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Carles Alastuey DSAS Mitos y creencias equivocadas respecto a la muerte por suicidio 01 Después del Suicidio Asociación de Supervivientes

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CarlesAlastuey DSAS Mitos y creencias equivocadas

respecto a la muerte por suicidio01Después del Suicidio Asociación de Supervivientes

nació en Barcelona en 1962. Es Maestro y Psicopedagogo. Ha trabajadoen la adminstración local a lo largo de 25 años recorriendo desde el Urbanismo y el Medio Ambiente hasta su actual empleo como Director del Área de Servicios a las Per-sonas. Formado en Derecho Administrativo, ha impulsado varios proyectos organizativos de impulso de las nuevas tecnologías y la atención a la ciudadanía. Ha desarrollado en paralelo una gran actividad en el mundo del Ocio asociativo juvenil. Miembro fundador de la Asociación DSAS, actualmente es el Secretario y el Coordinador de los Grupos de acompañamiento a la pérdida por suicidio.

Carles Alastuey

DSAS 01

Carles AlastueyMitos y creencias equivocadas respecto a la muerte por suicidio

Al adentrarse en la terrible experiencia de la pérdida por suicidio, descubrimos con disgusto como muchas de las ideas que nosotros mismos teníamos al respecto de esta situación no se corresponden con la realidad, con la forma en que hemos vivido esta tragedia.

A pesar de los ingentes estudios sobre el suicidio y las personas que mueren por esta causa, el propio mundo de la salud mental y sus profesionales, la so-ciedad en general, sufrimos tan gran ignorancia sobre este fenómeno que hemos llenado ese vacío con una enorme cantidad de prejuicios, ideas preconcebidas y medias verdades para intentar explicarnos su perturba-dora evidencia.

No nos debe extrañar que sea así, pues el sui-cidio supone todavía hoy, una frontera ética, social y científica que nos presenta enormes interrogantes y nos interpela profundamente: a pesar de todo lo que hemos aprendido sobre la mente humana, seguimos sin encontrar métodos de ayuda definitivos para evitar que se produzca.

A un nivel mucho más primario y elemental es un desafío para nuestra programación psicológica y gené-tica de preservar la vida y prolongarla. Sin duda alguna esta profunda contradicción entre aquello que como especie se encuentra inscrito genéticamente y su trans-gresión más definitiva, quitarse la vida, ha contribuido a que el suicidio sea un tabú social, facilitando así que las explicaciones sobre este comportamiento adopten un carácter simplista y de menosprecio, un probable mecanismo de defensa ante aquello que no alcanzamos a comprender y que nos atemoriza profundamente.

Somos testimonio vivo de muchos de esos pre-juicios en el trato con otras personas que a veces ni se atreven a hablarnos, del vacío que sufrimos en comuni-dades pequeñas, del silencio condenatorio al respecto de la sospechas sobre nuestra posible contribución por acción u omisión en el suicidio de nuestro ser querido, de la etiquetas al respecto de quien se suicidó, del silencio social que cubre esta muerte, de la falta de po-líticas de prevención que entiendan el suicidio como un problema de salud más, también de la falta de ayudas de todo tipo para las personas que sufren esta pérdida.

Introducción

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Vienen en mi ayuda numerosos profesionales que ya han reflexionado antes sobre este asunto, entre los cuales debo destacar el psiquiatra cubano Sergio A. Pérez Barrero¹ que publicó hace ya algunos años un decálogo muy extenso sobre esta cuestión. Igualmente se recogían más sintéticamente parecidas recomen-daciones en un documento de la OMS (2000)², y que posteriormente han ido incorporándose en buena parte de documentos informativos sobre salud mental y suicidio³. Quede todo el mérito para las personas y organismos que han abierto esta brecha en un silencio tan profundo.

Todo y que he utilizado estos documentos como base para redactar este artículo, asumo la redacción definitiva, pues he añadido razonamientos y argumenta-ciones propias que no tienen por qué suscribir.

Una disculpa para todas aquellas personas que lean este artículo y hayan sufrido una pérdida por esta causa. De algunas de estas informaciones se puede desprender que no se supo interpretar las indicacio-nes que la persona dio antes de cometer el suicidio. Podríamos llegar a la conclusión que no estuvimos suficiente atentos a las indicaciones que esa persona nos pudo dar. Nada más lejos de mi intención. Por regla general, nada sabemos de estos indicadores antes de que sucedan, pues no existe una pedagogía sobre la prevención del suicidio, en ocasiones ni lo mismos profesionales de la salud mental los conocen, a veces ni tan siquiera disponen de los protocolos mínimos para contener estas situaciones.

Por desgracia una buena parte de estos conoci-mientos los descubrimos demasiado tarde para saber si podríamos haberlos utilizado para evitar su muerte, o a pesar de conocerlos, no la pudimos evitar finalmen-te. No debemos olvidar que no lo decidimos nosotros. Nadie es la única influencia en la vida de otra persona4. No somos dioses, no poseemos la capacidad de evitar todas las cosas, ni todos los actos de los demás.

Introducción

5Mitos y creencias equivocadas respecto a la muerte por suicidioCarles Alastuey

Ni todas las personas que sufren una enfermedad mental intentarán suicidarse, ni todas las personas que mueren a causa del suicidio son enfermos mentales. Es cierto que las personas que sufren enfermedades mentales mueren a causa del suicidio en una proporción mucho mayor que la población en general, la proporción de suicidio consumado asociado a trastorno mental es alrededor del 80 – 90% (depresiones, esquizofrenias, trastornos de personalidad, síndromes drogodependien-tes, alcoholismo pueden ser factores que favorecen la aparición de tendencias suicidas), pero la cuestión que parece ser común en el suicidio es la existencia de un gran sufrimiento emocional. Toda persona que muere a causa del suicidio es una persona que sufre enormemen-te. Es ese dolor extremo el que le conduce a pensar que la única solución es la muerte.

No existe demostración científica de que el suicidio se herede. No estamos hablando de una enfermedad congé-nita ni hereditaria, y la simple formulación de este supues-to es una ofensa a todas las personas que han perdido a un ser querido por suicidio, que solo añade más sufri-miento innecesario. Puede existir una predisposición en determinadas familias a sufrir alguna enfermedad mental que tenga como síntoma los impulsos suicidas (destacando la depresión mayor, el trastorno bipolar y la esquizofrenia), o que algunas circunstancias traumáticas faciliten la imitación de conductas autodestructivas.

En este sentido son muchos los investigadores y terapeutas que advierten que los familiares de un suicida tienen más posibilidades de realizar también una tentativa de suicidio. El dolor que causa una pérdida de este tipo, las circunstancias que suelen acompañar esa pérdida son causantes de duelos muy complicados y de terribles sentimientos de culpabilidad, de responsabilidad sobre la muerte de nuestro ser querido, que pueden en ocasio-nes derivar en duelos patológicos y en enfermedades

No es cierto que todas las personas que

mueren por suicidio o lo intentan sufran una

enfermedad mental

No es ciertoque el suicidiosea hereditario

Aquello que no es cierto sobre el suicidio

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mentales. Es indispensable hablar y abordar el duelo por suicidio de manera que estos sentimientos pueden reconducirse; reconciliarse con la pérdida y las circuns-tancias que lo acompañaron.

Existen casos de suicidios en los que no parecían exis-tir síntomas, avisos o indicadores previos, pero estos casos son un porcentaje muy bajo. Ciertamente estos casos resultan muy difíciles de evitar o prever para desgracia de todas las personas que los quieren. Aun en estos casos parece evidente que existe previamente una ideación o fantasías así como algunos indicadores en su conducta, lo que técnicamente se ha venido en llamar síndrome presuicidal5.

Nuestro desconocimiento sobre estas conductas contribuye a no poder detectarlas. Pero habitualmente existen numerosos indicadores de las conductas suici-das y por tanto el trabajo de prevención y la divulgación de los recursos al alcance de las personas que lo sufren es la mejor contribución para ayudar a las personas que se encuentran en ese trance.

Suponer que si una persona piensa suicidarse o lo inten-ta nada ni nadie podrá impedirlo, niega los testimonios de aquellas personas que una vez superada su situación de crisis nos hablan de su desesperación en aquel mo-mento, de sus sentimientos negativos respecto a la vida.

La mayor parte de las personas que tienen conduc-tas suicidas lo que desean es liberarse definitivamente del sufrimiento emocional y anímico que padecen. Los sentimientos de vida y de muerte se mezclan, hasta que pueden llegar a imponerse estos últimos. Desean morir, porque no quieren seguir viviendo del modo en que viven, tal y como señaló Edwin S. Shneidman. Si se produjeran cambios en su vida esa situación podría cambiar, como así es en muchos casos de personas que han superado sus crisis suicidas.

La ayuda a estas personas, la educación para detectar precozmente estas ideas y poder advertir a aquellos que las sufren sobre sus riesgos y las alterna-tivas a su estado, sin duda contribuirían al descenso en las tentativas.

No es cierto queel suicidio no se

pueda prevenir al serun acto impulsivo

No es exactoafirmar que el

suicida desea morir

7Mitos y creencias equivocadas respecto a la muerte por suicidioCarles Alastuey

Desgraciadamente es muy habitual que cuando parece que las personas han mejorado tras sufrir una tentativa, o cuando empiezan a salir de una depresión, se produzcan intentos más graves. Las personas con ideas suicidas que ya han hecho algún intento pueden tener tres veces más posibilidades de un nuevo intento que aquellas que no lo han intentado nunca. Casi el 50 por ciento de las personas que sufren este tipo de crisis han realizado in-tentos en los primeros meses de su mejoría. Este riesgo es especialmente elevado aproximadamente los doce primeros meses tras un alta hospitalaria y muy elevado los tres primeros.

Esta posibilidad de riesgo es una causa de extrema gravedad para las personas que la sufren, pero sin duda también es causa de gran sufrimiento para las personas que las quieren, que contemplan impotentes que la situa-ción lejos de mejorar, empeora.

Cuando la situación física mejora las personas con tendencias suicidas pueden mantener su idea de llevar a cabo esa acción, pues las ideas suicidas pueden persistir. La interpretación de su sufrimiento no ha cambiado, por lo que pueden volver a intentarlo aunque parezca exterior-mente que se ha producido una mejora en su estado.

Desgraciadamente ya sabemos que hay personas que intentan suicidarse en ocasiones realizando diversos intentos en espacios cortos de tiempo, pero también puede producirse pasados largos periodos. Los pen-samientos suicidas pueden regresar al cabo del tiempo, pero no son para siempre. En muchos casos, superada la crisis no aparecen nunca más.

Las crisis suicidas puede prolongarse a lo largo de horas, días, pero raramente por más tiempo, lo más im-portante es disponer de conocimientos y recursos para facilitar la intervención si se producen.

El suicidio y las tentativas suicidas nos indican de for-ma trágica que esa persona no sabe cómo seguir con su vida, piensa en su situación que es mucho mejor morir que seguir viviendo. Los suicidios son en mu-chas ocasiones una forma desesperada de pedir ayuda aunque nos pueda parecer una contradicción. Es un

No es acertadosuponer que trasla mejoría de un

trastorno, o tras una crisis suicida el

riesgo de suicidioha desaparecido

No es correctoafirmar que el que intenta suicidarse

nunca dejará de intentarlo

No es cierto quelos intentos de

suicidio sólo sean unaforma exagerada de

llamar la atención

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último recurso fruto de la desesperación, y aunque en ocasiones la intención última no sea morir, esa posibili-dad como bien sabemos, no depende solamente de la persona que lleva a cabo esa acción sino también de las circunstancias que lo rodean.

Este criterio peyorativo contribuye nuevamente a minusvalorar a la persona que se encuentra en esa situación, a considerarlo digna de rechazo y a no dedicar esfuerzos sociales y sanitarios a atenderla.

Se estima que alrededor del 75% de las personas que consuman un suicidio hicieron alguna advertencia antes de llevar a cabo la acción. A veces de manera confusa, otras de manera explícita, la mayor parte de las perso-nas que anuncian sus intenciones de manera verbal o con su conducta, están en algún punto de la cadena de comportamientos que comienzan con la ideación suicida, siguen con la planeación concreta y pueden concluir con la consumación de esa idea.

En muchas ocasiones se tiende a infravalorar esas advertencias, interpretándolas como intentos de manipu-lación de las personas próximas, chantajes o simplemen-te amenazas, cuando en realidad se deberían entender por regla general como peticiones de ayuda. Parece más recomendable explorar esas manifestaciones, preguntar sobre qué es lo que se quiere decir cuando se hacen esas afirmaciones y recurrir a profesionales que puedan establecer claramente la gravedad de esos pensamientos.

Infravalorar estas afirmaciones lo que interpretamos como amenazas o intentos de chantaje, ridiculizarlas, no es nada recomendable en esas situaciones. La vul-nerabilidad de una persona en este estado es máxima, cualquier acción interpretada como rechazo (aun no siendo nuestra intención) puede reforzar su propia con-ducta de autoagresión.

Como hemos visto esto contribuye a infravalorar laspeticiones de auxilio que de manera más o menosconsciente, hacen las personas que se encuentran en esa situación.

No es ciertoque los intentos desuicidio sólo sean

una forma exageradade llamar la atención

No es cierto quequien habla de sus

intenciones suicidasno las llevará a cabo

No es correctopor tanto afirmar que

si se le reta, unapersona con impulsos

suicidas no lo realizará

No es cierto igualmentesuponer que quien

realmente se quieresuicidar no lo dirá

9Mitos y creencias equivocadas respecto a la muerte por suicidioCarles Alastuey

El suicidio no es cuestión de ser cobarde y así pretender huir de determinados problemas, como se tiende a dar a entender de manera simplista. Las personas que mueren a causa del suicidio, como ya se ha señalado, sufren profundamente6. Es a partir de ese sufrimiento que con-sideran la muerte como una solución a su situación vital. Asociando este comportamiento a una cualidad negativa de las personas, se contribuye a menospreciar esas con-ductas y a facilitar su ocultamiento por parte de quien sufre esos impulsos.

De igual manera, atribuir valentía por “atreverse” a tomar este tipo de decisiones, asocia un valor que so-cialmente suponemos positivo. Muchas veces creemos que con eso “reconocemos” en la persona que perdimos una característica que lo honra, “debió ser muy valien-te…”, sin embargo al hacer este tipo de afirmaciones podemos reforzar una conducta que parece ser consi-derada como digna de imitar, o que merece ser poseída, como es el valor en determinadas circunstancias.

Tal y como señala Pérez Barrero7, no debemos aceptar que la cobardía o valentía de las personas se cuantifique por el número de veces que alguien pretenda quitarse la vida o la respete.

Ya hemos señalado que gran parte de las personas que tienen estas conductas sufren alguna enfermedad men-tal. A pesar de ello, debemos trabajar en la idea ya indi-cada que las personas con tendencias suicidas sienten una enorme ambivalencia en sus pensamientos relativos a la muerte. Está demostrado que hablar y razonar sobre esos pensamientos con la persona que los sufre contri-buye a reforzar ideas positivas que le pueden alejar de esos impulsos.

Ofrecer distintos puntos de vista que ofrezcan otras soluciones, otras salidas puede ser una posibilidad real de que esa persona reconsidere sus planteamientos de suicidio. El sentido común, el afecto, la empatía no son monopolio de ningún colectivo. En las circunstan-cias que acabamos de señalar cualquier persona que sea capaz de no perder la calma y que conecte con ella puede facilitar que esa persona aplace su decisión y considere hablar más de su situación.

No es correctoasociar cobardía

o valentía a las personas que

mueren a causadel suicidio o hacen

una tentativa

No es correcto pensar que sólo los

profesionales dela salud mental

pueden tratar con personas que tienen ideas suicidas o que

están a punto de realizar un intento.

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La suposición de que hablando del suicidio alguien puede reaccionar con una conducta suicida, vuelve a ali-mentar la falsa idea de que no se puede hacer nada para ayudar a una persona que sufre estos impulsos. Debe-mos reiterar la evidencia de que ofrecer razonamientos positivos y favorables a la vida, permite la visión alternati-va de la situación.

Las personas que mueren a causa del suicidio se en-cuentran en todas las escalas sociales. El suicidio es una conducta humana que se presenta en países subde-sarrollados, desarrollados, y en cualquier clase de régi-men político. Parece que estadísticamente se produce en mayor proporción en los países desarrollados, pero su condición multifactorial hace que afecte a todo tipo de personas, pobres y ricas, en prácticamente todos los lugares del mundo.

Se tiende a asociar, por ejemplo, crisis económica con suicidio, ignorando que el suicidio es una evidencia constante a lo largo de los años, con crisis o sin ellas. Las dificultades económicas, el deterioro de la calidad del trabajo, de las condiciones de vida, parecen agravar el número de suicidios y tentativas, pero esas interpreta-ciones tan reduccionistas, contribuyen a favorecer que cuando esas condiciones mejoran se piense que no es necesario seguir con la prevención y la atención a los supervivientes, y desgraciadamente deje de ser noticia de interés.

El suicidio no puede ser una excusa para hablar de la cara más trágica de la crisis, es en sí mismo un grave problema de salud, tal y como señala desde hace años la OMS8. Sus consecuencias son sociales, económicas, psicológicas y debe abordarse por parte de los gobier-nos y los medios de comunicación con toda la gravedad que nos indica que cada 40 segundos8 una persona muere por suicidio en el mundo.

Ya hemos indicado en algún punto anterior que hablar del suicidio no supone incitar esa conducta. Del mis-mo modo, la información razonada y con una correcta orientación pedagógica sobre una conducta que supone centenares de muertes en nuestro país tampoco puede

No es cierto, por tanto, creer que hablar del suicidio de manera

razonada pueda incitar a alguien a hacerlo

No es correcto suponer que el

suicidio afecta auna determinada

clase social

No es cierto suponer que los medios de

comunicación no pueden contribuir a la

prevención del suicidio.

11Mitos y creencias equivocadas respecto a la muerte por suicidioCarles Alastuey

suponerlo. Por otro lado, si siguiéramos ese razonamiento deberíamos preguntarnos por qué se ofrece información sobre accidentes de tráfico o sobre violencia de género.

Rechazamos los tratamientos sensacionalistas que sólo abundan en los detalles más trágicos, con el único afán del beneficio económico y la audiencia, y que supo-nen añadir sufrimiento a los seres queridos de la persona que se ha suicidado.

Los medios de comunicación pueden ser un ins-trumento valioso de prevención si al informar sobre esta conducta divulgan algunos conceptos básicos para me-jor conocimiento del público en general sobre los signos de alarma de una crisis suicida; los lugares y contactos a que acudir si se sufren esas ideas o impulsos y los gru-pos y conductas de riesgo.

No es cierto suponer que los medios de

comunicación no pueden contribuir a la

prevención del suicidio.

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Muchas de las personas que los lean tal vez piensen que para ellos es demasiado tarde, que su pérdida ya se ha producido; que saber esto ya no les sirve de nada, pero es en memoria de todos los que hemos perdido, que reivindicamos la necesidad de reconocer y normalizar la atención al suicidio y a todas sus víctimas.

Quiero expresar mi agradecimiento al Dr. Santiago Durán – Sindreu, psiquiatra en la unidad de prevención del suicidio de l’Hospital de Sant Pau por su amabilidad en leer este documento y por realizarme sugerencias sobre su contenido, como siempre dispuesto a colaborar con cualquier iniciativa de nuestra asociación y trabajar en primera línea con las personas en riesgo de suicidio.

La razón última de estas líneas

Un reconocimiento

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Sergio A. Pérez BarreroLos mitos sobre el suicidio. La importancia de conocerlos.Revista Colombiana de Psiquiatría, vol. XXXIV, núm. 3, julio-septiembre, 2005, pp. 386 – 394, Asociación Colombiana de Psiquiatría. Colombia.

OMS2000 Prevencion del suicidio: Un instrumento para trabajadores de atención primaria de salud.

Ministerio de Sanidad, Política Social e IgualdadGuía de Práctica Clínica de Prevención y Tratamiento de la Conducta Suicida.Pág. 319. 2012. España

Edward Dunne, John McIntosh, y Karen Dunne – MaximSuicide and its Aftermath: Understanding and Counseling the Survivors. (El suicidio y sus secuelas: comprender y asesorar a los sobrevivientes)W.W. Norton y Compañía. 1987. EEUU

Ringel (citado por De Leo D), De Leo DWhy are not getting any closer to preventing suicide?Br J Psychiatry. 2002. UK.

E.StengelPsicología del suicidio y de los intentos suicidas.Horme ediciones. 1987.

S.A. Pérez BarreroEl suicidio, comportamiento y prevención.Ed. Oriente. 1996. Santiago de Cuba.

OMSPrevenir el suicidio: un imperativo legal.2014

ReferenciasBibliográficas

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Esta es una publicación editada por“Després del Suïcidi – Associació de Supervivents” (DSAS) bajo el permiso del autor.Barcelona, Octubre de 2015

© De los textos: Carles Alastuey, 2015

Artículos publicados originalmente en Dueliahttp://blogs.duelia.org/el-duelo-por-suicidio/2015/01/19/los-mitos-y-las-creencias-equivocadas-al-respecto-del-suicidio-i/

Créditos

Colaboran:

Después del Suicidio – Asociación de Supervivienteswww.despresdelsuicidi.org

Para hacer llegar donativos a la asociación: ES22 2100 0778 9602 0023 8976

Diseño Gráfico: Sergi Vilà Boriwww.sergivilabori.com

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