El difícil matrimonio entre Cultura y Medios Masivos

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El difícil entre Carlos Monsiváis L a fórmula cultura y me- dios masivos convoca de inmediato, de acuerdo con las imágenes en uso, un paisaje apocalíptico donde el segundo de los términos acosa interminablemente al primero, de- grada sus escasas posibilidades y concluye en millones de especta- dores como millones de concien- cias muertas. Este panorama —ine- xacto para en lo esencial, aunque acertado en muchos de sus planteamientos críticos— resume el prolongado enfrentamiento que se inicia a principios de siglo al Carlos Monsiváis, (1938), periodista y ensa- yista mexicano; ha colaborado regularmente en Novedades, El Día, Excelsior y ha sido profesor visitante en la Universidad de Essex, el King's College y la UNAM. Entre sus obras principales están Antología de la poesía mexicana del Siglo XX (1966), Los narra- dores ante el público (1969), Días de Guar- dar (1971). Acaba de publicar y prologar una Antología de la Crónica Mexicana. condenar la alta cultura a los pla- ceres del cinematógrafo. A lo largo de esta contienda han ocu- rrido reconciliaciones, etapas de absoluta hostilidad, traiciones, conversiones súbitas, acercamien- tos y profecías desesperanzadas. Y dos enconamientos persistentes: el clasismo, que quiere hacer las ve- ces de "compasión ante las masas imbecilizadas", y el anti-intelec- tualismo que ahora inicia su dis- curso condenando "a los amarga- dos intelectuales de café, ninguno de los cuales llenaría por su cuen- ta una plaza de toros". En el origen de la querella, central en nuestra historia cultu- ral aunque nunca demasiado acla- rada, está la relación de un país atrasado y miserable con la revolución técnica que, a fines del siglo XIX y principios del XX, interrumpe el aislamiento cultu- ral de los sectores populares que, fuera de unos cuantos espectá- culos como los juegos de azar, Cult el circo, las fiestas cívicas y la tandas , extraen de sí mismo los elementos de la diversión ' del juego imaginativo, y cuy diversión está marcada ferozmen te por las exclusiones de clase el teatro y la ópera son cosas d la élite, más acontecimientos se ciales que artísticos, el impulsi externo para que las Buenas Fa milias le añadan pasmo estétici a su boato. AL COBIJO DE LA OSCURIDM A principios de siglo, el cine matógrafo incorpora a público popular e inicii el perdurable reinado qui modifica el sitio de la "alti cultura" y algo democratiza la vi da social. Según lo demuestrai las investigaciones de Luis Reye de la Maza y de Aurelio de lo Reyes, en el tránsito del sigli XIX al XX el cinematógrafo es e nuevo estremecimiento que sacud

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L Carlos Monsiváis principios de siglo, el cine matógrafo incorpora a público popular e inicii el perdurable reinado qui modifica el sitio de la "alti cultura" y algo democratiza la vi da social. Según lo demuestrai las investigaciones de Luis Reye de la Maza y de Aurelio de lo Reyes, en el tránsito del sigli XIX al XX el cinematógrafo es e nuevo estremecimiento que sacud AL COBIJO DE LA OSCURIDM

Transcript of El difícil matrimonio entre Cultura y Medios Masivos

El difícil

entreCarlos Monsiváis

La fórmula cultura y me-dios masivos convoca deinmediato, de acuerdocon las imágenes en uso,

un paisaje apocalíptico donde elsegundo de los términos acosainterminablemente al primero, de-grada sus escasas posibilidades yconcluye en millones de especta-dores como millones de concien-cias muertas. Este panorama —ine-xacto para mí en lo esencial,aunque acertado en muchos de susplanteamientos críticos— resumeel prolongado enfrentamiento quese inicia a principios de siglo al

Carlos Monsiváis, (1938), periodista y ensa-yista mexicano; ha colaborado regularmenteen Novedades, El Día, Excelsior y ha sidoprofesor visitante en la Universidad de Essex,el King's College y la UNAM. Entre sus obrasprincipales están Antología de la poesíamexicana del Siglo XX (1966), Los narra-dores ante el público (1969), Días de Guar-dar (1971). Acaba de publicar y prologaruna Antología de la Crónica Mexicana.

condenar la alta cultura a los pla-ceres del cinematógrafo. A lolargo de esta contienda han ocu-rrido reconciliaciones, etapas deabsoluta hostilidad, traiciones,conversiones súbitas, acercamien-tos y profecías desesperanzadas. Ydos enconamientos persistentes: elclasismo, que quiere hacer las ve-ces de "compasión ante las masasimbecilizadas", y el anti-intelec-tualismo que ahora inicia su dis-curso condenando "a los amarga-dos intelectuales de café, ningunode los cuales llenaría por su cuen-ta una plaza de toros".

En el origen de la querella,central en nuestra historia cultu-ral aunque nunca demasiado acla-rada, está la relación de un paísatrasado y miserable con larevolución técnica que, a fines delsiglo XIX y principios del XX,interrumpe el aislamiento cultu-ral de los sectores populares que,fuera de unos cuantos espectá-culos como los juegos de azar,

Cultel circo, las fiestas cívicas y latandas , extraen de sí mismolos elementos de la diversión 'del juego imaginativo, y cuydiversión está marcada ferozmente por las exclusiones de claseel teatro y la ópera son cosas dla élite, más acontecimientos seciales que artísticos, el impulsiexterno para que las Buenas Familias le añadan pasmo estéticia su boato.

AL COBIJO DE LA OSCURIDM

Aprincipios de siglo, el cinematógrafo incorpora apúblico popular e iniciiel perdurable reinado qui

modifica el sitio de la "alticultura" y algo democratiza la vida social. Según lo demuestrailas investigaciones de Luis Reyede la Maza y de Aurelio de loReyes, en el tránsito del sigliXIX al XX el cinematógrafo es enuevo estremecimiento que sacud

AMONIOa y Medios

Masivosun país todavía rural; en 1895kinetoscopio permite ver, dice

na nota de la época, "criaturasan cristianas como nosotros y tanturnadas por almas como estánas nuestras", y ya en 1912,al cobijo de la oscuridad, la buenaociedad que no alcanzó a irse ypienes anhelan reemplazarla con-ideran a la revolución un espectá-culo, le aplauden a don Porfirio

le silban a los ejércitos campesi-nos. A los intelectuales, el asuntono deja de entusiasmarles y deíreocuparles. José Juan Tabladaopta por el regocijo:

El paisaje que te asombra; el gestoy la sonrisa de la mujer que te cau-tiva, están allí; los veréis siempreque quieras y cuantas veces lo desees.¡Ah, el sortilegio es hondo y la se-ducción incontrastable! El prodigiososueño de opio está al alcance detodas las fortunas. Allí está el hada

sonriente y todopoderosa para elbebé que abra sus ojazos y crea enella; allí están los paisajes que nuncahabías contemplado , ¡oh soñadorque nunca saldrás de tu rincón!allí está la mujer del ídolo, la Circeque nunca hubieras encontrado,¡oh poeta poseído de anhelos devo-radores y de fastuosas quimeras!Tuya es su gracia que los magnatesse disputan; es tuya, desaltérate,masca tu ensueño, deja macerar tualma en su fascinación, espósateal fulgor de plenilunio de la fantas-magoría a la luz que irradia un astromuerto sobre esa tierra espectral,y castamente, ya que no puedeshacer otra cosa, hártate de realis-mo. El cinematógrafo es el Zola delo imposible.

Llueve mucho y para ir al teatro hayque irse a vestir; luneta cinco pesosen la ópera. ¡Bah!, soy de mi épocay toda la ciudad me sugestiona...¡al cinematógrafo pues! (Citado enSalón Rojo de Luis Reyes de laMaza).

El invento que desata en Tabla-da un idioma adoratriz, obtienereacciones acres. En 1906, elcronista Luis G. Urbina examinala incierta "rebelión de las masas"y describe al pueblo que sueñaante las maravillas de la pantalla,el alma colectiva que aduerme susinstintos y sus brutalidades, acari-ciada por la mano de la ilusión,de una ilusión infantil que la trans-porta y eleva por encima de lasgroseras impurezas de la vida. An-te ellos, sonríen los burgueses,que saben de estética. No así losseres que al vivir en el trabajo,en el fondo del taller, en el rincónde la fábrica, en el cuartuchomiasmático de las oficinas, no sa-ben discutir ni analizar estética-mente sus impresiones, no puedenpagar sus espectáculos. Van al ci-nematógrafo de El Buen Tono

porque los hace sentir y los entre-tiene con una pacificadora inocen-cia de niño, y después, al retornaral hogar desmantelado y tristón,su fantasía, como una lámparade Aladino, sigue ornamentandoon efímeros delirios las triste-

zas de su existencia...Urbina se anticipa a Ehrenburg:

el cine es una "fábrica de sueños".Y, de paso, inaugura el ánimo hos-til contra los consumidores de ba-sura, y contra quienes, no debien-do, comparten su desdichadasuerte:

Yo convengo en que el cinematógra-fo entretenga la curiosidad de lamuchedumbre... La masa popular,inculta e infantil, experimenta, frentea la pantalla llena de fotografías enmovimiento, el encanto del niño aquien la abuelita le cuenta una his-toria de hadas; pero no puedo conce-bir cómo, noche por noche, un grupode personas que tienen la obligaciónde ser civilizadas, se emboben en elSalón Rojo, o en el Pathé, o en elMonte Cario, con la incesante repro-ducción de vistas en las cuales lasaberraciones, los anacronismos, lasinverosimilitudes, están hechas adhoc para el público de ínfima calidadmental, desconocedor de las máselementales nociones educativas.

"LA PRIMERA DE LASDROGAS"

Culturalmente, el impactode la tecnología es devas-tador. Inicia la admira-ción rencorosa por Nor-

teamérica, infiltra múltiples dudassobre el porvenir de la sociedad me-

\, crea relaciones de do\Ae- V

móviles que las obligan a refugiar-e en el cerrar de ojos cuando, des-

de la pantalla, un tren se avalan-za hacia las butacas. Es sólo entre-:enimiento, se dice, pero, comoen todas partes del mundo, elcine es un agente sospechoso dea secularización. Si ésta significa—como afirma Max Weber— la'desmiraculización del inundo", la

realidad ajena a los prodigios derden divino, el cine seculariza

sólo para volver a sembrar de mi-agros el espacio psíquico de sus

espectadores (maravillas ya nocomputables por estampas piado-sas sino por fotos del star system).

En sus primeras décadas, el ci-ne decide la moda, reordena las.mágenes sensuales y sexuales, in-venta un rostro femenino que esproducto de otra concepción de lamujer, aprovecha el melodramagénero constitutivo de la moralFamiliar) para filtrar heterodoxias.En una colectividad tan cuantio-samente analfabeta , el cine asu-me con facilidad muchas respon-sabilidades de la cultura oral y esinmejorable vehículo de un aso-marse al mundo no exclusivamen-te político: cómo visten en París,cómo caminan los chinos, cuálesson los vínculos hogareños enEstados Unidos.

Nada de eso se reconoce por lopronto, y.en el campo de la dere-cha la versión a lo que puede sergozado por todos deviene odio ylamentaciones al advertirse la eva-poración de ocios familiares, ino-cencias públicas, juegos infanti-

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preparado a la sociedad para elsalto científico y técnico aplica-do a la industria y al espectácu-lo y, digamos, a semejanza de lasmonjas de Puebla que en 1880denuncian al superior de su con-vento por usar ese invento del de-monio (el teléfono), las multitu-des se aterran ante las sombras

incluso en pueblos -y peque-ñas cmitaa.es se

Culturalmenteel impacto

délatecnología esdevastador.

Inicia laadmiraciónrenconrosa

porNorteamérica

ra del tradicionalismo.En su autobiografía, Mis recuer-

dos, sinarquismo y colonia MaríaAuxiliadora (Editorial Tradición,México, 1980), uno de los funda-dores de la Unión Nacional Sinar-quista, Salvador Abascal, es con-tundente:

Ninguna diversión tenía, mi supremoentretenimiento era la lectura; el cinelo frecuenté recién salido del semina-rio y siempre salí de él con un males-tar profundo, como del que ha per-dido miserablemente un tiempo queequivale a un tesoro, con el almavacía, vacía de algo que poseyera,despojada, saqueada, desolada; cuan-do muchos años después volví al ci-ne, aunque rara vez, con la esperan-za de ratificar mis primeras impre-siones, el efecto fue aún más desas-troso. Sus imágenes femeninas, y a enpleno desarrollo esta industria de ksensualidad, eran una terrible tenta-ción que se apoderaba de todos missentidos y de mis fantasías, hastaque un buen día hice juramentode no volver jamás. Lo he cumpli-do y lo cumpliré sin esfuerzo y vivofeliz sin esa esclavitud...Algo intuye el furor ascético

de Abascal: frente a los medioselectrónicos ni la sociedad en suconjunto, ni mucVio menos el tra-dicionalismo, tienen respuestas.Tanto no comprenden los tradi-i j^

\ ás&\.'í& 'v^saTcve.uo o ie sincrementan su resonancia podio de la censura. A semejadel Código Hays en Hollywen México la Liga de la Decesólo consigue ser un gran bparódico y centuplicar el mpor cada película "prohibíNi las intimidaciones a los due

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de las salas y a los espectadoresque exhiben o frecuentan pelícu-as inconvenientes, evitan el fenó-

meno universal: el cine remuevea moral urbana y pueblerina ydifunde modelos que se indepen-dizan en grado considerable de losjropuestos por la Iglesia y el Es-tado. No importa la debilidad ycasi inexistencia del cine mexi-cano de la época muda; el cinede Hollywood, y en menor medidael italiano, lo sustituyen ventajosa-mente, coincidiendo de algún mo-do con las informaciones socialesde la revolución y su demoliciónde fortalezas de la mentalidadfeudal.

NUNCA FUERA ESPECTADORDE MITOS TAN BIEN SERVIDO

M ucho es lo que el cineaporta. Con él se introdu-ce la cadena de cometi-dos dobles de los medios

electrónicos:

— Moderniza a sus oyentes ypromueve a un tiempo su anacro-nismo social (el cine, escuela decomparación de conductas).

— Es vehículo del nacionalismocultural y del falso cosmopolitis-mo. Inventa una mentalidad urba-na y una mentalidad rural.

— Fomenta la desintegracióndel tradicionalismo, agregándoletonos paroxísticos al mensaje mo-ral y dándose un aspecto fune-rario al amor al pasado (se exaltalo que se subvierte o lo que yafenece). Lo tradicional —se infie-re- es lo atrasado. Véase, porejemplo, el caso de la honra:en la etapa de las divas, estremece;en el melodrama de los cuarentas,es catarsis pública; desde lossetentas, divierte.

— Consigna el sexismo brutalde la sociedad mexicana y conside-ra de modo distinto, aunque casi

nunca explícitamente, el papel dela mujer.

— Informa a los marginados delo que nunca podrán tener y los"apacigua" con las mismas vi-siones.

— Introduce de manera paulati-na el espíritu de tolerancia al es-tablecerse la comparación conotros países y pregona la into-lerancia.

— Exalta el localismo e incor-pora insensiblemente a los especta-dores a nociones más complejasdel mundo y de la nación.

Esto se da muy vigorosamenteal arraigar en todo el continenteel cine sonoro. A partir de 1932,con el melodrama Más fuerteque el deber, el cine se convierteen el mayor estímulo social (des-pués del empleo, la vivienda y lafamilia), y la influencia de unaindustria se extiende de México aLatinoamérica. Eso es, a fin decuentas, la Edad de Oro del cinenacional, la sustitución de reali-dades morales y culturales a nom-bre de la diversión, la conversióndel entretenimiento en filosofíade la vida, el desplazamiento dela épica de la historia por la épi-ca rebajada y fantástica que com-plementan las risas y lágrimas delos domingos por la tarde. Máspor urgencia operativa que porcálculo, el cine mexicano aprove-cha, sobre todo en el período1919 - 1955, muchísimo de loalmacenado en la memoria cultu-ral del pueblo: frases amorosas,versiones de lo horrible y de locatártico, de la deshonra y el exce-so, ideas compartidas sobre la po-breza y la riqueza, certidumbresreligiosas, nuevas aproximacionesdel apetito y el hambre sexual,canciones, sentido del humor pe-trificado en el chiste, recuer-do brumoso de las tradicionesque se presta a su teatralización.Este cine es un resumen no de-

masiado inexacto del nivel cultu-ral en el país y en América Lati-na, y su éxito debe mucho a losvínculos entre situaciones reales,fantasías colectivas y fidelidad enla reproducción de las conduc-tas populares.

En la década de los treinta,entre huelgas y avances de unaconciencia sindical y socialista queafianzará la lealtad popular a lasinstituciones, convergen el creci-miento de la industria gráfica(gracias entre otras cosas a loscómics y a los diarios deportivos),el crecimiento de la industria ci-nematográfica y el auge de la in-dustria radiofónica.

Sin que los intelectuales o losfuncionarios lo admitan o sospe-chen, una revolución cultural mo-desta pero implacable aprovechala densificación urbana, desplazaa la literatura como centro de lareverencia masiva, promueve a lavez y sin contradicciones la alfa-betización y el analfabetismo fun-cional (que lean cómics pero hastaahí) y le concede un espacio míni-mo a una nueva sociedad, ya nocampesina, ya no dependiente alextremo de los dictados guberna-mentales, proveniente al mismotiempo de las costumbres antiguasy de las necesidades de la moder-nización. Entre 1930 y 1950la industria cultural elimina de lasvivencias colectivas a numerosísi-mas prácticas del campo y de lacultura criolla e hispánica, y en lapoda el cine es fundamental.Siembra las trampas de regaños ymoralejas para no tener demasia-dos problemas con la moral domi-nante, exalta a la familia, ponde-ra la honra, le prepara un malfin al adulterio y la prostitución...y hace del discurrir de imágenesun reconocimiento provocador delas apetencias de un público ávi-do y reprimido.

Gracias a la novedad de lengua-e y costumbres, el cine afianza

una certeza: perseverar en loradicional es morirse en vida. La

movilidad es la teoría del conoci-miento de un mundo sacudido>or las guerras y la ciencia. Lamodernización del público es par-cial y restrictiva, pero innegable,

va del estilo dancístico en los)arrios al nuevo sentido del hu-mor, del look de las mujeres a larenovación del melodrama, tarea>ara la que son imprescindiblesas leyendas y los personajes querequiere un público formado en lacomprensión personalizada al ex-tremo de la política, la historia ya sociedad y que, educado por el

clasismo, acepta como natural yusto el desprecio a su inteligencia.

"VIERAS QUE DIFÍCIL ESSEMBRAR EN LAS AZOTEAS"

Ala distancia, se verificael papel básico de losmedios electrónicos ensu primer auge: son los

mediadores entre el shock dela industrialización y la expe-riencia campesina y popular urba-na, de ningún modo preparadapara ese cambio gigantesco, que apartir de la década de los cuaren-tas modifica la idea nacional.Civilización es técnica y por esoa la escuela se la concibe comoafinadora de la mano de obra (deacuerdo con la perspectiva guber-namental, el analfabetismo de lasmayorías es un gran freno para elesplendor de las minorías) y, simucho se apuran y en todo caso,cuidadano es aquél que algunavez se adentró en la educaciónprimaria, votó en ocasiones por elpartido oficial, pertenece a una delas centrales y desaparece actoseguido. Al concluir los deberesdel ciudadano, aparece la industriacultural.

De los treintas a los cincuentasel cine y la radio son la vanguardiacultural de las masas en su procesode adaptación urbana o de penosae insuficiente actualización. Así,los jornaleros y los inmigrantesa sus metrópolis usan la radio co-mo vehículo de nostalgia e inclu-so de comunicación directa. Paraun trabajador migratorio, la radioes una identidad que se desplaza.En muchísimos pueblos, la radiollega antes que la carretera y leayuda al campesino a intuir laciudad y a inventarse necesida-des que, acumulativamente, leconstruyan una psicología. Gra-cias al mundo vislumbrado a tra-vés de música, voces y ruidos, elcampesino o el desplazado ruralencuentran asideros.

Si los recién alfabetizados sue-len estacionarse en los comics,los incorporados gradual y opre-sivamente al proceso industrialatenúan sus incapacidades y asom-bros con las fantasías que sondemandas inadvertidas, las com-pensaciones de un destino im-puesto que van de la catarsis do-minical a las ventajas del anoni-mato urbano (sociales, sexuales).Mientras la "alta cultura" se res-tringe a cien mil privilegiados dela capital y capillas adyacentes alo largo del país, los medios elec-trónicos organizan el tránsito a lasociedad plenamente urbana.

Ante la pantalla, un públicodesprovisto de las claves paraentender los veloces cambios en suentorno cristaliza de golpe locolumbrado en la memorizaciónde unos cuantos poemas: la certi-dumbre de que la realidad másintransferible (la "vida íntima")nunca es exactamente lo mismoque la biografía personal. Encolectividades tan reprimidas entodos sentidos, la "vida íntima"no equivale al discurrir cotidiano.En el apiñamiento, lo que quienes

lo experimentan consideran "ínti-mo" es el fluir de la fantasía, larelación entre lo que se vive y loque se sueña individual y colec-tivamente, la sucesión de relatostragicómicos a los que se confíala identidad y la privacidad ge-nuina.

Desde esta perspectiva, los "mi-tos" del cine nacional son puentesde entendimiento, biografías co-lectivas a cargo de rostros y figu-ras privilegiados, encarnaciones deexperiencias pasadas y presentes.Jorge Negrete, Pedro Armendárizo Dolores del Río evocan el apo-geo y la distancia emotiva de lasociedad rural. Fernando Soler ySara García sintetizan las imposi-ciones y astucias del patriarcadoy el "matriarcado". Pedro Infante,David Silva o Fernando SotoMantequilla condensan la asimila-ción siempre fragmentaria a lasgrandes ciudades que se descono-cen o que, al crecer sin límite, espreciso reconocer de nuevo. Can-tinílas, Tin Tan y Res'ortes repre-sentan las dificultades y las faci-lidades con el habla y la mímica.Joaquín Pardavé actúa en casitodas sus películas (y al margende su edad real) las disculpas có-micas de la vejez. Niñón Sevilla,Lilia Prado y Meche Barba sonla sensualidad inaccesible pero po-sible. María Félix es la humani-zación de la mujer a través de susacralización... La exégesis es des-medida, pero el ámbito a que alu-de es todavía más desmedido.

El delirio de identificación durahasta que se vulnera el prestigio"religioso" del cine y se extingueel candor cultural que animó alos espectadores que se sentían,desde las butacas, en la verdaderauniversidad de la vida. En el sen-tido popular, si el cine ya es arte,de algún modo deja de ser vida.

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"SE TE ASOMA ELMICRÓFONO"

El éxito de los medioselectrónicos no conmue-ve demasiado al sectorintelectual que, todavía

en los años cincuenta, confíaen sus propios medios masivos:la exclusividad del conocimientoy la personalidad de los Tres Gran-des (Orozco, Rivera, Siqueiros).Las tesis de Ortega y Gasset enLa rebelión de las masas se dilu-yen y reaparecen en forma deconsignas que expulsan de lacercanía del paraíso a los medio-cres y constituyen el gran premioen vida: "Se acerca el tiempo enque la sociedad, desde la políti-ca al arte, volverá a organizarseen los órdenes y rangos: el de loshombres egregios y el de loshombres vulgares". Ante la "pue-rilización" del mundo, los escrito-res y los artistas sonríen condesdén.

No es muy eficaz la presenciade los intelectuales en el cine, sise descuenta la intervención deXavier Villaurrutia en el guiónde Vamonos con Pancho Villa,y aciertos sin continuidad deJulio Bracho. Lo que se conside-ra más importante artísticamente,el nacionalismo lírico de EmilioFernández y Gabriel Figueroa, esun hecho aislado y sin carga crí-tica (lo que explica quizá su du-ración tan breve). Lo común enla actitud de la élite es la condenatajante: el desprecio de CarlosChávez por Agustín Lara es laconducta típica, y lo excepcio-nal el interés de Jorge Cuestapor Mae West, o el de SalvadorNovo por la lucha libre o por lassimilitudes entre Cantinílas y Fi-del Velázqúez. El sentimiento desuperioridad es intenso y tan inter-nalizado que incluso el breve perointenso deseo de asomarse al mun-do de los académicos que anun-

cian una cerveza es suprimidocon la burla feroz.

El vulgo es necio y la Academia,que lo sabe, contempla sus predi-lecciones sin mayor aprensión.Cuando más, artículos en contrade los "churros" cinematográficosy fustigamientos a los admirado-res de los ídolos. Pero el tonodominante es la indiferencia, pasa-da la estruendosa celebración delautomóvil y las luces neón por lospoetas de los años veintes.

En los medios masivos, el anti—intelectualismo es feroz, El inte-lectual es el perverso, el afectado,el "raro" en todos sentidos, cu-yo lenguaje pomposo denota laineptitud crasa, el miedo a la sin-ceridad. Todavía a principios delos setentas es común tal reduc-ción: el intelectual es el enemigonatural de la gente en las butacas,el que se opone al disfrute sencillode la vida.

NACIONALISMO ES CANTARAMORCITO CORAZÓN

En los medios electrónicoslas sensaciones lo son to-do. El cine no es parapensar, ni para educar

histórica o políticamente, ni parapredicar, sino para llevar al lími-te las emociones vicarias. Deprincipios de los treintas a media-dos de los cincuentas (el fenóme-no reaparecerá de modo muysimilar, a mediados de los seten-tas), el cine mexicano educa asus frecuentadores en un "senti-miento nacionalista", que tienepoco que ver con las ceremoniasde la Nación Visible y cuyas fic-ciones rápidamente se tornan ver-daderas: así somos en México,querendones, disipados, amantesfrustrados, mujeres abnegadas, sen-timentales hasta el amanecer de lasiguiente semana... De tan fanta-sioso, el espíritu popular que el

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cine y la canción confeccionantermina por legitimarse (cuandono hay alternativas, lo míticoconcluye por ser lo real).

El cine, la radio y la industriadel disco convierten al naciona-lismo cultural en hilera de espec-táculos comerciales. Para ello, serehace el sentido de la fiesta ya mitología de las formas de re-ación, se agudiza y vuelve circen-

se al chovinismo, se pierden lasdistancias entre lo genuino y loartificial, se precipita el deteriorode lo que, al salirse de su mediode origen, se oye ridículo. Granparte de la ferocidad del chovi-nismo se diluye al presentarsecomo show (Como México no haydos) y lo "muy nacional" solose reconoce si viene presentadocomo espectáculo.

Declarativamente, la radio esórgano simultáneo de lo Nuevo yde lo Tradicional, a quienes sir-ve con idéntica lealtad. De he-cho, se decide siempre por elcomercio del pasado y por eluso represivo de la modernidad.¿Por qué elegir la pobreza de'lo nuestro" si está a mano la ri-

queza de una civilización ya nohispánica o gálica, sino de verasinternacional (norteamericana)?¿Por qué aferrarse a la inmutabi-lidad de las costumbres pudiendohacerlas más rentables? Para afian-zar a su público, se ajusta la he-rencia musical y las variantes re-gionales del habla a las necesida-des del desarrollo publicitario ycomercial.

Un ejemplo: la canción mexi-cana (el tratamiento "culto" delos temas tradicionales: rancho,nostalgia, costumbres) se canjea-vía cantantes como Lucha Reyesy compositores y letristas comoChucho Monge, Manuel Esperón yErnesto Cortázar— por la canciónranchera, que Tomás Méndez yJosé Alfredo Jiménez llevarán a

sus últimas consecuencias. Bastade tanta inocencia campirana y detanto paisaje idílico. La humaredase queda pendiente, el inmigran-te se olvida de la nostalgia y apli-ca su intensidad local y nacionala evocar ingratas y mancornadas,el dolor del hombre bueno por lahembra mala. No es exageración:la XEW y la RCA Víctor de Mé-xico condicionan a sus operacio-nes técnicas y comerciales eldestino entero de la música popu-lar, con todo y sus expresionesmarginales.

Este panorama poco le dice ala "alta cultura": folclor urbano,forraje para la chusma que es, enel fondo, irredimible. Ante la

El cine, la radio

y la industria del

libro convierten

el nacionalismo

cultural en hilera

de espectáculos

comerciales

complacencia del Estado, cuyaúnica apuesta cultural masiva es laescuela primaria, la iniciativa pri-vada usa al cine como lo que ja-más será cultura por ser, en lamedida en que una imagen nopuede mentir, realidad estricta."Todo Estado —dice Gramsci —tiende igualmente a crear y amantener cierto tipo de civiliza-ción y de ciudadano", pero elEstado demanda de los mediosun ciudadano que simplementeno lo sea, una civilización comojuego de espejos: donde me refle-jo es lo moderno; donde no measomo es lo antiguo.

El ofrecimiento de las clasesmedias trae aparejados cambiosculturales diversos, de los cualesel más ostensible es la transfor-mación del sentido general de lasuniversidades, cuyo ideal implíci-to ya no será la producción deprofesionistas relevantes sino deprofesionistas funcionales. Por elmismo impulso, en el espacio delas clases dominadas los espectá-culos se convierten en satisfacto-res ostensiblemente culturales. Porlo mismo, para la minoría ilustra-da o para la burguesía, las conquis-tas del cine mexicano no dejande ser remoras, describen la peno-sa unidad nacional que surgiódel impulso de la industria y de laidentidad de gustos entre las cla-ses que es falta de refinamientoclasista (no puede disponer destatus aquello que les gusta atodos). Para distanciarse del popu-lacho, y justamente disgustado porla bajísima calidad, las clases me-dias se alejan del cine mexicano,y en el éxodo no se' distingueuna característica relevante: el ci-ne es dispositivo industrial queresponde a vivencias y apetenciasinfalsificabies, lo aceptemos o no.

Sin glamour posible, emerge deestas muchedumbres urbanas unacultura donde la sinceridad es, enefecto, el mayor valor moral, lafalta de pretensiones que es lagran pretensión. La sinceridad, elno poder sino lo que se es, resultaun escudo, una justificación, unaestructura del gusto, el placer yla admiración que explica nume-rosos fenómenos: Rigo Tovar,las películas de ficheras, Juan Ga-briel, Raúl Velasco, Lupita D'Ale-ssio, el arrobo ante la fascinaciónviolenta e incomprensible de latecnología, la interiorización delas visiones denigratorias y la neu-tralización consiguiente. En Lainvención de lo cotidiano, Michelde Certeau se refiere a las tácti-

cas cpe, por oposición a las es-

trategias de los fuertes, definen(con astucias) la resistencia popu-lar. Así, es muy común nulificarel insulto festejándolo, mellandolos filos racistas y clasistas yconvirtiendo la injuria en~ unchiste compartido. El naco (pa-ria urbano) aplaude el chiste con-tra los nacos, el marginal se ríede la ridiculización de su habla yel desempleado carente de cual-quier "competencia profesional"convierte, en gran éxito de taqui-lla a El Milusos, película explíci-tamente racista. De agresión, ElMilusos pasa a símbolo expro-piado.

LAS POLÍTICAS AUDITIVAS

Si alguno, el papel de la ra-dio, asunto empresarialen un 95 por ciento delos casos, es hacer las

veces de sociedad alternativa. Esel gran vehículo de la fragmenta-ción de la vida cotidiana, de lamodernidad entendida como desfi-le de productos de la publicidad,del desplazamiento de la opiniónpública por el Estimado audito-rio. Complementariamente, la po-lítica radiofónica ratifica una tesisbásica del Estado y las clases do-minantes: para las mayorías nohay desarrollo cultural posible enél sentido clasico, y por lo mismo,si al país le urge la alfabetizaciónes porque capacita la mano deobra. El porvenir cultural delos alfabetizados es asunto deellos o de nadie. Los rudimentossuficientes. En un discurso delDía del Maestro, en 1922, elsecretario de Educación, José Vas-concelos, le evita trabajos al res-to de sus sucesores. Dice Vascon-celos: "Para reorganizar a los pue-blos deseamos, más que propagarlaalta cultura, hacer llegar a todaslas mentes los datos más elemen-

tales de la civilización. Educar ala masa de los habitantes es mu-cho más importante que produ-cir genios, puesto que en reali-dad el genio no vale sino por lacapacidad que tiene de regene-rar a una multitud". En conclu-sión: el prerrequisito para el sur-gimiento de los genios son lasmuchedumbres al alcance regene-rador de la alfabetización.

En los medios rurales y en los"cinturones de pobreza" urbanosla radio más que la escuela divulgalos datos más elementales de lacivilización y le ahorra trabajosal genio. La técnica pone al díaal país pero ustedes, oyentes, sonúnicamente receptores sumisos. Sila publicidad es el verdadero sis-tema informativo de la sociedadindustrial, la alfabetización serárequisito laboral, no cultural.(Afirma en un informe presiden-cial Abelardo Rodríguez: "La edu-cación adecuada a las masas debeservir de apoyo a la estructura eco-nómica del país".)

Quizá en mayor medida que elcine, la radio fija la tasa de infor-mación cultural que se considerajusta para la mayoría, y la persua-sión ubicua del medio obliga alos oyentes a creer en lo que sedivulga, al romanticismo prover-bial de la raza, por ejemplo, o laidentificación de productos co-merciales con lo infalsificabiemen-te nuestro.

En la radio se catalogan lasreacciones aprobadas ante la Mexi-canidad y las filiaciones regiona-les; reordena, en combinación conla industria del disco, la sensibili-dad amatoria (y, en gran medi-da, la sensibilidad familiar) conídolos que se incorporan a laintimidad; instaura un idioma neu-tro ostensiblemente pomposo, consu líder de la vida cotidiana: ellocutor; vierte el melodrama enfórmulas donde los gestos se in-

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corporan a la voz, vicio que setransmite al cine.

Los indígenas y los rancherosaceptan felices los estereotiposdenigrantes en su contra, la burlade su media lengua y de su inge-

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nuidad desquiciante, la risa porsu asombro milagrero ante lasmáquinas. ¿Por qué no se ofen-den? Quizá porque el estereoti-)o es, de cualquier forma, un)rimer reconocimiento. Por lomismo, las mujeres interiorizan el.dioma de las radiocomedias consu comprensión de la realidad através de la exasperación y sudotación de frases y pasionesvicarias para las solteras reales eideales, "desamparadas" en unaremineidad que es sistema defen-sivo y autoparódico.

Gracias sobre todo a la radio,el medio electrónico fundamentalen grandes zonas rurales e indí-genas, la tecnología se incorporaa la ideología popular, como lamagia cuya lógica final es la infe-rioridad de sus admiradores. Nosmide la distancia con lo que usa-mos y cuyo funcionamiento noentendemos, y con lo que ni usa-mos ni entendemos. Dos elemen-tos profundizan el impacto de latecnología: la tardanza en incor-porarla al proceso educativo y laimposibilidad de generar una tec-nología propia. Por lo demás, 900radiodifusoras en todo el país(de las cuales únicamente 20 sonculturales) se instalan en cerca de40 millones de hogares. La radiono confiere estatus pero le da rit-mo, continuidad sonora y fraseshechas (para sentirlas más que pa-ra decirlas) a la intensa, conmove-dora y alivianada vida de su au-ditorio.

DEL PROVINCIALISMO A LA"VIDA CONTEMPORÁNEA"

Cine en casa , arraigo yrecomposición de la vidafamiliar, la televisión lle-ga a México cuando los

grupos dominantes piden lite-ralmente a gritos que no se lesidentifique con el mundo de

(irónicamente idealizado por) Ló-pez Velarde. En breve lapso, latelevisión afina y amplía lo yaconseguido por el cine, la radio,la industria disquera y las histo-rietas e impone un criterio úni-co de vida contemporánea en todoel país. Nítidamente, el especta-dor sabe —sin siquiera verbalizar-lo— qué es lo actual y qué es loanacrónico. Tales conceptos sonsuperficiales, pero el ideal obliga-torio apresura una modernidadgenuina o, mejor, reconoce y en-cauza lo inevitable a partir delseñalamiento de lo que condena yde lo que considera rescatable lasociedad industrial.

En 30 años, la televisión consi-gue:

— Unificar, mucho más de loque se reconoce, el habla nacio-nal, modificando o suprimiendoentonaciones locales y regionales,o imponiendo un vocabulario mí-nimo derivado de la telecomedia,los cómicos y los locutores.

— Banalizar los espectáculos deacuerdo con el dictum paternalis-ta: el sentido de la televisión noes hacer pensar sino divertir.

— Constituir el refugio probadocontra la alienación del trabajo,del transporte y la política; laevaporación psicológica y culturalde la realidad económica y políti-ca que se consigue con sólo pren-der un aparato.

— Definir, como en todas par-tes, la noción de deporte y la re-lación del espectador con el de-porte profesional, y del deportecon el sentimiento nacional.

— Negarle a la actividad políti-ca su potencial democrático, ypresentarla como autoadulaciónestatal o como la corrupción ola ineptitud gubernamentales, algoajeno y opuesto al ámbito fami-liar, que exige para serlo de unacondición apolítica.

— Ajustar por los buenos ofi-

cios del melodrama (la telecome-dia) el impulso de la familia (ensu versión de clase media) a losrequerimientos del individualismode consumo. Ante la pantalla, su-jeta a un pacto y separada del es-pacio público, la familia se "pri-vatiza" de nuevo.

Lo más importante: la televi-sión legitima el culto a Norteamé-rica como la clave de lo contempo-ráneo. A eso —en cierta formainevitable dados los alcances mun-diales de la cultura industrialnorteamericana y las debilidadesinternas— lo vigoriza el plan deconquista que ve en América Lati-na sólo a un mercado. Lo quehabían conseguido los propagan-distas de la ideología empresa-rial, lo obtienen las series dobla-das: la intransigencia conservado-ra se quiebra o se arrincona (loscírculos de la derecha ceden lastradiciones que haga falta si per-manece incólume el sentido depropiedad). A partir de la décadadel sesenta, la "norteamericaniza-ción" (no las inevitables influen-cias o adopciones culturales y tec-nológicas, sino la mentalidad ca-pitalista transformada en indivi-dualismo sentimental y blanda-mente competitivo) ya no afectasólo a las élites; anunciada por laoligarquía y soslayada por el Es-tado, se añade a diario sectoresenormes.

Referido a las mayorías, estono implica "desnacionalización"alguna, sólo el añadido evidenteen la idea nacional de una zonade imitación y asimilación. Losjóvenes proletarios o marginadosque bailan disco, memorizan letrascuyo sentido no entienden, disuel-ven tabúes de la "masculinidad"colgándose aretes y collares y usanprecipitadamente el break dance,no dejan de sentirse mexicanos,sea este gentilicio lo que sea, peroen su nuevo código nacionalista

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ya está escrito el deber de pare-cerse al modelo universal, lo queantes se hubiera dicho: "ser con-temporáneos de todos los demáshombres".

Ante los medios electróni-cos, la derecha se rinde,la izquierda tradicionalno rebasa las frases exor-

cisadoras manipulación y ena-jenación y el sector intelectualve con mínima o máxima pavurala desproporción entre su ámbitode influencia y el estallido demo-gráfico (cuando éramos menos,nos leían los mismos). El senti-miento "apocalíptico" es injusto,no aquilata debidamente comolas cuantiosas transformaciones so-ciales son también culturales, y noexamina los alcances del desborda-miento de la enseñanza media ysuperior; prefiere concentrarse enlo irrefutable: las tropelías educa-tivas de los medios, el programade estupidización y adocenamien-to que nada le concede al especta-dor, la continuación del sexismopor vía de las concesiones a la"mujer moderna".

Los análisis suelen ser correctos,pero la conclusión tiene un saborteológico: el monopolio televisivoes el mal, es el principal causantedel atolladero cultural. En unaversión más terrena, el monopo-lio, simplemente, es una empresaque, hábilmente y aprovechándosede la falta de proyecto estatal,vende al mismo tiempo mercan-cías y certidumbres individualis-tas, es vocero de las transnaciona-les y de la transnacionalizaciónpsicológica. Los gobiernos ven enTelevisa a la garantía de la liber-tad de expansión capitalista enMéxico, y Televisa se consideraen la práctica como la diversiónque inhibe o pospone los pensa-mientos subversivos.

DESDE CABINA, ELLOCUTOR INFORMA

Los medios electrónicos, ala vanguardia del cambiocultural. Al Estado no leafectan: en todo caso

coadyuvan a la modernizacióny mantienen en su sitio, en-tretenidas, a las mayorías, Lainiciativa privada se encarga del"tiempo libre" y a las masas lescorresponden barnices de actuali-dad, apariencias "homogéneas",usos e ilusiones tardías o descon-tinuadas. La información es privi-legio de unos cuantos, y los perió-dicos nacionales tiran, en el mejorde los casos (La Prensa, Esto,Ovaciones) 300 mil ejemplares enun país de 82 millones de habi-tantes.

Ante los medios

electrónicos,

lo común es el

ánimo

derrotista

Son cada vez más escasos losespacios sustraídos de la influen-cia de los sistemas encargados dedistraer del peso del trabajo me-canizado y exhaustivo y de ma-nejar el entretenimiento. Al prin-cipio, este control del "tiempolibre" afecta a las clases mediasurbanas; luego, abarca al conjun-to del país, lo que implica tambiénlas zonas marginadas. A las mayo-rías, los medios electrónicos lesofrecen imágenes que ratifican laslimitaciones inducidas; el rencorabstracto contra la vida, la iden-tificación de pobreza e inferiori-

dad, el miedo ante la autoridadque es certeza a partir de la ex-periencia personal y colectiva. So-bre todas las cosas, a los dueñosde los medios les importa unifor-mar reacciones haciendo ostensi-ble la masificación. Si somos tan-tos, no hay caso de ser distintos.Si somos tantos, .seremos siempreNinguno. Si somos tantos, cadavez tendremos menos.

Ante los medios electrónicos,lo común es el ánimo derrotis-ta: los medios son la utopía flo-tante y cambiante, el nirvanagenuinamente hipnótico y a bajocosto que elimina distancias entrelos ofrecimientos industriales y laconducta a que inducen. Si, di-gamos, una telecomedia es la im-posición del sentido melodramáti-co en la vida de sus espectadores,los medios resultan la autobiogra-fía fatal de quien los oye y con-templa.

Tal determinismo del que parti-cipa incluso la izquierda, secontamina de buenos deseos ex-plicativos y de preguntas queincluyen su propia respuesta de-solada. Por ahora, lo evidente esque al ser mínima o casi inexisten-te la participación de las clasesexplotadas en el proceso educati-vo, los sistemas de comunicaciónsirven, entre otros, a dos propósi-tos directos: uno, popularizar lasexplicaciones de la clase dominan-te, y dos, reducir el gusto populara la sinceridad que en sí misma sesacia. En este sentido, los medioselectrónicos no admiten culturadistinta a la que difunden. Desde1940, han desplazado a la opiniónpública y confirman a diario ladebilidad de la sociedad civil.

Mientras no se cuestione activa-mente la fundamentación ideoló-gica de la injusticia social en elcriterio de la modernización, losmedios seguirán invictos O

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