El concepto de Ideología. Merino
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AUGUSTO MERINO M.
EL CONCEPTO
DE IDEOLOGÍA
CONSEJO DE RECTORES DE LAS UNIVERSIDADES CHILENAS
50
FASCICULOS ~ PARA LA COMPRENSION DE . -
LA CIENCIA. LAS HUMANIDADES
Y LA TECNOLOGIA
11 EDIT OR IAL 11 UNIVERSITARIA
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© Editorial Universitaria, 1987 Inscripción Nº 66.323 Derechos exclusivos reservados para todos los países
ISBN 84-8340-189-4
Texto compuesto con matrices Times 11114
Se terminó de imprimir esca 1 ª edición en los talleres de EDITORIAL UNIVERSITARIA
San Francisco 454, Santiago de Chile en el mes de marzo de 1987 1.000 ejemplares
Cubierta: Masacre del 2, 3, 4, 5 y 6 de septiembre de 1792
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INDICE
INTRODUCCION 9
L LAS CARACTERISTICAS MAS COMUNES DEL CONCEPTO DE IDEOLOGIA 11
IL DOS MOMENTOS IMPORTANTES EN LA GENESIS DEL CONCEPTO 15
l. Bacon 15 2. La Ilustración francesa 17
IIL DOS ENFOQUES TEORICOS: MARX Y MANNHEIM 24
l. El concepto de ideología en Marx 24 2. El concepto de ideología en Mannheim 33
IV. ENFOQUES EMPIRICOS 47
l. Primer tipo de enfoques empíricos 54 2. Segundo tipo de enfoques empíricos 70
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INTRODUCCION
En las ciencias sociales hay pocos conceptos tan complejos y controvertidos como el de "ideología" o ''pensamiento ideológico". Es frecuente, en cier
tos contextos, que el término ideología sea usado como un arma intelectual para desacreditar el pen
samiento que sobre la sociedad tiene el adversario
político. El clima de apasionamiento que a menudo rodea a este concepto hace especialmente difícil
su definición, y es por eso que se ha intentado clarificar en este trabajo sus diversos usos.
Intentaremos, para comenzar, señalar algunas
de las características más importantes y recurrentes en las diversas definiciones que se han propuesto, a fin de aclarar a qué nos estamos refiriendo. Una vez hecho esto, trataremos de explicar el origen y desarrollo del concepto. Para ello mencionaremos en primer lugar las raíces del mismo, dentro de la época moderna, y nos referiremos así a Bacon, y a la Ilustración, especialmente la francesa. Luego, revisaremos la posición de dos de los más importantes teóricos del tema: Marx, que da origen a una de las teorías más influyentes sobre el tema en la actualidad, y Mannheim, que sitúa el problema en un contexto. no marxista. Finalmente, nos referiremos a las dos formas principales como en la investigación
empírica actual, en las ciencias sociales no marxis-
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tas, se ha estado entendiendo el concepto de ideología.
La importancia del estudio de la ideología reside en el hecho de que la mayor parte de los más graves conflictos sociales y políticos del presente si
glo han sido promovidos por teorías sociales que se
acusan mutuamente de ideológicas. Y lo que es peor, se advierte actualmente que el mundo tiende en general a dividirse cada vez más en zonas domi
nadas por ideologías adversarias. Estamos enfrentados a una verdadera guerra de ideologías, no sólo a nivel internacional, sino también en el interior de las diversas naciones.
En un mundo en que la ciencia parece ser el su
premo árbitro a que se recurre en todos los conflic
tos, es progresivamente más frecuente que las posiciones y teorías propias se consideren verdades científicas, en tanto que las de los enemigos políticos sean tachadas de falsedades, de "ideologías".
Entender bien, pues, los usos de este término y el proceso que lo ha generado, puede ser de gran importancia para el individuo en el momento de tomar posición ante las diversas teorías sociales actualmente en pugna.
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LAS CARACTERISTICAS MAS COMUNI•:S DEL CONCEPTO DE IDEOLOGIA
En primer lugar, puede decirse que ideología denota un "cuerpo de conocimientos" o "teoría" o
"doctrina" acerca de la sociedad y la historia. Pero
no se trata de una simple teoría, al modo como,
por ejemplo, el sistema de Kant es una teoría. Lo que se alude específicamente con el término ideología es un tipo especial de teoría, cuya primera cacaracterística es estar íntimamente vinculada con
los intereses colectivos del grupo social que la crea
o la sustenta.
Se alude de este modo a la cuestión de que lo
que la gente cree que la sociedad es o debería ser coincide con lo que resulta más conveniente a sus intereses sociales. Por ejemplo, el hindú de la casta de los brahmanes piensa que la sociedad debe estar dividida en castas, y esta forma de pensar o doctrina le resulta a tal individuo claramente beneficiosa, puesto que la casta de los brahmanes es la más alta y privilegiada de todas. En cambio, un paria, que pertenece a la casta más baja y oprimida, no se ve beneficiado por esta teoría. Obviamente, los más ardientes defensores de la teoría de las castas serán los brahmanes, que procurarán convencer a los parias de la ''verdad" o del carácter "científico" del sistema de castas.
Así, según algunos autores, en la ideología las
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ideas aparentan ser estrictamente científicas, y servir sólo a los fines del conocimiento puro; pero, en realidad, son siervas de un proyecto político-social; son ideas que cumplen la función de esconder ciertos intereses sociales, a los que revisten de apariencias científicas. La verdadera comprensión de las ideas que integran la ideología, por lo tanto, sólo se logra cuando se descubre cuáles son esos intereses ocultos.
Por todo esto se dice que el pensamiento ideológico o ideología está "condicionado" o "determinado" poi: los intereses sociales del grupo que lo sustenta.
Una segunda característica que distingue a la ideología es que, a pesar de lo que pudiera pensarse, se trata de un pensamiento sincero, o de una sincera creencia en la teoría de que se trata. Es decir, resultará sospechoso que la gente tienda a creer lo que le conviene creer, y se podrá a menudo pensar que estamos frente a un caso simple de engaño o mentira deliberada, inventada por los grupos beneficiados a fin de mantener sus privilegios. Pero ello no es así: la ideología es verdadera y sinceramente creída por quienes la sustentan. Si hay un engaño, se tratará, en todo caso, de un autoengaño.
Una tercera característica de la ideología es que el "condicionamiento" social del pensamiento produce apreciaciones falsas, o a lo menos sólo parcial-
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mente verdaderas, acerca de la sociedad. Esta característica es de gran importancia, ya que es precimente la falsedad o parcialidad de la ideología lo que permite que el concepto, en manos de ciertos grupos, se convierta· en un arma destinada a desacreditar el pensamiento del adversario político. Pero, como veremos, mientras algunos autores sostienen que la ideología es positiva e irremediablemente falsa, opuesta a la verdad 'científica, otros piensan que lo que ocurre es solamente que su verdad es parcial, y que la verdad total o completa consistirá no en la total destrucción del pensamiento ideológico, sino en la conciliación de las verdades con· tenidas en las divers~ ideologías existentes en la sociedad.
Una cuarta característica importante es que la ideología no es un pensamiento puramente teórico, o puramente especulativo, sino que es un pensamiento en estrecha relación con emociones, .valores, frustraciones, ideales y aspiraciones de los grupos que la sustentan. Se trata de un pensamiento que moviliza a quienes lo adoptan y los incita a una acción colectiva, destinada a materializar en la sociedad las condiciones sociales que se derivan de la teoría. La doctrina kantiana sobre las posibilidades del conocimiento humano normalmente no incitará a las ¡nasas a acción alguna, o a lo más excitará el interés de unos cuantos filósofos; pero la teoría de que los arios son una raza superior que tiene dere-
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cho a ocupar territorios ajenos y a gobernarlos, moverá en la práctica a quienes se sienten arios a invadir y sojuzgar de hecho otros estados, como ocurrió en la Alemania nazi.
Como veremos, las diversas concepciones de ideología acentúan más o menos algunos de estos elementos. En ocasiones añaden otros, o prescinden de alguno de ellos. Pero en general la problemática gira en torno a estas cuatro características que se atribuyen a la ideología.
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DOS MOMENTOS IMPORTANTES EN LA GENESIS DEL CONCEPTO
l. En la obra del inglés Francis Bacon encontra-mos ciertos elementos de crítica del conoci
miento que constituyen un primer antecedente importante, en la época .moderna, del concepto de ideología. Curiosamente, sin embargo, la importancia de Bacon en este sentido es mayor por la interpretación y extrapolación que de sus ideas hicieron los filósofos de la Ilustración, especialmente en Francia, que por el sentido propio de las mismas.
En efecto, en su libro "Novum Organum" Bacon se refiere al problema de cómo lograr un conocimiento científico de la naturaleza que permita al hombre establecer su dominio sobre ella y usarla para su propia conveniencia. Su preocupación constituye una reacción contra el decadente método medieval de su época, que en vez de acercarse a un conocimiento experimental de la naturaleza, prefería el estudio de las opiniones que sobre ella tenían los antiguos, y adoptaba un estilo de obtener nuevos conocimientos caracterizable como deductivo, que se contentaba con deducir, a partir de ciertos principios generales (a menudo ni siquiera comprobados experimentalmente), otras proposiciones .sobre la naturaleza, de acuerdo con las reglas de la lógica formal.
Bacon efectúa su crítica de estos métodos recu-
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rriendo a la imagen de los "ídolos'', cuya acc1on distorsiona las funciones del conocimiento humano. Es interesante constatar aquí que, en su análisis de los mismos, Bacon se refiere concretamente a la superstición como uno de los mayores obstáculos al conocimiento científico, y dice al respecto en su citado libro:
"Se pone de manifiesto que el impulso decisivo que da ori· gen a la superstición es el de los intereses sociales del esta· mento eclesiástico'',
señalando como causas de esta situación
"los ritos y ceremonias agradables y sensuales, el exceso de piedad exterior y farisaica, el exceso de reverencia por las tradiciones, que no puede sino agobiar a la Iglesia, las estra· tagemas de los prelados en pro de su ambición y lucro •.. ".
La crítica que efectúa Bacon se refiere fundamentalmente al conocimiento de la naturaleza. En cuanto a la sociedad, considera que ésta no está basada en demostraciones o fundamentos racionales, sino que está constituída, al contrario, sobre bases que podríamos llamar no racionales, c<:>mo la tradición, las opiniones, el deseo de gloria, la autoridad, etc.
Bacon, pues, realiza por primera vez, en el contexto de la modernidad europea, un análisis de las distorsiones del conocimiento de la naturaleza en términos de su ligazón con las condiciones sociales en que surge y, más concretamente, con los intereses
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La sociedad está constituida por bases no racional
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sociales de determinados grupos, como el estamento eclesiástico, que están en condiciones de imponer sus opiniones o estilos de pensar al resto de la sociedad.
2. Estas ideas son recogidas con entusiasmo por importantes filósofos de la :Ilustración. france·
sa; pero éstos llevan a cabo una extrapolación del pensamiento de Bacon, que discurría en el terreno del conocimiento científico de la naturaleza, al campo del conocimiento científico de la sociedad. En efecto, Bacon había reaccionado críticamente en contra de un modo de hacer ciencia, de un mé· todo científico, dejando a la sociedad en la perife· ria de su crítica. En cambio los filósofos de la Ilus· tración lo ·que critican fundamentalmente es, por el contrario, la sociedad misma, sus estructuras, su de· sigualdad, sus injusticias. En forma consecuente con la devoción de la Ilustración a la razón, piensan que es posible estudiar a la sociedad con métodos científicos racionales, tal como Bacon había hecho con la natui-aleza, y más aún, creen que es posible llegar, mediante el conocimiento racional de la sociedad, a transformarla en un mundo justo y armonioso. Sin duda la experiencia política absolutista que enfrentan estos filósofos los hace desear un mundo en que la razón ponga límites a los desbordes ar~itrarios del poder.
El ejemplo de la crítica baconiana de los ídolos es universalmente admirado en la Ilustración, que
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Filosofos de la ilustración pasan a Bacon (Cs Nat) al conocimiento científico de la sociead. Traslapación positiv
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emprende a su vez la crítica de los ''prejuicios" que son los enemigos de una recta y racional comprensión no sólo de la naturaleza sino, sobre todo, de la sociedad. Y a semejanza de Bacon, la Ilustración comienza su lucha contra el estamento eclesiástico, a quien atribuye el origen de los funestos prejuicios que obscurecen la verdadera realidad de la sociedad. "Destruid a la infame'~ exclamaba Voltaire, refiriéndose a la Iglesia. Pero junto con la Iglesia, el otro pilar de la sociedad era el Estado, que se apoyaba en aquélla para lograr legitimidad, por lo que, a poco andar, la crítica del Altar se convirtió en crítica del Trono. La causa de los filósofos era, pues, a diferencia de la causa de Bacon, de corte netamente político: no se trataba sólo de una disputa acerca del método científico, sino acerca de la reforma radical de la sociedad de su tiempo. En este sentido la crítica filosófico-política de la Ilustración. es antecesora del concepto de ideología de Marx, a quien movía también un propósito político.
El barón d'Holbach, en su libro "Sistema de la naturaleza, o de las leyes del mundo físico y del mundo moral" publicado en París en 1820, pero escrito a fines del siglo XVIII, escribe algunos párrafos que revelan claramente el ánimo a que nos estamos refiriendo:
"La opinión pública nos sugiere a cada instante falsas visio-
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nes del honor y la gloria. Nos lleva a tener estimación no sólo por ventajas insignificantes, sino por acciones dañosas, favorecidas por el ejemplo, sacralizadas por el prejuicio, y cuyo carácter horrible no advertimos por causa del hábito. En efecto, por hábito nuestro entendimiento admite las concepciones más escandalosas y los prejuicios que atentan contra nosotros mismos y contra la sociedad que nos rodea. ( ••• ) Las autoridades, por lo común, están interesadas en el mantenimiento de las opiniones ya difundidas. Los prejuicios y errores que se consideran necesarios para conservar el poder de tales autoridades son mantenidos mediante la violencia, que sale al paso de cualquier excesiva inclinación por la crítica( •.• ). Si adoptamos por consejera a la experiencia, advertimos que la verdadera fuente de los innumerables males que la humanidad en todas partes padece ha de buscarse en los errores y representaciones religiosas. De la ignorancia de las causas naturales surgen los dioses. Las alucinaciones de los sentidos los muestran terroríficos. La amenazadora imagen de aquellos acos6 a los hombres, sin mejorarlos; los perturbó en vano, llenó su espíritu de quimeras, estorbó el desarrollo de la razón, y les impidió buscar su felicidad. Esas espantables representaciones hicieron del hombre un esclavo de quienes, ~on el pretexto de procurarle lo mejor, lo engañaban. ( ••• ) No menos insidiosos son los prejuicios que ciegamente alimentan los hombres respecto de sus gobiernos. Las reales bases del poder fueron del todo ignoradas por los pueblos. No se atrevieron a exigir felicidad de sus reyes,' cuya misión debió haber sido, precisamente, proporcionársela. Creyeron que los señores, considerados dioses, habían obtenido por nacimiento el derecho de mandar sobre el resto de los mortales, de disponer a su gusto de la felicidad de los pueblos y de no responsabilizarse por los males que ellos causaban. Consecuencia necesaria de tales creencias fue que la política degenerase en el arte funesto de sacrificar la felicidad de todos a las locuras de un individuo, de un puñado de rufianes privilegiados;( •.• ) El hombre se volvió malicioso,
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intratable, se consumió en naderías y se hizo salvaje o fanático cuando pretendió imitar a sus tiranos, convertidos en dioses, o regirse por la doctrina de sus profetas. Fueron es· tos los únicos que aprovecharon de la religión y de las tinieblas que ella difundió en el entendimiento de los hombres. ( .•. ) Jamás se repetirá demasiado que es el error la fuente verdadera del mal que padece el género humano. ( •.. ) Es al error que se deben las agobiantes cadenas que los tiranos y sacerdotes imponen por doquier a las naciones".
Otros filósofos ·de la Ilustración, generalizando a partir de estos mismos temas, se preocupan de desarrollar lo que podría llamarse una sicología del poder, con el fin de explicar el origen de las ideas distorsionadas que los hombres tienen acerca de la sociedad. Así, por ejemplo, Helvétius (cuyas obras lee Marx) sostiene que
"el hombre, cuando se trata de los temas de la vida pública, es un producto del ambiente social en su actitud práctica y teórica"i
y agrega:
"Así, pues, es siempre el interés penonal, modificado según la diferencia de nuestras necesidades, de nuestras pasiones, de nuestro tipo de temperamento, y de nuestras condiciones, lo que, combinándose en las diversas sociedades en una infinita variedad de maneras, produce la sorprendente variedad de opiniones".
Este interés personal se basa, en último término, en el egoísmo del individuo; egoísmo que está ligado al amor del poder, por cuanto el hombre consigue lo que le interesa solamente cuando dispone de poder.
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Paralelamente son echadas las bases de lo que podría denominarse una sociología del poder, que aspira a estudiar las formas en que el ansia de poder de los individuos repercute en la or.ganización de la vida social. Dice Helvétius al respecto:
"Los prejuicios de los grandes son leyes para los pequeños".
Para comprender el verdadero significado de las instituciones sociales hay que proceder al. "desenmascaramiento de los prejuicios", tema universal y recurrente en los filósofos de la Ilustración, que los lleva a exponer a la luz del día lo que consideran son los ''verdaderos motivos" de los gobernantes y de los clérigos, o la auténtica realidad del Estado y de la Iglesia.
Es importante destacar que tanto la sicología como la sociología del poder incipientes a que hemos aludido proceden de acuerdo con lo que en esa época son los estrictos cánones científicos. Ahora bien, en general, la Ilustración no fue amiga de "la ciencia por la ciencia", sino más bien del conocimiento científico aplicado. La ciencia, para ella, debía estar orientada hacia el progresivo mejoramiento de la vida humana. Es precisamente en este tipo de contexto científj.co donde aparece por primera vez el término "ideología", concebido por el filósQÍO francés Destutt de T¡-acy para designar la "ciencia de las ideas", que estudia su origen y formación apoyándose en los datos de la experiencia.
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Destutt de Tracy: ideología como ciencia de las ideas que estudia origen y formación basado en datos de la experiencia
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El espíritu de este estudio es aquí también, como en general en toda la actividad científica de la época,la obtención de una aplicación concreta a la vida humana: el conocimiento correcto del origen de las ideas, y entre ellas, de las que se refieren a la sociedad, servirá de base a una acción política correcta.
Este significado primitivo de la palabra "ideología" se desvirtúa muy luego debido a un incidente político. En efecto, los cultivadores de la ciencia de las ideas o "ideólogos" eran de tendencia política liberal; y como buenos filósofos de la Ilustración, enemigos del autoritarismo político del antiguo régimen, que la Revolución Francesa había recientemente derrocado. Cuando Napoleón comienza a afirmarse, por conveniencia política, en los sectores derechistas y eclesiásticos de la Francia de comienzos del siglo XIX, efectúa un violento ataque contra los ideólogos, a quienes antes había admirado, y que se le oponen ahora con su pensamiento irreligioso y reformador. Napoleón los tacha de intelectuales, teóricos e ilusos, ignorantes de los verdaderos problemas y realidades de la política, de quienes provienen todos los males de ese momento de la vida francesa. "Ideólogo" pasa a ser, desde entonces, un término cargado de desprecio, con que se alude a los adversarios políticos que uno pretende descalificar por compartir los rasgos que Napoleón atribuía a los cultivadores de la "ciencia de las ideas".
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Recapitulando lo anterior, resulta fácil comprender la importancia política que reviste la crítica de los prejuicios hecha por los filósofos de la Ilustración.
Ella apunta a descalificar las ideas sobre la sociedad que se atribuye a los gobernantes, sean civiles o eclesiásticos -los cuales las imponell al resto de la sociedad-, mediante el procedimiento de exponer a la luz los mecanismos ocultos que e"plican tales ideas, es decir, los intereses egoístas de esos grupos sociales, que se ven favorecidos por aquellas doctrinas.
De esta forma, la crítica de los métodos científicos medievales para conocer la naturaleza, iniciada por Bacon con el fin de dominar el mundo f ísico, se transforma, una vez aplicada al ámbito de la sociedad por los filósofos de la Ilustración francesa, en una poderosa arma política, que apunta a una transformación o reforma de la sociedad para hacerla más justa y racional.
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DOS ENFOQUES TEORICOS: MARX Y MANNHEIM
EL CONCEPTO DE IDEOLOGIA EN MARX
Al tratar de la ideología resulta ineludible referirse a Marx (1818-1883), quien echa los cimientos de la problemática en su formulación moderna. En buena parte, los autores que hoy escriben sobre ideología lo hacen o bien continuando la línea trazada por Marx, o bien reaccionando contra él, o bien aplicándole a él mismo algunas de las consecuencias que se desprenden de su concepción del problema. La referencia a su obra, pues, no puede obviarse si se desea comprender las diversas acepciones de ideología que hoy existen.
El concepto de ideología en Marx es complejo. Parte importante de la dificultad d~l análiSis proviene del hecho de que Marx no proporciona una definición acabada del concepto, sino que se refiere a él de diversos modos y en diversos contextos, permitiendo a menudo divisar, en sus referencias concretas al mismo, elementos teóricos insuficientemente explicitados o desarrollados. Otra parte de la dificultad reside en el hecho de que, aún en los textos en que trata más o menos sistemáticamente el problema, Marx es con frecuencia vago, ambiguo y aún contradictorio. Una dificultad adicional de exposición consiste en que el concepto de ideolo-
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gía es tan central e importante en el pensamiento de Marx que resulta extremadamente difícil abstraerlo o aislarlo del resto de su obra.
Marx aborda el problema de la ideología en un momento histórico y con una intención que tiene i:µucha analogía con el caso de la Ilustración. Así como en el époíia de la Ilustración había habido una clase social en ascenso, la burguesía, Marx entiende ahora que es otra clase, el proletariado, la que va ascendiendo para desplazar a aquella. Y así como la Ilustración había efectuado una crítica de los "prejuicios" sustentados por el Altar y el Trono que resultó ser una contribución decisiva a la causa de la burguesía, así también el análisis que hace Marx de la id~ología sirve posteriormente de arma política a la causa del proletariado. Para Marx, como antes para muchos filósofos de la Ilustración francesa, la filosofía debía servir no sólo para conocer la realidad, sino fundamentalmente para cambiarla.
De nuevo, pues, fa crítica de las ideas de los gobernantes, o en general de la clases dominantes de la sociedad, se hace con una intención de lucha política. Y nuevamente esas ideas son tratadas peyorativamente: lo que antes se llamaba ''prejuicios" ahora es llamado por Marx, recogiendo el sentido derogatorio que al término había dado Napoleón, "ideología". Pero el alcance, el sentido y el ámbi-
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to de esta crítica de Marx son notablemente distintos de los de la crítica anterior.
Para Marx, la ideología es pensamiento distorsionado acerca de la sociedad que oculta ciertos aspectos de la realidad de ésta en benefici<:> de la clase dominante, que en el caso concreto que él aborda en detalle, es la clase dueña del capital.
Marx. elabora este concepto en el contexto de la rela.ción entre el pensamiento y la vida práctica de los hombres en sociedad. Para Marx, el pensamiento ~e los hombres en general no es independiente de su actividad material dirigida a hacer posible su vida -actividad económica-, así como tampoco ésta es independiente del pensamiento. Pero la primacía la tiene la actividad- práctica del hombre, pues según Marx no es la conciencia de los hombres lo que determina su vida, sirio su vida la que determina su conciencia.
Sobre esta base fundamental, y dentro del marco general de su concepción de la historia como sucesión de luchas entre grupos sociales opuestos, Marx efectúa un análisis que resulta particularmente esclarecedor de su concepto de ideología: el análisis del pensamiento de los grupos sociales que van . en ascenso y aspiran a controlar el poder. Afirma Marx que tales grupos siempre presentan sus intereses particulares de clase como los intereses generales de toda la sociedad. Así, por ejemplo, la burguesía, que a fines del siglo XVIII aspiraba a derri-
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bar a la nobleza feudal y ocupar su lugar, condujo su lucha bajo las banderas de principios generales, extensivos a toda la sociedad, como la igualdad, la fraternidad y la libertad. Es importante advertir que, según Mane, es efectivo que tales valores representan, en el momento de la lucha, el interés general de la sociedad, aunque la situación cambie posteriormente.
Una vez logrado el objetivo, derrotada la clase dominante anterior •la nobleza, en este caso-, se dan por alcanzados los valores que servían de plataforma a la lucha, se da por inaugurada la sociedad libre, igualitaria y fraterna. Pero hasta aquí solamente llega la coincidencia entre el interés de la burguesía y el interés general, porque a continuación la ·burguesía comienza a llevar a cabo una práctica económica que, lejos de ir en interés de toda la sociedad, la beneficia sólo a ella, perjudicando al proletariado, que es el grupo mayoritario. Este es el momento en que comienzan a darse las condiciones para la distorsión del pensamiento de la burguesía acerca de su propia actividad económica y de la sociedad en general, en que el pensamiento de la nueva clase dominante comienza a hacerse ideológico.
En efecto, se trata de ~ pensamiento que sin duda interpreta adecuadamente la práctica económica objetiva de la burguesía, y en este aspecto no es necesariamente distorsionado. Pero, y aquí está
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lo fundamental, dicha práctica económica es intrínsecamente incapaz de realizar los intereses de todos los grupos .sociales, de materializar en los hechos los valores que se cree son los fundamentos de la nueva sociedad.
Y esto el pensamiento burgués lo oculta; encubre las condiciones de desigualdad, de falta de libertad, y de ausencia de fraternidad que conlleva la práctica económica burguesa. A.sí, por ejemplo, en la apariencia y en la teoría la sociedad es una sociedad de hombres iguales, se trata de una sociedad oficialmente igualitaria; pero en la esencia y en la práctica, es una sociedad que sigue profundamente dividida por antagonismos de clases desiguales, debido a las características de la economía capitalista. A medida que estos antagonismos se hacen más agudos, a medida que la vida real de la sociedad burguesa se aleja de los valores proclamados como su fundamento actuante, más encubridor, más distorsionado, más ideológico se hace el pensamiento de la burguesía, más ilusorias las explicaciones que da de las cuestiones sociales y las soluciones que propone, todas las cuales escamotean la cuestión de fondo, que es la relativa a la base económica de la sociedad.
Gran parte de la obra de Marx está dedicada a demostrar, cómo, efectivamente, la economía capitalista, lejos de ser beneficiosa para toda la sociedad, significaría un pro~esivo deterioro de las con-
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diciones de vida del proletariado, y cómo la teoría económica capitalista encubre esta realidad. Arguye Marx que al proletariado se le arrebata, sin pago, una parte de su trabajo, la que enriquece injustamente al capitalista. Por su parte, la correspondiente teoría económica capitalista "mistifica" o engaña acerca de este proceso de despojo, explicando en general la práctica capitalista por la existencia de leyes económicas -como las referentes al mercado- que son supuestamente naturales y que no pueden, por lo tanto, ser cambiadas.
Así, pues, el pensamiento ideológico de la burguesía surge sobre la base de una determinada práctica económica, generadora de relaciones sociales cuyo sentido verdadero queda oculto· bajo una fa. chada de razones aparentemente científicas, por cuanto es perjudicial para el proletariado, es decir, para la mayoría.
Una característica importante del pensamiento ideológico o ideología en Marx es que no se trata de un engaño intencional por parte de la clase dominante, sino sistémico, . es decir, que surge natu· ral y necesariamente del sistema económico capitalista. En la Ilustración los ''prejuicios", que man te· nían sojuzgado al pueblo, eran obra deliberada de los poderosos. Pero en Marx el origen de la distorsión nQ es ni la intención de un grupo, ni la sicología humana: es la estructura económica.
De ello fluye una gran conclusión política: para
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destruir el error y las injusticias que él contribuye a perpetuar, para edificar la sociedad sobre bases racionales, científicas, no basta con criticar intelectualmente los males sociales, como habían hecho antes algunos filósofos, ni "difundir las luces" mediante la educación: de acuerdo con la tesis de que es la vida la que determina la conciencia, y no la conciencia la que determina la vida, lo que se requiere es una revolución que destruya las bases mismas de la práctica económica capitalista, que sostiene y da razón de ser al pensamiento ideológico.
La importancia política del planteamiento de Marx es obvia. Se trata de una teoría que, en lo relativo a la constitución social y política de la sociedad, pone la verdad y la ciencia no del lado de la burguesía sino al lado del proletariado, que plantea en forma dramática la necesidad de destruir el régimen capitalista, y que anuncia una sociedad futura en que se podrá, por fin, realizar los valores e ideales humanos de libertad, justicia, fraternidad. Resulta comprensible que una teoría de este tipo, vulgarizada por colaboradores y discípulos de Marx, haya podido movilizar políticamente más que ninguna otra a los obreros, cohesionados tras partidos políticos revolucionarios. Como veremos, parte importante de los intentos de entender el concepto de ideología actualmente ha consistido en un análisis del concepto de Marx y en una aplicación de éste a los propios partidos políticos marxistas.
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En esta muy somera exposición del pensamiento de Marx hemos omitido referirnos, por la naturaleza de este tipo de trabajos, a las serias dificultades que en su obra afectan al concepto de ideología. Se requiere una advertencia, pues, en el sentido de que la exposición precedente ha procurado presentar una visión más o menos coherente de un problema que tiene más de una solución. Los textos que hemos seleccionado responden, del mismo modo, a la interpretación que nos parece más adecuada, aunque hay autores que dan de ellos interpretaciones opuestas. Tampoco nos es posible en este trabajo extendernos sobre el contexto en que las ideas en ellos expresadas son vertidas, por lo que el lector interesado deberá remitirse a las fuentes.
1) Del Prefacio de 1859 a Ja "Contribución a la crítica de Ja economía Política":
"Mis investigaciones dieron este resultado: que las relaciones jurídicas, así como las formas de estado, no pueden explicarse ni por sí mismas, ni por la llamada evolución general del espíritu humano; que se originan más bien en las condiciones materiales de existencia que Hegel, siguiendo el ejemplo de los ingleses y los franceses del siglo XVIII, comprendía bajo el nombre de "sociedad civil"; pero que la anatomía de la sociedad hay que buscarla en Ja economía política.( ... ) En Ja produccción social de su existencia, los hombres entran en relaciones determinadas, necesarias, independie'ntes de su voluntad; estas relaciones de producción corresponden a un grado determinado de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas
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relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real, sobre la cual se eleva una superestructura jurídica y política y a la que corresponden formas sociales determinadas de conciencia. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política e intelectual en general. No es la conciencia de los hombres la que determina la realidad; por el contrario, la realidad social es la que determina su conciencia".
2) De "La Ideología Alemana": "De donde se desprende que todas las luchas que se libran dentro del Estado, la lucha entre la democracia, la aristocracia y la monarquía, la lucha por el derecho de sufragio, etc., no son sino las formas ilusorias bajo las que se ventilan las luchas reales entre las diversas clases ( ... ) Y se desprende, asimismo, que toda clase que aspire a implantar su dominación, aunque ésta, como ocurre en el caso del proletariado condicione en absoluto la abolición de toda la forma de la sociedad anterior y de toda dominación en general, tiene que empezar conquistando el poder político, para poder presentar su interés como el interés general, cosa a que en el primer momento se ve obligada. ( ... ) En efecto, cada nueva clase que pasa a ocupar el puesto de la que dominó antes que ella se ve obligada, para poder sacar adelante los fines que persigue, a presentar su propio interés como el interés común de todos los miembros de la sociedad, es decir, expresado esto mismo en términos ideales, a imprimir a sus ideas la forma de lo general, a presentar estas ideas como las únicas racionales y dotadas de vigencia absoluta. ( ... ) Toda esta apariencia según la cual la dominación de una determinada clase no es más que la dominación de ciertas ideas, se esfuma, naturalmente, de por sí, tan pronto como la dominación de clases en general deja de ser la forma de organización de la sociedad, tan pronto como, por consiguiente, ya no es
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necesario presentar un interés particular como general o hacer ver que es lo "lo general" lo dominante".
3) Del Prólogo a la "Contribución a la crítica de la economía política", publicado en Grundrisse:
"Pero no es todo esto lo que preocupa en realidad a los economistas en esta parte general. Se trata más bien de presentar la·producción -véase Mili, por ejemplo-, a diferencia de la distribución, como regida por leyes naturales, eternas, independientes de la historia; y con este motivo se pasan de contrabando disimuladamente las relaciones burguesas como leyes naturales, inmutables, de la sociedad in abstracto. Esta es la finalidad más o menos consciente de todo el procedimiento".
4) Otro texto de "La Ideología Alemana".
Se trata "de mantenerse siempre sobre el terreno histórico real, de no explicar la práctica partiendo de la idea, de explicar las formaciones ideológicas sobre la base de la práctica material, por donde se llega, consecuentemente, al resultado de que todas las formas y todos los productos de la conciencia no brotan por obra de la crítica espiritual, mediante la reducción a la "autoconciencia" o la transformación en "fantasmas", "espectros", "visiones", etc., sino que sólo pueden disolverse por el derrocamiento práctico de las relaciones sociales reales, de que emanan estas quimeras idealistas; de que la fuerza propulsora de la historia, incluso la de la religión, la filosofía, y toda otra teoría, no es la crítica, sino la revolución".
EL CONCEPTO DE IDEOLOGIA EN MANNHEIM
Entre los estudios de mayor importancia dirigidos a
situar el problema de la ideología en un contexto
no marxista está la obra de Karl Mannheim(1893 -
194 7 )·, sociólogo alemán y uno de los padres de la
sociología del conocimiento, quien ha producido el
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tratamiento más profundo y completo del problema desde Marx hasta nuestros días.
Mannheim escribe en el convulsionado y complejo mundo de la Europa Central posterior a la Primera Guerra Mundial. En esa época, los intelectuales experimentan el shock de ver cómo los antiguos valores y verdades del mundo de sus padres son destruidos, repentina y brutalmente, por una guerra que prácticamente nadie había previsto. Surge entonces un ansia de nuevas verdades, de nuevas certidumbres. Y de hecho, tanto en el aspecto político como en el filosófico, el mundo europeo contempla el éxito de movimientos y escuelas que proclaman ser poseedores de verdades absolutas: en lo político, el marxismo; en lo filosófico, la fenomenología, que afirma poder, mediante su nuevo método, conocer la esencia eterna de las cosas. Y luego siguen otros movimientos políticos e intelectuales de corte totalitario, intolerante y absolutista, como el nazismo en Alemania y el fascismo en Italia.
Mannheim contempla esta situación desde una perspectiva intelectual, especialmente vigorosa en Alemania, que se conoce como historicismo. Esta era una nueva fonria de estudiar la historia que, entre otras tesis, proponía la de analizar cada época a la luz de sus propios valores,, que podían ser descubiertos por la compenetración del. historiador con dicha época. Se rechazaba de este modo todo
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estudio o interpretación de épocas pasadas que se hiciera a la luz de los valores actuales propios del investigador. La correcta comprensión de las acciones históricas de determinados hombres, por ejemplo, sólo podría lograrse si ellas eran analizadas a la luz de los valores que aquellos hombres, en aquel tiempo, sustentaban.
Todo esto conduciría a lo que se ha sindicado como una relativización de los valores y de la verdad histórica puesto que no habría patrones absolutos con arreglo a los cuales emitir un juicio. Pero Mannheim rechaza que la verdad histórica no exista o no pueda alcanzarse. En este sentido Mannheim no es un escéptico. Lo que ocurre es que cada posición intelectual y cada época histórica descubren aspectos nuevos de la verdad acerca de la sociedad y de la historia que sólo a ellas se les revelan por primera vez. Un conocimiento acertado, por lo tanto, de la historia y de la sociedad sólo puede lo· grarse si se efectúa una desapasionada considera· ción de las diversas visiones parciales que sobre ellas van surgiendo.
Una postura semejante estaba llamada, en concepto de Mannheim, a tener un obvio impacto en la política, pues implicaba el rechazo de los movimientos políticos intolerantes, que se creían poseedores. de una verdad única, absoluta y definitiva, y promovía la conciliación de puntos de vista opuestos. De esta forma entendía Mannheim que podía
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comenzar a reconstruirse, mejorado substancialmente, el mundo destrozado por la Guerra.
Una primera contribución de Mannheim al desarrollo del concepto de ideología está empapada de historicismo, en el sentido ya indicado, y de su preocupación por los problemas concretos de la época en que vive. Así, Mannheim comienza por revelar que la concepción estrecha, a su juicio, de ideología derivada de Marx, que pasaba por ser un instrumento científico de conocimiento de ciertos aspectos de la realidad social, es más bien un arma política para criticar a la burguesía que puede volverse contra los mismos que la usan. Y desarrolla la idea de que no hay ninguna razón para que la acusación de falsedad que el concepto de ideología hace al pensamiento del enemigo (en Marx, la burguesía) en razón de su vinculación con los intereses sociales del mismo, no se extienda también al pensamiento del grupo social que emite ese juicio, el cual después de todo, está también vinculado a sus propios intereses. Dicho en otros términos, si el pensamiento ideológico de un determinado partido político o grupo social es necesariamente distorsionado por el efecto que sus intereses sociales producen en las ideas, la "verdad" del que lanza la acusación de· ideología al pensamiento de su adversario es igualmente falsa, porque está también sujeta a las deformaciones producidas por sus propios intereses.
Mannheim llega a esta posición a través de la
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generalización de la teoría de Marx acerca de que las características propias del modo capitalista de producción acarrean la distorsión del pensamiento de la sociedad capitalista. Para Mannheim son, en . general, las características propias de toda situación histórica las que pueden producir la parciálización del conocimiento acerca de la sociedad. Es necesario aquí aclarar que, para Mannheim; la "situación" no significa, como para Marx, sólo la estructura económica, sino el cqnjunto de características sociales que definen a un grupo social o a una época determinada.
A esta generalización de la ideología se llega, según Mannheim, después de un proceso en que gradualmente· se pasa de una concepción ''particular" de la misma, a una que él denomina "total ge- · neral".
El punto de partida es la concepción particular. Según ella, la· ideología consiste en una serie de errores, mentiras y engaños, más o menos conscientes por parte de quienes los proponen, encaminados a ocultar ciertos aspectos de la realidad para favorecer o justificar determinados privilegios. La ideología supone, de nuestra parte, de~confianza ante ciertas afirmaciones de nuestro adversario, a quien imaginamos tratando de engañarnos. Esta falsepad es el resultado de los ardides de la sicología humana, que busca satisfacer a toda costa sus intereses. Los engaños fábricados por el príncipe,
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en un contexto maquiaveliano, son un ejemplo de este tipo de ideología.
La segunda forma, que contrasta con la anterior, es la concepción total de ideología. Se entiende ahora que lo ideológico es la totalidad de la estructura de pensamiento de una clase o grupo o de una época. Es la perspectiva general del pensamiento lo que se critica, y no solamante algunas determinadas teorías engañosas. El nivel en que se formula el análisis no es aquí simplemente sicológico, sino sociológico, por cuanto es la situación social general la que determina o condiciona el pensamiento. La teoría de Marx sobre ideología sería un ejemplo de esta segunda forma de entender el concepto.
Pero, añade Mannheim, esta concepción total, que sigue aplicando el concepto de ideología exclusivamente al pensamiento del adversario, debe ser llamado "especial" para distinguirlo de la concepción total "general". Esta implica un último y trascendental paso, en el sentido de que quien hace el análisis de la ideología reconoce que su propio pensamiento -y no sólo el del adversario- debe ser también sometido a estudio, a fin de conocer las raíces sociales del mismo.
De este modo, Mannheim quita al concepto de ideología gran parte -si no todo- el combativo filo político que tenía en Marx. Ya no es, en verdad, un arma de crítica de una situación social determi-
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nada, o del enemigo político; es más bien un instrumento de autocrítica de todo pensamiento, incluido el propio.
Mannheim entiende, pues, el concepto de ideología como una perspectiva general sobre la sociedad y la historia, asociada inevitablemente con una determinada situación histórica y social, que implica una visión del mundo y un estilo de pensamiento ligado a dicha situación y en este sentido, condicionado y parcial; perspectiva que varía en la medida en que tal situación varía a su vez.
En cuanto al problema de la distorsión del conocimiento, que era esencial en el carácter crítico que la ideología tiene en Marx, Mannheim lo empuja cada vez más hacia la periferia de su atención. En efecto, para Mannheim el historicista, el conocimiento de la verdad total implica la asimilación y superación de los puntos de vista particulares que se van sucediendo en la historia. La verdad total no es el resultado de una visión inmediata, eternamente válida, estática, de la realidad, sino que supone un proceso continuo de expansión del conocimiento, y tiene como meta no. el logro de una conclusión de validez supra-temporal, sino el más amplio ensanchamiento de nuestro horizonte que resulte posible.
F;sta mutación de la ideología como crítica en una autocrítica, conduce finalmente en Mannheim a una transformación del problema mismo de la
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ideología, dando lugar a la sociología del conocimiento, para la cual lo que interesa fundamentalmente ya no es averiguar si el pensamiento de tal o cual grupo es verdadero o falso, si es científico o no, si engaña o no engaña, si encubre o no una situ.ación social injusta, sino las formas como ese pensamiento está vinculado a la realidad social del grupo, los estilos de pensamiento que surgen en los grupos de acuerdo con sus características sociales, el modo como se suceden en el tiempo los estilos de pensamiento así distinguibles, etc.
Una segunda contribución de Mannheim es un análisis del concepto de ideología que revela en éste dos contenidos diferentes, según sea la posición y los intereses del grupo social de que se trata. En efecto, el pensamiento de determinado grupo puede estar propugnando la mantención o conservación de un estado de cosas en la sociedad que le favorece. Sólo en tal caso Mannheim habla de una ideología propiamente tal. Cuando el pensamiento del grupo social tiende en la práctica a promover la destrucción del orden establecido y su sustitución por otro que le resulta más ventajoso, Mannheim habla más bien de una utopía, que es también un pensamiento socialmente condicionado, pero orientado a conseguir un mundo futuro donde puedan realizarse los intereses del grupo social en cuestión. La ideología, pues, tiene una connotación conservadora, en tanto que la utopía, una re-
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volucionaria. Los textos siguientes están tomados de "Ideo
logía y Utopía", uno d~ los libros más influyentes de Mannheim sobre este tema.
"A fin de comprender la situación actual del pensamiento, es necesario comenzar con los problemas de la "ideología". Para la mayor parte de la gente, el término "ideología" está en muy estrecha ligazón con el marxismo, y sus reacciones frente a aquél se hallan determinadas, en gran parte, por esta asociaci,6n. Por tanto, se hace necesario afirmar, en primer término, que aunque el marxismo ha contribuido a la formulación original del problema, ambas cosas, la palabra y su significación, se remontan, en la historia, mucho más allá de la aparición del marxismo y que desde su aparición, han surgido nuevas significaciones de la palabra, que han tomado forma independientemente de él.
"No hay mejor introducción al problema que el análisis de la significación del término "ideología": en primer lugar tenemos que desentrañar todos los matices diferentes de la significación que están reunidos aquí en una falsa unidad; una afirmación más precisa de las variaciones en las significaciones del concepto, tal como se usa hoy, preparará el camino para su análisis sociológico e histórico. Semejante análisis mostrará que en general hay dos significaciones distintas y separables del término "ideología": la particular y la total.
"Es implicada esta concepción particular de la ideología cuando el término denota que somos escépticos acerca de las ideas y representaciones propuestas por nuestro contrario. . Son consideradas como deformaciones, más o me· nos conscientes, de la naturaleza real de una situación, cuyo reconocimiento verdadero no estaría de acuerdo con sus intereses. Estas deformaciones se extienden desde las mentiras conscientes hasta los errores semiconscientes y los desa-
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percibidos; desde los esfuerzos calculados para engañar a los otros hasta el engañarse a sí mismo. Esta concepción de la ideología, que sólo gradualmente se ha ido diferenciando de la noción del sentido común de la mentira, es particular en varios aspectos. Su particularidad se hace más evidente cuando se contrasta con la concepción total más amplia de la ideología. Aquí, cuando nos ocupamos de las caracterís· ticas y composición de la estructura total del espíritu de es· ta época o de este grupo, nos referimos a la ideología de una época o de un grupo histórico social concreto, por ejemplo, de una clase.
"Los elementos comunes, así como los diferenciadores de los dos conceptos, son fácilmente evidentes. El elemen· to común, en estas dos concepciones, parece consistir en el hecho de que en ninguno se confía. Sólo se confía en lo que es dicho realmente por el contrario cuando se trata de lograr una comprensión de su significación real y de su intención. Ambas recurren al sujeto, ya sea al individuo o al grupo, procediendo a una comprensión de lo dicho, por el método indirecto de analizar las condiciones sociales del individuo o de su grupo. Las ideas expresadas por el sujeto son consideradas de esta manera como funciones de su exis· tencia. Esto quiere decir que las opiniones, afirmaciones, proposiciones y sistemas de ideas no son tomados en su valor aparente, sino que son interpretados a la luz de la situa· ción vital de quien los expresa.
Además, significa que el carácter específico y la situación vital del sujeto influye en sus opiniones, percepciones e interpretaciones.
''.Por consiguiente, estas dos concepciones de ideología hacen de las llamadas "ideas" una función del que las sostiene y de su posición en su medio social" ••• ( .•• )
"En tanto que uno mismo no ponga su propia posición a debate, sino que la considere como absoluta, mientras que interpreta las ideas de sus adversarios como una simple fun· ción de las posiciones sociales que ocupan, no se habrá dado
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el paso decisivo. Por consiguiente, es cierto que, en tal caso, está siendo usada la concepción total de la ideología, puesto que uno se halla interesado en analizar la estructura del espíritu de su adversario en su totalidad y no, simplemente pormenorizando acerca de algunas proposiciones aisladas. Pero puesto que en el citado ejemplo se está interesado sólo en un análisis sociológico de las ideas del adversario, nunca se superará una formulación muy restringida de la teoría, que a mí me gustaría llamar formulación especial. En oposición a esta formulación especial, la forma general de la concepción total de la ideología está siendo utilizada por el analista cuando tiene el valor de someter, no sólo los puntos de vista del adversario al análisis ideológico, sino todos los puntos de vista, incluyendo el suyo propio.
En la etapa actual de nuestra comprensión, difícilmente se puede evitar esta formulación general de la concepción total de la ideología, de acuerdo con la cual el pensamiento de todos los partidos, en todos los tiempos, posee un carácter ideológico. Düícilmente existe una posición intelectual particular, y el marxismo no constituye una excepción a esta regla, que no haya cambiado a través de la historia, y que, inclusÓ en el presente, no aparezca bajo muchas formas. También el marxismo ha adoptado muy div~as apariencias. No sería demasiado difícil para un marxista reconocer su base social". ( ••• ).
"Un estado de espíritu es utópico cuando resulta des>· proporcionado con respecto a la realidad dentro de la cual tiene lugar.
"Esta desproporción se hace evidente siempre por el hecho de que semejante estado de espíritu, en la experiencia, en el pensamiento y en la práctica, se orienta hacia objetos que no existen en la situación real. No obstante, no se debe considerar como utópico a todo estado de espíritu que resulta desproporcionado con ~especto a la situación inmediata y la trascienda y, en este sentido, "se aparte· de l~ realidad". Solamente llamaremos utópicas a aquellas
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orientaciones que trasciendan la realidad y que, al informar la conducta humana, tiendan a destruir, parcial o totalmente, el orden de cosas predominante en aquel momento.
"Al limitar el significado del término utopía al tipo de orientación que trasciende de la realidad y que, al mismo tiempo rompe las ataduras del orden existente, se establece una distinción entre dos estados de espíritu: el utópico, por un lado, y el ideológico, por otro. Uno se puede orientar hacia objetos que son extraños a la realidad y que trascienden la existencia real y, a pesar de ello, seguir realizando y manteniendo, de una manera afectiva, el existente orden de cosas. En el curso de la historia, aunque el hombre se ha interesado con más frecuencia por objetos que trascendían los límites de su existencia que por lo que eran inmanentes a ella, sobre las bases de esos estados de espíritu "ideológicos", desproporcionados con respecto a la realidad, se han edificado formas de vida social reales y concretas. Dicha orientación desproporcionada sólo se convirtió en utópica cuando, además, tendió a destruir las limitaciones del orden existente. En consonancia con esta verdad, los representantes de un orden social determinado no han tomado, en todos los casos, una actitud hostil frente a las orientaciones que trascendiesen el correspondiente orden existente. En vez de ello, lo que siempre han pretendido ha sido dominar las ideas e intereses que trascendiesen la situación, que no fueran realizables dentro de los límites del orden existente, para convertirlos así en socialmente impotentes, procurando que tales ideas fueran desterradas a un mundo alejado de la historia y de la sociedad, donde no pudiesen afectar el statu quo.
"En todo período histórico han existido ideas que trascendían el orden existente, pero que no desempeñaron el papel de utopías, fueron, más bien, las ideologías apropiadas para aquellas etapas de la existencia, en tanto que estuvieron integradas "orgánica" y armoniosamente en la concepción del mundo característica de la época correspon-
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diente, es decir, en tanto que no ofrecieron posibilidades revolucionarias. Mientras que el orden social medieval, organizado clerical y feudalmente, fue capaz de situar su paraíso fuera de la sociedad, en alguna esfera ultraterrestre que trascendía la historia y mellaba su filo revolucionario, la idea del paraíso formó parte todavía de la sociedad medieval. Dichas ideologías no se convirtieron en ut6picas hasta que determinados grupos sociales no incorporaron esas imágenes añoradas a su conducta real intentando realizarlas en la práctica. Si, por un momento, seguimos la terminología de Landauer y, en consciente oposición con la definición usual, llamamos a todo orden social realmente existente y en curso una "topía" (de la palabra griega topos), entonces tales imágenes añoradas, que desempeñan una función revolucionaria, deberán ser llamadas utopías" ( ••• )
"Que un caso determinado aparezca como utópico o como ideológico depende esencialmente, de la etapa y grado de la realidad a que se aplique esta norma de diferenciación. Está claro que la capa social que representa al orden social e intelectual predominante tomará por realidad la estructuración de correlaciones que ella sustenta, mientras que los grupos que se encuentran en oposición al orden existente se orientarán hacia los primeros indicios del orden social por el que luchan y que está siendorealizadopor ellos. Los representantes de un orden determinado pondrán la etiqueta de utopía a todas las concepciones de la existencia que, según su punto de vista, no puedan, en principio, ser realizadas nunca. De acuerdo con este uso del término, la significación contemporánea_ de "utópico" es, por lo general, la de una idea que, en principio, resulta irrealizable. (Conscientemente hemos separado este significado del término de su definición más estricta). Es cierto que entre las ideas que trascienden la situación social existen algunas que, en priacipio, no pueden ser realizadas nunca. Pero los hombres cuyos pensamientos y sentimientos estén estrechamente ligados a un orden de existencia en el que posean una posi-
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ción definida manifestarán siempre la tendencia a calificar de absolutamente utópicos todas aquellas ideas que, en el esquema de orden en que ellos mismos viven, se haya desmostrado que soil irrealizables".
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ENFOQUES EMPIRICOS
Tanto Marx como Mannheim, no obstante abordar el tema con un interés sociológico, sitúan de hecho el concepto de ideología en un contexto que se acerca a la filosofía.
Los continuadores modernos de Marx, como el húngaro Gy0rgy Lukács,el italiano Antonio Grams· ci, y el francés Louis Althusser, si bien con diversos acentos y en distintos contextos, han prolongado la noción de ideología de aquél, sin variar los elementos fundamentales del concepto. También vecinos del concepto de ideología de Marx son los autores de la llamada "escuela de Frankfurt'', como Marcuse, Adorno, Habermas y Horkheimer.
Mannheim no creó una escuela ni agrupó a seguidores con su tratamiento del concepto de ideología. Posiblemente esto se debe al h~cho de que, siendo alemán, debió emigrar a Inglaterra escapan- · do del dominio nazi, y allí su formación intelectual alemana se encontró con un medio de tradición notablemente distinta, poco inclinado a tratar los problemas con el empaque filosófico que a él le resultaba natural. Sin embargo, su obra "Ideología y Utopía" sirvió para motivar a gran cantidad de investigadores, particularmente de habla inglesa, muchos de los cuales eran críticos de las ideas en ella expuesta, quienes estaban interesados no tanto ~n los aspectos filosóficos del pensamiento ideológico
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cuanto en estudiar cómo funcionan de hecho las ideologías en la sociedad, qué grupos los sustentan, qué resultados producen.
Para cqmprender mejor las formas cumo estos autores entienden el concepto de ideología es necesario referirse brevemente a las influencias sociológicas que inciden en su modo de conceptualizar el fenómeno. Aparte de la influencia o el estímulo de Marx y de Mannheim, hay cuatro sociólogos cuyas ideas contribuyen a conformar los conceptos de ideología usados en la investigación empírica en el ámbito no marxista, Wilfredo Pareto, Max Weber, Emile Durkheim y Roberto Michels.
El sociólogo italiano Pareto afirma que la mayor parte de las acciones humanas son "no lógicas", es decir, que si bien para el actor son lógicas, al observador imparcial, no aparecen como acciones adecuadas para alcanzar el fm que se persigue. Y sin émbargo, los hombres tratan por lo general de hacerlas aparecer como lógicas, cubriéndolas con el manto de raciocinios y argumentos destinados a justiticarlas. Estas teorías justificatorias o "racionalizaciones" están compuestas, según Pareto, de dos elementos principales: por un lado, la justificación misma, que aunque tiene todas las apariencias de un desarrollo lógico, es en el fondo parte de las acciones no lógicas que se trata de justificar; este elemento es llamado por Pareto "deri-
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vación". Por otro lado, está lo que constituye para Pareto la verdadera explicación de las acciones no lógicas, es decir, el conjunto de instintos, sentimientos, inclinaciones, mentalidades, etc. A este segundo elemento, Pareto lo llama ''residuos". Las derivaciones varían de una sociedad a otra; es decir, la forma como los hombres ''presentan", o justifican, sus actos. Pero los residuos, esto es, los instintos, las inclinaciones, son los mismos en todas las sociedades. De esta forma, para Pareto existen ciertas teorías sobre la sociedad, que son aceptadas por ésta independientemente de su veracidad o falsedad -de hecho la cuestión de su veracidad ni siquiera es tomada en consideración-, en atención solamente a que resultan útiles para explicar determinadas situaciones. Son aceptadas instintivamente, no reflexivamente. Se las acepta sin exigir demostraciones de su verdad.
Como puede apreciarse, hay una innegable analogía entre lo que plantea Pareto en orden al carácter encubridor de las teorías que los hombres formulan acerca de sus propias acciones, y lo que dice Marx acerca del carácter distorsionado del pensamiento ideológico de la burguesía, que oculta la verdadera naturaleza de las relaciones sociales en el
·capitalismo. Pero a diferencia de Marx, que ve en ciertps problemas de la actividad económica la causa de la ideología, Pareto sitúa la c;ausa de las derivaciones en la sicología humana. Esta posi-
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ción de Pareto es influyente por cuanto permite explicar la falsedad del pensamiento ideológico sobre bases no marxistas. La ideología sería falsa porque su preocupación no es buscar la verdad, sato justificar ciertos intereses sociales. Y la necesidad de justificación es algo que no tiene nada que ver con la estructura económica de la sociedad, sino con la sicología del hombre.
Max Weber, el sociólogo alemán, contribuye también a las líneas que configuran las modernas concepciones de ideología con su estudio de la autoridad carismática. En efecto, Weber distingue en la sociedad tres formas posibles de legitimar la autoridad política: la racional, propia de una burocracia moderna, apegada a las normas jurídicas, que son la encarnación de la razón, y en que es precisamente el derecho lo que legitima la autoridad; la tradicional, que se basa en la continuación de formas recibidas de autoridad, generalmente patemalistas o monárquicas; y la carismática, fundada en las cualidades personales extraordinarias de un líder, cualidades que constituyen un "carisma", es decir, un don innato, que justifica o legitima por sí mismo la autoridad del líder. El líder carismático y su estilo de autoridad favorecen las acciones colectivas extremas, los grandes entusiasmos, las grandes visiones heroicas de la sociedad, las aspiraciones ideales llevadas hasta los mayores grados de exigencia. Todas estas características, que son
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las que muchos autores atribuyen a una política ideológica, son lo contrario de una política moderada, sobria, rutinaria, conciliadora, racional y, o bien tienen el sello de la utopía a que aludía Mannheim, o bien trascienden completamente los límites de la realidad, ocultando la verdadera naturaleza de ésta. Para muchos autores contemporáneos, es el liderazgo carismático lo que explica el surginiiento de las ideologías, consideradas en su aspecto de ideas movilizadoras de las grandes masas hacia acciones colectivas generalmente revolucionarias, o violentas y poco racionales. El análisis del caso del marxismo-leninismo, con el carisma de Lenin, del fascismo, con el c~ma de Mussolinl, del nazismo, con .el de Hitler, y de muchos otros fenómenos políticos modernos, es confirmación para diversos sociólogos de la utilidad de las ideas de Weber en el estudio d~ la ideología.
Durkheim, uno de los padres de la sociología francesa, alude por su parte al problema de la ideología al tratar las reglas del método sociológico. La ideología aparece entonces como un conjunto de preconcepciones o prejuicios que impiden el verdadero conocimiento de las cosas, al modo como Bacon había conceptualizado el efecto producido por los "ídolos". El científico, porlo tanto, debe procurar desembarazarse de estos prejuicios en su tarea, mediante la sujeción a una estricta metodología. Con todo, estas preconcepciones
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cumplen fuera del ámbito de la ciencia una importante función, según Durkheim: la de contribuir a adaptar a los hombres y a sus acciones al medio ambiente que los rodea. Los hombres deben regular su conducta mediante ciertas normas que les permitan adaptarse al mundo. La ideología cumple precisamente esta función adaptativa. Esta noción de un conjunto de ideas, principios y normas que ayudan al hombre a adaptarse a la realidad es también tratada por Durkheim en el contexto de otra investigación, su importante estudio sobre la religión. En efecto, sostiene Durkheim
que la religión es un sistema de ideas mediante el cual los individuos se representan la sociedad de que son miembros y las oscuras pero íntimas r~laciones que tienen con ella. Por eso, la práctica religiosa fortalece los lazos que atan al individuo con la sociedad de que es miembro. La religión cumple la función de reafirmar los sentimientos e ideas colectivas que dan unidad e integración a la sociedad.
Ambos temas de Durkheim, su oposición de ideología y ciencia, y el rol integrador que desempeñan tanto la ideología como la religión, tienen derivaciones posteriores en las concepciones de ideología que mencionaremos. En efecto, para diversos autores contemporáneos, el surgimiento de la ideología está relacionado no sólo con la aparición de líderes carismáticos, sino además con la necesidad que tienen las masas, especialmente en la atomizada sociedad moderna, de doctrinas, teorías y movimientos colectivos que las aglutinen, las organicen, les
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inspiren ideales, les den sentido a sus existencias y les prometan un futuro mejor.
En cuanto a Roberto Michels, sociólogo ítalo alemán de comienzos de siglo, éste realiza un influyente estudio sobre los partidos políticos y particularmente sobre el Partido Social Demócrata alemán de la época, en que analiza, entre otros aspectos, el fenómeno que tiene lugar en los partidos políticos doctrinarios cuando enfrentan la competencia por los votos del electorado con otros partidos. Según Michels, ocurre entonces lo que denomina la ley de la transgresión: los partidos, cuya finalidad es llegar al control del Estado deben procurar atraer el mayor número posible de votantes; en esta tarea, diluyen aquellos aspectos de las doctrinas de cada uno que resultan más convenientes a fm de hacerlas aparecer atractivas a un mayor número de personas, y simultáneamente, se procura suprimir todo debate interno acerca de cuestiones doctrinarias, a fin de no malgastar esfuerzos.
En opinión de Michels,
esta situación trae por consecuencia que, en la democracia moderna, la política se lleva a cabo en términos que son cada vez menos doctrinarios o idealistas, y cada más pragmáticos.
Esta posición ha servido de antecedente a numerosos estudios en que, como veremos, se contrapone el estilo ideológico, que se describe como doctrinario, .dogmático, intransigente, con el estilo político científico o racional, que es moderador y pragmático. Michels en cierta forma anuncia las ideas de
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los autores de la tesis del fin de las ideologías, que mencionaremos más adelante.
Las ideas expuestas de estos cuatro autores influyen en las concepciones de ideología propias de este enfoque u orientación más empírico, en diversas combinaciones y con diversas variantes. Ciertamente, no estamos sugiriendo que en cada caso la aparición en autores contemporáneos de alguna de esas ideas se deba a una directa herencia de alguno de los citados sociólogos; pero los problemas por éstos tratados son de gran importancia en todos los estudios modernos de ideología, a lo menos en el ámbito no marxista, y de alguna forma u otra reaparecen constantemente en la literatura sobre el tema.
Para abordar el estudio de las concepciones empíricas de la ideología, conviene agrupar las modernas concepciones en dos grandes grupos. 1) La primera de estas familias de definiciones que
trataremos conoce su momento cumbre en el período de la segunda post-guerra que va desde la década de 1950 hasta mediados de la década de 1960. En su comienzo, pues, vive en un ambiente de guerra fría.
Esto significa_ que, aparte de la crítica de los movimientos totalitarios derrotados en la Segunda Guerra, el nazismo y el fascismo, se lleva a cabo la crítica del marxismo de la Unión Soviética y de su órbita. . Dicha crítica tiene obviamente un propó-
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sito político general, entre cuyas numerosas metas está el desenmascarar el pensamiento marxista, mostrando la situación de atraso económico y de opresión en que viven los países del bloque soviético. Otra de las metas es resaltar el fracaso económico, social y político profundo que experimentan muchas nuevas naciones, recién descolonizadas en Africa y Asia especialmente, que han optado por un modelo marxista de sociedad.
Un tema reiterado en esta crítica es el incumplimiento de las predicciones y promesas de Marx en cuanto al logro de la sociedad comunista feliz. Toda la teoría marxista aparece, a la luz de las realidades concretas de los países que la aplican, como una gran utopía no cumplida. El carácter científico de las predicciones de Marx es atacado por falso, ilusorio. Ne;> se trataba, en realidad, de ciencia, sino de especulaciones teóricas que la realidad se ha encargado de mostrar que eran profundamente falsas.
Por otra parte, una de las características de la guerra fría es la lucha de los dos grandes bloques, el occidental y el soviético, por extender su influencia a los países subdesarrollados o del "Tercer Mundo". Tiene lugar entonces una ardua lucha, uno de cuyos elementos es la propaganda. Desde el bloque occidental se dispara contra la propaganda del bloque piarxista, que no obstante exhibir en su política tan desalentadores resultados, presenta su doctrina en forma llamativa, atrayente y simple. Una
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de las técnicas del bloque soviético en ese momento es aprovechar el resentimiento de muchas nuevas naciones, ex colonias de potencias occidentales, y exasperar su nacionalismo. De esta forma, se intenta, con fórmulas nacionalistas, movilizar políticamente a grandes masas, hasta ahora prácticamente inertes en política. Y en los países pobres que aún no se deciden por ninguno de los dos grandes bloques, o en aquellos que ya están en el bloque occidental, se detectan intentos soviéticos por subvertir el orden político recurriendo de nuevo a exasperar aspiraciones, agitar consignas y a movilizar las masas cada vez que se puede, haciendo de la vida política una lucha a muerte.
El contraste que Occidente advierte entre esta realidad y la suya propia es presentado en los siguientes términos. Mientras el enemigo en la guerra fría agita grandes visiones científicas de la sociedad, en los países occidentales, que carecen de ellas, la ciencia y la tecnología han efectivamente mejorado los niveles de vida hasta extremos nunca antes vistos. Esto está relacionado, en opinión de los sociólogos y dentistas políticos occidentales de de la época, con el notable apaciguamiento de la vida política: satisfechas para todos las necesidades básicas, los conflictos políticos pierden su intensidad y su violencia. De hecho, la política de los países avanzados de Occidente se hace moderada, rutinaria, administrativa. Los partidos políticos,
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como había dicho Michels, se hacen pragmáticos a fin de competir por los votos de un electorado también pragmático. Los conflictos de clase se apaciguan, y lejos de divisarse nuevas revoluciones en el horizonte, se advierte con satisfacción que la R:evolución Industrial ha llegado, como se esperaba, a buen término para todos.
En este ambiente, y dentro de este análisis, se aborda el estudio de la ideología de un modo que se acerca notablemente a la concepción particular de ideología a que alude Mannheim. En efecto, la posición del enemigo -el bloque soviético- aparece tan falsa, errónea e injusta, que se la califica de ideología, en el sentido peyorativo que al término habían dado Napoleón y el propio Marx. Con esto se reintroduce en el tema de la ideología el problema de la djstorsión o falsedad del pensamiento ideológico, que Mannheim, en su tránsito a la sociología del conocimiento, había terminado por excluir prácticamente de la problemática.
Se tiende a definir, pues, la ideología a partir de la realidad política que se imputa al bloque enemigo. De este modo, los elementos que generalmente se encuentran en las definiciones de ideología de este período son los siguientes: a) la ideología es un sistema simplificado de ideas,
o.rganizado generalmente en tomo a una sola idea central, que exagera algún aspecto de la realidad social de forma tal que ésta se presenta
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en términos claramente no científicos y falsos;
b) estas ideas así organizadas expresan una visión de la historia y de la sociedad, y proponen un proyecto de sociedad futura radicalmente distinta de la existente;
c) dicho proyecto sugiere o impone claramente un determinado modelo de acción que debe seguirse, e incita vivamente a ella, con el fin de acabar con el orden social actual; se trata, pues, de ideas cuyo fin no es el conocimiento, sino que cumplen una doble función: aglutinar e integrar a las masas, como lo señalaba el análisis de Durkheim respecto de la religión, y promover su acción revolucionaria;
d) conducta y acción van acompañadas de una retórica que las populariza, y que gira en torno a la valoración de los intereses de aquellos grupos que aparecen postergados en la actual estructura de la sociedad, todo ello en un estilo masificado y demagógico, propio de un liderazgo político que es llamado, siguiendo a Weber, carismático. Quienes proponen este tipo de concepto de
ideología obviamente no incluyen su propia visión de las cosas en la categoría de ideología. Además, es interesante destacar que vienen a confundirse aquí las nociones de ideología y de utopía que Mannheim había procurado separar. En efecto, se reputa típico de toda ideología no el justificar la
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situación existente, sino el criticarla, llamando a la acción para sustituir la estructura social por otra radicalmente distinta, que advendrá en un período futuro. Es también importante observar que aquí como en el caso de Marx, la ideología es pensamiento falso, distorsionado; pero la falsedad no es producida, a diferencia de Marx, por el condicionamiento impuesto al pensamiento por la realidad económica de la vida de la sociedad, sino por otros factores, como los intereses puramente políticos o doctrinarios de ciertos grupos, o las necesidades si
cológicas de las grandes masas.
Hemos seleccionado dos textos representativos de esta forma de definir la ideología. El primero es el del escritor español Gonzalo Fernández de la Mora, que en 1964 publica su libro "El Crepúsculo de las Ideologías". En este texto es fácil advertir que la ideología que el autor tiene presente al escribir es, básicamente, la socialista o marxista. La mención que el autor hace del liberalismo como ideología se explica por cuanto Fernández de la Mora sostiene una postura tradicional conservadora, que se sitúa a igual distancia del socialismo que del liberalismo. Es notable este texto porque revela nítidamente los elementos que hemos señalado anteriormente, así como la descalificación que se hace del pensamiento ideológico por plebeyo, masificado, iluso, demagógico, utópico y falso.
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"Las ideologías no son realidades materiales como las cordilleras, sino mentales como el álgebra; pertenecen, pues, al orden del pensamiento. Predominantemente contienen principios de acción, directrices de comportamiento, como la lógica y la moral. No son, pues, cosa distinta de las ideas, ya que ni se puede pensar ni se puede obrar racionalmente sin tener ideas. En rigor, una ideología es un sistema de conceptos, juicios y raciocinios; pero un sistema de condi· ción muy peculiar. lEn qué consiste esta peculiaridad que distingue a lo ideológico de lo estrictamente científico?. ·r.a cuestión no puede responderse con una enjuta definición. Hay que dar al tema varias vueltas de asedio analítico. Sólo trazo a trazo se irá dibujando el complejo perfil de una ideología en su momento de madurez.
"Primera precisión. Una ideología no es un conocimiento teórico, sino práctico. Teórico es aquel saber que, como la metafísica, no prepara ninguna acción, es decir, no tiene otro fin que el puro conocimiento. En cambio, una ideología conduce a la ejecución de actos, a la adopción de decisiones, a la determinación de conductas. Tiene siempre un reflejo en la Historia externa. Es fértil y espectacular. Es algo incitador, pragmático y operativo. Es siempre una acción incoada. Por eso el nervio de toda ideología está en un co'njunto de recomendaciones y preceptos.
"Segunda precisión. Las normas implícitas en cualquier ideología no son propiamente reglas de conciencia, como el mandato de amar a Dios. No son consignas para un solitario, sino para un hombre en sociedad; no para un ere· mita, sino para un ciudadano. Son normas políticas dirigidas a la ordenación de la convivencia terrena. Son pretensiones de fundamentar la cosa pública, y necesariamente desembocan en un programa de gobierno, en una estructuración de la sociedad y en una configuración del Estado. As· piran a ser los fermentos del Derecho constitucional, y de la moral social.
"Tercera precisión. Pero una ideología no es moral
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propiamente dicha, ni tampoco ciencia política rigurosa. Acaso para algún doctrinario una ideología pueda ser objeto de justificación y tratamiento más o menos científicos; así el socialismo en Marx. Pero incluso en tales supuestos hay siempre en las ideologías una irresistt"ble urgencia por la puesta en práctica y un grado de popularización elevadísi· mo. Porque una ideología no es, como el cálculo integral, un producto para el consumo de las minorías, sino de las grandes masas. Ni siquiera es algo originariamente esotérico como la astronomía, que luego cabe vulgarizar. Una ideología nace para uso de los estratos más ínfimos del género hu· mano. Es algo concebi4o para los mercados suburbanos del pensamiento. Es la antecámara de la acción colectiva, la es· puela de los movimientos sociales.
"Cuarta precisión. El plebeyismo constitutivo de las ideologías no les priva de su condición de ideas; pero las convierte en ideas efectivistas, elementales, genéricas y cate· quísticas. El socialista que predica el igualitarismo no se de· tiene a explicar cómo se van a superar las diferencias innatas que existen entre negros y blancos, mediocres y genios, ta· rados y sanos. El liberal que propugna el gobierno del pue· blo por el pueblo no desciende a establecer la fórmula matemática que determinará la contabilización de los cuocientes electorales en el sufragio proporcional. Pero no es que, provisionalmente, permanezcan en el terreno de los princi· pios; es que las ideologías son siempre fáciles, simples y pu· blicitarias. Si no, fracasan. Es más, no tienden a ir concre· tándose, matizándose y desarrollándose, como las discipli· nas científicas, sino por el contrario, a concentrarse en vocablos clave, de contenido cada vez más general y extre· moso.
"Quinta precisión. Las ideologías, aún cuando suelen ser originariamente obra de los intelectuales y, por ello, pro· ducto 'de la razón, al popularizarse, que es lo suyo, adquieren el carácter de creencias. y entonces no son convicciones ni deductivas, ni inductivas. Son lugares comunes re·
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cibidos y aceptados, tópicos de los que el creyente no se hace cuestión. Y si en la polémica se ve obligado a defen· derse, lo hace con argumentos mecánicos o con sentimien· tos personales. Se "tiene" ideas, pero en la!! ideologías se "está"; más que adherido, se encuentra uno instalado en ellas. No son razonadas sino afirmadas, vividas, sentidas y transmitidas: el socialismo es bueno sin más. La asunción de una ideología es fundamentalmente fáctica, volitiva y emocional. No es una meditación sino una ilusión; no es una convicción, sino una situación; no es una conclusión, sino una pasión. De ahí que su carga emotiva, su inercia social y sus valores útiles acaben anulando a los elementos discursi· vos. Una ideología establecida es lo más parecido a un mito.
"Sexta precisión. Hay, además, una sacralización de las ideologías. Cristalizan en consignas dogmáticas y en hipóte· sis intangibles. O se está con ellas o contra ellas. Su aban· dono es apostasía, su reforma, desviacionismo herético. Como las concepciones religiosas, acaban condicionándolo todo. Es el caso del comunismo: desde la biología a la meta· lurgia nada escapa a su vasallaje. Las ideologías, en su hora cenital, son mitos laicos y dogmas secularizados. Tienen profetas y mártires, y son el máximo motor de las más violentas tensiones internacionales y de los conflictos bélicos. Su rigidez llega a ser inexorable. La Declaración de Derechos de 1789 no ha sido para los demoliberales, y el Manifiesto de 1848 para los socialistas algo menos sagrado que el Corán para los mahometanos.
"Séptima precisión. Las ideologías no son propiamen· te ideas puntuales del acto inmediato que se vil a realizar, sino más bien ideales últimos. Huyen de las minucias técni· cas y de los trámites instrumentales. Por eso no suelen contener detalles sobre los procedimientos positivos para lograr lo que se pretende. Y cuando en algún caso excep· cional los determinan, se trata de expedientes muy genéricos, que luego exigen constantes suspensiones. Así sucede con el marxismo, cuya palanca universal es la nacionalización de los medios de producción;pero ni se establece cómo
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se va a administrar la propiedad pública, ni, de hecho, han podido mantener a rajatabla el criterio nacionalizador los gobiernos socialistas. Y algo análogo acontece al liberalismo con respecto al voto. Las ideologías oscilan entre la utopía y la panacea. Lo ideológico no suele ser honesta-mente realista. ·
No se trata,. pues, de que las ideologías no sean ideas. Lo son; pero pragmáticas, políticas, vulgares, elementales, inconcretas, emocionales, dogmáticas, utópicas. Una ideología es una filosofía política popularizada, simplificada, generalizada, dramatizada, sacralizada y desrealizada. Tampoco se trata de que las ideologías sean constitutiva y abso· lutamente falsas. No; su grado de falacia y su punto de exageración dependen de su fidelidad a los sistemas filosóficos nutricios, y de la mayor o menor veracidad de éstos. Incluso lo que originariamente es justo y exacto, al ideologizarse, se radicaliza y deforma. En el mejor de los casos, las ideologías son razones caricaturizadas y corrompidas al cabo de un intenso proceso de lógica y sicológica extrapolación y, en definiti\la, de masificación".
El segundo texto está escrito por el sociólogo estadounidense Edward Shils, y ha sido extractado . de su artículo "Ideología: Concepto y Función", escrito para la Enciclopedia Internacional de Ciencias Sociales en 1968. Shils destaca en este texto, escrito en tono menos polémico que el de Fernández de la Mora, el hecho de ser la ideología un con· junto de ideas orientadas a la acción más que al conocimiento e impregnadas de valores que se supone no tienen base científica.
A4emás, la describe como un sistema de ideas centrado en el propósito político de cambiar el orden social actual de una sociedad. De nuevo, no
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resulta difícil percibir que el tipo de ideología que Shils tiene en mente es la marxista o socialista. Además pueden encontrarse claras huellas de las ideas de Weber, Pareto y Durkheim, mencionadas anteriormente. En efecto, se nos dice que las ideologías son originadas por personalidades carismáticas, y que presentan una teoría o discurso intelectual que justifica los intereses y proyectos de ciertos sectores sociales, a quienes contribuye a integrar internamente en grupos sólidamente constituidos para la acción. "La ideología es una de las formas que pueden revestir los diversos modelos integradores de las creencias morales y cognitivas sobre el hombre, la sociedad y el universo (éste últi~o en relación con el hombre y la sociedad) que florecen en las sociedades humanas. Credos y concepciones del mundo, programas, sistemas y corrientes de pensamiento figuran también entre aquellos tipos de modelos integradores que es preciso distinguir de la ideología.
"Estos modelos de integración se diferencian entre sí por su grado de (a) claridad en la formulación; (b) integración sistemática lograda en tomo de una creencia moral o cognitiva determinada; (c) afinidad admitida con otros mo· delos pasados o contemporáneos; (d) hermetismo ante los nuevos elementos o variaciones; (e) imperatividad de expresión en el comportamiento; (f) afectividad implícita; (g) consensus exigido a aquellos que los aceptan; (h) carácter autoritario de la promulgación; (i) asociación con un órgano corporativo destinado a encamar el modelo de creencias.
"Las ideologías se caracterizan por un alto grado de· claridad de formulación en relación con los múltiples objetos a que se refieren; se manifiestan a sus adherentes bajo una promulgación investida de autoridad y explícita. En comparación con otros modelos de creencias, las ideologías
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ofrecen un nivel relativamente alto de sistematización e integración en tomo a uno o varios valores supremos, tales como la salvación, la igualdad o la pureza étnica. Insisten enormemente en su singularidad e independencia con respecto a los credos, concepciones del mundo y otras ideologías existentes en la misma sociedad; son también más resistentes a cualquier innovación en sus creencias y niegan la existencia o la relevancia de los cambios que puedan ocurrir. Su aceptación y promulgación están acompañadas por tonos afectivos de gran intensidad. Exigen una completa sumisión individual a sus adherentes y estiman esencial e imperativo que su conducta esté completamente inspirada en ella. También se exige de todos los que proclaman su adhesión a la ideología unánime conscnsus; se confía en que sus seguidores se muestren absolutamente de acuerdo entre sí. Por último, se considera que la forma de corporación colectiva es el modo de organización más apropiado para mantener la disciplina entre los adherentes, así como para atraer o sojuzgar a otros. ( ... )
"Las ideologías y quienes las profesan pretenden hablar en nombre de una entidad trascendente (un estrato social, una sociedad en su conjunto, el género humano o un valor ideal) que es más amplia que la entidad corporativa particular que agrupa a quienes creen en la ideología. Los portadores colectivos de las ideologías, cualquiera que sea su comportamiento real, pretenden actuar en nombre de un "ideal", cuyos beneficiarios serían mucho más numerosos que los simples componentes del grupo ideológico. Puesto que el ideal es siempre diferente de lo dado, la ideología combate por la realización de un estado de cosas que, como sus inspiradores alegan, nunca existió en el pasado, o bien existió, pero desapareció posteriormente. ( ..• )
-"Comparada con la concepción del mundo dominante y con sus credos constituyentes o superpuestos, la ideología se caracteriza por combatir mucho más enérgicamente por la realización más pura, plena e ideal de determinados valo-
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res cognitivos o morales que existen en la sociedad en que la ideología se desarrolla. Las ideologías subrayan también un contacto permanente y real con símbolos sagrados y una manifestación más plena de lo sagrado en lo existente.Mientras que los credos y concepciones del mundo vinculados con el sistema institucional básico exigen en sus promulgaciones programáticas, cambios parciales o cambios que no suponen una modificación profunda de lo ya existente, las ideologías movilizan a sus seguidores para la realización de su ideal, que es una manifestación de lo sagrado, por medio de una "transformación total" de la sociedad. Persiguen es-· ta plenitud o bien en la conquista total (incluyendo la conversión), o bien en una renuncia total, a fin de que la forma ideal y más pura del valor pueda ser cultivada en el aislamiento fuera de la influencia contaminadora de la sociedad que las rodea. ( ... )
"La ideología ( ... ) supone la acentuación y generalización de ciertas proposiciones y actitude5 fundamentales, mientras que las restantes se presentan con un carácter secundario y, en todo caso, subordinadas a la proposición (o proposiciones) que han sido elevadas a una situación de predominio. Una ideología, en consecuencia, se diferencia de una concepción del mundo predominante por su mayor claridad o explicitación, su mayor integración interna o sistematización, la mayor urgencia en su aplicación, y una intensidad de concentración "mucho más alta, centrada en tomo a ciertas proposiciones o valores fundamentales.
"Todas las ideologías( ... ) entrañan una alienación agresiva con respecto a la sociedad existente: proponen la transformación de las vidas de sus componentes de acuerdo con principios específicos ( ... ) Las ideologías se enfrentan apa· sionadamente a los productos de las instituciones culturales del sistema institucional establecido. Proclaman que esas instituciones perturban la concepción de la verdad sobre las cosas "serias", manteniendo, por tanto, un sistema injusto en el orden social. Las ideologías insisten en la encarnación
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de los principios en la conducta; éste es uno de los fundamentos para acusar a los sistemas institucionales y de valores básicos de hipocresía, de abandono de los principios y de corrupción por el poder. De esta forma, las ideologías y sus seguidores, bien estén fuera del poder o bien controlen sus resortes centrales, se libran a una crítica incesante de las inconsistencias y los errores del comportamiento -de acuerdo con rigurosos principios de derecho y de justicia- en aquellos sectores de la sociedad sobre los que no ejercen un absoluto control. Las ideologías exigen una intensa y continua observancia de sus imperativos en el comportamiento de sus adherentes. ( ... )
"Las ideologías tienen siempre que ver con la autoridad, trascendente o terrena, y no pueden, por tanto, evitar ser políticas, excepto en el supuesto de la formación reactiva extrema que conduce a una retirada total de la sociedad. Incluso en aquellas épocas en que no se permitía la publificación ·de la política, los grupos ideológicos se lanzaron a la arena política. Desde el siglo XVII, toda ideología ha tenido una concepción de la política y, a partir del siglo XIX, la mayor parte de ellas han sido preponderantemente políticas. Esta exteriorización del pensamiento acentuad.amente política no se identifica con la actitud de los políticos profesionales que viven sólo para la política, con exclusión de todo lo demás. Las ideologías que se centran en la política lo hacen porque consideran que la política es una realidad global. La valoración de la autoridad es el centro de la perspectiva ideológica en tomo al cual se integran todos los demás objetos y sus respectivas valoraciones. Es decir, ninguna esfera tiene en sí misma un valor intrínseco: el individuo aislado no existe, ni hay esferas independientes del arte, de la religión, de la actividad económica o de la ciencia. Todas deben ser comprendidas políticamente ( •.• ) La ideología, aunque nomiiialmente pueda ser religiosa o antirreligiosa, siempre tiene relación con lo sagrado. Tiende .ª santificar la existencia, situando a todas sus partes bajo el dominio de principios válidos por sí mi~mos. Lo sagrado y lo sacn1ego
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residen en la autoridad: lo primero, en la autoridad reconocida por la ideología: lo segundo, en la que prevalece en este "mundo pervertido" con el que la ideología se enfrenta. Desde la perspectiva de una ideología, la política corriente es el reino de la oscuridad, mientras que la política ideológica es la lucha de la luz contra las tinieblas. La participación de la vida rutinaria del orden político es ajena al espíritu ideológico. No obstante, se producen de hecho muchas alteraciones de esta pureza ideológica, y la política puramente ideológica es marginal y excepcional. La necesidad de construir una maquinaria especialmente poderosa para poder conquistar el poder estatal, incluso por medio de la conspiración o de la subversión, exige compromisos con el orden político existente, al que deben hacerse concesiones, y rebaja la orientación ideológica de los seguidores potenciales ( ••• ) Hay muchos intelectuales que han heredado una tradición ideológica, para los cuales la política ideológica, aparece como la única política justa. Incluso cuando los intelectuales están convencidos de la ineficacia de la política ideológica, las categorías sobre las que las ideologías construyen su visión del mundo, tanto como las técnicas y los héroes producidos por la política ideológica, incitan y domi~ su imaginación. ( .•• )
"Toda ideología es consecuencia de la necesidad humana de imponer un orden intelectual sobre el mundo. La necesidad de una ideología es una manifestación extrema de la necesidad de contar con una imagen cognitiva y moral del universo que, de forma menos intensa y más intermitente, es una disposición fundamental, aunque desigualmente distribuída, del hombre. Las ideologías surgen en situaciones de crisis y en sectores sociales para los que la concepción del mundo imperante hasta entonces se ha hecho inaceptable. Aparece una ideología porque se experimenta la imperiosa necesidad, no satisfecha por la concepción del mundo dominante, de una explicación de experiencias importantes, de una firme orientación de la conducta y de
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una justificaci6n o legitimación del valor y de la dignidad de las personas que experimentan la necesidad( .•. ) Las ideolo· gías son creaciones de personalidades carismáticas que poseen visiones pers~ivas, expansivas y simplificadas del mundo, así como poderosas facultades intelectuales e imaginativas. Al situar en su mismo centro ciertas proposiciones, fundamentales desde el punto de vista cósmico y ético, una ideología aporta a los que la aceptan la creencia de que están en posesi6n de lo que es, en última instancia, justo y verdadero, con lo cual se identifica. ( ••• ) -
"El sujeto prístino y característico de una ideología es un grupo ideol6gico primario ( ••• ) El lazo que une a los miembros del grupo ideológico primario entre sí es la vinculación como participantes comunes en UD sistema de creen· cias ( ••• )Un camarada es un camarada en virtud de sus creencias, percibidas ahora como sus cualidades más significativas. Un grupo ideológico primario completamente desarrollado está separado por límites profundamente definidos del "mundo" ante el que trata de protegerse o sobre el que pretende por el contrario, establecer su dominio. La estricta disciplina sobre la conducta y las creencias de sus miembros es una característica de los grupos ideológicos primarios. Exigen, asimismo, una intensa solidaridad y una lealtad inquebrantable (como en las células revolucionarias o en las sectas religiosas separatistas). ( ••. )
"Los propulsores de las ideologías se resisten tenaz-mente a la introducción de cualquier revisión en sus artículos de fe. Las ideologías aspiran a la plenitud sistemática y sus seguidores no experimentan la necesidad de introducir perfeccionamiento alguno. A pesar de todo, las ideologías no reflejan ni se adaptan nunca perfectamente a los hechos de la experiencia que pretenden interpretar y dominar. Hasta la ideología más sistemáticamente elaborada, al igual que cualquier sistema de creencias, científico o no científico, contjene contradicciones, ambigüedades y lagunas.( ••• )
"Con frecuencia, las ideologÍas son aceptadas por personas que están predispuestas cultural o temperalmente.
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Tales personas pueden mostrarse inclinadas a expresar sus concepciones de modo agresivo, pueden sentir una imperiosa necesidad de distinguir entre enemigos y camaradas, o bien pueden haber sido educadas en una cultura apocalípti· ca de salvación ( ••. ) Las ideologías se proponen o bien la aniquilación de los sistemas institucionales y valorativos centrales, mediante la lucha, o bien la negación de sus pre· tensiones mediante el apartamiento del sistema. En el primer caso, las ideologías aspiran a una sustitución "total", aunque ntmca triunfen en esta empresa, incluso cuando sus portadores logran adquirir el poder en la sociedad global"
2) La segunda de las formas de concebir la ideolo-gía, dentro de este enfoque que hemos llamado
empírico y que es característico de la actual tradición no marxista en la sociología y la ciencia política, se acerca notablemente a lo que Mannheim llamó su concepción total general de la ideología.
En efecto, la forma de definir la ideología que vimos en el apartado anterior dio lugar al debate sobre lo que se llamó "el fin de las ideologíasº. Concebida la ideología de tal forma que correspondía prácticamente al estilo político de los partidos sociales y comunistas, y vista la poca importancia que éstos tenían en la política de las naciones industrializadas de Occidente, se pensó que había llegado para éstas el fin del estilo ideológico en la política, es decir, del estilo apasionado, doctrinario, totalitarista, violento, fundamentalista, y que se había inaugurado, por el contrario, la era de la política pragmática, de la "tecnología fragmentaria", es decir, de una forma de abordar las cuestio-
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nes políticas en que los problemas "globales" se daban por solucionados, y se procedía, dentro de márgenes amplios de acuerdo, a solucionar los problemas ''puntuales" uno por uno, tomando cada "fragmento" a medida que se presentara y con criterio técnico.
Esta visión de la política occidental se prolongó, más o menos, entre 1955 y 1965. Pero luego comenzaron a surgir . serios problemas sociales en Europa como en Estados Unidos. En este último país comenzó a agitarse el problema de Vietnan por parte de los universitarios, y también a evidenciarse una profunda insatisfacción de éstos con la sociedad en que estaban viviendo. Surgieron ~ tomas de universidades, las protestas, el movimiento hippie, la preocupación por las grandes cuestiones éticas fundamentales de la sociedad -que los sociólogos del "fm de las ideologías" habían dado por resueltas- el rechazo de la sociedad de consumo, las preocupaciones ecológicas. Mientras nacía la Nueva Izquierda en Estados Unidos, en París tenía lugar la revolución estudiantil de mayo de 1968, de inusitada violencia y de grandes consecuencias para la vida intelectual de Francia. De modo similar, los estudiantes alemanes vibraban con el pensamiento de Marcuse, crítico de la sociedad de su época, y surgfan movimientos de protesta, que en algunos casos asumieron características de terrorismo y anarquía. Lo mismo pasaba en Italia, en que los
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estudiantes comenzaron a formar grupos de extrema izquierda, cómo las Brigadas Rojas, de pensamiento profundamente revolucionario.
Todos estos acontecimientos hicieron a los sociólogos y dentistas políticos repensar la forma como se estaba concibiendo la ideología, que se suponía moribunda en estos países. Se advirtió que la visión de la vida política como finalmente regida en las naciones desarrolladas sólo por la ciencia y la técnica, desapasionada, objetiva, serena, era, por decir lo menos, apresurada. La exclusión de la discusión sobre valores fundamentales, que parecía ser una característica del estilo político cuyo comienzo se había anunciado; resultó también ser una indebida anticipación.
Se ha vuelto, pues, a reconocer actualmente que la preocupación por cuestiones de valores, de creencias, de visiones totalizan tes y aún metafísicas es inherente a toda vida política dondequiera que la política se dé. Ha renacido así la preocupación por definir la ideología en términos tales que incluya todas las posiciones, no sólo las enemigas, o las revolucionanas, o las utópicas, sino también las propias. Ciertamente se sigue distinguiendo entre lo que es ideológico -es decir, un conjunto de ideas íntimamente mezcladas con valores, creencias yactitudes políticas- de lo que es puramente científico en el campo de la política, es decir, de aquello que es una pura constatación de lo que pasa, sin ánimo
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ninguno de intervenir en ello. Pero se ha reflexionado al mismo tiempo en que esta postura científica, desapegada, neutra, tiene límites mucho más estrechos que lo que se había supuesto en los años 60, y que, después de todo, Bacon no andaba muy errado cuando decía que la sociedad no está fundada en demostraciones, es decir, en disc~os científicos racionales, sino en realidades tales como la gloria, los mitos nacionales, los orgullos étnicos, las tradiciones, las grandes visiones colectivas y otros fundamentos, respecto de los cuales es particularmente difícil mantener, por parte del observador, una posición neutral.
En esta segunda forma de concebir la ideología se mantienen algunos de los elementos que señalamos como constitutivos de ella en el apartado anterior, pero con una diferencia fundamental: las definiciones de ideología pierden aquí su carácter políticamente agresivo. De arma de la guerra política, uso típico de la década de 1950 y de Marx, por supuesto, la ideología pasa a ser ahora el estudio de las ''visiones del mundo" o "cosmovisiones" de los diversos grupos políticos o sociales. En este contexto, que se acerca mucho ahora a la segunda concepción de Mannheim, la ideología total general, se sigue sosteniendo que la ideología es un sistema .de ideas orientado más a la acción política que al conocimiento, que en dicho sistema los valores están en íntima relación con las ideas, que tal
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sistema plantea generalmente una visión ideal de lo que deberían ser las relaciones sociopolíticas entre los hombres. Pero ahora se admite que no sólo el enemigo tiene una ideología, sino que ''nosotros también". Se acerca así la ideología al concepto de simple doctrina política, y ambos conceptos son situados en la vecindad de la filosofía política.
Además, se continúa insistiendo en que la ideología se diferencia del conocimiento científico, el único que es plenamente verdadero; pero no se afirma, como en Mapc., que la ideología contiene necesariamente sólo distorsiones o falsedades encubridoras, sino que, más en el estilo de Mannheim, se piensa en términos de verdades parciales, o sólo parcialmente distorsionadas.
El texto que hemos seleccionado para ilustrar esta posición pertenece al cientista político israelí Martin Seliger, y está tomado de su libro "Ideología y Política", escrito en 1976. Este libro, uno de los más recientes sobre el tema en el ámbito no marxista, apunta precisamente a definir la ideología en términos que escapen a la instrumentalización política propia de Marx, y a una conceptuali~ zación que promueva el consenso o el entendimiento entre las diversas posturas políticas. "A fin de proponer sobre estas bases una definición elaborada de ideología, me propongo usar de fundamento la definición propuesta por Naess y asociados como resultado de su exhaustiva clasificación y de su inteligente crítica de los
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usos del términos hasta la década de 1950. Sin embargo, es necesario hacer ciertas observaciones a su forma de evaluar algunas propiedades definitorias de la ideología.
"La definición incluyente desarrollada por Naeas y asociados puede ser resumida así. Ideelogía es un conjunto de frases valorativas y llamativas, directas e indirectas, aceptadas por un grupo humano. Tales frases, que coexisten con declaraciones fácticas, y que aún pueden tener más peso que éstas, pueden ser agrupadas y entendidas como una doctrina no necesariamente coherente. Estos términos de la definición son suficientemente convincentes, pero están demasiado limitados a la estructura del contenido formal.
"Primeramente, entre las características del compuesto ideológico, la orientación hacia la acción parece estar desdibujada. Sus autores piensan que la ideología cae más bien bajo la clave "pauta de ideas" que bajo la clave "pauta de actitudes", y qu~ debe hacerse una distinción entre "términos-clave" estáticos y "términos-clave" dinámicos. Esta distinción, así como la mayor cercanía de la ideología a claves ideacionales, resultan problemáticas en la medida en que tienden a obscurecer el hecho de que la orientación hacia la acción es importante tanto en el origen de las ideologías como en su propagación o en su traducción a políticas concretas. Ciertamente las creencias de un grupo abarcan, entre otras cosas, meras intenciones y preferencias de orden moral o político. Pero esto no es razón para disminuir la importancia de la orientación hacia la acción como criterio de la ideología. Aquí -tal como ocurre· también en la concepción de "mentalidad" ideológica de Sartori- parece desconocerse, quizás sin intención, la diferencia entre natura· leza y función de los sistemas de creencias de las personas y los de los grupos. A diferencia de las intenciones morales y políticas de los individuos, las qae son expresión de un grupo organizado requieren normalmente de cierto grado de participación en el proceso político, y, en todo caso, sólo adquieren significación en relación con la acción. ( ..• ).
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"Habiendo discutido estos aspectos, que en mi opinión corresponden a la estructura y la función de la ideología, propondré la siguiente definición extensa de ideología.
"Una ideología es un grupo de creencias positivas y negativas (o rechazos) expresado en frases valorativas, en frases llamativas y en declaraciones explicativas. Estas frases se refieren a normas morales y técnicas, y están conectadas con aseveraciones fácticas, tanto descriptivas como analíticas, con las cuales forman una relación, y con las cuales son interpretadas en conjunto como una doctrina, la que lleva el sello de la importancia central de ciertas prescripciones fundadas moralmente. Una doctrina, es decir, una ideología, contiene un conjunto de puntos de vista no enteramente coherentes, no totalmente demostrados ni demostrables, pero no por eso meramente distorsionados. Estos puntos de vista se refieren,fundamentalmente, a la forma cómo deberían y podrían ser las rebciones humanas y la organización sociopolítica, y a partir de esta perspectiva se remiten al orden existente y viceversa. Las ideologías conviven con otras opiniones basadas en los hechos o en la moral, y de este modo demuestran pluralismo ideológico, sin que pierdan por ello su individualidad.
"Una ideología es un sistema de creencias en virtud de estar concebida para servir, en términos más o menos permanentes, para que un grupo de personas justifique, con base en ciertas normas"·morales, y con un mínimo de evidencia empírica y de coherencia racional autoconsciente, la legitimidad de los implementos y normas técnicas que se dirigen a asegurar una acción organizada en pro de la preservación; reforma, destrucción o reconstrucción de un orden determinado.
"De acuerdo con esta definición básica de ideología, la política es inseparable de la ideología ya que toda acción política está dirigida, en último término, a alguno de dichos objetivos.
"La ideología comparte con la filosofía política la es-
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tructura de contenido formal, y a menudo depende de los contenidos específicos de la filosofía política por lo que toca a sus principios fundamentales. Debido a la forma como se integran en una ideología, estos principios fundamentales asumen un espíritu menos desinteresado y menos objetivo que en sus modelos filosóficos. Esta diferencia se debe a que la ideología está orientada inmediatamente a la acción. La función de la ideología afecta la estructura del discurso ideológico, por lo menos en la medida en que la simple participación en la acción política, y el objetivo de movilizar todo el apoyo posible (o deseable) para un programa de acción, exigen compromisos, al menos temporales, en materia de principios. A causa: de estos compromisos, la ideología se bifurca en, por una parte, una dimensión de discurso más pura, más dogmática y fundamentalista, y por otra, en una dimensión más diluida, y por tanto más pragmática y operativa. En esta segunda dimensión, los preceptos morales a menudo se atenúan o son desplazados momentáneamente de su ubicación central por prescripciones técnicas. La tensión entre estas dos dimensiones da origen al problema de la sinceridad de las valoraciones propuestas (por la ideología), en tanto que de la interacción entre ambas, que conlleva normalmente un aumento del pluralismo ideológico, surge el desafío de los cambios ideológicos".
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Fascículo para la Comprensión de la Ciencia, las Humanidades y la
Tecnología es una colección que publica Editorial Universitaria con el
auspicio y contribución intelectual del Consejo de Rectores de las
Universidades Chilenas. Su principal objetivo es dar a conocer los
sucesivos resultados de la investigación en las disciplinas
humanlsticas ·y científicas, y de las creaciones en las artes y las
tecnologlas, enfatizando el proceso histórico de su génesis y
desarrollo. Nos proponemos llegar a los lectores con formación
cultural equivalente a Educación Media y Superior, transcribiendo
especialmente para estos fascículos los textos originales de los más
eminentes autores, singularmente aquellos que han representado
hitos decisivos en la historia y la cultura. Las seis áreas que
abarcamos son: Filosofía, Ciencias Exactas y Naturales,
Humanidades, Ciencias Sociales, Tecnologla e Ingeniería, Arte y
Arquiteciura.
AUGUSTO MERINO MEDINA, politólogo. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales (U. de Chile, 1965); Abogado (1967); Master en Ciencia Política (U. de Essex, Inglaterra, 1975); Candidato a Doctor (U. de Essex, Inglaterra, 1976); Profesor adjunto en el Instituto de Ciencia Política, U. Católica de Chile (1978-1981), Investigador del Instituto de Estudios Internacionales, U. de Chile (1978-1982); Profesor adjunto en el Instituto de Sociología, U. Católica de Chile (1981 a la fecha); Profesor-investigador en el Instituto de Ciencia Política, U. de Chile (1982 a la fecha); Miembro de la Asociación Chilena de Ciencia Política; Autor de publicaciones científicas en diversas revistas de su especialidad.
EDITORIAL UNIVERSITARIA