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UNA PUBLICACIÓN DE MINISTERIOS EN CONTACTO | MARZO 2014

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Transcript of Ec mar14 mag

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U N A P U B L I CAC I Ó N D E M I N I S T E R I OS E N CO N TACTO | M A R ZO 2 0 1 4

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Dios nos ama y desea saciar nuestras necesidades. Él promete responder a nuestras oraciones; sin embargo, en algunos casos, no necesariamente de la manera que desearíamos.

Esta serie nos recuerda que esperar en el Señor es un principio fundamental para todo cristiano. Dios sabe cuándo es el momento adecuado para poner en acción su plan perfecto y conoce nuestras vidas desde el principio hasta el final.

¡Ahora o nunca!

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ESPEREMOS EL TIEMPO DE DIOS

Serie en 2 CDs | ETDCD $8Serie en 2 DVDs | ETDDVD $16

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artículos

¡Firme y adelante, creyente!Los problemas son seguros en la vida. Pero no importa lo que suceda, la orden de Dios es siempre la misma: ¡Sigue adelante!por Charles F. Stanley

Con los ojos bien abiertosAunque el mundo está lleno de cosas hermosas que el Señor hizo para que las disfrutemos, ellas sirven para un propósito más importante.

por Matt Woodley

Río de vidaEn lo profundo del Amazonas, el evangelio ha estado haciendo avances entre los indígenas durante casi cincuenta años. Ahora, El Mensajero de En Contacto se ha unido al esfuerzo para hacer nuevos discípulos. por Erin Gieschen

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en la PALABRA por el CAMINO

Observar a las abejasEl diseño perfecto de Dios está en todo lo que vemos, incluso en los hexágonos de una colmena.p o r J A M I E A . H U G H E S

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otras secciones

Dr. Charles F. Stanley P R E S I D E N T E Y F U N D A D O R

C. Phillip BowenD I R E C T O R E J E C U T I V O

John E. Courtney, Jr.V I C E P R E S I D E N T E

D E S A R R O L L O Y M E R C A D E O

Cameron LawrenceE D I T O R E N J E F E

Victor M. RodriguezD I R E C T O R D E C O N T E N I D O

Martha Alvarez RestrepoE D I T O R A

Tom Sabonis-ChafeeD I R E C T O R D E S E R V I C I O S C R E A T I V O S

Nora T. HernándezC O O R D I N A D O R A D E M E R C A D E O

Steve R. LindseyD I R E C T O R D E M A T E R I A L E S

Y D I S T R I B U C I Ó N

David BlahnikG E R E N T E D E P R O D U C C I Ó N

Esta publicación de

es para la Gloria de Dios

Palabras del Dr. Stanley

Meditaciones diariasDevocionales diarios extraídos de los mensajes del Dr. Stanley.

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Amor en la iraDios nos ama de tal manera que está dispuesto a protegernos, incluso de nosotros mismos.p o r W I N N C O L L I E R

Esaú y el camino fácil E S T U D I O B Í B L I C O

Es fácil rendirse en los momentos difíciles. Pero al hacerlo, nos perdemos de grandes bendiciones.

Una reflexión acerca de la TrinidadTodos queremos entender la Trinidad; entonces, ¿por qué seguimos tratando de simplificarla? (Parte 2 de 3)p o r A L I S T E R M C G R AT H

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PREPAREMOS EL CAMINOLa Semana Santa es más que días de descanso. Es una celebración

para la que debemos prepararnos, es una oportunidad para crecer y acercarnos más a Dios.

Próximamente en la revista de abril .. .Una sección especial preparada por el equipo de

En Contacto con ilustraciones originales, estudios bíblicos y meditaciones exclusivas que le ayudaran a prepararse para esta santa

celebración.

otras seccionesRevista En Contacto©, marzo de 2014. Tomo XIV, no 6. Todos los derechos reservados.. No se aceptan manuscritos que no hayan sido solicitados. Impresa en los Estados Unidos de América.

MINISTERIOS EN CONTACTO®, P.O. Box 48900 Atlanta, Georgia 30362800-303-0033 o fuera de EE.UU. 770-936-6281 Lunes-viernes, 8 a.m.– 7 p.m. (e)

Todos los precios son en dólares estadounidenses, a menos que se indique de otra manera.La revista En Contacto no se hace responsable de la publicación ni distribución de ediciones internacionales, ya sea en inglés o traducidas, a no ser que la edición haya sido autorizada por el personal administrativo de la revista In Touch. A menos que se indique lo contrario, las citas bíblicas son tomadas de la versión Reina Valera de 1960, Sociedades Bíblicas Unidas.

Para recibir la revista, llame 800-303-0033, o escriba a [email protected] Comentarios sobre la revista escriba a [email protected] Lea la versión digital de esta revista en encontacto.org/revista

Foto del Dr. Stanleypor Corey Lack Pictures

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Imagine que usted entra en una habitación llena de gente, y busca desesperadamente una cara conocida, cuando de repente ve a su mejor amigo. Como sabe que esta persona le conoce y le ama, al instante usted se siente reconfortado. ¿No es estupendo tener una amistad tan fuerte? Pero lo que es más admirable es que el Señor quiera tener una relación aun más cercana con cada uno de sus hijos.

¿Ha pensado alguna vez en el hecho de que Dios eligió al género humano de todo el resto de su creación (Sal 8) para relacionarse con Él de manera personal? Nos dio sentidos, inteligencia y emociones para que pudiéramos interactuar con nuestro

entorno y comunicarnos unos con otros, pero además nos dio algo que nos separa del resto de su creación terrenal: un espíritu.

Su amor y su interés por nosotros se manifiesta en toda su creación. Él diseñó magistralmente la Tierra para que fuera el ambiente perfecto para la humanidad. Al viajar por el mundo tomando fotografías, he quedado fascinado por la majestuosidad de las montañas o la claridad perfecta de un lago. Dios nos ama tanto que creó este mundo y lo llenó de belleza para nuestro disfrute. Incluso, nos da esperanza

y seguridad en los tiempos sombríos al recordarnos que así como sale el sol, sus misericordias son nuevas cada mañana (Lm 3.22, 23).

El Señor ha hecho todo lo posible para comunicarse con nosotros, pero la pregunta que todos tenemos que hacernos es: ¿Tengo la actitud para escuchar y responder? El Señor está buscando personas deseosas de escucharle y conocerle más profundamente, de manera que tenemos que leer su Palabra y pasar tiempo en oración.

Otro elemento importante en el cultivo de una relación estrecha con Dios es la entrega. Si usted se rinde totalmente a Él, el Señor le mostrará más de sí mismo mediante las maravillas que hará en su vida. Esa es la clase de relación que Dios anhela tener con usted, y puedo garantizarle que es la experiencia más grata que cualquier persona puede tener en la vida.

Conocido y amado

El Señor está buscando personas deseosas de escucharle y conocerle más profundamente.

palabras del DR. STANLEY

AMOR EN LA IRA

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AMOR EN LA IRAP E R S P E C T I V A

Dios se enoja, y eso está bien.

por Winn Collier

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8 M A R Z O 2 0 1 4 E N C O N T A C T O

Hace poco me encontré con una madre que perdió los estribos luego de ser agobiada por la mayor de sus tres hijos mientras intentaba hacer compras de comida. La madre empujaba el carrito de las compras, tratando de encontrar la leche que necesitaba, mientras que su hija corría en círculos, agarraba cajas, y grita-ba por todos lados. La madre explotó y gritó: “¡No! ¡Ya no más! ¡Ya basta! ¡Pórtate bien!” La niña la miró afligida, bajó la mirada y siguió en silencio a su madre por el pasillo, aunque a cierta distancia.

¿Quién conoce la historia de esta pobre mujer? Cualquiera que sea, es indudable que ningún padre en su sano juicio le lanzaría piedras. Sin embargo, la reacción de esta agota-da madre ejemplifica la manera en que muchos creemos que se siente y actúa Dios con nosotros. Imaginamos que Dios tiene una paciencia limitada y que se cansa de nosotros. Pensamos que Dios ya no aguanta más nuestra estupidez, ignorancia y rebeldía.

Pero nuestra sospecha carece de fun-damento, pues las acciones de Jesucristo

nos aseguran que la esencia de Dios es de amor, paciencia y perdón inextingui-bles (incomprensibles para la mente huma-na). Como dice el salmista, Él es “lento para la ira, y grande en misericordia” (Sal 103.8). Jesús se some-

tió gustosamente a las dificultades de la existencia humana al asumir la carne y la agonía de la cruz, como demostración de la verdad de que el amor divino no tiene límites. Nuestra rebelión no toma a Dios por sorpresa. Por el contrario, es la razón por la que el Señor Jesús vino a

nosotros. Nuestra pecami-nosidad es la causa por la que tenemos este regalo llamado el evangelio. En otras palabras, Él tiene por segura nuestra manera de ser, y se ocupa de ella con misericordia. Dios no pier-de los estribos.

Al recibir esta noticia tan inmensamente buena, algunos dan por sentado que esto significa que el amor de Dios es unidi-mensional. Piensan que, porque Dios es amor, sola-mente puede ofrecer la

sonrisa de un abuelo, incluso si nos hace-mos daño a nosotros mismos y volvemos añicos nuestro mundo. Por supuesto, una débil y benigna falta de acción no es amor en absoluto.

Hace algunos años, un señor mayor me hizo sentar y me dijo con franqueza que yo estaba actuando de una manera egoísta, dañando a alguien que amaba. No me recriminó ni atacó mi dignidad,

El supermercado tiene un poder como ninguna otra cosa para alterar la vida de una persona. El ruido, las listas y las colas, además de la posibilidad de que el hijo de

uno tome algo o ruegue que le compren algo diferente en cada pasillo, conspiran para hacer de las compras una experiencia miserable para muchos padres. Tengo hijos, por lo que puedo dar testimonio de esto.

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pero tampoco me dio una palmadita en la espalda ni me dijo palabras dulces que no me habrían hecho a mí (ni a la perso-na que yo estaba perjudicando) absolu-tamente ningún bien. El amor requería palabras punzantes. Estas palabras no fueron fáciles de escuchar, pero eran ciertas y trajeron sanidad. Corregí lo que estaba haciendo mal, y el fruto ha sido años de regocijo.

El apóstol Pablo también dispensa-ba palabras amorosas y punzantes. Al escribir a los cristianos que viven en la ciudad de Colosas, les amonestó a vivir a la altura de su identidad como seguidores del Camino de Jesús; a vivir valientemente la verdadera vida y la ver-dadera humanidad que Dios tenía para ellos. Dijo a los colosenses que “hicieran morir” esos restos destructivos de su vieja vida: inmoralidad sexual, impureza, bajas pasiones, malos deseos, ira, desho-nestidad, malicia y avaricia. “Por estas cosas”, dijo Pablo, “viene el castigo de Dios” (Col 3.5-9 NVI).

¿Ira? ¿Cómo se relaciona con el amor?Pablo entendía que Dios no estaba

interesado en la simple implementación de un nuevo y mejorado código moral. En vez de eso, Él quiere crear una nueva vida creada por la espléndida verdad de que hemos “resucitado con Cristo” (Col 3.1). Jesús llevó y fue clavado en una cruz voluntariamente, y se levantó triunfan-temente de una tumba para instaurar el reino de Dios y dar inicio a la vida que crea este reino. Todo lo que había sido arruinado por el pecado (y toda la devas-tación posterior) tenía que ser deshecho. Sin embargo, si la humanidad ha de ser restaurada y los efectos desastrosos del pecado corregidos, esto significa que nuestra manera de ser será alterada. Si el reino de Dios ha de venir a la Tierra como ya lo está en el cielo, entonces la direc-

ción de nuestro mundo será revertida.Dios ha entrado en nuestro mundo

para sanarnos, restaurarnos y establecer una creación totalmente nueva. Por su gran misericordia, todo cambia. Dios siempre insiste en que dejamos atrás todo lo que nos deshumaniza, todo lo que destruye al bien, todo lo que produz-ca egoísmo y maldad, en vez de alegría, amor y vida.

Tengo una amiga que se entrega de corazón sin temor. Esta postura valiente la coloca en una posición vulnerable, ya que eso significa que inevitablemente tendrá que aguantar la incomprensión, el rechazo y la inmadurez de los demás. En una conversación reciente con su pastor, ella le dijo que tendría que entrar pronto en otra de esas situaciones vul-nerables. Dios le estaba pidiendo que se diera libremente, y ella sabía que eso iba a ser costoso. Su pastor le preguntó la razón, y ella le dijo que una experiencia anterior le había demostrado que, en esa situación, sería desechada y tratada con desdén. Cuando mi amiga comenzó a contar una de estas historias, su pastor

Jesús se sometió gustosamente a las dificultades de la existencia humana al asumir la agonía de la cruz, como demostración de la verdad de que el amor divino no tiene límites.

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la interrumpió diciéndole: “Lo siento, pero tengo que detenerte en este punto. Tengo que decirte que estoy enojado, muy enojado”.

En ese momento, la ira del pastor por el bien de mi amiga fue la acción más correcta y sanadora que ella pudo haber experimentado. La ira del pastor no estaba en conflicto con el amor. Su ira protegió y ratificó ese amor.

La ira de Dios, definida por el abne-gado sacrificio de Jesucristo, nos dice que el amor divino es al mismo tiempo poderoso y tenaz. De hecho, el amor de Dios es tan intenso que Él no permitirá que las cosas que nos destruyen no sean controladas. Él no sonreirá tran-quilamente mientras nos degradamos a nosotros mismos o dañamos a los demás. Nuestro Padre se enoja, y esta ira es un regalo grandioso; Dios no está de brazos cruzados cuando el amor es despreciado y cuando brotan la violen-cia o la injusticia. El amor de Dios no está en contradicción con su ira. Por el contrario, su amor exige esa ira. El gran escándalo no es el fiero amor de Dios, sino las maneras asombrosas de cómo nos mantenemos aletargados y tímidos en nuestra respuesta.

Sin embargo, la ira de nuestro bené-volo Padre celestial no es un explosivo ataque de enojo, como el de la mujer del supermercado. La ira de Dios no se des-borda, haciendo que nuestra relación sea de inestabilidad y miedo. La ira de Dios protege su amor. Su acción decidida y tenaz a nuestro favor nos asegura que Él es lo suficientemente fuerte para sanar-nos y hacernos libres. Podemos descan-sar en la seguridad que viene de saber que el amor divino no es tímido ni tibio, sino tan intenso que nunca se mantendrá en silencio, y tan sólido que nunca se res-quebrajará. l

Entérese de la programación de

En Contactocon el Dr. Charles Stanley

Además, encuentre una estación local, disfrute de los programas anteriores, escuche en línea y

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Esta semana en TVencontacto.org/tv

Hoy en Radioencontacto.org/radio

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ESAÚ Y EL CAMINO FÁCILAl sentirnos presionados, es posible que queramos darnos

por vencidos. Pero el hacerlo podría significar la pérdida de la bendiciones que Dios nos quiere dar.

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Yo jamás haría eso! ¿Cuántos hemos pensado esas palabras después de leer o escuchar una historia bíblica acerca de alguien que tomó una mala decisión en algún momento de su

vida? ¿Matar a un hermano por celos? ¿Traicionar a Jesús? ¿Acostarse con la esposa de otro hombre, y luego asegurarse de que éste muera? ¿Quedarse dormido cuando Jesús pide respaldo en oración? De ninguna manera —yo no.

Uno de los relatos más asombrosos del Antiguo Testamento es el de la venta que hizo Esaú de su primogeni-tura por un plato de lentejas y un poco de pan. En aquellos días, el derecho de primogenitura era un enorme privilegio concedido únicamente al primer hijo varón. Es fácil pensar que bajo ninguna circunstan-cia habríamos tomado una decisión tan imprudente. Sin embargo, algo llevó a Esaú a este extremo.

Usted probablemente pueda recordar momentos de su vida cuando algo se le volvió tan difícil que pensó que no tenía reme-dio, y dejó de seguir inten-tándolo. Tal vez una relación se fracturó tanto que renunció a intentar arreglarla; o una asignatura de la universidad le resultó tan difícil, que abandonarla le pareció que era la única solución. Tal vez tiró la toalla después de varios intentos fallidos para perder peso.

¿Y qué me dice de su rela-ción con Dios? Obedecerlo y tratar de vivir de manera piadosa puede parecerle un camino cues-ta arriba lleno de obstáculos en el

que no se puede ver la meta final.

LEA Génesis 25.19-34; Hebreos 12.14-17Es difícil imaginar lo que Esaú estaba pensando cuando regresó a casa después de una agotadora expedición de cace-ría, y encontrar a su hermano gemelo haciendo un potaje. Su hambre, aumen-

tada por el aroma de lo que había en la olla, nubló su juicio, y los gruñidos de su estómago ahogaron la voz de la razón. Esaú respondió a la trampa de Jacob antes de pensar en las implicaciones a largo plazo de lo que estaba a punto de hacer. “Me estoy muriendo de hambre”,

dijo. “Así que ¿de qué sirven los derechos de primogénito?” (Gn 25.32 NVI).

Esaú probablemente sabía que él era el hijo favorito de Isaac. Es posible que hiciera el trato con Jacob a la ligera, asumiendo que su padre no lo haría cumplir. Naturalmente, no podía haber

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anticipado que sería engañado después (Gn 27.1-40), y que perdería también la bendición final de su padre. En vez de hacer valer su derecho a una herencia permanente e invalorable, Esaú dio más valor a una satisfacción física tem-poral. Al hacerlo, canjeó su primogeni-tura por lo que resultó ser el plato de lentejas más costoso en la historia de la humanidad.

El impulso de buscar la satisfacción inmediata no es nada nuevo, aunque sí parece haberse convertido en una epidemia en nuestra sociedad moderna. Desde el comienzo del tiempo, los seres humanos se han apresurado a renunciar a la recompensa eterna, por el dolor, la necesidad o el alivio momentáneos. La perseverancia no viene por naturaleza ni es fácil, pero la bendición espera a quienes perseveran (Stg 1.12; 5.11).

REFLEXIONE + EXPLOREAl igual que Esaú, usted puede ser ten-tado a tomar el camino fácil. Reflexione en las siguientes ideas.

n Es posible que sienta el deseo de rendirse cuando las circunstancias son difíciles, ya que no parece haber ninguna esperanza de victoria. Lea Santiago 1.2-4 y Romanos 5.3, 4. ¿Por qué dice la Biblia que nos rego-cijemos en los momentos difíciles?

n El misionero Jim Elliot dijo una vez: “No es tonto quien da lo que no pue-de conservar, para ganar aquello que no puede perder”. Lea Mateo 16.26 y 1 Pedro 2.11. ¿Cuáles son los “platos de lenteja” en su vida que le hacen desviar la atención de las bendicio-nes de Dios?

n Esaú le dijo a Jacob que tenía

hambre hasta el extremo de que se moriría, y después regaló irresponsa-blemente su primogenitura. No sa-bemos qué tan severa era el hambre de Esaú, pero sus palabras parecen exageradas. ¿Por qué es peligroso que usted vea sus problemas como irremediables?

n Es posible que usted desee perseve-rar, pero se vea agobiado por senti-mientos de culpa por su pasado, o de temor por su futuro. Puede sentir como si no fuera capaz de avanzar. Lea Hebreos 12.1-3. ¿Cómo puede enfocarse en el Señor Jesús para que le ayude a soportar con paciencia?

n En Hebreos 11, leemos sobre hombres y mujeres que perseveraron en medio de pruebas mucho más grandes que un estómago vacío. Lea Hebreos 11. Póngase en los zapatos de cada per-sona mencionada en este capítulo. ¿Cómo reaccionaría usted en cada situación? ¿Qué hizo posible que es-tas personas se mantuvieran fieles en circunstancias tan difíciles?

RESPONDA

n ¿Qué aspectos de la historia de Esaú puede aplicar a su vida?

n ¿Qué circunstancias le están ago-biando y tentando a renunciar o ceder? ¿Cómo están afectando su relación con Dios?

n ¿Qué cambios prácticos puede hacer para desarrollar disciplina y perseve-rancia? Pídale al Señor que fortalezca su fe, y que le dé valentía para obe-decerle, incluso cuando eso parezca imposible o atemorizante.

en la PALABRA

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por e l CAMINO

OBSERVARA LAS ABEJAS

D I S E Ñ O

por JAMIE A. HUGHES

Para entender mejor la mente de Dios, solo tenemos que...

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por e l CAMINO

Pero cuando se trata de las abejas, los elogios son más difíciles de encontrar. Tengo una relación de amor y odio con estas pequeñas criaturas. Mi esposo Wayne es apicultor —un colmenero, por así decir-lo— y hemos tenido en oca-siones hasta diez colmenas en el patio trasero de nuestra casa, y aunque no soy alérgica a las abejas ni tampoco les tengo miedo, reconozco que compartir un patio con nada menos que 500.000 de ellas puede ser un poco desconcertan-te. Aun así, cuando llega el momento de embotellar su duro trabajo, yo sumisamente me pongo un traje blanco (con un velo), enciendo la humareda para aquietarlas y ayudo con la cosecha.

Jesús dijo a sus discípulos: “Mirad las aves del cielo” y “considerad los lirios del campo, cómo crecen” (Mt 6.26-28). Pero como guardiana de abejas, he descubierto también que hay un conoci-miento espiritual que podemos sacar de

ellas.La primera

vez que apreté la oreja contra la parte supe-rior del cajón de una colmena, lo único que oí fue una vibración frenética, pero este gran ruido, en realidad, cumple una función. Para preservar la cera, la miel y los huevos que

hay dentro, la colmena debe permanecer a una temperatura constante de 94° F (35º C). Es por eso que las abejas, o bien elevan la temperatura de la colmena

mediante la vibración de los músculos con que vuelan, o bien la bajan abanicando sus alas. Lo que yo llamaba un zumbido salvaje era el sonido de estas criaturas de Dios trabajando de acuerdo con los propósi-tos de Él.

El panal también es una maravilla. Su arma-zón no parece sino una masa bulbosa de cera

que al ser quitada nos muestra una serie de hexágonos, una compleja secuencia de mosaicos ámbar de apariencia impe-cables, como nada que hubiese podido ser creado por el hombre. Esta asombro-sa creación, además de ser hermosa es práctica.

El matemático griego Pappus de Alejandría utilizó el panal de abeja como un ejemplo en el quinto tomo de

Si hay una cosa que goza de buena fama en la Biblia, es la miel. Se encuentra mencionada por lo menos sesenta veces entre Génesis y Apocalipsis, y es alabada sin reservas en

la mayoría de los pasajes. Por ejemplo, la Tierra Prometida es una “tierra buena y ancha… que fluye leche y miel” (Éx 3.8). El maná, el alimento que Dios utilizó para sustentar a su pueblo en el desierto, era “blanco, y su sabor como de hojuelas con miel” (Éx 16.31). Juan el Bautista se alimentaba solamente con esta dulce sustancia, y con langostas (Mt 3.4). Incluso Salomón, ese astuto y sabio rey, asemeja las palabras agradables al panal de miel, llamándolas “suavidad al alma y medicina para los huesos” (Pr 16.24).

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su obra “Colección matemática”. Elogió sus casi perfectas estructuras, diciendo que fueron construidas haciendo uso de cierta planificación geométrica. En 1999, otro académico, Thomas C. Hales, demostró que el hexágono es la manera más eficiente para dividir una superficie en regiones de igual área con el menor perímetro total. En otras palabras, la figura de seis caras es la mejor para el objetivo de la abeja, ya que le permite almacenar la mayor cantidad posible de miel utilizando la menor cantidad de cera. No soy una genio de las matemá-ticas, pero creo que esa clase de perfec-ción no sucede por casualidad.

¡Y ni hablar de su magnífico sabor! No hay nada mejor que rebanar un tibio pedazo del panal y comerlo de inmediato, con cera y todo. El sabor —radicalmente diferente a lo que se encuentra en los estantes del super-mercado— es tan intenso, que llena cada centímetro de nuestra cabeza con un aroma y un dulzor deliciosos. Las abejas no son más grandes que la uña

Observar el trabajo de las abejas es como contemplar un milagro, un trabajo que se produce sin ninguna ayuda nuestra, desde que se abrió la primera flor en el Edén.

del dedo, pero pueden volar hasta siete millas (11 km) para conseguir el mejor néctar, por lo que la miel puede saber a cualquier cosa, desde flores de acacia hasta salvia.

Sin embargo, a pesar de lo delicio-sa que es la miel, no es el regalo más grande que se encuentra dentro de una colmena. Es conocer el trabajo de Dios. El rey David dice: “La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma” y es “[deseable] más que el oro”, y más [dulce] que miel, y que la que destila del panal” (Sal 19.7, 10). Observar el tra-bajo de las abejas es como contemplar un milagro, un trabajo que se produce sin ninguna ayuda nuestra, desde que se abrió la primera flor en el Edén. Las abejas son criaturas creadas para un propósito específico, la evidencia tangible del orden perfecto de Dios de todas las cosas. Estas diminutas criaturas —tan esenciales para nuestro ecosistema, como son la lluvia y el sol— trabajan exactamente como Dios se propuso que lo hicieran. Observarlas me recuerda que la existencia del mundo no depende de mis débiles esfuerzos, sino de la instrumentación

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de su divina voluntad.Muchas veces pierdo de vista esto

cuando el mundo deja de tener sentido para mí y me hiere con su indiferencia. Es por eso que trabajar con las abejas trae sanidad a mi alma. Ellas sienten ansiedad y reaccionan a la misma, de modo que cuando estoy en la esfera de las abejas puedo realizar múltiples tareas o meditar en otros problemas. Libre de distracciones, levanto y exa-mino las armazones de miel en una reconfortante cadencia, y con cada movimiento deliberado, mi corazón se calma como el mar que el Señor Jesús reprendió en una ocasión (Mt 8.26).

En este reconfortante espacio, el zum-bido de las abejas se convierte en una invitación a la oración, y experimento algo que solo puedo llamar “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimien-to” (Fil 4.7). Observo esos pequeños cuerpos revoloteando en perfecta sin-cronía de unos con otros, y entiendo en alguna parte, en lo profundo de mi alma, y en un lugar más allá de las palabras o la lógica, que no necesito preocuparme por el futuro o afanarme por satisfacer mis necesidades o deseos. Al igual que las abejas, fui creada; pero con un valor más especial pues soy una hija de Dios cuya vida es también parte de un plan maravilloso. Mi tarea es simplemente conocer y glorificar a mi Dios, viviendo de la manera que Él ha dispuesto para mí. Y eso es más dulce que cualquier cosa —incluso que la miel. l

Mi tarea es simplemente conocer y glorificar a mi Dios, viviendo la vida que Él decretó para mí.

Haga usode su mejor

herramienta.Como cristianos la oración no debe ser nuestro último recurso, sino el primero para enfrentar las dificultades de la vida.

En este libro, el Dr. Stanley explica los principios que pueden enriquecer nuestra vida de oración para que lo hagamos con confianza y más productivamente.

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ARTÍCULOS

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creyente!¡Firme y adelante,

Cómo mantenerse en movimiento cuando los

tiempos se ponen difíciles.por CHARLES F. STANLEY

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creyente!

No aguanto más. ¿Cuánto más espera Dios que aguante? ¿Por qué no me ayuda? ¿Alguna vez se ha sentido usted así? Las presiones del trabajo, las dificultades familiares, los asuntos de la iglesia, los problemas de salud, los conflictos personales y las luchas econó-micas —la lista de dificultades que nos abruman es interminable. Es difícil ver una luz al final de un túnel oscuro, y ni hablar de cómo puede uno atravesarlo victorio-samente. ¿Dónde se pueden encontrar las fuerzas para seguir adelante cuando uno está tan fatigado?

Afortunadamente, Dios nos hace una promesa maravillosa: “Los que esperan en Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán” (Is 40.31). Este versículo no se refiere solamente a la debilidad física. El agotamiento emocional puede ser aun más aplastante. Cuando estamos extenuados, una buena noche de sueño, por lo general, renovará nuestras fuerzas; pero cuando estamos sobrecargados de un agotamien-to emocional, éste puede consumirnos por completo debido a los temores y a las dudas: ¿Cómo podré enfrentar el día de mañana? Señor, ¿dónde estás?

Así es exactamente como se sintieron los israelitas cuando el Señor habló por medio del profeta Isaías. “¿Por qué dices, oh Jacob, y hablas tú, Israel: Mi camino está escondido de Jehová, y de mi Dios pasó mi juicio?” (v. 27). A veces, nuestras circunstancias nos hacen sentir que el Señor se ha olvidado de nosotros. Si somos sus hijos, ¿no debería sacarnos de apuros y hacer que nuestra vida sea fácil y agra-dable? No necesariamente.

Esta actitud revela que estamos olvidando que el sufrimiento y las dificultades son parte de la vida, incluso para los creyentes. Cuando Adán y Eva decidieron seguir a Satanás, y no a Dios, las consecuencias del pecado afectaron al mundo en-¡Firme y

adelante, E N C O N T A C T O . O R G 19

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tero y, por tanto, nadie está exento de ellas. La clave para obtener la victoria se en-

cuentra en responder correctamente a las dificultades, sin tratar de escapar de ellas. Cualquiera puede seguir adelante cuando se eliminan las cargas, pero los que confían en el Señor en medio de las dificultades, perseverarán. Sin embargo, esta clase de confianza solo es posible cuando conoce-mos a Dios y entendemos sus propósitos.

SEPA QUIÉN ES DIOSIsaías describe al Señor como el eterno Dios y Creador, que nunca se cansa y cuyo entendimiento es insondable (v. 28). Por tanto, consideremos cómo pueden estos atributos aumentar nuestra confianza en Él. Como Dios eterno, el Señor tiene una perspectiva eterna de nuestra situación, mientras que nosotros vemos solo el presente. Puesto que Él es nuestro Creador, tiene planes para nuestra vida, y ellos se están llevando a cabo mediante cada cir-cunstancia que vivimos. Además, Él jamás nos pierde de vista, pues siempre estamos en su pensamiento. Por otra parte, el Señor es omnisciente, lo cual significa que las razones para permitir las pruebas en nues-tra vida pueden estar más allá de nuestra comprensión; pero siempre son necesarias, y con el propósito de hacernos bien.

En el mismo capítulo, Isaías describe al Señor como un pastor que cuida, reúne y conduce suavemente a sus ovejas (v. 11). Aquí vemos la grandeza del amor y la mi-sericordia de Dios. Él se interesa y provee para nuestras necesidades, nos lleva entre sus brazos cuando estamos demasiado débiles para caminar, y nos guía suave-mente cuando no sabemos a dónde ir. Todas estas cualidades deben motivarnos a confiar en Él.

ENTIENDA LO QUE DIOS ESTÁ DISPUESTO A HACERSi usted alguna vez ha estado tentado a darse por vencido o a poner quejas al

Señor, tal vez sea porque le esté resultando difícil entender lo mucho que Él quiere ayudarle. “El da esfuerzo al cansado, y mul-tiplica las fuerzas al que no tiene ningu-nas” (v. 29). Dios nunca tiene la intención de que vivamos dependiendo de nuestras fuerzas. Es por eso que, a veces, nos depa-rará momentos de debilidad para ense-ñarnos a reemplazar nuestras endebles fuerzas terrenales con su poder celestial. Si usted necesita fuerzas físicas o emociona-les, Él puede darle de su poder divino.

ESPERE EN EL SEÑORPuesto que Dios tiene todo el poder que podamos necesitar, y desea compartirlo con nosotros, tenemos que entender cómo aprovecharlo. Isaías nos dice que la clave es esperar en el Señor (cf. v. 31). Esa es probablemente lo último que usted quiere escuchar cuando está agobiado. ¡Quiere alivio, no esperar! Sin embargo, esperar en el Señor no es lo mismo que esperar el final de un tiempo difícil en la vida.

La palabra hebrea traducida como “esperar” conlleva la idea de esperanza y confianza. Puesto que no sabemos auto-máticamente qué esperar de Dios, o cómo va a obrar en nuestras vidas, tenemos que pasar tiempo con Él, decirle cómo nos sentimos, y meditar en la Biblia para en-tender lo que desea hacer en nuestra vida. Después debemos escuchar en silencio y con confianza su respuesta. Si confiamos en sus promesas, nuestra ansiedad será sustituida por su paz.

Tal vez el mejor ejemplo que he visto de alguien que sabía cómo vivir con las fuerzas que Dios da, fue una mujer llamada Bertha, con quien serví en una convención. Aunque tenía 97 años de edad, esta ex-misionera en la China trabajó sin descanso durante la semana —orando por las perso-nas, hablando con ellas hasta altas horas de la noche, y levantándose temprano. Después de un día muy largo y agotador, cuando regresaba arrastrando los pies al

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centro de convenciones, vi que Bertha se-guía trabajando. Le pregunté: “¿Cómo hace usted para seguir haciendo esto todos los días?” Ella sonrió, y dijo: “No estoy utilizan-do mis energías, sino las del Señor”.

En ese momento no entendí realmen-te lo que ella quiso decir, pero supe que era algo que necesitaba aprender. Con el tiempo, Dios me lo enseñó, pero aprendí la lección de la forma más difícil, por medio de fracasos. Tenía la idea de que Dios y yo podíamos lograr cualquier cosa, y me lancé a servirle. De lo que no me estaba dando cuenta era que hacía las cosas conforme a mi plan y con mis propias fuerzas, no las de Él. Durante un tiempo pareció que todo estaba funcionando bien, pero al final el Se-ñor me cerró las puertas. Por tres meses, básica-mente no me permitió hacer nada. Durante ese tiempo aprendí que no podemos esperar trazar nuestro propio camino, pensando que Dios se arrimará a nosotros para ayudarnos si las cosas se nos ponen difíciles. El Señor da fuerzas para las cargas que Él permite, no para las que nos echamos encima no-sotros mismos, ignoran-do su voluntad.

Durante ese tiempo de mi vida, experimenté la verdad de Gálatas 2.20: “Con Cristo estoy juntamente crucificado,

y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. La única manera de seguir adelante en los tiempos difíciles es dejar que Cristo viva a través de nosotros. Cuando ya no aguantemos más y aceptemos que Él nos sustentará, podremos realizar lo que estamos llama-dos a hacer.

El Señor no promete impedir los problemas, pero sí que nos dará fuerzas para afrontarlos. Cuando esperamos en el Señor, creyendo que tiene poder y que está dispuesto a venir en nuestra ayuda, todo es posible. l

El Señor no promete impedir los problemas, pero sí que nos dará fuerzas para afrontarlos.

¿Conoce usted a Dios? Si está pasando por un tiempo difícil y no conoce a Jesucristo, quiero que sepa que Él le ama tanto, que murió en su lugar para pagar el castigo por su pecado. El Señor Jesús quiere caminar a su lado en lo que está enfrentando en estos momentos, sea lo que sea. Lo único que tiene que hacer es creer en Él y aceptar su oferta de salvación (Hch 16.30, 31). Puede utilizar esta oración o sus propias palabras:

Señor Jesús, creo que eres verdaderamente el Hijo de Dios. Confieso que he pecado contra ti en pensamiento, palabra y obra. Te ruego que perdones todos mis pecados, y que me permitas relacionarme contigo a partir de este momento. Te recibo como mi Salvador personal, aceptando la obra que realizaste a mi favor en la cruz. Ayúdame a tener una vida que sea agradable a ti. Amén. Con mucho gusto le enviaremos nuestro material gratuito “Vida nueva en Cristo”, para ayudarle a dar el siguiente paso en su relación con Dios. Puede llamar al 800-303-0033, o visitar encontacto.org para más información.

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Hace algunos años, en una calurosa tarde de junio, me uní a unos treinta hombres de mi iglesia para tener un vigoroso (y muy ama-teur) partido de softbol. Después de una hora de estar corriendo, sudan-do, gritando y, finalmente, perdiendo, empacamos nuestras cosas e hici-mos una pausa para tener una oración. Así que inclinamos las cabezas y cerramos los ojos mientras el capitán del equipo oraba.

Mientras trataba de enfocarme en la oración, escuché a una manada de gansos. El olor de la hierba recién cortada llenaba mis fosas nasales. Las hojas de los arces susurraban en la brisa. En la mitad de la oración no pude más que abrir los ojos. Después de todo, durante sesenta minu-tos nuestros cuerpos habían estado en contacto con fango, hierba, aire fresco, y diferentes olores. Quería orar de la manera que había jugado, con los ojos bien abiertos a la belleza que había a mi alrededor. Pero, por alguna razón, el impulso de abrir mis ojos durante la oración parecía inapropiado.

Lamentablemente, muchos de nosotros hemos desarrollado una creencia distorsionada en cuanto a la oración. Es decir, tendemos a pen-sar en ella como una experiencia “espiritual”. Así que, no importa donde estemos orando, nunca abrimos los ojos, nunca tocamos u olemos; solo tenemos buenos pensamientos acerca de Dios.

Pero, desde una perspectiva bíblica, no oramos mejor al volvernos más “espirituales”; oramos mejor volviéndonos más “físicos”. De hecho, orar con los ojos bien abiertos para ver la creación de Dios puede hacer que nuestra comunicación con Él cobre vida de maneras que ni ima-ginamos. A lo largo de la Biblia, Dios nos anima a apreciar lo que nos rodea y aunque degustar, tocar y sentir aromas no son oraciones, cuan-do se combinan con una confianza activa y con la fe en Dios, pueden enriquecer nuestra vida de oración.

DIOS HIZO LAS COSAS BELLAS DE ESTE MUNDO PARA QUE LAS DISFRUTÁRAMOS. POR TANTO, ¿POR QUÉ LAS

EXCLUIMOS DE NUESTRA VIDA DE ORACIÓN?

por MATT WOODLEY

Con los ojos bien abiertos

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dido). Jesús no estaba queriendo decir que observar las aves constituía por sí mismo una oración. Su intención era que ver el cuidado de Dios por las aves puede alimentar la confianza que nos impulsa a exclamar: “¡Abba, Padre!”

Contemplar las estrellas, plantar árboles, percibir el olor de un cordero asado en una fogata, observar las aves y los lirios —todas estas actividades que estimulan la oración, no son solamente “espirituales”, sino intensamente físicas. Como escribió C. S. Lewis: “Dios nunca tuvo la intención de que el hombre fuera un ser puramente espiritual. Es por eso que Él utiliza cosas materiales... para poner la nueva vida [de Jesús] en noso-tros. Nosotros podemos pensar que esto es mundano y poco espiritual, pero Dios no: Él inventó el comer. A Él le gusta la materia. Él la inventó”.

Basándome en mi experiencia como pastor, y como alguien que lucha con la oración, he aquí algunas maneras prácti-cas de cómo aprender a orar con los ojos —la piel, la nariz, las papilas gustativas y los oídos— completamente abiertos para crecer en la vida de oración.

Salga de su casa. A veces, mejorar la conexión con el Dios vivo es muy senci-llo: salga de la casa para orar. El granjero y escritor, Wendell Berry, comentó una vez: “Los grandes encuentros visionarios [de la Biblia] no tuvieron lugar en los templos, sino en los pastizales de ovejas, en el desierto, en las montañas, en las riberas de los ríos y del mar... La Biblia se lee mejor y se entiende más al aire libre”.

Wendell tiene razón. La crea-ción, el éxodo, la entrega de los Diez Mandamientos, las enseñanzas y los

Consideremos algunos ejemplos de la Biblia en cuanto a orar con los ojos abiertos. Después del diluvio, cuando Dios quiso mostrar su amor por toda la creación, Él prometió establecer un pacto con Noé y con “todo ser viviente” (Gn 9.9, 10). El pacto incluía una “señal física”: la señal del pacto era un arcoíris que podrían ver al abrir sus ojos y con-templarlo.

Unos capítulos más adelante, Génesis 15.5 dice que Dios “llevó fuera (a Abraham), y le dijo: “Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas... Así será tu descendencia”. En cierto momento, Abraham respondió a las promesas de Dios con un gesto físico: “plantó… un árbol tamarisco en Beerseba, e invocó allí el nombre de Jehová”.

Para la Pascua, Dios le dijo a su pueblo que rociaran los postes y los dinteles de las puertas de sus casas con la sangre de un cordero, que asaran el cordero en una fogata (¡imagine el olor!), y que luego lo comieran acompañado de pan sin levadu-ra y hierbas amargas (Ex 12.7-9). En Josué 4, después que los israelitas cruzaron el río Jordán, se les dijo que reunieran y construyeran un monumento conme-morativo de doce piedras como señal o recordatorio de la fidelidad y el poder de Dios.

Jesús también nos enseñó a orar con los ojos abiertos. Basándonos en sus muy conocidas enseñanzas de Mateo 6, trata-mos de obedecer a Jesús en cuanto a no tener dos señores (v. 24), y buscar prime-ro el reino de Dios (v. 33). Pero tendemos a pasar por alto otros dos mandamientos de este pasaje: “Fíjense en las aves del cielo” y “Observen cómo crecen los lirios del campo” (vv. 26-28 NVI, énfasis aña-

Desde una perspectiva bíblica, nosotros no oramos mejor al volvernos más “espirituales”; oramos mejor volviéndonos más “físicos”.

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milagros de Jesús, la crucifixión y la resu-rrección, las osadas acciones de la iglesia primitiva —la mayoría de los aconteci-mientos importantes en la Biblia tuvieron lugar afuera.

Así que, salga y ore. Lea una porción de la Biblia, y luego dé un paseo y converse con Dios acerca de lo que acaba de leer. Siéntese debajo de un árbol y observe las hojas. Escuche el canto de las aves. Escápese a un parque, al mar, a un río, o incluso al patio trasero de su casa. Mueva su cuerpo. Esta es una suge-rencia muy antigua y sencilla: Lea los Salmos, y luego haga lo mismo que ellos dicen. Así que, cuando el salmista dice: “Arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor” (Sal 95.6), trate de arro-dillarse delante de Dios mientras ore. El salmista dice: “Aclamemos alegremente…” (v. 1), alzaré mis manos” (63.4), y “clamaré a Jehová” (142:1); estas son cosas buenas que también podemos hacer.

Obviamente, no todo el mundo puede (o debe) realizar estas acciones durante un típico servicio de adoración. De hecho, muchas veces me he eximido de los movi-mientos o posturas que dicen los salmos, apelando a mi ascendencia británica. Sin embargo, tal vez hay un término medio. Por ejemplo, trate de arrodillarse delante del Señor en su tiempo en privado de ora-ción o siéntese en silencio en la presencia de Dios con las manos abiertas. Estas son maneras sencillas y calladas de hacer que todo su ser se involucre en una oración de devoción y entrega.

Toque a los demás. Cuando el apóstol Pablo quiso orar por Timoteo, no le hizo un gesto con la mano desde lejos, y le gritó: “Oye, Timoteo, estoy orando por ti, hombre”. No. Extendió sus manos y tocó a su protegido cuando oró por él. Así que, cuando Pablo quiso “[avivar]… el don de Dios” en el joven, le recordó a Timoteo

cómo había recibido él ese don por prime-ra vez: “por la imposición de mis manos” (2 Ti 1.6).

Desde luego que Dios no necesita de nuestras manos, pero en algunas oca-siones Él utiliza el toque humano para impartir su poder.

Celebre la Cena del Señor. Comunión, Santa Cena, Eucaristía —los cristianos usan nombres diferentes para ella, pero todos están de acuerdo en que Jesús “tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: ‘Este es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí’” (Lc 22.19). También coin-cidimos en que no es solamente un ejer-cicio intelectual. Involucra cosas reales —pan real (o una galleta), jugo de uva real (o vino). Lo comemos y lo bebemos.

En cierto modo, eso es algo tan común, incluso simple, por una buena razón. El reformador del siglo 16, Juan Calvino dijo que “porque somos carne” Dios tiene que “enseñarnos de acuerdo con nuestras tor-pes capacidades”, por lo que, al celebrar la Santa Cena, Él “nos lleva de la mano de la misma manera que los tutores conducen a los niños”. Esto significa que, no importa cómo vea su iglesia esta práctica, no la haga siguiendo un formalismo; prepárese para ella, planifíquela y celébrela en ora-ción —con todo su corazón, mente, alma y fuerzas.

Por supuesto, celebrar la Cena del Señor —lo mismo que cualquier otra actividad que hagamos con los ojos abiertos— no implica que estemos en comunión con el Señor. Pero el que le abramos nuestro cora-zón a Dios es capaz, sin duda, de mejorar nuestra vida de oración. Por consiguiente, pongamos en práctica la exhortación del salmista: “Prueben (y miren un arcoíris, observen algunas flores, perciban el olor de un cordero asado, alcen sus manos a Dios, siembren un árbol) y vean que el SEÑOR es bueno” (Sal 34.8 NVI). l

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No es fácil llevar el evangelio hasta

“lo último de la Tierra”. Pero los

creyentes ticunas del Amazonas

están decididos a alcanzar a su

pueblo como solamente ellos

pueden hacerlo.

por ERIN GIESCHEN

R Í O

D E

V I D A

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Martinho Dique es-

taba inmerso en el trabajo que Dios le había llamado a hacer, cuando

descubrió que su esposa Ilsa se estaba muriendo.

Con la ayuda de unos amigos, Martin-ho la transportó por el río hasta el hospi-tal militar, donde lograron estabilizarla. Pero necesitaba ver a un especialista lo que requería de un viaje largo por avión, costoso y casi imposible de pagar.

En cierta forma, el momento no po-dría haber sido peor.

Martinho, un pastor bivocacional, tenía que terminar un curso para su nuevo empleo. Pero, por las noches, había estado enfrascado en otra clase de trabajo —en la labor para la cual sentía que había nacido.

Su facilidad para los idiomas y el amor por su pueblo, lo convertían en un actor clave como traductor de El Mensajero en ticuna. Esta nueva traduc-ción no solamente daría a los creyentes un recurso de valor incalculable para ayudarles a crecer espiritualmente, sino que también les abriría las puertas para

que pudieran alcanzar su tribu de una manera jamás vista. Casi todas las noches, Martinho se reunía con el productor Eze-quías León. Era un trabajo agotador, pero el entusiasmo de ellos por el potencial transformador del producto final daba alas a cada sesión.

Pero ahora el trabajo parecía estar en pe-ligro, ya que Martinho no estaba seguro de si su vida estaría a punto de dar un vuelco total. Si Ilsa moría, ¿qué pasaría con sus hijos? ¿Con él? ¿Cómo iba a pagar la atención médica que ella nece-sitaba para seguir con vida?

Las circunstancias estaban lejos de ser perfectas, pero Martinho vio que la provisión de Dios afloraba en medio de su lucha. Gracias al proyecto de El Mensajero, la persona de En Contacto que trabajaba con Martinho acababa de llegar a Brasil cuando comenzó la crisis; y Dios la usó para ayudar con el transporte y los arre-glos para el cuidado de Ilsa en la ciudad, donde ella se recuperó lentamente.

Digamos que usted no tiene una Biblia, o que si la tiene no la leería. Quizás sea porque la lectura no es su manera de aprender, pues cuando alguien le habla, usted escucha. No solamente oye lo que esa persona le está diciendo; escu-cha con todo su ser, imprimiendo en su mente las palabras de una manera

tan precisa, que pudiera repetirlas fácilmente, a partir de ese momento.Esa es la misma razón por la que una Biblia impresa o un libro de literatura cristiana

es menos eficaz para algunas personas. Pero ¿qué tal si ellas pudieran oír esas mismas palabras, cada vez que quisieran escucharlas? Para el creyente de una “cultura oral”, poder escuchar y compartir la Palabra de Dios es una experiencia transformadora, lo cual constituye la esencia misma de El Mensajero en la lengua ticuna.

Junto a En Contacto, miembros de la tribu Ticuna del Amazonas están trabajando para crear un dispositivo de audio que incluya el Nuevo Testamento y algunos de los mensajes evangelísticos del Dr. Stanley en la lengua ticuna. Conozca a algunas de las personas que han asumido el reto de hacer realidad esta visión.

> MARTINHO

Era un trabajo

agotador, pero

el entusiasmo

de ellos por

el potencial

transformador del

producto final daba

alas a cada sesión.

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costosos motores y el combustible necesa-rio para hacer los viajes río arriba.

La primera vez que Cícera, Severo y los otros misioneros indígenas escucharon El Mensajero en portugués, se emocionaron. Aquí había una herramienta que marcaría una diferencia radical en su ministerio actual —y que haría posibles sus sueños en cuanto al futuro.

Con tantas aldeas en los afluentes del Amazonas, es imposible ministrar en cada una de ellas por más de un breve tiempo. Cícera y Severo regresaban con frecuencia para visitar los grupos de nuevos creyen-tes, y encontraban que habían tenido poco crecimiento espiritual. Pero dejar atrás El Mensajero entre una y otra visita puede proporcionar enseñanza y estímulo a los nuevos creyentes, y también darles la posibilidad de compartir el evangelio. Así como Cícera y Severo empiezan la obra en nuevos lugares, El Mensajero en ticuna seguirá contando la historia que ellos comenzaron.

El matrimonio intertribal no es común, pero cuando Cícera

conoció a su esposo Severo —un creyente de la vecina tribu Mayoruna— estaba claro que compartían algo más que su fe. Él, al igual que Cícera, tenía la visión de alcanzar a su pueblo y a otras tribus del Amazonas con la historia del amor y el perdón de Dios.

Radicados en la pequeña población de Benjamín Constant, viven junto a otros creyentes en el hogar de los misioneros nativos Clauber y Deanora Quadros. Cícera y Severo no solamente se están ca-pacitando para ser plantadores de iglesia, sino que también están estudiando para

ser maestros y poder vivir independien-temente. A pesar de que viven con po-cos recursos, construyen lanchas poco a poco, movi-dos por la fe de que Dios les dará los

Esta nueva traducción es un recurso de valor incalculable que alcanzará a toda la tribu de una manera jamás vista.

Aquí había una

herramienta que

marcaría una

diferencia radical

en su ministerio

actual y en sus

sueños en cuanto

al futuro.

> CÍCERA Y SEVERO

> WILSON

La voz del jefe ticuna parado en la ribera del río era terminante:

“Sé quién es usted —así que no aterrice su avión ni vuelva”.

Esta bienvenida poco cálida no fue ninguna sorpresa para el piloto Wilson Kannenberg. Pues entendía que des-pués de soportar 500 años de opresión colonial, los ticunas tenían motivos para desconfiar de los extraños que podían ser una amenaza para su cultura y su libertad. Por otra parte, el gobierno de Brasil, ahora ansiosos por distanciar a sus pueblos tribales de los abusos del pasado, había

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Iniciativas

El Mensajero de En ContactoVisite encontacto.org/mensajero

o llame al 800-303-0033

Este es su momento.

Gracias por su generosidad.

JINJA, UGANDA

Su apoyo nos ayuda a llevar el mensaje de Cristo a lugares que nunca pensamos que sería posible.

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El avión de Wilson

ha provisto un

puente para

que misioneros

comiencen a llevar

a cabo su visión.

> JOÃO

Wilson y João se conocieron en circunstancias difíciles y ahora trabajan juntos en la obra de Dios.

ido hasta el punto de promulgar leyes para impedir que no indígenas llegaran a

las comuni-dades más remotas del Amazonas. Wilson sabía cuán profun-damente heridos se sentían muchos

indígenas que habían tenido malas expe-riencias con personas blancas —incluyen-do misioneros extranjeros.

Pero el alemán–brasileño no se desanimó. Había hecho el viaje en su hidroavión por una sencilla misión: ser-vir como puente. El vuelo de una hora a la remota aldea en el tributario Yavari habría tomado a sus amigos ticuna has-ta dos semanas en una de sus lanchas motorizadas, viajando día y noche.

Pero el avión de Wilson —el único que hay en toda la región del Amazonas occidental— ha provisto un puente para que estos misioneros comiencen ahora a llevar a cabo su visión.

Aunque Wilson encuentre rechazo, distribuye dos cosas. En primer lugar, su tarjeta —con instrucciones sobre cómo ponerse en contacto con él en caso de alguna emergencia médica. Las personas que viven en los afluentes del Amazonas mueren con frecuencia por mordeduras de serpientes veneno-sas, pues están lejos de los hospitales. Wilson presta servicio voluntario para transportar en avión a cualquier persona que tenga necesidad, sin cobrar nada. Y, en segundo lugar, deja un regalo extraordinario: El Mensajero de En Contacto. “Quiero mostrarles que los amo con la dulce fragancia de Jesús y mostrándoles que estoy allí simplemen-te para ayudar”, afirma.

João no quería saber nada de un extranjero como Wil-son, o del cristianismo que

habían traído los invasores. Pero ahora estaba a punto de morir, y este piloto extranjero le estaba pidiendo que escuchara un mensaje titulado “El camino al cielo.”

João lo escuchó mientras yacía sobre un tapete con el dolor corriéndole por todo su cuerpo, y con su mano negra y putrefacta por el veneno de la serpiente. Las palabras grabadas, dichas con tanta convicción, le contaban cómo lo amaba su Creador y la manera como había he-cho posible que tuviera una nueva vida —incluso después de la muerte. Después escuchó otro mensaje, y otro.

Milagrosamente, João no murió ese día. No solamente creyó el mensaje y puso su fe en Cristo; también experi-mentó una restauración completa de su vida, incluyendo la sanidad milagrosa de su mano. João —que una vez estuvo en contra de cualquiera que viniera a su pueblo con el evangelio— estaba tan emocionado que comenzó de inmediato a hablar a los demás de Cristo, y usan-do El Mensajero, formó una iglesia.

Ahora, al igual que Cícera y Severo, él está viajando a otras aldeas para compartir el evangelio con cualquiera que quiera escuchar su historia —y también a El Mensajero. l

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E N C O N T A C T O . O R G 31L A T O R R E D E L R E L O J — T O S C A N A , I TA L I A | F O T O P O R C H A R L E S F. S TA N L E Y

meditaciones diariasEXTRAÍDAS DE LAS PREDICACIONES DE CHARLES F. STANLEY

s

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LU

N

Hay un asunto de suprema importan-cia que a menudo olvidamos con

el ajetreo de la vida, y es la pregunta en cuanto a dónde las personas pasaran la eternidad.

Al mirar al ser humano desde el punto de vista divino, entendemos que al final del tiempo habrá dos grupos: quienes vivirán para siempre con Dios y quie-nes sufrirán la muerte eterna separados de Él. El destino final de cada persona dependerá de algo sencillo: recibir el perdón de sus pecados de parte de Dios.

Nadie —salvo o no— merece la mise-ricordia de Dios. Ninguna cantidad de buenas obras o de religiosidad puede ga-nar la dádiva del perdón y de la relación eterna con nuestro Creador. Desde el más bondadoso hasta el más cruel here-dó la naturaleza pecaminosa del “primer Adán”, quien fue el primer hombre que conoció al Señor, y también el primero que se rebeló contra Él.

Sin el regalo de la gracia de Dios —es decir, de un espíritu nuevo, hecho posible por la muerte expiatoria y la resurrección del Señor Jesús— podríamos ser lavados. Por medio de un sencillo acto de fe, reci-bimos el regalo del perdón total de Dios, y una nueva naturaleza espiritual.

Todos llegamos al mundo con una naturaleza “carnal” inclinada a alejarse de Dios (Ro 8.7, 8), y la muerte espiri-tual solo puede evitarse por medio de Jesucristo y el perdón que Él ofrece. ¿Le ha recibido usted como su Salvador per-sonal? Si no es así, ore en este momento pidiendo sinceramente su salvación. Dios quiere que reciba su dádiva de la vida eterna, la justicia perfecta y la adop-ción en su familia.

Un asunto de vida o muerteROMANOS 5 .6 -19

Cuando le guardamos rencor a una persona, experimentamos una

forma de esclavitud acompañada de sentimiento de culpa y de la convicción de que Dios tiene que condenarnos por nuestro pecado. Si esa es su situación, entonces necesita entender el perdón divino.

La Biblia enseña que el perdón le per-tenece a Dios. La lectura de hoy lo acla-ra con la parábola del hijo pródigo. En esta historia, el menor de dos hermanos recibió su herencia anticipada y la gastó irresponsablemente. Con el tiempo, no le quedó nada, y tuvo que trabajar entre cerdos. Pero al regresar desesperado a su hogar, su padre le dio la bienveni-da con los brazos abiertos y con una celebración sin haber hecho nada para ganarse el perdón de su padre.

Si queremos entender el perdón, tenemos que aceptar que la motivación de Dios para perdonar los pecados se encuentra solamente en Él y en su amor. Al igual que el hijo pródigo, no hay nada que podamos hacer para ganarlo.

El hijo pródigo “volvió en sí” (v. 17), es decir, comenzó a pensar en la situación que él mismo había creado. Nosotros hacemos lo mismo cuando nos arrepen-timos —estamos de acuerdo con Dios en que nuestros delitos eran pecado, y decidimos apartarnos de ellos.

Nuestro perdón fue solucionado en la cruz, y se aplicó a cada uno de nosotros cuando recibimos al Señor Jesús como Salvador. Por tanto, cada vez que usted peque, confiese a Dios su conducta (1 Jn 1.9). Entonces, no llevará el peso de la culpa, y podrá disfrutar de la comunión con su Padre celestial.

LUCAS 15 .11-243Nuestro Padre perdonador

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f i n d e s e m a n a

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MA

R

MI

E

E N C O N T A C T O . O R G 33

Usamos diferentes nombres para referirnos a Jesús —Cristo, Maestro,

Mesías, Profeta y Rey, entre otros. Pero un nombre sobresale como una descripción completa del propósito del Señor: el Cor-dero de Dios. Sus milagros y sus enseñan-zas fueron notables, pero aun mayor fue su muerte en la cruz.

El sacrificio de nuestro Salvador fue el punto central del plan del Padre celestial para la humanidad. Desde el comienzo, Dios ha tratado con los pecados de su pueblo por medio de una ofrenda de san-gre. Él mismo realizó el primer sacrificio cuando mató un animal y utilizó su piel para cubrir a Adán y Eva.

Levítico 17.11 nos dice que la vida está en la sangre y que ésta fue dada “para hacer expiación”. Ezequiel añade: “El alma que pecare, esa morirá” (18.4). El pecado siempre exige la muerte debido a la justi-cia y la santidad de Dios. O bien una vida tiene que morir como pago por el pecado, o una vida tiene que ser dada como pago por la culpa de otro.

La manera como Dios se ha ocupado del pecado del hombre es por medio de un sacrificio. Jesús vino para cargar con el pecado de toda la humanidad: Asumió la responsabilidad total por todas nuestras culpas e iniquidades, para que pudiéra-mos ser libres del castigo. Por su muerte, somos hechos justos y santos a los ojos de Dios.

¿Por qué es importante referirse a Cris-to como el Cordero de Dios? Porque al hacerlo se reconoce la muerte expiatoria en la que Dios desató su furia y su juicio sobre el Señor Jesús. Como resultado, podemos estar delante Dios y decir: “Gra-cias, porque puedo llamarte mi Padre”.

El Cordero de DiosJUAN 1 .9 -29

Juzgar a las personas únicamente por sus acciones puede llevar a conclusio-

nes equivocadas. ¿Alguna vez deseó usted mirar dentro del corazón de una persona para entenderla y saber cuáles son sus intenciones?

Por supuesto, nunca necesitamos cuestionar las intenciones de Dios; por su justicia divina Él hace lo correcto en cada circunstancia. Sin embargo, el Señor quie-re que tengamos una relación personal cada vez más cercana con Él, y para eso es necesario que conozcamos su corazón por medio de su Palabra.

Pero, lamentablemente, no todo el mundo lee la Biblia, y por eso hay tanta ignorancia en cuanto a quién es Dios.

Si usted quiere entender el corazón de Dios, mire la cruz, donde se demuestran tanto su justicia como su misericordia. El Padre celestial es perfectamente santo; por consiguiente, su sentencia justa y adecuada por el pecado es la separación eterna de Él (Mt 25.41). Entonces, ¿cómo puede un Dios santo y justo relacionarse con seres humanos pecadores y rebeldes? Preparó un sustituto perfecto, sin pecado, para que llevara no solamente la culpa de la humanidad, sino también el castigo que cada uno de nosotros merece. La muerte de Cristo hizo posible que fuéramos de-clarados inocentes —nuestra deuda por el pecado ha sido pagada en su totalidad, y ese pago se aplica a nuestro favor cuando recibimos al Señor Jesús como Salvador.

La justicia de Dios exigía que su Hijo sufriera el peor castigo posible: la sepa-ración del Padre. El sacrificio de Jesús llevó a la bendición más grande —a que la misericordia de Dios pudiera derramarse sobre nosotros.

JUAN 3:16-214El corazón de Dios5

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JU

E

VI

E

Si hay algo que todos hemos experi-mentado es la tentación. Todos hemos

envidiado algo nuevo, atractivo o poco común que otra persona posee.

¿Qué es “eso”? El objeto de la tentación podría caer dentro de varias categorías. Tal vez sea algo tangible, como una casa o un automóvil; o podría ser algo de natura-leza física o emocional, como la emoción que produce una relación nueva o el reco-nocimiento por un trabajo bien hecho.

Independientemente de la categoría, la tentación nos hace desear lo que no tenemos. Si nos pusiéramos a pensar en los pros y los contras, es posible que la conversación en nuestra mente sonara algo así: ¿Es bueno para mí? Eso no tiene importancia. ¿Me beneficiará a mí y a mi familia? Ese no es el punto. ¿Pudiera causar daño a alguien que amo?

Es que la tentación no conoce la leal-tad. Es una bestia furiosa que, si se deja sin control, puede destruir nuestra vida.

En pocas palabras, la tentación nos impulsa a satisfacer los deseos que nos fueron dados por Dios más allá de los límites que Él ha puesto. Por ejemplo, la sexualidad humana es un regalo precioso del Señor, pero muy a menudo se utiliza fuera de los límites que nuestro Creador estableció originalmente. ¿Significa esto que el deseo sexual es malo? De ningún modo. Sin embargo, si no se controla pue-de ser el punto de partida para todo tipo de problemas.

¿Está usted permitiendo que un deseo controle su vida? Acabe con el dominio de la tentación. Dé gracias a Dios por los deseos que Él ha puesto en su corazón, y pídale que tome el control de cada uno de ellos.

La lucha con la tentaciónSANTIAGO 1 .12-15

Hay personas que actúan como si no hubiera defensa contra la tentación.

Al primer indicio de deseo, se rinden desesperadas. Lo que no reconocen es que la seducción es un proceso que puede ser interrumpido en cualquier etapa.

La tentación comienza, por lo general, en la mente, donde experimentamos una vida de fantasía activa. Con esto quiero decir que la mente humana tiene la capa-cidad de crear conversaciones y expe-riencias completas a partir de la nada. Por medio de la fantasía podemos disfrutar de algo sin tenerlo en el mundo real. La gente suele pensar que una fantasía es inofensiva, pero no es así.

El mundo de la imaginación puede llevar a la esclavitud. Con el tiempo, la fantasía se convierte en aburrida, y uno comienza a necesitar algo que produzca más satisfacción. Al final, nuestros pensa-mientos están tan absortos en la tenta-ción, que parece imposible pensar en otra cosa. Cuando eso sucede, nuestra mente ha sido cautivada por el deseo. Siempre que nuestra vida se centre en algo que no sea Dios, hemos sido atrapados.

Ya que el proceso de la tentación co-mienza en nuestra mente, puede ser difícil escapar. No importa adónde vayamos o qué hagamos, nunca seremos capaces de correr más rápido que nuestra mente. Sin embargo, podemos interrumpir el proceso, llenando nuestra cabeza con la Palabra de Dios. A medida que sigamos alimentando nuestra imaginación con la buena comida de las Sagradas Escrituras, la Palabra de Dios servirá para combatir la fantasía tentadora. La Biblia es poderosa —confíe en ella para verse libre de la presión de la tentación.

1 CORINTIOS 10 .12 , 136

34 M A R Z O 2 0 1 4 E N C O N T A C T O

El proceso de la tentación7

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E N C O N T A C T O . O R G 35

E n el pasaje de hoy, el apóstol Pablo le dice a los griegos que en Dios

vivimos, nos movemos y existimos, al afirmar que siempre estamos en presen-cia del Señor, lo cual es una bendición para quienes conocen al Salvador.

La realidad es que Dios es perfecto, y existe en su plenitud dondequiera que Él está. El Salmo 139 nos dice que no hay un lugar en la faz de la Tierra en el que Dios no exista: “Si… habitare en el extremo del mar, aun allí me asirá tu diestra” (vv. 9, 10).

Esto significa que Dios no está en un lugar con su misericordia, y en otro con su ira. Él no está en un lugar con su perdón, y en otro con su desaprobación. Más bien, Él es plenamente santo en dondequiera que esté. Su plenitud está dondequiera que está su presencia.

Esto debe afectar nuestra manera de actuar, lo que creemos, y cómo respon-demos a nuestras circunstancias. Si creemos que Dios es siempre perfecto, esta convicción debe afectar nuestras palabras, nuestras acciones y nuestros pensamientos. Debe, sin duda, fortalecer también nuestra fe.

Si Dios es perfecto, y si Él le llama su hijo o su hija, ¿podría haber siquiera un momento en el que Él no esté velando por usted? ¿Habrá jamás, por un instan-te, la posibilidad de que algo se deslice a la vida suya sin que Dios lo sepa? ¿Qué el enemigo de su alma tenga siquiera la oportunidad de la mil millonésima parte de un segundo para destruirle?

La respuesta es rotundamente ¡no! Confíe en la presencia de Dios, y recuer-de que Él está con usted cada segundo de su vida.

HECHOS 17 .22-31

Cuando surgen las dificultades, ¿en qué se enfoca usted, en el problema,

en cómo le afecta, o en las consecuencias para los demás? Los escritos de David lo muestran siguiendo el plan de Dios en medio de las dificultades: la meditación en la suficiencia y la voluntad del Señor. El resultado era fortaleza y esperanza para su alma.

Enfocar la mente y el espíritu en el Señor es una disciplina muy importante para el creyente. En los Salmos, David no solamente derrama sus dificultades en el Señor, sino que también dirige su aten-ción a Él. Dios está siempre en el centro de la meditación bíblica.

Las circunstancias pueden ser avisos valiosos para meditar, si combinamos una cualidad del carácter del Señor con nuestro problema. Puesto que la relación de David con Dios se basaba en la confian-za, su impulso era lidiar con las pruebas esperando la ayuda divina y la victoria. Por ejemplo, su amenazador enfrenamiento con Goliat trajo a su mente el poder del Señor para liberarlo (1 S 17.37). Ante un tipo de peligro diferente —las amenazas y persecuciones del rey Saúl— David optó por meditar en el hecho de que Dios era su refugio y su fortaleza (Sal 91.2). Además, al sufrir la pérdida de seres queridos, permi-tió que la presencia y el consuelo de Dios llenaran su corazón y su mente (1 S 30.3-6).

Nuestro principal recurso es la Palabra de Dios. En todas sus páginas se mues-tran claramente el carácter, las obras y los propósitos del Señor. Cuando llegue la próxima dificultad, utilícela como una oportunidad para meditar en algún aspecto de nuestro Dios trino. Esto le dará fortaleza y esperanza para sostenerle.

SALMO 145 .1 -1310Los momentos que nos sostienen

En la presencia de Dios

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Solemos escuchar un popular llamado a la acción: “No te quedes ahí parado

—¡haz algo!” Pero hay un peligro inherente en esta manera de pensar, si tratamos de introducirla a la fuerza en nuestra vida espiritual.

Muy comúnmente, ya sea que lo mani-festemos o no, actuamos como si Dios ne-cesitara nuestra ayuda. Luchamos con Él por cierto grado de control sobre nuestra vida. En efecto, orgullosamente afirma-mos nuestra autoridad, y proclamamos: “Bueno, Señor, creo que esto es lo que Tú quieres que suceda, así que voy a trabajar, y a trabajar, y a trabajar, hasta lograrlo”.

En algún rincón de nuestra mente, escuchamos: “Ayúdate, que yo te ayuda-ré”. En efecto, muchos cristianos creen que este consejo se encuentra en la Biblia, cuando no es así.

En realidad, esta afirmación es total-mente contraria a la Palabra de Dios, que en vez de eso nos dice: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios” (Sal 46.10). El Padre celestial sabe que no podemos ayudarnos a nosotros mismos. Esa es pre-cisamente la razón por la que envió a su Hijo a morir —porque éramos totalmente impotentes para mejorar nuestra condi-ción pecaminosa (Ro 5.8).

Al mismo tiempo que busquemos hacer la voluntad de Dios, no debemos olvidar su llamado fundamental a la quietud de-lante de Él. Cuando estamos quietos en su presencia y enfocados en Él, nos ponemos en la posición más dócil para aprender.

¿Está usted demasiado ocupado tratan-do de equipararse con Dios? Renuncie a sus esfuerzos y simplemente estese quie-to. Lo que descubra en la quietud puede revolucionar su llamamiento.

Elemento esencial para la meditaciónSALMO 37 .7

El tiempo que pasamos con el Señor produce un efecto dramático en nues-

tra vida cotidiana. Si apartamos períodos para meditar en su Palabra y escuchar lo que Él nos esté diciendo, comenzaremos a notar cambios sutiles y dramáticos.

Primero, comenzaremos a tener la perspectiva de Dios. Sin duda, el apóstol Pablo estaba consciente de esto; oraba por sí mismo y por otros, para tener la perspectiva del Señor (Ef 1.16-19). Cuando comenzamos a ver con los ojos de Dios, el mundo —junto con su alegría y su sufri-miento— se vuelve más claro, al igual que nuestra comprensión de cómo lidiar con los problemas.

Segundo, pasar tiempo con Dios hace que las presiones de la vida se disipen. El Señor Jesús advirtió a sus discípulos que tendrían problemas en este mundo (al igual que todos nosotros), pero les aseguró que no tendrían razón para temer. ¿Por qué temerle a un enemigo que Cristo ya ha derrotado (Jn 16.33)?

Tercero, la meditación trae paz. En este mundo aquejado de problemas, nos encontramos con frecuencia en la necesi-dad de tener un corazón tranquilo, lo que se puede lograr solamente por medio del Señor Jesús (Jn 14.27). Pablo nos dice que el mundo no es capaz de entender la paz de Dios (Fil 4.7), y menos aun de darnos alguna clase de serenidad verdadera.

Aunque el deseo de tener una recom-pensa personal no debe ser nuestra única razón para pasar tiempo con el Señor, de hecho hay bendiciones maravillosas reservadas para quienes reflexionan en su Palabra. Mañana hablaremos de más re-compensas que aguardan a los creyentes que meditan en las Sagradas Escrituras.

NEHEMÍAS 1 .4 -711

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La meditación trae bendiciones12

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Ayer vimos tres bendiciones que se obtienen por pasar tiempo con el

Señor y meditar en su Palabra. Echemos ahora un vistazo a dos beneficios más.

Primero, la meditación produce intimidad genuina con Dios. Piense en un miembro de su familia o en uno de sus buenos amigos. La clase de relación que comparten no apareció de repente. Por el contrario, es el resultado de una estrecha y larga trayectoria de años, edificada sobre una base de amor y confianza. Tenemos que preguntarnos: ¿Cómo es posible rela-cionarnos con alguien sin pasar tiempos juntos? Del mismo modo, no podemos mejorar nuestra relación con el Señor a menos que pasemos tiempo con Él.

Segundo, nuestra meditación nos permite desarrollar un corazón puro. Si pasamos tiempo en la presencia del Señor, Él sacará de nuestro corazón las cosas que no deben estar allí. Vemos esto claramente en el arrepentimiento del rey David, como está descrito en el Salmo 51. Este pasaje fue escrito después del angustioso reconocimiento por David de su pecado con Betsabé. Por la estrecha relación que tenía con Dios, David no podía esconderse de su pecado. En el versículo 3 clama: “Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí”.

El doloroso reconocimiento de lo que había hecho, llevó a David a la reconcilia-ción con el Señor. De la misma manera, cuando permitimos que nuestra relación con el Señor invada los lugares más oscuros de nuestro corazón, podemos encontrar el aliento para aceptar el amor y el perdón asombrosos de nuestro Padre celestial.

SALMO 51 .1 -14

Piense en una pareja de ancianos viviendo en una casa en ruinas, que

apenas pueden permitirse comprar algo de comida y medicamentos. Ni siquiera tienen dinero suficiente para mantener la calefacción durante los meses de frío.

Luego, poco después de que ambos han muerto, se descubre un enorme yacimien-to de petróleo bajo su humilde vivienda. Todos sus años de pobreza los vivieron encima de una riqueza sin explotar.

Lamentablemente, muchos cristianos pasan la vida como esa pareja de ancia-nos. Han reducido el cristianismo a sus elementos más básicos: Dios me salvó y un día iré al cielo. Aunque Jesús ofrece vida abundante ahora mismo (Jn 10.10), no la están viviendo. Los creyentes espiritual-mente pobres no aprovechan el reservorio de la gracia de Dios. La eternidad co-mienza en el momento que somos salvos; no hay que esperar llegar al cielo para disfrutar de las riquezas del Señor.

Dios ha prodigado su gracia a los cre-yentes. Recibimos justificación, libertad del legalismo, y una unión inquebrantable con nuestro Padre celestial. A cambio de eso, Él desea que invirtamos tiempo y energías en nuestra relación con Él. Cuando lo hacemos, todo lo que Él ofrece se derrama generosamente en nuestras vidas. Nuestra relación con Él hace posi-ble que tengamos gozo, contentamiento y bendiciones.

La verdadera riqueza no se mide por la cuenta bancaria o el automóvil. Como coherederos con Cristo (Ro 8.17), tenemos acceso a las riquezas de Dios, las cuales incluyen gozo inefable, amor incondicional, y una paz más allá de toda comprensión.

EFESIOS 1 .3 -913Las riquezas de la gracia de Dios14

Los beneficios de la meditación

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La identidad del Señor es distorsionada con frecuencia por el mundo. Para los

ojos incrédulos, Dios puede parecer un gobernante duro que se apresura a conde-nar cualquier desobediencia. De alguna manera, ese falso concepto ha contami-nado también a nuestras iglesias. Hay creyentes que se acercan al Señor como si Él fuera un viejo tacaño que reparte amor, gracia y perdón por pedacitos.

En el momento de la salvación, reci-bimos todas las buenas dádivas de Dios: perdón, redención, justicia, un lugar en su familia, y mucho más. Existe la idea equivocada entre algunos creyentes de que la gracia del Señor para con nosotros aumenta a medida que nuestra fe madura. Si fuera así, estaríamos ganando su bendición por medio de obras. Lo que sí es verdad es que el crecimiento espiritual amplía nuestra capacidad de reconocer y disfrutar de su gracia en nuestra vida.

Es lamentable que tantas personas se sientan indignas de gozar de las ben-diciones del Señor. Afortunadamente, no tenemos que merecer su bondad, porque ninguno de nosotros sería capaz de estar a la altura. De hecho, la Sagrada Escritura destaca el hecho de que Dios actúa teniendo en cuenta su gracia, no nuestras obras (Ef 2.8, 9). Piense en lo grande, ancho y profundo que es su amor; se preocupa por nosotros y nos colma de gracia porque Él quiere, no porque nos la ganemos.

En vez de míseros bocados de su Palabra y de su presencia el domingo, de-bemos devorar “comidas” completas cada día. Siga el consejo de los Salmos: “Abre tu boca… Gustad, y ved que es bueno Jehová” (81.10; 34.8).

Un Dios de graciaSANTIAGO 1 .17-18

Hay quienes dudan de que Dios tenga realmente el control. Ven las

tragedias del mundo, y se preguntan si tal vez Dios no sea tan poderoso como para acabar con todos los males. Se encuen-tran con lo que parece ser un obstáculo insalvable en sus propias vidas, y llegan a la conclusión de que el poder de Dios es limitado.

Por supuesto que no entendemos todo lo que sucede en esta vida. Pero sabemos por la Biblia que Dios tiene la autoridad final. Como dice el Salmo 103.19: “Jehová estableció en los cielos su trono, y su reino domina sobre todos”.

Piense en las implicaciones más profun-das de ese versículo: Dios tiene el control total de todo el universo. Reina sobre todo y sobre todos, y su poder supera todas las demás fuerzas. Los términos omnipotente, omnipresente, y omnisciente se utilizan a menudo para describirlo. En otras palabras, nuestro Dios es todopoderoso, existe en todas partes, y lo sabe todo. Esto significa que no hay nada más allá de su conocimiento o de su capacidad para gobernar.

Este Dios sin límites e insondable, que no tiene impedimentos y que tiene el control absoluto, nos adopta como hijos. ¡Qué perspectiva tan maravillosa! Cuando comenzamos a entender esta verdad, nuestra alma se llena de paz y descanso.

Si usted cree que Dios es todopoderoso, ¿es esa idea simplemente un “conocimien-to intelectual”, o afecta la manera de cómo se siente y de cómo piensa? Cuando usted comprende que no hay nada que escape al conocimiento, control y propósito miseri-cordioso del Señor, desaparece el temor y se experimenta realmente su paz.

EFESIOS 1 .1117

38 M A R Z O 2 0 1 4 E N C O N T A C T O

La soberanía de Dios

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E N C O N T A C T O . O R G 39

Durante uno de los períodos más di-fíciles de mi vida, me sentaba junto

al fuego con un amigo querido y me desahogaba. Dado que este hombre era un buen oyente, él podía sentir cuando me sentía desanimado, y me recordaba que Dios tiene el control. Esta verdad se convirtió en un ancla en mi vida; no importaba cuánto se agudizara la adver-sidad, me consolaba saber que mi Padre celestial es soberano.

El Señor tiene gobierno, autoridad y control absolutos sobre el universo y todo lo que hay en él. La Biblia dice que hay “un Dios y Padre de todos, el cual está so-bre todos, y por todos, y en todos “ (Ef 4.6).

Piense en las garantías que ofrece esta verdad a los creyentes. Primero, si Dios creó todas cosas, y si tiene poder abso-luto sobre todo, entonces nada puede suceder sin su gobierno y permiso. Se-gundo, sabemos por la Biblia que Él está involucrado íntimamente en nuestras vi-das personales, y que se interesa por los detalles de cada día. Tercero, Romanos 8.28 garantiza que Él saca algo hermoso para sus hijos de todas las circunstancias —incluso de las situaciones que pare-cen negativas y dolorosas. Si nuestro amoroso Padre celestial nos protege de esta manera, podemos tener paz en el presente y confianza en el futuro.

En tiempos dolorosos, ¿cómo ve usted a Dios? Es importante recordar, espe-cialmente durante las adversidades y el sufrimiento, que Él tiene el control. Enfocarse en su soberanía le dará la confianza para seguir adelante. Lea otra vez el pasaje de hoy, y preste especial atención al poder, el amor y la capacidad de su Padre celestial.

JEREMÍAS 32 .17

En los versículos de hoy, Juan nos dice que “Jesús es el Cristo, el Hijo

de Dios” (v. 31). Pero ¿por qué es tan importante que creamos esto?

La razón más obvia es porque nuestra salvación, y por consiguiente nuestro destino eterno, dependen de nuestra fe en esta verdad. Sin embargo, después de la salvación, la identidad divina de Cristo debe seguir afectándonos.

Primero que todo, conocer al Hijo lleva a una comprensión más profunda del Padre celestial. Puesto que Jesús es Dios y hombre, nos da ese discerni-miento. Cuando estudiamos su vida, los aspectos del carácter y el modo de obrar de Dios adquieren vida por medio de la enseñanza y el ejemplo de Cristo.

Él también nos muestra qué podemos llegar a ser. El Señor está comprometido a transformar a cada uno de sus seguido-res a la semejanza de su Hijo. Aunque no alcanzaremos la perfección en esta vida ni tendremos jamás los atributos divinos de Cristo, su carácter puede desarro-llarse en nosotros si nos sometemos al Espíritu Santo.

Otra manera como Cristo nos afecta, es inspirando nuestra gratitud. Él dejó las glorias del cielo para convertirse en nuestro Salvador, y cuando reconocemos ese sacrificio, nos llenamos de gratitud y alabanza.

Permita que el Señor Jesús le motive a vivir de una manera pura. Él habita en el interior de cada creyente por medio de su Santo Espíritu, lo que significa que los pensamientos, las actitudes, las palabras y las acciones egoístas no tienen cabida en nuestras vidas.

JUAN 20 .30 , 3118Jesucristo: El Hijo de Dios19

Mi garantía: Dios tiene el control

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En la lectura de hoy, en Mateo 8, los hombres que iban con Jesús en una

noche tormentosa, le preguntaron algo que debe hacernos prestar atención: “¿Qué hombre es éste…? “(v. 27). Haría-mos bien en reflexionar sobre esa misma pregunta. Entonces comenzaremos a ver por completo quién es Jesús.

El Señor y sus discípulos estaban atra-vesando el Mar de Galilea en dirección a la región de los gadarenos cuando se produjo una gran tormenta —imagine-mos un viento violento que causó tal turbulencia, que las olas cubrían la barca de madera (v. 24). Hasta los experimen-tados marineros a bordo estaban seguros de que su muerte era inminente.

Pero el relato nos dice que Jesús dor-mía. Estaba descansando tranquilamente durante una tormenta tan espantosa, que el escritor escogió la palabra griega seismos para describirla. (La frase “activi-dad sísmica”, que se utiliza para referirse a los terremotos, viene de la misma raíz). ¿Qué hombre es éste, que puede dormir mientras la barca es sacudida? La respuesta es: Aquel que creó los mares, y que sabe cómo se forma una tormenta y qué energía hace que una ola se manten-ga en movimiento. Ese es el hombre, un ser divino revestido de humanidad que reprendía a los vientos y al mar para que se calmaran perfectamente.

La Biblia dice que tanto el viento como las aguas se calmaron al instante. Tal es el poder de Jesús, el Creador y Señor del universo. Todas las historias de la Biblia complementan el hecho de que Él es el único hombre digno de gloria, honra y alabanza (Dn 7.13, 14; Ap 5.12).

Un hombre digno de nuestra alabanzaMATEO 8 .23-27

La resurrección de Cristo no está abierta para el debate teológico. Hay quienes

piensan que es suficiente creer que Jesús vivió y murió. Sin embargo, la restaura-ción del Salvador a la vida es vital para lo que Él decía acerca de su identidad, y para al cristianismo como fe. Retomando nuestra pregunta del devocional de ayer, debemos preguntarnos: ¿Qué hombre es éste, que se levantó de los muertos?

La respuesta es que Jesucristo es el Hijo de Dios que murió por nuestros peca-dos y resucitó, porque la muerte no tenía ningún poder sobre Él. La resurrección validó todo el ministerio de Jesús. Desde el principio, Él dijo e hizo cosas para re-velar que era el Señor. Cuando el Cordero de Dios venció la muerte, confirmó su identidad.

También podríamos responder a la pregunta diciendo que ese hombre que regresó de los muertos es digno de nuestra esperanza. Puesto que Jesucristo confirmó el poder de Dios para dar la vida eterna a sus seguidores, la existencia terrenal de éstos no está destinada a tener un final, sino que es el primer capítulo de una relación hermosa e infinita con Dios. El apóstol Pablo dijo que al morir, los cristianos están ausentes del cuerpo y presentes al Señor (2 Co 5.8). ¡Así que, lo mejor está por venir!

Sin la resurrección de Jesús no hay nin-guna esperanza. Las personas que buscan su propia versión de la inmortalidad no tienen seguridad de la vida después de la muerte, porque no hay ninguna. Pero los creyentes enfrentan al final de la vida te-rrenal con la confianza de que nada puede separarlos del amor de Dios. La muerte es apenas un breve viaje al hogar celestial.

1 PEDRO 1 .3 -520

40 M A R Z O 2 0 1 4 E N C O N T A C T O

Un hombre digno de nuestra esperanza21J

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E N C O N T A C T O . O R G 41

Cuando los planes se frustran o la vida parece desplomarse de alguna ma-

nera, no es raro que la gente se pregunte: ¿Dios me ha abandonado? ¿Por qué no ha respondido mis oraciones? Deuteronomio 7.9 ofrece aliento con la garantía de la fi-delidad del Padre celestial: “Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones”.

Cinco atributos de Dios hacen que esto sea posible. Primero, Él lo sabe todo, incluyendo nuestras necesidades, pensa-mientos, debilidades y deseos —pasados, presentes y futuros. Segundo, el Señor es todopoderoso, así que nada es demasiado difícil para Él (Jer 32.17). Tercero, Él está en todas partes al mismo tiempo, y nunca fuera de nuestro alcance.

Cuarto, nuestro Padre celestial no pue-de mentir. Todo lo que Él dice es verdad y ciento por ciento confiable.

Por último, Dios es inmutable. El mundo a nuestro alrededor y nuestras cir-cunstancias parecen estar en un cambio constante, y el Señor puede cambiar su manera de interactuar con la humanidad. Pero su carácter es siempre el mismo. Así que, cuando la Biblia nos dice que Dios es fiel, podemos descansar con confianza en esa promesa.

Las circunstancias resultan a menudo dolorosas. Pero aun en situaciones que parecen abrumadoras, los creyentes podemos confiar en que nuestro soberano Señor lo sabe todo, tiene el control, y con amor hace que todo resulte para el bien de sus hijos. Podemos descansar con con-fianza, sabiendo que el Dios inmutable de toda la creación cuida de nosotros.

A lo largo de la Biblia vemos a Dios trabajando en la vida de las perso-

nas. A veces, actúa de manera dramática, como cuando abrió el Mar Rojo para que los israelitas escaparan del ejército egipcio. En otras ocasiones, puede pa-recer que no está haciendo nada. Marta y María mandaron a decir a Jesús que su hermano necesitaba su ayuda, pero Cristo se demoró antes de llegar a ellas (Jn 11.3-6).

El Espíritu Santo nos ayuda a reco-nocer la presencia y el trabajo de Dios. Lo hace mediante el cultivo de nuestra capacidad de discernir cuándo y dónde está el Señor obrando.

Además de discernimiento espiritual, tenemos que desarrollar paciencia, por-que Dios actúa conforme a su plan, no al nuestro. A Abraham se le prometió una descendencia numerosa, pero hubo una larga espera antes de que su esposa con-cibiera; de hecho, él y Sara ya no estaban en los años fértiles.

El trabajo del Señor puede proporcio-nar gozo, como fue el caso de Ana, cuan-do se convirtió en madre (1 S 1.27 —2.1). Su plan puede también dar lugar a perío-dos dolorosos, como fue la experiencia de José. Antes de que el Señor lo elevara a una posición de autoridad para ayudar a su familia, fue vendido como esclavo y encarcelado injustamente.

Jesús dijo a sus discípulos que su Padre trabajaba siempre, y que Él también hacía lo mismo. Seremos alentados y fortale-cidos en nuestra fe si reconocemos las maneras como Dios está actuando. Estas señales de su trabajo nos motivarán a perseverar hasta el final y a mantener su perspectiva en cuanto a la vida.

JUAN 5 .15-19

Dios está obrando1 CORINTIOS 1 .4 -9

Cómo descansar en la fidelidad de Dios

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Cómo manejar el sentimiento de culpaEFESIOS 2 .1 -1026

Muchos maestros consideran que las preguntas de “Verdadero” o “Falso”

son una herramienta útil para determinar lo que saben los estudiantes. Algunas personas parecen ser capaces de discernir de inmediato lo que es verdadero. Otros piensan en la pregunta con todo detalle, y se dan cuenta de que, simplemente, no están seguros de qué es verdadero. ¿Cómo respondería usted lo siguiente?

¿Verdadero o Falso? La responsabili-dad del Espíritu Santo es convencernos de pecado. La respuesta es VERDADERO (Jn 16.8). Si hemos pecado, el Espíritu de Dios hará que tengamos sentimientos de culpa que nos condenen por el mal que hemos hecho. Hace esto para que pida-mos perdón a Dios y seamos restaurados a una relación correcta con Él.

¿Verdadero o Falso? Todos los sen-timientos de culpa son producto de un pecado. La respuesta es FALSO. Podemos experimentar sentimiento de culpa por razones distintas sin haber pecado; por ejemplo, cuando nos imaginamos al Señor apuntándonos con su dedo y condenándo-nos por cada error.

Romanos 8.1 proclama la verdad de que “ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús”. La Biblia también enseña que la vida llena del Espíritu está llena de gozo y de paz.

Dedique tiempo esta semana para llegar a conocer mejor a Dios por medio de lo que revela el Nuevo Testamento. Contemple el amor y la compasión que tuvo Jesús a las multitudes (Mt 14.14), a la viuda (Lc 7.13), al leproso (Mr 1.40−42), y al publicano (Mt 9.9−12). Acepte la verdad de que Dios le ama, y permita que todo sentimiento falso de culpa desaparezca.

Cuando nos sentimos culpablesISAÍAS 43 .10 , 11 , 2525

42 M A R Z O 2 0 1 4 E N C O N T A C T O

La culpa puede ser como un veneno que trabaja en nuestro interior para

crear caos en nuestros pensamientos y emociones. El antídoto es entender la razón por la que nos sentimos culpables, y saber cómo aplicar las enseñanzas bíblicas en cuanto a este asunto.

Malentender la gracia produce sen-timientos de culpa que nos hacen pen-sar que, para ser un “buen” cristiano, uno tiene que reformar por sí mismo su conducta. Cuando en realidad, el Señor Jesús pagó en la cruz nuestra deuda de pecado y nos declaró justos delante de Él.

Otra cosa que puede hacer que nos sintamos culpables es la confusión acer-ca de la confesión y el perdón. Algunos creyentes se preocupan por pecados ocultos que todavía desconocen, mien-tras que a otros les preocupa no estar seguros de si han confesado lo suficien-te para ser perdonados. Es cierto que 1 Juan 1.9 nos dice que debemos confesar nuestros pecados, pero hacer esto no es lo que nos da el perdón. Es lo que hizo Jesús en el Calvario, lo que perdona todos nuestros pecados.

Negarse a deshacerse del pasado también puede producir sentimientos de culpa, por sentirnos indignos del perdón. Pero Jesucristo murió en la cruz para que todos nuestros pecados —pasa-dos, presentes y futuros— pudieran ser perdonados. Esto es parte del milagro de la gracia.

La verdad de la Palabra de Dios nos libera de la prisión de la culpa falsa, y nos permite vivir de la manera en que el Señor quiere. ¿Está usted andando en libertad?

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E N C O N T A C T O . O R G 43

El conflicto es parte de la vida. Puede originarse por malentendidos, una

diferencia de opinión o convicciones pro-fundas. Pero, con frecuencia, el desacuer-do se debe a la envidia, el orgullo o a la ambición de poder.

Nadie puede controlar la respuesta de la otra persona al conflicto; somos responsables solo de nuestra reacción. Pero lamentablemente, muchas personas responden de manera equivocada frente al conflicto. Algunos ignoran el problema o fingen que no existe. Otros echan la culpa a otros para defenderse a sí mismos.

Estas respuestas indican, a menudo, algunos problemas. Primero, heridas del pasado que pueden haber dejado a la persona insegura e incapaz de manejar las críticas. Segundo, perfeccionismo que puede hacer que la persona se fije estándares tan elevados que le resulte imposible estar a la altura de ellos, y por tanto no pueda ver sus errores. Por último, orgullo que le impida reconocer cuándo se equivoca o pedir perdón.

A menos que respondamos correcta-mente al conflicto, limitaremos nuestro potencial para crecer porque no estamos aprendiendo lo que el Señor enseña.

Pero hay una manera positiva de ma-nejar el conflicto. Lucas 23.34 revela cómo respondió nuestro Salvador cuando fue acusado y juzgado injustamente, y llevado a la muerte por algo que Él no había cometido. El Señor Jesús oró, diciendo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.

¿Cómo maneja usted las acusaciones y las críticas? El perdón es la única respues-ta que evitará que se convierta en víctima del resentimiento.

MATEO 18 .21-35

Cuando surge el conflicto, con frecuen-cia queremos defender nuestra posi-

ción. Tal vez, incluso, nos sintamos con el derecho de culpar a otros. Sin embargo, Santiago 1.19 da un consejo diferente para manejar la tensión y las controversias: “Todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse”. En otras palabras, se puede lograr más con una actitud calmada. Además, la Biblia nos dice que debemos…

• Orar. Primero, debemos pedir al Señor que guarde nuestra boca, y nos dé las palabras adecuadas al hablar (Lc 12.12). También, debemos pedir discernimiento en cuanto a la raíz del problema, inclu-yendo la posibilidad de que la falta puede haber sido nuestra.

• Tratar de ver con la perspectiva divi-na. Nuestro soberano Dios hace que todas las situaciones obren a favor del creyente (Ro 8.28). Él no solo utiliza las dificultades para enseñarnos, sino que también nos permite demostrar la vida de Cristo en no-sotros por la manera como respondemos.

• Perdonar. Aunque otra persona nos haya herido, debemos perdonar. Jesús murió para perdonar todos nuestros pecados, y nosotros, por nuestra parte, debemos perdonar a los demás. De hecho, si no lo hacemos, nuestra vida se verá agobiada por el resentimiento.

• Responder. Si hemos hecho algo que no está bien, debemos pedir perdón. Pero si la culpa no es nuestra, podemos aun así manifestar aprecio a la otra persona y decirle que daremos atención cuidadosa a sus comentarios.

¿Cómo responde usted a los conflictos? Pídale a Dios que le dé la entereza para mantener la calma y hacer lo correcto.

PROVERBIOS 26 .428Para mantener un espíritu tranquilo

Cómo responder al conflicto

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Un momento extraño para sentir temor1 REYES 19 .1 -431

He caminado con el Señor por casi setenta años. He leído la Biblia

entera muchas veces, predicado miles de sermones, y escrito miles y miles de páginas de materiales de estudio. Pero déjeme decirle que a pesar de todo eso, a veces lucho con el temor. Imagino que usted también los siente, después de todo, ¡vivimos en un mundo que asusta!

Cualquiera puede sentirse amedrenta-do por el fracaso, el ridículo, la soledad o algo completamente distinto. Para mí, un área de vulnerabilidad es la predica-ción. A veces, al comenzar la semana, me invade el atormentador sentimiento de que no tendré lo necesario para dar el mensaje del domingo, y el desasosiego se mantiene a lo largo de la semana.

En respuesta a eso, oro más, dedico más tiempo al estudio, y leo mi Biblia más detenidamente. Me siento impulsa-do a hacer todo lo que pueda para tener éxito cada vez que me levante para pro-clamar la Palabra de Dios. Hace mucho tiempo tomé la decisión de no permitir que el temor me impida hacer lo que Dios me ha llamado a hacer. Sin embar-go, antes de encarar el temor, primero tengo que reconocer que está allí. Esa es la clave para vencer los sentimientos de aprensión.

Usted no debe avergonzarse de recono-cer que tiene temor. En los Salmos, el rey David confiesa varias veces que batalla con sentimientos de temor (Sal 34.4; 55.4, 5). Pero su confesión está envuelta en la oración, reconociendo el poder del Señor sobre sus temores y sus enemigos.

Ese mismo poder está disponible para usted hoy. Dios quiere echar fuera el temor y la duda que haya en su vida.

Cómo vencer los temoresSALMO 27 .1 -3

Normalmente, pensamos en el temor en términos de fracaso. Tendemos

a atemorizarnos cuando sufrimos alguna calamidad o sentimos que hemos sido juzgados injustamente.

Pero en 1 Reyes 18 encontramos una situación totalmente diferente; allí vemos que Elías experimentó uno de los triunfos más espectaculares que hay en toda la Biblia. Armado solamente con su fe inquebrantable en el Señor, se enfrentó a 850 sacerdotes de los dioses falsos del país. Dios se movió con poder, destruyen-do a los idólatras y trayendo gloria a su nombre en todo Israel.

Pero, inmediatamente después de este enfrentamiento, cuando la euforia de su fe debería haber estado en su punto más alto, Elías tuvo miedo. En 1 Reyes 19, el profeta se entera de que la siniestra reina Jezabel había pedido su cabeza. Olvidan-do, al parecer, la poderosa victoria de Dios de unos momentos antes, Elías huyó.

La historia de Elías nos recuerda que nuestros fracasos no deben representar el mayor peligro para el crecimiento espiritual; el potencial para el fracaso puede estar oculto, en realidad, dentro de nuestros éxitos. Cuando nuestra confianza está en su punto más alto, eso es lo que a menudo nos lleva a quitar nuestra mirada del Dador del poder, para dirigirla a noso-tros mismos.

No nos engañemos, el Señor puede trabajar en, alrededor, o por medio de nosotros para llevar a cabo su propósito, pero la victoria siempre le pertenecerá a Él. ¿Lo ha ofuscado el éxito? Vuelva de nuevo su mirada al Señor. Toda la alaban-za y la gloria son de Él. Usted no tiene por qué tener temor.

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f i n d e s e m a n a

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UNA REFLEXIÓN ACERCA DE LA TRINIDAD

T E O L O G Í A

Digamos por un momento que Dios es simplemente alguien arriba en el cielo que hizo al mundo. Así es como pensaban muchos filósofos griegos. Entonces, ¿por qué los cristianos no adoptan este sencillo punto de vista? La razón es muy simple. Es un concepto totalmente inadecuado que poco tiene que ver con el Dios a quien adoramos.

Los cristianos sabemos que Dios entró en este mundo como Jesús de Nazaret: “Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria” (Jn 1.14 LBLA). Una buena teología cuenta toda la historia, y permite a las personas desechar ideas inadecuadas en cuanto a Dios. Tenemos que permitir que el Señor nos diga cómo es Él. Simplemente, no podemos hacer justicia a la experiencia cristiana y a la visión de Dios sin utilizar el lenguaje bíbli-co y teológico tradicional de Padre, Hijo y

Espíritu Santo.Por supues-

to, queremos simplificar las cosas. Sin embargo, la simplificación lleva fácilmente a la reducción, y la reducción a la distorsión. La teología es para hacer justicia

a la realidad de Dios, no importa lo poco práctico que nos parezca. Nuestras dudas en cuanto a la Trinidad surgen debido a que la realidad de Dios no se plasma fácil-mente en nuestro pensamiento.

Ahora bien, algunos leerán estas pala-bras y desearán con razón hacer una obje-ción. La fe de estas personas es sencilla. Creen en Dios y tienen la firme convicción de que han sido redimidas por Cristo. ¿Por qué tienen entonces que conocer acerca de la Trinidad? ¿Acaso no es suficiente una fe sencilla?

Si usted tiene una moneda en la mano y la suelta, ésta caerá a tierra. Si cultiva manzanas o peras en su huerta, el fruto caerá del árbol cuando esté maduro. Estas son observaciones muy sencillas, y no hay nada difícil en cuanto a ellas. Pero ¿qué implican estas observaciones en lo que tiene que ver con nuestro mundo?

En esta segunda entrega, Alister McGrath explica lo importante que es entender a nuestro Dios Trino para tener una fe más sólida.

por ALISTER MCGRATH

¡Es importante saber con claridad quién es Dios! La doctrina de la Trinidad se propone decir toda la verdad en cuanto al Señor, no importa lo difícil que sea para nosotros entenderla.

Puede ser más fácil contar la historia de Dios con el mundo y la humanidad, dejando fuera algunos detalles. La perspectiva cristiana es que Dios creó al mundo, lo redime en Cristo, y habita en nuestro ser por medio del Espíritu Santo. Eso es confuso, dirán algunos. ¿Qué pasa si tratamos de hacerlo más sencillo?

en la PALABRA

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Isaac Newton se dio cuenta de que estas observaciones cotidianas apuntaban a la existencia de algo más profundo —a una fuerza a la que llamó “gravedad”. Antes del tiempo de Newton, nadie parecía darse cuenta de que los cuerpos se atraen entre sí. Todo el mundo sabía que las manzanas caían de los árboles; Newton explicó la razón de ese hecho: las manzanas que caen al suelo se rigen por el mismo principio general que se aplica a los planetas que giran en torno al Sol.

El mismo principio subyace en la doc-trina cristiana de la Trinidad. Oramos y adoramos. Hablamos de ser salvos por Cristo. Hablamos de ser guiados por el Espíritu Santo. Pero ¿qué concepto de Dios está implícito en estas creencias? La doc-trina de la Trinidad enfatiza la verdad de estas afirmaciones sencillas, pero también pregunta: ¿Cómo se demuestran que estas sencillas declaraciones de fe son ciertas y confiables?

Piense en un iceberg. La oración y la adoración son como la parte visible de un iceberg flotando por encima del nivel del agua. Pero el destino del transatlántico Titanic en su viaje inaugural nos recuerda que la parte más grande del iceberg no se ve. Casi el 90% está por debajo del nivel del agua. No podemos verlo —pero está allí, sosteniendo y sirviendo de apoyo a la parte del iceberg que sí vemos.

Piense en los lirios de agua que pode-

mos encontrar en algunos jardines. Sus grandes hojas y sus elegantes flores parecen flotar sobre la superficie del agua creando una impresión de tranquilidad y armonía. Pero lo que vemos en la superfi-cie está sostenido por un complejo sistema de raíces. Los lirios de agua crecen sobre tallos que tienen sus raíces arraigadas en el fondo del estanque. Estas raíces dan apoyo físico y alimentación a la planta. Son parte de una realidad más completa que no es vista por quienes las observan.

Una “fe externa” es lo que vemos y expe-rimentamos. Eso se refiere a la oración y la adoración. Tiene que ver con anunciar a Jesús de Nazaret como nuestro Señor y Salvador. Pero detrás de esto hay una serie de convicciones profundas que están implícitas en nuestra “fe externa”. La doc-trina de la Trinidad es como la parte del lirio de agua que se encuentra sumergida. Está ahí, y tiene que estar allí. Pero en lo que tiene que ver con la vida cotidiana, no nos preocupamos por eso. Podemos vivir sin hablar explícitamente sobre la Trinidad. Lo que no podemos olvidar es que hay una profunda lógica trinitaria en el lenguaje de nuestra fe. Cuando decimos que “Jesús es Señor”, estamos diciendo que Dios es una Trinidad indivisible: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

En conclusión, la Trinidad no es algo que podemos esperar entender; es algo que desafía los límites de nuestra com-prensión. Es como pararse al pie de un inmenso acantilado, y darse cuenta de que es demasiado difícil de escalar. Nos delei-tamos en lo que podemos ver, así como somos seducidos por lo que hay más allá de nuestro alcance. Esa es una de las razo-nes por las que la adoración es tan impor-tante para mantener la fe viva. l(En la edición de mayo de 2014, Alister McGrath concluye esta serie de tres partes sobre la Trinidad. Si usted no leyó la primera entrega, puede hacerlo al visitar encontacto.org/revista).

Nuestras dudas en cuanto a la Trinidad surgen debido a que la realidad de Dios no se plasma fácilmente en nuestro pensamiento.

en la PALABRA

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¡Siga adelante!

Todos tenemos momentos en los que debemos hacer frente

al temor o la incertidumbre. En esta serie, el Dr. Stanley

explica las razones por las que podemos confiar en que el Señor nos

ayudará a enfrentar los retos para que podamos permanecer firmes en la fe y en nuestro llamamiento en cualquier circunstancia.

VALENTÍA PARA PERMANECER FIRMES

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