El ciego bartimeo

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EL CIEGO BARTIMEO (Marcos 10, 46-52; Mt 20, 29-34: Lucas 18, 35-43) MARCOS 10, 46-52

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EL CIEGO BARTIMEO(Marcos 10, 46-52; Mt 20, 29-34: Lucas 18, 35-43)

MARCOS 10, 46-52

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Llegan a Jericó. Y al salir de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran muchedumbre, el hijo de Timeo (Bartimeo), un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: “¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!”. Muchos le increpaban que se callara. Pero él gritaba mucho más: “¡Hijo de David, ten compasión de mí!”. Jesús se detuvo y dijo: “Llamadle.” Llaman al ciego diciéndole: “¡Animo, levántate! Te llama.” Y él, arrojando su manto, dio un brinco y vino donde Jesús. Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: “¿Qué quieres que te haga?” El ciego le respondió: “Rabbuní, ¡que vea!” Jesús le dijo: “Vete, tu fe te ha salvado”. Y, al instante, recobró la vista y le seguía por el camino.

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Los tres evangelistas nos narran este episodio, Mateo habla de dos ciegos que tienen el encuentro con Jesús a la salida de Jericó. Marcos y Lucas hablan de un solo ciego.

La oración de los ciegos está llena de fe en Cristo como el verdadero Mesías, POR ESO LE LLAMAN HIJO DE DAVID.

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Jesús va camino de Jerusalén. Jericó está a unos 25 kilómetros de la capital. Cuando un maestro muy famoso se dirigía hacia Jerusalén solían acompañarlo muchos discípulos, que por el camino le escuchaba sus enseñanzas. Era un modo especial de instruir a los más fervorosos. Además todo israelita mayor de 12 años debía ir a Jerusalén, si le era posible, para el día de la fiesta de Pascua. Y hacia allá se dirigía la gran caravana.El camino atravesaba la ciudad de Jericó y en la puerta de salida estaba un mendigo ciego, llamado Bartimeo.

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Éste al oír llegar tanta gente, preguntó qué personaje venía por ahí y le dijeron que era Jesús, el profeta. Instantáneamente empezó a gritar, para que Jesús pusiera su atención en él. Para los que estaban escuchando las enseñanzas del Maestro, aquellos escandalosos gritos eran una distracción y una falta de

respeto, y trataron de que Bartimeo se callará la boca, pero nadie iba a quitarle a él esa única oportunidad de salir del mundo tenebroso de tinieblas donde estaba viviendo.

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Así que siguió gritando y con más fuerza e insistencia. Le habían dicho quizás que este Maestro bondadoso jamás negaba un favor a quien le pedía con fe. No podía él perder esta oportunidad y la aprovecho. Así el no hace caso a las increpaciones de la multitud para que se calle, y continua perseverando en su oración.

También nosotros debemos clamar al Señor en nuestro dolor y angustia: “Hijo de David ten compasión de mí”. Estemos seguros que Jesús jamás desoirá nuestra súplica.

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Bartimeo no se cansa de clamar y no se calla aunque lo regañan y lo mandan callar. El estaba determinado a dialogar con el único que podía solucionar su problema. En la mente de este ciego no había solo el deseo sino la voluntad resuelta de obtenerlo. Esa persistencia logra obtener de Jesús el favor que necesitaba.

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Jesús lo manda a llamar y el ciego da un salto, tira su capa y corre hacia el Señor.Tirar su capa tiene un significado especial, porque en ella es donde ponía la limosna que recibía y a él no le importa perder su dinero con tal de correr hacia Jesús.

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El Señor le hace una pregunta: ¿Qué quieres que haga por ti?. Jesús ya lo sabe lo que el ciego quiere, pero desea despertar la fe en él.Bartimeo sabía exactamente que quería pedir y le dice Señor que yo pueda ver. Su gran fe le obtuvo el milagro, cuando Jesús le dice: “Tu fe te ha curado”. La fe “es la palanca poderosa que logran remover todos los obstáculos que se opongan a la consecución de lo que necesitamos.”

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Y al momento recobró la vista y lo primero que vio fue el rostro amable y sonriente de Jesús que le decía: “Tu fe te ha salvado”. Y ahora puede ver la belleza incomparable de los campos sembrados de flores de Jericó.Bartimeo demuestra su agradecimiento no quedán-dose donde estaba sino siguiendo a Jesús a Jerusalén, alabándolo y dando testimonio.

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Pidámosle a Cristo que nos toque con sus benditas manos para que se abran nuestros ojos espirituales y cambie nuestro corazón, concediéndonos la salvación. Todo don y gracia del Señor, aún en el campo terreno y humano, deberá conducirnos a la conversión y arrepentimiento de nuestros pecados.Debemos imitar al ciego en su actitud, que es fundamental en todo cristiano: agradecer a Dios por los múltiples beneficios que nos da, comenzando por el don de valor incomparable de la vida, alabándolo y glorificando su nombre, amándolo por encima de todas las cosas y personas.

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Jesús pasó su vida haciendo el bien, imitémosle si

queremos llegar a su Reino de Amor y Misericordia