Edwards, J. - Isabel y Fernando (Cap. 5)04

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    CAPTULO 5

    DIPLOMACIA Y EXPANSIN

    CONQUISTA

    Fueran cuales fueren las aventuras conquistadoras queemprendieron Fernando e Isabel en el exterior de sus reinosera inevitable que, despus de 1492 tuvieran ante s la ima-gen de su triunfante guerra de Granada. Como se ha sea-lado en pginas anteriores, en aquella guerra no estaba com-pletamente claro que el objetivo fuera la conquista, sino eltradicional de atacar con razias el territorio musulmn y exi-

    gir tributos (parias) a sus habitantes. Cuando empez la gue-rra, los castellanos no haban capturado nuevos lugares desdela toma de Jimena en 1456, pero aunque Enrique, el herma-nastro de Isabel, se haba resistido a emprender razias, ella ysu marido s tenan delante los precedentes castellanos y ara-goneses del siglo XIII1. La estrategia de Fernando e Isabel parala conquista del Emirato nazar se iba descubriendo gradual-mente en los acuerdos (Capitulaciones) entre cristianos ymusulmanes, que normalmente ponan fin a cada temporadade campaa. Esos documentos existan de varias formas, laprimera de las cuales era, como dice Ladero, su misma in-existencia2. En tales casos, ciudades y castillos se rendansin condiciones, lo que significaba que todos sus habitantes

    1 Para una visin general de las conquistas de Andaluca occidentaly Valencia, vase J. F. OCallaghan (2003),Reconquest and Crusade in Me-dieval Spain, University of Pennsylvania Press, pgs. 78-123.

    2 M. A. Ladero Quesada (2002), Las Guerras de Granada en elsiglo XV, Ariel, pg. 171.

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    pasaban a la cautividad y todas sus propiedades quedabanconfiscadas. Esto era simplemente una evolucin de la prc-tica tradicional, en ambos lados, de hacer prisioneros y pedir

    rescates y lleg a su ms extrema manifestacin tras el ase-dio de Mlaga, cuando se hicieron 11.000 prisioneros musul-manes (vase captulo 3).

    No obstante, normalmente se llegaba a alguna clase de con-venio, en el que a cambio de la rendicin, los habitantes de laplaza tendran garantizadas sus vidas y sus bienes, que se lle-varan consigo si se les obligaba a abandonar su lugar de resi-dencia. Y si se les permita quedarse, se les garantizaba la li-bertad religiosa, conservar su organizacin social, y su propio

    rgimen fiscal, cosas ambas basadas en principios islmicos.Adems se les brindaba la posibilidad de continuar con sus tra-bajos previos debidamente remunerados. La generosidad de lascondiciones que ofreca Castilla en estos acuerdos vari con laduracin de la guerra. En la primera etapa de xitos cristianosdesde 1484 hasta 1487, la poblacin musulmana normalmentese vea forzada a abandonar las ciudades capturadas, si habanofrecido resistencia armada, llevndose consigo los bienes quepudieran. Era posible que la Corona les autorizara a emigrar aotras regiones de Castilla, al norte de frica o incluso, comoen el caso de las fortalezas de la Vega de Granada en 1486, a lamisma capital, todava no conquistada. Inicialmente se ani-maba a los musulmanes ricos y poderosos, a emigrar al nortede frica, pero ms adelante tuvieron que pagar una cuota yentregar un tanto por ciento de sus bienes a cambio de ese pri-vilegio. Hasta 1487 el nuevo rgimen castellano adopt la po-ltica de mantener a los funcionarios musulmanes en las ciu-

    dades que se haban rendido libremente, permitindolesconservar sus propiedades. Los pactos que se firmaron enaquel perodo, casi siempre exigan la inmediata e incondicio-nal libertad de todos los cristianos prisioneros.

    Sobre los tratados de rendicin de 1488-1489 se sabe ms.Estos permitan a los habitantes musulmanes conservar susbienes y su libertad hasta en el caso de haber ofrecido resis-tencia armada, pero es probable que el motivo de esa indul-gencia fuera que los lugares en cuestin eran los destinados

    bajo acuerdos, a ser seoros de Boabdil. Cuando en el veranode 1490 se produjo una insurreccin armada en diversas ciu-dades, incluidas Baza, Guadix y Almera, los habitantes mu-

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    sulmanes fueron expulsados de ellas y perdieron sus propie-dades. Pero en condiciones normales, los acuerdos alcanzadosen 1489 permitan a los musulmanes vencidos que conserva-

    ran sus caballos y armas ligeras y ofrecan compensacionesplenas o parciales, a los anteriores dueos de cautivos cris-tianos ya liberados. Tambin se compensaba econmica-mente a los cristianos por sus prisioneros musulmanes,a quienes, si eran nativos del Emirato se autorizaba a regre-sar a su hogar.

    Las Capitulaciones de noviembre, como sus predecesoras,ofrecan un trato honorable a las autoridades musulmanas.En todo el Emirato, all donde seguan existiendo comunida-

    des y no haban emigrado, los lderes religiosos(alfaques) ylas autoridades judiciales siguieron en sus puestos practi-cando la fe y la ley (sharia) islmicas. Los alguaciles y las au-toridades municipales, tambin conservaban sus cargos y losjefes militares (arraeces) y los gobernadores de fortalezas (al-caldes) eran remunerados para que continuaran en ellas. Es-tos pagos se hacan algunas veces en dinero efectivo, pero porlo general en materias primas o tejidos, porque stos retenanmejor su valor durante la alta inflacin que se produjo en elinmediato perodo de posguerra. Durante la contienda, tam-bin los altos jefes, incluidos Al Zagal y Yahya al-Nayyar fue-ron autorizados a conservar su antigua dignidad y calidad devida, y lo mismo se aplic a Boabdil y sus hombres en 1491-1492. Es imposible calcular exactamente cuntos lderes gra-nadinos emigraron segn las condiciones de estos acuerdos,pero en total, es posible que en 1502 el Emirato hubiera per-dido casi la mitad de su poblacin y conservado alrededor de

    unos 120.000 habitantes. Se sabe que unos 2.000 salieron dela misma ciudad de Granada en 1492-1493.Ya se ha mencionado el incumplimiento por parte caste-

    llana de los trminos ms relevantes establecidos en las Ca-pitulaciones de 1491 (vase captulo 3). Lo mismo ocurri conotros puntos de menor importancia y es difcil no sacar laconclusin de que los responsables de ello fueron en granparte Isabel y Fernando. En general, los acontecimientos de1499-1502 sustituyeron el clima de, al menos una cierta co-

    existencia por uno de confrontacin que, inevitablemente,afect a las estructuras religiosas, sociales y culturales islmi-cas que sobrevivieron a la conquista militar. Para la Corona

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    castellana los pactos no eran derechos sino privilegios que lossoberanos otorgaban graciosamente, pero slo con carcterprovisional a sus sbditos legales. Esos pactos no tenan el

    carcter de tratados internacionales, como los que se firma-ban con otros poderes europeos, porque el concepto de re-conquista ya significaba por s mismo que Isabel y Fernando,al conquistar el Emirato nazar, no hacan sino recuperar loque era su patrimonio. En su opinin no estaban luchandouna guerra contra otro pas soberano, sino sofocando una re-belin en su propio patio de atrs. Esta idea es muy tilpara explicar los sucesos de Granada entre 1492 y 1516. Ade-ms y en cualquier caso, los violentos contraataques de algu-

    nos musulmanes haran que los pactos sobre papel no signi-ficaran ya nada. Tcnicamente hablando, los reyes secomprometan por su fe y palabra real a cumplir las condicio-nes de los pactos que se haban aprobado, pero los documen-tos concretos eran cartas reales de privilegio que, segn el con-cepto que la casa de Trastmara tena del absolutismo (vasecaptulo 1), simplemente daban fuerza legal a los acuerdos.Los historiadores han polemizado sobre si las Capitulacionesde Granada y especialmente las de noviembre de 1491, eranante todo pactos contractuales de un rey feudal o precurso-ras absolutistas de un estado espaol moderno. Pero de loque no cabe duda, es de que en enero de 1492, los antiguossbditos del Emir de Granada se convirtieron en vasallos ysbditos naturales de Fernando e Isabel, quedando bajo sureal proteccin, amparo y defensa. Esta situacin se sumabaa las dificultades que ya sufran los conquistados granadinosy haca poco probable y ms bien imposible, que los trminos

    de la rendicin se cumplieran en ningn momento.Algunas veces podra permitirse al menos la apariencia su-perficial de autodeterminacin. Cuando en febrero de 1492los musulmanes entregaron la mayor parte de sus armas, sesupone que lo hicieron voluntariamente, pero el factor deter-minante fue la amenaza de hambruna. Ms adelante, en 1498,accedieron a evacuar la medina central de Granada y reti-rarse a suburbios como el Albaicn y Antequeruela, pero unao ms tarde se publicaba una disposicin (aqu sin pacto)

    segn lo cual ya no se permita que los musulmanes vivieranen parte alguna de la ciudad. En este perodo subsista unConcejo marioneta musulmn, pero su existencia fue cada

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    3 Ibd., pgs. 171-83, L. P. Harvey (1990),Islamic Spain, 1250-1500,University of Chicago Press.

    vez ms incmoda e insostenible, con el deterioro de la situa-cin poltica y militar. Incluso en los casos en que los musul-manes eran autorizados por pacto a conservar sus propieda-

    des, este favor poda convertirse en otra forma de sujecin.En la Serrana de Ronda, por ejemplo, la capitulacin reque-ra que todos los musulmanes vivieran en sus lugares oficia-les de residencia y en ninguna otra parte, en realidad comosiervos de la ley cristiana. Y ms significativo, en la Vega deGranada les estaba permitido deshacerse de sus bienes, peroel objeto de esta medida era hacer posible que se instalase alluna nueva poblacin cristiana procedente del norte de lafrontera. Los musulmanes conquistados podan ser someti-

    dos tambin a exigencias fiscales extraordinarias, como ocu-rri por ejemplo en 1495-1497 y de nuevo en 1499. Estas exi-gencias se hacan tambin, por supuesto, a castellanos deotras regiones, pero los musulmanes granadinos no slo eranvasallos reales sino que no tenan amortiguador que los pro-tegiera en forma de Consejo Municipal como los que en Cas-tilla solan estar controlados por la poderosa aristocracia (va-se captulo 2). Despus de las revueltas de 1499, losimpuestos a la poblacin musulmana sufrieron constantesaumentos. Por aadidura, el 31 de octubre de 1499 se dictuna nueva ley sobre las herencias. Segn las Capitulacionesde 1491, la herencia entre los que seguan siendo musulma-nes continuaba bajo la ley islmica, pero surga un problemapara los que haban abrazado el cristianismo cuando la trans-accin involucraba a dos personas de religin distinta. Los so-beranos ordenaron entonces que los jueces de sus reinos dic-taminaran, en tales casos, segn la ley cristiana. La misma

    disposicin eliminaba una anomala producida en el acuerdode 1491, segn la cual los musulmanes cautivados en territo-rio cristiano durante la guerra, podran despus regresar li-bremente a Granada. El hecho de que mientras tanto algunosde ellos se hubieran convertido al cristianismo, quedando asincierta su situacin legal, cre una gran confusin. El docu-mento de 1499 les concedi a su regreso la misma ley de re-torno que a sus conciudadanos granadinos musulmanes3.

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    El otro problema importante para la poblacin musul-mana de Granada en aquellos aos fue la riada de inmigran-tes que se les vino encima desde los territorios cristianos y se

    estableci all. Se ha calculado que entre 35.000 y 40.000 per-sonas, a veces por familias enteras, se trasladaron al Emiratopara afincarse alli durante los aos 1485-1498. La mayoraeran andaluces, tras ellos venan los de Castilla la Vieja yLen, seguidos, primero por los procedentes de Castilla laNueva y Extremadura, y despus por murcianos, valencianosy algunos vascos. Era poltica de los reyes excluir de estaoportunidad a aqullos que no se tuviera por ciudadanos s-lidos, con familias establecidas y propiedades en su regin de

    origen. Segn las costumbres anteriores, en Espaa y en to-das partes de la Europa cristiana se ofreca como incentivo,una cierta reduccin de impuestos a los vecinos asentados,para que se integraran con sus familias, en una sociedad in-estable, rebelde y descontenta, sobre todo en los aos que si-guieron a la conquista. Pero, adems de autorizar a sus sb-ditos arquetpicos, Isabel y Fernando no resistieron a latentacin de hacer grandes concesiones de tierras y jurisdic-ciones a terratenientes absentistas, a personas adineradas ya instituciones poderosas, tanto seculares como eclesisticas.Un caso concreto es el de la nobleza de Crdoba y su regin,muchos de cuyos miembros haban luchado valerosamenteen las campaas y cuya capital haba sido la base principal deretaguardia durante la guerra. El primer magnate cordobs,Don Alfonso de Aguilar, que haba de morir durante la rebe-lin de Sierra Bermeja en 1501, recibi el seoro de Almenay El Cerro; el Conde de Cabra, cabeza de la rama segunda de

    la familia Fernndez de Crdoba, que haba sido activa en labatalla de Lucena en 1483, recibi la jurisdiccin de Canillasde Aceituna, Archez y Corumbela; y el alcalde de los donceles,que tambin fue responsable de la captura de Boabdil enaquella accin, recibi Sedella y Comares, esta ltima comomarquesado, por su especial hazaa de poner a buen recaudoal aliado principal de Castilla durante el resto de la guerra.Por regla general estas importantes concesiones de tierras yjurisdicciones granadinas se hacan a miembros de la alta

    y media aristocracia, lo que serva para confirmar el estatusde los que ya eran prohombres de la sociedad andaluza ymiembros de las familias ms poderosas en otros puntos del

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    4 J. Edwards (1982), Christian Crdoba. The city and its region in thelate Middle Ages, Cambridge University Press.

    5 M. . Ladero (1988), La repoblacin del reino de Granada ante-rior al ao 1500 y Mercedes reales en Granada anteriores al ao 1500,en M. . Ladero (1988), Granada despus de la conquista. Repobladores ymudjares, Diputacin Provincial de Granada, pgs. 3-88, 89-185; M. A.Ladero (2002), pgs. 183-184.

    reino de Castilla4. Los recin llegados, como la existente po-blacin musulmana, quedaban bajo la nueva autoridad admi-nistrativa, cuya cabeza era igo Lpez de Mendoza, Conde

    de Tendilla, como capitn general. Habran de pasar muchosaos antes de que Castilla obtuviera dividendos de su masivainversin en la guerra y la conquista5.

    DIPLOMACIA

    Pero en trminos polticos, Fernando e Isabel intentaronsacar partido a su victoria en Granada, volviendo su atencina antiguos proyectos en relacin con Europa. A veces olvida-mos que la superpotencia del siglo XV en Europa era Francia.Aunque la Corona francesa haba expulsado por fin a los in-gleses en 1453, no controlaba todos los territorios que habande ser posteriormente incluidos en aquel reino, sobre todo Sa-boya y el Rhin, pero su rey tena aproximadamente el triplenmero de sbditos, que su vecino matrimonio del sur. La di-nasta Trastmara, de la que descendan tanto Isabel como su

    esposo, lo deba prcticamente todo al apoyo francs, cuandoel conde Enrique se hizo con el trono en 1389. Fernando,como rey de Aragn, hered, al contrario, una relacin mu-cho menos positiva con el vecino del norte, que haba expul-sado a sus antecesores de sus territorios heredados en el Lan-guedoc, sobre todo en Montpellier. Durante el reinado de supadre Juan II, las principales manzanas de discordia eran loscondados de la Cerdaa y el Rosell y Fernando haba tenidouna temprana experiencia militar en el asedio de Perpin en

    junio de 1473. La inmediata consecuencia de este conflictofue una disputa entre Luis XI y Juan II de Aragn, que durms de una dcada y que tambin influy en la poltica de

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    Catalua. Durante los siguientes aos de guerra, tanto Luis XIcomo Enrique IV de Castilla, intervinieron en Catalua, conla intencin de anexionar el principado a sus respectivos rei-

    nos. De modo que cuando Fernando alcanz la madurez seencontr como Trastmara, en la paradjica situacin de te-ner que desarrollar una poltica antifrancesa fuerte, peronunca total. La intervencin del joven prncipe para ayudara su padre en Perpin en abril de 1473 se debi a queJuan II, con la excusa de que Luis se haba inmiscuido enotros campos de su poltica volvi a ocupar la ciudad el 1 defebrero de 1473. El rey francs se enfureci ante esta viola-cin del Tratado de Bayona, y de ah el subsiguiente asedio,

    pero la intervencin borgoona en Francia y los refuerzos delprncipe Fernando permitieron a su padre salvar la situacin.Sin embargo, esto tuvo un precio muy alto, porque el bandofrancs exigi el pago inmediato de 300.000 escudos en re-compensa, no 200.000 como estipulaba el tratado de 1462.En marzo de 1475, Fernando, ya rey titular de Castilla, perotodava no de Aragn, prometi a los catalanes que los ven-gara contra los franceses, pero haban de pasar dos dcadasantes de poder hacerlo. Mientras tanto, se dedic reavivar lacoalicin antifrancesa de su padre y convenci a su esposapara que Castilla se incorporase a ella, a pesar de su viejaalianza con el vecino del norte. Las consecuencias de estecambio tardaran algn tiempo en producirse. Tambin mien-tras tanto, en 1476, tropas francesas seguan penetrando enCatalua, y haban llegado hasta Gerona. Su padre, Juan IIfirm una tregua con Francia en 1477, y al ao siguiente, losproblemas en Castilla le obligaron, aunque fuera rechinando

    los dientes, a reanudar su propia alianza con Luis XI.Pero a la muerte de Juan II el 17 de enero de 1479 no pa-reca que hubiera perspectivas de recuperar el Rosell y laCerdaa que estaban en manos de Francia mientras el con-flicto interior segua supurando en Catalua. En los prime-ros aos del reinado de Isabel en Castilla, Fernando tuvo quededicarse a los asuntos de aquel reino y hasta 1483, cuandoya haba comenzado la guerra de Granada, no volvi a lacuestin de los dos condados pirenaicos. La insistencia de su

    esposa en que diera prioridad a la guerra contra el islam, y elfracaso con Francia, le cost que sus sbditos aragonesesse negaran a votar la financiacin de una de las campaas.

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    6 L. Surez Fernndez (1985),Fernando el Catlico y Navarra. El pro-ceso de incorporacin del reino a la Corona de Espaa, Rialp, pgs. 57-207.

    Pero Fernando haba heredado otros conflictos con Franciaadems de la cuestin del Rosell y la Cerdaa. Uno de ellosera relativo al reino de Navarra, del que su padre haba sido

    rey. A caballo sobre los Pirineos Occidentales, entre Espaay Francia, este pequeo Estado haba sido, desde haca siglos,una china en el zapato de sus dos grandes vecinos. Por su de-bilidad militar y poltica en relacin con Luis XI de Francia,Juan II se haba visto obligado, por su segundo matrimoniocon Blanca, la heredera de Navarra, a legar este reino, no asu hijo Fernando sino a Leonor, la nica superviviente de loshijos que tuvo con esta segunda esposa. Leonor era viuda deGastn IV, Conde de Foix, un noble francs oriundo del Piri-

    neo francs, pero muri antes que su padre y el inestablereino en el cual las facciones de los Beaumont y los Agra-munt estaban siempre enfrentadas y la autoridad real era d-bil pas a su nieto Francisco Febo de Foix. Como resultado,Navarra pas a la esfera de influencia francesa, ya que Ma-deleine, la madre del nuevo rey, era la hermana de Luis XI.Francisco Febo muri en 1483 y tras muchas diplomticasmaniobras matrimoniales con Francia, Portugal y Castilla,que fracasaron, el reino pas a su hermana Catalina, que secas con Jean dAlbret. Fernando aprob este matrimonio yen 1494 Navarra se convirti en un protectorado de Castillahasta quedar totalmente anexionada en 15126.

    Contrastando con este relativo xito, en 1480-1481 surgila posibilidad de un nuevo conflicto cuando Luis VI heredlas reivindicacines de la casa de Anjou en el sur de Francia,y tambin al reino de Npoles, que haba estado regido poruna rama ilegtima de la dinasta Trastmara, desde 1458. El

    resultado fue un cambio, a largo plazo, en el alineamiento delas polticas de Espaa y de Europa en general. La primeraconsecuencia fue que Luis obtuvo acceso a los puertos de laProvenza, amenazando as la costa catalana, y la situacinhizo que se volviera a centrar la atencin en el Rosell y laCerdaa. Pero Fernando no poda lanzarse entonces a unacampaa a gran escala y es posible que en 1483, en su lechode muerte, Luis accediera a devolver los dos condados, pero

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    las cosas iban a ser muy distintas durante el reinado de suhijo y heredero, el rey-nio Carlos VIII. Ana, la regente fran-cesa, se neg a entregar los territorios, y Fernando se senta

    demasiado dbil y estaba demasiado ocupado en la guerra deGranada, para aprovechar la inestabilidad de la regencia enFrancia. Fernando e Isabel quedaron mal con sus aliados, In-glaterra y el Imperio de Maximiliano (vase captulo 7) y per-mitieron que la monarqua francesa recobrara su fuerza. Laguerra de Granada predomin inevitablemente sobre todo lodems en la dcada siguiente y hasta 1493, cuando al fin Fer-nando qued libre para volver a la secular poltica catalana,no pudo planear un ataque a Francia, con un ejrcito endu-

    recido recin liberado de la guerra contra el islam. Pero conel tiempo, Roselln y la Cerdaa cayeron sin que se hicieraun solo disparo. Cuanto alcanz la mayora de edad,Carlos VIII se cas con Ana, la Duquesa de Bretaa, frus-trando as uno de los principales objetivos de la TripleAlianza entre Espaa, Inglaterra y el Imperio de Maximi-liano que haba sabido mantener independiente al Ducado.Pero Carlos tena firmemente metido en la cabeza que su des-tino estaba en Italia y aunque su actividad all iba a abrir enel futuro un terrible perodo de conflicto, en 1493 necesitabaasegurarse de que sus vecinos no le atacaran en Francia. Aspues, tena que neutralizar a la Triple Alianza. Compr a En-rique VII de Inglaterra, entreg a Maximiliano tierras patri-moniales de Borgoa en los Pases Bajos y propuso a Fer-nando e Isabel firmar un Tratado con ambos, lo que se hizoen Barcelona el 19 de enero de 1493. El documento parecaprovechoso desde el punto de vista francs, ya que se reno-

    vaba la alianza castellana y los reyes espaoles se comprome-tan a dar preferencia a esta alianza sobre cualquier otra, ex-cepto si fuera con el Papa. De modo que Fernando abandona sus parientes Trastmara en Npoles, pero recibi a cam-bio el Rosell y la Cerdaa. l y su esposa quedaban librespara organizar otra de sus espectaculares entradas a unaciudad, despus de la de ambos en Granada el 2 de enero delao anterior. El 13 de septiembre de 1493 entraron en Per-pignan entre el entusiasmo general. Pero los diplomticos de

    Carlos no haban obtenido un xito completo en sus negocia-cines. No se haban asegurado todas las garantas que debie-ron acompaar al Tratado de Barcelona, siendo as que el

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    mayor peligro para los franceses era la prioridad de la alianzaespaola con el Papa. El ms preciado objetivo de Carlos, elreino de Npoles, haba sido feudo papal desde el siglo XIII. Esto

    significaba que el Papa tena que autorizar la sucesin al trononapolitano y este pequeo detalle legal haba de complicarenormemente las polticas europeas en los siguientes 20 aos.

    A finales de 1494 Carlos estaba dispuesto para entrar enaccin, y durante el mes de diciembre penetr con 22.000hombres en el Ducado de Miln que tambin reivindicaba. Enrealidad esto no fue una invasin, ya que Carlos haba sidooficialmente invitado por el dirigente milans, LudovicoSforza, Il Moro. Aunque se le oponan la Npoles Trast-

    mara y el papa Alejandro VI, tanto Venecia como Florenciaprobablemente iban a permanecer neutrales en cualquier con-flicto. Faltaba saber cmo iba a reaccionar el rey de Aragn.Hasta aquel paso inesperado del francs, Fernando habamantenido histricas reivindicaciones aragonesas y catalanasrespecto de la Provenza y Gnova. Aunque haba heredado desu padre un tratado de paz temporal con la Repblica mercan-til de Gnova, que tanta influencia econmica ejerca sobreEspaa, animado por el ltimo xito de Juan II al aplastar larebelin de Cerdea en 1478, l decidi atacar a los genove-ses para arrancarles el control de Crcega. Pero las tropas ca-talanas no tuvieron gran xito en la isla, y despus de una se-rie de treguas, en 1493 se firm un nuevo Tratado. Sin dudamovido por la necesidad de cortar su comercio con la Granadanazar, Fernando se haba dedicado en los aos 80 del siglo XV,a entablar buenas relaciones con Venecia y Gnova y a man-tener los fuertes vnculos que le unan a los Trastmara na-

    politanos. stos, antiguos comerciantes catalanes, se habanhecho muy fuertes bajo Ferrante I y cuando ste, en 1477tom a Juana, la hermana de Fernando, por segunda esposa,los lazos se fortalecieron entre los dos. En 1481 los reyes es-paoles enviaron una flota castellana en ayuda de Ferrantecontra los turcos, que con horror y consternacin de Europahaban ocupado Otranto. A Fernando seguramente tambin lepreocupaban sus tierras hereditarias de Sicilia. En 1482-1483los espaoles se unieron a Npoles en la diplomacia y en el

    conflicto italiano, y en 1485 Fernando apoy a Ferrantecuando se rebel una faccin de la nobleza napolitana, parti-daria de Anjou. Era ominoso para la poltica posterior a 1494

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    que aquella rebelin recibiera el apoyo del Seor de Npoles,el papa Inocencio VIII, pero el pro angevino Ren de Lorai-nael, candidato del Papa al trono, no se present, lo que in-

    crement la influencia de Fernando en el reino. La invasinfrancesa pondra en la palestra, toda su fuerza.

    Las cosas empezaron a ir asombrosamente bien para Car-los. El gobernante florentino Piero de Medici se acobard yentreg sus territorios toscanos. El papa Alejandro VI, que sesinti demasiado dbil para resistir, y tuvo que tragarse latriunfante entrada francesa en Roma el 31 de diciembrede 1494, pero significativamente y con mucha habilidad, selas ingeni para no investir al rey de Francia con la corona de

    Npoles, algo que slo l poda hacer. Desgraciadamente parala causa Trastmara, no slo haba muerto Ferrante el 25 deenero de 1494 sino que su hijo Alfonso II se vino abajo antela amenaza francesa y abdic el 21 de enero de 1495. Huy aSicilia y le sucedi nominalmente su nieto Ferrante II, peroera evidente que la lucha haba terminado para los Trast-mara y Carlos qued en libertad de hacer una solemne entradaen Npoles el 22 de febrero de 1495. Segn algunos escrito-res, incluso francfilos como el cronista Philippe de Commy-nes, entonces embajador francs en Venecia, las fuerzas ocu-pantes no intentaron ocultar su desprecio hacia la poblacinnativa. Por una vez, una liga italiana fue eficaz. Sin dejar deluchar, Carlos se vio obligado a volverse a Francia y el 17 de fe-brero de 1496, Ferrante estaba una vez ms en el trono de N-poles. Este resultado no fue totalmente del agrado de Fer-nando de Aragn, aunque en 1495 haba jugado un gran papelorganizando la Santa Liga contra Carlos VIII. Al fin y al

    cabo se haba inhibido mientras sus primos Trastmara eranexpulsados de Npoles y parece que todava en esta ltimaetapa deseaba con afn mantener su recientemente acuadaalianza con Francia. As pues los intereses papales y espao-les, como en tantas ocasiones posteriores, no coincidan porentero. Se dice que en realidad, Fernando no haba queridoque Alejandro VI reconociera primero a Alfonso y despus aFerrante II como reyes de Npoles, por la sencilla razn deque quera el trono para s. Este fue el motivo de la nueva in-

    tervencin del rey aragons en Italia. Es indudable que quisodefender Sicilia y Cerdea y que se enfrent a la amenazaturca, pero su ambicin dinstica no se detena ah.

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    Fernando eligi a uno de sus jefes militares andaluces enlas campaas de Granada, Gonzalo Fernndez de Crdoba,para intervenir en el sur de Italia. El Gran Capitn, como

    haba de ser conocido, fue primero enviado a Sicilia con 100jinetes de caballera ligera y 2.000 infantes, con rdenes rea-les firmadas el 30 de marzo de 1495. Fernando le orden que-darse en Sicilia si los franceses haban logrado el entero con-trol de Npoles. Pero que si ello no era as y Ferrante IIocupaba an algunas fortalezas en su reino, Gonzalo le con-venciera de que se las entregara como representante de Fer-nando. As se hizo y el 30 de abril de aquel ao Ferrante pusobajo custodia espaola cinco fortalezas calabresas, a las que

    seguiran otras varias. A pesar de la pica reputacin delGran Capitn en Espaa, su ejrcito no fue el dominante enla campaa napolitana de 1495-1496. Mientras el combateprincipal se estaba realizando en el norte de Italia contra Car-los en su retirada a Francia, la caballera ligera de Gonzalo seencontr con que la caballera francesa, fuertemente armada,era un hueso ms duro de roer que los jinetes musulmanesde Boabdil y Al-Zagal. La cada de Npoles se produjo sobretodo, por una rebelin de sus ciudadanos y porque la guarni-cin francesa era muy reducida y estaba mal pagada. Fer-nando haba de sufrir ms golpes. El 7 de octubre de 1496muri Ferrante II, pero una vez ms se pasaron por alto lasreivindicaciones del rey aragons. Federico, el to del difuntorey, le sucedi, fue inmediatamente reconocido por Veneciay el 11 de junio de 1497 lo fue por Alejandro VI. El 7 de mayode 1497, Fernando llam a Gonzalo Fernndez de Crdobade regreso a Espaa, con orden de asegurarse antes las forta-

    lezas napolitanas. Es posible que el plan del rey para la par-ticin del reino se incubara en aquella ocasin. Cuando l ysu esposa estaban planeando alianzas matrimoniales con losHabsburgo y con Inglaterra (captulo 7), en febrero de 1497se firm una tregua con Francia, que se renov en noviem-bre del mismo ao. Pero la muerte volvi a intervenir. El 4de octubre de 1497 se llev a Juan, el hijo de Isabel y Fer-nando, y Carlos VIII de Francia muri inesperadamente el 7de abril de 1498.

    El acceso al trono de Luis XII, al que Alejandro VI permi-ti divorciarse de su primera esposa y casarse con la viuda desu predecesor, Ana de Bretaa, produjo un cambio de rumbo

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    en los asuntos italianos. Al nuevo rey le interesaba ms Milnque Npoles y persuadi a otras potencias europeas, incluidaEspaa, para que le dejaran en libertad de atacar y deponer a

    Ludovico el Moro, que se haba convertido oficialmente en du-que de Miln tras la invasin de Carlos VIII. Miln cay anteLuis, en septiembre de 1499. Mientras tanto el plan de Fer-nando para el reparto de Npoles con Francia se llev por fina efecto en los trminos que estableca el Tratado de Granada,que se firm all el 11 de noviembre de 1500 y el papa Alejan-dro aprob al ao siguiente. El Tratado se basaba, en que tantoEspaa como Francia tenan derecho a Npoles y en l se ha-ca constar que la alianza de Federico con los turcos que en

    realidad se debi a la desesperacin le invalidaba como reycristiano. Parece que el cinismo de la particin escandaliz alos monarcas extranjeros y tambin al Gran Capitn, que porlo visto no tena ningn deseo de luchar contra un antiguoaliado. En cuanto a los protagonistas, el inters de Fernandoen la maniobra es evidente, pero es ms difcil adivinar lo queganaba Luis con ello, ya que su posicin en Italia era muchoms fuerte que la espaola. Su aquiescencia en el plan de par-ticin dej a Espaa en Italia como una potencia que seguirasiendo dominante o al menos influyente all, durante dos si-glos. A primeros del ao 1500, Gonzalo Fernndez de Crdobahaba sido enviado a Sicilia con una importante flota y un pe-queo ejrcito consistente en 300 soldados armados, 300 jine-tes y 400 infantes. Sus enemigos iniciales fueron los turcos, aquienes expuls de Corf, y en diciembre de aquel ao con-quist Cefalonia. Por fin, en el verano de 1501 invadi Cala-bria y el conflicto con los franceses se hizo inevitable. Federico

    se haba rendido a las fuerzas francesas el 26 de septiembrede 1500, pero el Gran Capitn sigui luchando contra el herederodel rey anterior, el Duque de Calabria. Entonces estall unaguerra no declarada entre los supuestos aliados y aunque lastropas espaolas capturaron Toronto el 1 de marzo de 1502, elGran Capitn sufri despus un bloqueo de ocho meses en Bar-letta, donde permaneci desde septiembre de 1502 hasta abrilde 1503, privado de dinero y provisiones. Pero su genio mili-tar segua funcionando y en ese tiempo invent un nuevo tipo

    de formacin de infantera segn el modelo alemn, que com-binaba el uso de la pica con el de armas de fuego, y ms ade-lante se convertira en el temido tercio espaol. La negativa de

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    7 J. N. Hillgarth (1978), The Spanish Kingdoms, 1250-1516, vol. 2,1410-1516, Castilian hegemony, pgs. 540-559; M. A. Ladero (1999), LaEspaa de los Reyes Catlicos, Alianza Editorial, pgs. 431-458; E. Beren-guer (1999), Fernando el Catlico, Ediciones Pennsula, pgs. 214-282.

    Gonzalo de Crdoba a un enfrentamiento a cielo abierto, comoquera su enemigo francs, a la tradicional manera caballe-resca, contribuy a su gran victoria en Ceriola el 28 de abril

    de 1503. Por primera vez Espaa fue reconocida como unagran potencia en Europa.Tras esta victoria, la cada de Npoles era inevitable y se

    produjo el 16 de mayo de 1503. Luis comenz inmediata-mente a planear su venganza, pero Fernando frustr su plan deconseguir la ayuda del archiduque Felipe, el futuro Felipe Ide Espaa. El francs envi otro ejrcito a Italia, pero el GranCapitn le derrot en Garellano el 28 de diciembre de 1503 yen enero de 1504, Luis accedi a firmar una tregua por tres

    aos, reconociendo as tcitamente que sus ambiciones napo-litanas se haban extinguido. Cuando muri Isabel, en no-viembre de aquel ao, Fernando quedaba asegurado como reyde Npoles y Espaa establecida como gran protagonista en elescenario europeo. Una mayor expansin estaba en camino7.

    EXPLORACIN Y COLONIZACIN

    Las Islas Canarias

    Por diversos motivos, los vnculos con frica se contabanentre las preocupacines heredadas por Isabel y Fernando.Tanto bajo el dominio romano como del musulmn, Espaa,naturalmente, fue parte de los sistemas imperiales que cu-bran tierras a ambos lados del Estrecho de Gibraltar. A fina-les de la Edad Media, Aragn y Castilla ejercan una firme

    poltica africana en el campo econmico y militar. En el casode Castilla, el siglo XV haba visto una gran actividad, perohasta el rgimen de Isabel y sobre todo despus de la cada deGranada en 1492 no se empez a considerar en serio la ideade extender la guerra de conquista territorial al norte isl-mico de frica. Respaldaban esta idea no slo hechos pasa-

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    8 T. de Azcona (1993),Isabel la Catlica. Estudio crtico de su vida ysu reinado, Biblioteca de Autores Cristianos, pgs. 813-815.

    dos sino ms recientemente el papel activo de algunas tropasnorteafricanas en la guerra de Granada, sobre todo en M-laga, y el constante aguijonazo de la piratera mediterrnea,

    a menudo con el apoyo de los estados musulmanes de la costameridional. Este antiguo inters por el Magreb llev a reali-zar exploraciones por la costa occidental de Africa, dondeCastilla y Portugal eran rivales. Ya el 8 de julio de 1449, Juan IIde Castilla haba concedido al Duque de Medina Sidonia lasoberana sobre la costa guineana hasta el cabo Bojador, peroaquel fue claramente un gesto vaco. La actividad portuguesaen la zona, patrocinada por el prncipe Enrique el Nave-gante que el Papado apoyaba, aument de tal modo que en

    los primeros aos de su reinado Isabel no slo tuvo que lu-char en tierra con el rey portugus sino tambin por mar. Elresultado fue que las Islas Canarias se convirtieron en el prin-cipal centro de atencin8.

    Dada las prevalentes condiciones martimas, quiz fuerainevitable que el inters de los reinos ibricos y sobre todo elde Castilla y Portugal, por el frica occidental llevara al con-tacto con las islas atlnticas. Las que acabaron llamndoseCanarias fueron conocidas por los gegrafos romanos delperodo imperial desde el siglo I d.C. en adelante, pero tras elcolapso del imperio, se redujeron hasta el siglo XIV a referen-cias literarias, por ejemplo las de Isidoro de Sevilla (c. 505-636).Las islas que se convirtieron en colonias portuguesas el ar-chipilago de Madeira, las Azores y las Islas de Cabo Verdeestaban deshabitadas cuando las descubrieron los europeos,pero se no fue el caso de las Canarias, conocidas por Isidorocomo Islas Afortunadas (Insulae Fortunatae), cuando se

    tom contacto con ellas a mediados del siglo XIV. En 1336 unmercader genovs, Lanzarote Malocello lleg a las islas conuna expedicin financiada por mallorquines y andaluces, ytres aos ms tarde, Angelino Dulcert traz en Mallorca unacarta de navegacin costera. En 1345, Alfonso IV de Portu-gal anunci su inters por las islas y envi la que al parecerfue una expedicin de reconocimiento. Los europeos preten-dan ya esclavizar a la poblacin nativa fortunata (es decir,

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    9 F. Fernndez Armesto (1987),Before Columbus: exploration and co-lonisation from the Mediterranean Atlantic, 1229-1492, MacMillan, pi-nas 171-185; P. Russell (2000), Prince Henry the Navigator. A life, YaleUniversity Press, pgs. 264-290; M. A. Ladero (1985), Conquista y co-lonizacin, en La conquista de Canarias, Cuadernos de Historia 16,nm. 79, pgs. 13-18.

    canaria), y en Mallorca exista una rivalidad entre los trafi-cantes de esclavos, portugueses y los catalanes. Considerandola exclusin de aragoneses y catalanes de la subsiguiente

    aventura americana, es interesante sealar que en aquellosprimeros tiempos parece que la competencia se hizo ms ni-velada entre los reinos ibricos occidentales y orientales. Essignificativo que tanto los portugueses como los mallorqui-nes, que enviaron dos expediciones en 1342, anunciaran suintencin no slo de comerciar sino de colonizar.

    Pero fue un castellano, Luis de la Cerda, quien en 1344 re-cibi la concesin, por el papa Clemente VI, del reino de For-tuna con el ttulo no efectivo de prncipe. Hacia 1420, las

    familias sevillanas de Las Casas y Peraza se hicieron con elcompleto control de El Hierro y capturaron La Gomera. Aspues, hasta que Fernando e Isabel intervinieron en 1447, laexplotacin de las Canarias sigui siendo cosa de aristcratasy mercaderes, contestada no slo por los descendientes de Be-tancour y Peraza, sino tambin por las expediciones que rea-lizaba por su cuenta Enrique el Navegante9. Rivalizando conel portugus, las principales familias de Sevilla, incluidos losDuques de Medina Sidonia fueron considerando gradual-mente a las Canarias como una escala muy til en la ruta en-tre Iberia y la costa guineana de frica, y parte de su propiaesfera de influencia. Esa era la situacin que heredaron Isa-bel y su esposo en 1474.

    Cuando en 1475 estall en Castilla la guerra de sucesin,los portugueses intentaron una vez ms asegurarse el domi-nio de las Canarias. En 1478 fomentaron una rebelin en LaGomera, pero fue un ataque portugus a Gran Canaria, lo que

    origin la intervencin directa de la Corona castellana y suintento de conquistar aquella isla, conquista que hasta enton-ces se consideraba una empresa demasiado difcil. Para en-tonces la guerra entre ellos estaba terminando y en los tratados

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    de 1479 de Alcaobas y Toledo, los portugueses reconocieronla soberana castellana sobre las Canarias, as como el mono-polio del trfico martimo con la costa del oro guineana.

    Antes de aquello, algunos castellanos se haban establecidoen varias de las islas, iniciando un proceso de colonizacin yculturizacin que haba de avanzar con rapidez entre 1480y 1515, con el apoyo activo del rey y la reina. De esa formauna civilizacin europea, agresiva y expansionista, entr enforzoso contacto con otra tecnolgicamente mucho menosavanzada, que se ha descrito como Edad de Piedra, aunqueno careca ni de complejidad social, ni de fuerza militar. Elinters de los reyes por las Canarias se inici en 1476, cuando

    tras una cuidadosa investigacin de documentos y ttulos,Isabel y Fernando reconocieron oficialmente el derecho de lafamilia Peraza sobre Lanzarote, Fuerteventura, La Gomera yEl Hierro, pero se reservaron para la Corona la plena juris-diccin sobre las islas principales, Gran Canaria, La Palma yTenerife. En aquella poca, tan problemtica para ellos, notenan intencin de enviar tropas a las Canarias y prefirieronrecurrir a Capitulaciones con los dirigentes eclesisticos y mi-litares, para que en su nombre aseguraran y organizaran elterritorio. Pero la conquista de las islas fue un proceso lento,en parte por la disensin entre los mismos castellanos, y enparte por la feroz oposicin de la poblacin indgena, que re-cibi un fuerte apoyo portugus hasta que en 1479 terminla guerra en la pennsula Ibrica. En Gran Canaria, el Capi-tn Juan Rejn adopt las tcnicas de guerra, razias, saqueosy encarcelamientos, que pronto seran aplicadas en Granada,pero en agosto de 1479, libres ya del peligro portugus, Fer-

    nando e Isabel enviaron a un noble caballero de Sevilla, PedroFernndez de Algaba, como gobernador de Gran Canaria conla misin de poner fin al conflicto entre los colonizadores ycompletar la conquista.

    Como haba de repetirse muchas veces en Amrica, el ca-pitn in situ se impuso sobre el funcionario real enviadoall para disciplinarle. Rejn no slo escap al castigo en Es-paa, sino que pronto regres a Gran Canaria con otros 400soldados y el obispo Tras a sus talones. Adems, tras una se-

    gunda visita de varios meses a Sevilla, el belicoso capitn vol-vi una vez ms a Gran Canaria en mayo de 1480, para ven-garse de sus enemigos, destituyendo a Cea Bermdez y

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    mandando ejecutar a Algaba. Pero su victoria dur poco, por-que ya en febrero de 1480 Isabel y Fernando haban nom-brado a un noble menor de Jerez de la Frontera, Pedro de

    Vera, gobernador y capitn general de Gran Canaria, con ple-nos poderes para actuar en su nombre bajo una nueva capi-tulacin. En cuanto Vera lleg a Las Palmas, el 18 de agostode 1480, destituy a Rejn, que muri poco despus lu-chando en La Gomera. Hasta el ao siguiente Pedro de Verano complet la conquista de Gran Canaria, con ayuda de losgomeranos nativos a las rdenes de Fernn Peraza. Ms o me-nos por entonces, Vera consigui tambin derrotar a unabanda de indgenas de Gran Canaria encabezados por el rey

    de Telde y los tom como esclavos, a pesar de que muchos deellos ya se haban convertido al cristianismo. Tambin estosera un infortunado precedente para Amrica. En agostomuri Doramas, el principal jefe indgena de Gran Canaria,y en noviembre de aquel ao se envi a Espaa al rey deTelde para ser presentado a Fernando e Isabel en Calatayud.Antes incluso del volte face de Boabdil despus de la batallade Lucena, el antiguo rey de Telde se convirti en aliado deCastilla y tambin al cristianismo. Aunque utiliz su influen-cia para ganarse a sus compatriotas, hasta el 29 de abrilde 1483 no se acord la rendicin oficial.

    El gobierno de Vera fue autoritario y violento, teniendo aveces que ser reprendido por la Corona, como cuandoen 1488 esclaviz a los gomeranos, ya vasallos de Castilla,que se haban alzado contra Fernn Peraza y le haban asesi-nado. Cuatro aos antes haba estallado una revuelta en GranCanaria en protesta por su manera de adjudicar tierras a los

    colonizadores, su disolucin de las costumbres indgenas y laesclavizacin de nativos de Gran Canaria. Pero los supervi-vientes, al menos pareci que se integraban, y algunos visita-ron Espaa y volvieron a las islas para incorporarse a la con-quista castellana de Tenerife. En los primeros aos 90 delsiglo XV, el jefe ms activo de los colonizadores era AlfonsoFernndez de Lugo, cuya tcnica era aliarse con clanes nati-vos para someter a los grupos ms rebeldes. En junio de 1492acord un plan con mercaderes genoveses y espaoles para

    conquistar La Palma. El 29 de septiembre de aquel ao des-embarc en la isla, pero ni siquiera con aliados nativos, con-sigui lograr una victoria total hasta mayo de 1493. Inmedia-

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    10 Ibd., pgs. 18-22; T. de Azcona (1993), pgs. 817-824; M. A. La-dero (1999), La Espaa de los Reyes Catlicos, Alianza Editorial, pgi-nas 401-415.

    11 F. Fernndez Armesto (1991), Columbus, Oxford UniversityPress, pgs. viii-ix; S. Leivovich (1986), Christophe Colomb Juif: dfense etillustrations, Maisenneuve & Larose.

    tamente fund el asentamiento de Santa Cruz de la Palma yaprovech la reducida resistencia que mantenan pequeosgrupos, para esclavizar a toda la poblacin, incluidos muchos

    de sus aliados indgenas. Los mismos desgraciados hechos ha-ban de repetirse en la conquista de Tenerife, que comenzen diciembre de 1493 y termin al fin, despus de muchacrueldad y derramamiento de sangre, en mayo de 1496, cuandocinco jefes locales (menceyes) se entregaron. Al mes siguientevarios de ellos rindieron homenaje a Isabel en Almazn. Sehaba diseado el modelo de lo que ocurrira en Amrica, yen realidad ya estaba ocurriendo en el Caribe. Al parecer seestaba infligiendo una violencia arbitraria sobre la poblacin

    nativa, que protest ante la Corona y algunas veces recibi,al menos, cierto grado de indemnizacin10.

    Cristbal Coln

    Mientras Pedro de Vera y sus fuerzas seguan su violentatrayectoria en las Canarias, un marino llamado Cristbal Co-ln planeaba una aventura que iba a transformar el mundo ytambin involucrara directamente a Fernando e Isabel. Lahistoria se ha contado muchas veces, pero los detalles siguensiendo campo de discusin. Por de pronto, en lo referente alos orgenes de Coln, no parece haber duda de que era geno-vs, aunque se ha reclamado que era cataln, portugus, ga-llego, mallorqun e ibicenco. Tambin se ha dicho que era ju-do pero las pruebas documentales lo contradicen ya que,aunque l a veces se mostraba respetuoso con judos y mu-

    sulmanes, sus prejuicios antisemitas eran convencionales enla Europa de su tiempo11. Parece que realmente, Coln nacien Gnova, de padres cristianos (por lo visto su padre era te-jedor), en algn momento entre el 25 de agosto y el 31 de oc-

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    tubre de 1451, por lo que era prcticamente contemporneode su futura protectora, Isabel de Castilla. Tambin pareceque pas los primeros 25 aos de su vida en Italia, en Ligu-

    ria, su regin nativa, donde adquiri la prctica de la nave-gacin pero por lo visto sin estudio oficial alguno. En 1476se incorpor a una de las peridicas expediciones genovesasal Mediterrneo occidental, siendo Inglaterra el destino desus cuatro galeones. Pero entonces estaba en marcha la gue-rra castellana de sucesin y el estrecho de Gibraltar y la ba-ha de Cdiz eran puntos peligrosos, donde no exista el con-cepto de un barco neutral. Coln fue capturado por unapatrulla naval portuguesa y as empez su perodo portu-

    gus, que dur siete aos. Se cas bien, entre 1477 y 1480,y as se involucr directamente con la colonizacin atlntica,ya que su esposa, Felipa, era hija de Bartolomeo Perestrello,gobernador de la isla de Porto Santo. Su inters se fue des-plazando cada vez desde el comercio hacia los viajes. Navegpor aguas inglesas y visit las Azores y la costa occidental defrica. Por lo visto fue en aquellos aos portugueses, cuandoColn empez a soar con navegar por una nueva ruta haciaCipango (Japn), y las tierras del Gran Khan, que habaconocido leyendo las obras del viajero veneciano del siglo XIII,Marco Polo. En su sueo se trataba de navegar rumbo alOeste, hacia el Asia oriental evitando as los hostiles estadosmusulmanes que constituan una barrera en el Este. Pero eseplan no entraba en los de exploracin y expansin que alber-gaban los portugueses y que, con la aprobacin del Papa, re-queran viajes hacia el Sur y el Este rumbo a frica y la In-dia. As pues, Coln recibi una negativa y en 1485 se le

    abri el camino de Castilla, aunque fue lento en abandonarsus lazos con Portugal.Sus primeros aos en Castilla fueron difciles para l en

    su afn por encontrar apoyo a su proyecto de viajar a Ci-pango, y tuvo por ello problemas familiares. Pero al fin reci-bi el importante apoyo de la abada franciscana de La R-bida (Huelva) y sobre todo de su abad, fray Antonio deMarchena, que era astrnomo de la corte castellana y el nicoque defenda su plan. Faltan fuentes documentales sobre este

    perodo, y no es posible saber cundo lleg a la corte, nicundo, exactamente, el rey y la reina comenzaron a intere-sarse por su proyecto. Pero parece que las posteriores leyen-

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    12 M. Cabrera Snchez (1999), Los amigos cordobeses de CristbalColn, enLas ordenanzas de limpieza de Crdoba (1498) y su proyeccin,Universidad de Crdoba, pg. 97.

    13 Archivo General de Simancas, Patronato Real 28-31, citado en T.de Azcona (1993), Isabel la Catlica. Estudio crtico de su vida y reinado,Biblioteca de Autores Cristianos, pg. 831.

    das sobre el instantneo reconocimiento en Castilla del ge-nio de Coln, no pueden sustanciarse. Por ejemplo, las cuen-tas de la Tesorera no muestran que recibiera ninguna con-

    tribucin econmica por parte de los reyes hasta 1493,despus de su primer viaje, cuando se dice que el dinero fuea parar a manos de su amante portuguesa, Beatriz Enrquezde Harana12. Naturalmente, existan muchos proyectos mar-timos rivales, que exigan la atencin de los monarcas, ycomo es lgico, Isabel y Fernando consultaran respecto aellos a sus consejeros, incluidos algunos dignatarios eclesis-ticos como Hernando de Talavera y Diego de Deza, as comopersonalidades de la Universidad de Salamanca. Un escrito

    posterior, dirigido al entonces reciente rey, Carlos I (1516)habla abiertamente de los motivos de Fernando e Isabel paraapoyar los planes de Coln en 1492:

    Vuestra Majestad ha de saber tambin que otra nuevaduda, muy grande, se produjo cuando el viaje se intentpara descubrir las Indias, porque no haba ninguna certezaaparte de lo que deca Coln y al final, con la pequea in-versin que se hizo en ella, se descubri algo con que au-

    ment la Fe en el mundo entero y dio tantos y tan grandesbeneficios que no pueden expresarse ni de palabra ni porescrito13.

    De hecho, la contabilidad de la Santa Hermandad entre el15 de agosto de 1490 hasta el 15 de agosto de 1492, muestrauna salida de 1.157.000 maravedes entregados al Obispo devila, Talavera, para su despacho al Almirante (Coln).As pues, es probable que el converso aragons Luis de San-

    tngel no financiara personalmente la expedicin o, como al-guna vez se ha dicho, no se hiciera con fondos reales de Ara-gn sino que simplemente sac dinero del erario de Castilla,como tesorero que era de la Santa Hermandad. En abril

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    14 C. Coln (1990), Journal of the First Voyage (Diario del PrimerViaje editado y traducido BW), Aris and Phillips.

    de 1492 se celebraron conversaciones sobre la proyectada ex-pedicin, en la ciudad de Santa Fe, cerca de Granada y el 17de aquel mes, se firmaron las resultantes Capitulaciones. En

    stas Coln se comprometi a encontrar una nueva ruta ha-cia las Indias (lo que significaba la masa continental asi-tica) y a cualquier isla que pudiera avistar durante la nave-gacin. Jugndose la vida antes que su reputacin brind alempobrecido Tesoro castellano de posguerra, una suculentavisin de las riquezas que albergaba el misterioso Oriente.A cambio, la Corona acceda a proveerle de la suma de dineroya mencionada, pero no como obligacin contractual entreiguales, sino ms bien como una concesin de monarca a sb-

    dito. Por el lado prctico, el acuerdo de Santa Fe concedi aColn los esplndidos ttulos de Almirante, Virrey y Gober-nador. En cuanto a recompensas econmicas, se le otorgabauna dcima parte del valor de todo el comercio que tuvieralugar en su jurisdiccin como almirante (el almirantazgo), yel derecho a dirimir cualquier disputa por cuestiones comer-ciales. l deba contribuir con una octava parte de los gastosque ocasinara el envo de nuevas naves a los territorios quese descubrieran, por lo que recibira una octava parte de lossubsiguientes beneficios. Nada deca el acuerdo de Santa Fesobre temas religiosos.

    Coln lleg al pequeo puerto de Palos de la Frontera, enel sudeste espaol, el 22 de mayo de 1492 y de all zarparonsus tres navos, el 3 de agosto. A los seis das arribaron a LasPalmas (Gran Canaria), donde se detuvieron para carenar yaprovisionarse14. Es famoso que el 12 de octubre, un viga deLa Pinta avist un promontorio de arena blanca y lleno

    de gozo dio la noticia al resto de la tripulacin. Parece que elpromontorio se alzaba en la que ahora se conoce por isla deWatling, en las Bahamas, aunque el almirante le dio el nom-bre de El Salvador en conmemoracin de Cristo. All desem-barcaron y Escobedo levant acta notarial antes de proseguirhacia la Cuba y el Hait de hoy, isla que Coln llam Hispa-niola. La expedicin pas all el invierno y bautiz el lugardonde se establecieron, en la costa norte, con el nombre de

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    Navidad. Pero la carabela Santa Mara haba encallado, ytanto el barco como su tripulacin quedaron all cuando losotros dos navos largaron velas de vuelta a Espaa el 16 de enero

    de 1493. Coln habla en su diario de una breve visita a Lis-boa e incluso de una entrevista con el rey Juan II, pero estono est documentado. Lo cierto es que los barcos llegaron deregreso a Palos el 14 de marzo y que el 30 de aquel mes, elrey y la reina llamaron a Coln a la corte, que entonces se ha-llaba en Barcelona. Es muy improbable que aquella fuera unavisita de ceremonia, ya que no se menciona en los registros,normalmente minuciosos de las autoridades municipales,pero de todas formas, hubo sesiones de trabajo en las que se

    trat de la futura forma jurdica que se dara a los descubri-mientos del Almirante. Se ha dicho que de estas deliberacio-nes, naci la idea de asegurar una demarcacin legal de las tie-rras recin descubiertas por Castilla y Portugal, como la quese haba diseado en 1494 en el Tratado de Tordesillas. Ya sehaba aceptado en Barcelona que slo el Papa poda concederautoridad sobre las nuevas tierras de los reinos cristianos.

    Al parecer Coln sali de Barcelona con nimo optimistay el 28 de mayo, Isabel y Fernando confirmaron todos sus t-tulos y concesiones y le proveyeron de nuevos recursos parapreparar un segundo viaje. Se confi la responsabilidad ad-ministrativa de la nueva empresa, al muy experimentadoJuan Rodrguez de Fonseca, que ms adelante llegara a serobispo. La segunda expedicin haba de ser mucho mayor quela primera y consista en 17 navos y 1.500 hombres entre tri-pulacin y pasajeros, a los que ahora se aada a fray Ber-nardo Boil, con poderes de delegado apostlico. La flota sali

    de Cdiz el 25 de septiembre de 1493, se detuvo en las Cana-rias y esta vez lev anclas con mucha ms seguridad que laanterior, y evitando las islas portuguesas, zarp rumbo a la costanorte de Hispaniola. Pero en lugar de encontrar a la tripula-cin de la Santa Mara en Navidad, encontraron el pequeofuerte en ruinas y lo sustituyeron por el primer puesto co-mercial del Nuevo Mundo al que llamaron La Isabela, enhonor a la reina. Bernardo Boil se encarg de la cuestin re-ligiosa en la localidad, y se asign a otro cataln, Pedro Ma-

    garit, la misin de salir a conquistar y pacificar el resto de laisla. Mientras tanto Coln sigui navegando, con la esperanzade encontrar la tierra continental de Las Indias. Se dirigi a

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    15 Citado en T. de Azcona (1993), pg. 843.

    Cuba, que entonces se tom por el borde de Asia, borde lacosta durante tres semanas y regres a Hispaniola antes dedirigirse de nuevo a Espaa en la carabelaLa Nia, en marzo

    de 1496. La recepcin que all se le hizo fue considerable-mente menos entusiasta que la recibida tres aos antes y, porvarias razones, entre otras el coste de los reales casamientosy los asuntos internacionales, el tercer viaje se demor algntiempo. En la primavera de 1497 se intent de nuevo, pero elreclutamiento de una nueva tripulacin result difcil, sobretodo porque haban llegado a Espaa noticias inquietantesdesde las Indias. Por ltimo se recurri a contratar a algunosprisioneros que cumplan condena en galeras, para rellenar

    los puestos necesarios. La expedicin se dividi en dos. Unaparte se dirigi a Hispaniola, mientras la segunda, al mandode Coln, haba de navegar con rumbo sudoeste con la espe-ranza, que result vana, de encontrar el continente ameri-cano. Poco despus los portugueses descubran Brasil. Mien-tras tanto, la flota de Coln alcanz el puerto de Trinidad, peroel almirante ansiaba encontrar el paraso terrenal, ms queexplorar el estuario del Orinoco. En 1500 volvi a Espaa,pero esta vez no como un hroe conquistador, sino como pri-sionero.

    Cuando se supo que en Hispaniola haban estallado revuel-tas contra el hermano y delegado de Cristbal, Bartolom Co-ln, la Corona envi all a Francisco de Bobadilla, un experi-mentado funcionario pblico, que hizo responsable a Coln,inici una investigacin, le someti a juicio y lo mand enca-denado de vuelta a Espaa. El almirante coment: Si hubierarobado las Indias y entregado a los moros, no podran tra-

    tarme como peor enemigo de Espaa.15

    . Coln tuvo que lu-char mucho para conseguir de alguna manera su rehabilita-cin. Hasta poco antes de Navidad, no consigui unaentrevista con el rey y la reina que antes tan abiertos habansido con l. Por ltimo accedieron a financiar una cuarta ex-pedicin, pero sta tard dos aos en prepararse y mientrastanto, los exploradores rivales, sobre todo los andaluces, si-guieron haciendo expediciones por su cuenta, a pesar de laoposicin y las protestas del Almirante. Cuando en su da ste

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    16 Para relatos sobre la carrera de Cristbal Coln, vase F. Fernn-dez Armesto (1991), pgs. 1-175; T. de Azcona (1993), pgs. 837-844;W. D. Phillips y C. R. Phillips (1990) (2002), The Worlds of ChristopherColumbus, Cambridge University Press, pgs. 136-240.

    17 T. de Azcona (1993), pg. 846.

    lev anclas en 1502, la ltima expedicin de Coln consistaen slo cuatro barcos y su objetivo concreto era el descubri-miento, y en vista de las pasadas experiencias, los reyes le ad-

    virtieron que no cometiera abusos contra la poblacin nativa.La reducida flota toc en el recin descubierto puerto de SantoDomingo, en Hispaniola y en Veragua, Cuba y Jamaica. En ju-nio de 1503, las naves encallaron en la costa septentrional deJamaica y estuvieron a punto de naufragar. Hasta el 29 de ju-nio de 1504 no lleg otro barco desde Hispaniola, que rescata Coln y sus hombres. El almirante se vino abajo por la ex-periencia y desde entonces no volvi a participar en ningunaotra actividad en las Indias. Cuando lleg a Espaa, Isabel es-

    taba agonizando, y dos aos ms tarde, l mismo muri con elcorazn destrozado, probablemente el 20 de mayo de 150616.

    Este breve relato indica ya el prominente papel que juga-ron la reina y su marido al poner en movimiento el gran pro-ceso del descubrimiento europeo de las Amricas. Pero se-ra un error pensar, por el inters que pusieron inicialmenteen la empresa, que de alguna forma saban por una estrat-gica ciencia infusa, la trascendencia que tendran los garra-fales errores de Coln y sus contemporneos. Pasara muchotiempo antes de que en Europa, se viera al Nuevo Mundocomo el otro plato de una balanza que establecera el equili-brio con el Viejo. Los monarcas y sus consejeros, ibanafrontando los problemas segn surgan, vindolos, en frasede Azcona, a ras de tierra, mientras nosotros los vemosdesde arriba17. Desde el primer desembarco de Coln en lasBahamas, su intencin explcita era ocupar para Castilla to-das las nuevas tierras descubiertas, por la autoridad que pre-

    viamente les haba concedido el Papado, que en similares em-presas en el Atlntico y en el continente africano, tambinapoyaba a espaoles y portugueses. Esto bast a Isabel, quien,junto a Fernando, ya haba obtenido del Papa unos poderescada vez ms amplios en su propio reino. Durante el siglo XV

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    18 Ibd., pgs. 847-52; W. D. Phillips y C. R. Phillips (2000), pgi-nas 187-188.

    se haba argumentado, y nada menos que por el cardenalJuan de Torquemada, que los papas deban dejar los asuntostemporales para los reyes seculares y sta parece que fue la

    actitud de Alejandro VI en el tema de Las Indias. Adems, elTratado de Alcaovas y Toledo (1479) ya haba legislado res-pecto a la cuestin del dominio sobre tierras recientementedescubiertas. Aquel tratado entre dos estados soberanos eli-min la necesidad de la intervencin papal. Por eso los docu-mentos de Alejandro, conocidos como las bulas alejandri-nas o Indias sirvieron para que la Iglesia diera suaprobacin a unos hechos, cuando Castilla ya los haba rea-lizado. Las dos primeras, que empezaban con la expresinIn-

    ter caetera, firmadas respectivamente en mayo y junio de 1493,concedan a Fernando e Isabel todas las nuevas tierras des-cubiertas o que hubieran de descubrirse en el futuro. La ter-cera, Eximie devotionis, emitida en julio de 1493 pero reda-tada el 3 de mayo, conceda a los castellanos todos losprivilegios en la zona de conquista y colonizacin, que Nico-ls V y Calixto III haban concedido a los colonizadores por-tugueses en otros lugares. La Pies fidelium, fechada en juniode 1493 cubra exclusivamente asuntos eclesisticos, refirin-dose a la obligacin de los monarcas de enviar misioneros alos territorios conquistados en las Indias, mientras laDudumsiquidem (26 de septiembre de 1493) confirmaba y aclarabalas concesiones hechas en la segundaInter caetera. Segn es-tas bulas, que en junio de 1494 fueron confirmadas en el Tra-tado de Tordesillas entre Castilla y Portugal, las esferas de in-fluencia de los dos reinos haban de dividirse por una lneade cien leguas (unos 550 kilmetros) de Norte a Sur, al oeste de

    las Azores portuguesas, que conceda toda la navegacin alsur y al oeste de las Islas Canarias a los portugueses, posible-mente ya conscientes de las posibilidades que les brindaba elBrasil18.

    Aparte de que tuvieran lugar estas y otras negociaciones,era inevitable que, intuyeran, o a lo mejor no, la importanciade los descubrimientos de Coln y de otros exploradores, Fer-nando e Isabel tuvieran que reaccionar ante unos aconteci-

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    19 K. Deagan y J. M. Cruxent (2002), Columbuss outpost among theTanos. Spain and America at La Isabela, 1493-1498, Yale UniversityPress.

    mientos que, en gran parte, haban sido determinados porotros. Un problema notorio fue que el mismo Coln no eraun poltico. Cuando haba que dominar y colonizar las tierras

    que l haba descubierto se dedic a hacer realidad sus ambi-ciones personales, junto con sus dos hermanos, Bartolom, alque nombr Adelantado y Diego. En la actualidad la arqueo-loga est revelando sorprendentemente, que la colonia de LaIsabela, en Hispaniola no aadi nada a la cultura indgena,pero esto ocurri porque la resistencia, a menudo violenta delos caribeos, hizo que ello fuera casi inevitable19. El ansia deriquezas de los hermanos Coln y la necesidad de satisfacerlas exigencias econmicas de la Corona de Castilla hicieron

    que observaran una conducta muy opresiva para la poblacinnativa. En cualquier caso, aparte de los debates tericos que,entonces y ms tarde, tuvieron lugar en Europa sobre el gradode humanidad que posean los nativos, tanto durante losreinados de Isabel y Fernando, como ms tarde, la vida en losterritorios colonizados fue dura y brutal para todos. Encuanto al papel del rey y la reina en todo esto, hay que recor-dar que tampoco ellos, ni sus consejeros, tenan experienciaen resolver los problemas que plante el contacto con la po-blacin indgena americana. Y por aadidura, la prioridad ex-plcita de los reyes espaoles y del papa Alejandro VI eraevangelizar a todo ser humano que se descubriera en Las In-dias, como parte de su eterna estrategia de acorralar, y even-tualmente derrotar y eliminar al islam.

    En cuanto los europeos comenzaron a establecerse en lasislas caribeas, los factores econmicos el oro y la mano deobra barata o esclava entraron en conflicto con las tcnicas

    misioneras y, esta contradiccin haba de quitar el sueo tantoa los Reyes Catlicos como a sus sucesores, los Habsburgo.Pero est claro que la influencia de los funcionarios de la Co-rona en los nuevos dominios tena inexorablemente que au-mentar, aunque siempre habra disputas entre los funciona-rios peninsulares y los espaoles que se instalaron de formapermanente en Las Indias. Despus de su encarcelamiento

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    por orden de Bobadilla, Coln nunca recuper el poder admi-nistrativo, aunque conserv su ttulo de Almirante y su sueopor regresar. En 1501 sucedi a Bobadilla como gobernador

    de Hispaniola, Nicols de Ovando, que ostent el cargo du-rante siete aos. En 1508 con Fernando una vez ms comogobernador de Castilla, regres al Caribe un descendiente deColn, Diego Coln, el hijo del fallecido Almirante, sucedi aOvando y permaneci all con el restaurado ttulo de Virreyhasta 1515. Durante aquellos aos llegaron colonizadores aLas Indias en nmero siempre creciente. Est claro que la Co-rona estaba decidida a mantener una mano firme sobrecuanto ocurriera en sus nuevos dominios americanos y Diego

    nunca obtuvo poderes semejantes a los de su padre a pesar deiniciar un proceso legal que dur hasta 1556. Un logro signi-ficativo fue el establecimiento en 1511 de un Tribunal Su-premo (audiencia) en Santo Domingo, Hispaniola.

    Para entonces no slo haba rodeado Vasco de Gama elcabo Buena Esperanza y alcanzado las verdaderas Indias,sino que los rivales castellanos de Coln haban hecho nue-vos descubrimientos y establecido colonias en las Amricas,en unas expediciones que estaban autorizadas por la Coronadesde 1499. El progreso fue tan rpido, que en 1500, cuandoCristbal fue enviado de nuevo a Espaa, el continente ame-ricano ya se haba visitado y hasta cierto punto explorado,entre la boca del Amazonas y lo que haba de conocerse comoVenezuela. Entre los que intervinieron se contaban Alonsode Ojeda, Juan de la Cosa, Pedro Alonso Nio y el antiguocompaero de viaje de Coln, Vicente Ynez Pinzn. Al prin-cipio algunos de estos exploradores recibieron poderes admi-

    nistrativos, pero muy pronto se cre un sistema cuyo obje-tivo era la plena integracin de los territorios de Amrica enlas instituciones del estado castellano. Con este fin, en el ao1503 se fund y, en 1510 se reabri en Sevilla con nuevas or-denanzas, la Casa de Contratacin. En este edificio, prximoa la catedral, se regulaban todos los asuntos martimos, colo-nizadores, comerciales, y aduaneros, y en 1509, Amrico Ves-pucci, cuyo nombre se dio al continente recin descubierto,fue nombrado Piloto mayor de la Casa. La Casa actuaba tam-

    bin como tribunal legal para todas las cuestiones que surgie-ran en las nuevas colonias. Juan Rodrguez Fonseca dirigi laCasa de Sevilla desde 1504 y Lope de Conchillos se uni ms

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    tarde a la institucin para supervisar su administracin y so-bre todo, para asegurar que la Corona recibiera debidamentesu quinta parte (quinto real) de los metales preciosos proce-

    dentes de las colonias. El centro principal en Amrica eraHispaniola y se intent elaborar un nuevo sistema econmicoque compensara el sistemtico rechazo de los caribeos y lascatastrficas muertes causada por las enfermedades (sobretodo la viruela), llevadas all por los europeos.

    La mayora de los colonizadores espaoles de aquel pero-do procedan de Andaluca o Extremadura, aunque algunosllegaron de Len y de las dos Castillas, la Vieja y la Nueva.Por lo general pertenecan a la clase baja y media y buscaban

    tanto riquezas como honores que elevaran su estatus sociala los ojos de sus compatriotas en Espaa. Su certeza respec-to a la superioridad de su religin y de sus valores culturales,era infinita, y no sentan ningn escrpulo en imponrselasa los caribeos y a otros americanos nativos. A este respectocompartan plenamente las actitudes y las ideas de sus mo-narcas. Entre estas ltimas se contaban, por un lado la fe me-sinica en el destino de Espaa, y por otro la necesidad y elansia de riquezas (lo que ni a ellos ni a sus sbditos parecauna contradiccin), a lo que se aada el deseo, evidente-mente sincero, de gobernar sus nuevos territorios segn losprincipios de las leyes religiosas y seglares. Un buen ejemplode este nexo de valores fue el cdigo legislativo que se re-dact en las deliberaciones de una Asamblea reunida en Bur-gos en 1512, despus de la muerte de Isabel y desde entoncesse conoce como Las Leyes de Burgos. Dicho cdigo fue enparte una reaccin a las denuncias de algunos misioneros, en

    especial del dominico fray Antonio Montesino, por el maltrato que los colonizadores daban a los indios. Reafirmabala normativa de que los nativos eran libres sbditos del rey,aunque por ley se les obligara a trabajar para los colonizado-res en las tierras que la Corona les haba concedido, llamadasencomiendas. En deferencia a los misioneros y sobre todo alos dominicos, por otra parte se ordenaba a los encomenderosque se asegurasen de que los indios eran instrudos en la fecristiana y posteriormente en su prtica. La base religiosa de

    la colonizacin espaola en Amrica se afirm en un reque-rimiento legal que redact un abogado del Real Consejo lla-mado Juan Lpez de Palacio Rubio, y sera ledo pblica-

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    20 T. de Azcona (1993), pgs. 854-871; M. A. Ladero (1999), pgi-nas 421-425.

    mente a las autoridades indgenas para exigir su fidelidad alsoberano de Castilla. La polmica que rode estas medidasimpuestas en los reinos de Isabel y Fernando lleg a ser fu-

    riosa durante muchas dcadas, tanto en Amrica como enEuropa20.