EL DUELO :EN PERSPECTIVA PSICOANALÍTICA MARÍA NATHALIA...
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EL DUELO :EN PERSPECTIVA PSICOANALÍTICA
MARÍA NATHALIA BLANCO LOZANO. 1106565
PRESENTADO A:
Mg. JOHN ALEXANDER QUINTERO
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RESUMEN
El presente artículo es el resultado de la articulación de los
expuesto por Freud en su Obra “Melancolía y Duelo” (1915) con la experiencia formativa y
clínica de la autora. Se pretende reconocer los aportes posteriores a la teoría psicoanalítica desde
Freud mismo y su desarrollo de los tópicos, procurando conectar los retos teóricos que planteó el
texto en su momento con sus teorías posteriores. La introducción de la fractura del yo para
adquirir una “función moral” resulta un pronto-superyó, que a su vez localiza el problema del
duelo en umbrales intra-psíquicos, en donde la pérdida del objeto no agota en la explicación del
sufrimiento de quien pierde, pues las causas del sufrimiento se enraízan en la asunción subjetiva
de la ausencia del objeto, la cual no se reduce a la presencia sino a la actividad misma del sujeto
de hacerlo objeto de su deseo, de investirlo de importancia, pues es esto justamente lo que Freud
pone en evidencia: El objeto puede desaparecer con facilidad pero la energía con la que el sujeto
lo invistió debe ahora re direccionarse en su ausencia.
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Introducción
Al realizar Freud (1917), el abordaje del problema del duelo y la
melancolía inicia un camino en el que la primera tópica que se había planteado para explicar los
fenómenos del aparato psíquico comienza a mostrarse insuficiente. Es por esto que la emergencia
de la segunda deviene prácticamente en una exigencia de su avance teórico, especialmente por su
introducción de la dualidad instintiva. Se introduciría así en el psicoanálisis lo relativo al mundo
de la muerte, pues con la segunda tópica Freud acentúa el rol del superyó y de thanatos.
Para efectos de este artículo se reconocerá el contexto de la primera
tópica en relación a la propuesta freudiana en “Melancolía y Duelo”, no obstante se
complementarán algunas de sus ideas en perspectiva de la segunda tópica o teoría estructural con
algunos recursos de desarrollo pos- freudianos. Asimismo se considera valioso profundizar en el
duelo y su estrecha relación con la pérdida a partir de las grandes estructuras en su
conceptualización funcional, pues son las funciones y no el lugar aquello que para este caso
aporta relevancia.
En este sentido el interés de este artículo, se focaliza en evidenciar
como las identificaciones e introyecciones del duelo por el contrario de ir al yo, al superyó, o al
ello, son susceptibles de ubicarse en la medida que funcionan o bien como yo, como superyó, o
como ello.
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En consecuencia el lector encontrará 2 apartados en los que se
analizarán a manera de unidad temática en primer lugar la “conceptualización de la experiencia
de duelo” así como su bifurcación entre lo que Freud diferenció como “duelo normal y duelo
patológico”. Dicho recorrido se articulará con un caso clínico en el que una paciente que se
denominará “María” da cuenta del lugar estructúrate que ha tenido el duelo de la partida de su
padre cuando tan solo tenía 10 años, especialmente en su escogencia de parejas maltratantes, lo
cual se exacerba con dos proceso de duelo recientes: un aborto que se practica en secreto de su
esposo y el posterior abandono de este último. Este cuadro hace de María una mujer que ubica en
sí misma el dolor de lo acontecido y se auto-inflinge toda serie de malos tratos, siendo incapaz de
desligarse de los objetos perdidos lo que la lleva a experimentar dolorosas sensaciones.
En términos de Freud “de esa manera, la pérdida del objeto hubo
de mudarse en una pérdida del yo, y el conflicto entre el yo y la persona amada, en una
bipartición entre el yo crítico y el yo alterado por identificación”. Freud, (1917) Pág. 246-247.
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1. Conceptualización de la Experiencia de Duelo
La metáfora termodinámica permitió a Freud la configuración
teórica de un sujeto que como entidad activa asignaba cargas de energía (en este caso libidinal) a
los objetos, registrando los mismos en su construcción de su realidad psíquica. En este sentido,
cualquier proceso que implique retirar algo de dicha carga en alguno de los objetos investidos
genera en el sujeto una experiencia de pérdida y reconfiguración de su realidad, cuya experiencia
del dolor es proporcional a la intensidad o importancia asignada al objeto, es este tránsito por el
proceso de desinversión lo que se conoce como duelo. En términos de Freud “duelo es por lo
general, la reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga
sus veces, como la Patria, la libertad, un ideal, etc.”Freud, (1917) Pág. 241.
En consecuencia el proceso del duelo es lo que acontece en el
sujeto durante su progresivo desligue libidinal de un objeto, lo cual conlleva a precisar que la
carga aislada del objeto antes que desaparecer es nuevamente direccionada por el sujeto, es decir,
como lo plantea Freud (1917) la función del duelo consiste en la retirada de la libido invertida en
el objeto y su sana reinversión en otro.
El planteamiento freudiano de duelo está íntimamente relacionado
con los estados depresivos, la melancolía, y las relaciones objétales como el proceso central que
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se afecta en la pérdida, pues cuando se pierde afectivamente algo se hace evidente una fractura
del yo. Siendo así, de acuerdo a lo planteado por Freud (1917) se constata una diferenciación
dentro del yo en la que es posible que éste se identifique con el objeto perdido, o por el contrario
devenga en una instancia crítica del yo que Freud denomina “conciencia moral”. Esta última se
caracteriza por exacerbar la parte del yo identificada con el objeto a través del desprestigio de sí
mismo, lo cual para Freud deviene patológico:
“La investidura de objeto resultó poco resistente, fue cancelada,
pero la libido libre no se desplazó a otro objeto sino que se retiró sobre el yo. Pero ahí no
encontró un uso cualquiera, sino que sirvió para establecer una identificación del yo con el
objeto resignado. La sombra del objeto cayó sobre el yo, quien, en lo sucesivo, pudo ser juzgado
por una instancia particular como un objeto, como el objeto abandonado” Freud, (1917), Pág.
246.
Esta condición mórbida del duelo es lo que Freud define como
melancolía, una situación en la que el yo es desvalorizado al extremo y en la que “el cuadro
nosológico (…) destaca el desagrado moral con el propio yo por encima de otras tachas (…)”
Freud, (1917), Pág. 245. Es así como duelo y melancolía introducen una conceptualización del
dolor psíquico inherente a cada uno como proceso.
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El duelo implica un trabajo lento y penoso en relación al gran gasto
de energía hecho para lograr desligar la libido del objeto, exasperado por una realidad que
constantemente evidencia su falta. El mundo ante el duelo aparece empobrecido, el sujeto pierde
el interés por lo exterior así como su disposición a amar.
Por su parte la melancolía se sitúa como un estado de ánimo
profundamente doloroso y al igual que el duelo menosprecia lo exterior, la intención de amar y
empobrece el mundo, pero con la aparición de la “conciencia moral” se ve afectado el “amor
propio o sentimiento de sí" Freud, (1917) Pág. 245. A través de autoacusaciones, auto-reproches
y la convicción de ser indigno y por ende merecedor de castigo, en algunas ocasiones asumido
por el sujeto de tal manera que pareciera "le proporcionaran satisfacción". Freud, (1917), Pág.
245.
Para Freud (1917) la elaboración del duelo permite al yo liberarse
del dolor en la medida que la libido inviste nuevos objetos, lo cual a toda luz no encierra una
condición patología. En oposición el dolor melancólico es consecuencia de la pérdida de libido la
cual deviene insustituible. La melancolía no permite al sujeto comprender qué se perdido, la
pérdida se reduce al yo y la libido sustraída no se direcciona a otro objeto diferente a este
último. “En el duelo, el mundo se ha hecho pobre y vacío; en la melancolía, eso le ocurre al yo
mismo” Freud, (1917) Pág. 243.
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La melancolía para Freud (1917) correspondería entonces a un tipo
de identificación narcisista secundaria donde el yo se identifica con la imagen del objeto deseado
o perdido, siendo un tipo de identificación de carácter más primitivo y a la cual el melancólico
llega por la vía de la regresión en la medida que incorpora el objeto. Esto ya lo había planteado
Freud (1913) en “Tótem y Tabú”: Luego de vulnerar la ley y eliminar con el parricidio a su
representante, la horda consume el cuerpo del padre, logrando así su identificación y restitución
de la ley. Para Freud (1913) consentir con el “no” fundamental al incesto (las mujeres de la
horda) permite la renuncia al goce directo, primario y anárquico, para dar paso a la palabra como
uno de los nuevos destinos de la pulsión, lo que sitúa al sujeto en los predios del deseo. Sin
embargo los nuevos destinos de la pulsión no implican en sí mismos la pérdida total de sus
tendencias agresivas y sexuales. Por lo tanto es importante considerar que la ley en tanto límite
incorporado culturalmente por el sujeto, que le indica que “no todo” objeto considerado como
“objeto de satisfacción” es accesible.
De lo anterior que la manera en que el sujeto haya vivenciado
culturalmente la función de la ley incida en un eventual proceso de duelo. Si un sujeto acepta
tempranamente el dictamen de la cultura acerca del “no todo” y asume la castración simbólica es
posible pensar en él como en un sujeto capaz de renunciar en un futuro a las posibles mociones
de placer proporcionadas por un objeto que posteriormente perderá. En consecuencia “el objeto
en psicoanálisis es fundamentalmente, por estructura, un objeto perdido” Rabinovich, (1993)
Pág. 22.
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En relación a los efectos de esta renuncia al objeto, Freud (1924)
profundiza en su obra Inhibición, Síntoma y Angustia la exploración de los efectos de esta y su
consecuente generación de angustia, duelo o dolor. Se remonta al lactante para explicar cómo en
la medida que este no puede diferenciar la ausencia temporal de la madre, de lo que sería su
pérdida definitiva, resulta necesario que el niño experimente en repetidas ocasiones esta
situación de tal manera que comprenda que una ausencia es seguida de una nueva aparición. Es
el juego Fort-Da, en el que el niño tira el carretel alejándolo y luego lo trae hacia él, donde se
evidencia para Freud (1924) la ausencia y posterior regreso de la madre. Antes de esta creación
por parte del niño la ausencia de la madre es sentida como "anhelo”, sin desesperación, sin que
esto implique una "situación peligrosa".
Ahora bien Freud (1924) continúa su recorrido afirmando que es
cuando la pérdida de "la percepción del objeto" se equipara a la "pérdida del objeto" que emerge
la primera condición de la angustia, lo que con el tiempo y experiencias posteriores del niño se
articulará con nuevos aprehensiones como lo es la posibilidad de perder el cariño del objeto
materno, lo que se convierte para él en la causa de peligro y angustia constante. Es posible
afirmar entonces con Freud (1924) que el dolor es la reacción ante la pérdida real y la angustia es
la reacción ante el peligro que la pérdida trae consigo.
Lo doloroso del duelo durante el trabajo de separación del objeto,
se remite para Freud (1924) a la elevada carga de anhelo concentrada en el objeto perdido, el
anhelo por el objeto perdido aumenta cada vez más si no es satisfecho, siendo una "intensa carga
de anhelo”.
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De lo inmediatamente anterior que el duelo se elabora a partir de la
falta que se configura en el sujeto cuando éste requiere de aquello que hacia lazo con el otro, la
falta actualiza la angustia provocada por aquella ausencia estructuradora del sujeto. La
imposibilidad de sustituir el objeto que actualiza la angustia es lo que el sujeto sufre en su duelo,
entendiendo que no es la falta en sí misma la que produce el sufrimiento, sino el trabajo que
emprende el sujeto por no tenerla. La negación de la falta en el registro simbólico que con lleva
una cuota de dolor y sufrimiento.
Finalmente es relevante especificar que lo pulsional hace referencia
a la relación fronteriza entre lo psíquico y lo somático. Su destino ligado profundamente con la
cuestión del deseo, la ley y las dimensiones del objeto, se pueden obtener claves para una lectura
de cada duelo como lo explica Freud:
“El duelo mueve al yo a renunciar al objeto, declarándoselo
muerto y ofreciéndole como premio el permanecer con vida, de igual modo cada batalla
parcial de ambivalencia afloja la fijación de la libido al objeto desvalorizando, es decir,
rebajándolo. Se da así, la posibilidad de que el pleito se termine dentro del inconsciente,
sea después que la furia se desahogó, sea después que se resignó el objeto por carente de
valor”. Freud (1917) Pág. 254.
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2. Lo Normal y lo Patológico en la Experiencia de Duelo
Como ya se ha mencionado mientras que en el duelo es posible
identificar afectos de registro consciente, la pulsión resulta enigmática en la medida que no se
anticipa aquellas representaciones hacia las cuales está dirigida. En este sentido la valoración del
duelo se hace primordialmente según el destino que la pulsión tome: Si es dirigida hacia una
representación sustitutiva, deviene un duelo normal, pero si esta es dirigida al “yo” deviene un
duelo patológico (melancolía).El duelo enfrenta al sujeto barrado, dividido ante la posibilidad de
perderse con el objeto, es decir, morir con él, o elegir vivir.
Con estas observaciones se diferencian ciertas implicaciones como
que la consideración de una patología es relativa a cada caso, y no una propiedad inherente al
fenómeno. Esta, a su vez, debe ser considerada sólo en la medida que existan indicadores claros
de morbilidad, como la imposibilidad del sujeto para auto sostener su propia vida si antes del
duelo lo hacía y después no.
El trabajo inherente al duelo puede traer alteraciones sobre la
conducta habitual del sujeto sin que esto sea necesariamente un estado melancólico o patológico
propiamente. Todos los procesos se desarrollan de diferente manera, además es un proceso
transitorio y paulatino que desaparecerá al cabo de un tiempo.
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Por lo tanto se pueden mencionar de acuerdo a lo hasta ahora desarrollado en el artículo algunos
rasgos clínicos que evidencian un estado de melancolía: “desazón profundamente dolida,
cancelación del interés por el mundo exterior, pérdida de la capacidad de amar, inhibición de
toda productividad y una rebaja en el sentimiento de sí que se exterioriza en autorreproches y
auto denigraciones y se extrema basta una delirante expectativa de castigo. Este cuadro se
aproxima a nuestra comprensión si consideramos que el duelo muestra los mismos rasgos,
excepto uno; falta en él la perturbación del sentimiento de sí. Pero en todo lo demás es lo
mismo”. Freud (1917) Pag.242
El mundo aparece desierto y empobrecido ante los ojos del sujeto.
Estos rasgos permanecerán por un tiempo indefinido y no necesariamente continuo. El sujeto
vivencia el duelo en tiempos lógicos de acuerdo con su subjetividad. No es preciso medir
clínicamente la aparición o desaparición de estos rasgos cronológicamente, ya que el trabajo de
duelo es gobernado por procesos intra-psíquicos.
Es necesario un cierto espacio de tiempo para la realización
paulatina del mandato de la realidad, labor que devuelve al “yo” la libertad de la libido,
desligándola del objeto perdido:
“La inhibición y restricción del yo es la expresión de su
entrega total al duelo que no deja nada para otros propósitos e intereses. En el duelo el
examen de la realidad muestra que el objeto amado no existe y demanda que la libido
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abandone todas sus ligaduras con el mismo. Contra esta demanda surge una oposición que
puede llegar a ser tan intensa que surjan el apartamiento o extrañamiento de la realidad y
la conservación del objeto por medio de una psicosis alucinatoria de deseo” Freud (1915)
Pág. 2092.
Freud (1915) propone en su obra .La Pulsión y sus Destinos cuatro
desenlaces posibles: transformación de la pulsión en lo contrario (amor / odio), vuelta hacia la
propia persona a cambio de hacerlo hacia un objeto exterior, la represión y la sublimación. En la
experiencia del Duelo están permanentemente en juego las cuatro posibilidades siendo la vuelta
hacia la persona propia (concretamente la instancia del yo) la característica de la melancolía. Los
destinos de la pulsión se constituyen en claves de análisis para el tratamiento clínico de las
experiencias de duelo.
Una adecuada elaboración del duelo implicaría hacer soportable
para el sujeto lo que es insoportable ante la pérdida. Bien fuere a través de la creación de un
síntoma llevadero para el sujeto o bien fuere a través de la represión o sublimación. Incluso,
bien fuera a través de posiciones narcisistas en las que el sujeto entrega a su “yo” un valor
imaginario a su existencia que lo sostiene en la vida. Como lo expresa Díaz “se podría decir que
triunfa en este tiempo el principio de realidad que le ofrece al sujeto la posibilidad de obtener
nuevas formas de placer posterior y le permite poner un límite a su dolor”. Díaz (2003) Pág.
65.
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3. Lectura Clínica de un Caso de Duelo
Considerando todo lo planteado hasta el momento, resulta
importante revisar la siguiente experiencia clínica, la cual como se anticipó en la introducción
permite identificar en la paciente situaciones de duelo que ha resultado para su vida decisivas en
lo estructural y que en la medida que se generan nuevas experiencias la han llevado a un estado
melancólico en la paciente se descubre escindida por la fuerte contradicción que le genera el
sostenimiento de su pareja actual y su anhelo de ser madre habiendo abortado en dos ocasiones
anteriores. A continuación el caso de María.
Cuando María llega a consulta por primera vez tenía 36 años de
edad, estaba casada con Carlos un hombre 29 años menor que ella. Ella se encontraba en la
decimo segunda semana de lo que era su segundo embarazo. Su queja inicial incluye una
insatisfacción básica con el tipo de relación que tiene con su pareja además de la incertidumbre
que experimenta frente a la decisión que va a tomar frente a su actual estado, pues explica que
tres años atrás abortó en su primer embarazo con Carlos, decisión que fue consensuada a causa
de dificultades económicas que a juicio de ambos hacía inviable la llegada de un hijo. (La
paciente desde un inicio plantea su condición de escansión entre el sostenimiento o el temor de
abandono por la reacción de su esposo, y su duda frente al aborto, pues si bien no es manifiesta,
es posible considerar que el hecho de discutirlo y no contárselo a Carlos genera un espacio para
la dubitación).
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En esta ocasión María ha omitido contarle a su esposo de su estado
y de su plan “de no traer la criatura al mundo”. Según la paciente su esposo es un hombre que
la somete a prolongadas horas de soledad lo que genera en ella sensación de abandono. Esta
sensación actualiza en María experiencias de su niñez en las que se sentía igual en relación a su
padre, a quien conoció cuando tenía 10 años de edad (Se puede observar como desde su niñez la
paciente hace referencia a un estado de duelo en el que la sensación de abandono era
predominante). María evoca una escena en la que su padre tuvo una discusión con su madre cuyo
desenlace fue el abandono de su madre, su hermana y ella. Al momento presente afirma no tener
ninguna información suya excepto los recuerdos de las ofensas contantes que le hacía a su madre
y los gritos frecuentes que le dirigía a su hermana menor y a ella.
La paciente relaciona estos episodios con Carlos y su actual hogar,
afirma que su esposo constantemente le dice que esta vieja y fea, lo que a su modo de ver esto la
ha afectado psicológicamente a tal punto de desear interrumpir su embarazo, pues con tono
enérgico exclama que esa no es la vida que quisiera para conformar un hogar y para traer un ser a
este mundo. María reafirma que ya ha sido suficiente lo que vivió en su niñez.
La paciente describe a Carlos como un hombre que no la deja salir
de la casa además de que no le gusta que se relacione con nadie, en sus palabras “desea tenerme
apartarla de la realidad”. (María relaciona la escena de abandono y maltrato de su niñez en la
medida que avanza en su relato, hace referencia al duelo de su padre a la vez que evidencia una
identificación con su madre en el lugar que ocupa frente a su objeto de amor, siendo en sus
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propias descripciones Carlos un hombre que representa características decisivas en su biografía
como hija. (El duelo deviene en esta circunstancia un proceso estructurante desde la niñez, María
se castiga o genera posiblemente condiciones en las que sea maltratada como el objeto perdido,
su padre, lo hacía con ellas).
Al cabo de unas semanas María regresa para su segunda sesión e
inicia confirmando que se ha practicado el aborto sin que Carlos lo sepa. Considera que fue una
experiencia dura en la medida que temía que él se enterará, pues suele llamarla con mucha
frecuencia y todo el tiempo tuvo miedo que recibir una llamada mientras abortaba. María
reflexiona acerca de su situación actual haciendo evidente una ambivalencia en su auto
percepción: por una parte se sentía tranquila de haber interrumpido su embarazo toda vez que se
repetía a ella misma que Carlos no era el hombre que ella esperaba, lo que la llevaba a declararse
consciente que debía apartarse de él para siempre. No obstante, al mismo tiempo expresaba que
el anhelo más grande para ella era “tener el privilegio” de ser madre y “tener el hogar que nunca
tuvo”. (la paciente evidencia una contradicción que está comenzando a generar condiciones de
anhelo y que incrementan su insatisfacción, haber abortado le genera un reproche hacia sí misma
por haber interrumpido lo que se supone es su ideal de yo, ser madre, no obstante sostiene que
Carlos es el responsable de su decisión, lo que genera una verbalización de su parte de la
intención de dejarlo, es decir, iniciar un nuevo proceso de duelo posiblemente motivado por la
agresividad que se ha generado por el abortó: Ella considera que Carlos es el impedimento a
eliminar de su vida.)
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María continúa hablando y retorna al momento que le estaban
practicando el aborto, para ella lo que experimentó le hacía sentir que le estaban arrancado una
parte de ella, de su ser, lo que a su vez le hacía temer que le pudieran dañar sus órganos
reproductores, púes desea estar bien para el momento idóneo y con la persona correcta con la que
pueda conformar su propio hogar poder tener el hijo que afirma anhelar. (María insiste en
manifestar su voluntad de ser madre, condición que está en ella articulada con la concepción de
hogar, su temor se centró a su propio cuerpo siendo sus órganos lo que temía perder antes que la
criatura, para María el aborto no genera una condición de duelo sobre la pérdida de un hijo, gira
sobre la pérdida de su condición materna).
Pasan dos semanas y María vuelve a consulta manifestando que se
sentía muy mal por lo que había hecho, sentía que Dios no le iba a volver a dar la oportunidad de
ser madre. Repentinamente rompe en llanto y exclamando de nuevo ¡Dios me va a castigar! Esta
situación se hace más crítica aún en la medida que cuenta como Carlos ha venido tratándola de
una forma muy especial con gestos de cariño y tono muy amoroso a lo que se suma que le ha
manifestado su deseo por tener un hijo con ella. Según María Carlos insiste que un hijo es el
regalo más grande que ella le podría dar en este mundo. (Situación que genera sufrimiento, en
dos realidades psíquicas no representables para el aparato psíquico que configura el sufrimiento
de esta mujer). Esta nueva postura de Carlos ha generado en María sentimientos de
arrepentimiento, afirma que “daría lo que fuera por poder regresar a ese ser al que decidí quitarle
la vida”.
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Transcurridas unas semanas la paciente regresa a consulta
manifestando que se sentía muy mal y que ya no quería vivir más en este mundo: Carlos la había
abandonado (Sufrimiento que a la vez encuentra un escenario en un conjunto de ideales
asociados a su relación afectiva). Su ex pareja estaba ahora con una mujer mucho más joven que
ella, lo que generó entre ambos una fuerte discusión en la que Carlos la había maltratado y sin
mayor explicación se había marchado de casa. María se encontraba profundamente adolorida, se
reprochaba constantemente y argumentaba que ella era la culpable de todo lo que le estaba
pasando, sufría al pensar que Carlos no iba a regresar. La paciente afirmaba que daría lo que
fuera por poder recuperar los dos amores más grandes que ella tenía en ese momento, su ex
pareja y el hijo que había perdido. (Se puede constatar como el abandono y la situación con
Carlos hacen que María resinifique su aborto, si bien la sesión anterior había manifestado su
temor por perder sus órganos reproductores y con ello su capacidad materna, el abandono de
Carlos hace que el bebé sea ahora más importante, pues ahora ese bebe representa para ella el
ideal de permanencia de Carlos y por ende su hogar como lo soñaba, a la vez que es la causa de
su dolor, pues al no estar vivo el niño su esposo se ha ido y ella se ha muerto con su hijo, lo
desea de regreso y sus constantes llamados a los castigos divinos, sumados al abandono y
maltrato de Carlos solo evidencian su incapacidad de re direccionar su pulsión, el niño muerto es
su objeto introyectado, se ha perdido en el objeto erotizado, lo que genera en ella justamente una
condición superyoica que no la cesa de maltratar. Como lo precisa Díaz“ además de entender la
negación como una defensa del aparato contra el displacer, se articula aquí la tesis de que el
principio del placer ,está al servicio de la pulsión de muerte , pues responde a una tendencia de
conservar constantemente el montaje de excitación o llevarla al punto más posible. El aparato
psíquico, dominado en este momento por tal principio, no quiere moverse de su fuente de
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satisfacción no desea saber nada sobre la realidad de la perdida y no quiere renunciar a su
objeto, todo lo cual se dirige en la vía que empuje de la pulsión de muerte indica.” Díaz (2003)
Pág. 63.
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4. Conclusiones
Se puede afirmar que la posición subjetiva de maría es ante todo
una posición inconsciente que frente al duelo la ubica como víctima, abandonada y en falta. No
obstante, el deseo de no padecer de esta manera genera una segunda posición, la del sujeto
consciente que por lo regular es del registro del sentido común que naturaliza el duelo con la
tristeza y con lo pasajero, además de externalizar al otro responsabilidad del duelo: es el otro el
que abandona, es el otro el que desaparece, desde allí, la responsabilidad no recae directamente
en el sujeto del inconsciente, ni mucho menos la responsabilidad del trabajo del duelo, es decir,
que para el sujeto consciente el duelo es algo que ocurre y pasa, y poco o nada se puede hacer
con él. Sin embargo los cambios de Carlos y su demanda de un hijo hacen que María como
sujeto del inconsciente haga que todo tenga que ver con ella, pues el duelo se trabaja en su
psique, con elementos instaurados por ella misma, la pérdida del bebé con el abandono de Carlos
se transforma en una pérdida de una parte de sí misma, es un vació propio frente al cual se tiene
que enfrentar, pero no es todo, es un vacío que la constituye y la funda, por lo tanto se enfrenta a
una paradoja de luchar contra aquello que la constituye.
Por lo tanto el fin desde la perspectiva clínica aquí expuesta es el de
ofrecer aceptación, una aceptación que realiza el sujeto frente a la pérdida que implica el duelo, y
también una aceptación del trabajo que implica llegar a dicha aceptación. Es decir, aceptar la
responsabilidad de que lo que está en juego en el trabajo de duelo tiene que ver con ella como
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sujeto, que no es algo que simplemente pasa y se va, que es un trabajo dispendioso, y que no
existe un “final feliz”, como se podría creer desde la consciencia. Es quizás el núcleo del asunto,
aceptar un final que a la vez fue comienzo, el vacío, la falta de representación, la representación
que hace falta, permitirse aceptar y vivir con la idea que está allí, la falta, para quedarse.
Es así como se reafirma que la falta es constitutiva del sujeto y que
en tal sentido el trabajo de duelo pareciera ser una experiencia que se reactiva en cada situación
de pérdida como lo evidenció María. Quiere esto decir que, el camino para reducir el sufrimiento
neurótico provocado por una experiencia de duelo, es simbolizar la perdida. La representación
simbólica ofrece al sujeto la posibilidad de hacer algo distinto con su sufrimiento. Le queda al
sujeto la tarea de “inventar”, crear, desde su singularidad, tales representaciones.
El trabajo de duelo consiste en la misma elaboración psíquica, es
decir, la necesidad del aparato psíquico de ligar impresiones traumatizantes, así, aquella
ligaduras de la libido deben redistribuirse, y construirse nuevas durante el trabajo de duelo, es
interesante pensar que el duelo enfrenta al sujeto dividido.
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Rabinovich, D. (1993). El concepto del objeto en la teoría psicoanalítica. Argentina:
Ediciones Manantial.