Ecología para el rescate de la tierra

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ColecciónEcología y medioambiente

Ecología para el rescate de la Tierra

Devolvamos al planeta algo de lo que le hemos quitado

Rafael Solorio Smith

www.librosenred.com

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Dirección General: Marcelo PerazoloDirección de Contenidos: Ivana BassetDiseño de cubierta: Daniela FerránDiagramación de interiores: Javier Furlani

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Índice

Introducción 8

I- Contaminación y calentamiento global 10

Contaminación ambiental 10

Historia 12

Contaminación del aire 15

¿Y qué es el efecto invernadero? 17

Retención de calor por CO2 19

Otros factores en el sobrecalentamiento 19

Metano 19

Lluvia ácida 25

Consecuencias de la lluvia ácida 26

Ozono 28

Rayos UV y capa de ozono 30

El agua 36

Contaminantes del agua 39

El DDT 39

Fosfatos (jabones y detergentes) 40

Petróleo 41

Contaminación del suelo 45

II - Energías alternativas 47

Las más eficientes 47

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Energía hidroeléctrica 49

Energía nuclear 50

Energía eólica 51

Hidrógeno solar 51

Celdas solares 52

¿Cómo se puede consumir energía más eficientemente? 54

Carros ecológicos 55

Ciudades ecológicas 58

III - Reino animal 62

Declaración Universal de los Derechos del Animal 70

IV - Consecuencias globales del calentamiento de la Tierra 73

Derretimiento de glaciares 73

Aumento en el nivel del mar 76

Esquema 1. Consecuencias globales del aumento de la temperatura. 78

Factor que aumenta la temperatura global del planeta. 78

Huracanes 81

Sequías e incendios 82

Cambios en corrientes marinas 83

Efectos diversos 83

¿Hay soluciones? 84

Grupos ecologistas 89

¿Y yo qué puedo hacer? 98

Ocho puntos ecológicos 98

Puntos ecológicos avanzados 111

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Conclusión 116

Directorio ecológico internacional y sitios de interés 118

Organizaciones en pro de los animales (videos y links para concientizar) 119

Organizaciones ecologistas en México 119

Bibliografía 121

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A mi hijo Gabriel.A mi madre.

A todas las personas que intervinieron directa o indirectamente en este libro; ellas saben quiénes

son…A todos aquellos que están haciendo algo,

por mínimo que sea, por los animales, por la naturaleza, por enseñar a los niños a respetar

nuestro planeta.A todos aquellos que contribuyen a hacer de

esta Tierra un mejor lugar para vivir.A quien mueve los hilos de nuestras vidas por ser

tan espléndido conmigo.

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introducción

Hablar de ecología en estos días ya no es exclusivo de especialistas o inves-tigadores; es algo que atañe a cada uno de nosotros y que nos debe inte-resar, pues todos somos responsables del daño que le estamos causando a nuestro hogar, a nuestro planeta.

Lo más grave del asunto es que la mayoría de nosotros ni siquiera imagina el tremendo deterioro que provocamos diariamente con los desechos que producimos; con todo lo que enterramos en los suelos o arrojamos en los basureros; con las sustancias que vertemos en las aguas de ríos y mares; y con los gases contaminantes que expulsamos al aire.

Para poder aprender a respetar algo y accionar, primero tenemos que co-nocer, saber, darnos cuenta del problema.

¿Cómo vamos a separar nuestra basura o a cambiar de detergente si no sa-bemos por qué lo hacemos o en qué ayudaremos con eso? Por eso, siempre el primer paso es tomar conciencia y ver el problema para después evaluar las posibles soluciones y ponerlas en práctica.

Estamos muy acostumbrados a recibir, recibir y volver a recibir de todos los recursos, de los vegetales, de los animales y del planeta en general; pero nadie nos ha enseñado y estamos muy poco habituados a efectuar la acción en sentido contrario, esto es: a dar o devolver algo a las plantas, a los ani-males y a la tierra. Y este tipo de pensamiento tiene que cambiar. El dar de-be ser en ambos sentidos. Tenemos que ser un poco más agradecidos, pues, si continuamos como hasta ahora —todo para nosotros y los nuestros, y nada hacia el otro lado—, seguiremos viendo lo que hasta el momento: un desequilibrio cada vez mayor y un planeta que contaminamos y destruimos día a día.

Si seguimos produciendo uniceles, plásticos y materiales no degradables y tóxicos al mismo ritmo que hasta hoy; si continuamos tirando y tirando nuestras bolsas de basura, junto con el crecimiento de la población, puede llegar el momento en que los basureros sean insuficientes y la contamina-ción del suelo y del agua alcance niveles insospechados.

De continuar vertiendo los desechos, detergentes y tóxicos de nuestras ciu-dades y fábricas en ríos y mares, junto con el derrame de petróleo, es pro-

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bable que el desequilibrio en las aguas del planeta sea demasiado como para ser soportado por algunas o muchas especies, y pasen a ser otras más en las listas de la extinción, y tal vez entonces el nadar en un río o en el mar se convierta sólo en un recuerdo.

Si nos empecinamos en seguir arrojando al aire los gases contaminantes que retienen calor en el planeta, procedentes de nuestros millones de au-tos y máquinas, así como sustancias que acaban con la capa de ozono, y continuamos cerrando los ojos a otros tipos de energías alternativas dife-rentes al petróleo, nos puede tocar ver un mundo peligrosamente sobre-calentado, con un Sol que, sin la capa de ozono, nos queme la piel y pueda matarnos de cáncer, y un panorama de árboles, plantas y lagos secos, junto con hambre, plagas y enfermedades en aumento.

Por eso es necesario que conozcamos los problemas que nosotros mismos estamos creando con nuestros desechos y contaminantes, y así, con esa ba-se, aportemos ideas nuevas para minimizar o evitar estos desechos, con la finalidad de revertir sus efectos y, luego, revertir los daños.

De ahí la importancia de hacer que este tipo de información sea conocida no sólo por todos los adultos, sino también por los niños de este planeta, pues es más probable que a ellos sea a los que les toque vivir los efectos de nuestros errores.

Sólo así, trabajando juntos, con la voluntad y el esfuerzo realizado por un gran equipo, el equipo de la humanidad, podremos devolverle a ese gran organismo que es nuestro planeta algo de lo que él nos ha dado, y así po-der vivir en perfecta armonía con el aire, la tierra, las aguas, las plantas y los animales que nos sustentan y nos alimentan.

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i- contaminación y calentamiento global

contaminación ambiental

En México, además de ser la ciudad más grande, más poblada y más con-taminada del mundo, tenemos también el agravante de estar rodeados de montañas que no permiten la libre circulación del oxígeno; esto, literal-mente, es una trampa para todos los contaminantes del aire, que son los mismos que debemos respirar diariamente.

Contaminación se le llama a cualquier cosa que se añada al aire, al agua, al suelo o a los alimentos, y que amenace la salud, la supervivencia o las actividades de los seres humanos o de otros organismos.

Las fuentes contaminantes en las ciudades son usualmente de dos tipos:

• Fijas: como fábricas, refinerías y calderas, que representan el 15 por ciento del total para una ciudad.

• Móviles: son los automóviles, que aportan más de 85 por ciento de los contaminantes.

En México existen aproximadamente cinco millones de vehículos de motor y unas treinta mil fábricas que arrojan contaminantes al aire, y este número se incrementa con la llegada diaria de dos mil campesinos azotados por la pobreza, que suman cada año otras setecientas cincuenta mil personas que también usan transportes y emiten contaminantes directa o indirectamen-te.

Además, tenemos las inversiones térmicas, que es cuando una capa de aire frío, en un nivel inferior, queda atrapada por una capa de aire caliente en un nivel superior. En condiciones normales, esto no es grave, pero, en nues-tro caso, esa capa de aire frío va cargada de todos los contaminantes y es empujada a nivel de la superficie, o sea, el aire que nos toca respirar.

En México se ha intentado regular las emisiones de monóxido de carbono, se controlaron las emanaciones de plomo —eliminándolo de la gasolina— y se toman medidas para cifras elevadas de ozono, un gas que nos protege de ciertas radiaciones solares a grandes alturas, pero que, a nivel de la su-perficie, es tóxico para el ser humano.

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Por ejemplo, frecuentemente, los niveles de ozono alcanzan, en algunas partes de la ciudad, 280 puntos en el indicador del Gobierno para la contaminación del aire metropolitano, denominado Índice Medio de la Calidad del Aire (IMECA). Si excede los 200 puntos, se considera peligro-so para la salud humana; si pasa los 250 puntos, se impone la Fase I. Los niveles de ozono en la ciudad exceden diariamente la marca de seguri-dad de los 100 puntos; además, la escala IMECA es mucho menos estricta que las medidas internacionales, pues, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los mexicanos respiramos niveles peligrosos de ozono durante un promedio de cinco horas al día.

Es curioso, pero cuando empecé a buscar datos respecto de la contamina-ción del aire y del agua, los daños a la capa de ozono y el calentamiento global de la Tierra, me encontré con que la información relativa a los daños es muy amplia comparada con las alternativas para disminuir o evitarlos, y estas pocas opciones se reducen aun más por los intereses comerciales o por el desinterés de los gobiernos y autoridades.

Es muy probable que nosotros digamos: “Yo no contamino”, pues no tiro basura en la calle, afino mi automóvil periódicamente y trato de no gastar mucha agua. Yo mismo pensaba así hasta antes de buscar esta información. Pero sucede que aún hay mucho más que debemos saber, y que podemos y debemos hacer.

Muchos de los datos que cito son provenientes de los Estados Unidos, ya que, lamentablemente, en México no encontré demasiada información dis-ponible.

Se ha puesto mucho énfasis, en los últimos años, en la contaminación de los alimentos por pesticidas, herbicidas y otros contaminantes, y eso está bien, pero se nos olvida que respiramos un promedio de treinta mil veces al día y sólo comemos tres, y en verdad no nos damos cuenta de todo lo que estamos inhalando.

La contaminación del aire se ha tratado de dominar en las grandes ciuda-des mediante el control de la emisión de partículas tales como el monóxido de carbono y el plomo, provenientes de la combustión de los motores de los automóviles, pero hay otras sustancias emitidas por la combustión de motores —como el bióxido de carbono (CO2), principalmente, o algunos gases, como el metano, entre otras— para las cuales no se ha establecido ningún control, por lo menos en nuestra ciudad.

Desde hace varias décadas se ha venido estudiando el aumento y la in-fluencia de estas sustancias en el efecto invernadero y en el calenta-miento global de la Tierra.

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Haciendo un poco de memoria, nos daremos cuenta de que la ciudad de México, por ejemplo, de ser una urbe con un clima templado —ni muy frío, ni muy caliente—, durante los últimos años se ha venido convirtiendo en un lugar con un clima más extremo.

No es asunto de la imaginación. Cada año ha ido en aumento el calor en el verano, pero no sólo eso, también hace más frío, y de las lluvias ni hablar. Nunca se habían observado los desastres que hemos padecido en los últi-mos períodos por las lluvias torrenciales.

Efectivamente, el clima está cambiando, pero no sólo en nuestro país, sino en todo el mundo, y lo peor de todo es que el hombre tiene una influencia directa en esto.

En la última década se ha hablado mucho de la globalización, y sucede que esta globalización incluye tres parámetros, que son:

• la unificación de las economías de los países,

• la unificación de la información con la nueva tecnología

• y el cambio global del clima.

Esto quiere decir que los países aceptan el hecho de que el clima está cam-biando en nuestro planeta y que el hombre influye en forma directa o in-directa en estos cambios.

Historia

Esta historia empieza en el siglo XIX, cuando en lo que menos pensábamos era en la preservación del medio ambiente, y cuando la humanidad empe-zaba a disfrutar de los beneficios de los grandes avances como la electrici-dad, los motores de combustión interna y los derivados del petróleo.

Sucede que la cantidad de bióxido de carbono liberado por los motores de combustión construidos por el hombre ha aumentado alarmantemente en las últimas décadas, y sobre todo después de la Revolución Industrial.

Por ejemplo, en las últimas tres décadas, los niveles se han acrecentado de 315 a más de 350 —el promedio de CO2 actual— partes por millón (ppm), que es como se mide la cantidad de CO2 en el aire.

Antes de la Revolución Industrial, los niveles eran de 280 ppm; en 1900, ya alcanzaban los 300 ppm.

El químico sueco Svante Arrhenius obtuvo su doctorado en Física, en la Universidad de Uppsala, en 1884. Su tesis “La conductividad eléctrica

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como causa de las reacciones químicas” le hizo obtener entonces la ca-lificación más baja posible. Diecinueve años después, esa misma tesis lo hizo merecedor del Premio Nobel.

Cuando estudió las primeras décadas de la Revolución Industrial, se percató de que el hombre quemaba carbón de una forma sin precedentes. “Evapo-ramos en el aire las minas de carbón”, afirmó.

Los científicos sabían ya que el bióxido de carbono, un producto secundario que se obtiene cuando se queman combustibles fósiles —principalmente carbón y petróleo—, hacía que las radiaciones infrarrojas quedaran atra-padas cerca de la Tierra, y que, a diferencia de las simples moléculas de oxígeno y nitrógeno, la molécula del CO2 era literalmente una trampa para la radiación infrarroja y el calor.

Al estudiar estos efectos, Arrhenius concluyó que la temperatura global promedio se elevaría cinco grados si la cantidad de CO2 en el aire duplicaba el nivel que tenía antes de la era industrial.

Sus primeras suposiciones indicaban que las ondas de calor en las latitudes centrales serían de 40 o 50 grados centígrados, el nivel de los mares subiría varios metros, y las cosechas se secarían en los campos.

Esta idea no tuvo eco y permaneció olvidada. Otros científicos también es-pecularon sobre el efecto del CO2 sobre el calentamiento de la Tierra, como el físico británico G. S. Callendar, pero el mundo estaba demasiado ocupa-do disfrutando de las comodidades obtenidas por medio del petróleo. Y los pocos que consideraron el problema concluyeron que los océanos, que contienen mucho más CO2 que la atmósfera, absorberían cualquier exceso de este gas que el hombre produjera, lo que indicaba que las grandes ex-tensiones de agua del planeta eran un pozo infinito en donde podríamos vaciar indefinidamente el problema.

Entonces, en 1957, dos científicos de la Institución Scrips de Oceanografía, en California, Roger Revelle y Hans Seus, publicaron un artículo en la revis-ta Tellus, donde explicaban sus desalentadores descubrimientos, “algo que empezó a decirnos que probablemente estábamos llegando al límite”. Des-cubrieron que las anteriores conclusiones eran equivocadas; que la capa su-perficial de los océanos —en donde el aire y el mar realizan sus intercambios gaseosos— absorbía muy poco del exceso del CO2 producido por el hombre, ya que observaron que cambios muy grandes en el CO2 atmosférico produ-cían sólo un cambio muy pequeño en el CO2 disuelto en el agua, y también demostraron con esta base que la mayor parte del CO2 que inyectan en el aire los millones de hornos, chimeneas y automóviles permanecería en el aire, desde donde —se presumió— calentarían gradualmente el planeta.

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En 1958, Charles Kelling, otro joven científico de la Institución Scrips, instaló estaciones de monitoreo en el Polo Sur y a 385 metros sobre el Pacífico, en las faldas del Mauna Loa, en Hawai. Sus lecturas pronto confirmaron la hi-pótesis Revelle-Seus: la atmósfera se estaba llenando de bióxido de carbono.

Sus primeras lecturas en el Mauna Loa, en 1958, arrojaban la cifra de 315 partes por millón de CO2; lecturas subsecuentes demostraron que cada año la cifra aumentaba en proporción constante de 1.5 partes por millón de CO2.

En otros interesantes estudios, al perforar agujeros en los glaciares y anali-zar el aire atrapado en el hielo antiguo, o al observar el aire sellado y con-tenido en los antiguos telescopios, los científicos han calculado que el aire de aquella época, anterior a la Revolución Industrial, contenía menos de 280 partes por millón de CO2, y que, de hecho, ese nivel era muy parecido al registrado en los últimos ciento sesenta mil años, comparado con los 350 ppm, el nivel actual.

Contaminación del aire

En la proporción de aumentar 1.5 partes por millón por año, la con-centración de CO2 en la atmósfera, previa a la Revolución Industrial, en 1900, casi se duplicaría en los siguientes ciento cuarenta años —año 2040— de 280 a 490 partes por millón.

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Como ya vimos, el CO2 determina en gran medida el clima. Si su nivel se elevase al doble, aunque sigan siendo números aparentemente muy pe-queños e insignificantes, tendría un enorme efecto sobre el clima global del planeta.

Bill McKibben nos dice en su libro El fin de la naturaleza que ese pequeño aumento sería como leer equivocadamente una receta y hornear el pan una hora y media en lugar de una, o poner media cucharada de sal en vez de azúcar. Bueno, ya sabemos cuáles serían los resultados.

Ahora se ha visto que ese cálculo de un aumento de 1.5 ppm de CO2 anual en la atmósfera no es fijo; parece ser que ha aumentado cada año, pues las variables que determinan esta cifra también se han incrementado.

contaminación del aire

La población aumentó tres veces el siglo pasado y se espera que, al finalizar el presente, se vuelva a triplicar.

Y esta nueva población también usa el triple de recursos y produce tres ve-ces más basura, desechos y CO2. Además, en el último siglo, la producción industrial se duplicó cincuenta veces.

Según los cálculos, el mundo utilizará más energía, 3 por ciento más cada año; lo malo de todo esto es que esta energía sigue proviniendo del uso del carbón y del petróleo. De manera que ese aumento de 1.5 ppm por año podría ser, el año siguiente, de 1.6 ppm, y luego de 1.8 ppm, 2 ppm o 4 ppm anual.

Ya se han creado varios modelos por computadora. El desarrollado por el Instituto de Recursos Humanos pronostica que los niveles de CO2 se habrán duplicado de su nivel anterior a la Revolución Industrial aproximadamente en el año 2040.

Lo desalentador y preocupante es que se ha observado mediante estadís-ticas que estos modelos computarizados siempre se quedan cortos por fac-tores que no se sabía influyeran en el calentamiento; esto es, o suben los niveles de CO2 más de lo previsto en un año, o que podría duplicarse el nivel de CO2 mucho antes del año previsto.

En 1989, en la Cumbre Económica de París, los líderes de las potencias industrializadas anunciaron que apoyarían fuertemente los esfuerzos comunes para reducir la producción de CO2, pero las mediciones siguen mostrando lo contrario.

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En ese entonces, se concluyó que esto requería una gran cantidad de recur-sos y también se propuso la utilización de la energía nuclear, pero, además del desastre de Chernobyl, que enfrió las esperanzas en la energía nuclear, también se observó que, aunque se sustituyera cada planta generadora por una planta nuclear, la producción total de CO2 producida por la quema de combustibles fósiles disminuiría sólo una cuarta parte, ya que la mayor proporción restante se libera de la combustión automotriz, o sea, de todos los carros del mundo.

Otro porcentaje menor proviene de los incendios forestales y por la defo-restación, principalmente de selvas.

El incendio en el Parque Nacional de Yellowstone, en 1989, por ejemplo, liberó un estimado de 3 por ciento más de bióxido de carbono que todos los gases derivados del petróleo en los Estados Unidos en un año.

Las selvas contienen alrededor de tres a cinco veces más carbono que una hectárea de bosque, por lo que estos incendios arrojan una cantidad mayor de CO2 y su deforestación libera más metano que el de un bosque.

Los árboles y arbustos cubren todavía el 40 por ciento de la superficie te-rrestre, pero esta área se ha encogido una tercera parte desde el tiempo de la agricultura hasta el presente.

La deforestación añade entre mil y mil trescientos billones de toneladas de carbono anualmente, 20 por ciento o más que la cantidad que produce el hombre por la quema incesante de combustibles fósiles.

Cuando se desforesta la selva, esa tierra sólo puede resistir cosechas duran-te unos años, pues, aunque parezcan ecosistemas muy ricos y saludables, su suelo es muy pobre; pronto se convierte en desierto o en tierra de pastura, y donde hay pasturas, hay vacas, y las vacas liberan metano al igual que la descomposición de la materia orgánica, y el metano es otro de los villanos en esto del calentamiento global, del que hablaremos más adelante.

Se calcula que, entre rancheros, taladores, compañías de papel y constructo-ras, cada minuto se destruye el equivalente a cincuenta canchas de fútbol de bosques tropicales y selvas. Y de las tres mil plantas identificadas por el Insti-tuto Nacional del Cáncer como fuentes de productos químicos, 70 por ciento proviene precisamente de los bosques tropicales —los que más se talan—.

Se calcula que menos del 3 por ciento de las aproximadamente doscien-tos cuarenta mil especies de flores de estos bosques han sido estudiadas para su probable utilización. Cada vez que acabamos con una especie vegetal, además de liberar CO2 y metano, también acabamos con la po-sibilidad de que esa especie tenga alguna utilidad para el hombre. Por

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ejemplo, en Madagascar se descubrió una flor que resultó ser uno de los mejores remedios para la leucemia.

El biólogo Edward Wilson nos dice que destruir estos bosques y sus especies es como quemar una biblioteca antigua sin haber leído casi ningún libro.

Tan solo para producir los periódicos de un domingo en los Estados Unidos se derriba medio millón de árboles. Aquí podemos ver claramente que el ritmo en que destruimos es mucho mayor al ritmo en que intentamos reforestar.

Así empieza toda esta historia de los cambios climáticos en nuestro plane-ta, a la que pronto se sumarán otros nuevos factores, como el agujero de ozono y la lluvia ácida, pero que empezó con el estudio del efecto inverna-dero, causado por una liberación excesiva de CO2.

Cuando perforamos un campo petrolero, extraemos y usamos ese petróleo, liberamos CO2, que no es considerado un contaminante de manera oficial; en cambio, sí es tomada en cuenta como contaminación la liberación de monóxido de carbono, un producto innecesario de la combustión.

Un automóvil compacto que recorre una distancia promedio de dieciséis mil kilómetros anuales libera, en promedio, su propio peso en carbono ha-cia la atmósfera en el mismo año.

En los últimos cien años, hemos liberado la mayor cantidad de CO2 en to-da la historia conocida de la Tierra. Es como si hubiéramos ahorrado toda nuestra vida y luego hubiéramos gastado hasta nuestra última moneda en una semana de gran parranda.

¿y qué es el efecto invernadero?

Siempre ha existido en la atmósfera una proporción de CO2, lo que ha per-mitido capturar cierta cantidad de luz solar para calentar la Tierra.

El ciclo del carbono existe en el planeta desde hace millones de años, y en él intervienen los organismos terrestres que retiran CO2 de la atmósfera y los organismos acuáticos que lo hacen del mar; luego, por medio de la fotosín-tesis, lo convierten en otras sustancias y en agua, que pueden ser utilizados nuevamente por otros organismos.

Si no hubiera nada de CO2, nuestro mundo probablemente se parecería a Marte, que, a pesar de estar a una distancia similar de la Tierra al Sol, casi no tiene CO2, y por eso es tan frío y está totalmente desolado, pues, al ser su atmósfera cien veces más delgada que la de la Tierra, prácticamente no le permite retener el calor; por eso tiene un color rojizo y está desierto.

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De manera que un poco de efecto invernadero es beneficioso, ya que el calor retenido permite la supervivencia de la vida vegetal y animal. La pre-gunta es cuánto.

En Venus, la atmósfera tiene 97 por ciento de bióxido de carbono y su atmósfera es mil veces más gruesa que la de la Tierra. Como resultado, captura la radiación infrarroja y el calor en forma cien veces más eficiente que la atmósfera terrestre, y mantiene al planeta cerca de 400 grados más caliente que la Tierra, lo que concuerda con su color blanquecino, debido a la espesa atmósfera. En ese planeta lleno de CO2, seríamos completamente rostizados en unos cuantos minutos.

La atmósfera terrestre es perfecta. Está formada principalmente por ni-trógeno y oxígeno. Por lo general, sólo hay 0.35 por ciento de bióxido de carbono, que es lo mismo que 350 partes por millón, lo que permite rete-ner la cantidad de calor óptima y necesaria para la supervivencia de la vida vegetal y animal.

Retención de calor por CO2

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Si hablamos de un incremento de 300 a 450 ppm en las cifras de CO2 puede no parecer mucho, pero es suficiente para modificar todo… ¿Qué pasaría, por ejemplo, si la temperatura promedio de la Tierra disminuyera solamen-te 5 grados centígrados? En realidad, a pesar de que la cifra suene insigni-ficante, eso exactamente fue lo que sucedió hace cerca de quince mil años.

retención de calor por co2

En ese momento, aquel pequeño descenso en la temperatura desencadenó otros cambios que hicieron que gran parte de Europa y América del Norte quedara cubierta por el hielo durante cinco mil años.

Cada período glacial duró cien mil años, seguido por un ciclo interglaciar más templado de diez mil a doce mil quinientos años. En los últimos diez mil años, hemos disfrutado de la calidez del último período interglaciar, no sabemos si para, en un futuro, enfrentar un nuevo lapso glacial.

Actualmente, estamos frente a un nuevo cambio climático, pero esta vez provocado por nosotros mismos, por los más de seis mil millones de habi-tantes de nuestro planeta, número que, además, se incrementa a un ritmo de setenta y siete millones cada año, con nuestros correspondientes au-mentos en millones de automóviles, fábricas y maquinarias.

otros factores en el sobrecalentamiento

metano

El metano es un gas natural prácticamente idéntico al que usamos en nuestras casas y que, cuando se quema, aunque también produce bióxido de carbono, es más eficaz como combustible, ya que al quemarse produce sólo la mitad de CO2 que el petróleo; sin embargo, cuando se escapa a la atmósfera sin que-marse es ¡veinte veces más efectivo! que el bióxido de carbono para atrapar la radiación solar y calentar el planeta, así que, aunque el metano constituya só-lo dos partes por millón de la atmósfera, puede tener un efecto significativo.

Aunque gran parte del metano de la atmósfera proviene de fuentes apa-rentemente naturales —bacterias metanogénicas productoras de meta-no—, sin duda, también interviene la mano del hombre.

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El humano posee mil doscientos millones de cabezas de ganado, sin contar caballos, ovejas, cerdos, camellos y cabras.

Se preguntará: “¿Y qué rayos tienen que ver las pobres vacas, chivos y bo-rregos con esto del efecto invernadero?”. Pues sucede que estos animales juntos arrojan al aire alrededor de setenta y tres millones de toneladas mé-tricas de metano al año, que representan un incremento del 435 por ciento en el último siglo. El metano que produce el ganado supone del 12 al 15 por ciento de todo el metano liberado a la atmósfera.

Las vacas y todas estas especies de animales tienen una enzima que les per-mite digerir la celulosa contenida en la mayor parte de las plantas, y esa pe-queña enzima es la única diferencia y la razón de que nosotros no podamos devorarnos una ensalada con pasto o con hojas del árbol de nuestro vecino.

Aunado a esto, en los intestinos de estos animales se encuentran grandes cantidades de bacterias anaerobias —viven sin oxígeno— que participan en la descomposición de la celulosa contenida en las plantas que mastican, y que, además, excretan grandes cantidades de metano o gas natural a la atmósfera.

Otros contribuyentes en la producción de metano son las termitas, ya que estas tienen en los intestinos las mismas enzimas y bacterias que las vacas; por eso pueden digerir madera. Sus casas son montículos de tierra que se elevan de seis a ocho metros sobre la tierra y son capaces de excretar canti-dades extraordinarias de metano a la atmósfera. Un solo termitero produce cinco litros por minuto.

Un científico calcula que existe ahora media tonelada de termitas por cada ser humano en el planeta, es decir, un peso en termitas de aproximada-mente ocho veces nuestro cuerpo.

Cuando talamos selvas tropicales, tenemos como resultado que hay made-ra muerta por todas partes: un verdadero banquete para las termitas, las cuales se reproducen rápidamente y son muy efectivas para descomponer la materia.

Sumado a esto, el hombre lleva su ganado vacuno a pastar en ese terreno desforestado y estos animales excretan más metano.

Otra de las fuentes importantes de metano son los arrozales.

El lodo sin oxígeno del fondo de los pantanos aloja bacterias productoras de metano —a este elemento también se lo conoce como gas de los pantanos—.

Las plantas de arroz, que se cultivan en suelos de tipo pantanoso, actúan como verdaderas pajillas o popotes, extrayendo el metano del fondo del

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agua y arrojando ciento quince millones de toneladas de gas anual. Estos arrozales también aumentan cada año, en razón del incremento en la po-blación de los países asiáticos, principalmente China.

Una fuente de metano también es la basura orgánica, ya que esta se des-compone y crea metano. En algunos países, han echado mano de su creati-vidad. Por ejemplo, en Nueva York, en Staten Island, en el principal tiradero de basura, el gas se bombea desde el fondo y va a abastecer de gas a cien-tos de estufas de los alrededores, pero en la mayoría de los lugares dejamos que el metano simplemente se escape al exterior.

Ha habido aumentos en la cantidad de metano en las últimas décadas que parecían inexplicables: cincuenta millones de toneladas por año. Ante es-to, los científicos empezaron a dudar que todo este aumento de meta-no proviniera de las fuentes ya mencionadas, y entonces se descubrió que existen dos clases de dicho gas: el metano ligero, que es el que se libera por el ganado, termitas, arrozales y la basura orgánica; y uno más pesado, que pensaban tenía que provenir de algún otro sitio. En la búsqueda de la respuesta, descubrieron que una gran cantidad de metano se encuentra encerrado en forma de hidratos en la tundra y en el lodo de las placas con-tinentales, esto es metano congelado. Si aumentara demasiado la tempe-ratura, al calentarse los océanos y con el derretimiento de los glaciares se liberarían extraordinarias cantidades extra de metano.

Es aquí donde la cosa empieza a ponerse seria, pues este es solamente uno de los factores que no tomaron en cuenta los modelos predictivos por com-putadora.

Los cálculos en la liberación de metano se han quedado cortos, pues resultó que se ha comportado como un círculo vicioso: al aumentar la temperatura, se derriten glaciares que liberan metano, el cual calienta más el planeta, lo que a su vez ocasiona más derretimiento de hielo de los polos y más libera-ción de metano.

Las cifras del gas también han aumentado en forma significativa. Las mues-tras de las burbujas de aire atrapadas en los hielos de la Antártida pre-sentan concentraciones de entre 0.3 y 0.7 partes por millón en los últimos ciento sesenta mil años.

En 1987, las muestras ya arrojaban cifras de 1.7 partes por millón, o sea, dos veces y media más.

Hay algunos otros gases que también contribuyen al efecto invernadero, como el óxido nitroso, formado por cloro y otros productos que atrapan el calor en forma más efectiva que el bióxido de carbono.

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El conjunto de todos estos compuestos actuando juntos en el calentamien-to del planeta liberaría una gran cantidad de vapor de agua, que es en sí mismo un potente gas invernadero.

La oficina meteorológica de Gran Bretaña (British Meteorological Office) cal-cula que el vapor de agua adicional calentará la Tierra dos tercios más que el bióxido de carbono solo, aunque el primer disparador es, sin duda, el CO2.

El 84 por ciento del vapor de agua que hay en la atmósfera proviene del mar, y 16 por ciento restante, de la tierra, de manera que si los mares se calientan emiten más vapor, y este, a su vez, calienta más la Tierra.

De manera que hemos aumentado el nivel de CO2 en un 25 por ciento en el último siglo y, además, hemos añadido una sopa de otros gases que po-tencian el efecto del calentamiento global.

A la tierra el planeta caliente

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Entonces, vemos que este problema está compuesto de muchas variables. Si talo algunos árboles en un terreno en la selva, llegan las termitas, comen la madera y echan metano. Si luego traigo mis vacas a pastar, también echan metano. Y si decido no traer ganado y plantar arroz, también libero metano. Como vemos, las soluciones no son nada fáciles. No se puede ir a cazar todas las termitas del mundo ni se le puede decir a la gente que deje de comer carne de vaca y se haga vegetariana de un día para otro, ni tam-poco se les puede pedir a los chinos que paren de ingerir arroz; sería como si en México nos dijeran que dejáramos de comer maíz y que nos olvidára-mos de nuestras tortillas, sopes y antojos mexicanos, porque ellos tienen la culpa de que se esté calentando el planeta.

Pero tampoco estamos en una situación en la que no se pueda hacer nada, como veremos más adelante.

Las distintas instituciones meteorológicas de las universidades han desa-rrollado modelos, con ayuda de las computadoras más poderosas, para darnos una pista de cómo será el cambio climático. Estos modelos son muy complejos y calculan el estado del tiempo y las condiciones meteo-rológicas a tiempo futuro, en base a datos obtenidos en épocas anterio-res y actuales.

De los tres modelos principales de calentamiento global, el más sofisticado está en manos de James Hansen y sus colegas en el Instituto Goddard para Estudios Espaciales de la NASA, otro en la Universidad de Oregón y otro en la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOOA).

Explicado de una forma muy sencilla, estos tres modelos retrocedieron en el tiempo cien años, cuando los científicos comenzaron las mediciones, e incluyeron todos los controles y datos existentes de esa época y los actuales en sus programas. A partir de estos datos, fueron capaces de predecir el comportamiento del clima a largo plazo.

Estos modelos son muy exactos, y si han fallado en las predicciones es por-que generalmente hay datos que no se toman en cuenta.

Los tres modelos pronostican que si —como se ha previsto— el CO2 duplica la concentración que tenía antes de la Revolución Industrial, la temperatura global aumentará, y ese incremento será de 1.4 a 4.5 gra-dos centígrados.

Estos investigadores empezaron a especular con las posibles consecuencias a largo plazo. Por ejemplo, en ciudades en que el verano es muy caluroso aumentarían una tercera parte los días en que la temperatura fuese mayor de 37 grados, y en las de menor calor incrementaría proporcionalmente. Habría, por lo tanto, un crecimiento en la expansión de las enfermedades

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a medida que los insectos se trasladaran hacia el Norte, muchos estados que sufren sequías con períodos cortos de lluvias para el cultivo sufrirían de lapsos útiles todavía más cortos, y la probabilidad de incendios forestales se multiplicaría con las sequías.

Un reportero, después del gran incendio de Yellowstone, dijo: “El papel del clima en el incendio es claro. Este año, simplemente, no llovió”.

Los modelos por computadora proyectan, en el sur de Canadá, pérdidas de ciento setenta millones de hectáreas si la temperatura sube, pues ese tipo de bosque simplemente no resiste temperaturas más cálidas (Sargent, 1988). En la actualidad, ya se han perdido grandes extensiones de bosques al morirse algunas clases de pinos que no soportan climas calurosos y al ser invadidas por especies de zonas más templadas.

En estos años hubo muchos debates sobre los posibles efectos compen-sadores de la Tierra para el efecto invernadero. Ciertos científicos dije-ron que no había por qué alarmarse, que el nivel de CO2 llegaría sólo hasta cierto límite, cuando se dispararían efectos reguladores. Por ejem-plo, que el aumento del vapor haría que las nubes de este reflejaran la radiación solar, disminuyendo así el calentamiento; que el ciclo de circulación de las aguas oceánicas se haría más corto que el actual de quinientos años, haciendo que el agua más vieja del fondo fuera a la superficie y absorbiera más CO2; y que al aumentar los niveles de este gas ello estimularía el crecimiento de las plantas, que tomarían, a su vez, más CO2 del aire.

Pero muchos concluyeron que no hacer nada sería el equivalente en el hu-mano a dejar que un cáncer o una infección se resuelvan por los propios mecanismos de defensa del organismo.

Meses después, fueron apareciendo nuevas investigaciones, por ejemplo, acerca de la reflexión de la luz solar sobre un cuerpo no luminoso. A esta capacidad se le llama albedo. Una camisa blanca tiene un albedo alto, por-que refleja más los rayos solares; una camisa o ropa negra, en tanto, posee un bajo albedo y absorbe más los rayos solares.

El hielo, al igual que la ropa blanca, tiene un alto albedo; por lo tanto, re-fleja una gran cantidad de rayos solares.

Si algunos de los grandes glaciares comenzaran a derretirse, todos esos ra-yos solares ya no se reflejarían a la atmósfera como lo hacen normalmente, sino que irían directo al mar, que no tiene capacidad de reflejarlos; al con-trario, tiende a absorberlos, y esto aumentaría su temperatura, y con esto, la liberación de vapor, que, a su vez, absorbe más calor.

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Por otro lado, se sabe que el agua caliente ocupa más espacio que la fría, por lo que al subir la temperatura de los mares aumentarían más los niveles marítimos, al haberse expandido.

lluvia ácida

A cualquiera de nosotros puede no parecernos significativo que el agua de lluvia normal tenga un pH de 5.6; esto es la cantidad y el equilibrio entre la acidez y la alcalinidad —salinidad— de una solución.

Un pH neutro es de 7.35; cifras menores significan un pH ácido; cifras mayo-res equivalen a un pH alcalino; y este pH se encuentra conservado tanto en la sangre como en otros líquidos del organismo y en varios sistemas biológi-cos de animales y plantas. De esta manera, observamos que, con un pH de 5.6, la lluvia normalmente tiene de por sí cierta acidez, pero la lluvia ácida que cae, por ejemplo, en los montes Adirondacks y algunas ciudades como Escandinavia y Suecia tiene un pH de entre 5.6 y 5.2, esto es, entre diez y cuarenta veces más ácido de lo normal, y para la vida vegetal ese cambio sí es muy significativo.

En los últimos cinco años, el porcentaje de los bosques de Alemania Occi-dental que han resultado dañados por la lluvia ácida se ha elevado de me-nos de 10 por ciento a más de 50 por ciento, según el Instituto Worldmatch.

Los pinos con frecuencia son atacados por unos insectos muy molestos, los ips, que viajan muchos kilómetros hasta encontrar un árbol debilitado. Así que cuando el árbol muere, la gente dice que murió por una plaga. Pero, en realidad, mueren porque están débiles para resistir las plagas, al igual que los humanos. Casi nadie muere de hambre, por ejemplo, sino por diver-sas infecciones propiciadas por la desnutrición.

A finales de la década de los sesenta, la gente comenzó a observar daños en los bosques de Escandinavia y en el noreste de los Estados Unidos, en áreas muy alejadas de fuentes obvias de contaminación.

Tiempo después, comenzaron a medir el pH de la lluvia y de los lagos cer-canos, y observaron que la lluvia se estaba volviendo ácida. Su pH, que normalmente es de 5.6, con frecuencia resultaba menor de 5.0. Se dieron cuenta de que la causa eran sustancias que venían en los gases atmosféri-cos, desde grandes distancias, y que causaban daños graves.

La lluvia normal del este de los Estados Unidos es diez veces más ácida, con un pH de 4.3, y en algunas áreas es de 3.0, cien veces más ácida.

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Algunas montañas de Europa están bañadas en una niebla tan ácida como el zumo del limón, con un pH de 2.3, mil veces más ácida de lo normal.

Y aunque muchos investigadores, en los setenta y los ochenta, comenzaron a señalar que la quema del carbón era la culpable, no pudieron hacer nada, ya que la lluvia ácida no es un contaminante tradicional; es incolora, insí-pida e inodora, y no está prohibida, pues no es considerada oficialmente como un contaminante por ningún país.

Llegaron a la conclusión de que, al liberarse las emisiones de gases, suben a grandes alturas, donde los vientos las transportan a cientos de kilómetros, y ahí se liberan con la lluvia, ocasionando múltiples daños.

El dióxido de azufre (SO2) se libera de la combustión de carbón mineral; el óxido de nitrógeno (NO2), por su parte, de motores de combustión con temperaturas mayores a 1000 grados y de los motores de combustión in-terna, principalmente los de diésel, así como de las erupciones volcánicas.

La generación de electricidad es por sí sola la mayor fuente de lluvia ácida. Una gran central de energía, accionada mediante carbón, emite una tone-lada de dióxido de azufre cada cinco minutos.

Al llegar a la troposfera, las moléculas libres de oxígeno se combinan con dióxido de azufre y forman ácido sulfúrico, y con el óxido de nitrógeno, lo que da como resultado ácido nítrico.

De esta forma, se constituyen los dos principales ácidos causantes de que la lluvia baje su pH y se haga más ácida.

consecuencias de la lluvia ácida

La lluvia ácida daña árboles y plantas; los debilita, permitiendo su infesta-ción por parásitos más fácilmente.

Causa acidificación de ríos y lagos, lo cual ocasiona la muerte de orga-nismos, con predominio de otro tipo de microorganismos que agotan el oxígeno y los nutrientes. En consecuencia, el agua no es potable y estos espejos de agua se vuelven estériles.

También mata a los peces, porque libera aluminio en el agua, lo cual, a la larga, genera un atascamiento en sus branquias, al producir un exceso de mucosidad. En algunas aves, como los paros azules y los grandes paros, hacen disminuir el grosor de la cáscara del huevo, por lo que es imposible empollarlo. Por si eso fuera poco, daña las raíces de los árboles.

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Lluvia ácida

Produce acidificación de los suelos, con pérdida de nutrientes, por lo que dejan de ser útiles para propósitos de agricultura o ganadería.

El exceso de acidez convierte los compuestos inorgánicos del mercurio —moderadamente tóxicos— de los sedimentos del fondo en compuestos al-tamente tóxicos.

En 1983, Lester Brown, director del Instituto Worldwatch, emitió un infor-me en el que afirmaba que una inspección en Alemania Occidental había demostrado que el 8 por ciento de los bosques del país tenían señales de daño. Para 1988, cinco años después, más de la mitad de los bosques en ese país estaban dañados.

Hay datos de que el daño se ha ido incrementando año con año. En Suecia y Noruega, todos los depósitos de agua fresca son ácidos; aproximadamen-te dieciséis mil son tan ácidos que no contienen vida acuática y cincuenta y dos mil más han perdido su capacidad de neutralizar tanta acidez. En Canadá, unos catorce mil lagos acidificados son, de hecho, cementerios de peces, y ciento cincuenta mil más están en peligro.

Además de perjudicar los bosques y de contaminar los ríos, los lagos, el suelo y el mar, también destruye las casas, monumentos y edificios históricos de las ciudades.

Las medidas, como veremos más adelante, consisten en disminuir la libera-ción de CO2 con catalizadores, la colocación de filtros en las industrias y el

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uso de carbón pobre en azufre, así como, obviamente, tratar de dejar de quemar cada vez más carbón y empezar a utilizar energías alternativas.

ozono

El ozono (O3) es un compuesto en el cual se unen tres átomos de oxígeno. Se forma en la estratosfera, de 10 a 50 kilómetros de altura sobre la super-ficie, con una concentración máxima a los 25 kilómetros de altura.

El ozono se forma así: la intensa radiación solar ultravioleta rompe con sus fotones las moléculas normales de oxígeno (O2) presente en la atmósfera, separando, así, los dos átomos que la constituyen.

La mayor parte de los átomos simplemente se recombinan, volviendo a formar O2, pero algunos se juntan en grupos de tres y otros átomos libres se unen a grupos de dos, formando también tripletas, que componen el ozono (O3) en ambos casos.

El ozono actúa absorbiendo la radiación ultravioleta, y cada vez que la ra-diación rompe las moléculas que lo conforman el ozono se reconstituye a partir de moléculas de O2 y O, y este círculo continúa constantemente, conservando el equilibrio de moléculas y átomos en la atmósfera y absor-biendo la mayor parte de la radiación ultravioleta. Y muy afortunadamente para nosotros, ya que el exceso de radiación ultravioleta puede dañar las células, provocándole al ser humano cáncer en la piel y daños oculares, y también puede matar a muchos organismos más pequeños y sensibles, co-mo el plancton, que es el eslabón primario en la cadena alimenticia de los mares, así como afectar a muchas especies vegetales.

No toda la radiación ultravioleta es peligrosa. La ultravioleta A, por ejem-plo, es necesaria para la formación de la vitamina D en el humano, pero la energía de un fotón UV-B es mucho mayor que la de un fotón UV-A. Al contener una frecuencia menor, es más capaz de penetrar en los tejidos, incluido el humano.

En la luz solar que acostumbramos recibir, el ozono y el oxígeno en la estra-tosfera filtran gran parte, pero no toda la radiación UV-B; la poca que llega a la superficie hace que, en los humanos, la piel envejezca, y pueda causar cáncer en la piel.

Como la mayor parte de los rayos UV se absorben en las primeras capas de la piel, los sitios más afectados son igualmente los más expuestos al sol, como la cara, el cuello y los brazos, así como los ojos.

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La mayor cantidad de la radiación es absorbida por el pigmento melanina —la que le da su color característico a la piel—, que se encuentra en las ca-pas más superficiales. Según la proporción de melanina, la radiación puede llegar a capas más profundas, causando así daños —se sabe que puede destruir y alterar el ADN— y mutaciones, lo que resulta, por ejemplo, en cáncer en la piel; de ahí la mayor probabilidad de las razas blancas —con menos melanina— de desarrollar esta enfermedad.

En el caso de los ojos se presenta una enfermedad llamada fotoqueratosis, que literalmente es una quemadura solar. A un tipo de ellas se le ha llamado co-múnmente ceguera por nieve, que, en condiciones normales, cicatriza sin daños permanentes. Por ejemplo, los esquimales usan siempre anteojos para sol, pues la nieve refleja del 80 al 90 por ciento de la radiación UV que cae sobre ella.

La exposición prolongada puede provocar cataratas, que es un problema mucho más serio, y, luego, ceguera permanente por alteraciones en la retina.

Otros efectos de la exposición prolongada a rayos UV son depresión del sistema inmune, que vuelve al cuerpo más susceptible a las enfermedades infecciosas y a algunos tipos de cáncer.

En el caso de animales muy pequeños, al no contar con varias capas de células ni con pigmentos protectores como los humanos, algunos de ellos son literalmente aniquilados con los fotones de rayos UV, ya que los foto-nes entran y rompen las cadenas de ADN. Este es el caso del fitoplancton —vida vegetal marina, principalmente algas— y algunos tipos de zooplanc-ton —pequeños animales marinos—, que son, respectivamente, eslabones primarios y secundarios de la cadena alimenticia del mar. El fitoplancton, además, desempeña un importante papel, por su gran extensión, en el ci-clo del carbono, ya que absorbe CO2 en grandes cantidades.

Este complicado equilibrio pareció conservarse durante largos años y jamás se pensó que algún factor alterara este ciclo, como vimos, tan importante de la atmósfera.

Pero en 1928, un grupo de químicos de la General Motors —encabezado por Thomas Midgley— inventó un gas no tóxico, una combinación de car-bono, cloro y átomos de flúor, al cual bautizó con el nombre de clorofluo-rocarbono o CFC. Después, Midgley inventó el tetraetilo de plomo como aditivo de la gasolina. Este científico posee el nada honroso título del hom-bre que más sustancias prohibidas ha inventado.

Los CFC al principio parecían tener muchas características deseables. Podían utilizarse como enfriadores en los refrigeradores y también como propelen-tes en las latas de aerosol, ya que, al ser inertes, no afectaban el olor ni el co-lor de su contenido en el caso de pinturas, desodorantes, fijadores, etcétera.

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A principios de los setenta, James Lovelock, un científico británico inde-pendiente —mejor conocido por formular la hipótesis Gaia, la cual sostiene que la Tierra es lo más parecido a un organismo viviente—, fue el primero en medir las sustancias químicas del aire. Demostró que la presencia de este tipo de elementos era continua y muy extendida en la atmósfera de la Tierra, pero concluyó que “la presencia de estos compuestos no constituye un riesgo considerable”, frase que significó para él, años después, “uno de mis mayores desaciertos”.

rayos uv y capa de ozono

Uno o dos años después, Sherwood E. Rowland, de la Universidad de California, en Irvine, y Mario Molina, del Laboratorio de Propulsión a Chorro, en Pasade-na, California, demostraron la capacidad que tenían los átomos de cloro con-tenidos en los CFC de destruir el ozono, y sugirieron la gravedad del problema.

Rowland recuerda un día en que llegaba a casa una noche y le dijo a su es-posa: “El trabajo va muy bien, pero parece el fin del mundo”. Este anuncio,

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resultado de varios estudios, llevó a la decisión de los Estados Unidos de prohibir el uso de CFC como propelentes en los aerosoles. Pero antes de que esto se supiera, y ante la utilidad de estas sustancias, pronto hubo docenas de compuestos de CFC, como el CF 11 y el CFC 12, utilizados principalmente para refrigeración, aerosoles, fabricación de unicel y espumas usadas en empaques para huevos, platos y vasos desechables. Y aunque ahora se han prohibido en algunos países, su vida media es de más de setenta años, por lo que seguirán dañando por lo menos hasta 2070.

Se calcula que tan solo en los Estados Unidos el 75 por ciento de todos los alimentos que se consumen se siguen refrigerando con aparatos antiguos que aún usan CFC prohibidos y que alteran la capa de ozono.

El unicel, aunque en algunas naciones de Europa ya no se usa desde hace varios años, en el 68 por ciento de los países, principalmente subdesarrolla-dos, se sigue utilizando en envases de comida para llevar. En México, en la actualidad, esta cifra alcanza más del 85 por ciento. Este material, más allá de ser no biodegradable y tener un lapso medio de degradación mayor a setenta años, precisa grandes cantidades de CFC para su fabricación.

No obstante, además de ser inertes, no tóxicos y muy útiles, los CFC tienen otra propiedad poco común, a diferencia de otras sustancias químicas en la atmósfera, y es que se destruyen en horas, días, semanas o meses; son tan inactivos químicamente que permanecen intactos durante un siglo o más. El CFC 11, por ejemplo, dura un promedio de setenta y cinco años, y el CFC 12, ciento diez años antes de degradarse.

Desde su liberación, los CFC ascienden lentamente hasta llegar a una altura aproximada de 40 kilómetros. Este proceso en el que llegan a la atmósfe-ra puede tardar hasta cinco años, pero con sus prolongadas vidas eso no representa ningún problema. Una vez en la atmósfera, y sobre todo cuan-do hay bajas temperaturas, reaccionan químicamente con las moléculas de ozono, destruyéndolas con la siguiente reacción:

• Un solo átomo de cloro de los CFC reacciona con el ozono 03 —lo deshace—, descomponiéndolo en dos moléculas.

• En una segunda reacción, el cloro es liberado de esa molécula de mo-nóxido de cloro.

De esta forma, un átomo de cloro se libera y puede buscar y destruir aproxi-madamente ¡cien mil moléculas de ozono! antes de volver, muchos años más tarde, a la superficie de la Tierra. Una sola molécula de cloro prove-niente de los clorofluorocarbonos tiene la facultad de destruir miles de moléculas de ozono antes de inactivarse.

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La Convención de Viena, en 1985, unió a un gran número de países que es-tuvieron de acuerdo en la obligación general de controlar los CFC, pero no pusieron en práctica ninguna acción real. Sólo los Estados Unidos, Canadá y algunas naciones europeas querían que se prohibieran los aerosoles —ellos ya los habían prohibido—, pero no todos aceptaron la propuesta.

Además de los CFC, existen otros compuestos que destruyen el ozono, co-mo el cloroformo de metilo y el tetracloruro de carbono, mejor conocidos como halones, que se usan en los extintores. Estos compuestos contienen bromuros, que son centenares de veces más eficientes en destruir el ozono que los CFC. Ya hay sustitutos para los CFC, como los carburos fluorclorhí-dricos o CFCH; sin embargo, también agotan, aunque en menor grado, el ozono, y son gases invernaderos.

Sólo dos meses después de este encuentro, la inspección británica de la Antártida en Halley Bay, que monitoreaba el lugar desde 1957, informó que un inmenso agujero se había formado súbitamente en la capa de ozono, muy arriba en el Polo Sur.

De hecho, los satélites estadounidenses Numbus habían detectado el agu-jero cinco años antes, pero las computadoras estaban programadas para

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ignorar cambios agudos y tan alarmantes. Los que las programaron espe-raban —como nosotros— que si la naturaleza cambiaba lo hiciera en for-ma paulatina, y que si había cambios agudos o tan alarmantes fuese más probable que se debiera a fallas del sistema. Para ellos, resultados agudos y dramáticos significaban instrumentos arruinados.

Entonces, hubo una gran consternación mundial: los modelos por compu-tadora de Molina y Rowland no habían predicho el agujero de ozono que encontraron los ingleses en la Antártida.

Al principio, los científicos pensaron que esta ventana era un fenómeno na-tural en el Polo. Como aparecía en la misma época cada año, le atribuyeron una causa climática.

Sin embargo, en 1987, un equipo internacional de investigadores estableció de una vez por todas que los productos químicos fabricados por el hombre eran los causantes de la pérdida de ozono en el inmenso agujero. Resulta que los vientos globales tienden a mover el aire del Ecuador a los Polos, lle-vándose con ellos los clorofluorocarbonatos. Eso había creado una ventana en la atmósfera, un término muy optimista para nombrar a un hoyo del tamaño del área continental de los Estados Unidos.

Rowland y Molina habían advertido acerca de este problema desde 1974. Se requirieron quince años de conversaciones entre comunidades científicas y políticas antes de ponerse de acuerdo y empezar a retirar los CFC. Al inicio, las compañías productoras de CFC —con una facturación de veintiocho mil millones de dólares anuales y liderada por Du Pont— atacaron a Rowland y Molina; sin embargo, ellos persistieron: ampliaron sus investigaciones y las demostraron a los medios. En 1995, Rowland y Molina, junto con Paul Crutzen, recibieron el Premio Nobel de Química por sus hallazgos.

De acuerdo con Mc Elroy, el mundo ha perdido entre tres y cinco por ciento de su ozono, y los niveles siguen descendiendo.

En 1987, los científicos observaron las primeras señales de que se estaba formando un agujero similar en la cumbre del invierno en el Polo Norte —Ártico—. Algo mucho más grave si se toma en cuenta que las áreas cer-canas al Polo Norte están mucho más pobladas que las del Polo Sur —An-tártida—. De hecho, estaciones de monitoreo en Dakota del Norte y Suiza han registrado disminuciones en la capa de ozono de hasta un 9 por ciento en temporada invernal.

Como vimos, la pérdida de ozono aumenta la cantidad de rayos UV que penetran en la superficie del planeta, y ya hay estudios científicos de sus consecuencias en la vida animal y vegetal. Por ejemplo, se han efectuado

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pruebas de exposición a niveles elevados de rayos UV en más de doscientas plantas y dos terceras partes —setenta y tres clases de vegetales— mues-tran ciertos grados de sensibilidad a este tipo de radiación.

El aumento de radiación limita el tamaño de la hoja y la cantidad de luz so-lar que pueden absorber para realizar la fotosíntesis. Los chícharos, los fri-joles, la calabaza, los melones y la col resultaron las especies más afectadas.

Un estudio en frijoles de soya —el quinto cultivo más importante en el planeta— demostró que una reducción severa del ozono, con el aumento correspondiente en la radiación UV-B, podría hacer que la producción dis-minuyera entre una cuarta parte y la mitad en todo el mundo.

La pérdida de ozono, como pudimos saber, representa también un peligro para los pequeños animales marinos, como el zooplancton y el fitoplancton.

En 1887, Müller y Haeckel, mientras estudiaban las estrellas de mar, usando unas redes para recoger sus larvas, se percataron de una gran cantidad de organismos que quedaban atrapados en las redes, empezaron a estudiarlos y fueron los primeros en demostrar su gran importancia como eslabones primarios y su relevante papel en la fotosíntesis y la absorción de cantida-des extraordinarias de CO2.

Donat Haber, de la Universidad de Marburgo, en Alemania, realizó un estudio a través del cual demostró que muchas especies de plancton se encuentran ya sometidas a una sobrecarga de radiación ultravioleta. Cuando una población de estos organismos se expone a niveles mayores de radiación UV, muere en el lapso de unas cuantas horas; los fotones UV penetran directamente hasta el corazón de estos pequeños organismos y literalmente los aniquilan.

En el caso del zooplancton, por ejemplo, el camarón se va más a lo pro-fundo para evitar la radiación, especialmente durante el verano, cuando los rayos UV-B llegan a su máximo nivel, reduciendo así sus períodos de reproducción. Se calcula que una disminución de 7.5 por ciento en el ozono podría reducir a la mitad el lapso de reproducción del camarón.

El plancton y el zooplancton son eslabones primarios y secundarios en la cadena alimenticia, pues muchos peces y ballenas se alimentan de ellos, y muchos países tercermundistas también.

El fitoplancton, además, juega un importantísimo papel en el ciclo del car-bono, pues estos organismos —entre los que se cuentan grandes varie-dades de algas— trabajan absorbiendo bióxido de carbono en enormes cantidades. Estamos hablando de miles de millones de toneladas de planc-ton distribuidas en todos los mares del mundo, que absorben millones de toneladas de CO2 cada año y que podrían verse afectadas. Si muere una

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gran parte de las algas del mundo, los niveles de CO2 se elevarán al no ser absorbidos por estas y el efecto invernadero se acelerará.

Un estudio de la NASA reveló que, en 1987, la destrucción del ozono alcanzó el nivel que se pronosticaba, según los modelos, para el año 2020. Esto provocó reacciones mundiales, por lo que en septiembre de 1987, en una convención en Montreal, diplomáticos de cuarenta y tres naciones firmaron el acuerdo conocido como Protocolo de Montreal, un esfuerzo para reducir la produc-ción y emisión de CFC en todo el mundo y al cual se adhirieron cerca de cien-to ochenta países. En ese momento, el objetivo era dejar de usar productos nocivos para el ozono en el 2010. Obviamente, a las compañías productoras de CFC no les hizo mucha gracia esta decisión, pues en ese entonces tenían suficiente materia prima para elaborar CFC por los siguientes veinte años.

Aunque en los Estados Unidos y Europa los CFC están prohibidos, en los países subdesarrollados la situación es más compleja. Algunas compañías todavía rematan en esas naciones los stocks de refrigeradores y aerosoles que siguen usando CFC, y desde ahí se continúan liberando los mismos ga-ses destructores de ozono. Países con grandes emisiones, como China y la India, tampoco se han adherido a los acuerdos.

Además, los hidroclorofluorcarbonatos (HCFC), halones y bromuro de metilo (BrMe), derivados de los CFC originales, no están prohibidos y se siguen usan-do en forma masiva y mundialmente, por lo que el deterioro en la capa de ozono, aunque en menor grado, continua, a pesar de los esfuerzos globales.

En 1996 se realizó un cálculo muy exacto del área del agujero en el Polo Sur y uno más pequeño detectado en el Polo Norte, lo cual arrojó como resul-tado 13 millones de kilómetros en los que no hay ozono prácticamente en ninguna época del año.

Desde Montreal, en 1987, se han reunido los países en 1989, en Helsinki; en Londres, en 1990; en Copenhague, en 1992; en Viena, en 2005; y en Montreal, en 2007. Se han ido modificado los acuerdos, con la intención de disminuir el daño a la capa de ozono; sin embargo, como ya vimos, el daño continúa, y tal vez hagan falta medidas mucho más enérgicas y radicales, así como más interés y voluntad política por parte de algunas naciones.

En los setenta se calculó que una guerra nuclear habría destruido del 30 al 65 por ciento de la capa de ozono, obviamente, con consecuencias desas-trosas. Sin embargo, los modelos predictivos nos dicen que de no parar de-finitivamente el daño, en menos de quince años podría disminuir el 20 por ciento de toda la capa de ozono. Esa disminución puede no sonar muy gra-ve, pero un nivel así de reducido de ozono en la atmósfera dejaría entrar suficiente luz UV para ampollar la piel después de dos horas de exposición.

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Algo que también preocupa a los científicos es que se ha comprobado que “el daño a la capa de ozono y el calentamiento están relacionados. Los CFC contribuyen al 10 por ciento del calentamiento global”, según la Atomic Energy Agency del Reino Unido, por las setecientas mil toneladas anuales que todavía se emiten.

La comunidad científica ha propuesto cientos de ideas para frenar el daño, desde satélites que destruyan los CFC con láseres hasta liberar ozono en la estratósfera.

Lo cierto es que estas son medidas temporales. Mientras no se dejen de liberar definitivamente todos los gases que alteran el ozono no se estará resolviendo el problema de raíz.

Existe la posibilidad de que si se transfiere tecnología, asesoría y ayuda a todos los países tercermundistas se pueda lograr la meta de no seguir libe-rando gases que alteren la capa de ozono en la próxima década.

En algunas naciones, los cambios fueron notables. A Margaret Tatcher le tomó dos años percatarse de lo grave del problema, pero una vez consciente, dijo: “Las suspensiones a medias no son suficientes”. En una conferencia sobre ozo-no en Londres, en 1989, se adelantó a pedir una prohibición total y definitiva de los CFC, demostrando así que cuando se quiere es posible hacer las cosas.

Otros países, como Alemania, Suecia y los Estados Unidos, también han dado importantes pasos al restringir los CFC, el unicel y el PVC. En cambio, hay naciones que apenas se encuentran en el proceso.

En 1984, el agujero medía 7 millones de kilómetros; en 2006, ya alcanzaba los 29.5 millones de kilómetros —el tamaño más grande registrado—; 25 millones de kilómetros en el 2007; y 27 millones de kilómetros en el 2008. En compa-ración, este agujero es el doble de tamaño que el territorio de toda Europa. Actualmente, hay estaciones de monitoreo en más de veinte países. Incluso, se puede seguir día a día la evolución del agujero de ozono en el sitio web Ozone Hole Watch de la NASA. Además, se publican imágenes, animaciones y esta-dísticas en tiempo real que ayudan a comprender la magnitud del fenómeno.

el agua

Se calcula que existen 1500 millones de kilómetros cuadrados de agua. Un 97 por ciento se encuentra en los océanos, pero es demasiado salada para ser bebida o para los cultivos y procesos industriales, excepto para procesos de enfriamiento.

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Sólo el 3 por ciento de toda el agua del planeta es dulce. Más de tres cuar-tas partes de esta agua dulce —2.97 por ciento— se encuentran en forma de hielo en los Polos y en zonas subterráneas muy profundas. De manera que sólo nos queda para tomar y para bañarnos una cuarta parte de ese 3 por ciento —de fácil acceso es sólo un 003 por ciento—.

Tabla 1. Distribución de agua dulce en el planeta.

(Auge, 1997)

De manera que si convirtiéramos toda el agua del planeta en 1000 litros de ese líquido, en los mares habría 970 litros y sólo 30 serían de agua dulce; de estos 30 litros, 29.7 se encontrarían congelados en los Polos y sólo nos que-darían 300 mililitros para tomar y para bañarnos… ¡Sólo un vaso de agua! de esos 1000 litros.

El consumo mínimo fisiológico para un ser humano es de cinco a veinte litros diarios, dependiendo del clima.

La disponibilidad de agua varía mucho, según el nivel económico, desde dos litros por día por persona en los países más pobres hasta 300 litros por día por persona en Nueva York. Unas mil doscientas millones de personas —esto es, una cuarta parte de la población mundial— carece de agua po-table, al igual que el 50 por ciento de la población de África y el Sudeste Asiático.

La diferencia en las lluvias es lo que convierte a unos países y a sus habitantes en ricos o pobres respecto del agua. Por ejemplo, Canadá, con únicamente el 0.5 por ciento de la población mundial, dispone del 20 por ciento de la pro-visión mundial de agua, mientras que China, con el 20 por ciento en cuanto a población, tiene sólo el 7 por ciento de la provisión mundial de agua dulce.

Actualmente, se utiliza la mayoría del agua para el riego y para la industria. Por ejemplo, para construir un automóvil se consumen aproximadamente

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30 000 litros de agua, 3800 litros para producir medio kilo de aluminio y 100 litros para producir un kilo de papel.

Existen cinco formas de evitar la escasez de agua potable:

1) Construir presas y embalses.

2) Traer agua de otras zonas.

3) Extraer agua subterránea.

4) Convertir agua salada en dulce.

5) Mejorar la eficacia en el empleo del agua.

Sin embargo, a la larga, la mejor opción ha demostrado ser utilizar menos y más eficazmente el agua, pues todas las demás alternativas tienen conse-cuencias ecológicas.

El agua se acaba

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contaminantes del agua

Un contaminante del agua es cualquier organismo vivo, mineral o com-puesto químico cuya concentración limita o impide los usos benéficos del agua (Sagardoy, 1992).

el ddt

Las cadenas alimenticias funcionan como amplificadores de sustancias tóxicas; esto quiere decir que cuando una sustancia tóxica llega, por ejemplo, al planc-ton, que es el eslabón primario, pasa a los peces y se va concentrando sucesi-vamente en los siguientes eslabones, algunas veces, hasta llegar al hombre.

El plancton también puede degradar incluso muchos residuos y sustancias que la humanidad vierte a las aguas, pero a veces se rebasan los límites de degradación y estos microorganismos mueren. De esta manera, empieza un gran desequilibrio. Tal fue el caso del DDT en la década de los sesenta.

Al igual que los CFC, cuando se desarrolló el DDT fue una sustancia que prometía ser maravillosa: acababa con casi cualquier plaga y era barato; no se consideraba tan peligroso y era muy fácil de usar. Sin embargo, con el paso de los años sólo nos queda observar que fue como el plomo de las gasolinas, que, a la larga, resultó peor.

Años después, se observó que, además de estas cualidades, el DDT tenía varios efectos indeseables. Se transportaba a grandes distancias y alteraba en gran medida el metabolismo del calcio de muchas especies animales.

Los halcones peregrinos, las águilas y varios tipos de aves en el Ártico y en Canadá se enfrentaron al problema de que sus huevos eran tan débiles por la falta de calcio que no soportaban su propio peso, por lo que, al tratar de empollarlos, los rompían. Como consecuencia, no podían reproducirse.

El Polo Norte ha demostrado ser una zona muy frágil o propensa a los acci-dentes. Por razones climatológicas, es menos capaz de absorber los desas-tres que las zonas tropicales o las de temperaturas medias.

Un ejemplo de esto es que en Canadá, en octubre de 1973, un cambio de clima originó una tormenta de hielo inesperada, que creó una capa de hielo que más tarde los rebaños de bueyes almizcleros no fueron capaces de romper para comer hierbas. El resultado fue que casi el 75 por ciento de la población de estos animales —decenas de miles— del archipiélago canadiense murieron ese invierno.

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Rachel Carson fue de las primeras investigadoras que estudió muestras de tejido de animales muertos en el Ártico, como pingüinos, leones marinos y aves, y encontró niveles alarmantes de DDT, incluso en biopsias de hígado de dos esquimales en el hospital de Anchorage, por lo que concluyó que el DDT puede viajar miles de kilómetros en las aguas e incorporarse a los teji-dos de toda clase de especies, desde el plancton, pasando hasta las cadenas alimenticias de animales mayores. Ella fue la primera persona que estudió este fenómeno y escribió, en 1962, Silent Spring (Primavera silenciosa), que alude a los miles de pájaros silenciados. Su libro hablaba sobre los peligros del DDT y tuvo una gran acogida por parte del público. Sin embargo, la industria química la consideró una seria amenaza para sus intereses y lanzó una campaña para desprestigiarla. Durante esos momentos, Carson lucha-ba contra un cáncer terminal; sin embargo, eso no le impidió defender su trabajo de investigación hasta las últimas consecuencias.

Murió en 1964, dieciocho meses después de publicarse Silent Spring, sin sa-ber que muchos consideraron su trabajo como punto de inicio del movimien-to ecologista. Tiempo después, el DDT fue prohibido en los Estados Unidos.

Si ella no hubiera escrito sobre algo a lo que nadie le daba importancia pro-bablemente habría sido muy tarde para varios cientos de especies animales. Ella señaló un problema, ofreció una solución y el mundo cambió su rumbo.

fosfatos (jabones y detergentes)

Así como existe un ciclo del carbono, del nitrógeno, del oxígeno y del agua, existe un ciclo del fósforo.

Los fosfatos son necesarios, pues, al igual que el carbono y el oxígeno, for-man un ciclo. Se precisa de ellos para la formación de proteínas, así como en diversas reacciones enzimáticas de los organismos, pero debemos saber que los fosfatos en exceso también son dañinos. Muchos lagos y ríos se han ido secando por el exceso de fosfatos. Sucede que cuando lavas tu ropa con detergente, este pasa por los drenajes y llega al mar o termina filtrándose en algún lago o río subterráneo. Ese fosfato extra hace que las algas se so-brealimenten y crezcan fuera de proporción, sin dejar que pase la luz solar necesaria para la fotosíntesis de las pequeñas plantas de las que se alimen-tan los peces. Además, consumen todo el oxígeno, asfixiando literalmente a los otros animales. A este proceso se le llama eutrofización.

El mayor ejemplo de eutrofización se vivió en el gran lago Erie, que se en-cuentra entre la frontera de los Estados Unidos y Canadá, y que tiene un

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tamaño de más de tres veces toda la ciudad de México. Este espejo de agua quedó prácticamente cubierto de algas y sin ningún otro tipo de vida.

Además de este tema, la mayoría de los detergentes tienen una vida media muy larga, de ochenta a ciento cincuenta años; es decir que nuestras abue-litas, aunque ya nos hayan abandonado, siguen contaminando los ríos y los mares con sus detergentes.

En 1988, en lo que se conoció como el Chernobyl marino, se tuvieron que cerrar 200 kilómetros de costas en Kattegat, Escandinavia, porque se llena-ron de algas por un crecimiento desmedido de estas, debido a un cambio inesperado en los componentes del mar.

Ciertos jabones y champús también contienen otras sustancias que hacen que mueran las bacterias que descomponen las algas, propiciando su creci-miento. En 1972, los Estados Unidos y Canadá pusieron en marcha un pro-grama de veinte mil millones de dólares para controlar la contaminación del agua, basado en nuevas plantas de tratamiento de aguas residuales o en su optimización; un mejor tratamiento de residuos industriales; y la prohibición de detergentes y suavizantes con fosfatos. Aun así, menos del 3 por ciento de las costas están suficientemente limpias para el baño o para el suministro de agua potable.

petróleo

El petróleo ha sido otro de los peores contaminantes originados por el hombre para los mares y los lagos.

Anualmente, se vierten más de 3.5 toneladas de petróleo; de esta cantidad, 50 por ciento proviene de barcos y el otro 50 se origina en tierra firme. De este último, 20 por ciento es de origen urbano, 20 es de origen industrial y el 10 restante tiene origen atmosférico.

El petróleo, cuando es derramado en el agua, crea una capa firme y delga-da que se extiende en grandes áreas, por lo que no permite la entrada de la luz e impide así la fotosíntesis del plancton y pequeños vegetales, dejando sin alimento a muchas especies marinas. Además, impide que el agua se oxigene, asfixiando a muchas especies. El resultado es que en unos cuantos días mueren todos los organismos por debajo de esa capa.

Se han registrado grandes desastres ecológicos por el derrame accidental de petróleo, como en 1979, en las costas mexicanas de Campeche, en donde se derramaron cuatrocientos mil barriles de petróleo crudo. Ese mismo año, otra catástrofe se produjo en Amoco, Cádiz, en el Canal de la Mancha.

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Contaminación por petróleo

En 1989, sucedió el peor desastre ecológico conocido en la historia, com-parable sólo con el de Chernobyl. En Alaska, un carguero de la compañía Exxon Valdez derramó cuarenta y cinco millones de litros de petróleo cru-do. En el lapso de cincuenta y seis días, la marea negra se extendió a 750 kilómetros de distancia y después cubrió 1600 kilómetros de costa.

Exxon gastó dos mil doscientos millones de dólares en trabajos de limpieza y cinco mil millones en indemnizaciones.

Los trabajos de limpieza duraron más de seis meses y aún así, cinco años después del accidente, menos de una sexta parte de la playa se encontraba en condiciones para la vida animal. Hoy en día, a veinticinco años del de-sastre, aunque dichas playas tengan la apariencia de normales, no lo son, pues diez centímetros bajo la arena se encuentra todavía una espesa capa de petróleo muy tóxica para la vida animal y vegetal.

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En ese desastre no se pudo ni siquiera hacer un cálculo de los animales que resultaron muertos. Muchas organizaciones ecológicas y voluntarios parti-ciparon rescatando aves y animales que quedaron heridos y atrapados en las capas de petróleo, y aun con todos los cuidados la mayoría murió como consecuencia de la intoxicación por el petróleo. Todo esto se podría haber evitado si Exxon hubiera gastado veintidós millones en equipar al petrolero con casco doble. Grupos ecologistas presionan para que todos los barcos petroleros lleven este tipo de protección.

En otro desastre, en el año 2001, en las costas de Francia, un buque-tanque se partió en dos, derramando ochenta mil barriles de petróleo crudo. Unos días después, la marea negra se había extendido ya 40 kilómetros sobre la superficie del mar.

Según los científicos, en un derrame no se puede recuperar más de un 11 al 15 por ciento de petróleo. Sin embargo, se libera más petróleo durante las operaciones normales de los pozos de los campos petroleros submarinos y de la limpieza de estos, y por la descarga de agua petrolada y de las fugas de tuberías y tanques de almacenamiento.

En 1993, un estudio de Los amigos de la Tierra estimaba que cada año las compañías estadounidenses derramaban, filtraban o desperdiciaban innecesariamente una cantidad de petróleo igual a la que derramó el barco petrolero de Exxon Valdez, y que del 50 al 90 por ciento del petróleo que llegaba a los océanos era residuo de petróleo filtrado o derramado por las industrias y por los particulares. En otro estudio se calculó que cada año un volumen de petróleo que equivale veinte veces al derramado por el barco de Exxon Valdez es tirado a alcantarillas, ríos y mares por cincuenta millones de automovilistas que cambian el aceite de su carro.

Existen nuevas opciones para el tratamiento de aguas contaminadas y residuales, como las lagunas invernaderos, en donde el agua va pasan-do por diferentes fases. En las primeras, que contienen algas, microor-ganismos y plantas acuáticas, descomponen los residuos en nutrimentos que son absorbidos por las plantas; luego, pasan por un filtro de arena y grava; y después, a otros estanques, donde caracoles y zooplancton consumen los microorganismos restantes para, al fin, pasar por un pro-ceso de destilado. Este tipo de sistemas de purificación, ideado por el ecólogo John Todd, funcionan en trece estados de los Estados Unidos y en otros siete países.

Otra opción son los humedales. En Arcata, California, Estados Unidos, con diecisiete mil habitantes, se crearon sesenta y tres hectáreas de

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humedales entre la ciudad y el mar, que actúan como planta de trata-miento de aguas rápida, natural y barata.

Las aguas negras pasan primero a tanques de sedimentación, donde los elementos sólidos se depositan, se extraen y se utilizan como fertilizante; luego, se libera el resultado a estanques de oxigenación, donde se descom-ponen otros residuos por bacterias; después de un mes, el agua se libera a marismas artificiales, donde el agua es filtrada por plantas y bacterias. Por último, el agua se clora y se puede verter al mar. Las marismas y estanques sirven como santuarios de aves y proveen hábitats a miles de nutrias y ani-males marinos.

La clave para proteger los océanos es reducir el flujo de contaminantes desde la tierra y de las vías de agua que desembocan en el mar. Tales esfuerzos se deben integrar con los realizados para evitar y controlar la contaminación del aire, pues un 33 por ciento de los contaminantes de los mares provienen de emisiones arrojadas a la atmósfera desde tierra. Los ecologistas insisten en un cambio de mentalidad que permita que dejemos de reinsistir en la limpieza de la contaminación y nos aboque-mos a su prevención, mediante la reducción de las fuentes, reempla-zando tintes y disolventes por materiales basados en agua, reutilizando aguas residuales y reciclando los contaminantes. De lo contrario, lo úni-co que se logra es desviar los contaminantes de una parte del medio ambiente a otro.

Los últimos dos acontecimientos en cuanto a derrames petroleros en mares fueron el de la British Petroleum (BP), en el Golfo de México, el 20 de abril del 2010, donde una plataforma que perforaba un pozo para la BP explo-tó y se hundió, liberando 800 000 litros de petróleo al día. Una cantidad estimada de entre 355 y 696 millones de litros de petróleo fue derrama-da antes de poder sellar temporalmente el pozo, el 15 de julio, tres meses después. Este accidente ocasionó una columna de crudo de 1 kilómetro de profundidad, 1.5 de ancho y 35 de largo, según la institución oceanográfica independiente Woods, de Massachusetts. Fue uno de los peores desastres ecológicos, solamente comparable al de Exxon Valdez, en Alaska, y algunos expertos estiman que incluso puede llegar a ser el más terrible desastre ecológico marítimo.

El más reciente ocurrió el 16 de julio del año 2010, en el puerto de Dalian, China, donde explotó un ducto y se estima un derrame de al menos mil qui-nientas toneladas de petróleo en seis días que duró el escape y una mancha de 430 kilómetros cuadrados.

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Contaminación del agua

contaminación del suelo

Los contaminantes de la tierra son principalmente herbicidas e insecticidas, pero una gran parte también la constituyen los materiales no biodegradables ni reciclables, como desechos industriales, plásticos, uniceles, hules, etcétera.

Este tipo de materiales tardan a veces decenas de años para volver a inte-grarse a cualquiera de los ciclos naturales.

Diariamente, vemos cuántas bolsas de plástico se van a la basura, cuántos envases no retornables de plástico se tiran, y a eso hay que sumarle grandes cantidades de vasos y platos desechables de plástico, de unicel, envolturas, cables, llantas.

En los Estados Unidos, el 98 por ciento del residuo sólido procede de la mi-nería y de la producción de combustibles y gas natural.

Hay algunas compañías que están reciclando los envases de plástico. Los trituran y con este material se fabrican otros envases, e incluso cierto tipo de fibras para tela. Pero esto representa, por lo menos en nuestro país, só-

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lo una mínima parte de todo el componente de los envases, sin contar las bolsas y demás productos plásticos.

El problema fundamental en todo el mundo es que estamos produciendo mucho más cantidad de plásticos y materiales no degradables de lo que se puede degradar y reciclar. Y todos esos materiales tienen que ir a alguna parte, a hoyos y basureros cada vez más grandes, a los mares, a los ríos, o ser quemados, enterrados, etcétera.

Veamos ahora que en la ciudad de México diariamente se recolectan ¡mil setecientas toneladas de basura!

Hay dos métodos básicos para luchar contra la contaminación: impedir que llegue al ambiente o eliminarla una vez que ha llegado. Sin embargo, nosotros siempre confiamos en que siempre va a haber un lugar en donde echar nues-tra basura o esconder nuestros desperdicios, pero no nos ponemos a pensar en el impacto a futuro que esto puede tener en la tierra. Obviamente, lo más se-guro es que los efectos no nos toque vivirlos a nosotros, sino a los que vienen.

Hay varios ejemplos de compañías que han logrado reducir mucho sus dese-chos. En 1975, la empresa 3M, que fabrica sesenta mil productos diferentes en cien fábricas, puso en marcha un programa llamado Primas para prevenir la contaminación. Esta compañía rediseñó el equipo y los procesos; utilizó materias primas menos peligrosas; determinó dónde se generaban produc-tos químicos peligrosos —y los recicló o vendió como materias primas a otras compañías—; y comenzó a fabricar más productos no contaminantes.

Hacia 1995, la producción total de residuos de 3M había bajado a una ter-cera parte, la emisión de gases se redujo un 70 por ciento y la firma había ahorrado setecientos cincuenta millones de dólares.

Los ecologistas dicen que la mejor forma de reducir la contaminación por residuos es, primero, disminuir el consumo —preciclado—; crear productos que produzcan menos contaminación y en los que se empleen menos ma-teriales; rediseñar los procesos de fabricación; y reciclar las materias primas.

A veces pienso que si alguno de nosotros pudiera ver la Tierra y a la hu-manidad con detenimiento, en calidad de observador, en un punto lejano fuera del planeta, seguramente se daría cuenta de que en realidad nos com-portamos como una plaga verdaderamente nociva. Primero, la llenamos de desechos, con todo tipo de materiales dañinos que inventamos —como plásticos, uniceles, hules, insecticidas, químicos, materiales radiactivos, de-tergentes y combustibles—; luego, contaminamos a gran escala sus aguas, su aire y su tierra; después de eso, y lejos de hacerle un bien y reparar los daños ocasionados, todavía talamos sus bosques, pantanos y selvas, y los llenamos de concreto. Qué ilógico, ¿verdad?

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ii - energÍas alternativas

las más eficientes

Energía es la capacidad de realizar un trabajo y que puede transmitir calor.

La primera ley de la energía nos habla de que esta no se crea ni se destru-ye; sólo se transforma. En otras palabras: todo lo que creemos haber tirado sigue con nosotros de alguna otra forma.

La segunda ley de la energía, que es la termodinámica, afirma que cuan-do transformamos una energía en otra lo que sí se pierde es la calidad de la energía. Cuando cambia de una forma a otra, una parte de la energía útil siempre se degrada a una de menor calidad, más dispersa, menos útil.

Un primer ejemplo de esta ley es que cuando se conduce un coche, sólo el 10 por ciento de la energía química de alta calidad contenida en la gasolina se convierte en energía mecánica para mover el carro; el otro 90 por ciento, en tanto, se degrada en calor de baja calidad, que del motor se suelta al medio ambiente y, finalmente, se degrada en el espacio.

Otro ejemplo: cuando la electricidad fluye a través de los filamentos de un foco se convierte el 5 por ciento de esa electricidad en luz útil; el restante 95 por ciento se transforma en calor de baja calidad, que fluye al medio ambiente.

Esta ley también significa que nunca podremos reciclar o volver a utilizar la energía de alta calidad para realizar un trabajo útil ni convertir la energía de baja en una de alta calidad. Dicho de otra forma: cuando esta energía se pierde no hay marcha atrás.

En muchos casos, hay que gastar energía para obtener energía. Por ejemplo, el petróleo debe ser hallado, extraído con bombas del interior de la Tierra, transportado a una refinería y convertido en combustibles útiles, como gasolina, gasoil y gasóleo. Después, tiene que ser transpor-tado hasta los usuarios y, finalmente, hay que quemarlo en calderas y coches para que nos sea útil. Cada uno de estos pasos consume energía, y la segunda ley de la energía nos dice que cada vez que utilizamos

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energía para realizar un trabajo una parte de ella se pierde y se degra-da en energía de baja calidad. Supongamos que por cada diez unidades de energía de petróleo de tierra tendremos que utilizar y malgastar ocho unidades de energía para encontrar, extraer, procesar y transpor-tar el petróleo. Entonces, tendremos sólo dos unidades de energía neta útil del petróleo (ver Tabla 2).

Actualmente, el petróleo tiene un coeficiente alto de energía neta, porque una buena parte de él proviene de depósitos grandes y accesibles, como los de Oriente. Cuando se agoten esas fuentes, el coeficiente de energía útil se hará menor y sus precios subirán, pues se requerirá más energía y dinero para encontrar, extraer y procesar el petróleo.

En base a estos principios, ahora sabemos que un 84 por ciento de la energía comercial utilizada en los Estados Unidos se desperdicia, y esto es dos tercios de la energía que se consume en todo el mundo. Se desa-provecha un 41 por ciento en la conversión de unas energías a otras; pe-ro el 43 por ciento se desperdicia en el uso de vehículos, calderas y otros artefactos que despilfarran combustible, y también por vivir y trabajar en casas y edificios mal diseñados y mal aislados, que tienen pérdidas de calor y energía.

Según el experto en energía Amory Lovins, este despilfarro, en 1998, repre-sentó trescientos veinticinco mil millones de dólares al año, cifra superior al presupuesto militar de doscientos noventa mil millones de dólares.

De acuerdo con Lovins, la forma más fácil, rápida y barata de obtener más energía con el mínimo efecto sobre el medio ambiente es: primero, realizar cambios en el estilo de vida, como dejar de usar el carro para via-jes cortos, apagar luces, etcétera; y segundo, incrementar el rendimiento de los mecanismos de conversión de energía que utilizamos. En otras palabras, emplear procedimientos más eficaces de aprovechamiento de energía para calefacción, agua caliente, aire acondicionado, focos para iluminación, etcétera.

Amory Lovins señala que utilizar energía eléctrica de alta calidad para proporcionar calor de baja calidad a las viviendas o para el agua caliente es como usar una sierra mecánica de madera para cortar mantequilla o una ametralladora para matar una mosca. Él propone que no se use energía de alta calidad para hacer un trabajo que se puede realizar con energía de calidad inferior.

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Tabla 2. Eficiencia de energía de diferentes sistemas.

Así que actualmente, en los focos que usamos, se desaprovecha un 95 por ciento de energía; en los carros, 90 por ciento; y en las plantas de energía nuclear, 86 por ciento.

Lovins dice que reducir el despilfarro de energía es uno de los negocios medioambientales más importantes del planeta, porque:

• hace que los combustibles fósiles no renovables duren más tiempo;

• nos da más tiempo para introducir recursos de energía renovable;

• reduce la dependencia de las importaciones de petróleo;

• reduce el daño medioambiental y global;

• y es la forma más barata y rápida de frenar el calentamiento global.

Pero ¿cómo es que si se sabe cuánto pueden ahorrar estas medidas no se ha-ce nada? La respuesta es que en la actualidad hay un exceso de combustibles fósiles de un engañoso bajo costo. Engañoso porque en su costo no se ha incluido el daño medioambiental. Otra razón es que los gobiernos dan ven-tajas fiscales y apoyan el uso y venta de carros, maquinaria, casas y edificios muy poco eficaces energéticamente, y dan pocos incentivos y ventajas a los investigadores y fabricantes de sistemas eficientes. Y, por último, la gente no tiene información adecuada acerca de la disponibilidad de mecanismos de conservación ni de la cantidad de dinero que estos pueden ahorrar a futuro.

energÍa Hidroeléctrica

Proporciona energía por medio de las grandes presas. Representa el 20 por ciento de toda la electricidad del mundo y un 99 por ciento en Noruega, 75

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por ciento en Nueva Zelanda, 25 en China y 13 en los Estados Unidos. Este tipo de energía tiene un rendimiento o eficiencia de moderado a alto y costos de explotación y mantenimiento bajos. Las centrales hidroeléctricas tienen vida útil muy larga —dos a diez veces la de una central nuclear— y no emiten CO2. Sus desventajas son que, en muchos casos, al crear una presa, se producen efectos adversos en el medio ambiente para las especies animales y vegetales, ya que cambian sus entornos.

La energía obtenida en plantas a partir de las olas y las mareas ha demos-trado ser una alternativa cara, pues los costos de construcciones especiales son altos y el equipo puede ser dañado o destruido por las corrosiones del agua salina y las grandes tormentas.

energÍa nuclear

En 1950 se predijo que a finales del siglo XX habría mil ochocientas centrales nucleares y que estas suministrarían el 18 por ciento de la energía mundial. En 1996 había cuatrocientos treinta y siete reactores en funcionamiento y sólo proporcionaban el 6 por ciento de la energía mundial. En Europa, los planes para construir nuevas centrales nucleares están detenidos.

Sólo Francia obtiene el 80 por ciento de su electricidad por reactores; sin embar-go, su departamento de energía ha acumulado una deuda de treinta y dos mil quinientos millones de dólares. En los Estados Unidos no se han encargado cen-trales nucleares desde 1978 y las ciento veinte solicitadas han sido canceladas.

La energía nuclear tiene una baja proporción de energía neta, pues se requie-ren grandes cantidades de energía para extraer y procesar la mena de uranio y convertirla en combustible nuclear utilizable, sin contar lo que se precisa pa-ra construir y operar las plantas nucleares. Además, se necesita más energía para desmantelarlas después de sus quince a cuarenta años de vida útil y para almacenar los residuos altamente radiactivos durante miles de años.

A esto hay que añadir los billones de dólares por encima de los presupuestos, los altos costos de operaciones, los fallos frecuentes, las falsas garantías, los cálculos inflados de producción de electricidad y el peligro de accidentes como Chernobyl y Three Mile Island, en donde la limpieza del reactor, los procesos legales y el pago de demandas por daños ha costado mil trescientos millones de dólares, casi el doble de los setecientos cincuenta millones que costó.

En Chernobyl, los daños fueron incalculables, pero un informe de la ONU reporta que este accidente pudo haber causado la muerte prematura de treinta y dos mil personas entre 1986 y 1995, y que unos 16 000 kilómetros

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cuadrados —aproximadamente el tamaño de Florida— permanecen conta-minados por la radiactividad. Los residuos radiactivos de las plantas nuclea-res han demostrado ser un problema muy serio y de difícil manejo. Estos deben ser almacenados en lugares seguros durante miles de años, aproxi-madamente doscientos cuarenta mil si se trata de plutonio-239. Mayak, una instalación productora de plutonio al sur de Rusia, ha arrojado a la atmósfe-ra 2.5 veces la radiación de Chernobyl y aproximadamente 2600 kilómetros cuadrados alrededor siguen contaminados y nadie puede vivir ahí. Varios de sus residuos fueron arrojados al lago Karachay, que hoy es tan radiactivo que permanecer junto a su orilla durante una hora puede ser fatal.

En palabras sencillas, la experiencia nos ha enseñado que la energía nuclear es una forma muy cara de hervir agua para producir electricidad.

energÍa eólica

En Inglaterra y Alemania hay varias granjas eólicas que utilizan turbinas de viento, que son como grandes molinos que emplean la energía del aire para generar electricidad.

Desde 1980, esta industria ha aumentado con rapidez y ahora es el recurso energético de mayor crecimiento en todo el mundo. En 1997 había más de veintisiete mil turbinas eólicas, que producían ya el 1 por ciento de la elec-tricidad del planeta.

Las granjas eólicas —grupos de veinte a cien turbinas— proporcionan aho-ra el 1 por ciento de la electricidad en California, con potencia suficiente para abastecer a doscientos ochenta mil hogares.

Dinamarca y Alemania obtienen más del 8 por ciento de su electricidad con turbinas. Estas granjas se pueden construir en un lapso de seis meses a un año y después ampliarse, según las necesidades. Tienen un rendimiento neto de energía de moderado a alto, no emiten CO2 y su fabricación casi no provoca contaminación. Dos desventajas son que sólo resultan rentables en zonas de vientos constantes y su mayor precio inicial.

Hidrógeno solar

Algunos científicos dicen que el combustible del futuro será el hidrógeno, un combustible gaseoso fácil de almacenar y transportar. Hay muy poco gas hidrógeno, pero lo podemos conseguir a partir de algo que tenemos

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en abundancia: el agua. Es posible dividir el agua por medio de electrici-dad en hidrógeno gaseoso y oxígeno. Una vez separado, el hidrógeno se puede quemar al combinarse con oxígeno y solamente se emite vapor de agua como desecho. Un problema que existe es la energía que hace falta para descomponer el agua en hidrógeno y que el proceso sea totalmente ecológico y no provenga de la quema de carbón. Algunos proponen que esta energía provenga del Sol. En el momento que esto se logre, según los expertos, estaremos ante una revolución del hidrógeno solar que cambiaría tanto el mundo como lo hizo la Revolución Industrial.

Pero ¿qué es lo que ha retrasado esta revolución del hidrógeno? General-mente, la política y la economía. En los Estados Unidos, el apoyo a gran esca-la para la investigación y desarrollo de la energía por hidrógeno se encuentra con la fuerte oposición de las poderosas compañías petroleras nacionales, de las empresas eléctricas y de los fabricantes de carros, que la ven como una seria amenaza. Los gobiernos de Alemania y Japón han estado invirtiendo de siete a ocho veces más que los Estados Unidos, con la esperanza de que este país termine comprándoles toda esa tecnología en los próximos años.

celdas solares

Otra opción son las celdas fotovoltaicas —llamadas comúnmente celdas so-lares—, que convierten la energía solar directamente en energía eléctrica. La luz del Sol, que cae directamente sobre una lámina de silicio más delga-da que un papel, suelta un flujo de electrones cuando incide en los átomos de silicio, creando un flujo de corriente eléctrica.

Las células solares son confiables y silenciosas, no tienen partes movibles y pueden durar de veinte a treinta años si están recubiertas de vidrio o plás-tico. Se instalan con facilidad y rapidez, y se pueden retirar o añadir, según sea necesario. Su mantenimiento es barato y consiste en limpiarlas de vez en cuando para que no se bloquee la entrada de la luz solar. La contaminación durante su fabricación es baja y su rendimiento neto de energía es alto.

Antes sólo había células solares de un tipo, de color blanco y transparente, que no agradaba mucho a la gente, pero en la actualidad existen celdas solares con aspectos y colores de tejados, lo que reduce el costo de su ins-talación, al ahorrarse el valor del techado.

Según el Instituto Worldwatch, las centrales solares instaladas en una su-perficie igual a la de Panamá o Carolina del Sur podrían proporcionar tanta electricidad como la que se está utilizando en el mundo hoy en día.

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Celdas solares

Algunos analistas opinan que si los Estados Unidos no aumenta rápidamen-te las investigaciones federales y privadas en celdas solares podría perder un inmenso mercado de más de 6 mil millones de dólares antes de 2015, y podría tener que importar celdas solares desde Alemania, Japón e Israel.

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En 2009, Alemania ya producía más del 20 por ciento de toda su electrici-dad con energía solar y espera llegar al 30 por ciento o más para 2030 o antes. Los Estados Unidos y China, que consumen más del 50 por ciento de la energía mundial, tan solo producen un 1 por ciento de su electricidad con energía solar.

¿Cómo lo logró Alemania? Lo hizo con incentivos fiscales y económicos. Si una persona compra celdas solares para su casa, el Estado pone una par-te, y si se tiene terreno para celdas solares, las compañías incluso compran electricidad a los dueños de las celdas, por lo que se ha convertido en un negocio rentable. También hay grandes apoyos para negocios y empresas que cambien a energía solar, y la gente ha acogido de muy buena gana estos sistemas por ser limpios y, además, por reducir sus gastos.

En la actualidad, se están desarrollando nuevos paneles solares, con una eficiencia mayor por metro cuadrado que los primeros. Ya existen los pane-les flexibles e incluso se investiga para producir recubrimientos o pinturas que capten luz solar y transmitan electricidad.

¿cómo se puede consumir energÍa más eficientemente?

Además de que el futuro apunta a energías diferentes al carbón, la ten-dencia será también a aprovechar mejor la energía y hacerla eficiente al máximo.

Normalmente, las casas y edificios pierden mucho calor en invierno y lo acumulan en exceso en verano. Se calcula que una tercera parte del aire calentado en invierno se escapa a través de las ventanas cerradas, grie-tas y agujeros, y cuando hace calor, estos conductos también permiten que el aire caliente entre. Los edificios y casas se pueden climatizar con un mejor aprovechamiento de la energía. Esto se logra captando la luz del Sol con una adecuada orientación de ventanas y entradas de luz que permitan utilizar la luz solar, convirtiéndola en calor de baja temperatu-ra para calefacción e iluminación, y se evita que se escape con ventanas de doble vidrio y un buen aislamiento. Por el contrario, en épocas de calor se puede mantener una temperatura agradable con intercambia-dores de aire que introduzcan aire fresco en la noche, compuertas que expulsen el aire caliente y un buen aislamiento que evite que el calor entre de día.

Hoy en día, uno de los edificios más ecológicos del planeta es la Aca-demia de Ciencias de California, en San Francisco (www.calacademy.

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org). Cuenta con un techo ondulante y viviente, lleno de plantas nativas que, además, aíslan el edificio del frío y del calor. Cuenta con sesenta mil celdas solares, su diseño permite iluminar y ventilar más del 90 por ciento del espacio de forma natural y posee un sistema de compuertas con sensores que expulsa el aire caliente del interior que sube al techo, manteniendo una temperatura de 21 grados todo el tiempo, sin necesi-dad de aire acondicionado.

Alberga un acuario, un museo de arte natural, cuatro ecosistemas, salones, una biblioteca, un planetario y dos cafeterías.

El 90 por ciento del material fue reciclado del edificio anterior y los ductos fueron recubiertos en un 60 por ciento con mezclilla de blue jeans recicla-da. El edificio ganó el premio más alto posible del LEED (Leadership in Ener-gy and Environmental Design) y es un ejemplo de que las construcciones verdes ya son posibles.

El calor residual de plantas industriales y centrales eléctricas se puede uti-lizar para producir electricidad —cogenerador— o distribuirlo en tuberías aisladas para calentar los edificios próximos o invernaderos, como se está haciendo en algunas partes de Europa.

En los cogeneradores se aprovechan dos tipos de energía a partir del mis-mo combustible. Por ejemplo, al quemar carbón en una central eléctrica se produce electricidad y vapor. El vapor puede ser reutilizado para hacer girar turbinas que produzcan más electricidad. De esta forma, es posible que un sistema sea eficiente en un 90 por ciento, en comparación con el 33 por ciento de las centrales actuales.

En Alemania, pequeñas unidades de cogeneración alimentadas por gas na-tural suministran energía a restaurantes, edificios de apartamentos y casas.

Otro método de ahorro de energía es la iluminación de alto rendimiento, que consiste básicamente en sistemas inteligentes que controlan su funcio-namiento y apagan o disminuyen la iluminación cuando hay poca o no hay gente en algún lugar.

La conservación de energía industrial está en pañales en los Estados Unidos si se compara con los esfuerzos hechos en países como Alemania y Japón.

carros ecológicos

Hay un creciente interés en desarrollar carros más ecológicos que rindan de 64 a 128 kilómetros por litro o que simplemente no usen más la gasolina.

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Dentro de estos carros, tenemos los híbridos, los eléctricos y los impulsa-dos por células de hidrógeno.

Los automóviles híbridos tienen dos motores, uno eléctrico y otro con-vencional, el cual se activa sólo cuando el vehículo sobrepasa ciertas revoluciones. Además, a diferencia de los autos eléctricos que necesitan enchufarse, los híbridos utilizan la energía generada al frenar para ir recargando sus baterías.

Por su parte, los impulsados por células de hidrógeno obtienen su ener-gía al combinar los iones de hidrógeno y oxígeno almacenado y producir electricidad. Estos vehículos son cercanos a los de emisiones cero, pues sólo emiten vapor de agua y cantidades mínimas de óxidos de nitrógeno, fácil-mente controlables con la tecnología actual.

Amory Lovins y otros investigadores dicen que, con adecuados incentivos económicos, en diez o doce años se podría sustituir con este tipo de carros los actuales.

En 2003 se aprobó una ley en California que obligó a los constructores a vender al menos un 10 por ciento de vehículos sin emisiones. Esto abrió las puertas tanto para automóviles de marcas orientales como para el desarro-llo de este tipo de carros por firmas estadounidenses.

La situación de los carros ecológicos es la siguiente: Toyota es la firma que más ha invertido en esta tecnología, seguida por Honda, BMW y Mazda.

En la feria del automóvil de 2008, en Detroit, Toyota presentó su modelo híbrido Prius con mejoras y, en 2009, seis nuevos modelos híbridos. GM, de los Estados Unidos, dio a conocer un Cadillac híbrido con paneles solares. Telsa es la única compañía que tiene un auto eléctrico en el mercado, con ciento cincuenta unidades vendidas y mil más encargadas.

BMW presentó su modelo 750hL, el cual está provisto de un motor que se alimenta de hidrógeno y combina las energías solar, eólica e hídrica.

Se espera la nueva generación de vehículos ecológicos en las próximas fe-rias de automóviles.

Los vehículos de hidrógeno son dos veces más eficientes que los híbri-dos y tres veces más que uno de gasolina. Además, sólo emiten vapor de agua. Su principal problema era el gran tamaño que requerían para el depósito de hidrógeno, que permitiera autonomías similares a los au-tomóviles de gasolina. Eso parece cosa del pasado con la llegada de las píldoras de hidrógeno sólido desarrolladas en Dinamarca y que permiten a los autos recorrer más de 600 kilómetros con una sola carga.

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Autos ecológicos

Aunque los vehículos híbridos van ganando terreno en el mundo —como el Prius de Toyota, con doscientas cincuenta mil unidades vendidas y una lista de espera de seis meses—, siguen contaminando, aunque sea la mitad o menos. Todo apunta a que el futuro está en los autos impulsados por hidrógeno y energía solar, con emisiones cercanas a cero.

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ciudades ecológicas

Una ecociudad —o ecópolis— es una ciudad que es diseñada siguiendo principios ecológicos. Los ambientalistas suelen creer que las ciudades ac-tuales son contaminadoras y destructivas para el medio ambiente, ya que propician la acumulación de basura, la emisión de contaminantes y el des-perdicio y mal manejo de la energía a gran escala.

Una ciudad ecológica puede proveerse a sí misma de insumos y alimen-tos con mínima dependencia de las zonas rurales que la rodean, y crea la menor huella ecológica posible en el entorno. Esto resulta en una urbe que es amigable con el medio ambiente, en términos de contaminación, uso de la tierra, energías y reducción de las causas que contribuyen al calentamiento global.

Las ecociudades pueden ser caracterizadas por varios aspectos, por ejemplo:

• Agricultura de pequeña escala, sostenida por la comunidad y en los suburbios para reducir las distancias de transporte de los alimentos producidos y los contaminantes resultantes del transporte masivo de alimentos y artículos.

• Fuentes de energía renovable tales como aerogeneradores, células solares o biogás creado de aguas negras o desechos.

• Variados métodos para reducir la necesidad de usar aire acondicio-nado —que demanda mucha energía—, como por ejemplo, cons-truir edificios de poca altura para permitir una mejor circulación del aire o aumentar las áreas verdes para que equivalgan a más del 20 por ciento del total de la superficie urbana, además de orienta-ción adecuada para iluminar con luz solar y aislamiento que evite fugas o entrada de calor y frío.

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Ciudad ecológica

• Sistema de transporte público mejorado, fomento de la peatonaliza-ción y uso de bicicleta para reducir las emisiones de combustibles de los automóviles. Esto requiere un cambio radical en la planificación urbana, con carriles y rutas específicos para bicicletas y peatones.

Ejemplos de ecociudades existen pocos. Entre los proyectos más importan-tes, tenemos Sociópolis, en la ciudad española de Valencia, con viviendas de bajo impacto ambiental, combinadas con zonas de agricultura tradicional y sistemas de regadíos; y Ecumenópolis o las Ecociudadelas de Magnum As-tron, en Colombia, con tecnología muy avanzada y alto rendimiento ener-gético. Pero quizás el proyecto más ambicioso se lleva en China y consiste en cinco ecociudades —tres cerca de Shangai y dos en Pekín—. La primera de estas, Dongtan, se está desarrollando en la isla de Chongming, Shangai, y ha sido diseñada cumpliendo rigurosos estándares para minimizar el im-pacto ambiental.

Davis, en California, con cincuenta y cuatro mil habitantes, promueve desde los ochenta el uso de energía solar para calentar el agua y todas las casas deben cumplir normas de ahorro de energía de más del 60 al 80 por ciento, comparadas con las convencionales. Cuentan con una planta de energía solar, desalientan el uso del automóvil y promueven el de la bicicleta, me-

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diante la creación de carriles y rutas especiales. Incluso, algunas compañías entregan a sus empleados una bicicleta. El resultado es que más de treinta mil bicicletas representan ya el 40 por ciento del transporte de la ciudad.

En Curitiba, Brasil, con dos millones y medio de habitantes, se encuentra una ciudad con gran cantidad de áreas verdes y árboles que fueron regala-dos por el gobierno y plantados y cuidados por sus moradores. La localidad no fue planeada pensando en los autos. Hay más de 160 kilómetros de carriles y rutas para bicicletas, así como corredores comerciales sólo para caminar. Cuentan con un sistema de transporte limpio y eficiente, y, a pesar de que la población se ha duplicado desde 1974, el tránsito ha disminuido en un 30 por ciento.

Tienen un parque industrial con leyes muy estrictas en cuanto a la contami-nación del aire y del agua. Como resultado, atrajeron a quinientas compa-ñías limpias nacionales y extranjeras que dan empleo a una quinta parte de sus habitantes, y su calidad de vida es de las más altas del mundo.

La gente pobre de la ciudad puede cambiar basura seleccionada por verdu-ras cultivadas en la localidad o por vales de autobuses, cuenta con acceso a cursos técnicos en escuelas ambulantes —que funcionan sobre camiones— y tiene derecho a atención médica y dental gratuita.

Gran parte de este éxito se debe a las ideas del arquitecto y ex profesor Jaime Lerner, que ha sido reelecto alcalde tres veces desde 1970.

Bajo su mandato, el gobierno se ha dado a la tarea de buscar soluciones simples, innovadoras, rápidas, baratas y divertidas. Lerner ha mencionado en conferencias mundiales que en cualquier ciudad del mundo se puede lograr un cambio importante en tan solo tres años si de verdad se quieren hacer las cosas.

Curitiba fue premiada y reconocida por la ONU, en 1990, como una de las ciudades más sostenibles y habitables del mundo. Un estudio reveló que al 99 por ciento de los habitantes de esta urbe no le gustaría vivir en otro lugar.

Hoy en día, muchas comunidades pequeñas alrededor del planeta prac-tican los principios de las ciudades ecológicas: energías alternativas y uso eficiente de estas, además de reciclaje, agricultura comunitaria, peatonali-zación y uso de transportes limpios, como la bicicleta.

Alemania es un ejemplo en cuanto a ecología se refiere. Ven el negocio del medio ambiente como uno de los de mayor potencial. Han diseñado el primer dispositivo que no utiliza carbón para producir acero y venden las turbinas de gas más limpias del mundo. En 1997, este país inició el programa

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de etiquetado Ángel azul para que el público consumidor sepa qué produc-tos son los que producen el menor daño al ambiente. Han revolucionado el negocio del reciclado, marcando las piezas con códigos de barra, y son capaces de desmontar un automóvil en veinte minutos para reciclarlo.

El gobierno ha apoyado la investigación y el desarrollo con la intención de que Alemania sea el líder mundial en la tecnología de celdas solares y del hidrógeno combustible. Por último, esa nación proporciona cien millones de dólares al año en ayuda ecológica a países en vías de desarrollo.

La tierra proporciona lo suficiente para satisfacer las necesidades de cada persona, pero no su codicia. Cuando tomamos más de lo que necesita-mos, sencillamente estamos tomando unos de otros, tomándoselo pres-tado al futuro, o destruyendo el medio ambiente o a otras especies.

Mahatma Gandhi

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iii - reino animal

¿Qué podemos decir de los animales? Son nuestros compañeros en este, que es nuestro hogar, nuestro planeta, y son tan diversos como podamos imaginar, algunos de los cuales ni conocemos, pues cada año se siguen descubriendo nuevas especies y otras que, con nuestra ayuda, desaparecen.

Los hay de todos tipos: pequeños, grandes, medianos, muy pequeños y también muy grandes. Algunos caben en tu dedo; otros te podrían aplastar de una pisada. Los hay con plumas y los hay con picos; con cuernos y con antenas; con rayas, manchas, transparentes o con bolas o rayas de colores; con conchas y caparazones; con garras y colmillos, y también sin dientes; con patas y sin patas; con aletas; con grandes pelajes y también sin pelo; unos con vista casi perfecta y otros que utilizan sonares; unos que vuelan, otros que nadan y otros que caminan como nosotros. Pero lo que todas estas criaturas tienen en común es que merecen respeto simplemente por el hecho de estar vivas como nosotros. Es cierto que todas ellas son menos evolucionadas que el hombre, pero, al fin y al cabo, son seres vivos con los que compartimos el mismo hogar.

Muchos de los animales están aquí para servirnos incluso de alimento, pero no para abusar de ellos. No es justo que esas criaturas que tanto nos sirven y nos acompañan deban tener una muerte que sea toda una tortura o que toda su vida se tenga que limitar a un cuarto de azotea o tres metros de ca-dena a los que las atan, si hablamos de animales domésticos. Digamos que no hemos sido muy benévolos con las demás especies del planeta. Parece que nos hemos comportado como el hermano mayor que abusa del menor por tener más fuerza y conocimientos.

No sabemos cuántas especies existen, pero se calcula que entre cinco y cien millones; sólo se han identificado un millón ochocientas mil especies, la mayoría microorganismos e insectos.

Se supone que el 99.9 por ciento de las especies que existieron alguna vez en el planeta estas extintas y que al menos 50 por ciento de las que hoy conoce-mos los estarán para el año 2100, lo cual es un fenómeno natural. Sin embar-go, se ha visto que el humano ha acelerado mucho este proceso, llevando a la extinción hasta dos especies animales o vegetales cada veinticuatro horas.

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La edición 2008 de la lista roja elaborada por la IUCN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) incluye setecientas diecisiete espe-cies animales y ochenta y siete de plantas bajo la categoría Extintos, todas sucedidas después del año 1500. Incluye también dos mil cuatrocientas cua-renta y ocho especies animales y dos mil doscientas ochenta de plantas en la categoría En peligro de extinción. Uno de los ejemplos más conocidos fue el de los elefantes africanos salvajes. El comercio ilegal de marfil de sus colmillos redujo su número de dos millones quinientos mil en 1970 a menos de cuatrocientos mil en la actualidad. Se optó finalmente por quitarles los colmillos para que no los asesinaran los cazadores.

En 1950, la población de tigres se calculaba en diez mil ejemplares. Gracias a los cazadores y a la invasión de sus hábitats, hoy sólo quedan unos seis mil —cuatro mil en la India—. Los tigres de Bengala peligran más, pues aún hoy en día, a pesar de las leyes de protección, en Tokio su piel puede llegar a valer diez mil dólares en el mercado negro.

En todo el mundo sólo quedan unos ocho mil rinocerontes negros y unos cuantos blancos, debido a la cacería que se realizó durante décadas.

Las trescientas cincuenta especies de tiburones van desde el tiburón perro enano, que tiene el tamaño de una carpa, hasta el tiburón ballena, de die-ciocho metros de largo. Varias especies de tiburones que se alimentan en el punto más alto de las redes alimenticias devoran animales enfermos o heridos, desempeñando un importante papel, pues, de lo contrario, el mar estaría atestado de peces muertos y moribundos. En los años setenta, por la influencia de las películas de Hollywood, hubo una matanza excesiva de tiburones y se creó una imagen nociva del tiburón como devorador de per-sonas. Cada año, unas cinco especies de tiburón hieren a unas cien personas y matan entre cinco y diez, la mayoría de las veces al confundirlas con focas o leones marinos. Sin embargo, una persona que va al mar con frecuencia tiene ciento cincuenta más posibilidades de que le caiga un rayo en la cabe-za que de que la mate un tiburón.

Actualmente, se llevan a cabo estudios en tiburones para combatir el cán-cer —que ellos nunca padecen—, así como sobre su sistema inmunológico altamente eficaz, pues sus heridas sanan siempre sin que se les infecten. A diferencia de los peces, llegan a tener unas pocas crías —entre dos y diez— una vez cada uno o dos años, y necesitan entre diez y quince años —en algunos casos veinticuatro— para alcanzar la madurez y reproducirse.

También tienen largos períodos de gestación, algunas especies hasta de veinticuatro meses. Todos estos factores hacen frágil a este animal en cuan-to a supervivencia si su número disminuye demasiado.

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Los cazadores de ballenas mataron un millón quinientos mil de estos ejem-plares entre 1925 y 1975. Son fáciles de cazar debido a su gran tamaño, a que no son agresivas y a su necesidad de subir a la superficie para respirar. Esto condujo a la extinción comercial —ya no es rentable cazarlas ni matar-las— de ocho de las once especies más importantes.

La ballena azul es el animal más grande del planeta. Alcanza un tamaño de treinta metros —más larga que tres vagones del tren—, su corazón llega a ser del tamaño de un auto compacto y algunas de sus arterias son tan gran-des que un niño podría deslizarse dentro. Pasa unos ocho meses en el Ártico, alimentándose, y luego migra para aparearse. Necesita veinticinco años para alcanzar la madurez sexual y llega a tener una cría cada dos a cinco años.

No a la caza de ballenas

Antes de que comenzara su caza, había unas doscientas mil. Hoy quedan entre mil y tres mil, pues se les persiguió por su aceite, su carne y sus huesos.

Esta especie no se ha cazado comercialmente desde 1964 y fue declarada en peligro de extinción en 1975. Algunos biólogos creen que el número restante es muy reducido para que este gran gigante se recupere y se libre de la extinción.

México tiene una biodiversidad impresionante y, como mexicanos, de-bemos cuidarla y conservarla. Contamos actualmente con cuatrocientas treinta y nueve especies de mamíferos, setecientos cinco de reptiles,

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doscientos ochenta y nueve de anfibios, treinta y cinco de mamíferos marinos y mil sesenta y una de aves, de las cuales más de la mitad está en peligro de extinción.

México es uno de los pocos países que posee tal variedad de animales y que por su localización entre Norte y Sudamérica puede tener climas muy diversos.

Durante el presente siglo se ha documentado la extinción de al menos treinta especies vertebradas, como la nutria marina, el oso grizzly, el cón-dor de California, el visón y el ciervo americano. Algunas de estas especies se han podido encontrar en otros lugares, pero hay otras que sólo existían aquí, por lo que su desaparición significó la extinción total en el planeta, como es el caso del pájaro carpintero imperial, el caracará de Guadalupe, el zanate del río Lerma y el ratón de la isla de San Pedro Nolasco, en Sonora.

El término extinción se empezó a usar hace unas décadas por los natura-listas, pero desde el punto de vista biológico la extinción es un fenóme-no natural que ocurre en un período de miles o cientos de miles de años. Aquellas especies que no se pueden adaptar a los cambios de su hábitat desaparecen. Es de esta forma que dos terceras partes de las especies que han existido desaparecieron. A diferencia de esas extinciones que ocurrie-ron de manera natural, las actuales han sucedido a un ritmo muy acelerado, pues los cambios han sido tales que no se les dio a muchas especies el tiem-po suficiente para adaptarse.

Una especie en peligro de extinción es aquella cuya área de distribución o el tamaño de su población ha disminuido hasta el punto de poner en riesgo su viabilidad biológica. Se ha considerado dentro de esta categoría a todas las especies con menos de mil especímenes en existencia.

Especies amenazadas se definen como aquellas que se encuentran en me-diano peligro de extinción y cuando los factores que causan su desaparición siguen operando. Generalmente, el número de especímenes va de mil a cinco mil.

Especies raras se denomina a aquellas que en forma natural son escasas y que debido a esto son altamente susceptibles a la reducción en su número.

Entre los tráficos ilegales del mundo se encuentra, en primer lugar, el de drogas, después el de armas y en tercera posición el de especies de anima-les y plantas, que moviliza casi siete mil millones de dólares anuales.

El Fondo Mundial para la Vida Silvestre identifica desde hace algunos años como los principales países en el tráfico ilegal de fauna a España, Tailandia, Singapur y Argentina.

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El precio por el que se cotizan algunos de estos animales llega a ser muy elevado (ver Tabla 3).

Hay mucha gente que tiene animales salvajes en casa. Entre los que están en peligro de extinción se cuentan los loros, las cotorras, algunas especies de camaleón y otros reptiles que son cazados en el lugar donde nacen. Para los traficantes es muy común matar de manera irracional tanto a la madre como al padre para poder capturarlos desde pequeños.

Además, la gran mayoría de estos animales muere en el camino hacia don-de serán vendidos, y si no perecen, por lo general se encuentran muy mal alimentados; por eso es tan común que a los pocos días de comprados su-cumban. Para que un loro o una cotorra llegue a una casa particular como mascota ocho de estas aves bebés mueren en el proceso de captura o du-rante el viaje, ya que se les alimenta mal, con una mezcla de tortilla y agua, mediante una jeringa.

El promedio de costo y la medida entre traficantes es de cinco muertos por uno vivo.

Tabla 3. Cotización de fauna ilegal en Centroamérica.

Una vez me tocó ver en una clínica veterinaria a un perico que se arrancaba deliberadamente las plumas. Al preguntarle al veterinario por qué hacía esto, me explicó que estas aves en su hábitat llegan a vivir hasta cien años y en cautiverio sólo treinta. Tienen una sola pareja toda su vida y, además, sufren de depresiones cuando matan a su pareja o los alejan de su medio

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habitual, y lo manifiestan de esa forma; por eso es prácticamente imposible que se reproduzcan en cautiverio.

Seis de las ocho especies de tortugas marinas anidan en costas mexicanas. Estos animales se alimentan de medusas y algas marinas. Si las medusas se llegan a reproducir demasiado pueden afectar directamente la pesca.

Del número de tortugas que nace sólo llega a vivir un 10 por ciento, mien-tras que el 90 por ciento restante muere por diversas razones —depreda-dores, enfermedades, falta de alimento o condiciones climáticas—, y con una ayudadita nuestras esas diez tortugas se hacen todavía menos. A pesar de las prohibiciones del gobierno, en algunos lugares insisten con la caza clandestina y la venta de los huevos que desovan.

En varios lugares de México se comercia ilegalmente con fauna salvaje. Po-demos ver por ejemplo en San Luis Potosí, en el camino a Matehuala, don-de niños y mujeres venden halcones, víboras y búhos. Y sin ir más lejos, lo mismo ocurre en el mercado Sonora, en el Distrito Federal, sin que las autoridades hagan nada.

A veces me resulta gracioso cómo hacen complicados estudios para deter-minar por qué es tan difícil que los animales se reproduzcan en cautiverio o por qué se hacen más agresivos o cambian su conducta. Tomando en cuenta el tamaño de un animal, en el caso de un tigre o un pájaro enjaula-do, comparado con nuestro tamaño, sería como permanecer en una jaula de cuatro por cinco metros toda nuestra vida sin poder correr ni ver tele-visión, simplemente comiendo y durmiendo. Creo que cualquier animal se desquiciaría, y eso que nosotros no tenemos alas para volar ni corremos 100 kilómetros por hora, como el guepardo.

En Europa, hay países que prohíben la entrada a circos con animales; de este modo, evitan el maltrato. Mucha gente no sabe qué hay detrás del es-pectáculo para ver a un tigre saltar aros o a un elefante bailar. La mayoría de las veces, estos animales son obligados a trabajar mediante la violencia, por medio de látigos y bastones eléctricos que sueltan descargas en la piel cuando no obedecen. Además, se los somete a largas jornadas de entrena-miento sin descanso y están mal alimentados.

Un circo fue multado y expulsado de un país europeo cuando descubrie-ron cómo habían entrenado a su estrella, un oso bailarín. Sucede que el animal era obligado a pararse en una lámina que tenía por debajo carbón caliente. El oso, al quemarse y sin poder moverse, alzaba una y otra pata, de manera que una vez en el espectáculo, al recibir la orden, repetía estos movimientos, al ritmo de la música. Con este tipo de entrenamientos y mal alimentados, además de encerrados, los animales literalmente se exaspe-

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ran, se vuelven locos; por eso algunas veces oímos que un elefante o un león perdió el control y atacó a su domador o al público.

Este tipo de espectáculos debe terminar y no podrá lograrse mientras la gente lo siga pidiendo. De los toros, pues ni hablar. Cuando veo una co-rrida, solamente se me viene a la cabeza el Coliseo romano; simplemente con actores, época y escenario diferentes, pero con la misma combinación básica: gente disfrutando del sufrimiento de otro ser vivo.

Tenemos que comprender de una vez por todas que los animales no es-tán aquí para saltar aros, detener pelotas o montar en bicicletas; ese se-guramente no es su propósito en nuestro planeta. Es sólo una invención nuestra, una muestra de nuestro egoísmo, al querer someterlos a nuestros deseos de diversión y entretenimiento, lo que va en contra de la dignidad de los animales. Lo mismo pasa cuando le cortamos la cola o las orejas a tal o cual raza de perros. Si el perro pudiera opinar, seguramente diría que lo dejen en paz con su cola y sus orejas, que le gustan y que así es feliz. Si no les sirvieran de nada, ya habrían desaparecido a lo largo de la evolución. Los movimientos de la cola de un perro son una forma de comunicación, así como cuando cortejan a una hembra o amenazan a otro perro, pero como tal asociación canina dicta que a tal raza hay que dejarle la cola como rabo de conejo la gente cree que así debe ser, y va y se la corta, y eso es sólo otra falsa idea, otra creencia errada, producto de una combinación de ignoran-cia y egoísmo.

Está comprobado que un delfín vive en promedio de veinticinco a treinta años; en cautiverio, sólo de cuatro a ocho. Un elefante vive libre setenta años; en cautiverio, catorce o quince. Con los perros y gatos pasa exacta-mente lo contrario: en estado salvaje, viven sólo de cinco a ocho años; en cautiverio, de doce a quince. ¿Qué nos está diciendo esto? Pues simplemen-te que hay animales que fueron creados para acompañarnos y otros que deben vivir en libertad.

Hay otras opciones para disfrutar de los animales. Hay quienes prefieren oír cantar a los pájaros en libertad, construyéndoles pequeñas casas y dejándo-les alimento y agua. Hay acuarios en donde los delfines tienen libre acceso al mar y acuden por voluntad propia.

Alguna vez, leí un pasaje de la infancia del propulsor de uno de los grupos ecologistas más importantes, relatado por sus padres.

Este hombre, de niño, ya mostraba ciertas inclinaciones ecológicas. Un día, al visitar a sus abuelos, quienes tenían muchas jaulas con canarios, el pe-queño por alguna razón se quedó solo en ese cuarto, y viendo a las aves, le fue fácil abrir todas las jaulas y ventanas, y dejar a los canarios libres.

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Sus padres y abuelos le preguntaron por qué había hecho esto, y le explica-ron que esos animales debían vivir en cautiverio, a lo que él preguntó: “¿Y por qué tienen alas?”. Le dijeron que esos canarios no sobrevivirían más de dos días sin alimento, y contestó: “Tal vez, pero esos días libres han de ser los mejores de sus vidas”.

Sus padres cuentan que ese día supieron que ese niño iba a ser alguien diferente.

Los animales, a lo largo de la historia, también nos han servido para cimen-tar los grandes avances tecnológicos y científicos, sobre todo en la medici-na. Pero muchos se preguntan hasta dónde estamos dispuestos a llegar y a costa de quiénes…

Watson y Cricks descubrieron la doble hélice del ADN en 1953. Sólo veinte años más tarde, dos científicos estadounidenses, Stanley Cohen, de Stan-dford, y Herbert Boyer, de la Universidad de California, experimentaron con dos organismos que carecían absolutamente de relación, organismos que en estado natural no podían aparearse y, por consecuencia, su destino era estar siempre separados. Tomaron una muestra de ADN de ambos y las unieron, con lo que obtuvieron una nueva forma de vida.

En los años cincuenta, un científico brasileño trató de crear una variedad de abejas que produjera más miel en climas cálidos. Tomó una especie de abeja africana y la cruzó con otras especies europeas que en condiciones normales nunca hubieran tenido contacto. El resultado fue una abeja híbri-da que sí, daba más miel, pero también que atacaba más a los trabajadores. Este fue el origen de la llamada abeja asesina, que después se introdujo y se expandió en el Norte.

Para entonces, los investigadores ya habían logrado cruzar una oveja con una cabra, algo que tampoco hubiera sucedido en forma natural.

Otro profesor de la Universidad de Pensilvania logró insertar genes hu-manos de crecimiento en el feto de un ratón. Cuando este nació, su creci-miento fue dos veces más rápido y el doble de tamaño que cualquier otro ratón. Para finales de 1988, el New York Times publicó que ya existían más de mil cepas distintas de estos ratones, al igual que doce clases de cerdos, conejos, peces y una vaca transgénica. Más tarde, en la primavera de 1989, dos investigadores de Harvard lograron desarrollar un nuevo ratón, alte-rado genéticamente para desarrollar cáncer, de modo que los oncólogos pudieran utilizarlos para probar nuevos medicamentos. Al tener este ratón posibilidades comerciales, fue premiado —más bien sus creadores— con la primera patente animal del planeta, y se empezó a vender a cincuenta dólares la pieza, con la marca registrada Onco Mouse.

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Probablemente, a últimas fechas, el caso más famoso es el de la oveja clo-nada Dolly, que volvió a ser conocida, porque, inexplicablemente, estaba muriendo, víctima de envejecimiento prematuro.

En 1985, murieron quince mil seiscientos cincuenta y dos animales en prue-bas de laboratorio, tan solo para fabricación de cosméticos.

Algunas personas adoptan la cómoda postura de que la ingeniería genética es sólo una variación de las prácticas tradicionales, como la crianza por selección —en donde se cruzan las mejores razas o especies—, y tiene algo de cierto.

Pero la naturaleza puso límites definidos a esa actividad. Mendel, el padre de la genética, podía cruzar dos chícharos, pero no podía —ni lo intentó— cruzar un chícharo con un pino, o un pollo con un camarón.

A veces, creo que debemos preguntarnos si no estamos pasando ya esa delgada línea que marca el sentido común. La ciencia ha evolucionado lo suficiente para buscar otras opciones.

Finalmente, nosotros escogemos qué vida habrán de llevar las especies que nos acompañan en nuestro planeta. Al domesticar la Tierra, la domestica-mos con todo lo que en ella vive. Al talar un bosque, obligamos a muchas especies a moverse a otro lado; al urbanizar un pantano, les damos dos opciones a sus habitantes: moverse o desaparecer.

Como la especie más capaz de este planeta, deberíamos comportarnos co-mo los más responsables. Nosotros decidimos sin preguntar cuál es la suer-te que correrán las especies menos inteligentes que nosotros. Así que si no los vas a ayudar de alguna forma, por lo menos no los afectes. No todos piensan como nosotros, pero lo que sí es un hecho es que todos son capa-ces de sufrir si se les daña. Hace unos años, yo no sabía de la existencia de los derechos de los animales, que aquí te presento y que son muy claros.

Declaración Universal De los Derechos Del animal

Artículo 1.

a) Todos los animales nacen iguales ante la vida y tienen los mismos dere-chos a la existencia.

Artículo 2.

a) Todo animal tiene derecho al respeto.

b) El hombre, en tanto que especie animal, no puede atribuirse el derecho de exterminar a otros animales o de explotarlos violando ese derecho. Tie-ne la obligación de poner sus conocimientos al servicio de los animales.

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c) Todos los animales tienen derecho a la atención, a los cuidados y a la protección del hombre.

Artículo 3.

a) Ningún animal será sometido a malos tratos ni a actos crueles.

b) Si es necesaria la muerte de un animal, esta debe ser instantánea, indo-lora, y no generadora de angustia.

Artículo 4.

a) Todo animal perteneciente a una especie salvaje tiene derecho a vivir libre en su propio ambiente natural, terrestre, aéreo o acuático, y a reproducirse.

b) Toda privación de libertad, incluso aquella que tenga fines educativos, es contraria a ese derecho.

Artículo 5.

a) Todo animal perteneciente a una especie que viva tradicionalmente en el entorno del hombre tiene derecho a vivir y a crecer al ritmo y en las condi-ciones de vida y de libertad que sean propias de su especie.

b) Toda modificación de dicho ritmo o dichas condiciones que fuera im-puesta por el hombre con fines mercantiles es contraria a dicho derecho.

Artículo 6.

a) Todo animal que el hombre ha escogido como compañero tiene derecho a que la duración de su vida sea conforme a su longevidad natural.

b) El abandono de un animal es un acto cruel y degradante.

Artículo 7.

Todo animal de trabajo tiene derecho a una limitación razonable del tiem-po e intensidad del trabajo, a una alimentación reparadora y al reposo.

Artículo 8.

a) La experimentación animal que implique un sufrimiento físico o psico-lógico es incompatible con los derechos del animal, tanto si se trata de experimentos médicos, científicos y comerciales como toda otra forma de experimentos.

b) Las técnicas alternativas deben ser estudiadas y desarrolladas.

Artículo 9.

a) Cuando un animal es criado para la alimentación, debe ser nutrido, ins-talado y transportado, así como sacrificado, sin que de ello resulte para él motivo de ansiedad o dolor.

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Artículo 10.

a) Ningún animal debe ser explotado para esparcimiento del hombre.

b) Las exhibiciones de animales y los espectáculos que se sirvan de los ani-males son incompatibles con la dignidad del animal.

Artículo 11.

Todo acto que implique la muerte de un animal sin necesidad es un bioci-dio, es decir, un crimen contra la vida.

Artículo 12.

a) Todo acto que implique la muerte de un gran número de animales salva-jes es un genocidio, es decir, un crimen contra la especie.

b) La contaminación y la destrucción de un ambiente natural conducen al genocidio.

Artículo 13.

a) Un animal muerto debe ser tratado con respeto.

b) Las escenas de violencia en las cuales los animales son víctimas deben ser prohibidas en el cine y la televisión, salvo si ellas tienen como fin dar mues-tra de los atentados contra los derechos del animal.

Artículo 14.

a) Los organismos de protección y salvaguarda de los animales deben ser representados a nivel gubernamental.

b) Los derechos del animal deben ser defendidos por la Ley, como son los derechos del hombre.

Este texto definitivo de la Declaración de los Derechos del Animal ha sido aceptado por la Liga Internacional de los Derechos del Animal y las Ligas Nacionales Afiliadas tras la 3º Reunión sobre los Derechos del Animal, cele-brada en Londres del 21 al 23 de septiembre de 1977.

La declaración proclamada el 15 de octubre de 1978 por la Liga Internacional, las Ligas Nacionales y las personas físicas que se asocian a ellas fue aprobada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), y posteriormente por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Llegará un día en que los hombres como yo vean el asesinato de un ani-mal como ahora ven el de un ser humano.

Leonardo da Vinci

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iv - consecuencias globales del calentamiento de la tierra

En 1988, la organización Woodwell anunció que el aumento pronosticado de 1.5 ppm por año de CO2 había aumentado a 2.5 ppm. “Al aumentar el calor se ha incrementado la descomposición de materia orgánica y esta ha liberado más metano, junto con la gran cantidad de metano congelado liberado con el derretimiento de los Polos”, decía el informe. Estos factores no habían sido incluidos en los modelos por computadora.

McKibben dice: “Es como saber que fumar dos cajetillas de cigarros al día le pueden matar de cáncer y que un día el doctor le diga preocupado: ‘Tengo que decirle algo muy delicado’. Vemos las consecuencias del calentamiento como algo muy lejano, sin saber que ya se están produciendo cambios de-bidos al calentamiento que debieran alertarnos”.

En 1998, en un incidente conocido, murieron cientos de miles de patos en Dakota del Norte, pues al llegar estos a los estanques en donde se aparea-rían encontraron que estaban completamente secos.

Se han encontrado ya osos polares ahogados porque ahora hay menos tro-zos de hielo flotantes y tienen que nadar distancias cada vez más largas.

Durante los últimos veinticinco años, algunas poblaciones de pingüinos han disminuido un 33 por ciento en ciertas partes de la Antártida, debido al au-mento de la temperatura y la reducción en las extensiones de hielo marino.

derretimiento de glaciares

Ya no hay dudas de que el calentamiento global ha causado el derretimien-to del hielo de los Polos y glaciares.

España tenía veintisiete glaciares en 1980; su número ha caído a menos de diez.

En el 2001, el Polo Norte se derritió completamente por primera vez en la historia conocida. Tanto barcos privados como militares navegaron directa-mente por encima del Polo Norte actual, pues, a diferencia del Polo Sur, no tiene una plataforma terrestre debajo del hielo.

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Greenpeace años atrás había anunciado que el hielo del Polo Norte había retrocedido cerca de 500 kilómetros.

Finalmente el Pentágono, gracias a Andrew Marshall, futurólogo del De-partamento de Defensa, publicó la verdad. En Fortune magazine del 26 de enero de 2004, mostró una foto satelital del Polo Norte en 1970 y luego otra en 2003, la cual revelaba que un 40 por ciento del Polo Norte se había derretido en solamente treinta y tres años, y ahora se está derritiendo con más y más rapidez.

Según la NASA, la capa de hielo polar se está derritiendo a un alarmante ritmo de un 9 por ciento por década.

En el 2002, después de existir por más de mil quinientos años, se quebraron las plataformas de hielo Larsen B —una sección de 3250 kilómetros, más grande que el estado de Rhode Island, y con un grosor de 198 metros— y Larsen A, que se fragmentó en el océano y sorprendió a todos los científi-cos, que decían que era imposible que se rompiera. Luego, dijeron que le tomaría seis meses derretirse, por su gran tamaño, pero el hecho ocurrió en tan solo treinta y cinco días, elevando el nivel del mar en todo el mundo cerca de dos centímetros.

El hielo marino del Polo Norte disminuyó a niveles récord en septiembre del 2007, en tanto que el área desaparecida en los últimos treinta años es de más de un millón de millas cuadradas de hielo marino, un espacio del tamaño de Noruega, Dinamarca y Suecia juntos.

Durante dos años, entre marzo de 2007 y 2009, unos diez mil científicos de más de sesenta países llevaron a cabo el llamado Año Polar Internacional (API), una campaña de investigaciones científicas intensivas en el Ártico y la Antártida. Según las nuevas pruebas aportadas por la mayor investigación internacional de los últimos cincuenta años en las regiones polares, que son los auténticos barómetros del fenómeno del calentamiento de la Tierra, resultó que el cambio climático es aun más grave de lo que se creía.

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Un mundo inundado

“El impacto de la situación en los Polos se transmite a todo el planeta, y en estos dos años se ha constatado que el grado de calentamiento, de retro-ceso del hielo y de pérdida de masa, incluso en las capas profundas, es mu-cho más importante de lo que se creía”, dijo el científico español Jerónimo López Martínez, en entrevista con la Agencia EFE.

Las conclusiones del API destacan que el calentamiento en la Antártida está mucho más extendido de lo que se pensaba y que el hielo de Groenlandia se funde cada vez con más celeridad. “Parece seguro que tanto el manto de hielo de Groenlandia como el de la Antártida están perdiendo masa y, en consecuencia, elevando el nivel del mar, y que el hielo de Groenlandia se está perdiendo cada vez más rápido”, señaló el informe.

Los investigadores también descubrieron que en el Ártico, durante los ve-ranos de 2007 y 2008, la extensión mínima del hielo marino en todo el año disminuyó al nivel más bajo detectado nunca desde que empezaron a ela-borar registros satelitales, treinta años atrás. Recientemente, en marzo de 2009, la plataforma Wilkins, de 14 000 kilómetros —más grande que la isla de Hawai o del tamaño del estado de Querétaro, en México— y con dos-cientos metros de espesor, se quebró y se fragmentó en el océano.

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Desde 2002 se han desprendido seis plataformas gigantes de más de 1000 kilómetros, y los científicos están preocupados, pues estos eventos van con-tra toda lógica y, además, parecen no detenerse y empeorar cada año.

El derretimiento del hielo en los Polos y glaciares tiene varias implica-ciones, entre las más importantes: liberación de metano, aumento del nivel del mar, alteración en corrientes marinas y pérdida del hábitat para muchas especies.

aumento en el nivel del mar

Se ha calculado que en la edad de hielo, cuando casi toda el agua estaba congelada, el nivel del mar bajó casi cien metros.

Ahora, los científicos estiman que si la cubierta de hielo de los Polos se de-rritiera eso sería suficiente para elevar el nivel del mar aproximadamente setenta y cinco metros. Si se derritiera el casquete de Groenlandia, el mar subiría siete metros, la región occidental de la Antártida lo elevaría otros siete metros y la zona oriental de la Antártida, sesenta metros más.

Pareciera que un aumento de uno o dos metros en el nivel del mar no es tan grave; sin embargo, para algunas poblaciones implicaría cambios drásticos, como la de las islas Maldivas, a 150 kilómetros de Sri Lanka. Un aumento de un metro los pondría en aprietos en las tormentas y marejadas, mientras que uno de dos metros simplemente los borraría del mapa. Otro caso pare-cido es la isla de Cozumel e Isla Mujeres, en México. Un incremento de dos metros, en tanto, inundaría también más del 20 por ciento de Bangladesh.

En Egipto, un aumento de uno a dos metros inundaría sólo el 1 por ciento del país, pero sucede que esa cifra comprende el gran delta del Nilo, en donde vive más del 90 por ciento de la población.

Se han publicado mapas que muestran claramente las ciudades y zonas en riesgo en caso de un aumento en el nivel del mar. Localidades costeras importantes, como Nueva York, San Francisco, Miami y Cancún, en México, entre otras, están incluidas dentro del grupo de alto riesgo.

En las últimas décadas, sólo unas cuantas personas sabían que el exceso de CO2 podía calentar el planeta y fracasaron en su intento por alertarnos. La gente estaba más preocupada por la posibilidad de una guerra nuclear y sus devastadoras consecuencias.

Ahora puede ser tarde para empezar. Los científicos dicen que ya he-mos bombeado suficientes gases al aire, de modo que es inevitable un

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aumento en la temperatura y el cambio de clima resultante. Pero esta-mos a tiempo de disminuir e incluso frenar el daño. Además, definitiva-mente, es mejor intentar hacer algo que no hacer nada y sólo sentarse a esperar a ver qué pasa.

Ya hemos visto los principales factores que pueden determinar un cambio climático, pero hay otros que nadie conoce y que no se han tomado en cuenta en los modelos predictivos y que han resultado en cambios y even-tos sorpresivos.

Esto significa que, al intervenir nuevos factores, en cualquier momento po-demos detonar un círculo vicioso de cambios climáticos que, además de retroalimentarse, se va haciendo más grande y complicado de frenar.

Los modelos predictivos lo explican como se muestra en el Esquema 1.

Que suban las cifras de CO2, según los modelos predictivos por computa-dora, causaría un incremento de la temperatura global, lo que provocaría derretimiento de los casquetes polares y un aumento del nivel del mar. En primer lugar, los casquetes polares liberarían, como ya vimos, cantidades colosales de metano congelado, que a su vez retendría más calor. Por otra parte, la luz que el hielo y la nieve reflejan al espacio sería, al derretirse es-tos, absorbida por los mares, calentando más el planeta. El calentamiento de los mares liberaría más vapor del mar, lagos y ríos, incrementando más la temperatura en la Tierra, y el mar, al calentarse, aumentaría, subiendo más sus niveles en las costas e inundando de agua salada los mantos freáticos de cuya agua dulce vive el hombre. El calentamiento del planeta causaría una mayor descomposición de materia orgánica, con una liberación más rápida de metano. A este círculo pronto se agregarían otros factores. Las grandes sequías matarían más cantidad de árboles y vegetales, que, al descompo-nerse, liberarían más metano.

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esquema 1. consecuencias globales del aumento de la temperatura.

Aumento en liberaciónde vapor de océanos y lagosMAS RETENCIÓN DE CALORPOR EL VAPORAumento en fuerza ynúmero de huracanesAumento en sequíasAumento en númeroincendios forestales y MASliberación de Co2MAS RETENCIÓN DE CALOR

de Población, autos, industrias.

de Co2 de 1.5PPM por año o MÁS.MÁS Derretimiento de casquetes polares.

del nivel del mar y Liberación de“ ”METANO PESADO

Más RETENCIÓN DE CALOR POR ELMETANO Y MÁS CALENTAMIENTO

Cambios climáticos mundiales

en algas y plancton con disminuciónen absorción de CO2

en liberación de CFCs y alteración en capade ozono, con aumento en rayos UV

en uso de aire acondicionados yrefrigeración

en descomposición de la materia orgánica

en actividad de termitas

MÁS LIBERACIÓN DE METANOMÁS RETENCIÓN DE CALOR

es consumo y demanda de agua potable

es nivel de ríos y lagos porevaporación y consumo

de plagas y enfermedades tropicales

en cosechas vitales para el ser humano

factor que aumenta la temperatura global del planeta.

Probablemente, nos encontraríamos con súper huracanes, cuyo poder des-tructivo sería un 50 por ciento mayor de los que hemos conocido. Mucho calor también significaría alto consumo de agua, que junto con la evapora-ción la haría muy escasa. Aumentaría la probabilidad de grandes incendios forestales por adición de cada grado centígrado de temperatura, los cuales liberan mucho CO2. Por otra parte, habría más demanda y uso de aire acon-dicionado, con su respectiva liberación de CFC y CO2… ¿Haciendo qué? Pues calentando más la Tierra. Por otra parte, los contaminantes de los ríos y de los lagos se concentrarían más, y, al bajar su nivel, aumentaría el calor y la concentración de contaminantes. Las algas serían las únicas sobrevivientes.

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Cuando la temperatura se mantiene cálida, las plantas se desarrollan bien, pero si la temperatura sube, se marchitan.

A temperaturas por encima de los 35 grados centígrados, el maíz simple-mente no se fecunda, y si lo llega a hacer, se ha observado que gran canti-dad de mazorcas sobrecalentadas se resquebrajan, permitiendo la entrada de un moho que contiene aflatoxina, lo que las hace prácticamente in-servibles para consumo. El resto de las plantas, muchas de ellas alimentos básicos de algunos países, también necesitan un mínimo de humedad para su desarrollo. Al secarse las plantas, habría grandes pérdidas de especies animales, muchas de las cuales nos sirven de sustento.

Han sido estudiados los hábitos de diversas plagas de cultivo y se ha visto, por ejemplo, que estas pasan el invierno en estrechas franjas en regiones hacia el sur, en busca de calor. Si aumentase la temperatura, esas fajas de territorio se irían haciendo más grandes hacia el norte durante el invierno y fuera de él. Además, sus ciclos reproductivos tenderían a alargarse. Más allá de estas plagas, hay otras que afectan directamente al ser humano, como los mosquitos, por lo que los modelos de la Agencia de Protección Ambiental suponen que podrían aumentar los casos de malaria, encefalitis y dengue. El incremento del calor y de las radiaciones UV, además de ma-tar cosechas, acabaría con una cantidad inmensa de algas, las mismas que normalmente consumen grandes cantidades de CO2, que escaparía hacia la atmósfera. Y lo que es peor, un mundo sobrecalentado y al que le falte ozono, probablemente sería más cruel para los pobres que para los ricos. Como siempre, los más afectados serían los más desprotegidos, que ten-drían menos agua y escasos lugares donde protegerse del calor —ni pensar en la posibilidad de aire acondicionado—, y que sufrirían más el hambre, enfermedades infecciosas y plagas.

Posiblemente, para esos niños desnutridos de África que vemos en la te-levisión un pequeño aumento en la temperatura sería la diferencia entre sobrevivir con trabajo día a día y morir deshidratados.

En la actualidad, de cada seis personas en el mundo una vive en el lujo, tres apenas lo hacen dignamente, una lucha por sobrevivir con menos de un dó-lar al día y la sexta está hambrienta, severamente desnutrida y carente de agua potable. Se cree que en un mundo sobrecalentado esta distribución cambiaría para mal, ya que aumentarían las personas que apenas pudiesen sobrevivir diariamente.

Según una teoría, sería posible incluso que, al derretirse los Polos, hubiese un cambio en el punto de gravedad del planeta, lo que haría que se dis-tribuyesen en forma diferente los mares. Esto, junto con el aumento en el

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nivel de las aguas, nos podría obligar a abandonar muchas de las grandes ciudades costeras conocidas.

En fin, estas son algunas de las cosas que predicen los supermodelos por computadora si es que persistimos y nos empecinamos en seguir el mismo rumbo que hasta ahora.

En 1997, los biólogos de Pioneer Hi-Bred International, Inc., en Des Moines, Iowa, comenzaron a colaborar con un equipo liderado por Cynthia Rozen-zweig, de la Universidad de Columbia y del Instituto Goddard para Estudios Espaciales de la NASA, para simular cómo los cambios de temperatura y de la lluvia podrían alterar las cosechas y el abastecimiento del agua a nivel mundial. Esa compañía planea usar esta información para evaluar los mer-cados existentes y proponer nuevos durante los próximos treinta años.

En otras palabras, tal vez dentro de unos años, en un mundo bastante más caliente, sea mejor plantar palmeras, cactus y nopales en lugar de trigo o maíz, o tal vez convenga más invertir en agua embotellada, bronceadores, gorras y lentes para el sol en lugar de en abrigos y bufandas.

Se ha llegado a pronosticar hasta cambios en el comportamiento humano con una modificación en el clima.

Como ya nos habremos dado cuenta, entra en juego un número muy grande de factores. Como dijimos antes, es un círculo vicioso, pero, ade-más, las variables se van sumando a este círculo, haciéndolo cada vez más grande e irreversible; un efecto dominó, como lo llama el futurólo-go Lester Brown (ver Esquema 1). Es como si lanzaras una bola de nieve en una pendiente y esta se fuera haciendo más grande conforme bajara, sin que nadie pudiera detenerla. Pues así podría llegar a ser un cambio del clima detonado por todos nosotros.

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Un mundo sin ozono

Huracanes

Ya se han producido cambios en los patrones de los huracanes en número, fuerza y magnitud.

En resumen, un huracán obtiene su poder del vapor que sube a la atmós-fera cuando el agua caliente del mar se evapora. Mientras más caliente el agua del mar, más vapor y más fuerza tendrá el huracán.

En 1988, el huracán Gilberto, con vientos de 320 kilómetros por hora, al-canzó todos los parámetros máximos para huracanes de todos los modelos atmosféricos computarizados.

En 1992, el huracán Andrew, de clase 4-5 y un diámetro de 40 kilómetros, golpeó Florida, y en 1999, Floyd, llamado “el huracán del siglo”, de la misma clase pero con un diámetro de 500 kilómetros, más de diez veces mayor que Gilberto, se formó en el Atlántico y, afortunadamente, se debilitó antes de tocar tierra. Todos estos huracanes sobrepasaron los parámetros de mode-los por computadora para huracanes.

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En marzo de 2004, un gran huracán azotó las costas de Brasil. Fue la primera vez en la historia registrada que un huracán azotó las costas de América del Sur.

En mayo de 2004, los Estados Unidos registró quinientos sesenta y dos tor-nados en sólo un mes, lo que rompió todos los récords. Hubo unos en Seatt-le y en otros estados por primera vez en la historia.

Canadá del Este, entre los años 2003 y 2004, tuvo uno de los inviernos más fríos jamás registrados. Stephen Schneider, del Centro Nacional para la In-vestigación Atmosférica, dijo que “estamos alterando el clima a una veloci-dad entre diez y sesenta veces mayor que su velocidad natural de cambio”.

La temporada de huracanes de 2005 fue la más activa registrada en el At-lántico, con un récord de veintisiete tormentas nombradas, de las cuales quince se convirtieron en huracanes. Seis de los huracanes crecieron hasta convertirse en grandes tormentas, cinco se convirtieron en huracanes cate-goría 4 y un récord de cuatro alcanzaron una fuerza de categoría 5. Uno de ellos, el huracán categoría 4 Katrina, en agosto de 2005, fue el más costoso y uno de los más mortales en la historia de los Estados Unidos.

sequÍas e incendios

El calor y las sequías de 1988 en Centro y Norteamérica convirtieron en men-tirosos a todos los modelos por computadora. Estos pronosticaban que si el CO2 se duplicaba —cosa que no ha pasado— el calor resultante disminuiría las cosechas de maíz y soya en los Estados Unidos un 27 por ciento; sin embargo, ese año las sequías disminuyeron las cosechas un 35 por ciento. Fue algo simi-lar al agujero de ozono; no aparecía en ninguno de los modelos predictivos.

En 1998, el mundo perdió noventa mil millones de dólares en daños relacio-nados con el clima —50 por ciento más que en 1997—, los Estados Unidos sufrió la peor sequía de su historia y hubo más daños que en toda la década de los ochenta. También fue el año más caluroso desde 1860, en que se em-pezaron a medir las temperaturas, y, según ciertos cálculos, probablemente el año más cálido en mil doscientos años.

En 2003, las olas de calor extremo en Europa se cobraron treinta y cinco mil vidas. Tan solo en Francia, quince mil personas murieron por los aumentos de temperatura, que superaron los 40 grados centígrados y se mantuvieron por dos semanas.

La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) declaró 2006 co-mo el segundo año más cálido registrado en los Estados Unidos después de 1998 y la década de los noventa como la más caliente de los últimos mil años.

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La temporada de incendios forestales en 2006 fijó nuevos récords tanto en el número de incendios reportados como en la cantidad de kilómetros quemados. Se reportaron casi cien mil incendios y se quemaron alrededor de 40.4 millones de kilómetros cuadrados, 125 por ciento más que el promedio en diez años.

A mediados de los noventa, la comunidad científica se conmocionó por un rápido aumento de 2.5 grados centígrados en la temperatura del Polo Sur, que empezó a generar derretimiento de glaciares y plataformas.

El Polo Sur y el Polo Norte siempre han mostrado una mayor fragilidad ante cualquier contaminante o factor climático; prueba de esto son el agujero de ozono, la contaminación por DDT en los setenta y ahora un aumento mucho más marcado de la temperatura que en el resto del planeta, con derretimiento de glaciares y alteración de todos sus ecosistemas.

cambios en corrientes marinas

Ya se han observado también cambios en las corrientes marinas. Se ha es-tudiado una corriente de agua fría procedente del derretimiento de los glaciares de la Antártida. Esta nueva corriente altera la llamada Corriente del Golfo, haciéndola más lenta.

Pesquisas han demostrado que la última vez que la Corriente del Golfo se hizo más lenta y finalmente se detuvo, hace ocho mil doscientos años, detonó cambios complejos que dieron como resultado lo que se conoce como la pequeña glaciación, que sepultó el Norte de Europa bajo una capa de ochocientos metros de hielo y ocasionó temperaturas similares a las de Siberia en lo que hoy es Inglaterra y Nueva York.

Otros cambios en las corrientes marinas como en la del Niño se ha demos-trado que, indirectamente, son la causa de que en algunos lugares de La-tinoamérica se sufran las peores tormentas e inundaciones, mientras otras regiones padecen las sequías más extremas de su historia.

efectos diversos

Además de los ya mencionados, hay muchos otros efectos como conse-cuencia del calentamiento global que ya se han estudiado, como pérdi-da de especies vegetales por no soportar niveles mínimos de humedad y de especies animales por pérdida de hábitats, y cambios en los patrones de migración de aves.

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Se ha demostrado que el océano también va haciéndose más ácido por las emisiones crecientes de dióxido de carbono que se mezclan con el agua. Esto, junto con el calentamiento del mar, afecta especies como los arrecifes de coral, que son fundamentales para los ecosistemas de los océanos como eslabones primarios, y también muy sensibles a los cambios de temperatu-ra. Los científicos predicen que un aumento de tan solo 2 grados en la tem-peratura de los mares exterminaría el 97 por ciento de los arrecifes de coral en todo el mundo, con la consecuente alteración de las especies marinas que viven y se alimentan en estos.

“Estamos en una situación”, nos dice Bill McKibben, “similar en la cual nos hemos ido a una parranda de un siglo de duración y ahora el doctor nos dice que debemos dejar de tomar, que nuestro hígado no va a resistir más”. De igual forma, hemos llevado al planeta a su límite máximo para lidiar y equilibrar sus sistemas ante las cifras crecientes de CO2.

Hemos demostrado ser una raza más fuerte de lo que esperábamos. Crea-mos entornos y paisajes o los modificamos, y en ese aspecto somos una especie de niños creadores, pero también somos muy capaces de destruir la creación a gran escala.

Antes, las selvas nos ganaban las batallas; cualquier construcción en ese ámbito era literalmente devorada por la jungla en unos pocos meses y el hombre tenía que salir huyendo de la vegetación, de los reptiles, insectos y jaguares. Ahora, somos capaces de arrasar con un convoy de maquinaria varios kilómetros cuadrados de selva, con todo lo que ella contiene, en tan solo unos días.

En la actualidad, también podemos clonar árboles y cultivos que resistan más las sequías y que requieran menos humedad, pero entonces quizá ya estemos luchando contra los efectos y no contra las causas. Tal vez no nos queremos dar cuenta de que estamos tratando de adaptarnos a situaciones propiciadas por los cambios que nosotros mismos ocasionamos.

¿Hay soluciones?

La comunidad científica se ha estado reuniendo desde 1970 para determi-nar por qué se estaba produciendo un cambio climático y qué se podía ha-cer para frenarlo. Las primeras reuniones, como en 1970, en Ginebra, Suiza, pasaron desapercibidas y no tuvieron asistencia política.

En junio de 1988, en Toronto, Canadá, se realizó la Conferencia Mundial sobre la Atmósfera Cambiante. Implicaciones sobre la Seguridad Mundial.

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Desde esos años se calculó que los Estados Unidos aportaba ya el 25 por ciento de los gases invernaderos que se bombeaban a la atmósfera, pues, aunque tenía el 4.6 por ciento de la población mundial, consumía el 24 por ciento de toda la energía del mundo.

China ha pasado a ocupar el segundo lugar en consumo de energía y emi-sión de gases.

Más tarde, en 1990, en el Panel Internacional sobre el Cambio Climático (PICC), un panel de dos mil quinientos científicos de primera línea acorda-ron que era evidente un cambio en las variables del clima, y que este cam-bio era resultado directo de la actividad humana.

Según el panel, la temperatura ya había aumentado 0.6 grados centígrados en el último siglo y cada trescientos sesenta y cinco días habría un incre-mento igual o mayor, relacionado a la cantidad creciente de automóviles e industrias que emitieran CO2.

En 1992, en Río de Janeiro, Brasil, se realizó la Primera Convención Marco sobre Cambio Climático de la ONU, de la que resultó un plan de acción aprobado por ciento seis naciones y conocido como la Declaración de Río, en donde se comprometieron a “estabilizar la concentración de gases in-vernaderos a niveles que eviten alteraciones en el sistema climático del pla-neta”. En ese entonces se propuso hacer un inventario de las emisiones de cada país, pues las naciones desarrolladas emitían más CO2 que los países en desarrollo.

En promedio, cada estadounidense añade 5 toneladas de CO2 al aire cada año, mientras que un europeo o un japonés, de 2 a 3, y un hindú, 0.2.

La convención propuso metas de reducción en emisiones, pero no se exigió que las cumplieran y, obviamente, no se cumplieron.

En 1995, se reunieron nuevamente varios países del PICC en Berlín, Alema-nia, para ratificar los planes de acciones y evaluar el cumplimiento de los acuerdos firmados. En 1997, se dieron cita en Kioto ciento setenta países para discutir los cambios en el clima del planeta. En el Protocolo de Kioto, en ese entonces, se acordó reducir los gases invernaderos hasta el año 2010, pues entonces la situación no era tan grave. La reducción estaría centrada en seis gases invernaderos, de los cuales los más importantes son el CO2, el metano y el dióxido de hidrógeno. Ese fue el primero y el mayor esfuerzo mundial de su tipo para combatir el cambio climático.

En 2001, los Estados Unidos abandonó el protocolo y se ha rehusado a firmarlo hasta la fecha. En ese entonces, Bush incluso cuestionó la vera-cidad del calentamiento global.

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Desde entonces se han realizado otras reuniones para tratar el tema: Nueva York en 2007, Bali y Bangkok en 2008, y París en 2009.

No se ha podido avanzar, lo que muchos quisiéramos.

Algunos países dentro de los siete más contaminantes, como China, India y Brasil —por deforestación—, no admiten responsabilidad.

La postura de otros países en vías de desarrollo es que reclaman su derecho al progreso sin limitantes, en caso de restricciones a la emisión de CO2 por la industria, y a recibir apoyo monetario y tecnología para poder disminuir sus emisiones.

Arabia Saudita y países de la OPEP quieren ser indemnizados por las me-didas que se tomen para disminuir las emisiones, pues esto afectaría sus exportaciones.

México, que se ubica en el número trece a nivel mundial entre los países contaminantes, ha mantenido una postura favorable.

Australia ratificó nuevamente su participación en el protocolo después de mucho tiempo, dejando solo a los Estados Unidos. Lamentablemente, las metas del protocolo de Kioto que terminan en 2012 se ven reducidas a la mitad sólo por la no participación de los Estados Unidos.

En 2008, el ex candidato a la presidencia de ese país, Al Gore, recibió el Premio Nobel de la Paz por la labor realizada en su cruzada mundial para alertar sobre los peligros del calentamiento global, y el documental que realizó, La verdad incómoda, con sustento científico, ganó un Grammy.

Este hecho ayudó a que la atención mundial se enfocara más que nunca en el calentamiento global y a que mucha gente conociera el problema y estuviera receptiva a participar.

En mayo de 2009, en Paris, se reunieron los países del G8 —grupo con gran peso político, económico y militar—. Europa acordó reducir hasta el 30 por ciento de sus emisiones antes de 2020, y aunque Hillary Clinton dijo que es-taban dispuestos a recuperar el tiempo perdido después de ocho años de in-diferencia con Bush, acordaron reducir sólo un 6 por ciento de sus emisiones.

Los resultados de la reunión de Copenhague, a finales de 2009, fueron desalentadores: ningún país de los más contaminantes firmó algún acuerdo que lo obligara a reducir emisiones, la Unión Europea culpó a China de no comprometerse y los Estados Unidos se mantuvo al margen.

Las próximas reuniones mundiales sobre cambio climático serán en Cancún, México, entre los meses de noviembre y diciembre de 2010; la 16º Confe-rencia de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climáti-

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co (COP-16); y la 6º Reunión de las Partes del Protocolo de Kioto (MOP-6), donde se espera que, después del fracaso de Copenhague, los gobiernos se comprometan a establecer acuerdos concretos para frenar el cambio climá-tico y darle continuidad al Protocolo de Kioto más allá de 2012.

Según los expertos, se necesitaría una reducción urgente de al menos el 60 por ciento de las emisiones de todos los países sólo para amortiguar el cambio climático.

El Premio Nobel de Química mexicano, Mario Molina, de forma optimista nos dice que sí podemos afrontar el cambio climático, que ya contamos con la tecnología necesaria para reducir nuestras emisiones, junto con una serie de acciones concretas, entre las más importantes:

• Elevar el costo de las emisiones contaminantes para que los países disminuyan y también paguen por su daño al medio ambiente, pro-porcionalmente a sus emisiones.

• Usar la energía de manera mucho más eficiente en todos los sectores: industriales, domésticos y de transporte.

• Frenar la deforestación y la reducción de emisiones de metano por la ganadería.

• Desarrollo y fomento de energías alternativas, como solar, eólica y cogeneradores.

• Transferencia de fondos y tecnología de países desarrollados a países en vías de desarrollo, como se ha estado haciendo, para enfrentar problema del agujero de ozono.

Muchas de estas medidas ya se ponen en práctica, pero sólo en algunos países. La idea sería extenderlas en forma global.

En estos momentos, las prioridades mundiales son el cambio climático, las guerras y la pobreza mundial, de los cuales el primero ha ganado cada vez más atención por las probabilidades de ser irreversible.

¿No será que seguir por el camino actual equivale a cortar la rama del árbol sobre la cual estamos sentados?

Una sugerencia muy común es la de reemplazar el gas natural como com-bustible en lugar de quemar carbón, diésel o gasolina, ya que un motor de gas emite solamente la mitad de CO2. Y esta solución ha sido y es buena, pero sólo en parte, ya que si el gas natural —metano— escapa a la atmós-fera antes de quemarse, atrapa la radiación solar con una eficiencia veinte veces mayor que el CO2. Y el gas natural realmente se escapa de los pozos, de los gasoductos, de los aparatos.

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Dean Abrahamson, analista de la Universidad de Minnesota, dice que “los datos sugieren que el 3 por ciento del gas natural de los Estados Unidos escapa sin quemarse”. Y, además, aunque el gas contamina la mitad que el petróleo, sigue contaminando.

Se calcula que por el ritmo que llevamos de crecimiento de la población y de consumo, el petróleo se habrá agotado para el año 2030 —sólo quedan novecientos veinte mil millones de barriles— y el gas natural para 2045 —quedan sólo ciento diez billones de metros cúbicos—, mientras que el car-bón dejará de existir para el año 2240.

El colocar catalizadores en los autos y filtros en las chimeneas, junto con nuevos combustibles orgánicos que liberen menos CO2 o el uso de gas en los motores, son muy buenas medidas sólo para reducir la liberación de CO2, pero, a fin de cuentas, se sigue liberando. Entonces, vemos que estas elecciones no son tampoco las mejores; es algo provisorio, como tomar sólo una aspirina para bajar la fiebre, sabiendo que tarde o temprano tendre-mos que recurrir a un antibiótico para realmente atacar la infección o el problema de base.

Tal vez en el fondo todos sabemos adónde nos dirigimos y no queremos reconocerlo, pues el petróleo es un recurso limitado. Es muy cierto que si repentinamente se diera luz verde para el uso y apoyo de los carros híbri-dos, eléctricos y energías alternativas se presentarían impresionantes des-calabros económicos en muchos países, como es el caso de México, pues su principal ingreso proviene de la venta de petróleo.

Finalmente, no es lo mismo dejar de rociar tus rosas con DDT o dejar de uti-lizar CFC en el refrigerador que dejar de usar gasolina de un día para otro.

El cambio implicaría otras grandes modificaciones a nivel mundial, pero, finalmente, hay opciones para iniciar cambios en forma gradual antes de que sea demasiado tarde.

Lo queramos o no, vamos como en un río, queriendo remar contra la co-rriente, siendo que sólo es cuestión de tiempo que el río nos lleve a la des-embocadura.

¿Sabías que la mayoría de las marcas de automóviles cuentan ya con proto-tipos de autos híbridos y eléctricos para llevar a ensamblaje? Sin embargo, no se ha dado el paso final para alentar y promover su producción, sobre todo en países con economías basadas en el petróleo, por temor a bajas en su demanda y, consecuentemente, en los precios.

Tal vez es hora de empezar a buscar otras alternativas para las exportacio-nes y la obtención de recursos, pues de todas formas nos colocaríamos en

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la misma situación de crisis económica si un día los gobiernos poderosos del mundo deciden que todos debemos dejar de quemar petróleo, pues hemos llegado a un punto en que el planeta se ha calentado peligrosamente por la liberación excesiva de CO2.

¿Quién nos irá a comprar nuestro petróleo y nuestras gasolinas?, pues al restringirse su consumo el precio bajaría muchísimo de todas maneras.

Estamos metidos hasta el cuello en un gran problema y es alarmante que la mayoría de la gente no sea para nada consciente de ello.

Hemos dado algunos pasos moderados como individuos y como naciones. En las décadas más recientes, hemos creado entornos naturales; hemos rein-troducido águilas y otras especies de donde ya habían desaparecido; hemos creado materiales biodegradables; hemos prohibido la caza de muchas espe-cies; hemos creado reservas y parques ecológicos; hemos plantado muchos ár-boles; le hemos quitado el plomo a la gasolina; en algunos países, dejamos de usar nuestros carros un día a la semana; ponemos filtros en las chimeneas… Pero tal vez aun así nos estemos quedando cortos en las grandes acciones.

Lamentablemente, hemos demostrado que la mayoría de las veces necesi-tamos grandes estímulos para cambiar drásticamente el rumbo.

Estamos de acuerdo en que a nadie le gustaría volver a vivir en cuevas sin te-léfono ni televisor, pues no estamos hablando de retrocesos en nuestra forma de vida, sino simplemente de seguir avanzando en una dirección diferente.

Esta puede ser la época en que nos toque tomar la decisión de al menos no seguir por el mismo camino y hacer los ajustes necesarios para preservar al mundo de un sobrecalentamiento, pero no únicamente tecnológicos, sino también mentales para asegurar que nunca más coloquemos nuestro bien-estar por encima de todo nuestro planeta y lo que en él habita.

Pero así como se ve de serio, no estamos tampoco en un callejón sin salida. Siempre hay algo que podemos hacer, siempre hay opciones.

Repito que siempre habrá algo que podamos hacer. Al final de este capítu-lo se darán algunas buenas ideas a las que seguramente, con creatividad, tú agregarás otras.

grupos ecologistas

Es muy probable que hasta ahora el libro se te haya hecho pesimista y que te preguntes cuándo se dirá algo bueno de todo lo que está pasando. Es necesario que la gente conozca lo que estamos ocasionando, y bueno, la

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verdad a veces duele o incomoda, pero, finalmente, en su totalidad no es todo malo; por el contrario, desde mi punto de vista personal, estamos muy a tiempo de corregir las cosas, y las épocas actuales representan una oportunidad de demostrar que podemos, juntos, retomar el camino correc-to. Siempre habrá gente comprometida que esté dispuesta a luchar por el medio ambiente.

A fines de la década de los sesenta emergió una importante conciencia ecológica, y en los setenta y en los ochenta hubo verdaderos progresos. En muchas ciudades se redujo de manera importante la contaminación, como en Tokio, Londres y otras ciudades europeas; se decretaron muchas reservas ecológicas y el gran lago Erie fue rescatado de la tumba.

Por esos años empezaron a surgir muchos grupos ecologistas y científicos ambientalistas, con ideas bastante diferentes, como veremos más adelante.

El científico inglés James Lovelock es el creador de la hipótesis Gaia, que postula que la Tierra es un verdadero organismo viviente, con sus propios sistemas de regulación. Por lo tanto, la situación no es tan desesperada.

Protesta contra la tala de árboles

Según él, la Tierra ha enfrentado problemas peores que los causados por nosotros, y considera al humano con su tecnología “simplemente como parte inevitable de la escena natural; no somos más que una especie de

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castores mecánicamente avanzados que tratan de modificar su entorno para vivir más cómodos”.

Las lluvias de meteoros, por ejemplo, han causado en diez ocasiones daños en la Tierra, “comparables a la gravedad de una quemadura que abarque el 60 por ciento de la piel de un humano”, y se ha recuperado íntegramente; incluso, argumenta que una guerra nuclear hubiera sido un obstáculo sal-vable para esta gran dama.

Por otra parte, dice que se le da una importancia exagerada al ozono, que es una fantasía imaginar que su presencia es esencial para la vida. Lo curio-so es que menciona la palabra vida sin referirse a vida humana, pues Gaia, el organismo viviente, puede ser tan feliz con algunos millones de insectos en su superficie como lo es si existen o no algunos millones de humanos en su superficie.

Por otro lado, la hipótesis nos habla de la majestuosidad de este organis-mo, que nos ha dado muestras de su poder con pequeñísimos suspiros que para nosotros son grandes terremotos. Lovelock nos comenta que Gaia no es una madre excesivamente cariñosa ni una damisela desfalleciente; es una virgen ruda de más de tres mil quinientos millones de años de edad. Se ha comprobado que las cucarachas han sobrevivido al menos trescientos cuarenta millones de años; es cierto, son menos inteligentes, pero la única diferencia es que ellas no destruyen el planeta.

Si una especie se equivoca, Gaia la elimina con todo el sentimiento de quien pisa un bicho nocivo con su zapato. Tal vez, quizá tal vez, algún día pueda sacudirse realmente de aquello que le llegase a molestar. O quizá simple-mente evolucione hasta estabilizarse, “y es casi una certeza que el nuevo estado será menos favorable para el ser humano que el que ahora disfruta-mos”, comenta el científico. Un cambio climático no representa un proble-ma demasiado grave para la Tierra, pero sí lo es para la raza humana. Un aumento de la temperatura para el planeta sería algo insignificante; sería comparativamente lo que es para nuestra piel aumentar su acidez para eli-minar ciertas molestas bacterias. Para nosotros, implicaría probablemente uno o dos días de irritación; para las bacterias lo cambiaría todo.

Norman Myers, autor del libro Gaia: An Atlas of Planetary Management, se muestra más optimista, y emocionado ante el estado actual, nos dice que la crisis a las que nos aproximamos representa “nuestro examen final evolutivo”.

Debemos prepararnos para la ocasión, y pasar la prueba. Y se muestra con-vencido de que lo haremos.

“Somos adultos. Podemos localizar una especie en un mapa de nuestros computadores en cuestión de segundos; creamos reservas ecológicas; se

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pueden examinar ecosistemas, corregir su contaminación, erosión o sequía; se pueden cultivar desiertos; hacer ríos y presas; e informar a todo el mun-do en una hora de algún gran peligro”, afirma Myers.

“El hombre en estas épocas tiene un poder que nunca hubiera imaginado y debe utilizarlo bien, como gente adulta y responsable”, asegura.

Lewis Thomas nos dice que si triunfásemos en esta tarea “nos convertiría-mos en una especie de mente colectiva del planeta”.

Y estoy de acuerdo con Myers y me encanta su positivismo, y también, tal vez, esté un poco de acuerdo con Edward Abbey y John Muir, que nos plan-tean varias reflexiones muy interesantes. Muir, por ejemplo, nos habla de los lagartos, a los que no podemos llamar ciertamente el mejor amigo del hombre, pues la imagen que nos viene a la mente es un animal verdoso, feo, que pudo haber sido creado por el diablo mismo y que no lo pensaría dos veces para convertirnos en su comida de mediodía si nos ve flotando en su estanque. Sin embargo, Muir dice que, sin lugar a dudas, esas criaturas son felices y llenan el lugar que les asignó la misma inteligencia que nos creó a todos nosotros. Por más fieros y crueles que nos parezcan, “estos grandes animales también son hermosos a los ojos del Creador”. No son deshonrosos, no son malos y se les cuida con la misma clase de ternura que a cualquier otra especie animal, pues son parte de su gran familia en la Tie-rra. De ahí que, como hermanos mayores que hemos logrado avanzar más que los demás, tenemos la responsabilidad del cuidado y preservación de los hermanos menos evolucionados, así como de la naturaleza, pues, ante la Creación, todos somos iguales.

Por otra parte, Edward Abbey, en su novela The Monkey Wrench Gang, pro-pone que tal vez hay lugares en la Tierra que no fueron hechos precisamen-te para nosotros. Hay planicies con muy buenos climas en donde podemos construir nuestros lujosos campos de golf, casas, centros comerciales, carre-teras y ciudades, pero como a veces queremos probarnos que todo lo pode-mos, anhelamos también conquistar las selvas, los pantanos y los desiertos.

Abbey nos cuestiona: “Si el desierto fue hecho para usted, ¿por qué es que hay tan poca agua?”. Es infinitamente más probable que el desierto haya sido hecho para los buitres, las serpientes y los cactus. Tal vez hay algunos lugares que fueron hechos sólo para algunos animales, y en lugar de querer hacer un campo de golf de lujo o un casino en el desierto, en la selva o en la orilla de un río, deberíamos usar más el sentido común y asentarlos en luga-res que impliquen menos dificultad técnica y menores recursos financieros. El pensar un poco así es lo que ha permitido a grandes organizaciones crear las más bellas reservas y parques ecológicos para animales.

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Existen otros grupos mucho más radicales. Tal es el caso de Earth First!, fun-dado por Dave Foreman, que hace unas décadas vestía de traje y corbata, y trabajaba en Washington, y ahora luce debajo de su camisa una playera negra con el símbolo de One Earth, que es la garra de un mono, y cuyo le-ma es “Sin negociación en la defensa de la madre Tierra”. El grupo ha ido creciendo por el oeste de los Estados Unidos y en todo el mundo por su imagen ruda. A estos activistas se les puede ver seguido en las noticias de la televisión, pues igual se acuestan frente a aplanadoras y taladoras que sabotean la construcción de autopistas. De hecho, uno de sus folletos con-tiene consejos para sabotaje o ecodefensa con tips o fórmulas, por ejemplo, para sabotear maquinaria pesada, “Mucho más efectiva que el azúcar”, y describe la cantidad precisa de ingredientes para arruinar el motor de una aplanadora en unos minutos.

O si acaso el gobierno construyó una pista de aviones en una zona silvestre, puede ir de noche y, si cubre la pista con abundante sal, los alces, venados y uapitíes harán su trabajo, dejando unos formidables hoyos que harán in-servible la pista en sólo un par de semanas.

En 1989, Foreman fue arrestado, acusado de confabularse para cortar unas líneas de energía. Aparentemente, un informante del FBI se había infiltra-do en Earth First!, pero esa gran publicidad en el juicio sólo le dio al grupo más fuerza que nunca. Tal vez por eso Foreman salía tan sonriente en todas las noticias sobre el procesamiento.

En 1961, Sir Julian Huxley fundó World Wildlife Foundation (Fundación Vi-da Silvestre). Huxley fue el primer director general de la UNESCO y viajó a África para reportar a esta organización las condiciones de la vida silvestre, luego de lo cual escribió artículos que alertaban sobre el ritmo al que se estaban destruyendo los hábitats y la caza desproporcionada de animales.

Otro iniciador de la WWF fue Victor Stolan, un hombre de negocios. A la fecha, esta organización ha dado su apoyo para crear muchas reservas ecológicas y muchas otras campañas. Cuenta con más de cinco millones de miembros en todo el globo y ha realizado más de once mil grandes proyectos para la conservación del medio ambiente en ciento treinta países del mundo.

En Canadá, David McTaggart, entre otras personas, fundó Greenpeace, en protesta a la detonación de una bomba nuclear en una isla de Alaska.

Con sede en Ámsterdam, oficinas en más de cuarenta y tres países, y al menos tres millones de miembros, es probablemente el organismo ecológico más popular del planeta y que ha logrado muchos avances en defensa del medio ambiente.

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Sin ser tan radical como el grupo de Foreman, también lleva a cabo accio-nes temerarias y a veces bastante increíbles. Tal vez algún día los hayas visto en el noticiario, pues sus activistas igual se encadenan a desechos nucleares para impedir que se transporten como escoltan e impiden a algún barco transportar desechos radiactivos.

Esta organización tiene como principio mantener su autonomía política y su independencia económica, sin aceptar donativos de gobiernos, empre-sas o partidos políticos, sino únicamente de personas comunes, conocidas como socios, quienes aportan cuotas voluntarias y reciben una publicación periódica de las acciones realizadas por el grupo.

Además, antes de realizar una denuncia, hacen investigaciones serias del problema y no sólo dan a conocer hechos que atenten contra la ecología, sino que siempre proponen soluciones viables.

Entre sus logros más importantes en México, tenemos:

• 1991. No permiten la entrada a México de un cargamento de quinien-tos treinta toneladas de desechos tóxicos provenientes de Inglaterra, con destino a San Luis Potosí.

• 1998. Impiden la construcción de un basurero nuclear en Sierra Blan-ca, en la frontera de los Estados Unidos con México.

• 2001. Consiguen que México ratifique el Convenio de Naciones Uni-das para la eliminación de ciertos contaminantes orgánicos persisten-tes, conocido como Convenio de Estocolmo.

• 2002. Logran la creación del santuario para ballenas en todos los mares mexicanos, después de quince años de luchas, peticiones y denuncias.

• 2003. Actúan contra la importación ilegal de delfines de las islas So-lomon.

• 2003. Evitan la instalación de un confinamiento de desechos peligro-sos en Tecali, Puebla.

• 2006. Frenan el proyecto privatizador de la isla de la Roqueta, en Acapulco, que consistía en crear un parque recreativo y un zoológico en esa importante zona, patrimonio natural de los acapulqueños y mexicanos.

• 2007. Logran la firma y ratificación por parte de México de diversos con-venios internacionales para la protección del ambiente: Convención de Estocolmo y de Basilea, y Protocolo de Kioto y de Cartagena, entre otros.

• 2007. El gobierno del Distrito Federal puso en marcha el Programa de Manejo Responsable de Pilas, propuesto tres años atrás.

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• 2007. En la campaña de bosques, lograron que la tala ilegal se convir-tiera en delito grave en el Estado de México.

• 2007. Promueven la restitución de la protección legal al ecosistema de manglar y que entrara en vigor una norma que regula la pesca de tiburones y rayas.

AnimaNaturalis es una organización fundada en 2002 por la mexicana Leo-nora Esquivel y el chileno Francisco Vázquez. Dicho grupo, con más de die-ciséis mil miembros, promueve los derechos de los animales. Se concentra en cuatro áreas que son las que más sufrimiento les causan: granjas indus-triales, uso de animales en laboratorios, producción de prendas de vestir e industria del entretenimiento.

Promueven también el vegetarianismo y cuentan con investigadores desde la nutrición hasta la tauromaquia, por lo que sus observaciones son bien fundadas.

Hace poco, vi las cuatro leyes básicas de ecología de una organización am-bientalista y me parecieron muy interesantes y ciertas para que la gente las conozca:

1. Todo sistema afectado afecta a todo lo demás

“Nunca podemos hacer solos una cosa”. Es lo que el biólogo Garret Hardin llama la primera ley de la ecología humana. El planeta funciona muy simi-larmente al cuerpo humano. Si el sistema respiratorio se afecta, termina afectando el cardiovascular, y viceversa; si el sistema urinario se altera, afec-ta a otros a su vez. La Tierra es igual. Si se afecta el aire, termina afectando el agua y la tierra, como lo vemos con la lluvia ácida. Si se afecta el agua, termina afectando la tierra y a sus habitantes. En resumen: todo está inter-conectado.

La pérdida de una especie base puede llevar a un descenso drástico o inclu-so a la extinción de otras especies que dependan de ella para ciertos servi-cios. Es un efecto dominó que se extiende por todo el ecosistema. Según el biólogo Edward O. Wilson, “la pérdida de una especie base es como un taladro que perforara accidentalmente una línea eléctrica: provocaría un apagón en toda la zona”.

En 1955, en Brunei, la malaria infectaba a nueve de cada diez personas. La Organización Mundial de la Salud (OMS) empezó a esparcir en la isla algo llamado dieldrín —un pariente del DDT— para matar a los mosquitos por-

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tadores de la malaria. El programa tuvo mucho éxito, pues la enfermedad casi fue erradicada. Sin embargo, sucedieron cosas inesperadas. El dieldrín mató también a otros insectos, como moscas y cucarachas. Poco después, unas pequeñas lagartijas que viven en las casas comenzaron a morir luego de atiborrarse de las moscas y cucarachas contaminadas con el compuesto. Todos los gatos de la isla comenzaron a morir, ya que se comían las lagarti-jas contaminadas. Al no haber gatos, las ratas invadieron los pueblos de la isla, y ante el peligro de la peste silvestre que se transmite por las pulgas de las ratas, la OMS lanzó gatos sanos en paracaídas para controlarlas. Poste-riormente, un tipo de orugas proliferó y se empezó a comer las plantas que formaban los techos de las casas. Así que en esos días se pudo ver: cómo se acabaron los insectos y la gente estaba feliz; luego, murieron las lagartijas y los gatos; invadieron las ratas; después, cayeron gatos del cielo en paracaí-das; para finalizar, las orugas se comieron los techos. Al final, todo se pudo medio controlar, pero este es sólo un ejemplo de que tenemos una mínima idea de cómo funciona la naturaleza.

2. Todo tiene que ir a algún sitio

Todos los desechos no biodegradables van a parar a algún sitio, y tarde o temprano ese sitio se va a llenar y habrá que buscar otros, que quedarán afectados indefinidamente.

Todos los desechos que se tiran a la basura o al desagüe igualmente van a ir a parar a algún sitio, sea un manto subterráneo o el mar.

3. La naturaleza es sabia

Biosfera 2. Una lección de humildad

En 1991, ocho científicos fueron aislados en Biosfera 2, una instalación de doscientos millones de dólares que fue diseñada para funcionar autónoma-mente, como inicio para probables futuras bases en la Luna u otros plane-tas. El sistema de 1.3 hectáreas se construyó en Arizona y disponía de varios ecosistemas, que incluían: un bosque lluvioso tropical, lagos, un desierto, arroyos, humedales de agua dulce y salada, y un miniocéano con un arreci-fe de coral. Contaba con más de cuatrocientas especies de plantas, animales y microorganismos seleccionados. Para mantener las funciones de los eco-sistemas, los habitantes obtenían su comida cultivando sus verduras y crian-

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do cabras, gallinas y peces. El plan inicial consistía en estar aislados por dos años, generando su alimento, respirando el aire producido en el sistema y bebiendo agua reciclada.

Pero se enfrentaron a muchos problemas no previstos. Primero, desapare-cieron misteriosamente 45 metros cúbicos de oxígeno y tuvieron que bom-bearlos de afuera para que no se ahogaran. Luego, los niveles de nitrógeno, carbono y CO2 se dispararon, y también tuvieron que ser controlados desde el exterior. Después, el exceso de CO2 aceleró el desarrollo de enredaderas que invadieron sus cultivos, el agua se contaminó, las aves tropicales des-aparecieron en la primera helada, hubo una invasión de hormigas, de cuca-rachas y de cigarras, diecinueve de las veinticinco especies de Biosfera 2 se extinguieron al mismo tiempo y antes de los dos años todos los insectos poli-nizadores se acabaron, condenando a correr la misma suerte a los vegetales.

Esta humillante experiencia, sin embargo, dejó una profunda enseñanza, al demostrarnos lo poco que sabemos de cómo funciona todo en conjunto. Doscientos millones de dólares no pudieron mantener tan solo dos años un apoyo vital para ocho personas. La Tierra lo hace todos los días para seis mil cien millones de personas y millones de otras especies sin costo alguno.

La naturaleza es sabia, más incluso que nosotros, pues tiene algunos millones de años más de experiencia. No deberíamos pensar que sabemos más que ella sólo porque hemos logrado controlar algunas cosas, como hacer presas y mejorar chícharos y pollos clonados. Mejor, debemos observar, aprender de ella y no luchar contra ella; hacer los ajustes en base a su funcionamiento y tratar de acercarnos lo más posible al flujo natural de las cosas.

Nosotros podremos manipular la naturaleza, pero los ajustes necesarios los hace ella desde un punto de vista más integral, tomando en cuenta todos los factores que nosotros no logramos ver. Cuando hay grandes ajustes, volvemos a quedar sólo como observadores.

Necesitamos a la Tierra, pero la Tierra no nos necesita a nosotros.

4. Nada es gratis

El automóvil nos cambió la vida: nos dio comodidades y nos permitió acor-tar distancias y conquistar tierras lejanas, pero a cambio tenemos lluvia ácida y un inquietante e irreversible calentamiento global.

Los nuevos detergentes son mucho más efectivos, pero a cambio tenemos lagos estériles, mares contaminados y desaparición de especies marinas.

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He incluido estos cuatro puntos, pues pienso que bien pueden ser la base para empezar a imaginar, planear y proponer todas las posibles soluciones para revertir los daños que le hemos ocasionado a nuestro planeta.

En este libro no se te sugieren acciones ecológicas que estén fuera de nues-tra realidad ni tampoco que impliquen gastos excesivos. Por el contrario, te sugerimos acciones prácticas que se puedan realizar inmediatamente en casa o en el trabajo, y que no impliquen gastos extra o que estos sean mí-nimos. Se ha visto que los grandes cambios muchas veces empiezan por in-dividuos aislados, con pequeñas acciones en los ámbitos personal o laboral, a los que poco a poco se van adhiriendo más personas y que resultan en cambios a gran escala, al sumar esfuerzos.

Una persona inteligente resuelve un problema, el sabio lo evita.

Albert Einstein

¿y yo qué puedo Hacer?

“Piensa globalmente, actúa localmente”. Este es el lema de la mayoría de los grupos ecologistas, y que se aplica perfectamente a cualquier persona que quiera hacer algo por su planeta.

Todos nosotros, los mexicanos, tenemos una gran tarea, y nos toca un po-co más complicada que a otros países, pues, por el nivel cultural más bajo, hay una gran mayoría de nuestros hermanos que todavía no logra siquiera respetar la regla básica de no tirar la basura en la calle.

Los que presento enseguida son ocho puntos que tú puedes seguir, inde-pendientemente de tu situación económica, tu lugar de residencia o tu nivel educativo. Como quien dice, no hay pretexto.

Después, expongo otros puntos para grupos o empresas, en los cuales sí influye el nivel económico actual, ya que implican gastos que no todos po-demos afrontar, pero que, si tienes esa posibilidad, sería fabuloso.

ocHo puntos ecológicos

1. Disminuye tu consumo de carbón

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a) Apaga luces y aparatos que no uses. Con la electricidad se aplica la frase ecológica: “Usa toda la que necesites, pero ni un minuto más”.

Cada minuto de energía eléctrica que utilizas es producto de la liberación de cierta cantidad de gas o CO2 a la atmósfera, pues la gran mayoría de las plantas generadoras de energía en nuestros países funcionan a base de va-por —que hay que calentarlo con petróleo o carbón— o de gas, y ya sabe-mos que ambos liberan CO2 y que, directa o indirectamente, contaminan, absorben calor y calientan el planeta.

El aparato que más electricidad consume en una casa es el refrigerador. Mantenlo en el nivel 4 o por debajo de la mitad —suficiente—, y trata de abrirlo la menor cantidad de veces posible. Si vas a adquirir un refrigerador nuevo, opta por los de bajo consumo.

b) Usa focos pequeños, de menos de 60 watts, y sólo para estudiar y leer usa otros más grandes, de 120, por ejemplo. Utiliza focos pequeños fluorescen-tes; son un poco más caros, pero gastan un cuarto de energía y duran diez veces más. Un foco fluorescente tiene una eficacia de energía de un 22 por ciento, comparado con el 5 por ciento de un foco convencional. Al cambiar un foco normal por uno fluorescente compacto de bajo consumo se ahorran entre quinientos y setecientos cincuenta dólares en sus diez años de vida. Por lo tanto, al cambiar unos veinticinco focos te ahorrarías entre quince mil y veinte mil dólares en ese lapso. Desafortunadamente, para 1998 en los Estados Unidos sólo el 9 por ciento de las casas tenía ese tipo de focos.

c) Son mucho más eficientes los calentadores de agua instantáneos, los cuales calientan el agua a su paso y se activan sólo cuando se precisan, sin necesidad de calentar grandes cantidades de agua que a veces no se utili-zan. Lo más reciente son los calentadores solares, que son muy eficientes, no contaminan y ayudan a ahorrar gas y dinero.

d) Apaga los pilotos de tu calentador y de tu estufa, y préndelos con cerillos nada más cuando los uses. Un calentador automático puede estar calen-tando el agua hasta dos o tres veces al día sin que nadie la use, y cada vez que se prende, automáticamente se libera CO2, y, además, se acaba tu gas.

e) Disminuye el uso de tu automóvil. Trata de caminar para distancias cortas o usa otros medios de transporte, como bicicleta. Mantén tu auto en buen estado, afinándolo periódicamente y conservando las llantas bien alinea-das y balanceadas. Los ecologistas recomiendan no comprar y usar carros que recorran menos de 14 kilómetros por litro de gasolina.

2. Disminuye tu liberación y uso de sustancias nocivas para el medio ambiente

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a) Usa detergentes con baja cantidad de fosfatos. Los primeros tenían sólo un 7 por ciento de fosfatos, mientras que los actuales contienen alrededor del 12 al 15 por ciento, que es muy elevado, aunque ya existen otros con cantidades bajas de menos del 0.5 por ciento.

Estudios recientes muestran que en México la mayoría de los detergentes y jabones usan fosfatos o derivados que son de muy difícil degradación, y con vidas medias largas.

Ya hay líneas completas de detergentes, limpiadores multiuso y productos para el hogar biodegradables. Es simplemente tomarse el tiempo de buscar estos productos por Internet, publicaciones o directorios ecológicos, y re-visar los componentes y generalidades del fabricante para verificar que en realidad sean productos biodegradables.

Para los más comprometidos, existen guías y fórmulas para fabricar jabones y limpiadores con productos naturales y biodegradables que se pueden en-contrar fácilmente en la red.

b) Usa jabones de tocador sin tantos compuestos. Revisa los componentes. Los más sencillos, como el de manzanilla, son, además, excelentes para la piel. Lo mismo se aplica al champú. Lee los compuestos. Mientras menos tengan y más naturales sean, dañarán menos el medio ambiente y serán más saludables para tu cabello.

c) Evita usar productos de limpieza a base de cloro y cáusticos, como la ma-yoría de los limpiahornos y limpiadores de cocina y baño. Muchas veces se obtienen los mismos resultados usando agua oxigenada, vinagre, limón o bicarbonato sódico junto con jabón. Recuerda que todos esos químicos van a parar a alguna parte.

d) Reduce el uso y liberación de CFC, mantén tu refrigerador en buen es-tado, no utilices en lo posible aerosoles y evita a toda costa el unicel en platos y vasos, pues en su fabricación se utilizan grandes cantidades de CFS y, además, son no biodegradables y tienen vidas medias muy largas.

Existen alternativas mucho mejores desde cualquier punto de vista: vidrio, cartón reciclado y, actualmente, las más nuevas opciones son vasos, platos y recipientes derivados de la fécula de maíz, bambú y cáscara de caña, que son totalmente biodegradables. Sirven incluso de abono y no se liberan sustancias nocivas en su fabricación.

En muchas ciudades de Europa y algunas en los Estados Unidos ya se ha prohibido definitivamente el unicel, sustituyéndolo por vajillas convencio-nales, cartón y otros materiales reciclables. Normalmente, el 85 por ciento de la población acepta las medidas.

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e) Evita comprar productos en envases de plástico —si los adquieres, que sean reciclables— y opta mejor por envases de vidrio o metálicos.

Por desgracia, las dos principales compañías refresqueras del mundo, al pare-cer, no están preocupadas en lo más mínimo por el problema; si lo estuvieran, no competirían por ver quién saca el mejor envase no retornable de plástico.

Si sólo usaran envases retornables de vidrio o de plástico se dejaría de generar y tirar una cantidad impresionante del material, pues aunque algunos envases se lleguen a reciclar, sobre todo en países desarrollados, en países tercermun-distas van directo a los basureros. Además, para reciclar el plástico se necesita maquinaria especial y esa maquinaria también usa combustible y genera CO2.

f) Evita, cuando vayas al supermercado, llevarte todas las bolsas de plástico que puedas; eso aumenta la demanda y producción de plástico. La mejor opción es usar una bolsa de mercado de tela o de nylon de larga duración.

g) Si tienes un negocio, usa bolsas y platos de cartón reciclables para tus productos. Promueve el uso, por ejemplo, de termos o tazas reutilizables en cafeterías y restaurantes, en lugar de desechables.

h) Consume sólo cuadernos, hojas y papel que sean reciclables. Ya existen varias compañías en México que los venden. Trata de usar la menor canti-dad de papel. En algunas compañías se fomenta la reutilización de las hojas por la cara no usada para nuevas impresiones, así como el ahorro de papel al máximo posible en publicidad y avisos, con el uso del correo electrónico. Esto es usar al mínimo y aprovechar al máximo.

i) Evita comprar insecticidas que contengan DDT (diclorodifeniltricloroeta-no) y DDVP. Ya existen también líneas de insecticidas y herbicidas orgáni-cos, como los derivados de piretrinas o piretroides —que se obtienen de la flor del cempasúchil—, o algunas con otros productos naturales, y cuida que no vengan en aerosol.

j) Si tienes que tirar residuos que no se degradan o que se degradan muy lentamente, como pinturas, aceites o algún tipo de corrosivo, ve a una car-pintería a que te vendan o te regalen unos kilos de aserrín, colócalo en una bolsa y vierte allí la sustancia. El aserrín absorbe la sustancia y se hace una es-pecie de masa que después se puede enterrar. Al hacerlo, en lugar de vaciar estas sustancias en el desagüe, estás evitando que lleguen a un río o al mar, y en la tierra permanecen unidas al aserrín, impidiendo que se filtren a las corrientes subterráneas y dando tiempo a que se desintegren poco a poco.

k) Las pilas contienen mercurio, que es muy tóxico y que puede filtrarse en la tierra cuando las tiras. Una sola de esas pilas tiene la facultad de conta-minar seiscientos mil litros de agua.

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Compra un cargador de baterías. Así puedes usar tus baterías una y otra vez. Busca baterías recargables que tengan cadmio, ya que duran más que las que tienen mercurio.

Cuando ya no sirvan, deposítalas en contenedores especiales, colocados ya en algunos supermercados.

3. Reduce tu consumo de agua

Al igual que con la electricidad: “Usa toda la que necesites, pero ni una gota más”.

Reutiliza el agua

a) Cambia tu regadera por una de alta presión, gastan menos agua y abar-can más área, además traen un seguro que las cierra mientras te enjabonas.

Una regadera normal gasta un promedio de ¡veinte litros por minuto!

b) Otras dos excelentes medidas son que tengas una cubeta de boca ancha en tu baño y que la pongas bajo la regadera mientras sale el agua calien-te, y la otra es ponerte la cubeta o balde inmediatamente por delante de ti mientras te bañas. El juego ahora es tratar de que caiga toda el agua

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posible en la cubeta. Esa agua, con un poco jabón y agregándole un aro-matizante de pino, sirve para varias descargas del inodoro. Por así decirlo, estás reciclando y reutilizando agua, pues te encuentras usando la misma cantidad de agua varias veces para diferentes propósitos.

En un solo baño se puede llegar a llenar una cubeta de quince litros con agua y un poco de jabón, pero que sirve perfectamente para dos o tres descargas directas al inodoro. Con un promedio de baño de cuatro perso-nas diarias, daría un ahorro de sesenta litros diarios, que en un año sería un ahorro de doce mil seiscientos litros. Al tomar esta medida, evitas que se percuda el inodoro, lo mantienes siempre limpio y, lo más importante, ahorras una gran cantidad de agua.

c) Verifica de cuántos litros es la caja de tu inodoro. El 40 por ciento del con-sumo de agua del hogar se usa para jalar la palanca del inodoro. Los anti-guos eran de quince litros, pero los nuevos son de cinco. Si puedes, cámbialo por uno nuevo, y si no, regula la bomba hasta el nivel más bajo posible, y si aún así gasta mucha, puedes incluso meter en la caja del agua una botella de plástico cerrada llena de piedras —que no intervenga con el mecanis-mo del desagüe— para que cubra el espacio que normalmente ocuparía el agua. Esto reducirá aproximadamente entre dos y cuatro litros en cada descarga. ¡Ah!, y no uses el inodoro para tirar basura; para eso son los botes.

Localiza y evita fugas de agua

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d) Verifica que no haya fugas en tu casa; un lugar muy común es el inodoro. Echa un chorrito de colorante vegetal rojo a la caja del agua. Si el agua de la taza empieza a pintarse de rojo, quiere decir que hay una pequeña fu-ga, pero que, sumándola constantemente, significa un gran desperdicio de agua. Repárala y reporta cualquier otra fuga de tu casa o de la calle.

Una pequeña fuga a goteo continuo puede desperdiciar hasta un litro de agua por hora. Y a veces vemos fugas en la calle que llevan semanas o meses. En con-clusión, no tenemos que esperar a que una fuga esté dentro de nuestra propie-dad para reportarla, pues ya vimos que el agua es muy poca y que es de todos.

Investiga el número telefónico para reportar fugas cerca de tu casa y tenlo a la mano para cuando veas alguna.

e) Busca la forma de ahorrar agua mientras lavas los trastos, para rasurarte, lavarte los dientes, etcétera.

f) Los automóviles y los patios de las casas no crecen como las plantas. ¡Lá-valos! No lo riegues con la manguera. Usa dos cubetas de agua, que son más que suficientes.

4. Recicla y separa tu basura

Se trata, en serio, de que pongamos en práctica la consigna de las cuatro eres: rechazar —no utilizar—, reducir, reutilizar y reciclar, en este orden de importancia.

Tanto la prevención de la contaminación como la limpieza son necesarias, pe-ro los expertos en medio ambiente, así como algunos economistas, nos invi-tan a dar mayor importancia a la prevención, pues funciona mejor y es más barata que la limpieza. Sin embargo, actualmente, en los Estados Unidos y la mayoría de los países desarrollados, el 99 por ciento del gasto para el medio ambiente se canaliza en la limpieza y el 1 por ciento restante, en la prevención.

Cada ciudadano genera en término medio un kilo de basura al día —tres-cientos sesenta y cinco kilos al año—. Buena parte de esa basura —60 por ciento del volumen y 33 por ciento del peso— lo constituyen envases y em-balajes, normalmente fabricados a partir de materias primas no renovables, o si son renovables, se están explotando a un ritmo superior al de su gene-ración —por ejemplo, la madera para fabricación de celulosa para papel—.

Consume conscientemente, consume menos. Es necesario reducir la deman-da de productos totalmente innecesarios, ya que la gran mayoría termina siendo un residuo difícilmente degradable.

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Rechaza los productos de usar y tirar. Elige aquellos duraderos, reutiliza-bles, reparables con facilidad y hechos de materiales reciclados o reciclables.

Reciclar quiere decir usar varias veces los mismos materiales —tú u otra per-sona—, cuidar las cosas y no desperdiciar.

Por ejemplo, el metal, el vidrio y el papel son los materiales reciclables más comunes.

En 1986, Dinamarca impuso un impuesto sobre muchos tipos de residuos sólidos que la gente tiraba a la basura para promover la reutilización y el reciclado. Al año siguiente, la generación de residuos domésticos cayó un 18 por ciento. Hacia 1996, el país había reducido la cantidad de residuos al 26 por ciento y la tasa global de reciclado aumentó un 61 por ciento.

Biodegradable es cualquier sustancia que se logra incorporar a los ciclos naturales y vuelve a formar parte del suelo. El metal, el vidrio y el papel son biodegradables; el plástico no lo es. Lo mejor que se puede hacer con él es reciclar lo máximo posible y evitar su producción y consumo.

a) Ecológicamente, lo ideal sería tener cuatro botes de basura: dos dentro de tu cocina para basura orgánica e inorgánica, y otros dos en tu cuarto de lavado o atrás de tu casa, el tercero para envases de vidrio y plástico en bol-sas separadas, y el cuarto para latas y botes de metal. En otro lugar, puedes tener una canastilla para colocar pilas de papel, periódico y cartón.

Si no empiezan a separar y reciclar la basura tú y tu familia ahora, ¿cómo esperas que se les haga un hábito a ti y a tus hijos? ¿Cuándo lo harás? ¿En el momento en que pongan la primera planta de reciclaje cerca de tu casa?

En Alemania y muchos países europeos, toda la gente separa su basura y hay grandes plantas de reciclaje. En México ha habido programas de reci-claje, pero se han tenido que abandonar por falta de interés y hábitos de la gente, y la gente la forma uno, más, muchos más.

Los plásticos tardan varios cientos de años en degradarse, y si se que-man, liberan mucho CO2. Uno de los más nocivos es el PVC; desde su fabricación, libera muchos gases tóxicos. En Bielefeld, Alemania, el PVC ha dejado de utilizarse en los edificios públicos. El 90 por ciento del PVC de suelos, ventanas, rodapiés, barandillas, cierres de puertas y ventanas, persianas, tuberías, cañerías, tejados, paredes y recubrimientos de ca-bles ha sido sustituido. Los sustitutos son, entre otros, madera, cerámica, metales, linóleo y arcilla.

Desafortunadamente, en la mayoría de los países el precio del petróleo permite que el precio de las resinas vírgenes sea más barato que las resinas recicladas, lo que hace que haya poco interés en el reciclaje.

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Otros de los más comunes son los briks, aquellos envases semirrígidos que conocemos, que traen una capa de aluminio por dentro y cartón delgado por fuera. Utilizan capas de celulosa, aluminio y plástico —polietileno—. Se utilizan para envases de leche, jugos, salsas, etcétera. Para su fabricación se utilizan materiales no renovables: aluminio y petróleo. La pasta de celulosa viaja desde Escandinavia y la bauxita, desde Brasil. En México sólo se recicla aproximadamente el 20 por ciento de estos envases por la dificultad de se-parar el aluminio del cartón.

En México, los envases fabricados con PET (tereftalato de polietileno) son de los más comunes y se utilizan, en su mayoría, en refrescos. Ya existen empresas que se dedican a la recolección y reutilización de la resina PET, aunque en territorio mexicano el reciclaje es apenas del 20 por ciento. Además, no hay que olvidar que para reciclar el plástico, recolectar, moler y fundir se utiliza transporte y maquinaria, y ellos tam-bién emiten CO2.

En cuanto al metal, la mayoría de las latas son hechas de aluminio, que se extrae de la bauxita de Brasil, para lo cual se destrozan miles de kilómetros cuadrados de selva amazónica y otros espacios importantes del planeta. Pa-ra obtener sólo una tonelada se gastan 15 000 kWh de energía, trescientos mil litros de agua y su respectiva liberación de CO2. Por eso es tan impor-tante reciclar el aluminio.

Cuando se realiza este proceso se produce una disminución del 95 por ciento en la contaminación del aire y del 97 en la contaminación del agua, y requiere un 97 por ciento menos de energía que en la extracción de una mina.

Cuando deseches envases de vidrio o latas, enjuágalas y guárdalas, ya que después se pueden llevar a un centro de reciclaje o incluso venderlas.

El vidrio, por su parte, ha demostrado ser muy útil para almacenar alimen-tos y sustancias, y es totalmente reciclable. Este proceso es la mejor opción. El problema es que han sido sustituidos por envases no retornables, un verdadero desperdicio de dinero y energía, ya que un mismo envase puede servir hasta cincuenta veces.

Compra envases retornables. Si no los son, guárdalos y llévalos a centros de acopio. Estudios de dos grandes refresqueras demuestran que las botellas retornables cuestan un tercio menos; sin embargo, aunque en 1964 el 89 por ciento de los refrescos y el 50 de las cervezas se vendían en los Estados Unidos en botellas retornables, para 1997 tales botellas representaban sólo el 7 por ciento. En otros países, como Finlandia, el 95 por ciento de las bebi-das se venden en botellas retornables, y en Alemania, el 73.

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Reduce, Recicla, Reutiliza

Estas son las recomendaciones en cuanto al uso del papel.

a) Guarda todo el periódico, papel y cartón que puedas, deshaciendo las ca-jas y acomodándolas en forma de hojas. Cuando tengas suficiente, puedes venderlo a un depósito o regalarlo a una escuela.

b) Compra cuadernos, libros y papel reciclables. Es fácil de distinguir, pues el papel no es tan blanco como el normal. Tan solo si se reciclaran los perió-dicos del domingo en los Estados Unidos se podrían ahorrar quinientos mil árboles a la semana, se economizaría energía y se liberarían menos conta-minantes.

c) Sugiere y promueve que en tu escuela o en tu trabajo se organicen cen-tros de acopio de periódico, latas y envases de vidrio o de plástico. Muchas escuelas habitualmente lo hacen. Todo el material que se recolecta por los alumnos es vendido y con el dinero obtenido se pueden organizar excur-siones, campamentos, rifas, viajes, fiestas o diferentes proyectos. En los es-tacionamientos de algunas compañías se han colocado depósitos para la recolección de envases de plástico, aluminio, metal y papel. Sus empleados colocan en ellos su basura al llegar al trabajo y promueven así el reciclado.

d) Elabora composta a baja escala. Cada persona tira aproximadamente quinientos cuarenta kilos de basura orgánica al año. Si tienes un lugar en tu jardín, separado de la cocina y de tu casa, puedes, con la basura orgánica,

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elaborar composta —que es abono natural— con tu basura de origen orgánico: cáscaras de vegetales y frutas, pan, restos de comida, pasto, madera, etcétera.

Pica tu basura orgánica en cuadritos y ve almacenándolos en un montón en un lugar donde le dé sol y sombra en partes iguales —no pongas carne ni aceites—.

Dos veces a la semana, mezcla tu montón para que se ventile. A las tres o cuatro semanas, verás que la basura ya no es reconocible, pues se habrá puesto toda negra. Las bacterias han hecho su parte del trabajo. A ti te toca abonar medio kilo de composta por cada metro cuadrado de jardín. Es un abono excelente.

Una receta ultrarrápida es colocar todos los residuos orgánicos picados en la licuadora con un poco de agua, molerlos y colocar esa mezcla en macetas o al pie de algún árbol.

Si no cuentas con suficiente espacio para esta opción, simplemente separa tu basura orgánica.

A gran escala, la elaboración de composta presenta un inconveniente, que son los olores, pero que se pueden disminuir elaborándola en lugares cerra-dos, producirla cerca de los tiraderos existentes o descomponer los residuos en recintos metálicos en donde se tenga control del oxígeno y la tempe-ratura —técnica que se ha utilizado con éxito durante veinte años en los Países Bajos—.

5. Cuida las plantas y árboles, y reforesta

Hay varios lugares, como parques, viveros y delegaciones, en donde te regalan árboles para plantar. Planifícalo. Si quieres plantar muchos ár-boles, investiga qué zonas por tu casa necesitan reforestarse y ve por los árboles para plantarlos antes de que empiece la temporada de llu-vias. Si sólo quieres plantar unos cuantos cerca de tu casa, en donde los puedas regar, no importa la temporada; investiga que de preferencia sean plantas o árboles nativos de la región, ya que eso les dará un mejor pronóstico para su supervivencia. Tómalo como un pasatiempo y en-seña a tus hijos a respetar la vida vegetal. Se ha comprobado que una persona siempre respeta y cuida un árbol que ella misma plantó y que su respeto por la naturaleza aumenta. Si tienes que tirar un árbol por alguna razón, planta al menos cinco.

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Reforesta

Existe una planta originaria de la India y Birmania, de la familia de la caoba, que se llama acederaque, que se ha usado en otros países y es ideal para reforestar: alcanza su madurez entre los cinco y siete años; crece bien en los terrenos pobres semiáridos, como los de África; proporciona abundante madera para combustible y para la construcción; contienen varios plaguici-das naturales; las sustancias químicas de sus hojas repelen o matan a más de doscientas especies de insectos; y los extractos de sus semillas tienen propiedades antibacterianas, antivirales y antimicóticas —en su lugar de origen, el árbol es llamado la farmacia del pueblo—, además de otros be-neficios.

6. Cuida los animales y respeta las especies prohibidas

a) Respeta a los animales y cuida y educa a tus mascotas para mantener limpia tu ciudad. Si sales a pasear a tu perro, lleva bolsas para recoger sus desechos.

b) Evita comprar ropa y zapatos con pieles de animales en peligro de extin-ción, como víboras, zorro, visón, etcétera. El hacerlo actualmente es sólo un signo de ignorancia.

Podemos usar muy buena ropa y zapatos de piel proveniente de las reses y cerdos, que son los mismos que usamos para comer.

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c) Evita asistir al circo o a zoológicos en donde todavía tienen aprisiona-dos a los animales en pequeñas jaulas o los maltratan al entrenarlos, y explícales a tus hijos por qué está mal tenerlos así. Al no asistir a estos espectáculos, promueves su desaparición y evitas el maltrato y el tráfico ilegal de animales.

d) Denuncia a quien venda o comercie con especies prohibidas, y no fomen-tes la venta de las que están en peligro de extinción. Si usáramos un poco el sentido común, veríamos que los únicos que deberían convivir con el hu-mano son los perros, los gatos, los caballos y los animales de carga; todos los demás deberían vivir en libertad, como los pericos y toda clase de aves; demás felinos, como tigres y leones; y cualquier clase de animales exóticos.

e) Si vemos a un perro callejero, contamos con varias posibilidades. Si tienes los medios, puedes llevarlo a un albergue, donde te piden una pequeña cantidad de dinero y alimento; ten por seguro que para ellos eso es mejor a que llames a la perrera o a que los envenenen. Otra opción es que si quieres una mascota y no tienes ninguna, adoptes a uno de estos perros. A veces resultan ser igual o más inteligentes y cariñosos que los perros de raza.

f) Por último, simplemente respeta a los animales más débiles y menos in-teligentes que el hombre. Recuerda que ser más capaces y tener más poder para crear y modificar nuestro entorno no nos da el derecho de abusar de ellos; más bien deberíamos hacernos responsables de su bienestar y de que nuestras acciones no los afecten.

7. Usa materiales biodegradables

Ya hay en México varias empresas que venden papel y cartón reciclable, así como limpiadores y otros productos biodegradables. Investiga y úsalos. Al-gunos son más baratos y con su uso contribuyes a la preservación del medio ambiente.

8. Ejerce presión y aporta nuevas ideas

a) Haz cartas, junto con tus vecinos, dirigidas hacia las autoridades de tu ciudad, municipio o colonia para mejorar tu ambiente: construir y colocar de-pósitos para reciclar vidrio, latas y envases de plástico, o para composta; or-ganizar la limpieza de un río o la reforestación de un cerro; o para denunciar a una fábrica que contamina, etcétera. Las posibilidades son muy variadas.

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b) Recuerda que no basta con tener excelentes ideas. Si no las llevas a la práctica o por lo menos lo intentas, no valen nada; es como si no existieran. ¡Hazlo ahora!, de verdad. Son necesarias las personas que aporten nuevas ideas y que el gobierno vea que la gente sí se preocupa por su medio am-biente.

El futuro de los productos, sustancias y proyectos ecológicos es muy gran-de. Si tienes alguna buena idea sobre algún producto o método ecológico, busca la forma de llevarlo a la práctica.

c) Puedes también informarte con algunos grupos ecologistas sobre activi-dades alternativas para proteger el medio ambiente.

puntos ecológicos avanzados

Estos puntos implican un gasto considerablemente mayor y podrían ser aplicados a empresas o grupos mayores.

Reducción del uso de carbón

a) Existen ya en México compañías que comercializan desde sistemas de apagado automático para empresas que inactivan luces y aparatos si de-tectan que no hay personas usándolos; otros de fibra óptica para luz solar, que captan la luz y la llevan a interiores para iluminación; y sistemas de ais-lamiento para ventanas y puertas que evitan el escape del calor en invierno y la entrada del aire cálido en verano, con lo que se logran grandes ahorros en el uso de energía para calefacción y aire acondicionado, como paneles solares para suministro de energía eléctrica, hasta miniplantas para reutili-zación de aguas grises y baños ecológicos.

b) Sería conveniente que los vehículos de tu empresa usen gas o gasolina sin plomo, y trata de cambiar su convertidor catalítico cada tres años.

Ya se comercializan también carros eléctricos pequeños que algunas com-pañías utilizan para funciones de reparto en la ciudad, así como para uso interno, con muy buenos resultados.

c) Investiga qué tipo de emisiones y desechos libera tu fábrica, adónde van a parar y qué alternativas hay para evitar esto. Ya existen varios programas de certificaciones ambientales y verdes para empresas, como las ISO 14000 y 14001, o las normas NOM. Ver qué impacto tiene una empresa en el medio

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ambiente y ponerle solución ya no es una alternativa, es una necesidad y una responsabilidad para un verdadero empresario.

d) Estudios demuestran que con el uso creciente de Internet se ahorra ener-gía, desde el transporte de empleados que ahora trabajan más en casa —al ahorrar energía para hacer llegar el producto a los consumidores— hasta reducir el uso de papel y materiales para publicidad y correspondencia.

e) Fomentar la cercanía de los trabajadores a su lugar de trabajo evita la contaminación por el transporte, así como promover los transportes utilita-rios y la creación de una conciencia ecológica entre los empleados de una empresa.

Disminución del uso y liberación de sustancias nocivas

a) La utilización de refrigeradores que no usan CFC, como el que comercia-liza Greenpeace, llamado Green frezze, que reemplaza con una mezcla de hidrocarburos simples —propano y butano— los CFC, HCFC —destructores de la capa de ozono— y HFC —gases de cambio climático—, va camino a imponerse en el mercado de la refrigeración europeo, y en especial en el alemán, donde los mayores fabricantes —Bosch-Siemens, Liebherr, AEG y Foron— dispondrán esta tecnología en la mayor parte de sus frigoríficos.

b) Algunas compañías, como Hughes Aircraft, y AT&T, utilizan ahora para limpiar los teclados de computadora y los circuitos disolventes a base de cí-tricos obtenidos del limón, melocotón y ciruela. Desde 1992, Xerox ha estado alquilando la mayoría de sus copiadoras. Cuando el contrato expira, recupe-ra la máquina para reutilizarla o volver a fabricarla. Las máquinas están dise-ñadas para utilizar papel reciclado, son eficientes energéticamente, emiten poco ruido, calor y ozono, y producen escasos químicos de fotocopiadoras.

Carrier, el mayor fabricante del mundo de equipos de aire acondicionado, ahora vende contratos para proporcionar calefacción y aire acondicionado. Asociado con otras compañías, instala ventanas gigantes súper aisladas e iluminación más eficiente, reduciendo las necesidades de calefacción y re-frigeración de sus clientes. La empresa gana más dinero haciendo esto, al tener que instalar menos o ningún equipo.

Otras compañías químicas, como Dow, están haciendo espectaculares ne-gocios, alquilando disolventes orgánicos. La firma suministra los químicos, ayuda al cliente a establecer un sistema de recuperación, se lleva los quími-cos recuperados —los cuales recicla y reutiliza, o vende a otras compañías— y suministra nuevos químicos cuando es necesario.

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c) Existen varias opciones para la reutilización de agua y desechos, desde miniplantas de tratamiento de agua para empresas, sistemas de degrada-ción bacteriana —el agua del baño va pasando por varios depósitos y las bacterias la descomponen, obteniendo otra vez agua pura— y sistemas en seco, en los que se separa la orina de los desechos orgánicos, hasta biodi-gestores, en donde los desechos orgánicos se colocan en un contenedor y el metano que producen se reutiliza como gas para combustible.

d) Elaboración de composta a gran escala. En algunas compañías de los Países Bajos, se elabora composta en contenedores especiales, a partir de los desechos de sus comedores, que sirve después para abonar sus jardines.

Reduce tu consumo de agua

a) Coloca una instalación para aguas grises; esto es: se coloca una nueva co-nexión proveniente del agua de las regaderas, los lavabos y los fregaderos, que va a dar a un tanque o depósito. Extraída con una bomba, esta agua aun con un poco de jabón sirve perfectamente para regar los jardines.

b) Coloca una instalación en tu casa o empresa para captar el agua de las lluvias por medio de un sistema colector que puede ser con un tipo de me-dias tuberías en las áreas con declives, y que se puede almacenar o ir a dar al mismo depósito de las aguas grises mencionadas anteriormente.

c) Instala llaves y regaderas a presión. También existe una especie de man-guera con un botón que la abre para lavar los trastos, y para rasurarte, al oprimir el botón sale el agua a presión.

Si logras realizar las medidas de reducción de agua de los primeros ocho puntos estarás ahorrando y reutilizando aproximadamente el 85 por ciento del agua que utilizabas antes.

Cuida a los animales y especies prohibidas

a) Si hay alguna perra callejera por tu casa, dale una oportunidad y llévala a un albergue en donde incluso la pueden esterilizar, en lugar de que se la lleve la perrera para sacrificarla. Sólo te piden una cuota y alimento para canes. Puedes igualmente donar dinero o alimento para animales a estos albergues. Ten por seguro que será muy bien recibido.

b) Evita la compra de animales en peligro de extinción.

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Usa materiales biodegradables

a) Si tienes una compañía, hay muchos productos reciclables que puedes usar, como papel y cartuchos para impresoras. Por ejemplo, los directorios telefónicos del país son reciclables.

En España, en el año 2004, se inició, por iniciativa de Greenpeace, el pro-yecto “Amigos de los bosques”, que lanzó el último libro de Isabel Allende con papel totalmente reciclado. A dicho proyecto se sumaron otras decenas de autores y pretende comprometer a la industria editorial en el respeto a los bosques, incrementando el reciclaje de papel y el uso de maderas de bosques no primarios. Hasta la fecha, ochenta y tres editoriales en Canadá y Europa están trabajando en el proyecto.

Libros Amigos de los bosques funciona en Canadá, el Reino Unido, España, Italia, Francia, Bélgica, Holanda y Alemania.

Cerca de cien autores de todo el mundo apoyan el proyecto, como Günter Grass, J. K. Rowling —cuya última edición de Harry Potter en inglés ha sido impresa en papel Amigos de los bosques— y Margaret Atwood. Más de 4.5 millones de libros han sido impresos en dicho papel.

b) Evita el correo basura, tanto al enviarlo para empresas y negocios como recibirlo de bancos y propaganda. Mucha de esa publicidad se puede enviar y recibir ahora por Internet. Si utilizas mucho papel, investiga opciones. En los Estados Unidos y otros países se empieza a usar la fibra de una planta leñosa y anual de rápido crecimiento, llamada kenaf. Es una planta pareci-da al bambú, que crece cuatro o cinco metros en sólo seis meses, en compa-ración con los diez a sesenta años que necesita un pino. De esta forma, se evita la tala innecesaria de árboles.

Trata de reducir al máximo el consumo de productos que no se pueden reciclar y reutilizar, como plásticos no degradables, unicel, químicos y corro-sivos. Busca alternativas.

c) Compra para tu empresa y hogar productos biodegradables y reciclables.

Ejerce presión

Los individuos cuentan. La antropóloga Margaret Mead nos dice: “No du-des jamás de que un pequeño grupo de ciudadanos conscientes y compro-metidos puede cambiar el mundo”.

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Ecología para el rescate de la Tierra

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La historia nos ha mostrado que los cambios importantes se producen de abajo arriba, no de arriba abajo. Si no hubiera habido cambios iniciados por pequeños grupos de personas comprometidas con la ecología, hoy en día nos encontraríamos con aire y agua más contaminados, con agujeros de ozono más grandes y tendríamos muchas más especies extintas.

a) Si eres empresario, puedes apoyar la investigación sobre nuevos produc-tos y proyectos ecológicos en institutos y universidades, así como concursos para fomentar su creación y desarrollo.

b) Puedes crear grupos ecológicos con otros empresarios para investigar el impacto de sus compañías en tu medio ambiente y sus alternativas. Asimis-mo, investiga cuáles de las materias primas que utilizas se pueden reutilizar y reciclar, e incluso sustituir, ya que puede significar un gran ahorro. Infor-ma a otros empresarios de estas opciones.

c) Poca gente se da cuenta del gran potencial que existe en México para las empresas y proyectos ecológicos. En países como Alemania, Suecia y Noruega existen gigantescas plantas de reciclado de materia prima tales como plástico, vidrio, papel y metal. También va en aumento el número de compañías que comercializan con energía solar y eólica. Asimismo, están aquellas que comercian con productos ecológicos y reciclables. Han crecido rápidamente, pues dentro de poco tiempo la gente que está tomando con-ciencia buscará sólo este tipo de productos.

En 1994, Paul Hawken, un hombre de negocios, publicó The Ecology of Com-merce (La ecología del comercio), con gran éxito, en donde explica cómo puede una empresa ser ecológica, sostenible, contaminar menos y ahorrar más, ade-más de cómo se puede llevar a cabo una transición mundial a mediano plazo para mejorar el medio ambiente mundial, en donde las compañías y países que no inviertan en un futuro verde y ecológico serán compañías y países sin futuro.

La regla de oro de Hawken es: “Deja un mundo mejor que el que te en-cuentres, no tomes más de lo que necesites, trata de no perjudicar la vida o el medio ambiente, y ponle remedio si lo haces”.

d) Puedes igualmente ejercer presión al gobierno y las autoridades por me-dio de asociaciones.

e) Y muy importante: haz que tus empleados sepan lo básico de su medio ambiente y ecología, y las medidas que tomará tu empresa para mejorar el entorno.

f ) En las escuelas, el potencial es inmenso, pues el impacto no sólo es en los alumnos, sino en los padres de familia, en los empleados y en los maestros, que pueden continuar difundiendo una conciencia ecológica en los grupos que tendrán en el futuro.

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conclusión

Ojalá puedas hacer que en tu casa entiendan perfectamente cómo es-tamos afectando al medio ambiente y al planeta, y si puedes extender esta información más allá de tu familia, a amigos y conocidos, sería muy bueno. No estoy diciendo que promociones este libro ni tampoco que vayas como inspector de casa en casa para ver si ya reciclan su basura o qué detergente usan, simplemente explícales lo que ahora sabes y dales opciones.

Tal vez quieras dejarles a tus hijos una empresa, un negocio o algún pa-trimonio para asegurar su futuro, pero también, tal vez también quieras dejarles un planeta en donde ellos puedan encontrar todavía un cielo azul, un campo verde para jugar y un río en donde aún nadar.

Una acción puede ser desde tomar una decisión desde un alto puesto gu-bernamental para impulsar la introducción de carros híbridos y fomentar la investigación de energía solar a gran escala hasta decidir el día de hoy ir caminando a la tienda en lugar de ir en el carro.

Los humanos, como familia, hemos demostrado que en situaciones particularmente difíciles, como terremotos, inundaciones, explosiones y guerras, mostramos capacidades, ingenio, solidaridad y hermandad para resolver problemas que muchas veces nos asombran a nosotros mismos.

Desafortunadamente, la mayoría de las veces nada más son estas dolorosas o difíciles situaciones las que hacen despertar nuestra mejor parte, nues-tros mejores sentimientos y cualidades, el deseo de cooperación y de ayuda al prójimo sin importar razas, credos ni nacionalidades.

Estos son años de cambios, y tengo la certeza de que juntos, hoy, podemos retomar el camino correcto y hacer de este planeta el hogar más bello y armonioso que hayamos conocido, pero para hacerlo necesitamos trabajar juntos, teniendo la confianza y la fe de que nuestro esfuerzos serán recom-pensados.

Y lo último que quiero pedirte es que hagas lo que sea, pero ¡haz algo! Re-cuerda que la diferencia en un vaso que se derrama es sólo una gota de agua.

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Gracias. Sé que cuento contigo.

Sólo cuando se haya cortado el último árbol, envenenado el último río y pescado el último pez, el hombre se dará cuenta de que no puede co-merse el dinero.

Profecía hindú

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directorio ecológico internacional y sitios de interés

1. Greenpeace

http://www.greenpeace.org/international/

2. World Wildlife Foundation

http://www.panda.org/

http://www.wwf.org/

3. Earth First!

http://www.earthfirstjournal.org

4. AnimaNaturalis México

http://www.animanaturalis.org/index.php

5. Amigos de la Tierra

http://www.tierra.org/

http://www.amigosdelatierra.org.ar/

6. Friends of the Earth

http://www.foe.org/

7. La Reserva

http://www.lareserva.com

8. La Onda Verde. Web ecológica en Latinoamérica

http://www.nrdc.org/laondaverde/

9. Pronatura

http://www.pronatura.org.mx

10. Página de la NASA de seguimiento del agujero de ozono

http://ozonewatch.gsfc.nasa.gov/

11. Academia de Ciencias de California. Uno de los edificios más ecológicos

http://www.calacademy.org/academy/building/

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Ecología para el rescate de la Tierra

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organizaciones en pro de los animales (videos y links para concientizar)

Animales maltratados por la industria del vestido

1. Pieles a precio de sacrificio…

http://www.strasbourgcurieux.com/fourrure/spanish.php

2. Fundación Altarriba. Amigos de los animales

http://www.altarriba.org/2/verguenza/vg-china1.htm

3. Las pieles, un lujo innecesario…

http://es.geocities.com/linxpardinus/pieles.html

4. Equanimal

http://www.liberacionanimal.org/

5. Asociación Mexicana por los Derechos de los Animales

http://www.amedea.org.mx/ligas.html

6. People for the Ethical Treatment of Animals (PETA)

http://www.peta.org

organizaciones ecologistas en méxico

1. Greenpeace México

Santa Margarita 227, Col. del Valle. Delegación Benito Juárez. CP: 03100. México, D.F. Conmutador: (0155) 5687-9595, 5687-9556 y 5687-9508, en la ciudad de México.

Atención a socios: (0155) 5687-8780, teléfono y fax, o al 01800-024-6405.

2. World Wildlife Foundation México

Av. México 51. Col. Hipódromo. Teléfono: 52-86-56-31.

http://www.wwf.org.mx/wwfmex

3. Fundación ecológica del grupo Maná

http://www.selvanegra.org.mx/

4. AnimaNaturalis México

http://www.animanaturalis.org/

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Rafael Solorio Smith

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5. El Blog Verde

http://elblogverde.com

6. PETA

www.petaenespanol.com

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bibliografÍa

Atlas Mundial del Medio Ambiente, Editorial Cultural, S.A., México, 2004.

Ciencia ambiental. Preservemos la Tierra, G. Tyler Millar Jr., Thompson Editores, México, 2002.

Ecología, Editorial Salvat, México, 1975.

Ecología, Odum, Editorial Interamericana, México, 2000.

Ecología y salud, Echeverría, E., Editorial Tláloc, Colección Salud, México, 1998.

El fin de la naturaleza, Bill McKibben, Editorial Diana, México, 1990.

Gaia: An Atlas of Planetary Management, Norman Myers, Estados Unidos, 1992.

Guía para niños que quieren salvar al planeta, Patricia Hume, Editorial Diana México 1995.

The Ecology of Commerce, Paul Hawkins, Estados Unidos, 1994.

One Planet Many People: Atlas of our Changing Environment, United Nations Environment Program (UNEP), Estados Unidos, 2005.

El autor tendrá mucho placer en recibir noticias de sus lectores en el siguiente correo electrónico:

[email protected]

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Acerca del autor

Rafael Solorio SmithE-mail: [email protected]

Es médico oftalmólogo. Publicó Ecología para el rescate de la Tierra por primera vez en el año 2005.

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