, en la medida en que al pasar el tiempo disminuye, en la misma medida crece en cuanto al deseo. Precisamente por esto la rosa es la más bella entre las flores: porque su hermosura es tan efímera.

Aquiles Tacio, Op. cit. 2.36.1-2

Cuando llega la hora de la dolorosa vejez, que hace deforme incluso al hombre hermoso, siempre le rondan el corazón tristes inquietudes y ya no se regocija contemplando los rayos del sol, sino que es motivo de odio para los jóvenes y de desprecio para las mujeres: tan triste hizo la vejez la divinidad.

Mimnermo de Colofón, Fragmento 1

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LAS ALAS

Del mismo modo que la mariposa se libera de la crisálida, el alma, en el

momento de la muerte, abandona volando el cuerpo en el que se halla encerrada.

Por eso, el alma es representada como una mariposa o como una joven con alas

de mariposa. A menudo, el alma está triste y acaba abatida. Entonces el Amor, que

revolotea al acecho, cae sobre ella y, al ofrecerle la rosa, le da alas.

Quienquiera que fue el primero que pintó como un niño a Amor, ¿no piensas que poseyó manos admirables? Por primera vez vio él que los amantes vivían sin sentido y que perecían grandes bienes por leves cuidados. Le añadió él mismo, no en vano, alas ligeras, e hizo que en el corazón del hombre revolotease el dios.

Propercio, Elegías 2.12.1-6

Amor es un dios, muchachos, joven y hermoso y capaz de volar. Es por esto por lo que en la juventud halla su alegría, acosa a la hermosura y da alas a las almas.

Longo de Lesbos, Dafnis y Cloe 1.13.5-6

Es pérfido aquel amante vulgar que se enamora más del cuerpo, pues ni siquiera es estable, al no estar enamorado tampoco de una cosa estable, ya que tan pronto como se marchita la flor del cuerpo del que está enamorado, “desaparece volando”, tras violar muchas palabras y promesas.

Platón, Banquete 183e

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LA FLECHA

La rosa tiene espinas. Amor no tarda en mostrar su otra cara. Mientras con una

mano acaricia al Alma, con la otra extrae de la aljaba una flecha para atormentarla.

Para el hombre moderno, la flecha es una pintoresca reliquia de su pasado, pero

para el antiguo tenía unas connotaciones mucho más ricas. La flecha era una

imagen útil para describir los efectos del enamoramiento, ya que hacía daño a

distancia y a menudo cogía por sorpresa a su víctima. Era, pues, un arma antiheroica. Pero lo más importante: una herida de flecha era una de las peores

que se podía experimentar, ya que las puntas de flecha estaban diseñadas con

barbas que hacían espantosamente dolorosa su extracción, si no imposible. El

tormento se acrecentaba si la flecha llegaba empapada en veneno.

La rosa está muchas veces a la vera de la ortiga.

Ovidio, Remedios contra el amor 46

Ningún Amor ha ofrecido a nadie alas tan fáciles sin haberle oprimido con la otra mano.

Propercio, Op. cit. 1.9.23-24

¿Por qué he pasado toda la noche sin poder dormir? ¿Por qué me duelen los huesos, cansados de dar vueltas? Creo yo que si algún Amor me aquejara, me daría cuenta de ello. ¿O es que viene en silencio y astuto me hiere con artimaña? Así será: se han clavado en mi corazón las agudas flechas, y el fiero Amor revuelve mi pecho una vez conquistado.

Ovidio, Amores 1.2.3 ss

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Con razón está armada su mano de ganchudas saetas, y cuelga de sus dos hombros la aljaba cretense, ya que, antes de ver nosotros al enemigo y protegernos, nos hiere, y nadie sale sano de esa herida.

Propercio, Op. cit. 2.12.9-12

Siempre, para engañarme, me muestras sonriente tu semblante, después, para mi desgracia, eres duro y desdeñoso, Amor.

Tibulo, Elegías 1.6.1-2

No bien me había quejado, cuando abrió él su aljaba inmediatamente y escogió una flecha destinada a mi perdición. Curvó vigorosamente el sinuoso arco sobre la rodilla y dijo: “Toma, poeta, argumento para tus versos”. ¡Desgraciado de mí! Fue certera la flecha del famoso niño.

Ovidio, Amores 1.1.21 ¿Por qué te encanta habitar en una médula seca? Si tienes decencia, ¡arroja a otro sitio tus dardos! Ataca mejor a los no tocados por ese veneno.

Propercio, Op. cit. 2.12

En mí persisten los dardos y persiste la imagen del niño, pero al menos aquél ha perdido sus alas; pues, ¡ay!, no se echa a volar a parte alguna lejos de mi pecho, y sin cesar hace la guerra con mi sangre.

Ibídem 2.12.17-19

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LA CONQUISTA

“Flechas”, “ataque”, “guerra”… Que el lenguaje del Amor esté repleto de

metáforas bélicas no es casual. Cuando comenzamos a indagar en su linaje,

descubrimos algo muy diferente del niño gracioso y travieso que nuestra cultura

idealizadora ha creado. Amor era tenido por hijo de Afrodita y de Ares, y es lógico

que éste le transfiriera el afán de dominio y su poder aniquilador.

Los antiguos, lejos de ver al Amor como una fuerza sana y constructiva, lo

consideraban un enemigo, una fuerza relacionada con los aspectos más

tenebrosos de la existencia: la tormenta, el mar embravecido, el desasosiego, el

desequilibrio, el engaño, el caos, la destrucción, la tiranía, la guerra. El Amor es

afán de dominio, deseo de poder: por eso se le representa convocando a la guerra,

fabricando armas, transportando símbolos de poder, venciendo, amansando,

domando, cautivando, sometiendo, esclavizando.

¿Qué tiene de extraño que dardos ardientes arroje Amor el asesino con amarga risa? ¿No nació de la esposa de Hefesto, la amada de Ares que se daba en común a la espada y el fuego? ¿Y madre no fue de su madre la Mar que rebrama cuando el viento la azota?

Meleagro, Antología Palatina 5.180

Ese dios mancilla a los parientes, separa a los amigos, y a los bien concordes los convoca a las funestas armas.

Propercio, Op. cit. 2.34.5-6

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Es soldado todo amante y Amor tiene su campamento propio. ¿Quién, a no ser un soldado o un amante, es capaz de soportar el frío de la noche y la nieve mezclada con lluvia copiosa? Uno asedia ciudades poderosas, otro el umbral de su amiga altanera; uno rompe las puertas de una ciudad, como el otro las puertas de una casa.

Ovidio, Amores 1.9.1 ss

Admíteme, tú también, lucero mío, a tu lado con las condiciones que quieras; consiento en que me impongas leyes en medio del foro.

Ovidio, Amores 2.17.23-24

¡Laureles triunfales, venid a coronar mis sienes! He vencido: aquí, entre mis brazos, tengo a Corina, ella, a quien protegían un marido, un guardián y una puerta inquebrantable, ¡tantos enemigos! para que por ninguna artimaña pudiera ser conquistada.

Ovidio, Amores 2.12.1 ss

Si alguna quiere dominar sobre su amante por mucho tiempo, búrlese de él.

Ovidio, Amores 2.19.33

Que la lengua te ayude y oculte lo que piensas: acarícialo y perjudícalo.

Ovidio, Amores 1.8.103

Bajo halagadoras armas sufrirás la milicia de Venus y serás un enemigo útil a los pequeños de Venus.

Propercio, Op. cit. 4.1b.137-138

Aquí veo preparadas para mí esclavitud y dueña.

Tibulo, Op. cit. 2.4

Tu hermosura te da un desmedido poder sobre todas las cosas -¡oh hermosura nacida para esclavizar a mis ojos!

Ovidio, Amores 2.17.12

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De ahora en adelante, libertad de mis padres, adiós. Bien triste es la esclavitud que se me otorga; estoy sujeto con cadenas y nunca a mí desdichado sus ataduras afloja Amor.

Tibulo, Op. cit. 2.4.1-4 ¿Por qué te sorprendes si una mujer trastorna mi vida y arrastra sometido a sus leyes a un hombre, y de no poder yo quebrar el yugo y romper mis ataduras?

Propercio, Op. cit. 3.11.1 ss

¡Feliz aquél a quien aniquilan los recíprocos combates de Venus!

Ovidio, Amores 2.10.29

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LA LOCURA

Felicidad en la aniquilación. Una vez que la flecha ha extendido su veneno por

toda el alma, que queda ciega, pierde el sentido y se sume en la locura. Se debate

entre el amor y el odio. Goza en el sufrimiento propio, en la pasión, y padece los

síntomas de una enfermedad.

Lo reconozco: soy, Amor, tu reciente presa. Ofrezco mis manos vencidas a tu jurisdicción. No hay necesidad de guerra, te pido la paz y el perdón. La Sensatez irá tras de ti, con las manos atadas a la espalda, y el Pudor y todo lo que supone un obstáculo para la milicia del Amor. Te acompañarán las Caricias, el Extravío y la Locura, cortejo que siempre te ha seguido. Ése es el ejército con el que dominas a los hombres y a los dioses.

Ovidio, Amores 1.2.19 ss

Amor, el más hermoso entre los dioses inmortales, que afloja los miembros y cautiva de todos los dioses y todos los hombres el corazón y la sensata voluntad en sus pechos.

Hesíodo, Teogonía 120-122

Amada mía hermosísima, nacida, la única, para mi dolor.

Propercio, Op. cit. 2.25.1

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La hermosura engendra soberbia. ¡Desgraciado de mí!, ¿por qué ella se conoce tan bien? Sin duda, es de la imagen del espejo de donde saca su altanería.

Ovidio, Amores 2.17.7-9

Gala me dice que no, porque piensa que se relaja el amor si sus juegos no atormentan.

Marcial, Epigramas 4.38

¿Para qué quiero yo una suerte que jamás tenga intenciones de fallarme? No siento ningún amor por aquello que nunca me fastidia. La astuta Corina se había dado cuenta de tal debilidad mía y había aprendido la taimada el medio para conquistarme.

Ovidio, Amores 2.19.7-10

Niégate a mis peticiones. Así es como mi amor persevera y madura para muchos años: esto es lo que me gusta, éste es el alimento de mi espíritu. No me gusta la condescendencia: huyo de lo que me sigue y sigo a lo que me huye.

Ovidio, Amores 2.19.20 ss

¿Me preguntas por qué he cambiado? Porque me pides que te pague. Mientras eras sencilla, amé tu alma junto con tu cuerpo. Ahora por una falta de tu carácter, ha quedado viciada tu belleza. ¿Por qué mandáis que el hijo de Venus se prostituya por dinero?

Ovidio, Amores 1.10.11 ss

Lo odio, pero no puedo dejar de desear lo que odio.

Ovidio, Amores 2.4.5

Amo y no amo. Estoy loco y no estoy loco.

Anacreonte, PMG 428

Por una parte el amor y el odio por otra luchan entre sí y orientan mi débil corazón en direcciones contrarias. Huyo de tu frivolidad, pero tu hermosura me reclama cuando huyo; recrimino tu falta de moral, pero amo tu cuerpo. De manera que no puedo vivir ni sin ti ni contigo.

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Ovidio, Amores 3.11b.33 ss

Odio y amo. ¿Quizá me preguntes por qué actúo así? No lo sé, pero siento que es así y sufro.

Catulo, Elegías 85 Yazgo herido desde hace un año y alimento mi enfermedad desde el momento que me gusta mi propio dolor.

Tibulo, Op. cit. 2.5.109-110

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EL FUEGO

La enfermedad alcanza su estado crítico cuando llega la hora del

descubrimiento, del desengaño, de la pérdida. La víctima queda postrada, pierde el

apetito y no logra conciliar el sueño. En ella ha prendido y se ensaña el fuego.

Puede parecer exagerada esta metáfora, pero los poetas solían caracterizar el

fuego del Amor como la más temible de sus armas, con la que se complace

abrasando al Alma. Su antorcha preside los conflictos, reduciéndolo todo a cenizas.

Todavía no palideces ni estás tocado por un fuego de verdad: ésta es la primera pavesa de un mal venidero.

Propercio, Op. cit. 1.9.17-18

Engañan en el amor, falaces, los soplos favorables; la desgracia que viene tarde viene grande.

Propercio, Op. cit. 2.25.27-28

Marte es dudoso y no es segura Venus: los vencidos tornan a alzarse, y aquéllos de los que negarías que pudieran alguna vez abatirse, caen.

Ovidio, Amores 1.9.29

¿Qué estás haciendo? ¿Adónde te llevas ahora goces que son míos?

Ovidio, Amores 2.5.29

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Las estrellas son testigos y la escarcha matutina de que en mi vida nada hubo para mí más grato que tú. Ahora también lo serás, aunque

seas mi enemiga.

Propercio, Op. cit. 2.9.41-44

Pide que la belleza, con que dominas, sea para ti perenne, y que tu reino permanezca siempre sobre mi cabeza.

Propercio, Op. cit. 3.10.17-18

¿Qué tienes conmigo, cruel? ¿Es que es tan alto motivo de gloria que un dios tienda trampas a un hombre?

Tibulo, Op. cit. 1.6.3-4

Tu abrasadora llama es perniciosa con la simple cercanía de su calor.

Ovidio, Amores 1.2.46

Me quema sin preocuparse de mi falta o de mi inocencia. Me estoy quemando. ¡Oh, si pudiera yo no probar tales dolores, hasta qué punto preferiría ser roca en heladas montañas o elevarme escollo, expuesto a los furiosos vientos, que azota la ola del vasto mar, quebrantadora de naves! Ahora amargo me es el día y más amargas las sombras de la noche. Todas las horas están empapadas de funesta hiel.

Tibulo 2.4.5-12

Oh, dioses, libradme de esta enfermedad y de esta perdición, que como una parálisis deslizándose hasta el fondo de mi cuerpo, ha arrancado completamente la alegría de mi pecho. Yo ya no pretendo que ella corresponda a mi amor. Yo sólo aspiro a curarme y quitarme esta cruel enfermedad.

Catulo 76.17 ss

¡Amorcillos, por favor, sacad dardos más agudos!, ¡asaeteadme a porfía y libradme de esta vida! Para vosotros mi sangre será la más grande palma.

Propercio, Op. cit. 2.9.38

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Deja de fingir: un dios quema con mayor crueldad a quien ve postrarse de mala gana.

Tibulo, Op. cit. 1.8.7-8

Ahora con mi ejemplo aprende tú a temer.

Propercio, Op. cit. 3.11.8

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EL REMEDIO

El Alma regresa a su punto de partida, a la desolación. Escarmentada, reniega

del Amor y se defiende de futuros ataques, poniendo tierra por medio, o incluso

toma la ofensiva, arrebatándole las armas y sometiéndolo; resentida, comienza a

vituperarlo y procura cicatrizar sus heridas entregándose a otras divinidades más

benevolentes.

No me avergüenza decir la verdad, ni confesar el hastío nacido de una vida como la mía, que ha sufrido tantas desgracias.

Tibulo, Op. cit. 3.2.7-8

¡Que ese niño no te eche encima sufrimientos como los míos, ni todo lo que mis lágrimas han conocido!

Propercio, Op. cit. 1.6.23-24

Tú no seas débil, ni persigas a quien huye, ni vivas desdichado; resiste con obstinación, aguanta.

Catulo 8.9-11

Es difícil renunciar de pronto a un prolongado amor; es difícil, pero hazlo de cualquier forma. Ésta es tu única esperanza de salvación: tú debes conseguir esta victoria.

Catulo 76.13-15

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Si lo coges, tráelo bien atado y no le tengas lástima; si lo ves llorando, cuida que no te engañe; si se ríe, llévatelo a rastras; si quiere darte un beso, escapa de él. Su beso es cosa mala, sus labios son veneno.

Mosco de Siracusa, Amor fugitivo 25-27

Sobre todo, aunque ataduras firmes te retengan, márchate lejos y proponte el emprender largos caminos. Llorarás y te vendrá a la memoria el nombre de la amada que has dejado y tu pie se detendrá muchas veces a mitad de camino. Pero cuanto menores sean las ganas de marcharte, más debes proponértelo; Y no pienses que es suficiente el apartarse; quédate lejos durante largo tiempo hasta que el amor pierda sus fuerzas y sea ya cenizas sin ascuas.

Ovidio, Remedios contra el amor 215 ss

¡Que la pesada edad te agobie con sus años, que tú has ocultado, ¡Y que desees arrancar de raíz los blancos cabellos, ay, al gritarte en la cara el espejo tus arrugas, y te quejes, hecha una vieja, de las mismas cosas que tú hiciste!

Propercio, Op. cit. 3.25.11 ss

Procura rehuir la ociosidad, tan pronto como se presente. Ella es la que provoca tu enamoramiento y, por haberlo provocado, lo defiende; ella es el origen y el sustento de la deleitosa enfermedad. Ejercítate en alguna cosa y te pondrás a salvo. Ese mozuelo suele ir a la zaga de la pereza,

odia a los activos.

Ovidio, Remedios contra el amor 136 ss

Cicatrizan las Musas, Filipo, la llaga amorosa; la poesía es droga que todo lo cura. Esta ventaja también, creo yo, tiene el hambre, que erradica el mal de la pederastia. Y así me es posible, sanado, decir al maligno Eros: “Puedes, niño, cortarte las alitas, pues tengo en mi casa dos medicinas contra tus heridas crueles.”

Calímaco, Antología Palatina 12.150

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LA ETERNIDAD

Pero Amor es invencible: tan pronto como queda liberado, regresa en busca

del alma, le ofrece de nuevo la rosa y, mientras la manda callar, saca de su aljaba la

flecha para hacer eterno su ciclo.

A Amor pregono, un malvado; muy poco, muy poco tiempo hace desde que se voló de mi pecho. Es un niño de dulce llorar, charlatán, risueño. Tened, pues, cuidado, no vaya hoy a tender redes a vuestras almas. ¡Pero míralo aquí en su guarida! Te veo, flechero, por mucho que te oculte Zenófila en sus ojos.

Meleagro, Antología Palatina 5.177

¿Adónde huyes, ay, demente? No hay nadie que haya vencido las armas del Alado.

Propercio, Op. cit. 2.30a.1, b19

Los que reprendéis al Amor ignoráis que queréis apagar el fuego con aceite.

Anónimo, Collectanea Alexandrina 8a

Nadie escapó o escapará del amor mientras existan la belleza y ojos que la vean.

Longo de Lesbos, Dafnis y Cloe 1.1

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De nuevo Amor, que desata los miembros, me hace estremecerme, esa pequeña bestia dulce y amarga, contra la que no hay quien se defienda.

Safo 130LP

¡Tú, que decías que ninguna podía ya hacerte daño, estás cazado, se vino abajo esa soberbia tuya!

Propercio, Op. cit. 2.3.1-2

Amor, invencible en batallas, Amor que te abalanzas sobre nuestros animales, que estás apostado en las delicadas mejillas de las doncellas. Frecuentas los caminos del mar y habitas en las agrestes moradas, y nadie, ni entre los inmortales ni entre los perecederos hombres, es capaz de rehuirte, y el que te posee está fuera de sí.

Sófocles, Antígona 783 ss

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