El Anarquismo en Chile (1897-1931) - Luis Heredia

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L u is Heredia M. ( 1897 - 1931 )

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Luis Heredia M.

(1897-1931)

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EL ANARQUISMO EN CHILE (1897 - 1931)

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LUIS HEREDIA M.

EL ANARQUISMO EN CHILE (1897 - 1931)

EDICIONES ANTORCHA Apartado Postal 12-818

México 12, D. F.

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Primera Edición 1981

Ornar CortésEDICIONES ANTORCHAAv. Cuauhtémoc 1177 - Apdo. Postal 12-818México 12, D. F.

Impresos ALFA Toledo 116-C.

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NOTA EDITORIAL

En la mayoría de los países de América

Latina, el an a r q u i s m o jugo un papel pr e ­

ponderante en las luchas o b rero-campesi-

nas de las tres primeras decadas del

presente siglo. Este ens a y o que sólo se

c i r c unscribe a Chile tiene un doble v a ­

lor: A) porque el c o n j u n t o de las infor­

maciones presentadas es poco co n o c i d o

por la mayoría de aquellos interesados

en la liberación de los pueblos latinoa­

mericanos y, B) porque este trabajo re­

basa el simple m a r c o de una investiga­

ción académica ya que el autor p a r t i c i p ó

en la lucha social de la época al ser

parte activa como a narquista en los m o ­

vimientos aludidos, o sea que este d o c u ­

mento no es me r a m e n t e "hist ó r i c o " -como

sinó n i m o de "pasado", sin vigencia a c ­

tual- sino que se c o n vierte en una h e ­

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rramienta mas para llegar a comprender,

a interpretar el desarrollo de las lu­

chas sociales de nuestros días.

A c tualmente hay quienes consideran al

anarquismo como "cosa del pasado", sin

emba r g o desde hace dos décadas el idea­

rio ácrata vuelve a resurgir con sus a l ­

ternativas en la vida s o c i a l . Corresponde

entonces a los que simpatizamos o par t i ­

cipamos de una u otra manera con los

p lanteamientos a n a r q u i s t a s , dar a conocer

el caudal de experiencias y c o n o c i m i e n ­

tos que fomentó esta corriente política

en tierras latinoamericanas tanto, para

evaluar errores y a c i e r t o s , como para que

la gente en general tenga la o p ortunidad

de conocer que en esta América la h i s t o ­

ria para construir un m undo libre de ti­

ranías y opresiones comenzó desde hace

algún t i empo. Muchos dejaron sus vidas en

tal empresa. Momen t á n e a m e n t e fueron d e ­

rrotados, condenados de la forma más vil

al silencio de los " a c a d é m i c o s " , acusados

de "infantilismo" por los autoritarios;

en fin se trató de hacerlos desaparecer,

de borrarlos de las páginas de nuestra

h i s t o r i a . Pero sucede que la verdad acaba

siempre por imponerse, y ni los " a c a d é ­

micos", ni los autoritarios, ni los po­

litiquillos de cualquier capilla, podrán

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negar la p articipación de los a n a r q u i s ­

tas en las luchas de los pueblos lati­

noamericanos.

Ayer fue ayer, hoy es hoy, y tu lector,

eres parte activa de la vida social. Tu

acción es fundamental.

Llegará el día, dijo un compañer o en

tierras chilenas, en que por las a l a m e ­

das caminará sonriente el hombre nuevo

de América. Nosotros estamos persuadidos

que ese día llegará y que ese m ismo día

bailaremos sobre nuestras banderas ne­

gras con el entus i a s m o que guarda la

gran festividad humana.

Por ahora, la bandera negra vuelve a

ondear en el viento.

EL GRUPO EDITOR.

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EL ANARQUISMO EN CHILE (1897 - 1931)

El escaso desarrollo industrial de Chi­le no permitió la aparición del movi­miento sindical sino hasta muchos años después que en Europa. Las primeras ma­nifestaciones revolucionarias, que no fueron ciertamente sindicalistas, las ve­mos aparecer en las postrimerías del si- glo pasado, hacia 1897, año en que, según los documentos registrados, señalan a un grupo anarquista y otro socialista, ac­tuando por primera vez en el medio so­cial.Revisando los voceros anarquistas de aquel año y posteriores, como por ejem­plo "La Tromba", "La Campaña", "El Acra­ta" y "La Agitación", que vieron la luz publica sucesivamente desde el 97 hasta el 99, es admirable constatar la nítida claridad que de las concepciones anar­quistas tenían los camaradas de aquel entonces, pues señalaban con precisión

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la misión revolucionaria que incumbe realizar al proletariado, como asimismo el trabajo de preparación y orientación que correspondía a ellos como fuerza consciente de ese proletariado.A través de las páginas vibrantes y combativas de aquellos periódicos, se ve la gran actividad desarrollada por todos los militantes en la acción cotidiana, realizando mítines y dictando conferen­cias, dando vida robusta a sus periódi­cos e irrumpiendo en las sociedades mu­tuales, únicas de la época, para satu­rarlas de las ideas emancipadoras que advenían al ambiente social luchando por conquistar una situación para marcar una ruta liberadora.Fué este el principio, la iniciación; la siembra esparcida en los surcos todavía vírgenes del explotado pueblo y que ha­bía de germinar, después, rompiendo la dura corteza de los intereses creados y de las añejas concepciones de la vida social y económica. Pero era éste un he­cho tan inaudito e imprevisto, que venía a sacudir el ambiente conventual del país, que todos los sectores de la bur­guesía abrieron sus fuegos contra esos grupos de rebeldes que venían a turbarla en su apacible opresión política y eco-

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nómica a las masas populares. De ahí que la prensa burguesa comenzara a atacar en todos los tonos a esos grupos del ideal y de la revolución. Lo menos que pedía aquella prensa a las autoridades era la supresión de aquellos "pasquines inso­lentes", según sus propias expresiones. Ya era tarde, sin embargo; las ideas re­volucionarias habían sido expuestas tan concienzuda y ejemplarmente y contenían tanta cruda verdad, que ya no habría fuerza humana ni bruto poderío que pu­diese extirparlas.A la inversa de las pretensiones de la burguesía que quería la extirpación de las nuevas ideas, éstas no hacían mas que expandirse; el esfuerzo de los anarquis­tas se veía ampliamente recompensado con la formación de nuevos grupos y con la organización de los trabajadores en sin­dicatos de resistencia, quienes junto con adoptar la nueva forma de organización, echaban mano de un arma hasta entonces muy poco usada: la huelga.Al iniciarse el año 1900, se organizaba, aparte de los grupos ideológicos especí­ficos, un "Centro de Estudios Sociales Obrero", y algunos jovenes universita­rios, constituían el grupo " a Revuelta", para la propaganda anarquista, según ex­

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presión textual de su primer manifiesto. En Valparaíso, al mismo tiempo se orga­nizaba el grupo "La Libertad".Estos cuatro años de divulgación ideo­lógica y de agitaciones, rebasaron, por cierto, los lindes de las provincias cen­trales y ganaron los dos extremos del país: la tórrida zona del salitre y las heladas regiones magallánicas. En las pampas salitreras comenzaron a sucederse a menudo huelgas, motivadas casi siempre por el mal trato que los capataces daban a los obreros. "La Voz de Abajo", perió­dico de tendencia socialista revolucio­naria que comenzó a publicarse en Iqui- que, interpretaba las aspiraciones de los trabajadores del salitre y los alentaba en sus luchas.En Punta Arenas, los trabajadores cam­

biaban también sus métodos mutualistas por los de resistencia, organizando una entidad única que los cobijara a todos: la "Unión Obrera", con su respectivo pe­riódico: "El Obrero".El 1o de mayo de 1901 aparecen en San­tiago los periódicos gremiales "El Siglo XX" y "El Progreso Social"; el primero, órgano de las sociedades de resistencia, y el segundo, que declaraba ser periódico obrero revolucionario. En "El Siglo XX"

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puede leerse la avanzada declaración de principios de la Federación Local de Carpinteros.

Por las paginas de ”El Progreso So­cial”, sabemos de la estada en Chile del brillante teórico y luchador del anar­quismo, Pedro Gori, que dicto un ciclo de conferencias e influyo poderosamente en la expansión de las ideas.Como hecho de importancia en el movi­

miento obrero de aquel tiempo, merece citarse la organización de la Casa del Pueblo, que paso a ser el centro de reu­niones del ya proletariado militante y donde convivían, sin beligerancia los so­cialistas y los anarquistas.No debe creerse, sin embargo, por lo ex­puesto, que todo era color de rosa para los revolucionarios y que sus grupos y organizaciones marchaban como sobre cu­bierta lisa; ya hemos dicho que la bur­guesía no les escatimaba ataques, sobre todo desde su principal fuerte: la pren­sa. Es así como en cada mitin o confe­rencia que se realizase, se detenía a uno o más militantes con un pretexto cual­quiera, y estando por aquel tiempo sobre el tapete publico el entredicho chile­no-argentino por los terrenos patagóni-

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cos, todos los mítines que anarquistas y socialistas realizaban en contra de la guerra que venía inminente, eran disuel­tos violentamente por la policía del or­den.Fue este entredicho, la primera prueba de fuego a que se sometía al novel movi­miento subversivo; los puntos de vista que los militantes del movimiento tenían frente al conflicto, fue dado a conocer por medio de un manifiesto que publico el n° 5 de "La Agitación", de fecha 1o de enero de 1902, cuyos párrafos princi­pales insertamos por el interés que tie­nen como documento histórico:

"EL PELIGRO SE ACERCA"."A LOS TRABAJADORES CHILENOS".

nLos gobernantes, eternos explotadores de la miseria, empiezan a incitaros a la matanza de vuestros hermanos, los traba­jadores de la República Argentina. Los periodistas asalariados os dedican ya las loas que guardan para cuando necesi­tan vuestros votos en tiempos de elec­ciones o vuestra vida en tiempos de gue­rra"... Escuchad: Mas allá de los Andes hay unos obreros que sufren nuestras mismas miserias y las mismas tiranías y

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que, como vosotros, nada tienen que de­fender. Ellos no pueden ser vuestros e- nemigos porque son vuestros hermanos de esclavitud.Todo el artificio internacional es la obra de diplomáticos y gobernantes, que solo miran en la guerra su interés par­ticular o el de sus allegados.¿Y no habéis pensado un minuto siquiera

en las consecuencias de esas matanzas colectivas y el papel que vosotros de­sempeñaréis en ellas?"..."A vosotros solo se os dice que hay e-

nemigos de la patria y se arranca de vuestros corazones todos los sentimien­tos de humanidad para inculcar el odio brutal hacia otros hombres; ese odio de la fiera que goza al contemplar las con­torsiones desesperadas del moribundo y al ver estallar en burbujas la sangre que levanta de la herida abierta por el acero salvaje.Y se destruyen ciudades, se aniquilan pueblos, se roba, se viola todo derecho, se asesina, se mutila... todo en nombre de ese principio abstracto y absurdo que se llama "patria" (...)"La misma patria que estáis vosotros

defendiendo, desoye los clamores de vues­

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tras familias hambrientas, ella misma castiga a vuestros hijos si, impulsados por el hambre han robado un pan al bur­gués en cuya defensa os estáis asesinan­do. Y solo cuando volvéis inválidos para el trabajo, arrastrando vuestros miem­bros mutilados por la metralla, se os concede una pensión ridicula por su exi­güidad que solo os alcanza para moriros de hambre (... )"Obreros chilenos: arrojad a vuestros gobernantes esos rifles asesinos con que se os quiere armar contra vuestros her­manos; que el propietario defienda sus propiedades, que el gobernante defienda sus instituciones políticas".¿Habría que agregar algo a una actitud

tan clara y valientemente definida? In­dudablemente que no.Siguiendo el curso del desarrollo del

movimiento revolucionario, presentase después la fecha memorable del 12 de ma­yo de 1903, fecha que marca la culmina­ción del descontento que sufrían los trabajadores de la Compañía Sud America­na de Vapores, de Valparaíso, como con­secuencia de sus pésimos salarios y los malos tratos. Motivos estos que les im­pulsaron resueltamente a declarar la huelga en la fecha indicada y después de

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haber recibido de la Compañía la negati­va más rotunda de acceder a las demandas mejorativistas. Y hubo más todavía: la Compañía no se contento con rechazar el petitorio; como empresa grande, ensober­becida de su poderío económico asumió una actitud desafiante frente a las de­mandas obreras, haciendo escarnio de ellas. En esta acción infamante le acom­paño toda la reacción porteña con el diario "El Mercurio" a la cabeza.Del otro lado los obreros estaban so­los, con su sola fuerza y su único empu­je.Parapetadas en sus respectivas posicio­nes las dos fuerzas, hacen el conflicto inevitable; ninguna cede, una por sober­bia, la otra porque le asiste la justi­cia, pues se trata solo de un pequeño aumento y de que cesen los malos tratos. Así las cosas, el conflicto sobreviene en el día que queda dicho.Las autoridades, desde el primer momen­to, toman toda clase de medidas en con­tra de los huelguistas, todas sus reu­niones son disueltas. Estas provocacio­nes enardecen los ánimos de los trabaja­dores y comienzan a hacer frente a las fuerzas policiales. Por uno, dos, cinco o veinte puntos diversos surgen barrica­

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das; la lucha se extiende en guerrillas y en muchos pequeños frentes. Ante el edificio de la Intendencia se desarrolla una de las más sangrientas jornadas; lue­go se prende fuego al edificio de la Compañía Sud Americana, y el pueblo, fu­rioso ya por el cruento batallar, trato de hacer otro tanto con la imprenta de "El Mercurio", pero este edificio estaba ya en pie de guerra y a pesar de serios intentos, el pueblo no consiguió su ob­jetivo.Esta jornada fue, acaso, una de las más dolorosas: hubo muchos heridos y siete muertos, hecho que hizo recibir a "El Mercurio", por muchos años, el mote de "matasiete".Durante los días que duro esta huelga revolucionaria los trabajadores porteños se alimentaron con la existencia de ví­veres que había almacenados en los male­cones y de los cuales ellos mantuvieron en su mayor parte el control.Después de estos hechos sangrientos vi­nieron las negociaciones y los trabaja­dores triunfaron en sus peticiones, bien que a costa de numerosas vidas, pero que­dando en pie, por primera vez en el país y por una lección tan brutalmente obje­tiva, de lo que puede un pueblo insurrec-

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clonado por la conquista de sus de­rechos.Después de los sucesos de 1903, el mo­vimiento obrero de mayor resonancia y que constituye, todavía, un gran ejemplo histórico, es la Semana Roja de 1905.Ante la enorme carestía de la carne, que era objeto de especulaciones sin freno por los ganaderos nacionales, se organizó el Comité Pro Abolición del Impuesto al Ganado Argentino. El 22 de octubre el Comité organizó una manifestación publi­ca para tratar sobre la derogación de dicho impuesto. El mitin fue provocado por la policía, lo que produjo un choque sangriento que segó más de 200 vidas proletarias. La masacre infame se exten­dió como un reguero por todos los ámbi­tos del país y produjo tan grande indig­nación popular que el gobierno se apre­suro a resguardarse. En la misma tarde de la masacre los ferroviarios se reunieron extraordinariamente y acordaron la huel­ga general indefinida en todo el país; rápidamente la tea revolucionaria pren­dió en todas las demás actividades del trabajo, y los ferroviarios insurreccio­nados, pusieron a disposición de un im­portante núcleo de trabajadores las lo­comotoras, de las cuales se habían apo­

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derado, para hacer prender la huelga general en todo el país. En el frente de cada tren ondeaba, gallarda y por primera vez, la bandera roja de las reivindica­ciones proletarias qué se adelantaba co­mo para saludar a los que en los pueblos esperaban ansiosos la fausta nueva de la insurrección popular. "El gobierno, por su parte, se defendía con todas las fuerzas represivas de que dispone el Estado para estos casos en que el pueblo lo pone en apremios. Su primera medida fue decretar al país en estado de sitio y poner el palacio de gobierno en pie de guerra, a pesar de lo cual, las masas insurreccionadas inten­taron más de una vez asaltarlo. De donde menos se pensaba surgía de improviso una barricada del pueblo que luchaba contra las fuerzas del Estado. Hubo saqueos y muertos por doquier, hasta que al fin, con mejor organización, triunfo el Esta­do. Falto en el pueblo una organización con visión revolucionaria para llevar el ataque de fondo, al corazón del Estado capitalista y desarmarlo. Fuerzas insu­rreccionadas para ello no faltaron, por el contrario, fueron más que suficientes. Al pueblo le falto, tal vez por su poca experiencia, sentido revolucionario, por­que fuera de los choques con los esbi­

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rros, se dedico a atacar las cosas y no las instituciones, que es precisamente donde hay que operar en un movimiento revolucionario de importancia.Esta huelga fue evidentemente la huelga general revolucionaria preconizada por los anarquistas y sindicalistas revolu­cionarios; reunió en sí todas las condi­ciones y aspectos para dar el golpe de muerde al capital gubernamental, pero, la poca experiencia y el poco conocimiento de las doctrinas subversivas, facilito el triunfo gubernativo sobre las aspira­ciones populares.Y aquí conviene destacar un hecho que niega la tesis marxista, pues que atribu­ye a todo movimiento un principio econó­mico. En el caso de esta insurrección, él pueblo se levanto, insurreccionó y peleó, no por un motivo económico sino impulsa­do por un sentimiento que hizo presa en todos. Esos 200 cadáveres del pueblo caídos en la masacre, hirieron las fi­bras sentimentales de todos, y rojos y amarillos y blancos e indiferentes, se alzaron como un solo cuerpo y arremetie­ron sin atenerse a ninguna considera­ción.Y ese movimiento grandioso, sin paralelo en la historia del país, alzado por un

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sentimiento colectivo, pudo derribar de su alto sitial al Estado capitalista, pe­ro ya hemos señalado las fallas que hi­cieron posible su fracaso.Después de estos hechos, la agitación obrera más importante tiene lugar en el norte, en las duras tierras del salitre. El 6 de febrero de 1906 estalla una huelga general en Antofagasta. Eran los obreros del ferrocarril a La Paz que pe­dían hora y media para almorzar en vez de una hora de que disponían. La huelga desde sus principios, tomo un sesgo vio­lento; los trabajadores huelguistas com­batieron contra la policía y la "guardia del orden”, y asaltaron la tienda "La Chupalla", que después incendiaron. Murió en la refriega, un miembro de la guardia del orden.Al año siguiente, 1907, el 16 de diciem­bre, se declaran en huelga siete mil o- breros salitreros de Iquique, reclamando mejoras económicas. Bajaron al puerto a sostener su movimiento, y allí, en la tristemente histórica Plaza Santa María, fueron horrorosamente masacrados, siendo comandante de las fuerzas militares el general Roberto Silva Renard.Hasta esa fecha, era el movimiento más trágico de los trabajadores de este

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país. Cayeron asesinados por la metralla alrededor de dos mil personas entre o- breros, sus mujeres y sus niños; y caye­ron sin lucha, masacrados cobarde y ale­vosamente por un ejército que las pro­pias víctimas alimentaban y vestían con su fatigante y diario trabajo.Silva Renard, el general que dirigió aquellas fuerzas pretorianas, caía el 14 de diciembre de 1914, siete años después de su crimen enorme, bajo el puñal de Antonio Román Román, atentado del que Silva Renard libro con vida pero que pronto lo llevo a la tumba.Después de la masacre de Iquique, el desenvolvimiento ideológico, cultural y de organización del proletariado, sigue su curso en forma paulatina y sin gran­des acontecimientos que merezcan mencio­narse.A partir de 1910 y hasta 1914, el movi­miento sindical adquiere nuevos bríos, volviendo a serle desfavorable el esta­llido de la guerra europea, a cuya ini­ciación siguió una de las fuertes crisis económicas que hayamos conocido. Esta si­tuación duró lo que la guerra, pues ya a fines del año 17 y principios del 18 en que comenzaron a atenuarse los efectos de la crisis, vemos como el proletariado,

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a medida que retornaba a sus labores, reclamaba lo que el capitalismo le había quitado durante la desocupación y la abundancia de brazos. Dio mayor impulso a este renacimiento del sindicalismo el estallido y triunfo de la revolución ru­sa, hecho que impregnó el ambiente pro­letario del mundo, de la idea de emanci­parse de la esclavitud capitalista, idea que se tradujo entre nosotros en el ro­bustecimiento de la organización obrera y en las fuertes luchas que comenzó a sostener contra el capitalismo.El primer gremio en lanzarse a movi­

miento de importancia, fue el del calza­do que, por medio de su organización, la Federación de Zapateros y Aparadoras, inició desde el ano 17 una ininterrumpi­da serie de huelgas pro mejoramiento económico, huelgas que en la mayoría de los casos triunfaban sin lucha, debido a que los industriales, al ver desde los primeros movimientos que el empuje de los trabajadores era incontenible, no se atrevían, casi, a luchar contra la Fede­ración de Zapateros.Esta situación de inferioridad en los industriales, provocó en ellos, lógica­mente, la natural reacción, y se organi- zaron para preparar la revancha, hecho

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que realizaron con un lockout (huelga patronal) por sesenta días y que com­prendió los meses de enero y febrero de 1918.El cierre patronal afecto a cuarenta y dos fábricas de calzado con un total de cinco mil obreros.Esta lucha entre la Asociación Patronal

y la Federación de Zapateros fue medida intuitivamente por todos los trabajado­res organizados y calculada en los efec­tos que tendría para el movimiento sin­dical su triunfo o su derrota, sabiéndo­se de antemano, por la experiencia his­tórica que la derrota obrera significaba el estancamiento de su movimiento por un tiempo relativamente largo. A la inversa, si triunfaba sería el más grande aliento para el proletariado, que se sentiría más fuerte y animoso para seguir luchando por sus reivindicaciones. Imbuidos con estos presentimientos los trabajadores de las ciudades y las minas, del trans­porte y el comercio, dieron a este movi­miento toda su solidaridad, y alentados por ella y por su ya costumbre de triun­far sobre los patrones, los obreros del calzado resistieron holgadamente los dos meses de lockout, volviendo a sus labores notablemente mejorados en sus salarios,

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y en muchas fábricas, entonando regoci­jados los versos de la Marsellesa Liber­taria.La organización patronal sufrió un rudo quebranto, y el pacto que los había uni­do en contra de los trabajadores, fue roto.Sin conocer exactamente los principios de la Federación de Zapateros, pero ca­lificándola por sus hechos, podemos cla­sificarla entre las de tipo sindicalista neutra, porque con la misma facilidad que ejercitaba las prácticas de la acción directa, aceptaba las intervenciones ofi­ciosas de las autoridades gubernativas. Su misma directiva era una amalgama de tendencias, registrándose en ella el o- portunista, el socialista, el sediciente anarquista y el que, ideológicamente ha­blando, no era nada; muy variada gama para tan poca gente, pero que, buena o malamente, con aviesa o recta intención, tuvieron el tino suficiente para mante­ner latente la rebeldía de cinco mil o- breros en los dos meses de lockout.No es de extrañar, sin embargo, aquella característica de la Federación de Zapa­teros, porque el movimiento sindical se había extendido mucho, pero las ideas que lo definen y le marcan rumbos hasta ha­

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cerlos resueltamente revolucionarios, no se habían infiltrado en la mentalidad de los trabajadores, como no se han infil­trado en nuestros días. El renacimiento del sindicalismo formaba una conciencia colectiva, clasista; el ambiente estaba impregnado de "revolucionarismo", eso era todo, pero no se podía esperar que en tan poco tiempo surgieran por centenares los revolucionarios de corazón y de cerebro.Por tanto, era aquel el tiempo de las amalgamas, de las mescolanzas ideológicas en las directivas y orientaciones sindi­cales. Marx y Bakunin caminaban a menudo juntos, con uno que otro arañazo, como en los tiempos de la Primera Internacio­nal.Fenómeno chileno del sindicalismo, que ayudado por las circunstancias permitía realizar grandes movimientos, aunque sin norte, sin finalidad ulterior, como quien dice, luchar por luchar.Tan pujante como la Federación de Zapa­teros y Aparadoras, aparecía también, en el ramo de la construcción, la famosa Unión en Resistencia de Estucadores, cu­yas decisiones impetuosas frente a todos los movimientos en que le tocaba inter­venir, le permitían conducir siempre al

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triunfo a los suyos y a los trabajadores de la construcción en general.Fruto de las mescolanzas ideológicas de la época fue luego la recordada Asamblea de Alimentación Nacional, el más efectivo de los frentes únicos que ha hecho el proletariado de Chile. No faltaba ahí ninguna tendencia, ni siquiera los de­portistas, los mutualistas y los católi­cos. Verdadera Torre de Babel de las ideas, por lo mismo que su movimiento que se pretendía grande, no tuvo consistencia alguna. Se trataba sólo de alimentación, asunto importante, sin duda alguna, pero que no bastaba para su solidez, aun cuan­do con el se lograse hacer tan hermoso y multicolor mosaico.Sus resultados son de sobra conocidos':

culminó el 28 de agosto del año 19 con un mitin monstruo, de cien mil personas aproximadamente. se le llamó el Mitin del Hambre, y en realidad lo fue, pero del hambre insatisfecho, porque nada se ob­tuvo, a no ser la lección contundente de que esas composiciones híbridas en el terreno social, no conducen, al proleta­riado a un movimiento de resultados pro­fundos.

Poco después, el 18 de septiembre, se funda la Gran Federación Obrera de Chi­

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le, en cuya directiva sigue apareciendo la característica de aquel tiempo: la heterogeneidad de sus elementos, lo que imposibilitaba una definición clara a sus organizaciones, esto es, que no se inclinaban a Amsterdam, ni a Marx ni a Bakunin. Justo es reconocer, sin embargo, que ya comenzaban a perfilarse en el am­biente obrero organizaciones saturadas de tendencia marxista y también algunas definidamente sindicalistas revoluciona­rias porque recibían en su interior el vitalismo anarquista. Podemos citar a este respecto la Federación Obrera Local Santiaguina y la Federación de Estudian­tes, en parte la Asociación General de Profesores que comenzaba a agitarse y a tomar posiciones en el terreno de la lu­cha de clases, viniendo poco después a sumarse a esta tendencia la I. W. W., que dio un empuje mas definitivo en el sentido de despejar el ambiente proleta­rio de su ambigüedad ideológica.La I. W. W., como central del proleta­riado de Chile, de tendencia libertaria, logró encausar el disperso movimiento y asumir en todo momento una actitud com­bativa frente al capitalismo y al Esta­do. Hizo una estrecha alianza con la Fe­deración de Estudiantes, la dinámica y peleadora Federación de Estudiantes de

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aquellos memorables tiempos, y juntas realizaron grandes agitaciones y una vasta labor de cultura revolucionaria.Por la misma época se producen grandes

huelgas en el mineral "El Teniente", en algunos puertos, en el carbón y en casi todos los puertos industriales. El pro­letariado procuraba asi resarcirse de las grandes pérdidas que le infligió el capitalismo en la época de la guerra.Fué este el periodo de oro del movi­

miento sindical, tanto por los grandes contingentes de trabajadores que inter­venían, cuanto porque todos los movi­mientos eran coronados por el éxito.Entre tanto, el gobierno presenciaba alarmado el crecimiento inusitado del movimiento obrero y sus manifestaciones que se hacían cada día más revoluciona­rias. Esto lo condujo a preparar la re­presión, sin estudiar -porque los gobier­nos jamás lo hacen- las causas que de­terminaban toda aquella agitación. La represión la desencadeno como un venda­val en el año rojo de 1920.Se invento, al efecto, una invasión de tropas peruanas en el norte y hacia allá se movilizo el ejército y se llamo a las reservas. Fué ésta... "la guerra de don

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Ladislao”, como jocosamente se la motejo. Esa movilización sirvió maravillosamente los planes represivos del Ejecutivo y dio paso al desate de las furias del chauvinismo criollo.Bandas arrolladoras de calurosos y ele­gantes patriotas asaltaron en pleno día, a la una de la tarde, la Federación de Estudiantes, saquearon el local y quema­ron en la calle, pleno centro de Santia­go, su biblioteca. Luego se envolvió en un proceso larguísimo a los estudiantes que defendieron un momento el local y se arrastró al mismo proceso a más de un centenar de obreros. El poeta Gómez Ro­jas, preso por los mismos hechos y sin otro delito que pulsar su lira rebelde, perdió la razón en la cárcel y fue a mo­rir al manicomio de Santiago.En Magallanes, donde existía una pode­rosa organización obrera, los borrachos de patriotismo hicieron otro tanto: in­cendiaron el local de la Federación 0- brera de Magallanes.Otro hecho de significación en el plan represivo fue el proceso a la I. W. W. de Valparaíso, por habérsele encontrado dinamita en su local social, dinamita que, según se comprobó pronto, fue hecha colocar exprofeso por el entonces Pre­

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fecto de policía de aquel puerto, el ca­pitán Caballero.Los obreros, en respuesta a tanto cri­

men y atropello, solo hicieron una víc­tima en la persona del porta estandarte de un desfile chauvinista. Pero este he­cho no lo dejo sin sanción el capitalis­mo gubernamental. Por él tuvo a dos obreros en la cárcel por más de tres a- ños, sin lograr comprobarles su respon­sabilidad.Mientras tanto, los que habían saqueado, asaltado e incendiado, recibían los pa­rabienes públicos del gobierno.Ocurrió todo esto bajo el gobierno coa­licionista de don Juan Luis Sanfuentes.No tardo mucho, el gobierno liberal y democrático que le siguió, en hacer otro tanto o peor, como veremos más adelante.A pesar de la represión brutal, el mo­vimiento emancipador de los trabajadores no fué ahogado; salió de aquella repre­sión, que duro más de un año, bastante maltrecho, pero no destrozado. Su edad de oro no había terminado, pues pronto se reconstruyo dando muestras de su gran vitalidad. La I. W. W. y la Federación de Estudiantes, que fueron las más aporrea-

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das, volvieron a robustecerse y a inten­sificar su acción. Otro tanto ocurría con las organizaciones socialistas, las que fuertemente influenciadas por la revolu­ción rusa, realizan el 25 de diciembre de 1921 en la ciudad de Rancagua, una Convención que duró una semana.En ella se define la. Federación Obrera de Chile con su adhesión a la Interna­cional Sindical Roja, y el Partido So­cialista dejó de llamarse tal para deno­minarse Partido Comunista, adherido a la Tercera Internacional.Con estas resoluciones de la Convención

de Rancagua, la I. W. W. y la FOCH se enfrentaban. Marx y Bakunin volvían a medirse en sus principios y a continuar en el tiempo y hasta su final victoria, su trabajo de alumbrar cada uno su cami­no al proletariado del mundo.En los años siguientes: 21, 22, 23 y primeros meses del 24 el movimiento sin-, dical e ideológico continúa manifestán­dose intensamente; las luchas económicas y doctrinarias se sucedían en la mayoría de los pueblos importantes del país, de­biendo ya las organizaciones obreras en­frentarse a la fuerza gubernamental ca­pitalista perfectamente organizada, tanto a través del Estado, cómo más concreta-

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mente en la llamada Asociación del Tra­bajo, que dirigía el exprefecto de Val­paraíso, el capitán Caballero.

LA INTERVENCION MILITARLa política de favoritismos y compa­drazgos y el auge de las especulaciones económicas unido a una interesada y bien llevada oposición política, habían crea­do un ambiente casi totalmente opuesto al gobierno existente, ambiente que fue bien aprovechado por el conservantismo político para utilizar al ejercito ha­ciéndolo pronunciarse en contra del go­bierno, pronunciamiento que tuvo lugar el 5 de septiembre de 1924 y que determino, primeramente, la organización de un ga­binete militar-civil, la disolución del Congreso y la destitución del Presidente del país y su reemplazo por una Junta Militar de gobierno.Este pronunciamiento militar que sus

pregoneros hacían aparecer como alejado absolutamente de toda bandería política, fue mirado desde su iniciación por todas las organizaciones obreras de resisten­cia y doctrinarias con el mayor de los recelos. Todos sentíamos la inminencia de una dictadura militar férrea y cruel.

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Seguíamos con avidez su desarrollo y pe­sábamos cada una de las declaraciones del gobierno o de la Junta Militar que controlaba los actos de la Junta de Go­bierno. Pero todo este presentimiento de loó trabajadores organizados no se reve­laba en los hechos en la forma que es de esperar de una dictadura militar.Sin embargo, a medida que los días transcurrían y el ambiente se calmaba un poco, las masas obreras organizadas iban viendo con toda claridad que el conser- vantismo clerical y reaccionario se ha­bía apoderado totalmente del gobierno y que la ponderada juventud militar que tan en alto había declarado que su movi­miento era ajeno a toda bandería políti­ca, este ya le había sido arrebatado in­teligentemente por el clericalismo.La certidumbre de este hecho hizo que las organizaciones obreras se mantuvie­sen más en guardia, buscando contacto entre todas y pronunciándose en declara­ciones y en lo posible con hechos, en contra de la existencia del gobierno mi­litar.Un documento del militarismo entroniza­do que fué muy discutido por los traba­jadores y por el pueblo en general, fué el famoso manifiesto del 11 de septiem­

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bre. La Juventud Militar estaba, ufana de él, dé su contenido social, lo conside­raban un documento valioso porque según ellos, era toda una declaración de prin­cipios, todo un conjunto de premisas cu­ya estricta observancia traería algo así como el bienestar a todos los habitantes del país...

Pero la verdad es que ese manifiesto, que el autor de este libro tiene a la mano en el instante que escribe, no pro­mete nada por lo cual los obreros podían tornarse optimistas; esencialmente pro­mete dos cosas: terminar con "la política gangrenada" y "mantener las libertades publicas". Podría consignarse una terce­ra: convocar a una Asamblea Constituyen­te; pero, aun con este agregado, aquel documento no podía considerarse como al­go esencial para los que aspiramos algo más que a la ficción democrática. Pero, a pesar de eso, hizo perder la cabeza a un determinado sector del proletariado, se­gún veremos más adelante.

Con el gobierno militar-oligárquico, instaurado el 5 de septiembre, llegamos hasta el 23 de enero de 1925, fecha en que se produce el movimiento restaurador de la juventud militar, que dio por tie­

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rra con la Junta de gobierno y que pro­dujo un verdadero alborozó popular.Pues bien, este movimiento restaurador de los postulados del 11 de septiembre ¿cómo fué recibido por los sectores conscientes del movimiento social? En general, ningún sector avanzado lo recha­zo. Todos los elementos lo vieron produ­cirse llenos de la más viva simpatía porque el gobierno que caía derrumbado por la juventud militar estaba compuesto por lo más reaccionario del país, de mo­do que con el gobierno que le sucediese, los trabajadores estarían más garantiza­dos que con el que caía. Pero, una cosa es mirar con simpatía un movimiento y no ponerle escollos para que se desenvuel­va, y otra adherirse a él con ingenuidad de niño o con ambición de oportunista.Aparte de la forma como se manifestaron diversas entidades, cabe destacar aquí cómo recibieron el movimiento los secto­res comunista y anarco-sindicalista. Para apreciar la actitud del primero basta transcribir algunos párrafos de su mani­fiesto lanzado en nombre de TODA la cla­se obrera del país:"Los trabajadores que formamos las sec­ciones industriales, consejos y juntas provinciales de la Federación Obrera de

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Chile y los que militan en el partido comunista, declaramos nuestro apoyo a la juventud militar que ha enarbolado nue­vamente la bandera de la depuración para limpiar al país de toda la gangrena que lo roía"."Si los acontecimientos que sigan al de

ayer, hicieran necesario que esta adhe­sión no fuera solo moral, es preciso que, desde luego, todos los trabajadores que aspiran a enrielar al país por el sende­ro de la justicia y de la rectitud de procedimientos de su futuro gobierno concurramos entusiastas a empuñar las armas a los cuarteles para defender, con nuestras vidas, la bandera de regenera­ción republicana enarbolada por la ju­ventud militar... ""La clase obrera debe estar en propor­ción equitativa representada en el go­bierno, asegurando, con su cooperación, el triunfo de los postulados de justicia que constituyen la finalidad del actual movimiento".Firman ese manifiesto los miembros de la Junta Ejecutiva de la FOCH y los del Comité Central del partido comunista.¿Que había en las promesas y en lo he­

cho por la juventud militar para que el

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sector bolchevique abandonara tan grose­ramente la "línea” revolucionaria y es­timara que el movimiento era de tanta justicia?

Ya hemos dicho lo que prometía en el Manifiesto del 11 de septiembre, documen­to cuyo contenido reafirmaron el 23 de enero, sin agregar nada más. Y por esa poca cosa el partido comunista perdió su centro de gravedad. Se olvido de su pro­grama, de sus reivindicaciones, de sus principios, de su condición de "vanguar­dia” del proletariado, para proclamar que el movimiento de la juventud militar lo encarnaba todo y que por tanto debíamos aprestarnos para dar la vida por él.

Es indudable que todo movimiento revo­lucionario es en sí interesante por lo que remueve, por lo que agita y por el mundo de posibilidades que abre a las fuerzas conscientes del proletariado, pero no creemos que pueda considerarse como actitud táctica, el que uno de los sectores conscientes diga a los obreros de un país que un movimiento de la pe­queña burguesía militar y civil, como lo era el del 23 de enero, representaba pa­ra los trabajadores el advenimiento de un régimen de justicia.

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A nuestro juicio, la actitud del partido comunista está comprendida en el párrafo que dice: "La clase obrera debe estar representada en proporción equitativa en el gobierno".Es evidente que lo que el partido per­seguía era obtener una o dos carteras ministeriales y después otros puesteci- tos de menor importancia. No persiguió otra cosa, durante varios años, el par­tido demócrata.Por lo demás, es sensible que el hecho no se realizara, pues que habría sido muy interesante ver a un par de ministros comunistas gobernando con un sistema ca­pitalista.¿Y qué actitud asumió por su parte el

anarco-sindicalismo?

Su línea de conducta no varió sustan­cialmente de la que asumió a raíz del primer estallido militar: declaró en su­cesivas publicaciones por la I. W. W., la FORCH y los Centros de Estudios So­ciales, que los obreros estaban dispues­tos a luchar hasta el ultimo momento pa­ra impedir el desate de la dictadura mi­litar, a cuyo efecto llamó a aliarse a todas las organizaciones e individuos que alentaran el mismo propósito.

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Ante el hecho del 23 de enero se re­afirmo lo mismo y se declaro que, si bien la juventud militar retomaba el movi­miento llevándolo a su punto inicial, eso no significaba en manera alguna que los trabajadores debíamos tener confianza en ella ni podíamos esperar de su acción la instauración de un régimen de justicia. La FORCH (Federac. Obrera Regional Chi­lena) y los Centros de Estudios Socia­les, publicaron manifiestos de orienta­ción para el proletariado, declarando que el movimiento de la juventud militar no era otra cosa que una etapa de todo un proceso revolucionario, etapa que debía ser superada por las organizaciones o- breras acelerando ese proceso con accio­nes decididas y a fondo; acciones que si hubiesen sido realizadas por el proleta­riado habrían permitido probar la buena fe revolucionaria de la juventud mili­tar; es decir, habrían permitido ver cual era el límite revolucionario que esta juventud se había trazado.Destacada así la actitud asumida por cada una de estas tendencias del movi­miento obrero frente al hecho concreto de la revolución militar del 5 de sep­tiembre y 23 de enero, hemos de hacer justicia a la juventud militar, declaran­do que mientras controlo el movimiento

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mantuvo el ejercicio de las libertades democráticas, hecho que, unido al entu­siasmo popular que el 23 de enero trajo consigo, permitió la realización de gran­des e interesantes movimientos económi­cos, ideológicos y de una permanente de­fensa de las libertades publicas, las que se presentía serían amagadas en cuales- quier instante por el militarismo gober­nante.Uno de los primeros gremios en lanzarse a una lucha seria en ese año, 1925, fue el de los obreros en calzado por medio de su nueva organización: la Unión In­dustrial del Cuero, pero esta vez, no ya contra el patronato, sino contra la im­plantación de la ley 4054 de Seguro 0- bligatorio, ley que consideró un despojo a una parte del salario obrero y una im­posición intolerable.Fue tanta la decisión y la actividad que la Unión Industrial del Cuero puso en esta campaña, que pronto interesó en ella a las demás organizaciones. La cam­paña comprendía vastas publicaciones de prensa, volantes y manifiestos por dece­nas de miles; conferencias, mítines, y llevando la lucha más a fondo, la Unión Industrial del Cuero se preparó para una huelga general gremial, hecho que realizó

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ampliamente parando alrededor de siete mil obreros en la capital.La Federación Obrera Regional Chilena, central que se había organizado hacía poco captando a su seno los gremios re­tirados de la I. W. W., colaboro con la Industrial del Cuero para hacer el am­biente antilegalista, especialmente en provincias, donde tenía secciones.Pero había un punto negro en esta cam­paña. La Federación Obrera de Chile no adhirió al movimiento. Por el contrario, lejos de secundarlo publicaba todos los días en su diario, una página entera con un aviso de la Caja de Seguro, en el que en una u otra forma se recomendaban las bondades de la ley y se contrarrestaba por tanto la campaña en que estaban em­peñados los demás gremios de Santiago y provincias.Dos huelgas generales en Santiago y una en Valparaíso se hicieron para obtener la derogación de la ley, pero no fué su­ficiente. No hubo fuerza para hacer más, y la ley se aplicó.Viene después, en el mismo año, el más grande movimiento popular que hayamos presenciado, el de los arrendatarios. Mo­vimiento esencialmente popular y revolu-

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d o n a r l o que abarco las dos mas grandes ciudades del país: Santiago y Valparaí­so. La agitación era de todos los días, en ella tomaban parte hombres, mujeres y niños, los que después de las horas de trabajo se lanzaban a las calles de to­dos los barrios en bulliciosos desfiles. En cualesquier sitio se improvisaba una tribuna y un orador, también improvisado, la ocupaba. ¡El 50%I ¡El no pago! era la consigna que se voceaba y el motivo de la lucha. El pueblo obraba por acción directa, imponiendo de hecho el 50% y el no pago, si el caso se presentaba. Esto, naturalmente, significaba un ataque di­recto a la propiedad privada, y el Esta­do recibía con ello una estocada a fon­do, golpe que indujo al gobierno a pro­curar el término de aquella situación revolucionaria del pueblo.

El movimiento era como queda dicho, muy intenso; era todo el pueblo proletario en agitación. De ahí que, una represión san­grienta, hubiese sido de dudoso resulta­do para la estabilidad gubernativa. Pero el gobierno tenía interés en terminar con él cuanto antes, pues, ya la acción comenzaba a proyectarse en provincias y asumía cada vez más las características de un movimiento francamente revolucio­

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nario. Entre la acción bruta y la acción inteligente, el gobierno -cosa rara- pre­firió esta, ultima, buscando la manera de canalizar el movimiento por las vías de la legalidad. Al efecto, dicto una ley especial que creo unos organismos que se llamaron Tribunales de la Vivienda y que tenían por misión dirimir toda cuestión que se suscitare entre arrendadores y arrendatarios. En estos organismos tenían representación los primeros y los segun­dos.Los anarcos sindicalistas, que contro­laban el movimiento en algunas comunas, rechazaron de plano estos Tribunales, considerando que admitir su ingerencia significaba la muerte del movimiento y la perdida de todo lo conquistado.Pero, los comunistas, que son tan bue­

nos marxistas y tan excelentes tácticos no lo estimaron así; aceptaron la ley de Tribunales de la Vivienda y lucharon hasta conseguir la representación de los arrendatarios en ellos.A partir de ese momento el movimiento comenzó a declinar. Y era lógico, una fuerza que actuaba se restaba a el aban­donando la táctica revolucionaria que hasta entonces había mantenido la unidad y el triunfo. Las conquistas fueron de­

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sapareciendo lentamente, trituradas en­tre los engranajes del Estado, y, cuando ya la agitación cesó porque en todos los conflictos intervenían los Tribunales, estos desaparecieron igualmente.El Estado ya no los necesitaba. Había dado muerte tácticamente al movimiento.Si hemos de destacar el carácter de es­te movimiento, o mejor dicho la tendencia que en el predomino tendremos que decir que fue de tendencias anarquistas, aun cuando el pueblo nada supiera de anar­quismo. Las tácticas y los medios de lucha puestos en práctica fueron las tácticas y los medios indicados por los anarquistas, y mientras conforme a ellos se obro, el movimiento fue en marcha de triunfo.Bakunin domino en el espíritu y en los

hechos del movimiento. Hemos visto ya el papel que cupo a Marx.Siguiendo el orden cronológico de los

hechos, hemos de mencionar la tragedia horrorosa que sufrieron los obreros del salitre en los primeros días de junio del 25. En efecto, el día 4, los traba­jadores de la oficina "La Coruña", de Iquique se declaran en huelga general. El gobierno alarmado por el sesgo que toma-

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ba el movimiento y, más que nada presio­nado por el capitalismo ingles, movilizo hacia allá fuerzas del ejército y arma­da, las que al mando del general Floren­tino de la Guarda, ahogaron en sangre el levantamiento de los obreros pampinos.Balance de esta horrible masacre: dos

mil muertos, centenares de heridos, viu­das y huérfanos. Y todo ello cuando aun no se apagaban los ecos jubilosos de un pueblo que recibía al presidente exila­do, don Arturo Alessandri Palma.Año y medio después, el 17 de enero de 1927, se produce una gran huelga general simultánea en Santiago y Valparaíso. Fué la ultima del ciclo de diez años en que el proletariado había librado tantas y tan cruentas luchas por su liberación económica y política.Un mes más tarde se iniciaba la dicta­dura del militar Carlos Ibáñez, dictadu­ra que arraso con todas las organizacio- nes obreras de avanzada, y confino y deporto a sus mejores elementos.Cuatro años cinco meses duro el terror

dictatorial. En todo ese tiempo, apenas si se advierten algunas manifestaciones que demuestran que el sindicalismo revo­lucionario no fué absolutamente domina-

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do. En ciertos periodos de esta dictadu­ra, la Unión en Resistencia de Estucado­res, Federación Obrera Regional Chilena y Federación de Obreros de Imprenta, hi­cieron algunas manifestaciones de impor­tancia, destacándose el Manifiesto que estas lanzaron el 1°de mayo de 1928 y la aparición del periódico ”El andamio" del gremio Estucadores, que clandestina­mente, publico siete números.Por lo que respecta a los individuos, a los militantes, muchos de los que no fue­ron confinados en "Mas Afuera" o depor­tados, y aun algunos que volvieron de su relegación, acobardaron bajo el peso dic­tatorial y otros renegaron abiertamen­te. Todo lo que había de falso en la mi­litancia revolucionaria, comprendiendo en esto a los diversos sectores, quedó al descubierto bajo la dictadura mili­tar-civil que presidió Ibañez.Por lo que al sector anarco-sindicalis­ta respecta, es de justicia consignar al "Grupo ¡Siempre! ", organizado por una quincena de militantes, para combatir la dictadura. Con grandes esfuerzos este grupo logró instalar un pequeño taller de imprenta clandestina, desde donde lan­zaba volantes destinados a los trabaja­dores para mantener latente en ellos el

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espíritu de rebeldía en contra del mili­tarismo entronizado. Aparte de esta pro­paganda panfletaria, alcanzó a editar dos números de un periódico que llevó su nombre: " ¡Siempre!", nombre que era todo un símbolo y que significaba que ios a- narco-sindicalistas, a pesar de la dic­tadura, no arriaban su bandera de comba­te.

Pero el ejército de soplones creado por la dictadura era muy numeroso, y los e- fectos de su repugnante actividad se ha­cían sentir muy pronto en cualesquier sitio que se alzara una protesta o apa­reciera una hoja atacando a los de espa­da y charreteras.

El grupo ¡Siempre! no escapó a la vigi­lancia subterránea de esos elementos. Y fué sorprendido; sus miembros apresados y procesados, y cuando el juez militar que conoció de la causa iba a fallar, las autoridades descubrieron un complot en contra del gobierno, por el que cayeron presos numerosos políticos y algunos mi­litares. Por este hecho, el gobierno se desentendió de lo obrado por el juez en el caso del grupo ¡Siempre! e hizo de todo una sola cuestión, ordenando guber­nativamente el confinamiento de la tota­

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lidad de los presos en las islas de "Mas Afuera” y "Pascua”.Un miembro que no pudo ser atrapado por los sabuesos, continuo la obra del grupo y edito un nuevo periódico clandestino: "Rebelión", el cual hizo imprimir en el extranjero. Dos números, con una cantidad de ocho mil ejemplares alcanzó a hacer circular en el país. Cuando recién había despachado a la circulación el numero 2, fué igualmente sorprendido y llevado a hacer compañía a "Mas Afuera" a sus ca­maradas del grupo ¡Siempre!De vuelta de "Mas Afuera" el grupo ¡Siempre! recontinuó su tarea; volvió a adquirir elementos de imprenta y a lan­zar propaganda, pero, nuevamente fue sor­prendido y procesado por la justicia or­dinaria y cuando recién salían en liber­tad bajo fianza, los toma la dictadura y los relega al territorio del Aysen, de donde regresaron sólo a la caída de la dictadura, acaecida el 26 de julio de1931.El término de la dictadura comandada

por Ibañez trajo el periodo de reconsti­tución de los organismos sindicales y de las agrupaciones ideológicas. Los diri­gentes de la Federación Obrera de Chile (FOCH), comenzaron por el comando en je­

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fe, reconstituyeron, antes que los gre­mios, la Junta Ejecutiva. Los anarco-sin­dicalistas obramos a la inversa: reorga­nizamos los gremios y cuando ya estaban en regulares funciones los llamamos a agruparse en una central transitoria con el nombre de Frente Unico Sindical. En el seno de este Frente se preparo la Con­vención Nacional de Gremios, la que se realizo en Santiago el 31 de octubre, 1o y 2 de noviembre de 1931, y de ella sa­lió, estructurada y definida, la "Confe­deración General de Trabajadores". Su tendencia, como es sabido, es anarco-sin­dicalista, y su finalidad el comunismo libertario; está ramificada en el país desde Iquique hasta Osorno.

Marx y Bakunin volvieron a ponerse frente a frente a partir del 31 de Octu­bre de 1931.Nacida la C. G. T. en momentos de recons­trucción del movimiento obrero revolu­cionario, condenso en sí las esperanzas de un sector importante del proletaria­do, que hizo de ella su máximo organismo de lucha. En la C. G. T. vacio sus inquie­tudes el anarquismo militante, disponién­dose a darle en todo momento un verdade­ro contenido anarco sindicalista. Estas aspiraciones han sido de la más efectiva

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realidad durante todo el proceso de su desarrollo, ha progresado en sus cuadros y en la reafirmación de sus principios anarco-sindicalistas a través de la lu- cha cotidiana.

Es indudable que en el proceso de su desarrollo ha sufrido también algunas depresiones propias de todo movimiento sindical, pues no debe olvidarse que un periodo de crisis y por tanto de escasez de trabajo, trae como corolario obligado una depresión del movimiento defensivo de los trabajadores, los que al verse privados del salario, defeccionan en sus actividades económico clasistas. Recuér­dese, por el contrario, el periodo que hemos llamado de oro para el sindicalis­mo, y que comprende principalmente los años 18, 19, y 20; había demanda de bra­zos, se salía de la crisis derivada de la guerra europea y se entraba en un resur­gimiento de la economía capitalista, es entonces cuando vemos más poderosa que nunca la organización obrera, poderosa y fuerte por sus luchas y por los grandes contingentes de trabajadores que tomaban parte.

Es evidente, por otra parte, que tanto la depresión sindical como su floreci­

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miento, no puede tener exclusivamente el motivo económico, contribuye también, y grandemente, el factor político, es de­cir, la mayor o menor restricción de las libertades ciudadanas. Cuando la tiranía política se hace sistema y toma caracte­res permanentes, es difícil, muy difícil, que un movimiento sindical pueda mante­ner su vigor, y cuando simultáneamente hay la tiranía y la crisis económica, como ocurre en la actualidad es, no ya difícil, sino imposible, que el sindica­lismo se mantenga entero en su puesto de beligerante por las reivindicaciones proletarias.

El debilitamiento del sindicalismo re­volucionario producido por los factores adversos señalados, ha facilitado el de­sarrollo del sindicalismo gubernamental o legal, cuya organización y funciona­miento autoriza la ley 4057.

Este tipo de sindicalismo no tiene más historia que esta: interesado el gobier­no en aniquilar el sindicalismo revolu­cionario por los daños que produce a la economía capitalista, y sobre todo al Estado, dictó la ley mencionada y faci­litó la organización de los sindicatos legales con todos los medios que la ley

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le otorgaba. La ley protege teóricamente a los dirigentes de los sindicatos de las represalias patronales, da partici­pación de las utilidades de la empresa respectiva a los sindicatos y sindicados y algunas otras franquicias de mínima cuantía.

Las masas obreras, a pesar de sus luchas en contra del capitalismo, carecen toda­vía de conciencia revolucionaria, cosa ésta tan escasa y tan rara que solo la adquieren temporalmente en los periodos de agitaciones. Y es claro que faltándo­les el sentido revolucionario optarán fácilmente por incorporarse a una orga­nización garantida por la ley, antes que permanecer en una que era combatida por las leyes y aun sin las leyes. Y aquí conviene apuntar el siguiente hecho: el gobierno ha palpado los resultados de su política, ha visto que ha conseguido grandemente el debilitamiento de los sindicatos revolucionarios, y que en cam­bio, los sindicatos legales han crecido mucho, que han llegado a constituir una fuerza y que están a juzgar por sus de­claraciones de funcionalismo, inclinados al socialismo de Estado. Por esto segu­ramente es que el gobierno, representado para el caso por las autoridades del

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trabajo, ha comenzado por prestar menos protección a los sindicatos y hasta a- tropellarlos policialmente cuando están ejerciendo, con todas las de la ley, el derecho de huelga.

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Esta edición de “ El anarquismo en Chile (1897-1931)" se terminó de imprimir el 27 de octubre de 1981, siendo su tiraje de 1, 000 ejemplares más sobrantes para

reposición.

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EL ALMA DEL HOMBRE BAJO EL SOCIALISMOOscar Wilde83 págs.

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SERIE: LITERATURA

EL HOMBRE QUE VOLVIO DE LA CHINGADA Y OTROS REGRESOS Agustín Cortés Gaviño110 págs.

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Llegará el día, dijo un compañero e n tierras chilenas, en que por las ala­

medas caminará sonriente el hombre nuevo de América.

. . . ese mismo día bailaremos sobre nuestras banderas negras con el entu­siasmo que guarda la gran festividad humana.