Educación Ambiental y Pedagogía de La Alteridad

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Educación ambiental y pedagogía de la alteridad Luis Enrique Linares Borboa CETYS Universidad, campus Mexicali 1. Introducción Hace 80 años, Scheler señalaba que el hombre es el único ser que no sabe radicalmente lo que es, y al mismo tiempo, se da cuenta de que no lo sabe (Moreno, 2005, 39). Este conflicto, que se debe a múltiples causas, se agudiza, entre otras razones, por la separación que se ha venido presentando entre el ser humano y su entorno natural. La relación que los seres humanos guardan con el medio ambiente es dialéctica, en tanto que se tiene capacidad para modificarla, al mismo tiempo que, estando en ella y siendo parte de ella, también es modificado (Aramburu, 2000). La educación ambiental, hasta finales del siglo XX, se ha visto limitada por la inexistencia de una pedagogía ambiental que fundamente la teorización y la investigación en este campo, dando como resultado que básicamente se ha transmitido información ambiental, especialmente en cuestiones relacionadas con la naturaleza (Barraza, 2000). En el siglo XX, la información sobre el estado ecológico del planeta ha surgido en grandes cantidades: La Conferencia de Estocolmo en 1972, la creación del Programa de las naciones Unidas para el Medio Ambiente ese mismo año, la Conferencia Intergubernamental de Tbilisi en 1977, la Conferencia de Río en 1992, son sólo una muestra de eventos que han dejado huella por medio de los documentos generados en ellas (Caride y Meira, 2001). Pero la abundancia de información no significa creación de conciencia. La sociedad actual vive con una conciencia distinta de los riesgos que la rodean, de forma que en muchos casos el referente temporal para decidir no es el pasado (no lo que hemos hechos: somos responsables), sino el futuro (lo que nos puede suceder: somos víctimas), que, sin haber sucedido aún, provoca que los

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  • Educacin ambiental y pedagoga de la alteridad

    Luis Enrique Linares Borboa

    CETYS Universidad, campus Mexicali

    1. Introduccin

    Hace 80 aos, Scheler sealaba que el hombre es el nico ser que no sabe

    radicalmente lo que es, y al mismo tiempo, se da cuenta de que no lo sabe

    (Moreno, 2005, 39). Este conflicto, que se debe a mltiples causas, se agudiza,

    entre otras razones, por la separacin que se ha venido presentando entre el ser

    humano y su entorno natural. La relacin que los seres humanos guardan con el

    medio ambiente es dialctica, en tanto que se tiene capacidad para modificarla, al

    mismo tiempo que, estando en ella y siendo parte de ella, tambin es modificado

    (Aramburu, 2000).

    La educacin ambiental, hasta finales del siglo XX, se ha visto limitada por

    la inexistencia de una pedagoga ambiental que fundamente la teorizacin y la

    investigacin en este campo, dando como resultado que bsicamente se ha

    transmitido informacin ambiental, especialmente en cuestiones relacionadas con

    la naturaleza (Barraza, 2000). En el siglo XX, la informacin sobre el estado

    ecolgico del planeta ha surgido en grandes cantidades: La Conferencia de

    Estocolmo en 1972, la creacin del Programa de las naciones Unidas para el

    Medio Ambiente ese mismo ao, la Conferencia Intergubernamental de Tbilisi en

    1977, la Conferencia de Ro en 1992, son slo una muestra de eventos que han

    dejado huella por medio de los documentos generados en ellas (Caride y Meira,

    2001). Pero la abundancia de informacin no significa creacin de conciencia. La

    sociedad actual vive con una conciencia distinta de los riesgos que la rodean, de

    forma que en muchos casos el referente temporal para decidir no es el pasado (no

    lo que hemos hechos: somos responsables), sino el futuro (lo que nos puede

    suceder: somos vctimas), que, sin haber sucedido an, provoca que los

  • acontecimientos se desarrollen a partir de la vulnerabilidad que los grupos sociales

    reconocen o imaginan; como lo seala Beck (2006 y 2008) se puede reconocer

    una sensacin de globalidad a partir de temores ms o menos compartidos.

    En todo caso, es innegable que la gente va construyendo sus propias

    representaciones sobre el riesgo ambiental. Se sabe que hay problemas y se

    reconoce que stos generan algunos daos colaterales (Bauman, 2011), pero en

    la medida que una persona concreta no se ve afectada directamente, no se

    preocupa por levantar una alarma generalizada.

    Ante la actual crisis ambiental, sobre la que existe mucha informacin que

    ha sido mal apropiada por el grueso de la poblacin, que la traduce e interpreta

    creando sus propias representaciones sociales sobre la realidad, el campo se abre

    claramente para que, por medio de la educacin, se pueda modificar la forma en

    que se aborda la problemtica ambiental para llegar no solo a un conocimiento de

    la misma, sino a su transformacin.

    2. La naturaleza humana: su condicin sociocultural y natural.

    De acuerdo a los planteamientos que hace Mlich (2008), la vida del ser humano

    no debe ser entendida como la de un ser que posee una naturaleza biolgica y

    paralelamente desarrolla una cultura, sino que su misma naturaleza es cultural, y

    slo desde esa unidad se puede entender su comportamiento en el mundo. Esto

    implica que el educador ambiental debe considerar que los seres humanos, con un

    rostro concreto, por su misma naturaleza forman parte de una cultura, la cual no

    es algo simplemente aadido, sino que lo condiciona en su humanidad. Y decir

    que esto condiciona la humanidad el modo de realizar la vida concreta, significa

    que el modo de ser humano en el mundo implica que continuamente hay que

    enfrentar mltiples opciones ante las cuales se hacen elecciones, las cuales no

    corresponden a una naturaleza predeterminada, sino que dependen de la decisin

  • libre, influida por mltiples factores, pero libre; as, el ser humano resulta

    condicionado, pero no predeterminado.

    Por ello, se puede afirmar que el ser humano es naturalmente cultural, o

    con ms precisin sociocultural. Vivimos en una sociedad donde aprendemos y

    construimos rasgos culturales en sociedad; la educacin facilita ese proceso de

    socializacin, que nos rodea desde el nacimiento hasta la muerte, no como algo

    esttico, pero s como un ambiente que se mueve con lentitud, con una inercia que

    facilita la permanencia del statu quo.

    Esta condicin humana, no determinada, contribuye a volver compleja a la

    humanidad, como lo seala Bauman (2009, 64) cuando afirma que parece que

    para el abstruso dilema lleno de contradicciones que conocemos con el nombre de

    condicin humana no hay soluciones simples, sencillas y unidireccionales. La

    naturaleza humana recorre un trayecto biogrfico complejo (Bech y Quintero,

    2012) dentro del cual el hombre es condicionalmente libre para actuar como

    quiera, dentro de los lmites de su contexto histrico-cultural. Esto puede llevarnos

    a desarrollos sorprendentes, y tambin a perdernos en la complejidad de los

    laberintos de la cultura (Riechmann, 2011).

    El concepto de condicin humana como distinto de naturaleza humana ha

    sido tocado por Arendt (2005) haciendo una distincin entre labor (actividad para

    obtener lo que necesitamos para vivir), trabajo (capacidad que tenemos de

    transformar las realidades materiales) y accin (ejercicio de nuestra libertad que

    nos distingue del resto de los seres vivos). Este concepto de accin ayuda a

    apuntalar la actividad educativa, incluyendo la ambiental, pues la libertad que se

    despliega no es, a juicio de la filsofa citada, una simple eleccin entre

    alternativas, sino que supone un trascender la naturaleza para producir algo

    nuevo, para aadir algo distinto a lo ya existente. Por ello, al mundo le es

  • consustancial la novedad. Tiene el anhelo [] de lo posiblemente otro. De lo

    humanamente otro, en suma (Cruz, 2002, 35).

    Sin embargo, el manejo de la libertad que plantea Arendt no es un

    comienzo absoluto, pues la vida humana no puede romper todos los lazos que la

    constituyen, todas las relaciones que le dan el soporte de humanidad. En palabras

    de Derrida (1998, 68) somos herederos, eso no quiere decir que tengamos o que

    recibamos esto o aquello, que tal herencia nos enriquezca un da con esto o con

    aquello, sino que el ser de lo que somos es, ante todo, herencia, lo queramos y lo

    sepamos o no. Hablando de la misma condicin humana, Beorlegui (2009) seala

    que sta surge tanto de nuestra dimensin biolgico-cultural como de la

    conciencia y la capacidad para desarrollar relaciones interpersonales y sociales,

    as como del reconocimiento que hacemos de nuestra historia y nuestra posicin

    ante el sufrimiento, la muerte y las utopas.

    3. Sentido tico de la educacin hacia el ambiente.

    La tica no existe porque sabemos lo que est bien o est mal, sino porque

    dudamos en decidir, sobre todo en las grandes decisiones que afectan el curso de

    nuestra vida, individual y colectiva. Seala Mlich (2008, 106) que no sera

    posible pensar la tica en una vida en la que no apareciera el interrogante, la

    pregunta, la incertidumbre, la ambigedad. Y en la educacin las preguntas y las

    inquietudes estn a la orden del da. Puesto que la persona que se forma es

    alguien que no ha desarrollado completamente su humanidad, no puede tener

    certeza de lo que su propia vida le depara en el futuro, y el educador tiene razn

    de ser por ello, para hacerle ver al educando que la vida puede ser de muchas

    formas, que es posible tomar decisiones de las cuales nos podemos arrepentir,

    pero que margen de riesgo se reduce cuando entendemos e interpretamos el

    mundo a partir de manejar la mayor cantidad de informacin posible. Nada

  • garantiza los aciertos, pero viendo al pasado y contemplando lo que an no es,

    podemos dejar de estar determinados por la naturaleza para estar condicionados

    por la cultura.

    La educacin ambiental sigue siendo una exigencia que la realidad impone,

    bajo el riesgo de que la humanidad se vea en una crisis an mayor que la vivida

    en estos momentos (Snchez, 2009). Desde luego, aunque sea aparentemente

    obvio, slo se puede optar por la educacin ambiental si se cree en la educacin

    en general, lo cual debiera implicar necesariamente que el educador se plantee

    sobre qu bases antropolgicas pretende educar, pues todo acto educativo

    intencionado se dirige a formar un tipo de ser humano que se considera

    conveniente desarrollar.

    Educar, como acto consciente de encuentro entre dos personas, supone

    una relacin tica. El educador lo es, en principio, porque supone que el educando

    tiene una posicin ante el mundo que resulta insuficiente para humanizarse por s

    mismo de manera radical y para humanizar a la sociedad; sin esta premisa, todo

    acto educativo carece de sentido o se convierte en un acto de dominacin. Es una

    relacin tica porque el educador, conscientemente, busca transformar al alumno,

    asumiendo que tiene poder para hacerlo, y en consecuencia, se ve vuelve

    responsable de lo que hace con cada estudiante. No puede ser responsable de

    todo lo que suceda con cada alumno, pero si lo es de intentar transformar el

    sentido que la vida adquiere para cada uno de quienes estn bajo su influjo de

    accin en el aula. Pero el acto de educar se vuelve complejo cuando se reconoce

    la dificultad de conciliar la relacin entre naturaleza y cultura en el ser humano,

    pues esto equivale a profundizar en la relacin naturaleza-determinacin

    heteronoma y cultura-libertad-autonoma; el resultado de esta reflexin ser una

    posicin tica, como lo ha sealado Espinosa (2010), y la educacin ambiental no

    puede permanecer al margen de esa discusin si quiere tener algo que aportar a

    la vida concreta y real del ser humano.

  • La cercana entre naturaleza y cultura ha provocado que se llegue a

    mencionar incluso que estamos inaugurando una nueva etapa, el antropoceno1

    (Crutzen y Schwgerl, 2011; Zalasiewicz et al, 2008), dado que los grandes

    cambios que sufre el planeta en este momento tienen un origen no geolgico, sino

    antropolgico. Al buscar que todo sea ms rpido, ms cmodo para nosotros,

    ms cercano a nuestra vida, ms flexible, pareciera que la discusin no debera

    ser ya en torno a la posmodernidad, sino a la posnaturalidad, dado que nuestra

    capacidad para promover cambios est permitiendo que la historia natural del

    planeta sea en realidad una consecuencia del aceleramiento de la vida cultural,

    sobre todo en su vertiente de creacin tcnica. Este periodo, desde una

    perspectiva filosfica ambiental, parece ser promotor de todas las formas que

    adquiere el antropocentrismo, ptica desde la cual se entiende ms fcilmente,

    porque ha ganado terreno la idea que la educacin ambiental ha pasado para

    dejar su lugar a la educacin para el desarrollo sostenible.

    En el campo ambiental, de manera clara, la tica se hace presente porque

    no lo sabemos todo, ni tenemos todas las respuestas, ni podemos acabar con

    todas las incertidumbres, pero la educacin ambiental apunta a construir una

    identidad ambiental, un sentido de estar en el mundo, un enraizamiento en medio

    de la vida, y a desenvolver una cultura de pertenencia y de compromiso (Sauv,

    2008, 24). Estas caractersticas identidad ambiental, sentido del mundo, ubicarse

    ante la vida, pertenencia a una comunidad- no eliminan toda la ambigedad de la

    vida, pero marcan referentes que dan a la vida espacios de certeza y esperanza. Y

    las opciones que nos parezcan correctas, asumidas consciente, voluntaria y

    libremente, nos llevan directamente al mundo de la tica, sobre todo, al reconocer

    que esas decisiones afectarn para bien o para mal- a otros.

    1 El trmino fue empleado por primera vez por Paul Crutzen, ganador del premio Nobel de Qumica en 1995,

    durante una conferencia en el ao 2000.

  • Adems la tica cobra especial relevancia cuando consideramos que la

    sociabilidad es otra de las facetas por medio de las cuales se expresa nuestra

    naturaleza. Ser constitutivamente sociales significa que tenemos una necesidad

    imperiosa de los otros, no para satisfacer nuestra vanidad sino porque, marcados

    por una incompletud original, les debemos nuestra existencia misma (Todorov,

    1995, 208). Nuestra condicin biogrfica se vuelve presente una vez ms: se nace

    de humanos, entre hombres y mujeres con los cuales las relaciones se vuelven

    ms complejas a medida que vamos ampliando nuestra capacidad de tomar

    decisiones propias. La autonoma de cada uno se transforma automticamente en

    responsabilidad ante los dems.

    4. Excentricidad: moverse hacia la periferia desde la pedagoga de la

    alteridad.

    Plessner (1975) seala que el ser humano es un ser excntrico, dado que

    tenemos la posibilidad de salir de nuestro centro para movernos hacia la periferia,

    en funcin de las decisiones que se toman; se obtiene distancia de la naturaleza

    puramente biolgica, para llegar a nuevas formas de realizar la vida cultural, al

    grado que muchas de estas distancias que se toman pueden ir en contra de la

    dimensin estrictamente biolgica.

    El modo concreto en que se capta esta excentricidad del ser humano es

    siempre en situaciones concretas. La situacin, (Mlich, 2008, Torralba, 2004)

    siempre separa al hombre de otros seres vivos, pues el ser humano es consciente

    de su situacin en el mundo, y es capaz de reconocer que en su vida se da una

    condicin particular: reconocer situaciones lmite, como lo planteaba Jaspers

    (2000). Cuando se habla de situaciones lmite se suelen mencionar el sufrimiento,

    el mal y la muerte como eventos clave en la vida del hombre, pero tambin, en

    estos tiempos, habra que sealar que el desmoronamiento ambiental puede ser

  • considerado una situacin lmite en la que se confronta la dimensin natural con

    la dimensin cultural.

    Son las situaciones reales, las experiencias cotidianas y concretas, en las

    que se da la existencia, las que permiten captar con mayor claridad que la vida,

    ms que determinacin, es condicin, y ello remite nuevamente a la dimensin

    tica de la vida humana: siempre la posibilidad de elegir, siempre la posibilidad de

    errar, lo mismo que, a su lado, la posibilidad de acertar, moviendo esa situacin a

    nuevas posibilidades de condicionar la vida en una direccin o en otra, tal vez

    nueva, tal vez imaginada, pero siempre testimonio de la situacionalidad

    existencial.

    La pedagoga de la alteridad establece precisamente que el salir de nuestro

    centro, moverse hacia los dems, es la condicin necesaria para que el ser

    humano se realice como tal. Acoger al otro, educar al otro, es reconocer su

    dignidad no en abstracto, sino en las situaciones concretas que se hace presente.

    Es aceptar que el reconocimiento de la identidad del otro es mi responsabilidad.

    Qu significa esto en educacin ambiental? Significa que el ambiente en el que

    la vida del otro se desarrolla no puede ser manipulada de acuerdo a intereses

    personales; implica que las relaciones hombre-sociedad-naturaleza no pueden ser

    determinadas teniendo como criterio fundamental ni una visin economicista ni

    una orientacin consumista; implica que reconocer el valor de la vida me obliga,

    por fuerza, a no pasar por encima de ella.

    Hacerse cargo del otro nicamente es posible en un contexto concreto, en

    un espacio real en el que vive, en condiciones de desarrollo particulares, y en

    consecuencia, pensar la pedagoga desde esta ptica, obliga a que todo educador

    debe tener una visin crtica de cul es la realidad en que el educando se

    desenvuelve. Por ello es conveniente entender la actual crisis ambiental desde al

    menos tres dimensiones distintas y relacionadas entre s, que no pueden ser

  • evitadas si se quiere que el lenguaje y la praxis educativa tengan algn contenido.

    La pedagoga de la alteridad puede entonces darle cauces concretos a la

    educacin ambiental para que sta vea por rostros concretos. Esas tres

    dimensiones son la educativa, la socioeconmica y la moral, que sern abordadas

    a continuacin.

    5. Tres dimensiones de la crisis ambiental.

    5.1 Dimensin educativa de la crisis ambiental.

    En el mbito de la educacin es posible reconocer que la primaca de las

    perspectivas econmicas ha dado origen a la sustitucin de la educacin

    ambiental por educacin para el desarrollo sostenible, aunque no existan

    argumentos pedaggicos o epistmicos para buscar desarrollar ese cambio, que

    sin embargo, ha sido adoptado por las Naciones Unidas, tanto en su programa de

    Medio Ambiente como en la adopcin de la Dcada de las Naciones Unidas de la

    Educacin para el Desarrollo Sustentable 2005-2014 (Meira, 2006b). La diferencia

    entre ambas propuestas de educacin es que esta ltima busca como resultado

    ver al hombre dentro de un modelo de desarrollo, en tanto que la primera lo

    visualiza como un ser en el mundo, corresponsable de la vida de los dems

    seres. La educacin ambiental se encuentra en un proceso de confrontacin con

    la educacin para el desarrollo sustentable (Gonzlez-Gaudiano y Puente-

    Quntanilla, 2011; Bravo, 2008; Meira, 2006; Caride y Meira, 2001, Sauv, 1996);

    el segundo concepto se encuentra ligado al modelo de desarrollo econmico

    imperante en el mundo occidental, en tanto que el primero pretende ofrecer una

    visin ms sistmica de la realidad humana, y adopta (o debiera adoptar)

    posiciones ms crticas ante la realidad. La educacin ambiental tiene un fuerte

    componente tico que no puede evadir; y como toda respuesta tica se funda

    siempre en una concepcin sobre el ser humano, entre ms clara sea esa visin,

  • ms fcilmente ayudar a desaparecer algunas incertidumbres de la sociedad

    actual.

    5.2 Dimensin socioeconmica de la crisis ambiental.

    La actual crisis ambiental puede ser reconocida tanto desde una vertiente

    que constata el desgaste de la naturaleza, como en otra lnea que nos lleva

    directamente al reconocimiento de un desarrollo que la ha apostado a valorar y dar

    primaca a un desarrollo de corte economicista. Ambos planos se originan en gran

    medida a que la estructura socioeconmica no considera la responsabilidad moral

    del individuo. Para acercarse a este punto olvidado, Domingo (1995) aborda la

    responsabilidad desde una perspectiva tica, buscando la relacin entre

    responsabilidad, ciudadana y derechos humanos, considerando la importancia de

    construir una ciudadana comunitaria desde una clave familiar (Domingo, 2006).

    Desde una tica inspirada en Levinas, seala que la responsabilidad por el otro no

    depende de hacer distribuciones de manera equitativa (Domingo 2008). Ortega ha

    realizado una crtica clara al pensamiento habermasiano, cuando seala que su

    tica discursiva supone que puede haber simetra en una situacin de dilogo

    entre absolutamente iguales, cuando en la realidad

    Existe el riesgo real de que la razn quede reducida al dominio de la

    argumentacin por parte de los que tienen poder o competencia de habla,

    dejando a los otros al margen de toda posibilidad de participacin

    efectiva en el discurso (Ortega, 2004, 22).

    Pensar la responsabilidad humana de cara al futuro implica no entender

    este valor como dependiente de la idea de reciprocidad: yo tengo deberes y

    derechos en relacin a otro como ese otro los tiene en relacin a mi persona.

    Hablar de futuro implica aceptar que la responsabilidad puede ser asimtrica: yo

    tengo deberes con otros que no los tendrn hacia m. En buena medida el modelo

    de desarrollo socioeconmico ha fracasado precisamente porque, ms all del

  • terreno legal, no busca que el ser humano se responsabilice de los dems. Pero la

    realidad no es as de sencilla; Arendt (2002) seala que la actividad humana

    siempre se encuentra como inicio de mltiples acontecimientos, con resultados

    ilimitados, y por consiguiente, con consecuencias no predecibles.

    Esta misma idea de construir una tica a futuro desde la responsabilidad es

    compartida por Martnez, citado por Arcas (2003, 252) cuando seala que

    construir una tica desde la responsabilidad es buscar respuesta a nuestros

    problemas sabiendo que en ella se juegan tambin las condiciones de vida de

    gentes (sic) que todava no estn, y de un mundo que todava no es.

    5.3 Dimensin moral de la crisis ambiental.

    Desde luego, existen muchas opciones que se han planteado para abordar

    la problemtica ambiental desde una perspectiva tcnica, e igualmente se puede

    abordar como una cuestin educativa o como resultado de un fallido modelo

    econmico. Otros, en cambio, han propuesto abordar el problema como una

    cuestin que tiene una raz moral (Etxeberra, 1995; Garca, 2005). Algunos han

    centrado el anlisis de la problemtica ambiental en la dimensin tica que

    presenta (Smith, 1997; DesJardins, 1999; Zimmerman, 2001) hacindolo de una

    manera general, en tanto que otros lo hacen desde una ptica filosfica ms

    particular, dentro de corrientes conocidas, entre ellas la ecologa profunda (Naess,

    2001; Sessions, 2001; Garca 2005); el ecofeminismo (Shiva, 2001); algunos ms

    lo hacen desde la discusin entre posturas antropocntricas, biocntricas y

    ecocntricas (Ariansen, 1998; Kortenkamp y Moore, 2001; Arribas, 2006).

    En cualquiera de estas perspectivas, de lo que no queda duda es que el ser

    humano, envuelto en una cultura determinada, asume siempre posiciones ante la

    realidad sociocultural y natural, y que sus decisiones han generado la actual crisis

    ambiental, de forma que sus experiencias, sus narraciones de esas experiencias,

    sus aciertos y sus resultados fallidos pueden ser reflexionados desde una

  • perspectiva tica. Es lo que hacen, por ejemplo, Ortega y Romero (2009),

    abordando tanto la dimensin tica de la crisis medioambiental como planteando

    algunas respuestas pedaggicas para hacerle frente.

    6. Una respuesta desde la pedagoga de la alteridad.

    La doble condicin humana, natural y sociocultural, no puede separarse de hecho,

    aunque simblicamente el ser humano se sienta ms un ser cultural, distinto a la

    naturaleza2. Dicha separacin est ntimamente ligada a la fractura de las

    estructuras de acogida (Duch, 1997) en las que el ser humano recibe las

    transmisiones que lo vuelven humano. La educacin ambiental, por ello,

    trasciende las cuestiones meramente ecolgicas, para interesarse por las

    relaciones entre el hombre, la sociedad y la naturaleza. Aqu es donde la

    antropologa narrativa (Mlich, 2008) puede servir en educacin ambiental, al

    permitir que el ser humano se descubra en un tiempo y espacio concreto, donde

    su historia y la forma en que contribuye a la humanizacin de otros hombres y

    mujeres, pueden hacerlo sentirse viviendo ligado a otras generaciones y

    trascendiendo.

    La pedagoga de la alteridad implica que la respuesta a la crisis ambiental,

    como respuesta que no debe ser ni irracional ni romntica (Ortega, 2011), puede

    buscar y parece sensato que deba buscarlo- que la educacin atienda las tres

    dimensiones mencionadas ms arriba. La dimensin educativa sirviendo como

    sustento pedaggico en proyectos de educacin ambiental; la dimensin

    socioeconmica, atendiendo proyecto de educacin para la formacin ciudadana;

    2 Dado el enfoque de este trabajo, no se entrar en la discusin sobre la consideracin de la vida cultural como

    un rasgo exclusivo del ser humano o como una creencia antropocntrica. En todo caso, se puede recurrir a

    obras especializadas de etologa comparada, para reflexionar y cuestionar el grado en que determinados

    rasgos culturales conciencia del yo, procesos de enseanza-aprendizaje, relaciones sociales complejas, altruismo y egosmo, conductas sexuales, etc. son caractersticas especficamente humanas o son comportamientos comunes a otras especies.

  • y atendiendo proyectos de educacin tica para responder a la dimensin moral

    de la crisis.

    Dado que la educacin ambiental busca transformar las relaciones que el

    ser humano mantiene en la naturaleza, lo cual incluye cmo distribuye y emplea

    los recursos entre diversos grupos sociales, la antropologa narrativa puede

    ayudar a revelar con ms claridad el tipo de relatos que se crean en determinadas

    sociedades para olvidar e ignorar que su desarrollo y bienestar es posible por el

    reparto injusto de recursos, espacios y oportunidades que les son negados o

    arrebatados a otros grupos, cuyas propias narraciones son ignoradas o acalladas.

    Es decir, la antropologa narrativa puede volver ms claro el rostro del otro, desde

    su experiencia, permitiendo as que las propuestas de la pedagoga de la alteridad

    se encuentren cimentadas en una memoria recuperada.

    Una mirada sobre la realidad ambiental del mundo actual parece llevar a

    una conclusin: el ser humano no slo ha dominado a la naturaleza, sino que en

    ese esfuerzo de sentirse amo y administrador de las realidades fsicas que lo

    rodean, ha tenido la tentacin de dejar de pensar en s mismo, cayendo en un

    declive de aprecio por la vida, suya y de los otros seres vivos (Prez-Soba, 2012);

    ya no parece necesitarse una sensibilidad hacia la vida, al atraernos ms los

    objetos de consumo (Snchez, 2009, 24). Tal vez sea sta una forma de ejercer el

    control de nuestra sociedad (Gallo, 2010) y por ello, seguramente, debemos estar

    ms atentos a cmo y para qu deseamos fortalecer y practicar la educacin

    ambiental.

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