El concepto de Ideología. Merino

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Texto para Prueba I Metodologia. Fines académicos.

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AUGUSTO MERINO M.

EL CONCEPTO

DE IDEOLOGÍA

CONSEJO DE RECTORES DE LAS UNIVERSIDADES CHILENAS

50

FASCICULOS ~ PARA LA COMPRENSION DE . -

LA CIENCIA. LAS HUMANIDADES

Y LA TECNOLOGIA

11 EDIT OR IAL 11 UNIVERSITARIA

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© Editorial Universitaria, 1987 Inscripción Nº 66.323 Derechos exclusivos reservados para todos los países

ISBN 84-8340-189-4

Texto compuesto con matrices Times 11114

Se terminó de imprimir esca 1 ª edición en los talleres de EDITORIAL UNIVERSITARIA

San Francisco 454, Santiago de Chile en el mes de marzo de 1987 1.000 ejemplares

Cubierta: Masacre del 2, 3, 4, 5 y 6 de septiembre de 1792

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INDICE

INTRODUCCION 9

L LAS CARACTERISTICAS MAS COMUNES DEL CONCEPTO DE IDEOLOGIA 11

IL DOS MOMENTOS IMPORTANTES EN LA GENESIS DEL CONCEPTO 15

l. Bacon 15 2. La Ilustración francesa 17

IIL DOS ENFOQUES TEORICOS: MARX Y MANNHEIM 24

l. El concepto de ideología en Marx 24 2. El concepto de ideología en Mannheim 33

IV. ENFOQUES EMPIRICOS 47

l. Primer tipo de enfoques empíricos 54 2. Segundo tipo de enfoques empíricos 70

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INTRODUCCION

En las ciencias sociales hay pocos conceptos tan complejos y controvertidos como el de "ideología" o ''pensamiento ideológico". Es frecuente, en cier­

tos contextos, que el término ideología sea usado como un arma intelectual para desacreditar el pen­

samiento que sobre la sociedad tiene el adversario

político. El clima de apasionamiento que a menu­do rodea a este concepto hace especialmente difícil

su definición, y es por eso que se ha intentado cla­rificar en este trabajo sus diversos usos.

Intentaremos, para comenzar, señalar algunas

de las características más importantes y recurrentes en las diversas definiciones que se han propuesto, a fin de aclarar a qué nos estamos refiriendo. Una vez hecho esto, trataremos de explicar el origen y desa­rrollo del concepto. Para ello mencionaremos en primer lugar las raíces del mismo, dentro de la épo­ca moderna, y nos referiremos así a Bacon, y a la Ilustración, especialmente la francesa. Luego, revi­saremos la posición de dos de los más importantes teóricos del tema: Marx, que da origen a una de las teorías más influyentes sobre el tema en la actuali­dad, y Mannheim, que sitúa el problema en un con­texto. no marxista. Finalmente, nos referiremos a las dos formas principales como en la investigación

empírica actual, en las ciencias sociales no marxis-

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tas, se ha estado entendiendo el concepto de ideo­logía.

La importancia del estudio de la ideología resi­de en el hecho de que la mayor parte de los más graves conflictos sociales y políticos del presente si­

glo han sido promovidos por teorías sociales que se

acusan mutuamente de ideológicas. Y lo que es peor, se advierte actualmente que el mundo tiende en general a dividirse cada vez más en zonas domi­

nadas por ideologías adversarias. Estamos enfren­tados a una verdadera guerra de ideologías, no sólo a nivel internacional, sino también en el interior de las diversas naciones.

En un mundo en que la ciencia parece ser el su­

premo árbitro a que se recurre en todos los conflic­

tos, es progresivamente más frecuente que las posi­ciones y teorías propias se consideren verdades científicas, en tanto que las de los enemigos políti­cos sean tachadas de falsedades, de "ideologías".

Entender bien, pues, los usos de este término y el proceso que lo ha generado, puede ser de gran importancia para el individuo en el momento de to­mar posición ante las diversas teorías sociales ac­tualmente en pugna.

Luis Clavería
Resaltado
la mayor parte de los más graves conflictos sociales y políticos del presente siglo han sido promovidos por teorías sociales que se acusan mutuamente de ideológicas.
Luis Clavería
Lápiz
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LAS CARACTERISTICAS MAS COMUNI•:S DEL CONCEPTO DE IDEOLOGIA

En primer lugar, puede decirse que ideología deno­ta un "cuerpo de conocimientos" o "teoría" o

"doctrina" acerca de la sociedad y la historia. Pero

no se trata de una simple teoría, al modo como,

por ejemplo, el sistema de Kant es una teoría. Lo que se alude específicamente con el término ideo­logía es un tipo especial de teoría, cuya primera ca­característica es estar íntimamente vinculada con

los intereses colectivos del grupo social que la crea

o la sustenta.

Se alude de este modo a la cuestión de que lo

que la gente cree que la sociedad es o debería ser coincide con lo que resulta más conveniente a sus intereses sociales. Por ejemplo, el hindú de la casta de los brahmanes piensa que la sociedad debe es­tar dividida en castas, y esta forma de pensar o doc­trina le resulta a tal individuo claramente beneficio­sa, puesto que la casta de los brahmanes es la más alta y privilegiada de todas. En cambio, un paria, que pertenece a la casta más baja y oprimida, no se ve beneficiado por esta teoría. Obviamente, los más ardientes defensores de la teoría de las castas serán los brahmanes, que procurarán convencer a los parias de la ''verdad" o del carácter "científico" del sistema de castas.

Así, según algunos autores, en la ideología las

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Luis Clavería
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es un tipo especial de teoría, cuya primera cacaracterística es estar íntimamente vinculada con los intereses colectivos del grupo social que la crea o la sustenta.
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Nota adhesiva
Caracteristas de ideología: a. intimamente relacionada con los intereses del grupo social que la crea o la sustenta b. Es sincera, la gente la sustenta sinceramente, o es sólo un autoengaño c. el condicionamiento social de la ideología produce apreciaciones falsas, o almenos, parcialmente verdadera acerca de la sociedad. d. No es un pensamiento puramente teórico o puramente especulativo.
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ideas aparentan ser estrictamente científicas, y ser­vir sólo a los fines del conocimiento puro; pero, en realidad, son siervas de un proyecto político-social; son ideas que cumplen la función de esconder cier­tos intereses sociales, a los que revisten de aparien­cias científicas. La verdadera comprensión de las ideas que integran la ideología, por lo tanto, sólo se logra cuando se descubre cuáles son esos intereses ocultos.

Por todo esto se dice que el pensamiento ideo­lógico o ideología está "condicionado" o "determi­nado" poi: los intereses sociales del grupo que lo sustenta.

Una segunda característica que distingue a la ideología es que, a pesar de lo que pudiera pensar­se, se trata de un pensamiento sincero, o de una sincera creencia en la teoría de que se trata. Es de­cir, resultará sospechoso que la gente tienda a creer lo que le conviene creer, y se podrá a menudo pen­sar que estamos frente a un caso simple de engaño o mentira deliberada, inventada por los grupos be­neficiados a fin de mantener sus privilegios. Pero ello no es así: la ideología es verdadera y sincera­mente creída por quienes la sustentan. Si hay un engaño, se tratará, en todo caso, de un autoengaño.

Una tercera característica de la ideología es que el "condicionamiento" social del pensamiento pro­duce apreciaciones falsas, o a lo menos sólo parcial-

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pero, en realidad, son siervas de un proyecto político-social; son ideas que cumplen la función de esconder ciertos intereses sociales, a los que revisten de apariencias científicas.
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La verdadera comprensión de las ideas que integran la ideología, por lo tanto, sólo se logra cuando se descubre cuáles son esos intereses ocultos.
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se trata de un pensamiento sincero, o de una sincera creencia en la teoría de que se trata
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Pero ello no es así: la ideología es verdadera y sinceramente creída por quienes la sustentan. Si hay un engaño, se tratará, en todo caso, de un autoengaño.
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mente verdaderas, acerca de la sociedad. Esta ca­racterística es de gran importancia, ya que es preci­mente la falsedad o parcialidad de la ideología lo que permite que el concepto, en manos de ciertos grupos, se convierta· en un arma destinada a desa­creditar el pensamiento del adversario político. Pe­ro, como veremos, mientras algunos autores sostie­nen que la ideología es positiva e irremediablemen­te falsa, opuesta a la verdad 'científica, otros pien­san que lo que ocurre es solamente que su verdad es parcial, y que la verdad total o completa consis­tirá no en la total destrucción del pensamiento ide­ológico, sino en la conciliación de las verdades con· tenidas en las divers~ ideologías existentes en la sociedad.

Una cuarta característica importante es que la ideología no es un pensamiento puramente teórico, o puramente especulativo, sino que es un pensa­miento en estrecha relación con emociones, .valo­res, frustraciones, ideales y aspiraciones de los gru­pos que la sustentan. Se trata de un pensamiento que moviliza a quienes lo adoptan y los incita a una acción colectiva, destinada a materializar en la so­ciedad las condiciones sociales que se derivan de la teoría. La doctrina kantiana sobre las posibilidades del conocimiento humano normalmente no incitará a las ¡nasas a acción alguna, o a lo más excitará el interés de unos cuantos filósofos; pero la teoría de que los arios son una raza superior que tiene dere-

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pensamiento puramente teórico, o puramente especulativo, sino que es un pensamiento en estrecha relación con emociones, .valores, frustraciones, ideales y aspiraciones de los grupos que la sustentan
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cho a ocupar territorios ajenos y a gobernarlos, moverá en la práctica a quienes se sienten arios a invadir y sojuzgar de hecho otros estados, como ocurrió en la Alemania nazi.

Como veremos, las diversas concepciones de ideología acentúan más o menos algunos de estos elementos. En ocasiones añaden otros, o prescin­den de alguno de ellos. Pero en general la proble­mática gira en torno a estas cuatro características que se atribuyen a la ideología.

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DOS MOMENTOS IMPORTANTES EN LA GE­NESIS DEL CONCEPTO

l. En la obra del inglés Francis Bacon encontra-mos ciertos elementos de crítica del conoci­

miento que constituyen un primer antecedente im­portante, en la época .moderna, del concepto de i­deología. Curiosamente, sin embargo, la importan­cia de Bacon en este sentido es mayor por la inter­pretación y extrapolación que de sus ideas hicieron los filósofos de la Ilustración, especialmente en Francia, que por el sentido propio de las mismas.

En efecto, en su libro "Novum Organum" Ba­con se refiere al problema de cómo lograr un cono­cimiento científico de la naturaleza que permita al hombre establecer su dominio sobre ella y usarla para su propia conveniencia. Su preocupación constituye una reacción contra el decadente méto­do medieval de su época, que en vez de acercarse a un conocimiento experimental de la naturaleza, prefería el estudio de las opiniones que sobre ella tenían los antiguos, y adoptaba un estilo de obte­ner nuevos conocimientos caracterizable como de­ductivo, que se contentaba con deducir, a partir de ciertos principios generales (a menudo ni siquiera comprobados experimentalmente), otras proposi­ciones .sobre la naturaleza, de acuerdo con las re­glas de la lógica formal.

Bacon efectúa su crítica de estos métodos recu-

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Novum Organum, 1620
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rriendo a la imagen de los "ídolos'', cuya acc1on distorsiona las funciones del conocimiento huma­no. Es interesante constatar aquí que, en su análi­sis de los mismos, Bacon se refiere concretamente a la superstición como uno de los mayores obstácu­los al conocimiento científico, y dice al respecto en su citado libro:

"Se pone de manifiesto que el impulso decisivo que da ori· gen a la superstición es el de los intereses sociales del esta· mento eclesiástico'',

señalando como causas de esta situación

"los ritos y ceremonias agradables y sensuales, el exceso de piedad exterior y farisaica, el exceso de reverencia por las tradiciones, que no puede sino agobiar a la Iglesia, las estra· tagemas de los prelados en pro de su ambición y lucro •.. ".

La crítica que efectúa Bacon se refiere funda­mentalmente al conocimiento de la naturaleza. En cuanto a la sociedad, considera que ésta no está ba­sada en demostraciones o fundamentos racionales, sino que está constituída, al contrario, sobre bases que podríamos llamar no racionales, c<:>mo la tradi­ción, las opiniones, el deseo de gloria, la autoridad, etc.

Bacon, pues, realiza por primera vez, en el con­texto de la modernidad europea, un análisis de las distorsiones del conocimiento de la naturaleza en términos de su ligazón con las condiciones sociales en que surge y, más concretamente, con los intereses

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La sociedad está constituida por bases no racional

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la imagen de los "ídolos'',
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La crítica que efectúa Bacon se refiere fundamentalmente al conocimiento de la naturaleza
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realiza por primera vez, en el contexto de la modernidad europea, un análisis de las distorsiones del conocimiento de la naturaleza en términos de su ligazón con las condiciones sociales en que surge y, más concretamente, con los intereses
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sociales de determinados grupos, como el estamento eclesiástico, que están en condiciones de imponer sus opiniones o estilos de pensar al resto de la so­ciedad.

2. Estas ideas son recogidas con entusiasmo por importantes filósofos de la :Ilustración. france·

sa; pero éstos llevan a cabo una extrapolación del pensamiento de Bacon, que discurría en el terreno del conocimiento científico de la naturaleza, al campo del conocimiento científico de la sociedad. En efecto, Bacon había reaccionado críticamente en contra de un modo de hacer ciencia, de un mé· todo científico, dejando a la sociedad en la perife· ria de su crítica. En cambio los filósofos de la Ilus· tración lo ·que critican fundamentalmente es, por el contrario, la sociedad misma, sus estructuras, su de· sigualdad, sus injusticias. En forma consecuente con la devoción de la Ilustración a la razón, piensan que es posible estudiar a la sociedad con métodos científicos racionales, tal como Bacon había hecho con la natui-aleza, y más aún, creen que es posible llegar, mediante el conocimiento racional de la so­ciedad, a transformarla en un mundo justo y armo­nioso. Sin duda la experiencia política absolutista que enfrentan estos filósofos los hace desear un mundo en que la razón ponga límites a los desbor­des ar~itrarios del poder.

El ejemplo de la crítica baconiana de los ídolos es universalmente admirado en la Ilustración, que

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Filosofos de la ilustración pasan a Bacon (Cs Nat) al conocimiento científico de la sociead. Traslapación positiv

Luis Clavería
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sociales de determinados grupos
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En cambio los filósofos de la Ilus· tración lo ·que critican fundamentalmente es, por el contrario, la sociedad misma, sus estructuras, su de· sigualdad, sus injusticias. En forma consecuente con la devoción de la Ilustración a la razón, piensan que es posible estudiar a la sociedad con métodos científicos racionales, tal como Bacon había hecho con la natui-aleza, y más aún, creen que es posible llegar, mediante el conocimiento racional de la sociedad, a transformarla en un mundo justo y armonioso.
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emprende a su vez la crítica de los ''prejuicios" que son los enemigos de una recta y racional compren­sión no sólo de la naturaleza sino, sobre todo, de la sociedad. Y a semejanza de Bacon, la Ilustración comienza su lucha contra el estamento eclesiástico, a quien atribuye el origen de los funestos prejuicios que obscurecen la verdadera realidad de la socie­dad. "Destruid a la infame'~ exclamaba Voltaire, refiriéndose a la Iglesia. Pero junto con la Iglesia, el otro pilar de la sociedad era el Estado, que se a­poyaba en aquélla para lograr legitimidad, por lo que, a poco andar, la crítica del Altar se convirtió en crítica del Trono. La causa de los filósofos era, pues, a diferencia de la causa de Bacon, de corte netamente político: no se trataba sólo de una disputa acerca del método científico, sino acerca de la reforma radical de la sociedad de su tiempo. En este sentido la crítica filosófico-política de la Ilustración. es antecesora del concepto de ideología de Marx, a quien movía también un propósito po­lítico.

El barón d'Holbach, en su libro "Sistema de la naturaleza, o de las leyes del mundo físico y del mundo moral" publicado en París en 1820, pero escrito a fines del siglo XVIII, escribe algunos pá­rrafos que revelan claramente el ánimo a que nos estamos refiriendo:

"La opinión pública nos sugiere a cada instante falsas visio-

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La causa de los filósofos era, pues, a diferencia de la causa de Bacon, de corte netamente político: no se trataba sólo de una disputa acerca del método científico, sino acerca de la reforma radical de la sociedad de su tiempo
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nes del honor y la gloria. Nos lleva a tener estimación no sólo por ventajas insignificantes, sino por acciones dañosas, favorecidas por el ejemplo, sacralizadas por el prejuicio, y cuyo carácter horrible no advertimos por causa del hábito. En efecto, por hábito nuestro entendimiento admite las concepciones más escandalosas y los prejuicios que atentan contra nosotros mismos y contra la sociedad que nos rodea. ( ••• ) Las autoridades, por lo común, están interesadas en el mantenimiento de las opiniones ya difundidas. Los prejui­cios y errores que se consideran necesarios para conservar el poder de tales autoridades son mantenidos mediante la violencia, que sale al paso de cualquier excesiva inclinación por la crítica( •.• ). Si adoptamos por consejera a la experiencia, advertimos que la verdadera fuente de los innumerables males que la huma­nidad en todas partes padece ha de buscarse en los errores y representaciones religiosas. De la ignorancia de las causas naturales surgen los dioses. Las alucinaciones de los senti­dos los muestran terroríficos. La amenazadora imagen de aquellos acos6 a los hombres, sin mejorarlos; los perturbó en vano, llenó su espíritu de quimeras, estorbó el desarrollo de la razón, y les impidió buscar su felicidad. Esas espanta­bles representaciones hicieron del hombre un esclavo de quienes, ~on el pretexto de procurarle lo mejor, lo engaña­ban. ( ••• ) No menos insidiosos son los prejuicios que ciega­mente alimentan los hombres respecto de sus gobiernos. Las reales bases del poder fueron del todo ignoradas por los pueblos. No se atrevieron a exigir felicidad de sus reyes,' cuya misión debió haber sido, precisamente, proporcionár­sela. Creyeron que los señores, considerados dioses, habían obtenido por nacimiento el derecho de mandar sobre el res­to de los mortales, de disponer a su gusto de la felicidad de los pueblos y de no responsabilizarse por los males que ellos causaban. Consecuencia necesaria de tales creencias fue que la política degenerase en el arte funesto de sacrificar la feli­cidad de todos a las locuras de un individuo, de un puñado de rufianes privilegiados;( •.• ) El hombre se volvió malicioso,

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la verdadera fuente de los innumerables males que la humanidad en todas partes padece ha de buscarse en los errores y representaciones religiosas
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No menos insidiosos son los prejuicios que ciegamente alimentan los hombres respecto de sus gobiernos. Las reales bases del poder fueron del todo ignoradas por los pueblos. No se atrevieron a exigir felicidad de sus reyes,' cuya misión debió haber sido, precisamente, proporcionársela.
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intratable, se consumió en naderías y se hizo salvaje o faná­tico cuando pretendió imitar a sus tiranos, convertidos en dioses, o regirse por la doctrina de sus profetas. Fueron es· tos los únicos que aprovecharon de la religión y de las tinie­blas que ella difundió en el entendimiento de los hombres. ( .•. ) Jamás se repetirá demasiado que es el error la fuente verdadera del mal que padece el género humano. ( •.. ) Es al error que se deben las agobiantes cadenas que los tiranos y sacerdotes imponen por doquier a las naciones".

Otros filósofos ·de la Ilustración, generalizando a partir de estos mismos temas, se preocupan de desarrollar lo que podría llamarse una sicología del poder, con el fin de explicar el origen de las ideas distorsionadas que los hombres tienen acerca de la sociedad. Así, por ejemplo, Helvétius (cuyas obras lee Marx) sostiene que

"el hombre, cuando se trata de los temas de la vida pública, es un producto del ambiente social en su actitud práctica y teórica"i

y agrega:

"Así, pues, es siempre el interés penonal, modificado según la diferencia de nuestras necesidades, de nuestras pasiones, de nuestro tipo de temperamento, y de nuestras condicio­nes, lo que, combinándose en las diversas sociedades en una infinita variedad de maneras, produce la sorprendente varie­dad de opiniones".

Este interés personal se basa, en último término, en el egoísmo del individuo; egoísmo que está ligado al amor del poder, por cuanto el hombre consigue lo que le interesa solamente cuando dispone de po­der.

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Helvétius
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Paralelamente son echadas las bases de lo que podría denominarse una sociología del poder, que aspira a estudiar las formas en que el ansia de poder de los individuos repercute en la or.ganización de la vida social. Dice Helvétius al respecto:

"Los prejuicios de los grandes son leyes para los pequeños".

Para comprender el verdadero significado de las ins­tituciones sociales hay que proceder al. "desenmas­caramiento de los prejuicios", tema universal y re­currente en los filósofos de la Ilustración, que los lleva a exponer a la luz del día lo que consideran son los ''verdaderos motivos" de los gobernantes y de los clérigos, o la auténtica realidad del Estado y de la Iglesia.

Es importante destacar que tanto la sicología como la sociología del poder incipientes a que he­mos aludido proceden de acuerdo con lo que en esa época son los estrictos cánones científicos. Ahora bien, en general, la Ilustración no fue amiga de "la ciencia por la ciencia", sino más bien del conoci­miento científico aplicado. La ciencia, para ella, debía estar orientada hacia el progresivo mejora­miento de la vida humana. Es precisamente en este tipo de contexto científj.co donde aparece por pri­mera vez el término "ideología", concebido por el filósQÍO francés Destutt de T¡-acy para designar la "ciencia de las ideas", que estudia su origen y for­mación apoyándose en los datos de la experiencia.

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Destutt de Tracy: ideología como ciencia de las ideas que estudia origen y formación basado en datos de la experiencia

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al. "desenmascaramiento de los prejuicios"
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"Los prejuicios de los grandes son leyes para los pequeños".
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de "la ciencia por la ciencia", sino más bien del conocimiento científico aplicado.
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"ideología", concebido por el filósQÍO francés Destutt de T¡-acy
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El espíritu de este estudio es aquí también, como en general en toda la actividad científica de la épo­ca,la obtención de una aplicación concreta a la vida humana: el conocimiento correcto del origen de las ideas, y entre ellas, de las que se refieren a la socie­dad, servirá de base a una acción política correcta.

Este significado primitivo de la palabra "ideolo­gía" se desvirtúa muy luego debido a un incidente político. En efecto, los cultivadores de la ciencia de las ideas o "ideólogos" eran de tendencia políti­ca liberal; y como buenos filósofos de la Ilustra­ción, enemigos del autoritarismo político del anti­guo régimen, que la Revolución Francesa había re­cientemente derrocado. Cuando Napoleón co­mienza a afirmarse, por conveniencia política, en los sectores derechistas y eclesiásticos de la Francia de comienzos del siglo XIX, efectúa un violento a­taque contra los ideólogos, a quienes antes había admirado, y que se le oponen ahora con su pensa­miento irreligioso y reformador. Napoleón los ta­cha de intelectuales, teóricos e ilusos, ignorantes de los verdaderos problemas y realidades de la políti­ca, de quienes provienen todos los males de ese mo­mento de la vida francesa. "Ideólogo" pasa a ser, desde entonces, un término cargado de desprecio, con que se alude a los adversarios políticos que uno pretende descalificar por compartir los rasgos que Napoleón atribuía a los cultivadores de la "ciencia de las ideas".

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efectúa un violento ataque contra los ideólogos, a quienes antes había admirado, y que se le oponen ahora con su pensamiento irreligioso y reformador
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Napoleón
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"Ideólogo" pasa a ser, desde entonces, un término cargado de desprecio, con que se alude a los adversarios políticos que uno pretende descalificar por compartir los rasgos que Napoleón atribuía a los cultivadores de la "ciencia de las ideas".
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Recapitulando lo anterior, resulta fácil com­prender la importancia política que reviste la críti­ca de los prejuicios hecha por los filósofos de la Ilustración.

Ella apunta a descalificar las ideas sobre la so­ciedad que se atribuye a los gobernantes, sean civi­les o eclesiásticos -los cuales las imponell al resto de la sociedad-, mediante el procedimiento de exponer a la luz los mecanismos ocultos que e"plican tales ideas, es decir, los intereses egoístas de esos grupos sociales, que se ven favorecidos por aquellas doctri­nas.

De esta forma, la crítica de los métodos cientí­ficos medievales para conocer la naturaleza, inicia­da por Bacon con el fin de dominar el mundo f ísi­co, se transforma, una vez aplicada al ámbito de la sociedad por los filósofos de la Ilustración francesa, en una poderosa arma política, que apunta a una transformación o reforma de la sociedad para ha­cerla más justa y racional.

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DOS ENFOQUES TEORICOS: MARX Y MANN­HEIM

EL CONCEPTO DE IDEOLOGIA EN MARX

Al tratar de la ideología resulta ineludible referirse a Marx (1818-1883), quien echa los cimientos de la problemática en su formulación moderna. En bue­na parte, los autores que hoy escriben sobre ideolo­gía lo hacen o bien continuando la línea trazada por Marx, o bien reaccionando contra él, o bien a­plicándole a él mismo algunas de las consecuencias que se desprenden de su concepción del problema. La referencia a su obra, pues, no puede obviarse si se desea comprender las diversas acepciones de i­deología que hoy existen.

El concepto de ideología en Marx es complejo. Parte importante de la dificultad d~l análiSis provie­ne del hecho de que Marx no proporciona una defi­nición acabada del concepto, sino que se refiere a él de diversos modos y en diversos contextos, per­mitiendo a menudo divisar, en sus referencias con­cretas al mismo, elementos teóricos insuficiente­mente explicitados o desarrollados. Otra parte de la dificultad reside en el hecho de que, aún en los textos en que trata más o menos sistemáticamente el problema, Marx es con frecuencia vago, ambiguo y aún contradictorio. Una dificultad adicional de exposición consiste en que el concepto de ideolo-

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Marx no proporciona una definición acabada del concepto
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Marx es con frecuencia vago, ambiguo y aún contradictorio.
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gía es tan central e importante en el pensamiento de Marx que resulta extremadamente difícil abstra­erlo o aislarlo del resto de su obra.

Marx aborda el problema de la ideología en un momento histórico y con una intención que tiene i:µucha analogía con el caso de la Ilustración. Así como en el époíia de la Ilustración había habido una clase social en ascenso, la burguesía, Marx en­tiende ahora que es otra clase, el proletariado, la que va ascendiendo para desplazar a aquella. Y así como la Ilustración había efectuado una crítica de los "prejuicios" sustentados por el Altar y el Trono que resultó ser una contribución decisiva a la causa de la burguesía, así también el análisis que hace Marx de la id~ología sirve posteriormente de arma política a la causa del proletariado. Para Marx, co­mo antes para muchos filósofos de la Ilustración francesa, la filosofía debía servir no sólo para co­nocer la realidad, sino fundamentalmente para cambiarla.

De nuevo, pues, fa crítica de las ideas de los go­bernantes, o en general de la clases dominantes de la sociedad, se hace con una intención de lucha po­lítica. Y nuevamente esas ideas son tratadas peyo­rativamente: lo que antes se llamaba ''prejuicios" ahora es llamado por Marx, recogiendo el sentido derogatorio que al término había dado Napoleón, "ideología". Pero el alcance, el sentido y el ámbi-

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Y así como la Ilustración había efectuado una crítica de los "prejuicios" sustentados por el Altar y el Trono que resultó ser una contribución decisiva a la causa de la burguesía, así también el análisis que hace Marx de la id~ología sirve posteriormente de arma política a la causa del proletariado.
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De nuevo, pues, fa crítica de las ideas de los gobernantes, o en general de la clases dominantes de la sociedad, se hace con una intención de lucha política
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to de esta crítica de Marx son notablemente distin­tos de los de la crítica anterior.

Para Marx, la ideología es pensamiento distor­sionado acerca de la sociedad que oculta ciertos as­pectos de la realidad de ésta en benefici<:> de la clase dominante, que en el caso concreto que él aborda en detalle, es la clase dueña del capital.

Marx. elabora este concepto en el contexto de la rela.ción entre el pensamiento y la vida práctica de los hombres en sociedad. Para Marx, el pensa­miento ~e los hombres en general no es indepen­diente de su actividad material dirigida a hacer po­sible su vida -actividad económica-, así como tam­poco ésta es independiente del pensamiento. Pero la primacía la tiene la actividad- práctica del hom­bre, pues según Marx no es la conciencia de los hombres lo que determina su vida, sirio su vida la que determina su conciencia.

Sobre esta base fundamental, y dentro del mar­co general de su concepción de la historia como su­cesión de luchas entre grupos sociales opuestos, Marx efectúa un análisis que resulta particularmen­te esclarecedor de su concepto de ideología: el aná­lisis del pensamiento de los grupos sociales que van . en ascenso y aspiran a controlar el poder. Afirma Marx que tales grupos siempre presentan sus intere­ses particulares de clase como los intereses genera­les de toda la sociedad. Así, por ejemplo, la bur­guesía, que a fines del siglo XVIII aspiraba a derri-

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Para Marx, la ideología es pensamiento distorsionado acerca de la sociedad que oculta ciertos aspectos de la realidad de ésta en benefici<:> de la clase dominante, que en el caso concreto que él aborda en detalle, es la clase dueña del capital.
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Pero la primacía la tiene la actividad- práctica del hombre, pues según Marx no es la conciencia de los hombres lo que determina su vida, sirio su vida la que determina su conciencia.
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Afirma Marx que tales grupos siempre presentan sus intereses particulares de clase como los intereses generales de toda la sociedad.
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bar a la nobleza feudal y ocupar su lugar, condujo su lucha bajo las banderas de principios generales, extensivos a toda la sociedad, como la igualdad, la fraternidad y la libertad. Es importante advertir que, según Mane, es efectivo que tales valores re­presentan, en el momento de la lucha, el interés general de la sociedad, aunque la situación cambie posteriormente.

Una vez logrado el objetivo, derrotada la clase dominante anterior •la nobleza, en este caso-, se dan por alcanzados los valores que servían de pla­taforma a la lucha, se da por inaugurada la sociedad libre, igualitaria y fraterna. Pero hasta aquí sola­mente llega la coincidencia entre el interés de la burguesía y el interés general, porque a continua­ción la ·burguesía comienza a llevar a cabo una práctica económica que, lejos de ir en interés de to­da la sociedad, la beneficia sólo a ella, perjudicando al proletariado, que es el grupo mayoritario. Este es el momento en que comienzan a darse las condi­ciones para la distorsión del pensamiento de la bur­guesía acerca de su propia actividad económica y de la sociedad en general, en que el pensamiento de la nueva clase dominante comienza a hacerse ideo­lógico.

En efecto, se trata de ~ pensamiento que sin duda interpreta adecuadamente la práctica econó­mica objetiva de la burguesía, y en este aspecto no es necesariamente distorsionado. Pero, y aquí está

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lo fundamental, dicha práctica económica es intrín­secamente incapaz de realizar los intereses de todos los grupos .sociales, de materializar en los hechos los valores que se cree son los fundamentos de la nueva sociedad.

Y esto el pensamiento burgués lo oculta; encu­bre las condiciones de desigualdad, de falta de li­bertad, y de ausencia de fraternidad que conlleva la práctica económica burguesa. A.sí, por ejemplo, en la apariencia y en la teoría la sociedad es una socie­dad de hombres iguales, se trata de una sociedad oficialmente igualitaria; pero en la esencia y en la práctica, es una sociedad que sigue profundamente dividida por antagonismos de clases desiguales, de­bido a las características de la economía capitalista. A medida que estos antagonismos se hacen más a­gudos, a medida que la vida real de la sociedad bur­guesa se aleja de los valores proclamados como su fundamento actuante, más encubridor, más distor­sionado, más ideológico se hace el pensamiento de la burguesía, más ilusorias las explicaciones que da de las cuestiones sociales y las soluciones que pro­pone, todas las cuales escamotean la cuestión de fondo, que es la relativa a la base económica de la sociedad.

Gran parte de la obra de Marx está dedicada a demostrar, cómo, efectivamente, la economía capi­talista, lejos de ser beneficiosa para toda la socie­dad, significaría un pro~esivo deterioro de las con-

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dicha práctica económica es intrínsecamente incapaz de realizar los intereses de todos los grupos .sociales, de materializar en los hechos los valores que se cree son los fundamentos de la nueva sociedad
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diciones de vida del proletariado, y cómo la teoría económica capitalista encubre esta realidad. Argu­ye Marx que al proletariado se le arrebata, sin pago, una parte de su trabajo, la que enriquece injusta­mente al capitalista. Por su parte, la correspon­diente teoría económica capitalista "mistifica" o engaña acerca de este proceso de despojo, explican­do en general la práctica capitalista por la existen­cia de leyes económicas -como las referentes al mercado- que son supuestamente naturales y que no pueden, por lo tanto, ser cambiadas.

Así, pues, el pensamiento ideológico de la bur­guesía surge sobre la base de una determinada prác­tica económica, generadora de relaciones sociales cuyo sentido verdadero queda oculto· bajo una fa. chada de razones aparentemente científicas, por cuanto es perjudicial para el proletariado, es decir, para la mayoría.

Una característica importante del pensamiento ideológico o ideología en Marx es que no se trata de un engaño intencional por parte de la clase do­minante, sino sistémico, . es decir, que surge natu· ral y necesariamente del sistema económico capita­lista. En la Ilustración los ''prejuicios", que man te· nían sojuzgado al pueblo, eran obra deliberada de los poderosos. Pero en Marx el origen de la distor­sión nQ es ni la intención de un grupo, ni la sicolo­gía humana: es la estructura económica.

De ello fluye una gran conclusión política: para

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Por su parte, la correspondiente teoría económica capitalista "mistifica" o engaña acerca de este proceso de despojo, explicando en general la práctica capitalista por la existencia de leyes económicas -como las referentes al mercado- que son supuestamente naturales y que no pueden, por lo tanto, ser cambiadas.
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Pero en Marx el origen de la distorsión nQ es ni la intención de un grupo, ni la sicología humana: es la estructura económica
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destruir el error y las injusticias que él contribuye a perpetuar, para edificar la sociedad sobre bases ra­cionales, científicas, no basta con criticar intelec­tualmente los males sociales, como habían hecho antes algunos filósofos, ni "difundir las luces" me­diante la educación: de acuerdo con la tesis de que es la vida la que determina la conciencia, y no la conciencia la que determina la vida, lo que se re­quiere es una revolución que destruya las bases mis­mas de la práctica económica capitalista, que sos­tiene y da razón de ser al pensamiento ideológico.

La importancia política del planteamiento de Marx es obvia. Se trata de una teoría que, en lo relativo a la constitución social y política de la so­ciedad, pone la verdad y la ciencia no del lado de la burguesía sino al lado del proletariado, que plantea en forma dramática la necesidad de destruir el régi­men capitalista, y que anuncia una sociedad futura en que se podrá, por fin, realizar los valores e idea­les humanos de libertad, justicia, fraternidad. Re­sulta comprensible que una teoría de este tipo, vul­garizada por colaboradores y discípulos de Marx, haya podido movilizar políticamente más que nin­guna otra a los obreros, cohesionados tras partidos políticos revolucionarios. Como veremos, parte importante de los intentos de entender el concepto de ideología actualmente ha consistido en un análi­sis del concepto de Marx y en una aplicación de és­te a los propios partidos políticos marxistas.

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lo que se requiere es una revolución que destruya las bases mismas de la práctica económica capitalista, que sostiene y da razón de ser al pensamiento ideológico.
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En esta muy somera exposición del pensamien­to de Marx hemos omitido referirnos, por la natu­raleza de este tipo de trabajos, a las serias dificulta­des que en su obra afectan al concepto de ideolo­gía. Se requiere una advertencia, pues, en el senti­do de que la exposición precedente ha procurado presentar una visión más o menos coherente de un problema que tiene más de una solución. Los tex­tos que hemos seleccionado responden, del mismo modo, a la interpretación que nos parece más ade­cuada, aunque hay autores que dan de ellos inter­pretaciones opuestas. Tampoco nos es posible en este trabajo extendernos sobre el contexto en que las ideas en ellos expresadas son vertidas, por lo que el lector interesado deberá remitirse a las fuen­tes.

1) Del Prefacio de 1859 a Ja "Contribución a la crítica de Ja economía Política":

"Mis investigaciones dieron este resultado: que las rela­ciones jurídicas, así como las formas de estado, no pueden explicarse ni por sí mismas, ni por la llamada evolución general del espíritu humano; que se originan más bien en las condiciones materiales de existencia que Hegel, siguiendo el ejemplo de los ingleses y los franceses del siglo XVIII, comprendía bajo el nombre de "sociedad civil"; pero que la anatomía de la socie­dad hay que buscarla en Ja economía política.( ... ) En Ja produccción social de su existencia, los hombres en­tran en relaciones determinadas, necesarias, indepen­die'ntes de su voluntad; estas relaciones de producción corresponden a un grado determinado de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas

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pero que la anatomía de la sociedad hay que buscarla en Ja economía política.
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relaciones de producción constituye la estructura eco­nómica de la sociedad, la base real, sobre la cual se ele­va una superestructura jurídica y política y a la que co­rresponden formas sociales determinadas de conciencia. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política e intelectual en ge­neral. No es la conciencia de los hombres la que deter­mina la realidad; por el contrario, la realidad social es la que determina su conciencia".

2) De "La Ideología Alemana": "De donde se desprende que todas las luchas que se li­bran dentro del Estado, la lucha entre la democracia, la aristocracia y la monarquía, la lucha por el derecho de sufragio, etc., no son sino las formas ilusorias bajo las que se ventilan las luchas reales entre las diversas clases ( ... ) Y se desprende, asimismo, que toda clase que aspi­re a implantar su dominación, aunque ésta, como ocu­rre en el caso del proletariado condicione en absoluto la abolición de toda la forma de la sociedad anterior y de toda dominación en general, tiene que empezar con­quistando el poder político, para poder presentar su in­terés como el interés general, cosa a que en el primer momento se ve obligada. ( ... ) En efecto, cada nueva clase que pasa a ocupar el puesto de la que dominó an­tes que ella se ve obligada, para poder sacar adelante los fines que persigue, a presentar su propio interés como el interés común de todos los miembros de la sociedad, es decir, expresado esto mismo en términos ideales, a imprimir a sus ideas la forma de lo general, a presentar estas ideas como las únicas racionales y dotadas de vi­gencia absoluta. ( ... ) Toda esta apariencia según la cual la dominación de una determinada clase no es más que la dominación de ciertas ideas, se esfuma, naturalmen­te, de por sí, tan pronto como la dominación de clases en general deja de ser la forma de organización de la sociedad, tan pronto como, por consiguiente, ya no es

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No es la conciencia de los hombres la que determina la realidad; por el contrario, la realidad social es la que determina su conciencia
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necesario presentar un interés particular como general o hacer ver que es lo "lo general" lo dominante".

3) Del Prólogo a la "Contribución a la crítica de la econo­mía política", publicado en Grundrisse:

"Pero no es todo esto lo que preocupa en realidad a los economistas en esta parte general. Se trata más bien de presentar la·producción -véase Mili, por ejemplo-, a di­ferencia de la distribución, como regida por leyes natu­rales, eternas, independientes de la historia; y con este motivo se pasan de contrabando disimuladamente las relaciones burguesas como leyes naturales, inmutables, de la sociedad in abstracto. Esta es la finalidad más o menos consciente de todo el procedimiento".

4) Otro texto de "La Ideología Alemana".

Se trata "de mantenerse siempre sobre el terreno histó­rico real, de no explicar la práctica partiendo de la idea, de explicar las formaciones ideológicas sobre la base de la práctica material, por donde se llega, consecuente­mente, al resultado de que todas las formas y todos los productos de la conciencia no brotan por obra de la crítica espiritual, mediante la reducción a la "autocon­ciencia" o la transformación en "fantasmas", "espec­tros", "visiones", etc., sino que sólo pueden disolverse por el derrocamiento práctico de las relaciones sociales reales, de que emanan estas quimeras idealistas; de que la fuerza propulsora de la historia, incluso la de la reli­gión, la filosofía, y toda otra teoría, no es la crítica, si­no la revolución".

EL CONCEPTO DE IDEOLOGIA EN MANNHEIM

Entre los estudios de mayor importancia dirigidos a

situar el problema de la ideología en un contexto

no marxista está la obra de Karl Mannheim(1893 -

194 7 )·, sociólogo alemán y uno de los padres de la

sociología del conocimiento, quien ha producido el

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tratamiento más profundo y completo del proble­ma desde Marx hasta nuestros días.

Mannheim escribe en el convulsionado y com­plejo mundo de la Europa Central posterior a la Primera Guerra Mundial. En esa época, los intelec­tuales experimentan el shock de ver cómo los anti­guos valores y verdades del mundo de sus padres son destruidos, repentina y brutalmente, por una guerra que prácticamente nadie había previsto. Sur­ge entonces un ansia de nuevas verdades, de nuevas certidumbres. Y de hecho, tanto en el aspecto po­lítico como en el filosófico, el mundo europeo con­templa el éxito de movimientos y escuelas que pro­claman ser poseedores de verdades absolutas: en lo político, el marxismo; en lo filosófico, la fenome­nología, que afirma poder, mediante su nuevo mé­todo, conocer la esencia eterna de las cosas. Y lue­go siguen otros movimientos políticos e intelectua­les de corte totalitario, intolerante y absolutista, como el nazismo en Alemania y el fascismo en Ita­lia.

Mannheim contempla esta situación desde una perspectiva intelectual, especialmente vigorosa en Alemania, que se conoce como historicismo. Esta era una nueva fonria de estudiar la historia que, en­tre otras tesis, proponía la de analizar cada época a la luz de sus propios valores,, que podían ser des­cubiertos por la compenetración del. historiador con dicha época. Se rechazaba de este modo todo

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historicismo.
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Mannheim contempla esta situación desde una perspectiva intelectual, especialmente vigorosa en Alemania, que se conoce como historicismo
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estudio o interpretación de épocas pasadas que se hiciera a la luz de los valores actuales propios del investigador. La correcta comprensión de las accio­nes históricas de determinados hombres, por ejem­plo, sólo podría lograrse si ellas eran analizadas a la luz de los valores que aquellos hombres, en aquel tiempo, sustentaban.

Todo esto conduciría a lo que se ha sindicado como una relativización de los valores y de la ver­dad histórica puesto que no habría patrones abso­lutos con arreglo a los cuales emitir un juicio. Pero Mannheim rechaza que la verdad histórica no exista o no pueda alcanzarse. En este sentido Mannheim no es un escéptico. Lo que ocurre es que cada posi­ción intelectual y cada época histórica descubren aspectos nuevos de la verdad acerca de la sociedad y de la historia que sólo a ellas se les revelan por primera vez. Un conocimiento acertado, por lo tanto, de la historia y de la sociedad sólo puede lo· grarse si se efectúa una desapasionada considera· ción de las diversas visiones parciales que sobre ellas van surgiendo.

Una postura semejante estaba llamada, en con­cepto de Mannheim, a tener un obvio impacto en la política, pues implicaba el rechazo de los movi­mientos políticos intolerantes, que se creían posee­dores. de una verdad única, absoluta y definitiva, y promovía la conciliación de puntos de vista opues­tos. De esta forma entendía Mannheim que podía

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La correcta comprensión de las acciones históricas de determinados hombres, por ejemplo, sólo podría lograrse si ellas eran analizadas a la luz de los valores que aquellos hombres, en aquel tiempo, sustentaban
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Lo que ocurre es que cada posición intelectual y cada época histórica descubren aspectos nuevos de la verdad acerca de la sociedad y de la historia que sólo a ellas se les revelan por primera vez.
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Una postura semejante estaba llamada, en concepto de Mannheim, a tener un obvio impacto en la política, pues implicaba el rechazo de los movimientos políticos intolerantes, que se creían poseedores. de una verdad única, absoluta y definitiva, y promovía la conciliación de puntos de vista opuestos.
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comenzar a reconstruirse, mejorado substancial­mente, el mundo destrozado por la Guerra.

Una primera contribución de Mannheim al de­sarrollo del concepto de ideología está empapada de historicismo, en el sentido ya indicado, y de su preocupación por los problemas concretos de la época en que vive. Así, Mannheim comienza por revelar que la concepción estrecha, a su juicio, de ideología derivada de Marx, que pasaba por ser un instrumento científico de conocimiento de cier­tos aspectos de la realidad social, es más bien un arma política para criticar a la burguesía que puede volverse contra los mismos que la usan. Y desarro­lla la idea de que no hay ninguna razón para que la acusación de falsedad que el concepto de ideología hace al pensamiento del enemigo (en Marx, la bur­guesía) en razón de su vinculación con los intereses sociales del mismo, no se extienda también al pensa­miento del grupo social que emite ese juicio, el cual después de todo, está también vinculado a sus pro­pios intereses. Dicho en otros términos, si el pensa­miento ideológico de un determinado partido polí­tico o grupo social es necesariamente distorsionado por el efecto que sus intereses sociales producen en las ideas, la "verdad" del que lanza la acusación de· ideología al pensamiento de su adversario es igual­mente falsa, porque está también sujeta a las defor­maciones producidas por sus propios intereses.

Mannheim llega a esta posición a través de la

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generalización de la teoría de Marx acerca de que las características propias del modo capitalista de producción acarrean la distorsión del pensamiento de la sociedad capitalista. Para Mannheim son, en . general, las características propias de toda situación histórica las que pueden producir la parciálización del conocimiento acerca de la sociedad. Es necesa­rio aquí aclarar que, para Mannheim; la "situación" no significa, como para Marx, sólo la estructura e­conómica, sino el cqnjunto de características socia­les que definen a un grupo social o a una época de­terminada.

A esta generalización de la ideología se llega, según Mannheim, después de un proceso en que gradualmente· se pasa de una concepción ''particu­lar" de la misma, a una que él denomina "total ge- · neral".

El punto de partida es la concepción particular. Según ella, la· ideología consiste en una serie de e­rrores, mentiras y engaños, más o menos conscien­tes por parte de quienes los proponen, encamina­dos a ocultar ciertos aspectos de la realidad para favorecer o justificar determinados privilegios. La ideología supone, de nuestra parte, de~confianza ante ciertas afirmaciones de nuestro adversario, a quien imaginamos tratando de engañarnos. Esta falsepad es el resultado de los ardides de la sicolo­gía humana, que busca satisfacer a toda costa sus intereses. Los engaños fábricados por el príncipe,

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Es necesario aquí aclarar que, para Mannheim; la "situación" no significa, como para Marx, sólo la estructura económica, sino el cqnjunto de características sociales que definen a un grupo social o a una época determinada.
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''particular" de la misma, a una que él denomina "total ge- · neral".
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en un contexto maquiaveliano, son un ejemplo de este tipo de ideología.

La segunda forma, que contrasta con la ante­rior, es la concepción total de ideología. Se entien­de ahora que lo ideológico es la totalidad de la es­tructura de pensamiento de una clase o grupo o de una época. Es la perspectiva general del pensa­miento lo que se critica, y no solamante algunas de­terminadas teorías engañosas. El nivel en que se formula el análisis no es aquí simplemente sicológi­co, sino sociológico, por cuanto es la situación so­cial general la que determina o condiciona el pensa­miento. La teoría de Marx sobre ideología sería un ejemplo de esta segunda forma de entender el con­cepto.

Pero, añade Mannheim, esta concepción total, que sigue aplicando el concepto de ideología exclu­sivamente al pensamiento del adversario, debe ser llamado "especial" para distinguirlo de la concep­ción total "general". Esta implica un último y trascendental paso, en el sentido de que quien hace el análisis de la ideología reconoce que su propio pensamiento -y no sólo el del adversario- debe ser también sometido a estudio, a fin de conocer las raíces sociales del mismo.

De este modo, Mannheim quita al concepto de ideología gran parte -si no todo- el combativo filo político que tenía en Marx. Ya no es, en verdad, un arma de crítica de una situación social determi-

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La segunda forma, que contrasta con la anterior, es la concepción total de ideología. Se entiende ahora que lo ideológico es la totalidad de la estructura de pensamiento de una clase o grupo o de una época.
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nada, o del enemigo político; es más bien un ins­trumento de autocrítica de todo pensamiento, in­cluido el propio.

Mannheim entiende, pues, el concepto de ideo­logía como una perspectiva general sobre la socie­dad y la historia, asociada inevitablemente con una determinada situación histórica y social, que impli­ca una visión del mundo y un estilo de pensamien­to ligado a dicha situación y en este sentido, condi­cionado y parcial; perspectiva que varía en la medi­da en que tal situación varía a su vez.

En cuanto al problema de la distorsión del co­nocimiento, que era esencial en el carácter crítico que la ideología tiene en Marx, Mannheim lo em­puja cada vez más hacia la periferia de su atención. En efecto, para Mannheim el historicista, el cono­cimiento de la verdad total implica la asimilación y superación de los puntos de vista particulares que se van sucediendo en la historia. La verdad total no es el resultado de una visión inmediata, eterna­mente válida, estática, de la realidad, sino que su­pone un proceso continuo de expansión del cono­cimiento, y tiene como meta no. el logro de una conclusión de validez supra-temporal, sino el más amplio ensanchamiento de nuestro horizonte que resulte posible.

F;sta mutación de la ideología como crítica en una autocrítica, conduce finalmente en Mannheim a una transformación del problema mismo de la

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Mannheim entiende, pues, el concepto de ideología como una perspectiva general sobre la sociedad y la historia, asociada inevitablemente con una determinada situación histórica y social, que implica una visión del mundo y un estilo de pensamiento ligado a dicha situación y en este sentido, condicionado y parcial; perspectiva que varía en la medida en que tal situación varía a su vez.
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de la ideología como crítica en una autocrítica,
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ideología, dando lugar a la sociología del conoci­miento, para la cual lo que interesa fundamental­mente ya no es averiguar si el pensamiento de tal o cual grupo es verdadero o falso, si es científico o no, si engaña o no engaña, si encubre o no una situ.ación social injusta, sino las formas como ese pensamiento está vinculado a la realidad social del grupo, los estilos de pensamiento que surgen en los grupos de acuerdo con sus características sociales, el modo como se suceden en el tiempo los estilos de pensamiento así distinguibles, etc.

Una segunda contribución de Mannheim es un análisis del concepto de ideología que revela en és­te dos contenidos diferentes, según sea la posición y los intereses del grupo social de que se trata. En efecto, el pensamiento de determinado grupo pue­de estar propugnando la mantención o conserva­ción de un estado de cosas en la sociedad que le fa­vorece. Sólo en tal caso Mannheim habla de una ideología propiamente tal. Cuando el pensamien­to del grupo social tiende en la práctica a promover la destrucción del orden establecido y su sustitu­ción por otro que le resulta más ventajoso, Mann­heim habla más bien de una utopía, que es tam­bién un pensamiento socialmente condicionado, pero orientado a conseguir un mundo futuro donde puedan realizarse los intereses del grupo social en cuestión. La ideología, pues, tiene una connota­ción conservadora, en tanto que la utopía, una re-

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Una segunda contribución de Mannheim es un análisis del concepto de ideología que revela en éste dos contenidos diferentes, según sea la posición y los intereses del grupo social de que se trata.
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volucionaria. Los textos siguientes están tomados de "Ideo­

logía y Utopía", uno d~ los libros más influyentes de Mannheim sobre este tema.

"A fin de comprender la situación actual del pensa­miento, es necesario comenzar con los problemas de la "ideología". Para la mayor parte de la gente, el término "ideología" está en muy estrecha ligazón con el marxismo, y sus reacciones frente a aquél se hallan determinadas, en gran parte, por esta asociaci,6n. Por tanto, se hace necesario afirmar, en primer término, que aunque el marxismo ha contribuido a la formulación original del problema, ambas cosas, la palabra y su significación, se remontan, en la histo­ria, mucho más allá de la aparición del marxismo y que des­de su aparición, han surgido nuevas significaciones de la pa­labra, que han tomado forma independientemente de él.

"No hay mejor introducción al problema que el análisis de la significación del término "ideología": en primer lugar tenemos que desentrañar todos los matices diferentes de la significación que están reunidos aquí en una falsa unidad; una afirmación más precisa de las variaciones en las signifi­caciones del concepto, tal como se usa hoy, preparará el camino para su análisis sociológico e histórico. Semejante análisis mostrará que en general hay dos significaciones dis­tintas y separables del término "ideología": la particular y la total.

"Es implicada esta concepción particular de la ideolo­gía cuando el término denota que somos escépticos acerca de las ideas y representaciones propuestas por nuestro con­trario. . Son consideradas como deformaciones, más o me· nos conscientes, de la naturaleza real de una situación, cuyo reconocimiento verdadero no estaría de acuerdo con sus in­tereses. Estas deformaciones se extienden desde las menti­ras conscientes hasta los errores semiconscientes y los desa-

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la particular y la total.
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percibidos; desde los esfuerzos calculados para engañar a los otros hasta el engañarse a sí mismo. Esta concepción de la ideología, que sólo gradualmente se ha ido diferenciando de la noción del sentido común de la mentira, es particular en varios aspectos. Su particularidad se hace más evidente cuando se contrasta con la concepción total más amplia de la ideología. Aquí, cuando nos ocupamos de las caracterís· ticas y composición de la estructura total del espíritu de es· ta época o de este grupo, nos referimos a la ideología de una época o de un grupo histórico social concreto, por ejemplo, de una clase.

"Los elementos comunes, así como los diferenciadores de los dos conceptos, son fácilmente evidentes. El elemen· to común, en estas dos concepciones, parece consistir en el hecho de que en ninguno se confía. Sólo se confía en lo que es dicho realmente por el contrario cuando se trata de lograr una comprensión de su significación real y de su in­tención. Ambas recurren al sujeto, ya sea al individuo o al grupo, procediendo a una comprensión de lo dicho, por el método indirecto de analizar las condiciones sociales del individuo o de su grupo. Las ideas expresadas por el sujeto son consideradas de esta manera como funciones de su exis· tencia. Esto quiere decir que las opiniones, afirmaciones, proposiciones y sistemas de ideas no son tomados en su va­lor aparente, sino que son interpretados a la luz de la situa· ción vital de quien los expresa.

Además, significa que el carácter específico y la situa­ción vital del sujeto influye en sus opiniones, percepciones e interpretaciones.

''.Por consiguiente, estas dos concepciones de ideología hacen de las llamadas "ideas" una función del que las sostie­ne y de su posición en su medio social" ••• ( .•• )

"En tanto que uno mismo no ponga su propia posición a debate, sino que la considere como absoluta, mientras que interpreta las ideas de sus adversarios como una simple fun· ción de las posiciones sociales que ocupan, no se habrá dado

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''.Por consiguiente, estas dos concepciones de ideología hacen de las llamadas "ideas" una función del que las sostiene y de su posición en su medio social" ••• ( .•• )
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el paso decisivo. Por consiguiente, es cierto que, en tal ca­so, está siendo usada la concepción total de la ideología, puesto que uno se halla interesado en analizar la estructura del espíritu de su adversario en su totalidad y no, simple­mente pormenorizando acerca de algunas proposiciones ais­ladas. Pero puesto que en el citado ejemplo se está interesa­do sólo en un análisis sociológico de las ideas del adversario, nunca se superará una formulación muy restringida de la teoría, que a mí me gustaría llamar formulación especial. En oposición a esta formulación especial, la forma general de la concepción total de la ideología está siendo utilizada por el analista cuando tiene el valor de someter, no sólo los puntos de vista del adversario al análisis ideológico, sino to­dos los puntos de vista, incluyendo el suyo propio.

En la etapa actual de nuestra comprensión, difícilmen­te se puede evitar esta formulación general de la concepción total de la ideología, de acuerdo con la cual el pensamiento de todos los partidos, en todos los tiempos, posee un carác­ter ideológico. Düícilmente existe una posición intelectual particular, y el marxismo no constituye una excepción a es­ta regla, que no haya cambiado a través de la historia, y que, inclusÓ en el presente, no aparezca bajo muchas for­mas. También el marxismo ha adoptado muy div~as apa­riencias. No sería demasiado difícil para un marxista reco­nocer su base social". ( ••• ).

"Un estado de espíritu es utópico cuando resulta des>· proporcionado con respecto a la realidad dentro de la cual tiene lugar.

"Esta desproporción se hace evidente siempre por el hecho de que semejante estado de espíritu, en la experien­cia, en el pensamiento y en la práctica, se orienta hacia ob­jetos que no existen en la situación real. No obstante, no se debe considerar como utópico a todo estado de espíritu que resulta desproporcionado con ~especto a la situación inmediata y la trascienda y, en este sentido, "se aparte· de l~ realidad". Solamente llamaremos utópicas a aquellas

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orientaciones que trasciendan la realidad y que, al informar la conducta humana, tiendan a destruir, parcial o totalmen­te, el orden de cosas predominante en aquel momento.

"Al limitar el significado del término utopía al tipo de orientación que trasciende de la realidad y que, al mismo tiempo rompe las ataduras del orden existente, se establece una distinción entre dos estados de espíritu: el utópico, por un lado, y el ideológico, por otro. Uno se puede orientar hacia objetos que son extraños a la realidad y que trascien­den la existencia real y, a pesar de ello, seguir realizando y manteniendo, de una manera afectiva, el existente orden de cosas. En el curso de la historia, aunque el hombre se ha interesado con más frecuencia por objetos que trascendían los límites de su existencia que por lo que eran inmanentes a ella, sobre las bases de esos estados de espíritu "ideológi­cos", desproporcionados con respecto a la realidad, se han edificado formas de vida social reales y concretas. Dicha orientación desproporcionada sólo se convirtió en utópica cuando, además, tendió a destruir las limitaciones del orden existente. En consonancia con esta verdad, los representan­tes de un orden social determinado no han tomado, en to­dos los casos, una actitud hostil frente a las orientaciones que trascendiesen el correspondiente orden existente. En vez de ello, lo que siempre han pretendido ha sido dominar las ideas e intereses que trascendiesen la situación, que no fueran realizables dentro de los límites del orden existente, para convertirlos así en socialmente impotentes, procuran­do que tales ideas fueran desterradas a un mundo alejado de la historia y de la sociedad, donde no pudiesen afectar el statu quo.

"En todo período histórico han existido ideas que tras­cendían el orden existente, pero que no desempeñaron el papel de utopías, fueron, más bien, las ideologías apropia­das para aquellas etapas de la existencia, en tanto que estu­vieron integradas "orgánica" y armoniosamente en la con­cepción del mundo característica de la época correspon-

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diente, es decir, en tanto que no ofrecieron posibilidades re­volucionarias. Mientras que el orden social medieval, organi­zado clerical y feudalmente, fue capaz de situar su paraíso fuera de la sociedad, en alguna esfera ultraterrestre que tras­cendía la historia y mellaba su filo revolucionario, la idea del paraíso formó parte todavía de la sociedad medieval. Dichas ideologías no se convirtieron en ut6picas hasta que determinados grupos sociales no incorporaron esas imágenes añoradas a su conducta real intentando realizarlas en la práctica. Si, por un momento, seguimos la terminología de Landauer y, en consciente oposición con la definición usual, llamamos a todo orden social realmente existente y en cur­so una "topía" (de la palabra griega topos), entonces tales imágenes añoradas, que desempeñan una función revolucio­naria, deberán ser llamadas utopías" ( ••• )

"Que un caso determinado aparezca como utópico o como ideológico depende esencialmente, de la etapa y gra­do de la realidad a que se aplique esta norma de diferencia­ción. Está claro que la capa social que representa al orden social e intelectual predominante tomará por realidad la estructuración de correlaciones que ella sustenta, mientras que los grupos que se encuentran en oposición al orden existente se orientarán hacia los primeros indicios del orden social por el que luchan y que está siendorealizadopor ellos. Los representantes de un orden determinado pondrán la etiqueta de utopía a todas las concepciones de la existencia que, según su punto de vista, no puedan, en principio, ser realizadas nunca. De acuerdo con este uso del término, la significación contemporánea_ de "utópico" es, por lo gene­ral, la de una idea que, en principio, resulta irrealizable. (Conscientemente hemos separado este significado del tér­mino de su definición más estricta). Es cierto que entre las ideas que trascienden la situación social existen algunas que, en priacipio, no pueden ser realizadas nunca. Pero los hom­bres cuyos pensamientos y sentimientos estén estrechamente ligados a un orden de existencia en el que posean una posi-

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ción definida manifestarán siempre la tendencia a calificar de absolutamente utópicos todas aquellas ideas que, en el esquema de orden en que ellos mismos viven, se haya des­mostrado que soil irrealizables".

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ENFOQUES EMPIRICOS

Tanto Marx como Mannheim, no obstante abordar el tema con un interés sociológico, sitúan de hecho el concepto de ideología en un contexto que se acerca a la filosofía.

Los continuadores modernos de Marx, como el húngaro Gy0rgy Lukács,el italiano Antonio Grams· ci, y el francés Louis Althusser, si bien con diversos acentos y en distintos contextos, han prolongado la noción de ideología de aquél, sin variar los elemen­tos fundamentales del concepto. También vecinos del concepto de ideología de Marx son los autores de la llamada "escuela de Frankfurt'', como Marcu­se, Adorno, Habermas y Horkheimer.

Mannheim no creó una escuela ni agrupó a se­guidores con su tratamiento del concepto de ideo­logía. Posiblemente esto se debe al h~cho de que, siendo alemán, debió emigrar a Inglaterra escapan- · do del dominio nazi, y allí su formación intelectual alemana se encontró con un medio de tradición no­tablemente distinta, poco inclinado a tratar los pro­blemas con el empaque filosófico que a él le resul­taba natural. Sin embargo, su obra "Ideología y U­topía" sirvió para motivar a gran cantidad de inves­tigadores, particularmente de habla inglesa, muchos de los cuales eran críticos de las ideas en ella ex­puesta, quienes estaban interesados no tanto ~n los aspectos filosóficos del pensamiento ideológico

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cuanto en estudiar cómo funcionan de hecho las ideologías en la sociedad, qué grupos los sustentan, qué resultados producen.

Para cqmprender mejor las formas cumo estos autores entienden el concepto de ideología es nece­sario referirse brevemente a las influencias socioló­gicas que inciden en su modo de conceptualizar el fenómeno. Aparte de la influencia o el estímulo de Marx y de Mannheim, hay cuatro sociólogos cuyas ideas contribuyen a conformar los conceptos de ideología usados en la investigación empírica en el ámbito no marxista, Wilfredo Pareto, Max Weber, Emile Durkheim y Roberto Michels.

El sociólogo italiano Pareto afirma que la ma­yor parte de las acciones humanas son "no lógi­cas", es decir, que si bien para el actor son lógicas, al observador imparcial, no aparecen como accio­nes adecuadas para alcanzar el fm que se persigue. Y sin émbargo, los hombres tratan por lo general de hacerlas aparecer como lógicas, cubriéndolas con el manto de raciocinios y argumentos destina­dos a justiticarlas. Estas teorías justificatorias o "racionalizaciones" están compuestas, según Pa­reto, de dos elementos principales: por un lado, la justificación misma, que aunque tiene todas las apariencias de un desarrollo lógico, es en el fondo parte de las acciones no lógicas que se trata de jus­tificar; este elemento es llamado por Pareto "deri-

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Pareto
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vación". Por otro lado, está lo que constituye para Pareto la verdadera explicación de las acciones no lógicas, es decir, el conjunto de instintos, senti­mientos, inclinaciones, mentalidades, etc. A este segundo elemento, Pareto lo llama ''residuos". Las derivaciones varían de una sociedad a otra; es decir, la forma como los hombres ''presentan", o justifi­can, sus actos. Pero los residuos, esto es, los instin­tos, las inclinaciones, son los mismos en todas las sociedades. De esta forma, para Pareto existen ciertas teorías sobre la sociedad, que son aceptadas por ésta independientemente de su veracidad o fal­sedad -de hecho la cuestión de su veracidad ni si­quiera es tomada en consideración-, en atención so­lamente a que resultan útiles para explicar determi­nadas situaciones. Son aceptadas instintivamente, no reflexivamente. Se las acepta sin exigir demos­traciones de su verdad.

Como puede apreciarse, hay una innegable ana­logía entre lo que plantea Pareto en orden al carác­ter encubridor de las teorías que los hombres for­mulan acerca de sus propias acciones, y lo que dice Marx acerca del carácter distorsionado del pensa­miento ideológico de la burguesía, que oculta la verdadera naturaleza de las relaciones sociales en el

·capitalismo. Pero a diferencia de Marx, que ve en ciertps problemas de la actividad económica la causa de la ideología, Pareto sitúa la c;ausa de las derivaciones en la sicología humana. Esta posi-

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ción de Pareto es influyente por cuanto permite ex­plicar la falsedad del pensamiento ideológico sobre bases no marxistas. La ideología sería falsa porque su preocupación no es buscar la verdad, sato justifi­car ciertos intereses sociales. Y la necesidad de jus­tificación es algo que no tiene nada que ver con la estructura económica de la sociedad, sino con la si­cología del hombre.

Max Weber, el sociólogo alemán, contribuye también a las líneas que configuran las modernas concepciones de ideología con su estudio de la au­toridad carismática. En efecto, Weber distingue en la sociedad tres formas posibles de legitimar la au­toridad política: la racional, propia de una burocra­cia moderna, apegada a las normas jurídicas, que son la encarnación de la razón, y en que es precisa­mente el derecho lo que legitima la autoridad; la tradicional, que se basa en la continuación de for­mas recibidas de autoridad, generalmente patema­listas o monárquicas; y la carismática, fundada en las cualidades personales extraordinarias de un lí­der, cualidades que constituyen un "carisma", es decir, un don innato, que justifica o legitima por sí mismo la autoridad del líder. El líder carismá­tico y su estilo de autoridad favorecen las acciones colectivas extremas, los grandes entusiasmos, las grandes visiones heroicas de la sociedad, las aspi­raciones ideales llevadas hasta los mayores grados de exigencia. Todas estas características, que son

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Weber
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las que muchos autores atribuyen a una política ideológica, son lo contrario de una política mode­rada, sobria, rutinaria, conciliadora, racional y, o bien tienen el sello de la utopía a que aludía Mann­heim, o bien trascienden completamente los límites de la realidad, ocultando la verdadera naturaleza de ésta. Para muchos autores contemporáneos, es el liderazgo carismático lo que explica el surginiiento de las ideologías, consideradas en su aspecto de ideas movilizadoras de las grandes masas hacia ac­ciones colectivas generalmente revolucionarias, o violentas y poco racionales. El análisis del caso del marxismo-leninismo, con el carisma de Lenin, del fascismo, con el c~ma de Mussolinl, del nazismo, con .el de Hitler, y de muchos otros fenómenos po­líticos modernos, es confirmación para diversos so­ciólogos de la utilidad de las ideas de Weber en el estudio d~ la ideología.

Durkheim, uno de los padres de la sociología francesa, alude por su parte al problema de la ideología al tratar las reglas del método sociológi­co. La ideología aparece entonces como un con­junto de preconcepciones o prejuicios que impiden el verdadero conocimiento de las cosas, al modo como Bacon había conceptualizado el efecto pro­ducido por los "ídolos". El científico, porlo tan­to, debe procurar desembarazarse de estos prejui­cios en su tarea, mediante la sujeción a una estricta metodología. Con todo, estas preconcepciones

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Durkheim
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cumplen fuera del ámbito de la ciencia una impor­tante función, según Durkheim: la de contribuir a adaptar a los hombres y a sus acciones al medio ambiente que los rodea. Los hombres deben regu­lar su conducta mediante ciertas normas que les permitan adaptarse al mundo. La ideología cumple precisamente esta función adaptativa. Esta noción de un conjunto de ideas, principios y normas que ayudan al hombre a adaptarse a la realidad es tam­bién tratada por Durkheim en el contexto de otra investigación, su importante estudio sobre la reli­gión. En efecto, sostiene Durkheim

que la religión es un sistema de ideas mediante el cual los individuos se representan la sociedad de que son miembros y las oscuras pero íntimas r~laciones que tienen con ella. Por eso, la práctica religiosa fortalece los lazos que atan al individuo con la sociedad de que es miembro. La religión cumple la función de reafirmar los sentimientos e ideas co­lectivas que dan unidad e integración a la sociedad.

Ambos temas de Durkheim, su oposición de ideolo­gía y ciencia, y el rol integrador que desempeñan tanto la ideología como la religión, tienen deriva­ciones posteriores en las concepciones de ideología que mencionaremos. En efecto, para diversos auto­res contemporáneos, el surgimiento de la ideología está relacionado no sólo con la aparición de líderes carismáticos, sino además con la necesidad que tie­nen las masas, especialmente en la atomizada so­ciedad moderna, de doctrinas, teorías y movimien­tos colectivos que las aglutinen, las organicen, les

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inspiren ideales, les den sentido a sus existencias y les prometan un futuro mejor.

En cuanto a Roberto Michels, sociólogo ítalo alemán de comienzos de siglo, éste realiza un influ­yente estudio sobre los partidos políticos y particu­larmente sobre el Partido Social Demócrata alemán de la época, en que analiza, entre otros aspectos, el fenómeno que tiene lugar en los partidos políticos doctrinarios cuando enfrentan la competencia por los votos del electorado con otros partidos. Según Michels, ocurre entonces lo que denomina la ley de la transgresión: los partidos, cuya finalidad es llegar al control del Estado deben procurar atraer el mayor número posible de votantes; en esta tarea, diluyen aquellos aspectos de las doctrinas de cada uno que resultan más convenientes a fm de hacerlas aparecer atractivas a un mayor número de personas, y si­multáneamente, se procura suprimir todo debate interno acerca de cuestiones doctrinarias, a fin de no malgastar es­fuerzos.

En opinión de Michels,

esta situación trae por consecuencia que, en la democracia moderna, la política se lleva a cabo en términos que son ca­da vez menos doctrinarios o idealistas, y cada más pragmá­ticos.

Esta posición ha servido de antecedente a numero­sos estudios en que, como veremos, se contrapone el estilo ideológico, que se describe como doctrina­rio, .dogmático, intransigente, con el estilo político científico o racional, que es moderador y pragmáti­co. Michels en cierta forma anuncia las ideas de

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Roberto Michels
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los autores de la tesis del fin de las ideologías, que mencionaremos más adelante.

Las ideas expuestas de estos cuatro autores in­fluyen en las concepciones de ideología propias de este enfoque u orientación más empírico, en diver­sas combinaciones y con diversas variantes. Cierta­mente, no estamos sugiriendo que en cada caso la aparición en autores contemporáneos de alguna de esas ideas se deba a una directa herencia de alguno de los citados sociólogos; pero los problemas por éstos tratados son de gran importancia en todos los estudios modernos de ideología, a lo menos en el ámbito no marxista, y de alguna forma u otra rea­parecen constantemente en la literatura sobre el tema.

Para abordar el estudio de las concepciones em­píricas de la ideología, conviene agrupar las moder­nas concepciones en dos grandes grupos. 1) La primera de estas familias de definiciones que

trataremos conoce su momento cumbre en el período de la segunda post-guerra que va desde la década de 1950 hasta mediados de la década de 1960. En su comienzo, pues, vive en un ambiente de guerra fría.

Esto significa_ que, aparte de la crítica de los movimientos totalitarios derrotados en la Segunda Guerra, el nazismo y el fascismo, se lleva a cabo la crítica del marxismo de la Unión Soviética y de su órbita. . Dicha crítica tiene obviamente un propó-

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sito político general, entre cuyas numerosas metas está el desenmascarar el pensamiento marxista, mostrando la situación de atraso económico y de opresión en que viven los países del bloque soviéti­co. Otra de las metas es resaltar el fracaso econó­mico, social y político profundo que experimentan muchas nuevas naciones, recién descolonizadas en Africa y Asia especialmente, que han optado por un modelo marxista de sociedad.

Un tema reiterado en esta crítica es el incum­plimiento de las predicciones y promesas de Marx en cuanto al logro de la sociedad comunista feliz. Toda la teoría marxista aparece, a la luz de las rea­lidades concretas de los países que la aplican, como una gran utopía no cumplida. El carácter científi­co de las predicciones de Marx es atacado por falso, ilusorio. Ne;> se trataba, en realidad, de ciencia, sino de especulaciones teóricas que la realidad se ha en­cargado de mostrar que eran profundamente falsas.

Por otra parte, una de las características de la guerra fría es la lucha de los dos grandes bloques, el occidental y el soviético, por extender su influencia a los países subdesarrollados o del "Tercer Mun­do". Tiene lugar entonces una ardua lucha, uno de cuyos elementos es la propaganda. Desde el bloque occidental se dispara contra la propaganda del blo­que piarxista, que no obstante exhibir en su políti­ca tan desalentadores resultados, presenta su doc­trina en forma llamativa, atrayente y simple. Una

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de las técnicas del bloque soviético en ese momen­to es aprovechar el resentimiento de muchas nuevas naciones, ex colonias de potencias occidentales, y exasperar su nacionalismo. De esta forma, se in­tenta, con fórmulas nacionalistas, movilizar políti­camente a grandes masas, hasta ahora prácticamen­te inertes en política. Y en los países pobres que aún no se deciden por ninguno de los dos grandes bloques, o en aquellos que ya están en el bloque occidental, se detectan intentos soviéticos por sub­vertir el orden político recurriendo de nuevo a exasperar aspiraciones, agitar consignas y a movili­zar las masas cada vez que se puede, haciendo de la vida política una lucha a muerte.

El contraste que Occidente advierte entre esta realidad y la suya propia es presentado en los si­guientes términos. Mientras el enemigo en la gue­rra fría agita grandes visiones científicas de la so­ciedad, en los países occidentales, que carecen de ellas, la ciencia y la tecnología han efectivamente mejorado los niveles de vida hasta extremos nunca antes vistos. Esto está relacionado, en opinión de los sociólogos y dentistas políticos occidentales de de la época, con el notable apaciguamiento de la vida política: satisfechas para todos las necesidades básicas, los conflictos políticos pierden su intensi­dad y su violencia. De hecho, la política de los países avanzados de Occidente se hace moderada, rutinaria, administrativa. Los partidos políticos,

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como había dicho Michels, se hacen pragmáticos a fin de competir por los votos de un electorado tam­bién pragmático. Los conflictos de clase se apaci­guan, y lejos de divisarse nuevas revoluciones en el horizonte, se advierte con satisfacción que la R:evo­lución Industrial ha llegado, como se esperaba, a buen término para todos.

En este ambiente, y dentro de este análisis, se aborda el estudio de la ideología de un modo que se acerca notablemente a la concepción particular de ideología a que alude Mannheim. En efecto, la posición del enemigo -el bloque soviético- aparece tan falsa, errónea e injusta, que se la califica de ideología, en el sentido peyorativo que al término habían dado Napoleón y el propio Marx. Con esto se reintroduce en el tema de la ideología el proble­ma de la djstorsión o falsedad del pensamiento ideológico, que Mannheim, en su tránsito a la so­ciología del conocimiento, había terminado por excluir prácticamente de la problemática.

Se tiende a definir, pues, la ideología a partir de la realidad política que se imputa al bloque ene­migo. De este modo, los elementos que general­mente se encuentran en las definiciones de ideo­logía de este período son los siguientes: a) la ideología es un sistema simplificado de ideas,

o.rganizado generalmente en tomo a una sola idea central, que exagera algún aspecto de la realidad social de forma tal que ésta se presenta

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en términos claramente no científicos y falsos;

b) estas ideas así organizadas expresan una visión de la historia y de la sociedad, y proponen un proyecto de sociedad futura radicalmente dis­tinta de la existente;

c) dicho proyecto sugiere o impone claramente un determinado modelo de acción que debe seguir­se, e incita vivamente a ella, con el fin de aca­bar con el orden social actual; se trata, pues, de ideas cuyo fin no es el conocimiento, sino que cumplen una doble función: aglutinar e inte­grar a las masas, como lo señalaba el análisis de Durkheim respecto de la religión, y promover su acción revolucionaria;

d) conducta y acción van acompañadas de una re­tórica que las populariza, y que gira en torno a la valoración de los intereses de aquellos grupos que aparecen postergados en la actual estructu­ra de la sociedad, todo ello en un estilo masifi­cado y demagógico, propio de un liderazgo po­lítico que es llamado, siguiendo a Weber, caris­mático. Quienes proponen este tipo de concepto de

ideología obviamente no incluyen su propia visión de las cosas en la categoría de ideología. Además, es interesante destacar que vienen a confundirse aquí las nociones de ideología y de utopía que Mannheim había procurado separar. En efecto, se reputa típico de toda ideología no el justificar la

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Cita?!
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situación existente, sino el criticarla, llamando a la acción para sustituir la estructura social por otra radicalmente distinta, que advendrá en un período futuro. Es también importante observar que aquí como en el caso de Marx, la ideología es pensa­miento falso, distorsionado; pero la falsedad no es producida, a diferencia de Marx, por el condicio­namiento impuesto al pensamiento por la realidad económica de la vida de la sociedad, sino por otros factores, como los intereses puramente políticos o doctrinarios de ciertos grupos, o las necesidades si­

cológicas de las grandes masas.

Hemos seleccionado dos textos representativos de esta forma de definir la ideología. El primero es el del escritor español Gonzalo Fernández de la Mora, que en 1964 publica su libro "El Crepúsculo de las Ideologías". En este texto es fácil advertir que la ideología que el autor tiene presente al escri­bir es, básicamente, la socialista o marxista. La mención que el autor hace del liberalismo como ideología se explica por cuanto Fernández de la Mora sostiene una postura tradicional conservado­ra, que se sitúa a igual distancia del socialismo que del liberalismo. Es notable este texto porque reve­la nítidamente los elementos que hemos señalado anteriormente, así como la descalificación que se hace del pensamiento ideológico por plebeyo, masi­ficado, iluso, demagógico, utópico y falso.

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"Las ideologías no son realidades materiales como las cordilleras, sino mentales como el álgebra; pertenecen, pues, al orden del pensamiento. Predominantemente contienen principios de acción, directrices de comportamiento, como la lógica y la moral. No son, pues, cosa distinta de las ideas, ya que ni se puede pensar ni se puede obrar racionalmente sin tener ideas. En rigor, una ideología es un sistema de conceptos, juicios y raciocinios; pero un sistema de condi· ción muy peculiar. lEn qué consiste esta peculiaridad que distingue a lo ideológico de lo estrictamente científico?. ·r.a cuestión no puede responderse con una enjuta definición. Hay que dar al tema varias vueltas de asedio analítico. Sólo trazo a trazo se irá dibujando el complejo perfil de una i­deología en su momento de madurez.

"Primera precisión. Una ideología no es un conoci­miento teórico, sino práctico. Teórico es aquel saber que, como la metafísica, no prepara ninguna acción, es decir, no tiene otro fin que el puro conocimiento. En cambio, una ideología conduce a la ejecución de actos, a la adopción de decisiones, a la determinación de conductas. Tiene siempre un reflejo en la Historia externa. Es fértil y espectacular. Es algo incitador, pragmático y operativo. Es siempre una ac­ción incoada. Por eso el nervio de toda ideología está en un co'njunto de recomendaciones y preceptos.

"Segunda precisión. Las normas implícitas en cual­quier ideología no son propiamente reglas de conciencia, como el mandato de amar a Dios. No son consignas para un solitario, sino para un hombre en sociedad; no para un ere· mita, sino para un ciudadano. Son normas políticas dirigi­das a la ordenación de la convivencia terrena. Son preten­siones de fundamentar la cosa pública, y necesariamente de­sembocan en un programa de gobierno, en una estructura­ción de la sociedad y en una configuración del Estado. As· piran a ser los fermentos del Derecho constitucional, y de la moral social.

"Tercera precisión. Pero una ideología no es moral

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propiamente dicha, ni tampoco ciencia política rigurosa. Acaso para algún doctrinario una ideología pueda ser objeto de justificación y tratamiento más o menos científicos; así el socialismo en Marx. Pero incluso en tales supuestos hay siempre en las ideologías una irresistt"ble urgencia por la puesta en práctica y un grado de popularización elevadísi· mo. Porque una ideología no es, como el cálculo integral, un producto para el consumo de las minorías, sino de las grandes masas. Ni siquiera es algo originariamente esotérico como la astronomía, que luego cabe vulgarizar. Una ideolo­gía nace para uso de los estratos más ínfimos del género hu· mano. Es algo concebi4o para los mercados suburbanos del pensamiento. Es la antecámara de la acción colectiva, la es· puela de los movimientos sociales.

"Cuarta precisión. El plebeyismo constitutivo de las ideologías no les priva de su condición de ideas; pero las convierte en ideas efectivistas, elementales, genéricas y cate· quísticas. El socialista que predica el igualitarismo no se de· tiene a explicar cómo se van a superar las diferencias innatas que existen entre negros y blancos, mediocres y genios, ta· rados y sanos. El liberal que propugna el gobierno del pue· blo por el pueblo no desciende a establecer la fórmula mate­mática que determinará la contabilización de los cuocientes electorales en el sufragio proporcional. Pero no es que, provisionalmente, permanezcan en el terreno de los princi· pios; es que las ideologías son siempre fáciles, simples y pu· blicitarias. Si no, fracasan. Es más, no tienden a ir concre· tándose, matizándose y desarrollándose, como las discipli· nas científicas, sino por el contrario, a concentrarse en vo­cablos clave, de contenido cada vez más general y extre· moso.

"Quinta precisión. Las ideologías, aún cuando suelen ser originariamente obra de los intelectuales y, por ello, pro· ducto 'de la razón, al popularizarse, que es lo suyo, adquie­ren el carácter de creencias. y entonces no son convic­ciones ni deductivas, ni inductivas. Son lugares comunes re·

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cibidos y aceptados, tópicos de los que el creyente no se hace cuestión. Y si en la polémica se ve obligado a defen· derse, lo hace con argumentos mecánicos o con sentimien· tos personales. Se "tiene" ideas, pero en la!! ideologías se "está"; más que adherido, se encuentra uno instalado en ellas. No son razonadas sino afirmadas, vividas, sentidas y transmitidas: el socialismo es bueno sin más. La asunción de una ideología es fundamentalmente fáctica, volitiva y emo­cional. No es una meditación sino una ilusión; no es una convicción, sino una situación; no es una conclusión, sino una pasión. De ahí que su carga emotiva, su inercia social y sus valores útiles acaben anulando a los elementos discursi· vos. Una ideología establecida es lo más parecido a un mito.

"Sexta precisión. Hay, además, una sacralización de las ideologías. Cristalizan en consignas dogmáticas y en hipóte· sis intangibles. O se está con ellas o contra ellas. Su aban· dono es apostasía, su reforma, desviacionismo herético. Co­mo las concepciones religiosas, acaban condicionándolo to­do. Es el caso del comunismo: desde la biología a la meta· lurgia nada escapa a su vasallaje. Las ideologías, en su hora cenital, son mitos laicos y dogmas secularizados. Tienen pro­fetas y mártires, y son el máximo motor de las más violen­tas tensiones internacionales y de los conflictos bélicos. Su rigidez llega a ser inexorable. La Declaración de Derechos de 1789 no ha sido para los demoliberales, y el Manifiesto de 1848 para los socialistas algo menos sagrado que el Co­rán para los mahometanos.

"Séptima precisión. Las ideologías no son propiamen· te ideas puntuales del acto inmediato que se vil a realizar, sino más bien ideales últimos. Huyen de las minucias técni· cas y de los trámites instrumentales. Por eso no suelen contener detalles sobre los procedimientos positivos para lograr lo que se pretende. Y cuando en algún caso excep· cional los determinan, se trata de expedientes muy genéri­cos, que luego exigen constantes suspensiones. Así sucede con el marxismo, cuya palanca universal es la nacionaliza­ción de los medios de producción;pero ni se establece cómo

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se va a administrar la propiedad pública, ni, de hecho, han podido mantener a rajatabla el criterio nacionalizador los gobiernos socialistas. Y algo análogo acontece al liberalis­mo con respecto al voto. Las ideologías oscilan entre la utopía y la panacea. Lo ideológico no suele ser honesta-mente realista. ·

No se trata,. pues, de que las ideologías no sean ideas. Lo son; pero pragmáticas, políticas, vulgares, elementales, inconcretas, emocionales, dogmáticas, utópicas. Una ideo­logía es una filosofía política popularizada, simplificada, generalizada, dramatizada, sacralizada y desrealizada. Tam­poco se trata de que las ideologías sean constitutiva y abso· lutamente falsas. No; su grado de falacia y su punto de exa­geración dependen de su fidelidad a los sistemas filosóficos nutricios, y de la mayor o menor veracidad de éstos. Inclu­so lo que originariamente es justo y exacto, al ideologizarse, se radicaliza y deforma. En el mejor de los casos, las ideo­logías son razones caricaturizadas y corrompidas al cabo de un intenso proceso de lógica y sicológica extrapolación y, en definiti\la, de masificación".

El segundo texto está escrito por el sociólogo estadounidense Edward Shils, y ha sido extractado . de su artículo "Ideología: Concepto y Función", escrito para la Enciclopedia Internacional de Cien­cias Sociales en 1968. Shils destaca en este texto, escrito en tono menos polémico que el de Fernán­dez de la Mora, el hecho de ser la ideología un con· junto de ideas orientadas a la acción más que al co­nocimiento e impregnadas de valores que se supone no tienen base científica.

A4emás, la describe como un sistema de ideas centrado en el propósito político de cambiar el or­den social actual de una sociedad. De nuevo, no

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resulta difícil percibir que el tipo de ideología que Shils tiene en mente es la marxista o socialista. Ade­más pueden encontrarse claras huellas de las ideas de Weber, Pareto y Durkheim, mencionadas ante­riormente. En efecto, se nos dice que las ideolo­gías son originadas por personalidades carismáticas, y que presentan una teoría o discurso intelectual que justifica los intereses y proyectos de ciertos sectores sociales, a quienes contribuye a integrar in­ternamente en grupos sólidamente constituidos pa­ra la acción. "La ideología es una de las formas que pueden revestir los diversos modelos integradores de las creencias morales y cognitivas sobre el hombre, la sociedad y el universo (éste últi~o en relación con el hombre y la sociedad) que flore­cen en las sociedades humanas. Credos y concepciones del mundo, programas, sistemas y corrientes de pensamiento figuran también entre aquellos tipos de modelos integrado­res que es preciso distinguir de la ideología.

"Estos modelos de integración se diferencian entre sí por su grado de (a) claridad en la formulación; (b) integra­ción sistemática lograda en tomo de una creencia moral o cognitiva determinada; (c) afinidad admitida con otros mo· delos pasados o contemporáneos; (d) hermetismo ante los nuevos elementos o variaciones; (e) imperatividad de expre­sión en el comportamiento; (f) afectividad implícita; (g) consensus exigido a aquellos que los aceptan; (h) carácter autoritario de la promulgación; (i) asociación con un órga­no corporativo destinado a encamar el modelo de creencias.

"Las ideologías se caracterizan por un alto grado de· claridad de formulación en relación con los múltiples obje­tos a que se refieren; se manifiestan a sus adherentes bajo una promulgación investida de autoridad y explícita. En comparación con otros modelos de creencias, las ideologías

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ofrecen un nivel relativamente alto de sistematización e in­tegración en tomo a uno o varios valores supremos, tales como la salvación, la igualdad o la pureza étnica. Insisten enormemente en su singularidad e independencia con res­pecto a los credos, concepciones del mundo y otras ideolo­gías existentes en la misma sociedad; son también más resis­tentes a cualquier innovación en sus creencias y niegan la existencia o la relevancia de los cambios que puedan ocu­rrir. Su aceptación y promulgación están acompañadas por tonos afectivos de gran intensidad. Exigen una completa sumisión individual a sus adherentes y estiman esencial e imperativo que su conducta esté completamente inspirada en ella. También se exige de todos los que proclaman su ad­hesión a la ideología unánime conscnsus; se confía en que sus seguidores se muestren absolutamente de acuerdo entre sí. Por último, se considera que la forma de corporación colectiva es el modo de organización más apropiado para mantener la disciplina entre los adherentes, así como para atraer o sojuzgar a otros. ( ... )

"Las ideologías y quienes las profesan pretenden hablar en nombre de una entidad trascendente (un estrato social, una sociedad en su conjunto, el género humano o un valor ideal) que es más amplia que la entidad corporativa particu­lar que agrupa a quienes creen en la ideología. Los portado­res colectivos de las ideologías, cualquiera que sea su com­portamiento real, pretenden actuar en nombre de un "ide­al", cuyos beneficiarios serían mucho más numerosos que los simples componentes del grupo ideológico. Puesto que el ideal es siempre diferente de lo dado, la ideología comba­te por la realización de un estado de cosas que, como sus inspiradores alegan, nunca existió en el pasado, o bien exis­tió, pero desapareció posteriormente. ( ..• )

-"Comparada con la concepción del mundo dominante y con sus credos constituyentes o superpuestos, la ideología se caracteriza por combatir mucho más enérgicamente por la realización más pura, plena e ideal de determinados valo-

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res cognitivos o morales que existen en la sociedad en que la ideología se desarrolla. Las ideologías subrayan también un contacto permanente y real con símbolos sagrados y una manifestación más plena de lo sagrado en lo existente.Mien­tras que los credos y concepciones del mundo vinculados con el sistema institucional básico exigen en sus promulga­ciones programáticas, cambios parciales o cambios que no suponen una modificación profunda de lo ya existente, las ideologías movilizan a sus seguidores para la realización de su ideal, que es una manifestación de lo sagrado, por medio de una "transformación total" de la sociedad. Persiguen es-· ta plenitud o bien en la conquista total (incluyendo la con­versión), o bien en una renuncia total, a fin de que la forma ideal y más pura del valor pueda ser cultivada en el aisla­miento fuera de la influencia contaminadora de la sociedad que las rodea. ( ... )

"La ideología ( ... ) supone la acentuación y generaliza­ción de ciertas proposiciones y actitude5 fundamentales, mientras que las restantes se presentan con un carácter se­cundario y, en todo caso, subordinadas a la proposición (o proposiciones) que han sido elevadas a una situación de pre­dominio. Una ideología, en consecuencia, se diferencia de una concepción del mundo predominante por su mayor cla­ridad o explicitación, su mayor integración interna o siste­matización, la mayor urgencia en su aplicación, y una inten­sidad de concentración "mucho más alta, centrada en tomo a ciertas proposiciones o valores fundamentales.

"Todas las ideologías( ... ) entrañan una alienación agre­siva con respecto a la sociedad existente: proponen la trans­formación de las vidas de sus componentes de acuerdo con principios específicos ( ... ) Las ideologías se enfrentan apa· sionadamente a los productos de las instituciones culturales del sistema institucional establecido. Proclaman que esas instituciones perturban la concepción de la verdad sobre las cosas "serias", manteniendo, por tanto, un sistema injusto en el orden social. Las ideologías insisten en la encarnación

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de los principios en la conducta; éste es uno de los funda­mentos para acusar a los sistemas institucionales y de valo­res básicos de hipocresía, de abandono de los principios y de corrupción por el poder. De esta forma, las ideologías y sus seguidores, bien estén fuera del poder o bien controlen sus resortes centrales, se libran a una crítica incesante de las inconsistencias y los errores del comportamiento -de acuer­do con rigurosos principios de derecho y de justicia- en aquellos sectores de la sociedad sobre los que no ejercen un absoluto control. Las ideologías exigen una intensa y conti­nua observancia de sus imperativos en el comportamiento de sus adherentes. ( ... )

"Las ideologías tienen siempre que ver con la autori­dad, trascendente o terrena, y no pueden, por tanto, evitar ser políticas, excepto en el supuesto de la formación reacti­va extrema que conduce a una retirada total de la sociedad. Incluso en aquellas épocas en que no se permitía la publifi­cación ·de la política, los grupos ideológicos se lanzaron a la arena política. Desde el siglo XVII, toda ideología ha teni­do una concepción de la política y, a partir del siglo XIX, la mayor parte de ellas han sido preponderantemente políti­cas. Esta exteriorización del pensamiento acentuad.amente política no se identifica con la actitud de los políticos pro­fesionales que viven sólo para la política, con exclusión de todo lo demás. Las ideologías que se centran en la política lo hacen porque consideran que la política es una realidad global. La valoración de la autoridad es el centro de la pers­pectiva ideológica en tomo al cual se integran todos los de­más objetos y sus respectivas valoraciones. Es decir, ningu­na esfera tiene en sí misma un valor intrínseco: el individuo aislado no existe, ni hay esferas independientes del arte, de la religión, de la actividad económica o de la ciencia. Todas deben ser comprendidas políticamente ( •.• ) La ideología, aunque nomiiialmente pueda ser religiosa o antirreligiosa, siempre tiene relación con lo sagrado. Tiende .ª santificar la existencia, situando a todas sus partes bajo el dominio de principios válidos por sí mi~mos. Lo sagrado y lo sacn1ego

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residen en la autoridad: lo primero, en la autoridad recono­cida por la ideología: lo segundo, en la que prevalece en es­te "mundo pervertido" con el que la ideología se enfrenta. Desde la perspectiva de una ideología, la política corriente es el reino de la oscuridad, mientras que la política ideoló­gica es la lucha de la luz contra las tinieblas. La participa­ción de la vida rutinaria del orden político es ajena al espí­ritu ideológico. No obstante, se producen de hecho muchas alteraciones de esta pureza ideológica, y la política pura­mente ideológica es marginal y excepcional. La necesidad de construir una maquinaria especialmente poderosa para poder conquistar el poder estatal, incluso por medio de la conspiración o de la subversión, exige compromisos con el orden político existente, al que deben hacerse concesiones, y rebaja la orientación ideológica de los seguidores poten­ciales ( ••• ) Hay muchos intelectuales que han heredado una tradición ideológica, para los cuales la política ideológica, aparece como la única política justa. Incluso cuando los in­telectuales están convencidos de la ineficacia de la política ideológica, las categorías sobre las que las ideologías cons­truyen su visión del mundo, tanto como las técnicas y los héroes producidos por la política ideológica, incitan y do­mi~ su imaginación. ( .•• )

"Toda ideología es consecuencia de la necesidad huma­na de imponer un orden intelectual sobre el mundo. La ne­cesidad de una ideología es una manifestación extrema de la necesidad de contar con una imagen cognitiva y moral del universo que, de forma menos intensa y más intermiten­te, es una disposición fundamental, aunque desigualmente distribuída, del hombre. Las ideologías surgen en situacio­nes de crisis y en sectores sociales para los que la concep­ción del mundo imperante hasta entonces se ha hecho ina­ceptable. Aparece una ideología porque se experimenta la imperiosa necesidad, no satisfecha por la concepción del mundo dominante, de una explicación de experiencias im­portantes, de una firme orientación de la conducta y de

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una justificaci6n o legitimación del valor y de la dignidad de las personas que experimentan la necesidad( .•. ) Las ideolo· gías son creaciones de personalidades carismáticas que po­seen visiones pers~ivas, expansivas y simplificadas del mundo, así como poderosas facultades intelectuales e ima­ginativas. Al situar en su mismo centro ciertas proposicio­nes, fundamentales desde el punto de vista cósmico y ético, una ideología aporta a los que la aceptan la creencia de que están en posesi6n de lo que es, en última instancia, justo y verdadero, con lo cual se identifica. ( ••• ) -

"El sujeto prístino y característico de una ideología es un grupo ideol6gico primario ( ••• ) El lazo que une a los miembros del grupo ideológico primario entre sí es la vincu­lación como participantes comunes en UD sistema de creen· cias ( ••• )Un camarada es un camarada en virtud de sus creen­cias, percibidas ahora como sus cualidades más significativas. Un grupo ideológico primario completamente desarrollado está separado por límites profundamente definidos del "mundo" ante el que trata de protegerse o sobre el que pre­tende por el contrario, establecer su dominio. La estricta disciplina sobre la conducta y las creencias de sus miembros es una característica de los grupos ideológicos primarios. E­xigen, asimismo, una intensa solidaridad y una lealtad inque­brantable (como en las células revolucionarias o en las sec­tas religiosas separatistas). ( ••. )

"Los propulsores de las ideologías se resisten tenaz-mente a la introducción de cualquier revisión en sus artícu­los de fe. Las ideologías aspiran a la plenitud sistemática y sus seguidores no experimentan la necesidad de introducir perfeccionamiento alguno. A pesar de todo, las ideologías no reflejan ni se adaptan nunca perfectamente a los hechos de la experiencia que pretenden interpretar y dominar. Has­ta la ideología más sistemáticamente elaborada, al igual que cualquier sistema de creencias, científico o no científico, contjene contradicciones, ambigüedades y lagunas.( ••• )

"Con frecuencia, las ideologÍas son aceptadas por per­sonas que están predispuestas cultural o temperalmente.

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Tales personas pueden mostrarse inclinadas a expresar sus concepciones de modo agresivo, pueden sentir una imperio­sa necesidad de distinguir entre enemigos y camaradas, o bien pueden haber sido educadas en una cultura apocalípti· ca de salvación ( ••. ) Las ideologías se proponen o bien la aniquilación de los sistemas institucionales y valorativos centrales, mediante la lucha, o bien la negación de sus pre· tensiones mediante el apartamiento del sistema. En el pri­mer caso, las ideologías aspiran a una sustitución "total", aunque ntmca triunfen en esta empresa, incluso cuando sus portadores logran adquirir el poder en la sociedad global"

2) La segunda de las formas de concebir la ideolo-gía, dentro de este enfoque que hemos llamado

empírico y que es característico de la actual tradi­ción no marxista en la sociología y la ciencia políti­ca, se acerca notablemente a lo que Mannheim lla­mó su concepción total general de la ideología.

En efecto, la forma de definir la ideología que vimos en el apartado anterior dio lugar al debate sobre lo que se llamó "el fin de las ideologíasº. Concebida la ideología de tal forma que corres­pondía prácticamente al estilo político de los par­tidos sociales y comunistas, y vista la poca impor­tancia que éstos tenían en la política de las nacio­nes industrializadas de Occidente, se pensó que ha­bía llegado para éstas el fin del estilo ideológico en la política, es decir, del estilo apasionado, doctrina­rio, totalitarista, violento, fundamentalista, y que se había inaugurado, por el contrario, la era de la política pragmática, de la "tecnología fragmenta­ria", es decir, de una forma de abordar las cuestio-

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nes políticas en que los problemas "globales" se da­ban por solucionados, y se procedía, dentro de márgenes amplios de acuerdo, a solucionar los pro­blemas ''puntuales" uno por uno, tomando cada "fragmento" a medida que se presentara y con cri­terio técnico.

Esta visión de la política occidental se prolon­gó, más o menos, entre 1955 y 1965. Pero luego comenzaron a surgir . serios problemas sociales en Europa como en Estados Unidos. En este último país comenzó a agitarse el problema de Vietnan por parte de los universitarios, y también a eviden­ciarse una profunda insatisfacción de éstos con la sociedad en que estaban viviendo. Surgieron ~ to­mas de universidades, las protestas, el movimiento hippie, la preocupación por las grandes cuestiones éticas fundamentales de la sociedad -que los soció­logos del "fm de las ideologías" habían dado por re­sueltas- el rechazo de la sociedad de consumo, las preocupaciones ecológicas. Mientras nacía la Nue­va Izquierda en Estados Unidos, en París tenía lu­gar la revolución estudiantil de mayo de 1968, de inusitada violencia y de grandes consecuencias para la vida intelectual de Francia. De modo similar, los estudiantes alemanes vibraban con el pensamiento de Marcuse, crítico de la sociedad de su época, y surgfan movimientos de protesta, que en algunos casos asumieron características de terrorismo y anarquía. Lo mismo pasaba en Italia, en que los

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estudiantes comenzaron a formar grupos de extre­ma izquierda, cómo las Brigadas Rojas, de pensa­miento profundamente revolucionario.

Todos estos acontecimientos hicieron a los so­ciólogos y dentistas políticos repensar la forma como se estaba concibiendo la ideología, que se suponía moribunda en estos países. Se advirtió que la visión de la vida política como finalmente regida en las naciones desarrolladas sólo por la ciencia y la técnica, desapasionada, objetiva, sere­na, era, por decir lo menos, apresurada. La exclu­sión de la discusión sobre valores fundamentales, que parecía ser una característica del estilo político cuyo comienzo se había anunciado; resultó tam­bién ser una indebida anticipación.

Se ha vuelto, pues, a reconocer actualmente que la preocupación por cuestiones de valores, de creencias, de visiones totalizan tes y aún metafísicas es inherente a toda vida política dondequiera que la política se dé. Ha renacido así la preocupación por definir la ideología en términos tales que in­cluya todas las posiciones, no sólo las enemigas, o las revolucionanas, o las utópicas, sino también las propias. Ciertamente se sigue distinguiendo entre lo que es ideológico -es decir, un conjunto de ideas íntimamente mezcladas con valores, creencias yac­titudes políticas- de lo que es puramente científico en el campo de la política, es decir, de aquello que es una pura constatación de lo que pasa, sin ánimo

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ninguno de intervenir en ello. Pero se ha reflexio­nado al mismo tiempo en que esta postura científi­ca, desapegada, neutra, tiene límites mucho más estrechos que lo que se había supuesto en los años 60, y que, después de todo, Bacon no andaba muy errado cuando decía que la sociedad no está funda­da en demostraciones, es decir, en disc~os cientí­ficos racionales, sino en realidades tales como la gloria, los mitos nacionales, los orgullos étnicos, las tradiciones, las grandes visiones colectivas y otros fundamentos, respecto de los cuales es particular­mente difícil mantener, por parte del observador, una posición neutral.

En esta segunda forma de concebir la ideología se mantienen algunos de los elementos que señala­mos como constitutivos de ella en el apartado an­terior, pero con una diferencia fundamental: las definiciones de ideología pierden aquí su carácter políticamente agresivo. De arma de la guerra polí­tica, uso típico de la década de 1950 y de Marx, por supuesto, la ideología pasa a ser ahora el estu­dio de las ''visiones del mundo" o "cosmovisiones" de los diversos grupos políticos o sociales. En este contexto, que se acerca mucho ahora a la segunda concepción de Mannheim, la ideología total gene­ral, se sigue sosteniendo que la ideología es un sis­tema .de ideas orientado más a la acción política que al conocimiento, que en dicho sistema los valo­res están en íntima relación con las ideas, que tal

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sistema plantea generalmente una visión ideal de lo que deberían ser las relaciones sociopolíticas entre los hombres. Pero ahora se admite que no sólo el enemigo tiene una ideología, sino que ''nosotros también". Se acerca así la ideología al concepto de simple doctrina política, y ambos conceptos son si­tuados en la vecindad de la filosofía política.

Además, se continúa insistiendo en que la ideo­logía se diferencia del conocimiento científico, el único que es plenamente verdadero; pero no se a­firma, como en Mapc., que la ideología contiene ne­cesariamente sólo distorsiones o falsedades encubri­doras, sino que, más en el estilo de Mannheim, se piensa en términos de verdades parciales, o sólo parcialmente distorsionadas.

El texto que hemos seleccionado para ilustrar esta posición pertenece al cientista político israelí Martin Seliger, y está tomado de su libro "Ideolo­gía y Política", escrito en 1976. Este libro, uno de los más recientes sobre el tema en el ámbito no marxista, apunta precisamente a definir la ideolo­gía en términos que escapen a la instrumentaliza­ción política propia de Marx, y a una conceptuali~ zación que promueva el consenso o el entendimien­to entre las diversas posturas políticas. "A fin de proponer sobre estas bases una definición elabo­rada de ideología, me propongo usar de fundamento la defi­nición propuesta por Naess y asociados como resultado de su exhaustiva clasificación y de su inteligente crítica de los

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usos del términos hasta la década de 1950. Sin embargo, es necesario hacer ciertas observaciones a su forma de evaluar algunas propiedades definitorias de la ideología.

"La definición incluyente desarrollada por Naeas y a­sociados puede ser resumida así. Ideelogía es un conjunto de frases valorativas y llamativas, directas e indirectas, acep­tadas por un grupo humano. Tales frases, que coexisten con declaraciones fácticas, y que aún pueden tener más pe­so que éstas, pueden ser agrupadas y entendidas como una doctrina no necesariamente coherente. Estos términos de la definición son suficientemente convincentes, pero están demasiado limitados a la estructura del contenido formal.

"Primeramente, entre las características del compuesto ideológico, la orientación hacia la acción parece estar desdi­bujada. Sus autores piensan que la ideología cae más bien bajo la clave "pauta de ideas" que bajo la clave "pauta de actitudes", y qu~ debe hacerse una distinción entre "térmi­nos-clave" estáticos y "términos-clave" dinámicos. Esta dis­tinción, así como la mayor cercanía de la ideología a claves ideacionales, resultan problemáticas en la medida en que tienden a obscurecer el hecho de que la orientación hacia la acción es importante tanto en el origen de las ideologías como en su propagación o en su traducción a políticas con­cretas. Ciertamente las creencias de un grupo abarcan, en­tre otras cosas, meras intenciones y preferencias de orden moral o político. Pero esto no es razón para disminuir la importancia de la orientación hacia la acción como criterio de la ideología. Aquí -tal como ocurre· también en la con­cepción de "mentalidad" ideológica de Sartori- parece des­conocerse, quizás sin intención, la diferencia entre natura· leza y función de los sistemas de creencias de las personas y los de los grupos. A diferencia de las intenciones morales y políticas de los individuos, las qae son expresión de un gru­po organizado requieren normalmente de cierto grado de participación en el proceso político, y, en todo caso, sólo adquieren significación en relación con la acción. ( ..• ).

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"Habiendo discutido estos aspectos, que en mi opinión corresponden a la estructura y la función de la ideología, propondré la siguiente definición extensa de ideología.

"Una ideología es un grupo de creencias positivas y ne­gativas (o rechazos) expresado en frases valorativas, en fra­ses llamativas y en declaraciones explicativas. Estas frases se refieren a normas morales y técnicas, y están conectadas con aseveraciones fácticas, tanto descriptivas como analíti­cas, con las cuales forman una relación, y con las cuales son interpretadas en conjunto como una doctrina, la que lleva el sello de la importancia central de ciertas prescripciones fun­dadas moralmente. Una doctrina, es decir, una ideología, contiene un conjunto de puntos de vista no enteramente co­herentes, no totalmente demostrados ni demostrables, pero no por eso meramente distorsionados. Estos puntos de vis­ta se refieren,fundamentalmente, a la forma cómo deberían y podrían ser las rebciones humanas y la organización so­ciopolítica, y a partir de esta perspectiva se remiten al or­den existente y viceversa. Las ideologías conviven con otras opiniones basadas en los hechos o en la moral, y de este modo demuestran pluralismo ideológico, sin que pierdan por ello su individualidad.

"Una ideología es un sistema de creencias en virtud de estar concebida para servir, en términos más o menos per­manentes, para que un grupo de personas justifique, con ba­se en ciertas normas"·morales, y con un mínimo de evidencia empírica y de coherencia racional autoconsciente, la legiti­midad de los implementos y normas técnicas que se dirigen a asegurar una acción organizada en pro de la preservación; reforma, destrucción o reconstrucción de un orden determi­nado.

"De acuerdo con esta definición básica de ideología, la política es inseparable de la ideología ya que toda acción política está dirigida, en último término, a alguno de dichos objetivos.

"La ideología comparte con la filosofía política la es-

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tructura de contenido formal, y a menudo depende de los contenidos específicos de la filosofía política por lo que to­ca a sus principios fundamentales. Debido a la forma como se integran en una ideología, estos principios fundamentales asumen un espíritu menos desinteresado y menos objetivo que en sus modelos filosóficos. Esta diferencia se debe a que la ideología está orientada inmediatamente a la acción. La función de la ideología afecta la estructura del discurso ideológico, por lo menos en la medida en que la simple par­ticipación en la acción política, y el objetivo de movilizar todo el apoyo posible (o deseable) para un programa de ac­ción, exigen compromisos, al menos temporales, en materia de principios. A causa: de estos compromisos, la ideología se bifurca en, por una parte, una dimensión de discurso más pura, más dogmática y fundamentalista, y por otra, en una dimensión más diluida, y por tanto más pragmática y opera­tiva. En esta segunda dimensión, los preceptos morales a menudo se atenúan o son desplazados momentáneamente de su ubicación central por prescripciones técnicas. La ten­sión entre estas dos dimensiones da origen al problema de la sinceridad de las valoraciones propuestas (por la ideología), en tanto que de la interacción entre ambas, que conlleva normalmente un aumento del pluralismo ideológico, surge el desafío de los cambios ideológicos".

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Fascículo para la Comprensión de la Ciencia, las Humanidades y la

Tecnología es una colección que publica Editorial Universitaria con el

auspicio y contribución intelectual del Consejo de Rectores de las

Universidades Chilenas. Su principal objetivo es dar a conocer los

sucesivos resultados de la investigación en las disciplinas

humanlsticas ·y científicas, y de las creaciones en las artes y las

tecnologlas, enfatizando el proceso histórico de su génesis y

desarrollo. Nos proponemos llegar a los lectores con formación

cultural equivalente a Educación Media y Superior, transcribiendo

especialmente para estos fascículos los textos originales de los más

eminentes autores, singularmente aquellos que han representado

hitos decisivos en la historia y la cultura. Las seis áreas que

abarcamos son: Filosofía, Ciencias Exactas y Naturales,

Humanidades, Ciencias Sociales, Tecnologla e Ingeniería, Arte y

Arquiteciura.

AUGUSTO MERINO MEDINA, politólogo. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales (U. de Chile, 1965); Abogado (1967); Master en Ciencia Política (U. de Essex, Inglaterra, 1975); Candidato a Doctor (U. de Essex, Inglaterra, 1976); Profesor adjunto en el Instituto de Ciencia Política, U. Católica de Chile (1978-1981), Investigador del Instituto de Estudios Internacionales, U. de Chile (1978-1982); Profesor adjunto en el Instituto de Sociología, U. Católica de Chile (1981 a la fecha); Profesor-investigador en el Instituto de Ciencia Política, U. de Chile (1982 a la fecha); Miembro de la Asociación Chilena de Ciencia Política; Autor de publicaciones científicas en diversas revistas de su especialidad.

EDITORIAL UNIVERSITARIA