El Emperador

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NARRADORA: EVA FECHA: 23/3/2007

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cuento infantil

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NARRADORA: EVA

FECHA: 23/3/2007

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EL TRAJE NUEVO DEL EMPERADOR

EDITORIAL: EVEREST

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Había una vez, hace muchos años, un emperador que empleaba todo su tiempo y dinero en vestir de la manera más lujosa. Tenía un traje para cada día y para cada ocasión:

Uno para recibir a los embajadores, otro para montar a caballo, otro para el teatro, otro para pasear….

Un día llegaron al palacio dos bribones que se hacían pasar por expertos tejedores, asegurando que eran capaces de tejer las telas más maravillosas del mundo.

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Los trajes que ellos hacían no sólo tenían los colores y dibujos más bonitos que el emperador pudiera imaginarse, sino que, además poseían la extraordinaria cualidad de volverse invisible para todos aquellos que eran tontos o no cumplían debidamente con su trabajo.

“¡Magnífico!”, pensó el emperador. “No sólo podré hacerme el traje más lujoso del mundo, sino que, descubriré si mis súbditos son listos o tontos, y si cumplen o no con su deber…”

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Y les dio a los falsos tejedores todo el dinero que le pidieron para empezar inmediatamente. Pero aquel par de bribones no compraban nada: ponían los telares en funcionamiento y hacían como que trabajaban con las sedas más finas y con los preciosos hilos de oro… en el invisible traje.

Todo el mundo se había enterado ya de las extraordinarias propiedades de aquellas telas y deseaban comprobar cuanto antes si sus vecinos las veían o no.

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“Es hora de saber cómo va mi traje”, pensó a los pocos días el emperador, “pero…¿y si no veo la tela?”.Y decidió enviar por delante a su primer ministro, que era muy inteligente y lo hacía todo muy bien.

Cuando el primer ministro llegó al taller, en los telares no vio traje alguno. Pero disimuló para que no lo tomaran por un necio o un incompetente:-¡Oh, es una tela magnífica!-acabó admitiendo-. Comunicaré a Su Majestad que el traje es de mi total agrado.

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Los falsos sastres volvieron a pedir más dinero, con la excusa de que necesitaban más tela y más hilos de oro, aunque el telar, en realidad, seguía tan vacío como antes. El emperador se lo dio, y, al cabo de unos días, envió a otro de sus ancianos y fieles consejeros.

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-¿Os gusta el traje, señor?-le preguntaron los dos bribones describiéndole colores y dibujos que el pobre hombre no veía por ningún sitio.¡Es realmente extraordinario!-exclamó para no dar a entender que era tonto de remate-.Le diré al emperador que es un traje magnífico.Y toda la gente seguía hablando del extraordinario traje del emperador, que por fin se presentó una tarde en el taller con su numeroso séquito de ministros y consejeros.-¿Verdad que es un traje precioso, señor?-trataba de convencerlo el primer ministro.

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-¿Había visto alguna vez Su Majestad unos dibujos y unos colores tan admirables?-le preguntó a su vez el anciano consejero.El emperador, por más que miraba y remiraba, no veía nada. ¿Sería tonto? ¿Tal vez no valía para ser emperador?-¡Espléndido!¡Maravilloso!-dijo tras reflexionar un instante-.

¡Un traje sólo digno de mi persona! Os condecoraré con la Medalla de Honor del Reino-anunció a aquel par de estafadores.-¡Bellísimo!¡Admirable!-asentían a coro los ministros y consejeros-.¡Debería estrenarlo Su Majestad en el desfile del próximo domingo!

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Y así se decidió. La noche anterior al desfile, los falsos sastres mantuvieron las luces del taller encendidas hasta el amanecer, fingiendo que estaban dando los últimos retoques al traje. Y apenas una hora antes de iniciarse el desfile, hicieron correr la voz de que el traje ya estaba definitivamente listo. El emperador, muy contento, acudió de inmediato con todos sus cortesanos.

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-Alteza Imperial, tened la bondad de desvestiros-le dijeron los dos bribones-.Nosotros le probaremos el traje delante de este espejo. Es tan suave y tan ligero que ni lo notaréis….Y así, sin la más mínima objeción, los falsos sastres hicieron como que le ponían los pantalones, la chaqueta, el cinturón, la capa…, todas las prendas del famoso e invisible traje, mientras que el emperador se miraba al espejo moviéndose de un lado para otro y haciendo visibles gestos de satisfacción.-¡Qué bien le sienta!¡Está hecho a su medida!¡Un traje único en el mundo!-se deshacían en elogios los cortesanos.

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Y se inició el desfile por las calles alfombradas. Los chambelanes encargados de llevar la cola del traje simularon que la recogían del suelo e iniciaron la marcha con las manos en alto. El emperador avanzaba bajo un magnífico palio, muy erguido, con gesto altivo, aunque…tiritando de frío y estornudando de vez en cuando, pues, la verdad, le parecía que iba desnudo.La gente, asomada a los balcones y en las aceras, no cesaba de vitorearlo: -¡Qué elegante va nuestro emperador!¡Qué maravilla de traje!.

Hasta que de pronto sucedió.-¡El emperador va desnudo!-gritó un niño desde la acera, llevado por su inocencia.-¡Es verdad!¡Va desnudo!¡No lleva nada encima!-comenzaron a murmurar, uno tras otro, sus súbditos y a señalarle con el dedo.

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El emperador enseguida lo comprendió todo. Pero como no quería reconocer ante tanta gente que era tonto de capirote, levantó muy arrogante la cabeza y , entre toses y estornudos, continuó el desfile hasta el final. Los falsos tejedores, entre tanto, habían huido de la ciudad y con sus bolsas bien repletas de dinero.