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Revista electrónica mensual del Instituto Universitario Virtual Santo Tomás e-aquinas Año 2 Enero 2004 ISSN 1695-6362 © Copyright 2003 INSTITUTO UNIVERSITARIO VIRTUAL SANTO TOMÁS Fundación Balmesiana – CDES Abat Oliba CEU Este mes... LA ACIDIA SEGÚN SANTO TOMÁS (Cátedra de Estudios Tomistas del IUVST) Aula Magna: FRANCISCO CANALS, La pereza activa 2-12 Documento: MAURICIO ECHEVERRÍA, La acedia y el bien del hombre en Santo Tomás 13-34 Publicación: HORACIO BOJORGE, En mi sed me dieron vinagre. La civilización de la acedia 35-38 Noticia: Publicados en E-AQUINAS los vídeos y ponencias del Congreso Tomista Internacional 39 Foro: ¿Vivimos en una civilización acídica? 40

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Revista electrónica mensual del Instituto Universitario Virtual Santo Tomás

e-aquinas

Año 2 Enero 2004 ISSN 1695-6362

© Copyright 2003 INSTITUTO UNIVERSITARIO VIRTUAL SANTO TOMÁS Fundación Balmesiana – CDES Abat Oliba CEU

Este mes... LA ACIDIA SEGÚN SANTO TOMÁS

(Cátedra de Estudios Tomistas del IUVST)

Aula Magna: FRANCISCO CANALS, La pereza activa 2-12 Documento: MAURICIO ECHEVERRÍA, La acedia y el bien del hombre en

Santo Tomás 13-34

Publicación: HORACIO BOJORGE, En mi sed me dieron vinagre. La

civilización de la acedia 35-38

Noticia: Publicados en E-AQUINAS los vídeos y ponencias del Congreso

Tomista Internacional 39 Foro: ¿Vivimos en una civilización acídica? 40

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La acedia y el bien del hombre en Santo Tomás1

Mauricio Echeverría

Vicedecano de la Facultad Ciencias Humanas y Sociales Universidad Santo Tomás, Chile

Introducción

Abordamos un tema que suena extraño a nuestros oídos actuales. Y, sin

embargo, el antiguo concepto de “acedia” puede resultar esclarecedor para la pregunta sobre el bien del hombre, precisamente en los tiempos que vivimos. Circunscribiremos la presente indagación al pensamiento del Doctor Humanitatis con respecto de este poco estudiado asunto.

Santo Tomás dedica al tema de la acedia una cuestión completa tanto en

la Suma de Teología2 como en la Cuestión Disputada Sobre el Mal;3 además de tocarlo en varios otros pasajes. Por cierto, él no lo considera un tema menor. Muy por el contrario. De partida, lo enumera entre los siete pecados “capitales”: cabeza y origen de muchos otros males morales.4 Rango que no atribuye, por ejemplo, al odio.5

La gravedad de la acedia no radica sólo en su cortejo de vicios. El

Aquinate enseña que ella es de suyo pecado mortal, en su misma naturaleza, “por su propio género”.6 En resumen, la califica como “doblemente mala”: mala en sí misma y mala en sus efectos.7 Tan mala es la acedia, nos dice, que ella

1 Ponencia dictada el 7 de septiembre de 2000, en la Pontificia Universidad de Santo

Tomás ʺAngelicumʺ de Roma, con ocasión del Jubileo de las Universidades. 2 Summa Theologiae II-II, q.35. 3 Quaestio Disputata De Malo, q.11 4 S.Th. I-II, q.84, a.4; II-II, q.35, a.4, De Malo, q.11, a.4. 5 Cf. De Malo, q.11, a.4, obi.1 et ad1. 6 “Ex praemissis de facili patet quod accidia, secundum quod est speciale peccatum, est

peccatum mortale ex suo genere.” De Malo, q.11, a.3. 7 “Acedia, secundum quod hic sumitur, nominat tristitiam spiritualis boni, est dupliciter

mala, et secundum se et secundum effectum.” S.Th. II-II, q.35, a.1.

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impide entrar al cielo y arroja en cambio a quienes la ejercitan al “infierno de los pecadores”.8

Un peligro tan catastrófico para el alma humana debería serle advertido

a ésta. Y así es, de hecho. No sólo en cuanto resulta contraria a uno de los diez mandamientos (como veremos más adelante), sino también en cuanto está explícitamente preceptuado en el Eclesiástico: “No tengas acedia en sus ataduras”.9

Por todo lo anterior, resulta evidente que un hombre sabio se cuidará

mucho de caer en las redes de la acedia y advertirá a los demás acerca de sus peligros.10 En efecto, la acedia es tal vez el más grave de los pecados capitales, por cuanto comporta el rechazo del bien más importante para el hombre.11 Eso al menos es lo que intentaremos mostrar en lo que sigue. En un sentido más positivo: el estudio de la acedia (tema de suyo moral) nos ayudará a acercarnos con peculiar agudeza al conocimiento del bien de la persona humana. Olvido y Confusión de la Acedia

La tarea, no obstante, se presenta ardua. Claro. ¿Cómo podremos estudiar un concepto cuyo significado hoy se nos escapa? ¿Cómo advertir de los peligros de un pecado terrible, pero desconocido? Y es que el término mismo resulta extraño y variable en las lenguas modernas. “Acedía”, “acedia” o “acidia” en castellano. “Accidia” o “acedia” en italiano. “Acedia” o “accedie” en inglés. “Acedie” en francés. En alemán y otros idiomas simplemente no existe. Proviene del latín “accidia” o “acedia”.12 Y éste, a su vez, del griego ακηδια.

8 “Videtur hoc timuisse (Jacob), ne nimia tristitia sic perturbaretur, ut non ad requiem beatorum iret, sed ad inferos peccatorum. Omne autem illud quod retrahit a requie beatorum et reducit ad inferos peccatorum, est peccatum mortale. Ergo tristitia quae est accidia, est peccatum mortale.” De Malo, q.11, a.3, sc2. Como veremos, la acedia también puede convertir esta vida en un verdadero infierno.

9 “Explicite inveniuntur praecepta data contra vitia caritati opposita... Contra acediam dicitur Eccli. VI, ne acedieris in vinculis eius.” S.Th. II-II, q.44, a.3, ad3.

10 “Unde ad hanc repellendam monet sapiens, Eccli. VI, 26: ‘Subiice humerum tuum et porta illam spiritualem sapientiam, et ne acedieris (in) vinculis illius’.” De Malo, q.11, a.2.

11 “Santo Tomás dice que de todos los pecados -vicios- capitales el más grave es la acedia. Si se ponía la soberbia como el más grave de los vicios capitales quedábamos todos librados. Y la acedia como el más grave de los vicios capitales no tiene la estructura prometeica...” Francisco Canals Vidal. La pereza activa. Conferencia en el Campus Oriente de la P. Universidad Católica de Chile, abril de 1989.

12 En los textos de Santo Tomás aparecen ambas expresiones. “Accidia” en: el Scriptum super libros Sententiarum, las Quaestiones Disputatae De Veritate y De Malo, la Expositio in Iob y la Postilla super Psalmos. “Acedia” en: la Summa Theologiae, la Catena Aurea y la Expositio et Lectura super Epistolam ad Corintios. La forma verbal,

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¿El peor de los pecados capitales? ¡Pero si ni siquiera aparece en el listado por todos conocido!: soberbia,13 avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza. ¿Pereza? Curiosamente, pocos se percatan de la dudosa presencia de este último vicio en la enumeración anterior.14 Al menos, en lo que respecta a Santo Tomás (y a los demás autores medievales y patrísticos). Ese lugar lo ocupó siempre nuestra ahora desconocida acedia.

En la enseñanza cristiana, el cambio se ha hecho ya habitual y casi

universal.15 En el mejor de los casos, se ponen una al lado de la otra, la pereza y la acedia, como variantes de un mismo pecado capital.16 Incluso se ha llegado a identificarlas, al traducir sin más en las obras de Santo Tomás la voz latina de “acedia” o “accidia” por “pereza”.17

En conclusión, el olvido de la temible acedia, doblemente mala y camino

seguro hacia el infierno, se ha debido a su sustitución por la menos espantosa pereza. Y todo ello, a pesar de que esta confusión fue desechada en su momento, de modo explícito e inequívoco, por Santo Tomás:

“Por esto (por el trabajo) algunos huyen de los bienes espirituales en cuanto son

fatigosos; por lo cual la acedia es cierto tedio. Ahora bien, rehuir trabajos y buscar descanso corporal pertenecen ambos a la pereza. Por lo tanto, la acedia no sería otra cosa que pereza. Pero eso es falso, puesto que la pereza se opone a la diligencia, y el gozo a la acedia”.18

recogida de la cita del Eclesiástico (6,26), aparece en tres variantes: “acedieris”, en la Summa Th., la Q.D. De Malo y la Expositio et lectura super Epistolam ad Ephesios; “accidieris”, en la Expositio In Isaiam Prophetam; y “acidieris”, en la Expositio et lectura super Epistolam ad Hebraeos.

13 En realidad, Santo Tomás tampoco considera en sentido estricto a la soberbia como pecado capital, sino más bien a la vanagloria. Cf. S.Th. I-II, q.84, a.4.

14 Como excepciones entre los estudiosos de Santo Tomás, podemos destacar al alemán Josef Pieper, el chileno Humberto Giannini y el español Francisco Canals, a quienes citamos y seguimos en este trabajo.

15 Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n.1866. 16 Por ejemplo: R. García de Haro. La vida cristiana. Pamplona, Eunsa 1992, pp. 805-

807. 17 Como en parte de la nueva traducción española (BAC) de la Suma (I-II, q.84, a.4) y

en la reciente traducción del “De Malo” al español (Eunsa). Hasta se ha llegado a afirmar de modo explícito que “la acidia, en general, es lo mismo que pereza” A. Royo Marín. Teología Moral para Seglares. Madrid, BAC 1996 (7ª. ed), vol.I, p.261.

18 S.Th. II-II, q.35, a.2, obi.3 (las negrillas son mías). Para Santo Tomás la “pigritia” es tan poco importante que nunca la estudia como un tema específico. En general la considera, como aquí, una imprudencia opuesta a la diligencia o solicitud (cf. S.Th. II-II, q.47, a.9, obi.3; q.133, a.2, obi.2), en cuanto “comporta tardanza en la ejecución” (S.Th. II-II, q.54, a.2, ad1); alguna vez, como una especie de temor: “pigritia sit timor de ipsa

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Es decir, nuestro autor no considera como lo específico de la acedia el rehuir los trabajos anexos al bien espiritual. En otras palabras, no la entiende ni siquiera como una cierta “pereza espiritual”:

“Tampoco se puede decir que (la acedia) sea un vicio especial por huir del bien

espiritual en cuanto que es trabajoso, o molesto al cuerpo, u obstáculo de sus placeres, porque esto no distinguiría la acedia de los pecados de la carne, con los que se busca descanso y deleite corporal”.19

La esencia de la acedia no estriba en una reacción ante dificultades

corporales, exteriores al alma, sino en una cierta “disposición interior”.20 Con todo, alguna explicación habrá de tener esta confusión entre la

interior acedia y la externizante pereza. Por de pronto, una primera causa puede encontrarse en un par de definiciones usuales de acedia, recogidas por el mismo Santo Tomás, y que destacan aquellas causas externas de la misma, emparentables con la pereza: el temor a los trabajos anexos y al impedimento de los placeres superficiales.21 Además, también en cuanto a sus manifestaciones, tanto la acedia como la pereza coinciden en provocar un defecto en la ejecución de ciertas operaciones externas; claro que la acedia sólo de modo indirecto y no necesario.22

operatione, inquantum est laboriosa” S.Th. I-II, q.44, a.4, ad3; otra, como efecto de la pusilanimidad (S.Th. II-II, q.133, a.2, ad2). En todo caso, nuestro concepto actual de “pereza” tal vez se acerque más a lo que Santo Tomás entendía por “mollitie”: “apartarse con facilidad del bien por dificultades que no puede soportar” (S.Th. II-II, q.138, a.1), el vicio opuesto por defecto a la perseverancia.

19 S.Th. II-II, q.35, a.2, in corp. “A veces se dice ‘el bien espiritual no me gusta porque si tengo que rezar no puedo jugar o distraerme o hablar con mis amigos’. Esto no es todavía acedia según Santo Tomás”. F. Canals, La pereza activa (cit.).

20 “Secundum quod ista intensio (motus) consistit in interiori dispositione, (tristitia) dicitur accidia, quae est tristitia aggravans.” De Verit. II, q.26, a.4, ad6. “Ad cuius evidentiam sciendum quod quaedam peccata non consummantur in carnali delectatione, sed in sola spirituali, ideo spiritualia vitia dicuntur, sicut superbia, avaritia, acedia.” Super I ad Cor. I, VII, L.2, cap.6, lec.3.

21 “Acedia vero est quaedam tristitia, qua homo redditur tardus ad spirituales actus propter corporalem laborem.” S.Th. I, q.6, a.2, ad2. “Fugere laborem in bonis spiritualibus pertinet ad accidiam.” Sent. II, d.5, q.1, a.3, obi.3. “Et sic est acedia, quae tristatur de bono spirituali, propter laborem corporalem adiunctum.” S.Th. I-II, q.84, a.4. “Accidia, quae est taedium spiritualis boni, secundum quod impedit delectationem aliquam dissolutam.” Sent. II, d.42, q.2, a.3.“Et sic est accidia, quae nihil est aliud quam tristitia de aliquo bono spirituali, prout est impeditivum boni corporalis” De Malo, q.8, a.1.

22 “Pigritia autem et torpor magis pertinent ad executionem, ita tamen quod pigritia importat tarditatem ad exequendum; torpor remissionem quandam importat in ipsa executione. Et ideo convenienter torpor ex acedia nascitur, quia acedia est tristitia aggravans, idest impediens animum ab operando.” S.Th. II-II, q.54, a.2, ad1.

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Sin embargo, la razón de fondo de un cambio tan radical proviene probablemente de la ética modernista (de influencia calvinista) que sobrevalora el trabajo. La absolutización moral (y política) del trabajo, al penetrar subrepticiamente toda la cultura occidental, ha sido capaz de desviar el significado original del pecado capital “acedia” hacia el de su pariente lejanísima, la “pereza”, que se opone al productivismo laboral. Curiosamente, el “trabajolismo” moderno es una de las principales manifestaciones (y a la vez causa) actuales de la “acedia” (como veremos más adelante).23

Como sea, al confundir el pecado capital de la acedia con el vicio menor

de la pereza, o al reducir aquélla a mera pereza espiritual, la ética ha perdido de vista un tema capital (uno de los siete) para librar a las personas de caer en el mal moral y para orientarlas hacia la vida recta; mientras que la antropología (y la sicología) han desperdiciado un factor clave para la comprensión del auténtico bien del hombre.

¿Qué es, entonces, en verdad la “acedia”? O al menos, ¿qué entiende

Santo Tomás por este término? Acedia y Depresión

“La acedia es una ‘tristeza que apesadumbra’, es decir, que de tal manera deprime el ánimo del hombre, que nada de lo que hace le agrada... Por eso, la acedia conlleva cierto tedio en obrar; lo cual es evidente por lo que se lee en la Glosa (Salmo 106, 18): ‘Toda comida les daba náuseas’; y por lo que algunos dicen que la acedia es ‘la indolencia del alma en empezar lo bueno’.”24

Tristeza permanente y profunda, dificultad y desagrado hacia toda clase

de actividad, falta de apetito, apatía. Al escuchar a Santo Tomás, nos da la impresión de asistir a la descripción del cuadro clínico de una depresión (“accidia deprimit animum”). No en balde la psiquiatría moderna ha visto en la acedia el intento de explicación religiosa y poco científica durante la Edad Media para los síntomas de la depresión endógena.25

23 Cf. J.Pieper, El ocio y la vida intelectual. Madrid, Rialp 1962, pp.40-43. H. Giannini, La ‘reflexión’ cotidiana, pp.100-103.

24 S.Th. II-II, q.35, a.1. 25 “Vemos que durante muchos siglos la depresión no fue enfocada como tema médico sino

espiritual, y centran la atención en grupo de síntomas inhibitorios que llaman acedia o acidia.” Dr. Juan Antonio Vallejo-Nágera, Ante la depresión. Barcelona, Planeta 1990 (21ª ed.), p.44. Para un estudio más equilibrado y completo del tema, véase: Jean-Claude Larchet, Thérapeutique des maladies mentales. Paris, Cerf 1982.

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Sin embargo, esta identificación (atractiva por lo demás) tampoco puede satisfacernos. En efecto, si el fenómeno psíquico de la depresión es de verdad “endógeno”, esto es, derivado -al menos en gran medida- de causas orgánicas en el sujeto,26 no podríamos confundirlo con un vicio moral, un pecado capital; que como tal ha de ser consciente y voluntario. Santo Tomás se daba cuenta ya de este problema:

“El pecado, en cuanto tal y en sentido propio, reside en la voluntad... Y, por

esto, si se llama acedia a un acto de la voluntad que huye del bien interno y espiritual, puede tener perfecta razón de pecado. En cambio, si se toma en cuanto es acto del apetito sensitivo, no tiene razón de pecado”.27

Tendríamos, entonces, un doble tipo de acedia o depresión: la sicológica,

involuntaria, no culpable, por una parte; y la espiritual, voluntaria y pecaminosa, por otra. Claro que los trastornos del alma no suelen ser tan sencillos. Por eso, el Aquinate agrega a continuación:

“... a no ser en cuanto esté ligado a la voluntad (el apetito sensitivo); o sea, en

cuanto por ejemplo tal movimiento (sensible) pueda ser prohibido por la voluntad; de donde si no lo prohibe, tiene alguna razón de pecado, aunque imperfecto”.28 En sentido contrario, Santo Tomás reconoce la influencia de los factores

corporales y medioambientales en la vida moral del hombre, y en la acedia en particular.29 Así explica el nombre asignado por los ascetas del desierto a este pecado capital: el “demonio del mediodía”:

“Las pasiones del apetito sensitivo pueden ser en sí mismas pecados veniales e

inducen al alma al pecado mortal. Y, dado que el apetito sensitivo tiene órgano corporal, se sigue que por alguna transmutación corporal el hombre sea más hábil para algún pecado. Por eso puede suceder que por algunas transmutaciones corporales, que acaecen a sus tiempos, nos molesten más ciertos pecados. Y, pues toda flaqueza corporal de suyo dispone a la tristeza, los que ayunan sufren más los ataques de la

26 Cosa por lo demás bastante discutida hoy día entre los médicos. En todo caso, este

argumento es válido también para causas sicológicas o medioambientales de la depresión, en la medida en que ellas no dependen de la libre elección de la persona.

27 De Malo q.11, a.1. 28 Ibid. Cf. Ibid, ad3. En este sentido, resultan interesantes recientes estudios

científicos acerca de la influencia de los factores religiosos en el tratamiento psiquiátrico de las depresiones.

29 “Acedia est huiusmodi (defectus corporalis qui statutis horis accidit). Dicit enim Cassianus, In X lib. de Institutis Monasteriorum, ‘maxime acedia circa horam sextam monachum inquietat, ut quaedam febris ingruens tempore praestituto, ardentissimos aestus accensionum suarum solitis ac statutis horis animae inferens aegrotanti’.” S.Th. II-II, q.35, a.1, obi.2.

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acedia hacia el mediodía, cuando empiezan a sentir la falta de comida y se sienten agobiados por el calor del sol”. 30

Del mismo modo, puede explicarse que un cierto temperamento

congénito -el “melancólico”- debido a su complexión corporal sea naturalmente más propenso a la tristeza y a la acedia.31

Siguiendo la línea de acercamiento entre acedia y psicopatía, algunos

autores actuales han asociado el significado de la acedia con otros fenómenos sicológicos hoy vigentes, como el aburrimiento; tomado éste bien en un sentido más superficial o bien en un sentido más profundo.32

A partir de lo visto hasta ahora, podríamos entender a la acedia como

una cierta “depresión espiritual” o “depresión moral”, con todas las salvedades arriba indicadas. No obstante, nos parece que el término se presta para ciertas confusiones. Intentemos ahora definir este mal moral con mayor precisión.

La Acedia como Tristeza del Alma

“Tristitia aggravans”; tristeza deprimente, que apesadumbra, que agrava la existencia. El “género” de la acedia es, entonces, la tristeza.33 Pero, ¿qué entiende Santo Tomás por “tristeza”? Resumiendo: la tristeza sería un

30 S.Th. II-II, q.35, a.1, ad2. El siguiente comentario de este fenómeno nos parece

particularmente sugestivo: “Según el testimonio de los monjes estas condiciones propicias de la naturaleza advienen justo cuando el Sol alcanza su máxima altura en el horizonte, y parece quedarse allí clavado por encima del mundo. Mediodía: el mundo se encuentra expuesto a una luz y a un calor despiadados; la hora en que las cosas pierden su sombra y su profundidad, cuando todo se vuelve chata presencia: sin intimidad, presencia a pleno Sol. Entonces empiezan a insinuarse ‘los espíritus’ malignos de la acedia”. Humberto Giannini, La ‘reflexión’ cotidiana. Santiago (Chile), Ed.Universitaria 1987, p. 113. Cf. idem, El demonio del mediodía. Teoría, n.5-6, diciembre de 1975, p.110.

31 Cf. Cont.Gent. III, cap.63, n.1; Sent. IV, dist.49, q.3, a.2. Los melancólicos son también propensos al placer: cf. Sent. IV, dist.49, q.3, a.5a; Sententia libri Ethicorum VII, lec.14, n.17. En cambio, los flemáticos son los propensos a la pereza: cf. Eth. III, lec.12, n.1. He aquí otra demostración de la diferencia radical entre acedia y pereza.

32 Entre estos últimos, el mismo Giannini, La ‘reflexión’ cotidiana..., pp.104-110; El demonio..., , pp.103-115; El ocio, madre de las virtudes éticas. Revista Universitaria, n.39, 1993, pp.28-31; Presencia y aburrimiento. ¿Qué Hacemos?, vol.37, 1988, pp.10-11. Entre los primeros: Miguel Salván, Sobre el aburrimiento. Citado por F. Canals, op.cit.; y W. Josef Revers, Psicología del aburrimiento. Madrid, Revista de Occidente 1958.

33 “Accidia tristitia quaedam est, unde Gregorius in Moralibus loco accidiae quandoque ponit tristitiam”. De Malo, q.11, a.1.

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movimiento apetitivo de rechazo ante un mal presente, percibido por la imaginación o el entendimiento. Un dolor interior.34

El Aquinate habla de una pasión, o sea de un acto sensible, que rechaza

lo que se le presenta al alma como un mal. Notemos, en primer lugar, que se refiere a un acto singular; mientras que en la actualidad solemos entender la tristeza más bien como un estado de ánimo doliente, como una sensación desagradable generalizada. En segundo lugar, se trata de un acto sensitivo. Pero la acedia es un pecado, un acto de la voluntad. Por lo tanto, Santo Tomás aclara el sentido en que la acedia es una tristeza:

“Las pasiones en sí mismas no son pecado, pero son vituperadas cuando se

aplican a algo malo, así como son alabadas al ser aplicadas a algo bueno. De ahí que la tristeza en sí misma no implica nada laudable o vituperable; pero la tristeza -moderada- por algo malo es laudable; mientras que la tristeza por algo bueno, o una tristeza inmoderada, es vituperable. En este sentido la acedia se considera un pecado”.35 La acedia implica un acto de la voluntad que acepta un sentimiento triste

moralmente inadecuado: el dolor por algo bueno, como si fuera algo malo. Y si ese acto libre se repite hasta enquistarse en el alma, se convierte en un hábito, el vicio de la acedia.

Por lo demás, las pasiones se entienden también, en sentido análogo,

como modalidades de la voluntad; así, la tristeza puede considerarse como el rechazo voluntario de lo que se toma como un mal.36

¿Qué es lo que rechaza la acedia? ¿Cuál es el objeto específico de esta

tristeza? Hemos dicho que la acedia se duele de un bien erróneamente considerado como un mal. ¿Cuál es ese bien? Santo Tomás lo denomina “bien espiritual”, “bien interior”:

“La acedia es el tedio o tristeza del bien espiritual o interior”.37 “Siendo el bien

espiritual verdadero bien, la tristeza del bien espiritual es en sí misma mala... la acedia como se entiende aquí significa la tristeza del bien espiritual”.38 La acedia se nos presenta entonces como el rechazo voluntario del bien

interior del hombre, como el dolor consentido del propio bien espiritual. Es la aversión y el fastidio con el bien mismo del alma. Una semejante tristeza no

34 S.Th. I-II, q.35, aa.1 et 2. 35 S.Th. II-II, q.35, a.1, ad1. 36 “Manifestum est quod dolor, sicut et delectatio, est in appetitu intellectivo vel sensitivo.”

S.Th. I-II, q.35, a.1. 37 De Malo, q.11, a.1. 38 S.Th. II-II, q.35, a.1.

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puede sino ser moralmente mala, en sí misma, “secundum se mala”. Viene a ser un verdadero “suicidio” espiritual.39 La palabra griega original, ακηεδια, remite a α−κηδοs: no-cuidado, descuido, falta de preocupación del hombre por su propio bien interior.40

La tristeza del alma enfría y corrompe la esencia moral del ser humano.

“La acedia es una ‘tristeza que apesadumbra’... así como las cosas ácidas son también frías”.41 La acedia se puede considerar entonces como la “acidez del alma”. La persona invadida por la acedia sufre de una verdadera acidez y frialdad espiritual y moral. Un “rebajamiento” del espíritu.42

¿En qué consiste exactamente ese bien interior y espiritual que por la

acedia el hombre descuida? No lo sabemos todavía; pero resulta evidente la radicalidad del mismo para lo más esencial de la vida humana. Antes de dilucidar esta crucial cuestión, veamos las reacciones que conlleva la acedia en la persona que se abandona a ella; ese panorama nos permitirá acceder con más conciencia a la pregunta de fondo. Consecuencias de la Acedia

La tristeza del alma, entendida como pecado, porta con toda justicia su título de “capital”: “del cual con facilidad nacen otros vicios en calidad de causa final”.43 La acedia provoca dos tipos de reacciones en el alma del que la sufre: huir de lo que le causa tristeza o acallarla con otros placeres.44

En primer lugar, huir del propio bien espiritual percibido como algo

desagradable, tedioso. Esta huida aberrante sigue un camino descendente,

39 “Huiusmodi est acedia: ...(tristitia) quae mortem operatur.” S.Th. II-II, q.35, a.3, sc. 40 “...carne omnino contra spiritum praevalente. Et tunc manifestum est quod acedia est

peccatum mortale” S.Th. II-II, q.35, a.3, in corp. 41 S.Th. II-II, q.35, a.1. 42 “Acedia est tristitia quaedam deiectiva spiritus.” S.Th. II-II, q.20, a.4. 43 S.Th. II-II, q.35, a.4. De Malo, q.11, a.4. 44 “Dictum est autem supra acediam esse vitium capitale, ea ratione quia ex acedia homo

impellitur ad aliqua facienda vel ut fugiat tristitiam vel ut tristitiae satisfaciat.” S.Th. II-II q.36, a.4. “Ita etiam et accidia est vitium capitale. Sed quia nullus homo est qui absque delectatione in tristitia manere possit, ut Philosophus dicit in VIII Eth., ideo ex tristitia duo consequuntur: quorum unum est ut recedat a contristantibus, aliud est ut ad alia transeat in quibus delectetur.” De Malo q.11, a.4. Cf. S.Th. II-II q.35, a.4.

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dañino y sin salida por los siguientes pasos: desesperación, pusilanimidad, indolencia, rencor y -finalmente- malicia.45

Comenzando por la desesperación; la acedia conlleva de inmediato la

pérdida del sentido último que anima la existencia; desesperanza, el sello de los condenados.46 Cuántos rostros de hombres sin esperanza contemplamos en nuestras ciudades modernas, incluso de jóvenes, en quienes por naturaleza debería sobreabundar el optimismo. Y es que la confianza en alcanzar el bien arduo de la felicidad se pierde por un pequeño tropiezo espiritual; y la acedia precisamente hace descender de nivel al alma, arrebatándole la esperanza en colmar alguna vez sus aspiraciones más hondas.47

De esta manera, la acedia “extingue la paciencia, la caridad y la esperanza, y

confunde toda vida buena”.48 Sin esperanza por una vida verdaderamente buena, la persona pierde el ánimo para proponerse metas de crecimiento personal, se hace pusilánime y negligente, se niega a trabajar por algo que valga la pena.49 Por ejemplo, se le hace imposible el estudio. ¿Cómo exigirle a un alumno que mejore su rendimiento escolar, si se encuentra agobiado por el dolor interior, por el vacío de su alma? La tristeza es como un parásito que succiona todas las

45 “In fuga autem tristitiae talis processus attenditur quod primo homo fugit contristantia;

secundo, etiam impugnat ea quae tristitiam ingerunt. Spiritualia autem bona, de quibus tristatur acedia, sunt et finis et id quod est ad finem. Fuga autem finis fit per desperationem. Fuga autem bonorum quae sunt ad finem, quantum ad ardua, quae subsunt consiliis, fit per pusillanimitatem; quantum autem ad ea quae pertinent ad communem iustitiam, fit per torporem circa praecepta. Impugnatio autem contristantium bonorum spiritualium quandoque quidem est contra homines qui ad bona spiritualia inducunt, et hoc est rancor; quandoque vero se extendit ad ipsa spiritualia bona, in quorum detestationem aliquis adducitur, et hoc proprie est malitia.” S.Th. II-II q.35, a.4, ad2.

46 Cf. J.Pieper. Las virtudes fundamentales. Madrid, Rialp 1990 (4ª ed.), pp.389-393. 47 “Ad hoc autem quod aliquod bonum arduum non aestimet ut possibile sibi adipisci per se

vel per alium, perducitur ex nimia deiectione; quae quando in affectu hominis dominatur, videtur ei quod nunquam possit ad aliquod bonum relevari. Et quia acedia est tristitia quaedam deiectiva spiritus, ideo per hunc modum desperatio ex acedia generatur. Hoc autem est proprium obiectum spei, scilicet quod sit possibile, nam bonum et arduum etiam ad alias passiones pertinent. Unde specialius oritur ex acedia.” S.Th. II-II q.20, a.4.

48 “Super illud Ps. XLI: ‘Quare tristis es, anima?’ dicit Glossa, quod docet hic tristitiam saeculi fugiendam, quae patientiam et caritatem et spem extinguit, et totam bonam vitam confundit. Ergo accidia est peccatum mortale.” De Malo, q.11, a.3, sc3.

49 “Quod omnia peccata quae ex ignorantia proveniunt, possunt reduci ad acediam, ad quam pertinet negligentia qua aliquis recusat bona spiritualia acquirere propter laborem.” S.Th. I-II, q.84, a.4, ad5. “Et a quibusdam dicitur quod acedia est torpor mentis bona negligentis inchoare.” S.Th. II-II, q.35, a.1.

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fuerzas espirituales, impidiendo la concentración necesaria para aprender o incluso recordar lo ya aprendido.50

De la pusilanimidad se pasa fácilmente a la indolencia, en la que ni

siquiera las exigencias mínimas de convivencia social son capaces de motivar a la voluntad decaída por la acedia. Ni la política, ni la religión, ni la familia entusiasman a los jóvenes postmodernos, abandonados a su indiferencia radical.51 Nos hallamos entonces ante una auténtica “fatiga espiritual” permanente, sin sentido ni valor alguno.52

El signo característico de la acedia es éste: la inactividad.53 El hombre

desanimado pasa todo el día “somnoliento y ocioso”.54 Vale la pena reproducir completa la aguda explicación sicológica que da Santo Tomás a este fenómeno:

“Se dice que un hombre se apesadumbra porque es impedido en su propio

movimiento por algún peso. Ahora bien, la tristeza proviene de un mal presente, el cual, por lo mismo que es opuesto al movimiento de la voluntad, agrava el ánimo, en cuanto le impide disfrutar de lo que quiere... Y si la fuerza del mal se acrecienta hasta el punto de excluir la esperanza de escapar de él, entonces aun el movimiento interior del ánimo angustiado es absolutamente impedido, de suerte que no puede desahogarse por ningún lado. Y a veces incluso el movimiento exterior del cuerpo es impedido, de modo que el hombre queda como paralizado”.55 La inmovilidad de la acedia provoca la típica actitud lánguida e inerte, y

asimismo el mutismo de quien no tiene nada importante que decir:

50 “Manifestum est autem quod dolor sensibilis maxime trahit ad se intentionem animae...

Similiter etiam manifestum est quod ad addiscendum aliquid de novo, requiritur studium et conatus cum magna intentione... et ideo si sit dolor intensus, impeditur homo ne tunc aliquid addiscere possit. Et tantum potest intendi, quod nec etiam, instante dolore, potest homo aliquid considerare etiam quod prius scivit.” S.Th. I-II, q.37, a.1; cf. ibid, ad3.

51 Los calificativos creados a propósito de este fenómeno juvenil actual son decidores. “Pasotismo”, en España: la realidad pasa a su alrededor sin afectarlos en nada. En Chile, se acuñó la expresión “no estoy ni ahí”; el “niahismo”.

52 “Homo spiritualiter fatigatur, quando contristatur intantum, quod deficit. Supra eodem: ‘ut non fatigemini animis vestris deficientes’. Eccli. VI, 26: ‘Ne acidieris in vinculis illius’.” Ad Heb., cap.12, lec.2.

53 “Accidia autem intensionem tristitiae, (in signo exteriori prorumpat) intantum ut immobilitet hominem, actionem retardans; unde dicitur a Damasceno, quod est ‘tristitia aggravans’, idest immobilitans.” Sent.III d.26, q.1, a.3.

54 “Otiositas autem et somnolentia reducuntur ad torporem circa praecepta, circa quae est aliquis otiosus, omnino ea praetermittens et somnolentus, ea negligenter implens.” S.Th. II-II q.35, a.4, ad3.

55 S.Th. I-II, q.37, a.2.

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“Si la tristeza agrava el ánimo hasta tal extremo que paralice también los miembros exteriores impidiéndoles obrar, esto pertenece a la acedia... Y la razón de decir que la acedia corta la voz es porque la voz entre todos los movimientos exteriores expresa mejor los conceptos y efectos interiores”. 56

En este desolador panorama de la indolencia paralizante, la acedia es

acompañada por una pléyade de actitudes destructoras: la apatía, la abulia, la ansiedad, la angustia...57 De alguna manera se produce aquí un bloqueo, un ahogo moral, pues la persona ya no es más capaz de tomar decisiones, de poner en obra ninguna acción buena.58

Pero aún falta lo peor: el “rencor” y la “malicia”. En algunos casos la

persona, al verse acorralada y sin salida por culpa de la acedia, encauza sus últimas fuerzas en un arrebato de agresividad. Y puede descargar esa ira en un odio irracional hacia quienes lo rodean e intentan ayudarle.59 Semejante rencor sólo puede desembocar en mayor tristeza y amargura, al encerrar al desesperado en una furiosa soledad.60 Entonces, sólo queda como última posibilidad el odio descarnado y terrible hacia el bien espiritual en cuanto tal, hacia sí mismo y hacia el fundamento del propio ser: la adhesión consciente al mal moral.61

Para nuestro autor, el hombre es una unidad substancial; por lo tanto, lo

espiritual influye en lo somático (y viceversa, como ya vimos). En primer lugar, la acedia voluntaria puede terminar dañando la salud psíquica de la persona, hasta convertírsele en una depresión involuntaria: “La misma tristeza quita a veces el uso de la razón, como se ve en los que por causa del dolor caen en la melancolía o se vuelven maniáticos”.62 En segundo lugar, la acedia llega incluso a dañar la salud corpórea, atentando contra la vida misma: “La tristeza es entre todas las pasiones la que más daña al cuerpo. La razón de lo cual es que la

56 S.Th. I-II, q.35, a.8. 57 “Potest accipi quantum ad alterum tantum, quia scilicet tollitur fuga, et sic est anxietas

quae sic aggravat animum, ut non appareat aliquod refugium, unde alio nomine dicitur angustia.” Ibid.

58 “Quaedam tristitia est aggravans; et haec est accidia, quae sic dejicit, ut non permittat agere bonum.” In Psalmos, Ps.37, n.3. “Sed etiam tristitia... mala est secundum effectum si sic hominem aggravet ut eum totaliter a bono opere retrahat.” S.Th. II-II, q.35, a.1.

59 “Ex tristitia autem illata quandoque in iram, quandoque in odium aliquis movetur. Unde convenientius fuit quod odium poneretur oriri ex acedia quam ex ira.” S.Th. II-II, q.15, a.7, ad2. Cf. supra, nota 45.

60 “Nam amaritudo, quam ponit Isidorus oriri ex tristitia, est quidam effectus rancoris.” S.Th. II-II q.35, a.4, ad3.

61 Cf. S.Th. I-II, q.78, a.1. 62 S.Th. I-II, q.37, a.4, ad3.

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tristeza se opone a la vida humana en cuanto a la especie de su movimiento”.63 La inmovilidad va en contra de la esencia misma de la vida, que es el movimiento. La acedia que paraliza a la persona le roba la vida.

Hemos recorrido someramente la primera reacción posible ante la acedia,

de acuerdo a Santo Tomás: la huida desesperada del bien interno, que culmina en la indolencia o el rencor. Es una clara autoaniquilación. Pero esta versión nihilista de la acedia pude resultar demasiado fuerte y antinatural. El hombre recurre entonces a la segunda vía de escape: la divagación, la evasión en los placeres y diversiones superficiales.64

Es lo que se ha denominado en nuestros días por un autor “indiferencia

operacional”.65 Un vacío y tristeza profundos, recubiertos con una capa de activismo sin sentido, pero que entretiene y hace olvidar la acedia latente. Es la “vana alegría” del que huye de sí mismo;66 y que ha sido llamada en la tradición espiritual como “tristeza del mundo”, “tristitia saeculi”. Alegría aparente que esconde el vaciamiento espiritual; y que va produciendo de un modo silencioso –a diferencia del primer camino- la muerte del alma.67

El camino de la “evagatio” (concepto que Santo Tomás toma de San

Gregorio Magno, al igual que todo el primer camino, como “hijas de la acedia”) se diversifica según las potencias humanas que pone en juego. Siguiendo aquí a San Isidoro, el Doctor Angélico enumera las variantes de la divagación light, tan características del hombre postmoderno; quien vive vertido fuera de sí mismo (para no toparse con la horrorosa acedia) y sometido a los imperiosos reclamos del mundo actual: trabajo y entretención.

63 S.Th. I-II, q.37, a.4, in corp. 64 “Alio modo, ut ad alia transeat in quibus delectatur, sicut illi qui non possunt gaudere in

spiritualibus delectationibus transferunt se ad corporales, secundum Philosophum, in X Ethic... Inquantum autem propter tristitiam a spiritualibus aliquis transfert se ad delectabilia exteriora, ponitur filia acediae evagatio circa illicita.” S.Th. II-II q.35, a.4, ad2.

65 “En el horizonte del desierto se perfila no tanto la autodestrucción, la desesperación definitiva, como una patología de masas, cada vez más banalizada, la depresión, el ‘están hartos’, el flip, expresiones del proceso de abandono y de indiferencia por la ausencia de teatralidad espectacular por una parte, y por la oscilación permanente e indiferente que se instaura en forma endémica entre excitabilidad y depresión, por la otra.” Gilles Lipovetsky, La era del vacío. Barcelona, Anagrama 1990, p.46.

66 “Aliis vitiis capitalibus quaedam alia vitia opponuntur, sicut... accidiae vana laetitia.” De Malo, q.12, a.5, obi.3.

67 “Accidia est tristitia quaedam. Sed non est tristitia secundum Deum, quia sic non esset peccatum. Ergo est tristitia saeculi. Sed ‘tristitia saeculi mortem operatur’, ut Apostolus dicit, II Ad Cor. VII,10’.” De Malo, q.11, a.3, sc1.

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“Las otras cinco que nacen de la acedia pertenecen a la divagación de la mente por lo ilícito. Que, por estar asentada en el castillo del alma deseando derramarse sin concierto por lo más diverso, se llama ‘importunidad mental’. En cuanto pertenece al conocimiento se llama ‘curiosidad’; en cuanto al hablar, se llama ‘verbosidad’; en cuanto afecta al cuerpo sin dejarlo parar en lugar alguno, se llama ‘inquietud corporal’, cuando por ejemplo alguien manifiesta su divagación mental a través de los desordenados movimientos de su cuerpo; en cuanto lo mueve por diversos lugares, se llama ‘inestabilidad’ (que también puede tomarse en el sentido de volubilidad de propósito).”68

Luego de constatar en sus diversas variantes las espantosas y reales

consecuencias de la acedia para la vida moral y espiritual, vayamos ahora sí a encarar directamente la pregunta por el bien del hombre, soslayado por este vicio capital. El Bien del Alma

En primer lugar, la acedia –como tristeza- se opone a un placer; más específicamente, a un gozo interno del alma, a un gozo espiritual.69 Quien peca de acedia se niega a disfrutar de un placer espiritual, desperdicia la delectación interior. ¿Qué gozo espiritual? ¿Cuál es el bien presente que por la acedia el hombre no quiere disfrutar? Digámoslo de una vez: la acedia se opone al gozo del bien divino.70

Insistamos en que nos referimos aquí propiamente a un consciente y

voluntario “huir, aborrecer y detestar el bien divino”. La prevalencia de la opción “carnal” del hombre por sobre la opción “espiritual.”71 Y el bien divino se alcanza y goza sobre todo en la caridad que habita por gracia en el alma humana.72

68 S.Th. II-II, q.35, a.4, ad3. 69 “Gaudio spirituali opponitur acedia.” S.Th. II-II, q.20, a.4, obi.2. Cf. ibid., q.28, a.4,

obi.1. 70 “Huiusmodi autem est acedia. Nam proprius effectus caritatis est gaudium de Deo, ut

supra dictum est, acedia autem est tristitia de bono spirituali inquantum est bonum divinum”. S.Th. II-II, q.35, a.3.

71 “Quandoque vero pertingit usque ad rationem, quae consentit in fugam et horrorem et detestationem boni divini, carne omnino contra spiritum praevalente.” S.Th. II-II, q.35, a.3.

72 “Tristari de bono divino, de quo caritas gaudet, pertinet ad speciale vitium, quod acedia vocatur.” S.Th. II-II, q.35, a.2. Cf. II-II, q.29, a.4, ad3. Por esta razón, Santo Tomás estudia a la acedia como un pecado contra la virtud de la caridad: “Deinde considerandum est de vitiis oppositis caritati. Et primo, de odio, quod opponitur ipsi dilectioni; secundo, de acedia et invidia, quae opponuntur gaudio caritatis.” S.Th. II-II, q.34, prol.

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¿Cómo se goza el bien interior, el bien divino? Especialmente por la contemplación.73 En la contemplación y en el gozo del bien divino, de suyo, no cabe dolor ni tristeza :

“La contemplación de la mente no tiene ‘ni amargura ni tedio’... Y así es

evidente que ninguna tristeza es contraria a la delectación de la contemplación, ni se le une tristeza alguna a no ser accidentalmente”. 74 La acedia es, por tanto, un “accidente” que contraría sólo de modo

externo al gozo contemplativo. En cuanto impide la contemplación, la acedia nos priva de la “sabiduría

espiritual” por ella alcanzada.75 La acedia nos arrebata el gozo de considerar “cuánto nos ama Dios”, de meditar en la “divina beneficencia” siguiendo los impulsos del gozo interior.76 Nos impide recibir internamente la “instrucción divina”.77

Es por ello la acedia una tentación muy propia de los contemplativos

(por ejemplo, los monjes del desierto), dedicados sólo al bien espiritual esencial.78 Como vimos, el “demonio del mediodía” les hace difícil disfrutar del gozo interno; les pone obstáculos exteriores a la concentración y a la profundidad espiritual necesarias para apreciar en sus almas el bien infinito. Así, el contemplativo “gime por no tener fruto espiritual”, añorando los días de

73 “Propter hoc Gregorius constituit vitam contemplativam in caritate Dei, inquantum

scilicet aliquis ex dilectione Dei inardescit ad eius pulchritudinem conspiciendam. Et quia unusquisque delectatur cum adeptus fuerit id quod amat, ideo vita contemplativa terminatur ad delectationem, quae est in affectu, ex qua etiam amor intenditur.” S.Th. II-II, q.180, a.1.

74 S.Th. I-II, q.35, a.5. “Unum quidem principale (gaudium de Deo), quod est proprium caritatis, quo scilicet gaudemus de bono divino secundum se considerato. Et tale gaudium caritatis permixtionem tristitiae non patitur, sicut nec illud bonum de quo gaudetur potest aliquam mali admixtionem habere.” S.Th. II-II, q.28, a.2.

75 “Sed acedia est huiusmodi, dicitur enim Eccli. VI, ‘Subiice humerum tuum et porta illam’, idest spiritualem sapientiam, ‘et non acedieris in vinculis eius’.” S.Th. II-II, q.35, a.1, sc. Cf. ibid., q.45, a.2.

76 “‘Demonstraretur nobis quantum nos Deus diligeret’.” S.Th. II-II, q.20, a.4, obi.3. “Ipsa etiam negligentia considerandi divina beneficia ex acedia provenit. Homo enim affectus aliqua passione praecipue illa cogitat quae ad illam pertinent passionem.” Ibid., ad3.

77 “Item sunt vincula a quibus Deus non solvit... Tertio divinae instructionis. Eccli. 6: ‘Subjice humerum tuum, et porta illam, et ne accidieris vinculis ejus’.” Isaiam, cap.52.

78 “Acedia invenitur in viris perfectis, dicit enim Cassianus, in Lib.X de Institutis Coenobiorum, quod ‘acedia est solitariis magis experta, et in eremo commorantibus infestior hostis ac frequens’.” S.Th. II-II, q.35, a.3, obi.3.

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gozo en el bien divino.79 Sin embargo, se trata aquí sólo de una tentación, del “asedio de la acedia”; prueba necesaria para fortificar el ánimo en pos de un bien tan sublime como inmerecido. Por esto, “en los varones santos se encuentran movimientos imperfectos de acedia, que no llegan hasta el consentimiento de la razón”.80

Quienes, en cambio, dejándose llevar por el demonio de la acedia,

“huyen, aborrecen y detestan el bien divino” manifiestan así una tremenda “ingratitud hacia los bienes recibidos de Dios”. Ingratitud que sólo refleja una falta de humildad en el alma, condición indispensable para acoger la gratuidad de un don que nos sobrepasa y que a la vez nos resulta imprescindible.81

Este bien del alma, el gozo del bien divino acogido con humilde gratitud,

constituye el bien más alto y esencial para todo ser humano, no sólo para los monjes o eremitas; por lo tanto, ha de ser asequible a todos. De aquí la necesidad de preceptuar un día a la semana para que todos los hombres se dediquen al gozo del bien divino.82 La acedia atenta precisamente contra el tercer mandamiento, que prescribe “la quietud de la mente en Dios; la cual es contrariada por la tristeza del alma ante el bien divino”.83

79 “Dicit enim Cassianus, in eodem libro, quod acedia provenit ex hoc quod aliquis

‘ingemiscit se fructum spiritualem non habere’, et ‘absentia longeque posita magnificat monasteria’.” S.Th. II-II, q.35, a.1, obi.3.

80 S.Th. II-II, q.35, a.3, ad3. 81 “Ad humilitatem pertinet ut homo, defectus proprios considerans, seipsum non extollat.

Sed hoc non pertinet ad humilitatem, sed potius ad ingratitudinem, quod bona quae quis a Deo possidet contemnat. Et ex tali contemptu sequitur acedia, de his enim tristamur quae quasi mala vel vilia reputamus.” S.Th. II-II, q.35, a.1, ad3. En sentido estricto, incluso la acción contemplativa (sobrenatural) nos es dada por gracia: “Es el Espíritu Santo quien nos hace amigos de Dios, nos convierte en contemplativos, en seres cuya mirada permanece inmutablemente fija en Dios por el amor: ‘Quia igitur Spiritus Sanctus nos amatores Dei facit, consequens est quod per Spiritum Sanctum Dei contemplatores constituamur’.” Michel Marie Philipon. Los dones del Espíritu Santo. Madrid, Palabra 1989 (3ª ed.); cap. El Espíritu Santo en la vida espiritual; la teología medieval: Santo Tomás de Aquino, p.58.

82 “Datum fuit hoc praeceptum ad inflammationem amoris. Sap. IX, 15: ‘Corpus quod corrumpitur, aggravat animam’, et ideo homo semper ad terrena inferius tendit, nisi conetur erigere se ab eis. Et ideo oportet habere certum tempus ad hoc. Unde aliqui toto tempore hoc faciunt... Et hi continue sabbatum habent. Aliqui hoc faciunt in aliqua parte temporis: Psal. CXVIII, 164: ‘Septies in die laudem dixi tibi’. Alii, ne omnino alienarentur a Deo, oportuit quod haberent aliquem diem determinatum, ne nimis tepescat in eis amor Dei.” De Duobus Praeceptis Charitatis, a.5.

83 “Acedia contrariatur praecepto de sanctificatione sabbati, in quo, secundum quod est praeceptum morale, praecipitur quies mentis in Deo, cui contrariatur tristitia mentis de bono divino.” S.Th. II-II, q.35, a.3, ad1.

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Al impedir el gozo del amor divino, la acedia bloquea en el hombre a la vez su capacidad de amar a los demás, llevándolo incluso –como vimos- al odio y el rencor hacia el otro. En cambio, el don de la caridad acogido con humilde fruición, abre el espíritu de la persona hacia el bien de los demás, promoviendo la acción unificante de la paz entre los hombres. Esta “conjunción de los ánimos” se torna imposible si se admite la acedia.84 Remedios contra la Acedia

A estas alturas ya nos ha quedado bastante más clara la inmensa gravedad del vicio capital de la acedia, doblemente malo y mortal en su género. Él nos vacía por dentro; nos apesadumbra y paraliza o nos arroja a una evasión sin sentido. La acedia nos arrebata nuestro bien humano más esencial, al alejarnos del gozo interior de lo divino, recubierto por ella con un manto de tedio y desagrado. Se nos impone así, con toda su urgencia, la advertencia del sabio que nos invitaba a repeler la acedia.85

¿Cómo actuar ante el “demonio del mediodía”? ¿Cómo evitar sus

ataduras? Esta pregunta se nos plantea con singular fuerza hoy, cuando presenciamos cómo campea la acedia por tantos espíritus, sobre todo jóvenes, de nuestra sociedad postmoderna.

Distinguiremos dos tipos de remedios contra la acedia: directos e

indirectos. Llamamos directos a aquellos que atacan directamente el problema de fondo; mientras que indirectos serían los medios utilizados para remover obstáculos externos. Sólo mencionaremos aquí los que encontramos de modo más evidente en la obra de Santo Tomás.

84 “Nec coniunctio animorum per charitatem stare potest, nisi ligetur; huiusmodi autem

verum ligamen est pax... Eccli. VI, 26: ‘Ne acedieris vinculis eius’. Et quare? Quia certe, ut dicitur ibidem, vincula illius alligatura salutis.” Ad Eph., cap.4, lec.1.

85 También puede considerarse la acedia como un “vicio general”, como la tristeza propia de toda acción o hábito contrario a cualquier bien espiritual: “Cum acedia sit tristitia de spirituali bono, si accipiatur spirituale bonum communiter, non habebit acedia rationem specialis vitii, quia sicut dictum est, omne vitium refugit spirituale bonum virtutis oppositae... Illa tristitia qua quis tristatur de bono spirituali quod est in actibus singularum virtutum non pertinet ad aliquod vitium speciale, sed ad omnia vitia.” S. Th. II-II, q.35, a.2. Cf. Ibid, obi.1.

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Directos. Si la acedia es una tristeza, su primera medicina ha de ser la pasión contraria: el gozo.86 Éste es un principio general para sanar cualquier tristeza:

“La delectación es cierto reposo del apetito en el bien conveniente, mientras que

la tristeza proviene de aquello que es contrario al apetito... Y así como todo reposo del cuerpo constituye un remedio contra cualquier fatiga proveniente de cualquier causa no natural, así toda delectación es un remedio para mitigar la tristeza, sea cual fuere su procedencia”.87 Por lo tanto, ante un muchacho agobiado por la desesperación, aplastado

por la angustia y el sin sentido ante la vida, no parece una buena estrategia azuzarlo con reprimendas y sermones. Lo primero será ayudarlo a recobrar el gusto, su capacidad de percibir algo bueno, de gozar con la vida.

Claro que ya hemos visto que este mismo principio –ansia de placer

compensatorio- impulsa a nefastas consecuencias por el segundo camino de las hijas de la acedia: la “evagatio”. Por lo tanto, para superar de raíz la “acidez del alma” se deberá recurrir no a cualquier gozo (al menos en un segundo momento), sino a aquellos placeres propios del bien esencial que la acedia deja de lado.

Precisamente, la contemplación nos abre la compuerta del gozo interior

del alma. Ella nos conduce al mayor placer, necesario para paliar la mayor tristeza:

“La mayor delectación consiste en la contemplación de la verdad. Ahora bien,

toda delectación mitiga la tristeza o el dolor... Por consiguiente, la contemplación de la verdad mitiga la tristeza o el dolor, y tanto más cuando más perfectamente es uno amante de la sabiduría”. 88 ¿De qué contemplación hablamos: filosófica, teológica, mística? ¿Qué

objeto de contemplación es el apropiado para vencer la acedia? ¿Cualquiera o sólo Dios? Creemos que Santo Tomás admitiría todos los tipos y grados de contemplación, proporcionalmente, como efectivos remedios de la acedia. De hecho, él afirma que el gozo espiritual es suscitado de modo secundario por la

86 “Quaedam peccata per tristitiam committuntur, sicut acidia et invidia. Ergo medicina

eorum non debet esse tristitia... sed gaudium.” Sent.IV, d.17, q.2, a.2, obi.1. 87 S. Th. I-II, q.38, a.1. También, en este sentido, ayudan a aliviar la acedia los otros

remedios propuestos por Santo Tomás, en esa misma cuestión, contra toda tristeza: el desahogo del llanto (a.2; cf. II-II, q.35, a.4, ad1), el apoyo de los amigos (a.3), el sueño y los baños (a.5).

88 S.Th. I-II, q.38, a.4. Cf. Cont.Gent. I, cap.2, n.1.

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contemplación de cualquier verdad (los “efectos divinos”), pero de modo principal por la contemplación de Dios mismo.89

En el caso de la contemplación sobrenatural del bien divino, movida por

la gracia, se añade al placer cognoscitivo el gozo del amor en Dios: “Dado que la vida contemplativa consiste principalmente en la contemplación

de Dios a la cual mueve la caridad, síguese que en la vida contemplativa se da deleite no sólo por razón de la contemplación misma (que es la operación conveniente al hombre según su naturaleza), sino por razón del amor divino”.90 “Y ésta es la perfección última de la vida contemplativa: que no sólo se ve sino que también se ama la verdad divina”.91

Y agrega Santo Tomás: es además el placer más duradero.92 Para superar la acedia a través de la contemplación, hay que cumplir

entonces el precepto de santificar las fiestas. La “fatiga espiritual” propia de la acedia se supera sólo con el “descanso en Dios” al que nos invita el tercer mandamiento. El cansancio del alma no se elimina con el mero reposo físico, pues para mitigar la tristeza espiritual hace falta el “reposo del apetito en el bien conveniente” y el bien más conveniente para el alma humana es Dios: “Debemos dedicarnos a Dios... Es descanso del alma. Lo mismo que el cuerpo, también el alma fatigada anhela un reposo; y el sitio del alma es Dios”.93

Menos aun se saldrá de la trampa de la acedia arrojándose a una

actividad febril, propia de la curiosidad, la verbosidad, la importunidad, la inquietud y la inestabilidad. ¡Todo lo contrario que en el caso de la pereza!; confundida absurdamente con la acedia. La pereza, tardía para ejecutar, se supera con la diligencia solícita; la molicie, poco perseverante, se supera con una acción sostenida y resistente. La acedia, en cambio, sólo se sana con el descanso espiritual, con el reposo del alma que huelga en Dios.94

89 “Ad vitam contemplativam pertinet aliquid dupliciter, uno modo, principaliter; alio modo,

secundario vel dispositive. Principaliter quidem ad vitam contemplativam pertinet contemplatio divinae veritatis, quia huiusmodi contemplatio est finis totius humanae vitae... Sed quia per divinos effectus in Dei contemplationem manuducimur... inde est quod etiam contemplatio divinorum effectuum secundario ad vitam contemplativam pertinet, prout scilicet ex hoc manuducitur homo in Dei cognitionem.” S.Th. II-II, q.180, a.4.

90 S.Th. II-II, q.180, a.7, in corp. 91 Ibid., ad1. 92 Cf. ibid., a.8. 93 De Duob. Pr., a.5. 94 “Aquí se manifiesta el error que confunde la acidia con la pereza; la acidia nace de no

querer descansar en Dios; el gozo festivo en Dios será, ciertamente, el mejor remedio contra la depresión espiritual y el tedio para obrar, pero el activismo no será ni la expresión de ese gozo ni

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El descanso dominical adquiere así toda su fuerza medicinal (preventiva y remedial) contra la acedia. Es una verdadera fiesta, una celebración del bien divino, destinada a inundar el alma humana con el gozo más profundo, que deriva de la contemplación amorosa de Dios y de sus dones: “Las fiestas se han hecho para promover la alegría espiritual y esa alegría la produce la oración”.95 Gran cuidado debe ponerse -siguiendo la realista advertencia de Santo Tomás- para que la fiesta dominical cumpla efectivamente su función sanativa del alma, y no decaiga en cambio en su opuesto: ocasión de fastidio y acedia.96

Asimismo, habrá que cuidar siempre con precaución el cultivo de una

sana humildad: requisito indispensable para disfrutar del bien divino, con gratitud y sin acedia. Para ello, Santo Tomás nos da un consejo práctico: “Es necesario acostumbrarse a destacar los bienes de las demás personas, para que del mismo modo no despreciemos los bienes que nos regala la divinidad y no caigamos así en la acedia”.97

Y llegamos de este modo a los remedios indirectos contra la acedia. Los

que remueven obstáculos para gozar el bien divino. Además de la humildad, cabría mencionar a este propósito todo el conjunto de virtudes morales;98 por ejemplo, la virtud de religión, la magnanimidad99 y la estudiosidad. También cabría considerar con Santo Tomás las virtudes teologales (como ya dijimos, para él la acedia es un vicio contrario a la caridad); los dones del Espíritu Santo, como el de entendimiento y el de sabiduría;100 así como las bienaventuranzas, como la pureza de corazón y la pobreza de espíritu.101

El Aquinate resume de alguna manera todo lo anterior al mencionar tres

“descansos previos” al descanso dominical del alma en el bien divino:

el remedio contra el tedio espiritual”. Ovidio Calle Campo, Suma de Teología; traducción y referencias técnicas de las cuestiones 1 a 56. Madrid, BAC 1990, vol.III, p.320. Cf. J.Pieper. El ocio y la vida intelectual, pp.43-48; H.Giannini. El ocio, pp.28-30.

95 De Duob. Pr., a.5. 96 “Solet autem contingere quod divinus cultus a quibusdam devote perficiatur si rarus sit,

cum autem frequens fuerit in fastidium venit, quod est peccatum accidiae, cum aliquis scilicet tristatur de spirituali labore.” In Iob, cap.1.

97 S.Th. II-II, q.35, a.1, ad3. 98 “Patet quod ordine quodam quatuor ad vitam contemplativam pertinent, primo quidem,

virtutes morales; secundo autem, alii actus praeter contemplationem; tertio vero, contemplatio divinorum effectuum; quarto vero completivum est ipsa contemplatio divinae veritatis.” S.Th. II-II, q.180, a.4.

99 Pieper enfatiza la importancia de la grandeza de ánimo como lo opuesto a la acedia. Cf. Las virtudes fundamentales, pp.394, 397-398.

100 Cf. S.Th. II-II, q.45, a.2, ad3. 101 Cf. S.Th. I-II, q.69, a.4.

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“Pero antes de que pueda llegar a este descanso, es necesario conseguir tres descansos previos. Primero, del desasosiego del pecado... Segundo, de las pasiones de la carne... Tercero, de las ocupaciones del mundo... Apaciguada en estos tres aspectos, ya puede el alma reposar tranquilamente en Dios”.102

En este sentido, ocupa también su lugar el trabajo y el esfuerzo como

ayuda para evitar la acedia;103 primero, en cuanto es necesario para apaciguar el pecado, las pasiones y el mundo. Segundo, más directamente, se requiere también un “gran esfuerzo” para escapar de las redes desmoralizadoras de la acedia misma.104 De hecho, “el ataque de la acedia no se evita huyendo, sino que se supera resistiendo”.105

Sin embargo, el esfuerzo y la resistencia han de apuntar no tanto a

soportar el dolor interior de la acedia, sino sobre todo a perseverar en la acción positiva: la contemplación gozosa de los bienes espirituales:

“Se ha de huir del pecado resistiendo, cuando el pensamiento perseverante

quita el incentivo del pecado, que proviene de una leve percepción. Y esto sucede en la acedia, porque cuanto más meditamos acerca de los bienes espirituales, tanto más agradables se nos vuelven; con lo cual cesa la acedia”.106 Según Santo Tomás, debemos imitar en esto al paciente Job, quien

evitaba caer en el pecado de la acedia, “conservando la devoción al perseverar día tras día en el culto divino”.107

En conclusión, este somero análisis del vicio de la acedia, de la mano de

Santo Tomás, nos ha permitido asomarnos un poco más al misterio insondable de la persona humana y de su vocación deiforme. En efecto, el gozo del bien divino al que aspiramos por la contemplación nos llama a un nivel de vida que

102 De Duob. Pr., a.5. 103 “Contra accidiam, fortitudo.” Sent.III d.34, q.1, a.2. 104 “Ipsa etiam negligentia considerandi divina beneficia ex acedia provenit. Homo enim

affectus aliqua passione praecipue illa cogitat quae ad illam pertinent passionem. Unde homo in tristiis constitutus non de facili aliqua magna et iucunda cogitat, sed solum tristia, nisi per magnum conatum se avertat a tristibus.” S.Th. II-II, q.20, a.4, ad3.

105 “Cassianus dicit, in eodem libro, ‘experimento probatum est acediae impugnationem non declinando fugiendam, sed resistendo superandam’.” S.Th. II-II, q.35, a.1, obi.4.

106 S.Th. II-II, q.35, a.1, ad4. 107 “Cui quidem vitio (acidiae) Iob subiectus non erat, nam subditur sic faciebat Iob cunctis

diebus, quasi perseverantem in divino cultu devotionem conservans.” In Iob, cap.1. Desde esta perspectiva, podría considerarse la “molicie espiritual”, o sea la falta de perseverancia en la meditación del bien divino, como una causa de la acedia.

MAURICIO ECHEVERRÍA, La acedia y el bien del hombre en Santo Tomás

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nos supera, pero que a la vez constituye nuestra más íntima esencia y sentido: “La vida contemplativa no es propiamente humana, sino sobrehumana”.108

La acedia se aprovecha de esa hondura sobrehumana de la vocación del

hombre, para desanimarnos en semejante elevación y atarnos a la vida inmanentista y rastrera, “que no es humana sino propia de las bestias”. Sin embargo, el costo es demasiado grande. La renuncia a la búsqueda del gozo en el bien divino nos provoca una tristeza tan honda y deprimente que termina por vaciar de interés incluso la “vida voluptuosa”; aunque intentemos maquillar el cadáver espiritual con afanes y entretenciones externas.

En justicia podemos considerar, entonces, a la acedia como el peor de los

pecados capitales, por cuanto acarrea a la larga con seguridad la muerte moral y espiritual del alma. Si queremos superar los síntomas de la creciente depresión contemporánea, la radiografía de la acedia nos mostrará caminos realmente valiosos para una auténtica terapia moral.

108 “Vita contemplativa non est proprie humana, sed superhumana; vita autem voluptuosa,

quae inhaeret sensibilibus bonis, non est humana, sed bestialis.” Q.D. de Virtutibus Cardinalibus, a.1.