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El arcoíris en la tormenta. Renata Aguilar Ledesma 145A. “A medida que empecé a quererme, deje de ansiar tener una vida diferente, y pude ver que todo lo que me rodeaba me estaba invitando a crecer” Charles Chaplin. Soy Renata Aguilar Ledesma, tengo 15 años. Nací el 26 de agosto del 2004. Mi familia está constituida por mi madre, mi padre, un felino tiernamente pasado de peso y yo. Me considero una persona leal y amigable, además de fuerte y directa si así me lo propongo. Aunque ahora pueda describirme con toda seguridad, mi pasado demuestra lo contrario… Empecemos por donde inicio todo. Al ser infante, nunca dudé de mi misma, sabía perfectamente quien era y qué merecía en esta vida, todo era muy bueno, adoraba ser yo; pero pasaba algo: Mis amistades en la niñez no me hacían sentir bien; era distinta a ellas y, al ser diferente, era malmirada y criticada, pero nunca me importó. Todo iba bien, hasta que esta etapa llego a mí al entrar a secundaria…la adolescencia. Al inicio no le tomé interés, era algo que creía poder controlar, pero me equivoqué. Mis emociones y mis pensamientos explotaron como al agitar una bebida con gas y destaparla, pero mi corazón era quien recibía el impacto día con día. Al relacionarme con las personas de mí alrededor, dudaba de mis propias capacidades y cualidades, quería ser lo que la gente me dictara, incluso si era una imagen totalmente falsa de mí; lo que más me afectó, fue la forma tan intensa y

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El arcoíris en la tormenta.

Renata Aguilar Ledesma 145A.

“A medida que empecé a quererme, deje de ansiar tener una vida diferente, y pude ver que todo lo que me rodeaba me estaba invitando a crecer”

Charles Chaplin.

Soy Renata Aguilar Ledesma, tengo 15 años. Nací el 26 de agosto del 2004. Mi familia

está constituida por mi madre, mi padre, un felino tiernamente pasado de peso y yo. Me

considero una persona leal y amigable, además de fuerte y directa si así me lo

propongo. Aunque ahora pueda describirme con toda seguridad, mi pasado demuestra

lo contrario… Empecemos por donde inicio todo.

Al ser infante, nunca dudé de mi misma, sabía perfectamente quien era y qué

merecía en esta vida, todo era muy bueno, adoraba ser yo; pero pasaba algo: Mis

amistades en la niñez no me hacían sentir bien; era distinta a ellas y, al ser diferente,

era malmirada y criticada, pero nunca me importó. Todo iba bien, hasta que esta etapa

llego a mí al entrar a secundaria…la adolescencia. Al inicio no le tomé interés, era algo

que creía poder controlar, pero me equivoqué. Mis emociones y mis pensamientos

explotaron como al agitar una bebida con gas y destaparla, pero mi corazón era quien

recibía el impacto día con día.

Al relacionarme con las personas de mí alrededor, dudaba de mis propias

capacidades y cualidades, quería ser lo que la gente me dictara, incluso si era una

imagen totalmente falsa de mí; lo que más me afectó, fue la forma tan intensa y

descabellada que tenía para querer a una persona, y al tener que lidiar con la crueldad

natural del hombre, salía con una violenta cascada de miedos y dudas que me

ahogaba poco a poco. Al final, llegué a estar hundida en una inseguridad bestial: tuve

mucha sensibilidad; sentía desprecio y tristeza al ver mi propio reflejo; no poseía el

valor para elogiarme en los malos momentos; y deseaba con frustración el cambio de lo

que yo era, haciéndome buscar amor en donde me lastimaban a diario. En mi niñez se

sentía bien ser diferente, en la adolescencia el ser diferente era mi mayor defecto.

La presión que tuvieron esos problemas en mí, hacían que tuviera temor de

relacionarme con los demás por el daño que habría en un futuro. A pesar de que no

dijera nada, mi familia notaba algo extraño, sin saber con claridad que era; con mis

amigos, intenté que no se preocuparan por mí, ya que tenía todo “bajo control”, aunque

era más que evidente que necesitaba del cariño de los demás para alimentar mi

deficiencia; y en mi mente, sabía que necesitaba huir de esa situación, sólo que me

daba miedo hacer algo respecto, ya que no creía que valiera la pena esperar alguna

diferencia. Pero el tiempo me ayudó a darme cuenta de la verdad…mi familia me

demostró que tan importante soy en su vida, dándome confianza para abrirme hacia

ellos; mis amigos me mostraron que he marcado sus vidas de una forma que les

enseñó a apreciar mi cariño hacia ellos y prometieron cuidarme hasta el final,

haciéndome ver que mi afecto puede ser mutuo y correspondido; y en mi mente, una

personalidad interior me ayudó a salir adelante, un ser incandescente que no se

mantiene inmóvil ante el dolor, fue el faro de luz y el salvavidas entre el inmenso mar;

ayudó a quererme de nuevo, a recoger mis pedazos con paciencia y mejorar para

soportar lo que sea que viniera. Gracias a esto, pude salir adelante y superar esta

amarga situación; a madurar y saber perfectamente que deseo, y quererme poco a

poco, a pesar de que la temporada de adolescencia aún no ha finalizado…

Debo agradecer eternamente a mi familia y a mis amigos por el apoyo y el amor

incondicional que me han brindado y enseñado en los últimos meses desde que viví

esta circunstancia, no tengo palabras para describir cuanto es el aprecio que tengo por

ellos. La disposición que tienen mis personalidades internas para mejorarme, se ha

mantenido para que yo sea eternamente feliz; a pesar de las diferencias que tienen, me

entienden la mayor parte del tiempo y me ayudan a enmendarme poco a poco. Y

finalmente, me agradezco por no dejarme vencer, por saber que quiero en esta vida de

forma objetiva y me pido luchar para conseguir mis metas, soy muy capaz y lo seré por

siempre.