El arte de pintar las tumbas: sociedad

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El arte de pintar las tumbas: sociedad e ideología zapotecas (400-800 d. C.)

Javier Urcid SerranoBrandeis University

Chàba, tija – Fiesta que hazia el hijo en comemoración de sus padres y de sus hechos y proezas.Córdova, 1987a: 196

0

Introducción

En los últimos cien años, la investigación arqueo-lógica de muchas tumbas zapotecas ha puesto enevidencia que, en el mundo de esos antepasados,su antigua cosmovisión tenía gran relevancia en lavida social de grupos corporativos, de comunidadesy de unidades políticas. Los rituales mortuorios ylos con textos en los que se llevaban a cabo consti-tuían prác ticas y escenarios culturales importantespara la trans ferencia de tradiciones que permitíancrear y fomentar una memoria social. También atra vés de esos rituales y la forma de tratar a losmuer tos, los actores sociales negociaban interesesindividuales y corporativos. La conmemoración delos ancestros desempeñaba un papel importante enla formación de identidades, en el traspaso de pro-piedad, oficios y otras prerrogativas de una genera -ción a otra.

Gran parte de la producción muralista zapotecase dio precisamente en contextos mortuorios. Sinembargo, las pinturas murales constituían sólo unode varios medios plásticos para plasmar en las tum-bas registros visuales, en ocasiones complemen-tando información inscrita en las jambas, dinteles,fachadas o lápidas que sellaban la entrada de lascriptas. De ahí que un tratado comprehensivo so-bre las pinturas murales zapotecas no puede elabo-rarse sin tomar en cuenta aspectos contextualesmás amplios.

Desde que las tumbas zapotecas empezaron a es -tudiarse científicamente, el paradigma que ha guia do

la interpretación de las pinturas murales ha cambia -do. Una postura considera que el tema tiene quever con la representación de deidades antropomor -fas (Caso, 1938; 1965a); otra mantiene que su carác -ter es más bien historiográfico y que los personajesfueron prominentes mortales (Saville, 1904; Marcus,1983a, 1992a: 206-209 y 287; Miller, 1995). La pre mi -sa de la que se parte en este trabajo es intermediaentre estos puntos de vista opuestos: se presuponeque los individuos represen tados cumplieron pa-peles sociales importantes durante sus vidas, apro -piándose características sacras o personificandodeidades, como una estrategia ideo lógica para va-lidar su posición y perpetuar el or den social pre-valeciente. Por lo tanto, el estudio de las tumbas yde sus pinturas murales permitirá adentrarnos enla organización social y en la ideología de los anti-guos zapotecos.

La tesis fundamental de este trabajo postula que—en una sociedad jerárquica y desigual— el tras-paso de la propiedad entre generaciones es cen-tral en la reproducción del sistema social y que laconmemoración de los ancestros, sobre todo entrelos grupos corporativos de mayor rango, constitu yóuna institución cultural que legitimaba dicha trans -ferencia. El propósito de este capítulo es, en ton ces,explorar por qué algunas tumbas zapotecas fueronpintadas y qué significado sociológico e ideológicotuvo el contenido de esas pinturas.

Para ello resulta indispensable estudiar las crip -tas desde un punto integral, incluyendo su con tex - to arquitectónico, su contenido biológico (los restos

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Huitzo

Cerro de la Campana

Monte Albán

Xoxocotlán

Zimatlán

N

1 10 km

LambityecoYagul Mitla

Océano Pacífico

Golfode México

Figura 15.1. Mapa de los Valles Centrales de Oaxaca con los sitios mencionados en el texto. (Dibujo: J. Urcid, 2004.)

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humanos), los materiales asociados (las ofrendas)y el lenguaje visual simbólico que las activaba co -mo escenarios sociales. Debido a la temporalidadde la evidencia habida hasta ahora sobre pinturasmurales, el enfoque de este escrito se limita a lasprácticas mortuorias que prevalecieron entre 400y 800 años después de Cristo. Lo primero será di-lucidar la forma en que los zapotecos trataban a susmuertos y lo que se sabe sobre su organización so-cial durante la época colonial, para luego interpre - tar el significado de los programas visuales en algu -nas de las tumbas, incluidas las pinturas murales.

Las costumbres funerarias zapotecas

En su estudio sobre la sociología de la muerte,Hertz (1907) concibió tres aspectos importantes eíntimamente relacionados con aquélla: 1) el cadá-ver, 2) los dolientes y 3) las nociones que los sobre-vivientes tienen acerca de la muerte. Aunque sóloel primero es susceptible de evidencia concreta, elanálisis de lo que queda de los cuerpos y de los ma-teriales asociados permite vislumbrar algo acercade los otros dos aspectos. En cuanto al cadáver, el es -tudio de las formas en que ocurren las inhumacio-nes permite determinar ciertas características de losrituales funerarios y la manera en que se llevabana cabo. Inexorablemente, los dolientes mueren, asíque la colectividad de los materiales óseos y cultu-rales en los depósitos funerarios ofrece datos parainferir principios organizacionales: la cantidad y va -riedad en las ofrendas permite determinar el gradode diferenciación social; con las variables biológi-cas de los restos humanos, se generan estimacionesdemográficas y se dilucida la composición de diver-sas agrupaciones sociales. El análisis osteológicode muestras grandes también provee informaciónsobre características biológicas de las poblaciones,incluyendo las distancias genéticas entre gruposfamiliares, organizaciones suprafamiliares, comu ni -da des y entidades supracomunitarias, o patologíaósea, cuya incidencia diferencial refleje distincio-

nes sociales (grados de nutrición o traumas causa-dos por el tipo de trabajo).

Aunque el tercer componente en el esquemade Hertz queda fuera de una prospección directa, elanálisis estructural de las ofrendas y de los mate-riales con epigrafía y semasiografía, lo mismo queel de las modificaciones culturales a las que se some -tieron los huesos ya secos, pueden dar pautas paraentender concepciones que sobre el destino de losmuertos, la cosmovisión y el orden social teníanlos habitantes antiguos. No obstante, para que esteenfoque tripartito pueda seguirse, se requiere unacondición: entender el contexto en el que ocurrenlas inhumaciones. A pesar de que unas trescientastumbas se han excavado en los Valles Centrales deOaxaca desde principios del siglo XX, pocas se hananalizado de manera profunda; excepto por unascuantas (Caso, 1969, Kuttruf y Autry, 1978; Lind yUrcid, 1983; Martínez López, 1998; Martínez Lópezet al., 1995; Winter et al., 1995), las demás no se hanpublicado adecuadamente.1 Como consecuencia,nuestra comprensión de las costumbres funerariaszapotecas es aún precaria. Sin embargo, los datosacumulados hasta ahora permiten delinear variasgeneralidades.

Áreas discretas con grandes concentracionesde enterramientos que físicamente estén delimi-tadas dentro o fuera de las comunidades sólo seconocen en unos cuantos sitios del Formativo.Una de és tas, en Santo Domingo Tomaltepec, co-rresponde a la fase San José (1150-850 a. C.) (Wha-len, 1983). Otra, aproximadamente contemporá-nea, se encontró en San José Mogote (Flannery yMarcus, 1983: 55). Una más, fechable hacia la faseTani (200-350 d. C.), parece estar presente en laTerraza C de Yagul, pues to que ahí se recuperaronlos restos de al menos 22 individuos en un área de28 m2 (Urcid, s. f.) [figs. 1 y 2]. Respecto del perío -do posterior que aquí nos con cierne, la distribu-ción espacial de los entierros fue muy diferente.Muchos datos arqueológicos indican que las inhu-maciones se hacían generalmente debajo de uni-dades habitacionales. La información derivada del

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apéndice XIV); Hernández (1978); Herrera (1989); Paddock,Mogor y Lind (1968); Martínez López (1998) y Urcid (1983).

1 Otros estudios con datos muy útiles, algunos inéditos, incluyen aAutry (1973); C. Bernal (1969); I. Bernal (1958); Drennan (1976:

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Entierros extendidosEntierros flexionadosEntierros disturbadosEntierros secundarios

0 3 m

0 1.50 m

Límites de la excavación

a

N

N

66

58-4

58-99

6667

56-72

58-69

58-7758-38

58-52

58-78

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58-73

58-76 58-62

58-80

57

56

58-2

58-65

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58-75

58-3259

58-82

58-79

58-7058-68

b

Figura 15.2. a) Cementerio cercano a Santo DomingoTomaltepec (basado en Whalen, 1983); b) posiblecementerio en la Terraza C de Yagul (los muros seconstruyeron posteriormente). (Dibujo: J. Urcid, 2004.)

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análisis osteológico en la muestra de entierros ex-cavada en Lambityeco apoya esta conclusión. Porejemplo, la curva de mortalidad generada a partir dela información sobre edad de los entierros (n = 88),todos ellos recuperados de contextos domésticos,se aproxima a una distribución en U, típi ca de unapoblación natural en la que las probabilidades demorir son más altas en los individuos inmaduros(debido a su vulnerabilidad biológica) y en los an-cianos (a causa del proceso de enveje ci mien to y

muerte) (Acsádi y Nemeskéri, 1970) [fig. 15.3]. Si dela excavación de unidades domésticas se ob tieneuna muestra aproximada a la condición natural,po demos entonces concluir que, entre los siglos Vy IX d. C., los entierros no se hacían en cemen te -rios, y que la gran mayoría de las inhumacionesen los Valles Centrales de Oaxaca se hacía en for -ma disper sa dentro de áreas residenciales, tanto entumbas de mampostería como en entierros coloca -dos en cajones de piedra [cistas], en fosas simples,den tro de o cubiertos por recipientes cerámicosy en elementos domésticos reutilizados, como po-zos de almacenamien to u hornos de cerámica.2

La posición habitual de los entierros, inde pen -dien temente de su contexto específico, era extendi -da, en decúbito dorsal, aunque en ocasiones, sobretodo cuando se reusaban ciertos repositorios pre-existentes, los esqueletos aparecen flexionados debi -do al tamaño limitado de los elementos reutilizados(Martínez López et al., 1995: 95-96; Romero, 1983;Winter et al., 1995: 25-26). A los fetos y neonatosusual mente se les colocaba dentro de recipientescerámicos (Martínez López et al., 1995: 239), así quesus cuerpos también quedaban flexionados.

Aunque las unidades residenciales excavadas enlos Valles Centrales de Oaxaca presentan muchasvariaciones, todas siguen un modelo básico cuatripar -tito en la distribución del espacio doméstico (Win-ter, 1974). Dicho modelo incluye un patio abier torodeado de cuartos [fig. 15.4]. Las casas varían encuan to a sus dimensiones, el número de cuartos, losmateriales de construcción y los acabados. A pesarde las excepciones, generalmente las tumbas se cons -truían debajo del cuarto orientado hacia el este. Porotro lado, las demás inhumaciones aparecen bajo elpiso del patio o de los cuartos, incluso fuera de losconfines de las viviendas, pero dentro de los sola-res. Los perfiles demográficos entre entierros entumbas y fuera de éstas, generados con los datos so-bre edad y sexo de los esqueletos, son diferentes.Más adelante se comentará en detalle sobre los en-tierros en las tumbas. En cuanto a los esqueletosencontrados en las inhumaciones fuera de las tum-bas, pero dentro de los confines de las casas, éstos

pero carecen de entrada. Las fosas son simplemente excavacionesen una matriz natural o artificial que carecen de mampostería.

2 Las tumbas son elementos de mampostería con una entrada. Loscajones o cistas están delimitadas con piedras, con techo o sin éste,

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Infantes

Niños Adultos grandes

Adultos jóvenes

Adolescentes

Mx º/00

100

200

10.0

1.0

0 10 20 30 40 50 60 70 80 90 años

La curva de la mortalidad se generó mediante la fórmula

Mx =Dx

Px

en donde Mx = la mortalidad de individuos en edad xDx = el número de individuos fenecidos a la edad xPx = el promedio de la población en edad x

Figura 15.3. Curva de mortalidad de los entierros enLambityeco (n = 88). (Dibujo: J. Urcid, 2004.)

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1

4

6

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Figura 15.4. Variaciones en la configuración del espaciodoméstico entre los antiguos zapotecas. (Dibujo: J. Urcid, 2004.)

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5

Cistas o fosas

Tumbas

N

7

3

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incluyen toda la gama de edades, desde fetos hastaadultos. Ambos sexos están representados en las ca -tegorías de edad, en las cuales el sexo se puede asig-nar a los restos óseos.

Es evidente, entonces, que muchas casas enlas antiguas comunidades zapotecas tenían diver-sos tipos de entierros, pero también es cierto queno todas las inhumaciones estuvieron asociadas acasas. Algunos entierros de adultos se han excava doen contextos que no eran exclusivamente residen-ciales, sino en conjuntos arquitectónicos del tipoTemplo-Patio-Adoratorio (TPA) [fig. 15.5]. Por ejem -

plo, los restos recuperados en una ofrenda debajodel templo en el TPA IV de Monte Albán son los deun individuo sacrificado, como lo atestigua la pre-sencia del cráneo, las tres primeras vértebras cer-vicales y un cuchillo de pedernal. También se hanencontrado asociados a dichos complejos arquitec -tónicos entierros pares simultáneos, alineados aleje principal y frente a la escalera de acceso in-terno al TPA en Mitla y en Lambitye co.3 Como lasfosas no penetraron el piso de la plaza, estos en -tierros debieron ser ofrendas dedicadas a los edi-ficios al momento de su construcción.4 Es posible

3 Los llamados Templo-Patios-Adoratorios, originalmente defini-dos por Winter, 1986 (véase también Peterson, 1992), son enrealidad conjuntos arquitectónicos con un rango de variaciónen sus funciones, mucho más amplio que el de contextos exclu-sivamente sacros (como lo denota el nombre “templo”). El casocitado de Lambityeco, por ejemplo, tiene una casa en lugar deun templo, pero la gran plaza adjunta rodeada de recintos am-

plios sugiere la integración o formalización de funciones admi-nistrativas.

4 Méndez (1986: 80) señala haber encontrado entierros-ofrendacolocados debajo de las esquinas de algunas estructuras en elCerro de la Campana, una práctica que en Oaxaca parece re-montarse al menos hasta la fase Rosario (650-500 a. C.) (Flan-nery y Marcus, 1976: 215).

Cabeza decapitada con las primerasvértebras cervicales y un cuchillo enla ofrenda bajo el templo del TPA IV

de Monte Albán.

Entierro 1 con dos individuosadultos acompañados de 32 vasijas, un pinjante de jade y un objeto hecho de conchanácar.

Edificio IV de Monte AlbánEdificio K (Grupo Sur) de Mitla

0 10 m

N N

Figura 15.5. Templo-Patio-Adoratorios en Monte Albán y Mitla, con entierros de individuos sacrificados. (Dibujo: J. Urcid, 2004. Foto: tomada de Caso, 1939: 172, fig. 11.)

0 5 m

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Tumba 107

Tumba 103

Tumba 110

Tumba 112

N

Tercera casa

Segunda casa

Primera casaTumba 103

Tumba 107Tumba 112

Tumba 110

0 5 m

Figura 15.6. Casas sobrepuestas en el montículode la Terraza 18 en Monte Albán, con variastumbas en diferentes posiciones estratigráficas.(Dibujo: J. Urcid, 2004.)

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que los individuos cuyos restos aparecen en estoscontextos supradomésticos y sacros no hayan si -do autóctonos de las comunidades donde fueroninhu mados.

Algunas de las tumbas exploradas parecen estarasociadas a estructuras que no son de carácter do-méstico. Hasta hace poco, se habría incluido la Tum -ba 7 de Monte Albán —así lo hizo Flannery (1983:132 y 135)— como un ejemplo de esta categoría,pero la reciente reexcavación del área de esa tumbapara entender su contexto más amplio, claramenteindicó que la cripta fue parte de tres casas super-puestas, la segunda de las cuales incluyó un templode dos cuartos (Martínez López, 2002; Winter, 2001a:57-62). Como ya se señaló antes (Martínez López,1998: 319-321), hasta que no se constaten mejor lasconfiguraciones arquitectónicas con múltiples nive -les estratigráficos para tumbas aparentemente aso-ciadas a contextos sacros, la existencia de criptasaso ciadas a templos durante el período que nos con -cierne aún no se ha comprobado.

Si regresamos entonces a los contextos residen -ciales, varias localidades domésticas han proporcio -nado más de una tumba. En muchos casos, tal mul -tiplicidad de tumbas se relaciona con varias fasesde construcción superpuestas. Muchos de los mon -tículos en el paisaje de los Valles Centrales son elresultado de casas construidas una encima de laotra, de tal manera que una tumba continuamen tepodía ser usada durante la ocupación sucesiva delas viviendas. En ocasiones, el acrecentamiento ver - tical de casas en una sola localidad eventual men teincorporaba dos o más tumbas en diferente posiciónestratigráfica [fig. 15.6].5 Existen varias al ter na ti -vas pa ra explicar la ocurrencia en una sola localidadde múltiples tumbas. Es posible que, conforme fue -ran superponiéndose una casa sobre otra, sería másdi fí cil alcanzar la tumba original. Entonces se cons -

truía otra —como parte de una nueva remodela-ción— a menor profundidad. Si una localidad seocupó por mu cho tiempo, pero no tuvo superposi-ción cons truc tiva, la necesidad de espacio para co-locar entie rros debió dictar la construcción de variastumbas al mismo nivel; o bien, conforme hubie racambios de residencia, los nuevos habitantes enuna locali dad tal vez construían otra tumba paradepositar a sus muertos.

El tamaño y características arquitectónicas delas criptas varían con el tamaño y elaboración de lacasa o casas asociadas. Algunas tumbas parecensim bólicas, pues son cajones con entrada no funcio -nal, colocadas donde regularmente aparecen lastum bas. Un ejemplo es el de la Tumba 4 de Lam -bityeco (Urcid, 1983: 101-103). Una de las casas máschicas que se conocen —en la Terraza 634 de Mon -te Albán— tiene cuatro cajones de piedra de ba jo delcuar to este (Winter et al., 1995: 46-52). Además, lastum bas en casas pobres invariablemente se cons-truían después de haber hecho las edificaciones,mientras que las asociadas a casas elaboradas tien-den a ser elementos integrales del diseño ar qui tec - tó nico y, evidentemente, se construyeron antes delevan tar las edificaciones.6 En varias instancias, lascriptas eran indudablemente modificadas al hacer - les adiciones.7

En cuanto al contenido de las tumbas, general-mente tienen los restos de varios individuos. Uno o aveces dos esqueletos aparecen en posición ana tó mi -ca, mientras que los huesos de los demás individuosestán revueltos y amontonados. Salvo raras excep-ciones, los esqueletos en las tumbas son de adultosde uno u otro sexo. Las pocas excepciones de estepatrón documentadas en Lambityeco sólo incluíanhuesos aislados de niños o adolescen tes.8 Para dar -se una idea del tipo de depósitos en las tum bas, po-demos tomar el caso de la Tumba 6 de Lam bityeco,

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5 Otros ejemplos de este fenómeno en Monte Albán son las tum-bas 77-78 y 95-96 (Caso, Bernal y Acosta, 1967: 283-284, plano9), las tumbas 108-109 en la Terraza 1457, así como las tumbas97-43 en la Terraza 171 (Caso, 1938: 32 bis y planos 16 y 19);los ejemplos en Lambityeco incluyen las tumbas 1, 5 y 6 del Mon-tículo 195 (Lind, 1993); los ejemplos en Quicopecua incluyen lastumbas 1 y 1b en el Montículo 1 (Bernal, 1958); y en Yagul, las tum -bas 35 y 10 en el Montículo 5W (Brockington, 1955).

6 En Monte Albán hay varios casos, lo mismo que en Lambityeco(tumbas 2, 5, 6, 10, 11, 12) (Lind, 1983, Urcid, 1983).

7 Por ejemplo, las tumbas 2 y 6 de Lambityeco (Lind, 1983; Urcid,1983) y posiblemente la Tumba 4 de Monte Albán (Caso, 1935: 6).

8 Middleton et al. (1998: 300) mencionan la presencia de un niñode aproximadamente cinco años en una tumba en Ejutla, pero noinforman el inventario óseo detallado. La presentación gráfica delos otros tres entierros de adultos en la cripta (idem: figs. 4 a 6)y la omisión del dibujo del esqueleto del niño sugiere que el casode Ejutla es similar al patrón detectado en Lambityeco.

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N

Perfil E-O

Perfil N-S

Tumba 6

Mausoleo

0 5 m

Figura 15.7. Planta de la cuarta casa en el montículo 195 de Lambityeco con la Tumba 6 y el mausoleo construido encima de la cripta (la flecha roja indica el punto de visión de laperspectiva en la fig. 15.8). (Dibujo: J. Urcid, 2004. Basado en un plano de Lind, 1993.)

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encontrada en el Montículo 195. Éste tuvo seis casassuperpuestas (Lind, 2003). La tumba se cons truyódurante la ocupación de la segunda ca sa, pero enese entonces la cripta sólo tenía una cá ma ra fune-raria. La casa era una residen cia de dos patios con-tiguos y la tumba estaba bajo el cuar to este del con-junto principal. Durante la ocu pa ción de la terceracasa, se decidió ampliar la tum ba, cons tru yén doleotra cámara posterior a la prime ra. Fue du rante laocupación de la cuarta casa cuan do se co mi sionóun programa mortuorio asociado a la tum ba, inclu-yendo la construcción de un mau so leo encima de lacripta, cuyos tableros se de co ra ron con pares de figu -ras humanas modeladas en estuco [figs. 15.7 y 15.8].Mascarones con la represen ta ción de otra parejatambién se adhirieron a la fa cha da de la tumba. Elúltimo de seis entierros que se depo si ta ron en latum ba —una mujer adul ta (en tierro 68-22)— se hi -zo excavando encima del mau soleo hasta alcan zarla se gunda cámara funeraria, no por la entrada de

la crip ta. En el proceso, huesos sueltos de entierrosdepositados anteriormente en la tum ba quedaronencima de lo que quedaba del cubo infe rior cons-truido al centro del mausoleo [figs. 15.9 y 15.10].

Muchos de los estudios sobre las prácticas mor -tuo rias zapotecas, empezando por Caso (1933: 645;Caso y Rubín de la Borbolla, 1936: 11; Caso, 1942: 36;Bernal, 1958: 18; Flannery, 1983: 135; Westheim,1977), presuponen que las tumbas eran elementosestáticos, resultado de un solo evento de deposición.Los huesos humanos desarticulados encontradosdentro de éstas, designados como “entierros secun -da rios”, se han interpretado como los restos de per -sonajes importantes que eran exhumados de otraslocalidades para ser reenterrados en las criptas. Dela misma manera, se ha supuesto que los entierrosarticulados encontrados dentro de las tumbas o ad -juntos a éstas fueron los restos de víctimas sacri fi -cadas para acompañar a los personajes importan tes[fig. 15.11a].

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Fachada de la Tumba 6 con mascarones deestuco representando a un señor llamado 1Ñ(izquierda) y una señora llamada 10J (derecha)

Figura 15.8. Perspectiva del mausoleo erigido encima de la Tumba 6de Lambityeco (el punto de visión se indica en la fig. 15.7 con la flecharoja). (Dibujo: J. Urcid, 2004. Foto: P. Ángeles y E. Peñaloza, 2000.)

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El modelo de entierros secundarios propuestopor Caso se asemeja a varios ejemplos etnográficosde enterramientos dobles (Hertz, 1907; Miles, 1965;Metcalf y Huntington, 1992; Danforth, 1982). Tam-bién coincide con el esquema de los rituales detransición propuestos por Van Gennep (1960), enlos que el cambio entre un estadio y otro (de la vidaa la muerte) se caracteriza por un período liminal.En los rituales funerarios de muchas culturas, el pe -ríodo liminal es aquel durante el cual la concepciónde un ente incorpóreo en el difunto deja el cuerpoy llega a un destino final. El modelo de Caso postu -la que la transición liminal en los rituales mortuo-rios zapotecos era un período prolongado que seiniciaba con una primera inhumación. Tiempo des-pués, los restos ya secos se exhumaban, se pintabande rojo y se enterraban por segunda ocasión, peroesta vez dentro de las tumbas y acompañados depersonas sacrificadas. Hay datos etnohistóricos queapoyan la antigua práctica del sacrificio de acompa-ñantes. Fray Juan de Córdova (1987a: 367v), quiencompiló un diccionario español-zapoteco en el si-glo XVI, incluye una entrada con la expresión totiiapenitooga, que significa “sacrificar hombre o mujeral señor o señora que se morían para enterrarloscon ellos”. Otra expresión documentada por el frailees Pènitòca tòoga.l.penitòga, traducida como “Muge-res que enterrauan dos con la señora quando semoria para que alla la siruiesen. Y matauanlas pri-mero” (Córdova, 1987a: 277v).

No obstante, puesto que la exhumación de unentierro potencialmente genera dos tipos de depó-sitos [fig. 15.12A], incluyendo uno con los huesosque no son removidos (entierro secundario tipo A)y otro con los huesos depositados en otro lugar (en-tierro secundario tipo B), se esperaría encontrar enuna muestra grande ambos tipos de enterramien-tos en cantidades similares.9 Sin embargo, esta pre-dicción no se cumple con los datos disponibles deLambityeco [fig. 15.12B]. Por ejemplo, al compararlas frecuencias de entierros secundarios tipos A y B,o las frecuencias de éstos, con otros tipos de enterra -

mientos, su proporción relativa es baja y se explicaen términos de otros procesos de formación del re-gistro arqueológico. Puesto que muchas casas pre-sentan evidencia de remodelaciones continuas, laalteración accidental ocasional de entierros previosy su reinhumación en otros lugares es de esperarse.Por lo tanto, postular la práctica de enterramientosdobles y el sacrificio de acompañantes en las tum-bas no concuerda con la variabilidad mortuoria has -ta ahora documentada; tampoco hay otro tipo deevidencia que apoye tales inferencias.

Por otro lado, el contenido de las tumbas se in-terpretaría siguiendo otras premisas. El contexto demúltiples fases constructivas para muchas tumbas,las adiciones arquitectónicas en algunas de éstas yel hecho de que los restos humanos en las criptasincluyen esqueletos articulados y desarticulados,que son de varios individuos adultos de ambos se-xos, sugiere que las tumbas no eran el resultado deun solo evento [fig. 15.11B].10 Si se redefinen los res-tos desarticulados como entierros primarios distur-bados in situ, en vez de entierros secundarios, losdatos sobre edad y sexo reflejarían la presencia deparejas o cabezas de familia que conformaban unasucesión de varias generaciones. Esta interpretación,que como veremos más adelante, provee un para-digma para interpretar los murales y la epigrafía enlas tumbas, permite calcular el lapso mínimo de usode una tum ba y, por tanto, de la unidad domésticacorrespondiente. Como ejemplo, el Montículo 190de Lam bityeco tiene una tumba (núm. 2) asociadaa por lo menos cinco casas superpuestas (Paddock,Mogor y Lind, 1968). Durante la ocupación de la se -gunda casa, que tenía dos patios contiguos, la criptase am plió al aumentarle una cámara enfrente dela origi nal. La tumba tenía los restos de por lo me-nos siete adultos, tres de los cuales se identificaroncomo mu jeres y tres como hombres. El sexo delséptimo in di viduo no se pudo determinar. Siete in -dividuos representarían cuatro generaciones suce-sivas de pa rejas conyugales, lo que implica —supo -niendo unos 25 años entre cada generación— que

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9 Un ejemplo notable de un entierro secundario en Monte Albánque sólo incluye los cráneos o mandíbulas de 24 individuos en-tre uno y quince años de edad, y los huesos largos de variosadultos aparece ampliamente descrito en Martínez López et al.,1995: 151-175.

10 Romero (1983: 92) ya había anticipado esta conclusión al co-mentar que “los entierros secundarios consisten en el amontona-miento de las partes de un entierro primario, que en el caso delas tumbas se hace con el objeto de utilizar el espacio para el en-terramiento de otro cadáver”.

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0 50 cm

N

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13

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1

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65

77

6067

75

90

61

75

63

62

10076

82

1718

21

19

23

24

29

26

22 27

25

10

28

3

2

8

7 17

15

6

5

16

9

18

4

20

12

9

3

16

Figura 15.9. Planta de la Tumba 6 de Lambityeco mostrando la distribución de los entierros y las ofrendas. (Dibujo: J. Urcid, 2004. Basado endibujos de Joseph R. Mogor.)

Page 16: El arte de pintar las tumbas: sociedad

El arte de pintar las tumbas | 527

Ofrendas colocadas en la base del tablero de la fachada

100

69

79

52

49

48

5153

97 98

94

102

101108

10097

96

104

99

98

46

45

47

99

99

48 a-b

58

84

Ofrendas colocadas frente al dintel

Fragmentos del mismo objeto

95

100

58

78

Page 17: El arte de pintar las tumbas: sociedad

528 | Oaxaca I Estudios

Piso del patio central en los conjuntos del suroeste de la tercera y cuarta casas

Piso del patio de la segunda casa

Piso del patio de la primera casa

Petate que protegía losmascarones de estuco

Piso del patio de la segunda casa

Piso de la banqueta este en el patiode la segunda casa

Piso del patio central en los conjuntos del suroeste de la tercera y cuarta casas

4-10

22

3

1

2

11

19

162413

23

1262 63 64

22

21

1627

20 29

26

17 15 2514

0 1 m

Figura 15.10. Perfil de la Tumba 6 de Lambityeco mostrando la distribución de los entierros y las ofrendas.(Dibujo: J. Urcid, 2004. Basado en dibujos de Joseph R. Mogor.)

Page 18: El arte de pintar las tumbas: sociedad

El arte de pintar las tumbas | 529

Superficie superior del cubo basal central del mausoleo

Área original de la Tumba 5

Piso del cuarto este en el conjunto suroeste de la cuartacasa (antes de construir el mausoleo)

Piso de la banqueta oeste en el patio suroeste de la tercera casa

Piso del cuarto este de la segunda casa

Pisos sobrepuestos del cuarto este de la primera casa

Entierro 68-22

Entierro 68-25

88

65 75 77

59

66 71 72 7473

898685

119

120121

122121

123123

84

97

94

9395

99

47

99

108

100

8787

Entierro 68-23Material derrumbado

Entierro de un perro (68-24) [Canis familiaris]

Restos de al menos 5 individuos con huesos antiméricos relacionados

Huesos 21886

55 57

48a-b 5454

52

60 82 76 100 90

50 56

49

98118

101105 102

1049997

Page 19: El arte de pintar las tumbas: sociedad

530 | Oaxaca I Estudios

Entierro secundario

Entierro primario

Lugar de enterramientodesconocido

Remoción de algunoshuesos para usarlos comosímbolos de legitimación

Entierros primarios colocadosa través del tiempos

Ofrenda sobre eltecho de la tumba

Tumba

Recinto

Acceso a la tumba quese excavaba y rellenabacada vez que secolocaba un entierro

Huesos pequeños de entierrosprimarios disturbados barridoshacia fuera de la tumba

Entierros primariosdisturbados y arrimadosal fondo de la cripta ocolocados en los nichos

Tumba

a

b

Víctima sacrificada

Figura 15.11. a) Modelo de las prácticas funerarias zapotecas,según Caso; b) modelo alternativo sobre las prácticasfunerarias zapotecas. (Dibujo: J. Urcid, 2004.)

Page 20: El arte de pintar las tumbas: sociedad

El arte de pintar las tumbas | 531

Entierro primario

Entierrosprimarios

Entierros primariosdisturbados

Entierros secundarios Tipodesconocido

Entierro secundario tipo A(anatómicamente incompleto y articulado)

Entierro secundario tipo B(anatómicamente incompleto y desarticulado)

a

A

B

Figura 15.12. a) Esquema para distinguir entierros secundarios tipo A y B; b) proporción relativa de tipos de entierros en la muestra ósea de Lambityeco. (Dibujo: J. Urcid, 2004.)

40

30

20

10

0

Tipos de entierros en Lambityeco

b

Page 21: El arte de pintar las tumbas: sociedad

el Montículo 190 y sus cinco superposiciones fue-ron el resultado de unos cien años de ocupación. Así,a menos que haya habido casos de muertes múlti-ples y simultáneas, la Tumba 2 se habría reabiertopor lo menos siete ve ces durante dicho lapso.

Otra evidencia ósea que apoya la idea de quelos depósitos en las tumbas son el resultado deeven tos acumulativos, incluye la presencia de pig-mento rojo (cinabrio) en algunos de los restos y laconcor dancia de pares antiméricos —huesos pares(izquier do-derecho) del mismo elemento anató mi - co—, entre huesos pequeños encontrados fuera ydentro de las tumbas. Miller (1995: 249, nota 5) ar -gu menta que el pigmento rojo pudo aplicarse alca dá ver y luego adherirse a los restos humanos através del proceso de descomposición. Sin embar go,en las tumbas de Lambityeco, se encontraron ca-sos de cinabrio sobre las superficies ya erosiona dasde los huesos, en la parte interna de cráneos y en

la superficie distal de dientes, lo que implica que lapintura debió aplicarse en los huesos ya secos. Esmás, se han detectado al menos dos formas de apli -cación: mediante el salpicado y a través del con tac - to directo con una brocha.

En algunas criptas se encontraron cajetes conuna capa gruesa de cinabrio ya seco en el fondo.El pigmento rojo también se usó para pintar moti-vos en las fachadas de las tumbas [fig. 15.13] y seaplicaba en ciertas ofrendas, especialmente en va-sijas efigie y “separadores” miniatura manufactu-rados con huesos de venado.11

La práctica de pintar los huesos humanos en laOaxaca antigua ha sido interpretada como eviden -cia del culto a Quetzalcóatl, argumentando unahomología entre el uso del color rojo —supues ta -

532 | Oaxaca I Estudios

Fachada de la Tumba 2 Fachada de la Tumba 12 Fachada de la Tumba 10

0 50 cm

Figura 15.13. Motivos pintados en rojo en las fachadas de algunastumbas de Lambityeco. (Dibujo: J. Urcid, 2004.)

11 Los “separadores” o “machetes” se usaban con los telares decintura para manufacturar textiles.

Page 22: El arte de pintar las tumbas: sociedad

El arte de pintar las tumbas | 533

–5

+5

0

–10

Crá

neos

Man

díbu

las

Húm

eros

Uln

as

Tumba 6

Tumbas 2, 3, 8, 9, 10 y 12

Rad

ios

Fém

ures

Tibi

as

Fíbu

las

Car

pale

s

Met

acar

pale

s

Fala

nges

de

man

os

Tars

ales

Met

atar

sale

s

Fala

nges

de

pies

Huesos grandes Huesos pequeños

Chi-cuadrada = 36.03935P < .001X2

13 ≈ 34

Figura 15.14. Análisis de Chi-cuadrada comparandofrecuencias observadas y esperadas de los huesos en el esqueleto, con base en el número mínimo de individuosenterrados en las tumbas de Lambityeco. (Dibujo: J. Urcid, 2004.)

Page 23: El arte de pintar las tumbas: sociedad

534 | Oaxaca I Estudios

Cra Man Hum Cub Rad Car Mcar

Tumba 2 (NMI = 7)

Esperado 7 7 14 14 14 112 70

Presente 6 7 10 10 9 21 32

Ausente 1 0 4 4 5 91 38

Tumba 3 (NMI = 5)

Esperado 5 5 10 10 10 80 50

Presente 5 4 10 9 10 52 43

Ausente 0 1 0 1 0 28 7

Tumba 6 (NMI = 6)

Esperado 6 6 12 12 12 96 60

Presente 4 2 5 4 4 24 33

Ausente 2 4 7 8 8 72 27

Tumba 8 (NMI = 5)

Esperado 5 5 10 10 10 80 50

Presente 3 3 7 4 9 26 27

Ausente 2 2 3 6 1 54 23

Tumba 9 (NMI = 7)

Esperado 7 7 14 14 14 112 70

Presente 4 4 8 6 6 29 23

Ausente 3 3 6 8 8 83 47

Tumba 10 (NMI = 4)

Esperado 4 4 8 8 8 64 40

Presente 2 1 7 3 3 3 4 9 4 2 2 1

Ausente 2 3 1 5 5 61 36

Tumba 12 (NMI = 3)

Esperado 3 3 6 6 6 48 30

Presente 2 2 6 3 6 10 14

Ausente 1 1 0 3 0 38 16

Totales

Esperado 37 37 74 74 74 592 370

Presente 26 23 53 39 47 165 176

Ausente 11 14 21 35 27 427 194

Todas las tumbas menos la 6

Esperado 31 31 62 62 62 496 310

Presente 22 21 48 35 43 141 143

Ausente 9 10 14 27 19 355 167

Todas las tumbas menos la 6

Esp–Pres 21.78378 19.27027027 44.40541 32.67568 39.37838 138.2432 147.4594595

* .0021461 .1552632576 .2909806 .1653366 .3330798 .0549734 .1348626853

Esp–Aus 9.216216 11.72972973 17.59459 29.32432 22.62162 357.7568 162.5405405

* .0050725 .2550753518 .7343795 .1842322 .5798056 .0212427 .1223496526

Tumba 6

Esp–Pres 4.216216 3.729729730 8.594595 6.324324 7.621622 26.75676 28.54054054

* .0110880 .8021934978 1.503400 .8542389 1.720912 .2840295 .6967905405

Esp–Aus 1.783784 2.270270270 3.405405 5.675676 4.378378 69.24324 31.45945946

* .0262080 1.317889318 3.794294 .9518662 2.995662 .1097538 .6321398718

Tabla 15.1. Inventario óseo de las tumbas de Lambityeco y análisis de Chi-cuadrada

* (variables observadas – variables esperadas) ˆ2 /variables esperadas

Page 24: El arte de pintar las tumbas: sociedad

El arte de pintar las tumbas | 535

F-Man Fem Tib Per Tar Mtar F–pie

196 14 14 14 98 70 196

40 12 11 7 59 52 52

156 2 3 7 39 18 144

140 10 10 10 70 50 140

92 8 7 8 63 47 57

48 2 3 2 7 3 83

168 12 12 12 84 60 168

48 3 4 4 51 47 57

120 9 8 8 33 13 111

140 10 10 10 70 50 140

58 7 7 9 53 38 67

82 3 3 1 17 12 73

196 14 14 14 98 70 196

58 4 2 3 39 23 61

138 10 12 11 59 47 135

112 8 8 8 56 40 112

9 4 2 2 13 10 8

103 4 6 6 43 30 104

84 6 6 6 42 30 84

20 3 2 3 18 13 32

64 3 4 3 24 17 52

1 036 74 74 74 518 370 1 036

325 41 35 36 296 230 334

711 33 39 38 222 140 702

868 62 62 62 434 310 868

277 38 31 32 245 183 277

591 24 31 30 189 127 591

272.2972972973 34.35135 29.324332 30.16216 248 192.7027027 279.8378378378

.08121789283398 .3875433 .0957529 .1119830 .0362903 .4885372048 .0287785370845

595.7027027027 27.64865 32.67568 31.83784 186 117.2972973 588.1621621622

.371249158509 .4814932 .0859321 .1060891 .0483871 .8025968365 .0136923524020

52.70270270270 6.648649 5.675676 5.837838 48 37.29729730 54.16216216216

.4196257796258 2.002307 .4947233 .5785786 1875000 2.524108892 .1486891082699

115.2972972973 5.351351 6.324324 6.162162 36 22.70270270 113.8378378378

.1918120652298 2.487715 .4439824 .5481271 .2500000 4.146750322 .0707438207438

Page 25: El arte de pintar las tumbas: sociedad

mente símbolo del fuego— y la cremación de res-tos humanos, la cual no se practicaba en Oaxaca(Sejourné, 1960). También se ha propuesto que re-presenta a la sangre y, en un sentido metonímico,al linaje (Miller, 1995: 170, 202). Estas interpreta-ciones no consideran que la pintura roja casi no seusó en los entierros fuera de las tumbas. Por otrolado, el uso de aquélla fue un fenómeno más ge -ne ralizado, que se halló no sólo en las criptas, sinotambién en ofrendas dedicadas a la inaugura ciónde edificios (por ejemplo, las ofrendas en las es -qui nas de la Plataforma Sur [Acosta, 1959: 14]) y enla decoración arquitectónica, tanto en fachadas co -mo en muros y pisos. Es evidente entonces que elsig nificado simbólico del color rojo debió ser po -liva len te. Sin embargo, como lo propuso anterior-mente Caso (1938: 73; 1942: 36), es indudable quela pintura roja en las tumbas —en los restos hu -ma nos, en algunas de las ofrendas asociadas y endiver sas partes de la cripta (tanto dentro comofuera)— formó parte integral de la celebración delos antepasados.12

En cuanto a los pares antiméricos de uno o másindividuos encontrados fuera y dentro de las tum-bas, éstos generalmente son dientes y huesos mi-núsculos de manos y pies. Su distribución espacialsugiere que, cuando las tumbas tenían que preparar -se para colocar un nuevo entierro, los huesos másgrandes y visibles de los entierros previos se arri-maban y apilaban contra los muros de las tumbas,y los huesos pequeños e insignificantes quedabanafuera, seguramente al barrer y escombrar el pisode las criptas.

Algunas tumbas indican comportamientos nonecesariamente relacionados con rituales de ente-rramiento. El programa mortuorio que decora elmausoleo edificado encima de la Tumba 6 de Lam-bityeco muestra personajes que llevan representa-ciones de fémures humanos en la mano o portanmandíbulas, a manera de brazaletes en el antebra zo[fig. 15.8] (véase también Rabin, 1970: 4-5; Urcid, 2001:434, fig. 6.15). Para determinar si en la Tumba 6 pu dohaber remoción intencional de huesos, se com paró

el material óseo con el de otras tumbas de Lambi tye -co tomadas como un grupo. Al comparar las frecuen -cias de elementos anatómicos inventariados, con lafrecuencia de los huesos esperados de acuerdo conel número mínimo de individuos detectados en cadatumba, un análisis de Chi-cuadrada genera dos ob -servaciones importantes [fig. 15.14 y tabla 15.1].Una es que, en general, los huesos de la Tumba 6están poco representados. Diez de las catorce ca -tego rías óseas lo están —en especial los huesoslargos, pues éstos contribuyen en gran medida alvalor de X2—. Sólo los metatarsos aparecen sobrerre -presentados. Ya que los huesos largos son grandesy de tejido compacto —lo que hace más difícil sufragmentación y obliteración—, su aparente ausen -cia en la Tumba 6 y su representación gráfi ca enel mausoleo asociado, sugieren que grupos domés -ticos de la elite removían de las criptas cier tos com -ponentes anatómicos de sus ancestros para usar-los como símbolos que validaran su estatus (Lindy Urcid, 1983: 81). La ausencia de huesos peque-ños en las tumbas seguramente es el resulta do dela des trucción accidental, a raíz de las múltiplesreapertu ras de las tumbas y el constante reaco mo - do de su contenido.

Estas observaciones tienen implicaciones im -por tantes, pues en algunas instancias la evidenciautilizada para argumentar la práctica de sacrificioshuma nos como parte de los rituales funerarios sebasa en la falta de elementos anatómicos en algu-nos de los entierros primarios en las tumbas. Caso,sin un inventario anatómico detallado (Rubín dela Borbolla, 1933: 190), interpretó el depósito de laTumba 10 de Monte Albán en estos términos:

En la Tumba 10 encontramos dos esqueletos. El del

fondo, entierro secundario, era el que tenía junto a

sí los objetos. El de la entrada era entierro primario

y seguramente fue decapitado, pues no se encon-

tró hueso de la cabeza, a pesar de que, como es sa-

bido, la mandíbula es uno de los huesos que más

resisten la destrucción. Se trata probablemente en

este caso de un esclavo que fue decapitado en oca-

536 | Oaxaca I Estudios

mixtecos en el mundo. Hasta nuestros días, algunos ancianos to-davía se cuelgan un cordón rojo en el cuello de su cotón porquees color divino, es lo que significa el rojo” (Anders, Jansen y Cruz,1994: 144).

12 Nociones sobre la relación entre el color rojo, orígenes y los an-cestros perviven hoy en día. Para los mixtecos de la costa, “elrojo es un color especial, dicen los ancianos que es un color deun dios que estuvo presente el día que aparecieron los primeros

Page 26: El arte de pintar las tumbas: sociedad

sión del traslado de los huesos del jefe a esta tumba

y enterrado con él para que le sirviera en la otra

vida (Caso, 1933: 645).

Los mismos datos se interpretarían de otramanera, utilizando el modelo alternativo propues -to. El entierro “secundario” sería la o las personasen te rra das anteriormente y cuyos restos fuerondis tur ba dos in situ, para dar lugar al entierro sub -si guien te, el cual fue el último en colocarse en latumba. Tiem po después, se reabrió la tumba y seextrajo el cráneo del ancestro. La simple falta deéste no es evidencia contundente para demostrarla decapitación. Sólo si faltara el hueso hioides o lasprimeras vértebras cervicales, y la primera de és-tas que estuviera presente tuviera marcas de cortes,

habría sustento para dicha interpretación. Por otrolado, la distribución de las ofrendas en la Tumba 10de Monte Albán sería el resultado de reacomodoscontinuos, cada vez que se haya abierto la cripta.

Si en ocasiones se retiraban huesos de las tum-bas para usarlos como reliquias, debe esperarse enel registro arqueológico evidencia de éstos, ya sea tra -bajados o sin modificar. En Lambityeco y Yagul, porejemplo, se han recuperado objetos manufacturadosa partir de cráneos, como discos perforados y placastrapezoidales. Se conocen también fragmentos decráneos grabados con inscripciones [fig. 15.15].

A veces, ciertas tumbas eran reabiertas con otropropósito más. Hay varios ejemplos de criptas —aso -ciadas a casas ricas y pobres— que se encontraronparcial o completamente vacías. Este fenómeno es

El arte de pintar las tumbas | 537

Placa (Lambityeco)

Disco sin perforación(Lambityeco)

Disco con sus dos superficies ahumadas,indicando que estuvo cercano a un fuegode baja temperatura (Lambityeco)

Disco perforado(Yagul)

Disco perforado(Lambityeco)

Fragmento grabado (Zimatlán)

Figura 15.15. Objetos manufacturados a partir de cráneos que pudieron ser reliquias retiradas de las tumbas (los objetosestán a escala en relación con el cráneo). (Dibujo: J. Urcid, 2004.)

Page 27: El arte de pintar las tumbas: sociedad

más obvio en el caso de criptas elaboradas. Tumbasarquitectónicamente complejas y lujosamente deco -radas, como la 105 de Monte Albán, la Tumba 5 delCerro de la Campana y la Tumba 28 de Yagul,13 con-tenían pocos materiales ya fragmentados y desor-denados, pero sus entradas estaban selladas o teníanuna ofrenda no disturbada en la entrada [fig. 15.16].Sin ignorar otros ejemplos claros de saqueos anti-guos o posteriores a la época prehispánica, pareceque la remoción de huesos y ofrendas en tumbasdebió coincidir con cambios de residencia, cuando losasentamientos eran abandonados, constituyen doasí otra práctica esencial de la conmemoración delos ancestros.

Algunos estudiosos interesados en determi-nar el grado de diferenciación existente en la an-tigua sociedad zapoteca han usado una dicotomíasimplista que considera las tumbas como los depó -sitos funerarios de la elite y los entierros en cajo-nes de pie dra y fosas simples como los depósitosmortuo rios de la gente común [fig. 15.17a] (Caso,Ber nal y Acos ta, 1967: 392; Wilkinson y Norelli,1981; Blitz, 1995). Las limitaciones de tal enfoquedescontextualizado son evidentes si se consideraque todos estos tipos de enterramientos ocurrenen una misma unidad doméstica. Si las inhumacio-nes conocidas de Lambityeco encontradas en tum -bas y como entierros en cajones y fosas se ordenancon forme a la cantidad y diversidad de objetos enlas ofrendas que los acompañan, y los datos se or -gani zan por unidades residenciales [fig. 15.18a],destacan dos observaciones:

1) Las tumbas, como grupo, exhiben un gra dien -te en su jerarquía, con diferencias muy mar -cadas entre ambos extremos de la escala.

2) En algunos casos, entierros en fosas de mu-jeres adultas y de niños encontrados en ca-sas de la elite, tienen un rango más alto queel de los entierros en tumbas de jerarquíamenor asociadas a casas pobres.

Aunque pocos, los ejemplos de entierros de mu -jeres con ofrenda numerosa mencionados en el se-gundo inciso presentan un patrón distintivo. Hay tresejemplos de estas inhumaciones en fosas simples,pero directamente encima o junto, aunque parale-los, a tumbas (entierros 68-3 y 69-1 asociados a laTumba 2, y el Entierro 77-5 asociado a la Tumba 11)[fig. 15.19]. El primero se encontró disturbado porantiguas actividades humanas, lo que anuló la evi-dencia para determinar el sexo del individuo y surango con base en las ofrendas asociadas (casi todasretiradas). Pero los otros dos ejemplos fueron entie-rros de mujeres y debido a la cantidad y diversidadde sus ofrendas (diez objetos en cada una) son lasinhumaciones de mayor rango que no provienende tumbas. El patrón espacial y su comparación conlos demás entierros sugieren que estas personaspodrían haber sido esposas secundarias de uno delos hombres enterrado en las tumbas asociadas (Ur-cid, 1998), una interpretación que —como se verámás adelante— se basa en datos sobre la prácticade la poliginia en la época colonial.

Los dos incisos anteriores permiten concluirque la antigua sociedad zapoteca debió ser muchomás compleja14 [fig. 17b]. Con esta aclaración es po -sible retomar el asunto sobre la práctica del sacri-ficio humano, asociada a rituales funerarios. Lascitas de Córdova antes mencionadas se referiríanexclusi vamente a la inmolación de personas paraacompa ñar en la muerte a los señores y señoras prin -cipales que ocupaban el nivel supremo del siste -ma social en el ámbito regional. Hasta ahora no se hareporta do —dadas las conocidas formas de ejecu-ción ritual en Mesoamérica— la evidencia que seesperaría en los huesos de víctimas sacrificadas(como cortes o traumas perimortales)15 entre losma teriales óseos en tumbas con un alto grado je-rárquico. Claro que las tumbas más impresionan-tes descubiertas hasta ahora han sido pocas y se hanencontrado prácticamente vacías. Por otro la do, laevidencia del sacrifi cio de animales como parte de

538 | Oaxaca I Estudios

(1995: 76), por ejemplo, proponen tres estratos. Varias entradasen el diccionario de Córdova sobre categorías sociales de perso-nas apoyan la propuesta de Winter, mas no es posible estable-cer hasta qué grado el modelo europeo de Córdova distorsionaesas categorías léxicas.

15 Perimortales se refiere al momento de la muerte, a diferencia deante- (antes) o post mórtem (después de la muerte).

13 Fotografías, dibujos y una interpretación de las inscripciones aso-ciadas a la Tumba 28 de Yagul aparecen en Urcid, 1997: 50-53.

14 El ordenamiento jerárquico de tumbas y otros entierros debe en-tenderse como una aproximación heurística, que no necesaria-mente refleja las categorías conceptuales que los antiguos zapo-tecos tenían sobre el orden social. Se ha debatido mucho si talescategorías incluían sólo dos niveles —nobles y gente común (Flan-nery, 1983; Marcus, 1992b), o varios estratos sociales—. Winter et al.

Page 28: El arte de pintar las tumbas: sociedad

El arte de pintar las tumbas | 539

Antecámara

Cajete 522

Vestíbulo

Acceso a la tumbarellenado conpiedras grandes Nicho

Cámara

Superficie de la terraza FPiso de la banqueta

Piso del tercer patioPiso del segundo patio

Cajete 522Cajete 521

Límite de laexcavación Entrada a la

tumba

Lápidagrabada

Perfil del elementoen la pared norte

Perfil de la fachada

Piso delprimer patio

Dintelgrabado

Nicho

Dintelgrabado

Nicho

N0 50 cm

Figura 15.16. Planta y perfil de la Tumba 28 en la Terraza F de Yagul (fases Pitao / Peche). (Dibujo: J. Urcid, 2004. El dibujo de la planta de la tumba está basado en Flannery, 1958.)

Nicho

Page 29: El arte de pintar las tumbas: sociedad

540 | Oaxaca I Estudios

Tumbas

Cistas y fosas

Tumbas

Cistas y fosas

(Según el modelo de Wilkerson y Norelli [1981])

Rango social alto

Rango social bajo

Rangosocial alto

Rangosocial alto

Rangosocial bajo

(Según el modelopropuesto aquí)

Rangosocial bajo

a

b

Figura 15.17. a) Modelo de diferenciación social en Monte Albán, según Wilkinson y Norelli (1981); b) modelo alternativo sobre el grado de diferenciaciónsocial entre los antiguos zapotecos. (Dibujo: J. Urcid, 2004.)

Page 30: El arte de pintar las tumbas: sociedad

El arte de pintar las tumbas | 541

Can

tidad

y d

iver

sida

d de

ofre

ndas

Tumbas Entierros en cistas y fosas

Lam

bity

eco

11

Lam

bity

eco

6

Lam

bity

eco

3

Mon

te A

lbán

103

Lam

bity

eco

8

Lam

bity

eco

9

Lam

bity

eco

3

Lam

bity

eco

12

Lam

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eco

4

Lam

bity

eco

10

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a 7

Yagu

l 35

Yagu

l 5

San

Jos

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ogot

e 1

Yogu

l 10

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cope

cua

135

30

25

20

15

10

5

0

25

20

15

10

5

0

Mujer adullta(Entierro 69-1)

Niño(Entierro 69-5)

Casa de la Tumba 2

Casa de la Tumba 6

Casa de la Tumba 3

Casa de la Tumba 9

Casa de la Tumba 10

Casa de la Tumba 12

Casa de la Tumba 4

a

Mon

te A

lbán

172

b

Figura 15.18. a) Ordenamiento jerárquico de los entierros de Lambityeco, con base en la cantidad y diversidad de ofrendasy por unidad doméstica; b) proporción de perros y pájaros en el ordenamiento jerárquico de tumbas del período Xoo. (Dibujo: J. Urcid, 2004.)

Núm

ero

de o

frend

as p

or in

divi

duo

Fábr

ica

San

Jos

é 41

Lam

bity

eco

1

Ofrendas Perros Aves

Page 31: El arte de pintar las tumbas: sociedad

los rituales funerarios es sustancial e involucra elofrecimiento de perros (la mayoría de las veces ca -chorros) y de pájaros pequeños. Al representar grá -ficamente la frecuencia de estos animales en la es -cala jerárquica de varias tumbas [fig. 15.18b], re sul taevidente que el sa crificio de perros era una prác-tica general independiente de las diferencias socia lesy económicas.16 Es más, el sacrificio de perros tam -bién era común en el caso de entierros en cajoneso fosas simples (Winter et al. 1995: 20, 50-51). Encambio, el sacrificio de pájaros tiende a ser un fe-nómeno más restringido en las tumbas de alta jerar -quía, y nunca se ha informado en asociación conentierros fuera de las tumbas.

El sacrificio de perros debe relacionarse conuna creencia prehispánica muy generalizada so-bre el papel de este animal en el período liminal,cuando el ente incorpóreo del difunto destinado alinframundo iba a su destino final.17 De acuerdocon Sahagún, entre las ofrendas que los nahuas delAltiplano Central ponían junto al cadáver durantesu preparación:

hacían al defuncto llevar consigo un perrito de pelo

bermejo, y al pescuezo le ponían hilo floxo de algo-

dón. Decían que los defunctos nadaban encima del

perrillo cuando pasaban un río del Infierno que se

nombra Chicunahuapa […] Y después de pasados cua -

tro años, el defuncto se sale y se va a los nueve infier -

nos, donde está y pasa un río muy ancho, y allí viven

y andan perros en la ribera del río por donde pasan

los defunctos nadando, encima de los perritos. Di-

cen que el defunto que llega a la ribera del río arriba

dicho, luego mira el perro. Si conoce a su amo, luego

se echa nadando al río, hacia la otra parte donde

está su amo, y le pasa a cuestas. Por esta causa los

naturales solían tener y criar los perritos para este

efecto. Y más decían, que los perros de pelo blanco

y negro no podían nadar y pasar el río, porque diz-

que decía el perro de pelo blanco: “Yo me lavé”. Y el

perro de pelo negro decía: “Yo me he manchado de

color prieto, y por eso no puedo pasaros”. Solamente

el perro de pelo bermejo podía bien pasar a cuestas

a los defunctos. Y ansí, en este lugar del Infierno

que se llama Chicunamictla se acababan y fenecían

los defunctos. (Historia general de las cosas de la Nue -

va España, libro III, primer capítulo del apéndice

[en López Austin y García Quintana, 2000; tomo I,

p. 329.])

En cambio, el sacrificio de aves se vincularíacon ideas sobre la resurrección y el destino delalma en el paraíso del sol, un lugar relacionado enmuchas mitologías mesoamericanas con la milpa yotros espacios cultivados con flores, plantas frutalesy aves (Taube, 2003 y 2004). Más adelante, al co men -tar los ejemplos de pintura mural, discutiré más so-bre el sacrificio de aves.

Como resumen, se puede decir que las costum -bres funerarias zapotecas entre los siglos V y IX fue-ron muy complejas, habiendo dos grandes catego-rías de tratamientos mortuorios: 1) entierros en lasunidades residenciales y 2) inhumaciones en con-textos no domésticos y sacros que, en la mayoría delos casos, involucraron la occisión ritual. En las uni-dades residenciales había una clara distinción en eltratamiento mortuorio de las parejas conyuga lesque en cada generación constituían la cabeza de losgrupos domésticos. A estos individuos se les enterra -ba en tumbas; sólo en el caso de grupos domés ticosmuy pobres eran colocados en cajones cuya localiza -ción, en relación con la casa, les daba un carácter detumbas simbólicas. Los demás miembros de las uni -dades residenciales, desde fetos hasta otros adultosde ambos sexos, eran enterrados en cajones, fo sas yotros repositorios mortuorios distribuidos debajo delos pisos de los cuartos, del patio, o aledaños a lascasas, pero dentro de los confines de los solares.

En cuanto al orden social, la desigualdad econó -mica a nivel comunitario y regional se hacía paten -te en la forma de tratar a los muertos. El contexto ycontenido material de las tumbas refleja un alto gra -do de diferenciación social. Las tumbas asociadas acasas ricas eran arquitectónicamente elaboradas, te -nían pinturas e inscripciones, sus entierros se acom -pañaban con una gran cantidad y diversidad deofrendas y, en ocasiones, se retiraban ciertos huesospara usarlos como símbolos de legitimación.

542 | Oaxaca I Estudios

16 En la fig. 15.18b, las barras ilustran el número de perros y pája-ros por tumba, y no su representación en términos del número deobjetos por individuo.

17 En el caso de los otros dos destinos del alma en las creenciasde los nahuas del centro de México, es decir, el mundo del dios dela Lluvia y el del Sol, el perro no representaba papel alguno.

Page 32: El arte de pintar las tumbas: sociedad

Por otro lado, aunque evidentemente los fune-rales variaban según el estatus, todos los gruposre si denciales —fuesen ricos o pobres— compartíanun conjunto común de ideas y valores centradosen la conmemoración de los ancestros, inclui da ladico tomía espacial entre entierros en tumbas einhuma ciones fuera de éstas, el uso de cinabrio parapin tar los huesos y las ofrendas en las criptas, elofrecimiento de perros y, en algunas instancias, laremoción de los restos de los ancestros al momen tode abandonar las localidades. Así, mientras todoslos grupos domésticos en la sociedad conmemora-ban, cuidaban y propiciaban a sus antepasados, losde los grupos que ocupaban el nivel social supre -mo debieron ser reverenciados por todos los in - te grantes de la sociedad. Posiblemente en estoscontextos se practicaba el sacrificio humano. Noresulta extraño, enton ces, que en las Relaciones geo -gráficas de Oaxaca del siglo XVI (Paso y Troncoso,1905), los españoles hayan erra do en documentarcomo dioses a los ancestros de las agrupacionessociales principales que habían gober nado en mu-chas comunidades antes de la conquista.

La organización social zapoteca durante la época colonial temprana

Según documentos coloniales, la sociedad zapote ca,en el momento y poco después de la conquista, esta -ba organizada en grupos corporativos constituidospor ramajes cónicos (Whitecotton, 1977: 153). Di-chas agrupaciones operaban bajo una sanción legalque les otorgaba la autoridad para preservar ciertosderechos y obligaciones en sucesión perpetua. De-bido a la base agrícola de la economía zapoteca, unode esos derechos era la propiedad de la tierra y elcontrol de la fuerza laboral. Otros derechos se cen-traban en oficios y otros papeles sociales específi-cos, sobre todo los que requerían preparación y ac-ceso a conocimientos privilegiados. Los integrantesde los ramajes cónicos definían su membresía al re-conocer descendencia a partir de un ancestro api-cal común, y esa descen dencia se apegaba a las re-

glas de un sistema cognaticio, es decir, podía seguira través de la línea materna o paterna (Whitecotton,1977: 154-155; 2003: 329). La cercanía o lejanía ge-nealógica a dicho ancestro, así como el prestigio deeste último, originaba desigualdad entre los gru-pos corporativos. Quienes monopolizaban el po-der polí tico y económico ocupaban el nivel socialsupre mo. Mantener el registro escrito u oral sobrela descendencia era crucial para facilitar el traspa sotransgeneracional de los bienes materiales y socia -les de dichas corporaciones.

Los linajes cognaticios, a diferencia de los es -truc turados en principios unilineales, permitíanque un individuo tuviera membresía simultáneaen varios ramajes, ya que la descendencia no la li-mitaba el sexo (matri o patrilinajes). Por lo tanto,hom bres y mujeres contribuían a la reproduccióndel ramaje (Fox, 1983: 147). A raíz de la descenden-cia cognaticia y la inclusividad social que ésta ge-nera, los ramajes cónicos rara vez eran exógamos.También era impráctico que todos sus miembrosvivieran en el mismo lugar (idem: 149-150), lo quesugie re que, durante la época colonial, ciertas res-tricciones de residencia dictaban la membresía enlos ramajes, es decir, sólo quienes vivían con el gru -po eran miembros de éste.

Aunque los ramajes cónicos zapotecos del si-glo XVI eran, en gran medida, endógamos (el ma-trimonio era entre miembros de un mismo grupocorporativo), una característica de los ramajes de al -to rango era la ventaja económica de algunos desus miembros para solventar la poliginia. Ademásde consolidar las bases económicas de ciertos ra-majes, la poliginia y el matrimonio exogámico deun hombre con varias mujeres permitía alianzasentre diver sos ramajes, aumentando el poder eco -nómico y la influencia política de algunos de ellos,pero, al mis mo tiempo, agudizando problemas desucesión y traspaso de bienes de una gene ra cióna otra y debilitando así dichas organizaciones.18

La fluctuante coalición y fisión de gru pos corpo-rativos, debió ser parte de la antigua dinámicaso cial, pero la celebra ción de los antepasados si-guió sien do una institución central para garanti-

El arte de pintar las tumbas | 543

18 Las “Relaciones Geográficas de Ixtepeji y Guaxilotitlán (Huitzo)”mencionan la práctica de la poliginia entre la nobleza zapoteca enel siglo XVI (Del Paso y Troncoso, 1905, tomo IV: 18, 198). La RG

de Guaxilotitlán explícitamente dice que “las costumbres y leyesque tenian heran que los caciques se casauan con quinze oveinte mugeres […]”.

Page 33: El arte de pintar las tumbas: sociedad

544 | Oaxaca I Estudios

Entierro 69-9

Entierro 69-5

Entierro 61-1

Entierro 69-7

Entradaprincipal

N

Entierro 69-15

Entierro 69-15 Entierro 69-7

Entierro 69-9Entierro 61-1

Entierro 69-5

0 5 m

Figura 15.19. Planta y perfil de la tercera de al menos cincocasas sobrepuestas en el Montículo 190 de Lambityeco y localización de entierros de mayor rango enterrados fuera de la Tumba 2. (Dibujo: J. Urcid, 2004.)

Patio oeste

Page 34: El arte de pintar las tumbas: sociedad

El arte de pintar las tumbas | 545

Entierro 68-20

Tumba 2

Entierro 69-1

Entierro 68-21

Entierros con mayor número de ofrendas, inhumados fuera de la tumba en la unidad residencial

Acceso entre los dos conjuntos

Mascarones de Cociyo

Patio este

Entierro 68-3

Entierro 69-1

Entierro 68-3

Tumba 2

Page 35: El arte de pintar las tumbas: sociedad

zar la perpe tuidad de los grupos corporativos. Laproducción de lienzos durante la época colonialfue el resultado de la preocupación por manteneren la memoria social el registro de la sucesión y,por ende, el acceso diferencial a derechos y obli -gacio nes (Whitecotton, 1990; 2003; Oudijk, 2000).Estos re gistros fueron, a su vez, de gran im por tan -cia en los litigios sostenidos dentro del sistemaadministrativo de la colonia entre elites, y entreelites y españoles.

No podemos aseverar que ocho siglos antes lasociedad zapoteca estaba organizada como en los si-glos XV o XVI, pero como una de las varias aplicacio -nes sociales de la antigua escritura fue precisamentepara llevar registros genealógicos en contextos mor -tuorios, el uso de un enfoque histórico directo pro-vee un marco interpretativo inicial.

El calendario ritual, nombres de personas y genealogías

Antes de emprender el análisis y la interpretaciónde las pinturas murales, conviene establecer variospuntos de partida. Citando nuevamente informaciónrecopilada por fray Juan de Córdova (1987b: 202)sobre las costumbres de los zapotecos en el siglo XVI,es menester mencionar que en la antigüedad, cadapersona recibía su nombre de acuerdo con el día enque nacía. Esta práctica se remonta a los tiempos deCristo, incluso podría ser aún más anterior.

En la medición del tiempo que los zapotecosseguían, al igual que muchas otras sociedades me -soamericanas coetáneas, los nombres de los díasse generaban mediante un proceso combinatorioestablecido en la cuenta sagrada de 260 días. Vein -te “conceptos” con significado sacro se conmuta-ban con coeficientes cuyos valores van del uno altrece.19 Córdova también registró —mediante orto-grafía con caracteres latinos— los apelativos en za -poteco de esos 260 nombres de días. En las pinturasmurales e inscripciones de las tumbas abundanlos glifos acompañados de numerales, y el valor

de esos coefi cientes varía precisamente entre unoy trece. No es la primera vez que estos glifos se hanconsidera do como nombres tomados del calenda-rio sagrado (Caso, 1928: 20), pero como ahora ya setiene establecida la posición que cada uno de losveinte signos tiene en la lista de los días, es posi-ble identificar con bastante precisión los glifos no-minales [fig. 15.20].

A diferencia de Caso, supondré que los progra -mas funerarios que decoran las tumbas no aludendirectamente a deidades, sino a los nombres de laspersonas ahí enterradas. Como esta suposición im -plica que las personas nombradas en los programasmortuorios guardaban entre sí relaciones genealó-gicas, uno de los principales problemas in terpre -ta ti vos ha sido determinar el punto de parti da y elsentido de la sucesión generacional. En ocasiones,la preservación diferencial de los programas mor-tuorios dificulta establecer la secuencia de los nom -bres citados. Por ejemplo, la fachada de la Tum ba 6de Lambityeco y el mausoleo construido encima dela cripta contienen un registro genealógico de por lomenos cinco generaciones (el número mínimo deindividuos encontrados en la tumba fue de seis, loque genera la presencia de, al menos, tres gene ra -ciones). En el proceso de construcción de una úl-tima casa encima, se destruyeron gran parte de losfrisos en la parte superior del mausoleo. Duran telas exploraciones, algunos fragmentos de figurasmo deladas en estuco que decoraban esos frisos seencontraron fuera de contexto. Por su presentación,elaboración y posición en la fachada de la tum ba,se supondría que la pareja representada ahí son losfundadores de un ramaje, mas no es evidente cómoes la sucesión genealógica entre las demás parejasnombradas. Se supone que la secuencia pro cedede abajo hacia arriba, como en varias lápidas gra-badas, pero no es obvio si los personajes de la de-recha tienen preeminencia sobre las parejas de laizquierda.

Como veremos más adelante con otros progra-mas narrativos completos, un enfoque semiótico querecurre al concepto de “sintagma” (Saussure, 1959:

546 | Oaxaca I Estudios

19 Kaufmann (comunicación personal, 2003) propone que losveinte nombres de los días en el calendario mesoamericano sonextrac tos de pasajes en una historia de creación muy antigua,

cuya única versión colonial conocida quedó registrada en el relatoépi co quiché del Popol Vuh.

Page 36: El arte de pintar las tumbas: sociedad

El arte de pintar las tumbas | 547

* 1 Chilla Lagarto V

• 2 Laa Relámpago M

3 Guela Noche F

4 Lachi Pasajuego Ñ / S

5 Zee Mal agüero Y / delta

* 6 Lana Olor a carne H

• 7 China Venado G

8 Lapa ? T

9 Nica Agua Z

10 Tella Nudo corredizo A

* 11 Loo Mono O

• 12 Piya Planta jabonera N / U

13 Quij Caña D / iota / beta

14 Lache Corazón B / (K?)

15 Naa Milpa J

* 16 Loo Ojo L

• 17 Xoo Temblor E / alfa

18 Lopa Húmedo, frío Q / P / epsilon

19 Lape Gota ? C / gama

20 Loo Señor X

Letra paraDía Zapoteca Español designar a los glifos Glifos

* Los Cociyos del calendario sagrado.• Los portadores anuales del calendario solar.

Figura 15.20. Reconstrucción de la lista glífica de los veinte nombres de días del calendario zapoteca. (Dibujo: J. Urcid, 2004.)

Page 37: El arte de pintar las tumbas: sociedad

122-134; Barthes, 1964: 62-64; Harris, 1995: 113-133),permite formular propuestas sobre cómo estable-cer la sucesión genealógica. La estructuración delsignificado, tanto en el discurso hablado como en elescrito, se basa en las relaciones y diferencias entreunidades lingüísticas, y éstas operan en forma dis-tinta. Una es mediante la concatenación lineal, loque elimina la posibilidad de pronunciar o escribirdos o más elementos lingüísticos simultáneamen -te. Las combinaciones que se apoyan en la concate-nación lineal son precisamente los sintagmas. Elsintagma está formado por dos o más unidades con-secutivas (por ejemplo, recurrente [re – currente], in -finito [in – finito]). Si cambiamos la posición de es-tas unidades, no se constituye significado alguno(currente – re, o finito – in). Por lo tanto, en el dis-curso hablado o escrito, el sintagma permite que untérmino adquiera su valor semántico al entrar en con -traposición con todo lo que le precede o le sigue. Porsupuesto, la noción de sintagma no sólo se aplica apalabras solas o aisladas, sino también a gru pos de pa -labras, frases simples o complejas y a oracionescompletas.

La otra forma de estructurar el significado sebasa en relaciones asociativas. En este caso, una uni - dad lingüística se concatena con otra porque com-parten algo en común (Saussure, 1959: 123). La pa -labra necromancia nos puede llevar a pensar enotros términos o campos semánticos semejantes,como brujo, ancestros, artes mánticas, adivinacióno con juro. Muchos estudiosos de los sistemas gráfi-cos mesoamericanos enfatizan exclusivamente lasrelaciones asociativas. Por ejemplo, la representa-ción de una concha se asocia, en la mente del in -ves tigador, con agua y, por lo tanto, con fertilidad.Debe tomarse en cuenta, sin embargo, que no haynada natural en estas asociaciones, porque estánconstituidas con base en convenciones arbitrariasy compartidas, y son, por lo tanto, culturalmenteespecíficas.

La misma representación de una concha en uncontexto mesoamericano también se asociaría con“instrumento de viento” o “llamado a asamblea”. Es-tos ejemplos evidencian cómo las relaciones sin-tagmáticas se manifiestan “en presencia” (ya seanunidades sonoras o gráficas), mientras que las rela-ciones asociativas se manifiestan “en ausencia” (esdecir, constituyen un fenómeno mental) (Saussure,

1959: 123). En el lenguaje escrito y en otros siste-mas semióticos, como la comida y la ropa, el sin-tagma se define como “una combinación de signosque tienen como soporte cualquier espacio” (Bar -thes, 1964: 58). En el lenguaje hablado, el sintagmaestá limitado temporalmente, así que es lineal eirreversible. En el caso del lenguaje escrito, el sin-tagma está confinado espacialmente y, por tanto,no es necesariamente lineal ni irreversible. En elcaso de sistemas de comunicación gráfica, un enfo-que sintagmático postula que no sólo los signos ylas representaciones tienen significados en sí mis-mos, sino que igualmente las relaciones espacialesentre los signos, y entre éstos y la superficie escritaforman componentes integrales del mensaje. Di-chas relaciones se representan mediante variablesque incluyen la colocación relativa de los signos ylas imágenes, su tamaño, dirección u orientación,así como la articulación de todos estos elementos,dadas las características específicas de la superficiegrabada o pintada.

Regresando al asunto de las tumbas zapotecas, elparadigma interpretativo de Caso sobre la referenciaa deidades en los programas mortuorios no es nece-sariamente desechable. El hecho de que las criptastienen nombres tomados del calendario implica quelas inscripciones pintadas o esculpidas hacen re fe -rencia indirecta a conceptos sagrados. Como lo ates -tiguan los códices mánticos de siglos posteriores, lacuenta sagrada recurre a un sistema simbóli co queintegra dos conjuntos alternados de deidades: unaserie de trece y otra de nueve. Las vestimentas de lospersonajes representados en los programas mortuo -rios también contienen muchas alusiones a lo que,evidentemente, constituye un complejo siste ma decreencias sobre lo divino y lo sacro. Así, en vez de to -mar una postura dicotómica (mortales o deidades),este análisis de los programas mortuorios presuponela existencia de múltiples niveles de significación,en los que el registro historiográfico de las genealo-gías tan sólo forma parte de un contexto ideo lógicomucho más amplio (mortales y deidades).

Registros genealógicos en las tumbas

Se conocen muchas tumbas zapotecas decoradascon programas genealógicos, algunas de las cuales

548 | Oaxaca I Estudios

Page 38: El arte de pintar las tumbas: sociedad

contienen pinturas murales. Aquí me limito a co -men tar detalladamente tres ejemplos ilustrativos,incluyendo los de las tumbas 105 y 104 de MonteAlbán, y la Tumba 3 de Xoxocotlán. Esta muestrapermitirá comentar cómo se articulaban los pro-gramas narrativos en diversos medios plásticos yel grado en que la información contenida en los mu -ros pintados complementaba la que se grababa enfachadas, jambas, dinteles y en las lápidas que se-llaban las entradas a las criptas. También permiti ráestablecer que el tema de los programas mortuo -rios y, por lo tanto, de las pinturas, incluye genea -logías que varían en el número de generaciones y,por ende, en la profundidad histórica registrada.

El análisis de la rica simbología en los programasmortuorios también permitirá esbozar algunos delos principios ideológicos de la conmemoraciónde los antepasados y algunas de sus implicacionespolíticas y económicas. Las tres tumbas en cuestiónfueron ocupadas entre 400 y 800 d. C., y como ahoraes posible detallar la temporalidad de cada unade és tas dentro de este lapso, la discusión seguiráuna secuencia cronológica. A causa de que la crono -logía cerámica de los Valles Centrales de Oaxaca seha refinado desde que Caso y sus colegas establecie -ron un marco general, se introduce aquí una nuevaserie de nombres para las fases [tabla 15.2] (Mar-kens, 2003; Martínez López, 1994; Martínez López,et al., 2000).

La Tumba 105 de Monte Albán

La Tumba 105 se encontró asociada a una casagran de de un solo patio, construida encima de unbasamento, que a su vez descansa sobre una plata -forma masiva, cuya fachada principal se constru -yó con megalitos. Si se considera su contexto ur-bano [fig. 15.21], parece que la residencia formaparte del núcleo arquitectónico de una unidad so-cial más grande, de gran importancia en la antiguasociedad (Winter, 2001b: 295-297, 2002: 79), unaque además incluye un juego de pelota (al oeste),

al menos una residencia para el personal de apo -yo a la casa de la Tumba 105 (las casas superpues-tas de las tumbas 108 y 109), y un TPA (ambos com-plejos al norte). Las dimensiones y característicasarquitectónicas de la casa de la Tumba 105, cuyaentrada también cuenta con dintel y jambas me-galíticas, así como su relación con las estructurasmencionadas indican una gran importancia socialpor parte de sus habitantes. Aparentemente, la re-sidencia tiene una sola fase de construcción y esevidente que la tumba se construyó como parte in -tegral de la residencia. Esto se deduce por el hechode que el piso del patio y su ex tensión hacia elcuarto este, debajo del cual está la tumba, se encon -tró intacto. La cripta tiene un peque ño vestíbuloexterno, al que se llega después de bajar cua tro es-calones. El acceso a la cámara de la tum ba se lograal franquear una entrada baja y an gos ta. La criptatiene una configuración cuatripartita, con un árearectangular y dos recintos laterales anchos cerca delfondo. Éstos son ligeramente más ba jos que la al-tura de la cámara. El techo es plano, formado porvarias lápidas grandes y el piso es enlajado.

La fig. 15.22 conjunta en el plano de la casa al-gunos de los materiales que Caso encontró asocia-dos a ésta, lo que permite fechar su construccióny uso desde la parte final de la fase Pitao (aproxima -damente 400 d. C.) hasta la fase Xoo (ca. 800 d. C.).La localidad aparentemente fue visitada al iniciode la fase Liobaa (hacia 850 d. C.), cuando se depo-sitaron algunas ofrendas sobre el escombro acumu -lado en el patio abandonado de la casa. La tumbaestuvo casi vacía, pero su acceso se encontró ta-pado con piedras de gran peso y la intrusión enel piso del patio que conducía al vestíbulo de lacripta estaba recubierta con estuco. Esto indica quela tumba no fue saqueada, sino vaciada y doblemen -te sellada cuan do se abandonó la localidad. Entrelos escombros había dos discos de columnas com-puestas, unos cuantos restos humanos y un hue -so modificado.20 Como el análisis de los huesos noha sido reportado, es imposible determinar el nú-mero mínimo de individuos representados. La

20 Caso (1938: 86) describe los restos humanos como “los huesosde un esqueleto que se enterró incompleto”, pero sin un análisisdetallado es imposible distinguir entre un entierro secundario A

(parcialmente removido in situ) o B (traído de otra parte). Tam-poco aclara si el hueso modificado es humano o de animal.

El arte de pintar las tumbas | 549

Page 39: El arte de pintar las tumbas: sociedad

550 | Oaxaca I Estudios

MA T 105

1500

1400

1300

1200

1100

1000

900

800

700

600

500

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300

200

100

0

100

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300

400

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1400

1500

1600

XOX T3

MA T 104

Fases cerámicas definidaspor Caso y sus colegas

Cronología cerámicarevisada

HZO T1CCA T4

MA T 125MA T 120 MA T 158MA T 50; MA T 58MA T 7; MA T 10

MA T103

Tumbas con murales en los Valles Centrales

Monte Albán Valle Grande Etla Tlacolula

Monte Albán V

Chila

Lyobaa

Xoo

Peche

Pitao

Tani

Niza

Pe

Danibaan

Rosario

Guadalupe

San José

Tierras Largas

Espiridión

Monte Albán IIIB-IV

Transición IIIA-IIIB

Monte Albán IIIA

Transición II-IIIA

Monte Albán II

Monte Albán I

MA T 112MA T 72

XOX TA

CCA T5

LAM T 11

Se inicia elcolapso políticode Monte Albán

InteracciónconTeotihuacán

Establecimientode un barriozapoteco enTeotihuacán

Se fundaMonte Albán

T = TumbaMA = Monte AlbánXOX = XoxocotlánCCA = Cerro de la Campana, SuchilquitongoHZO = HuitzoLAM = Lambityeco

Tabla 15.2. Nombres de las fases cerámicas usadas en este trabajo y posición cronológica de tumbas con pintura mural (las criptas discutidas aparecen en un rectángulo)

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El arte de pintar las tumbas | 551

Plaza

Juego de pelota

Casa de laTumba 105

Casa de la Tumba 109

Casas de lastumbas 58, 61 y 72

Casas de lastumbas 150 y 151

Hacia las casas de las tumbas 119, 120 y 121

Templo-Patio-Adoratorio

0 20 m

Figura 15.21. Contexto urbano de la casa de la Tumba 105 de Monte Albán. (Dibujo: J. Urcid, 2004. Basado en Peeler, 1994.)

N

Page 41: El arte de pintar las tumbas: sociedad

552 | Oaxaca I Estudios

Varias vasijas “florero” semejantes a las teotihuacanas,vasos rectangulares, ollitas y una navaja de obsidiana(dentro del pozo de ofrenda)

Tumba 105

Ofrenda tardía (hacia 850 d. C.) sobre el escombro queincluía un mosaico de jades, pirita y piedras negras, y 35cascabeles de cobre

N

0 5 m

Figura 15.22. Planta de la casa de la Tumba 105 de Monte Albán y distribución de objetos asociados. (Dibujo de la planta y del esquema: J. Urcid, 2004. Dibujo del mosaico: A. Reséndiz, 2006. Tomado de Caso, 1938: 86. Dibujo de la vasija zoomorfa: A. Reséndiz, 2006. Tomado de Caso y Bernal, 1952: 175. Foto: tomada de Caso, 1965b: 929. Dibujo de la vasija antropomorfa. Tomado de Caso y Bernal, 1952: 21, fig. 11.)

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El arte de pintar las tumbas | 553

Ollita decorada con la figura de un búho y otras piezas cerámicas.

Varios objetos, incluyendo una urnita con personificación de Cociyo(pintada de rojo) y una figurita femenina de jade estilo teotihuacano.

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554 | Oaxaca I Estudios

N

0 1 m

Huesos humanos

Cubo de acceso

Cornisa remetida

Cornisa salida

Dintel

Entrada

Pretil

Piso de estuco del patio

Tamborescilíndricos de una o doscolumnascompuestas

Figura 15.23. Planta, perfil y fachada de la Tumba 105de Monte Albán. (Dibujo: J. Urcid, 2004.)

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propuesta de que los discos de columna se quita-ron del cuarto este de la casa asociada a la tumba(Miller, 1995: 103) no se sos tiene porque Caso noencontró huellas de pilares en el piso. Por otro la -do, independientemente del lu gar de origen de di-chos discos, su inclusión en la tum ba quizá seríaun intento de replicar simbólicamente la configu-ración de una casa, cuyo cuarto este tenía un pór-tico con columnas.

A diferencia de otras criptas, el programa mor-tuorio de la Tumba 105 sólo consistió en pintura mu -ral, aplicada en las jambas y en cinco de los murosinteriores de la cripta, incluidas las tres paredes dela cámara funeraria y los muros este de los grandesrecintos laterales [fig. 15.23].21 Caso detectó hastatres episodios de pintura en los murales. La docu-mentación multiespectral digitalizada de las pintu -ras confirma la existencia de múltiples superposi-ciones.22 No obstante, las repintadas no involucrarontodos los murales, sino solamente áreas específicas,lo que dificulta establecer su contemporaneidad y,por tanto, determinar el número de episodios dis-tintos. Los murales más modificados son los que vande los recintos laterales hacia el fondo de la tumba,aunque sobrepinturas discretas, aisladas y parcialesocurren en los otros dos muros. Debido al estadoactual de los murales, es difícil la separación deca da evento de pintura. No obstante, para aclarar laconfiguración del programa mortuorio y sus cam-bios a lo largo del tiempo, la discusión se hará pre -sentando el desarrollo hipotético reconstruido delos murales en términos de dos episodios princi-pales de pintura.

El desarrollo simultáneo de todos los muralespermite entrever que el programa original desple-gaba simetría, aunque no estrictamente bilateral[fig. 15.24]. La composición general de todos los mu -ros se suma a un esquema de tres registros hori-zontales. El registro superior tiene versiones abre-viadas o desdobladas del glifo U, acompañado designos adicionales como ‘hojas’ y ‘lengua de lagar -to’ (en las jambas), ‘bolsa’ (en los muros laterales) y‘ojos’ (en la porción anterior de los muros laterales

y en la pared del fondo). El significado de estos sím -bolos se verá más adelante, pero el glifo U es el queCaso (1928) nombró “fauces celestiales”. Cada glifoU precede lo que caracterizaríamos como subcon-juntos en la narrativa, siendo éstos siete en total(dos en las jambas, dos en los muros laterales en suporción anterior, dos en los muros laterales ensu porción posterior —incluyendo los recintos alos lados— y uno en la pared del fondo). El regis-tro medio, el de mayor altura, posee grupos de per - sona jes en procesión, todos ricamente ataviados yacompañados por sus nombres calendáricos y enocasiones por sus nombres personales, enfilándo -se en diferentes direcciones. Varios de los nombresque identificaban a los personajes no son reconoci - bles, debido a la superposición de pinturas y a laerosión que los murales han sufrido a través deltiem po. Las jambas presentan parejas hombre-mu -jer confrontándose; la parte anterior de los muroslaterales exhibe dos pares de parejas que procedenen dirección a la entrada de la tumba. Los murosorientales de los recintos a los lados y las paredeslaterales en la parte posterior de la cripta muestrancada uno una pareja, confrontadas entre sí. El murodel fondo tiene una pareja dirigiéndose hacia ungran glifo central, acompañado de numerales. El re -gistro inferior, el más angosto de los tres, contabacon una secuencia de diseños dobles, en posiciónalternada, separados por dos bandas verticales.

El esquema en la fig. 15.25a marca la posición delos glifos U e indica la colocación de los personajes,su sexo, sus nombres calendáricos y la dirección queguardaban entre sí cuando los murales se pintaronoriginalmente. Nótese, como lo indican las flechaspunteadas, el contraste en la posición de mujeres yhombres en relación con el eje longitudinal de latumba. La única excepción en esta alternación sonlos personajes pintados en las jambas.

La narrativa en los murales alude, entonces, a19 individuos, incluido el que aparece solamenteidentificado por su nombre calendárico en el murodel fondo. Como la escena pintada en esta pared esvisualmente la más importante, supondré que el

22 Esta técnica de prospección remota sólo se empleó para docu-mentar las pinturas del muro este de la tumba.

El arte de pintar las tumbas | 555

21 Además, el techo de la tumba tiene en varias partes grupos tri-ples de manchones ejecutados con pintura roja. Su aplicación esmuy semejante a los diseños pintados en las fachadas de variastumbas [véase fig. 15.13].

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Muro este Muro norte Muro este Muro sur Muro este(recinto norte) (posterior) (posterior) (recinto sur)

Jamba norte Muro norte (anterior)

Figura 15.24. Desarrollo del programa original en las pinturasde la Tumba 105 de Monte Albán (reconstruido). (Dibujo: J. Urcid, 2004.)

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El arte de pintar las tumbas | 557

Muro sur (anterior) Jamba sur

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nom bre calendárico 13 Mono identifica al ances-tro apical de un ramaje cónico. A partir de ello,hay dos detalles sintagmáticos que permiten suge-rir la secuencia genealógica entre todas las parejasrepre sen tadas. Uno es la dirección del glifo ‘mono’viendo hacia la izquierda; el otro —como se evi-denciará posteriormente— es una pauta clara ydiscernible en los murales de la Tumba 104 deMonte Albán y en los de la cámara principal en laTumba 5 del Cerro de la Campana, donde indivi-

duos “viejos” aparecen a la izquierda y personajes“jóvenes” a la derecha.23

Entonces, el orden genealógico en los mura-les de la Tumba 105 sería como se indica en la ta-bla 15.3. Una implicación de este ordenamientoes que la pareja que habitó la casa se enterró enla tumb a y posiblemente comisionó las pinturases la que está representada en la jamba sur, es decir,la seño ra 5 Venado (5 G) y el señor 2 Jaguar (2 B).Otra implicación es que la relación sintagmática

558 | Oaxaca I Estudios

como viejos con un solo diente y el prognatismo que resulta porla pérdida ante mortem de la dentición.

Glifo U

Ancestro apical

Dirección de la procesión

Sexo opuesto

Mismo sexo

a b

?12 Z 13 O ?

? 2 ?

8A 10 O

1 Z 4 M

1 E 4 B

7 E 3 O

13 ? 5 G

? 2 B

7 L? 5 L?

?12 Z 13 O ?

1 F 2?

8A 10 O

1 Z 4 M

1 E 4 B

7 E 3 O

13 ? 5 G

? 2 B

1 L 5 L?

Figura 15.25. a) Esquema de la Tumba 105 de Monte Albán,resumiendo ciertos datos del programa narrativo original; b) modificaciones subsecuentes. (Dibujo: J. Urcid, 2004.)

23 En el muro norte anterior de la Tumba 105, la fisonomía de la se-gunda mujer claramente indica una persona joven, pero todos losdemás personajes en el programa original se representaron

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El arte de pintar las tumbas | 559

Tabla 15.3. La genealogía inicial en el programa mortuorio de la Tumba 105 de Monte Albán

13 O Ancestro apical (sexo no especificado)

Dibujo: J. Urcid, 2004.

Muro del fondo

Muro del fondo

Muro lateral norte (posterior) / muro del recinto lateral

Muro lateral norte (anterior) (con sobrenombres)

Muro lateral norte (anterior) (con sobrenombres)

Jamba norte (al menos el hombre tenía sobrenombre)

Muro lateral sur (posterior) / muro del recinto lateral

Muro lateral sur (anterior)

Muro lateral sur (anterior) (sólo el hombre tiene sobrenombre)

Jamba norte

12 Z = ? ?

7 L? = ? ?

1 Z = 8 A

o 13 A

7 E = 1 E

? ? = 13 ?

2 ? = 5 L?

10 O = 4 M

o 9 M

4 B = 3 O

5 G = 2 B

Page 49: El arte de pintar las tumbas: sociedad

entre los nombres de la genealogía va del fon dode la tumba (donde se nombra al ancestro apical)hacia la entrada de la tumba (donde se nombra ala pareja más reciente).

Tiempo después de usarse la tumba por pri-mera vez, la composición original del programanarrativo se modificó al alterar los murales en lapar te posterior de la cripta [fig. 15.26]. En el regis -tro superior del muro del fondo, se pintó un glifo Umás gran de que cubrió al anterior. Además, estegli fo tiene tres ‘ojos’ suspendidos del borde infe-rior, en vez de los dos que había en la versión an -te rior. En cuanto al registro medio en este muro,también se decidió agrandar el glifo calendáricocentral, aprovechando la segunda barra numeralcomo parte del coeficiente y pintando otra inferiora ésta, con sus extre mos doblados hacia abajo, se-guida de tres pun tos. A pesar de que no queda hue -lla, la barra do bla da y los tres puntos abajo debieroncubrir los tres puntos nu merales del coeficienteanterior. Otra im plicación del agrandamiento delglifo calendárico central es que el cartucho que loenmarca tapó par cialmente las volutas del hablade los personajes laterales. Tam bién parece eviden -te, aunque no exis tan rastros de ello, que al menos eltocado de la mujer a la derecha del glifo centralse modificó sus tancialmente. Además, la posiciónde la cabeza de la mujer al frente de su pecho su-giere que el artis ta quiso representar una mujerancia na con joroba.

En cuanto al mural lateral norte, contiguo a lapared del fondo, también se alteró radicalmente,pues el personaje femenino precedente que se diri-gía hacia la entrada de la tumba quedó sustituidoparcialmente con la representación de un persona -je masculino en dirección opuesta. A diferencia delpatrón en el primer episodio de pintura, en el quelos nombres personales o calendáricos se pintaronenfrente de los personajes, en este caso el glifo queidentifica al individuo sobrepintado, aparece atrásde su tocado. Se trata del glifo 1 F, con el ojo del búhosustituido por el glifo D. La fisonomía de este per-sonaje denota que era un adulto joven. Otra altera-ción en el muro este del recinto lateral norte se dioal cambiar el personaje masculino anterior, poruno femenino. No obstante, la dirección y avanza daedad de este personaje no cambiaron respecto delprecedente. En este caso, la colocación del glifo

de la mujer sí observó el patrón, puesto que delan -te de ella aparece el signo 1 L.

En los murales del lado opuesto hay indiciosde que el personaje masculino que se dirige haciala entrada de la tumba sería sustituido por otro endirección contraria, pero esta alteración quedó in -con clusa y sólo se delineó parte de un nuevo to-cado y del abanico con plumas que los personajesmasculinos portaban en la espalda. En el caso delmural en la pared este del recinto sur, únicamentehay evidencia de varios glifos pintados con líneasnegras sobre el personaje femenino anterior [fig.15.27a]. Posiblemente fueron dos columnas glíficasque ya están muy erosionadas. A la izquierda sólose recono cen dos barras numerales y el glifo ‘pez’.Abajo a la derecha, se observa el glifo I, seguido arri - ba por un cartucho cuyo marco inferior externo tie -ne las puntas dobladas a los lados. El signo que debióestar dentro del cartucho es ilegible. Encima de esteúltimo hay dos volutas de habla tan semejantes ala que ocurre en los murales de la Tumba 104, quesugiere una apli cación en ambas tumbas casi coetá -nea. La incompletud de esta inscripción imposibi-lita una exégesis, pero el análisis contextual de casitodos los ejemplos conocidos del glifo I (n = 23)sugiere que el signo posee varios valores, uno delos cuales es el conteo de ciertas unidades, o paraindicar el término de ciclos cuyo lapso no se ha di-lucidado aún (Urcid, 2001: 247-250). En cuanto alglifo ‘pez’, se ha propuesto (Kaufmann, comunica-ción personal 1994) que tiene un valor logográfi coy significa cau tivo. De los otros 22 ejemplos cono-cidos del glifo, ninguno aparece acompañado decoeficientes, y usualmente ocurren al final de tex-tos breves (Urcid, 2003a: 124-128). Como el ejem ploen cuestión no puede ser un nombre de día, am-bas barras pintadas especificarían la “toma de diezcautivos”.

El esquema en la fig. 15.25b resume los cambiosdescritos en este segundo episodio de pintura. Alparecer, las modificaciones señaladas obedeceríana la necesidad de aumentar el registro genealó-gico, sustituyendo a una de las parejas más ances-trales por la pareja que sucedió a quienes comisio -naron los murales. Esta estrategia también habríatenido el objetivo de recalcar su relación directa conel ancestro apical. Como evidentemente había pla-nes de repintar al personaje en el muro sur pos te -

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rior, los cambios debieron ser comisionados porotro descen diente más. Por lo tanto, la secuenciagenealógica completa habría sido como se ilustraen la tabla 15.4.

Las descripciones de los murales hechas porCaso (1938: 89) y Miller (1995: 99-102), lo mismoque las observaciones obtenidas durante la docu-mentación multiespectral de los murales, hacenpatente la ocurrencia de muchas otras sobrepintu-ras aisladas, pero todas fueron modificaciones aldiseño original, las cuales obedecieron a razones deotra índole y no a sustituciones como las que se co-mentaron antes. El ejemplo mejor registrado apare -ce en el dibujo del muro norte, elaborado por FelipeDávalos (Miller, 1995: lám. 14), específicamenteen el brazo izquierdo del último personaje en laprocesión, a quien se le modificó la postura por lomenos dos veces.24

El programa narrativo en el registro medio delos murales presenta variaciones en cuanto a dos atri -butos: la presencia de nombres personales25 y de vo -lutas de habla. A pesar del estado incompleto de losmurales, es evidente que sólo algunos de los perso-najes estaban identificados tanto por sus nombrescalendáricos, como por sus nombres personales. Almenos ocho individuos tienen sobrenombre, otrosseis no los tenían y para los cinco restantes no esposi ble determinarlo. La fig. 15.28 desglosa los queaún sobreviven. Igualmente evidente es el hechode que no todos los personajes tenían voluta dehabla. On ce de ellos sí; en uno no es posible deter-minarlo por el estado de las pinturas, y nueve perso -najes —in cluyendo al que se nombra al fondo dela tumba— carecían de aquélla. El recurso visualde la voluta de habla parece imbuir a los ancestroscon vida, hacién dolos partícipes de los asuntos delos vivos.

La individualidad de los personajes no sólo la de -notan sus apelativos, sino también las vestimentas.La indumentaria de las mujeres varía menos que lade los hombres, e incluye una falda y una blusa(Làtipitàni, según Córdova [1987a: 69]) que cubre eltorso.26 Aunque las características fisonómicas sonen su mayoría estandarizadas, otro elemento que in - dividualiza a los personajes son los tocados queportan. La fig. 15.29, ordenada conforme a la secuen -cia genealógica propuesta, los identifica. De estalis ta se infiere que los elementos primarios másfrecuentes en los tocados son los de Xicani (cuatroveces), glifo M (Cociyo) (cinco veces) y glifo U (dos).Ninguno de éstos tiene una asociación exclusivacon mujeres u hombres.

También hay tocados que incluyen como ele-mentos secundarios o terciarios la representaciónde los glifos C, D, J, Ñ, Z, la lengua y ojos de lagarto(sinécdoque del glifo V), y el glifo Epsilon. Todos és-tos, excepto por la imagen de Xicani, son signos conversiones en la lista de los veinte nombres de losdías [compárese con la fig. 20]. Por lo tanto —al me-nos para los signos cuyo nombre en zapoteca sí seha traducido— los tocados aluden a conceptoscomo relámpago, maíz y lluvia. Hay, además, otrosglifos en los tocados que no tienen versiones calen-dáricas, incluyendo el glifo ‘gota’, el glifo ‘hoja’, elglifo ‘nariguera’, el glifo ‘bolsa’ y la representaciónde rosetones. Cabe señalar que en el tocado del se-ñor 3 Mono, representado en la parte anterior delmuro sur, hay dos formas del glifo ‘sangre’. Una si-gue las convenciones del Altiplano Central y la otralas del suroeste de Mesoamérica (Urcid, 1993: 146 yfig. 11).27

Respecto de la imagen designada con el térmi -no Xicani, resulta ser homóloga de las representa-ciones más tardías de la ‘serpiente de fuego’ en la

26 Respecto del término para nombrar la blusa femenina, al menosdurante el siglo XVI la palabra nahua huipil era ya un préstamoque formaba parte del léxico en zapoteca, pues la entrada en eldiccionario de Córdova ‘camisa de muger india’ empieza con elsinónimo en náhuatl huaypill y luego da el vocablo en zapoteca.

27 El complejo cerámico Dxu’ de la fase Pitao incluye braseros conla versión del glifo ‘sangre’ común en el Altiplano Central (Martí-nez López 1994: 41-42), lo que permite anclar temporalmentelos murales de la Tumba 105.

El arte de pintar las tumbas | 561

24 La descripción detallada de estos cambios aparece en Miller,1995: 100-101.

25 Aunque Córdova no menciona la práctica de poner sobrenom-bres a las personas, esta costumbre entre los zapotecas estábien sustentada en documentos etnohistóricos (Whitecotton,1982). Además, los nombres propios abundan en las inscripcio-nes zapotecas desde la fase Danibaan, como lo ejemplifican losglifos en muchos de los personajes grabados en los monolitosque decoraban la fachada del Edificio L-sub (Caso, 1965a: 849)y en otros programas narrativos posteriores asociados a la arqui-tectura monumental (Urcid, 2001: 362-376).

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Muro este Muro norte Muro este Muro sur Muro este(recinto norte) (posterior) (posterior) (recinto sur)

Jamba norte Muro norte (anterior)

Figura 15.26. Desarrollo del programa modificado en laspinturas de la Tumba 105 de Monte Albán (reconstruido).(Dibujo: J. Urcid, 2004.)

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El arte de pintar las tumbas | 563

Muro sur (anterior) Jamba sur

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Mixteca Alta (Yahui) y en el Altiplano Central(Xiuhcóatl). La palabra mixteca yahui equivale,según el diccionario de Alvarado, a “hechiceroque por los aires vuela”, un significado que le per-mitió a Smith (1973b: 63) aclarar la representaciónde los personajes Tortuga-Serpiente de Fuego enlos códices mixtecos como seres voladores. Jansen(1982: 84) ha demostrado cuatro contextos sígnicosdel yahui en la semasiografía posclásica: 1) comosobrenombres de personas; 2) como el nagual decier tos individuos; 3) como ciertos sacerdotes quetenían un oficio especial a los que se les llamabaiya yahui, es decir, “nigromántico señor”, y 4) co mo larepresentación de un ser mítico. En relación conla segunda acepción, Jansen menciona cómo en lascreencias mixtecas actuales perdura la noción deque estos naguales se convierten en “bolas de lum-

bre”, citando además una historia de creación es-crita en 1729 por un autor llamado García, quiendice acerca de un hijo de la pareja primordial:

El segundo también se transformaba en un animal

pequeño, figura de Serpiente, que tenia alas, con que

volaba por los Aires con tanta agilidad, i sutileza, que

entraba por las Peñas, i paredes, i se hacia invisible.

Para evitar la imposición de vocablos en ná -huatl o en mixteco en la descripción de murales za-potecas, simplemente he tomado el termino xicaniporque éste, según el diccionario de fray Juan deCórdova, significa “hechicero embaydor, nigroman-tico” (1987a: 216v), en otras palabras, el términoque los misioneros españoles usaron para referirsea las personas con habilidad para comunicarse con

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a b

?

Cartucho conglifo ilegible

Sinécdoque del Glifo U

Glifo E

Glifo U

Bolsa Ojo Hoja Ojos de lagarto invertidos y tres gotas de agua

GlifoPez

Numeral 10Volutas

Glifo I

Voluta en elmuro sur de la Tumba 104de MonteAlbán

Figura 15.27. a) Glifos pintados en el muro este del recintosur de la Tumba 105 y comparación con una de las volutasen los murales de la Tumba 104 de Monte Albán; b) el glifo Uy los signos asociados a éste en los murales de la Tumba 105de Monte Albán. (Dibujo: J. Urcid, 2004.)

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El arte de pintar las tumbas | 565

Tabla 15.4. La genealogía completa en el programa mortuorio de la Tumba 105 de Monte Albán

13 O Ancestro apical (sexo no especificado)

Dibujo: J. Urcid, 2004.

Muro del fondo

Muro del fondo

Muro lateral norte (posterior) / muro del recinto lateral

Muro lateral norte (anterior) (con sobrenombres)

Muro lateral norte (anterior) (con sobrenombres)

Jamba norte (al menos el hombre tenía sobrenombre)

Muro lateral sur (posterior) / muro del recinto lateral

Muro lateral sur (anterior)

Muro lateral sur (anterior) (sólo el hombre tiene sobrenombre)

Jamba norte

Muro lateral norte (posterior) / muro del recinto lateral

Muro lateral sur (posterior) / muro del recinto lateral

12 Z = ? ?

7 L? = ? ?

1 Z = 8 A

o 13 A

7 E = 1 E

? ? = 13 ?

2 ? = 5 L?

10 O = 4 M

o 9 M

4 B = 3 O

5 G = 2 B

1 L = 1 F

? ? = ? ?

Page 55: El arte de pintar las tumbas: sociedad

566 | Oaxaca I Estudios

Tocado de plumas

¿Bola de hule?

Cabellera con banda anudada

Tira

7 E (7 Temblor)

Tira con chaquiras

Tira

M (Relámpago)

Bezote

3 O (3 Mono)

Mazorca

E (Tierra)

1 E (1 Temblor)

Chaquiras con glifo E

Hoja

Mazorca

E (Tierra)

M (Relámpago)

8 o 13 A(8 o 13 Nudo)

Figura 15.28. Desglose de los conjuntos glíficos con nombrescalendáricos y sobrenombres que perduran en los murales de la Tumba 105 de Monte Albán. (Dibujo: J. Urcid, 2004.)

Muro norte (anterior) Muro sur (anterior)

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El arte de pintar las tumbas | 567

Tira con reticulado

Voluta con chaquira

Centro connumeral tres

Mazorca

1 Z (1 Agua)

Tira con flecos

5 G (5 Venado) Voluta del habla

Talega de copal 2 B(2 Jaguar)

Talega de copal

(se desconoce el nombre calendárico del personaje)

Jamba norte Jamba sur

Page 57: El arte de pintar las tumbas: sociedad

568 | Oaxaca I Estudios

13 O Ancestro apical (sin tocado)

Rosetones 12 Z = ?? Xicani

No identificable ?? = ?? No identificable

Cabeza en perfil con 1 Z = 8 A Cociyo (glifo M)línea en la mejilla, tocado y mano (glifo Ñ)

Glifo U con tres 7 E = 1 E Yelmo con placaglifos J (‘maíz’) y rosetones

Xicani con lengua de ?? = 12? Glifo U con un glifo J (‘maíz’) Lagarto y glifo ‘gotas’ y glifo D (‘caña’)

Rosetones 2 ? = 5 L? Xicani

Xicani con glifo C 12 O = 9 M Cociyo (glifo M)(‘lluvia’) con dos glifos ‘sangre’

Glifo Ñ con características 4 B = 3 O Turbante con dos glifos de Cociyo (glifo M), un glifo J parcial (‘maíz’) y un glifo C parcial (‘lluvia’)

Turbante con ojos 5 G = 2 B Turbante con piel de jaguar, de lagarto, glifo ‘gotas’, Cociyo (glifo M), lenguaglifo ‘agua’ y glifo ‘hoja’ de lagarto y glifo ‘gotas’

Cociyo (Glifo M) 1 L = 1 F Borde con ojoscon glifo J (‘maíz’) de lagarto

Figura 15.29. Los tocados de los personajes en los murales de la Tumba 105. (Dibujo: J. Urcid, 2004.)

Page 58: El arte de pintar las tumbas: sociedad

los muertos (es decir, con los antepasados). Ahoraya es evidente (Urcid, 2001: 207, fig. 4.108) que losvalores semánticos mencionados por Jansen sonaplicables también a la semasiografía usada en losValles Centrales de Oaxaca en tiempos anteriores alPosclásico. Además, también hay una fuente docu-mental del siglo XVII en el Archivo General de In-dias, procedente de la Sierra Norte zapoteca, dondese relata un caso de nagualismo muy semejante alcitado por Jansen:

El primero de estos casos corresponde a la declara-

ción de un brujo del pueblo de Joia o Xolaaci (Yaga-

vila), el cual dice que “se queda como adormecido

y le parece mira todo el mundo y empezó de edad

de 10 años que estando en su pueblo durmiendo

fue arrebatado una noche y llevado al pueblo de

Yaxila”. Según dice el propio declarante, el maestro

que lo instruyó le dijo que fuese a la laguna y le pi-

diese que quería ser brujo. Lo hizo así, al tiempo

que sacrifica ba una gallina de la tierra, y diciendo

estas palabras: “Tú, Rayo de este lugar, haz que me

vuelva fuego y sea lumbre que vaya a cualquier

parte”. Y en efecto, se “volvió lumbre” y empezó a

volar. Dice el declarante que para hacer lo referido

se va siempre a un despoblado donde deja su cuer -

po. En una ocasión dice que, por vengarse de un

enemigo suyo, “una noche fue y le sacó a un hijo

suyo que sería de edad de dos días nacido y lo trajo

en dicha forma y en dicha laguna lo sacrificó, dego-

llándolo y sacándole el corazón” (Alcina Franch,

1971: 24-25).

Este relato, y el hecho de que en muchas repre -sentaciones de Xicani éste aparece como un hom-bre-tortuga que lleva un cuchillo bifacial (véase Ur-cid, 1999: 243, fig. 9), permite especificar que eloficio sacerdotal mencionado por Jansen incluyeprecisamente el de sacrificador.28

Las posturas de los personajes en los muralesde la Tumba 105 son muy canónicas, lo que destacael ademán del personaje que encabeza la proce-sión en la sección anterior del muro sur. Caso(1938: 88) apuntó que el personaje arroja al suelo

unos granos. Miller interpreta ese ademán como eltípico gesto de la adivinación (1995: 94). Este ade-mán aparece en forma glífica en los murales de laTumba 112 (apéndice 2; véase también Miller, 1995:lám. 15.8), formando un conjunto que incluye unamano arrojando cuatro granos de maíz sobre unárea rectangular dividida en seis cuadros rayadoscon líneas perpendiculares, uno en relación con elotro. Miller (1995: 94) interpreta este último comola representación de campos de cultivo, lo que im-plica que el gesto bajo discusión denota más bien lasiembra del maíz que el acto de arrojar granos deelote sobre un petate, como sería el caso de la adi-vinación. Esta segunda alternativa parece más viable,por el hecho de que, en las convenciones gráficaszapotecas, las líneas en los cuadros que re presen tanel entrelazado del petate son diagonales y se cruzanunas sobre otras.

Por otra parte, la convención de representarcampos de cultivo también ocurre en Teotihuacány Xochicalco. Además, el contexto sintagmático delademán en el mural de la Tumba 105 es en relacióncon el acto de caminar, no con el sedente.

Las mujeres llevan los brazos cruzados con lasmanos sobre el pecho. La estrategia visual a la quese recurrió para indicar esta postura es anatómica-mente imposible, pero a la vez resulta muy efectiva(las manos están encontradas y muestran las pal-mas). Los hombres portan bolsas de copal, y al me-nos uno de ellos (8 o 13 A) porta una lanza. Ignorola identidad del objeto que lleva 1 F (en el muronorte posterior).

Si retomamos el asunto del glifo U que apare cerepetidas veces en el registro superior de los mura -les [fig. 15.27b], existen varias propuestas respectode su función, que no necesariamente son mutua-mente excluyentes. Aquí he evitado el uso del tér-mino “fauces del cielo” acuñado por Caso, y me heremitido a designarlo arbitrariamente con la letraU. Esto obedece al hecho de que el primero tie neconnotaciones con la ideología occidental cris-tiana (cielo), aunque Caso lo llamó así, simplemen -te por su ocurrencia en la parte superior de mu-chas escenas narrativas. No obstante, el glifo se

para llamar o ahuyentar las lluvias o en las exequias a los difun-tos (véase Boone, 1983: 60 [72]).

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28 En Mesoamérica, los caparazones de tortuga se usaban comoinstrumentos de percusión en contextos rituales variados, incluso

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Fachada de la cámara principal en la Tumba 5 del Cerro de la Campana, Suchilquitongo

Figura 15.30. Diferencias en la elaboración de tumbas que tienen el glifo U. (Dibujo: J. Urcid, 2004.)

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Fachada de la Tumba 1 de Los Reyes, Etla Fachada hipotética de una tumba con jambas compuestas(jambas 9269-9271, antes en el Museo Frissell, Mitla)

0 1 m

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usó en ocasiones como un pedestal, es decir, abajode las composiciones (Urcid, 2001: 205-206). Es in-discutible que, en ciertos ejemplos, el glifo alude aun ave (Urcid, Winter y Matadamas, 1994: 22-24;Taube, 1995: 91). Incluso se ha establecido su cer-cana correspondencia morfológica con el dios AvePrincipal en la semasiografía maya (Taube, 1987: 3y 1988: 343), un símbolo que en la historia de lacreación narrada en el Popol Vuh funge como el vo -látil engreído que vivía antes de la creación delmundo y que en un episodio dramático de una ca-cería con cerbatanas es derribado de su árbol porlos gemelos Hunapu e Xbalanque. Esta imagenaparece en escenas de sucesión real en narrativasvisuales mayas (Taube, 1987: 8) y en escenas zapo-tecas relacionadas con la transferencia de ciertostítulos y privilegios (Urcid, 2003b). Marcus (1983b:191) ha argumentado que el glifo U era un símbolopara especificar la descendencia real.

Un análisis sobre la distribución del glifo U, gra -bado en monumentos asociados al núcleo político-administrativo de Monte Albán, muestra clara men teque aparece concentrado en los edificios de la Pla-taforma norte, lo que sugiere que el Vértice Geo-désico es un conjunto del tipo TPA con funcionesprimordialmente funerarias, es decir, es ahí dondedeben estar las tumbas de los gobernan tes deMonte Albán (Urcid, s. f.). Sin em bargo, como lo in -dica la fig. 15.30, en la que se compa ra con la mis -ma escala los programas mortuorios en las fachadasde tres tumbas con el glifo U graba do, es evidenteque el uso del símbolo en Oaxaca no fue exclusivode la clase gobernante, como lo ar gumen ta Mar-cus, sino también de la clase noble que sólo teníalos medios para comisionar decoraciones funera-rias modestas.

Puesto que el glifo U aparece en ciertas narrati-vas como un portal entre el mundo de los vivos y elde los antepasados, su representación se referiría aldios Pitao Cozáana, un ser sobrenatural específica-mente identificado por Balsalobre como el Dios delos Ancestros (1988 [1656]: 111). Su reubicación enel primer lugar en la serie de nueve señores pro-puesta por Sellen (2002: tabla 5.3) permite equipa-rar a Pitao Cozáana con la deidad que fray Juan deCórdova (1987a [1578]) describió mediante diversosepítetos, como “el dios creador de todo”, “el DiosTrece”, “la Gran Engendradora”, “el Sol”, “el gober-

nante que rige el linaje”, “el gran gobernante yjuez”, “el creador”, “el gobernante eterno” (SmithStark, 2002: 95-110).

Falta mucho por comprender el significado delas asociaciones que el glifo U tiene con los otrossig nos consignados en el registro superior de losmurales en la Tumba 105 de Monte Albán. Em-pero, como se verá en las otras tumbas analizadas,es obvio que el glifo ‘hoja’ —con el que aparece enlas jambas de la cripta— debe representar unaplanta que en la antigua ideología tuvo una granimportancia ritual, pues muchas veces hay repre-sentaciones de indivi duos que la ofrendan sola oen mano jos. Aunque, en marcada en la mentalidadcristiana, una entrada en el diccionario de Cór-dova es muy sugerente para identificar el origendel glifo ‘hoja’, pues los domini cos designaron unaplanta en particular con la palabra “pecado” (tola).Según el fraile, se trataba de

una yerua de que antiguamente hazian vna soguilla

o tomiza [es decir, manojos o cuerdas] y leuauanla

ala confession y ponianla en el suelo delante del pi-

gana [sacerdote] y confessauanse de los pecados que

querian. Esta se llamaua Tola, que es vna yerua de

los eruaçales, y de alli quedo, tola, por el peccado y

así dicen Lao tola, el lugar del peccado o d(e)la con-

fesión aunque tambien es cosa obscura (Córdova,

1987a: 228v).

La asociación del glifo U con el glifo ‘bolsa’ sereferiría al uso imprescindible del copal en el pro-ceso de invocar a los antepasados, y su represen-tación con ojos quizá aluda —siguiendo una analo-gía con las convenciones de la escritura más tardíaen estilo Mixteca-Puebla— a un contexto “oscu -ro”, en el cual los ojos representan estrellas. En elcaso del registro superior en la jamba norte, es evi -dente que el glifo U está sustituido, por lo que pareceun glifo E, es decir, la representación cuatripartitade la tierra [fig. 15.27b].

En el corpus actual de las convenciones gráficaszapotecas, los motivos alternados en el registro in -ferior de los murales son únicos. Sin embar go, al gu -nos de sus atributos se asemejan en forma, mas noen color, a los diseños de las cajas re pre sen tadasen los murales de la Tum ba 104 [fig. 15.31], lo quesugiere que los personajes caracterizados en los

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murales están sobre una banda que representa en-voltorios sagrados. Como se aclarará al examinarlos murales de la Tumba 104, los envoltorios y sucontenido posiblemente estaban ligados a concep-ciones sobre la propiedad de la tierra, pero los mo-tivos en el registro inferior en las pinturas de laTumba 105 no denotan locali dades específicas.29

La Tumba 104 de Monte Albán

La Tumba 104 de Monte Albán está asociada a unpalacio con tres patios contiguos de diferente tama -ño, aparentemente separados por corredores, cadauno con sus cuartos alrededor [fig. 15.32]. Es eviden -te que se trata de un solo conjunto palaciego, conun muro largo al oeste que corre entre el Conjun -to C (el de la tumba) y el lado norte de la Platafor -ma norte, demarcando así el conjunto residencial yseparándolo de las casas superpuestas que formanel montículo en la Terraza 18 (al oes te). Respectode otras residencias conocidas, la con fi gu ración delpatio principal en este palacio es peculiar, pues -to que carece de un recinto en el lado este y de unacce so oculto [compárese con la fig. 15.7]. No obs-tante, como el patio de la tumba es parte de unaresidencia más grande que involucra a los conjun-tos C, D, E y F, los cuales ocupan toda la Terraza20, la entrada al palacio debe estar aún sin explo-rar en el conjunto F.

Si la configuración arquitectónica del palacio especuliar, en cierto sentido, la tumba también es atí-pica, ya que está bajo el cuarto oeste del patio prin-cipal. Pero es evidente que los constructores optaronpor esa localización para evitar posibles deslaves siel patio y la tumba se hubiesen construido junto a laorilla este de la Terraza 20. El conjunto residencialsobre la Tumba 104 parece tener un solo episodioconstructivo. Además, la cripta contuvo los restosde un individuo cuyo cuerpo y ofrendas nunca fue-ron disturbados [fig. 15.33a]. Esto sugiere un períodode uso corto para la tumba, pero no necesariamentepara la ocupación del palacio. Caso encontró al me-

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Motivo en el registro inferior en los murales de la Tumba 105

Las cajas representadas en los murales de la Tumba 104

El glifo de Cerro

Los motivos en las cajasrepresentadas en los murales de la Tumba 104 girados 90°. El de la izquierda aparece además desdoblado bilateralmente

Figura 15.31. El motivo en el registro inferior en losmurales de la Tumba 105 de Monte Albán, comparadocon las cajas representadas en los murales de laTumba 104 y con el glifo de Cerro. (Dibujo: J. Urcid, 2004.)

29 Caso (1938: 92) propuso que los motivos serían la representa-ción muy estilizada de una bolsa, y Miller (1995: 98, 102) argumen taque se parecen al glifo de Cerro, concluyendo que “posiblementeconllevan el significado de superficies o nombres de lugar”.

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Conjunto E

Terraza 20

Entierro VI 6

Figura 15.32. El Palacio de Tres Patios y la Tumba 104 de Monte Albán (se desconoce la procedencia exacta de las ofrendas y de la vasija efigie). (Dibujo de la planta y del esquema general: J. Urcid, 2004. Dibujo del vaso y de la escultura zoomorfa. Tomado de Caso, Bernal y Acosta, 1967: tablas XVI [67-núm. 181] y XIII [G3-núm. 24]. Dibujo de las ofrendas 8 y 6: A. Reséndiz, 2006. Tomado de Caso, Bernal y Acosta, 1967, fig. 236a, tabla VII (C-1 núm. 47) y figs. 213a-b, 219d. Dibujo de la vasija de la efigie: A. Reséndiz, 2006.Tomado de Caso y Bernal, 1952, fig. 432.)

Conjunto F (acceso principal al palacio)

EntierroVI 7

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Ofrenda 7Ofrenda 6

Tumba 1

Drenaje

Conjunto CConjunto D

Vasija efigie querepresenta una mujer con cabellotrenzado y tocado de ojo de lagarto.Altura 26 cm

Ofrenda 8

0 10 m

N

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nos dos ofrendas en el patio del Conjunto C (núms.6 y 8) y una en el patio del Conjunto D (núm. 7). Amenos que la Ofrenda 6 tuviera reliquias, su conte-nido sugiere una ocupación continua del conjuntoresidencial, desde la fase Niza (100 a. C. a 200 d. C.)hasta la fase Xoo (600-800 d. C.) (fase a la que corres -ponde el objeto encontrado en la Ofrenda 7 del Con -junto D). Asimismo, el Entierro VI-7 cercano alConjunto F, tuvo al menos la figurilla de un perroque, según Caso y su equipo, corresponde al ajuarcerámico de la fase Pitao (350-500 d. C.). A diferen-cia de los conjuntos C y D, el E parece haber sido re -modelado (al menos en una ocasión), agrandan dolas dimensiones de los cuartos al norte y al este delpatio. Por otra parte, Caso, Bernal y Acosta (1967:365-378) demostraron que el ajuar cerámico dentrode la tumba contiene materiales tanto de la fase Pi-tao, como de la fase Peche, lo que la sitúa temporal-mente entre 450 y 550 d. C.

El programa mortuorio que decora la cripta seejecutó en pintura mural y en piedra grabada. Ade-más, la tumba tiene una vasija efigie empotrada enel nicho central, en la parte superior de la fachada,lo que incorpora otro medio plástico en la narra-tiva visual. La lápida que Caso encontró sellando laentrada de la tumba tiene tres superficies grabadas.No obstante, sólo la inscripción que daba hacia elinterior de la tumba se relaciona con las pinturasmurales. Las otras dos superficies evidentementese habían grabado durante usos anteriores del mo-nolito y, por consiguiente, sus respectivas inscripcio -nes no guardan relación entre sí. Si desdoblamos elmonolito para poder ver todas las superficies gra -ba das a la vez [fig. 15.34], se observa que las ins-cripciones tienen sentidos diferentes. Este detalle,junto con los datos sobre el estado de preservaciónde las aristas en la lápida, permite decir que la pie -dra originalmente se usó como un dintel, con un

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Intrusión de acceso a la tumba(resanada)

Relleno constructivo

Piso deestucodel patio

Escalinata con dos peldaños

Fragmento de piedra grabadaintegrada al escalónRelleno constructivo

Vasija efigie con tocado de Xicani

Dintel

Canto grabado

Pretil

Bloques ypiedras lisasusadas parasustentar lalápida grabada

N

a b

0 50 m

Figura 15.33. a) Planta de la Tumba 104 de Monte Albán con su contenido; b) vista frontal de la fachada con la entrada sellada. (Dibujo: J. Urcid, 2004.)

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canto gra bado. En ese entonces, la piedra era másgrande de lo que es ahora. Por el tipo de inscrip-ción, bien pudo haber sido el dintel de otra tum -ba.30 Posiblemente, la lápida se quitó de ese con-texto y se usó para grabar otra inscripción, esta vezen una de las superficies grandes. No hay formade determinar cuál fue su segundo contexto, peroposiblemente se integró a un muro, de tal formaque el canto grabado anteriormente no se veía. An -tes de ser usado por tercera vez, seguramente alquitarlo de su segun do contexto, el monolito serom pió. Esto dejó ligeramente incompleta la se-gunda inscripción en su parte superior y redujo eltamaño de la piedra a su tamaño actual. El tercer

uso de la lápida fue para formar parte del progra -ma mortuorio de la Tumba 104. Para ello, quienesla grabaron simplemente voltearon el monolito ycambiaron el sentido de la inscripción, la cual estácontenida dentro del área ya reducida por la frag-mentación anterior del monolito.

Una comparación de esta tercera inscripcióncon la epigrafía en los murales pintados de la tum -ba revela varias repeticiones epigráficas. Tambiénse establecería un nexo entre el texto de la lápida,las pinturas murales y la vasija efigie colocada alcentro de la entrada a la cripta [fig. 15.35]. De estasinterrelaciones es evidente que el programa mor-tuorio alude tres veces a un personaje llamado 1 Ñy dos a otro llamado 5 E. La inscripción en la lápi -da tiene dos fechas anuales. Como ya está estable-cida la secuencia de los portadores en la CuentaRedon da zapoteca (Urcid, 2001: 113-150), el cálcu -lo de los lapsos entre las fechas se puede estable-

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30 Dicha inscripción va de izquierda a derecha y da una fecha anual(9 Relámpago), menciona una ofrenda de quince bolas de hule,nombra a un personaje llamado 5 Jaguar (5 B), y termina con losglifos ‘hoja’ y ‘bolsa’.

Primer uso Segundo uso Tercer uso

Figura 15.34. Secuencia de reúso de la lápida que sellaba la entrada a la Tumba 104 de Monte Albán.(Dibujo: J. Urcid, 2004.)

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cer, tenien do así, al menos, un parámetro cronoló-gico relativo. El portador anual a la izquierda es 7 G(7 Venado), el de la derecha es 11 Temblor (11 E).Los lapsos transcurridos que generan las posiblescom binaciones de estos portadores son 22 o 30años: año 7 G al año 11 E, cero a 22 años; año 11 Eal año 7 G, cero a 30 años.

Hay dos detalles sintagmáticos que apoyan laprimera lectura de las fechas anuales, es decir, la se -cuencia del año 7 G al año 11 E y, por consiguien te,un lapso de 22 años entre ambas fechas [fig. 15.36].Uno es que la sinécdoque del glifo U —el cual intro-duce o marca el inicio de muchas otras inscripcionesconocidas— está pegado al glifo de año con el por-tador 7 Venado. El otro es la dirección de los glifosen la inscripción, cuya diferencia permite dividir -la en dos partes. Mientras la fecha 7 Venado alude aun evento que involucró a los personajes 5 Temblor

y 6 Serpiente (6 Y), la fecha anual 11 Temblor estáasociada al personaje 1 Ñ y a otro llamado 5 M. De-jaré por el momento el problema de si el lapso esactivo (hacia delante, a partir del año 7 Venado) o re -troactivo (hacia atrás a partir del año 7 Venado), peroes evidente que el lapso cronológico aludido en lasfechas de la lápida es de una sola generación o, siaca so, dos, algo que apoya lo que se dedujo a partirdel análisis contextual de la tumba, incluyendo lapresencia de una sola fase de construcción del pa-lacio y de un solo individuo enterrado en la cripta.

Antes de retomar el asunto de qué es lo queconmemoran esas dos fechas, será útil delinear laestructura del programa mortuorio. Para ello meconcentraré en las pinturas de los muros lateralesy del fondo [fig. 15.35]. El desarrollo simultáneo delos tres muros permite hacer dos observaciones: lapri mera es que hay siete glifos con numerales que

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Desarrollo de los murales en elexterior e interior de la tumba

Las cinco vasijas efigie recreando la estructura del cosmos (el centro y los cuatro rumbos)

Superficie de la lápida que daba hacia el interior de la cripta

Figura 15.35. Desarrollo de todo el programa visual de la Tumba 104 de Monte Albán, incluyendo las vasijas efigie colocadas a la entrada de la tumba. Se muestran las repeticiones sígnicas entre los varios medios. (Dibujo: J. Urcid, 2004.)

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ocu pan el área que va de los nichos hacia atrás, dosconjuntos de signos no calendáricos pintados arri -ba de los nichos, y dos personajes representados enlos muros laterales entre los nichos y la entra da;la segunda observación es la simetría bilateral enel programa narrativo dada por la dirección de lospersonajes, de los glifos y por el tamaño relativo delos signos. Tal configuración hace que el punto focal,como en el caso de la Tumba 105, sea el glifo calen -dárico pintado en la pared del fondo, el cual tam-bién es el más grande de todos. Este detalle sintag -mático permite suponer que este glifo da el nombredel ancestro apical en la genealogía.

Otro criterio que permite sugerir la secuenciagenealógica con los demás glifos calendáricos en elprograma mortuorio es la edad de los personajesrepresentados. El de la izquierda es un anciano,como se deduce por el prognatismo mandibular

que resulta por la pérdida ante mortem de los dien-tes. En contraste, el de la derecha es un hombre jo-ven, como se deduce por la falta de atributos de ve-jez. Este contraste anciano-joven operaría comoíndice para señalar que los nombres calendáricosen el muro a la derecha son los antepasados “jóve-nes” (los más recientes) y los de la izquierda los an-tepasados “viejos”, es decir, los más antiguos y cer-canos al ancestro apical. La tabla 15.5 intenta darcuenta de la genealogía en el programa mortuoriode la tumba.

Hay varios puntos que aclarar y comentar delesquema en la tabla 15.5, empezando con la identi -ficación del señor 10 Serpiente (10 Y). La diferen -cia en tamaño entre el par de glifos calendáricosen el muro izquierdo, siendo el de abajo (10 Y) másgrande que el de arriba (2 M), sugiere que el pri-mero se refiere al personaje que está representado

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Primer texto Segundo texto

Nombrecalendárico 6 Y (6 Serpiente)

Glifo ‘pectoral’ ?

Glifo del año

Huella de pie

Nombre calendárico SE (5 Temblor)

Nombre calendárico 1 Ñ

Glifo del año

Representación de una figurilla

Portador 7 G (7 Venado)

Glifo 7I(conteo de algúntipo de unidad)

4 pelotas de hule acompañadasdel numeral 15

Bolsa de copalacompañadadel numeral 7 Caja con tapa

Portador 11 E(11 Temblor)

¿Numeral 5?

Glifo I (conteo de algúntipo de unidad)

Glifo introductor(sinécdoque del glifo U)

Nombrecalendárico 5 M(5 Relámpago)

Figura 15.36. Desglose de la inscripción en la lápida del programa mortuorio en la Tumba 104 de Monte Albán.(Dibujo: J. Urcid, 2004.)

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atrás. Ese nexo también está indicado por el hechode que el glifo 10 Y tiene abajo la represen tación deuna caja, un objeto que también aparece arriba delnicho, es decir, enfrente del ancia no. Establecer que10 Serpiente es su apelativo implica entonces que elnombre 2 Relámpago (2 M) sería el de su esposa.La identificación sexual de los integrantes de la si-guiente pareja en la secuencia genealógica (10 Gamay 10 F), presupone que, así como en el muro iz-quierdo el glifo inferior nombra a un hombre, lo mis -mo ocurre en el muro dere cho. La identificaciónmasculina del personaje 1 Ñ se basa en la suposi-ción de que tal signo, pintado arriba del nicho delmuro derecho, se refiere al joven representado in-mediatamente atrás. Su personificación en la vasijaefigie colocada dentro de la tumba (la cual portavestimentas propias del sexo masculino), tambiénapoya esa identificación. Por su contexto, el con-junto gráfico ‘corazón - hojas’ que aparece abajodebe ser el sobrenombre de 1 Ñ, un nombre per-sonal que se conoce en otras inscripciones, peroacompañando a otros nombres calendáricos [fig.15.37a]. En cuanto al sexo atribuido al personaje 5 E,se basa en la identificación del esqueleto encontra -do en la tumba (Caso, 1938: 82; Romero y Fastlicht,1951: 47).31 Tal vez la vasija efigie empotrada en lafa chada de la tumba sea su representación. Cabemencionar que, entre los objetos dejados como ofren -da para el señor 5 Temblor, había una peque ña va-sija vertedera de barro gris tipo G-3, con engobenegro y pulido, que tiene pintado en verde y rojoel glifo 9 E (9 Temblor) [fig. 15.37b].32 Tal vez esenombre identifique a la esposa de 5 Temblor, ma-dre de 6 Serpiente (6 Y). Este individuo, el últimomiembro de la genealogía, sólo aparece mencio-nado en la lápida y, por lo tanto, como en el casodel ancestro apical, no es posible determinar sugénero.

Caso (1938: 79) notó que los trazos en las pintu-ras tienen escurrimientos, por lo que dedujo quelos murales se elaboraron con premura. Esto y elesquema anterior permiten proponer las siguientesimplicaciones:

1) El señor 5 Temblor fue quien mandó cons-truir el palacio con la Tumba 104 como parteintegral del diseño arquitectónico. Es posibleque, anticipándose a su muerte, él haya co-misionado en vida las pinturas murales de lacripta, para dejar así un registro genealógicode su línea de descendencia. Sin embargo,5 Temblor muere y las pinturas tienen queterminarse rápido.

2) El señor 6 Serpiente comisiona la lápida paraconmemorar no sólo a su padre, sino tambiéna su abuelo 1 Ñ, legitimando así su posición.Una vez depositado el cadáver de 5 Tembloren la tumba, su personificación se inmorta-lizó mediante la vasija efigie empotrada enla fachada, y la personificación de su padre,1 Ñ, en la vasija efigie principal al centro dela entrada, se colocó para “protegerlo”. Ladisposición de dicha vasija, rodeada de cua-tro diminutas personificaciones del maíz,sitúa al abuelo de 6 Serpiente en el axis mun -di y le adjudica el papel de granicero. Laescena representada en el arreglo de las va-sijas no sólo marca los cuatro rumbos de latierra y alude a la creencia en el Cerro de losSustentos (López Austin y López Luján, 2004),sino que escenifica la historia del origen dela humanidad (y, por ende, el del ramaje có-nico de 10 X) a partir del maíz. Después delritual funerario, la tumba se selló para no vol -ver a abrirse hasta que Caso la descubrió.

¿Qué conmemoran entonces las fechas anualesen la lápida? Una posibilidad es que indiquen lasfechas de defunción del señor 5 Temblor (5 E) en elaño 7 Venado, y del señor 1 Ñ 22 años antes, enun año 11 Temblor. El lapso en tre ambas fechas coin -cide con la cifra aproximada de 25 años que se usóal realizar el análisis osteológico y contextual delas tumbas. Es posible, entonces, que la supuesta se -ñora 9 Temblor y su hijo 6 Serpiente habrían sidoquienes se vieron obligados a abandonar el pala-cio y la tumba, sin tener la motivación o los me-

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31 Ambas fuentes sólo identifican indirectamente el sexo del indivi-duo, al referirse a éste como un posible “sacerdote”, pero no esclaro si esta interpretación se basa en el análisis osteológico delesqueleto.

32 Caso identificó el glifo como 4 E (4 Turquesa) (Caso, Bernal yAcosta, 1967: 369 y 373, tabla XV).

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Pintura mural Lápida

Nombre que aparece junto al ancestro apical. ¿Representado en la vasija efigie empotrada en la fachada de la tumba?

Voluta del habla

10 X ancestro apical (sexo no especificado)

10 Y = 2 M

1 Ñ = 5 M

6 Y

(Pareja joven)

Nombrados en la lápida con el año 11 Temblor; 1 Ñ aparece con una caja

5 E nombrado en la lápidacon el año 7 Venado; 9 Enombrada en una ofrenda

Nombrado en la lápida con el año 7 Venado

Ego(sexo no especificado)

(Pareja anciana)

Voluta delhabla

Hombre anciano con dos cajas

5 E = 9 E

Hombre joven representadocomo Xicani sacrificador.También está representadoen la vasija efigie al centro de la entrada a la tumba

Tabla 15.5. La genealogía en el programa mortuorio de la Tumba 104 de Monte Albán

10 Gama = 10 F

Dibujo: J. Urcid, 2004.

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El nombre 1 Ñ Corazón-Hoja en la lápida de la Tumba 104 y el sobrenombre desglosado El nombre 12 H Corazón-Hoja en los monumentos SP-7a y SP-8b de Monte Albán

Numeral 4

Glifo E

Barra numeral (5)

Vertedera

Base de la vasija

a

b

Figura 15.37. a) El sobrenombre Corazón-Hoja en diferentes inscripciones zapotecas; b) vasito vertedero con el glifo 9 Temblor (9 E) encontrado entre la ofrendade la Tumba 104 de Monte Albán. (Dibujo: J. Urcid, 2004.)

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dios para reabrir la cripta y retirar los restos de suancestro más inmediato. No haber vaciado la tum -ba al momento de abandonar el palacio contrastacon un tema importante en el programa mortuo-rio. De acuerdo con la argumentación anterior, elseñor 10 Serpiente —tanto en su versión iconográ-fica como epigráfica— aparece en el muro sur dosveces como custodio de una caja. Por otro lado, lains cripción de la lápida da el nombre del señor1 Ñ, inmediatamente arriba de una caja. Resultaevi den te, pues, que un tema paralelo al de la se-cuencia genealógica es la transferencia de 10 Ser-piente a su nieto 1 Ñ (¿a través de 10 Gama?), de unaprerrogativa especial, es decir, la custodia de unobjeto aparentemente sacro. Antes de comen tar so -bre el significado de la caja, cabe mencionar dosrecursos sintagmáticos que usó el maestro pintor:uno es la voluta de habla frente al glifo nominalde la señora 10 F, la cual relaciona directamente ala pareja distante en la genealogía con el ancestroapical. El otro detalle es el glifo 5 E, pintado en elmuro del fondo de la tumba, cuya colocación y ta -ma ño rompe con la simetría bilateral de las pintu-ras (De la Fuente, 1999: 152). Este detalle sugiereque el signo está siendo enunciado por el glifo delseñor 10 Serpiente, el cual tiene una voluta de hablaencima del apéndice que adorna la nariz de su gli fonominal. De ser así, las pinturas también aludiríana la transferencia en la custodia de la caja al señor5 Temblor.

Para considerar el significado de las cajas repre -sentadas en el programa narrativo de la Tumba 104,me remitiré al proceso inquisitorial que los domini-cos llevaron a cabo entre 1544 y 1546 contra donDomingo, don Francisco y don Juan, señor natural,el primero, y gobernadores, los segundos, de Yan-huitlán (Jiménez Moreno y Mateos Higuera, 1940;Sepúlveda 1999). Ciertamente se trata de un docu-mento escrito casi mil años después y de una regióndistante de Monte Albán, pero, como se eviden cia -rá, su uso se justifica con base en una continuidad

en el culto a los ancestros, precisamente por seréste un aspecto fundamental de la organizaciónsocial y de la ideología prehispánica. Además, estáen curso el estudio de otros procesos inquisitorialesde 1560 a 1574, estos otros contra los señores natu-rales del pueblo zapoteco de Titiquipaque (Teiti-pac) (Van Meer, s. f.), donde también hay rica infor-mación sobre cajas en relación con los ancestros ysobre la custodia de sus tumbas.

Varias declaraciones de los testigos en el pro-ceso inquisitorial de Yanhuitlán dejan entrever quedon Domingo era el custodio de veinte envoltorios—designados en un pasaje como “petacas”— que te-nían, cada uno, su nombre calendárico, es decir, cadaenvoltorio representaba a un ancestro.33 Tambiénresulta revelador que los envoltorios tenían, entreotras cosas, figuritas antropomorfas de piedra verde(seguramente los ahora llamados penates), bolasde hule, copal, manojos con plumas de ave y la para -fernalia para el autosacrificio. Por el carácter subrep -ticio de sus actividades, don Domingo, don Francis -co y don Juan se veían en la necesidad de transferirconstantemente los envoltorios de un lugar a otro,ayudados por varios nobles de comunidades suje-tas que fungían conforme a la antigua organizaciónsacerdotal. Los acusados muchas veces usaban losenvoltorios en contextos domésticos y en lugaressagrados, como cerros y cuevas, ejecutan do ritualesen los que invocaban a los ancestros de don Domin -go para pedirles por la lluvia, la buena cosecha delmaíz y la salud. En estas ceremonias en beneficiode la comunidad se practicaba el sacri fi cio humanoy el de animales, incluidos perros y aves de diversostipos. En un pasaje se menciona que los envoltorioscontenían las cenizas de los corazones humanos ex -traídos en la occisión ritual, y en otro se describeespecíficamente el sacrificio de papagayos.34

Estos datos permiten argumentar que las cajasen el programa narrativo de la Tumba 104 son en-voltorios que representan a los antepasados, y queel papagayo pintado predominantemente de color

El arte de pintar las tumbas | 583

33 El diccionario de Córdova establece la equivalencia semánticaentre los términos castellanos “caja” y “petaca”, pues ambos tie-nen la misma acepción en zapoteca: quiña (Córdova, 1978: 76v[caxa] y 313v [petaca]).

34 El apéndice 1 ofrece los extractos facsimilares de donde se re-sumieron los datos relevantes a esta discusión, tal y como apa-

recen en la obra de Jiménez Moreno y Mateos Higuera (1940).Aunque más comprehensivo, el estudio de Sepúlveda (1999) delproceso inquisitorial no incluye la transcripción de la versión enlenguaje divino de los nombres calendáricos de las cajas. La tra-ducción de esos nombres presentados en el apéndice se basaen la lista calendárica publicada por Smith (1973a: 24-26).

Page 73: El arte de pintar las tumbas: sociedad

amarillo encima de una de ellas en el muro sur dela cripta es un ave de ofrenda al ancestro apical.35

La interpretación de Caso (1938: 80) sobre el posi-ble grano de maíz en el pico del ave, adquiere eneste contexto gran relevancia, pues denotaría espe-cíficamente que la ofrenda es para propiciar la bue nacosecha. Entonces, se puede contextualizar mejor elpapel de 1 Ñ como Xicani sacrificador. Además, lainformación del proceso inquisitorial de Yanhuitlánayuda a discernir varios detalles de la inscripciónen la lápida. Caso (1938: 76) ya había comentadosobre la figura antropomorfa a la derecha de la fe-cha anual 11 Temblor, la cual, en su opinión, “re -presenta un idolillo de piedra”. La figurilla parecetener una barra numeral abajo, lo que implica laalusión a cinco ancestros. Como se estableció en elcaso de la tabla 15.3, la sucesión retroactiva a partirde 1 Ñ incluye precisamente a cinco antecesores( 10 F = 10 Gama, 2 M = 10 Y y 10 X).

Abajo y a la izquierda de la fecha anual 7 Ve-nado, aparecen cuatro cartuchos, cada uno con tressemicírculos dentro, seguidos por tres barras nu-merales dispuestas verticalmente. La presencia desemicírculos en las manoplas, yelmos y vestimen-tas para el juego de pelota que llevan los jugadoresrepresentados en los murales de la cámara princi-pal en la Tumba 5 del Cerro de la Campana, Suchil -quitongo [fig. 15.38a], sugiere que los cartuchosen la lápida de la Tumba 104 representan bolas dehule, y que esa parte de la inscripción se refierea una ofrenda de 18 (1 x 15 + 3) o 60 (15 x 4) deellas. Inmediatamente a la derecha, hay una bolsacomo las que aparecen asociadas a varios de losglifos U que preceden varias de las procesionespintadas en la Tumba 105, acompañada abajo del nu -meral 7 [fig. 15.38b]. Entonces, esta otra parte de lainscripción en la lápida parece dar cuenta de sietetalegas de copal. El último glifo en la inscripciónde la lápida que falta comentar es el que está aba -jo del glifo 6 Serpiente (6 Y) [fig. 15.38c]. El signo

584 | Oaxaca I Estudios

35 En las excavaciones del Montículo 195 de Lambityeco, pero sinasociación a la Tumba 6, se recuperó el esqueleto de un papa-gayo (Ara militaris). No hay datos para determinar si este espe-cimen fue sacrificado.

36 El glifo ilhuitl que aparece glosado en el Códice Telleriano Re-mensis (Quiñónez Keber, 1995: folios 1v y 32v) no tiene ninguna

se asemeja a un tipo de pectoral muy común envasijas efigie, que parece representar los granosde maíz [al centro] que se siembran en la milpa(el cartucho) (Sellen, s.f.). Su contexto sugiere dosposibilidades: que sea un signo relacionado con elglifo Seis I abajo —el cual, como se mencionó an-tes, parece dar una cuen ta de unidades (¿partede la ofrenda?)—, o bien sería el sobrenombre de6 Serpiente.

En cuanto a los glifos pintados en las jambasde la tumba es evidente la presencia de dos signosdiferentes: uno de éstos, que aparece cuatro vecesen los paneles centrales, es el glifo ‘sangre’ [fig.15.38d]. Su contexto aludiría al sacrificio de anima -les o al autosacrificio de personas. El otro signo esun cartucho decorado por encima y por abajo, porel motivo que marca vegetación y que es común enlas referencias gráficas al maíz [fig. 15.38e]. El car-tucho en estos cuatro glifos está dividido interna-mente por una banda diagonal con un motivo se-micurvo en un lado y uno circular en el otro. Elsigno aparece colo cado tres veces en posición nor-mal y otra en posición invertida. Tal vez se trate deuna variante de un gli fo que tiempo después ocurrefrecuentemente como infijo en glifos de Cerro yque Caso equiparó con el signo náhuatl ilhuitl (“fies -ta de guardar o día”).36 La asociación de este glifo‘diagonal con volutas opuestas’ con el glifo de Ce-rro en la escritura zapoteca, sugiere que el signopodría aludir genéricamente a ciertas localidadesen el paisaje geográfico.

La vasija efigie empotrada en el nicho de la fa-chada de la tumba representa también a un Xicanisacrificador (como lo denota el tocado) [fig.15.39]. El personaje aparece sentado sobre una caja,con la iconografía del lagarto (fauces adornadas connarigueras, lengua y glifo ‘sangre’ en las comisu-ras), enmarcado en una configuración cuatripar-tita.37 Como se comentó antes, es probable que lavasija efigie sea una personificación de Cinco Tem-

semejanza con el signo en discusión, por lo que usaré la desig-nación ‘diagonal con volutas opuestas’.

37 La iconografía del lagarto es típica de las vasijas efigie tipo caja contapa, excepto que todas las urnas conocidas de este tipo repre-sentan a Cociyo y no a Xicani (véase Caso y Bernal, 1952: 17, 44-45).

Page 74: El arte de pintar las tumbas: sociedad

El arte de pintar las tumbas | 585

Bolsa de copal

Glifo ‘pectoral’ ?

El glifo ‘bolsa’ grabado en la lápida de la Tumba 104 comparado con talegasde copal pintadas en los murales de la Tumba 105

El glifo ‘pectoral’ grabado en la lápida de la Tumba 104comparado con los pectorales de tres vasijas efigie (dibujostomados de Sellen, 2003: fig. 10)

Glifos pintados en las jambas de la Tumba 104 comparados con el glifo ‘sangre’ grabado en monumentos monolíticos

a b

c

d

e

Glifos pintados en las jambas de la Tumba 104 comparados con ejemplosdel glifo ‘diagonal con volutas opuestas’

Figura 15.38. El origen pictográfico de varios signos en la epigrafía de la Tumba 104 de Monte Albán. (Dibujo: J. Urcid, 2004.)

Bolas de hule

Alusión a bolas de hule en la parafernalia de jugadores de pelotarepresentados en los murales de la Tumba 5 del Cerro de la Campana,Suchilquitongo

Page 75: El arte de pintar las tumbas: sociedad

586 | Oaxaca I Estudios

Personaje con nariguera y ricamenteataviado; lleva una bolsa de copal yextiende la otra mano para recibir

Dos glifos ‘sangre’a cada lado de lasfauces del lagarto

Piedras preciosas

La caja como el axis mundi y loscuatro rumbos

Penachos con plumas

Ojos de lagarto

Cabezas de jaguar con penachos de pluma

Xicani

Bultos alados

Nariz y lengua de lagarto

Caja

Figura 15.39. Desglose de la vasija efigie en la fachada de la Tumba 104 de Monte Albán. (Dibujo: J. Urcid, 2004.)

Page 76: El arte de pintar las tumbas: sociedad

blor, quien heredó de 1 Ñ el oficio de granicero, Xi-cani sacrificador y la custodia de las cajas que re-presentaban a los ancestros de su linaje.

Con base en la cantidad de cultura materialque se depositó en la Tumba 104, no hay dudade que 5 Temblor tuvo un alto rango en la comu-nidad. Aun que hay algunas discrepancias en lapublicación de los materiales —lo que dificulta

derivar un in ven tario detallado—, la ofrenda en lacripta pare ce haber tenido entre 93 y 101 objetos[fig. 15.40 y tabla 15.6].38 Independientemente delnúmero exac to de artefactos, si se compara el casode la Tum ba 104 con el ordenamiento jerárquico detumbas de la fase Xoo en la fig. 15.18B, se consta-tará que 5 Tem blor recibió cuatro veces más el nú-

Si no hay interrupciones en la secuencia y si los dijes de piedrase suman a 79, entonces podría haber habido hasta 103 objetosen la tumba.

38 Caso empleó un sistema numérico para realizar el inventario. Elnúmero más elevado que aparece publicado es el 79, pero haydos objetos con el numeral 1 y otro aparece como “sin número”.

A B C D E F G H I J K L

a b c d e f g h i j k l m n o p q r s t u v w x

Núm. 6 Núm. 44 Núm. 37 Núm. ? Núm. 55 Núm. 82 Núm. 15 Núm. 76

Núm. 13 Núm. 12 Núm. 78 Núm. 77 Núm. 79 Núm. 14 s/n

(2) (4) (3) (3) (3) (8) (2) (4) (1) (3) (1) (10)

Vasija efigie en el nichosuroeste (núm. 1)

Vasija efigie junto a lajamba norte (núm. 42)

Vasija efigie en elnicho oeste (núm. 3)

Vasija efigie en elnicho oeste (núm. 2)

0 10 cm

Figura 15.40. Objetos en la Tumba 104 de Monte Albán publicados por Caso y sus colegas. (Dibujos: tomados de Caso, Bernal y Acosta, 1967; Caso y Bernal, 1952; Caso, 1965b y Sellen, 2002.)

El arte de pintar las tumbas | 587

Núm. 40

Núm. 1

Núm. 41

Núm. 10

Page 77: El arte de pintar las tumbas: sociedad

Id.

A

B

C

D (núm. 10)

D

E (uno es el núm. 55)

F

G

H

I (uno es el núm. 40)

J

K

L

01

42

03

02

s/n

s/n

s/n

s/n

Forma cerámica

Cajetes cónicos

Cajetes cónicos trípodes

Cajete con tacita al centro

Cajete cónico bajo

Cajetes cónicos bajos

Vasos vertederos con pies de araña

Vasos vertederos miniatura sin soportes

Vasos grandes trípodes

Vasos miniatura trípodes

Floreros con cuerpo globular

Cajetes de paredes rectas con tapa

Ollita vertedera

Ollita vertedera

Sahumadores

Vasija efigie. Mujer con cabello trenzado, sentada con manos cruzadas sobre el pecho

Vasija efigie. Mujer con tocado demazorca y sentada con manos en lasrodillas

Vasija efigie. Hombre sentado conglifo C en el tocado de mazorca

Vasija efigie. Hombre sentado conmáscara de Cociyo y glifo C en eltocado de mazorca

Vasija efigie. Hombre sentado conmáscara y tocado del glifo Ñ

Vasija efigie. Hombre sentado contocado de mazorca

Vasija efigie. Hombre sentado contocado de mazorca

Vasija efigie. Hombre sentado contocado de mazorca

Notas y referencias

CBA, 1967: tabla XV

CBA, 1967: tabla XV

CBA, 1967: tabla XV

CBA, 1967: fig. 300b

CBA, 1967: tabla XV

CBA, 1967: tabla XV y fig. 302

CBA, 1967: tabla XV

CBA, 1967: tabla XV

Uno tenía un cajete con tacitaal centro como tapadera

CBA, 1967: tabla XV

CBA, 1967: tabla XV

CBA, 1967: tabla XV

Pintada y con el glifo 9 E.Véase figura 34 B

CBA, 1967: tabla XV

Nicho suroeste (núm. 1). Caso y Bernal, 1952: fig. 438

Cerca de la jamba norte. Caso y Bernal, 1952: fig. 215

Nicho oeste (núm. 3). Caso yBernal, 1952: fig. 217

Nicho oeste (núm. 2). Caso y Bernal, 1952: fig. 43

Al centro de la entrada. Véasela fig. 32. Caso y Bernal, 1952:fig. 168

Al centro de la entrada. Véasela fig. 32. Caso y Bernal, 1952:fig. 205

Al centro de la entrada. Véasela fig. 32. Caso, 1938: fig. 101

Al centro de la entrada. Véasela fig. 32. Caso, 1938: fig. 101

Discrepancias

En la tabla XV, CBA (1967:373) reportan tres ejemplares,pero en la p. 371 dicen quehabía siete. Un ejemplar servíade tapadera a un vaso miniaturatrípode (véase el renglón H)

En la tabla XV, CBA (1967:373) reportan dos ejemplares,pero en la p. 369 indican que sólo había uno (el núm. 40en la fig. 37)

En la tabla XV, CBA (1967:373) reportan tres ejemplares,pero esta forma cerámica no ladiscuten ni la ilustran en el texto

Pasta

G35

G35

G3

G7

G35

K14

K14

G3

K14

G3

G3

G3

G3

G35

Cerámica

Cerámica

Cerámica

Cerámica

Cerámica

Cerámica

Cerámica

Cerámica

Número de piezas

2

4

3 o 7

1

3

4

8

3

4

1 o 2

0 o 3

1

1

10

1

1

1

1

1

1

1

1

Tabla 15.6. Inventario de los objetos asociados a la Tumba 104 de Monte Albán, publicados por Caso y sus colegas en diversas fuentes

588 | Oaxaca I Estudios

Page 78: El arte de pintar las tumbas: sociedad

El arte de pintar las tumbas | 589

Id.

s/n

s/n

40

41

01

44

37

82

15

76

13

12

78

77

79

14

s/n

a-j y l-x

K

Forma cerámica

Vasija efigie. Hombre sentado contocado de mazorca

Vasija efigie. Hombre sentado contocado de Xicani.

Florero de cuerpo globular

Florero de cuerpo bicónico

Olla grande

Vaso pequeño de cuerpo convexo

Olla miniatura con asas

Olla miniatura sin asas

Cilindro

Figurilla de un perro

Figurilla antropomorfa

Figurilla antropomorfa

Figurilla antropomorfa

Figurilla antropomorfa

Figurilla antropomorfa

Figurilla antropomorfa

Figurilla antropomorfa

Dijes de piedra

Dije de piedra

Notas y referencias

Al centro de la entrada. Véasela fig. 32. Caso, 1938: fig. 101

Empotrada en el tablero de lafachada. Caso y Bernal, 1952:fig. 72

CBA, 1967: fig. 306c

CBA, 1967: tabla XV

CBA, 1967: fig. 308. Con pintura roja

CBA, 1967: fig. 304b

CBA, 1967: fig. 309

CBA, 1967: fig. 315b

CBA, 1967: fig. 315c

CBA, 1967: fig. 315a

Personaje sentado con las piernas entrecruzadas. CBA, 1967: fig. 314

Personaje parado, con lasmanos juntas al frente. CBA, 1967: fig. 314

Personaje parado, con lasmanos juntas al frente. CBA, 1967: fig. 314

Personaje parado, con los brazos abiertos. CBA, 1967: fig. 314

Personaje parado, con los brazos abiertos. CBA, 1967: fig. 314

Personaje sentado, con laspiernas colgando y los brazoscruzados. CBA, 1967: fig. 314

Personaje sentado, con laspiernas colgando y los brazoscruzados. CBA, 1967: fig. 314

16 son antropomorfos, de cuerpo entero o sólo la cabeza. Siete no parecenantropomorfos. Caso, 1965b: fig. 15

Es un rostro. Caso, 1965b: fig. 15

Discrepancias

Véase el comentario bajo la id. I

CBA (1967: 368) describen este tipo e ilustran un ejemplar(núm. 44), pero en la tabla XV no hay nada bajo la columna 13

Total

Pasta

Cerámica

Cerámica

G3

G3

G3

K1

Barro sincocer

Barro sincocer

Barro sincocer

Barro sincocer

Barro sincocer

Barro sincocer

Barro sincocer

Barro sincocer

Barro sincocer

Barro sincocer

Piedra verde

Jadeíta

Número de piezas

1

1

1

1

1

1

1

1

1

1

1

1

1

1

1

1

23

1

93 o 101

Tabla 15.6. Inventario de los objetos asociados a la Tumba 104 de Monte Albán, publicados por Caso y sus colegas en diversas fuentes (continuación)

Page 79: El arte de pintar las tumbas: sociedad

590 | Oaxaca I Estudios

mero promedio de los objetos que recibieron losocupantes de la Tumba 11 de Lambityeco (25 ob-jetos por individuo). La ausen cia de los restos deun perro en la Tumba 104 es sólo aparente, puesparece haber una sustitución simbólica con la figu -rilla cerámica de uno [fig. 15.40, núm. 75]. La ca-rencia de restos de aves en la tum ba quizá se debaal hecho de que ésta nunca se abrió de nuevo, lo quesugiere que el sacrificio de pájaros no era parte delos rituales fune rarios, sino de la invocación a losancestros cuando las tumbas se reabrían.

En cuanto a las diez vasijas efigies en la tumba(representando a ocho hombres y dos mujeres),es evidente que no hay una correspondencia totalen tre éstas y los individuos mencionados en el re-gistro genealógico —diez nombres calendáricos(¿seis hombres? y cuatro mujeres)—. Argumentéan tes que algunas vasijas efigie representan a cier -tos miem bros de la genealogía [véase la tabla 15.3],y otras —como ya se comentó— son análogas a lostla loques, quienes se roban el maíz del cerro delos Sustentos y lo reparten a los cuatro rumbos pa -ra alimentar a la humanidad. Como observaronCaso, Bernal y Acosta (1967: 372), la ofrenda de latumba debió incluir otra escenificación hecha consiete figurillas antropomorfas de barro crudo, lacual pudo haberse centrado en el personaje másgran de, sentado y con los brazos abiertos [fig. 15.40,núm. 13]. Posiblemente le confrontaban otras dosfigurillas de personajes parados con las manos jun -tas y hacia el frente [fig. 15.40, núms. 12 y 78],39 se-guidos de otras dos figuras más pequeñas de per-sonajes parados con los brazos abiertos. Otras dosfigurillas en la esceni ficación son de personajessen tados con los brazos cruzados. Éstos debieronestar apoyados sobre banquitos hechos de materialdeleznable, ya que sus pier nas quedan colgando[fig. 15.40, núms. 14 y s/n]. Es posible suponer quela figurilla principal en esta escenificación represen -te a 5 Temblor, pero no hay razón para considerarque las demás piezas tengan relación alguna con losmiembros de la genealogía. La gran cantidad de di-jes antropomorfos de piedra verde entre los objetosencontrados en la tumba es muy reveladora, so-bre todo por el hecho de que —se gún las declara-

ciones en contra del cacique de Yanhuitlán— es-tos objetos eran parte del contenido de las cajasque representaban a sus ancestros.

La Tumba 3 de Xoxocotlán

El primer hallazgo de pinturas murales en Oaxacadel que tenemos registro fue el que hizo MarshallSaville (1899) en la Tumba 3 de Xoxocotlán. Estacripta se encontró en el Montículo 9, un promonto-rio periférico de lo que fue el centro administrativode la antigua comunidad. Dicho centro tiene un TAP

conformado por los montículos 1 a 4, y el Mon-tículo 9 dista de éstos unos 700 metros hacia el este[fig. 15.41]. Saville sólo excavó una trinchera E-W alo largo del Montículo 9, así que desconocemos mu -chos detalles sobre el contexto arquitectónico de latumba. Pero sus exploraciones evidenciaron, por lomenos, dos fases de construcción [fig. 15.42]. Comono se cuenta con medidas, la figura presenta un es -que ma con las características generales de la tum ba,los hallazgos asociados y su distribución espacial.El tamaño del montículo y la posición de la tumbahacia el este del promontorio sugieren la presen-cia de casas superpuestas. La última debió estar yamuy erosionada, pero Saville expuso enci ma de latumba y al centro del montículo secciones del pisode estuco de un patio anterior. En el límite orien-tal del montículo, Saville también halló el talud dela plataforma sobre la que debió desplantarse la úl -tima residencia.

Otros hallazgos incluyen tres cráneos humanoscubiertos con cajetes debajo del piso del patio ydos concentraciones de vasijas cerámicas, una delas cuales —junto con una efigie cerámica tipocaja— probablemente formaba parte de una ofren -da colocada encima del techo de la tumba, en suparte posterior. Saville menciona haber encontradodentro de la cripta varios esqueletos, muchos hue-sos largos y cráneos amontonados hacia el fondo dela cámara, todos con pintura roja [fig. 15.43]. Otroshue sos humanos estaban en dos de los tres nichos.Había también ofrendas de vasijas y sahumadores,tanto dentro como en el vestíbulo exterior de la tum -ba. La fachada de ésta incluía un tablero remetidoen la parte superior, con cinco tapas de vasijas efigietipo caja empotradas y con restos de pintura roja. A

39 Este ademán ocurre también en algunas vasijas efigie (véaseBoos, 1966: fig. 412; Paddock, 1966: fig. 130).

Page 80: El arte de pintar las tumbas: sociedad

El arte de pintar las tumbas | 591

(1)

12 (2)

13 (3)

11

17

16

Área ATumba 4

Área B

10 (14)

9 (5)Tumba 3

8 (13)Tumba 2

7 (12)Tumba 1

5 (10)Tumba A

4 (7)

1 (6)

2 (5)

14 (4)

3 (8)

6 (9)

15 (11)

0 100 mN

Figura 15.41. Plano de la antigua comunidad de Xoxocotlán y localización del Montículo 9 (la designación de los montículosque aquí aparecen numerados es de Saville (1899), y la queaparece entre paréntesis es de Blanton et al. (1982: 488). (Dibujo: J. Urcid, 2004.)

Page 81: El arte de pintar las tumbas: sociedad

592 | Oaxaca I Estudios

Posible ofrendacon varias vasijascerámicas

Trincheraexcavada porSaville

Montículo 9

5 metros

Tres cráneos humanoscubiertos con cajetes

Escultura coninscripciones (?)

Ofrenda convasijas y efigiescerámicas

Vasija efigietipo caja

Montículo 9

Piso de estuco

Posible ofrenda

3.5 metros

Cráneos humanoscubiertos concajetes Tumba 3

Escultura coninscripciones (?)

Ofrenda convasijas y efigiescerámicas

Talud deplataforma

Talud deplataforma

Vasija efigietipo caja

Tumba 3

Figura 15.42. Esquema en el que se muestran los hallazgos arqueológicos en el Montículo 9 de Xoxocotlán. (Dibujo: J. Urcid, 2004. Dibujos de las vasijas: tomados de Saville, 1904: 57. Dibujo de la vasija antropomorfa: A. Reséndiz, 2006).

N

Page 82: El arte de pintar las tumbas: sociedad

tida del registro genealógico. Si estos personajeseran los ancestros apicales, entonces la secuenciagenealógica en el dintel sería como aparece en latabla 15.8.

Saville también menciona que en el muro surde la tumba, inmediatamente a un lado de la en-trada, estaba una escultura con inscripciones jero-glíficas, pero el ejemplar no quedó documentado.El resto de las paredes de la cripta tenían pinturamural policroma con escenas narrativas. Savillesólo hizo un bosquejo de las pinturas en el muronorte de la tumba [lám. 15.1a]. Como se verá másadelante, aunque en su dibujo sólo se observan dosregistros horizontales, la composición original delos murales debió incluir tres. Los dos registros do-cumentados por Saville muestran sucesiones depersonajes que aparecen sentados sobre esteras yviendo hacia la entrada de la tumba. La hilera supe-rior tenía nueve personajes y la inferior ocho. Porla carencia de detalles no es posible determinar,con base en las vestimentas, el sexo de los indivi-duos. Los personajes ubicados en el extremo dere-cho del muro son los únicos que no aparecen sen-tados sobre esteras, sino sobre un trono o dentro deuna caja mortuoria. Abajo del personaje en la hi-lera superior está el glifo 3 O (3 Mono). Aunque eseapelativo podría ser el de alguna de las mujeresnombradas en el dintel, la falta de detalles en la do-cumentación gráfica de Saville imposibilita articu-lar la información contenida en ambos mediosplásticos.

Saville recolectó varios fragmentos de las pintu -ras, pues gran parte de los murales ya se habían des -prendido de las paredes. Los pedazos, también enel museo en Nueva York (cat. núm. 30/6459) sonpe queños, el más grande de los cuales mide 11 por11 cm. Ninguno de éstos concuerda con los dibujos

cada lado de la tapa central había la faz de un crá-neo modelado en estuco. Las caras de las efigies ce-rámicas estaban protegidas con cajetes, fragmentosde cerámica, y en un caso, con la parte inferior deuna de las urnas caja. Otros fragmentos de las cajasestaban en el relleno que sella ba el vestíbulo dela tumba. Una lápida lisa cerraba la entrada a latumba. La tabla 15.7 desglosa los materiales dela tumba documentados en el Museo Americanode Historia Natural de Nueva York, don de ahora seencuentran los objetos recolectados por Saville.40

Entre éstos se identificaron los restos de al menosdos perros inmaduros. En cuanto a los objetos cerá-micos [fig. 15.44], todos permiten fechar la construc-ción y la ocupación de la tumba al final de la fasePeche o inicio de la fase Xoo.

El dintel, con su porción inferior remetida, teníados hileras con registros [fig. 15.45].41 Los registrosen la superficie superior tenían cada uno la repre-sentación de una cara de perfil, encima de la cualhay un nombre calendárico. Los registros en la su -per ficie inferior remetida sólo tenían nombres ca-lendáricos. Se postularía que cada registro superiory su contraparte inferior incluían nombres depare jas. Como los perfiles en los registros superio-res eran de individuos con arrugas y barba, losnombres de arriba son de hombres. Por lo tanto,los apela tivos de abajo debieron ser los de sus es-posas. Con base en las fotografías de Saville, sólose identifica uno de los nombres completos en losregistros inferiores del dintel, lo mismo que el nume -ral de otro de ellos. El hecho de que los perfiles delos ancianos estaban orientados hacia la izquierday que el glifo encima del personaje en el extremoderecho del dintel era más grande que los demás,sugiere que este último nombre y el que le corres-ponde en el registro inferior eran el punto de par-

El arte de pintar las tumbas | 593

40 Aunque existen datos sobre cincuenta objetos asociados a laocupación de la tumba, ésta no se incluyó en el histograma dela tabla 15.7 porque seguramente no representan todo el ajuar en-contrado por Saville. Él menciona que algunos materiales de susexploraciones en Xoxocotlán se quedaron en México (Saville,1899: 358; Bernal, 1958: 25). Por otra parte, los restos humanosdocumentados en el Museo Americano de Historia Natural deNueva York tampoco parecen representar toda la colección de latumba y su estado fragmentario no permite determinar el númeromínimo de individuos. Además de los huesos en el cajete 6379,los cuales incluían fragmentos de vértebras, costillas y un primer

cuneiforme, hay en el museo diez fragmentos de cráneo y unosveinte fragmentos de huesos largos, incluyendo un húmero dere-cho. Todos los huesos eran de adulto, y casi todos los fragmen-tos tienen restos de pintura roja.

41 Uso el pretérito al describir el dintel, porque, según León (1905:178), lo destruyeron después de las exploraciones de Saville. Du-rante mi visita al Montículo 9, en 1987, el dato no pudo corroborarsepor el escombro y la vegetación que cubría la trinchera de la exca-vación. Saville hizo un molde del dintel y se lo llevó al Museo Ame-ricano de Historia Natural de Nueva York, pero éste se desmoronó(Bárbara Conklin, comunicación personal, junio de 1990).

Page 83: El arte de pintar las tumbas: sociedad

594 | Oaxaca I Estudios

Varias vasijas ysahumadores

Huesos del tórax y lasextremidades con ofrendascerámicas encima (todospintados de rojo)

Piso de estuco

Dintel

Huesos humanos

Figura 15.43. Planta, perfil y fachada de la Tumba 3 de Xoxocotlán. (Dibujo: J. Urcid, 2004.)

Page 84: El arte de pintar las tumbas: sociedad

El arte de pintar las tumbas | 595

Piso deestuco

Dintel grabado

Cráneos modelados en estuco

0 50 cm

5 tapas de urnas-caja pintadas de rojo. Sus rostros estaban protegidos por platos, fragmentos de vasijas grandes y en un caso por la caja de una de ellas. Las tapas estaban pegadas a la fachada con mezcla de cal.

Page 85: El arte de pintar las tumbas: sociedad

596 | Oaxaca I Estudios

Número

1

2

3

4

5

6

7

8

9

10

11

12

13

14

15

16

17

18

19

20

21

22

23

24

25

26

27

28

29

30

31

32

33

34

35

Número de catálogo

6362

6363

6364

6365

6366

6367

6368

6374

6376

6377

6378

6379

6380

6393

6394

6396

6397

6398

6399

6452

6400

6401

6402

6403

6408

6409

6404 / 6405

6410

6371b

6371c

6373

6412

6458

6379

6379

Notas

Completo

Completo

Incompleto, 2/3 presente

Completo

Completo, restos de pintura roja

Completo

Completo

En el museo tenía restos de un perro inmaduro

Incompleto, casi entero

Incompleto, 1/2 presente

Completo

Completo, en el museo tenía restos humanos (véase la

nota 40), un ornamento de concha y restos de un perro

inmaduro (ambos enlistados al final de esta tabla)

Incompleto, 1/3 presente

Completo

Completo

Completo

Completo

Incompleto, 1/2 presente

Incompleto, sólo es un tepalcate grande

Incompleto, 1/4 presente

Completo, restos de pintura roja

Completo

Completo, restos de pintura roja

Completo, restos de pintura roja

Completo

Completa

Completo

Completo, se encontró en el nicho este

Completo

Completo

Incompleto, 1/2 presente, mango con restos de pintura

roja; mínimo de trece sahumadores asociados a la tumba

Completa

Incompleta

Completo, estaba en el museo dentro del cajete con este

número

Diferente al número 6374, estaba en el museo dentro del

cajete con este número

Descripción

Cajete G35

Cajete G35

Cajete G35

Cajete G35

Cajete G35

Cajete G35

Cajete G35

Cajete G35

Cajete G35

Cajete G35

Cajete G35

Cajete G35

Cajete G35

Cajete G35

Cajete G35

Cajete G35

Cajete G35

Cajete G35

Cajete G35

Cajete G35

Plato miniatura trípode

Plato miniatura trípode

Plato miniatura trípode

Plato miniatura

Cajete miniatura vertedero trípode

Olla miniatura con tres

asas verticales

Tecomate miniatura con tapa,

ambos con asas verticales

Tecomate chico con tapa

Sahumador

Sahumador

Sahumador

Piedra globular perforada

Plaquita de piedra perforada

Ornamento de concha

Restos de perro inmaduro

Tabla 15.7. Objetos de la Tumba 3 de Xoxocotlán documentados en el Museo Americano de Historia Natural, Nueva York

Page 86: El arte de pintar las tumbas: sociedad

El arte de pintar las tumbas | 597

6403

6362

6393

6363

6396

6364

6397

6378

6377

6380

6367

6376

6365

6366

6394

6374

6382

6401

6402

6400

6390

6392

6391

6410 (en elnicho este)

6405/04

6409

6408

6371b

6371c

637364126458 s.n.

(dentro delcajete 6379)

Figura 15.44. Las ofrendas de la Tumba 3 de Xoxocotlánen el Museo Americano de Historia Natural, Nueva York. (Dibujo: J. Urcid, 2004.)

Page 87: El arte de pintar las tumbas: sociedad

que hizo de otros tres fragmentos ni tampoco em-palman entre sí. Sin embargo, la inspección de losfragmentos indica claramente que hubo dos episo-dios de pintura. El primero se hizo sobre una basede estuco y tuvo al menos dos colores: rojo y verde.En todos los fragmentos predominan áreas pintadasde rojo, y las porciones en verde tienden a exhibircurvaturas. Esto sugiere la presencia de un tercerregistro horizontal con volutas pintadas de verdesobre un fondo rojo, similares a las que decoran din -teles o enmarcan las pinturas murales en otrastumbas, incluyendo las tumbas 51, 103 y 112 de Mon -te Albán, la Tumba a en el Montículo 5 de Xoxoco-tlán y la Tumba 5 del Cerro de la Campana (apén-dice 2). Saville realizó incluso una acuarela consemejantes volutas [lám. 15.1b, segunda de iz quier - da a derecha]. Tiempo después, el primer epi sodiode pintura se cubrió con una capa fina de estu co,sobre la cual se ejecutaron las escenas registra daspor Saville, cuyas figuras están simplemente deli-neadas con pintura negra.

Lo que podemos reinterpretar ahora sobre laTumba 3 de Xoxocotlán se apega al modelo de múl -

tiples eventos de deposición propuesto en la prime -ra parte de este trabajo. Tomados en conjunto, losdiversos medios plásticos del programa mortuoriomencionan o aluden a un total de 47 individuos, ylos registrados en el dintel generan una genealogíade quince generaciones. Si las escenas que estu -vieron pintadas en la tumba repitiesen a los mis-mos personajes que aparecen nombrados en la ge-nealogía del dintel, la tumba tendría un registrohistórico de aproximadamente 375 años (15 por25). Semejante profundidad histórica contrasta conlas genealogías registradas en las otras tumbas consi -deradas en este trabajo.

598 | Oaxaca I Estudios

5N 5O 8L 8J 4 6L 8A? 4BLambda

5Z

Figura 15.45. El dintel de la Tumba 3 de Xoxocotlán. (Dibujo: J. Urcid, 2004, redibujado electrónicamente por M. J.Chávez Callejas y C. Coronel.)

Page 88: El arte de pintar las tumbas: sociedad

Conclusión

El análisis integral de las tumbas zapotecas cons-truidas y utilizadas entre las fases Pitao y Xoo(400-800 d. C.) ha permitido explicar los procesosdinámicos que llevaron a su formación. Más im-portantes aún son las implicaciones sociales e ideo -lógicas derivadas del estudio contextual de las crip -tas. A un nivel macrosocial resulta evidente que,entre los siglos V y IX d. C., la sociedad zapotecatuvo un alto grado de diferenciación social. Faltamu cho por comprender —en el nivel microso-cial— las reglas de parentesco (incluidos la des -cen dencia, residencia y matrimonio) que regulabanla vida social de los antiguos grupos corporativos,pero parece evidente que la conmemoración delos antepasados fue una institución cultural esen-cial para legitimar el traspaso de propiedades, de-rechos y obligaciones a través de las generaciones.Crítico para definir membresías y sostener el con-trol de la propiedad —en particular la tierra y lafuerza de trabajo asociada— fue fomentar en la me -moria social la relación de ego con un ancestro api -

cal presti gioso. Así, la escritura grabada y pintadase usó —en tre otras cosas— para mantener los re-gistros genea lógicos necesarios para validar esosnexos y eliminar la ambigüedad de la membresíaen las agrupaciones corporativas de alto rango,pues estos grupos tenían los medios para comisio-nar lápidas, mausoleos y pinturas murales en lastumbas.

A pesar de que algunos registros genealógicosenfatizan aparentemente descendencia unilineal, par -ticularmente a través de la línea masculina —comoen la Tumba 104—, hay otras genealogías en las quela descendencia parece enfatizar la línea materna(como en los murales de la Tumba 125 [apéndice 2]o en la estela VGE-2 de Monte Albán (véase Urcid,Winter y Matadamas, 1994). Una de las ventajasde una afiliación cognaticia, en la que ego puede tra -zar su descendencia ya sea a través de la línea pa-terna o materna, es su flexibilidad en cuanto a lamembresía en los grupos corporativos, sobre todoen casos de presión demográfica cuando el accesoa la propiedad de la tierra es limitado. Si un grupocorporativo crece demasiado en relación con sus pro -

El arte de pintar las tumbas | 599

Hombres ancianos con barba e identificados con sus nombrescalendáricos

Nombres calendáricos de sus esposas

1D 6B 7F 2L 2C 3G 12Eo 2E

5 ?

Page 89: El arte de pintar las tumbas: sociedad

600 | Oaxaca I Estudios

12 E = ?

3 G = ?

2 C = ?

2 L o 2 E = ?

7 F = 5 ?

6 B = ?

1 D = ?

4 B = 5 Z

8 A? = ?

6 L = ?

4 Lambda = ?

8 J = ?

8 L = ?

5 O = ?

5 N = ?

Ancestros apicales

Última pareja de la genealogía

Tabla 15.8. Secuencia de la genealogía en el dintel de la Tumba 3 de Xoxocotlán

a

b

Nombre calendárico3 O (3 Mono)

Lámina 15.1. a) Las pinturas en el muro norte de la Tumba 3 de Xoxocotlán; b) Policromía en losfragmentos murales de la pared norte de la tumba.(Dibujo y acuarelas inéditas de Saville. Cortesía del Museo Americano de Historia Natural,Nueva York.)

Dibujo: J. Urcid, 2004.

Page 90: El arte de pintar las tumbas: sociedad

piedades y recursos, la membresía puede redistri-buirse a otros grupos y a otras propiedades (Fox, 1983:153). En este contexto es interesante advertir que,de acuerdo con la evidencia disponible, las tumbaszapotecas no se pintaban con murales genealógicoshasta poco antes de la fase Pitao, precisamente cuan -do en el ámbito regional empezó un incrementopoblacional considerable, al mismo tiempo quehubo una menor preferencia por ocupar las tierrasmás fértiles (Kowalewski, 1982: 173-176, Kowalews -ki et al. 1989: 212-213).

Se ha observado que ciertos sistemas de des-cendencia lineal (matri- o patrilineales), principiosde membresía (la residencia o la filiación), formas dematrimonio (hipergamia o hipogamia),42 nexos afi-nes (endogamia o exogamia) y modos de transmi tirderechos y obligaciones (a través de la herencia o laelección), generan tendencias excluyentes de orga-nización. El hecho de que los registros genealógicoszapotecas de los siglos V a IX d. C. apuntan a un siste -ma de afiliación cognaticia como el que prevalecióa principios de la época colonial sugiere que la an-tigua sociedad debió estar estructurada de tal formaque operaran simultáneamente reglas aparentemen -te en oposición, lo que permite suponer la existen-cia de “casas”, entendiendo este término no como lamanifestación física y arquitectónica de una resi -dencia, sino como un grupo corporativo muy fle-xible, pero con validación jurídica, derechos yobligaciones (Lévi-Strauss, 1982: 172-187; véase tam - bién Guillespie, 2000; y Chance, 2000).

El registro visual en las pinturas murales de lastumbas zapotecas presenta la información genea-lógica dentro de un marco ideológico que enfatizala preocupación de una sociedad agrícola por laproducción de la tierra y la reproducción de losgrupos corporativos. Se argumentó que en las tum-bas 105 y 104 de Monte Albán —los repositorios fu-nerarios aparentemente de dos “casas” nobles dife-rentes— los programas mortuorios permitendeducir la existencia de individuos especializadosen controlar la lluvia mediante la invocación a susancestros. La custodia de cajas con reliquias nece-sarias para esos rituales de invocación figura pro-

minentemente en los murales y en las inscripcio-nes de la Tumba 104, mencionándose, además, fe-chas de defunción y la presentación de ofrendasconsistentes en aves para el sacrificio, bolas dehule, bolsas de copal y dijes antropomorfos. La aso-ciación espacial de la casa de la Tumba 105 con unTPA y un juego de pelota, así como la aparente alu-sión en las pinturas modificadas de la tumba a latoma de cautivos y la representación de al menosun personaje con atributos militares, implican quelos miembros de ese grupo corporativo tenían laprerrogativa de hacer la guerra, tomar cautivos, ju-gar a la pelota y ofrecer sacrificios humanos comoparte de su papel como graniceros. Las referenciasexplícitas en los murales de las tumbas 105 y 112de Monte Albán a la siembra del maíz, así como laconstante alusión en las vestimentas de los perso-najes representados en varios programas muralesa la mazorca, el relámpago y la lluvia, permiten es -ta blecer un nexo entre los ancestros, la tenencia dela tierra y la continuidad de las “casas” nobles.También es evidente que los ramajes de alto rangomanejaban una ideología de legitimación en la quelos ancestros personificaban a las nueve o trecedeidades íntimamente relacionadas con el calen-dario sagrado, incluyendo entre otros a Cociyo, Xi-cani, Pitao Cozobi y a Pitao Cozáana.

Las tres tumbas analizadas aquí contienen re-gistros genealógicos con diferentes profundidadeshistóricas. El de la Tumba 105 de Monte Albán in-cluye once generaciones, sin contar a los que comi-sionaron los últimos cambios en los murales; el dela Tumba 104 alude a seis generaciones, incluyendoa quienes comisionaron el programa mortuorio; yel de la Tumba 3 de Xoxocotlán incluiría hasta 16 omás generaciones. Dichas diferencias podrían re-flejar los distintos momentos en los ciclos de desa -rrollo de los grupos domésticos, la posible escisióny fusión de grupos corporativos, o el nexo continuocon ancestros más remotos que no necesariamentefueron enterrados en esas criptas. A pesar de que hayun rango más amplio en los formatos y en la imagi-nería en la muestra conocida de tumbas con mura-les, los puntos hasta aquí resumidos permiten ge-nerar un modelo que da cuenta de estos otrosejemplos [fig. 15.46 y apéndice 2].

Aunque el enfoque de este trabajo ha sido prin-cipalmente sociológico, es posible que futuros estu-

El arte de pintar las tumbas | 601

42 La hipergamia se refiere al casamiento de un hombre de alto rangocon una mujer de menor rango, y la hipogamia es el matrimoniode una mujer de alto rango con un hombre de menor rango.

Page 91: El arte de pintar las tumbas: sociedad

602 | Oaxaca I Estudios

Ramaje de alto rango

Palacio de uno atres patios, TPA yjuego de pelota

Ancestros apicales

Ancestros apicales

Tumba de alto rango

Ramaje de menor rango

Mujeres “Casas” como grupos corporativos

Ramaje

Individuos nombrados en registros genealógicos

Individuos enterrados en tumbas

Hombres

Descendencia

Miembros del ramaje muertos a edades diferentes (desde fetos hasta adultos) y enterrados en las unidades residenciales pero fuera de las tumbas

Grupos residenciales coetáneos con 4 generaciones máximo (las unidades domésticas varían en tamaño y elaboración arquitectónica dependiendo del rango del ramaje)

Hipergamia

Hipogamia

Matrimonio

Parentescoconsanguíneo

Page 92: El arte de pintar las tumbas: sociedad

El arte de pintar las tumbas | 603

Ancestros apicales

Palacio de uno a dos patios

Tumba de rango medio

Ramaje de rango bajo

Figura 15.46. Modelo de la antiguaorganización social zapoteca. (Dibujo: J. Urcid, 2004.)

Casa con un patio

Tumba derango bajo

Page 93: El arte de pintar las tumbas: sociedad

604 | Oaxaca I Estudios

dios ahonden más en otros aspectos de la antiguacosmovisión, particularmente sobre las nocionesescatológicas. La práctica de sacrificar perros im-plica ideas sobre el destino del alma en el infra-mundo, la representación de bandas con volutas enmuchos murales tal vez haga alusión a la moradaincorpórea en el mundo del dios de la lluvia, y ladeposición de aves sacrificadas en tumbas de la elit eestaría relacionada con concepciones acerca de unaresurrección en el paraíso del sol.

Agradecimientos

El análisis osteológico de los entierros de Lambi -tyeco entre 1980 y 1983 no hubiera sido posible sinel apoyo de John Paddock (†). Michael Lind com-partió conmigo sus datos sobre unidades residen-ciales de Lambityeco y me aclaró que el contextoarquitectónico de los entierros era fundamentalpara analizarlos.

Bonnie Hole llevó a cabo el análisis de Chi-cua-drada con los datos óseos de las tumbas de Lambi -tyeco. Barbara Conklin, encargada durante mi visitaen 1999 de las colecciones en el Museo Americanode Historia Natural de Nueva York, facilitó la bús-queda de las notas inéditas y los materiales que Sa-ville excavó en Xoxocotlán.

En el verano de 1998, el apoyo del Programade Estudios Latinoamericanos de la Universidad deBrandeis, a través del Fondo Jane, permitió realizarun nuevo registro de los murales en la Tumba 105de Monte Albán. Gene Ware de la Universidad deBringham Young, Utah, produjo la documentaciónmultiespectral digitalizada de las pinturas en el muroposterior de la cripta, lo que permitió generar losdibujos de los murales de esa tumba incluidos eneste artículo.

El Consejo de Arqueología del INAH y Nelly Ro-bles, directora del sitio, nos brindaron todas las fa-cilidades necesarias para lograr nuestro objetivo.Martha Carmona, curadora de la Sala Oaxaca en elMuseo Nacional de Antropología e Historia, asistiócon la búsqueda de materiales de Xoxocotlán en elacervo a su cargo. Extiendo un agradecimiento es-pecial a Ron van Meer no sólo por darme a conocerlos procesos inquisitoriales de Teitipac, sino tambiénpor las múltiples y estimulantes conversaciones

(en lugares remotos de Oaxaca) que abrieron nue-vos caminos a esta investigación. En el contextourbano de la ciudad de México, similares interac-ciones sustanciosas involucraron a Adam Sellen.Agradezco también a Beatriz de la Fuente por su in-vitación a participar en este proyecto sobre la pin-tura mural en Oaxaca. Este trabajo lo dedico a lamemoria de mi padre (†).

Apéndice 1

Aquí se presentan extractos del proceso inquisito-rial de Yanhuitlán (tomados de Jiménez Morenoy Mateos Higueras, 1940). La traducción de los nom-bres calendáricos que aparecen entre corchetes yen itálicas se derivó usando los términos en mix-teco de los nombres de los días y los numeralespublicados por Smith (1973a: 24-26). Los pasajesmás relevantes para el análisis del programa mor-tuorio en la Tumba 104 de Monte Albán aparecenen cursivas.

E después de los susodicho, día mes e año susodi-

cho, Don Juan, cacique del pueblo de Nochistlan

[dijo] [2ª] […] (que) puede haber tres meses poco más

o menos tiempo que los susodichos (Don Francisco

y Don Domingo) tenían ídolos en sus casas, y que en

casa del dicho Don Domingo está un papa que este

testigo no sabe si es baptizado, el cual tiene a su car -

go 20 envoltorios de ídolos, que el uno de ellos se

llama Quaquxio [¿1 o 2 Caña?] y otro Quaquxiq [11

Venado (según Jiménez Moreno y Mateo Higueras

1940: 49)] y todos los demás tienen sus nombres y

que el dicho Don Domingo los adora cada noche y

sus fiestas e preguntando por los demonios de Don

Francisco dijo […] que uno de los dichos ídolos se

llama Xioco [10, 11 o 13 Lluvia], que es un envoltorio

al cual llama el dicho Don Francisco cuando ha de

ir a alguna parte, y que tiene otros muchos que no

sabe como se llaman […] y el dicho Don Juan tiene

ni más ni menos ídolos en su casa […] [p. 44, colum na

izquierda].

E después de lo susodicho día mes e año susodi-

cho, Xaco [¿1, 2 o 12 Lluvia?], indio no cristiano na-

tural del pueblo de Molcaxtepeque […] dijo […] (2ª)

[…] que este testigo ha seido papa del dicho Don Do -

Page 94: El arte de pintar las tumbas: sociedad

El arte de pintar las tumbas | 605

mingo de ocho años a esta parte con otros muchos

indios que el dicho Don Domingo tenía por papas

[sacerdotes], y que el uno de ellos se llama Xixa [10,

11 o 13 Águila], que es principal del pueblo de Mi-

quiapa, que es sujeto de Yanguitlan, y otro que se

llama Naguaco [8 Flor], que es mozo de quince años

principal de Xiutla, y otro que se llama Quihuizo

[4 Jaguar], que es principal del pueblo de Yangui-

tlan, con otros muchos los cuales guardaban y han

guardado los diablos de Yanguitlan y del dicho Don

Domingo […] que son cuatro demonios de piedra

chalchuitl y que los dos tienen figura de hombre y

los dos de mujer y con los dichos demonios habían

otros demonios y aparatos de pluma y otras cosas

que ya están podridas y que cada día ordinariamen -

te hacían sus sacrificios de plumas y piedras y pa-

lomas y codornices y otras cosas y encomendaban

al dicho Don Domingo al demonio, porque todo se

hacía en su nombre […] (3ª) […] y que en una fiesta

del diablo porque no llovía mandó matar a una mu-

chacha de poca edad, puede haber seis años; fuéle

preguntado quien la sacrificó: dijo que el papa que

se llama Xixa [10, 11 o 13 Águila] y que puede haber

cuatro años que el dicho Don Domingo mandó ma-

tar un niño en sacrificio y que también lo mató Xixa,

y que puede haber seis años que el dicho Don Do-

mingo mandó matar un niño en una fiesta que se

hacía por toda la comunidad y por todo el pueblo y

que después en otra fiesta el dicho Don Domingo

mandó matar a un muchacho, y puede haber cua-

tro años, y que este testigo, por mandado del dicho

Don Domingo, puede haber ocho años que mató un

muchacho en lo bajo del cerro de Tiltepeque […] y

que el dicho Don Domingo tiene en su casa una in-

dia vieja que se llama Xiyo [10, 11 o 13 Serpiente], la

cual manda que se busquen los muchachos para

sacrificar […] [p. 45, columna izquierda].

[…] y el dicho don Juan e don Francisco tuerto

mandaron a todos los principales de las estancias

que trujesen sus demonios y […] fueron al pueblo

de Mozcaltepeque y trujeron los diablos y este tes-

tigo y otros sus compañeros trujeron los dichos de-

monios a cuestas y de noche los metieron en casa

del dicho cacique porque ansi se lo auia mandado

porque como este testigo y los demás trujeron los

dichos demonios, un día en amaneciendo fué allí el

dicho Francisco de las Casas y Juan de las Casas [en-

comenderos de Yanhuitlán] y el dicho Juanico por su

mandado abrió las dichas petacas y envoltorios y

sacó los dichos demonios en presencia de este (¿tes-

tigo?) y de don Juan y de los Francisco tuerto Do-

mingo estumeca, y vio todo lo que habían traído: las

piedras y demonios echó en una petaca y lo mandó

llevar a su casa al dicho Juanico su criado […]” (Te-

nía Xaco [¿1, 2 o 12 Lluvia?] 21 años. Don Domingo

el cacique le ordenó fuese papa y que no fuese a la

iglesia).

(Declaración de Diego, indio de Etlatongo, quien

menciona a los papas de Yanhuitlán, llamados Ca-

tuta [1, 2 o 12 Agua] y Caco [1, 2 o 12 Lluvia] y dice

[…] (3ª) […] que todos los años, a la cosecha del

maíz, que es por Todos Santos, en una fiesta del de-

monio, que se llama huicatuta, mandaba el dicho

don Juan sacar todos los demonios y, desatados, a

cada envoltorio mataba una paloma o codorniz o

otra ave y sobre ello lla[¿ma?)]ba al demonio y echá-

bales copal).

(Declaración de Caxaa [1, 2 o 12 Águila], que era

muy viejo y que fue “cuatro años o más tiempo”

papa de Yanhuitlán “y que tenía a su cargo los ídolos

del dicho pueblo, juntamente con otros tres papas,

que el uno se llamaba Cagua [1, 2 o 12 Perro], y el otro

Quizo [4 ?] y el otro Caquiyo [1, 2 o 12 Caña], y que

este testigo especialmente tenía cuidado del diablo

del agua, que se dice Zaguii [Dzahui]” […] y que (3ª)

[…] “dende niño, por mandado del cacique de Yan-

huitlán que es ya muerto, este testigo fue ha estar

con los papas que tenían cargo de los ídolos del pue-

blo y siempre ha residido y estado en la casa de los

demonios que está en Tamaxcaltepeque […] y que ya

que fué de edad este testigo tomó a su cargo el diablo

del agua por muerte del que lo tenía a su cargo y que

cuando a este testigo le metieron en este cargo dejó

a su mujer preñada de un hijo que se llama Xaco [¿1,

2 o 12 Lluvia?], que es testigo de esta causa”.

[…] Fuéle preguntando qué vida tenía este tes-

tigo y compañeros: y dijo: que todos estaban en una

casa grande donde dicho tiene y que cada un papa

tenía cargo de su diablo y estaba en su cámara y

apartamiento por sí y que cada uno tenía cargo del

servicio que había de hacer a su demonio sin saber

el uno del otro y que los demonios del pueblo y del

cacique tenía un papa que dicho tiene que se llama

Cagua [1, 2 o 12 Perro] […] Fuele preguntado como se

* Al respecto, véase el capítulo de Arturo Pascual incluido en estaobra (n. de la ed.).

Page 95: El arte de pintar las tumbas: sociedad

606 | Oaxaca I Estudios

había con su demonio y de que manera le sacri-

fica(ba?), dijo: que cuando no llovía este testigo sacaba

su ídolo y lo ponía delante de sí con mucha reverencia,

el cual ídolo era de piedra, y luego este testigo se ponía

en cuclillas delante del ídolo y le ofrecía copal , plumas,

sangre, y decíale que se doliese, que los maceguales te-

nían hambre, que pues era dios del agua que lloviese,

que él le prometía de sacrificalle palomas, codornices,

perros, papagayos de los grandes y alguna persona con-

forme la intención que este testigo tenía y tomaba agua

en una jícara y derramábala hacia arriba encima de lo

que tenía ofrecido al ídolo y tomaba una pelota de esta

tierra que se llama vle que es resina y goma de árboles

y la echaba en el suelo que saltase y después quemaba

la dicha pelota y con aquella resina untaba al demonio

y luego, hecho su sacrificio, hacía llamar al cacique y

a Don Francisco para que trujesen todas aquellas co-

sas y la persona que habían de sacrificar porque este

testigo no encerraba al demonio hasta le haber dado

todo lo que le había prometido este testigo y luego el

dicho Cacique y Don Francisco le enviaban todo lo

que él les pedía, porque tenían siempre muchachos

en depósito para sacrificio. Fuele preguntado a este

testigo cuántas personas mató e hizo matar en el

tiempo que fue papa y qué los hacían [sic]; dijo: que

en el tiempo que este testigo fué papa mandó matar

y mató cuatro muchachos en veces porque se tarda-

ban las aguas. Fuele preguntado de qué manera lo

hacían; dijo: que él se iba a un cerro el más alto que

había y llevaba su ídolo y la persona que había de sa-

crificar y ponía el ídolo en una parte donde le pare-

cía y delante le daba humo de copal y hablaba con el

ídolo un rato y después ponía el muchacho delante

y lo sacrificaban, y que a este demonio del agua no

se ofrecía personas grandes sino niños y que sacrifi-

cado el dicho niño le sacaba el corazón por el pecho

y lo ponía ante el ídolo y ansí se estaba dos días o

más tiempo, y después quemaba el corazón, y la ce-

niza la tomaba y ponía con todo lo demás ofrecido al

ídolo y lo hacía un envoltorio y lo guardaba. Fuele pre-

guntado qué tantas personas matarían todos los

otros papas en este tiempo que este testigo lo fue:

dijo que no lo sabe porque cada papa está por sí y

tiene cuidado de su ídolo y no da parte ni dice a los

otros lo que hace ni ha de hacer […]” (pp. 45-46).

Apéndice 2

Este apéndice presenta un inventario brevementecomentado e ilustrado de las tumbas en los VallesCentrales de Oaxaca que han tenido pintura mural.La presentación sigue el orden cronológico de lascriptas indicado en la tabla 15.2.

Fase Tani (200-350 d. C.)

Tumba 72 de Monte Albán

Esta tumba se encuentra asociada a una serie de ca -sas superpuestas en la Terraza 30, al noreste de laPlataforma Norte [véanse las figs. 15.21 y 15.47].La cripta se destruyó parcialmente cuando los habi -tantes de la residencia asociada construyeron en-cima otra casa y la Tumba 58. Aparentemente, lacrip ta fue vaciada antes de este evento. Los mura-les que perduran incluyen tres pares de nombrescalendáricos pintados en rojo oscuro, sobre un fon -do rojo más claro. Los muros norte y sur tuvieronun marco alrededor pintado del mismo tono que losglifos (véase Miller, 1995: lám. 6). El muro del fon -do sólo tuvo una banda rojo oscuro en la parte in-ferior. El estilo de los numerales, con muescas enlos puntos y líneas diagonales en las barras sitúala ejecución de las pinturas en la fase Tani (200-350 d. C.). La disposición y dirección de los glifossugieren que los murales de la pared del fondonom bran a una pareja fundadora y que los otrosdos pares son análogos a personajes que proce-den hacia la entrada de la tumba. Si aplicamos elesquema que se usó en el caso de las tumbas 104y 105, la ge nealogía registrada en este tumba se-ría así:

7 ? = 13 ? Pareja fundadora8 Ñ = 10 J3 Ñ = 7 Ñ

Fase Pitao (35-500 d. C.)

Tumba 112 de Monte Albán

Esta tumba está asociada a una de las casas super-puestas en la Terraza 18, inmediatamente al nor -

Page 96: El arte de pintar las tumbas: sociedad

oeste de la Plataforma norte [véase las figs. 15.6 y15.48]. El programa genealógico está aparentemen -te muy incompleto y carece ya de la identidad delancestro apical. La descripción de los murales enesta tumba hecha por Caso incluye detalles quehoy en día no se aprecian a simple vista, incluyen -do el hecho de que “las jambas estaban decoradascon glifos complicados que no puedo leer, pero elprincipal de ellos se parece al glifo del planeta Ve-nus. Es cruciforme, delineado en rojo con bordesamarillos sobre un fondo verde. Como en el casode la Tumba 105, los murales consisten en una pro -cesión de hombres y mujeres de edad avanzadaricamente ataviados. El contorno rojo de algunasde las figuras humanas aún es visible y dos deellas están relativamente bien preservadas, inclu-yendo una mujer llamada 10 Serpiente y la de unhombre llamado 4 P” (Caso, 1965a: 866). Los dospersonajes descritos por Caso aún se ven, aunque

el nombre de la supuesta mujer en el muro de laizquierda es 10 Jaguar y no 10 Serpiente. Lo queCaso llama glifo de Venus sería el mismo que ocu-rre en los marcos verticales que circundan a lospersonajes, es decir, el signo cruciforme E que sig -nifica tierra. En los marcos, este signo está segui doabajo por el glifo 12 J. El signo más inferior pa-rece ser una variante del glifo de Cerro. Los perso-najes aún visibles y el glifo o la representación delancestro apical en el muro del fondo estuvieronenmarcados por bandas con volutas. Dadas las di-mensiones de los muros y el tamaño de los perso-najes aún visibles, el registro genealógico en estatumba parece haber incluido tres generaciones:

? ancestro apical10 B = 4 P? = ?

El arte de pintar las tumbas | 607

N0 1 m

nichonicho

Glifos destruidos

8 Ñ 10 J 7 ? – 13 ? 3 Ñ 7 Ñglifo ‘bolsa’

Planta y perfil de la tumba

Figura 15.47. La Tumba 72 de Monte Albán y desarrollo de las pinturas murales. (Dibujo: J. Urcid, 2004. Basado en Caso, 1965a: fig. 25 y Dávalos [en Miller, 1995: lám. 6]).

Page 97: El arte de pintar las tumbas: sociedad

Un tercer personaje que aún se ve, el de la sec-ción anterior del muro sur, incluye atrás de él loque parece la representación de un templo con unaofrenda de maíz dentro.

Esta breve genealogía podría estar ligada conla genealogía pintada en la Tumba 103, ya que —aun -que asociadas a sobreposiciones diferentes— ambastumbas forman parte de la larga historia ocupacio-nal en el montículo de la Terraza 18. No obstante,al menos la imagen del señor 4 P fue vandalizadaen algún momento, al rayar con un objeto puntia-gudo dos líneas cruzadas sobre el mural.

Fase Peche (500-600 d. C.)

Tumba 103 de Monte Albán

Esta tumba, también asociada a la serie de casas su -perpuestas en la Terraza 18 pero usada poco después

que la Tumba 112, tuvo pintura en la fachada y en elinterior [fig. 15.49]. La cornisa tiene al centro el gli -fo 3Ñ con volutas a ambos lados. El dintel, aba jo,muestra solamente volutas. Las jambas están pin-tadas con varias bandas horizontales que definenregistros de diferente altura. La primera ban da (arri -ba) y la última (abajo) repiten las volutas. Los re-gistros que siguen de arriba abajo y a ambos ladosincluyen el glifo ‘bolsa’ (para un ejemplo similarde este glifo en la lápida de la Tumba 104, véa se lafig. 15.38b). La porción remetida de este segun dore gis tro incluye del lado izquierdo un glifo J. Della do derecho, sólo se aprecia una chaquira con fle -cos. De bajo de estos signos, a cada lado, hay un glifo‘sangre’. Los murales interiores están enmarcadosarriba y abajo por bandas con volutas. Dentro de lacripta hay nombres calendáricos en los muros late-rales, pero sólo en la sección anterior. Caso (1938: 72)menciona que, además, la sección posterior de los

608 | Oaxaca I Estudios

Mujer ricamente ataviada

¿Cartucho de un glifo?

Hombre ricamente ataviado

Inscripción en columna con cuatro signos reconociblesincluyendo —a partir del segundo de arriba hacia abajo—, un glifo U, el glifo Bolsa, el glifo 10B (10 Jaguar) y el glifo I

?

?

Muro norte Muro este

Nicho Nicho

Page 98: El arte de pintar las tumbas: sociedad

mu ros laterales también tenían pinturas que ahoraya no se pueden ver. Al fondo se ve un manojo detres glifos ‘hoja’, colocado encima del nicho central.Esto sugiere que el ancestro apical de la genealogíapodría haber estado representado con una vasija efi -gie colocada originalmente en ese nicho. Cuando latumba se usó por última vez, posiblemente la urna sequitó de ahí (de las tres urnas que Caso en contróaso ciadas a la tumba, sólo una cabe en ese nicho).

Por su posición central, es probable que el glifopintado en la fachada sea el nombre del ancestroapical. Como en el caso de la Tumba 72, los nom-bres calendáricos pintados en el interior de laCripta 103 sustituyen a personajes que van en pro-cesión. La dirección de los glifos en el muro sur eshacia el fondo de la tumba, mientras que la direc-ción de los nombres calendáricos ejecutados en elmuro norte es hacia fuera de aquélla. La secuenciagenealógica pudo ser la siguiente:

3 Ñ (ancestro apical)1 J = 3 G13 F = 3 Ñ6 O = 3 Mhiato (¿pinturas que ya no se ven?)3 F = 1 ?13 D = 4 B

Tumba 5 del Cerro de la Campana

Esta tumba está asociada a un palacio con un granpatio central rodeado de cuartos, localizado en laacró polis que ocupa la cima del Cerro de la Cam-pana. La información genealógica aparece en lasjambas, dinteles y en los mascarones de las dos fa-chadas principales (para una exégesis preliminar enespañol, véase Urcid, 1992; para una más actuali za -

El arte de pintar las tumbas | 609

Figura 15.48. Desarrollo de las pinturas murales en el interior de la Tumba 112 de Monte Albán. (Dibujo: J. Urcid, 2004.)

Hombre ricamente ataviado

Mujer ricamente ataviada. Atrás de ella apareceun templo con una ofrenda de mazorca adentro

?

Glifo de una mano tirando granos sobre uncampo de cultivo o un petate, seguido por el glifo ‘crótalo de serpiente’

Muro sur

Nicho Nicho

Glifo 4P seguidodel glifo ‘pez’

Page 99: El arte de pintar las tumbas: sociedad

610 | Oaxaca I Estudios

Posible contexto original de una de las tres urnas en la tumba. Tal vezrepresenta al ancestro apical 3 Ñ como el Dios joven del Maíz

3 Ñ

Glifo ‘bolsa’

Glifo ‘sangre’

Glifo ‘bolsa’

Glifo ‘sangre’

Glifo J (Maíz)

Muro esteGlifo ‘hoja’ (manojo de tres)

Muro norte

Año 8 N (‘escobilla’)13 D (‘caña’) = 4B (‘jaguar’)3 F (‘noche’) = 1 ?

Fachada

Figura 15.49. Las pinturas murales en la fachada y en el interior de la Tumba103 de Monte Albán. (Dibujo: J. Urcid,2004. Dibujo de los murales: basado enCaso, 1938: plano 15. Dibujo de la urna.Tomado de Sellen, 2002.)

Page 100: El arte de pintar las tumbas: sociedad

El arte de pintar las tumbas | 611

da en inglés, véase Urcid, 2005) [fig. 15.50]. Además,el registro genealógico se relaciona con las pintu-ras murales, cuyo tema es la representación de tresexe quias de algunos miembros de la genealogía,ilustrando con detalle procesiones de jugadores depelota, músicos, diferentes rangos de guerreros,sa cer dotes y otros miembros de la nobleza que ha-cen honras funerarias a bultos mortuorios coloca-dos en cajas. El dibujo de los murales que aquí sepresenta abarca las tres paredes del recinto este dela cripta. Como es el caso de gran parte del progra -ma muralista en la tumba, el formato en esta seccióntiene tres registros horizontales. El más del gado, has -ta abajo, está decorado con una banda de volutas.Los otros dos registros son del mismo ancho.

El foco principal de la escena ocurre en el regis-tro medio del muro central, donde se ve en el cen-tro una caja mortuoria hecha con palos de maderay adornada en la parte superior con unas bolsasque amarran unos banderines. Del lado frontal dela caja, cuelga lo que parece ser un textil con un di-seño a cuadros. A cada lado de la caja mortuoria ha-bía un personaje. El resto de la composición engran parte de los dos registros superiores incluyeseries de guerreros de diferentes rangos que se di-rigen en procesión hacia la caja funeraria.

En el registro superior del muro central apare-cen cuatro individuos cuya posición y dirección im-plican que también caminan en procesión hacia lacaja mortuoria pintada abajo. Estos personajes por-tan mascaras con piel de desollados y llevan unosobjetos cilíndricos no identificados de los que saleuna tira colgante en la parte superior. Debajo de es-tos objetos aparecen unas representaciones circula-res con flecos radiales, decoradas al centro con elglifo E. La vestimenta de los personajes —con unascapas y unos bragueros muy decorados— indicaque se trata de hombres, y los largos cabellos quecuelgan hacia el frente y están recogidos con unasbandas anudadas, lo mismo que las tiras que susti-tuyen las orejeras, sugieren que se trata específica-mente de sacerdotes, quienes acaban de ofrendarsangre de sus lóbulos.

Una entrada en el diccionario de Córdova muysignificativa para apoyar esta identificación es laque se refiere a “cabellos de los papas de los ydolosQichaquixitiquíquehuitào (Córdova, 1987a: 64)”. Her-nando Ruiz de Alarcón (1953) también tiene una

6 O (Mono) = 3 M (Relámpago)13 F (Noche) = 3 Ñ (Lagartija)1 J (Maíz) = 3 G (Venado)

Piedras del techo

Nichos

Page 101: El arte de pintar las tumbas: sociedad

612 | Oaxaca I Estudios

Jamba 8 Mujer que encara a 8 Relámpago Caja mortuoria con el ancestro conmemorado

Procesión de sacerdotescon máscaras de desollados

Recinto oesteRecinto sur

Vestíbulo yentrada

“Patio” Cámaraprincipal

Mascarón 1 Mascarón 2

Estela

0 2 m

N

Recinto este

Procesión de guerreros

Page 102: El arte de pintar las tumbas: sociedad

El arte de pintar las tumbas | 613

Mujer que encara a 13 Caña Jamba 6

Figura 15.50. Planta, perfil y desarrollo de los murales pintados y las jambas grabadas en el recinto este de la Tumba 5 en el Cerro de la Campana, Suchilquitongo. (Dibujo: J. Urcid, 2004.)

Jambasgrabadas

Procesión de guerreros

Page 103: El arte de pintar las tumbas: sociedad

614 | Oaxaca I Estudios

0 1 m

N

Ancestro apical

Lápida que sellaba la entrada de latumba. La inscripción debió estarhacia dentro

1 M - E5F

0 50 cm

Figura 15.51. La Tumba B del Montículo 5 de Xoxocotlán.(Dibujo: J. Urcid, 2004.)

Page 104: El arte de pintar las tumbas: sociedad

El arte de pintar las tumbas | 615

descripción para tal efecto, aunque en este caso setrata de grupos nahuas de Guerrero y el AltiplanoCentral:

(71) Auia en cada pueblo siertos ansianos dedicados

para el ministerio de los sacrificios de penitentes,

que llaman [en náhuatl] Tlamàceuhque, y los tales

viejos se llamauan Tlamacazque, que suena entre

nosotros sacerdotes […] (73) Auia en cada pueblo vn

como patio grande muy barrido disputado para tales

fines, como iglesia; a este patio tenian todos obliga-

cion de traer leña verde para los dichos ansianos, los

cuales eran señalados con un mechon largo de caue-

llos, que dexauan crecer en el celebro […] (Tratado

Primero, capítulo 4: 37).

La escena desarrollada en los muros del recin -to este incluye, además, la representación de dosmujeres pintadas en los extremos. Su gran tamañoaltera en cierta forma el formato de los registroshorizontales, y la dirección en la que proceden im -plica que su relación es más bien con los personajesmasculinos grabados en las superficies frontales delas jambas. A diferencia de todos los personajesilustrados en la escena, los de las jambas si estánidentificados por sus nombres calendáricos y per-sonales (8 M [Relámpago] Jaguar-Bolsa a la izquier -da y 13 D [Caña] Jaguar-Xicani a la derecha). Ade-más, sus representaciones están precedidas en laparte superior por el glifo U. Ambos personajes por -tan yelmos con la imaginería del lagarto (la tierra),el maíz y el glifo ‘hoja’, y llevan también un bastóncon el glifo ‘hoja’ en la punta. El dibujo adjuntoestá basado en mi propia documentación del pro-grama visual en la tumba y en la reproducción deDávalos (en Miller, 1995: lám. 36). La escena cen-tral del registro medio es una reconstrucción ba-sada en la imaginería del conjunto mural en el re-cinto oeste.

Fase Xoo

Tumba B de Xoxocotlán (XOX-TB)

Esta tumba se encontró en el Montículo 5 de Xoxo-cotlán [veáse fig. 15.41], asociada a varias casas su-perpuestas. La cripta fue excavada primero por So-loguren en 1886 y después por Saville en 1897. El

hallazgo inicial de la cripta atrajo la atención de va-rios estudiosos, pero sólo Seler (1890: 129) documen -tó la presencia de una banda de volutas pintadas derojo en el dintel. Los materiales cerámicos que Sa-ville excavó de la tumba, ahora en el Museo Ameri -cano de Historia Natural, son típicos del ajuar de lasfases Peche y Xoo, lo que sitúa la tumba entre 550y 650 d. C. La reconstrucción gráfica de la fachadapresentada aquí [fig. 15.51] está basada en datos,dibujos y fotografías en varias fuentes, inclu yendoBatres (1889); Martínez Gracida 1910 [II]: lám. 49 y[IV]: lám. 17); Peñafiel (1890 [II]: núm. 132); Rickards(1910: lám. 113a); Saville (fotografía inédita en el Mu -seo Americano de Historia Natural) y Seler (1890y 1904). Aunque es difícil estable cer la secuen ciade sucesión, los glifos en la facha da de la tumba yen la lápida que sellaba la entrada a la crip ta for-man una genealogía:

5 F (5 Noche) Ancestro apical 1M – E (1 Relámpago-Temblor)

[Dintel]

7 V (7 Lagarto)

1 C (1 Lluvia) [Lápida]

5 M (5 Relámpago) 6 M (6 Relámpago)

glifo sin numerales

Tumba 7 de Monte Albán

Esta tumba se encuentra en la Terraza 27, al nor -este de la Plataforma Norte y muy cerca de las tum -bas 72 y 58. La cripta está asociada a varias casassuperpuestas (Martínez López, 2003). Fue construi -da y utilizada primero durante la fase Xoo (Caso,1969: 46). Probablemente, cuando la última resi-dencia se abandonó hacia 800 d. C., la tumba fuevaciada de gran parte de su contenido, seguramen -te para llevarse los restos de los ancestros a otralocalidad. Después de un hiato de casi 600 años,cuando una parte del techo en la parte posteriorde la segunda cámara funeraria ya se había desplo -mado, dejando un agujero, la tumba fue utilizadapor ahí para depositar varios bultos mortuorios conentierros secundarios y riquísimas ofrendas. Hoy

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616 | Oaxaca I Estudios

Lápida inscrita en la fase Pitao o Peche que se reutilizó al construirla tumba en la fase Xoo. La inscripción podría dar la fecha dedefunción de un personaje llamado 1 Caña (1 D) en el año 8 Relámpago (8 M). Aparentemente esta misma inscripción, sin elglifo del año, se pintó en rojo sobre la superficie interna del dintel de entrada, inmediatamente debajo de la piedra grabada.

Paredes B, C y D(Dibujo tomado de Caso, 1969: plano II)

Paredes B, C y D del lado sur de latumba (dibujos de Agustín Villagratomados de Caso, 1969: fig. 35)

Personaje pintado en la pared K de laTumba 5 en el Cerro de la Campana

Nicho

Entrada dela tumba

Figura 15.52. Tumba 7 de Monte Albán. (Dibujo: J. Urcid, 2004.)

Dibujo basado en uno de Agustín Villagra,en Caso, 1932a: 469)

Page 106: El arte de pintar las tumbas: sociedad

El arte de pintar las tumbas | 617

hallazgo inicial de la cripta atrajo la atención de va-rios estudiosos, pero sólo Seler (1890: 129) documen -tó la presencia de una banda de volutas pintadas derojo en el dintel. Los materiales cerámicos que Sa-ville excavó de la tumba, ahora en el Museo Ameri -cano de Historia Natural, son típicos del ajuar de lasfases Peche y Xoo, lo que sitúa la tumba entre 550y 650 d. C. La reconstrucción gráfica de la fachadapresentada aquí [fig. 51] está basada en datos, di-bujos y fotografías en varias fuentes, inclu yendoBatres (1889); Martínez Gracida 1910 [II]: lám. 49 y[IV]: lám. 17); Peñafiel (1890 [II]: núm. 132); Rickards(1910: lám. 113a); Saville (fotografía inédita en el Mu -seo Americano de Historia Natural) y Seler (1890y 1904). Aunque es difícil estable cer la secuen ciade sucesión, los glifos en la facha da de la tumba yen la lápida que sellaba la entrada a la crip ta for-man una genealogía:

5 F (5 Noche) Ancestro apical 1 M – E (1 Relámpago-

Temblor) [DINTEL]

7 V (7 Lagarto)

1 C (1 Lluvia) [LAPIDA]

5 M (5 Relámpago) 6 M (6 Relámpago)

glifo sin numerales

Tumba 7 de Monte Albán

Esta tumba se encuentra en la Terraza 27, al nor -este de la Plataforma Norte y muy cerca de las tum -bas 72 y 58. La cripta está asociada a varias casassuperpuestas (Martínez López, 2003). Fue construi -da y utilizada primero durante la fase Xoo (Caso,1969: 46). Probablemente, cuando la última resi-dencia se abandonó hacia 800 d. C., la tumba fuevaciada de gran parte de su contenido, seguramen -te para llevarse los restos de los ancestros a otralocalidad. Después de un hiato de casi 600 años,cuando una parte del techo en la parte posteriorde la segunda cámara funeraria ya se había desplo -mado, dejando un agujero, la tumba fue utilizadapor ahí para depositar varios bultos mortuorios conentierros secundarios y riquísimas ofrendas. Hoysólo quedan pocos restos de la pintura mural que seejecutó durante la fase Xoo [fig. 15.52]. Estos restosaparecen en la superficie interna del dintel de acce -so y en las paredes del lado sur que forman la pri-

12 N (ancestro apical)

Caja (como las que aparecen en elprograma mortuorio de la Tumba 104)

5 M (5 Relámpago) 7 E (7 Temblor)

Figura 15.53. Tumba 10 de Monte Albán. (Dibujo: J. Urcid, 2004.)

Page 107: El arte de pintar las tumbas: sociedad

mera cámara, la saliente y el pasillo que conduce ala segunda cámara. Lo que queda en el muro de laprimera cámara son dos personajes masculinos enprocesión hacia la entrada de la tumba, reconoci-bles por los abanicos que portan en la parte baja dela espalda. El primer personaje en la procesión lle -vaba una bolsa de copal. Nada se puede discernirde las pinturas en las otras dos superficies al oeste.En cuanto a las pinturas en la superficie interna deldintel de acceso a la cripta, quedan aún los glifos 8 M(8 Relámpago) y 1 D (1 Caña). Curiosamente, estosdos signos aparecen girados 90 grados en el sen-tido contrario a las manecillas del reloj, y son losmismos glifos acompañados de numerales queapa recen grabados en una lápida que se reutilizó alconstruir la tumba en la fase Xoo, colocada inme-diatamente encima del dintel. No obstante, el gli -fo 8 M en la lápida es claramente un portador anualpues aparece debajo de un glifo del año. Es posibleque los signos pintados hayan sido un intento deconmemorar lo inscrito en la lápida aunque éstaya no estaba en su contexto primario.Tumba 10 de Monte Albán

Esta cripta también se encuentra en la Terraza 27,

al noreste de la Plataforma Norte y al oeste de lascasas asociadas a la Tumba 7. La cripta aparente-mente tuvo un mínimo de dos individuos: uno enposición anatómica y el otro con los huesos altera-dos (Caso, 1933: 645; Rubín de la Borbolla, 1933:190). Caso, Bernal y Acosta (1967: tabla XVI, núm. 2)enlis tan objetos de la ofrenda en la cripta comopertenecientes a la fase Xoo. La Tumba 10 tiene pin -tura mural en el dintel [fig. 15.53], cuya superficieexterior tiene pintados varios glifos, delineados ennegro, de color verde sobre un fondo rojo (Caso1932b: 103). Estos glifos registran una breve genea -logía que incluye al centro el nombre del ancestroapical y a los lados los nombres de una pareja su-cesora. Abajo del nombre del ancestro apical apa-rece la representación de una caja. El dibujo ad-junto se basa en Caso (1932: 103 y 1965a: 865].

Tumba 50 de Monte Albán

Esta tumba se encuentra en la Terraza 242, abajodel TPA 7 Venado, en la ladera sur de Monte Albán.La tumba se construyó en la fase Xoo y se usó con-tinuamente hasta principios de la fase Liobaa. Casodescribió los murales en esta cripta, diciendo que“el dintel está pintado con [una banda de] volutasverdes sobre un fondo rojo [fig. 15.54], un patróncomo el de las tumbas del período Monte AlbánIIIa. Pero encima del dintel está la cabeza de unmurciélago, pintada y modelada con piedras y es-tuco. A ambos lados de esta cabeza se proyectandos cubos cubiertos con estuco y decorados en rojoy verde con un cartucho que tiene el signo ilhuitl(día o fiesta). La cabeza del murciélago y su to-cado de plumas también están pintados de rojo yverde. En las pinturas dentro de la tumba aún se veel color amarillo, además de los colores ya men-cionados, pero los glifos que alguna vez decoraronlos muros internos, están en muy mal estado depreservación; sólo podemos identificar con ciertasegu ridad un glifo E. En esta tumba encontramoscerámica Plomiza y Anaranjado Fino, lo que la si-túa en el horizonte Tolteca” (Caso, 1965a: 868). Eldibujo de la fachada de esta tumba, publicado porMarquina (1951: lám. 96), indica que las jambastambién estaban pintadas, aunque Caso no mencio -na este detalle. Por lo que se puede deducir del di-bujo de Marquina, las jambas tenían pintadas ban-

0 50 cm

Figura 15.54. Fachada de la Tumba 50 de Monte Albán.(Dibujo: J. Urcid, 2004. Basado en Marquina 1951: lám. 96;Caso y Bernal 1952: fig. 122). La reconstrucción de las manosdel murciélago se basa en ejemplares en cerámica.

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Page 108: El arte de pintar las tumbas: sociedad

El arte de pintar las tumbas | 619

das horizontales y volutas, como en las jambas dela Tumba 103 de Monte Albán.

Tumba 58 de Monte Albán

Ésta se ubica en la Terraza 30, al noreste de la Plata -forma Norte [véase la fig. 15.21]. Como se mencionóen el contexto de la Tumba 72, los ocupantes de lascasas asociadas impactaron y parcialmente destru-yeron la Tumba 72 al construir la Tumba 58. Caso,Bernal y Acosta (1967: tabla XVI, núm. 34) enlistanobjetos de la ofrenda en la tumba como pertene-cientes a la fase Xoo. Según Caso (1935: 20), “latumba tiene pintados a los lados de la puerta cuatrocuadrados como los que se usan en la glífica mayay zapoteca para encerrar jeroglíficos, pero el inte-rior de estos cuadros estuvo en blanco. La puertaestaba tapada con grandes piedras y en la de abajoapareció por dentro un jeroglífico pintado con rojo”.Es probable que al menos el glifo pintado en la lá-pida que sellaba la Tumba 58 haya sido un nombrecalendárico. De ser así, y debido a la secuencia ocu-pacional en la localidad, dicho nombre sería unacontinuación de la genealogía pintada en la Tumba72. No se tiene documentación gráfica de las pintu-ras descritas por Caso.

Tumba 120 de Monte Albán

La tumba se encuentra en la Terraza 161, al norestede la Plataforma Norte y al lado oeste de la vieja ca-rretera a Monte Albán [véase fig. 15.21]. Esta criptatuvo aparentemente pintura mural en la fachada y

en la jamba izquierda. Caso, Bernal y Acosta (1967:tabla XVI, núm. 52) enlistan objetos de la ofrendaen la tumba como pertenecientes a la fase Xoo. Se-gún Villagra (1939: 155 y 158), las pinturas de la fa-chada muestran a “dos individuos acostados en eldintel que no tienen jeroglífico”, agregando que “hayen la jamba exterior izquierda un personaje con sujeroglífico” [fig. 15.55]. No obstante, hay una con fu -sión respecto a esta tumba, ya que la ilustraciónque provee Villagra es la de un dintel de piedragraba do con figuras e insripciones jeroglíficas queBatres encontró en un pequeño recinto colapsadoen la base de la esquina noroeste de la Plataformanorte (MA-N-32). No se ha constatado en campo sila Tum ba 120 tiene restos de pinturas. Tumba 158 de Monte Albán

Se encuentra en la Terraza 27, al noreste de la Pla-taforma Norte e inmediatamente al oeste de la Tum -ba 10. La cripta tiene un dintel grabado en dos desus caras [fig. 15.56]. En el interior de la tumba, so - bre todo en el muro norte, todavía se detectan res-tos de pintura mural en colores verde y rojo, lo quesu giere la presencia de bandas con volutas. Caso,Ber nal y Acosta (1967: tabla XVI, núm. 55) enlistanobjetos de la ofrenda en la cripta como pertenecien -tes a la fase Xoo. La inscripción en el canto ante-rior del dintel contiene un breve registro genealó-gico que nombra a un ancestro apical al centro (12 J[Maíz]) y a la pareja sucesora a los lados (3 D [Caña]-Bolsa) y (8 D [Caña]-Bolsa). En la otra superficieaparece la fecha anual 3 M (Relámpago), los nom-bres de otros dos miembros de la genealogía (2 Z

Figura 15.55. MA-N-6. Dintel de piedra roto en dos pedazos y grabado con personajes y glifos. (Dibujo: J. Urcid, 2004.)

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[Agua] y 4 C [Lluvia]), y lo que parece ser la presen -tación de una ofrenda consistente en tres hachasceremoniales. El estilo de la inscripción situaría laconstrucción de la tumba en la fase Peche.

Tumba 125 de Monte Albán

Esta tumba se halla en la Terraza 32, al norte de laPlataforma Norte y una terraza más abajo de dondese encuentran las casas con las tumbas 10 y 158. Latumba está aparentemente asociada a dos casas su-perpuestas, debajo del cuarto norte. La cripta tuvopintura mural sólo en la fachada [fig. 15.57]. Caso,Bernal y Acosta (1967: tabla XVI, núm. 55) enlistanobjetos de la ofrenda en la tumba como pertene-cientes a la fase Xoo. Las dos vasijas efigie que seencontraron en la tumba también corresponden aesta fase (Caso y Bernal 1952: figs. 134 bis y 226). Elformato de la decoración en la fachada presentavarias modalidades y técnicas de ejecución, lo que

ha llevado a sugerir que no todas las pinturas fue-ron ejecutadas al mismo tiempo (Miller 1995: 78).Las observaciones de Caso (1965a: 869) y Miller(1995: 76-83) sugieren la presencia de entre dos ycuatro diferentes episodios de pintura, incluyendodos sobre posiciones en las jambas y dos sobre po-siciones en el dintel y la cornisa. Como lo observóinicialmente Caso, el formato de los murales en lasjambas —con la representación de una pareja— seasemeja al de varias lápidas grabadas con genealo-gías. La dirección hacia la que miran los individuossugiere, contrario a las interpretaciones de Caso yMiller, que la sucesión empieza con el personaje ja-guar abajo a la derecha, sigue con la pareja pintadaen el registro superior derecho y termina con elpersonaje representado en la jamba izquierda [fig.58]. Esta secuencia de lectura sigue el mismo pa-trón que el de la Tumba 103.

El personaje con el que inicia la genealogía,representado por su nagual felino, tiene un toca -

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Restos de pintura mural (colores rojo y verde)

N

Techo de bóveda

0 1 m

Dintel con dos superficies grabadas

Superficie

Figura 15.56. Planta y perfil de la Tumba 158 de Monte Albán. (Dibujo: J. Urcid, 2004.)

Figura 15.57. Fachada de la Tumba 125 de Monte Albán. (Dibujo: J. Urcid, 2004. Dibujo de las vasijas efigie: A.Reséndiz, 2006. Basado en Caso y Bernal, 1952: figs. 134bis y 226.)

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Representación de una mujer con el glifo J ‘maíz’ en el tocado

Representación de un hombre con el glifo C ‘lluvia’ en el tocado

Piedra espiga en forma de cabeza de serpiente

Jaguar (nagual de unpersonaje)

Banda con motivos “T”alternando su posición

Mujer

Jaguar (nagual de unpersonaje) identificado conel nombre 1 B (Jaguar)

Vasijas efigie encontradasen la tumba

Hombre

Jaguar (nagualde un personaje)

Dos serpientesentrelazadas

Hombre

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Secuencia de la genealogía

Motivo que podríarepresentar un toldo

Tronco sin hojas y unacuerda en la base

Planta con hojas y raíz

Cajete con objetosno identificados

Hombre con sombreroforrado con piel de jaguar

Taburete con siluetainterna del glifo de Cerro

Trono Trono

Glifo de Cerro

Hombre con yelmo de jaguar

Mujer finamentevestida

Jaguar (nagualdel ancestroapical)

Figura 15.58. Secuencia de la genealogía pintada en las jambas de la Tumba 125 de Monte Albán y desglose analítico de la imaginería. (Dibujo: J. Urcid, 2004.)

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do de plumas, posiblemente un bezote o narigueracompuesta, y aparece sentado sobre un trono condos soportes, cuyo canto tiene una banda parecidaal registro basal en los murales de la Tumba 105,excepto que los motivos son glifos de Cerro y éstosno alternan con ejemplos invertidos. Enfrente delpersonaje aparece un cajete con objetos no identi-ficados, aunque éstos podrían ser parte de la para-fernalia para el autosacrificio (como en el registrogenealógico de la estela de la Tumba 5 en el Cerrode la Campana). Las extremidades del personajejaguar cuelgan, y al igual que los soportes del tro -no, descansan sobre un glifo de Cerro que tiene in -ser ta do el glifo ‘banda diagonal con ganchosopuestos’ (una versión del glifo que aparece en lasjambas de la Tumba 104 o en los paneles de la fa-chada en la Tumba 50).

La secuencia continúa en el registro superiorde la jamba derecha, el cual presenta a una parejasentada con las piernas entrecruzadas sobre otrotrono muy similar al del registro inferior. La únicadiferencia es la decoración del canto que incluye,además de pequeñas versiones del glifo de Cerro,el signo escalonado ‘neblina’ o ‘rocío’ (un grafo enforma de S horizontal con grecas). La mujer, vestidacon textiles finos y muchas joyas, aparece en pri-mer plano y con su cuerpo en vista frontal. A la de-recha de su cabeza está una planta con su raíz. Elhombre, atrás, está representado de perfil portandoun yelmo de jaguar decorado con plumas, un bra-guero con piel de jaguar y un collar con chaquiras.Porta un cajete y un racimo de plumas ensartadasen un mango. A la derecha de su cabeza aparece larepresentación de un tronco con ramas desprovis-tas de follaje y la de una cuerda que continúa hastala esquina superior izquierda del registro.

La sucesión genealógica termina en la jamba iz-quierda, donde aparece otro personaje sentado conlas piernas entrecruzadas sobre un banquillo quetiene en su interior la silueta del glifo de Cerro. Elpersonaje lleva un braguero similar al del hombreen el registro antes descrito y un sombrero forradocon piel de jaguar, adornado hasta arriba con plu-mas. Lleva collar y orejera, además de que sostienecon ambas manos un estandarte circular, decoradoen la parte superior con tiras enhiestas. Encima desu cabeza aparece un motivo que representaría untoldo decorado con chaquiras, plumas y tiras.

Aunque ninguno de los personajes está identi -fi ca do por su nombre calendárico, cada uno estáaso ciado a un signo que los distingue. El cajete, laplan ta, el tronco-cuerda y el toldo podrían ser glifosfonéticos que den los sobrenombres de los persona-jes, o bien ser grafos semánticos que aludan a otrossignificados. La diferencia en el tamaño relativo delos personajes sugiere que quien mandó comisio-nar las pinturas quiso que su imagen fuera la másgrande de todas y que su relación con el an cestroapical fue a través de su madre, pues la mujer en elregistro superior de la jamba derecha resalta en im-portancia por sus dimensiones, su re pre senta ciónparcialmente frontal y por estar en primer plano.

Las pinturas que ornamentan el dintel y la cor -nisa tienen evidencia de haber sido ejecutadascon brochas más gruesas (Miller, 1995: 80). Aunqueesto no elimina la posibilidad de un aprendiz tra-bajando simultáneamente con un maestro (esteúltimo encargado de pintar las jambas), el formatode las composiciones —aunque no desconocidos enotros programas visuales funerarios— contrastacon la dirección que tienen los personajes en elregistro genealógico. La cornisa incorpora al cen-tro una piedra espiga esculpida con la cabeza deuna serpiente, y a los lados se pintaron jaguaresque dirigen la mirada hacia la piedra espiga. Sóloel de la izquierda tiene un nombre calendárico 1 B(Jaguar), pero el glifo nominativo no sigue la orien -tación del felino, sino la de la genea logía. La pre sen - cia del nombre calendárico implica que los jaguaresaluden a los naguales de dos individuos. La basede la cornisa tiene una banda con motivos en for -ma de T que alternan en cuan to a su posición, mien -tras que el dintel tiene dos serpientes entrela za -das, una con piel de jaguar. Los espacios entre loscuerpos entrelazados tienen un signo singular enel corpus. Las serpientes tienen sus cabezas en di-rección opuesta a la de los jaguares pintados en lacornisa. Desconozco el significado de las serpientesentrelazadas y los motivos entre sus ondulaciones,pero en cuanto a los motivos en la base de la cor -ni sa, éstos se asemejan al signo ik’ usado en el sures -te de Mesoamérica para denotar ‘viento’. Si el motivotambién tuvo esa acepción en Oaxaca, su contex toen la tumba de Monte Albán se relacionaría connociones de aliento, alma y resurrección.

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Nicho

Fachada de la tumba

Nicho

Numeral 9

Glifo J

Hombre

Figura 15.59. Desarrollo de los muralesen la Tumba 11 de Lambityeco. (Dibujo: J. Urcid, 2004.)

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Nicho

Numeral 13

N

0 50 cm

Mujer Hombre Hombre

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Piedragrabada núm. 3

Piedragrabada núm. 3

Piedragrabada núm. 5

Piedragrabada núm. 4

Piedragrabada núm. 4

Glifo 1 Águila

Piedra grabada núm. 1 Piedra grabada núm. 2

Piedra grabada núm. 1 Piedra grabada núm. 2

Posible configuración de la fachada de la tumba que se desmanteló para construir la Tumba 1 del Barrio del Rosario

Figura 15.60. La Tumba 1 del Barrio del Rosario,Huitzo. (Dibujo: J. Urcid, 2004.)

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Si las diferencias técnicas y de composición enlas pinturas son el resultado de diferentes momen-tos de aplicación, podría argumentarse que la genea -logía termina con el individuo identificado calendá-ricamente como 1 Jaguar, implicando así unaprofundidad genealógica de al menos cuatro gene-raciones en el registro visual de la tumba.

Tumba 11 de Lambityeco (LAM-T11)

Esta tumba se localiza en el Montículo 185 deLambityeco y dista unos 200 metros al noreste dela casa de la Tumba 6. La cripta estuvo asociada auna superposición de varias casas, debajo de la su-cesión de cuartos que dan al este. Fue construiday usada durante la fase Xoo; presentó evidenciade pinturas en las jambas y en el interior (Winter,Deraga y Fernández, 1979). Al momento del des-cubrimiento, gran parte de los murales estaban

desprendidos y fragmentados. Sin embargo, es evi -dente que se pintaron personajes identificadospor sus nombres calendáricos [fig. 15.59]. Aunqueel registro genealógico está obliterado, había al me -nos una pareja hombre-mujer en cada uno de losmuros laterales. Se les pintó encontrados uno alotro, como si presentaran ofrendas hacia los ni-chos. Los personajes al oeste de éstos son repre-sentaciones masculinas (véase Miller, 1995, láms.22 y 23). El del lado izquierdo tenía un tocado depiel de jaguar, cuyo nombre calendárico tenía elnu meral 9. El muro del fondo también estuvo pin-tado, pero sólo queda lo que podría ser parte de lavestimenta de un personaje en el lado derecho. Esposible que en este muro también se hayan pinta dodos personajes viendo hacia el nicho central. Encada una de las superficies interiores de las jam-bas también había un personaje, pero éstos proce-den hacia fuera de la tumba. El nombre calendá-rico del de la derecha tenía el numeral 13. Todosestos murales se pintaron con colores rojo, negroy amarillo sobre un fondo con tono rojo claro. Lassuperficies externas de las jambas sólo tenían lí-neas pintadas en rojo y negro.

Fecha anual 5 Pedernal

Tumba 4 del Cerro de la Campana (CCA-T4)La superficie exterior del dintel en esta tumba tiene dos fechas anuales, aunque sólo la de la izquierda es legible (5 Pedernal). El estilo del glifo del año yla serie de portadores implicada por esta fecha sitúa la tumba en la fase Chila

El contenido de una parte de la pintura al centro del dintel es ilegible en lafotografía de la que se generó el presente bosquejo (Méndez, 1984: foto 24). Las fechas podrían referirse a eventos de defunción. No se tienen datos sobrelos colores

Figura 15.61. Tumba 4 del Cerro de la Campana (CCA-T4).(Dibujo: J. Urcid, 2004.)