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AÑO LX N° 335 ENERO - FEBRERO 1967 EDITORIAL S ERA siempre una honda satisfacción y también un motivo de legitimo orgullo para nuestro país constatar que hace ya ciento cincuenta años, los hombres de la época, venciendo toda clase de dificultades, consolidaban la independencia del Estado y establecían una organización que habría de servir de base para crear una Nación que ha marcado rumbos en América por la solidez de sus instituciones y la firme voluntad de sus hombres para engrandecerla. El triunfo del Ejército de los Andes de Chacabuco, el 12 de febrero de 1817, significó para los patriotas de la América del Sur, que luchaban por la libertad de sus pueblos, el primero y ejemplar golpe contra la dominación extranjera que había vuelto a afianzar sus posiciones después de los frustrados intentos de independencia de 1810. El pueblo de Chile designaba como su Director Supremo al General don Bernardo O'Higgins, héroe ya de muchas jornadas de gloria, para que guiase los primeros pasos de la Patria que nacía. Y ese Director Supremo habría de ser, el ejemplo de desinterés, abnegación y patriotismo que ha caracterizado siempre a los ciudadanos que han llegado a ocupar la primera magistratura de la República. Junto con crearse los organismos civiles que servirían de fundamento a la estructura del Estado, constituyó un vital imperativo el establecimiento de la fuerza que habría de proporcionar la seguridad para el desarrollo de esa comunidad en marcha. Y es así como en el transcurso de 1817 se firmaron los Decretos correspondientes que dieron vida a una Escuela Militar y a las Unidades que hoy conocemos como Regimiento de Caballería 2 "Cazadores", Regimiento de Artillería Mot. N° 1 "Tacna", Regimiento de Infantería Mot. Ref. N° 4 "Rancagua" y que habrían de tomar parte en todas las campañas que la República ha debido afrontar en defensa de su soberanía y de sus instituciones. La historia de cada Cuerpo está llena de actos heroicos de sus componentes, que dondequiera que actuaban no tenían otra divisa que la Patria, su Bandera y su Unidad; han sido justamente esos actos los que constituyen la tradición del soldado chileno, que sabe cumplir con honor y lealtad los deberes que le indican la Constitución y las Leyes de la República, sin pensar jamás en alcanzar beneficios de orden SUMARIO Pág. Editorial 1 Independencia de la Amé- rica Española 3 Paso de los Andes 9 Chacabuco — Disposicio- nes para la Batalla 21 El General de Vanguar- dia del Ejército de los Andes a los naturales de Chile 23 Del General San Martín al Gobierno de Buenos Aires 24 Parte Oficial de la Bata- lla de Chacabuco 25 La Exaltación a la Direc- ción Suprema del Es- tado 30 Proclama del Director Su- premo de Chile 33 Mensajes a las Potencias 34 Historia de San Martín y de la emancipación su- damericana 37 Los Guerrilleros de 1815- 16 57 Correrías de los Guerri- lleros 64 Ultimos días del gobier- no de Marcó 71 Reconcentración del Ejér- cito patriota. 108 Paso de los Andes 135 Capitán General Rafael Maroto 139 General de División Juan Gregorio Las Heras .. 143 Glorias de Siglo y Medio 146 a) Al pie de la Bandera 146 b) Escuela Militar 150 c) R. C. N° 2 "Cazadores" 152 d) R. A. M. N° 1 "Tacna" 155 e) R. I. M. R. N° 4 "Ran- cagua" 157

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AÑO LX N° 335 ENERO - FEBRERO 1967

EDITORIAL

S ERA siempre una honda satisfacción y también unmotivo de legitimo orgullo para nuestro país constatarque hace ya ciento cincuenta años, los hombres de la

época, venciendo toda clase de dificultades, consolidaban laindependencia del Estado y establecían una organización quehabría de servir de base para crear una Nación que hamarcado rumbos en América por la solidez de sus institucionesy la firme voluntad de sus hombres para engrandecerla.

El triunfo del Ejército de los Andes de Chacabuco, el 12de febrero de 1817, significó para los patriotas de la Américadel Sur, que luchaban por la libertad de sus pueblos, el primeroy ejemplar golpe contra la dominación extranjera que habíavuelto a afianzar sus posiciones después de los frustradosintentos de independencia de 1810.

El pueblo de Chile designaba como su Director Supremoal General don Bernardo O'Higgins, héroe ya de muchasjornadas de gloria, para que guiase los primeros pasos de laPatria que nacía.

Y ese Director Supremo habría de ser, el ejemplo dedesinterés, abnegación y patriotismo que ha caracterizadosiempre a los ciudadanos que han llegado a ocupar la primeramagistratura de la República.

Junto con crearse los organismos civiles que servirían defundamento a la estructura del Estado, constituyó un vitalimperativo el establecimiento de la fuerza que habría deproporcionar la seguridad para el desarrollo de esa comunidaden marcha.

Y es así como en el transcurso de 1817 se firmaron losDecretos correspondientes que dieron vida a una EscuelaMilitar y a las Unidades que hoy conocemos como Regimientode Caballería N° 2 "Cazadores", Regimiento de ArtilleríaMot. N° 1 "Tacna", Regimiento de Infantería Mot. Ref. N° 4"Rancagua" y que habrían de tomar parte en todas lascampañas que la República ha debido afrontar en defensa desu soberanía y de sus instituciones.

La historia de cada Cuerpo está llena de actos heroicosde sus componentes, que dondequiera que actuaban no teníanotra divisa que la Patria, su Bandera y su Unidad; han sidojustamente esos actos los que constituyen la tradición delsoldado chileno, que sabe cumplir con honor y lealtad losdeberes que le indican la Constitución y las Leyes de laRepública, sin pensar jamás en alcanzar beneficios de orden

S U M A R I OPág.

Editorial 1Independencia de la Amé-

rica Española 3Paso de los Andes 9Chacabuco — Disposicio-

nes para la Batalla 21El General de Vanguar-

dia del Ejército de losAndes a los naturalesde Chile 23

Del General San Martínal Gobierno de BuenosAires 24

Parte Oficial de la Bata-lla de Chacabuco 25

La Exaltación a la Direc-ción Suprema del Es-tado 30

Proclama del Director Su-premo de Chile 33

Mensajes a las Potencias 34Historia de San Martín y

de la emancipación su-damericana 37

Los Guerrilleros de 1815-16 57

Correrías de los Guerri-lleros 64

Ultimos días del gobier-no de Marcó 71

Reconcentración del Ejér-cito patriota. 108

Paso de los Andes 135Capitán General Rafael

Maroto 139General de División Juan

Gregorio Las Heras .. 143Glorias de Siglo y Medio 146a) Al pie de la Bandera 146b) Escuela Militar 150c) R. C. N° 2 "Cazadores" 152d) R. A. M. N° 1 "Tacna" 155e) R. I. M. R. N° 4 "Ran-

cagua" 157

personal y sacrificando muchas veces legítimos intereses oel merecido descanso a que sus servicios le dan derecho.

Un pueblo que honra a sus héroes y que lucha incansa-blemente por su superación venciendo obstáculos de ordengeográfico, dificultades económicas o desastres impuestos porla naturaleza, está llamado a tener un feliz destino, al formaren sus hijos la conciencia de que la dedicación al estudio yel esfuerzo personal de cada uno en las tareas que le cabecumplir, constituyen el único camino para merecer laconsideración y el respeto a que todo Estado Soberano debeser acreedor en el concierto de las naciones del Continentey del Mundo.

"MEMORIAL DEL EJERCITO DE CHILE"

C O N S E J O C O N S U L T I V O :

JEFE DEL ESTADO MAYOR DEL EJERCITO INTERINO

Coronel René Sagredo Sagredo

PUBLICACIONES MILITARES

D I R E C T O R I N T E R I N O

JEFE DE REDACCION REVISTAS MILITARES:

Prof. Aux. Carlos F. Alcaide Neat

S E C C I O N H I S T O R I A

Prof. Aux. Edmundo González Salinas

B I B L I O T E C A

E. C. Gonzalo Mendoza Aylwin

2 MEMORIAL DEL EJERCITO

L A formación de los Estados deAmérica en el siglo XIX, esuno de los hechos más im-

portantes de la Historia Contempo-ránea, pues todo un continente ca-si cerrado se abre a la actividad hu-mana, constituyendo sus diversasregiones nuevos y ricos mercadospara el comercio europeo.

La Colonia Española.— Apartedel Brasil, toda la América Centraly meridional pertenecía a España,y tan vastos territorios hallábansedivididos, a principios del sigloXIX, en cuatro virreinatos: de Mé-

ción del indio, muchas veces aunen contra de los intereses de losmismos españoles. Así es, que algu-nas de estas medidas de protecciónque limitaban el poder de los crio-llos, levantaban muchas quejas. Cla-ro es que, de este modo, no se ade-lantó nada pues se disgustó a loscriollos y los indios, a pesar de lasleyes, fueron muchas veces tirani-zados y maltratados. (*).

La queja más importante de loscriollos contra el gobierno de Espa-ña, era que se les excluía del des-empeño de los cargos públicos. En

INDEPENDENCIA DE LA

AMERICA ESPAÑOLA

jico, Lima, Buenos Aires y SantaFe de Bogotá y tres capitanías ge-nerales: las de Guatemala, Caracasy Chile. Esta división ha servido debase a la formación de los moder-nos Estados de América.

El régimen de vida de estas co-lonias, sujeto al gobierno absolutode la metrópoli, los procedimientosrestrictivos a que se sometía su co-mercio, así como las dificultades quelas leyes oponían a la inmigración,y, sobre todo, la falta de libertadpolítica en que se mantenía a loscriollos (españoles nacidos en Amé-rica) , eran causas de profundo ma-lestar en las relaciones de los súb-ditos con el gobierno de España.

La disensión de las colonias.

Hay que tener en cuenta que elespíritu general que presidió a lacolonización española fue la protec-

(*) "Hay muchos historiadores que cali-fican de locura que España luchasepor la conservación de los pueblos in-feriores y recomiendan, como másnatural, el método angloamericano deexterminio. Desde el punto de vistahumanitario y cristiano, esta locuraes el mejor timbre de gloria de lacolonización española.

De hecho, casi todos los jefes re-volucionarios estuvieron relacionadoscon el servicio real, por medio deempleos que ocupaban ellos mismoso sus padres. En Chile y Buenos Ai-res las primeras etapas de la revolu-ción estuvieron dirigidas en granparte por los abogados criollos, quese habían educado en España. Unode ellos, Rosas, fue asesor legal delgobernador de Chile y el otro, Bel-grano, secretario del consulado enBuenos Aires".

MEMORIAL DEL EJERCITO

estos hubo mucha exageración, uti-lizada entonces para encauzar losespíritus hacia la revolución; puesgran número de empleos, algunosde mucha influencia y representa-ción, eran desempeñados por crio-llos.

Este disgusto con el Gobierno dela Metrópoli se agravó durante lasegunda mitad del siglo XVIII, enque empezaron a extenderse entrelos criollos cultos las ideas de losfilósofos europeos. Pero la guerrade independencia de los EstadosUnidos fue lo que, alcanzando unaresonancia enorme en el resto deAmérica, produjo la gran agitaciónde los espíritus.

El gobierno español, temeroso deque sucedieran en sus colonias he-chos análogos a los de Norteamé-rica, redobló su seguridad, prohi-biendo con duros castigos la pro-paganda de las nuevas ideas. Pero,ocurre casi siempre, estas medidasde excesivo rigor no hicieron sinoavivar la llama, creando un estadosordo de opinión favorable a unarevolución.

La guerra de la IndependenciaHispanoamericana. — El carácterde esta guerra difiere por comple-to del de las otras guerras de Eu-ropa. En lugar de una sola guerrahabía en realidad varias guerras,esparcidas en el territorio inmen-so, y separadas por obstáculos inac-cesibles: grandes desiertos o eleva-das cordilleras; era, pues, imposi-ble establecer una unidad de acción.

La población, escasa y muy es-parcida, hacía ilusoria la concentra-ción de grandes ejércitos. Estoseran pequeños, apenas pasaron de10.000 hombres en las grandes ba-tallas. España, muy alejada deAmérica y con escasos barcos, nopodía proporcionar mayores efecti-vos. Por su parte, los insurrectos,sobre todo al principio no poseíanmás que guerrillas reclutadas alazar con voluntarios de todas cla-ses; mestizos medio salvajes se reu-nían en partidas que mal aprovi-sionadas y sin disciplina, recorríanel país, saqueándolo y cometiendolos mayores excesos.

Las diferencias de raza (indios,

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PRIMERA REVOLUCION SEGUNDA REVOLUCION1810 1820

808 1826

LINEA DE TIEMPO

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ESPAÑA INVADIDA PORLOS FRANCESES

MEMORIAL DEL EJERCITO 5

mestizos criollos.. .) dificultaban lainteligencia entre los insurrectos, yesto hizo su acción poco eficaz, per-mitiendo al Gobierno español apro-vecharse de estas rivalidades polí-ticas y personales, que debilitabanel campo insurrecto, y dieron lugara una larga guerra.

La guerra de la Independenciase caracteriza también por la cruel-dad; fue una guerra sin cuartel.Los insurrectos asesinaban a los es-pañoles, y estos se vengaban fusi-lando a todos los que caían en susmanos. Fue una guerra mortífera yterrible.

La primera revolución.— La in-vasión de España por Napoleón yla abdicación de Fernando VII fue-ron las causas inmediatas de queestallara la revolución. España en-tera se alzó contra Napoleón y seempezó la larga guerra de la Inde-pendencia. Las colonias americanastomaron el mismo partido que lametrópoli, no reconociendo ningu-na de ellas la dominación francesa;pero al mismo tiempo exigían delos gobernadores las reformas de-seadas. Poco a poco, lo que empezópor ser un movimiento patrióticoacabó por ser separatista.

En todas partes estallaron insu-rrecciones, pero sin coordinación niplan fijo. En Méjico, el cura Hi-dalgo logró levantar a los indios,formando un ejército numeroso, pe-ro sin armas ni organización. Ade-más, temerosos los criollos de estashordas indias, se unieron a los es-pañoles cuyo ejército dio cuen-ta pronto de las bandas insurrectas,fusilando al cura Hidalgo. Sin em-bargo, los insurrectos siguieron for-mando partidas que mantuvieron enjaque a las tropas españolas hastael año 1815, en que se restableció

por completo la dominación espa-ñola.

Por el contrario, en Caracas, loscriollos fueron el alma de la insu-rrección, constituyendo un Congre-so de independencia.

Pronto estallaron rivalidades enel seno de los insurrectos, lo quepermitió al virrey español ir recu-perando una a una todas las ciuda-des sublevadas, incluso Caracas.

Entonces empezó a darse a cono-cer el criollo Simón Bolívar, quebien pronto se convirtió en el héroede la independencia Sud America-na. En 1813, y cuando ya el movi-miento parecía fracasado desem-barcó Bolívar en Cartagena y, reu-niendo un pequeño grupo de patrio-tas, logró derrotar a las tropas es-pañolas, conquistando casi toda Ve-nezuela y haciendo en Caracas unaentrada triunfal. (1)

Pero estos triunfos fueron efíme-ros. Los españoles lograron ganar alos llaneros (2) y con su ayuda losseparatistas fueron bien pronto des-

(1) "Bolívar era descendiente de una an-tigua familia española de elevada al-curnia. Educado en España, viajó des-pués por Europa y los Estados Uni-dos volviendo a su país con el espíri-tu lleno de ideas nuevas y progresis-ta en el momento que estallaba la re-volución".

(2) "Los llaneros.— Eran llamados asílos pastores que cuidaban sus gana-dos en los llanos del Orinoco, vivíanen un estado casi salvaje; pero eranunos consumados jinetes que estabansiempre a caballo y domando potrossalvajes. Aunque sus armas eran pri-mitivas : lanzas y lazo, constituían uncuerpo de caballería irregular tanexcelente como el de los cosacos ru-sos."

6 MEMORIAL DEL EJERCITO

trozados y Caracas recuperada. Bo-lívar tuvo que huir del país.

Las discordias entre los rebeldesestallaron entonces con violencia, almismo tiempo que, terminaba laguerra de la Independencia, el Go-bierno español pudo enviar refuer-zos con los cuales se acabó de do-minar la revolución en todo el Nor-te de la América del Sur.

La Revolución en Buenos Aires.—En Buenos Aires la revolución to-mó desde el primer momento gran-des vuelos. Era también la regiónde América más descuidada por Es-paña y aquella en que había menosfuerzas de la metrópoli. La difi-cultad de enviar refuerzos desde elPerú y el estado en que se encon-traba España, toda ella ocupada enla guerra de la Independencia, die-ron la victoria a los insurrectos,que en Buenos Aires depusieron elvirrey y establecieron una JuntaNacional. Los pocos fieles a Espa-ña fueron tratados cruelmente y elinterior del país se unió bien pron-to a los insurrectos.

Estos trataron también de domi-nar el alto Perú, pero las energíasdel virrey Abascal impidió su pro-pósito; en cambio, el importantepuerto de Montevideo, donde se ha-bía refugiado un puñado de espa-ñoles, fue conquistado después deun largo sitio.

Los éxitos fáciles en esta región,tan abandonada de España, no im-pidieron que estallasen, entre lospatriotas argentinos, las fuertes lu-chas internas, que dieron lugar aque un grupo de disidentes capita-neados por Artigas, dominara en elUruguay, haciendo retirarse a lastropas argentinas de Montevideo.

Reacción Española.— Solamenteel Perú, lugar el más preciado delgobierno español por sus minas deplata, y en el cual radicaba el nú-cleo principal de la dominación es-pañola, permaneció sometido du-rante este período, debido sin dudaa las altas dotes del virrey Abas-cal, quien con sus acertadas dispo-siciones cortó de raíz todo conatode insurrección. Desde esta posicióncentral del continente pudo Abas-cal acudir a todas partes para ata-jar la revolución. Al Norte comba-tiendo contra Bolívar y sus parti-darios del Este, arrojaba a los ar-gentinos del alto Perú; por el Surderrotaba a los revolucionarios chi-lenos, restableciendo en todo el paísla dominación española.

En 1815 la revolución estabasofocada en todas las colonias. So-lamente Buenos Aires y la regióndel Plata mantenían su independen-cia. El Paraguay también habíaconseguido hacer su revolución, es-tableciendo el abogado Francia unaverdadera dictadura.

Méjico, la América Central, Ve-nezuela, Colombia, Perú y Chile es-taban por completo bajo el dominioespañol.

La Segunda revolución (1815 -1826).— El restablecimiento de Es-paña de Fernando VII y de la pazen la Península, deberían haber he-cho abortar por completo el movi-miento revolucionario. Sin embar-go, no fue así: el primer paso es-taba dado y, aunque al parecer so-focada, la revolución estalló másviolenta que antes.

En este período, los revoluciona-rios no luchaban ya solos. Dos na-ciones les apoyaban, proporcionán-

MEMORIAL DEL EJERCITO 7

doles armas y dinero. Los EstadosUnidos e Inglaterra" (3) .

El movimiento empezó por los Es-tados ya libres del Plata, que pron-to organizaron un fuerte ejércitoque, al mando del general San Mar-tín, cruzó los Andes, destrozando alejército español en Chacabuco.

Esta victoria tuvo enorme reso-nancia en toda América, haciendorenacer con la mayor violencia elespíritu de independencia, al mis-mo tiempo que arrancaba del domi-nio de España a todo Chile, que sedeclaró independiente.

Liberado Chile, San Martín em-prendió el ataque del Perú, fortale-za del dominio español, para lo cualse aseguró el apoyo de una fuerteescuadra que fue proporcionada porChile y mandada por un marino in-glés.

Por la parte de Venezuela la in-surrección avanzaba también pu-jante; los llaneros se habían unidoesta vez a los insurrectos; Bolívarreapareció poniéndose al frente delmovimiento, y aunque sus esfuer-zos fueron, durante tres años, in-fructuosos, gracias a la energíadel general español Morillo, al fin,franqueando los Andes de Colom-

(3) Las razones del apoyo eran fácilesde suponer. Los Estados Unidos, ade-más de la simpatía natural con queveían reproducirse en la América delSur el mismo movimiento separatis-ta que ellos acababan de realizar, de-seaban arrancar de España La Flori-da. En cuanto a Inglaterra, nacióndonde empezaba a nacer la gran in-dustria y el gran comercio, era lamás interesada en que triunfase larevolución, que haría desaparecerel monopolio del comercio español,abriendo toda la América hispánicaal comercio inglés.

bia, logró sorprender al ejército es-pañol en Boyacá, con lo cual arran-có el dominio de España, Colombiay Venezuela.

La situación de los españoles eradesesperada. Solamente el Perú lespermaneció fiel, y se veían ataca-dos por el Norte y por el Sur.

Los ejércitos, agotados, necesita-ban refuerzos, y el Gobierno espa-ñol organizó una fuerte expediciónque debía embarcar en Cádiz, peroeste ansiado refuerzo no llegó a zar-par; Rafael de Riego sublevó a lastropas, proclamando la constituciónde 1812 y en España estalló la re-volución.

Estas noticias causaron un pro-fundo desaliento en los españoles deAmérica que se encontraron luchan-do contra una revolución potente,por una patria que los abandonaba.Aun así, consiguieron mantenerseen el Perú durante años; pero al finfueron vencidos por Bolívar en Aya-cucho, donde se perdió para siem-pre la dominación española en Amé-rica. Solamente le quedaban en es-te continente dos islas: Cuba yPuerto Rico.

Las repúblicas independientes.—No se estableció, ni mucho menos,la tranquilidad en el país despuésde haber logrado sacudirse la do-minación española. A la guerra dela Independencia sucedió una épocade grandes trastornos políticos pro-ducidos por la falta de experienciaen la vida pública y por los odiosque existían entre los habitantes deuna y otra región.

El gran libertador Bolívar, pro-siguió desde el principio el grandio-so plan de formar una Federacióncon todos los dominios de España,a semejanza de los Estados Unidosde la América del Norte; pero alCongreso que organizó para estefin, no acudieron más que Méjicoy América Central, Colombia y el

8 MEMORIAL DEL EJERCITO

Perú, con lo que el plan fracasó porcompleto.

Aun la misma federación de losAndes, que había fundado con susvictorias escapaba de sus manos;los partidos luchaban contra él, ymientras se mantenía en Colombia,el Perú y Bolivia se declaraban in-dependientes. Al fin, los mismos Es-tados Unidos de Colombia se frac-cionaron en tres: Colombia, Vene-zuela y Ecuador.

En el Sur, también los Estadosdel Plata se hallaban divididos en-tre el Paraguay, que formó la re-pública occidental, el Uruguay yBuenos Aires. En el Norte, la divi-sión era más completa. La Améri-ca Central se separó de Méjico for-mando los Estados Unidos del Cen-tro de América, que a su vez se sub-diyidieron en cinco pequeñas repú-blicas.

En el antiguo dominio español,que debía haber formado un soloEstado independiente, se encontra-ban constituidos quince Estados di-versos y rivales.

El fraccionamiento de la Américadel Sur.

¿ Cuáles son las causas de esta di-visión que tanto contrasta con lacompacta unión de los Estados Uni-dos del Norte?

1° Una causa geográfica. Las Co-lonias Inglesas de América se ha-llaban todas juntas y agrupadas enlas costas del Atlántico, país de sue-lo fértil y llano de comunicacionesrápidas y fáciles, lo que permitióun Gobierno único.

Las colonias españolas ocupabanuna gran extensión de Norte a Sur.El país es en muchas partes mon-tañoso, el clima tórrido, y sus co-municaciones eran tan difíciles queaún hoy sólo existen 2 ferrocarri-

les que atraviesan el continente deBuenos Aires y Arica a Santiago.

La imposibilidad de establecer fá-ciles y rápidas comunicaciones hasido, pues, la causa principal delfraccionamiento de Sud-América.

2° Falta de unidad étnica. EnAmérica del Norte, los indios fue-ron exterminados o recluidos en ellejano Oeste: en los Estados delSur sólo vivían y gobernaban loshombres blancos, generalmente pro-cedentes de Inglaterra separadosúnicamente por tendencias políti-cas, ideas o religiones, en todo locual pudieron llegar a un acuerdo.En la América española, ademásde los españoles y sus descendien-tes, un gran número de indios y demestizos de todas clases, daba ori-gen a un caos de raza y de tempe-ramentos diversos. Los indios so-bre todo, eran muy celosos de surango y mantenían, entre las distin-tas razas y tribus odios seculares.

3° Una causa política. La idea dela Federación Sudamericana luchó,desde el primer momento, con laoposición de los Estados Unidos eInglaterra que temían ver alzarseen el continente austral un estadoque hubiera llegado a ser poderoso,escapando a su influencia y a sututela.

Independencia del Brasil.— ElBrasil alcanzó su independencia deun modo más fácil. Cuando las tro-pas napoleónicas invadieron la Pe-nínsula, la familia real se refugióen el Brasil, que quedó así conver-tido en el centro del Imperio por-tugués, erigiéndose en reino.

Los revolucionarios de Portugalen 1820 obligaron al rey Juan VI aembarcar para su país dejando enel Brasil como regente a su hijo donPedro. La tiranía del Gobierno por-tugués obligó a Don Pedro a decla-rar la independencia de la metrópo-li, creándose el imperio constitu-cional del Brasil.

EL PASO DE LOS ANDESDIVISION DEL BRIGADIER DON BERNARDO

O'HIGGINS

DATOS PARA EL CAMINO DELOS PATOS.

E hacen las siguientes jor-nadas :Del pueblo saliendo a la

tarde, a Zonda; hay de distanciacuatro leguas.

De Zonda al Agua de Pintos; hayagua en los Colorados, a distanciade seis leguas de Zonda; puede evi-tarse el repecho que hay y las cues-tas . . . Por los Papagallos, 13 leguasde distancia tiene esta jornada. Haypasto en todo el camino.

Del Agua de Pintos a las Vaqui-tas Muertas hay dos repechos, pastoy agua en todo el camino; la distan-cia es de seis leguas solamente.

De las Vaquitas Muertas al Ba-rrial, hay pasto del . . . si se quie-re, agua en el camino; de las cabe-ceras se separa el camino para lasminas; Hilario, Calingasta y Ba-rrial ; pero es mejor el camino quesale para estos puntos de la Ciéna-ga del Medio. La distancia de estajornada es de ocho leguas solamen-te. Del lugar del Barrial se separael camino para Coquimbo, paraOvalle, Illapel, Río Grande y Huas-co. . . . de Chile, como también paralos puntos de Hilario, etc.

Del Barrial al río, hay un repe-

cho muy corto y no muy pendiente,el camino es bueno, tiene solamenteuna cuesta baja, que con una cosainsignificante puede componerse labajada, pues así como ésta no im-pide que las tropas anden por allí.La distancia es de trece leguas; elpuente puede ponerse en una estre-chez que tiene el río en un lugarfirme; tiene un peñasco grande deun lado, de tosca, donde puedeafianzarse el puente de un modofácil; la anchura que tiene es comode 20 varas. Del río a los Manan-tiales, hay pasto y agua en todo elcamino; éste es bueno y su distan-cia son diez leguas. De los Manan-tiales a la Fría, pie de la cumbre';hay abundancia de agua y pasto;el cajón debe componerse. La dis-tancia es de seis leguas. Hay mu-cha leña en todo el cajón, a excep-ción de dos leguas antes de llegara la cumbre.

De la Fría a los Patos del otrolado de la cumbre; sale camino paraPutaendo, San Felipe, Choapa, LaLigua, etc. La distancia es de nue-ve leguas; el camino es con agua ypastos; la cumbre de este lado esmuy baja y blanda; del otro ladopuede evitarse el Espinacito por undesecho que tiene; es necesario com-ponerlo. El río puede seguirse has-

10 MEMORIAL DEL EJERCITO

ta los Patos, por el boquete que tie-ne la cordillera por donde pasa, sincuesta alguna. Los sirvientes de losManantiales entran en el inviernohasta este lugar; la quebrada pordonde viene el río no es muy an-cha. De los Patos se va cerca dellugar de la Colorada; hay pastos yagua. La distancia es como de diez

leguas. De este lugar al resguardo,hay pasto y agua, y el resguardoestá en una finca de don GabrielVicuña, departamento de Putaendo.La distancia es de nueve leguas.Del resguardo a la estación d e . . .provincia de Los Andes. La distan-cia es de once leguas: el camino espor poblado todo.

ITINERARIO DE MENDOZA A PUTAENDO POR EL CAMINO DELOS PATOS, CON EXPRESION DE LAS JORNADAS CON AGUA,

PASTO Y LEÑA

Días y jornadas Agua Pasto Leña19 Al Jahuel 6 bastante id. mucha20 A las Higueras 7 poca id. mucha21 A las Cuevas 8 poca id. id.22 A Yaguaras 10 mucha id. bastante23 A la falda del cerro del Tigre 5 bastante id. mucha24 Al arroyo de Uretilla 6 bastante poco id.21 Al río San Juan 8 infinita ninguno poca26 A los Manantiales 6 mucha bastante id.27 A los Patillos .... 7 mucha bastante poca28 A los Patos 5 mucha id. id.29 Al Mercenario 5 mucha alguno poca30 A los Piuquenes 6 bastante id. poca31 Al pie del Portillo ..... 6 mucha alguno poca1 Al Cuzco 5 mucha poco id.2 A los Maitenes 4 mucha poco mucha3 A la guardia de Achupalla 5 mucha poco mucha4 A San Antonio de Putaendo ... 6 mucha potreros mucha

TOTAL 105bastante

1.—Camino plano, terroso conmonte y agua una legua antesde la parada.

2.—Piso áspero con monte y sinagua alguna.

3.—Piso áspero, con monte, unacuestilla y agua, dos leguasantes en el carrizal.

4.—Buen piso, una cuestilla, loma-je suave sin agua en toda latirada.

5.—Piso bueno, plano, algún mon-te, agua poca.

6.—Piso un poco áspero, sin agua,sin monte, lomaje suave.

7.—Un cajón áspero, una cuestaalta, una baja, otro cajón y unlomaje áspero sin agua todo.

8.—Paso del río, un cajón chico,un lomaje áspero con agua ysin monte.

MEMORIAL DEL EJERCITO 1 1

9.—Un cajón, subida de la cordi-llera chica, una bajada largacon agua y sin monte.

10.—Un cajón de piso bueno conagua y sin monte.

11.—Cajón pedregoso con agua y.sin monte.

12.—Cajón abierto subida de lacordillera chica una bajadacon agua y sin monte.

13.—Cajón de buen piso, abierto,con agua y sin monte alguno.

14.—Subida de la cordillera chica

bajada, un cajón bueno pisosuave y con agua sin monte.

15.—Cajón angosto, con agua, ár-boles, piso regular.

16.—Cajón estrecho, algunas lade-ras, con agua, árboles y pisoun poco áspero.

17.—Un cajón un poco abierto conagua, árboles y población.

Téngase presente que el día 24 sedetuvo en su marcha todo el ejér-cito.

COMUNICACIONES VARIAS DURANTE EL PASO DE LOS ANDES

Señor capitán general de la pro-vincia y jefe de este ejército.

No habiendo más que un baquea-no en esta división, y la demorosasalida de las cargas de municionesen el día de ayer, hizo que anochese atrasasen éstas y campasen unalegua a retaguardia; pero en estemomento no ocurre novedad algunay vamos a marchar con solo la faltade uno o dos soldados que debenhaberse dirigido a ese cuartel ge-neral.

Dios guarde a V. E. muchos años.Campo de Jahuel y enero 22 de1817.

Bernardo O'Higgins.

Señor coronel don Antonio Be-ruti.

El comandante de la segunda di-visión de la vanguardia me dice confecha de hoy lo siguiente: "En estemomento tengo aviso del coman-dante de la primera división de la

vanguardia haber determinado sus-pender su marcha en el punto de

Uretilla hasta dar un descanso deun día a su cabalgadura, con cuyomotivo la suspenderá igualmentemañana todo el día en el Yalgua-raz".

Lo comunico a V. S. en la inteli-gencia que yo paso igualmente ma-ñana en este punto y a fin de quepor su parte tome las medidas ne-cesarias.

Dios guarde a V. S. muchos años.Campamento en Las Cuevas, 24 deenero de 1817.

Bernardo O'Higgins.

Señor brigadier general don Mi-guel Estanislao Soler, jefe de van-guardia.

El baqueano que viene en estadivisión lo es solamente hasta estepunto. En cuya virtud es indispen-sable haga V. S. volver a Francis-co Oros, si éste no pudiese alcanzara otro individuo (cuyo nombre ig-noro), perteneciente a esta divisiónque va en camino, respecto a queOros iba de regreso para Mendoza.

12 MEMORIAL DEL EJERCITO

Dios guarde a V. S. muchos años.Campamento de Las Cuevas, 24 deenero de 1817.

Bernardo O'Higgins.

Señor comandante de la segundadivisión de vanguardia, tenientecoronel don Rudecindo Alvarado.

Por el de V. S. fecha de ayer aque contesto, quedo enterado quehabiendo determinado el comandan-te de la primera división de van-guardia suspender su marcha en elpunto de Uretilla, hasta dar des-canso un día a su cabalgadura, hahecho V. lo mismo en el Yalguaraz,con cuyo motivo he suspendido lamía en este lugar, por el día de hoy,y mañana me pondré en marcha. Loque comuniqué inmediatamente ala división que viene a mi retaguar-dia.

Dios guarde a V. S. muchos años.Campamento en Las Cuevas, 24 deenero de 1817.

Bernardo O'Higgins.

Señor general de la división devanguardia.

Quedo enterado de cuanto V. S.me dice en su oficio fecha de hoya que contesto, en cuya virtud mepondré mañana en marcha para elpunto de Yalguaraz.

Dios guarde a V. S. muchos años.Campamento en Las Cuevas, 24 deenero de 1817.

Bernardo O'Higgins.

Señor coronel 2° jefe del EstadoMayor, don Antonio Beruti.

En este momento acabo de reci-bir el oficio fecha de hoy del gene-ral de vanguardia en que me dicelo siguiente: "Mañana 25 se pondráV. S. en marcha muy de madruga-da para llegar con la división de sucargo a campar temprano en estepunto de Yalguaraz, y hoy mismo,en el momento que reciba ésta, des-pachará aviso a las divisiones quevienen a retaguardia, para que tam-bién mañana siguen sus movimien-tos con la uniformidad que les estádetallada por sus derroteros. Y sipor algún accidente extraordinariohubiese V. S. de detenerse aquí, nopor eso han de hacer lo mismo lasdivisiones que vienen en su segui-miento, sino avanzar hasta esta pa-rada por haber en ella capacidadsuficiente, buenos pastos y muchaagua".

Lo comunico a V. S. para su in-teligencia y gobierno.

Dios guarde a V. S. muchos años.Campamento en Las Cuevas, 24 deenero de 1817.

Bernardo O'Higgins.

Excelentísimo señor capitán dela provincia y jefe de este ejército.

En este momento voy a empren-der mi marcha desde este puntohasta el río de San Juan, sin tenerhasta la fecha más novedad en estadivisión que dos cabos y dos solda-dos que se enfermaron en el cam-pamento de Las Cuevas, a los quehice quedar en aquella parte conorden al maestro de ella que lesauxiliase en cuanto le fuese posibley que a la pasada del cuartel gene-ral las presentase para que siguie-

MEMORIAL DEL EJERCITO 13

sen su marcha. En dicho paraje de como igualmente estoy enterado deLas Cuevas pasé el 24, por haberlo la orden de S. E. que, uniéndose ahecho así en este punto la primera esta división de mi mando el bata-división de la vanguardia, lo que llón núm. 8 y la escolta de S. S.,pongo en noticia de V. S. para su siga a V. S. con ambas divisionesinteligencia. llevando la misma ruta que la van-

Dios guarde a V. S. muchos años, guardia, son sólo una jornada deCampamento de Uretilla, 27 de ene- diferencia, y que los baqueanosro de 1817, a las 5 1/2 de la maña- Arancibia y Lazcano caminan bajona. mis órdenes, con lo que contesto el

Bernardo O'Higgims. citado oficio de V. S.Dios guarde a V. S. muchos años.

Señor general de la división de Cuartel general en Los Manantialesvanguardia y jefe del Estado Ma- y enero 29 de 1817.yor.

Bernardo O'Higgins.Que en mi poder el derrotero (que

V. S. me incluye en su fecha de hoy,

ITINERARIO DEL EJERCITOVanguardia Leguas

Enero 30 A los Patillos ... 7" 31 A la Horqueta 5

Febrero 1 Al Mercenario 5" 2 A los Piuquenes 7" 3 A la Horqueta de Leiva 4" 4 Al otro lado del Cuzco ... 6" 5 A los Maitenes 4" 6 A las Achupallas 5" 7 A San Antonio .... 5

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Cuartel general de los Manantiales, 29 de enero de 1817.O'Higgins.

Enero 31 A los Patillos 7Febrero 1 A la Horqueta 5

" 2 Al Mercenario 5" 3 A los Piuquenes ..... 7" 4 A la Horqueta de Leiva ... 4" 5 Al otro lado del Cuzco 6" 6 A los Maitenes 4" 7 A las Achupallas 5" 8 A San Antonio 5

48

14 MEMORIAL DEL EJERCITO

Cuartel general en los Manantiales, 29 de enero de 1817.

Granaderos. Leguas

Excmo. señor Capitán General dela Provincia y en Jefe de este Ejér-cito.

Excmo. señor:Me hallo situado, legua y media

poco más o menos de la vanguardiadel ejército, al pie de un alto cerro(1), cuyo valle ya se comprende enel nombre general de Patillos. Nopude llegar al campo de la vanguar-dia porque las cargas de esta divi-

(1) El cerro "La Ramada". (Nota de H.Bertling).

sión, obstruyendo los desfiladerospor donde debían pasar los cuerposde mi mando, me hicieron perdermuchas horas de marcha ( 2 ) ; demanera que entrada la noche me vien riesgo de que la tropa por el fríointensísimo que experimentamos enel día de ayer, sufriese algún con-

(2) El General se refiere a la difícil baja-da del Paso del Espinacito (4.500 m.),que era la parte más alta por dondepasó el ejército del General San Mar-tín, a Los Patillos (3.500 m.). (Nota deH. Bertling).

Febrero 1 A los Patillos 72 A la Horqueta 5

" 3 Al Mercenario 5" 4 A los Piuquenes 7" 5 A la Horqueta de Leiva ... 4" 6 Al otro lado del Cuzco ....... 6" 7 A los Maitenes 4" 8 A las Achupallas 5" 9 A San Antonio 5

Cuartel general en los Manantiales, 29 de enero de 1817 48

Parque. Leguas

Febrero 2 A los Patillos 7" 3 A la Horqueta 5" 4 Al Mercenario 5" 5 A los Piuquenes 7" 6 A la Horqueta de Leiva 4" 7 Al otro lado del Cuzco 6" 8 A los Maitenes ... 4" 9 A las Achupallas 5" 10 A San Antonio ... 5

Cuartel general en los Manantiales, 29 de enero de 1817 48

MEMORIAL DEL EJERCITO 15

traste sensible e importante. Peropor haberla reforzado con un pocode vino, logré no haber tenido máspérdida que la de un negrito que yavenía bastante enfermo; bien quehasta ahora ignoro la suerte quehabrá corrido una escolta de 20hombres y un cabo que dejé a reta-guardia de las municiones para quecuidase así de ellas como de recogerlos soldados que se extraviasen ocuyas mulas se cansasen.

La marcha ha sido penosa y la hi-zo mayor la desavenencia del Co-mandante de la Escolta, el cual, se-parándose a largas distancias delcuerpo de la división, dejó de pres-tar el auxilio que pudo haber sidomuy útil de los caballos para con-ducir a los demás soldados que deellos carecían. Cuando llegué a es-te campo ya se había incorporado ala vanguardia y el Comandante deella, en nota de este día, me dice queno pudiendo retirarse a las instan-cias de su hermano y jefe, ha dis-puesto marchar la Escolta unida aaquella división y que le mande losvíveres y forraje correspondientespara 12 días. Este alejamiento tam-bién influyó en que yo no hubiesepodido mandar al práctico Aranci-bia, según V. E. me había preveni-do, porque el Comandante se lo lle-vó en su compañía.

Dios guarde a V. E. muchos años.Campamento en Los Patillos y fe-brero 1° de 1817.

Excmo. señor Capitán General dela Provincia y en Jefe de ese Ejér-cito.

Excmo. señor:Ha enfermado mi Ayudante de

campo, don Manuel Saavedra, y es-

te suceso agregado a la circunstan-cia de no ser él suficiente para co-municar todas las órdenes ocurren-tes, me ha obligado a dar a recono-cer por segundo en este destino alCapitán emigrado de Chile don Lo-renzo Ruedas, cuyo sujeto ha veni-do en mi compañía por aprobaciónde V. E., y este empleo incluye lacondición de que V. E. lo apruebe.

Dios guarde a V. E. muchos años.Campamento en Los Patillos y fe-brero 1° de 1817.

Bernardo O'Higgins.

Excmo. señor General en Jefe.

Excmo. señor:En este momento se me presenta

el Ayudante don Antonio Arcos, pi-diéndome a nombre del Mayor Ge-neral todos los víveres que tuviese,reservando solamente los que nece-sitare mi división para su alimentoen dos días, tiempo en que debíanllegar según se expresa los que V.E. ha quedado en mandarlo, de don-de me anuncia pude tomar lo quenecesite, pero considerando quepuede esta remesa sufrir algunaretardación y que ella produciríaunas consecuencias funestísimas, heacordado con dicho Ayudante re-mitir sólo lo siguiente; cinco cargasde galleta, tres ídem de charqui mo-lido, una ídem de aguardiente, otraídem de maíz y siete ídem de char-qui en rama, quedándome sólo conlo necesario, según un cálculo rápi-do que ha podido tirarse, para tresdías de alimento, a pesar que se hadistribuido previendo esta falta nosólo con arreglo a arancel, sino conla mayor economía.

16 MEMORIAL DEL EJERCITO

Dios guarde a V. E. muchos años.Campamento en Los Patillos, 1° defebrero de 1817.

Bernardo O'Higgins.

Nota de San Martín a Soler.

1° de febrero de 1817, a las 6 dela mañana.

Al general de vanguardia.— Miamigo: Los trozos con que marchael ejército son demasiado fuertes, yde consiguiente sin la movilidad ne-cesaria para expedirse; a mi ver sefacilita su movimiento haciéndolomarchar por pequeñas divisiones;usted subdividirá la suya en las sec-ciones que más le acomodase y almismo tiempo advertirá a O'Hig-gins las partes en que ha de dividirla de su mando.

También creo conveniente que re-parta usted a la tropa, dos o tresdías de víveres, no sea que un tem-poral disperse la división y el sol-dado se encuentre aislado sin tenerde que subsistir; a lo menos a mu-chos sucederíal esta desgracia nollevando consigo algunos víveres,cuyo resultado es más temible queel mayor consumo que nos puedenhacer de subsistencias, pues de és-tas estoy seguro que no carecemos.

Excmo. señor General en Jefe:

Oportunamente me impondré delas comunicaciones del general devanguardia en la forma que V. E.me previene en fecha 31 del pasadoa que tengo el honor de contestar.

Dios guarde a V. E. muchos años.

Quebrada Ancha, 2 de febrero de1817, 8 de la mañana.

Bernardo O'Higgins.

Quebrada Ancha, 2 de febrero de1817.

Señor don José de San Martín.

Mi amado amigo: he abierto lacorrespondencia del general de van-guardia, como V. me ha prevenido.Dice que ayer tarde no más llega-ron a su campamento las cargas deprovisión, cuando temprano, por lamañana, las vi yo pasar por él. Di-ce que ignora si yo habré tenido losmismos atrasos que él. No puedeser así, cuando sus mismos oficia-les y ayudantes han visto marcharesta división en el mayor orden yunión y el mismo Soler que lo sa-be, me escribió ayer para que nome moviese hoy hasta las dos detarde, sin duda para que no lo al-canzase como sucedió ayer a lascuatro de la tarde, que alcancé adivisar su retaguardia desde estepunto.

Si lo dice por la escolta, no tengola menor duda que su comandante,al intento contra mi orden, se ade-lantó para quedar en la división devanguardia, pues, desde que él llegóallí ni me avisó de ello, ni hastahoy me ha escrito un letra, bien quetuvo orden del general Soler demarchar con él. La guardia que es-coltaba la provisión, y dije a V.ayer había quedado más allá del al-to, está en los Patillos sin novedadalguna. Las mulas de la provisiónbastante rendidas; un tal Ortiz, queconduce provisión para la vanguar-dia, le he mandado marcchar a la

M E M O R I A L D E L E J E R C I T O 17

ligera, porque las trece cargas deprovisión que ayer dije a V. iba amandar a Soler, no se han podidoefectuar por las mulas y las de Or-tiz vienen mejor.

Ayer se fue el cirujano mayor aincorporarse a la vanguardia porhaber tenido órdenes para ello desu general. Hoy se ha muerto unsoldado del número 7 en su cama;todos ignoramos cual fue su mal;un barbero que hace de profesor yno sabe leer, menos podría acertar.

Voy a salir para los Patos u Hor-queta; allí quedarán mañana los 60hombres que V. ordenó.

Celebraré conserve V. la salud quesobre todo me interesa y dispongade su más fiel amigo q. b. s. m.

Bernardo O'Higgins.

Señor General de Vanguardia:

(Ilegible una palabra) que V. S.le falten víveres habiéndolos saca-do igualmente que yo para docedías, no puedo yo ni nadie ser res-ponsable, mucho menos cuando lle-vo una jornada atrasada y por lotanto ser más difícil el alcanzarle.

Al Ayudante de campo don An-tonio Arcos avisé en el día de ayerque toda mi provisión se hallaba enel otro lado de la cumbre (1), y quesi lo permitía el tiempo haría alcan-zasen a V. S. con las diez y nuevecargas de víveres que le prometí,pero éstas sólo anoche después delas doce pasaron la cumbre y has-ta esta hora aún no han llegado aeste campamento. En oficio de estatarde digo a V. S. que don Mariano

Solís había llegado a Los Patilloscon cargas de provisión para lavanguardia y que le remití ordenpara que sin perder un instante sepusiese en marcha, debiendo llegaresta noche al Mercenario donde de-bería encontrar a V. S. Hasta estemomento no sé de él, a pesar de ha-berle mandado un segundo chasque.Yo me hallo aquí sin una libra deprovisión de clase alguna.

Si yo fuere Proveedor Generalquedaría sin duda responsable a lasnecesidades que V. S. sufre.

Dios guarde a V. S. muchos años.Campamento en la Horqueta (1),febrero 2 de 1817.

Bernardo O'Higgins

P. D.—Creo que dentro de muypocas horas deben llegar aquí losvíveres de la vanguardia arriba ex-presados y para que no sufran de-mora sería conveniente hiciera V. S.quedar algunas mulas en este pun-to para que sirvan de auxilio y lealcancen más pronto en su marcha,en la inteligencia que por mi parteharé cuanto esté en mis alcancespara que se efectúe dicha remesa.También caminarán los víveres per-tenecientes a la Escolta que por or-den de V. E. queda incorporada aesa división.

(1) Se refiere al paso del Espinacito. (No-ta de H. Bertling).

(1) Indudablemente se refiere al puntodonde en el valle de los Patos se ra-mifican las dos rutas que desde él sedirigen a Chile por el Portezuelo delValle Hermoso o por el Paso de lasLlaretas; por el primero marchó el des-tacamento del Mayor Arcos y por elsegundo la parte principal de la divi-sión de los Patos. (Nota de H. Beit-linpr).

MEMORIAL DEL EJERCITO

Señor General de Vanguardia:

Antes de anoche caminaron paraesa división 7 cargas de víveres yayer 10, habiéndole ordenado alComisionado apurase sus marchascuanto fuese posible hasta reunirsecon V. S., y que, de lo contrario, se-ría responsable a cualesquier atra-sos que experimentase esa divisiónpor falta de víveres. En este mo-mento voy a ponerme en marcha yharé todos los esfuerzos para llegara San Antonio de Putaendo en dosjornadas menos de las que previeneel itinerario, conforme V. S. me di-ce en su oficio de fecha 2 a quecontesto (2).

Dios guarde a V. S. muchos años.Campamento en el Mercenario (3)y febrero 4 de 1817.

Bernardo O'Higgins.

Excmo. señor General en Jefe.

Excmo. señor:

Acompaño a V. E. el estado quemanifiesta la fuerza efectiva de quese compone esta división de mimando, incluso los capataces y pe-ones de arria, como igualmente delarmamento y municiones, lo quepongo en noticia de V. E. para susuperior inteligencia.

Dios guarde a V. E. muchos años.Campamento de Horqueta de Leiva(1), 5 de febrero de 1817.

Bernardo O'Higgins

Excmo. señor General en Jefe.

Excmo. señor:

En cumplimiento a la orden deV. E. remití ayer a las 5 de la tar-de, 11 cargas de charqui y una degalleta al General de Vanguardia,las que creo estarían ayer allí a las8 de la noche.

Dios guarde a V. E. muchos años.Campamento de la Horqueta de Lei-va, 5 de febrero de 1817.

Bernardo O'Higgins.

Excmo. señor General en Jefe.

Excmo. señor:

En este momento son las 8 de lamañana, he llegado a este puntonombrado Pie del Portillo (1), yme encuentro con dos divisiones dela vanguardia, del ComandanteAnacleto Martínez, que camina contoda su tropa a pie por falta de mu-las. Voy a auxiliarlo con todas lasque tengo sobrantes y por cuyo mo-tivo he mandado echar pie a tie-r ra a esta división de mi mandohasta esperar las superiores órde-nes de V. E. que se servirá desig-nar el lugar donde debo acamparesta noche.

Dios guarde a V. E. muchos años.Vegas del Portillo (1), 5 de febre-ro de 1817.

Bernardo O'Higginis..

(2) No se conoce este documento. (Nota deH. Bertling).

(3) Este lugar también se llama Merce-dario. (Nota de H. Bertling).

(1) Se refiere a la ramificación de loscaminos de la confluencia del ríoLeiva en el estero de las Llaretas.(Notas de H. Bertling).

(1) Se refiere al Portillo de los Piuque-nes, en cuyo pie norte existen va-rias vegas muy grandes donde naceel río Leiva. (Nota de H. Bertling).

CHACABUCODISPOSICIONES PARA LA BATALLA

Al Brigadier O'Higgins.

EJERCITO DE LOS ANDES

Orden del día 11 de febrero de1817.

E STA tarde a las seis pasaránlos jefes a sus cuerpos revis-ta de armas y municiones,

cuidando que en las marchas todoslleven ojotas o zapatos en su de-fecto.

El batallón de cazadores manda-rá de gran guardia una compañíacompleta, disponiendo que susavanzadas se sitúen en el lugar quellaman Manantiales, y a ocho odiez cuadras de sus avanzadas elresto, a retaguardia. La que existede caballería se retirará dejandoocho soldados y un cabo con un sar-gento y oficial, todo al mando delcapitán de cazadores.

Los comandantes de granaderospor ningún motivo permitirán quese rronte ningún caballo y sólo ha-brá seis a soga en la prevención desu campo, haciendo las marchas enmula con un caballo de diestro.

Los jefes de los cuerpos de infan-tería dispondrán se recojan todoslos caballos de sus subalternos res-pectivos y los remitirán a este cuar-

tel general, pasando al mismo tiem-po la nota del número de mulas quepara éstos se necesiten para la mar-cha, en la inteligencia que sólo losjefes y ayudantes de infantería po-drán hacer uso del caballo.

Soler.

ADICION A LA ORDEN.

El ejército se formará esta no-che a las 12 y cuidarán los jefes delas respectivas divisiones de muni-cionar su tropa con 60 cartuchosa bala por hombre, sin permitir queninguno lleve sus mochilas, quequedarán con los equipajes guarda-dos por un oficial y cuatro solda-dos. Ocurrirán los cuerpos por ra-ción de aguardiente para distri-buirlo aguado, antes de marchar.

Las municiones restantes queda-rán cargadas y marcharán a reta-guardia de todo el ejército así queamanezca. La artillería será distri-buida oportunamente, llevando lostiros de metralla y bala rasa quequepan en sus armones, los dos ter-cios de lo primero. El resto de mu-niciones de esta arma marchará a

2 2 MEMORIAL DEL EJERCITO

retaguardia del cuerpo a que sedestinen las piezas.

La caballería ha de formar igual-mente para tener su colocación se-gún se disponga. Jefe de día paraesta noche el señor coronel don Ma-tías Zapiola.

Soler.

Dispositivo de ataque sobreChacabuco.

Señor brigadier O'Higgins.

El ejército se hallará formado ypronto a marchar a las dos de lamañana.

El regimiento N° 1 de cazadorestomará la cabeza; le seguirá unadivisión de artillería de 7 piezas,a las órdenes del capitán Frutos,el N° 11 y las compañías de grana-deros y volteadores del 7 y 8; laescolta y los escuadrones 3°y 4°cerrarán las retaguardia. Estoscuerpos forman la primera divisióna las órdenes del mayor general.

Inmediatamente después marcha-rá el señor brigadier O'Higgins ala cabeza de la segunda división,en este orden: regimiento N°7 unabatería de dos piezas a las órdenesdel oficial Fuentes, N° 8 y escua-drones 1° y 2° de granaderos. Loscuerpos marcharán en columnas ce-rradas, lo más unidos posible, hastalos Manantiales.

Desde aquí continuará su mar-cha la primera división, hasta que

la cabeza encuentre la avanzada degran guardia situada sobre la co-municación de la derecha. Desdeeste punto, el señor comandante Al-varado formará por divisiones dedos compañías: una tomará el ca-mino sobre la derecha y otra sobrela izquierda, en columnas particu-lares de ataque. Al aproximarse alenemigo, de cada columna dispersa-rá sobre el cordón una compañía deguerrillas, formando abanicos. Lacaballería que en el momento de laacción hayan de sostenerlas y lasituación de la artillería como delas demás tropas, lo decidirán lascircunstancias y la naturaleza delterreno.

Segunda división.

La primera indicará a ésta elmomento preciso de comenzar sumovimiento. El batallón N° 7 for-mará igualmente dos columnas par-ticulares: una se dirigirá por lacomunicación principal, la otraamenazará cuanto pueda por su iz-quierda. Cada una dispersará igual-mente una compañía en guerrillas:la de la derecha se pondrá en con-tacto con la izquierda de la primeradivisión; la de la izquierda se apo-yará como queda dicho, lo más quepueda contra el cerro. Las circuns-tancias y el terreno decidirán elresto.

Cuartel General, 12 de febrerode 1817.

Soler

EL GENERAL DE VANGUARDIA DELEJERCITO DE LOS ANDES A LOSNATURALES DE CHILE

Compatriotas y amigos:

El numen de la libertad me restituye por fin al sue-lo patrio. Un poderoso ejército cuya sección primera ten-go el honor de presidir, donde brilla el orden, la disci-plina y el denuedo, viene a sacaros de esclavitud. Renaz-ca entre vosotros el sagrado fuego de la libertad. Vengue-mos unidos nuestros ultrajes y padecimientos. La dulcepatria, el hermoso Chile vuelva a ocupar el rango de na-ción. Basta de abatimiento vergonzoso. Arrojemos algrupo miserable de españoles advenedizos, que dos añosha vulneran nuestro honor, detentan nuestros bienes einsultan con cruel impavidez a todo americano. El ordenva a restablecerse con la libertad. Terminó el espíritu devértigo. Nuestros mismos trabajos nos han enseñado aser libres y sostener este precioso don. Corred hacia nos-otros a participar de la gloria de vuestros hermanos.Chilenos: yo es juro morir o libertaros.

BERNARDO O'HIGGINS.

DEL GENERAL

SAN MARTIN

AL GOBIERNO

DE BUENOS AIRES

Excmo. Supremo Director del Estado.

Una división de mil ochocientos hombres del ejército de Chile acabade ser destrozada en los llanos de Chacabuco por el ejército de mi man-do, en la tarde de hoy. Seiscientos prisioneros, entre ellos treinta ofi-ciales, cuatrocientos cincuenta muertos y una bandera que tengo el ho-nor de dirigir, es el resultado de una jornada feliz, con más de mil fu-siles y dos cañones.

La premura del tiempo no me permite extenderme en detalles, queremitiré lo más breve que me sea posible; en el entretanto debo decira V. E. que no hay expresiones como ponderar la bravura de estas tro-pas: nuestra pérdida no alcanza a cien hombres.

Estoy sumamente reconocido a la brillante conducta, valor y cono-cimientos de los señores brigadieres don Miguel Soler y don BernardoO'Higgins.

Dios guarde a V. E. muchos años. Cuartel general de Chacabucoen el campo de batalla y febrero 12 de 1817.

JOSE DE SAN MARTIN.

Marzo 1° de 1817.Al margen dice:Acúsese recibo y espérese el parte circunstanciado.

Al Excmo. señor Director Supre-mo de las Provincias Unidas de

Sudamérica.

Excmo. señor:

A serie de sucesos que instan-táneamente han ido sucedién-dose desde el momento que

abrimos la campaña, no me han per-mitido hasta ahora dar a V. E. unpormenor circunstanciado de losacontecimientos más notables de es-tos últimos días.

En el parte histórico pasado porel Estado Mayor el 20 del anterior,y que elevé al conocimiento de V. E.,se detallaba ya el orden con que lastropas marchaban y las medidas to-madas para facilitar nuestra empre-sa. Con efecto, se consiguió que el

Ejército se reuniese el 28 y llegaseen el mejor pie a los Manantiales,sobre el camino de los Patos, desdecuyo punto traté ya de dirigir ycombinar los movimientos, de modoque pudiesen asegurarme el paso delas cuatro cordilleras y romper losobstáculos que el enemigo podríaoponerme en los desfiladeros quepresentan los cajones por donde tra-taba de penetrar. Se formaron desdeluego dos divisiones: la primera, quedebía marchar a vanguardia, puse acargo del señor brigadier don Mi-guel Soler: la componían el batallónN° 1 de cazadores, las compañías degranaderos y cazadores del 7 y 8, miescolta, los escuadrones 3° y 4° degranaderos a caballo y 5 piezas deartillería de montaña; la segunda,formada de los batallones 7 y 8 y

PARTE OFICIAL DE LABATALLA DE CHACABUCO

2 6 MEMORIAL DEL EJERCITO

dos piezas, bajo la conducta del se-ñor brigadier don Bernardo O'Hig-gins; el coronel Zapiola, con los es-cuadrones 1° y 2° y el comandantede artiliería con algunos artillerosy los trabajadores de maestranza,seguían inmediatamente después. Almismo tiempo dispuse que el mayorde ingenieros, don Antonio Arcos,se dirigiese con doscientos hombrespor nuestra izquierda, penetrara porel boquete del Valle Hermoso, caye-se sobre el Ciénego, donde se presu-mía (1) había una guardia enemiga,y, finalmente, que repechando sobrela cumbre del Cuzco y dejando a suretaguardia las cordilleras de Piu-quenes y Portillo (1), franqueaseestos pasos, marchase en seguida so-

bre las Achupallas, procurase tomareste punto, que es la garganta del va-lle, y ponerlo en estado de defensa,para poder, con seguridad, reunirel ejército y desembocar en Putaen-do.

El 5 tuve ya aviso del general dela vanguardia que este oficial habíaentrado a las Achupallas el 4 por latarde; que el comandante militar deSan Felipe con ciento y más hom-bres y la milicia que pudo reunir,vino a atacarle, pero que fueron re-chazados y perseguidos por 25 gra-naderos a caballo al mando del bravoteniente Lavalle, a punto que en lamisma noche y mañana siguientesabandonaron todo Putaendo y la vi-lla de San Felipe, dejando equipa-jes, caballadas y cuanto tenían.

El señor General Soler se adelan-tó rápidamente con mi escolta y losescuadrones el 3° y 4° hace forzarla marcha de la infantería y el 6consigue montar la artillería y re-unir todos ios cuerpos de su van-guardia sobre Putaendo; disponeque el comandante Necochea se si-túe con 80 hombres de mi escoltay 30 de su escuadrón sobre las Coi-mas (2), ordena al comandante Me-lián de ocupar con dos compañías deinfantería y el resto de los escuadro-nes 3° y 4°, el pueblito de San An-tonio. En el mismo día forma unCampo de Marte y establece su cuar-tel general con las demás tropas desu división en San Andrés del Tár-taro.

El enemigo recibió refuerzos con-siderables el 6 por la tarde; en lamisma noche pasó el río de Acon-cagua y al romper el alba del día 7se presentó al frente del comandanteNecochea con 400 caballos; sobre300 infantes y dos piezas a su reta-guardia. Este valiente oficial no va-ciló un instante: mandó retirar susavanzadas; hasta ver al enemigomedia cuadra no dispara un solo ti-ro ; encarga la derecha al capitándon Manuel Soler y la izquierda alayudante don Angel Pacheco; man-da poner sable en mano, los cargancon la mayor bizarría, los baten com-píetamente, dejan sobre 30 muertosen el campo, toman cuatro prisione-ros heridos y los persiguen acuchi-llándolos hasta el cerro de las Coi-

(1) La publicación de la Extraordinariade Buenos Aires del martes 11 demarzo de 1817 omite las palabras (sepresumía).

(1) Esta misma publicación omite tam-bién "y Portillo".

(2) La traducción de Carlos A. Puey-rredón en La Campaña de los Andes,entiendo dice "Caimas"; la del parteimpreso en Buenos Aires dice "ci-mas" y otros autores leen "Coimas".Optamos por éste último nombre, quees el de un lugar geográfico.

MEMORIAL DEL EJERCITO 2 7

mas, donde los protege su infante-ría. En la misma mañana, antes delas 9, abandonan precipitadamentesu posición y San Felipe, y repasanal otro lado del río.

Entretanto, el coronel Las Heras,que, con su batallón N° 11, treintagranaderos a caballo y dos piezas demontaña, debía caer sobre SantaRosa por el camino de Uspallata,obtenía sucesos igualmente brillan-tes e igualmente ventajosos que iosque había conseguido la vanguardiadel ejército. El 4 por la tarde atacósu segundo, el mayor don EnriqueMartínez, la guardia de los Andes,compuesta de 100 hombres.

Después de hora y media de com-bate se apoderó del puesto a bayo-netazos, tomando 47 prisioneros, suarmamento, municiones y algunosútiles.

Consecuente a mis órdenes estadivisión debía entrar el 8 en SantaRosa y ponerse en comunicación conla vanguardia del ejército, que en elmismo día debía caer sobre San Fe-lipe, lo que se ejecutó sin (1) unahora de diferencia. La noche del 7,los enemigos abandonaron sus posi-

ciones en el Aconcagua y Curimón,dejando municiones, armas y variospertrechos, y retirándose sobreChacabuco. En consecuencia, meresolví a marchar sobre ellos y lacapital, con toda la rapidez posible,y atacarlos en cualquier punto dondelos encontrare, no obstante no ha-berme llegado aún la artillería debatalla.

En la madrugada del 9 hice res-tablecer el puente del río Aconca-

(1) Pueyrredón lee "en", cuando del ori-ginal que publica en facsímil resultaclaramente "sin".

gua; mandé al comandante Meliánmarchase con su escuadrón sobre lacuesta de Chacabuco y observase alenemigo. El ejército caminó en se-guida, y fue a acampar en la bocade la quebrada con la división delcoronel Las Heras, que recibió ór-denes de concurrir a este punto.

Desde ese momento las intencionesdel enemigo se manifestaron másclaras. La posición que tomó sobrela cumbre y la resolución con queparecía dispuesto a defenderla, ha-cían ver estaba decidido a sostener-se. Nuestras avanzadas se situarona tiro de fusil de las del enemigo ydurante los días 10 y 11 se hicieronios reconocimientos necesarios, se le-vantó un croquis de la posición y,en su consecuencia, establecí el dis-positivo de ataque para la madruga-da del siguiente día.

V. E. hallará junto al plano topo-gráfico del terreno, donde se mani-fiestan los movimientos que ejecutóel ejército en esta jornada y la posi-ción que tomó el enemigo. Al señorbrigadier Soler di el mando de laderecha que, con el N° 1 de cazado-res, compañías de granaderos y vol-teadores del 7 y 8, al cargo del te-niente coronel don Anacleto Martí-nez ; núm. 11, siete piezas, mi escoltay el 4° escuadrón de granaderos acaballo, debía atacarlos en flanco yenvolverlos, mientras que el señorbrigadier O'Higgins, que encarguéde la izquierda, los batía de frentecon los batallones números 7 y 8,los escuadrones 1°, 2o y 3° y dospiezas.

El resultado de nuestro primermovimiento fue, como debió serlo,el abandono que los enemigos hicie-ron de su posición sobre la cumbre.La rapidez de nuestra marcha no lesdio tiempo de hacer venir las fuer-

28 MEMORIAL DEL EJERCITO

zas que tenían en las casas de Cha-cabuco para disputarnos la subida.Este primer suceso era preciso com-pletarlo (1) : su infantería camina-ba a pie, tenía que atravesar en suretirada un llano de más de cuatroleguas y, aunque estaba sostenidapor una buena columna de caballe-ría, la experiencia nos había ense-ñado que a un (sic) solo escuadrónde granaderos a caballo bastaríapara arrollarla y hacerla pedazos:nuestra posición era demás (2) delas más ventajosas. El generalO'Higgins podía continuar su ataquede frente, mientras que el brigadierSoler quedaba siempre en aptitudde envolverlos, si querían sostenerseantes de salir al llano. Al efecto hicemarchar al coronel Zapiola con losescuadrones 1o, 2° y 3° para quecargase o entretuviesen al menos,ínterin llegaban los batallones nú-meros 7 y 8, lo que sucedió exacta-mente y el enemigo se vio obligado atomar la posición que manifiesta elplano. El señor general Soler conti-nuó su movimiento por la derecha,que dirigió con tal acierto, combi-nación y conocimiento, que, a pesarde descolgarse por una cumbre lamás áspera e impracticable, el ene-migo no llegó a advertirlo hasta ver-lo dominando su propia posición yamagándolo en flanco.

La resistencia que aquí nos opusofue vigorosa y tenaz; se empeñó des-de luego un fuego horroroso y nosdisputaron por más de una hora lavictoria con el mayor tesón. Verdades que en este punto se hallaban so-

(1) Por un error, original de la Extra-ordinaria, se ha leído siempre "con-templarlo" por "completarlo".

(2) Este adjetivo, "demás", no se leeen otras publicaciones. Pueyrredón,erróneamente, lo traduce por "ade-más", entre comas.

bre 1.500 infantes escogidos, que erala flor de su ejército, y que se veíansostenidos por un cuerpo de caballe-ría respetable. Sin embargo, el mo-mento decisivo se presentaba ya. Elbravo brigadier O'Higgins reúne losbatallones 7 y 8, al mando de sus co-mandantes Cramer y Conde, formacolumnas cerradas de ataque, y conel 7 a la cabeza carga a la bayonetasobre la izquierda enemiga. El coro-nel Zapiola frente a los escuadrones1o, 2o y 3o, con sus comandantes Me-lián y Molina (1), rompe su de-recha; todo fue un esfuerzo instan-táneo. El general Soler cayó al mis-mo tiempo sobre la altura que apo-yaba su posición (2); ésta forma-ba su mamelón en un extremo (3) ;el enemigo había destacado 200hombres para defenderlo, más el co-mandante Alvarado llega con suscazadores, destaca dos compañíasal mando del capitán Salvadoresque, atacar la altura, arrollar a losenemigos y pasarlos a bayonetazos,fue obra de un instante. El tenien-te Zorria (1), de cazadores, se dis-tinguió en esta acción.

Entretanto, los escuadrones man-dados por sus intrépidos coman-dantes y oficiales, cargaban del mo-do más bravo y distinguido. Todala infantería enemiga quedó rota y

(1) Por un error, Bertling dice "Medi-na".

(2) En la Extraordinaria que consulta-mos en los manuscritos de don Die-go Barros Arana, al margen de es-ta frase, existe una anotación a lá-piz, desleída, escrita en inglés de le-tra de Mr. Thomas, amigo y secre-tario de O'Higgins en Montalván,cuya lectura es imposible.

(3) La Extraordinaria dice: "un ma-melón en su extremo".

(1) Bertling, erróneamente, dice "Zo-rrilas".

M E M O R I A L D E L E J E R C I T O 2 9

deshecha, la carnicería fue terri-ble y la victoria completa y decisi-va.

Los esfuerzos posteriores se di-rigieron sólo a perseguir al enemi-go que, en una horrorosa disper-sión, corría por todas partes sinsaber dónde guarecerse. El coman-dante Necochea, que con su 4° es-cuadrón y mi escolta cayó por laderecha como denota el plano, leshizo un estrago terrible. Nuestracaballería llegó aquella tarde hastael Portezuelo de Colina; toda su in-fantería pereció. Sobre 600 prisio-neros con 32 oficiales, entre ellosmuchos de graduación; igual o ma-yor número de muertos, su artille-ría, un parque y almacenes consi-derables y la bandera del regimien-to de Chiloé, fueron el primer fru-to de esta gloriosa jornada (2).

Sus consecuencias han sido aúnmás importantes. El PresidenteMarcó, en medio del terror y con-fusión que produjo la derrota, aban-dona la misma noche del 12 la ca-pital, se dirige con un resto mise-rable de tropa sobre Valparaíso,deja en la cuesta de Prado toda suartillería, teme no llegar a tiempode embarcarse, corre por la costahacia San Antonio y es tomado consus principales satélites por unapartida de granaderos a caballo almando del arrojado capitán Alda-do (3) y el patriota Ramírez. Ma-ñana se espera en esta capital.

(2) Why not state that the second incommand general... had deliveredsword to Gral. O'Higgins which heafterwards gave colonel Las Herasfor hist command the 5th of May1817 at Concepción. (Anotación alápiz de Mr. Thomas al margen dela Extraordinaria).

(3) Textual en el original: debe ser "Al-dao".

Todos estos sucesos prósperos sondebido a la disciplina y constancia(4) que han manifestado los jefes,oficiales y tropa, dignos todos delaprecio de sus conciudadanos y dela consideración de V. E.

Sin el auxilio que me han pres-tado los brigadieres Soler y O'Hig-gins la expedición no hubiera te-nido resultados tan decisivos. Lesestoy sumamente reconocido, asi-mismo a los individuos del EstadoMayor, cuyo segundo jefe, el coro-nel Beruti, me acompañó en la ac-ción y comunicó mis órdenes asícomo lo ejecutaron a satisfacciónmía mis ayudantes de campo, el co-ronel don Hilarión de la Quintana,don José Antonio Alvarez, don An-tonio Arcos, don Manuel Escaladay don Juan Obrraín.

La premura del tiempo no mepermite expresar a V. E. los ofi-ciales que más se han distinguido,pero lo verificaré luego que sus je-fes me pasen los informes que lestengo pedidos, para que sus nom-bres no queden en olvido.

Finalmente, el comandante Cabotsobre Coquimbo, Rodríguez sobreSan Fernando y el teniente coronelFreire sobre Talca, tienen igualessucesos; en una palabra, el eco delpatriotismo resuena por todas par-tes a un tiempo mismo y al Ejérci-to de los Andes queda para siem-pre la gloria de decir: en 24 díashemos hecho la campaña, pasamoslas cordilleras más elevadas del glo-bo, concluimos con los tiranos y di-mos la libertad a Chile.

Dios guarde a V. E. muchos años.Cuartel General en Santiago deChile, febrero 22 de 1817.

José de San Martín.

(4) Pueyrredón traduce erróneamente,diciendo "confianza".

32 MEMORIAL DEL EJERCITO

tor general, aclamó el pueblo porDirector Supremo interino al se-ñor brigadier don Bernardo O'Hig-gins, recibiendo la doble satisfac-ción de que el enviado de (1) S. E.doctor don Bernardo Vera, protes-tó que lo era de la suya. Así loacordó, firmó y mandó quedaseconstancia por la presente acta, deque se pasó (2) copia a S. E. y alaclamado para su posesión, de to-do lo cual certifico y doy fe. (3).

JURAMENTO DE FIDELIDAD

En la ciudad de Santiago deChile, en diez y seis días del mesde febrero de mil ochocientos diezy siete, puesto en noticia del Ex-celentísimo señor General en Jefedel Ejército de los Andes y del se-

(1) El volante impreso que se conser-va en la colección de don Diego BarrosArana, dice "nombrado por", en lugar de"enviado de".

(2) El impreso dice "pasase" en lugarde "pasó".

(3) El impreso no contiene la firmas yen su lugar dice simplemente: "Hay dos-cientas diez firmas de vecinos patriotas".En la copia de la toma de razón se cuen-tan ciento ochenta y siete firmas, apartede la del escribano.

Es de notar que muchos de los firman-tes no se hallaban a la fecha en San-tiago, como es el caso de los relegados aJuan Fernández por el gobierno españolde la Reconquista, que suscriben este do-cumento. Hay, además, algunos nombresrepetidos.

ñor brigadier don Bernardo O'Hig-gins la elección que antecede, fuemucha parte del pueblo a traerle ala casa de su morada, quedándoseotra multitud de los congregadosesperándole en la sala capitular, yhabiendo entrado con el mayoraplauso, pidió el pueblo se 1e reci-biese el juramento de fidelidadacostumbrado y, en efecto, S. E.lo prestó ante mí, el presente se-cretario y escribano del pueblo li-bre, por Dios Nuestro Señor, sussantos cuatro Evangelios y su pa-labra de honor, bajo del cual pro-metió usar bien y fielmente delcargo de Director Supremo interi-no del pueblo libre chileno, defen-diéndole y amparándole en su li-bertad; y a la conclusión dijo:"Así lo juro, amén". Inmediata-mente le fue dada la posesión, suasiento y abrazo con general aplau-so y regocijo de la gran multitudde vecinos patriotas congregados,que a una voz dijeron: "¡Viva laPatria!". De todo lo cual certificoy doy fe y verdadero testimonio,firmándolo S. E. y el Excelentísi-mo General en Jefe.— JOSE DESAN MARTIN. — BERNARDOO'HIGGINS.— Ante mí como es-cribano nombrado por S. E.—AGUSTIN DIAZ, escribano secre-tario del pueblo libre.

Es copia de su original del Li-bro de Acuerdos del ilustre Cabil-do a que me refiero, y para queconste doy la presente.

Santiago y marzo 7 de 1817.—

AGUSTIN DIAZ, escribano secre-tario del pueblo libre.

PROCUMA DELDIRECTOR SUPREMO DE CHILEA LOS PUEBLOS

Ciudadanos:

Elevado por vuestra generosidad al mando supremo (de que jamáspude considerarme digno), es una de mis primeras obligaciones recor-daros la más sagrada que debe fijarse en vuestro corazón. Nuestro ami-gos, los hijos de las Provincias del Río de la Plata, de esa nación queha proclamado su independencia como fruto precioso de su constanciay patriotismo, acaban de recuperaros la libertad usurpada por los tira-nos. Estos han desaparecido cargados por la vergüenza al ímpetu pri-mero de un ejército virtuoso y dirigido por la mano maestra de un ge-neral valiente, experto y decidido a la muerte o la extinción de los usurpa-dores. La condición de Chile ha cambiado de semblante por la grande obrade un momento en que se disputan la preferencia el desinterés, méri-to de los libertadores y la admiración del triunfo. ¿Cuál deberá ser nues-tra gratitud a este sacrifico imponderable y preparado con los últimosesfuerzos de los pueblos hermanos? ¡Vosotros quisisteis manifestarla de-positando vuestra dirección en el Héroe! ¡Oh!, si las circunstancias quele impedían aceptar hubiesen podido conciliarse con vuestros deseos, yome atrevería a jurar la felicidad permanente de Chile. Pero me cubrode rubor cuando habéis solicitado mi debilidad a la mano firme que osha salvado.

Instruios de los antecedentes que vosotros mismos habéis formadopara esta elección, y os uniréis a mis sentimientos. Los de la unidad yconcordia deben inflamar el mérito de los chilenos. Un olvido eterno deesas mezquinas personalidades que por sí solas son bastantes a hacer laruina de los pueblos. Yo exijo de vosotros aquella confianza recíproca,sin la cual el gobierno es la impotencia de la autoridad, o se ve forzadoa degenerar en despotismo. No perder los laureles adquiridos con tantosacrificio. Resolverse a no existir, antes que dejarse a oprimir otra vezdel bárbaro español. Que perezca el último ciudadano en la defensa delprecioso suelo que vio la primera luz, y un reconocimiento eterno a suslibertadores. Un amor a la patria que sea el distintivo de toda América.Un celo activo por la justicia y el honor. Un odio irreconciliable a losmaquinadores de nuestra esclavitud. He aquí los sentimientos de vues-tro Director, y los que han de ser vuestro cáncer, si hemos de ser libres.Cooperad y seréis el ejemplo de la gratitud, el terror de la tiranía y laenvidia de la paz.

Santiago, 17 de febrero de 1817.

BERNARDO O'HIGGINS.— MIGUEL ZAÑARTU, Secretario.

MENSAJE A LAS POTENCIASSOBRE LA INSTALACIONDEL NUEVO GOBIERNO

Señor Presidente de los EstadosUnidos de Norteamérica.

Excmo. señor:

ESPUES de haber sido restau-rado el reino hermoso deChile por las armas de las

Provincias Unidas del Río de laPlata, el 12 de febrero del corrien-te año, bajo las órdenes del valien-te General don José de San Mar-tín, y elevado como he sido por lavoluntad del pueblo a la SupremaDirección del Estado, es de- mi de-ber anunciar al mundo un nuevoasilo en estos países a la industria,a la amistad y a los ciudadanos detodas las naciones del globo. Rea-sumidos los derechos que concedenal hombre la naturaleza, no sufri-rán en lo sucesivo los habitantesde Chile el despojo de sus prerro-gativas naturales ni la mezquindadde la política ominosa del gabineteespañol. Una población abundantey las riquezas que contiene Chile ensu seno ofrecen la existencia de unpoder permanente que aseguren laindependencia de esta parte precio-sa del Nuevo Mundo. La sabiduríay recursos de la nación argentina,limítrofe, decidida por nuestraemancipación, da lugar a un porve-nir próspero y feliz en estas regio-nes, que bajo un sistema liberal sefranquean a las relaciones políticasy comerciales con todas las nacio-nes.

Si la causa de la humanidad

afecta la filantropía de V. E., si laidentidad de principios en la con-tienda de este país con los que mo-vieron el esfuerzo de esos Estadospara su emancipación, interesa laopinión de ese Gobierno y sus súb-ditos, V. E. hallará siempre en mílas más favorables disposicionespara vigorizar el comercio, paraestrechar la amistad y para remo-ver todo obstáculo contra las rela-ciones amigables y buena inteli-gencia entre ambos países.

Dios guarde a V. E. muchosaños. Santiago de Chile, 1° de abrilde 1817.

Bernardo O'Higgins.

A Su Majestad el Rey de Ho-landa.

Señor:La victoria de las armas de las

Provincias Unidas del Río de laPlata en la Cuesta de Chacabuco,el 12 de febrero del corriente año,cuyo detalle tengo el honor de in-cluir a V. M., arrancó del poder delos españoles el dominio del reinode Chile, que la suerte de la gue-rra puso en sus manos contra lavoluntad y esfuerzo de sus habi-tantes. Al restaurarse, pues, la li-bertad en este suelo, la expresiónlibre de los pueblos me ha honradocon la Suprema Dirección, impo-niéndome como el más agradabledeber elevar a V. M. el homenajede sus respetos y alta considera-ción.

MEMORIAL DEL EJERCITO 3 5

Los inmensos recursos de esteEstado y la firme alianza subsis-tente con la nación argentina limí-trofe, abren un campo vasto al en-grandecimiento y prosperidad dela América Meridional; pero, con-ducidos los pueblos por un sistemaliberal conforme a la ilustración delsiglo, los puertos de Chile se abrendesde hoy al comercio con todas lasnaciones industriosas del globo.V. M., que tiene la gloria de pre-sidir a un pueblo laborioso y queda un impulso rápido a la prospe-ridad de sus amados vasallos, con-siguiente a la paz de Europa, nopodrá menos que encontrar en elcambio de las producciones de esereino con las ricas producciones deeste país, los medios de reparar dealgún modo los quebrantos sufridosen la última guerra del continente.

Si la respetable influencia del al-to poder de V. M. se interpone porla conclusión de la contienda quesostiene la España, con escándalodel mundo ilustrado, cesará de de-rramarse sangre en este continen-te, y la tiranía de Felipe II dejaráde ser imitada, como hasta aquí,por el gabinete de Madrid, en elterritorio americano. Con tales be-neficios, que deberemos más o me-nos directamente de la magnani-midad de V. M., la causa de la hu-manidad no sufrirá más vejaciones,las relaciones de amistad entre losdominios de V. M. y este Estado noserán alterados, y faltarán expre-siones con qué encarecer nuestraadmiración y gratitud.

Dios guarde a V. M. muchosaños. Santiago de Chile, 1° de abrilde 1817.

Bernardo O'Higgins.

A Su Majestad Imperial el Zary Emperador de las Rusias.

Señor:Restaurado el reino de Chile del

poder de los españoles por las ar-mas de las Provincias Unidas delRío de la Plata, en la batalla deChacabuco, cuyo detalle tengo elhonor de acompañar a V. M. I., esuno de mis más honrosos y agra-dables deberes, como encargado depresidir a estos pueblos, el mani-festar a V. M. I. los sentimientosde admiración y de alto respetoque por mi órgano le tributan co-mo al héroe que ha salvado la Eu-ropa.

El carácter magnánimo de V. M.I. nos inspira la confianza de quemirará la suerte de este país conel interés que le ha merecido latranquilidad del continente eu-ropeo, y que al interponer algunavez su poderosa influencia pornuestra dicha, considerará en laemancipación de este reino de suantigua metrópoli, no sólo la glo-ria de extender a países extrañosla beneficencia y la liberalidad quehacen felices a los vasallos de V.M. I, sino las muchas ventajas quese ofrecen en estos últimos en laextensión de su comercio.

Cuando ellos se presenten ennuestros puertos, a hacer el cam-bio de sus efectos por nuestras pro-ducciones, tendremos la ocasión deacreditarles cuánto anhelamos porentablar y estrechar las relacionesque, en el curso de los tiempos, larecíproca buena fe, nuestra hospi-talidad, harán mutuamente prove-chosas.

Conocerán, entonces, que el mez-quino sistema colonial bajo que he-mos sido conservados por la cortede Madrid, no es solamente depre-

36 MEMORIAL DEL EJERCITO

sivo de nuestros más sagrados de-rechos, sino injurioso y contrarioal interés de todas las naciones co-merciantes del globo.

Serán los testigos de la suavi-dad de nuestras costumbres y delas virtudes que hacen acreedoresa los americanos, a disponer conabsoluta independencia de sus pro-pios destinos. Participando de lafelicidad que nos cuesta tanta san-gre, podrán ellos deshacer en elánimo imperial de V. M. I. las im-posturas inventadas por nuestrosenemigos para que no se conside-ren por los poderes de Europa ensu verdadero aspecto nuestras pre-tensiones. Ellos depondrán sobretodo de la sinceridad de nuestrossentimientos hacia la augusta per-sona de V. M. I., quedando hastaentonces con el de no poder tribu-tarla de otro modo el homenaje denuestro alto respeto y distinguidaconsideración.

Dios guarde a V. M. I. muchosaños. Palacio del Gobierno, en San-tiago de Chile, 1° de abril de 1817.

Bernardo O'Higgins.

A Su Alteza Real el PríncipeRegente de Inglaterra.

Señor:Las armas patriotas han resca-

tado el reino de Chile (oprimidopor los españoles), cuyo detalletengo el honor de incluir a V. A. R.;y confiándoseme por el voto de sushabitantes el cargo de DirectorSupremo, me han impuesto el agra-dable y honroso deber de elevar aV. A. R. el homenaje de sus res-

petos y alta consideración. V. A. R.que tiene la gloria de presidir alpueblo más libre y poderoso del si-glo, no podrá mirar sin interés lostriunfos de unos hombres que de-fienden la causa de su existencia yque abren por su emancipaciónnuevos canales al engrandecimien-to del comercio de sus amados va-sallos.

Nuestros puertos están francosa todas las naciones, pero paraninguna más que para la que esdueña de los mares y que se halla,por lo mismo, en más proporciónde llevar a los lejanos países la fa-ma ilustre del augusto Príncipe quela hace feliz, por la liberalidad desu administración. A ella es a quienmás deseamos acreditar la inclina-ción amistosa que le profesamos ycuyas relaciones deberán ser másprovechosas a un Estado naciente,porque descolla sobre las demáspotencias por la vasta extensión desu comercio y la sabiduría de susleyes.

Estos motivos deben persuadir aV. A. R. que los sentimientos deadhesión a su augusta persona nopueden dejar de ser sinceros, quesi calcularnos sobre los que V. A.R. puede influir con su alto poderpara poner término a la contiendaque la España sostiene con escan-dalosa injusticia, y sobre los bene-ficios más o menos directos que de-bemos a su corazón verdaderamen-te magnánime, me faltan expresio-nes con qué encarecer nuestraadhesión.

Dios guarde a V. A. R. Santiagode Chile, 1° de abril de 1817.

Bernardo O'Higgins.

noticias circunstanciadas de la si-tuación del enemigo, y despachabaa su baqueano de confianza, JustoEstay, campesino chileno dotado desagacidad y golpe de vista, con elobjeto de observar sus movimien-tos, recomendándoles regresar an-tes del tercer día. El 9, la columnaprincipal que había invadido porel camino de Los Patos, pasó al suddel río Aconcagua, por el puentede San Felipe, según queda expli-cado. El 10, todo el ejército inva-sor estaba reunido al pie de laCuesta de Chacabuco. Del otro la-do estaba el campo destinado a sermemorable en los fastos america-nos.

Situación del Ejército argentino después del paso de los Andes.— Reconcentra-ción de las columnas invasoras en el punto estratégico de Chacabuco.— Descripciónde la Cuesta de Chacabuco.— Plan de batalla de San Martín.— Errores de Marcó.—Los realistas se reconcentran en Chacabuco.— Marcha de avance del Ejército argen-tino.— Movimiento del ala izquierda argentina.

Disposiciones defensivas de los realistas.— Primeras peripecias de la batalla.—Movimiento del ala derecha.— Batalla de Chacabuco.— Juicios acerca de ella.— Suimportancia histórica y política.— Sus consecuencias inmediatas.— Tres almas intré-pidas.— Establecimiento del gobierno nacional de Chile.— San Martín y Marcó.— Hu-moradas de vencedor.— Chacabuco, primera etapa continental.

HISTORIA DE SAN MARTIN Y DE LAEMANCIPACION SUDAMERICANA

BARTOLOME MITRE

I

S ITUADO el grueso del Ejércitoen San Felipe el día 8 defebrero, y dueño de las dos

cabezas de su puente, al mismotiempo que la división de Las He-ras se posesionaba de Santa Rosa,el valle de Putaendo quedaba cu-bierto y dominado todo el de Acon-cagua, concurriendo simultánea-mente ambas columnas al punto es-tratégico de Chacabuco, ocupadoya por las avanzadas, donde debíaoperarse su reconcentración gene-ral para emprender operaciones de-cisivas. Al iniciar este movimientoconvergente, San Martín pidió asus agentes secretos de Santiago

38 MEMORIAL, DEL EJERCITO

En los días 10 y 11, los ingenie-ros Arcos y Alvarez Condarco seocuparon con arreglo a las instruc-ciones del general en levantar uncroquis de la serranía, protegidospor guerrillas de infantería y ca-ballería que, a cargo de oficialesexpertos y conducidos por buenosguías del país, practicaron un reco-nocimiento prolijo de sus quebra-das y de los caminos que conducíana la cumbre. El día 11 regresó Es-tay con las contestaciones de losagentes secretos, que transmitíanlas órdenes reservadas expedidaspor Marcó, copiadas en su mismasecretaría. El astuto mensajerohabía visitado los cuarteles de losrealistas en la capital, y disfraza-do de roto pudo contar uno poruno, el día 9, al pasar el puente deSantiago sobre el Mapocho, los sol-dados en marcha hacia Chacabuco.En posesión de estos conocimien-tos, San Martín convocó a una jun-ta de generales y jefes de cuerpo,con el objeto de acordar el plan dela próxima batalla. Una breve des-cripción del terreno dará su clave.

La serranía de Chacabuco, sobrela cual estaba calcado el plan, esun cordón transversal de altasmontañas, que se desprende de losmacizos contiguos de Uspallata yde Tupungato de la gran cordilleraen dirección al oeste, y se prolon-ga hasta la costa del mar, midien-do su cumbre 1.280 metros de ele-vación. En su promedio está situa-da la cuesta, que se desenvuelve ensuaves planos inclinados por laparte del norte en una extensión deseis kilómetros, siendo más largoy más áspero el descenso por laparte sud. Como a 5 kilómetrosantes de llegar a la cumbre, el ca-mino se bifurca en dos senderos,

que forman ángulo agudo. El de laizquierda, que es el más corto ymás recto, pero más pendiente,conduce a la llamada "Cuesta Vie-ja" —que era entonces el caminoreal, y hoy es de herradura—, yque desde aquel día se denominó"Quebrada de los Cuyanos". Elotro, situado más al oeste, conducea la "Cuesta Nueva", que es actual-mente el camino carretero, y queen aquella época era poco conoci-do. Ambos caminos desembocabanen el llano opuesto de Chacabucocon intervalo como de 2.500 me-tros.

Desde su mayor altura, corona-da de bosquecillos de quillay, árbolsiempre verde, que a la distanciasemejan grupos de laureles, se do-mina un vasto y pintoresco pano-rama. A su pie se extiende la pla-nicie que comienza entre las que-bradas del este de Chacabuco, y seprolonga como 12 kilómetros haciael sud en dirección a Santiago has-ta el portezuelo del cordón de Co-lina, que lo limita. Hacia el oriente,se levanta la gran cordillera consus estupendos nevados entre elAconcagua y el Tupungato, en cu-

yo fondo iluminado, al nacer y po-nerse el sol, se funden con ricocolorido todas las medias tintastransparentes del iris, desde el ro-sicler encendido de la aurora has-ta el verde pálido del ocaso, bajouno de los cielos más bellos delmundo. Al occidente, negras yagrestes, se prolongan las monta-ñas achatadas que forman la con-tinuación del crestón de Chacabucohasta unirse con la cordillera ma-rítima.

Con el croquis de los ingenierospor delante, San Martín abrió lajunta de guerra (11 de febrero),

MEMORIAL DEL EJERCITO 39

comunicando las noticias transmi-tidas por sus espías y agentes, yexpuso que, aun cuando según suscálculos había pensado dar la ba-talla el día 14, los conocimientosadquiridos lo decidían a librarla enel siguiente día, sin esperar el res-to de su artillería, a fin de apro-vecharse de la división de las fuer-zas enemigas y no darles tiempo areconcentrarse en Chacabuco, don-de debían ser infaliblemente bati-das. En seguida desenvolvió suplan, tan sencillo como seguro, queconsistía, a la manera del paso delos Andes, pero con proyeccionestácticas más precisas, en la mar-cha paralela y convergente de doscolumnas que debían atacar simul-táneamente por el frente y el flan-co la posición ocupada por el ejér-cito realista, cortando a la vez suúnica retirada. (1).

Con arreglo al plan acordado, elejército se dividió en dos cuerpos,que maniobrarían siguiendo los doscaminos indicados. El de la dere-cha, dirigido por Soler, se compu-so de los batallones N°s 1 y 11,dos compañías de Granaderos yCazadores de los N°s 7 y 8, a car-go del comandante Anacleto Mar-tínez y mayor Lucio Mansilla; el

(1) Véase el plano adjunto de la ba-talla de Chacabuco, que hemos formadosobre la base de un croquis levantadopor el ingeniero chileno don Alberto Lio-na, con presencia del plano de Pissis,combinando estos elementos con nues-tro reconocimiento personal del campo debatalla en 1883 y de los dos caminos es-tratégicos que conducen a él, en que secoordinan dentro de sus líneas las po-siciones y movimientos de ambos ejérci-tos en los preliminares y diversas peri-pecias de la acción, según los documen-

escuadrón Escolta de Necochea yel 4 de Granaderos del comandanteManuel Escalada, con siete piezasde montaña, sumando un total de2.100 hombres. La izquierda, fuer-te como de 1.500 hombres, a lasórdenes de O'Higgins, formóse conel grueso de los batallones 7 y 8,los escuadrones 1, 2 y 3 de Grana-deros y dos piezas de montaña.

La misión encomendada a la co-lumna de la izquierda era descen-der por el camino de la Cuesta Vie-ja, amagar el frente del enemigo,sin comprometer acción formal,mientras la de la derecha ocupabael plano y caía sobre su flanco iz-quierdo y su retaguardia, concu-rriendo entonces simultáneamenteambas sobre la posición atacada.La batalla estaba seguramente ga-nada de antemano según esta com-binación.

II

La avanzada del ejército realis-ta cerraba la cumbre y el paso delcamino de la Cuesta Vieja, situadaen posiciones ventajosas, que biendefendidas podrían detener la mar-cha de un ejército; pero había des-cuidado la vigilancia del camino de

tos históricos y los informes verbales delos principales jefes y oficiales quefueron actores en la batalla. Según elparte oficial de Chacabuco, adjuntóse aél un plano topográfico del terreno don-de se manifestaban los movimientos queejecutó el ejército argentino y la posiciónque tomó el enemigo; pero este plano noexiste en el archivo general, y parece seha perdido, lo que nos ha obligado a re-hacerlo, señalando en él los tres momen-tos de la batalla con la precisión y cla-ridad posibles.

Don Casimiro Marcó del Pont.

la Cuesta Nueva por su izquierda,sin sospechar el ataque que le ibapor esa parte. El coronel Atero, alevacuar el valle de Aconcagua, des-pués del combate de Las Coimas,se había replegado con sus restospor el camino de la cuesta y situa-dos© con ellos en Chacabuco (7 defebrero), desde donde dio parte desus derrotas a Marcó con aires detriunfador y pidiendo protección.El Presidenta de Chile, desalenta-

(2) Estos documentos publicados en sutiempo, han sido citados por todos loshistoriadores. La carta fue interceptadadespués de la batalla de Chacabuco.

do con la noticia de la pérdida deAconcagua, que recibió el 8, des-pachó órdenes en todas direccionescon el objeto de concentrar susfuerzas diseminadas, pero sin tra-zarse ningún plan de operaciones.Lo único que se le ocurrió fue ex-pedir un bando, ofreciendo a sussoldados veinte pesos por cadamuerto y doce por cada prisioneroenemigo que hiciesen. En seguidadirigió una proclama a sus tropasdesmoralizadas por la noticia de lainvasión y de los recientes reveses,diciéndoles: "Corred al campo y" sostened la gloria que os animó" antes. Si mi presencia es nece-" ria no la excusaré, y con mi per-" sona sustituiré la falta del gue-" rraro que gloriosamente acabe".

Al mismo tiempo de publicar es-tos ridículos documentos, escribíasecretamente al Gobernador de Val-paraíso, remitiéndole su equipaje," para que en caso desgraciado," que no lo espero, a pesar de la" maldita sublevación del reino," agregaba, me haga el favor de" embarcarlo, procurando salvarlo" a toda costa, para que esta ca-" nalla no se divierta a costa de"Marcó. (2) . En su aturdimiento,y reconociéndose incapaz de poner-se al frente de sus tropas en cam-paña, había olvidado nombrar unGeneral en Jefe del Ejército, y só-lo dos días después, en la tarde del

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10 de febrero, encomendó este car-go al brigadier Rafael Maroto (tanequívocamente famoso después delconvenio de Vergara), a la sazónjefe del feroz Regimiento de Tala-vera, dándole orden de acudir pre-surosamente al punto amenazado,sin más instrucciones.

El instinto hubiese aconsejado acualquier otro director de la gue-rra menos inepto, ganar tiempo pa-ra la reconcentración de sus fuer-zas, efectuar ésta a la mayor dis-tancia posible del enemigo y en elcentro de sus recursos, y de estemodo acortar las marchas de susdivisiones esparcidas, poniendo desu parte mayores probabilidades deresistencia, ya que no de triunfo.Lejos de esto, brindó a su adver-sario todas las ventajas al salir asu encuentro con menos de la mi-tad de sus fuerzas, ahorrándole lasmarchas que él doblaba en el avan-ce, y esto mismo sin plan y sin es-peranza siquiera de poder contra-restar la invasión. El resultado ha-bría sido el mismo, porque el plandel paso de los Andes había deci-dido de un golpe el éxito de la cam-paña; pero al menos la partida sehubiera jugado en condiciones me-nos desventajosas para las armasrealistas. Así es que, cuando el bri-gadier Maroto llegó al campamentode Chacabuco, sólo encontró reuni-dos allí, además del Talavera, elbatallón Veteranos de Chiloé, tresdestacamentos de infantería deConcepción, Valdivia y Voluntariosde Chile, traídos por el intrépidoElorreaga, que desde Coquimbo ha-bía acudido a buscar su sepulcro,y los escuadrones de carabineros deAbascal, Dragones de Penco y res-tos de la caballería de Atero, man-dados por Quintanilla, con cinco

piezas de artillería servidas por120 artilleros, únicas que en elmomento del peligro pudieron mo-verse. Todas estas fuerzas apenasalcanzaban a 2.000 hombres, de loscuales 1.400 a 1.500 de infanteríay 400 a 500 de caballería. Aunqueeran las mejores tropas con quecontaba el ejército realista, manda-das por sus mejores jefes, estabandestinadas fatalmente a la derrota,así por las hábiles combinacionesdel general argentino, cuanto porsu debilidad numérica, su desáni-mo y la situación peligrosa en quese hallaban colocadas.

El brigadier Maroto llegó aChacabuco el día 11, antes de po-nerse el sol, y estableció su cuar-tel general en las casas de la ha-cienda. Sin conocimiento del terre-no, de las tropas que iba a mandarni de las posiciones y fuerzas delenemigo, se adelantó a practicar unreconocimiento de la cuesta, en cu-ya cumbre estaba situada su van-guardia, reforzando esta posicióncon las mejores compañías del Ta-lavera y un grueso destacamentode caballería, con instrucciones demantenerla hasta perder la mitadde su gente. El plan de Maroto eraocupar con todo su ejército la cum-bre en la mañana del 12 y esperarallí la batalla, equilibrando así lainferioridad de sus fuerzas con laventaja de la posición. Al mismotiempo pidió refuerzos a Marcó, es-perando contar con dos días máspara prepararse convenientemente,los mismos que San Martín le ha-bía ganado ya.

Tal era la respectiva situaciónde los beligerantes a las 12 de lanoche, en la víspera de la batallade Chacabuco.

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III

La noche era de luna. Al mismotiempo que la vanguardia realistase acordonaba sobre la cumbre dela Cuesta Vieja, el ejército argen-tino formaba al pie de ella en elorden de batalla prescripto. Repar-tiéronse las municiones a razón de70 cartuchos por hombre; los sol-dados abandonaron sus mochilaspara marchar al combate con másdesembarazo, y a las 2 de la ma-ñana del 12 empezó a ascender lamontaña en columna sucesiva. Alllegar a la bifurcación de los doscaminos antes indicados, la divisiónde Soler tomó el de la derecha,precedida por el batallón de Caza-dores, y la de O'Higgins, el de laizquierda (rumbo sud ambas), si-guiendo el general en jefe a reta-guardia de ellas con su EstadoMayor y la bandera de los Andes,custodiada por el resto del bata-llón de artillería, cuyos cañones debatalla no habían llegado aún. Yano era San Martín el sableador deArjonilla o de Baylén y San Lo-renzo; ganaba las batallas en sualmohada, fijando de antemano eldía y el sitio preciso, y precisa-mente en ese mismo día estabaaquejado de un ataque reumático-nervioso que apenas le permitíamantenerse a caballo. Era su ca-beza y no su cuerpo la que comba-tía.

La división de Soler se internósilenciosamente en los tortuososdesfiladeros de la derecha, cubier-ta por una larga cerrillada. La di-visión de la izquierda trepó la cues-ta formada en columna. Una gue-rrilla del N° 8, con su correspon-diente reserva, cubría su flanco iz-quierdo por un sendero paralelo

separado por una quebrada, con eldoble objeto de llamar la atencióny reconocer la posición enemiga,a la vez que precaverse de un ata-que de flanco. Un piquete de ca-ballería exploraba los rodeos delcamino a fin de levantar las em-boscadas en los recodos y descubrirsi se habían construido fortifica-ciones. La guerrilla flanqueadorase posesionó de unas breñas inme-diatas a la cumbre y rompió elfuego, que fue contestado por otraguerrilla que salió a su encuentro;pero apenas habían cambiado algu-nos tiros, cuando inopinadamenteapareció la cabeza de la columnade O'Higgins dando vuelta un re-codo a tiro de fusil, tocando lostambores a la carga. La vanguar-dia realista, que no esperaba elataque y que había visto la colum-na de la derecha argentina aso-mar por su flanco izquierdo al tér-mino de la cerrillada que hasta en-tonces la enmascaraba, y que, a lavez, se veía acometida por el flan-co y la retaguardia, abandonó pre-cipitadamente la posición sin pre-tender hacer resistencia. La cum-bre fue coronada por los atacantescon las primeras luces del alba alson de músicas militares, y desdesu altura pudieron divisar la van-guardia que se retiraba en forma-ción cuesta abajo, y al pie de ellaal ejército enemigo formado en laplanicie de Chacabuco. El primerobstáculo estaba vencido y la ba-talla se daría punto por punto, conalgunas variantes, según las pre-visiones de San Martín.

El general realista, contando dis-poner de dos días más y recibir eneste intervalo mayores refuerzos,se había movido en la madrugadade este día de las casas de Chaca-

MEMORIAL DEL EJERCITO 43

buco y establecido su línea a cincokilómetros hacia el este al pie dela Cuesta Vieja. La marcha anti-cipada del ejército argentino y lorápido y bien combinado del ataqueno le dieron tiempo ni para ocuparla cumbre como lo había proyec-tado, ni para proteger siquiera suvanguardia que descendía en fuga,perseguida por la caballería argen-tina. Las disposiciones que tomó entan crítico momento fueron acer-tadas, cooperando eficazmente aellas el valeroso Elorreaga que,según la tradición, fue el verda-dero general en jefe. Tendió su lí-nea de batalla plegada a la faldade los cerros opuestos a la serra-nía de Chacabuco, extendiéndosepor su perfil que se elevaba comouna plataforma sobre el llano, pro-tegida en parte por tapiales y cer-cos de espinos, de manera de cu-brir la bajada de la Cuesta Vieja ydominar con sus fuegos el lecho deun estero como de 400 metros deancho, por donde corría un arro-yuelo que descendía de un profun-do barranco del este.

Apoyó su derecha en este barran-co, que era invulnerable, donde es-tableció dos piezas de artillería quebatían diagonalmente la boca de laQuebrada de los Cuyanos, por don-de debía asomar el ala izquierdaargentina, y su izquierda en unmamelón escarpado que coronó deinfantería. Entre estos dos extre-mos formó sus batallones en co-lumnas cerradas, intercalando en-tre ellas sus tres piezas restantes.La caballería fue colocada a reta-guardia sobre el flanco izquierdo,y parte de ella en guerrillas paraproteger la retirada de la vanguar-dia.

En esta actitud esperó pasiva-mente pero con firmeza el ataque,no obstante el desaliento visible desu tropa de que él mismo partici-paba, aun antes de sospechar elmovimiento de la columna que de-bía tomarlo por el flanco izquierdoy la espalda, cerrándole la retira-da del valle. Eran como las 9 dela mañana cuando la vanguardiarealista, en fuga, pero no deshe-cha, alcanzó la planicie.

Al tiempo de coronar la cumbreel ala izquierda argentina, los tresescuadrones de granaderos manda-dos por el coronel Zapiola tomaronla vanguardia y picaron la retiradade los realistas, sosteniendo unfuerte tiroteo; pero lo escabrosodel terreno no permitía a la caba-llería maniobrar con ventaja, y suavance hubo de ser lento, de ma-nera que sólo pudo llegar a la bocade la quebrada a eso de las 10 dela mañana, cuando la división deO'Higgins se hallaba todavía a me-dia cuesta. La boca de esta quebra-da, que da acceso a la parte másestrecha del valle de Chacabuco, sedesenvuelve en un suave plano in-clinado al tocar el llano, y estáflanqueada por un elevado cerroal este y por un morro destacadoal oeste, que desde entonces se lla-mó de "Las Tórtolas Cuyanas". Silos enemigos hubiesen ocupado es-ta fuerte posición, habrían dificul-tado la marcha de O'Higgins; pe-ro el avance de los granaderos noles dio tiempo para ello, aunque lointentaron. En un principio desta-caron una guerrilla sobre el morrodel oeste o de Las Tórtolas, quepuede contornearse por barrancosque son como caminos cubiertos;pero fue contenida por una com-

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pañía dispersa en tiradores, mien-tras un escuadrón impedía el apro-che del cerro del este y los dos es-cuadrones restantes ocupaban elespacio intermedio (3). En esemomento las dos piezas situadas so-bre la derecha realista, rompieronun vivo fuego a bala, y el coronelZapiola, considerando inútil expo-ner su tropa a descubierto, tomóuna posición más segura a reta-guardia. Eran las 11 de la maña-na. En ese momento llega el alaizquierda con O'Higgins a su ca-beza, ocupa a paso de trote la bocade la quebrada y desplega en líneade masas sus batallones, dejandoen reserva los granaderos plegadosen columna. Este fue el preliminarde la batalla.

O'Higgins, al ver retirarse lavanguardia realista perseguida porlos granaderos, pidió autorizaciónpara esforzar la persecución a finde impedir se reorganizase al piede la cuesta, y el general se la dio,pero recomendóle que no empeña-se la acción, pues su papel era me-ramente concurrente y sólo debíacomprometerla cuando la columnade Soler hubiese ejecutado el mo-vimiento decisivo que le estabaasignado. O'Higgins era un héroeen el combate, pero carecía de las

(3) "Exposición de los Oficiales de Gra-naderos, etc., sobre las operaciones de suregimiento en la acción de Chacabuco."Hoja suelta imp. de 2 pp. La firman JoséMelián, Nicasio Ramallo y Gregorio V.Millán, por los capitanes; Carlos Bounes,por los tenientes, y por los alféreces Isi-doro Suárez. Apuntes sobre la batalla deChacabuco, del general don Rufino Gui-do. M. S. (Arch. San Martín, Vol. XII).

cualidades del general y de la san-gre fría de un jefe divisionario,estando además animado de pasio-nes tumultuosas que lo precipita-ban, como él mismo lo ha dichodisculpándose (4) ; así es que,arrastrado por el movimiento im-petuoso que imprimió a sus tropas,olvidó lo acordado en la junta deguerra y las prevenciones del ge-neral en jefe, y tomó imprudente-mente la ofensiva, no obstante lainferioridad numérica de su fuer-za.

Apenas la columna de infanteríaargentina hubo pisado el últimoplano de la Cuesta Vieja, desplegósu línea sobre la boca de la que-brada, según queda explicado. Enseguida se adelantó hasta el llanobuscando campo para desplegar, ytrabóse inmediatamente un com-bate de fuegos de posición a posi-ción dentro del tiro de fusil, quese prolongó por más de una hora.A las primeras descargas cayó

(4) En una carta de O'Higgins a donJuan Egaña, escrita trece años después (20de julio de 1830), dice: "Yo he sido acu-" sado de temerario por haberme arroja-" do a atacar con 700 bayonetas más de" tres tantos de este número en los altos" de Chacabuco, pero los que hacen esta" acusación son incapaces de juzgar mis" motivos y ssntimientos en aquella oca-" sión. Ellos ignoraban el juramento que" hice durante 36 horas de combate en" Rancagua; ellos no sabían los clamores" y ruegos que diariamente ofrecía a los" cielos desde aquel día aciago hasta el" 12 de febrero de 1817; ellos no eran" sensibles a los abrasadores sentimientos" que me consumían". Véase Vicuña Mac-kenna, "Ost. de O'Higgins", p. 258 (nota).

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muerto Elorreaga (5 ) , que man-daba el ala derecha del ejércitorealista y que constituía su nervio,experimentando por su pa r t e algu-nas pérdidas los argent inos. La ac-ción estaba parcialmente empeña-da, y el a taque concurrente se con-vertía en principal, pero sin pro-meter un resultado inmediato. Lasituación era crítica, pues si la r e -t i rada tenía sus peligros, el avanceera temerario, y cuando menosinútil aún t r iunfando, pues, segúnel plan combinado, los real is tas es-taban irremisiblemente perdidosdesde que habían aceptado la ba-talla dentro de un recinto sin re -t i rada . Si el general español hu-biese tenido iniciativa, habr ía po-

(5) Barros Arana en su "Hist. de laIndep.", dice que cayeron muertos almismo tiempo Elorreaga y Marqueli, quesostenía el ala izquierda. Vicuña Macken-na dice que la muerte del primero acae-ció en los últimos momentos de la ba-talla, confundiéndolo con Marqueli quemandaba el ala izquierda, como se verámás adelante.

(6) Según apuntes manuscritos deO'Higgins, que Vicuña Mackenna extrac-ta en su "Ostracismo", página 261, des-pués de la batalla "llamó su atención unbizarro jinete con el caballo cubierto deespuma, haciéndole señas con la espadapara que se detuviera. Era el brigadierSoler que venía en su demanda, y sinsaludarle, púsose a apostrofarle de teme-rario e insubordinado y de haber com-prometido del modo más culpable el éxi-to de la batalla". O'Higgins, dice él mis-mo en sus apuntes, le contestó con frial-dad, "que no era el momento de entraren polémicas". A consecuencia de esto,hubo de concertarse un duelo entre am-bos, pero San Martín lo cortó, enviandoun mes después a Soler a Buenos Airescon un pretexto honroso.

dido llevar en aquel momento unataque ventajoso; pero se limitó aamagar débilmente los flancos desu contrario con guerrillas que fue-ron rechazadas, sosteniendo pasi-vamente el fuego de fusil y de ca-ñón. Por su par te , O'Higgins, consus instintos heroicos y deseoso talvez de decidir por si solo la victo-r ia sin el concurso de Soler, conquien estaba enemistado (6) , or-denó el avance, repitiendo las his-tóricas proclamas del Roble y deRancagua : "¡Soldados! ¡Vivir conhonor o mor i r con gloria! ¡El va-liente s iga! ¡ Columnas a la car-ga !". Los tambores dieron la señalcon el toque estremecedor de cala-cuerda, y lanzóse a paso aceleradoen columnas de ataque con 900bayonetas (7 ) , de los batallones

(7) O'Higgins, en la carta citada en no-ta anterior, dice: "700 bayonetas", a lavez que exagera la fuerza enemiga "entres tanto de este número", cuando ape-nas era el doble. Según Espejo, "Paso delos Andes", pág. 579, la columna al mandode O'Higgins ascendía a 1.500 hombres.Los tres escuadrones de granaderos quelo acompañaban no pasaban de 500, puesla fuerza total del regimiento era de po-co más de 700, y dos de sus escuadronesestaban en el ala derecha, de manera quela infantería constaba de 1.000 bayonetaspor lo menos. Esto se comprueba con elestado de fuerza del ejército de los An-des antes de pasar la cordillera (4 deenero de 1817), según original que existeen el Archivo General, según el cual losbatallones N°s 7 y 8 constaban cada unode ellos de 769 plazas, que suman 1.466de tropa. Rebajando 250 de las dos com-pañías que iban con la columna de Solery las bajas durante la campaña, siempreresultarán más de mil infantes, que porun cálculo bajo hemos estimado en 900en el texto. (Arch. San Martín, Vol. II).M. S.

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7° y 8°, mandados por Conde yCramer, contra 1.500 infantes bienposesionados y sostenidos por ar-tillería, ordenando a Zapiola quecon los granaderos procurase pe-netrar por su derecha sobre la po-sición enemiga.

Los batallones argentinos mar-charon valerosamente a la cargasin disparar un tiro, inflamadospor las palabras y el ejemplo delgeneral; pero antes de llegar a lafalda de los cerros que ocupabanlos enemigos, encontráronse con elobstáculo del arroyo que baja delbarranco en que éstos apoyaban suderecha, a la vez que las piezas si-tuadas en este punto los tomabanpor el flanco y la fusilería los que-maba dentro de la zona peligrosa

del punto en blanco por el frente.A pesar de esto, hicieron tenacesesfuerzos para arrebatar la posi-sión; pero no pudiendo salvar elperfil de la barranca en que esta-ban acordonados los realistas, hu-bieron de retroceder en desorden asu primera posición de la boca dela quebrada en que se rehicieronfuera del alcance de los fuegos (8).Por su parte, los granaderos ha-bían intentado en vano penetrarpor entre el flanco izquierdo delcentro enemigo y el mamelón enque apoyaba este costado, que eraun verdadero castillo, y volvieronen orden a situarse tras el morrode las "Tórtolas Cuyanas".

San Martín, contando llevar lavictoria en el bolsillo y a la espera

(8) El parte oficial de San Martín nohace mención de este rechazo, que cubrecon la carga final de la victoria. Los his-toriadores chilenos, a excepción del P.Guzmán, Gay y Sanfuentes, la mencio-nan expresamente. Amunátegui, en la"Reconq. Esp.", pág. 180, dice: "La infan-" tería de los republicanos dio repetidas" cargas a la bayoneta con O'Higgins a" su cabeza; pero no pudo, a pesar de su" ímpetu, desbaratar las líneas enemigas".Barros Arana, en su "Hist. de la Indep.de Chile", tomo III, pág. 419, dice: "Reu-" nió O'Higgins los batallones 7 y 8, los" formó en columnas cerradas, y a su ca-" beza cargó a la bayoneta; pero todos los" esfuerzo no bastaron para romper la" línea enemiga". Según Vicuña Mac-kenna, en su "Ostrac. de O'Higgins", es-crita con los documentos del mismoO'Higgins, "éste, de su cuenta y riesgo," con un denuedo igual a su responsabi-" lidad y faltando abiertamente al plan" acordado de la batalla, colocóse al fren-" te de sus cuerpos de infantería, que

" apenas contaban 700 plazas, se adelantó" con sus columnas por el camino real" hasta pasar una acequia, o más bien'" grieta, del terreno, en cuya operación" los cañones enemigos, jugando ya sobre" sus columnas, las pusieron durante un" momento en un crítico desorden". ElGeneral Espejo, historiador y testigo per-sonal, dice en "Paso de los Andes", pág.583. "O'Higgins, dominado por un entu-" siasta ardimiento, con los batallones de" su división en columna cerrada, em-" prendió una carga a la bayoneta sobre" la línea enemiga, esfuerzo que por des-" gracia no logró el feliz resultado que" se propuso. El General Maroto había" formado sus tropas, colocando su infan-" tería al perfil del barranco de un arro-" yito que descendía de la alta sierra." Contra este obstáculo no previsto por" O'Higgins, se estrelló el esfuerzo de los" N°s. 7 y 8, que tuvieron que retroceder" en confusión a rehacerse lejos del al-" cance de las piezas del enemigo".

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del desenvolvimiento de su plan,que no sólo se la aseguraba, sinoque le prometía la rendición delenemigo, llegó a temer por la suer-te de la división de O'Higgins alverla imprudentemente comprome-tida contra sus órdenes, y exten-diendo el brazo hacia la Cuestanueva, en la actitud en que lo re-presenta su estatua ecuestre, gritóa su ayudante de campo AlvarezCondarco: "Corra, usted, y diga algeneral Soler que cargue lo máspronto posible sobre el flanco delenemigo".

En seguida lanzó su caballocuesta abajo con toda la celeridadque permitía lo escabroso del terre-no, y llegó a la boca de la quebra-da en circunstancias en que O'Hig-gins se había adelantado otra vezsobre el llano con el propósito derenovar el combate, y ya no podíaretroceder. Era la una y media deldía. A esa hora notóse que la líneaenemiga vacilaba, y que algo ex-traordinario pasaba en sus filas.Era que la vanguardia del ala de-recha argentina, cuyo movimientono había alcanzado Maroto, desem-bocaba al valle de Chacabuco yavanzaba a paso de trote y al ga-lope sobre la izquierda de la posi-ción. El momento decisivo habíallegado.

V

Lanzadas de nuevo las columnasde O'Higgins al ataque, San Mar-tín ordenó a los tres escuadronesde granaderos mandados por loscomandantes Melián, Manuel Me-dina y mayor Nicasio Ramallo, conZapiola a su cabeza, dieran unacarga a fondo hasta chocar con la

caballería realista, situada a la iz-quierda de la retaguardia enemiga.El escuadrón de Medina, pasandoatrevidamente por un claro de lalínea de infantería en marcha, ca-yó sobre la izquierda del centroenemigo, acuchillando a sus arti-lleros sobre sus cañones, mientrasZapiola con los otros dos penetrabapor su costado derecho, al mismotiempo que los batallones 7° y 8°encabezados por O'Higgins toma-ban a la bayoneta la posición. Losfuegos del mamelón se habían apa-gado, y la infantería realista for-maba cuadro en el centro de sucampo. Simultáneamente el coro-nel Alvarado, que con el batallónN° 1 llevaba la vanguardia del aladerecha argentina, desprendía doscompañías al mando del capitánLucio Salvadores, y teniente Zorri-lla que se apoderaban del mame-lón, matando a Marqueli que lo sos-tenía (9). Necochea, con el escua-drón Escolta, sostenido por el 4°de Granaderos de Escalada, pe-netraba por la retaguardia y arro-llaba a la caballería realista por laizquierda, a la vez que Zapiola eje-cutaba idéntica maniobra por elotro extremo.

(9) El general Alvarado, que mandabaen ese día el batallón N° 1, vanguardiade Soler, de que formaban parte lascompañías de Salvadores, dice en su "Me-moria Histórica Biográfica": "Corrientessiguiendo el descenso de la sierra, a cuyoextremo se levantaba un pico que, ocu-pado por los españoles, flanqueaba la de-recha de nuestra línea. Sobre esa fuerzacargó el batallón Cazadores, y la deshizoen pocos instantes, muriendo el coronelMarqueli que la mandaba". M. S. (Ach.San Martín, vol. LXXII).

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Todas las fuerzas vencedorasconvergieron sobre el cuadro, queen menos de un cuarto de hora fuehecho pedazos, retirándose sus úl-timos restos dispersos a la hacien-da de Chacabuco por entre los ce-rros de su espalda. Allí encontra-ron cortada su retirada por la di-visión de Soler, que ya ocupaba elvalle, y pretendieron hacer resis-tencia parapetados tras las tapiasde la viña y del olivar contiguo, pe-ro fueron rendidos a discreción.Los que buscaron su salvación hu-yendo por el estero y en la prolon-gación del valle hacia el sud, fue-ron exterminados en la persecu-ción, quedando el camino sembradode muertos desde Chacabuco has-ta cerca del portezuelo de Colina.Los sables afilados de los granade-ros hicieron estragos: en el campode batalla encontróse un cráneo di-vidido en dos partes y el cañón deun fusil tronchado como una varade sauce (10).

Los trofeos de esta jornada fue-ron : 500 muertos, 600 prisioneros,su mayor parte de infantería; laartillería, un estandarte y dos ban-deras; el armamento y parque delos vencidos y la restauración dela revolución chilena. Las pérdidasde los argentinos fueron: 12 muer-tos y 120 heridos, lo que demues-tra, numéricamente, que si el plande San Martín se hubiese ejecuta-do punto por punto, como pudo ydebió hacerse, la batalla habríaterminado por una rendición del

(10) En la sacristía de la capilla de lahacienda de Chacabuco se conserva unacalavera recogida del campo de batalla conel cráneo hendido por el sable de losgranaderos.

enemigo, sin la inútil aunque esca-sa efusión de sangre que causó latemeridad de O'Higgins, quien, sinembargo, fue el héroe del día, co-mo combatiente (11). El general

(11) Las pérdidas de los argentinos sedescomponen del modo siguiente: 2 ofi-ciales y 10 individuos de tropa muertos,y 120 heridos, de los cuales 12 son oficia-les. Los dos únicos oficiales muertos fue-ron los capitanes de Granaderos ManuelHidalgo y Juan de Dios González (quemurió a consecuencia de las heridas), cu-yos nombres fueron dados a los dos cas-tillos del Cerro de Santa Lucía, en San-tiago, mandados levantar por Marcó delPont para dominar la capital de Chile.Según el general Espejo, en "El Paso delos Andes", pág. 534, refiriéndose a do-cumentos oficiales y datos de testigospresenciales, las pérdidas de los argenti-nos ascendieron a 2 oficiales y 130 indi-viduos de tropa muertos y 174 heridos, delos cuales 12 son oficiales. Nosotros nosguiamos por el estado firmado por Za-piola y visado por San Martín, de 22 defebrero de 1817, cuyo encabezamiento escomo sigue: "Exto. de los Andes. Estadode los muertos y heridos en la acción deChacabuco el 12 de febrero de 1817", cu-yo original existe en el Archivo General,Leg." Secretaría de Guerra, Exto. de losAndes. Guerra". Nos inclinamos a creerque el general Espejo tomó el total demuertos y heridos de tropa (que son 130)por el de muertos, dando sólo cuatro ofi-ciales heridos, cuando fueron doce. De to-dos modos, la proporción de las respec-tivas pérdidas demuestra numéricamentelo establecido en el texto. (Arch. SanSan Martín, vol. XII, M. S.) Para mayorcomprobación de este punto, citaremos lalista nominal de muertos durante toda lacampaña de Chacabuco, firmada por Za-piola el 24 de abril de 1817, conforme ori-ginal que existe en el Archivo General,

MEMORIAL DEL EJERCITO 49

vencedor al dar cuenta de esta vic-toria compendiaba su memorableempresa en estos concisos térmi-nos: "Al Ejército de los Andes" queda la gloria de decir: EN" 24 DIAS HEMOS HECHO LA" CAMPAÑA, PASAMOS LAS"CORDILLERAS MAS ELEVA-" DAS DEL GLOBO, CONCLUI-" MOS CON LOS TIRANOS Y DI-"MOS LA LIBERTAD A CHI-"LE" . (12).

El mérito militar de la batallade Chacabuco consiste precisamen-te en lo contrario de lo que cons-tituye la gloria de las batallas. Re-sultado lógico de las hábiles com-binaciones estratégicas de la inva-sión, estaba ganada por el general

antes que los soldados la dieran,respondiendo a un plan metódicoen que hasta los días estaban con-tados y los resultados previstos,Fue una sorpresa a la luz del díaen que nada se libró al acaso. Elhecho de batir a una fuerza menorcon otra mayor —que es el primerresultado que se busca en la gue-rra para triunlar con seguridad—fue la consecuencia necesaria delos ardides y movimientos calcula-dos que la precedieron, dando aciencia cierta al enemigo un golpede muerte y apoderándose en unsolo día del territorio invadido, yesto con la mayor economía detiempo, de medios, de sangre y deesfuerzos. Con más precision tácti-

y da: 2 capitanes, 2 sargentos, 1 cabo y10 soldados; total, 15 muertos, todos ellospertenecientes al batallón N° 8 y a Gra-naderos a Caballo. Los oficiales argenti-nos. Los heridos fueron: capitán FélixOlazábal y teniente Pedro José Rico, del8°; subteniente José María Prieto, del 11°;capitán Luis Pereyra, tenientes PedroNoalles, Eugenio Necochea y Manuel Ola-zábal y alféreces Félix Bogado y JoséMaría Villanueva, de Granaderos a Ca-ballo. (Arch. San Martín, vol. XII. M. S.)y Doc. del Archivo General en Leg. "Es-tado Mar. de los Andes, 1817". M. S. Co-mo se ve, es la gran victoria menos cos-tosa que se haya dado en el mundo, a lavez que la más desastrosa para los ven-cidos, quienes dejaron en el campo la mi-tad de su fuerza total.

(12) Para narrar la batalla de Chaca-buco, hemos tenido presente los docu-mentos y testimonios siguientes: 1° Partedetallado de la batalla por San Martín,de 22 de febrero de 1817, inserto en"Gaz Est.", de 11 de marzo del mismoaño; 2° Legajo del archivo general "Se-

cretaría de guerra'', etc., cit. en la notaanterior. M. S. S.; 3" Apuntes del gene-ral don Rufino Guido, sobre Chacabuco.M. S.; 4" Memoria del coronel don JoséMeiián; 5° "Memorial histórica biográfi-ca" del general Rudecindo Alvarado, M.S.; 6" "iüxposición de los oficiales deGranaderos", cit.; 7° Remitido sobre Cha-cabuco, publicado en el N° 83, de 17 deabril de 1817, en "El Censor", de BuenosAires; 8° "Contestación del general So-ler a la carta inserta en el N" 83 de "ElCensor" (pliego suelto). Informes verba-les de los actores en la batalla, a saber:generales Las Heras, Soler, Enrique Mar-tínez, Félix Olazábal, Zapíola, Mansilla,Manuel Escalada, Espejo y O'Brien; co-roneles Manuel Olazábal, Melián P. R.de la Plaza, Pedro José Díaz y PedroJosé Rico, e ingenieros del Ejército de losAndes Arcos y Alvarez Condarco. Hemostenido presente los historiadores chilenosy argentinos Guznián, Gay, Sanfuentes,Amunátegui, Barros Arana y Espejo, con-formándonos con la versión de estos úl-timos en los puntos que estaban de acuer-do con nuestros documentos.

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ca que la batalla de Hohenlinden—que en algo se le parece—, tie-ne la originalidad de un plan quese adapta a un terreno en que lasoperaciones se encierran dentro delíneas matemáticas, a la manera deun problema geométrico con sumétodo riguroso de solución. Ha-bría dado por resultado —como seha visto— una rendición completa,tal vez con una sola carga, si elplan hubiese sido ejecutado pun-tualmente, bastando asimismo queél se desenvolviese en parte en lascondiciones más desventajosas pa-ra asegurar una victoria decisiva.Por lo tanto, puede presentarse co-mo un modelo clásico del arte mi-litar, en que la habilidad debilitaal enemigo y lo desmoraliza, laprevisión asegura el éxito final yla inteligencia es la que combateen primera línea, interviniendo lafuerza como factor accesorio.

Como acontecimiento político yen relación con los destinos ameri-canos, su importancia es mayoraún, como lo han reconocido losprimeros historiadores y hasta losmismos adversarios vencidos. Elladio la primera señal de la guerraofensiva de la independencia sud-americana, y conquistó para siem-pre su sólida base de operacionesen el mar y las costas del Pacífico.Dio, sobre todo, el ejemplo del plande campaña continental a la revo-lución del nuevo mundo emancipa-do, aislando al poder español ensus colonias dentro del estrecho re-cinto del Perú, donde debía ser ven-cido en palenque cerrado por efec-to de su impulsión inicial. Salvó ala revolución argentina de su ruinay contuvo la invasión que la ame-nazaba por el Alto Perú, supri-miendo un enemigo peligroso que

la amenazaba por el flanco, y dió-le expansión, sin lo cual habría si-do tal vez sofocada en su cuna.Fue la primera batalla americanacon largas proyecciones históricas.El Virrey del Perú, Pezuela, con-fiesa que marcó el momento en quela causa de España empezó a re-trogradar en América y su podera ser conmovido en sus fundamen-tos. "La desgracia que padecieron" nuestras armas en Chacabuco," poniendo el reino de Chile a dis-" creción de los invasores de Bue-" nos Aires, trastornó enteramente" el estado de las cosas, fue el prin-" cipio de restablecimiento para los" disidentes, y la causa nacional re-" trogradó a grande distancia, pro-" porcionando a los disidentes puer-" tos cómodos donde aprestar fuer-" zas marítimas para dominar el" Pacífico. Cambióse el teatro de la" guerra: los enemigos trasladaron" los elementos de su poder a Chi-" le, donde con más facilidad y a" menos costa podrán combatir al" nuestro en sus fundamentos".(13).

Un historiador español, generalque a la sazón militaba bajo lasbanderas del rey, sintetiza sus re-sultados generales con tanta tris-teza como concisión: "La fácil pér-dida del reino de Chile fue unsuceso de inmensa trascendenciapara las armas españolas". (14).

(13) "Manifiesto en que el Virrey delPerú don Joaquín de la Pezuela refiereel hecho y circunstancias de su separa-ción del mando, etc.", págs. 22 y 93.

(14) Camba: "Memorias para la histo-ria de las armas españolas en el Perú",tomo I, pág. 267.

MEMORIAL DEL EJERCITO 5 1

VI

En medio del pánico que produ-jo entre los realistas el desastre deChacabuco, sólo tres almas intré-pidas no desesperaron de la suer-te de la causa del Rey. Fueron lasdel argentino Barañao, e1 coronelespañol José Ordóñez y el achile-nado Sánchez, valeroso defensorde Chillán después de San Carlos.Barañao había acudido a marchasforzadas con su regimiento de hú-sares desde San Fernando, dondese hallaba destacado, a fin de in-corporarse al ejército realista si-tuado en Chacabuco. Su presenciahubiera hecho, sin duda, la victo-ria más costosa, pues era, comoqueda dicho, su primera espada decaballería y su cuerpo uno de losmás decididos; pero al llegar alportezuelo de Colina, tuvo la noti-cia de la derrota. Propuso a Mar-có reunir todos sus escuadronesdisponibles, que podrían alcanzara 800 hombres, y tomando otrostantos infantes a la grupa, mar-char sobre el campo de batalla ycaer en la noche de sorpresa sobrelos vencedores desprevenidos (.15).

Marcó contaba en Santiago, ade-más de los húsares, con el gruesode los dragones de Morgado, losbatallones de Chiloé y Chillán, y

250 artilleros con 16 piezas, peroincapaz de hacer ni dejar hacer;después de pusilánimes trepida-ciones, sólo pensó al fin en la fu-ga, evacuando en desorden la capi-tal, que dejó entregada al saqueodel populacho. En cuanto a Ordó-ñez y Sánchez, pronto los veremosreaccionar en el sud de Chile, man-teniendo la campaña con tesón yfortuna varia.

San Martín, que por prudenciao cansancio de su tropa se habíareconcentrado sobre la hacienda deChacabuco en la noche del 12, to-mando precauciones contra unasorpresa, al tener noticia de estossucesos en la madrugada del 13,dispuso que el ejército continuarasu marcha, haciendo adelantar aNecochea con su escuadrón paragarantir el orden en la capital.

El 14 hizo su entrada triunfalel ejército vencedor en la ciudadredimida, sustrayéndose modesta-mente el general libertador a lasovaciones populares. Como lo hadicho un historiador chileno coneste motivo: "Ocupado en realizar" sus vastos planes, miraba en me-" nos esas fútiles manifestaciones" que a nada conducen, y aún en" esos mismos momentos, pensaba" sólo en los recursos que debía" proporcionarle la victoria para

(15) Hemos oído discutir personalmen-te este punto hipotético al mismo Ba-rañao con el general Las Heras, que, com-patriotas y adversarios en su juventuddurante la guerra de la Independencia,fueron íntimos amigos en su ancianidad.Barañao sostenía, treinta años después(en 1849) que habría obtenido un com-pleto éxito en su empresa, y Las Herasadmitía la posibilidad remota, pues en

la embriaguez de la victoria, lo que me-nos se esperaban era un ataque, auncuando no estuvieran del todo despre-venidos contra tal eventualidad. Era unaaventura desesperada, que no pasó deuna ocurrencia personal, y que para eje-cutarla requería cabeza y corazón en losdirectores y nervio en los soldados, quees lo que precisamente faltaba.

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" llevar adelante la grandiosa obra" a que estaba empeñado". El díaantes, 13 do febrero de 1817, Ya-peyú, la aldea en que naciera SanMartín, era reducida a cenizas poruna invasión esclavizadora. (16).

Al apearse del caballo cubiertoaún con el polvo del combate, suprimer pensamiento fue por lospueblos cuyanos que le habían pro-porcionado los medios de realizarsu empresa, y escribió al cabildode Mendoza: "Glóríese la admira-" ble Cuyo de ver conseguido el" objeto de sus sacrificios. Todo" Chile es ya nuestro".

A los cabildos de San Juan ySan Luis, les decía: "Las armas" victoriosas del Ejército de la Pa-" tria ocupan ya el reino de Chile," rompiendo la fatal barrera que" antes los separaba de sus herma-" nos y vecinos, los habitantes de" Cuyo. Me apresuro a felicitar a" V. S. y a ese benemérito pueblo," manifestándole la expresión más" tierna de mi gratitud a su pa-" triotismo y constantes esfuerzos," que sin duda fue el móvil más" poderoso que contribuyó a la for-" mación del Ejército de los An-" des". (17). Al día siguiente ex-pidió un bando, convocando a unaasamblea de notables, a fin de quedesignasen tres electores por cada

(16) Barros Arana, "Hist. de la Indep.de Chile", tomo III, pág. 429.

(17) Of. de San Martín, de 14 de fe-brero en Santiago de Chile, cuyo origi-nal se conserva en el archivo de Mendo-za. El borrador de este oficio existe ensu archivo, vol. XII, M. S. Dos Ofs. deSan Martín de la misma fecha (14 defebrero). (Arch. San Martín, vol. XII,M. S.).

una de las provincias de Santiago,Concepción y Coquimbo para queéstos nombraran al Jefe Supremodel Estado.

Reunida la asamblea en númerode 100, bajo la presidencia del Go-bernador don Francisco Ruiz-Ta-gle, elegido interinamente por elpueblo al tiempo de la fuga deMarcó, los concurrentes protesta-ron contra el proceder indicado porSan Martín y declararon por acla-mación que "la voluntad unánimeera nombrar a don José de SanMartín gobernador de Chile conomnímoda facultad", y así lo hi-cieron constar en el acta que se le-vantó, y todos firmaron ante el es-cribano público. (18). El general,como el nombre antiguo de Plutar-co, rehusó el premio y sólo aceptóuna hoja de laurel sagrado para supatria.

Fiel a sus instrucciones y a suplan político, negóse a aceptar elmando que se le ofrecía, y convocópor intermedio del cabildo unanueva asamblea popular a que con-currieron 210 vecinos notables. ElAuditor del Ejército de los Andes,Dr. Bernardo Vera, reiteró públi-camente la renuncia de San Mar-tín, y fue aclamado en el acto elgeneral O'Higgins Director Supre-mo del Estado de Chile, declarandoVera que la elección era del agradodel general.

El nuevo Director nombró porMinistro del Interior a don MiguelZañartu, carácter entero y decidi-

(18) Acta del Cabildo Abierto en San-tiago de Chile el 18 de febrero de 1817,h. imp. en fol. Este documento falta enlas colecciones de leyes y decretos deChile.

MEMORIAL DEL EJERCITO 5 3

Muebles de la casa del Gobernador.

do partidario de la alianza chileno-argentina, y en el Departamentode Guerra y Marina al tenientecoronel don José Ignacio Zenteno,secretario de San Martín. Su pri-mer acto de gobierno fue dirigirseal pueblo, declarando solemnemen-te : "Nuestros amigos, los hijos de" las provincias del Río de la Pla-" ta, de esa nación que ha procla-" mado su independencia como el" fruto precioso de su constancia y" patriotismo, acaban de recupe-" rarnos la libertad usurpada por" los tiranos. La condición de Chi-" le ha cambiado de semblante por" la grande obra de un momento," en que se disputan la preferen-" cia, el desinterés, mérito de los" libertadores y la admiración del" triunfo. ¿ Cuál deberá ser nues-" tra gratitud a este sacrificio im-

" ponderable y preparado por los" últimos esfuerzos de los pueblos"hermanos? Vosotros quisisteis" manifestarla depositando vuestra" dirección en el héroe. Si las cir-" cunstancias que le impedían acep-" tar hubieran podido conciliarse" con vuestros deseos, yo me atre-" vería a jurar la libertad perma-n e n t e de Chile". (19).

Al dirigirse a las naciones ex-tranjeras, anunciando su elevaciónal mando bajo los auspicios de lareconquista, les decía: "Ha sido" restaurado el hermoso reino de" Chile por las armas de las Pro-" vincias Unidas del Río de la

(19) Proclama del Director O'Higgins,de 17 de febrero de 1817. (Gac. de B. A.,de 8 de marzo del mismo).

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camente en una tragedia. Al eva-cuar la capital, sus tropas se ledispersaron, y una parte de ellasse embarcó despavorida en el puer-to de Valparaíso con el generalMaroto a su cabeza, dejando másde la mitad en tierra. Marcó, tanafeminado en la derrota como so-berbio en el poder, no tuvo alientosni aún para huir, y separándosefurtivamente con su comitiva desus compañeros de desgracia, poresquivar la fatiga de una marcha

Como atributo cómico de su co-rona de triunfador, fuele presenta-do a San Martín, entre los trofeos,al Thersites de la campaña, el Pre-sidente y Capitán General de Chi-le por el Rey, don Francisco Casi-miro Marcó del Pont, a quien ve-remos más adelante figurar cómi-

(20) "Vindicación histórica". Papeles delB. Gral. Guido, pág. 28.

rápida, no alcanzó a embarcarse atiempo y fue hecho prisionero.

Llevado a presencia del vence-dor (22 de febrero), éste lo reci-bió de pie, y extendiéndole la ma-no derecha, le dijo con semblan-te risueño: "¡ Oh, señor general!¡Venga esa blanca mano!". Enseguida lo introdujo a su gabinetede trabajo y conferenció a solascon él por cerca de dos horas, des-

Calesa del Gobernador del Reyno de Chile.

" Plata bajo las órdenes del gene-" ral San Martín. Elevado por la" voluntad del pueblo a la suprema" dirección del Estado, anuncia al" mundo un nuevo asilo en estos" países a la industria, a la amis-" tad y a los ciudadanos todos del" globo. La sabiduría y recursos de" la nación Argentina limítrofe," decidida por nuestra emancipa-" ción, da lugar a un porvenir prós-" pero y feliz con estas regiones".(20).

MEMORIAL DEL EJERCITO 55

pidiéndolo cortésmente. Esta fuetoda su venganza contra el que lehabía quemado por mano de ver-dugo sus comunicaciones, ahorcadoa sus agentes y puesto a talla sucabeza (21).

(21) En la "Lira Argentina", pág. 241,en nota a una de sus composiciones po-éticas, se lee: "En un oficio dirigido porMarcó a San Martín, le decía: "Yo firmocon mano blanca, y no como la de V. S.,que es negra". No existen tales palabrasen ningún oficio de Marcó al general delos Andes, si bien parece que las pro-nunció al firmar el que le dirigió conmotivo de la notificación de la declara-toria de la independencia argentina, se-gún nos informó el ingeniero AlvarezCondarco, que fue el conductor, comose ha relatado antes. Los señores Amu-nátegui, en su "Reconq. Esp.", pág. 189,describen una escena grotesca e indignadel carácter formal y discreto de SanMartín. Según ellos, el general recibió alprisionero sentado y le hizo una acogida

glacial, midiéndolo de pies a cabeza, y enseguida, cuando éste pretendió rendirlesu espadín, le contestó con desdén que loconservase, pues no lo necesitaba paranada, alargándole al mismo tiempo elbando que ponía a precio su cabeza, yque continuó largo rato en divertirse consu turbación, haciéndole cargos y recon-venciones.

El general Espejo, que fue testigo pre-sencial de la entrevista, y cuya palabramerece fe como tal y por su seriedad,relata la escena en los términos del tex-to, refutando la versión de los señoresAmunátegui con su testimonio autorizadocon argumentos sin réplica. El DirectorPueyrrredón, al felicitar a San Martín porla victoria de Chacabuco, le escribía con-fidencialmente el 25 de febrero de 1817:"Celebro que con tantas mañas por suparte se haya ensartado el señor Marcó.Si por accidente cae en nuestro poder,trátelo V. como un caballero, y mánde-melo aquí sin demora, para enseñarle yotambién, que lo somos más que él".(Arch. San Martín, vol. XI). M. S.

Muebles de la casa del Gobernador.

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Tan sólo se permitió una ven-ganza humorística. Un fanáticofraile agustino, haciendo un juegodo palabras, había predicado con-tra él durante el período de Marcó.

"¡San Martín! ¡Su nombre esuna blasfemia! —había exclamadodesde el púlpito sagrado—. No lellaméis San Martín, sino Martín,como a Martín Lutero, el peor ymás detestable de los herejes".

Llamado a su presencia y conademán terrible, fulminándolo consu mirada, lo apostrofó: "¡Cómo!¡Usted me ha comparado a Lutero,quitándome el San! ¿Cómo se lla-ma usted?". "Zapata, señor gene-ral", respondió el fraile humilde-mente. "Pues, desde hoy le quito elZa en castigo, y lo fusilo si alguienle da su antiguo apellido".

Al salir a la calle, un correligio-nario le llamó por su nombre. Elfraila aterrado le tapó la boca yprorrumpió en voz baja: "¡No!

¡No soy el Padre Zapata, sino elPadre Pata! ¡Me va en ello la vi-da!".

Alojado en el palacio de los obis-pos, con escasos muebles y conpuertas que no tenían ni cerradu-ras, como que había poco que guar-dar, vivió modestamente, sin per-mitirse más lujo que una mesa deestado, y en la cual se presentabaúnicamente a los postres. Según sucostumbre, comía en la cocina. Co-mo a la sazón no tenía ropa, man-dó componer el capotón de campa-ña con que había pasado la cordi-llera, forrar de nuevo con hule sumaltratado falucho y dar vuelta alpaño de su casaca. (22). Un espa-ñol realista que por acaso vio lacasaca en casa del sastre, querien-do congraciarse, llevó una pieza derico paño de San Fernando paraque le hiciese una nueva. Sabedorde la ocurrencia, San Martín man-dó confeccionar con el paño ochofracs, imponiendo al oficioso espa-ñol, que durante una semana se pu-siese uno cada día, con la obliga-ción de pasar por su palacio y ha-cer una cortesía al enfrentar suventana. ¡ Humoradas de vencedor!

Sólo un escarmiento se hizo. Elferoz San Bruno, manchado con losasesinatos alevosos de los prisio-neros en la cárcel de Santiago y quehabía oprimido bárbaramente a lapoblación, fue tomado prisionero enChacabuco, sometido a juicio, con-denado a muerte y ejecutado en laplaza pública. Fue justicia.

(22) Véase "Cuentas del Gran Capi-tán", por B. Mitre, pág. 5 y sig.

Bargueño del Palacio de Gobierno.

L O S G U E R R I L L E R O S D E 1 8 1 5 - 1 6

D URANTE los primeros mesesque siguieron al desastre deRancagua, pareció reinar

en Chile la más absoluta tranqui-lidad. La mayoría de los patriotasque habían quedado aquí, creyó sinduda perdida para siempre la cau-sa de la revolución, y sufría re-signada un despotismo que no po-día resistir, que les aseguraba lapaz y que según todas las prome-sas y todas las apariencias, debíasuavizarse en poco tiempo más.Esa resignación no duró mucho,sin embargo. La obstinación en las

persecuciones, interrumpida decuando en cuando bajo el gobiernode Osorio por algunos actos de cle-mencia que eran para el públicola obra del favor y del empeñode algunos individuos acaudaladoso influyentes cerca del gobierno,la arrogancia altanera que tomóel partido español para desarcirsede sus anteriores humillaciones, ylos desmanes y violencias de losagentes subalternos del poder pú-blico, produjeron luego una gran-de exasperación que se manifesta-ba en las conversaciones íntimas,y que avivando el recuerdo de losdías pasados bajo otro régimen,hicieron más y más odiosa aquellasituación y renacer la esperanzade verla terminar.

En esas circunstancias comen-zaron a llegar en la primavera de1815 y uno a uno los primerosagentes enviados de Mendoza. Al-gunos se mantenían ocultos, o sólose dejaban ver misteriosamente.Otros se presentaban a las auto-ridades como patriotas arrepenti-dos de sus pasados extravíos, quevolvían al seno de la patria por-que no podían soportar la miseriay los malos tratamientos a quehabían estado sometidos durantela emigración; y fingiendo apos-tatar de sus ideas revolucionarias,conseguían que se les dejase viviren libertad. Según el plan conve-nido, ellos se comunicaban entresí con nombres supuestos; y conellos corría también su correspon-dencia con San Martín y con laspersonas de la confianza de éste,de manera que aún en el caso deinterceptación de cartas, el ene-migo habría tenido dificultad paradescubrir a sus autores. Todos

58 MEMORIAL DEL EJERCITO

ellos referían cautelosamente a susamigos y parciales que en Mendo-za se estaba organizando un ejér-cito para invadir a Chile, fomen-taban el descontento y alentabana los más animosos para que acu-diesen a levantar partidas paraorganizar la resistencia contra elgobierno. A pesar del régimen deterror que habían implantado lasautoridades, y de que la emigra-ción, las prisiones y destierros ha-bían enrarecido las filas de loshombres que podían concurrir aesa obra, aquellos agentes halla-ron útiles cooperadores. En lasciudades, algunas personas de bue-na posición les proporcionabancaballos de remuda o servido-res fieles para el desempeño deriesgosas comisiones. En una épo-ca en que estaba mandado que na-die pudiese ausentarse seis leguasde las ciudades sin un pasaportedado en la secretaría de gobierno,esos atrevidos agitadores viaja-ban por todas partes, burlandodiestramente todas las medidas devigilancia. En el seno de las fami-lias, así en los pueblos como en loscampos, encontraron también asi-los seguros contra los que intenta-ban perseguirlos, y lo que es másraro, una reserva impenetrable pa-ra que no se descubriesen esas dili-gencias. Durante muchos meses, yaún después de haber fundado elfamoso tribunal de seguridad pú-blica, el gobierno no tuvo acercade ellas más que noticias vagas,insuficientes para proceder con-tra personas determinadas.

Aquellos agentes eran hombresde diversas condiciones sociales,antiguos militares, unos, simplescampesinos otros, pero todos jó-venes resueltos, vigorosos y atre-

vidos, que sabían perfectamente alo que se exponían, y que jugabansus vidas en la empresa en que sehabían comprometido. La historiay la tradición han recordado losnombres de algunos de aquellosaudaces agitadores, que sin em-bargo se empeñaban en quedardesconocidos, y que al efecto seencubrían con nombres supuestos,y han dado sobre todo gran cele-bridad a uno de ellos, no sólo porla importancia real de sus servi-cios sino por la suerte desastrosaque le cupo más tarde. Era éstedon Manuel Javier Rodríguez Or-doíza, joven abogado de Santiago,hijo de un empleado español, ydistinguido por su carácter impe-tuoso y turbulento en los primerosaños de la revolución en que ha-bía servido el cargo de secretariode don José Miguel Carrera, y enque se había señalado en los tu-multos populares en que se pedíacambio de gobierno (1). Los con-temporáneos contaban poco mástarde las trazas infinitas que Ro-dríguez se daba para burlar la vi-gilancia del enemigo, y para evi-tar el ser sorprendido por sus ene-migos, y los rasgos más audacespara suscitar entre éstos la per-turbación y la desconfianza. To-mando nombres fingidos, vistién-do en ocasiones el hábito de un

(1) En los dos volúmenes anteriores deesta Historia hemos dado algunas no-ticias que sirven para conocer losantecedentes biográficos de don Ma-nuel Rodríguez y que creemos inne-cesario reproducir aquí. Pueden ver-se las páginas 496 y 618 del tomoVIII; y la página 479 y siguientes deltomo IX.

MEMORIAL DEL EJERCITO 6 9

fraile franciscano, el poncho deun campesino o de un sirvientedoméstico, o cargando el canastode un mercader ambulante, se in-troducía en los cuarteles y en lascasas que frecuentaban los oficia-les de Talavera, preparaba burlaspara desprestigiar a éstos, y esti-mulaba artificiosamente a los sol-dados a desertar del servicio. Seha referido que queriendo ver decerca al Presidente Marcó, tuvo undía la singular audacia de colocar-se a la entrada del palacio y deabrirle la portezuela del coche fin-giendo la más respetuosa sumisión(2). Más tarde, cuando llegó elcaso de la acción, Rodríguez ad-quirió una prodigiosa populari-dad ; y aunque como, veremos másadelante, se atrajo toda la saña

del Gobierno, éste fue impotentepara darle alcance.

La popularidad de Rodríguez os-cureció en cierto modo los nom-bres de otros agitadores que pres-taron en aquella ocasión serviciosno menos eficaces y efectivos, yque desplegaron igualmente tantaaudacia como sagacidad. Uno deéllos, don Juan Pablo Ramírez, quegozaba de la particular confianzade San Martín, se procuró entrelos patriotas de Chile recursos pe-cuniarios para satisfacer los gas-tos más indispensables a que eranecesario atender, y los manejócon la más escrupulosa economía.Del mismo modo, se dio trazas pa-ra descubrir noticias sobre los re-cursos y planes del enemigo; y losinformes que sobre estos puntos

(2) La tradición conservó por muchosaños recuerdo de los peligrosos lan-ces en que se halló Rodríguez en esosdías para salvarse de la tenaz per-secución de que se le hizo objeto, asícomo de la habilidad y sangre fríaque desplegó en ellos. Una revistaliteraria de los Estados Unidos laNorth American Reviews, en un ar-tículo de su número 24, páginas 296-321, destinado a analizar la obra delcapitán Head, titulada Rough notestaken during some rapid journeysacross the Pampas (Londón, 1826),ha consignado acerca de Rodríguezalgunas líneas que merezcan recor-darse. "En la época en que BuenosAires auxilió la emancipación deChile, dice, Rodríguez fue uno de losque más activamente trabajaron conconsejos y acciones. Su genio impe-tuoso lo indujo a encargarse de una

comisión tan importante y escabrosacomo era la de llevar personalmentenoticias a los amigos de la insurrec-ción en Santiago, indagando al mis-mo tiempo el estado de la opinión entodo el país. En estas funciones semanifestó un segundo Proteo. Aunqueprecavido y prudente, no hubo peli-gro que no arrostrase en bien de lacausa que defendía. En el intervalode las batallas de Rancagua y Chaca-co, mientras los realistas estaban enposesión del reino, pasó tres veces lacordillera, y entró con varios disfra-ces a Chile, viajando generalmente apie. Unas veces se vestía de minero,otras se presentaba como un merca-der ambulante. Con estos arbitriospudo llegar hasta Talca, dándose aconocer algunas veces a sus íntimosamigos. Una vez, creyéndose perse-guido en la capital, estuvo oculto un

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dirigía a Mendoza, se distinguíanpor la seriedad y la exactitud. En-tre los cooperadores de esta agita-ción se señalaron también doshombres que, habiendo servido an-tes en el ejército patriota, vivíanentonces casi desconocidos y olvi-dados en Chile, y que después al-

canzaron por su mérito al rangode generales de nuestro ejército.Eran éstos el sargento mayor deartillería don José Manuel Bor-goño, que residía en Talca, y el ca-pitán de granaderos de infanteríadon José Antonio Aldunate, que

día entero y parte de la noche den-tro de una tinaja; y en otra ocasiónvolviendo de Chile a Mendoza, fuedetenido aunque no descubierto porun oficial que con una partida de sol-dados estaba apostado en la cordille-ra para cortar toda comunicación.Los soldados se empleaban a la sazónen arreglo del camino, y Rodríguezse puso inmediatamente a trabajar,manifestándose tan diestro en elmanejo del pico y del azadón comolo era en el de la pluma. Allíse detuvo dos días, teniendo ocultascartas y papeles cuyo descubrimien-to hubiera podido costarle la vida".

Un viajero inglés, Samuel Haigh,que conoció a Rodríguez en 1818, loha descrito en sus Sketches of Bue-nos Aires and Chile, página 246, enlos términos siguientes: "Yo conocíbien a Manuel Rodríguez. Sus sen-timientos eran los de un liberal ar-doroso y bueno. Contribuyó con susguerrillas a cansar y a distraer lasfuerzas españolas mientras se espe-raba la invasión de Chile por SanMartín, y fue uno de los más celososcooperadores y corresponsales deaquel general. Su actividad eludiótodas las tentativas hechas para to-marlo cuando el gobierno realistahabía puesto en alto precio a su ca-beza, y frecuentemente sorprendió yderrotó los destacamentos de sus ene-migos de la manera más singular.Por marchas forzadas, emboscadas,

falsos avisos, etc., burló tan bien algobernador Marcó del Pont, que lacausa patriota le debe muy principal-mente sus últimos triunfos. Era, porlo demás, el hombre más popular deChile; pero difería en muchos pun-tos de los directores del gobiernochileno, lo que le atrajo su triste fin.Rodríguez tenía treinta años de edad.Su talla era de cinco pies y ocho pul-gadas. Fue extremadamente ágil ybien formado, y su aspecto expresivoy agradable. Abogado en los princi-pios, era por adición como militar,un hablador afluente, y su oratoriaera a la vez enérgica y persuasiva".

Otro viajero inglés, John Miers,que llegó poco más tarde a Chile,que recogió en las conversaciones no-ticias acerca de la revolución de laindependencia, y que las ha consig-nado en su libro con cierta verdaden el conjunto, pero con numerososerrores en los accidentes, destina alos servicios de Rodríguez algunaslíneas no menos honoríficas que lasanteriores en la página II de susTravels in Chile and La Plata (cap.XIV). Todas estas apreciaciones sonel reflejo de la tradición que acercade don Manuel Rodríguez se conser-vó largos años en Chile; y si bienpodría discutirse estricto valor his-tórico, no es posible dejar de ver enellas una expresión de la opinión delos contemporáneos.

MEMORIAL DEL EJERCITO 6 1

vivía en la capital (3). Al lado deellos figuraron otros auxiliares deun rango inferior, pero de no me-

(3) Todo lo que se refiere a estos tra-bajos para agitar al país contra ladominación española, era oscuro ymisterioso, de tal modo, que así pare-cía imposible recoger más que noti-cias vagas y generales, o pormenoresaislados, que era difícil relacionarentre sí. Nosotros pudimos, sin em-bargo, formar con algunos documen-tos y con los recuerdos de los acto-res o contemporáneos de esos suce-sos, un cuadro bastante noticioso deellos en el tomo III de nuestra Histo-ria de la Independencia de Chile.Después, estudiando prolijamente lacorrespondencia de San Martín conel gobierno de Buenos Aires, conser-vada en el archivo de esa capital, yluego el archivo particular de estemismo jefe, hallamos un considerablecaudal de noticias acerca de esos he-chos. Pero en Chile mismo logramosrecoger de manos de los hijos y he-rederos de algunos de los agitadoresde 1816, una abundante cantidad decartas, proclamas y otras notas, escri-tas, de ordinario, en pequeñas tiritasde papel, con letras disfrazadas, connombres supuestos y con una redac-ción misteriosa, pero no impenetrablecuando se ponía alguna atención y secombinaban unas piezas con otras. Es-tos documentos, rotos y casi destrui-dos por la manera como se les con-servaba, y ennegrecidos por el tiem-po y el descuido, han completado elconjunto de datos que habíamos re-unido, y nos permiten trazar aquí elcuadro más amplio, según creemos,que pueda formarse sobre esos suce-sos.

Los diversos documentos de que

nor decisión, algunos de los cualesmerecen que la historia recuerdesus hechos.

hablamos nos han facilitado una lis-ta casi completa de los promotores delmovimiento de 1816, y el descubriren muchos casos los sobrenombres oseudónimos con que se encubrían pa-ra no ser descubiertos, y que nos-otros señalaremos entre paréntesis.Héla aquí: Ramón Picarte (VicenteRojas), Diego Guzmán Ibáñez (Víc-tor Gutiérrez), Manuel Fuentes (Feli-ciano Núñez), Juan Pablo Ramírez(Antonio Merino (El Americano),Francisco Salas, (Planchón y Chifli-to), Pedro Aldunate y Toro, AntonioRamírez, Santiago Bueras, Juan Ri-vas o Rivana, Francisco Martínez,Bartolomé Barros, José San Cristóbal,Aniceto García, José Francisco Piza-rro, Miguel Ureta, Pedro AlcántaraUrriola, N. Graña, N. Vivar, Francis-co Perales, Domingo Pérez, Pedro Se-govia, Isidro Cruz, Antonio RafaelVelasco y José Francisco Villota. Al-gunos de ellos se designaban o erandesignados por números en vez denombres; pero nos ha sido imposibleinterpretar a qué personas se refie-ren. Creemos que, al paso que algunosde los nombrados hicieron uno o va-rios viajes entre Mendoza y Chile,hubo otros que no salieron nunca deeste país, y que aquí recibieron el en-cargo de agitar la oposición, o que seofrecieron espontáneamente a hacerlo.En este caso se encuentran los tresindividuos siguientes que aumentanaquella lista: sargento don José Ma-nuel Borgoño, en Talca; capitán donJosé Santiago Aldunate, en la capital;y don Feliciano Silva, hacendado deSan Fernando. Entre los simples sol-dados o arrieros, empleados en la con-ducción de correspondencia o de avi-

62 M E M O R I A L D E L E J E R C I T O

A principios de 1816 aquellostrabajos estaban bastante avan-zados. Esa explosión del patriotis-mo herido por la arrogancia de losdominadores, habría podido ma-nifestarse entonces por asonadasy levantamientos; pero los agen-tes que la dirigían, tenían el en-cargo expreso de contenerla hastael momento en que, combinada conla invasión del ejército de Mendo-za, pudiera hacerse incontenible.San Martín, en las instruccionesque daba a esos agentes, les había

sos verbales, casi no hallamos espe-cialmente mencionados más que aJusto Estay, de quien hablamos en unanota anterior. En la relación de lossucesos subsiguientes tendremos quenombrar todavía a otros agitadoresque aparecieron más tarde.

Aquellos hombres, desprovistos ensu mayor parte casi de toda instruc-ción, como la generalidad de los sud-americanos en esa época, y que poreso mismo apenas podían escribir suscartas con malas frases y con peor or-tografía, no estaban preparados paracombinar ni para usar una clave mis-teriosa que las hiciera impenetrables.Inventaron, sin embargo, algunas pa-labras enigmáticas para designar di-versas cosas; y el empleo de esas pa-labras debía hacer más difícil com-prender el significado de su corres-pondencia para quien no estuviese enel secreto. Así, lluvias significaba ex-pedición; nueces, soldados de infan-tería; pasas, soldados de caballería;uvas, soldados de artillería; higos, vic-torias peruanas; papas, pérdida de losespañoles; tabaco, probable protec-ción de los ingleses, etc.

Tenemos a la vista un ejemplarmanuscrito de las instrucciones queSan Martín daba a los más caracte-

recomendado clara y precisamen-te que "limpiasen las armas", pe-ro que aguardasen la hora de lairrupción para producir el levan-tamiento general. En virtud de es-te encargo, aquel trabajo se limi-tó por entonces a fomentar el odiocontra los opresores, a estimularla deserción en los batallones rea-listas y a inquietar al gobierno conla circulación misteriosa de pro-clamas revolucionarias y de noti-cias desfavorables a la causa delrey.

rizados entre los promotores de aquelmovimiento. Constan de cuarenta yun artículos, y son sumamente pro-lijas en todos los puntos. En ellas serecomendaba recoger todas las noti-cias posibles sobre el enemigo, el nú-mero y calidad de las tropas, sus ar-mas, su situación, el carácter e im-portancia de los jefes, las desavenen-cias que pudiera haber entre ellos yentre los soldados españoles y losamericanos, el estado moral y dispo-sición de la tropa, etc. Debían, ade-más hacer circular noticias desfavo-rables a España, levantar el espíritupúblico, anunciando la próxima inva-sión del ejército auxiliador que se or-ganizaba en Mendoza, sembrar la dis-cordia entre los enemigos, fomen-tando las rivalidades de españoles yamericanos, despertar el odio contralos primeros, contra el rey, contra elgobierno de Madrid, estimular portodos medios la deserción de las tro-pas realistas, y ofrecer comodidadesy premios a los que se pasasen a lospatriotas. "No pararse en estas fran-queza aunque sea con el peor demo-nio, decían las instrucciones. Yo mecomprometo a todo". Encargábaselestambién comunicar prontamente todanoticia de interés.

MEMORIAL DEL EJERCITO 6 3

El artículo final decía lo que si-gue: "Ir limpiando y preparandolas armas, formar partidas y ban-das de gentes armadas. Que altiempo de la irrupción no hayapatriota que no tenga su guerrillaen obra. Sea general en el reino el

fuego contra los sarracenos. Así seevita mucha efusión de sangre; sehace pronto la guerra y no nos se-rá indecorosa la libertad".

Vamos a ver en las páginas si-guientes cómo se cumplieron esasinstrucciones.

CORRERIAS DE

LOS GUERRILLEROS

Mientras tanto la agitación in-terior seguía tomando mayoresproporciones. Marcó y sus conse-jeros sabían perfectamente que lasbandas armadas que habían apa-recido en el distrito de Colchagua,no eran formadas de simples sal-teadores, como habían creído alprincipio, sino que eran verdade-ras guerrillas de facciosos alenta-dos por los emigrados chilenos ypor el gobierno de Mendoza, y em-peñados en trastornar el orden pú-blico.

En efecto, al principiar la pri-mavera de 1816, esas bandas re-comenzaron sus correrías en me-jor orden, en mayor número y enmejores condiciones que antes. Se-gún un estado que tenemos a lavista, Neira y sus compañeros nohabían tenido más que dos fusiles,dos tercerolas, cuatro pistolas yunos pocos sables, y todas estas ar-mas eran viejas y de mala calidad.Ahora contaban con un arma-mento mucho más completo y re-gular. El Presidente Marcó habíaenviado en el mes de julio algunosrefuerzos de tropa de dragones alcapitán don Joaquín Magallar, en-cargado de perseguir esas bandas;pero lejos de percibirse que seacercara el término de esa comi-sión, no tardó en saberse en San-tiago que los montoneros, aunadoscon algunos caudillos patriotas,mantenían relaciones con las auto-ridades de Mendoza, y que de ellasrecibían, junto con el encargo de

hostilizar al gobierno realista deChile, las armas y las municionesque eran necesarias para ello (1).

(1) He aquí lo que a este respecto escri-bía Marcó el 5 de agosto al capitánMagallar: "Es positivo que se man-tiene una correspondencia escandalo-sa por los partidos y boquetes de lacordillera de Curicó y Maule (Tal-ca) , con los revolucionarios de Men-doza sin que se haya aprehendido aalgunos de los conductores o espías,como era fácil si estuvieran bien res-guardadas las entradas, y hubierafidelidad en las guardias y jefes mi-litares y políticos. Esto me hace des-confiar del poco celo y falta de ener-gía de los comandantes actuales deesos partidos, quienes nada partici-pan de las precauciones que tienenestablecidas, aunque se empeñanconstantemente que se les manten-gan tropas a su disposición. Haga V.una secreta verbal indagación de sucomportación en este punto, y avíse-me lo que averigüe de cierto, y si suaptitud es correspondiente al desem-peño de sus encargos, de modo queesta superioridad pueda descansar poresta parte cuando se franquee el trán-sito de la otra banda, o si convendrárelevarlos. Dios guarde a V. muchosaños. Santiago, 5 de agosto de 1816.—Francisco Marcó del Pont.—Señorcomandante militar de San Fernandodon Joaquín Magallar".

MEMORIAL DEL EJERCITO 65

Aunque Marcó creía poseer sobra-dos elementos para anonadar a losmontoneros, llegó a persuadirse deque esa empresa era superior a lapericia militar del capitán Maga-llar y a los medios de acción quehabía puesto en manos de éste. Enconsecuencia, por un decreto de 2de septiembre dispuso que el co-ronel don Antonio Quintanilla pa-sase a tomar el mando superior deese cantón, y que llevase consigotodo el escuadron de carabinerosde Abascal que estaba bajo sumando.

El crédito de que gozaba estemilitar por sus servicios en la úl-tima campaña, hacía presumir queen poco tiempo consumaría la pa-cificación absoluta de esa parte delterritorio. En esta persuasión,Marcó tomaba las providenciasque consideraba más eficaces paraimpedir que los montoneros logra-ran dispersarse y buscar un asiloen los distritos del sur (2).

(2) El siguiente oficio de Marcó al go-bernador intendente de Concepción daa conocer el desarrollo que había to-mado las guerrillas insurgentes a me-diados de septiembre de 1816:

"Se han acuadrillado crecido nú-mero de facinerosos y conspiradoresarmados abrigados en las cordillerasde Colchagua hasta Maule, de dondehacen sus incursiones y salteos conla mayor insolencia a los caminantesy poblados de esos partidos; y se sa-be por declaraciones de otros que sehalla o ha estado reunido a ellos unode los famosos insurgentes de esta ca-pital, hijo de don Carlos Rodríguez,prófugo, enviado de Mendoza por elgobernador San Martín para revolu-cionar y confederar a sus intentos aesos gentes. Para su exterminio, ha

Quintanilla no iba a ser muchomás feliz que su predecesor en ladirección de la campaña contra losmontoneros. Apenas llegado a SanFernando, puso en movimiento to-das las fuerzas de su mando enpartidas capaces cada una de ba-tirse con una banda de enemigos.Pero éstos, muy conocedores delterreno en que operaban, se dis-persaron artificiosamente, y lastropas realistas no hallaron aquien combatir. Quintanilla creyópor un momento terminada lacampaña, y así lo comunicaba aMarcó anunciándole que por ha-llarse pacificada esa comarca, pen-saba retirarse a Rancagua. "Quedóimpuesto de haberse desaparecidola cuadrilla de salteadores que V.S. fue a perseguir, le contestabaMarcó el 18 de septiembre; peroresta observar la dirección que lle-van y que la participe a los jefesde los distritos a donde puedan ha-ber ido a refugirse, para que se les

tenido tropa apostada al mando delcapitán de dragones don JoaquínMagallar, y ha doblado últimamentela fuerza enviando al coronel don An-tonio Quintanilla, como comandantede carabineros, con todo su cuerpopara asegurar cercarlos sin escape.Pero no obstante, indicándose quepueden haber huido a pasar el Mau-le, doy este aviso a V. S. por extraor-nario, para que tome las avenidas ydicte las providencias que estén asus alcances para aprehenderlos sipasasen a esa provincia, y evitar susasaltos con el expresado Quintanillaen todo lo que concierna a combinarsus medidas, auxilios mutuos y avisosoportunos, y que coaligados no se in-troduzcan en las reducciones (de in-

dios), señaladamente en comunica-

66 MEMORIAL DEL EJERCITO

ataque en todos los puntos hastahaber conseguido su captura . . .Entretanto no se logre la enterapersecución y exterminio de estosfacinerosos, no tengo por conve-niente el retroceder de V. S. y desu tropa a Rancagua, que me pro-pone".

Marcó tenía plena razón para nohacerse ilusiones con el éxito de

ción con el indio Venancio y otrosdíscolos. Dios guarde a V. S. muchosaños.—Santiago, 12 de septiembre de1816.—Francisco Marcó del Pont.—Se-ñor gobernador intendente de la pro-vincia de Concepción, coronel donJosé Ordóñez".

Según nuestras informaciones reco-gidas en los documentos de origenpatriota, don Manuel Rodríguez, des-pués de agitar la opinión en el terri-torio de Colchagua, y de levantar lasprimeras guerrillas, pasó a Mendozapor el camino del Planchón en el oto-ño de 1816, y volvió dos meses des-pués en pleno invierno trayendo ar-mas, municiones y otros auxilios pa-ra su gente, así como algunos despa-chos firmados en blanco por SanMartin para dar grados militares alos más prestigiosos y atrevidos cau-dillos de la insurrección. Rodríguezdio uno de ellos con el título de co-ronel de milicias al guerrillero Neira.Durante algunas semanas, se mantu-vo oculto, pero dirigiendo esos tra-bajos, en la hacienda de los Rastrojosque arrendaba el ardoroso patriotadon Feliciano Silva, a cinco leguas alnorte de San Fernando. La carta si-guiente, escrita con su propia letra enuna tirilla de papel, aunque sin di-rección y con una firma supuesta, pe-ro dirigida a doña Mercedes Hidalgo,esposa de Silva y patriota tan entu-siasta como discreta, contribuye a darluz sobre esos misteriosos trabajos:

aquella campaña. Con la esperan-za de dar una batida general y de-finitiva a los montoneros, despa-chó a Talca el 4 de octubre al ca-pitán don Joaquín Aurela con unpiquete de caballería para defen-der ese distrito, el 18 del mismomes al capitán don Francisco delRío a San Fernando, y el 26 al ca-pitán don Manuel Hornas a Curi-

"Setiembre 12. — ¿Señora? . . . Miapreciada favorecedora y patrona: Mehallo con el proyecto de verificar misalto que V. sabe, desde este punto (lacarta no lo indica). El tiempo parecenos está favoreciendo, y mi genio nome permite perder momento. En es-ta virtud, he de deber a V. el favorse sirva mandar se le entregue al da-dor de éste, la gurupa o costal mequedó en esa a mi salida de esa (es-tas palabras enigmáticas deben desig-nar algunas armas).—V. dispense misrepetidas molestias, y reciba el adiósmás tierno del que es y será eterna-mente su reconocido servidor Q.B.S.P.—Antonio Gómez.—P, D. A. mis ami-gos don Santiago Valdovinos, don Do-mingo Días (nombres supuestos) ydemás, mis afectos, y que no se ol-viden de trabajar y estar prontos pa-ra mi regreso. Al segundo, que no ce-se de tantear los encargos que le ten-go prevenidos, que él ha de ser siem-pre mi compañero.—Si hay algo departicular que comunicar, no lo dejede hacer, que así conviene a su-Gó-mez".

Parece que el salto de que hablaaquí Rodríguez era un nuevo viaje aMendoza para traer otros auxilios.

Insistimos en insertar en nuestrasnotas algunos documentos absoluta-mente inéditos sobre estos sucesos pa-ra dar la mayor luz posible acerca deellos.

MEMORIAL DEL EJERCITO 6 7

có con igual encargo (3). A pesarde todo, las guerrillas insurgen-tes, dispersadas un momento, re-aparecían en breve más numero-sas y más agresivas. En los pri-meros días de noviembre llegaba aSantiago la noticia de que una deellas se había apoderado a vivafuerza de las casas de la hacien-da de Cumpeo, dando muerte a al-gunos de sus defensores, y convir-tiéndolas por el momento en cuar-

Como muestra de lo que Marcó exi-gía de sus subalternos en esas cir-cunstancias, insertamos en seguidaun extracto de las instrucciones da-das al jefe militar de San Fernan-do, don Francisco del Río, que lle-vaba una compañía de dragones."Tengo a bien encargarle, decía, lacomandancia de armas y la subde-legación política de aquel partido,para que reuniendo ambas jurisdic-ciones, estén a su disposición más ex-peditos los auxilios con que ha deatender no sólo al buen orden y se-guridad pública de ese distrito, sinoa la defensa posible, según sus pro-porciones, contra los intentos por cor-dillera de los enemigos limítrofes deMendoza, o de fuerzas navales delvirreynato de Buenos Aires sobrenuestras costas. A estos fines cuida-rá del buen estado y preparación delas milicias. Con ellas y con su tro-pa de dragones exterminará los ban-didos y salteadores que infestan lospagos y caminos. Celará estrictamen-te toda comunicación con la bandaoriental, remitiendo con sumario aesta superioridad a cualquier emisa-rio, espía, conductor o transeúnte ya sus corresponsales y receptadores.Auxiliará a los funcionarios de la vi-gilancia. Establecerá las más caute-losa correspondencia para adquirir

tel general de la insurrección. Fu-rioso por este acontecimiento,Marcó no vaciló en dictar las me-didas más enérgicas que pudo dis-currir para sembrar el terror en-tre los patriotas que dirigían o fa-vorecían aquellas empresas. Almismo tiempo que encargaba denuevo a Quintanilla que persiguie-se a los montoneros sin darles des-canso hasta exterminarlos (4),ha-

noticias del país enemigo y de susfuerzas,e intentos según las instruc-ciones reservadas que le comunicaréoportunamente. Procurará amistar yconfederar a nuestro partido a loscaciques de más valimiento de lasreducciones fronterizas de Mendoza.Y en cuanto sea conveniente con es-tos objetos, se comunicará y combi-nará sus operaciones con los coman-dantes de los partidos contiguos, so-corriéndose mutuamente". Estos en-cargos que no había de poder cum-plir con tan escases recursos aquelcapitán, demuestran cuánto y cuánseries eran los motivos de alarmaque rodeaban a Marcó, y cuál su im-potencia para sobreponerse a tantasdificultades interiores y exteriores.

(4) He aquí la orden dada en esa oca-sión a Quintanilla: "Cuando descan-saba en la seguridad de haber des-aparecido la cuadrilla de insurgen-tes y de salteadores de ios caminosy cordillera de Maule, según parti-cipó V. S., tengo la noticia de quepermanecen continuando las atroci-dades, y que han muerto reciente-mente al mayordomo y otras gentesde la hacienda de Cumpeo. AvanceV. S. con el todo o parte de su fuer-za que estime necesario a aquel jun-to hasta encontrar y exterminar aesos criminosos allí y en ios cerrillos

6 8 MEMORIAL DEL EJERCITO

cía publicar dos bandos que mere-cen recordarse como expresión deldespecho de los gobernantes y dela impotencia para destruir a losguerrilleros. En el primero deellos, dado el 5 de noviembre, decíaque "por cuanto todas las amones-taciones, órdenes y providenciashasta aquí premeditadas para im-pedir los desórdenes que han sidotan frecuentes contra la públicatranquilidad de los habitantes deeste reino, no habían sido bastantepara contener a los díscolos que ensu número se conservaban", seveía precisado a poner en vigor losbandos anteriores por los cuales sehabía prohibido andar a caballopasadas las nueve de la noche, vi-vir en los campos sin permiso ex-preso del gobierno, o ausentarsede las ciudades sin un pasaportedado por el mismo presidente opor otra autoridad facultada paraello.

El segundo bando, publicado el 7de noviembre, era especialmente di-rigido contra los dos hombres queen los consejos de gobierno erantenidos por inspiradores y capita-nes de las guerrillas. "Siendo pre-ciso, decía, tomar una providenciaque quitando las cabezas de tan per-judicial asamblea (de guerrilleros),pueda facilitar la aprehensión desus individuos, que se hace inveri-

ficable por el modo con que combi-nan sus movimientos para ocultar-se", Marcó prohibía bajo las másseveras penas, y la de muerte encaso de reincidencia, el dar hospita-lidad a cualquiera persona que nollevase el pasaporte dado por el go-gierno; castigaba con la pena demuerte a los que sabiendo el para-dero de Neira, de Rodríguez y delos demás de su comitiva no diesenpronto aviso a la autoridad más in-mediata, y a los jueces de distritoque recibiendo ese denuncio no acu-diesen inmediatamente a aprenhen-der a esos cabecillas; y por últimoofrecía al que los entregase muer-tos o vivos, indulto inmediato decualesquier delitos que hubiesen co-metido, aunque fuesen los más atro-ces, y además una gratificación demil pesos que se les pagaría inme-diatamente (5). A pesar de la granpublicidad que se dio a ese bando,haciéndolo pregonar aparatosamen-te en todos los pueblos comprendi-dos entre Santiago y Talca, de lasterribles conminaciones que en el sehacían y de las tentadoras recom-pensas que se ofrecían a los denun-ciantes, no hubo un solo guerrilleroque quisiese traicionar a sus cau-dillos, ni persona alguna que descu-briese su paradero.

Marcó llegó a creer que Quinta-nilla, a pesar de su reputación mili-

de Curicó, y no se retire sin evacuareste servicio y esperar mis órdenes,según el éxito de que me irá dandopartes. Dios guarde a V. S. muchosaños.— Santiago, 6 de noviembre de181G.— Francisco Marcó del Pont.—Señor comandante del escuadrón decarabineros de Abascal, coronel donAntonio Quintanilla.".

(5) Estos dos bandos fueron impresosen cartelones para fijarlos en los lu-gares públicos, e insertados ademásen la Gaceta del gobierno del 8 denoviembre. He aquí el texto de laparte dispositiva del segundo:

"Primeramente, ninguna personade cualquier calidad que sea, bajopretexto alguno podrá dar hospitali-dad en su casa a aquellos que la re-

MEMORIAL DEL EJERCITO 69

tar, no era el hombre aparente paradirigir la campaña contra los mon-toneros. Por decreto de 13 de no-viembre mandó que el coronel donJuan Francisco Sánchez, que se ha-bía retirado a Chillán, pasase a SanFernando a tomar la dirección su-perior de las operaciones en el te-rritorio de Colchagua.

Al mismo tiempo repetía sus ór-denes a Quintanilla para que conlas tropas de su mando hiciera unaentrada formal a las serranías deCumpeo. "Cada día, le decía en ofi-cio de 15 de diciembre, es más in-teresante el objeto de esta expedi-ción. Se tiene noticia de que Neira ysu cuadrilla están allí acopiandocaballada para habilitar las incur-

siones que intentan los de Mendo-za. De consiguiente, el empeño deV. S. debe ser no sólo la aprehensiónde estos facinerosos sino tambiénarrastrar la caballada que hubiereallí y en las inmediaciones. . . Paradescubrir a esos salteadores y a susreceptadores o confederados, vál-gase V. S. de espías de confianza,bien pagados, en inteligencia de quecon su aviso proveeré prontamenteel reintegro de las gratificacionesque diere a más de las que ofrecemi bando".

Por su parte, el coronel Quinta-nilla, sin darse por ofendido con lasreconvenciones que recibía, siempreactivo y celoso en el desempeño desus obligaciones, emprendía a fines

clamen sin llevar el correspondientepasaporte, que deberán mostrarles,bajo pena que si no lo hiciesen por laprimera vez, siendo plebeyos sufrirándoscientos azotes, y destino a lasobras públicas u otra pena arbitra-ria al gobierno, según las circunstan-cias, y siendo personas de calidad,la multa de dos mil pesos si son pu-dientes; y en caso contrario, cincoaños de destierro a la isla de JuanFernández; pero, por la segunda sele aplicará irremisiblemente la penade muerte, tan merecida por aque-llos que son causa de tantos como eje-cutan los criminosos a quienes abri-gan.

"29 Todos aquellos que sabiendo elparadero de los expresados José Mi-guel Neira, don José Manuel Rodrí-guez y demás de su comitiva no die-ren pronto aviso a las justicias másinmediatas, sufrirán también la penade muerte justificada su omisión, in-curriendo en la misma los jueces que,avisados de su paradero, no hagantodas las diligencias que estén a sus

alcances para lograr su aprehensión."3 ' Por el contrario, los que sa-

biendo donde existen los expresadosNeira y Rodríguez los entreguen vi-vos o muertos, después de ser indul-tados de cualquier delito que hayancometido, aunque sean los más atro-ces, y en compañía de los mismosfacinerosos, se les gratificará ade-más con mil pesos que se les daránen el momento de entregar cuales-quiera de las personas dichas en lostérminos insinuados; bajo la inteli-gencia que este superior gobierno se-rá tan religioso en cumplir sus pro-mesas, como ejecutivo en la aplica-cación de las penas que van designa-das: en esta virtud para que lo con-tenido tenga efecto, y ninguno ale-gue ignorancia, publíquese por ban-do y fíjese en los lugares públicos yacostumbrados, e imprimiéndose losejemplares convenientes, circúlese porlos partidos del reino. Fecho en estaciudad de Santiago de Chile, a 7 denoviembre de 1816.— Francisco Mar-có del Pont".

70 MEMORIAL DEL EJERCITO

de noviembre una nueva y más em-peñosa campeada contra los monto-neros. El 2 de diciembre destacóuna partida de dieciséis hombrescon dos oficiales a recorrer un bos-que de la hacienda de Cumpeo enque solían asilarse los guerrilleros.La operación, practicada con infi-nitas precauciones durante la no-che, estuvo a punto de ser eficaz.Neira dormía en el bosque con algu-nos de sus compañeros; pero al sen-tir el asalto, como a las dos de lamañana, no teniendo tiempo paratomar sus caballos, emprendieron lafuga a pie, sin armas y casi desnu-dos. Los soldados de Quintanilla seextendieron en los contornos, to-mando las medidas del caso paracortar tocia retirada a los fugitivos.Al venir el día, y cuando los cara-bineros creían asegurado el éxito dela sorpresa, se presentó de repenteuna guerrilla de dieciséis o veintehombres a caballo, mal armados,pero resueltos a socorrer y rescatara su jefe. Trabaron éstos un comba-te para detener a sus perseguido-res, y cuando supieron que Neira

(6) La Gaceta del gobierno de 10 dediciembre publicó una relación de es-tos hechos, basada en el parte oficialque Quintanilla pasó a Marcó. Cuén-tase allí que después de cambiar al-gunos tiros, los montoneros insurgen-tes, se pusieron en fuga corriendomás de seis leguas "por cerros casiinaccesibles, y lograron su escapedejando en poder de la tropa diez ca-ballos ensillados, incluso los de Neiray sus dos compañeros, una tercerola,un trabuco, dos pistolas, seis espadasy el uniforme de Neira con las divi-sas de coronel". Los cuatro guerri-lleros que fueron capturados y fu-silados, se llamaban Pablo Valdés,

estaba en salvo comenzaron a reti-rarse en dispersión. Cuatro de elloscayeron prisioneros, y en cumpli-miento de las órdenes terminantesde Marcó, fueron fusilados inme-diatamente, y sus cabezas llevadasa Guricó para ser puestas en escar-pias en el camino público (6). Elgobierno, que celebró este lance co-mo un triunfo señalado de las ar-mas del rey, y que aprobó amplia-mente la conducta del coronel Quin-tanilla volviendo a darle, por de-creto de 10 de diciembre el mandoen jefe de todas las fuerzas realis-tas del territorio de Colchagua,pudo conocer pocos días más tardela ninguna importancia de aquellaventaja. Las guerrillas volvieron arecorrer esos campos en mayor nú-mero y con más arrogancia queantes. Neira, respuesto prontamen-te de su quebranto, y alentado porla aprobación que San Martín dabaa su conducta, siguió operando ani-mosamente en aquella región, mien-tras Rodríguez iba a preparar em-presas más audaces todavía en lasmismas cercanías de Santiago.

Nicacio Escobar, Tiburcio Torrealbay José María Muñoz, el último de loscuales, aunque chileno, era soldadode las milicias de Mendoza.

El mismo día en que se verificabaese pequeño combate, escribía SanMartín en Mendoza la esquela si-guiente, que debería estimular a losguerrilleros a proseguir en sus corre-rías: "Al señor Miguel Neira.—Don-de se halle.— Diciembre 3 de 1816.—Mi estimado Neira: Sé con gusto queV. está trabajando bien. Siga así, yChile es libre de los maturrangos.Dentro de poco tiempo tendrá el gus-to de verlo su paisano y amigo.—SanMartín.—• Si necesita armas y mu-niciones, avísemelo para enviárselas".

ULTIMOS DIAS DEL GOBIERNO DE MARCO: LASGUERRILLAS PATRIOTAS ASALTAN ALGUNOS

PUEBLOS

(Enero y febrero de 1817).

I. Al abrirse el año de 1817, sehacía sentir en todo el territorio deChile un estado de fermentación yde inquietud que anunciaba la proxi-midad de una crisis inminente ydecisiva. La paz interior que el go-bierno de la reconquista creía ha-ber dejado restablecida, no existíamás que en las apariencias. La re-presión, lejos de haber extirpadolos gérmenes revolucionarios, habíasembrado el descontento, alentadoel espíritu de resistencia y genera-lizado en todos los rangos socialeslas aspiraciones que al principioabrigaban muy pocas personas. Laidea de la independencia absolutaque se venía elaborando lentamentea través de los acontecimientos, ha-bía adquirido un poder irresistibleen la opinión. A pesar de las mani-festaciones oficiales de fidelidad alrey, el odio contra éste y sus repre-sentantes había llegado a hacerseprofundo.

El presidente Marcó del Pont te-nía sobre las armas un ejército demás de cuatro mil hombres de tro-pas regulares, dividido en cinco ba-tallones de infantería, tres cuerpos

de caballería y uno de artillería (1) ;pero contaba también con más dedos mil milicianos armados, de loscuales los que había reconcentradoen Concepción el coironel Ordóñezconstituían, junto con el batallónveterano de ese nombre, un centroserio y ordenado de poder militar.Esas fuerzas, sin embargo, basta-ban escasamente para mantener latranquilidad interior contra una po-blación desarmada, pero animosa yentusiasta que por todas partes apa-recía dispuesta a sublevarse; y se

(1) No ha quedado estado alguno oficialdel ejército realista de Chile al co-menzar el año de 1817. Marcó en suscomunicaciones al gobierno de Ma-drid, firmadas el 4 de febrero de eseaño, dice, sólo que con el empeñosoreclutamiento de gente que habíamandado hacer en los distritos delsur, "porque la de Santiago no leinspiraba confianza," había logradocompletar los cuerpos, Insta poner-los bajo el pie de ordenanza. Estaindicación, unida a los demás ante-cedentes, que poseemos, nos permitenformar el cuadro que sigue, con ci-fras que no pueden dejar de ser muyaproximadas:

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hallaban además amenazadas por laagresión de un ejército cuyo núme-ro y cuya organización no podíandejar de inspirar los más alarman-tes recelos. Apreciando razonable-mente esa situación, y convencidoademás de que no debía esperar lossocorros que había pedido al rey deEspaña y al virrey del Perú (2),Marcó con una sagacidad militarque la historia no le ha reconocido,había resuelto reconcentrar sus tro-pas en Santiago y en las cercanías,a fin de dirigirlas oportunamente yen un solo cuerpo sobre el punto que

creyera amenazado. "Me veo obli-gado a mantener desamparadas lasextremidades del territorio, escribíaal Intendente de Concepción, por cu-brir el centro de esta capital y susproximidades, como punto que en-cierra toda la riqueza y toda lafuerza moral del reino y único queocupa las verdaderas miras de! ene-migo, siendo conocido su ardid dehacer esas llamadas falsas con pe-queños destacamentos de emigradosrevolucionarios y tropas inferiorespara distraer las mías e invadir aquí

INFANTERIA hombres

Batallón Concepción, comandantedon Juan José Campillo . . . . 700

Batallón Chillán, comandante donJosé Alejandro 700

Batallón Chiloé, comandante donJosé Arenas 700

Batallón Valdivia, comandantedon José Piquero 700

Batallón Talayera, comandantedon Rafael Maroto 700

TOTAL 3,500

CABALLERIA

Escuadrón de Carabineros de laConcordia, comandante donAntonio Quintanilla 200

Escuadrón de Húsares de Abas-cal, comandante don ManuelBarañao 200

Regimiento do Dragones (dos es-cuadrones), comandante donAntonio Morgado 400

TOTAL 800

ARTILLERIA

Dos baterías completas, coman-dante don Fernando Cacho . . 250

TOTAL 4.550

(2) A las peticiones de socorros queMarcó dirigió el 14 de octubre al nue-vo virrey del Perú, don Joaquín de laPezuela, contestó éste un largo ofi-cio que llegó a Santiago a fines dediciembre de 1816. Decíale allí quehasta cierto punto creía quiméricoslos temores de Marcó. "Con todo,agregaba, no soy tan tenaz ni con-fiado en mi opinión que dejase deauxiliar a V. S. en precaución decualquier acontecimiento, con la gen-te, auxilios y demás que me tienepedidos; pero carezco absolutamentede tropas; es muy escaso, ni llega alo preciso, el armamento que tengo,y con todo, he despachado a V. S. loque he prdido. Persuádase V. S. quesi más habría hecho, y que en todocaso encontrará en mí la mejor dis-posición para socorrerlo hasta dondealcancen mis medios, aun sin aguar-dar a que me los pida".

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con seguridad (3)". A pesar de es-tos propósitos, Marcó, como sabe-mos, se había visto forzado por lascircunstancias a enviar algunos au-xilios a diversos puntos del territo-torio, y a destacar una buena partede sus fuerzas para combatir a losguerrilleros.

La reconcentración del grueso desu ejército no infundía, sin embar-go, plena confianza a los realistasde la capital. Los más exaltados en-tre ellos acusaban a Marcó de floje-dad en la organización de los mediosde defensa, reprochándole el no des-plegar mayor energía para destruirlos montoneras enemigas y el noafianzar eficazmente la tranquili-dad interior. Marcó y sus delegadoshacían, sin embargo, como hemosvisto, todos los esfuerzos posiblespara conseguir ese objeto. Ofreciódejar salir libremente de Chile atodos los individuos que no quisiesenvivir bajo ese régimen, "El gobier-no, decía, ha resuelto amonestar,excitar y aún rogar a cualquiera es-tante y habitante en esta ciudad ofuera da ella, que desee vivir entrelos revolucionarios, que juzgue fe-lices a los que profesan sus máxi-mas y son regidos por ellas, o quese hallen descontentos con el gobier-no real y sus providencias, que pi-dan sus pasaportes para fuera delreino; protestando y asegurando,como protesta y asegura a nombredel rey, bajo su palabra de honor,y cuantas más seguridades puedanrequerirse, que se les dará paraellos, y si quisieren para sus muje-res e hijos, sin ponerles trabas nidificultades, sin exigirles los moti-vos, y sin que en un ápice sean per-

judicados ni en su persona ni ensus bienes (4)." Aunque allí mismose repetían las tremendas amenazascontra los patriotas que, no querien-do aprovecharse de ese permiso, si-guieran perturbando pública o pri-vadamente la tranquilidad interior,no se presentó hombre alguno a so-licitarlo, temiendo, sin duda, queaquella fuese una celada del gobier-no para descubrir a sus adversarios,y para descargar sobre ellos las me-didas de rigor.

Marcó se había empeñado en pro-hibir los agrupamientos de gente ytodo motivo de alarma en las pobla-

(3) Oficio de Marcó al Intendente deConcepción, de 4 de febrero de 1817.

(4) Gaceta del gobierno de Chile de 13de diciembre de 181G. "Salgan, pues,libres y contentos, agregaba, a gozarde esa decantada libertad, y no per-turben la paz de un reino a quiensólo pudo hacer desgraciado la se-ductora perfidia. El que quiera vivirentre nosotros sepa que ha de serfiel al rey y observador de la ley. Lasuperioridad conocerá con poco tra-bajo al que delinca, y cuanta es hoysu generosidad con los que claramen-te manifiestan sus deseos, tanta serásu severidad contra el traidor hipó-crita que tenga la osadía de sembrarla cizaña, esparcir el fermento de larebelión y perturbar la felicidad co-mún".

Según los documentos de la época,sólo se aprovechó de ese permiso unaseñora que tenía que trasladarse alas provincias unidades del Río dela Plata por asuntos de familia. Eldecreto en que se le concedió, revelalas precauciones que para ello toma-ba el gobierno. Hélo aquí:

"Santiago, 19 de diciembre de1816.— Concédese a doña ManuelaPardo de Figueroa la licencia que so-licita para pasar a las provincias delRío de la Plata, con la calidad de que

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ciones (5). En Santiago, particular-mente, las patrullas encargadas derecorrer la ciudad se doblaban cadanoche y desplegaban gran celo endisolver las reuniones populares enque solían suscitarse desórdenes enmedio de gritos sediciosos contra laautoridad. Las prisiones, de gentedel pueblo por estos motivos se ha-bían hecho mucho más frecuentes,sin conseguir afianzar la tranquil!-

dad. Las dificultades de aquella si-tuación eran visibles para todo elmundo. La paz pública estaba pro-fundamente alterada, por las agita-ciones interiores; y no había, ade-más, en el reino una persona media-namente al corriente de las ocurren-cias del día que no esperase comoun suceso inevitable una guerra for-mal en ese mismo verano. Sin em-bargo, el gobierno se empeñaba en

ella, la criada, mozo y arriero que ex-presa en su pedimento, deben pre-sentarse personalmente en esta su-perioridad, donde quedará constanciade sus nombres y señales, y de estaradvertidos que no pueden restituirsea este reino en que serán tratadoscomo insurgentes y espías, castigán-dose como tales con pena de la vida,porque cuando me he propuesto dejarel país libre de enemigos interiorespor medio del franco permiso parasalir, no he abierto la puerta al es-pionaje que resultaría de la libertadde volver. Para que se vea la religio-sidad con que cumplo la promesapublicada, imprímase con preferen-cia este decreto en la Gaeta.— Marcódel Pont.— Dr, Meneses.— Rebolle-do".

(5) Era frecuente en esas reuniones dis-parar cohetes voladores que servíanpara llamar la gente o para expre-sar el contento, y que producían unaalarma en esos días de sobresalto yde inquietud. Marcó, por un bandode 21 de noviembre de 1816, dispusoque "por ningún motivo o pretexto,sea cual fuere," se hiciesen disparos,imponiendo a los contraventores, y alos que los ocultasen o denunciasenla pena de seiscientos pesos para laconstrucción de las fortalezas del

cerro Santa Lucía, o seis años de pri-sión a los que no pudieran pagarla.A pesar de esa prohibición, los dis-paros de cohetes voladores siguieronrepitiéndose como una provocación alos agentes de la autoridad.

Por vía de nota, debemos recordarotro bando de Marcó, que deja co-nocer la idea que entonces se teníade la esfera de acción de la autori-dad pública. A mediados de noviem-bre se presentaron al presidente lospanaderos de Santiago, querellándo-se contra los poseedores de trigo, quese negaban a venderlo, o que pedíanpor él un precio excesivo.

Marcó, con fecha de 16 de noviem-bre, resolvió lo que sigue: "Ordeno ymando que bajo pretexto alguno,ningún individuo que tenga trigo,pueda excusarse de venta, antesbien deben ponerlo en noticia del juezde abastos para que se compre porlos dueños de panaderías al preciocorriente y ventajoso de catorce rea-les (1 peso 75 centavos) a que se havendido el día de ayer, bajo aperci-miento que el que contraviniere per-derá todo el trigo que tenga, que seaplicará por terceras partes al de-nunciante, al juez de abastos quedebe declarar la pérdida, y a la obrade la fortaleza del cerro de SantaLucía.

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demostrar que existía la más com-pleta y satisfactoria paz. El 1° deenero de 1817 se cantaba en la Ca-tedral de Santiago un suntuoso TéDeum para celebrar los triunfos delas armas españolas en el verreina-to de Nueva Granada y "para dargracias al Dios de los ejércitos, de-cía la Gaceta, por las glorias conque corona a los nuestros en todoslos puntos en que combaten por suDios y por su rey. Asistió, agrega-ba, el muy ilustre señor presidente,oficialidad y cuerpos, de los cualesrecibió su señoría alegres felicita-ciones después de concluido el actocon salva de artillería, y graciososrepiques en todas las iglesias." Ha-bría podido creerse que aquel go-bierno ignoraba los peligros que portodos lados amenazaban su existen-cia.

Pero esta inútil pretensión de en-gañar a las gentes sobre la verda-dera situación del reino, se llevóluego al exceso. El 3 de enero, laGaceta del gobierno hacía una rese-ña de los imaginarios beneficios al-canzados bajo el gobierno de la re-conquista. "Un año, decía, ha bas-tado al infatigable señor Marcó pa-ra tranquilizar el reino y llenar deterror a los malvados, para aumen-tar las tropas, arreglar los regi-mientos, mejorar la disciplina y po-ner nuestra fuerza en un estado res-petable, para poner en obra y ade-lantar con increíble rapidez la úti-lísima fortaleza del cerro de estaciudad, que va a ser una de las me-jores de América, para consumarcasi el canal de San Carlos, paraasear esta ciudad, iluminarla, ponerel mejor orden en los abastos, res-tablecer las escuelas y aulas de la-tinidad y ciencias mayores, y paraproveer a los crecidos gastos del

erario, haciendo cesar los donativos,restituyendo los bienes embargadosy valiéndose de los arbitrios mássuaves y menos capaces de motivos,quejas y descontentos. Tantos bie-nes experimentados en tan cortotiempo harán, sin duda, a los chi-lenos tan duradera como grata lamemoria de este jefe meritísimo,y no habrá un amante de su pa-tria que no dirija sus votos al Eter-no por la conservación y acierto deeste héroe destinado por la bondaddel cielo y del monarca p?.ra sanarlas llagas que hizo a nuestro suelola anarquía, restablecerlo en el or-den y elevarlo al más alto punto detranquilidad y dicha (6)." Estareseña de los servicios fingidos oexagerados de Marcó del Pont, enque, sin duda, no creían sus mismosparciales, y esta declaración de apa-rente confianza en una tranquili-dad que no existía, se publicaba lavíspera del día en que un nuevo ymás atrevido atentado de los patrio-tas venía a probar una vez más lainconsistencia de aquel orden decosas, y la desaparición del respetoque antes inspiraba la autoridadreal.

Don Manuel Rodríguez asalta aMelipilla, distribuye a las turbas loscaudales del rey y burla a las tropas

enviadas en su persecución.

Según un plan concertado con losguerrilleros de Colchagua, don Ma-nuel Rodríguez, seguido sólo por un

(6) Gaceta del gobierno del viernes 3 dede enero de 1817.— En los capítulosanteriores ha podido verse lo quehabía de verdad en esta reseña de losservicios hechos a Chile por el go-bierno de la reconquista.

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antiguo soldado que le servía deasistente con la más decidida fide-lidad, se había acercado a Santiago,y recorría los campos vecinos a laribera sur del Maipo, preparandoun golpe para aumentar la pertur-bación de los realistas. Habiendóse-le reunido allí dos individuos ani-mosos, pasó con ellos aquel río enla noche del 2 de enero de 1817 porel vado de Naltahua, y permaneciótodo el día siguiente oculto en el ca-serío denominado Lo Chacón, unalegua al poniente de la aldea de SanFrancisco del Monte. Allí encontróotro auxiliar en José Guzmán, hom-bre de condición modesta, pero decorazón levantado, y muy conoce-dor de toda esa comarca. Esos cincohombres, malamente armados, y sincontar con otros cooperadores, peropersuadidos de que los hallaríanluego, se lanzaron resueltamente ala empresa que había meditado (7).

En esos días corridos entre el 25de diciembre y el 6 de enero, llama-dos "las pascuas," se suspendían ca-si por completo, según una viejacostumbre de los campesinos, todos

(7) En 1855 recogimos en los mismoslugares prolijas noticias sobre estesuceso, que nos permiten contarlo consus más menudos accidentes. Segúnesos informes, los primeros coopera-dores de Rodríguez fueron su asis-tente, cuyo TvoTra.bre no pudimos des-cubrir; Ramón Paso y un tal Galle-guillos, campesinos de la isla de Mai-po, y José Guzmán, pequeño propie-tario en Lo Chacón. Las armas queesos individuos llevaban eran las si-guientes: Rodríguez, dos pares depistolas, un sable y una daga; suasistente, sable y tercerola; Paso, unpar de pistolas; Guzmán y Gallegui-llos, sólo sus sables.

los trabajos agrícolas, y esos cami-nos eran muy frecuentados por lasgentes de las haciendas del distrito,que concurrían a la aldea vecina deSan Francisco del Monte, o a al-gunos de los lugares de diversiónde aquellos contornos. Desde la ma-drugada del sábado 4 de enero, Ro-dríguez sí situó cerca de las casasde la hacienda del Paico; y sus com-pañeros colocados en el camino queconduce a Melipilla, detenían a lostranseúntes que venían de ese lado,haciéndolos volver atrás para queno pudiesen llevar aviso alguno aSantiago, e invitando a los más ani-mosos a acompañarlos en una co-rrería que había de procurarles en-tretenimiento y provecho. Rodrí-guez les anunciaba que en nombrede la patria iban a repartirles loscaudales que los sarracenos habíanrobado a los chilenos. Antes de mu-cho rato se había agrupado en tor-no de ellos alguna gente; pero ensu marcha a Melipilla llegaron acompletar cerca de ochenta hom-bres regularmente montados. A fal-ta de lanzas y de espadas, éstos searmaban de chuzos y picanas, o decuchillos ordinarios tomados en lasventas o habitaciones del camino.Habiendo encontrado a corta distan-cia a un español apellidado Damián,que se dirigía a Santiago en unacarreta, Rodríguez lo hizo apresary entregó al saqueo sus equipajes.

A las nueve de la mañana llega-ban a Melipilla. Allí no se tenía no-ticia alguna de aquel movimientoni había tropas que pudieran repri-mirlo. Los montoneros penetraronpor las calles dando gritos de "¡ Vivala patria!", y en medio de una gran-de algazara que infundía terror a lasgentes en el primer momento, peroque luego fue secundada por el po-pulacho de la villa. Rodríguez apre-

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só en el acto al subdelegado del par-tido, don Julián Yécora, hombrebueno y pacífico, que era estimadopor el vecindario, y lo obligó a en-tregar los caudales recolectadospara llenar el empréstito forzosoimpuesto por Marcó. Aunque elpartido de Melipilla, según la distri-bución establecida por el Gobierno,debía suministrar cinco mil pesos,sólo habían alcanzado a recaudarsecerca de dos mil. Rodríguez hizosacar los caudales a la plaza, y allícomenzó a repartirlos pródigamen-te, dando la mejor parte a los queprimero se habían juntado a su ban-do, y tirando a puñados el resto ala muchedumbre que lo rodeaba."Muchachos, decía Rodríguez, hoyes día en que se puede gritar "¡ Vivala patria y mueran los sarracenos!".Y el populacho repetía esas excla-maciones en medio de un contentoloco. Haciendo abrir en seguida laspuertas del estanco real, autorizóal populacho a saquear sus existen-cias, que consistían en tabaco y nai-pes. Sacó igualmente a la plaza to-das las lanzas que había en la villapara armar las milicias, mandó quecada uno de sus compañeros tomaseuna, y que las restantes fuesen que-madas en una pira, y sus moharrasarrojadas al río Maipo, para dismi-nuir en lo posible los recursos delenemigo. Cada uno de estos actosera motivo de grandes manifesta-ciones de alegría. Los montonerospasaron todo el día en fiesta y di-versión, sin entregarse, sin embar-go, a los actos de violencia que eranatural esperar de tales circunstan-cias.

Mientras tanto, Rodríguez confe-renciaba con algunos patriotas deese distrito para anunciarles el pró-ximo arribo de la expedición liber-tadora, y su triunfo seguro e inevi-

sobre el ejército de Marcó (8).tableCediendo a los empeños de éstos,dejó en libertad al subdelegado Yé-cora, pero hizo apresar a un oficialde Talavera, el teniente don ManuelTejeros, que con su asistente, tam-bién español, se hallaba de paseoen una hacienda de las inmediacio-nes (Codegua, a cuatro leguas deMelipilla), con la resolución de man-tenerlos a su lado para que no pu-diesen comunicar a las autoridadesnoticias seguras de los sucesos deese día, ni cooperar a la persecu-ción de sus promotores. Entrada latarde, Rodríguez abandonaba a Me-lipilla con toda su banda, e iba ahospedarse a una legua al sur, en lahacienda de Hualemu, donde habíahecho preparar una cena abundan-te. A las nueve de la noche, cuandosu gente, rendida por el cansancio opor la embriaguez, comenzaba a dis-persarse o se entregaba al sueño,Rodríguez con sus cuatro compañe-ros, llevando consigo al teniente Te-jeros y al asistente de éste, empren-día su marcha hacia al sur, atrave-saba el río Maipo e iba a buscar unasilo en las serranías de la haciendade Chocalán.

(8) Se hallaban entonces en Melipilla,entre otras personas afectas a larevolución, el antiguo capitán donJosé Santiago Aldunate, de quienhemos hablado antes, y doña Mer-cedes Rojas y Salas, hija del vene-rable patriota don José Antonio Ro-jas, que había fallecido hacía pocoen Valparaíso, adonde se le habíatraído enfermo de Juan Fernández.Esa señora residía entonces en aque-lla villa por orden del gobierno,que le había mandado salir de San-tiago.

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El primer aviso de aquellas nove-dades llegó a Santiago el mismo día4 de. enero cerca da las cinco de latarde (9). En el momento, Marcó ysus consejeros se imaginaron queaquel atentado había sido cometi-do por Rodríguez y Neira, a la ca-beza de los montoneros de Colcha-gua. Inmediatamente impartió ór-den al comandante Magallar, que sehallaba en Santiago, para que sintardanza hiciera partir a cargo deun oficial de confianza, un destaca-mento de las tropas de su mandopara que fuera a sorprender a losmontoneros de Melipilla (10). Enla misma tarde, casi a entradasde la noche, salían con ese destinotreinta dragones montados y bienarmados, bajo el mando del subte-niente don Antonio Carrero, a quienMarcó, en premio del celo que des-plegaba en servicio del rey, habíaelevado poco antes del rango de sar-

gento al de oficial. La noticia deaquellos acontecimientos divulgadainmediatamente en la ciudad a pesarde la reserva que quería guardar elgobierno, produjo gran contento en-tre los patriotas; pero todo hacía te-mer que el gobierno, en medio de suexasperación, se apresuraría a to-mar las medidas más represivas yviolentas.

Mientras tanto, Carrero, apuran-do la marcha cuanto le era dable,y recogiendo en el camino las noti-cias vagas y confusas que podían oquerían suministrarle los campesi-nos que encontraba, llegó a Meli-pilla cerca de las dos de la maña-na del día siguiente. La villa habíavuelto a su tranquilidad habitual.Después de tomar algunos informes,el oficial realista se convenció deque allí no tenía nada que hacer.Cayendo en seguida apresurada-mente sobre las casas de la hacien-

(9) Ese aviso fue comunicado desdeSan Francisco del Monte por un es-pañol llamado don José Cardoso, aquien el gobierno tenía confiada laadministración de la hacienda deSan Miguel, secuestrada entonces ala familia Carrera.

(10) He aquí la orden dirigida por Mar-có al comandante Magallar: '"Seme acaba de comunicar aviso dehaber pasado por la hacienda deSan Francisco del Monte una gavi-lla de diez hombres armados vocean-do "¡Viva la patria!" y forzando acuantos encuentran a que digan lomismo. Estos, se asegura haberseconcentrado en la villa de Melipilla,sorprendiendo al subdelegado y obli-gándolo a proteger sus inicuas mi-ras. Estas se reducen a hacerse allíde todo el partido que puedan, paralo cual dejan entrar a todos y no

dejan salir a nadie. Por lo cual con-vendrá que sin pérdida de momen-to destaque V. una partida de 20 a25 hombres bien armados a cargode un buen oficial, para que pre-sentándose en dicha villa a una ho-ra si es posible de no ser vistos,vea si se puede lograr la sorpresade esos tunantes cabecillas; y que-,recomiendo después todos aquellospuntos de haciendas inmediatas, yprincipalmente la de Ureta, reco-nozca y adquiera todas las noticiasque puedan contribuir a ulterioresprovidencias que tengan relación conla seguridad pública que debe serobjeto de nuestros desvelos. Diosguarde a V. muchos años.— Santia-go, 4 de enero de 1817.— FranciscoMarcó del Pont.— Señor comandan-te militar don Joaquín Magallar".

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da de Hualemu, cuando ya la bandade montoneros se había dispersadoen todas direcciones, sólo logró apre-sar ocho o diez hombres que pare-cían extraños al asalto de la villa.En la misma mañana pasó el ríoMaipo, y emprendió empeñosamen-te una batida general en las hacien-das de las inmediaciones. Despuésde dos días empleados en las másactivas diligencias, consiguió apre-sar a José Guzmán, el compañerode Rodríguez, y a otros dos indi-viduos que, por el hecho de ser des-conocidos en aquellos lugares, fue-ron tomados por montoneros, per-suadido de que uno de ellos era elmismo Neira, que, sin embargo, nohabía salido de las cordilleras deColchagua. Carrero mandó aplicarcincuenta azotes a cada uno de aque-llos individuos, esperando arran-carles la confesión de su culpabi-lidad y de sus nombres verdaderos,ya que se les creía empeñados enocultarlos. Los tres campesinos so-portaron el tormento sin hacer re-velación alguna, y sosteniendo im-perturbables su absoluta inocencia.Remitidos a Santiago y sometidosa nuevos y no menos apremiantesinterrogatorios, consiguieron al finprobar con numerosos testigos supersonalidad real, y como no se pu-diera presentar prueba alguna desu culpabilidad, se les dejó libresdespués de algunas semanas de pri-sión (11).

(11) La Gaceta del Gobierno guardó alprincipio la más estudiada reservasobre los sucesos de Melipilla. Sólo el19 de enero publicaba con aire detriunfo las líneas siguientes: "Alas cinco de la tarde del día 8 en-traron reos en esta capital tres delos facinerosos que, capitaneados por

Rodríguez y sus compañeros pa-saban entre tanto días de mortalangustia. Sus perseguidores habíanencontrado amparo y protección enalgunas de las haciendas de aque-llas cercanías. Servidos por varioscampesinos conocedores de aque-llas localidades, y contando con ca-ballos de respuesto, se movían rá-pidamente de un lugar a otro, y semostraban resueltos a no perdonarmedio para sorprender a los cabeci-llas de la montonera (12). Rodrí-guez y los suyos vagaron algunos

el infame Manuel Rodríguez, tuvie-ron el arrojo de sorprender la villade Melipilla y cometer en ella variosatentados. Uno de ellos es el quese denominaba José Miguel Neira.El niega serlo en realidad; y no ha-biéndose aún esclarecido completa-mente la verdad, suspendemos eljuicio hasta la finalización de lacausa que se les sigue con viveza."Y después de anunciar largamenteque el castigo de los culpables se-ría ejemplar, agregaba lo que si-gue: "El resto de asesinos quedacircunvalado por tropas fieles y va-lientes, y no es probable dejen decaer en nuestras manos para seguir

a sus colegas de iniquidad."(12) La hacienda de Chocalán era pro-

piedad de una acaudalada señorallamada Carmen Lecaros, que residíaallí. Sea por afección a la causa delrey, o porque creyese que los mon-toneros perseguidos eran realmentesalteadores vulgares, como decíanCarrero y sus soldados, puso a dis-posición de éstos todos los recursosde la hacienda; y mandó que algu-nos de sus empleados, capataces oinquilinos,- los acompañasen comoguías prácticos, que conocían todoslos senderos y encrucijadas de esos

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días por montes y laderas, inter-nándose poco a poco en las serra-nías del sur, por las haciendas deCuliprán, Santa Rosa y San Vicen-te, soportando con ánimo incontras-table el hambre y la fatiga, y bur-lando difícilmente a sus persegui-dores. Sus caballos, estropeados poraquellas penosas marchas, comen-zaban a inutilizarse. Los dos pri-sioneros que llevaba Rodríguez, ha-bían llegado a ser un estorbo parala fuga. Tejeros, dándose por en-fermo, caminaba con una desespe-rante lentitud para dar tiempo aque los alcanzaran los soldados queandaban en su busca. Su asistentelogró escaparse una noche, y el mis-mo Tejeros había intentado fugarselo que habría servido para descu-brir la pista de sus aprehensores.Ante un peligro de esa clase, Ro-dríguez y sus compañeros no vacila-ron en sacrificar al infeliz prisione-ro, y le dieron muerte en una que-brada, disparando sobre él algunostiros de pistola.

Aquel doloroso sacrificio, quemuchos de los contemporáneos re-procharon a Rodríguez como unasesinato cruel e innecesario, peroque, en realidad, era el resultadodel error que había cometido lle-vando consigo dos prisioneros enuna fuga precipitada y peligrosa, lepermitió seguir su marcha con más

desembarazo, y sustraerse a la per-secución en las serranías de Alhué.En efecto, pocos días más tardeMarcó hacía volver a Santiago aCarrero y sus soldados, persuadidode que los montoneros de Melipillaestaban lejos de aquellos lugares yeran los autores de otro atentadomás estrepitoso todavía.

Medidas más rigurosas decretadascontra los montoneros y sus coope-

radores.

"El arrojo de la guerrilla de in-surgentes de la otra banda que aca-ba de invadir a Melipilla, escribíaMarcó el día 5 de enero, exige unresguardo y jefes de la mayor acti-vidad en los pueblos distantes.

El ejército no es capaz de cubrirtodos los de su inmensa extensión,y a distancias imposibles de soste-nerse unos a otros en los momentosde una sorpresa". Por este motivo,al paso que nombraba un nuevo je-fe político y militar para el distri-to de Quillota que podía ser ataca-do por los montoneros, le daba lasinstrucciones para proveer a su de-fensa. "Allí, decía, pondrá V. S. laguarnición que estime competentede las milicias acuarteladas duran-te las circunstancias lo exijan. Pa-ra armamento de la caballería,usará las lanzas que haya, y para

campos. Dos de ellos, el mayordomoTiburcio Romo y Esteban Cárde-nas, que era además juez del distri-to, se señalaron por su actividadpara servir a los soldados realistasen aquella infructuosa correría.Fueron también inquilinos de esahacienda los que trajeron presos aSantiago los tres individuos captu-rados en los contornos de Melipilla.

Esos rudos campesinos que, porignorancia y por el hábito de obe-diencia ciega a sus amos, estabansirviendo a los opresores de su pa-tria, fueron llevados al palacio ypresentados a Marcó, quien los reci-bió muy afectuosamente, y a nom-bre del rey les dio las gracias porel celo que habían desplegado en lapersecución de los montoneros.

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el de alguna infantería reunirá lasarmas de fuego que se pueda entrelos vecinos, y avisará el estado enque quede con estos arbitrios, y losdemás que necesite para proveertodo lo que estuviere a mis alcan-ces (13)."

Marcó y sus confidentes perma-necían en Santiago en medio de lamás viva inquietud, esperando pormomentos noticias más completasde lo ocurrido en Melipilla y de lapersecución de los montoneros; pe-ro las que llegaban, si bien hacíansaber el restablecimiento del orden,distaban mucho de ser satisfacto-rias. El 6 de enero a pesar de serdía festivo, los consejeros del go-bierno pasaron reunidos en el pa-lacio discutiendo las medidas quecreían más conducentes para impe-dir la repetición de atentados deese orden. El resultado de ese acuer-do fue un bando de veinticuatro ar-tículos publicado aparatosamente el7 de enero. En ellos recapitulabalas ordenanzas anteriores sobre usode armas, viajes sin pasaporte, trá-fico a caballo durante la noche,completándolas con disposicionesaccesorias mucho más restrictivas,agravando las penas con que seamenazaba a los culpables, y ha-ciendo más rápida la tramitaciónde los juicios para aplicarlas, am-pliando al efecto las facultades delos comandantes militares. Podríanéstos imponer por sí la pena demuerte "contra los que hicieren fue-go o resistencia con arma blanca

(13) Oficio de Marcó de 5 de enero de1817, dirigido al coronel de miliciasdon José Tomás de Azúa, marquésde Cañada Hermosa, por lo que lonombraba subdelegado y comandan-te militar del partido de Quillota.

a los que les persiguiesen, como alos que hallaren en número de trescorriendo el campo con armas, enreuniones sospechosas, en aclama-ciones por la patria, con cartas ocorrespondencias del enemigo, o decualquiera otro modo que altere latranquilidad pública." La mismapena, decía el artículo 8° impondrána cuantos resultaren haber sido sa-bedores de la residencia de ladro-nes, salteadores y comitivas (losmontoneros), o del lugar del trán-sito de aquellos y no dieren parte;a los que los auxiliaren con cabal-gaduras, víveres o de otro modo; ysi se justificase que algunos veci-nos o hacendados, a sabiendas de suexistencia en sus posesiones, no die-ren pronto aviso, a más de sufrir lamisma pena de muerte y de que-marles los ranchos, casas y pose-siones a los primeros, serán embar-gados a los segundos sus bienes pa-ra la real hacienda". Por otros ar-tículos se prohibía viajar en carre-tas cubiertas, ni hacer correr ca-rros cargados en las poblacionesdespués de oscurecerse. Los juecesterritoriales, y otros agentes su-balternos de la administración, quecomenzaban a inspirar desconfian-za al gobierno, eran conminados conpenas análogas a las de los culpa-bles, si se mostraban remisos enprestar ayuda eficaz a los coman-dantes militares.

Había además en ese bando otradisposición que por ser dada en losmomentos en que los hacendadostenían que atender en sus camposlas faenas de las cosechas, debió sercausa de serios embarazos. "Nin-gún hacendado, sea de la calidad ycondición que fuese, decía el artícu-lo 14, podrá permanecer en su ha-cienda de campo, sino que deberárecogerse precisamente a esta ca-

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dos de que aquella situación se acer-caba a su término, y de que era pre-ciso cooperar por cualquier medio,costase lo que costase, a precipitarla ruina de un régimen odiado e in-soportable.

El territorio de Colchagua con-tinuaba siendo el campo de acciónde los guerilleros. Sus montañas,cubiertas de bosques, poco pobla-das, y de difícil acceso, ofrecían ex-celentes escondites a las partidaspatriotas que bajaban a los llanosa ejercer sus correrías, y que se asi-laban en las quebradas y en los ce-rros huyendo de la persecución. Enlos primeros días de enero una deesas bandas había hecho su apari-ción en Pelarco, persiguiendo a laspartidas de milicianos, y poniendoen grande alarma a las autoridadesde Curicó y de Talca. Marcó, a pe-sar del plan que se había impuestode mantener su ejército reconcen-trado en Santiago y sus contornos,se había visto en la precisión demantener en esa comarca algunasmilicias armadas, y de enviar casila mitad de su caballería veterana,esto es el escuadrón de carabinerosde Abascal que mandaba Quintani-lla y una parte del regimiento dedragones bajo las órdenes del coro-nel Morgado. Como esas tropas nobastasen para destruir las monto-neras y como el coronel Quintanillahubiera tenido que avanzar con unapartida de ella a resguardar el ca-mino de Planchón, el 10 de eneroordenó Marcó que el comandantedon Manuel Barañao, que había lle-gado poco antes de Quillota, saliesede Santiago, con su escuadrón de hú-sares para reforzar la guarniciónde San Fernando y de sus contor-nos.

Mandaba entonces en esta villacomo subdelegado el sargento mayor

pital o a las villas cabeceras de supertenencia. Ni aun los patriotasque por decreto del mismo gobier-no vivían confinados en sus hacien-das, fueron exceptuados de esta dis-posición. Marcó quería despoblaren lo posible los campos, para quelos montoneros no hallasen, comohabían hallado hasta entonces, asi-lo y protección de parte de muchospropietarios.

A juicio de Marcó, el accidentemás grave del asalto de Melipillaera el saqueo del tesoro real. Que-riendo poner a salvo los caudalesdel empréstito forzoso que existíanen otros distritos, expidió el mismodía 7 de enero una circular a todoslos subdelegados. Ordenaba en ellaque se apresurase con la mayor ac-tividad, la recaudación de las im-posiciones que correspondían a ca-da vecino, y el inmediato envío aSantiago de los caudales que se fue-sen recogiendo. "Si V. puede remi-tirlos en libranzas seguras o paga-deras a la vista, decía, se obviaráncostos y los riesgos que promete laconducción en numerario; pero sino se puede realizar de este modo,es menester que los acompañen pa-ra su custodia los milicianos de esepartido que se crean necesarios".Estas providencias no alcanzaron aejecutarse más que en reducidasproporciones.

Asalto de San Fernando: inútilpersecución de sus promotores, y

ejecución de siete prisioneros.

Las medidas de rigor decretadascontra los montoneros fueron ab-solutamente ineficaces para hacer-los desistir de su empeño. El espí-ritu de resistencia había cundido entodo el país, y nada podía contener-lo. Los patriotas estaban convencí-

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de milicias de Talca don ManuelLópez de Parga, español de naci-miento y realista obstinado e in-transigente. Tenía a su lado un des-tacamento de ochenta carabinerosque estaban bajo las órdenes de uncapitán también español apellidadoOsores. Estas fuerzas bastaban pa-ra mantener la tranquilidad en lavilla; pero no habían podido impe-dir las confabulaciones de algunospatriotas que de acuerdo con Rodrí-guez y con don Juan Pablo Ramí-rez estaban reuniendo gente en loscampos inmediatos y preparando ungolpe más audaz todavía que el deMelipilla. Dos vecinos del distritode San Fernando, don Francisco Sa-las, hombre de condición modesta,y don Feliciano Silva, arrendatariode una hacienda de campo, y ambosjóvenes entusiastas y animosos,eran los directores de esos traba-jos. Ayudados por algunos jóvenesde sus relaciones habían consegui-do tener listos el primero en el lu-gar denominado Roma, al orientede San Fernando, unos cien hom-bres de empresa, y el segundo otroscincuenta, cuatro leguas más al nor-te. En la noche del domingo 12 deenero, esas bandas, convocadas porsus cabecillas, se reunían cautelo-samente a espaldas de un cerritoque se alza en el primero de aque-llos lugares. Toda la gente estabaa caballo; pero los demás aperosbélicos dejaban mucho que desear.Sólo los jefes y unos cuantos hom-bres llevaban armas de fuego o sa-bles. Algunos se habían provisto depuñales o machetes; pero el mayornúmero no tenía más armas quechuzos y garrotes. Salas, además,había hecho preparar cuatro ras-tras de cuero que fueron cargadas

de piedras, y confiadas a ocho hom-bres escogidos, con el encargo dehacerlas arrastrar por sus caballos,y cuidando de producir el mayorruido posible. Tomadas sus últimasdisposiciones, los montoneros se en-caminaron a la villa a galope tendi-do, dando gritos estrepitosos de"viva la patria", "mueran los sa-rracenos". Durante su marcha, labanda se engrosó con muchos cu-riosos atraídos por la novedad deese movimiento o por la esperanzadel saqueo que parecía inevitable.

En San Fernando, entretanto,reinaba la mayor tranquilidad. Susdefensores, como toda la población,estaban entregados al sueño. Lascalles sombrías y solitarias se vie-ron de repente invadidas por tur-bas de jinetes que en medio de unatronador griterío, corrían de unlado a otro dando voces de mandomilitar o profiriendo amenazas con-tra los servidores del rey. Los ve-cinos del pueblo y hasta los mismosagentes de la autoridad llegaron acreer que aquella gente formabauna columna del ejército invasor,de que se hablaba tanto en esosdías. El capitán Osores, sin embar-go, puso apresuradamente sobre lasarmas a sus carabineros, y se dis-puso a defender resueltamente lacasa en que estaba acuartelado, ocu-pando para ello las ventanas y lostejados. Esta resistencia estaba pre-vista por el jefe del asalto. Dandovoces de mando, como si tuviese asus órdenes un cuerpo de tropas re-gulares, Salas fingía prepararse pa-ra un ataque en forma. Al grito de"¡avance la artillería!" se adelan-taron los conductores de las rastrascargadas de piedras, produciendoun ruido semejante al que causa el

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rodado de los cañones. Este apara-to introdujo el pánico entre los de-fensores del cuartel y aumentó laconfusión general. Abandonandosus puestos, los soldados saltarondesordenadamente las paredes y ta-pias que cerraban el fondo del cuar-tel, y se pusieron en precipitada fu-ga para ganar los caminos que con-ducen a la capital.

Todo aquello había sido la obrade unos cuantos minutos. Los asal-tantes quedaron dueños del pueblosin disparar un tiro y sin hallarotro signo de resistencia. Rompien-do las puertas del estanco, se re-partieron o destruyeron todas lasespecies que allí hallaron. El sub-delegado López de Parga y el co-mandante de las milicias del cantóndon Antonio Lavín lograron poner-se a salvo; pero la casa en que am-bos vivían fue asaltada por la tur-ba y saqueada completamente. Con-tra lo que era de esperarse de unasalto ejecutado en esas condicio-nes, la población de San Fernandono fue teatro de otras violencias, ysus habitantes, que permanecíanencerrados en sus casas, no tuvie-ron que lamentar robos ni ultrajes.

Comenzaba entonces a despuntarla luz del día 13 de enero. Todo ha-cía temer que los carabineros delcapitán Osores, repuestos de la sor-presa, provistos de buenas armas yconocedores de que habían sido bur-lados por una banda de campesinosdesarmados, volverían luego sobreSan Fernando y alcanzarían untriunfo seguro. Salas y Silva, cono-ciendo los peligros de su situación,reunieron su gente y emprendieronla retirada con dirección a la cor-dillera. Según el plan convenido, subanda se fue dispersando poco apoco, de tal manera que antes de

mediodía todo parecía haber vueltoa su tranquilidad habitual en aque-llos contornos. Osores, que habíalogrado reunir sus carabineros alnorte de la villa, volvió a ocuparlaesa misma tarde y acabó de resta-blecer el orden-.

Pero la noticia del asalto de SanFernando había corrido por todaslas cercanías considerablementeexagerada. Un soldado de su guar-nición había llegado poco despuésde las nueve de la mañana a Ran-cagua, donde encontró al coman-dante Barañao con su escuadrón dehúsares. Allí se hallaba también elcoronel Morgado que marchaba aCuricó a reunirse con su regimien-to de dragones. Contaba aquel sol-dado que los asaltantes de la villaformaban una verdadera divisiónmilitar, provista de buenas armasy hasta de artillería. Barañao, quellevaba orden de avanzar hasta SanFernando para tomar el mando mi-litar de ese partido, creyó que de-bía detener su marcha hasta no re-cibir nuevos informes y algunos re-fuerzos. Inmediatamente hizo salirun propio para llevar a Santiago lanoticia de aquellos extraordinariossucesos. Morgado, por su parte, im-partió orden a las fuerzas de Cu-ricó para que se pusiesen en movi-miento, evitando, sin embargo,acercarse imprudentemente a SanFernando que se creía en poder delos revolucionarios.

Llegó esa noticia a la capital elmismo día 13 de enero, a las diezde la noche. Marcó, embarazado porafanes de todo orden para atendera la defensa del país contra una in-vasión exterior, confundido por larepetición de audaces atentadoscontra el orden interno y furiososobre todo por el ningún éxito de

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la persecución decretada contra losque ocho días antes habían asaltadoa Melipilla, dictó en el momento lasórdenes más activas para reprimirel nuevo atentado de los insurgen-tes. Creíase entonces que éstos ha-bían quedado en posesión de SanFernando, y, por lo tanto, inter-puestos entre la capital y los des-tacamentos realistas que se halla-ban más al sur. "En este caso, de-cía al comandante Barañao en ofi-cio escrito a las diez y media de esamisma noche, no hay más recursoque marchar contra ellos (los asal-tantes de San Fernando) hasta ex-terminarlos, y abrir comunicacióncon las divisiones de Curicó y Que-chereguas. Para ello conviene man-dar descubiertas a explorar el nú-mero y clase de gente, lo mismo quelas posiciones que ocupan, y satis-fechos de esto, atacarlos sin cesarhasta su exterminio. Con este obje-to hago salir esta misma noche elBatallón Chiloé con toda su fuerzay montado para que avance en sumarcha y se reúna a V. oportuna-mente, formándose una divisiónrespetable para en caso que sea ne-cesario operar, que debe ser con ra-pidez y circunspección. Así se loprevengo al coronel Morgado, ytambién encargo a V. previniéndo-le que donde encuentre un paisanocon las armas en la mano, sin mássumario ni ceremonia lo fusile V.al momento; obrando en todo lo de-más que exijan las circunstanciascon el tino y prudencia que corres-ponde, dando de todo avisos opor-tunos a esta capitanía general." Enla mañana siguiente enviaba a Ba-rañao un segundo oficio en que re-petía y ampliaba esas mismas órde-nes. "Procure observar, le decía, losmovimientos y disposiciones de esos

enemigos que pudieran ser muybien paisanos destacados para ha-cer una llamada falsa con el objetode dividir nuestras fuerzas paradar el golpe verdadero por otro pun-to donde pudiera ser más difícil elconcentrarnos. En fin, repito queV. use de la sagacidad que le ca-racteriza y obre como convenga,ordenándole que dondequiera queencuentre paisanos con armas en lamano, los fusile sin más autos niceremonias (14)".

(14) Los dos oficios de Marcó que ex-tractamos en el texto, y que origi-nales tenemos a la vista, dejan verque fueron escritos precipitadamen-te en la secretaría de gobierno, sinemplear escribiente y quizás sin de-jar copia. En efecto, en el librocopiador de la correspondencia deMarcó, que se conserva en la sec-ción de manuscritos de la Bibliote-ca Nacional bajo el número 1,089,no se halla copiado más que un solooficio referente al asalto de Meli-pilla y ninguno referente al de SanFernando y los sucesos de Curicó,que contaremos más adelante. Sinembargo, nosotros hemos recogidomás de veinte comunicaciones ofi-ciales escritas en medios pliegos depapel, firmadas por Marcó y des-pachadas en esos mismos días a va-rios jefes para darles órdenes con-cernientes a estos hechos. Esos ofi-cios, que formaron parte de los pa-peles de los referidos jefes, nos sir-ven para esclarecer este punto dela historia.

En un tercer oficio dirigido aBarañao el 15 de enero, Marcó leencarga que investigue el estado dela opinión en San Fernando, el ca-rácter, circunstancias y móviles delos asaltantes y todo lo que pudie-

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Barañao permaneció en Ranca-gua todo el día 14 de enero inqui-riendo, por medio de emisarios yde espías, más completas noticias delo ocurrido en San Fernando. Cuan-do supo la verdad, esto es que elasalto no tenía la importancia quese le daba, y que los montoneros noformaban, como se creía, un cuerpode tropa regular capaz de asentarseen esa población y de defenderla, sepuso en marcha precipitada con to-da la fuerza de su mando para per-seguir y castigar a los fugitivos.

El 15 de enero llegaba a SanFernando. El subdelegado López deParga, recogiendo toda clase de in-formaciones, había formado unalista bastante prolija de los cabeci-llas del acto, de sus primeros acom-pañantes, de los que se les reunie-ron en el camino o en el pueblo, y,

por último, de los vecinos sobrequienes recaían sospechas de quesimpatizaban con los facciosos. Lasdiligencias para apresar a los cul-pables, sólo dieron por resultado lacaptura de siete humildes campesi-nos que fueron inmediatamente con-denados a muerte en juicio sumarioy ahorcados sin conmiseración el 18de enero, en cumplimiento de lasórdenes terminantes de Marcó (15).Una partida de caballería enviadaa la montaña en persecución de loscabecillas, no consiguió darles al-cance. Salas y Silva, seguidos poralgunos de sus compañeros, se in-ternaron en la cordillera siguiendosu marcha por las orillas del ríoTinguiririca; y burlando hábilmen-te a sus perseguidores y a las par-tidas que en esos sitios tenía desta-cadas el coronel Quintanilla, tras-

ra explicar el origen de esos he-chos. Este oficio tiene una nota opost-data que conviene conocer, porcuanto revela el plan estrictamen-te defensivo que se había trazadoMarcó. Héla aquí: "Convencidoeste gobierno de que las miras delos bandidos que nos incomodan porahora en diversas partidas, son lasde dividir y distraer nuestras fuer-zas para imposibilitarnos de obraren masa cuando más convenga alos enemigos de la otra banda, heresuelto que todas las divisiones semantengan concentradas en suscantones, sin permitir la separa-ción de partida alguna, como no seapara aquellos servicios naturales deordenanza en campaña y seguridaddel mismo cantón, desentendiéndosede todas las demás ocurrencias delos pueblos y lugares distantes quetomaran por sí mismos la defensa,

o sufrirán las extorsiones que quie-ran hacerles los bandidos, porque siasí lo quieren, que lo padezcan enhora buena.".

A pesar de estos propósitos demantener reconcentrado su ejército,Marcó, cuando escribía ese oficio,tenía repartidos en el territorio deColchagua cerca de 1,400 hombresde su ejército de línea y como milmilicianos armados.

(15) He aquí los nombres de esas víc-timas: Manuel Llanca, Juan Llan-ca, Juan Moreno, José María Villa-vicencio, José Régulo Gálvez, JuanPeñalosa y Tomás Niño. Da estosnombres la Gaceta del gobierno ensu número de 24 de enero, y diceque aquéllos fueron fusilados. Enrealidad fueron ahorcados, no en laplaza pública del pueblo, sino en laplazuela de San Francisco.

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montaron los Andes y fueron a reu-nirse al comandante don RamónFreire que a la cabeza de un des-tacamento, estaba esperando en lafalda oriental el momento de abrirla campaña.

LAS NUEVAS MEDIDAS DE RI-GOR DECRETADAS POR

MARCO

Mientras tanto, Marcó seguíadictando desde Santiago nuevas ymás violentas medidas de rigor conque creía estirpar las montoneras.Hizo reimprimir todos los bandosanteriores dirigidos a asegurar latranquilidad interior para que fue-sen pregonados de nuevo, se lesdiese la mayor circulación posible,y el 16 de enero mandó pregonarotro con que creía poder impedir losdesórdenes que cada noche se co-metían en la ciudad, y castigar ac-tiva y eficazmente las correrías delos montoneros. "Por cuanto, decía,las medidas de seguridad que hastaaquí he tomado, arreglado a las rea-les intenciones de S. M., no han sidobastantes para contener los repeti-dos excesos que se cometen así enla campaña como al abrigo de lanoche en esta ciudad, en la que pre-validos por la oscuridad, corren im-punemente los delincuentes, ponien-do en movimiento cuanto está a sualcance para perturbar la quietudpública e individual . . ." en conse-cuencia, como remedio a aquella si-tuación, mandaba a todos los habi-tantes de las ciudades que cada no-che y precisamente hasta el amane-cer, "tuviesen una luz encendida enlas puertas de sus casas", y orde-naba que en cada villa cabecera seformase un consejo de guerra per-

manente para juzgar las causas deatentados contra el orden públicocon arreglo a los bandos dictadosanteriormente.

Ese bando fue seguido por otrosdos que dejan ver igualmente a quépunto había llegado la perturbacióndel presidente y de sus consejeros.En uno de 19 de enero, Marcó de-claraba que el tribunal de vigilan-cia había llegado a hacerse ineficazpara afianzar la tranquilidad pú-blica. "No sólo ha continuado (eldesorden), decía, sino que ha to-mado el mayor aumento fomentadopor los insurgentes de Buenos Ai-res que llenos de ceguedad por losderechos que persiguen bajo la in-dependencia que han adoptado, lle-nan este reino de emisarios que fo-menten su sistema, envolviendo ensu séquito a quienes ya parecían se-parados de tan detestables máxi-mas que a toda costa debo cortar".Y para conseguir este resultado,trasformaba aquel tribunal en co-misiones encargadas de las mismasfunciones y con poderes análogos.

Pero si aquella medida rebía serabsolutamente ineficaz para el ob-jeto que se buscaba, fue profunda-mente arbitrario e irritante otrobando dictado el 22 de enero. "Losescandalosos atentados que cometenlos enemigos de la tranquilidad deeste reino en los partidos del sur,decía, no permiten perder tiempoen tomar todas las medidas que con-duzcan a su esterminio y al de aque-llos desnaturalizados que olvidán-dose de lo que deben a su rey y alsuelo en que nacieron, sor, íntimosconfidentes y agentes inmediatos delos que intentan restituir los tiem-pos de la horrorosa anarquía, cuyasresultas llorarán las generacionesmás remotas". Declarando en se-

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guida que los atentados de Melipi-lla y de San Fernando no habríanpodido cometerse si sus autores nohubieran contado con numerososcooperadores en la población de loscampos, Marcó dictaba las medidasque creía más eficaces para impe-dir su repetición y para facilitar lasoperaciones de sus tropas. "Ningu-na persona de cualquier clase o con-dición que sea, decía el bando, po-drá en adelante hacer el camino deMaipo al Maule en caballo o yegua,ni de modo alguno andar en estosanimales por los términos que com-prende el territorio de mar a cor-dillera . . . Todo individuo, sea mi-litar o paisano, está autorizado pa-ra prender ai que anduviere mon-tado en los animales referidos, yhará suya la caballería, que perde-rá el contraventor, quedando supersona sujeta a la pena de muerteque impongo en este caso y se apli-cará infaliblemente"'. Mandábase enel mismo bando que el día siguientede su publicación, los comandantesmilitares, y subdelegados de los par-tidos de Colchagua, Curicó y Talcahiciesen "entregar los caballos yyeguas mansos que tuvieran los ve-cinos de sus respectivas jurisdiccio-nes . . . todos los cuales animales se-rían repartidos con conocimientodel gobierno a los partidos de Ran-cagua, Santiago, Andes y Acon-cagua sin que quedasen otros quelos necesarios para la tropa y ser-vicio de las postas (16)".

(16) La Gaceta del gobierno en los mis-mos días en que publicaba esos ban-dos, daba a luz artículo o procla-maciones escritas en el lenguajemás violento y destemplando contralos patriotas, calificándolos de ase-sinos y ladrones: "Qué decía, ¿que-

Estas medidas tan violentas co-mo desatentadas, que iban a aumen-tar prodijiosamente el descontentoy a excitar con nuevo vigor el espí-ritu de resistencia, eran según Mar-có, el cumplimiento de un deber im-prescindible impuesto al gobiernopor la situación. "No puede sercompatible con las circunstancias laapatía en el gobierno", escribíaMarcó al comandante Barañao el 16de enero. Toda indiferencia para eldelito es un cr imen. . . A grandesmales grandes remedios, y éstos entiempo que aquellos no se sientan.Las partidas de los salteadores, la-drones y emisarios insurgentes dela otra banda de las cordilleras seduplican, sus excesos se repiten, losmales crecen y los buenos se cons-ternan . . . Y después de dar reglassobre la manera de organizar lascomisiones militares, agregaba to-davía : "La pena de muerte seráaplicada a cuantos se hallen con eldelito de cargar armas, saquear, ro-bar y demás que se advierten, e in-cluidos en ella a cuantos los abri-guen y los oculten. A más, sus casasse incendiarán, y hasta su memoriase borrará. Castíguese de un modoque la ejecución escarmiente, y noviva quien es infiel a su rey y a lacausa que se sostiene. Ni en V. S. nien el consejo queda arbitrio para eldesimulo y de todo descuido seránlo vocales responsables.

"Oigase el cuchillo donde la pazno se escuchó, y queden por su infa-

réis ser soldados de infames saltea-dores más bien que del mejor ymás grande de los reyes? ¿Queréisasociaros a las gavillas de bandidosy no a los vencedores del tirano deEuropa? Ruboriza tan solo imagi-narlo". Pero sea por descuido o por

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mia en las sombras del delito, asílos secuaces de él como los auxiliaresy protectores. Publíquese antes elbando, y sus penas sean aplicadas aquienes lo quebrante. No valga laignorancia que se alegue. Concilian-do así los deberes de la justicia conla intención de delinquir, se resti-tuirá la paz que empieza a desapa-recer. No puede en la extensión desu mando quien cuente que no huboen Chile quien castigase sus desem-peños, y ésto sucederá si V. S. se

desentiende de esta orden que, a pe-sar de mi benigno corazón, ellosprovocan y es preciso cumplir."

Marcó continuó repitiendo duran-te muchos días aquellas órdenes desangre y exterminio. Las ejecucio-nes capitales llevadas a cabo en SanFernando, le parecían insuficientestodavía para sembrar el terror, úni-co remedio que en su despecho y ensu rabia descubría a aquella situa-ción (17). Por fortuna, los jefesque fueron encargados de ejecutar

malicia del tipógrafo que compusoel más violento de sus artículos, sa-lió a luz con dos errores de im-prenta que no sólo desnaturaliza-ban el sentido, sino que parecíanuna burla injuriosa del gobierno.Vamos a copiar textualmente la co-rrección de esos errores tal como sepublicó en el mismo periódico el 24de enero. Dice así: En la Gacetadel viernes 17 del corriente se des-lizaron al oficial que la armó doserratas muy groseras, y la pusobajo la prensa sin que la corrigie-sen ni el editor ni el impresor. Eloriginal, revisado por el superiorgobierno, decía madre bienhechora(la España), y se imprimió malhe-chora. Decía inmoral Manuel Ro-dríguez, y se imprimió inmortal.Aunque luego que se vio el defectose procuró con diligencia recoger to-dos los impresos, ya se habían ven-dido algunos pocos sin saberse aquienes. Se ruega a los que los ten-gan, los corrijan con arreglo a estanota, o más bien los devuelvan adonde los compraron, en donde se lesles entregarán otros conformes conel original. El muy ilustre señorpresidente no ha podido mirar concon indiferencia error tan culpable,

por lo que averiguado el que lo co-metió, lo ha destinado por seis me-ses al presidio del cerro de SantaLucía". El tipógrafo aludido, cuyonombre no hemos podido descubrircon exactitud, no sufrió tan largaprisión. Fue puesto en libertad porel pueblo el 13 de febrero.

Como indicación bibliográfica, de-bemos decir que los pocos ejempla-res de la Gaceta del 17 de enero de1817 que hemos podido consultar,contienen los dos errores señalados,pero están corregidos a la mano.

(17) El 24 de enero, Marcó dirigía a Ba-rañao el siguiente oficio: "Desdeque V. S. me comunicó la ejecuciónde haber pasado por las amias asiete criminales, no so ha vuelto adar parte alguno de esta natura-leza, cuando estoy seguro que sonmuchos los que merecen de justi-cia igual escarmiento. En esta vir-tud, encargo a V. S. muy particu-larmente la agitación y brevedad enevacuar los sumarios que por leymilitar no deben pasar de venti-cuatro horas; y puesta la sentencia,debe ejecutarse al momento el cas-tigo para escarmentar esa cana-lla que no cede al bien, no oye la

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esas órdenes, comprendían que sucumplimiento estricto los exponíaa cometer injusticias irreparables,o a lo menos violencias y atropellosque no producían otro resultado queaumentar el descontento general,hacer más obstinada la resistenciay provocar a los guerrilleros paraejercer sangrientas represalias. Elcoronel Quintanilla, que desempe-ñaba el mando superior en todo esecantón, y que, aunque realista in-transigente, era ante todo un hom-bre prudente y humano, volvió enesos mismos días a San Fernando,y se hizo un deber en evitar en loposible los actos de insensato rigorque ordenaba el presidente Marcó.Este mismo, a pesar de su obstina-ción, reconoció antes de muchosdías la ineficacia y los inconvenien-tes de algunas de las medidas repre-sivas que había dictado.

Por lo demás, la exaltación de losánimos y el espíritu de resistenciahabían tomado tales proporcionesque nada podía contenerlos. Mu-chos individuos de diversas condi-ciones, a pesar de las órdenes dic-tadas por el gobierno que prohibíanviajar y hasta salir de las ciudades,se ponían en marcha para las cor-dilleras para reunirse como volun-tarios a las primeras partidas delejército invasor. Otros se agrega-ban a los montoneros, y seguían re-corriendo los campos para turbarla tranquilidad pública y aumentar

los conflictos de las autoridades.Aquella insurrección popular habríatomado las más formidables pro-porciones, si aquellos audaces mon-toneros hubieran podido contar conalgunas armas, pero, así, iniciadabajo condiciones tan poco favora-bles, ella se presentaba inconteni-ble y obligaba al gobierno a man-tener diseminadas sus tropas cuan-do todo le hacía ver que le era ne-cesario reconcentrarlas.

Disposiciones de Marcó para tenerlisto su ejército para la próxima

campaña.

Eran aquellos los momentos demayor angustia para Marcó cuan-do además de las alarmas y de laconfusión creada por las motone-ras, tenía que atender tantos otrosasuntos no menos premiosos, lacreación de una escuadrilla paracombatir la fingida expedición na-val de los patriotas, y la defensa delterritorio contra la invasión por ellado de cordillera que según todoslos antecedentes no podía tardarmucho. "Debiendo estar preparadoel ejército para salir a campañapuesto yo a su frente a la primeranoticia de internación a este reinode los insurgentes de la otra bandade la cordillera, decía Marcó el 2 deenero, he dispuesto organizar suestado mayor." En consecuencia es-

voz de la razón. Si no estuviesencompletos los individuos de la co-misión, por haber tomado otro des-tino, supla V. S. los votos con su-balternos, y si no hubiere bastan-tes, con oficiales de esas milicias quesean de sus satisfacción. El asunto

es que no se demoren las cargas nise retarden los escarmientos. Diosguarde a V. S. muchos años. San-tiago y 24 de enero de 1817. Fran-cisco Marcó del Pont.— Señor Co-ronel don Manuel Barañao, coman-dante militar de San Fernando."

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tablecía la intendencia militar (18).El día siguiente se dirigía al obis-po de Santiago para pedirle quedesignase el vicario castrense paradejar igualmente organizado el ser-vicio religioso.

En medio de los fundados rece-los que aquella situación inspirabaa los realistas haciéndoles compren-der que era muy posible su derrotaen la campaña que iba a abrirse, semanifestaban resueltos y animosos,reclamaban la adopción de medidasenérgicas contra los insurgentes, yparecían dispuestos a desempeñarcualquiera comisión que se les con-fiase. Algunos de ellos ofrecieronsus servicios por medio de entu-siastas representaciones en que ha-cían alarde de su fidelidad al rey,

y de su resolución de afrontar cual-quier peligro en defensa de esa cau-sa. Fue el primero de todos el co-ronel de milicias don Domingo Díazde Salcedo y Muñoz, comercianteespañol establecido desde muchosaños en Santiago, miembro quehabía sido del congreso de 1811, yhombre de edad avanzada y sinesperiencia en la guerra. Marcó,que sabía bien que personas de esaclase no podían ser de utilidad al-guna en aquella situación, se limi-taba a darles las gracias (19).

El militar más importante y ca-racterizado que servía entonces enel ejército de Chile era el brigadierdon Rafael Maroto. A pesar de po-seer este título militar, conservabael mando del batallón de Talavera.

(18) Decreto de Marcó de 2 de enero de1817.— Por este decreto nombró mi-nistro de real hacienda del ejérci-to a don José Ignacio Arangua, te-sorero a don Ramón Prieto y pro-veedor a don Toribio Lambarri.

(19) He aquí el oficio dirigido por Mar-có en esa ocasión al coronel DíazMuñoz: "Es laudable el deseo queV. S. me significa en papel de 21del corriente de emplearse en cual-quier servicio del agrado de estacapitanía general conforme a su cla-se en las actuales operaciones dela guerra contra los enemigos ul-tramontanos. Por ahora no hay des-tino acomodado a su posibilidad; ysi en adelante se ofrece, 16 tendrépresente para proporcionarle esasatisfacción. Dios guarde a V. S.muchos años.— Santiago, 24 de ene-ro de 1817.— Francisco Marcó delPont.— Señor coronel don Domin-go Díaz de Salcedo y Muñoz".

Días Muñoz, que bajo el antiguo

régimen gozó en Santiago de unaposición ventajosa como comercian-te acaudalado y como comandantede uno de los cuerpos de miliciasregladas, había abrazado al princi-pio la causa de la revolución, y se-gún contamos en otra parte, fuellevado al congreso do 1811 comodiputado por la capital, pero desdeque vio el rumbo que tomaba esemovimiento hacia la independencia,se separó de él. Apartado del con-greso por la revolución del 4 desetiembre de ese año y confinadofuera de Santiago durante algunosmeses, vivió lejos de los negociospúblicos hasta la época de la recon-quista, en que tuvo que sincerar suconducta ante el tribunal de vindi-cación. Uno de sus hijos, don JoséAntonio Diaz Muñoz, que era ami-go íntimo de don José Miguel Ca-rrera, acompañó a éste en la cam-paña de 1813 como comandante deun cuerpo de caballería, pero sinprestar servicios efectivos.

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Prestigioso por sus servicios en laguerra de la península contra losfranceses, celoso por la disciplinade la tropa, dotado de una gran en-tereza de carácter y de un verda-dero valer militar, Maroto poseíaademás conocimientos especiales yun espíritu de orden y de regulari-dad que lo hacían apto para el man-do. Sin embargo, sus relaciones conMarcó nunca habían sido cordiales,y vivía en cierto modo alejado delos consejos de gobierno. A su vuel-ta de la expedición que había hechoal Perú en auxilio del ejército delvirrey, según contamos antes, Ma-roto encontró al presidente de Chi-le rodeado de cortesanos y favori-tos que tenían gran valimiento enlas resoluciones gubernativas, tuvocon él un enojoso altercado con mo-tivo de ciertas promociones milita-res, y desde entonces se retrajo deentender en otra cosa que en el es-tricto y riguroso cumplimiento desus deberes de jefe de un cuerpo.

A no caber duda, Maroto desapro-baba muchas de las medidas de de-fensa dictadas por Marcó, sin con-sultar su opinión y sin siquiera dár-selas a conocer. Este desabrimien-to en las relaciones del presidentecon un jefe de alta graduación desu ejército, conocido por casi todoslos oficiales, era de pésimo efectoen aquellas circunstancias. En pre-sencia del peligro común, Maroto,en representación de 31 de eneroofreció sus servicios para que se leemplease en la campaña activa quedebía abrirse en breve; pero allímismo, recordando cuanto podíaesperarse del cuerpo de su mando,manifestaba sentir que se le hubie-se dividido. Marcó aceptó cortes-mente los servicios de ese jefe, pe-ro contestó secamente a las obser-vaciones de éste sobre las provi-

dencias del gobierno (20). Las re-laciones de ambos jefes, estrecha-das por la necesidad de dar cum-plimiento a los deberes impuestospor la "situación, no fueron, sin em-bargo, amistosas y cordiales.

La situación militar de los rea-listas se hacía también embarazo-sa por la escasez de armas. Las pe-queñas remesas que Marcó habíarecibido del Perú y de Río de Janei-ro eran insuficientes para repararesta falta. El armamento que en1813 sacaron de Chiloé y de Valdi-via las tropas de estos distritos, vie-jo y estropeado ya, había sufrido,además, los efectos del uso duran-te una campaña de dos años, y nohabía sido posible reformarlo sinoen muy reducidas proporciones. Lamodesta armería organizada porMarcó en el parque de Santiago no

(20) La contestación dada por Marcó ala representación de Maroto, daráa conocer mejor el estado de aque-llas relaciones. Héla aquí: ''Aplau-do el deseo que me manifiesta V. S.en papel de ayer de que se le em-plee en acciones con los enemigos; yquedo en darle esa satisfacción cuan-do las circunstancias lo proporcio-nen, aunque no respecto al senti-miento que produce por hallarsefuera de su regimiento alguna tro-pa al mando de otros oficiales, por-que así lo exigen los detalles de lafuerza y atenciones del pequeño ejér-cito, y lo sufren en mayor númerootros cuerpos, sin reclamos de susjefes; no pudiendo yo dar otra ex-plicación en este punto por prohi-birlo varios artículos de la orde-nanza, y con especialidad el 16, tí-tulo 17, tratado 2. Dios guarde a V.S. muchos años. Santiago 1° de fe-brero de 1817.— Francisco Marcódel Pont".

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podía dar abasto al trabajo que sele encomendaba, era incompetentepara hacer reparaciones serias, y,por otra parte, muchas de las armasque allí se llevaban no admitían re-paración alguna. Sin embargo, ha-ciendo traer maderas de nogal delos distritos de Rancagua y de SanFernando, se renovaron allí las ca-jas de cerca de mil fusiles, de otrastantas tercerolas y de un númerocasi igual de pistolas, en su mayorparte recogidas entre las armas qui-tadas a los particulares. Esas ar-mas, recompuestas apresuradamen-te, no podían ser de gran utilidad.

Aunque todo anunciaba que lacampaña debía abrirse de un día aotro, y aunque los decretos del go-bierno eran dados con todo el apa-rato de urgencia para que el ejérci-to estuviera listo en el momento enque fuera necesario ponerlo en mar-cha contra el enemigo, parece queMarcó creía, aun a fines de ene-ro, que tal vez no se verificaría laanunciada invasión del enemigo, oque, a lo menos, tardaría uno o dosmeses más. Seguramente, los otrosjefes militares no se hacían talesilusiones, como no se las hacía lamayoría del público, ni entre los pa-triotas ni entre los realistas; peroMarcó dictaba en esos momentos al-gunas providencias, que aun en elcaso más favorable no habrían po-dido tener efecto. Una de ellas, de-cretada el 30 de enero, era una or-den dirigida al corone! don JuanAntonio Olate, snb-inspector gene-ral de las milicias del reino, en quele encargaba la reorganización delos cuerpos de algunos distritos, quehabían estado disueltos durante to-do el gobierno de la reconquista.Encomendaba, es cierto, al sub-in-pector que procediese con toda ac-tividad, impidiendo que en las mi-

licias entrasen los patriotas o lossospechosos de serlo, pero la rápi-da precipitación de los aconteci-mientos vino a demostrar cuan tar-días eran esas órdenes. La invasióndel enemigo, sin darle tiempo pa-ra adelantar esos trabajos, iba asorprenderlo con su ejército frac-cionado y repartido en toda la ex-tensión del territorio desde Aconca-gua hasta el río Maule.

Decreta el gobierno la prisión denumerosos patriotas, y envía mu-

chos de ellos al Perú.

La medida defensiva a que Mar-có parecía dar más importanciaera la captura y prisión de los pa-triotas. Sea que obedeciese a su pro-pia inspiración, o, lo que es másprobable, que tuviese que someter-se a las sugestiones de los más exal-tados y fanáticos de sus consejerosy parciales, desde que vio arreciarel peligro de un levantamiento in-terior y de una invasión por unejército de fuera, comenzó a repe-tir las órdenes para apresar a nu-merosos individuos sobre los cualesrecaían sospechas de simpatizar conel movimiento revolucionario, o alo menos a trasladarlos de un pun-to a otro. En noviembre de 1816 ex-pedía una circular a los subdelega-dos de todos los partidos, en queles ordenaba procediesen a !a apre-hensión de los vagos y mal entre-tenidos, principalmente, decía, a losque se hallan sindicados de adictosal partido revolucionario," para ha-cerlos trabajar en la construcciónde las fortalezas del cerro de San-ta Lucía (21).

(21) Circular de 19 de noviembre de1816.

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Esta orden no regía sino con lagente de rango inferior. En efecto,se hicieron numerosas prisiones en-tre los hombres del pueblo, que porhábitos de vicio, o por efecto de laconmoción general de los espíritus,frecuentaban las tabernas y provo-caban desórdenes con el grito co-rriente y sedicioso de "viva la pa-tria" ! Todos ellos eran destinadosa los trabajos públicos por un tiem-po más o menos largo, o por unplazo indeterminado. Esas prisio-nes, muchas veces arbitrarias, au-mentaban la irritación popular yexcitaban las demostraciones de re-sistencia.

A la vez. procedió el gobierno ala prisión de otras personas de ran-go social más elevado, que habíanservido en el ejército de la patriaen los años anteriores, o que de al-gún modo habían dejado ver sussimpatías por la causa revolucio-naria. Unos eran encerrados en loscuarteles o en los castillos de Val-paraíso, y otros fueron confinadosa Juan Fernández. Estas prisiones,decretadas sin causa ni proceso ycomo simples medidas de precau-ción, no fueron, sin embargo, muynumerosas en los principios, peroluego se hicieron mucho más fre-cuentes. Algunas señoras de altorango social que en sus conversa-ciones no disimulaban sus senti-mientos en favor de la patria, fue-ron obligadas por órdenes guberna-tivas a trasladarse a otros puebloscomo Melipilla y Quillota, o a re-cogerse a los conventos de monjas.Una de ellas, llamada doña AguedaMonasterio de Latapiat, sufrió departe de los soldados realistas ul-trajes de palabras y golpes, paraobligarla a declarar el paradero desus hijos y de otros parientes per-

seguidos como perturbadores del or-den público.

Por efecto de los bandos dicta-dos por Marcó después de los asal-tos de Melipilla y de San Fernan-do, todas las personas acomodadasque se habían retirado al campo,sea para atender sus trabajos agrí-colas, sea para sustraerse a las in-quietudes que amenazaban su tran-quilidad en las ciudades, tuvieronque volver a ellas bajo la conmina-ción de las penas establecidas porlos bandos de 7 y de 16 de enero deque hemos hablado antes. Todosellos estaban obligados a presentar-se a las autoridades de sus pueblosrespectivos, y tuvieron que pasarpor numerosas molestias. Marcó,además, en vista de los informesque le suministraban sus subalter-nos, hacía venir individualmente delos otros distritos a la capital, aaquellos vecinos a quienes se le se-ñalaban como relacionados con losrevolucionarios, o siquiera como sos-pechosos. (22). Muchos de ellos fue-

(22) Algunas de las órdenes expedidaspor Marcó en esos días, darán aconocer mejor estos hechos.

"Reservado.—Inmediatamente ysin pérdida de momento, hará V. S.que vengan con la mayor seguridad,hasta el cantón de Rancagua, a dis-posición de aquel comandante mili-tar, los reos (textual) de ese par-tido fray Pedro Fernández, don An-tonio Velasco, don Agustín JoséArias, don Santiago Alvear, donCelestino Alvear y un tal Cáceres,inquilino de la hacienda de doñaMicaela Fontecilla, previniendo a V.S. que el primero es un fraile fran-ciscano que creo se halla en Río Cla-ro, a cuyo juez he oficiado ayer por

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ron reducidos a prisión en los cuar-teles, 0 enviados a Valparaíso paramantenerlos encerrados en los cas-tillos.

Pero además de éstas, se ejecu-taron en Santiago desde mediadosde enero numerosas prisiones. Lossuperiores de las órdenes religiosasinformaban que en sus conventosrespectivos había algunos frailesque gustaban de hablar de los ne-gocios públicos, y que en esas con-versaciones no podían disimular sussimpatías por la causa de la patria.El fuero eclesiástico de que estabanrevestidos no los salvó de la perse-cución tenaz y persistente que sehabía desencadenado contra los queeran tenidos por patriotas, ni deque fueran encerrados en los cuar-teles como hombres peligrosos parala conservación del orden público.En esos días se dieron además nu-merosas órdenes de arresto contraindividuos que por un motivo o porotro despertaban las sospechas delgobierno. Algunos de ellos habíandesempeñado, es verdad, ciertos car-gos públicos durante el período re-volucionario, o manifestado enton-ces sus simpatías por las nuevasinstituciones; pero fuera por las in-fluencias de familia o porque no seles creyera resueltos a entrar enconspiraciones, se les había dejadovivir en paz o se les consideraba su-

ficientemente castigados con unaconfinación a sus haciendas o conhaberlos inducido a hacer una ero-gación pecuniaria en favor del te-soro real. A consecuencia de las úl-timas órdenes de Marcó, los presospolíticos detenidos en aquellos díasen Santiago y Valparaíso pasaronde trescientos. Además del antiguocolegio central de los jesuítas, don-de había funcionado el InstitutoNacional, y que ahora estaba con-vertido en cuartel del batallón deTalavera, sirvió de cárcel de los pre-sos políticos el convento de los re-coletos franciscanos.

Estas prisiones de individuos dedistinguida posición social, produ-jeron una gran consternación enlas familias. Sin embargo, hastaentonces se desconocía la suerte queel gobierno reservaba a los presos,y creíase generalmente que todo nopasaría de una detención preventi-va, y que ésta no podría durar másque algunas semanas. Toda dudadesapareció antes de muchos días.El 28 de enero, a las seis de la ma-ñana, fueron sacados de sus prisio-nes treinta y dos individuos, y obli-gados a montar en los caballos quese les tenían listos. Un destacamen-to de dragones, perfectamente ar-mados y con bala en boca, bajo elmando del teniente don Juan Díaz,debía escoltarlos hasta Valparaíso

su remisión, haciéndole responsablede su persona si en el término decuarto día no lo presenta en estacapital. Dios guarde a V. S. mu-chos años.— Santiago, 23 de enerode 1817.— Francisco Marcó delPont.— señor Coronel don AntonioQuintanilla."

"A la mayor brevedad dispondráV. que don Manuel Valenzuela se

persone en esta ciudad para dar unadeclaración que es importante: ycaso de temer que hay fuga, otor-gará fianzas, y por defecto lo re-mitirá con la escolta correspondien-te. Dios guarde a V. muchos años.—Santiago, 3 de febrero de 3817.—Francisco M. del Pont.— Señor co-mandante militar de San Fernan-do."

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y entregarlos en el castillo de SanJosé, donde se hallaban presos otrossetenta individuos remitidos de va-rias provincias. Sólo entonces se leshizo saber que serían embarcadosa bordo de la fragata Sacramentoque estaba pronta para darse a lavela, y enviados al Perú a disposi-ción del virrey.

En esos momentos se suscitó unagran alarma. Contábase que aquelbuque se hallaba en mal estado yque difícilmente podría llegar a sudestino. Por otra parte, esa depor-tación dejaba presumir que los pre-sos serían encerrados en las terri-bles casa-matas del Callao; y que lamisma circunstancia de los triunfosde los revolucionarios de Chile quetodos creían próximos, sería un mo-tivo para que aquellos fuesen peortratados en el cautiverio, y para queéste se prolongase indefinidamente.Los parientes y amigos de los pre-sos hicieron gestiones de todas cla-ses para obtener la revocatoria deaquella orden. Marcó, instigado porlos más violentos de sus consejeros,y especialmente por el asesor donJuan Francisco Meneses y por el fis-cal don Prudencio Lazcano (ambosamericanos, como sabemos), semantuvo firme en sus resoluciones:y el 4 de febrero, cuando supo quela fragata Sacramento se hallaba enestado de navegar, mandó que sintardanza se hiciera a la vela. Esebuque, en efecto, zarpaba de Val-paraíso el 6 de febrero, llevando alos presidios del Callao cuarenta ytres patriotas, esto es, todo lo quehabía sido posible encerrar en sucasco (23). En esos momentos el

ejército insurgente, como veremosluego, pisaba ya el territorio de Chi-le, e iba a poner término seis díasdespués a aquella situación que ha-bía llegado a hacerse insostenible.

Estado de inquietud y de alarma enla opinión excitada por las predica-

ciones del clero en favor de losrealistas.

Estos actos de violencia y de des-pecho, absolutamente inútiles paraafianzar la estabilidad de un ordende cosas que se desplomaba por to-das partes, ineficaces para conte-ner a los montoneros que persis-tían en sus hostilidades, y más ine-ficaces todavía para retardar la in-vasión, no produjeron otro resulta-do que sumir en la más dolorosa an-gustia a muchas familias, y aumen-tar la irritación general contra elrégimen existente. Santiago, comolos demás pueblos de Chile, atrave-saba en esos días una situación ver-daderamente terrible que no podíadejar de solucionarse antes de mu-cho tiempo.

Vivíase, en efecto, en medio dela más azarosa inquietud. Todos losdías circulaban noticias más o me-nos alarmantes, y a cada hora se te-mían nuevos golpes de autoridad,prisiones, destierros o ejecucionescapitales, como las que se venían re-pitiendo desde dos meses atrás. Lospatriotas, alentados por una fe pro-funda en el próximo triunfo de sucausa, y sabedores de los aprestosde San Martín para abrir la cam-paña que debía ser rápida y decisi-

(23) No hemos podido hallar en ningu-na parte la lista de los cuarenta ytres presos que en esa ocasión fue-

ron enviados al Perú, pero sí sabe-mos que era formada por veinti-séis paisanos, dieciséis frailes y un

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va, esperaban llenos de ansiedadverlo aparecer por la cordillera; yaguardando por momentos la horade la redención y de la libertad, so-portaban impacientes las inquietu-des y atropellos que, sin embargo,

creían que eran las últimas convul-siones del despotismo agonizante.

Los realistas, por su parte, des-plegaban una gran actividad parasostener el edificio de la recon-quista. En las ciudades se habían

clérigo. Por otros documentos sa-bemos que entre los primeros esta-ban don Juan de Dios Vial del Río,miembro de un tribunal de justi-cia durante el período revoluciona-rio; don Martín Larraín y Salas,heredero por su esposa del mar-quesado de Montepío; don JoaquínEcheverría, miembro del congresode 1811, e intendente de Santiagoen 1813 y 1814, y don José Antonioy don Vicente Ovalle y Vivar.

Echeverría, que luego fue minis-tro de estado bajo el gobierno deO'Higgins, era doctor de la univer-sidad, pero estaba consagrado al co-mercio. Apenas instalado el gobier-no de la reconquista, Osorio habíapensado confinar a Echeverría aJuan Fernández por la parte quehabía tomado en la revolución; pe-ro intercedieron por él muchos rea-listas, especialmente comerciantesespañoles, certificando que en eseperíodo él los había favorecido con-tra las persecuciones y violentas de-cretadas o ejecutadas por los pa-triotas. Echeverría fue dejado enlibertad, pero se le secuestraron susbienes y se vendieron por cuenta delrey las existencias de su almacén.A principios de enero de 1817, con-fiado en las promesas de Marcó dedar permiso para salir del país, so-licitó que se le permitiera pasar alPerú para arreglos de negocios. Nose puso providencia alguna a su so-licitud; y doce días más tarde, el20 de enero, Marcó decretó la pri-sión de Echeverría, y en seguida la

orden de destierro sin que valiesenlas gestiones que en favor de éstehicieron algunos comerciantes es-pañoles, que sin embargo gozabande crédito en los consejos de gobier-no.

La fragata Sacramento no teníacapacidad más que para los cuaren-ta y tres presos que llevó al Perúy para el pequeño destacamento detropa que debía custodiarlos. Enlos castillos de Valparaíso queda-ron retenidos muchos otros patrio-tas que el gobierno se proponía en-viar con el mismo destino en pri-mera oportunidad.

Entre los patriotas que en aque-lla ocasión quiso enviar Marcó alPerú se contaba don Santiago An-tonio Pérez y Salas, hijo del histo-riador Pérez García y hermano delcélebre regidor del cabildo de 1810.El obispo Rodríguez que había reci-bido de aquél señalados serviciosdurante el primer período de la re-volución, interpuso su valiosa in-fluencia y obtuvo que se le dejaseen libertad.

En la correspondencia de Marcóno hemos hallado acerca de este des-tierro de patriotas más que dos ofi-cios dirigidos al gobernador de Val-paraíso, uno de 1* de febrero enque encarga que se reconozca el bu-que para ver si realmente tenía lasaverías de que se hablaba, y otrode 4 del mismo mes en que, infor-mado de que ese buque podía na-vegar, mandaba que se hiciera a lavela.

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redoblado todas las medidas de vi-gilancia: las patrullas, bajo el man-do de oficiales o sargentos que ins-piraban plena confianza a sus je-fes, recorrían las calles de día y denoche desplegando un rigor inusi-tado para disolver tumultos o apre-hender a los sospechosos. En loscampos, las partidas de tropas semovían aceleradamente de un pun-to a otro, recolectando a viva fuer-za caballos para el ejército, persi-guiendo a los facciosos, o corrien-do a resguardar algún desfiladerode las montañas por donde podíapenetrar el enemigo o comunicarsecon sus parciales de Chile. Algunosde los jefes militares cometían vio-lentas extorsiones en esas correrías,estropeaban a las gentes, o se apo-deraban de cuanto tenían para re-partirlo a los soldados. El coman-dante de dragones don AntonioMorgado, que siempre se había dis-tinguido por la dureza implacablecon que perseguía y trataba a losinsurgentes, estaba persuadido deque los bandos dictados sobre se-cuestro y confiscación de los bienesde éstos, lo autorizaban para usarampliamente en beneficio de sus sol-dados cuanto hallase en las casas ypropiedades de los procesados o per_seguidos. Marcó, que comprendíalos excesos que podían cometersede esa manera, se apresuró a re-primir estos propósitos de su arro-gante subalterno (24).

Pero esas violencias de las tropasno hacían más que aumentar el des-contento, al mismo tiempo que lasnoticias cada vez mas persistentesy seguras de que el ejército de Men-doza estaba listo para entrar encampaña, alentaban en todas par-

tes la esperanza de una próxima li-bertad. La alarma y la inquietud se-guían creciendo. Contribuían pode-rosamente a excitarlas las mismasmedidas que tomaban las autorida-des para afianzar el orden; y másque eso todavía las funciones reli-giosas a que apeló el clero paraalentar al ejército del rey y a losque apoyaban aquel orden de cosas.

El obispo de Concepción don Die-go Antonio Villodres se había em-barcado a fines de diciembre parael Perú, con el objeto de tomar po-sesión del obispado de La Paz a quehabía sido promovido por el rey(25), pero el obispo Rodríguez quequedaba en Santiago, y seguía sien-do el más caracterizado consejerode Marcó, mantenía y estimulaba elfervor del clero en favor de la cau-sa del rey. Con su conocimiento ha-bían sido apresados los pocos frai-les patriotas que había en los con-ventos, y por instigación suya sedio principio a una serie de mani-festaciones religiosas con que creíaservir eficazmente a la causa delrey.

En efecto, desde mediados deenero comenzaron en las iglesias detodos los conventos y monasterios,las novenas, las rogativas y las mi-siones públicas para alcanzar delcielo la protección de las armas rea-listas. Los predicadores tronabandesde el púlpito contra los patrio-tas, a quienes llamaban abortos delinfierno y emisarios de Satanás.Contaban que éstos venían sedien-tos de sangre y de robo, que su em-

(24) Oficio de Marcó al comandante dedragones, de 4 de febrero de 1817.

(25) Villodres no alcanzó a recibirse deese obispado; y aunque promovidotitularmente al rango de arzobispo deCharcas, tampoco pudo llegar a esedestino por el estado de revolución yguerra en aquellos países.

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presa era sacrilega, porque era di-rigida contra la religión y contrael rey, pero que irremediablemen-te sufrirían el castigo a que sus crí-menes los hacían merecedores. Unfraile fanático de la orden de SanAgustín, el padre Zapata, anuncia-ba a sus oyentes que San Martínera Martín Lutero, el peor y má3detestable de los herejes. Otro frai-le mercenario no menos ardoroso,fray José María Romo, conocido yapor sus ruidosas predicaciones de1810 (26), demostraba dogmática-camente que el poder absoluto delrey de España era una emanacióndirecta del de Dios, que fuera delgobierno monárquico no podía ha-ber paz y prosperidad para los pue-blos, y que los patriotas no podríantriunfar jamás sobre sus domina-dores, porque ese sería el triunfodel infierno sobre el cielo.

Estas fiestas religiosas y estaspredicaciones se repetían en los de-más pueblos; pero fueron los frai-les misioneros de Chillán los quedesplegaron mayor ardor. Celebra-ron numerosas procesiones, en queniños vestidos de ángeles pro-nunciaban las palabras alusivasa las circunstancias contra los per-versos insurgentes. Los nombresde San Martín y O'Higgins noeran pronunciados sino acompaña-dos de los apodos más denigran-tes que podían hallarse en la len-gua castellana. Todo lo que el fa-natismo y la superstición podíansugerir, se puso en juego para des-pertar el odio. Contábase que lasmonjas pasaban el día y la nocheen oración y en penosas mortifica-ciones para tener propicio a Diosen la crisis que amenazaba a todoel reino; y que muchas de ellas ha-bían tenido visiones sobrenatura-

les que dejaban ver la destrucciónde los patriotas. Y, sin embargo,de que el pueblo era esencialmentesupersticioso, por educación y porhábito, aquellas predicaciones nobastaron para corregir las aspira-ciones de libertad que la revolu-ción había encarnado en la mayo-ría de las gentes.

Pequeñas escaramuzas en la cordi-dillera de Aconcagua; derrota deuna montonera patriota en las cer-canías de Curicó; los realistas ce-lebran estos sucesos como triunfos

verdaderos de sus armas.

En esas horas de continua alar-ma, en que por todas partes noveían más que signos de nuevas di-ficultades y de nuevas resistencias,recibieron los realistas la noticiade los sucesos de escasa importan-cia en sí, pero que fueron consi-derados como señalados triunfos,

precursores de una victoria com-pleta y definitiva sobre los insur-gentes.

Marcó había encargado a los je-fes de destacamentos colocados enlas entradas de los desfiladeros dela cordillera, que avanzasen reco-nocimientos para observar la situa-ción del enemigo. El sargento ma-yor de Talavera don Miguel Mar-queli, que mandaba las fuerzas es-tacionadas en el distrito de SantaRosa de los Andes, se puso a la ca-beza de una compañía de ese cuer-po y de otra del batallón de Chiloé,y el 20 de enero se internó en elcamino de la montaña. El 22 pasa-ba la cumbre; y adelantándose enseguida con infinitas precauciones,fue a situarse a corta distancia de

(26) Véase el 7, capítulo IV, parte VI.

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la primera guardia de los patrio-tas, colocada en Picheuta, en unpunto de difícil acceso y servidosólo por catorce hombres. Median-te una marcha hábilmente ejecuta-da por las laderas vecinas durantela noche, Marqueli, seguido por se-senta soldados, sorprendió al ama-necer del 24 de enero la guardiaenemiga, tomando prisioneros asiete de sus defensores y persi-guiendo inútilmente a los siete res-tantes, que con toda felicidad lo-graron replegarse hacia el orientepara reunirse al otro cuerpo pa-triota que quedaba más atrás. Sa-tisfecho con este resultado y te-miendo verse envuelto por fuerzassuperiores, Marqueli retrocedió esemismo día hasta el sitio denomina-do los Potrerillos, dispuesto a re-gresar prontamente a Santa Rosa.

Al amanecer del siguiente día,25 de enero, se vio vigorosamenteatacado por un cuerpo regular defuerzas patriotas que venían ensu persecución. Trabóse allí uncorto, pero rudo combate, en quelos patriotas tuvieron la mejorparte. Marqueli, sin embargo, sos-tuvo valientemente su posición, conpérdida de cuatro soldados muer-tos y siete heridos, uno de los cua-les falleció pocas horas más tar-de; pero aunque el enemigo nologró desalojarlo, él se vio obliga-do a retirarse temiendo verse en-vuelto por fuerzas superiores. Alllegar a la villa de Santa Rosa, el26 de enero, dio parte al gobiernode aquella jornada, describiéndolacomo un verdadero triunfo. Marcólo hizo anunciar así en el periódicooficial, concedió ascensos para pre-miar a los pretendidos vencedo-res, y elevó a Marqueli al rangoprovisional de coronel, cuya con-

firmación debía ser hecha por elsoberano (27).

Mientras tanto, en los partidosde San Fernando, de Curicó y deTalca las guerrillas patriotas, ca-si sin armas, y sin amedrentarsepor la afluencia de tropas realis-tas en aquellos lugares, ni por lasejecuciones capitales que se ha-bían efectuado para amedrentar-los, seguían recorriendo los cam-pos, interceptando las comunica-ciones del enemigo y manteniendoa éste en continua alarma. DonManuel Rodríguez, después delasalto de Melipilla y de las aventu-ras subsiguientes, que hemos con-tado atrás, recorría los camposmás inmediatos a la costa de aque-llos distritos, levantando el espí-ritu público de sus pobladores yformando partidas de patriotaspara alarmar a los realista y paracortarles sus comunicaciones. Enlas cercanías de Curicó se habíaorganizado una montonera quedesplegaba una gran audacia.

(27) El parte oficial de Marqueli, firmadoen Santa Rosa de los Andes, el 26 deenero de 1817, fue publicado en laGaceta del gobierno del 28 del mis-mo mes. Es una relación extensa ycircunstanciada, regularmente hecha,y destinada en que había obtenido lavictoria obligando al enemigo a retro-ceder, y suponiendo a éste pérdidasconsiderables que no podía especificar,por cuanto, decía, los patriotas fugi-tivos cargaban con sus muertos paraocultarlos. Todo esto era una simpleinvención que se halla descubiertaen los documentos de origen diverso,de que hablaremos más adelante alreferir los primeros accidentes de lacampaña.

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Un joven conocido por su ven-tajosa posición social y por la en-tereza y valentía de su ánimo, donFrancisco Villota, hijo de un acau-dalado negociante español, y admi-nistrador de la hacienda de Teno,de propiedad de su familia, era eljefe de esa banda. Inflamado porel fuego del patriotismo, irritadoademás por la arrogancia altaneradel comandante militar de ese par-tido, capitán don Manuel AntonioHornas y por las violencias queéste cometía en el ejercicio de sucargo, Villota, que ya había coo-perado a los planes de subleva-ción, resolvió salir personalmentea campaña. Con los inquilinos desu hacienda y con otros campesi-nos de las inmediaciones, organizóuna banda de cerca de cien hom-bres animosos, los armó con algu-nas tercerolas y sables que pudoprocurarse, o con chuzos y garro-tes ; y sin medir la diferencia en-tre esas fuerzas y las tropas regu-lares y bien armadas de los realis-tas, tentó una empresa que no po-día darle buenos resultados.

En su temeridad, Villota creyóposible apoderarse por sorpresa deCuricó. Hallábase allí el coronelMorgado, y tenía bajo sus órdenesochenta dragones y la compañía decazadores del batallón de Chillán,además de otras tropas que esta-ban destacadas en los contornos yque le era fácil reunir. Caminandode noche para ocultar su movi-miento, la montonera patriota ata-có la villa por el lado del orienteen la madrugada del 24 de enero.El combate no fue largo ni obsti-nado y no podía tener otro resul-tado que el triunfo de las tropasregulares, mejor armadas y másnumerosas, que, además, tenían laventaja de batirse desde los edifi-

cios. Habiendo perdido a algunosde los suyos en las primeras des-cargas, y hallando una resistenciaordenada y resuelta que era impo-sible vencer, los montoneros se re-tiraron en dispersión para hacermás difícil que se les persiguiera.Cinco de ellos que cayeron prisio-neros, fueron fusilados por la es-palda en la mañana siguiente en laplaza del pueblo, y sus cadáverescolgados en otras tantas horcas.

Villota, sin embargo, consiguióreorganizar la mayor parte de subanda en la hacienda de Teno, quehabía señalado a los suyos por pun-to de reunión. Siempre resuelto yanimoso, y queriendo juntarse alas otras partidas para proseguiren su afán de hostilizar a los rea-listas, emprendió la marcha haciala montaña.

Sus movimientos eran espiadospor el enemigo; y en su persecu-ción salió el capitán del batallónde Chillán, don Lorenzo Plaza delos Reyes, con cincuenta hombresde este cuerpo y con treinta dra-gones, que mandaba el tenientedon Antonio Carreño. En la tardedel 27 de enero se encontraba Vi-llota en la hacienda del Huemul,cerca de un bosque y a entradas dela montaña, dando algún descansoa su gente, cuando fue sorprendidopor sus perseguidores. En el pri-mer momento trató de organizarla resistencia; pero el fuego biendirigido de los soldados realistasle ocasionó al poco rato la pérdidade algunos hombres, trece, segúnlos documentos realistas, y le hizotemer un desastre infructuoso einevitable. Dispuso entonces la re-tirada de los suyos en dispersiónpor entre las espesuras del bosque,mientras él, fiado en la ligerezade su caballo y en su habilidad

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de ginete, se quedaba escaramu-ceando en el campo para deteneral enemigo. Sumido en un panta-no o en una zanja de donde no eraposible salir con presteza, el atre-vido guerrillero sucumbió pelean-do como valiente y cubierto de he-ridas. Sus compañeros lograronsalvarse en la montaña, y reunirsepoco después a las otras bandaspatriotas (28).

Idea exacta que el presidente Marcótenía de su situación.

Este triunfo, que por un mo-mento hizo creer a los realistas deCuricó que no volverían a reapa-recer las guerrillas patriotas, nobastó en manera alguna para tran-quilizar a Marcó. No podía, enefecto, dejar de comprender que sillegaba a efectuarse la anunciada

(28) La montonera de Villota fue organi-zada, como contamos en el texto, enla hacienda de Teno. Entre las per-sonas de cierta posición que se enro-laron en ella, se contaban don JuanAntonio Iturriaga, hacendado de lasinmediaciones; don Manuel AntonioLabbé, joven patriota que el año an-terior había pasado dos veces la cor-dillera para llevar comunicaciones aSan Martín, y don Matías Ravanales,mancebo de quince años que habíadesplegado una prodigiosa actividadpara desempeñar las comisiones quele confiaban los caudillos de la re-vuelta. Parece que según el plan delos patriotas, esa guerrilla habría de-bido obrar en combinación con lasque bajo el impulso de don ManuelRodríguez, comenzaban a organizar-se en los campos más inmediatos ala costa; pero que éstas, no sabe-mos por qué causa, no alcanzarona llegar en tiempo oportuno. Malo-grado el ataque de Curicó, los cin-co montoneros que fueron captu-rados por los realistas, fueron con-denados a muerte. No habiendo enel pueblo verdugo que supiera apli-car la pena de horca, Morgado loshizo fusilar por la espalda, y colgarsus cadáveres durante algunas ho-ras en la misma plaza en que sehabía verificado la ejecución. Los

nombres de esos infelices eran: Isi-dro Merino, Luis Manuel Pulgar,Brixio o Brígido Berríos, RosauroQuezada y Juan Morales.

El capitán Plaza de los Reyes, en-cargado de la persecución de Villo-ta, era originario de Concepción, yfue uno de los oficiales que en mar-zo de 1814 sorprendieron y apre-saron a don José Miguel Carrera,según contamos en el 10 del capí-tulo XIX, parte VI. Según el parteoficial que pasó a Morgado sobreel combate que aquí referimos, ysegún las noticias tradicionales quelogramos recoger en años atrás, Vi-llota, imposibilitado para huir porhaberse atascado su caballo en unaciénaga o pantano, se desmontó re-suelto a morir como valiente ven-diendo cara su vida. Atacado defrente por un soldado del batallónde Chillán, llamado Nicolás Pareja,el guerrillero patriota iba a dispa-rarle un pistoletazo, cuando cayópor su espalda el dragón FermínSánchez, y le dio una cuchillada"que separó su alma del cuerpo."Villota fue ultimado a bayonetazos.Los soldados realistas reconocieronpor las ropas del muerto que éste de-bía haber sido persona de calidad,pero ignorando su nombre lo llevaronatravesado en un caballo a la hacien-

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del guerrillero Labbé. Allí supieronque la víctima de esa jornada erael mismo caudillo de la montonera.El cadáver de Villota fue conduci-do en la mañana siguiente a Curicó,y colgado desnudo en la horca du-rante algunas horas, antes de darlesepultura.

Morgado comunicó inmediatamen-te a Santiago la noticia de estasocurrencias, incluyendo en su se-gundo oficio un parte del capitánPlaza de los Reyes, en que se tratade dar gran importancia al pe-queño combate del Huemul. Sin em-bargo, Marcó esperando hacer creerque los distritos de Colchagua yTalca estaban definitivamente paci-ficados, y no queriendo ademásaumentar el dolor de los deudos deVillota que eran realistas decididos,se abstuvo por el momento de darpublicidad a esas noticias. Sólo el 4de febrero dio la Gaceta de gobier-no los nombres de los cinco indi-viduos que habían sido fusilados enCuricó, pero sin decir una palabradel ataque de ese pueblo por losmontoneros, y refiriendo que esaejecución se verificó el 31 de enero.Dos días después, el 6 de febrero,cuando se sabía en Santiago que lospatriotas eran dueños de una partedel valle de Aconcagua, comenzó acircular la noticia de que las tro-pas del gobierno acababan de sufrirotro desastre en las cercanías deCuricó. El hecho, como veremos másadelante, era cierto; pero querien-do desvanecer la impresión tan des-favorable a la causa del rey, la Ga-ceta publicó como últimas noticiasdel sur el parte en que Morgadodaba cuenta del combate del Hue-mul, alterando las fechas, como sieste suceso hubiera ocurrido el 2de febrero, y como si el parte hu-biera sido escrito el día 3, para ha-

cer creer que hasta entonces nohabía ocurrido acontecimiento algu-no desfavorable a las armas reales.

Esta falsificación de fechas podríaperturbar al cronista de estos suce-sos si no existiesen otros documen-tos que sirven para establecer suverdadera cronología. Los libros pa-rroquiales de Curicó contienen dospartidas que fijan las fechas exac-tas, y que vamos a reproducir enseguida, haciendo desaparecer losextraordinarios errores ortográficosdel original. Helas aquí:

"Cinco pasados por las armas. De-rechos grátis. En la iglesia parro-quial de esta villa, i en el camposanto, en 25 de enero de 1817 seenterraron los cuerpos de cinco quefueron pasados por las armas porel coronel Morgado. De la doctrinadonde eran i de sus nombres losignoro, si eran solteros o casados.Recibieron los sacramentos, no tes-taron por pobres. De que doi fé.—Frai Francisco Avila, teniente cu-ra".— "En este convento de SanFrancisco de esta villa, en 28 de en-ro de 1817 se enterró con mi licen-eencia en entierro menor el cuerpode don Francisco Villota, español,natural de la ciudad de Santiago,al parecer de treinta años. No reci-bió los sacramentos ni testó por sumuerte improvisa. De que doi fé.—Frai Francisco Avila, teniente cura."

Debemos el conocimiento de cier-tos incidentes relativos a esta mon-tonera y de algunos de los docu-mentos que comprueban su exacti-tud, a don Tristán Guevara, profe-sor del liceo de Curicó, que preparalos materiales para una historia deesa provincia.El célebre patriota don José MiguelInfante, en un periódico que publi-caba años más tarde con el título deEl Valdiviano Federal, publicaba

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invasión, y que si ésta vencía losprimeros obstáculos, no debía abri-gar muchas esperanzas de victo-ria, vista la complicación de cir-cunstancias que favorecía a los pa-triotas.

La correspondencia reservadaque el presidente mantenía con al-gunas de las autoridades subalter-nas, revela en él mucha más saga-cidad de la que le atribuyeron suscontemporáneos, haciéndolo res-ponsable de reveses que habríasido difícil si no imposible evitar.

El gobierno recibía casi cadadía pedidos de armas y de tropaspara defender tales o cuales pun-tos. Marcó, que no podía atender-los, contestaba a unos evasivamen-te, y hablaba a otros con resueltafranqueza. El gobernador de Chi-loé, alarmado por el peligro quimé-rico de una invasión de los insur-gentes por Valdivia, confederadoscon los indios araucanos, solicita-ba empeñosamente que se le en-viaran auxilios para estar preve-nido. Contestando a esa peticiónel 24 de enero, Marcó se empeña-ba en demostrar el ningún fun-damento de esos temores. "Aún

sin este motivo, agregaba, me se-ría imposible acceder a enviarlelos auxilios que V. S. me pide, delo que más carezco y necesito. Lafalta de armas llega al extremode no poder reforzar el ejércitode operaciones, ni proveer la de-fensa que exigen las dilatadas ex-tremidades amagadas por los ene-migos exteriores y por las parti-das insurgentes que ya se avan-zan hasta las inmediaciones de es-ta capital. Ningún fusil de re-puesto hay en los parques, sin em-bargo, de trabajarse en las arme-rías incesantemente para habili-tar los posibles, por ser muy anti-guo y descompuesto el armamentode los cuerpos de este reino, prin-cipalmente los que trajeron los deChiloé y Valdivia. .. Mayor es miconflicto por la absoluta inopia delas tesorerías reales." Según esacontestación, su principal esperan-za de conseguir mantener y afian-zar el poder español en estos paí-ses consistía en que el ejército rea-lista del Alto Perú, saliendo de suacantonamiento y avanzando haciael sur, pudiera entrar en campa-ña combinado con el de Chile, para

una reseña necrológica de cada pa-triota de la época de la revoluciónque desaparecía. En el número 69,de 15 de abril de 1833, dio la ne-crología del presbítero don JuanFariñas, que acababa de morir sir-viendo el curato de Elqui. Refiereallí que cuando los realistas regis-traron el cadáver de Villota, des-pués del desastre que contamos enel texto, hallaron en una bota unacarta del presbítero Fariñas, en quele comunicaba noticias acerca delos movimientos del enemigo. "Estesuceso, agrega Infante, condujo a

Fariñas a una prisión. Se le condenóa muerte; y puesto en el bancopara ejecutarlo, un acto inesperadode conmiseración en el jefe españolle salvó la vida, pero se le conservóen rigurosas prisiones."Como dato para completar la histo-ria del régimen de terror implanta-do por Marcó, recordaremos aquíque en los últimos días de enero fuefusilado en San Fernando un solda-do de húsares de la Concordia,acusado de haber querido desertarpara unirse a los montoneros.

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someter las provincias unidas delRío de la Plata. Marcó que habíaenviado una invitación al generalespañol La Serna para emprenderestas operaciones, creía que po-drían abrirse en pocos meses más.

Con igual franqueza hablaba alcoronel Ordóñez, gobernador in-tendente de Concepción. Aunqueéste era, como sabemos, un militardiscreto y de verdadero mérito, pa-recía no comprender perfectamen-te la situación de Chile, y persistíaen sus pretensiones y en sus exi-gencias, hasta emplear un tonopoco respetuoso con su superior je-rárquico. Quejábase Ordóñez deque no se le enviaban los auxiliosque tenía pedidos, de que el presi-dente hubiera mandado pasar aSantiago a algunos oficiales queeran útiles para la defensa deaquella provincia, y, por último,de que no se le dieran instruccio-nes claras y precisas para combi-nar las futuras operaciones milita-res. Estas quejas, que venían a au-mentar las preocupaciones, y an-gustias del gobierno, molestaronsobre manera a Marcó. En su con-testación, dada el 4 de febrero, lerecordaba los peligros de que sehallaba rodeado por todas partes,teniendo que resguardar una ex-tensa línea de fronteras y quemantener la tranquilidad interioramenazada por los montoneros,todo lo cual no le permitía sacarsus tropas de las cercanías de lacapital, no sólo por la importan-cia moral y efectiva que tenía sudefensa, sino porque la provinciade Concepción se hallaba en mu-cho mejores condiciones de segu-ridad. "Esta crítica situación agre-gaba, demostrará a V. S. serinfundadas sus quejas, como laproposición de inquirir mis planes

y obrar en combinación. Para éstatiene V. S. las órdenes que le co-munico con frecuencia, como queestando las fuerzas de todo el reinosujetas a mí como capitán generalde provincia y campaña, no puedeV. S. estar en combinación inde-pendiente. Mis planes están redu-cidos a continuos movimientos yvariaciones, según las ocurrenciasy noticias del enemigo, cuyo jefees astuto para observar mi situa-ción, teniendo innumerables espíasalrededor de mí y tratar de sor-prenderme".

En esos mismos días escribíaMarcó un oficio dirigido a los mi-nistros del rey, para informarlosacerca de la situación alarmante ypeligrosa de Chile. Omitiendo estu-diadamente el dar cuenta de laconmoción interior y de los mediosempleados en vano para reprimir-la, persuadido, sin duda, de que suconducta a este respecto podía darorigen a que se le acusara de inca-pacidad, se contraía sólo a señalarla escasez de sus recursos milita-res y la dificultad en que se halla-ba para defender con ellos una ex-tensa frontera contra la invasiónde un enemigo que contaba con ser-vidores y auxiliares dentro delpaís. Sin exponer claramente sustemores de sufrir una derrota,Marcó deja ver que no tenía con-fianza alguna en esa situación, ypor eso omitía las arrogantes pro-mesas de victoria que es frecuentehallar en las comunicaciones escri-tas al abrirse una campaña.

Parece evidente que aunque es-taba resuelto a sostener la luchacon el ejército de su mando en elcaso de invasión, creía que sólo lasgrandes operaciones combinadascon el ejército español del AltoPerú, le inspiraban plena confian-

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za. Esta ilusión, conservada hastael momento de la crisis decisiva, ledaba entereza para soportar tan-tas contrariedades (29).

(29) Creemos interesante dar a conoceren su forma íntegra el informe aque aludimos. Firmado el 4 de fe-brero de 1817 y despachado al Perúen la fragata Sacramento, que salióde Valparaíso dos días después lle-vando los presos patriotas, segúncontamos más atrás, da una ideaaproximativa del estado de Chile enesas circunstancias, y tiene la par-ticularidad de ser la última comuni-cación de los gobernantes españolesen este país dirigida al rey, cerrandoasí esa serie de documentos tan va-liosos para la historia, que se abrecon las célebres cartas de Pedro deValdivia en septiembre de 1544. Héloaquí:

"Número 48.— Excelentísimo señor:después de mis anteriores partes mi-litares nada había ocurrido que par-ticipara V. E. de importancia para laatención de S. M. hasta ahora. Suce-diendo el largo invierno de este país,en que con las incesantes tempesta-des y nevazones de los Andes, se cie-rra enteramente el tránsito ultramon-tano de la banda enemiga, me dedi-qué a organizar y a aumentar loscuerpos de mi mando para otra cam-paña. Dirigí al virrey de Lima repe-tidos oficios demostrativos del riesgode mi situación por las noticias demis espías y correspondencias inter-ceptadas al enemigo, de sus designiosy preparativos de expedición con-tra Chile combinada por mar y tie-rra de Buenos Aires, y de su acan-tonamiento en la ciudad de Mendo-za al pie opuesto de esta cordillera,en confederación con sus partidarios

interiores de este reino, y los mu-chos emigados de aquí que se les hanreunido. Le manifesté la entera fal-ta de los principales recursos con queme hallaba, a fin de que me los pro-veyese, señaladamente tropas eu-ropeas y toda especie de armas. Pordesgracia, se padece lo mismo enaquel virreinato, por llamar toda suatención el ejército del Alto Perú.Así sólo ha podido suministrarmepólvora en abundancia, alguna arti-llería y ciento ochenta fusiles. Conesto, y otros quinientos fusiles aun-que algo picados y parte de ellosfranceses que me remitió el minis-tro encargado de negocios de nues-tra corte en el Janeiro; apurandocon los pequeños arbitrios de lamaestranza de esta capital la habi-litación de fusiles con piezas vie-jas, y la fábrica de espadas, únicaque ha podido entablarse, aunquemuy costosa, he conseguido formarun completo tren de artillería decampaña, aumentar los cuerpos enpie y fuerza de guerra, y de los nue-vos reglamentos del ejército de Es-paña, y de estado mayor de campa-ña que S. M. se ha dignado man-dar adoptar en Indias, teniendo quehacer los reclutas y sus transportespor mar de la provincia de Chiloé,Valdivia y Concepción por la des-confianza y poca seguridad de lagente de la de esta de Santiago. Laimposibilidad de prevenir todas lasavenidas en un cordón de fragosascordilleras limítrofes de la inmensaextensión de más de cuatrocientasleguas desde los boquetes de Antucoy Villucura, últimos de la provin-cia de Concepción confinantes conlas naciones de indios pehuenches,hasta el distrito de Copiapó, que co-rresponden a las provincias de Men-doza, San Juan, Córdoba, Rioja y

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demás del Tucumán del estado deBuenos Aires, no me ha permitidoconcerta un plan fijo de defensa, ymenos de ataque, limitando mis ope-raciones a donde en el momento lla-ma la atención el enemigo y la si-tuación propia. He dejado que laprovincia de Concepción haga porsí misma su defensa con miliciasauxiliares con pequeños cuerpos deveteranos de todas armas.

Otros cortos destacamentos he en-viado a Coquimbo, distante cientocincuenta leguas, dejando a la con-fianza de los subdelegados y parti-dos los más remotos del Huasco yCopiapó para acordonar el gruesodel ejército en las cien leguas des-de Maule hasta Aconcagua con faci-lidad de reconcentrarse en esta ciu-dad, punto principal en caso preci-so. No obstante esta divergencia,dispuse luego que lo permitió la es-tación una excursión por el caminoprincipal de Aconcagua contra elacantonamiento enemigo de Uspa-llata, accesorio al Cuartel Generalde Mendoza, para explorar el estadodel enemigo e imponerle miedo. Elefecto de esta tentativa ha corres-pondido al designio, y tengo la sa-tisfacción de anunciar a V. E. queaunque ha sido una acción parcial

y pequeña, es de importancia paralos objetos y planes de esta guerra,como instruye el parte oficial queincluyo impreso en gaceta, suplican-to se sirva S. M. aprobar el gradode coronel que he concedido al te-niente coronal don Miguel Marque-li, sargento mayor del regimiento deTalavera, por su pericia y bizarría,a que se debió el buen éxito. Yaunque se han hecho acreedores losdemás oficiales, sólo he ascendidocon el grado de teniente al subte-niente don Ramón Cenoglio. Aguar-do finalmente contestación del gene-ral del ejército del Alto Perú expe-dicionario contra las provincias in-ternas del Río de la Plata, a las co-rrespondencias que le he dirigido porconductos secretos y por un oficialinstruido en el estado y planes deeste reino, atravesando países inmen-sos enemigos, a fin de combinar nues-tras muchas operaciones sobre losobjetos indicados en oficio de queacompaño copia (V. el 9 del capítuloanterior). Nuestro Señor guarde aV. E. muchos años.— Santiago deChile, 4 de febrero de 1817.—Fran-cisco Marcó del Pont.— Excelentísi-mo señor Secretario de estado y deldepartamento universal de la gue-rra."

RECONCENTRACION DEL EJERCITO PATRIOTA:EL JENERAL SAN MARTIN, IMPUESTO DE LASITUACION DEL ENEMIGO, RESUELVE ADELAN-TAR LA BATALLA I PONE EN MOVIMIENTO SU

EJERCITO.

LOS PATRIOTAS, entretanto, con-tinuaban ocupando tranqui-lamente todo el valle de

Aconcagua. Restablecido el puen-te que los realistas habían cortadoen su retirada, las comunicacio-nes entre los diversos puntos i lareunión de los diferentes cuerposdel ejército, se habían hecho mu-cho más fáciles. El cuartel jene-ral, situado en Curimón, continua-ba recibiendo las muestras másardientes de adhesión de los habi-tantes de toda la comarca. Las tro-pas eran saludadas con vítores encada escursión que era necesariohacer en los contornos, i cada díarecibían nuevos regalos de frutas,de ganados i de víveres de todaclase. En poco tiempo se consiguióremontar, casi sin costo alguno, lamayor parte de la caballería, i for-mar con jentes de esos lugarespartidas de milicianos encargadosde la conducción i del resguardode los bagajes.

En el campamento de Curimónse continuaban los aprestos paraproseguir la campaña. Mientrasse armaba en el parque la artille-ría que había venido desmontada,

se hacía la distribución de muni-ciones, se recojían caballos parareemplazar a los que estaban es-tropeados con las últimas mar-chas, i se daba algún descanso ala tropa para que se repusiera desus fatigas, los oficiales de inje-nieros don José Antonio AlvarezCondarco i don Antonio Arcos,escoltados por pequeños piquetesde caballería o guiados por algunoscampesinos mui prácticos de esaslocalidades, reconocían cautelosa-mente las serranías de Chacabucoque era preciso trasmontar paraacercarse a Santiago. Forman esasserranías parte de un cordón tras-versal de gruesas i empinadasmontañas que, desprendiéndose dela cordillera de los Andes, se es-tienden hacia el noroeste hastaunirse a la cordillera de la costa,poniendo una barrera de difícilacceso a la entrada del valle cen-tral de Chile. En frente de las vi-llas de San Felipe i de Santa Rosa,el tráfico de los viajeros habíaabierto una vía accidentada i pe-nosa, practicable sólo para caballosi mulas, casi como los pasos de lacordillera. Trepando por el norte

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hasta la altura de cerca de 1,300metros sobre el nivel del mar (opoco más de 400 metros sobre laaltura de la parte inmediata delvalle de Aconcagua), ese caminobaja al sur por una quebrada pordonde corre, en invierno sobre to-do, encajonado entre barrancas,un arroyo que unido a otro va aformar más abajo el estero deChacabuco. Los arrieros i los con-ductores de ganados, deseando fa-cilitar el camino, o buscando enlos cerros de los lados pasos másaccesibles que los que aquél ofrecíaen algunos puntos, habían abiertootros senderos parciales que, en ellenguaje corriente de los prácticostenían el nombre de desechos (10).

San Martín, como contamos an-tes, tenía resuelto no empeñar ac-ción alguna antes del 14 de febre-ro. Sin embargo, las noticias quecomenzaban a traerle los ajentesque había despachado para obser-var los movimientos i aprestos delenemigo, debían obligarlo a cam-biar de plan. El 11 de febrero, a esode las tres de la tarde, llegaba deSantiago Justo Estai, a quien SanMartín consideraba el más fiel iel más intelijente de sus esplora-dores. Había permanecido en lacapital dos días enteros; i despuésde haberse impuesto de cuanto ocu-rría en ella, regresaba a Curimónpor caminos estraviados i casi des-conocidos, seguro de haber desem-

(10) En 1817 no había en las serranías deChacabuco otro camino regularmen-te practicable que el que tradicio-nalmente ha seguido llamándose "lacuesta vieja". Trazado por el tráficode los viajeros que iban de Santia-go a Aconcagua o que querían pa-sar la cordillera por Uspallata, sóloen algunos puntos había recibidopequeñas composturas para arreglarsuperficialmente los malos pasos.Como esos campos estaban en gran-des trechos de la vía principal i ha-bían trazado con el tráfico senderosdiversos que los prácticos conocíanperfectamente i que les permitíanacortar o facilitar el viaje. El tráficode los pasajeros i el trasborde decarga se hacía esclusivamente a ca-ballo i a mula, porque tanto por lavía principal como por los senderosde que hablamos, era imposible laconducción de carros. El gobiernode la República, en los últimos añosde la administración del jeneral Bul-nes, mandó abrir en esas serraníasun camino carretero que es el que

hoi tiene el nombre de "la cuestanueva". Ese camino, trazado por eldistinguido injeniero don Andrés An-tonio de Gorbea i construido bajo ladirección de uno de sus discípulos,el injeniero don Francisco Velasco,con algunos años de trabajo i congran costo, fue entonces uno de losmejores que se hubieran abierto ennuestro suelo. A consecuencia delestablecimiento del ferrocarril entreSantiago i Valparaíso, ese caminocomenzó a ser mucho menos trafica-do desde 1863; i luego la prolonga-ción de la vía férrea hasta Aconca-gua lo hizo casi innecesario, i hasido causa de que se le haya descui-dado, pero siempre deja ver la habi-lidad con que se le trazó i el tra-bajo que impuso.

Debemos advertir que el lugar pordonde se trazó el camino de la cues-ta nueva, conocido i recorrido en-tonces por algunos viajeros i con-ductores de ganado, era menos acci-dentado i presentaba por esto mis-mo mucho menos dificultades que la

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peñado cumplidamente su comi-sión. Estai daba noticias prolijasde la alarma que reinaba en San-tiago. Refería que todo el territo-rio del sur entre el Cachapoal iel Maule se había sublevado, quelos revolucionarios eran dueñosabsolutos de esa comarca, i que elgobierno se había visto obligado aretirar sus fuerzas hacia la capi-tal para hacerlas marchar a Acon-cagua. En confirmación de esasnoticias, Estai agregaba que ha-biéndose colocado entre los curio-sos apiñados en el puente del Ma-pocho cuando salían las tropas quemarchaban a Chacabuco, él mismolas había visto i las había contadocon bastante exactitud, así comoen la noche de ese propio día ha-bía visto salir de la ciudad al bri-gadier Maroto acompañado porsus ayudantes. Según los datosprecisos i seguros que ese astutoi dilijente observador había reco-jido, las tropas que se estaban reu-niendo ese mismo día en Chacabu-co no alcanzaban ni con mucho ados mil hombres; pero añadía que

en Santiago quedaban juntándoselos destacamentos que iban llegan-do del sur, i que éstos marcharíaninmediatamente con el mismo des-tino, de manera que antes de dosdías el ejército realista establecidoen aquel lugar, podría poner enlínea de batalla más de tres milsoldados (11). Los hechos que he-mos referido i los que vamos acontar en seguida, confirman laexactitud de esos informes.

El conocimiento cabal de esa si-tuación demostró a San Martínque no podía demorar la batalla.Aplazarla para el 14 de febreroera esponerse a un desastre pro-bable desde que el ejército realis-ta, fuerte entonces por su núme-ro, podría serlo mucho más porlas posiciones que tomase en aque-llas serranías, en que tendría ade-más la ventaja de colocarse a ladefensiva. En el momento, SanMartín reunió a los jefes superio-res de su ejército, les dió cuentade las noticias que acababa de reci-bir i, después de una corta discu-sión, resolvió empeñar la batalla

cuesta vieja; pero imponía una vuel-ta de tres o cuatro leguas, o sea unamarcha de cerca de dos horas máslarga que esta última vía, razón porla que era ésta la preferida por másque fuese bastante áspera i escabro-sa. En una nota subsiguiente (nú-mero 13) completaremos estas noti-cias acerca del terreno, para hacermás comprensibles los movimientosdel ejército.

(11) El jeneral San Martín que gustabamucho de referir esta clase de inci-dentes de sus campañas en América,i entre ellos los rasgos de astucia ide actividad de "el incomparable

Justo Estai", contaba estos hechosdiciendo que a ese modesto campe-sino le tocaba una buena parte dela gloria de Chacabuco. Nosotros re-cojirnos estas noticias de boca de dosrespetables caballeros, don Miguel dela Barra i don José Joaquín Pérez,que teniendo la representación di-plomática de Chile en Paris, trata-ron con mucha intimidad al jeneralSan Martín. Esos informes nos fue-ron además confirmados con muchospormenores por el jeneral don JuanGregorio de Las Heras, que asistióa la junta de guerra en que se deci-dió el ataque.

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en la mañana siguiente para nodar tiempo a que el enemigo pu-diera recibir un solo soldado derefuerzo. En el acto dió órden deque a las seis de la tarde se pasarauna revista jeneral a su ejército,que se adelantasen avanzadas, quelo tropa tomase descanso, i que alas doce de la noche toda ella estu-viese en pié, bien municionada ipronta para romper la marcha(12).

El ejército entero estaba forma-do a media noche; i minutos des-pués emprendía la marcha en todoórden hasta el pié de las serraníasde Chacabuco. La tropa había de-jado sus mochilas para no sentirseembarazada con un peso inútil, ila caballería había hecho ese tra-yecto a mula para no fatigar loscaballos, que se quería conservaren el mejor estado posible para elmomento de la batalla. El ejército

(12) Tenemos a la vista i en su original,las dos órdenes del día espedidas porel estado mayor para el apresto i elataque en la jornada que vamos areferir. La circunstancia de que es-tos importantes documentos no hansido publicados nunca, nos induce ainsertarlos en nuestra notas. Hé aquíel primero de ellos:

"EJERCITO DE LOS ANDES.-Orden del día 11 de febrero de 1817.—Esta tarde a las seis pasarán los je-fes a sus cuerpos revista de armas imuniciones, cuidando que en lasmarchas todos llevan ojotas o zapatosen su defecto.— El batallón de caza-dores mandará de gran guardia unacompañía completa, disponiendo quesus avanzadas se sitúen en el lugarque llaman Manantiales, i a ocho odiez cuadras de esas avanzadas, elresto a retaguardia. La que existede caballería se retirará, dejandoocho soldados i un cabo i con unsarjento i un oficial, todo al mandodel capitán de cazadores.— Los co-mandantes de granaderos por ningúnmotivo permitirán que se monte nin-gún caballo, i sólo habrá seis a sogaen la prevención de su cuerpo, ha-ciendo las marchas en mulas con uncaballo diestro.— Los jefes de loscuerpos de infantería dispondrán serecojan todos los caballos de sus

subalternos respectivos i los remiti-rán a este cuartel jeneral al mismotiempo la nota del número de mulasque para éstos se necesiten para lala marcha, en la inteligencia que sólolos jefes i ayudantes de infanteríapodrán hacer uso del caballo.—Soler.

"Adición a la órden.— El ejércitose formará esta noche a las doce icuidarán los jefes de las respectivasdivisiones de municionar su tropacon sesenta cartuchos a bala porhombre sin permitir que ningunolleve sus mochilas, que quedarán enlos equipajes guardados por un ofi-cial i cuatro soldados. Concurran loscuerpos por ración de aguardientepara distribuirlo aguado antes demarchar.— Las municiones restantesquedarán cargadas i marcharán aretaguardia de todo el ejército asíque amanezca. La artillería será dis-tribuida oportunamente llevando lostiros de metralla i bala rasa quequepan en sus armones, los dos ter-cios de lo primero. El resto de lasmuniciones de esta arma marchará aretaguardia del cuerpo a que se des-tinen las piezas.— La caballería haformar igualmente para tener su co-locación según se disponga.— Jefe dedía para esta noche el señor coroneldon Matías Zapiola.— Soler."

112 MEMORIAL DEL EJERCITO

estaba distribuido en dos gruesasdivisiones i un pequeño cuerpo dereserva. La primera de ellas, com-puesta de cerca de 2,000 hombresestaba formada en el orden si-guiente. El batallón de Cazadoresde los Andes se hallaba a la cabe-za; seguíalo una brigada de sietepiezas de artillería, i luego el ba-tallón número 11 i las compañíasde granaderos i fusileros de losbatallones 7 i 8; i por fin los es-cuadrones 3 i 4 de granaderos acaballo i la escolta del jeneral enjefe cerraban la retaguardia. Lasegunda división era también bas-tante sólida, pero, menos numero-sa, no alcanzaba a 1,400 hombres.A su cabeza se hallaba el gruesodel batallón número 8, i por finlos escuadrones 1 i 2 de granade-ros que cerraban la marcha. Lacolumna de reserva era compues-ta sólo de un centenar de solda-dos, i de las partidas de milicianosencargados de conducir i vijilarlas cargas de municiones.

El plan de ataque concebidopor San Martín, con conocimientoexacto de la situación del enemi-go, del lugar que ocupaba en esemomento i de su inferioridad nu-mérica, estaba destinado a envol-verlo por medio de un ataque si-multáneo de flanco i de frente. Se-gún las noticias que servían debase a ese plan, el combate se em-peñaría en los contornos de las ca-sas de la hacienda de Chacabuco,donde estaban acampados los rea-listas.

La segunda división, mandada porel brigadier O'Higgins, marcharíarectamente por el camino público delas serranías, i por los senderos másinmediatos, batiría las partidas deavanzada que hubiese en la cumbre,i bajando en seguida al lado sur,

iría a presentarse una legua másadelante enfrente del enemigo pa-ra abrir el combate. Miéntras tan-to, la primera división, mandada porel brigadier Soler, que debía poner-se en movimiento un poco antes, se-guiría su marcha por los cerros dela derecha, i dando un rodeo por lasalturas, iría a bajar al llano del la-do opuesto casi al frente de las ca-sas de Chacabuco, cayendo repen-tinamente sobre el flanco izquierdodel enemigo. Cada jefe de divisiónllevaba a su lado dos guías diestrí-simos que conocían a palmos el te-rreno en que se había de operar, itodos los senderos por donde debíamarchar el ejército. El movimientose emprendería a las dos de la ma-ñana, esperando la luz de la lunaque se hallaba en los últimos díasde la menguante (13).

(13) Hé aquí la orden del día espedidapor el estado mayor poco despuésde media noche:

"Dispositivo de ataque sobre Cha-cabuco.— El ejército se hallará for-mado i pronto a marchar a las 2de la mañana.— El batallón N° 1 deCazadores tomará la cabeza; le se-guirá una división de artillería desiete piezas a las órdenes del ca-pitán (don Domingo), Frutos, el nú-mero 11 i las compañías de grana-deros i volteadores del 7 i del 8. Laescolta i los escuadrones de grana-deros 3 i 4 cerrarán la retaguar-dia. Estas fuerzas forman la pri-mera división a las órdenes del se-ñor mayor jeneral (el brigadier donMiguel Estanislao Soler).— Inme-diatamente después marchará la pri-mera división en este orden: bata-llón número 7, una batería de dospiezas a las órdenes del oficialFuentes, número 8, i escuadrones 1

MEMORIAL DEL EJERCITO 118

i 2 de granaderos. Los cuerpos mar-charán en columnas cerradas, lomás unidos posible hasta los Ma-nantiales.

"Primera división.— Desde aquícontinuará en marcha la primera di-visión hasta que la cabeza encuen-tre la avanzada de gran guardiasituada sobre la comunicación de laderecha. Desde este punto el señorcomandante Alvarado (del batallónde Cazadores) formará por divisio-nes de dos compañías. Allí tomaráel camino, otra sobre la derecha iotra sobre la izquierda en columnasparticulares de ataque. Al aproxi-marse al enemigo, de cada colum-na dispersará una compañía en gue-rrillas formando abanicos. La ca-ballería que en el momento de laacción haya de sostenerlas, i la si-tuación de la artillería como de lasdemás tropas, lo decidirán las cir-cunstancias i la naturaleza del te-rreno.

"Segunda división.— La primeraindicará a ésta el momento precisode romper su movimiento. El bata-llón número 7 formará igualmentedos columnas particulares. Una sedirijirá por la comunicación prin-cipal: la otra amenazará cuantopueda por su izquierda. Cada unadispersará igualmente una compa-ñía en guerrillas. La de la derechase pondrá en contacto con la izquier-da de la primera división. La de laizquierda se apoyará como quedadicho, lo más que pueda contra elcerro. Las circunstancias i el terre-no decidirán el resto.— Cuartel je-neral, 12 de febrero de 1817. Soler."

Estas instrucciones que copiamosfielmente del documento orijinal, selimitaban sólo, como es fácil com-prender, al ataque de las guerrillas

o avanzadas realistas que se espera-ba hallar en las alturas de las se-rranías.

El estudio atento del terreno, se-gún los prolijos informes que he-mos recojido de ingenieros i de per-sonas que lo conocen en sus meno-res accidentes, nos permite ampliaralgunos detalles sobre los caminosque siguieron las dos divisiones. Elque tomó la división de O'Higgins,conocido hasta ahora con el nombrede "cuesta vieja", era el más cor-to, si bien a la subida por el ladode Aconcagua corría en parte enzig-zag, i era jeneralmente áspero,escabroso i en parte mui pendien-te, de tal manera que fué imposi-ble conducir los cañones de la di-visión. En cambio, el que tomó ladivisión de Soler, al poniente delprimero, i aproximadamente por losmismos puntos por donde hoi correel camino de la cuesta nueva, eramucho más tendido, i presentabamenores dificultades para el pasode carros, pero era menos recto, im-ponía la necesidad de dar muchasvueltas, i era por tanto tres o cua-tro leguas más largo. Por este mo-tivo los viajeros i las cargas quetraficaban por esos caminos, prefe-rían, como dijimos antes, el prime-ro que sólo era practicable por ca-ballos i mulas.

En algunas relaciones se dice quela noche que precedió a la batallade Chacabuco era de luna. Este he-cho es apenas relativamente exacto.El plenilunio había tenido lugar el4 de febrero, i el novilunio siguien-te se verificó el día 17, de maneraque esa noche la luna comenzó a-lumbrar, sólo con una débil clari-dad, poco antes de las dos de lamañana.

1 1 4 MEMORIAL DEL EJERCITO

Las dos divisiones marcharonunidas un corto trecho. Luego la di-visión de Soler, como estaba con-venido, se dirijió hacia el ponientepara buscar los senderos de la de-recha, mientras la que mandaba elbrigadier O'Higgins tomaba el ca-mino real, que tradicionalmente haseguido llamándose de "la cuestavieja". Las dos divisiones, separa-das al principio por una distanciaaproximativa de dos kilómetros,continuaron alejándose una de otraa consecuencia del rodeo que la pri-mera tenía que hacer, describiendouna especie de arco, al mismo tiem-po que la segunda describía su cuer-da. Una i otra marchaban en colum-nas pero en la cabeza de ellas ha-bían estendido algunas compañíaspresentando mayor frente, paraapoyarse entre sí i para sorpren-der más fácilmente a las partidasque creían encontrar en las altu-ras. Los caminos de ambas eranmás o menos difíciles i la escasaluz de la luna no habría bastado aimpedir algún estravío en la mar-cha; pero la destreza de los guíasque el ejército había tomado enAconcagua, salvó esos inconvenien-tes.

Ese primer movimiento se hizocon toda felicidad. La primera di-visión llegó a las alturas sin encon-trar obstáculo alguno. Los realistasen número mui reducido para de-fender las crestas de las serraníasen una grande estensión, habíandescuidado los senderos por dondeaquella marchaba, i habían recon-centrado toda su fuerza sobre el ca-mino principal. Sus centinelas avan-zados habían creído percibir confu-samente en las últimas horas de lanoche el ruido lejano de un movi-miento inusitado i sospechoso en laparte inferior de la cuesta; pero

sólo al venir el día distinguieronclaramente la aproximación de lasprimeras columnas enemigas, i die-ron la voz de alarma. El comandan-te Marqueli formó sin tardanza sudestacamento, dispuesto a cumplirlas órdenes que se le habían dadode defender ese puesto a toda costa,i sin poder retirarse mientras con-servase la mitad de su jente. Perci-biendo luego que iba a ser atacadopor fuerzas mui superiores, que sinembargo en esos momentos no es-timaba en más de seiscientos hom-bres, comprendió que toda resisten-cia sería imposible si no era refor-zado, i así lo comunicó en el acto aljeneral Maroto. El avance regulari ordenado de la división de O'Hig-gins no daba tiempo de que llega-sen socorros. Marqueli manda rom-per el fuego sin fe ni confianza enla defensa que puede hacer, i sincausar el menor daño a la columnapatriota; i cuando ve que ésta, pró-xima a llegar a la cima, se dispone aatacarlo a la bayoneta i al paso decarga, dispone la retirada de su tro-pa por las laderas del sur de la mon-taña, manteniendo sin embargo uninútil fogueo. A las ocho de la ma-ñana, la división de O'Higgins eradueña de esas alturas, i sus parti-das de avanzada completaban la dis-persión de la vanguardia realista.En esos momentos San Martín co-menzaba a subir la cuesta al fren-te del pequeño destacamento de re-serva. Informado allí de esta pri-mera ventaja con que se iniciabala jornada, i aprobando la determi-nación de O'Higgins de continuar lapersecución de los fujitivos, le en-cargó sin embargo que no se em-peñase en acción formal antes quela división de Soler estuviese paracaer sobre el flanco del enemigo.Estas instrucciones eran dadas en

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la intelijencia de que el grueso delas fuerzas realistas permanecíaacampado una legua más al sur delpié de la cuesta, esto es en los con-tornos de las casas de la haciendade Chacabuco.

Batalla de Chacabuco.

A esas horas, el ejército realis-ta se ponía en movimiento. Duran-te la noche habían ido llegando alcampamento de Chacabuco los di-versos cuerpos que formaban la di-visión despachada de Santiago. Alamanecer del 12 de febrero, i cuan-do esas tropas habían tomado uncorto descanso para reponerse delas fatigas de dos días de marcha,el jeneral Maroto les pasó revistapara formarse idea cabal de lasfuerzas i del armamento de que po-día disponer. Hizo en seguida unlijero reconocimiento del campo idel camino que conducía a la cues-ta, i despachó otro propio para pe-dir a Marcó que acelerase cuantofuese dable la marcha de los demáscuerpos que quedaban reuniéndoseen Santiago. Acababa de escribiresa comunicación, cuando recibe unparte de Marqueli concebido en es-tos términos: "Tenemos el enemi-go mui próximo en número de qui-nientos a seiscientos hombres entrecaballería e infantería, los que ame-nazan por dos puntos, i dentro depocos momentos romperemos el fue-go." Por toda contestación, Maro-to repitió al jefe de la vanguardiala orden de defender esa posición atodo trance, como se le tenía man-dado; pero comprendiendo que esaresistencia no podía ser eficaz, enel acto mismo mandó formar todasu tropa, i poniéndose a su cabezaemprendió resueltamente la marchasiguiendo el camino real que condu-

cía al pié de la cuesta. El coronelQuintanilla, comandante de la ca-ballería, recibió la orden de adelan-tarse con el medio escuadrón de ca-rabineros que tenía a su lado, paraacudir con más presteza a refor-zar la defensa de las alturas, don-de, según se creía, habría de em-peñarse el combate.

Había andado Maroto cerca demedia de legua, es decir, aproxima-damente la mitad de la distanciaque existe entre la posada de Cha-cabuco donde se hallaba el cuarteljeneral i el pié de la cuesta, cuan-do comenzaron a llegar los prime-ros dispersos de la vanguardia rea-lista. Las continuas descargas defusilería dejaban conocer que éstosera perseguidos de cerca, i que lastropas patriotas se hallaban ya alsur de la cuesta. La división deO'Higgins, en efecto, había bajadorápidamente detrás de los fujitivos,i se adelantaba en orden regular,mientras sus partidas de avanzadasostenía un nutrido fogueo paraconsumar la dispersión de los fuji-tivos. Maroto, viendo frustrado suplan de ocupar las alturas, mandóhacer alto a sus tropas, e incorpo-rando a éstas la columna de van-guardia que venía huyendo de lospatriotas que la perseguían formósu línea resuelto a sostener el com-bate en el campo que aquellos pri-meros movimientos le habían obli-gado a tomar. Ese sitio, sin embar-go, ofrecía notables ventajas parala defensa. Era la salida de la que-brada por la cual corre el caminoque conduce a la cuesta de Chaca-buco. Apoyando su izquierda en loscerros que forman los últimos ra-males que se desprenden del cordónprincipal, i su derecha en el ba-rranco del estero que baja de lamontaña, formó con su infantería,

116 MEMORIAL DEL EJERCITO

reforzada por los dos únicos caño-nes que tenía, una línea que era di-fícil atacar por los flancos. La divi-sión patriota debía forzosamentepresentarse de frente, en un terre-no estrecho, encerrada por las al-turas que forman la quebrada, isin espacio suficiente para estendersu línea i para hacer evolucionesestratégicas. Para mayor seguri-dad, Maroto colocó dos compañíasde fusileros sobre un cerrito situa-do a su derecha i al otro lado delbarranco, para incomodar al ene-

migo por el flanco izquierdo, mien-tras éste recibía el fuego de fusili de cañón que se haría desde la lí-nea formada por el grueso del ejér-cito (14).

La división de O'Higgins seguíasu marcha por el camino real, den-tro de la quebrada; pero los reco-dos de ésta, i sobre todo un cerri-to de poca altura que se alza enmedio de ella, le impedían ver lasposiciones del enemigo. Al enfren-tarla, fué recibida por el fuego delos cañones realistas. Los escuadro-

(14) Esta prolija descripción del terre-no, que el plano adjunto hará com-prender mejor, tiene por objeto in-dicar el sitio exacto del combate ihacer conocer las dificultades de lajornada. Nuestras indicaciones estánfundadas en el testimonio acorde dealgunos de los oficiales que en ellatomaron parte, i cuyos informes re-cojimos esmeradamente.— El coro-nel español don Antonio García Aro,ayudante entonces de Maroto, con-testando nuestras preguntas, nosdijo por escrito lo que sigue: "Elsitio de la batalla no fué elejido avoluntad por el jeneral Maroto, si-no aceptado como una necesidad delas circunstancias i de las prime-ras incidencias. El jeneral habíacreido que el sitio más a propósitopara organizar la resistencia enaquellos contornos era la cuestamisma. Las casas en cuyo alrede-dor había acampado el ejército rea-lista estaban situadas a la distan-cia de una legua más o menos delpie de la cuesta. El sitio de la re-friega fué sobre el mismo caminoque une esos dos puntos, i a unadistancia más o menos igual de am-

bos. Nuestra izquierda se apoyabasobre la falda de unos cerros altos,i la derecha sobre un barranco depoca profundidad aunque de difícilpaso; pero al otro lado del barran-co, sobre un cerrito de poca altura,teníamos dos compañías de infantes,no recuerdo de que cuerpo ni quienlas mandaba, pero si que fueron depoca o de ninguna utilidad." El co-ronel García Aro no había vuelto aver el sitio del combate cuando nosdaba estos informes; pero sus re-cuerdos coinciden perfectamente conla topografía del terreno segúnnuestra propia inspección, las no-ticias que hemos recojido i el pla-no formado por el injeniero don Al-berto Liona, i completado con espli-caciones de diversas personas cono-cedoras de esos lugares.

El barranco en que los realistasapoyaban su derecha, es formadopor los arroyos que bajan de la se-rranía, i tiene en ese lugar un an-cho de diez a doce metros i una pro-fundidad de cuatro a cinco en losdiversos puntos. Los pasos que allíofrecía, a menos de dar una vueltamás abajo, sólo lo permitían a unoo dos hombres de frente.

MEMORIAL DEL EJERCITO 117

nes de granaderos que marchabana la vanguardia, se vieron forzadosa suspender la persecución de losfujitivos i a volver atrás para noesponerse a un sacrificio tan segu-ro como estéril. O'Higgins tambiéndetuvo la marcha de su divisiónpara combinar un plan de ataque.Eran más de las diez de la maña-na, i a esas horas el calor se ha-bía hecho casi insoportable. El solhabía recalentado los cerros que aderecha e izquierda encierran laquebrada, i la irradiación producíauna atmosfera de fuego que comen-zaba a fatigar a los soldados. Mien-tras tanto, la división de Soler,que a esas horas debía haber ataca-do el flanco izquierdo del enemigo,no se presentaba por ninguna par-te, ni se tenía noticia alguna de ella.O'Higgins con aquel impulso heroi-co que le había dado tanta repu-tación i tanta gloria en los comba-tes anteriores, alentado por las pri-meras ventajas obtenidas en la jor-nada, i apoyado en su determinaciónpor algunos de los jefes que esta-ban a sus órdenes, i sobre todo porel comandante Cramer, que era te-nido por el primer oficial de la in-fantería patriota, resuelve el ataquede la posición enemiga, seguro deque nada podía resistir el empujevaliente i decidido de sus tropas. Or-dena que los escuadrones de gra-naderos que servían en su división,tratasen de atacar por la falda delos cerros el flanco izquierdo delenemigo; manda tocar a carga porsus tambores; i poniéndose él mis-mo a la cabeza de su infantería,avanza en columna de ataque re-suelto a romper la línea que le ce-rraba el camino del llano.

Aquella carga por impetuosa iresuelta que fuera, no dió en el pri-mer momento el resultado que es-

peraba el jeneral patriota. Su ca-ballería, embarazada por lo esca-broso del faldeo por donde debíamarchar, no pudo acercarse al flan-co izquierdo del enemigo, que porlo demás éste defendía empeñosa-mente, habiendo doblado su jenteen la falda del cerro en que se apo-yaba, i colocado allí su caballería.La infantería patriota, compuestade dos batallones incompletos, con-taba unos 800 hombres bien disci-.plinados i animosos, pero insufi-cientes por sí solos para romperuna línea más numerosa i bien de-fendida, i se vió además embaraza-da en su marcha por un barrancode poca profundidad que atravesa-ba el camino i que no ofrecía pasofácil más que a unos cuantos hom-bres a la vez, retardando así elavance de la columna. La línea rea-lista, por otra parte, mostró una no-table solidez, sostuvo el fuego conentereza, i aunque sufrió dolorosaspérdidas, i entre ellas la del valien-te coronel Elorreaga, muerto de unbalazo cuando estaba más empeña-do en mantener la defensa, no ce-dió un palmo de terreno. Despuésde ese primer choque, el jeneral Ma-roto comenzó a creer que la victo-ria era suya; i cuando vió a los pa-triotas replegarse hacia atrás parareorganizar su columna, hizo ade-lantar algunos piquetes de infante-ría i de caballería en ademán deprecipitar la retirada de aquellos;pero esas partidas fueron escarmen-tadas con firmeza, i obligadas a de-sistir de su intento.

San Martín entretanto venía ba-jando la cuesta. El estampido de loscañonazos, i el humo que se levan-taba, le habían advertido que la ba-talla estaba empeñada; i desde esesitio impartió unas tras otras lasórdenes más perentorias al jeneral

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Soler para que acelerara la marchade su división. El mismo, apresu-rando el paso con el pequeño desta-camento que lo acompañaba, corríaal sitio del combate para vigorizarla resistencia de aquella división quecreía empeñada en un lance peligro-so, i amenazada quizá de un desas-tre si Soler no llegaba en tiempooportuno para socorrerla cayendosobre el flanco izquierdo del enemi-go. En ese momento de supremaansiedad, San Martín, sin perdersu confianza en el éxito final de labatalla, puesto que le quedaba in-tacta la división más considerable desu ejército, temió al ménos por lasuerte de la que estaba empeñadaen el combate, i que la victoria pu-diera costarle demasiado caro.

Pero la división de O'Higgins ha-bía sufrido pérdidas relativamen-te insignificantes, i apesar del can-sancio producido por una marchaacelerada, por el calor abrasadordel día i por el esfuerzo del primerchoque, conservaba vigor suficien-te para disputar la victoria con nue-vos bríos. Su jefe, cuyo ánimo pa-recía levantarse en medio del peli-gro, desplegó en esos instantes lamás heroica enerjía. Manda que lacaballería se adelante a paso de car-ga, i sin reparar en obstáculos niresistencias, para ir a atacar elflanco derecho del enemigo que, co-mo hemos dicho, se apoyaba en elbarranco del estero, i él a la cabezade su infantería se precipita resuel-tamente a bayoneta calada sobre elcentro de la línea. Aquel choque fuéterrible. Los vigorosos soldados del7 i del 8, en su mayor parte negrosrescatados de la esclavitud en Men-doza, conducidos por sus jefes res-pectivos Conde i Cramer, caen co-mo un torrente sobre la línea ene-miga, la hacen vacilar i al fin la

rompen al grito de ¡victoria! (15).Era el batallón de Chiloé el que ha-bía sufrido la peor parte en aquelataque; pero los veteranos de Ta-lavera que habrían podido reforzar-lo, se veían a su vez amenazadospor lo vigorosa carga de los grana-deros, que pasando atrevidamenteel barranco a pesar del fuego obsti-nado que se les hacía, empeñabanel combate por el flanco. El coro-nel de ese rejimiento don José Ma-tías Zapiola, i los comandantes deescuadrón don José Melián i donManuel Medina se subrieron de glo-ria en aquel ataque.

La batalla estaba decidida, perono terminada. Las tropas realistas,desorganizadas en algunos puntos,resistían con vigor, i a la voz de susjefes acudían presurosas a reorga-nizar su línea i a formar una espe-cie de cuadro que habría podidoofrecer todavía una porfiada resis-tencia. Pero en esos momentos sepresentaba por otro lado un nuevopeligro. La división de Soler, retar-dada en su marcha por las vueltasi revueltas que alargaban el cami-no al través de esas espesas serra-nías, pero atraída al sitio del com-bate por el estampido incesante decerca de dos horas de fogueo, sedejaba ver en las alturas de los ce-rros en que los realistas habíanapoyado el estremo izquierdo de sulínea, i el batallón de Cazadores de

(15) "O'Higgins i Cramer, aquél a ca-ballo i éste a pié, fueron siemprelos soldados cabeceras del ataque,"dice uno de los ayudantes del pri-mero (el capitán don José María dela Cruz), en una relación inédita deesta jornada, que tenemos a la vis-ta, i que habremos de utilizar pa-ra referir otros incidentes.

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los Andes que venía a su vanguar-dia, avanzaba rápidamente paracaer al campo de la pelea- Dos com-pañías de ese cuerpo destacadas enguerrilla bajo las órdenes del ca-pitán don Lucio Salvadores i del te-niente don Pedro Zorrilla, rompenel fuego, dispersan el destacamen-to realista que en la misma faldadel cerro reforzaba aquel estremode su línea, i acaban de introducirel desórden. El animoso comandan-te Marqueli, que había desplegadotanta actividad en la jornada i enlos movimientos que la precedieron,sucumbió allí tratando todavía deoponer una resistencia desespera-da. Detrás de aquella primera co-lumna de la división que llegaba aterminar el combate, aparecen elcuarto escuadrón de granaderos ila escolta del jeneral en jefe bajoel mando del mayor don MarianoNecochea, caen como un rayo sobrelos últimos grupos realistas, los sa-blean i dispersan, persiguiéndolossin descanso.

Los realistas mantenían aún unaposición en aquel campo. A la dere-cha de su línea i sobre un cerritode mediana elevación, había colo-cado Maroto, según dijimos antes,dos compañías de fusileros para quebatiesen por el flanco a los patrio-tas si se aventuraban a empeñar unataque formal. Ese destacamentocasi no había prestado servicio al-guno en la jornada; pero no habíasido atacado i se conservaba intac-to en su puesto. Amenazado allí porlos vencedores i viendo rota su lí-nea por todas partes, abandonóapresuradamente esa posición i fuéa aumentar el número de los fuji-tivos.

La victoria era entonces definiti-va i completa. El jeneral San Mar-tín, que llegaba al campo de bata-

lla cuando se decidía la última car-ga dada por la división de O'Hig-gins, dicta apresuradamente las dis-posiciones del caso para impedir lareorganización del enemigo en al-gunos puntos en que pudieran reu-nirse grupos que opusiesen todavíauna resistencia desesperada, i quehiciesen más sangrienta la victoria.Sin embargo, toda resistencia ha-bía llegado a hacerse imposible.Los restos desordenados del ejérci-to realista huían apresurados ha-cia el sur, tenazmente perseguidospor los granaderos a caballo hastacerca del portezuelo de Colina, esdecir, hasta cuatro leguas más acádel teatro del combate. El mismojeneral Maroto, que aún despuésde rota su línea se había empeña-do en mantener la resistencia, re-cibió una herida lijera de sable, ino abandonó el campo sino cuandotodo estaba perdido. En la posadade Chacabuco, dejó su caballo queno habría podido acompañarlo lar-go rato más, i tomando otro queallí se le presentó ensillado, em-prendió la marcha precipitada ha-cia la capital, salvando difícilmen-te de ser tomado prisionero. Lossoldados i oficiales de infanteríaque no podían huir con igual pres-teza, corrían a ocultarse en los ce-rros vecinos o en las arboledas iviñas inmediatas a las casas deChacabuco, i todos o casi todos fue-ron cayendo en manos de sus per-seguidores.

A las dos de la tarde la batallaestaba terminada, i los cuerpos pa-triotas se reconcentraban en tornodel cuartel jeneral. Sus pérdidas nopasaban de ciento cincuenta hom-bres entre muertos i heridos, con-tándose entre los primeros dos ca-pitanes, don Manuel Hidalgo, degranaderos a caballo, i don Juan de

120 MEMORIAL, DEL EJERCITO

Dios González, del número 8 (16);i entre los segundos doce oficialesde diversas graduaciones. En cam-bio, los realistas dejaban en el cam-po de batalla i en sus contornos másde quinientos muertos, i entre ellosdos de los jefes más caracterizados,más activos i más prestijiosos de suejército (17). El número de prisio-neros pasaba de seiscientos, de los

cuales treinta i dos eran oficialesde diversas graduaciones. El mayorSan Bruno, el inflexible directordel tribunal de vijilancia de San-tiago, i el sarjento Villalobos, sucómplice en los asesinatos perpe-trados en la cárcel de esta ciudaden febrero de 1815, eran de ese nú-mero (18). Los realistas ademáshabían perdido sus dos cañones,

(16) En honor de estos oficiales, se die-ron poco después los nombres deHidalgo i de González a las forta-lezas que Marcó había hecho cons-truir en el cerro de Santa Lucía.

(17) No hai documento alguno que dé elnúmero exacto de los realistas muer-tos en la batalla de Chacabuco, nilos nombres de los principales deellos. El jeneral San Martín en elparte oficial escrito el mismo díaen el campo de batalla, documen-to sumario que consta de unas cuan-tas líneas, los estima en 450; peroen el parte detallado, escrito enSantiago diez días más tarde, loshace subir a más de 600.

Estas cifras, como las que se ha-llan en otras relaciones, son pura-mente conjeturales; pero las noti-cias que hemos podido recojer, nosautorizan para decir que el núme-ro de los muertos realistas en la ba-talla, i sobre todo en la persecu-ción que se le siguió, pasó de qui-nientos.

Siendo ésta la última vez que ten-gamos que mencionar al comandan-te Elorreaga, cuyos antecedentes icuyos importantes servicios a la cau-sa del rei hemos referido largamen-te en esta Historia, debemos deciraquí que al escribir su nombre noshemos sometido al uso común de losescritores de Chile i de la jenerali-dad de los documentos de esa época.

El se firmaba Elorriaga con unaletra española clara i elegante; i enesta forma lo nombran Torrente iotros escritores realistas.

(18) No existe tampoco, o a lo menos noconocemos, un estado de los prisio-neros realistas en esta jornada, ila cifra que damos es la que fijaen globo el jeneral San Martín ensus partes oficiales. Sabemos porellos que entre los prisioneros secontaban 32 oficiales de diversasgraduaciones, pero no hemos podi-do descubrir los nombres más quede algunos de ellos, como don JoséPiquero, comandante del batallónde Valdivia. El sarjento mayor donVicente San Bruno fue tomado enla viña de la hacienda de Chaca-buco donde trataba todavía de or-ganizar resistencia. Uno de los ayu-dantes de O'Higgins, el capitán donJosé María de la Cruz, más tardejeneral de la República, refiere aeste respecto lo que sigue: "SanBruno, que (después de rota la lí-nea realista) se ocupaba en conte-ner sus soldados, volvió de carrerasobre lo que había sido su línea,echó pié a tierra i prendió fuego aun cañón cuando nos encontrába-mos a treinta pasos; i montando conigual precipitación, siguió la fugade sus compañeros, que pretendióreunir en las casas de la hacienda,

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por lo que cayó en nuestras ma-nos. Supimos que este oficial fué elque prendió fuego al cañón en esemomento, porque él mismo nos lodijo cuando O'Higgins le pregun-tó que cómo se había espuesto acaer prisionero, a lo que contestó:"Por cumplir mi deber, señor jene-ral. He podido escapar mejor quelos demás porque montaba el me-jor caballo. No pudiendo contenermi tropa, he vuelto a disparar el úl-timo tiro; i creyendo reunir den-tro de las casas algún número sinlograrlo, me han tomado sin defen-sa." Este rasgo, cuya exactitud napuede ponerse en duda por los queconocieron la austera seriedad decarácter del jeneral Cruz, i la fi-delidad de sus recuerdos, pinta laentereza de San Bruno, i en ciertomodo disculpa las faltas que suexaltado fanatismo le hizo cometer.La terrible nombradla que se habíaconquistado por su tenacidad en lapersecución de los patriotas, fuecausa de que se le tratase con ma-yor dureza que a los demás prisio-neros, i de que se le atase con fuer-tes ligaduras como un criminal or-dinario. El sarjento Villalobos ca-yó también prisionero en las casasde la hacienda, pero sólo fué reco-nocido algunos días después, segúncontaremos en otra parte.

Uno de los oficiales prisioneros,el teniente de Talavera don MiguelSalcedo, fue fusilado el mismo día,en el campo de batalla por los mo-tivos i en la forma que referimos enla nota 33 del capítulo VII.

Casi todos los prisioneros fuerondestinados pocos días después a laprovincia de Cuyo, i de allí fueronenviados a Tucumán todos los sol-dados orijinarios de Chile, e incor-porados en el ejército patriota quemandaba el jeneral Belgrano.

Al describir la batalla de Chaca-buco, hemos tenido a la vista todaslas relaciones escritas anteriormen-te, contestes en el fondo, pero di-versas i aún contradictorias en losaccidentes. El parte detallado deSan Martín, publicado por primeraxez en la Gaceta estraordinaria deBuenos Aires, del 11 de marzo, ireimpreso en muchas ocasiones, esla historia de toda la campaña tra-zada a grandes rasgos. Esa rela-ción, redactada según nuestros in-formes, por el sarjento mayor de in-jenieros don Antonio Arcos, es unapieza útil sin duda, pero no bastan-te clara, i además deficiente en mu-chas de sus partes. Nosotros hemostenido a la vista un ejemplar deella con unas cuantas notas mar-jinales del jeneral O'Higgins queayudan a esplicar algunos pasajes.Conociendo sus deficiencias, comolas de otras relaciones que se ha-bían hecho, i algunos escritos depolémica a que los accidentes de esabatalla dieron orijen, según habre-mos de recordarlo después, busca-mos empeñosamente otras fuentesde información, i pudimos ver unapunte sumario dictado por el je-neral Maroto sobre sus campañasen América para satisfacer el pe-dido de alguien que solicitaba datospara una biografía del referido je-neral. Obtuvimos además noticiasverbales de algunos de los milita-res que más o menos de cerca to-maron parte en esos acontecimien-tos, i dos relaciones escritas, o máspropiamente dos contestaciones auna serie de preguntas que nos-otros mismos habíamos formulado,i que nos fueron dadas por dos per-sonas de intelijencia clara, que con-servaban recuerdos bastante fielesde los sucesos, i que por las dotesde carácter i por la circunstancia

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cerca de mil fusiles, la bandera delbatallón de Chiloé i todas las muni-ciones que habían reunido en sucampamento.

Pero el resultado de aquella jor-nada no puede medirse por la cuen-ta de las pérdidas materiales. Labatalla de Chacabuco, de tan mo-destas proporciones por el reduci-do número de sus combatientes, erael fruto de una grande i hábil com-binación militar, consolidó en Chi-le el cambio radical a que aspira-ban los patriotas, i ejerció una no-table influencia en la suerte poste-

de referir esos hechos cuando eltrascurso de cuarenta años habíahecho desaparecer las pasiones dela lucha, no tenían interés algunoen ocultar o en desfigurar la ver-dad, que pudieron conocer mejorque el mayor número de sus compa-ñeros de armas por el puesto quedesempeñaron en la batalla. Fue-ron éstos el jeneral don José Ma-ría de la Cruz, entonces capitán decaballería i ayudante de O'Higgins,i el coronel español don AntonioGarcía Aro, entonces teniente delbatallón de Talavera i ayudante deljeneral Maroto. Como este último,García Aro salió de Chile despuésde la batalla de Chacabuco, conti-nuó sus servicios en el Perú i enEspaña, i volvió a nuestro paíscerca de treinta años más tarde,donde vivió consagrado hasta sumuerte a los trabajos de la agri-cultura. Era un hombre de injeniovivo, chistoso en la conversación, deuna rara movilidad, pero formal iserio en sus tratos i en la relaciónde sus recuerdos personales. Susapuntes, aunque mui sumarios, noshan sido útiles por cuanto resuel-ven precisamente los puntos que nosofrecían duda para comprender labatalla.

rior de la revolución americana, quevencida hasta entonces casi en to-das partes, comenzó a erguirse denuevo con mayor enerjía i con ma-yor órden. El levantamiento popu-lar de Chile, difícil i tormentoso enlos primeros días, había tomado unvigor incontenible desde que apare-cieron en la cordillera las primeraspartidas del ejército invasor, se ha-bía adueñado de una gran porcióndel territorio i no había esperado eltriunfo definitivo para cambiar go-biernos para proclamarse vencedor.(19). La victoria de Chacabuco, en

(19) Un testigo inteligente, el capitánRoquefeuil, que presenció en Val-paraíso una parte de aquellos acon-tecimientos, i que habiendo llevadoen seguida en sus buques a algunosde los más caracterizados persona-jes del partido realista que huíanal Callao, recojió de ellos más es-tensas noticias acerca de la situa-ción de Chile, la ha caracterizadoen estos términos: "La revoluciónsúbita que se efectuó en Chile du-rante nuestra corta permanencia,fue determinada menos quizá porlos triunfos de las tropas de Bue-nos Aires que por el espíritu de des-contento i de defección que fermen-taba en todas las clases sociales, ique estalló por todas partes a laaparición de aquellas" (Camille deRoquefeuil, Voyage, etc., pág. 55).Los realistas, esplicando su derro-ta, la atribuían ante todo al estadode conflagración jeneral del país,en lo que tenían razón; pero exaje-raban los hechos contando que lossoldados chilenos que formaban lagran mayoría de su ejército, noquerían batirse, i que el batallónde Chiloé se había desbandado i to-mado la fuga antes que la columnade O'Higgins llegase en su cargadecisiva a la línea de Maroto.

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sus diminutas proporciones, veníaa consolidar de una manera esta-ble esa situación, esparciendo el te-rror entre los enemigos, perturbán-dolos para que no pudieran poneren juego los elementos de resisten-cia de que podían disponer, i hacién-doles comprender que la ruina de sudominación había llegado a hacerseinevitable.

San Martín, sin embargo, en me-dio del alborozo jeneral producidoen su ejército por aquella victoria,conservó la tranquilidad de juicioque lo caracterizó en toda su carre-ra militar, i que le aconsejaba evi-tar operaciones de éxito arriesga-do, o fundadas en la exaltación delentusiasmo. Creía haber derrotadouna división del ejército realista;pero parecía convencido de que es-te triunfo no ponía término a lacampaña. Desde el día antes de labatalla, se sabía en su campo quelos ralistas batidos en Colchagua,abandonaban esa parte del territo-rio, i que el levantamiento se hacíajeneral en todas partes. O'Higginscon mucha más confianza en la im-portancia del triunfo de Chacabu-co, i en la solidez del levantamien-to popular del pais, creía que todoel réjimen existente iba a venirseal suelo, que los realistas de San-tiago tomarían inmediatamente lafuga, i que no pudiendo replegar-se al sur por estar sublevada unagran porción del territorio, se re-tirarían a Valparaíso desde dondepodrían trasladarse por mar a Tal-cahuano. En esta convicción, pedíaque se le diese el mando de un cuer-po de mil hombres de la divisiónque no había entrado en batalla,comprometiéndose a caer rápida-mente sobre Quillota i Valparaíso,sublevar esos distritos i cortar to-da retirada a los fugitivos. San

Martin, por un exceso de prudencia,no aprobó ese parecer i contrajo to-da su atención a reconcentrar sustropas, a acamparlas conveniente-mente, a darles el descanso necesa-rio, i a mantenerlas en situación derechazar cualquier nuevo ataque,que no le parecía improbable. Am-bas opiniones tenían un fundamen-to serio; pero los sucesos que va-mos a narrar, dieron la razón aO'Higgins.

Los realistas proyectan presentaruna segunda batalla: después decelebrar una junta de guerra, eva-

cuan a Santiago con todas sustropas.

La ciudad de Santiago se halla-ba desde días atrás en un estado in-descriptible de ansiedad i de per-turbación. En vano los amigos iparciales del gobierno hacían circu-lar noticias tranquilizadoras i aúnanuncios de ciertas ventajas alcan-zadas por las tropas realistas, i deldesaliento i desamparo a que esta-ban reducidos los patriotas viéndo-se obligados, según se contaba, a co-meter las más violentas estorsionespara procurarse algunos víveres ilos recursos mas indispensables. Enrealidad, nadie creia estas noticias.Las activas dilijencías que se ha-cían para reconcentrar las tropas,dejaban ver a la población que elpresidente i sus allegados abriga-ban los mas serios temores sobre lasuerte de la campaña, i que vivíanen continua alarma. En medio deaquella inquietud, i mientras los pa-triotas i el pueblo no podían disi-mular su contento, los españoles, asílos negociantes como los funciona-rios públicos, se mostraban tristesi abatidos, i comenzaban a hacersus aprestos para tomar la fuga. Se

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había repetido tanto que el ejérci-to invasor venía sediento de san-gre i de pillaje, que todos los hom-bres comprometidos en el sosteni-miento de aquel gobierno temíanpor sus vidas en el caso probablede un desastre de las armas del rei,i esos temores eran tanto más fun-dados cuanto que las ejecuciones ca-pitales i las demás medidas de te-rror adoptadas por Marcó en los úl-timos meses, provocaban i justifi-caban las represalias.

El gobierno realista, a pesar dela ocupación del valle de Aconca-gua por el ejército invasor i del le-vantamiento jen eral de una granporción del país, contaba todavíacon recursos i con elementos parasostener la lucha i para oponer unavigorosa resistencia que podía talvez asegurarle el triunfo. Pero esoselementos estaban desparramados iera urgente reconcentrarlos. Estoera lo que había querido hacer elgobierno de Marcó. En efecto, des-de la mañana del 11 de febrero, eldía siguiente de haber salido el je-neral Maroto para Chacabuco conuna división, comenzaron a llegara Santiago por secciones, diversosdestacamentos de tropas que veníandel sur, i en la mañana del 12 defebrero formaban cerca de mil cua-trocientos hombres de las tres ar-mas (20).

A esas horas habían llegado a lacapital las comunicaciones en queMaroto pedía premiosamente elpronto envío de los refuerzos quenecesitaba para abrir las operacio-nes contra el enemigo. Pero casi latotalidad de esas tropas estaban su-mamente fatigadas con la larga iprecipitada marcha que acababande hacer. Marcó se limitó a despa-char en la misma mañana el escua-drón de húsares, cuyo comandantedel Manuel Barañao, aunque invá-lido desde la jornada de Rancagua,se conservaba animoso i quería en-trar en campaña. A las tres de latarde, cuando el resto de esa divi-sión había tomado algún descansoi renovado sus municiones, se pusoen marcha para Aconcagua. Marcósalió a acompañarla hasta las afue-ras de la Cañadilla, pero sin inten-ción, según parece, de pasar másadelante.

Barañao, entretanto, había segui-do su marcha aceleradamente. Enel camino encontró un nuevo emi-sario de Maroto que se dirijía a ga-lope tendido a Santiago a avisarque estaba para empeñarse la bata-lla, y a pedir que los refuerzos so-licitados apresurasen su marcha.Alijerando el paso, Barañao llega-ba poco antes de las tres de la tar-de al portezuelo de Colina, a sieteleguas de la capital, cuando vió ve-

(20) Estas fuerzas eran compuestas delbatallón de infantería de Chillán,mandado por don José Alejandro(con 700 hombres), del rejimientode dragones (incompleto con 300hombres), cuyo jefe era el coroneldon Antonio Morgado, i el escua-drón de húsares de Abascal quemandaba el coronel don Manuel Ba-rañao (con 180 hombres). Estas

tropas estaban fatigadas con lamarcha precipitada que acababande hacer viniendo de Colchagua ide Talca. En cambio, la artillería,que no había salido a campaña, sehallaba lista para marchar con sus16 cañones i 250 hombres, bajo lasórdenes del teniente coronel donFernando Cacho.

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nir en dirección opuesta grupos desoldados dispersos que eran los pri-meros fujitivos de Chacabuco. Re-ferían ellos el desastre que las ar-mas realistas acababan de esperi-mentar; i aunque exajeraban estra-ordinariamente el número de lospatriotas, decían que éstos habíansufrido pérdidas considerables en lapelea i que no habían alcanzado lavictoria sino después de una resis-tencia tenaz de algunas horas. Elcomandante don Anjel Calvo, ofi-cial chileno que en 1813 se habíapasado a las filas realistas i queservía en ellas con la más resuel-ta decisión, se empeñaba en demos-trar que los patriotas habían que-dado en situación de no poder re-sistir un nuevo ataque. Dejando allía sus húsares para que en lo posi-ble reuniesen a los dispersos i fuji-tivos del campo de batalla, Bara-ñao dio precipitadamente la vueltaa Santiago para combinar el plande una segunda batalla, i para ace-lerar la marcha de las fuerzas quedebían concurrir a ella.

Se hallaban éstas a una legua dela capital, en el sitio conocido en-tonces i ahora con el nombre de cha-cra de la Palma. Allí se encontra-ba Marcó con los otros jefes queaún no habían salido a campaña.La noticia del desastre los llenó deconsternación; pero los informestransmitidos por Barañao les hicie-ron comprender que todo no estabaperdido, i que reuniendo pronta-mente las tropas de refresco conlas que se habían salvado de la de-rrota, era fácil caer sobre el ene-migo en la madrugada del día si-guiente i obtener una victoria se-gura i definitiva. Creíase que lospatriotas, rendidos por el cansancioi la fatiga i entregados además atodos los desórdenes consiguientes

a un triunfo, a la dispersión i a laembriaguez, no estarían en situa-ción de resistir a un ataque repen-tino i dirijido con rapidez i reso-lución. En consecuencia, se resolvióallí que aquellas tropas marcharíanaceleradamente, montando los in-fantes a la grupa de los jinetes oen los caballos de repuesto, i quereunido todo el ejército esa mismanoche en las cercanías de Chacabu-co, se dispondría para entrar encombate al venir el día 13 de febre-ro. Barañao volvió a partir paraColina con la orden espresa de re-organizar a los dispersos, de faci-litar la concentración de todo elejército i de tomar las providen-cias conducentes a empeñar el se-gundo ataque.

Aquella resolución había sidotomada precipitadamente. Apenashabía partido el coronel Barañao,los otros jefes comenzaron a discu-tir las ventajas i las dificultades deese plan. Eran las cinco de la tar-de. A esas horas comenzaban a lle-gar a la chacra de la Palma algu-nos fujitivos de la derrota, que loshúsares no habían podido contener.Sus informes, contradictorios enmuchos accidentes, estaban acordesen el fondo. El desastre había sidocompleto. El enemigo los había ata-cado con tropas perfectamente regu-lares i disciplinadas, i si bien pa-recía cierto que su triunfo le cos-taba considerables pérdidas, tam-bién era verdad que al terminarsela batalla había llegado una nuevadivisión que había acabado por dis-persar el ejército realista por per-seguir sus últimos restos con untesón implacable e irresistible. Es-tos informes, que parecían verda-deros i que revelaban el desalien-to de los fujitivos, comenzaron ahacer vacilar a algunos de los je-

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fes realistas que rodeaban a Mar-có. Uno de ellos, el coronel de inje-nieros don Miguel María de Atero,que desempeñaba el cargo de jefede estado mayor, que desde mesesatrás auguraba mal de la situacióndel poder real en Chile, i que ade-más había esperimentado en Acon-cagua, en los primeros días de lacampaña, la solidez del ejército ene-migo, que otros jefes afectaban mi-rar con desprecio, sostenía que eraimpremeditado i temerario el in-tentar un nuevo ataque, i que nodebía resolverse nada sino en unajunta de guerra, i con un examenmás atento del estado de las cosas.Esa opinión prevaleció entonces; ien esta virtud se impartieron órde-nes al coronel Barañao para que sereplegase a Santiago con toda lafuerza que hubiera podido reunir.El ejército quedaría entretantoacampado al norte de la ciudad, conel doble objeto de tenerlo listo pa-ra las operaciones que debieran em-prenderse, i de evitar las alarmas einquietudes que pudieran producir-se en la población con la vuelta in-mediata de las tropas que acaba-ban de salir a campaña. El jeneralMaroto, que en esos momentos lle-gaba del campo de batalla confir-mando la noticia del desastre, dictóalgunas providencias para mante-ner una estrecha vijilancia en losdiversos caminos por donde quisie-ran acercarse las avanzadas delenemigo, i evitar así cualquiera sor-presa, i que pudiesen llegar a San-tiago noticias que excitarán desór-denes i levantamientos populares.

Esta última precaución era ab-solutamente ineficaz. A las seis dela tarde, a pesar de toda la reser-va que guardaba el gobierno, co-menzó a circular en Santiago el ru-mor vago de que la batalla empe-

ñada esa mañana, había sido ungran desastre de las armas realis-tas. El ir i venir de algunos mili-tares que entraban a la ciudad oque salían de ella a galope tendi-do, trayendo o llevando órdenes orecados de los confidentes i conse-jeros de Marcó, dejaban ver a lasclaras que había ocurrido algo muigrave, i que esto no podía ser unavictoria. A pesar de que sólo cono-cían la verdad de lo ocurrido losque estaban empeñados en ocultar-la, el pueblo comenzaba a manifes-tar su contento; i aquella primeraajitación del entusiasmo, que sinembargo no podía fundarse en unanoticia cierta, amenazaba tomarproporciones alarmantes. A entra-das de la noche, los más acredita-dos consejeros de Marcó, los secre-tarios de gobierno, los oidores de laaudiencia i algunos negociantes es-pañoles de más alta posición, se ha-llaban reunidos en palacio, i no po-dían disimular sus temores por laprobable perturbación del orden pú-blico.

De allí salió un rumor que susamigos i parciales hicieron circu-lar como noticia oficial. Contábaseque era cierto que en la mañana elejército de Maroto había sufridoun serio contraste; pero que pocashoras más tarde, cuando los patrio-tas se hallaban desordenados i des-prevenidos, celebrando su efímerotriunfo, i además rendidos por elcansancio, una carga impetuosadada por el coronel Barañao contropas de refresco, los había pues-to en dispersión. La campaña, se-gún se decía, no estaba terminada,pero después de este suceso, eltriunfo de los realistas era inevita-ble. Por más increíbles que fueranestas noticias, muchos de los par-ciales del gobierno, dominados por

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las ilusiones que nacen tan fácil-mente en esas circunstancias, lasacojían i propagaban de buena fe.En algunos conventos, los frailesmandaron repicar las campanas co-mo si se tratara de celebrar untriunfo efectivo (21). Todo esteaparato, sin embargo, no bastó pa-ra calmar la inquietud. Los patrio-tas no podían persuadirse de quefuera cierta la derrota de sus liber-tadores; i a pesar de que se hallabanbajo la presión de la fuerza de queaún podía disponer el gobierno, nodisimulaban su contento. Fue nece-sario doblar las patrullas que cadanoche recorrían la ciudad para evi-tar los desórdenes que sin ellas ha-

(21) Don Mariano Torrente, cuya His-toria de la revolución hispano ame-ricana es muy atendible en aque-llos pasajes en que ha podido con-signar las noticias suministradaspor los oficiales realistas que ha-bían vuelto a España, da cuentade la circulación de estos falsosrumores, pero los atribuye a astu-cia de los patriotas. "Divulgada, di-ce en la pájina 320 del tomo II, es-ta funesta noticia (de la derrota) yano se pensó más que en la propiaconservación. Los disidentes (pa-triotas) encubiertos esparcieron vo-ces de un reciente triunfo ganadopor nuestra caballería i pidieronpara celebrarlo que se iluminasentodas las casas. Era ésta una aña-gaza para adormecer a los compro-metidos en los preparativos de suviaje, i hacer que con aquel falsogozo cayesen sus personas e intere-ses en manos de las tropas de SanMartín que se iban aproximando.Se disipó mui pronto este fatalerror."

bría producido en esos primerosmomentos la excitación popular.

Cerca de medianoche cuando, to-do había entrado en silencio en laciudad, se celebró en palacio unajunta de guerra con asistencia delos jefes militares, de los más altosfuncionarios en el orden civil i dealgunos de los comerciantes espa-ñoles más caracterizados i más com-prometidos como consejeros deMarcó. "En esa junta reinó unagran variedad de dictámenes i lamayor confusión. Ya se opinabapor la retirada al otro lado del Mau-le, ya a Valparaíso; unas veces sepensaba en defenderse en la capitali otras verificarlo en el castillo ofuerte de Santa Lucía, i aún se tra-tó de atacar al día siguiente al ene-migo (22)". Cada uno de estos ar-bitrios ofrecía dificultades más omenos serias. La retirada al sur

(22) Copiamos estas palabras de unabiografía del jeneral Maroto, publi-cada en Madrid en 1845 en el tomoVII de la Galería de españoles cé-lebres contemporáneos, formada ba-jo la dirección de don NicomedesPastor Días i don Francisco de Cár-denas. Esa biografía, escrita, en loque respecta a los servicios de Ma-roto en América, sobre datos su-ministrados por él mismo, contieneen esta parte noticias que la his-toria debe utilizar, i que fuera deuno que otro error de accidente queno es difícil percibir, es bastanteexacta i conforme con los hechospodido estudiar en otras fuentes. Enninguna parte hemos encontradonoticias más prolijas sobre aquellajunta de guerra, i ellas se ajustanperfectamente a cuanto conocemossobre esa situación.

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parecía impracticable, no sólo porlas fatigas de una larga marcha enque las tropas realistas podían seralcanzadas i envueltas por el ejér-cito patriota que no tardaría enperseguirlas, sino porque era nece-sario atravesar el territorio suble-vado de Colchagua i de Talca en quedebían esperimentar todo orden dehostilidades. La defensa dentro dela ciudad parecía imposible desdeque estando ésta abierta por todoslados, ofrecía fácil entrada al ene-migo. El plan de encerrarse en lafortaleza de Santa Lucía, sin víve-res i sin base alguna de operacio-nes en el resto del país, era buscar-se una ruina completa e inevitable.La mayoría de los jefes militares,impuestos de lo que había ocurridoen Chacabuco, i de la calidad, núme-ro i condiciones del ejército enemi-go, creía que las tropas que les que-daban intactas pero fatigadas porlas marchas anteriores i amedren-tadas además por el pánico que co-munican los grandes desastres, nose hallaban en estado de empeñaruna segunda batalla. "Ningún ar-bitrio, añade la relación que hemoscitado más arriba, se presentabamás espedito que la retirada a Val-paraíso, donde había nueve buquesen que podían salvarse el resto delejército, las autoridades, las perso-nas más comprometidas de la ciu-dad, los caudales públicos, los pe-trechos i municiones de guerra, idesembarcar en Talcahuano paraocupar la provincia de Concepción".

En el momento se dictaron lasmedidas conducentes a ejecutar laretirada. Era la una de la maña-na. Las municiones, los bagajes iel parque del ejército, que desdedías atrás estaban listos para salira campaña, debían ponerse en mar-cha inmediatamente. En la tesore-

ría real existían cerca de 260.000pesos en dinero, en tejos de oro i enplata labrada, en su mayor parteproducto del empréstito forzoso im-puesto por Marcó. Esos caudaleshabían sido encajonados con anti-cipación para poder trasportarlosen caso de un contraste. El inten-dente de ejército don Ignacio Aran-gua recibió orden de hacerlos tras-portar bajo su inmediata ispec-ción, custodiados por una compañíade dragones que mandaba el capi-tán don Joaquín Magallar. Todoaquello se hacía apresuradamente,en medio del silencio de la noche,empeñándose con todo anhelo enhallarse en marcha antes que apa-reciera la primera luz del día. Lastropas acampadas en los suburbiosdel norte comenzaron a moversecautelosamente, dando un rodeo pa-ra tomar el camino de Valparaísosin entrar en la ciudad. En ésta,los más caracterizados representan-tes i servidores del réjimen que sedesplomaba, los miembros de la au-diencia, los secretarios i asesoresde gobierno, i los españoles máscomprometidos en sostener aquellasituación, hicieron apresuradamen-te sus aprestos de viaje, i montan-do en los caballos que la alarma delos días anteriores les había hechotener listos, se dispusieron a la fu-ga. Muchos de ellos iban acompa-ñados de sus mujeres i de sus hi-jos, sin llevar consigo más que laropa que llevaban sobre sus cuer-pos i el poco dinero que tenían a lamano. Algunos dejaban enterradosen sus casas los objetos de valor, eldinero o la plata labrada, que nopodían llevar consigo, para sustra-erlos a la rapacidad de los vence-dores, esperando salvar sus vidasen la fuga, i volver a Chile cuan-do los nuevos ejércitos que, según

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creían, debía enviar el rei de Es-paña, hubiesen restablecido el go-bierno que acababa de caer. A pesarde la confusión con que se practi-caban estas dilijencías, se cuidabade evitar ruidos i gritos que pudie-ran alarmar a la población. Los fu-jitivos atravesaban las calles de-siertas i sombrías de la ciudad enpequeñas partidas, de tal suerte,que mui pocas personas i éstas enseñalados barrios, pudieron perci-

bir el movimiento inusitado de jen-tes i de caballos que se ponían enmarcha. Antes de venir el día, losfujitivos se hallaban ya en el cam-po; pero allí mismo i a esas mis-mas horas comenzaron los desórde-nes que hicieron desaparecer todaobediencia, i que habrían podidoproducir una dispersión absoluta idefinitiva de esas fuerzas, segúncontaremos más adelante (23).

(23) Junto con los jefes militares, i losoidores i casi todos los funciona-rios de alguna representación, to-maron la fuga, como decimos en eltesto, muchos comerciantes españo-les o americanos realistas de máso menos prestijio. Entre éstos secontaban don Roque Allendes, donFrancisco Isens de Llombard, donManuel Galecio, don Olaguer Rei-náis, don Francisco de Echazarre-ta, don José María Riesco, don Luisde Recasens, don Pedro Arrúe, donPedro Nicolás de Chopitea, don Ra-fael Beltran, don Tadeo del Fierro,don Francisco Bernales, don Fran-cisco Basterrica, don Manuel Hipó-lito Riesco, clon Fernando Cañol,don Agustín Antonio de Alcérreca,don Pedro Botet, don José Sanfuen-tes i don Mariano Serra i Soler. Mu-chos de ellos regresaron a Chile al-gunos años más tarde, i vivierontranquilos i felices al lado de susfamilias, bajo el amparo de las la-yes de la República.

La real audiencia estaba enton-ces compuesta de los individuos si-guientes: don José de Santiago Con-cha, oidor decano que hacía de re-jente (chileno), don José Santiago

Martínez de Aldimate (chileno),don Felix Baso i Berri (español),don Antonio Caspe i Rodríguez(español), i don José Antonio Ro-dríguez Aldea (chileno). En los pri-meros días de noviembre de 1816había llegado a Chile don AntonioLuis Pereira, nombrado oidor de laaudiencia de Santiago, en reempla-zo de Caspe i Rodríguez, que ha-bía sido promovido al cargo de al-calde del crimen de Lima, pero queno alcanzó a trasladarse a su nue-vo destino, i que por tanto se ha-llaba en Chile cuando ocurrió la ba-talla de Chacabuco.

Todos ellos fugaron al Perú des-pués de esa batalla, con la sola ex-cepción del doctor Rodríguez Aldea,a quien se había mandado encausarpor las resultas del juicio de Gain-za, según contamos en la nota 4 delcapítulo II. Oculto durante los pri-meros días que siguieron al triun-fo de los patriotas, amparado enseguida por el nuevo gobierno, Ro-dríguez, como lo veremos más ade-lante, pasó a ser ministro de esta-do i adquirió una grande influen-cia en el ánimo del director supre-mo don Bernardo O'Higgins.

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Desórdenes en Santiago: el popu-lacho comienza el saqueo del pala-cio i de las casas de españoles: elvecindario nombra un gobernadorlocal i restablece el orden: entra-da del primer cuerpo de tropas

patriotas.

Santiago se halló entonces sin go-bierno i sin defensores del ordenpúblico. Todas las autoridades ha-bían fugado; i apenas quedaban enla ciudad uno que otro soldado dis-perso que no habían podido o nohabían querido incorporarse en suscuerpos respectivos. Al amanecerdel 13 de febrero no se tenía másque una noticia vaga del desastrede los realistas; pero el abandonode la ciudad por el gobierno i portodos sus allegados, dejaba com-prender que aquel había sido com-pleto i definitivo. Desde las prime-ras horas de la mañana se dejaronver grupos de jente que recorríanlas calles dando gritos de ¡viva lapatria! i manifestando un contentoque rayaba en delirio. Algunos deellos se dirijieron a los cuarteles ipusieron en libertad a los individuosque se hallaban presos por ser sos-pechosos del delito de patriotismo.En el cerro de Santa Lucía fueronlibertados más de doscientos hom-bres del pueblo, a quienes se teníaallí en encierro para hacerlos tra-bajar en la construcción de las for-talezas. Estos pasaron a engrosarlas turbas que amenazaban tumul-tuosamente la tranquilidad de la po-blación.

El desorden nacido de aquel es-tado de cosas no tardó en aparecer.Al grito de ¡viva la patria! ¡mue-ran los sarracenos! ¡ mueran los go-dos! (nombres con que indiferente-mente eran designados los españo-

les), el populacho comenzó a inva-dir las casas de los comerciantes ofuncionarios públicos que por ha-ber sido consejeros del gobierno deMarcó se habían atraído el odio po-pular. Algunas de esas casas fue-ron saqueadas atropelladamentesin que nadie se presentara a con-tener a los asaltantes. Las turbasinvadieron también el palacio de losgobernadores, situado entonces enla plaza (en el local que hoi ocupala casa de correos) con el deseo desaquear el guarda-ropa de Marcó ide destruir los muebles i cortinajesque éste había traído de Europa icon que se había hecho tanto alardeentre sus cortesanos. Pero las es-peranzas de los asaltantes se vieronen gran parte frustradas El presi-dente había despachado a Valparaí-so, con algunos dias de anticipa-ción, las prendas más valiosas desu ajuar (24). En el mismo pala-

(24) Según refiere don José Zapiola ensus Recuerdos de treinta años, to-mo II, pájina 107, el saqueo del pa-lacio comenzó a la medianoche porjentes del pueblo que entraban i sa-lían en cierto orden, sin estrepitoni bullicio. Esta noticia nos pare-ce evidentemente equivocada, i esen efecto contradictoria con los da-tos segurísimos que hemos recojidoen otras fuentes i de los cuales re-sulta que la retirada de los espa-ñoles comenzó a la una de la ma-ñana, después de la junta de gue-r ra celebrada en el mismo palacio.Por lo demás, debemos advertir queaunque el libro del señor Zapiolaes muchas veces exacto en el colo-rido jeneral i aún en algunos ac-cidentes, contiene mui frecuentesequivocaciones de detalle nacidas devaguedad en los recuerdos; i que

MEMORIAL DEL EJERCITO 1 3 1

cio, en la sala de gobierno, existíauna galería de retratos, en parte alo ménos de más dudosa autentici-dad, de todos los gobernadores deChile, desde Pedro de Valdivia has-ta el mismo Marcó. Esos retratos,que habría sido útil conservar, fue-ron descolgados de las paredes, idestrozados por el populacho sindejar vestijio de ellos (25). En

cambio, fueron respetados los pocospapeles que los empleados de la se-cretaría de gobierno no alcanzarona recojer en el momento de la par-tida. El desorden se manifestó porotros actos de atropellada destruc-ción; pero el populacho, que nadiecontenía, se abstuvo de cometerotras violencias. Las personas delos realistas fueron respetadas, i en

esas equivocaciones pueden compro-barse con documentos incontesta-bles. Bajo este aspecto, ese libro,estimable sin duda, tiene los mis-mos inconvenientes de muchas otrasrelaciones que se fundan esclusiva-mente en la tradición o en los sim-ples recuerdos.

(25) Puede verse lo que acerca de estagalería de retratos hemos dicho enotro lugar (parte V, capítulo XXIV,nota 15) copiando la relación delviajero inglés Vancouver que la co-noció en 1795. En el testo decimosque esos retratos eran de dudosaautenticidad, i vamos a fundar es-ta aseveración. El jeneral don Fran-cisco Antonio Pinto que en su ju-ventud vio esos retratos, i que re-cojió sobre este punto así como so-bre muchos otros las noticias tra-dicionales más autorizadas, ha con-signado una que merece recordarseaquí, en unos apuntes o borrado-res que dejó de un libro de memo-rias autobiográficas que había co-menzado para dar a conocer la his-toria de su tiempo. Después de re-cordar la falta casi absoluta quehabía en Chile de objetos de anti-güedad histórica, agrega lo siguien-te: "MUI pocos países hai en Amé-rica que hayan conservado menosmonumentos u objetos de sus con-quistadores que el nuestro. . . Aun-que en las antesalas de palacio es-

taban colocados todos los retratosde los capitanes jenerales desdeValdivia hasta Muñoz de Guzmán(en 1816 fueron agregados los deOsorio i Marcó), fue necesario, pa-ra completar la colección con los do-ce primeros que faltaban, que donJuan José Santa Cruz obsequiase(por los años de 1770) doce cua-dros que conservaba (traidos de Es-paña) de los doce pares de Fran-cia, i que dirijiese al pintor paraque borrase i suplantase los trajesi armaduras según el papel que aho-ra tenían que representar. Se ins-cribió un nombre al pié de cada uno,i con esta "auténtica" el vulgo nodudó de su semejanza i exactitud.A pesar de esto, fue una locura elhaberlos destruido todos. Entre ellosse perdió lo poco que existía de al-guna antigüedad".

Debemos recordar además entrelas destrucciones ejecutadas ese díapor el populacho otra que no tienefácil esplicación. En la calle atra-vesada de la Compañía (hoi callede la Bandera) en la cuadra en quese hallaba el costado de ese temploi que hoi cae a los jardines del pa-lacio del Congreso, había tres cua-dros de mala pintura colocados eluno a la espalda de la sacristía dela Catedral i los otros dos en las es-quinas respectivas do la acera delfrente. Esos cuadros, de carácter

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esas horas de desenfrenada licenciano se contó un solo asesinato.

Hasta las nueve de la mañana, elsaqueo se había limitado a unascuantas casas i a tres o cuatro des-pachos o tiendas de españoles; perotodo dejaba presumir que si las tur-bas no eran contenidas, habrían decometer mayores excesos. En lamisma noche, en los momentos mis-mos en que los realistas emprendíanla retirada, habían partido emisa-rios a Chacabuco a comunicar a SanMartín la noticia de estos sucesos,i el abandono en que se hallaba lacapital, para que mandara ocupar-la por tropas regulares que afian-zasen el orden público. Pero lasfuerzas patriotas no podían llegarcon la rapidez que las circunstan-

cias exijían; i mientras tanto en laciudad parecía arreciar el peligrocreado por aquel estado de acefalía.Los comerciantes temían ver llegarel saqueo de sus almacenes, tiendaso despachos; i como formaban unacongregación que en años atrás ha-bía constituido un cuerpo de mili-cias urbanas conocido con el nom-bre de "batallón del comercio" i en-cargado de defender las propieda-des contra los ladrones i los desór-denes de la plebe, se organizaronapresuradamente en piquetes i encompañías, con las armas de quepodían disponer, i acudieron a laplaza i a las calles vecinas, dondevivía la jente acomodada, a disol-ver los grupos de populacho. Aque-lla actitud bastó para contener el

relijioso, habían sido colocados po-cos años antes por un lego de laMerced, español de nacimiento, querejentaba una de las escuelas pú-blicas o del rei, situada a los piesde la Compañía. Ese lego, dotado deuna gran dureza de carácter, se ha-bía hecho odioso por la crueldad conque trataba a los niños. Las turbasdestruyeron ese día dos de los cua-dros, i sólo dejaron uno que existehasta hoi en el mismo sitio, i querepresenta a Jesús en el camino delCalvario.

A pesar del respeto tradicionalcon que hasta entonces eran mira-dos los individuos del clero seculari regular, el pueblo i sobre todo losmuchachos, seguían por las callesentre burlas i rechiflas a los quebajo el gobierno de Marcó se habíanseñalado en las predicaciones porsu saña contra los patriotas. El pa-dre Romo, de la Merced, había co-menzado en esos días una serie depláticas destinadas a probar que el

poder de los reyes era una ema-nación de Dios i que por tanto erasuperior a los esfuerzos i maquina-ciones de los hombres. El 11 de fe-brero había anunciado una próxi-ma conferencia en que se proponíademostrar, apoyándose en las sa-gradas escrituras i en los santospadres, que los revolucionarios deChile i de la América toda no po-dían triunfar jamás. La victoria deChacabuco vino a hacer imposiblela continuación de esas predicacio-nes; pero los muchachos se dieronel maligno placer de molestar alpredicador, que se había encerradoen su celda. Pasaban i repasabandurante muchos días golpeándole laventana i preguntándole con sornai risa, cuando podría predicar elsermón que tenía anunciado. Esce-nas como éstas, que se repitieron enotras partes, iban preparando en lajuventud un espíritu mui poco fa-vorable al poder de que hasta en-tonces había gozado el clero.

MEMORIAL DEL EJERCITO 133

desorden sin apelar a las medidasviolentas que, en circunstancias se-mejantes, suelen hacerse necesarias.

Pero mas que ese modesto apa-rato militar contribuyó otra causaa restablecer la tranquilidad públi-ca. Los vecinos de mas alta posi-ción que quedaban en Santiago, to-do el vecindario noble de la ciudad,como se decía entonces, acudieronpresurosos a la sala del cabildo alas diez de la mañana a arbitrar losmedios de afianzar el orden mien-tras llegaba el ejército que debíaocuparla. Allí se acordó nombrarun gobernador interino, provisto dela suma de poderes que la situaciónparecía exijir, i se designó para esecargo a don Francisco Ruiz Tagle,acaudalado mayorazgo que habíasido miembro del congreso de 1811,i que si bien no tenia opiniones po-líticas pronunciadas, era conside-rado afecto a la causa de la patria,i gozaba de las consideraciones quedan la posesión de una gran fortu-na i una vida seria i honorable. Lapresencia de una autoridad procla-mada por los más altos vecinos deSantiago, aunque desprovista demedios efectivos para hacer cum-plir sus órdenes, atrajo a su ladoun mayor número de personas em-peñadas en mantener la tranquili-dad, e impuso por su prestíjio elconveniente respeto al populacho.

San Martín, entretanto, habíapermanecido en Chacabuco a la ca-beza de su ejército esperando el de-senlace de los acontecimientos quehabían de seguirse a la derrota delenemigo; pero sin destacar una so-la partida para inquietar a éste, ipara precipitar su dispersión. Esaactitud especiante demuestra queaun en la mañana siguiente de labatalla no creía en la importanciade su victoria. San Martín parecía

convencido de que aquella no eramás que la primera jornada de lacampaña; i su espíritu frío, resis-tente a dejarse arrastrar por lasilusiones del entusiasmo, no dabatodo su valor al levantamiento je-neral del país ni podía aceptar queun combate de tan reducidas pro-porciones hubiera precipitado laruina completa de la dominación es-pañola. Pero desde las primeras ho-ras del día comenzaron a llegarlenoticias de los graves acontecimien-tos que acabamos de referir. "Sonlas seis de la mañana escribía SanMartín a esas horas desde el mismocampo de batalla, i se repiten tantolas noticias de que Marcó ha fuga-do para Valparaíso que ya no es po-sible dudarlo Mañana mismo ocupola capital de Santiago. Igualmentese me avisa que la división que hi-ce entrar por el Planchón a cargodel comandante don Ramón Freireha triunfado completamente delenemigo. Esta última noticia se meda en globo. Aún no puedo formarconcepto de ella (26)". Poco mástarde, calculando los excesos que po-dían ocurrir en Santiago si no ha-bía fuerza que mantuviera la tran-quilidad, San Martín resolvió des-pachar un destacamento de caballe-ría que se colocara a las órdenes delcabildo o de cualquiera persona querepresentara provisionalmente laautoridad pública, i que pusiese tér-mino al réjimen de acefalía en quela retirada de los realistas habíadejado la ciudad.

Ese destacamento era compuestode doscientos granaderos a caballo,a cargo del comandante don Maria-

(26) Oficio de San Martín al gobiernode Buenos Aires, de 13 de febrerode 1817.

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no Necochea. Aunque se le habíarecomendado marchar con muchacautela para evitar una sorpresadel enemigo, esa fuerza recorrió to-do el camino sin encontrar más jen-te que pacíficos labradores o nue-vos emisarios enviados de Santia-go a confirmar las noticias que yase habían comunicado. Poco des-pués de mediodía entraba a la ca-pital en medio de las aclamacionesdel pueblo; i su jefe iba a ponersea las órdenes de la autoridad pro-visional para afianzar la tranquili-dad. La tradición recordaba que elprimer individuo del ejército de los

Andes que entró a Santiago era unfraile mendocino llamado frai JoséFélix Aldao, capellán del rejimien-to de granaderos, que se había ba-tido como soldado valiente en elasalto de la guardia del camino deUspallata i en la batalla de Chaca-buco, que luego abandonó los hábi-tos i se hizo resueltamente militar,i que más tarde, como caudillo derevueltas i como gobernador de suprovincia natal, adquirió una terri-ble nombradía por su vida relajadai por la dureza i la crueldad de sucarácter.

Archivo OHiggins Vol. VII

PASO DE LOS ANDESSAMUEL LILLO

Son los nuevos Prometeos,los halcones redentores que, en gigantes aleteos,

van cruzando los parajesmás abruptos y salvajesen que el hombre ha puesto el pie,donde se alzan cien peñascos colosalescomo altísimos alcázares feudalesque no han visto nunca a nadie en su dintel.

Marcha el jefe junto a ellos;con los rápidos destellosde su vista penetrante,va sondeando la espantable soledad,como un práctico piloto vigilanteque guiara su naviosobre el piélago sombríode la azul inmensidad.

Unas veces su figura,azotada por los cierzos de la altura,aparece, a la vislumbrede la luz crepuscular,como el genio de la cumbreque deshace las nevascas y domina el temporal.

Lleva en su alma vastísimo horizontelos recursos de un Ulises, del prudente Jenofontela constante previsión,la entereza y la hidalguía,la serena valentía,de los héroes de Platea y Maratón.

En su pecho inaccesible,como el agrio peñascal,tiene sed de lo imposiblesu indomable voluntad;y, buscando de la patria la salud,nunca ceja, siempre avanza,y por sobre los obstáculos se lanzacon la fuerza incontrastable de un alud.

136 MEMORIAL DEL EJERCITO

El conduce a los titanes,orillando el pedestal de los volcanes,que parecen esperar,bajo el peso de la nieve abrumadora,la llegada de la horade su nuevo y formidable despertar.

Ya los lleva por el flancode algún lóbrego barranco,desde cuyo inmenso fondo,tan oscuro como hondo,sube el áspero rumorde un torrente desatadoque, hace siglos, ha cavadosu vivienda en el peñón.

Ora salvan las heridas de los viejos cataclismos,donde duermen los abismosbajo el manto de la gran niveladoraque convida con su blanca superficie brilladoi a,como un límpido cristal;las alturas donde rugen los ventiscosen los flancos de los riscos,donde caen balanceándose calladas,como plumas a los vientos, las nevadasy, azotando los peñascoscon el rítmico golpearde tambores y de cascos,se descargan las nubadas del sonoro granizal.

Allí, a veces en los díasdel Otoño, las neblinas inquietantes y sombríasvan subiendo desde el hondo barrancal;la invasión primero ondeaen las faldas, luego cámbiase en fantástica mareaque no canta y que no ruge,pero a cayo misterioso y mudo empuje,la montaña se convierte en vasto mar,donde emergen entre pálidas vislumbres,como islotes solitarioslos picachos de las cumbresque las olas de las nieblasno han podido sepultar.

Y los cóndores inquietos se detienenpor las tardes, al volver a su nidal,atiabando las falanges que ya vienena dormir en su vivac.Luego quieren los señores de la sierracon graznidos

MEMORIAL DEL EJERCITO 137

de amenaza, en son de guerra,los santuarios de sus nidosdefenderde las huestes invasoras,que han venido con sus armas triunfadorasel silencio de sus peñas a romper.

Y al sonar por las mañanaslas tocatas sonorosas de las dianas,las bandadas sorprendidascon, las alas extendidas,con el ojo desconfiado y avizor,se levantan a mirar desde la alturala delgada y ondulante linea oscuraque, al bordear los precipicios,va trazando la legión.

Ha tocado la jornada ya a su fin;el sol bañala montañacon sus tintas de rubí;en la falda de un picacho pedregoso,pensativo y silencioso,ve el desfile de sus héroes San Martín,

Cuán grandioso el panorama!Allá abajo entre la bruma se derramasobre el verde de los camposel dorado de la mies,en la falda el brillar de bayonetasel sonar de los tambores y cornetas,de las bestias y los carros el tropel.

El contempla su bandera;es la misma que, al dejar la cordillera,bajo un cielo limpio, azul,en la próxima jornadaserá un triunfo acariciadapor las ráfagas del sur.

Esos mismos son sus bravosque, en seguida de librar a los esclavosde esta patria sobre el campo de Maipú,en un día ya cercanolos abismos del oceanocomo rápidos halcones, cruzarány el sillón de los virreyescon las rudas embestidas de sus greyesante América suspensa volcarán.

138 MEMORIAL DEL EJERCITO

Y mirando tras de síla salvaje cordillera que teñíatodavíael sol ante de morir,comprendiendo la ciclópica grandezade la empresaque su espíritu gigante acometió,en su fríavista de águila, enigmática y sombría,un relámpago de orgullo apareció;y al llenar el alto fin de su misión con sus legiones,aquel gran libertador de tres nacionesla montaña ya vencida abandonó

N ACIO en Lorca (Murcia) en1783. Su padre era military lo dedicó, desde los prime-

ros años de su infancia, a la carre-ra de las armas. Obtuvo para él, elnombramiento de cadete en el re-gimiento de infantería de Astu-rias cuando sólo contaba con diezaños de edad. Se destacó en 1800en la guerra contra los ingleses enPortugal, y desde 1808 hasta 1813participó en la campaña de libera-ción de la Península contra la in-vasión francesa y actuó con brilloen la heroica defensa de Zaragoza,ya en Pusol y en Valencia, ya enSan Onofre y Murredo. Supo es-capar atrevidamente de las manosdel enemigo, que lo había tomadoprisionero, y al terminar la guerraera coronel efectivo.

Llegó a Chile en la expediciónque comandaba el brigadier D.Mariano Osorio y que desembarcóen Talcahuano a mediados de agos-to de 1814. Comandaba la 3° divi-

Teniente Coronel (R)EDMUNDO GONZALEZ SALINAS

sión, constituida por el escuadrónde Húsares de la Concordia, 2 com-pañías del Batallón Real de Lima,batallón Talavera y 6 cañones deartillería de campaña. En la ac-ción de Rancagua le correspondióatacar por la calle de San Fran-cisco, situada al sur de la plaza. Suactuación destacada de entonces levalió el ascenso a brigadier.

En los momentos de producirsela invasión del territorio de Chilepor el "Ejército de los Andes" —acomienzos de 1817—, los efectivosdel ejército realista alcanzaban aunos 4.317 hombres, según lasfuentes más autorizadas de que sedispone, dispersos desde Coquimbohasta Valdivia. Esta dispersión noprocedía de la inepcia militar deMarcó del Pont ni de la incerti-dumbre sobre la zona elegida porSan Martín para atravesar los An-des, como lo han afirmado diversosautores basados en las aseveracio-nes de Maroto. Era consecuencia

CAPITANGENERALMAFAJELMAKOTO

140 MEMORIAL DEL EJERCITO

de la necesidad de prevenir los le-vantamiento de los pueblos y delempeño por aniquilar las guerri-llas.

Apenas llegaron las noticias deque habían sido sorprendidas lasfracciones adelantadas de Uspalla-ta y de Los Patos, el Gobierno acor-dó enviar a Aconcagua dos escua-drones de Carabineros (Quintani-lla) y a Santiago, el batallón Chi-llán, los húsares y los dragones(Morgado). El día 8 se convocó auna junta de guerra, a la cual asis-tieron los brigadieres Manuel Ola-guer Feliú y Rafael Maroto, un co-ronel y tres tenientes coroneles.Maroto, "la única cabeza capaz detomar una determinación", propu-so el retiro a la línea del Maule, contodos los recursos que había en lacapital, a fin de presentar batallacon las fuerzas de Santiago y deConcepción reunidas. El plan que-dó acordado. Pero en la mañanadel día 9 Marcó cambió de opi-nión : aun cuando el plan de Maro-to era el más cuerdo, bajo el puntode vista militar, el abandono de lacapital y de la provincia de San-tiago —a juicio del consejo priva-do— importaba una consecuenciamoral y, por ende, la pérdida delreyno.

En la misma junta de guerra sehabían considerado las ventajas einconvenientes de salir al encuen-tro del enemigo y cerrarle el pasopor Chacabuco o de presentarle ba-talla en Colina. Marcó optó por laprimera idea y de acuerdo con ellase dispuso salieran con rumbo aChacabuco las tropas de Santiago,al mando de Elorreaga, a fin dereunirse con la división que veníaretirándose desde Villavieja, bajoel mando de Marqueli y de Quin-

tanilla. Aunque las relaciones deMaroto con el gobierno eran muytirantes, parece que en la noche del9 al 10 se produjo acuerdo en elconsejo privado en el sentido deconfiársele el mando, pues en lamañana de este último día Marcóle comunicó su nombramiento. Sa-lió de Santiago a las 12 de la no-che del 10, al frente de unos 440hombres y llegó al campamento deChacabuco a las 11 de la noche del11 de febrero. En el campamentohabía 883 soldados, lo que sumó1.327 hombres. Con estas fuerzasdebió presentar batalla al "Ejérci-to de los Andes".

La victoria de las fuerzas patrio-tas en Chacabuco fue contundente.(Encina, tomo VIII, página 271).Poco después de la medianoche del12 de febrero se celebró en el pa-lacio una junta de guerra. "Esta—relata Maroto— se verificó conla mayor confusión, variando con-tinuamente de pareceres: unas ve-ces se opinaba por la retirada alMaule; otras, a Valparaíso; ya de-fenderse en la capital y ya verifi-carlo en el castillo o fuerte deSanta Lucía; también se trató deatacar en la siguiente mañana alenemigo". Maroto opinó por la re-tirada a Valparaíso, "donde secontaba con nueve buques en quépoder salvar el resto del ejército,los caudales, autoridades, pertre-chos, personas dignas de conside-ración y cuanto se tuviese a bienpara ocupar la provincia de Con-cepción, desembarcando en Tal-cahuano".

Se adoptó este último partido y,durante la noche, se impartieronlas órdenes con tal sigilo que muypocos vecinos se apercibieron de lospreparativos. A la una de la ma-

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drugada del 13 se ordenó que lastropas acampadas en La Palma—que habían venido del sur a re-forzar a las de Chacabuco— toma-ran el camino de Valparaíso, sinpasar por la ciudad. Poco despuéspartió hacia San Antonio Marcódel Pont e instruyó a Maroto res-pecto de lo que debía hacer. Losjefes sólo atinaron a salvar suspersonas y los haberes que podíancargar y los oficiales se fueron asus casas a recoger los equipajes."Corrí presuroso a la exploraciónde los cuarteles que hallé vacíos ysin gente a quien hacer las debidasprevenciones" —relata Maroto ensu informe—. "Solo, sin un solda-do ni oficial que me acompañase,discurrí por la ciudad y puntosprincipales, para ver si encontra-ba a quien mandar o poder reunira la dirección expuesta". Ante re-sultado semejante, también tomó elcamino de Valparaíso en compañíade su esposa. . .

En el puerto sólo había ancladosnueve buques españoles, un fran-cés y un inglés, casi todos ellos deporte mediano. Era necesario em-barcar alrededor de 1.600 solda-dos, después de haberse desertadoen el trayecto más de 200, los fun-cionarios públicos y más de 500 ci-viles que deseaban salir, la mayo-ría con sus familias. Se desarrollóuna verdadera competencia por ga-nar los buques y no se respetabandirectivas ni órdenes. En la maña-na del 14 todos los barcos estabanrepletos. El número de personasembarcadas fluctuó alrededor de1.600 y de ellas apenas 700 eransoldados. Quedaron, pues, en tie-rra cerca de 1.000 soldados, sin je-fes ni oficiales que los comanda-ran.

Según hemos visto, en la juntade guerra celebrada en Santiago enla noche del 12 al 13 de febrero, sehabía acordado que los barcos an-clados en Valparaíso conducirían aTalcahuano los restos del Ejércitorealista, para reforzar a Ordóñezy proseguir la resistencia. Esteacuerdo tropezó con las resisten-cias de parte de los oidores, de to-do el elemento civil y de la mayo-ría de los jefes y oficiales. Los másdaban a Concepción por perdida;los restantes creían que, aunque asíno fuera, toda resistencia era im-posible sin la artillería, el parque,las municiones, los caudales y sinla mitad del Ejérci to . . . , que que-daba en la playa con sus armas.Junto con llegar a bordo de laBretaña, a las 2 de la madrugadadel día 14, Maroto se apercibió deese ambiente y no queriendo car-gar con la responsabilidad, trans-firió el mando al brigadier donManuel Olaguer Feliú, que era másantiguo que él. Estaba herido yllevaba ya cuatro días con sus no-ches de incesante agitación, sindormir y casi sin bajar del caba-llo.

Olaguer Feliú reunió una nue-va junta de guerra, poco antes delmediodía del 14 y en ella se acordótomar rumbo al Callao. . . , pero di-simulando la resolución con la ne-cesidad de tomar víveres en Co-quimbo, por no haberlo podido ha-cer en Valparaíso. Hombres y mu-jeres, ancianos y niños, quedaronubicados a bordo en condicionesdesastrosas, arrojados sobre cu-bierta o metidos en los rincones,sin camas ni abrigos, presas deuna gran desmoralización. En al-gunos buques el hambre se dejósentir desde el primer día. Al en-

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frentar a Coquimbo, los jefes rea-listas quisieron desembarcar, peroencontraron el puerto ocupado porlas tropas patriotas. En Huasco,Maroto bajó al frente de 400 hom-bres y logró llevar a bordo los car-neros necesarios para la alimenta-ción ; pero se le desertaron 48 sol-dados. Por suerte, los sures deverano favorecieron de tal modo lanavegación que los buques empe-zaron a llegar al Callao el 28 defebrero, catorce días después dezarpar de Valparaíso.

Desempeñaba Maroto, años mástarde, la Comandancia General dela provincia de Toledo, cuando senotaron los primeros síntomas dela guerra civil. "Entonces comen-zó para Maroto la época más bri-llante de su vida" —comenta el se-ñor Barros Arana—. Creyendo, co-mo ha dicho, "que era más conve-niente para España el reinado dedon Carlos que el de una niña quetendría que pasar por una largaminoría", abrazó su causa y luegofue el general en jefe de sus tro-pas. Espiado y calumniado por lacamarilla del pretendiente, enve-nenado en dos ocasiones, declaradotraidor a su causa porque compren-día la marcha de la guerra de di-verso modo, Maroto sufrió todocon paciencia, hasta que vio pal-pablemente que el reinado de donCarlos no valía los sacrificios deEspaña, esas mortíferas batallas y

esa continua relajación. Rindió suejército a Espartero, después deuna capitulación honrosa, y él mis-mo se retiró a la vida privada".

"Sobre los dicterios de los par-tidos que han intentado infamar sumemoria, existe un monumento in-destructible : la cesación de esaguerra civil en que se fusilaba alas mujeres, y la tranquilidad deEspaña; ésa es la obra de Marotoy del convenio de Vergara". Envirtud de este convenio, fue nom-brado Capitán General del Ejérci-to de España y después Ministrodel Tribunal Supremo de Guerray Marina. En 1847 viajó a la Repú-blica de Chile a arreglar sus ne-gocios particulares y aquí murióese mismo año, a los 64 años deedad.

"En su larga carrera militar,Maroto fue un militar valiente yentendido: sus grados los ganó enel campo de batalla con honrosasheridas y recomendaciones especia-les. Su serenidad para mantener ladisciplina fue excesiva, y su fir-meza de carácter proverbial". (Ba-rros Arana) . Por sus servicios enAmérica, Fernando VII le conce-dió la Gran Cruz de Isabel la Ca-tólica y la de San Hermenegildo.Anteriormente se le había otorga-do la cruz de la defensa de Zara-goza y tres medallas por diversasfunciones de guerra.

HISTORIA GENERAL DE CHILE (T. X.) Diego Barros Arana.HISTORIA DE CHILE (T. VII) Francisco Antonio Encina.ENCICLOPEDIA UNIVERSAL ILUSTRADA EU-ROPEO-AMKRICANA (T. XXXIH) Hijos de J. Espasa. Editores.ESTUDIOS BIOGRAFICOS Diego Barros Arana.

General

de División

J U A N

G R E G O R I O

L A S H E R A S ( 1 )

N ACIO en Buenos Aires el 11de julio de 1780. Tenía 26años, en 1806, cuando se

incorporó en el Ejército de Bue-nos Aires, como simple soldado deuna de las compañías del comer-cio constituidas para resistir lasinvasiones inglesas. Su padre, uncomerciante respetable, fue unode los organizadores de esos cuer-pos de voluntarios. Ascendido asargento 1° por su heroico valor

(1) Figura también en documentos de laépoca como Juan Gregorio de lasHeras.

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en la defensa de la ciudad, pasó aservir en una unidad de Húsaresde reciente creación y poco des-pués fue nombrado capitán de mi-licias en la ciudad de Córdoba. En1812 se le designó comandante enpropiedad de la guarnición acan-tonada en la ciudad universitariade la colonia.

Fue uno de los primeros jefesmilitares argentinos que vino aChile a combatir por nuestra inde-pendencia. A mediados de 1813,efectivamente, el Gobierno argen-tino dispuso el envío de un desta-camento de 300 hombres para au-xiliar a Chile en su lucha contra lasfuerzas del rey de España. Los au-xiliares marcharon a reunirse conla división Mackenna y el mayorLas Heras pudo cubrirse de gloriaen Cucha-Cucha, el 23 de febrerode 1814 y en Membrillar, el 20 demarzo. En el resto de la campaña—paso del Maule, Tres Montesy Quechereguas— se distinguióigualmente y mereció escudos dehonor del Gobierno de Chile y elgrado de teniente coronel, conce-dido por las autoridades de Bue-nos Aires. Por ausencia del coro-nel D. Marcos González Balcarce,comandante de la división auxiliar,quedó ésta bajo las órdenes del dis-tinguido teniente coronel.

A raíz del tratado de Lircai seretiró con su tropa a Aconcaguaen el invierno de ese año y allíesperó la apertura de la cordillerapara volver a su patria. Ocurrióentonces la invasión de Osorio, elglorioso cuanto desgraciado sitiode Rancagua y la reconquista espa-ñola. Los patriotas debieron emi-grar a Mendoza y Las Heras coope-ró eficazmente a facilitar la reti-rada, batiéndose con las avanzadasdel perseguidor.

144 MEMORIAL DEL EJERCITO

En Mendoza contribuyó a laorganización del Ejército de losAndes, lo que le valió el grado decoronel en enero de 1817. En losdías de la invasión obtuvo, al fren-te de la 1° columna de ese Ejército,las victorias de Potrerillos, Guar-dia Vieja y Los Andes. Combatió,también, en Chacabuco y —pose-sionados los patriotas de la capitalde Chile— el general San Martínenvió una división al sur al mandódel coronel Las Heras. Al frentede ella obtuvo las victorias de Cu-rapaligüe y de Gavilán y participóen el fracasado asalto de Talca-huano.

Su acción militar más memora-ble fue la salvación de la divisiónde su mando en el desastre noctur-no de Cancha Rayada: Las Herasconservó su sangre fría, reunió sutropa y dispuso esa admirable re-tirada hacia el norte, que dio porfruto la salvación de la casi tota-lidad del Ejército patriota de en-tonces. En la batalla de Maipo re-novó su lucida actuación, por locual fue nombrado coronel delEjército de Chile y miembro de laLegión de Mérito, creada por elDirector O'Higgins en 1817. Enjunio de 1820 fue designado coro-nel general (general de brigada),casi simultáneamente por los go-biernos de Chile y de Buenos Airesy el Director O'Higgins lo nombró,además, Jefe del Estado Mayor delEjército Libertador.

En la Expedición Libertadoradel Perú prestó de nuevo sus im-portantes servicios, no sólo comojefe militar, sino como consejerodel gobierno independiente creadoen el nuevo estado libre. A su di-rección estuvo confiado el sitio delos castillos del Callao, en circuns-tancias que era necesario batirse

cada día y luchar con enemigosesforzados y —sobre todo— conla resistencia que oponían las másformidables fortificaciones del Pa-cífico. La República del Perú pre-mió sus servicios con el despachode Gran Mariscal (febrero de1821) y con la medalla concedida asus libertadores.

Regresó a Chile a comienzos de1823 y pasó a Buenos Aires a pres-tar sus servicios en la organiza-ción de la República. Fue elegidogobernador y capitán general de laprovincia de Buenos Aires (abrilde 1824). Al separarse del Gobier-no (mayo de 1826), resolvió esta-blecerse para siempre en Chile.Habiéndose negado a reconocer alas autoridades nacidas en la revo-lución de 1830, fue dado de bajaen el escalafón del Ejército. Unaley del Congreso le devolvió, en1842, el goce de sus títulos y hono-res. "Serán rehabilitados a sus gra-dos y empleos —decía el artículo1° de la ley de 6 de octubre del añocitado— los generales, jefes y ofi-ciales separados del servicio a con-secuencias de los acuerdos del con-greso de plenipotenciarios, de 9 demarzo y 15 de abril de 1830, y delos decretos del gobierno del mis-año año".

En 1861 el Gobierno lo llamó adesempeñar el cargo de InspectorGeneral del Ejército. Presentó larenuncia en 1863 y no fue acepta-da, por estimarse que sus servicios"son cada día más necesarios por elcelo e inteligencia con que desem-peña este destino". (28 de abril).

Falleció en Santiago el 7 de fe-brero de 1866.

El Ferrocarril decía en su ar-tículo editorial: —"Su muerte seráun dolor americano, porque LasHeras como hombre de guerra y

MEMORIAL DEL EJERCITO 145

como hombre de corazón, como sol-dado, como ciudadano, como pa-triota pertenecía a América. Su es-pada había contribuido al naci-miento de tres pueblos y de tresrepúblicas, a la consolidación deesa empresa de gigantes que se lla-ma la independencia americana.Por eso, su gloria, si es chilena, sies peruana, si es argentina, es antetodo y sobre todo americana. Comosu gloria era también su corazón.Su patria estaba en todas partes,su patria era un mundo".

Advierte más adelante: —"Ja-más hubo nada que discutir en esavida; no hubo sino aplaudir y ad-mirar. Así la posteridad pudo lle-gar sin temor para él antes que lamuerte y pudo escuchar su fallopara él y para sus camaradas decampamento, de causa y de victo-ria".

"Las Heras fue siempre el sol-dado de la libertad. Su fe en ellajamás sufrió desfallecimiento. Es-to explica la perpetua juventud desus ideas, sus tendencias y sus as-piraciones. El progreso no le dejaatrás, siempre le encuentran en laprimera fila. Sólo su cuerpo sentíael peso de los años y de las cam-pañas".

DICCIONARIO HISTORICO, BIOGRAFI-CO Y BIBLIOGRAFICO DE CHILE.Virgilio Figueroa.

ALBUM DEL EJERCITO DE CHILE. Luisde la Cuadra.

ALBUM MILITAR DE CHILE. Pedro P.Figueroa.

De Soldados Ilustres del Ejto. de Chile.

AL PIE DE LA BANDERA

Ciudadanos!

¿Qué nos une en este instante, quién nos llama,encendidas las pupilas y frenéticas las manos?¿A qué viene ese clamor que por el aire se derrama

y retumba en el confín?

No es el trueno del cañón,no es el cunto del clarín:

es el épico estandarte, es la espléndida oriflama,es el patrio pabellón

que halla, en cada ciudadano un paladín.

El Memorial del Ejército de Chile,como un homenaje al celebrar los150 años de la creación de nuestraactual enseña patria, publica la her-mosa composición "Al pie de laBandera" del distinguido poeta

Víctor Domingo Silva.

MEMORIAL DEL EJERCITO 147

¡Oh bandera!La querida, la sin mancha, la primeraentre toda las que he visto! Como siento resonar noen mi oído, sino dentro de mi ardiente corazón,

tu murmulloque es alerta, y es arrullo;

tu murmullo que es consejo en la tertulia del hogary que en medio de las balas es rugido de león!

¡Cómo siento que fulgura, con qué ardores,la gloriosa conjunción de tus colores,flor de magia, hecha de fuego, de heroísmo, de ideal!con su blanco, von su rojo y con su azul en que descuella

—perla viva y colosal—esa estrellaarrancada para ella

al océano de luz del cielo austral!

La hemos visto desde niño, la queremoscomo amamos a la novia, con supremosarrebatos, con ternura, con unción.

Ella vive palpitante en las visiones familiaresde los días escolares,

y al mirarla hecha jirones nos pareceque ella grita al desgarrarse, porque mecelo que aún queda en nuestras almas de esperanza, de ilusión!

¡Todo pasa! Viento trágico y siniestronos usurpa lo que amamos, lo que es nuestro;padre noble, dulce madre, tibio hogar.Somos huérfanos; erramos, dolorosos peregrinos,

por insólitos caminosy al azar.. .

¡Sólo tú, bandera, quedas; sólo tú, que nunca mueresporque tú eres

toda el alma de la patria, bajo el cielo o sobre el mar!

¡La bandera! ¿Quién olvidaque ella ha sido como un hada para nuestra edad florida?¿Quién al verla que, a pleno aire, se levantano la advierte como un alma enamorada de la vida?

148 MEMORIAL DEL EJERCITO

¿De que trémula garganta,en los grandes días patrios, se escapó una sola nota,

a que no haya respondidocomo el eco más sentidola bandera que tremola

en lo alto de un madero carcomidode la escuela, del cuartel o del torreón?

¿Qué muchacho, entre la gresca vocinglerade septiembre, malamente disfrazado

de soldadono ha jurado

convertirse en héroe patrio y defender de su banderahasta el último jirón?

¡Oh, bandera! Trapo santo!Hay ingratos que te niegan, que se burlan del encantocon que envuelves y fascinas, que no entienden el lenguaje

de tu risa y de tu llanto.

Mientras tantoyo sé bien que no hay ninguno que, nostálgico, te mire

y no tiemble, y no suspire,y no llore en tu homenaje!

Yo sé bien que a más de un pobre desterradotoda el alma en un sollozo han arrancadocual se arranca el duro hierro de una herida,cuando errante por naciones extranjeras

con su fardo de dolorha observado que entre un bosque de banderassólo falta la que amó toda la vida;

¡la bandera tricolor!

Yo sé bien lo que se siente cuando a solasdesde un barco, mar afuera, entre las olasse percibe la silueta de un peñóny sobre él, a todo viento, la bandera,la bandera que saluda cariñosa,la bandera que es la madre, que es la esposa,

el hogar, la patria entera,que va oculta en nuestro propio corazón!

MEMORIAL DEL EJERCITO 149

Yo no sé cuándo es más grande la bandera;si en el campo de batalla,

inflamada por relámpagos de cólera guerreray deshecha por el plomo y la metralla,o en el alto tijeral del edificioque levanta en plena urbe su armazón,y donde es como un heraldo de alegríaporque no se ha consumado el sacrificiodel que rige, con heroica bizarría,el compás de su martillo por el ritmo del pulmón.

Sólo sé que para ella es siempre el mismocualquier gesto de heroísmo;

que ella cubre con la misma majestada unos y otros. . . La bandera es madre —es hembra!—y si en medio de los vivos a menudo el odio siembra,por encima de los muertos sólo arroja la piedad.

¡Ciudadanos!Que no sea la bandera en nuestras manosni un ridículo juguete, ni una estúpida amenaza,ni un hipócrita fetiche, ni una insignia baladí,

Veneremos la banderacomo el símbolo divino de la raza;adorémosla con ansia, con pasión, con frenesí,y no ataje nuestro paso, mina, foso, ni trinchera,cuando oigamos que nos grita la bandera;¡Hijos míos! ¡Defendedme! ¡Estoy aquí!

A L proceder el Director Su-premo D. Bernardo O'Hig-gins a la organización del

nuevo Ejército nacional, tropezócon dificultades al parecer insu-perables. Fue una de ellas la esca-sez de oficiales. Solucionó el pro-blema en una forma asaz sencilla:creó la Academia Militar, designócomo su primer Director al sargen-to mayor de Ingenieros D. AntonioArcos y le fijó como su primercuartel el convento colonial de SanAgustín.

Breve fue la existencia de esteestablecimiento militar. Por ra-zones económicas debió clausurarsus aulas dos años más tarde, valedecir, en los primeros meses de1819. Había instruido 219 alumnos,de los cuales destinados a infan-tería fueron 59, a caballería 25, aartillería 22 y a la Academia deGuardiamarinas 15.

Portales, el estadista visionario,que advirtió la importancia inne-gable de un establecimiento desti-nado a la formación de los profe-sionales de las armas, dispuso —enjulio de 1831— la reapertura dela Academia Militar y concedió sudirección al coronel de caballeríaD. Luis Pereira. El instituto debióocupar uno de los patios de pro-piedad del batallón de infanteríaCazadores en la calle del Rey (ac-tual Estado).

El general D. Manuel Bulnescomprendió, igualmente, la tras-cendencia de la Academia en la

formación profesional del elemen-to militar. Sabía bien lo que pen-saba : su experiencia guerrera decasi cinco lustros le indicaba que,aun cuando el conductor militar esinnato, los conocimientos de escue-la permiten obtener de las condi-ciones naturales su rendimientomáximo. De allí que dispusiera, enoctubre de 1842, reabrir las puer-tas de dicha Academia, que habíansido cerradas en los días de lamuerte del gran Portales.

Transcurrieron lentamente losaños y a períodos de franco pro-greso se sucedían otros de singu-lar estancamiento, debido por logeneral a razones de índole econó-mica. Llegaron así los días luc-tuosos de la Guerra Civil de 1891y la Escuela fue obligada a cerrarsu cuartel. Afortunadamente, estecierre fue transitorio, porque undecreto de 2 de octubre del mis-mo año disponía su reapertura,nombraba Director al teniente co-

MEMORIAL DEL EJERCITO 151

ronel de caballería D. Vicente delSolar y disponía un curso especialpara aspirantes a oficiales.

El año 1896, cinco años más tar-de, significó una era de profundastransformaciones en el Ejército:consecuencia de la llegada al país,conducida por el general D. Emi-lio Korner, de una selecta falangede instructores europeos. De untotal de 36, 32 eran alemanes. LaEscuela Militar no podía escapar,naturalmente, a esta verdaderarevolución profesional y no po-dríamos pasar por alto nombres deextraordinaria categoría, como losde los mayores Von Below y VonBieberstein, capitán Von Konigs-marck y capitán Sehonmaier (esteúltimo, sueco), etc.

Después de haber ocupado dis-tintos locales durante casi trescuartos de siglo, la Escuela quedóinstalada —en 1901— en el edifi-cio especialmente edificado paraella en la avenida Blanco Encala-da, entre las calles San Ignacio yViel. Los planos habían sido apro-bados hacía catorce años, en 1887,por el ilustre Presidente Balma-ceda y su Ministro de Guerra D.Nicolás Peña Vicuña. En los mo-mentos de su traslado a este nue-vo local, era Director del estable-cimiento el teniente coronel D. Jor-ge Barceló Lira, "un gran direc-tor —comenta el general D. Car-los Sáez, en Recuerdos de un sol-dado—. Poseía condiciones que lo

recomendaban especialmente parael puesto que le habían encomen-dado".

El cuartel de Blanco Encaladalo ocupó la Escuela hasta fines delaño 1958, fecha en la cual las últi-mas unidades de cadetes fuerontrasladadas a su nuevo local enLas Condes. La construcción deéste habíase iniciado en octubrede 1943 y terminádose el primerpabellón doce años más tarde, paraser ocupado por el batallón de ca-detes.

Creada la Escuela Militar porD. Bernardo O'Higgins, en marzode 1817, a fin de llenar una sen-tida necesidad nacional e institu-cional, ha desarrollado una exis-tencia laboriosa y fructífera. Hasabido adaptarse a las exigenciassiempre renovadas de los tiemposy marchar acorde con el progresodel país. De su alcázar —como dicela canción— salen, no sólo los sol-dados que dan su sangre o su vidacada vez que fuese necesario, sinotambién ciudadanos dignos, hono-rables, atentos siempre a ser útilesa la comunidad que los rodea.

El MEMORIAL DEL EJERCI-TO hace llegar al Coronel Direc-tor, Oficialidad, Personal Civil,Alumnos y Personal de Planta, unafectuoso saludo con motivo de esteAniversario y formula sus mejo-res votos por la continuada supe-ración de nuestro primer plantelde educacional militar.

Del león cuando amenaza terrible es el acento;de nuestros escuadrones terrible es el claríncuando, a la voz de carga, más rápidos que el vientojinetes y caballos se lanzan a la lid.

CARLOS WALKER MARTINEZ.

RIVILEGIADO destino el de es-ta unidad de caballería portantos conceptos gloriosa!

Creada por el procer máximo deChile —Capitán Genera! don Ber-nardo O'Higgins— participó en to-dos los conflictos guerreros que vi-vió el país en el transcurso del pa-sado siglo XIX y cuenta, entre susmuchos comandantes, a algunos delos soldados más ilustres del Ejér-cito nacional.

"Cazadores de la Escolta Direc-torial" —que así lo denominó el Di-rector O'Higgins— recibió su bau-tismo de fuego en el asalto a las for-talezas de Talcahuano y se encon-tró en la sorpresa luctuosa de Can-cha Rayada pero cubrióse de gloria,

dos semanas más tarde, en el llamahistórico de Maipo. Freire, su sumandante, demostró una vez masser el mejor soldado de caballerode entonces y Santiago Bueras,segundo, caía al frente de su escua-drón, sable en mano y al galope.

Juntamente con "Cazadores delEscolta Directorial" nacía a la vi-da militar su abanderado, un esagado muchacho de 17 años de edady que —andando el tiempo— seriallevado por la voluntad popular asolio de los Presidentes de ChileNos referimos a Manuel BulnesPrieto, guerrero por antonomasiaque derrochó abnegación y coralen la interminable guerra de moltoneras de Arauco y que comando

ra en Jefe la Expedición Restaura-dora del Perú. Victorioso en Yun-gay, entraba a Lima al frente desus tropas aguerridas, en enero delaño 1839.

Cúpole a "Cazadores a caballo"(así llamado a partir de enero de1823), participar en la "guerra amuerte", en la Campaña Restaura-dora del Perú, en la Guerra del Pa-cífico, en la Pacificación de la Arau.cania y en las contiendas civilesde 1851, 1859 y 1891. No hubo com-bate de la Guerra del Pacífico enque no tuviesen participación losjinetes de "Cazadores a caballo":hicieron su debut en Calama y die-ron su última carga en Huamachu-co. Caso digno de la leyenda el deeste encuentro final en Huamachu-co. Andrés Avelino Cáceres, el te-mido Brujo de los Andes, y sus tro-pas comenzaban a celebrar la vic-toria que indiscutiblemente habríade ser suya, cuando en el campo de

batalla surgió la figura enhiesta deSofanor Farra, al frente de uno delos escuadrones de "Cazadores".Cambió la escena por completo ylos derrotados batallones chilenospudieron rehacerse, pasar al eun-trataque y conseguir —por último— la victoria que ya daban por per-dida.

En la relación de los comandan-tes del viejo cuerpo de caballeríaencontramos los nombres de solda-dos arquetipos que han honrado a laPatria y al Ejército. Citamos ya aRamón Freire que, al igual que Bul-nes, fue elevado a la más alta ma-gistratura de la nación, en días di-fíciles para la estabilidad de la Re-pública. Manuel Baquedano, Sofa-nor Parra, Bartolomé Blanche, etc.,son—entre muchos otres— algunosde los dignos sucesores de aquelloshombres preclaros.

El general don Manuel Baqueda-no fue comandante del Regimiento

154 MEMORIAL DEL EJERCITO

en plena era de la Pacificación deArauco. Se le designó General enJefe del Ejército al iniciarse la se-gunda campaña de la Guerra delPacífico y llamáronse sus victoriasLos Angeles, Tacna, Arica, Chorri-llos y Miraflores.

Sofanor Parra fue un centaurode la estampa de Freire o de Murat,el célebre mariscal cuñado de Na-poleón Bonaparte. Participó en al-gunas campañas de la Pacificaciónde la frontera e hizo la Guerra delPacífico en su totalidad. Fue el hé-roe indiscutido de Germania y deHuamachuco. "Tenía la aposturamarcial de aquellos héroes de laIIíada y de las leyendas del CidCampeador" —escribió don Virgi-lio Figueroa. "Napoleón le habríaconfiado un regimiento de su Guar-dia" —expresó "El Mercurio" deSantiago en el día de su muerte. Yun escritor militar ha agregado quefue "el más cazador de los cazado-res". Aludía, quizás, al hecho nota-ble de que jamás dejó de lucir en elcuello de su levita o de su guerre-ra o en la banda de su kepí la cor-neta de la querida unidad.

El general don Bartolomé Blan-che ha sido uno de los soldados yciudadanos más representativos denuestra nacionalidad en la últimaépoca. Sirvió en el Ejército duran-te más de treinta años y alcanzóen sus filas las más altas distincio-nes a que es posible aspirar: fueInspector General del Ejército, Sub-secretario de Guerra y Ministro deDefensa Nacional en uno de los pe-ríodos más críticos en la existenciade la República. Exento de ambi-ciones y ajeno a la política parti-dista, mucho costó a los hombrespatriotas que lo rodeaban admitie-ra ser nombrado Vicepresidente dela República, en 1932. Aprovechó,pues, la oportunidad que le brinda-ra el estallido de los llamados mo-vimientos civilistas, en algunas ciu-dades del país, para hacer entregadel Gobierno al Presidente de laCorte Suprema.

Es muy grato al Memorial delEjército de Chile presentar sus sa-ludos al Comandante y personal asus órdenes en el glorioso Regimien-to, con motivo del sesquicentenariode su fundación.

REGIMIENTO DE

ARTILLERIA

MOTORIZADO N° 1

"TACNA"

F UE la única unidad de arti-llería que existió en nuestroEjército hasta bien avanza-

do el pasado siglo XIX. Recién, apartir de los comienzos de la Gue-rra del Pacífico, en 1879, apare-cieron —uno tras otro— los diver-sos cuerpos del arma del "parchenegro".

Como en el caso de la EscuelaMilitar y de "Cazadores de la Es-colta Directorial", esta unidad fuecreada por el Director SupremoD. Bernardo O'Higgins. Actuaronsu cañones en el asalto de Talca-huano, en la sorpresa de Cancha

Rayada y en la jornada de Maipo;en la Expedición Libertadora de1820; en la "guerra a muerte"; enla segunda Expedición a Chiloé;en la Campaña Restauradora delPerú y en la Guerra del Pacífico.Estuvieron presentes, también, enlas contiendas fratricidas de 1851,1859 y 1891.

Diversas fueron sus denomina-ciones a través de su prolongada,cuanto gloriosa existencia. Creadocomo Batallón de Artillería, el 20de febrero de 1817 —ocho días des-pués de la batalla de Chacabuco—,se le denominó más tarde Cuerpode Artillería, Escuadrón de Arti-llería o, simplemente, con el sen-cillo nombre de Artillería. Estuvosiempre dividido en compañías ycada una de éstas guarnecía lasciudades principales del país: LaSerena, Valparaíso, Santiago. Con-cepción, Valdivia y Chiloé. Epocahubo, de triste memoria por cierto,que guarneció también la alejadaciudad de Punta Arenas.

Se cuenta, entre sus muchos co-

156 MEMORIAL DEL EJERCITO

mandantes, algunos de los jefesmás egregios del Ejército de Chile,como los generales Manuel Borgo-

ño, de notable actuación en las cam-pañas de la Independencia, en laExpedición Libertadora de 1820 yen la Campaña Restauradora delPerú; Marcos Maturana, héroe dela Expedición Libertadora, de lasegunda campaña de Chiloé y de laCampaña Restauradora del Perú;Justo Arteaga, que había comba-tido en todas las guerras realiza-das por el Ejército, desde el año1814 y primer General en Jefedel Ejército durante la Guerra delPacífico, y que dejó a las fuerzasde su mando perfectamente prepa-radas para su avance victorioso através de los desiertos y las sierrasdel país norteño; Erasmo Escala,segundo General en Jefe en la mis-ma contienda y sucesor inmediatodel general Arteaga, etc.

Esta unidad de tantas glorias esla heredera directa del Real Cuer-po de Artillería, que tuvo existen-cia desde los días postreros de laColonia hasta la era de la PatriaVieja. Vale decir, desde 1773 hastaoctubre de 1814. Tanto este RealCuerpo de Artillería como el Bata-llón de Artillería creado en febrerode 1817, contaban con privilegiosespeciales dentro de la Institución.Un decreto de 20 de diciembre de1819 expresaba que "se declara quela Ordenanza de 1802, queda desdeesa fecha, según antes lo estaba,en toda su fuerza y vigor respectodel Cuerpo de Artillería de esteEstado, con las preeminencias yexenciones que por ello se conce-

den, adecuándose a la actual cons-titución provisoria, y a las circuns-tancias diferentes de nuestra si-tuación política en todo sentido".Huelga advertir que entre esas pre-rrogativas estaba considerado elmayor sueldo que, de capitán a pa-je, percibían los artilleros.

Al iniciarse la Guerra del Pací-fico, en 1879, fue organizada unasegunda unidad del arma —quecon el tiempo ha llegado a ser elRegimiento N° 2— a base de lasegunda compañía de la segundabatería del antiguo Cuerpo de Ar-tillería (que pasó a ostentar elN° 1). Disuelto el citado Regi-miento N° 1 por el bando vence-dor, al término de la Guerra Civilde 1891 (4 de septiembre), comen-zó a figurar en su lugar el Batallónde Artillería N° 1, creado seis me-ses antes por la Junta Revolucio-naria, en Iquique. El 9 de noviem-bre del mismo año fue elevado aregimiento, y el 24 de octubre de1898 pasó a ser denominado Regi-miento de Artillería N° 1 "Tac-na".

No hace mucho, dio el adiós de-finitivo a los viejos cañones arras-trados por caballos y adoptó elmotor como medio de tracción nor-mal. Es el tributo pagado a losavances del progreso.

El MEMORIAL DEL EJERCI-TO DE CHILE se asocia compla-cido al sesquicentenario de la fun-dación de la unidad y desea quelos éxitos y la prosperidad de suscomponentes se renueven, año aaño, en su existencia privada yprofesional.

R E G I M I E N T O DE

INFANTERIA REF.

N°4 " R A N C A G U A "

O HA tenido una existenciacontinuada como en el casodel R.A.M. N° 1 "Tacna" o

el del R.C. 2 "Cazadores". Por unarazón u otra —de índole económi-ca generalmente— fue disuelto enrepetidas oportunidades, según ve-remos en seguida. Creado por pri-mera vez el 12 de septiembre de1814, desapareció en el desastre deEancagua veinte días más tarde.Organizado nuevamente el 9 de di-ciembre de 1817, por don Bernar-do O'Higgins, fue disuelto en agos-to de 1826. Volvió a emerger enseptiembre de 1851 y, meses mástarde, en febrero de 1852, pasó aconstituir el l.er Batallón Ligero.Vuelto a crear en abril del citadoaño 52, recibió el nombre de "Ari-ca" en diciembre de 1881 y quedódisuelto por el bando vencedor altérmino de la Guerra Civil, el 4 deseptiembre de 1891.

Un mes más tarde era organiza-do el Batallón de Infantería N° 4,a base de los cuerpos congresistasChañaral y Maipo y se le designó co-mo su primer comandante al sar-gento mayor don Miguel Urrutia.Con fecha 24 de octubre de 1898pasó a denominarse Batallón de In-fantería N° 4 "Rancagua"; en 12de mayo de 1906 fue elevado a re-gimiento; en 30 de septiembre de1937 le fue agregado el nombre desu prócer patronímico, teniente co-ronel don Juan José San Martín.Hoy día es el Regimiento de Infan-tería Reforzado N° 4 "Rancagua",

del teniente coronel don Juan JoséSan Martín.

De los cuerpos enumerados másarriba el más afortunado, sin duda,es aquel que existió entre abril de1852 y septiembre de 1891. Tuvoparticipación destacada en la Revo-lución de 1859, en la Pacificaciónde la Araucanía, en la Guerra delPacífico y en la Guerra Civil de1891.

Entre sus comandantes más re-presentativos cabe recordar al ge-neral don José Francisco Gana yLópez, que inició su carrera mili-tar en la Expedición Libertadoradel Perú y que participó, además,en la Segunda Expedición a Chiloé;que desempeñó la Dirección de laAcademia Militar a mediados de si-glo y que, por dos veces, ocupó lacartera de guerra y marina. Al ge-neral don Basilio Urrutia, que sebatió en la Campaña Restauradoradel Perú, contiendas civiles de 1851y 1859 y Pacificación de la Arau-canía y que era Ministro de Gue-rra y Marina al estallar el conflic-to del Pacífico, en 1879. Al generaldon Pedro Lagos, uno de los másgrandes soldados que ha pasado porlas filas del Ejército de Chile; quecombatió en la revolución de 1851,en la Pacificación de Arauco y enla Guerra del Pacífico, contra Perúy Bolivia. El asalto y toma del Mo-rro de Arica significó la culmina-ción de su recia personalidad: suéxito extraordinario asombró nosólo al país, sino a todo el mundocivilizado. "Allí se vio a la par queel valor exagerado del militar, el ta-lento profesional del Jefe". (R. Po-blete M.). Nos resta por citar el te-niente coronel don Juan José SanMartín, que ingresó al Ejército co-mo soldado del 4° de línea en 1854e inició su vida de guerrero en laPacificación de Arauco, para ter-minarla —para siempre— en lacontienda del Pacífico. Combatió en

158 MEMORIAL DEL EJERCITO

Calama, en Tacna y en la capturadel inexpugnable Morro de Arica.Allí, al frente de los vigorosos ro-tos del 4° de línea, a escasos me-tros de la fortaleza principal delenemigo, cayó herido de muerte. . .para no levantarse jamás.

La Superioridad Militar quisohonrar su memoria en forma impe-

recedera y de acuerdo con sus an-tecedentes y méritos, al designarloprócer patronímico de la más sep-tentrional de las unidades milita-res de la nación.

Llegue a su Comandante y perso-nal de este Regimiento el saludodel "Memorial del Ejército".

CONCURSOLITERARIO-MILITAR 1967

E L ESTADO MAYOR del Ejército ha organizado para elpresente año el tradicional Concurso Literario-Militar del"MEMORIAL DEL EJERCITO DE CHILE", de acuerdo

con las siguientes bases:

a) Temas:

—Libres, pero relacionados directa o indirectamente conla defensa nacional o materias de carácter profesional.

—Podrán presentarse traducciones.—En igualdad de condiciones, tendrán prioridad los tra-

bajos originales sobre las traducciones.

b) Participantes:

Los miembros de las tres Instituciones Armadas, en servi-cio activo y en retiro.

c) Trabajos:

Serán remitidos al Estado Mayor del Ejército, en tripli-cado, a máquina, papel tamaño oficio, doble espacio, escritoen una carilla y con un margen izquierdo de cuatro centímetros.

Tendrán una extensión de 100 páginas como mínimo.Deberán ser inéditos.En el caso de ser traducciones, la obra no deberá haber

sido traducida al castellano con anterioridad.Los trabajos serán firmados con seudónimo, yendo en

sobre aparte, sellado, el nombre del autor.

d) Plazos:

—Los trabajos deberán encontrarse en el Estado Mayordel Ejército antes del 31. X. 1967.

—El Jurado deberá emitir su fallo antes del 30. XII. 1967.

e) Jurado:

Estará integrado por el Consejo Consultivo del "ME-MORIAL DEL EJERCITO DE CHILE".

El Jurado podrá hacerse asesorar por especialistas enlas materias que estime necesario.

f) Premios:

1° E° 1.2002° E° 7003° E° 500

NOTA:

1.—El Jurado se reserva el derecho de declarar desiertoel Concurso, o los premios que estimare, en caso de que lostrabajos presentados no reúnan las condiciones requeridas.

2.—El Estado Mayor del Ejército se reserva el derechode editar o no los trabajos, ya sea en publicación separada,total o parcialmente, en el "Memorial del Ejército" o como vo-lumen de la Biblioteca del Oficial.

3.—En el caso de ser editado alguno de los trabajos comovolumen de la Biblioteca del Oficial, el autor deberá renun-ciar a sus derechos hasta por los ejemplares necesarios paraatender las necesidades de las Fuerzas Armadas (mínimo2.000 ejemplares).

U-—Tanto la publicación de los trabajos, como la formaen que ella sea hecha (Memorial o Biblioteca del Oficial) que-.dará a criterio del Estado Mayor del Ejército.

EL COBRE DEL MINERAL "EL TENIENTE"INICIA SU VIAJE HACIA MERCADOS

EXTRANJEROS

AVISO A LOS C O L A B O R A D O R E S

1.—El "MEMORIAL DEL EJERCITO DE CHILE" brinda sus páginasa los miembros de las Fuerzas Armadas y civiles, invitándolos a colaboraren la obra de propaganda cultural que tenga relación directa o indirectacon la Defensa Nacional.

2.—Los colaboradores tienen el derecho de expresar libremente susideas, siempre que ellas redunden en beneficio de la cultura general yprofesional de los miembros de la Institución.

3.—La Dirección del Memorial no se hace responsable de los con-ceptos emitidos por los autores sobre su firma y se reserva el derechode publicar o rechazar los trabajos presentados (O/Cdo. E. M. E. P|I.N° 95, de 27. VI. 1960). .

4.—Los artículos serán presentados escritos a máquina, en papeloficio original, a espacio dos y con un margen izquierdo de cuatro cen-tímetros.

5.—Los gráficos serán elaborados a tinta china negra, en papel trans-parente y en tamaño que permita apreciar bien los detalles. Las foto-grafías serán de tamaño postal, perfectamente nítidas y deberán tener elcontraste suficiente a fin de que puedan ser reproducidas sin dificultad.

6.—Las traducciones deberán adaptarse a una redacción lógica deacuerdo a las modalidades de nuestro idioma y no ser hechas en formaliteral

7-Los trabajos deberán ser enviados íntegros, quedando a juicio dela Dirección determinar el fraccionamiento para su publicación en dos omás números de la Revista.

8.—Las publicaciones deben enviarse al Estado Mayor del Ejército,("Publicaciones Militares").—Alonso Ovalle 1187.—Santiago de Chile.

O|T. 3490 2.200 Ejs. .Instituto Geográfica Militar - 1966