Dueno Del Mundo. Julio Verne

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DUEÑO DEL MUNDO Julio Verne librosparatablet.com

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novela de aventuras, en la cual una vez mas se aprecia el genio indiscutible y talentoso del escritor frances julio verne

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  • DUEO DEL MUNDO

    Julio Verne

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  • 1. Un pas consternado

    LA lnea de montaas paralela al litoral americano del Atlntico del Norte, la Virginia, la Pensilvania y el Estado de Nueva York, lleva el doble nombre de montes Alleghanys y de montes Apalaches. Est conformada por dos cadenas distintas: al oeste estn los montes Cumberland, y al este las Montaas Azules.

    Este sistema orogrfico, el ms importante de esta parte de la Amrica del Norte, se desarrolla en una longitud de 900 millas aproximadamente, o sea, unos 600 kilmetros; no rebasa 6.000 pies de altura media, y su punto culminante est determinado por el monte Washington1.

    Esta especie de espinazo, cuyas dos extremidades se sumergen, la una en las aguas del Alabama y la otra en las del Saint Laurent, no solicita especialmente la visita de los alpinistas. Su arista superior no se perfila en las altas zonas de la atmsfera; as es que no ejerce la poderosa atraccin de las soberbias cimas del antiguo y del nuevo mundo. Sin embargo, existe un punto en esta cadena al que los turistas no hubiesen podido llegar, pues es por decirlo as, inaccesible.

    Pero aunque hasta entonces hubiese sido desdeado por los ascensionistas, el Great-Eyry no iba a tardar en provocar la atencin y an la intranquilidad pblicas, por razones muy particulares, que debo dar a conocer en los comienzos de esta historia.

    Si saco a escena mi propia persona, es porque, como se ver, est ntimamente ligada a uno de los acontecimientos ms extraordinarios de que ha de ser testigo el siglo XX.

  • Tan extraordinario, que a veces me pregunto si ha sido una realidad, si ha sucedido tal como lo evoca mi imaginacin. Pero en mi calidad de ser el inspector principal de la polica de Washington, impulsado, adems, por el instinto de curiosidad desarrollado en m en grado extremo; habiendo tomado parte, en el transcurso de quince aos, en tantos diversos acontecimientos; encargado frecuentemente de misiones secretas, a las cuales tengo gran aficin, no es de extraar que mis jefes me lanzasen a esta inverosmil aventura, donde haba de encontrarme frente a frente de impenetrables misterios.

    Ahora bien; es preciso que desde el inicio de este relato se me crea bajo mi palabra; yo no puedo aportar otro testimonio que el mo. Si no es suficiente garanta, que no se me crea.

    El Great-Eyry est precisamente situado en esa pintoresca cadena de las Montaas Azules, que se perfilan sobre la parte occidental de la Carolina del Norte. Al salir de Morganton se advierte bastante distintamente su forma redondeada, y mejor an desde el pueblo de Pleasant-Garden, algunas millas ms prximo.

    Qu es, en suma, este Great-Eyry? Su grandiosa silueta se tie de azul en ciertas condiciones atmosfricas; pero las aves de presa, las guilas, los cndores..., no han escogido aquel paraje, a donde no llegan en bandadas, como pudiera presumirse. No son all ms numerosas que en cualquiera de las otras cimas de los Alleghanys.

  • Por el contrario; se ha hecho observacin que en ciertos das, cuando se aproximan al Great Eyry, las aves apresranse a separarse, y despus de describir en un solo vuelo crculos mltiples, se alejan en todas direcciones, no sin turbar el espacio con sus estridentes clamores.

    All debe existir una ancha y profunda concavidad: Tal vez tenga tambin algn lago alimentado por las lluvias y las nieves del invierno, como los que existen en los diversos parajes de la cadena de Apalaches y en los diversos sistemas orogrficos del viejo y del nuevo continente.

    Y dentro de las hiptesis racionales poda admitirse que aquello era el crter de un volcn que dorma un largo sueo, del que acaso despertara algn da con estruendosa erupcin. No tendran que temer entonces sus vecindades las violencias del Krakatos o los furores de la Montaa Pelada? Podra descartarse el riesgo de una erupcin como la de 1902 en la Martinica?

    En apoyo de esta ltima eventualidad, ciertos sntomas recientemente observados denunciaban, por la produccin de vapores, la accin de un trabajo de noche en la cima del Great-Eyry, de plutnico. Incluso, hasta en cierta ocasin los campesinos, ocupados en labores agrcolas, haban odo sordos e inexplicables rumores.

    Haces de llamas haban aparecido, de cuyo interior salan vapores que, cuando el viento los hubo abatido hacia el este, dejaron en el suelo huellas de ceniza. En fin, en medio de las tinieblas, las llamas, reverberadas por las nubes de las zonas inferiores, haban esparcido por el distrito una siniestra claridad.

  • En presencia de estos anmalos fenmenos, no es de extraar que la intranquilidad cundiese en el pas. Y a estas inquietudes unase la imperiosa necesidad de saber a qu atenerse. Los peridicos de la Carolina no cesaban de hablar sobre lo que llamaban el misterio del Great-Eyry, y preguntaban si no era peligroso habitar en su vecindad. Los artculos periodsticos provocaban a la vez la curiosidad y el miedo; curiosidad de los que, sin correr ningn riesgo, interesbanse por los fenmenos de la Naturaleza; temores de los que estaban en peligro de ser las vctimas, si aquellos fenmenos constituan una real amenaza para la comarca. Los ms interesados eran los vecinos de Pleasant-Garden, de Morganton, y las dems villas o simples granjas situadas al pie de la cadena de los Apalaches.

    Era verdaderamente lamentable que los ascensionistas no hubiesen tratado hasta entonces penetrar en el Great-Eyry. Jams haba sido franqueada la rocosa muralla que lo circunda, y tal vez no ofreciera brecha alguna que diese acceso al interior.

    Por otra parte, no estara dominado el Great-Eyry por alguna cima poco lejana, desde donde la mirada pudiera examinarlo en toda su extensin?... No; en un radio de bastantes kilmetros no haba altura que rebasara la suya. El monte Wellington, uno de los ms altos del sistema de los Alleghanys, levntase a muy larga distancia.

    A pesar de todo, imponase un detenido reconocimiento de este Great-Eyry. Era necesario saber, en inters de la regin, si all haba un crter, si el distrito occidental de la Carolina del Norte estaba amenazado de una erupcin.

  • Convena, por lo tanto, hacer una tentativa para determinar la causa de los fenmenos observados.

    La casualidad hizo que antes de lanzarse a la empresa que tan serias dificultades ofreca, se presentase una circunstancia que tal vez permitiera reconocer el interior del Great-Eyry sin realizar la ascensin.

    En los primeros das de septiembre de aquel ao, un aerostato, tripulado por el aeronauta Wilker, iba a partir desde Morganton. Aprovechando la brisa del este, el aerostato sera impulsado hacia el Great-Eyry, y haba probabilidades para que pasara por su encima. Entonces, cuando el globo dominase perfectamente la altura, Wilker la examinara con un potente anteojo, observara todas las profundidades, reconociendo si entre las inaccesibles rocas abrase algn crter, que era lo que ms importaba saber. Y esto dilucidado, sabrase si la comarca deba temer una erupcin para un porvenir ms o menos prximo y tomar precauciones.

    La ascensin se verific segn el programa indicado, con el viento medio regular y cielo despejado. Los vapores matinales acababan de disiparse a los vivos rayos del sol. A menos que dentro del Great-Eyry no estuviese lleno de vapores, el aeronauta podra registrarlo con la vista en toda su extensin. Caso contrario, claro est que el examen no sera posible; pero entonces podra decirse lgicamente que exista en aquel paraje de las Montaas Azules un volcn que tena por crter el Great-Eyry.

    El globo se elev, desde luego, hasta una altura de 1.500 pies, y permaneci inmvil durante un cuarto de hora. La brisa no se dejaba sentir hasta aquella altura.

  • Pero, que gran decepcin!, el aerostato no tard en sentir los efectos de una corriente atmosfrica y luego tom la direccin este. Alejbase, pues, de la cadena de montaas, y no haba esperanza de que cambiara de direccin. Los habitantes de la comarca le vieron bien pronto desaparecer, y despus se enteraron de que haba cado en los alrededores de Raleigh, capital de Carolina del Norte.

    La tentativa haba fracasado, y se acord volverla a emprender en mejores condiciones.

    Reprodujronse los extraos rumores, acompaados de unos oscuros vapores y de luces vacilantes que reverberaban las nubes. Se comprender, por lo tanto, que estaba muy lejos de calmarse la intranquilidad en el pas, que viva bajo la amenaza de fenmenos ssmicos o volcnicos.

    En los primeros das del mes de abril de ese ao, los temores, ms o menos vagos hasta entonces, tuvieron graves motivos para convertirse en espanto. Los peridicos de la regin se hicieron en seguida eco del terror del pblico. Todo el distrito estaba en peligro de algn prximo desastroso fenmeno.

    La noche del 4 al 5 de abril los habitantes de Pleasant-Garden fueron despertados por una conmocin, seguida de un ruido formidable. Prodjose un irresistible pnico al pensar que haba llegado aquel temido momento. Los habitantes se lanzaron afuera de las casas, huyendo ante el temor de abrirse ante ellos algn inmenso abismo, en el que desapareceran granjas y pueblos en una extensin de 10 o 15 millas.

  • La noche era oscura; el cielo estaba cubierto por densos nubarrones. An en pleno da no hubiera sido visible la arista de las Montaas Azules.

    En medio de aquella oscuridad no era posible distinguir nada, ni de responder los gritos que se elevaban de todas partes. Grupos azorados, hombres, mujeres, nios, trataban de reconocer los caminos practicables, y se empujaban unos entre otros en un indescriptible tumulto. De aqu y de all oanse voces de espanto.

    Es un temblor de tierra!...

    Es una erupcin volcnica!...

    De dnde viene?

    Del Great-Eyry!

    Y hasta Morganton se corri la noticia de que piedras, lava y escoria llovan sobre el campo.

    Hubieran debido de reflexionar que en el caso de una erupcin, aquel estrpito sera formidable; las llamas apareceran sobre la cresta de la montaa; los surcos de lava incandescente brillaran en medio de las tinieblas... Pero nadie pensaba serenamente, y los espantados aseguraban que sus casas haban sentido las sacudidas del suelo. Era tambin posible que aquella trepidacin obedeciera a la cada de algn bloque rocoso enorme que se hubiese desprendido de los flancos de la cordillera.

    Todos esperaban, presa de mortal inquietud, dispuestos a huir a Pleasant-Garden o Morganton.

  • Transcurri una hora sin nuevos incidentes. Apenas si una ligera brisa del oeste, detenida en parte por el largo macizo de los Apalaches, se haca sentir a travs del fino follaje de las conferas aglomeradas en las tierras pantanosas.

    Ces el pnico, y cada cual disponase a volver a su casa.

    Nada haba ya que temer, a juzgar por el sosiego de la tierra, y sin embargo, todos anhelaban ver llegar las luces de la aurora.

    Pareca fuera de duda que algn enorme bloque habase precipitado de las alturas del Great-Eyry. As que cuando amaneciese sera fcil asegurarse del hecho recorriendo la montaosa cadena en una extensin de algunas millas.

    Pero he aqu que a las tres de la maana aproximadamente, el Great-Eyry se adorn con un penacho de llamas que, reflejadas por las nubes, iluminaron durante un largo espacio la atmsfera. Al mismo tiempo oase una intensa trepidacin.

    Cul era la causa del incendio espontneamente declarado en aquellos parajes?... El fuego del cielo no poda haberlo provocado... No haba seales de tormenta; ni de relmpagos ni truenos que turben la paz de la atmsfera... Verdad es que no hubiese faltado con qu alimentar el incendio. En aquellas alturas, la cadena de los Alleghanys tiene espesos bosques, lo mismo sobre el Cumberland que sobre las Montaas Azules. Numerosos rboles desarrollan all su exuberante follaje.

    La erupcin! La erupcin!

  • Estos gritos resonaron por todas partes. Una erupcin!... De suerte que el Great Eyry no era ms que un crter de un volcn situado en las entraas de la cordillera!... Extinguido desde haca siglos, acabara de encenderse de nuevo?... Le seguira a las llamas la lluvia de piedras incandescentes, de lava eruptiva?... Descendera en breve la catarata, el torrente de fuego que lo quemara todo a su paso, exterminando granjas y poblados, toda la comarca, sus llanuras, sus campos, sus bosques, hasta ms all de Plesant-Garden o de Morganton?...

    Esta vez declarse el pnico sin poder contenerlo. Las mujeres arrastrando sus hijos, locas de terror, se lanzaron por los caminos del este para alejarse lo ms pronto posible del teatro de las perturbaciones telricas. Los hombres empaquetaban lo de ms valor, ponan en libertad a los animales domsticos, caballos, mulas, carneros, que se iban en todas direcciones. Pero qu desorden deba resultar de esta aglomeracin humana y animal, en medio de una noche oscura, a travs de los bosques, expuestos al fuego del volcn, a lo largo de las lagunas, cuyas aguas podan desbordarse!... Y hasta la tierra amenazaba faltar bajo el pie de los fugitivos!... Tendran tiempo de salvarse, si la lava incandescente llegaba a interponerse en su camino impidindoles huir?

    Algunos de los principales propietarios de las granjas, ms reflexivos que sus vecinos, no haban seguido la corriente de aquella multitud espantada, a la que sus exhortaciones a la cordura no haban logrado contener.

    Cuando se dirigieron en observacin hacia la montaa, pudieron darse cuenta de que el resplandor de la llama disminua, y tal vez acabara por extinguirse.

  • La verdad era que no pareca que la regin estuviese amenazada del terrible fenmeno. Ninguna piedra habase lanzado por el espacio; ningn torrente de lava despebase por el talud de la montaa; ningn rumor corra por las entraas del suelo... Ninguna manifestacin de esas perturbaciones ssmicas que pueden en un instante devastar todo un pas.

    No caba duda de que en el interior del Great-Eyry decreca la intensidad del fuego; la reverberacin de las nubes era cada vez ms dbil, y poco a poco el campo quedara sumido hasta la madrugada en la ms profunda oscuridad.

    Los fugitivos detuvironse a una distancia que los pona al abrigo de todo peligro. Luego se fueron serenando; el terror al fin se disip en sus conturbados espritus, y a las primeras luces de la maana haban ya regresado a sus casas abandonadas.

    A las cuatro de la madrugada apenas si vagos reflejos tean los bordes del Great-Eyry. El incendio se extingua, sin duda falto de alimento, y aunque fuese an imposible determinar la causa, era de esperar que no volviera a encenderse.

    En todo caso, lo que s pareca probable era que el Great-Eyry no hubiera sido teatro de fenmenos volcnicos, y los habitantes de la comarca no deban abrigar el temor de ser vctimas de una erupcin o de un temblor de tierra por el momento.

  • Mas he aqu que hacia las cinco de la maana, por encima de las crestas de las montaas, confundidas todava entre la nocturna sombra, un ruido extrao se dej or a travs de la atmsfera, una especie de respiracin regular, acompaada de un potente batimiento de alas. Y si hubiera sido de da, la gente de las granjas y de los poblados, tal vez hubieran visto cruzar el espacio un gigantesco pjaro de presa, un monstruo areo que, despus de haberse elevado del Great-Eyry, hua en direccin al este.

  • 2. En Morganton

    EL 26 de abril sal de Washington y al da siguiente llegaba a Raleg, la capital del Estado de Carolina del Este.

    Dos das antes el director general de la polica me haba llamado a su despacho. Mi jefe me esperaba no sin cierta impaciencia. He aqu la conversacin que sostuve con l y que motiv mi partida:

    John Strock empez diciendo contina usted siendo aquel agente sagaz y abnegado que en tantas ocasiones nos ha dado pruebas de sus relevantes condiciones?

    Seor Ward contest yo, inclinndome, no soy yo quien ha de decirle si he perdido algo de mi sagacidad... En cuanto a mi abnegacin, le puedo afirmar que est siempre a la disposicin de mis jefes.

    No lo dudo declar el seor Ward, pero quiero hacerle a usted otra pregunta ms precisa. Contina usted siendo el hombre lleno de curiosidad, vido por penetrar en el terreno del misterio, que yo siempre he conocido?

    Contino siendo el mismo, seor Ward.

    Y ese intento de curiosidad no se ha debilitado por el constante uso de que de l ha hecho usted?

    Nada de eso!

    Pues bien, Strock, esccheme.

  • El seor Ward tena entonces cincuenta aos, en toda la fuerza de su inteligencia, muy entendido en las importantes funciones que desempeaba. l me haba encargado varias veces de misiones difciles, algunas de carcter poltico, que desempe con acierto y me valieron su aprobacin. Haca meses que no se presentaba una ocasin de ejercitar mis facultades, y aquella ociosidad no dejaba ya de serme penosa. Yo esperaba, pues, no sin impaciencia, lo que el seor Ward iba a comunicarme. No caba duda de que se trataba de ponerme en campaa por algn motivo de importancia.

    Pues he aqu de lo que me habl el jefe de polica, un asunto que preocupaba, no solo en Carolina del Norte y en los Estados vecinos, sino en toda Amrica.

    Seguramente me dijo el seor Ward que est usted al tanto de lo que ocurre en cierta parte de los Apalaches, en las cercanas de Morganton.

    Efectivamente, seor Ward; y estos singulares fenmenos parece que estn hechos para picar la curiosidad, aunque no se sea tan curioso como yo.

    No cabe duda, Strock, que estos fenmenos son extraos y singulares. Pero lo que cabe preguntar es si lo observado en el Great-Eyry constituye un verdadero peligro para los habitantes del distrito; si no son las seales de alguna erupcin volcnica o de algn temblor de tierra.

    Es de temer, seor Ward...

  • Por eso hay gran inters en saber a qu atenernos; si nos encontramos desarmados en presencia de una eventualidad de orden natural; y convendra que los pobladores del lugar fuesen prevenidos del peligro que les amenaza.

    Es el deber de las autoridades, seor Ward contest. No habr ms remedio que averiguar lo que sucede all arriba.

    Precisamente; pero parece ser que eso ofrece graves dificultades. Dcese en el pas que es imposible franquear las rocas del Great-Eyry y visitar su zona interior. Pero, se ha tratado de realizarlo en condiciones de xito?... Yo no lo creo, y opino que una tentativa seriamente efectuada no podra sino dar buenos resultados.

    Nada hay imposible, seor Ward, y esto no ser, sin duda, ms que cuestin de ms o menos gasto...

    Gasto justificado, por grande que sea, Strock, y en la cuanta del cual no hay que reparar cuando se trata de tranquilizar a toda una poblacin, o de prevenirla para evitar una catstrofe... Por otra parte, es cosa segura que la muralla del Great-Eyry es tan infranqueable como se pretende?... Quin sabe si alguna banda de malhechores no tendr all su guarida y llegan a ella por caminos desconocidos!

    Cmo! Seor Ward, sospecha usted que los malhechores...?

    Puede ser que yo me engae, y todo lo que all ocurre obedezca a causas naturales... Pero, en fin, eso es lo que se trata de determinar en el ms breve plazo posible.

  • Puedo permitirme una pregunta, seor Ward?

    Diga usted, Strock.

    Cuando se haya examinado el Great-Eyry; cuando conozcamos bien el origen de esos fenmenos, si existe all un crter, si est prxima una erupcin, podremos impedirla?

    No Strock; pero los habitantes del distrito estarn advertidos... En los poblados y las granjas sabrn a qu atenerse, y no les sorprender la catstrofe. Quin sabe si algn volcn de los Alleghanys no ha de exponer a Carolina del Norte a los mismos desastres que la Martinica, bajo el fuego de la Montaa Pelada? Es necesario, cuando menos, que toda esa poblacin pueda ponerse al abrigo.

    Me inclino a creer, seor Ward, que el distrito no est amenazado de un tal peligro.

    As lo deseo, Strock, y efectivamente, parece poco probable que exista un volcn en esta parte de las Montaas Azules. La cadena de los Apalaches no es de una naturaleza volcnica... Y, sin embargo, segn los informes que nos han comunicado; se han visto llamaradas por encima del Great-Eyry. Y se ha credo sentir, si no temblores de tierra, estremecimientos a travs del suelo; hasta los alrededores del Pleasant-Garden... Estos hechos son reales o imaginarios? Conviene saber exactamente a qu atenerse respecto a este punto.

    Nada ms justo, seor Ward, y no hay que demorarlo.

  • En vista de todo esto, hemos decidido proceder a una detenida informacin acerca de los fenmenos del Great-Eyry, y es preciso recoger en el pas mismo toda clase de informaciones, interrogar a los habitantes de los poblados y del campo... Hemos escogido un navegante que sea una garanta de xito, y ese agente es usted, Strock...

    Ah! Con mucho gusto, seor Ward, y est usted seguro de que no dejar nada por hacer para corresponder a esa designacin, para m tan honrosa.

    Ya lo s, Strock, y aado que es una misin que debe convenirle.

    Desde luego, seor Ward.

    En ella encontrar usted una ocasin de ejercitar esa pasin especial que constituye el fondo de su temperamento.

    Seguramente.

    Adems, tiene libertad de accin para obrar segn las circunstancias. En cuanto a los gastos, si hay lugar a organizar una ascensin que puede ser costosa, tendr usted carta blanca, sin lmite.

    Har cuanto pueda, y puede usted contar conmigo, seor Ward.

    Le recomiendo que proceda con la mayor discrecin cuando trate de informarse en el pas... Los nimos estn todava atemorizados.

  • Habra que acoger con grandes reservas lo que refieran aquellas gentes, y de todos modos, mucho cuidado para no desencadenar un nuevo pnico...

    Por supuesto.

    Operar usted de acuerdo con el alcalde de Morganton. Mucha prudencia, Strock, y no asocie usted a su empresa ms que a las personas absolutamente necesarias. Nos ha dado usted frecuentes pruebas de su inteligencia y destreza, y ahora contamos con que triunfar una vez ms.

    Si no tengo xito, ser porque tropiece con imposibilidades absolutas, pues es posible que no se pueda forzar la entrada al Great-Eyry, y en ese caso...

    En ese caso, ya veremos lo que hay que hacer. Ya sabemos que por profesin, por instinto, es usted el ms curioso de los hombres, y es ahora que se le ofrece una soberbia ocasin de satisfacer su curiosidad.

    Y el seor Ward tena razn. Yo le pregunt:

    Cundo debo partir?

    Maana.

    Maana sin falta saldr de Washington y pasado estar en Morganton.

    Ya me tendr usted al corriente por cartas y telegramas.

  • As lo har, seor Ward, y al despedirme le doy las gracias por haberme honrado con su confianza eligindome. Cmo iba a sospechar lo que el porvenir me tena reservado!...

    Volv inmediatamente a casa, donde hice mis preparativos de marcha, y al amanecer del da siguiente el rpido me llevaba hacia la capital de Carolina del Norte.

    Llegu aquella misma tarde a Raleigh, donde pas la noche, y al da siguiente el rail-road, que sirve la parte occidental del Estado me depositaba en Morganton. Morganton se sita en terrenos muy ricos en hulla que se explota con cierta actividad. La abundancia de aguas minerales atrae a una gran colonia de forasteros. La campia proporciona un rendimiento agrcola considerable, y los agricultores explotan con xito los campos de cereales. La masa de los bosques ofrece siempre su persistente verdura.

    Como consecuencia de la composicin del suelo y de sus productos, la poblacin es importante en el campo. Aldeas y granjas esprcense hasta el pie de la cordillera de los Apalaches: por aqu, aglomeradas entre los bosques; por all, aisladas sobre las primeras ramificaciones. Contbanse por millas los habitantes de la comarca muy amenazados si el Great-Eyry era un crter de un volcn, si una erupcin cubra el suelo con escorias y con cenizas, si torrentes de lava invadan el campo, si las convulsiones de un temblor de tierra extendanse hasta Pleasant-Garden y Morganton.

  • El alcalde de este ltimo punto, Elas Smith, era un hombre de una elevada estatura, vigoroso, decidido, emprendedor; no contaba ms que cuarenta aos, tena una salud capaz de desafiar a todos los mdicos de las dos Amricas, y estaba acostumbrado lo mismo al fro del invierno que a los calores del esto, que suelen ser extremados en la Carolina del Norte. Gran cazador, no slo de volatera, sino de los osos y panteras que viven en el fondo de las salvajes gargantas de la doble cadena de los Alleghanys.

    Elas Smith, rico propietario, posea en los alrededores de Morganton varias granjas que constantemente inspeccionaba y, que cuando resida en su home del poblado, pasaba el tiempo en excursiones y en caceras, irresistiblemente arrastrado por sus excursiones cinegticas.

    Despus de comer me dirig al domicilio de Elas Smith, donde se encontraba aquel da por haberle prevenido telegrficamente. Le entregu la carta de presentacin de parte del seor Ward y bien pronto trabamos conocimiento.

    El alcalde de Morganton me recibi sin cumplimientos: la pipa en la boca, y la copa de brandy sobre la mesa. La criada nos trajo otra copa y tuve que hacer honor al brandy del alcalde antes de entrar en conversacin.

    Es el seor Ward quien le enva me dijo en tono de buen humor; pues bien, ante todo, bebamos a la salud del seor Ward.

  • Fue necesario chocar las copas y vaciarlas en obsequio al director general de la polica.

    Y ahora, de qu se trata? me pregunt Elas Smith. Le hice conocer al alcalde de Morganton el motivo y el objeto de mi misin en aquel distrito de Carolina del Norte. Le record los hechos, o mejor dicho, los fenmenos de que la regin acababa de ser teatro. Le hice notar, y convino conmigo en ello, hasta qu punto interesaba tranquilizar a los habitantes, o al menos ponerles sobre aviso. Declar que las autoridades se preocupaban de este estado de cosas y queran ponerles remedio, si era posible. En fin, aad que mi jefe me haba dado carta blanca para practicar con la mayor eficacia y diligencia posibles una informacin relativa al Great-Eyry. Yo no haba de retroceder ante dificultad ni gasto alguno, dando por hecho que el ministerio lo aceptara desde luego.

    Elas Smith habame escuchado sin pronunciar una palabra, pero no sin haber llenado varias veces mi copa y la suya. No me caba duda de que, a travs de las bocanadas de humo, el hombre me prestaba toda su atencin. Vea su tez animarse por instantes, sus ojos brillar debajo de sus espesas pestaas. Evidentemente el primer magistrado de Morganton estaba intranquilo por lo que pasaba en el Great-Eyry, y no deba de estar menos impaciente que yo por descubrir las causas de los fenmenos.

    Cuando hube acabado de hablar, Elas Smith, mirndome cara a cara, permaneci algunos instantes silencioso.

  • En fin dijo el alcalde, en Washington se quiere saber lo que tiene el Great-Eyry en su barriga?

    Eso es, seor Smith.

    Y usted tambin?

    Efectivamente.

    Pues yo tambin, seor Strock!

    El alcalde de Morganton era curioso como yo, e bamos a hacer una buena pareja.

    Ya se har usted cargo aadi, despus de sacudir las cenizas de su pipa que, como propietario, han de interesarme las historias del Great-Eyry, y como alcalde debo preocuparme de la situacin de mis administrados...

    Doble razn que han debido impulsarle, seor Smith, a buscar la causa de estos fenmenos susceptibles de trastornar toda la regin... Y sin duda le habran parecido a usted tan inexplicables como amenazadores para la poblacin del distrito.

    Inexplicable sobre todo, seor Strock; pues yo no creo que el Great-Eyry sea un crter, puesto que en los Alleghanys no se ha registrado ningn paraje volcnico. En parte alguna, ni en las gargantas de los Cumberland, ni en los valles de las Montaas Azules, se encuentran rastros de cenizas, de lava u otras materias eruptivas. No opino, pues, que el distrito de Morganton pueda estar bajo la amenaza de semejante azote...

  • Esa es su opinin, seor Smith?

    Mi firme opinin.

    Sin embargo, las sacudidas que se han sentido en las proximidades de las montaas.

    S..., las sacudidas..., las sacudidas... repeta el seor Smith moviendo la cabeza. Pero, en primer lugar; es cierto acaso que han existido esas sacudidas?... Precisamente cuando la gran aparicin de las llamas, visitaba yo mi granja de Wildon, a menos de una milla del Great-Eyry, y si sent cierta conmocin en los aires, nada not en la superficie del suelo.

    No obstante, los informes remitidos al seor Ward...

    Pues son informes redactados bajo la impresin del pnico! declar el alcalde de Morganton. Yo todava no he dado el mo.

    Que es muy de apreciar... En cuanto a las llamas que dicen rebasaban las ltimas rocas...

    Oh! Eso ya es otra cosa, seor Strock... Las llamas las he visto yo con mis propios ojos, y las nubes reverberaban sus luces a una gran distancia. Adems, de la cresta del Great-Eyry escapbanse ruidos extraos, silbidos semejantes a los de una caldera que se desahoga de vapor...

    De modo que usted ha sido testigo?

    Ya lo creo!...

  • Y en medio de aquel ruido no le pareci a usted sentir en el espacio el aleteo de grandes alas?

    Efectivamente, algo de eso sent, seor Strock. Pero para producir ese aleteo, cul hubiera sido el ave gigantesca que atraves el aire despus de extinguirse las llamas?...

    Y de qu alas tan colosales tena que estar dotada para producir aquel ruido? Yo me pregunto si todo no fue un error de mi imaginacin. El Great-Eyry un nido de monstruos areos!... Cmo no se les ha visto hasta ahora?... Lo cierto es que en todo esto hay un misterio que hasta ahora no hemos logrado esclarecer.

    Pero que esclareceremos, seor Smith, si quiere usted auxiliarme.

    S; y con tanto ms gusto, seor Strock, cuanto que estoy interesadsimo en poder tranquilizar a la poblacin del distrito.

    Entonces, desde maana mismo nos pondremos en campaa.

    Desde maana.

    Y me desped del alcalde de Morganton.

    Regres al hotel para arreglar mis cosas en prevencin de una estancia que podra prolongarse segn las necesidades de la informacin.

  • No me olvid de escribir al seor Ward, dndole a conocer los resultados de mi primera entrevista con el alcalde y nuestra resolucin de despejar la incgnita en el ms breve plazo posible. Le prometa, adems, informarle de todo, bien por carta o por telegrama, a fin de que supiera siempre a qu atenerse respecto a nuestras gestiones.

    En una segunda entrevista con el seor Smith, decidimos partir a la madrugada del da siguiente...

    Y he aqu el proyecto que dejamos acordado seguir a toda costa:

    La ascensin a la montaa se realizara bajo la direccin de los guas habituados a las excursiones de este gnero. Estos guas haban escalado varias veces lo ms altos picos de las Montaas Azules, pero jams haban intentado tener acceso al Great-Eyry, sabiendo que una muralla de infranqueables rocas lo impedira, y, adems, porque antes de producirse aquellos fenmenos, el Great-Eyry no llamaba la atencin de los viajeros. Podamos contar en absoluto con estos dos guas, a quienes el seor Smith conoca personalmente: dos hombres intrpidos, fuertes y diestros. Ambos no retrocederan, y nosotros estbamos dispuestos a seguirles.

    El seor Smith hizo la observacin de que tal vez fuese ya ms factible penetrar en el interior del Great-Eyry.

    Y por qu razn? pregunt.

    Porque se ha desprendido de la montaa un gran bloque, y es posible que sea de la cumbre y haya dejado alguna entrada practicable.

  • Sera una feliz circunstancia, seor Smith.

    Lo sabremos maana, lo ms tarde augur.

    Hasta maana, pues.

  • 3. Great-Eyry

    AL amanecer del da siguiente Elas Smith y yo salimos de Morganton por el camino que se extiende a la orilla izquierda de la de Sarawba-River, y que conduce a Pleasant-Garden.

    Nos acompaaban los dos guas: Harry Horn de treinta aos, y James Bruck de veinticinco, vecinos de Morganton, al servicio de los turistas deseosos de visitar los principales parajes de las Montaas Azules y del Cumberland, que forman la doble cadena de los Alleghanys. Eran intrpidos ascensionistas, vigorosos de brazo y de pierna, diestros y experimentados, conocan perfectamente aquella parte del distrito.

    Un carruaje con dos buenos caballos deba transportarnos hasta la frontera occidental del Estado. No llevbamos vveres ms que para tres das, pues, sin duda, nuestra campaa no deba prolongarse ms. Las vituallas, escogidas por el seor Smith, eran magnficas conservas de vaca adobada, lonjas de jamn, un tonel de cerveza, varios frascos de whisky y de brandy y pan en cantidad suficiente. En cuanto al agua fresca, los cauces de la montaa, alimentados por las lluvias torrenciales, que son frecuentes en esta poca del ao, la proporcionaran en abundancia.

    Intil es decir que el alcalde de Morganton, en su calidad de cazador entusiasta, haba llegado consigo un fusil y su perro Nisko, que corra por los costados del coche. Nisko nos levantara la caza en el bosque o en la llanura, pero haba de permanecer con el conductor el tiempo que durase nuestra ascensin.

  • No hubiera podido seguirnos hasta el Great-Eyry por los obstculos que habra que vencer.

    El cielo estaba despejado, el aire fresco, an en aquel da de abril, que suele ser rudo a veces en el clima americano.

    Las nubes deslizbanse, rpidamente empujadas por una brisa variable que vena de los anchos espacios del Atlntico. Entre ellas se deslizaban, con intermitencias, los rayos del sol, que iluminaban todo el campo.

    El primer da de viaje llegamos hasta Pleasant-Garden, en donde pasamos la noche en la casa del alcalde, amigo particular del seor Smith. Durante el trayecto pude observar minuciosamente aquella regin donde los campos suceden a las lagunas, entre las que se deslizaba la carretera, muy bien conservada, no sin prolongarse en mltiples revueltas.

    A veces el coche pasaba bajo un verdadero tnel de follaje. Todo un mundo animaba a aquellos frondosos bosques del distrito. Veanse huir ante nosotros ratones campestres, loros de vivsimos colores de una locuacidad ensordecedora, zarigeyas que se alejaban en rpidos brincos, pjaros de todos los colores y de todas las familias que se dispersaban volando raudos entre el follaje.

    En Pleasant-Garden fuimos convenientemente instalados para pasar la noche. Al da siguiente habamos de ganar la granja de Wildon, situada muy cerca de la montaa.

    Pleasant-Garden es un poblado de regular importancia. El alcalde nos hizo una cordial recepcin, obsequindonos con una buena cena.

  • Como es natural, la conversacin vers acerca de la tentativa que bamos a realizar para reconocer las disposiciones interiores del Great-Eyry.

    Tienen ustedes razn nos declar el dueo de casa. En tanto que no se sepa lo que sucede all arriba, los campesinos no dormirn tranquilos.

    No se ha producido ningn nuevo suceso desde la ltima aparicin de las llamas por encima del Great-Eyry? pregunt.

    Ninguno, seor Strock. Desde Pleasant-Garden se puede observar perfectamente la arista superior de la montaa hasta Black-Dome, que la domina. Ni el ms pequeo ruido sospechoso, ni el ms leve resplandor se ha producido... Y si es una legin de diablos la que se anida ah, parece ser que ya han concluido su cocina infernal y han partido para cualquier otro paraje de los Alleghanys...

    Pero yo creo exclam el seor Smith que no se habrn ido sin dejar algunas huellas de su paso, trozos de rabo o pedazos de cuernos... All veremos!...

    Nos levantamos con las primeras luces del alba. El carruaje nos esperaba a la puerta. Una vez instalados el seor Smith y yo, el conductor fustig los caballos, que arrancaron a buen paso. Al concluir este segundo da de viaje hicimos alto en la granja de Wildon, entre las primeras ramificaciones de las Montaas Azules.

    La comarca no ofreca variaciones sensibles con lo que ya llevaba yo visto. Solamente el pas estaba menos poblado.

  • Apenas unas pequeas aldeas, perdidas bajo la poderosa exuberancia de la vegetacin; granjas aisladas, que regaban los numerosos afluentes de Sarawba.

    Fauna y flora, las mismas que la vspera, y, en suma, bastante caza para satisfacer al ms exigente cazador.

    Estoy tentado de coger mi fusil y de silbarle a Nisko! deca el seor Smith. Es la primera vez que paso por aqu sin gastar el plomo sobre las perdices y las liebres. Estas buenas bestias no me reconoceran! Pero hoy por hoy, a menos que se nos acaben las provisiones, no tenemos que cuidarnos ms que de la caza de los misterios.

    Y hagamos todo lo posible, seor Smith, para no volver con el morral vaco.

    Durante la maana hubimos de atravesar una interminable llanura, en donde corran verdaderas manadas de los que vulgarmente se llama perros de las praderas, pues realmente estos animales tienen algn parecido con la raza canina.

    No es raro en los Estados Unidos encontrar populosos parajes de cuadrpedos. Entre otros, los naturalistas citan a Dog-Ville, que cuenta con ms de un milln de habitantes de cuatro patas. Los perros de la pradera que se alimentan de hierbas y races, son inofensivos; pero ladran hasta dejarle a uno sordo.

    El tiempo mantenase hermoso, con una brisa un poco fresca.

  • En realidad, no existe motivo para creer que bajo esta lentitud el clima sea relativamente clido en las dos Carolinas. El rigor del invierno es frecuentemente brusco. Numerosos naranjales perecen por el fro, y el lecho del Sarawba suele aparecer lleno de tmpanos de hielo.

    Despus de medioda, la cadena de las Montaas Azules distante a solo seis millas apareci a nuestra vista en un ancho permetro. Su arista dibujbase con claridad sobre el fondo de un cielo bastante claro, en el que se destacaban algunas nubes. En la base de las montaas entrelazbanse las conferas, alternando con rboles y rocas de aspecto muy extrao. Aqu y all picos de raras formas, sobresaliendo entre todos la gigantesca cabeza del Black-Dome, refulgente a los rayos del sol...

    Ha hecho usted la ascensin a ese pico, seor Smith? le pregunt.

    No contest, y se asegura que es bastante difcil.

    Pero algunos turistas se han arriesgado hasta esa altura y, segn cuentan ellos, nada puede descubrirse desde all del interior del Great-Eyry.

    As es dijo el gua Harry Horn. Puedo asegurarlo, porque lo he comprobado por m mismo.

    Tal vez observ yo no sera el tiempo favorable.

    Al contrario seor Strock; haca un tiempo despejadsimo; pero los bordes del Great Eyry son muy elevados y la vista no puede divisar el interior.

  • Vamos! exclam Smith; no me enfadar por ser el primero que ponga el pie all en donde nadie ha llegado todava segn aseguran!

    Aquella maana el Great-Eyry apareca tranquilo, y no se escapaban de l ni vapores ni llamas.

    A las cinco nuestro carruaje hizo alto en la granja de Wildon, donde debamos pasar la noche.

    Inmediatamente los caballos fueron desenganchados y conducidos a la cuadra, en donde hallaron alimento abundante. El conductor esperara all nuestro regreso. El seor Smith confiaba que nuestra misin estara cumplidamente satisfecha cuando volviramos a Morganton.

    El encargado de la granja de Wildon asegur que nada extraordinario haba vuelto a ocurrir en el Great-Eyry.

    Cenamos en la mesa comn con el personal de la granja y dormimos profundamente toda la noche.

    Al da siguiente iba a comenzar desde el alba la ascensin a la montaa. La altura del Great-Eyry no pasaba de los 1.800 pies altitud modesta, prximamente la media de la cadena de los Alleghanys. Podamos contar que no haba de ser muy grande la fatiga. Unas cuantas horas seran suficientes para alcanzar la arista superior del macizo. Verdad es que se presentaran dificultades: precipicios que franquear, obstculos que bordear por senderos peligrosos...

  • Nuestros guas no haban podido informamos a este propsito, y lo que me inquietaba era que en el pas la muralla que rodeaba al Great-Eyry pasaba por ser infranqueable. Pero, en suma, el hecho no haba sido nunca comprobado, y exista la posibilidad de que el bloque desprendido hubiera dejado una brecha en el espesor del cuadro rocoso.

    En fin me dijo el seor Smith, despus de encender la primera pipa de las veinte que diariamente fumaba, vamos a partir con buen pie. Y en cuanto a saber si esta ascensin exigir ms o menos tiempo...

    Lo que quiera que sea, nosotros estamos resueltos a llegar hasta el fin, o no es as, seor Smith?

    Resueltos, seor Strock.

    Mi jefe me ha encargado que arranquemos sus secretos a ese diablo de Great-Eyry.

    Se los arrancaremos de grado o por fuerza replic el seor Smith, tomando al cielo por testigo de su declaracin, an cuando nos tengamos que ir a buscarlos a las entraas mismas de la montaa.

    Y como puede que nuestra excursin se prolongue aad yo, es prudente proveerse de vveres.

    Est usted tranquilo, seor Strock, los guas tienen vveres para dos das, y nosotros no llevamos los bolsillos vacos. Adems, si he dejado en la granja a Nisko, llevo mi fusil. Caza no ha de faltamos, y combustible tampoco; acaso hallemos arriba fuego bien vivo.

  • Fuego, seor Smith?

    Y por qu no, seor Strock? Y las llamas, esas soberbias llamas que han aterrado a nuestros campesinos?... Se habr enfriado por completo el hogar, o quedar todava el rescoldo? Y luego, puede resultar el crter de un volcn, y un volcn, por muy apagado que est, conserva siempre alguna brasa. Francamente, sera un volcn de menor cuanta, si no tuviese fuego suficiente para endurecer un huevo o asar una patata. En fin, ya lo veremos, ya lo veremos.

    Por lo que a m respecta, no haba formado opinin todava. Iba a cumplir la orden de informarme acerca de lo que suceda en el Great-Eyry, para saber a qu atenerse, y si no ofreca peligro alguno, tranquilizar a los comarcanos. Pero en el fondo y acaso no es ste un sentimiento natural en el hombre posedo por el demonio de la curiosidad? me hubiese felicitado, por mi satisfaccin personal, por la resonancia que haba de tener mi misin, que el Great-Eyry fuese el centro de fenmenos cuya causa yo descubriera.

    He aqu en qu orden iba a efectuarse nuestra ascensin al Great-Eyry: los guas por delante, escogiendo los pasos ms practicables; Elas Smith y yo caminando uno al lado del otro, o uno detrs de otro, segn la anchura de las sendas. Los guas aventurronse por una estrecha garganta de inclinacin poco acusada. Un estrecho sendero desarrollbase al borde de los taludes, en los que se entremezclaban en inextricable espesura una multitud de arbustos, por entre los cuales hubiera sido imposible abrirse paso.

  • Todo un mundo de pjaros raros animaba aquellas masas forestales, y entre los ms bulliciosos distinguanse a los loros, que llenaban el aire con sus agudos gritos. Entre la espesura oase el leve rumor de los animalitos que huan al sentir nuestros pasos.

    El curso del torrente al que esa garganta serva de lecho haca mil caprichosos giros.

    Durante la estacin de las lluvias o despus de una tormenta deba saltar en tumultuosas cascadas.

    Despus de media hora de camino, la subida empez a ser tan dura que no hubo ms remedio que sortearla a derecha e izquierda, prolongndola en mltiples revueltas. La garganta hacase verdaderamente impracticable, y el pie no hallaba suficientes puntos de apoyo. Fue necesario agarrarse de las matas y hierbajos y subir sobre las rodillas, y en estas condiciones nuestra ascensin no poda terminarse antes de ponerse el sol.

    Caramba! exclam el seor Smith, tomando aliento; comprendo que los turistas del Great-Eyry hayan sido raros..., tan raros que ninguno de ellos los he conocido...

    La verdad es que la empresa es fatigosa, y si no tuviramos las razones particulares para llevar hasta el fin nuestra tentativa...

    Nada ms cierto declar Harry Horn; mi camarada y yo, que hemos subido varias veces hasta la cima del Black-Dome, no hemos encontrado jams tantas dificultades...

  • Dificultades que pudieran convertirse en obstculos aadi James Bruck.

    La cuestin ahora es decir de qu lado encontraramos un cambio oblicuo. Lo mismo a la derecha que a la izquierda, veamos macizos de rboles y de arbustos. Lo ms lgico era ir por donde las pendientes eran menos pronunciadas. De todos modos convena no olvidar que las vertientes orientales de las Montaas Azules no son nada practicables, y miden en casi toda la cadena una inclinacin aproximada de unos cincuenta grados...

    Lo mejor era confiarse al instinto especial de nuestros guas, y particularmente al de James Bruck. Este bravo mozo no tena nada que envidiar a un mono en destreza y a un gamo en agilidad.

    Lamentablemente, ni Elas Smith ni yo podramos arriesgarnos a donde se aventuraba aquel audaz.

    Sin embargo, por lo que a m respecta, esperaba no quedarme atrs, siendo saltarn por naturaleza y estando muy acostumbrado a los ejercicios corporales. Por donde quiera que pasara James Bruck estaba resuelto yo a pasar, aunque me costara algunos golpes.

    Pero no poda decirse lo mismo del primer magistrado de Morganton, menos joven, menos vigoroso, de mayor corpulencia y menos seguridad. Hasta entonces haba hecho esfuerzos sobrehumanos para no quedarse atrs; pero a veces resoplaba como una foca y tena que detenerse para cobrar aliento.

  • En suma, bien pronto nos convencimos de que la ascensin al Great-Eyry exigira ms tiempo del que habamos calculado. Pensamos llegar al cuadro rocoso a las once de la maana, y a medioda distbamos an unos cuantos centenares de pies.

    Efectivamente, a eso de las diez, luego de reiteradas tentativas por descubrir caminos practicables; despus de numerosas vueltas y revueltas, un gua dio la seal de alto.

    Estbamos en la linde superior del boscaje. Los rboles, ms espaciados, permitan dirigir una mirada a los primeros escalones del Great-Eyry.

    Eh, eh! grit el seor Smith, recostndose contra un rbol corpulento; un poco de reposo y comida no nos vendr mal.

    Una hora de descanso? pregunt.

    S, bien se lo han ganado nuestras piernas, nuestros pulmones y nuestro estmago. Estuvimos todos de acuerdo. Era necesario reconstituir nuestras fuerzas.

    Lo que despertaba la inquietud era el aspecto que ofreca el flanco de la montaa hasta el pie del Great-Eyry. Entre sus rocas abruptas no se dibujaba ningn sendero.

    Esto no dejaba de preocupar a los guas, y o que Harry Horn deca a su camarada: La subidita no va a ser cmoda.

    Tal vez imposible contest James Bruck.

    Esta reflexin me produjo verdadero despecho.

  • Si tena que descender sin haber logrado alcanzar el Great-Eyry, sera el completo fracaso de mi misin, sin hablar de mi curiosidad personal no satisfecha. Y cuando me imaginaba estar frente al seor Ward, avergonzado y confuso, deba de poner la cara compungida.

    Se abrieron las fiambreras y comimos con buen apetito, aunque moderadamente.

    Terminado el refrigerio, que no pasara de una media hora, el seor Smith se levant dispuesto a ponerse en marcha.

    A la cabeza James Bruck; los dems no tenamos ms que seguirle, procurando no quedarnos rezagados.

    Avanzbase muy lentamente. Nuestros guas no ocultaban su perplejidad, y Harry Horn avanz unos cuantos metros para examinar el terreno y determinar qu direccin convena tomar definitivamente.

    Hacia aquel lado apunta el Black-Dome, a una distancia de tres a cuatro millas. Ya se sabe que era intil subir all como punto de observatorio, pues desde su cima, con el anteojo ms potente, nada poda descubrirse del interior del Great-Eyry.

    La subida era muy penosa a lo largo de los taludes resbaladizos. Apenas hubimos ganado 200 pies de altura, cuando James Bruck se detuvo ante un profundo atolladero que se cruzaba en el camino. All se amontonaban ramas recin tronchadas, bloques reducidos a polvo, como si algn alud los hubiese hecho rodar por aquel flanco de la montaa.

  • Habr rodado por aqu la enorme roca que se supone se desprendi del Great-Eyry? observ James Bruck.

    No cabe duda respondi Smith y lo mejor ser seguir el rastro que haya dejado en su cada.

    Tomamos el camino tan acertadamente indicado. El pie poda apoyarse con facilidad en los socavones producidos por el bloque.

    La ascensin empez a efectuarse con mayores facilidades casi en lnea recta, y a las doce y media estbamos en el borde superior de la roca que serva de asiento al Great Eyry.

    Ante nosotros, a solo un centenar de pasos de distancia y a otros tantos de altura, se alzaban las murallas que formaban el misterioso permetro.

    Por aquel lado el cuadro recortbase muy caprichosamente: puntas agudas, una roca cuya extraa silueta simulaba un guila enorme dispuesta a volar hacia las altas zonas del cielo. Pareca que por aquella parte oriental, cuando menos, la rocosa cantera era de todo punto infranqueable.

    Descansemos unos instantes propuso entonces el seor Smith.

    De esta parte debi de desprenderse el bloque, y sin embargo no se advierte ninguna brecha en la roca dijo Harry Horn.

  • No caba duda de que la cada habase producido por aquel lado.

    Despus de reposar unos diez minutos, levantronse los guas, segumosles nosotros, y llegamos al borde de la meseta. No haba ms que seguir la base de las rocas, de una altura de 50 pies. El resultado de nuestro examen no tuvo nada de satisfactorio... An disponiendo de escalas, hubiese sido imposible poder elevarse hasta la cresta superior de las rocas.

    Decididamente el Great-Eyry tomaba a mis ojos un aspecto absolutamente fantstico, y no me hubiera sorprendido que estuviese poblado de dragones, de trasgos y mitolgicas quimeras...

    A pesar de todo, continuamos nuestra circunvalacin a aquella obra rocosa, que por su seguridad simulaba una labor humana ms bien que de la Naturaleza. Por ninguna parte ni una interrupcin, ni una desigualdad que hubiera permitido intentar el acceso. Por doquiera aquella cresta uniforme imposible de franquear. Luego de seguir el borde de la meseta durante una hora, volvimos a nuestro punto de partida.

    No pude disimular el despecho de que me hallaba posedo, y me pareci que el seor Smith participaba de mis sentimientos.

    Mil diablos! exclam; nos vamos a quedar sin saber lo que hay en el interior del maldito Great-Eyry y si es o no es un crter.

  • Sea o no un volcn observ yo, lo cierto es que no produce ningn ruido sospechoso; que no se escapan ni humo ni llamas, nada de lo que anuncia una erupcin prxima.

    Y, efectivamente, no puede darse silencio ms profundo que el que all reinaba. Ni el menor indicio de vapor, ninguna reverberacin sobre las nubes, que la brisa del este echaba sobre la cima. La tierra estaba tan tranquila como el aire. Ni rumores subterrneos, ni sacudidas que trepidaran bajo nuestros pies; la soberana calma de las grandes alturas.

    Lo que es necesario no olvidarse de consignar es que la circunferencia del Great-Eyry poda calcularse en unos 1.200 pies, a juzgar por el tiempo que habamos tardado en dar la vuelta, y teniendo en cuenta las dificultades de la marcha por los bordes de la estrecha meseta.

    En cuanto a la superficie interior, cmo evaluarla desconociendo el espesor de las rocas que la determinaban?

    No hay para qu advertir que los alrededores estaban completamente desiertos; que ningn ser viviente mostrbase por all, a excepcin de dos aves de rapia que pasaron por encima del Great-Eyry.

    Nuestros relojes marcaban las tres, y el seor Smith dijo con tono de contrariedad:

    Aunque estemos aqu hasta la noche, no hemos de salir de dudas. Es preciso partir, seor Strock, si queremos estar de regreso en Pleasant-Garden antes de la noche.

  • Y como no le contestase, y continuara sentado, aadi viniendo a reunirse conmigo:

    Qu es eso, seor Strock, no dice nada? Es que no ha comprendido usted lo que he dicho?

    Realmente, mucho me costaba abandonar la partida y descender sin haber cumplido con mi misin. Y senta la imperiosa necesidad de persistir para satisfacer mi extremada curiosidad. Pero qu hacer? Estaba en mis manos perforar aquella espesa muralla, escalar sus rocas?

    No haba ms remedio que resignarse, y despus de echar una ltima ojeada hacia el Great-Eyry, segu a mis compaeros, que empezaban a bajar por las resbaladizas y peligrosas pendientes.

    El regreso deba efectuarse sin grandes dificultades ni fatigas. Antes de cinco horas habamos rebasado las ltimas rampas de la montaa, y el granjero de Wildon ya nos reciba en la sala, donde nos esperaban agradables refrescos y sustanciosos alimentos.

    De modo que no han podido ustedes penetrar en el interior? nos pregunt.

    No contest el seor Smith; y acabar por creer que el Great-Eyry no existe ms que en la imaginacin de los campesinos.

    A las ocho y media de la noche nuestro carruaje detenase en frente de la casa del alcalde del Pleasant-Garden, donde debamos pasar la noche.

  • Y mientras trataba intilmente de conciliar el sueo, me preguntaba si es que no me convendra instalarme all unos cuantos das y organizar una nueva excursin. Tendra ms probabilidades de xito que la primera?

    Lo mejor, en suma, era volver a Washington y consultar con el seor Ward. As es que al da siguiente por la noche, en Morganton, luego de pagar a los guas, me desped del seor Smith, dirigindome a la estacin, de donde iba a partir el rpido para Raleigh.

  • 4. Un concurso del Automvil-Club

    SE revelara el misterio del Great-Eyry gracias a eventualidades difciles de prever?... Era el secreto del porvenir. Haba un inters capital en descifrarlo? No haba duda, pues de ello dependa la seguridad del distrito de Carolina del Sur.

    Quince das despus de mi regreso a Washington, un hecho de muy diferente orden solicit la atencin pblica. Y este llevaba trazas de permanecer tan misterioso como los fenmenos del Great-Eyry.

    Hacia mediados de mayo los peridicos de Pensylvania pusieron en conocimiento de sus lectores el citado suceso que se haba producido recientemente en diversos puntos del Estado.

    Haca algn tiempo circulaba por los caminos que parten desde Filadelfia un extrao vehculo, del que no se poda reconocer la forma, la naturaleza, ni an las dimensiones; tan veloz era su carrera.

    Todos convenan en que aquello era un automvil; pero respecto al motor hacanse hiptesis ms o menos admisibles, y cuando la imaginacin popular toma parte en estas cosas, es imposible ponerle freno. En aquella poca los automviles ms perfeccionados cualquiera que sea su sistema, movidos por el vapor de agua, el petrleo, el alcohol, la electricidad, no pasaban los 160 ki1metros por hora, es decir, cerca de dos millas por minuto; lo que los ferrocarriles, con sus expresos y sus rpidos, no podan obtener en las mejores lneas de Amrica y Europa.

  • Pues bien, el aparato en cuestin rebasaba seguramente esta velocidad.

    Intil es aadir que semejante vrtigo constitua gran peligro en las carreteras, tanto para los vehculos como para los peatones que transitasen por ellas.

    Aquella masa rodadiza llegaba como una tromba, precedida de un gruido formidable, desplazando el aire con una violencia tal, que haca chocar el ramaje de los rboles que bordeaban el camino, espantando a los animales que pastaban en medio de los campos; dispersando a los pjaros que no hubieran podido resistir los torbellinos de polvo que a su paso levantaba.

    Y, detalle extrao sobre el que los peridicos llamaron mucho la atencin! Las llantas de las ruedas no dejaban en el suelo la huella que los vehculos pesados producen en su movimiento de rotacin. Todo lo ms una ligera marca, un simple roce. La rapidez solo era lo que produca el polvo. Es de creer deca el New York Herald que la velocidad de traslacin suprima la pesadez.

    Como es natural, los distritos de Pensylvania haban elevado enrgicas reclamaciones.

    Cmo permitir la continuacin de estas carreras locas de un aparato que amenazaba destrozarlo todo, aplastar a su paso carruajes y peatones!...

    Pero de qu medios valerse para detenerle?... No se saba a quin le perteneca, de dnde vena, hacia dnde marchaba. No se le divisaba ms que un instante, o se le vea pasar como un proyectil en su marcha vertiginosa.

  • Tratad de coger al vuelo una bala de can que salga de la boca de fuego!...

    No haba, repito, ni la menor indicacin acerca de la naturaleza del motor. Lo que era seguro, por haberse comprobado, que no dejaba humo, vapor, olor a petrleo o a otro aceite mineral.

    De aqu la conclusin de que se trataba de un aparato movido por la electricidad, los acumuladores del cual, de modelo desconocido, encerraban a buen seguro una cantidad de fluido inagotable.

    Entonces la imaginacin del vulgo, muy sobreexcitada, quiso ver otra cosa en este misterioso automvil: era el carro extranatural de un espectro conducido por chauffeurs del infierno; un monstruo escapado de alguna menagerie fantstica; y, para reunirlo todo en un solo tipo, el diablo en persona, Belceb, Astaroth, que desafiaba toda intervencin humana, teniendo para s la invisible e infinita potencia satnica.

    Pero ni el mismo Satans tena derecho a circular con aquella rapidez en los caminos de los Estados Unidos sin una autorizacin especial, sin un nmero de orden, sin licencia en regla.

    Era inadmisible que se pudiera tolerar aquella vertiginosa velocidad que amenazaba la seguridad pblica, y no haba ms remedio que contener la fantasa de aquel corredor incgnito.

    Y no era slo Pensylvania que serva de veldromo a sus deportivas excentricidades.

  • Los informes de la polica no tardaron en sealar la presencia de este aparato en otros Estados; en los alrededores de Francfort, en Columbos, cerca de Nashville, tambin en las cercanas de Jefferson, y, por ltimo, en las diferentes carreteras que convergen en Chicago.

    Dada esta voz de alerta, a las autoridades municipales corresponda tomar todas las medidas contra el peligro pblico. Contra un aparato lanzado a tales velocidades, lo ms prctico sera poner en los caminos slidas barreras contra las cuales, tarde o temprano, acabara por estrellarse.

    Bah! repetan los incrdulos. Ya encontrar medios ese chauffeur para evitar los obstculos.

    Y si es preciso, saltar por encima de las barreras.

    Claro! Si es el diablo, conservar las alas de cuando era ngel, y maldito lo que ha de costarle levantar el vuelo.

    Comentarios de comadres que no haba para qu tomar en cuenta.

    Por otra parte, si el rey del infierno tena alas, para qu se obstinaba en circular por el suelo terrqueo, con el riesgo de aplastar a los transentes, en vez de lanzarse al espacio, como un pjaro libre en los aires?...

    Tal era la situacin, que ya no poda prolongarse, y de la que se preocupaba, con razn, la alta polica de Washington, resuelta a ponerle trmino.

  • En este estado de cosas, he aqu lo que sucedi la ltima semana de mayo, y que dio lugar a pensar que en los Estados Unidos habanse librado del monstruo, y hasta haba motivo para creer que el antiguo mundo no estara ya expuesto a recibir la visita de aquel automovilista tan extravagante como peligroso.

    En aquella poca los peridicos de la Unin publicaron el siguiente hecho, que fue objeto de los comentarios fciles de imaginar:

    Acaba de ser organizado por el Automvil Club un concurso en Wisconsin sobre una de las grandes carreteras de este Estado, cuya capital es Madison. Aquella carretera constituye una excelente pista de 200 millas5 de extensin, que va desde Prairie-du-Chien, ciudad de la frontera oeste, a Milwaukee, en la orilla del Michigan, pasando por Madison. Solamente en el Japn exista una carretera que aventajaba a sta: la de Nikko a Namod, bordeada por gigantescos cipreses, la que se desarrolla en una lnea recta de 82 kilmetros.

    Numerosos aparatos de todas las fbricas y de las mejores marcas se inscribieron para tomar parte en el match, y se haba decidido la admisin en el concurso de todos los sistemas de motores.

  • Veanse a los motociclos de las casas Hurter y Dietrich en lnea con los cochecillos ligeros de Gobron-Brill, Renault Hermanos, Richard-Braiser, Decauville, Darracq, Ader, Bayard, Clement, Chenard y Walcker; los carruajes de Guillet-Forest, Harward-Watson, Pipe, Wolsseley; a los grandes autos Mors, Fiat, Mercedes, Carrou-Girardot-Voight, Hochtkiss, Panhard-Levasson, Dion-Bouton, Dardner-Serpollet, Turcat-Mery, Hirscher y Lobacco, etc., de tan diversas nacionalidades.

    Los diferentes premios que se daban a los vencedores alcanzaban una considerable suma, que no bajara de 50.000 dlares, y no haba duda de que estos premios seran muy disputados. Los fabricantes haban respondido, al llamamiento del Automvil Club, enviando sus modelos ms perfeccionados. Contbase a una cuarentena de diferentes sistemas: vapor de agua, petrleo, alcohol, electricidad, todos ellos lo suficientemente experimentados y estudiados con anticipacin.

    Segn los clculos basados en el mximo de velocidad que podra obtenerse y que, se cifraba en los 160 kilmetros, el recorrido internacional no durara ms de tres horas, para un circuito de 200 millas.

    Para evitar todo peligro, las autoridades de Wisconsin haban prohibido la circulacin entre Prairie-du-Chien y Milwaukee durante aquel da 30 de mayo.

    No haba, por lo tanto, ms accidentes que temer que los que ocurrieran entre los corredores en plena lucha. Esto ya era cuenta suya. Pero en cuanto a los vehculos y peatones, ningn peligro exista, en razn a las medidas adoptadas.

  • Hubo una extraordinaria afluencia de gente, y no slo en Wisconsin. Varios millares de curiosos acudieron desde los Estados limtrofes de Illinois, como Michigan, Iowa, de la Indiana y hasta de Nueva York.

    Intil es advertir que entre los amateurs de los ejercicios deportivos figuraban un gran nmero de extranjeros, entre ingleses, franceses, alemanes, austracos, belgas, y por un sentimiento bien natural cada cual haca votos por los chauffeurs de su nacionalidad.

    Es tambin de notar, puesto que el match se efectuaba en los Estados Unidos, la patria de las grandes apuestas, que habanse hecho muchas y de gran importancia... Agencias especiales estaban encargadas de recibirlas, y durante la ltima semana de mayo haban crecido de modo tan considerable, que sumaban una porcin de millones.

    La seal de la partida haba de darse a las ocho de la maana. Con el fin de evitar la aglomeracin y accidentes, los automviles se sucederan con tres minutos de intervalo sobre la pista bordeada por millares de espectadores.

    El primer premio sera adjudicado al carruaje que recorra en menos tiempo la distancia entre Prairie-du-Chien y Milwaukee.

    Los diez primeros autos designados por la suerte partieron entre ocho y ocho y media. Salvo algn accidente, seguro llegaran a la meta antes de las once. Los otros seguiran sucesivamente.

  • Agentes de polica vigilaban la pista de media en media milla.

    Si muchos eran los curiosos situados a todo lo largo de la carrera, eran numerossimos en el punto de partida, en Madison, lugar medio de la pista, formando una muchedumbre considerable en Milwaukee, meta del match.

    Transcurrieron dos horas. Por despachos telefnicos los interesados saban cada cinco minutos cul era la situacin de sus autos y en qu orden se sucedan los concurrentes. Era un carruaje Renault Hermanos, neumtico Michelin, el que figuraba a la cabeza a mitad del camino, seguido de cerca por un Harward-Watson y un automvil Dion-Bouton.

    Habanse producido ya algunos accidentes por mal funcionamiento de los motores o por rotura de algunas piezas del mecanismo.

    Lo verosmil era que no quedaran ms de una docena de los choferes en actitud para llegar hasta la meta. Contbanse algunos heridos, aunque no de gravedad. Pero hay que advertir que aunque se hubiesen contado algunos muertos, muy poco hubiera importado el suceso en aquel sorprendente pas de Amrica.

    Se comprender que donde la curiosidad y las pasiones iban a desencadenarse en su mxima violencia, era en las proximidades de Milwaukee. Sobre la orilla oeste del Michigan levantbase el poste de llegada, empavesado con todos los colores internacionales.

  • Desde las diez de la maana manifestse con toda claridad que el Gran Premio, 20.000 dlares, no sera disputado ms que por tres automviles y un motociclo; los otros rivales habanse distanciado considerablemente.

    Apenas si las agencias de apuestas podan dar abasto a las demandas.

    Los representantes de las principales marcas estaban prximos a venir a las manos, y poco falt para que salieran al aire los revlveres.

    Los corredores de apuestas gritaban hasta enronquecer:

    A uno contra tres la Harward-Watson!

    A uno contra dos la Dion-Bouton!

    A la par por Renault Hermanos!

    Estos gritos repercutan por la lnea, a medida que se esparcan las noticias telefnicas. Pero a eso de las nueve y media se produjo lo inesperado: dos millas antes de Prarie-du-Chien se oy un espantoso ruido en medio de una espesa nube de polvo, acompaado de silbidos semejantes a los de una sirena de barco.

    Los curiosos no tuvieron ms tiempo que el necesario para apartarse, a fin de evitar el choque, que hubiera producido centenares de vctimas si se hubiese realizado.

    La nube pas como una tromba, y fue todo lo que se pudo distinguir de aquel aparato animado de semejante velocidad.

  • Se poda afirmar, sin riesgo de incurrir en exageracin, que caminaba a una velocidad de 250 kilmetros por hora.

    Desapareci en un instante, dejando tras de s una estela de polvo blanco, as como la locomotora de un expreso deja un penacho de vapor.

    Evidentemente era un automvil provisto de un motor extraordinario. De mantener tal velocidad, seguramente antes de una hora habra alcanzado a los automviles que iban en cabeza, y los rebasara con rapidez doble de la suya, llegando primero a la meta.

    Y entonces de todas partes elevronse clamorosas protestas, aunque los espectadores apiados en los bordes de la pista no tuvieran nada que temer.

    Es la mquina sealada hace quince das! decase nicamente.

    S, la misma que ha atravesado Illinois, Ohio, Michigan, y que la polica no ha podido detener.

    Y de la que no haba vuelto a hablarse!

    La que se crea destruida, desaparecida para siempre!

    S, el carro del diablo, alimentado por el fuego del infierno, y que lo gua el mismo Satans!

    En verdad, si no era el diablo, quin poda ser el misterioso chofer que lanzaba a tan inverosmil velocidad aquella no menos inverosmil mquina?

  • Lo que pareca fuera de toda duda es que el aparato que corra entonces en direccin de Madison deba ser el que haba llamado la pblica atencin, y del que los agentes de polica no haban encontrado huellas. stos haban dicho que no volvera a hablarse de semejante cosa, y quedaba demostrado que tambin en Amrica se equivoca a veces la polica.

    Pasado el primer momento de estupor, los ms avisados lanzronse al telfono para prevenir a los automovilistas esparcidos en la carretera, a fin de evitarles el peligro de perecer aplastados por aquel extraordinario aparato que llegaba como huracn. Seran aplastados, barridos, destruidos, y quin sabe si de la formidable colisin no escapara sano y salvo el que la produca! Despus de todo, deba ser tan diestro aquel rey de los choferes, manejara su mquina con una admirable precisin y golpe de vista, que es seguro que evitara todos los obstculos.

    Las autoridades tomaron las precauciones para que la carretera estuviera reservada exclusivamente a los corredores, y he aqu que de pronto apareca un intruso.

    Los que disputaban el primer premio tuvieron que suspender la lucha al conocer la imprevista novedad. Segn ellos, ese prodigioso vehculo no hara menos de 120 millas por hora. Tal era la velocidad al momento de alcanzarles que apenas se pudo reconocer la forma de aquella mquina, la longitud de la cual no excedera los diez metros. Sus ruedas daban vueltas con velocidad extraordinaria. Adems, no dejaba tras de s vapor, humo, ni olor.

  • En cuanto a su conductor, encerrado dentro del automvil, era imposible reconocerlo, y permaneca tan incgnito como cuando se le hall por primera vez en las carreteras de la Unin.

    Milwaukee haba sido prevenido por telfono de la aparicin del automvil fantasma. Fcil es imaginar la emocin que produjo la noticia. Lo primero que se les ocurri fue levantar a travs de la carretera un obstculo contra el cual se estrellase el proyectil, rompindose en mil pedazos. Pero haba tiempo de ejecutarlo? No aparecera el monstruo de un instante a otro?... Entonces, para qu molestarse?...

    Y, adems, no se vera obligado a detener su marcha, velis nolis, puesto que la carretera terminaba en el lago Michigan y no poda seguir adelante, a menos de metamorfosearse en aparato de navegacin?

    Tal fue el pensamiento que pas por la mente de los espectadores apostados en Milwaukee, despus de tomar la precaucin de mantenerse a distancia para no morir aplastados por aquel monstruo.

    All como en Prairie-du-Chien y Madison, echronse a volar las ms extravagantes hiptesis. Y hasta a los que se resistan a creer que el misterioso chofer fuese el diablo en persona, no les repugnaba ver en l algn monstruo escapado de las fantsticas guaridas del Apocalipsis.

    Ya no era de minuto en minuto, sino segundo en segundo cuando los curiosos esperaban la aparicin del automvil.

  • No eran las once todava cuando se dej or una lejana trepidacin, divisndose como una neblina, que era un torbellino de polvo.

    Silbidos estridentes desgarraron el aire; invitando al pblico a dejar va franca al vertiginoso automvil, que no moderaba su velocidad. Y, sin embargo, el lago Michigan no distaba ya una milla, y la fuerza de inercia solamente bastaba para precipitarlo en el agua.

    Bien pronto se disiparon las dudas.

    El vehculo, con la rapidez de un relmpago, lleg a la altura de Milwaukee.

    Iba, pues, a zambullirse en el lago?

    Lo cierto fue que cuando desapareci el recodo de la carretera que tocaba el lago, no se volvi a encontrar la huella de su paso.

  • 5. A la vista del litoral de Nueva Inglaterra

    Cuando los peridicos dieron cuenta de todos estos hechos haca ya un mes que yo estaba de regreso.

    A mi llegada tuve buen cuidado de presentarme en casa de mi jefe, a quien no pude ver, porque asuntos de familia habanle alejado de Washington.

    Pero el seor Ward conoca seguramente el fracaso de mi misin. Los diversos diarios de Carolina haban descrito con lujo de detalles mi ascensin al Great-Eyry, en compaa del alcalde de Morganton.

    Senta un violento despecho por lo intil de mi tentativa, sin contar con lo mortificada que estaba mi curiosidad. Y no poda hacerme a la idea de que el misterio persistiera.

    No sorprender los secretos del Great-Eyry!... Imposible resignarme a ello, aunque yo tuviera que ponerme diez y hasta veinte veces en campaa y arriesgar en otras tantas mi existencia!

    Evidentemente, no superaba a las fuerzas humanas el llegar al interior del misterioso lugar. Alzar un andamio hasta la cresta de las murallas, o construir una galera a travs de la espesa pared, no estaba en la escala de lo imposible. Nuestros ingenieros acometen todos los das obras muy difciles.

    Pero en el caso particular de Great-Eyry haba que contar con el gasto que tal trabajo haba de producir, en proporcin con las ventajas que haban de obtenerse.

  • La cifra alcanzara a muchos miles de dlares: y a qu respondera tan dispendioso trabajo?

    Si en aquel punto de las Montaas Azules abrase un volcn, no podra apagrsele, y si una erupcin amenazaba, no habra medio humano de impedirla.

    De suerte que toda esa tarea constitua una considerable prdida, sin ms resultado, que satisfacer la curiosidad pblica.

    En todo caso, cualquiera que fuese el inters especial que yo pusiera en el asunto, y por deseoso que estuviese de poner los pies en el Great-Eyry, no era con mis recursos personales con los que iba a realizar la empresa, y estaba reducido a decirme in petto:

    He aqu una empresa digna de nuestros millonarios americanos; he aqu la obra que deban de intentar a toda costa los Gould, los Astor, los Vanderbit, los Rockefeller, los Mackay, los Pierpont-Morgan Pero ellos no piensan en semejante cosa y tienen la mente ocupada por otras ideas!

    Ah! Si el Great-Eyry encerrase en sus entraas ricos filones de oro o plata, tal vez estos financieros se arriesgaran en la empresa!

    Pero esta hiptesis no tena nada de admisible, y la cadena de los Apalaches no est situada ni en California, ni en Australia, ni en el Transvaal, estos privilegiados pases de los inagotables placeres6.

  • Fue en la maana del 15 de junio cuando el seor Ward me recibi en su despacho. Aunque conoca el fracaso de mi tentativa, me dispens un buen recibimiento.

    Ya tenemos aqu a este pobre Strock; este pobre Strock, que no ha tenido la buena suerte...

    La misma, seor Ward, que si me hubiera encargado la informacin en la capital de la Luna. Es verdad; nos hemos encontrado ante obstculos materiales infranqueables en las condiciones en que hemos operado.

    Le creo a usted, Strock. Lo cierto es que no se ha descubierto absolutamente nada de lo que pasa en el interior del Great-Eyry.

    Nada, seor Ward.

    Y no han visto ustedes aparecer ninguna llama?

    Ninguna.

    Ni se oy ningn ruido sospechoso?

    Ninguno.

    De suerte que no sabemos si hay all un volcn?

    Todava no, seor Ward; y si el volcn existiera, hay que conceder que duerme un profundo sueo.

  • Pero nada nos asegura que no se despierte algn da... No basta, Strock, que un volcn duerma; es preciso que muera... A menos que todo lo que se nos han contado sea producto de acaloradas fantasas.

    No lo creo, seor Ward. El seor Smith, alcalde de Morganton, y su amigo el alcalde de Pleasant-Gatden son muy afirmativos a este punto. No cabe duda que las llamas han aparecido sobre el Great-Eyry. Y tambin se han escuchado ruidos inexplicables. No hay ms remedio que creer en la realidad de estos fenmenos.

    Por supuesto. Hay que dar crdito a esos alcaldes y a sus administrados. En fin, lo que quiera que sea, es lo cierto que el Great-Eyry no ha revelado su secreto.

    Si se quiere averiguarlo hay que sacrificar los gastos necesarios; el pico y la mina harn buena cuenta de esas murallas.

    Sin duda; pero ese trabajo no es imprescindible por ahora, y es mejor esperar. Por otra parte, tal vez la Naturaleza se encargue de revelarnos por s misma el misterio.

    Crea, seor Ward, que lamento no haber llevado a cabo con xito la misin que se dign usted amablemente confiarme.

  • Bueno, hombre, ya no se desconsuele y tome filosficamente su fracaso. No siempre tenemos la suerte de salir airosos en nuestro empeo... Las campaas de la polica no las corona invariablemente el xito... Vea usted cuntos criminales se nos escapan; y estoy persuadido de que no prenderamos a casi ninguno si ellos fueran ms inteligentes, menos imprudentes sobre todo, y no se comprometieran del modo ms estpido. Pero ellos solos se entregan por charlatanes. Opino que no hay nada ms fcil que preparar un delito, un asesinato o robo, y perpetrarlo sin dejar rastro aprovechable a la polica. Ya comprender usted, seor Strock, que no he de ser yo quien vaya a dar lecciones de destreza y de prudencia a los seores criminales; pero, lo repito, son muchos los que se escapan.

    Yo comparta en absoluto la opinin de mi jefe: en el mundo de los malhechores es en donde ms imbciles se encuentran.

    A pesar de esta creencia haba que convenir en que era muy sorprendente que las autoridades no hubiesen hecho luz en ciertos sucesos ocurridos en algunos Estados. As es que al or al seor Ward hablar del asunto, yo no pude ocultarle mi extraeza.

    Tratbase del fantstico vehculo que acababa de circular por las carreteras, con gran peligro de los peatones, caballos y carruajes. Ya se sabe en qu condiciones de velocidad bata todos los records del automovilismo. Desde los primeros momentos las autoridades haban dado rdenes para poner trmino a las terribles fantasas de aquel extrao chofer. Surga sin saber de dnde, desapareciendo con la celeridad del relmpago.

  • Aunque habanse puesto en campaa gran nmero de agentes, los resultados haban sido nulos; y he aqu que de improviso se aparece en pleno concurso, cubriendo en menos de hora y media aquella pista de 200 millas.

    Luego, qu haba sido del aparato? Ni la menor noticia.

    Habase zambullido en el lago Michigan, a impulsos de la celeridad adquirida?

    Deba suponerse que la mquina y el maquinista haban perecido, y ya no volvera a hablarse del uno ni de la otra?...

    La mayora del pblico resistase a admitir esta solucin, que hubiera sido la mejor, esperando que de un momento a otro volvera a aparecer.

    La aventura entraba en el dominio de lo extraordinario, segn deca el seor Ward, y yo era de esa manera de pensar.

    Cambibamos impresiones mi jefe y yo, y cre que nuestra conversacin iba concluir, cuando, despus de dar unos cuantos paseos por el despacho, me hizo notar:

    S, esta aparicin en la carretera de Milwaukee durante el concurso internacional es de lo ms extrao..., pero hay algo que no lo es menos.

    El seor Ward me present un informe que la polica de Boston acababa de enviarle a propsito, de un hecho que serva de tema a los peridicos para entretener a los lectores.

  • En tanto que yo lea, el seor Ward se sent ante la mesa del despacho, donde acab de escribir lo que tena empezado antes de mi visita. Yo me sent junto a la ventana y le con gran atencin lo que el informe oficial contena.

    Desde hace dos das que los parajes de la Nueva Inglaterra estaban perturbados por una aparicin, sobre la naturaleza de la cual nadie se daba exacta cuenta.

    Una masa movediza, que emerga a unas dos o tres millas del litoral, se entregaba a rpidas evoluciones; luego se alejaba, deslizndose sobre la superficie del agua, y esta no tardaba en desaparecer hacia alta mar.

    Esta masa se desplazaba con tanta rapidez que los ms potentes anteojos apenas la podan seguir en su carrera. Su longitud no deba de pasar de 40 pies. Era de estructura especial y de color verdoso, que le permita confundirse con el mar.

    La zona del litoral americano en donde ms se le haba advertido, era la comprendida entre el cabo Norte del Estado de Connecticut y el cabo Sable, situado en la extremidad occidental de la Nueva Escocia.

    En Providence, en Boston, en Portsmouth, en Portland, las chalupas de vapor trataron varias veces de aproximarse al cuerpo movedizo y darle caza; pero no lo consiguieron. La persecucin era una insensatez; en unos cuantos segundos ponase fuera del alcance de la vista.

  • Habanse emitido opiniones bien diferentes sobre la naturaleza del objeto; pero hasta entonces ninguna de las hiptesis descansaba sobre una base cierta, y las gentes de mar perdanse en conjeturas.

    Primeramente, marineros y pescadores admitieron que deba ser algn mamfero del orden de los cetceos, pues nadie ignora que estos animales se sumergen con una cierta regularidad, y al cabo de algunos minutos de estar bajo las aguas, vuelven a la superficie arrojando columnas de lquido mezclado con aire. Pero y si fuera una ballena, decan los balleneros, oirase el potente ruido de su respiracin.

    No deba pertenecer, pues, a la clase de mamferos marinos, y preciso era considerarlo como un monstruo desconocido que remontaba las profundidades ocenicas, tales como los que figuran en los legendarios relatos de los antiguos tiempos mitolgicos.

    Haba, pues, que clasificarla entre los leviatanes o las famosas serpientes de mar, los ataques de las cuales tan temibles resultaban?

    Lo positivo era que desde la aparicin de aquel monstruo en los parajes de la Nueva Inglaterra, las pequeas embarcaciones, las chalupas de pesca no se atrevan aventurarse en alta mar. En cuanto se sealaba su presencia, apresurbanse a ganar el puerto ms prximo. La prudencia as lo exiga, pues aunque no constaba que el extrao animal fuese agresivo, vala ms no correr el riesgo de sus agresiones.

  • Los barcos de alto bordo nada tenan que temer de la ballena, o de lo que fuese. Sus tripulantes habanlo divisado pocas veces; pero cuando trataban de acercarse, alejbase, sin que fuera posible darle alcance.

    Un da un crucerillo de guerra sali del puerto de Boston, si no a perseguirle, al menos para enviarle algunos proyectiles. En pocos segundos el animal se puso fuera del alcance de las piezas, y la tentativa result intil.

    Por lo que respecta a su acometividad, no daba seales que tuviese intencin de atacar a las chalupas de los pescadores.

    Aqu dej mi lectura, y dirigindome al seor Ward, le dije:

    En resumen, hasta ahora no ha habido que lamentar la presencia del monstruo... Huye ante los grandes barcos, no se lanza sobre los pequeos. De suerte que la gente del litoral no tiene motivos para alarmarse.

    Y, sin embargo, Strock, de creer lo que dice ese informe...

    No obstante, seor Ward, la tal bestia no parece peligrosa... Adems, una de dos: o abandona al fin y al cabo esos parajes, o se concluir por capturarla y la veremos figurar en el museo de Washington.

    Y si no es un monstruo marino? repuso el seor Ward.

  • Qu va a ser, pues? pregunt, bastante sorprendido por la observacin.

    Contine usted la lectura me dijo mi jefe.

    As lo hice, y he aqu lo que me dio a conocer la segunda parte del informe, algunos de cuyos prrafos haba sealado el seor Ward con lpiz rojo:

    Durante algn tiempo nadie haba dudado que aquello fuese un monstruo marino, y que persiguindolo rigurosamente, se acabara por librar a los parajes de su presencia. Sin embargo, la opinin no tard en cambiar de idea. Algunos espritus ms despiertos preguntronse si no era un aparato de navegacin el que evolucionaba en las aguas de Nueva Inglaterra.

    Si era as, el aparato deba ofrecer un grado extremo de perfeccin.

    Acaso antes de entregar su secreto, el inventor trataba de llamar la atencin pblica y producir alguna emocin entre la gente de mar. Una tal seguridad en sus maniobras, semejante rapidez en sus evoluciones, facilidad tal para sustraerse a las persecuciones, gracias a su extraordinaria potencia de desplazamiento, eso era ms que suficiente para picar la curiosidad de las gentes.

    Grandes progresos habanse realizado en la ciencia de la navegacin mecnica. Los trasatlnticos haban obtenido velocidades tales que en cinco das podan franquear la inmensa distancia entre el antiguo y el nuevo continente.

    Y los ingenieros no haban dicho an su ltima palabra.

  • En cuanto a la marina militar, esta no se haba quedado a la zaga. Los cruceros, los torpederos, y los contratorpederos, podan luchar contra los ms rpidos paquebots del Atlntico, del Pacfico y del mar de las Indias.

    No se poda decir si se trataba de un barco de nuevo modelo, pues no era posible observar su forma exterior. Pero en cuanto al motor, poda asegurarse que estaba muy por encima de los ms perfeccionados. A qu deba su accin dinmica? Al vapor o a la electricidad? Imposible reconocerlo. Lo cierto era que, desprovisto de velamen, no se serva del viento; y desprovisto de chimenea, no funcionaba a vapor.

    En este punto volv a suspender mi lectura, y reflexion acerca de lo que acababa de leer.

    En qu piensa usted, Strock? me pregunt mi jefe.

    Que en lo que respecta al motor del barco en cuestin, este resulta tan potente y tan desconocido como el fantstico automvil, del que no hemos odo hablar desde el match del American Club.

    Es esa la reflexin que ha hecho usted, Strock?

    S, seor Ward.

  • Y entonces suponase esta conclusin: si el misterioso chofer haba desaparecido, si pereci con su aparato en las aguas del lago Michigan, era, preciso obtener a toda costa el secreto del no menos misterioso navegador, y desear que no se lo tragaran los abismos del mar antes de haberlo entregado. No est en el inters de un inventor el hacer pblica su creacin?

    Pero si el inventor del aparato terrestre haba guardado el incgnito, no era de temer que el de la mquina martima procediese de igual suerte? Admitiendo que el primero existiese todava, lo cierto era que no se tuvieron ms noticias suyas. Y en vista de eso, no desaparecera el segundo, a su vez, despus de evolucionar en Boston, Portsmouth y Portland?

    Conviene anotar un punto importante: la idea de un animal marino pareca haberse abandonado por completo. Aquel mismo da los peridicos de la Unin se apoderaban del asunto, haciendo diversos comentarios y pronuncindose por la existencia de un a